Collares y origenes del simbolismo (traducción)

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1 UNLP-FBA Historia de las Artes Visuales I Collares y orígenes del simbolismo 1 Robert Bednarik Traducción: Mercedes Zubiaurre Introducción En los años recientes, los problemas arqueológicos se han centrado en el debate sobre el origen del simbolismo y su relevancia semiótica. No hay consenso en la arqueología contemporánea de cómo, dónde y, especialmente, cuándo, comenzó el simbolismo. Según Broadly, hay dos escuelas que, aun emergiendo, describen dos modelos: uno de rango corto y otro de rango largo. No hay investigadores que se posicionen en el medio de estas teorías. De acuerdo con la dominante teoría o modelo del rango corto, la más temprana evidencia que se posee de simbolización humana está producida en formas artísticas e indican habilidad lingüística. Ninguna producción artística está reconocida con una edad que exceda los 32000 o 35000 años, y la evidencia reconocible más temprana es vista como la primer colonización exitosa de Australia que puede haber ocurrido alrededor de 60000 años atrás. Esta escuela de pensamiento debe su coherencia a los trabajos de dos australianos: Davidson y Noble (1989, 1990, 1992; Noble and Davidson 1996; Davidson 1997). Todo esto niega categóricamente la posibilidad de habilidades de simbolización antes de los 100000 años AP. El modelo de rango largo, es la teoría favorita de la mayoría de los lingüistas que han considerado este tópico (Bickerton 1990, 1996; Aitchison 1996; Dunbar 1996), y disfrutan de un pequeño soporte de los arqueólogos. Los postulados de este modelo plantean la simbolización en homínidos, y una cronología que comenzaría como mínimo hace 100000 años, pero más probablemente hace 1000000 atrás o más. Esta es la diferencia fundamental entre estos dos paradigmas incompatibles. El modelo del rango corto atribuye el simbolismo, y todo lo que implica, únicamente al que ha sido descripto como “anatómicamente humano moderno”, u Homo sapiens sapiens o, simplemente, “Moderno” (Gamble 1994). La teoría declara que los tempranos homínidos no poseían ni lenguaje, ni productos de tipo artístico, sistema social, como tampoco 1 Título original: Beads and the originis of symbolism, 2000.

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UNLP-FBA

Historia de las Artes Visuales I

Collares y orígenes del simbolismo1

Robert Bednarik

Traducción: Mercedes Zubiaurre

Introducción

En los años recientes, los problemas arqueológicos se han centrado

en el debate sobre el origen del simbolismo y su relevancia semiótica. No hay consenso en la arqueología contemporánea de cómo, dónde y,

especialmente, cuándo, comenzó el simbolismo. Según Broadly, hay dos

escuelas que, aun emergiendo, describen dos modelos: uno de rango corto y otro de rango largo. No hay investigadores que se posicionen en el medio

de estas teorías. De acuerdo con la dominante teoría o modelo del rango

corto, la más temprana evidencia que se posee de simbolización humana está producida en formas artísticas e indican habilidad lingüística.

Ninguna producción artística está reconocida con una edad que exceda los

32000 o 35000 años, y la evidencia reconocible más temprana es vista

como la primer colonización exitosa de Australia que puede haber ocurrido alrededor de 60000 años atrás. Esta escuela de pensamiento debe su

coherencia a los trabajos de dos australianos: Davidson y Noble (1989,

1990, 1992; Noble and Davidson 1996; Davidson 1997). Todo esto niega categóricamente la posibilidad de habilidades de simbolización antes de los

100000 años AP.

El modelo de rango largo, es la teoría favorita de la mayoría de los lingüistas que han considerado este tópico (Bickerton 1990, 1996;

Aitchison 1996; Dunbar 1996), y disfrutan de un pequeño soporte de los

arqueólogos. Los postulados de este modelo plantean la simbolización en homínidos, y una cronología que comenzaría como mínimo hace 100000

años, pero más probablemente hace 1000000 atrás o más. Esta es la

diferencia fundamental entre estos dos paradigmas incompatibles. El modelo del rango corto atribuye el simbolismo, y todo lo que implica,

únicamente al que ha sido descripto como “anatómicamente humano

moderno”, u Homo sapiens sapiens o, simplemente, “Moderno” (Gamble

1994). La teoría declara que los tempranos homínidos no poseían ni lenguaje, ni productos de tipo artístico, sistema social, como tampoco

1 Título original: Beads and the originis of symbolism, 2000.

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conciencia de sí mismo o, incluso cultura. Estas certezas no están basadas

en lo ofrecido por el registro arqueológico, sino en los postulados más

radicalizados sobre el modelo de la “Eva africana” (también llamado “Jardín del Edén” o modelo del “equilibrio puntual”), según el cual, los

Modernos evolucionaron en aislamiento genético en África sub-sahariana,

en un momento entre los 200000 y 100000 años atrás. Luego de esto, habrían comenzado las migraciones por África y fuera de este continente,

atravesando el Levante por los 100000 AP2 y colonizando Asia y Australia

hacia los 60000 AP, y Europa alrededor de 20000 años después. En este proceso, o dejaron “fuera de competencia” o exterminaron a toda población

humana residente; cuando eso ocurrió, habría sido sin ningún tipo de

mestizaje. Alrededor del 28000 AP, todas las poblaciones humanas están

extintas o casi extintas, y se produce la victoria de los Modernos, genéticamente puros, que toman el mundo.

Esto es en lo que la mayoría de los arqueólogos creen hoy en día,

particularmente los de habla inglesa, y funda la idea de que el simbolismo es exclusivo de los humanos modernos. De hecho, las facultades que

derivan de la habilidad de simbolización son el principal factor en el éxito

de la evolución de los Modernos. De acuerdo con esta escuela, los tempranos homínidos carecían de estas habilidades, y en consecuencia la

comunicación efectiva y las estructuras sociales fueron tan útiles en la

colonización efectiva del mundo a través de la progenie de la Eva africana. Por lo tanto, es esencial considerar al modelo de la Eva Africana

antes de hacer un examen realista sobre el advenimiento de las

habilidades de simbolización humanas. Sin embargo, este no es el único tema relevante. El segundo tópico a ser considerado en este trabajo es la

cuestión del tipo de evidencia que se necesitan revisar para arribar a una

perspectiva realista. Aquí, las dos escuelas opuestas se ponen de acuerdo

en algunos puntos, mientras discrepan en otros. Por ejemplo, parecen estar de acuerdo en la navegación marina, la habilidad de cruzar el océano

por medio de buques, ya que hay evidencia adecuada que demuestra la

existencia de un efectivo sistema de comunicación –particularmente cuando el cruce de océanos fue seguido por un exitoso establecimiento de

nuevas poblaciones. Por otro lado, es mucho el desacuerdo acerca de la

función o propósito de mucha evidencia arqueológica encontrada que sugiere el uso simbólico del arte. Deberé, por lo tanto, seleccionar una

clase particular de evidencia que no deje dudas concernientes a esa

función, y que nos provea de información acerca de la tecnología, y sobre todo, sea capaz de contarnos, entre todas las cosas, de las capacidades

semióticas de la población que nos concierne. En el presente trabajo, me

2 N. T.: La sigla AP define un tipo de cronología que hace referencia a la datación con

respecto al presente: AP es Antes del presente, como AC es Antes de Cristo. En cualquier

caso, la diferencia entre las dos fórmulas de datación es la cantidad de años de nuestra

era.

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esforzaré en concentrar las líneas de investigación y los argumentos

transparentes que resistan la evaluación crítica.

La Eva Africana: la mayor falacia arqueológica.

Las más obvias deducciones que brotan del modelo de Eva son que

nuestros victoriosos antecesores conquistaron el mundo durante el

Pleistoceno tardío, cuando ya eran genéticamente superiores al resto de sus contemporáneos del período, y todas las poblaciones existentes se

originaron de una pequeña y asilada población de África. En efecto, al final

ellos descendieron de una única mujer, denominada Eva. Ellos fueron los únicos humanos que tuvieron éxito en cruzar el Rubicon entre los sub-

humanos y los humanos, entre instintos e inteligencia, entre ausencia y

presencia de cultura.

A primera vista, este modelo apareció a través de doctrinas o mitos religiosos. Ciertamente no se parece a un modelo realista de filogenética

evolutiva o de dinámica demográfica. Tal vez más pertinente, en especial

en vista de las ideologías de 1990, que también nos ilustra lo que pasó con una población no competitiva, ensalza las virtudes de competición, y

explica y justifica la colonización como un fenómeno histórico y como un

proceso inevitable. Entonces, esto no es una simple e inocente teoría, sino mitología inofensiva, que puede usarse para apuntalar y legitimar bastante

las ideologías insidiosas, siendo atractivo al “sentido común” y los

prejuicios. Por otra parte, desde que este modelo pernicioso y práctico domina la arqueología hasta nuestros días, determina un recurrente

dogma y una disciplina, y nos dicta direcciones de investigación y

prioridades. Esto sería perfectamente aceptable si estuviera basado en

una proposición refutable desde un lugar científico, pero no es el caso. El modelo de Eva está basado en una proposición controversial de algunos

genetistas (y descalificada por otros), y no hay evidencia arqueológica a su

favor. De hecho, los datos arqueológicos parecen indicar que este modelo debe ser falso. Y sin embargo, la disciplina de la arqueología ha sucumbido

al importado modelo desde otra disciplina, sin considerar cómo este

modelo se mantiene tan bien establecido en el conocimiento arqueológico. Incluso la justificación genética está lejos de ser impecable.

Diferentes grupos de investigación tuvieron diferentes resultados genéticos

en el ADN nuclear, las distancias creadas por las frecuencias de alelos difiere entre las poblaciones (Vigilant 1991; Barinaga 1992; Ayala 1996;

Brookfield 1997). Algunos genetistas admiten que el modelo descansa

sobre asunciones no comprobadas, mientras que otros se oponen

(Barinaga 1992; Templeton 1996; Brookfield 1997). Muchas hipótesis genéticas acerca de los orígenes de los Modernos aparecieron como hongos

durante la década pasada, basadas en la división hipotética entre los

Modernos y otros humanos en un rango de tiempo que va desde los 17000 a los 889000 años AP. Ellos dependen de los modelos demográficos

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preferidos, para los cuales no hay fechas precisas. Estas aplicaciones

reclaman lo concerniente al ADN mitocondrial (“Eva africana”), como

también tomar los cromosomas Y (“Adán africano”). La divergencia de tiempos proyectado de la diversidad encontrada en el ADN nuclear, el ADN

mitocondrial y el ADN en la no-recombinada parte del cromosoma Y,

difiere tanto que la regresión del tiempo en cualquier caso es extremadamente problemática. La contaminación del ADN mitocondrial

con el ADN paterno ya fue demostrado (Gyllensten 1991 y Kidd 1996) y

nos han mostrado que, fuera de África, los elementos de esos haplotipos3 compuestos permanecen en gran medida vinculados en un conjunto

limitado de ellos. La imagen genética en África, como fuera de África, fue

encontrada recientemente y es mucho más complicada de lo que los

defensores de Eva jamás previeron. Las asunciones acerca de una mutación neutral veloz, constante y efectiva de la población son

completamente injustificadas, y aún, estas variables determinan los

resultados de esos cálculos. Por ejemplo, si la misma velocidad de divergencia como el modelo asume (2-4% basada en substituciones por

millón de años) es aplicada para la distancia genética entre humanos y

chimpancés, los rendimientos de divergencia serán de 2.1 a 2.7 millones de años, lo que consideramos que es inequívocamente errado. Nei (1987)

sugirió una velocidad mucho menor, 0.71 % por millón de años, de

acuerdo con la separación humano-chimpancé, debe haber ocurrido unos 6.6 millones de años atrás, lo que está cercano a la estimación desde la

evidencia de hibridación del ADN nuclear, que es de 6.3 millones de años.

Pero esto puede producir una divergencia sobre los Modernos de 850000 años AP, cuatro veces más antiguo que los modelos más favoritos, y ocho

veces más antiguo que los fósiles de Modernos jamás encontrados. De

manera interesante, cuando el mismo “reloj genético” es aplicado en

perros, sugiere una división entre lobos y perros ocurrida hace 135000, lo que es rechazado por los arqueólogos teniendo como base que no habría

evidencia paleontológica de perros anterior al 14000 años AP. En otras

palabras, la débil teoría que ofrece la única base del escenario para la Eva africana es rechazada cuando se aplica a otras especies. Sin lugar a

dudas, nos muestra que los Modernos se originaron de manera

concluyente, en un único lugar, África, todas las variables genéticas sugieren que el flujo genético ocurrió en el Viejo Mundo de los homínidos a

lo largo de la reciente evolución humana (Templeton, 1996). Los Homo

3 N.T.: Un haplotipo (del griego: ἁπλοῦς, haploûs, "único, simple") en genética es una

combinación de alelos de diferentes loci de un cromosoma que son trasmitidos juntos. Un haplotipo puede ser un locus, varios loci, o un cromosoma entero dependiendo del número de eventos de recombinación que han ocurrido entre un conjunto dado de loci. En un segundo significado, un haplotipo es un conjunto de polimorfismo de un solo nucleótido (SNPs) en un cromosoma particular que están estadísticamente asociados. Wikipedia.

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sapiens sapiens evolucionaron como únicos por toda la región ocupada por

los homínidos, desde Sudáfrica hasta el este de Asia. Los más recientes

estudios dieron como resultado visiones radicalmente diferentes que esa protagonista Eva africana, esos modernos humanos evolucionaron de

poblaciones discretas, resultando en los modernos africanos, y otros en

modernos no-africanos (Pennisi, 1999). En la ausencia de fiabilidad de las tasas propuestas de cambios de nucleótidos y las variables de muchos aún

no se contabilizan efectivamente, las afirmaciones de los defensores de

sustitución son claramente prematuras, y la recombinación de nucleótidos que hace que sus puntos de vista sean fundamentalmente redundantes.

La evidencia arqueológica es incluso menos ambigua. Si tuvo lugar

una gran migración fuera de África, tecnológica, cognitiva e

intelectualmente, la superior especie humana, se esperaría encontrar su lugar de llegada por la nueva tecnología, nuevas herramientas, nuevos

tipos de subsistencia, métodos de extracción, y así podríamos seguir.

No hay ni un ápice de evidencia, en cualquier parte del mundo, que sugiera el arribo de alguna innovación que coincida con el arribo del

supuesto prodigio de Eva. Al contrario, hay una amplia evidencia que

muestra que los Modernos aparecieron y co-existieron, a menudo por períodos largos, con los arcaicos Homo sapiens (como los

neanderthaloides), ellos adoptaron invariablemente el modo de vida y la

tecnología de las poblaciones arcaicas residentes. Esto se aplica por lo

menos en el sudoeste europeo y en la zona del Levante, pero probablemente también en el centro europeo, el este de Europa y el este de

Asia, como también en la mayoría de las regiones de África. Por otra parte,

no hay indicaciones de que durante el Paleolítico Superior, las primeras tecnologías hayan aparecido en África. Por el contrario, en la mitad de la

Edad de Piedra de la África sub-sahariana, donde estaba supuestamente,

la tribu de Eva, y donde evolucionó en aislación genética total y continua hasta el 20000 y donde no hay, con certeza, evidencia de tecnología

superior que haya sido “movida hacia el norte”. Las primeras tradiciones

del Paleolítico Superior aparecieron entre 50000 y 40000 años AP, en el sur de Siberia, en sitios como Makarovo y Kara Bom, y aparece una

tecnología que podría responder a ambientes relativamente fríos. Su

advenimiento en España, cerca del 40000 años AP, es anterior a la

extinción de los Neandertales (cerca del 10000). El Chatelperroniense en Francia, claramente una cultura del Paleolítico Superior, fue una cultura

de tradición neandertaloide, e incluye la producción de artefactos

complejamente simbólicos, como collares de cuentas y colgantes. Los Neanderthales usaban viviendas similares a las de la gente del Paleolítico

Superior en Rusia y Ucrania (como las cabañas hechas con huesos de

mamut), y allí hay amplia evidencia, en el este y el centro de Europa, de una continuidad tecnológica, como también de la evolución filogenética de

los humanos desde el Paleolítico Medio hasta el Paleolítico Superior

(Bednarik, 1995a). Allí hay numerosos hallazgos de homínidos intermedios, que muestran las características sapienoides y

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anatómicamente de los humanos modernos, incluyendo los siguientes

sitios: Mladec Cave, Krapina, Vindija Cave, Hahnöfersand, Largo Velho,

Crete, Starosel´e, Rozhok, Akhshtyr´, Romankovo, Samara, Sungir´, Podkumok, Khvalynsk, Skhodnya, Narmada, Jinniushan, y varios sitios

chinos más. Esto también muestra que no hay separación genética entre

Neanderthales y otros humanos en ese tiempo, o las formas neandertaloides que contribuyeron a las poblaciones humanas

subsiguientes (Roginsky, 19954; Yakimov, 1980). El proceso de

sapiencización en la evolución humana ocurrió no en una región, ni en una población cerrada, sino que probablemente ocurrió en todo el Viejo

Mundo. Precisamente, lo mismo puede ser observado en el desarrollo de la

tecnología, en cualquier lado donde las poblaciones no fueron aisladas por

barreras como el alta mar, los desiertos, montañas o glaciares. Por ejemplo, en Europa central, las tradiciones tecnológicas como la de

Bohunician (intermedia entre el Musteriense y el Auriñaciense; Svoboda,

1993), el Szeletian (en el comienzo del Paleolítico Superior hay industria con características Micoquian; Allsworth-Jones, 1986) y Olschewian (un

arcaico Auriñaciense fue encontrado en guaridas de osos; Bayer, 1929)

muestran a través de sus características intermedias que el Paleolítico Superior no se importó, sino que se desarrolló local y gradualmente. En el

este de Europa, las cronologías correspondientes a las culturas Strelets y

Spitsyn exhiben patrones tecnológicos similares, con el primero que muestra sobre todo una larga persistencia de puntos musterienses,

incluso más allá del 30000 AP (en general, estas industrias intermedias se

produjeron entre el 40000 y el 32000 AP), mientras que en el mismo momento se producían vastas cantidades de collares de cuentas. Un

patrón similar persiste en el este de Asia, por ejemplo en las dos capas de

ocupación sustanciales de Shiyu en China (Bednarik y You, 1991). Así, la

imagen de un repentino cambio de las ocupaciones del Paleolítico Medio al Paleolítico Superior es limitado a unos pocos sitios europeos, mientras que

en la mayor parte de Eurasia, hay una gradual evolución tecnológica

(Bednarik, 1995a), y no hay nada que indique la repentina aparición de una nueva raza de personas.

El descubrimiento que afirmó ser el antecesor común de

Neanderthales y Modernos fue hallado en Atapuerca, España (Arsuaga, 1993) y sólo confirma la cercana relación entre estos dos grupos

hipotéticos. He dicho “hipotética” porque nos falta una prueba real que

muestre que los Neanderthales diferían de los Modernos en cualquier otra forma que algunas características del esqueleto, y que fueron sin dudas,

una forma de Homo sapiens. La explicación más probable para sus

características arcaicas es que en ciertos momentos, determinados por los

momentos de climas fríos, las poblaciones europeas se aislaron del cuerpo principal de homínidos del Viejo Mundo. Los fósiles de tipo neandertaloide,

el tardío “Neanderthal clásico”, están lejos de ser los especímenes típicos.

Probablemente representan una población marginal regresiva, y usar su muy fragmentaria evidencia de ADN, como se ha intentado recientemente,

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para explorar la historia evolutiva de las poblaciones humanas de África y

Asia, es inútil. El ADN de especímenes originales de Kleine Feldhofer

Grotte del Valle Neander, probablemente no nos diga nada sobre los orígenes de los Modernos. Las mayores deficiencias del modelo de la Eva

africana para la evolución humana, sin embargo, no se han mencionado

hasta ahora. Para sobrevivir, este modelo tuvo que negar cualquier conocimiento de evidencia sugestiva sobre tecnología compleja y, más

particularmente, de habilidades de simbolización anteriores al 100000 AP.

Hasta ahora lo ha hecho mediante varias estrategias, las cuales ahora se convierten en desecho. Primero, la mayoría de los reportes sobre el avance

de las habilidades de los homínidos anteriores al advenimiento de los

Modernos ha sido rechazada, ya sea por poco confiable, como por ser

susceptible de explicaciones alternativas. Esos hallazgos que no podían esconderse bajo la alfombra, fueron aceptados a regañadientes como

trematodos4, como el trabajo de individuos excepcionalmente dotados,

incluso con la evidencia de “correr antes de tiempo” en el desarrollo humano (Vishnyatsky, 1994). Sus afirmaciones se citaban en pocas

ocasiones, tanto que es suficiente razón para ignorarlas (Chase y Dibble,

1987; Davidson y Noble, 1989). Cuando en respuesta fue señalado que su número era en realidad mucho mayor que lo asumido (Bednarik, 1992a),

la contestación fue que su propuesta seguía sin realizar ninguna diferencia

con respecto a la interpretación. Como siempre en las disciplinas antropocéntricas y humanísticas, la definición de lo que indica las

características tales como la cultura o el idioma siempre son revisadas en

respuesta a la amenaza de que estas características podrían ser atribuidas a las especies no humanas intrusas. Esto es uno de los síntomas clásicos

de las búsquedas no científicas, porque en realidad, no se pueden tener

dudas de que los seres humanos no poseen una sola característica

definible, medible u observable que no es compartido por otras especies. Así, el deseo de mantener una separación limpia y cualitativa entre los

humanos y los no humanos es atribuible a los estudiosos religio-

culturales. Esto es particularmente obvio en el caso de los ansiosos que aceptan

la hipótesis de la Eva africana, un modelo que está enteramente

desprovisto de evidencia arqueológica, y que es, de hecho, contradictorio de toda la evidencia arqueológica disponible, y está soportada únicamente

por los juegos de computadoras, cuestionable y altamente controversial,

de algunos genetistas. No es coincidencia que esta hipótesis está enmarcada dentro de metáforas bíblicas. Allí no es solamente Eva, como la

madre mitocondrial fundadora, sino también está el cromosoma Y de

Adán, desde donde todos los humanos modernos supuestamente

4 N.T.: en el texto original aparece la denominación flukes, que traducido al español es

trematodos (parásito invertebrado). La mejor traducción a los fines del texto sería la de

parásito en general y no en particular.

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descienden; también está el “Edén sub-sahariano”, escenario del

experimental e increíblemente complejo árbol evolutivo llamado “Diluvio

corre”. Estos términos graciosos no pretenden hacer referencia a modelos serios, y han sido acuñados por los medios de comunicación en lugar de

los investigadores, pero son tomados con entusiasmo por los

fundamentalistas de todas las sombras, y esto no es de ayuda. Los investigadores no son responsables de la falta de información del público

por esos medios, pero son, en mi punto de vista, responsables por no

hablar adecuadamente cuando las hipótesis son reinterpretadas por comentaristas religiosos.

Las tecnologías antes de Eva

Un modelo de la evolución cultural balanceado sólo puede ser

ganado por un estudio imparcial de las evidencias tecnológicas y

simbólicas de los homínidos. Tan pronto como nosotros consideremos la evidencia tecnológica de los períodos Paleolítico Inferior y Medio, nos

encontraremos con un sesgo significativo de la conservación, y no sólo de

preservación. Prácticamente todas las publicaciones acerca de la tecnología temprana trata principalmente con implementos líticos, lo que

es resultado de las limitaciones tafonómicamente impuestas. Esto limita

nuestros conocimientos sobre una tecnología realmente significativa, porque en realidad, las herramientas líticas son siempre componentes

numéricamente menores de las culturas materiales tempranas. Las

consideraciones sobre la tecnología deben incluir no sólo el uso de materiales no-líticos, y también preguntas sobre la adquisición de todos

los materiales usados, el transporte, curación, almacenamiento,

procesado, preparación, manufactura y mantenimiento.

Es significativa la baja presentación de artefactos de materiales relativamente perecederos, lo que ha provocado caracterizaciones

distorsionadas de las tradiciones tecnológicas del Paleolítico Inferior. Por

ejemplo, hueso, marfil, fibra, cuero o madera son pobremente presentados,–aunque en efecto, se encuentra más madera del Paleolítico

Inferior que del Paleolítico Superior (mayormente en Eurasia, del 35000 al

10500 AP). La tecnología del trabajo en madera del Paleolítico Inferior nunca fue examinada de manera consistente y comprensiva, incluso

aunque sabíamos que el período de piedra las herramientas fueron

utilizadas primero sobre madera (Keeley, 1977). Lo mismo se aplica para el Paleolítico Medio (mayormente en Eurasia, del 150000 al 35000

AP)(Beyries, 1988). Por ejemplo, los estudios de Anderson-Gerfaud (1980,

1990) de piedras de Pech de L´Azé, Corbiac y otros sitios muestran que

sólo el 10% fue usado para trabajos de cuero, cuando la mayoría servía para trabajos de modelado de objetos de madera. No puede haber dudas

del astronómico número de herramientas de madera y armas que fueron

hechas antes del Paleolítico Superior, pero casi ninguna ha sobrevivido al Paleolítico Medio. Un ejemplo de lo sofisticado del trabajo en madera del

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Paleolítico Inferior es el tablón Achelense de madera de sauce, con forma

antrópica y pulido, de Gresher Benot Ya‟aqov, Israel (Belitzky, 1991;

Bednarik, 1991). Es del Pleistoceno Medio y como mínimo de 240000 AP. Probablemente la más antigua punta de lanza de Clacton en el mar, en

Inlgaterra (36.7 cm. de longitud, encontrada en 1911), y la lanza completa

encontrada entre las costillas del esqueleto de un elefante en Lehringen, Alemania (Jacob-Friesen, 1956), se conocen desde hace tiempo. Las

lanzas de caza de Schöningen fueron hechas cuidadosamente con madera

de abeto. Tienen entre 1.82 y 2.30 mts de largo y están cuidadosamente balanceadas como jabalinas modernas. Están diseñadas

aerodinámicamente, como armas de caza sofisticadas, y son de alrededor

del 400000 AP. En Schöningen también se encontraron otros artefactos de

madera (Thieme, 1995), entre ellos hay dos varas con muescas que se cree que fueron mangos para escamas de piedra. Hacia el 400000 AP sería el

momento en que se presenta la evidencia más temprana de enmangue del

mundo. También se encontró un artefacto de madera plana, integrado entre los restos masacrados de un animal, que se cree es parte de una

lanza. Otra aparente lanza de madera (2.5 mts de longitud) viene de

depósitos travertinos de Bad Cannstatt (Wagner, 1990). Un fragmento de lanza de madera del Paleolítico Inferior fue encontrado en otro sitio

alemán, Bilzingsleben, sitio que ofreció otros fragmentos de madera.

Posibles lanzas de madera (Howell, 1966:139) fueron halladas entre los restos de varios elefantes en Torralba, España (la mayoría de los hallazgos

producidos a comienzos de siglo) pero los detalles son bastantes

incompletos. Un número de herramientas de madera y armas se encontraron en Kalambo Falls, en Zambia, que son del Achelense tardío,

una de las tradiciones de herramientas principales del Paleolítico Inferior.

Los restos de madera son menos comunes durante el Paleolítico Medio,

pero tenemos una madera de morera delgada, trabajada en piedra y forma plana de Nishiyagi, Japón (Bahn, 1987); un implemento de madera curva

con marcaciones paralelas al final de Florisbad, Sudáfrica (Volman, 1984);

y varios platos de madera del Musteriense en Abri Romani, en Cataluña, España.

Además de haber proporcionado las primeras evidencias conocidas

de aparente enmangamiento de herramienta, arqueólogos alemanes encontraron evidencia sólida del uso temprano de resinas en

enmangamientos para herramientas de piedra. El Musteriense en

Königsaue y Kerlich proveyó no sólo fragmentos de resinas, sino también resinas impresas en herramientas de madera y piedra, como también

herramientas con mango completo (Mania y Toepfer, 1973). Los mangos de

resinas del Paleolítico Medio también fueron encontrados en

Bocksteinschmiede, Alemania (Bosinski, 1985), y en Umm el Tlel, Siria (con betún en dos herramientas; Boëda, 1996). Por otra parte, Hayden

(1993) describe la evidencia indirecta de enmangue en Levallois y

elementos musterienses como "abundantes", y las herramientas espigadas

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del Ateriense del norte de África fueron diseñados específicamente para

parecer enmangamientos.

Hay un malentendido entre algunos arqueólogos sobre que los elementos de hueso, y el uso experto de los huesos, marfil y cuerno,

generalmente no apareció antes del Auriñaciense. Esto también es

incorrecto. Salzgitter-Lebenstedt, un sitio alemán micoquiano, proveyó diez huesos, la mayoría de los cuales son de costillas de mamut, además de un

delicado y complejo “punto de alas” e implementos de cuero (Tode, 1953).

El marfil pulido de Bilzingsleben es del Paleolítico Inferior (Bednarik, 1995b). Los puntos de marfil son también en el Achelense, por ejemplo en

Ambrona, para donde Howell y Freeman (1982) sugirieron que también

habría enmangamientos. Incluso fueron producidos bifaces de hueso

(hachas de mano), encontrados en Rhede, Alemania (Tromnau, 1983). Durante el Musteriense, el hueso fue usado extensamente, inclusive para

construir viviendas (en Starosel‟e), un uso que algunos arqueólogos

piensan fue restrictivo del Paleolítico Superior. A pesar del dramáticamente distorsionado registro del Paleolítico

Inferior, no puede haber dudas de que esos homínidos, como los del

subsecuente Paleolítico Medio, tuvieron una tecnología que no puede ser definida solamente por las herramientas de piedra, el único tipo

comúnmente encontrado. También sabemos que hubo minería

subterránea en el Paleolítico Medio/Edad de Piedra Media (Bednarik, 1995c), pero tal vez, la evidencia más dramática que tenemos de temprana

tecnología fue producida por el Homo erectus, la especie anterior a la

aparición del Homo sapiens, que tenía capacidad de marinero (Bednarik,

1997). Sabemos también que los homínidos alcanzaron la isla de Flores, en las Islas Lesser Sunda de Indonesia. Estas islas nunca estuvieron

conectadas con el continente asiático, ni hubo ningún pasador marítimo, y

la única manera en que los homínidos pudieron alcanzar y establecerse fue por medio de buques de navegación marítima, presumiblemente con

balsas de bambú. Aunque no tenemos restos de esqueletos de los

descendientes de estos marineros, sí hay un largo número de herramientas de piedra de una serie de sitios en Flores, como también en

Timor, más al este (Bednarik, 1999), excavadas juntos a fauna extinta, y

datada entre los 850000 o 750000 AP. en Flores. Esto es mucho antes de

que aparecieran las primeras formas de arcaicos Homo sapiens. Incluso los oponentes más determinados del modelo de rango largo del desarrollo

simbólico y el lenguaje, Davidson y Noble, siempre aceptaron que la

habilidad de navegar prueba el uso de lenguaje, pero infortunadamente no eran conscientes de que tal habilidad estaba a disposición de los

homínidos más de tres cuartos de millón de años AP. La evidencia de esto

no es nueva, ha estado disponible desde hace 40 años, pero hasta hace poco sólo lo era en Alemania (Verhoeven, 1958; Maringer y Verhoeven,

1970; Sondaar, 1994).

Mientras que la proeza de navegación de los Homo erectus, el más grande colonizador en los 2,4 millones de años de historia de la

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11

humanidad (Bednarik, 1997c, 1999), es en sí mismo suficiente evidencia

para mostrar la capacidad de comunicación reflexiva, presumiblemente

por medios verbales (lenguaje), disponible desde hace por lo menos 850000 AP., hay algunos otros puntos sobre tecnología a considerar. La

construcción de balsas está condicionada al uso de cuerdas de algún tipo,

en la forma de vides, tendones, fibras o algún material parecido. Esto requiere además, una mayor complejidad en la tecnología disponible. Más

importante aún, encordados de cualquier tipo sólo son útiles por medio de

nudos. Cuerdas y correas eran utilizadas mucho, sin dudas, en el Paleolítico, pero no existe evidencia física de los nudos y casi ningún

encordado, excepto del Paleolítico Superior (Leroi-Gourhan, 1982; Nadel,

1994). El uso de redes de caza ha sido sugerido para el Gravetiense de

Pavlov, República Checa, después de que las impresiones de fibras vegetales tejidas se observaron en las superficies de arcilla cocida de 26-

25000 AP. (Pringle, 1997).

Warner y Bednarik (1996), en el examen de la cuestión, rastrearon la supuesta aplicación de los encordados a través de la representación

artística en el Paleolítico Superior mucho antes de la aparición de objetos

como collares de cuentas y colgantes, ya a través de otras evidencias indirectas. Esto indica que algunas formas de encordados debieron haber

sido usados ya durante el Paleolítico Inferior. Perforaciones artificiales de

pequeños objetos adecuados como collares o colgantes aparecieron en el 300000 o 200000 AP., según los conocimientos actuales. El tipo de

tecnología utilizada en su producción parece proporcionar un medio

realista en la verdadera capacidad tecnológica de los primeros tiempos en la historia de los seres humanos, el Paleolítico Inferior. Esto será revisado

en el capítulo siguiente, pero debía ser mencionado aquí, en suma, la

tecnología de los homínidos anteriores a la “Eva africana” era lo

suficientemente compleja como para refutar una de las principales premisas de la hipótesis de Eva: que fue el prodigio de esta Eva la que

introdujo el lenguaje, la tecnología compleja, y muchos otros aspectos de

la cultura humana. Nada podría estar más lejos de la verdad.

Los orígenes del simbolismo

Ya hemos visto como una forma de simbolismo y lenguaje

probablemente se desarrolló en algún momento entre la aparición del

Homo erectus (alrededor de 1.8 millones AP, momento en que las especies

se pueden situar en el este de África, en el Cáucaso y en Java), y los primeros conocimientos sobre cruzar mares abiertos (tal vez hace 0.9

millones de años, desde Bali hacia Lombok y después, Flores). El lenguaje

verbal es una forma de comunicación que implica el uso de sonido convencionalizados de patrones significativos. Cualquier forma de

comunicación requiere el uso de simbolismos, pero con el fin de

desarrollar no sólo simples acciones, sino también patrones de respuesta (que se aplican, en diversas complejidades, en todo el mundo animal),

Page 12: Collares y origenes del simbolismo (traducción)

12

significados culturalmente determinados que se adjuntarán a los “signos”.

En otras palabras, tales significados no son pasados genéticamente, pero

son adquiridos durante la trayectoria de la vida de cada individuo; ellos lo aprendieron. La cultura no está ceñida, por supuesto, únicamente a los

humanos, es válida para otros animales, aunque en formas menos

complejas. En la cultura humana se han registrado extraordinarios niveles de complejidad, lo que es sólo posible por el uso de un inusual gran

cerebro.

La pregunta es, por lo tanto, no cuándo comenzó la cultura, sino que deberíamos preguntarnos, cuándo la cultura (individualmente adquirida

como un sistema de “entendimiento”) empezó a transformarse en esta

determinación dominante de selección, que comenzó a rivalizar con los

factores ambientales en la determinación del curso de la evolución, especialmente de evolución cognitiva, de los homínidos. En otras palabras,

¿Cuándo nuestros ancestros comenzaron el ejercicio del control sobre las

variables del ambiente como un sistema de retroalimentación neuronal emergente que llevó al conocimiento y, por lo tanto, a lo que consideramos

como modulación consciente de patrones de respuesta? Tal desarrollo se

origina en la proliferación casi inevitable de un sistema cultural, y el crecimiento de habilidades en el uso de los simbolismos se transforma en

necesidad. El modelo de rango corto de la evolución cognitiva,

personificado en la hipótesis de la Eva africana, percibe que este desarrollo tuvo lugar durante el Pleistoceno Superior (127000 a 10500 AP), en

simultáneo con la supuesta migración de los Modernos fuera de África.

Según esto, todos los tempranos homínidos eran incapaces de simbolizar. En la más extrema forma de esta hipótesis, el lenguaje fue sólo posible

como resultado de una representación figurativa, de la cual no tenemos

evidencia anterior al 32000 AP (Davidson y Noble, 1989), así es que los

tempranos homínidos pertenecerían a los simios más que a los humanos (Davidson y Noble, 1990).

De acuerdo con el modelo de rango largo, esto fue un lento y gradual

proceso que ya estaba en marcha en los primeros humanos, 2.5 a 2.3 millones de años AP. La marcada encefalización en los humanos

tempranos, como las habilidades, llevaron al incremento masivo en la

capacidad craneal entre los tempranos homínidos, lo que es relacionado con el desarrollo cognitivo. El hallazgo arqueológico más temprano del

mundo sugiere que entre las habilidades de los homínidos se encontraría

el reconocimiento de parecidos icónicos (la similaridad visual de dos objetos no relacionados) y ello se ve en el adoquín de Makapansgat, de

Sudáfrica. Este objeto apareció depositado en una cueva junto a un

Australopithecus africanus de alrededor de 3 millones de años. El adoquín

es de un jasperite notablemente rojizo y tiene una forma natural de cabeza, con unos distintivos “ojos curiosos” y “boca” (Bednarik, 1998). No

se puede producir de manera natural en la cueva de dolomita, y en el

tiempo en cuestión, los seres humanos que podrían haberlo llevado dentro de la cueva aún no existían. Este extraordinario hallazgo fue hecho en

Page 13: Collares y origenes del simbolismo (traducción)

13

1925, pero permaneció largamente ignorado. El motivo de los “ojos

curiosos” puede conducir a reacciones visualmente determinadas incluso

en insectos y aves (respuestas a las mismas parecen estar profundamente arraigadas en los sistemas neuronales), y en monos como también en

humanos tienen una clara preferencia por el color rojo (Oakley, 1981). Es,

por lo tanto, perfectamente posible que los australopitecos estuvieran tan fascinados que ellos cargaron el adoquín, y eventualmente lo dejaron en la

cueva que también contuvo sus restos. Mientras esto no necesariamente

requiere una total habilidad de simbolización, si sugiere la existencia de estructuras neurológicas incipientes que hicieron posible el reconocimiento

de la relación entre significante y significado en un patrón más

sistemático, simbolismo como nosotros lo percibimos.

Sin embargo, ¿Cuándo habrá sido que esa capacidad se ha desarrollado lo suficiente como para tener un impacto importante sobre el

comportamiento de los homínidos? Alrededor de 1.5 millones de años

atrás, el Homo erectus comenzó a producir formas de herramientas que sugieren modelos mentales, “hachas de mano”. Por ese tiempo, esa especie

ocupó exitosamente vastas áreas del Viejo Mundo, aparentemente dentro

de un instante geológico, adaptándose sin dudas, a varios ambientes y climas en ese proceso. Si hubiera una predisposición de los homínidos

para lograr esto, lo hubieran intentado antes, pero la evidencia sugiere que

la disponibilidad de esta especie de herramientas conceptuales no fue válida hasta hace 2 millones de años. Antes de las especulaciones sobre si

esto pudo pasar, necesitamos considerar el próximo desarrollo mayor.

Alrededor de 850000 años AP, el Homo erectus adquirió habilidades de

navegación y también usó objetos que fueron desplazados de su contexto original, que parecieran no tener significado utilitario. Ellos colectaron dos

tipos de minerales que encontramos depositados en los sitios de su

ocupación. Cristales de cuarzo limpio se encontraron primero en Sudáfrica, y luego en India y otros lugares (Bednarik, 1994a). A veces son

tan pequeños que no pudieron haber sido usados como material de

herramientas, y no tiene huellas de desgaste. Parece que fueron colectados como propiedades visualmente exóticas, y los homínidos del período

pareciera que tuvieron un interés especial también por los moldes fósiles

(Oakley, 1981). Del mismo tiempo, tal vez hace 800000 años, tenemos la

primera evidencia de la colecta de pigmentos minerales rojos por los homínidos (ocre o hematite), de nuevo en Sudáfrica (Wonderwork Cave) y

la India (Hunsgi), seguido por varios sitios un poco más tardíos en Francia,

España y República Checa. No podemos saber para qué fue usado el material colorante, excepto en Hungsi, en donde los guijarros fueron

usados como crayones sobre la superficie de la roca (Bednarik, 1990). Sin

embargo, no es muy importante si el hematite se usó para colorear la superficie de la roca, artefactos, cuero de animales o cuerpos humanos, en

todos los casos ese uso puede implicar comportamientos culturalmente

distintivos. El primer uso de esos materiales coincide con la primera evidencia clara del uso avanzado del lenguaje, a través de la navegación, y

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14

parece razonable proponerlo para la fecha de 850000 años AP; los

homínidos desarrollaron numerosas formas distintivas de comportamiento

cultural, varias formas de simbolismo, y tecnologías que no mejoraron significativamente hasta el advenimiento del Holoceno, tan sólo 10500

años atrás. En esta etapa, las sociedades humanas se volvieron muy

dependientes de la cultura y podemos asumir que los patrones de comportamiento esencialmente modernos ya habían comenzado a emerger.

Este parece ser, por lo tanto, el tiempo crucial para la determinación del

simbolismo en la cultura humana que comienza con el desarrollo y la rápida expansión del Homo erectus, tal vez hace 1.8 millones de años, lo

que resultó en sociedades estructuradas con tecnología compleja, usos de

modos simbólicos y lenguaje efectivo cerca de un millón de años después.

A partir de ahí, la evolución cognitiva e intelectual de los homínidos se limitó a seguir una trayectoria establecida que exigía acelerar el

refinamiento. Hay bases de asentamientos con establecimiento de zonas de

actividad, incremento del uso del fuego, caza especializada de animales grandes (especialmente elefantes y renos), refinamiento de armas y

artefactos, e incremento del uso del rojo y, más tarde, de otros pigmentos.

El mayor paso siguiente, sin embargo, parece ocurrir alrededor del 300000 AP, todavía en el Achelense, tal vez la más extendida tradición tecnológica

del Paleolítico Inferior. El “Paleoarte” es en este tiempo producido en varias

regiones del mundo, y en muchas formas. Grabados sobre objetos muebles de hueso, marfil y piedra comienzan a producirse en este tiempo, con

sitios como Bilzingsleben (Mania y Mania, 1988; Bednarik, 1995b),

Stránská skalá (Valoch, 1987) y Sainte Anne I (Crémades, 1996) siendo los

representativos más tempranos. La temprana “protoescultura” es de “piedra de escoria” del Achelense y se encontró en Berekht Ram, Israel,

que como el adoquín de Makapansgat es de forma natural, pero el primero

fue alterado por la mano humana (Goren-Inbar, 1986). Tiene la forma natural de torso femenino, cabeza y brazos, pero tiene ranuras grabadas

en varios lugares (Marshack, 1997). Los primeros petroglifos aparecieron

en el Achelense en la India, con la forma de cúpulas y líneas de meandros (Bednarik, 1993a). La cúpula es particularmente notable, porque

representa las primeras formas de arte parietal en la mayoría de los

continentes. Por ejemplo, el arte rupestre más antiguo conocido de Europa tiene 18 cúpulas en la parte inferior de una losa de piedra colocada sobre

la tumba de un niño Neanderthal en La Ferrassie, Francia (Peyrony, 1934),

pero esto es mucho más reciente que los del Achelense de la India.

Entre el 170000 y 130000 AP, el período del Paleolítico Inferior abre gradualmente el camino al Paleolítico Medio, trayendo también cambios en

la tecnología. Las técnicas Levallois y el uso de “hachas de mano”

continúan, pero la gran diferenciación se evidencia en las tradiciones líticas. La evidencia simbólica, como el paleoarte (Bednarik, 1994a),

ocurrió extensamente en el Micoquiano y el Muesteriense europeos, en la

Edad de Piedra Media del África sub-sahariana, y en las industrias del Paleolítico Medio de Asia y Australia (que en el último continente continuó

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hasta la finalización del Pleistoceno, y en Tasmania hasta la ocupación

europea). La gente de mar de este período logra increíbles cruces de

océanos en la región del norte y noreste de Australia (Bednarik, 1997a), y la minería subterránea ocurre en Europa, en dos regiones de África y en

Australia (Bednarik, 1995c). Ninguno de estos desarrollos son atribuidos a

los supuestos descendientes de la Eva africana, de hecho, no hay ni una innovación tecnológica, cognitiva o simbólica que pueda ser rastreada a su

aparición. Si esta tribu o raza alguna vez existió, fue una entidad

genéticamente discreta, de la que no hay más evidencia que la que afirman algunos genetistas, entonces esta “raza” ha contribuido poco a la

ascensión humana. Todas las innovaciones y logros fundamentales,

grandes o más importantes, son atribuibles al Homo erectus. Collares del Pleistoceno Medio

En mi breve repaso sobre el temprano desarrollo de las capacidades simbólicas he descuidado una forma de evidencia, salvándolo para una

consideración especial. Uno de los principales argumentos formulados

contra la evidencia sugerente del simbolismo muy temprano es que hay explicaciones alternativas perfectamente válidas. Las marcas naturales en

las superficies de objetos portables de varios tipos han sido

malinterpretadas como grabados significativos en, literalmente, miles de casos en todo el mundo. He examinado y rechazado cientos de casos (600

sólo en China). Por lejos, los ejemplos más comunes son objetos de hueso,

piedra caliza, marfil y cáscara de huevo de avestruz, las que he mostrado

que tienen ranuras micorrizas que pueden parecerse a grabados (Bednarik, 1992b). Fragmentos de hueso a menudo tienen marcas

grabadas hechas por los caninos de animales, por ácidos gástricos (de

hienas), o por los agentes tafonómicos de varios tipos (pisoteo, movimiento de sedimentos, solifluxión, crioturbación, etc.). Otro ejemplo muy común

son las perforaciones de fragmentos de hueso y conchas, que algunos

arqueólogos han interpretado como productos antrópicos –intencionalmente hecho por humanos. Los huesos pueden ser perforados

por los dientes de animales y agentes corrosivos, las conchas de

gasterópodos comúnmente son corroídas por organismos parásitos, etc. De manera similar, las superficies naturales marcadas en la roca tienen

grabados arqueológicamente malinterpretados, y, nuevamente, tuve que

corregir muchos de esos ejemplos, en cada una de esas marcas naturales

cuando se identificó como arte parietal, o arte parietal como marcas naturales (Bednarik, 1994b).

Algunos comentaristas en el tema sobre si las perforaciones en los

objetos del Pleistoceno eran naturales o artificiales aparentemente cometieron un error de lógica (d‟Errico y Villa, 1997). Ellos parecen haber

creído que los objetos perforados debían haber tenido uso como cuenta o

perla, y que debían haber sido hechos por humanos. Cualquier consideración de que esta especie de objetos fueran usados como collares

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16

etnográficos fácilmente será mostrada como falsa. La lógica correcta puede

ser capaz de demostrar el uso de cuentas en algunos casos de evidencia

microscópica (Bednarik, 1997d), pero nunca se podrá demostrar que algún pequeño objeto encontrado en estratos de alguna ocupación no fue usado

como cuenta de collar. En vista del extendido uso de collares en el

presente, y la frecuencia con que son perdidos, y considerando además que las cuentas fueron usadas por cientos de milenios (así se verá más

adelante), casi con seguridad en grandes cantidades, es mucho más

probable que improbable que la mayoría de objetos perforados encontrados en estratos de ocupación fuera usado en collares. El hecho de que no

podemos demostrar que una forma natural perforada, o un objeto similar

fuera utilizado como una cuenta no debe incitarnos simplemente para

excluirlo de la consideración. Las características sobresalientes de la producción de collares y

colgantes es que su identificación arqueológica usualmente no presenta

ambigüedades, lo que no siempre se puede decir acerca de otras clases de evidencia simbólica. Pequeños objetos, perforados con herramientas de

piedra, pudieron ser tanto collares como colgantes, o también ser objetos

utilitarios pequeños como hebillas o manijas de tracción, o los quangings5 de los Inuit (Boas, 1988: Figs 15, 17, 121d; Nelson, 1899:Pl.17; Kroeber,

1900:Fig.8). Tales objetos utilitarios son generalmente de formas

características con respecto al uso, vestido y material; se necesitaba que fueran muy resistentes. Estos pequeños objetos fueron perforados o bien

en el centro, o bien cerca de uno de sus extremos (dientes perforados cerca

de la raíz), son tan pequeños o tan frágiles para ser objetos utilitarios, y carecen de los patrones de desgaste típicas de estos artículos, que se

puede suponer con seguridad que fueron cuentas o colgantes. La evidencia

de que se perforaron con una herramienta de piedra se indica mediante

una sección distintiva bi-cónica y 'mecanizada' y, a veces por estrías rotación. El desgaste de colgantes se puede observar con frecuencia en

especímenes arqueológicos, incluso aquellos hechos de piedra (Bednarik,

1997d), y es incluso bastante típico. Un ejemplo de tan completa falta de ambigüedad son las cuentas

circulares de cáscara de huevo de avestruz. Estas son extremadamente

comunes en la etnografía del sudeste de África (Woodhouse, 1997), y en los registros arqueológicos consta de que han sido encontrados en lugares

desde China a Siberia (Bednarik, 1993b). El avestruz (Struthio camelus ssp.), ahora extinto en Asia, fue muy común desde África hasta Asia hacia

el fin del Pleistoceno, aparentemente incluso durante el Holoceno. La cáscara de sus huevos fue usada muy frecuentemente, como contenedores

y especialmente como material decorativo, particularmente durante el

5N.T.: Los quangings son huesos con una perforación, propios de la cultura Inuit,

que fueron manipulados con el fin de utilizarlos en elementos utilitarios.

Cambridge Archaeological Journal, 1992, pág. 27-57.

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17

Pleistoceno Tardío y el Temprano Holoceno. En el sur de África, su uso se

extendió desde la Edad de Piedra Media. Fragmentos decorados han sido

reportados desde la Howieson‟s Poort, fase en la Cueva Apollo qq, Namibia (Wendt, 1974), de la Edad de Piedra Media en Dieplkloof Cave en el área

suroeste del Cabo (Beaumont, 1992) como también cuentas de Bushman

Shelter en Transvaal (Woodhouse, 1997), ambos en Sudáfrica. Algunos de éstos pueden ser del 80000 AP, y tradiciones mucho más recientes han

usado estas cuentas circulares. En Tunisia y Algeria, depósitos de

ocupación capsian frecuentemente tienen cuentas de cáscara de huevo de avestruz, y estos datan de principios del Holoceno. En India, 41 sitios del

Pleistoceno Tardío tienen fragmentos de cáscara de huevo de avestruz, y

los datos de radiocarbono derivado de éstos fragmentos plantean un rango

entre los 39000 y los 25000 AP (Kumar, 1988). En dos sitios, Patne y Bhimbetka, algunas pocas cuentas circulares han sido encontradas. Los

dos especímenes de Bhimbetka provienen de la región del cuello de un

enterramiento humano, lo que sugiere que tal vez formaba parte de un collar. Cuentas similares se encontraron en el desierto de Gobi, al norte

de China, donde fueron hallados entre los restos de ocupación con

tradición tecnológica del Epipaleolítico o incluso del Mesolítico, sitio que lleva el nombre de Shabarak-usu (Bednarik y You, 1991). Además, hubo

otros hallazgos de cuentas de cáscara de huevo de avestruz, de un tiempo

similar (final del Pleistoceno a principios del Holoceno), también han sido reportados en el interior de Mongolia (Hutouliang) y el sur de Siberia

(Krasnyi Yar, Trans-Baykal).

De una antigüedad sustancialmente grata son las tres cuentas similares a cáscara de huevo de avestruz del sitio E de El Greifa, en Wadi,

Libia (Bednarik, 1997d). Ellos vienen de una secuencia sustancial de

depósitos de ocupación del Achelense, lo que representa muchos milenios

de ocupación continua de los sitios litoraleños, en las costas del gran Lago Feezan del Pleistoceno. Este sitio tiene condiciones excepcionales de buena

preservación, con restos de insectos y semillas encontradas junto con

huesos. Las formas típicas de herramientas de piedra del Achelense tardío, incluyendo hachas de mano confirman la datación de los estratos de

ocupación por análisis Th/U, para los 200000 AP. Estas son las primeras

cuentas conocidas del mundo, y no cabe duda de que fueron realizadas por hombres, y no hay chance de que fueran producto de perforaciones

naturales. Además a los tres hallazgos iniciales, muchas cuentas más han

sido recobradas recientemente del mismo sitio y período (M. Kuckenburg, pers. Comm. Jan. 2000).

Sin embargo, pueden ser superadas en edad por otros dos hallazgos,

los colgantes de estratos de ocupación en el Repolusthöhle, en los Alpes

austríacos. Un incisivo de lobo está perforado cerca de la raíz, y un frágil hueso perforado cerca de una esquina. Estos especímenes se encontraron

junto a una gran cantidad de herramientas de piedra no clasificadas aún

(Mottl, 1951), descriptas como levalloisienses, Tayacian y Clactoniense, y tres más vagamente definidas como industrias del Paleolítico Inferior. No

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18

hay aquí datación radiométrica disponible, pero los restos que se

encontraron de animales implican una edad de cerca de los 300000,

especialmente por la filogenia de los restos de oso. Estimaciones previas habían dado una datación de sólo 100000. Esto no es muy preciso, pero

sin embargo, bastante plausible, dataciones hechas bien establecidas para

la región a partir de la filogenia osuna. Estos hallazgos de Libia y Austria indican que los collares y

colgantes fueron hechos y usados en el Achelense y otras culturas del

Paleolítico Inferior. Esto hace posible considerar en este contexto también las perforaciones naturales, objetos similares a cuentas han sido

encontrados en depósitos de ocupación, o junto a herramientas de piedra

del período general. Si bien no puede demostrarse de manera concluyente

que fueron usadas como cuentas de collar, la posibilidad no puede ser excluida ahora que sabemos que los homínidos del Paleolítico Inferior sí hicieron collares. En los primeros reportes conocidos de herramientas de

piedra del Paleolítico se hizo también mención a fósiles perforados junto a hachas de mano del Paleolítico Inferior, en la cabecera del sitio St. Acheul,

en Francia (Prestwich, 1859:52):

“El Dr. Rigollot también menciona la presencia en la grava de piezas redondas de yeso duro, atravesado por un agujero, que considera fueron utilizadas como cuentas. El autor encuentra varias piezas de tiza, y reconoce en ellas pequeños fósiles de esponja, la Coscinopora globularis, D‟Orb., pero no se siente satisfecho acerca del realce artificial. En algunos ejemplares pareciera que las perforaciones fueron agrandadas o completadas.”

Fósiles perforados también han sido encontrados en el Achelense de

Israel, de lo que Goren-Inbar (1991) reportó la aparición de crinoideos fósiles. Esto plantea la cuestión de cuan extendido pudo haber sido el uso

de collares o colgantes durante el Paleolítico Inferior, y cuán atrás pudo

extenderse en el tiempo. No podemos responder esto sólo por el razonamiento que conlleva la observación arqueológica, pero un escenario

creíble puede provenir de las lógicas tafonómicas. Si los hallazgos más

tempranos representan una clase de evidencia material, se encuentran entre los elementos de ese material más resistentes al deterioro, entonces,

la probabilidad es significativamente mayor, ciertamente, con los tipos

menos resistentes. Las cuentas etnográficas fueron hechas, a menudo, con materiales perecibles, como semillas y materiales como cáscara de

huevo de avestruz, que sólo pueden sobrevivir en suelos con Ph elevado.

Una observación importante que podemos hacer a partir de los hallazgos

disponibles de cuentas y colgantes del Pleistoceno, es que son extremadamente raros, y que están muy separadas, de forma cronológica y

espacialmente. Las cuentas no pueden, por definición, producirse en

aislamiento. Para poseer y trasmitir un significado, es necesario que se produzcan en grandes cantidades y ser usadas en cualquier tipo de

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19

sociedad, porque el significado simbólico sólo puede ser otorgado por el

uso reiterado y estructurado. Por lo tanto necesitamos asumir que

tratamos con un registro severamente truncado, un fenómeno cuyo umbral tafonómico es mucho más reciente, ciertamente dentro del

Holoceno. Cuando se tiene en cuenta que un solo sitio en Rusia, de

tradición del Paleolítico Superior pero con raíces en el Paleolítico Medio (el Strelestsian), ha producido más cuentas en tan sólo tres fosas que el

Pleistoceno restante de todo el mundo, medida que hace evidente la

distorsión tafonómica. Los tres enterramientos en Sungir‟, tal vez del orden de los 28000 años AP, tienen 13113 pequeñas cuentas de marfil y más de

250 dientes perforados de zorro. Esto debe ser visto como un golpe de

suerte preservacional, y nos indica que las cuentas que tenemos de los

anteriores doscientos mil años representan todo lo que hemos logrado recuperar de los números astronómicos de cuentas que se habrían

realizado en el Paleolítico Inferior y Medio. Las lógicas tafonómicas afirman

esto (Bednarik, 1994c).

Haciendo collares

Al explorar el significado simbólico de cuentas, los arqueólogos

tienden a mencionar su presencia en los entierros, o hablar sobre

'decoración'. Estas discusiones son muy superficiales para permitirnos cualquier progreso real. ¿Qué significa que una condición particular se

perciba como «decorativo»? ¿Un animal no humano percibe cuentas, o

cicatrices, pintura corporal y tatuajes en el cuerpo humano como «decorativo»? Probablemente no. Así que es muy probable una percepción

antropocéntrica, pero no es probable que sea compartida por los animales

o un visitante inteligente del espacio exterior. Estos últimos es probable

que consideraran a los collares como contenedores de una función utilitaria insondable, al menos inicialmente.

Las cuentas, ya sea cosidas en la ropa o usadas con cuerdas, tienen

significados simbólicos lejos del empirismo simplista de los antropólogos occidentales. Los collares, o los colgantes, pudieron ser, por ejemplo,

elementos de protección, guardianes contra malos espíritus o hechizos, o

también encantados para la buena suerte. Pudieron significar estatus, trasmitir los significados del complejo social, económico, emblemático,

étnico o ideológico, o cualquier sutil combinación de ellas. Esos

significados pudieron ser públicos o privados, pero puede dificultarse la trasmisión a un investigador extraterrestre, y nunca ser analizados

arqueológicamente. ¿Cómo sería si nuestro visitante interestelar

interpretara las figuras de marfil talladas de un juego de ajedrez

incompleto? Si su antropología fuera tan simplista como la nuestra podría muy bien explicar que sus caballos sería evidencia de un culto equino. Es

en este nivel que la mayoría de las interpretaciones sobre el simbolismo del

Pleistoceno se ha producido, lo que me parece bastante insatisfactorio.

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20

Está claro desde los capítulos precedentes que los sistemas

simbólicos debieron ser válidos para los homínidos para el 850000 como

mínimo. La evidencia incluye colecciones de cristales, fósiles y pigmentos rojos, además de un lenguaje usado implicado para la navegación

marítima. Una variedad de pájaros, más notablemente el “ave del paraíso

australiano”, colecciona objetos coloridos o brillantes, incluso realiza algunas estructuras de visualización erigidas y pintadas con jugos de las

plantas. La pregunta que surge es si el comportamiento homínido difiere

cualitativamente del observado en esos pájaros. Podemos asumir, a través de la evidencia que esos homínidos que navegaron el mar, tuvieron alguna

forma de lenguaje “reflexivo”. Además sabemos que produjeron una

variedad de herramientas y artefactos de madera y piedra, lo que muestra

una extraordinaria habilidad de adaptación a diferentes medioambientes y una planificación a futuro, y que han evolucionado en los humanos

modernos. Hace 300000 o 200000 años como muy tarde, sus habilidades

simbólicas evolucionaron al punto de producir arte rupestre, arte mueble y collares. De estas formas de productos simbólicos, los collares fueron los

que más nos han contado.

Primero, están los aspectos puramente tecnológicos. Para hacer un collar, por lo menos, hay que ser capaz de perforar un objeto, enhebrar un

cordón a través de los agujeros y sujetar los extremos de la cuerda,

presumiblemente con nudos. Para persistir con un proceso complejo de manufactura, debe haber un constructo mental del producto terminado, y

un deseo de adquirir lo que claramente es un artefacto no utilitario. Para

ser más preciso, los collares son un artefacto, pero la cuerda no lo es, por ser utilitaria. Esta última no es más que un medio para que las cuentas

terminen cumpliendo un rol no utilitario. Entonces, aquí tenemos una

combinación no sólo de diversos artefactos, sino también una jerarquía de

diversos conceptos relativos a ellos. El imperativo primario, presumiblemente, es la disposición de las cuentas para su mejor provecho,

la intención secundaria es encontrar la forma de hacerlo. Ahora, un

pedazo de cáscara de huevo de avestruz se puede pasar por una cuerda sin antes perforar un agujero a través de él, así que ¿por qué molestarse

con este trabajo adicional? Esta especie de exploración plantea un montón

de preguntas, y es a través de ello que las cuentas comienzan a cobrar vida con sentido y significado.

Esta interpretación basada en la lógica debe sustentarse en un

conocimiento profundo de la tecnología aplicada, y por ese propósito he conducido una experimentación replicativa amplia con cáscara de huevo

de avestruz entre 1990 y 1996 (Bednarik, 1992b, 1993a, 1993b, 1995d,

1997d). Los resultados correspondientes de manufacturar las cuentas con

herramientas de piedra del Paleolítico Inferior han sido descriptos con cierto detalle, fueron sólo brevemente sumariados aquí. He encontrado que

la forma más efectiva de producir réplicas precisas de collares de cáscara

de huevo de avestruz del achelense y el Pleistoceno tardío, usando esa tecnología, es primero, romper la cáscara en fragmentos poligonales de 1 a

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21

2 cm2 de área. Estos serán perforados individualmente, sólo de un lado.

Una vez que el taladro de piedra se abre paso, el agujero es escariado

desde el otro lado. La muestra es entonces firmemente sujetada entre dos dedos, y la zona de exceso recortada, o bien pulsando la parte que

sobresale en su lado convexo contra una superficie de piedra, o mediante

el uso de los dientes como un tornillo. Una vez que el exceso de material se desprendió, la cuenta lisa es erosionada en una roca áspera de silicio, una

cuarcita o silcreta. Las tres cuentas (o collares) del achelense libanés son

todas de alrededor de 6 mm. de diámetro, y he encontrado que el promedio de tiempo para producir las réplicas de ellas es de alrededor de 17

minutos, o 25 minutos si el tiempo de preparación y reafilado de las

puntas de piedra es incluido (Bednarik, 1997d: 33-36).

Un diente de animal, como los incisivos de lobo de Repolusthöhlo, es mucho más difícil de perforar. En el momento del advenimiento de las

tecnologías del Paleolítico Superior, entre el 40000 y el 30000 AP, incluso

materiales de piedra eran perforados, para ser usados como colgantes. Los ejemplos tempranos son especímenes rotos de Shiyu wenhua, en China

central, y varios artículos de Kostenki 17, hechos en piedra, coral fósil y

belemnites6 (Bednarik, 1995d). Sin embargo, el escaso registro disponible para nosotros no indica una “evolución” en los estándares de hechura. Por

el contrario, algunos de los ejemplos más antiguos son mucho mejor

producidos que los más recientes. Las cuentas (collares) del achelense libanés fueron hechas más cuidadosamente que los especímenes del

Paleolítico Superior de la India. Las perforaciones en los dientes de

Repolusthöhle son significativamente más finas que los agujeros torpemente hechos en los dientes de Bacho Kiro, que son sólo de 42000

años AP (Marshack, 1991). No puede haber ninguna duda de que incluso

los primeros collares y colgantes han involucrado a una gran cantidad de

habilidades y la comprensión de las propiedades del material en su producción. Los homínidos que los hicieron eran artesanos excepcionales.

El simbolismo de los collares

De mucha más significancia, sin embargo, son los hallazgos

concernientes a las cualidades simbólicas de los collares. Haciendo muchas réplicas de cuentas de cáscara de huevo de avestruz del

Achelense, he descubierto que las más pequeñas de estas cuentas, en

realidad, pueden ser menores a los 6 mm de diámetro. Aquí hay dos razones para ello. Primero, como el tamaño se acerca a esta magnitud, la

cuenta se vuelve cada vez más difícil mantener entre los dedos, y como las

puntas de los dedos comienzan a friccionarlas contra la piedra de amolar,

las cuentas se van volviendo más pequeñas, su cáscara es también erosionada y el proceso se vuelve bastante doloroso para los dedos cuando

6 Moluscos cefalópodos de la subclase de los coleoideos. http:/es.wikipedia.org.

Page 22: Collares y origenes del simbolismo (traducción)

22

se realizan muchas cuentas. Segundo, ya que el diámetro del agujero

central no puede ser menor a 1.4 o 2 mm, lo que sigue es el incremento

exponencial de la fragilidad de las cuentas ya que el diámetro total es aproximadamente de 6 mm. Este diámetro representa el tamaño menor al

cual la cuenta se mantiene estructuralmente bastante fuerte para soportar

alguna manipulación brusca. He establecido esto cuantitativamente, a través del control sobre la destrucción provocada en los experimentos.

La siguiente observación es incluso más significativa. Las cuentas del

Achelense están muy bien hechas, con unos márgenes circulares cercanos a la perfección e igualmente perfectos cantos en toda su circunferencia. En

mi trabajo de réplicas, he encontrado que estas formas precisas pueden

ser logradas sólo intencionalmente, con un chequeo constante de la forma

durante la fase final de abrasión. Es prácticamente imposible obtener una forma tan perfecta y una perforación central por accidente. Esto significa

que los hacedores tuvieron no sólo un buen desarrollo del sentido de

simetrías, sino una clara definición sobre los conceptos de las formas geométricas a las que aspiraban.

Esto nos lleva a varias observaciones. Incluso si son preferidas para

tener las cuentas perforadas, no necesariamente deben tener una perforación central. La explicación racional del por qué el hacedor gustó

de realizar las abrasiones longitudinales de las cuentas equidistantes es

porque poseía un sentido de la perfección. Esta proposición es confirmada por el tamaño de las cuentas. Esto parece contraproducente para hacer

tan pequeños objetos. Seguramente el propósito de estas cuentas es ser

observadas, y una gran cuenta es más fácil de ver que una pequeña. Aunque el trabajo invertido en hacer una cuenta muy pequeña es

significativamente mayor que el requerido para una cuenta grande. Tal vez

el aspecto más fuerte de la producción es que las cuentas achelenses son,

como se habrá notado ya, del menor tamaño posible en el que estos objetos pueden hacerse. Aquí está la impresión más evidente de que el

objetivo primario fue empujar a la tecnología disponible hasta sus límites.

Es, desde esta perspectiva que necesitamos examinar los objetos simbólicos, y la función semiótica natural de éstos. Los homínidos del

Paleolítico tuvieron pocos modelos de los concepto-formas que querían

apuntalar de las formas base de las cuentas circulares. Para nuestro pensamiento, usar la idea de una rueda, es mucho más familiar de lo que

fue para los humanos tempranos. Por supuesto, ellos debieron colectar

fósiles circulares como aquellos reportados anteriormente, y usarlos como cuentas. Tal vez esto es cómo el concepto real comenzó a surgir, y las

cuentas circulares hechas por humanos comenzaron a sustituirlas, en

lugar de los fósiles que escaseaban. En cualquier caso, el proceso fue, ya

que los homínidos ya poseían un concepto claro, aplicado sin dudas, miles de veces, en formas geométricamente perfectas que no tenían ningún valor

práctico. Puede sonar provocativo decir esto, pero ellos tuvieron, de hecho,

el desarrollo de la rueda sin descubrir su aplicación práctica. Mientras se escaria la perforación es más fácil sostener el escariador inmóvil y rotar la

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23

cuenta alrededor de él, como una rueda. De manera similar, la cuenta

terminada puede rodear la cuerda, o puede rodar sobre su superficie como

una rueda manteniendo la cuerda tensa. Naturalmente, los homínidos no hicieron uso de la rueda (o su

significado de la versión a gran escala), pero pudieron estar fascinados por

sus propiedades. Ciertamente ellos hicieron un gran esfuerzo para producir cuentas, y no sólo eso, sino que también, las hicieron

perfectamente proporcionadas, convirtiéndolas en estéticas obras

maestras. Incluso como objetos no utilitarios, las cuentas no tuvieron necesidad de ser tan bien hechas. Allí hubo una significación especial en

esa perfección, este despliegue de habilidad de autoconciencia. El producto

en sí mismo lo expresa, es un símbolo en sí mismo. No sólo no hay duda

de que tenga un significado cultural, o muchos del tipo de los que permanecen inaccesibles para nosotros, aunque sí sabemos esto: las

cuentas expresan perfección, confianza y competencia tecnológica. Esa

perfección es el mensaje. Se transformó en el símbolo del éxito, y se muestra al espectador, en parte, por esa misma razón. Como un

experimentador de esas cuentas, he visto que no hay otra razón para

querer crear especímenes perfectamente proporcionados del menor tamaño posible. Occam‟s Razor afirmó que allí debe estar la justificación para esta

labor de considerable inversión en artefactos que no tienen uso práctico o

valor de supervivencia. Todo esto tiende a atribuirle a los homínidos del Paleolítico Inferior, los patrones de comportamiento de los humanos

modernos.

Para producir objetos puramente simbólicos, se requieren métodos

que pueden haberse convertido en disponibles para la realización de

objetos no utilitarios, y para desplegarlo efectivamente, la tecnología no

utilitaria tuvo que ser ocupada. Los encordados de alguna forma fueron casi con certeza, usados para una variedad de propósitos (por ejemplo,

para construir balsas, como ya vimos), y las cuerdas fueron enhebradas a

través de las perforaciones de las cuentas, de manera rápida. Entonces, toda una interacción de diferentes materiales y herramientas de

producción llegaron juntas, diferentes métodos de tecnología, formas de

proveerse y mantenimiento, y todo con un único propósito en mente: para mostrar un perfecto, y perfectamente usable, pequeño objeto,

probablemente junto con muchos objetos similares. Si estas cuentas

fueron usadas de esta manera, lo que es altamente probable, su número podría invocar otro mensaje, convertirse en otro símbolo. Pondría de

relieve el mensaje de la perfección, y añadiría uno de excedente de energía.

Esto está muy lejos del panorama desolador de una vida a nivel de

subsistencia que los arqueólogos siempre han pintado para los primeros homínidos.

Page 24: Collares y origenes del simbolismo (traducción)

24

Conclusión

Ahora se ha vuelto evidente que los homínidos que primero se dedicaron a esta práctica no sólo tenían una gran cantidad de tecnología a

su disposición, sino que también aplicaron y recuperaron una variedad de

significados simbólicos, que pueden ser vinculados a los objetos a voluntad o por medio de complejas convenciones culturales. La práctica

de llevar tales objetos como collares y colgantes requiere, obviamente, la

comprensión en sí misma, de la existencia del individuo. La individualidad es un factor central en toda “decoración”, necesariamente, y se aplica

también la pretensión de perfección: parece no haber razón para desear

proyectar el concepto de perfección en la ausencia de un concepto en sí

mismo. La autoconciencia con todas sus implicaciones es un factor importante en la evolución cognitiva, y se puede suponer que han estado

disponibles para seleccionar, probablemente mucho antes de la llegada de

las cuentas. En este escrito he argumentado que el modelo de la Eva africana,

que enfatiza las diferencias entre los Modernos, los “elegidos” de la

evolución, y todos los otros homínidos, no tiene justificación arqueológica. Desde una perspectiva biológica, particularmente etológica los humanos

están cercanamente relacionados con otros primates que incluso las

habilidades cognitivas incipientes más distintivas se pueden observar en otras especies. El ascenso tecnológico y la encefalización humanas en los

últimos 2.4 millones de años demandó una más temprana aparición del

lenguaje, la cultura y la cognición modernos, que el permitido por el modelo de Eva. El uso de sistemas simbólicos está demostrado por la

navegación marítima y los hallazgos de paleoarte, que extienden,

ciertamente, a varios cientos de milenios antes, lo que priva al modelo de

Eva de toda plausibilidad, a menos que se adapte a una divergencia en el tiempo mucho antes de lo que actualmente expresa. Lo mismo es

demandado por las aplicaciones de las lógicas tafonómicas, de cualquier

clase de evidencia relevante, y he considerado esto como una evidencia fuerte de que los defensores de la Eva africana están muy equivocados. La

lógica tafonómica debe tener prioridad sobre cualquier forma de

razonamiento arqueológico (Bednarik, 1994c). Finalmente, el uso de objetos tan sofisticados como los collares y

colgantes en el Paleolítico Inferior demuestra, más allá de cualquier duda

razonable, que los homínidos poseyeron sistemas semióticos de varios tipos bien establecidos. En el examen de los orígenes del simbolismo haría

bien abandonar los enfoques tradicionales para el estudio del arte del

Paleolítico Superior de Europa occidental. No plantea un rol decisivo en el

rol del advenimiento de las capacidades simbólicas humanas, y probablemente no es tampoco relevante en los tópicos referentes a los

orígenes del simbolismo. Lo que es relevante en este tópico son los

productos del simbolismo que han sobrevivido desde las fases más tempranas de la cultura humana, desde el Paleolítico Inferior. Esta

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25

evidencia, hasta el momento, ha sido poco considerada, y ha sido

descuidada desde su primera mención, hace 140 años. Es especialmente a

través de este descuido y la negligencia de las pruebas, no publicadas en el idioma Inglés, que los modelos precarios de los últimos años han sido

capaces de prosperar como lo hicieron.

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Robert G. Bednarik ([email protected]) is the Editor and

Permanent Convener of the International Federation of Rock Art

Organizations (IFRAO); the founder, Editor and Secretary of the Australian

Rock Art Research Association (AURA); and the Editor of the

Archaeological and Anthropological Society of Victoria. He edits three

scientific journals and a series of monographs. His several hundred

articles and books include over 400 works in refereed scientific journals,

and they have appeared in nine languages. He specializes in the origins of

human constructs of reality, cognitive archaeology, rock art dating and

microscopic studies, and he has conducted extensive fieldwork in all

continents.