Concilios

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR ESCUELA DE TEOLOGÍA CONCILIOS ECUMÉNICOS Fausto Daniel Mejía Astudillo (estudiante oyente) Concilio En primer instancia debemos tener claro que el término concilio proviene del latín concilium, que significa "asamblea". Ecuménico, proviene del latín oecumenicum, traducción a su vez del griego οἰκουμένoν, que significa (mundo) habitado. Es una asamblea de carácter general, convocada por el Papa, a la que acuden representantes de la toda la Iglesia católica, para reconocer la verdad en materia de doctrina o de práctica y proclamarla. Sus decisiones son aprobadas mediante un acta explícita y formal. Los concilios de la Iglesia Católica Romana, deben ser convocados por el Papa y presididos por él o por un delegado suyo, y en él habrán de estar representados la mayoría de los obispos de las provincias eclesiásticas. Para la validez de sus

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

ESCUELA DE TEOLOGÍA

CONCILIOS ECUMÉNICOS

Fausto Daniel Mejía Astudillo

(estudiante oyente)

Concilio

En primer instancia debemos tener claro que el término concilio proviene del

latín concilium, que significa "asamblea". Ecuménico, proviene del latín

oecumenicum, traducción a su vez del griego οἰκουμένoν, que significa (mundo)

habitado.

Es una asamblea de carácter general, convocada por el Papa, a la que acuden

representantes de la toda la Iglesia católica, para reconocer la verdad en materia

de doctrina o de práctica y proclamarla. Sus decisiones son aprobadas mediante

un acta explícita y formal.

Los concilios de la Iglesia Católica Romana, deben ser convocados por el

Papa y presididos por él o por un delegado suyo, y en él habrán de estar

representados la mayoría de los obispos de las provincias eclesiásticas. Para la

validez de sus acuerdos es precisa, como condición sine qua non, la sanción del

Sumo Pontífice Romano.

Los concilios de la Iglesia se dividen en dos grupos: griegos y latinos, según

hayan tenido lugar en Oriente u Occidente. Los concilios griegos fueron

convocados por los emperadores de la época, que los presidieron, generalmente.

Los concilios latinos fueron convocados por los papas.

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El Concilio de Nicea

El Concilio de Nicea se realizó entre el 20 de mayo y el 25 de julio del 325,

fue convocado por el emperador romano Constantino I el Grande para procurar

reafirmar la unidad de la Iglesia, seriamente quebrantada por la disputa surgida

en torno a la naturaleza de Jesucristo tras la aparición del arrianismo.

Acudieron al concilio 318 obispos, quienes elaboraron el Credo de Nicea, el

cual fue adoptado como postura oficial de la Iglesia con respecto a la divinidad

de Cristo. También fue fijada la celebración de la Semana Santa el domingo

después de la Pascua judía.

En esencia el Concilio busca poner de manifiesto, de forma dogmática, la

verdad de la filiación divina de Jesús. Su principal pronunciamiento, fomentado

por Atanasio de Alejandría, es la definición del carácter consubstancial

(Homoousios) al Padre de Jesús, es decir que entre Dios y Jesús existe una

perfecta igualdad ya que comparten la misma sustancia.

Dicha definición surge como respuesta a la herejía de Arrio quien indica que:

“Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada

como punto de apoyo para su Plan. El Hijo es, por lo tanto, criatura y el ser

del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que él no

existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a

negar su divinidad. A Jesús se le puede llamar Dios, pero solo como una

extensión del lenguaje, por su relación íntima con Dios”.

Admitía la existencia del Dios único, eterno e incomunicable; el Verbo,

Cristo, no divino sino pura creatura, aunque más excelsa que todas las otras y

escogido como intermediario en la creación y la redención del mundo.

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Con esta definición de fe se busca determinar que Jesucristo es

verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Dicha definición, apoyada y

completada por el concilio de Constantinopla en el 381 d.C., se presenta como el

Credo Niceno-Constantinopolitano:

“Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de

todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes

de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios

verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien

todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del

cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo

hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;

padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al

cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para

juzgar a, vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo-en el Espíritu Santo,

Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el

Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un

solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los

muertos y la vida del mundo futuro. Amén”

De esta manera el concilio de Nicea plantea una Cristología ascendente en

cuanto busca determinar en que medida Jesús de Nazaret es el hijo de Dios.