Carta de pionero del Colegio OEA

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Bogotá, agosto 04 de 2015 En primer renglón, empiezo por agradecerles la deferencia en mirar hacia este modesto horizonte que está parpadeando en las adyacencias del ocaso y que por los avatares del azar y rebujando recuerdos se hayan topado con mi nombre . Sin tener la fortuna de conocerlos estoy convencido que algunos de ustedes, por no globalizar, aún no entreabrían sus ojos a la vida cuando nació esa Institución. Utilizo ese término, con mayúscula, que fue otorgado a los establecimientos educativos que administraban la cobertura de los niveles de primaria, secundaria y media, ya que los planteles que satisfacían la demanda de primaria se llamaban escuelas, simplemente. Después, por su tamaño y número de estudiantes atendidos se llamaron Concentraciones, pero tuvo resistencia en los corredores sacerdotales ya que aludían a los campos de concentración nazi. Debo subrayar, con sinceridad y admiración sus juiciosas e interesantes inquietudes que se propusieron rescatar, pero golpearon en la puerta errada ya que, en la "eclosión" de la OEA fui favorecido con esa significativa invitación, sin que mi jurisdicción llegara hasta esas latitudes. Les hago la confidencia que mi memoria es sumamente vagarosa e infiel, pero parece que compartimos mesa con el insigne y desconocido, para ustedes, Emilio Urrea, para ese lejano almanaque, alcalde de la ciudad. Sus frescas mentes no alcanzan a dimensionar el tamaño de jerarquía e influencia que tenía el rol de Supervisión en la capital. Pareciera que se tratara de una fábula o un cuento inverosímil. La memoria viva a la que ustedes aspiran y los inquieta les ofrecerá paisajes asombrosos. Sotto Voce, les hago la confidencia que yo fui el gestor de la unificación del uniforme para mi Zona escolar, en ese tiempo se llamaban Zonas a los espacios asignados a cada supervisor, me parece que había 40. La mía era la Zona 22, lo recuerdo muy bien, y por nuestro clima organizacional la llamábamos Familia 22. ( Como decían en algún comercial, claro de hace tiempo, ....esa es otra historia mi pequeño Adams). Los criterios que tuvimos en establecer un uniforme único para la zona fueron acordados de consuno con los directores de los planteles a mi cargo, que por su cercanía y conveniencia cambiaban de escuela, así no tenían que cambiarlo. Ese mismo uniforme fue llevado a un colegio particular vecino a este Colegio, el cual tuvo vigencia durante un prolongado tiempo. Organicé, dispensen la primera persona, un acto de alguna solemnidad, con la asistencia de toda la zona, obviamente, al que había invitado al señor secretario de Educación, quien se sorprendió y maravilló de la novedad y hasta tuvo un comentario muy estimulante en uniformar toda la ciudad. Esta iniciativa tuvo resistencia en diferentes puntos cardinales y se echó la iniciativa del funcionario al cuenco de la basura. Más tarde, me parece, la Secretaria de Educación Pilar Santamaría, impuso de uso obligatorio el delantal amarillo para todos los estudiantes de la capital. Su vigencia fue efímera. Reciban un cálido abrazo y sonoro aplauso con mis fervientes deseos porque la celebración de su efemérides les deje muchas satisfacciones. Brindemos porque así sea. Hernando Cepeda Abril Bogotá, agosto 04 de 1970

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Bogotá, agosto 04 de 2015En primer renglón, empiezo por agradecerles la deferencia en mirar hacia este modesto horizonte que está parpadeando en las adyacencias del ocaso y que por los avatares del azar y rebujando recuerdos se hayan topado con mi nombre .Sin tener la fortuna de conocerlos estoy convencido que algunos de ustedes, por no globalizar, aún no entreabrían sus ojos a la vida cuando nació esa Institución. Utilizo ese término, con mayúscula, que fue otorgado a los establecimientos educativos que administraban la cobertura de los niveles de primaria, secundaria y media, ya que los planteles que satisfacían la demanda de primaria se llamaban escuelas, simplemente. Después, por su tamaño y número de estudiantes atendidos se llamaron Concentraciones, pero tuvo resistencia en los corredores sacerdotales ya que aludían a los campos de concentración nazi.Debo subrayar, con sinceridad y admiración sus juiciosas e interesantes inquietudes que se propusieron rescatar, pero golpearon en la puerta errada ya que, en la "eclosión" de la OEA fui favorecido con esa significativa invitación, sin que mi jurisdicción llegara hasta esas latitudes. Les hago la confidencia que mi memoria es sumamente vagarosa e infiel, pero parece que compartimos mesa con el insigne y desconocido, para ustedes, Emilio Urrea, para ese lejano almanaque, alcalde de la ciudad.Sus frescas mentes no alcanzan a dimensionar el tamaño de jerarquía e influencia que tenía el rol de Supervisión en la capital. Pareciera que se tratara de una fábula o un cuento inverosímil. La memoria viva a la que ustedes aspiran y los inquieta les ofrecerá paisajes asombrosos.Sotto Voce, les hago la confidencia que yo fui el gestor de la unificación del uniforme para mi Zona escolar, en ese tiempo se llamaban Zonas a los espacios asignados a cada supervisor, me parece que había 40. La mía era la Zona 22, lo recuerdo muy bien, y por nuestro clima organizacional la llamábamos Familia 22. ( Como decían en algún comercial, claro de hace tiempo, ....esa es otra historia mi pequeño Adams). Los criterios que tuvimos en establecer un uniforme único para la zona fueron acordados de consuno con los directores de los planteles a mi cargo, que por su cercanía y conveniencia cambiaban de escuela, así no tenían que cambiarlo. Ese mismo uniforme fue llevado a un colegio particular vecino a este Colegio, el cual tuvo vigencia durante un prolongado tiempo. Organicé, dispensen la primera persona, un acto de alguna solemnidad, con la asistencia de toda la zona, obviamente, al que había invitado al señor secretario de Educación, quien se sorprendió y maravilló de la novedad y hasta tuvo un comentario muy estimulante en uniformar toda la ciudad. Esta iniciativa tuvo resistencia en diferentes puntos cardinales y se echó la iniciativa del funcionario al cuenco de la basura. Más tarde, me parece, la Secretaria de Educación Pilar Santamaría, impuso de uso obligatorio el delantal amarillo para todos los estudiantes de la capital. Su vigencia fue efímera.

Reciban un cálido abrazo y sonoro aplauso con mis fervientes deseos porque la celebración de su efemérides les deje muchas satisfacciones.

Brindemos porque así sea.

Hernando Cepeda Abril

Bogotá, agosto 04 de 1970