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CIUDADANÍA, LIBERTAD

Y

SOCIALISMO

_____________________ ÍNDICE CIUDADANÍA, LIBERTAD Y SOCIALISMO

o Introducción

o El PSOE, un partido democrático para una democracia cívica

o Una respuesta al presente es una respuesta de futuro

o Socialismo es libertad

o Bienestar y progreso: cobertura de las necesidades básicas y responsabilidad de los ciudadanos

o Reinventar el Gobierno para una sociedad fuerte y segura

o Cultura para la convivencia y una España plural en el mundo

o Un nuevo estilo de gobernar

o Tenemos raíces, tenemos un futuro

Conferencia Política Ciudadanía, libertad y socialismo

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1. CIUDADANÍA, LIBERTAD Y SOCIALISMO

2. La esperanza de renovación surgida del 35 Congreso del

PSOE tiene un hito importante en la Conferencia Política

convocada para julio de 2001. En la misma tiene que debatirse

y aprobarse la actualización de nuestro discurso ideológico

para adecuar sus principios esenciales a las nuevas

realidades de la sociedad actual y una estructura organizativa

moderna capaz de potenciar la fuerza de nuestro partido a la

hora de implicar y aprovechar a todos sus militantes y

simpatizantes en la tarea común de definir, explicar y divulgar

un proyecto político que aspira a ser mayoritario en la

sociedad. Un proyecto político para España.

3. El debate ideológico es fundamental hoy para los socialistas

españoles por tres razones:

4. Para destacar la importancia de los valores en la política y

marcar señas de identidad propias frente a unos ciudadanos

que, ayudados por quienes piensan que la gestión de la cosa

pública es aséptica, perciben cada vez menos las diferencias

entre izquierdas y derechas.

5. Porque la sociedad cambia y con ella sus problemas y la

forma de abordarlos, lo que lleva a que las líneas que separan

a las distintas opciones sociales y políticas también se

muevan, haciendo necesario reafirmar los objetivos, pero

siendo flexible con los instrumentos adecuados para

conseguirlos, que son históricamente cambiantes.

6. Porque la experiencia demuestra que dicha redefinición

ideológica ha sido fundamental para que la socialdemocracia

europea recupere la mayoría política que hoy tiene. Los

socialistas españoles hemos contribuido a la modulación de

ese nuevo discurso. Hoy, debemos y podemos participar en

dicho proceso elaborando un discurso propio y de futuro, a

partir de más de cien años de tradición histórica y la asunción

de lo que significó nuestra dilatada y beneficiosa etapa de

gobierno.

7. El PSOE, un partido democrático para una democracia cívica


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8. Los socialistas tenemos confianza en la sociedad, y

queremos que la gente tenga los recursos necesarios para

elegir su futuro libremente, tanto en su vida privada y familiar

como en la esfera pública, participando en ella con información

y contando con los medios adecuados para debatir y

participar.

9. La política es un espacio para la libertad, es una actividad

para conciliar propuestas e intereses en conflicto. Queremos

dejar atrás la concepción de la derecha que identifica la

política con el poder, que la vincula con el engaño, que

confunde gobernar con mandar.

10. Las generaciones que nos han precedido supieron guardar viva

la memoria de la libertad, nos transmitieron con su ejemplo los

ideales de justicia e igualdad. Con el esfuerzo de los que nos

han precedido se construyó la democracia en España, se

emprendió una ambiciosa tarea de modernización, se creó una

sociedad libre y tolerante, se impulsó una nueva convivencia

personal y familiar.

11. Tras la generación de la democracia nos toca impulsar una

generación cívica. Queremos un nuevo impulso cívico: que los

ciudadanos sean libres y responsables de las decisiones

políticas que afectan a su futuro. Queremos medios de

información —públicos o privados— objetivos y

profesionalmente honestos, sin que sus propietarios —el

Gobierno o un empresario— puedan ponerlos al servicio de

sus intereses particulares.

12. La democracia tiene que partir del ciudadano, no de los

gobernantes ni de las instituciones. Proponemos partidos

políticos democráticos y transparentes, sin líderes populistas

ni recursos económicos inexplicables. Proponemos partidos

que inspiren confianza a los ciudadanos según sus

preferencias ideológicas o sus intereses, también a los que

sienten poco interés por la política o que sólo se ocupan de

ella cuando llegan unas elecciones. Partidos al servicio de los

ciudadanos.

13. Proponemos un Estado ágil e innovador con una sociedad

fuerte, pero fuerte frente a los poderes particulares y eficaz en

el cumplimiento de sus funciones, que garantice unas

infraestructuras y unos servicios públicos eficientes y de

calidad. Un Estado que proporcione de forma directa o

indirecta los bienes públicos necesarios en una sociedad

avanzada, incluyendo las inversiones para crear o mantener


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las infraestructuras que requiere una economía moderna,

desde el transporte a las comunicaciones electrónicas.

14. Proponemos una economía fuerte y dinámica, que cree

riqueza y oportunidades, que esté abierta a las nuevas ideas e

iniciativas empresariales y profesionales, sin estar atada por

una burocracia innecesaria ni por el poder de unas pocas

grandes empresas. Proponemos una fiscalidad con capacidad

para financiar los bienes y servi cios públicos necesarios pero

que no penalice al trabajo ni a la iniciativa y que reparta con

equidad y simplicidad las cargas generales del Estado. Y

queremos sobre todo una economía que cree oportunidades

de trabajo y genere beneficios sociales.

15. Proponemos una sociedad más igualitaria, porque ésa es la

condición para el buen funcionamiento de la democracia. Las

sociedades muy desiguales generan apatía política o

sometimiento al interés de los poderes económicos.

Proponemos una sociedad en la que la influencia política del

poder económico esté limitada, y en la que las grandes

empresas deban responder también ante los ciudadanos en

cuanto clientes o consumidores.

16. Proponemos que el medio ambiente sea valorado en la

práctica como el primero de los bienes públicos, tanto desde

el punto de vista de la salud y de la calidad de vida como del

respeto a la biodiversidad, sin que cálculos de interés

inmediato puedan justificar su deterioro, su saqueo o su

destrucción. Proponemos crear un consenso social y una

política eficaz para garantizar la preservación de este bien

como forma de solidaridad intergeneracional.

17. Proponemos una educación de calidad, cuya base y punto de

referencia debe ser la escuela pública, que garantice la

igualdad de oportunidades, que mejore las oportunidades

vitales de todos los niños y niñas, que asuma el reto de la

inmigración y de la solidaridad por encima de las diferencias

culturales. Creemos que la escuela debe ser escuela de

ciudadanía, de convivencia democrática, y que el futuro de una

sociedad depende de que los profesores cuenten con los

recursos, el respaldo y el prestigio social necesarios para su

tarea.

18. Proponemos una sanidad pública eficiente y de calidad, que

se reconozca el alto rendimiento de los profesionales y no se

pongan en peligro la calidad y la dedicación mirando sólo a la

reducción del gasto. Proponemos la mejora de las condiciones


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en las que funciona el sistema en correspondencia con las

mejoras sociales, pero sobre todo queremos garantizar la

calidad de la atención.

19. Proponemos servicios públicos —y en su caso políticas

compensatorias— que garanticen la igualdad de oportunidades

en el acceso al trabajo. Porque creemos que las personas

deben ser libres de elegir sus vidas en función de sus gustos y

capacidades, y de lo que el mercado ofrece, sin que una

desigualdad de partida les limite.

20. Proponemos una sociedad en la que las mujeres puedan

trabajar en condiciones de igualdad con los hombres, en las

que su participación laboral se iguale a la de los hombres.

Proponemos crear servicios de proximidad y escuelas

infantiles para que el trabajo sea compatible con el cuidado de

los niños, los enfermos y las personas mayores, y también

para que las personas solas, especialmente las mayores,

tengan cuidados y atención.

21. Proponemos reducir el tiempo de trabajo para que aumenten

las oportunidades de empleo, para que sea compatible la vida

familiar con el trabajo, para que los padres puedan compartir el

trabajo doméstico y el cuidado de los miembros de la familia.

Proponemos que las familias puedan contar con los recursos

sociales y públicos necesarios para su estabilidad y para la

igualdad de oportunidades de sus miembros, hombres y

mujeres.

22. Proponemos una política y un mercado de la vivienda que

permitan a las personas decidir libremente si quieren vivir

solas, con su familia de origen o formar una nueva familia, sin

los condicionantes de unos precios desmesurados frente a los

ingresos del trabajo.

23. Proponemos una sociedad que apoye a las familias, que

fomente el trabajo cívico y la solidaridad local, los vínculos

comunitarios. Una sociedad libre y tolerante que garantice la

igualdad de oportunidades de hombres y mujeres, su libertad

para elegir su vida, y su forma de convivencia, más allá de

cualquier diferencia étnica o de orientación sexual, más allá de

las ideas o creencias —seculares o religiosas—, sin más

límite que el respeto a la libertad y a la vida de los demás.

24. En todas estas cuestiones partimos de una concepción de la

libertad que va más allá del respeto a los derechos humanos y

de la libertad política. Creemos que las personas necesitan


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contar con unos recursos y posibilidades para poder decidir su

futuro, pero también para poder participar como ciudadanos

libres y responsables en las decisiones sobre el futuro

colectivo. Que nadie debe verse dominado por la necesidad o

las imposiciones del poder económico.

25. Porque confiamos en la sociedad queremos dar fuerza a la

gente, que tengan los recursos necesarios para elegir sus

proyectos vitales y para ser ciudadanos. Para informarse y

deliberar, para participar políticamente, para asumir los

asuntos públicos como cuestión propia. En eso pensamos

cuando hablamos de democracia cívica.

26. El socialismo actual ha de explorar los mecanismos

apropiados para desarrollar una concepción y unas prácticas

democráticas acordes con los retos que está planteando la

nueva realidad. Entramos en el siglo XXI con la proclamación

reiterada del triunfo de la democracia, pero con la constatación

de las dificultades crecientes para hacerla real y para poder

administrarla operativamente.

27. En nuestro entorno geográfico y político, la democracia no

confronta un problema de supervivencia como tuvo que hacerlo

en buena parte del siglo XX amenazada por totalitarismos de

signo opuesto. Pero es sometida a los peligros de nuevos

populismos, a la proliferación de proyectos identitarios de

base étnica, al florecimiento de actitudes xenófobas e

insolidarias.

28. Han desaparecido los adjetivos que han definido en el pasado

modelos opuestos de democracia (formal frente a real,

orgánica frente a liberal, liberal frente a popular). Pero,

superados históricamente éstos, se le han adherido otros que

expresan algunos de los problemas que afronta la democracia

actual y del futuro (democracia de mínimos, de audiencia,

mediática, etc) o que acompañan a algunas de las opciones

que se le presentan (directa, delegativa, discursiva,

deliberativa, asociativa, republicana, cosmopolita, etc).

29. La democracia cívica es la que convierte en ciudadano al mero contribuyente. Pero son justamente las alteraciones

asociadas a la globalización económica las que ponen en

duda el territorio de la decisión democrática, los contenidos de

la misma, sus actores y sus instituciones. La democracia es

un conjunto de valores, reglas e instituciones. Pero la

mundialización, que ya no es una posible opción sino la

característica definitoria de nuestra sociedad, plantea el


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peligro de una realidad de valores confusos y de cinismo

axiológico, unas reglas abstractas sin territorio sobre el que

aplicarlas, la disminución de los contenidos materiales sobre

los que se decide democráticamente, y el carácter minimalista

y meramente incipiente de una institucionalización

supranacional acorde con el mundo que hay que gobernar.

30. La democracia de calidad que va a construir el socialismo del

siglo XXI ha de ser el horizonte para la necesaria construcción

de una gobernabilidad de múltiples niveles superpuestos,

desde el global al local. Ha de permitir el control democrático

de los ámbitos receptores de soberanía y ha de promover y

proporcionar la integración de los descentralizados. No debe

haber ámbito público de decisión exento de n marco

democrático. Para los socialistas, también la globalización ha

de ser gobernada democráticamente.

31. Hay que avanzar hacia una democracia en la que se controle

el poder y en la que se exija la rendición de cuentas a quienes

lo ejercen; en la que se restablezca y refuerce el papel y la

consideración de sus instituciones representativas; en la que

se exploren mecanismos de intervención directa de la

sociedad. Una democracia, pues, que amplíe las fronteras de

su contenido material y enriquezca su interior a través de la

participación activa de los ciudadanos. Una democracia

institucional que sea, a la vez, una democracia cívica, en la

que los ciudadanos encuentren los incentivos precisos para

ejercer sus responsabilidades colectivas.

32. La democracia que defendemos los socialistas ha de

recomponer el papel de sus actores, principalmente de los

partidos y las organizaciones políticas. Queremos partidos

abiertos, transparentes, responsables ante sus miembros,

pero sobre todo ante la sociedad, en relación directa y franca

con los ciudadanos, receptores de sus aspiraciones,

conocedores de sus necesidades. Así va a ser el PSOE.

33. Nuestras democracias están expuestas al riesgo de que sus

actores políticos sean suplantados por otros sujetos,

poseedores de poderes no originados en la voluntad popular, ni

responsables ni sometidos al control último de la misma. La

democracia es, por definición, un espacio público. Un espacio

público que requiere de la información pública. Si la libertad de

expresión y de prensa están en el origen mismo de los

regímenes liberales, desde hace más de un siglo la

democracia es un régimen de opinión pública, a cuya


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implantación, preservación y desarrollo han contribuido

decisivamente los medios de comunicación.

34. Hoy, sin embargo, determinadas situaciones de concentración

de medios, colisión de intereses, o sesgo político o

empresarial, pueden intervenir manipulativamente en ese

espacio público democrático, creando una burbuja virtual que

se interpone entre la realidad y los ciudadanos. La política

como pedagogía pública sufre un proceso de imperativa

adaptación a la lógica de los medios, convirtiéndose

progresivamente en democracia de audiencia, con el peligro

constante de derivar en mero espectáculo banalizador y

deformante de un debate que ha de ser informado e

informador.

35. Garantizar la pluralidad de medios, superar el sesgo

gubernamental de los públicos, encontrar los espacios de

confluencia entre los intereses y la lógica de los medios y los

requisitos y las necesidades de la comunicación política

pública, figuran entre los objetivos de la calidad democrática

que persiguen los socialistas. Los nuevos medios, la red,

Internet, etc, presentan riesgos, pero también ofrecen

oportunidades a la democracia, especialmente al

establecimiento de mecanismos e instrumentos que propicien

la participación activa de los ciudadanos.

36. Los socialistas del siglo XXI no podemos conformarnos con

una democracia de mínimos. Sabemos que, en primer lugar,

la democracia son unas reglas y valoramos

extraordinariamente la importancia de las mismas. Pero

entendemos que no es solo un procedimiento, sino una idea

moral, una preocupación por la justicia, un orden de

convivencia, una civilización. Una pasión cívica. Lo contrario a

la resignación; lo opuesto a la apatía.

37. Una respuesta al presente es una respuesta de futuro

38. A comienzos del siglo XXI, las razones que unen a los

ciudadanos en sociedad, el propio concepto de ésta en un

mundo cada vez más global, los conflictos a los que nos

hemos de enfrentar y que, a menudo, nos dividen, son

distintos a los de hace unas décadas o, cuanto menos, se

perciben de manera diferente.


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39. No siempre son problemas nuevos, pero sí lo son las formas

en que se presentan y las actitudes sociales e individuales

ante los mismos. Las relaciones entre empleo y paro,

crecimiento económico y respeto al medio ambiente, ética y

posibilidades técnicas, desarrollo y subdesarrollo en el mundo,

o las nuevas formas de marginación social (droga, trabajo

precario, inmigración ilegal…), brotes de intolerancia (violencia

domestica, agresiones a menores, integración racial…) son

expresión de estas nuevas realidades.

40. También las condiciones de vida, las posibilidades puestas a

nuestro alcance, las exigencias y dificultades individuales y la

propia conciencia de la gente respecto a sí misma y a su

futuro, están cambiando de forma acelerada.

41. Para los socialistas, no basta con el éxito económico de un

sistema social para considerarlo aceptable. Nosotros

defendemos que para generar apoyo y legitimidad social, el

éxito económico debe ser compatible y simultáneo con el

cumplimiento y desarrollo de otros valores sociales, entre

ellos, la libertad, la democracia y, también, la cohesión social

y la sostenibilidad ambiental.

42. La cuestión central es: ¿hasta qué punto las reglas de

funcionamiento económico derivadas de la llamada

globalización, están socavando la libertad de las personas, la

calidad de la democracia, el medio ambiente y la cohesión

social imprescindible, como para considerar legitimado a dicho

sistema económico?.

43. Estamos asistiendo a, lo que podríamos llamar, un despegue

por parte de los sectores económicos más dinámicos y

poderosos. Un desarraigo de sus raíces nacionales y una

deslocalización física de los centros productivos que diluye la

identificación de la propiedad y la fijación de sus

responsabilidades, de modo que empresas auténticamente

mundiales llegan a manejar unos volúmenes de facturación

superiores al PIB de muchos países.

44. La paradoja es que un modelo que, sin duda, es altamente

eficiente y rentable está generando una creciente pérdida de

compromiso social derivada de no tener dueño identificable y

de no formar parte de ningún proyecto de ámbito superior al

meramente empresarial. Hoy, el prestigio social de los

gestores de empresas transnacionales sólo está vinculado a

sus propios resultados económicos o bursátiles. Sólo en ese

objetivo sitúan su responsabilidad, excluyendo de su


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compromiso la situación de los trabajadores, los entornos

locales o las sociedades articuladas en forma de países.

45. El cierre de fábricas, el despido de trabajadores, la evasión

fiscal, el abandono de actividades en zonas concretas, se

justifican por razón del beneficio, y ante esta realidad los

trabajadores, los gobiernos, asisten pasivamente y cada vez

con más escasas posibilidades de influencia.

46. ¿Cómo puede reclamar consenso y apoyo un modelo

económico y social cuya legitimación reposa exclusivamente

en el éxito económico y, al tiempo, genera profundas

desigualdades entre países, deja en el paro a millones de

trabajadores, empobrece a otros tantos, degrada el medio

ambiente, se despreocupa del nivel de vida de los ciudadanos

y además es, fiscalmente, insolidario?. ¿en base a qué puede

reclamar legitimidad social?.

47. Hoy, el viejo dilema entre eficiencia y equidad, razonablemente

resuelto por los Estados desarrollados hasta hace unas

décadas y que permitió compatibilizar altas tasas de

crecimiento económico con elevados niveles de desarrollo y

cohesión social, parece estar saltando por los aires. La

eficiencia le está pasando factura a la equidad, rompiendo las

bases del consenso histórico, provocando la quiebra de las

bases de su legitimidad social y generando

irresponsablemente respuestas de rechazo y ruptura social

48. La globalización parece poner fin a la primera modernidad,

haciendo saltar por los aires el espacio nacional como marco

de actuación política donde se dirimen las responsabilidades

sociales de los distintos agentes, con el Estado como

mediador. Ciertamente, también, se ha abierto una nueva

dinámica positiva en que lo local y lo regional ha cobrado un

nuevo valor político, económico y social. Pero es evidente que

ese proceso de desnacionalización de la parte más dinámica

e importante de la economía está generando tensiones

negativas para el bienestar de los ciudadanos que es urgente

y preciso reorientar.

49. Hoy somos, colectivamente, más ricos que antes, pero esa

riqueza está repartida de forma más desigual e injusta que

ayer y genera efectos perversos en los equilibrios ecológicos.

Y, sobre todo, los individuos parecen haber perdido el control

sobre sus propias vidas, que pasan a ser gobernadas por

fuerzas nuevas que ni comprenden ni a veces conocen y,

mucho menos, controlan.


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50. Como otras veces en la historia, junto a un avance del

mercado hace falta un avance en el papel del Estado. Es

urgente una redefinición de su nuevo papel, al tiempo que se

readecuan las reglas que hacen socialmente legítimo a ese

mismo mercado a través del establecimiento y exigencia de

nuevas responsabilidades y equilibrios en la distribución de

beneficios.

51. Es urgente reponer a la política democrática en el puesto de

mando de la gobernación de los intereses de las personas, a

las que representa, y devolver a la maquinaria económica, a la

economía, a su papel de instrumento de generación de

prosperidad y creación de riqueza compatible con la calidad

ambiental.

52. Pero el escenario actual exige, además, impulsar un nivel de

actuación superior que permita adecuar el control social de los

avances productivos en el nuevo escenario supranacional. Sólo

de esa manera es realista plantearse la posibilidad de articular

un sistema de reglas que regule la dinámica globalizadora,

como resultado de compromisos equitativos de todas las

partes interesadas y con la intención de forzar una mayor

vinculación entre la actividad productiva de las empresas

transnacionales y los ciudadanos ante los que, de una manera

u otra, son responsables.

53. Todo eso es necesario, pero aún es incipiente. Y, en cualquier

caso, no es suficiente. Por ello, simultáneamente, hay que

adecuar nuestras estructuras nacionales, sean educativas,

sociales o productivas, para ampliar la base de éxito del nuevo

modelo de producción, aprovechando al máximo sus

posibilidades. Los Gobiernos, cada gobierno, tienen que forzar

un nuevo contrato social que actúe, desde el rigor y la

reflexión, en dos planos: el supranacional, para controlar y

regular el potencial creativo derivado de las nuevas

tecnologías, y el nacional, para que el Estado garantice el

acceso a las nuevas tecnologías a toda la población,

invirtiendo en la mejora de la preparación continua de los

trabajadores, ensanchando el tejido productivo en torno a las

pequeñas y medianas empresas, activando mecanismos

eficaces que estimulen la participación laboral y dinamicen los

instrumentos de representación de los trabajadores o

impulsando unos sistemas viables de protección social.


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54. Socialismo es libertad

55. La libertad real de los ciudadanos no la garantiza el mercado,

en el que cada uno participa en función de su capacidad

económica, sino la acción política a través de las instituciones

y reglas colectivas.

56. La gran aportación histórica del liberalismo político que abrió

paso a la modernidad consistió en defender un concepto de

libertad basado en que los ciudadanos tienen los mismos

derechos civiles y políticos con independencia de su nivel de

renta, riqueza o posición social. Llegar, desde ahí, al actual

sufragio universal ha sido una larga batalla en la que la

izquierda ha desempeñado un papel fundamental.

57. A partir de ese reconocimiento, la socialdemocracia extendió

el abanico de derechos a los ámbitos económicos, sociales y

culturales, profundizó en el reconocimiento de lo que se ha

venido a constituir como derechos de ciudadanía, igualmente

universales: sanidad, educación, pensiones, que dieron lugar a

las bases del Estado de Bienestar.

58. Hoy tenemos que dar un paso más, ampliando la necesaria

igualdad de los ciudadanos ante la libertad y los derechos

sociales. El objetivo actual de una política progresista es

hacer posible que los ciudadanos disfruten de libertad real

para llevar a cabo su proyecto personal de vida en una

sociedad democrática, tolerante y solidaria.

59. Ello exige que las personas tienen derecho a contar con

recursos y posibilidades, tanto para decidir su futuro como

para participar en las decisiones sobre el futuro colectivo, sin

que nadie se vea bloqueado en el ejercicio de su libertad por la

necesidad material básica o dominado por las imposiciones de

poderes económicos o de cualquier otro tipo.

60. Sólo así podremos hablar de libertad real, sólo así podremos

hablar de democracia cívica entre iguales. Sólo así

potenciaremos la legitimidad democrática del Estado y el

aprecio y participación activa de los ciudadanos en los

asuntos públicos. Sólo así el homo economicus cederá el

paso al ciudadano.

61. Los socialistas proponemos que cada ciudadano pueda

desarrollar el máximo de sus potencialidades en condiciones

de igualdad, que pueda aportar según sus capacidades y que


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todos tengan aseguradas unas necesidades básicas, sin las

cuales no hay verdadera libertad de opción.

62. Hay quienes piensan, desde la derecha, que la mejor forma

para que los individuos aprovechen sus oportunidades es a

través del mercado y reduciendo la intervención pública al

mínimo. Sin dejar de reconocer que la actuación del Estado

está lejos de ser todo lo eficiente que le es exigible, los

socialistas afirmamos nuestra creencia de que sin la acción

correctora del Estado, el mercado deja muchas capacidades

individuales por desarrollar y muchas necesidades por cubrir,

confundiendo no solo valor y precio, sino derechos con

mercancías, oportunidades con oportunistas y sociedad

democrática con un simple mecanismo de cálculo económico.

63. Hay ciudadanos que con sus propios medios pueden

aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo que vivimos,

y asegurarse razonablemente de los riesgos e incertidumbres

que conlleva. Pero no todos, ni siquiera la mayoría, sólo unos

pocos. Si queremos que nadie se quede atrás ni en el

desarrollo de sus capacidades, ni en la atención a sus

necesidades, hace falta una acción pública conscientemente

dirigida a ese fin. Una política que sólo desde los valores del

socialismo democrático es factible y creíble.

64. Pero hoy las cosas no son como lo fueron ayer, ni como lo

serán mañana. Por ello reivindicamos, como una regla de oro,

la adaptación permanente en los medios e instrumentos de la

política socialista, para adecuarla a la consecución de sus

fines en el nuevo contexto. Partiendo de lo mucho hecho en el

pasado, pero sin anclarnos en él de tal manera que no

podamos reconocer las nuevas realidades y exigencias de la

sociedad y los ciudadanos.

65. No se trata, a las puertas del siglo XXI, de que estemos a favor

o contra el mercado, ni de valorar la intervención estatal sólo

en términos cuantitativos.

66. Queremos un mercado eficiente junto a un Estado ágil y

capaz. No queremos enfrentar al Estado y al mercado sino

conseguir un adecuado equilibrio dinámico. Queremos situar a

cada uno en su responsabilidad y hacerles cómplices en un

proyecto común y compartido de prosperidad y bienestar

colectivo.

67. Por ello queremos que se extiendan las prestaciones públicas

a quienes las necesitan y cuando las necesitan, por eso


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apostamos por la mejora de la calidad en la prestación de los

servicios públicos y para ello creemos que hay que articular

las acciones del Sector Público a partir de los siguientes

principios:

68. El Estado tiene la obligación de ayudar a los ciudadanos, pero

debe hacerlo estimulando la responsabilidad individual de

quien recibe dicha ayuda.

69. El Estado tiene la responsabilidad de mejorar la eficiencia

productiva y limitar los abusos que se derivan de una excesiva

concentración de poder económico, mediante un marco

competitivo que beneficie a los usuarios y consumidores.

70. El Estado tiene que asegurar el uso eficiente de los recursos

públicos.

71. El Estado tiene la obligación de asegurar la cobertura de las

necesidades sociales básicas de manera equitativa para

todos.

72. El Estado debe garantizar el uso racional de los recursos

naturales y la calidad ambiental de todos los ciudadanos.

73. Bienestar y progreso: cobertura de las necesidades básicas y responsabilidad de los ciudadanos.

74. Uno de los ejes básicos que ha caracterizado el pensamiento

socialista, junto con el de la libertad, ha sido la pasión por la

igualdad. Desde esa voluntad histórica, nuestra tarea de hoy

debe ser centrarnos en garantizar la igualdad de condiciones

para que todas las personas puedan desarrollar sus

capacidades y potencialidades.

75. Ayudar a que los ciudadanos puedan desarrollar sus

capacidades, exigiéndoles que sepan aprovechar dicha ayuda,

ha de ser otra característica del nuevo estilo de entender y

hacer política. Todos aquellos que tienen una idea, un

proyecto social o capacidad de trabajo deben ser

aprovechados por la sociedad sin que la falta de recursos,

medios o atención, pueda significar un freno a su actividad.


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76. Es responsabilidad pública invertir en la gente y en los

proyectos con posibilidad de aportar al colectivo resultados

positivos, convirtiendo las políticas de apoyo en motores

activos de cambio y progreso individual y social. Y es

responsabilidad de quienes reciben dicha ayuda hacer un uso

adecuado y provechoso de la misma.

77. Este planteamiento de responsabilidades compartidas requiere

una administración pegada a las realidades sociales, cercana

y sensible, de modo que le permita ser capaz de individualizar

sus políticas y actuarlas desde los agentes públicos más

próximos a los ciudadanos. Eso vale tanto para los servicios

de búsqueda de empleo, el fracaso escolar, la formación

continuada, el apoyo a la creación de nuevas actividades

empresariales o las tareas de investigación y desarrollo. Su

diseño debe de ser global, pero su aplicación, lo más cercana

posible a las circunstancias, necesidades y capacidades de

los individuos concretos.

78. Hay, sin embargo, personas que tienen problemas especiales

que requieren un tratamiento más asistencial. La pobreza y la

exclusión social no son sólo un problema de recursos

monetarios, por lo que deben abordarse desde un proceso, un

itinerario que comienza en lo social, continúa con la formación

y culmina en el trabajo. Esto es apostar en la práctica por

sociedades incluyentes. Sociedades que articulan estos

procesos garantizando, también, el acompañamiento

individualizado del Estado para facilitar el éxito.

79. Garantizar socialmente la cobertura de las necesidades

básicas al conjunto de la población es algo justo y posible en

sociedades avanzadas como la nuestra. Pero, además, desde

un punto de vista socialdemócrata, es condición necesaria

para que exista una verdadera libertad individual de elección.

Esa vinculación entre el ejercicio de la libertad democrática y

la cobertura, mediante políticas redistributivas, de unos

mínimos vitales para todos los individuos, explica el sentido

último del Estado de Bienestar, puesto en pie por la

socialdemocracia en toda Europa y en España a partir de los

años ochenta.

80. Aunque existen dificultades para definir, en cada momento

histórico, el concepto de necesidades básicas y cuál debe ser

el nivel mínimo de prestación, está hoy aceptado que entre las

mismas se incluye: educación pública y obligatoria; sistema

sanitario universal y gratuito; pensiones no contributivas y


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subsidios de desempleo, junto a algunas políticas de rentas

mínimas de inserción.

81. Pero no es suficiente. A pesar de haber representado un gran

avance para los españoles la puesta en marcha de dicha

garantía de necesidades básicas, los socialistas no podemos

limitarnos a defender lo existente. Tenemos, en primer lugar,

que mejorar mucho la calidad en la prestación de los servicios

públicos sanitarios y educativos ante la aparición de nuevas

problemas de salud y nuevos requerimientos formativos

demandados, además, por unos usuarios cada vez más

exigentes. Hacer frente al fracaso escolar, adecuar los

contenidos de la enseñanza a las posibilidades y necesidades

de una sociedad cambiante, desarrollar la sanidad preventiva y

social, mejorar la eficacia de los centros de salud

proporcionando un servicio mejor y más personalizado, son

retos que requieren profundos cambios en la forma de abordar

y gestionar la educación y la sanidad públicas.

82. Tenemos también que ampliar el concepto de necesidades

básicas para incluir los cambios producidos en las familias

españolas. Las sociedades modernas han socializado

determinadas tareas desempeñadas tradicionalmente por la

familia. Así ha pasado con la educación, la sanidad y con las

pensiones. Sin embargo, las familias siguen haciéndose cargo

de situaciones que les desbordan, tanto más cuánto menores

son sus recursos económicos. Y, dentro de las familias, la

mujer sigue siendo el soporte básico de esta nueva realidad.

83. La incorporación de la mujer al mundo laboral plantea el

problema del cuidado de los niños en edad no escolar. El

envejecimiento de la población, con la aparición de nuevas

enfermedades que acentúan la invalidez, obliga a una atención

permanente y especializada a los ancianos que, a menudo, no

es fácil proporcionar en la familia.

84. Todas estas situaciones, sentidas con una gran intensidad por

amplias capas sociales, obliga a dar respuestas novedosas

desde la actuación pública, mediante la creación de una Red

de Servicios Sociales de Protección a las familias, que incluya

escuelas infantiles y asistencia domiciliaria, cuando sea

necesario, y universalizando las prestaciones incluidas en el

Plan Concertado de Servicios Sociales.

85. Pero, siendo esto imprescindible, lo es tanto más reforzar el

compromiso de hombres y mujeres de compartir el trabajo, el

ocio, las responsabilidades publicas, las tareas familiares, en


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definitiva, de hacer real y efectivo el derecho a conciliar la vida

familiar y laboral, objetivo en el que los socialistas nos

debemos empeñar y comprometer activa y permanentemente.

86. Por último, no es aceptable que la cantidad de recursos

económicos que el Estado transfiere a los contribuyentes en

forma de deducciones y desgravaciones impositivas sobre la

renta supere, en mucho, la que ese mismo Estado dedica a

aquellos ciudadanos que por su menor poder adquisitivo, ni

siquiera están obligados a declarar por el impuesto. Por ello,

tenemos que abordar la garantía de unos ingresos mínimos

para todos los ciudadanos de manera gradual pero equitativa,

poniendo en conexión el sistema fiscal y la política social.

87. Porque, una sociedad como la concebimos los socialistas

debe ser intolerante contra la desigualdad y beligerante por la

equidad social, una sociedad que se rebela contra la pasividad

y el conformismo ante la complejidad de los problemas

sociales. Nuestro objetivo, y nuestra propuesta, será hacer

realidad una Renta Básica de Ciudadanía, es decir, garantizar

unos ingresos mínimos para todos los ciudadanos con

carácter universal e incondicional, que se constituya como el

mínimo vital de subsistencia que toda persona o familia

necesita para vivir.

88. Garantizar, a medio plazo, un acceso equitativo de todos los

ciudadanos a una renta básica es una legítima aspiración para

aquellos que creemos en la necesidad de construir una

sociedad justa, en la que la libertad individual para desarrollar

un proyecto de vida no esté coartada por carencias de medios

económicos básicos de subsistencia. En los casos en que el

mercado provea de la misma, el Estado debe respetarla

excluyéndola de la imposición personal. En aquellos otros en

que esto no sea así y se generen situaciones de necesidad, el

Estado redistribuirá renta hasta ese nivel mínimo igual para

todos.

89. Una política de este tipo, orientada a ampliar el acceso

equitativo de todos a determinados derechos de ciudadanía,

significa una profunda reordenación de muchas de las

actividades actuales del Estado y muchas de sus

prestaciones ya existentes. Tendrá, sin duda, un efecto

positivo sobre la pobreza y la exclusión social, aunque no sea

el único instrumento para combatirlas.


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90. Reinventar el Gobierno para una sociedad fuerte y segura

91. En los últimos años, los procesos de liberalización, apertura

de fronteras o las privatizaciones, han reducido el peso

económico del Estado. En todos los casos han sido

decisiones políticas adoptadas a diferentes niveles de

responsabilidad las que lo han hecho posible, como

instrumentos necesarios para mejorar la eficiencia de nuestro

sistema productivo en un mundo cada vez más complejo y

competitivo.

92. Pero no siempre han sido los consumidores quienes más se

han beneficiado de dichas políticas. A menudo, y

especialmente con el gobierno conservador, que ha confundido

liberalizar con privatizar, los grupos económicos que controlan

los sectores productivos se han apropiado de parte de estos

beneficios bajo distintas fórmulas.

93. Es evidente que el contexto internacional reclama la

existencia de empresas españolas competitivas en términos

internacionales y que ello, a veces, tiene que ver con un

tamaño mayor que el actual. Sin embargo, la necesaria salud

financiera de nuestras grandes empresas o sus procesos de

ampliación o de consecución de un tamaño adecuado no se

deben conseguir a costa de los consumidores, restringiendo la

competencia o reforzando su poder unilateral para fijar precios

o condiciones en las que prestan sus servicios a los usuarios.

94. Combatir los abusos de posición dominante en los mercados,

establecer y hacer cumplir un marco competitivo y unas

normas de calidad y seguridad, en defensa del consumidor y

de la eficiencia productiva, es otra de las contribuciones

necesarias del nuevo estilo de hacer política que proponemos.

95. Es evidente que el desarrollo tecnológico que estamos viviendo

produce cambios sociales que han supuesto la aparición de

nuevos riesgos para la salud, la preservación del medio

ambiente o incluso, sobre nuestros hábitos alimentarios. Las

nuevas formas de producción, muy especialmente en el caso

de los alimentos o la aparición de nuevas formas de relaciones

laborales, nos obligan a redefinir lo que entendemos por

seguridad en el más amplio sentido de la palabra, y nos hace

reflexionar sobre el papel que deben jugar los poderes públicos

como garantes de la seguridad de sus conciudadanos.


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96. Ante este reto, el poder público debe actuar de forma

innovadora, poniendo en marcha mecanismos de control de

los riesgos que originan estos procesos. No a través de

estrategias reburocratizadoras, sino permitiendo que

elementos de la política, como la crítica o la participación,

funcionen en todos los espacios en los que se produzcan

riesgos a los que termina expuesta la sociedad.

97. Los socialistas tenemos como prioridad reinventar el Gobierno

y el modelo de Administración ya que los existentes no son

los adecuados para responder a esos desafíos. La lentitud y la

burocratización actual en la toma de decisiones no merecen

más que un amplio suspenso social si lo comparamos con las

exigencias que las empresas, los trabajadores y los

ciudadanos en general tienen para desarrollar sus objetivos.

98. Por ello, proponemos una profunda transformación de los

servicios públicos. Nuevos servicios públicos, que den

respuestas inmediatas, solventes, seguras y precisas a las

exigencias de una nueva sociedad más abierta, dinámica,

mejor formada, y con exigencias continuas para competir en

entornos más amplios y flexibles. Proponemos un nuevo

modelo de Administración Pública, articulado y coordinado a

todos los niveles territoriales, volcada a satisfacer las

necesidades reales de los ciudadanos, pronta a facilitarles la

información que necesitan en tiempo real, dispuesta a apoyar

sus iniciativas con instrumentos normativos claros y precisos

y con métodos y tecnologías modernas y de calidad, que

haga bandera de su función el respeto y la profundización de

los derechos de los ciudadanos, y que reconozca y garantice

su pleno ejercicio, y las responsabilidades públicas por su

incumplimiento, en una Carta de los Derechos de los

Usuarios, fruto de un amplio debate ciudadano. Y para hacer

real y efectivo este objetivo queremos unos empleados

públicos bien cualificados, motivados, responsables,

objetivamente seleccionados y con un profundo sentido de la

importancia, la honorabilidad y la utilidad social de la función

que desempeñan en la sociedad.

99. Cultura para la convivencia y una España plural en el mundo

100. La base cultural de un país determina la calidad de su

democracia, la capacidad de los ciudadanos para relacionarse

de forma abierta y tolerante; es el instrumento que permite

generar, comprender y asimilar nuevas realidades y que


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produce el soporte intelectual necesario para avanzar, desde

la individualidad reflexiva y madura, en la construcción y

expansión de proyectos compartidos por la comunidad.

101. Por ello la cultura es el mayor patrimonio a defender por las

gentes de progreso. Por eso la cultura ha sido el patrimonio

más querido por el Partido Socialista. Por eso el Partido de

Pablo Iglesias plasmó un libro en su primer logotipo. Porque la

cultura es el mejor camino de la libertad, porque la cultura es

la mayor riqueza de los pueblos, porque la cultura es un

seguro contra el autoritarismo y la intolerancia, porque la

cultura es un excelente combustible para mover el progreso

económico y social.

102. Nuestra apuesta por la cultura, pues, tiene raíces y tiene

razones. Y hoy, en un mundo donde la economía parece

querer monetizar todos los valores, debemos reforzar nuestro

compromiso con la cultura, como un valor material y espiritual

de primer orden. Debemos reivindicar la fuerza de la cultura

frente a la cultura de la fuerza. Debemos impregnar todas

nuestras acciones de una fuerte carga cultural, de todos y

para todos. Debemos defender el reconocimiento y defensa de

la identidad cultural de cada persona, debemos reivindicar y

propugnar la riqueza cultural de todos los pueblos que integran

España y debemos sentirnos orgullosos del patrimonio cultural

colectivo que nuestros mayores han construido a lo largo de

los años y que nos acredita ante otras comunidades

nacionales como una de las sociedades culturalmente más

ricas y mejor formadas del planeta.

103. Así concebimos los socialistas la cultura y, por eso, hemos

hecho históricamente una apuesta tan potente por la

formación, por la educación, y por la ilustración de los

ciudadanos. Por eso la cultura estará de nuevo en el centro de

nuestra agenda política. Una cultura que saque a las personas

del vasallaje, pero que no avasalle. Que se acredite ante los

pueblos y las naciones como una riqueza común y plural,

abierta al mestizaje, que nos haga más respetuosos y, a la

vez, más respetables.

104. En este sentido, los socialistas apoyaremos la labor de los

educadores, reivindicaremos una cultura que estimule la

inteligencia, el talento y la sensibilidad de las personas,

porque encarnan valores alternativos a la sociedad teledirigida

que se pretende imponer, efímera en el tiempo y carente de

contenido. Sólo así podremos construir una sociedad más


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tolerante, más democrática, más universal y sobre todo, más

sabia y justa.

105. Desde estos valores, los socialistas consideramos a España

como una tierra de acogida, alejada de la tentación de levantar

nuevos muros físicos o ideológicos. Un espacio de convivencia

e integración en un proyecto común, en el que cada persona

pueda sentirse realmente libre para desarrollar su propio

proyecto de vida, desde la garantía y el reconocimiento de la

igualdad de sus derechos, el respeto al diferente y la

solidaridad.

106. Dos retos emergen con fuerza en nuestro espacio de

convivencia: el fenómeno migratorio y el desarrollo del modelo

de Estado. Nuestras respuestas las hacemos desde los

valores que dan fundamento a nuestras convicciones como

demócratas y como socialistas.

107. Somos un país en el que, en nuestra memoria colectiva,

todavía permanece el dolor que sufrieron muchos españoles

que tuvieron que abandonar su tierra, buscando nuevas

oportunidades en otros países para poder vivir y trabajar. Hoy,

España es una de las principales puertas de Europa en la

entrada de inmigrantes que vienen a nosotros en busca de un

destino mejor, esperando tener su oportunidad de proyecto de

vida en nuestros territorios.

108. No podemos permitir desde supuestas jerarquías superiores,

el egoísmo, la ignorancia o el temor al diferente, ni negar los

valores humanos más elementales. Queremos sociedades

más humanas, que no sean insensibles al dolor y las muertes

que causan la intolerancia, las guerras o la miseria en el

mundo. Queremos sociedades capaces de integrar al diferente

desde la igualdad, partidarios del mestizaje social que tanto

enriquece las culturas, cuestión en la que alguna experiencia

propia tenemos los españoles. Y, por ello, la mejor inversión

de futuro no es la destinada a levantar barreras, la mejor

inversión es la destinada a encauzar y ordenar los flujos

migratorios potenciando una política comunitaria de

inmigración; la destinada a favorecer la integración real de los

inmigrantes; la destinada a facilitar su agrupación familiar; la

destinada a imponer la observancia de la legalidad en la

prestación de su trabajo; la destinada a hacerles titulares de

derechos y libertades políticos, civiles y sociales. Pero

también, la destinada a incorporar, en la enseñanza

obligatoria, la educación a nuestros hijos en la existencia y

contenidos de otras culturas, el respeto al otro, el valor de la


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diferencia, la igualdad de todos los seres humanos, el rechazo

por toda forma de xenofobia y racismo. Así como la destinada

a deshacer los equívocos que hacen al extranjero responsable

de la ausencia de trabajo cuando, en verdad, están cubriendo

actividades que los españoles ya no desempeñamos o pueden

ser la vía de solución al problema demográfico que tenemos.

109. La España de hoy es el resultado de siglos de convivencia

compartida, en los que desde ese espíritu, el trabajo y la

participación de hombres y mujeres de todos los rincones de

su territorio han contribuido a su formación, a su estabilidad, a

su definición como proyecto permanentemente volcado hacia

el futuro. La Constitución, que consagró el reconocimiento de

las nacionalidades y regiones que conforman la Nación

Española, supo ordenar nuestra complejidad histórica y

cultural respetando la diversidad para ponerla al servicio de un

proyecto común destinado a promover, en condiciones

igualdad y solidaridad, el bienestar de todos los españoles. Un

Estado, por cierto, en el que el reconocido derecho a la

diferencia no puede menospreciar la necesidad, cada vez más

sentida, de garantizar la igualdad básica de derechos de todos

los españoles, no importa el territorio en el que vivan, y la

cohesión social y territorial.

110. Los socialistas nos sentimos orgullosos de nuestro

protagonismo en la construcción histórica de este modelo de

integración de la pluralidad cultural, lingüística y política, en la

unidad de un proyecto democrático común que es el Estado

autonómico.

111. Sin embargo, la realidad política e institucional, fuertemente

descentralizada se ve recorrida por conflictos de gran

complejidad, que se instalan a veces en la reivindicación

permanente y que diluye ante los ciudadanos a quién

corresponde la responsabilidad de cada uno de los servicios

que le afectan, junto a dinámicas de nacionalismos

excluyentes. Por eso proponemos un nuevo impulso y

perfeccionamiento del Estado de las Autonomías en una

perspectiva federal, como única forma de funcionar mejor, de

evitar los conflictos y convi vir más cooperativamente,

preservando nuestras diferencias al tiempo que propiciando la

participación responsable en lo común.

112. Los socialistas tenemos y ofrecemos un proyecto claro para

España y los españoles, un proyecto integrador basado en el

reconocimiento convencido de la pluralidad de naciones y

regiones que integran nuestra nación. Un proyecto que


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partiendo de la realidad existente intenta transformarla en un

sentido de progreso y de futuro. Que se articula con la

legitimidad autonómica de la misma manera que con nuestra

presencia supranacional en Europa: potenciando la

cooperación entre instituciones y la cohesión entre

ciudadanos y territorios. Debemos, por tanto, transitar hacia

un modelo de coparticipación política en la formación de las

decisiones y políticas de Estado global; al reparto de

responsabilidades fundadas en la corresponsabilidad fiscal,

tributaria y financiera, y la cooperación solidaria entre todas

las instancias de poder territorial; un marco que garantice una

efectiva igualdad de derechos y de oportunidades de todos los

españoles y todas las españolas y la necesaria solidaridad

entre generaciones, personas, y territorios.

113. La apuesta federal de los socialistas para el perfeccionamiento

y consolidación de nuestro Estado autonómico exige,

también, superar con visión de futuro la empobrecedora y

negativa dinámica de nacionalismos excluyentes, desde una

opción integradora y de convivencia para el conjunto de

España en la que no sólo reconocemos la pluralidad y la

diversidad, también, como demócratas, estamos

comprometidos en la defensa de la libertad y la paz, y, por

tanto, en la defensa de la Constitución y las leyes que nos

hemos dotado como marco de convivencia.

114. Ese desarrollo federal ha de promover un proceso ordenado de

devolución de poderes a favor de las ciudades y municipios.

Las condiciones de vida de la mayoría de la población

dependen del modelo de ciudad. Los socialistas apostamos

por una ciudad justa, segura y habitable que recupere

espacios comunes de participación.

115. Un nuevo estilo de gobernar

116. Nuestra oferta política progresista parte de reconocer dos

hechos: que la gente conoce sus problemas y, además, que

tiene mucha información sobre los mismos y sobre cómo

resolverlos. Ello impone un nuevo estilo de hacer política para

ampliar las fronteras de la democracia, facilitando la

participación de los ciudadanos en la resolución de sus

problemas y llevando los principios de la igualdad y la

responsabilidad a la vida cotidiana.

117. Un nuevo estilo de hacer política que, al confiar en la gente,

cuenta más con ella y estimula sus virtudes ciudadanas,

facilitando su implicación en las deliberaciones y en las

decisiones públicas, que busca nuevas fórmulas de


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integración, que refuerza la cohesión, antes que la indiferencia

o el enfrentamiento, que abre posibilidades reales de

realización personal.

118. Eso implica asumir cuatro compromisos: proporcionar

información suficiente y veraz a los ciudadanos; arbitrar

mecanismos institucionales para que puedan hacer llegar sus

opiniones sobre los asuntos públicos de su interés, facilitando

su participación; transparencia en los procesos de toma de

decisiones con publicidad de los distintos argumentos

existentes y controles externos independientes;

correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace.

119. La resolución de los nuevos conflictos sociales es compleja.

Sin duda requiere de la intervención activa del Estado, tanto

directa, como en sus facetas normativas y educativas. Pero en

muchos casos, también encuentra fórmulas de solución

mediante la organización autónoma de los interesados - el

llamado capital social - cuya acción es, a veces, más efectiva

que la del propio Estado. Potenciar esta última vía es otra de

las tareas del nuevo estilo de hacer las cosas que

proponemos. Porque, para los socialistas la política está al

servicio de las personas.

120. Nos movemos en un nuevo escenario de participación social

que viene marcado, fundamentalmente, porque los ciudadanos

quieren romper distancias entre gobernantes y gobernados.

121. El aumento de organizaciones sociales y ONG en nuestro

país ha dado paso a la configuración de una sociedad civil

fuerte, más organizada, más cualificada, más consciente de

las necesidades sociales, y vanguardistas a la hora de

proponer soluciones a los problemas sociales.

122. En este escenario, los socialistas apostamos porque este

capital social sea aprovechado, no sólo en órganos de

asesoramiento a la acción del gobierno, sino también en la

coparticipación y corresponsabilidad real en la toma de

decisiones que nos afectan a todos, y en la capacidad de dar

soluciones a los diferentes problemas. Estamos obligados a

explorar las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías

para la participación directa y consciente de los ciudadanos

en los asuntos públicos.

123. Por otro lado, los ciudadanos y ciudadanas están reclamando

a nivel mundial una ciudadanía cada vez más activa y

espacios de participación desde donde poder incidir en el

fortalecimiento de la política, la democracia, y la solución a la


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pobreza. En este nuevo estilo de entender la política, los

socialistas no somos ajenos a estos movimientos ciudadanos,

y queremos abrir cauces y espacios de reflexión conjunta para

enriquecer nuestro proyecto político, que coincide en un

objetivo común: que el proceso económico de la globalización

no genere más desigualdad, y bien al contrario ofrezca más

instrumentos y mayores posibilidades de desarrollo para los

pueblos.

124. Los ciudadanos son cada vez más conscientes de los riesgos

que la degradación ambiental y la contaminación comportan

para la salud y para su calidad de vida; cada vez, también,

tienen más información sobre las alternativas existentes para

evitar o reducir tales riesgos, y exigen por lo tanto, más

seguridad y más bienestar a los poderes públicos.

125. Los socialistas queremos liderar en España el avance hacia

una nueva relación entre el hombre y la naturaleza,

favoreciendo la implantación de tecnologías más limpias y un

uso más racional de los recursos naturales, desde un

concepto de eficiencia que incluya los costes y beneficios

ecológicos.

126. Se trata de enriquecer nuestro objetivo de equidad,

convencidos de que los problemas ambientales afectan de

forma más grave a los ciudadanos más desfavorecidos y, por

lo tanto, acentúan la desigualdad.

127. Los socialistas queremos contribuir a derribar la falsa imagen

que contrapone el compromiso ambiental con el progreso

económico y social: el ejemplo de las socialdemocracias

europeas más avanzadas demuestra que la sostenibilidad del

desarrollo depende de la consideración integral de los

aspectos económicos, sociales y ambientales. El ámbito de

los ambiental es, sin duda, la gran asignatura pendiente, que

nosotros asumimos como reto para nuestro nuevo estilo de

hacer política y de gobernar.

128. Un nuevo estilo de gobernar que avanzamos ya mediante la

oposición útil que practicamos, en la que es más importante

estar cerca de los problemas, deseos y necesidades de los

ciudadanos, proponiendo soluciones, que enfrente del

Gobierno. Buscando acuerdos donde entendemos que la

inmensa mayoría lo pide, criticando medidas y estilos

incompatibles con nuestro ideario y ofreciendo alternativas en

los principales asuntos para que los ciudadanos tengan una

base concreta de elección.


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129. La política democrática es el mejor instrumento con el que

cuentan las personas para ser dueñas de sus vidas, para

defender sus intereses y construir un futuro que responda a

sus necesidades. Pero muchas veces sienten que los

políticos se olvidan de esos intereses y necesidades para

ocuparse tan sólo de sus propias opiniones y conflictos.

130. Los socialistas queremos que los ciudadanos perciban la

política como un trabajo a su servicio, como algo de lo que

merece la pena ocuparse porque da expresión a sus

problemas y trata de resolverlos. Por ello, queremos dar una

respuesta satisfactoria a las críticas que los ciudadanos y

ciudadanas han venido haciendo a la política y a los políticos.

131. Nos hemos propuesto cambiar nuestro partido, para hacerlo

más transparente y próximo a los ciudadanos, y también para

lograr mejorar nuestro funcionamiento interno, para dar

expresión a nuestro pluralismo sin que surjan divisiones o

confusión, para que nuestras ideas y propuestas lleguen al

público sin distorsiones.

132. Estamos en un momento particularmente positivo, en el que

podemos contar no sólo con el esfuerzo de los militantes —y

en especial de quienes han dirigido el partido con

anterioridad— sino también con la ilusión nueva de quienes

nos redescubren, tras los cambios del 35 Congreso, como una

posibilidad para hacer política de una forma distinta.

133. Para traducir en hechos nuestro deseo de hacer una política

distinta, hemos comenzado por hacer oposición de una forma

distinta. Pero que constituye una pedagogía imprescindible

para nosotros y para los ciudadanos.

134. Cuando gobernemos, nuestra prioridad será escuchar a los

ciudadanos, confiar en ellos, y buscar soluciones que

respondan a sus intereses. Cuando se está en la oposición,

como lo estamos ahora en lo que se refiere al gobierno de la

nación, también es posible poner en primer lugar los intereses

de las personas. Y eso es lo que intentamos, tratando de

hacer una oposición distinta: una oposición útil.

135. Cuando las cuestiones que están en juego afectan seriamente

a los intereses sociales, no sólo ofrecemos respuestas

positivas sino que estamos dispuestos a pactar para mejorar

las iniciativas del gobierno. No queremos dividir ni crispar a la

sociedad española, no queremos que los ciudadanos paguen


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las consecuencias de los errores del gobierno o de nuestras

diferencias de opinión.

136. Creemos que la gente entiende y valora esta forma de hacer

política y de hacer oposición, sin crispación y poniendo en

primer lugar sus intereses.

137. Lo que guía nuestra línea de oposición útil es algo más que el

respeto a los ciudadanos y a sus intereses. Con nuestra forma

de hacer oposición queremos adelantar la forma en que

aspiramos a gobernar: sin arrogancia, poniendo en primer

plano a la gente, deliberando con la oposición y sabiendo

siempre escuchar. Todo lo contrario de lo que hace la

derecha.

138. Todos los partidos afirman que gobernarán así. Nosotros

estamos mostrando que será así con nuestra forma de hacer

oposición. Nada más fácil que descalificar al gobierno cuando

no se está en él, nada más cómodo que la crítica sin ofrecer

alternativas.

139. Intentamos así estar al servicio de la gente, defender sus

intereses y, en cierta medida, gobernar desde la oposición.

Cuando se defienden los intereses sociales, y especialmente

los de los más débiles, no se puede aceptar una derrota: es

preciso buscar la negociación y el acuerdo, para obtener

resultados tangibles, a la vez que se busca el apoyo de la

opinión pública.

140. A la vez, con ese deseo de ofrecer resultados, de hacer una

oposición útil y buscar siempre que sea posible el acuerdo,

queremos también hacer pedagogía, que los ciudadanos vean

que es posible otra forma de hacer política y la valoren: que la

gente recupere la confianza en la política democrática.

141. La política democrática no es la imposición de las opiniones y

prioridades de los gobernantes, por más que estos cuenten

con un amplio respaldo electoral. Hacer política es también

saber escuchar las opiniones de la oposición y de los distintos

grupos sociales, deliberar con ellos y buscar el acuerdo

cuando es posible.

142. Un gobierno que quiere controlar la opinión pública y que

rechaza cualquier crítica o demanda imprevista no ha

comprendido la lógica de la política democrática. Un gobierno

que impone sus opciones sin deliberación, que sólo busca

mandar y renuncia a convencer o a negociar, está provocando,


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quizá de forma deliberada, que los ciudadanos se aparten de

la política, convencidos de que su única participación posible

es votar cada cierto tiempo.

143. La forma de mandar, en vez de gobernar, de la que hace gala

el gobierno del PP, es la consecuencia lógica de la forma en

que este partido realizó las tareas de oposición: negando la

legitimidad de sus adversarios, acosando a las personas,

descalificando en términos absolutos las ideas.

144. Nosotros queremos gobernar de otra manera, y por ello

hacemos una oposición distinta. Porque nosotros creemos en

la política democrática, en una política en la que los

ciudadanos intervengan activa y responsablemente, en la que

sus ideas y sus demandas cuenten, aunque planteen

problemas a las preferencias y a las prioridades de los

gobernantes.

145. Tenemos raíces, tenemos futuro

146. Los socialistas españoles somos herederos de una tradición

centenaria de socialismo democrático. En esa larga historia

ha cambiado la sociedad y nosotros hemos cambiado con

ella. Hoy tenemos que dar un paso más, ampliando la

necesaria igualdad de los ciudadanos ante la libertad y los

derechos sociales. El objetivo actual de una política

progresista es hacer posible que los ciudadanos tengan

libertad real para llevar a cabo su proyecto personal de vida en

una sociedad democrática, tolerante y solidaria.

147. Queremos apoyar un gran impulso cívico, la acción política de

unos ciudadanos libres e informados, seguros y responsables,

como motor para construir el futuro. España tiene problemas,

pero todos confiamos en que es posible solucionarnos y

construir un futuro mejor con nuestro esfuerzo y participación.

Y en este sentido nuestro país, como el conjunto de la Unión

Europea, es un lugar de privilegio en un mundo que se ha

hecho más desigual y más violento durante la última década.

148. En esta tarea no estamos solos. El Partido de los Socialistas

Europeos y la Internacional Socialista, son nuestra plataforma

para trabajar por un futuro mejor para el mundo, para los

países materialmente aplastados por la deuda, para los

perdedores de la globalización, para las víctimas de los

conflictos locales o regionales, para quienes padecen el mal

gobierno o el colapso de las instituciones.


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149. Hace un siglo se creía que el progreso es inevitable. La

historia reciente, hoy, podría llevarnos en cambio hacia el

pesimismo. Pero el futuro no está escrito, y es nuestra tarea,

y la de las generaciones que nos sigan, crear un mundo en el

que la libertad y la solidaridad sean la norma, en el que la

violencia y la desigualdad sean sólo un mal recuerdo.

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