Celebraciones vandálicas

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Celebraciones vandálicas: una hipótesis especulativa Edwin Cruz Palabras al Margen http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/item/celebraciones vandalicasunahipotesisespeculativa?category_id=56 Colombia, país de contrastes. Otro lugar común que no por ello pierde vigencia, y menos por estos días, cuando las inmensas alegrías que nos reporta el fútbol conviven, de forma casi natural, con la constante preocupación por la violencia que su entusiasmo produce. Hoy no sólo nos preocupamos por el siguiente partido para disfrutarlo, sino también para tener especial cuidado al salir a la calle, para no caer presa de una turba segada por su felicidad, a tal punto que en algunas ciudades se ha llegado a decretar la “ley seca” e incluso el “toque de queda”. Una violencia que se expresa en esas extrañas y orgiásticas celebraciones, cuando hay un triunfo, o en esas otras liturgias de lamento, cuando hay una derrota. Palo porque bogas, palo porque no bogas, para el o la colombiana promedio ambas escenas son apenas normales; por estos lares hasta un 31 de diciembre se celebra con un vertiginoso aumento en las riñas callejeras, la violencia doméstica y el consumo de sustancias embriagantes y psicoactivas. La alegría y el triunfo sacan lo peor de nosotros. Este aspecto de nuestra idiosincrasia está lejos aún de su comprensión, pero hipótesis no faltan. Algunos achacan esa propensión a una herencia de nuestras culturas precolombina y católica, según la cual los favores recibidos obligatoriamente deberían corresponderse con sacrificios de sangre. Otros enfatizan las lógicas enajenantes que comporta el espectáculo consumista del fútbol, el cual necesariamente realiza sus mercancías instando a la violencia y enarbolando valores machistas, entre otras cosas. No ha faltado quien llame la atención sobre una carencia de educación o quizás de aprendizaje: “somos unos cerdos, no sabemos celebrar”, el artículo de Camilo García, además de sugerir esa explicación, aporta datos contundentes, empezando por la celebración del glorioso 5 de septiembre de 1993, que quedó en la memoria colectiva por el 50, y no por los 76 muertos y 912 heridos i . A no dudar, existen muchos problemas de educación, pero confiar en que eso explica por completo el problema implica desconocer que también los estratos más “educados” suelen celebrar de esa forma, además de suponer que, en el fondo, nuestro problema aún es una barbarie pendiente de civilización y que todo se resolverá el día en que aprendamos a celebrar de forma “civilizada”. Las hipótesis que resaltan los legados culturales, tan del gusto de quienes explican todo como una “herencia colonial”, a más de partir de interpretaciones planas de tales legados, se quedan cortas en el momento de formular alternativas: se trataría, nuevamente, de negar o reprimir aquello que somos para abrazar una forma de ser ajena, una identidad, “civilizada”, “desarrollada”. En fin, no es descabellado pensar que este problema debe mucho a la enajenación producto de la “sociedad del espectáculo”; sin embargo, eso llevaría a desconocer el devenir particular que entre nosotros ha

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Celebraciones de fútbol en Colombia

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  • Celebraciones vandlicas: una hiptesis especulativa

    Edwin Cruz Palabras al Margen http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/item/celebraciones-vandalicas-una-hipotesis-especulativa?category_id=56

    Colombia, pas de contrastes. Otro lugar comn que no por ello pierde vigencia, y menos por estos das, cuando las inmensas alegras que nos reporta el ftbol conviven, de forma casi natural, con la constante preocupacin por la violencia que su entusiasmo produce. Hoy no slo nos preocupamos por el siguiente partido para disfrutarlo, sino tambin para tener especial cuidado al salir a la calle, para no caer presa de una turba segada por su felicidad, a tal punto que en algunas ciudades se ha llegado a decretar la ley seca e incluso el toque de queda. Una violencia que se expresa en esas extraas y orgisticas celebraciones, cuando hay un triunfo, o en esas otras liturgias de lamento, cuando hay una derrota. Palo porque bogas, palo porque no bogas, para el o la colombiana promedio ambas escenas son apenas normales; por estos lares hasta un 31 de diciembre se celebra con un vertiginoso aumento en las rias callejeras, la violencia domstica y el consumo de sustancias embriagantes y psicoactivas. La alegra y el triunfo sacan lo peor de nosotros. Este aspecto de nuestra idiosincrasia est lejos an de su comprensin, pero hiptesis no faltan. Algunos achacan esa propensin a una herencia de nuestras culturas precolombina y catlica, segn la cual los favores recibidos obligatoriamente deberan corresponderse con sacrificios de sangre. Otros enfatizan las lgicas enajenantes que comporta el espectculo consumista del ftbol, el cual necesariamente realiza sus mercancas instando a la violencia y enarbolando valores machistas, entre otras cosas. No ha faltado quien llame la atencin sobre una carencia de educacin o quizs de aprendizaje: somos unos cerdos, no sabemos celebrar, el artculo de Camilo Garca, adems de sugerir esa explicacin, aporta datos contundentes, empezando por la celebracin del glorioso 5 de septiembre de 1993, que qued en la memoria colectiva por el 5-0, y no por los 76 muertos y 912 heridosi. A no dudar, existen muchos problemas de educacin, pero confiar en que eso explica por completo el problema implica desconocer que tambin los estratos ms educados suelen celebrar de esa forma, adems de suponer que, en el fondo, nuestro problema an es una barbarie pendiente de civilizacin y que todo se resolver el da en que aprendamos a celebrar de forma civilizada. Las hiptesis que resaltan los legados culturales, tan del gusto de quienes explican todo como una herencia colonial, a ms de partir de interpretaciones planas de tales legados, se quedan cortas en el momento de formular alternativas: se tratara, nuevamente, de negar o reprimir aquello que somos para abrazar una forma de ser ajena, una identidad, civilizada, desarrollada. En fin, no es descabellado pensar que este problema debe mucho a la enajenacin producto de la sociedad del espectculo; sin embargo, eso llevara a desconocer el devenir particular que entre nosotros ha

  • forjado cierto tipo de vnculo social y, lo que tal vez sea peor, confiar en una desalienacin que se proyecte al futuro ms lejano e incierto como alternativa. Sirva este breve repaso nicamente para subrayar la complejidad del asunto. Estas hiptesis, no obstante, descuidan el contenido poltico del problema, justamente la cuestin del vnculo social, de la forma en que experimentamos nuestro ser colombiano, nuestro ser parte de. Aqu una hiptesis que trata de enfatizar este aspecto: Toda identidad tiene tras de s una lucha, no es cierto que existan identidades solamente culturales, toda identidad es poltica por definicin. Lo que pasa es que esa lucha, con el paso del tiempo, logra sedimentarse, como dira el fenomenlogo, hasta el punto de concebir como normal lo que un tiempo atrs implic una disputa y una invencin. No existiran indios, pueblos y naciones originarias o indgenas, sin aos de disputa por hacer reconocer su identidad, de la misma forma que las identidades de sexo/gnero han sido producidas por disputas polticas, aunque hoy todas ellas pretendan domesticarse como productos culturales aspticos y apolticos. Ahora bien, la sedimentacin puede conducir a un olvido relativo, pero siempre deja una huella de lo que fue esa lucha, se trate de una victoria o de una derrota. Las celebraciones desmedidas de las victorias de la Seleccin Colombia son la puesta en la escena pblica de una masa cuyas acciones, apelando a Le Bon, se explicaran por la sugestin, la manipulacin o el contagio. En una masa la racionalidad individual se disuelve en la pasin colectiva. Pues bien, estas manifestaciones pueden verse, entre otras cosas, como la revelacin de un trauma y como un sntoma, algo que no encuentra an forma de simbolizarse. La expresin pblica de la masa manifiesta la exclusin del pueblo colombiano del espacio pblico-poltico, la imposibilidad de su escenificacin. El trauma se ocasiona desde el mismo momento fundacional de la Repblica: se dice que el 20 de julio de 1810, la gente de la plebe, el pueblo bajo, los chisperos, obligaron a los criollos y notables, en contra de los planes de stos, a tomar partido por la Independencia; pero, por esa cantidad de subterfugios que los especialistas se han deleitado en reconstruir, sabemos que a la postre la nueva Repblica fue un proyecto de lite. Hubo entonces una expulsin del pueblo de lo pblico-poltico, que las lites se esforzaran en mantener, encubrir y ahondar hasta hoy. De ello dan cuenta acontecimientos como la unin de las oligarquas bipartidistas en contra de la revolucin de Jos Mara Melo y los artesanos, en una fecha tan temprana como 1854 y, en general, el miedo al pueblo, ampliamente documentado, que anid en sus conciencias. Pero el acontecimiento ms traumtico fue el 9 de abril. Las diferencias son claras: la marcha del silencio, el 7 de febrero de 1948, muestra cmo se escenifica la presencia del pueblo en lo pblico-poltico. Cien mil personas convocadas para un acto de duelo en nombre de las vctimas de la violencia, que ya empezaba a azotar el campo, que debera llevarse a cabo en absoluto silencio, algo que nunca antes tuvo lugar y jams se ha repetido pese a lo necesario que puede ser para nuestra salud mental colectiva. En efecto, Gaitn funcion como el significante vaco, para usar ese concepto de Laclau, que por un tiempo excesivamente corto consigui articular la identidad del pueblo colombiano y proyectar su presencia hacia lo pblico-poltico. Su asesinato fsico y simblico, y todos los asesinatos

  • fsicos y simblicos que vinieron despus, desarticularon una vez ms al pueblo y una vez ms lo excluyeron del espacio pblico-poltico. Lo que vino inmediatamente despus, la tarde del 9 de abril, fue la expresin de la frustracin que adopt la forma de la masa y que hoy se proyecta, en nuestra memoria colectiva o tal vez en nuestro inconsciente colectivo, como la huella de una derrota. i http://www.shock.co/cultura/articulos/somos-unos-cerdos-no-sabemos-celebrar-61575