Caso María Soledad, 20 años

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en la actualidad ESTE MIÉRCOLES SE CUMPLEN VEINTE AÑOS DEL CRIMEN QUE CAMBIÓ PARA SIEMPRE A CATAMARCA Y A LOS ARGENTINOS. EN UNA CHARLA ÍNTIMA, ADA Y ELÍAS MORALES RECUERDAN CON EMOCIÓN LA FIGURA DE “SOLE”, MUESTRAN EL DOLOR DE VER A LOS ASESINOS SUELTOS Y HABLAN DE SU INCANSABLE LUCHA EN BUSCA DE VERDAD Y JUSTICIA. “NUESTRA HIJA ESTÁ EN LA MEMORIA DE TODOS” MARÍA SOLEDAD Por MELISA MIRANDA CASTRO Fotos: NACHO ARNEDO Desde Catamarca D e eso no se habla. La sola mención del nom- bre María Soledad Morales incomoda, pone nervioso y taciturno hasta al más charlatán de los mozos, a la más simpática vendedora o al más extrovertido taxista de Catamarca. El ceño se tensa, la mirada baja y sólo se escucha un balbuceo. Veinte años han pasado desde el crimen de la joven de 17 años que conmovió al país, derrocó al gobierno de Ramón Saadi e hizo temblar a la provincia como ningún sismo logró sacudirla. Dos décadas después, la ciudad parecería no querer desempolvar el pasado, quizás por vergüenza, quizás por cansancio o tal vez porque a algunos todavía les toca servirle ocasionalmente un café a los culpa- bles. En el centro de la capital, muchos optan por las evasivas, otros se excusan con que cada cual tiene su historia, pero que en realidad muy pocos saben lo que pasó, y todavía quedan aquellos que comentan que fue un crimen pasional en manos de una mujer, porque no creen que “esos dos muchachos puedan haberlo hecho”. Pero hay alguien que no olvida ni un solo instante de los 17 años de vida de “Sole”, alguien a quien ni el paso del tiempo, ni el desgaste de la lucha por la verdad pudieron borrarle de la memoria los peque- ños detalles de su hija. “A mí me regalaron hace varios años un cua- derno enorme en el que me dicen que tengo que escribir todo, contar todo desde el mismo día que ella se me perdió. Pero yo digo que no, que mientras Dios me permita tener memoria, recuerdo todo. El me- jor cuaderno que tengo es mi cabeza”, asegura Ada Morales, desde su casa en Valle Viejo, en las afueras de la capital catamarqueña, la misma en la que Soledad festejó sus 15 y que ahora mantiene su re- cuerdo vívido en las paredes rosadas de las que cuelgan sus fotos del colegio, de sus cumpleaños y algunas junto a sus hermanos. En ellas también hay poemas hechos por autores que se inspiraron en el caso (algo que a María Soledad le hubiera gustado, ya que coleccionaba poesía y creaba sus propios escritos en un cuaderno). También visten las paredes los cuadros que pintan su figura, algunos reproducen sus fotografías con gran realismo y otros son conceptuales y la muestran en gris, perdida entre otros elementos. Todos ellos fueron entregados a los Morales como un regalo de los artistas que los visitaron, porque las puertas de la casa permanecen abiertas para todos. “Hay muchas personas que pasan, le sacan fotos a la casa. Si me ven, me saludan, yo los atiendo o les hago adiós con la mano. A veces vie- nen los colectivos de turistas, tienen el micrófono, yo les hablo, más

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Revista 7Días.Nota de tapa. A dos décadas del crimen que cambió a Catamarca y conmocionó al país, 7días viajó para hablar con los padres de la adolescente.

Transcript of Caso María Soledad, 20 años

en la actualidad

ESTE MIÉRCOLES SE CUMPLEN VEINTE AÑOS DEL CRIMEN QUE CAMBIÓ PARA SIEMPRE A CATAMARCA Y A LOS ARGENTINOS. EN UNA

CHARLA ÍNTIMA, ADA Y ELÍAS MORALES RECUERDAN CON EMOCIÓN LA FIGURA DE “SOLE”,

MUESTRAN EL DOLOR DE VER A LOS ASESINOS SUELTOS Y HABLAN DE SU INCANSABLE LUCHA

EN BUSCA DE VERDAD Y JUSTICIA.

“NUESTRA HIJA ESTÁ EN LA MEMORIA DE TODOS”

MARÍA SOLEDAD

Por MELISA MIRANDA CASTRO Fotos: NACHO ARNEDO

Desde Catamarca

De eso no se habla. La sola mención del nom-bre María Soledad Morales incomoda, pone nervioso y taciturno hasta al más charlatán de los mozos, a la más simpática vendedora o al más extrovertido taxista de Catamarca. El ceño se tensa, la mirada baja y sólo se escucha un balbuceo. Veinte años han pasado desde el crimen de la joven de 17 años que conmovió al país, derrocó al gobierno de Ramón Saadi e hizo temblar a la provincia como ningún sismo logró sacudirla. Dos décadas después, la ciudad parecería no querer desempolvar el

pasado, quizás por vergüenza, quizás por cansancio o tal vez porque a algunos todavía les toca servirle ocasionalmente un café a los culpa-bles. En el centro de la capital, muchos optan por las evasivas, otros se excusan con que cada cual tiene su historia, pero que en realidad muy pocos saben lo que pasó, y todavía quedan aquellos que comentan que fue un crimen pasional en manos de una mujer, porque no creen que “esos dos muchachos puedan haberlo hecho”. Pero hay alguien que no olvida ni un solo instante de los 17 años de vida de “Sole”, alguien a quien ni el paso del tiempo, ni el desgaste de

la lucha por la verdad pudieron borrarle de la memoria los peque-ños detalles de su hija. “A mí me regalaron hace varios años un cua-derno enorme en el que me dicen que tengo que escribir todo, contar todo desde el mismo día que ella se me perdió. Pero yo digo que no, que mientras Dios me permita tener memoria, recuerdo todo. El me-jor cuaderno que tengo es mi cabeza”, asegura Ada Morales, desde su casa en Valle Viejo, en las afueras de la capital catamarqueña, la misma en la que Soledad festejó sus 15 y que ahora mantiene su re-cuerdo vívido en las paredes rosadas de las que cuelgan sus fotos del colegio, de sus cumpleaños y algunas junto a sus hermanos. En ellas también hay poemas hechos por autores que se inspiraron en el caso (algo que a María Soledad le hubiera gustado, ya que coleccionaba poesía y creaba sus propios escritos en un cuaderno). También visten las paredes los cuadros que pintan su fi gura, algunos reproducen sus fotografías con gran realismo y otros son conceptuales y la muestran en gris, perdida entre otros elementos. Todos ellos fueron entregados a los Morales como un regalo de los artistas que los visitaron, porque las puertas de la casa permanecen abiertas para todos.“Hay muchas personas que pasan, le sacan fotos a la casa. Si me ven, me saludan, yo los atiendo o les hago adiós con la mano. A veces vie-nen los colectivos de turistas, tienen el micrófono, yo les hablo, más

en la actualidad

en la actualidad

que todo me preguntan sobre Tula y Luque. No-sotros, con mi marido, no nos negamos a nadie. Sabemos que todo el país ha estado pendiente del caso de Sole y sería una falta de respeto si no los quisiéramos atender. Nuestra vida continúa, pero no nos vamos a negar nunca a nadie que golpee la puerta. El caso de mi hija está en la memoria de to-dos”, dice Ada, que ya está jubilada y pasa sus días vendiendo leche, que le llega del tambo y la fraccio-na a los vecinos. FAMILIA. Elías Morales, a quien los años sólo le han blanqueado un poco más su cabellera, mantiene la mirada perdida, con gesto recio, pero enseguida dispara una frase y se une a la conversación con un tono de voz dulce y pausado: “A nosotros nos ayu-dó mucho la gente. En Buenos Aires nos pasaron cosas como que estábamos solos, esperando para cruzar la 9 de Julio, los autos estaban parados en el semáforo, y cuando aparecimos nosotros prendie-ron las luces y empezaron a tocar bocina, todos con las manos levantadas. Eso fue increíble, me quedó grabado en la memoria para siempre”. Aunque a ellos parece no molestarles remover el pasado, los hermanos de Soledad prefi eren guardar sus recuerdos en la intimidad, después de haber pasado años con la casa invadida por fotógrafos, pe-riodistas y gente que llegaba hasta ahí para saludar-los. “Como ahora estamos prácticamente solos no quieren revivir todo”, explica Ada, quien todavía los tiene a casi todos junto a ella, bajo el mismo techo, y ahora puede disfrutar de sus cinco nietos.Los Morales siempre trataron de proteger a sus

otros seis hijos de las amenazas, las acusaciones y del dolor por la pérdida de su hermana. Las melli-zas, que en el ’90 tenían cinco años, hoy, ya muje-res, hacen preguntas sobre el caso. El recuerdo de “Sole” fl ota en la casa, pero su cuarto ya no es tal, está cambiado por consejo de la psicóloga y todas sus pertenencias las guarda su mamá en su pieza. Los recuerdos los conserva en su memoria.Hace unos días, Ada se acordó de algo, que el 25 de agosto de 1972, embarazada y a pocas semanas de dar a luz, sufrió una neumonía que la llevó al hos-pital. “Le contaba a los chicos que hace 38 años su mamá tuvo eso y nunca más le dio. Mirá lo que son las cosas, no la perdí a mi hija en ese momento para que después vinieran otros y me la quitasen”, se afl i-ge. RECUERDOS. Basta con preguntar cómo era Soledad para que Ada comience el interminable recuento de memorias atesoradas. Por ejemplo, que nació un martes a las 7 de la tarde, cuando Catamarca esta-ba de asueto por la visita del ex dictador Agustín Lanusse; o que cuando ella se fue como maestra a trabajar al pueblo La Majada de Ancasti, Soledad, con tres años, divertía a todos con sus primeras ocu-rrencias, sobre todo a Mario Casas, hijo de la direc-tora del colegio, que la había bautizado “la Cholita” y que años más tarde sería el policía que tanto luchó para esclarecer el crimen. Otra anécdota a fl or de piel es que la joven nunca faltaba a clases y siempre decía: “Mamá, yo no te traigo el diploma de buena alumna pero te traigo el de asistencia perfecta”. En tercer año se llevó varias materias pero las aprobó

“Hizo que la gente dejara de tener miedo”

Por Fanny Mandelbaum*

Llegué a Catamarca un mes

después del crimen, el 10 de

octubre, día en que se inauguraba

el monolito para recordarla. Ahí me

encontré con la hermana Martha

Pelloni, un ser humano excepcional;

con Ada Morales, una madre que no

le tenía miedo a nada, y sólo quería

buscar la verdad y la justicia; y con

un puñado de compañeras de María

Soledad, que habían decidido salir a

caminar por las calles de Catamarca,

que era un feudo. Cuando salimos

a la calle a hacer notas, todos se

tapaban la boca, como diciendo

que no se podía hablar. Quizá nos

contaban off the record que el papá

del que indicaban como autor del

asesinato era diputado nacional,

su mamá diputada provincial,

ambos muy amigos de quien era

el gobernador, Ramón Saadi, que

pertenecía a una casta gobernante.

Los Saadi hacía muchísimos años

que estaban en el poder, y la mitad

de la población trabajaba para el

gobierno, por lo tanto había mucho

miedo para hablar. A pesar de todo,

gracias a esa persistencia de Ada y

el papá Elías Morales, de la hermana

Pelloni y de las compañeras, con

el tiempo todos los vecinos se

encolumnaron en las marchas del

silencio. Pasaron muchos años,

dos juicios, y se logró hacer algo de

verdad. Pero creo que el cadáver de

María Soledad derrumbó el imperio

de los Saadi, y además hizo que la

gente dejara de tener miedo, y que

todo cambiara en esa provincia.

No se hizo del todo, no estuvieron

presos todos los que tendrían que

haberlo estado, pero de alguna

forma se limpió el nombre de María

Soledad.

* Periodista, cubrió el caso para Telefé.

en la actualidad

PROTAGONISTAS DEL CASO

JOSÉ LUIS VENTIMIGLIA

El juez marplatense se hizo cargo

de la causa el 31 de enero de 1991,

y dictó el procesamiento y prisión

preventiva de Luque, acusado de

homicidio simple. Dejó el caso

rodeado de críticas, entre las que

se cuentan haber ocultado pruebas

en contra de Luque, y fue sucedido

por el magistrado cordobés Manuel

Zeballos.

ANGEL LUQUE

Ex diputado nacional por Catamarca

(PJ) y padre de Guillermo, declaró que

si su hijo hubiera sido el asesino de la

joven, su cadáver no habría aparecido.

Por esos dichos fue expulsado de la

Cámara Baja, y originó la intervención

de la provincia para investigar los

nexos entre el caso y los “hijos del

poder”. Mientras su hijo purgó la

condena en el penal provincial, él

solía visitarlo los domingos con su

esposa, la también ex diputada Edith

Pretti. Hoy pasa sus días recluido en

su hogar de la capital, víctima de una

larga enfermedad.

RAMÓN SAADIAsumió por segunda vez como

gobernador de Catamarca el 10

de julio de 1988, y permaneció en

su cargo hasta que el entonces

presidente Carlos Menem ordenó

la intervención federal, el 17 de

septiembre de 1990. Las marchas

del silencio encabezadas por la

familia Morales y el escándalo

público en el que se convirtió el

crimen terminaron por quebrar la

dinastía familiar que gobernó la

provincia desde el fi n de la dictadura

militar. En 2003 asumió como

diputado nacional, y fue clave en la

votación por las retenciones móviles.

LUIS PATTIEl subcomisario fue enviado en

enero de 1991 por Carlos Menem a

Catamarca para investigar el caso,

en medio de la intervención federal.

Dos meses después abandonó la

tarea por diferencias con el juez

José Luis Ventimiglia. La familia

Morales lo apuntó como la cara

visible del encubrimiento por parte

del poder político nacional. Hoy

pasa sus días en la cárcel de Devoto

acusado por crímenes de lesa

humanidad.

MIGUEL ÁNGEL FERREYRAJefe de la policía catamarqueña,

una vez hallado el cadáver de María

Soledad en Parque Daza ordenó

que lo lavaran, borrando huellas y

evidencias. Ante algunas versiones

que aseguraban que su hijo estaba

involucrado en el asesinato, Ferreyra

lo desmintió públicamente. Fue uno

de los acusados en un juicio por el

encubrimiento del caso Morales, que

no tuvo resolución. En la intervención

de Prol fue despedido de su cargo.

Amante de María Soledad en el momento del

crimen, fue condenado a nueve años de prisión por

ser considerado partícipe secundario del hecho.

En 2000 gozó de salidas transitorias para trabajar

en un lubricentro, y en 2003 fue benefi ciado con

libertad condicional, al cumplir dos tercios de la

condena. Se recibió de abogado, y actualmente

representa a un acusado de robo doblemente

agravado. Continúa en pareja con Ruth Salazar y

vive en la misma casa que en 1990, en Ayacucho al

300. Cada mañana, en su camino a los Tribunales

de la capital catamarqueña, camina frente al

boliche Le Feu Rouge, donde María Soledad fue

vista por última vez con vida.

LUIS TULA

Hijo del entonces diputado nacional por

Catamarca, Ángel Luque, Guillermo fue

acusado por la violación seguida de muerte de

María Soledad Morales, agravada por el uso

de estupefacientes. En febrero de 1998 recibió

una condena de 21 años, gozó de salidas

laborales, y en abril de este año obtuvo la

libertad condicional. En las calles de Catamarca

no se lo ve con frecuencia, aunque a veces

toma un café frente a la plaza principal, en

Rivadavia y República, o sale a correr por el

parque Adán Quiroga.

GUILLERMO LUQUE

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votación por las retenciones móviles.

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en la actualidad

La madrugada del 8 de

septiembre de 1990,

después de la fi esta para

recaudar fondos para su

viaje de egresados, María

Soledad Morales dejó,

alrededor de las 3, la disco

Le Feu Rouge. El lugar, hoy,

es un estacionamiento.

Al salir de Le Feu Rouge,

María Soledad se dirigió a la

parada del colectivo sobre la

calle Salta. En el camino se

cruzó con una compañera,

que ofreció llevarla, pero ella

prefi rió quedarse a esperar

a su pareja de entonces,

Luis Tula.

El último sitio donde se vio

con vida a María Soledad

fue en la disco Clivus,

donde la drogaron y luego

la violaron. Después del

crimen, el local pasó a

llamarse Muana, pero duró

poco tiempo abierto. Hoy

está cerrado.

A la clínica Pasteur, María

Soledad llegó viva, intentaron

reanimarla pero luego murió.

La única prueba que quedó

de su paso fue la sonda

que le fue puesta, que la

enfermera Marta Tello le

entregó a la justicia. El lugar

sigue funcionando.

En la mañana del 10 de

septiembre de 1990, el

cuerpo de María Soledad

fue encontrado por obreros

en los alrededores del

parque Daza, a la vera de la

ruta 38. Presentaba signos

de violación y su rostro

estaba desfi gurado.

LA RUTA DEL CRIMEN

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todas. Solía tentarse en clase cuando veía que sus compañeras se copiaban en las pruebas, pero jamás contaba la causa de su risa, que una vez que empe-zaba le era difícil frenar. Como sabía que la situación de sus padres no le iba a permitir estudiar en otra provincia, decía que se iba a recibir de maestra jar-dinera para poder ayudarlos.Le encantaban los chicos y tenía adoración por las mellizas, las menores de los Morales. Cuando tuvo su viaje de egresados de la primaria, volvió de For-mosa con dos toallones con conejitos para ellas y Garotos para el resto de sus hermanos. Antes de su muerte, su principal ilusión era viajar a Carlos Paz con sus compañeras de quinto año del colegio Del Carmen. Para eso estaba juntando plata y le lim-piaba la casa a su abuelo. A la abuela Candelaria, también la acompañaba al banco a cobrar y a las peñas del centro de jubilados. Ada recuerda que Soledad jamás exigió que sus padres le compraran cosas ni que le dieran ropa de marca, que se con-formaba con lo que tenía. Además, rememora que siempre fue de mucha ayuda en la casa y que le dio una gran mano cuando las mellizas nacieron, a pe-sar de tener sólo 13 años.Eso sí, recuerda que siempre le reprochaba a su madre el hecho de haber abandonado la docencia. “Insistía en que yo tenía que trabajar, que tenía el título bajo la almohada, que para qué había estu-diado si no iba a ejercer. Me decía que las mamás de las compañeras todas trabajaban y andaban bien arregladas, y que no quería ver una mamá abando-nada, sino una mamá que también estuviera bien y que la casa me estaba embruteciendo”, relata Ada.

Para ella es difícil no pensar en cómo hubiera sido Soledad como madre, sobre todo cuando en la misa se encuentra con sus ex compañeras, que ya tienen sus propias familias. “A las chicas siempre las veo, y cuando lo hago la veo a mi hija. Ellas me dijeron que son mis hijas del corazón. Pero digo, pensar que yo también hubiera sido abuela, hubiera teni-do un nieto de parte de ella. Son cosas que pienso en mi cabeza, en mi imaginación -se emociona-.

“Ya lo vi dos veces a Tula por la calle, pero gracias a Dios iba en vehículo. La sensación no se la deseo a nadie, es espantoso verlo y anda de abogado. Mis hijos también lo han visto. Una de las mellizas cuando lo ve se enloquece.” (Ada)

“Reafi rmé mi elección como ciudadano-actor”

Por Juan Palomino*

Participé como actor en la película

de Héctor Olivera, allá por 1992. Fue

una experiencia conmovedora estar

en el lugar, conocer a Ada y Elías, a

Martha Pelloni, a las amigas de María

Soledad, mujeres que entendieron

que la acción iba a derrumbar años

de ejercicio hegemónico de una

familia de provincia. Estuve en la

casa de los Morales y participé de

marchas del silencio. Ha pasado el

tiempo, los imputados en el crimen

cumplieron su condena y están

libres. Los actores que participamos

de ese fi lme no volvimos a ser los

mismos, o quizás yo como actor

entendí que el arte es un testimonio

de los tiempos y pude reafi rmar mi

elección como ciudadano-actor.

*Actor, interpretó a Tula en “El caso

María Soledad”

en la actualidad

en la actualidad

Un actor fundamental en el reclamo de justicia por

el asesinato de María Soledad Morales fue la monja

Martha Pelloni, ex rectora del Colegio del Carmen,

institución a la que concurría la joven asesinada. Ella

fue quien motorizó las marchas del silencio, icónicas

de este caso y luego trasladadas a cientos de casos

similares. Peregrinación dolorosa, la religiosa utilizó

al silencio como arma guerrera.

Hoy, Pelloni ya no vive en Catamarca. Después del

revuelo provocado por el caso María Soledad fue

trasladada a Goya, Corrientes, donde coordina la

Red de Infancia Robada, una ONG que combate la

trata de menores.

—A dos décadas del caso, ¿qué cosas recuerda?

—Lo que más recuerdo fue la continuidad en

la historia de todas las Marías Soledad que

aparecieron, y también verme involucrada en otras

marchas por las mismas causas. Hoy está el tema

de la trata de blancas, que las reclutan con la misma

modalidad. Van a un boliche cualquiera y se abusan

de las chicas.

—¿Cómo tiene pensado conmemorar este aniversario de

la muerte de María Soledad?

—Voy a viajar a Catamarca como todos los años,

porque quiero visitar a los Morales y acompañarlos

a misa, que vamos a hacer en la escuela a la que

ella iba y en la que yo fui rectora. Además vamos

a hacer un foro donde vamos a tratar el tema

“Boliches en los 90 y boliches en el 2010”.

—¿A usted en lo personal cómo la cambió el caso?

—De ser una rectora en una institución religiosa

hacia adentro, de preocuparme por los alumnos

varones y mujeres de la escuela pasé a ser una

mujer pública que tiene que ver más con la

educación y la transformación del adolescente.

—¿Y en el país?

—Hubo una metodología que se visibilizó en la

sociedad argentina, se evidenció la realidad de una

provincia feudal, con todas las características del

patriarcado más tradicional. Considero que fue un

aprendizaje para que la sociedad ayude a conseguir

verdad y justicia.

—¿La trasladaron a causa de alto perfi l en el reclamo y

por liderar las “Marchas del silencio”?

—Nosotros como hombres y mujeres religiosos,

somos trasladados con frecuencia. En mi caso

hubo una conveniencia para la congregación, para

la sociedad catamarqueña y para el poder de turno.

Considero que mi traslado fue oportuno.

Esa es la parte buena, positiva que yo tengo. La negativa es que la in-justicia golpeó la puerta de mi casa y vino lo peor, porque a mi hija la mataron, la golpearon. Tula la mató dos veces, moral y físicamente, porque lo que él dejó escrito en la sede judicial, eso no tiene perdón de Dios. No es de un buen hombre”, se amarga.LA ODISEA. El 8 de septiembre de 1991, cuando Ada y Elías descubrie-ron que su hija no había llegado a casa después de la fi esta en el bo-liche Le Feu Rouge, comenzaron la búsqueda. Elías fue el que llevó adelante la investigación preguntando en el colegio a las compañeras de María Soledad, en los lugares donde fue vista por última vez, y así fue atando cabos. El 10 de septiembre, dos días antes de que ella cum-pliera los 18, su cuerpo sin vida fue hallado al costado de la ruta 38, en

las cercanías del parque Daza.A partir de ahí comenzó la odisea de la familia, que recién en 1998 lo-gró que la justicia condenara a 21 años de prisión a Guillermo Luque por violación seguida de muerte y a Luis Tula a 9 años por ser partí-cipe secundario. El juicio por encubrimiento, nunca progresó. Desde 1990 hasta la condena hubo otros dos juicios, desaparición de prue-bas, marchas del silencio pidiendo que la verdad salga a la luz, ame-nazas, la intervención de la provincia y la caída de la dinastía Saadi. Los Morales tuvieron que soportar todo tipo de acusaciones sobre ellos y sobre María Soledad. “Buscan justifi car lo injustifi cable. Des-pués, con las marchas, nos acusaron de que dividimos a Catamarca porque la sociedad nuestra está dividida desde el año ’90. Está la gran

MARTHA PELLONI

“HUBO UN APRENDIZAJE PARA CONSEGUIR VERDAD Y JUSTICIA”Por MAURO FULCO

en la actualidad

“Cuando veo a las compañeras de Sole en la misa, veo a mi hija. Ellas me dijeron que son mis hijas del corazón. Pero digo, pensar que yo también hubiera sido abuela, hubiera tenido un nieto de parte de ella. Son cosas que pienso en mi cabeza, en mi imaginación.” (Ada)

mayoría que de corazón ha caminado y exigía jus-ticia; y está la otra parte que en un principio estaba con nosotros y después empezó a hacerse a la orilla y eran los que respondían a los que nos goberna-ban en ese momento. Yo, como mamá, le puedo decir que no fue nuestra intención. Elías y yo bus-cábamos verdad y justicia, queríamos que los que hicieron esto pagaran, pero como ellos tenían el poder de impunidad pensaron que era un crimen más, que en unos días todo se terminaba, jamás se imaginaron que Catamarca, una sociedad que vivía en su casa, iba a decir ‘basta, que se termine esto’”, explica Ada.El crimen de María Soledad no fue cualquier otro, los culpables estaban directamente relacionados con el poder y sus lazos se extendían hasta lo ini-maginable. “La impunidad era del gobierno na-cional. Lo descubro cuando voy a hablar al Minis-terio de Justicia de la Nación para que enviaran a alguien que investigue porque acá encubrían todo; hablo con César Arias y cuando termino de hablar con él, me dice que ya estaba el juez y el policía que iban a ir a Catamarca, pero me dice: ‘lo único que te voy a pedir es que no sigas par-ticipando más en las marchas’. Entonces yo le digo, ‘disculpame, pero lo de las marchas es de los jóvenes y yo me debo a las compañeras de María Soledad y al pueblo de Catamarca’. Cuando sal-go de esa reunión, hablo con los periodistas y les pido que me pregunten sobre eso. En la cara de él se los digo y el tipo se quería morir”, relata Elías, que más de una vez se desilusionó con el cambio de fi guritas en el caso. Recuerda cuando Luis Pat-ti fue reemplazado por Enrique Saladino y él fue a su encuentro para llevarle un nuevo testigo que había conseguido. Pero al llegar al hotel donde se hospedaba lo descubre estrechándose en un abrazo con Miguel Ángel Ferreyra, el destituido jefe de Policía. Gracias a los testigos que no cedie-

ron ante las amenazas y el soborno, a la hermana Martha Pelloni y las ex compañeras de “Sole” que lucharon y organizaron las marchas del silencio, se pudo condenar a dos de los culpables. Todos los que borraron pruebas y cambiaron declaraciones de los testigos, nunca fueron condenados. “El gobierno que vino después de Saadi todavía nos debe el encubrimiento. Cuando la doctora Olmi empezó a investigar, de un plumazo, la vol-vieron a la fi scalía y quedó el cargo acéfalo por dos años. No sé qué se esconde o qué poderosos hay, qué han tratado siempre de tapar y de encubrir, alguna vez se sabrá. Ahora, que fueron ellos dos, no me queda la menor duda, pero detrás de esos hay otra cosa, algo muy fuerte”, declara Ada.Tanto Guillermo Luque, hijo de los ex diputados Ángel Luque y Edith Pretti, como Luis Tula, ya están en libertad. En 2003, “El Flaco” como le decían a Tula, salió en libertad condicional y hoy pulula por las calles céntricas de Catamarca. “Yo ya lo vi dos veces, pero gracias a Dios iba en vehí-culo. La sensación no se la deseo a nadie, es espan-toso verlo y anda de abogado. Mis hijos también lo han visto. Hay una de las mellizas que cuando lo ve se enloquece”, cuenta Ada indignada. Pero a pesar de todo, tanto ella como Elías, dicen que respetan lo que la justicia dictaminó. En abril de este año, Luque también salió en libertad, pero su perfi l es más bajo. El crimen de María Soledad Morales no fue uno más, sino que marcó un antes y un después en la provincia. Para Elías, todo el padecimiento y la lucha no fueron en vano: “Hubo un arranque de la justicia para mejor, pero hoy en el país hay una impunidad total, así que no creo que seamos la excepción de eso. Es lenta la justicia, el poder político se mete en eso. Eso no ha mejorado, no sé si no estamos peor”. Colaboró: Daniela Rossi

“El juicio tuvo un valor simbólico único”

Por Gustavo Taranto *

Los juicios no tienen solamente

como objetivo central buscar

culpables e inocentes, sino que

también tienen un valor simbólico

muy importante: decirle a los

familiares de la víctima y a la

sociedad qué fue lo que ocurrió.

Después del tiempo que transcurrió,

estoy convencido de que lo que

se hizo durante el juicio fue lo

correcto. No solamente porque

estaba convencido de que las

responsabilidades de los hechos

habían ocurrido tal cual fueron

los alegatos, sino por el proceso

posterior. Desde el punto de

vista formal, porque la causa fue

revisada por la Corte de Catamarca,

y luego por la Corte Suprema de

la Nación, que confi rmaron el

pronunciamiento y el proceso. El

hecho fue algo terrible, lamentable,

pero probablemente no más grave

que tantos otros que pasan en todas

las provincias, mucho más seguido

de lo que uno quisiera. Lo que le

dio una gran connotación e impacto

social a esta causa fue la cadena

posterior de encubrimiento de parte

de un sector del poder político y

económico. Este juicio terminó con

el ejercicio de poder durante muchos

años en Catamarca. Más allá del

hecho policial puntual de la violación

y homicidio, tratamos de contar el

contexto que supuso la reacción

social. Sin dudas, en lo personal fue

una experiencia irreproducible. No

sólo en lo profesional, sino como

experiencia de vida. Desde el punto

de vista técnico, hubo muchísimos

juicios más complejos que aquél,

pero el valor simbólico fue único.

* Fiscal de la causa por el asesinato.