Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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GÉR RD W JCM N
Colección
segui o e
La avaricia
M N NTI L
Buenos ires
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Ti1Wo
onauuk
o / J ~ n r o . wil i L a 1 1 n i < ~
Nous
CNom,1 9
TRADUCCIÓN, RENE AGOFF
W;ij,111an,
Gér1.rd
Cole,ción cguido de avaricia . • 1 t cd
•BucnOJ
J\irts : 1\1anarni.al,
1010.
112
p.¡ 2lx
14 c-11
1.
l\flN 971·987·500·147-3
l,
~ l d ) J n ; 1 l i \ 1 , , J.
Ti1u)o
:llll lS0.19S
ll«ho d ckp6sito Ql:C m.Jm. l 1: ky 11.7.U
l m p ~ c:n la Atgmrin.J
O 2010,
de
la tr-;1.duttión de b ~ i c i ó n
en QSlcll-l1no,
Edicio
ne
s M;ina.nti:tl
SRI.
Avda, de:
Mayo 36 ,
6
piso
(103$J
8uc:nos Aire$, Argnrin:a
·r i
fH-
1
1¡
•383-735014J83-60S9
in(offtm.Jnan1i11 l.c<>m.ar
wi,1,•w
.c1n.an.antial.corn.2r
Derechos rcscn•ados
Prohibida
l.1
N prod1Kcl6n pard.al o total, d 4Jm2o:n.amicn10, ti aJqu1l<r, la 1rans·
misión
o la triirulormac16n
de
~ t e libro, t:ll cu.alquicr forma o por rualqu.rt
m r d J ~
.ca
ckctr6n1CO
o mcúnico, mcdi.tntc-
forOC'Opi.as., d¡pt1 liuci0n
u 01rot
mftOdos., ' ' t i ptrmdo pttvio
csaito
del cditoc. Su
infn«ión
a;rj
pmada por
l s ~
11.71) lS.446.
Índice
La col
ec
.ci6n ................................... ......................... . 9
La avaricia ...............................................................
71
Noras .......................... ............................................ . 105
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nlgl 1os años un alma inspirada me invitó a po1cr
l
ll
ejercicio
l1n
'psicoanálisis
de la
colección».
So11aba raro
. oído;
si
el propósiro
era
engrosar el diván, se habría espe·
r.tdo más bien tina fórmula ripo •psicoanálisis del colee·
l ionlsta11o. Pero no. Jg11oro
lo que
esra alma tenía
en
mente
pero
una
v
aligerado el
convite
de
su ambición
excesiva
de su aspecto un
tanto
•psicoanálisisaplicado• del qt1c me
considero t n vituperador profesional,
-al
fin de ct1ent3S este
programa que
hoce
resallar
el objero
de
mi preocupación,
el objeto, justa111cnte, me va como un guance. Saludo pues,
al espíricu sucil qr1e nte encronizó un d ía como psicoanalistn
de
perros de po r
ce
lana y
co
mo rera
peur
a
de gua
ntes,
gla·
sead
os
, pcrfumodos y ele esgrima.
1
N11n
cn recibí
co
leccio istas en n
i
diván -m e a
c
íic·
ron e c c i o s t ~ que vinieran a
con
st1l
tar
asfixia
dos por
Stas
co lecciones-. Esto bastaría para prevenirse: si
a lgllien se babea anre la idea de
qu
e Je obsequi
arán
aquí
apcrir
osos
fíleres
de
clínica
pa
ra asegura rse
de que
colec
cionar es neurosis obscsivn o perversión viciosa, tendrá que
quedarse en ayunas.
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12 Cérard
U a1cman
2
Sea
como fuere, I• elección esr,í hecho: más que vol-
verse hacia el
coleccionista
para
sondear
cr los recovecos
ele
s11 aln la -según
aql
1cl
rropismo psicológico
que se
orientaba
a los
un"lbríos fonclos
de las cajas cranea1tas-, i
nclin
arse sobre
la
cons
id
erar pri1ncro los objetos,
lo
que
ellos so
1
Y el s 1s1emo
de
los objetos
co
locados juntos. El movimiento
es •ccchar
lo
verdad
por
el lado
de
los objetos visibles
de la
colección, más
que
buscarla
en
los repliegues del cerebro del
coleccion1sra. Persiste
en mí
la angustia febril
de saber
si Jos
o_bietos inanimados tienen un alm:1; en
cnmbio,
estoy convcn·
cido
de
que la
de
los coleccionisras se extiende a más y mejor
en
s u ~ colecciones. Penetrar
los misterios
del alma hun"lana
exige
s:-tbcr,
sobre todo,
si
tiene uno bt1cna vista.
3 .
t>royccté1nonos intcrior1nentc
el
filin
La regla
del
¡ cgo
de
Jcan Renoir.
D•lio int
crprcra
un
personaje,
el marqués
de La
Chesnayc, coleccionista
de
objeros: caj
as
de 1núsic:a,
organillos. Veamos la escena
en
la que revela
su
tílrin10
descubrimiento a
un
público bastante numeroso:
una cajo de música
panicularmente
bella. En ese momento
dice Lacan,
el personaje
se
encuentra en
la
posición dei
pudor: está molesto, enrojece, se
disimula.
Des."lparcce. Lo
que
mostró, lo mostró. Pero ¿cómo comprender:
manifes·
rada nquí ni extremo
esta
pasión del
c o l e c c i o n i ~ t a por el
objeto? Es que
hay como un
surginlicrtto. Lo que el
st
ero
clelarn e11 su
pcrtt1r
bació1 I es un pun10
ele
sí 111ismo
de Jo
n1ás
í1ltin10
de
sí 1nismo. Lo
que
Ja
cnjn de 1núsica
Jlc\la
co1
-
s i g ~
es justamente, algo que él no
puede
revelar, 11i
siquiera
a s1 mismo: algo que está justo
al
borde del mayor
de
Jos
secretos. La colección, misteriosamente, revela.
4 Digámoslo de otra manera. La inquierud o
la
simple curiosidad instarán a prcgunrar: • ¿Qué quiere decir
La Col cerón 13
,,1,
\\.1c1n
ar? • . Pero la pregunta, que no toma precauciones,
rh,11 le> esencial: que la mayoría de las veces lo q\1C motiva
1
un t:olcccionista
es Ul I objeto
particu lar,
nunquc
pueda
11nl,io•rlo, este y no otro, objeto
ú11ico
aureolado por t n
, t1l
.\nto
propio, cxclt1s
iv
o que
lanza
a cualquie r
ot
ro obje·
111,
todos
los orros
objetos
a la brun1a
de
la indiferencia,
l.1 111dist1nción
y el ano11imato. Ahora bien, en cua11to se la
¡>l.1111ca,
roda pregunto referida a la conducra del coleccio
m,i.t desaloja el
objtro aureolado y
lo sumerge
en la
niebla
ti<·
r. indistinción, el
anonimato
r
la indiferencia. A quien se
111tcrese
por
la
colección ambicionando explicarse una con-
llut:ta, y a menos que se dé de bruces
con
cabezas cortadas
,,lineadas en los
estantes
o con vaya a
saber
qué otro objeto
n;is q11c curioso
o
en
exceso patológico,
le
será
en el fondo
<·c1uilatcral habérselas
co1
un
1naniático de l
os
l l o s flora·
les
o de los orii1a1cs.
Estudiar
clínican1enrc al
sujeto,
ie11·
s¡l,
es
ausculrar su interior. Por
esto,
e11
perfecta OJ>Osición
ll
coleccionista, el objeto será indiferente.
Sin cn"lbargo,
importa. Altamente.
Hasta
el
punto de poder
concebirse
una tipología
de
los colecciones
y
sobre esa base, una clí
nica diferencio) fundada en los objetos.
Divtrso porque
los
objetos
son diversos. En fin,
no ramo.
Clínica
dt
los
objetos, si se quiere.
En todos
los
casos, incluso en lo que atañe a los
colec·
cionistas, las c lasificaciones se
basa11 e1 I
el
objeto.
De
ah
í
esa especie de clínica barroca que va del filatelista
al manía-
co de
las cucharitas
de
plástico
en
forma
de
Victori'11
de
Samotracia, del
nu1nis1nárico
al
fanático de las
ctiqtietas
de
cajas de camcmbert soviéticas,
pasando por
el especialista
en
orinales blasonados del siglo XI o
por
el
entusiasta de
las copas
de champán de
cristal congolés.
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14
irard \Vajcn1an
A11tcs de sac;i1·
otras consect1cncias poclc
1no
s
hacer
notar
que, verdaderas o falsas, lo
curioso es
que esros temas de
colecciones
no
sorprender:in a n a d i e ~
y
que se ''º'' eve
ro
e
be trovnto
De
lo cu al concluyo que : a) todo objeto puede
vo lverse objeto de una colección,
y
b) que la colección se
funda en lo mols •singular•.
5 Se
ha
forjado una
raxonomía profusa
y
erudita
para inventariar la infinita variedad de coleccionistas, pero
si
se
dice de alguien «es
1
1n coleccio11
i
sta•. n secas, se sabrá
casi siempre que se traw a) de un hombre
y
b) de
un
aficio
nado al arte, de
un
hon1bre ilustrado. de una mujer, ni
de
un
adorador de las ronas
en
posta de almendros.
De es
te
ú lti1no.
adenlá.s.
si no se especifica
el objeto,
se
dirñ sola
mente que
es
•coleccionista•, una especie de enardecido no
forzosamente ill1s:trado.
Tiempo atrás se decía •un a111ate1lr• de
quic11
hoy se
dice
-:un
coleccionista•. También aquí,
si
se
quitn
el artí
cu lo J>nra
califico r
a alguien, dec il que es t4 f11ate tr . puede
ser un gentil cumplido, pero,
sobre
todo si quien se lo dice
es •un Ofnate11r• el cu1nplido no será cotn gentil. Habrá
existido también el
« C t r i o s o ~
q 11e con1 ponía
gab
inetes
de
curiosidades e1l las que
se
n1ostraba curioso, sobre todo,
de
saberes y rarezas.
Obsérvese que, en verdad, el térntino francés «af11atel1r»
no tiene femenino una mujer será •0111atriu• de
dios
y si se rrara
de
objetos, la palabra destacará sobre todo
stt a1natcuris1'10), y que el fen1
en
ino de •Curioso)•, o sea,
•curiosa•, vendrá precedido a menudo
de
•pequeña•,
para
dcnon1inar eventualmente a la que haya ce11ido la fastidiosa
idea
de
n1e tcr In Jlariz en las posesiones del
coleccionista.
Lo Coltcci6n
15
; ..
l l r1.:.
1
tamos,
por
supuesto, de In grave d e s i g u a l d a ~
de
, , ,, \¡tic
afecta a
la
palabra •colcccionist3•. pues
si
de
,, uicr d igo que es una tccoleccionista•, todo el
i n ~ 1 2 1 d o
.
01
,.
1
,JcrS que es una devoradora de
carne
humana, figura
, • .,
e
y temid3 que coltceiona hombres antes
que sex-
1
tntt•t.,,
•
Oc la atención a los objetos
que aquí
se
preconiza
.,.
Jir•l tal vez que,
en
el
fondo,
para el a n a l i ~ t a sólo se t_rata
ilt·
¡
tc i·prctar la colecci611.
El
s i c o a n a l r : t l t e r p r c t ~ r
, ,,1ecci6n como interpreta
un
sueño:
¿d110
usted · ~ 1 n : a l • ·
y asumo resuelto. Sah•o que, deplorable malentendido, se
ikscuido el hecho de que un objeto es algo muy f e r c n ~ e de
un sueño, el cual es un3 clase de texto adornado: c n c r 1 ~ t 3 -
1to un tejido de lengua de cuyo hitos se puede nrar, m1en·
ir:.1 s que el
objeto
es un h11cso irredttctiblc o, al n1enos, no
c11teramcntc
resoluble en la p31abra
o c11
su non1brc. No
nctáfora no metonimi:. t, 11 estructurado como un lengua·
1
c,
el o b j ~ r o Ui\O se lo enct1e11tra, tropieza
con
él, n veces
duramente. De f l se habla, él causa, ante rodo la charla
(mucho la
charla),
pero él mismo es no
hablador.•
Un
objeto es
un
ob¡eto.
7 · Frcud era cotcccionisto?
Le
confieso a Stefan
Zwcig haber hecho
enormes sacrificios para .su .colección
de cscntta illas antiguas,
griegas,
r011anas y cg1pc1as, Y que
en definitiva
había
leído más
obras de
arqueología que
de
psicología. ¿Era Freud por
esto
un coleccionista? Vuelvo
a plnnte3r la pregunta pese a no adver
tir
por .qué no se le
otorgaría
fácilmente esa o n d i c i ó ~ y a que, ev
1denccn1entc,
todo
el mundo dirá que sí, sin vacilar.
Aparte de
La.can, que
11unca
dice
nttda
como
todo el n1t1ndo y
que
dice que ''º·
Con razón
. Ui1a razón. A sus ojos,
como
lo
seña
l::\ Cl
au d
c
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8
Gárard
\Ylaj<: a
a descifrar, digan1os que Lacan, 1nás allá de la lectura, se
mosrrará
atento
a la piedra, a s11 gra110 al dibujo de las
letras
grabadas,
a la profundidad de la ta lla, buscará Ja
Í\1erza mordi
e11tc
del estilete, evaluará el peso del fragn1en·
ro mineral, le interesará de dónde ft1e sacado, pt·obará
su
dureza, el filo de sus ar istas, etcétera.
Atención a
la
presencia
de objeto
del objeto,
ba
jo el tex
to. Laca11 irá a
indagar
n1ás
allá del
significante, 1nás
a
ll
á
de
lo
que se d ice, más allá de lo que se puede incl
uso
decir,
ocupado en
«lo qttc llaman n objeto», n pedazo de real,
eso que
el leng11ajc
no puede
absorber o
trans111
i
tir entera·
n1entc, eso que
las pa l
abras ya 110
pueden decir.
En esre «Objeto», lo qt
1e Laca11
dcno1ninará un objero,
el
objeto, llamado
obieto a),
viene a concentra<Se
aque ll
o
que escapa de lo decible, aquello que, del mundo, excede
el poder de l lenguaje de ordenar el mundo, aquello que
palpita
por
debajo o estalla
por
encima de lo
que
es posible
decir, 111urmullo, sile11cio o aullido.
Aquí, ninguna
n1etafísica,
nada sobrenatura
l, ningún
1nás
allá;
exceso, más
bien. El objeto
corr10 encubri1niento
del exceso, e1tcubrin1iento de lo real. Hay
aquí
e11 Laca11
como
11n
secreto del objeto, de CLalquier objeto, ur1 secreto
siempre
terr
ible,
como si en
él viniera a cerrarse, in
aprehcn·
sible,
E/ n1isterio del i
11do
En esta
atención
de
Lacan
al
objeto hay
otra cosa
q\1e
u11a diferencia de doctrina
respecto
de Freud. Ha)
orra
cosa. Orra cosa que parece sostener esa
atenció11,
necesitar·
la
casi. Co1no si ese interés
por
la causa
de
l
objeto n1vicra
él
1nismo una causa,
profunda, poderosa,
un
objeto llacia el
a
Colcui6n
19
cual roclo parece tender de n1a11era incesante. Algo que esra
l>a
ento11ces
en
la atmósfera, sin
duda
. Co11 lo
q\1e
Lacan se
habrá enconcrado. lgo que
pondría
e11 tensió11 su discurso
sobre el ob j
eto
y le proporcionaría su meollo. El objeto que
sería la
verdad
del objeto.
La
colección pttede ser t111 can1i110 Ja
se11da
de objetos
que
conduce
a ese secreto del
objete.
La Causa del objeto.
10 Si
el
objeto
es un
objeto, causal pero no habla-
dor, la co11scct1encia brota, evide11te, in1ncdiata, definitiva:
1n ie11
tras qt1e
las
palabras y
las cosas suman
dos,
n1ientras
que
su n1areria
no está
hecha de nudos de discursos sino
de una madera diferente, distinta de l lenguaje, el objeto es
ininterpretable. l11céntese i11terpretar una palera para cor
rar tartas.
La
palera
para cortar
tartas
no
es inco11scie11re.
Una
pa
lera
para corta
r tareas
corra, no
habla,
en
princi·
pio. El objeto, aun de arre,
no
se interpreta.
No
todo e-s
inconsciente.
Se
replicará qttc
esto no habrá
derenido a los
psicoanalistas de a11raño, de hogaño o de otras parces q11c
aportaban de
bue11
grado sus pequeñas interpretaciones,
a\
1
de paletas
para
cortar
tarras.
Sí
pero
e11ronces hay
que
decir
o
q c esto es:
de
lirante, forzosamente de lirante.
No
forzosamente estúpido: delirante. Por supuesto, si se
rrara
de hacer llabl
ar
a una pa leta de cortar tartas, eso se nota e11
el acro. El problen1a es
que, at1nque s lo 11ote mc11os co11
frecue11cia
no
es
men<>s
delirante interpretar analíticamente
obras de arce. Es más discreto, i>unto (salvo
cuando
se lanza
uno a
interpretar pi11tura
abst
racta}.
11 Por eso, hoy,
para
11n psicoanalista advertido,
es
decir, Jaca11iano, que ro1npe con una larga rradició1l pos·
fret1di
ana
y
con
la creencia basranre infattlada de
que
nada
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20 Cérard
\ Vajc1nnn
Jluede ser njcno al
psicoan:ilisis,
una obra de arte, tomada
por su lado de objeto, no se
interpreta
. E incluso, al térmi·
no de una dcmosrración de la que ahorro
aquí
la ascensión
de los grados sucesivos, se podría llegar n In sorprendente
co11c
lu
si61a de
qt1e al
revés
<le la in1agcn del psicoanali
sta
aplicado ocup5ndose de una obra de arte, habría que acos·
tumbrarsc a otra, nueva, n1ás excitante
y
mucho más íruc
tiícra,
en la
que es al cuadro, al objeto -investido, a panir
de Lacan, de un poder de i111crprctación- al
que
vería1nos
esta vez <>et.J>arsc
del
psiconnnl
ista
parn
so1ncterlo a i11re
rrogatorio. Revancha del objeto, en cierto modo.
12
El
cuadro: un concentrado de psicoanálisis, ver-
dadero Bouillon Kub•2 de teorfa lacaniana. Sea como fuere
10
es
el
mon1cnto
para
exponer
l
os
beneficios de scn1cja111c
« a r t ~
a n á l
iay
que retc1cr sobre todo
q11c el psicoaná
lisis da mucha importancia al objeto. Hasta el punto de que
Uc.. ln habrá
visto
finalmente al psicoanalisra mismo
como
un pequeño objeto sentado en un sillón.
Al
mando.
¿
lay
una dirección en la cura?
Sí
Un o b j ~ El objeto
al
poder.
(En el Bazar del Psicoan:ílisis habrá que eleg ir entre cuatro
n1odelos
básicos: pecho, n1icr<la 1nirada o voz;
la
banda
de
los cuatro objetos
a),
objetos primeros que
el
psicoanalist•
encarna, pero de mentira, evidcnremcnte.
13 íEI po·der al ob·jcro El objeto
ni
mondo. Tal vez
se j11zgará esto
excesivo o Jgera1nente
c l e l i r ~ \ 1 1 t e Atribuir
un poder real n los objetos es superstición, sólo la magia
puede pensar oigo así. De todos modos, imoginar que uno
puede ser llevado, guiado, conducido por un objero que nos
está sometido por definició11 que uriliza111os a discreción,
n vo l11nrnd, es nlgo que no se puede ad1nitir
11i
pensnr.
El
objeto est:í fuern del pensamiento, es lo fuern·de·aquí•J del
a Colecci u 21
llCnsamic11to.
Un
objeto no es más que
tan objeto.
No ;c.
ne sino que quedarse donde está.
No
hay sino que dejorlo
donde e s t ~
Co
n
1
o
si
pu diér
a
rn
os
i1naginar
que
n<>SOtros
n1isn1os
pasásemos a ser los objetos del objeto, los siervos de nues-
tros instrurnentos,
los
manipulados por nuestras hcrr:i
mient3S, los juguetes
de
aquello con lo que
jugam_os
Amos
de los objetos sometLdos al Objero Amo. E ~ r r ~ n o pensa·
1
ie
11
ro. 1>ero de sueño. Nada 1nás que 11na f1cc1ó11 ~ a l a
Visión
absurda
¡no
va uno a dejarse jorobar por ob¡ctos
lnquiet•nte. Que vira al libreto de pesadilla por poco que
se lo empuje
\1n
poco, sl imagina \1no
~ s t o
en f o ~ de una
revuelta de los objetos que, de sometidos y pasivos como
dcbc11 serlo rodos los buenos objetos, se volvcría1 I ~ u e
recalcitra1ltcs, hasta rebe
l
arse y
volverse contra
s11
i1111co
amo
y
poseedor, el Hombre.
Con
Jo
cuol hacer algunos films de género: La
i11vasró11
de las c11chnritas o
/ a 11oche
de la lic11adoro
Esos
films existen. Ya en
1957,
en
The fllcrediblc
Shri11·
king i
1011
[El increíble hombre
me11g11a11te ,
Jack Arnold
había puesto en escena cs.. l situación
fa11r.
ástica en la que
los objetos domésticos se separan del hombre, e ~ e a p a n de
él
y,
desclc
ahora
i
ndispo11ibles
tienden a convertirse CJ\
tn I
peligro que no para de crecer. Pero
e s 1 ~
se ~ s c n t a b a
en
forma pasiva, por el solo
juego
de una 1nvers1on de
tama
ños de una desproporción
extrema
entre
un hombre
vuelto
accide
11
ral1nentc
mi11úscu1o y los objetos
1nás
cotidia11os,
de
modo q
ue
una silla pasaba a ser el Himalaya y la cnídn de
un alfiler adquiría la proporción de la Torre Eiffcl e s n ~ o r o ·
nándose. Lt.1ego, el cinc
avanzó
más.
Se
pasó de lo pasivo a
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 11/56
lo activo. Tras la vuelta de campana del ordenador recalci-
rrante de
2 1: la Odisea del cs Jacio
de Kubrick,
de
J968
rebelde a la
n 1 era
ele Bartleby, «Prc ferirín
11
hacerlo», In
n16.quinn de pensar para los 01ros que se pone a pensar por
y para sí misma, cuasi conciencia que escap.a a todo control,
o caso, se llegó al fregadero antropófago a la máquina de
lavar nsesina psicópata y al ascensor serial
k11
cr. Abando-
nando
el
c
erre110
de las
máquit1ns
..:
inteligentes», hablan tes
(doradas de una voz,
y
de un •Ojo• ), que volvía pens.ible
una relativa identificación del objeto con el sujeto humano,
el cinc de miedo pasó al a t
aque
de objetos perfectamente
esrúp i
dos
, n1ás violentos au11 po r
ser
mudos. Donde frente
a una pla ncha agresiva, uno se di
ce
de prottto que los objc·
tos domést
icos eran ral vez sólo objetos domesricados que
en todo momento pueden
retornar
al estado salvaje, sin
raió11 11i signo anunciador alguno. Us ted s11bc al ascensor,
su nsce1sor, coca el botón del º y
e1
l C
1
anto se cier ra In
puerta auto1nática el :lSCensor se arroja sobre usted.
Trat3ndosc de objetos, todo esto se. realiza, por supues-
to en
ausencia
to
tnl de s
ub
jetividad, es decir, s i1l la n1cnor
n lotivnció11
y si
n
hun1
or. ¿Melancolía del cep illo de d ien
res?
o cual, agregándose a la sorpresa del espectador que se
pone de repente a mirar su propia rostador:i con
un
ojo
diferente, evita al guionista que cuenta la historia del rabu·
rete
cs
rrang\1lador el planrearsc a cada i11stn1lte los delica·
dos problemas de credibilidad psicológica o imagina r su
infancia desdichada
en un barrio
desfavorecido de Chica-
go. El taburete no es neurótico. Vuelve usted a casa
por
la
noche, dtseoso de u11 buen t rago tras u1
1n
durn jornada de
t
ra b
ajo toca el botón Power• de su licuadora, y he aq uí
que e
ll
a le salta a
In
cara a los gritos. Punto.
UJ
Colecci6n
23
Usted se ha vuelto Ja presa, la victima del objero.
14
¿y
si I: licuadortl t1dq\1i ricra los rasgos de tina
:l<,
lo·
lesccnte llamada Lolita ? La sustitución del
robot
d
omés11co
por Suc Lyon ·es una sustitución abrupta, absurda, barro-
ca?
No
hay detenerse en las
p a r i e n c i ~ s T ~ a s l a d a d a
del
ob jeto industrial a una adolescente, la has tona se volverá
solamente
r l
lás
novelesca,
1n
ós
familiar,
si
no
nlás
aceptabl
e
en
todo
caso menos terrorífica, aunque la de
N a b o k ~ v
sea
bastante perturbadora. Sin embargo , en verdad,_
por
ciertos
aspectos, en uno y
otro
caso .se trata de lo mismo: de la
conquista del
Power
por el ob1eto.
Una licuadora
llamada
Lolita.
Tenemos, adcnlás, la
sc1lsación
de que el lad?. sulfúreo,
escandaloso de In reside 1nenos en In relac1on «pcdo-
fílica• de
Hu
mbcrt Humbcrr con una chica de t
rece
años,
como
en el indigno
uastrucque
de una r ~ ; l c i ó n amorosa
Ja que
el
hombre adulto, 1113duro
e x p c n m e n r a d ~ Y reílel<•·
vo,
un
intclec rlaal, se ve so1net ido
po
r
un
1net ro.c 1cl1enta Y
cinco de carne palpitante y malhumoC3da, al es rnd_o
de objeto
por
el objeto mismo de su dcsco.
--aqu1
mas
visiblemenre objeto cuanro que se trata cas1 de una
n1na-.
Y
cuando digo objeto,
ni
siquiera es por
i n l a g c ~
o
met5-fora;
cuando se l
ee
la 1ovela, hay visi611 de \lll ob1eto co1lcr
cto
que surge, un objeto e:i rcunscripto qu.e
es
posible n
on1brnr;
no
Lolita ni siqu1eC3
el
cuerpo de Lohta,
no
su cuerpo ente-
ro:
s a m p l ~ m e n t c , l
acechante vello fúlgido de su antebrazo.
J
lu
nlbert H l11nbcrr, un hon1bre sometido a un pelo.
De
modo que lo
afectado
sería,
en
efecto, no tanto
el
sc.n-
tido moral como nuestro sentimiento narcisista de potencia,
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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24
irarJ
\Vajcntan
que postula -pese • los abandonos y las debilidades que nos
perdonamos tanto m.ás gustosos
c-uanto
que p ~ r c n d c m o s
creerlos .siempre accidentales y efímeros- que el sujcro es
fundamentalmente amo de sí y del Universo.
Por
rnás que a veces nos
di
gamos: •El
3mor qt1é
desor
den,.,
y
nos fascinen literariamen
te
esos instantes
en
que
l ;o-_Que-Piensa pierde la cabeza
por
un cuerpo nadie
esta dispuesto a pensar hasta el fin la profu nd:i
potencia
de desorden del deseo
su
incivilidad radical su decidido
carcnci:.t de buc11as n1a11cras y de atención a las convc11cio-
nes, el prestigio y Ja autoridad de la conciencia pc11snnte.
No
podemos decidirnos a dio aunque salte a la vista el
~ e c h o de
que,
en
an1or
el sujeto tiene
Ja menrc
s i t i a d ~
c:au
nva
y
que desde
el
comienzo ha abdicado de todo poder
onte
el
objeto. Hasta su elección.
Ya en su elección. Cuando se escucha al psicoanalista
hablor
de
•elección de objeto - hay que entender •elección
del o b j c ~ o • con un
."de•
s u ~ j c t i v o
n1ea11: que el que elige
es el
objeto. ¿F.stup1dez vertical? Pues
no.
lntr:irnble inso
portable verdod. Que en amor el hombre es siempre elegí·
do por la mujer codiciada. No hay más que mirar y mirarse.
Cosa difícil viejo. Tan difícil que no cesarnos de
contar
historia
s,
parn
cree
rnos
ct1e11ros y
que para Ja lireratura
esto es una íucntc
ql c
no se agota 11unca: e estilo poético,
o de ga
lanteo
traba1oso o con10 se
quiera,
10
cesaren1os
de contar de n i y tre
s
1nnncras
la misma escena
en
la que
un caballero seduce a
u11a
dama. Veni vidi vici. Divisa
del
enamorodo decidido
y vo
luntario.
Pobre.cosa: Deja
de
pavonearte
y de
inflar
el
buche por·
que la h1stor1a verdadera es que, incluso antes de haber
La Colección 25
levantado tu párp•do
y
:ogitado rus alas la gallina ya te ha
desplumado.
Tal
<s
J
trama verídica de
la
novela.
15 Para todos por doquier todo el tiempo
el
Amo
es
el
Sujeto
el
Sujeto
A
D.S.C. Amo-De-Sí-C
omo ••
Salvo
que en
el
amor los plenos poderes son para
el
Objeco.
16
Se dirá que co n todo hay objeto y objeto. Obje-
tos conoce1nos
en
cantidad. Seguro.
Pero
bajo el
1nnr
de
objetos plurales hay una común medida suerte de Objeto·
patrón que señala y rige para cada cual
todo
lo diverso.
Vale
decir que quiérase o no también
el
alegre habilido
so doméstico es un poco elegido por la nueva perforadora
Black Dccker y que todas las sierras eléctricas se llaman
1.olita.
Por
eso, a
pesar de
sus cxrcriorcs
provoc:arivos y
a con·
tramano del
discurso
corriente
-el ca11tus plan11 s de
los
ple·
nos poderes del Hombre nos preguntamos qué impedirá •
esta estrofa sobre
el b¡ect
Po111t r recibir
l
acelerado con
sentimiento
del c n p i t ~ l i s r r 1
moderno,
segura
mente más
ql1e
contento de hallar tina doctrina para adornar ese inmenso
escapara te
que es
el mu1l:do
en
el
que
se
nos invita
s
in res
piro a babe:trnos
ante
lllta abu
ndancia exponencial
de
obje
tos todos el
los
coda
vez m:ís
deseables unos que otros y
que transforman co
mo
si nada a cualquier sujeto A.D.S.C.
en
consu1nidor frenético.
E
este
n1undo
el objeto está
en
el
candelero. Y nos lo hace pngar caro.
Marx luminosamente hablaba del
fe
tichismo de lamer·
cancía.
¿Habría venido Freud a dar
raz.ón
clínica
al
ferichis·
ta suministrando a los
mercaderes
la reoría que los guía
y
justifica?
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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G érard \Y ajc111an
17 Esto no funciona así.
Para el
psicoanálisis el
objeto está desligado de la mercancía, es el objeto sin,
bajo la
Jnerc:incín qt1e se
intcrca 1nbia
se co1n pra y se
v c r 1 ~
de; es el Objeto singular, en singular, que corre bajo los
objetos plurales; es
el
Único
Objeto
que moviliza el gran
tropel
de
todos los objetos del mundo, el Objeto que
da
su valor a cualquier objeto más allá de sus valores d
Objeto que centellea bajo l
os
objetos y que
fa
lta en todos
los objetos-.
En el
gran quiosco
de
l
os
objetos
de
nuestros
placeres, es
el
Objeto sobre el que no pondremos mano ,
que no se puede poseer, del que no se gozad.
El
único que
vale.
El Objeto de los Altos Regocijos, la Promesa del Gran
Goce.
18 Lo que llamamos colección gira alrededor de eso.
Muestra eso. Cualquier colección de objetos plurales, sea
cual fuere, muestra especialmente que existe el Objeto
Sin·
gle La
colección visible de objeros. diversos es una forma
que
vuelve
' v i ~ i b l e • el
Objeto
ún
ico que
no
se ve
que ni
siqtaicra
está :illí. Que falta .
La
colección encierra la esencia
del Objero: que
él
falta
pero
hay
un
montón de maneras de
faltar-. a colección es movilizada
por
el Juego del Objero,
donde lo jugado es l sujeto.
La colección desnuda el Objeto - Ún ico Objeto y Auscn·
te de Cualquier Manojo-. Todo eso.
19 Entonces, ¿qué es una colección? Descripción
suc inra:
a) Un montón de objetos.
No
hay colección de un solo objeto. ¿Por qué? ¿Por qué
t•cne que haber v:trios?
Si
sólo tu,riéscmos un solo objeto en
una colecció11,
¿c6n10
la
lln111aríamos?
b Un congreso de objetos que van juntos.
l d ~ n t i c o s
cliversos n
la
vez abierta o secrcta1ncnte
cst:ín ligados; uno con otro y todos juntos de una manera
o de otra
form:in
conjunto. De lo contr:trio, diríamos
que
se
trata
de
un C\Ín1u1o,
de
u a p i l ~
de
un fárrago,
de
t1
revoltijo, de
un
pastiche, de un batiburrillo o un ¡;uisado,
de
una maraña de un e11rcdo un
embrollo no
de
na
colección.
e Una reunión de objetos organizada. EJ consecuencia
por alguien.
La
noción de
colección supone
un •alguien• que In cor1-
cibe y excluye cualquier composición c.spontánea o azaro
sa. La mayoría de las: veces este
conju11to
organizado que
llaman colección colgará
de
un simple nombre escrito en
un
cartel.
O de un n 1 0
- lo
cual
dcsperrará
el nfán de
saber quién se oculta bajo la fórmula: •Colección priva
da• .
Fárrago, revol tijo o mczcolanz.a ap3rente
un
simple
nombre de propietario basta para poner en esto un poco de
orden visible u oculto. Sic111pre supuesto. En sh1tcsis sea
verdad o
no
en la realidad, toda mención de colección hace
surgir la ficción necesaria de que siempre hay alguien derrás
a quien se le llamará •el coleccionista•.
Un3
íunc16n,
una
Íicción presidiendo una forma. Digamos: no hay colección
sin
coleccionista.
Entendámonos: a contrapelo de lo que se murmura,
el
colccc-ionista
es
un cefcctOit
de
la colección y no
al revés.
20 Entonces ¿qué es el coleccionista? P
ara
el que
rnira, es el sujeto
Q\ e
se
le
supone a e.se conjunto de objetos
que
llamamos •colección•. Esta ficción
esra
suposición
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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28
sea
o
no
explícita, es forzosa. Si l1ay
co
lecci
ón,
entonces
hay co leccionista. En sun1a, roda colecció11
es,
por defini
ción, privada.
Con10
contrapartida, un fe
l
iz i1 ltcrca111bio dialéctico
hace que la tinidad de ese cor1ju
r lt
Oque lla1nan «colección»
esté
dada
jt1stan1cntc
por
la st1posición de ese sujeto,
tanto
1nás
supuesto
cuanto
QlLC
no
se
sabe
nada de
él
. A
n1enudo,
riada n1ás
que
stt non1bre, y lo
que
la colecció1t n1is1na
pue·
de b ri11dar
en tina
primera mirada, lo cual puede ser 111ucl10
en
lo que
atañe
a
la
verdad, pero que es n uy
poco
desde
el
punto de vista
P t to
de
vista
e i áge es del m11ndo
Entonces, desde
lt1cgo,
según qt1e
la
colecció11 sea de relojes
del siglo XVII francés o de papas bintjc, S se le su
pondrá
al co leccionista esro o aquello, un gusro n1aravilloso o no,
co1toci1nienros especial izados o no, ttn pequeño castillo e1l
la Provenza o una casucha
en
la Meseta de Mi llevaches,•6
y
otras
cosas más
de
este tipo agrego que, p
or
experien
cia , descubrir la cara auténtica del coleccionista y el lt1gar
real, habitual de
una
colección privacja que llegado el
caso
hemos podido
ver
expuesta en un
n1useo
es
una
fuente
ina¡;orable de
asombro).
Tenga o
no
in1aginaci >n,d igamos que el espectador infl
a
rá por sí solo y con toda natt1ralidad la ficción del coleecio·
nista, al n1e11os en
cuanto
a la seguridad de S\1 existencia.
Ficció11 ob
ligada,
porque,
si
no
hay coleccionisra, ento11ces
no
hay colecci
ón.
21 El colcccionisra es e l nombre de ese
punto
-exte-
rior, invisible, ausente, supuesto,
etc.-,
qt1e a
todas
luces
habrá
consrituido reahnente, materialmente la colección,
pero
qt1e efectúa la n1isteriosa operación de elevar
lo
que
a
Coleeeión 29
11
es más que
una
reunión de objetos,
un
si1nple
montón,
a un conjunto
ll
amado «co
lecció11
». De 1nodo
qu e
, ante
ese «1no11tón», se hablará c11ronces de la colección de Fula-
110,
de Mengano y de Zt1ta110. En úlrima instancia, u11
solo
1101nbre pttede ser suficie11te.
Así pt1es, el coloccio11isra es el st1jeto qt1e se le stipone a
l::t
colección co1no
co11jt111to,
es dec i
r,
como
forn1a medita
da, organizada, pensada.
22 Los términos
pt1eden
Í1lve
rtirsc,
y
decirse con
similar grado de verdad qu e el coleccionista es
el
sujeto
supuesto por la o l i ó r ~ co1no conjunto, 1neditado, orga-
11
izado, pensado -un
su
jeto al que se stipone meditador,
o rganizador, pensante, no ttn
tronco.
La utilidad de esta observación está en que si alguie11,
u11 espíritu ciertamente
afilado, da por azar en la
11aturale·
za, al fondo de una gruta, C01 \ un agrupan1iento suficien
temente il
óg
ico y heteróclito con10
para
no ser, a prin1era
vista, absolutame11te
azaroso y
hasta ma11 ifiestalne11te deli
berado, compuesto por l1na gra11
co11clla espiralada
de un
molusco fósi l
de
la
era
sc<:undaria,
de un polípero
ovi
ll
ado
de la
misma
época
y de
bloques de pirita de hierro
de
for
ma caprichosa,
co11cluirá
no só
lo en la presencia y
t odits
opera
di de un Sujeto, de un 1>e11san1iento, sitlO incluso,
habida
cuenta
de las virtudes plásticas, visibles, de simetría
conlpleja o
de ra
reza
de
estos objetos,
en
un Pensamicr1ro
esrético altamente elaborado de este Sujeto que siempre
pueden ser varios) .
Cu a
ndo se
trata
del Hombre de Nean
derthal,
que
vivió hace 50.000 años,
la
cosa no deja de ser
notable.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 15/56
O Glrard \Va1cman
André
Lcroi-Gourhan:
•En
Arcy·sur·Cure
1
depar1a
menro de Yonne
descubrí
una
~ r í e de curiosos
objc1os
•cumulados por los
habiranres de la
gruta
de l; Hycne
d u r ~ n c s u ~ desplazamientos [Si
tan1borts i 1ro111petas
aq
se s1t11a la «supos1ci611 del S11jeto• _,,,, S11jcto dc110·
r ado
•l1abita11tes de la gr1,ta de la HyCne• e
el
acto
reco11str11ido
de la
recogida
de
objetos q11e
tra11sfor111a
,,,;
n1 11t611
de cosas
11at11rales
e
tin •serie
tic objetos
ci
i ri
o·
SOS• aci _ic to de fa co fecció11. N.D.L.R.
l
So11 un:t grail
concha
espiralnda de
un molusco fósil
de
la
era secun
d a r i ~ ' . ' '
p o l í ~ c r o ovillado de la misma época, bloques
de pir11n
de
hierro
de forma caprichosa. No
On desde
ningún punto de vista obras de
arre, pero
el hecho
de
que
las for1nas de scrncjanres producciones naturales hayan
llamad.o la atención de nuestros predecesores zoológicos
ya
es s1gr10 de una relación con Jo cstérico.
La
cosa es n1ás
~ l a m a t i ' aun por c;uanto no se
percibe
después
ninguna
n ~ e r r u p c 6 n ; hasta el magdaleniense, los ar1istas siguen
brindando
la
mezcolanza de
su museo al
aire libre:
blo
ques de
pirita,
conchas fósiles,
c r ~ s t a l e s de CU31 7.0
o de
galena•: Prél1istoire
de
/•art Occide11tal, París, Mazer1od,
1965, pag. 35.j
Exrr:i
ño razonamiento, pero
verdadero: la colccci611
de
objc10-110-dc-arre
como pr
imera manifestación de Arre.
Acto
c s t ~ t i c o de
l
Hombre anterio
r
al Homo
Sa¡¡ic11s.
De
la
c o l e c c i ó 1 ~
de objcros narurales con1puesta por una gran
concha. esp1ra la.da, un m o l u s c ~ fósil de In era sccu11daria,
~ ' . p o l o p e ~ o ovillado de
la misma
época y de
bloques
de
pon
ta de
hierro
de
forma caprichosa, André Leroi-Gourhan
puede concluir en la presencia de un Artista, no
verdader3·
mente Hombre.
La Cofecáón J l
Y de la presencia de un Artis1a, no \·erdaderamentc Hom·
t re, puede concluirse que
esa
reunión
de
objetos naturales
e una colección
de
Arte.
23 Loc.alizada en el seno de la cultura mustcriensc,
nos veremos i
stados
sin
duda a suponerle
una función
m:ígica a tal colección de objetos naturales.
Sin c1nbargo,
co
nsidci:ada al
111argcn de
sus usos
y
Sen·
1idos posibles, lo
que
supondre
mos
y q ue event
ualm
ente
cxperimc11tare1nos ante cualquier colecci6n es que, a través
clcl coleccionista, Jo
que funda,
une y sostiene Ja colección
al
margen
de
todo, es un ansia, aquella
que
habrá simple
mente suscirado el
gcsio
de amontonar en el suelo ese blo
que de pirira de hierro de forma caprichosa:
un
deseo.
Por la razón
que
fuere, la colección no es sólo algo
n1editado, org3nizado, pensado: ante iodo, es apetecida.
F.n
medio
de
la colección, o
circulando
corre todos los obje-
1os de
la colección, cemento sutil, está el deseo del
sujeto
supuesto qt1e llaman coleccionism.
Es10 es más patente aun cua11do, hacia el final, la colee·
ción
pasa
a ser un acto libre, c
arente
de motivo
1n:í.gico,
religioso ti otro (lo que no excluye, empero, que ese acto
libre
de
la colección
esté
infiltrado sin saberlo
de
pensa-
111iento mágicof religioso
t
otro .
Una
vez puestas provisio11aln1cnte en suspenso las colee·
cio11es
de desti110 mágico,excluyamos también mentalmente
tic nuestros comentarios: las colece:iones en las que el
obje·
ro
no
figura
como
objeto
sino
con10 mercancía, C\ Cntual
inversión finotnciera que se negocia, supone un
mercado,
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 16/56
32
irartl
\Vaj man
ere. Seguramente, hoy el destino mercantil del objeto no
puede ser enteramente desligado de la colección, pero no es
este el aspecto del que queremos ocuparnos aquí.
Así pues, si hacernos todo eso a un lado y nos limita·
nlOS la colección co1110 tal, diremos que, como tal, es una
creación del deseo. Nada impulsa hacia ella como no sea
un
ansia
n1ás
por supuesto,
la
volt1ntad
de ta l ansia.
sin la
cual rodo deseo s quedaría en
el
l
im
bo. De modo que roda
colecc 6n,
en
st
princip io es
t1n
acro deliberado y libre de
pura hberrad, de puro deseo.
Es
decir, realizado bajo la coacción, bajo la féruln rirá
nic• del objeto.
Nada menos libre que un coleccionista, se lo percibe a
simple visra.
24 En verdad, no se habrá necesitado del psicoana-
lista parJ.
anocic-iarse
de que una colección está
formada
por
objetos. Y aunque el pensamienro del deseo como fun
damenro y alma de una colección '3 algo ya un poquito
más
sutil,
para qtae tal
pensamiento germine tampoco pare·
indispensable la presencia de s a11alista.
En
cambio, su
pizca de sal realza
el
plaro cuando él agrega: no hay deseo
sin objeto.
De
esto
él
sabe. Con lo cual vue lven las leyes de
la causalidad: no hay deseo sin causa.
Que l1aya
u11a
causa 1nateriaJen el
deseo,
ta l es su visi6n
niaterialisto de las cosas aun
si
para él, que hace profe
sión del blablá, la materia puede mostrarse bastante sutil).
1 •sta
el
punto de hallarse condicionado p•ra pensar que,
donde hay objeto, hay deseo. Hasra el punto de que en
cuanto O) C tintinear, en medio de un mar de
l b r ~
una
punrita de objeto, de inmcdiotto se lo verá parar
Ja
orcj3.
Evidentemente, a la fuerza, se ha hecho una idea
un
tanto
sofisricadn
de
lo que es un objeto.
Por eso, como el
k t
mínimo
de
una colecc-ión es: objetos
t n
deseo
tene1nos In sensación de que, excitados hasra.
tal punto nuestros oídos
por
el
tintineo
y
hasra
por
el
reso
nante
ca.
1np:lr1eo de In colección, se ali1ncntó C1 nosotros la
convicció11 ee que
ell:i
puede escl
arecer
nos
un
poco sobre el
O.D.D., el objeto de l deseo.
25 Esta
ern
adc1n:ís la
i1ttuición
de Sin1one Weil
-no
esta, la otra- que imagi1laba: si supiéramos lo que el Avaro
encierra en su cofre, .sabríamos mucho sobre el deseo. Lo
cual supone tener al Av:lrO por
un
coleccionista. ¿Y por
qué no? d• fe de una cosa fundamental: que este sujeto
no puede siru•rse en el deseo sin perder lo
mis
csen< ial de
su vida.
e
su objeto no sabemos nada, salvo que est;í fue
ra del
circuito de la
vidn
sustraído y conservado corno
la
sombrn de nada. Según la fórmula: quien quiere conservar
su vida, l:t pierde.
Evide11re1nentc
el Avaro
11
conviel lC como figura pro·
mocional para la Sociedad de Am igos de la Colección.
26
El
deseo tendría en sr mismo algo
de
col
ecc
ionis-
ta. Y de avaro. P
ero
también,
por
la insatisfacción que lo
sostiene, es al n1isn10 ti
c1npo
movimiento, él
po11e
sin cesar
en movimiento, hacia otra cosa, para otra cosa, en pos
del
objeto que
por
fin lo colmaría.
El
deseo es siempre deseo
de otra cosa. Aquí está
el
l•do hurón veloz del 0.D.D. que
quiere, por paradoja y para nuestra desdicha, que
el
objero
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http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 17/56
n1ás
in1porta
nt
c
cscé todo el cie111po e11 ocra pa rte ,
más
lejos,
qt1c
sea
sicn1
1
>rc
el qt1
e falta.
Es-cose corna paccnce en la colecci611 al testimoniar que
más allá de las
S3t isfacciones ruidosas
o discrt-c:.ls
que
puede
procurar. el destino de una colección es permanecer
incom·
pleca,
y
la esencia del coleccionista quedar insatisfecho. Lo
cual podría
ser considerado como
la versi
ón
histérica
de
la
colección.
Colccci6n privada. Finalmente, la co lección está siempre
pr
ivada
de un
obiero
de al·n1erlos un
objeto,
que
falta.
27 Se
pre ..nta
así el deseo como
aquello
que
jan:ás
será satisfecho ¡>Or nm_guíiJ>hjcto. l .ste
es
el núcleo mismo
def
Objeto. osomo
en
la colección, aI
confrontar con
una
noc
ión del Objeto tal
que
ninguno de los
objetos
satisfa·
rá 11unca por entero el deseo del colccc io11 ista. El Ol)jero
es
aquí
residuo. Un resro. El objeto que todos los objetos
dejan colgado.
28
El coleccíomsta csrá
ob esíonado con su
colee·
ción.
De ahí
scguramtnre que muchas
veces
se
haya
iS
tO Ja
co lección como
una
propiedod de la neurosis obsesiva. En
su afá11 de conrrolarlo todo,el obsesivo aparece
como
el cipo
se
ntado
sol>re
i:
I tesoro de su goce. Por cnci
111a
de
todo,
n<>
perder nada o ganar
todo
sin perder nada. Su lemo pod ría
hacer de él un modelo de coleccionista. Pero un modelo
limitado a cierta
clase de colecciones, mis bien
tristes,
tipo
estampillas o moned3s. Que tienen,
es
notable además
de
su facera gra11 rcgisrro en el que todo se t i b i ~ a se c l a s i f i c ~
se inscribe un
punro
común. ¿El
pu
rito comun a la filatelia
y la
n L t m i s ~ d l i c a ,
colecc iones carai, a los obsesivos?
Que
los
a Colcct 6n
lS
objetos p
or1a
t1n
valor
J1unlé
ri
co¡
entonces, inhu1narlos e
grandes
c
la
sificaclores
l1ará
c¡t1
e
este va lor au111cntc.
Ahora,
¿qué hac
emos con
el íetichista •obsesionado•
por los medias
de
nylon
y
los tacos aguja? Y el paranoico
¿no tiene
derecho
a obsesionarse
con
las armas y a n1ontar
una colcccí6n de fusiles de percusión? Puesto que lo dis·
posició
1
a
la
histeria
y
su
ins:itisíacción
generativa
deter·
n1i11arí::in
tina excelente
disposición
a la co
lecció11
.. . liay
que rendi rse
decididamente
a la idea de
que
la co lección
es una práctica rransclínica
y de
qttc
coleccio sta
no es
u11
diagnóstico.
29 De ohí lo necesidad de volverse hacia el objeto,
110
sólo con10
•objeto• de
la colección,
sino ta1nb1én co1no
n1otor
y
\terdad. Lo cierlo es que, c11 es
te
aspecto, por n1fís
que colcccio11ista 110 sea
t1n
cli::ign6stico, a veces os
vicnc11
ganas de privilegiar
t111a
entidacl cl
h1i
ca como an1ign ele la
colccclón. P
or
ejemplo, asociar e
nt
re sí el fetichismo
y
la
colección,
tan
bien
paroccrl
conson:ar juntos.
Es
verdad
que como la
colección puede
ser
el
Bouíllon
Kub moderno de un saber sobre el objero, para el psicoa-
11álisis írcudiano e1
feri.cl'lis1no
l1abrá
sido cierta1 11c11rc
el
sc Jibolcr de su sa ber
sobre
el objeto del deseo. Porque el
fetichisrn
exh
ibe dos cosas esenciales: a) que el objeto es l
condición absolura del deseo y b) que csre deseo pende de
lo que
el
objeto tiene de
más
singular. El deseo del fetichista
requiere un
objeto
- una n1edia,
una bombachita
una tren·
za lo que se nos ocurra; no obstante ofrecer una
bomba·
cha de seda a un fetichista del 1apato es de mal gusro-. Lo
111isn\o,
ofrecer una
etiqueta
de can)e1nbcrt soviético a
un
e c c i o n de copas de cllan1pán ele cristal
c o n g o l é ~
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 18/56
36
triJrd
ojcman
El objcro singular como caus. y condición del deseo. El
colcccio1lista coincide
aquí
con el íccicl11sta.
30 Con el fet iche, la dimc1>i6n visua l del
objeto
enrrn a csccnn,
e1l el proscenio.
Por
un l•do, no
deja
de ser
curioso el fetiche que Freud
va a erigir
como
objero de referencia
en
su artículo de
1927,
·El fcrichismo•; es rodavía mu) infrccuenre en las góodolas
de los grandes riendas: sea un •brillo• o uno •mirada sobre
la
nori••
que
un
joven había elegido como condición abso
lura de su
deseo.
Por
otro lado, Freud construye el objcro fetiche,
en
gene·
r
al,
n 1>art
ir ele
lllla especie
de
t r:1vclling cinc111:.ttográfico
en
conrrapic:ldo
sobre el cuerpo de unn
1nujcr:
• Entonces, el
pie o el
zapato --0 una parte
de
ellos-
deben su preferen
ci:i co1no fetiches a la circunsr:incia de que
la.
curiosid:id
dtl varoncito fisgoneó los gcnit:ilc) íc1ncni1los desde abajo,
desde las piernas,.:
léase
rodo el
p..1s.1jc
en
•EJ
fetichismo•,
así
como
hay
que
leer las notas 21 y
22
de
Tres ensayos de
teoría stx11al
referidos al fetiche
y
a lo panorámico.
Al ser dado e-se objeto, el
fcfichc,
conlo sustituto,
con10
sucedñneo de
otra
cosa, aquello que
lo
hace particularmen·
te atractivo es
ser
el sustit
u
to no ele
:.ligo <1uc
hay -<l
iga1t1os,
el pene- , sino de una cosa que no hny -diríamos: el pene
(en1cni1lo-. La castración, co1no In lla1nn11, para ser sinré·
ticos. lll
objeto
sustituro de
la fol
· Más vale
avis.1r enSt:gu1
a a co ecc1onisra
ferich1s1a
no sólo
de
que
folrar:I siempre un objeto en la serie de codos sus objetos
dilectos, sino
de
que además t ambién le
seri
difícil encon
fr:ir en
un
ncgoc-io ese
objero
Ql•e
ínlr:i.
La Co ec<idn 37
31 Aparre de que, fuera
de
las colecciones
Je
l:\pi
cc>
.1í1lados, los objeros
vnlc11 c11
sí
mismos y
u110
por uno,
y
tic que,
como
succ<lc
con
las
obras de
arre, c:id:i tino puede
tt·11cr
su propio ::it1ror, In co lección de estos
objetos
nilndc
un elemento
que
encnrccc el valor propio de ca<ln
objcro:
..i deseo del coleccionista
como
•auror• de la colección.
I
·,
decir, ese sujeto supuesto cuyo deseo co11stituye el pun
lcl
exterior que da su existencia
y
coherencia al conjunto.
i I punto de lo •más intimo de
sí
mismo•, un
X
que
el
:<-omcrral de roda colccc1ón
y
del
que
cada ob¡ero que la
'<>n1ponc parece misterio\amentecargado
como
un acun1u·
l.1Jor.
32 Colección cpiftl nica. En el fondo, la escena a la
que
asistin1os
con
D:i lio c
el fihn
<le Renoir es
la
ohsccni·
d.1cl discreta de una descarga de goce de l coleccionisrn, el
nstanfc captado
de una epifanía del deseo.
Sobre la escena de lo visible, poco a poco
cobu
forma
l.1
idea
ele
que habría una
arquitectura
de
lo
colección cdi
hcada alrededor de ci<rta desgarradura: lo que 5 ve r lo
•1ue se muestra. Lo qu< vernos del objero
y lo
que el objero
l l lUCStra
Objeto visibl
e
ol>jeto
qt1c
n1t1esrra
.
La cán1:=ira de
l ~ c n o i r
le> 1>onc
a la
visea: en el
n1on1cnto de l1accr
ver
nn
be ll
a caja
tic.·
111úsica,
lo
que esa c ~ 1 n a r : i
1l1ucstra es el deseo del
Se
1
101·
Marqués de La Chesnaye (así pues, al filmar el rostro de
1>.llio, la cá1nara ha
ce
\ Cr lo
que
los objetos rnucstrJ1l).
De esto
podría
inírrirsc
que
la colección mucsfra al
4. f>lcccionis
fa. El coltccionis.t3J pieza a la
vez
cons1i1u1iva y
c x c : l l t i d ~ único objeto ele l:.i colección. El único, por t 1 p u t s ~
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42 irard \Va1anan
de
no
arriesgar las palabras
•impudicia•
u •Obscenidad•
a
propósito de
un
inmenso actor hoy desaparecido,
diga·
mos que
ese
rosrro mostraba infiniramcnre menos signos
de alarmado pudor que el
de
Dalio al presentar su muy
decenrc caja de música.
Malestar
o
no habría
cierto placer
en exhibir
la
co
lec
ción propia a las miradas. Y esto es, después
de
todo lo
• f
>
1nas recuenre y co111prensible, altn si el rostro de quienes
1 ~ \ 1 e s r r n . n s t1s > c r r ~ s
de
¡>orcclana no prese1lta t111u c o n g c s ~
t1ón
de
placer tan intensa co1no el
de
MicheJ Si1non.
De ahí la necesidad aú11
1nayor,
si el coleccio11isra goza
en mosrrar,
de
responder al enigma
de
la colección oculta.
Las úlrim3s versiones que ahora recuerdo se me ocurren
más sutiles, si no más plausibles. Serían \ Crs-iones •tani1.a·
kianas•.
Imaginemos, en efecto, un cokccionista que mirara los
objeros
de su
colección del
mismo modo en
que
sus ante·
pasados, a los que Ta1tizaki alude en Elogio de la sombra
miraban a la mujer, a
la
que tenían •a semejanza <le l o ~
objetos de laca salpicndos
en oro
o
nácar,
por t1n ser i11sc
parnble de la oscuridad,
y
tanto como era posible, se esfor
zabn11 por sun1crgirla entera
en
la
o n 1 b r a ~ .
1\I destinar sus
objetos al secreto, este coleccionista no haría entonces otra
cosa que po11cr
en
prácrica una idea lun1i11osa de la belleza,
de su destello interior, según la c:ual •así co1no llcvadn a
la oscuridad
una
piedra fosforescente se hace irradi:111tc,
pero
expuesra a plena luz pierde toda su fascinación de joya
preciosa, del mismo modo
lo
bello pierde su existencia si se
suprimen los cíceros de s o m b ~ a . ; ; - -
L a
Coltc,ión
43
La última versión no hace m:ls
que
llevar esta
lógiC<i
e le
la belleza a una
c o n ~ u c c i a
extrema. Tanizaki cuenta
.t111bién la
historia
de
aquel príncipe que tenía a
su
amada
ltlidadosamentc encerrada
en
un reducto
oscuro
negándo
a dejarla aparecer jnn1;is en el exterior. ¿Celos dcvasta
c.lores? No. Sólo
lo
n1ovía ttn cuidndo del nlundo: esa mujer
c.·ra
tan bella
qt1e
él,
con
delicada deferencia
pri11cipesca,
se
«smeraba
en
preservar los
ojos
de
sus
súbditos de
un des·
lun1bram
ie1ltO
fara : si esta
1nt1jer
ht1biera aparecido
bajo
d
ciel
o
habría eclipsado al Sol y los habría cegado para
~ n p r e
Versión elegante de Gorgona fo Medusa.
40 Voy al caso que convendría llamar: la hipótesis de
l
colección oculta.
En
• l
rcvocarion
de
l ~ d i t de Nanres•
encontramos
lo
que inventa Pierre Klossowski re.specto de una colección
lle
cuadros.
Surge esra pregunra que
es
también nuestra
<uriosidad:
.¿A
qué
responde el hecho
de
coleccionar
para
uno solo cuadros que alegrarían n
v01rios,
cuando no a una
multirud de personos tan sensibles como yo?• (Les lois de
/ hospitalité, París, Gallimard, 1965].
Frente a las versiones cn u1r1crndtts, para Klosso\vski
la
respuesta está en otra 1>arte.
•Saborear el goce supremo de la obra que irradia en el
espacio
y
que recoge en sí su propia
irradiació11
-oh respi
ración inalterada pura de 13 ofensa que la más co1nprensi·
va mirada entraña.•
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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44 érard
\Vaje1 ran
Lo sorpre11dcnre es
que csta111os
aquí tanro i-r1ás 3lejados
de un goce avaro
ct1anto
q1..1c en el motivo indicado, el
qt1e
se entiende que goza no es el coleccionista, sino el objeto
1nis1no.
«Goce
supremo»
de la
obra virge11,
inrocada,
qt1c
el
dueño
siinplemcntc, a su vez, t(saborea». Pequeña reco1n
pensa. Un coleccionista cntcran1ente a1 servicio del goce
del objeto, que se satisface él mismo de gozar del goce del
Objeto, Único, Solo e Irradiante.
De
modo que
en absoluto se le niega un placer a las
1niradas
de los espectadores:
lo que
se
erara de preservar es,
ame
todo, el propio goce de las obras.
Un objeto
que
gozaría de sí mismo. Un objeto
tan
per
fecto
qt1e no
tendría 1tecesidad de nada 1 ilae
11ad1e
. Goce
puro
cualq1.:11er
1n1radieirraña aiñeñazar1a
co11
pe rtu rbar
lo. Pero sobre todo, goce encero, con1pleto, absolt1to,
qt1e
no deja ningún lugar a
Otro
. Cualquier
Otro
es el Intruso.
Así la
Obra
se presenta
comq
Bella Indiferente, que no
necesi
ta
nada,
110
pide na<la
y
se rehúsa a
todos.
41
Cuando
con el ojo encendido deambulamos
por
un museo, ese l
ugar
que
parece
ttn perfecto 11ercado del
Can1po Vist1al,
especialmente
conceb i
do
para poner e11
re lación y arn1onizar 11uesrra clemánda de ver con la oferta
del arte ¿11adie se preguntó 11unca si las obras
n1is1l'13S
espe
raba11
en
lo
más n1ínin10 ntiestras miradas?
¿Y
si esto no las inquietara e11 absoluto? Quizá para ellas
so1nos ran sólo intrusos, i1nportu11os, n1irones. Vista desde
este á11gulo, la i11vención
de
la perspectiva en el Renaci-
1niento podría parecer ur1 ejercicio
de
viole11c ia vo lunra-ria,
La olección 5
\ttl>rc la pintura tina
n1a11era
de hacerle indispe11sable al
:
uadro
la
mirada
del Hon1bre de forzar
en
él vacío, de
Jlc1·forar en
él
t111 agujero, de
abrir
un borde en for1na
de
<>l'bira -co1no
lo
hizo
en
la pr-áctica el
tab
lero inaug11ral <le
l\runelleschi-,
una
especie de vagina de ojo que
sólo
u11 ojo
podría octtpar,
llc11ar,
n1e atrevería a decir.
Al
hacer que
Ja
111irada hun1ana intCr\
1
enga co1no
co
1
np
le1nento necesario
<lcl
cuadro
la
perspectiva atesriguaría tina especie
de
volun
ud de poder del Hombre sobre el objeto de arte: sólo el
l
lon1bre,
co11
t111a
mirada
pt1ede sa tisfacer ahora l obra de
1\clleza, so litaria y salvaje, la de Hon1bresticar.•
7
Después de esto, no
hay
que aso1nbrarse si se pensó en
c:rcar casas cerradas
para
cuadros bautizadas n1useos,
des
tinadas
a
perpetrar e11 e
ll
as esas violaciones colectivas y a
rcpeticiór1 de obras de arte qt1e llamamos exposiciones.
42 La
hipótesis klossowskiana de la colecci
ón
ocul-
ta descansa en la idea de obras ta11 perfecras que podrían
prescindir fáciln1enre de
mirada
extrañas . Cada
una
tiene
la
n1irada
en
otra
parte, vuelta
sobre
ella
misma
en
ella
1111sma.
Un
cuadro
Narciso que gozaría en contcn1plarsc.
Por eso toda n1irada ht11nana está de más en de1nasía .
No ranto in\Ítil, si110 sie1npre ávida,
aun si
es de belleza cas
t; I, casi \
1a
profanación.
El
ojo es ttn tigre voraz. Hoy en d ía
se fabrican ca11tidades de imágenes para satisfacer su apeti·
10 . Estaría bie11 que en este desenfreno de in1ágenes fáciles,
en esta den1anda bulímica y en esra i1 ldigesrión de i1nágenes
c¡ue aflige a nuestra civilización, hubiese algunas rebeldes,
obras vist1ales,
que
se negaran a 11osotros y nos ignoraran.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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46 érard f
ajc
natt
Cuad 'OS pata los cuales roda mirada sería un violenta
n1ienro.
Lo curioso es que tengo
la
sensación de
haber1ne
e11con
·
erado
cor C\ adros
así.
43
Otro
principio, más
Stlbterráneo,
podría
anin1ar
ca111bién
esa suerre
de colecclón.
Susrraerse a
codas
las
iradas, rcht1sárscles
de este 1nodo
es
ra1nbién, qt1iérasc o
no,
atraerlas,
incit
.
arlas.
Suponer
entonces un
ob j
eto
difere11tc
en esa co
lecc ión i
ndiferen
te:
que el objew secrero de esa reunión de cuadros todos Uno,
lo
que esas
obras
desdeñan y a lo
que
vuelven la espalda,
serían esas miradas atraídas e incitadas.
Una colección de m i r ~
En verdad, sustraer las
obras
a las mira<las
-como lo
rea lizan en n1ayor o 1enot
111edida las co
lecciones, sicn1pre
privadas
-
hace de toda colección
~ s r
llanlada a e l
as
.
'
Habría así algo de
exhibicionista en la
co
lección klosso,vs·
kiana. No jtistamente
en
el
sent
i
do
corriente del
que
e
con·
traría placer
e mostrarse c sus
bienes
ín t
in1os, s ino, po r e l
contrario,
en el
sentido de
qt1c el exhibicionista
es
menos un
tipo que exhibe su miembro para hacer que se le pare al
otro
con el cie1tlpo, sin en1bargo, los exhibicio11isras han te11ido
ocas i
ón
de advert
ir que
esto no ft1nciona ,
qt1e
t
tipo
que,
al
1
nostrar st1
n1ienlbro,
busca sacar
le al
otro
una n1irada, l1acer
que
se
le
salgan
los
ojos de
la
cara,
si
se
quiere. Ta1
nbién
aquí,
contraria1nen
tc a lo que
se
piensa,
st1 problema no es tanto
goiar
como hacer gozar al ojo que él arrapa. Es un pescador
La Colecci6
47
<le
1iradas.
Un
tipo qt1e, al exhibirse, va a la pesca
de
mil'a·
d:ts. ¡
>esca
de
la mirada
a la verga, se lo po<lría llamar.
- - - - - - - - -
- -
El
ex
l
libicionista sería una
especie
de coleccion
ista
de
n1iradas.
44
También de las mujeres se podría decir que son
coleccion
istas de
1niradas.
Pero en
el
fon do
esto es más
una
f6rn1ula qt1e otra
cosa, porque,
para
las
1nujeres,
con
las
miradas es
como
con rodos los objetos que brillan: se ador-
nan con
ellos.
Es
decir
que, si bien
pt1ede11 prodigar es f
uer-
zos
n1ás que indudables para adornarse con
ellos,
rara vez
se
fijarán la
n1cta decidida y
última
de
apoder itse
los,
salvo
i>ara luego adorna
rse
con ellos
más
cón1oda1
11en
tc.
Lo que más les gusra de los ojos y obj_etos que
b r i l l ~
es
hacerlos girar. Poseerlos no
es
i su a1nb1c.1ón prunera Ja
\ilrima. En lo ct1al den1ucstran que 1lO tie11cn, • naturaln1e11·
te», la fibra «Coleccionista».
,
No
hay
aquí
una
dudosa
canti11ela
sobre la
inclinaci611
fe1nenina
hac
ia el
parecer
la baratija
y e l perifollo:
se
t r ~ t
de
la n1anifestaci6n 111ás rigurosa de la afició11 de 1as
1nu1e-
res, 110 por la bist1tería,
sino
por la verdad.
Porqt1e si lo qt1e sueña11, 1nás
que
apoderarse de
los
obje·
ros, es ponérselos de adorno, esto se debe_ a que todas l ~ s
saben
toda
la
verdad
sobre las apar1enc1as: que son
solo
aparie11cias. No
se
trata de conseguirlas con h i r i m ~ o l o s
de imitación. Hasta el Objeto final, Objero de los ob¡ecos,
Objeto clave de la serie de todos los objeros de los que esos
chir
imbolos
serían
tan sólo
1nanera,
or
11atos, el cabec1lla, el
gra do1nador del c irco de todos
los
objetos, i11cluso Míster
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 24/56
48
Gérard
\
tlajc111an
Falo
avanzando de
lo más
orondo
en su traje de luces: ellas
sabe11 1ntt}'
bien qtte
tan1poco
él
es orra cosa que inconsis
tenci
a, pobre
posrizo. U11
1nonroncito
de strass, justo para
hacerse e
llas
11n lindo pcndier1re ¡)ara colgai:se de l
as
orejas
cuando van a bailar.
Frente
al
exhib
icionista,
ante
st1
teatro
y
con
el
te
l
ón
l:vanrándose . r o c r a ~ 1 ~ n r c e el pt1nro culn1inanre del espec
raculo, a lo
1ne1or
re1ran 11n poco. Puro gl
obo
i11flado.
Así pues, l
os ob
j
etos no tiene11 tanta in1portancia
para
las
n1ujcrcs.
En
todo
caso,
110
esa
in1portancia que
parecen
tener
para
los hombres,
entre auto,
caja de herramientas
equipo de
aud
io
y
artefactos electrónicos,
nadan en b j e t o s ~
Mostrador
de objetos, el
hombre.
Fetichismo del objeto,
cosa de varo11cs.
Por
lo
ta11to,
en todo
ho1nbrc dorn'liría un coleccionista.
Y
e11
roda
n1ujer,
una soñadora de
coleccio11ista
no
dormida
en absoluto, dup
licada en pincha<lora de globos.
Só
lo
queda cantar:
Dia111011ds
1
(/ia111onds, dia111011ds
are
th
girl s best friends.
45 Tal es el sufrimiento vi11culacÍo a la co lecc ión ,
s u ~ p c n ~ i d esta de u11 objeto que no hay, el único real, el
ob1cro 1nhallablc, que
fa
lta
i11cesanre1nenrc,
que no cesa
y
no cesará nunca de faltar. Sin cn1bargo, a veces, y al margen
de la ficciórl k lossowskiana, colecci
ones
completas son algo
que
se encuentra.
Ocasiórt para destacar que a menudo, en este caso,
cuan
do
por
una razón
Lt
otra
un colecci
o11ista considera q11e su
La Colteeión 49
l
c lec
ció11 está completa, es decir,
por
una razón t orra cer-
1ninada, la n1ayoría de las veces esto significa que ha dej
a
' '
de complacerlo
y
de importarle,
y
que puede venderl
a.
<
c i ó 1 l
1r1uerta apenas tcr1ninada,
por
estar tcrmi11ada,
l'llBdebe,
en
st1ma, des.aparecer realmente. Como si al faltar
1.'
falta, e l coleccionista
no
tuviera más salida que,
no sólo
i
{ Sar
arse
de su
colección, a
lora íntegra,
no só
lo
deshacerse
de ella, si
no
también deshacerla.
Se
dice
que
la dispersa. Pero la dispersión
en un
sal
ón
de
ventas en el
que
las piezas parten
aquí y
allá, ese esrallido
qu
e es el modo propio
de
la n1uertc
de
una
colección
se di ri
¡;l también
hacia t111a nueva
vida;
dcsn1embrada
a golpes
de martillo del subastador, ese despedazamiento del cuerpo
de la colección
te r
1ninada, es.a discn'l ii
tación de
l
os objetos
.1 to dos los
vientos es
tambié1'I, e n el
mismo
instante, por
1;, gr
acia de
otros
coleccionistas,
la
condición de
un posible
renacimiento.
La
colección, de ni1evo
i1 ICOn lpleta,
vuelve a
l i
vida.
1
a
1nuerte
de
l coleccionista
es
otra
n'lanera
de
rerrni1
lar
In
col
ección
. Viene así a cerrar lo
que
constituye el
inaca
·
llan'liento
intrínseco de
la co lecc ión, a ponerle tér1nino.
U1 I
térn1ino r.al qt1c
de
in1nediato se
procederá
también en este
l'
aso
a la dispersió11
de
la
colección
.
Dicho
de otra manertt, la
ntuertc de
Ja
colecc
ión
1
con'IO
);1
de
l co leccionista y la d i
spersión consiguie
1'lre
de su
co loc
l:Í6
n,
per1nite11
sobre
todo
que la
especie de los coleccionis-
se perperúe.
46
Aunque la imagen del
co
leccionista sea
la de un
h<>mbre solo,
la de
u 11 1naníaco,
monomaníaco, obsesio-
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 25/56
SO
GérarJ W111enran
nado
y
hasta obsesivo, la colccci611 supone
y
co11stituye
no obstante cierra forma de lazo social.
Hay
u11a colecri
v i : i . a c i ~ n lo colección al menos por el hecho
de
que el
c o l ~ 1 o n 1 s r a p.ara. encontrar sus objetos .a a buscar
opor·
run1dades_ e.n las tiendas de anticuarios, conoce gente, sin
duda> casi s1e111pre semejantes orros coleccionistas co1no él
so los como él.
Lo
curioso es que
de
esre modo lo
que
une a
los coleccionistas entre sí es
110
tanto un objero
e
positivo
como el obicto que falta y
que
se busca. Uno vez hallado:
el lazo social corre serio riesgo de aílojarsc.
Poden1os decir e11tonces que la colección crea u11a colec
rividad. Una
co
lectividad que se agrupa y unifica alrededor
del objcro. Lo cual produce
un
ripo especial de
co
lectividad.
En general, l
as comunidades
se forman
alrededor de
un
1deal
de
una consigna,
de
un símbolo: la Bandera, Dios la
R e v o l u c i ó ~ ... Los colcccionisros forman
orro
tipo
de
grupo
que se ap1nn alrededor
de
un
objeto. un
z.aparo \111a vieja
postal, ere.
Que e11
el goce se jtintn se reúne. Los
co
leccio
nistas fol n1a11 sociedades del fantas1na.
47 Podemos emender tombién que estas sociedades
orgon tadas
alrededor
del objeto
tienen, por el contrario,
vocac1ón por
la
disgregación.
Que
el elemento qt1e
en
laza
a
cada
tino con los
demás
es asimismo
el
que tiene
poder
para
separar
y dividir a
cada uno
de:
los
orros. El objeto que
reúne es tantbién el que divide.
El objeto
que
suscita el deseo suscita tambit'n,
respecto
del deseo ql1e otro pone sobre la envidia,
esa
vidia
de
la que conocemos la
descripción
perfecra
dada por
san
Agustín en
las Co11fes io11es la del niño qt1e
e11
si le1
cio
11
po día 1nirar sin palidecer e l a1no.rgo
espectáculo de
su
La Colecc 6n 51
ht·1·n1a11
de
le
che asido
a l pecho nl: iterno
¿Q_aién sabe a
d11nde
puede
l
levar la
envidia a
u
coleccionista?
48 Pero después de todo, cst•s Sociedades de
lo
Falca
de Objeto nun si
dan cuenta
de una g.ran mayoría de las
l
l)
lcccionest
son nada más que un
1nodo posible <le
ellas.
Habría
ese11ciah11ente
dos categorías
de
colecciones
que
l<•rresponderían según CJaudc Légcr a dos
tipos
de colec
ll<>niscas: los colcccionistas·buscadores y los coleccionistas-
1·nconrradorcs. Del primer
género
se habló en abundancia,
\ l
traca
del colcccio11i
st
a de modelo corriente, del buscador
ele gangas-fisg6n·comprador que corre tras el objeto faltan
,.. y tras
su
goce inhallable.
El segundo sería el que encuen1r2. ¿Lo que el orro busca?
F.nconrrar el
objeto
que
se calificó de inhallable? Sí claro.
¿Sin magia? Sí, claro:
con
todo en las manos, todo en los
holsillos.
Más
raro,
y
n1ás
delicado
de
r<:trarar
su
figura
es
c1a·
1norosa en Picasso: es cípicame11te el tipo
que
acu111ula
toda
1.lase: de obJetos en su caller hasta el momento en que se
.1podera de los que tiene a mano y hace de ellos un objeto,
nuevo objeto, otro objeto un
objeto-de-más
entre todos
los objetos que lo componen. Hay que ir a mirar b Ca/Jra
) orras cscultl1ras.
Así pues, esto podría repartirse entre colccciomsta-dcl
objcro-de-menos y coleccionisto-dcl-objeto-de-m;is.
Entonces en lugar
de
decir que Picasso
fl1e
u pinror y
un colecciorlÍSta basta decir
< ue
fue ltn artista. Lo propio
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 26/56
S2 irard
Wa¡c'
del
arrist3
scrí3 así en
c-uanto
al objeto que falta fabricar·
lo. Fabricar
el
objeto-de-más
que
falta en
la
colección del
objeto-de-menos.
La obra de orte como aquello
que
viene a ocupar
el
lugar
vacío del Objeto Fal 1ntc.
En
este
sc11tido
existiría
t ina oposición radical c11trc
el
artista
} el
coleccionista.
J ero
si lo p(opio del
col
cccio11isrri
es correr tras
el Objew
que falta, ¡no hay que deslomarse
mucho para poder decir que todos somos colcccionisrnsl
Todo
~ u j c r o
es
coleccio
11isra.
Todos
so111os
coleccionistas.
El
resto son los artisrns.
Al
oponer al que busca
y al
que encuenrra respecto del
objcro se tendrá al artista por el que encuentra ti objcto
cuando todos los otros lo buscan. Él cncuenrra el objeto sin
magia:
el
ob¡eto que no-hay,
él
lo consrruye.
C.1da cual busca su objeto. Salyo
el
arrisra, que lo fabri-
ca.
9 Nuevo complemento a la descripción sucinta de
la
colección: está estructurada como un caramelo relleno.
Con
la
sola diferencia de que
el
caramelo está. relleno de
vacío, de la falta del objeto. A veces, este vacío es lo que
un
artista vie11e a poblar con
i1n
objeto.
o cual justifica a Jaques Lacan para ver
en la
colección
de cajas de fósforos de su amigo Jacques Prévcrr una espe
cie de verdad de la colección [Seminario VII, a étic del
pS1coa11álisis] Esto sucede
en
Sainr Paul de Vence en la
ca como dice Lacan de • trabajo-fa.milia-parria y el cinto•
LA
Coleuión 5
rara destacar también que en esa época sólo había pobres
<osas
para colcc:cionor, incluso desechos.
De
ahí las cajas
Je
fósforos. •Pero
bs
caj•s de fósforos se presentaban de
csre
modo -eran tod3s iguales y estaban dispuestas de una
11lanera
extrcmadamenrc agraclablc que consistía en que
:ti
estar arrimada cada
i1n:i a l: t
otra
por
un ligero desplaza·
1niento
del cajón interior se
po11ían
en
fila
unas con otras
ft>rn1ando
tina
especie de bancl.1 coherente que
recorría
el
reborde
de
la
chiincnca
n1011t,1ba
sobre la
pared cnfrerl
taba las molduras y volvío a descender a lo largo
de
una
Jlt1erra
. No digo que esto continuaba así
l1asta
e
infinito
Jlero
desde
el pt111to
de vista
or
a1nental
era excesivamente
sarisfacrorio.•
U11a cópu la
de agujeros que se encajan
ur1os
.1 otros.
He aquí, pues, una guirnalda
de
cajas de fósforos
de
la
que habrá brorado
la
luz: una colección de objetos
es
algo
que se sosriene del vacío.
5
Colección de c•jas vacías en Préverr, ella mues-
tra que
en roda colección está presente la dimensión del
desecho. Aunque sólo sea en
el
sentido de que,
por
valiosos
que puedan ser los objeros coleccionados, ninguna clase
l
valor propio del objeto puede explicar
la
colección. Los
objetos 111ás
raro
s
n ~ s
lt1josos n1ás caros si forman colee·
ci6n, sólo reciben su va l
or
del acto de su colección. Exacta·
mente como
la
colección de objetos mis toscos jumados al
azar, que sólo tienen vnlor a los ojos del coleccionista.
La colección rcaliz.:t así
u11
autén1ico 1nisrerio:
una
ele
vación del objero con1ún, y hasta del desecho a ese lugar
de objeto infiniran1cntc valioso suerte de transmutación
alquímica. Sublimación del ob¡cto.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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54 Cir11rd \Va¡c ran
51
Üle
sobre estos comentarios acerca del
e ~ h o
la sombu de. los re dy m de de Duchamp, de quien podría
decirse que htzo
del
gesto
del
coleccionista
un
acto artlstico
pero de u 3
1nanera
disrinr3 que Picasso.
Pese a tanto esfuerzo por mandarlo a él
n1isn lo ni
basti·
rero dc_la Historin, Duchamp sigue siendo una bnlizn del
pensnm1et11
sobre el objeto y sobre el objeto en el arte de
11ucstro siglo.
r í ~
decirse
nsí
que toda colección tiene algo del re ·
dy 111ade
en el sentido de qt1e roda colección, como ro<lo
r ~ a d y
11radc es tina manera
de redin lir al
objeto. t\hora
b 1 e ~ . c s t ~
r c ~ c a t e
del objeto,
al
pasar por
un
vaciamiento de
uul? s1grufica que lo que de ser
le
queda
al
objeto
es
su
•.JSuahdad
u r a .
Cuando u n objeto ya no sirve
par
nada,
le
srrvc
t o d a v 1 ~ al
OJO. •Al
OJO•
es aquí un3 buena manera
de
hablar, tratandose de desechos que han perdido todo valor
salvo el que le confiere aún la mirada.
Esta es la
~ o n o m í o
que
rig
los Mercados
de
Pulgas.
Cuando el ob¡eto venido a menos alcanza su esl3do de
desecho una
ncera e1 I
definiti,ra es Ja
1nirada
la que
res·
cata al ob¡cto.
Su
ser se ha refugiado en su soln visibilidad.
Es aquí
do11cle
el
co
leccionis
ta experin1e11tará
la
111nyor
nl
e-
grín ele
recogerlo, para luego
resrat1ral'lo
>reconll)0
e ·
lo
rcmonrnrlo e11tcrnn1cnrc, pul
irl
o y llevarlo n
In
co
ndi
ción
e pum
joya.
Por 5tl
piel, entra el objeto
en el arte y
en las colecciones.
52
El n o m ~ r e • c o l e c c i ~ n i s t a -
así como
el
empleo
moderno del término •colección• término orig.inari3men·
La Coleuión
,,.
nlédico, que se hizo
luego equi\•3lcnte
de
..antología• y
Je -.cosecha•, antes
de
designar una reunión de objetos),
,latan del siglo XIX.
El
término •filarelia• n•ce también
en el
siglo XIX, como sin duda gr>n parte del vocabulario
referido a las colecciones. Por supuesro, había que esperar
1 que
hubiese csta1npill3s
para qt1e
se pensara en
e c c i o ~
nadas; pero la filatelia es sólo
el
tesrigo del nacimienro, en
d siglo XIX, el de
la
gran industria, de un modo nuevo de
la
colección: no
ya
In
de
l aficionado, de
la
colección
de
arte
o
de artesanía, sino
de
las colecciones de objetos reprodu·
cibles.
53 Los objetos de la reproducción industrial están
•Construidos• como los objetos de la dem•nda: se entiende
que responden a
la
necesidad. Estamos
a<jui
en
el
orden
de
la
indistinción, del anonim3tO y
de
la indiferencia del
objeto. Por
eso la
colección
de
objetos reproducibles indus·
triales sería, en este scnrido, una manera de
reinrroducir
el
deseo en un campo social del que, regido este
por
una
lógica uriliraria,
está excluido.
Pues
sucede que la colección
del objero reproducible se
liga
exactomente a aquel punto
del objeto que lo hace salir
de la
reproducción de lo mis·
mo.
Esa
colección se engancha a
In
singularidad del objeto
prccisan1ente
nlli donde
csre
se presenta
co1no
idénrico e
infini
ta111ente
sustituible. Más
qt1c
engancharse a esa singu
laridad, la hnce surgir.
En la médula de la edad técnicn de reproducción maqui·
nnl de lo mismo, hay una acepción de la colección que In
considera como
una
especie de necesidad
de sujeto
Por
otra
parte, cabe decir que la diferencia entre un objeto y otro de
una misma serie es, en cuanto tal , huella
de
un sujeto.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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58
Cérard \V
a1e1 an
lo cual co1lviene agregar que, tal
como lo
supone adcnlás
lo
definición retórico del oximoron,
el
hecho que lo cosa
sea
contradiaoria
no le impide existir, de modo que, por
ejemplo, así
como t-n
los hechos
nada
impide a un
niño
adelantarse corric11do detrás
de
la n1úsica, sin
duda 110
hay
11ingún obstáculo para reunir
obras
de arre
C1\
una colee·
ción. Con codo, es bueno saber lo
que
se hace
y
cuando
se
realiza un oxín1oror1, decirlo.
J>ero
esta paradoj3
110
es sólo
lógica o teórica.
Se
pueden advertir
S\1S
efectos en asuntos
concretos y cotidianos.
Por
ejemplo, en
lo
que llaman
un
aurochagc ••
El problema de
lo
que llaman un
accrochage
parece ser
sic1np rc, más allá ele Ja fo rma
e11 que
se presente, el de com-
poner
una
serie homogénea de
obras
singulares. Lo
que
lla-
man e c r o c h g ~ es siempre
una
manera de apañárselas
con
la paradoja lógica de la colección. Sea organizando órdenes
por
cronología, por paralelos formales, por asociación de
ideas o de cualqlaicr
otro
modo, el dilema será sicn1prc el
siguiente:
¿c61110
íor1nnr
una
serie consiste
11te
de
o1>jctos
singulares? ¿Cómo poner junto y hocer conjunto de lo que,
por
definición,
no
tiene ninguna
otra
relación
como no
sea
de diferencias?
Me refiero
aquí
a la colección en sentido objetivo, si
1n
·
plcmente
como
reunión de
obra
s de arce. El problenrn nace
de esto: de
que todo accrochage
ser:í una roma de purrido
sobre la
obra
de arte,
una
cierra ma1lera de considerarla.
A decir verdad, existen sólo
dos
maneras. O bien se arrapa
una obra por
Ja singularidad,
por
aquello
que
la disungue
de cualquier
otra
obra
de
cualquier
otro
objeto y
de
codo,
incluso de
cua
lquier otra
obra que
se le parecería, e inc
l11
so
de
una obra de
arte que sería idéntica a ella (problemas
ele
La Co/cc ón 59
l copia y la falsificación), o bien se considera una
obra
por el sesgo de lo
que
la vincula a
otras obras
a otros
objetos, a
otra
cosa, de
lo que
la acerca, de
lo
que tiene
de común, de comparable, de semejante a
otras
obras. En
u11
caso, la
obra
es aprehendida por aquello
que
la separa,
co1no
lo
c¡uc no tiene nin
g\1
n doble,
como lo
que 110 se
parece a nada (ni siquier;,t a su l eproducción forogr:ífica);
en el
otro
caso, ol contrario, se lo aprehende por aquello
que la acerca a
otras
cosas
y
por lo que prescnt3 un
cido.
Así
pues, para la
obra
de arte,
entrar en una
serie
es
ser considera.da en
su
semejanza
y 11
como
un fr3gmento
de
puro
dasin1il. lnscribir entonces una
obra
en la serie de
una colección S\1po1te que la
ol>
rtl de arte es capt:tcla n1ás
por su imagen
que como
objeto, porque el objeto es lo
que
110 se
parece a nada.
Desde luego, difícilmente se consrruirá un n1useo para
exponer u a sola
obra.
¿Entonces? Una solució11 posible de
nccrocl1agc 1>ucdc estar en la ac1 .1n1ulación
v ~ 1 r i n b l c
fruto
del azar; para resumir, en el caos
de
ciertos muscos, a 1nenu·
do
italianos. Frente a los
accrocl1ages
de
moda, profundos.,
rigurosos
y
pesadamente explicativos, el desbarajuste tiene
al menos la virtud
de
dejar al espectador esa libertad,
que
es
cambié11
su poder, de hacer él mismo conexio11cs, parale-
lismos
o por
el
contrar
io, establecer oposic
io11
cs,
y
dar
as(
sc
11t
ido a las obras. En l
as
exposiciones, a 1nenudo tenemos
la sensación de que el significado de
lo
que
se
mucscra está
dado
con los objetos que se nos muestran, en forma tal
que, saturada
de
sentidos, la miroda ya
no
distingue. Vale
decir
que
ha
quedado ciega.
o cu:.tl
es una afrenta no tanto
a1espectador
como
a las propias obras,
que
por mi parte,
co
n10
lco11ordiano, considero
cose 11re11tale a¡>tas 1>nra
p e n ~
sar
por
sí
1nis1t1as.
Así pues, los discursos arricu Indos en las
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 30/56
60 Cirard
\ Vajcnran
exposiciones p3rcccn parasitar a veces el sabio susurro
de
los objetos.
56
En un sentido, una obra de arte es el Otro de
todas las
otras obras
de arte.
7
Si
se define la
obra
de
arte
como singularidad,
hay una necesidad de que, cuando el discurso de la
cie1lci3
ha prevnlcciclo, el J\rce se afirn1c con10 afir111aci611
de
In
singularidad y del hecho de que no hay nada m:ís universal
que
estn.
El
discurso de la ciencia es generador de identidad y de
uniformidad a partir del op<:rador del cogito cartesiano.
Operador clónico: sólo es aquel que piensa; luego, todo
hombre, por p<:nsar, es
-un
sujeto-.
El
discurso de los dere
chos dtl hombre marcha al paso del discurso de la ciencia;
afirmaría la dimensión igualitaria de la identidad de los
sujetos de la ciencia. Del Norte al Sur y del Este al Oeste:
Todos Sujetos; por lo tanto, Todos Iguales. Muy bien.
Pero esrn identidad clónica
de
los sujetos de la ciencia
hace
que esos sujetos
idé11ticos,
Todos
Similares,
vayan o
buscar
f c ·a
ele
lo
cic
11cia
aquello que
podrá
distii1gt1i1los.
Como si la singu laridad real de los sujetos debiera necesa
ria1ncntc
rcsul gir e algu11a parte.
Y el rcsurgin1ic11co se
producirá
la mayoría
de
las
veces
en forma de la célebre •búsqueda de
identidad.
en b que
ílorcccrñn no l
as
singularidades
sino
iodos los particularis
mos: lenguas regionales, baile folclórico, alfarería tradicio
n l ~ música
celta depones
vascos, independenci::a
alpina,
c o m u n i r a r i ~ m o di,•ersos
o
lo
que
es peor,
religiones,
espi·
a
Colec.ción
61
ritualidades
de
baz.ar, sect3rismos, etc. De ahí
la
paradoja,
.lparcnre, de
que
cuanto m.is se expande la ciencia por el
inundo, más tienden a desarrollarse la prác-ricas locales y
las creencias osc:ur-anrisros.
El
arte sería la respuesrn de lo universal singularidad a lo
clonación l1niversal
del
disct1rso de
la
ciencia
y
a
todos
los
1>arcicular
isn1o
s que csra clonación cngc11dr;.1.
58 Entonces se dirá: ¿y el arte bretón, y el arte judío,
y los otros?
L
idea
de
un
{(arre local»
repugna a
la
idea
de
Arre.
La más pccltrciia
pintura pintada por
un pintor
japonés, en
J apón, sol>re
una seda japonesa,
con
un pin
cel japonés
tintas
japonesas,
observando
las reglas más
1radicionales del orle del Jopón en la
que
se representa
un paisaje rípicomente joponés
y
que lleva escrito un po -
ma
caligrafiado
c r c r e r c ~ japoneses,
lengua y escritura
pe:rfecramenre desconocidas por la inmensa mayoría
de
la
humanidad, esta más
pequeña pintura
como obra de arte,
está
instalada
en lo universal, se mantiene por
derecho en
lo
universal,
en
el
mismo nivel
de
codos
los
sujetos
universales
que, del Norte al Sur y del Esic a I Ocs1e, la reciben como
algo que les perrenece y les está dcscinado. No hay, en arte,
ni
exoris1no
ni
ajeniclnd.
Por lo dcn1ás. ningtín
nrre que
st,ponga fro11teras será
arre.
Un .ca
rte loc:.t
l•
nt
cn
vie11c a n1:tnifesrar
y
ensalzar
otra cosa que particularis1nos. E.stos se oponen a la univer
salidad, al contrario de la s in
subridad que
es lo propio del
ane. Una
obra
que es de arte,
que
es singularidad, es,
por
lo
tanto
uni\rersal. Ningún arte local es arre, precisamente
por
ser
local.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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62 Cérard
\tlnjc an
Aquí
podría1nos oponer
ar
rcsanaclo y arre. El artesanado
se funda sobre
lo
particular. L1s particularidades del arte·
sanado
son
genéricas: de todos los manteles bordados de
Brujas se espera que prc.scnren las mismas características.
Las parric11laridades genéricas cle l artesanado hacen
que
se
que
se refe ri rlos a lugares, a espacios geo
g r
af
1cos
c1rcunscr1pros
que
p11eden
estar cada
vez
n1ás
dcli-
111itados, parriculariz.ados. De esrc
niodo,
según Ja
111ayor
o menor distancia a la que se encuentre el observador, el
artesanado
pasará del país ( "ista de>de América, se hablará
de la cocina francesa), a las regiones de
este
país (la
cocina
del Sudoeste), a l
as
ciudades
de
esr•s regiones (el casso let
de To
ulousc y el de Castelnaudary), o los
barrios de estas
ciudades (en
el este
de Casteh1audary, se «rompe» seis veces
· ~ o s t r a ~ del
c a s s o u l e ~
para
que se
vuelva a formar por
sepnma ultima \'< ), e mduso a
mi
o cual fábrica de esos
barrios de
esas ciudades
de
esas regiones de ese país (¡ah, el
cassoulet
de Madame Colette ).
Por defi11i
ci6n,
el espacio del arcesanndo,
su
u11idad, es
lo
IOC>I.
Por
definicíón, el espacio del arte es
lo
universal y
su
unidad es lo obra singular.
Así pues,
e1l re
lac ión
con
tal o cl1al obra)
se podrd
n su111nr
todas
las parricu laridades
de
lugares, tiempos, estilos y
de
todo cuanto se quiera, arribuir tanro como se quiera esta
obra
a tal o cual taller, escuela,
ciudad,
país,
que mantendrá
su
afirmación
de
universalidad. P\1cs
la
única
cosa
universal
es la singularidad.
De ahí que, en vez de enlazar la particularidad gcnéric•
a Coleee 6n
63
de tlll objeto a un espacio loca1 particular, lo único que
se
l'Uedc hacer para situar una obra de arte es asignar la sin
•\1laridad
del
objeto a un sujeto, siempre singul3r, lo cual se
. ice en esta form•: Las Meni as de Vclázquez o lo Olymp a
de Manee.
Por eso, se dirá: o La
po r
ce lana de
Li111oge
s»
y
~ ( E l
tirado negro sobre
fo do
blanco
de Malevitch•.
59
Se llama, pues, obra de arte a un objeto absoluta·
n1ente singular, insuscicuible e irreproducible punto de visra
ligeramente disínlil respecto de la afirmación preliminar de
Hc1\jan1in según la Ct1al o por pr inci
pi
o, incl\1SO la obra de
,1rre sie1np re fue susceptible de r e p r o d u c c i ó n ~
e11
•La obra
<le arte en la ora
de
su reproducibilidad técnico•). a obra
como aquello que no se parece a nada y no e p r e ~ n r a nada.
1:.lla presenta, se presenta a sí misma.
El
único modo de ser
en el mundo de este objeto es la presencia. Por lo ranro,
se
puede advertir lo d imensión que liga la obra de arte al objeto
Jel
deseo. J>cro al
n1i
s
1no
rie
n11l
o, codo
esro
i11tcrpcln
otra
\ CZ
al
ready
m dc
de Duchamp.
L•
operación
de
Duchaanp
consiste, en suma, en extraer un objeto del campo de
lo
1nis·
mo para, erigiéndolo
como obra
de arre, producirlo
como
•mgularidad. De
lo
cual deri\'a gran cantidad de cuesuones:
ese objeto deviene •a
rt
ístico• sin añad ido de belleza, simple·
111c11te porque alguien va a distingt1irlo de toda la serie. En
un sentido, podría decirse Qlte la única operaci
ón
consiste en
cambiar un objeto de la demando en objeto del deseo. Pre·
gunta: este objeto ¿es o
no
sustituible por él mismo? Esto es,
hoy, un interrogante. Si exponemos una Jara de Coc• y ella
cae y
se abolla, ¿basta tomar orra? ¿Será la misma Jara?
60
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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64 érord Wa¡ana11
61
Al
fi
nal, no se puede descartar que lo colección
plantee un prob
le
ma al pensamiento. Pu
es
l Obj
eto
mismo
s
e
rige ante
el
pc11sa1nie11co.
El
objeto como
una
ba rrera
parn
el
p<:nsamiemo.
En
lo cual
no
está excluido que la filo
soíía incurra, y a lo cual
l
psicoanálisis habrío
aportado
a
prop6siro su
grano
de sal.
62 Hay en Lacon, se lo ha dicho, un irresistible ascen-
so
del objeto.
La
producción, el producto es e levado a
la
dignidad de causa pri1nera pnra
el
sujcro. Objeto-causa, tal
s el
trastornador oxímoron del objeto que trastorna, bajo
l nombre de objero (a). Auténtico enderezamienro de todo
lo que cae, se asiste a una suerte de sublimación del objeto
que, bajo su figura constiruyentc
de
desecho, aocede así al
presrigio del poder. Potencia del objeto. A
la
cual parece res
ponder una destiruci6n correl:itiva del sujeto de la posición
de
do11 1i11 io
a la de producto; el
sujeto
es causado
c11an
do
el objeto c
au
sa pu
es
él
misn10 pe
rn
1a11ece si 1e
c a sa
Con lo cual, hay para hacer un poco de limpieza y de
trajín en
el
orden filosófico.
El
objeto sería como
el
zócalo
de esa antifilosofía de
la
que habla Lacan con un término
tomado de Tristan Ti.ara quien escribía su primer texto en
Francia en 1920, con
el
título •Manifiesto del Señor
Aa el
antiíilósoÍO• (pudiéndose imaginar
que el
objeto será deno·
minado (a) por
•ob
jeto antiíilosó
fi
co• ..).
Filosofía del sujeto y onriíi losofía del objero.
Objeto (a) antifilosóíico. •a•, erra inicial,
que
pone
como exergo al primero en tanto heterogéneo a la
serie.
Lo
cual define justamente
al
ob¡eto
a):
objeto primero y refe
rente último de la serie de todos los o ~ c t o s de encuentro
a
Coftuión
6S
1
los
que el
deseo se consagra, pero perdido, para siempre
lucra
de alcance
y
de
captació1.
J>
ri nci¡>io
r
in1e
ro de la
..c..·rie, pero
que no puede contarse a sí
1nis1no en
ell
a.
El
ubjero
a), el
objeto íuera-de-seric.
De modo que
estaría
en el principio de toda colección
n>mo
el objeto para siempre fuera-de-colección. Objeto de
wdos los objeros, pero excluido
él
mismodel gran resto
Íl'cundante inhallnble
en la
leranía de los objetos. Desecho.
Desecho incluso de desechos.
(a) antifilos6fico debido a que, sin doble e insusriruible,
escapa a toda dialéctica y presenta una unicidad. una sin·
gularidad absoluta , esencialmente dispar. No puede engen
Jrar
pues
más
que
un
pensamiento
dispar s decir
reacio
:i
las metafísicas del Todo que como dice Tzara
prete11de11
ir
de a
a
z
Filosoíía del Todo, nntifilosofia de lo dispar.
63 Anrifilosoíí•, es deudora tambiln
de
la
filosoífa.
Toma el relevo. Porque a
la
filosofía no
le
es íácil rehacer
se.
•tO
De Ausch\.\
itz.
El
acontecimiento
más
importante del
siglo ¿quién
habrá pensado eso? Auschwitt es nombre de aquello que
redujo
la
filosofía a q111a Las cámaras de gas son lo real
contra el que los sistemas del pensamicnro se encallaron
frac...1.saron.•
t
l
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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66
érard
Wa¡e 1an
64
Con el descubrimiento de l
ns
cámaras de gns
lle
·
gó
el tiempo de
In
antifilosofía.
a
filosofía
habri
sido rehecha
por
lo bajo.
Por
el Obje-
to.
Obra
de Lacan.
Esta
obra lrnbró consistido en recoger el Objeto ex:tctn·
mente en
el punto
en que la filosofía fracasó. Lugar en que
el
pensamiento se hundió.
lugar
del mayor rebajamiento
de toda humanidad.
lugar
del Objeto.
De l
as
cámaras
de gas surgió el objeto impensable.
Y
el
ob
jeto impensable forzó a pen
sar
de nuevo lo que es un
objeto.
Y lo
que es el objeto del pensamiento.
Auschwitz lugar de la antifüosofío.
6
En el
campo
de Auschwitz había
un
sitio llama·
do •Cana
dá»
suerte de depósiro de
almacén en el
que se
reunían l
as
ropas y todos los objetos
de
los que se despoja·
ba a los deportados cuando llegaban.
Todo el
mundo
vio alguna
ve una foto
de una montaña
de zapatos. Imagen imborrable.
66 ..:Son los los zaparos (1lri1nos
test
igos
sonlOS
los
zapatos de los
pad
res y los hijos de París Praga o Ámsrer-
dam •
Moshé Szulstejn U
arbre da s les ruines 1947
67
De
todo
amontonamiento
de
objetos hoy vuelve
a :isccndcr, invenciblemente
la
irnngen del •Ca11adá•.
Apila1nicnros ele ctlcharitas valijas o instrunléntos de
a Col<eci6n
67
1n(1sica de
Ar1nnn,
estanterías
de Bo
ltanski
donde
bajo una
1111 de
sótano se acumulan millares de
ropas de niños. Estas
ohras hacen ver la imagen imborrable del
•Canadá•
El
amontonamiento de objetos no muestra
1nás
que
a
\uscncia.
68
Conozco a
una
muchacha que no puede pasearse
temblar
por
un mercado de pulgas entre las pilas de
ropas.
Se
ha dicho que Alemania es
una de las
principales fuen·
res de provisión de ropas
para
mercados de
pu
lgas de Euro·
pa.
69 •Somos los zapatos últimos testigos somos los
taparos
etcétera.•
70 En
In
primavera de
1944
los nazis empiezan a
quen1a r os docun1en tos con1pron letedores, dcscruye11
las
cámaras
de
gas
de Birkenau
y
deciden
evacuar a
los
prisio·
neros hacia campos situados mós al oeste.
s el
comienzo
de las •marchas
de
la
muerte•
de decenas de milos de sobre·
vivientes.
Las
últimas parridas
ocurrieron
a fines
de
enero
de
1945 los
soviéticos entraron
ol
campo el 27 de enero.
Justo después de que los S.S. hubieran hecho saltar el ú
lt
i·
111 c-rem3rorio
e incendiado el •Canadá• .
71 •Somos los
zapatost crcércra.•
72 El 27
de enero
de
1945 la verdad surge
bajo
el
cielo del sig.lo. Todos los objeros han desaparecido.
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68
Gérartl \Va1cn1an
73 Caída del Objeto.
74 Antifilosóftca colección.
NOTAS
Df
nADUCClóN
DE
LA CóLF.CClóN
•t.
El
frag.incnto
}.(
cstruaur:a
en torno :a
un
juego
de
~ l : 1 b r a s
1lO
cx.ictamcntc
traducible
al
castellano.
Se
1 r ~ 1 a
del verbo
ea11str
•que
signi·
fica •Causar• pero también •ch;irl11r•. Hemos
traducido
por •charl<'I• el
original
c1.11rsette y
por
otro
lado h11bl'1dOr• \ itrte c:a s 1111 que ta1nbién
es •cnusante•.
t i juego se re11er.1
adell'lnte.
•2.
Marca de cubos de c.ildo cre:ida a fines del siglo XIX por el
cn1pres.ario suizo julius /\1:aggi, J)OSteriormente adqu irida por Nestlé.
Conrribuyó a
su
fant.1
n1und101I el
cartelc.1eado en ton10 a
su
nombre por
el artista italiano-francés l.eonetto CJPJ:Hello.
•J. En el ortgin01I ..hoN·IJ• Probable ;ilutión al título del célebre
rcl.ito de
Guy de ~ 1 . a u p ; . 1 u a n 1 . f . ~ o r l a ~
título
que lu sido
tradicional·
mente
intuprCQdo
eomo un ncolopjmo
compUC StO pc>f' C$OS
ttrminos
y
en d que
se
manifestaba ta n c i ~ ó n pt;fquM:a del
otu
.tor.
•4.
La
fórmula
cstoi
tOcNda
de
una O:lebre fruc de Cinna rngtdia
de
Pierre
<:oc-ntillc: •z\lailft t
lu1
tom1rtt t l tmrwn•.
•s \'a.rtc<bd de
de
us.o muy común C'n
la
cocina fra.no.-sa.
•6. Parque miura.1 de la rc¡.i6n de l.tmosín, constituido por un.a
C'normc
mesct
.a g.raniuca y
»t -'JC'
)'
cuya
\·illa principal alberga
mu)·
pocos pobladores.
•1. F.n
el original, J-lo ' 'tst1q11tr,
\'OCablo
que sugiere menos for
t.adamcntc que el castellano la a ~ o c i : a c i ó n tlltre homn1t, •hombre•, r
do111estiquer ..
domcsricolr•.
•s. Se
trara
de un 1ér1nino cmple.1do aquí en una acepción que no
consta en general en
Jos d1ccionorios,
y
<¡ue
desig.nl'I Jo que comúnn1cn•
te se denomina en castclh1no •cxposición;o, •exhibición•, ..muestraio,
etc. Sustantivo derivado del verbo accrocl1er
..
colgar•, alude también,
l ~ p c : c í f i o : i m e n t c
al
n1odo o cruerio con <1ue se
reúnen
l:as
obras
rn
los
n1us.cos., salas, galerías de arte,
t c ~ t c r a .
•9. Cassoult>t:
gutso
de :ilub1as (o Ír1joles), muy antiguo y apreciado
pl:i.to de la
rocina
í r . i n c c ~ en p.-irticular de ciertas reg.lones de Fr:an·
Q;;ii
Durante
su
p r c p a . r ~ c i ó n se f0tma
por cnc:1m-;i, una •COSC:n•. Colcttc
LtSure es un;;ii dkbn cocinera
y
auron. de numerosos Jibros de rcutas.
• 10.
En cscc (ra¡n'tC'nto.
c:I co1,1cll2no
rr;iduu
por el sentido
2 no
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 35/56
70
Glrard \Va¡,man
podtr
ttílqar (1
Juq t
ckl ori_gjn.al con
y
se reki.w.
vc:rbos.
n
con
la IOCUt i6n r n r r ~
o
~ l b l i e .
• 11 Otro JU<go de ~ l b r 2 s
1ntnducibk
entre los Vttbos J khotltr,
· ~ · a r a r ene allane•
y
h:boutr, ·fr:aa su
LA AVARICIA
{FIGURAS, TilASTRUeQUES Y TRANSPOSJC10NES)
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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La Avaricia
no
es
n1odcrna.
Comparada con
los
otros
pecados en apariencia n1ás indiferentes a las estaciones y
los días, surge bastante
ol
{ashioned 2
La Avaricia es feísima. No como cuando se dice: tal cosa
es un dcfcc10 dcs.agr3dable; la Avaricia es de veras feísima.
Es la fealdad misma
¿y
si la fealdad fuera un pecado? .
Los pecados atentan contra
las
virtudes;
la
Avaricia hiere
también el gusro.
La
Avaricin-quc-es-fcísima
no
es
moderna.
En la
época
moder11a
la
A\
aricia
:11 tic c imagen no otra imagen
que
la
ol
{as/Jio11cd
Quisiera descn1paq
u
cear este aserto
cur
ioso
como
estoy
por lo qltt hny
dc11tro.
J>nrn desenvolver
la
Avaricia
pro·
cederé
mediante figuras y rrnstrueques de estas figuras.
Las figuras podrán
limitarse
a
un rasgo,
a
un
esql1e1na o
condtns..tr varios
rostros,
presentar una vista
de
frente
de
perfil etc. Los trastrueques podrán ser simétricos inversos
cruzados,
verticales
etcétera.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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74
trard
\Y ajctnan
1 Si
parodiando
a MoliCre, que era un maestro
en
el reina,
decimos
qtte la
Avaricia
no es un
vicio
de moda
•
esto, fuera de broma,
cvide11te1ne11re
en nada n1enoscaba
la existencia tenaz de la cosa: a diario os convenccn1os
fácilmente de que goza de perfecta salud. La Avaricia pare
ce próspera
y
sin
en1ba1·go
también
parece una Figt1ra
del
pasado
y
superada.
La
Ava
ricia sufre de
un
déficit
de
ima·
gen, no tiene imagen moderna
y 110 c.s
para nada
\111a
Figura
de la n1oder11idad
-en
todo caso, no tiene buena in1agcn en
absoluto-.
De
eso se trata.
2 Ahora, podríamos pregun tarnos legíri111an1e11te si
no
se presentó sienlpre así: antigua y pasada. Lo cual haría
de la i1nagcn del Avaro harpagoni
ano
tina personificac i
ón
exacr.a de
la
Idea: un viejo
que
sicn1pre fue viejo,
carcom
i
do
n1enos por Jos
años
qt1e descle clentro, por
su
natt1raleza
avariciosa, un viejo
de naci111ienco
inclt1so si
e11
MoliCre,
pincel
ada
ge11ial e.sre viejo echa u11 ojo concupisce1
1ce sobre
cierta juventud. ¿Un joven avaro? Sería
de todos modos
un
cviej.o avaro>. La J\varicia es vieja y
v11e
lve viejo. Pcc.
ado
rancio
.
3 Se ad1nire implícita1nente
q11e
el Avaro f11e eleva-
do
a Figura po.- Moliere
en
el siglo XVII, y que este
retrato
es definitivo. De110111inare1nos Figul a la h11ella qtte deja t111
sujeto, algo
suyo
qt1e qt1eda
como
herer1cia
en
la me1noria
de los hombres. El Arre produce así Figuras. Harpagón
no
es un hombre
avar
icioso,
t111 avaro ha
devenido
aquí
en
el
Avaro por siempre janlá.S (además,
su
no111bre propio de
personaje es
hoy en
día nontbre comú11),
ha
devenido
en t111
Tipo. El papel del Avaro
en el
Gran Teatro de la Comedia
Humana
. Es evidente que debía retor11ar
en
Balzac. Si bien
Balzac,
solo,
después de Moliere, llegó a
producir otras
L.a avaricia 75
Figuras n1en1orables de Avaros, estas 11 son roralmentc
nt1evas. El padre Grander, Gobseck, so11 ra1n bién,
c11
su
tran1a, Harpago11es
del
tien1po
del capitalismo. La
literac\1 ·
ra
es
por
nacuraleza potencia crítica, le
c11ca11ca
¡>ensar en
contra. La Figura denunciada de l Avaro es pri1neran1entc
literaria.
4 La pintura h
abrá
delineado aquí y allá ciertos
rasgos de la Avaricia. Sobre codo si1
nbólica111e11
te,
con
sus
atribu
t
os.
Figur
ada
casi siernpre
bajo
el
exter
i
or
de una
a11ciana esquelética sosteniendo
una
bolsa
de
oro. Se ve
esto en Juicios Finales o e11 Giocto, éapilla de los Scroveg11i
de
Padua, en tul e1nble1na opuesto a
la Caridad
q11e
anuda
la Avaricia a la E11vidia (
nudo
constante en pintura),
can1
·
bié11
en Mantegna) en
Mi11erva exp11f.sa11do a
fos
Vicios del
jardín de la Virt11d del Lot1vrc. O bier1 la pintura persigue
alg
uno
s rasgos del Avaro
n1ás
visuales, más ilustrativos
y
personales, co11lo los cuadros de
Qu
inten Mctsijs, l
ba1J·
q11ero
y
si m1 jer
expuesto
en
el
Lo11vre aunque
aquí se
rrate no tanto de un
avaro
como de tina nleditació11 sobre la
riqueza,3 o
como
Los tsttreros
de
caras terribles,
en
Roma.
Hay
también imágerlCS
111ás
reciente-s, las de Géricault, por
ejemplo. Enco11tran1os sin
duda en
pi
nt
u
ra
muchas
otras
figuraciones
de la
Avaricia. Pero, en conjunto, tiene 11
110
la idea de que el tema la moviliza poco y de que, aun de
la
mano de
grandes
pintore
-s,
110
genera creaciones
i11n1e11
·
sas. No Je sería cón1odo a la pintura den11nci
ar
el vicio.
El
histo
ri ador
de arte Maurice Brock
ve
1nás allá: la l intura
no cendría, ¿cón10 decirlo?, afición a la condena ni de este
vicio ni
de otro,
el
que
fuere;
de
nlanera general, estaría
ma l preparada para e11vilecer -de lo cua l se encargarían
el
grabado,
el dibujo, tan1bién la fotografía- su cemperan1en·
co; simplemente, la materia de Ja que está hecha, sensual,
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 38/56
76 irard \Va c t an
la conduciría
1nás
naruralmente a la celebración. Me gusta
esta tesis, pienso
que
es verdadera.
5 A.si pues, cuando nos representamos l:t Avaricia,
nuestras referencias son molicrescas y bafzacianas; de modo
que esro imagen es sobre rodo literaria y sobre rodo, fechada.
Digomos que el rcorro y
In
lirerarura del siglo XX no habr:ln
producido grandes Figuras de Avaro nuevos, y tampoco
habr. \n •tripolinndo» •
1
el tipo antiguo
de manera no[oria.
6
En csra époco, las
que
mejor lo han conseguido
son las artes vist1alc.s. No la pi11rura
-dcjen1os
pnrrt después
el problema de saber
qué iba
a hacer la p inrura del siglo
XX
con
lo Avoricio- sino el cine, y los dibujos animados
que produjeron de ella imágenes fuertes
memorables;
Srrohcim, por ejemplo, en
Creed -Avaricia
(1924)- con el
p<rsonajc de Trin•,
4
y luego, por
supuesto,
el Tío Rico de
\Volr Disncy,
Horpag6n
en el país de los toons. El d. a.
con
quista
así, con
roda naturalidad,
la fuerza de la
caricatura.
El poder
denunciador
del
cinc,
formidable, esencial -el cinc
ama
a los villanos, a los maJos-
lo
convierte,
desde
este
ángulo, en un arte
más
próximo al grabado y al dibujo
que
a lo pintura.
7 De hecho, ¿tiene sexo el
Avaro?
St1 Figl.1rn litera·
ria es gcncrnlinenre nlasculina. En ct1anto a la pinrura,
es
más
bien 1 n u j ~ r no realmente
una
1nujer,
una Vieja
-110 es
n111y
íc1ne11ii1a
-. Pero aquí estamos frente a Ja Avaricia, no
frente ol Avaro. Esro no es óbice
para que,
en
Creed,
Stro
heim hiciera de la Avaricia
una
verdadera locura de mujer.
¿Se
dirá
ª A\ ara?
La corrcsía
vota en
conrra.
El Avaro
sería Hombre y la Avaricia Mujer> o de sexo femenino. EJ
sexo del Av•ro. El problema
ÜC\•a
trazas de rc•porccer.
La
avaricia
77
8 e rodos los pcc•dos capitale., la Avaricia es
aquel
p•ra
el que rcnemos menos indulgencia.
No
es sim
plemente detestable: es
u n ~ n i n e m e n r e
odiado. Esto carece
de nexo directo con una eventual gradación de los vicios;
después de rodo, encontrarnos al Avaro en el cuarto
círculo
del
l11fierno da11tesco, rodando por los peñascos, mientras
que
el Iracundo, por su parre, chapotea en el
quin
ro, en las
aguas
cenagosas
de
la Estigi
a.
Ahora
bien,
acordaremos
en
que es pensable, aceprndo y hasta recomendable procla·
1narse org111loso, goloso,
ltajurioso
o
iracu11do;
con
pose 11os
confesaren1os perezosos; en
un
acceso teatral de franqueza,
nos acusaremos
de ser envidiosos, de la tierra
entera;
pero
avaros,
nunca.
9
Incluso
hoy, e11 11ucsrras
co1narcas
impregnadas de
frondosa impiedad, hasta irónican1ente,
hasta
por pcn·ersi
dad juguerona, nunca se "er.i a nadie reivindicar la
Avaricia
ni
consentir en ella. Podemos deleitarnos
con rodas
las in,·er·
siones de valores, estetas,
iconoclasl.
as
o inmoralistas
que
queramos, dar Jibre curso a
una
sutil afición a la
transgre
sión, la blasfemia y el sacrilegio: por cualquier punta
que
se
la tome, nada hay
en la
Avaricia
de la
que
nuestra infatuación
pueda extraer el
menor
prestigio. (Avaro, yo?• , del pródigo
al tacaño, protcstarc1nos
c1\
voz bien alta. L'l Avaricia
que
infla la bolsa no e11riqt1ecc
ni ser
-ron avara
es
la Avaricia-.
Más allá de l
os
volores
que
proclnmamos, más allá de nues·
tros ideales impregnados de generosidad, ella hiere hasta la
in1agen en cada uno. Un rrajc
que
no se quiere 11i se puede
vestir aun para
deshacerse de él, e11ve1e11a n1orr.alinente. Nar
ciso vuelve claramente la ~ p l d al Avaro, quien, aden1ás de
ser viejo
es feísimo, es la fealdad misma
s
El Avaro lasrjma
la visra.
En
la Avaricia, algo, oscuramente, obstinadamente,
causa horror. l Avaro, Figura del
Mal, una
cosa así.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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78
Gérard \Y/ajc nan
10 Imp
osible identificarse. El Avaro es el
Otro
. Sepa-
rada de la serie de los pecados, la Aval'icia parece defin i-
tiva1nenre insubjetivable.
El
Avaro es un
Orro
. Figura de
un
Otro Absolt1ro, completo, sentado y afirmado sobre su
nlonrón de Todo,
qt1e
no nos deja nada
1nás
que
n1aesrros
ojos
para llorar. La Figura del Avaro es el sueiio
de
una
completitud; «¡lleno
de plata» cuando en verdad sufre
crue
l1nentc
de
Ja
falta, cada
céntinto
que
JlO
t i
ene
o
J ierdc
lo desgarra, la
falta
es
para
él más
que un
suplicio). Tan
Orro
es
que
resulta difícil creer
que
alguien,
en
el
sombrío
retiro de ltn confesionario, haya po d
i
do ja1nás confesar
literalincnte este
pecado:
«Padre,
he
co1netido el
pecado de
aval'icia». Salta a la vista que algo no funciona: se con1e·
te la lujt1r ia, la gt1la o la ira, 110 se con1ete u pecado de
avaricia. La avaricia toca al sel'. Se es Avaro. No podemos
sino agarrarnos de 0\1estro ser. Nadie sin e1nbargo se deci
dirá a ello. Y sin
en
lbargo, cOnlo a veces sucede, un día
brun1oso
de
depresió1l
no
nos ncgaren1os a cubrirnos con
flores n1ucho 1t1ás venenosas. Además,
¿co11
qué falta
no
estaría
dispt1esro a
cargar
e
sujeto
rnás inocenre? l11son
dable culpabil
i
dad del
ser. Sin
embargo,
incluso desde el
fo11do
de
Ja
más
se\'era crisis
de
verdad
que
plteda
devastar
a este sujeto,
tanto da
decir
Ja más
1nelancólica, tenemos la
sensación de que nunca, aun desde la nláS sorda desespera·
ción, brotará
la exclan1ació11: « ¡SO)' un abon1i11ablc avaro,
nada n1ás que
u
s11cio tacaño » La Avaricia como rasgo
de
i11ide11ti icaci6n
absoluta.
11
El
Avaro es el Otro, pero
no
se puede descuidar el
hecho de
que este Otro «lleno
de plata•
suscita tambi
én
la
E11vidia,
que
es
u
pecado. El Avaro prod\1ce horror, pero
llama sin
embargo
a un regisrro
de
la identificación, a los
celos: «Yo,
e su
l
ugar ..
» Si bien
antaño su
en1blema so l
ía
a
avaricia 9
asociar la A\raricia a la
E11vi<lia,
tal vez había
q11e oír en
la Envidia del Avaro la ambigüedad del de pues el Avaro
figuraba canto como objeto de
la
E11vidia que con10 sujeto.
a Avaricia del otro suscita la Envidia del Uno. La fórmula
result.a ap roxin1ativa
porque
deja fuera el
re
-sorte esencial
de
estos pecados, que es el Oro. Por lo tanto, habrá que
decir n1ás bien que la Avaricia
<lel
Otro s11scita
la
Envidia
del
Uno,
sí
pero por
la vía
del Objeto
. Volveré
sobre
esro.
12 «Avaro» es ta11lb ién
una palabra que
viene del
Otro.
B11eno, del
Otro
vienen to<las
y por
definición,
es
el
Otro
el
que
enuncia el
pecado, puest0 que
Él formula la
Ley: «Tií harás, ttí no harás». «El pecado no es imputa-
ble si
no
existe la Ley., dice
san
Pablo.6 Da lo mismo. a
Avttricia excede rambién en e.ste punto a los
orros
pecados.
Sólo
u
otro, an1igo jurado o c11emigo fiel, colega, esposa,
amante o hijo podrán no1nbrar al Avaro
oe<AvarO»
. Ninguno
se dirá Avaro por sí n1is1no,
7
y
ninguno
se reconocerá
en
su
Figura. •El Avaro•
es producto de
la
pa
l
abra
del
Otro
o,
para
designarla
aquí en su
función verdadera, de una inter
pretación.
13 Mie11tras
que
el vocabl1larlo
para fastidiar
a)
goloso es pobre, la leng11a 110 es avara en cambio para
vicl1perar al tacaño. Se lo llanlará avaricioso, avariento,
cicatero, agarrado,
roñoso,
ang.urrie11ro, llorón, usurero,
1nezquino, mercachifle, cagó11, an1arrere, ricacho, perro,
rata, vampiro, bt1itre, rapaz, canalla,
arpía,
i11fame, har
pagó11; se
denunciarán
SltS defectos
e
cascada, avidez,
rudeza, titubeo, racancría,
parsimonia,
sordidez, pequeñez.,
vileza, mezquindad, an1or
al dinero,
sed
de oro
; se fustigará
s tacañería
(econon1ía
sórdida
e i11geniosa conocida
sobre
rodo
bajo la forma verbal y generosa
que exhorra
siempre
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http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 40/56
80
Cirard
\Vaicn an
a no csca1i1na
r);
se lo
cacJ,ar
á de duro, renaz, honlbricnto,
ávido que es
lo
que
la
palabrn v ro significobo también
ha
sta
el
i l o
XVI), vc1,a l, mísero, :igarrado, sórdido, es
tre
cho, puerco, mezquino, chicancro, venal, codicioso. L l len-
gua
es
un 1esoro,
incluso para un avaro en p3labras.
14
a
circunstancia de que d tirulo
de
Av•ro caiga
del Otro se cruza con
la
de que, entre todos los nombres
de pecadores, es
el único,
diríamos, que st1
c1l:.t
conto u \
in
sulro .
L:\
abunclancia de si
n611i1nos
sería un indicio.
En
11101eria
de gramática, para el Bescherelle del insult
o•
se
dirá.
c1tro1tces: •Yo s y ahorrativo»
y
«EÚ
eres avaro». Por
lo
tanto, rodo insulto
a)
extrae su rasgo asesino de
I•
boca
del Orro: •Tú eres... • pero también, b) parece concernir
siempre a un modo de goce. El caso es que, en su principio,
el
insulro apunta siempre dirccra o indirecta1l1c11re al goce
del sujeto,
que
da raz611
de
St1 ca rácter
de insulro.
or n1ás
que los Pecados se distribuyan según una suerte
de
Orden
Canónico de los Goces oral con
la
Gula, fálico con
la
Luju
ria, escópico con la
E11vidia
...
-t:-ina
l
para
la
Avnricia?)
-
esto
no irnpidc que no rodos sean verdaderamente insultos.
•¡Pedaz.o de iracundo
o •¡cerdo goloso •:
el oído percibe
sin
m:is
que esto no pega. No es igual. Tratar a alguien de
Avaro es no sólo denunciar
un placer
malo, sino
también
exhibir un goce repugnante. ¿Habría goces bellos Te
re
sa de
Áv
il
a bajo el cincel de llcrnini, sí, desde luego)?
La
Belleza parece una categoría que no se equilibra bien con el
goce. ¿Paradoja?
No
tamo. Freud nos hablar:\ de gannncia
de-placcr en
la
retención, en
la
constipación.• Goce de culo
apretado. Goce sentado, solitario
)r
grore.sco del
Avaro.
15 lmpacra entonces, por contraste,
el
hecho de que
todos los pecados for1nen poco o 1nucho, lazo socinl, se
dispo11gan a la colectivización.
Se peca de
bt1ena
sana en
grupo, se da la mano para establecer fraternidades
p< Cado-
r ~ \ que comparcccrá1
c1
fila
i1
1dia el
día
clcl Jt1icio
Final.
Se adm
ire
que los lujuriosos andan en pandilla, que pue
den formarse parejas de orgullosos, grupos de hombres
iracundos por
12,
o m:lsj,•l mesas de golosos dormito
rios
co1ecrivos de
perC2.0S0s.
Pero
una A.
A., Asociación de
Avaros, esto no es fácil de concebi
r. El
Avaro anda solo, se
cuc1
1ta
sólo
hasta
uno. Por dcfinició11.
Defi11itlvamenre.
No
digo desesperadamente. lll se aviene a ello, m:ls aún: aspira
a ello. Volveré sobre esto.
16 Por otro lodo, el Avaro no está cxocramenre solo-
solo:
riene
una
relación
esencial con el mundo, ya sea como
aquello que esconde
el
oro que él no tiene y que
por
lo
tanto
le falta,
crueln1c11tc
y
que
por
lo
ta11to
él
codicia, ya
sea
como lo
que
an1ennza
al
oro que él Osee
y que
a1nenaza
si1 rregua con faltarlc. Así
pues,
los seres son iilstrt1me1 ·
ros
de
su pasi6n
como si
fueran
lo
que
de t1n:l
1nanera
u
otra puede satisfacerla. Enseguida se advierte que no hay
en
este mundo más que
un
único modo
bajo
el
cual
otro
sujeto puede aparecer: como ladrón potencial. Cualquier
otra voluntad es hostil. Cualquier otro deseo que no sea el
del Avaro es enen1igo, por definición,
n1ás
que rival, amena
z.1dor y mortal.
a
vo luntad del Avaro implica
la
exclusión
de cualqui er otra v )lunrnd, porque toda vo luntad que no
se re
11uncia
a sí n1i s1na. que
11
se n1oviliza al serv icio
de su
bien, va forzosamente
contra
este.
Cualquier otra
aspira-
ción se vuelve conspiración .
El
hombre quiere
el
bien del
otro, se dice; la fórmula puede entenderse, ya sea como de
una tierna y profunda caridad humana, ya
sea
como
de una
esencial y criminal
1n11idia
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 41/56
82 Gtrard \Va¡ 111an
17 El Av3rO, en su figu.ra, es un
déspota.
En
su
cas:i,
en otro sitio,
con
todos, por doquier, todo ti cicmpo, por
naruralcu. Despotismo implac:ablc, dcspiad•do. lnsopor·
table. El Avaro impone un orden de
hierro.
De oro. Si nos
precipitamos n concebir esto desde
una
perspectiva socioló·
gica
y
progresist:t que explique
la
arrogancia del Avaro por
el poder del rey dinero,
lo
oscurecemos todo.
La
versión
psicológica
e
11tr
e JlClJrosis obsesiva
y
paranoia no
será 1nás
válida. Porque me parece que el absolutismo del Avaro hoce
su rgil
orrn
cnra, u
rostro que
ca
lifi
ca
ré de sadio110 le
l
Avaro: •No
hay hombre que
no
quie
ra
ser
déspota cuondo
se le pnra•.
18 Retrato
del
Avaro
como calentón
furioso. ¿Tira-
no
doméstico,
el Avaro que lo somete todo a su pasión?
Seguro. Pero
¿por
qué no mirarlo desde
otra
perspectiva?
Más
alta. de
un
despotismo del deseo. El Avaro
como
animal ~ s c a n r e
Podemos lamentarnos
de que el objeto de
esta pasión sea el Oro, podemos condenarla o \ Omit3rla,
pero
no negar
que
se
adorna
con
todos
los atributos de la
pasión amorosa,
afiebrada,
celosa,
incluyendo
un:i. parte
física y sensual, con retozos amorosos y placer casi orgd.s·
1ico. Atriburos que,
por orra
parte,
fo
rn
a
el
rostro
obsce·
no
de
la Avaricia. En estos
puntos,
11ada
per
1nite separar ni
Avaro del común de los fetichistas Krafft-Ebingicn, amante
de los zapatos
o
cortador de trenzas. Comparten adcmñs
u a
afición marcada por
la
colección.
U110 y otro
poseen
u11a virtttd l1curística: 1nuestran
q
lt
C
el
deseo cst:i ligado a
u11 objcco (1nico
y
singular; que está condicionaclo absolu-
ramcncc.
En
esto, hay ql1e decir que
el
Avaro, e
cuanto
al
dinero,
no
es
que lo ame
sino que
lo desea. Primero, porqt1e
cuando se ama no se
cuenta;
después, porque si el
amor
se
alimenta de cualquier signo, el deseo sólo pende
de
3 parti·
La avar1c1a
83
cularldad extrema.
Recordación de que el Deseo, como tal,
es
fetichista. De
ahí
lo siguiente.
19
Retrato Paradójico del
Avaro como Figura Ética.
Toda n1oral, sea religiosn o filosófica, es, en mayor o n1enor
medida, apología del renuncia1niento:
cambiar
los propios
deseos
antes
que el
orden
del mundo, tal es la consigna.
¿Y si la Figura del
Avaro,
implacable , salvaje y
déspota,
elevara su pecado :
ra11go de una n1oral contra
ri
a? Moral
de rira110, cicrta111c1 1rc, de
una
voluntad
única tendida
hacia
una n1et:i única, que viene a so111erer al inundo
y
poner a
todo el inundo al servicio de ese deseo. Pero el deseo es
despótico, Sadc lo hace saber. El Avaro quiere
arrodillar al
mundo bajo el imperio de su deseo. Cambiar el orden del
mundo antes
que
su
deS<?o. ¿No
será este el precepro predi
cado por el
Avaro?
20 Momento de llacer constar
que
la palabra avaro
viene del antiguo francés
avere,
que, según el Diccionario
Robcrt, significaba •desear vivamente•. La etimología no
basta para probar, ptro sería
estúpido
no
detectar y exrraer
para sí un
rasgo de lengua
ran oporruno. Hombre que
desea
vivan'le
t
e: véase Avaro.
21 Así que el
Avo
ro es hombre de Deseo. Esto esta·
lla, ind irectan1ente, en el ninl
e11rend
ido e11tre Valerio (que
habla de su amante, lo hija de Harpagón) y Harpagón.
VALERIO: 10dos 11ris deseos se
Ji titaron
a gozar de verla;
y
ada cri111ina{
profa ó
fa pasi61t
que 'e
inspiraro : s11s
bellos o;os.
HARPACON: ¡Los bellos OJOS de mi cofre Habla de él
cotno
at a e dt a11rada El Avaro (acto V, escena
3 .
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obstinado (rasgo que, por otra pane Freud asocia con la
Avaricia), impaciente, imperativo, impe:rioso, despiadado,
tir;\11ico, somccedor, envilecedor,
brutal
criminal y hasta
::1sesino. Digamos, al menos: el deseo no es generoso, no
comparte. Y
no
se divide. Aquí no hay margen,
no
hay de
1nás ni de menos,
no
hay más o n1enos o
un
poco. ¡\qtaí
se juega al juego del
todo
o nada . El deseo en sí mismo es
l :lJ):.lZ.
26
Concluyo que el Avaro es una Figura de Revela·
ción, un
Mostrador
de aln1as. Es llan1ativo, cul'ioso, que el
Avnl O detestable cu111pla
en
la lircrarura semejante
ft111ci6n
de verdad. Harpagón Gobseck sobre rodo.
En
este mun·
do en que el oro ha tomado el lugar de dios, él comparte
rasgos de J lnrpagón, como la concupiscencia sensual que
lo atrae hacia el
oro
pero hay más: Gobseck, poct3 des·
engailado, ha conocido a los hombres, los ha juzgado. Los
desprecia. Por esta razón se ha sujecado a la única forn1a de
porencia que no compromete con la vida: símbolo de todas
las porenci2s,
de
todas las pasiones que agitan al mundo el
oro le dcscl1brc el secreto de los corazones, al tiempo qtte le
pcrn1itc conservar St impasibilidad soberana e irónica
ante
las marionetas obligadas a recurrir a él.
El
Avaro, Figura de
Verdad.
27 Moliere sabía bast
ante
del Avaro; es indudable
que el Avaro, por su parte, sabe bastante del deseo (¿resorte
esencial del interés de
Mo li
ere
por el
Avaro?tl¡. Ironía, iro·
nía, he aquí al Avaro elevado a Figura de Verdad sobre lns
ahnas vícti1nas del pecado. Contrariamente al común de los
morrales (¿así se les llama, cortésmente, a los 11curóricos?),
d Avaro sabe lo que quiere, tiene
claro
su deseo. No sólo
sabe
lo
que quiere sino que esto le ororgaría una penetra·
La ar•arrcia 87
ción sobre lo que se agita en lo más íntimo de cada quien.
Como si la pasión del oro infame l mortífera,
poserera
en
su
horror
exclusi,·o la lla\•e de todas
las
otras suerte
de Pasión última depurada. Un cap11t mortm m
de
las
pasiones, lo que rcsrn una vez atravesados todos los f uegos
ilusorios que hacían
resoplar
en
vano
después de
esro
o
aquello. Una suerte de pasión verídica, más allá de todo.
a
única pasión que vale. Una Pasi
ón
Verdadera. Y Verdad
de la Pasión. Fea. Ml1y .fea. t>ero,
COf\10
decía Nierische, 110
hay razón para que la Verdad sea bonita ni cachonda. Ver·
dad sobre la 1narioncra l
1u1na
na, jugue[e de sus deseos. ¡Ay
del
hombre
que posea semejante verdad sobre el Deseo : el
co1nú1i de los n1orralcs no le quita los ojos de encima. Tiene
aires de pájaro de mal augurio. Harpagón Cobseck como
pájaros de presa, Tht Mt11
who
k11ew too m11ch.
2.8
Por lo
r.anro, el Avaro no tiene relación con el
dinero como símbolo sino como puro objeto. Esre rasgo,
esencial, colabora
en
el fechado de la Avaricia. No cualquier
objero. Un
objeto
que condensa
una
ganancia-de-placer,
irreducrible a la dimensión de lo útil y a la de rodo valor. Un
objeto enteramente vaciado de valor ranto de
uso
como de
cambio.
El
dinero del
;\varo
es un dir1ero qt1e no sirve para
nada, salvo p;ira hncerlo desear. Y si el ¡\varo goza, es ele
su sola y
pt1r:i
posesi61t;
en
fin,
cuando
digo «pura :. ... En
el Avaro, el go e sup<:rponc cxacta1nenre scn.tido jurídi
co y
scnrido sexual.
29 Así se explica que la Figura del Avaro esté cosi·
da
con
oro
con una 1noteria preciosa, con 1ner.al brillante,
co11ranre y sonante, visible:
y
táctil
«tor1cl1er de / arge11t•,
*Cobrar dinero• expresión de ecos masrurbatorios, debió
de ser forjada por
un
Avaro).•• El oro como el nombre del
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88
bard \Vaj ma
objeto en causa ca sa rnatcrial de Ita Avaricia. Con esto.
Sl1
Figura queda
referida a
tin
tien1po
en
que el oro reinaba
con10
dueño
y
señor y
regt1lnbn
e1 n1ovimienro de
los bic·
nc
s. J
>ucs
lo propio del 1\varo
es
ro1nper
este
movin1ie11to
de
ii1rerc
an1bio dcrerter al oro en su circulación y
act11nt1
lnrlo
1>ara
él
n1isn10, extraer
el nt
ernl nni1t1ado y, septiltaclo desde
entonces en cofres profundos co
1t1
0 rurnbas, hacerlo
retor·
11ar con10
a la mina
en
la que
desc311saba
inicialmente y de
donde unas manos lo habían extraído. Trayecto algebraica
y económicamente
nulo. Esta
inmovilización es también
el principio seco
y
esterilizante del Avaro.
Nada
se crea,
y
tampoco nada se transforma. Todo se petrifica.
3 El
objeto por naturaleza veloz y voláti l del deseo
se congela entre
las mnnos
del Avaro.
Esta
petrificación es
lo muda misma del oro en fetiche. Marx hablaba del oro
co
1t10 u11 Jneral
al qt1e ..:la for1nn 1noneda imprin1i6 carácter
de feriche,..
1
3
Lacan 110 dejó de scñnlarJo,
Ma.rx
era un
gran
clínico. Mientras que la dimensión de fetiche del oro sub·
sisrc
hoy,
es obvio que masivamente
a moneda
electrónica
reenvía la Figura del Avaro a un pasado obsoleto. (Veremos
que esta no es la única caus3
de
lo
que
deporta a la Avaricia
hacia atrás).
31
Así pues. la Av:.ricia supone la presenci:. físicn
visible del objeto. El oro está en su
pr
incipio. Incluso el rei-
na
do
del pape l monccla riunque
tn
1nbién
sea
material, trae
aparejada cierta dilución
de su
Figura. Sensible degradación
en el tránsito del Horpagón aícrrodo a su precioso cofre, al
personaje de reed tendido sobre un colchón
de
billetes
de
bonco. Ahora, imaginemos figurar hoy, para un film,
un Avaro: ¿rueda sobre un lecho
de
tarjetas
de
crédito y
mnnosea paquetes de acciones contemplando cheques ccrti-
La ovar1c1 a 89
ficados? La disolución gradual de
)3
Figura del Avaro sigue
exacta
mente In curva de
una
dcsmaterialización ostensible
Y
progresiva del
dinero. Al mismo tic1npo
a
la i11versa esa
<abstracción . del clinero hasta
la
n1
<
>ncdn electrónica vir-
runl, trnc
nparejnda tina
des1nat
erinlización del 1\varo y
en
una modalidad única: toda carga física, erótica, de la rela-
ción co11 el di11ero queda eliminada. L l pasión ardiente por
el
oro
se apaga
y
da
paso
a un interés frío
por
sucesiones
de ceros. e paSol de Ja contemplación al recuento.
Y
desde
entoncrs, de la Figura legendaria
al
triunfo
de la
neurosis
obsesiva. Fin del reino del mito, se abren paso los tiempos
del caso clínico.
32
. Esta dcsmaterialización corporal de In Figura del
Avaro
11.c11c correlato : su
n1c
11rali
zaci611
gener:lliz.ada.
La Avar1c1a clc1n ele
ser
una Falta, s
hn co
nvertido
e11
un
Problema psicológico;
el
Avaro no es un personaje de
Ja
c o n ~ e d i humana si110 . ahora,
un
caso clínico;
> ª
no tiene
3 v1rrud de mostrar, más bien se
Jo
pondrío a él en obser-
ación. Obsolescencia del oro, obsesionalización del alma.
33
Pues ha pasa
do
algo que va a decidir un viraje
moderno.
El
Avaro habrá sido Figura de Verdad del Deseo
pero otra Figura de Verdad apareció. Llamada Freud.
Y
que, paso, dijo In verdad de la Avaricia. ll e aquí al inré
r-
¡lrccc 1
11tcr1>rctado
a Sll vez.
A
partir de
nhora
l:i Figtlra
del Avaro
ha
entrado
en
la sombra del espíritu
aho
rrador.
Pase
.malabar, lo que
era
Pecado se rransformó en rasgo de
c:iracrer .
4
.·El erorismo anal s uno de
esos
cornponentes
Je la puls16n que en el curso del desarrollo en el sentido
de
11ucsrra
accual
educación cultur;tl se
vuelven
inaplica-
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9 Cbard \V ¡tn an
bles par:) n1eras sexuales; y esto sugiere discernir en
c ~ a s
cti:ilidades de carácter qt1e tan a 1
ne11udo
resalt;1n
e1l
qu1e·
llCS
antaño
sobresaliero11 por St1 erotismo nnal -vale decir,
orden ahorratividad
y pertinacia- los resultndos inmediatos
y con;tantes
de
la sublimación de este.• (Frcud,
•Carácter
Y
erotismo anal•, 1908).
14
En 1917, Freud reformula la sene
de
cualidades como
•avaricia,
pedantería
y obsrinación•.
La
reunión
de
estos tres «defectos,.
• S
forma el
•carácter
a11a),. qt1e •proviene de las fuentes pulsionalcs del
e r o ~ i s ·
mo
anal o (dicho de manera más cauro y complern) rec ibe
poderosos
suplementos de esas fuentes•. (freud, •Sobre las
transposiciones de la pulsión, en particular del eror1sn10
anal• ).
15
35 Frcud, conmoción mayor de la modernidad, hará
pasar
del mito del Avnro a la novela del neurótico. Volte·
rern
de Harpag6n
a
Grandet,
y
de
Gobseck a las
aventuras
de l peqt1eño librancista.
Se
ve, por decirlo así, el cuadro.
Los pri111eros daba11
1notivo
a grandes obrns; los dramns
del titular de la Librero de Ahorros penan porque se pon·
ga eréctil la im3ginnci6n. ¿ ó ~ o h ~ c c r gran literatura e ~ ~
pequeños
ahorradores?
P e r o ~ ·
la
Figura del
'varo
acccd10
al
gran arte o,
mejor dicho, St el
gran arte
izo al Avaro a la
Figura, esto fue porque, por un lado, el Avaro se
v1cal1zaba
co11 el exceso, con la pasión
fur
iosa y, por el orro, porque
sobre st1 obsesi
ón
pesaba tina co11dc11a extrc1na que sólo
scñ:ilaba en él
igno1ni11ia
e infamia. El Avaro
era grande
n
tanto y en cuanto despertaba un sentimiento de abyec·
ción
radical o una risa mayúscula, es decir, como
lo
destaca
Dominique
aporte,
1
en tanto). en cuanto
c s c e n d ~ a sobre
una mirada aristocrática que elevaba la Avar1c1a a las
diinensiones de un3 pequeñez it ln lensa.
Sin1plemcnre
esto:
1 1abía
cierta grandeza de la Avaricia mientras la ap1astara
I
a
at•ar1c10 9
una
condc1 ln, n1ientras
ruvicrn valor
de
pecado, mientras se
comara
c1i
se rio q11e este pecado cr" capital.
36 La Avaricia
no
es un pecado moderno porque ya
no es digna
de
una mirada -porque ya no es
un
pecado-.
Ningún renrisra·pequcño·librancist3·0rdcnado-ahorra1ivo·
obstinado<onsripado17 merecerá nunca ·ni ese exceso de
honor ni esa indignidad de ser tratado de
innoble
o infa
me.
•8
Tal vez hasta se
tendrá
a
este harpagón por un
paran
gó11 con virn1des 11uevas, sentido <le la eco11onlía, prudenci:i
en l
as
Í11v
ersio r1 es, fe en
las colocaciones o
espera11za
e11 l
as
rasas de ii1tcrés.
37 En
•Anal
und Sexual• /mago, IV, 1916), Lou
A n d r ~ a s S a l o m é defiende la idea
de que
•lo anal, repri·
mido
e1 I
el niño, puede convertirse en el símbolo de rodo
lo
que est:I prohibido, de
todo lo
que,
como
pulsión, uno
debe
apartar
ele
su
vida . . Si el Avaro se
ha
mutado actual-
1nente c1 I Figura de1
c a r ~ l c t c r
nn:il, y si «todo lo
qt1e
está
prohibido• es la fórmula laica pal 3 nombrar el Pecado, • lo
anal
símbolo de
todo lo
que
est.i prohibido• coincide cxac·
1amcn1e, trndt>eida
a la lengua freudiana, la
resis tratada
más
arriba
de
la Avaricia
como
Figura misma del Pecado.
¿Emblema de lo reprimido?
38 En el fondo, e l Avaro encarnaba
una
tesis que él
exhibía abiertarne11te: el deseo tiene tnta causa inaterial, y
en la carrera
del
deseo, en esa persecución
incesa11tc,
hay
un solo objeto que vale, uno solo que no es ilusorio. El
oro. Único objeto. El oro cristaliza en sí todos los objetos
deseables, carga
con
todos los valores, elemento cJa,·c en
la desesperante metonimia de los objetos.
aave
del deseo,
nada menos. Metal fino de la clnvc. ' Y he aquí que a su
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92
Gérard \ f/ajcn1an
vez vi
no
Fr
eud para
a11unciar simplcmc11tc esto: el
Oro
110
es la
pa
l
abra
clave, hay una
palabra
clave
e
el
oro
y
esta
palabra
clave
yo la
conoico
)' la voy a decir. Mi
erda.
E el
1n is1no texto, «Carácter
y
erotis1no anal», de 1908,
Freud
establece el nexo
hoy
clásico e11tre el di
11ero
) la defecación,
apoyando
su tesis
en
el
saber inn1cn1orial de
antiguas mito
logías («Ya
e la doctrina de
la
antigua
Babilonia
el oro es
la caca del infi
erno•),
leyendas
(•Es
fama
que
el
dinero que
el diablo obsequia a las n \ jeres
co
qttienes tiene con cr-
cio se n1uda en
excre
1nento después que él se at1se11ta»} o
ctientos (evoca e l
D11kate11scl1eisser
el caga-ducados). La
1nierda, palabra clave freudiana.19
39
Caída catastrófica en la bolsa de
va
lores: lo que
tie11e
el valor más grande, lo 1nás deseable, se revela
er1 \11 1
ab rir y cerrar
de
oj
os
co1no lo más vi
l. El oro
1nis1no
es u a
falsa aparienc i
a,
el nodo cente
ll
eante y engañoso
de un
cxcrcn1e11to. Se advierte
la n1a11era
decisiva
en
qtle Freud
aceleró el envejeci111ie11to
de la
Figura
de
l Avaro. No
todo
lo que
reluce
e-s oro,
dice el adagio;
y Frctid
concluye:
no,
es cac:t.
El
va
lor
atribt1ido
por un
sujeto al
oro,
¿depende
de
la
re1nora
cotización
de
las heces de
un
niño er
I
la bolsa
de
l
os
valores
mater11os?
Fretld arrt1i116 al Avaro a l hacer
caer el oro. La
n1áscara
de oro cae, es la hora de una
tr3 11s-
111utación de las
n1atcrias:
bajo la
iluminació11
fre11dia11a el
cofre
adq
uiere
de
pror1to reflejos
de bacinilla nocrurna, el
calcetín de lana cuelga como papel higiénico y Forr Knox
n1uestra aires de Cloaca Máxi111a de acero. El Estado forn1a
stocks de oro para
gara11tizar
la moneda
.
Pero con
Freud
surge
tina n\1eva prcgur1ta:
¿qué es
lo
qt1e
el oro
•
garanti
za»? E cuanto
a
la
política
de
reacti
vación
que
i1npt1lsa
a
los al1orrisras
a
sacar su dinero de
la
Caja de Ahorros para
invertir,
ella se
despliega
como metáfora de
tin co1nbarc for-
\
La avarici
n1idablc
contra
la constipación. Este jt1ego
de
trastrueques
freudia11os indica u ca111bio
de
época: abandonen'tOS el oro
al Pasado,
viva
la
mierda n'tode 'na.
C o n e n t a r é ~ al
final,
algu11as consecuencias
de esto
en el arte.
40 Faceta Moisés de Freud: el Becerro de Oro es
boñiga.
Su
faceta ico11oclasta:
en verdad,
el
hombre
es u
adorador
del desecho.
•Es
posible.que la oposición entre lo
1nás valioso
que el
ho1nbre
ha
conocido
y lo menos
va
lio
so que él arroja de
í
como desecho [Freud dice refuse,
e ing
lés)
haya
llevado a
esta
idenrificaci611
condicionada
e11tre oro
y c.aca,.
(Freud, •Carácter
y
erotismo anal
,.,
op.
cit., pág
. 157). Obertura de la ópera moderna, Crepúsculo
de los ídolos.
41
Esta ópera de f«ud puede rener dos finales, posi·
bilira
dos
sa lidas .
Dra1na o
con1edia. Todo 11uesrro
teatro.
J>ode1nos ver
en esta alqttimia
inversa del
oro en
n1ierda tin
atentado contra
nt1cstro bien
más preciado y contra
tino
de
nuestros
más altos
valores;
lo
c11al
hiere la
image11 que
11os
hacíamos del Hombre
y
de nosorros mismos
como
E
l-
Bien·
Más-Preciado.
2
º
Es preciso
situar
enro11ces
este
atentado
entre las heridas narcisistas ya infligidas por Freud-Copér
nico ) Freud·Dar,vi11. Esta es la versiórl
dramática
• ¡¿Era
sólo esro?
¡
Bt1ah
» O
bien
la
rrans111utació11 cobra
aires de
volrerera de los valores; véase la imagen del Gran Plarero de
verdad velando
ce
losa1l1ente sobre
su
orinal, vis i
ó11
verídica
del terrible Forr Knox: la boca de cloaca mejor cuidada del
inundo. Esro provoca
risa.
Los
valores
paras
arriba
viran
a
bufonada; la caída de
materia
cobra
aires
de caída de
velos,
lo
ct1al
nos
descttbre seguratnenre
t1no de los resortes
esenciales
<le lo cómico:
«¡¿Era
sólo
esto? ¡G11auut1u ».
La
1isa
asciende cuando los
velos
caer• .
Desenlace
c6n1ico de
la
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94 Cirard \Vajc1 an
con1edia ht nana ct1ando la con1cdia
se
confiesa. Co11íesión
forzada por tin
Fret.1d-MoliCrc. Risa
o estremecimiento. Dos
desenlaces ante In verdad de lo qt1c fulgura a11tc 11uesrra
\
1
is
r a
Ellos coexisten, no ' 'alcn m:ís uno que otro} cuesrión
de
elegir.
42 Freud no se
li
m
it
ó a decir la verdad de l oro,
consrrt1yó
el
oro
y
la
mi
erda
con10
n1etáforas
lo
t1110
de
lo otro, recíprocas, continuamente sustituibles y reversi
bles. Dio la fórmula de este trastrueque, del int<rcambio
indefi11ido, del
equívoco
fundamental: Dirt
1s 111atter
i
t/1e
1uro11g
place
La
s11cicdad es
111ateria
11bicada c
l11gar
eq1
r
ivocado, citado e n -Carácter
y
er otis 10 anal)•, op.
cit., pág. ·1
6 J
43
El
oro
mismo es sede y ageme
de
las transmuta-
ciones, Señor de las crransposiciones•, para hablar
como
Freud,
An10 de las in\•ersiones 1nar:lvillosas,
Metal
filosofal
de Ja
alquimia de
las
almas y los cuerpos:
•Cold?
ycl/01v, glitteri11g, prccious Cold? ( .. )
Thus 1111teh o{
this, rvill make black, white; {011/ fmr;
Wrong, r1gl11; b a s e ~ noble; old,
) Oltng;
coward,
11alia11t¡
]
Tl1a1
, akes tl1e wappe11 d ruido1v wed
aga;11;
Co111e
da
11
1ed eartlJ
Thort co
1
10111.vJJore o n1a11ki11d••. •
Shakespeare, Timon o{Athens.
(¿Oro? ¿amarillo, bri/fa,,te, preciado Oro?
..
Hay
aq11í basrante para volver blanco lo negro, bello
lo
feo;
J11s10 el
error; 11oble lo
i11fa111e; joven lo viajo valte11e
lo cobarde
[ .
1
L. ti avari,ia
95
P I J1nce
de rt a
vi11da
vicia y corro;da ª
loza11a ;ovc11
casada
( .•
1
V a o s ~ conde1iado polvo
T1í P11ta
del gé11ero
l111111ano.]
44
Cor1 la ec un<:i6r1 oro = mierda, I:rct1d se hace
shakespcriano,
sin1ple1nc1lte agrega
trnns1nt1 taciones
a la
Gran
Obra,
despliega m:ís adelante la serie
de
los
oxímo·
rons del oro.
En 1917,
en el texto antes citado, •Sobre las
ttansposiciones de la pulsión, en particular del erotismo
anal• desarrolla también la lógica inaugura da
por
la
ecua·
ción ¿ rn. E11 pri1ner lugar, extiende ecunción a otros
térn1inos e i11sta1a una nt1eva ser ie: cx
crc
n1cnto = d inero •
regalo •
niño
=
pene; en
segundo
lugar,
plantea
que en esta
lógica rodos los términos son intercambiables:
•U
na parte
del interés por la caca se conrinúa en el intert:s por el dine
ro; otra parte se
transporta
al deseo del hijo• (idem). Oc
esto resulta,
po
r eie1nplo, 11iño
=
cxcrcn1c11to
Puede
co11ce-
birsc c11to11ces la idea de un c iclo freudiano: de - a» a
-bn
y vt1elta, de «b» a
«3>t
y
vuelta, del excre1nenro al di11cro
y
vuelta, del niño
a] pene y
vuelta, etcétera.
45 Raro, raro. En el
gran
juego de mversiones que
ya habío murado el oro del Avaro
en
mierda de constipado,
asistinios
ahora
a una inversión de inversión que invierte:
caca • regalo. «Es
probable
que la primera significación
a
l;i
que conduce el interés
por
el cxcrc1ncnto
no
sea
oro
dinero,
sino regalo.••7 El
excremento como regalo: ¡cómi
co efecto teatral, la señora mierda era madre a la vez de
la Avaricia y del regalo *El excremento primero regalo •,
idcm pág.
110
.o
Se creyó haber
llegado
por
fin al fondo
de In verdad de la A\raricia, a la joya anal como verdad
del Avnro sobre
st1
1l'IOnt6n de oro,
y
ahora res11 lta que
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 48/56
9 érard
\rtajc ta
la pulsión anal se eleva a Figura de la oblatividad . El
do
n
convert
ido
en una Figura
po
tencial
de
Ja retención
y
recí·
procamente. De
<al modo
que la V
erdad
parece tener
doble
fondo
o,
mejor dic 1
0
simplen1ente 0 t iene fondo es puro
asun
to
e inversiones, de
trast
rueques y de «transposicio·
· ncs». Una historia sin pies 1
i
ca b
e-La
(que la verdad está
exacra11
1enre pa tas
ar r
iba es, sin duda lo que La.can mostró
al t
ocar
un
pequeño frag.111ento 1nusical
co
11
Mocbi
us y su
Banda). Extraña lóg ica
anal en la
que
la
Avaricia pasaría a
ser • analógica• del don;
¿Harpagón
• aná l
ogo
•
de
l ob
lato
,
Gobseck
«aná
logo» de
Cristo
? -P ero ¿
qu
ié11 pretenderá
<
t
1e esre pensamiento ft1e absolutamente ajeno a Balzac?
46
Al
fina l,
ll
egó Lacan : «El n ivel anal es el l
ugar
de
la n1ctáfora -
un ob
jero
po
r otro, dar las heces en lt1
gar
del
fa lo . Perciben así por qué
la pu
lsión anal es el
dom
inio
de
la
oblarividad, del don y del regalo. Cuando uno no tiene con
qué , cuan
do
a causa de la falra, l10 pt1ede dar lo q ue hay
que dar, sien1pre existe
el
rect1rso
de dar
otra cosa . Por eso
en
su moral, el
hombre
sien1pre se
iitSc
ribc
a
ni
ve
l a1
a
l o.
Lacan, El Se inario Li bro
XJ,
pág. 11. No co t e .
47
Hac
ia
u
últin
10
rrastrlt
eq
ue del Avaro. Tomemos
de nuevo dos cosas, la soledad del Avaro y la del Gobseck
de Ba l
zac
. Soledad esencial y obli
gada
. Pero el Avaro no
está única1ncnte solo
por
sí n1i
smo
, aden1ás es rechazado.
Se tr
ata
de tina d in1ensió11 que se le asigna con10 un a tribu·
ro: el Avaro,
innob
le e infame, es odiado y despreciado. s
una Figura excluida. En su F igtJra, el Avaro tie1
e
t1
cho de
escoria. El 1
nan
i
p1ilado
r
de
oro se trastrueca
en
paria. (j us
to
para no
olvidar el fondo trági
co
de que se t r
ata
: que, e
el
i
nag.inario occidental , ji1stamente
sobre la
Figura abso·
Juta
de
ese
pa ri
a
21
qt1e
es el judío se conde11só la
de
l 1
\varo
t
La avaricia 97
sabemos muy bien lo que produjo en la realidad esta con
densación: mo11tañas de dientes de
oro;
la actualid
ad
pre·
se
11rc,
el
tema de
las
ex
po
li
aciones, porta todavía l
as
hue llas
do lorosas del paralelo funesto enrre judío y dinero). En su
Figura, es co1no si el l\
01
11bre apegado al
oro
se volviera
él
mismo
st
t opuesto. Como si el Avaro estuviese cond
enado
a tener que seguir el desri 10 de rransposició11 que Freud
señalaba a su objero:
de
la mierda al
oro
y del
oro
a
la
mierda . Aquí viene Gobseck, ese hombre, dice Balzac, •que
se hizo oro• y que él describ e
en
medio
de
la podredumbre
deb ida a la acun1ulac i,ón de 1nercancías o de materias en
descomposición . Visió11 literaria de Ja al
qu ii
n ia inversa,
en
el
cent
ro
de
t 1 ch
arco de oro 1nu
t
ado
e
basura
el Avaro
se une al desecho. He aquí el meollo de la Figura de l Avaro:
la abyección.
48
Si
tenemos presente la tesis de Lou Andréas-Sa lo-
mé (véase S37), podrían1os decir que, Figura despreciada
y
rechazada, el Avaro sería
no sólo
una Figura
de
lo re1>l in1i
do1 sino rambié11 una Figura ella misn1a reprimi
da
.2
2
49 A
fi
n
de
ir
.considerando ttn térmi110
cve11tt
1a l
pa
ra este
gra
n j11ego de inversiones,
propo
11go ocuparnos
un 1no n1enro de este i111e rroga1ce: ¿qué podríamos concebir
como eJ e
xt
remo
opue
sto de la Avaricia, como su
a11tóni
n10
último, su
an
t ítes is tern
1i
nal
1
su inverso defirtitlvo, st1
co11-
trario absolut
o
su Otro? ¿El generoso, que desborda de
rega los? Esto es obvio. J>or eso, e sun
1a
, ¿para oponer a la
pulsión
ana
l
qt
1e en1pt ja a la Avaricia no
e11co11trar
íamos
nada mej
or
que la puls:ión a11al que
en
1
pt1
ja a regalar ? ¿Será
el hon1bre ca ri rarlvo?
Es
verdad que
Ciot
to, en la cap illa de
los Scrovegni,
po11e
fre te a la Envidia-Avaricia
sos
tenie
nd
o
una
bo
l
sa
de
oro
a la
Car
i
dad
pisoteando el d inero. ¿Qué
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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9
Gérard \'(/aje"'ª"
n lás? ¿El santo? Sí, claro. Pero, ¿sn1i Marti11 cortando su
capa
para repartirla? ¿O el
5311 Fra11cisco
pintado por Gio
tto
en Asís1 que e11trcga
su
1nanto c11tcro?
Ahora
bien, dar
s11 manto y hasta dar todo
lo
que se posee, ¿es esto
lo
1náxi·
mo
el
colmo
de
lo
que
se
puede dor? ¿Coincidiremos con
la sabiduría popular para lo cual la hija más bella
no
puede
dar sino lo que tiene? Pero las más de las veces la sabiduría
popular no
se
contenta con
dar
ella misma
sino
lo
que
rienc:
a decir verdad, nada muy brillante. Habría
que
ir a busc ar a
otra
parte lo opuesto de la Avaricia, o de otro modo. Para
orientarnos, volvamos a n u e ~ r r o U.can: ·Perciben
así
por
qué
la pulsión anal es el dominio de la obla11vidad, del
don
y del regalo. Cuando
\ano
no tiene con qué cuando a causa
de la falta, no puede dar
lo
que hay que dar siempre existe
el recurso de dar otra cosa•. Dicho de otra n1anera
ranro
el
generoso donador como san Mnrtín o san Fra11cisco
se
sirúan aquí juntos -perdonen la
ofensa-
en el dominio,. de
la •pulsión annl•. Bl1S<ábamos al Otro
y
al fi11:ll r1os encon
tramos con l
Mismo. El problema
pasa
a ser entonces: ¿es
imaginable dar de orro modo que por •pulsión anal•? ¿Dor
justamente •lo que hay que
dar•?
¿Es posible s u s t r ~ t e r s e de
ese
dar
sie1npre «Otra cosa»? ¿Un rcg3lo
q\1C
sería verdade
ramente El Rega lo? ¿Cómo por una vez,
podríamos
•tener
con q\1é•? Esto nos lleva irresisrible1ncntc hnci:l esta fó r111u
la, no
1nt1y
de ~ s a b i d u r í a p o p t n r ~ que, en tacan
hab
la de
•(dar lo que no
se t iene• . Res\1 ltn
que
de
esta nlanera
Lacan
define ¿qué cosa? Porque :i1
nar
r(cs dar lo q t1c no
se
cicnc».
Dicho con orras palabras lo que rcspo11dería a la cuesti
ón
de saber
si se
puede
dar m:\s ali:\ del don sería: dar lo
que
no se tic11e. o sea :imnr. ¿An l: . r, con10 Don Absoluto y por
lo tanto co1no inverso de
In
Avaricia? .Bien, de acuerdo
pero
¿qué quiere decir dnr lo qtte no se tiene? Si no
está
del lado del rener, a lo mejor está del lado del ser. Vayamos
Ln
nvorit10
99
direc:rarnenre a la Figura que
e1 lcar1 1a
al n láxi1no esta pre
gunta. E.I
santo
en efect o. Pero cr1ronccs no sa11 Marrín ni
san Francisco, no el santo
que
hace
carjdad
co11
su capa,
la
que
él tiene. Sino más bien el san10 bcrnanosiano,
l
pobre
tipo, pobre de cspíriru y pobre de todo que no tiene nada
y
que
no
puede dar nada que
por lo tanto
no puede dar
orra
cosa que
lo
que
él es, orra cosa, pues,
que él mismo.
Única
manera de darlo
todo
sin resto
y
sin
retorno.
Figura
del sanro bemanosiano un menos-que-n3d3 que se da una
cosa de nada un desecho. Darse como cae al piso un andra
jo.
La
caridad sí, pero absolura exacramentc, creo lo que
Lacan llamaba dt searitlad.lJ Dar su ser, ts decir, también
dar
su
falra. Dar
su
ser, lo
que
hacen rodos
cuando aman.l-4
En lo cual, como contrapartida el que ama tiene mucho
de santo. Esto se sabe conf\asamcntc. Si
~ ú n
la rcología el
pecado debe ser combatido es porque alcanza la santidad
que
la
criarura
encierra. Jt1sro por eso el opuesto diametr.il
del Sanro entre los pecadores sería el Avaro. En definitiva,
al final no hacemos
más
que rccnconrrar11os con la tco·
logía,
Ton1ás de 1\quino,
y
con
Ciorto; final, c11
cícero,
lo contrario de la Avaricia es
In
Caridad pero entendida
esra vez en la forma al>solurn del don de ser. Una caridad
cuyo
precepro sería:
la
ca ri
dad bien encendida
e1npic1.n por
darse
uno mismo. Al Avaro, al
que toma
y guarda todo lo ,
que t iene viene a oponerse el q t 1 ~ dn rodo lo q u ~ es y que
no
t iene: ¿El A1nor, antónin\o absoluro de ln -Avnricin? ¿La
Figura inversa de Harpagón ele Crander
y
de Gobscck?
Cristo. (De paso señalo hasta qué punto la Avaricia es un
tema pr
ofunda111cntc
cristiano. Oc1nos cn1pcro una versión
atea del Contrario Absoluto
de
l Avaro: el Anrnn1e).
50 Todos csros rodeos para rcr1ninnr coincidiendo,
al
final,
con
el Ciono
de
los Scrovcgni mencionado
al prin-
•
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JOO irJrd Wa¡cnra
cipio. El caso es
q u ~
tratándose del
arte
antig\10,
para
res·
pondcr al problema de saber sobre la Avaricia bast•b• con
ir
a buscar representaciones de esca y
de
ptns.ar a partir
de
ellos.
Oc
inmediato se advierte que
hoy en
dio la solución
muestra ser inuy diferente. Puesto que la Avaricia no tiene
rostro visible acrual,
no
tiene Figura moderna, pt1cs10 que
hemos
ab•ndonado
el tiempo
de
las
imagittes S) mbolicac,
pnrn c11contrnr \ana
h11ella
visible
de
la Avaricia nos
es pre·
ciso, coníor1nc lo q\1e pude decir eventualinentc nccl ca del
destino general de
la
Avaricia en la
época
n1odcrnn, «psico·
l
ogiz.al')•
o
f(111cnra lizar» la ct1esti(>n
: puesto que
l - I iclca
del
tc111a de tan cuadro fue dinamitada -a partir,
finalr11cntc. ele
Ma11ct- nos
c11contramos con
esto: si la obra
ya
11 pres·
cribe una
sig11
ificaciónJ esta sólo sc_produce
e11tonccs
con
. t - i n r e r p r c t a c i ~ n .
Oc
ahí este
cambio
radkal: la
piñtliTa"""
antigu.i exponía una idea del pecado;
en
c-uanro a la época
c:ontcmpor3nca, se trara de preguntarse: ¿qué cuádros
puc·
do considerar como preocupados por la Avaricia? Y• no
nos pregunroremos cómo da cuenta la pintura del pecado,
sino de
qué modo una obra podria,,a nuestro juicio,
caer
bajo
In
acción
de la
Avaricia,
ser
ella misma testigo
de
esta,
e i1lclt1so có1no podría ser ella mlsma avariciosa. En la prác
tica, el '>roblc1na se for1nula así: ¿cuál es el rasgo pictórico
susceptible
de
ser elevado a este
rango de
Figura de la Ava
ricia?
5 El
colo
r se
dispone
a ello al
pos
ibilitar,
con
la
1\varicia,
un
extra1lo trastrueq11e de los colores e1l general
y
del gris en particular. En otro tiempo,
ante
los grisallas
de
Mantegna o
de
Giotto,
por
ejemplo,
11adic, n1e
parece,
hubiera
pcns3do en
preguntarse
cómo la pintura q\1c
rcpre·
senrtab;i
ot
la Avnricin podía ser
tenida
ella misma
por
avari·
ciosa.u Al empicar la
grisalla,
la pintura
se humillaba y se
La avariciú lOl
mostraba
bajo
ese
rostro de color
humillado indicando
así
a las miradas su propia vanidad; al renunciar a los señuelos
engañosos del
pl1ar111ako11 en
el movimiento de una asccsis,
ella se realiuba, sobre una tela,
con
colores, muy próxima
a u11 acro de pura espirirualidad. El gris pasaba a ser así la
herra1tlicncn 111is1na de la pir1rura, la herramienta exacta de
una
dcnt1ncia en pintl.1ra
(con
la
grisalla,
la
pintt1ra cobraría
de
esre
modo
lo
fuerza del
grabado
y
del dibujo).
2
Por lo
ta11to,
cxnctn1ncnre donde c1 gl'is de la pintura den11nciase
el pecado,
la cucstió11
del gris rctol naría> l1oy, co1no Figura
de
la
realización de
u11
J>ecado
. ¿Del gris
con10
avaricia de
colores?
52
Nos encontraríamos otra
vez
con
cierto
sin1bo·
lisrno de los c o l o ~ s
La
Avaricia tendría un color,
el
gris.
Por otra
parte,
al
Cris
sería mejor llamarlo Símbolo im<1-
ginario. Porque la
idea
del gris como
color de la
Avaricia
obliga a des tacar
una
suerte
de paradoja
enrre
la
eminencia
de
un
rasgo simbólico y la consistencia real, toda vez. que
el gris, lejos
de
ser
un
menos, una retención, un descuento
de
colores,
es
al
co11rrario el producto de
una
añadidur;.1
1
de una mezcla n1ás·qt1e-abundante de colores e i11cluso,
por
defi11ició11, del
co11jt11ltO de
los colores que for1na11 el
C l.Jlt't
rr visible. De ahí qt1c el gris
fe la
Avaricia sea un
col<>r
generoso
y
has t:1 nlu1tificc11tc.
53 Visto
y co
nsidera
ndo
los desarrollos antes expues-
tos, sería útil e intcresa11te inclii1arse, en algún otro lugar,
sobre el particulor trastrueque de valores ensalzado
por
Alberti
en
l libro
11
del
De
pict ra:
•
.. )
no tendrás
objeto
tan
preciado
al q\tC
l:l pi11tura
no
otorgue
aún mis
valor y
gracia• §
25), •Incluso
el plomo, el
más
vil de los metales,
si la
mano de
Fidias o
de
Praxíteles
lo
hubiese utilizado
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102
irard Wa1cn1an
para moldear las íiguras, parecería más v:ilioso que la plata
en
bruto
y no
trabajada•
§ 25 del De tJÍCtura o «cómo
111e gt1sraría que vcridiesen n1ucho nlás
caro
n los pi11tores
el color blanco que las piedras más preciosas• § 47 del De
pictura). Piensa así Alberti que la pinrura es más valiosa
que todo y más v:ilios.1 ql1e el
oro,
el ct1al, figurado
en
pin
tura, obtendrá rodo su valor de estar pincado únicamente
con colores
no
preciosos, de amarillo o de blanco. Piensa,
pt1cs, que
la
pi11ct1ra cÍCC[Úa una st1blin11aci61l
cle
l oro el
.
.
precioso vuele? 111ás-quc-precioso,
1i1ás
precioso-quc-
precioso
por
la ma¡;1a
de
una pincelada de pintor.
S4 l.acan responde a una pregunta
de
M. Torr: •( ..
sólo
podemos
ir
a buscar nucsrros colores donde es1án o
sea,
en
la mierda. Si
aludí
a los
pájaros
que
podían
dcspÍu
marse, es
porque
nosorros
no
tenemos
esas
plumas. El crea-
clor tan
sólo
pt1edc participar
de
la
creaci611 de
pec1ucñas
cl
c1>osic
io11es st1cias,
de
unn sucesión de st1cias cleposiciones
yux10puestas• (El Sc111i11ario Libro XI, p:.\gs. J23-4).
SS Una
combinación de
Alberti
y
Lacan conduciría a
esa Figura del Pintor como AlquimislO que realiza la trans
mutación
de la
rnicrd;i-<-n-colores en oro-de·pinrura-más
prec:ioso que-el-oro. (También en esre pt1nto scgL1ramente
.
es donde, en el 1uego del comercio del arte, la pintura alcan-
za y st1pera al
oro
n1e1: il corno «valor refugio»; vía
por
la
cual la metáfora del pintor-alquimisrn pllcdc hacerse real
cuando, con sus pinccladns, logra hacerse co¡ ones de oro·27
b
•
o strvcsc que,
en
cuanto al rema de la 1nicrda la menor
metáfora funciona, todo produce sentido.) ,
S6 En lo cual, además, y es1e es e l aspecto más des-
Ct1idado, la sublimación artística,
aquí
especialmente
pictó·
Laª ª''''ª 103
rica, 1>oclr
fn
equivaler a
t111n
cnlprcsa
higié11i
ca de linlpicza
y
de l eco lccción de basur:i, pues lo eli lninación clcl dcsccllo
pasa n ser la condición de la Belleza.
S7
Si bien la eliminación del desecho es la condición
de la belleza, lo bello no
se
limita a acudir al lugar del
excremento.
La
perla supone el limo que la C\1lriva, como
escribfo l.aporte.zs Y
el
Arte del siglo
XX
es
un
arre serio.
Esto
en
el senti
do
de que él mismo advirtió y socó conclu
siones de esos trastrueques. O b s ~ r v e n s c por ejemplo, las
Gold Pni11ti11gs de Rauschenbcrg (realizadas
en
la década
de
19
SO),
compucsras
por
1oda clase de deiriros cubiertos
con hojas doradas. Estos
cuadros
nos
confroman,
iodo ello
al
mismo tiempo, 1) con
la
rransmutación alberriana
de
los
valores en pintura; 2) con
la
• represión• y la clim1n:ici6n
del deseel\O
como
condición
de l
belleza;
3 con
la
•trans-
posición•
frcudiana
de
la nliercln
y
el
oro. Pero
una ct1esti6n
csencinl, referida al al te en tnnro 1no
der
no, st1rge del hecho
de
que estas
obras -to1né1noslas
aquí
con10
cje111plo- no
l ace sola1nente lo que l acc las
obras de
arte ( e
l
r . l i lro·
C3r•, •eliminar• ..
: estos cu;idros
uestra lo que
l1t1ce11
las
obras
de
arre, o
lo
que
son
las
obras
de
arte.
Es
dcc;or
que
al mostrar
los
detritos bajo
el oro
y con el
oro cubriendo
los detritos, estos
cuadros ya no
son
111etáforas ele l: i
trans
posición del desecho en oro, que es la operación propia del
arre, S\I sublinlación. Ellos so la cosa misma. Habrín, 1>ucs,
ur1a
opcrnció11 esencia1 del
arte
moderno que lo definiría
incluso como modemo: u11 arre que ya no transpone, y que
ya no transpone la rranspostci611. Un anc que, como es.as
Go/c/ Pamtmgs de Rauschenberg,
nos
arroja a la
cara
lo
real de esa rransposic16n, sin nlCtáfora. A la transposición
simbólica de la pintura antigua, l modernidad
opone
algo
así co1110 In transubstanciación.
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104
Glrard
\ ajcnran
58
Un arte que vuelve a llevar el
oro
a la mierda
es un anc que supone a Freud; es también, por la misma
raz.ó11,
un anc que se opone a Frcud: estas obras de Raus·
chenberg describen el movimienro exactamente Ín\'crso de
la sublimoción. Trastrueque moderno
de
la sublimación.
Sub limación o contrapelo.
59 As
pues,
un
a Figura posible
de
la
Avaricia serfn
hoy una Figurn de Verdad bajo la forma, por dc.'< irlo así,
de t n ontón ele algo, t1n resro, tin trasro sin forma, por
lo
tanto
fuera-de lo Bello, un andrajo. Después de todo
podríamos tenerlo por una Vanidad, freudiano. Sería la
nt1evn vanidnd, In vn11idad moderna. «Vanidad del Avnro-..,
podría llamarse, hay incluso quienes
dirían
•Vanidad del
Arte•, para
rcvisar.29
NOTAS
1. E.sic
1cx10
fue csc1i10 par;l la exposición •Los pecados capit11lc.s•,
mo
n1:id.1 en el Cen1ro l
ompidou
a p«lido
de su
comisario, Didicr Octi1'·
ger, publicado en
su
ct11dlogo Les l c h ~ s capitau.x. 4 L Avarice, P.irls,
Éditions du ccnuc C<orgcs
Pompidou
1997.
2. Planteo •qui
I ;¡
h1póccs1s
ck
un comentario ck Pascal Boruttcr y
de Sophic FilhC:rcs, surgjdo con el brillo y
):1
dunci6n de un axwrn:t
diamant1n0dur;intc
una
CQn\cr 3ción ck
af i
3.
U;;asc el 1Kllis1mo comc-n1.irio
que AgnCs
~ 1 1 n n z o l 1 h.att de nte
cuadro al comienzo de su libro a premitre ombre, Paris ~ 1 1 n u 1 1
1990.
4.
01ro
fahn
conlO,
por
cjc
1n
plo
Volpont,
de Mauri«: Tourntur
,
basado
en
Sen Johnson pone
en
e5ccn:1 :a un
avaro
típico, harpago111ano
1
viejo, feo y todo,
i11terprc11
do, creo,
por Ou
ll
in
.
S El antiscn1hi51110, n:ur.i y fran cés, renovó la i
ll<1gen
del avarc.i en
e l siglo
XX que
íorn1a l:i i nagcn d t l ju
dío como
realización del tipo
del Avaro. Nada d 1 r ~ aq uí a l rcspccco.
6. Epí$tOl.1
IM Ro1n:inos,
V, 13.
7. Compartir(;a csr.1 car:.cccristica
con el
~ 1 c n t i r o s o si l:a parado101
antigua no cmpu¡;ara a cs1c Ul11mo
:a
la confesión ~ r m u :1d0tn:1r U
vlcio con el título de
:ami.go
de b verdad.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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106 Clrard \'flaJ'' ª
8.
•(
..•
1
SOlS
p c r ~ s
(ordcn3cbs, 2horr:anvas, pttt1n.acC'.1-I P"trc«n
habtr
siclo
de 2qutllos lactantn
Ql.1C
se:
rchú»n
a vaciar d 1ntcst1no
cmndo los ponm
en
la
bxinilla,
porque extraen
ck la
ck-frcaci6n um
pnancia
col.ltttal
de plaOCT•,
en
·Car.ictcr
y
crocisrno
an.al•,
op. '·•
págs.. 15.l-4. VfaK tan1bifn Tres ttrSd) OS
Je
uoria sexual, 1905, donde
Frcud defiende la 1dt'a 1) de que el contenido
intes.t1nal
cumple el p.aptl
de cuerpo cxc11.lntc para la mucos;a, y
2
de que el n1i\o lo con11dtr.l.
con10 una p:irte de su propio cuerpo; es también uno de los orígenes de
la constipación •t;tn
frecuente
en los ncurÓJ>'ltaS•, pág. 169.
9
U.e '
El Sc111i11ario,
Libro
11,
1978.
1O. l)e paso, cx-1rnig:lnl0$ del equívoco 111olieresco J.1 C<ltacccríslica
n 1 : 1 r i : 1 ,
c61nic:1.
1
de
Q\1e,
paro el Avaro, al ricmpo
<¡uc
todo deseo
se cmduce siempre en
volu111ad
de ae;tpar:lrse su «cofre•, todo
de.seo
se le
ap.ircct como
l:i manifc1-r;:ici6n
de un pecado grave, la i11v;d1a,
env1d1a;
p«:ado
:.tbrum.1dor
si, guiado uno por
esca
i d ~ , se dc-j:t.SC
llcv;ar ;i
c1<"rto
gesto por
Kntu'f.C <"n
falta respecto dC' los
~ i a n c b m J C n t o s
El cofre podri:l
ser fuente de pceidos.. AJ proteger su din«o. al SUStra<'t CiCfupulos.arn<"nte
el obi;no o todos los
deseos
el Avaro cumple, pues. un oficio h ~ m c n t e
mor;il que pt('Kn'a a los demás hombres de los
pecados mort.aln,
l;is
f.altu
honcnd.21 y
los crimmcs
inemi:sal>ks
que tubrian podido comncr.
J J. I
Joari11e u1ouit, diez lecciones sobre
c:I
tc:;itro
c l ~ S I C O
francfs,
París,
H.at1c:r,
t
996.
12. Quir.á
'e
tra1:1r3
de 01ro:
s.e
h.:t
sugerido que Harp:agón
podri.
scr. par.1
1 . 1 o l i ~ r t ,
un tj<'1np1::tr de Luis XJV, jus:c:in1en1e con10 déipot;i
absoluto.
13. tvtnrx,
te
Ca¡1i
tnl,
Livre 1 chapitre 1: •Le
caractC:n: í ~ t i c h e
de la
1u:irch:1.ndisc
et son
. le<
rc1•,
P¡tris,
~ d i r i o n s Sociales, 1963, pág.
93.
14. V ~ a s c Né11rost,
psy,/Josc
ce
ptrvtrsiou,
Paris,
L>Ul-,
1973, p;lgs.
143·8 (trad. casi.: •C.1r;íe1er y erotismo a1,al•, ig>111111d Frt:itd·ObrJs
rot11plc1a1, op.
,;,.,
r. 9, p:íg. ISSj.
15.
En
La
vit
sexuellt, París, PUF, 1969,
p<Íg.
106 (tr3d- c;asr.:
Stz·
mu11d
f,.tud·ObrJS 'omplttilS, op.
Qc., t. 17,
•Sobtt laJ
tNin.spo:sa<iOMS
ck
la
puli16n, m p:snK:ubr
d.:I
ttocismo anal•, ¡Ñg. 117).
Nolas
10
7
16. O. Uponc. tl1s1o t U la
mtrdt
Puis. Christi.in Boursots f.di .
¡cur. 1978.
17. Estos trtS ühunt» ad¡etivos son los que califican d
aráacr an.al
para Frcud en
•Sobrt l.a t r a n s p o ~ 1 c i 6 n
de las puJsiones ... . op. c.11.
18. De aqul dctiva, rne pattec, una inclinación literari;i hvy «n.atu·
r31• :a l:a btisqucda de c1cr10 horror, el re1ltiSt:t o el jo\·en-c:jecutivo·dini·
mico-orden:1do-ahorr.i11vo·obst1nildo, Figura pues del \1'1.cÍo Absoluto,
que sólo
1>uede
l e v ~ r s e
a l;igura Literaria en el instante de una inversión
por la
(1uc
in
erccer,1
ser cn liÍ
1CQdO
de inmundo o de
inJ.,cne
tras haber
1roceado salvajemente a algunos /Jo111eleu, ¡>0 r cjcntplo,
co1no
eo AftU ·
ricau Ps) cho,
de
llret
E.1s1o
n
19. Pues h :iy qu11áJ otra p."llabr:t clave lacani;ina. Se podría seguir
fácilmente con Lac:tn una suerte
de
juego
de
muñecas rus.u del objeto,
pl:1nteoandoque, as' como freud le :1nuncia al Avaro que hay un:a verd01d
del oro que
e.s
la m1crd;a,
Uc::an
a
U
ª le anunci;i a
Frc:ud
lo siguiente:
nuentr;as que
l.a
m1erd.;i C S la vcrcbd
del
oro, hay también
wu
vtrd.;id
p:.tra. la nucrcb como obJeto: b
falta
(de obicto), c:n
términos de p k > m i t t ~
an:aJítK:a,
J;i
c-.utr-ación. Podtía
d«ir>e
qut.
par i Frcud, b clave del deseo
es
un.J cosa.
que
hay.
nucntraJ que. en
Uan.,
es una cosa que no hay.
Algo por el uh.lo.
20.
~ 1 á s que LuiJ o N2pole6n,
coda
moneda de oro debió
llanurK
N.Jrciso.
21.
Habrá sido
H.inn:ah
Arcndt quien defi
nj
ó
C'"Sta
noción. Lé.1se sobre
ecste
puntoel 1u .,gnf ieo ar1ículo de Je:1n-Claude '-1ilncr tn Pa,,dora
s J)ox
n' 8, 1989.
22. ¿No cabría suponer que el Av;iro stría
l:l
Figura del rico
cxii;'ldO
y dc.spr-cci.-do?
23. H.-.br4 c¡uc
leer, entre
01rM
rex
ros
, Lo
i111postJtra
de Bcrn:inos y
el destino del ab.a1e Chcv.incc. De csc;i extraordinaria novela e,et.r:ugo en
particular mi JOSpcch.a, 1ncsptrad:i para mi mismo, de un U.can fuerte·
mente bc:manos1ano sobre el tema. Tingase en 1:1 otta rnanO el volumen
de
Lacain,
Ttlh•s•on. abt<'rto en la p;igina 24 ck la edición
f r a n c : ~
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
http://slidepdf.com/reader/full/coleccion-seguido-de-la-avaricia-gerard-wajcman 54/56
108
Girord
Wajcn1an
24. A m1
J U I C t O ~
n
porque
debe entenderse aquíwu fOfnu abtoluta·
mente act1va dtl
don
por lo qut, pani laca.o. la fórmula define e l ~
amar.
lo que n amar. y
no
C I
mnor, 1en1imicnt0
o relación a los que
él
daría san duda una definKSón distinta. •Aro .u es c:br Jo que no S<" t1cnt•:
esta def1n1ci6n 'uponc que a.mar no es expc:ñmcntar, sentar, sano actuar,
amar por
ti IJdo
de
l
acco.
2S.
(h11:.g.inari11mos pinr3r
la Guln con
chocol:1.te
y
c3ramc:los bl11n·
dos,
1:1
lri:i
con
l;1.nl<.1s
y
VO«f
griron:is, In
P ~ c z ; a
en 1tcs
pinccl:idas
o
l:i
Lujuria con espermR?
26.
Cí.
el 1>ro
blc
1
nn
mencionado en
los S4 y 6. Sunlándolc esta
sos·
pcch:i que cruza de
pronro
1>Qr
mi n1e.n1c
l J>ropósito del cinc: (•;lfllll• el
cinc a los
nt.1los,
los 11n1;i tanto c11 colores «uno en blanco y negro?
27. De
modo
que el principio aris1oc:éJjco (que ahmenr6 la conden:i
ck la usura por la Tltsin) de •pccu11ia pecu11iam 11011
par1t•
{el dinero
no
p.i.re dinero), p;arecc
no
valer para la micrd.i. Y sc-rla
U11l
atender
al
lugar
c-minentc que c 1 danc:ro ocupa en
la
pmtura, y
aro,
abord..indolo
con
conctpros d1s11ncos
de los que provttn las cacnc:iu económK<ls
28. Op at., pii . 41.
29.
Noro urgtnte
t i ~
,;/timo minuto .S1 digo:
hay
wu. A'·anaa
del
Goct,
esto puede
Jer
c 1
conuenio
de un2
tesis analitica. Puede Kr
tanl.
bién
el
coaucnx.o
de
un:t resis
politic.1
y
harto aaual.
S1
d i
go
•ellos no
sopc>rtan nli pinta•, es10
puede ser
una réplica de Avaro. Pero si digo
•los cxtrnn1cros no soportan mi plata•, esto es una rép1ic01 ¡>01ít1ea y
h:arto accu:tl. Si digo ..los extranjeros vienen a saquear nuestra plat:i, a
conlcrse nuescro J>-'ln, a rob.1r nuesrro trabajo, :1 disíru1ar de nu cs
1r..-.
s
Ca .:1s, a vt1.ci11r nucstrits c;¡ jas y a cogerse a nues1ras roujcrcs•, se
trl.\tll
de
un discur50 político h;lrto acru;il que dice ..no hacen másque chu¡>arnos
nuestro goce•, Aquí el Otro es encuadrado, prin1cro y ante tC>CIO, como
una :in1enólZJ contm nucstros goces. El Kguidor de te Pcn es ocr;a figura
actual del
Av.1ro. •Mi goce no K roca•: consigna
del Frence
de los 1\va·
ros
Fnncests,
F.A.F.
·
C. W., Parls, sábado
22 dt
ftbruo d# I997, dla
rk la
matuftstaci6n un1tra la ley Dtbré
qut agra11a la
s;111ad6tt dt los
xtrdn¡nos
t Fran<la
NOTAS
DE TRADUCOOS
DE LA AVARICIA .
•t.
·R ipol
111
,.
es
la nllrc:i.
de
u1l:'I pin1ura
al
óleo invcn1ada
a
finales
del siglo
XIX
y
que ucnc
la
virtud
de
secar r:í.pidamcntc.
l..o I
d i f u s i ó 1 ~
de
cs1c produclo
mo1iv6
el surg.i
1ui
cn10, en
el
habl;i;
francesa, del
vcrh?
npo-
lincr
p:ira desi
gnar In acción de .iplicar
unl' pintur:l cs111:a
lroda,
br1lln
n1c.
Picasso h:tbrül sido de los
1)ri111crC')J
en urili:r.nrla.
•z. Louis·Nicol:at BcKhcrcllc fu
e,
en el siglo XlX, autor del clásico
A1a111•al o Ci uc;;a dfJ las couj,.gac;o,,es y lsirnismo del Di ;onar;o 11t1;
utrSal de
la Lt11g11a
fra,,etso, el in.is i1nport3nrc de esa centuria.
•J. La p c l í C \ I J ~ de- S1dney 1-uinct, de
19S7
que se- c ~ h i ~ i ó en l<l
Argenuna con
cl
chulo de Docr'
hombrts
t t: p11gna
se d1str1buyó en
fr.anc:ia como Do.,t# homn1n <olirt, tr;aducable por ·Doce h0mbrts
incundos• (cncoLc:n.udot.. 1nd1¡ Ndos,
~ ) .
•4. T04tchtr, btcr;Jltnentc •tocar•.
•s. En el texto
de fmad
r<Ícr1do
2
cont1nuxión, 1r.iducción de Jost·
Luis
Erche:vttry
en
S1pt1nJ frtud. Obras 'npltt4S
0
Blwtos A1rd.
Amoctonu,
t 17, 117,
tos
rrtt
•defectos• fueron ve:rndos como
•avacicia,
m1noom1d.ad
pcd1nte
y
1erqucdad•.
•6.
El
texto
se-
v ~ l c
1quí de un uego
de palabras
sin equ1\•alcnte c:n
c:spaí'iol: \'er1en1os
por
•cl"11\'C•
(101111b1én
•elemento c-la\·c•,
.;p31"1bra
cla•
ve•) ta locución
{ttr
'º'del
or1g1nal.
De ahí l::i asociación con
el •1nc1al
fino•.
•7, Traduci1nos del or1
g.in.i
l franc,s.
La
\'Crsiún de José·Luis Etchc·
vcrry an1es cituda dice:
•Es
probable que e:l siguiente signifi01do haci:t el
que av3nza la cic;i no se.- oro·, i cro sino regalo•.
•s. De la edición lranecs"
111cncion;ld;<1
en la sección Notas, l.S.
8/10/2019 Colección Seguido de La Avaricia [Gérard Wajcman]
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l
mptnc'.18
2.000 cj«npbttS
et1
d K ~ b r ' e 2010
en
Talleres
Crifioos Uognf SRL.
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V.iknrin Akin.a, Atgt nttna
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111n1l1•1·11n. l·:n la éf1t1ca 11u11l1·r11n,
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