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CARTA PASTORAL Ql'E EL EXMO. K 1LMO. SR. dirige AL CLERO Y DEMAS FIELES DE SU DIOCESIS pubtienr I*itftitf/et*cia JP te na rio ei» fortnrt Jfubiteo concettitta j>or 2l r w estro Santísimo M'atfre M'io I'fipnl.l' en 1.° tie Agosto €te 1834. Imprenta} Litografía de Don Fausto García Tena.—1853.

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CARTA PASTORAL

Ql'E EL EXMO. K 1LMO. SR.

dirige AL CLERO Y DEMAS FIELES DE SU DIOCESIS

pubtienr l« I*itftitf/et*cia JP te na rio e i » fortnrt

Jfubiteo concettitta j>or 2lrw estro Santísimo

M'atfre M'io I 'fipnl.l ' en 1.° tie Agosto €te 1834.

I m p r e n t a } Li tograf ía de Don Fausto García T e n a . — 1 8 5 3 .

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tul-til.

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1 5 - I VU i»n% « l U .I »; » J . U « p I o n -i-%1

SOS D. MANUEL JOAQUIN T A R A M í Y MORON, por la Gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Obispo de Cérdoba, Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida Or-den Española de Carlos 3 . ° , del Consejo de S . H . , l e .

A W t n m b U Y>t«u\ \\ CoAuVió At nutiVta SaMa\<jU*\a, á

\os Y x c t n w ArcX^ttúw, Párrocos vj ü tmás EdmiuVicos,

á W á te tas nue:Ara Diócesis,

sa\u& c«\ nutsl to Sr . k s u c ñ s t a cowslauVc soVvcvVud t\v

couwrvftT a un'uVad tal es^vrlU con t \ santo

truuulo de \ a j>av

I arados hermanos é hijos- nuestros: continuando nuestro San Ibimo Padre Pió IX, con el portentoso celo y amor paternal de que incesantemente está dando pruebas á los miembros de la Santa Iglesia Católica, en que como Cabeza Visible y V i c a -r io de Jesu-Cristo ejerce por institución divina el primado de honor y jurisdicción, después de habernos colmado de gracias espirituales y do habernos franqueado varias veces con inde-cible generosidad apostólica el preciosísimo tesoro que le está condado por el Señor para nuestra salud y remedio de nues -tras miserias, se ha dignado por último repetir sus bondades concediéndonos benignamente una plenísima indulgencia en for-ma ie Jubileo por su Encíclica dada en S. Pedro de liorna á

de Agosto del año próximo pasado, que se nos ha comu-nicado en latín por el limo. Sr. Encargólo de negocios de S. S. en Madrid, y por el E \ m o . Sr. Ministro de Gracia y Justicia, traducida al Castellano p>r la Secretaria do la Inter-pretación de lenguas para su publica ion, circulación y c u m -plimiento. I

El principal objeto y el pa samien to culminante de este

respetable y aohremanera interesante documento es e n t r a m e n te conforme al espíritu, h las santas miras y á l a prketira cons-tante de Ntra. Madre la Iglesia, que en circunstancias de p r i -mera importancia en' el orden religioso y en situaciones ca la -mitosas y do peligros estraordinarios para los pueblos, siempre | se ha propuesto disponer fervientes preces al Soberano Padre de las luces v de las misericordias, dispensar á sus hijos a u x i -lios y consuelos proporcionados á las aflicciones y ejercer con ellos la piedad é indulgencia propia de Madre tierna, cual no es posible hallarla en U tierra ni aun figurárnosla en nues-tra escasa y débil comprensión. De aqui procede la grande uli idad de que semejantes concesiones pontilicias circulen i n -tegras entre los fieles; y por eso tendréis presente, amado? nuestros, que cuando en 2 0 de Febrero de 1854 os anuncia-mos otra indulgen» ia plcnaria tamlien en forma de Jubileo pa-ñi suplir el universal del año Santo, que debió celebrarse en el anterior y no lo permitieron las amarguras de aquella épo-ca, os copiamos literalmente la circular de la Sagrada Con-gregación de Obispos y Regulares en que se estendió á todos los paises Católicos la indulgenciar concedida antes por S. S. á la Italia é Islas adyacentes, porque cuando se trata de m a n -datos, exortaciones y mercedes del Padre Común ó de los que hablan en virtud de su inmediata delegación, no es posible hallar palabras tan autorizadas, solemnes y eficaces como las suyas, ni lenguaje que inspire igual respeto y convicción; y en veidad que hoy, ya se atienda á los sublimes lines de la E n -cíclica, ya á los poderosos motivos que han escitado al Santo Padre á dirigírnosla, ya á la descripción patética que nos hace de la situación aflictiva del Orbe Católico, ya en iin ii lo que previene y exige confiadamente de los Prelados y de los s u b -ditos, no puede considerarse en el momento menos necesario que ha podido serlo jamás el que á nuestra voz preceda la «leí Pastor Supremo, que nos diri ja, enseñe y fortilique y hasta en los pormenores nos conduzca por un mismo camino. Es la s i -guiente: leedla y meditadla.

A los venerables hermanos los Patriarcas, Primados, Art'tbispos,

Obispos y demás Ordinarios que se hallen en giacia y comunion con la

AptMolica.nzPio /X Pajui.= VenerabUs hermano*. S'ilid y lesben-

dición Apostólica.—Al contemptarcon la solicitud y afecto de NuestrOiajm-

•Meo amor « todo el (Jrbe Católico, ajienas podemos espresar con pala-

bras, Mermónos venerables, de cuan profundo pesar nos hallamos ¡met-

ió al ver ó la /tepública Cristiana y Civil lastimosamente trastornada,

yprimida y desolada por las mas lamentables calamidades de todos (je-

te ros, Sabéis muy bien de que suerte se hallan afligidos y agitados los

de la Cristiandad por las mas crueles guerras, por discordias

as, por enffrmedadis pestíferas, per terremotos atroces, ó por otros

gravísimos males, /'ero lo mas doloroso es entre tantos daños y desgra-

cien nunca suficientemente deploradas, que los hijos de las tinieblas, mas

iiestros y unidos entre si que los hijos de la luz, se e$fuertan cada

dio mas con todos sus diabólicos engaños y con sus artes y maquina-

dones en mover una guerra acérrima contra la Iglesia Católica y con-

tra su doctrina saludable; en destruir y desmoronar la autoridad de todo

poder legitimo; en depravar y corromper los ánimos y las mentes de ta-

llón; en propagar por todas partes la mortífera ponzoña del indiferen-

tismo y de la incredulidad; en barajar todos los derechos divinos y hu-

manos; en escitar y alentar á las disensiones, la% discordias y los mo-

vimientos de rebeliones impías; en admitir cualesquiera detestables tor-

pezas y crueles maldades; no dejar do nada por intentar, y si alguna vez

fuera posible, quitar de en medio nuestra Santísima fíeligion y derribar

desde sus fundamentos á la misma sociidad humana. Conociendo, ¡nt s,

muy bún en m(dio de tanto trastorno, que nos ha sido dada por sin-

gular beneficio de Dios misericordioso la facultad de obtener por medio

rte la oración todos los bienes de que nos hallemos u-editados y alejar

todos los males que r<celamos, no pusimos en olvido el levantar nues-

tros ojos al santo y excelso monte de donde confiamos que nos vendrá

todo socorro. Y en la humildad de nuestro coraz»n no desistimos de orar

y suplicar con vehementes y férvidos ruegos á Dios misei'icordiosisimo,

que r(legando, las guerras á los confines del mundo y aportando todas

las disidencias de entre los pi ir,cipes cristianos, conctda á sus pueblos

paz, concordia y tranquilidad, y á les mismos principes especialmente

1 tina ¡unliosísima solicitud de proteger y projwgar cada ve: mas la doc-1

trina y la fé católica, en que se encierra principalmente la felicidad i> I

h* pueblos; (¡nc liberte á los Mismos^, principes y pueblos de todos lot

males de que se ven a/liyidos y les sea pródigo de toda verdadera pros-

peridad; que otorgue liberal mente á cuantos se hallan en el error los do-

nes de la grana celestial, á fin de que vuelvan á la senda de la ver-

dad ü de la justicia, y se conviertan con sincero corazon al mismo Dios.

\ aunque liemos mandado que en esta nuestra ciudad de liorna se ele-

ven pnces al Cielo para implorar la Divina misericordia, no obstante,

siguiendo las huellas de nuestros ilustres predecesores, acudimos a las

vuestras y á las de toda 'a Iglesia. Por lo tanto, Venerables herma-

nos, os dirigimos las presentes letras, prometiéndonos de vuestra seña-

lada y notoria piedad que escitareis con la mayor diligencia y ahina

á los fieles que se hallan cometidos ú vuestro cuidado, á que libertán-

dose del peso de sus pecados por medio de una verdadera penitencia, se

esfuercen con sus súplicas, ayunos, limosnas y otros actos de piedad,

ni aplacar la ira del Si ñor, provocada por las maldades de los hom-

bres. Exponed con vuestra i -signe religión y sabiduría á los mismos fie-

les cuanta misericordia ¡>osee el Altísimo para aquellos que le invocan,

cuanta fuerza tienen las oraciones, si cerrando los oídos á las instiga-

ciones del enemigo común de nuestra salvación, acudimos al Señor. «La

«oración (valiéndonos de las palabras de S. Juan Crisóstomo es faén-

ate, raíz y madre de innumerables bienes; la fuerza de la oraciones-

«tinguió la del fuego, refrenó el furor de los leones, apaciguó guerras,

«sosegó batallas, alejó tempestades, ahuyentó ó los demonios, abrió las

«puertas del Cielo, rompió lus cadenas de la muerte, desterró enferme-

dades, repelió daños, afianzó ciudades conmovidas, apartó finalmente

«plagas que enviara el Cielo, insidia.1 humanos y ca'amidudts de toda

"suerte.» (1) Deseamos, empero, t< lie mentí mente, //órnanos venerables,

que al tiempo de ser elevados al clementísimo Padre de las inísericor-

(4; S: Juan Crisóstoinft. Do.iiilin XV.* contra los Amoncos, sol)re la incomprensible naturaleza tic Dios.

i ¿i» is fervientes ruegos por las mencionadas causas, no ce seis de Sü¡ litíir

ktnild emente con el mas ardiente anhelo, y en unión con cursi ros ¡ie-

l/ti al mismo /'adre Celestial, según lo contenido en nuestra carta Un

I ñclka que os dirigimos desde (Jacta á 2 de Febrero de ISÍ9, ¡tara

yue se dique alumbrar proj)ic¡o nuestra mente con la lux del l:spirítn

Santo, á fin de que podamos resolver cuanto antes acerca de la Con-

epeion de la Santísima Madre de Dios i Inmaculada Virgen María,

n/uello que sea mas conducente á la mayor gloria del tntsmo Dios y

loo-r de esa Virgen, amantísima Madre de todos nosotras.

Ciertamente habíamos ya detidido, con el fin de que los fieles con-

dados ú vosotros rogasen con caridad mas ardiente y mas abundantes

frutos, manifestar y distribuir los tesoros de los celestiales dones, cu-

ya disposición nos encargó el Altísimo. Por esta razón y confiando en

la misericordia de l)ios Omnipotente y en la autoridad de sus bienaven-

turados apóstoles S. Pedro y S. Pablo, por aquella facultad de atar y

desotar, que aunque sin merecerlo, uos cometió el Si ñor, damos IJ con-

cedemos por estas letras indulgencia plenaria de todos sus picados en

forma de jubileo, y que pueda también aplicarse a manera de sufragio

por las almas que están en el purgatorio, á tedos y cada uno de los

fieles de ambos sexos de vuestras Diócesis, que en el espacio de tres me-

ses señalados por cada uno de vosotros y contados desde el dia que es-

tableciereis, confesaren humildemente y con sincero arrejient¿miento sus

pecados, y despues de haber obtenido la absolución sacramental, recibie-

ren reverentemente la Sagrada Eucaristía, y visitaren con devocion, bien

sea tres Iglesias designadas por vosotros, ó bien tres veces una de ellas,

y en las mismas rogasen piadosamente durante algún tiempo, según nues-

tra mente, por la exaltación y prosperidad de la Suata Madre Iglesia

y de la Sede Apostólica, por la estñpacion de las l.cregias, per la paz

y concordia entre los príncipes cristianos, y por la paz y unión del

pueblo de Cristo; ayunando ademas dentro del espresado término una vez,

y distribuyendo según la piedud de cada uno algunas limosnas entre los

pobres. 1 para que puedan ganar esta indulgencia las monjas ú otras

ptrsonas que residen de por vida en los claustros, y los que se hallen

8 en hs cárceles 6 que esten impedidos /wr alguna enfermedad corporal ú

otro obstáculo tal que les impida egercer alguno de los mencionados ne-

tos, damos facultad á los confesores jmra que puedan conmutarle en al-

guna otra obra de piedad, ó prorogarle para otro tiempo cercano, y aun

la de dispensar de la comunion á los niños que todavía no hubieren si-

do admitidos á la primera. Acerca de lo cual os darnos jtolestad para

que en esta ocasion, g solamente durante el espacio de los tres meses re-

feridos, jaláis conferir con nuestra Autoridad Apostólica á los confe-

sores de vuestras Diócesis todas las mismas facultades que conferimos

en otro jubileo concedido por nuestras letras Encíclicas de 21 de. No-

rirmbre de tSSt, dirigidas á vosotros impresa9, y que empezaban: <i£s

aliis Nostris,» esceptuando sin embargo siempre aquellas que en las mis-

mus letras fueron esceptuadas por Nos. Ademas os damos la licencia pa-

ra conceder á los fieles de vuestras Diócesis, asi seglares como eclesiás-

ticos seculares y regulares, y de cualquiera instituto, aun del que hu-

biere de nombrarse especialmente, la facultad de elegir para este efecto á

un confesor Presbítero secular ó regular de entre los aprobados, y de

transmitir la propia facultad á las monjas, aun las que se hallen escu-

tas de. la jurisdicción del ordinario, y á las demás muyeres que viven

en los claustros.

Obrad pues, Venerables Hermanos, como llamados que sois á tomar par-

te en Nuestra solicitud, y guardas que os holláis constituidos sobre tos

muros de Jerusalen. Ao ceseis de orar día y noche con iXos y suplicar

ron humildad y con acciones de, gracias, clamando fervorosamente á Dios

Nuestro Señor é implorando su divina misericordia para que aleje pro-

ptcio el azote de su ira, que merecemos por nuestros pecados, y vierta

clemente sobre todos las riquezas de su bond td. Ciertamente no duda-

mos que satisfaréis del modo mas amplio estos Nuestros deseos y peti-

ciones; y tenemos por seguro que especialmente todos los eclesiásticos, los

religiosos, las monjas y demás fieles seglares que viviendo piadosa-

mente en (risto, proceden con dignidad en la vocacion que han tenido,

dirigirán sin intermisión con ardiente amor de caridad sus humildes pre-

ces á Dios. Y para que el Todo-Poderoso, á quien acudimos, incline mas

o tímenle sus nidos ñ nuestras súplicas, no dejemos, Venerables flerma-

M, de pedir el apoyo de aqwllos que coronados ya obtuvieron la pal-

H; y primera y perpetuamente invoquemos á la siempre Inmaculada

>gen Maria, que es ¡a mayor y mas poderosa intercesora para con

)os, y Madre de gracia y misericordia, y luego solicitemos el patro-

ttb de los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo y el de todos los Santos del

elo que reinan en el con Jesucristo. Nada sea empero mas princijxil

preferente para vosotros que el exhortar, amonestar y escitar asidua-

'*te y con redoblado esfuerzo á los fieles encomendados á vuestro cui-

iilo, para que persistan cada dia mas estables y firmes en la profesion

la Religión (atólica; eviten cuidadosamente las insidias, engaños y

tías artes de los mil vados; procedan con pie solicito por las sendas de

i mandamientos de Dios, y se abstengan diligentemente de los pecados,

Ir donde redundan todos los males para el género humano. Por lotan-

írf no eeseis nunca de inflamar principalmente y con templanza el celo

ie los l'árrocos, para que cumjdiendo cuidadosa y religiosamente su pro-

pio oficio, no dejen jamas de imbuir é instruir con diligencia ú la cris-

lana plebe que les ha sido encargada, en los santos rudiment >s y pre-

ceptos de nuestra divina fe y administrarles los Santos Sacramentos y

exhortar a todos con sanas doctrinas.

Recibid final me te como auspicio de todos los dones celestiales y tes-

timonio de nuestro ardiente afecto hacia vosotros la Bendición A¡)Ostóli-

ia que damos amantemente y de lo intimo de nuestro corazon á voso-

tros mismos, Hermanos Venerables, y á todos los fieles, eclesiásticos y se-

glares confiados á vuestra vigilancia. Dado en Roma en San Pedro el

¿ia de Agosto de ISSí, año noveno de Nuestro Pontifcado.=zPio

IX, I apa.

La lectura detenida y bien meditada del venerable d o -cumento anterior, ainados diocesanos, donde quiera que haya creencias, abundancia de sentimientos religiosos y respeto p r o -fundo al Geíe supremo de la Iglesia, no puede menos de ins-pirar el mas vehemente deseo de conocer á fondo y por m e -nor cuales son las causas principales que afligen tan estre-

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nudamente el ánimo piadoso do Su Santidad; cual es en ? momento su superior voluntad respecto á todos nosotros y Id deberes especiales que nos impone; cuales son las gracias y«, galardón que nos ofrece su bondad si nos sometemos de to-d i cora7011 á sus santos mandatos, y cuales son en fin les medios de asegurar la consecución de tan grandes beneficia, para reconciliarnos plenamente c »n el Señor y obtener el don Divino «le la perseverancia hasta el fin, á ¡a que está pro-metida y vinculada de un modo indefectible nuestra salud y eterna felicidad después de esta \ ida transitoria. Todo, comi-neabais de ver, está escrito con una unción y precisión ad-mirable, amados cooperadores nuestros, y si volvéis á leerlt como quien se prepara de veras para el d"bido cumplimien lo, poco será necesario que añadamos para vuestra conducta la de vuestros feligreses ú otros que se sometan a vuestra di • reccion espiritual.

Conmueven en primer lugar el sensible y benigno cora zon del Santo Padre, que lo es de mas de doscientos millo-nes de habitantes, las calamidades sin cuento y trastornos ge-nerales con que á la vez se hallan agitados los Estados y la. Iglesia, sufriendo á un mismo tiempo con todas sus lamen-tables consecuencias guerras crueles, discordias intestinas, e n -fermedades pestifeias, terremotos atroces, hambres y otros gra-vísimos males demasiado semejantes á los que el Salvador nos anunció para ciertas terribles circunstancias en el Santo Evan-gelio; (S. Math. v. á i . S . Mar. c . 13. S. Lúe. c 21) ; pero entre tantos daños y desgracias nunca suficientemente deploradas, se aumenta indeciblemente el dolor de S. S. al ver que h o m -bres ingratos y desatentados se esfuerzan cada «lia mas en mo-ver una crudísima guerra contra el Catolicismo y su s a luda -ble doctrina, y en p r o p a g a r l a mortífera ponzoña d<-l indiferen-tismo y de la incredulidad, no dejando nada por mover para qu i t a r del med io , si posible fuera , nuestra Sacrosanta Re l i -gión y derrocar la misma sociedad humana , que tiene en ella su mas firme apoyo y sólido fundamento. En tan asombrosa aflicción y desecha tormenta, para nadie tan sensible como pa-ra el pr imer Pastor y Vicario de Jesucristo en la t ierra, no nos era permitido dudar cual seria el recurso inmediato de núes-

í i > amoroso Padre, ni que poniendo toda su confianza en la finita bondad é inmensa misericordia del Omnipotente, acu-

• Iria á implorar por medio de continuas y fervorosas oracio-> s que según S. Agustín son las Pavés «leí Cielo, el r c m e -I lo de las plagas y desgracias profundísimas hoy y de tristí-

-mos é incomprensibles resultados en el porvenir, sin el a m -I füo y protección es|»ecial de la Divina Providencia. Asi nos B* manifiesta S. S. del modo mas esplícito y enérgico á la par • » con toda la dulzura y clemencia propia de su elevadisi-

» ministerio, no menos que de su bondadoso y dulcísimo c a -jler personal, queriendo sin duda con su fé profunda como de S. Pedro, robustecer, avivar y confirmar la nuestra bien '"sitada siempre desemejan te patrocinio y mucho m a s e n tan Bínenlos peligros y espantosas borrascas. Por eso despues de j u r a r n o s una v otra vez que no cesa de levantar sus s a -

j :adas manos al Cielo para que desaparezcan ó vayan c e -•ndo tantos ostrales, amenazas y temores v vuelva á los pr in-

ipes v i\ los pu -blns el bien inmenso de la paz y al c o r a -<n de" todos el don inefable de la gracia celestial y de la v e r -edera creencia, convirtiendo en amor y sumisión sin limites i la Divina voluntad lo que ahora es en muchos aversión, in-•rednlidad ó indiferencia, nos anima amorosamente, recurrien-lo también para tan alto objeto á nuestras humildes preces v á las de Inda la Iglesia. Sagrada y sumamente respetable

la obligación que nos impone este precepto, amados c o n -iicerdotea; |>ero por dicha es á la vez muy grata y nada di-fícil de cumplir cuando el mismo Santo Padre, confiando en nues-tras disposiciones, nos muestra con afabilidad indecible el ver-dadero camino, prescribiendo á los Prelados y á los Sacerdo-tes de segundo orden que escitemos con la mayor diligencia v ahineo á los fieles cometidos á nuestro cuidado á que l i -iiertándnse del p-^so de sus pecados por medio de una verda-dera penitencia, se esfuercen con sus súplicas, ayunos, l imos-nas y otros actos de piedad en aplacar la ira de Dios provo-cóla" por las maldades de los hombres, añadiendo á lodo cuán-ta misericordia posee el Altísimo para aquellos que le invo-can y cuánta fuerza tiene la oracion, si cerrando los o idos a las ins:igaciones del enemigo común acudimos humillados al

12 S^ñor. Apenas podemos creer que haya ninguno entre n u e - l tros subditos, asi eclesiásticos como seglares, que tl^je de u | v acoger con profunda sumisión una \oz tan augusta que A a hacemos mas que repetir, porque ni pensamos que podrían» añadir fuerza «i lo que es por si tan eíicaz y autorizado, queremos atenuar con mas repeticiones el mérito de la o U ; 1

diencia, tanto mas plausible y digna de recompensa cuanto nj i mas pronta y espontánea.

Ni debemos tampoco, amados nuestros, de jar pasar desa-percibida la circunstancia contenida en la Encíclica que M¡ ocupa y nos recuerda otra espedida en Gaeta á i de Febre-ro de I8V9, para que sin cesar suplicásemos lodos al Padr-de las misericordias, á fin de que se dignase a l u i n l r a r pro-picio con la luz del Espíri tu Santo la mente de su Santidili , para resolver cuanto antes acerca de la Concepción Inmaciit j lada de Ntra . S ra . la Virgen María, lo que fuese mas con I dueeute á la gloria de Dios y da su Santísima Madre; por. 1 que si bien hoy se halla ya felizmente publicada del me" I do mas solemne en la Ciudad eterna la definición dogma tica de tan augusto misterio, satisfaciendo los eficacísimos de-seos del orbe católico y muy part icularmente de la religiosa España, que tantos siglos ha ansiaba y pedia incesantemen-te esta declaración de la Inmaculada, á quien reconocía y respetaba como protectora y patrona de estos reinos, tuHu es-to nos obliga ya imperiosamente á elevar á su Di\ ina Magestad las mas vivas y fervientes acciones de gracias por tan inmenso é impon-derable consuelo, elevándolas también respectivamente con la mas tierna y respetuosa felicitación á nuestro Beatísimo Padre Pió IX, que aumentará de un modo increíble los recuerdos gloi i< sos de su Pontificado con un suceso tan notable que pudra considerar-se desde hoy y en los siglos venideros como un premio y r e -compensa providencial de la constancia, p iudrnc ia y demás vir-tudes apostólicas de que ha dado al mundo el mas ilustre ejemplo en adversidades y épocas de infausta memoria . Así < umpliiemos desde ahora sagrados deberes de lodo punto imprescindibles como Católicos, publicando que este prodigio es obra del Señor, sin perjuicio de hacer dentro de poco y en ocasión opoi luna d e -mostraciones religiosas y solemnes ¿n las Iglesias de nuestra

13 diócesis, que habiéndole distinguido siempre por su sólida y vofunda devoción á Nuestra Señora en el augusto m i s -lirio de su Concepción purís ima, no es posible ueje de d e -war distinguirse igualmente en situación tan memorable, p u -blicando su íé y su constante decisión á sostener lo que a n -te acataba y veneraba como la mas piadosa creencia, y hoy

' de todo corazon como un dogma de la Santa

Resta ya, hermanos carísimos, que volvamos á o c u p a r -los del objeto principal de esta carta, reducida á anunciar y lacer uso del generoso indulto, de las gracias y de los bene -K'ios espirituales contenidos en las letras apostólicas de 1 de tgosto próximo pasado. Por ellas, según os indicamos al prin— ipio, el sumo Pontífice Romano, como supremo dispensador de 03 tesoros de celestiales dones encargados ¿ su autoridad por d Altisímo y en virtud de la facultad de atar y desatar que por derecho divino le compete, dá y concede indulgencia ple-naria de sus pecados en forma de Jubileo, aplicable á manera de sufragio por las almas del purgatorio, á todos y á cada uno de los lieles de ambos secsos que en el espacio de tres meses señalados por el respectivo prelado Diocesano, y con ta -dos desde el dia que determine, confesaren humildemente y con sincero arrepentimiento sus pecados, y despues de haber ob te -nido la absolución Sacramental, recibieren reverentemente la Sagrada Eucaristía y visitaren con devociou bien sean tres Igle-sias designadas por el mismo Ordinario, ó bien tres veces una de ellas, y en las mismas rogasen piadosamente durante algún tiempo, según la mente del Santo Padre, por la exaltación y prosperidad de la Santa Madre Iglesia y de la Sede Apostóli-ca, por la estirpacion de las heregias, por la paz y concordia entre los Principes Cristianos, y por la paz y unión del pueblo

de Cristo Aquí están espresadas las gracias contenidas en la indulgencia plenaria , los medios de ganarla y el galardón

3ue se nos ofrece por nuestra íé constante y sincera o b e -iencia, sobre lo cual añadiremos mas abajo una instrucción

bastante minuciosa para que nadie pierda ni aventure tan in-menso bien por ignorancia de las obras y diligencias precisas para oítenerlo; pero antes todos, y principalmente el Obispo,

14 los Párroco» v los demás Sacerdotes que en uso de las farol - ' ladea Pontificias van á ser ministros, y por decirlo asi, con-ductores é instrumentos de beneficios espirituales de un orden tan elevado, es necesario que cumpliendo con el cargo de maes-tros y directores de las a lmas nos ocupemos en enseñar loque deben conocer y obrar los líeles respecto á la indulgencia en forma de Jubileo que s* les anuncia, con tanto esmero en lo pa-sible como grave, delicada é importante es la materia.

En otra situación para hacerlo debidamente tendríamos necesidad de empezar presentando el hermoso, claro y preciso decreto del Santo Concilio de Trento sobre las indulgencias, modelo de sabia circunspección, en que al paso que se nos e n -seña la verdadera doctrina, se nos pone de manifiesto cual d e -be ser nuestra discreción y cuanta la diferencia de conducta cuando en esta y otras cosas propias de nuestra misión ocupa-mos el confesonario y el pulpito en la Iglesia y cuando d i s -cutimos y nos ejerci tamos en la Cate Ira ó en los bancos de la Academia. Después por vía de espiieacion daríamos ideaesac-ta de la indulgencia en general, de su divino origen y sagrado fundamento, del uso que siempre se ha hecho de ella en la Iglesia de Jesucristo, de los grandes bienes que ha reportado v reporta constantemente el pueblo Cristiano, y de las dec la -raciones dogmáticas y anatemas lanzados contra los herejes, que obstinadamente y con inmenso escándalo del mundo, se han (•puesto á la verdad Católica y han pretendido sostener sobre tan venerable objeto los mas absurdos y monstruosos errores. Vendría naturalmente en seguida la división de las indulgen-cias en plenarias y parciales, la introducción y los motivos de l jubi leo con sus vicisitudes autorizadas por la Sania Sede, l l e -gando á parar en lo que se refiere al espíritu con que se de-he aspirar á participar dé las concesiones apostólicas y á Fas con-diciones á que es indispensable someterse según la voluntad del concedenle, «pie es la verdadera y mas segura medida de la

•calidad, de! número y de la estension de tales gracias; ni o m i -tiríamos tampoco como ol jeto de sumo interés para el fin, e s -presar por menor cual debe ser la conducta del director de pe-nitentes aspirantes al j u b i h o en los tres periodos principales de preparación, práctica de los medios esc \j idos como condición

15 r situación del que ha tenido la d icha de recobrar la gracia pa-ra conseguir otra felicidad inefable de conservarla hasta el lin; poro hoy consideramos menos necesario detenernos tanto; no porque deje de sor siempre importantísimo que se sepa a f o n d o todo lo esencial en un punto en que es tan peligrosa la i nd i -ferencia y la ignorancia como la escesiva é indiscreta confian-za, sino porque lo tenemos ya tratado y esplicado de a n t e m a -no, á nuestro modo de ver con bastante latitud y claridad, en la citada Carla Pastoral de 2 0 de Febrero de 1851 dir i i ida al Clero y demás fieles de la Diócesis al publicar otra i ndu l -gencia plenaria en forma de Jubileo concedida por S. S. el año anterior. Volved á leerla, amados cooperadores, con la debida reflexión, supuesto que según nuestro mandato debe existir en las parroquias, y por ella, por l o q u e o s dicte vuestra i lustra-ción ó por las obras de moral y práctica pastoral mas r e c o -mendables de vuestro uso, que debeis tener siempre á la ma-no, procurad instruir al que no sepa, ó recordar al que después de saber haya podido olvidarse algún tanto y necesitar r ec t i -ficación ó recuerdo. Clamad sin cesar; levantad vuestra voz como trompeta sonora; y que se oigan continuamente en los templos las palabras de salud que con tanta frecuencia se leen en lo» sagrados libros: féx esperanza y caridad; amor sobre to-das las cosas á Dios y al prójimo; perdón de las injurias; pa-ciencia y santa resignación en las adversidades; huida y detes-tación del pecado; penitencia y satisfacción a la Justicia divina

Ofendida, y también el nombre consolador de indulgencia, cuan-o la autoridad de la Iglesia nos la conceda piadosamente por

compasion de nuestra debilidad y para que no desmaye n u e s -tra flaqueza. No temáis repetir unas mismas cosas, ni os a r r é -d r e l a censura inconsiderada de que falla novedad en vuestras pláticas y exhortaciones, porque siendo esencialmente inaltera-ble é igual el número de doctrinas que debeis inculcar con oportunidad y según exija la situación del momento, lejos do ser falla la repetición podrá ser muy útil y meritoria, mucho mas añadiendo cada dia á lo que se repita la eticaba y unción conveniente,.... la que os salga del corazon, y de vuestro a rd ien-te celo para la salvación de las almas Por otra parte, á vo-sotros os loca hablar para no caer en el anatema contra el que

16 calla indebidamente, y á fin de sembrar para que el incremen-to venga de lo alto v la semilla fructifique aqui ó allí según la voluntad del Señor. iSo se trata, amados hermanos, de a d q u i -rir crédito de humana sabiduría, sino de formar Cristianos hombres de bien para la Iglesia y para la Sociedad, y almas justas para el Cielo.

Punto capital ciertamente, y objeto predilecto es este de nuestro ministerio en la dirección espiritual de las almas, po r -que cuando por medios ordinarios ó estraordinarios se trata de sacarlas de sus estravios, de su frialdad y dureza ó de la t i -bieza ó distracción que desgraciadamente se vayan acercando al doloroso estremo de no ocuparse del Santo nombre de Dios ni del amor que sobre todo le deben las cr iaturas ni de la o b - I servancia de sus santos mandamientos, y cuando formamos el loable empeño de volverlas al verdadero camino y al redil del buen Pastor porescelencia, mediante un sincero arrepentimien-to, un firme propósito de la enmienda, una confesion buena y una nueva vida, contando con los divinos auxilios, v con los ' w admirables medios que nuestro Señor Jesucristo instituyó en su Iglesia para la santificación de los hombres que quieran de ve-ras aprovecharse de ellos, es preciso convencer á las gentes de que todo ha de ser verdad, de que I q s egercicios de humil la -ción, de devocion y de piedad para recobrar la gracia per-dida han de nacer del corazon, del entendimiento y de l i mas constante voluntad, sopeña de caer en el absurdo y a b o -minación de creer que el Omnipotente puede ser engañado, y que el que conoce perfectamente v vé á todas horas nuestros corazones é interioridades, siendo á un tiempo infinitamente justo y misericordioso, ha de recibir del mismo modo los actos de verdadero amor, de sincero arrepentimiento, de fervor y de compunción profunda, que los meramente esteriores, casi i n d i -ferentes, poco mas que producto de la costumbre y destituidos de las cualidades y condiciones con que la divina clemencia nos promete el perdón.... Terrible es decirlo; pero no es posible c a -llarlo. El que obra con tal temeridad en estos días de indulto se espone á sabiendas á convertir lastimosamente en medio de perdición lo que se le ofrece con suma benignidad para su eterna salvación. ¡No qu ie ra el Todo poderoso que á

« t ninguno do nuestros amados subditos ocurra tan inmensa é incomparable desgracia!

El Santo Padre, intimamente convencido y penetrado cual ninguno de la necesidad de la penitencia y de la satisfacción, }ue no se escusa si no que se supone, se auxilia, se facilita y se abrevia por la indulgencia, al dispensárnosla p iadosa-mente se digna señalarnos las clases de obras laboriosas que hemos de practicar para ganarla , dejando á la prudencia y jiscrecion de los Prelados y de sus delegados la designación ú dia en que ha de empezar el término de tres meses pro-adfr, las Iglesias 6 altares que se han de visitar, el modo

e hacer las visitas y la especie ó número de preces que de-emos dirigir al Señor; pero es muy digno de notar que S. S. os fija por si mismo los objetos por los que estamos obliga-os á orar, á saber: por la exaltación y prosperidad de la San-i Madre Iglesia y de la Sede Apostólica, por la estirpacion

ile las heregias, por la paz y concordia entre los principes iristianos y por la paz y unión del pueblo de Cristo; fines y (¡hielos todos los mas santos é interesantes y del orden mas sublime de que no podemos dispensarnos mediante la termi-nante y esplicita voluntad del Sumo Pontífice. Es preciso co-nocerlos, porque no se hace bien lo que se ignora ó se e n -tiende mal.

El primero es la exaltación y prosperidad de la Santa Madre Iglesia y de la Sede Apostólica, y ciertamente no es posible hallar un motivo mas poderoso para escitar el fervor «le las oraciones en cuantos se precian de ser hijos de la Igle-sia v no eslen tan ciegos que desconozcan que en la es ten-sion v triunfo glorioso de tan tierna Madre se interesa á un misino tiempo la honra y gloria de Dios Omnipotente y la felicidad y salvación de los mortales, supuesto que ella sola continuamente inspirada por su divino autor y fundador, es la que nos enseña á dar el culto debido á la divinidad y la máxima infalible de que fuera de su seno no hay ni puede haber verdadera salud.

A esto es consiguiente orar igualmente sin intermisión noche y dia por la prosperidad de la Santa Sede y del que tan dignamer.te la ocupa con la divina misión de apacentar

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I 18

en todo el mundo los corderos y las ovejas del Señor, y q a t por ella reúne los preciosos y venerables títulos de Cabeaj \ visible de la Iglesia, Vicario de Jesucristo en la t ierra. Fas-tor universal y Gefe supremo de la Católica Sociedad, y en otro órden el de Soberano temporal independiente de los hala-dos Pontificios.

El segundo objeto por que se nos manda orar es la es-tirpacion de las heregias. Por ellas oponiéndose obstinadamen-te á cualquiera de las doctrinas reveladas por Dios y pro-puestas por la Iglesia para nuestra creencia, se ul t ra ja á la misma divinidad, se nieca la infalible autoridad de la que es columna de la verdad, se rompe el seno de la madre mas amable, y separándose del único medio que puede conducir á la bienaventuranza se precipita á los individuos y á los pue-blos en la perdición y trastorno universal. La verdad es de todo punió incompatible con el error, que dista tanto de ella como las tinieblas de la luz, y lejos de transigir con él es necesario odiarlo y resistirle á todo trance, y según nos acon-seja la fé y la caridad, sin dejar de amar y compadecer á los estraviados, pedir eficazmente al Todo-poderoso que se dig-ne comunicarles sus luces y traerlos á verdadero conocimiento.

Por último, nos encarga S. S. que reguemos á Dios con fervor por la paz y concordia entre ¡os principes crisiianos y por la paz y unión del ] ueblo de Cristo; fines preciosos y en estremo saludables, que ademas de tener entre si la mas inti-ma conexion son también los mas propios para ocuparnos en este santo tiempo , de jubi leo y de propiciación. Las dulzuras y ventajas inmensas cíe la paz entre los principes cristianos, entre todos los pueblos de la t ierra y en el interior de las familias, si bien las dá á conocer ) las recomienda viva y eficazmente el sentimiento inlimo y la razón que el Criador ha inspirado en nuestros corazones, de ningún modo se apre-cian mejor ni se conocen mas á fondo que siendo testigos y esperimentando muy de cerca los estragos, los horrores y las calamidades sin cuento de la guerra , que todo lo vicir., lo destruye y aniquila, haciendo á veces imposible la reparación de los males y cuando menos muy dificil y tardía, l l evan-do hasta el hogar doméstico la inquietud, la turbación y el

19 lesconsoelo que producen la desunión y los odios, entibian as creencias religiosas, endurecen los ánimos, pervierten las w t u robres é impiden ó hacen retroceder los progresos de la verdadera civilización. Por esto, amados hijos nuestros, en los momentos en que respondiendo á la voz del Pastor universal m i á cumplir sus preceptos llenos de caridad y de amor san á vuestros enemigos, según e! mandato evangélico, seguid

las reverentes súplicas el ejemplo de la Iglesia que nos scita diariamente y nos presenta tiernos y breves modelos pa* i pedir al Señor la paz que no puede dar el mundo y la guridad y tranquilidad que son sus naturales consecuencias, á la vez los elementos mas seguros para vivir según la

láxima del Apostol justa, piadosa y sobriamente en este siglo conseguir despues la bienaventuranza en el Cielo.

La oracion, es preciso que lo repitamos, y que lo r e p i -iis en vuestras frecuentes pláticas, amados cooperadores: la

nracion en que prestamos á Dios el debido homenaje de amor, de grati tud, de confianza y de respetuosa veneración es sin dada el medio mas eficaz y poderoso para aplacar la i ra del Señor provocada por nuestros pecados y para obtener los ad-mirables efectos de su misericordia infinita; es el recurso mas >eguro para resistir con buen éxito las tentaciones del común enemigo que nos acecha sin cesar para devorarnos y es en fin el consuelo mas dulce en las desgracias y tribulaciones de la vida, hasta el punto de que el mismo Jesucristo nuestro bien, deseoso de dejarnos en este valle de lágrimas todos los medios de salud, no solo nos dió el precepto y el ejemplo, sino que á instancia de sus apóstoles se dignó enseñarles á orar con una breve forma tan significativa, preciosa y espre-siva, que con gran razón en todas paites es desde entonces el Padre nuestro el principio de la instrucción cristiana, y sus sencillas y edificantes peticiones el objeto frecuente de las es-pi raciones de los buenos maestros, de los buenos padres y en especial de los párrocos y demás sacerdotes que no desatien-den e-ta parte principal de sus sagradas funciones. Por ser pues, tan grande la virtud y tanta la utilidad de este santo ejercicio cuando se practica "con fé viva, con verdadera devo-ción y con el debido fervor, su Santidad al concedernos es-

20 ta Iudulgencia plenaria y señalarnos suave y beni ra¡. mente las obras laboriosas y penitencias que ilebeu prí* ceder, fcoiife&anjo y comulgando d i g n a m e n t e , nos pies» cribe* las visitas de las Iglesias y en ellas la oracion por aU gnu tiempo del modo antes indicado, escitándonos también t implorar la poderosísima intercesión de Ntra. Sra . la Virgei María, el patrocinio de los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo \ el de todos los Santos del Cielo; pero advert id, hermanos uue~ tros, que inmediatamente se nos exijen ademas, dentro dtl tiempo prescrito, las obras escelentes de ayuno y de distr i-bución de algunas limosnas entre los pobres, según la piedad «le cada uno. El ayuno, porque como medio de mortiOcacion de maceracion de la carne y de moderación d e / l o s apetito*, lo es también de penitencia, aunque hoy no sea tan rígido cí-mo lo fué en otro tiempo; si bien es cierto que sin embarg) de su maternal suavidad y condescendencia, es siempre u a j mismo en la materia el espíritu de la Iglesia. La limosna, co mo modo de cumplir el precepto divino <tc amar al prójimo co-mo á nosotros mismos y de hacer á los demás el bieu que qui-siéramos se nos hiciese por ellos; como ejercicio de la ca r i -dad cristiana y como demostración práctica ostensible de los sentimientos naturales de piedad, de, ternura y de compasion que el mismo Dios nos ha inspirado y se conservan en el co-razón de los hombres mientras que ' por la mayor qalamidad que puede ocurrirles en el mundo, no llegan al lamentable estado de insensibilidad y dureza que hace mirar con punible indiferencia la miseria y las desgracias de sus semejantes y te-ner en poco las divinas máximas que tantas veces en manda-tos positivos y en sentidas parábolas se nos repiten en el S a n -to Evangelio. Esto, amados hermanos, debe ser igualmente a s u n -to de nuestras continuas y enérgicas exhortaciones, porque s i e m -pre se nos ha encargado por las leyes eclesiásticas y enseña -do con la palabra y el ejemplo de los Santos, de los Padres y de los Varones mas insignes por su ciencia y toda clase de virtudes; pero hoy mas que nunca es de lodo punto ind i s -pensable para impedir, corregir ó neutralizar algún tanlo si no es posible mas en el momento, esa vergonzosa tendencia y afi-ción casi esclusiva á los inlereses materiales, que con menos-

21 precio de los morales y religiosos, frecuentemente metalizan por decirlo asi, á inmensa pon ion de individuos, dcsmoral i -¡indolos y alejándolos cada vez mas de la justicia, de los sen-timientos caritativos y de los demás elementas que necesitan >s estados para ser, seguu las altas miras del Señor, socie-

dades de hermanos, que con mutuo an.er y ccmo hijos de IQ mismo padre aspiren á la paz, seguridad y prosperidad p o -ible en esta peregrinación de cortos días que tiene por t é r -

uino y último fin la gloria eterna, destinada indefectildemen-to. para los justos, asi como lo está para los que mueren en H'Cado aquel Ivgar (remetido, en que sin orden ni esperanza al-iuna solo habita un horror sempiterno. Por lo mismo man-amos que durante los tres meses señalados para el Jubileo,

is» en los sermones y platicas docti¡nales que deben dirijiiso i los pueblos los dias festivos, como en los demás en que el < lo de los Párrocos lo estime oportuno, se recuerden estos prin-

cipios v doctrinas con instrucciones edificantes y aplicaciones aiecua<Ías al actual tiemjwx de propiciación, de apostólico in-folio v de gracias singulares que ofrree el Santo Padre, no i los Trios, indiferentes ó descuidados, sino á los fervorosas y ictivos que tienen fé y saben y quieren pedir como es d e -bido. ¡(Jue este periodo de noventa dias »n que vamos á e n -trar, amados consacerdotes, sea en lo posible nna época de continua misión! (QnO todos nosotros demos el ejemplo y nos tengamos por dichosos si con él aum< ntamos el número de s ú b -li tus buenos, dóciles y piadosos! De este modo hasta donde permitan nuestros medios y débiles fuerzas desempeñaremos unos y otros nuestro deber con la grey de que hemos de dar algún dia f s t r ccha cuenta, y cumpliremos lo que tan encare-cidamente nos encarga S. S. en la última parte de su fervo-r o ^ Encíclica, <jue vamos á poner en ejecución y en la que se uos recuerda el contenido de otras letras apostólicas de ¿1 de Noviembre de 48o4 que se nos dirijieron impresas y em-pezaban,- lix atits nostris, de las cuales tomaremos lo con-veniente para lijar con precisión las siguientes

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Diligencias que deben pract icarse para ganar el Jubileo, j las gracias que por él se conceden.

1 .w Con osle objeto, pues, publicamos en nuestra Dióce-sis la referida Indulgencia plenaria en forma de Jubileo, que también es aplicable por via de sufragio á las almas del p u r -gatorio, y considerando el santo tiempo de Cuaresma como muy oportuno para recojer los frut.»s abundantes que son de desear, según lo lian estimado ya en otras ocasiones algunos de n u e s -tros dignísimos predecesores y Nos mismo en el último Jubileo señalamos como principio de los 9 0 dias en que se ha de p o -der ganar en esta Capital el diez y ocho del corriente, en que se celebra la Dominica Quincuagésima hasta el diez y ocho de Mayo inclusive. En los demás pueblos del Obispado se p u -blicará la indulgencia con la lectura de esta pastoral en la Alisa del pueblo el primer dia festivo despues de haberla r e -cibido, y desde entonces se contarán los tres meses.

2 ° Las obras piadosas que se han de practicar en ellos, y cuya designación deja su Santidad á nuestro arbitrio, serán: 1. a Confesar y comulgar con la debida reverencia y crist iana disposición: 2 a Visitar por tres veces en distintos dias la Sta. Iglesia Catedral y las otras dos que designaremos á c o n t i n a -cion, ó bien tres veces cualquiera de ellas, distinguiendo las que lian de servir para hombres, de las que se señalen pa-ra mugeres, con arreglo á la loable práctica de esta c iudad. En los pueblos serán Iglesias de visita ó estación las parro-quiales y las otras dos que elijan nuestros Vicarios Arcipres-tes, y no habiéndolos los Párrocos, los cuales cuando no h a -ya tantas Iglesias podrán señalar los al tares de las que ecsis-tan. Las visitas se podrán hacer en part icular ó en co rpo-ración, y podrá bastar en este último caso, á que damos pre-ferencia, que sea una sola, procurando en el modo seguir las costumbres de cada cuerpo, ó acordando si fuese necesario var iar lo que parezca mas conveniente para que e\ acto sea tan devoto é imponente como corresponde á su santo objeto,

23 ocupándose al principio en los templos los concurrentes en arar por los fines de la Iglesia, uniendo su intención á la .leí Santo Padre y rezando despues en alta voz los que va-yan procesional mente cinco veces el Padre nuestro. Ave Ma-r ía y Gloria Patr i , concluyendo con una Salve á Ntra . Sra . la Inmaculada Virgen Maria: 3.° Dar á los pobres ó á e s -table* imientos piadosos la limosna que á cada cual parezca según su piedad: 4." Ayunar y abstenerse de carnes, aun teniendo el indulto, una vez en el dia que cada uno elija dentro del término prefijado, previniendo en primer lugar que los que no están obligados á ayunar por precepto eclesiásti-co, como los jóvenes, los ancianos, los enfeimos y los que se ocupan en trabajos muy duros y frecuentes, si quieren g a -nar el Jubileo deLen ayunar , á no ser que el confesor con justa causa les conmute el ayuno en otra obra piadosa, y cu segundo lugar que se puede ganar el Jubileo aun con los ayunos prescritos por otro motivo, como está en práctica cuan-do se publica el Jubileo en Cuaresma, según lo resuelve con sólidas razones Ntro. Smo. Padre Benedicto XIV en la ins-trucción ü 3 á sus Diocesanos de Bob ina, y es opinion de mu-chos y respetables autores que cita Ferrar is en su Bibliote-ca, art . 3 .° del tratado de JuLilto, cuya lectura recomenda-mos á los Sacerdotes que en este santo tien-po se dediquen con celo y perseverancia á la dirección espiritual de las a l -mas, pues en él hallarán resueltas con acierto la mayor par-te de las dudas que puedan oeurrirles sobre la materia; pe-ro prevenimos que respecto á la validez del ayuno prescr i -to para el Jubileo no intentamos por lo dicho limitar el pru-dente arbitrio de los confesores que en casos particulares ten-gan por oportuno agravar discrecionalmente el ayuno ó suspenderlo para dia en que no sea obligatorio. Sin embargo, si todavia fuese necesario, nos ocuparemos con gusto en oir y contestar á los que tengan por conveniente consul tamos,advir -lieudo desde ahora que aunque entre las obras piadosas pros-criptas para el jubi leo hemos puesto en primer lugar laConfe • sion y la Sagrada Comunión, no es porque creamos que p r e -cisamente deben preceder estas á las demás, sino porque las mas veces será lo mejor empezar por un diligente examen «le

conciencia, seguido de una bu nildo, dolorosa y sincera confe-sión de lodos los pecados con los necesarios requisitos de a r -repentimiento, odio á la culpa y propósito de satisfacer.

A los que cumplan debidamente lodo lo prevenido se les ^concede igualmente la í multad do elegir confesor a p r o U -do, quo desde ahora queda autorizado para absorverles una sola vez en el fuero «le la conciencia de cualesquiera pecados por graves que sean, y aunque fueren reservados al Ordi-nario ó á la Santa Sede, y también de tudas las censuras y sentencias impuestas á jure vel ab homine, esceptuando los casos en que se trat" de personas censuradas noininatim ó p ú -blicamente denunciadas como comprendidas en ellos.

Estos confesores una vez elegidos pueden también con-mutar cualesquiera votos aun confirmados con ju ramen to y re-servados á la Silla Apostólica, á escepcion de los de r e l i -gión y tli castidad y los hechos y aceptados en favor de ter-cero si fuesen perfectos y absolutos, y esceptuando del m i s -mo mo lo los penales y preservativos de pecado.

Igualmente pueden dichos confesores dispensar de la irregularidad contraída por violacion de censuras, si no se han llevado al fuero eslerno ó fácilmente pueden deducirse en él, y también eximir do la obligación de denunciar , m e -nos á los dogmatizantes, y podrán absolver á los que d e s -graciadamente se hayan alistado «MI sectas reprobadas si a r -repentidos se han acercado al t r ibunal de la Penitencia, a b -soíviénd dos de la obligación de denunciar á sus cómplices, á no ser que la denuncia sea necesaria para evitar mayores males.

Las monjas para el mismo efecto de gana r el Jubileo pueden elegir confesor aprobado, siempre que sus licencias sean ostensivas p.ira religiosas, y ellas y cuantas mugeres vivan en clausura pueden ganarlo practicando lo prevenido en sus Ig le -sias ó en los lugares en que acostumbren reunirse para el cu l -to diario.

7 . ° En ninguno de los casos referidos puede ser elegido por confesor el cómplice en pecado contra el sexto precepto, quedando en toda su fuerza y vigor la bula Sacrameutum pa:-niteatice de la Santidad de Benedicto XIV y sus aclaraciones.

«t

8 . ° Los Párrocos y Confesores aprobados pueden prescribir i los enfermos, presos, cautivos ó impedidos por cualquiera i ra causa en lugar de las obras designadas, las preces y ejer-cicios que estimen oportunos, y á los niños que aun no han • •lo admitidos á la primera Comunion también les podrán d i s -(•nsar este requisito sin necesidad de imponerles otra obra juivalente.

9 . ° En cuanto á la Bula de la Santa Cruzada , aunque

{mpre será muy loable, piado-o y conveniente tomarla para carecer de las abundantes gracias y privilegios que por

a se conceden, hoy no es del todo precisa para el Jubileo r haberse suprimido en la Bula vigente expedida en Gaeta

i» 1849 la clausula de la antigua, que exigia este requisito ?didas p<>r la Silla Apostó-

Pura hombres y muyeres, la Sania Iglesia Catedral.

Y ademas para hombres solos San Ra-fael y San Pedro.

Para mugeres la Parroquia del Salvador y San Pablo.

Con lo espuesto hasta aquí , amados hermanos, suponien-do verdadero celo de parte de los directores y buena d ispo-sición en los fieles, podemos sin duda esperar que se realicen las altas miras de S. S. en su benigna y apostólica concesion, y nos lo prometemos con tanta mas razón cuanto mayor y mas constante es el espíritu de devocion y religiosidad con que ve-

s t señalan en la Ciudad de G j r d o b a .

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26 moa frecuentar en las Iglesias «le esta Cip i ta l y pueblos prit. ci pales de la Diócesis las solemnes funciones del Jubileo cir-cular de las cuarenta horas concedido por iNtro. Smo. Padr llenedicto \ I V y ampliado por la Santidad de Clemente XIII,U eu las cuales observa moa con placer aventajarse sobremanera v como á porlia las Keligiosas de todos los Conventos, que en me-dio de sus escaseces y trabajos nada omiten ni dejan que desear en sus templos para que el Culto del Señor que está en so-piadosos corazones se ostente con fervor y sea d igno, decoro-so y edificante. ¡Oigalas su Divina Magestad en premio de s a vir tudes y pa ra alivio de nuestras necesidades espirituales y dt las de la .Nación!

Mas no por eso queremos poner término á esta patern. y afectuosa exhortación sin copiar de la del año de ! 8">1 1¡ notables y autorizadas palabras de nuestro beatísimo padre Leo XII, de gloriosa memoria, que en su Encíclica de 182G dech tiernamente á todos sin oscepcion, «que los pueblos sacaría «de la estension del Jubileo del año Santo el fruto correspon . «diente á la diligencia y cuidado con que se preparasen parí «ganarlo, y que seria tanto mayor y mas oportuna la p r e p a -r a c i ó n cuanto mas fuese el celo y fervor con que desempe-uñasen los pastores las funciones de su oficio, dando á cono-«cer á los heles la grande ampl i tud del indulto que se les «concedía y los medios de aprovecharse de la mansedumbre y «lenidad con que se les convidaba en tan santo tiempo.» Fi-

jemos pues en nuestra mente esta sublime é incontestable ver-dad con todas sus consecuencias. Con ella si no queremos que-dar muy humillados, elevémonos á la a l tura que nos corres-ponde y la situación del momento exige de nosotros, y tenien-do por cierto lo que poco ha aseguraba un a preciable sabio Católico, á saber: «que los Ministros de los altares j a m á s han «sido responsables de mayores intereses, ni j amás han descan-s a d o en su sabiduría mas esperanzas cristianas,» p rocu-remos cumplir fielmente la ley del Señor y ocuparnos con asiduidad en cuanto es propio de nuestra misión, y especial mente en la en-señanza religiosa, en el auxilio y fomento y en la verdadera prospe-ridad da nuestros hermanos, y si acertamos á hacerlo, mediante el divino auxilio, aseguraremos el premio ofrecido en el Evangelio, la

27 facc ión do hacer bien y las bendiciones de los que deban ficha á nuestro egemplo y doctrina.

En medio de nuestra debilidad mucho nos consuela cier-nen te esta grata esperanza; pero aunque la «onsecucion de * gracias del Jubileo sea un bien inmenso, todavia es p r ec i -? aspirar á mas, es decir, á conservar la gracia por él reco-lada hasta el ultimo momento de la vida, tan incierto como •mi¡dable, porque en él se decide nuestra felicidad perpetua

nuestra perdición irreparable. Objeto debiera ser este en ver-il de una muy estersa ó mas bien de muchas instrucciones c r i s -nas sumamente interesantes; pero ya que hoy 110 nos seapo-ile abrazarlo todo, lo volvemos á encomendar seriamente á estros carísimos cooperadores, para que en los Sermones ó ticas morales lo vayan inculcando sucesivamente, de suerte

f s e forme el cuerpo de doctrina que baste para enseñar á ignorantes, renovar la memoria de los olvidados y animar

los tibios ó estraviados. Por lo que á Nos toca, queridos hermanos, en tan p o -

tó páginas como nos quedan, una vez satisfecho el lin prin-cipal «le esta carta , y atendido el estado religioso, moral, so-cial y político de nuestro amado pais, apenas podremos h a -

jcer mas que l lamar brevemente la atención de los que se iiteresan de veras en su bienestar, escitándoles á que reconoz-can y respeten intimamente en su corazón y acat°n de vera* HI su vida pública y privada los principales fnndamentos de üda sociedad humana, que son Religión, Autoridad, Familia

y Propiedad con cuanto á ellas inmediatamente se refiere. Ile-cinoccd, pin'S, y acatad sobre todo, hijos mios, la Religión Cristiana Católica única verdadera que tenemos la dicha de profesar los españoles; abrigad cada vez mas y con mas pro-¡undidad en vuestro pecho este don sagrado, que es incompa-rablemente el bien mayor que el Cielo ha hecho á la t ierra. Aprended con ahinco y fervor, para no olvidarlas jamas, su historia y su doctrina, pendrándoos de su espíritu que es el del Señor, y con esta ciencia muy superior á todas, cu l t iva -reis la virtud; en los trabajos y en las prosperidades tendréis paz y tranquilidad interior y sentiréis menos las privaciones y sufrimientos, alabando siempre al Criador, asi poique os

2S prueba para corregiros como porque os bendice y regala aii merecerlo. Conservad también á vuestros prójimos esta felici-dad; haced les bien, tratadlos caritativamente; no les deis es-cándalos ni malos ejemplos, porque con ellos se pervier te ei ánimo y se entibia y desaparece la fé, sin la cual lampoci hay esperanza, y en las muuhis y frecuentemente graves ad-versidades de la vida, perdido todo consuelo por los que no aciertan á levantar el alma á Dios, no queda mas que llan-to y desesperación. ¿Y cómo no hemos de colocar y recomen-dar" el Catolicismo como el primero y mas firme apoyo de la Sociedad?

La Autoridad es otro fundamento que debe ser igualmen-te objeto de nuestro acatamiento y mas sincero respeto; sobre, lo cual como cristianos no tendréis que entrar en molestas difíciles combinaciones ni en examen de diversos sistemas d< organización social. Por vuestra sola razón, cuando aun no es-té estraviada, encontrareis al momento que el Supremo Ha-cedor formó al hombre para la sociedad con sus semejantes, dándole sentimientos, inclinaciones, medios, dones y recursos que la suponen, porque sin ella casi siempre le serian i n ú -tiles. Esta sociedad y todas sus fracciones, cualquiera que sea su principio, su estension y progresos, ecsi^en régimen, y es-te y el orden indispensable donde quiera hace precisos ^efes, autoridades y superiores que m; nden y gobiernen en distin-tos grados para el pro-comun, quedando los demás en la ine-vitable obligación de someterse, obedecer y ausiliar á los que mandan, sopeña de ser injustos, inconsiguientes, enemigos d e s ú s hermanos y muy dignos de castigo i n proporción á la deso-

bediencia y al daño que causan al común. Esta misma es, amados nuestros, la voluntad divina, este es el orden de Dios y estas son igualmente las doctrinas que se nos repiten tan-to y con tan admirable oportunidad en los sagrados libros y principalmente en los del nuevo Testamento, en los cuales Ntio. Sr . Jesuciisto y sus Apóstoles siguiendo su espíritu, asi inculcan á los principes la práctica de la vir tud, la piedad, la equidad, la benevolencia y el buen uso del poder , como á los ministros la justicia y la" abnegación y á los sú ld i tos la subordinación y la obediencia por conciencia v con\iccion, con

29 profunda sumisión y respeto. Vosotros si leeis estos santos t e s -ios escritos para nuestra enseñanza, á cada paso hallareis e s -las máximas á la vez religiosas y sociales espuestas con una encantadora sencillez á la par que con la mas asombrosa ele-vación de ideas y la mas prodigiosa fuerza y esaclitud de r a -ciocinio. Ved entre otros, os ruego, el cap. 1 3 de la ep í s -tola de S. Pablo á los romanos y si lo meditáis debidamen-te, el principio vital de Autoridad quedará triunfante s iempre I u e lo combatan las pasiones, la ignorancia, la superüc ia l i -

ad ó la sofistería. La Familia en las sociedades es el elemento mas i n m e -

diato y mas intimamente conexo con el de Autoridad. Nació con el mundo, el Señor la designó objetos y la dictó m a n d a -tos y en el progreso de los siglos ha ido recibiendo leyes p a -ra limitar ó ensanchar mas ó menos los deberes de los siil>— ditos y el poder de los gefes, y á veces aun en pueblos c u l -tos se hizo esto con tanta amplitud que llegó á darse á la patria potestad el nombre de magestad paterna. Aquí t a m -bién como en tantos otros objetos de primer Ínteres, el E v a n -gelio mejoró la suerte de las naciones y de los individuos; destruyó absurdos y abominaciones; fijó según la recta razón el estado de las familias; definió esactisimámente los derechos y obligaciones de los maridos, de las mugeres, de los hijos y de cuantos pertenecen á estos pequeños grupos de perso-nas: quiso que en lodo hubiese en ellos orden y armonía; que nunca se desconociese la justicia ni la dependencia recíproca, y que cada uno de los ef Ir a ños viese en la familia y en el hogar de su hermano ó convecino un sagrado que debía res-petar como él quer ía que fuese respetado el suyo. Tal es el origen, y tal es el estado que hoy tienen en los pueblos c i -vilizados é ilustrados por el cristianismo las familias de los que los forman, y el que quiera no separarse de los p r i n -cipios que profesa, es preciso que los tenga siempre presentes y que en lugar de atentar contra los derechos ni faltar á las deferencias y consideraciones que pide y necesita este elemen-to de orden , de unión, de moralidad y de bienestar, procure dar ejemplo y contribuir á que de la buena organización y de la prosperidad de estas corlas é inlcresantes asociaciones re-

30 su|lo la felicidad de las grandes que se llaman Estados. Ni creáis, hijos nuestros, que este sea hoy punto de pequeño ¡n-tere*, ni menos digno de l lamar la atención de un Obiapo, de sus Párrocos y de todos los hombres de bien, pues siendo por el contrario uno de los que mas sufren en el desborda-miento moral que pone en peligro los pueblos y pudiera pre-cipitarlos, si no se busca pronto el remedio, preciso es que cada uno de nosotros en su respectiva posicion procure p o -nerlo, guiado por las máximas de la religión, del buen sen-tido, de la caridad y de la prudencia, á lin de que los p a -dres ayudados del estimulo del amor paterno inspirado por Dios, usen bien de su poder, los hijos reconozcan constantemen-te el sentimiento de amor filial y fraternal , los dependientes o asociados no olviden nunca sus deberes y compromisos con los que los sostienen, y por todos y en todas partes se d e -testen y miren como desafueros y atentados los que con otros nombres menos odiosos se cometen frecuentemente contra el honor, contra la paz, contra la seguridad y contra los d e -más derechos de las familias.

Al mismo tiempo, por causas semejantes y por iguales miras con que se ha intentado debilitar la Autoridad públi-ra y menospreciar los respetables derechos y los vínculos s a -grados de Familia, sopretesto de nivelación de fortunas, quo seria ridicula si no fuera eminentemente atroz y disolvente en sus inmediatos resultados, se ha atacado también en estos tiempos el precioso derecho de propiedad, caliücándolo con nombres odiosos que llevan consigo el baldón y el descré -dito. El conato, o sea el error es grosero y absurdo y no nos parece muy capaz de ganar terreno ni hacer prosélitos en pueblos tan bien inclinados y sensatos como los que nos ro-dean. Sin embargo el grito ha circulada; aqui ó allí p u e -de hacer algún efecto, aunque sea momentáneo, y estando in-teresados á un tiempo principios vitales para la Iglesia y el Estado, debemos sostenerlos defendiendo los santos fueros de la justicia, de la razón y de la verdad Tiempo há que os lo dijimos, amados hermanos, con la convicción mas profunda en una ocasion análoga respecto á países vecinos, asegurándoos para que rechazáseis el veneno enviado de léjos, que la pro-

31 pitdad es tan antigua como la sociedad humana, á mi ¡en s i r -ve de fundamento; que entró en las altas miras del Criador; <;ue el respeto á este sagrado derecho se encuentra entre sus l ív idos preceptos y que se nos recomienda eficazmente á cada paso en el Evangelio; que el asegurarlo y protegerlo es uno le los principales objetos de las leves civiles y de los pri-meros deberes de la pública autoridad; y en fin que el d e s -truirlo, aunque sea con apariencias conservadoras, es qu i ta r Je entre los hombres los mas loables estimules, amort iguar >u industria, impedir los esfuerzos de su inteligencia y h a -cer un llamamiento á la espoliacion, introduciendo entre t o -jos una lucha perpétua, un odio inextinguible entre el hol-

r a n corrompido y el honrado trabajador, y por fin un caos lodo punto inevitable. A esta a l tura , hermanos nuestros,

es preciso considerar la propiedad mirada como base ó f u n -damento de la sociedad, para juzgar exactamente de las a b -surdas y peligrosas doctrinas del comunismo y socialismo en el principal* de sus delirios, pudiéndonos servir también por punto general de los mismos principios y reflexiones para persuadir á lodos que por leyes divinas y humanas s iempre

es precisa respetar loageno, que nunca se puede codiciar ni usur-par impunemente y que el único recurso legítimo que que-da para adquir i r lo neeesario es acudir al medio justo y na-tural del t rabajo ó al piadoso y caritativo de la limosna y de la compasion del prógimo, que nunca falta al desva l i -do donde la Religiou y la Caridad no están solo en los labios.

Y si es cierto, amados hermanos, que al concluir esta e x -hortación precisamente nos hemos fijado en estos puntos capita-les del buen orden religioso y social, parque en ellos %emos continuamente y por do quiera sobra de til ieza, de olvido y de menosprecio, COD males no pequeños que eslán ya á la vista y que á poco podrán ser mucho mayores y mas funestos, ¿qué remedio eficaz podremos oponer á sus progresos? El que para tantos otros: á saber, arrepent imos, volvernos de veras al Señor, pedirle perdón y amparo de lodo cerazon, aprovechar sus a u x i -lios, mejorar nuestras costumbres, y procurar por todos medios que se mejoren Las de ios demás, para que asi se reforme cL

32 estado social, se calmen las pasiones exaltadas, se abracen paz y la justicia, se respeten los poderes públicos y tengan fuer | za las leyes, que nunca la tienen ó la tienen muy escasa su i costumbres.

En otra ocasion, amados hermanos, manifestaremos estensa-1 mente por que medios pueden estas mejorarse, contando entre los mas legítimos y elicaces la buena educación y la esmerada y i sólida instrucción de la niñez y de la juventud, que por desgracia y mengua nuestra aun no está tan adelantada como era de desear. También contaremos como importantísimos medios para el mismo fin la frecuente lectura de buenos libros y la aversión á los malos, irreligiosos y corruptores, sentando como máxima ge-neral, que de cualquiera modo que la ley fundamental y las se-cundarias de la Monarquía lleguen á lijar la grave cuestión del | uso y del abuso de la admirable invención de la imprenta, 11 libertad de imprimir no llevará consigo la absoluta é indeíih nula de leer, especialmente en materias de Religión y de mol ral Cristiana,sobre las cuales á los Obispos, en vir tud del d e r a cho y del deber de conservar puro el sagrado depósito de la doc-trina les corresponde no solo esplicar y defender la verdad, sinc también hacer las declaraciones jus tas v convenientes que deben ser obedecidas por los fieles, y aun en caso necesario es de espe-rar sean auxiliadas por la potestad civil tan interesada como la eclesiástica en que l o q u e debe ser instrumento de moralidad y de verdadera ilustración no llegue á serlo de retroceso y de corrupción. Mas ahora debiendo ya poner término á este escrito, no sin protesta de ocuparnos después de algunas materias de muy especial interés, queremos cumpl i r con lo que á todos pre-viene el Apóstol en la persona de su querido discípulo Ti-moteo cuando en el Cap. 2.° de su 1 / carta le recomienda ante todas cosas: que se hagan súplicas, oraciones, rogativas y acciones de gracias por todos lus hombres; por los Hetjes

y por todos los constituidos en alto puesto porque esta es una cosa buena y agradable á los ojos de Dios Salvador nuestro Hagámoslo así disde hoy, hermanos muy amados. Roguemos muy de corazon por Ntro. Smo. Padre l'io IX pa-ra que entre otros bienes obtenga de la divina misericordia el consuelo necesario en las vehementes aflicciones que nos

33 revela en su t ierna y sentida Encíclica de de Agosto i l t imo. Boguemos por la larga vida y prosperidad de n u e s -tra excelsa l leioa Doña Isabel II y por la de su Augusta Real fa-ni l ia . Boguemos por las Cortes Constituyentes para q u e el iodo-poderoso les conceda su divino auxi l io en la á r d u a ó mportantisíma empresa de formar pa ra esta católica y gencrosaNa-ion la ley fundamental q u e mas pueda c o n t r i b u i r á su v e r d a d e -

ra y establo elevación y grandeza; v rogucmos por fin por la ventura y acierto en el gobierno de los q u e mediante la a l -ta confianza de S. M. dir igen los destinos de los Españo-CQ. Vuestro Obispo reconociendo su imperioso deber también o hace así, uniendo s u s humildes preces á las vuestras pol-los mismos respetables objetos, y en especial por la felicí-!ad espiri tual y temporal de sus amados diocesanos. N e c e -sita, os ruega y espera de vuestro entrañable afecto una justa correspondencia, y en esta segura confianza lleno do gratitud y de t e rnu ra hc'm los que mira s iempre como sus hijos os d i r i je su pastoral bendición en el nombre del Pa-dre y d r l l l i j o y del Espír i tu Santo.

Dado en nuestro Palacio Episcopal de Córdoba á 8 de Febrero de 1855 .

VOT n u \M \ a A o A< S . T\ 0\>\%Y® NWSMOR,

Dr. O ViaUel (UorcnaUo,

SRIO.

Los Pár rocos , ocón^n OÍ y tenientes «te la Diócesi» lenta esta P r s t o r a l < n el p r imer dia festivo s iguiente al en que la reciban, de ja rán por a l^ i n t iempo en las Sacris t ías los e jemplares d u p l i c a -dos que se les remit irán con este objeto, y «lesjmes los colocarán en los r e s p e c t ó o s archivos par roquia les .