Carnavales Cuando La Cuarta_ Un Ensayo de Sacudón

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16/2/2015 Carnavales cuando la Cuarta: un ensayo de Sacudón http://misionverdad.com/print/historianuestra/carnavalescuandolacuartaunensayodesacudon 1/3 Publicado en Misión Verdad ( http://misionverdad.com ) Carnavales cuando la Cuarta: un ensayo de Sacudón Febrero 16 de 2015, 2:58 pm La expresión cimarronera de los carnavales, durante la cuarta, en los barrios, cerros y zonas marginales a orillas de la ciudad eran una explosión de alegría, desorden, arrecheras acumuladas; una guerra campal y desenfrenada que presagiaban la arrechera de un pueblo disfrazada de conformismo y sumisión. Podría contar sólo lo que eran los carnavales en el barrio donde crecí, en los cerros de Macayapa, Los Frailes de Catia, Montaña de Ávila, todas sembradas de ranchos de zinc, piso e tierra, paredes de tablas y cartonpiedra que con el tiempo fueron sustituidos por el bloque rojo y cemento. El escenario era Los Frailes de Catia, pero pa la montaña como describí arriba. La geografía accidentada de la zona, entre cerros, lomas y quebradas, hacían de la batalla campal carnavalera que nos sumergíamos por casi tres días y noches de entrompe, rumba y frenteos entre zonas, un verdadero desahogo de la miseria y la represión cotidina del resto del año. Callejón Venezuela, Loma Fresca, el Cerro Coromoto, El Plan, La Lomita se transformaban por esos días en diferentes "cuarteles", cada uno con su parque particular de tobos de agua, bombas, potes de pinturas, la ración de huevos podridos, harina; todos a la espera de algún

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Carnavales cuando la Cuarta: un ensayo deSacudónFebrero 16 de 2015, 2:58 pm

La expresión cimarronera de los carnavales, durante la cuarta, en los barrios, cerros y zonasmarginales a orillas de la ciudad eran una explosión de alegría, desorden, arrecherasacumuladas; una guerra campal y desenfrenada que presagiaban la arrechera de un pueblodisfrazada de conformismo y sumisión. Podría contar sólo lo que eran los carnavales en el barrio donde crecí, en los cerros deMacayapa, Los Frailes de Catia, Montaña de Ávila, todas sembradas de ranchos de zinc, pisoe tierra, paredes de tablas y cartonpiedra que con el tiempo fueron sustituidos por el bloquerojo y cemento. El escenario era Los Frailes de Catia, pero pa la montaña como describí arriba. La geografíaaccidentada de la zona, entre cerros, lomas y quebradas, hacían de la batalla campalcarnavalera que nos sumergíamos por casi tres días y noches de entrompe, rumba y frenteosentre zonas, un verdadero desahogo de la miseria y la represión cotidina del resto del año. Callejón Venezuela, Loma Fresca, el Cerro Coromoto, El Plan, La Lomita se transformaban poresos días en diferentes "cuarteles", cada uno con su parque particular de tobos de agua,bombas, potes de pinturas, la ración de huevos podridos, harina; todos a la espera de algún

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acontecimiento que disparara el entrompe colectivo, un todos contra todos que duraba todo eldía entre carreras, cerro arriba y cerro abajo. Era una guerra. Y de pronto se disparaba algún acontecimiento que daba la voz de que empezó la grancoñaza. El cerco a una de las mujeres nuestras o compañero de barrio entre aguas y pinturasen manos por el bando contrario generalmente era el disparador del entrompe colectivo."¡Mira, atraparon a Doris!" (esta era mi novia de carajito; dónde andará esa mujer dios mío.Doris salió una mañana del 27 e febrero del 89 a otro carnaval y nunca regresó). Decenas de salvajes, con las caras y manos embarrutadas de pintura, obos y latas de agua enmano se disparaban en una carrera desenfrenada cerro abajo, loma arriba, al rescate del botínhumano del otro barrio. El choque era brutal, trasnformándose hasta en trompadasmulticolores: no valía arrecharse. El rescate terminaba generalmente atrapando a algunos deellos, del contrario, que llevábamos a nuestro "cuartel" entre aplastadas de huevos en lacabeza y manoseos de pintura para finalizar siendo sumergido en el pozo e pantano y miaoque cada uno había abierto en su cuartel barrial particular. Esto diparaba el intento de rescate del barrio contendor y así se repetía la coñaza durante todael día. El desenfreno de nuestras arrecheras acumuladas pero llena de códigos y juegos delbarrio. La guerra de joda y la guerra en serio Traspasar los límites del cerro, generalmente en persecucion de algún enemigo o grupo decontrarios hacia las zonas más acomodadas (algo así como el centro), donde estaban losbarrios consolidados (pa nosotros en aquel tiempo eran algo así como los niños bien, sifrinos oburgueses aunque eran barrio igual que nosotros), era fatal. Se disparaba a un nuevo actor enla guerra. Uno al que le teníamos bronca de verdad. Los cascos blancos, los azules, los pacos:la terrible PM. Decenas de estos animales nos hacían retroceder a nuestros caminos del cerro (verga, es queparecíamos unos salvajes de verdad) peinillas en mano. Si uno de los nuestros caía no habíanada qué hacer. El asunto era no dejarse agarrar por los PM que corrían detrás de nosotros yeran bombardeados por los demás "cuarteles" (allí el entrompe ahora se convertía solo contralos PM). Comenzaba la guerra verdadera, barrio contra represión. Empezaban los allanamientos. Nosperdíamos montaña arriba por quebradas hasta que los pacos se retiraran. Los veíamoslargarse por los caminos generalmente con alguno de los nuestros a rastras. En verdad, queyo recuerde, siempre volvían. Acoñaceaos pero volvían los que eran atrapados. Las taimas Había taimas en esta guerra del pobre. La elección de las reinas de cada cuartel (barrioscircundantes) era una de éstas. Cada cual escogía la suya. Luego, en medio de nuestra granpasarela de ilusiones tomadas de Rctv o Venevisión armábamos nuestra gran elección de laúnica reina. Igual terminaba en coñaza porque nunca estábamos de acuerdo. La violencia con que empezábamos el día se convertía en las noches en rumba, salseteo, omás bien merengue que era lo que se escuchaba por aquellos tiempos. Más de una vez

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Etiquetas: Carnavales, Memorias de la Cuarta, Policía Metropolitana,Represión,

tripeábamos a esos que llaman internacionales de la salsa o del merengue ahora, que salierondel barrio, en medio de aquellos carnavales. ¿Carrozas, fiestas, disfraces multicolores, gente bien y alegre, alimentada y sonriente, mujereshermosísimas y reinas de verdad, de colores, con vestidos de plumas con cuello rojo y coronasde oro? Eso sólo lo veíamos en la TV cuando lo repetían, porque durante los días de carnavalnuestro estábamos en guerra.

Un pequeño Caracazo

El barrio no sabe de dónde viene el carnaval. Que si viene de la iglesia o de Brasil ygüebonadas de esas. La historia de esa fiesta es desconocida para nosotros. Era unapreparación para la guerra, una locura espontánea. Una guerra sana. Así como jugar policía yladrón. Era un juego. Y era una vía de escape de la violencia que se vivía en la Cuarta. Esa respuesta del barrio a esa violencia era un irrespeto, un "no te tengo miedo, nosotros nosvamos a la calle", era un desafío porque todo lo que hacíamos estaba prohibido. Desde lascasillas nos vigilaban los casco azules. Un buen ejemplo de esa "arrogancia" del barrio fue quealguna vez hubo un bombazo contra un PM en medio de una discusión. Luego todos los pacosnos perseguían para meternos en la jaula. Pero eso era normal, formaba parte del desafío. Jugar carnaval por aquellos tiempos era un pequeño Caracazo, pensándolo ahora. No habíacontrol, o en todo caso el control lo establecíamos nosotros. Y no es que había unaorganización, sino que entre nosotros sabíamos cómo iba a ser la cosa. Era además algoalegre, de pinga. Esa tradición en el barrio ha bajado burda. No se ha ido perdiendo sino que se ha idotransformando. Esa manifestación violenta no se ha mantenido en el tiempo.

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