Cartagena a Fines Del Siglo XVIII

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Cartagena a Fines del Siglo XVIII "...Se ha logrado dejar enteramente cerrada la plaza..." (El Virrey Ezpeleta, 1796). Destruidos los castillos de la bahía por las bombas de los navíos de Vernon, el eterno problema de la defensa y fortificación del hermoso puerto de Cartagena se agravó una vez más. En realidad, no se había resuelto definitivamente después del ataque francés de 1697, pues las reparaciones efectuadas en los fuertes a principios del siglo XVIII y las baterías construidas antes de la última guerra con los ingleses no habían pasado de ser obras provisionales, hechas con la urgencia a que obligaban las circunstancias. Cuando el ingeniero don Juan de Herrera Sotomayor, en 1716, informó al virrey del Perú, Príncipe de Santo Buono, acerca de las necesidades de la plaza y propuso la realización de un plan de obras, hizo notar que éstas se dirigían a reparar las ruinas producidas por los estragos del tiempo, y "no a correjir los yerros y nulidades de la construcción de la plaza de forma que quedase en una regular defensa, porque para esto era necesario mucha mayor suma de dinero, y aquí me es preciso ceñirme a la escasez del tiempo, por cuya razón no quedará la plaza con aquellos defectos di manados de su primera construcción, aunque sí reparada de lo más presiso y nesesario por aora para la conservación" 1 . La única obra de carácter permanente que se hizo antes de la guerra de 1739 fue la muralla de la Marina, que no llegó a terminarse y que estaba destinada a oponerse a los elementos y no a los enemigos. Por otra parte, los furiosos temporales que con tanta frecuencia azotaban aquellas costas volvieron a abrir el antiguo canal de Bocagrande, y desde el momento que éste pudo ser accesible a las embarcaciones, el problema de la seguridad de Cartagena se complicó aún más. Tal era la situación de la ciudad de Heredia y su puerto después del brillante episodio de la defensa contra el ataque de Vernon. Ante sus muros se había decidido la suerte de nuestros dos virreinatos de América del Sur, al quedar deshechos los planes ingleses de cortar las comunicaciones por el istmo de Panamá mediante el ataque simultáneo de las escuadras de Anson y Vernon a las costas del Pacífico y del Caribe. Pero deshecha la escuadra del apostadero y destruidos los castillos de la bahía, el puerto de Cartagena -punto de apoyo y garantía de las comunicaciones entre España y el istmo- perdió, una vez más, su seguridad. La Corte no malgastó el tiempo buscando soluciones, ya que, apenas transcurridos seis meses después de la retirada de Vernon, la real cédula de 26 de octubre de 1741 dispuso la ejecución inmediata de un plan de obras y, al mismo tiempo, fue nombrado ingeniero director de las fortificaciones de Cartagena don Juan Bautista Mac-Evan, a quien se dictaron amplias instrucciones en tal sentido.

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Cartagena a Fines del Siglo XVIII

"...Se ha logrado dejar enteramente cerrada la plaza..."(El Virrey Ezpeleta, 1796).

Destruidos los castillos de la bahía por las bombas de los navíos de Vernon, el eterno problema de la defensa y fortificación del hermoso puerto de Cartagena se agravó una vez más. En realidad, no se había resuelto definitivamente después del ataque francés de 1697, pues las reparaciones efectuadas en los fuertes a principios del siglo XVIII y las baterías construidas antes de la última guerra con los ingleses no habían pasado de ser obras provisionales, hechas con la urgencia a que obligaban las circunstancias. Cuando el ingeniero don Juan de Herrera Sotomayor, en 1716, informó al virrey del Perú, Príncipe de Santo Buono, acerca de las necesidades de la plaza y propuso la realización de un plan de obras, hizo notar que éstas se dirigían a reparar las ruinas producidas por los estragos del tiempo, y "no a correjir los yerros y nulidades de la construcción de la plaza de forma que quedase en una regular defensa, porque para esto era necesario mucha mayor suma de dinero, y aquí me es preciso ceñirme a la escasez del tiempo, por cuya razón no quedará la plaza con aquellos defectos di manados de su primera construcción, aunque sí reparada de lo más presiso y nesesario por aora para la conservación"1. La única obra de carácter permanente que se hizo antes de la guerra de 1739 fue la muralla de la Marina, que no llegó a terminarse y que estaba destinada a oponerse a los elementos y no a los enemigos. Por otra parte, los furiosos temporales que con tanta frecuencia azotaban aquellas costas volvieron a abrir el antiguo canal de Bocagrande, y desde el momento que éste pudo ser accesible a las embarcaciones, el problema de la seguridad de Cartagena se complicó aún más.Tal era la situación de la ciudad de Heredia y su puerto después del brillante episodio de la defensa contra el ataque de Vernon. Ante sus muros se había decidido la suerte de nuestros dos virreinatos de América del Sur, al quedar deshechos los planes ingleses de cortar las comunicaciones por el istmo de Panamá mediante el ataque simultáneo de las escuadras de Anson y Vernon a las costas del Pacífico y del Caribe. Pero deshecha la escuadra del apostadero y destruidos los castillos de la bahía, el puerto de Cartagena -punto de apoyo y garantía de las comunicaciones entre España y el istmo- perdió, una vez más, su seguridad.La Corte no malgastó el tiempo buscando soluciones, ya que, apenas transcurridos seis meses después de la retirada de Vernon, la real cédula de 26 de octubre de 1741 dispuso la ejecución inmediata de un plan de obras y, al mismo tiempo, fue nombrado ingeniero director de las fortificaciones de Cartagena don Juan Bautista Mac-Evan, a quien se dictaron amplias instrucciones en tal sentido.Así comienza la etapa más brillante de la historia de las fortificaciones cartageneras, y el problema de la seguridad de la famosa ciudad del Caribe entra en su fase decisiva. Desde la llegada de Mac-Evan en noviembre de 1741, hasta unos años antes de la emancipación, se trabajó casi sin descanso en Cartagena de Indias, y las considerables sumas que se invirtieron en las obras justifican la legendaria anécdota según la cual el rey Carlos III se asomaba a una ventana de su palacio madrileño, esperando ver en el horizonte la silueta de aquellos castillos que, a juzgar por lo que costaban, debían alcanzar la altura de las nubes.Desde 1741 hasta 1759 intervinieron en los proyectos y obras militares de Cartagena de Indias los ingenieros don Ignacio Sala y don Lorenzo de Solís, además del citado Mac-Evan. A éste se debió la construcción del fuerte de San Sebastián del Pastelillo, situado a la entrada del puerto interior, en el mismo lugar en que se alzara antes el castillo del Boquerón, la fortaleza más antigua de la bahía cartagenera. Don Ignacio Sala, nombrado gobernador y capitán general de Cartagena en 1748, era uno de los más prestigiosos ingenieros militares de la época. Había desempeñado la dirección de las fortificaciones de Andalucía y construido Importantes obras en el puerto de Cádiz. Su nombramiento para la capitanía general de Cartagena es testimonio bien elocuente del interés de la Corte por la seguridad de aquella plaza fuerte, considerada con razón como "antemural de las Indias". Consciente de su prestigio profesional, buen conocedor de las últimas innovaciones

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introducidas en la arquitectura castrense-como lo demuestran sus comentarios a la traducción que hizo de una de las obras del famoso marqués de Vauban-, don Ignacio Sala se sintió herido en lo más íntimo cuando sus diferencias de criterio con Mac-Evan respecto de la forma y emplazamiento del fuerte de San Fernando de Bocachica concluyeron con la elección del proyecto que había presentado este último. Tal vez esa fue la causa de que pidiera el relevo, que se le concedió en 1753.Con arreglo a los proyectos de Sala y Mac-Evan se comenzó a fortificar el canal de Bocachica. Ambos ingenieros estuvieron de acuerdo en lo referente a la batería de San José, que se construyó cerca de la orilla izquierda del canal, sobre un bajo de arena. En la otra orilla se hizo el fuerte de San Fernando, según los planos de Mac-Evan, cuyo proyecto era más complicado y costoso que el que Sala había ideado con vistas a situar la fortaleza sobre el inmediato cerro de los Hornos. Concluidos estos castillos y la batería de Santa Bárbara en 1759, el problema de la seguridad de la entrada a la bahía quedó resuelto. Más tarde se añadieron otras obras de fortificación para reforzar sus posibilidades defensivas.Con el relevo de don Ignacio Sala coincidió el nombramiento de don Lorenzo de Solís para el cargo de ingeniero director, vacante por fallecimiento de Mac-Evan. Solís hizo un proyecto general para fortificar todos los puntos débiles del recinto de la plaza y dotarla de cuarteles y almacenes de pólvora y pertrechos, todos a prueba de bombas. El proyecto era tan completo que tal vez por su excesivo costo no se puso en práctica. Sus trabajos más eficaces fueron los que realizó en Bocagrande, continuando los iniciados por don Ignacio Sala, a quien Solís admiraba como maestro y seguía en todo.Destinado a Méjico en 1757, se hizo cargo de la dirección de las fortificaciones don Antonio de Arévalo, que llena con su vida y sus obras el último capítulo de la historia de las fortificaciones de Cartagena. Como ingeniero militar, Arévalo es una de las figuras más destacadas del Muevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII. Buen conocedor de la gobernación de Cartagena y de gran parte del virreinato, en la ciudad de Heredia residía desde que, en 1741, fue destinado a servir junto a Mac-Evan en calidad de ingeniero extraordinario, después de haber servido algún tiempo en Cádiz a las órdenes de don Ignacio Sala. Las difíciles misiones que desempeñó en el Darién y en Río Hacha pusieron de manifiesto sus dotes diplomáticas y el exacto conocimiento de graves problemas locales que comprometían la seguridad del virreinato, así como los diarios de esas campañas, revelan su espíritu ordenado y observador, cultivado en sólidos conocimientos.Construidos los castillos de Bocachica, fue Arévalo quien acabó de solucionar los problemas que la defensa y conservación de Cartagena de Indias había planteado a lo largo de más de dos siglos. La escollera de la Marina garantizó para siempre la seguridad de la "muralla de la mar del Norte", librando a la ciudad del peligro de las inundaciones con que tantas veces la amenazaron los furiosos "nortes". El dique de Bocagrande cerró para siempre el antiguo canal de entrada a la bahía, dejándola reducida al estrecho paso de Bocachica, que fue reforzado con la batería del Angel San Rafael y las que se añadieron al fuerte de San Fernando para flanquear sus baluartes. Y en el cerro de San Lázaro, extramuros de la ciudad, todo un sistema de baterías convirtió el viejo fuerte de San Felipe de Barajas en un reducto inexpugnable, que con sus galerías y cuarteles subterráneos constituye una de las más formidables obras de arquitectura militar que España dejó en tierras de América. Bajo la dirección de don Antonio de Arévalo-ya entonces brigadier de los Reales Ejércitos se terminó en 1795 el trozo de muralla comprendido entre los baluartes de Santa Clara y Santa Catalina, ocupado por los cuarteles, cuyas "bóvedas" a prueba de bombas les dieron nombre. Cuando en 1798 se colocó el escudo que decora el frontón del pórtico, quedaba concluido definitivamente el recinto de Cartagena y, después de más de dos siglos de trabajos, era una realidad el proyecto de convertirla en plaza fuerte, ansia y anhelo de la ciudad de Heredia desde los días inmediatamente posteriores al de su nacimiento a la vida urbana. Don Antonio de Arévalo cierra con broche de oro la larga dinastía de los ingenieros militares, que durante dos centurias habían luchado por conseguir aquella realidad. Y después de más de sesenta años de servicios en Indias, realizada aquella misión consubstancial con su vida, don Antonio de Arévalo murió en Cartagena el 9 de abril de 1800.La historia de las fortificaciones de Cartagena de Indias acaba casi al mismo tiempo que su historia española. Quiso el destino que aquellos muros y castillos, construidos para defenderla de los

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ataques de los enemigos de España, sólo sirvieran para escenario de luchas entre hermanos, en los días decisivos de la Emancipación. El 11 de noviembre de 1811, Cartagena proclamó su independencia. Reconquistada por Morillo en 1815, se perdió para España definitivamente seis años después. Pero, insensibles a los estragos del tiempo, quedan en pie sus murallas y sus castillos, como recuerdo de aquellos tiempos en que dependía de ellos, en gran parte, la seguridad de todo un imperio.La historia detallada de las últimas obras de arquitectura militar que se construyeron en Cartagena de Indias está en las páginas que siguen. Con ellas queda cumplido el propósito que inspiró esta monografía.

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/cartage/cartage0.htm 7-12-2013

LA CASA EN EL SIGLO XVIII

Difícil es discernir cuántas de las típicas casas cartageneras pueden agruparse dentro de este epígrafe. Salvo el palacio de la Inquisición, cuya portada barroca indica la época de su construcción con tanta exactitud como la fecha que la corrobora, las restantes carecen de detalles decorativos que permitan fijar su cronología. Seguramente, más de una de las que hoy se conservan libres de reformas modernas que hayan variado su aspecto primitivo, son anteriores al siglo XVIII. Pero como el ejemplar de más valor artístico corresponde a la segunda mitad de esa centuria, he preferido agrupar aquí unas cuantas notas sobre la casa cartagenera, como preámbulo al estudio de la que fue residencia del Santo Oficio.Durante los últimos lustros del siglo XVI y el primer tercio del XVII debió construirse en Cartagena gran número de casas. El franciscano fray Pedro Simón, que escribía en 1628, habla de "la mucha suma de ventanaje y balcones volados" que ya entonces daban a las calles cartageneras el típico aspecto que hoy conservan y que es común a todas las ciudades costeras de las Antillas y de las riberas del Caribe y golfo de Méjico, desde Cumaná hasta Veracruz. Es posible que aún queden algunas casas de esa época, más o menos reformadas posteriormente, sobre todo en los últimos treinta años. La única que sabemos construida antes de 1620 es la de la Moneda; en su planta baja, el amplio zaguán da acceso a un vestíbulo que comunica con el patio por medio de dos arcos, que apean en una columna de fuste corto, disposición análoga a la que encontramos en una casa mudéjar de Santo Domingo 2. La portada, con pilastras lisas y dintel despiezado, con un modillón en la clave, es idéntica a la de la casa de la Contaduría, comenzada en 1620, y del tipo que se repite en numerosas casas de Cartagena. Semejantes también a los de la Contaduría son los balcones volados de la casa de la Moneda y, por otra parte, consta documentalmente que en 1613 los había en la fachada de la plaza Mayor 3.Esos grandes balcones de madera son frecuentes en el norte de España y en otras regiones españolas. Su origen tal vez se encuentre en los ajimeces moriscos que tanto abundaban en las ciudades meridionales de la Península hasta que el balcón renacentista fue desterrando su uso. De Andalucía, sin duda, fueron llevados a las islas Canarias en los días inmediatamente posteriores a la conquista, antes de que la moda de las ventanas y balcones a la italiana desterrara para siempre de Sevilla el empleo de los "salidiços, que antiguamente las hacían más húmedas y sombrías", de que nos habla el historiador Morgado 4. En el archipiélago canario tomaron carta de naturaleza los balcones volados, arraigándose más que en ninguna otra región de España, por el aislamiento artístico en que vivió la provincia atlántica. En 1586, Felipe II dictó una real cédula dirigida al Cabildo de Tenerife, prohibiendo que se hicieran en los sucesivo "salidiços, ni corredores, ni balcones, ni otros edificios algunos que salgan a las dichas calles fuera de la pared en que estuviere el tal edificio" 5, pero la orden sería revocada más tarde o fue letra muerta, ya que jamás se cumplió. Dadas las relaciones constantes de las islas con las Indias, es natural que del archipiélago pasaran a América y concretamente al Nuevo Reino de Granada, en cuya conquista tomaron parte activa los Adelantados de Canarias don Pedro y don Alonso Luis Fernández de Lugo. Recordaré, además, que este último llevó al Nuevo Reino de Granada en 1543 gran número

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de "artífices y oficiales, para fábricas y edificios y otras cosas en orden al ennoblecimiento y perpetuidad de la tierra" 6. Cae fuera de este lugar el estudio de los distintos tipos de balcones americanos, pero sí diré que los de las regiones andinas son más ricos y más semejantes a los modelos canarios que los de la costa.Los "corredores" o balcones cartageneros constan de una hilera de canes que, prolongando las vigas del techo de la planta baja, sostienen el piso; unas pies derechos, o airosas columnitas con zapatas, reciben una viga corrida, sobre la cual descansan los carnecillos que forman el alero del tejado, y una balaustrada forma el antepecho. Los balcones se extienden a lo largo de la fachada o se disponen en ángulo, y a ellas se abren dos o más puertas. Existen otros de un solo hueco, con tejadillo volado, sin pies derechos que lo sostengan, tipo menos frecuente, que parece degeneración del anterior y propio del siglo XVIII.En los patios de las casas, columnas y arcos repiten el tipo que hemos visto en los claustros de San Francisco, Santa Teresa, Santa Clara y La Popa, construidos todos antes de 1625. Salvo algún caso aislado, a falta de elementos decorativos demuestra que o todos son de la misma época o se siguió empleando el mismo modelo, sin que a través del tiempo fuera evolucionando.Podemos agrupar las casas cartageneras en dos tipos: de un solo piso y de dos plantas, incluyendo en éste las de tres, que son excepcionales. Unas y otras están construidas con ladrillo y mampostería, con los paramentos enlucidos, y se cubren con tejados. Las casas bajas abundan más en los barrios de Getsemaní y San Diego, un poco alejados de las calles comerciales. La puerta siempre está a un lado de la fachada, y en ésta se abren dos o más ventanas, cuyas amplias rejas de madera descansan en basamentos a modo de repisas y se cubren con tejadillos. En algún caso, las portadas de las casas se unen, formando una sola fachada simétrica, y la cornisa que remata los dinteles subraya la unión. Tal ocurre en la que fue residencia de don Gonzalo de Herrera, marqués de Villalta, cuya cornisa se quiebra para encuadrar el escudo finamente labrado, evocando así el recuerdo de las portadas góticas del tiempo de los Reyes Católicos.En la calle del Espíritu Santo, del típico barrio de Getsemaní, se encuentra el ejemplar más interesante de casa cartagenera de una sola planta. Es una de las pocas que se han conservado libres de reformas posteriores y tal vez la más representativa de la arquitectura barroca popular. En la fachada se abren dos ventanas, cuyas rejas de madera, cubiertas por tejaroces, descansan en repisas, y bajo la cornisa que sostiene el alero del tejado corre una hilera de mútulos. La puerta está flanqueada por columnas, que reciben un entablemento, en cuyo arquitrabe, friso y cornisa se continúa la convexidad de los fustes, mientras unos remates cónicos, con estrías verticales, prolongan el movimiento ascendente de éstos. También sobre la clave del dintel, decorada con un modillón, se curvan la cornisa y el friso, formando una especie de ménsula que sostiene una hornacina. Quizá esta portada, que hoy está cubierta por innumerables capas de cal, luciera en tiempos el ladrillo en limpio, que pondría una nota de color sobre el blanco muro enlucido. No es menos interesante el interior de la casa: pasado el zaguán hay un vestíbulo, separado del patio por tres arcos, dos apuntados y uno carpanel, que apean sobre columnas semejantes a las de la portada; unas figuras de mujer toscamente estilizadas rematan las claves de los dos arcos apuntados. A un lado del zaguán está la sala, en cuyo testero -entre la puerta que comunica con el vestíbulo y otra que da acceso a una alcoba- se encuentra un curioso ejemplar de estos "tinajeros" que nunca faltan en las casas cartageneras: el arco trilobulado, las semicolumnas con estrías verticales en los capiteles, la prolongación de éstos coronada por remates de silueta campaniforme con figuras humanas estilizadas y esa especie de volutas laterales, forman un conjunto originalísimo y de marcado sabor popular. Ignoro con qué fundamento se cree que esta casa sirvió de residencia a los hermanos de San Juan de Dios que cuidaban el Hospital del Espíritu Santo que dio nombre a la calle 7.En las casas altas, la planta baja sirve, generalmente, a fines comerciales, y está ocupada por tiendas o depósitos, destinándose a vivienda el piso superior. El amplio zaguán da acceso a un vestíbulo, del cual arranca la escalera de tipo claustral situada en un ángulo; tras el vestíbulo está el patio, claustrado sólo en das o tres lados para que le refresque la brisa marina, y a continuación viene el "traspatio" o corral, con las habitaciones de la servidumbre y las caballerizas. En la planta alta, la parte frontera a la calle está ocupada por el salón, con una alcoba a cada lado y techo de

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artesa, común a toda la crujía, pues los tabiques que forman esas piezas nunca llegan hasta el techo, a fin de que el aire circule con facilidad. En la antesala o vestíbulo de la planta alta, donde desemboca la escalera, suele encontrarse el " tinajero", especie de alacena con puertas de rejas de madera, donde se ponían las panzudas tinajas que conservaban el agua siempre fresca. El corriente que las casas grandes tengan entresuelo, donde se guardaban las mercancías que podían ser dañadas por la humedad del piso. Estos entresuelos, que suelen ser de corto puntal, tienen ventanas con rejas a la calle y, a veces, puertas y vanos a una galería volada sobre canecillos y con antepecho de balaustres de madera que corre a lo largo de una o más crujías del patio. La abundancia de lluvias impone el tejado sobre el cual se alza el "mirador", torrecilla construida siempre de ladrillo, desde la cual se divisa el amplio panorama del mar y la bahía.Este tipo de casa, en que casi siempre se combinan la vivienda y el depósito o establecimiento de comercio, es semejante al que desde fines del siglo XVII, encontramos en Cádiz, ciudad que mantenía intimas relaciones comerciales con Cartagena y en la que se daban circunstancias semejantes, tales como la situación marítima, su carácter mercantil y la limitación de espacio que imponía la isla que le sirve de asiento y el recinto de murallas que cercaba su casco urbano. De este tipo de origen gaditano con amplios entresuelos, y más parecidas aún en su fisonomía exterior a las cartageneras por la nota colorista que ponen en sus fachadas los balcones volados de madera, son las viejas casonas que aún quedan en poblaciones costeras de la isla de Tenerife. En Garachico, en el Puerto de la Cruz y en Santa Cruz de Tenerife se encuentran casas semejantes a las de Cartagena, con muros enlucidos y grandes-balconadas, construidas en los siglos XVII y XVIII, cuando la isla exportaba a Europa y a las Indias los famosos vinos de malvasía. Los "miradores" de las casas cartageneras recuerdan también los de los palacios gaditanos, no sólo por el fin que inspiró su construcción, sino también por la forma. Pocos quedan, desgraciadamente, pues en su mayor parte han sucumbido a los estragos del tiempo. Tal vez sea de la segunda mitad del siglo XVII el de una casa situada en la calle de las Damas -en la parte más antigua de la ciudad, cerca de la plaza de la Aduana-, cuyos pormenores arquitectónicos suscitan el recuerdo de la cercana torre de Santo Domingo.El mirador de la casa del Consulado 8 es de tipo semejante a los que en Cádiz adoptan la forma de sillón, en cuyo aparente espaldar se aloja la escalera, mientras en la mitad anterior, orientada hacia el mar, se abre una especie de balcón 9. En el ejemplar de referencia, las ventanas, rectangulares, rematadas por cornisas, le dan un aspecto más severo, si bien lo popular surge en el remate de almenas coronadas por pequeños pináculos de cerámica vidriada, de industria momposina.El ejemplar mejor conservado de la típica mansión cartagenera, en que se hermanan perfectamente las comodidades de una vivienda señorial con las exigencias utilitarias de la casa de comercio, es la de la calle de la Factoría, residencia del opulento marqués de Valdehoyos 10, que a fines del siglo XVIII disfrutaba el privilegio de la importación de harinas y esclavos, fuente de bien saneados beneficios. La fachada es sencilla, como todas las de la ciudad, con rejas de madera en las oficinas de la planta baja y en los entresuelos, amplio balcón de madera que prolonga la sala hacia la calle y portada con pilastras lisas y dintel despiezado, con un modillón decorando la clave. El espacioso zaguán, de alto puntal con techo sobre vigas, tiene a ambos lados escaños de piedra y está atravesado por un corredor a manera de puente que pone en comunicación los entresuelos de uno y otro lado. Después del zaguán se encuentra el vestíbulo, que tiene a la derecha arranque de la escalera y la puerta de acceso a las habitaciones del portero, independientes del resto de la casa, y a la izquierda una amplia balconada que comunica con los entresuelos. Viene después el patio, cuyas crujías longitudinales están claustradas con arcos de medio punto peraltados, sobre columnas de fuste monolítico, con capiteles del tipo corriente antes descrito; por uno de los lados del patio corren las balconadas sobre canes del entresuelo y del piso superior, y el lado opuesto está cerrado por un muro que no rebasa la altura de la planta baja, permitiendo así que las brisas refresquen la casa. Pasado el patio se encuentran crujías en que tuvieron sus habitaciones los sirvientes y esclavos de la casa, y un gran traspatio que comunica con la huerta. En la parte anterior de la planta baja y en los entresuelos estaban los almacenes y oficinas -la "factoría" que dio nombre a la calle- del dueño de la casa. Aún se ven colgando de las vigas del vestíbulo bajo unas fuertes cadenas, destinadas a sostener la garrucha que servía para izar los fardos hasta los almacenes, bien secos y ventilados, que ocupaban toda la amplitud de los entresuelos.

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La amplia escalera, de peldaños de ladrillo defendidos por cintas de madera para evitar el desgaste, conduce a un vestíbulo superior que da acceso al gran salón y a los corredores volados sobre el patio. El salón tiene suelos de ladrillo dispuesto "a espina de paz"; el cielo raso moderno oculta un rico artesonado mudéjar, parte del cual se puede ver en una alcoba contigua. No faltaba en esta casa el mirador, que fue destruido por una tormenta.

2 ANGULO: Historia del Arte Hispanoamericano, tomo 1 (Barcelona, 1945),. pág. 108; y El Gótico y el Renacimiento en las

Antillas, en "Anuario de Estudios Americanos", tomo IV (1947).

3

Se citan en la Relación del auto público de la fe, qué se mandó publicar por los Señores Inquisidores de... Cartagena de

las Indias. . . y se zelebró el día 2 de febrero de 1614 (Biblioteca Colombina, Sevilla: mss. 1180 de varios en folio).

4

Historia de Sevilla (1587), pág. 144.

5

Archivo Municipal de La Laguna (Tenerife), sección 1ª, libro II, folio 100. Agradezco este dato a mi buen amigo don

Leopoldo de la Rosa y Olivera, Secretario de la Mancomunidad Provincial de Santa Cruz de Tenerife.

6

FLOREZ DE OCARIZ: Ob. cit., tomo I, pág. 77.

7

PORTO DEL PORTILLO: Plazas y calles de Cartagena (Cartagena, 1945), pág. 308. La casa fue destruida hace pocos

años.

8

Para la historia de la casa, cfr. RESTREPO (PASTOR): Album de Cartagena. Mansiones señoriales, en BH, núm. 85,

págs. 27 - 29. Adquirida la casa del Coronel de Milicias don Manuel de Prada, dispuso el prior del Consulado don Matías

de Torices la ejecución de ciertas obras imprescindibles para instalar las oficinas del Tribunal, que no afectaban a la

estructura del edificio. Hizo el presupuesto de su costo el maestro mayor de albañilería Antonio Miranda, así como una

somera traza que no reproduzco por su falta de interés artístico. En 1806 las obras se habían suspendido por

fallecimiento del prior (AGI: Santa Fe, 960).

9

PEMAN (CESAR): El arte en Cádiz, Madrid, 1930.

10

RESTREPO (PASTOR): Mansiones señoriales. Residencia de la familia Tono Maciá, BH, núm. 86 (1945), págs. 41 -43.

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/cartage/cartage1.htm

EL PALACIO DE LA INQUISICIÓN

El mejor ejemplar que dejó en Cartagena la arquitectura civil del siglo XVIII es el palacio de la Inquisición, edificado en un solar situado en la actual plaza de Bolívar, que el Santo Oficio había adquirido en 1630. Según exponía el Tribunal al Consejo de Indias en 1747, durante el bombardeo de Cartagena por la escuadra de Vernon, en 1714, una bomba desmanteló la casa y hubo que derribarla 11. En 1755, el Consejo Superior de la Inquisición, radicado en Madrid representaba al rey que "por los atrasos en los pagos de las Caxas Reales" no había podido el Tribunal de

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Cartagena "reedificar sus casas arruinadas en el 1715", y tenía que servirse "de la del inquisidor más antiguo, con la suma indecencia e incomodidad que es notorio", y suplicaba al monarca que mandase librar "por una vez algún socorro para la edificación de dichas casas" 12. Esto deja fuera de duda que el edificio actual es posterior a 1755.La fachada del palacio de la Inquisición, con sus rejas en la planta baja y los balcones en el piso superior, presenta la fisonomía característica de las casonas coloniales de Cartagena. La portada es un bello ejemplar barroco: las pilastras rehundidas que flanquean la puerta sostienen un entablamento, cuyo friso está decorado con estrías verticales, a modo de triglifos, colocados encima de las pilastras y de la clave. El frontón dibuja una amplia y caprichosa curva, cuyo tímpano está ocupado por un escudo rodeado de una moldura mixtilínea, terminada en espirales. Otra moldura mixtilínea encierra todo el conjunto de la portada que, como otro detalle de barroquismo, presenta complicadas molduras en las jambas y arco de la puerta. Sobre las espirales de la moldura anterior hay una venera con una cruz que tiene en el fondo una inscripción que indica la fecha en que se construyó: "Año 1770".Bajo las ventanas con rejas voladas de madera, unas cartelas mixtilíneas de escasa proyección dejan hueco a unos tragaluces defendidos por rejas de hierro que iluminan las estancias de la planta baja. En la fachada lateral -calle de la Inquisición- se encuentra una pequeña ventana de arco trilobulado, coronado por una cornisa que remata en una cruz. Este pequeño hueco, defendido también por fuerte reja, era el buzón secreto donde se depositaban las denuncias que daban lugar a largos y minuciosos procesos. Una cornisa corre a todo lo largo de ambas fachadas, rematadas por un pretil con airosos pináculos de cerámica vidriada.En su interior el palacio no ofrece gran interés y agrupación de obras de distintas épocas. El patio punto sobre pilares ochavados. Cubre el hueco de la esquifada, de planta octogonal, cuyo trasdós remata en un pináculo vidriado. En el descansillo de la escalera hay un balcón de madera finamente labrada, semejante a las de las iglesias de la Compañía, ostenta la fecha de 1770.

FIG. 115. La bahía de Cartagena, la ciénaga de Tesca y la costa desde la Punta de la Canoa hasta Barú hacia 1741.

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LOS INGENIEROS MAC-EVAN, SALA Y SOLIS (1741-1757)

EL FUERTE DEL PASTELILLO. -OTRAS OBRAS

Después del ataque de Vernon quedaron totalmente arruinados el castillo de San Luis de Bocachica, la batería de San José y el fuerte de Santa Cruz. El virrey don Sebastián de Eslava se propuso enseguida reedificarlos, y encargó los planos al ingeniero jefe don Carlos Desnaux, que tanto se había distinguido durante el sitio, al mando de la guarnición de San Luis de Bocachica 13. La Corte, por su parte, tampoco perdió tiempo en dedicar al problema de la defensa de Cartagena la atención que en aquellas circunstancias merecía: dos batallones fueron enviados a reforzar su guarnición y se confió al brigadier don Juan Bautista Mac-Evan la dirección de las fortificaciones de aquella plaza y de otras de las Indias, con el encargo de disponer en ellas lo pertinente y volver a España a rendir informe.Además, el 26 de octubre del mismo año de 1741 se dictó en el Buen Retiro una real cédula, dirigida al ingeniero Desnaux y al mismo Mac-Evan, conteniendo minuciosas instrucciones en orden a la defensa de Cartagena. Se encargaba a éstos reconocer el canal de Bocachica y determinar la manera de fortificarlo, "construyendo en los dos lados que la forman los fuertes, castillos o vaterías que a la vista sobre el terreno se tengan por más apropósito a defender la entrada del puerto, con fuegos que se crucen y la dificulten a qualquiera fuerza marítima que la mande forsar, respecto de ser el único paso de los navíos y de la parte por donde pueda tener riesgo la pérdida de la plaza". Se disponía también que, dentro del re cinto amurallado de la ciudad, se hiciera "un castillo ciudadela, con sus almacenes a prueba de bomba", donde pudiesen los comerciantes poner en resguardo sus mercancías en caso de sitio y donde, en igual circunstancia, pudiese el Gobernador reunir sus fuerzas para una última resistencia. La elección del lugar apropiado para construir estos almacenes se encomendaba al virrey Eslava, previa propuesta de los ingenieros, e igualmente se dejó a su criterio decidir sobre la conveniencia de conservar el castillo de San Felipe o demolerlo, "para que no quede padrastro ni dominio a la fortificación de la plaza". Concluía la real cédula ordenando "que se procure disponer el cerrar inmediatamente la avertura que ha hecho la mar a la parte de Bocagrande..., y se evite el paso de toda embarcación, según conviene". Advertía, además, que antes que llevar a efecto otras obras se atendiera a fortificar el canal de Bocachica "en la forma que se ha tratado con el referido Juan Bautista Mac-Evan y os deve comunicar precisamente"14, de donde se deduce que éste había recibido instrucciones más concretas.El 29 de noviembre de 1742 llegó Mac-Evan a Cartagena y, después de inspeccionar las fortificaciones, comenzó a trabajar en un proyecto general de reconstrucción y reparación de todas las fortalezas15. En julio de 1743 dio cuenta de que el proyecto estaba terminado, con la aprobación del Virrey, y prometía remitir los planos a la Corte en la primera ocasión. Terminado su trabajo en Cartagena, se dispuso a pasar a Portobelo, para disponer, igualmente, un proyecto de fortificación de aquella plaza, según le había ordenado el Virrey 16, y en abril del año siguiente escribió de nuevo desde Cartagena, diciendo que los planos de fortificaciones de ésta y otras plazas de las Indias los enviaría cuando terminase la guerra, para evitar que si caían en manos de los enemigos pudiesen aprovecharse de ellos en perjuicio de España 17.Pocos meses después pudo remitir a la Corte los planos, junto con el informe sobre el proyecto. Sólo se conserva una copia del plano de la ciudad y sus alrededores y la planta y alzados del fuerte de San Sebastián del Pastelillo, construido por orden del Virrey en el mismo lugar que había ocupado el fuertecillo del Boquerón, el más antiguo de los castillos de Cartagena.Ponderaba Mac-Evan en su informe la importancia del fuerte de San Sebastián, que defiende el

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acceso a la plaza por la parte de la bahía y el surgidero, con dieciséis cañones de su frente más largo; otro frente con ocho cañones bate la boca del caño de Gracia y el terreno inmediato, por donde habían desembarcado las fuerzas de Vernon; el cerro de la Popa, la isla de Manga y sus inmediaciones, desde el caño citado hasta el castillo de San Felipe, quedan bajo el fuego de los siete cañones del otro frente. Otra ventaja del fuerte es la de estar dominado por diferentes baterías de la plaza y del arrabal, por lo cual era imposible que los enemigos se mantuviesen en él si lograban tomarlo. Su recinto, de planta irregular adaptada al terreno, está rodeado de muralla sencilla, con aspilleras para fusilería. Se le hizo cuerpo de guardia, alberca, almacén de pólvora y un muelle para desembarcar la artillería y los pertrechos. Las comunicaciones del fuerte con la ciudad no podían interrumpirse sino con la rendición de ésta o aquél 18.En la portada dibujada en al plano figura una cartela con una inscripción: "S. S. 1743", que indica la fecha en que se terminó. Hasta hace poco existía en la portada una inscripción semejante: "San Sebastián-1743"19. El fuerte se conserva en la actualidad tal como aparece dibujado en el plano.Por aquellos años reparó Mac-Evan el baluarte de San José, que estaba arruinado, haciéndole un recalzo en el cimiento y cerrándole las grietas de su muralla con cadenas de cantería; hizo otras obras defensivas de tierra y fajina, en previsión de otro ataque por parte de los ingleses, y levantó dos trechos de "la muralla real de la mar norte".En un informe describe también las obras que proyectaba para la defensa de Getsemaní, a la que daba suma importancia, por las mismas razones que habían inducido al Virrey a construir el fuerte de San Sebastián y reparar el baluarte de San José; o sea impedir el acceso a la plaza si, forzada Bocachica, lograban los enemigos desembarcar en las cercanías de la isla de Manga. Por idénticos motivos juzgaba necesaria la construcción de varias cortinas de muralla y dos baterías 20. Con el fin de aumentar las defensas de la ciudad contra un ataque por parte de tierra, proyectó en 1747 reforzar los flancos de la Media Luna 21.

 

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FIG. 127. Planos del castillo de San Felipe de Barajas, fuerte de San Sebastián del Pastelillo y batería de San José de Bocachica. 1778.

 

13 El Virrey Eslava al Rey, 21-V-1741 (AGI: Santa Fe, 939).

14

URUETA: Documentos..., tomo V, pág. 70.

15

Mac-Evan al ministro Campillo, 18-XII-1742 (AGI: Santa Fe, 940).

16

Mac-Evan a Campillo, 1 Y 18-VI-1743 (AGi: Santa Fe, 940).

17

Carta de 3-IV-1744 (AGI: Santa Fe, 940).

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18

"Relación" de Mac-Evan, 26-VIII-1744 (AGI: Santa Fe, 940)

19

La recogen Urueta y Piñeres: Ob. cit., pág. 79. Hoy no existe.

20

Se citan sus emplazamientos refiriéndolos a un plano general que no se conserva.

21

Efemérides de Cartagena, BH, num. 23 (1919), pag. 455.

EL INGENIERO DON IGNACIO SALA. -LOS FUERTES DE BOCACHICA

En San Lorenzo del Escorial se dictó en 10 de noviembre de 1748 una real cédula nombrando Gobernador de Cartagena a uno de los más competentes ingenieros militares de la época: el mariscal de Campo e ingeniero director de los Reales Ejércitos don Ignacio Sala 22. De noble familia catalana, había nacido Sala en la casa solariega de sus padres, en Linya (municipio de Naves, provincia de Lérida), el 10 de abril de 1686. Iniciada su carrera militar durante la guerra de Sucesión, tomó parte como ingeniero voluntario en las campañas de Cataluña. En 1709 fue promovido al empleo de subteniente de Infantería; estuvo en la batalla de Zaragoza (1710), en la rendición de Brihuega y en la batalla de Villaviciosa. Aprobado por el rey en 1711 el Plan General de Ingenieros, formó parte del primer escalafón del Cuerpo, con categoría de ingeniero en segundo y destino en ejército de Aragón. Tres años más tarde pasó destinado a Andalucía, donde estuvo ocupado en las obras del arsenal de la Carraca y puente de Zuazo. A los treinta y dos años de edad, el 5 de mayo de 1718, fue ascendido a ingeniero en jefe con grado de teniente coronel, y a fines del mismo año pasó de nuevo al ejército de Aragón, sirviendo en Zaragoza, Pamplona y Fuenterrabía. Por su actuación en la defensa de esta importante plaza fronteriza fue ascendido a coronel en 1719.Después de realizar importantes trabajos en Pamplona, que merecieron informes laudatorios del ingeniero general don José Próspero Verboom, pasó otra vez a Andalucía (1723), para dirigir la apertura del canal del río Guadalete, en el Puerto de Santa María, cerca de Cádiz. Dirigió nuevas obras en el arsenal de la Carraca y proyectó el gran edificio de la fábrica de Tabacos de Sevilla. En 1726 fue ascendido a ingeniero director y brigadier de Infantería y, después de tomar parte en el sitio de Gibraltar (1727), volvió a Sevilla para iniciar las obras de la fábrica de Tabacos, en cuya dirección estuvo ocupado desde 1728 hasta 1731.Investido del cargo de director de las fortificaciones de Andalucía, pasó en 1732 a dirigir las obras de la plaza de Cádiz y del arsenal de la Carraca. En enero de 1740 fue ascendido a mariscal de Campo de los Ejércitos, continuando en la capital gaditana hasta su nombramiento para el gobierno de Cartagena de Indias con el ascenso a teniente general 23.Fue, además, don Ignacio Sala, un tratadista de su profesión. Durante los años de residencia en Cádiz dio a la imprenta algunas obras de su especialidad y tradujo al castellano el Tratado de la Defensa de las Plazas, del famoso marqués de Vauban, ingeniero de los ejércitos de Luis XIV, cuya primera edición había aparecido en La Haya en 1737. Don Ignacio Sala amplió esa obra clásica de la arquitectura militar 24, pues como decía el censor don José de Chaves, marqués de Almodóvar, "la perspicaz vista de don Ignacio Sala copió de Vauban luzes, pero en sus addiciones supo añadir resplandores, y aún corregir algún descuydo".El nombramiento de don Ignacio Sala parecía obedecer al propósito de resolver el problema de la defensa de Cartagena, pendiente de solución una vez más por el estado en que quedaron los fuertes de la bahía después del ataque de Vernon. Así lo consideraba, al menos, el propio Sala,

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consciente de su prestigio profesional, según se deduce de una carta en la que decía no dudar de que, entre las instrucciones que esperaba recibir, figuraría la formación de un proyecto general de todas las fortificaciones de la plaza y su bahía 25 .El 21 de noviembre de 1749 tomó posesión don Ignacio Sala de su gobierno 26, y en febrero del año siguiente escribió al marqués de la Ensenada comunicándole sus impresiones sobre Cartagena y sus defensas. Juzgaba inmejorable la situación de la plaza, pero veía en ella dos defectos que le causaban pesar: la mala situación del fuerte de San Sebastián y la abertura de Bocagrande. En su opinión, el fuerte de San Sebastián estaba mal situado, pues sus fuegos no podían enfilar a los navíos que intentasen forzar la entrada al puerto, ya que uno de sus frentes (de cincuenta toesas de largo) miraba hacia el surgidero y el otro (de treinta toesas) hacia la avenida de tierra. En cuanto a la abertura que se estaba formando en Bocagrande, era partidario de cerrarla, antes de que la fuerza del mar la agrandase más.Añadía su carta que había puesto cuatro cañones en la batería de San José Bocachica 27, y estaba madurando un proyecto para fortificar este canal, pero antes de ultimarlo necesitaba saber si se mandaría cerrar Bocagrande, ya que de lo contrario, si ésta continuaba en aumento, variaría todo el sistema defensivo de la bahía y resultaría inútil cuanto se hiciese en Bocachica 28.Elaboraba Sala este proyecto por orden del Virrey, aunque con harta parsimonia, como veremos. Cuando llegó aquél a Cartagena se encontraba en la ciudad el virrey don José Pizarro, el cual le encargó que, de acuerdo con el ingeniero director Mac-Evan, elaborase el plan de defensa de Bocachica. A este fin, estuvieron inspeccionando el canal y sus orillas los dos ingenieros, en compañía del Virrey y de su antecesor, don Sebastián Eslava, que poco tiempo antes le había entregado el mando. Como en esa entrevista surgiesen diferencias de criterio entre ambos técnicos, aquella autoridad les ordenó que estudiasen el asunto y lo sometiesen a su decisión. No se pusieron de acuerdo los ingenieros, por lo que, habiendo reiterado la orden el Virrey, que ya estaba en Santa Fe, en julio de 1750 le envió Sala un proyecto que había formado Mac-Evan y un "dictamen", en el que exponía los puntos en que no estaba conforme con éste.Estudiando el problema planteado por la defensa de Bocachica, partía Sala de una premisa, en su opinión, indiscutible: que los fuegos de costado de un navío eran siempre superiores a los de una batería de tierra, por lo cual ésta era útil solamente en el caso de que sus fuegos pudiesen enfilar a los navíos por la proa o por la popa, disparando sino a su arboladura, para detenerlo en su marcha, "porque un navío desarbolado es como un cavallo sin pies". Partiendo de esta afirmación, opinaba que las baterías de Bocachica debían ser construidas con sus ángulos salientes dirigidos hacia el canal, pues así los fuegos de un frente enfilarían al navío enemigo por la proa y los del otro frente lo enfilarían por la popa si lograba pasar adelante, y en cambio el fuerte presentaba así muy poco blanco a las andanadas de las baterías del buque 29. El Virrey contestó a Sala que le parecía más conveniente la forma propuesta por Mac-Evan, ya que ofrecía la ventaja de que el fuerte podría batir con todos sus fuegos al navío enemigo en el momento de pasar por el canal, con la ventaja, además, de que los tiros de las batería de tierra resultaban siempre más eficaces que los de los navíos, dada la inestabilidad de éstos. Como del informe dedujo el Virrey que el desacuerdo entre Sala y Mac-Evan se refería principalmente a la disposición y forma del fuerte de San Femando, ordenó que en tanto decidían sobre esta divergencia, se diese principio a la fábrica de la batería de San José, siguiendo los planos del ingeniero director, y se llevase cuenta detallada de su costo, a fin de calcular así con la mayor exactitud lo que costaría el otro fuerte.Notificó Sala al Virrey el cumplimiento de esta orden, y las razones expuestas en su anterior dictamen, por lo cual, comprendiendo aquél que nunca lograría unificar los dos criterios, ordenó al Gobernador que hiciese un proyecto para enviarlo a la Corte junto con el de Mac-Evan a fin de que S. M. decidiera, ya que mientras llegaba la decisión real se podría seguir construyendo la batería de San José.Con diversas disculpas eludió Sala el envío de sus planos, a pesar de las reiteradas órdenes del Virrey, y en todas sus cartas expuso nuevas razones en contra del proyecto de Mac-Evan. En febrero de 1751 surgieron nuevas diferencias en cuanto al modo de cimentar la batería de San José: quería el ingeniero director fundarla echando piedra hasta ganar la superficie del agua, y el Gobernador era partidario de edificarla sobre cajones llenos de mampostería, procedimiento que le había dado buenos resultados cuando construyó el muelle de San Felipe, en Cádiz. También

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discrepaban en cuanto al lugar de emplazamiento de la batería, que era tan malsano que los trabajadores enfermaban a los pocos días de llegar, como había sucedido al ingeniero Hernández, al sobrestante de la obra y a muchos operarios.Nuevamente insistió el Virrey en que le enviase sus planos, sin que el Gobernador se diese prisa por obedecer. Por fin, en abril del citado año le comunicó que había pasado a Bocachica para disponer su proyecto e inspeccionar los cimientos de la batería de San José, comenzados bajo la dirección de Hernández, porque Mac-Evan estaba gravemente enfermo 30. En su carta hacía constar la conveniencia de que todo el cimiento de la batería se hiciese de una vez hasta la superficie del agua, construyendo el contorno exterior con grandes piedras desbastadas y unos cajones con mampostería en los ángulos, rellenando después este circuito con piedra gruesa, cascotes procedentes de la demolición del castillo de San Luis y piedra menuda, a fin de que todo, después de fraguado, formase una sólida plataforma 31. Así se construyó, como veremos.A pesar de todo, no envió los planos el Gobernador, y, así las cosas, recibió una real cédula dada en Aranjuez el 12 de mayo, por la cual se le concedían amplias facultades para que, sin más dependencia que la debida al Virrey, dispusiese la construcción de las obras que juzgase necesarias para fortificar la plaza y cerrar Bocagrande, así como también para librar en las Cajas Reales las cantidades necesarias para costearlas32. Al recibir la notificación de esta cédula, juzgó el Virrey que las sucesivas excusas de Sala y su resistencia a enviarle los planos no eran más que pretextos para dar tiempo a que llegase la cédula concediéndole la amplitud de facultades que éste había pretendido desde que llegó al gobierno 33. Fuese así o no, lo cierto es que el 30 el septiembre de 1751 apareció el tan deseado proyecto de Sala, con un plano (fig. 116) y una "descripción" explicativa.

FIG. 116. Planos del Fuerte de San Fernanado y baterías de San José y Santa Bárbara, según el proyecto de don Ingacio Sala para la defensa del canal de Bocachica. 1751.

 

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22 AGI: Santa Fe, 940. Por Real Cédula de 7-II-1749 se le aumentó a 7.500 pesos anuales el sueldo de 2.000 señalado en el

nombramiento, "atendiendo a los singulares méritos que concurren en este oficial para distinguirle" (AGI: Santa Fe,

1.009).

23

CUEVAS ALCOBER: Un ejemplar español de arquitectura industrial del siglo XVIII , publicado por la Asociación Nacional

de Ingenieros Industriales (Madrid, 1946), pág. 18 y ss.

24

Publicada en Cádiz por Pedro Gómez de Requena, impresor mayor, 1743.

25

Creyéndolo así, solicitaba le permitiesen llevar a Cartagena al ingeniero ordinario don Manuel Hernández, que aunque

estaba destinado en Canarias, pasaría gustoso en su compañía si se le daba un regular ascenso (carta de Sala, en

Cádiz, 7-I-1749; AGI: Santa Fe, 940). Accedió el rey al cambio de destino del citado ingeniero -no consta si también le

concedió el ascenso-, a condición de que se enviara a aquellas islas quien le sustituyen (minuta de respuesta a Sala,

Madrid, 14-I-1749; AGI: Santa Fe, 940).

26

Testimonio del acta de toma de posesión ante el Cabildo (AGI: Santa Fe, 1.000).

27

Seguramente se le habrían hecho algunos reparos después del ataque de Vernon.

28

Sala a Ensenada, 13-II-1750 (AGI: Santa Fe, 940).

29

AGI: Santa Fe, 940.

30

No se repuso de su enfermedad y falleció el 28 de abril, según escribía Sala al virrey en 2-VIII-1751 (AGI: Santa Fe, 940).

31

El Virrey a Ensenada, 2-X-1751, con copias de las cartas cruzadas entre aquél y Sala desde junio de 1750 hasta mayo de

1751 (AGI: Santa Fe, 940).

32

Minuta de RC, a Sala, 12-V-1751 (AGI: Santa Fe, 940).

33

El Virrey a Ensenada, 2-X-1751 (AGI: Santa Fe, 940).

Proyectaba fortificar el canal de Bocachica construyendo el fuerte de San Fernando y la batería de Santa Bárbara en la orilla Norte, y la de San José en la opuesta. Al recinto antiguo de ésta le unía una nueva batería, con dos frentes de ángulo, uno de cuarenta y cinco toesas de largo, capaz para trece cañones, dirigidos hacia la entrada del canal, y otro de veintiséis toesas, con siete cañones, mirando hacia la parte interior del puerto. Mac-Evan había proyectado un solo frente, con lo cual no se conseguía lo que Sala preconizaba, o sea que los fuegos estuviesen enfilados de tal manera

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que pudiesen batir al navío enemigo por la proa y por la popa, al entrar en el canal o al pasar hacia el interior de la bahía, respectivamente (véase figura 125). Esta batería no había de tener terraplén, como proyectaba Mac-Evan, sino sus muros a flor de agua, para ofrecer menos blanco al enemigo. En el recinto antiguo disponía Sala ocho bóvedas a prueba de bomba: cinco para alojamiento de los soldados, una para el oficial, otra para cisterna y otra para cocinas del oficial y de la tropa; las puertas y ventanas de estas dependencias se abrían hacia la parte opuesta al canal, a fin de que estuviesen resguardadas, y para mayor ventilación disponía también ventanas hacia la parte del canal, que podrían terraplenar fácilmente en caso necesario o servir de troneras para cañones, aunque no era partidario de esto, porque creía inútil dirigir los tiros al costado de los navíos. Todo "este cuerpo de bóvedas -decía- cubre en caso de función el almacén de pólvora a prueba", de donde se deduce que éste estaría situado en un lugar más resguardado, quizá subterráneo.

FIG. 125. El canal de Bocachica y sus fortificaciones, por don Antonio de Arévalo. 1759.

En la otra orilla del canal situaba la batería de Santa Bárbara, que constaba de un frente de cuarenta toesas de largo, con doce cañones dirigidos hacia la entrada de aquél para hostilizar a los navíos en la misma forma que los de San José. Cerraba su espalda una pared con troneras, y adosada a ella habían de estar el aljibe, dos habitaciones para oficiales, el cuerpo de guardia, un cobertizo para resguardar la artillería y el almacén de pólvora, a prueba de bomba, "que coloco a la parte del monte". Un foso la aísla por esta parte.En esta misma banda del canal, en la cima de un pequeño cerro que domina la campaña circunvecina 34, situaba el fuerte de San Fernando, formado por un frente de hornabeque mirando

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hacia la campaña, con nueve bóvedas a prueba de bomba, que tendrían troneras para su ventilación y defensa. En la parte que mira al mar disponía una plaza de armas, de anchura igual a la longitud del hornabeque, y otro tanto de largo "hasta la tangente del medio círculo que forma esta batería a barbeta, con su terraplén", y en ella colocaba un aljibe. Todo el castillo estaría circundado por un foso, sin camino cubierto, ya que lo juzgaba innecesario, puesto que los navíos tendrían que entrar bajo los fuegos de las baterías, o bien desembarcar gente para sitiar. Parece deducirse de esto que el castillo, por estar situado en un plano más alto que los navíos, no podría ser hostilizado desde éstos, y así, su misión primordial era la defensa del canal si los enemigos trataban de desembarcar para rendir por tierra las baterías y dejar franco el paso a la bahía. Terminaba el Gobernador su informe condicionando, una vez más, la eficacia de estas fortificaciones, a una obra previa: la de cerrar Bocagrande 35.En carta de 30 de noviembre del año de referencia comunicó Sala al marqués de la Ensenada el envío de los planos y descripción de Bocachica. Particularmente le remitió, con esta carta, un "planito particular" de la batería de San José de Bocachica, para que viese el estado en que se encontraban sus cimientos, y le significaba que como "luego se empezarán los parapetos de ella, está en su ánimo emprehender el almazén de pólvora luego de perfeccionados los sobredichos parapetos y su explanada"; y si entre tanto no resolvía el rey la aprobación de la obra, sería preciso hacer después "las bóvedas a prueva de este fuerte, respecto que considero no se pueden colocar en otra forma más conveniente" 36.En el plano se representa, en la planta y corte transversal, el cimiento de la batería, que se estaba construyendo tal como había propuesto el Gobernador al Virrey dos meses antes: dos muros de gruesos sillares, reforzados con cajones de mampostería en los ángulos y el interior macizado. La disposición de las baterías en ángulo, unidas a la antigua, es también la que había propuesto don Ignacio Sala.La obra continuó sin perder tiempo. En enero de 1752 estaba a punto de terminarse el cimiento y alcanzaba una vara de altura el parapeto del frente más largo. El ingeniero Arévalo-director inmediato de la obra- calculaba que en febrero estarían acabados los parapetos y se podría comenzar a hacer los merlones 37. En marzo estuvo el Gobernador en Bocachica y encontró muy adelantados los trabajos. Arévalo había instalado un horno de ladrillos y tenía a sus órdenes unos doscientos cincuenta obreros, entre forzados y esclavos, además de varios maestros albañiles contratados en la ciudad. Por ese tiempo era Bocachica el castigo de los maleantes: "a todos los que cometen por acá alguna picardigüela-escribía el Gobernador-los envío a Bocachica por el tiempo correspondiente a su delito" 38. Dos meses después la batería estaba "perfizionada, con sus troneras, merlones, banquetas de ormigón bien acondizionado, y todo sacado a plana"; se trabajaba entonces en los fundamentos de las bóvedas y "cubierto para su artillería", para que, interinamente, pudiese servir de alojamiento al oficial y tropa de aquel puesto 39. Como se ve, lo más importante de la batería estaba terminado, sobre todo la cimentación, que era la obra más difícil.En julio del citado año se comunicó al Gobernador y al Virrey la real resolución referente a los proyectos sometidos a su dictamen. Fue elegido el de Mac-Evan, por considerarlo de menos costo y más eficacia, aunque reconocía S. M. que ambos eran dignos de celo y competencia de sus autores 40. Esta resolución se refería solamente a la situación y forma del fuerte de San Fernando, principal objeto, al parecer, del desacuerdo de Mac-Evan y Sala. La batería de San José se continuó tal como estaba comenzada, o sea según la había proyectado éste 41.Por aquella fecha, terminada la cimentación de la batería de San José, se comenzó a construir la de Santa Bárbara, por haberlo dispuesto así el Virrey, juzgando que sería de gran utilidad, cualquiera que fuese el proyecto que aprobase la Corte. Cuando recibió el Virrey la orden en que se le comunicaba la elección del proyecto de Mac-Evan, la transmitió al Gobernador, y dispuso que cesase la obra de Santa Bárbara y todos los operarios pasasen a emprender la fábrica del fuerte de San Femando. A la sazón, dicha batería estaba casi concluida, no faltándole más que "las embarazaduras o merlones, obra que en cualquiera ocurrencia se puede suplir con zestones llenos de tierra" 42.Cuando recibió don Ignacio Sala la carta en que el ministro Ensenada le comunicaba la elección del proyecto del difunto Mac-Evan, le contestó que no sentía pesadumbre por ver rechazado el

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suyo, sino por lo que consideraba conveniente al real servicio, dados los defectos que tenía el plan elegido, sobre todo por situar el fuerte de San Fernando a la orilla del mar, sobre un lecho de arena difícil de cimentar, dominado por el terreno del contorno y expuesto a que si los enemigos desembarcaban en la isla de Tierra Bomba y ponían batería pudiesen batirlo fácilmente, cortando, además, a la guarnición, la retirada por tierra 43.No obstante, dio principio al fuerte de San Fernando siguiendo el proyecto aprobado, "a excepción de haber trazado el todo del fuerte un poco más adentro por... haver encontrado variazión en la playa y haverse lleuado parte de ella un pequeño uracán"44. Las obras comenzaron el 12 de mano de 1753 45. A fines de 1752 marchó el Gobernador a Portobelo, en unión del ingeniero Hernández, para disponer las fortificaciones de aquella plaza, quedando encargado interinamente del gobierno de Cartagena el teniente del Rey don Fernando Morillo de Velarde 46. Mediado el año siguiente ya estaba de nuevo Sala en Cartagena, pues escribía al marqués de la Ensenada enviándole un plano expresivo del estado en que se encontraba, a la sazón, el cimiento de la muralla del fuerte de San Fernando, que se iba haciendo a costa de crecidos gastos, "por lo mucho que cuestan sus excavaciones y el excesivo trabajo de agotarlos a fuerza de bombas" 47. Solamente estaba hecho el cimiento de uno de sus baluartes, según se ve en el plano referido, levantado por el ingeniero don Antonio de Arévalo, que dirigía la obra.Antes de marchar a Portobelo debió solicitar su relevo, y es posible que en esta decisión influyese la de la Corte, al rechazar su proyecto y preferir el de Mac-Evan. En marzo de 1753 fue nombrado para sustituirle el brigadier don Diego Tabares. Al comunicar a Sala la concesión del traslado que había pedido, se hacía constar que "Su Magestad queda mui satisfecha del celo y amor con que Vuestra Exciencia le ha servido" 48. El 17 de noviembre del mismo año cesó en el cargo, y el 28 de marzo del año siguiente embarcó para España en el navío holandés "La Unión" 49. Pocos meses después de su llegada, el 18 de octubre de 1754, murió en Cádiz50.

34 Para la situación de estos fuertes, véase la figura 125. Cfr. también informe de Arévalo sobre la batería de Santa

Bárbara, 15-I-1759 (AGI: Santa Fe, 943), publicado por MARCO: Ob. cit., pág. 239 y ss.

35

"Descripción de la canal de... Bocachica...con el proyecto de fortificaciones que necesita...", 3O-X-1751 (AGI: Santa Fe,

943).

36

Sala a Ensenada, 30-X1-1751 (AGI: Santa Fe, 943).

37

Arévalo al Virrey, 24-I-1752 (AGI: Santa Fe, 943).

38

CORRALES: Efemérides y anales del Estado de Bolívar, tomo I, pág. 421.

39

Sala a Ensenada, 14-V-1752 (AOl: Santa Fe, 940).

40

Minutas de cartas al Virrey y al Gobernador, 1-VII-1752 (AGI: Santa Fe, 943).

41

Informe de Arévalo sobre la batería de Santa Bárbara, citado en nota 34.

42

El Virrey a Ensenada, 30-X-1752 (AGI: Santa Fe, 943).

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43

Sala a Ensenada, 30-IX-1752 (AGI: Santa Fe, 943).

44

Sala a Ensenada, 24-VII-l 753 (AGI: Santa Fe, 943).

45

Efemérides de Cartagena, BH, núm. 23 (1917), pág. 456.

46

El Virrey a Ensenada, 8-I-1753 (AGI: Santa Fe, 941).

47

Sala a Ensenada, 14-VI-1753 (AGI: Santa Fe, 943).

48

Minuta de carta a Sala, 14-III-1753 (AGI: Santa Fe, 1.009).

49

Tabares al Virrey, 10-III-1754 (AGI: Santa Fe, 943).

50

CUEVAS ALCOBER: Ob. cit., pág. 39.

EL INGENIERO DON LORENZO DE SOLÍS

En 1752 fue nombrado director de las obras de Cartagena y ascendido a brigadier el ingeniero don Lorenzo de Solís, que pasó a ocupar la plaza vacante por fallecimiento de don Juan Bautista Mac-Evan. Las noticias que tenemos de Solís se remontan a 1726, cuando aparece destinado en Cataluña. Sirvió después en Cádiz y en Sevilla, donde fue ascendido (1733) a ingeniero en segundo. Pasó más tarde a Italia, donde tomó parte en diversas acciones de guerra, y hallándose de regreso en Barcelona, en 1733, fue destinado a Mallorca. Dos años después le nombraron ingeniero comandante de la plaza de Ceuta, en la que proyectó importantes obras de fortificación. Destinado más tarde a Cartagena de Levante (1742) y a Andalucía (1744), en esta Comandancia General de Fortificaciones sirvió varios años, teniendo a su cargo obras militares en el Campo de Gibraltar y en Tarifa. Fue elegido para elaborar un "proyecto de Sorpresa" para apoderarse de la plaza de Gibraltar, realizándolo a satisfacción de sus superiores y, hallándose en Sevilla, fue destinado a Guipúzcoa, donde se le encomendó la reparación de los baluartes de Santiago y San Felipe, de San Sebastián 51.Al ser nombrado Solís para la dirección de las fortificaciones de Cartagena debió solicitar permiso para llevar consigo a su nuevo destino algunos operarios y técnicos de su confianza, pues por real cédula de 28 de abril de dicho año se concedió licencia para que embarcasen con él en Cádiz y fuesen a servir en Cartagena varios artífices que antes habían trabajado a sus órdenes. Eran éstos: Bartolomé de los Heros, de veintiocho años de edad, "práctico en obras y aparejador de las que se fundaron en Guipúzcoa" bajo la dirección de Solís; don Francisco de la Riva, arquitecto, inteligente en obras de edificios civiles; don Francisco Manuel Morán, de veinte años, "manuense

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de pluma y con algunos cortos principios del dibujo de planos liñeados"; y Juan Fernández, cerrajero hábil en la ejecución de herrajes para las máquinas de achicar el agua de los cimientos de las obras fundadas en la orilla del mar, "y para las que se estilan en su zarpeado y pilotis ya experimentado por Solís en Guipúzcoa"52.El 12 de junio embarcó Solís en Cádiz, y cuarenta días después llegó a Cartagena. En agosto escribió al marqués de la Ensenada dándole cuenta de la incorporación a su destino 53, y poco después suplicaba al Virrey que solicitase de la Corte el destino a Cartagena de dos ingenieros subalternos, uno que sirviese para delineador y otro práctico en operaciones geométricas e inteligente en construcciones, para que pudiese alternar con Arévalo, que tenía a su cargo la dirección inmediata a de las obras de Bocachica 54. La misma petición, hizo directamente a Ensenada, significándole la falta que hacían ambos técnicos, ya que las obras pendientes ocuparían cuatro años de trabajo intenso. Parece ser que la Corte atendió, al menos en parte, lo solicitado, pues dispuso que el ingeniero ordinario don Manuel Vallejo, que había sido destinado a Portobelo, fuese a servir en Cartagena 55.

51 ALDERON QUIJANO: Ingenieros militares en Nueva España, en "Anuario de Estudios Americanos", tomo VI (1949),

págs. 68- 70.

52

A Santa Fe, 941. No he hallado más noticias documentales referentes a estos artífices, por lo que me pregunto si

pasarían efectivamente a Cartagena.

53

Solís a Ensenada, 10-Vll-1753 (AGI: Santa Fe, 291).

54

Solís a Ensenada, 7-IX-1753 (AGI: Santa Fe, 941).

55

Arriaga a Ensenada, Cádiz, 26-II-1754 (AGI: Santa Fe, 941).

EL "PROYECTO GENERAL"

No concretó Solís sus actividades de ingeniero director a la continuación de los fuertes de Bocachica y a la obra del malecón de Bocagrande, de que hablaré luego. Muchos problemas había pendientes de resolución en las defensas de Cartagena y se hacía preciso la formación de un amplio y detallado proyecto general de fortificación, pues si bien su antecesor, Mac-Evan, había elaborado uno, no se encontraban en los archivos de la dirección de las obras los planos y diseños a él referentes ni dato alguno acerca del juicio que a la Corte hubiera merecido dicho proyecto. Por esas razones, Solís, siguiendo en todo las instrucciones dictadas a su antecesor, formó un proyecto general, del que sólo conozco dos planos, suficientes, sin embargo, para dar idea de su importancia y magnitud.Hizo Solís un estudio acertado de la ciudad y sus puntos vulnerables. Eran éstos: la Media Luna de San Antonio, el baluarte de San José y la cortina de muralla que unía los baluartes de San Pedro Mártir y San Lucas. La Media Luna era, para Solís, el punto que ofrecía más fácil y cómodo ataque al enemigo que hubiese podido forzar la entrada a la bahía y rendir el castillo de San Felipe de Barajas, y no se equivocaba, pues la experiencia lo había demostrado dos veces: Pointis rindió a Cartagena tras de abrir brecha en la Media Luna, y lo mismo hubiese logrado Vernon a no haberse estrellado ante la heroica resistencia que le opuso el castillo de San Felipe.Proponía Solís en su proyecto añadir a la Media Luna los baluartes de Santa Bárbara y Santa

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Teresa, "ambos con flancos curvos retirados, cubiertos con sus orejones para que no puedan ser fácilmente vatidos en brecha; los que... dificulten al sittiante el asalto, disputándoselo largo tiempo, y consiguientemente el progreso de su conquista..., cuyas cortinas interceptas, la una entre el baluarte referido de Santa Bárbara.., y el baluarte de San Joséph..., oy de inútil servicio como existe; y la otra la que media entre el proyectado baluarte de Santa Teresa..., a la yzquierda de la referida Media Luna..., y el baluarte llamado Chambacú..., que también se propone agrandar, mejorándolo con la disposición que se manifiesta". Como si bien tenía dicha Media Luna una obra avanzada, era ésta tan reducida que no bastaba a cubrirla, incluía en el proyecto un rebellín "capaz y estendido, con flancos, foso, puente estable y levadizo, con su glasis", para protección de aquélla e impedir al enemigo batirla con artillería.Para poner en servicio el baluarte de San José proponía hacerle un revestimiento exterior, "dando dos pies y medio de más gruesso al recinto magistral en el nibel del cordón; y a su base el gruesso correspondiente al quinto de declivio de su alto con las trabazones internas de buenos sillares a cola de golondrina cortadas que unan y sujeten la mampostería vieja con la nueba, a fin de que otra vez, ni jamás se inutiliza por el empujo de las tierras, como al presente sucede".Las cortinas entre los baluartes de San Pedro Mártir y San Lucas forman un ángulo entrante, por el cual se podía atacar a la plaza sin necesidad de tomar el castillo de San Felipe ni la Media Luna, ya que dicho ángulo estaba fuera del alcance de los fuegos del castillo, quedando así una zona muerta, donde el enemigo podría atrincherarse con " trabersas tornantes, dobles y directas", aprovechando para ello los buenos materiales-tierra y fajina-que abundaban en la inmediata manga de Angola Para defender ese punto vulnerable del recinto proyectaba Solís cubrirlo con una contraguardia.Además, proyectó Solís la construcción de unos cuarteles, con capacidad para mil hombres, y unos almacenes para víveres y pólvora, en los baluartes de Santa Bárbara y Santa Teresa, a los flancos de la Media Luna. Parece ser que el Gobernador insinuó que no se hiciesen en dichos baluartes, sino en otra parte de la ciudad, y entonces Solís situó el cuartel en el espacio "que haze frente a la cortina y baluarte de San Pedro Mártir", y los almacenes " en los cocales que están junto al baluarte de Santa Catalina". Como complemento de todo este plan general de defensa propuso también el ingeniero que se cerrase con muralla el portillo que continuaba abierto en la Marina, entre los baluartes de Santa Clara y Santa Catalina 56.Quizá introdujese Solís algunas variantes a este primer proyecto, ya que los planos están fechados casi un año después, en 1755. Bastarían éstos para acreditar los conocimientos técnicos del ingeniero director de las obras de Cartagena, si no tuviésemos también testimonios de las que llevó a cabo en el malecón de Bocagrande. Se ve en ellas el fruto de un detenido estudio, que se traduce en el más acertado aprovechamiento del terreno para sacarle el mayor partido posible. Los planos de la Media Luna nos muestran los baluartes proyectados para defenderla por los flancos. La parte señalada con la letra G debe corresponder, indudablemente, al primitivo baluarte que edificó Francisco de Murga, el mismo en que abrió brecha la tropa de Pointis.Los baluartes de Santa Teresa y Santa Bárbara tienen sus cortinas y orejones dispuestos de tal modo que impiden al enemigo el asalto y el tiro directo para hacer brecha, ya que no dejan ángulos muertos. En vez de estar terraplenados, ocupan su interior diversas dependencias cubiertas con bóvedas a prueba de bomba: en el baluarte de Santa Bárbara, una puerta conduce a una batería baja, subterránea, con cuatro cañones, e inmediata a ésta se encuentra el almacén para la pólvora; ocupan el resto del baluarte diez estancias abovedadas, "para los retenes y tropa de descanso", y otras siete para almacenes de víveres, un aljibe capaz para abastecer de agua a toda la guarnición de Getsemaní y un amplio "parque y taller de Fortificación, Artillería y Maestranza universal", para repuestos de madera, hierro, herramientas y toda clase de útiles necesarios en caso de sitio. El baluarte de Santa Teresa tiene, en análoga disposición, otra batería subterránea para igual número de cañones, un almacén de pólvora para el repuesto de todas las baterías de Getsemaní y cuatro salas abovedadas para hospital de sangre, con despensa y cocinas para su servicio.El otro plano que se conserva del proyecto general muestra en planta y corte transversal la contraguardia, el cuartel y los almacenes para víveres y pólvora. La contraguardia tiene dos frentes de ángulo, capaces para siete cañones cada uno, dispuestos casi perpendicularmente a las cortinas, que forman un ángulo muerto entre los baluartes de San Pedro Mártir y San Lucas. Tiene

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almacén para pólvora, cuarto para oficial y cuerpo de guardia, situado en la plaza baja, que comunica, mediante una rampa, con la parte alta donde están las baterías. Un puente levadizo la pone en comunicación con el recinto de la plaza.El almacén de pólvora consta de tres naves, cubiertas con bóvedas ligeramente apuntadas-separadas entre sí por arcos-, que descargan en muros reforzados por contrafuertes. Son de notar los respiraderos que hay en los muros de descargo, que contrastan con las ventanas que se abren en los muros que cierran los extremos de las bóvedas, como si esta curiosa disposición se hubiese dado para que en caso de incendio o explosión los gases de la combustión hallasen fácil salida rompiendo estos muros y quedasen intactas las bóvedas, ocasionándose así el menor destrozo posible. Todo el almacén está cercado por un muro, que tiene garitas en dos de sus ángulos. Exteriormente está adosada una dependencia que debe ser el cuerpo de guardia.El almacén de víveres tiene una especie de pórtico con pilares, al cual se abren las puertas que dejan paso a seis naves, comunicadas todas entre sí y cubiertas con bóvedas apuntadas. En todos los muros se abren ventanas, y los de descarga de las bóvedas tienen gruesos contrafuertes.El cuartel es mucho más amplio: a ambos lados de su entrada hay dos habitaciones seguramente cuerpo de guardia, y después se pasa a un gran patio claustrado con dos alas, formada cada una por seis naves cubiertas con bóvedas apuntadas. También hay ventanas en todos los frentes y contrafuertes en los muros de descargo.El plan general de fortificaciones proyectado por Solís no se llevó a efecto en su totalidad, pero el ingeniero don Antonio de Arévalo construyó, unos lustros más tarde, los cuarteles de "Las Bóvedas", utilizando en parte los planos de su antecesor, como veremos.

56 Proyecto de Solís e informe del Gobernador, 5-X-1754 (AGI: Santa Fe, 943).

EL DIQUE DE BOCAGRANDE

Ya hemos visto en capítulos anteriores cómo por el naufragio de unos navíos en Bocagrande, a mediados del siglo XVII, se formó un banco de arena que obstruyó por completo la entrada del canal, originando la formación de un istmo que convirtió a la isla de Tierra Bomba en una península. Un siglo después de aquel suceso, cuando después de tanto pesar opiniones de técnicos y peritos se había decidido respetar los hechos consumados, el canal se estaba abriendo de nuevo y amenazaba trastornar completamente el sistema defensivo de la bahía de Cartagena, pues si llegaba a hacerse practicable para toda clase de navíos, de nada servirían las fortificaciones de Bocachica.Según escribía el Gobernador don Ignacio Sala al marqués de la Ensenada en 1750, la nueva abertura de Bocagrande tuvo su origen en un pequeño canal que habían hecho para que pudiera pasar a Playa Grande el bote del navío "África", que tuvo a su cargo la defensa de aquel lugar cuando el ataque de Vernon 57. Como, además, en aquella ocasión, cortaron los manglares que cubrían el istmo de arena, el temporal que se desencadenó el 2 de febrero de 1739 agrandó el canalito y abrió otros, que fueron aumentando con la corriente de las aguas y las mareas. Pocos meses después de aquel suceso, el teniente de Artillería don José de Herrera y el capitán de navío don Francisco Ovando reconocieron la abertura y comprobaron que se había extendido hasta setecientas brazas de anchura, con una de fondo 58. Proyectó Herrera cerrarla "con dos estacadas paralelas que corriesen por todo el baxo de un extremo a otro de la boca, encintadas y enriostradas y lleno de hueco, o intradós de piedra seca" (véase fig. primera del plano reproducción en la fig. 133), cuyo costo ascendía, según sus cálculos, a unos treinta mil quinientos pesos. Poco después, el ingeniero don Juan Sobreville calculó en ochenta mil pesos la realización del mismo sistema ideado por Herrera, cuyo exceso sería debido bien a alguna mejora introducida en el proyecto o bien a lo que entonces hubiese aumentado la boca en longitud y profundidad.

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FIG. 133. Plano de Cartagena y sus inmediaciones y planos particulares del dique de Bocagrande. 1769.

Pronto debió tener la Corte noticia del accidente ocurrido en el istmo, pues en las instrucciones que dio a los ingenieros Desnaux y Mac-Evan el 16 de octubre de 1741 -al ser destinado éste a Cartagena- les encargaba "disponer el cerrar inmediatamente la abertura hecha por el mar en la parte de Bocagrande, para que no se aumente y se evite el paso de toda embarcación, según conviene". En consecuencia, a poco de llegar Mac-Evan y Arévalo a la ciudad, en unión de Desnaux midieron la boca, y la hallaron de una anchura de setecientas toesas y poco más de dos brazas de fondo. Este propuso cerrarla -de un modo semejante al ideado por Herrera- con dos estacadas de madera de corazón, "encintadas, enrriostradas y forradas interiormente de tablas de cuenta de cedro, llenando el intradós de piedra seca" (fig. 133, fig. segunda del plano), cuyo costo calculó en ciento treinta mil pesos. Mac-Evan hizo un cálculo más elevado, pero no propuso método para cerrarla, porque juzgaba que "apenas dependía una pequeña parte de la defensa de esta plaza de estar o no cerrada esta boca" 59.De estos estudios nada se adoptó en definitiva, y el canal siguió agrandándose. Cuando don Ignacio Sala llegó a Cartagena en 1749, la anchura era casi doble de la que habían medido los ingenieros arriba citados, pues alcanzaba mil trescientas toesas y el fondo estaba a dos brazas en las partes menos profundas. Sala se mostró desde un principio partidario de cerrarla, y así lo hizo constar al marqués de la Ensenada, aunque consideraba que la obra sería larga y no exenta de dificultades 60. Ideó un método más sencillo y de menos costo que los propuestos por sus antecesores -cuya realización evaluó en sólo treinta mil pesos- , consistente en un dique formado

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por cajones sencillos de madera de mangle llenos de fajina y piedra (fig. 133, figura tercera del plano), "para detener la arena que la mar conduxese y, acantonándola a dichos caxones, los abrigase y formase playa seca". El 12 de marzo de 1750 dio principio a la obra 61.Dos meses después había podido comprobar que se iban acumulando arenas junto al dique, y esperaba que la obra costaría menos de lo calculado, pero se hacía muy lentamente, pues sólo era posible trabajar en ella durante la época de las "brisas", y siempre estaba expuesta a que los temporales la retrasasen o interrumpiesen62. En noviembre se había cerrado un trecho de noventa y dos toesas, con poco menos de mil pesos de gastos 63. La real cédula de 12 de mayo de 1751, citada en otro lugar de este capítulo, concedió al Gobernador amplias facultades en su cargo de director de las obras militares de la plaza y le ordenó terminar "la importante obra de cerrar a Bocagrande", lo cual implicaba la aprobación de cuanto había hecho anteriormente 64. Pero a fines de 1750 fue preciso suspender la construcción del dique para activar las obras de los fuertes de Bocachica, y un violento "norte" lo maltrató tanto a principios de 1752, que cuando se reanudaron las obras, en noviembre del año siguiente, estaba casi destruido.Se trabajó durante más de un año bajo la dirección de don Lorenzo de Solís, siguiendo en todo "lo que estilaba y había dirigido" don Ignacio Sala, pero en febrero de 1754, advirtiendo Solís que éste no era práctico, discurrió y propuso al gobernador don Diego Tabares hacer "una ballada por lo largo del ancho de dicha Boca, extendida con caxones volantes de madera mangle", llenos de fajina y piedra, "bien enrriostrados y asegurados con mordazas, altos lo que permita el baxo hasta el nivel de la marea alta con el quarto de su alto de talúes o declibio por todos sus quatro lados", con lo cual juzgaba que se podría impedir la navegación. De acuerdo con el Gobernador, se puso en práctica este proyecto por aquella fecha, y en octubre del mismo año se había construido seiscientas cincuenta varas de dique, formado por sesenta cajones colocados a trechos de veinticinco varas. No prosperó el proyecto, pues pudo observar Solís que, a los pocos meses de colocar los cajones, eran destruidas las maderas por la "broma", en vista de lo cual, desengañado de sus buenos propósitos, mandó cesar la obra, dejando solamente en ella un corto número de trabajadores para que reparasen los tramos del dique que fuese destruyendo la resaca, e hiciesen ciertas obras conducentes a la conservación de la considerable playa que se había formado. Fracasó en nuevas tentativas por culpa de los vendavales, pero no cejó en su empeño: de acuerdo con el Gobernador hizo construir dos cajones volantes, "uno de madera canalete y tabla de seyba" y el otro "de corazón colorada y tablazón de sedro", que convenientemente calafateados se pusieron en el bajo de Bocagrande en agosto de 1755; uno estaba lleno de mampostería ordinaria y el otro de una mezcla de arena, polvo de ladrillo y cal. Un año después se reconocieron los cajones en presencia del ingeniero, sobrestante y albañiles, y los hallaron "de dura y permanente consistencia", por lo cual, comprobada la eficacia de su idea, la sometió Solís al dictamen del Virrey, a quien envió un informe y unos planos 65.En agosto de 1757, el ingeniero director levantó un plano de Bocagrande, que envió al ministro don Julián Arriaga en octubre 66, para que viese la disposición y corte transversal de los cajones que proyectaba colocar para formar el dique. Se indica en el plano la playa que se había formado con el trozo de dique construido anteriormente, los cajones volantes de mangle destruidos por la mar y los otros dos, de madera de corazón, llenos de mampostería que se habían puesto dos años antes. Ciento cuarenta y dos cajones, iguales a éstos, formarían el dique proyectado, formando una barrera desde donde terminaban los cajones de mangle hasta la punta de la isla de Tierra Bomba. Se indica también en el plano la situación de las ruinas del castillo antiguo de San Matías; en la explicación de aquél se cita una batería arruinada en la punta de Tierra Bomba, que no sería otra que la antigua plataforma Santángel construida por Cristóbal de Roda.Ninguna resolución recayó sobre el proyecto de Solís, y las obras quedaron paralizadas al marcharse éste destinado a Veracruz en 1757, dos días después de remitir el plano a la Corte 67.

57 Así fue, en efecto. Véase el plano de 1739, donde se ven el navío y el canalito.

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58

Solís a Ensenada, 13-II-1750 (AGI: Santa Fe, 940).

59

"Discurso...para la inteligencia del estado en que se halla la abertura...de Bocagrande...", por Arévalo, 19-VII-1769 (AGI:

Santa Fe, 945). Publicado por MARCO: Ob. cit., págs. 253 -262.

60

Sala a Ensenada, 13-II-1750 (AGI: Santa Fe, 940).

61

Documento citado en la nota 59.

62

Sala a Ensenada, 6-V-1750 (AGI: Santa Fe, 940).

63

Sala a Ensenada, 20-XI-1750 (AGI: Santa Fe, 940).

64

Documento citado en la nota 59.

65

Informe de Solís, 7-X-1756 (AGI: Santa Fe, 943). Lo publicó CUERVO: Colección de documentos inéditos para la

Geografía y la Historia de Colombia, tomo II (Bogotá, 1891), pág. 222 y ss.

66

Solís a Arriaga, 13-X-1757 (AGI: Santa Fe, 943).

67

Embarcó para el puerto mejicano en el navío "Tridente", el 15 de octubre de 1757 (Los Oficiales Reales de Cartagena al

rey, 21-IV-1758; AGI: Santa Fe, 941).

CONCLUSIÓN DE LOS FUERTES DE BOCACHICA

A principios de 1754 informaba Solís de las obras que se hacían en Bocachica, y sometía al juicio de la superioridad ciertas reformas que, sin alterar substancialmente los planos de Mac-Evan, creía imprescindible introducir en la fábrica del fuerte de San Fernando.En primer lugar exponía que como de continuarse el baluarte del Rey, de dicho fuerte (el de la izquierda, mirando hacia la campaña), tal como estaba fundado, quedaría "tan reducido e incapaz de servir útilmente", había ordenado parar las obras de él y continuar las del resto del fuerte, sin alterar en nada "la restante figura que forma el rezinto magistral", pues consideraba más conveniente abandonar lo que estaba hecho del baluarte-cinco hiladas de cantería-que proseguirlo sin agrandarlo. En segundo lugar, el fuerte ofrecía el inconveniente de que podía ser dominado por las baterías altas de los navíos y por las que pudiesen emplazar los enemigos en el cerro inmediato (véase fig. 126); proponía, para evitarlo, que se elevase la mitad de la porción circular y el flanco izquierdo del baluarte del Rey tres pies más, a fin de que los navíos enemigos "puestos en la línea medio fredo 68 del canal... no descubran y enfilen la tropa apostada en la cortina [que mira a

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la campaña] y [en el] baluarte de la Reina"; también esta cortina había de tener los parapetos más altos que los de la porción circular, para que la tropa estuviese a cubierto de los fuegos del cerro.

FIG. 126. El canal de Bocachica y sus inmediaciones. 1763

Dada la estratégica situación de éste y de las circunstancias referidas, creía necesario que, en caso de enemigos, se fortificase con un reducto de campaña, que se podría hacer de tierra y fajina a poca costa.En su informe se declaraba Solís discípulo de don Ignacio de Sala y fiel admirador de sus teorías técnicas, "que sigo y venero como un maestro mío de quien aprehendí la práctica de la profesión de ingeniero". Y terminaba dando cuenta de las obras que, a la sazón, se estaban haciendo: la contraescarpa del foso, los pies derechos de las bóvedas y el recinto interior de la Plaza de Armas 69.La batería de San José estaba muy adelantada, pero ciertos defectos de construcción retrasaron las obras: cuando estaba para concluirse el aljibe y se iban a cerrar las bóvedas a prueba de bomba, las murallas se cuartearon a causa de estar mal cimentadas sobre el fango del fondo del canal. Según decía entonces el gobernador Tabares, parece ser que cuando se construyeron los cimientos estaba enfermo el ingeniero Arévalo, y don Ignacio dejó la obra al cuidado de un simple aparejador que, por ignorancia o falta de previsión, "no descubrió el cimiento hasta la tierra firme ni aseguró el terreno... con pilotajes, o limpiando el fango que hay hasta el terreno sólido, para empezar sobre él la muralla". Eso se hacía entonces " con bastante trabaxo y gasto dentro del

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fango que le sirve de cimiento, y sólo le pusieron unos palos tendidos en forma de algedres, con lo que se contentaron, dexando la obra fundada tan falsa y sin ninguna seguridad..., por lo que se hace preciso sacar el cimiento desde el buen suelo hasta unir lo con la muralla, que son cinco cuartas las que se han excauado por todas partes, y las mismas que tenía de un lodo devilísimo". En opinión de Solís, de esta manera quedaba bien asegurada la obra y el remedio se experimentaría "en acauándose las bóvedas de los almacenes y las del aljibe, que con su gravedad obligará a que haga la muralla el asiento que le falta 70.Ignoro la respuesta que daría la Corte a la consulta hecha por Solís en 1754 respecto de las reformas que proponía ejecutar en el fuerte de San Fernando, pero es lo cierto que las obras continuaron sin interrupción durante los dos años siguientes. A mediados de 1756 la batería de San José estaba casi concluida. La formaban "dos parciales baterías, una formada en el recinto antiguo y otra que se le aumentó al costado derecho de la canal". "Al costado derecho de esta batería o recinto antiguo-escribía Solís- y unida a él se aumentó un frente perpendicular a la línea de dirección de los fuegos que deven defender y defienden la entrada de la canal, capaz de catorze cañones; y otro frente en ángulo obtuso con el antezedente y con la línea del medio fredo de la canal de siete, con un repuesto para pólvora". También estaban concluidos estos frentes y con todos sus cañones. Faltaba hacer dos rastrillos, uno para la puerta principal, situada "en la porción circular de la gola de esta batería", y el otro para ponerlo en la unión de ésta "con la alta y baxa de las bóvedas y plaza de armas", a fin de que si los enemigos se hiciesen dueños de aquélla, quedasen dominados por los fuegos de ésta. A diez toesas del recinto, paralelamente a él, se hacía una escollera de piedra seca que, uniéndose a los pantanos y anegadizos de Barú, protegía al fuerte de la acción del mar y "de todo insulto de lanchas y botes".El fuerte de San Fernando tenía dos baluartes y la cortina edificados hasta una altura de veintidós pies sobre el nivel más alto de las mareas; la muralla real de las alas y de la porción circular frente al canal sólo alcanzaba quince pies de altura71.

68 Freu o freo: canal entre una isla y la tierra firme (del latín fretum, estrecho).

69

Informe de Solís, 7-I-1754 (AGI: Santa Fe, 943)

70

El Gobernador al Virrey, 15-V-1754 (AGI: Santa Fe, 941).

71

"Estado en que...se hallan...las obras de la batería de San Joseph, fuerte de San Fernando...", 1-V-1756 (AGI: Santa Fe,

943).

En abril de 1759 daba cuenta Arévalo al Gobernador de haberse acabado la batería de San José, que ya tenía completa y a punto de servicio su dotación de artillería 72. El fuerte de San Fernando quedaba virtualmente terminado también: estaban concluidas la muralla real y sus parapetos, las banquetas, la linterna del caracol, el recinto exterior y la plataforma de la Plaza de Armas; faltaba el merlón de la cara derecha del baluarte del Rey y su banqueta, que no se habían hecho porque en aquel lugar estaba puesto un puente provisional de madera que se utilizaba para entrar la sillería de la portada principal. En ésta se habían colocado el arquitrabe, el friso y una parte de la cornisa.También estaban acabadas las bóvedas de los baluartes y cortina intermedia, con sus "puertas, ventanas, rastrillos, rexas de ventilación y portas de las troneras"; las de la porción circular y las altas estaban terminadas, aunque las de la puerta principal y "peristolos laterales" aún tenían puestas las cimbras. El muelle y toda la obra exterior del fuerte -fosos, contraescarpas, contraminas, fogatas, rejas de ventilación, perfiles y terraplén del glasis- estaban igualmente

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acabados; tenían labrada la cantería para concluir "la cornisa del cornisón y frontón de la portada, y se estaba tallando el escudo con las armas reales destinado a decorar el tímpano del frontón73.Dos meses después-el 31 de julio-se colocó la última piedra del fuerte y quedó su fábrica enteramente concluida 74 (figs. 128 y 131). En octubre se hizo entrega de éste y de la batería de San José al comandante de la plaza, después de haber montado en San Fernando la artillería que faltaba para completar su dotación de cincuenta y dos cañones 75.

 

FIG. 128. Plano del fuerte de San Fernando de Bocachica. 1779

 

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FIG. 131. Plano del fuerte de San Fernando (pormenor del reproducido en la fig. 128).

 

72 Costó 57.213 pesos y cinco reales (Efemérides de Cartagena, BH, 1917 pág. 455).

73

"Relación...de las obras de Bocachica", por Arévalo, 30-IV-J 759 (AGI: Santa Fe, 943).

74

Así se expresaba Arévalo ("Relación"..., de 8-VIII-1759; AGI: Santa Fe, 943), añadiendo que habían gastado en la obra

hasta el 31 de julio anterior 205.641 pesos y cinco reales y medio. En las Efemérides de Cartagena (BH citado, pág. 456)

-escritas en su mayor parte por el ingeniero don Manuel Anguiano, que pudo disponer de los archivos de la

Comandancia de Fortificaciones- se afirma que costó 402.401 pesos. Seguramente Anguiano incluiría en esa cifra lo que

se gastó en abrir parte del foso, extraer la arena acumulada al pie de los baluartes y otros trabajos semejantes que se

ejecutaron en fecha posterior a la indicada en el texto.

75

"Relación...", de 7-I-1760 (AGI: Santa Fe, 943).

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LA BATERÍA DE SANTA BÁRBARA DE BOCACHICA

Ya hemos visto más arriba que la batería de Santa Bárbara se comenzó en 1752, por orden del virrey marqués de Villar, de acuerdo con lo proyectado por don Ignacio Sala. Cuando se recibió la orden aprobatoria del proyecto de Mac-Evan, aquella autoridad ordenó al Gobernador de Cartagena que suspendiese las obras de la batería e iniciase seguidamente las del fuerte de San Fernando, pero juzgando que la real aprobación se ceñía únicamente a esta obra y no excluía que se ejecutase aquélla, así lo hizo saber a Sala, significándole la conveniencia de que, una vez concluido el fuerte, terminase la mencionada batería, haciéndole "las embrazaduras o merlones de ella" en la forma que tenía proyectado, ya que siempre sería útil para la defensa del canal, si bien de momento no urgía su conclusión, puesto que, en caso de necesidad, podrían suplirse los merlones y el parapeto con cestones llenos de tierra. A esto respondió Sala que la orden de S. M., al aprobar el proyecto de Mac-Evan, desaprobaba, implícitamente, la construcción de la batería.Cuando las obras de San Fernando tocaban a su fin, don Antonio de Arévalo -director interino desde la marcha de Solís- juzgó llegado el momento de continuar las de Santa Bárbara, pero como no encontró en el archivo de la Dirección de Ingenieros ninguna ulterior disposición del marqués de Villar, consecuente a la citada respuesta del Gobernador, decidió informar al Virrey de todas estas circunstancias, así como de las ventajas y defectos de dicha batería, para que la superior autoridad dispusiese lo oportuno.Hizo Arévalo un minucioso informe, al que acompaña un plano no menos detallado (fig. 125), fruto ambos de un concienzudo estudio del asunto. La obra estaba entonces -enero de 1759- con la muralla y terraplén de su frente y costado a la altura de la fajuela; faltaba cerrarla por su espalda con una pared sencilla, dotada de aspilleras para la fusilería, a la cual proyectaba adosar la alberca o aljibe, a las habitaciones para la tropa y el almacén de pólvora a prueba de bomba. Por su situación, la batería presentaba -según Arévalo- la ventaja de poder batir tanto a los navíos por la proa como a la campaña situada delante del frente de tierra del fuerte de San Fernando, impidiendo así que se atrincherasen los enemigos; pero tenía el inconveniente de estar dominada por el cercano cerro de los Hornos y poder ser batido desde varios puntos que, a su vez, quedaban protegidos de los fuegos del fuerte y de la batería de San José. Por todas estas razones creía necesario que, en caso de ataque enemigo, se completase la defensa del canal mediante navíos situados en distintos puntos del mismo, y proponía también que, en igual caso, se hiciese una batería provisional de fajina y tierra en el cerro que, hostilizando por la espalda los atrincheramientos del enemigo, impidiese a éste atacar por el frente de tierra al fuerte de San Fernando. En el caso de que se dispusiese terminarla, proponía introducir en ella algunas reformas para aumentar su eficacia76. La batería de Santa Bárbara sirve hoy de muelle al pueblo de Bocachica.

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FIG. 125. El canal de Bocachica y sus fortificaciones, por don Antonio de Arévalo. 1759.

 

76 Informe de Arévalo sobre la batería de Santa Bárbara, citado en nota 34.

EL INGENIERO DON ANTONIO DE ARÉVALO Y SUS OBRAS

DON ANTONIO DE ARÉVALO

Los últimos cuarenta años del siglo XVIII fueron decisivos para las fortificaciones de Cartagena, cuya construcción quedó terminada casi al final de la época española. La historia de las obras durante este período de tiempo forma parte integrante de la biografía del que proyectó y dirigió la

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construcción de las baterías de San Felipe, el dique de Bocagrande, la escollera de la Marina y otras edificaciones, cuya importancia basta para consagrarle como uno de los más grandes ingenieros militares de su época: el teniente general don Antonio de Arévalo.Más de medio siglo de su vida transcurrió en América trabajando en las obras de Cartagena y proyectando otras en distintas provincias del Virreinato de Nueva Granada. Las incontables relaciones, informes y "discursos" que, firmados por su mano, se conservan, así como los numerosos planos que levantó y dibujó, nos revelan una vocación que, cultivada en el estudio constante, produjo los mejores frutos. Bien merece que aquí recoja algunas noticias biográficas, aunque si la vida de un hombre se refleja en obras, ahí están los muros de Cartagena, que son páginas perennes de su biografía.Nació don Antonio de Arévalo en la villa de Martín Muñoz de la Dehesa, cerca de Arévalo 77, en Castilla la Vieja, hacia el año de 1715 78, seguramente de noble condición. A los veintiún años, el 1 de octubre de 1736, ingresó como cadete en el Regimiento de Orán, aplicándose al estudio de las matemáticas en la academia que tenía a su cargo el ingeniero don Antonio Gaver. Después de tres años de estudio pasó a Madrid a comparecer ante la Real Junta de Fortificaciones, y obtuvo, previo examen de ésta, el grado de subteniente de Infantería y la patente de "delineador" apto para el ascenso a ingeniero extraordinario. Sirvió aquel empleo durante un año, hasta que el 4 de junio de 1741 ascendió a ingeniero extraordinario y fue destinado a Cádiz, donde estuvo a las órdenes de don Ignacio Sala, que era, a la sazón, ingeniero director de las fortificaciones de Andalucía. Pocos meses más tarde recibió orden de marchar a Barcelona para incorporarse a la expedición que se preparaba para Italia, pero al pasar por Madrid, el ministro don José Campillo le comunicó una real orden que cambió el rumbo de su vida: se le mandaba a servir a las órdenes de don Juan Bautista Mac-Evan, nombrado ingeniero director de las obras de Cartagena de Indias. Se unió a él en San Sebastián, y juntos embarcaron en Pasajes a bordo de la fragata "Nuestra Señora del Coro", que se hizo a la vela el 6 de febrero de 1742, en unión de otros buques de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, al mando del capitán de fragata don José Iturriaga, que conducían los batallones de Portugal y Almansa, destinados a reforzar la guarnición de Cartagena. En la misma fragata que conducía a Arévalo viajaba también el mariscal don Joaquín de Aranda, que iba a posesionarse del gobierno de dicha plaza; pero no llegó a su destino, pues fue muerto en un combate sostenido con dos navíos ingleses, a la vista de Puerto Rico, el 12 de abril, durante el cual asistió Arévalo "al vivo y continuo fuego de todo el día".Tres días después llegó a San Juan de Puerto Rico, donde levantó planos de la bahía, y embarcó con Mac-Evan el 16 de julio siguiente para Tierra Firme. Visitó La Guayra, Puerto Cabello y Maracaibo, donde también levantó diversos planos, según disponía la real instrucción que había recibido su jefe, y desde esta última ciudad continuó por tierra su viaje hacia Cartagena, adonde llegó el 29 de noviembre, después de penosa marcha a través de ásperos caminos, casi intransitables por la mala estación.Después de levantar un mapa de la bahía de Cartagena y sus inmediaciones, pasó a Santa Marta por orden del virrey Eslava, donde también levantó planos e hizo, además, las obras necesarias para ponerla en defensa, pues se esperaba un ataque de enemigos. Al regreso trabajó en el fuerte de San Sebastián del Pastelillo, en el baluarte de San José, en la construcción del cuerpo de guardia y cisternas del Castillo Grande y en los recalzos que se hicieron a la muralla de la Marina. Concluidas estas obras se iniciaron las del dique de Bocagrande, proyectado por don Ignacio Sala, y en ellas trabajó, aunque poco tiempo, pues el virrey Pizarro le ordenó que fuese a la villa de Honda a disponer, "para el beneficio del comercio", un puente de cal y canto sobre el río Gualí. Sacó de cimientos uno de sus cuatro pilares y, dejando planos e instrucciones, marchó a Santa Fe, donde elaboró el proyecto-que ejecutó en gran parte-de una calzada de media legua de longitud, con dos puentes, en una llanura anegadiza. De la capital del Virreinato regresó a Cartagena tan pronto como tuvo noticia del fallecimiento de su jefe, Mac-Evan.Aquí trabajó de nuevo en el dique de Bocagrande, hasta que se suspendieron las obras; en la erección de la batería de San José y en la de Santa Bárbara, que no se terminó entonces. Cuando don Ignacio Sala pasó a Portobelo en 1753, quedó a cargo de Arévalo la dirección de las obras y comenzó a sacar de cimientos el fuerte de San Fernando. Continuó estos trabajos a las órdenes de don Lorenzo de Solís y, al marchar éste destinado a Veracruz, en 1757, se hizo cargo nuevamente

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de la dirección y terminó la fábrica de las baterías, la demolición del castillo de San Luis y el saneamiento de las inmediaciones, pobladas de ciénagas, que eran fuente perenne de enfermedades, como pudo comprobar a riesgo de su propia salud, pues allí padeció cinco "tabardillos" que a poco le cuestan la vida. Concluidas las fortalezas de Bocachica, dirigió los recalzos que se hicieron a los baluartes de La Merced, Santa Clara y Ballestas y reparó el de San José, cuyo revestimiento se había cuarteado.El bien ganado prestigio de Arévalo trascendió a la Corte, y en 1761 le fue encomendada la difícil misión de pacificar a los indios del Darién y practicar un detenido reconocimiento de aquellos territorios. Levantó un mapa general y varios planos de sus puertos y caminos y escribió un diario del viaje, así como una descripción de la provincia y de las ventajas que se obtendrían poblándola, ya que ofrecía fáciles pasos hacia el Pacífico. Proyectó la construcción de un fuerte que la protegiese hasta su total reducción y consiguió que los jefes indios accediesen al establecimiento de una población y del fuerte, e igualmente logró que bautizasen a sus hijos y todos quedaran reducidos a vivir en paz con los españoles 79.Cumplida su misión, no halló reposo al regresar a Cartagena: había estallado la guerra con Inglaterra y no se dio descanso hasta dejar la ciudad en estado de defensa. En varios meses de febril actividad construyó las baterías del cerro de San Lázaro, hizo otras en Bocachica y reunió toda clase de pertrechos de guerra, en previsión de que la contienda europea tuviese repercusión al otro lado del Atlántico. De estas obras, así como del malecón de Bocagrande y de la escollera de la Marina, me ocuparé más adelante.Trabajaba Arévalo en la construcción del dique de Bocagrande, cuando le fue encomendada otra misión no exenta de dificultades. Al tomar posesión del Virreinato don Manuel Guirior, su antecesor le dejó sin solucionar el delicado problema de la sublevación de los indios del Río de la Hacha, que estaban alzados desde cuatro años atrás, y no se había conseguido reducirlos, a pesar de tener allí destacados setecientos hombres del Batallón de Saboya y del "Fijo" de Cartagena, además de cuarenta artilleros y más de trescientos milicianos. Estas fuerzas ocasionaban un gasto tan cuantioso como inútil, y el Virrey no hallaba medio de obtener un situado de cien mil pesos y un refuerzo de dos mil hombres que pedía el coronel que mandaba aquéllas, don José Benito de Enzio. Entonces Guirior dio amplias facultades a Arévalo y le entregó el mando de aquel ejército y de la provincia; éste, apenas tomó posesión, despidió doscientos milicianos de los que estaban a sueldo, y en cuatro meses resolvió un problema que había consumido cuantiosos caudales durante cuatro años. Sin la más mínima lucha consiguió reducir a los indios a nuevas poblaciones, en las que construyó -por cuenta de S. M.- iglesias y casas para los curas y capitanes. Pacificó toda la provincia, reconoció varios puertos y parajes de la costa y del interior, levantando mapas y planos de todos y, conseguida la reducción de los naturales, dio instrucción al Gobernador nombrado para sucederle, dejándole en el nuevo establecimiento de Bahía Honda noventa soldados, setenta milicianos, seis artilleros y una batería de ocho cañones para la defensa de la bahía e impedir el contrabando. Regresó al Río de la Hacha y se restituyó a Cartagena el 26 de junio de 1773 con la tropa sobrante y el tren de artillería.Al año siguiente fue a Maracaibo para pacificar unas parcialidades de indios que impedían el comercio con la provincia de Río Hacha, y sacó de ésta vecinos, con los que fundó el pueblo de San Bartolomé de Sinamaica y los establecimientos de Bahía Honda y Pedraza.Al regresar a Cartagena en 1774, el Virrey le comisionó para ir otra vez al Darién, con el fin de hacer un establecimiento de españoles para impedir el contrabando y fabricar el fuerte proyectado en 1761, que no se había podido construir por falta de medios económicos 80. Sin embargo, pasaron dos lustros antes de que esta nueva expedición al Darién se llevase a efecto. Al fin, después de vencer múltiples dificultades, gracias al tesón del arzobispo-virrey Caballero y Góngora, a fines de enero de 1785 salieron de Cartagena, rumbo a las playas del Darién, las fuerzas expedicionarias al mando de don Antonio de Arévalo 81, que por entonces contaba setenta años.El rey, que ya habla premiado sus servicios con el grado de brigadier, le ascendió a ingeniero director de los Reales Ejércitos, Plazas y Fronteras, por cédula de 14 de mano de 1775 82.Dos veces solicitó Arévalo el cargo de Gobernador de Cartagena, sin que viese realizados sus deseos: la primera vez en 1770 y la segunda dos años después, al quedar vacante por

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fallecimiento de don Gregorio de la Sierra, en cuya ocasión escribió al ministro Arriaga pidiéndole que apoyase su petición 83. Cuando en 1782 fue nombrado Virrey interino el gobernador de Cartagena don Juan Torrézar Díaz Pimienta, designó a Arévalo para que le sucediese en este cargo interinamente, ya que el teniente del Rey don Roque de Quiroga, a quien por derecho le correspondía desempeñarlo, estaba, a la sazón, enfermo. Reunido el Cabildo el día 1 de abril del citado año, fue leída la orden del Virrey y, en consecuencia, pasaron dos regidores a casa del brigadier a notificarle el nombramiento. Momentos después entraba en la sala don Antonio, acompañado de los dos regidores, y ante la cruz de su espada prestaba juramento en presencia de todos. El acta en que se hizo constar la ceremonia refleja la consideración y el prestigio que aureolaba la figura del anciano brigadier 84. Poco tiempo desempeñó el cargó, pues unos meses después lo ocupaba don Roque de Quiroga.Continuó al frente de la Comandancia de Ingenieros de Cartagena y terminó por completo las fortificaciones. Las últimas obras que dirigió fueron la construcción de la cortina de la muralla situada entre los baluartes de Santa Clara y Santa Catalina y los cuarteles de las Bóvedas, adosados a ella. Así quedaron concluidas, después de cerca de dos siglos de trabajos, las murallas del recinto de Cartagena.Durante varios lustros informó semestralmente a la Corte de las obras que tuvo a su cargo. Pero los años no pasaban en balde: en los últimos informes, su firma es apenas legible, y su rúbrica-antes firme y rotunda-es una línea vacilante que demuestra los estragos de la edad en su naturaleza fuerte. Le faltaba la vista, agotada en largas horas de labor minuciosa, y la mano, que nunca había permitido la menor vibración al tiralíneas, temblaba al empuñar la pluma.La Corte, que había premiado sus leales servicios, en 1791, con el ascenso a teniente general de los Ejércitos 85, le dio una prueba más de consideración cuando su inutilidad física le movió a pedir el retiro. Le fue concedido, que dando relevado del cargo de ingeniero director, pero no quedó convertido en un ser inútil, arrinconado en espera de la muerte, ya que no se prescindió por completo de sus servicios: "es la voluntad de S. M. -se dijo al Virrey-que continúe este general en el Estado Mayor del Exército de este virreynato y sirva con su consejo, conforme lo ha hecho hasta ahora con su persona" 86.Pocos meses después-9 de abril de 1800-murió don Antonio de Arévalo 87, a los ochenta y cinco años de edad y setenta de servicios, de los cuales pasó cincuenta en Cartagena, donde realizó las más importantes obras de fortificación que el genio de España elevó en tierras de América.

77 Así consta en los libros de la antigua Parroquia del Sagrario de Cartagena, según me comunicó el historiador don

Pastor Restrepo, a quien reitero mi agradecimiento.

78

En la Hoja de servicios de 1775 -citada más adelante- consta que tenía en esa fecha cincuenta y nueve años.

79

La expedición al Darién y Golfo de Urabá (1 de enero a 26 de febrero de 1761) se llevó a cabo en los buques "El Gallo" y

la goleta "Las Dos Hermanas", al mando del Teniente de navío Francisco Javier Monty, que escribió un "Diario"

publicado por CUERVO: Documentos..., tomo I (Bogotá, 1891), pág. 483 y ss.

Arévalo redactó un detallado informe (Cartagena, 31-III-1761) con la descripción del territorio, producciones, etc., y un

plan completo para la pacificación de los indios y colonización del Darién. También lo publicó CUERVO: Ob. cit., tomo II

(Bogotá, 1892) págs. 251-273.

80

Hoja de servicios de 1774 (AGI: Santa Fe, 946). Véase también la "Relación" del Virrey Guirior, publicada por POSADA e

IBAÑEZ: Relaciones de mando(Bogotá, 1910), página 174 y ss.

81

GROOT: Ob. cit., tomo II (Bogotá, 1869), pág. 29.

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82

"Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia" (julio, 1941), págs. 28-29; citado por SANTA TERESA (P. Severino

de): Historia documentada de la Iglesia en Urabá y el Darién, vol. IV, segunda parte (Bogotá, 1956), pág. 315.

83

Arévalo a Arriaga, 26-V-1772 (AGI: Santa Fe, 945).

84

Acta del Cabildo 1-IV-1782 (AGI: Santa Fe, 1.012).

85

RC. de 26-II-1791, publicada por URUETA: Documentos..., tomo VI, pág. 349.

86

Oficio de 27-IX-1799. Ibídem, pág. 350.

87

El Gobernador Anastasio Cejudo al Virrey, 19-IV-1800 (AGI: Santa Fe, 625).

EL HOSPITAL DE SAN LÁZARO

La construcción de las baterías del cerro de San Felipe de Barajas hizo sentir la necesidad de alejar de su pie el hospital de lazarinos, cuyo emplazamiento era perjudicial para la defensa de la plaza. Aparte del peligro que suponía para la salud de los vecinos su proximidad al casco urbano, razones de índole castrense aconsejaban trasladarlo a otro sitio más alejado, a fin de allanar el lugar y poner al descubierto la ciénaga, el playón y los caños de aquellas inmediaciones. Para decidir acerca del traslado del hospital se reunió una Junta en 1763, y el gobernador, marqués de Sobremonte, comisionó al ingeniero Arévalo para que estudiase cuál de los dos lugares que se habían propuesto era el más conveniente para el emplazamiento. Los sitios objeto de discusión o duda eran la Cantera Vieja del Rey, situada en la isla de Tierra Bomba, cerca de la punta de Perico, y la hacienda de Buenavista, que estaba a más distancia de la ciudad, a la otra parte de la bahía y con peores comunicaciones.Arévalo se pronunció a favor de la Cantera Vieja, que sólo distaba de la plaza dos leguas y tenía al pie abundantes materiales de construcción: piedra, arena, un horno para cal de propiedad real, barro para hacer tejas y ladrillos y leña, además del agua que proporcionaban dos inagotables pozos o "cacimbas". Con vista a su emplazamiento en ese paraje hizo Arévalo un plano para el nuevo edificio, pero propuso no esperar a que estuviese hecha la obra de mampostería, sino trasladar el hospital e instalar a los enfermos en bohíos, y después ir fabricando la obra definitiva a medida que se reuniesen los caudales necesarios 88.El edificio proyectado por Arévalo consistía "en un enorme patio de cerca de ciento cincuenta varas, todo él rodeado de habitaciones con cabida para dos enfermos, cuatro salones para enfermerías y refectorios de varones y hembras, y en uno de los frentes la capilla. En torno a otro patio independiente, mucho más pequeño, las habitaciones del personal técnico, las dedicadas a los huéspedes o visitantes de los leprosos y a los enfermos dudosos" 89.La Corte aprobó el traslado del hospital al sitio llamado Caño del Loro, cerca de la Cantera Vieja, o sea donde había propuesto Arévalo, y dispuso que se construyese de paja hasta que ciertos impuestos que para ese fin se establecieron proporcionasen el caudal necesario para acometer la

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obra definitiva. En 1798, el Arzobispo-Virrey comunicaba a su sucesor Gil y Lemus que el hospital estaba construido en el Caño del Loro y podría trasladarse "luego que lo desocupen los pobladores ingleses que están alojados en él" 90.

88 Informe de 11-IX-1764 (AGI: Santa Fe, 944).

89

ANGULO: Planos..., pág. 459 y láms. 191 y 192.

90

POSADA E IBAÑEZ: Ob. cit., pág. 245.

LA ESCOLLERA DE LA MARINA

En noviembre de 1761 un violento temporal ocasionó algunos daños en la muralla de la Marina y, abriendo brecha las olas en las inmediaciones del baluarte de Santa Cruz, penetraron por la calle de Factoría, llegaron al callejón de Villanueva-el actual de Gastelbondo-y se abrieron paso por la puerta de Santo Domingo91. Con objeto de poner remedio definitivo a peligros semejantes, que tantas ruinas habían causado en diversas ocasiones, el Virrey ordenó a don Antonio de Arévalo la formación de un proyecto adecuado y, en consecuencia, éste ideó la construcción de un dique o escollera que abrigase la muralla en toda su longitud, alejando de ella el choque de las olas, y propuso la forma en que habrían de repararse los daños causados por el temporal en las cortinas y baluartes. Los planos y una "relación" del proyecto fueron enviados a la primera autoridad del Virreinato con fecha 12 de junio de 1762.Las continuas ruinas que sufría la muralla eran debidas, según Arévalo, a que las olas, al batirla continuamente, iban realizando una poderosa labor de erosión que desgastaba la cantería de sus paramentos, y como, además, los cimientos se habían hecho poco profundos, las resacas y las corrientes socavaban la arena en que estaban asentados y los dejaba al descubierto, con lo que la muralla quedaba falta de apoyo y se aceleraba su ruina. Era necesario, por tanto, emplear un método distinto al seguido hasta entonces para repararla: había que combatir primero la causa, para después remediar definitivamente el efecto, o sea apartar el batidero del mar del pie de la muralla y después reconstruir sus cimientos de forma que la mar no pudiese socavarlos.Para conseguir lo primero propuso Arévalo la construcción de un dique o escollera paralelo a la muralla y unido a ella por unos ramales (fig. 138; figura primera del plano), con lo que se conseguiría que las olas rompiesen lejos de ésta y llegasen a sus pies sin fuerza y al mismo tiempo depositasen arena entre el dique y la muralla, formando una playa permanente. En suma, este sistema se reducía a construir de una manera permanente y en todo el frente de la Marina un dique semejante a los ramales de cajones que muchas veces se habían puesto para alejar el mar y poder reparar algún trecho parcial de la muralla. Alejado de ésta el batidero del mar, se evitaban las corrientes y resacas que se formaban al pie de ella, y no habría que temer en lo sucesivo ruinas semejantes a las que tantas veces había padecido aquella parte del recinto, pues aunque la bañasen las olas, éstas llegarían sin fuerza para descarnar el cimiento, discurriendo lentamente por el bajo de arena que se formaría entre la muralla, la escollera y los ramales, que evitarían la formación de corrientes paralelas a aquélla.

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FIG. 138. Plano general y pormenores de la escollera proyectada por don Antonio de Arévalo para defender la muralla de la Marina de los embates del mar. 1762

 

91 Efemérides de Cartagena, BH citado, pág. 456. El 13 de noviembre del referido año, firma Arévalo una "Relación de lo

observado en la mar de leva que ha recalado a esta costa por el S. O. (que llaman aquí vulgarmente Norte por asegurar

los prácticos procede de este viento fuerte fuera) que empezó a picar el día 7 del corriente, de los daños que ha

causado, providencias que se han dado y reparos practicados para contenerla y evitar mayores ruinas, acompañado de

un plano particular y perfiles de la muralla real que bate pan dar de ello mayor conocimiento". Falta el plano (Biblioteca

Nacional, Madrid, Mss. 17.619).

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Para reparar los trechos de murallas arruinados juzgaba preciso que los cimientos se hiciesen a la profundidad conveniente, pero como el terreno era de arena y cascajo y exigiría un laborioso trabajo para extraer el agua de sus excavaciones, proponía que se hiciesen sobre un pilotaje de estacas clavadas a una profundidad de siete varas, con lo cual se evitarían excesivos gastos, quedando la obra con igual fortaleza. Para mayor seguridad pro puso también que se reforzase el pie de la muralla con un zócalo de cantería y hormigón, de perfil cóncavo, a fin de que cuando llegaran hasta él las olas se deslizasen paralelamente a la muralla, sin batirla perpendicularmente.En esta larga y documentada "relación" proponía Arévalo la clase de madera preferible para los pilotajes del cimiento, ramales y dique, y enumeraba las distintas obras que era necesario ejecutar en los baluartes y cortinas de la muralla, para reparar los daños ocasionados por el temporal. En el baluarte de la Cruz era preciso reedificar la cara derecha y el flanco contiguo, demoliendo previamente la muralla vieja. La cortina siguiente, la plataforma de Ballestas y los baluartes de la Merced y Santa Clara precisaban que se hiciese un zócalo o rodapié, y el de Santa Catalina necesitaba un reparo semejante. Entre éste y el de Santa Clara subsistía un trecho sin muralla, que en 1745 se había cerrado con unos árboles espinosos llamados "guamachos" y, últimamente, con una estacada 92.Remitido a la Corte el proyecto de Arévalo, fue sometido al dictamen del brigadier de Ingenieros don Juan Martín Cermeño y del ilustre marino don Jorge Juan, quienes, sin desaprobarlo, propusieron otro sistema, consistente en una cuádruple fila de estacas clavadas en el fondo, paralelamente a la muralla y reforzada por ramales de estacadas, con todos los espacios rellenos de piedra, y una escollera o rompeolas de cantos en bruto por la parte exterior.A la vista de esos dictámenes ordenó el rey que se procediese a la ejecución de la obra, teniendo en cuenta lo que en ellos hubiera adaptable al proyecto 93. Se comenzó la obra el 19 de septiembre de 1765 94, y un año después se pudo comprobar la eficacia del sistema ideado por Arévalo. Estaba construido un trecho de pilotajes y escollera de cerca de doscientas varas de longitud a partir del baluarte de Santo Domingo y el primero de los ramales, con lo cual se había conseguido llenar de arena y dejar en seco todo el espacio comprendido entre la escollera, el ramal, el baluarte de Santo Domingo y su cortina derecha, así como también entre dicho ramal y la cortina derecha del baluarte de la Cruz, en cuyo espacio había antes más de tres varas de fondo. Delante del baluarte de Santa Catalina quedaba construido también un trecho de cincuenta y cinco varas de dique, y estaba en seco y cubierto de arena al pie de su muralla 95. Los últimos temporales no habían causado daño alguno en la obra. Un furioso "norte" -tan violento como el de 1761-azotó la ciudad el 12 de octubre de 1766, pero el vecindario, atemorizado en un principio, se tranquilizó al ver que la mar rompía en la escollera desde el baluarte de Santo Domingo al de Santa Catalina y bañaba suavemente el pie de las murallas.El 11 de noviembre de 1771 quedó concluida la escollera, después de seis años de trabajo y más de medio millón de pesos de gasto, costo inferior a lo que se había calculado 96.El tiempo se ha encargado de probar la eficacia de la obra de Arévalo. La escollera ha desaparecido bajo las arenas doradas de una hermosa playa que, hasta hace poco más de veinte años, fue solar de los barrios populares de Ballestas, Pekín y el Boquetillo. Los bohíos y casuchas, con el abigarrado vecindario, han sido trasladados a Tesca y en esa playa se construye actualmente la avenida de Santander, que unirá los barrios de Bocagrande y el Cabrero, bordeando el mar y la muralla de la Marina. La vieja escollera, cubierta por las arenas que durante más de siglo y medio acumularon los furiosos "nortes" -la amenaza de antaño-, sirve de cimiento a esta nueva vía, que será el mejor ornato de esa parte de la ciudad. Muchos de los que hoy contemplan a bella avenida, sembrada de jóvenes palmeras, ignoran que don Antonio de Arévalo consiguió vencer al mar, dominarlo y ganarle terreno. Es ésta a mejor alabanza que puede hacerse al famoso director de las reales obras de Cartagena 97.

 

92 Proyecto de Arévalo para la escollera de la Marina, 12-VII-1762 (AGI: Santa Fe, 943), publicado por MARCO: Ob. cit.,

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págs. 246 - 253). Véase también la transcripción del plano reproducido en la figura 138.

93

Minuta de carta al Virrey, 27-VI-1764 (AGI: Santa Fe, 943).

94

Efemérides de Cartagena, BH citado, pág. 458.

95

"Relación", de 6-XI-1766, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 943).

96

CORRALES: Ob. cit., tomo I, págs. 239 y 429.

97

Cuando a fines del siglo pasado se construyó la escollera que defiende la lengua arenosa comprendida entre el mar y la

muralla del Cabrero, el ingeniero Brandsma John-son siguió un plan idéntico al de Arévalo (URUETA y

PIÑERES: Cartagena y sus cercanías, páginas 77 y 135).

SAN FELIPE DE BARAJAS

Cuando estalló la guerra con Inglaterra en 1762, a consecuencia del Pacto de Familia concertado con Francia se hicieron prevenciones en Cartagena ante el temor de que la contienda europea tuviese repercusiones al otro lado de Atlántico, donde tan codiciada ciudad era "llave y antemural del Reino, Caxa de su comercio y una de las más principales para la conservación destos dominios de Su Magestad"98.De acuerdo con el gobernador don José de Sobremonte realizó Arévalo -que acababa de regresar del Darién- cuantas obras juzgo oportunas, y de tal manera multiplicó su actividad, que en el breve plazo de nueve meses quedó Cartagena prevenida contra cualquier ataque. Reparó los baluartes de San Francisco, San Ignacio y San Andrés, haciéndoles nuevos merlones y explanadas de hormigón; clausuró las puertas de Santo Domingo y Santa Catalina macizándolas de mampostería; cerró las brechas de las murallas de la Marina con estacadas en las que emplazó pedreros; cirnentó sobre pilotajes los pilares del puente elevadizo de la Media Luna; hizo construir cureñas y otros utensilios para el servicio de la artillería, y reunió en gran cantidad toda clase de pertrechos 99. Además construyó nuevas baterías en los fuertes de Bocachica y erigió las que convirtieron el cerro de San Felipe en un reducto inexpugnable.Si la seguridad de la bahía estaba conseguida con las fortalezas de la entrada de Bocachica, el castillo de San Felipe de Barajas era la llave de Cartagena. La experiencia lo había demostrado dos veces en el transcurso de medio siglo: forzándolo, consiguió la victoria Pointis, y ante la heroica resistencia de sus defensores fracasó Vernon. Pero el pequeño fuerte, construido en tiempos de don Pedro Zapata, podía ser batido desde unos cerros inmediatos, donde era fácil acuartelarse a cubierto de los fuegos del castillo, por todo lo cual no estaba en condiciones de resistir un ataque fuerte, y la ciudad quedaba, de hecho, abierta por aquella parte y expuesta a que si el enemigo forzaba la entrada de Bocachica pudiera presentarse de pronto ante la puerta de la Media Luna. Si a esto se añade que la abertura de Bocagrande era practicable para embarcaciones menores, había que admitir la posibilidad de que el enemigo entrase en la bahía sin necesidad de forzar previamente el canal de Bocachica.De todo esto trataron el Gobernador y Arévalo, según manifiesta éste en un informe de 9 de abril de 1762. Como las otras vías de acceso a la plaza -las avenidas de Santo Domingo y Santa

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Catalina- no estaban expuestas, ya que, además de ser estrechas y de suelo arenoso, las batían los fuegos de las murallas, ambos decidieron fortificar debidamente el cerro de San Felipe, añadiéndole nuevas baterías que dominasen el paso hacia la Media Luna, desde la avenida del Cocal y playas inmediatas. Hizo Arévalo el proyecto, y en seguida comenzaron los trabajos con tal actividad, que en la fecha del referido informe estaban construidas dos baterías, con sus reductos intermedios para la fusilería, y comenzada otra 100. En octubre del mismo año visitó las fortificaciones el virrey don Pedro Messía de la Cerda, y pudo escribir al ministro Arriaga diciéndole que el castillo era una fortaleza inexpulgable 101. Tres meses después, lo más esencial de las obras quedaba concluido, y el castillo y sus baterías montaban los sesenta y tres cañones que componían su armamento 102.El 15 de mayo de 1763 envió Arévalo a la Corte, por conducto del Virrey, un largo y detallado informe sobre las obras que había realizado en el cerro de San Lázaro, acompañado de los planos del castillo de San Felipe de Barajas y un mapa de las inmediaciones de Cartagena.Ampliando lo informado en una "relación" de abril del año anterior, hace Arévalo un minucioso estudio de las avenidas a la plaza, para recalcar así la importancia estratégica del cerro de San felipe, cuyas nuevas baterías garantizaban la seguridad del recinto amurallado. Por cuatro sitios podía ser atacada la ciudad: por el mar libre, entre el baluarte de Santo Domingo y el de Santa Catalina; por la Cruz Grande, hacia la península de la Popa y hacia el baluarte de Santa Catalina; por el istmo de Bocagrande, camino del baluarte de Santo Domingo, y por las playas situadas al este de la bahía, para marchar sobre la Media Luna pasando por el castillo de San Felipe (fig. 114). Por la avenida de "la Mar del Norte" nada tenía que temer la ciudad, pues no era empresa fácil intentar un desembarco contra una muralla batida por el mar, cuya resaca impedía a los navíos enemigos acercarse para protegerlos con los cañones de a bordo, y, además, la muralla estaba defendida por los fuegos de veintiocho pedreros y treinta y siete cañones, emplazados a barbeta sobre sus seis baluartes.

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FIG. 114. Plano de la Plaza de Cartagena y terreno de sus inmediaciones, por don Antonio de Arévalo. 1763

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98 Palabras de Arévalo en su "Relación de consistencia del estado de defensa en que se ha puesto la plaza de

Cartagena...", I5-V-1763 (AGI: Sarna Fe, 943) MARCO: Ob. cit., págs. 241 - 246.

99

Hoja de Servicios, citada en nota 80.

100

"Relación de las obras"..., por Arévalo, 9-IV-1762 (AGI: Santa Fe, 941).

101

El Virrey a Arriaga, 24-X-1762 (AGI: Santa Fe, 942).

102

El Virrey a Aniaga 22-I-1763 (AGI: Santa Fe, 943).

La avenida desde Bocagrande a Santo Domingo no se prestaba a un fácil ataque por ser una estrecha faja de arena bañada por la mar libre y el agua de los caños interiores, dominada por los fuegos de la muralla. Si bien ofrecía la costa, al sudoeste de la plaza, pequeño abrigo que, en la época de las brisas, podía permitir el desembarco en la playa, ésta quedaba batida por la artillería de los baluartes de San Ignacio, San Francisco Javier, Santiago y Santo Domingo, así que por que por esta parte del recinto-recordaré que por aquí la asaltó Drake-tampoco era de temer peligro alguno.En la playa de la Cruz Grande no era difícil el desembarco, pues si bien "suele agitarse allí el mar medianamente ventando la brisa fresca, cuando ésta es suave lo queda el mar", y así era posible también que, haciendo un muelle sobre estacas hincadas en el fondo o sobre borriquetes de madera, portátiles, desembarcasen artillería de la muralla. Pero desde el paraje de la Cruz Grande se podía pasar fácilmente, por la tierra firme y a cubierto del fuego de la plaza, hasta el pie del cerro de San Felipe y, dominando éste, atacar a la Media Luna.Igualmente temible era la avenida que utilizaron los franceses en 1697 y los ingleses en 1741. Dueños los enemigos de la bahía, podían desembarcar a una milla de distancia del cerro de San Felipe y venir por el Playón de la Villeta y el Tejar de Escobar a los cerros situados al este del castillo (figura 112; PP, QQ, SS, aa), donde podrían construir fácilmente baterías -capaces para más de cincuenta cañones 103 - y batir el castillo sin que éste pudiera hostilizarlas, ya que dichos cerros eran de más altura que el de San Felipe. En los valles inmediatos (RR, TT) encontrarían lugar cómodo para acuartelarse, a cubierto también de los fuegos de aquel fuerte. En tales circunstancias, "el castillo de San Felipe, dominado, reducido, con parapeto sencillo, e indefenso..., accesible por todas partes, sin fuegos que flanqueasen su pie", se encontraría en tal situación de inferioridad que sus defensores no podrían hacer una rigurosa resistencia. Decía Arévalo que si los ingleses hubieran tenido en cuenta estas circunstancias, es de creer "que hubiera sido mui débil la defensa", pero todo lo fiaron a un ataque brusco y precipitado, que ejecutaron a cuerpo descubierto por la parte más fuerte del castillo, habiendo otros lugares casi indefensos por donde hubieran podido hacerlo con menos riesgo. "Como este escarmiento para en lo venidero les haría proceder con más cautela, examen, dirección y méhtodo... -añadía-, es consequente también corregir de nuestra parte los defectos que se reconozcan, dando a esta avenida todas las ventajas y fuerza que se le pudiera añadir, aprovechando todas las que ofreciese el terreno, pues de lo contrario, siempre que subsistieran dichos defectos devían esperarse las mencionadas consecuencias de la pronta pérdida de este castillo".

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FIG. 112. El cerro de San Felipe y sus inmediaciones, con el antiguo castillo y las nuevas baterías construidas por Arévalo. 1763

 

Después de muchas conferencias con el Gobernador, y tras haber reconocido el terreno estudiando las posibilidades de ataque a la plaza, aquél hizo reunir gran número de operarios, "tanto de las Milicias como de los pueblos de las inmediaciones", y con arreglo a los planos de Arévalo se acometió la obra, construyéndose un conjunto de baterías capaces para oponer al enemigo numerosa y bien servida artillería (figs. 112 y 113), rodeadas todas de una muralla alta, imposible de escalar, en la que no era posible abrir brecha, "por ser un rampar continuo, natural y de tierra de buena consistencia con un declivo competente a descargar su empuje e impedir su acceso, en la qual se introducirán y engastarán o embutirán las enemigas balas sin causar la ruina en las demás, por ceder este material a su impulso". Igual que por el frente de la campaña se

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cerraron las baterías, por la espalda, con una muralla alta, con fuegos laterales que defendían el acceso al cerro desde la plaza. Con el fin de evitar el peligro de las minas, se dispuso abrir un gran antefoso (YY), que protegía todo el frente del cerro, evitando así que pudiesen abrir galerías subterráneas.

FIG. 112. El cerro de San Felipe y sus inmediaciones, con el antiguo castillo y las nuevas baterías construidas por Arévalo. 1763

 

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FIG. 113. Perfiles del cerro y castillo de San Felipe de Barajas, por don Antonio de Arévalo. 1763

Veamos el número y disposición de las nuevas baterías (fig. 117); son éstas: las de San Felipe (A), San Lorenzo (B), la Redención (C), Santa Bárbara (D), la Cruz (E), el Hornabeque (F) y la de San Carlos y los Apóstoles (G).

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FIG. 117. El castillo de San Felipe de Barajas y las nuevas baterías, (pormenor del plano reproducido en la fig. 112).

Como puede verse en el plano que representa los perfiles del cerro y sus baterías (fig. 113), éstas ocupan diferentes planos más bajos que el castillo que las domina, con el fin de poder batir desde distintas alturas el terreno de las inmediaciones. Las baterías de San Lorenzo y Santa Bárbara (B y D), con sus reductos intermedios (HH), dominan con fuegos rasantes y laterales todo el terreno comprendido desde el Playón del Cocal hasta el pie del Cerro, antes indefenso. La misma de Santa Bárbara y las restantes dominan todas las alturas inmediatas (b, PP, QQ, SS), hasta el punto de que cualquiera de éstas quedaba batida por veinte o treinta fuegos, cuando menos, de los cuarenta y dos cañones que, en conjunto, montaban aquéllas.Como todas estas baterías (D-G), aun flanqueándose recíprocamente, no podían batir con fuegos rasantes el terreno comprendido entre ellas, se hizo una falsa braga o camino cubierto (JJ) -que une la de Santa Bárbara con la de la Cruz, en un plano más abajo que la de la Redención-, con parapetos a prueba de cañón, para batir dicho terreno con fuego de fusil.La batería de San Carlos (G), por ser la más avanzada, era la que podía hostilizar los cerros cercanos. Se le hicieron "robustos y altos merlones" para defender a los artilleros, almacenes y cuarteles subterráneos y comunicación también subterránea con el resto de la fortaleza por del Hornabeque, además de una comunicación exterior (el pasadizo I), en el que se hicieron dos cortaduras (gg) para su defensa. Por su situación, quedaba dominada por los fuegos del Hornabeque, algunos del castillo y por otros de la batería de la redención, así que no podrían mantenerse los enemigos en ella si llegaban a ocuparla.Todas estas baterías fueron dispuestas de tal modo que se defendían recíprocamente y, a su vez, estaban dominadas por el castillo. Formaban un conjunto de fortificaciones separadas, unidas entre

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sí por caminos subterráneos que permitían la retirada sucesiva de una en otra a medida que los enemigos consiguiesen ocuparlas.

FIG. 113. Perfiles del cerro y castillo de San Felipe de Barajas, por don Antonio de Arévalo. 1763

 Completaba la defensa de estos reductos una complicada red de galerías subterráneas para contraminas, comunicadas con el exterior por pozos que, a la vez que facilitaban el trabajo de extracción de los materiales, servían para la ventilación de aquéllas y para puntos de demarcación de los ramales y hornillos que fuese conveniente volar en un momento dado.A principios de 1763-como se ha dicho-quedaron las baterías concluídas y a punto de prestar servicio, continuándose entonces el allanamiento de los cerros inmediatos, que se había interrumpido para terminar aquéllas, por no haber gente suficiente para atender a la vez a ambos trabajos 104. Vista la relación de abril de ese año, el rey alabó la labor de Arévalo, aprobó las obras realizadas y dispuso que -tal como había propuesto éste-se forrasen de mampostería, "por ser las más formadas del terreno natural cortado y escarpado con el pendiente proporcionado al empuxo y

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pesso su consistencia, y otras de tapia de tierra, dispuestas con igual preocupación enlucidas y blanqueadas de modo que parecían todas de mampostería de cal y de canto" 105. En éstas y otras obras complementarias se trabajó en los años siguientes: en 1764 se comenzó a construir un cimiento de tres aljibes, con su escalera y conductos subterráneos para bajar a sacar el agua y la galería magistral de contraminas con sus pies derechos enlucidos sosteniendo la bóveda 106. Durante el año siguiente se forraron de ladrillo los pies derechos que sostenían las bóvedas en los cuarteles subterráneos de las baterías de San Carlos y de la Redención; se hizo la rampa de comunicación entre la batería de San Lázaro y las restantes del recinto y se allanó el terreno entre ésta y el castillo antiguo de San Felipe, para recoger en los aljibes las aguas pluviales; y se continuó revistiendo de mampostería las baterías exteriores 107.La fecha -"Año de 1769"- que se lee en una garita, debe indicar la terminación total de las obras principales, aunque con posterioridad se continuó trabajando en el revestimiento exterior, apertura de galerías de minas y otras obras complementarias.En noviembre de 1776 estaba revestido de mampostería el frente de la campaña, desde la batería de San Lázaro hasta la de San Carlos -a excepción de los parapetos- incluyendo los reductos y caminos cubiertos intermedios 108. En 1793 se revistió la batería de la Cruz 109. Cinco años más tarde se acabó una galería subterránea, con rastrillos en sus extremos, que ponía en comunicación las baterías de San Carlos y la Cruz y el Hornabeque, con la caponera de acceso a la plaza, para retirada de los defensores hacia ésta en caso de necesidad 110.A pesar de los estragos del tiempo y del abandono, aún se conserva en pie el castillo de San Felipe de Barajas con la mayor parte de las baterías que, aprovechando los desniveles del cerro que le sirve de asiento, construyó el brigadier Arévalo. Cuando dejó de ser militarmente útil, la vegetación exuberante del trópico cubrió sus almenas y paramentos, al mismo tiempo que la tierra acumulada por las lluvias cegó galerías y fosos, ocultando bajo una gruesa capa los pisos de ladrillo. Pero los trabajos que se iniciaron hace un cuarto de siglo 111 han salvado de su total ruina al viejo monumento, que es, sin disputa, la obra de arquitectura militar más grandiosa que el genio de España elevó en tierras de América. Salvo las baterías de Santa Bárbara y de San Lázaro, totalmente arruinadas o desaparecidas, el resto está hoy en perfecto estado de conservación, con los merlones y los paramentos limpios y consolidados. Libres de la tierra que las obstruía, las galerías subterráneas se pueden recorrer hoy, con toda comodidad, en una longitud de más de seiscientos metros, y los cuarteles a prueba de bomba, perfectamente saneados, como aquéllas, por los pozos de ventilación, parecen estar dispuestos para recibir de nuevo el retén de soldados. Las fotografías aquí reproducidas pueden dar perfecta idea de la grandeza de castillo, que domina, con su mole de piedra, la entrada al núcleo urbano de Cartagena.

104 Hoja de servicios, citada.

105

Ibídem.

106

Informes de Arévalo, 21-IV-1764 (AGI: Santa Fe, 942).

107

Informes de Arévalo, 23-III-1765 y 16-I-1766 (AGI: Santa Fe, 943).

108

Informe de Arévalo, 6-XI-1766 (AGI: Santa Fe, 943).

109

Informe de Arévalo, 31-XII-1793 (AGI Santa Fe, 616).

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110

Informe de Arévalo, 30-VI-1798 (AGI: Santa Fe, 624).

111

Véase el Informe...de la Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena (Cartagena, Imprenta Departamental, 1993). A esta

meritísima Sociedad y a la desinteresada labor de sus directivos se debe la restauración y conservación del

monumento. Quede aquí, para ellos, constancia de la gratitud que merecen.

NUEVAS BATERÍAS EN BOCACHICA

No fueron las obras antes reseñadas las únicas que se hicieron en Cartagena con motivo de la guerra con Inglaterra: al mismo tiempo que se reparaban diversos baluartes del recinto de la plaza y se construían las baterías del cerro de San Felipe, se edificaron otras nuevas en el canal de Bocachica, para asegurar más aún las defensas del aquel paso, llave marítima de la bahía de Cartagena.Al este del castillo de San Femando, en la isla de Tierra Bomba, se alzaba el cerro de los Hornos, dominando el contiguo valle de Cáres y el terreno por donde podía ser atacado aquel castillo en caso de un desembarco en la citada isla. En ese lugar había proyectado don Ignacio Sala situar el fuerte de San Fernando, y ya hemos visto cómo don Lorenzo de Solís, en 1754, había dispuesto elevar los parapetos de éste para evitar que fuese hostilizado desde el cerro y, además, propuso que, en caso de guerra, se fortificase éste con una batería de campaña.La ruptura con Inglaterra hizo llegar la ocasión, y Arévalo llevó a la práctica esta idea. En la "Relación" de 9 de abril de 1762 dio cuenta de estar construyendo, en dicho lugar, una batería con foso y estacada, escarpa abierta en el terreno, que era de piedra blanda, y glasis de tierra. Se trataba, al parecer, de una batería rasante, pues dice que sólo se descubría desde la campaña el parapeto, que era de fajina: por la espalda se le hizo un parapeto sencillo, con troneras para la fusilería, defendido por un foso, pero sin glasis. Según Arévalo, la situación de esta batería y su disposición le prestaban notables ventajas: impedía al enemigo el desembarco a menos distancia que la playa de Chamba, no podía ser batida en brecha, a causa de su disposición rasante, y en el caso de que la ganasen los enemigos no era posible, desde ella, atacar a los fuertes, y, en cambio, podría ser batida por los fuegos de los navíos que hubiese por dentro de la bahía 112. Esta batería-que se llamó del Angel San Rafael-quedó terminada y provista de artillería en mayo del año referido 113.Al mismo tiempo se construyó en el glasis bajo del fuerte de San Fernando la batería de San Juan Francisco de Regis, para seis cañones de grueso calibre, con objeto de cubrir las troneras bajas de la porción circular de aquél y poder batir a los navíos enemigos más eficazmente cruzando sus fuegos con los de la batería de San José 114. En el glasis alto del mismo fuerte se edificó la batería de Santiago, para defender el baluarte del Rey. Montaba cinco cañones.Los parapetos, la escarpa y la parte de la muralla de la batería del Angel San Rafael, que se hicieron de fagina por la urgencia de la guerra, fueron demolidos más tarde y reconstruidos con materiales más duraderos (fig. 130). Se construyó también en ella una casa fuerte atronerada para cuerpo de guardia, aljibe, cuarteles, subterráneos y un pasadizo, también subterráneo, que la ponía en comunicación con la orilla del mar para que la tropa pudiese abandonarla sin riesgo en caso necesario 115. En la boca de esta galería se hizo, a fines del siglo, un muelle de madera, "cercado de líneas de estacas unidas a los costados del Reducto que hay para sostenerla" 116.Las nuevas baterías de Bocachica aparecen representadas en un plano del canal que remitió Arévalo a la Corte con el informe, tantas veces citado, de 15 de mayo de 1763. En él señala todas las posibilidades de defensa de tan importante canal, llave de la bahía, y los lugares en que deberían situarse navíos de guerra para cruzar sus fuegos con los castillos y ayudar a la defensa en caso de ataque (fig. 126).

 

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FIG. 130. Plano y perfil de la batería del Angel, 1778.

 

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FIG. 126. El canal de Bocachica y sus inmediaciones. 1763

 

112 "Relación" de 9-IV-1762, citada.

113

"Relación" de 30-V-1762, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 941).

114

"Relación" de 9-IV-1762, citada.

115

"Relaciones" de Arévalo, 21-IV y 14-XII-1764 (AGI: Santa Fe, 942).

116

"Relación" de 30-VI-1797, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 624).

En 1769 levantó Arévalo otro mapa de Bocachica para informar acerca de la extensión de la playa de arena que se había formado a orillas del canal, delante del fuerte de San Fernando.

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Con la construcción de estas nuevas baterías se completó la defensa del canal de Bocachica, que con los fuegos cruzados de las fortalezas emplazadas a sus orillas se convirtió en una entrada inexpugnable. En la orilla izquierda, el fuerte de San Fernando se conserva casi intacto, tal Como quedó en 1759, cuando el brigadier Arévalo, siguiendo los planos de Mac-Evan, terminó su construcción.Sus bóvedas a prueba de bomba y sus recios muros de cantería, bañados por el mar, nada han sufrido durante dos siglos. Las baterías de Santiago y San Francisco de Regis están en parte arrumadas, pues han perdido los merlones; el glasis del castillo está hoy cubierto de árboles y maleza.La galería principal de contraminas (figs. 128 y 131), que corre a lo largo de la contramuralla del glasis, comunica entre sí ambas baterías y desprende ramales que salen a unas "surtidas" situadas al nivel del agua del foso 117.

 

FIG. 128. Plano del fuerte de San Fernando de Bocachica. 1779

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FIG. 131. Plano del fuerte de San Fernando (pormenor del reproducido en la fig. 128).

En la orilla derecha del canal emerge del agua la batería de San José, hoy anegada en parte y cubierta de manglares. Las bóvedas de ladrillo a prueba de bomba, erigidas sobre el recinto de la batería primitiva, se conservan en buen estado. Bien merece todo el conjunto un sencillo trabajo de consolidación para que el tiempo y la intemperie no completen su obra destructora. La batería del Angel San Rafael está en ruinas 118.Cerrado el canal de Bocagrande por medio del malecón que para este efecto construyó Arévalo, fue preciso atender con frecuencia a la conservación del de Bocachica, al que "la naturaleza tira a cerrar echando continuamente arena sobre él", según escribía el virrey Mendinueta en su relación de mando fechada en 1803. La causa de estas acumulaciones de arena no debía radicar únicamente en el dique de Bocagrande, pues mucho antes de que se construyese éste ya era necesario extraer la que acumulaban las mareas en las inmediaciones del foso del fuerte de San Fernando. A partir de 1759, los informes reunidos por Arévalo acerca de las obras hablan continuamente de extracciones de arena, y para esos trabajos se construyó una embarcación adecuada. En un mapa de 1769, que se conserva en el Museo Naval de Madrid, indicó el ingeniero la extensión de playa que se había formado en la orilla izquierda del canal, señalando los limites de

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la misma desde años atrás hasta la fecha referida. Al parecer, si la construcción del dique no fue la única causa, contribuyó a que las corrientes acumulasen la arena, formando una playa en el costado norte del canal de Bocachica.

117 Creo que en Cartagena se desconocía la existencia de estas galerías subterráneas. Cuando las descubrí, en diciembre

de 1940, advertí a los amigos que me acompañaban la conveniencia de limpiarlas de la tierra y escombros. Ignoro si

los trabajos de limpieza del castillo, efectuados después de aquella fecha, habrán puesto al descubierto estos

subterráneos.

118

Apenas se distingue hoy (escribí esta nota en 1941) entre la espesa vegetación que cubre aquellos parajes. Sólo

quedan los muros exteriores, y supongo que existirá el aljibe, cegado por la tierra y la maleza. Con mucha dificultad, y

ayudado por mi buen amigo don Miguel S. Guerrero, pude encontrar la entrada a la galería subterránea, cuyo extremo

se puede ver a flor de tierra, junto al pueblo de Bocachica. Sólo pudimos recorrer unos metros de la galería, que estaba

obstruida.

EL DIQUE DE BOCAGRANDE

Terminadas las obras del cerro de San Lázaro y de Bocachica, volvió a ocupar el primer plano el problema, todavía pendiente de solución, del canal de Bocagrande. Después de las tentativas llevadas a cabo por Solís para cerrarlo y tras de haber elaborado éste un proyecto de dique sobre el cual no recayó resolución alguna, pasaron varios años sin que se trabajase en aquella obra, y es de suponer que la mar y los temporales continuasen aumentando la abertura, si no en longitud, ya que los trabajos realizados por Sala y Solís crearon alguna extensión de playa, sí en profundidad. En 1766, el gobernador de Cartagena don Francisco Morillo Velarde escribía al ministro Arriaga en referencia a una real orden del 10 de abril de ese año, en la que, al parecer, se pedía informes sobre el asunto: le decía que mientras el canal no tuviese más fondo no podría causar cuidado alguno, ya que el paso con embarcaciones menores a través de él podía impedirse fácilmente con navíos de la Armada, que nunca faltarían en el puerto en caso de guerra 119. Tan ambiguos informes contrastan con lo que la misma autoridad había escrito al Virrey poco antes, a quien significó que el fondo del canal permitía el paso de balandras y otras embarcaciones de parecido porte, que, en número crecido, podrían constituir un peligro si no había en el puerto otros navíos de guerra que los que, en tiempos de paz, servían de guardacostas 120.Parece ser que el problema se concretaba entonces a decidir si debía cerrarse el canal, como se había proyectado años antes, o si bastaría defenderlo con navíos en caso de guerra. Acerca de esto informó en 1768 el general de la Armada don Andrés Réggio, por orden del ministro Arriaga, y era su opinión que no bastaba apostar unos navíos con la misión de defender aquella entrada, ya que con viento del N. E. podrían pasar fragatas de veinticuatro cañones que, luchando con los navíos, protegerían el paso de embarcaciones menores. Que esto era posible se había demostrado en ocasión de la presa de una balandra inglesa, hecha por el comandante de los guardacostas de Cartagena don Miguel Gastón, a la cual hizo entrar por la Bocagrande, "para evitar controversias con el capitán de un navío de guerra de la misma nación que se hallaba fondeado en el placer de Bocachica". El mismo don Miguel Gastón había levantado un plano de Bocagrande (fig. 118) antes de salir de aquel puerto, de donde vino a España en 1766, mandando el navío "El Brillante". Según los cálculos de Gastón, medía entonces la Boca mil doscientas toesas.

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FIG. 118. Plano del canal de Bocagrande, por don Miguel José Gastón. 1764

 

119 El Gobernador a Arriaga, 27-XII-1766 (AGI: Santa Fe, 945).

120

El Gobernador al Virrey, 10-XI-1766 (AGI: Santa Fe, 945).

Por las razones expuestas, el general Reggio era partidario de cegar el canal -y en ello estaba de acuerdo con el parecer de Gastón-, hundiendo en él algunos cascos viejos de gran calado, llenos hasta la borda de mampostería, calzados con unas muletas por la parte interior del puerto, sobre los cuales podrían montarse cañones. Para el caso de que este proyecto se aprobase, proponía que se tuviesen en el puerto cuatro navíos, otros tantos jabeques con remos y dos baterías flotantes, dispuestas siempre a acudir a donde la defensa los hiciese necesarios 121.En la misma fecha en que Arriaga pedía informes a Reggio-18 de octubre de 1768-se dictó la real orden que dispuso la formación de un proyecto para cerrar el canal, que le fue encargado a don Antonio de Arévalo. A principios de 1769, el comandante de los guardacostas don Martín de Laztarría fue llamado por el Gobernador-en cumplimiento de una real orden transmitida por el

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Virrey-para que reconociese el canal de Boca- grande y unos planos del proyecto que había formado dicho ingeniero. Inspeccionó el lugar y comprobó Laztarría "que el fondo constta en cerca de media legua, que tiene oy... la boca de quince pies y medio hasta diez y seis en toda su estensión de orilla a orilla", por lo cual "se dexa ver que pueden mui bien entrar fragatas grandes planudas que calen poca agua".En todo se mostró conforme con el proyecto de Arévalo, y juzgó necesarios cuatro navíos de guerra para defender la Boca mientras permaneciese abierta 122.Por conducto del Virrey remitió Arévalo a la Corte los planos, acompañados de un prolijo "discurso", donde con su exactitud característica hizo un documentado estudio de los proyectos elaborados por su antecesor y expuso el suyo propio. Consistía éste en un trozo de dique de mil varas de largo (fig. 134; IK), formado por varias filas de estacas (figura 133, fig. sexta del plano)-de madera de "cañaguate" y "olla de mono" inatacables por la "broma"-con estribos perpendiculares a él cada cincuenta varas; el pilotaje del dique y de sus estribos iría relleno de piedra "de las canteras de Tierra Bomba, u otras iguales que será la más varata" hasta cierta altura, y el resto con otra piedra más sólida, con lo cual, al romper la mar en los cajones así formados y rellenos, iría depositando arena a ambos lados de éstos. Sobre el dique y la arena acantonada junto a él haría una escollera para que las olas, rompiendo en ella, perdieran su fuerza y depositaran las arenas que continuamente aumentarían el bajo. Para cerrar la parte restante de la abertura (fig. 134; KLCD) proyectaba una escollera de piedra, pero como haría falta una gran cantidad de materiales y, por consiguiente, el gasto sería inmenso, propuso poner una hilera de piedra de vara y media de altura sobre el fondo, a fin de que la arena se acantonase a ambos lados de ella y, conseguido esto, una segunda hilera encima que aseguraría el bajo formado y aumentaría el acantonamiento de arena; encima de ésta, una tercera hilera de piedra, con el mismo fin, y sobre el bajo así formado, una escollera de cantos en bruto, elevada media vara sobre el nivel del agua, que aseguraría toda la obra y detendría la mar y la arena acarreada por las olas. No había peligro de que los temporales la arruinasen, porque la mar batiría en ella siguiendo la pendiente suave del bajo de arena y pasaría por encima sin hacer presa en la escollera, ya que con ese objeto se dejaba ésta a sólo media vara de altura sobre su nivel.El dique no había de cerrar el total de la abertura; se dejaría abierto un trecho de unas quinientas varas de largo, con algunos cantos grandes puestos de modo que, dejando paso libre a las aguas "para refrescar las interiores de la bahía", no lo permitiesen a las embarcaciones. Calculaba que la ejecución del dique y la escollera exigiría nueve años de trabajos y un costo de más de un millón de pesos 123.Aunque Arévalo prefería este sistema para hacer la escollera, por considerarlo el más eficaz, ideó otro de menor costo, consistente en poner, en vez de las tres hileras de piedra, otras tantas de cestones llenos del mismo material (fig. 133, fig. 9 del plano), con los cuales se podría lograr, de igual modo, la formación de un bajo de arena para colocar encima de él los cantos de rompeolas. Propuso este sistema por si fuese del agrado real experimentarlo en algún trecho de la obra para ver si lograba el mismo efecto que con el anteriormente descrito 124.En el plano del dique (fig. 134) indicó Arévalo la situación que deberían ocupar los cuatro navíos de guerra para defender el canal en caso necesario, antes de terminarse las obras.

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FIG. 133. Plano de Cartagena y sus inmediaciones y planos particulares del dique de Bocagrande. 1769

 

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FIG. 134. Plano del canal de Bocagrande, por don Antonio de Arévalo. 1769

 

121 Reggio a Arriaga, Cádiz, 11-XI-1769 (AGI: Santa Fe, 945).

122

Laztarría al Virrey, 21-I-1769 (AGI: Santa Fe, 945).

123

1.327.018 pesos y cinco reales y medio.

124

Documento citado en la nota 59.

Envió el Virrey a la Corte los planos de Arévalo, y ésta los pasó a informe del brigadier de Ingenieros don Juan Martín Cermeño, quien elogió el proyecto y los beneficios que obtendría la plaza con la ejecución de la obra, pues con única entrada por Bocachica seria difícil al enemigo atacarla, "de que hay exemplar en el sitio que la pusieron los ingleses", pero no creía que pudiesen realizarse las obras en el limitado tiempo qué calculaba Arévalo. Como además juzgaba Cermeño

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que era difícil averiguar la resistencia que había de tener el dique, dada la imposibilidad de calcular exactamente la fuerza de las olas, si bien era partidario de que se aprobase la ejecución de la obra, creía conveniente tener en cuenta ciertas prevenciones para asegurar el éxito lo más posible. Propuso que se hiciese el dique de mil varas proyectado por Arévalo, con objeto de cerrar un trecho de canal y conseguir, además, que se formase playa (lo cual juzgaba que se conseguiría en pocos años, pues la experiencia de la obra comenzada por Sala lo había demostrado), pero que se dividiese la obra en tres trozos y no pasase a uno sin dejar bien asegurado el anterior, y que viese dicho ingeniero si el dique iniciado por don Ignacio Sala no había subsistido por débil, para que, en ese caso, aumentase la resistencia de la nueva obra; y que diese a ésta, si era posible, una dirección más perpendicular a la playa. Por lo de más, estaba de acuerdo en que se apostasen cuatro navíos para defender el canal en tanto durasen las obras del dique y la escollera 125.De acuerdo con lo propuesto en este informe, por real orden de 1 de julio de 1770 se dispuso la ejecución del proyecto. Tan pronto como se terminó la escollera de la Marina se dio principio al dique de Bocagrande, cuyas obras comenzaron el 11 de noviembre de 1771. Los operarios, materiales y herramientas empleados en aquélla pasaron a ésta, y con tanta actividad se trabajaba que a fines de ese año estaba completamente concluido un trecho de cincuenta varas. Las obras ocupaban unos seiscientos trabajadores, incluyendo-en ese número a los que extraían la piedra de las canteras de Tesca 126.Dos años después daba cuenta Arévalo de las obras y remitía un plano (figura 135). Se habían construido mil ciento ochenta y una varas de dique, "formado de pilotage enzintado y amordazado, relleno de piedra seca; dos espigones de ochenta y cuatro varas de largo", uno de cinco varas de ancho, "formado de tres yladas de pilotes, enzintado y amordazado como el malecón"; y otro de seis varas, "con quatro yladas de pilotes rellenos de piedra seca, en el fondo... y con pendiente hacia el mar, formando próximamente su perfil el de un prisma triangular para dar franca salida a las aguas y contener la arena que rebuelta con ella, en el remanso ocasionan, se deposite en el fondo para reforzar la obra, con la qual se ha logrado que el mar aya contribuido con el depósito de arena que en el plano total de dicha obra se manifiesta, formando un isthmo artificial de permanente duración contra los temporales de 335 varas de largo", todo de playa seca sobre el nivel más alto de la marea "y expresando por medio del sondeo, la que se ha puesto entre el fondo natural del vajo, y entre el de las mareas menguantes". Dos temporales habían puesto a prueba el dique en septiembre de 1773; se alteró tanto el mar que su oleaje se levantó cuatro varas sobre el nivel ordinario, corriendo sobre los andamios de las máquinas de los martinetes e inundando todo el istmo, pero no causó daño alguno en lo fortificado, pues no movió los pilotajes ni las maderas en parte alguna de la obra 127.

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FIG. 135. Plano y perfiles del dique de Bocagrande, por don Antonio de Arévalo. 1773

 

125 Cermeño a Arriaga, Barcelona, 21-V-1767 (AGI: Santa Fe, 945).

126

"Relación" de 31-XII-1771, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 945).

127

Informe de 31-XII-1773, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 945).

A fines de diciembre de 1774 informó nuevamente Arévalo y envió otro plano (fig. 136). Se había construido en los últimos doce meses cerca de quinientas varas y sumaba el total de lo fabricado más de mil seiscientas (A-E de la fig. 1 del plano), de modo que, en longitud, estaba hecha casi la mitad de la obra, así como tres espigones y parte de otro. La bondad del sistema proyectado seguía poniéndose de manifiesto, pues se había creado una considerable playa y las arenas acumuladas continuaban elevando el nivel del bajo. Se trabajaba entonces en adelantar lo más posible el malecón, a fin de conseguir, en el más breve plazo, cerrar la abertura e impedir el paso de embarcaciones por ella; conseguido esto, se haría la escollera de cantos en bruto por la parte

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exterior del dique, de la cual sólo se había construido un trecho. Calculaba Arévalo que en cuatro años más de trabajo quedarían terminadas las obras 128.

FIG. 136. Plano y perfiles del dique de Bocagrande, por don Antonio de Arévalo. 1774

En 1778 quedó concluida la obra, con un costo de cerca de millón y me dio de pesos 129, muy poco más de lo que había calculado Arévalo. Según las Efemérides de Cartagena, no se concluyó toda la obra hasta fines de 1788, si bien nueve años antes ya estaba cerrada para navíos y fragatas 130.El capitán de navío don Pedro Francisco Fidalgo-que recorrió las costas colombianas en 1795, al mando de la División de Bergantines-dice que se terminó la obra en 1778, "dejando cuasi a la mediania un trecho de 400 varas, inferior a la marca baja, con objeto de refrescar las aguas del puerto". "Se tocaron muchos inconvenientes-añade Fidalgo-, y entre ellos no era el menos los temporales, que causaban mucho daño en la escollera con necesidad de repararla; mas, sin embargo, la obra es tan segura que no ha sufrido la menor alteración, y antes bien se ha consolidado por las arenas que se han arrimado" 131. En ese trecho de cuatrocientas varas, donde la altura del dique no alcanzaba el nivel del agua en bajamar, los vientos del Sudoeste abrieron canalizos practicables para embarcaciones menores. Así ocurrió en los meses de octubre y noviembre de 1800 y en otras ocasiones.Con el fin de evitar los repetidos gastos ocasionados por la necesidad de cerrar estos pequeños canales, la Junta de Guerra de Cartagena estudió el asunto y aprobó un proyecto que para ese

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objeto hizo Fidalgo. El Virrey mandó ponerlo en práctica, pero otras atenciones más urgentes impidieron su ejecución 132. Después de siglo y medio el mar no ha podido destruir la escollera construida por Arévalo. El canal de Bocagrande quedó cerrado para siempre.

 

128 Informe de Arévalo sobre las obras de Bocagrande, 31-XII-1774 (AGI: Santa Fe, 945).

129

SALDANHA: El canal de Bocagrande, BH (1917), pág. 40.

130

BH (1917) pág. 460.

131

CUERVO: Ob. cit., tomo I, pág. 121.

132

Ibídem.

OTROS PROYECTOS. -NUEVAS BATERÍAS

Concluidas las fortificaciones de Bocachica y del exterior de la plaza, era lógica la aparición de proyectos inspirados en el deseo de perfeccionar el recinto de murallas, tales como los que presentó en 1774 el ingeniero militar don Juan Jiménez Donoso. Pertenecía éste a la plantilla de la Comandancia de Fortificaciones de Cartagena de Indias desde febrero de 1772 en calidad de ingeniero ordinario, a las órdenes de don Antonio de Arévalo; en noviembre de 1773 había pasado a España en uso de licencia 133, y el 1 de mayo del año siguiente firmaba en Madrid dos planos, únicos que conozco, de los tres o más que debió presentar.Jiménez Donoso proponía dos soluciones distintas en amplitud y costo. La más modesta, cuya realización calculaba en unos dos millones de pesos, consistía en abandonar el arrabal de Getsemaní, reforzando el antiguo recinto y defendiendo la Puerta del Puente con un gran hornabeque, foso, camino cubierto y glasis (fig. 129). Más expresivo en el otro plano (fig. 141), relativo a una solución de mayor envergadura, consistente en unir los recintos de Cartagena y Getsemaní "formando una plaza grande compuesta de ciudad y arraval".

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FIG. 129. Proyecto para fortificar la ciudad desmantelando el arrabal de Getsemaní, por don Juan Jiménez Donoso. 1774

 

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FIG. 141. Proyecto para fortificar la ciudad uniendo en un solo recinto el primitivo núcleo de Cartagena y el arrabal de Getsemaní, por don Juan Jiménez Donoso. 1774

La ciénaga entonces existente entre una y otro quedaría reducida a un canal de comunicación entre el caño de Juan Angola y el antiguo surgidero de los navíos, y el terreno así ganado se destinaría a edificios públicos, casas, arsenal y una pequeña plaza con almacenes a espaldas de la Contaduría. El proyecto comprendía, además, la demolición total del castillo de San Felipe de Barajas, allanando el cerro que le sirve de base y todo el terreno de sus inmediaciones, así como también el baluarte y puente de la Media Luna. La entrada al recinto se desplazaba hacia la cortina que da frente a la isla de Manga, entre los baluartes de San José y el Reducto, defendida por una obra avanzada con foso, glasis y camino cubierto. Jiménez Donoso se mostraba un poco escéptico respecto de este proyecto, cuyo costo calculaba en tres millones de pesos y uno anual de gastos, pues lo juzgaba útil "para si no se hubiera descubierto el cavo de Hornos y fuese Cartagena como en aquel entonces llave de tierra firme".En 1776 fue comisionado por el Gobierno español para inspeccionar las plazas fuertes de América el brigadier de Ingenieros don Agustín Crame. En agosto de 1778 llegó a Cartagena, donde estuvo

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inspeccionando las fortificaciones y proyectando un plan general de defensa, hasta que a principios de enero de 1779 siguió el viaje para el istmo de Panamá 134. De los planos que hiciera Crame en Cartagena sólo conozco uno, referente a la fortaleza de San Carlos, que proyectó para el cerro de San Lázaro, con el fin de sustituir el viejo castillo de San Felipe de Barajas y las baterías construidas pocos años antes por Arévalo y que entonces se estaban cubriendo de mampostería 135. Al parecer, Crame desaprobó el plan de obras de Arévalo, en contra de la opinión del virrey de Nueva Granada, don Manuel Antonio Flórez, según se deduce de una carta escrita a éste el 10 de octubre de 1788; al acusar recibo de una que le dirigiera el Virrey con fecha 15 de septiembre, se expresaba en estos términos: "en ella encuentro reflexiones mui dignas de la atención que merece esta plaza; y ojalá fuese tan aplicable a ella el proyecto que se ha formado y que Vuestra Excelencia me cita para fortificarla". "No por eso desconfíe Vuestra Excelencia de la posibilidad de poner en buen estado a Cartagena, sin gastar millones. San Lázaro pudiera ser una fortaleza respetable, con poco más de lo que se gastó para desfigurarlo" 136.El brigadier Crame, de acuerdo con las instrucciones que recibiera en España, proyectó un plan de defensa a fin de preparar la plaza de Cartagena en previsión de la esperada ruptura con Inglaterra. La real orden de 22 de abril de 1779 fue recibida en agosto, junto con la de 18 de mayo que mandaba publicar la declaración de la guerra con Gran Bretaña. Inmediatamente el virrey Flórez partió para Cartagena y se apresuró a dar principio a las obras; el 5 de octubre escribía al ministro Gálvez: "no se cesa ni se cesará hasta poner esta plaza y sus cercanías en el estado de defensa, según el plan que formó el brigadier don Agustín Crame". A fines de noviembre comunicaba "que el plan de defensa... está casi efectuado en todas sus obras provisionales, con algunas adicciones que lo perfeccionaran, cuya conclusión he acelerado, de forma que me aseguran se finalizarán en el resto del año corriente 137.

133 En enero de 1776 estaba de nuevo en Cartagena trabajando en las obras de reparación del Canal del Dique. Pasó

después a Bogotá, a proyectar el palacio de los Virreyes y de la Audiencia. En 1780 dirigía la construcción de unos

cuarteles en Bocachica; en el mes de marzo de ese año fue en comisión al Darién, de donde regresó a Cartagena en

agosto de 1781. El 26 de diciembre de dicho año pasó destinado a Panamá (Memorial de Servicios de 1785; AGI:

Panamá, 360).

134

Efemérides de Cartagena, BH citado.

135

Se conserva en el Servicio Histórico Militar, Madrid (Biblioteca central Militar, Sección Cartográfica, signatura K-b-7

núm. 14). Representa un fuerte con tres baluartes y foso. Es copia, firmada por Arévalo, del original, sin firma ni fecha,

que el brigadier Crame había dejado al Gobernador don Juan Torrézar Díaz Pimienta.

136

AGI: Santa Fe, 592.

137

El Virrey a Gálvez, 5-X y 26-XI-1779 (AGI: Santa Fe, 577-A).

Las obras construidas entonces con carácter provisional, y rehechas o consolidadas más tarde, una vez que pasó la urgencia de la guerra, fueron las siguientes: algunas reparaciones en el recinto amurallado, el espigón de la Tenaza, las baterías del cerro de la Popa, las de Más y Crespo y el hornabeque de Palo Alto. Unos "planos particulares y perfiles", firmados por Arévalo en 1780 (fig. 137), explican gráficamente esas obras.

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FIG. 137. Planos particulares y perfiles de las obras de defensa de la plaza de Cartagena, construidas por don Antonio de Arévalo. 1780

En la muralla de la Marina se reforzó la estacada que defendía la parte comprendida entre los baluartes de Santa Catalina y Santa Clara, que desde hacía más de un siglo estaba abierta. También se reparó la cortina derecha del baluarte de la Merced y la comprendida entre éste y el de la Cruz, que había sido destrozada por un temporal en 1761. Esta brecha se cerró "con una paredilla sencilla de mampostería ordinaria". La parte del recinto del arrabal de Getsemaní que hace frente al cerro de San Lázaro, entre los baluartes de San José y Chambacú, fue reforzada con nuevas baterías, a fin de cubrir la comunicación entre la Media Luna y el castillo de San Felipe de Barajas. En el cerro de la Popa también se hicieron baterías provisionales, emplazadas con vista a defender el acceso a la plaza (fig. 137; fig. sexta del plano).En la orilla del mar, a lo largo de la llamada avenida de la Cruz Grande -al nordeste de Cartagena, camino de la punta de la Canoa- se construyeron varias obras de fortificación, con el fin de impedir

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el acceso a la ciudad en el caso de un desembarco en cualquier punto de Playa Grande (fig. 137; fig. segunda del plano). Junto al baluarte de Santa Catalina, y con el fin de defender uno de sus flancos, se construyó el espigón de la Tenaza, "de fagina bien trabada a tongas". Más allá de la Cruz Grande se hizo una batería para seis cañones, en terrenos del rico ganadero don Pedro Más, y otra semejante en la estancia de Crespo (fig. 137; fig. cuarta del plano). A unas mil cien varas de esta última, en una angostura que separaba del mar la ciénaga de Tesca, se construyó el hornabeque de Palo Alto, "hecho de buena tierra, revestido de fagina" (fig. 132), cuyo objeto era "destruir al enemigo todas las ventajas que pudiera prometerse desembarcando en la Boquilla" 138.

FIG. 132. Plano y perfiles del hornabeque de Palo Alto.

 

138 "Relación de las obras provisionales"..., de 4-X-1778 (AGI: Santa Fe, 577-A). Véanse también las explicaciones del

plano de 1780, reproducido en la figura 137.

Tanto el hornabeque de Palo Alto como las baterías de Más y de Crespo fueron reconstruidas en los años de 1796 y 1797 por orden del virrey Mendinueta 139. En éstas se hicieron, en 1798, cuerpos de guardia cubiertos de palma y almacenes para el repuesto de pólvora "hechos de

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blindajes, cubiertos con espaldones" 140.En 1808 se comenzó a reforzar la Tenaza, reconstruyéndose totalmente hasta dejarla tal como se encuentra en la actualidad. Años antes, al hacer los cuarteles de las Bóvedas, se le dio comunicación "por una poterna abovedada de treinta y cuatro varas de largo". Al mismo tiempo se construyó un camino cubierto en el frente de Santa Catalina141, tal vez el mismo que se indica en un "plano que comprende las obras mandadas ejecutar en la plaza de Cartagena de Indias por real orden de 12 de Febrero de 1786" (fig. 139), levantado en esa fecha por el ingeniero director Arévalo 142.

FIG. 139. Plano de la ciudad con la escollera de la Marina, por don Antonio de Arévalo. 1786 (copiado por don José Díaz Pedregal).

 

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139 "Relaciones" de 31-XII-1796 (AGI: Santa Fe, 621) y 31-XII-1797 AGI: Santa Fe, 622), ambas por Arévalo.

140

"Relación" de 30-VI-1797 (AGI: Santa Fe,624).

141

Efemérides de Cartagena, BH citado, pág. 463.

142

Reproduzco una copia que se encuentra en el Museo Naval de Madrid. El original, firmado por Arévalo, se conserva en

el Servicio Histórico Militar (Biblioteca Central Militar, Sección Cartográfica, K-b-7 núm. 33).

"LAS BÓVEDAS"

Ya hemos visto cómo en 1755 el ingeniero don Lorenzo de Solís había proyectado la construcción de cuarteles y almacenes para pólvora, víveres y pertrechos, proyecto que por entonces no se llevó a efecto. El brigadier Arévalo, en un "proiecto general para fortificar la plaza", que presentó en 1773 143, expuso la necesidad de dotar a Cartagena de edificios de esa clase, "pues no puede llamarse plaza fuerte-decía-la que sólo tenga buenas fortificaciones, si no tiene también las Bóvedas a prueva de bomba, que necesita para tener a cubierto de ellas la tropa de desdanso y resguardar los víveres y municiones, respecto de que no ai medio para evitar su caída, pero sí lo ai para embarazar su efecto, asegurando en dichas Bóvedas la tropa y demás para su defensa". Años más tarde se decidió su construcción, y el sitio elegido para emplazadas fue el sector comprendido entre los baluartes de Santa Clara y Santa Catalina, único que faltaba para dejar totalmente cerrado el recinto de murallas de Cartagena.En marzo de 1789, y con una consignación de treinta mil pesos anuales concedida al efecto, se inició la construcción de la cortina de muralla y veintidós bóvedas de veinte varas de largo por siete de ancho, que habían de ocupar todo el frente comprendido entre los citados baluartes 144. A fines de 1792 estaban sacados de cimientos veinte de los pies derechos que habían de sostenerlas, así como también "los cimientos de los testeros del frente de ellas y puestos los umbrales de sus puertas de entrada, formadas éstas con la cantería de sus batientes y mochetas, y terraplenado todo su interior hasta la altura que deve tener para recivir su solería"; así como también quedaba arreglado "el piso exterior, y calle contigua al frente de estas bóvedas" 145.En junio del año siguiente se concluyeron los pies derechos y se comenzó a hacer acopio de maderas, ladrillos y otros materiales para dar principio a las bóvedas en enero del año siguiente 146. A mediados de 1795 estaban "concluídas, quitadas sus cimbras y solado su piso, de buen servicio, capaces, claras, secas y bien ventiladas, y en 10 de ellas colocadas sus puertas con herrages, con 3 1/2 pies de grueso en sus claves, restando enlucirlas o sacarlas a plana en su parte interior, y poner sobre ellas dos solerías de ladrillo de plano para quitar toda filtración de las aguas de las lluvias; poner algún terraplén sobre ellas de buena calidad, cubriéndolo con otra solería, con la qual quedará formada la explanada o piso superior, y con 4 pies de grueso en sus claves en la mitad de su longitud". También se había construido otra bóveda interior para almacén de pólvora, con entra da subterránea "por la explanada o piso superior de las Bóvedas y su correspondiente puerta doble y ventanas de luz y comunicación" 147.Seis meses después se había puesto el terraplén en los senos de cinco bóvedas, "bien regado y pisado, enrrasado con el pendiente necesario para recivir la explanada", y seis de ellas estaban enlucidas, "puestas las rexas de ventilación en sus pies derechos y las puertas con todos sus herrages". Ya se utilizaban éstas como cuartel de las tres compañías del Batallón de Milicias Blancas. En la misma fecha quedó concluida la muralla con su parapeto y se prolongó éste por el baluarte contiguo de Santa Clara (alcanzando una longitud de cerca de quinientas varas), "con la

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altura necesaria al uso del fucil en la cortina de un andén o piso para este servicio" 148.En el primer semestre del siguiente año-1796-se terminó el "nuevo frente de fortificación del recinto de la plaza por parte de la Mar del Norte y sus Bóvedas, rampas, terraplenes y esplanadas". "Sobre todas las veinte y cuatro-escribía Arévalo- [se ha puesto] una solería de buen ladrillo sulacadas [sic] sus juntas, y en las rampas y terraplén de la unión con el baluarte de Santa Catalina se han puesto los hormigones correspondientes y se ha enlucido o sacado a plana todo el paramento del frente de la Muralla Real y su parapeto, como también su frente interior o vista de las Bóvedas, las quales son capaces, claras, libres de toda humedad, con franca ventilación por las puertas, ventanas, pasadizos, de comunicación y aspilleras aviertas en la Muralla Real, en las quales se tendrá la tropa acuartelada, sana y libre del efecto de las bombas por su buena construcción y grueso de más de quatro pies y medio en sus claves, manifestando su cantería y toda la obra, con quatro garitas, tres de ellas nuevas de cantería, voladas sobre repizas y basamentos de lo mismo, un frente respetable de 308 varas lineales de largo línea magistral (incluso 40 de la cara izquierda del baluarte de Santa Catalina), alto de 9 varas, vistoso frente y espaciosa, en cuyo medio antes de la erección estaba abierto el recinto de la plaza en un trecho de 260 varas cerrada con una, estacada censilla, al qual agregado el baluarte de Santa Clara, cuya muralla real se ha levantado hasta la altura de seis varas sobre el nivel del mar su parapeto, revestimiento interior, rampas y terraplenes (para cuya perfección sólo le faltan los hormigones), que da esta muralla real libre de escalada y ataque brusco, de que no lo está la restante muralla baja". Además, se había hecho una galería subterránea "que comunica la Plaza de Armas que está frente con el baluarte de Santa Catalina, aumentando con la tenaza exterior unida a su muralla real, egecutada el año 79 de buena tierra regada y pisada para cortar el paso por aquí entre la muralla y el mar de la avenida de la Cruz Grande, defendida con los fuegos rasantes y un foso de agua a su pie que se halla de buen servicio, y sin esta comunicación estava sin uso a la que saliendo ahora por una poterna se le da todo el valor del fin a que se ejecutó"149. Así, pues, en 1796 quedó completamente cerrado el recinto de Cartagena.Terminadas las Bóvedas, se dio principio a la construcción de un pórtico "formado de arcos de ladrillo y un cielo razo", para que la tropa acuartelada en ellas "se comunique de unas a otras y a sus comunes libres de las incomodidades y efectos que ocasionan las lluvias y soles que entrara por las puertas". A fines del año referido estaban hechos todos los pilares y se habían cerrado diez y siete arcos, "restando 30 y el cielo razo, para lo cual están prontas y labradas todas las maderas" 150, pero entonces hubo necesidad de suspender las obras para atender a otras más urgentes y no se reanudaron hasta 1798 151. Un escudo de mármol colocado en el tímpano del frontón está fechado en ese mismo año152.Aunque sin importancia arquitectónica, el Pórtico de las Bóvedas (figura 123) no deja de ofrecer cierta belleza, que tal vez resida en la monótona repetición de sus cuarenta y siete arcos, que forman el fondo de uno de los rincones más típicos de la Cartagena de fines de la época colonial. Fue ésta la última obra de don Antonio de Arévalo.

143 AGI: Santa Fe, 946. En él estudia las avenidas de acceso a la ciudad y lo que necesita para completar sus defensas.

Los planos a que alude el documento no se encuentran en el Archivo General de Indias, por lo que se hace difícil

entender el proyecto.

144

En el Servicio Histórico Militar (Biblioteca Central Militar, Sección Cartográfica, K-b-6 núm. 58) se conserva un plano de

la cortina de las bóvedas, con planta de los cuarteles, firmado por Arévalo, fecha 30-VI-1789.

145

"Relación" de 31-XII-1792, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 615).

146

"Relación" de 31-XII-1793, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 616).

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147

"Relación" de 30-VI-1795, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 618).

148

"Relación" de 31-XII-1795, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 619).

149

"Relación" de 30-VI-1796, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 619).

150

"Relación" de 31-XII-1796, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 621).

151

"Relación" de 30-VI-1798, por Arévalo (AGI: Santa Fe, 624).

152

La inscripción dice así: "La esculpió Hermenegildo Josef / Ayala, natural de esta ciudad de / Cartagena de Indias, /

(escudo) / Reynando Carlos IV, año de 1798".

Este mismo artífice labró un retablo que está en la iglesia de Santo Domingo, según lo acredita una inscripción.

EL MUELLE DE LA CONTADURÍA

Desde el último cuarto del siglo XVI, la descarga de naos y galeones se hizo, con embarcaciones menores, en el muelle que construyó el gobernador Pedro Fernández de Busto, que, tal vez ampliado luego, figura en el plano de las Casas Reales-o sea la actual Aduana-que levantó en 1620 el ingeniero Cristóbal de Roda. A ese muelle aportaron, durante más de dos siglos, los viajeros y las mercancías, pasando a los almacenes de la Contaduría o al recinto de la ciudad a través de la histórica "Puerta de la Aduana". A principios del ochocientos, el Consulado de Comercio, por iniciativa de su tesorero don Manuel de Pombo, hizo algunas reparaciones en el viejo muelle: se quitaron algunos sillares que estaban maltratados y se amplió el andén del desembarcadero.En 1802, el tesorero Pombo solicitó permiso para construir, por cuenta del Consulado, "dos pórticos de mampostería de orden dórico, colocados en el mismo muelle" para resguardo de los cargamentos que se desembarcaban en tiempo de lluvias. Pasada la instancia a informe de la Comandancia de Fortificaciones, el ingeniero don Manuel Anguiano se manifestó en contra del proyecto, por considerarlo perjudicial para la defensa de la inmediata puerta de la muralla y de la estacada que cerraba el acceso al arrabal de Getsemaní. El tesorero contestó en términos airados, mezclando sus argumentos con ataques personales a Anguiano, y el gobernador don Anastasio Cejudo elevó el expediente al Virrey. Gracias al pleito así suscitado se conserva un plano de ese sector del recinto de Cartagena (fig. 140), donde figura el muelle antiguo que, según Anguiano, era "el que ha servido en tiempo de los galeones, cuyo conjunto de géneros y frutos no volverá a verse en este puerto, según el sistema actual de registros".

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FIG. 140. Plano del muelle de la Contaduría, por don Manuel Anguiano. 1803

En el plano se indica la orilla antigua de la playa (O O), el rastrillo (L) de la estacada que unía el recinto de la plaza con el de Getsemaní y los pórticos (K) objeto de la discusión. En un informe al Virrey, el ingeniero Anguiano fundamentó las razones de su oposición al proyecto, recordando, además, las disposiciones legales que prohibían construir obras permanentes en los terrenos de extramuros que estuviesen bajo el fuego de los cañones de las murallas. En enero de 1803, el virrey Mendinueta decidió la cuestión autorizando al Consulado para hacer unos simples tinglados de carpintería, que se pudiesen derribar fácilmente en caso de urgencia, sobre un zócalo de ladrillo de dos pies de altura. El Consulado quedaba obligado a someter la obra a la inspección del ingeniero don Manuel Anguiano, y el tesorero Pombo recibió una severa amonestación por haber lanzado contra éste "un "Etna de ynjurias, sátiras y calumnias" 153.Hasta que en fecha no lejana se construyeron los grandes muelles modernos, el antiguo de la

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Contaduría siguió sirviendo al tráfico marítimo del puerto de Cartagena. Es de sentir que no se conserven los planos de los pórticos, de orden dórico, que deseaba construir el tesorero Pombo. Al parecer, pese a su carácter utilitario, fueron concebidos como templetes de estilo neoclásico.

153 "Segundo expediente promovido por el tesorero del Consulado D. Manuel de Pombo contra esta Comandancia de

Fortificación..." (AGI: Santa Fe, 959).

Cartagena de Indias: puerto y plaza fuerteAutor: ; Marco Doria, EnriqueFecha de publicación: 1988Editorial: Bogotá: Fondo Cultural CafeteroColección: Credencial HistoriaPalabras clave: Cartagena (Colombia); Historia; Recursos electrónicos; Siglo XIXTiempo: Siglo XIXLugar: Cartagena (Colombia)

Descripción: Libro escrito por Enrique Marco Dorta que contiene la historia de la últimas obras de arquitectura militar construidas en Cartagena de Indias

 http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/cartage/indice.htm