Ciudad segregada, ciudad moderna
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María Manso Fernández Teoría de la Ciudad
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ÍNDICE.
Introducción. .................................................................................................................... 3
Desarrollo. ........................................................................................................................ 5
Conclusión. ..................................................................................................................... 15
María Manso Fernández Teoría de la Ciudad
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INTRODUCCIÓN.
“Del absolutismo a la ciudad segregada propia del capitalismo”
Se han realizado numerosos Proyectos globales aplicados a la ciudad existente, con
el fin de transformarla según las necesidades que supongan el proceso productivo y el
desarrollo de los capitalismos, hasta alcanzar la ciudad que hoy conocemos, es decir,
una ciudad segregada sobre la que ya no se realizan dichos proyectos globales sino
que, se aplican programas de “coordinación” entre las iniciativas de inversión de los
productores del espacio urbano. Pero del paso de la ciudad heredada a esta ciudad es
de lo que trataremos en este trabajo.
Establezcamos, como introducción, la evolución espacial de lo que consideramos la
Ciudad moderna, desde la ciudad clásica anterior a la industria hasta la ciudad
contemporánea, caracterizada por la segregación espacial. Cada una de estas etapas
de la ciudad se corresponde con una fase del desarrollo capitalista.
Por tanto, incluiremos en cada etapa, una referencia a ambos desarrollos (el
económico y el urbano):
En una primera etapa, anterior a la Revolución Industrial, observamos la ciudad que
se caracteriza por su tamaño limitado, por la homogeneidad relativa de su trama, por
la superposición de actividades y de grupos sociales, la integración absoluta de los
sistemas infraestructurales y de los equipamientos en las trama urbana, la escasa
jerarquización de los elementos que componen cada sistema y, finalmente, por su
continuidad espacial, visual y funcional.
Estos rasgos corresponden a una organización primitiva del aparato productivo
(fabricación artesanal, etc.), a unas limitadas capacidades técnicas (distribución de
agua, energía, etc.) y a una rígida estamentación social que permitía la coexistencia,
perfectamente diferenciada, de grupos y clases sociales diversas. Con todo, la labor del
urbanismo es aún mínima por lo que la morfología no pertenece de momento a
proyectos globales de ciudad.
Ahora bien, durante el siglo XIX, con los inicios de la industrialización y su posterior
desarrollo observamos a la ciudad “liberal” de los ensanches y los planes de expansión.
Consideraremos a la ciudad moderna de este siglo, como la ciudad caracterizada por:
Su tendencia al crecimiento indefinido, que implica la desaparición de las
murallas, pero que respeta la continuidad de ocupación del espacio.
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La trama urbana que empieza a distinguirse entre el casco viejo, los ensanches
planeados y el crecimiento periférico, (las dos primeras separadas mediante
bulevares de ronda y los ensanches del desarrollo de extrarradio mediante
rondas exteriores).
Inicio de la separación espacial de la industria.
Idea de jerarquización del sistema viario: avenidas, bulevares, rondas…
Todo ello concierne a los primeros momentos de la industria y de sus
requerimientos técnicos (cercanía a cursos de agua, abundancia de espacio…). Estamos
ya en plena fase del capitalismo individual, de consolidación de una burguesía, que irá
evolucionando a lo largo del siglo hacia los inicios de concentración del capital y su
creciente interés por participar en el negocio urbano.
En este siglo se inicia lo que Solá-Morales llamó “ordenación del crecimiento”
continuada en la segunda mitad con la llamada “ordenación de la expansión”, es decir,
se produce también una evolución del planeamiento urbano, en la que se suceden una
serie de proyectos globales para la ciudad, lo que desarrollaremos posteriormente.
Y por último, con el avance del capitalismo alcanzamos la ciudad contemporánea
cuyos principales rasgos espaciales son:
Crecimiento indefinido, fragmentado y difuso que destruye el espacio rural
circundante constituyendo una gran área metropolitana.
Heterogeneidad de las distintas tramas correspondientes con actividades y
grupos sociales distintos.
Tendencia a la unifuncionalidad exclusiva de cada fragmento del espacio.
Alto grado de jerarquización del sistema viario (autopistas, autovías…)
Se jerarquizan también los sistemas dotacionales (equipamiento hospitalario,
educativo, etc.) y los espacios verdes.
La suma de todo ello supone la fragmentación total en múltiples unidades
unifuncionales, cuyas formas, actividades y usuarios poco tienen que ver, poco se
relacionan. Siendo el sistema de transporte el único modo de unión, de conexión
posible, pero a su vez de enfatización de la ruptura de la continuidad espacial, visual y
social que supone esta situación de segregación socio-espacial actual.
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DESARROLLO.
Planificación urbana para una ciudad moderna.
A lo largo de este trabajo, analizaremos:
En primer lugar, la situación política y económica que se vive tras la revolución
industrial, pues es la causa motora de la transformación urbana.
En este contexto, la evolución que sufren los planes urbanísticos desde sus
inicios consecuentes de la revolución industrial hasta los proyectos que definen
la ciudad segregada de hoy.
De forma particular, veremos alguno de estos planes, para ejemplificar y
explicar con claridad lo anteriormente dicho.
Por último, nos detendremos en la ciudad actual para observar las
consecuencias que la segregación socio-espacial genera en nuestras ciudades.
“La burguesía, el nuevo estamento de poder”.
En el trabajo anterior, observábamos las intervenciones que se realizaron en la
ciudad tradicional a manos del poder, generalmente monárquico. Afirmábamos que
estas intervenciones modificaban parcialmente la ciudad, y que no las consideraríamos
dentro del planeamiento urbano pues no generaban un nuevo tipo de ciudad.
Anunciábamos que esto podía deberse a que las situaciones históricas que estas
vivían eran estables, de cambios graduales y relativos,… Y en comparación,
anticipábamos que las actuaciones planeadas a priori, que ahora nos conciernen,
respondían a situaciones históricas de cambios rápidos o de altos niveles de
complejidad. Como es notorio con la revolución industrial. Nos centramos, ahora, en
esta situación histórica.
Con la revolución industrial del s. XIX y con el fin de la etapa absolutista, se produce
la consolidación de la burguesía como estamento de poder. Se sigue tratando de una
clase social, pero se adueña ahora del sistema político y se asienta en el sistema
económico capitalista. Este sistema se basa en las relaciones entre los medios de
producción y la fuerza de trabajo. Los medios de producción son propiedad de la
burguesía, quien se adueña de todos los beneficios obtenidos, mientras el proletariado
es la fuerza que realiza el trabajo. Burguesía y proletariado conforman ahora la
práctica totalidad de la sociedad. El fin del sistema capitalista, al igual que el de una
fábrica, es la búsqueda del máximo rendimiento de los medios de producción. Y si lo
observamos en una fábrica en particular, vemos que esto se alcanza, entre otras cosas,
por la especialización de cada uno de los trabajadores, es decir cada uno tiene una
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enmienda muy particular y que en conjunto con la de todos logran el mejor
funcionamiento de la empresa. Por tanto, se considera a nivel económico, que la
segregación es el mejor medio para generar los beneficios propuestos. Veremos ahora,
como se traslada esto al tema urbanístico.
“Los efectos del capital en el espacio urbano.”
El siglo XIX en Europa, ha constituido un siglo de cambios, tanto políticos como
socio-económicos y en consecuencia se producen cambios urbanísticos.
Al igual que, el sistema económico capitalista basa su máximo rendimiento en la
sectorización y especialización de las fuerzas de trabajo, es decir, en la segregación, la
ciudad que presenta mayores posibilidades económicas para el capital es la ciudad
segregada. De su búsqueda, consiste la evolución del urbanismo moderno en el siglo
XIX.
Podemos considerar dos etapas en este siglo: la etapa liberal-reformista que
engloba la primera mitad y la etapa conservadora en la segunda mitad, consecuencia
esta, de las revueltas políticas de mediados de siglo. Todo ello, se produce con el
desarrollo capitalista en paralelo. Es decir, ha de producirse el triunfo del capitalismo
en un primer momento pues si no, este no seguiría desarrollándose a lo largo del siglo
y no se alcanzaría, por tanto, la ciudad segregada que se procura.
En el sistema capital, el proletariado era el que realizaba el trabajo mientras que
toda ganancia que se obtenía iba a parar a manos de la burguesía, por tanto, parecería
lógico que el proletariado se levantara sobre esto y el capitalismo no continuara. Sin
embargo, el sistema capitalista se consolidó, y es porque la burguesía tenía la
capacidad para evitar que la clase obrera se sublevara. En un momento de crisis, tal
como el vivido, se hacía necesaria una vivienda digna donde vivir. El capital tiene la
capacidad de proporcionar viviendas al proletariado y con ello asegurarse la
continuidad y el trabajo de los mismos, pues en ciudades industriales dotadas de
viviendas para los obreros era inmediata la pérdida de la vivienda con el abandono del
trabajo. El tema de la vivienda supone que el capitalismo avance con gran ritmo e
inicie el proceso de segregación para la ciudad anteriormente compacta.
“La planificación urbana usual del s. XIX.”
Este proceso de cambio a causa del capital, conlleva una variación en las
necesidades y preocupaciones del planeamiento urbano. Y si observamos las
intervenciones realizadas en este siglo, vemos que es, en una primera etapa, cuando
surgen las preocupaciones concretas por las infraestructuras, la higiene y la vivienda
pues se trata, como ya hemos dicho, de un periodo de crisis en la ciudad tradicional, ya
que existen problemas de escasez, carestía y mala calidad de la vivienda, ligadas a su
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vez, con la carestía y la especulación del suelo. Pera estas medidas, no provocan
modelos espaciales globales sino que se trata, de una etapa de “control del
crecimiento” como reacción ante los primeros efectos de la revolución industrial. Esta
reacción supone una labor de diagnóstico, protesta y corrección de carácter higienista
llevado a cabo mediante diversas intervenciones: construcción de alcantarillado,
requisitos mínimos de seguridad e higiene, reorganización de las autoridades locales
para que impulsen las acciones de control y salubridad, etc.
En contraste, el segundo periodo planea a su vez iniciativas ordenancistas, es decir,
modelos espaciales de conjunto para la ciudad, limitados al control de alturas en los
cascos antiguos y al diseño regular de las expansiones urbanas, consecuencia del
interés del capitalismo concentrado de participar en el negocio urbano y convertir las
ciudades en máquinas de producción eficiente.
Estas iniciativas son las reformas interiores y los Ensanches protagonistas de este
periodo del planeamiento urbano conocido como el de “ordenación de la expansión”.
Nos centramos ahora en esta segunda mitad del siglo, donde surgen:
“La raíz pragmático-técnica y la raíz especulativa de la urbanística moderna.”
¿En qué se diferencian ambas ramas?
La primera raíz organiza la ciudad racionalmente según las coordenadas políticas y
económicas del momento mientras que la especulativa considera la ciudad como un
“negocio rentable”.
Lo pragmático-técnico se traduce en las iniciativas ordenancistas de tal forma que
la ciudad ya existente se reforme y adapte a las exigencias del sistema productivo y el
orden del conjunto de la nueva ciudad reclame las variaciones del momento. Sus
objetivos son hacer fáciles y racionales todos los cambios del sistema productivo:
mejorar y prever áreas e infraestructuras para la industria, así como el transporte de
mercancías y el desplazamiento de las personas, para ello se plantean bulevares y
avenidas de acceso generando aperturas en el casco antiguo. Además, se intenta
asegurar el control social de aglomeraciones urbanas en rápida expansión.
Por otro lado, la transformación o la extensión de la ciudad heredada generan
plusvalías, y especularmente estas serán apropiadas de forma privada por los intereses
de algunos estamentos privilegiados. Más específicamente, las reformas interiores
suponen una renovación de las plusvalías de los terrenos que gozan de una situación
privilegiada, y los ensanches, el reparto privado de la revalorización que alcanza la
transformación del suelo rústico en urbano.
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La distribución de estas revalorizaciones se sirve del planeamiento urbano, y este a
su vez de: el plano, es decir, el reparto ordenado y equitativo de los propietarios del
suelo, y de la zonificación, que estabiliza los valores del suelo e impide ocupaciones de
actividades indeseadas en zonas determinadas.
Y con todo, destacan como actuaciones más significativas del s.XIX e inspiradoras
para muchas ciudades europeas: la reforma interior de París, a manos del Barón
Haussman, e influenciados por este, la sistematización del Ring de Viena y los
ensanches de la ciudad de San Sebastián y Barcelona.
“La ciudad descentralizada como nueva alternativa urbana”.
Mención aparte, en la urbanística del XIX, merece la urbanística anglosajona, pues
con ella se inicia las primeras propuestas de descentralización del desarrollo urbano,
es decir, núcleos urbanos periféricos aislados del núcleo central con vocación de ser
autónomos. Ante esta posibilidad se encontraban dos experiencias anteriores, por un
lado, se habían creado ya suburbios residenciales ligados al ferrocarril y por otro ya
existían poblados industriales planeados que se situaban junto a las instalaciones
industriales. Pero en este primer momento, los modelos descentralizados y
discontinuos albergaban una concepción monocéntrica pues se planteaban unidades
residenciales en torno a la ciudad central, de la que se separaban a través de
cinturones naturales, lo que supone un esquema viario de estructura radial. Sin
embargo, esta expansión con sus cinturones verdes rompe la continuidad en el
crecimiento, a diferencia de la anterior respuesta urbanística de reformas y ensanches.
En los últimos años del siglo XIX y anticipándose a su época, E. Howard plantearía
un modelo arquetípico de ciudad descentralizada: “Las ciudades jardín del mañana
(1898)”, el cual no se desarrollaría de modo real hasta años más tarde. Pero de su
propuesta e implantación hablaremos más adelante.
Tanto el modelo de Howard como otras propuestas coetáneas dependen de los
medios de transporte colectivo (el ferrocarril o en otros casos el tranvía), por lo que no
es casual que estos modelos surjan en esos últimos años, ya que es en este momento
cuando prácticamente todas las ciudades inglesas se dotan de un sistema de
transporte público (tranvías y posteriormente ferrocarriles), innovaciones técnicas que
juegan un papel primordial en la expansión y disgregación de la moderna ciudad
industrial del siglo XIX.
Y será a principios del s. XX cuando surgen en EEUU los primeros suburbios
autosuficientes en medios ambientes preservados, como es ejemplo Beverly Hills o
Palos Verdes. También en Europa se iniciará este proceso, pero de forma mucho más
pausada.
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Como conclusión, los parámetros fundamentales del modelo descentralizado son:
Carácter periférico-antiurbano
Crecimientos discontinuos, homogéneos y cerrados.
Restricción a usos no residenciales y tipologías edificatorias diferentes a la
vivienda unifamiliar aislada
El contacto con la ciudad se realizará mediante las vías de comunicación
Propiedad privada de la vivienda y régimen de control y conservación
comunitarios.
Régimen fiscal diferente respecto al de la ciudad central.
Este modelo se desarrollará ya en el siglo XX, y proclamará la situación general de
las ciudades que alcanzan, a modo de síntesis, todo lo ya tratado urbanísticamente:
Se acepta a la ciudad existente pero intentando detener su crecimiento, para ello se
aplican instrumentos básicos de ordenación como son el plano regulador o las
ordenanzas edificatorias. Sin dejar a un lado la zonificación, que salvaguarda las
actividades y las funciones sociales de cada segmento urbano.
Y por otro lado, son definidos ya los núcleos urbanos situados a las afueras de la
ciudad, que han de integrarse en el complejo metropolitano para pasar a ser ciudades-
dormitorio o núcleos industriales.
“Técnicas básicas del urbanismo moderno.”
Hemos nombrado ya alguno de estos instrumentos básicos del planeamiento
urbanístico, pero veremos ahora como surgen y en qué consisten. Su origen se
remonta a la primera codificación de la urbanística realizada por los tratadistas
alemanes del cambio de siglo (entre el XIX y el XX). Para ellos, y en particular Stubben,
la urbanística trata de ofrecer un programa en torno al cual se organice la actividad
pública, privada y el tráfico. Para lo cual se dotan de dichos instrumentos, por un lado,
el plan regulador y los reglamentos de la edificación y por otro, la zonificación.
El plan regulador no es más que un documento gráfico que ordena espacialmente
las expansiones urbanas y la estructura viaria.
El reglamento de la edificación establece las condiciones que deben tener los
edificios en cada manzana, por tanto la configuración de la ciudad se iniciaría con un
trazado urbano general pero queda concretada con los proyectos edificatorios. Siendo
este, el nacimiento de la distinción entre los planos de conjunto y los de detalle, que
engloban el espacio urbano completo en el primero, o el espacio de cada barrio o zona
de la ciudad en el segundo.
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El tercer instrumento se trata de la adscripción a determinados usos o edificios de
las diversas partes o zonas de la ciudad existente proyectada, por lo que la zonificación
es un arma de defensa para los valores del suelo pero es a su vez instrumento de
discriminación social. Dependerá de las preexistencias del espacio, de las cualidades
del terreno, de principios de composición y de una lógica acorde entre las actividades y
la función residencial.
Dicho de otro modo, la zonificación supone: un control global de la ciudad pues, esta
es más ordenada y eficaz, y un modo de asegurar la estabilidad de los costes del suelo.
Sus primeras apariciones se dan en Alemania pero se irá extendiendo por Europa a lo
largo del s. XX como un plano superpuesto a los planos de trazado de la ciudad.
Veremos ahora los principales proyectos urbanísticos que datan de este proceso
evolutivo de la urbanística moderna:
El primer proyecto de ciudad en la época industrial: Haussman y la
reforma interior de París (1850-1870).
Dentro de la urbanística neoconservadora de la segunda mitad del s. XIX la
transformación de la ciudad de París será la intervención más importante, por la
coherencia y la integridad con que se realiza y un hecho ejemplar pues por primera vez
se planteó el problema de un plan regulador para una ciudad moderna en consonancia
con el nuevo orden económico. Tras las revueltas de mediados de siglo, se intuye que
las intenciones de Luis Napoleón de construir grandes obras públicas en la ciudad son
de orden político en cuanto que impiden la posibilidad de que se repitan barricadas
populares y en cuanto su interés por consolidar su popularidad con testimonios
tangibles, pero a estas razones se añaden motivos económicos y sociales que le
empujan en el mismo sentido. A manos del Barón Haussman, en 1850, se inicia esta
reforma interior que se centra en diferentes naturalezas:
Lo más importante lo componen las obras viarias. Realiza una urbanización de
la periferia con nuevas retículas viarias y grandes aperturas en los viejos
barrios, en resumen, superpone al cuerpo de la ciudad existente una nueva red
de calles anchas y rectilíneas. Genera así un sistema coherente de conexiones
entre los núcleos principales y las estaciones de ferrocarril, fugando la
perspectiva de estas nuevas arterias hacia los monumentos más importantes.
La construcción de edificios públicos en los nuevos barrios y en los que han sido
objeto de transformación. Sus proyectos lo realizarán los arquitectos más
ilustres de la época, por otro lado se producen pequeñas demostraciones de
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vivienda para los menos pudientes y ciertas exigencias para garantizar
condiciones mínimas de distribución e higiene.
Las obras para la creación de parques públicos. Haussman construirá dos
nuevos parques principales Bois de Boulogne y Bois de Vincennes, y otros dos
menores Buttes-Chaumont y el Parc Montsouris.
A su vez, renueva las instalaciones de la ciudad vieja. Se construye la nueva red
de alcantarillado; se triplican los puntos de luz y se reorganiza el servicio de
transportes públicos que será donado a una sola compañía.
La modificación de la distribución administrativa de la capital: 11
municipalidades de los alrededores son anexionadas a la ciudad, las 12
arrondissements tradicionales aumentan a veinte y parte de las funciones
administrativas se descentraliza entre estos arrondissements.
Como vemos las actuaciones que realiza se centran en puntos concretos de la
ciudad, y aunque modifican la organización global de la ciudad podríamos decir que se
trata de un conjunto de intervenciones urbanísticas para una reforma global del
espacio urbano.
Las obras de Haussman en París serán el prototipo de lo que llamamos urbanística
neoconservadora, la cual se convierte en la práctica común de todas las ciudades
europeas, surgiendo otra serie de iniciativas en el mismo camino, como el Plan Cerdá
para Barcelona de 1859, o el ring vienés, ambos con el mismo concepto de
“Ensanche”.
Observamos el plan de ensanche para Barcelona. Cerdá parte con el “movimiento”
y la “comunicatividad” como premisas imprescindibles para una nueva ciudad, y con
estas exigencias realizó dos versiones de su plan de ensanche. La primera presenta
calles muy semejantes a las existentes hoy, más otras flanqueadas con jardines que
alternan con los costados de los bloques, pero la segunda trata en resumen de la
supresión de la rue corridor. Ambas suponen un trazado en cuadrícula de 20 metros de
altura y amplios chaflanes en todas las intersecciones, estando la zona antigua rodeada
por una calle de ronda, generando la plaza de las Glories Catalanes, donde interceden
dos grandes vías diagonales.
Importante será que todas las manzanas se consideran núcleos vecinales
aglutinados alrededor de un pequeño centro cívico que incluye iglesia y escuelas. Los
mercados se sitúan por toda la ciudad evitando que existan zonas privilegiadas, y
también se plantearan otros servicios como centros sanitarios o un gran parque.
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A su vez, dentro de cada manzana no
deberán ser ocupados más que dos tercios
del solar, estableciéndose también la
tipología edificatoria: en la primera versión,
se situaban dos bloques rectangulares y
paralelos en los extremos de cada parcela y
ya en la segunda versión aparecerán
además bloques de planta en L.
Pero este plan solo se llevo a cabo en lo referido a la estructura vial, y aún ésta de
forma desvirtuada.
Por otro lado, como ya vimos, una de las raíces urbanísticas de estos modelos es la
especulativa. En el caso de Haussman, los intereses particulares no deforman las
propuestas proyectadas por la gran fuerza del autor, pero en otras ciudades la
especulación toma claramente la ventaja.
Sin embargo, todo esto varía en Viena, pues la mayoría de los terrenos adecuados
para la transformación de la ciudad lo poseen las administraciones públicas. Tras el
derrumbe de las murallas que encierran a la ciudad antigua en 1857 se inicia un
proceso de remodelación del Ring vienés.
Con esta iniciativa desaparece la plaza de armas y aumenta el número e importancia
de los edificios públicos necesarios a la ciudad. La pequeñez del núcleo antiguo
permite incluirle en el sistema viario de la ciudad moderna, sin cortar ni destruir el
casco antiguo, y construir los principales edificios públicos en un espacio ancho y
aireado, entre avenidas y jardines.
El ensanche de San Sebastián.
Destacamos como importante después de la actuación de Haussman, el proyecto
realizado por Cortazar en San Sebastián. Veremos que les diferencia:
Haussman genera una serie de obras puntuales que aunque implican una idea
global de la ciudad afectan a puntos concretos de la misma, superponiendo sus
iniciativas a lo ya existente. Sin embargo, en el Ensanche de Cortazar se plantea la
extensión de la ciudad, su apertura, dejando intacto el centro y realizando un proyecto
global de ciudad para esta extensión.
Cabe decir, que lo peculiar de este proyecto es el hecho de que la nueva ciudad
alberga tanto a la burguesía como al proletariado, y queda definido por la disgregación
del espacio que genera la zonificación territorial.
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“La ciudad jardín” (1898), anticipación arquetípica del modelo
descentralizado.
E. Howard realizaría a finales del s. XIX la propuesta de “las ciudades jardín del
mañana”, con lo que se adelanta a su época caracterizada por la urbanística
neoconservadora.
Este modelo parte de la idea de conjugar los beneficios que para Howard posee la
ciudad y los beneficios que posee el campo, es decir, se trata de combinar una vida
dinámica y activa con un entorno digno y bello.
Su propuesta cuenta con 6 ciudades
periféricas en torno a una ciudad central
mayor y a la que se unen por razón de 3
líneas ferroviarias radiales y entre ellas
mediante una línea circular. En
particular, cada ciudad consiste en un
conjunto concéntrico de bandas
residenciales y avenidas-parque. El
centro suele contar con un parque con
edificios públicos y actividades
comerciales mientras que la periferia
compone el suelo industrial.
Se trata del primer proyecto que, por la relación que establece entre el campo y la
ciudad, extiende esta, de forma segregada y elimina la continuidad espacial que antes
destacaba.
En esta línea, Arturo Soria propone en 1882 para Madrid, una alternativa al
modelo descentralizado: consiste en 6 ciudades lineales radiales que unirían el casco
antiguo con 6 núcleos rurales periféricos. Sin embargo, la posterior realización parcial
del proyecto consistiría en una banda concéntrica que rodea a la ciudad clásica,
servido por un tranvía de circunvalación que concluye en el centro histórico a través de
dos radios.
Consecuencias de la segregación socio-espacial
No cabe duda de que esta evolución de la ciudad moderna supone variaciones a un
orden sociopolítico. En particular y a modo superficial supone: mejor calidad de vida
urbana, mejor densidad de población y mayor integración en el espacio rural, mas
dependencia del automóvil y un mayor coste en transporte, y por tanto, también
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menor rentabilidad y calidad de servicio en los transportes públicos; mayores costes de
urbanización, y de conservación de infraestructuras básicas. El resultado supone una
situación estabilizada en la que los inconvenientes existentes son puramente
económicos.
Pero podemos analizar esta situación de un modo aún más crítico, y vemos que este
desarrollo significa una segregación socio-espacial, que se hace notar en diferentes
aspectos:
La segregación social es de una grandeza desconocida y se explica por la
ocupación de la ciudad vieja por el proletariado y una minoría de clase alta,
situándose la clase media y la mayoría clase alta en los polígonos residenciales
y urbanizaciones.
La segregación tan definida espacialmente supone la progresiva segmentación
de la experiencia cotidiana de las personas, y desarrollando esta idea se puede
alcanzar posturas que ayuden al racismo y la intolerancia.
La disgregación espacial significa el reforzamiento compulsivo del núcleo
familiar en cada grupo social.
Las relaciones sociales tienden a desarrollarse dentro de cada fragmento
espacial, pues es donde cada individuo encuentra sus mismas cualidades
económicas, ocupacionales y culturales reflejadas en los demás.
Económicamente, el sistema espacial urbano disperso y segregado implica unos
altos costes tanto colectivos como individuales. Se invierten grandes cantidades
en capital fijo, tanto social como individual y se genera también grandes costes
en mantenimiento y funcionamiento del conjunto.
Por tanto, lo que pueda parecer a primera vista una situación de calidad de vida en
la ciudad contemporánea esconde una realidad basada en la segregación, entendida
esta como un defecto a nivel social. ¿Pues como la calidad de vida puede venir dada
por la dispersión, por la urbanización indiferenciada del medio rural, y por el recurso
automovilístico como único medio de relación entre las personas o de estas con las
actividades de ocio?
Sin duda, no estaría mal perseguir una ciudad más integrada, que no considere al
entorno natural y al empleo del coche o de las máquinas las premisas imprescindibles
o únicas para llevarla a cabo de la mejor forma, pues aunque parezca opuesto, se
favorece así la banalidad de la naturaleza y un derroche innecesario de la tecnología.
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CONCLUSIÓN.
Como idea global y concluyente podemos afirmar:
“La ciudad segregada del capitalismo es un arma de continuidad para el sistema,
que necesita generar este tipo de ciudad y mantenerlo para asegurarse de esta forma
el negocio rentable que supone el suelo y el mercado inmobiliario.
Será la urbanística moderna y su planificación las que sirvan al capitalismo para
alcanzar tal disgregación en la ciudad. Y dentro de esta, el éxito de la vivienda como
moneda de intercambio entre los medios de producción (la burguesía) y las fuerzas de
trabajo (el proletariado) será la forma de que se consolide dicho sistema económico.”
MARIA MANSO FERNÁNDEZ.