Carlos V y sus juguetes, por Maria Lara Martínez
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María Lara Martínez
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E ntre 1943 y 1967 el historiador
Ramón Carande publicaba los 3
volúmenes sobre las finanzas del
hijo de Juana de Castilla. Rastreaba la bo-
nanza provocada por la afluencia de metales
indianos a Sevilla. Expansión que, en el si-
glo XVII, desembocaría en crisis. El ser hu-
mano raramente aprende de los errores, así,
hoy la recesión sigue golpeando las econo-
mías mundiales y domésticas. Y estamos a
comienzos del tercer milenio, con lo cual si
desde el Paleolítico algo ha experimentado
la humanidad es el tocar fondo y renacer de
las cenizas, ya venga desencadenado el pro-
ceso por la glaciación, las fluctuaciones del
Nilo o el constipado de la bolsa asiática.
Dicen los analistas que las aguas van vol-
viendo a su cauce. Mejor. Pero no está de-
más poner la vista en otros planos de la exis-
tencia aparte de la economía, que es como
las tormentas, predecible o repentina y, de
cualquier modo, ya venga bonanza o deba-
cle, imparable. De este modo, aunque nunca
una veta se halla agotada al máximo, dejare-
mos en este instante en un anaquel a Carlos
V y sus banqueros para hablar de Carlos V y
sus juguetes.
En 1557 Carlos V se retiró a Yuste para
disfrutar de los últimos meses que la vida le
regalaba. En el cenobio extremeño el an-
ciano se dedicó a vivir como lo que era, un
emperador sin obligaciones. Se abstuvo del
trato íntimo con mujeres, degustó ostras
francesas y longanizas de Tordesillas, puso
en hora y dio cuerda a su colección de relo-
jes y se entretuvo con los alambiques de
destilación.
Carlos V con sus relojes en su retiro del Monasterio de Yuste.
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Siempre se había sentido atraído por la me-
cánica, seguía de cerca el diseño de astrola-
bios, molinos y autómatas. Por ello, no re-
sultó extraño que pidiera tener cerca al inge-
niero italiano Juanelo Turriano. Había acep-
tado su carta de viajar a España en 1529. Y
acertó porque fue designado relojero de cor-
te. Para el gantés construyó el famoso Cris-
talino, un reloj que se prestaba a la interpre-
tación astrológica. Se ha especulado con que
uno de los estanques construido en Yuste
por Turriano aceleró la muerte del soberano,
a causa de la proliferación de mosquitos
causada por el estancamiento de las aguas.
Sea como fuere, no sería justo que pasara a
la historia por ese accidente, cuando en la
hoja de servicios del Leonardo de Toledo
figuran un ingenio para subir el caudal del
Tajo hasta el Alcázar y diversas máquinas
voladoras.
El problema de Juanelo, que prácticamente
lo llevó a la tumba, fue que nadie quería pa-
gar el primero de los artificios: el ayunta-
miento porque no recibía las aguas y el ejér-
cito puesto que no había firmado ningún
contrato. Entre unos y otros, se arruinó y fue
enterrado modestamente en el Carmelo en
Toledo en 1585.
Busto de Juanelo Turriano
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Uno de sus proyectos más
sorprendentes fue el hombre
de palo, un modelo antropo-
mórfico con capacidad para
mover brazos y piernas. Al-
gunas versiones poco verosí-
miles de la leyenda dicen que
dicho artefacto era capaz de
andar buscando la caridad de
los viandantes y que, incluso,
realizaba una reverencia
cuando recibía alguna mone-
da. No hay muchos docu-
mentos históricos acerca de
la naturaleza del autómata,
ya que fue quemado cuando
aún vivía Turriano, pero ha
quedado constancia del pun-
to donde se localizaba: la
antigua calle de las Asade-
rías de Toledo, actualmente
denominada “Hombre de
Palo”.
A la muerte de Carlos V,
Juan de Cremona, como era
también conocido, continuó
al servicio de Felipe II, que
lo nombró Mathemático
Mayor. Colaboró en las ob-
servaciones de los eclipses y
participó en la reforma del
calendario gregoriano, dise-
ñando las campanas del mo-
nasterio de El Escorial.
Murió en Toledo en 1585,
en el hospicio, arrunidado.
La leyenda divulga que las
cenizas del Hombre de Palo
reposaron en una hornacina
junto a su creador. Lo cierto
es que los restos de Juanelo
se perdieron durante la Gue-
rra de la Independencia. Tal
vez los franceses no se habrían atrevido a
asaltar el nicho si, desde el Carmelo, donde
ambos estaban descansando, el audaz muñe-
co hubiera coordinado la defensa del Tajo.
La Esfera Armilar de Milán, atribuida a Juanelo
Restos del artificio de Juanelo en Toledo.
Imagen de mitad de siglo XIX