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CAPÍTULO III EL IMPERIO DE OCCIDENTE 1 EL IMPERIO DE CARLOMAGNO Cuando los lombardos expanden sus dominios y amenazan Roma, el papa Esteban II pide ayuda a Pipino, rey de los francos. Pipino vence a los lombardos (754-756) y consigue que se retiren de las tierras invadidas, que dependían ju- rídicamente del emperador bizantino. ¿Qué hacer con ellas? Pipino ni quería devolverlas al emperador ni quería que dárselas: las entregó al papa, con lo que el papa quedó convertido en soberano temporal. A legitimar esta nueva posición del papa contribuyó muy eficazmente el documento llamadoConstitutum Constantini en cuya segunda parte se encuentra la Donación de Constantino, una ficción de la curia romana hacia mediados del siglo IX que durante muchos siglos se tuvo por auténtica. En ese documento se cuenta que el emperador Constantino enfermó de lepra y fue bautizado y cu- rado por el papa San Silvestre. A continuación viene el párrafo más importan- te del documento : Constantino da las gracias al papa y decide concederle un honor por encima del que él mismo tenía como emperador; decreta que el pon- tífice romano tiene primacía sobre todas las iglesias; concede al papa la diade- ma y las demás insignias imperiales; le entrega el palacio iroperial de Letrán, la ciudad de Roma y las provincias de Italia; Constantino transfiere su imperio a las regiones orientales donde construirá Constantinopla, la nueva capital de . . su Impeno. • • Pipino el Breve dispuso que a su muerte (768) el reino se dividiera entre sus dos hijos, Carlomán y Carlos. A la muerte de aquél (771), Carlos se hizo dueño de todo el reino. Carlomagno emprendió una serie de campañas militares que llevaron a la constitución de un extenso dominio territorial. Conquistó el Nor- te de Italia venciendo a los lombardos (774). Extendió su dominio por el Norte y Este hasta el Elba venciendo a los sajones (772-799). Con las victorias sobre

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CAPÍTULO III

EL IMPERIO DE OCCIDENTE

1 EL IMPERIO DE CARLOMAGNO

Cuando los lombardos expanden sus dominios y amenazan Roma, el papa Esteban II pide ayuda a Pipino, rey de los francos. Pipino vence a los lombardos (754-756) y consigue que se retiren de las tierras invadidas, que dependían ju­rídicamente del emperador bizantino. ¿Qué hacer con ellas? Pipino ni quería devolverlas al emperador ni quería que dárselas: las entregó al papa, con lo que el papa quedó convertido en soberano temporal.

A legitimar esta nueva posición del papa contribuyó muy eficazmente el documento llamadoConstitutum Constantini en cuya segunda parte se encuentra la Donación de Constantino, una ficción de la curia romana hacia mediados del siglo IX que durante muchos siglos se tuvo por auténtica. En ese documento se cuenta que el emperador Constantino enfermó de lepra y fue bautizado y cu­rado por el papa San Silvestre. A continuación viene el párrafo más importan­te del documento: Constantino da las gracias al papa y decide concederle un honor por encima del que él mismo tenía como emperador; decreta que el pon­tífice romano tiene primacía sobre todas las iglesias; concede al papa la diade­ma y las demás insignias imperiales; le entrega el palacio iroperial de Letrán, la ciudad de Roma y las provincias de Italia; Constantino transfiere su imperio a las regiones orientales donde construirá Constantinopla, la nueva capital de

. . su Impeno.

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Pipino el Breve dispuso que a su muerte (768) el reino se dividiera entre sus dos hijos, Carlomán y Carlos. A la muerte de aquél (771), Carlos se hizo dueño de todo el reino. Carlomagno emprendió una serie de campañas militares que llevaron a la constitución de un extenso dominio territorial. Conquistó el Nor­te de Italia venciendo a los lombardos (774). Extendió su dominio por el Norte y Este hasta el Elba venciendo a los sajones (772-799). Con las victorias sobre

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los ávaros amplió sus tierras hasta la llanura de Hungría (791-796). Con razón los alemanes consideran que Carlomagno es el verdadero fundador de Alema­nia. Otro campo de expansión fueron las tierras al Sur de los Pirineos: Carlo­magno organizó diversas campañas que dieron como resultado la constitución de la Marca Hispánica (795) con gran parte de la Península al Norte del Ebro.

La expansión territorial fue acompañada con una intensa acción de organi­zación interior que dio como resultado el poder mejor organizado de Occiden­te en aquella época. Se trataba de una unidad política multirracial que com­prendía casi todo el Occidente del continente europeo. Este poder dio una estabilidad desconocida a las tierras de Europa de modo que se ha podido uti­lizar la expresión pax francorum para referirse a este reinado.

Ahora bien, toda esta organización política tenía una estructura interna bastante débil. Para suplir esta· falta de articulación política Carlomagno utili­zó la relación del vasallaje con su juramento de fidelidad. Esta relación en prin­cipio tiene un carácter privado, es un vínculo de hombre a hombre, de tú a tú, que se ha de dar voluntariamente. Al trasladar esta relación para reforzar los vínculos de súbdito-soberano, nos encontramos con que ahora el súbdito se vincula de alguna manera a su rey por una adhesión libre. Ahora bien, este consentire, en la época de Carlomagno, más que debilitar el poder real lo au­menta: tiene el carácter de reconocimiento de una especial capacidad que se encuentra en el rey de los francos.

Esta gran obra política fue acompañada por una interesante obra cultural que nos permite hablar de un renacimiento carolingio. Aunque Carlomagno aprendió a leer ya de adulto y nunca dominó la escritura, tuvo un gran interés por las letras y fundó una escuela en su palacio -a la que él mismo asistía­para la que se trajo a los hombres más sabios de su tiempo, entre los cuales descollaba Alcuino de York. Además, quiso Carlomagno que cada catedral y cada monasterio tuviese su escuela donde puclieran estucliar tanto los que se preparaban para ser clérigos como los laicos. Surgieron una serie de escuelas entre las que destacaron las de los monasterios de Fulda y San Gal, y las de las catedrales de Reims, Chartres y Lyon.

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Esta era la situación del reino de los francos cuando el papa León III es apresa­do en Roma por una rebelión de sus súbditos que lo acusan de perjurio yadul­terio (abril 799). León III pide ayuda a Carlomagno, quien acude a Roma en el año 800 y restablece el orden. Unos días más tarde, en la misa de Navidad, fue coronado emperador. La nobleza de Roma, improvisando un senado, le con­cedió el título de Augusto. A los ojos de los hombres de entonces Carlomagno, rey de los francos, se integró en la serie de los emperadores romanos, gracias a la elección del pueblo de Roma. Sin embargo, Carlomagno no asumió el nom­bre de Imperium Romanum, sino Imperium Christianum, porque no quería tener conflictos con Bizancio y porque era un imperio centrado en los francos con capital en Aquisgrán y no en Roma.

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Las consecuencias del acto del año 800 han sido importantísimas para la historia de Europa. Consecuencia inmediata fue que Roma se desligó de Bizan­cio y se integró plenamente en el mundo occidental. Otras consecuencias inme­diatas importantes no existieron porque pocos años después el gran imperio se quebró y quedó solo el nombre. Pero no fue sólo un nombre. La idea impe­rial es algo obsesivo sobre lo que vuelven los italianos, los alemanes y otros pueblos durante muchos siglos, si bien es una idea variante a lo largo del tiem­po. Era algo exigido por la concepción de la cristiandad como unidad: era la réplica política a la unidad religiosa que hacía que el conjunto de aquellos hom­bres tuvieran conciencia de formar un corpus mysticum. Por otro lado, el Impe­rio sólo tiene importancia institucional real cuando alguna gran instancia po­lítica concreta tiene capacidad para llevar con cierta dignidad el título de em­perador. Por eso la idea imperial toma protagonismo político sólo en pocas ocasiones: la que hemos estudiado, en el siglo X con los Otones, en el siglo Xl

con la lucha de las investiduras, en el siglo XII con los Stauffen, en el siglo XIV

con Luis de Baviera. En cada uno de estos casos la idea imperial toma vida de una manera distinta, como el leitmotiv de una sinfonía que va apareciendo con variaciones a lo largo de la obra. De todos modos la Navidad del año 800 no pasó en vano. Mil años vivirá el Imperio que nació entonces,' y algo más, por­que Napoleón no se hubiera coronado emperador sin el ejemplo de Carlomag­no: en la ceremonia de Nótre Dame (2 de diciembre 1804) se copió la ceremo­nia de la coronación de Carlomagno.

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A la muerte de Carlomagno (814) hereda la corona su hijo Luis el Piadoso (Ludovico Pío), que es ungido y coronado emperador en Reims por el papa Esteban IV. A partir de ese momento, el reino de los francos y la dignidad imperial entran en una época de crisis que no podemos reseñar aquí. El título imperial pasa a la rama que había asumido el reino de la parte oriental del imperio franco, es decir, las tierras que hoy corresponden a Alemania. El reino de los· francos llegó a ser un mero nombre hasta que a finales del siglo X el con­de de París, Hugo Capeto, consiguió ser elegido rey de los francos (987). Co­menzó una nueva dinastía y una nueva etapa de la monarquía franca.

2 EL PENSAMIENTO POLÍTICO

La superior educación del clero, que era efectiva en la mayoría de los casos, lo convirtió en el grupo más apto para proporcionar al monarca el personal ca­pacitado para hacer funcionar el reducido pero imprescindible aparato admínis-

1 E16 de agosto de 1806 el emperador Francisco I1, bajo presiones de Napoleón, decla­ra extinto el Sacro Imperio y renuncia al título.

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trativo. Pero además de su capacidad técnica, el clero fue también el grupo que supo conservar las ideas romanas sobre la autoridad pública. Por tanto, era natural que el clero asumiera un protagonismo politico en el campo de las ideas y en el campo de la gestión, que en general fue al servicio del rey en cuanto figura que encarnaba la idea de la res publica. En cuanto a las ideas, todo el pensamiento político que se produce a lo largo de la Edad Media está marcado temática, formal y metodológicamente por su origen eclesiástico.

En la Alta Edad Media la autoridad religiosa y la política aparecían como dos elementos de una misma sociedad formada por los bautizados; los no bau­tizados y los excomulgados quedaban fuera de la sociedad, eran como extran­jeros o transeúntes. Esta sociedad temporal y espacial es la Cristiandad ocivitas christiana o res publica christiana: la Iglesia, comunidad esencialmente sobrena­tural y supratemporal, es el alma de la Cristiandad. La Cristiandad tiene obje­tivos religiosos que son asumidos por el poder político: en esto consiste ellla­mado agustinismo político. Hagamos la observación de que el agustinismo político requiere como condición previa que el poder político haya alcanzado una suficiente consistencia.

Carlomagno, que construye el primer poder político sólido y consciente en el mundo de la Alta Edad Media, ya antes de asumir la dignidad imperial toma medidas coactivas contra los adopcionistas y los iconoclastas, una vez que fue­ron condenados en el concilio de Frankfurt (794). Y esto lo hace dada su condi­ción de christus, porque ha sido ungido como rey. Es más, los textos de la épo­ca nos informan de que Carlomagno nunca se considera un delegado del papa en asuntos religiosos,' sino que es un vicario de Cristo e incluso en algún texto se dice que el papa es un ministro suyo para los asuntos religiosos.

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La redacción de escritos especificamente políticos comienza en el siglo IX. En la mentalidad del agustinismo político era esencial una adecuada formación religiosa y moral de los gobernantes. Aparecen escritos ---<cartas, tratados bre­ves- con este objetivo que, por el obvio parecido que tienen entre sí, forman el género literario de los «espejos de príncipes». El modelo lo encuentran en el príncipe cristiano de La ciudad de Dios de S. Agustín (V, 24).

Podemos recordar los nombres y obras de Jonás, obispo de Orleans (821-845), que escribe De institutione regia y De institutione laicali, y del irlandés Sedulio Escoto (muere h. 860) que escribe De rettoribus christianis (858-859).

El autor más importante de esta época es HlNCMAR, arzobispo de Reims (835-882), que además es una figura destacada en la política. Podemos decir que desempeña en el reino franco un papel parecido al que había tenido San Isidoro en el reino visigodo. En los años en que el poder imperial se diluye en las manos de los sucesores, Hincmar redactó para Carlos el Calvo un tratado De regis persona et regio ministerio en el género de los espejos, al que siguió más

2 Gelasio y Gregorio el Grande habían considerado así al emperador.

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tarde su De ordine palatii con normas de funcionamiento de la corte incluso descendiendo a detalles. En estos y otros escritos repite la doctrina de San Gelasio, insistiendo en la superioridad del sacerdocio sobre la realeza; plan­teamiento lógico teniendo en cuenta la situación de descomposición en la que los reyes no consiguen imponerse. En el agustinismo político son ahora los obispos quienes tienen la última palabra; lo cual también es lógico teniendo en cuenta que el primado del papa todavía no se ha impuesto de hecho en la mentalidad eclesiástica.

3 EL IMPERIO GERMÁNICO DE LOS OTONES

El siglo IX es un tiempo de decadencia del papado, que se convierte en un ju­guete en manos de la nobleza de Roma. Es también un tiempo de desintegración del poder imperial, que queda reducido a un título sin contenido.

A comienzos del siglo X Enrique, conde de Sajonia, es elegido rey por los grandes señores de los territorios germánicos. Su hijo Otón 1 (936-973), llama­do Otón el Grande, obtiene la decisiva victoria sobre los húngaros en Lechfeld (955), tras la que fue aclamado emperador por sus soldados. En 962 se repite el esquema de Carlomagno: el papa Juan XII, para liberarse del dominio de la nobleza romana, pide ayuda a Otón; el sajón va a Roma, restablece el orden y es coronado emperador "para defensa de la Iglesia». Ante la hostilidad de Bizancio, que no quiere reconocer su dignidad imperial, Otón asume el título de Imperator Romanorum, no porque su imperium se deba a los romanos (ya había sido proclamado emperador por sus guerreros germanos), sino porque es él quien tiene el dominio de Roma, el que restaura la legislación de los empera­dores (Valentiniano, Teodosio, Justiniano), el que socorre al papa.

Tras el breve reinado de su hijo Otón II (973-983), hereda el hijo de éste, Otón III (983-1002), que sueña con resucitar ellmperium Christianum de Carlomagno. Otón fija su residencia en Roma y trata de revivir formas romanas y bizantinas, mezcladas a las germánicas. En contra de lo que había sido la Donación, asume todo el gobierno de Roma y de la Cristiandad porque es el lugarteniente de Cristo; el papa es sólo el gran sacerdote encargado del ministerio de la oración. Sueña con un imperio universal (europeo) sobre los diversos pueblos en el que los reyes de estos pueblos le estarían subordinados. Un sueño que se hundió con la muerte de Otón.