Carl Rogers

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Carl R. Rogers, psicólogo estadounidense, miembro de la “tercera fuerza”, la de aproximación humanista. Nacido el 8 de enero de 1902 en Oak Park, a las afueras de Chicago, E. U. A., en el seno de una familia de protestantes con rasgos fuertemente puritanos. El cuarto de seis hijos, tuvo una educación estricta, intransigente centrada en la ética y la religión junto con la veneración del trabajo arduo. La familia se mudó a una granja con el objetivo de alejarlos de las malas influencias y de las tentaciones de la vida suburbana. Carl Rogers vive en ese mundo hasta los 17 años y es cuando se distancia de la tradición familiar al iniciar su vida universitaria. Marcha a la Universidad de Wisconsin con la idea de ser un profesional de la agricultura, pero las experiencias que tiene entre 1919 y 1920 modifican sus proyectos personales. Las conferencias religiosas de Dwiht L. Moody y John R. Mott que lograban conversos dónde no los había y Rogers decide formarse como pastor. Pero en 1922 acude a una conferencia internacional en China que orienta sus nuevos intereses personales y cambia su proyecto de vida, pues encontró la radicalidad de diferencias entre las creencias y prácticas hogareñas y las que se encontró fuera de casa y en ese viaje a Oriente. Rogers ingresa en el Union Theological Seminary, instituto muy importante de las relaciones interconfesionales estadounidenses. Un espacio para los pensadores europeos y así Rogers se pone en contacto con grandes eruditos y maestros y hablar de cualquier tema con los profesores y el alumnado. Ahí encontró sus primeras respuestas en cuanto a la ruptura con su familia, su tradición religiosa y sus proyectos de vida; pero, sobre todo de sus ideas acerca del ser humano. La separación de Rogers de los preceptos familiares le permite incursionar en el mundo de la psicología. Trabaja en el Departamento de Estudios Infantiles en Rochester, durante doce años. Su práctica clínica le sugiere la posibilidad de que los expertos en psicoterapia se equivoquen y que por tanto la teoría esté equivocada también. Asumió su profesión como si fuese un verdadero ministro religioso. Veía al mundo como un lugar de reto, de lucha.

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Del libro de Mondragón (coordinador)

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Carl R. Rogers, psicólogo estadounidense, miembro de la “tercera fuerza”, la de aproximación humanista.

Nacido el 8 de enero de 1902 en Oak Park, a las afueras de Chicago, E. U. A., en el seno de una familia de protestantes con rasgos fuertemente puritanos. El cuarto de seis hijos, tuvo una educación estricta, intransigente centrada en la ética y la religión junto con la veneración del trabajo arduo. La familia se mudó a una granja con el objetivo de alejarlos de las malas influencias y de las tentaciones de la vida suburbana. Carl Rogers vive en ese mundo hasta los 17 años y es cuando se distancia de la tradición familiar al iniciar su vida universitaria.

Marcha a la Universidad de Wisconsin con la idea de ser un profesional de la agricultura, pero las experiencias que tiene entre 1919 y 1920 modifican sus proyectos personales. Las conferencias religiosas de Dwiht L. Moody y John R. Mott que lograban conversos dónde no los había y Rogers decide formarse como pastor. Pero en 1922 acude a una conferencia internacional en China que orienta sus nuevos intereses personales y cambia su proyecto de vida, pues encontró la radicalidad de diferencias entre las creencias y prácticas hogareñas y las que se encontró fuera de casa y en ese viaje a Oriente.

Rogers ingresa en el Union Theological Seminary, instituto muy importante de las relaciones interconfesionales estadounidenses. Un espacio para los pensadores europeos y así Rogers se pone en contacto con grandes eruditos y maestros y hablar de cualquier tema con los profesores y el alumnado. Ahí encontró sus primeras respuestas en cuanto a la ruptura con su familia, su tradición religiosa y sus proyectos de vida; pero, sobre todo de sus ideas acerca del ser humano.

La separación de Rogers de los preceptos familiares le permite incursionar en el mundo de la psicología. Trabaja en el Departamento de Estudios Infantiles en Rochester, durante doce años.

Su práctica clínica le sugiere la posibilidad de que los expertos en psicoterapia se equivoquen y que por tanto la teoría esté equivocada también. Asumió su profesión como si fuese un verdadero ministro religioso. Veía al mundo como un lugar de reto, de lucha. Un mundo que debe ser mejorado, modificado o reorientado, en el cual es necesaria la intervención salvadora. Su pasado se muestra en su espíritu de servicio.

El concepto de ser humano

A mediados de los años cincuenta, Rogers se había ganado un lugar dentro de la psicología estadounidense.

Rogers cree que el ser humano tiene características inherentes a si especie; es positivo, se mueve hacia adelante, es constructivo y digno de confianza. Dichas características, sólo las pudo reconocer en la medida en que trabajó con los principios de la psicoterapia no directiva y que son: a) fomentar una relación que dé seguridad, b) eliminar cualquier tipo de amenaza no importando dónde se manifiesta y c) conceder la completa libertad al individuo para ser y escoger.

Llega a la conclusión de que el ser humano tiende hacia el desarrollo, la diferenciación, las relaciones cooperativas, el movimiento que va de la dependencia a la independencia, así como a la armonización de sus impulsos en un complejo y cambiante patrón de autorregulación. Para él un

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ser humano que se ha reencontrado con su naturaleza básica es capaz de vivir totalmente sus sentimientos y reacciones y con todos ellos.

Se aprecia que para Rogers la persona tiene una naturaleza básica que la capacita para encontrar sus propias respuestas. Puede y es capaz de encontrar sus propios mundos, sus propias soluciones y eliminar sus temores, sus barreras, sus imposibilidades autoimpuestas. Maneja una antropología que se puede denominar “de la esperanza y en la esperanza”.

Si el ser humano tiene una naturaleza básica que consiste en los atributos más positivos nos daría lo siguiente:

1. Un ser que tiene la tendencia a buscar la plena libertad; por eso la terapéutica centrada en el cliente, pues es la persona por sí misma y en sí misma la que debe encontrarse y decidir lo que más le conviene y le alegra la vida. El pensamiento de Rogers busca la defensa de la autodeterminación y la independencia. Cada cual debe decidir cómo quiere vivir y expresarse.

2. Es capaz de dirigirse a sí mismo, de desarrollarse y madurar. Llegar a ser y permitir ser.3. La autenticidad o congruencia, la forma en que le gustaría ser. Sentimiento relacionado

con la conciencia de esa actitud o sentimiento. Una persona unificada.

La naturaleza del ser humano, cuando se le permite funcionar libremente, es constructiva y digna de confianza. Rogers no cree que el ser humano tienda al mal y a la violencia y por tanto haya que controlar su conducta.