CARTA A MI JEFE

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Jaime Pereira.- Experto en RRHH

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CARTA A MI JEFE

Querido Jefe:

No quiero que pasen más días sin decirte que estas vacaciones han sido

extraordinarias. He redescubierto a mi mujer y mis hijos. También he disfrutado mucho

con el deporte, la lectura, los amigos, la playa…

Cuando aparecí por el pueblo, todo el mundo me decía que venia pálido, ojeroso y con

cara de estresado. Me miré en el espejo una y otra vez y efectivamente, me di cuenta

que mi aspecto físico era patético y, lo más inquietante, que mi interior estaba mucho

peor. Con ese panorama hice el firme propósito de descansar todo lo posible. Los tres

primeros días me costó, cosa lógica al venir tan saturado. Me conectaba al móvil y a la

blackberry para ver qué pasaba por la oficina. A partir del cuarto día, al comprobar que

no era tan imprescindible, empecé a pasar de todo lo que sonara a trabajo. Me

encontré en la playa con viejos amigos que me recordaron épocas gloriosas y lo

mucho que nos habíamos divertido. Excursiones, copas, partidas de cartas, club

náutico…

Qué maravilla saber que mi mujer era la misma que conocí hace unos cuantos años y

que todavía me seguía queriendo a pesar del poco caso que le hago durante el

invierno. Entre oficina, clientes, viajes, ordenador y PDA casi la ignoraba sin darme

cuenta lo importante que es para mí. Ella también trabaja, pero saca tiempo para

darse a los demás. Y mis hijos, ¿qué te voy a decir?, estaban deseando tener un

padre. Durante el curso, entre colegio, deberes, la niñera de turno y otros menesteres,

no me conocían. Muchas veces me preguntaban, ¿papá, tú qué haces tantas horas en

la oficina? Nunca supe darles una contestación clara, me salía siempre por la

tangente.

No te puedes imaginar lo bien que me ha sentado el deporte. Con mi bicicleta, recorrí

caminos increíbles y en esa paz que regala la naturaleza se me venían a la cabeza

multitud de buenos propósitos para el reencuentro con el trabajo. Los que me

conocían, decían que mi cara ya era otra cosa, que sonreía con naturalidad y que se

me notaba relajado. Estábamos a mediados de mes y empezaba la marcha atrás, pero

decidí no pensar en ello para seguir disfrutando de todo lo que tenía alrededor. Me

encontraba lleno de vitalidad, contento, sano y con muchas ganas de dar un giro a mi

vida.

Una tarde en el puerto, viendo a unos pescadores preparar sus redes, tan contentos,

pensé, ¿la felicidad está en el bonus, las stocks options, el coche de compañía, o un

despacho de lujo? Me di cuenta el papel tan importante que juega el jefe, lo que puede

influir en la calidad de vida de los demás. Mucho se habla en el mundo empresarial

sobre como fidelizar a los buenos profesionales. La respuesta la encontré en un

periódico que recogía los resultados de una encuesta que dejaba claro que la causa

numero uno por la que se desea cambiar de trabajo es porque no se entienden al jefe.

No quise darle más vueltas. Al fin y al cabo, yo soy jefe y subordinado.

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Me planté en el último día de vacaciones. Empezaron las despedidas y los temores a

volver otra vez a lo mismo. Fui a la panadería a encargar una empanada para el viaje

y la panadera me dijo:”Dígale a su jefe que no le cambie la cara que se va usted con

muy buen aspecto”. Sus palabras se me quedaron grabadas. De vuelta, empecé a

pensar qué podría hacer para que estos días que había vivido no se terminaran y a

partir de ahora el trabajo no acabara con la ilusión. Comencé a soñar…. “Erase una

vez una empresa gestionada por un verdadero líder que se empeñaba en que su

equipo de dirección fuera una piña, con objetivos muy claros y compartidos, con pocas

reuniones pero muy impactantes, donde las buenas relaciones personales fueran la

principal herramienta para comprometer a sus colaboradores, donde el trabajo y la

familia fueran compatibles y la gente pudiera encontrar el sentido a su vida”

El lunes te iré a saludar para que me cuentes como han sido tus vacaciones. Seguro

que entre los dos, y aprovechando que venimos muy descansados, podremos diseñar

algún plan para que nuestra cara, como decía mi panadera, no cambie y siga

trasmitiendo salud, alegría y muchas ganas de hacer las cosas bien. Lo agradecerán

los que trabajan con nosotros, los clientes y la cuenta de resultados.

Jaime Pereira

Experto en Gestión y Dirección de Personas

Agosto 2007