Congresito o Conejito

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– 1 – ¿Congresito o conejito? “Donde menos se piensa, salta la liebre” Ese es el dicho de los cazadores, afortunadamente en vía de extinción por la nueva conciencia ecológica. Sin embargo, aunque el arte de la cacería está en extinción, la aplicabilidad del dicho, continúa en vigencia. Conejo, pariente de la liebre, para los que no saben, además de ser un roedor muy simpático, cuando está antepuesto del verbo hacer, quiere decir volarse sin pagar la cuenta, o en una acepción más amplia, timar o estafar. ¿A qué viene esta disertación sobre los orejudos roedores, parientes de las ratas? A que parece que “este gobierno”, o más exactamente, su presidente, pretende hacer conejo a una de sus más publicitadas promesas electorales. Por todas partes, durante la campaña de reelección, pregonó que los acuerdos de paz serían aprobados en último caso por los colombianos, mediante referendo, para tranquilidad de muchos que, confiando en esa promesa, pagaron por ver, como se dice en el argot de las cartas, quienes de buena fe creyeron que valía la pena mirar que se podía obtener, para ver si luego aprobaban un acuerdo de paz con las FARC. Ahora resulta que en realidad la promesa electoral quería decir otra cosa. A pesar de que en las numerosas repeticiones de los discursos del candidato-presidente no hay la más mínima sombra de duda sobre que los acuerdos debían ser aprobados directamente por el constituyente primario, parece que en realidad el verbo “aprobar”, en el léxico presidencial es sinónimo de “opinar”. Resulta que, tal como lo aclaró su escudero el jefe negociador con los “farcsantos”, que lo que pasa es que los 45 millones de colombianos no entendimos lo que prometía el candidato-presidente, ni sabemos cómo tienen que ser estas negociaciones. Según estos postulados, lo que se prometió fue que se acordaban unos cambios políticos con las FARC, se incluían en la constitución por algún mecanismo y después, el pueblo era libre de opinar lo que le viniese en gana en un referendo, eso sí, sin facultad para aprobar o improbar los cambios, por ser dicho referendo “no vinculante”. Resulta, en las propias palabras del presidente, que someter a votación popular los acuerdos es “inconveniente”, entendiéndose por inconveniente que existe la posibilidad de salir derrotados. Bajo esa óptica, las elecciones presidenciales y legislativas del 2018 “son inconvenientes” y deberían ser suprimidas, por la posibilidad de que “los enemigos de la paz” tengan chance de ganarlas y revoquen todos los entuertos acordados. Parece que los acuerdos son tan perversos que ni siquiera se atreven a presentárselo al actual congreso, dominado por la bancada gubernista, por temor a que la mermelada no sea suficiente para lograr su aprobación. Están sembrando la idea de un “congresito” de bolsillo, convenientemente elegido con candidatos seleccionados por los partidos que puedan dar avales, sobre todo si es después de las elecciones regionales, donde esperan dar un buen golpe de mano y descabezar tres o cuatro personerías jurídicas de partidos incómodos, desaparecidos en

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Comentarios sobre la porpuesta de congresito para aprobar los acuerods de paz en Colombia

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¿Congresito o conejito?

“Donde menos se piensa, salta la liebre”

Ese es el dicho de los cazadores, afortunadamente en vía de extinción por la nueva conciencia ecológica. Sin embargo, aunque el arte de la cacería está en extinción, la aplicabilidad del dicho, continúa en vigencia.

Conejo, pariente de la liebre, para los que no saben, además de ser un roedor muy simpático, cuando está antepuesto del verbo hacer, quiere decir volarse sin pagar la cuenta, o en una acepción más amplia, timar o estafar.

¿A qué viene esta disertación sobre los orejudos roedores, parientes de las ratas?

A que parece que “este gobierno”, o más exactamente, su presidente, pretende hacer conejo a una de sus más publicitadas promesas electorales.

Por todas partes, durante la campaña de reelección, pregonó que los acuerdos de paz serían aprobados en último caso por los colombianos, mediante referendo, para tranquilidad de muchos que, confiando en esa promesa, pagaron por ver, como se dice en el argot de las cartas, quienes de buena fe creyeron que valía la pena mirar que se podía obtener, para ver si luego aprobaban un acuerdo de paz con las FARC.

Ahora resulta que en realidad la promesa electoral quería decir otra cosa. A pesar de que en las numerosas repeticiones de los discursos del candidato-presidente no hay la más mínima sombra de duda sobre que los acuerdos debían ser aprobados directamente por el constituyente primario, parece que en realidad el verbo “aprobar”, en el léxico presidencial es sinónimo de “opinar”.

Resulta que, tal como lo aclaró su escudero el jefe negociador con los “farcsantos”, que lo que pasa es que los 45 millones de colombianos no entendimos lo que prometía el candidato-presidente, ni sabemos cómo tienen que ser estas negociaciones. Según estos postulados, lo que se prometió fue que se acordaban unos cambios políticos con las FARC, se incluían en la constitución por algún mecanismo y después, el pueblo era libre de opinar lo que le viniese en gana en un referendo, eso sí, sin facultad para aprobar o improbar los cambios, por ser dicho referendo “no vinculante”.

Resulta, en las propias palabras del presidente, que someter a votación popular los acuerdos es “inconveniente”, entendiéndose por inconveniente que existe la posibilidad de salir derrotados. Bajo esa óptica, las elecciones presidenciales y legislativas del 2018 “son inconvenientes” y deberían ser suprimidas, por la posibilidad de que “los enemigos de la paz” tengan chance de ganarlas y revoquen todos los entuertos acordados.

Parece que los acuerdos son tan perversos que ni siquiera se atreven a presentárselo al actual congreso, dominado por la bancada gubernista, por temor a que la mermelada no sea suficiente para lograr su aprobación.

Están sembrando la idea de un “congresito” de bolsillo, convenientemente elegido con candidatos seleccionados por los partidos que puedan dar avales, sobre todo si es después de las elecciones regionales, donde esperan dar un buen golpe de mano y descabezar tres o cuatro personerías jurídicas de partidos incómodos, desaparecidos en

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virtud del no cruce del umbral electoral, y seguramente con un porcentaje de integrantes seleccionados a dedo por el Secretariado de las Farc, seguramente con suficiente cantidad para asegurar su aprobación. Y además, seguramente con poder para incluir algunos “cambiesitos” a los acuerdos y una que otra “adicioncita”.

Siguiendo con la idea de usurpar funciones, perdón, simplificar y ser de avanzada para los tiempos modernos, seguramente en poco tiempo “este gobierno” propondrá la idea de crear “un tribunalcito supremo” de bolsillo, para juzgar a unos ciudadanos incomodos enemigos de la paz que no pueden ser juzgados por los sistemas vigentes, por gozar de fuero especial, con “testigitos” de bolsillo y “juecesitos” de bolsillo, nominados por el presidente y aprobados por el “congresito”.

De ese modo, en poder de Santos quedarán las tres ramas de poder, con ejecutivo, congresito y tribunalsito. Moñona. “Y sin necesidad de “leyes habilitantes”, peor con las prerrogativas del vecino del al lado.