César Tcach - La Ilusión Del Laborismo y La Realidad Del Peronismo

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La ilusión del laborismo y la realidad del peronismo César Tcach ¿Quiénes fueron los primeros dirigentes del peronismo cordobés? ¿Cuáles eran sus valores, ideas y modos de hacer política? Responder a estos interrogantes supone tener en cuenta que la Córdoba de la década de 1940 era todavía tradicional, periférica, aún no marcada por la huella de la gran industrialización. Basta recordar la composición de la mesa directiva de la CGT en 1955, integrada por gremios antiguos como molineros, gastronómicos, farmacia o espectáculos públicos. Pese al papel pionero de la Fábrica Militar de Aviones (1927) y del complejo Iame (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) después, la gran industrialización de Córdoba no data de los orígenes del peronismo sino de sus postrimerías, con la instalación de Fiat y Kaiser en 1954-55. El Censo Nacional de 1947 indica que el 70 por ciento de la población de Córdoba vivía en el campo y tan sólo un 30 por ciento era población urbana. Estos porcentajes revelan una relación inversa con la provincia de Buenos Aires, donde el 68 por ciento era registrada como urbana.

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La ilusión del laborismo y la realidad del peronismo

César Tcach

¿Quiénes fueron los primeros dirigentes del peronismo cordobés? ¿Cuáles eran sus valores, ideas y modos de hacer política?

Responder a estos interrogantes supone tener en cuenta que la Córdoba de la década de 1940 era todavía tradicional, periférica, aún no marcada por la huella de la gran industrialización. Basta recordar la composición de la mesa directiva de la CGT en 1955, integrada por gremios antiguos como molineros, gastronómicos, farmacia o espectáculos públicos.

Pese al papel pionero de la Fábrica Militar de Aviones (1927) y del complejo Iame (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) después, la gran industrialización de Córdoba no data de los orígenes del peronismo sino de sus postrimerías, con la instalación de Fiat y Kaiser en 1954-55. El Censo Nacional de 1947 indica que el 70 por ciento de la población de Córdoba vivía en el campo y tan sólo un 30 por ciento era población urbana. Estos porcentajes revelan una relación inversa con la provincia de Buenos Aires, donde el 68 por ciento era registrada como urbana.

En el marco de esa sociedad tradicional, donde los cambios comenzaban a dibujarse, desde los sindicatos se constituyó –para apoyar al coronel Juan Perón– el Partido Laborista (PL) de Córdoba.

Alentado inicialmente por la Secretaría de Trabajo y Previsión del Gobierno nacional, su ideario –empero– estaba asociado a la oleada socialdemócrata que recorría la Europa de posguerra: “Perón supo levantar

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la bandera de la justicia social, que complementándose con el liberalismo inglés, ya hace la felicidad y anhelo del pueblo”, decía Lisardo Videla en el congreso laborista de Marcos Juárez, realizado en 1947. Y Ramón Asís, el máximo dirigente del PL cordobés y, a la sazón, vicegobernador de la provincia a partir de 1946, señalaba: “Como organización política, defendemos los principios democráticos, la libertad individual y el gobierno de la mayoría con el control de los grupos minoritarios (…) exigimos la organización de partidos con claras doctrinas y concretos programas de gobierno” (La Voz del Interior, 28 de julio de 1947).

Pero la consolidación de un PL no estaba en los planes de Perón, cuya mirada de la política –en términos de una relación mando-obediencia– provenía del universo militar. Esa óptica, además, estaba reforzada por la convicción –extendida hacia 1930– de la agonía del liberalismo político. Por ello, su apuesta en Córdoba no fue por el Partido Laborista sino por sus adversarios en el interior del peronismo.

Perón, sediento de contar con cuadros y dirigentes en las diversas provincias para su naciente movimiento, se inclinó por quienes conocían de cerca los resortes del poder político provincial. ¿Quiénes eran? Hubo tres vertientes principales.

El Partido Demócrata. Desde 1935, el viejo conservadorismo cordobés había perdido todas las elecciones frente a la UCR de Amadeo Sabattini. Al emerger el liderazgo de Perón, muchos de sus dirigentes, en particular los identificados con su orientación más tradicionalista y católica, vieron en el nuevo movimiento la posibilidad de volver a imponer su predominio en el Estado provincial.

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Al respecto, José Aguirre Cámara reconocía: “A nosotros nos está socavando el oficialismo (…) El éxodo de dirigentes y caudillos demócratas atraídos por el imán del poder (…), será un proceso de depuración del ala antidemocrática que tantas veces nos perturbó”.

La UCR. Si bien el comité provincial se mantuvo incólume en contra de Perón, hubo sectores minoritarios, sabattinistas y antisabattinistas vinculados al doctor Agustín Garzón Agulla que decidieron engrosar el nuevo movimiento. Cabe añadir que Sabattini rechazó la oferta de Perón para que lo acompañase como candidato a vicepresidente. Le respondió a Perón que si quería ser candidato de la UCR, debía afiliarse.

La Iglesia Católica. Enconados adversarios del radicalismo sabattinista cordobés y atraídos por un oficial del Ejército que se mostraba eficaz para alejar a la izquierda del movimiento obrero, la Iglesia –y en especial la Acción Católica– puso sus fichas en el peronismo.

En Córdoba, Perón se asoció, al menos inicialmente, a sectores de poder y fracciones de las elites conservadoras y clericales, educadas y fogueadas en las viejas maneras caudillistas, paternalistas y verticales de hacer política. No en vano, Ramón Asís, el vicegobernador impuesto por el Partido Laborista, expresaba entre la desazón y el desconcierto: “Algunos altos traidores tienen prisionero al general Perón… no sería improbable que el pueblo tenga, un día cercano, que volver a rescatar a su jefe, como ya lo hizo el 17 de octubre”.

(Publicado en La Voz del Interior, 17 de octubre de 2014)