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“Técnicas de Oratoria”
Elocuencia: Consiste en el talento de hablar o escribir para
deleitar o persuadir. Es lo que conmueve o impresiona. Es la
fuerza de expresión.
Retórica: Se la conceptúa como la teoría de la elocuencia. Es
el arte que enseña las reglas del buen decir. También, se
denomina retórica al conjunto de reglas, preceptos y
principios referentes al arte de hablar o escribir de manera
elegante.
Oratoria: Es una parte de la retórica. Se la considera como el
arte de la elocuencia o como el arte de hablar con elocuencia,
o arte que enseña las reglas para llegar a ser un buen orador.
El primero que dividió la oratoria en varios tipos o
subgéneros fue Anaxímenes de Lámpsaco.
Propuso una clasificación tripartita, la que fue posteriormente
recogida por el propio Aristóteles y que se señala a
continuación:
Género judicial: Se ocupa de acciones pasadas y lo califica un
juez o tribunal que establecerá conclusiones aceptando lo
que el orador presenta como justo y rechazando lo que
presenta como injusto.
Género deliberativo o político: Se ocupa de acciones futuras y
lo califica el juicio de una asamblea política que acepta lo que
el orador propone como útil o provechoso y rechaza lo que
propone como dañino o perjudicial.
Género demostrativo o epidíctico: Se ocupa de hechos
pasados y se dirige a un público que no tiene capacidad para
influir sobre los hechos, sino tan solo de asentir o disentir
sobre la manera de presentarlos que tiene el orador,
alabándolos o vituperándolos.
Está centrado en lo bello y en su contrario, lo feo. Sus polos
son, el encomio y el vituperio.
“Todo discurso bien preparado está ya pronunciado en sus
nueve décimas partes” (Dale Carnegie)
Si se quiere hablar bien hay que pagar el precio debido. Hay
que trabajar, pensar y practicar. Nadie ha encontrado nunca
un sustituto satisfactorio para la inteligencia, ni para la
preparación.
“Si tengo que dirigir un discurso de dos horas, empleo diez
minutos en su preparación. Si se trata de un discurso de diez
minutos, entonces me lleva dos horas...”. Así se expresaba
nada menos que Winston Churchill.
La aptitud intelectual es el estado intelectual acorde a las
exigencias de un buen discurso. El buen orador quiere
alcanzar su meta sobre la base de la transmisión de
conocimiento, de verdades y no sobre la base de la
palabrería.
La aptitud intelectual demanda TRABAJO. Tomás Alva Edison,
el gran inventor, compartió su secreto: "1% de inspiración +
99% de transpiración".
Sherlock Holmes tenía un hermano con una agudeza mental
mayor a la suya. Sherlock mismo le consultaba sus casos más
difíciles. Pero dicho hermano, aunque estaba en lo correcto
no se tomaba el trabajo de verificar sus hipótesis; por eso
pocos saben de su existencia. Alguien sentenció:
"El talento vale poco, la dedicación es costosa".
Aprender:
Mantente siempre dispuesto a aprender.
Aquí algunas recomendaciones:
1). Estudia siempre
2). Escucha o mira noticieros
3). Lee clásicos literarios
4). Lee cultura general
5). Observa, no sólo mira
6). Analiza, no sólo escucha
Vocabulario:
El vocabulario es la riqueza de palabras que posee el orador para hacer uso
de ellas en el momento adecuado. Modos de adquirir tal riqueza:
1) Lee buena literatura.
2) Consulta el diccionario mientras lees.
3) Usa una pequeña libreta para anotar las palabras nuevas que escuches.
4) Lee periódicamente un diccionario de sinónimos y antónimos.
Recuerda: "VAGO NUNCA, PRECISO SIEMPRE", "CONFUSO NUNCA, CLARO
SIEMPRE". "EL PODER NO ESTA EN LA LENGUA, SINO EN LA PALABRA".
Memoria:
La memoria es la capacidad mental de retener impresiones o
estados y evocar o llamar al consciente tales impresiones.
Las fases son:
Percepción - almacenamiento - evocación.
A continuación, recomendaciones para mejorar la memoria:
Presta atención. Es decir, dirige tus facultades mentales a un
objeto específico. Concéntrate, fija tu pensamiento con deseo
de aprender, entendiendo el valor del tema para el futuro y
mirando sin distracción.
Ten un concepto claro y definido del asunto a memorizar.
Practica la repetición en voz alta.
Asocia ideas.
Se conoce que una intervención retórica de una hora en
público demanda las energías y calorías de 8 horas de trabajo
físico. El orador debe estar en condiciones físicas idóneas a
las exigencias físicas del buen discurso.
Dice una máxima: "Si trabajas con la mente, ejercita los
músculos; si trabajas con los músculos, ejercita la mente." El
orador que trabaja principalmente con la mente debe
procurar el ejercicio muscular (caminatas, labores que
demandan esfuerzo, ejercicios estacionarios, trotes, etc.).
Aun 15 min. diarios serán muy provechosos.
Horario para acostarse y levantarse. Se debe dormir más o
menos 8 horas cada noche. La luz eléctrica y la televisión han
producido una generación que vive de noche y duerme de
día.
El dormir es voluntario. Tomás Alva Edison, quien nos dio
más de 1,100 inventos en 60 años, dormía y despertaba a
voluntad. Ello es posible, sólo depende de la disciplina y el
uso de ciertas técnicas.
Cuida tu Imagen.
La primera impresión es vital. Como dice un comercial: "usted
no tiene una segunda oportunidad de dar una primera
impresión."
Un buen orador es:
El que informa bien. Informar, del latín informâre, significa
enterar, dar noticia de algo. Dicho de una persona o de un
organismo:
Completar un documento con un informe de su competencia.
Formar, perfeccionar a alguien por medio de la instrucción y
buena crianza. Dicho de un cuerpo consultivo, de un
funcionario o de cualquier persona. Dar forma sustancial a
algo.
Un buen orador es:
Argumenta sólidamente. Argumentar, del latin argumentâre,
argüir sacar en claro, descubrir, probar. Aducir, alegar, poner
argumentos. Disputar, discutir, impugnar una opinión ajena.
Sólidamente, con solidez, con razones verdaderas y firmes.
Sólido, da, del latín solîdus, firme, macizo, denso y fuerte.
Dicho de un cuerpo: Que, debido a la gran cohesión de sus
moléculas, mantiene forma y volumen constantes.
Un buen orador:
Hace presente las fuentes que utiliza, fuente, del latin.
fonsntis, manantial de agua que brota de la tierra. Aparato o
artificio con que se hace salir el agua en los jardines y en las
casas, calles o plazas, para diferentes usos, trayéndola
encañada desde los manantiales o desde los depósitos.
Fuentes de información, confidencias, declaraciones o
documentos que sirven de base para la elaboración de una
noticia o reportaje periodístico. Personas que emiten esas
declaraciones.
Un buen orador:
Trasmite credibilidad, confianza. Con ello logra ganarse el
respeto de la audiencia.
Un buen orador no es el que:
Miente. Mentir, del latín mentîri, decir o manifestar lo
contrario de lo que se sabe, cree o piensa. Inducir a error,
mentir a alguien los indicios, las esperanzas. Fingir,
aparentar.
Falsificar algo, faltar a lo prometido, quebrantar un pacto.
Miente más que habla, expresión para ponderar lo mucho que
alguien miente.
Un buen orador no es el que:
Manipula: manipular, del latin manipûlus, manojo, unidad
militar, Operar con las manos o con cualquier instrumento.
Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política,
en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la
verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.
Un buen orador no es el que:
Elude expresar sus puntos de vista verdaderos. Esto es, evita
informar de sus intenciones reales.
Condiciona en gran medida el discurso. Entre orador y
auditorio se establece un nexo espiritual. El orador debe
conocer quienes están dentro de su auditorio.
El que únicamente razona con lógica y solidez será filósofo,
pero no orador; el que lo deleita con bellas expresiones, será
poeta, pero no orador; el que sacude su sistema nervioso con
emociones superficiales, será prestidigitador, pero no orador.
Cada auditorio es distinto. Aquí presentamos algunos
indicadores que nos serán útiles para identificar el tipo de
auditorio al que nos dirigimos:
Composición: Tamaño, edad, sexo, nivel académico, religión,
ocupación, nivel económico, perspectiva política.
Información: ¿Cuánta información tiene sobre el tema? ¿Hay
desinformación? ¿Hay mala información? ¿Cuánta información
tiene sobre el orador? ¿Desinformación? ¿Mala información?
Actitud: ¿Cuánto valoran al orador? ¿Cómo se sienten entre sí?
¿Cuánto interés tienen en el tema? ¿Cuál es su actitud hacia el
propósito a presentar?
Participación: ¿Cuál es su nivel de participación?
Como resultado de tu análisis pregúntate si hay
homogeneidad. Si no la hay decide si te dirigirás a la mayoría,
a la minoría, o a ambos. En esta decisión influyen la ocasión y
el propósito del tema.
El andamiaje de la retórica.
Uno de los grandes oradores del siglo XX fue Winston
Churchill. Escribió unos 30 millones de palabras, en
discursos, libros y discursos según cálculos estimativos, y
debe recordarse que obtuvo el Premio Nóbel de Literatura en
1953.
El andamiaje de la retórica.
Este tratado de oratoria fue escrito por Churchill a sus 23
años. en el que afirma que :
“de todos los talentos concedidos al hombre, ninguno es más
preciado que el don de la oratoria. Quien lo detente, esgrime
un poder más perdurable que el de un gran rey”.
El andamiaje de la retórica.
En este texto, Churchill describió cinco elementos que debían
utilizarse para preparar un buen discurso, aunque yo creo
que pueden distinguirse seis. Veamos en rápida síntesis, cada
uno de ellos:
Estilo. Para él “no hay elemento más importante en la técnica
de la retórica que el uso permanente de la mejor palabra
posible”. Por ello, es esencial disponer de un vocabulario
variado y amplio.
El andamiaje de la retórica.
Ritmo. Este se basa en el “equilibrio particular” entre las
frases, el cual da como resultado una cadencia más cercana al
verso blanco, composición cuyos versos no riman entre sí,
que a la prosa. El gran estadista británico, acostumbraba a
dictar sus discursos y los pronunciaba una y otra vez, para
apreciar su cadencia.
El andamiaje de la retórica.
Argumentos. Churchill acumulaba argumentos, refiriéndose a
hechos que sustentaban una conclusión lógica. Tenía la
convicción que escribir era comparable a la tarea de construir
edificios: “Hay que sentar las bases y juntar datos; las
premisas deben soportar el peso de las conclusiones”.
El andamiaje de la retórica.
Analogías. Consideraba a las analogías como una de las
armas más formidables de un retórico, según expresa en su
obra sobre este tema.
El andamiaje de la retórica.
Sus discursos alentando al pueblo inglés en horas muy
dramáticas estaban llenas de ellas: “La muerte y la congoja
serán nuestros compañeros de viaje; las penurias, nuestras
vestimentas; la perseverancia y el valor, nuestro único
escudo. Nuestras cualidades y nuestros actos deben arder y
brillar en la penumbra de Europa hasta que se conviertan en
la verdadera luz de su salvación”.
El andamiaje de la retórica.
Extravagancia. Churchill sostenía que los comunicadores
necesitan un toque de “extravagancia salvaje”. Por eso, su
vocabulario y forma de armar las frases era particular y
llamativo.
El hábil empleo de las herramientas básicas de la retórica,
explican el vigor y llegada de la oratoria de Churchill. Pero
todo eso llevaba tiempo.
Se le atribuye un comentario en el que agradeciendo
alabanzas a una de sus improvisaciones, explicaba que éstas
eran las que más trabajo le demandaban.
Churchill preparaba sus intervenciones con gran dedicación y
mal genio.
En una película sobre su vida, se le mostraba dictando a una
paciente secretaria y peleando con un leal mayordomo que le
proveía de sus famosos cigarros y del licor que más le agradaba.
Un discurso de 40 minutos podía demandarle entre seis y ocho
horas de preparación y ensayo.
Churchill ponía el foco en un solo tema por discurso y terminaba
con un llamado a la acción. Tenían con frecuencia, anotaciones al
margen con indicaciones escénicas como “pausa”, para darle
tiempo al auditorio de asimilar las ideas lanzadas, de
experimentar las emociones que trasmitía.
Muy pocas personas de mi generación ignoran que la imagen
de un cigarro está tan asociada a Churchill como el gesto “V”,
que significaba victoria realizado con los dedos de su mano.
Dándose cuenta del papel que juega el humor en el ánimo de
las personas, aún en los momentos más difíciles de su país,
Churchill empapaba sus discursos de humor e ironía.
Thomas Montalbo, autor de Public Speaking Made Easy: Magic
Keys to Success decía: El hablar en público hecho fácil:
Claves mágicas para el éxito, de la editorial Wilshire, afirma
que Churchill “llevaba las ideas a la retórica como los
compositores traducen las suyas a la música”.