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    ALPHA N 28 Julio 2009 (233-244) ISSN 0716-4254http://alpha.ulagos.cl

    COMPLEJIDAD, ESPACIO, TIEMPO E INTERPRETACIN.(Notas para una hermenutica del territorio)1

    Complexity, space, time and interpretation. (Notes for an hermeneutics of theterritory)

    Nelson Vergara*

    INTRODUCCIN

    Las notas que presentamos no constituyen propiamente un trabajointerpretativo, hermenutico, sino un conjunto de reflexiones sobre cuestionesque nos parecen relevantes a la hora de desarrollar una hermenutica ensentido estricto. Esas cuestiones, espacio, tiempo e interpretacin, son partede un sistema complejo que debe revelar la imposibilidad de mantener unareflexin sobre realidades en el sentido moderno del trmino y que deben serledas, por tanto, en las direcciones que hoy da abre la nocin y concepto decomplejidad.

    En lo esencial, postulamos una aproximacin a la comprensin de loque llamamos territorio. Al respecto, queremos cruzar tres coordenadas querefieren hoy da a problemas cruciales, tanto para efectos de inteleccin de lasrealidades territoriales como para, eventualmente, asumir responsabilidades

    de convivencia que se derivan de ese conocimiento y que a la hora decomprometernos con nuestros entornos creemos que son epistemolgica,metafsica y polticamente relevantes.

    La primera es una coordenada relativa al espacio y al tiempo. Muchospensadores consideran que vivimos la era del espacio, as como el siglo XIXvivi la del tiempo. Y no es que las preocupaciones por el espacio hayandejado a las espaldas nuestras preocupaciones por el tiempo. Ms bien serefieren a que el tiempomismo se presenta, propiamente, como una dimensindel espacio, de modo que ahora ya no es posible referirse a aqul conindependencia de ste (M. Foucault, 1999). El espacio ha sido siempre algomuy relevante, aunque hoy da lo sea a un nivel superlativo. Sin embargo, unamuy significativa corriente de opinin destaca, tambin, que nuestra poca es

    1Este trabajo es producto del Proyecto de Investigacin N 002007, Cartografa de prcticascotidianas urbanas: apropiacin cultural de espacios pblicos de la ciudad de Osorno,financiado por la Direccin de Investigacin de la Universidad de Los Lagos para los aos2007-2008.

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    la era del tiempo, de la temporalidad, aunque no de la temporalidad, as sinms, sino de aqulla que nos sita en la historia y que conocemos con elnombre de historicidad. Segn esta opinin, que parece oponerse a laFoucault, no hay asunto humano que pueda ser entendido fuera del tiempo.Ms an, que, en cierto modo, el ser estiempo (C. Castoriadis, 2002-2005) loque nos permite conjeturar que acaso tambin el espacio, en cuanto forma deser de lo real, estiempo. Lo que no quiere decir que el espacio sea eltiempo,o que el espacio se reduzcaa tiempo. Ni la identidad ni la reduccin parecencaminos adecuados de inteleccin, segn nos lo presenta hoy da E. Morin(2003).

    Una segunda coordenada es la de la interpretacin, sobre todo aquellaque afirma su necesidad, precisamente, en pocas como la nuestra en quegrandes cambios van posesionndose de la vida sociocultural, dndole almundo esa fisonoma que nos hemos acostumbrado a relacionar con las crisishistricas. Hay algo en estas crisis que pone en juego el o los sentidos de lascosas y no resisten slo explicaciones. Requieren, tambin, comprender lasdirecciones de los cambios y sus efectos mediatos e inmediatos, as comoevaluar la consistencia y el estado de las aspiraciones y sueos personales ycolectivos. A este encuentro acude, nos parece, la hermenutica (H. G.Gadamer, 1993) como esclarecimiento o restauracin de sentidos (P. Ricoeur,2002; G. Vattimo, 1996) en momentos cuando la verdad parece ocultarse trasun velo de evidencias pragmticas que privilegian la utilidad y la inmediatez.

    La tercera coordenada es aquella que, cada vez ms, se ha venidoapropiando de nuestros modos de abordar lo real en cualesquiera de susmanifestaciones. Se trata de esa condicin que se ha instalado con el nombre

    de complejidad y que, al parecer, atraviesa todo lo real, sea efectivo oimaginario, conceptual o virtual. Segn esto, y si obviamos por lo pronto laaparente banalidad de la expresin nada es simple entonces debemos asumirla responsabilidad de justificarla. Ms an, la complejidad de lo real deberevelar que lo complejo efectivo exija la consideracin de las complejidadestericas e imaginarias y viceversa, en una inter-retroactividad que E. Morin(2003) y otros (K. Popper, 1992; F. Varela, 2000) van a defender ad limiteycontra toda evidencia en contrario. Sobre todo en contrario de esas evidenciasque, desde Descartes y en toda la poca Moderna, se atribuyeron a la sanarazno al buen sentido y que, luego, fue trasladado acrtica y arbitrariamentea la racionalidad cientfica. As, el positivismo. Entonces, nada es simple, escierto, aunque en rigor no sea plenamente verdadero. Y esta conviccin ha

    venido marcando los derroteros de nuestro tiempo, en una confrontacin conla modernidad que, para muchos, no ha concluido (J. Habermas, 2004; M.Aug, 1996). Quede dicho con toda su ambigedad que es, desde ya, decidoray significativa. Pero, vemoslo en los contextos que hemos sealado.

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    I. En primer lugar, conectamos como se hace habitualmente elterritorio con su base ms evidente: el espacio. Segn esto, el territorio es unade las formas como este espacio se nos da, si bien de un modo determinado.Otras formas son, por ejemplo, el lugar, el paisaje, el sitio, el no lugar, etc. Enlo fundamental, como espacio, el territorio es un entorno. Pero, no un entornoabstracto, aparte e independiente, sino siempre un entorno de alguien, unacolectividad, o una persona en cuanto pertenece a una colectividad. Entoncesel territorio es un espaciode la vida plural, colectiva, social o cultural, y noun mero marco fsico en que se localizan las cosas. Es decir, no un espacioah, simplemente, aparte, objetivo y suelto, por s, sino un espaciovivido. Portanto, al decir que el territorio es un espaciode la vida plural, se dice que noposee autonoma de quienes se encuentran en l, en tanto que su estar all, esun hallarse siendo ah, un encontrarse siendo constructores del ah, manco-munados con l segn condiciones que el propio espacio exige, sugiere osuscita. Esto es, habitndolo. En este sentido se ha dicho que el espacio es unaconstruccin social, cualquiera que sea la figura que adopte. Y el territorio esuna de esas formas. Pero, el territorio es, a la vez, un espaciovivido. En estadimensin, el espacio territorial es parte de lo Otro, sin lo cual alguienconcebido comoMismo, no lo sera. Y ms an, lo Otrotampoco sera Otro:de aqu que Mismo y Otro sean categoras que siempre se espacializanindicando distancias, por ejemplo, un cerca o un lejos, o un lejsimo quemarca la mxima otredad territorial posible. Quizs por esto se ha afirmadoque el territorio es esencialmente espacioapropiado(Gimnez, 2004) hechopropio, y significado comopertenencia: lo Mo y lo de los Dems, desde M odesde los Otros, reconocidos por m, o por nosotros entre quienes pueden

    colindar los territorios hasta el extrao, el extranjero que viene de muylejos, y a quien no reconozco porque nada s de l, es decir aqullos queprovienen de otro territorio, que como hemos indicado representa mi mximaalteracin u otredad espacial. El territorio es, entonces, siempre mi espacio oel espacio de los otros, semejantes o distintos de m o de nosotros, en quienespuedo reconocerme como lo que esencialmente soy, as como los otros sereconocen en el suyo.

    Pero sabemos, tambin, que el asunto es ms complejo, porque elNosotrosnunca alude a la totalidad de lo que nos rodea y que ese nosotrossuele ocultar oposiciones y, a veces, muy hondas entre los que supuestamenteestamos en lo Mismo. Tambin es plural la vida en este sentido y esapluralidad suele cobrar formas confrontacionales de grandes alcances. De este

    modo, el espacio-territorio es vividocomopluralen un sentido efectivo y noabstracto o imaginario.

    Por esto, tambin, el espacio territorial es vivido como plural en unsentido simblico: significa distintos momentos y circunstancias de la vida y

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    es signo inequvoco de valores espirituales diversos, desde lo aparentementems banal e insignificante (territorio supuesto indistintamente como de todosy de nadie, tal como solemos referirnos a lo que hoy da llamamos el espaciofiscal, donde el trmino mismo fisco es, desde ya, banal e insignificante,aunque no siempre lo fuera), hasta lo ms profundamente inhabitual y,paradjicamente, ms significativo: el espacioceremonialque suele asimilar-se a lo sagrado, pero que no es incompatible con rituales profanos. Es elterritorio plenamente identificatorio de esto o de lo otro, de lo comn o de loexcepcional. Pero siempre propio, es decir, asegurado como inherente eindesligable de uno mismo, como no sea por la fuerza (como la usurpacin, eldesalojo, la enajenacin legal o expropiacin, o el abandono, obligado oelegido, el robo, etc.) que, paradjicamente tambin, acoge en esta condicinun poderoso refuerzo en su simbolismo. Sobre todo cuando est conectado aactos de violencia. El sentimiento del nmada es un ejemplo muy claro en laactualidad. Tambin lo es el de quien ha perdido el territorio por efectos delexilio. Emigrantes o inmigrantes y exiliados llevan consigo parte de lo quehan sido, as como tambin dejan ah parte de lo que es suyo. Del mismomodo aquellos que sienten que su territorio les ha sido usurpado y que confanen poder recuperarlo alguna vez, como es el caso de algunos pueblosindgenas en la actualidad.

    Y este es el punto ms claro, nos parece, en que el tiempo hace suemergencia en el centro de la vitalizacin del espacio-territorio, historizn-dolo. Por esto, el espacio no es, en realidad, separable del tiempo: vivimosaqu o all, pero, vivimos ahora o antes o despus, en otro sitio y en otromomento, etc. Nos situamos y situamos a los otros en este cruce, que se nos

    aparece como encrucijada, encrucijada efectiva o simblica, como dilemaespacio-temporal. Por esto, tambin, el territorio se carga de tabes, rituales,ceremonias, fiestas, sobre todo fiestas (M. Delgado, 1999-2007). Utopas yheterotopas (M. Foucault, 1999) son signos inequvocos de referenciasespacio-temporales y no solamente espaciales a lo que estamos entendiendopor territorio. Y en todos los planos. Tambin en aqullos planos poticos,donde los cuerpos, como lugares o paisajes, son recorridos como propios oextraos por quien busca o sigue sus huellas en el tiempo. Y as como sueo eimaginacin se corresponden, tambin ruinas y memoria colectiva se co-pertenecen. Pero veamos con ms detalle uno de estos casos. Quizs si una delas figuras ms impresionantes de esta dimensin espacio-temporal delterritorio sea la Utopa. Grandiosa o banal, redentora o intrascendente, la

    utopa simboliza aquel lugar que no es propiamente un lugar, sino laaspiracin a que algo reemplace, aunque sea por negacin, a lo ya existente:no es la propuesta de algn lugar efectivo ahora, sino la postulacin de algodesde el cual lo existente puede ser cuestionado y negado, y obligado a

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    hacerse ver en sus defectos y limitaciones (M. Foucault, 1999; P. Ricoeur,2002). Todas las ideologas, grandes o pequeas, suponen o exigen, y, en estamedida, sealan hacia ella en cuanto smbolo de la proyeccin y trascendenciade los espacios territoriales: metforas espacio-temporales que van dibujandolos contornos de la experiencia vivida, sea como presente, como pasado ocomo futuro. Por esto, la utopa no solamente es un futuro: est tambin en losorgenes al que se suea volver, que se aora y rememora, que se hace unlugar en nuestras emociones y memorias, y que nos llama a un rescate deltiempo. Y est, tambin, en el presente, en las luchas por la recuperacin delpasado que permita abrirse camino hacia adelante y que tiene la misin de darcumplimiento a un destino: metfora, tambin, de un vaco que seala a unvirtual tiemporecobrado,aunque sea slo imaginativamente.

    Sin embargo, no podemos obviar otros referentes de la expresinespacio que parece apoderarse de nuestros discursos; expresiones queguardan una relacin parcial con territorios, quizs metafricas, pero queindican bastante bien la condicin situacional de nuestras experiencias. Nosera inoficioso referir a ellas aunque sea brevemente. Me refiero a lo que sesignifica con los trminos espacio cultural, espacio comunicativo,espacio social, espaciocivil etc. Ni qu decir de las nociones conocidascomo espaciopblico, espacioprivado o, como lo ha dicho M. Foucault(1999), espacios otros. Son verdaderamente espacios territoriales quetambin pueden ser vistos como smbolos en los que se retratan experienciasque se institucionalizan, ritualizndose. Y en estos contextos, lugares, nolugares, paisajes, son tambin fuente de experiencias simbolizadas, metafori-zadas como en la expresin lugares de la memoria, espacios del temor,

    espirales de violencia, redes del narcotrfico, carreteras de la informa-cin, etc., expresiones todas que de algn modo ms o menos explcito,hacen alusin a sus condiciones de ocurrencia y concrecin material en sitioso terrenos especficos. Esto sin obviar que los trminos red, espiral,carretera, etc., son smbolos de la espacialidad en nuestro tiempo.

    Pero an hay otra dimensin en que el territorio, en cuanto espacio ytiempo vividos, encuentra su posibilidad de realizacin: es su dimensinpoitica, productiva, prctica, una de las cuales, fundamental, es la prcticadiscursiva, la prctica en que el territorio se dice, esto es, se inscribe en ellenguaje, se abre camino a travs y mediante el decir. Emprica o simblica-mente, el espaciose temporalizaen el lenguaje y, as, va a ser medido en lahistoria. Paradjicamente, el lenguaje hace que el espaciono solamente est

    en el tiempo, sino que en rigor sea tiempo, y acaso no sea sino y solamentetiempo. Puede ser. La vida cotidiana ha dicho H. Giannini (1990), es lo quepasa todos los das. Se entiende, que es tambin lo que nos pasa. Y elterritorio es siempre algo que nos pasade mltiples maneras.Quin sabe si

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    una de esas maneras sea precisamente la metfora, la forma potica, lacreacin, en el sentido que C. Castoriadis (2002) da a este trmino, aunquecreo que tambin en el sentido religioso de la expresin. Quiero decir que ascomo estimamos que hay un lugar para cada cosa, lo que nos remite alpensamiento griego, tambin nos pertenece la conviccin de que cada cosareclama un tiempo, segn lo indica el pensar hebreo.

    II. Pero as como el espacio no puede ser comprendido separado deltiempo y ste no parece ser posible al margen del lenguaje, la metfora (elsmbolo) es, a juicio de P. Ricoeur (2002), co-extensiva con la interpretacin.

    Aseguremos de entrada que interpretacin es un trmino cuyoreferente, ha sufrido, como dice Sbato (1979) de la novela, todas lasviolaciones. Por esto disearemos un camino, una ruta posible que nos lleve auna nocin, a un concepto que nos permita ver lo que queremos ver. Y estaruta requiere, como lo afirmara K. Popper (1983-1992) que la interpretacinsea entendida desde ya como objetivacin de instancias subjetivas, conjeturas,equivalentes hoy a lo que solemos llamar lectura: esto es, indagacin de unahipottica realidad de algo, en nuestro caso, del territorio, nuestro espacio-tiempoapropiado. Tal indagacin no es espontnea ni puramente constativa.Exige que se ejerza sobre ciertas realidades, simblicas o simbolizables y queese smbolo (nuestra metfora) no sea inmediatamente comprendido ocomprensible. Admitimos, entonces, con H. G. Gadamer (1993), que as comolo interpretable es una realidad de mltiples profundidades, la interpretacines una indagacin paso a paso hacia esas profundidades, las que requieren seresclarecidas, sacadas a luz, iluminadas o puestas en evidencia, cuestin que selogra, siempre aproximadamente, en la labor hermenutica.

    De qu modos especficos se puede realizar esta indagacin que parecepresentarse como una arqueologa? Paul Ricoeur (2002), entre otroshermenuticos contemporneos, nos seala algunas direcciones viables yconfiables tales como la del desocultamiento o desenmascaramiento, descu-brimiento de lo oculto o rescate de lo olvidadoen el tiempo, todas son confi-guradoras de sistemas interpretativos igualmente operantes, porque en ellas seactualizan procesos en que se desbrozan sentidos plurales que se ocultan ensistemas simblicos. As, el rescate de lo olvidado, de lo sumido en el tiempo,segn la feliz expresin de Humberto Giannini (1990), o restauracin desentidosde acuerdo con Paul Ricoeur (2002), son las modalidades en que semanifiesta, ocurre y concurre nuestra inteleccin al encuentro de esos sentidosque yacen ah, en la materialidad lingstica del territorio o, quizs, en la

    memoria, quizs en la imaginacin, y que se apodera de las subjetividadespara hacer posible el reencuentro con experiencias soterradas, ocultas a lossentidos inmediatos con que enfrentamos las cosas ya habituales. Por esto, lahermenutica es siempre arqueologa, teora y prctica de bsquedas de lo

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    profundo de algo. Como Amrica profunda, por ejemplo, en el decir deKusch o Chilo profundo, del que quiere hablarnos Sergio Mansillaterritorios de lo ilimitado, lugares sin definicin, paisajes de lo oculto,caminos de bosque, como gustaba decir M. Heidegger(1967). Todas ellas sonexpresiones de grandes smbolos que requieren ser dilucidados tambin,profundamente. As, creemos que no hay modo de llegar a lo hondo, a lo quearqueolgicamente oculta un territorio como no sea hermenuticamente,interpretativamente, ya en un sentido literal o en un sentido indirecto, efectivoo imaginariamente, pues son las formas en que los territorios se presentanaludiendo a lolatente que ocultan. Pero, reiteremos Dnde indagar? Dndeyace realmente lo latente, lo profundo del territorio que se manifiesta en lametfora o el smbolo? Qu es lo que se somete a la tarea arqueolgica?Dicho de otro modo: significaciones, sentidos ocultos, sinsentidos,contrasentidos Qu tipo de objetos son? Dnde se encuentran realmente ycmo se conectan con la interpretacin? Hay aqu, nos parece, dos cuestionesnecesarias de dilucidar previamente y que constituyen cuestiones de doctrina:primero, que metfora e interpretacin son co-extensivas e interdependientes,como deca P. Ricoeur (2002), es decir que ninguna de ellas es autnoma ysubordinante de la otra, sino que, al decir de Sartre (1965) y Ortega (1972), sedan al mismo tiempo como relativas una a la otra, siendo, segn Ortega,coexistentes. Y a tal punto lo son que nos parece que la metfora es, desde ya,interpretacin as como la interpretacin, que no est justificada sino frente aaqulla, acaso no sea sino una forma metafrica tambin, sin que esto lasconfunda o reduzca una a la otra.

    Sin embargo, para que acontezca nos parece que tiene que darse una

    clara condicin: que ambas tengan un lugar de procedencia comn. A nuestrojuicio, la procedencia comn instala la segunda cuestin doctrinaria: que loanterior es posible porque metfora e interpretacin pertenecen al mbito deldecir, del manifestar a travs o en virtud de la palabra. De esta manerapodemos establecer que el lugar en que se opera hermenuticamente cuandose trata del territorio (o, en verdad, de cualquier otro objeto o realidad) es elmbito abierto por el lenguaje en accin, el campo de las significaciones.Interpretar el territorio es entonces indagar en lo profundo de esas significa-ciones inscritas en el decir y posibilitadas por el decir. Pero, entonces, lapregunta se traslada a otra: Dnde estn depositadas estas significacionesque se expresan o manifiestan metafricamente mediante el decir? Uno estaratentado a sealar que estn en el entorno, en una parte del entorno: ah,por

    ejemplo, en esos paisajes, en esas figuras, en esos relatos. En principio, nosparece que esto no es errneo porque, en efecto, ah estn ese sentido o esossentidos latentes. Pero, Qu indagamos cuando enfrentamos esos sentidoslatentes? No por cierto el paisaje en s, o las figuras en s, o los relatos en s.

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    Pero s los paisajes, figuras o relatos en tanto manifestacin simblica de algorelativo a una conciencia.

    A qu conciencia nos referimos aqu? No es, claro, la conciencia entanto que se opone a un inconsciente, o a un mero no saber o ignorar, comocuando decimos que no tenemos conciencia de algo, queriendo decir que nonos hemos percatado. Ms bien, aludimos al hecho comn de sealar unainstancia abierta a toda referencia y donde esa referencia puede hacersevisible, accesible a un darse cuenta implcito en distintas formas, tales comolas sensaciones, percepciones, representaciones o pensamientos. Todo esto,sin embargo, con una salvedad: no se trata de introspeccin. La hermenutica,como interpretacin, no es una indagacin en y hacia la intimidad de alguienque puede ser uno mismo como una suerte de indagatoria en la auto-referencia sino de aquello que H. Giannini (1990) ha llamado la expe-riencia comn, y que I. Mukarovski (1972) denomina conciencia colectiva,lugar social y cultural en que el lenguaje ha decantado y dejado marcas de supasar como tiempo y significacin. Indagamos, entonces, en esas huellas atravs del lenguaje que nos las sealan como paisajes, como figuras, comorelatos;especialmente como relatos, porque la conciencia colectiva se mani-fiesta en y por los relatos que nos narran esa experiencia que queremos onecesitamos leer. De aqu su irrestricta conexin con la emocin y lamemoria colectiva. De este modo, paisajes, figuras, relatos no son sinosistemas de significacin en que decanta la experiencia comn y, por esto, suaprehensin no es, no puede ser, inmediata y directa, sino que exige una labor,a veces ardua, de desentraamiento, de bsqueda conjetural de sentidos queson conjeturas tambin, interpretaciones de otro grado. Y as, de esta manera

    que parece ir en espiral, paisajes, figuras o relatos, son formas en que unacomunidad se representa (en el sentido dramtico, teatral del trmino, esdecir, como interaccin de actores y entornos) el territorio como suespacio, elespacio que se ha apropiado, reconociendo en l distintas significaciones,desde lo ms banal a lo ms sagrado, pero donde lo banal y lo sagrado sonpolos de lo propio, de una pertenencia obligada, enraizada y construida estratopor estrato, como una formacin geolgica. Hay en este sentido metforas delo banal e insignificante, de lo superficial, tan reales como aquellas metforasde lo inhabitual y sagrado, de lo profundo. De lo ms cotidiano, recogemosejemplos en las expresiones, andar bajoneado, aterrizarse, vivir en lasnubes, encumbrado, quebrarse, as como tambin sumergirse en losabismos, abrazar la luz, etc. En ellas se inscriben, reconocen, perviven y

    comunican lo que llamamos experiencias de vida, cotidianidad, concienciacolectivaen tanto saber en que se hallauna comunidad, en el doble sentido deencontrarse ah y de sentirse bien. De aqu la enorme importancia de lasnarrativas en que decanta la vida cotidiana. Y, quizs, no haya otros factores

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    ms relevantes para decir las correlaciones entre smbolo (o metfora) einterpretacin que estas realidades en que se manifiesta nuestra terceracategora en juego: la complejidad del espacioterritorial.

    III. Complejo, complexus, tejido, trama: entramados de asuntos, dediscursos, de palabras y cosas, de experiencias, de modos de hacer o deshacercosas con palabras o sin ellas; hacerse un lugar en la trama de asuntos de factoo de lenguajes, universos o pluriversos de significaciones y referencias, esparte de las tantas maneras como E. Morin (2003) nos ha transmitido su ideade lo complejo. Y nos ha dicho lo que siempre hace falta decir y reiterar: que,quizs, no hay otra experiencia ms especialmente compleja que la propiavida cotidiana, experiencia en que dialogan los diversos componentes de laexperiencia comn que, ms que nadie, los novelistas nos han dado a conocer.

    Formalizando lo ya referido, sostengamos con E. Morin (2003) que lacomplejidad parece, a primera vista, un fenmeno cuantitativo: una cantidadextrema de interacciones e interferencias entre un nmero muy grande deunidades (59). Pero la complejidad no contempla slo cantidades diceMorin contempla tambin incertidumbres, indeterminaciones, fenmenosaleatorios (60). Y lo que, a su juicio, es decisivo: afirma que la complejidadest relacionada siempre con el azar. Mltiples combinaciones que afectan,entonces, a lo real efectivo, biolgico, psquico, social, tanto como al pensa-miento se despliegan constituyendo tanto el orden como el desorden, el azarcomo la necesidad, lo manifiesto como lo latente, instituyendo como realtambin las incertidumbres y el riesgo. Ninguna realidad escapa a esta condi-cin, por lo que se exige, desde el inicio, una actitud que haga posiblecomprender tanto la inclusin como la exclusin, lo objetivo como lo

    subjetivo, la accin como la retroaccin, en un fondo de incertezas que sepueden conjurar pero nunca eliminar. Y no es que lo simple no exista en abso-luto. Slo que no tiene realidad autnoma como crey la modernidad. Asafirma Morin que en la investigacin hay que ir de la complejidad hacia anms complejidad. Lo simple, repitmoslo, no es ms que un momento, unaspecto entre muchas complejidades (microfsica, biolgica, psquica, social)(61-62). Pero Cmo reconocemos la complejidad de esa realidad que esta-mos llamando territorio? Aventuramos aqu una conjetura ms: la comple-jidad del territorio nos parece que se encuentra en esa condicin humana quedenominamos territorialidad. Veamos cmo es esto, de acuerdo a lo quellevamos establecido. Toda realidad lo es siempre de algo para alguien, hemosdicho. Hay aqu una doble intencionalidad que es necesario respetar: el

    territorio aparece como el espacio apropiado por y para aquellos que lohabitan, efectiva, imaginaria o virtualmente. Y es para habitarlo que seapropian de l, que lo hacen suyo materialmente al ocuparlo o abandonarlo,ya que la ausencia suele medirse, tambin, en huellas materiales, as como lo

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    hacen suyo tambin simblicamente al decirlo nombrndolo o rememo-rndolo de mltiples maneras. Por lo tanto, el territorio se despliega en laspalabras que lo hacen, que lo construyen socialmente, como en lasefectividades que materializan esas palabras en tanto el smbolos delacontecer de cada cultura en el alma de sus habitantes. Territorios produce-tivos, territorios del poder o del dominio, territorios de la concertacin o delconflicto, del encuentro o desencuentro, territorios de la fiesta y de lo sagrado,territorios habituales y ancestrales, territorios conquistados, territorios subyu-gados, territorios agotados, territorios utpicos, territorios de la exclusin y dela discriminacin, territorios prohibidos, etc. Largas cadenas de redes entre-cruzadas de circunstancias e interpretaciones; todas complejas y no de razonescomo quera Descartes sino de experiencias integrales, experiencias demundos vividos. Todo esto habla bastante bien de la coexistencia entrehombres y espacios-tiempos, mediados por la comprensin en esa figura devida que es la interpretacin. La vida se interpreta a s misma, deca Ortega.Pero se interpreta de las mltiples formas como se va dando en la sociedad yen la cultura y nunca de modo homogneo. La unidad de la vida es una unidadrelativa de diferencias, una estructura dinmica.

    Pero entonces, reafirmamos, el territorio es inherente a la condicinhumana de un modo especfico. A esta forma especfica llamamos territoriali-dad, ambiente y horizonte espacio-temporal de toda experiencia colectiva quese despliega dentro de lmites que cada cultura se da en su devenir. Pero estacondicin territorial, como tal, tiene, a su vez, su propia complejidad, a la quealudiremos aqu una vez ms, someramente.

    La territorialidad es una categora efectiva y discursiva; un modo de ser

    de alguien que para ser lo que aspira a ser tiene que desplegarse en accionesconcretas de realizacin efectiva y de palabra, ocupando espacios, entorno, yespacios subjetivos que siente como suyos y a la vez reconocindose en ellos.As, la territorialidad es inherente a la construccin de la vida que se va dandoen su despliegue y, a la vez, va guiando todo ensanchamiento o estrecha-miento espacial, toda mantencin o ruptura de los horizontes de lo habitable.La territorialidad no es, entonces, un mero encontrarse en un espacio propiopero externo, como una conciencia refleja, testigo, sino una suerte de voluntadterritorialque se va desplegando desde adentro hacia afuera, apropindose delo externo, subjetivndolo, trasladando o transfiriendo intimidad al entorno.En este sentido, la territorialidad es una condicin real en virtud de la cual lasubjetividad y la objetividad se dan al mismo tiempo, co-determinndose una

    a la otra, sin relacin alguna de dependencia.Para efectos de una hermenutica, sin embargo, debemos hacer notar

    que la territorialidad es una realidad cuyo concepto denota dos dimensionesclaramente diferenciables. Por un lado, es una realidad que hace evidente una

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    condicin genrica de alguien a quien le es consustancial pertenecer a unterritorio, es decir, que le es esencial y no secundaria. Territorialidaddesignaentonces una interconexin necesariade alguien con su entorno, la que se daen trminos de inevitabilidad. En ella, el territorio habla a y por quien lohabita y en este dilogo se co-determinan de mltiples formas. Pero, por otrolado, la territorialidad designa una condicin sociocultural especfica. Y eneste plano ya no denota una dimensin metafsica, genrica, sino claramenteuna dimensin histrico-social, circunstancial, contingente, un aqu y ahoraque se despliega como ambiente o como atmsfera que, en cuanto situacinsociocultural, adviene, deviene, acontece, pasa, permanece o cambia, pero nose pierde aunque pueda asumir formas contrapuestas y dispares. As, consi-derando ambas dimensiones, la territorialidad es una condicin invariable, undestino, pero que como tal, paradjicamente, se despliega y se desarrolla;llega a ser, deja de ser; se proyecta, se desgasta, vuelve a construirse, serescata, etc., en la interaccin constante entre el hombre y sus entornos. Desdela primera dimensin, el hombre esun ser territorial. Desde la segunda es unser de esteterritorio y lo es a la manera suscitada por esa conexin, efectiva oimaginaria, pero temporal y cultural.

    En sntesis, como teora y prctica interpretativa, la hermenutica delterritorio tiene que contemplar ambas dimensiones, situacin en la que dialo-gan significativamente. Por esto, la moderna tendencia a la simplicidad, a lareduccin, chocar siempre con la complejidad de los fenmenos que no sedejan atrapar como datos elementales, concatenados causal y linealmente,sino como instancias cuya complejidad es siempre sistmica y que, dandolugar al azar, ha establecido a la encrucijada como uno de sus smbolos ms

    eminentes y monumentales: materialmente, el cruce de caminos en el que loshorizontes se confunden; espiritualmente, la duda, la incertidumbre que obligaa decisiones arriesgadas.

    Universidad de los Lagos*

    Departamento de Humanidades y Arte

    Casilla 933, Osorno (Chile)

    [email protected]

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  • 7/24/2019 COMPLEJIDAD, ESPACIO, TIEMPO E INTERPRETACIN.

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