Concilium 111 - La Mujer en La Iglesia

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    C O N C I L I U MRevista internacional de Teologa111

    LA MU JER EN LA IGLESIA

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    C O N C I L I U MRevistainternacionaldeTeologa

    Ao XIIDiez nmeros al ao, dedicados cada uno de ellos aun tema teolgico estudiado en forma intetdisciplinar.Aparece mensualmente, excepto en julio-agosto yseptiembre-octubre, en los que el nmero ser doble.

    CONTENIDO DE ESTE NUMEROE. Fiorenza: Presencia de la m ujer en el primitivo movimiento cristianoK. E. Borresen: Fundamen tos antropolgicosde la relacin entre el hombre y la mujeren la teologa clsicaR. Ruether: La mujer y el ministerio, en unaperspectiva histrica y sociolgicaJ. Arnold: Mara, la maternidad divina y lamujerI. Raming: Inferioridad de la mujer en el

    925415468

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    No podr reproducirse ningn artculo deesta revista, o extracto del mismo, en ningn procedimiento de impresin (fotocopia,microfilm, etc.), sin previa autorizacin dela fundacin Concilium, Nimega, Holanda,y de Ediciones Cristiandad, S. L., Madrid.

    Depsito legal: M. 1 399 1965

    C O M I T D E D I R E C C I NGiuseppe Alber igo

    Will iam BassettGregory Baum OSAFranz BockleAntoine van den BoogaardPaul BrandMarie-Dominique Chenu OP (consejero)Yves Congar OP (consejero)Mariasusai Dhavamony s j (consejero)C h r i s t i an Du q u o c OPCasiano FloristnClaude Geffr OPAndrew GreeleyNorber t GreinacherGustavo Gutirrez Merino (consejero)P e t e r Hu i z i n g s jBas van Iersel SMMJean-Pierre Jossua OPWal ter KasperHan s K n gRene Laurent in (consejero)Jbhannes Bapt i s t MetzAlois MllerR o l an d M u rp h y o . CARMJacques-Marie Pohier OPDav i d P o wer OM IKarl Rahner sj (consejero)Luigi Sartori (consejero)Edward Schi l l ebeeckx OP

    Hermn Schmidt s jBruce Vawter CMAntn Wei ler

    Bolonia-Ital iaSan Francisco/Cal . -EE. UU.T o ro n t o / On t . -C an ad Bonn/Rot tgen-Alemania Occ.Os s / N i m eg a-Ho l an d aAnkeveen-HolandaPars-FranciaPars-FranciaRoma-ItaliaLyon-FranciaMadrid-EspaaPars-FranciaC h i cag o / I l l , E E . UU.Tubinga-Alemania Occ.Lima-PerNimega-HolandaNimega-HolandaPars-FranciaTubinga-Alemania Occ.Tubinga-Alemania Occ.Pars-FranciaMnster-Alemania Occ.Lucerna-SuizaD u r h a m / N .C.-EE. UU.Pars-FranciaRoma-I tal i aMunich-Alemania Occ.Padua-I tal i aNimega-HolandaRoma-I tal i aChicago/ I l l . -EE. UU.Nimega-Holanda

    CO N SEJ O C I E N T F I C OJos Luis ArangurenLuciano CagliotiAugus t Wi lhelm von Ei ffPaulo Frei rAndr Hel legersBarbara Ward JacksonHarald Weinr ich

    M ad r i d -E s p a a / S . B rb a ra / C a l .-E E . UU .Roma-I tal i aBonn-Alemania Occ.Ginebra-SuizaW as h i n g t o n , D .C.-EE.UU.Nu ev a Yo rk -E E . UU.Colonia-Alemania Occ.SECRETARIADO GENERAL

    Arks tees t raat , 3-5 , Nimega (Holanda )

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    C O M I T D E R E D A C C I N D E E S T E N U M E R ODirectores:

    Gregory Baum OSAAndrew Greeley T o r o n t o / O n t . - C a n a d Chicago / I l l . -EE. UU.Miembros:

    Sab ino Acquav ivaJoan Bro thersSilvano BurgalassiGrard Defo i sF e r n a n d D u m o n tRogelio Duocastel laJos Gmez Caffarena sjJohn HickeyJohn Kot reT h o m a s L u c k m a n nOtwin Mass ingWi l l i am McCreadyR o b e r t M c N a m a r aFerd inand MenneMa rie Nea l SNDArtu ro Par i s iRenato Pob le t e s jJean RemyRichard SchoenherrRudolf SiebertAndrs TornosJacques VerscheureC o n o r W a r d

    Padua-I t a l i aLondres - Ing la t er raPisa-Ital iaPars-FranciaQuebec-CanadBarcelona-EspaaMadr id -EspaaLeeds - Ing la t er raD e a r b o r n / M i c h . - E E . U U .Cons tanza-Alemania Occ .Munich-Alemania Occ .Ch icago / I l l . -EE. UU.Chicago / I l l . -EE. UU.Mns ter -Alemania Occ .Bos ton /Mass . -EE. UU.Bolonia-Ital iaSantiago-ChLovaina-BlgicaM a d i s o n / W i s c . - E E . U U .Kalamazoo /Mich .-EE. UUMadr id -EspaaLil le-FranciaDubl n - I r l anda

    PRESENTACINEste es el primer nmero de Concilium dedicado al tema dela mujer en la Iglesia. Desde hace muchos aos, algunos de nuestros lectores vienen insistiendo en que abordemos esta cuestin.Nos com place dar finalmente respuesta a sus dem andas.A partir del Vaticano II se ha identificado la Iglesia catlicacon l movimiento de emancipacin. En consecuencia, los telogos han entablado el dilogo con el movimiento feminista, hananalizado los puntos de vista de los escritos bblicos y del pensamiento eclesistico acerca de la mujer y h an planteado la cues

    tin de si la herencia religiosa ha contribuido a mantener lasubordinacin de la mujer, y hasta qu punto, en la sociedad tradicional. Ha aumentado mucho la bibliografa sobre la Iglesiay la mujer. Esta bibliografa supone que la subordinacin de lamujer no se ha debido a mala voluntad o a una falta de generosidad; se trata de una realidad objetiva profundamente inscritaen las estructuras de la sociedad y en los smbolos en que esasociedad expresa sus ideales. En este nmero de Concilium serevisan las estructuras sociales y simblicas en que tradicional-mente se ha expresado el lugar que corresponde a la mujer enlos planes de Dios, al mismo tiempo que se pone de relieve elavance que en nuestros das ha logrado la mujer dentro de laIglesia con vistas a la recuperacin del sentido que para ella entraan las promesas divinas. Este nmero, por consiguiente, sesita en el marco de la sociologa de la historia.Pero este nmero es tambin una exploracin en el terrenode la sociologa del conocimiento. Observadores, investigadores ypensadores segn la sociologa del conocimiento nunca adoptan una postura neutral con respecto al objeto que estudian, pueslo enfocan inevitablemente desde una perspectiva en gran partedeterminada por su propia identificacin con una comunidad histrica y unas instituciones sociales. Esta posicin histrica tiende

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    6 Presentacina producir cierta distorsin ideolgica en sus investigaciones. Sinembargo, escuchando a los dems, y mediante un gran esfuerzopersonal, m uchas veces consiguen superar esa distorsin. Segnla sociologa del conocimiento, la posicin histrica tiene tambin un efecto positivo y creador, ya que es causa de una especialsensibilidad con respecto al objeto, proporciona un ngulo demira para enfocarlo y hace surgir una intencionalidad especial enla bsqueda de la verdad. Dado que investigadores y pensadoresestn, de una manera o de otra, relacionados histricamente conel objeto que estudian, es inevitable que esta relacin afecte alos presupuestos hermenuticas con que enfocan los datos quehan de manejar. Los autores cuyos artculos se recogen en estenmero son exclusivamente mujeres investigadoras; ello hace inevitable que su lectura de los textos bblicos y eclesisticos, ascomo su interpretacin de la historia de la Iglesia, resulten diferentes de las que podran ofrecernos unos investigadores varones.En nuestra sociedad ocupan, varones y mujeres, posiciones sociales distintas. A las mujeres, sobre todo, se asigna la funcin subordinada de compaeras y auxiliares. Todo ello hace inevitableque la investigacin y las ideas desarrolladas exclusivam ente porvarones resulten unilaterales y necesiten correctivos, y que lasinvestigadoras desarrollen su labor y sus reflexiones a partir deunos presupuestos herm enuticos diferentes. La sociologa del conocimiento concuerda con este punto de vista. Si las institucionesinfluyen en la formacin de la concienc ia, las diferencias de castaafectarn a la forma en que las personas capten la realidad.Este nmero insistir en ello una vez ms es una exploracin en el terreno de la sociologa del conocimiento. Es necesario repetirlo porque de otro modo podran sentir algunos lectoresque los siguientes artculos, al poner de relieve una dimensinolvidada, acusan de tendenciosos y malintencionados a los investigadores varones. Y no es as. Dado que nuestra conciencia vieneen gran parte determinada por el marco sociolgico en que nosmovemos, nuestra perspectiva resulta inevitablemente limitada;siempre estaremos necesitados de la investigacin desarrolladapor personas pertenecientes a otro marco sociolgico distinto,especialmente cuando ste se caracteriza por la subordinacin. Recordemos el famoso anlisis de los estados de conciencia de amos

    Presentacin 7y siervos desarrollado por Hegel. El saber de los varones permanecer limitado a propsito de muchos temas a menos que acepten escuchar los resultados de las investigaciones desarrolladaspor mujeres, para integrarlos en su propia manera de captar larealidad. "Varones y mujeres adoptarn la misma perspectiva paraenfocar la realidad, creo yo, cuando disfruten efectivamente deuna igualdad institucional.Algunos lectores se extraarn de que el tema de la mujeren la Iglesia se trate precisamente en la seccin de sociologa dela religin. Nada nos obligaba a ello, pero en qu seccin encajamejor este importante tema? Si lo examinamos nicamente desdeel punto de vista escriturstico, es posible que descuidemos muchos e importantes aspectos. Si lo analizamos desde una perspectiva dogmtica o puramente histrica, el panorama no resultarsuficientemente amplio. De hecho, la discusin acerca del mbitoen que deba abordarse este tema ha retrasado precisamente ladecisin de estudiarlo en esta revista. Puesto que la seccin desociologa de la religin se ha definido con sentido amplio conrespecto a su objeto (la religin en el marco de la cultura y de lasociedad) y a su mtodo (una perspectiva interdisciplinar en quese conjugan la teologa y los estudios sociolgicos), hemos concluido que ste era el mbito ms adecuado para el tema de lamujer en la Iglesia. Tambin nos asegura el panorama adecuado.Si bien los artculos que van a continuacin no han sido escritosdesde el punto de vista sociolgico, ponen de relieve la estructura oculta de la sociedad y los diversos smbolos que la definen, yen este sentido ofrecen un indispensable prembulo cientfico para

    el estudio del lugar que ocupa la mujer en el llamado mundocristiano. Los mismos socilogos no podrn dedicarse al estudiode la mujer en la sociedad a menos que revisen primero su propiopunto de vista histrico (K arl Mannheim) y, si son varones, amenos que aclaren primero qu relaciones median efectivamenteentre varones y mujeres en su historia sociolgica. Teologa y sociologa se unen aqu para el estudio de un mismo problema. Ennuestros das vemos cmo algunas mujeres dedicadas a la sociologa forman sus propios equipos para investigar y reflexionarcon vistas a m atizar las tendencias dominantes en sociologa alaportar esa desatendida perspectiva a la que ellas, debido a su

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    8 Presentacinpeculiar punto de vista histrico, tienen acceso. Hay, porconsiguiente, sobrados motivos para pensar que estos artculos escritospor mujeres especializadasen teologa, historia y sociologa interesarnnoslo altelogo, al que primariamente se dirige Con-cilium, sino tambin al socilogo.La preponderancia de autoras norteamericanas que seadvertir en este nmero exige una pequea explicacin. Algo habrpodido influir elhecho de que losresponsables viven en Norteamrica. Pero hay otra razn msobjetiva. En Europa resultasumamente difcil queuna m ujer llegue aprofesora de teologa.Hubo una poca en queera imposible que unamujer recibierala consideracin de telogo, y en laactualidad esan m uy difcilque las mujeres, especializadasenteologa o en otras disciplinas,ejerzan la enseanza en instituciones cientficas dedicadas al estudiode la religin cristiana.En muchos casos quedan las mujeresex-cluidas porley. EnNorteamrica, debido a una tradicin liberalms vigorosa en las Iglesias protestantes y enla sociedad, muchasmujeres sonprofesoras de teologa y de lasdisciplinas conexas .Ensean en las Facultades teolgicas protestantes, en las instituciones acadmicas catlicasy en las Universidades oficiales y privadas.Deseo expresar migratitud a laprofesora Rosemary Ruether,que ha sido miconsejera enelcampo dela teologay las mujeresdedicadasa su estudio, por suayuda para planificar este nmero.Ma es la responsabilidad finalde suconfeccin.

    [Traduccin: J. VALIENTE MALLA] G. B A U M

    PRESENCIA DE LA MUJER EN ELPRIMITIVO MOVIMIENTO CRISTIANO 'Durante la convencin sobre losderechos de la mujer celebrada el ao 1852 en Siracusa, Anto inette Brown afirmquela Biblia apoya losderechos de la mujer. A esta proposicinseopuso Ernestine Rose, indicando que eran muchos lostextosbblicos enq ue seinculcaba la sumisin de lamujer. Sihaba quemantener la autoridad delaBiblia, habra que escribirla de nuevopara queencontraran apoyo en ella las aspiraciones femeninas.Eso fue lo queintent Elizabeth Cady Stanton, queescribi ypublic una Biblia dela Mujer. Pero en1896la convencin sobrelos derechos de la mujer rechaz tanto su postura como sulibro.Antoinette Brown haba ganado el debate1.Los numerosos estudios aparecidos durante los ltimos ochenta aos han estado determinados por lainterpretacin apologtica,no por la redefinicin de losconceptos. La mayor parte de losautores hatratado de probar que laBiblia,y sobre todoelNuevoTestamento, y lamujer modern a notienen intereses opuestosniadoptan posiciones encontradas. Pero como en el Nuevo Testamento hay pasajes enq ue sehabla desubordinacin, que contradicen claramente a este punto devista, muchos intrprete shantratado deexplicarlos ymantener al mismo tiempo suautoridad.La mera lectura superficial detales interpretaciones apologticaspondr dem anifiesto lassiguientes posiciones herm enuticas subyacentes.

    1 A.Sinclair, TheEmancipationof theAmerican W oman (Nueva York1965) 197-203.

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    I . REFLEXIONES HERMENUTICASE n primer lugar, la postura literal o fundamentalista sostieneque los textos bblicos exigen la subordinacin de la mujer alvarn como verdad revelada por Dios. Los cristianos estn obligados a mantener esta revelacin frente a la moderna hereja del

    igualitarismo, de forma que las mujeres del siglo xxi puedan vivirconforme al dato revelado de su subordinacin. Otra postura, queintenta ser ms liberal, afirma que el Nuevo Testamento, y especialmente Pablo, a diferencia del judaismo y del helenismo delsiglo i, fomentan la emancipacin y la liberacin de la mujer cristiana. Pablo afirma que las mujeres son iguales a los varones enCristo. Frente a las tendencias gnsticas de Corinto, que tratabande suprimir cualquier diferencia entre los sexos, insiste, sin embargo, en que esas diferencias no han sido abolidas, por lo quelas mujeres han de vivir de acuerdo con las funciones que lacultura contempornea les asigna. Una tercera tendencia proyectasobre los materiales del Nuevo Testamento las distinciones propias de las estructuras eclesiales posteriores. Segn esta interpretacin, por ejemplo, las epstolas pastorales no prohiben a lasmujeres que enseen en la Iglesia, y nicamente les niegan elministerio docente oficial del obispo. Otros conceden que lasmujeres pueden ser ordenadas de diaconisas, pero no de sacerdotes, ya que se da a Febe el ttulo de diaconisa, pero ,en el NuevoTestamento no se dice de ninguna mujer que sea obispo o sacerdote. Una cuarta postura ante las afirmaciones del Nuevo Testamento en relacin con la mujer consiste en declarar que unadeterminada corriente de la tradicin no es autntica y, por consiguiente, tampoco normativa. Por ejemplo, no slo Col, Ef y laspastorales representan la doctrina de la tradicin pospaulina, sinoque tambin pasajes como 1 Cor 11,2-16 y 14,33b-36 son adiciones no paulinas derivadas de la misma tradicin pospaulina.Finalmente, un quinto grupo de autores admite que Pablo promulg normas prohibitivas para las mujeres en la comunidadcristiana, pero los mismos autores insisten en que se trata de normas histricamente condicionadas, por lo que ya no estn envigor. Hoy nadie exigira que las mujeres vayan cubiertas con veloo que planteen sus cuestiones religiosas nicamente a sus maridos.

    La mujer en el primitivo movim iento cristiano 11Todos estos esfuerzos hermenuticos por salvar la Bibliafrente al veredicto del movimiento feminista fallan a causa desu carcter apologtico 2. No sirven para corroborar la afirmacinde Antoinette Brown en el sentido de que la Biblia defiende losderechos de la mujer. Parece que, despus de todo, tena raznElizabeth Cady Stanton al proponer que se redactara de nuevo la

    Biblia para defender la causa de la mujer. Sin embargo, comohistoriadora y exegeta me atrevera a proponer, si queremos plantearnos el problema del puesto que tienen las mujeres en la Biblia, que lo importante no es una nueva redaccin de este libro,sino una redefinicin de los conceptos de la primitiva historiacristiana.Las discusiones en torno al problema hermenutico han puestode relieve que es imposible una historiografa absolutamente objetiva y libre de prejuicios. Toda interpretacin de los textoshistricos estar mediatizada por los presupuestos, la ideologao los prejuicios del exegeta y el historiador. Las investigadorassealan con razn que los materiales bblicos fueron estudiadosdurante mucho tiempo slo por unos historiadores que, conscienteo inconscientemente, los entendan en una perspectiva patriarcal 3.Los investigadores no slo traducan los textos bblicos en unlenguaje sexista, sino que tambin diriman las cuestiones de crtica textual desde un punto de vista masculino. Nunca se preocuparon de destacar las imgenes y los smbolos femeninos dela Biblia, mientras que daban por supuesto que todos los autoresbblicos eran del gnero masculino. Pero an signific un mayordao para la conciencia personal de la mujer cristiana el prejuicioincontrovertido a favor de la autoridad masculina exclusiva. Lasdiscusiones acerca del orden eclesial, la condicin de discpulo oel culto y la misin en el Nuevo Testamento han dado generalmente por supuesto que en la primitiva Iglesia toda la autoridadestaba en manos de los varones. La mayor parte de las investigaciones acerca del puesto que ocupan las mujeres en las tradiciones bblicas parecen apoyarse en los mismos presupuestos cul-

    2 Un ejemplo muy reciente en A. Feuillet,La dignit et le role de la fetn-me : New Test. Stud. 21 (1975) 157-91.3 Ph. Tribble,Depatriarchalization in Biblical Interpretation: Jour. Am.Acad. Re. 41 (1973) 30-48.

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    12 E. Fiorenzaturales. En la medida en que singularizan el puesto de la mujeren la Biblia como un problema especial, no hacen sino reflejarnuestra propia perspectiva cultural e histrica, que ve en la existencia masculina algo as como la expresin normativa de la existencia humana, la sociedad humana y la historia humana. Sloen semejante perspectiva se presenta el cometido de las mujerescomo un problema especfico de carcter psicolgico, sociolgicoe histrico, mientras que se elude cualquier anlisis acerca de lafuncin del hombre o las estructuras patriarcales vigentes en lasociedad y en la Iglesia. Teniendo en cuenta que esta perspectivacultural de tipo patriarcal ha condicionado todo el trabajo histo-riogrfico, habr que dar la razn a las historiadoras feministasque no ven en l otra cosa que una serie de datos y reconstrucciones llevadas a cabo desde el punto de vista del predominiomasculino. Simone Weil resuma as esta postura hermenutica:La historia, por consiguiente, no es otra cosa que una compilacin de las declaraciones hechas por los asesinos acerca de susvctimas y de s mismos 4 .No se puede poner en duda que los intrpretes contemporneos de la Biblia forman parte de la larga tradicin de dominiomasculino que convirti a la mujer en vctima. Reconstruyen suimagen del primitivo cristianismo conforme a su modelo de predominio masculino. Como dan por supuesto, sin entrar en mayores precisiones, que el primitivo movimiento cristiano reflejalos valores de la sociedad juda o helenstica contemporneas, seestablece por definicin que las mujeres slo pudieron tener unafuncin marginal en aqul. Pero no son nicamente los exegetasy telogos contemporneos los que asumen esta perspectiva delpredominio masculino, sino que los mismos autores del NuevoTestamento ya no son objetivos al transmitir la historia cristiana,pues al seleccionar determinados materiales histricos y al hacerciertas referencias desde su propio punto de vista teolgico podemos dar por supuesto que slo transmitieron una parte de latradicin, posiblemente muy rica, sobre el cometido de la mujeren las primitivas comunidades cristianas. Es probable, por consiguiente, que se haya perdido en su mayor parte la autntica his-

    4 S. Weil, The Need for Rools(Nueva York 1971) 225.

    La mujer en el primitivo movim iento cristiano 13toria cristiana del elemento femenino. Los escasos restos que hansobrevivido tienen que ser recuperados no slo de la tendencio-sidad de los intrpretes contemporneos, sino que se hace inclusonecesario extraerlos de los mismos documentos patriarcales compuestos por los autores del Nuevo Testamento. No hemos decontar con la posibilidad de recoger una amplia documentacinacerca del cometido de la mujer en el cristianismo primitivo, peroello no significa que no podamos descubrir algunos rasgos de unagenuina historia del elemento femenino en la primitiva literaturacristiana. Como necesariamente ocurre con toda conceptualizacindel primitivo movimiento cristiano, esta reconstruccin de la historia cristiana del elemento femenino en los primeros tiempos nodepende slo de la sensibilidad para interpretar los textos, sinotambin de la imaginacin constructiva de quien emprende estalabor histrica interpretativa.

    I I . LA AUTORIDAD DE LA MUJEREN EL PRIMIT IVO MO VIMIENTO CRISTIANOLos estudios sobre las caractersticas socioculturales del naciente movimiento cristiano han demostrado que ste, desde elpunto de vista sociolgico, representaba un grupo disidente enlo social y en lo religioso, similar a otros grupos sectarios quesurgieron en el judaismo durante el siglo i s . Jess y sus primerosdiscpulos no estaban plenamente integrados en su sociedad: noaceptaban del todo los valores e intituciones de la misma, sinoque se mostraban disconformes y opuestos a ellos. Rechazabanlas leyes judas sobre la pureza ritual y procuraban atraerse a losproscritos de aquella sociedad. A diferencia de los fariseos o lossectarios de Qumrn, el movimiento que Jess puso en marchaen Palestina no era un grupo exclusivo, sino inclusivo. Jess nobusc sus discpulos entre los justos, los piadosos o los gruposque gozaban de una alta estima, sino que llam a los publcanos,los pecadores y las mujeres. Prometi el reino de Dios no a los

    5 G. Theissen, Legitimitdt und Lebensunterhalt. Ein Beitrag zur Sozio-logie urchristlicher Missiondre: New Test. Stud. 21 (1975) 192-221;J. G. Gager, Kingdom and Comm unity. The Social World of Early Chris-tianity (Englewood Cliffs 1975) 67-92.

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    14 E. Fiorenzaricos, los situados en buena posicin y los piadosos, sino a los pobres , los desheredados y los marginados. Este carcter inclusivodel mensaje y del movimiento de Jess hizo posible ampliar mstarde las bases del grupo cristiano e invitar a los gentiles de todaslas naciones a que formaran parte de la nueva comunidad quetrascenda las barreras sociales y religiosas, tanto del judaismocomo del helenismo. En aquella nueva comunidad quedaron abolidas las diferencias de condicin social, o al menos se minimizaron, y no se impusieron ni unas estructuras fijas ni una autoridadinstitucionalizada.Gal 3,28 expresa la conciencia teolgica que de s mismo tenael primitivo movimiento cristiano. En la nueva comunidad sesuprimieron todas las diferencias de raza, religin, clase y sexo.Todos eran iguales y una misma cosa en Cristo. Los exegetas estncada vez ms de acuerdo en que Gal 3,28 es una frmula bautismal tomada de la tradicin 6, que Pablo cita en apoyo de su ideade que en la comunidad cristiana no hay diferencia alguna entrejudos y gentiles. Esta frmula bautismal expresa la conciencia delos cristianos recin iniciados frente a las ideas sociorreligiosas dela cultura grecorromana. En la retrica de la poca era lugar comn que el hombre helenstico haba de mostrarse agradecido porsu nacimiento como verdadero ser humano y no como bestia, comovarn y no como mujer, como griego y no como brbaro. Estamentalidad penetr en el judaismo y hasta tuvo su expresin enla liturgia de la sinagoga; en efecto, tres veces al da daba graciasa Dios el judo porque Dios no le haba hecho gentil, mujer oesclavo7. Frente a este esquema cultural y social, que compartan

    los pueblos de cultura helenstica y los judos, los cristianos afirmaban con ocasin de su bautismo que en Jesucristo haban sidoabolidas todas las diferencias polticas y sociales. Es importanteadvertir, sin embargo, que esta frmula bautismal no refleja lamisma idea de unificacin que ms tarde aparece en los escritos6 H. D. Betz, Spirit, Freedom and Law: Paul's Message to the GalatianChurches: Svensk Exeg. Arsbok 39 (1974) 145-60; R. A. Scroggs, Pauland the E schatological Wom an: Jour. Am. Acad. Re. 40 (1972) 5-17;W. A. Meeks, The Image of the Androgyne: Hist. of Re. 13 (1974)165-208.7 Op. cit., 167s.

    La mujer en el primitivo movimiento cristiano 15gnsticos 8 . Mientras en varios textos gnsticos se dice que lamujer ha de hacerse varn y semejante al varn para llegara ser plenamente cristiana, en Gal 3,28 no se ensalza la condicinvaronil como forma y modelo de la nueva vida, sino que se proclama a Jesucristo, en quien se suprimen las diferencias que pudieran implicar la masculinidad o la feminidad. Puesto que laoposicin judo y griego o esclavo y libre indica la abolicinde las diferencias sociorreligiosas, podemos asegurar tambin questa es asimismo la idea de los otros dos trminos emparejados:varn y mujer. Esta nueva conciencia de la comunidad cristianaeliminaba todas las diferencias de religin, clase y casta, con loque se dejaba el camino abierto a que no slo los gentiles y losesclavos ejercieran la autoridad en el movimiento cristiano, sinotambin las mujeres. Estas no eran figuras marginales en aquelmovimiento, sino que ejercieron de hecho una autoridad comoapstoles, profetas y misioneras.

    Las controversias de Pablo con sus oponentes prueban quela autoridad de los apstoles fue especialmente significativa en elnaciente movimiento cristiano. Segn Pablo, la condicin de apstol no fue exclusiva de los Doce. Eran apstoles todos los cristianos que haban sido testigos presenciales de la resurreccin yque haban recibido del Seor resucitado el encargo de desarrollarla tarea misionera (1 Cor 9,4). Segn Lucas, slo podan ser elegidos para reemplazar a Judas aquellos cristianos que haban acompaado a Jess durante su ministerio en Galilea y que habansido tambin testigos de su resurreccin (Hch 1,21). Segn loscuatro evangelios, haba varias mujeres que cumplan plenamenteestos criterios del apostolado enumerados por Pablo y Lucas. Hubomujeres que acompaaron a Jess durante su ministerio en Galilea y que luego presenciaron su muerte (Me 15,40 par.). Msan, de acuerdo con todos los criterios de la autenticidad histrica, mujeres fueron los primeros testigos de la resurreccin, pueseste hecho no hubiera podido derivarse del judaismo ni ser inventado por la Iglesia primitiva. El hecho de que aquellas mujeresno sean relegadas al anonimato, sino que se identifiquen por sunombre, sugiere que desempearon un papel importante en elContra W. A. Meeks, op. cit.

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    16 E. Fiorenzamovimiento cristiano de Palestina. Parece que estaban encabezadas por Mara Magdalena, ya que los cuatro evangelios consignansu nombre, mientras que varan los nombres de las dems. Lasmujeres, segn la tradicin evanglica, fueron, por consiguiente,los primeros testigos apostlicos de los datos fundamentales delprimitivo kerigma cristiano, pues fueron testigos del ministeriode Jess, de su muerte, sepultura y resurreccin.Examinando ms de cerca los relatos evanglicos, sin embargo , se advierte ya una tendencia a minusvalorar el papel de lasmujeres como testigos y portavoces del kerigma pascual. En elEvangelio de Marcos es notoria esta tendencia, pues se insiste enque las mujeres no dijeron nada a nadie, del miedo que tenan (16,8). Lo mismo se echa de ver en el comentario de Lucas,segn el cual los apstoles tomaron por un delirio y se negabana creer las palabras de las mujeres (Le 24,11). En Hch 1,21 trataLucas de excluir a las mujeres del apostolado, al subrayar queslo un varn poda ser elegido para reemplazar a Judas. Estamisma prevencin 9 se refleja en la frmula confesional lucana:El Seor ha resucitado y se ha aparecido a Simn (Le 24,34).Esta confesin lucana corresponde a la frmula tradicional deconfesin prepaulina, citada en 1 Cor 15,3ss, en que se mencionaa Cefas y a los Doce como principales testigos de la resurreccin,sin aludir para nada a las mujeres. Esta tendencia a minusvalorarel primer testimonio aportado por las mujeres se advierte asimismo en el cuarto Evangelio, que hace todo lo posible para demostrar que fueron Pedro y el discpulo amado, no Mara Magdalena, los primeros que creyeron en la resurreccin (Jn 20,1-18).La exgesis contempornea muestra la misma tendencia a suprimir el significado de las mujeres como testigos primarios de laresurreccin. Cuando en vez de los hombres son presentadas lasmujeres como primeros testigos de la resurreccin, se les atribuyeslo una funcin preliminar e intermediaria, ya que segn la leyjuda no eran competentes las mujeres para actuar de testigos 10.

    9 Esto sugiere que la postura de Lucas con respecto al cometido de lasmujeres en la comunidad cristiana no es tan positiva como afirma el artculode C. F. Parvey The Theology and Leadership of Woman in the New Tes-tament, en R. R. Ruether, Religin and Sexism (Nueva York 1974) 137-46.10 K. Stendahl, The Bible and the Role of Women (Filadelfia 1966) 25.

    La mujer en el primitivo movimiento cristiano 17Leyendo sin prevenciones Rom 16,7 advertiremos que, al menos en este caso, el Nuevo Testamento da a una mujer el t tulode apstol . No hay razn alguna para entender Junia como unaforma abreviada del nombre Juniano, ya que Junia es un nombrede mujer bien atestiguado para aquella poca. M. J. Lagrangesugiere en consecuencia que Andrnico y Junia forman un ma

    trimonio misionero, al igual que Aquila y Prisca u . Ambos soncompaeros de prisin de Pablo. Fueron crist ianos antes que Pabloy son figuras destacadas entre los apstoles.Lo s profetas desempearon un papel importante dentro del primitivo movimiento cristiano ya desde los comienzos. Actuabancomo portavoces inspirados del Seor resucitado; su autoridad, porconsiguiente, se basaba en unas revelaciones divinas. Pablo menciona repetidas veces a los profetas inmediatamente despus de losapstoles. Valora el don de la profeca por encima de la gloso-lalia. A pesar de la aparicin de falsos profetas, an conservabanlos autnticos una gran autoridad a finales del siglo i, como indican el Apocalipsis y la Didaj. Segn la ltima (13,1-7), losprofetas ocupan lugar preferente entre los que ejercen funcionesdirectivas en la celebracin eucarstica.Lucas afirma que el espritu de profeca se otorga lo mismoa las mujeres que a los varones. Menciona concretamente a lascuatro hijas de Felipe como profetisas cristianas (21,9). Su famafue tanta en la primitiva Iglesia que segn Eusebio (Eccl. Hist. I I I ,31) las provincias de Asia acreditaban su origen apostlico frentea las pretensiones del papa Vctor afirmando que las hijas deFelipe estaban enterradas en Asia. Pablo da por supuesto que lasmujeres profetizan y ejercen funciones litrgicas; les pide precisamente que lo hagan del modo adecuado (1 Cor 11,2-16). A finales del siglo i, una profetisa ejerca gran autoridad en la comunidad de Tiatira (Ap 2,20ss). No conocemos el verdadero nombrede esta mujer, a la que se designa con el de Jezabel, pero estclaro que acta como jefe de un grupo de profetas. Al parecer,junto con sus seguidores patrocinaba ante el entorno gentil unaactitud distinta de la del profeta Juan, que exiga una oposiciny una resistencia radicales frente a Roma y su culto, mientras

    11M. J. Lagrange,SaintPaul. pitre au xRomains(Pars 1916) 366.

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    18 E. Fiorenzaque la profetisa era partidaria de la adaptacin y la coexistencia.Hay que subrayar, sin embargo, que esta profetisa no era jefe deun grupo hertico, sino que ejerca su autoridad dentro de la comunidad, de la que tambin formaba parte el grupo que encabezaba. Parece que tena una autoridad y unos discpulos semejantesa los de Juan, el autor del Apocalipsis. Su influjo debi de perdurar, ya que Tiatira se convirt i, a mediados del siglo n, encentro del montaismo, un movimiento en que las profetisas tenan un puesto destacado (Epifanio, Haeres. 51,33).

    Un repaso a los datos dispersos sobre la importancia de lamujer en el primitivo movimiento misionero cristiano 12 indicaque la tarea desarrollada por las mujeres en este campo debi deser igual a la de hombres como Bernab, Apolo o Pablo. Entrelos conversos ricos y con categora social de la primitiva Iglesiase contaban tambin algunas mujeres (cf. Hch 17,12.4). Comostas se bautizaban frecuentemente con toda su casa, es lgico quefueran consideradas jefes de las respectivas iglesias domsticas 13 .En Flm 2 saluda Pablo a Apia, nuestra hermana, que juntocon Filemn y Arquipo era probablemente miembro dirigente dela iglesia domstica de Colosas. La Iglesia de Filipos debe suexistencia a la conversin de una mujer dedicada a los negocios,Lidia de Tiatira (Hch 16,14s). El autor de Col se refiere a Ninfade Laodicea y a la Iglesia que se rene en su casa (Col 4,15).Pablo enva saludos por dos veces al matrimonio Prisca y Aquila ya la Iglesia que se rene en su casa (1 Cor 16,19; Rom 16,5).Por otra parte, se vio obligado a escribir su primera carta a losCorintios como respuesta a la consulta que le hacen algunos miembros de la familia de una mujer llamada Cloe (1 Cor 1,11).

    Las mujeres desempearon un papel importante en las tareasmisioneras del cristianismo primitivo no slo como patrocinadoras, cosa que ocurra tambin en la propaganda religiosa juda,n El encuentro de Jess con la samaritana est basado probablemente enuna tradicin misionera que atribua a una mujer cierta funcin dirigenteen la misin de Samara. Tambin es notoria aqu la tendencia a minimizar laimportancia de la mujer (cf. 4,39-42).13 Cf. E. A. Judge, The Early Christians as a Scholastic Community:Jour. Re. Hist. 1 (1960/61) 125-37.

    La mujer en el primitivo movimiento cristiano 19sino que tomaron parte activa en la misma labor misionera. Pabloalaba a Mara, as como a Trifena, Trifosa y Prside por habertrabajado duramente en el Seor (Rom 16,6.2). El verbo griego que se usa en este pasaje es el mismo que Pablo emplea deordinario para caracterizar el esfuerzo misionero, la tarea de evan-gelizacin y enseanza que desarrollan l mismo y otros misioneros. En Flp 4,2-3 afirma explcitamente Pablo que las mujeres,concretamente Evodia y Sntique, han luchado codo a codo conl. Como si se tratara de una competicin atltica, las mujereshan luchado con Pablo, Clemente y el resto de los compaerosde misin de Pablo por la causa del evangelio. Es difcil que Pabloutilizara una expresin tan fuerte para decir simplemente quelas mujeres se limitaron a ayudarle con su apoyo material. Pabloestima que el impacto causado por las mujeres en la comunidades de tal importancia que teme la amenaza que sus disensiones yconflictos puedan suponer para la comunidad de Filipos 14.

    En Rom 16 se mencionan dos de las mujeres que ms destacaron en las Iglesias paulinas. La primera, Febe, aparece con losttulos de diakonos y prostatis. Los exegetas hacen verdaderosesfuerzos para minimizar el alcance de ambos ttulos por el hechode que se aplican a una mujer. Cuando Pablo se aplica el ttulode diakonos o lo atribuye a Apolo, Timoteo, Tquico o Epafras,los exegetas suelen traducirlo por ministro o dicono, mientras que referido a Febe lo traducen por servidora o diaco-nisa. En 1 Cor 3,5.9 se advierte que es intercambiable con sy -nergos, colaborador misionero. Adems de este t tulo que lacaracteriza como misionera, Febe, al igual que otros misioneros,recibe una carta de recomendacin. Puesto que a Febe se le da elttulo de dicono de la Iglesia de Cncreas, es evidente que ocupaba en ella un puesto de autoridad. El segundo ttulo que seaplica a Febe es el de prostatis, traducido frecuentemente porauxiliar o patrocinadora. Este es el nico pasaje del NuevoTestamento en que se usa este trmino, pero en los escritos judoslleva la connotacin de director, presidente, gobernador, protectoro superintendente. Pablo utiliza en 1 Tes el verbo de que deriva

    14 W. D. Thomas, The Place of Women in the Church at Philippi:Expos. Tim. 83 (1972) 117-20.

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    2 E. Fiorenzaeste sustantivo cuando amonesta a la comunidad para que muestrerespeto hacia quienes trabajan entre vosotros y os presiden enel Seor. En 1 Tim 3,4.5; 5,17, el mismo verbo caracteriza lafuncin del obispo, los diconos o los ancianos. Es verosmil, porconsiguiente, que Febe desempeara una de estas funciones en lacomunidad de Cncreas. Era una persona a la que muchos, y Pabloentre ellos, reconocan una autoridad.

    Prisca, con su esposo Aquila, era, al lado de Pablo, Bernab,Timoteo o Apolo, una figura destacada de la misin entre losgentiles ls . El hecho de que su nombre sea mencionado cuatroveces, de las seis en que aparecen juntos, antes que el de su esposo es prueba de su posicin prominente. Pablo llama a estapareja colaboradores suyos, y afirma que no slo l mismo, sinotodas las Iglesias de los gentiles les estn agradecidos. Su casaera un centro misionero en Cornto (1 Cor 16,19), Efeso (Hch 18,18) y Roma (Rom 16,5). A lo largo del Libro de los Hechos, Lucascentra toda la atencin en la figura de Pablo; de ah que slomencione a aquella pareja como de pasada, pero sus observacionesindican que sus fuentes decan sobre ella mucho ms de lo quel recoge. El hecho de que hable de ellos a pesar de todo es indicio de que eran tan importantes para la historia de la misincristiana que Lucas no pudo pasarlos por alto 16 . Hch 18,26indica que ejercieron un gran influjo no slo sobre Pablo, sinotambin sobre Apolo.Se ha perdido en gran parte la historia del elemento femenino. Los pocos datos que han sobrevivido en los relatos patriarcales son como la parte visible de un iceberg, que nos permiteimaginar lo mucho que permanece oculto. Pero esos escasos restosson suficientes para imponer una correccin a las concepcionestendenciosas que prevalecen entre los telogos. Primero, hay quesealar que no fue Pablo quien dio origen a la preeminencia dela mujer en el naciente movimiento cristiano. Tampoco fue suimpulsor decisivo. Pablo, ciertamente, respeta a las mujeres quecolaboran con l y se muestra agradecido por la ayuda que de

    15 A. Harnack, Vrobabilia ber die Addresse und den Verfasser desHebraerbriefs: Zeitschr. NT1. Wissensch. 1 (1900) 16-41.16 E. Haenchea The Acts of the Aposles (Filadelfia 1971) 539.

    La mujer en el primitivo movim iento cristiano 21ellas recibe; pero es posible que no tuviese otra eleccin, ya quelas mujeres ocupaban desde siempre un puesto capital en el movimiento misionero. Segundo, las referencias al puesto destacadoque tenan las mujeres en el naciente movimiento cristiano nolimitan aquella preeminencia al crculo femenino ni, por otraparte, indican que existieran tendencias encratitas. Sabemos concerteza que Prisca estaba casada, mientras que ignoramos si loestaban o no otras mujeres, como Mara, Febe, Evodia o Trifena.Estas mujeres no aparecen definidas por su funcin sexual-socialni por sus relaciones con los varones. Ciertamente, la preeminencia de las mujeres en la primitiva comunidad cristiana era un casoexcepcional, no slo desde el punto de vista de las normas vigentes en el judaismo o en el mundo grecorromano, sino tambindesde la perspectiva de la Iglesia cristiana en pocas posteriores.

    I I I . CRISTALIZACIN PATRIARCALY JUSTIFICACIN TEOLGICALos investigadores se muestran generalmente de acuerdo enque Jess no marc a sus seguidores un programa para la organizacin y estructuracin de la Iglesia cristiana. En tiempos dePablo, las funciones de autoridad estaban an muy diversificadasy se basaban en la prestancia carismtica. El proceso de cristalizacin e institucionalizacin se desarroll slo gradualmente a lolargo de la segunda mitad del siglo i, y aun entonces le opusieronresistencia diversos grupos cristianos. En el perodo indicado, laautoridad pas de los misioneros itinerantes a los ministros jerrquicos, de los apstoles y profetas a los obispos locales y a losancianos: de la preeminencia carismtica se pas a las formas tradicionales de autoridad. Los ttulos y la organizacin de los nuevosministerios eclesiales se tomaron del judaismo y del helenismo.Por ejemplo, las Pastorales nos ofrecen pruebas de que lacomunidad cristiana y sus ministerios se entendieron y organizaronconforme a las estructuras patriarcales a que se atena la familiaen aquella poca. Se confiri la autoridad eclesial a los ancianos,diconos y obispos. Los criterios para su eleccin de entre los

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    22 E. Fiorenzaelementos masculinos de la comunidad se determinaron as: debanser esposos de una sola mujer y tenan que haber demostrado sucapacidad para regir la comunidad por el hecho de haber sabidomantener en orden sus casas y por haber educado convenientemente a sus hijos.Desde un punto de vista sociolgico, la institucionalizacin yadaptacin graduales del movimiento cristiano a las estructuraspatriarcales de la poca eran ineludibles si la comunidad cristianaaspiraba a crecer y difundirse. Al mismo tiempo, esta cristalizacin institucional significa una patriarcalizacin de las funcionescristianas de gobierno, cosa que necesariamente habra de contribuir cada vez ms a eliminar a la mujer de aquellas funciones degobierno para relegarla al mbito de las funciones femeninas subordinadas. Desde el primer momento, esta cristalizacin del movimiento cristiano se vio acompaada de unas contracorrientescarismticas que mantenan a la mujer en los puestos de gobier

    no (cf. el caso de los diversos oponentes que aparecen en elNuevo Testamento, Marcin o los montaistas). Era inevitableque en la Iglesia establecida aparecieran diversas formas de reaccin y resistencia a la autoridad ejercida por mujeres. En otraspalabras: cuanto ms se adaptaba el cristianismo a las institucionessociales y religiosas de la poca, convirtindose de este modo enuna parte de la sociedad y de la cultura patriarcales del mundogrecorromano, mayor era la exigencia de relegar la autoridad delas mujeres a unos grupos marginales o de limitarla a unas funciones definidas por su condicin femenina. El orden de las dia-conisas o de las viudas, por ejemplo, ya no estaba al servicio de laIglesia en su totalidad, sino nicamente del grupo formado porlas mujeres. Ms an, las funciones de autoridad de las mujeresya no fueron ejercidas por todas ellas, sino slo por las vrgenes opor las viudas, que en virtud de su estado haban trascendido elejercicio de la sexualidad. Tanto en los grupos gnsticos como enlos catlicos, la masculinidad se convirti en norma para alcanzar la plena condicin cristiana.La trayectoria de la tradicin paulina, que subraya la sumisinde la mujer por razones teolgicas, refleja esta evolucin patriar-calista y reaccionaria de la comunidad cristiana. Se discute entrelos investigadores si fue personalmente Pablo el que inici esta

    La mujer en el primitivo movimiento cristiano 23reaccin patriarcalista ". Lo cierto es, sin embargo, que esta justificacin teolgica de la patriarcalizacin de la autoridad cristianarecurri a la autoridad de Pablo sin que se le opusiera ningnreparo. Incluso a pesar de que en 1 Cor 11,2-16 se concede alas mujeres el don de la profeca y el ejercicio de las funcioneslitrgicas, el mismo pasaje exige claramente que las mujeres seamolden a la distribucin de funciones y a las costumbres vigentesen la sociedad. Esta exigencia se justifica teolgicamente por referencia a la jerarqua revelada: Dios, Cristo, varn, mujer. Encuanto al orden, 1 Cor 14,33b-36 prohibe que las mujeres hablenen la asamblea, y las remite a sus esposos para recibir instruccinreligiosa. Las llamadas Haustafeln (instrucciones sobre la familia) de los escritos deuteropaulinos propugnan la ordenacin patriarcal de la familia. Estas normas de conducta gozaban de generalaceptacin en el judaismo y en el mundo helenstico, y prontoentraron a formar parte de la teologa cristiana 18 . De acuerdo conellas, la mujer expresa y practica su fe cristiana observando elorden sociopatriarcal. En 1 Tim 2,9-15 se combinan las dos tradiciones, la domstica y la del silencio en la Iglesia. Estepasaje no slo exige que las mujeres guarden silencio y se comporten modestamente, sino que prohibe explcitamente que enseen o ejerzan autoridad alguna sobre los varones. Esta demandase justifica por referencia a Gn 2 y 3, en que Eva no slo apareceen segundo lugar en el orden de la creacin, sino que tambinresulta ser la primera en el orden del pecado. Las Pastorales formulan esta teologa patriarcal a fin de proteger a sus comunidadescontra un grupo cristiano de oposicin que deba de tener muchoxito entre las mujeres (2 Tim 3,6), probablemente porque lasadmita a las funciones docentes y de gobierno.Para concluir, se cuenta que san Bernardo rezaba en ciertaocasin ante el altar de la Virgen. De repente, Mara abre su bocay comienza a hablar. Calla, calla exclama desesperadam ente

    " Winsom Munro, Patriarchy and Charism atic Comm unity in Paul, enPlaskow-Romero, Women and Religin (Missoula 21974) 189-98; W. O. Wal-ker,1 Cor 11:2-16 and Paul's Views regarding Woman: Jour. Bibl. Lit. 94(1975) 94-110.18 Cf. J. E. Crouch, The Origin and Intention of the Colossian Haustafel(Gotinga 1972).

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    24 E. Fiorenzasan Bernardo, no se permite a las mujeres hablar en la iglesia 19. Mujeres e historiadores por igual encuentran enigmticauna recentsima declaracin de Pablo VI a un grupo dedicado alestudio del tema de la Iglesia y las mujeres. La Iglesia nopuede ordenar a las mujeres porque Cristo las llama a ser 'disc-pulas y colaboradoras', no ministros ordenados, y la Iglesia nopuede alterar esta llamada de Cristo 20 . Est claro que el desarrollo de la autoridad de la mujer en la Iglesia no es propiamente unproblema femenino. Presupone no slo una de-patriarcalizacinde la Biblia, sino an con mayor urgencia la de las estructuras yel gobierno eclesiales.

    E. SCHSSLER FIORENZA[Traduccin: J. VALIENTE MALLA]

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    - Sc

    >nzoni y N. Hardesty, All We'reMeant to Be(Wako, Texas20 National Catholic Reprter (2 mayo 1975) 17.

    FUNDAMEN TOS ANTROPOLGICOS DE LARELACIN ENTRE EL HOMBRE Y LA M UJEREN LA TEOLOGA CLASICA

    Agustn (354-430) y Toms de Aquino (1224/5-1274) sonlos dos representantes principales de la teologa clsica de Occidente. Su antropologa se basa en el carcter propiamente religiosodel ser humano, creado por Dios y destinado a vivir en unincon l. Esta antropologa atiende, por tanto, en primer lugar, a larelacin entre el ser humano y Dios. Pero en segundo lugar, ysiempre en la misma lnea de la unin con Dios como finalidadde la creacin, atiende tambin a la relacin entre el hombre yla mujer.La antropologa de Agustn y de Toms de Aquino, al igualque toda la que profesa la teologa clsica, es absolutamente an -drocntrica. Entiendo por ello que la doctrina acerca de la relacin entre el hombre y la mujer est elaborada unilateralmentedesde el punto de vista del varn, no desde la perspectiva de lareciprocidad de los dos sexos. Esto quiere decir que la mujer(femina) es referida al varn (vir), considerado como el sexoejemplar. De ah que se llegue a una cierta identificacin entreel hombre de sexo masculino y el ser humano (homo).La teologa clsica describe la existencia del gnero humanoconforme a tres rdenes: creacin, pecado original y redencin.Este esquema aparece tanto en Agustn como en Toms de Aquino.

    REL CIN ENTRE HOM BR E Y MUJERSEGN EL ORDEN DE L CRE CIN

    Al presentar el orden de la creacin, Agustn se basa en diversos textos bblicos relativos al mismo, esencialmente los dosprimeros captulos del Gnesis. Pero su exgesis presupone una

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    26 K. E. Borresenantropologa filosfica de tipo neoplatnico, que distingue claramente en el compuesto humano entre el alma y el cuerpo. Estadistincin implica una dualidad entre dos elementos: uno espiritual y otro corporal. Agustn adopta adems la perspectiva jerrquica propia de la filosofa neoplatnica, en la que el almaes superior al cuerpo precisamente por el hecho de ser incorprea.De ah resulta que el alma es asexuada, por lo que, en consecuencia, las diferencias entre el varn y la mujer quedan limitadasal plano corporal 1 . La mujer, por consiguiente, es femina sloen cuanto al cuerpo; en cuanto al alma es homo, ser humano, y,en cuan to tal, igual al varn (vir).Para establecer una concordancia entre los dos relatos de lacreacin que ofrece el Gnesis 2 , Agustn diferencia tres etapasen el acto creador; slo las dos primeras son instantneas y simultneas: 1) la produccin de la materia, tanto la espiritual comola corprea, en que consiste la creacin propiamente dicha; 2) laformacin de los seres (informatio), que se realiza de dos modo s.Algunos seres quedan fijos ya en su forma definitiva desde elprimer momento, como los ngeles y las almas de Adn y Eva.Los restantes seres son formados tan slo en germen, como razones seminales (raones seminales) de todos los seres futuros;3) la formacin de los seres en el tiempo (conformado), que seactualiza en el curso de los siglos y que concierne a los cuerposde la primera pareja y a todos los seres que habrn de vivir en lahistoria del mundo.Gracias a esta teora de las razones seminales logra Agustnconciliar los dos relatos de la creacin; en el primer captulo delGnesis se hablara de la informatio, mientras que el segundo sereferira a la conformatio 3. En Gn 1,27, por tanto, se describirala creacin de las almas y de las razones seminales de los cuerposprevistos para nuestros primeros padres, mientras que en Gn 2,7.

    1 De Genesi ad litteram III, 22; VI, 7; X, 2 (CSEL 28, 1; pp. 89,178, 297).2 La diferencia de los dos relatos resultaba problemtica para los autoresde la teologa clsica. Hasta 1711 no fue propuesta la hiptesis de las dosfuentes por Henning Bernhard Witter.3 Gen. ad litt. IV,26-34 (p. 125s);De civitate DeiXI,7 (Corpus christ. 48,pginas 326s).

    El hombre y la mujer en la teologa clsica 2722 se expondra el modo en que esta creacin virtual qued realizada en el tiempo mediante la formacin efectiva de sus cuerp o s 4 . El carcter instantneo de la primera creacin y el sucesivode la segunda tienen para Agustn suma importancia en orden aprecisar la relacin constante entre el varn y la mujer, dado quela primera pareja constituye el prototipo de cada uno de los sexos.

    La imagen de Dios reside en el alma espiritual; en cuantoque est hecha a esta imagen, Eva es igual a Adn. En virtudde su creacin seminal es ser humano con el mismo derecho queAdn, homo; por la formacin ulterior de su cuerpo es femina 5.Su interpretacin de Gn 2,18-24 plantea a Agustn dos cuestiones: qu objeto tiene la creacin de la mujer? Qu significala formacin de su cuerpo a partir de una costilla de Adn? Notemos que en este texto atribuye mayor importancia a la palabraayuda que a la palabra semejante. La funcin auxiliar de Eva conrespecto a Adn se entiende como una ayuda con vistas a la procreacin, a la luz de Gn 1,28. Esta funcin de la mujer se comparaa la de la tierra que recibe la simiente; se trata, por tanto, deuna ayuda pasiva 6 . Agustn afirma que no puede encontrar otrarazn de existir para la mujer. Adn hubiera tenido en otro varnuna ayuda mejor para su trabajo; un varn le hubiera aliviadomejor en su soledad que una mu jer. Dos amigos ^b n capaces devivir juntos mejor que un varn y una mujer. De no haber existido este imperativo de la fecundidad, Dios hubiera podido crearde la costilla de Adn otro varn, igual que cre una mujer 7.El hecho de que Eva surgiera de una costilla de Adn contribuye a la unidad del gnero humano, pues gracias a este vnculomaterial entre Adn y Eva toda la humanidad procede de unsolo hombre y no de una pareja 8. Sin embargo, el origen de Evase interpreta tambin en el sentido de una revalorizacin de laintimidad que supone la unin de Adn y Eva 9 .No dejar de sernos til un examen de cmo se representa4 Gen. ad litt. VI.2-6 (pp. 171s).5 Gen. ad litt. III,22,IX,15 (pp. 89,288).4 Gen. ad litt. IX,2,3 (pp. 271s); Civ. Dei XII,24 (p. 381).7 Gen. ad litt. IX,5,7 (pp. 273,275).8Civ. DeiXII.22 (p. 380).9 Civ. Dei XII,28,1 (p. 384).

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    28 K. E. BrresenAgustn este matrimonio ideal en el estado de inocencia, es decir,conforme a las intenciones del Creador. A lo largo de su vidapropuso tres hiptesis. La primera se funda en una exgesis alegrica de Gn 1,28; 2,18; se estima que la fecundidad ha sidobendecida por Dios como algo totalmente espiritual, independiente de la multiplicacin de los seres humanos 10. La segundahiptesis tiene en cuenta la procreacin, pero sin unin sexual,de modo espir i tual , por tanto u . En su interpretacin definitivaafirma Agustn contra los maniqueos que la fecundidad carnalpertenece al orden de la creacin, mientras que contra los pela-gianos declara que la concupiscencia es fruto de la cada de losprimeros padres. En el paraso terrenal, por consiguiente, hubierahabido procreacin por va de unin sexual, pero en plena sumisin a la voluntad racional n.Al exponer la parte que corresponde a Mara en la encarnacin de Cristo, formula Agustn su teora fisiolgica de la generacin humana. Ni siquiera apela a las autoridades de la cienciamdica, considerando su propia presentacin de las funcionesrespectivas del padre y de la madre como evidente a priori. E nla procreacin, Dios opera con el concurso de los padres; lasrazones seminales se desarrollan en el tiempo por mediacin de lavirtud generativa de la semilla paterna. Esta semilla se componede dos elementos: uno invisible, que es la razn seminal, y otrovisible, que es la materia de la semilla. En esta semilla viril existen ya todos los miembros del futuro nio en forma latente, noen su materialidad, sino virtualmente en su razn causal. La madreaporta la sustancia del cuerpo al asegurar al embrin un lugarpara el crecimiento y proporcionarle alimento 13. El cometido dela mujer, por tanto, se subordina al del varn; la madre se com-

    10 De Genesi contra Manichaeos 1,19,30,11,11,15 (PL 34, col. 187,204);De catechizandis rudibus XVIII,29 (PL 40, col. 332); cf. Ketractationes I,10,2,13,8 (CSEL 3 6, p. 48,63).11 De bono coniugali11,2 (CSEL 41 , p. 188).12 Gen. ad litt. IX,3,7-11 (pp. 271,275s); De nuptiis et concupiscentiaI ,5,6,11,22,32,37,54 (CSEL 42, pp. 216,291,311); Civ. Dei XIV,10,21-24,26(pginas 430,443s).13 Gen. ad litt. X,20,21 (pp.323,325); Civ. Dei XXII,14 (p. 833). El descubrimiento del vulo femenino fue publicado en 1827 por Karl Ernst vonBaer (De ovo mammalium et hominis genesi...).

    El hombre y la mujer en la teologa clsica 29porta de manera receptiva y pasiva con respecto a la funcinactiva del padre.Esta teora se adapta armoniosamente a la doctrina agustinianade que la finalidad de la existencia de la mujer en el orden dela creacin consiste en ser auxiliar del hombre en la generacin.Toms recoge en sus grandes lneas la esencia de la tradicinagustiniana, pero funda su sistema en otra antropologa filosfica: la de Aristteles. La relacin entre los dos compuestos delelemento humano se interpreta en sentido hilemrfico; es decir,el alma intelectual se considera como forma sustancial del cuerpo M. Segn Toms de Aquino, la creacin de Adn o de Eva serealiza en dos etapas, distintas una de otra: creacin del alma ycreacin del cuerpo a partir de una materia preexistente 15 . Dadoque el alma es la forma sustancial del cuerpo, ambos actos sonnecesariamente simultneos. Debido a su antropologa aristotlica, Toms no aceptar la distincin agustiniana entre informatioy conformaio16 .En cuanto a la finalidad de la creacin de Eva, Toms aceptala interpretacin que da Agustn en relacin con Gn 2,18-24. Laexistencia de la mujer se precisa nicamente con vistas a la generacin. Para cualquier otra funcin, el hombre hubiera tenidoen otro varn una mejor ayuda que en la mujer n.Toms se remite igualmente a la teora de Aristteles sobrela mujer como varn incidentalmente defectuoso (mas occasio-natus). La semilla del padre estara ordenada a la produccin deun nio en todo semejante a aqul en cuanto a su perfeccin, degnero masculino por consiguiente. El hecho de que sea engendrada una nia es consecuencia de una debilidad de la virtudactiva de la semilla, de alguna disposicin malsana de la materiao tambin de factores negativos externos, como los vientos delmedioda, que son hmedos 18. Para Toms, por consiguiente, elnacimiento de un ser humano de gnero femenino es cosa extraa

    " S. Th. 1,76,1,2,3.15 S. Th. 1,90,1-3,91,2,4." S. Th. 1,90,4,91,4 ad 3 ad 5.17 S. Th. 1,92,1." Aristteles, De generatione animalium 137 a, 66b,7 67 afc,Hit; De historia animalium574a; Metaphysica1058b.

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    30 K. E. Borresena la intencin de la naturaleza individual del padre. Con todo,las mujeres son indispensables para la reproduccin de la razahumana. La creacin de Eva, en virtud de este principio, responde a la intencin de la naturaleza universal. De ah que enel paraso terrenal nacieran tambin nias19.Tambin se utiliza la fisiologa de Aristteles para ilustrarla funcin del padre y de la madre en la procreacin. El contextoes , como en el caso de Agustn, la aportacin de Mara en la encarnacin de Cristo. A causa de su menor perfeccin y carenciade calor vital suficiente, el organismo femenino no es capaz deconvertir el alimento en semilla, y nicamente llega a producirla sangre menstrual. Slo el organismo masculino tiene la facultadde producir la semilla, y es el principio activo en la formacindel embrin20 . La potencia generadora de la mujer consiste, porconsiguiente, en preparar la sangre, en hacerla apta para ser formada por la semilla viril, as como en proporcionar el lugar y lamateria para el crecimiento del feto 21 . Al igual que veamos enAgustn, la fisiologa que se presupone est en armona con ladoctrina de la funcin de apoyo, subordinada, que se atribuye ala mujer en la generacin.La antropologa adoptada por Toms implica que el alma essexuada al menos per accidens, por ser forma sustancial de uncuerpo masculino o femenino. Sin embargo, se recogen las frmulas de Agustn a propsito del ser humano, creado a imagende Dios, segn Gn 1,27. La imagen reside en el alma espiritual,y responde al fin ltimo del individuo, que es conocer a Dios22.Cuando Toms se plantea la cuestin de qu es imagen de Dios enla mujer, lo hace para resolver una dificultad exegtica: la conciliacin de 1 Cor 11,7 con Gn 1,27. Su respuesta es que la diferencia de sexos slo existe a nivel corporal, que est ordenado ala finalidad de la especie 2 i. Cabe preguntarse si Toms acierta asacar todas las consecuencias que implica su antropologa aristotlica. Pero importa mucho advertir que Toms se diferencia

    15 S. Th. 1,92,1,99,2.20 Gen. anim. 721a-130b, 739a,b.21 S. Th. 111,31,5,6,32,4,33,4.22 S. Th. 1,93,1-4,6.23 S. Th. 1,93,4 ad 1-3, 6 ad 2.

    El hombre y la mujer en la teologa clsica 31netamente de Agustn cuando acepta la hiptesis del matrimonioideal en el paraso, y ello en virtud precisamente de que su antropologa no es dualista. La sensibilidad fsica forma parte del ordende la creacin, y debi de ser an ms fina en el estado de inocencia, a causa de la perfecta armona q ue debi de reinar e ntre el cuerpo y el alma. Sin dejar de estar dominado por la razn, el deleitenatural, en consecuencia, debi de ser ms intenso que el placer queva unido ahora al acto sexual24 . Esta teora demuestra que Toms puede citar a Agustn de manera reverencial, recogiendo sustextos, pero expresando una doctrina distinta.

    C O N S E C U E N C I A D E L A C A D A O R I G I N A LLos papeles respectivos de nuestros primeros padres en eldrama de la cada, tal como lo describe Gn 3, se conforman alesquema del orden de la creacin. Adn es el actor principal,

    mientras que Eva se comporta como auxiliar e instrumento. Eldiablo se dirige a Adn por medio de Eva, pero el verdaderoresponsable de la cada es Adn, representante por las mismasrazones de todo el gnero humano 25 . Para Agustn, se trataba dedemostrar que el pecado de los orgenes, al ser transmitido porAdn a toda la humanidad, segn Rom 5,12, se convierte en unpecado colectivo, el pecado original propiamente dicho 26 . Estecometido exclusivo de Adn se respalda mediante una argumentacin de orden fisiolgico. De acuerdo con la funcin pasiva dela madre en la generacin, el pecado se transmite del padre alhijo nicamente a travs de la semilla viril, es decir, en virtuddel vnculo seminal27 .La concupiscencia es a la vez un efecto del pecado de losorgenes y el vehculo del pecado original28 . Las consecuencias

    24 S. Th. 1,98,1,2.25 Gen. ad litt.XI.27,34,42 (pp. 359,368,376);Civ. DeiXIV,11,2 (p. 433).26 Gen. ad litt. VI,9 (p. 181); Nupt. et concup. 11,5,15 (p. 266).27 Civ. Dei XIII.3 (p. 386); Opus imperfectum contra Julianum 11,56,177,179;III,85,88,90 (PL 45, col. 1165,1218s,1283s).2 Civ. Dei XIII,13; XIV,17,19 (pp. 395,439,441); Nupt. et concup. 1,19,21,23,25-26,29,32,37; 11,8,20,13,26 (pp. 233,237s,248,272,278).

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    32 K. E. Borresende la cada, es decir, la responsabilidad del pecado de los orgenes, implican a su vez mortalidad y concupiscencia, y estn, portanto, ntimamente ligadas a la actividad sexual. Esta visin delas cosas determina toda la doctrina de Agustn sobre las relaciones entre el varn y la mujer. A la condicin subordinada dela mujer segn el orden de la creacin se aade el carcter netamente negativo de la unin sexual. La mujer queda afectada especialmente en su funcin de ayuda para la generacin, que es lafinalidad misma de su existencia, segn Agustn.Toms interpreta Gn 3 conforme a la tradicin agustinianaen el sentido de que atribuye a Eva un cometido pasivo e instrumental 29 . Por ello mismo es Adn el nico que transmite el pecado original a todos sus descendientes. Al igual que Agustn,recurre a la fisiologa, pero en su caso es la aristotlica 30 . Sinembargo, cuando se trata del dao de la concupiscencia, Tomsse separa claramente de Agustn. Siguiendo en este punto a Anselmo, ve en la prdida de la justicia original el efecto propio dela cada de la primera pareja. La concupiscencia no es ms queun efecto negativo y un sntoma de esta privacin 31 . Medianteesta distincin del elemento formal del pecado original (la privacin de la justicia) y el elemento material (el desorden de la concupiscencia), Toms evita la identificacin entre pecado originaly concupiscencia, propia de la tradicin agustiniana. Al distinguirentre la generacin, en que la semilla paterna acta como causainstrumental de la transmisin del pecado original, y la concupiscencia que normalmente acompaa a la unin sexual, pero queno es un factor causal, Toms se aparta de esa tradicin32 . Deah resulta que Toms no comparte el miedo casi obsesivo queaparece en Agustn ante la sexualidad, y especialmente por lo querespecta a su carcter irracional.Puesto que consideran la subordinacin de la mujer comocosa conforme al orden de la creacin, ambos autores muestranciertas vacilaciones en sus respectivas exgesis de Gn 3,16. Agustn subraya que el dominio del varn slo es castigo del pecado

    29 S. Th.11-11,163,4,165,2.30S. Th. 1-11,81,4,5.31S. Th. 1-11,82,3,85,1.32S. Th. 1-11,82,4,87,7.

    El hombre y la mujer en la teologa clsica 33cuando degenera en servidumbre de la mujer. Toms se une aesta opinin, y afirma que el dominio slo pasa a ser una penacuando la mujer es obligada contra su propia voluntad 33 .

    REL CIN ENTRE V R N Y MUJERSEGN EL ORD EN DE L S LV CIN

    Cristo ha realizado la obra de la redencin. Esto significauna restauracin del orden primitivo, en que el hombre habasido creado a imagen de Dios. Destinados ambos a la unin conel Creador, el varn y la mujer son iguales en este orden.Para Agustn, la mujer es homo precisamente por poseer unalma racional en que ha sido impresa la imagen de Dios. En tantoque asexuada, este alma es idntica en los dos sexos M . En consecuencia, la igualdad del varn y la mujer segn el orden de lasalvacin se funda en su igualdad a nivel del alma espiritual.La redencin lleva consigo adems una nueva creacin, quese consumar en la resurreccin de la carne. Es significativo elhecho de que Agustn haga de la resurreccin de la mujer unproblema a propsito de la exgesis de Ef 4,13. Pero lo resuelvenegndose a ver necesariamente en el hombre perfecto (vir perfectas) un ser de sexo masculino. Las mujeres, por consiguiente,resucitarn con su sexo, que forma parte de la creacin y serrenovado en su totalidad 35 .Debido a la antropologa que adopta, Toms no puede fundarla igualdad en el orden de la salvacin sobre una paridad delvarn y la mujer a nivel de las facultades del alma racional. Sinembargo, ya hemos visto que su posicin no le lleva a diferenciarla calidad de la imagen divina en ambos sexos. Estima ms bienque la relacin jerrquica entre el varn y la mujer, que, en elorden de la creacin se ordena a la finalidad universal de la especie humana, es trascendida por la finalidad de la mujer en33 Gen. ad litt.XI,37 (p. 372);Civ.DeiXV/7 (p. 462);Op.imp. Jul. VI,26 (col. 1566);S. Th.11-11,164,2 ad 1.34 Gen.ad litt.111,22 (p. 88);D eTrinitateXII,7,9,10 (PL 42, col. 1003s).35C iv. DeiXXII,17,18 (pp. 835s).3

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    34 K. E. Borresentanto que individuo, creada tambin ella para el conocimiento deDios. Tambin se plantea Toms el problema de la resurreccinde las mujeres con su propio sexo, y se remite al texto agustiniano,apoyado en una argumentacin parecida, afirmando que la nuevacreacin ser necesariamente una restauracin total del ordenpr imi t ivo36 .

    Toms nos proporciona en el tratado sobre el sacramento delorden un ejemplo clave del conflicto entre ambos temas, el dela subordinacin en el orden de la creacin y el de la igualdaden el de la salvacin. El sexo femenino constituye un impedimentodirimente, como lo seran la falta del uso de la razn o un defectocorporal grave. Su subordinacin al varn hace que la mujer nopueda ni significar la realidad del sacramento, la excelencia delsacerdocio, ni recibir su efecto, la potestad espiritual 37 . Es importante advertir que el fondo de esta argumentacin es de carcter cristolgico. Del mismo modo que la naturaleza humana desexo masculino es un instrumento unido (instrumentum coniunc-tum) a la naturaleza divina en la unidad de la persona del Ve rbo,el sacerdote es el instrumento separado (instrumentum extrin-secum) de Cristo en la administracin de los sacramentos de laIglesia. Conviene que ambos instrumentos sean del mismo sexo 38 .Sin embargo, en caso de necesidad, a falta de un laico varn, puede bautizar una mujer. Habida cuenta de su importancia extremapara la salvacin, este sacramento podra ser administrado inclusopor un no bautizado, con tal de que actuase conforme al rito ysegn la intencin de la Iglesia 39 .

    Como don gratuito de Dios, el carisma no exige ninguna disposicin o aptitud especial por parte de quien lo recibe; de ahque la mujer pueda recibir la gracia de la profeca. Pero debido asu condicin subordinada, no puede ejercer este don de la palabrasino en el mbito de la enseanza privada". Aparte queda elcaso de la abadesa, que recibe una potestad de jurisdiccin en su36 S. Th., Suppl. 81,3.37 S. Th., Suppl. 39,1,3; cf. II-II,70,3c.38 S. Th. 111,62,5,64,1,3-5.39 S. Th. 111,67,3-5.40 S. Th. 11-11,172,3,177,2.

    El hombre y la mujer en la teologa clsica 35monasterio. Toms subraya que se trata de una potestad espiritualdelegada, precisamente a causa de los peligros que entraa la cohabitacin con un superior varn 41 .

    EL ELEMENT O M SCULINO Y EL ELEMENTO FEMENINOEN L OBR DE L REDENCIN

    La teologa clsica aplica a la obra de la redencin aquelladistribucin de funciones entre el varn y la mujer conforme alorden de la creacin, distribucin que se repeta en la cada original. Tambin el orden de la redencin se realiza conforme a unesquema androcntrico, en que el elemento masculino tiene carcter primordial, mientras que el femenino adopta un cometidoauxiliar e instrumental. El nuevo Adn es Cristo, y la nueva Eva,Mara o la Iglesia.Agustn interpreta la encarnacin de Cristo en el sentido deuna liberacin de los do s sexos; de ah que Cristo se encarnaracomo varn y naciera de una mujer 42. Mara representa, por tanto,a las mujeres en la economa de la salvacin. Gn 2,21 se interpreta a la luz de Jn 19,34: Eva fue formada de la costilla deAdn, y del costado de Cristo nace la Iglesia 43 . Agustn recogeas el tema de Pablo en Ef 5,31-33, donde Gn 2,24 se utilizapara simbolizar la relacin entre Cristo y la Iglesia44 . En su condicin de virgen y madre a la vez, Mara pasa a ser el tipo dela fecundidad virginal de la Iglesia, esposa de Cristo. Este simbolismo se apoya en el texto paulino de 2 Cor 11,2. Esta Iglesiavirgen abarca a todos los fieles, sean o no vrgenes 45 .Toms recoge los dos paralelismos, Eva-Mara y Eva-Iglesia,pero los textos no son numerosos *. No aparece en l ninguna

    41 S. Th., Suppl. 39,1 ad 2.42 De fide et symbolo IV,9; Be agone christiano22,24 (CSEL 41, pp. 12,124); De diversis quaeslionibus83,11 (PL 40, col. 14).43 Civ. Dei XXII.17 (p. 835).44 Contra Faustum XII.8 (CSEL 25,1, p. 336); Sermo 91,6,7 (PL 38,col. 570).45 De sancta virginitate2,3,5; De bono viduitatis 10,13 (CSEL 41, pginas 236s,239,318).44 S. Th. 1,92,2,3.

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    36 K. E. Borresencomparacin entre Mara y la Iglesia. Considera a sta comocuerpo mstico que comprende a todos los fieles unidos a Cristopor la gracia y cuya cabeza es Cristo 47 . En cuanto a la encarnacin de Cristo en el sexo masculino, Toms ve en ello un motivode conveniencia, pues Cristo deba asumir el sexo perfecto. Ladoctrina tradicional de Cristo como nuevo Adn evoca la funcindel elemento femenino en la obra de la redencin; en efecto, laencarnacin se realiz con la ayuda instrumental de Mara 4S .Para explicitar mejor el realismo de este misterio, Agustn yToms afirman que la funcin de Mara es la que corresponde ala madre en la generacin natural. El elemento sobrenatural esla accin del Espritu Santo, que cumple la funcin que normalmente corresponde al padre como agente principal y activo. Yahemos visto que Agustn no se basa explcitamente en una teorafisiolgica determinada, mientras que Toms apela explcitamentea la fisiologa de Aristteles en su exposicin. La contribucin deMara, por consiguiente, queda dentro de los lmites de la finalidad atribuida a la mujer en el orden de la creacin; se trata deuna ayuda subordinada.

    SUBORDINACIN E IGUALDAD DE LA MUJERLos dos temas, el de la subordinacin y el de la igualdad,expresan, pues, la relacin existente entre el varn y la mujertanto en el orden de la creacin como en el de la salvacin. Determinan los estados de vida de la mujer, definidos tambin con

    sentido androcntrico. La mujer es virgen, viuda o casada; esdecir, se cualifica por su relacin con el varn. La teologa clsicaotorga un valor prioritario a la virginidad, a continuacin de lacual viene el estado de viuda y, al final, el matrimonio. Esto valepara los dos sexos, pues se entiende que la continencia est mejororientada conforme a la finalidad individual, que es la relacinentre el ser humano y Dios. A causa de su funcin de auxiliarpara la generacin, la mujer encuentra en el matrimonio una ac-47 S. Th. 111,8,1,3,49,5,62,3.48 S. Th. 111,31,4.

    El hombre y la mujer en la teologa clsica 37tualizacin ms clara de su subordinacin al varn. En virtud dela virginidad o la viudedad se libra de tal condicin hasta ciertopunto. La mujer realiza su igualdad con el hombre, en la medidaen que ello es posible dentro de una sociedad patriarcal, medianteuna vida ms conforme con su cualidad de ser humano creado aimagen de Dios.La doctrina sobre el matrimonio est evidentemente influidaen Agustn por su teora de la concupiscencia como pena por elpecado de los orgenes. Funcin propia del matrimonio es neutralizar este mal mediante el bien de la fecundidad (bene utimalo) 49. Cuando la actividad sexual se contenta con la propiapareja, quedando as dentro de los lmites de la fidelidad recproca, no es pecado. Cuando no se busca directamente la fecundidad, pero sin impedirla directamente, el ejercicio de la sexualidad es un pecado venial, ya que slo este bien posee un efectototalmente neutralizador del mal de la concupiscencia 50 . A propsito del matrimonio ideal y ejemplar de Mara y Jos, Agustnsubraya que el amor conyugal slo se expresa en l a travs dela continencia51 . El carcter negativo que Agustn atribuye a lasexualidad hace que esta apreciacin resulte perfectamente lgica.Toms considera el matrimonio como una institucin natural inserta en el orden de la creacin y orientada a la conservacin de laespecie. Despus de la cada original pas a convertirse tambinen un remedio para el mal de la concupiscencia, que neutralizadentro de los lmites de la fidelidad conyugal. Toms recoge, portanto, en sus grandes lneas la doctrina agustiniana, pero con unadiferencia significativa, ya que no slo la intencin de la fecundidad, sino tambin el uso del matrimonio como remedio haceque la actividad sexual quede exenta de culpa 52 .

    Toms enfoca esta actividad en la perspectiva de la fisiologade Aristteles. La teleologa de la semilla viril se convierte, por45 De bon. con. 3,3,19; De coniugiis adulterinis 11,12 (CSEL 41, pp. 190,216,395); De peccato originali34,39 (CSEL 42, p. 197); Nupt. et concup. I,4,5,7,8,12,16,18 (pp. 215,219,226,230).50 De bon. con. 6,6,10,11; De bon. vid. 4 (pp. 194,202,308); Nupt. etconcup.1,14,16,24,27 (pp. 229,239).51 De bon. con. 3,3 (p. 190).52 S. Th., Suppl. 41,3,42,2,49,5.

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    38 K. E. B0rresenas decirlo, en un criterio androcntrico de moralidad sexual. Lasemilla del padre tiende a producir un nio, preferentemente desexo masculino, como veamos a propsito de la teora de la mujercomo mas occasionatus. Cuando no se respeta esta finalidad propiamente biolgica, y con mayor motivo cuando es impedida, secomete un pecado grave, precisamente por ir en contra de la leynatural que rige el orden de la creacin 53 . A pesar de su perspectiva tan diferente del pensamiento de Agustn, tan obsesionado por el mal de la concupiscencia, la doctrina de Toms desemboca en una prioridad semejante de la fecundidad a la horade valorar lo sexual.Como institucin natural, el matrimonio implica un repartode funciones conforme a un orden jerrquico, habida cuenta de lacondicin subordinada de la mujer. Como sacramento, estableceuna cierta igualdad entre los dos esposos, ya que las obligacionesderivadas del vnculo indisoluble son idnticas para los dos sexos u.Agustn y Toms, por consiguiente, presentan el matrimonio comoel mbito propio en que convergen los dos temas: subordinacine igualdad de la mujer.

    LA TEOLOGA ANDROCENTRICALa relacin entre el varn y la mujer se expresa en la teologaclsica, representada aqu por Agustn y Toms de Aquino, mediante una doctrina del todo coherente. Los matices debidos aunos presupuestos antropolgicos distintos en nuestros dos autores no afectan en nada al carcter netamente androcntrico de ladoctrina.Su reflexin teolgica se basa en unos textos bblicos, especialmente, por lo que se refiere a esta materia, en Gn 1-3 y, encuanto a Pablo, en Rom 5,12; 1 Cor 7,1-16; 11,3-15; 2 Cor 11,2;Gal 3,28; Ef 5,22-33; etc. Puede decirse que slo en Gn 1,27;

    53 Summa contra gentiles 111,122; S. Tb. II-II,154,llc,12 ad 4; Suppl.58,1 ad 3; De malo15,1,2.54 ConfessionesIX,9,19 (ed. Skutella, p. 196); De con. ad.1,8,8-12,13(pginas 355s); Sermo 51,11,18 (col. 343); S. c. geni. 111,122,123; S. Th. II-II ,57,4; Suppl. 41,1,53,4,64,5.

    El hombr e y la mujer en la teologa clsica 392,24 y Gal 3,28 aparece el tema de la igualdad de los dos sexos;los dems textos son androcntricos. Es muy significativo el hechode que se utilice la relacin entre el varn y la mujer como unaanaloga de la relacin entre Cristo y la Iglesia, siguiendo a Efe-sios 5,22-33 5S.Por otra parte, el ambiente sociocultural de los autores establece el contexto para la interpretacin escriturstica de la teologaclsica. Es evidente la conformidad entre el dato escriturstico ylos presupuestos filosficos y sociolgicos, ya que en ambos casosla sociedad presenta un carcter androcntrico. Las dificultadesque hoy plantea la doctrina clsica sobre las relaciones entre elvarn y la mujer proceden, por consiguiente, de nuestro contextosociocultural, que ha dejado de ser androcntrico. La conformidadtradicional entre el dato escriturstico y los criterios para la interpretacin de los textos bblicos ha quedado suprimida. Esteproblema afecta, por lo dems, a todo el resto de la teologa, deforma que nuestro tema es slo uno de sus aspectos. Pero, portratarse de una relacin humana fundamental, nuestro tema presenta un carcter de urgencia ms acentuado que en otros casos.El acontecimiento capital de la redencin, la venida de Cristo,se realiz en una sociedad juda patriarcal. La revelacin implicaque Dios se da a conocer dentro de los mismos lmites de nuestraexperiencia humana. Esta experiencia se ha vivido en unas sociedades de estructura androcentrica; de ah que nosotros nosencontremos ante una tarea tan difcil como indispensable, si esque aspiramos a entender la revelacin dentro de los lmites denuestra experiencia humana actual.Esto nos exige conocer los elementos antropolgicos de lateologa clsica. Esta doctrina es demasiado androcentrica paraque pueda estar adaptada a nuestro contexto sociocultural occidental. Es preciso pensar y formular de nuevo el contenido de larevelacin para que resulte inteligible en nuestro tiempo.Para terminar subrayar ciertos temas, presentes ya en lateologa contempornea, que suponen una orientacin en el sentido deseado. La encarnacin de Cristo en el sexo masculino yano se interpreta en el sentido de un valor ejemplar. Decir que

    Cf., por ejemplo, Is 54.

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    40 K. E. BorresenCristo se hizo hombre significa que se hizo ser humano. A diferencia de lo que antes ocurra, la Iglesia no se interpreta ya tantocomo el elemento femenino en la obra de la redencin, figuradapor Eva o por Mara, sino que se define ms bien como la comunidad de todos los fieles, como pueblo de Dios. En vez derevalorizar a la mujer, la mariologa tradicional no haca otracosa que transportar el tema de su subordinacin al plano de laobra redentora, cosa inconcebible sin un a prori androcntrico.Una idea maestra de la teologa clsica es que la armonaimplica necesariamente jerarqua. La supervivencia de esta concepcin se manifiesta en el debate clave sobre la relacin entrevarones y mujeres en la Iglesia; es decir, en el problema de laposible ordenacin de mujeres para el ministerio. El fundamentocristolgico de la doctrina tradicional en este terreno, es decir, laexigencia de conformidad en cuanto al sexo entre el Cristo encarnado y su instrumento dispensador de la gracia, est tericamen t e en quiebra. Slo queda ya el argumento ligado a la subordinacin de la mujer, la tesis de la jerarqua natural entre los dossexos. Cuando se deje de definir la relacin entre el varn y lamujer sobre la base de un criterio androcntrico, tambin estacuestin perder su carcter problemtico. Y cuando resulte normal la colaboracin de los dos sexos en la complementaredadrecproca, lo mismo en la Iglesia que en la vida profana, eseproblema habr empezado a carecer de sentido.

    K. E. BORRESEN[Traduccin: J. VALIENTE MALLA]

    LA MUJER Y EL MINISTERIO, EN UNAPERSPECTIVA HISTRICA Y SOCIOLGICA

    El hecho de que las mujeres hayan sido excluidas del ministerio cristiano puede estudiarse a dos niveles. Primero, se puedetrazar la evolucin histrica y social que fue suprimiendo gradualmente la participacin inicial de la mujer en las funcionesdirectivas de la Iglesia, a las que tena acceso en la primera generacin cristiana. En esta lnea podran sealarse los factores quehan llevado a una revisin de esa historia en nuestra poca. Segundo, se pueden analizar las lucubraciones a que ha sido sometida la simbologla cristiana para negar la posibilidad de que lasmujeres representen el principio de autoridad, pasando luegoa una crtica del componente ideolgico que presenta esta simbologa. En este artculo intentaremos hacer algo en ambas direcciones.

    REFLEXIONES SOBRE EL NUEVO TESTAMENTOSi leemos los evangelios en contraste con las prcticas deljudaismo, descubriremos una tendencia fuertemente iconoclastaen la predicacin de Jess con respecto a la subordinacin tradicional de las mujeres. Jess contaba con mujeres entre sus seguidores; entre ellas podemos sealar a Mara Magdalena, Juana ySusana. Aparecen acompaando a Jess y a los Doce en sus viajesde misin (Le 8,1-3), y son ellas las que permanecen fieles a Jesscuando los discpulos, especialmente Pedro, se desalientan y letraicionan. Esta es posiblemente la razn de que fueran consideradas como primeros testigos de la resurreccin. Tambin estnpresentes en la sala alta de Pentecosts.Se ha insistido mucho en la ausencia de mujeres con ocasinde la Ultima Cena, viendo en ello una prueba de que Jess no

    42 R. Ruether La mujer y el ministerio 43

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    quiso que hubiera mujeres entre los elegidos para fundar el ministerio. Se trata de una dudosa argumentacin basada en el silencio. Y, lo que es ms importante, en dicha argumentacin seproyecta sobre el pasado una idea mucho ms tarda que consideraobispos a los Doce. Se trata, sin embargo, de un anacronismoen el ambiente del Nuevo Testamento, pues en aquella poca noexistan conceptos tales como el de episcopado o el de ordenacin. Es probable que en el ambiente del Nuevo Testamento losDoce representaran un smbolo de la comunidad formada por lasdoce tribus de Israel, lo que exigira, conforme a la tradicinjuda, que fueran no slo varones, sino tambin judos. Teolgicamente, sin embargo, la fundacin de la Iglesia arranca de laresurreccin y de Pentecosts. En estos acontecimientos no sloestuvieron presentes las mujeres, sino que, por lo que se refiereal testimonio pascual, desempearon un cometido fundacional.El hecho de que este importante cometido se pase completamentepor alto en los argumentos aducidos para excluir a las mujeresmuestra su tendenciosidad a propsito de las intenciones deJess.En los estratos primitivos del Nuevo Testamento abundanlos indicios de que la ruptura escatolgica de la fe pascual se entendi como una derrota del reino del pecado en el mundo, y queen ella se inclua la superacin de aquel patriarcalismo que formaba parte de la maldicin de Eva. En la comunidad de la nuevacreacin las mujeres son reconocidas como personas de igual valorque los varones. En ello se inclua la posibilidad de que las mujeres ejercieran sus carismas en el gobierno de la Iglesia. El paralelismo de los exempla masculinos y femeninos de las parbolasindica el propsito de incluir a las mujeres junto con los hombresen la congregacin catequtica de la Iglesia (Le 13,18-21), cosaque no ocurra en la sinagoga 1. La historia de Mara y Marta, enque Jess recomienda que Mara sea incluida en el crculo de losdiscpulos del maestro, apunta en la misma direccin. Marta, querepresenta a la mujer juda tradicional, recluida en la cocina,deja de ser ejemplo normativo para las mujeres.

    1 Cf. C. Parvey, The Theology an d Leadership of W ornen in the NewTestament, en R. Ruether (ed.), Religin and Sexism: Images of Womenin the Jewish and Christian Tradition (Nueva York 1974) 139ss.

    Es precisamente Pablo (tantas veces presentado como contrario a las mujeres) quien nos ofrece las mejores pruebas deque esta manera de entender la redencin tuvo como resultadola inclusin de las mujeres en los equipos del ministerio y la evan-gelizacin. Pablo menciona una mujer, a la que llama mi compaera de yugo, que, junto con otras dos mujeres, Evodia ySntique, trabaj codo a codo con el mismo Pablo y Bernab enla propagacin del evangelio (Flp 4,1-3). Tambin nombra a otrasmujeres entre las personas a las que manda recuerdos en suscartas; entre estas mujeres, dirigentes de comunidades locales,destaca Prisca (Priscila), que junto con su esposo, Aquila, trabajaintensamente en la evangelizacin. En Rom 16,1 recomienda aFebe, dicono de la Iglesia de Cncreas, a la Iglesia de Roma(o Efeso?). Incluso su famosa declaracin de 1 Cor 11,4-8, quetantas veces se ha aducido como prueba de la actitud negativade Pablo con respecto a las mujeres, lo que en realidad manifiesta es que Pablo da por supuesto que las mujeres oran y profetizan en el culto de la Iglesia. Lo que el pasaje contiene es unaracionalizacin teolgica de los puntos de vista socialmente conservadores del Apstol acerca de la indumentaria adecuada cuando las mujeres desarrollan estas funciones. El pasaje de 1 Cor 14,34-35, citado tradicionalmente como expresin definitiva de lospuntos de vista de Pablo acerca del ministerio de las mujeres,est claramente en contradiccin con la prctica del mismo Pablo.Entre los exegetas crticos que estudian este problema se admitegeneralmente que se trata de una interpolacin correspondiente ala poca de las pastorales, cuya finalidad es armonizar el pensamiento de Pablo con la prctica, ms conservadora, de la Iglesiaposte r ior2 .

    En Pablo, la verdadera paradoja no est en el hecho de queexcluya a las mujeres del ministerio, sino en la contradiccinexistente entre su radicalismo teolgico, por el que llegaba aadmitir una nueva funcin de las mujeres en la comunidad cristiana, y en el considerarlas inferiores en el orden de la creacin,idea que mantuvo siempre que expona su punto de vista sobre2 Cf. R. Scroggs,Paul andEschatological Women: Jour. Am. Acad. Re.

    40 (1972) 283-303.

    44 R. Ruether La mujer y el ministerio 45

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    la sociedad y la familia. Desde su perspectiva teolgica, Pabloenunci el principio de que en Cristo ya no hay ni varn nimujer. Pero le costaba trabajo llevar esta ruptura revolucionariaen el plano espiritual, manifestada en las funciones religiosasdesempeadas por las mujeres en la misin cristiana, al planosocial, con la consiguiente revolucin en cuanto al cometido dela mujer en la familia y en la sociedad. En este punto mantieneel concepto tradicional de la subordinacin de las mujeres en elorden de la creacin (1 Cor 11,3 y, si es autntico, Ef 5,22-23).Esto mismo ocurre con las ideas de Pablo a propsito de los esclavos, a los que considera libres e iguales en la comunidad cristiana, pero sin dejar de inculcarles el deber de servir y obedecera sus amos en la vida cotidiana 3.Hay indicios de que Pablo crea que esta segunda revolucin, la que eliminara la esclavitud de la sociedad, habra de*- producirse muy pronto con el inminente retorno del Seor. Entonces sera abolida la sumisin de los subditos a sus amos enel Estado (Rom 13,11). Pero, por el momento, la ruptura religiosa queda claramente diferenciada de la ruptura en el planode la justicia social. Conforme se iba amortiguando esta fe dePablo en la culminacin inminente de la salvacin, tambin decay la misma idea de que la salvacin lleva consigo la superacin de las servidumbres a que estn sometidos los esclavos ylas mujeres. Se fue restringiendo el acceso de las mujeres al ministerio, que al principio les haba sido otorgado. Se reafirm enla congregacin el patriarcalismo tradicional, ignorando el radicalismo religioso de Pablo y llevando su conservadurismo socialde este plano al de la Iglesia y su ministerio.En los estratos ms recientes del Nuevo Testamento, representados por las epstolas pastorales, podemos observar un girohacia una concepcin ms institucional del ministerio, que seaparta del concepto carismtico de Pablo, y al mismo tiempoun retroceso hacia una nocin ms patriarcal de la Iglesia, cal-

    3 A Krister Stendahl debemos el estudio bsico en que se dem uestraque el orden de la creacin paulino ha de entenderse como una proyeccin de un orden social que ya no puede ser normativo para la doctrinacristiana de la redencin o de la creacin. Cf. la obra de este autor TheBible and the Role of tornen (Filadelfia 1966).

    cada sobre el modelo de la familia patriarcal, que negaba a lasmujeres los cometidos ministeriales que haban conquistado en laIglesia paulina. El tono duro de 1 Tim 2,11-12 (a la mujer nole consiento ensear ni imponerse a los hombres; le correspondeestar quieta) sugiere un