Casa de Muñecas

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Casa de muñecas: la mujer ante el espejo Álvaro Giménez García Henrik Ibsen Henrik Ibsen (1828-1906). Comparte este contenido con tus amigos En el siglo XIX, la literatura europea comienza a desarrollar un nuevo camino en la larga andadura de la tradición literaria. Agotada la fantasía y trascendencia del Romanticismo, se cubre de un manto de realismo, impulsada por corrientes de pensamiento como el determinismo o el positivismo, y se traslada a pie de calle para recoger, como una cámara, lo que le ocurre al ser humano en su cotidianeidad. En ese empeño por registrar los pormenores de la sociedad, es donde el escritor se mueve a diario como un privilegiado espectador. Los temas son de muy diversa índole, aunque todos coinciden en centrarse en la disección de la clase media, protagonista, según Benito Pérez Galdós, de la novela de la época. En ese vasto campo, abarcado por la llamada clase media, hay una vertiente temática que triunfa con verdadera maestría: la descripción del alma femenina. Esta veta temática la practican casi todos los grandes escritores del momento, llegando a crear verdaderas obras de arte que nos adentran en la compleja psicología de las mujeres, a pesar de que, y esto es muy curioso, todos los grandes autores de este siglo son hombres. Como si destapasen su lado femenino, se sumergen en la personalidad de sus heroínas y realizan unos retratos que cualquier psicólogo de hoy en día firmaría como suyos. Huelga recordar todos los grandes títulos existentes, pero sólo, a modo de muestra, es inevitable recordar a la Madame Bovary de Flaubert, a Ana Karenina de Tolstoi o ya, en nuestro país, a Ana Ozores, protagonista de La Regenta de Clarín. Todos ellos bucean en estas ricas personalidades y nos presentan sus conflictos frente a una sociedad que no siempre les proporciona un existir cómodo y placentero. El género teatral no es ajeno a este tema y, posiblemente, el autor más destacado en su tratamiento sea el noruego Henrik

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Casa de muecas: la mujer ante el espejo lvaro Gimnez GarcaHenrik IbsenHenrik Ibsen (1828-1906).Comparte este contenido con tus amigosEn el siglo XIX, la literatura europea comienza a desarrollar un nuevo camino en la larga andadura de la tradicin literaria. Agotada la fantasa y trascendencia del Romanticismo, se cubre de un manto de realismo, impulsada por corrientes de pensamiento como el determinismo o el positivismo, y se traslada a pie de calle para recoger, como una cmara, lo que le ocurre al ser humano en su cotidianeidad. En ese empeo por registrar los pormenores de la sociedad, es donde el escritor se mueve a diario como un privilegiado espectador. Los temas son de muy diversa ndole, aunque todos coinciden en centrarse en la diseccin de la clase media, protagonista, segn Benito Prez Galds, de la novela de la poca. En ese vasto campo, abarcado por la llamada clase media, hay una vertiente temtica que triunfa con verdadera maestra: la descripcin del alma femenina.Esta veta temtica la practican casi todos los grandes escritores del momento, llegando a crear verdaderas obras de arte que nos adentran en la compleja psicologa de las mujeres, a pesar de que, y esto es muy curioso, todos los grandes autores de este siglo son hombres. Como si destapasen su lado femenino, se sumergen en la personalidad de sus heronas y realizan unos retratos que cualquier psiclogo de hoy en da firmara como suyos. Huelga recordar todos los grandes ttulos existentes, pero slo, a modo de muestra, es inevitable recordar a la Madame Bovary de Flaubert, a Ana Karenina de Tolstoi o ya, en nuestro pas, a Ana Ozores, protagonista de La Regenta de Clarn. Todos ellos bucean en estas ricas personalidades y nos presentan sus conflictos frente a una sociedad que no siempre les proporciona un existir cmodo y placentero.El gnero teatral no es ajeno a este tema y, posiblemente, el autor ms destacado en su tratamiento sea el noruego Henrik Ibsen y su Casa de muecas. La obra cumple, uno por uno, los rasgos tpicos que hemos citado: personajes de clase media que viven en aparente felicidad y protagonista femenina, cuyo comportamiento psicolgico se va desgranando a medida que avanza el argumento. En el caso del drama de Ibsen, ese anlisis psicolgico consiste, como es usual en el Realismo, en enfrentar a la protagonista, Nora, con las convenciones sociales aplicadas a las mujeres de la poca, que cometen la osada de rebelarse contra ellas y ponerlas en tela de juicio. La primera acotacin de la obra ya nos muestra el primero de estos aspectos:Una estancia amueblada cmodamente y con buen gusto, aunque sin lujo. A la derecha del foro, puerta del vestbulo. A la izquierda, la del despacho de Helmer. Entre ambas puertas, un piano. En el lateral izquierdo del escenario, otra puerta, y ms en primer trmino, una ventana. Cerca de la ventana, una mesa redonda grande junto a un sof y varias sillas. En el lateral derecho, hacia el segundo trmino, una mecedora y dos sillones ante una chimenea de cermica. Entre la chimenea y la puerta, una mesita. Grabados en las paredes. Repisa con figuras de porcelana y dems cachivaches. Un estantito de libros muy bien encuadernados. El entarimado, cubierto por una alfombra. Lumbre en la chimenea. Da de invierno (Acto primero).De inmediato aparece la protagonista femenina, cuya descripcin nos indica su estado de nimo:Entra NORA tarareando alegremente. Viste abrigo y sombrero, y trae varios paquetes que deposita sobre la mesa de la derecha. Deja abierta la puerta del vestbulo, por la cual se ve un recadero que trae un rbol de Noel y un cesto.En esta breve pincelada, ya nos queda claro cul es el estado inicial de la protagonista. Vive en un entorno confortable, se encuentra contenta, como denota su tarareo, y adems viene de hacer compras para Navidad, lo que nos indica su bonanza econmica. Si seguimos leyendo, esta impresin se confirma con la aparicin, en primer lugar, de su marido, Helmer. Es la estampa del esposo feliz que adora a su esposa, algo que deducimos por los adjetivos con que la califica, referentes en su mayora a pajarillos caracterizados por su dulzura y agradable canto:HELMER. Es mi alondra la que gorjea por ah? (...) Es mi ardilla la que bulle? (...) Otra vez ha encontrado el pajarito ocasin de gastar dinero? (Acto primero).La alegra de ambos es palpable y se debe entre otras cosas al inminente ascenso del marido en su trabajo. Ambos parlotean distradamente sobre distintos asuntos, que siempre desembocan en el tema econmico y, en concreto, en la negativa de Helmer a tener ninguna deuda y a no pedir ningn prstamo.HELMER. No debemos pecar de prdigos.NORA. Vaya!, un poco, Torvaldo, un poquitn, no te parece? Ahora cobrars un buen sueldo y ganars mucho dinero, mucho.HELMER. S, desde el ao prximo, aunque todava ha de transcurrir un trimestre antes de que perciba nada.NORA. Y eso qu importa? Entretanto, podremos vivir a crdito.HELMER. Nora! (Se acerca a ella y le tira de una oreja bromeando.) Siempre la misma ligereza! (Y ms adelante) Ya conoces mis ideas sobre ese particular. Nada de deudas y ningn prstamo (Acto primero).La conversacin, que se torna algo triste, remonta el vuelo cuando Torvaldo, para animar a su mujer, le acaba dando dinero, gesto que devuelve el tono meloso a la charla y que finaliza cuando se presenta un personaje que ser importante para el desenlace futuro de la trama: la Seora Linde. sta conversa con Nora, mostrando cul es la situacin vital de ambas al principio de la obra, que, como iremos viendo, se modificar sustancialmente al final del libro. La Seora Linde, despus de pasar unos aos sin ver a Nora, le expone su penosa situacin vital y econmica (en este drama uno y otro aspecto, como podemos ir comprobando, son indisolubles), generada por su enviudamiento. Es, ahora, una mujer cercana a la vejez, sin hijos ni dinero y que, para ms desgracia, confiesa a Nora haber estado casada con una persona a la que no amaba, siendo vctima de un matrimonio por conveniencia, que, al final, muy al contrario de lo que tales uniones solan llevar aparejado, la dejan sin dinero a la muerte del marido. La situacin fue tan grave que la Seora Linde tuvo que ponerse a trabajar en una escuela. Sin alegra ni aliento vital, le confiesa a su vieja amiga que se encuentra vaca. As lo expresa ella:SEORA LINDE. Hoy no me queda nadie a quien consagrarme.Y entonces, comprobamos la verdadera causa de su visita, obtener el favor de Nora y su marido para conseguir una colocacin en el banco de Torvaldo:SEORA LINDE. Si al menos me acompaara la suerte de encontrar una colocacin en cualquier oficina.Nora, por el contrario, est en el polo opuesto. Le ha confesado el buen momento que est atravesando, generado por el futuro nombramiento de Torvaldo como director del banco. Esa alegra le lleva, incluso, a tomar con ligereza la situacin de su amiga, aconsejndole que en lugar de buscar una colocacin se relaje en un balneario, provocando la reaccin amarga de la Seora Linde:NORA. Te conformas con eso? Es tan fatigoso y te hace tanta falta reposar! Te convendra ir a un balneario.SEORA LINDE. Yo no tengo un pap que me pague el viaje.NORA. Vamos, no te enfades.SEORA LINDE. T eres la que no debe tomrmelo a mal, querida Nora. Lo peor en una situacin como la ma es que nos agria el carcter. No tenemos nadie para trabajar, y, sin embargo, hemos de buscarnos la subsistencia, porque se impone vivir. Acaba una por volverse egosta. Te dir ms. Cuando me has comunicado vuestro cambio de situacin, me he alegrado ms por m misma que por ti (Acto primero).Ablandada quiz por las palabras de la Seora Linde, Nora accede a contarle su gran secreto, el que articula todo el argumento del drama: ella pidi dinero prestado para sufragar la curacin de Torvaldo, pero a pesar del buen fin para el que lo quera, lo hizo sin consentimiento de ste. Al igual que para la Seora Linde, un hecho como este para la sociedad del momento era algo ms que un escndalo. Era un sacrilegio. La misma Nora es conocedora de este aspecto, como seala en estas palabras:SEORA LINDE. Y despus se lo has declarado a tu marido?NORA. No, santo Dios, qu idea! A l, tan severo a ese respecto! Adems, cun penoso le resultara para su amor propio de hombre! Menuda humillacin comprobar que me deba algo! Eso habra trastornado todas nuestras relaciones, y ya no sera lo que es nuestro hogar, tan dichoso.

Nora expone aqu los motivos por los que su marido no debe enterarse de su secreto. Su amor propio de hombre se resentira. Dara igual que hubiese sido para curarlo a l, que ella haya tenido que vivir sacrificando su paga para ahorrar algo de dinero. Por encima de todo, est el honor del hombre que debe mantener econmicamente a su mujer y no puede permitir que sta tenga deudas con nadie.Casa de muecas, de Henrik IbsenPor otro lado, el motivo del celo de Nora es la conservacin de su matrimonio. Este concepto, el del matrimonio, es fundamental, como ya hemos mencionado anteriormente, en la obra, ya que todos los personajes se articulan alrededor de sus experiencias matrimoniales. As, al principio, la Seora Linde y Krogstad, personaje que ha proporcionado el dinero a Nora y que aparece en escena mientras sta conversa con su amiga, encarnan la desgracia y el decaimiento, teniendo como origen el fracaso matrimonial, aunque sea porque han enviudado. Para ambos, la vida los ha marginado y los condena a una tristeza y a unos problemas que intentan superar, curiosamente, acudiendo a la misma persona, Nora. Ambos van a pedirle un favor para que sta interceda en su marido. La diferencia es que mientras la Seora Linde se basa en la lstima, Krogstad intenta chantajearla con la amenaza continua de revelar a su marido el secreto que, ella pensaba, nunca Torvaldo conocera. Como veremos en este artculo, esta situacin cambiar al final de la obra y los que parecan abocados a un mundo de tristeza y soledad por no estar casados no van a ser los mismos que en este primer acto. Igual ocurrir con Nora y Torvaldo, cuyo matrimonio ideal a su modo de ver, no va a serlo tanto.Es, sin duda, la aparicin del seor Krogstad, justo en la parte final del acto primero, la que cambiar la despreocupacin de Nora sobre su secreto y la que la llevar a un desenlace inesperado para ella, si tenemos en cuenta su situacin inicial de princesa de cuento de hadas, de mueca en su casa ideal. Desde que el viejo la amenaza con descubrir su pecado, con sacar a luz que ha falsificado la firma de su padre, estando ya est muerto, Nora, a lo largo del segundo acto, afina sus armas de seduccin y ensaya su cara ms melosa en la relacin con su marido, hacindole ver que Krogstad debe conservar su puesto de trabajo. Deja de ser la nia inocente del principio y empieza, poco a poco, a convertirse en un personaje preocupado y angustiado, que se ve arrinconado por el deshonor de la sociedad, pero especialmente por la idea de defraudar a Torvaldo. ste, mientras tanto, se niega rotundamente a mantener en el puesto a Krogstad y repudia continuamente la figura de su empleado, llevando a Nora a un callejn sin salida. Entre otras causas, la negativa del marido se debe, principalmente, a que, ironas del destino, Nora le haba solicitado un puesto de trabajo para la Seora Linde. Tal puesto es el que va a dejar vacante Krogstad.NORA. Si la ardilla te pidiera encarecidamente una cosa...TORVALDO. Qu?NORA. Responde: la haras?HELMER. Primero importa saber en qu consiste.NORA. Si accedieras a ser amable y dcil.HELMER. Concreta de una vez.NORA. La alondra gorjeara en todos los tonos.HELMER. Slo eso hace la alondra.NORA. Bailara para ti como los elfos al claro de luna.HELMER. Nora... no se tratar de lo que has hablado esta maana?NORA. (Acercndose a l.) S, Torvaldo... Te lo suplico.HELMER. Y tienes verdaderamente valor para hablar de eso por segunda vez?NORA. S, s; es necesario consentir, es necesario que Krogstad conserve su puesto en el banco.HELMER. Querida Nora, he destinado ese puesto a la Seora Linde.NORA. Lo cual est muy bien por parte tuya. Con todo, te bastar despedir a otro empleado en lugar de Krogstad.Observamos, en esta ltima intervencin de Nora, la ligereza de su forma de ser y su egosmo creciente, a medida que sus problemas van en aumento. No duda en pedir a su marido que despida a otro empleado, como si fuesen cartas intercambiables de una baraja.Su esposo, entonces, saca su orgullo intacto, que reafirma atacando al padre de Nora, a quien tacha de falta de integridad:NORA. No es por eso, Torvaldo, es por ti. T mismo has dicho que ese hombre escribe en los peores peridicos... y podr hacerte mucho dao. Me inspira un miedo tremendo.HELMER. Oh!, ya comprendo: son las evocaciones de otro tiempo, que te asaltan y te asustan.NORA. Qu insinas?HELMER. Por lo visto, piensas en tu padre.NORA. S, eso es. Recuerda todas las iniquidades que acerca de mi padre escribieron personas malvadas en los peridicos..., y todas las calumnias que lanzaron contra l. Creo que se le habra destituido si el ministerio no te hubiera designado a ti para proceder a la investigacin y si no te hubieras mostrado tan benvolo con l.HELMER. Media gran diferencia entre tu padre y yo, Norita. Tu padre no era un funcionario inatacable. Y yo lo soy, espero seguir sindolo mientras desempee este cargo.En estas palabras, Torvaldo, en su ignorancia, hace ms intenso el deshonor que le espera poco despus, cuando descubra el secreto de Nora.Todo el segundo acto se desarrolla con los intentos, frustrados siempre, por parte de Nora de enmendar su error. Aunque al principio no quiere decir nada a nadie, a medida que la angustia la va invadiendo, va comunicando su miedo a su entorno ms cercano, por ejemplo a la Seora Linde, pieza clave en el desenlace del tercer acto. Al comenzar ste, sin preverlo Nora, la Seora Linde va a ser su tabla de salvacin. Enterada de que ocupar el puesto de Krogstad, habla con l. Cuando parece que va a ofrecerle alguna compensacin profesional, para sorpresa de todos lo que hace es proponerle matrimonio. La base de tal unin es la necesidad de que dos personas solitarias se unan, mejorando su imagen y status social y, segn la misma Seora Linde, que ella pueda encontrar a alguien por quien poder trabajar. El amor no est invitado en ningn momento a este inesperado enlace:SEORA LINDE. Y si estos dos nufragos se tendieran las manos? (...). Se me hace necesario trabajar para poder soportar la existencia. Desde que tengo uso de razn, he dedicado al trabajo todos los das de mi vida. Esa era mi mejor y mi nica alegra. Ahora estoy sola en el mundo y noto un abandono, un vaco atroz. No pensar ms que en s destruye todo el encanto del trabajo. Vamos, Krogstad, encuntreme por qu y por quin trabajar.Como podemos ver, la concepcin del matrimonio en la poca es totalmente utilitarista, en especial para la mujer. Ms all del amor, la realiza como persona, le rellena el hueco para el que ha sido colocada en la sociedad.Tras la inesperada declaracin, Krogstad intenta enmendar su amenaza. Sin embargo, y, aunque parezca contradictorio, para el bien de Nora, no lo consigue, y Torvaldo encuentra la carta en la que el que era su empleado denuncia las terribles acciones de la protagonista. Todo ocurre, para acrecentar el dramatismo y la tragedia, despus de una fiesta en la que Nora es exhibida por su marido, como si se tratase de una muequita, y cuando ya Nora piensa que todos sus problemas han terminado. Es entonces cuando surge la verdadera cara de Torvaldo y cuando demuestra cul es la relacin que l quiere tener con Nora:HELMER. Nora!NORA. (Lanzando un grito penetrante.) Ah!HELMER. Quieres explicarme...? Sabes lo que contiene esta carta? (...) Con que es cierto? Dice esta carta la verdad? Qu horror! No, no, es imposible, no puede ser. (...) Desgraciada! Qu has hecho?NORA: Djame marcharme. No soportar el peso de mi culpa, no responder por m.HELMER. Basta de comedias! Permanecers aqu y me dars cuenta de tus actos. Comprendes lo que has hecho? Di, lo comprendes? (...) Oh, qu terrible despertar! Durante ocho aos... ella, mi alegra y mi orgullo, una hipcrita, una embustera..., peor que eso, una criminal! Qu abismo de fealdad hay en todo eso! Puaf, qu asco! Deb presentir que ocurrira algo por el estilo. Deb preverlo. Con la ligereza de principios de tu padre.Ante las duras acusaciones de Torvaldo, que incluyen adems los orgenes de Nora (siempre criticados por su marido), la protagonista comienza a vislumbrar, no slo quin es realmente su esposo, sino que tambin, como si de pronto fuese la primera ocasin en la que se sita ante un espejo, empieza a ver cul es su realidad, cul es y ha sido su vida de casada. Todas las imgenes que los falsos espejos sobre los que ella se miraba, y que le devolvan una vida de princesas, de cuento de hadas, de casa de muecas, se han evaporado y nicamente queda la pobre imagen de una mujer desamparada, sola, y cuyo marido, lejos de los arrumacos y piropos del principio, le demuestra que lo nico que le importa es su imagen pblica. Si ella la estropea, su amor se resiente hasta la ruptura. As lo expresa Torvaldo en dos momentos claves del dilogo final con su mujer:HELMER. Acabas de destruir mi felicidad, de aniquilar todo mi porvenir (...), puedo quedar reducido a nada, a hundirme hasta el fondo por la ligereza de una mujer.Hay que destacar la calificacin de Nora, su esposa amada al principio de la obra, como una mujer, dndole un tratamiento genrico, como si fuese cualquier mujer que eventualmente ha conocido y con la que ha tenido un imperdonable desliz. Y ms adelante, cuando Torvaldo descubre que Krogstad devuelve el pagar a Nora:HELMER. (Abre la carta, recorre algunas lneas, examina un papel incluido en el sobre y lanza un grito de alegra) Nora! Estoy salvado! Nora, estoy salvado!Nora, al or esta reaccin, le hace una escueta pregunta que descubre lo miserable y pattico que es su marido:NORA: Y yo?A partir de este momento, es cuando Nora deja de mirarse en el espejo que le refleja la realidad de su vida, deja su actitud contemplativa y lo cruza haciendo el camino inverso de la Alicia de Carrol. De un mundo ficticio, el de una casa de muecas, pasa a un mundo real, el que acaba de descubrir. Simblicamente, el texto expresa este momento cuando Nora se quita el traje de mscara con el que vena de la fiesta y se pone su traje de diario. Es entonces cuando se sienta frente a Torvaldo y, como ella dice, mantienen su primera conversacin formal. En ella, Nora es consciente de su nueva situacin, con intervenciones como esta:NORA. Escucha, Torvaldo. Cuando yo estaba en casa de pap (...) me llamaba su muequita y jugaba conmigo como yo jugaba con mis muecas. Despus he venido a tu casa... (...) Quiero decir que de las manos de pap he pasado a las tuyas (...) He vivido aqu como viven los pobres..., al da. He vivido de las piruetas que haca para divertirte, Torvaldo. Por eso te satisfaca. T y pap habis sido muy culpables con respecto a m. A vosotros incumbe la responsabilidad de que yo no sirva para nada.La ltima oracin aniquila a la Nora mueca, la que complaca en todo momento a Torvaldo y jugueteaba con sus hijos como si fuese una nia ms. Ahora, castiga a su esposo donde sabe que ms va a dolerle: renuncia a ser su esposa y madre de sus hijos y escoge el camino ms difcil para ella, el de la soledad. Esta decisin la hace a sabiendas de las dificultades que ello comporta, tal como la Seora Linde le haba hecho ver al inicio de la obra. Curiosamente, ambas han intercambiado su posicin al final del libro:NORA: Me hace falta la soledad para darme cuenta de m misma y de cuanto me rodea. As que no puedo quedarme contigo.Aunque Torvaldo intenta disuadirla, aludiendo a la pobreza en la que vivir, Nora ya est decidida a empezar de nuevo, e incluso el argumento de cumplir sus deberes como esposa y madre, que tambin arguye Torvaldo, no la frena en su decisin. Ahora nicamente tiene unos deberes, como dice en esta intervencin:HELMER. Cules son esos deberes?NORA. Mis deberes conmigo misma.HELMER. Ante todo, eres esposa y madre.NORA. No creo ya en eso. Creo que, ante todo, soy un ser humano, igual que t..., o, cuando menos, debo intentar serlo. S que la mayora de los hombres te dar la razn, Torvaldo, y que estn impresas en los libros ideas tales. Pero yo ya no puedo pararme a pensar en lo que dicen los hombres ni en lo que se imprime en los libros. Es menester que por m misma opine sobre el particular, y que procure darme cuenta de todo.Al final, tras una intensa conversacin, Nora abandona el hogar, dando a Torvaldo la clave para que su relacin se hubiese mantenido e imprimiendo con sus palabras la crtica social que lleva la obra: la falsedad de los matrimonios de la poca a causa del ninguneo al que se someta a la mujer, considerada poco ms que un elemento decorativo:HELMER. Deberamos transformarnos los dos hasta el punto de que..?NORA. Hasta el punto de que nuestra unin se convirtiera en un verdadero matrimonio.Tras esta intervencin, slo queda en escena un desplomado y desanimado Torvaldo, cuyas palabras son acalladas por el ruido de la puerta de casa al marcharse Nora. sta, con su modo de actuar, pero sobre todo con su modo de pensar, marca el camino a la mujer de su poca, la del XIX, y a la mujer de cualquier poca posterior, invitndola a mirarse sin temor en el espejo que es su vida y a cruzarlo si no le gusta lo que ste refleja. Las anima a ser mujeres de verdad, a que se dignifiquen, aunque para ello tengan la soledad como compaa. Todo ello es preferible, como demuestra Nora, a vivir en un mundo de muecas, bonitas por fuera pero vacas en su interior.Consideraciones sobre la libertad individual en Casa de Muecas (Henrik Ibsen)

Enviado por Julio Csar De Len

El argumento de la obraLa estructura de la obraConsideraciones filosficasEl 23 de mayo de este ao se cumplieron cien aos de la muerte del clebre dramaturgo y poeta noruego Henrik Ibsen (1829-1906). El gobierno de Noruega por medio del Ministerio para Asuntos Culturales y el de Asuntos Exteriores ha declarado este ao 2006 como el ao de Ibsen en todo el mundo (http://www.noruega.org.gt/culture/literature/ibsen.htm; http://www.noruega.org.gt/ibsen/).No poda ser de otra manera puesto que Ibsen es no slo su escritor ms representativo y de mayor influencia en el teatro contemporneo sino el ms universal y el que hizo que los ojos del mundo se volvieran, en su momento, hacia el pas escandinavo.La obra de Ibsen ha sido considerada por algunos crticos como segunda en importancia despus de la de William Shakespeare. Como dramaturgo abre una brecha hacia el realismo despus de renunciar al romanticismo y al nacionalismo, caractersticos de los autores noruegos de la primera mitad del siglo XIX como Henrik Wergeland (1808-1845) quien adems era independentista.Puede reconocerse que en esa transicin del romanticismo hacia el realismo alguna influencia recibi del crtico literario dans Georg Brandes (1842-1927) quien insista en que la literatura deba hacerse cargo de exponer los problemas humanos que se viven da a da en vez de presentar mundos y escenarios elucubrados.En palabras del mismo Ibsen en una entrevista registrada en la obra de Michael Meyer, Ibsen: A Biography:. . . as long as our authors fail to distinguish between the demands of reality and the demands of art, and lack the taste to polish the rough surface of reality so that it may qualify to be admitted into the realm of art. Then they may realize that nationalism in art does not consist merely of the trivial copying of scenes from everyday life, and will see that a national author is one who understands how to give his work those undertones which call to us from mountain and valley, from meadow and shore, but above all from within our soul.[1]La lgica consecuencia del abandono del romanticismo, renunciar al nacionalismo, lo llev a salir de su pas (1864) y a vivir en Roma, Munich y Dresden pasando, a partir de ese momento, ms de veinticinco aos alejado de su tierra natal. Independientemente de todo lo que psicolgica y sociolgicamente significa el desarraigo, dicha experiencia lo llev a la madurez artstica. Como escritor se torn ms filosfico y produjo las obras ms decididamente vueltas a la realidad cotidiana (desde Los pilares de la sociedad hasta su ltima obra Cuando despertemos los muertos).A esta etapa de madurez pertenece la obra ms conocida de Ibsen y la que ms veces ha sido puesta en escena: Casa de muecas. Escrita en 1879 y estrenada sobre las tablas en 1880, Casa de muecas constituye un reclamo por la libertad femenina pero el clamor por sta es slo una excusa para reclamar la libertad de todo individuo a tomar su vida en manos propias.El argumento de la obraLos hechos ocurren en el interior de la casa de una familia tpica de la poca compuesta por el marido Helmer abogado de profesin-, Nora -esposa de Helmer y gran protagonista y herona de la obra-, tres hijos pequeos del matrimonio, y dos empleadas.Los personajes ajenos al ncleo familiar pero que inciden en los acontecimientos son el mdico Rank quien se siente sentimentalmente ligado a Nora; Cristina, amiga de Nora desde la infancia y que juega un papel importante en la salvacin de la protagonista y Krogstad quien trabaja en el mismo Banco en el que labora Helmer y a quien Nora le tiene una deuda.La cuestin central de la obra encuentra su razn de ser en un acontecimiento que acaeci hace ya ocho aos: El padre de Nora yaca agonizante y su marido cae enfermo de gravedad. La solucin para la recuperacin de Helmer est en viajar a climas ms benvolos, concretamente a Italia. Nora solicita a Krogstad un prstamo a escondidas de su marido para poder salvar la vida de ste y falsificando la firma de su padre moribundo. Con el tiempo Nora ha podido ir pagando la deuda.Una serie de casualidades pondrn al descubierto aquella accin de Nora y traern a la luz un mundo vital en el que la protagonista ha vivido sin sentirse a gusto y que la pondrn en la encrucijada ms importante de su vida: seguir en lo mismo o romper con todo para reafirmarse a s misma.El marido es elevado a la posicin de presidente de un Banco en el que precisamente labora Krogstad. La necesidad de readecuar el nmero de empleados del Banco trae consigo la posibilidad de que Krogstad quede desempleado. ste ante semejante posibilidad recurre a Nora para que interceda por l ante su marido utilizando para ello la extorsin: Har del conocimiento del marido todo lo relacionado con la deuda que ella adquiri con l ocho aos ha. Los esfuerzos de Nora a favor de Krogstad no fructifican y ste pierde su puesto de trabajo.Krogstad cumple las amenazas y enva al marido de Nora una carta en la que expone lo actuado por Nora a sus espaldas en ocasin del prstamo solicitado.La misiva finalmente es leda por el marido dando lugar a una reaccin violenta de parte de ste contra su mujer. Pero en mitad de los insultos, improperios y humillaciones de que Nora est siendo objeto llega otra carta en la Krogstad declara a Nora libre de toda deuda. Inmediatamente Helmer sufre una transformacin. Concluye que no hay razn para humillar a su mujer, que el orden de su vida ha sido restablecido y que todo vuelve a ser normal.Para Nora, no obstante, la cosa no es as de fcil. La reaccin inicial de su marido ha obrado, primero, como desencadenante y, luego, como transformador. Ella se ha dado cuenta que no ha vivido sino que ha sido un juguete ms en una casa de muecas. No hay nada qu restablecer y s mucho por conquistar. Terminar marchndose de casa abandonando a su marido y a sus hijos.La estructura de la obraSon evidentes los tres momentos clsicos en que suele dividirse el desarrollo de todo asunto literario: El planteamiento, el nudo y el desenlace.Hasta la escena cuarta del primer acto llega el planteamiento y en l se expone a los personajes con una clara alusin a sus vidas y al mundo en el que est inmerso cada cual. El nudo comienza a partir de ese momento hasta el instante previo a la lectura de la carta por parte de Helmer puesto que con dicha lectura se precipita el desenlace que es breve pero intenso y dramtico sobre todo por las reacciones tan contrapuestas que tendrn Nora y su marido.El tiempo en el que el primer acto ocurre es el del da de Nochebuena. Momento en el cual se supone que al fro del invierno nrdico se le opone el calor humano, la condescendencia y el amor que insufla la celebracin del nacimiento del Mesas. Sentimientos que Nora experimenta profundamente en ese da y que se evidencia por las compras que ha hecho, includo el rbol navideo, con vistas a la celebracin hogarea.Por su parte Helmer parece estar preocupado por el aspecto financiero, particularmente por no incurrir en prstamos y deudas que, en su opinin, acarrean descrdito.-Nada de deudas; ni un prstamo nunca. Se introduce una especie de esclavitud, algo feo, en cualquier casa que se apoya en las deudas y los prstamos. Hasta el momento t y yo hemos resistido y seguiremos hacindolo durante el poco tiempo de lucha que nos queda.Esta preocupacin por el "honor" de la familia y por evitar el qu dirn ser el resorte que ms adelante lo impulsar a maltratar a su mujer y a tildarla de criminal.Asi mismo llama la atencin el tratamiento de que Nora es objeto por parte de su marido: Sus palabras de cario estn siempre relacionadas con el mundo de las mascotas y de los animales: Le llama "mi alondra", "mi ardillita", "mi pequeo chorlito" y se muestra preocupado por su conducta en cuanto parecida con esos especimenes y lo que a l le cuesta mantener tales procederes.-Es que mi pequeo chorlito ha encontrado de nuevo la manera de gastar tanto dinero?-Cmo se llama ese pajarito que despilfarra continuamente?- Ya, ya. Un estornino, ya lo s.- Este estornino es muy simptico, pero le hace falta tanto dinero Es increble lo costoso que es para un hombre el poseer un estornino.l es un hombre muy consciente del medio en el que vive, de las exigencias de la sociedad a la que pertenece, de su funcin de proveedor que no le debe nada a nadie. Que no tiene que agradecer a ninguno lo que es y lo que ha logrado; ni siquiera a su propia mujer.Nora por su parte no evidencia hartazgo o cansancio por el lugar que le han asignado, por el papel que le toca desempear al lado de su marido. Eso s se siente satisfecha de haber podido guardar celosamente el secreto de su proceder hace ocho aos. Asi mismo est llena de orgullo por haber salvado la vida de su marido cuando ste ni siquiera lleg a enterarse de que se encontraba en peligro de muerte.En el dilogo con su amiga de la infancia Cristina lo confiesa claramente:- Nora, dime una cosa: no habrs hecho ninguna tontera?- Es que es una tontera salvar la vida del marido?- Lo que es una tontera es que a sus espaldas- Pero, si precisamente no tena que saberlo! Dios mo, es que no comprendes? No deba saber la gravedad de su estado. Los mdicos vinieron a m para decirme que su vida corra peligro, que slo una estancia en el Medioda poda salvarlo. Crees que no intent alguna astucia? Le deca lo mucho que me gustara viajar por el extranjero como las dems mujeres; lloraba, le suplicaba y le deca que deba pensar en la posicin en la que me encontraba y ceder a mis deseos; en fin, le di a entender que muy bien podra pedir un prstamo. Pero entonces, Cristina, casi le da un ataque. Me dijo que era una loca y que su deber era no obedecer a mis fantasas y a mis caprichos. Yo pens "Vale, vale, le salvaremos cueste lo que cueste." Entonces encontr una va rpida.Nora es una mujer capaz de sacrificio que saba que su proceder no sera jams avalado por su marido. Corri el riesgo procediendo de la nica manera que le quedaba y que crey fervientemente era lo correcto en aquel momento.-Y desde entonces no se lo has confesado a tu marido?-No, Dios mo! En qu ests pensando? A l, tan recto en estos temas! Ademscon el amor propio de hombre que tiene Torvald, lo que le habra costado aceptarlo! Qu humillacin saber que me debe algo!Toda la justificacin que tena para proceder como lo hizo -y de lo que no se arrepinti nunca- lo resume en estas palabras:-Lo hice por amor.Slo su amiga de la infancia Cristina, a quien no haba visto desde haca diez aos, comprende el proceder de Nora aunque no lo apruebe del todo. Quizs porque en el fondo las dos mujeres comparten una practicidad proverbial. Ambas, en su momento y a su modo, han sido capaces de tomar decisiones cruciales en las que se han jugado vida y destino.Mujer sola, sin trabajo, sin nadie por quin preocuparse y sin nadie que se preocupe por ella, Cristina entra en una franca y personal negociacin con el corrupto Krogstad que contribuir a la salvacin de Nora. Como antiguo amor de Krogstad a quien dej por un pretendiente mejor, econmicamente hablando, Cristina revive en l los sentimientos pasados. Se ofrece a salvarle de la ruina material que se le avecina debido al despido de que ha sido objeto. Aparte de ser apoyo y ayuda en la crianza de los hijos del abogado. Si ambos son nufragos solitarios lo mejor que pueden hacer es unir ambas tragedias para configurar un mejor futuro en conjunto;- Y si estos dos nufragos se tendieran la mano? Qu le parece Krogstad?- Pero, qu est diciendo?()-Puede que an no sea tarde.-Cristina! Lo ha meditado usted bien? S, se le nota en la cara. Entonces, sera usted capaz de- Me hace falta alguien a quien servir de madre, y sus hijos necesitan una madre. Nosotros tambin nos vemos empujados el uno hacia el otro. Tengo fe en lo que duerme en el fondo de usted, Krogstad Con usted no le tendr miedo a nada.Esta coincidencia feliz entre el abogado sin escrpulos, interesado en manipular a Nora y causarle dao si es necesario, y la buena amiga de la infancia, rendir sus frutos ms tarde. En el momento ya nada se puede hacer; la carta-denuncia est en el buzn; pronto estar en manos del marido de Nora y revelar las acciones cometidas por la protagonista.El nudo de la obra va concluyendo en el momento en que Nora se d cuenta de que no hay vuelta atrs. Slo ha podido retrasar el instante crucial en el que el marido leer la carta y se enterar de todo. La idea de que los acontecimientos terminarn muy mal le ronda en la cabeza desde hace rato. Ya sola en su habitacin despus del baile que ha ofrecido el cnsul Stenborg- y luego que el marido se ha encerrado en el estudio llevando la correspondencia en la mano se muestra convencida de cul ha de ser su proceder:- No lo volver a ver. Nunca, nunca, nunca. Y los nios: No volver a verlos nunca, tampoco a ellos. Oh! Esa agua helada, negra. Oh! Esa cosa, esa cosa sin fondo Si todo hubiera pasado ya!Pero, no, no ha pasado an. Esta por pasar y acto seguido. La puerta se abre y entra Helmer sumamente encolerizado con la carta an en la mano.No puede aceptar, menos perdonar, que su mujer haya actuado como lo hizo. Para l ella ha roto todas las normas morales; se ha mostrado como una persona ligera y sin principios. Pero lo que ms parece preocuparle es su propia imagen ante los dems, el descrdito y la vergenza, la cada del altar de hombre intachable y observador de las costumbres del entorno. No est dispuesto a or explicaciones. No va a ceder ante ninguna justificacin porque para l no las hay; no puede haberlas. La razn ms vlida le parece de hecho una estupidez.Ante el contenido de la misiva, Nora responde:- Es verdad. Te he querido ms que a nada en el mundo.Y l contesta:- Basta ya de estupideces!Ella plantea la nica solucin en la que ha pensado: Largarse. l no la acepta. Sera una mayor afrenta, un cavar an ms hondo el pozo del descrdito. Quiere retenerla slo para guardar las apariencias. No podr ni siquiera hacerse cargo de la educacin de los nios porque es indigna. No habr ms vida marital.-Te quedars aqu, y me rendirs cuentas de todos tus actos. () A partir de ahora, no podemos hablar de felicidad. Tan slo de salvar restos, ruinas, aparienciasEn el fondo Helmer cree hacerle un favor a ella sobre todo despus de haberla llamado desdichada, embustera, hipcrita, criminal, carente de religin, inmoral, sin sentido del deber. Pero sobre todo se est haciendo un favor a s mismo: ante los dems todo seguir como si nada hubiera ocurrido y su reputacin de hombre intachable se habr preservado.En medio de la escena llena de violencia y desprecio hacia Nora la criada trae una segunda carta del mismo Krogstad en la que ste no slo enva el recibo en seal de dar por liquidada la deuda de Nora sino que se disculpa y declara su arrepentimiento (el amor de Cristina por l lo ha transformado repentina y genuinamente).Helmer se deshace ahora en disculpas hacia su mujer porque se sabe salvado. Es como si nada hubiera sucedido hace ocho aos hace unos instantes todo puede seguir igual.-() Olvida las duras palabras que te he dicho en ese primer momento de pnico, cuando pensaba que todo iba a desmoronarse sobre m. Te he perdonado, Nora, te juro que te he perdonado.Nora d las gracias por el perdn concedido pero una profunda transformacin se ha operado en su interior. Helmer casi puede palpar esa metamorfosis en el gesto de su mujer. De pronto ha dejado de ser su alondra, su ardilla, su chorlito la frialdad con la que lo enfrenta y lo escucha lo desconcierta, lo perturba.-Pero nuestra casa no ha sido ms que un saln de recreo. He sido contigo mueca-mujer, como haba sido nia-mueca con pap. Y nuestros hijos, a su vez, han sido mis propias muecas. Yo encontraba gracioso que jugases conmigo, y ellos encontraban gracioso que yo jugara con ellos. Eso es lo que ha sido nuestra unin, Torvald.Tres das han bastado para que Nora se convenza de que tiene una tarea ms importante que la de ser madre o esposa, ama de casa o adorno en la vivienda de un hombre: La de ocuparse de s misma, la de configurar su ser y su existencia. Tarea para la cual ha de bastarse a s misma por razones elementales.Cuando l le recuerda que su deber es ser madre y esposa, ella responde con gigantesca firmeza:-Ya no pienso as. Creo que ante todo soy un ser humano al mismo ttulo que t, o al menos que debo intentar llegar a serlo. S que la mayora de los hombres te darn la razn, Torvald, y que estas ideas estn recogidas en los libros. Pero ya no puedo conformarme con lo que dicen los hombres y con lo que est escrito en los libros. Tengo que formar mis propias ideas sobre todo esto y procurar darme cuenta de todo.Los hombres y los libros ya no sirven ms; tampoco la religin. Y el entorno social se debate en una falsa dialctica pues mientras promueve la rectitud ante los otros condena las acciones heroicas motivadas por la compasin y el amor.- () Me doy cuenta tambin de que las leyes no son lo que yo crea; pero lo que no me entra en la cabeza es que esas leyes puedan ser justas. Una mujer no tendra derecho a ahorrarle un quebradero de cabeza a su anciano padre moribundo o a salvarle la vida a su marido! Eso no puede ser.-Hablas como una nia; no comprendes nada de la sociedad de la que formas parte.- No, no comprendo nada. Pero quiero llegar a entender y asegurarme de quin tiene la razn, si la sociedad o yo.Nora se marcha. El milagro que haba esperado hasta el ltimo instante no ha sucedido. Abrig alguna esperanza de que su marido enfrentara al malsano Krogstad y sacara el pecho por ella. No lo hizo. Ahora no hay nada ms que seguir esperando al lado suyo. Tampoco hay razn para demorar hasta maana su partida. Ha de emprender cuanto antes el tramo ms importante de su vida. El de la autoafirmacin.Consideraciones filosficasPara Ibsen parece no haber tragedia ms grande que la de no haber tomado la existencia en manos propias o haberla "desperdiciado" como si contramos con ms de una. Sus personajes han de enfrentar esa dura realidad ms tarde o ms temprano. A Nora le lleg el momento relativamente temprano en la vida. Al artista Rubek, protagonista de su ltima obra (1899) Cuando despertemos los muertos, le llega tarde cuando ya no es mucho lo que puede hacerse. Rubek cree haber vivido pero no ha hecho ms que sacrificar su "vivir" en aras de lo inautntico, pasando el tiempo como un verdadero "muerto", sensible al arte, pero insensible a la vida misma; su vida. Slo al despertar los "muertos" nos percatamos de nuestro estado y de que es necesaria una decisin radical para volver a la "vida".Pero ese "despertar" nunca est exento de conflictividad, de lucha, sobre todo porque la existencia de cada quien trascurre entre planos que reclaman determinadas conductas. En el caso de Nora los planos de madre y esposa, cuyo mbito histrico-cultural le impone demandas, y el plano de su realizacin como persona se oponen diametralmente. No ha rehuido la confrontacin. Haca ocho aos haba tomado la decisin de hacer lo que consider correcto. Entre dos males eligi el menor: el de falsificar la firma de su padre y endeudarse a espaldas de su marido a cambio de evitar ver morir a ste.Haba sabido vivir interiormente contenta consigo misma y sin remordimientos durante todo el tiempo. Los sacrificios financieros que la amortizacin de la secreta deuda implic los sobrellev inteligentemente. Pero aquella encrucijada slo haba sido vivida por ella; nadie ms se vio involucrado ni afectado; ni siquiera el corrupto Krogstad supo jams el significado de la accin de Nora. Y por obvias razones.Nora haba violado las normas y las exigencias de su sociedad, de su papel de mujer sumisa y obediente. Pero todo haba quedado en el mbito de su conciencia. La lucha haba sido interior, muy propia; profundamente secreta.Ahora tena que tomar decisiones an ms radicales: Quedarse en casa para "vivir" de apariencias y recibir la "aprobacin" de sus iguales o largarse para dejar de ser tratada como "mueca". Largarse para reafirmar lo que nunca haba sido: un ser humano dueo de sus actos, juez supremo de sus decisiones y, por tanto, artesano de su propia existencia.En este punto y a este respecto Henrik Ibsen como psiclogo se muestra genial. Mucho antes de que ganemos la libertad ante los dems es necesario que la ganemos en nuestro interior porque el mayor obstculo para la autorrealizacin somos nosotros mismos: Nuestros miedos. Nuestras fobias al rechazo ajeno y a la crtica despiadada de los dems.Es aqu donde el realismo ibseniano resulta contundente. La vida simplemente es as. Es un proyecto que debe y tiene que resolverse en nuestro interior. No es fcil ni cmodo tomar las decisiones que construyen nuestra vida, que constituyen esa historia personal que somos cada uno de nosotros. Ese es el nervio, la sustancia de ese norasmo ibseniano. Nada de romanticismos baratos ni de herosmos absurdos que conduzcan a la destruccin de nuestra vida que, aunque sea poca cosa, es lo nico con lo que contamos.El rompimiento de Nora con su marido, con sus hijos, con la administracin de la casa, constituye una liberacin de instituciones que a veces sofocan la autorrealizacin en vez de posibilitarla. No se trata de un ataque al matrimonio, a la maternidad, a la vida domstica. Es una denuncia contra dichas esferas cuando se tornan fines en s mismos; fines nicos que han llegado a exigir el sacrificio de la vida del individuo.Todo juicio moral respecto a Nora debe efectuarse en el marco de la discusin de si la moral es un medio o un fin. Lo encontrados de dichos juicios puede explicarse en funcin de si se vemos la moral como fin o si la consideramos un medio.Las condenas a su conducta estaran ms cerca de las concepciones que Kant tena de los deberes. Casi cien aos antes de Ibsen el filsofo alemn haba escrito su Fundamentacin de la metafsica de las costumbres (1785) en la que sostena que la moral es un fin en s misma y que ha de cumplirse a raja tabla simplemente por que s. Es la hiptesis del cumplimiento del deber por el deber mismo. Kant rechaz frontalmente tener en cuenta las circunstancias de cada sujeto y las consecuencias de las acciones humanas, lo que constituye un verdadero suicidio tico. Porque la accin humana es muy compleja; no queda en el plano exageradamente racionalista en el que la coloc Kant.Cuando se acta la totalidad de lo que somos se halla siempre presente. Toda la historia personal est all. Pesa enormemente en cualquier decisin. El imperativo categrico kantiano no es el norte y el horizonte de nuestras decisiones. Tambin estn los sentimientos, las pasiones, las inclinaciones, los sueos y expectativas, los lazos de la amistad, los nexos familiares, etc.; es decir, todo aquello con lo que Kant no quera tener que ver.El error de Kant fue trasladar su visin del mundo fsico al mundo humano. Si los cuerpos fsicos estn inevitablemente atados al cumplimiento de las leyes de la naturaleza l supone que lo mismo ha de suceder con los humanos y el universo moral.Ibsen en este respecto es ms humano, ms liberal (en el sentido clsico): En vez de sacrificar a Nora en el altar del deber la libera para que decida. En vez de hacerla girar en torno a un supuesto imperativo categrico eleva la vida de la protagonista al grado de principio sin restriccin ni condicin.En ese sentido Ibsen empata ms con las ideas de John Stuart Mill, coetneo suyo en Inglaterra, para quien la moral es un medio, un instrumento para la realizacin personal. En su clebre obra On liberty (1859), el filsofo ingls defiende la idea de que el ser humano ha de ser respetado en sus decisiones, en el tipo de vida que ha elegido para s, no importa cun extraa esa vida nos pueda parecer, cun alejada de nuestros parmetros pueda estar. Pero el problema de las sociedades modernas, asegura Mill, es que las opiniones mayoritarias se hacen prevalecer recurriendo a la fuerza ejercida por la autoridad pblica o sea el gobierno.El principio establecido por Mill en la obra citada arriba dice: el nico fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de accin de uno cualquiera de sus miembros, es la propia proteccin. Que la nica finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los dems. Su propio bien, fsico o moral, no es justificacin suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para l, porque le hara feliz, porque, en opinin de los dems, hacerlo sera ms acertado o ms justo.[2]An falta mucho en el entorno social para que esto se convierta en realidad. Algunos se ven obligados a actuar de una manera en la que no quieren por estar en total desacuerdo con tales procederes. Simplemente porque la tirana de la mayora disfrazada de "democracia" los coacciona. De esa cuenta la "democracia" no es sino una coleccin de restricciones al ejercicio de la libertad individual.Si en su momento histrico Ibsen denunci el cepo en que puede convertirse el matrimonio para una mujer; el cerrojo en que puede derivar la maternidad y las cadenas del qu dirn, hoy tenemos que hablar de otras cuestiones igualmente repudiables.Denunciemos, por ejemplo, la imposibilidad de terminar la vida cuando esta ya no es tal y decidir el momento de la propia muerte. Por qu ha de agregarse al sufrimiento fsico la tortura que implica un proceso para solicitarle al estado la prctica de la "muerte dulce"? Al fin y al cabo es mi vida no?Denunciemos la prohibicin a raja tabla del aborto que no slo no consigue frenarlo sino que conduce a su prctica en condiciones de alto riesgo para la mujer.Denunciemos la prohibicin del cultivo, procesamiento, elaboracin, comercializacin y consumo de marihuana, hachs, herona, cocana, etc., que en ninguna parte ha logrado disminuirse pero si ha hecho proliferar el crimen, ha alimentado la corrupcin y el enriquecimiento de polticos y jueces. Todo a costas de los impuestos del contribuyente. No es difcil entenderlo si recordamos lo sucedido con el consumo de alcohol.Denunciemos la persecucin en contra de las personas que ejercen el comercio sexual, tanto hombres como mujeres, considerndolas carentes de "dignidad" y "escoria social". Como que si dos personas adultas, con pleno consentimiento, no pudieran decidir con quien y de qu manera dar expresin a su sexualidad. (Recordemos cmo la libertad sexual fue defendida abiertamente por Bertrand Russell en su obra de 1929, Modales y morales).Denunciemos el denominado "contrabando" que es un "delito" inventado por polticos ansiosos de recursos para el "estado" y por productores locales ineptos e incapaces de proveer al consumidor de bienes de calidad y baratos. Segn aquellos y segn stos se hace merecedor de castigo quien, como todo agente humano, busque bienes al ms bajo precio posible dondequiera pueda encontrarlos.Denunciemos la imposibilidad de decidir a quien queremos permitir el ingreso a nuestro negocio y a quien se lo vedamos. El que se haya llegado a catalogar como delito el ejercicio de nuestra libertad para establecer relaciones contractuales con quien querramos. Es decir, la grave aberracin de confundir la esfera de lo pblico con lo privado.En fin la lista podra alargarse. En todo caso la historia es la misma: El ser humano tratado como objeto, limitado en el ejercicio de su libertad, insisto, an cuando sus acciones no traigan efectos perniciosos sobre terceros.Esta dimensin de la libertad tan cara para Ibsen es necesario enfatizarla. Ciertamente no se trata de la dimensin econmica que tanto hemos llegado a apreciar. Se trata de una dimensin mucho ms importante: Es la dimensin antropolgica de la libertad y por tanto hablamos de una dimensin primaria, fundamental.Necesitamos ser libres no por ser comerciantes, productores, consumidores o vendedores sino porque somos hombres, seres urgidos de construir su vida, su destino, su proyecto existencial. Lo que no puede lograrse si no tenemos una esfera en la que podamos, sin coaccin ni amenazas, tomar las decisiones que consideramos valiosas para nosotros mismos.La defensa del liberalismo econmico es relativamente fcil y lograr consenso al respecto tambin lo es. Es ms difcil la defensa de la libertad desde el punto de vista antropolgico por la facilidad con que somos dados a imponer sobre los otros nuestras perspectivas sobre lo que "debe" ser la vida, o sobre lo que constituye la "dignidad" de la persona, etc., etc. Abundan en nuestras legislaciones ejemplos de que todas esas "excelsitudes" sobre la "dignidad de la persona" no han hecho otra cosa que criminalizar conductas aunque no haya vctimas. Muchos de nuestros actos se han convertido as en acciones criminales gracias a la sensiblera del conservadurismo muchas veces disfrazado de liberalismo.El norasmo ibseniano nos recuerda que as como entre millones de millones de copos de nieve no hay dos idnticos los seres humanos somos seres nicos con una vida singular, inigualable, que construir; que nada, absolutamente nada, puede justificar que se nos impida intentar construirla a nuestra manera.