Capítulo 11
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Capítulo Undécimo:
¡Llegó la hora! ¡La decimotercera Batalla de los Recién Llegados!
Beep Beep
Beep Beep
Una llamada al móvil nos despertó bruscamente. Eché un rápido vistazo al reloj para
averiguar que ya casi habían dado casi las diez de la mañana. Con lo movido que había sido el día
anterior, nos habíamos quedado los tres dormidos.
—¡Hey, Keitsuke! — la voz de Ethan al otro lado del comunicador sonaba tan llena de
energía como de costumbre.
—¿Qué hay? — respondí, aún algo adormilado.
—Oh, ¿te he despertado? Eh, vaya, lo siento.
—No te preocupes... — bostecé —. Da igual, ya iba siendo hora. ¡Eh, Tamaki! — le lancé
un cojín para despertarlo — ¡Espabila!
—Cinco minutitos más, mamá — musitó, revolviéndose entre las sábanas.
—¡Que te despiertes! ¡Que ya es tarde! — le grité lanzándole el primer objeto que tuve a
mano.
—¡Au!
—Bueno, eso — continuó la voz sin inmutarse por la situación —. Que si os queríais venir a
desayunar, que con tanto viajecito me ha entrado hambre
—Por mí perfecto, en un rato nos vemos en el comedor, si te hace.
Sekai – Segunda Saga © Javier Escámez "Habimaru" '09-10.
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—Me hace. Venga, nos vemos, Keitsuke — cortó antes de que me diera tiempo a
despedirme.
—¿Y tú te vas a levantar ya? — grité al chico acostado en la otra cama.
—Que sí... Que ya voy —Tamaki se llevó la mano donde le había golpeado lo que le lancé.
Tomé una rápida ducha y me puse una camiseta roja de Digital Clash en la que aparecía uno
de mis personajes favoritos dibujado con líneas negras y unos pantalones vaqueros. Bajé las
escaleras de dos en dos y me encontré con que el fuego que encendimos la noche anterior aún
seguía crujiendo levemente.
—Es una buena madera, ¿eh? — comentó Hanako.
—En realidad, se trata de un combustible sintético con forma de madera — aclaró Tamaki,
haciéndose el interesante —. Eso explica que dure tanto. Y la forma le da un toque clásico.
—Vaya... — susurré, asombrándome de nuevo de los avances tecnológicos de Sekai. El
brillo del fuego se reflejaba en mis ojos mientras su imagen al otro lado del cristal me subía el
ánimo —. ¡Este fuego aumenta mi espíritu de lucha!
—¡Candente y con fuerza! — Tamaki gritó sin miramientos.
—Bueno, ¿qué hacemos? — preguntó la chica.
—Ethan me avisó para desayunar juntos, que acaban de llegar.
—Genial, entonces. Me muero de hambre...
Al abrir la puerta, me sentí abrumado al ver la concentración de personas que había en las
calles, casi vacías el día anterior. Varios grupos de novatos se hacían hueco para poder entrar a la
casa que se les había asignado, otros cuantos se paraban a mirar la inmensidad del Coliseo. Algunos
niños miraban curiosos como otro año más se preparaba la Batalla de los Recién Llegados desde los
balcones de sus casas, saludando a todos con la mano. Una gran furgoneta con equipos de
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transmisión grababa las calles y retrataba el ambiente en la Quinta Rama de Sekai.
—Vaya... No me esperaba que fuese a venir tantísima gente — admití.
—Todos las Batallas son así — explicó Tamaki, que ya estaba acostumbrado a verlas
retransmitidas otros años —. ¡Eh! ¡Esa cámara nos enfoca, tíos! ¡Saludad!
—Deberíamos dejarnos de hacer el tonto en la tele y podríamos darnos algo de prisa. Ethan
y los demás nos esperan.
Con algo de dificultad, nos abrimos paso hasta el comedor, que, por desgracia, también
estaba abarrotado.
—¡Eh! ¡Hanako! ¡Keitsuke! ¡Tamaki! — gritaba una voz por encima de todo el alboroto.
—¡Hola, Dahlia! — contestó Hanako lanzándose a darle un abrazo.
—¿Qué tal el viaje? — les pregunté mientras me colocaba junto a ellos en la cola.
—Urgh... — se limitó a responder Ethan —. Nunca... Y digo, nunca, lleves un chicle en la
boca cuando entres en un portal.
—Algo de eso he oído.
—¡Creía que no iba a salir vivo! ¡Casi me ahogo!
—Es que a quién se le ocurre — Dahlia se cruzó de brazos y le lanzó una mirada de
desaprobación.
—¡Oh! ¡Hola, chicos! No os había visto llegar — nos saludó una voz conocida.
Giré mi cabeza para comprobar la fuente de la voz. Se trataba de Daigo, el mentor del otro
grupo. Un hombre bastante alto de un brillante pelo blanco y ojos plateados. Aunque en ese
momento llevase su uniforme, blanco perlado, con sus detalles retratados en plata, su vestimenta
habitual solía consistir en un traje de ejecutivo personalizado, con unas rayas moradas en zig-zag
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sobre la chaqueta, algunas cadenas, y unos aretes metálicos algo por encima de los codos. Solía
llevar, también, el cuello de la camisa siempre desplegado y un pañuelo rojo en lugar de corbata.
Se me hacía bastante raro verle en uniforme, parecía una persona completamente distinta al
cambiar de vestimenta. De hecho, si no fuera por su peinado y por los extraños anillos que llevaba,
me hubiera costado reconocerle.
—¿Y Reiji? — preguntó —. ¿No viene con vosotros?
—No, llegamos ayer por la tarde y no le hemos visto desde anoche.
—Vaya — respondió cabizbajo —. Es imposible pillar a este hombre... ¡Trabajo con él y
hace casi una semana que no le veo!
—Bueno — sentenció Hitoshi, que había estado en silencio hasta ese momento —. ¿Vamos
ya? La cola ha avanzado bastante desde que habéis empezado con la cháchara.
—Vaaale, chico — respondió su mentor, como si se burlara de él —. Ya vaaamos.
La espera para poder pedir el desayuno se hizo casi eterna. Tamaki charlaba animadamente
con Ethan mientras que Daigo intentaba, con poco éxito, contactar con alguien mediante su
comunicador. Hitoshi seguía cabizbajo, como de costumbre, sin dirigir la palabra a nadie. Para
amenizar un poco la espera, me introduje en la conversación de las chicas.
—Sí, ayer conocimos a la novia de Reiji — narraba Hanako.
—¿En serio? ¿Y cómo es? — preguntó la otra chica totalmente emocionada.
—Muy maja — suspiró — Qué buena pareja hacen...
—¡Nyaaaa! — gritó la otra chica — ¡Qué envidia!
—¿Envidia?
—¡Sí! ¡De tener a un chico tan genial como Reiji!
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—Y seguro que encuentras alguno — le guiñó el ojo.
—¡Nyaaa! — agitó el pelo, alentada por el comentario — ¡Y seguro que tú también!
¿Verdad, Keitsuke? — me preguntó agarrándome del brazo.
— Pues... Vaya... Supongo... — miré hacia uno y otro lado sin saber qué decir.
—¡No me miréis así! — puso una mueca de tristeza — Nya, hacéis buena pareja.
—Sí, supongo... — susurré, mirando al suelo.
—Vaya... Nyu, ¿he dicho algo malo?
—Dahlia... — Hanako susurró algo al oído de la otra chica.
—Vaya... Qué triste, nyu... — bajó sus orejas gatunas y se acercó para disculparse con un
cálido abrazo —. Lo siento, nyu...
—No pasa nada... — susurré —. Da igual...
—¡Nyaaaa, no estés triste! — me estrujó entre sus brazos con todas sus fuerzas —.
¡Nosotras estamos contigo, Kei-kun!
—Bueno, ya nos toca a nosotros — informó Tamaki, antes de pedir el desayuno para todo el
mundo. Varias tostadas, cereales, cafés, zumos de naranja y chocolate caliente.
—Pues eso es todo, gracias. ¡Nos vemos de nuevo! — se despidió la mujer del otro lado del
mostrador.
—Espera — añadió una voz conocida —. Ya que estáis aquí, no nos vamos a chupar toda la
cola de nuevo. Añade un capuccino, uno con leche y un par de tostadas más.
—Hombre, Reiji, tan fresco como siempre — dijo Daigo, poniéndole la mano en el hombro
—. Cuánto tiempo. ¡Y aún más tiempo hace que no te veía a ti, Shirona! ¿Qué tal las cosas por
aquí?
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—Mucho trabajo, como de costumbre — respondió tomando una de las bandejas — Sobre
todo ahora con la Batalla. ¿Y a ti qué tal te va? ¿Qué tal tus chicos?
—Ni una queja. Un poco revoltosos a veces — lanzó una mirada de reprimenda a Ethan—,
pero muy majos... Y veo que Reiji también tiene un buen equipo — dejó salir una carcajada — ¿No
tenías ya suficiente trabajo?
—Y todo el que me queda — siguió la risa —. Ahora con la Batalla quieren iniciar la
distribución... Pero, bueno, eso es poca cosa... Y bueno, chicos, ¿Qué tal habéis dormido?
—Sin quejas — respondió su hermano — Pero aquí la comida no es tan buena.
—Yo lo que estoy empezando a echar de menos — me metí en la conversación —. Es el
café de Armando — di un segundo sorbo a mi taza.
—Yo sí que lo echo de menos — Shirona dio un bocado a su tostada de mermelada —
Tendré que pasarme algún día. Es una pena que los portales sigan estando tan regulados y sean tan
costosos.
—Bueno — Daigo dio un trago a su chocolate caliente y se aventuró a preguntar — ¿Cómo
os sentís por la Batalla, chicos?
—¡Me muero de ganas de empezar! — gritó Tamaki fingiendo un disparo.
—¡Nyaa! ¡Quiero saber a qué tipo de gente me voy a enfrentar! ¡Lo haré lo mejor que
pueda!
—Bah... — respondió Hitoshi — A saber.
—¡Seguro que podré combatir con gente fuerte! — Ethan chocó la mano con Tamaki y
conmigo.
—Supongo que será una buena distracción... Además, parece haber gente interesante... —
comenté.
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—Habrá que dejar bien alta a la Decimotercera Rama — comentó Hanako.
Algo más de doscientas cincuenta personas aguardaban tras la puerta del sótano del Coliseo.
Un mar de novatos uniformados esperaban la apertura de aquellas enormes puertas de acero
mientras veían recelosos a sus mentores y a algunas personas más de aspecto importante acceder
por una puerta pequeña a la derecha. Las cámaras nos enfocaban y la luz natural se agotaba en pro
de la artificialidad del neón y los focos.
Beep beep.
Beep beep.
Ralys emitía su aviso horario. Las diez de la noche. La puerta comenzaba a ascender con
ímpetu, causando aún más revuelo entre los doscientos cincuenta y tres combatientes. A mi
izquierda, tanto Ethan como Tamaki se crujían los nudillos, expectantes. Cuando la puerta había
subido lo suficiente, los primeros agentes comenzaron a entrar, hasta que, al cabo de unos minutos,
todos pudimos hacernos un hueco.
A pesar de encontrarse bajo tierra, la sala a la que entramos era luminosa y fresca. Una
inmensa lámpara de araña caía del techo, donde unos reporteros se movían para captar las mejores
imágenes de la reunión previa a la Batalla. También había cámaras instaladas a lo largo y ancho de
las pétreas paredes de la habitación, por lo que sería un evento más que documentado.
A primera vista, se podría afirmar que este sótano recordase al salón principal de un castillo,
aunque con una arquitectura más pulida y una decoración algo más moderna. El techo era tan alto
que la habitación se podía dividir en dos niveles, uno superior (elevado mediante unas escaleras, a
modo de grada), donde los mentores y el resto del personal charlaban animadamente y el inferior,
donde los novatos buscábamos un buen sitio para ver la plataforma que presidía el lugar, de la que
colgaban dos banderas con el símbolo de Sekai.
—¡Eh! — reparó Tamaki —. ¡Menudo banquetazo!
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Tenía razón. Absorto en la forma del edificio, había olvidado la evidente mesa gigantesca
que se encontraba a lo largo de la habitación, llena de todos los tipos de comida que pudiera
imaginar y una fuente de refrescos aún más grande que las que ya conocía se situaba en el centro
del sótano. Tomé un vaso de Explosión Verde y tomé asiento en uno de los sillones que rodeaban la
gran mesa de cristal.
—Vaya... — seguía asombrándome por la multitud y la belleza del lugar mientras esa
sensación ácida me bajaba por la garganta.
—¡Hey! ¡Kei! — Hanako se hizo un hueco junto a mí —. Creía que te había perdido de
vista.
Ding dang
Ding dang
—Buenas. ¿Podría tener vuestra atención por un segundo? — preguntaba una grave voz
masculina por megafonía —. De acuerdo. Antes de nada, agradecer vuestra presencia, tanto a
combatientes como a los demás: mentores y resto del personal. Ahora, vayamos al grano. Se
proporcionará un tiempo de contacto social y banquete antes de la inauguración oficial de la
Decimotercera Batalla de los Recién Llegados. Atentos a las once de la noche y... ¡Divertíos!
—Eso nos da casi una hora — miré el reloj para comprobarlo —. ¿Qué podemos hacer?
—Nya, os estaba buscando... Ethan y Tamaki están armándola...
—¿Pero qué están haciendo ya? — di un último trago a mi refresco, que hizo que se me
saltaran un par de lágrimas, y me levanté del sillón.
—Ya están... Compitiendo, nya.
—¡Seguro que yo puedo comer más ramen que tú! — discutían a unos metros de distancia.
—¡Pues aquí va el quinto!
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—¡Y con pan si hace falta!
—Oh, Keitsuke, estás aquí, llegas justo a tiempo, tráeme algo de beber.
—Idiotas — golpeé a ambos en la cabeza —. Estáis llamando mucho la atención.
—¿Y qué?
—No creo que llamar la atención sea una buena estrategia para la victoria.
—¡Ja, ja, ja! — reía de una forma exagerada un tipo pelirrojo —. Si es el equipo de los
glotones.
—Sí — le acompañaba una chica con el pelo de color morado —. Una pandilla de glotones
que lo único que se van a comer es una graaan derrota.
—¿Veis cómo íbamos a llamar la atención? — reprimí.
—Sí, pero la de un par de idiotas — se rió Ethan —. Anda, perdéos.
—¿Que nos perdamos? No sabes tú con quién estás hablando... ¿Es que quieres buscar
pelea? — el chico levantó los puños de una forma amenazante hacia nosotros.
—Os vamos a destruir, pandilla de inútiles — su compañera agitó su larga melena al
acercarse a nosotros.
—Apollo, Diana... Guardad vuestra ira para la competición.
Se trataba de Shin, el chico de las cartas. Lejos de su extraña vestimenta del día anterior,
vestía un uniforme de color negro, con decoraciones doradas y mostraba su indescriptible sonrisa de
nuevo.
—¿Os están molestando este par de inútiles? — preguntó —. Vaya, vaya... Apollo, Diana...
Si intentáis confiar en vuestra suerte para encontrar el rival más débil... Lo habéis hecho mal. Idos a
buscar problemas a otro lugar.
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Y tan fugazmente como llegó, se fue, seguido por los dos maleantes.
—Menudo par de tipos raros... — murmuró Hanako.
—Pero, lo que ha dicho me ha parecido interesante — me llevé la mano al mentón para
pensar —. Deberíamos sondear el terreno. ¿Te apuntas, Hanako?
—Por mí, perfecto — asintió con una sonrisa — ¿Vienes con nosotros, Dahlia?
—Nya... Mejor me quedaré vigilando a estos dos — respondió mirando hacia la mesa.
Tan pronto como repuse mi vaso con refresco de piña, paseamos de forma casual por el
lugar. Muchos tipos de personas diferentes, sin duda. Algunos no probaban bocado mientras
esperaban impacientemente que alguien apareciera sobre la plataforma. Pero esos no eran los que
me preocupaban. Estaban evidentemente nerviosos por la Batalla.
—Eh, Hanako, mira a ése — señalé a un chico menudo, de pelo oscuro, con una cinta en la
cabeza.
—Mmm... ¿Qué le pasa? — preguntó.
—Lo veo muy relajado — apunté —. Quizá demasiado relajado. Míralo, pasa de todo,
incluso se ha traído una videoconsola para pasar el rato mientras picotea algo de comida.
—Ahora que lo dices, tienes razón. Aunque no sé si es un pasota o un peligro... — suspiró.
— Pero, sí, probablemente sea buena idea tenerlo a nuestra vista.
— Pero, ése sí que me asusta — dijo — Míralo.
El gesto que hizo con la cabeza apuntaba a alguien cuyo uniforme era completamente negro.
Llevaba un pasamontañas que sólo dejaba ver sus ojos, de color rojo y una larga trenza. También
llevaba un pañuelo de cuadros blancos y negros colgado del cuello. La sensación que daba, ahí solo,
mirando la plataforma sin pestañear, era espeluznante.
—¿Está permitido llevar pasamontañas?
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—Nadie dice lo contrario, por lo que parece.
—Vaya. Es un tío muy raro.
Seguimos observando a los demás combatientes. Algunos destacaban más que otros, pero
ninguno tanto como los dos anteriores. De todas formas, comencé a formular mentalmente una lista
de los peligros potenciales. Shin, el tipo de la consola, el del pasamontañas...
—¡Hemos vuelto, chavalotes! — saludé —. ¿Y Hitoshi? ¿Aún no ha aparecido? Tampoco le
he visto últimamente.
—Conociéndole... En algún rincón sin llamar demasiado la atención.
—Y bueno... ¿Qué habéis descubierto, nya?
Procedimos a explicar más o menos lo que habíamos pensado. Además de Shin y esos dos
tipos tan raros, añadimos al chico de la cinta y al del pasamontañas, así como a unos cuantos más
que nos llamaron la atención por diversos motivos.
—Entonces... Shin te parece algo raro. Esos dos tipos que vinieron aquí los metes en el saco
por liantes. Dices también que sospechas de uno por estar jugando a videojuegos en un momento
como éste...
—Exacto — afirmé.
— Y te asusta ese tipo del pasamontañas... — concluyó.
—También vimos a unos cuantos más que iban buscando pelea o simplemente querían
exhibirse, pero creo que sólo son gente que quiere llamar la atención.
—Está bien — respondió Ethan —. ¿Alguien más a quien partirle la cara?
—Por ahora, no. Pero estad atentos — di un sorbo a mi refresco de piña.
Ding dang
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Ding dang
— ¡Y ya son las once! — indicó la voz de megafonía — Así que es la hora de dar la
bienvenida a nuestro anfitrión... ¡Ryûta!
Un hombre de mediana edad con gafas de sol apareció en la plataforma. Su pelo, de color
carmesí, brillaba con los focos. Saludó con una carismática sonrisa a todas las cámaras que le
enfocaban y su imagen se comenzó a proyectar en una de las paredes. Tomó el micrófono entre sus
manos y comenzó a hablar.
—¡Hola! ¡Bienvenidos, por fin, a la Decimotercera Batalla de los Recién Llegados! Me
llamo Ryûta y seré vuestro anfitrión en este acto de bienvenida.
Tomó una ligera pausa en la que una gran ovación se extendió en la sala. El rumor era
incontrolable.
—Así que, supongo que es hora de comenzar a contar cosas sobre la Batalla, ¿no? Pero
antes, me gustaría dar un gran anuncio. Por favor — hizo un gesto con la mano, como si estuviera
llamando a alguien para subir a la plataforma.
A mi sorpresa, y, al parecer, la de que me rodeaban, Reiji se sentó en uno de los asientos que
se encontraban junto a Ryûta.
— Tenemos aquí a Reiji Tsuji, el líder del Departamento Científico de la Decimotercera
Rama, para compartir unas palabras con todos — le presentó.
—Buenas noches, Sekai. Desde el Deparamento Científico tenemos que dar un importante
anuncio. Los agentes de algunas de las ramas ya habrán visto implementado el sistema NeoCell y,
probablemente, cuenten con uno. Muchas gracias por vuestro apoyo en las últimas fases de prueba.
Me complace poder anunciar que hoy, día 1 de Diciembre de 2010, coincidiendo con la apertura de
la Decimotercera Batalla se extenderá su uso a todo Sekai.
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Unas pequeñas puertas se abrieron bajo la plataforma.
—Los cuarteles generales de todas las ramas ya habrán recibido los últimos envíos de
NeoCell, , así que ahora es vuestro turno. Agentes, podéis recibir vuestro NeoCell en las cabinas que
se han habilitado para ello. Tras este anuncio, me gustaría dar las gracias a todo el equipo,
especialmente a Wataru, que no podrá estar aquí para verlo, y Daigo, los dos pobres conejillos de
indias que, junto a mí, han recibido las descargas eléctricas de los prototipos inacabados. El
desarrollo del producto y poder materializar este sueño hubiera sido imposible sin el equipo.
Muchas gracias a todos — bajó con gracia, sujetándose el fedora.
Una inmensa cantidad de ovaciones llenaba el estadio mientras algunos agentes se acercaban
a las cabinas. Reiji bajó de la plataforma para poder estrechar la mano a un par de personas de
aspecto importante, chocar la mano con Daigo y dar un abrazo a Shirona. Ryûta, mientras acababan
de entregar los NeoCell, hizo un par de chistes.
—Y ahora que ya hemos acabado de repertiro todos los NeoCell, ¡es la hora del discurso de
los fundadores! ¡Demos la bienvenida a los señores Nanahara y Hanekoma!
Un par de señores de más de medio siglo subieron junto a Ryûta. Uno de ellos mantenía un
parecido bastante destacable con Nagai, mientras que el otro se daba un aire a Hideo, el padre de
Hanako.
—Oh — mencionó la chica, con una sonrisa —. Si es el abuelo.
—¿Tu abuelo? — se impresionó Ethan —. Pues sí que va a ser de la realeza la princesita.
—Buenas noches, chicos — saludaba el señor Nanahara —. Nos llena de orgullo y
satisfacción poder dar este discurso otro año más en la Batalla.
—Este es el decimotercer año que se lleva a cabo, coincidente con el decimonoveno
aniversario de la fundación de Sekai. Muchas cosas han acaecido desde entonces y aún nos puebla
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una sonrisa cada vez que pensamos en lo que hemos creado.
—Desde la primera Batalla, un año después del establecimiento de la última de las ramas de
Sekai, este combate nos ha brindado grandes momentos y épicas luchas.
—Esperamos que este año los doscientos cincuenta y tres novatos estéis a la altura.
Confiamos en ello.
—Este año nuestro discurso será breve, ya que la mayor noticia ha sido el rotundo éxito del
proyecto NeoCell y su distribución nos ha robado algo de tiempo.
—Así que lo que nos toca es cerrar ya nuestra pequeña aportación, deseándoos suerte a
todos y que deis lo mejor de vosotros mismos.
Tras el aplauso general, ambos bajaron del escenario para volver a dejar a Ryûta solo ante el
peligro.
—Y, ahora sí, este es el momento que todos estabais esperando. ¡Ahora anunciaremos la
estructura del combate de este año!
El proyector iluminó la pared para mostrar un esquema de la Batalla que se avecinaba.
—Debido al gran número de combatientes este año, nos hemos visto obligados a dividir la
Batalla en dos partes. La primera consistirá en un Battle Royale.
La pantalla mostraba esas dos palabras acompañando a un pequeño vídeo animado que
explicaba el formato: todos contra todos. Protégete las espaldas y aniquila a tus rivales. O sé más
listo que ellos yendo a la defensiva hasta que seas el rey de la colina.
—Estoy convencido de que muchos sabréis cuál es ese modelo de batalla, pero en caso de
que lo desconozcáis, aquí llega la explicación — paró para sonreír a la cámara —. Muchos de
vosotros habréis visto alguna vez lucha libre, ¿verdad? Hay muchos tipos de combate, pero hoy
hablaremos de una modalidad en la que la victoria es para el último superviviente.
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»Evidentemente, hemos tenido que trazar algunos cambios. El primero, y más significativo,
será que en lugar de un ganador, contaremos con ocho. Ocho finalistas para la la segunda parte del
combate... ¡Pero de eso hablaremos más tarde!
»El segundo cambio consiste en la división del Battle Royale en tres asaltos, de dos horas
cada uno, a cada cual con mayores... “Complicaciones ambientales”.
»De todas formas — levantó el pulgar —. Si sois eliminados en uno de los dos primeros
asaltos, tendréis una segunda oportunidad. En los descansos se realizará una Revival Round, donde
se podrá repescar a algún que otro agente que destaque.
»Y, claro, os preguntaréis: ¿Y qué pasa si sobreviven más de ocho? Yo os lo diré: es
imposible. Totalmente. Está todo estudiado de forma que durante el transcurso del tercer asalto se
determinen los ocho últimos finalistas. De hecho, está estudiado para que incluso nos sobre algo de
tiempo.
»¿Y si sobreviven menos de ocho? También es imposible. El juego terminará cuando sólo
queden ocho personas en pie.
Mientras hablaba, la pantalla ilustraba cada una de las normas que presentaba, ilustradas con
dibujos y ejemplos.
—Ahora bien — siguió hablando — Los eliminados volverán a casa con las manos vacías,
pero... ¿Qué pasará con los ocho finalistas?
»En efecto, pasarán a la siguiente ronda, y, además de eso, ganarán un importante premio en
metálico, libre de impuestos. Pero continuemos con lo que importa...
»Tras la primera ronda, los finalistas contarán con un par de días para descansar y se abrirá
el Dojo de la Quinta Rama especialmente para ellos. Y, ya hoy les aconsejo encarecidamente que si
tienen oportunidad, entrenen lo máximo posible, ya que la segunda ronda consistirá en un torneo.
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»Al finalizar la primera ronda, se barajarán los enfrentamientos para la segunda, con lo que
quedarán los últimos combates fijados. En tres rondas, libradas en días independientes, se decidirá
el ganador... ¿Quién será este año? ¡Podría ser cualquiera de vosotros!
Todos comenzaron a aplaudir, gritar y silbar, formando un caos completo en la sala. Yo, por
mi parte, me limitaba a beber un poco más de refresco de piña y a observar el entorno. Me animaba
la Batalla que tenía por delante y el ambiente resultaba agradable, aunque no podía evitar pensar en
lo extraño de la situación.
—¡Aún hay más datos... Pero se os informará de ellos en el momento oportuno! Así que
ahora sí... ¡Queda inaugurada la Decimotercera Batalla de los Recién Llegados! ¡Nos vemos
mañana a las diez de la mañana!
Las cámaras comenzaban a apagarse y el murmullo decrecía conforme algunos novatos
abandonaban el lugar. Reiji nos lanzó un saludo desde arriba, apresurándose a bajar junto a Daigo y
Shirona.
—¡Eh, chicos! ¿Qué os ha parecido? — preguntó.
—No sabía que fueras a aparecer en pantalla, hermano — comentó Tamaki.
—No te creas, a mí tampoco se me informó con demasiado tiempo — rió —. ¿Y por lo
demás, qué tal?
—No me quejo, la comida estaba bastante bien — Ethan se rascó el pelo —. Así que un
Battle Royale, ¿eh?
—Por cierto, Reiji... — llamé su atención —. ¿Quién es ese tipo tan extraño, el del
pasamontañas? Da un poco de grima.
—Por lo que sé — respondió Shirona en su lugar, quitándole el fedora — Se llama Chaos y
es de la Rama Central. Pero, sí, da la sensación de ser un gran rival.
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—Y ese otro tipo... El que estaba tan tranquilo que tomó un rato para sacar una
videoconsola...
—¿El de la cinta en el pelo? — preguntó Daigo — Un chico llamado Sato, de la Octava
Rama.
—Sois unos buenos observadores — comentó Reiji.
—Todo se lo debemos a Kei y a Hanako, nyaa — nos aduló Dahlia.
—Tampoco es para tanto — me sonrojé un poco.
—Bueno — Hitoshi salió de su silencio para incitarnos a darnos prisa, como siempre —
¿Nos vamos ya o qué?
Casi todos abandonaron aquel sótano, aunque nosotros tres nos entretuvimos un poco más.
Quedaba ya poca gente en el lugar cuando sentí que alguien me tocaba el hombro.
—El destino nos vuelve a traer juntos, Rey de Picas.
—Eso parece — constesté.
—¿Deseoso de cruzar golpes en combate mañana?
—No — respondí tajantemente —. Deseoso de luchar contra ti, pero en el torneo.
—Buen punto — admitió —. Me gusta cómo piensas, Keitsuke.
—Nos vemos mañana, entonces — me despedí, dirigiéndome con mis compañeros hacia la
salida.
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