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    SSEEMMBBLLAANNZZAASSDDEELLMMUUNNDDOOGGRREECCOORRRROOMMAANNOO

    CCIICCEERRNN::TTRRIIUUNNFFOOYYFFRRUUSSTTRRAACCIINNDDEEUUNNHHOOMMOONNOOVVUUSS

    DR.FRANCISCO PINA POLO

    Universidad de [email protected]

    Marco Tulio Cicern muri el da 7 de diciembre del ao 43 a.C. Fue

    asesinado cerca de Cayeta, puerto del Tirreno prximo a Formias, localidad en la

    que posea una finca en la que se haba refugiado huyendo de los triunviros

    Antonio, Octaviano y Lpido que se haban convertido en los mximos

    gobernantes de Roma. Sus asesinos fueron soldados enviados a tal efecto por

    Marco Antonio1, que haba sido objeto en los meses anteriores de

    * La bibliografa sobre Cicern es extraordinariamente amplia. Para aligerar la lectura de esteesbozo biogrfico, he preferido prescindir de prolijas citas de libros y artculos modernos sobre elpersonaje, y aportar exclusivamente la referencia de pasajes significativos de la propia obra

    ciceroniana que ilustran las afirmaciones contenidas en el texto. A continuacin se recoge unabrevsima seleccin bibliogrfica. Las biografas ms recientes sobre Cicern son las de TEMPEST,K., Cicero: politics and persuasion in ancient Rome. Londres-Nueva York: 2011; BRINGMANN,K., Cicero. Darmstadt: 2010; NARDUCCI, E., Cicerone: la parola e la politica. Roma: 2009;MURRELL, J., Cicero and the Roman Republic. Cambridge: 2008; PINA POLO, F., Marco TulioCicern. Barcelona: 2005 (edicin en alemnRom, das bin ich: Marcus Tullius Cicero, ein Leben.Stuttgart: 2010); NARDUCCI, E., Introduzione a Cicerone. Nuova edizione. Roma-Bari: 2005(11992); WILLIAMS, R., Cicero the patriot. Wauconda-Illinois: 2004; EVERITT, A., Cicern.Barcelona: 2007 (1Cicero. A Turbulent Life. Londres: 2001); y BAOS, J.M., Cicern. Madrid:2000. Siguen siendo interesantes, entre otras, las obras biogrficas de RAWSON, E., Cicero: APortrait. Londres: 1975; FUHRMANN, M., Cicero und die rmische Republik. Eine Biographie.Munich-Zurich: 1989; y HABICHT, Chr., Cicero der Politiker. Munich: 1990. Otros trabajos deinters recientes sobre aspectos concretos relacionados con Cicern: POWELL,J.G.F.NORTH.J.

    A. (eds), Ciceros Republic. Londres: 2001; POWELL,J.G.F. (ed.), Cicero the Philosopher: TwelvePapers. Oxford: 2002 (11995); MAY, J.M. (ed.), Brills companion to Cicero: Oratory andRhetoric. Leiden: 2002; MARINONE, N., Cronologia Ciceroniana. Roma: 2004 (11997);NARDUCCI, E., Cicerone e i suoi interpreti: Studi sull'opera e la fortuna . Pisa: 2004; SALERNO,F.(ed.), Cicerone e la politica: Atti del Convegno di diritto romano, Arpino, 29 gennaio 2004 .Npoles: 2004; NARDUCCI, E. (ed.), Cicerone tra antichi e moderni: Atti del IV SymposiumCiceronianum Arpinas, Arpino, 9 maggio 2003. Florencia: 2004; POWELL,J.PATERSON,J. (eds.),Cicero the advocate. Oxford: 2004; FANTHAM, E., The Roman world of Ciceros De oratote.Oxford: 2004; DUGAN, J.,Making a new man. Ciceronian self-fashioning in the rhetorical Works.Oxford: 2005; LINTOTT, A.W., Cicero as evidence: A historians companion. Oxford: 2008; VANDER BLOM, H., Ciceros role models: the political strategy of a newcomer. Oxford: 2010.1PLUT., Cic., 48-49.

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    descalificaciones personales y dursimos ataques polticos por parte de Cicern.

    Los triunviros haban decidido unir sus fuerzas para hacerse con el poder a finales

    de octubre, en una reunin habida cerca de Bononia, y su acuerdo se plasm en la

    ley hecha aprobar por el tribuno de la plebe Publio Titio el da 27 de noviembre,

    que les converta en triumviri rei publicae constituendae, dotados de imperium

    consular durante los prximos cinco aos2. Como haba hecho el dictador Sila casi

    cuarenta aos antes, una de sus primeras decisiones fue promulgar una lista de

    proscritos, con el fin de eliminar a todos aquellos que consideraban sus enemigos

    polticos. Entre ellos se encontraba de manera destacada Cicern y su familia. De

    hecho, su hermano menor Quinto fue asimismo asesinado apenas unos das antes

    que Marco. Para ambos la nica esperanza de salvar la vida era huir de Italia, pero

    ninguno de los dos lo logr.

    Cicern no slo muri como proscrito en la res publica que l haba

    querido preservar segn sus principios ideolgicos, sino que adems su cuerpo fue

    desmembrado para llevar a Antonio una prueba de que la sentencia de muerte

    implcita en la lista de proscripciones se haba cumplido. La cabeza y las manos

    o slo una de ellas, la derecha, segn otras fuentesdel conspicuo orador fueron

    transportadas a Roma y entregadas a Antonio, quien las mostr ante el pueblo

    desde los Rostra3. De este modo, en lugar de recibir desde la tribuna de oradores

    la habitual laudatio funebrisque era pronunciada en honor de los romanos ilustres

    que fallecan, el ltimo adis pblico de Cicern consisti en la impdica

    exhibicin de sus despojos por parte de su ltimo gran adversario, Antonio, en la

    tribuna de oradores que haba sido hecha construir recientemente en el extremo

    occidental del Foro por aquel a quien l consider un tirano, Julio Csar. Cicern,

    quien se deca salvador de Roma desde su consulado, que haba llegado a ser

    entonces proclamado por el senado pater patriae, difcilmente hubiera podido

    imaginar un destino ms cruel, ingrato y brutal para s mismo, que se consideraba

    por encima de todoy de todos sus contemporneosun patriota romano.

    2APP., b.c., IV 7; CASS.DIOXLVII 2,1-2.3SEN., Suas., VI 21; CASS.DIO, XLVII 8,3-4.

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    Y sin embargo, aunque nacido ciudadano romano de pleno derecho,

    Cicern no vino al mundo en la misma Roma, sino en el municipiumde Arpino, a

    unos ciento veinte kilmetros al sudeste de la Urbs, el da 3 de enero del ao 106

    a.C. Siempre consider que Roma era su patria, pero, al mismo tiempo, nunca

    reneg de su condicin de arpinate y mantuvo siempre una relacin afectiva y

    econmica con su ciudad natal4. Su familia perteneca a la aristocracia de Arpino

    y su padre, un eques, era un destacado propietario de tierras. Deseoso de

    proporcionar a sus hijos la mejor formacin posible con vistas a una futura carrera

    poltica, tanto Marco como su hermano Quinto fueron enviados a finales de los

    aos 90 a Roma. All fueron amparados por Lucio Licinio Craso, uno de los

    senadores con mayor auctoritasdel momento, que haba sido cnsul en el ao 95

    y que fue censor en el 92. En su casa, junto con otros jvenes pertenecientes a las

    mejores familias de la Urbs, recibieron una esmerada educacin en las disciplinas

    de la retrica y de la filosofa, tanto en latn como en griego 5. Cicern siempre

    reconoci su deuda intelectualy probablemente ideolgicacon supatronus, y

    su admiracin por l se plasm en el dilogo De oratore, en el que le otorg el

    papel ms destacado.

    Quien deseara llegar a ser alguien en la vida pblica deba completar su

    formacin accediendo a otras materias de conocimiento, entre ellas, de manera

    destacada, los rudimentos del derecho. En este terreno, el maestro de Cicern fue

    el anciano augur Quinto Mucio Escvola, eminente jurista que haba sido cnsul

    en el ao 117. Entre los pupilos de Escvola se encontraba Tito Pomponio, ms

    conocido con el sobrenombre de tico por su posterior estancia en Atenas. Este

    hecho fue decisivo en la vida de Cicern, puesto que tico se habra de convertir,

    no slo en su mejor amigo, sino tambin en su consejero, gestor econmico y

    editor de sus obras literarias6. Por otra parte, su abundante intercambio epistolar,

    4CIC., leg., II 3-5.5CIC., de orat., II 2.6 Cicern dej patente en diversas ocasiones su admiracin por su amigo, e incluso una ciertadependencia emocional respecto a l. Vase por ejemplo CIC.,Att., I 17,5-6.

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    en gran medida conservado hasta nuestros das, constituye una preciosa fuente de

    conocimiento de la vida y de los sentimientos de Cicern.

    El proceso educativo del Arpinate se vio interrumpido por el estallido del

    Bellum Sociale. Aunque nunca mostr inters personal por la vida militar, al joven

    Cicern, dadas las circunstancias excepcionales en las que se encontraba el Estado

    romano enfrentado a la mayor parte de sus aliados itlicos, no le qued otro

    remedio que incorporarse como jinete en el ao 89 a las legiones que combatan

    en el frente septentrional, en la regin del Piceno, al mando del cnsul Pompeyo

    Estrabn, en cuyo estado mayor se integr, pero en el que debi de desempear unpapel secundario. Una vez vencidos los rebeldes en el norte de Italia, Cicern se

    uni brevemente a las tropas que, comandadas por Sila, combatan en Campania

    contra los pugnaces samnitas. sta fue toda la experiencia militar acumulada por

    Cicern hasta que casi cuarenta aos despus se vio obligado a asumir el gobierno

    provincial de Cilicia.

    Acabada la guerra, el Arpinate retom el cuidadoso aprendizaje de las

    materias bsicas para quien, como l, ambicionaba llegar a tener protagonismopblico en Roma. Recibi lecciones de Apolonio Moln de Rodas, famoso

    maestro de retrica que visit la Urbs en el ao 87. Obviamente, imparta su

    enseanza en griego, lo cual indica el excelente dominio que Cicern tena ya

    entonces de esta lengua, que utilizaba tanto como el latn en sus ejercicios

    oratorios7. Incluso llev a cabo durante los aos ochenta traducciones a la lengua

    latina de obras de Platn, Jenofonte y Arato. Sigui profundizando en el

    conocimiento del derecho, ahora como discpulo de Escvola el pontfice, primo

    del augur del mismo nombre y, como l, experto jurista. Y descubri la filosofa

    gracias a Filn de Larisa, el director de la Academia ateniense, quien, como otros

    intelectuales griegos, haba llegado a Roma huyendo del expansionismo de

    7CIC.,Brut., 310.

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    Mitrdates8. Filn influy en el pensamiento ciceroniano, pero sobre todo inculc

    a Cicern la idea que ya nunca abandon de que un buen orador no poda

    conformarse con un correcto dominio de la retrica, sino que deba ser asimismo

    un aceptable filsofo.

    Con este bagaje el Arpinate, como era usual entre los jvenes aprendices

    de hombres pblicos, se atrevi a comparecer en los tribunales. Lo hizo como

    abogado defensor, primero representando en un pleito civil a un tal Quincio, poco

    despus defendiendo a Sexto Roscio, acusado del asesinato de su padre. Este

    ltimo proceso tena peligrosas implicaciones polticas, puesto que en l lo queestaba en juego en ltima instancia era la propiedad del difunto, incluido a

    posteriorien la lista de proscritos emitida por Sila tras su acceso al poder. A ella

    aspiraba Crisgono, un liberto prximo a Sila, quien haba dejado de ser dictador,

    pero que era en el ao 80 cnsul y, por supuesto, el hombre fuerte en Roma.

    Cicern se cuid en su discurso de no atacar directamente a Sila, pero s

    descalific el uso de las proscripciones para obtener fraudulentamente bienes de

    otras personas9, un ataque contra el inviolable derecho a la propiedad privada que

    constituy siempre un elemento central en su pensamiento. Cicern gan el juicio,

    lo cual, gracias a la repercusin pblica del proceso, lo convirti inmediatamente

    en un clebre abogado.

    Sin embargo, se fue el momento elegido para realizar una gira por el

    Mediterrneo oriental, acompaado por su hermano Quinto y por otros jvenes

    aristcratas. Entre los aos 79 y 77, Cicern estuvo en Atenas, Delfos, Corinto,

    Esparta, Mileto, Esmirna y Rodas, se inici en los misterios de Eleusis, estudi

    con filsofos y retricos griegos, mezclando el aprendizaje con la visita

    emocionada a lugares llenos de historia10. Cuando regres contrajo matrimonio

    8 CIC., Brut., 306. Cicern no se conform con acceder a la doctrina de Filn, un escpticoposibilista en la lnea de Carneades, sino que estudi asimismo el epicuresmo con Fedro, aAristteles con Estaseas, y el estoicismo con Didoto, adquiriendo as un conocimiento bsico delas principales escuelas griegas de pensamiento (cf. CIC., nat.deor., I 6).9CIC.,Rosc., 137-138.10CIC.,fin., V 4.

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    con Terencia, que perteneca a una importante familia de la aristocracia romana.

    El matrimonio sealizaba la inclusin del Arpinate en la lite de Roma, al tiempo

    que, con la sustanciosa dote que Terencia aportaba, cimentaba su ya por entonces

    slida posicin econmica.

    Con treinta aos, la edad mnima requerida para acceder a una

    magistratura, Cicern estaba preparado para iniciar su carrera poltica. Fue elegido

    cuestor para el ao 75 y le correspondi como tal la administracin de la parte

    occidental de la provincia de Sicilia, donde permaneci durante todo el tiempo

    que ocup su cargo. El desempeo de la cuestura le permiti convertirse ensenador a su vuelta a Roma. El siguiente paso dentro del cursus honorumera, o

    bien el tribunado de la plebe, o bien la edilidad. Cicern prefiri esta ltima

    magistratura, posiblemente porque el tribunado poda entraar mayores riesgos

    polticos, justo en el momento en que acababa de recuperar sus plenas funciones

    tras los importantes recortes que haba sufrido durante la dictadura silana. En julio

    del ao 70 fue elegido edil, cargo en el que pas prcticamente inadvertido. En

    esa misma poca estaba consagrado a su objetivo de lograr la condena judicial de

    Verres, ex gobernador de Sicilia acusado de expolio por los sicilianos ante la

    quaestio repetundum.

    Excepcionalmente, Cicern actu como acusador en este proceso, que

    habra de reportarle una considerable notoriedad en la sociedad romana, no slo

    por la alta condicin social del acusado, sino tambin por el prestigio de los

    abogados que intervinieron en el litigio, puesto que el defensor de Verres fue

    Hortensio, el ms ilustre de los oradores romanos en esa poca, quien adems

    haba sido elegido cnsul para el ao 69. Se trataba, por lo tanto, de un duelo entre

    un orador emergente y el ms famoso que, adems, eran magistrados electos, lo

    cual proporcionaba una enorme dimensin poltica al juicio. Cicern se desplaz a

    Sicilia, acumul pruebas contra el acusado y con ellas compuso un discurso en el

    que present a Verres como un horrendo criminal. Las acusaciones, sustentadas

    por numerosos testigos, dejaron sin respuesta a Hortensio, que renunci incluso a

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    intervenir. Verres fue condenado, aunque ya antes haba preferido marchar al

    exilio. Su triunfo sobre el gran Hortensio convirti al Arpinate definitivamente en

    un orador famoso y en un individuo popular.

    Durante los aos siguientes, Cicern sigui interviniendo como abogado

    en los tribunales, al tiempo que preparaba su candidatura a la pretura. Fue

    efectivamente elegido pretor para el ao 66, y como tal fue nombrado responsable

    del tribunal encargado de juzgar los casos de extorsin. No hay constancia de que

    existieran procesos judiciales relevantes durante su mandato, de modo que su

    pretura hubiera pasado desapercibida histricamente de no haber coincidido con lapropuesta del tribuno Manilio para otorgar a Cneo Pompeyo un mando militar

    extraordinario. En los aos setenta, Pompeyo haba sido el fiel ejecutor de la

    poltica senatorial, reprimiendo en Italia la rebelin de Lpido y en Hispania la de

    Sertorio, adems de contribuir a acabar con la revuelta servil dirigida por

    Espartaco. En el ao 67 haba terminado en apenas unos meses con el problema

    endmico de los piratas en el Mediterrneo, y ahora Manilio planteaba la

    concesin a Pompeyo durante varios aos de un mando extraordinario para

    culminar por fin la guerra contra Mitrdates, un conflicto que duraba ya veinte

    aos y que provocaba inestabilidad en una regin tan importante para Roma desde

    el punto de vista econmico.

    A pesar de la eficacia que Pompeyo haba mostrado en la resolucin de

    todas las tareas que se le haban encomendado, muchos en Roma desconfiaban del

    excesivo poder que una sola persona estaba acumulando, un peligro para el

    rgimen aristocrtico que encarnaba la Repblica romana. Eso llev a polticos

    como Catulo y Hortensio a pronunciarse contra la rogatio Manilia, mientras otros

    la defendan. Entre estos ltimos se encontraba Cicern, que pronunci desde los

    Rostra un discurso a favor de la iniciativa legislativa del tribuno, el primero que el

    Arpinate pronunciaba ante el pueblo en una contio. El entonces pretor defendi en

    primer lugar la necesidad de poner fin a la guerra contra Mitrdates por los daos

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    econmicos que causaba tanto al Estado como a los particulares11, para abogar a

    continuacin por el nombramiento de un imperator capaz de cumplir con esa

    misin, considerando a Pompeyo como el nico realmente capacitado para ello,

    tanto por sus virtudes como militar, como por sus cualidades morales 12. Sin duda

    Cicern era sincero en sus argumentaciones, pero en su encendida alabanza de

    Pompeyocon quien hasta entonces haba tenido escasos contactoshay que ver

    asimismo un cierto oportunismo poltico. Dos aos ms tarde podra presentarse a

    las elecciones consulares, su gran objetivo vital, y para triunfar en ellas poda ser

    fundamental contar con el apoyo de Pompeyo, tanto como poda resultar fatal su

    enemistad. Por otra parte, cuando Cicern intervino en la tribuna de oradores era

    ya evidente que la rogatio Maniliaiba a ser aprobada con toda probabilidad, de

    modo que oponerse a ella hubiera significado enfrentarse peligrosamente a la

    voluntad popular. Estas circunstancias explican el pragmatismo del Arpinate,

    sabedor de la discutible constitucionalidad de los mandos militares extraordinarios

    en manos de imperatorescarismticos, que sin embargo justific entonces como

    necesarios en tiempos de guerra13, aunque sus escritos posteriores proporcionan

    indicios de que se arrepinti de haber apoyado una ley que consolidaba prcticas

    contrarias al mos maiorumque contribuyeron poderosamente a la disolucin final

    del rgimen republicano y a su sustitucin por un gobierno unipersonal. La

    propuesta de Manilio fue en cualquier caso aprobada, y Pompeyo cumpli con las

    expectativas venciendo a Mitrdates, que se suicid, y reorganizando el Oriente

    romano.

    Desde el momento en que finaliz su ao como pretor, Cicern se puso a

    preparar su asalto al consulado. Durante dos aos vivi en constante campaa

    electoral, intentando reunir los mximos apoyos posibles, para lo cual incluso hizo

    regresar a Roma a tico, para que le ayudara a ganar el favor de los equites, entre

    los que su amigo contaba con una cierta influencia. El da 29 de julio del ao 64

    11CIC., imp.Cn.Pomp., 6.12CIC., imp.Cn.Pomp., 29-31.13CIC., imp.Cn.Pomp., 60.

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    tuvieron lugar las elecciones en los comitia centuriata. En ellas Cicern fue

    elegidosuo annocon el mayor nmero de votos, junto con Antonio Hbrida, y por

    delante de todos los dems candidatos, entre los que se encontraba Catilina. Se

    trataba de un enorme triunfo, mucho ms si se tiene en cuenta que Cicern era un

    homo novus, un advenedizo procedente de una pequea ciudad de Italia y

    perteneciente a una familia sin ninguna tradicin ni presencia en Roma hasta

    entonces, y que cada vez era ms excepcional que alguien con esas caractersticas

    alcanzara la mxima magistratura del Estado romano.

    El ejercicio del consulado convirti a Cicern y a su familia en miembrode hecho de la nobilitas, si bien a lo largo de su vida se encontr en ocasiones con

    la falta de reconocimiento de algunos miembros de las ms conspicuas familias de

    la aristocracia romana, que no le perdonaban su falta de pedigr. A ellos se

    enfrent siempre considerndose uno de sus iguales, y destacando el hecho de

    haber alcanzado el consulado exclusivamente por sus virtudes personales, y no

    por las de sus antepasados, o por las riquezas y clientelas de las que gozaban los

    nobilesdesde el momento de su nacimiento. En algunos de sus discursos y cartas

    se evidencia un cierto complejo de inferioridad, la frustracin de quien se

    consideraba maltratado por quienes no eran mejores y no haban contrado tantos

    mritos como l, pero tambin la arrogante satisfaccin de quien, sin poseer

    imagines de ilustres antepasados, se haba hecho a s mismo hasta alcanzar la

    gloria del poder14. No sorprende por ello que comenzara su primer discurso ante el

    pueblo tras tomar posesin del consulado resaltando su condicin de homo novus

    y el carcter excepcional de su eleccin15, como lo hara con frecuencia en lo

    14 Especialmente caracterstico del sentir de un homo novus es el comienzo del discurso queCicern pronunci en el ao 55 contra Calpurnio Pisn, en el que acus a ste de haber ocupadolas magistraturas exclusivamente por la fama de sus antepasados, mientras que el pueblo le eligi al sucesivamente cuestor, edil, pretor y cnsul por su talento y por sus hechos (C IC., Pis., 1-3).Vase en el mismo sentido la carta dirigida a Apio Claudio Pulcro en el ao 50 (C IC., fam., III7,5), o la respuesta airada a Manlio Torcuato en el juicio celebrado contra Publio Sila en el ao 62(CIC., Sull., 23).15CIC., leg.agr., II 1-4. Cf. asimismo leg.agr., II 100.

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    sucesivo, convirtiendo lo que era de partida un elemento de inferioridad poltica

    ante la aristocracia tradicional en un smbolo de su xito social.

    El consulado de Cicern en el ao 63 haba de ser su ao triunfal, y as lo

    vio siempre su protagonista, que trat de presentarse a s mismo desde entonces

    como valeroso salvador de Roma, hroe de la libertad y defensor de la concordia

    entre los ciudadanos romanos. Sus discursos consulares fueron recopilados y

    publicados tres aos despus, y constituyen una interesante fuente de informacin

    sobre lo sucedido, aunque obviamente poco objetiva. Sin duda la tarda

    publicacin debi de implicar la introduccin de correcciones de estilo, peroprobablemente tambin cambios en su contenido, con el fin de presentar una

    Roma en peligro a la que slo la decidida accin de su cnsul pudo salvar de la

    ruina y de la destruccin16.

    En los primeros das de enero, por lo tanto desde el mismo momento en

    que tom posesin de su cargo, el Arpinate se opuso frontalmente a la rogatio

    agrariapresentada por el tribuno de la plebe Rulo. El proyecto de ley era uno ms

    de los que, desde los tribunados de Tiberio y Cayo Graco, haban intentado aliviarlos problemas del pequeo campesinado romano-itlico, en buena medida

    condenado a perder sus tierras por la competencia de los grandes propietarios

    absentistas que, como el propio Cicern, preferan usar esclavos como mano de

    obra permanente en sus fincas. Eso condenaba a muchos campesinos a abandonar

    su domicilio y a emigrar a las ciudades en busca de un nuevo medio de vida. En el

    ao 63, ese problema general de la sociedad itlica, que se vena agravando desde

    el siglo II, era complementado por un problema concreto e inmediato, el

    inminente regreso a Italia de los miles de soldados que haban luchado a las

    rdenes de Pompeyo en el Mediterrneo oriental, una parte de los cuales sin duda

    reclamaran de su general, y en ltima instancia del Estado romano, la entrega de

    tierras donde establecerse como recompensa por su servicio, como antes haba

    16En su discurso contra Pisn, Cicern hizo una sntesis autoelogiosa de sus actos como cnsul, enla que constantemente utiliza la primera persona y a travs de la cual cabra concluir que lpersonalmente, y casi en solitario, haba salvado la res publica(CIC.,Pis., 4-7).

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    sucedido con los soldados de Mario y Sila, y ms tarde sucedera con los de los

    grandes imperatores del perodo. La rogatiode Rulo prevea la fundacin en Italia

    de nuevas colonias, en las que habran de ser asentados, tanto familias

    pertenecientes a la plebe urbana de Roma, como veteranos pompeyanos. Las

    tierras a tal efecto deban proceder, segn el proyecto, de las zonas de Campania

    que todava eran ager publicus, as como de aquellas explotaciones que sus

    actuales propietarios quisieran vender voluntariamente al Estado. El abundante

    dinero necesario para llevar a cabo el proceso deba obtenerse del botn de guerra

    recientemente obtenido en las guerras en Oriente, as como de la venta de

    propiedades estatales en diversas provincias del Imperio.

    La propuesta era relativamente modesta en sus objetivos y evitaba la

    expropiacin forzosa de las tierras de los grandes propietarios, pero la mayora

    senatorial se opuso a ella como lo haba hecho en todos los intentos anteriores de

    reforma agraria. Cicern asumi de manera entusiasta el liderazgo de la oposicin

    al proyecto de Rulo, contra el que pronunci cuatro discursos, tanto en la Curia

    como ante el pueblo. El cnsul obvi en todo momento el fondo de la cuestin, es

    decir, los problemas de supervivencia de una parte de la ciudadana romana, cada

    vez ms proletarizada, y se centr en descalificar polticamente la rogatio,

    argumentando por una parte que, desde el punto de vista econmico, supondra

    para el Estado un gasto excesivo su puesta en prctica y una merma importante de

    ingresos a medio plazo17, y por otro lado que los decemvirique haban de obtener

    la tierra a repartir y determinar los beneficiarios de la reforma tendran en sus

    manos un excesivo poder, lo que poda llevar en ltima instancia a la imposicin

    de una tirana18. Todo ello aderezado con palabras catastrofistas que pintaban

    dramticamente una Roma en peligro, acosada por conjuras internas que

    amenazaban con derribar el orden establecido19, en lo que, retrospectivamente,

    parece ser un aviso previo de la conjura de Catilina que l ms tarde reprimira.

    17CIC., leg.agr., I 3.18CIC., leg.agr., II 15.19CIC., leg.agr., I 26; II 8.

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    La rogatiode Rulo no sali adelante. Aparentemente fue retirada por el

    tribuno y ni siquiera lleg a ser votada, tal vez porque su promotor consider que

    no contaba con suficientes apoyos, o por la amenaza de veto contra el proyecto

    formulada por otro tribuno de la plebe. Cicern lo consider un xito personal, y

    fuera cual fuese el motivo de la retirada de la rogatioes evidente que lo sucedido

    fortaleca su liderazgo, aunque los desequilibrios estructurales en la sociedad

    itlica permanecieron, as como qued sin solucin la cuestin de la reinsercin de

    los veteranos pompeyanos, que habra de tener una influencia decisiva en los aos

    siguientes en la poltica romana. El Arpinate, coherente en este caso con el que

    fue siempre su pensamiento poltico, se situ al lado de los que l llamaba los

    optimatesy frente a cualquier reforma que pusiera en peligro el orden establecido,

    los privilegios de las clases dirigentes y la propiedad privada, que consideraba un

    valor sagrado. A lo largo de toda su vida, Cicern se present ante todo como un

    defensor a ultranza de la propiedad privada en tanto que principio bsico de toda

    sociedad civilizada, y esta idea ocup un papel central en su pensamiento, que

    prefiguraba en algunos aspectos las lneas bsicas del liberalismo moderno. De

    hecho, la principal funcin del Estado, la que explicara su origen y justificara su

    existencia, deba ser la proteccin y conservacin de la propiedad privada. En la

    concepcin ciceroniana de la vida en comunidad, el Estado no era una especie de

    ente moral cuya principal funcin habra de ser la proteccin de los individuos,

    sino un organismo encargado ante todo de preservar los bienes que stos fueran

    capaces de adquirir, siendo se el fundamento de la libertad20.

    El Arpinate defenda que la divisin de cualquier sociedad entre ricos y

    pobres era algo natural. Esa desigualdad natural proporcionaba a cada cual un

    lugar en la sociedad, del que haban de derivarse distintos derechos y deberes que

    no deban ser modificados. La aceptacin resignada de la posicin social que

    corresponda a un individuo por su nacimiento deba ser el fundamento de la

    20CIC., off., II 73.

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    estabilidad de la comunidad y de la concordia entre sus miembros21. De acuerdo

    con estos principios bsicos, la redistribucin de la riqueza era para Cicern una

    evidente violacin de las leyes naturales. En lgica consecuencia, se opuso a

    cualquier medida poltica que tendiera a mitigar esa desigualdad, como los

    repartos subvencionados o gratuitos de cereales a gran escala entre la plebe de

    Roma, que consideraba un intervencionismo innecesario del Estado frente a la

    ms deseable iniciativa privada, materializada mediante la beneficencia y la

    liberalidad paternalista a travs de los tradicionales vnculos de patronazgo y

    clientela, cuya mera existencia parta ya de la conservacin de la imprescindible

    jerarqua social. Consecuente con sus ideas, se opuso frontalmente durante toda su

    carrera poltica a cualquier intento de reforma agraria, que consider una

    apropiacin indebida de tierras que pertenecan a personas a las que, aunque

    fueran grandes terratenientes, no era justo que se les desposeyera para que fueran

    entregadas a otras que no disponan de bienes22.

    Todava en la primera mitad de su ao consular, Cicern hubo de usar toda

    su habilidad como abogado para defender al anciano senador Rabirio, acusado del

    asesinato del tribuno de la plebe Saturnino en el ao 100, treinta y siete aos atrs.

    La oposicin de la mayora senatorial a la pretensin de Saturnino de llevar

    adelante una serie de medidas de corte social entre ellas una reforma agraria

    haba desembocado en la proclamacin del denominado senatus consultum

    ultimum. La represin, dirigida por el entonces cnsul Cayo Mario, se haba

    traducido en el asesinato de Saturnino y de muchos de sus seguidores. A Rabirio

    se le acusaba ahora de haber dado muerte al tribuno con sus propias manos, y en

    consecuencia se le imputaba un delito de perduellio, dada lasacrosanctitasde la

    que gozaba todo tribuno de la plebe en ejercicio. Se trataba claramente de una

    operacin poltica, que cuestionaba la pretendida legitimidad del senado para

    21CIC., off., I 21.22 CIC., off., II 78-79. En el ao 60 se opuso igual que tres aos antes a la rogatio agrariapromovida por el tribuno Flavio para conceder tierras a los veteranos de Pompeyo, y se vanagloride ello en una carta a tico, indicando que su objetivo no era otro que defender la propiedadprivada, porque, afirma ste es mi ejrcito, el de los terratenientes (locupletes) (Att., I 19,4).

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    adoptar medidas de excepcin que suspendan de factolos derechos ciudadanos y

    que conducan inexorablemente a la muerte violenta de individuos considerados

    sediciosos por la mayora senatorial, al tiempo que se reivindicaba por el contrario

    el derecho de todo ciudadano a un juicio ante los tribunales y la vigencia de la

    provocatio.

    El senatus consultum ultimum haba sido en las ltimas dcadas un

    importante instrumento de represin en manos del senado contra los polticos

    reformistas, aqullos que Cicern llamaba peyorativamente populares. Poner en

    cuestin la legalidad de tal procedimiento fue visto por la fraccin msconservadora del senado como un ataque a su conducta en el pasado y como un

    peligro cara al futuro. La trascendencia poltica del proceso judicial queda

    evidenciada por el hecho de que de la defensa de Rabirio en el juicio se hicieran

    cargo Hortensio y el cnsul Cicern. El acusado qued definitivamente en

    libertad, no gracias a la elocuencia de tan ilustres oradores, sino mediante una

    estratagema legal que oblig a suspender los comicios que haban de determinar la

    culpabilidad o inocencia de Rabirio.

    El discurso del Arpinate constituy una encendida defensa del senatus

    consultum ultimum, y con l de la violencia de Estado como instrumento legtimo

    para la preservacin del orden establecido. Rabirio no mat a Saturnino, afirma

    Cicern, pero, aunque lo hubiera hecho, no merecera sino el reconocimiento de la

    ciudadana romana por haber actuado como un patriota para salvar a la comunidad

    de un individuo peligroso para su convivencia, un enemigo pblico del pueblo

    romano23. Esta solucin final parta de la idea, presente en la obra y en la prctica

    poltica ciceronianas, de que los problemas de la Repblica romana no eran tanto

    estructuralesinstitucionales, polticos o socioeconmicos , como de personas,

    de tal manera que, si se extirpaban aquello elementos dainos para la comunidad,

    los problemas desapareceran. En consecuencia, la violencia ejercida en nombre

    del Estado era legtima, pero la decisin de ejercerla deba quedar exclusivamente

    23CIC.,Rab.perd., 3; 31; 34-35.

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    en manos del senado como institucin, de los hombres de bien (boni), de los

    mejores (optimates), como garantes del orden establecido. Era una obligacin de

    todo ciudadano coadyuvar a la preservacin del orden poltico y social en Roma,

    por lo que no era reprobable, sino admirable, que uno de ellos, incluso un

    privatus, tomara las armas contra cualquier sedicioso que pusiera ese orden en

    peligro. Esos sediciosos eran asimilados automticamente a tiranos encubiertos,

    destructores de Roma, mientras que quienes los aniquilaban se convertan en

    tiranicidas dignos de elogio, salvadores de Roma. Por eso, en sus escritos, el

    Arpinate hizo repetidamente una autntica apologa de lo que l entenda como

    tiranicidio. En definitiva, la tesis ciceroniana era que el crimen cometido en

    nombre del Estado no slo era til, sino necesario para defenderse de los

    enemigos de la comunidad, y que era un deber patritico acabar con ellos como lo

    era participar en una guerra contra cualquier enemigo exterior24. La seguridad del

    Estado deba primar por encima de todo, una idea sintetizada con sus propias

    palabras en la frase salus populi suprema lex esto25.

    Los ltimos meses del consulado de Cicern estuvieron dominados por la

    conjuracin de Catilina, cuya represin habra de ser convertida por el Arpinate en

    el momento cumbre de su carrera poltica. Tras ser derrotado de nuevo en las

    elecciones consulares para el ao 62, Catilina comenz a preparar en Roma e

    Italia un autntico golpe de Estado para hacerse con el poder, en colaboracin con

    otros destacados hombres pblicos, algunos de ellos magistrados en activo.

    Cicern tuvo la habilidad de obtener informaciones que le mantuvieron al tanto de

    los preparativos de la conjuracin y que le permitieron anticiparse a los hechos,

    logrando abortar la revuelta todava en su fase inicial. Ya en septiembre haba

    avisado en el senado de los movimientos catilinarios, pero hasta fines de octubre

    no pudo aportar pruebas concretas de que se estaba preparando una insurreccin

    24 La justificacin ciceroniana de la violencia se encuentra especialmente desarrollada en losdiscursos judiciales en defensa de sus amigos y aliados polticos Sestio y Miln, pronunciadosrespectivamente en los aos 56 y 52. Cf. Sest., 86; 92Mil., 9-10; 56; 79-80; 83.25CIC., leg., III 8.

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    en Etruria, que efectivamente estallara pocos das despus. La reaccin del

    senado fue la promulgacin delsenatus consultum ultimum. Cicern pronunci en

    las semanas siguientes sus cuatro Catilinarias, en la Curia y en contiones,

    discursos en los que demoniz a Catilina quien prefiri salir de la ciudad y

    unirse a los insurrectos en Etruria , presentndolo como un ser abyecto lleno de

    vicios26, un enemigo del pueblo de Roma que deba ser eliminado27. Los

    conjurados que haban permanecido en la Urbsintentaron ganar para su causa a

    los embajadores de los galos albroges que se encontraban en aquel entonces en

    Roma, pero stos prefirieron denunciar el hecho antes que implicarse en un

    espinoso asunto interno. Esta denuncia permiti al cnsul detener a los principales

    implicados y desarticular de este modo la conjura. Ante el pueblo, Cicern se

    present a s mismo como el nico protagonista de los hechos, como el salvador

    de Roma guiado por los dioses inmortales28.

    Pero quedaba por resolver la cuestin de cul sera el destino de los

    catilinarios que permanecan bajo arresto, entre ellos el pretor Lentulo Sura. A tal

    efecto, el Arpinate convoc una sesin del senado el da 5 de diciembre. En ella se

    entabl un debate entre quienes como Silano y Catn, respectivamente cnsul y

    tribuno de la plebe electos, defendan la aplicacin de la pena de muerte, y

    quienes, como Csar, pretor electo, condenaban polticamente a los conjurados,

    pero pidieron para ellos el exilio y la confiscacin de bienes como pena

    alternativa. Cicern no se pronunci abiertamente por una u otra opcin, pero en

    su discurso abog por un castigo severo y se pregunt si no era mejor afrontar las

    posibles crticas futuras por esa severidad que los reproches por no haber actuado

    diligentemente para salvar Roma29. Los senadores votaron mayoritariamente a

    favor de la pena mxima, y Cicern se apresur a cumplir inmediatamente la

    26 CIC., Cat., II 7. Cicern presenta en su primera Catilinaria ante el pueblo la lucha contraCatilina como una guerra entre la honradez y la ignominia, entre la honestidad y el vicio, endefinitiva, entre el bien, personificado por l mismo, y el mal, representado por los catilinarios. Enesa guerra, afirma, los dioses estn sin duda de su lado (Cat., II 25).27CIC., Cat., I 2; 4.28CIC., Cat., III 1-2.29CIC., Cat., IV 6; 12.

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    recomendacin senatorial dirigiendo personalmente la ejecucin de los catilinarios

    en la crcel del Tuliano. Pocos meses despus Antonio, el otro cnsul del ao 63,

    acab asimismo con la revuelta en Etruria, en un combate en el que muri

    Catilina.

    El ao triunfal del cnsul arpinate tocaba a su fin. Eufrico, Cicern se

    consideraba a s mismo un hombre providencial, el libertador de Roma30, y desde

    entonces hasta el final de su vida llen sus discursos y cartas de referencias a sus

    hazaas consulares. Como consularis, deba de gozar a partir de ese momento de

    la mxima auctoritas dentro del senado, y sin duda so con convertirse en lareferencia poltica dentro de la sociedad romana. Sin embargo, la realidad le

    demostrara en los meses y aos siguientes que su influencia y liderazgo no

    alcanzaban el nivel que crea merecer, y que el hecho que l haba supuesto que le

    encumbrara, la represin de los catilinarios, iba a convertirse en una pesadilla e

    iba a significar a medio plazo un punto de inflexin negativo tanto en su carrera

    poltica como en su vida. Ya durante el ao 62 el Arpinate hubo de hacer frente a

    los primeros ataques de sus adversarios polticos, que le acusaban de haber

    ejecutado a ciudadanos romanos sin juicio previo el senado no poda actuar

    como un tribunal de justicia y sin permitirles hacer uso del preceptivo derecho

    de provocatio, prefigurando las imputaciones que ms tarde utilizara contra l

    Clodio. Marginado desde su consulado del desempeo de otras magistraturas ni

    siquiera lleg a presentar su candidatura a la censura , y alejado voluntariamente

    de mandos militares extraordinarios, la presencia poltica de Cicern fue menor de

    la que l esperaba y mucho menos decisiva que la de los grandes imperatoresde

    los aos cincuenta y cuarenta.

    Con todo, el gran acontecimiento del ao 62 para el Arpinate fue la

    adquisicin, aun a costa de endeudarse fuertemente segn su testimonio pag

    30 CIC., Cat., IV 2. Incluso antes de que la conjuracin catilinaria hubiera sido definitivamenteaplastada, Cicern se atrevi a parangonarse con Pompeyo y a postularse junto con l como losdos polticos ms importantes de la Roma contempornea, Pompeyo en la poltica exterior, elArpinate en la interior (Cat., III 26).

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    por ella tres millones y medio de sestercios31, de una lujosa vivienda que haba

    pertenecido a Craso en la exclusiva colina del Palatino, en la que habitaban las

    mejores familias de la Urbs. Cicern se mostr siempre orgulloso de vivir en el

    barrio ms elegante y aristocrtico de Roma. Pero el cambio de domicilio era algo

    ms que una mera decisin domstica, y de l deba hacerse una lectura poltica.

    Desde el lugar en que estaba ubicada la nueva casa se divisaba el centro

    monumental de la ciudad, pero el elemento decisivo en la eleccin hay que

    encontrarlo en la perspectiva opuesta: Mi casa, pontfices, se encuentra a la vista

    de casi toda la ciudad, afirma ufano Cicern en su discurso ante los pontfices

    tras su regreso del exilio32. sa era la cuestin fundamental: la vivienda poda ser

    vista desde el Foro y casi desde cualquier sitio en Roma, de manera que constitua

    una exhibicin de la dignidad alcanzada y pretenda ser el smbolo de la

    integracin del advenedizo de Arpino dentro de la nobilitas romana. Aos ms

    tarde, a su regreso del exilio, Cicern luch por recuperar la casa que Clodio le

    haba arrebatado, no slo por una mera cuestin econmica, sino sobre todo

    porque solamente su restitucin simbolizara la plena recuperacin de su antigua

    posicin en la sociedad romana.

    Aunque no poda competir con las grandes fortunas de Roma, Cicern era

    ya un notable terrateniente cuando adquiri su vivienda en el Palatino. Su riqueza

    se bas originalmente en la herencia recibida de su padre a comienzos de la

    dcada de los sesenta, consistente ante todo en tierras de cultivo en Arpino, que

    conserv e hizo cultivar hasta el final de su vida. De su progenitor hered

    asimismo una casa en el populoso barrio romano de Carinas, en la zona del

    Esquilino, en la que Marco residi hasta el ao 62, cuando la cedi a su hermano

    Quinto. Ya antes su situacin econmica se haba visto considerablemente

    31CIC., fam., V 6,2. Para hacer frente a su pago, Cicern hubo de acudir a varios prestamistas,cuyos nombres son mencionados en una carta a tico (Att., I 12,1). Los prstamos de dinero entremiembros de las clases dirigentes romanas eran habituales y suponan una notable movilidad decapitales. La correspondencia ciceroniana permite conocer una veintena de prestamistas a los queen algn momento recurri Cicern, entre ellos el propio Csar, pero tambin un nmerosemejante de personas a las que l mismo prest dinero en metlico.32CIC., dom., 100.

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    favorecida por el ventajoso matrimonio con Terencia, que aport una sustanciosa

    dote en metlico33, pero tambin bosques para la explotacin maderera y tierras de

    pasto en Italia, as como insulae en el Aventino y en el Argileto, por las que

    perciba regularmente la renta correspondiente al alquiler de las viviendas. Sobre

    esa base, Cicern fue poco a poco incrementando sus propiedades inmobiliarias,

    adquiriendo entre los aos 68 y 45 diversas villae en el Lacio y en Campania,

    tanto en el interior como en la costa, en lugares fcilmente accesibles mediante las

    vas de comunicacin. En los aos sesenta, era propietario de fincas en Tsculo,

    Ancio, Pompeya y cerca de Formias. Desde entonces adquiri, o bien obtuvo por

    herencia, dominios en Cumas, Alba, Astura, Puteoli y Frusino, adems de un

    segundo predio en Tsculo. Adems de estas fincas, Cicern fue adquiriendo

    paralelamente una serie de deversoria, casas ms modestas ubicadas a lo largo de

    las vas que unan Roma con sus villae, lo que le permita pernoctar en ellas de

    camino a su destino. Las situadas en Lanuvio, Minturnas y Sinuesa, junto a la va

    Apia, podan servir de etapas en el viaje hacia sus propiedades de Campania. La

    de Anagnia estaba ubicada entre Roma y Arpino; la de Aquino entre esta ciudad y

    la costa tirrena.

    En sus villae busc refugio Cicern con frecuencia y pas largas

    temporadas en los ltimos aos de su vida. Eran en parte fincas de recreo de

    lujo34, al menos algunas de ellas decoradas con obras de arte y provistas de

    bibliotecascon la inestimable ayuda de tico como proveedor de esculturas y

    libros35, que facilitaban a su dueo la posibilidad de dedicarse al estudio. De

    hecho, algunas de sus ltimas obras fueron escritas en el retiro de alguna de sus

    villae. Sin embargo, las casas de campo ciceronianas, como las del resto de la

    aristocracia romana de la poca, eran ante todo haciendas dedicadas a la actividad

    agropecuaria, con una mano de obra permanente fundamentalmente servil

    Cicern pudo llegar a poseer ms de un centenar de esclavos en los momentos de

    33PLUTARCO(Cic., 8) la cuantifica en ciento veinte mil dracmas.34CIC.,Att., XII 9.35CIC.,Att., IV 4a,1; IV 8,2

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    mayor esplendor econmico , y con una produccin destinada al mercado que

    debi de constituir la principal fuente regular de ingresos para el Arpinate.

    Junto con los beneficios de sus propiedades inmuebles, Cicern dispuso de

    ingresos por otros conceptos, entre los que destacan las herencias recibidas de

    amigos, clientes y, probablemente, libertos, que pagaban as servicios prestados o

    la ayuda recibida en algn momento. Se tiene noticia de al menos una quincena de

    esos legados percibidos por el Arpinate, quien en el ao 44 afirm en una de sus

    Filpicasque haba recibido a lo largo de su vida la imponente suma de veinte

    millones de sestercios en forma de herencias

    36

    . Son conocidos los legados deDidoto, el filsofo griego al que Cicern alberg en su casa hasta que muri, que

    dej a su benefactor cien mil sestercios, de su amigo Fufidio, como l

    terrateniente de Arpino y tambin negociante con intereses en Grecia, que le leg

    en su testamento una parte de sus bienes, y del mdico Alexin, quizs un liberto

    de Cicern, al que cedi toda su propiedad. Pero posiblemente la herencia ms

    sustanciosa fue la de su amigo Cluvio, un rico banquero y hombre de negocios de

    Puteoli. En el verano del ao 45, Cicern recibi una parte muy importante de su

    legado, consistente en la antes mencionada finca en Puteoli y una cantidad de

    dinero indeterminada pero importante, as como una serie de tabernae de cuyo

    arrendamiento obtuvo considerables beneficios en los dos ltimos aos de su

    vida37.

    En definitiva, Cicern no fue slo un poltico y un intelectual, sino

    tambin un avispado inversor que fue capaz de construir una amplia red de

    intereses econmicos y que disfrut de una desahogada posicin, que fue

    mejorando paulatinamente con el incremento de sus propiedades inmobiliarias, en

    paralelo al desarrollo de su carrera poltica y al acrecentamiento de sus amplias y

    privilegiadas relaciones sociales.

    36CIC.,Phil., II 40.37CIC.,Att., XIV 9,1; 10,3; 11,2.

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    Hacia el final del ao 62, Pompeyo regres a Roma tras pasar los ltimos

    seis aos en el Mediterrneo oriental. En los meses siguientes, la escena poltica

    se vio dominada por la pugna establecida entre el imperatory el senado. Pompeyo

    haba esperado a su vuelta el reconocimiento social que se le deba como

    vencedor, y que ste se tradujera en la concesin de tierras a sus veteranos y en la

    aceptacin sin discusin de todas las decisiones polticas y administrativas que

    haba tomado a ttulo personal para la reorganizacin de Oriente. A cambio se

    encontr con un senado fortalecido que haba recuperado la iniciativa poltica y

    que no estaba dispuesto a aceptar la tutela de Pompeyo. La obstruccin constante

    de la mayora senatorial impidi que se cumplieran los dos objetivos de Pompeyo,

    quien finalmente opt por sellar una alianza privada con dos de los personajes ms

    importantes del momento, el magnate Craso y el emergente y ambicioso Csar,

    que, como parte del pacto, deba convertirse en cnsul para el ao 59, con el fin de

    impulsar desde esa magistratura las medidas acordadas en beneficio de Craso y de

    Pompeyo.

    Como en otros momentos clave de su vida, Cicern se hizo dos preguntas

    sobre cul deba ser su actitud ante el nuevo escenario poltico: qu era lo mejor

    para Roma? qu era lo mejor para l mismo?38. Finalmente decidi mantenerse al

    margen y rechaz cualquier tipo de colaboracin con los triunviros, una

    decisin que calmaba su conciencia y que le alineaba con los muchos miembros

    de la elite romana que vean con aprensin la imposicin del poder fctico de los

    tres, pero que implicaba el riesgo de enemistarse con Pompeyo y Csar, que

    hubieran esperado de l una respuesta ms favorable. Con su repetido rechazo de

    las propuestas cesarianas, que le invitaba a acompaarle como legado a la Galia

    tras finalizar su consulado39, el Arpinate haba pretendido mantener su

    independencia y su integridad, pero haba renunciado as a la proteccin de

    quienes ostentaban el poder en Roma; el resultado sera su aislamiento y, en

    ltima instancia, su exilio.

    38CIC.,Att., II 3,3-4.39CIC.,Att., II 18,3; II 19,5.

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    Desde haca meses Publio Clodio, miembro de la familia patricia de los

    Claudios que se haba convertido en plebeyo para poder ser elegido tribuno de la

    plebe, amenazaba constantemente a Cicern con llevarle ante los tribunales por su

    actuacin contra los catilinarios en el ao 6340. El Arpinate confiaba en contar con

    el apoyo de Pompeyo y de la mayor parte del senado, en el caso de que esas

    amenazas se tradujeran en una acusacin formal, pero el peligro se acrecent

    cuando Clodio fue elegido tribuno de la plebe para el ao 58, lo que

    proporcionaba a su enemigo un soporte legal para tomar cualquier iniciativa

    legislativa. Como Cicern haba temido, Clodio present a finales de enero o

    comienzos de febrero una proposicinlex de capite civisque renovaba una ley

    que haba hecho aprobar Cayo Graco en el ao 123, y que contemplaba el exilio

    como castigo para todo aquel magistrado que hiciera ejecutar a un ciudadano

    romano sin someterlo a un juicio previo. La propuesta clodiana se ajustaba

    completamente a la tradicin jurdica romana, en tanto que reivindicaba el imperio

    de la ley por encima de la voluntad de un magistrado y remita al derecho de

    provocatio de todo ciudadano, uno de los smbolos legales del rgimen

    republicano romano frente a la tirana. Obviamente no se trataba de una ley

    abstracta, sino que iba dirigida especficamente contra el uso abusivo del senatus

    consultum ultimumy contra su aplicacin cinco aos atrs, que se haba traducido

    en las ejecuciones sumarias de los catilinarios. Era evidente para todos que la

    aprobacin de la ley clodiana situara en el punto de mira a Cicern, el cnsul que

    haba dirigido la represin contra los catilinarios. Sin embargo, el proyecto de

    Clodio no mencionaba en ningn momento a Cicern, quien ms tarde se lament

    amargamente de haberse dado por aludido de manera inmediata en lugar de haberignorado la ley o, incluso, haberla aplaudido como respetuosa de la libertad

    republicana. Su reaccin fue tcticamente errnea al exhibirse pblicamente con

    vestimenta de luto como protesta contra la propuesta legislativa clodiana, e

    implorar apoyo a unos y a otros ante la supuesta agresin de Clodio contra l. De

    40CIC.,Att., II 19,1; II 21,6.

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    este modo, el Arpinate facilit al tribuno su estrategia desde el momento en que

    pareca reconocer implcitamente su culpabilidad.

    En un primer momento, Cicern cont con la solidaridad de una parte

    sustancial de la elite, tanto entre los equites como entre los senadores. Pero el

    apoyo total de los cnsules Pisn y Gabinio a Clodio, as como la complicidad de

    Csar y la indiferencia de Pompeyo, que prefiri ausentarse de Roma, hicieron ver

    al Arpinate que estaba prcticamente solo, que los bonile haban dado la espalda.

    Impotente para hacer frente a la situacin en solitario, decidi no luchar ms y

    abandonar Roma amparado en la oscuridad de la noche, mientras su familiapermaneca en la ciudad. Al da siguiente, los comicios aprobaron la rogatio de

    Clodio. Poco despus, el tribuno promulg otra disposicin, complementaria de la

    anterior, que declaraba expresamente a Cicern fuera de la ley y confiscaba sus

    bienes. El mismo da, la casa del Arpinate en el Palatino fue incendiada y sus

    fincas en Tsculo y Formias saqueadas. Posteriormente Clodio consagr el solar

    de la vivienda ciceroniana del Palatino, e hizo erigir sobre l un altar dedicado a la

    diosa Libertas. Con ello, Clodio pretenda simbolizar que el tirano Cicern

    haba sido expulsado y que el lugar que habitaba en Roma haba sido sustituido

    por la libertad republicana41.

    Cicern pas en el exilio un total de diecisis meses, primero en

    Tesalnica, ms tarde en Dirraquio, en la costa adritica frente a Italia. Fue un

    perodo de amargura que tuvo un efecto devastador sobre su personalidad y del

    que nunca lleg a recuperarse totalmente. Durante su destierro, las cartas que con

    frecuencia escribi a tico y a su hermano muestran a una persona profundamente

    41Con su accin, Clodio recuperaba una vieja tradicin republicana, segn la cual, las casas deEspurio Casio, Espurio Melio y Marco Manlio, tres polticos romanos de los siglos V y IV quefueron acusados de aspirar a imponer en Roma una tirana, fueron destruidas para que no quedaranada visible, slo el recuerdo del castigo. Ms recientemente, tambin haban sido derruidas lasviviendas de Marco Fulvio Flaco, amigo de Cayo Graco, y de Saturnino, contra quienes el senadohaba proclamado el estado de excepcin en Roma. Cicern, a su regreso del destierro, sedefendera vehementemente contra una comparacin que consideraba totalmente inaceptable,puesto que l no haba hecho otra cosa que defender al Estado precisamente frente a quienes, loscatilinarios, deseaban acabar con la Repblica imponiendo una tirana (CIC., dom., 101-102).

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    deprimida42, destilando su odio hacia Clodio, pero tambin hacia quienes haba

    confiado que le defenderan, oscilando entre su tendencia a culpabilizarse por

    haberse marchado de Roma precipitadamente en lugar de luchar hasta el final, y

    su necesidad de culpar de todos sus males a los dems, incluso a tico, a quien

    reproch en diversas ocasiones no haberle aconsejado convenientemente43.

    Con todo, lo cierto es que ya en la segunda mitad del ao 58 hubo varios

    intentos para anular la ley clodiana o para autorizar la vuelta del exiliado, que no

    prosperaron a pesar de contar ahora con el respaldo de Pompeyo. La situacin

    cambi en el momento en que Clodio dej de ser tribuno de la plebe. Paraentonces, se haba creado ya un consenso favorable al regreso de Cicern:

    Pompeyo lo apoyaba activamente en Roma, Csar lo haba autorizado desde la

    Galia, la mayora de tribunos del ao 57 en particular Miln y Sestio eran

    favorables a su vuelta, y los dos cnsules electos haban afirmado que no pondran

    impedimentos. Sin embargo, la ley comicial que autorizaba expresamente el

    retorno del Arpinate no fue aprobada hasta el da 4 de agosto de ese ao 57. Un

    mes ms tarde, Cicern entraba de nuevo en Roma44.

    Era evidente que el exilio haba supuesto un dursimo golpe para la imagen

    que Cicern haba ido creando de s mismo durante dos dcadas de vida pblica,

    puesto que, en apenas cinco aos, haba pasado de ocupar la mxima magistratura

    del Estado a perder todos sus derechos ciudadanos. Por eso, a su regreso a Roma,

    se esforz como primer objetivo por recuperar su dignidad perdida, su prestigio y

    su reputacin. En el terreno prctico, esto haba de suponer necesariamente que le

    fueran repuestos todos sus derechos cvicos y que le fuera devuelto su buen

    nombre en el senado y en la sociedad, pero tambin que le fuera restituida toda su

    42 Especialmente dramtica es la carta de despedida que escribi desde Brundisio a su esposaTerencia el da 30 de abril (fam., XIV 4). Su estado de nimo, prximo a la desesperacin, le lleva definirse como una especie de imagen de un muerto viviente (Q.fr., I 3,1). Cf.Att., III 7; III 8;III 10; III 13,2; III 15.43CIC.,Att., III 15,4.44Su viaje desde Brundisio hasta Roma a travs de Italia es narrado por Cicern como si se trataradel desfile propio de un triumphator(Att., IV 1,4-5; Sest., 131).

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    hacienda confiscada45. La ley del 4 de agosto que suspenda el exilio tambin

    decretaba la devolucin a Cicern de todas sus propiedades, adems de una

    indemnizacin por los daos sufridos. Esto resolva en principio la cuestin

    econmica, pero exista un problema jurdico-religioso con la vivienda del

    Palatino, desde el momento en que Clodio haba hecho construir un altar a

    Libertas. En consecuencia, ese espacio perteneca a los dioses y no poda sin ms

    volver a ser ocupado para usos profanos por su antiguo propietario. El senado

    resolvi llevar la cuestin ante el colegio de los pontfices, los nicos capacitados

    para dilucidar si la consagracin haba sido llevada a cabo de acuerdo con las

    normas que regan tal tipo de ceremonias. Ante los sacerdotes Cicern argument

    que la consagracin de su casa era ilegtima y legalmente nula 46. Los pontfices

    aceptaron sus tesis y resolvieron invalidar todo el procedimiento47. A

    continuacin, el senado decret que Cicern poda reedificar su vivienda en el

    Palatino, para lo cual cont con dos millones de sestercios entregados por el

    Estado romano como indemnizacin, cantidad que haba de unirse a otra

    compensacin otorgada para la rehabilitacin de sus fincas en Tsculo y Formias,

    tambin daadas durante su ausencia48. Con todo, la cantidad fue menor de lo que

    esperaba recibir Cicern, al parecer acuciado por problemas financieros causados

    por su exilio.

    Recuperados sus derechos ciudadanos, resuelta la cuestin econmica y

    repuesta su dignitas, Cicern se dedic complementariamente en los aos

    siguientes a dos tareas que tenan un gran inters personal para l. Por un lado,

    busc la venganza de quien haba promovido su exilio, Clodio, y de quienes lo

    haban amparado o no haban hecho nada para impedirlo, en particular los

    cnsules del ao 58, Pisn y Gabinio. Y lo hizo mediante su descalificacin, tanto

    poltica como personal, en discursos pronunciados ante los tribunales o en el

    45CIC.,Att., IV 1,3.46CIC., dom., 118; 127-128; 138-140.47CIC.,Att., IV 2,3.48CIC.,Att., IV 2,5-6.

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    senado, aunque significativamente rara vez ante el pueblo. De ellos consigui

    crear para la posteridad una imagen de depravacin y corrupcin49. Por otro lado,

    se esforz por reconstruir la historia de su destierro segn sus intereses,

    convirtiendo su marcha de Roma en un sacrificio consciente realizado para salvar

    por segunda vez la res publica, como ya lo haba hecho durante su consulado. La

    que l mismo haba calificado como vergonzossima huida de la ciudad se haba

    convertido en la posterior versin ciceroniana en una meditada decisin con la que

    haba evitado un bao de sangre y una guerra civil. Cicern no haba sido un

    cobarde, sino un ejemplo de coraje y herosmo, un patriota convertido en mrtir

    poltico50.

    En el terreno puramente poltico, Cicern se convirti, por voluntad propia

    o por necesidad, en un instrumento al servicio de los triunviros en los aos que

    siguieron a su retorno del exilio. Su regreso coincidi con un grave problema de

    abastecimiento de cereales a Roma, lo cual repercuta especialmente en las clases

    ms bajas de la ciudad y se traduca en inestabilidad y movilizaciones sociales.

    Apenas dos das despus de que el Arpinate hubiera entrado en la ciudad, tuvo

    lugar en el senado un debate sobre la cuestin, que fue aprovechada por Cicern

    para mostrar su agradecimiento hacia Pompeyo por el papel activo que haba

    desempeado para acabar con su destierro51. Consecuentemente propuso que se le

    otorgara un nuevo mando extraordinario para hacerse cargo de la cura annonae,

    con una duracin de cinco aos y con potestad para designar a sus propios

    legados. La propuesta ciceroniana fue aceptada y se tradujo en una ley comicial.

    49Vase por ejemplo la aterradora descripcin que hizo de Clodio ante los senadores ( har.resp.,42-43). Todo el discurso pronunciado contra Pisn (In Pisonem) es un excelente ejemplo de lainvectiva ciceroniana contra sus adversarios polticos. En l, Cicern lo retrata como borracho,asesino, ladrn, etc.50Cf. CIC., Sest., 49; rep., I 7. De hecho, Cicern acab por identificarse a s mismo con la respublica, de manera que el Estado haba partido con l cuando marcho al exilio y slo volvi aexistir cuando l volvi. En la prctica, su destierro nunca existi realmente, puesto que nuncadej de estar en Roma, porque Roma se encontraba donde l estuviera (p.red.Sen., 34;p.red.Quir.,14; dom., 141).51De hecho, Cicern haba alabado extraordinariamente a Pompeyo en sus primeros discursos enRoma, calificndole como el personaje ms importante de todos los pueblos, de todos los siglos yde toda la historia (p.red.Sen., 5;p.red.Quir., 16).

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    Se trat sin duda de un notable xito personal para quien haba sido apartado de la

    escena poltica durante un ao y medio, una manera de recuperar protagonismo y

    de mostrar capacidad de liderazgo.

    En la Urbsse incrementaba el clima de violencia, no slo por las tensiones

    sociales existentes en una ciudad en la que ya habitaban cientos de miles de

    personas, sino sobre todo porque algunos polticos se haban rodeado de

    autnticas bandas paramilitares que actuaban aparentemente con impunidad. Una

    de ellas era la de Clodio, que no renunciaba a hostigar a Cicern tras su regreso52,

    pero no era la nica. Tanto Sestio como Miln disponan asimismo de hombresarmados, con la justificacin de que eran necesarios para defenderse de los

    clodianos. Si la actividad violenta promovida por Clodio era denostada por

    Cicern, todo lo contrario suceda con la de sus amigos Sestio y Miln,

    considerada por el ex cnsul necesaria como autodefensa. En febrero del ao 56

    Sestio fue acusado por haber hecho uso de la violencia durante su tribunado.

    Detrs de la acusacin estaba evidentemente Clodio. Sestio haba colaborado

    activamente para procurar el retorno de Cicern, por lo que ste se apresur a

    mostrarle su apoyo y se prest a defenderle en el juicio, junto con otros ilustres

    oradores del momento, Hortensio, Craso y Licinio Calvo. Sestio result

    finalmente absuelto, y el brillante discurso ciceroniano se movi entre la

    legitimacin de la violencia contra los sediciosos, la reivindicacin de su

    patriotismo durante su consulado y exilio, y la exposicin de algunas de las ideas

    centrales de su ideario poltico.

    En el ao 56, Csar, Pompeyo y Craso renovaron en Luca su alianza.

    Segn el nuevo acuerdo, los dos ltimos fueron elegidos cnsules para el ao 55,

    y como tales se encargaron de prolongar el gobierno de Csar en la Galia, as

    como de crear mandos extraordinarios para ellos mismos, Hispania para

    Pompeyo, Siria para Craso. El pacto no dejaba ninguna duda de que los

    52La casa de Cicern en el Palatino fue saqueada por las bandas clodianas el da 3 de noviembredel ao 57, durante su reconstruccin, mientras que la de su hermano era incendiada, y el da 11 deese mismo mes, el Arpinate fue atacado en la va Sacra, cerca del Foro (CIC.,Att., IV 3,2-4).

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    triunviros constituan el autntico poder fctico en Roma por encima de senado,

    magistrados y asambleas, y converta el debate poltico en una pugna por el poder

    entre tres imperatores. En los aos siguientes, cada uno de ellos dispondra de un

    nmero muy considerable de soldados y de medios econmicos pblicos a su

    servicio, lo cual dejaba al Estado a expensas de sus ambiciones personales: el

    camino hacia la guerra civil y, en ltima instancia, hacia el poder unipersonal

    quedaba abierto, y en esa carrera acabaron por quedar slo Csar y Pompeyo, una

    vez que Craso muri en Carras en su aventura militar en Oriente.

    En esa tesitura, Cicern, que se senta moralmente vinculado a Pompeyo,se vio forzado a defender los intereses de Csar, incluso en contra de sus

    convicciones y en clara contradiccin con las posiciones que haba sostenido hasta

    entonces. Pronunci en el senado un discurso (De provinciis consularibus) en el

    que, no slo haca un elogio de Csar, sino que, contra las que haban sido hasta

    entonces sus tesis, defendi que se le entregaran ms tropas para proseguir su

    conquista de la Galia, y se opuso a que esta provincia se le arrebatara y se

    entregara a los magistrados del ao siguiente53. Sin embargo, an ms humillante

    fue la obligacin de defender ante los tribunales, por indicacin de los

    triunviros, a personajes a los que previamente haba denostado pblicamente, en

    particular dos de sus grandes enemigos personales, Vatinio y, en particular,

    Gabinio, el odiado cnsul del ao 58 y fiel pompeyano, a los que defendi en el

    ao 5454. El cambio de actitud del Arpinate desconcert como es lgico a muchos

    de los senadores con los que comparta ideologa, e inevitablemente le hizo perder

    autoridad y prestigio, al convertirse de repente a sus ojos en un simple

    instrumento al servicio de los triunviros. Perdida su pretendida independencia

    53 En pblico, Cicern no admiti que hubiera incoherencia alguna en su actuacin, sino quejustific su evidente cambio de opinin en su disciplinado seguimiento de las decisionessenatoriales y, en ltima instancia, en su acendrado patriotismo (prov.cos., 25; 47). En privado, encambio, se senta avergonzado por ello, aunque obligado a mantener esa actitud poco honorable(Att., IV 5,1).54 Cuando tico le pregunt a su amigo cmo sobrellevaba tamaa indignidad, Cicern lerespondi estoico a la vez que realista: habr que aguantarse (Att., IV 18,1). Cf.fam., VII 1,4.

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    poltica y derrotados sus sueos de romper la coalicin, Cicern pas a un

    segundo plano en los aos inmediatos55.

    No es fcil determinar por qu Cicern acept llegar a tal grado de

    sumisin respecto a Csar y Pompeyo56. Por una parte, da la impresin de que no

    se senta con fuerzas para luchar contra el poder fctico que haban impuesto en

    Roma los triunviros, que el Arpinate deploraba como contrario a los principios

    republicanos que l siempre defendi, pero que acab por aceptar incluso quiz

    convencindose a s mismo de ello como la mejor opcin posible para el

    bienestar del Estado en esos momentos de inestabilidad poltica. Por otro lado, nohay que despreciar el arraigado principio de lealtad en el comportamiento

    ciceroniano, que se senta en el deber de agradecer a Pompeyo los esfuerzos que

    haba hecho por permitir su regreso del exilio, y que termin transfiriendo ese

    agradecimiento a Csar. Finalmente, hay sin duda en la aceptacin de su

    dependencia un componente egosta de bsqueda de su seguridad personal y de su

    supervivencia poltica. Clodio segua siendo un peligro real para Cicern, que

    percibi claramente que slo los triunviros, con toda su influencia, podan

    constituir un dique de proteccin frente a sus desmanes. Del mismo modo que

    debi de llegar a la conclusin de que, si deseaba seguir teniendo algn tipo de

    protagonismo en la escena poltica, haba de ser a travs de los triunviros. El

    problema para Cicern fue que, con su conducta durante los aos que siguieron a

    su exilio, no consigui atraer a quienes se haban mostrado en desacuerdo con sus

    tesis anteriormente, al tiempo que despert dudas y recelos entre sus antiguos

    aliados y amigos, perdiendo buena parte de su credibilidad, en definitiva de su

    auctoritas como consular.

    55 Cicern fue siempre consciente de que su nueva posicin poltica era insostenible, y en suscartas a tico deja ver claramente su frustracin y su vergenza por el papel de subordinacin quehaba adoptado, pero al mismo tiempo se muestra decidido a seguir el camino del posibilismopoltico y a no abandonar la vida pblica (Att., IV 6,1-2; IV 8a,4).56Son significativas las explicaciones y justificaciones que Cicern ofrece en diciembre del ao 54a su amigo Lentulo Espnter, por entonces gobernador en Cilicia, sobre su sorprendenteacercamiento a Csar (fam., I 9).

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    Mientras tanto, la situacin poltica en Roma se deterioraba cada vez ms,

    inmersa en la violencia y en la corrupcin electoral. El creciente desgobierno hizo

    que comenzaran a alzarse algunas voces, todava minoritarias, que apuntaban a la

    necesidad de dejar la res publicaen manos de un hombre fuerte, que no poda ser

    otro que el omnipresente Pompeyo, ante la ausencia de Csar y la muerte de

    Craso. El ao 52 se abri sin magistrados electos, y con una pugna soterrada entre

    Clodio, que aspiraba a la pretura, y Miln, que pretenda el consulado. El da 18

    de enero se enfrentaron en la va Apia las bandas de ambos polticos. A resultas

    del altercado, Clodio muri asesinado57. Personaje discutido entre la elite, gozaba

    sin embargo de una amplia popularidad entre la plebe de Roma. Su cadver fue

    llevado a los Rostra en el Foro, y desde all la multitud congregada para rendirle

    homenaje lo traslad al interior de la Curia, que fue convertida en una autntica

    pira funeraria. La sede del senado result totalmente destruida, y con ella algunos

    edificios prximos.

    Ante el vaco de poder que supona que todava no hubiera cnsules

    elegidos para ese ao, y acuciado por la catastrfica situacin del orden pblico en

    la ciudad, el senado decret una vez ms el senatus consultum ultimum, por el

    que, en esta ocasin, se autorizaba adems a Pompeyo, cuyo nico cargo oficial

    en esos momentos era el de procnsul de Hispania, a reclutar en Italia tropas para

    restaurar el orden. Poco despus, Pompeyo fue complementariamente designado

    consul sine collegacon plenos poderes ejecutivos, una solucin contraria al mos

    maiorum, porque vulneraba el principio bsico por el que deban regirse todas las

    magistraturas republicanas regulares: la colegialidad. Por otra parte, Pompeyo no

    poda ser designado cnsul porque, en ese momento, desempeaba oficialmente el

    cargo de procnsul y porque no haban transcurrido diez aos desde su anterior

    consulado. Los senadores prefirieron obviar la flagrante sucesin de ilegalidades

    para entregar todo el poder a la nica persona que consideraban que poda salvar

    la difcil situacin, pero la designacin de Pompeyo, lejos de fortalecer el rgimen

    57Cinco aos antes, ya Cicern haba profetizado que Clodio acabara asesinado por Miln (Att.,IV 3,5).

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    senatorial, era en ltima instancia la proclamacin de la incapacidad e impotencia

    del senado para resolver por s mismo la crisis, un paso ms hacia la disolucin

    del sistema republicano y hacia la instauracin de un gobierno unipersonal.

    En las semanas siguientes, una ininterrumpida movilizacin popular,

    azuzada por varios tribunos de la plebeentre ellos el futuro historiador Salustio,

    reivindic el enjuiciamiento de Miln como culpable de la muerte de Clodio.

    Miln fue finalmente juzgado ante un tribunal extraordinario, creado en virtud de

    una ley especfica contra la violencia promulgada por Pompeyo. El juicio se

    desarroll en el mes de abril, en medio de una enorme tensin, con el riesgosiempre latente de que estallaran nuevos disturbios y bajo la proteccin de las

    tropas pompeyanas desplegadas en el centro de Roma. Cicern, siempre fiel a sus

    amigos, se brind a defender a Miln. Justific la muerte de Clodio como un acto

    en defensa propia, pero sobre todo como un servicio de Miln a Roma, por haber

    acabado con un enemigo de la comunidad. Sus esfuerzos resultaron sin embargo

    baldos, y Miln fue condenado, pasando el resto de su vida en el exilio en

    Massilia. A este juicio siguieron otros procesos de diverso signo a lo largo del

    ao, en los que fueron condenados partidarios clodianos y polticos que en el

    pasado se haban destacado por su actividad contraria a los intereses de la actual

    mayora senatorial. Pompeyo logr momentneamente con la asuncin de unos

    poderes prximos a los de un dictador dar una apariencia de estabilidad al Estado

    romano, pero cre al mismo tiempo un grupo de notables damnificados que vieron

    en Csar su nico apoyo posible y que, consecuentemente, se unieron a l en la

    Galia. En ese sentido, los acontecimientos del ao 52 significaron la ruptura de

    hecho del pacto entre los dos triunviros supervivientes, y fueron claves en la

    configuracin de dos sectores - dentro del senado y en general en la sociedad

    romana - en torno a los dos grandes lderes del momento, Csar y Pompeyo,

    enfrentados entre s, primero polticamente en los dos aos siguientes, luego

    militarmente durante la guerra civil.

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    Una de las leyes promovidas por Pompeyo como cnsul nico habra de

    afectar directamente al futuro ms inmediato de Cicern. De acuerdo con ella,

    nadie poda convertirse en gobernador de una provincia del Imperio antes de que

    transcurrieran cinco aos desde el desempeo de una magistratura regular. El

    objetivo era combatir conjuntamente, tanto la corrupcin electoral, como la

    malversacin y el fraude en la administracin provincial. El efecto secundario de

    la ley fue que, durante unos cuantos aos, no hubo un nmero suficiente de

    candidatos cualificados, en tanto que ex magistrados superiores, para ser

    destinados a las provincias. Por esa razn se hubo de recurrir a quienes, en su

    momento, haban renunciado a hacerse cargo de una provincia. Uno de ellos era

    Cicern, quien, doce aos despus de su consulado, a la edad de cincuenta y cinco

    aos, fue enviado a Cilicia como gobernador a pesar de sus lamentaciones 58. Esto

    le obligara, por primera vez en su vida, a asumir responsabilidades como

    comandante en jefe de un ejrcito y, lo que era para l mucho menos soportable, a

    pasar fuera de Roma ms de un ao y medio. Durante su estancia en Cilicia llev

    a cabo una corta pero victoriosa campaa militar contra varias poblaciones locales

    en el sudeste de Anatolia59. Pretendi por ello obtener del senado el triumphus,

    pero apenas logr que se le recompensara con la declaracin de unos das de

    accin de gracias (supplicationes)60. El resto de su mandato lo dedic a la

    administracin civil y judicial de la provincia desde Laodicea. Consider su

    perodo como gobernador provincial un xito personal, y se mostr orgulloso de

    la imagen de moderacin y justicia que haba dejado entre los provinciales como

    representante de Roma61.

    De regreso de Cilicia lleg a Brundisio el da 24 de noviembre del ao 50.

    Para entonces, muchos pensaban en Roma que la guerra civil entre Csar y

    Pompeyo era ya inevitable, y que su estallido se producira pronto, como as

    58CIC.,fam., III 2,1;Att., V 10,3.59CIC.,fam., XV 2;Att., V 20.60CIC.,fam., XV 4,13-16.61CIC.,Att., V 21,7-8; VI 2,4-5.

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    sucedi. Esto llenaba de preocupacin a Cicern, no slo por los obvios

    problemas que un conflicto blico habra de ocasionar en Roma y en Italia, sino

    tambin porque, en el terreno personal, le planteaba el dilema de mantenerse al

    margen o intervenir en l, y en el caso de involucrarse en la guerra, la cuestin era

    por qu bando se inclinara, por el pompeyano o por el cesariano. Cicern se

    senta prisionero de sus relaciones de amistad tanto con Pompeyo como con

    Csar62, pero la decidida animadversin que senta hacia muchos de los

    cesarianos63y, sobre todo, su mayor proximidad ideolgica a Pompeyo, a quien,

    en cualquier caso, consideraba un mal menor, le inclin desde el principio hacia el

    bando pompeyano. En las semanas previas al inicio del conflicto, el Arpinate, que

    se encontraba fuera de Roma esperando la decisin del senado sobre la posible

    concesin de un triumphuspor sus victorias en Cilicia cuestin que, dadas las

    circunstancias, ni siquiera lleg a ser tomada en consideracin , vivi los

    acontecimientos con temor y siempre abog por la paz, porque, pensaba, de la

    guerra saldra inevitablemente un tirano fuera cual fuese el vencedor64, pero no se

    implic personalmente en tareas de mediacin o en la bsqueda de una solucin

    de compromiso. Se entrevist en dos ocasiones con Pompeyo, slo para

    convencerse a s mismo de que la contienda era inevitable y de que su lugar en

    ella slo poda estar en el campo pompeyano65.

    El da 10 de enero del ao 49, Csar atraves el Rubicn. Ante su rpido

    avance hacia Roma, que amenazaba con rodear en cuestin de das, Pompeyo, que

    haba decidido fiar su suerte a una estrategia a medio plazo que supona dar por

    perdida Italia y llevar la guerra al Mediterrneo oriental, sali de la Urbsel da 17

    acompaado de los cnsules y de un buen nmero de senadores. Cicern sigui la

    62En una carta escrita a tico en octubre del ao 50 muestra su preocupacin por el hecho de quetanto Csar como Pompeyo podran esperar de l su apoyo, al tiempo que, siempre dispuesto aechar la culpa de sus problemas a otras personas, responsabiliza a su amigo por haberle animadotiempo atrs a tener una relacin amistosa con ambos (Att., VII 1,2-4).63CIC.,Att., VII 3,5.64CIC.,Att., VII 5,4.65Desde la perspectiva ciceroniana, la ambicin cesariana era la responsable de la guerra, Csar elnico culpable de la situacin (Att., VII 11,1).

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    comitiva disciplinadamente al da siguiente hacia el sur de Italia, aunque el

    abandono de Roma le pareca una insensatez, y aun ms dudas le planteaba la

    posibilidad de que Pompeyo quisiera incluso dejar Italia66. En su calidad de

    procnsul, cargo que no haba abandonado oficialmente tras el regreso de su

    provincia, Pompeyo le encomend el control de la ciudad de Capu