Charles Baudelaire - El Público Moderno Y La Fotografía

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  • 8/6/2019 Charles Baudelaire - El Pblico Moderno Y La Fotografa

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    espontneamente artista. Siente o mejor juzga sucesivamente, analticamente. Otros pueblos, msfavorecidos, sienten enseguida, de una vez, sintticamente.

    Hablaba anteriormente de los artistas que tratan de asombrar al pblico. El deseo de asombrar y de sentirseasombrado es muy legtimo. It is a happiness to wonder; es una felicidad sentirse asombrado; erotambin, it is a happiness to dream, es una felicidad soar

    4. Todo el problema, si exige que yo le confiera

    el ttulo de aficionado a las bellas artes, consiste en saber mediante qu procedimientos desea crear o sentir

    el asombro. Porque lo Bello es siempre asombroso, sera absurdo suponer que lo que asombroso essiemprebello. Ahora bien, nuestro pblico, singularmente impotente para sentir la felicidad del ensueo o dela admiracin (signo de la pequeez de espritu), quiere que se le asombre con medios ajenos al arte, y susobedientes artistas se conforman a su gusto; quieren impresionarlos, sorprenderlos, pasmarlos medianteestratagemas indignas, porque le saben incapaz de extasiarse ante la tctica natural del arte verdadero.

    En esos das deplorables, una industria nueva se dio a conocer y contribuy no poco a confirmar la fe en sunecedad y a arruinar lo que poda quedar de divino en el espritu francs. Esta multitud idlatra postulaba unideal digno de ella y apropiado a su naturaleza, eso por supuesto. En materia de pintura y de estatuaria, elCredoactual de las gentes de mundo, sobre todo en Francia (y no creo que nadie se atreva a afirmar locontrario), es ste: Creo en la naturaleza y no creo ms que en la naturaleza (hay buenas razones paraello). Creo que el arte es y no puede ser ms que la reproduccin exacta de la naturaleza (una secta tmiday disidente quiere que se desechen los objetos de naturaleza repugnante, como un orinal o un esqueleto).

    De este modo, la industria que nos dara un resultado idntico a la naturaleza sera el arte absoluto. UnDios vengador ha atendido a los ruegos de esta multitud. Daguerre fue su Mesas. y entonces se dice:Puesto que la fotografa nos da todas las garantas deseables de exactitud (eso creen, los insensatos!), elarte es la fotografa. A partir de ese momento, la sociedad inmunda se precipit, como un solo Narciso, acontemplar su trivial imagen sobre el metal. Una locura, un fanatismo extraordinario se apoder de todosesos nuevos adoradores del sol. Se produjeron extraos horrores. Asociando y agrupando a truhanes ytruhanas, emperifollados como los matarifes y las lavanderas en el Carnaval, rogando a esos hroesquequisieran mantener, durante el tiempo necesario para la operacin, su mueca de circunstancia, sedeleitaban reproduciendo las escenas, trgicas o graciosas, de la historia antigua. Algn escritor demcrataha debido encontrar el medio, barato, de difundir entre el pueblo el gusto por la historia y por la pintura,cometiendo as un doble sacrilegio e insultando a un tiempo ala divina pintura y al arte sublime delcomediante. Poco tiempo despus, millares de ojos vidos se inclinaban sobre los agujeros delesterescopo como sobre los tragaluces del infinito. El amor a la obscenidad, que es tan vivaz en el corazn

    natural del hombre como el amor a s mismo, no dej escapar tan buena ocasin de satisfacerse. y no sediga que los nios que regresaban de la escuela eran los nicos en disfrutar de esas tonteras: suscitaron elentusiasmo de todos. He odo a una hermosa dama, una dama de la buena sociedad, no de la ma,contestar a los que le ocultaban discretamente semejantes imgenes, encargndose as de sentir el pudoren su lugar: Dnmelo, no hay nada demasiado fuerte para m. Juro haberlo odo, pero quin me creer?Ya ven lo que son las grandes damas! dice Alexandre Dumas. Las hay ms grandes todava! diceCazotte. Como la industria fotogrfica era el refugio de todos los pintores fracasados, demasiado pococapacitados o demasiado perezosos para acabar sus estudios, ese universal entusiasmo no slo pona demanifiesto el carcter de la ceguera y de la imbecilidad, sino que tambin tena el color de la venganza. Quetan estpida conspiracin, en la que se encuentran, como en todas las dems, los embaucadores y losembaucados, pueda triunfar de una manera absoluta, no puedo creerlo, o al menos no quiero creerlo; peroestoy convencido de que los progresos mal aplicados de la fotografa han contribuido mucho, como por otraparte todos los progresos puramente materiales, al empobrecimiento del genio artstico francs, ya tan

    escaso. Por ms que la fatuidad moderna ruja, eructe todos los exabruptos de su tosca personalidad, vomitetodos los sofismas indigestos de los que la ha atiborrado hasta la saciedad una filosofa reciente, cae de supeso que la industria, al irrumpir en el arte, se convierte en la ms mortal enemiga, y que la confusin defunciones impide cumplir bien ninguna. La poesa y el progreso son dos ambiciosos que se odian con unodio instintivo, y, cuando coinciden en el mismo camino, uno de los dos ha de valerse de otro. Si se permiteque la fotografa supla al arte en algunas de sus funciones pronto, gracias a la alianza natural queencontrar en la necedad de la multitud, lo habr suplantado o totalmente corrompido. Es necesario, portanto, que cumpla con su verdadero deber, que es el de ser la sirvienta de las ciencias y de las artes, pero lamuy humilde sirvienta, lo mismo que la imprenta y la estenografa, que ni han creado ni suplido a laliteratura. Que enriquezca rpidamente el lbum del viajero y devuelva a sus ojos la precisin que falte a sumemoria, que orne la biblioteca del naturalista, exagere los animales microscpicos, consolide incluso con

    4Cita de Edgar Allan Poe, Morella

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    algunas informaciones las hiptesis del astrnomo; que sea, por ltimo, la secretaria y la libreta decualquiera que necesite en su profesin de una absoluta exactitud material, hasta ah tanto mejor. Quesalve del olvido las ruinas colgantes, los libros, las estampas y los manuscritos que el tiempo devora, lascosas preciosas cuya forma va a desaparecer y que piden un lugar en los archivos de nuestra memoria, sele agradecer y aplaudir. Pero si se le permite invadir el terreno de lo impalpable y de lo imaginario, enparticular aquel que slo vale por- que el hombre le aade su alma, entonces ay de nosotros!

    S que algunos me dirn: La enfermedad que acaba de explicar es la de los imbciles. Qu hombredigno del nombre de artista y qu verdadero aficionado ha confundido nunca el arte con la industria? Los, y sin embargo preguntar a mi vez si creen en el contagio del bien y del mal, en la accin de lasmultitudes sobre los individuos y en la obediencia involuntaria, forzada, del individuo a la multitud. Que elartista influya sobre el pblico, y que el pblico reaccione sobre el artista, es una ley incontestable eirresistible; adems los hechos, terribles testigos, son fciles de estudiar; se puede constatar el desastre. Deda en da el arte disminuye el respeto a s mismo, se postema ante la realidad exterior, y el pintor se inclinams y ms a pintar, no lo que suea, sino lo que ve. Sin embargo, es una felicidad soar, y era una gloriaexpresar lo que se soaba; pero, qu digo! sigue conociendo esa felicidad?

    Afirmar el observador de buena fe que la invasin de la fotografa y la gran locura industrial son porcompleto ajenas a ese deplorable resultado? Est permitido suponer que un pueblo cuyos ojos seacostumbran a considerar los resultados de una ciencia material como los productos de lo bello no ha

    disminuido singularmente, al cabo de cierto tiempo, la facultad de juzgar y de sentir lo que hay de msetreo e inmaterial?

    Baudelaire, Charles, Saln de 1859, Cartas al Sr. Director de la Revue Francaise, Cap I, El pblicomoderno y la fotografa, en Baudelaire, Charles, Salones y otros escritos sobre arte, Madrid, Visor,1996.