ÍCONOS - FLACSOANDES...Vida, historia y milagros de la cumbia peruana Jaime Bailón 63 El pasillo...

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Revista de FLACSO-Ecuador No 18, enero, 2004 ISSN 13901249 Los artículos que se publican en la revista son de exclusiva responsabilidad de sus autores, no reflejan necesariamente el pensamiento de ÍCONOS Director de Flacso-Ecuador Fernando Carrión Consejo editorial Felipe Burbano de Lara (Editor) Edison Hurtado (Co-editor) Franklin Ramírez Alicia Torres Mauro Cerbino Eduardo Kingman Producción FLACSO-Ecuador Diseño Antonio Mena Ilustraciones Gonzalo Vargas Antonio Mena Impresión: Rispergraf FLACSO-Ecuador Ulpiano Páez N 19-26 y Av. Patria Teléfonos: 2232-029/ 030 /031 Fax: 2566-139 E-mail: [email protected] [email protected] ÍCONOS 18

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Revista de FLACSO-EcuadorNo 18, enero, 2004

ISSN 13901249

Los artículos que se publican en la revista son de exclusiva

responsabilidad de sus autores, no reflejan necesariamente el

pensamiento de ÍCONOS

Director de Flacso-EcuadorFernando Carrión

Consejo editorialFelipe Burbano de Lara (Editor)

Edison Hurtado (Co-editor)Franklin Ramírez

Alicia TorresMauro Cerbino

Eduardo Kingman

ProducciónFLACSO-Ecuador

Diseño Antonio Mena

IlustracionesGonzalo VargasAntonio Mena

Impresión:Rispergraf

FLACSO-EcuadorUlpiano Páez N 19-26 y Av. Patria

Teléfonos: 2232-029/ 030 /031Fax: 2566-139

E-mail: [email protected]@flacso.org.ec

ÍCONOS 18

IndiceCoyuntura

6Pachakutik:la efímera experiencia de gobierno y las incógnitas sobre su futuroMiguel Carvajal A.

10Gutiérrez: el signo de la frustraciónVirgilio Hernández E.

Dossier

20¡Salsa! y democraciaAngel G. Quintero Rivera

24Al estilo de vida metalero:resistencia cultural urbana en QuitoKarina Gallegos Pérez

33Rock, identidad e interculturalidadBreves reflexiones en torno al movimiento rockero ecuatorianoDaniel González Guzmán

43Consumos culturales urbanos:el caso de la tecnocumbia en QuitoAlfredo Santillán y Jacques Ramírez

53La chicha no muere ni se destruye,sólo se transformaVida, historia y milagros de la cumbia peruanaJaime Bailón

63El pasillo ecuatoriano:noción de identidad sonoraWilma Granda

Debate

72Entre Marx, Chausewitz y TucídidesMetamorfosis del imperioComentarios al dossier de Íconos 17Marc Saint-Upéry

81Sobre la Guerra:diálogo entre clásicosCarlos Arcos Cabrera

Diálogo

90“Y el verbo se hizo cultura”Lingüística y antropologíaDiálogo con Maurizio GnerreEmilia Ferraro

Temas

100Edward Said, la periferia y el humanismoo tácticas para trascender el postmodernismoJosé Antonio Figueroa

109La inseguridad ciudadana en la comunidad andinaFernando Carrión M.

Fronteras

122La crisis de Bolivia y la representaciónLuis Verdesoto

133Chile: mitos y realidades de una transiciónJuan Jacobo Velasco

141Fechas en la memoria socialLas conmemoraciones en perspectiva comparadaElizabeth Jelin

Reseñas

El Ecuador contará en muy poco tiempo con un conjunto arquitectónicointegrado por dos torres de diez pisos cada una, un centro de conven-ciones y una plaza cultural, ubicado en la ciudad de Quito. El complejo

alojará a la nueva sede académica de FLACSO-Ecuador y a un conjunto deorganismos internacionales acreditados en el país.

Con sus 20.000 m2 de construcción, el complejo constituye uno de losproyectos arquitectónicos más significativos de los últimos años en la ciudadde Quito.Tres elementos independientes y perfectamente organizados, conuna capacidad para alvergar hasta 3000 personas simultáneamente, se unenen este complejo, cuyo gran objetivo es animar y estimular de modo permanente la vida académica y cultural de la ciudad y el país. El proyectoaportará al Distrito Metropolitano de Quito con la cuarta plaza en escala y la primera plaza cultural.

CONSTRUCTORA:SEVILLA y MARTINEZ Ings. C.A. SEMAICA

EJECUCION DE DISEÑO ELECTRICO:MICROCIRCUITS Cia. Ltda.

SISTEMAS MECANICOS:IMECANIC

CONSTRUCCION DE MUROS ANCLADOS:MONCAYO Y ROGGIERO

HORMIGONES PREMEZCLADOS:HORMIGONES PRIMA

ACERO DE REFUERZO:ACERIA DEL ECUADOR C.A.

FLACSO - ECUADORFACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALESNUEVA SEDE

COYUNTURA

Miguel Carvajal A.1

La presencia del movimiento indígena en laescena política ecuatoriana es relevante ennuestra historia reciente, sobre todo a partirde la marcha nacional de 1990, de los conse-cutivos levantamientos y de la incorporaciónde los derechos colectivos a la Constituciónde 1998. La conformación de Pachakutik, amediados de la década pasada, y su participa-ción creciente en los procesos electorales, per-mitieron al movimiento indígena -articuladoen torno a la CONAIE2- consolidar una ex-presión política propia y acceder, como nun-ca antes en la historia republicana, a la direc-ción de gobiernos municipales y provinciales,al Congreso, a órganos del gobierno centralcomo el CODENPE3, a las direcciones deeducación bilingüe, entre otras instancias.

Estas son algunas de las razones que pro-piciaron la expectativa nacional en torno a laalianza electoral entre Pachakutik y SociedadPatriótica, el partido de los coroneles del 21de enero de 2000. La alianza que derrocó al

gobierno de Mahuad estaba, tres años des-pués, a las puertas de Carondelet, concen-trando la representación de ese anhelo decambio que, ambiguo y difuso, se expresa encada proceso electoral; anhelo popular quedice representar cada caudillo político.

En la vorágine del triunfo de los “nuevos”,de los “militares patriotas” que se jugaron lare-invención de la Patria en 1995 y en el2000, de los “indios incorruptibles, pacientese indoblegables”, muy pocos debieron calcu-lar la senda tortuosa que esperaba a la alianzaen el gobierno durante los siete meses de subreve vida.

La aventura electoral, la experiencia delcogobierno, la ruptura y las expectativas polí-ticas de Pachakutik y del movimiento indíge-na que en este partido se representa, es unasunto político de la actual coyuntura queexige una oportuna reflexión. El recorrido ylos desenlaces de este proceso no sólo son im-portantes para el movimiento indígena orga-nizado en la CONAIE, no sólo son de interéspara los miembros de Pachakutik, sino quetienen un impacto mayor en la organizaciónde las fuerzas políticas de la llamada “tenden-cia de centro-izquierda”, así como en las for-mas y en los contenidos de la participaciónpolítica del movimiento indígena y de algu-nas organizaciones campesinas y urbanas queson sus aliados inmediatos. Los puntos de vis-ta que a continuación se exponen tienen co-mo propósito contribuir a una serena evalua-ción de este proceso.

ICONOS 6

1 Sociólogo, miembro de Ambiente y Sociedad (Email:[email protected]).

2 Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador.

3 Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pue-blos del Ecuador, cuyo Director es nombrado por elPresidente entre una terna enviada por las principalesorganizaciones indígenas y tiene rango de Ministro.

Pachakutik:la efímera experiencia de gobierno y las incógnitas

sobre su futuro

Carvajal, Miguel, 2004, “Pachakutik: la efimera experi-encia de gobierno y las incógnitas sobre su futuro”, enICONOS No.18, Flacso-Ecuador, Quito, pp.6-9.

¿Demasiadas ilusiones en la apuesta electoral?

El objetivo central de la propuesta electoralSociedad Patriótica–Pachakutik fue constituirun gobierno sustentado en una alianza políti-ca democrática, con amplia base social, quemarque cambios substanciales en los estilosde gestión y en la orientación de las políticaspúblicas. La propuesta se articuló en torno aalgunos ejes políticos declarados públicamen-te y a otros que permanecieron implícitos: lu-cha contra la corrupción, recuperación de re-cursos de los deudores de la AGD4, promo-ción de amplios acuerdos nacionales, reformadel Estado, principalmente del Congreso ydel sistema de administración de justicia, mo-dificación del sistema de renovaciones de or-ganismos públicos a través de la representa-ción de los partido tradicionales, privilegio delas inversiones sociales, recuperación de laproducción nacional, apoyo a las micro-em-presas, reducción de las tasas de interés y so-beranía en las negociaciones con los organis-mos multilaterales, consolidación de la parti-cipación indígena en las instituciones públi-cas, como parte de su estrategia política dedemocratización del Estado. En política exte-rior, se planteó la independencia frente al PanColombia y oposición a toda forma de inter-vención militar en la región.

Las premisas para dotar de credibilidad aesta plataforma, puesto que como propuestade campaña fue coincidente con las de otrascandidaturas5, fueron la presencia de un fuer-te movimiento indígena y campesino movili-zado, la articulación de los sectores que su-puestamente representaban a las tendenciasdemocráticas de las Fuerzas Armadas, la con-dición popular de la candidatura, que recogíaese deseo ambiguo y urgente de la poblaciónde producir cambios en el sistema político, yla simpatía de los sectores medios urbanos -principalmente serranos- a las propuestas dereforma política democrática y al propio mo-vimiento indígena.

Es indudable que las cartas credenciales delos actores y las expectativas electorales desata-das llevaron a identificar este proceso conaquellos que expresan la necesidad de cambiosen la región andina y en Sudamérica, como elproceso venezolano y el gobierno de Chávez,el triunfo electoral del Partido de los Trabaja-dores en Brasil, la insurgencia del movimien-to indígena boliviano y las propias consecuen-cias políticas de la crisis argentina. A su vez,estas tendencias favorecían en conjunto laoposición a las propuestas de solución guerre-rista que las administraciones de Bush y Uribeproponen al conflicto colombiano. Sin em-bargo, no tardaron en manifestarse las dificul-tades de la alianza de gobierno y las contradic-ciones que llevarían a su ruptura el 12 de agos-to. Los puntos más relevantes están en torno ala exclusión -argumentada por Pachakutik- dela participación en espacios centrales de la de-cisión política gubernamental como el mane-jo de la economía y las relaciones internacio-

nales, los estilos clientelares de gobierno, laconducción cerrada de la política interna entorno al círculo Gutiérrez-Acosta-Villa, y laacusación de un viraje político hacia “la dere-cha”, visible en los acuerdos parlamentarioscon el Partido Social Cristiano.

Las ilusiones de cambio se han desvaneci-do tanto o más rápidamente que la alianzaelectoral; el desgaste gubernamental ha sidovertiginoso en su primer año, las inconsisten-cias y opacidad de la gestión son tan fuertescomo la falta de claridad en la conducción delEstado. En diez meses de gobierno se haabierto una brecha enorme entre las propues-tas electorales y la realidad de una gestión que

ICONOS 7

4 Agencia de Garantías de Depósitos.

5 Principalmente de Rodrigo Borja y León Roldós.

Ant

onio

Men

a

en muchos aspectos ha significado una regre-sión a formas populistas, y a una retórica me-diocre y demagógica.

Hacia un balance de la gestión gubernamental de Pachakutik

¿Una gestión innovadora?

En este contexto, cabe preguntar si la gestiónpolítica de Pachakutik fue innovadora. Unaevaluación general nos dirá que entre lo nove-doso caben destacar: los diálogos nacionalescomo un sano intento de encontrar ejes deconcertación, lamentablemente desvincula-dos de los espacios de decisión política real;una gestión consistente aunque efímera de losministerios a cargo de Pachakutik6; las mues-tras de equilibrio en las relaciones públicas yla apertura hacia los sectores del empresaria-do nacional; un intento de política soberanaen la Cancillería que en no pocas ocasionescontrastó con la política oficial; y una fuerteposición contra la corrupción y de apoyo a lagestión de la AGD. La brevedad de la partici-pación de Pachakutik en el Gobierno parecehaber mostrado algunas de sus potencialida-des, aunque en rigor los resultados específicosson magros frente a las expectativas creadas.Desde una lectura externa sobre las diferen-cias y los acontecimientos que marcaron lasrelaciones de la alianza, hasta se podría decirque Pachakutik estuvo en el gobierno equivo-cado. Por ello es que la ruptura de agosto nosorprendió y hasta era esperada.

Algunos límites mostrados por Pachakutik

Más allá de aspectos puntuales en las gestio-nes ministeriales, de las iniciativas para la ge-neración de empleo a través de programas pa-

ra la micro-empresa7 y de las muestras de lapredisposición a la concertación para enfren-tar la crisis, las propuestas de Pachakutik fue-ron más bien débiles y hasta se puede afirmarque existió una ausencia de propuestas políti-cas substanciales.

En las propuestas políticas que emanan dela principal base social de Pachakutik, el movi-miento indígena, se evidencia una suerte deagotamiento. Existe una suerte de empantana-miento que reproduce prácticas y discursos -sinduda importantes pero insuficientes-, a nivelde algunos gobiernos locales, de municipios in-termedios y pequeños, en su legítima protec-ción de sus espacios institucionales dentro delEstado ecuatoriano, en la defensa de los dere-chos y territorios indígenas y en la insistenciasobre la necesidad de una política exterior so-berana, a más de la oposición a las imposicio-nes del Fondo Monetario Internacional.

Pachakutik no logró, sin embargo, posi-cionar contenidos de una política de reformasocial, económica y política, probablementeporque no los tenga -al igual que los demáspartidos políticos- mostrando que estos sonlímites de la sociedad en su conjunto y no só-lo de las fuerzas “tradicionales”. Probable-mente esta circunstancia dificultó la constitu-ción de una plataforma (que luego muestre lalegitimidad de su ruptura con un gobierno alque ayudó a instalarse) que hubiese potencia-do su accionar político a partir de una pro-puesta incluyente, que proponga una articu-lación amplia de fuerzas nacionales, en con-sonancia con algunos de los postulados y es-tilos de gestión que Pachakutik hizo públicosen sus siete meses de cogobierno. En síntesis, se puede decir que la rupturamostró las inconsistencias de la alianza, lacontradicción de intereses que allí concurrie-ron, la magnitud de las ilusiones que soste-nían la apuesta por lo “nuevo” y las propiasdebilidades políticas de Pachakutik.

El recurso de considerarse víctima

Considerarse víctima no ayuda a la autocríti-ca, pues impide ver los límites de las propias

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coyuntura

6 Relaciones Exteriores, Agricultura, Turismo, Educa-ción, Secretaría de Diálogo y varias subsecretarías, en-tre ellas las de Gobierno y Bienestar Social.

7 Como el bautizado por la prensa como “Plan Macas”en el mes de julio.

acciones al culpabilizar a “los otros” por laimposibilidad de conseguir algún objetivo. Esuna práctica cultural muy fuerte en nuestromedio y, lamentablemente, un recurso al quese acude aún en la política. En esta lógica, Pa-chakutik sería “víctima” de la traición del Co-ronel Gutiérrez a la alianza y a los postuladosde Gobierno. Todo ello es probable, pero noexime la responsabilidad de Pachakutik almomento de endosar su propuesta al Gobier-no y su propia participación. Los dirigentesde Pachakutik, ¿acaso no conocieron suficien-temente al aliado?, ¿fueron sólo engañados ocontribuyeron a su auto-engaño medianteuna lectura unilateral, ilusoria y maniquea dela realidad?

Pero hay otro recurso a la condición de“víctima”, esta vez dentro de Pachakutik.Culpar de “engaño” a los “mestizos” que esta-ban en la dirección del movimiento es unaposición de algunos dirigentes indígenas dePachakutik que pretenden deslindar sus res-ponsabilidades en la alianza, en la campañaelectoral y en el ejercicio mismo del gobierno.Las consecuencias del recurso a la condiciónde “víctima” y las subsecuentes “correcciones”del último Congreso de Pachakutik8 están a lavista: exclusión de los dirigentes “mestizos”que tuvieron relevancia en la gestión guber-namental; ausencia de dirigentes históricoscomo Lluco, Macas o Pakari, y ninguna par-ticipación de dirigentes que pudieran repre-sentar a los sectores medios de ciudades comoQuito y Cuenca, donde la presencia del mo-vimiento ha sido relevante en comparacióncon otras ciudades del país.

Al parecer, las tendencias que predominantienen una apuesta: mantener a Pachakutikcomo una expresión política de las organiza-ciones gremiales de la CONAIE y, máximo,de su aliada, la CONFEUNASSC-CNC9. Yfrenar, de esta manera, cualquier intento deamplitud hacia otros sectores sociales.

Sobre las perspectivas de Pachakutik

Si esta lectura del mensaje del último Con-greso de Pachakutik es correcta, cabe pregun-tarse acerca de su voluntad para constituirseen una fuerza política nacional, lo cual supo-ne amplitud en la discusión de concepciones,disposición a la inclusión de otros sectores yapertura a las alianzas. Cabe preguntarse, portanto, si Pachakutik mantiene su originariapropuesta de convertirse en un movimientopolítico amplio y plural, o si más bien expre-sa la voluntad de convertirse en una expresiónpolítica exclusiva -por cierto, completamentelegítima- del movimiento indígena agrupadoen la CONAIE.

Pachakutik se ha desembarazado de ungobierno que no tiene propuesta ni norte,que subsiste en función de las presiones querecibe, que confunde el concepto de ”buengobierno” con el de “capacidad de flotación”.Pero, desde la ruptura de la alianza, práctica-mente ha desaparecido de la escena política,se ha refugiado en su vida interna y en las or-ganizaciones gremiales que lo sostienen, haobviado su relación con otros sectores socialesy políticos que han sido sus aliados, y ha de-bilitado su posición como factor de innova-ción en la vida política del país.

En la capacidad de crítica interna, en laposibilidad de superar las tendencias al en-claustramiento, en la habilidad para asumirlas lecciones de la experiencia de cogobierno,sin deslindar responsabilidades, radica la po-sibilidad que tendría Pachakutik para poten-ciar y ampliar su propuesta política. Muchobien haría al país el que estas posibilidades sematerialicen y contribuyan, como dice su dis-curso, a una transformación necesaria delquehacer político, del sistema político y de lasestructuras sociales.

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8 Fines de septiembre del 2003

9 Confederación Nacional de Afiliados al Seguro SocialCampesino.

Virgilio Hernández E.1

Breve recuento sobre la alianza

El 6 de agosto de 2003 el Secretario de Co-municación del Gobierno, por un lado, y lamáxima dirigencia del Movimiento de Uni-dad Plurinacional Pachakutik Nuevo País,por otro, anunciaban la ruptura de la alianzay el fin de la participación de los miembros dePachakutik en el Gobierno. El episodio finalmantuvo la tensión que caracterizó la alianzadesde su misma génesis. La ruptura se conver-tía en el desenlace de un proceso que siempretuvo dificultades, incluso para el propioacuerdo electoral.

El Movimiento Pachakutik, luego de unproceso de consulta en las organizaciones yprovincias, resolvió impulsar la candidaturadel Economista Auki Tituaña; al mismo tiem-po, fijó como objetivos de la participaciónelectoral desarrollar un gran frente que permi-ta la construcción de una alternativa frente ala derecha y el populismo; fortalecer la presen-cia del Movimiento en los espacios institucio-nales, esto es, un bloque significativo de dipu-tados, consejeros provinciales y concejales

cantonales. De la misma manera, se planteóampliar la presencia del movimiento a las 22provincias y desencadenar un proceso partici-pativo de Plan de Gobierno Democrático deSalvación Nacional. La decisión de AntonioVargas de presentar su candidatura presiden-cial en las elecciones del 2002 con el Movi-miento Amauta Jatarí motivó, a su vez, la re-solución de la CONAIE de no auspiciar nin-guna candidatura indígena y obligó al Movi-miento Pachakutik a buscar una alianza encondiciones de desventaja, puesto que se ha-bían disminuido potencialmente sus posibili-dades de participación con candidato propio.

El Movimiento Pachakutik desplegó es-fuerzos para constituir la unidad de las fuer-zas de centro izquierda. Lamentablemente, laposición hegemónica del expresidente Borja yla falta de una definición oportuna y coheren-te del abogado León Roldós limitaron el es-pectro de alianzas a la relación con el coronelLucio Gutiérrez y el Partido Sociedad Patrió-tica. Por su parte, para Sociedad Patriótica laalianza significaba recomponer las fuerzasfundamentales del 21 de enero y canalizar ha-cia su candidatura presidencial el acumuladosimbólico y electoral del Movimiento.

Aunque los ejes centrales de la alianzaconstituía una posición crítica frente al neoli-beralismo, la corrupción, el sistema político yla injusticia social, jamás se logró plasmar unverdadero plan de gobierno del conjunto desectores que impulsaban la candidatura. El 20de octubre del 2002, la alianza 3-18, encabe-zada por el binomio Gutiérrez-Palacios, obtu-

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Gutiérrez:el signo de la

frustración

1 Profesor del Departamento de Sociología de la PUCE.Ex – Subsecretario de Gobierno y dirigente de Pacha-kutik.

Hernández, Virgilio, 2004, “Gutiérrez: el signo de lafrustración”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Qui-to, pp. 10-17.

vo 943.123 votos, logrando una diferencia de148.509 votos sobre su inmediato seguidor,237.530 votos sobre el tercero y 304.530 vo-tos por encima del candidato de la ID, de talforma que la votación histórica obtenida porel Movimiento Pachakutik resultó vital parael triunfo en la primera vuelta y de la propiaelección presidencial, por la debilidad de lacandidatura de Alvaro Noboa en segundavuelta. Además, Pachakutik había logradocaptar 11 diputaciones.

El 25 de octubre de 2003, ante el Conse-jo Político Nacional del MUPP-NP, LucioGutiérrez ratificó su compromiso a través dela firma de un documento que entre otras co-sas establece la ratificación de la alianza para“ejercer un gobierno democrático, en base apolíticas económicas y sociales que funda-menten los cimientos de un nuevo modelo dedesarrollo nacional socialmente justo y sus-tentable”. Dicho programa debía ser el ejeque permita un “acuerdo democrático, la uni-dad y el desarrollo nacional basado en el for-talecimiento de la producción, la generaciónde empleo, el incentivo a las exportaciones ya la competitividad del país a través de unapolítica monetaria que favorezca el creci-miento económico y la distribución equitati-va de la riqueza”.

Además, en el mencionado acuerdo se es-tablecía explícitamente la aplicación de unapolítica soberana de comercio y relaciones in-ternacionales, así como la fijación de meca-nismos conjuntos para la adopción de políti-cas públicas e incluso para la designación “delos hombres y mujeres más idóneos para laconformación del equipo de gobierno y loscolaboradores(as) en las diferentes institucio-nes y funciones del Estado”2. El 24 de no-viembre se confirmó en las urnas lo que todaslas simulaciones habían señalado: triunfó elcandidato de la alianza 3-18 con un total de2.803.243 votos.

Luego del triunfo se profundizaron algu-nos de los problemas que empezaron a evi-denciarse en la segunda vuelta, mientras tam-bién se hacía más notorio el acercamiento delPresidente electo a grupos financieros de laCosta y los contactos con la embajada nortea-mericana se volvían continuos. En Pachaku-tik se coincidía con la necesidad de confor-mar un gobierno amplio, pero se insistía en lanecesidad de establecer ejes que den direccio-nalidad al conjunto del gobierno. Se abría,desde la perspectiva del MUPP-NP, un retohistórico y un gobierno en disputa. Esta posi-bilidad es la que precisamente se cerró con elacuerdo PSP-PSC, nueve meses después deiniciada la gestión.

Reflexiones sobre un gobierno de alianza

El régimen presidencialista desincentiva laconstrucción de alianzas o, más bien, las limi-

ta casi con exclusividad al momento electoral(cuando las tareas de gobierno hacen desea-bles, incluso necesarias, a las alianzas). La ex-periencia en nuestro país lo confirma: es po-sible gobernar prescindiendo de alianzas e in-clusive sin una mayoría legislativa. Las refor-mas políticas que han acompañado los proce-sos de ajuste en el continente han buscadoconcentrar cada vez más poder en el ejecuti-vo, de tal forma que éste es un legislador pri-vilegiado al disponer de capacidad para pre-sentar leyes y, sobre todo, para vetar las pro-puestas que surgen del Congreso de forma to-tal o parcial. Esto se evidencia en el hecho

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2 Para mayor profundización sobre el balance puede mi-rarse la Revista El Churo, publicación oficial delMUPP-NP, Nº 6, de septiembre del 2003 o la páginaweb: www.pachakutik.org.ec

que desde el retorno democrático todas lasalianzas o coaliciones que han logrado la Pre-sidencia de la República no se han mantenidocoaligados durante la gestión de gobierno y envarios casos la ruptura de la alianza ha sidomotivo de conflicto e inestabilidad política.Lo señalado nos permite concluir que en el ré-

gimen presidencialla posibilidad, co-hesión y manteni-miento de unaalianza de gobiernoestará determinadapor la perspectiva yvoluntad del Presi-dente de la Repú-blica, y ni siquiera,en estricto sentido,del partido al quese pertenezca.

En la primeravuelta, y una vezque fracasaron losintentos de unidadde la centroizquier-da e izquierda polí-tica, la alianza So-ciedad Patriótica-–Pachakutik, con elapoyo del MPD y

un sin número de organizaciones sociales detoda índole, aparecía en el espectro políticocomo la “candidatura de la ruptura” con el sis-tema político imperante, el modelo de desa-rrollo y el sometimiento del país a los organis-mos multilaterales. A pesar de la falta de clari-dad conceptual del candidato presidencial, lapropuesta del binomio Gutiérrez-Palacio reco-gía las tesis esgrimidas en los últimos años porlos movimientos sociales y la izquierda ecuato-riana. En la segunda vuelta el abanico de apo-yo se amplió; el discurso público se tornó másambiguo e impreciso. Al interior de la alianzaexistía la comprensión suficiente de la crisis ysus responsables, pero asimismo se insistía enla necesidad de conformar un frente sólidoque permita mantener la perspectiva de cam-bio del gobierno, sin descuidar la construcción

de una plataforma amplia política y social queayude precisamente a sostener los cambiospropuestos, incluso soportar un posible asediode los sectores oligárquicos resistentes a lastransformaciones planteadas.

Una vez electo, “la grandeza del poder”paulatinamente fue obnubilando la limitadacomprensión existente. Creció la influenciadel círculo familiar y de militares cercanos alos cuáles se les encargó áreas vitales de laeconomía como la organización de Petroe-cuador, el Fondo de Solidaridad, las aduanasy otras instancias del Estado. Las discusionesprogramáticas y de discusión de las accionesdel gobierno fueron reemplazadas por largasy tediosas jornadas de negociación de la par-ticipación de los aliados en los espacios pú-blicos.

El Coronel Gutiérrez no pudo entenderque tenía la posibilidad de liderar una alianzasui géneris, que requería de un liderazgo basadono sólo en la legitimidad del triunfo electoralsino en la capacidad de orientar al conjunto defuerzas hacia los objetivos de reactivación pro-ductiva, lucha contra la corrupción, reformapolítica y de justicia y equidad social, que re-quería establecer ejes direccionadores del con-junto de la acción del gobierno, superando elenfoque del “cuoteo burocrático”, un liderazgoque pueda sintetizar las urgencias de las políti-cas económicas con las necesidades y expecta-tivas sociales, que sea capaz de transmitir la vo-luntad de afectar, no como siempre, a los sec-tores más vulnerables de la sociedad sino tam-bién a quienes se han beneficiado de la crisis.

La conformación del primer gabinete esuna expresión, de alguna manera, de la diver-sidad, pero también de la potencialidad queexistía en el gobierno de propiciar un frentede convergencia. Lamentablemente faltó lide-razgo y perspectiva para que este espacio seconvierta en una instancia de asesoramiento,discusión y planteamiento de políticas globa-les. Paulatinamente, la “coherencia del equi-po económico” determinaba al frente políticoy los ministerios del área social subordinadosa constituirse en el mecanismo de acumula-ción y construcción de “base propia del régi-

ICONOS 12

El régimen presidencialistadesincentiva la construcción

de alianzas o, más bien,las limita casi con

exclusividad a las elecciones.La experiencia reciente lo

confirma. Un error de Pachakutik y otros aliados

fue entrar en el regateo burocrático y abandonar la

disputa general del sentido y la direccionalidad del gobierno.

coyuntura

men”, pero limitados a las prioridades y dis-posiciones del Ministerio de Economía.

De ninguna manera se buscaba condicio-nar la potestad propia del Presidente de la Re-pública para asumir decisiones, sino más bienbuscar que estas puedan tener un procesoprevio deliberativo entre las fuerzas de laalianza y con los sectores más representativosde la sociedad, de tal forma que sean relegiti-madas. Paradójicamente, esto implicaba deci-sión, puesto que no se pensaba en una “nopolítica” de un falso e imposible consenso quebusque satisfacer a todos los sectores, sinomás bien en el fortalecimiento de la platafor-ma democrática que permita espacio paraaplicar el programa propuesto.

Un error del Movimiento Pachakutik y deotros sectores que participaban en la alianzafue haber entrado en el regateo burocrático yabandonar la disputa general del sentido y ladireccionalidad del gobierno, articulando ypotenciando los mecanismos de contraloría yfiscalización social, algunos de los cuáles em-pezaron a construirse en el proceso de las me-sas programáticas que se desarrollaron previoa la segunda vuelta electoral. El Presidenteconfundió ejercicio de autoridad con lideraz-go, lo cual sumado a las rigideces del régimenpresidencial terminaron por desarticular unaoportunidad histórica, por lo menos, desde elretorno democrático.

El dilema de con quién gobernar

Hay varios dilemas que han caracterizado elactual gobierno. Uno de ellos es la indistin-ción permanente entre jefe de Estado y líderde un partido que, según sus aspiraciones, vaa “gobernar los próximos veinte años”. Si a es-te elemento sumamos la falta de definicionespolíticas de Sociedad Patriótica, entendere-mos algunas de las decisiones y de las opcio-nes políticas por las que se ha inclinado elPresidente Gutiérrez.

Una vez concluida la primera vuelta, contodas las simulaciones a favor y conocidos losresultados provinciales, era absolutamente

claro que el próximo gobierno requeriría dealianzas parlamentarias que pudiesen ser unsoporte a la acción del ejecutivo, más aúncuando existen disposiciones constitucionalesque condicionan la presidencia del Congresopara el partido que mayor votación obtenga yla vicepresidencia para la segunda fuerza, eneste caso para el Partido Social Cristiano y pa-ra la Izquierda Democrática, respectivamen-te. En consideración de dicho marco, la estra-tegia planteada consistía en lograr una alian-za programática con los sectores más afinessobre la base de una agenda legislativa quecontemple la discusión de varias leyes, esca-pando de la “trampa institucional” que le hapermitido al PSC mantener secuestrados a losdiferentes gobiernos mediante el comandodel propio Congreso Nacional, de sus comi-siones, de las Cortes de Justicia, de los Tribu-nales electorales y de control constitucional,así como de los organismos de control y otrasautoridades que le corresponde nombrar allegislativo o a su vez proponer ternas para queel Presidente de la República los designe.

Lucio Gutiérrez no pasaba por alto la fal-ta de apoyo en la segunda vuelta del ex presi-dente Rodrigo Borja, pero al mismo tiempocreía que un objetivo de la acción de gobier-no consistía en debilitar a la Izquierda Demo-crática, puesto que -según decía- era un com-petidor en la Sierra por el mismo electorado.En la lógica del Presidente era más probableun acuerdo con el roldosismo o el propioPSC, antes que alguna coincidencia progra-mática debido a un elemental reparto delelectorado. Una vez más la falta de consisten-cia de la llamada “centro izquierda” se hizopresente. El 5 de enero el gobierno perdió laposibilidad de incidir en una mayoría legisla-tiva y la ID le entregó nuevamente el controldel aparato institucional al PSC, para que seael dirimente en la nominación de las autori-dades nombradas por el Congreso, influya enlas Cortes de Justicia, obtenga la Presidenciay Vicepresidencia del Tribunal Constitucio-nal y bloquee la nominación tanto del Con-tralor General de la Nación así como del De-fensor del Pueblo (dicho sea de paso, los ac-

ICONOS 13

tuales subrogantes son vinculados al PSC).Esta falta de claridad entre su papel como

Presidente y como líder de un partido (fami-lia) se ha mantenido a lo largo de la acción degobierno. Esto explica su renuencia a lograracuerdos con el legislativo presidido por Gui-llermo Landázuri. Sólo la inminencia de unaprofunda crisis política, precipitada antes quepor los posibles vínculos de su cuñado conpersonas vinculadas al narcotráfico, por latorpeza y falta de manejo político, han obli-gado a que el Presidente de la República, des-pués de una larga reunión con los mandosmilitares, decida la separación del Director deSociedad Patriótica, mientras insiste en unacuerdo desesperado con el PSC y el PRIAN.

Una vez perdida la mayoría legislativa en lasesión del 5 de enero del 2003 se acentuaronlas diferentes perspectivas políticas e ideológi-cas del frente político. Mientras desde el Mi-nisterio de Gobierno se buscaba acuerdos le-gislativos basados en una agenda política y unacuerdo legislativo-ejecutivo, el círculo cerca-no al Presidente insistía en la conformación deun bloque de mayoría recurriendo a viejosmecanismos de la política ecuatoriana: el pro-pio hermano y diputado por la provincia deNapo se “atrincheró” en un pequeño hotel deQuito para organizar PETROECUADOR ynegociar, al mismo tiempo, con el asesora-miento de un “corredor de voluntades” el apo-yo de legisladores de diferentes bancadas acambio de prebendas y cargos públicos. Elmismo diputado, que luego de la negativa delfrente político a continuar con una estrategiade resquebrajamiento de los bloques legislati-vos, preparó los acercamientos con el ingenie-ro Febres Cordero y posteriormente la subor-dinación del régimen en este camino sin re-greso en el que el PSC lo acompañará hasta elminuto exacto en que pueda seguir cogober-nando sin asumir responsabilidad alguna.

Las tácticas militares como estrategia de gobierno

Lucio Gutiérrez es ante todo un militar y es-te “ser” ha condicionado de una manera de-

terminante su gobierno. Sin pretender redu-cir la política a la acción individual, creo ne-cesario revisar algunos de los supuestos quehan permitido la organización y desenvolvi-miento del gobierno del Coronel Gutiérrez:

• La moral y la lucha contra la corrupciónsustituyen a los planteamientos políticos.De hecho la misma incursión en el 21 deenero tuvo un papel moralizador y mesiá-nico. Esta quizá es la mayor y al mismotiempo más simple coincidencia que per-mitió la convergencia con los líderes indí-genas y sociales. De la misma manera, laconstitución del partido y la posterior par-ticipación en la campaña electoral se pre-sentaron como una cruzada contra la co-rrupción convertida en la “última razón” ycausa de todos los problemas del país(porque en la comprensión del coronel “élmismo” encarna lo bueno y la nueva mo-ral pública del poder).

• Las fuerzas armadas, en su objetivo deconstruir el poder nacional, han constitui-do un puente entre los grupos de poder, lainstitucionalidad democrática y los diver-sos actores políticos y sociales. Lucio Gu-tiérrez, al igual que lo hicieron las dictadu-ras o la mayoría de militares que han par-ticipado en las contiendas políticas, creeexpresar la superación de los antagonis-mos sociales y la expresión misma de launidad nacional, por ello pretende sinteti-zar la superación de posiciones ideológicaso políticas: “No soy de izquierda ni de de-recha, mi ideología es mi país”, repitió elPresidente en innumerables momentos.La conformación de su primer gabinete,antes que una posibilidad de concertar po-líticas de Estado y de gobierno entre sec-tores diversos, fue asumida por el Coroneldesde una perspectiva administrativa y bu-rocrática. Los objetivos de la patria sonencarnados por el Presidente y su círculo:“Con Lucio y Napoleón avanza la na-ción”. La política pierde la dimensión delotro y por tanto del conflicto, se vuelveplana, en ella prevalecen los amigos de la

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coyuntura

patria y el resto convertidos en enemigospolíticos del Partido Sociedad Patriótica ypor tanto del país.

• En esta perspectiva de la política no es po-sible reconocer distintos proyectos ni legí-timos contradictores. La patria tiene ami-gos y enemigos a los que hay que servir ocombatir. “El Ecuador quiere ser amigoincondicional de los Estados Unidos” ex-presaría el Presidente como corolario delcambio de su discurso nacionalista de lacampaña electoral al pragmatismo y sumi-sión a los organismos multilaterales y a lapolítica estadounidense en la región. Losenemigos, en cambio, están al interior delpaís y van creciendo, se extienden desdesus propios aliados a los partidos políticosque ejercen la oposición en el CongresoNacional, los movimientos sociales queexigen el cumplimiento de los plantea-mientos programáticos, los periodistas ylos medios de comunicación que en formapermanente “descontextualizan” sus decla-raciones, todos van a engrosar la “lista deenemigos” del gobierno. La identificacióndel “líder” con la nación y por tanto consus intereses, es propio de los regímenesautoritarios, característica que se eviden-cia, además, en los permanentes desafíos alCongreso Nacional, incluso antes de sumisma posesión, en la utilización de laamenaza de una profunda reforma políti-ca para reorganizar el Estado, en la pro-puesta de Nueva Constitución, que entreotras cosas planteaba la posibilidad de queel ejecutivo dicte decretos-leyes y disuelvael Congreso Nacional. El ataque a sus ene-migos y la defensa irrestricta de las FuerzasArmadas no son más que el epílogo del ca-rácter autoritario que entraña el régimen.Paradójicamente, la subordinación al PSCes la otra cara del mismo fenómeno, es elreconocimiento de los límites de la accióngubernamental, no derivado de los contra-pesos constitucionales, sino de la constata-ción que los poderes oligárquicos hanconstruido un andamiaje institucional dé-bil y subordinado a intereses corporativos.

• Un elemento constitutivo de la actividadmilitar es el de orden proveniente de unaestructuración jerárquica que, a su vez, esel resultado de una permanente competen-cia y disputa por lograr “las primeras anti-güedades”. Esta regla que es básica en laconstrucción del mando y la disciplina, re-sulta perversaen el ejerciciodel gobierno. ElPresidente esta-blece su propiocírculo de su-balternos, susf u n c i o n a r i o spierden la capa-cidad de delibe-ración y si lo ha-cen, sus respon-sabilidades sonmenoscabadas,se establece undoble circuito:el frente políticoes suplantadopor los familia-res, el ámbitointernacional esvigilado por elasesor de la pre-sidencia encargado de temas internaciona-les, en el frente social se concentran losprogramas y proyectos en la oficina delMinistro, vaciando de funciones las subse-cretarías o departamentos. Los funciona-rios públicos de libre remoción no depen-den de su inmediato superior sino de la au-toridad del partido a quién deben la desig-nación; los miembros del círculo vigilan atodos quienes no responden al mismo, lafidelidad reemplaza a la eficiencia y capaci-dad; la pérdida del principio de rendiciónde cuentas debilita la administración pú-blica y a la propia institucionalidad demo-crática.

• El ejercicio del gobierno para el Presiden-te es el manejo de la impostura y sin saber-lo coincide con Maquiavelo, el poder tie-

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Gutiérrez es ante todo un militar : la patria tiene amigos y enemigos a los que hay queservir o combatir. "El Ecuadorquiere ser amigo incondicionalde los Estados Unidos" fue el corolario del cambio del discurso nacionalista al pragmatismo y la sumisión.La subordinación al PSC es la otra cara del mismofenómeno.

ne su propia verdad. “No puede ni debeun príncipe prudente mantenerse fiel a supalabra cuando tal fidelidad redunda enperjuicio propio y han desaparecido las ra-zones que motivaron su promesa...ade-más, siempre se hallará argumentos parajustificar la violación de su promesa”3. ElCoronel no miente, gana tiempo, neutra-liza y despliega un discurso para cada au-ditorio. Al FMI le asegura disciplina ycontrol fiscal, mientras que a sus ex alia-dos les señalaba que es una táctica dilato-ria; al Presidente del Congreso le planteala posibilidad de un acuerdo mientras enel frente interno insiste en la vía de la con-sulta “que va porque va”; reparte picos ypalas en las comunidades indígenas mien-tras con la CONAIE se compromete enuna política de Estado para los pueblos in-dios, firma un acuerdo con los trabajado-res petroleros mientras instruye al Minis-tro de Energía que inicie acciones legalescontra los dirigentes, remite proyectos deley al Congreso para luego retirarlos; reite-ra en la retórica de la no privatización entanto oferta total apoyo a la inversión ex-tranjera; sin embargo, de estas actuacionesque han ido mermando la credibilidad yconfianza en la palabra del Presidente, elCoronel se distancia de Maquiavelo pues-to que no miente, esto implicaría la exis-tencia de un norte claro que sirve de refe-rencia a la acción gubernamental y loserráticos comportamientos demuestranmás bien un mandatario atrapado en sufalta de consistencia y definiciones, en fin,cautivo de sus propias tácticas y de los po-cos soportes que le mantienen en el poder.

Escenarios de conflictividad y perspectivas

Cerca de cumplir un año en funciones, el go-bierno del Coronel Lucio Gutiérrez enfrentauna profunda crisis. A diferencia de ocasionesanteriores, el deterioro acelerado del régimenen las últimas semanas se debe a la falta de ca-pacidad para resolver temas coyunturales quehan cuestionado la misma legitimidad del ré-gimen, la credibilidad del Presidente y trans-parencia de su partido. Lo que, sumado a fac-tores estructurales como la situación de ine-quidad de la sociedad ecuatoriana y las expec-tativas que el actual mandatario despertó enla población, configuran un escenario de con-flictividad temprana, que podrían nuevamen-te en evidencia la profunda crisis de hegemo-nía que atraviesa la sociedad ecuatoriana.

En el escenario económico, lejos de losanuncios optimistas de reactivación, la situa-ción aparece como difícil y complicada. Porun lado, la dolarización, casi cuatro años des-pués de haber sido implementada, no hacumplido con sus objetivos; además, hoy sonnotorias las presiones de diferentes grupos depoder empresariales y agro exportadores es-pecialmente por salir de la dolarización, be-neficiándose de este proceso al igual que lohicieron cuando perdimos nuestro signo mo-netario. Si bien existen sectores como el fi-nanciero y el propio Fondo Monetario Inter-nacional opuestos a la desdolarización, laspresiones de los grupos oligárquicos podríancondicionar su apoyo político a cambio deesta medida.

A más de la debilidad de nuestra econo-mía provocada por la dolarización, las presio-nes fiscales, la aprobación de un presupuestodesfinanciado -en el que no se han contem-plado compromisos previamente establecidosy se han sobre valorado los ingresos-, así co-mo las presiones del FMI para equilibrar lascuentas fiscales, pueden conducir al gobierno

a la adopción de un nuevo ajus-te que podría tener conse-

cuencias dramáticas parala mayor parte de la

coyuntura

3 Maquiavelo, Nicolás, 1995, El Prín-cipe, M.E. editores, Madrid, p. 122.

población y liquidar el débil respaldo que to-davía posee el gobierno.

En el plano político, el régimen no ha lo-grado consolidar una mayoría parlamentaria,y tanto en los organismo de control como enel Tribunal Constitucional depende de su su-bordinación al Partido Social Cristiano y aeventuales acuerdos con el PRIAN. A esto de-be sumarse la debilidad política provocadapor el pésimo manejo internacional en el im-passe con Colombia, la intransigencia e in-condicionalidad en la defensa de las FuerzasArmadas respecto de las denuncias de ventade armamento de forma ilegal y sobre todo lafalta de un manejo político adecuado quepermita enfrentar las denuncias de aportesilegales en la campaña electoral. Estos hechosprofundizan la debilidad del gobierno así co-mo su aislamiento y dependencia tanto delPSC como de las FFAA.

La serie de expectativas generadas en di-versos sectores y los compromisos estableci-dos antes y después de la elección con una se-rie de organizaciones, gobiernos seccionales ysectores políticos configuran una amplia ga-ma de demandas que difícilmente el gobiernopodrá cumplir. Existen todas las condicionespara la conformación de un frente rural queaglutine al movimiento indígena y a diversossectores productivos tales como sectores ba-naneros, productores de papa, caficultores yganaderos, que a más de verse afectados pornuestra rigidez monetaria y la vinculación in-discriminada al mercado internacional, mirancon preocupación la decisión anunciada porel régimen de llegar a un acuerdo bilateralcon los Estados Unidos a pesar de que tantoese país como Canadá han ratificado su nega-tiva a discutir la eliminación de subsidios asus productos agrícolas.

De la misma forma, otros actores como losmunicipios y consejos provinciales han plan-teado su preocupación por la aprobación de unpresupuesto claramente desfinanciado y quepodría afectar, tal como en el presente año, laentrega de recursos de recursos y el cumpli-

miento de las obligaciones legales con los go-biernos seccionales. Estos planteamientos quese sustentan en expresas disposiciones consti-tucionales pueden coincidir con los objetivosde ciertos sectores políticos como el PRE queven en la debilidad del gobierno la oportuni-dad de condicionar al régimen para estableceruna nueva negociación que tenga como ele-mento central el retorno de Abdalá Bucaram.Y aunque esto pareciera ser imposible por lacercanía del PSC y el gobierno, no debería des-cartarse puesto que un eventual retorno afecta-ría mucho más al PRIAN que al PSC.

No debemos dejar de contemplar que elpróximo año es electoral por lo que el gobier-no tendrá más presiones de su propio partidoy de otros sectores; las posibilidades de coin-cidencia parlamentaria decrecerán e inclusosus actuales aliados buscarán diferenciarse delgobierno.

Por último, un elemento que no podemosdejar de tomar en cuenta es el factor subjetivoque incentiva básicamente a la población indí-gena y campesina. Por un lado, la movilizaciónde Bolivia que terminó con el gobierno deSánchez de Lozada y, por otro, el “sentimien-to de traición” que se desarrolla a partir de laruptura ocurrida el 6 de Agosto del 2003.

Al parecer, el Gobierno del Coronel LucioGutiérrez le quedan pocas posibilidades deactuar con iniciativa propia para intentar elfortalecimiento institucional de su régimen.Con seguridad buscará dividir y cooptar almovimiento indígena o a un sector del mis-mo, establecer acercamientos con legisladores“independientes” pero su suerte parece estaren manos de los aseguramientos que le pue-den brindar las Fuerzas Armadas y los cálcu-los políticos del PSC.

De igual forma, en los actores sociales hayun momento de reflexión relacionado no tantocon la posibilidad de la destitución, sino de lasinergia necesaria para replantear las condicio-nes mismas de la democracia y las posibilidadesde sus supervivencia en un contexto marcadopor el unilateralismo y la globalización.

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El Programa Nuestros Niños MBS/BID y la FLACSO-Ecuador, presentan, a través de esta publicación, losresultados de los estudios del “Diagnóstico sobre lasituación de niños, niñas y adolescentes entre seis y

18 años en situación de riesgo y los programas existentes”.

Temáticas como el trabajo infanto-juvenil, maltrato,abuso y explotación sexual, pandillerismo, provisión deservicios de atención,infracciones a la ley penal, con-sumo de drogas son abordadas desde distintos enfo-

ques. La variedad de este universo de estudio es analiza-da desde los puntos de vista de lacultura, la

antropología, la sociología, la economía y la adminis-tración, a partir de una reconceptualización de cada una

de las problemáticas estudiadas.

Serie FORO

Diagnóstico de la problemáticade niños, niñas y adolescentesen situación de riesgo y de los

programas existentesSíntesis de los estudios

FLACSO- MBS-PNN-BID - 2003

Ediciones de FLACSO - Ecuador

DOSSIER

Ángel G. Quintero Rivera2

Muchos analistas de las culturas “mulatas” deAmérica argumentan que la herencia culturalafricana reviste en éstas una importancia se-cundaria porque se manifiesta sobre todo enfenómenos como el folklore musical. Investi-gaciones más profundas demostrarían la im-portante presencia de dicha herencia en mu-chas otras facetas de estas culturas. Pero presu-poniendo, para fines de argumentación, quela apreciación fuera correcta, que nuestra afri-canía se encuentra sobre todo en la música,¿demostraría ello una importancia secundaria?

Tras esta apreciación se evidencia una vi-sión de la música como mero “entretenimien-to” o “diversión” y, por tanto, de importanciasocial relativa menor a fenómenos económi-cos, políticos o culturales “más serios”. Sinembargo, como bien señaló uno de los pione-ros de la etnomusicología, John Blacking, lamúsica es “la organización humana del soni-do”. Y siendo el sonido un elemento tan om-

nipresente en la vida de los humanos, argu-mentaba, la música constituye una de lasprincipales maneras en que los hombres ymujeres expresan su relación con el mundo ylas relaciones entre ellos. Tan es así, que no seha encontrado sociedad alguna que no tengaalgún tipo de música. Aunque ciertamente,contrario a otros períodos históricos, en losúltimos siglos la música se ha manifestadoprincipalmente en el ámbito del entreteni-miento, aún así expresa muy profundamentevisiones sociales que abarcan muy diversas es-feras de la vida.

Sobre ello podríamos escribir largamente;de hecho, fue lo que intenté en el libro ¡Salsa,sabor y control!, sociología de la música “tropical”(México: Siglo XXI, 1998). Pero en este ensa-yo corto sólo puedo compartir algunos pocosejemplos. Muy comúnmente se piensa que lasociología de la música, sobre todo popular, seconcentra en el estudio de la temática socialque muy frecuentemente aparece en las letrasde las canciones. Esto es muy importante, peroquisiera concentrar mis ejemplos en esta oca-sión en otro ámbito donde las visiones socialestienden a pasar inadvertidas: en las prácticasmusicales, en las maneras de hacer música.

La composición abierta y colaborativa

Entre 1600 y 1900 aproximadamente, las so-ciedades llamadas “occidentales” fueron desa-rrollando extraordinarias formas de organizar

ICONOS 20

¡Salsa!y democraciaPrácticas musicales y visiones sociales en la América mulata1

1 Una primera versión de este ensayo fue publicada enla revista ArchipiéLAgo (México) Año 2, Número 10,enero–febrero, 1997, pp. 45-48; se ha revisado ligera-mente para esta publicación.

2 Sociólogo puertorriqueño. Director de proyectos en elCentro de Investigaciones Sociales de la Universidadde Puerto Rico. Ha publicado doce libros y numero-sos artículos sobre diversos aspectos de la sociedad ycultura del Caribe y la sociología de la música.

Quintero, Ángel, 2004, “¡Salsa! y democracia. Prácticasmusicales y visiones sociales en la América mulata”, enÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 20-23.

lo sonoro que se identifican con una manerade entender el mundo y una organización so-cial que han ido dominando los tiempos mo-dernos: el racionalismo sistémico newtonianoy la teoría del individualismo posesivo, pilaresde la hegemonía del capitalismo. En el sigloXX, no obstante, esta poderosa trayectoriamusical comenzó a hamaquearse, con músi-cas y prácticas de elaboración sonora que ex-presan cómo las relaciones sociales podríanser diferentes, basarse sobre otros supuestos yconcepciones. En este proceso, han sido a mijuicio fundamentales las contribuciones de lasmás desarrolladas músicas “mulatas” del Nue-vo Mundo, que han combinado la riqueza dela trayectoria “occidental”, las herencias afri-canas y las impactantes experiencias de des-plazamiento territorial y problemática hidri-dez que han marcado la historia de América,la historia de un mundo social constituyén-dose “nuevo”.

Veamos algunas prácticas musicales com-partidas por las más elevadas expresiones delas tres más impactantes músicas “mulatas”,que no por coincidencia se han convertido entres de las más importantes y generalizadasmúsicas de este siglo: el jazz, la música brasi-leña y la música caribeña (que combinan lasmejores salsas). En esta músicas, como en latradición occidental, existe la práctica de lacomposición; un creador musical que previoa la ejecución de la música, ha pensado y ela-borado posibles desarrollos de ideas sonorasque plasma (gracias a la escritura o notaciónmusical) en una partitura. Pero contrario a latrayectoria de la modernidad occidental, enlas músicas “mulatas” no se pretende que elcompositor lo determine todo. La práctica dela composición no es, generalmente, autorita-ria ni individualista, sino abierta y colaborati-va. Está basada en el reconocimiento de lapresencia de otros e, intrínsecamente vincula-do a ello, en una visión de la música, no sólocomo expresión, sino como comunicación (yen diversas direcciones, además).

Generalmente existe en estas músicas unarreglista, que no sólo transcribe los dictadosdel compositor, sino que enriquece la pieza

con diversos giros y detalles sonoros. Peromás fundamental, a mi juicio, es la participa-ción activa que las prácticas de composiciónen estas músicas promueven entre los músicosque van a tocarla. Los músicos, incluyendo alcantante en las piezas vocales, no son merosejecutantes; participan activamente en la ela-boración de la sonoridad resultante a travésde la incorporación de giros y frases (vocaleso sonoras) en las cuales manifiestan la indivi-dualidad de sus estilos propios. La cosmovi-sión determinista del universo de la partitura(al estilo de las leyes de la física newtoniana)se quiebra ante la sorpresa de la ornamenta-ción y la improvisación espontánea de unosprocesos inéditos e irreversibles. (La músicaeuropea antigua también incorporaba algunasde estas características y, aunque algunos ele-mentos perduraron -como las cadenzas en al-gunos conciertos-, fueron restringiéndoseenormemente con el proceso modernizador apartir del siglo XVII).

La improvisación como reciprocidad liberadora

La importancia que otorgan estas músicas“mulatas” a la improvisación es, de hecho,la segunda práctica fundamental de ellasque quería adelantaracá. Estas no sólopermiten la orna-mentación im-provisada de losinstrumentistasa lo largo de lapieza, a basedel conoci-miento de susinstrumentos y susparticulares estilos deejecución, sino además de-sarrollan formas que promue-ven la improvisación: composicionesque incluyen secciones específicasdedicadas a la manifestación virtuo-sista de los diversos componentes

ICONOS 21

de un conjunto musical, lo que se conoce enel jazz como los jam sessions y en la salsa co-mo las descargas. En estas formas, la improvi-sación es un fenómeno de comunicación,pues se improvisa a base de lo que el compo-sitor y el arreglista han querido expresar, y enentrejuego con la improvisación de los instru-mentistas que le han precedido en la sesiónimprovisatoria.

Las improvisaciones no son, pues, manifes-taciones individuales, sino expresiones de indi-vidualidad en una labor de conjunto; trascen-diendo, en esa forma, la tradicional diferencia-ción entre lo singular y lo plural en referenciaa lo humano. La composición no es, por tan-to, una obra individual, sino una práctica co-

laborativa, que quiebra, en la pro-ducción simbólica, la teoría delindividualismo posesivo. La im-provisación es relación comunica-

tiva; es expresión de reci-procidad, donde la in-

dividualidad seconstituye, noen términos de

lo busca o lo querecibe, sino de lo que ofre-

ce, de lo que da. Las indivi-dualidades no se diluyen en la

colectividad, pero tienen sentido só-lo en términos de ésta.

¡...ahora le toca al bailador!

La comunicación a través de la cual se elabo-ra la sonoridad resultante en la “mulata” mú-sica “tropical” no se da únicamente entre losque producen la música (el compositor, el

arreglista y los músicos), sino también entreéstos y los que la “utilizan” o “consumen”. Elcreciente distanciamiento entre los músicos ysu “público” en la producción sonora, que haexperimentado la gran música de la moderni-dad occidental, ha permeado también a todamúsica que trasciende el ámbito puramentecomunal, pero en grados diferentes. Manifes-tando una distinta concepción de la sociabili-dad, el “público” en, por ejemplo, la salsa esrara vez pasivo. Se comunica constantementecon los músicos, siguiendo la clave con laspalmas de las manos, coreando el coro, de-mandando intensidad o ¡sabor! y, sobre todo,bailando. De esta forma se retiene (sin tantaintensidad, claro está) la vieja tradición afro-caribeña de la bomba puertorriqueña, larumba cubana y otras músicas hermanas, deldiálogo imprescindible entre bailador y tam-borero en la sonoridad resultante.

Esta comunicación desde “el público” esmuy importante para el desarrollo espontáneode las ornamentaciones y la improvisación,pues los músicos responden a esas que llaman“vibraciones” en torno a lo que están tocandoy, en ese sentido, puede decirse que, de ciertamanera, se quiebra la división tajante entreproductores y “consumidores” en la elabora-ción de las sonoridades. Quiebra también estapráctica la concepción de la composición co-mo universo predeterminado (paralela a las le-yes físicas newtonianas), infinitamente repeti-ble por la partitura, ante la incorporaciónconstante de dichos procesos irreversibles.

En la actividad ¡Pa’ la calle, bailador!, porejemplo, celebrada unos años atrás en uno delos principales salones de baile de San Juan dePuerto Rico, Papo Lucca, director musical deuna de las más populares orquestas de salsa -

dossier

La música expresan la relación de hombres y mujeres con el mundo y entre ellos.Componiendo, tocando, tarareando, cantando y bailando manifestamos diversas

formas de cómo somos (lo que hemos sido y lo que podríamos ser).La heterogeneidad de timbres en las músicas "mulatas" reafirma una

democracia que valora las diferencias.

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La Sonora Ponceña-, estimulando la participa-ción del público, expresaba desde la tarima,abiertamente y “a todo pulmón”: “¡de eso setrata la salsa: de la comunicación entre uste-des y nosotros!”

La heterogeneidad y la democratización instrumental

Un gran aporte de la modernidad occidentala la organización humana de los sonidos fueel desarrollo de una música polivocal (demuchas voces diversas) conformada por unagran heterogeneidad de agentes sonoros o fa-milias de instrumentos. Este desarrollo fueacompañado, no obstante, por una clara je-rarquización de los instrumentos. En esa ex-traordinaria institución polivocal de occi-dente que es la orquesta sinfónica, por ejem-plo, la voz cantante la lleva generalmente elviolín, mientras la percusión se limita a“acompañar” o “adornar”. Es significativoque en la orquesta sinfónica está establecidoque sea el primer violín (que se denominaconcertino) el líder del conjunto.

Las más elaboradas expresiones de las mú-sicas “mulatas” (en el jazz, la música brasilerao la salsa, por ejemplo) aprovechan la tradi-ción polivocal y la riqueza instrumental, peroquebrando la jerarquización establecida. Enlos conjuntos de salsa, a manera de ilustra-ción, la percusión se coloca en la línea frontaly no al fondo, como en la orquesta sinfónica.Estas músicas fueron rompiendo con la ideade que unos instrumentos lleven “la voz can-tante”, mientras los otros los “acompañan”;desarrollando una sonoridad de conjunto ba-sada en la multiplicación integrada de tim-bres sonoros, ejerciendo -cada uno- una vozpropia. El liderato de estos conjuntos puedeejercerse desde el bajo, el trombón, la percu-sión, el piano o la voz... Como en la elabora-ción virtuosista de los jam sessions o las descar-

gas pueden participar tanto los instrumentosmelódicos valorados por la música de la mo-dernidad occidental -el violín, el piano o laflauta...-, como aquellos que ésta había sub-valorado: el trombón, el cuatro, el bajo, la ba-tería, los bongoes o las congas, entre otros.

En nuestras sociedades americanas -cuyasmúsicas entremezclan diversas tradiciones deexpresión y elaboración sonora- los diversosinstrumentos fueron asociándose histórica-mente con particulares identidades sociales;étnicas y de clase, sobre todo. El violín se aso-ció con la tradición europea, mientras la per-cusión con la africana; la guitarra, el cuatro yel güiro con el campesinado, y los vientos-metal con los trabajadores urbanos de ofi-cios... Dados los significados que expresan lostimbres sonoros de los diversos instrumentosen términos de las identidades sociocultura-les, la valoración presente en las músicas “mu-latas” a la heterogeneidad de sus timbres, traeconsigo implicaciones fundamentales en tor-no a las concepciones de la sociabilidad, rea-firma la utopía de una democracia que valorael respeto de las diferencias.

Todos los argumentos presentados acá re-quieren matizarse y elaborarse mucho más.Los he presentado en líneas gruesas para esti-mular la reflexión sobre fenómenos que pare-cen a primera vista “triviales” y que constitu-yen, sin embargo, elementos centrales de loque algunos teóricos han llamado “nuestro in-consciente colectivo”. En ese sentido, los estu-diosos de la América mulata tenemos muchoque aprender de nuestros pueblos que hancontinua y consistentemente valorado enor-memente su música. Y es que, además de go-zar, y simultáneamente, manifestamos diver-sas formas de cómo somos (incluyendo lo quehemos sido y podríamos ser) componiendo,tocando, tarareando, cantando y bailando.

20/11/03

ICONOS 23

metalero:

Karina Gallegos Pérez1

Quito: una calle cualquiera, un joven vestidode negro, adornado con cadenas y tatuajes,vistiendo una camiseta negra estampada conletras casi ilegibles, cabello largo, aretes, botasde cuero, camina al ritmo de la música de suwalkman. Los demás transeúntes, general-mente curiosos, observan con recelo al extra-ño -pero cotidiano- personaje. Él pertenece auna de las tribus urbanas existentes en la ciu-dad: los metaleros.

Hacia la construcción de la identidad metalera

Metaleros son aquellos rockeros que escuchanla música denominada metal o heavy metal,en todas sus tendencias, como son Thrash Me-tal, Death Metal, Speed Metal, Black Metal,Grind Core, Power Metal entre otros. Aunquecomúnmente esta tribu urbana ha sido asocia-da con violencia, delincuencia y hasta satanis-mo, los metaleros han generado la búsquedade espacios de ubicación para jóvenes que per-siguen la revalorización de los sujetos socialescomo productores de valores y motivacionesde vida. Y lo han hecho mediante el estableci-miento de espacios de resistencia y confronta-ción ante los procesos masificadores.

El sistema vestimentario: la pinta metalera

La forma de vestir de las personas o agrupa-ciones ha transformado el drama social en undrama vestimentario, donde se marca el esti-lo de vida de los individuos gracias al uso es-tético. La diversificación de estilos en las ca-lles de la ciudad marca las diferencias entre lasdistintas tribus.

La imagen exteriorizada por una tribu (ex-presiones, lenguajes del cuerpo) le permite al-canzar reputación entre el resto de tribus, y lasociedad en general, evidenciándose una lu-cha simbólica por el dominio del “poder”. Elcuerpo y el vestido retoman de este modo suimportancia frente al discurso frío y descor-porizado de lo institucional y lo racional.

Los metaleros, al igual que el resto de tri-bus urbanas, convierten el sistema vestimen-tario en un fuerte emblema de identidad. Espor medio de la revalorización corporal comoexpresan su desacuerdo y su rechazo social.Está presente una conciencia del cuerpo quebusca expresar sus sentimientos, ideas y dis-curso por medio del uso de colores y adornos,y un control voluntario del individuo de sucuerpo y de lo que busca representar para dara entender una posición sobre la vida, comouna forma de afirmación del yo y de afirma-ción de la identidad dentro del grupo.

La imagen es una protesta contra el “buengusto”, contra la moda, contra la uniformi-dad, mediante el uso de máscaras, que a dife-rencia de las que un individuo usa en su vidacotidiana se presentan como auténticas y so-

ICONOS 24

resistencia cultural urbana en Quito

1 Socióloga. Investigadora de CIUDAD.

Gallegos, Karina, 2004, “Al estilo de vida metalero: re-sistencia cultural urbana en Quito”, en ÍCONOS No.18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 24-32.

Al estilo de vida

bre todo son codificables. Para los metalerosresulta imprescindible la imagen que proyec-ten dentro y fuera de su grupo de pertenencia.

Se tiende a generar visiones alarmistas so-bre su apariencia. Sin querer estereotipar almetalero es necesario realizar una interpreta-ción de su “pinta”, que contribuya a desmen-tir de algún modo los prejuicios que se tejenen torno a ella.

Lo pesado, heavy, no es únicamente la“marca del estilo” de música metalero. Impli-ca también una caracterización al momentode vestir. Así, son los accesorios más usados elcuero, el jean, las cadenas, las botas, y llevar elcabello largo: adornos que pesan, al igual queel estilo de música y el nombre por el cual sonconocidos.

El cuerpo es manipulable: puede ser en-tonces sometido, utilizado, perfeccionado ytransformado (Foucault, 1984:141). Puedeser convertido en un grabado donde se estámostrando que las cadenas significan hostili-dad, que el cabello largo es rebeldía, y el ne-gro de la ropa es protección o desconfianza.

Las camisetas de las bandas favoritas delmetalero son negras y con los emblemas res-pectivos. Un jean azul o negro, generalmenteroto o descosido, botas o zapatos deportivos,chompa de cuero con cierres plateados, cade-nas y anillos adornados con calaveras o ani-males feroces, cabello largo y suelto, aretescon adornos de la misma clase, todo estoconstituye la pinta oficial y reconocible de unmetalero en la ciudad.

Los metaleros se han apropiado del colornegro como su uniforme, y de símbolos mor-tuorios y macabros, por lo que son tachadosde satánicos. Esta constituye una manifesta-ción intencional, pues la utilización de estossímbolos está pensada como una protesta con-tra los modelos de triunfo, de lo “normal” y loaceptado. La utilización del negro como “em-blema de batalla” se debe a las interpretacionesque genera este color: al negro se lo asocia conla maldad, la muerte y lo tétrico. Pero tambiénestá asociado al placer y al misterio, ambos re-lacionados con la oscuridad de la noche. Se-gún uno de los miembros de esta corriente,

“El negro tiene todo que ver con lo que sien-to, es absurdo si es que alguien no ha sentidomiedo, o placer en la oscuridad o ese tipo decosas, me encanta el color negro, todo lo quetenga que ver con el misterio, con el miedo.”

Vestir el color negro es una forma de protes-tar contra la sociedad, que se asusta de las di-ferencias. En una reunión de metaleros, porejemplo un concierto, todas las calles que cer-can el local del evento son atravesadas porgrupos de individuos que más parece que sedirigen a un velorio: todos van de negro, enactitud seria y respetuosa. Y según lo quepiensa otro entrevistado, no estamos lejos ennuestra interpretación:

“El negro es una forma de luto, va en rela-ción a la muerte, es como vestirse de luto, to-do en esta sociedad corrupta está muerto.”

Los accesorios metálicos contribuyen a resal-tar la personalidad del metalero que las viste,y a acentuar la impresión que el otro se lleva-rá del que viste las joyas. Según Simmel, losadornos llevan fundidos elementos corporalesy espirituales, ya que se considera que unapersona es más cuando se halla adornada(Simmel, 1977:387).

Los anillos y demás joyería que llevanpuesta es plateada, y por ello representa lascaracterísticas del metal, como música y ador-

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no: el peso, la rigidez, la incorruptibilidad, elfrío, el no poder ser modificado, todas son ca-racterísticas de la personalidad de un metale-ro, y por las cuales se siente parte del grupo alcual pertenece, y del cual se enorgullece.

Los anillos y demás accesorios están ador-nados por símbolos de muerte, animales aso-ciados con la fuerza y la crueldad, producto delos rasgos que buscan expresarse y diferenciar-se del resto. Uno de los entrevistados señala:

“La ropa es el alma, es un reflejo como tú tevistes. El rock sí tiene una especie de paráme-tros pero no es que los sigues porque quieresdemostrar que eres mala persona, sino por-que te gusta. Yo, como ecologista, prefieroidentificar al rock y su propuesta de alterna-tiva de comunicación con los animales.Igual, cualquier persona que te ve este anillode este lobo, y no es un hello kitty o un bam-bi, van a interpretar mal igualmente.”

El uso de estos accesorios metálicos es pro-ducto de la energía y la influencia de la músi-ca, del tipo agresivo y rebelde. En la utiliza-ción de estos símbolos radica la diferencia en-tre metaleros y demás corrientes juveniles deprotesta, como los hippies, por ejemplo. A di-ferencia de ellos, quienes protestan de formapacifista, los metaleros proponen, pero a ma-nera de una lucha simbólicamente violentacontra la sociedad.

El happening: conciertos y sitios de reunión

Los metaleros mantienen un juego entre ser vi-sibles y ocultarse. Es un juego entre la miradapública y su privado. Son escasas las ocasionesen que pueden ser vistos en grupo. Un espacioconcreto de visibilidad son los conciertos.

Cada momento de un concierto es un rito:el viaje hacia el sitio del concierto (en los afi-

ches promocionales indican el bus que se de-be tomar, la parada en la cual bajarse), la espe-ra antes del ingreso y hasta el momento de laentrada. Una vez dentro, los ritos continúan,desde la ubicación de la gente en el local has-ta los bailes rituales y el consumo de drogas yalcohol. Para apoyar la siguiente descripciónde un concierto local, se incluye una cita deun concierto argentino, gracias a la cual pode-mos ver que las similitudes son enormes:

“El primer rito es el encuentro. Puede ser enel bar de la esquina, o en el quiosco de la vuel-ta, que vende de litro y más barato. Otro ritoprevio al recital es el “hacer puerta”. Aquí jue-ga el “a ver cómo entramos”. La idea de entrargratis o más barato rige las esperas y estrate-gias. Una estrategia común es juntarse entrevarios para tratar de conseguir una rebaja:“somos cinco te pago tres”. Entrar gratis es untrofeo de guerra. Es un rito hacer una “vaca”,compartir es un rito por excelencia. Se com-parte el poco espacio. Se comparten vasos ybotellas, dinero, cigarrillos. Incluso se le pue-de pedir un trago al primero que pase con unvaso o botella” (Bustos, 1997:64).

El concierto (como todos los conciertos meta-leros) es a las dos de la tarde. Es sábado. Unascuadras antes de llegar al sitio, generalmenteuna casa barrial, locales escolares, galpones defábricas o salones alquilados, se van notandolos metaleros. Toda una calle en silencio, to-dos los transeúntes vestidos de negro, con elcabello suelto y pesadas chaquetas de cuero.Cualquiera podría llegar siguiéndolos.

En la puerta del local se hallan sentados va-rios asistentes, en la vereda. Muchos están be-biendo trago de la misma botella, todos fu-man. Al principio el ambiente parece muyhostil, pero es una medida de defensa contrainfiltrados de otras tribus rivales (como los

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La construcción de la identidad metalera como una "identidad de resistencia" seha convertido para sus seguidores en un modo de vida: son identidades opuestas

a las ideas de lo "normal" impuestas por las ideologías dominantes y que se agrupan en formas cerradas. La sociedad de "normales" los estigmatiza.

punks) o para identificar “noveleros”.La entrada no sobrepasa los cinco dólares.

No se dan tickets ni se revisa a los que ingre-san. Todos los que esperan entrar van y vienenpor la calle, pocos entran. Es que se busca nopagar la entrada, o pagarla entre algunos: es locomún. Además, hay que hacerse ver.

El encargado de la puerta generalmenteaccede al trato. Entran tres pagando 12 dóla-res. En el interior el ambiente es caliente y es-tá lleno de humo de cigarrillo. El espacio estádispuesto según muestra el gráfico:

El escenario es improvisado, con una tarimabaja de maderas. El equipo de amplificaciónes muy deficiente. El sonido no es nítido, ylas luces son un par de focos del local, que noson encendidos. Muchas veces los sitio care-cen de ventilación.

A diferencia de otras tribus urbanas, y depandillas juveniles, para los metaleros el terri-torio no es un espacio por reivindicar: es unespacio de actuación e interacción y adquieresignificados rituales. Así, los asistentes al con-cierto se ubican a los lados de la tarima, alfondo del local y en el medio, dejando espa-cio para la danza ritual, o slam.

Los asistentes no sobrepasan los 60 o 70,por lo reducido del espacio. Se ubican en loslados del local, arrimados a las paredes y alfondo, en el área 3. Esta zona está antecedida

de un pequeño espacio donde no se ubica na-die, el área 2. El área 3 está destinada paraaquellos que deseen sentarse en el suelo, o pa-ra quienes vayan a consumir drogas. No to-dos lo hacen pero no existen prejuicios conquienes lo hagan. Según un estudio sobreconciertos de metal, el alcohol es consumidopor un 86% de los asistentes, mientras quedrogas por el 37%. (Arroyo, s/p).

El área 1 es la más importante. Como yaseñalamos, es el sitio eje del rito, el lugar de ladanza. En esta área no puede ubicarse nadieque no esté dispuesto a entrar al “baile de laspatadas”, donde los cuerpos de todos se mez-clan para expresar su euforia hacia la música.

Para los bailes, los metaleros se agrupanformando un círculo, dentro del cual giran alritmo de la música, con movimientos de bra-zos y patadas. Este slam solo ocurre cuando lamúsica es lo suficientemente rápida (es cuan-do el baile se torna agresivo), sino solamentese limitarán a mover la cabeza, al ritmo del te-ma, lo cual se conoce como mosh.

Estas danzas constituyen bailes rituales pa-ra un metalero (aunque el slam tiene su ori-gen en los grupos punk). Debido a que el me-tal -y sus estilos- no constituye una música fá-cil para bailar tanto por la rapidez, los cam-bios y la complejidad del estilo, la única for-ma de aprobar el gusto por ella son estas de-mostraciones rituales. Además, los bailes me-taleros constituyen una especie de desahogode las presiones sociales, por la misma cargade violencia que desprende.

“Esta música te ayuda a desahogar lo que tie-nes dentro. Vas a un concierto y sales calmadi-to, todo lo contrario a lo que se imaginan losque están afuera, que somos unos malditos.”

Muchos jóvenes se dirigen al slam. Se formaun círculo que se va abriendo conforme in-gresan más danzantes. No va ninguna mujer,el baile es muy peligroso, y los que entraronmuchas veces salen estropeados, pisoteados yhasta ensangrentados. Algunos trepan hacia latarima, y saltan sobre el resto, ser recibido escuestión de suerte.

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TARIMA

1

2

3

Ubicación del público

AC

CES

O

El calor es insoportable. Los sudorososdanzantes van a refrescarse al baño, para con-tinuar el rito totalmente mojados. Son comolas 5 de la tarde y llega la policía, alertadospor la llamada de un vecino. Los metalerosque pueden alcanzan a salir a tiempo son po-cos. Los demás irán presos, y muchos de ellosregresarán al día siguiente sin su melena.

Si la policía no llega, el concierto termina-rá a las 6. Todos salen cansados, pero satisfe-chos. Esperan que los punks no estén espe-rando fuera, para la ritual pelea entre tribus.

Los conciertos son los principales espaciosde representación abierta para los metaleros,ya que además de mostrarse y ser visibles pue-den escuchar nuevas bandas y propuestas. Es-tos espacios sirven para representarse comomiembro de la tribu y para legitimar el terri-torio del grupo, del cual se toma posesiónaunque sea mientras dure el espectáculo.

Por ello, sus territorios son espacios deocupación no constante: adquieren significa-do en determinados momentos y en ciertosdías de la semana, como el sábado en la tarde,día común para un concierto.

Otros sitios de reunión son los lugares pri-vados, es decir, pequeñas reuniones en el ba-rrio, en un parque, una esquina o la casa deun miembro para escuchar e intercambiarmúsica. Estos lugares constituyen espacios derepresentación cerrada, en los cuales el meta-lero afirma su pertenencia al grupo. Son espa-cios del tiempo cotidiano, fuera del happe-ning del concierto, los momentos de entre se-mana, cuando los individuos involucradosnecesitan imaginar algo significativo, que su-pere la anomia del anonimato.

Sin embargo, los conciertos siguen siendolos espacios de representación más importantes.El tiempo de un concierto se convierte en eltiempo más valorado, porque se vuelve un mo-mento de actuación y una oportunidad parademostrar la vinculación con su grupo. Es untiempo para renovar la identidad y para vivirmás intensamente ya que pertenece a la totali-dad del grupo que se halla dentro del recinto.La corta duración de estos momentos los hacesagrados para el grupo, y se consolida dentro

del ambiente una bronca con lo que está fuera.Este rito permite que la tribu de los meta-

leros comparta actividades que generan sensa-ciones fuertes, el levantamiento de pasiones yla sublimación del contacto físico, tres carac-terísticas básicas de toda tribu urbana, ya queconsolidan al grupo internamente y a la vezpermiten que se mantenga un espacio muypropio dentro de las urbes.

El tiempo del concierto es un tiempo deruptura, un paréntesis frente a la cotidiani-dad, en palabras de Maffesoli, un tiempocuando Dionisios le toma la delantera a Apo-lo, y el reloj solar que sólo marca las horas lle-nas y diurnas, de poco sirve cuando lo que serevela como importante es el instante, son lasfracciones de tiempo que explotan en la oscu-ridad, lejos de la claridad de la normalidad.

“El metal es un estilo de vida”

La construcción de la identidad metalera comouna identidad de resistencia, lejos de ser unamoda pasajera, se ha convertido para sus segui-dores en un modo de vida. Las actividades quecada uno de ellos ejerce en su vida cotidiana es-tán marcadas por el hecho de ser metaleros:

“Tiene una fuerte influencia en mi vida elmetal. Es lo que yo hago, y eso es poco decir,es el modo de vida que yo llevo como ente,en una calle, donde sea.”

Aunque muchos de los líderes de la movidadedican y han dedicado mucho de sus esfuer-zos y tiempo al apoyo y consolidación de lapropuesta metalera, mantienen actividadesparalelas con fines de subsistencia. Sin em-bargo, esto no ha afectado a su vida dentro dela música:

“Mi vida es el rock. Tengo 35 años, dos hijos,estoy casado. Trabajo de profesor de música ytengo mi propio negocio. Son mis mediospara vivir, pero lo que me mantiene realmen-te vivo es la música, la que hago y la que es-cucho desde hace 20 años. Me presento a lostrabajos tal como me ves, con mi chompa de

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cuero y mis botas. Si me aceptan como soyestoy de acuerdo, si no lo hicieran, bueno,cambio de trabajo.”

A pesar de que estos vínculos identitarios sur-gen en la adolescencia, como un ancla dentrode una etapa compleja, se mantienen paraque en cada metalero adulto permanezca eleterno adolescente, fanático y rebelde contrael sistema establecido. La identidad metalerases en este sentido una “identidad adolescentepara adultos”: profesionales y padres de fami-lia metaleros siguen apoyando la movida consu presencia en conciertos y escuchando losescasos programas radiales de metal.

La condición de ser rebelde marca al me-talero desde los inicios y posteriormente seapoya en otras razones para rebelarse; una vezfuera de la familia de origen o del colegio, losmetaleros adultos redescubren un mundo alcual son ajenos, lleno de corrupción, injusti-cias sociales y problemas políticos. Así, mu-chos de ellos se unirán a movimientos de pro-testa, como grupos de derechos humanos, yapoyarán causas como la búsqueda de desapa-recidos o la libertad de expresión.

El valor más apreciado por los metaleros esla honestidad. Rechazan las imposiciones de lasociedad adulta, que representa muchas vecesla adopción de roles socialmente impuestos.

“Por lo que hago esa música, la escucho y medesenvuelvo en ella es porque es honesta, aquíestamos hablando de honestidad a cualquierpunto, a mí me caen mal los satánicos, mecaen mal los cristianos, me caen mal los cató-licos, o sea todo ese tipo de extremismo ton-to que no se abre me cae mal. La honestidadno solamente implica hablar de lo que ves enla calle, la honestidad implica ser honesto conlo que vos sientes por dentro, algún senti-miento, o alguna especie de sentimiento.”“El rock es una filosofía, es el hecho de que-dar bien con uno mismo, de sentir las cosas,de vivir.”

Para los metaleros la condición de contracul-tura o corriente de resistencia marca sus vidasy se queda de forma definitiva. Su adscrip-

ción al metal, y su interés por todo lo que conéste se relacione queda distante de ser un me-ro período transicional.

Esta es la diferencia fundamental entre lamoda y las identidades de contra cultura, co-mo la de los metaleros. Al no estar influencia-dos por la duración de un estilo, en música oropa, los metaleros se mantienen sin cambioalguno, fieles a su grupo identitario, e ideoló-gicamente presentes como un grupo crítico alsistema establecido, al cual se opondrán me-diante manifestaciones culturales.

Por ello podemos incluir a los metalerosdentro de lo que Castells llama “identidadesde resistencia”. Se trata de identidades conposiciones opuestas a las ideas de lo “normal”,impuestas desde las ideologías dominantes.Esto produce identidades que se agrupan enformas cerradas, por lo cual son estigmatiza-dos por la sociedad de “normales”.

Propuesta y mundo de valores

Comúnmente identificados con la violencia yla agresividad, los metaleros no constituyenuna amenaza pública; lejos de ser vándalos,expresan su agresividad dentro de sus propiosespacios, los conciertos, mediante las danzasdel slam y el mosh.

La propuesta metalera, tanto en las carac-terísticas de la música como en los contenidoses sumamente crítica hacia el sistema, hacia laautoridad, la corrupción en la religión y lapolítica, la masificación, la pérdida de auten-ticidad, y la excesiva racionalidad. Utilizan laagresividad de la sociedad como ironía, comouna sátira para manifestarse. Las expresionesculturales de violencia evidencian la presenciade una ideología de contra-cultura, que seaferra al uso de símbolos extremos, buscandoun reconocimiento más efectivo por parte dela sociedad: provocándola.

Otro valor reconocido dentro la tribu delos metaleros es la fidelidad. Los “fieles” noabandonan sus referentes identitarios a pesarde llevar a cabo otras ocupaciones, o cumplirroles adicionales. Esto puede verse claramen-te en cuanto en esta tribu existen miembros

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desde los 14 hasta los 30 y más años, como yaseñalamos anteriormente.

Otra de las razones por las cuales es desa-creditado un metalero es cuando no acudecon regularidad a los eventos organizados. Elapoyo hacia la movida debe ser total, y unmetalero tendrá como actividades primordia-les los conciertos, según los cuales deberá or-ganizar sus actividades.

Sin embargo, este radicalismo ha ido desa-pareciendo con el tiempo, y actualmente exis-te mayor apertura, aunque sigue siendo esen-cial el no ser seguidor de otras corrientes mu-sicales, a no ser música clásica, altamente va-lorada por los metaleros: los músicos clásicosson considerados virtuosos por sus seguidoresmetaleros, y los músicos metaleros deben sertambién virtuosos para poder componer yejecutar los complicados temas de metal. Enel medio metalero existe la idea de que si losmúsicos clásicos vivieran en la actualidad, se-rían rockeros2.

Se juega mucho con la autenticidad, o elvalor del “verdadero” metalero. Hasta hacepocos años, cuando la tribu estaba más cerra-da, ser metalero “fiel” en ocasiones llegaba aextremos: un metalero no podía escuchar na-da más que metal, caso contrario formaríaparte de los posers, posadores, o falsos metale-ros.

Aunque un individuo no metalero se en-cuentre ataviado a la perfección como si lofuera, es reconocido como poser. Esto proba-blemente se deba a que, según uno de los en-trevistados con muchos años dentro de lamovida,

“Cuando uno es rockero no importa la ropa.El rock se lleva aquí y acá (señalando el cora-zón y la cabeza).”

Son el poser y el popero (el que escucha músicacomercial identificada como pop) los sujetosvíctimas de la discriminación del metalero.Todos los individuos infiltrados, “noveleros”,y “plásticos” son objeto de rechazo y burla porparte de los metaleros, y son desacreditados yexpulsados del grupo. Popero, generalmente,es todo aquel que no escuche metal.

Los metaleros, igual que muchas tribus ur-banas, mantienen un estrecho círculo: unaforma de fijar nuevas fronteras frente a lasque han ido desapareciendo con la globaliza-ción. Los nuevos límites territoriales o subje-tivos buscan ser una protesta en contra de losatentados a la personificación y a la identi-dad. De esta forma, otorgan un nuevo signi-ficado y revalorizan los espacios de socializa-ción, lo comunal, lo afectivo. La importanciade los lazos grupales es muy fuerte dentro deesta tribu. Los metaleros sobrevaloran los la-zos comunitarios y le otorgan importanciafundamental a la solidaridad entre ellos, sobretodo cuando se trata de apoyar a un metaleroen problemas con la ley.

Así, cuando la policía intenta arrestar a al-gún miembro el resto no huye, al menos lamayoría permanece vociferando en contra delacto. Por la serie de abusos cometidos por lapolicía, un grupo de metaleros creó en Quitohace varios años el llamado “Colectivo antirepresión”, apoyados además por el comité“Pro libertad artística juvenil”, otra organiza-ción que apoya a los rockeros.

Las demostraciones de solidaridad puedenir entonces desde el apoyo incondicional a lasbandas metaleras, hasta la defensa de unmiembro en problemas. Y aunque la fuerzade su unión radica más en su posición de re-chazados del resto de la sociedad, la solidari-dad y la importancia de la lealtad a la movidacontribuyen también de forma decisiva a lacohesión del grupo.

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dossier2 Una canción de la banda española “Barón Rojo”, que

se ha vuelto un himno para los metaleros, (y que inclu-so ha dado el nombre al más popular programa de ra-dio de este estilo), se titula “Breakthoven”, en alusiónal músico clásico. Una de sus estrofas dice:

“Camina por ahí, un tipo original / que dice ser ge-nial./Y quiere profanar con música de rock el templo delreal./ Tiene talento creador pero le tachan de vulgar /por-que defiende que en el rock hay un mensaje cultural./ Di-ce que el gran Beethoven hoy, tocaría rock / y aunque leataquen mantendrá su opinión./ Hay que romper falsosmitos …

Autoridad igual represión

La presencia de estos personajes extraños enlos barrios donde se dan lugar los conciertosatemoriza a los vecinos, por su imagen untanto “tétrica” para el gusto “normal”. El fuer-te estilo de la música produce que se acabe deuna vez con todas con la paciencia de los mo-radores, que acuden a la policía para que pon-ga fin al espectáculo.

Las violentas llegadas de la policía en unconcierto son recibidas con igual violenciapor parte de los asistentes al show; sin embar-go, luego de algunas bombas lacrimógenas, elconcierto se da por terminado, y muchos jó-venes son llevados detenidos.

Pero la detención no se queda ahí: las lar-gas cabelleras de los metaleros son rapadas enprisión, y hasta en ocasiones la rudeza policialha generado escándalos, como el tristementecélebre concierto de Solanda, durante la ad-ministración de Bucaram, donde un grupo demetaleros fueron obligados a ingerir sus pro-pios cabellos.

Estas agresiones contra uno de sus másimportantes símbolos identitarios han hechoque los metaleros, si bien siempre se hanopuesto a la autoridad, se hallen cada vez másdistantes y contrarios a ella. El estigma del pe-lo largo, relacionado con drogadicción, delin-cuencia u homosexualismo, ha causado a losmetaleros muchos problemas con la policía yel ejército.

“En Ambato, a mí me cogieron en ‘los tresjuanes’, nos acosaron, nos llevaron y nos cor-taron el pelo, pero nos tuvieron dos días, y altercer día nos soltaron, pero ya cortados elpelo. Y si te cortan el cabello es como si tecortaran una segunda parte de tu vida, poreso yo creo que si no hubiera derechos hu-manos ¿qué sería de nosotros con la policía?,

a cada rato nos reprimieran. A la autoridadhay que respetarla, pero siempre y cuandonos respeten.”

La estigmatización provocada por la diferen-cia es producto del temor al que Cohen hadenominado “pánico moral”. Este efecto esgenerado por los prejuicios existentes en elpensamiento de la gente “normal”, para quie-nes el uso de ropa negra, cadenas, adornoscon símbolos de muerte y cabello largo signi-fica delincuencia, y causa miedos y conflictos.

El pánico moral es reforzado por la difu-sión errónea de los medios de comunicacióncuando informan sobre cualquier tribu urba-na o grupo diferente a la sociedad de “norma-les”. El sensacionalismo de la televisión, conreportajes sobre sectas satánicas y bailes vio-lentos ha producido que los metaleros seanrelacionados directamente con estos gruposde dudosa existencia en el país. La idea delrock como música de libertinaje también haayudado a que la imagen del metalero se dis-torsione.

Como consecuencia de esta estigmatiza-ción, el rechazo hacia este grupo se ha gene-ralizado incluso en grupos juveniles, quieneshacen burla de la imagen del metalero. Lapresencia de un miembro de esta tribu en unbarrio adinerado producirá más de una burla,por el hecho de no hallarse a la moda o “bienvestido”. Si el desafortunado miembro se ha-lla solo, probablemente le toque enfrentarsepara librar su honor de metalero. Por ello, escasi inexistente la presencia de metaleros enbarrios de estratos altos: no es su medio.

“Mis vecinas me ven mal, llego a mi casa yme quedan viendo mal, dicen “ya llegó el bo-rracho, drogadicto, con el pelo hasta la cin-tura”, y peor porque uno rompe el esquema,se sube en un árbol, grita, entonces empieza

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Las violentas llegadas de la policía en un concierto son recibidas con igual violen-cia por parte de los asistentes al show. Luego de algunas bombas lacrimógenas, elconcierto se da por terminado, y muchos jóvenes son llevados detenidos (algunos

perderán sus melenas). Si la policía no llega, el concierto terminará a las 6.

la lucha entre los demás y con uno mismo.Pero ya no me importa, porque llega un mo-mento que uno empieza a sentirse tan bienque uno dice “ojalá que tenga el pelo hastalos pies”. Mido el tiempo con el largo de mipelo, y digo “voy a medir el tiempo que voya soportar que los demás se rían de mí.”

Uno de los metaleros entrevistados señala quese enorgullece de su cabellera larga, pese a queno encuentra trabajo, porque “por ejemplopara un trabajo siempre tienes que ir de pelocorto y ternito, sino no eres bueno”. Este es-tigma ha aumentado la marginación del gru-po, al cual se le niegan acceso a diversos sitiosy oportunidades, aun cuando no constituyeun grupo violento o vandálico. Se hace palpa-ble el estigma de la diferencia.

La marginación, aunque en un principiosurge de la voluntad del grupo, también esuna decisión del mundo de “afuera”. Las fun-ciones de vigilancia y juicio han permitidoque los metaleros sean vistos como un grupopeligroso y anormal:

“En la calle te ven con el pelo largo, y te dicenladrón, marihuanero, te menosprecian, cuan-do me subo a un bus me subo con mis me-chas, mis pantalones apretados, mis botas,hasta que una vez una tipa dice “este tiene queser ladrón”. Y yo le dije “yo le respeto, pero sa-be que la ignorancia que usted acaba de hablarno le respeto, ya dice el dicho que al ignoran-te hay que dejarle con su ignorancia”. La tipame quiso pegar porque le dije la verdad.”

Las relaciones entre metaleros, autoridad ysociedad adulta no pueden manejarse comocordiales. Un metalero, protestando por la re-presión propone que:

“La sociedad nos reprime a los de pelo largo.Y ¿por qué los de pelo largo no podemos re-primirles a ellos?”

Mucho del sentido de protesta se perdería siun metalero obedece, o un policía no repri-me, o un padre gusta de la música que su hi-jo escucha. El ser metalero implica hallarse en

confrontación con la sociedad en general, co-mo una fuente de inspiración para la creaciónmusical y el fortalecimiento de su identidad.

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Daniel González Guzmán2

En Ecuador, la lucha social y política de lospueblos indígenas por el reconocimiento dela diversidad étnica y la autodeterminaciónde sus culturas se ha convertido en el mayorreferente de la demanda de interculturalidad.Por ello, a nivel general e incluso en el ámbi-to de las ciencias sociales, es común pensar enla interculturalidad como un proceso que selimita a cierto tipo de relaciones interétnicas.

En efecto, la interculturalidad no ha sidoentendida como un proceso de mayor com-plejidad que involucra a muchos otros actoresy que se desenvuelve en varios niveles. Por es-ta razón, hablar sobre rock, identidad e inter-culturalidad puede resultar un tanto extrañopara ciertas personas.

Sin embargo, si asumimos que el rock na-ció como una expresión de vanguardia que,tras medio siglo de historia, ha generado unsinnúmero de valores, tradiciones y prácticas

culturales, y con ello ha configurado una ma-triz de singulares identidades socio-culturales,lo que a su vez, le ha valido la definición decontracultura, entonces debemos considerarque al igual que otros estudios sobre identida-des de grupos subalternos o minoritarios, elestudio de las identidades de los jóvenes roc-keros se vincula a una demanda de reconoci-miento que debe discutirse en el marco de laspolíticas del multiculturalismo.

Por ello, precisamente, desde el análisis deun caso particular de acción colectiva prota-gonizado por el movimiento rockero ecuato-riano, queremos contribuir al debate y refle-xión en torno a las prácticas de la intercultu-ralidad dentro de las ciencias sociales en par-ticular, y en el conjunto de la sociedad ecua-toriana en general.

Los rockeros en el Ecuador:la historia de una lucha

El rock en Ecuador nunca ha sido visto conbuenos ojos. Y es que desde su llegada al paísa mediados de los 60s (época de dictadurasmilitares), esta expresión cultural que propa-gaba valores revolucionarios para la juventud,ha sido catalogada de varias maneras: prime-ro como un movimiento peligrosamente sedi-cioso, posteriormente como una moda alie-nante y más recientemente como aberrantemúsica satánica.

1 El presente artículo está basado en la ponencia presen-tada en el Primer Congreso Ecuatoriano de Antropo-logía Jurídica y Pluralismo Legal, en el panel titulado“Ciudad, interculturalidad y relaciones de poder”,Quito, agosto 2003.

2 Historiador. Mtr. (c) Ciencias Sociales, Flacso-Ecua-dor. Comentarios son bienvenidos:[email protected]

González, Daniel, 2004, “Rock, identidad e intercultu-ralidad. Breves reflexiones en torno al movimiento roc-kero ecuatoriano”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecua-dor, Quito, pp. 33-42.

Rock,identidad e interculturalidad

Breves reflexiones en torno al movimiento rockero ecuatoriano1

Sin embargo, el rock llegó al Ecuador pa-ra quedarse, y en las cuatro décadas de su per-manencia ha conseguido un creciente núme-ro de seguidores. Como es de suponer, tam-bién han crecido, de una forma directamenteproporcional, los prejuicios, la estigmatiza-ción y la represión contra los rockeros.

Tarea muy difícil sería hacer un recuentode los conflictos sociales que ha vivido el ca-mino hacia la tolerancia del rock. No obstan-te, uno de los principales acontecimientos,grabado dolorosamente en el imaginario delos jóvenes rockeros, se refiere al desencade-nado por la represión en el año 1996. Enaquel entonces, el Presidente Abdalá Buca-ram, en declaraciones vertidas en una cadenamexicana de televisión pretendió vincular alrock y el pelo largo con la droga y la descom-posición social. En efecto, Abdalá Bucarámafirmó que:

“…los ecuatorianos no inventaron las motos,ni las chompas de cuero, ni el pelo hippie,menos aún el consumo de drogas como lamarihuana y la cocaína. Frente a la músicarock explicó que alrededor de ella, en el Ecuador,podría haber un proceso de descomposición de

las costumbres de la sociedad. Para él, la músicarockera enturbia la mente de los jóvenes. Portanto, es partidario de reexportarla a dondevino. Los ecuatorianos deben, según dijo, rei-vindicar el pasillo ‘como la música auténticadel país’ y que esa es la que tiene que influen-ciar realmente en la mente de la juventud”3.

Bajo esta misma perspectiva, la Iglesia católi-ca ecuatoriana se pronunció en torno a lospeligros que generaba entre los jóvenes escu-char este tipo de música, puesto que el rock,según la Iglesia, era el mejor vehículo del sa-tanismo. No bastando con esto, la Policía Na-cional asumió que las declaraciones del Presi-dente y las pronunciaciones de la Iglesia de-bían convertirse en una política de Gobierno.

Como consecuencia de ello, en varias ciu-dades del país se inició un proceso sistemáti-co de represiones contra los jóvenes rockeros.Entre las más tenaces se encuentran las mani-festadas en los conciertos de la ciudadela SanCayetano en Ambato y en el concierto del ba-rrio Solanda, en la ciudad de Quito.

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3 “Pelo largo: ¿un mero pretexto?”, en El Comercio, do-mingo 25 de agosto de 1996, Pág. A2, énfasis agregado.

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El infortunado concierto de Ambato4

El sábado 23 de marzo de 1996, el metalecuatoriano sufrió una de las agresiones mástenaces registradas en la historia de este movi-miento. En aquel día, en Ambato, tuvo lugaruno de los conciertos más importantes del ca-lendario rockero ecuatoriano.

Pese a que el lugar del concierto se habíacambiado (debido a una petición que los mo-radores del barrio “Los Tres Juanes” hicieranal Intendente de Policía para que se suspendael permiso respectivo), la cartelera para esatarde anunciaba la presentación de Incarna-tus, Demolición, Cry, Sacrificio Punk, y pro-metía una buena función.

Alrededor de las 17h00 cientos de rocke-ros llegaron a la ciudadela San Cayetano, lu-gar donde se había decidido trasladar al even-to. Sin embargo, un operativo conjunto entrepolicías y militares se había preparado para“prevenir” cualquier “desmán” que la masa de“antisociales” congregada en torno a aquella“música diabólica” podía efectuar. Sin motivoalguno, los uniformados suspendieron el con-cierto e iniciaron una redada entre los asisten-tes. Los roces entre los rockeros y los “chapas”no se pudieron contener y éstos últimos co-menzaron a repartir toletazos, golpes e insul-tos y, pese a la protesta de los rockeros, arre-metieron con toda la fuerza represiva de laque son capaces.

La violencia llegó a extremos tan reprocha-bles como lo cuenta Juan Vásconez, (uno delos organizadores del infortunado concierto):

“estaban separando a los que tenían el pelolargo y a los que no. Les requisaban todo:

plata, casetes, discos compactos... y a los queles encontraban papeles que tenían que vercon el rock les hacían comer, a uno le hicie-ron comer hasta un condón. Además se lle-varon toda la plata de la taquilla”5.

En el incidente resultaron decenas de jóvenesmaltratados. También hubo varios detenidosa los que les esperaba un deplorable destinoen los centros de detención, donde los unifor-mados les propinarían las consabidas palizas.Sin embargo, eso no sería lo peor, puesto queuna vez allí, los efectivos del orden aprove-charon para raparles el cabello.

El movimiento de protesta

Una vez que aquellos lamentables incidentesse dieron a conocer, las reacciones en todo elpaís no se hicieron esperar. El movimiento derockeros en el Ecuador buscó la manera deorganizarse localmente para posteriormentejuntar fuerzas en lo que sería el movimientode protesta nacional contra la violencia, la re-presión y la intolerancia en contra del rock.

Un primer acto fue la organización de unsinnúmero de conciertos simultáneos en Qui-to, Ambato, Ibarra, Cuenca y Guayaquil,donde el movimiento rockero era más fuerte.Sin embargo, ante este hecho, las suspensio-nes de conciertos y persecuciones fueron sis-temáticas. Más aún, los organizadores del pri-mer concierto reprimido en Ambato recibie-ron amenazas mediante llamadas anónimas.

Parecía que la represión y la violencia nosólo física sino psicológica se había incremen-tando y la policía estaba ganando la batalla.Incluso, en la ciudad de Ibarra, 4 jóvenes fue-ron apresados bajo la acusación de satanismo,simplemente por llevar el pelo largo y porqueuno de ellos llevaba una cruz invertida con laimagen de una calavera en el centro, guarda-da en uno de sus bolsillos. A ellos les levanta-ron un juicio por asociación ilícita.

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4 La reconstrucción de esta historia está basada en dosfuentes. Por una parte, en una entrevista personal rea-lizada con Juan Vásconez, organizador del conciertodel 23 de marzo de 1996 en la ciudad de Ambato yuno de los promotores del movimiento de protesta na-cional contra la intolerancia, la represión policial y elfundamentalismo religioso que amenazaba los dere-chos individuales y colectivos de los rockeros ecuatoria-nos. Por otra parte, se retoma información de reporta-jes publicados en la prensa nacional, específicamenteen el diario “El Comercio” en varias entregas de 1996.

5 “Las denuncias crecen: golpes por el pelo largo”, en ElComercio, domingo 25 de agosto de 1996, Pág. A2.

No obstante, en Quito se empezaron a or-ganizar nuevamente más conciertos. Todoslos sábados se llevaban a cabo nuevos concier-tos en el sur de la ciudad, hasta que el infor-tunado hecho ocurrido en Ambato tuvo quevolver a suceder: en el concierto de Solanda sealistaban bandas como P.P. Tilde, Mortal De-cision, Enemigo Público y Disturbio Urbano;además, se iba a realizar el lanzamiento de larevista underground Fango. El concierto esta-ba por terminar cuando, según un testimoniorecogido por la prensa, “de repente se fue laluz, nos quedamos viendo las caras, luego so-nó una sirena. En seguida llegó una patrullacon tres policías, pero el concierto ya se habíaacabado, la gente ya se estaba yendo” 6.

Según las versiones de varios moradores,los policías hicieron algunos disparos al aire.Cundió el pánico y la gente se dispersó. Algu-nos reaccionaron con piedras y rompieron elvidrio posterior de la patrulla. Esa fue la cau-sa para que los uniformados pidieran un re-fuerzo del GOE (Grupo de Operaciones Es-peciales). El resultado: 49 rockeros detenidos.Entre ellos, 10 menores que salieron libres aldía siguiente.

“Los testimonios dan cuenta de algunos atro-pellos de la fuerza pública: ‘a los punk y algu-nos melenudos les cortaron el pelo a la fuer-za, ahí mismo’, dice William Campaña, inte-grante de la banda Mortal Decision”7.

Esta vez la reacción del movimiento rockerose volvió a sentir, pero de una manera más or-ganizada. Los integrantes del movimiento hi-cieron un llamado a los jóvenes para que de-nuncien atentados contra sus derechos en elSERPAJ (Servicio de Paz y Justicia). En cues-tión de días, en todo el país, cientos de casospor violencia policial o represión colectivafueron presentados no sólo a dicha institu-ción sino en medios de comunicación y orga-nismos de Derechos Humanos.

En Ambato se organizaron protestas, mar-chas, foros y como fruto de ello, el intenden-te de policía fue destituido de su cargo. EnQuito se organizó un gran concierto llamado“Rock sin camuflaje”, haciendo alusión aluniforme camuflado de la policía, y se efec-tuó sin ningún incidente en la Plaza de TorosBelmonte. Para esta cita musical se invitó a laprensa internacional como miembros obser-vadores de la protesta pacífica. Reporteros dela conocida cadena internacional MTV, y deotros medios conocidos se hicieron presentesy realizaron una completa cobertura del con-cierto y las manifestaciones

De igual manera, desde días anteriores, sehabía estado organizando “la semana delrock”, evento que se llevó a cabo en la Casa dela Cultura Ecuatoriana con exposiciones yconversatorios sobre los acontecimientos re-presivos de fechas anteriores. Al respecto laprensa manifestó: “son rockeros preocupadospor las agresiones policiales, por el rechazo desu música y su forma de vestir y, últimamen-te por las declaraciones del presidente. ‘Nues-tra respuesta podría ser que él se afeite ese bi-gote de Hitler. ¿Hay algo más satánico que elnazismo?’, dice uno de ellos”8.

El movimiento de protesta de los rocke-ros, continuó presionando a la opinión públi-ca y al gobierno, tal es así que el jueves 30 deagosto frente al palacio de Gobierno, en laPlaza Grande, varios manifestantes se con-centraron para cantar y protestar a favor de laliberación de los 39 detenidos en el conciertode Solanda que todavía continuaban en pri-sión. Uno de los mentalizadores de esta pro-testa era “el chamo”, como le conoce común-mente la gente al rockero de cepa y “protes-tón de oficio” Jaime Guevara, quien afirmabaque a él ya desde 1974 le habían detenido ycortado el pelo en la época de la dictaduramilitar de Guillermo Rodríguez Lara9.

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6 “La Represión en el Barrio Solanda”, en El Comercio,martes 27 de agosto de 1996, Pág. A8.

7 Ibíd.

8 “Jóvenes: no al esnobismo”, en El Comercio, domingo25 de agosto de 1996, Pág. A2.

9 “Protesta de Rock en Carondelet”, en El Comercio,viernes 30 de agosto de 1996, Pág. A2.

La manifestación pública y pacífica frenteal palacio de gobierno tuvo sus resultados: los39 detenidos salieron en libertad ese mismodía, y el Presidente tuvo que retractarse en lodicho; además, desautorizó a la policía, seña-lando que él nunca dio la orden de perseguir,amenazar, reprimir y peor encarcelar a los jó-venes por tener el pelo largo o escuchar rock10.

La acción colectiva

¿Se puede catalogar el sinnúmero de hechosanteriores como componentes de una accióncolectiva rockera? Para responder a esta cues-tión consideramos necesario definir primeroqué es la acción colectiva.

Según Charles Tilly, la mayoría de accio-nes colectivas realmente consisten en episo-dios de conflicto o de cooperación, dichosepisodios comprometen a participantes queno actúan juntos de modo rutinario y/o em-plean medios de acción distintos a los queadoptan para la interacción cotidiana. En es-te sentido, la acción colectiva se parece a unaprotesta, rebelión o disturbio (Tilly 2000:9).

Pues bien, según esta definición, en unprimer momento las acciones del movimien-to rockero cayeron en un evidente episodiode conflicto y cooperación. No obstante, suaccionar no distaba de los modos rutinarios.Recordemos que la primera manifestación deprotesta fue organizar otros conciertos, en es-tricto sentido, esto se enmarcaba en la inte-racción cotidiana. Sin embargo, el segundomomento de la protesta, cuando se hace ma-nifiesta la cooperación de muchos miembros

del movimiento, participando en las marchas,las protestas, los foros, etc., ahí es justamentedonde se vislumbra la acción colectiva.

Por otra parte, para el mismo autor, “la ac-ción colectiva requiere recursos combinadoscon intereses compartidos” (Tilly 2000:9).Pues eso fue precisamente lo que le toco ha-cer al movimiento rockero ecuatoriano: utili-zar el mayor contingente que se podía movi-lizar para las protestas a nivel local, para ma-nifestar el descontento nacional de este movi-miento por las actitudes policiales, eclesiásti-cas y presidenciales en torno al rock.

La acción colectiva de este movimiento seilustra de mejor manera, en cuanto una de laspremisas importantes para que exista accióncolectiva es la amenaza seria y simultánea so-bre la supervivencia del grupo. En el caso delmovimiento rockero, no sólo estaban en ries-go la integridad del grupo, sino aún la de ca-da uno de los individuos que lo conforman.

Así, utilizando la noción de repertorio deTilly (2000) y de Steimberg (1999), podemosevidenciar que en los repertorios discursivosque se manejaron durante la época de protes-ta, el movimiento rockero desarrolló regulari-dades en sus demandas y en su accionar, arti-culando además colectivamente la calidad desus reclamos y de las soluciones, así como suvisión más amplia de la equidad social (Cfr.Steimberg 1999:203).

Equidad social, en este caso, significa -parael movimiento rockero- impedir las represio-nes, agresiones y estigmatizaciones que sufrensus miembros por el hecho de vestirse de ne-gro, llevar el pelo largo y escuchar música rock.

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Si bien 1996 marcó una ruptura con un pasado de invisibilidad del movimiento, lasrepresiones, agresiones y estigmatizaciones que sufren sus miembros por el hechode vestirse de negro, llevar el pelo largo y escuchar música rock, todavía continúa.Por ello, la beligerancia identitaria de los rockeros se manifiesta constantemente.

10 “La tolerancia puesta a prueba”, en El Comercio, do-mingo 1 de septiembre de 1996. Pág. C2.

Identidades beligerantes

Al hablar de la identidad de los rockeros, tene-mos que referirnos a una articulación de la vi-sión del mundo que este grupo concibe desdeun espacio simbólico, cargado de una memo-ria y una identidad particular, configuradosmediante ciertas prácticas culturales que sonrecreadas cotidianamente en torno a la música.

Sin embargo, la beligerancia identitariadel movimiento rockero se puede analizar ba-jo dos nociones que nos proporcionan Bruba-ker y Cooper (2001) sobre el concepto iden-tidad, en el contexto de la acción colectiva:por una parte, una noción débil del conceptoidentidad, “entendido como un fenómeno es-pecíficamente colectivo, que denota unaigualdad fundamental y consecuente entre losmiembros de un grupo o categoría” (Bruba-ker y Cooper 2001:36). En efecto, podemosadvertir entre los rockeros (y sobre todo enespacios socialmente compartidos como loson los conciertos) un proceso llamado porTurner como “comunnitas”, entendido éstecomo “un estado edénico, paradisíaco, utópi-co o milenario, para cuya consecución se de-bería dirigir la acción religiosa o política, per-sonal o colectiva. El grupo se ve como una co-munnitas de compañeros libres e iguales”(Turner 1993:521). Así como en los concier-tos, la identificación en la protesta denotabaun sentimiento de igualdad y hermandad en-tre los miembros del grupo, pero en una acti-tud de lucha y de oposición frente las institu-ciones represoras y estigmatizadoras, es decir,frente a la policía, la iglesia e incluso el go-bierno.

Por otra parte, bajo la noción “fuerte” deidentidad colectiva, lo cual implica “nocionesfuertes de límite y homogeneidad grupales,[lo que a su vez] implica un alto grado de gru-palidad, una ‘identidad’ o igualdad entre losmiembros del grupo, una marcada distinciónde los no miembros, un claro límite entreadentro y afuera” (Brubaker y Cooper2001:39).

Es muy claro que este grupo comparte sig-nos, símbolos, representaciones, imaginarios

y otros componentes que lo identifica decualquier otro y que a su vez lo homogenizagrupalmente, sobre todo porque estos com-ponentes comparten una historia particular.En efecto, al rastrear la identidad colectiva delos rockeros, y al remitirnos a la misma histo-ria del rock’n roll, encontramos elementosidentitarios interesantes.

Así por ejemplo, luego de los 50’s y del fe-nómeno musical de Elvis Presley en los 60’s,el rock‘n roll, el movimiento hippie y espe-cialmente The Beatles sacudieron a la juven-tud. Este sacudón es reproducido con el rocken las generaciones venideras, no importandosu origen, sino lo que produce. Al respecto,Adrián Acosta (1999) manifiesta que si bieneste sonido (el rock), hijo bastardo del blues,del folk, del jazz y del soul, vino del norte ydel trans-atlántico, se ha convertido en un gé-nero popular de amplia circulación y arraigoen todo el mundo. Así pues, en todas partes,la identidad en torno al rock surgió con las ex-presiones urbanas populares de esta música;expresiones que denotaban aspiraciones de li-bertad total, experiencia total, amor y paz (so-bre todo en el contexto de Vietnam) y afectomutuo, contrastadas con una especie de sines-tesia, una sensación comprendida por lo vi-sual, auditivo, táctil, espacial, visceral y otrasformas de percepción bajo la influencia de es-tímulos variados procedentes de la música, elbaile y las drogas (Acosta 1999:224). “Sexo,drogas y rock’n roll” fue por ello el lema le-gendario de la juventud de aquel entonces.

En este sentido, el rock fue visto como unfenómeno tribal y, al mismo tiempo, comouna forma de vida casi universal que no podíaser parada, silenciada o controlada por la gen-te estereotipada. El rock se vio como un agen-te vital para acabar con las distinciones abso-lutas y arbitrarias, puesto que estaba desarro-llando configuraciones “homo gestalt esturio-nescas”, refiriéndose con ello a un autor nor-teamericano de ciencia ficción muy popularentre los hippies, quien había escrito sobre ungrupo de gente que constituía una gestalt hu-mana “el paso siguiente en la evolución hu-mana” (Turner 1993:538).

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Sin embargo, la identidad que se compar-te actualmente entre los rockeros y, sobre to-do, entre los metaleros11 está conformada pornuevas expresiones y símbolos, si bien refun-cionalizados de aquellos de antaño. En uncontexto ritual, la vestidura negra representael perpetuo duelo ante la sociedad consumida,los cabellos largos simbolizan banderas queflamean en el continuo agitar de las cabezasante los acordes estridentes de las guitarras, elmosh -como baile- representa una especie deritualidad de participación comunal en losconciertos de rock y es la vez un catalizador dela fuerza, la furia y la energía de la música.

En un contexto cotidiano, el uso de vesti-menta negra, los cabellos largos, y el escucharrock a un “volumen brutal”, son expresionesde la protesta o insatisfacción frente al entornocultural existente, y forman parte del inconfor-mismo propio a la ideología de éste género.

En el contexto de la acción colectiva, lossímbolos representan elementos que agluti-nan al grupo en torno a la lucha de una iden-tidad, reconocida y digna de ser vivida. Laprotesta por el respeto de estos símbolos, porel derecho a manifestarlos públicamente y areproducirlos en espacios socialmente com-partidos, como en los conciertos, era en defi-nitiva la lucha del movimiento rockero. Enalgunos momentos, la lucha se tornaba vio-lenta, en otros, pacífica, sin embargo en todo

momento se jugaba el honor, el reconoci-miento individual y colectivo, el respeto a susparticularidades y la tolerancia en torno a susprácticas.

No hay duda que la lucha por la toleran-cia todavía es muy latente para los rockeros. Yes que si bien los acontecimientos de 1996marcaron una ruptura con un pasado caracte-rizado por la invisibilidad de este movimien-to, las represiones, agresiones y estigmatiza-ciones que sufren sus miembros por el hechode vestirse de negro, llevar el pelo largo y es-cuchar música rock, todavía continúa. Porello, la beligerancia identitaria de los rockerosse manifiesta constantemente.

El ambiente al que se ven abocados losrockeros, tanto en los espacios educativos, la-borales como en las relaciones cotidianas, im-plica que se vaya forjando una “personalidadfuerte”, una personalidad que sea contestata-ria y que sepa asumir los retos que se presen-ta ante la discriminación y los prejuicios. Es-ta “personalidad fuerte” también se interpretacomo un escudo que haga tolerable la discri-minación y los prejuicios sociales: es una es-trategia adaptativa ante las relaciones cotidia-nas, es una forma de vivir la vida desde otraperspectiva. En relación a ello, para los rocke-ros, su actitud y su personalidad se enmarcanen el contexto de una militancia, entendidaésta como una actitud diaria y comprometidacon la forma de vida de los rockeros. Comobien lo expresa una persona entrevistada:

“…una militancia ante uno mismo y ante elmundo, ante el mundo y ante la cuestión delos prejuicios que se manejan mucho, es unalucha... a mí siempre cuando me preguntan‘¿cómo estas?’, yo siempre digo: ‘aquí en lalucha’, porque para mí es eso, una forma deser metalero es una forma de no ser confor-mista, de no renunciar a lo que uno quiere alo que uno es, por la demás gente, ¿no? En-tonces, claro que para mi es una militancia,una lucha diaria”12.

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11 En el mundo del rock, el término metal nace a fines delos 70`s en el Reino Unido, y designa lo que se llama-ría “la respuesta británica” al fenómeno popular nor-teamericano del rock’n roll. En ese entonces lo que ori-ginalmente se denominó como el New Wave of BritishHeavy Metal (la nueva ola del metal pesado británico),nació como una propuesta innovadora frente a postu-ras románticas como el movimiento hippie y a postu-ras nihilistas como el punk. La fuerza del Heavy Me-tal, basada en un ritmo que simula la maquinaria in-dustrial, pronto se convirtió en un referente identitariomuy fuerte y en una plataforma para las tendencias ex-presivas concebidas por las nuevas generaciones. En elEcuador, la militancia mas dura del movimiento roc-kero proviene precisamente del metal, sin embargo, eneste articulo, hemos hecho referencia a los rockeros engeneral, puesto que si bien, fueron mayoritariamentemetaleros quienes sufrieron la represión del año 96,fue el movimiento rockero en su conjunto el que semovilizó en los repertorios de la acción colectiva.

12 Informante: Mayarí Granda Luna, integrante de labanda de Doom Metal “Procesión”.

El rock en Ecuador:¿movimiento social?

Al reflexionar sobre la lucha de los jóvenesrockeros en nuestro país, surge la duda: elrock es simplemente una contracultura, esuna matriz de tribus urbanas o, acaso, ¿es po-sible hablar del rock como movimiento so-cial? Al respecto existen diversas posicionesque intentaremos analizar brevemente y, conello, más que vislumbrar una respuesta, pre-tendemos contribuir a su debate.

Hoy en día, todas las culturas, en especiallas culturas juveniles, se ven envueltas en unproceso dialéctico marcado por el contexto dela globalización. Así, por ejemplo, los efectosde los mass media alimentan -por una parte-un proceso de homogenización de ciertos pa-trones culturales que se comparten en todo elmundo. No obstante, al mismo tiempo forta-lecen el desarrollo de un proceso de “tribaliza-ción”, que se origina en el desencanto hacia lamasificación. En este sentido, el proceso de“tribalización” supone toda una apropiaciónde símbolos irreverentes que reafirman la per-tenencia grupal. Estos patrones suponen latrasgresión a las reglas socialmente instituidasy, al mismo tiempo, marcan una ruptura contodo aquello que represente los modos tradi-cionales de la vida social (Zarzuri y Ganter1999). Entre las culturas juveniles, las tribusurbanas y evidentemente entre los jóvenesrockeros, se manifiesta la noción de “frag-mentación” que “hace referencia a la crecien-te ‘desapropiación’ de tradiciones y elementosculturales transferidos por las generacionesanteriores” (Salman y Kingman 1999:29),pues ellos se caracterizan como jóvenes queestán “en otra onda”, reflejando con ello unespacio determinado que tiene característicaspropias, diferente del de los adultos, de sus

sistemas de vida, y sus formas de autoridad.El proceso de tribalización, los símbolos

irreverentes y la noción de ruptura o frag-mentación generan una serie de prácticas,imaginarios e identidades diferenciadas. Sontodas estas características en su dimensiónconflictiva, lo que comúnmente conllevan adefinir una contracultura.

Entonces, al hablar de los jóvenes rocke-ros, es posible hacerlo desde las culturas juve-niles, desde las tribus urbanas y desde la no-ción de contracultura. Pero, ¿también es posi-ble hacerlo desde los movimientos sociales?Adrián Acosta afirma que no es posible con-siderar al rock como un movimiento social,puesto que

“Ello supone identidades y prácticas socialescompartidas por un grupo más o menos am-plio ubicado en zonas específicas de la socie-dad, generando demandas que terminan porunir o, en caso extremo, por desintegrar algrupo. Supone, además, una ideología pro-pia, claramente diferenciada de otras, que in-tenta argumentar la validez de su existencia yaspira a la conquista de un poder específicosobre algún espacio de la vida social, que lepermita el reconocimiento público de su sta-tus y de la legitimidad de sus demandas”(Acosta 1999:225)

A nuestro parecer, el movimiento rockero cla-ramente comparte identidades y prácticas so-ciales que generan la integración del grupo yla articulación de una ideología propia -clara-mente diferenciada de otras-, las mismas quese manifiestan en una demanda por el recono-cimiento público. Sin embargo, según Acosta,el rock no parece responder a esas definicionesde movimiento. Por ello, más adelante afirmaque “el rock, como la música en general, es

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Si hablamos del rock como un espacio o un ámbito y no como un movimiento, esta-mos subestimando su capacidad movilizadora, entendiendo a ésta como la posibili-

dad de generar estrategias de organización, lucha y acción colectiva, pero, sobretodo, entendiéndola como la capacidad de desarrollarse, tal cual una cultura viva.

una construcción social que refleja y producecódigos simbólicos que representan imágenesdel mundo o ‘mundos de vida’... Es un ámbi-to, un espacio, más que un movimiento” (Acos-ta 1999:226, énfasis agregado).

Para encarar tales afirmaciones desde otraperspectiva, consideramos necesario retomarla noción de movimiento social que AlainTouraine nos proporciona. Así, en su obra Lasociedad Post-industrial este autor proponeuna noción de movimiento social “basada enla toma de conciencia de la alienación y de-pendencia, asociada a la voluntad de ruptura yde un desarrollo independiente de una colec-tividad en la sociedad programada” (Touraine1969:12).

Como hemos evidenciado anteriormente,los rockeros como sujetos y como colectivi-dad, están determinados por la noción de“fragmentación”, la cual se encuentra asocia-da a la “voluntad de ruptura” a la que aludeTouraine para los movimientos sociales. Asi-mismo, en ¿Podremos Vivir Juntos? Iguales ydiferentes, Touraine propone hablar de 3 cate-gorías de movimientos sociales: movimientossocietales, movimientos culturales y movi-mientos históricos.

De la distinción que realiza el autor, elmovimiento rockero puede ser caracterizadocomo un movimiento cultural, en cuanto losmovimientos culturales generan

“acciones colectivas tendientes a defender otransformar una figura del Sujeto y una re-construcción de la identidad... son movi-mientos de afirmación aún más que de opo-sición. Llevan en sí mismos un trabajo desubjetivación, y son movimientos de libera-ción, aún cuando estén animados por unaimagen pesimista de la humanidad… La no-ción de movimiento social sólo es útil si per-mite poner en evidencia la existencia de untipo muy específico de acción colectiva,aquel por el cual una categoría social, siem-pre particular, cuestiona una forma de domi-nación social” (Touraine 1997:115).

Si abandonamos aquella imagen tradicionaldel movimiento social, a menudo reflejada en

los movimientos revolucionarios europeos delos siglos XVII y XVIII, o en el movimientoobrero, y consideramos que el movimientosocial es mucho más que un grupo de interéso un instrumento de presión política, puestoque cuestiona sobre todo modelos culturales,entonces, es posible hablar del movimientorockero como un nuevo movimiento socialcon amplias implicaciones culturales.

Y aunque el movimiento rockero no se hapresentado bajo una estructuración específi-ca, ni ha manifestado una organización insti-tucional o una agenda con fines explícitos, suaccionar a favor de la construcción de identi-dades nuevas, o la reivindicación de antiguasidentidades, o el refuerzo de identidades enresistencia, es una dimensión clave de una lu-cha política más amplia para transformar lasociedad.

Así como otros movimientos sociales, lademanda de reconocimiento del movimientorockero ecuatoriano se perfila paralelamente auna concepción alternativa de ciudadanía,con la cual “los esfuerzos por el ordenamien-to democrático se extenderían para aplicarseno sólo al sistema político sino también al fu-turo del ‘desarrollo’ y la erradicación de lasinequidades sociales tales como las raciales yde género, profundamente configuradas porlas prácticas sociales y culturales” (Álvarez,Dagnino y Escobar 1998:6).

Es necesario decir que la lucha por el reco-nocimiento y el respeto a la identidad de los

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rockeros no es la única, ni es paradigmática.En realidad, va de la mano con otras deman-das de reconocimiento. El respeto a valoresreivindicados desde las propias culturas juve-niles o desde las llamadas identidades sexualesalternativas, son muestra de una necesidad deinterculturalidad real, así como también deun pluralismo legal que responda a una reali-dad diversa, no sólo en lo étnico-cultural, si-no también en lo socio-cultural.

Para finalizar, es importante reconocer quesi hablamos del rock como un espacio o unámbito y no como un movimiento, estamossubestimando la capacidad movilizadora delrock, entendiendo esta movilidad como laposibilidad de generar estrategias de organiza-ción, lucha y acción colectiva (como hemosanalizado a lo largo de este artículo), pero, so-bre todo, entendiendo dicha movilidad comola capacidad de desarrollarse, tal cual una cul-tura viva.

Fuentes:

• “Jóvenes: no al esnobismo”, en El Comercio, do-mingo 25 de agosto de 1996, Pág. A2.

• “Pelo largo: ¿un mero pretexto?”, en: El Comer-cio, domingo 25 de agosto de 1996, Pág. A2.

• “Las denuncias crecen: golpes por el pelo largo”,en El Comercio, domingo 25 de agosto de 1996.

• “La Represión en el Barrio Solanda”, en El co-mercio, martes 27 de agosto de 1996, Pág. A8.

• “Protesta de Rock en Carondelet”, en El Comer-cio, viernes 30 de agosto de 1996., Pág. A2.

• “La tolerancia puesta a prueba”, en: El Comer-cio, domingo 1 de septiembre de 1996, Pág. C2.

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Alfredo Santillán1 y Jacques Ramírez2

Para Sara y los futuros ritmos...

Este artículo indaga el campo de la tecnocum-bia desde una perspectiva antropológica anali-zando los vínculos entre la producción, circu-lación y consumo de este género musical. Nose pretende abordar la tecnocumbia desde unaperspectiva musicológica -aunque necesaria-mente se incluyen algunos elementos- sinoque se trata de dar insumos para comprenderun “fenómeno” que ha tenido gran aceptaciónen la región en los últimos tiempos.

En efecto, cada género musical en deter-minada época y contexto ha tenido su apogeoy ha logrado capturar a un sinnúmero de se-guidores, la mayoría de éstos impulsados porlos masivos medios de comunicación. Sinembargo, algunos géneros se han convertido

en mucho más que modas musicales y se hanconformado grupos de seguidores alrededorde los diferentes géneros (heavy metal, punk,hip hop, entre otros). Estudios etnográficos3

que trabajan en esta línea indican de maneraclara la radicalización de identidades fuerte-mente segmentadas, y donde el término “tri-bal” remite a las características propuestas porMaffesoli (1990) como propia de una sociali-dad posmoderna.

Si bien la formación de estas “tribus urba-nas”4 ha captado la atención de ciertas acade-

Consumos culturales urbanos:

el caso de la tecnocumbia en Quito*

* El presente texto es producto de un estudio de máslargo alcance realizado para el Museo de la Ciudad.

1 Sociólogo. Estudiante de la Maestría en Antropologíade Flacso-Ecuador.

2 Antropólogo. Centro de Investigaciones CIUDAD.Estudiante de la Maestría en Comunicación de Flac-so-Ecuador.

3 Ver Margulis, et. al (1998) o Alabarces (1996), entreotros.

4 El uso de este término es mucho más temprano en laantropológica francesa, en donde sirve para caracteri-

Santillán, Alfredo y Jacques Ramírez, 2004, “Consumosculturales urbanos: el caso de la tecnocumbia en Quito”,en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 43-52.

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mias latinoamericanas, y pese a ser un espaciofundamental en el proceso de construcciónde identidades urbanas en las últimas décadas-marcadas por los procesos de modernizacióny actualmente de globalización-, en nuestromedio no ha llegado a constituirse en uncampo legítimo de análisis. De ahí que el pro-pósito del presente texto sea abrir un campode reflexión y estudio hacia objetos disímiles,socialmente pertinentes y poco tratados den-tro de la academia ecuatoriana, como es el ca-so de la tecnocumbia5. Pasaremos revista a losorígenes y regionalización de esta música yconcretamente trataremos de indagar por quéeste género ha logrado impactar en el ámbitolocal constituyéndose en un consumo cultu-ral -popular y masivo-.

Factores multicausales han hecho que estegénero tenga gran aceptación en el público,entre los que enumeramos: el aspecto musi-cal, visual, artístico, el contenido de las letrasy el mercado (cada día más radios no solo deAM sino de FM y canales de TV impulsan es-ta música, la producción masiva de discos, ca-setes -gracias también a la piratería- y la reali-zación semanal de conciertos).

¿Qué es la tecnocumbia? Orígenes y regionalización

Es necesario precisar que el término “tecno-cumbia” es una fusión de membrete de los gé-neros cumbia (baile y ritmo de la costa atlán-tica de Colombia) y el tecno (corriente musi-cal de inicio de los 70 que se caracteriza porlos instrumentos electrónicos y ritmos se-cuenciados). En términos musicales no cons-tituye una fusión entre ambos sino que se uti-liza la palabra para señalar un ritmo que inci-ta al baile mediante la utilización intensiva de

lo electrónico. Dentro del campo de la músi-ca popular es visto como síntoma de “moder-nización” de lo tradicional, de su acoplamien-to a las “sonoridades” actuales. Sin embargo,es importante mencionar el hecho de quetanto la cumbia como el tecno son músicasque incitan al baile, y de ahí se puede enten-der su asociación.

La tecnocumbia no es un género musicaldel todo homogéneo. Existen diferentes for-matos en torno a la instrumentación y, sobretodo, a los arreglos musicales, pero es la baserítmica la que de alguna forma define el agru-pamiento de las canciones compuestas bajoeste formato. Es decir, es sobre los cimientosde la cumbia clásica más la incorporación deinstrumentos como el sintetizador, tumba ybatería electrónicas, de donde surge este hí-brido conocido actualmente como tecno-cumbia. Además, este género se ha apoyadoen otros ritmos de la región para su masifica-ción y aceptación.

Así, la tecnocumbia ha tenido gran acep-tación en todo el continente. Desde Méxicohasta Argentina, esta música ha logrado in-troducirse y fusionarse con otros géneros pro-pios de la región como el tex-mex (algunosplantean que la fusión de la cumbia con estegénero dio origen a la tecnocumbia), la músi-ca chicha, la música rocolera, entre otros.

La tecnocumbia es un “fenómeno”6

queestá enmarcado principalmente en una estéti-ca de las clases populares. Tal estética se carac-teriza por presentar en el escenario un showen vivo con baile incluido, en donde los y lasartistas se presentan acompañados/acompa-ñadas de coreografías -realizadas sobre todopor mujeres- basadas en el uso de un vestua-rio predeterminado que posibilita la exalta-ción de ciertos atributos corporales. Muchosde estos artistas se han convertido en verdade-ros “ídolos populares”, como el caso de María

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zar la formación de agrupaciones ligadas sobre todo ala música y al deporte.

5 Es sólo a partir del Proyecto inconcluso “Divas de laTecnocumbia”, realizado parcialmente en agosto de2003, que los intelectuales y académicos se han pues-to a reflexionar sobre el tema. Al respecto ver Ramírez(2003).

6 El término “fenómeno” conlleva la idea de un hechoaislado o coyuntural y, como analizaremos más ade-lante, la tecnocumbia responde a un proceso de nego-ciaciones culturales de mayor alcance que se asienta enel espacio de producción y consumo musical que de-sarrolló la música rocolera desde los años 70.

de los Ángeles, Widinson, Hipatia Balseca,Azucena Aymara, entre otros.

De la investigación realizada sabemos quela tecnocumbia en el Ecuador tendría sus orí-genes en los primeros cambios en el formatomusical de los géneros considerados típica-mente ecuatorianos como el albazo, el sanjua-nito y sobre todo la bomba proveniente delValle del Chota (que en sí es una música sin-crética entre la música andina y el aporte mu-sical africano de los pobladores de dicho Va-lle), y que fueron recogidos por cantantes po-pulares muy vinculados al estilo propiamenterocolero.

De esta forma, dentro del show de los fes-tivales rocoleros, los artistas recurrían fre-cuentemente a estas “canciones más alegres”que los clásicos valses, pasillos y boleros, ca-racterísticos de la música rocolera, para “ha-cer bailar” al público, lo que tenía gran acogi-da entre los asistentes y le daba al espectáculomayor atractivo como espacio que se prestabatambién para el baile y la fiesta7. Como seña-la Ibarra (1998), los festivales rocoleros brin-daban un espacio de catarsis al lograr la parti-cipación del público no sólo como oyente pa-sivo sino también como “bailador”, y se con-virtieron en un espectáculo “familiar” al con-vocar la presencia de mujeres y niños de todaslas edades.

En la década de los noventa, el mercadode música ecuatoriana en versiones más “ale-gres” se había desarrollado ampliamente. Este

desarrollo se produjo gracias al éxito de losconciertos con tinte bailable y a la influenciade la música popular peruana en los mediosde comunicación locales, especialmente de lamúsica chicha8 que mostraba la aceptaciónmasiva de la combinación del formato demúsica tropical con el carácter andino delhuayno, pero que a su vez adquiría un estig-ma social al ser asociada con el consumo dealcohol. La música chica alcanzó gran popu-laridad y aceptación en todos los estratos so-ciales como expresión de cultura urbana enLima y, a finales de la década pasada, tuvoimportantes innovaciones en cuanto a su pre-sentación en escenarios: se incluyeron una se-rie de elementos “extramusicales” como losvestuarios y el manejo de la sensualidad de lascantantes, el uso de bailarinas que dan mayorpresencia al show hasta llegar a suplantar a losmúsicos en vivo, de tal forma que la músicase interpreta casi exclusivamente con pistaspregrabadas.

Estas características musicales y extramu-sicales han definido lo que hoy se conoce co-mo tecnocumbia. Claro está que en este pro-ceso se han incorporado nuevas fusiones queresponden a una diversidad de impulsos co-mo la necesidad de buscar la “novedad” paraabrir mercados o la adaptación de los elemen-tos “importados” a las músicas más locales.De ahí que algunas personas vinculadas a laproducción de tecnocumbia hablan de im-portantes variaciones como la “tecno chicha”o el “tecno san juan”. Dichas fusiones señalanque la tecnocumbia ha generado un inter-cambio de flujos translocales en el cual el in-

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La producción de tecnocumbia se basa en una innovación por imitación. Se incorpo-ran elementos de otros mercados que han tenido éxito en aceptación y se recicla

canciones conocidas que son arregladas en versión tecnocumbia y que originalmentefueron compuestas como baladas, tonadas, albazos, huaynos, sanjuanitos, etc.

7 De estos primeros arreglos surgen canciones emblemá-ticas como “El Carpuela”, o “Pasito Tun tun”. Es eneste momento en donde aparece el estilo innovador deincluir al formato de canciones ‘tradicionales’ arreglosmusicales que incluían un refuerzo percutivo en lossintetizadores junto al acompañamiento de instru-mentos de géneros tropicales como el guiro de metal.

8 Para un análisis detallado de la música chicha y la tec-nocumbia en Perú ver: Bailón (2003) y Quispe(2002).

grediente esencial y común de todos es el bai-le. Montiel (2003), al hablar de los caminoslaberínticos de la cultura popular en relacióncon esta música, plantea que existen equiva-lentes en toda la región: la cachaca en Para-guay, la bailanta en Argentina, la chicha en elPerú, la cumbia andina en Bolivia y la cum-bia norteña de México, en las cuales se incor-pora ciertos códigos de la modernidad al uti-lizar instrumentos electrónicos. Así, al regio-nalizarse esta música, las influencias melódi-cas no son unidireccionales, sino que provie-ne de varias vías (caribeña, ecuatoriana, andi-na, etc.), pero con arreglos locales.

Lo importante de este proceso es que per-fila la manera en que se dinamiza la produc-ción actual de tecnocumbia en el Ecuador.Esta producción se basa en una innovaciónpor imitación. Por un lado, la innovaciónadopta la fórmula de incorporar elementos deotros mercados -sobre todo fronterizos- quehan tenido éxito en aceptación con sus públi-cos y, por otro lado, recicla constantementecanciones conocidas que son arregladas enversión tecnocumbia y que originalmentefueron compuestas en géneros muy distintostales como baladas, tonadas, albazos, huay-nos, san juanitos, etc,. Como señala HipatiaBalseca:

“Yo empecé cantando Yaravíes, que es muycomplejo porque se requiere de altos y bajos.Después empezaron las fusiones. Tomamostemas peruanos y ellos temas nuestros, pero asu manera. Escogimos unos huaynos perua-nos pero con arreglos locales... Uno de estosfue “Veneno para olvidarte” que salió en elprimer CD. Es todo un éxito, la gente lo pi-de siempre en los conciertos y hay que repe-tirlo, pero también tenemos temas inéditos”

El “fenómeno” tecnocumbiero como consumo cultural

Entendemos la noción de consumo culturalcomo una práctica socialmente condicionadaen la que los individuos actúan selectivamen-

te al apropiarse y “hacer suyos” determinadosbienes y prácticas, dándoles usos y sentidossociales locales. Así, el consumo va más alláde la satisfacción de necesidades que puedangenerar la utilidad pragmática de los objetosconsumidos. A través del consumo se accedea distintos niveles de status; es decir, el consu-mo se convierte en una práctica social que de-termina la pertenencia de los individuos a de-terminados grupos, clases, o subclases socia-les, y es por tanto una forma de distinción.

Esta entrada, desarrollada por Bourdieu yretomada en el contexto latinoamericano porautores como Canclini, Sunkel, Mato, entreotros, permite hacer una “sociología del con-sumo cultural” a partir de las formas de apro-piación de los bienes culturales, en el cual nosólo es valioso el objeto como tal, sino tam-bién y sobre todo el dónde –espacios- y cómo-formas- se consume. Es a partir de estas ca-racterísticas específicas que el consumo fun-ciona como principio de pertenencia.

Para entender estos planteamientos desdeel objeto de la tecnocumbia, y ver la forma enque responde a una estética “popular” en con-traposición frente a la estética “culta”, peroque a su vez incorpora y adapta las formas detecnificación de las industrias culturales do-minantes, es necesario situar a la tecnocum-bia en un marco de producción, circulación yconsumo más amplio: el campo de la músicarocolera. Tomamos la idea de “campo” deBourdieu como un espacio o red en el que sedesenvuelven las relaciones sociales y en don-de los individuos actúan de acuerdo a su ubi-cación en dicho campo.

Así, el circuito de relaciones entre actoresdel movimiento de la tecnocumbia tales co-mo públicos, artistas, productores, locutoresde radio y televisión, e instituciones comoson las empresas y medios de comunicaciónque difunden este género, permite ver el mar-co en el que estas relaciones se integran, yaque lejos de funcionar como relaciones aisla-das se entrecruzan al interior del espacio deproducción musical previamente construidopor la música rocolera. Y es que la música ro-colera, en los últimos treinta años, ha creado

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formas de consumo sobre las cuales el“boom” de la tecnocumbia se ha asentado.No extraña, entonces, que el formato de es-pectáculo de la tecnocumbia responda engran medida a las formas de interacción entreartistas, públicos, y productores que la músi-ca rocolera ha consolidado con anterioridad.9

En tal medida, nos alejamos de miradas evo-lucionistas que señalan el desplazamiento de ungénero musical sobre otro y, por el contrario,entendemos a estos dos -la música rocolera ensu formato tradicional y la tecnocumbia comoinnovación- como parte del mismo circuito.Existen ciertas arenas significativas donde tal ar-ticulación (semejanzas y diferencias) se hace vi-sible, aunque se trata de un registro sin duda ca-prichoso, los enumeramos a continuación:

a) Espacios y sabores de la tecnocumbia

El consumo de la tecnocumbia se puede divi-dir en tres esferas: circuitos masivos, circuitobarrial y circuitos cerrados. Los circuitos ma-sivos son eventos de gran alcance en cuantopúblico y cartelera artística. Por lo general, sepresentan en promedio entre diez y quinceartistas, se desarrollan en lugares como el Co-liseo Julio Cesar Hidalgo, el Coliseo Rumiña-hui, el Ágora de la Casa de la Cultura, y hayuna asistencia mayor a 2000 personas.

Los circuitos barriales se realizan en lugarespúblicos como coliseos, plazas, canchas de-portivas de diferentes zonas de la ciudad. Sepresenta una cartelera de tres a cinco artistascon una asistencia entre 400 y 1500 personas,la mayoría perteneciente al barrio donde serealiza el espectáculo. Si bien estos eventos noson publicitados con mucha fuerza por losmedios de comunicación, resultan fundamen-tales para la difusión de la tecnocumbia en lamedida en que son de las pocas ofertas artísti-cas que llegan a los diferentes barrios: es un es-pectáculo que se inserta en el espacio cotidia-no de las personas y que, de esta forma, pro-duce y reproduce la interacción entre artistas ypúblicos en un lugar cercano y familiar.

Un nuevo sitio donde se desarrollan estosconciertos son los denominados circuitos ce-rrados o discotecas, espacios de consumo ex-clusivo en la medida en que la infraestructu-ra de estos lugares cubre una capacidad nomayor a las 200 personas. El atractivo de es-tos lugares es la combinación entre las mez-clas musicales de los disco-móviles y la actua-ción en vivo de dos o tres cantantes, que jus-tamente son los interpretes de muchas de lascanciones que los “discjockey” utilizan en susmezclas.

Por lo general, a estos espectáculos asistenpersonas de diferentes edades y ambos sexospara quienes las motivaciones principales pa-ra asistir a estos eventos son la música, el bai-le, los/las artistas y el consumo de alcohol (loque denominan como “el ambiente” que sedesarrolla en estos lugares). Algunas frases da-das por los asistentes a estos lugares dan cuen-ta de lo anotado:

“La tecnocumbia me gusta más que cualquierritmo, sobre todo por el baile, la música y elambiente que se arma”; “...me gusta poder to-mar, ahí se arma un buen ambiente”

En cualquiera de los formatos señalados ante-riormente, estos conciertos son espacios conuna oferta musical variada. Es decir, no sonlugares exclusivos donde se escucha músicatecnocumbiera, sino que comparten escenavarios artistas de distintos géneros (música ro-colera, vallenato, alguna orquesta, entreotros).

b) Letras de canciones, género y el uso del espa-cio público

De los pocos trabajos periodísticos e interpre-tativos10 que se han escrito sobre este tema, lamayoría han señalado a las letras de las can-ciones como un factor nodal para explicar elfuerte impacto que esta música ha tenido -mayormente en las esferas populares-. Tratar

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10 Ver los de Salgado (1998), Michelena (1999), Ibarra(1988) y los diferentes reportajes que han salido en ELComercio, Tintaji y Opción.9 Sobre esta articulación ver Santillán (2002).

temas amorosos –sobre todo decepciones einfidelidades- ha sido una constante dentrodel campo rocolero. Esta estrategia ha tenidomucha eficacia y más aún al asociar estos te-mas con el consumo de alcohol. Varias letrasseñalan esta relación: “... tomo de esta botellatrago que me envenena, yo tomo para olvi-dar...”; “..si soy un borracho, si soy un perdi-do, si soy un mujeriego, mi vida a nadie leimporta ni el camino que llevo”; “...quiero to-mar cerveza para pasar este dolor...”; “entre li-cor y licor conocí tu nombre”, etc.

Si bien estas temáticas también son trata-dos por la tecnocumbia (y por casi todos losgéneros musicales, desde el tango hasta elrock), existen otros aspectos que se han redi-reccionado en la tecnocumbia tales como ladesestructuración de la pareja y la familia pormotivos de la migración o las relaciones entrehombres y mujeres dentro de la esfera públi-ca. Con relación al primero, el problema de lamigración, que se ha acentuado en el Ecuadoren los últimos años a raíz de la crisis econó-mica y política, ha consolidado redes hacia elexterior, dando paso a la formación de fami-lias translocales. Esta problemática ha sidoabordada por la tecnocumbia de una formaespecífica a partir de la creación de cancionesque tratan de manera directa el tema de la mi-gración y desmembramiento familiar:

“Por Internet todo mi cariño te lo mandaré,por Internet un millón de besos te los man-daré.Que te llegue a cualquier parte del mundo,a España, a Europa, a Nueva York...”(Azucena Aymara)

Y también se ha tratado este tema a partir dela resignificación que el público ha hecho detemas anteriores. Es decir, las canciones queanteriormente daban a entender la separaciónde las parejas o la soledad de uno de ellos pormotivos de traición o fin de la relación, hoyse las entiende como producto del vacío quehan dejado uno de ellos por tener que migraral exterior, como señalaron algunos entrevis-tados:

“Me gusta ‘Inmigrante latino’ porque todami familia está lejos... ‘Sufro al no tenerte’…esta canción también me recuerda porque miesposo está en España...”11.

Este cambio nos daría ciertas pistas para en-tender el éxito que ha tenido la tecnocumbiaen los últimos años, lo cual ha posibilitado in-cluso que algunos artistas viajen a Europa y Es-tados Unidos a realizar conciertos, sobre todo,en los lugares donde las colonias latinas sonnumerosas. Así, los artistas son una especie depuente entre el lugar de origen y el país en elcual actualmente residen, convirtiéndose enun vínculo entre migrantes y familiares.

Por otro lado, al analizar las relaciones en-tre géneros en la esfera pública encontramosque en la actualidad la mayoría de cantantesde tecnocumbia son mujeres. Al introduciren el espectáculo el baile y la coreografía, lapresencia de artistas femeninas proliferó en laúltima década, no sólo como cantantes sinotambién como bailarinas. Este factor nos ha-

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11 Es común escuchar en los conciertos frases introduc-torias antes de los canciones en los cuales se recuerdaa los familiares y amigos migrantes que están “lejos demi patria...”. Es un momento en el cual los sentimien-tos afloran: llantos, abrazos, gritos y brindis por los au-sentes se escuchan en los graderíos. Incluso los mástecnificados utilizan sus celulares para comunicarsecon los que no están (diario de campo).G

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ce pensar que el incremento de artistas del se-xo femenino ha producido una mayor visibi-lidad de las mujeres dentro del espacio públi-co del campo rocolero, ya sea en el escenarioasí como en el público que consume esta mú-sica, la misma que en años atrás se escuchabasobre todo en las cantinas, lugares de domi-nio masculino.

Pero no es sólo por su presencia física den-tro del escenario lo que nos invita a plantearsu mayor visibilidad, sino, y sobre todo, porconvertirse en personajes públicos capaces deutilizar la tarima –y apoderarse del micrófo-no- para hablar desde el punto de vista de lasmujeres. En efecto, es muy común escucharfrases como: “donde están las mujeres”, “don-de están las que mandamos”, “donde están lasmujeres que toman”, etc., a lo que en generalel público femenino aplaude y grita en señalde aprobación.

Claro está que en este juego de relacionesy tensiones el tema del poder debería ser ana-lizado con mayor detenimiento. De todosmodos se puede afirmar que si bien ha existi-do una mayor visibilización de las mujeres,todavía la balanza dentro de este campo se in-clina para el lado masculino. Sin embargo, esnecesario aclarar que los conciertos o festiva-les tecnocumbieros no constituyen espaciosde confrontación entre ambos sexos; las frasesdichas por cantantes o animadores se utilizancomo parte del show y se enmarcan dentro dela interacción del concierto a partir de lo co-tidiano. De ahí que siempre se recurre a estetipo de frases como también a la confronta-ción de gente de acuerdo al equipo de fútbolde su predilección, a la provincia de naci-miento y/o barrio de residencia.

c) Los artistas como representantes de la músicanacional y popular

La legitimidad de la tecnocumbia se constru-ye a partir del discurso propio de la músicarocolera al combinar las representaciones delo popular y lo nacional. Así, la tecnocumbiamantiene el discurso rocolero de asumirse co-mo música que expresa los sentimientos y las

vivencias del pueblo al tratar temas como losconflictos de pareja o la migración señaladosanteriormente. Pero sobre todo existe una va-loración muy fuerte sobre el origen del artis-ta. El público no ve en el cantante una perso-na lejana o distante, sino alguien que pertene-ce a la misma clase social y por eso valoran elhecho que haya salido del “pueblo”:

“las personas que cantan esta música son delmismo medio económico que el pueblo”; “seiniciaron aquí, no son aniñados”; “expresanlos sentimientos de la gente, de los desplaza-dos, saben de nuestras vivencias”; “nacieronpobres y salieron adelante, no nacieron encuna de oro”.

De igual manera, se pone de manifiesto la re-presentación de “lo nacional”, aunque ésta seconstruye ya no tanto en relación con la valo-rización de la música “propia del Ecuador” yal rescate de la “ecuatorianidad” desde sus raí-ces musicales, sino a la importancia de que es-tos artistas “sean ecuatorianos” y por lo tantomerecen el elogio del público por el apoyoque se debe dar a todo representante nacio-nal, en este caso los artistas. De esta forma, latecnocumbia adquiere importancia comomúsica ecuatoriana no por ser originaria delEcuador sino por ser interpretada por cantan-tes ecuatorianos, quienes aportan con loscontenidos locales para corroborar su defini-ción como artistas ecuatorianos. Es en estesentido que la gente asume la tecnocumbiacomo música ecuatoriana. Este aspecto es degran importancia porque, como señala Bai-lón(2003), la tecnocumbia ha demostrado suvitalidad y fuerza para competir con produc-tos patrocinados por las grandes transnacio-nales de la música12.

Cabría aquí señalar que mucha de la pro-ducción de relatos nacionalistas, de procesosy discursos de construcción nacional, se danpor fuera de las esferas o espacios convencio-nales (la tradición, la razón de Estado, la alta

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12 En todos los países latinoamericanos, salvo Venezuela,entre el 50% y el 65% del público escucha músicasnacionales (cfr. Canclini, 2002).

cultura, etc.). Este es el caso de la música po-pular nacional. En este sentido, entendemosla música nacional como un artefacto culturalque forma parte de los diversos elementoscon que se propicia y estimula la afirmaciónde las identidades nacionales y la pertenenciaa ella (como también lo son el cine, el depor-te, la comida, entre otros).

Esta combinación de lo nacional-popularse expresa en el discurso de los artistas para le-gitimar su oferta cultural -y acceder a merca-dos internacionales sobre todo donde hay co-lonias de ecuatorianos y latinos-. Tambiénconstituye otro de los elementos claves queexplicaría el gusto que está detrás del consu-mo de la tecnocumbia, en el que se apela alvalor simbólico de consumir “lo propio” en lamedida en que los artistas “por ser ecuatoria-nos” son representantes del sentir y de las vi-vencias de la gente y por lo tanto su música esvista como legítima expresión de las condi-ciones de vida del pueblo.

“...sí, porque así demostramos que los ecua-torianos hacemos muy buena música. Noshacen quedar bien internacionalmente”;“Prefiero los artistas exclusivamente ecuato-rianos, primero hay que valorizar lo nuestro”;“Si porque así apoyamos a nuestros artistas ynos damos a conocer por los otros países”;“Ellos conocen lo que somos y lo que nosduele”.

Este discurso de la valoración y reivindicaciónde lo nacional-popular aparece en todos losactores del campo. Es utilizado tanto por ar-tistas y productores como por locutores de ra-dio, presentadores de televisión, empresarios,animadores de conciertos y público en gene-ral. Por tanto, al atravesar el campo de la mú-sica rocolera, atraviesa también a la tecno-

cumbia, y es un elemento fundamental sobreel cual esta oferta cultural genera la interac-ción y aceptación del público, convirtiendo alos artistas en verdaderos “ídolos populares”.

A manera de cierre

La tecnocumbia puede entenderse como unainnovación dentro del campo de la música ro-colera, en la que se conservan muchos de susrasgos característicos, pero que también con-lleva elementos nuevos como el show en vivoy el baile en base a coreografías y a un vestua-rio predeterminado que posibilita la exalta-ción de ciertos atributos corporales. Estosnuevos elementos que se han incorporado sibien son importantes dentro del espectáculo,no constituyen factores esenciales para consu-mir este género musical. Factores como la voz,la forma de cantar, el sentimiento en el esce-nario, las letras de las canciones y las formasde relacionarse con el público -lo que defini-mos como “talento artístico”- fueron los ele-mentos mas rescatados por los entrevistados.

Por otro lado, la tecnocumbia ha logradoinsertarse dentro de un circuito de difusiónmassmediático más amplio que la música roco-lera, lo cual también explica el auge y el consu-mo masivo de este género. En efecto, mucha deesta música se inserta en circuitos antes vedadosa los artistas populares como la frecuencia mo-dulada (FM) y la televisión abierta13 con la pre-sentación de vídeo clips de varios artistas.

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Es necesario situar a la tecnocumbia en un marco de producción, circulación yconsumo más amplio: el campo de la música rocolera. Atraviesan este campo

unos temas comunes reflejados en las letras de canciones, unos espacios y formasde consumo propios y una legitimación que apela a lo popular y lo nacional.

13 La llegada a la pantalla de “10/10” conducido por LuisErnesto Terán (programa que tiene dieciocho años deexistencia; los últimos ocho ha estado en la TV) ha he-cho más visible a este género ya sea para aceptarlo o re-chazarlo como bien señala el animador: “Hoy nos mi-ran todos, desde el humilde lustrabotas o el vendedorde periódicos hasta el político o el general más enco-petado” (cfr. Tintají, 2002).

Esto muestra no sólo las innovaciones deforma en la producción artística sino queconlleva la adopción de nuevas lógicas deproducción cultural. En estas nuevas lógicasaparecen elementos que dinamizan la pro-ducción cultural de las industrias trasnacio-nales de artistas (principalmente México yColombia) como el consumo intensamenterenovado, una creciente alternabilidad de los-/las cantantes como “estrellas del momento” ylas tecnificación de la producción musical(destaca el manejo de estrategias de marke-ting para masificar el consumo).

De esta forma, los productores y artistasde tecnocumbia –a diferencia de la mayoríade los artistas rocoleros- manejan un concep-to de profesionalización basado en la especia-lización del trabajo artístico: compositores,intérpretes, productores, publicistas14, etc. Es-ta especialización demuestra la forma en quelo masivo atraviesa a lo popular, en la medidaen que se utilizan formas probadas que garan-ticen la aceptación del público y que lleva alos y las cantantes de tecnocumbia a ser ído-los populares más “fabricados” que los tradi-cionales ídolos rocoleros.

Sin embargo, la incorporación de las lógi-cas de producción cultural, que caracterizan alos circuitos hegemónicos de producción ar-tísticas, se adapta a los valores y prácticas pro-pias del campo rocolero. Así, la tecnocumbiamantiene firme su adscripción a una locali-dad en tanto reconstruye como espectáculoaspectos de la vida cotidiana de las personas.A su vez, la tecnocumbia se convierte en uncircuito de producción cultural que adopta eincorpora elementos y que genera conexionesno sólo con las industrias hegemónicas (enca-bezado por MTV), sino con producciones lo-cales de otros países como el vallenato de Co-lombia, las bailantas en Argentina, la bachatacaribeña, o la mencionada música chicha delPerú, como señalamos anteriormente.

Así la noción de campo permite ver el de-sarrollo de la tecnocumbia no como un“boom” aislado sino como una expresión delas “negociaciones culturales” entre las pro-ducciones locales. Un campo que tiene suspropios valores, estéticas, lógicas de funciona-miento y formas de representar las condicio-nes de vida de sus públicos. Dicha nocióntambién permite ver las formas de producciónartística que los circuitos de las industrias cul-turales hegemónicas “imponen” como normacultural ligada al capitalismo de consumo.Nos referimos a la fabricación de ídolos que alvolverse personajes públicos adquieren un re-conocimiento en la opinión pública.

Estas negociaciones corresponden a los fe-nómenos de apropiación, incorporación y resig-nificación, categorías pertinentes para entenderestos fenómenos y que mantienen en común lanecesidad de reconstruir las relaciones de poderque atraviesan dichos procesos culturales.

Así, lo que permite a la tecnocumbia impo-ner sus valores o estéticas, como produccióncultural subalterna, obedece en gran medida ala relativa autonomía que su circuito ha logra-do al desplegar mercados a todo nivel, princi-palmente entrando en los micro espacios ba-rriales (coliseos, canchas, casas comunales, dis-cotecas) para festejar y celebrar eventos que re-sultan significativos para la comunidad comofechas cívicas locales, días festivos, eventos de-portivos, entre otros, pero todavía vedado suingreso a los lugares “cultos” u oficiales de la“alta sociedad” como son los museos.

En efecto, la imposibilidad de presentaren el Museo de la Ciudad –de Quito- unamuestra artística y un concierto sobre este gé-nero dentro del Proyecto “Divas de la Tecno-cumbia”, la postura de ciertos medios de co-municación y autoridades municipales quecriticaron y se opusieron a que el proyectoconcluya dentro del museo15, nos dan lucespara entender los niveles de rechazo y estigmaque la tecnocumbia genera en otros públicos.

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14 Aunque esta profesionalización sigue siendo lenta ygradual en donde todavía la presencia de la famila am-pliada es muy notoria (esposos-manager de las artistas,hermanos-productores, etc.).

15 La no inclusión del concierto y de la muestra plásticadel mundo de la tecnocumbia provocó una polémicaentre autoridades del mueso y artistas que causó unfuerte debate en la opinión pública (cfr. Ramírez 2003).

Todo esto revela que más allá del gusto poreste género, la sensibilidad estética en nuestromedio esta fuertemente impregnada de for-mas de racismo y conservadurismo.

Santy & Papo, quito 2003

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Jaime Bailón1

El presente artículo es una crónica de la evolu-ción de la chicha o cumbia peruana. La chichaes un género musical producto de una multi-plicidad de agenciamientos y punto de encuen-tro de matrices culturales locales y globales;destacan entre los más importantes el huaynomestizo, la cumbia colombiana y ritmos cuba-nos diversos. Tal diversidad parece ser el secre-to de la extraordinaria vitalidad de la chicha,característica que le ha permitido resistir losembates de la producción discográfica transna-cional. Los “chichereros”, músicos y consumi-dores, tienen un origen muy popular (migran-tes o hijos de migrantes de la sierra y selva delPerú); destacar sus estrategias y los nuevos jue-gos de identidades que vienen trazando, sontambién los objetivos del siguiente trabajo.

El Perú es reconocido desde hace un buentiempo como un país chicha. Este adjetivosuele calificar alguno de nuestros múltiplesrostros. “Chicha” puede significar incompe-tencia pero también creatividad, la quintaesencia del mal gusto o la búsqueda desespe-

rada de originalidad, la falta de preparación oun pragmatismo inquebrantable capaz de fa-bricar soluciones al minuto. Estas son las di-versas acepciones del vocablo “chicha” y tam-bién algunas de las pautas de comportamien-to de los pobladores del Perú. Pero original-mente el término “chicha” no tuvo inquietu-des sociológicas o identitarias, simplementeservía para reconocer a un extraño ritmo mu-sical, un híbrido entre la cumbia y el huayno.Chica es un género musical difícil de digerirpara el adocenado gusto musical de los lime-ños de principios de los 80s. Pero la historiacreemos empezó un poco antes...

La cumbia se “achora”

En los años 70s la ciudad de Lima fue la sedede una movida tropical de raíces diversas. La

1 Licenciado en Ciencias de la Comunicación por laUniversidad de Lima. Con estudios de postgrado enfilosofía por la Universidad Nacional Mayor de SanMarcos. Profesor de la Escuela de Humanidades de laUniversidad de Lima.

Bailón, Jaime, 2004, “La chicha no muere ni se destru-ye, sólo se transforma. Vida, historia y milagros de lacumbia peruana”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador,Quito, pp. 53-62.

chichaLa no muere ni se destruye,sólo se transforma

Vida, historia y milagros de la cumbia peruana

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salsa de sempiterna estirpe portuaria descendióde los barcos en el puerto del Callao. Mientrastanto, en tierra firme, los tradicionales barriosde la capital seguían bailando al ritmo de ban-das que reproducían ritmos cubanos y colom-bianos con guitarras eléctricas. Pero la fuertemigración andina hizo que muchos gruposempezaran a incluir tanto en letras como en lamúsica de sus canciones elementos propios delfolklore de la sierra del Perú.

Entre los primeros grupos que incursiona-ron en el ambiente tropical, “andinizando” lamelodía, destacaron los Sanders de Ñaña, LosOrientales de Paramonga, Los Diablos Rojosde Marino Valencia y el Grupo Celeste. Fueeste último el que tuvo como uno de sus vo-calistas a Alfredo Escalante Quispe, “Chacal”,uno de los primeros cantantes que le dio eltono “ahuaynado” a la cumbia.

“Siempre me ha gustado el huayno, ha naci-do creo por mi viejita (Olimpia Quispe),porque ella ha sido cantante. Cantaba en elcoliseo Bolívar, que quedaba frente al Nacio-nal, su nombre artístico era la Huaytita. Yoescuchaba en radio continental boleros deRamón Avilés, Pedrito Otiniano, Lucho Ba-rrios y me gustó…Víctor Casahuamán meentregaba la música (cumbias) y me decía há-galo con quiebres (inflexión acelerada, dulcey graciosa de la voz) y salió el estilo de lacumbia andina” (Hurtado 1995a:16).

En 1972, Chacal grabó un disco 45 conTito de la Cruz para el sello Dimaza y lo titu-ló Noche de Invierno. Ese fue su primer éxitoy terminó de darle por completo una formaahuaynada a la cumbia. Las composiciones deTito y la particular voz de Chacal lograron se-dimentar el nuevo estilo musical.

El laberinto de la choledad

En 1977, la estrella de Alfonso Escalante seapagaba. Un agujero negro compuesto por suafición a la bebida parecía absorberlo todo. ElGrupo Celeste, con el que mantenía todavíauna estrecha colaboración, decidió prescindirde sus servicios y abocarse a la búsqueda deun nuevo vocalista. No tuvieron que dar mu-chas vueltas por el laberinto. La nueva voz delsentimiento tropical estaba en la esquina, erael hermanastro de Escalante y como él teníatambién un sobrenombre felino: “Chacalón”.

El apelativo no fue producto de una estra-tegia de marketing. El apodo surgió en la in-fancia de Lorenzo Palacios Quispe (nombrecompleto de Chacalón), que transcurrió enlas calles del viejo centro de Lima (los padresde Palacios eran migrantes de la sierra). Deniños, Lorenzo Palacios y su hermanastroeran muy aficionados al catchascan y teníancomo su ídolo a “Chacal” uno de los lucha-dores más agresivos del Coliseo del Puentedel Ejército. Los muchachos del barrio empe-zaron a llamar a su hermano “Chacalito” y aLorenzo como era de mayor contextura físicale pusieron “Chacalón”.

La agresividad y físico brutal que envuel-ven -en el plano de la apariencia- a los héroesde la lucha libre se hizo dramáticamente realcuando Chacalón irrumpió en la escena mu-sical. Pablo Rado, conocido empresario chi-cheril, define las fiestas de Chacalón comouna corrida de toros: “si el público no ve san-gre en la arena no es buena faena”.

Nace una estrella

Como su hermanastro, Chacalón carecía deformación musical; era cosmetólogo y sastre

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Originalmente el término "chicha" no tuvo inquietudes sociológicas o identitarias;servía para reconocer a un extraño ritmo musical, un híbrido entre la cumbia y elhuayno. Posiblemente el termino "chicha" proviene del título de una canción que

causó furor por el año 1966: "La chichera" de los Demonios del Mantaro.

de profesión2. Los fines de semana Lorenzo se“cachueleaba” animando fiestas familiares yactividades sociales (polladas, festividades re-ligiosas). Este primer vínculo con el públicolo iría alentando para ir entrando de a pocosal mundo de la música.

Su carisma con el público y su voz ronca(parecía que hacía gárgaras con vidrio) hicie-ron que la cumbia ahuaynada adquiriera untono más agresivo. A fines de 1977, Chacalónera reconocido como el “ídolo de los choros”.Los parroquianos iban a sus fiestas a desfogarpenas y frustraciones. Ese desfogue los lleva-ba a ingerir licor en cantidades industriales.Con el alcohol en sus cabezas y el pico de unabotella en la mano derecha, los asistentes erancapaces de transformar en cuestión de segun-dos un chichódromo en un verdadero campode batalla.

Chacalón, animado por el guitarrista JoséLuis Carvallo, decidió fundar su propia agru-pación: La Nueva Crema. Éste conjunto seríael representativo de un tipo de fiesta chicha:la “achorada costeña”, que estableció una dis-tancia definitiva con la cumbia “elegante”(Destellos, Girasoles, etc.) de fuertes raícescolombianas.

La chicha achorada costeña fue creaciónde migrantes con un proceso de “aclimata-ción” de mayor tiempo de duración. Los inte-grantes de estas agrupaciones eran en su ma-yoría hijos de provincianos acostumbradoscasi toda su vida a la ciudad. Muchos sólo te-nían referencia del universo andino a travésde los nostálgicos relatos de sus padres.

La empatía de la Nueva Crema con unsector de su público -el lumpen de extracciónprovinciana- se explica por las letras de suscanciones y por la presencia visual de Loren-zo Palacios.

Las letras de los hits de Chacalón estáncargadas de un destino trágico, cercano al bo-lero cantinero (Iván Cruz, Guiller, Lucho Ba-rrios). Por ella, la botella, Lagrimas de amor,

Sufrir llorar para qué, son discos representati-vos de esta vertiente. La otra línea temática desus canciones esta compuesta por discos co-mo Soy obrero y Soy provinciano que narran lasperipecias del migrante que busca adaptarse ala gran ciudad. Este último tema, autoría deJuan Rebaza, es posiblemente una de las can-ciones más importantes del género tropicalandino y fue grabado en el año 1978 para elsello Horóscopo:

Soy muchacho provincianome levanto muy tempranopara ir con mis hermanosayayayay a trabajar

No tengo padre ni madreNi perro que a mi me ladresólo tengo la esperanzaayayay de progresar.

Busco una nueva vida en esta ciudaddonde todo es dineroy hay maldadcon la ayuda de Diosse que triunfaréy junto a ti mi amorque feliz seré.

Con el correr de los años, esta canción seconstituyó en el himno de los provincianosque liaron sus bártulos y se instalaron en lacapital. Chacalón había logrado definitiva-mente imponer un estilo basado en su talen-to interpretativo, pero también en su peculiarmanera de vestir.

La puesta en escena del show del “Faraónde la cumbia”, “el papá de la cantina” (sobre-nombres con que también se conocía a Cha-calón) se sustentaba en la vestimenta del pro-pio Palacios, llena de reminiscencias del popde los años setenta, que no abandono hasta elfinal: pantalón acampanado y ceñido a la cin-tura, camisa multicolor y pelo largo. Su as-cendencia andina le marcó un estilo en suforma de cantar. Estas huellas se mezclaroncon su contacto con la producción musical dela capital (pop y tropical) que determinaría

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2 Chacalón se ufanaba de arreglarse él mismo su largacaballera y confeccionarse los trajes para sus presenta-ciones.

un tipo de instrumentalidad y la temática desus letras.

Chacalón fue al mismo tiempo afirmacióny negación de lo andino (su manera de vestiry sus ademanes eran netamente urbanos). Apesar de esto era uno de los artistas más soli-citados para animar la celebración de las fies-tas en pueblos y asociaciones serranas.

De alguna manera, Chacalón fue la síntesisde un nuevo tipo de limeño en los 70: el acho-rado, es decir, un serrano acriollado que haceuna imitación grotesca de la vestimenta occi-dental. Esta “deformación” probablementerespondía en un inicio a un intento desespera-do de adaptación, para posteriormente consti-tuirse en una marca de diferencia. Otra carac-terística que definiría al achorado es su parti-cular manejo del lenguaje; el uso del chamullo(palabreo) debe adquirir en cualquier momen-to el poder de una “punta” (puñal corto).

Hasta el año de su desaparición (1994),Chacalón, con más de veinte años en el movi-miento tropical y casi cincuenta años a cuestas,era todavía una de las personalidades más fuer-tes de la chicha. Para muchos resultaba inexpli-cable la popularidad y vigencia de su arte queno conocía de renovación pero sí de autentici-

dad. Su voz con sabor a pregón de mercado se-guía desatando emociones primarias. Los chi-cheros “bravos” continuaban celebrando su lle-gada haciendo añicos botellas en las pista debaile de un chichódromo perdido entre los ce-rros de Lima. Algunas veces la vigencia deChacalón se tornaba dramática. Pirañitas (ni-ños de la calle) confiesan que algunos compa-ñeros bajo el efecto del terokal y la música deChacalón se “chucean” (cortan) el cuerpo.

“Es que a veces se está enamorado de unagerma, escuchas a Chacalón y fua, fua, techuceas. Cuando escuchas la canción porella, por ella, si tan sólo por ella yo reviente bo-tellas y fua” (Fredy 13 años).

El epicentro de la chicha se encuentra en Huancayo

Las manifestaciones de violencia en las fiestaschicha, peleas entre fanáticos de grupos riva-les que terminaban la mayoría de las veces enbatallas campales, fueron acontecimientosque determinaron que cierto sector de la ca-pital estigmatizará a los chicheros como gen-te de mal vivir. Esto, según versión de JoséIrey -gerente general de radio Inca-, hizo quela chicha se refugie en Huancayo (sierra cen-tral). Coincide con esta opinión Jorge ChávezMalaver director del grupo Maravilla:

“Los momentos malos de la música tropicalperuana empezaron cuando la gente de loscerros, de las barriadas y de la Parada asistióa los bailes. El público cambió; la forma devestir y de comportarse no fue la misma. Erala época del cambio socioeconómico de Limaproducto de la explosión demográfica, en1978. En ese entonces apareció Chacalón, sehicieron presentes los rostros feos. La gentetomaba, se trompeaba, rompía cervezas. En-tonces llegaba la policía y señalaba a los gru-pos como culpables” (Huarac 1987).

Pero hay otras razones que hicieron de es-ta región del país una zona particularmenteimportante en la expansión de este género

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musical en todo el país.El valle del Mantaro y su adyacente, el va-

lle de Yanamarca, se constituyeron desdeprincipios de siglo en el espacio geográfico deencuentro entre los ritmos nativos de la zonacon los géneros musicales occidentales.

La relativa riqueza económica de la regióncon respecto al resto del país, permitió su rá-pido ingreso a la modernidad, lo que signifi-có una asimilación acelerada de sus activida-des lúdicas a la industria cultural. La moder-nidad para el pueblo huanca estuvo signadapor una reterritorialización de las corrientesmusicales foráneas.

Raúl Romero, en su estudio de la músicaen el Perú, reseña que este clima de aperturaa corrientes musicales foráneas fue conse-cuencia del surgimiento de la banda militar.En las primeras décadas del presente siglo, es-te tipo de orquesta compuesta por instru-mentos de viento adquirió gran aceptación entoda la región andina del Perú:

“En la década del 30 la banda de Acolla (va-lle de Yanamarca) interpretaba géneros cos-mopolitas de difusión internacional como eltango, el fox-trot y el one-step, y más tardeen la década del 60 introduce la cumbia en loque viene a ser el antecedente de la posterioraceptación de la ‘cumbia andina’ o como máscomúnmente se conoce en los medios capita-linos: la música ‘chicha’” (Romero1991:250-251).

En los años sesenta, era común -segúnconfesión de Berardo Hernández (líder degrupo Manzanita y conjunto)- que las bandasconocidas como “banda folklórica tropical”(denominadas actualmente como “bandashow”) empezaran a interpretar música tropi-cal al lado de los tradicionales huaynos. “Enlas retretas de provincias las bandas hacían suguarachita” (Hurtado 1991:11).

En 1963 un conjunto de la zona denomi-nado Los Pacharacos, interpretaron el huaynoRío del mantaro, que era inusualmente rápidopara el gusto de la época, con el añadido in-confundible del uso del saxo y guitarras eléc-tricas. Este “huayno moderno” - según Rodri-

go Montoya- nos ofrece la pista para descu-brir las particularidades específicas de la mú-sica chicha. Los nuevos instrumentos abriríanun abanico de nuevas posibilidades que al-canzarían su punto de mayor difusión 20años después.

El boom de la chicha: Los Shapis

El boom de la música tropical andina se ini-ció en 1981, para ser más exactos, el mes dejunio, cuando un grupo procedente de Huan-cayo grabó su segundo 45 para el sello Horós-copo y lo tituló El Aguajal.

El conjunto debutó el 14 de febrero de1981 animando un baile en la calle Loreto deHuancayo, en un local llamado Coliseo Re-gional que hoy no existe. Se pusieron “Sha-pis” porque ese vocablo designaba en el Perúprecolombino a los bravos guerreros de Chu-paca. Jaime Moreyra, líder y primera guitarradel grupo, se llama en realidad Venturo Mo-reyra Mercado. Nació en Juliaca (Puno), vinoa Lima con su familia desde pequeño, insta-lándose en el barrio de Independencia. Desdepequeño se hizo fanático de la guitarra graciasa un regalo de su tío Paulino. En su barrio in-tegró el grupo Los Elios con quienes viajo amediados de los años 70 a Canta, Huancave-lica y Huancayo. En 1976 regresó a Huanca-yo con el grupo Melodía que tenía como can-tante a Vico. En esas circunstancias conoció aJulio Emundo Simeón, “Chapulín el dulce”,por ese entonces vocalista de los Ovnis.

En 1981, Moreyra propone a Chapulínformar la agrupación Los Shapis, teniendo co-mo integrantes a músicos que provenían deJuliaca, Trujillo, Chupaca, Huancayo, Tarmay Junín. En 1982, Radio Moderna de Limalos premia con la Antena de Oro por El Agua-jal. La génesis de éste, su disco éxito, resultailustrativo para comprender las característicasmás importantes del texto musical chicha.

“Moreyra recuerda que se trató de un arreglode la célebre composición -un evidente huay-no andino- de Teodomiro Salazar. Pero la

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composición de Salazar se llamaba El alizal.“Lo que sucedió -dice Moreyra- es que noanalicé bien la palabra. Por mis viajes a la sel-va conocí la típica fruta llamada el aguaje ycomo el lugar en que se encuentran los agua-jes se llama el aguajal, de ahí nació el títulode la canción. Escuché el huayno lo vi boni-to y tuve que acomodar los compases para elritmo folktropical. Salió más bailable y ca-dencioso” (Hurtado 1995b).

En el nombre de la chicha

En los años 1985 y 1986 se desató la “fiebrechicha”. Por lo menos medio millón de pe-ruanos bailaban este ritmo todos los fines desemana. Playas de estacionamiento, terrenossin construir, y hasta carpas de circos abando-nados se convirtieron de la noche a la maña-na, merced a las inescrutables leyes del merca-do, en chichódromos. Precisamente en 1986ocurrió uno de los choques más sonados en elambiente tropical, el encuentro entre LosShapis y Alegría en el Estadio de Alianza Li-ma: alrededor de 7.000 personas acudieron aobservar el primer “clásico musical” verdade-ramente multitudinario. Sería sólo el prolegó-meno de lo que vendría después. Ese mismoaño se realizaría el “mano a mano” entre LosShapis y la orquesta salsera de Aníbal López.Era la primera vez que los dos géneros rivaleschocaban. Por esos años, Lima vivía tambiénla efervescencia de la música salsa, sobre todode la llamada salsa sensual o erótica. Se abrie-ron infinidad de salsódromos (las célebres“Máquinas del sabor”). Y se realizaban concierta regularidad grandes conciertos (todavíason recordadas las históricos presentacionesde Héctor Lavoe, Oscar de León y Celia Cruzen la Feria del Hogar). El locutor Luis Delga-do Aparicio (Sarava) organizaba caravanas ca-llejeras donde bailaban miles de personas alritmo de los salseros locales.

En ese contexto se organizó este conciertoque tuvo el carácter de un enfrentamiento en-tre géneros rivales y completamente extraños.Por aquellos años no existía el eclecticismo

que hoy en día envuelve el gusto musical delos limeños. Cada género musical por separa-do conformaba una parte importante del ca-pital cultural de un individuo:

“Para mí Chacalón es como mi padre, dondeva él, voy yo. Yo no soy como esas rockerasque saltan como monas, yo soy chichera”(Bailón 1993).

En un clima de tensión propio de un enfren-tamiento futbolístico “chocaron” la salsa y lachicha. Las huestes salsera y chichera se pro-ferían insultos como si fueran las barras bra-vas de dos equipos rivales. Los “salseros” re-presentaban a los sectores populares “criollos”de Lima. El estereotipo del salsero estaba sig-nado territorialmente por espacios urbanosubicados de preferencia cerca al mar (el puer-to del Callao es reconocido como el lugardonde se realizaron las primeras audicionesde música salsa en el Perú). Y étnicamente hasido importante la ascendencia afro, aunquela mayoría de los seguidores de este géneroeran hijos de migrantes andinos “acriollados”.

La música chicha era considerada básica-mente como música de provincianos. A pesarde tener también una matriz tropical, los sal-seros no se sentían en absoluto como parte delmovimiento tropical de Los Shapis o Vico.Cuando Los Shapis hicieron su aparición en elgramado del estadio Alianza Lima, sus segui-dores izaron los colores del arco iris (la bande-ra del Tawantinsuyo) y lanzaron vivas por LosShapis, pero fueron acallados por un grito to-davía más ensordecedor: “¡lárguense chiche-ros!”, “¡chicheros regresen a su pueblo!”.

Por esa época el término “chicha” comen-zó a masificarse, aunque los propios músicose intérpretes de la rica música eran renuentesa utilizarlo por la fuerte carga peyorativa quelos sectores criollos urbanos le otorgaron3 .Para éstos la música chicha era un producto

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3 Los grupos culturalmente hegemónicos de todas lastendencias en un principio condenaron a la chicha.Los folkloristas tradicionales -de fuerte raíz andina eideología izquierdista- calificaron a la chicha como unproducto que respondía a la enajenación de las capasmás lumpenizadas de la población migrante.

fallido, mal hecho, y extrapolaron estas carac-terísticas a otros campos. Así, pues, existenpolíticos chicha (gente sin preparación, adve-nedizos), decoración chicha (huachafería),economía chicha (informalidad).

Sobre el origen del significante “chicha”para designar a esta cumbia andinizada y lue-go a todo el campo tropical peruano, existendiversas versiones, pero la más difundida sos-tiene que posiblemente el término “chicha”proviene del título de una canción que causófuror por el año 1966: “La chichera” de losDemonios del Mantaro. Este disco fue muyescuchado y bailado en los nacientes conos dela capital. Muchas orquestas de la época lo in-cluyeron en sus repertorios. Haciendo que eltema estuviera vigente por varios años.

A principios de los 70s hicieron su apari-ción Los Rumbaney de Chimbote con suséxitos “El poncho” y “Cumbia andina”, peroaún no se hablaba de chicha, a pesar de queen el año 1973 la orquesta Dominó de Truji-llo lanzó su “cumbia chola”. El término “chi-cha” se usaba para llamar despectivamente alos grupos costeños como el fabuloso GrupoCeleste de Víctor Casahuamán, Los Topaciosde Guajirito Ortega, Los Pachas, Los Zínga-ros, Los Ratones de Paco Zambrano.

Pero recién en 1977 se oficializaría el nom-bre. Un año antes, Walter León, con Los Ilu-sionistas, impuso de su inspiración temas co-mo “Las limeñas” y “Colegiala”, Los Zíngarosgrabaron “Sueños” y el grupo América (des-pués Maravilla) debutaba con “Linda mucha-chita”. El sello Caracol en coproducción conInfopesa decidió juntar estos grupos en unlong play de antología. Era el primer larga du-ración que usaba la palabra “chicha”. El LP sellamó “Los Reyes de la chicha año 1977”.

La producción de la discografía chicha

“Quiero mandar saludos a todos mis amigosambulantes de Ciudad de Dios, especial-mente a mis amigos caseteros, gente sufridaque soportando las inclemencias del tiempo,sol, frío, lluvia, allí están ellos haciendo quela rica música llegue a todos nuestros ami-gos” (Locutor de Radio Inca).

Este tipo de “saludos” son relativamente fre-cuentes en Radio Inca. En otras estacionesmusicales (de salsa y rock) resultaría impensa-ble un mensaje laudatorio a vendedores calle-jeros de casetes y discos piratas. Esto no suce-de en el campo de la chicha, ya que sus agen-tes le han dado otro sentido al negocio de laindustria discográfica.

Hasta la primera mitad de la década del80, las disqueras tenían una fuerte influenciaen el campo de la música chicha. Esta se fuediluyendo paulatinamente conforme los gru-pos fueron adquiriendo mayor poder econó-mico y se abarataron los precios de los equi-pos de grabación y de las máquinas reproduc-toras de discos y casetes.

Se fueron formando en la capital sellosdiscográficos que desarrollaron desde la infor-malidad novedosas tácticas y estrategias dedistribución y promoción de los músicos ycantantes chichas y folklóricos. Entre las másimportantes por su nivel de ventas e infraes-tructura, destacaron a principios de los no-venta Discos Universal, Producciones Elsi,Dalma, Lady Vanesa y Rosita Producciones.Todas ellas empresas familiares o individualesde responsabilidad limitada.

El modus operandi de estas compañías es elsiguiente. Cada vez que el artista graba unnuevo material en sus estudios, la empresa le

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La tecnocumbia y todos los actores involucrados en esta movida vienen dandouna lección de un adecuado diálogo intercultural, generando un intercambio lúdicoy creativo de las matrices culturales locales y globales: acabar con los purismos de

todo cuño es un primer paso contra la exclusión.

otorga un lote variable de discos y casetes. Es-ta vendría a ser su regalía. El Chato Gradosreseña su experiencia con Lady Vanesa:

“Sí, es una empresa pequeña pero me da ma-yores satisfacciones que las grandes. En el as-pecto económico ellos me dicen ‘por cada ca-sete que yo grabe, te voy a dar 150 casetes’. Yeso me sale a cuenta ya que en 100 casetes,no más vendiéndolos a 4 soles me dan 400soles y en 150 gano 600 soles, o sea muchomás que las regalías. Y te dan los precios ba-jos (...)” (Bolaños, 1995:188).

Una vez que las promotoras o las disqueras ob-tienen la grabación original (matriz) en suspropios estudios de grabación a un costo apro-ximado de mil dólares, empieza el proceso decopiado y distribución del material discográfi-co. Los discos inmediatamente se distribuyena sus vendedores mayoristas y minoristas delos mercados callejeros de Lima y provincias.El lanzamiento es “simultáneo” y se dejan en-tre 200 y 300 cds y casetes por lugar. Algunaspromotoras grandes tienen sus propios pues-tos de venta en los mercados. Como los pro-ductores no pagan impuestos, los precios delos discos son ínfimos (un dólar en promedio).

¿Se aguó la chicha?

Con el efectivo control de los canales de dis-tribución discográfica local y una radio dedi-cada íntegramente a propalar la “rica música”,el futuro de la chicha en las postrimerías de losaños 80 parecía asegurado, pero no fue así.Los interpretes y grupos saturaron el mercadocon productos de escasa calidad, la chicha noabandono su ritmo monocorde y una produc-ción musical muy elemental. Entre 1990 y1991, las transnacionales del disco inundaronel mercado latinoamericano con la salsa eróti-ca y el pop mexicano. El movimiento chiche-ril empezó a languidecer, reduciendo su radiode acción a los migrantes andinos más pobresde la ciudad. Si bien la chicha nunca capto elinterés de otros públicos (los sectores mediosy altos de las capital le tenían un absoluto re-chazo), el paulatino abandono del sector mi-

grante y su descendencia, constituyó un durogolpe para el cual los managers de la chicha notenían capacidad de respuesta.

La chicha se estaba diluyendo. Los intelec-tuales que habían creído ver en ella la síntesisde nuestra identidad nacional estaban tam-bién consternados y sólo se limitaron a redac-tar su partida de defunción, metáfora que sehizo triste realidad el año 1994, cuando dejóde existir Chacalón, el más grande ídolo delmovimiento chichero peruano.

La chicha no estaba muerta… estaba de parranda

Pero toda la energía y vitalidad desplegadapor los actores del movimiento chichero, sur-gido en las entrañas de la informalidad, noiba a desaparecer con tanta facilidad. Los gru-pos chicha habían enfrentado un régimen deexclusión mediático muy severo. La mayoríade medios de comunicación, a pesar de laenorme aceptación de la chicha en los secto-res populares, se negaban a difundir su músi-ca y Radio Inca no fue la excepción. Los due-ños de la radio no apostaron desinteresada-mente por esta nueva corriente musical; lospromotores de los grupos tenían que alquilarlos espacios (una hora diaria tenía un costoaproximado de tres mil dólares mensuales).

Mientras que los interpretes de otros géne-ros musicales, la música criolla y los novelrockeros nacionales se quejaban de la falta deapoyo de la radio y televisión, los chicheros sefueron masificando, creando novedosas estra-tegias para acercarse a su público. A pesar dela enorme arremetida de los grupos extranje-ros, los chicheros sobrevivieron a través de suscanales alternativos de difusión. Pero esto nodebe engañarnos. Los chicheros nunca busca-ron ser un grupo de resistencia o contestata-rio. Su meta era entrar al mercado y tomarloa cualquier precio. Comenzaron paulatina-mente a variar sus recursos musicales y a rea-lizar tímidas fusiones con los ritmos de moda.El grupo “Guinda, puriiita calidad”, empezóa jugar con los sintetizadores y sacó su cum-

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bia rap. Pero la auténtica renovación del gé-nero tendría otros protagonistas.

Del infierno... su tecnocumbia

Desde la selva se estaba preparando otra arre-metida musical, dispuesta a sacudir a todo elPerú. Rosa Guerra Morales, una joven nacidaen Madre de Dios (localidad fronteriza conBrasil), migró a la capital y se presentó a unaaudición del grupo tropical Biochips. Su di-rector, Tito Mauri, la escuchó y decidió con-tratarla de inmediato. Poco tiempo despuésemprendieron giras por el interior del país.En estos viajes, el sonido del grupo cambia.Mauri percibió el gusto por el pop mexicanoy quiere ensayar nuevos sonidos con sus Bio-chips. La experiencia colectiva no duraríamucho tiempo. El talento de Rosa Guerra esaplastante y Mauri decide convertirla en solis-ta y señora esposa. Allí empezó su transfor-mación. La chica selvática adoptó nueva ves-timenta, muy parecida a los artistas patroci-nados por Televisa (sombrero de vaquero,pantaloncitos cortos y botas altas) y ademásun nombre “gringo”, Rossy War. Con su ape-lativo de combate empezó a sitiar la capitalpor los conos (distritos populares alrededordel casco urbano tradicional de Lima), despa-cio, convencida que el terreno estaba ya pre-parado. Lima no era la ciudad de los años 70y 80, de gustos musicales excluyentes y habi-tantes con marcas y territorios claramente di-ferenciados. Es otra ciudad y otro mundo, conidentidades múltiples, que se atraviesan y tras-lapan todo el tiempo. Rossy War sería la ex-presión de esa nueva realidad. Con su maridoy director musical hicieron del cruce y la fu-sión de géneros y estilos su marca de fábrica.

Tecnocumbia una manifestación local de la tecnocultura

Otros grupos de la movida tropical apostarontambién por los radicales cruces de la War. RuthKarina, Euforia, Ada y la Nueva Pasión, Agua

Bella, todas estas bandas tienen como protago-nistas a mujeres jóvenes de agradable anatomía.No podía ser de otro modo. Un ingredienteesencial de la tecnocumbia es el baile, comple-jas coreografías donde las cantantes y sus coris-tas se mueven a un ritmo frenético, simulandoen algunos casos complejas danzas brasileñas(las lideresas del movimiento provienen en sumayoría de zonas fronterizas con Brasil).

Para 1999, como si se tratara de un hechi-zo amazónico, todo el país se mueve a ritmode tecnocumbia. Rossy War y sus huestes con-siguieron algo que los héroes de chicha ochen-tera nunca alcanzaron: penetrar en el gusto delos sectores medios y altos de la población.

Si bien esto es mérito de las protagonistas,existió un contexto internacional que favorecióesta aceptación. Argentina desarrolló un movi-miento tropical que tuvo el empuje de músicosy productores peruanos que emigraron a esepaís a principios de los 90 (huyendo de la cri-sis económica y la caída de la chicha local).Asimismo, muchos músicos viajaron y clona-ron bandas en ese país. Aparecieron grupos co-mo Maravilla, Karicia, Malagata que animaronlas noches de bailanta en lares gauchos. La po-derosa industria musical argentina exportaríaluego sus propios cantantes chicha al Perú, pe-ro acondicionados a los estándares de calidadinternacional -no olvidemos que la música chi-cha peruana tenía una producción artesanal,muy descuidada-. Esta retroalimentación em-pezó a generar un gusto en sectores que no es-cuchaban a los chicheros locales. Otro puntoimportante es que a partir de la década del 90los purismos en el campo musical, y en la pro-ducción simbólica en general, comenzaron adesaparecer. Vivimos la era del eclecticismo yla mediatización, es decir, la articulación de to-das las instituciones sociales con los medios decomunicación. Todo el orden social se impreg-na a niveles hiperbólicos de dispositivos ma-quínicos de estetización o culturalización de larealidad; a esto el filósofo brasileño Muniz So-dré va denominar “tecnocultura”.

Dentro de este campo, la identidad dejade señalar lo idéntico, para transformarse enun concepto más bien móvil, que acompaña

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procesos de transformación. El cuerpo huma-no forma parte de estos procesos. No es ca-sualidad que los iconos mediáticos de los 90sean la encarnación de este nuevo conceptode identidad.

“Baudrillard designa tres modelos tecnocul-turales : 1) Cicciolina -los largos cabellos pla-tinados, los senos modelados, las formasideales de una muñeca inflable, el erotismoliofilizado de historieta o de ciencia ficción y,principalmente, la exageración en el discursosexual (nunca perverso, nunca libertino)... ;2) Madonna -virgen producto del aerobismoy de una estética glacial, sin ningún encantoo sensualidad , androide musculosa... ; 3)Michael Jackson -mutante solitario, andrógi-no y frankensteiniano, precursor de un mes-tizaje perfecto por ser universal, la nueva ra-za posrazas” (Sodré, 1998:77).

En el Perú, la prensa chicha y los artistas de latecnocumbia son los que mejor vienen articu-lando esta nueva noción de identidad. Losprimeros utilizan imágenes de cuerpos feme-ninos construidos con siliconas como recursopara captar lectores. Las modelos preferidasson las rubias cosméticas (pelo teñido y ojosazules con lentes de contacto). Un proceso detransformación similar ocurrió con las can-tantes de tecnocumbia: ostentan cabelleras(rubio, rojo, rosado) y ojos de diversos colo-res. Aquí no existe la preocupación porque elcambio pase desapercibido; por el contrario,se busca que la transformación sea notoria(un implante de senos o glúteos puede ser no-ticia de primera plana).

Al finalizar el siglo pasado, una encuesta-dora señaló a la Chola Chabuca, un travestianimador imbuido de la estética tecnocum-biera, como la mujer más popular del Perú. YCarlos Cacho, conductor gay de televisión,fue declarado “el cuero” (hombre apuesto enel sociolecto limeño) del año. Estos son nues-tros iconos tecnoculturales más célebres.

Anécdotas aparte, la tecnocumbia y todoslos actores involucrados en esta movida vie-nen dando una lección de un adecuado diálo-go intercultural, generando un intercambio

lúdico y creativo de las matrices culturales lo-cales y globales.

Además, la tecnocumbia ha demostradosu vitalidad y fuerza para competir con pro-ductos patrocinados por las grandes transna-cionales de la música. Queda evaluar si estosagenciamientos propuestos por el fenómenode la tecnocumbia pueden converger y trasla-parse con las propuestas de otros movimien-tos sociales. Pero nuestra apuesta por la tec-nocumbia es incondicional: acabar con lospurismos de todo cuño es un primer pasocontra la exclusión. Los músicos chicha y suinmenso auditorio nos están enseñando queno existen fronteras ni límites para nuestrosdeseos de ser los mismos y otros.

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Vergara, Antonio, 1992, Ike y la chicha, Editorial Ta-huantinsuyo, Lima.

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Wilma Granda2

El pasillo, texto poético-musical arraigado auna gestión personal de sentimientos de losecuatorianos, es una manifestación culturaltan nuestra pero, a la vez, tan extraña, poromitida o desvalorizada. Tanto que incluso escomún la incongruencia para referirse a él, oquien lo usa se atiene a una ambivalencia desensaciones y juicios de valoración tan distin-tos como contrapuestos. Experimentar conun pasillo el “placer que duele” o la simbiosisde lo bello y de lo triste significa muchas ve-ces arriesgarse a una luminosidad de catarsis oa una sonoridad opaca sin voz constituida, nimemoria reconocida o pública.

En lo público, y bajo prejuicio, el pasillose adjudica a una estética de la “tercera edad”o de “chusma irredimible”. En la intimidad,en cambio, su alto y mayoritario consumoevidencia la fuerte carga de clandestinidad yvergüenza social con que se lo usa. Efectiva-mente, esa pedrería lujosa de versos y acordesde un pasillo poético tradicional es recurren-temente celebrada por caballeros y damas del

común, es decir, por una “plebe” marginadade los cánones quienes, con un pasillo, inten-tan ocultar su duelo real, ese que necesaria-mente refiere a condiciones materiales especí-ficas y a relaciones ideológicas de clase. Asu-mido como una máscara de elegancia, el pasi-llo persiste y disfraza a la mayoría de ecuato-rianos durante el siglo XX y, aún, es comple-jo reconocerlo.

Acercarse a un tema que, por obvio y des-conocido, se vuelve casi mítico, y sobre el quemillones de personas tienen su particular ver-sión, constituye un reto ineludible. El objeti-vo sería recuperar una memoria para quien sehalle dispuesto a re-construir un sentido parael pasillo nacional, importante legado de lacultura urbana y elemento fundamental en la

1 Este artículo es parte de mi libro El pasillo ecuatoria-no: noción de identidad sonora, CONMUSICA, Qui-to, en prensa. La versión que se publica aquí ha sidoligeramente revisada.

2 Socióloga. Investigadora Cinemateca Nacional delEcuador. Responsable de la documentación del CineEcuatoriano.

Granda, Wilma, 2004, “El pasillo ecuatoriano: nociónde identidad sonora”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 63-70.

pasilloEl ecuatoriano:

noción de identidad sonora1

Ant

onio

Men

a

noción de identidad sonora de los ecuatoria-nos, al menos para generaciones que conclu-yen el siglo XX.

Definir al pasillo como parte de la culturapopular conjuga valores, estrategias y símbo-los que sectores urbanos del país expresaron aliniciar y concluir el siglo XX. Es ahí donde lascrisis económico-políticas de contundentes ysimilares efectos producen traumas que llegana verbalizarse mediante un poema musicalllamado pasillo; un pasillo que se está gestio-nado como un discurso de “sentimientos depérdida”; pérdidas indistintas que llegarían asimbolizarse como una idealización amorosa.

En las primeras décadas del siglo XX, lagrabación de discos y el establecimiento de laradio socializan un similar referente de pasi-llo, una suerte de confesión existencial queprologa y prolonga una inviolable adhesión ala tristeza (tristeza que, además, tendrá razónde estar en casi toda la música popular lati-noamericana).

La simbiosis música-sentimientos presenteen el pasillo, como filón sugerente y rico deuna sensibilidad moderna o civilizada de finesdel siglo XIX y principios del XX, permitiríarecuperar el sentido del “instante trascenden-te” en generaciones tan lejanas que, aparente-mente, tendrían en común sólo un rito deanacrónica expresión por el pasillo. Es decir,la a veces solitaria manera de recrear su inte-rioridad y personalizarse.

Los antiguos valsecitos del gran país lati-noamericano -llámense hoy tangos, vallena-tos, boleros, guapangos o pasillos de rocola-podrían inscribirse en un proyecto de vigen-cia musical si se los incluyese en una especiede arqueología y terapia cultural (que alivianeel extrañamiento social que sufren quienesusan una música que les es útil o amada). Sinembargo, no pueden superar el delirio indivi-dual y la crisis social de desmemoria que des-contextualiza su práctica.

Volver desde dentro a la autoestima y a lavaloración de lo que nos es propio se vuelvenecesario, hoy más que nunca, frente a unanueva modernidad que prefiere que las cosassigan como están y, con ella, nuestra degrada-

ción estética y mental en un proceso irreversi-ble. Sólo reencontrándonos cuestionaríamos aun devastador y no tan nuevo proceso de dis-ciplinamiento social que requiere homogeni-zarnos para anular nuestras particularidadesmúltiples y nuestra compleja vivencia de mes-tizaje cultural. Un mestizaje en el que músicay textos de pasillos constituyen el anclaje demayor referencia para los ecuatorianos mesti-zos: un anclaje entre la realidad más profundadel mestizo y una pretendida máscara de am-bigüedad que nos hemos impuesto, talvez, pa-ra evitar el trance de legitimar nuestra voz.

El pasillo ha sido marginado por una au-todenominada “sapiencia musical” que lodesvaloriza, y ha sido eludido por una “van-guardia” que asume lo popular sólo comopráctica de contenidos políticos o como con-frontación al estatus de lo culto. Obviado enel canto de barricada o en los cenáculos delbuen gusto, el pasillo logra, sin embargo, so-brevivir más de un siglo, como huérfano deesas referencias de elite, evocado eso sí en elregistro inconsciente de memoria de miles deecuatorianos que lo usan todavía para expre-sar sentimientos y motivarse introspección ycatarsis: espacio subjetivo que se ha vuelto–desafortunadamente- útil en épocas de agu-da crisis económico-política.

Asimismo, el pasillo ha sido asumido co-mo chivo expiatorio de la vergüenza propia,oído casi clandestinamente o como “fin defiesta”. Vinculado generalmente al rito alco-hólico y, en particulares ocasiones, recupera-do públicamente por detentadores del podery la política, quienes manipulan sentimientosen contra del interés de quien lo crea, inter-preta y consume, el pasillo precisa de enfo-ques multidisciplinarios.

Gestado desde hace siglos, en medio deinnumerables crisis de valoración estética, elpasillo vincula en tanto mecanismo del ordensocial y contradice las pautas requeridas pordiferentes modelos de modernidad en nuestralarga historia de dependencia económico-po-lítica. El hilo conductor del análisis presume,entonces, la pervivencia de una antinomia co-lonial: civilización-barbarie, cuya vigencia

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permite desagregar los distintos procesos dedescalificación cultural que le atañen al pasi-llo como prejuicio ideológico.

El objeto de estudio es el pasillo clásico -pasillo canción o poético- que fuera grabadoen disco a inicios del siglo XX, porque ésteaún circula en boca de generaciones actuales.Y, porque al comenzar el siglo XX y al con-cluirlo, se suceden similares crisis económico-políticas e innovaciones tecnológicas que pro-vocan cambios en la sensibilidad y en el ima-ginario de los ecuatorianos. Como excepción,se recurre también al pasillo de baile -no poé-tico y alegre- y a otros ritmos nacionales quederivan con decisiva influencia en la creacióndel pasillo-canción. Asimismo, se mencionanlos actuales pasillos de rocola o música chichaque accede al gusto mayoritario de sectoresempobrecidos. Pasilleros y pasillos que, sinpermiso de la cultura oficial y sin requerir delos mass media, han mantenido el único refe-rente de continuidad histórica para la crea-ción. Entiéndase esto no como propuesta deinnovación estética sino como una reiteraciónde los mismos contenidos del pasillo anterior,sólo que con un lenguaje no cristalizado opoético y que, en lo musical, extrañarían tam-bién a una técnica y estética reconocidas.

Pasillo mestizo: saca-muertos,mete-muertos

Como traducción del vals europeo, el pasillose introduce a América en la segunda mitaddel siglo XIX -como un vals justamente al re-vés- que se populariza en las voces de soldadosvenezolanos y colombianos protagonistas delas luchas libertarias y de un trashumante de-sarraigo convertido en exilio poético y meló-dico. El pasillo asimila -como danza- una mo-dalidad popular de fácil acceso al zarao o fan-dango mestizo y preconizador del desorden.

Como texto-canción, el pasillo hereda dela conquista la tendencia personalista del es-pañol y del mestizo la fe y la poesía que lo sal-van individualmente. Con un lenguaje etéreoo con residuos de bascosidad, el pasillo niega

y afirma lo que de indígena tenemos en cadauno: conciencia oculta de general humilla-ción, extrañamiento que hay que disimularcon versos de pedrería de lujo o de crudo ho-menaje a la muerte. Así se mediatiza un an-cestral complejo de culpa frente a desposeídosindígenas y el esforzado intento de movilidadsocial hacia el ascenso, condición esencial dela vivencia mestiza.

Desde su nacimiento a tientas hasta cuan-do emerge con forma propia, luego readecua-do en épocas de crisis, al pasillo le es posiblecoexistir en el doloroso proceso del mestizajeaportando una presencia poético musical con-tradictoria -a veces- pero viva y plural que re-gistra en lo vivido su trasfondo de esencia y enel que la individualidad no admite masas. Allíradica su fuerza trágica de aislamiento o eva-sión. Pasillo que, sobre todo, deberá convali-darse o negarse socialmente sólo cuando suentorno y el introvertido individual que loutiliza ya no lo necesite para expresar un desa-juste social que, por no resolverse, lo obliga aabrirse el pecho y a exhibir el corazón dandoun salto mortal entre dos vidas: la propia con-flictuada y la del objeto amado que no se pu-do tener, pero se puede mentar-mentir, en unasuerte de chulla levita, con postizos y corbatínsuperpuestos a una existencia que se desgarra.

Creado en el acento propio de la músicalatinoamericana, donde un inviolable voto detristeza y la reiteración de contenidos nosidentifican en una similar textura anímica devergüenzas y muertes cercanas, el pasillo aco-pia, igualmente, las más disímiles y remotasinfluencias: valses de emulación cortesana,sanjuanes y yaravíes lentos-quejosos, habane-ras y zarzuelas en corrales-lecherías a los quese llama teatros, tonos ágiles de capitán cha-rretero y retrechero, lamentos leves de venci-dos pájaros virachué, música de pianistas conel oficio en la calle, tanguistas de nostalgia sinlunfardos, guitarras de oscuridad, cantantesde lagartera o juglares de cafés, ventanales ygramófonos.

Pese a su diferente ritmo y composiciónmusical, el pasillo tiene un lenguaje de sím-bolos que encuentra similares resonancias

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afectivas con la generalidad de la música po-pular latinoamericana -el vínculo amoroso yla ruptura de ese vínculo-, develando la vidaemotiva profunda de un mestizo y su ambi-güedad. Aproximarnos a su poesía y músicaasume lo subjetivo en su interrelación social,pues, el pasillo y su sinfín de cruzamientosubica cuadros recónditos de un contextodonde aún sobrevive el absurdo: lo bello y lotriste juntos como iconografía neocolonial denuestra América.

“Al morir de las tardes, en el huerto del veci-no/ hay un ave que canta con extraño amar-gor/ Yo no sé si la pobre ha perdido su cami-no/ o tal vez va rimando su tristeza y mi do-lor/ Avecilla del huerto que lloráis en tu can-to/ una pena tan honda/ como el cielo y elmar/ Yo también en mis noches de angustiay de llanto/ he rimado la pena de sufrir yamar/”. Al morir de las tardes, Pasillo de1929;

Texto: Amado Nervo; Música: José IgnacioCanelos.

En el pasillo, idealizar lo idealizado es una for-ma de descifrar la realidad social desde el suje-to, una suerte de religión que soslaya, pero queal mismo tiempo recrea el conflicto y entornode quienes lo usan para verbalizar un drama oun delirio que los personaliza y trasciende.

El ecuatoriano mestizo, inhabilitado paraasumir su condición ambivalente, adquiereen ocasiones niveles patológicos de desubica-ción social. Confrontado a negarse y por noperderse a sí mismo, adopta -en principio-una ideología de clase alta que permite no in-sistir en la escisión, pero persiste ahondándo-lo en su confusión y llevándolo a un últimoreducto: su miedo y atracción por la muerte,tema recurrente en los textos de pasillos.

Jalonado entre lo indio y lo blanco, subya-

cente e introyectado, el pasillo confiesa la am-bigüedad cultural y un exilio en tierra propiaque hay que aparentar con la compleja no-ción de haber perdido algo, la identidad o al-ma. “Teoría general del perdedor”, uno sólo ygran pasillo, expresaría la más grande colec-ción de situaciones de pérdida: el amor, la pa-reja, la madre, la propia tierra, los amigos, elorgullo, la maldita suerte y, a veces, hasta lapropia vida.

Dando cuenta de una confusión de valoresdel ser íntimo que remite irremediablemente ala fatalidad, el pasillo se convierte en un cantoentonado “para adentro” por una legión dehermanos “sin bandera” que se acostumbran aperder guerras propias o inventadas. Todo porimaginar ficticiamente un retorno a aquelloque les era propio, su identidad o alma.

Desde cantinas de desamor o manicomiosde soledades más lúcidas, la actitud gestual dequien consume un pasillo luce un cuerpocomprometido con la emoción individual:sólo, con su frente y su detrás, fetal y sin lamadre, con la espalda como única posada,reelaborando una música y un texto lo másparecido a nada y lo más diferente a todo. Dis-curso del imposible, relega otras escuchas dealerta como las contradicciones que habríaque dilucidar o los sentimientos indeciblesque habría que decantar. Ello, porque un pa-sillero sólo está enfermo si no encuentra suraíz u origen, esto es, su naturaleza y su cul-tura que fue y es el escenario de sus vínculos.

Si a principios del siglo XX, la moda pasi-llera deviene en una implicación disciplina-dora de sentimientos estimulada por las pri-meras grabaciones de discos, al recurrir a unasola versión de pasillo-canción o pasillo poé-tico tenemos el inicio de una ruptura con elantiguo pasillo de baile. Sería dable sostener

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El pasillo conjuga valores, estrategias y símbolos que sectores urbanos expresaron aliniciar y concluir el siglo XX. Si hay comunidades rurales de característica musical rui-dosa, alegre y colectiva, también hay mestizos de la urbe que con un pasillo expre-san su subjetividad de hombres solos, introvertidos e insatisfechos afectivamente.

entonces que esa anterior versatilidad rítmicase transmuta para anular su aporte trasgresorde hombres y mujeres bailando, mirándose ala cara y rozándose el cuerpo. Si aquel hubie-ra pervivido, el pasillo habría encontrado de-rroteros diferentes frente a la represión socialde sentimientos. Pero, también, habría perdi-do una vigente potencialidad de introspec-ción que, aunque normada, expresa tambiénasociaciones trascendentes con la realidad.Revestirse de barroquismo y ambigüedad afavor de una homologación de sentimientosfue la premisa de un incipiente mercado dis-cográfico a inicios de siglo y parecería serlohasta la actualidad.

El pasillo-canción llegaría a ser lo que aho-ra es, tal como lo conocemos, gracias a queinstancias encargadas de normar sentimientos(como la Iglesia, la escuela, las leyes, la saludpública, etc.) habrían vislumbrado el peligrode su presión subjetiva y social. Se requeríaentonces normarlo para evitar que los senti-mientos se desborden o existan individuos“sin control”, dispuestos a rebasar el laberintode soledad individualista que acuña al pasillo.Esta hipótesis asiste de hecho a la evidenciade un uso diferente e impugnador del pasilloque prevalece en su silencio, en su posiciónsecreta, en el significado que aflora sólo cuan-do desenterramos su raíz, y no sólo cuandoasistimos miméticos a la grandilocuencia desu voz o desgarradora vena. Cabe entonces noinmiscuirse inerme a la reiteración de aqueluniverso poético-musical.

Una generalizada aceptación del pasillopoético tradicional sigue siendo la opción deuna mayoría de ecuatorianos que cabalgan elsiglo XX con arquetipos de un modernismoque alejaría o desvanecería lo insoportable dela cotidianeidad a través de metáforas acústi-cas y sugerentes; con sensibilidad “refinada”,disfrazada de “elegante”. Un pasillo es un ac-to de fe poética que no concluye y al que loapremian todavía a transitar hacia una nuevamodernidad del siglo XXI donde, los moder-nos son ahora quienes, a diferencia de hace unsiglo, pregonan la masificación a favor de unmercado global que los seguirá marginando.

La pasillomanía y la teatralizacióndisciplinada de los sentimientos

La pasillomanía es un estilo de vida o unamanera de querer morir como se canta: en latemplanza decimonónica de quien asume queun romántico es aquel que corteja a la muer-te o se suicida, quien usa la bohemia y recom-pone metáforas ideales que lo alejan de unentorno empobrecido subjetiva y objetiva-mente. Apropiado de lo triste, un pasillóma-no transcribe entonces su expresión como sifuese su estado de ánimo.

“En las horas dolientes de mi vida/ en las quemi alma parece que agoniza/ evoco tu recuer-do y él alivia/ el dolor que en mi pecho mar-tiriza...”. Si pudiera decirte. Letra y Música:Víctor Manuel Carrera, Quito, 1925. Intér-prete: Lidia Noboa Irigoyen, 1998 .

El pasillo, inserto en la música popular ro-mántica, se apropia de un cariz de folletín ode melodrama romántico de siglo XIX, orien-tando su expresión de sentimientos norma-dos o por normar. Los primeros pasillos gra-bados logran construir e irradiar una sensibi-lidad dramatizadora o teatralizadora que, a lavez que expresa sentimientos, encubre vacíosy fisuras de nuevas relaciones en las incipien-tes ciudades del siglo anterior.

Caminando al filo del abismo, pasilleros ypasillos discurren sin matices, entre lo blancoy lo negro, entre la vida y la muerte. Pese a laambigüedad poética, en sus textos prima latristeza, cargando un peso de desadaptaciónsocial pero también de desahogo o compensa-ción social donde, muchas veces, el rito alco-hólico profundiza la rumia interior de undrama cantado o la mimesis de permanenciae inmovilidad emocional. Y ello, tanto a nivelde contenidos y formas, cuanto en la disposi-ción subjetiva de potenciales pasilleros.

No se debería afirmar que un consumidorde pasillos sea un sumiso. Al contrario, el lí-mite de exacerbación pasillera lleva, muchasveces, a la realización de actos “libertarios”como el suicidio que atenta contra todo or-

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den. La reiteración de la muerte por propiamano en el mundo pasillero pone sobre lamesa una forma de rebeldía de su obsesiona-do consumo, lo que se plantea como un pen-samiento escéptico o acción paralógica de de-senlace trágico. ¿Acaso las protestas colectivasson las únicas que afectan al poder y no aque-llos silenciosos atentados de pasilleros que re-claman mejores condiciones de vida materialy un derecho terapéutico a la imaginación y ala salud mental? En distintas épocas del con-sumo pasillero, especialmente durante las cri-sis de principio y fines de siglo XX, el aumen-to de suicidas parecería no provocar apremiosen quienes deben proyectar alternativas de sa-lud pública a la desadaptación social vislum-brada en una pasillomanía.

“Me rompieron el cráneo a golpes lentos / yvieron los doctores admirados que al morir/mis postreros pensamientos a ella sola estu-vieron consagrados/ Levantaron mi párpadocaído y en mi pupila mustia y apagada/ en-contraron cual ave entre su nido/ su imagenadorable retratada/ De mi pecho escapose co-mo un eco/ y el corazón buscaron enseguida/Solo encontraron sin calor el hueco/ me ha-bía robado el corazón en vida/ Siguieron losdoctores otra huella/ y fueron tras la sangrede mis venas/ ni una gota encontraron puescon ella/ formé la tinta que escribió mi pena/

Disección. Texto: Julio Esaú Delgado, 1914,Diario El Comercio. Música: Bolívar Ortiz .

El hombre del pasillo

Convertido en una metafísica o en una psico-logía, el pasillo engloba a un ecuatoriano sin-gular que no sólo canta o compone pasillos,sino también que asume el amor como unatragedia. Si en el país existen comunidadesrurales de característica musical ruidosa, ale-gre y colectiva, existen también mestizos de laurbe que con un pasillo expresan su subjetivi-dad de hombres solos, introvertidos e insatis-fechos afectivamente. Rinden culto al amorimposible y ejercen una retórica que les impi-

de descubrir su pena real, así la expongancantando. Su interpretación del mundo sóloatina a la realidad pensada y no a la actuada;su introspección intima con la culpa y la ver-güenza, donde su noción del “imposible”equipara al “más allá” religioso que coarta suposibilidad de pisar en suelo firme.

“La noche el cielo cubre/ de inmensidad delviento/ el mar sin movimiento/ también encalma está/ tu palidez de ondina ¡oh! reina delos mares/ dulcísimos cantares/ mi amor tecantará / De conchas y corales de nácar/ denácar reluciente/ guirnaldas, guirnaldas en tupelo/ mi bien, mi bien, te seguiré / No olvidesmi bien las horas que felices/ pasábamos, pa-sábamos, pasábamos los dos/ Y cuando ya mevaya/ llevaré por guía/ tu nombre como estre-lla que alumbre mi ser”. De conchas y corales.

Autor: José Leopoldo Noboa Saa (Luis Sán-chez) 1935.

El pasillo, música entre individuos solos, dis-tintos e intransferibles, debe su pervivenciajustamente a esa aparente posibilidad de ex-presar el “sentir de cada uno”, de ese ser irre-ductible que no admite voces colectivas. Esanoción importante en su apasionado consu-mo es, también, su opuesto límite. Pues, hoymás que nunca, se cumple aquella premoni-ción de los iniciales modernistas creadores detextos de pasillos que se atrincheraban en de-fensa de la belleza y arte, cuando vislumbra-ban lo que hoy es una realidad irreversible: eltriunfo del pragmatismo capitalista sobre “elespíritu”, un mercado global que impone,con mayor asiduidad, músicas opuestas a laintroversión original del pasillo y las concibecomo formas homogenizadoras de igualardesde fuera a los individuos, en la rítmica fa-cilona y monótona y en la metalurgia de so-nidos electrónicos. Extrovertidos y masifica-dos, los nuevos sujetos estarían inhábiles paraasumir las diferencias musicales: ya no se re-conocerían socialmente con una estética sub-jetiva del pasillo antiguo o moderno.

El hombre del pasillo antiguo pierde vi-gencia social. Creador de mitos o imágenes

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subjetivas, enfrenta realidades difíciles y dis-tintas. Ante ello, inocula fantasía a su peque-ño e intenso mundo interior para amurallarse,sin asumir al mundo real porque le es ajeno.Esa disociación, aparte de excluirlo, le estimu-la a regodearse en su pasado y a permanecerhostil con el presente. Así, “lo que fue” cons-tituye su defensa sicológica. Tal como ocurre alos primeros protagonistas del pasillo.

“He sentido en mi pecho una alondra deoro/ ilusión ahora vuelves a nacer en mi pe-cho/ déjame que descanse ya la vida no tienepara mí / más que brumas, soledad y silen-cio/ Pobre alondra de oro/ que en mi pechohas nacido/ deja triste tus alas/ que tu oníri-co intento de volverme a la vida/ será vano losabes/ que la vida no vuelve cuando el almase ha muerto. / He sentido en mi pecho, 1928.

Autor: Francisco Paredes Herrera. Intérpre-tes: Margarita Cueto y Juan Pulido. DiscosVíctor 46525. Este pasillo se convirtió en pa-rodia del colombiano Tartarín Moreira, enRosario de Besos.

La diferencia principal entre el actual hombremoderno y el hombre de pasillo antiguo radi-caría en que al primero lo marcan pautas co-lectivas o masificadas que lo condicionan areacciones y escuchas determinadas por cir-cunstancias externas y no de intimidad consi-go mismo. Es el hombre tipo, homologado yuniforme que pretende ser original, por su ca-pacidad de consumo, eludiendo cuán homo-genizada se halla su estética musical por elmercado. El hombre del pasillo antiguo, encambio, interpone su subjetividad entre él yel mundo real, con la íntima certeza de su in-terioridad diferenciada y singular.

“La cantina es el oasis del que tiene sed debesos/ del que tiene sed de abrazos/ del quetiene sed de amor/ el que pide entre sus rezosuna luz que guíe sus pasos/ una mano que lolleve a donde no hay dolor.../El trago va ma-tando lentamente el recuerdo y la total desi-lusión.../. La cantina. Autor e intérprete: Da-niel Santos-Julio Jaramillo. Fuente: “El Conejo”, Diario Hoy, 1985.

Por otra parte, aquellos pasillos modernosllamados de rocola, usados en la colectividaddel espectáculo, anulan el placer o goce priva-dos pero mantienen una misma función so-cial de personalización que los pasillos anti-guos. Pese a su comercialización relativamen-te exitosa, esa creación y consumo correspon-de a aquellos a quienes la cultura oficial no re-conoce. Su interpretación heterogénea y car-nal opone a la homogeneidad de la gran urbe,su heterogeneidad echa de pasiones todavíaprohibidas y expresadas sin subterfugio poéti-co. “Así, sin entenderlo bien, su nostalgia esuna desordenada y contradictoria resistenciaa perder su libertad hecha de cosas materialesy concretas” (El Conejo, 1985:2).

“Yo guardaba un día el pañuelo blanco quesecó tus lágrimas, secas y marchitas como elsentimiento. ...Por qué no me dijiste que nome querías/ para no adorarte/ Por qué no medijiste que no me querías/ para así olvidar-te/”. Pañuelo blanco.

Autor: Fausto Galarza. Intérprete: Héctor Ja-ramillo, Comisión Municipal Fiestas de Qui-to 1987.

Excepto por la profunda catarsis de los usua-rios cuando emulan la voz cantante, e identi-fican para sí, la música y texto de pasillos “ro-coleros” en el escenario público, la tipologíade ese pasillo involucra, más que nada, la se-vera rigidez del escenario en soledad. Así exis-ta el eco del público, con voz desgarrada ymimética, no está su cuerpo o corporeidadpues fue reprimido aquel pasillo de baile quepudo haber predispuesto a sus ejecutantes auna mejor comunicación corporal con el pú-blico. Aunque el baile del pasillo antiguo, conun ligero toque de manos sobre cintura yhombros de la pareja, aprehendió la formadisciplinada de no sucumbir a la corporeidad,pasilleros antiguos y modernos reprimen sussentidos corpóreos. Aquel paso tambaleantede las cosechas, todavía presentes en Sanjua-nitos alegres, tampoco se integran a una co-reografía pasillera. Es más, ya no existe unacoreografía pasillera que estuvo presente has-ta la década del cincuenta del siglo XX. Ella

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logró ser un trance volátil de giros sin acerca-miento físico o abrazo afectivo y sensual entreparejas, un cuerpo sonoro sin sexo que replie-ga y ladea la sorpresa del frenesí en giros im-previsibles que aturden o amortiguan el cuer-po no predispuesto; una entrega comunican-te con el otro sino consigo mismo3.

Un “pasillo-lugar” es el principio o territo-rio intermedio que diferencia ambientes físi-cos de la casa. Un pasillo, en lenguaje colo-quial, es también la ruta que nos lleva haciaadentro, a lo empezado, a lo angosto y acor-tado. Entre rejas deslizantes, nos llevaría haciaafuera de nosotros mismos: de abajo a arribao de lejos hacia el interior; hasta lo que se de-jaría ver y se presiente -aunque oculte- quié-nes y cómo se encuentran al final de un espa-cio todavía invisible.

Como canción de culto o de sector exclui-do, el pasillo es la experiencia inequívoca deestar al margen o al principio de algo diferen-te. Partir por escucharlo y luego rechazarlo oasumirlo para referir su diferenciada forma dellegar a cada uno, es un placer o gozo indivi-dualizado que bien podría aportar al devela-miento de razones para su crisis de valora-ción: lo único que talvez podría remover laindiferencia con que se lo maneja en cenácu-los del “buen gusto” y del poder. Ello, con in-tenciones de contradecir aquello de que lasrazones del “fracaso social” del pasillo estaríanen el contenido. La constatación es paradóji-ca: el pasillo no necesitó renovar su formapoético-musical para sobrevivir entre dosmundos absolutamente distintos, la época desus iniciales grabaciones y las relativamenteescasas interpretaciones y creaciones de fin desiglo. El consumo mayoritario del pasillo evi-dencia que esos mismos contenidos se hanpermeado como necesidades subjetivas de an-teriores y presentes generaciones; se hanadaptado a la recurrente metamorfosis de una

selección introyectada por consumidores ac-tuales, y sobre la que se habrán podido añadirnuevos usos que atañen al sempiterno y aúnlatente sentido de lo omitido, de lo que no sedijo y no se dice todavía con el pasillo. Es co-mo si la personalización que se otorga al ini-cial consumidor pasillero fuera todavía unasombra o un fantasma que no precisa el per-miso de doctos ni de profanadores de la inti-midad para continuar o para desaparecer, pa-ra comprobar que no necesita necesitarse, pa-ra decir por fin que un pasillo no fracasa so-cialmente, si su uso subjetivo y social siguesiendo expresión de sujetos en reconocimien-to de su identidad. El pasillo es eso que, en unsentido optimista, mantiene diferencias y re-siste cuando se somete a los mecanismos deun control social de los sentimientos, pero estambién lo que subvierte4.

Estar dispuestos a identificar los conteni-dos más profundos del pasillo aportaría talveza una creación de resonancia vigente o actua-lizada. Sin embargo, aún sin ella -todavía-, elself o alma de la patria podría actualizarse enun pasillo, por identidad y por memoria, co-mo un canto que nos ha sido común y equi-valente en casi toda América Latina y que asu-mió procesos históricos recreados con una líri-ca instalada en la metafísica, pero que ha lo-grado transmutar, de alguna manera, el am-biente social de dependencias impuestas y quehemos podido enfrentar con reflexión y sufri-miento, a través de canciones como el pasillo.

No asumir esto podría retrasar la posibili-dad de recuperar el tiempo de oponerse concreatividad al anquilosamiento, a la falta devida y a la impudicia de un erotismo sin fe enlo que nos es propio, ahora y aquí. Pues elahora y aquí pasillero no lo dicta una políticacultural planificada por el Estado o un pro-yecto político en particular. Lo hará, si lo ha-ce, el proceso social de sujetos conceptual-mente distintos que asuman su capacidad dereelaborar su realidad con un sentido de futu-ro, esto es, a partir de su memoria.

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3 Reír llorando, pasillo instrumental o de baile, 1928.Autor: Carlos Amable Ortiz. Intérprete: Segundo Bau-tista. Comisión Municipal Fiestas de Quito 1987 (XL-VII); Odio y amor o Pasillo Paredes, pasillo instrumen-tal o de baile, 1925. Autor: Víctor Aurelio Paredes. In-térpretes: Orquesta Luis Aníbal Granja (XLVIII).

4 Espantapájaros, pasillo instrumental. Autor: GerardoGuevara, 1987 (XLIX).

DEBATE

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Marc Saint-Upéry1

Uno puede estar en profundo desacuerdo tan-to con el contenido del libro de Hardt y Negricomo con su muy elíptica estrategia argumen-tativa -es mi caso- y reconocer que Imperio tie-ne el mérito de relanzar un debate transversal,dentro y fuera de la academia, que se habíaagotado un poco desde los tiempos heroicos dela teoría de la dependencia. Tal como lo plan-tean los autores del dossier de Iconos 17, estedebate es tan denso y multifacético que el pe-dido que me hizo Franklin Ramírez de comen-tar este conjunto de contribuciones se presen-ta como una temible trampa y demostrará, sinlugar a dudas, que mis conocimientos no estána la altura de mi interés por el tema. Sin em-bargo, pediré la indulgencia de los autores pormi tratamiento muy fragmentario de sus aná-lisis y me arriesgaré también a tratar de ilumi-nar brevemente algunos aspectos que no hansido enfocados por ellos.

Muy meritorio es el esfuerzo de Pablo Os-pina por enraizar el libro de Hardt y Negri enlos debates macrosociológicos sobre el origeny el porvenir del sistema-mundo capitalista.Me parece que la cuestión de la pluralidadinicial de unidades políticas (una especifici-dad muy europea en su forma feudal y en su

evolución hacia el Estado-nación), menciona-da por Ospina en referencia a Wallerstein,merecería un tratamiento que vaya más alláde la idea -en parte discutible- de la unidadde la clase dominante frente a la dispersión delos dominados. En realidad, como lo señalaJean Baechler, la no unificación del continen-te europeo en un imperio-mundo (al contra-rio de otras áreas civilizacionales) tuvo una se-rie de consecuencias clave para la posibilidadde un desarrollo capitalista temprano que,técnicamente y culturalmente, hubiese sidoigualmente posible en China o en el mundoárabe-pérsico2. Así que es cierto que el capita-lismo tiene profundas raíces políticas, y nosólo técnico-culturales y sociales. Desde talperspectiva, sería interesante analizar la rela-ción entre el desarrollo capitalista y la historiade las formas de soberanía con un enfoque ra-dicalmente diferente de la gran narración depolítica-ficción especulativa desplegada porImperio. Ospina identifica una de las conse-cuencias de este “aparato conceptual queacentúa las rupturas con la soberanía moder-na, sin resaltar las continuidades”, cuando es-cribe que “tal vez la ausencia más llamativadel estudio de Hardt y Negri no sea realmen-te la falta de un análisis de las empresas trans-nacionales, sino, por el contrario, la carenciauna perspectiva propia sobre las relaciones in-ter-estatales luego del fin de la Guerra Fría”.Sin embargo, quizás por un exceso de respetoa un libro que encuentra “cautivante”, no se

Entre Marx, Clausewitz y Tucídides

Metamorfosis delimperio

1 Periodista, editor y traductor. 2 Jean Baechler, Le capitalisme, París, 1995.

Marc Saint-Upéry, 2004, “Entre Marx, Clausewitz yTucídides. Metamorfosis del imperio”, en ÍCONOS No.18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 72-80.

Comentarios al dossier de Iconos 17

permite cuestionar más a fondo la estrategiaconceptual que subyace a esta carencia.

Como ejemplo de esta estrategia, notemosque en el torbellino de “name-dropping” queconstituyen los varios capítulos de Imperio -caracterizados por la brevedad casi epigramá-tica de los comentarios analíticos sobre cadaautor mencionado y la ausencia conspicua detoda una serie de analistas canónicos del im-perialismo-, Hardt y Negri le dedican a Wa-llerstein, si no me equivoco, un sólo parágra-fo alusivo y una nota bibliográfica. En cuan-to al capítulo sobre el debate marxista clásico(“Los límites del imperialismo”), es un tantoconfuso y sobre todo anclado en los presu-puestos teleológicos -el necesario devenir-im-perio de la dominación capitalista- de unaconstrucción teórica bastante autista quenunca enfrenta una pregunta básica: ¿hanconfirmado los indicadores económicos y laevolución histórica concreta los diagnósticosy pronósticos de Lenin, Kautsky, Luxemburg,Hilferding y sus sucesores?

Ospina, con la ayuda de Arrighi, entreotros, trata a la vez de dar algunas indicacio-nes sobre el tema y de rescatar un sentido ra-cional de la distinción entre imperialismo eimperio. Eso no le impide observar el hechocurioso de que Hardt y Negri apenas mencio-nan fenómenos tan trascendentales como,por ejemplo, la existencia de la OMC y de sumáquina de guerra político-jurídica. Ahí cabedecir que se puede estar o no estar de acuer-do con tal o cual análisis específico de AtilioBorón (o con su confianza -excesiva, en miopinión- en las herramientas clásicas del ma-terialismo histórico), pero que se debe reco-nocer que tiene toda la razón cuando afirmaque “es imposible hacer buena filosofía socialy política sin un sólido análisis económico”3.

Por lo demás, estoy totalmente de acuerdocon las observaciones de Ospina sobre la ex-trañeza de la “fuerza casi metafísica de la mul-titud” y sobre uno de sus corolarios, la teoría

un poco delirante de la migración como “éxo-do” rebelde. También apruebo la idea de que,“aunque ciertamente una reacción de enclaus-tramiento nacionalista en el Tercer Mundo noes la mejor forma de enfrentar el orden trans-nacional de la globalización, no se puede olvi-dar su importancia decisiva en la posible for-mación de bloques regionales que tal vez sítengan mayor impacto en la resistencia y en laformación de un orden multipolar alternativo[y que] caen fuera de un análisis cuyas únicasalternativas oscilan entre lo crudamente na-cional y lo abiertamente mundial”. Sin em-

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3 Atilio Borón, Imperio e imperialismo. Una lectura crí-tica de Michael Hardt y Antonio Negri, Buenos Aires,2002.

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bargo, para Hardt y Negri, hablar de eso sig-nificaría romper con la exaltación de la virgi-nidad rebelde del “poder constituyente” ypreocuparse seriamente de realidades tan tri-viales y aburridas como instituciones, media-ciones y -¡horror!- representaciones: o sea, de-jar de oponer abstractamente el “gozo del ser”

a la “miseria del po-der” y de confundirobjetivización yalienación, para re-tomar el léxico deLukács.

El Catoblepas yla humanidad

No estoy seguro deentender muy bienlas primeras pági-nas del artículo deAlejandro Morea-no, que añaden aveces al “intricadotono discursivo” deHardt y Negri unacapa adicional deopacidad, comocuando habla del“no lugar del de-seo” y del “no-lu-gar” de la explota-

ción”. Además, me parece que aludiendo al“fuerte hálito de fiesta y carnaval” que carac-terizaría las rebeliones del ex-Tercer Mundo -como para decir a Hardt y Negri: “nosotrostambién tenemos contra-culturas alegres ysubversivas”-, Moreano comete un contrasen-tido parcial sobre el “deseo” negriano. Lafuente de este concepto en Negri es, supues-tamente, la filosofía neo-spinozista de GillesDeleuze, aquél que siempre insistió que el“deseo” no es la fiesta, aún menos el desaho-go sexual (y que tampoco tiene que ver coninstancias estructurales como la Ley o el obje-to-a de Lacan)4. Sin embargo, es verdad queen Imperio hay una clara táctica retórica de

fomentar la ambivalencia de los conceptos;en términos de mercadeo intelectual, les con-viene perfectamente a Hardt y Negri que par-te de sus lectores -sobre todo estadouniden-ses- tiendan a confundir a Deleuze con Mar-cuse y a Foucault con un discípulo de Wil-helm Reich. Como lo señala François Zoura-bichvili, hay un deslizamiento semánticomuy significativo en el uso que Negri hace delas categorías deleuzianas: “para Negri, la ins-titución no juega ningún papel y está en exte-rioridad total frente al ‘poder constituyente’.[…] Para Deleuze, es cierto que la institución[…] desnaturaliza el deseo como momentocreativo, pero es también positiva en cuantolo actualiza. […] Lo ‘molar’ (las ‘segmentari-dades’ duras, y la escansión institucional denuestras vidas) no es menos necesaria a la vi-da que lo ‘molecular’, dimensión en la que seproduce y se inventa la vida: hace falta un mí-nimo de reproducción, aunque podamos su-frir de su omnipresencia”5.

Lo que parece claro es que Alejandro Mo-reano comulga más con la pulsión comunistadel libro de Hardt y Negri y con su elogio delas potencialidades del trabajo viviente quecon ciertos aspectos de su “teoría política libe-ral-anarquista” de las formas de soberanía. Aligual que Pablo Ospina, quien subraya “dosdistintos énfasis en la polarización del capita-lismo mundial” en Imperio y en los trabajos deSamir Amin y señala que “no es lo mismo es-cribir desde Dakar que desde París”, Moreanoconsidera que “la equívoca generalización dela categoría [de subsunción real] a todo el or-be brota del eurocentrismo de Hardt y Negrique les impide ver la problemática del desarro-llo desigual y la creciente polarización entre elcapital multinacional y financiero dominantey el conjunto de la humanidad […]”.

Me parece un poco ingenuo atribuir talingenuidad a Hardt y Negri: por una especiede sesgo cultural y geográfico inevitable, co-

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debate

Sólo una especie de wishfulthinking teleológico puede

garantizar que la "contradicciónentre el Catoblepas

y la humanidad, entre la globalización y una

mundialización auténtica",prevalecerá sobre las varias

líneas de fractura que atraviesanel sistema-mundo. Necesitamos

más sociología concreta y más empirismo descriptivo,

no menos.

4 G. Deleuze y C. Parnet, Diálogos, Valencia, 1980.

5 F. Zourabichvili: “Les deux pensées de Deleuze et Ne-gri: une richesse et une chance”, Multitudes, n. 9, ma-yo-junio de 2002.

mo cualquier pequeño burgués euro-america-no autosatisfecho, no serían capaces de ver larealidad del Tercer Mundo. En mi opinión,no es una déficit de visualización lo que les ca-racteriza, sino una elección teórica muy con-ciente y profundamente arraigada en toda latrayectoria del marxismo “operaísta” italiano6,en su lectura de Marx y en su lectura de losmovimientos de rebelión proletaria post-68(que tampoco se puede reducir a una genéri-ca “fascinación por las contraculturas de los60 y 70”, ya que hay ciertas diferencias entrelos obreros calabreses emigrados a Turín y loshippies californianos). En realidad, desde losaños 60, Negri y sus amigos siempre han rei-vindicado la pertinencia cognitiva y el poten-cial revolucionario del análisis de tendenciamás extremado. Según ellos, se trata de cons-truir un modelo teórico que permita anticiparel sentido de las cosas. Por eso, Mario Trontidefendía la necesidad de colocar a “Marx enDetroit” y estudiar los comportamientos delproletariado en el país más avanzado, dondeel conflicto asumía la forma más pura7.

Desde este punto de vista, Hardt y Negribien podrían reprochar a Moreano el mismo“empirismo descriptivo” y el mismo sociolo-gismo que él reprocha a Atilio Borón u otroscríticos de Imperio. Sería injusto y estéril, in-cluso porque algunas descripciones del “fenó-meno” Catoblepas en el texto del autor ecua-toriano son más evocadoras e iluminadorasque la extrema indeterminación de las carac-terizaciones del Imperio negriano. Sin embar-go, tampoco en Moreano me parecen muyclaros los criterios de control epistemológicoque regulan, por un lado, el nexo entre cate-gorías -por cierto pertinentes- como el “capi-tal en general” o el “desarrollo desigual” y, porotro lado, el “movimiento browniano” y mul-tifacético de la vulgar empiria (sin hablar deluso de conceptos como “plusvalía relativa” y

“plusvalía absoluta”, que supone que no hayningún problema con la teoría del valor mar-ciano)8. En medio de los avatares del desarro-llo desigual, sólo una especie de wishful thin-king teleológico puede garantizarnos que la“contradicción entre el Catoblepas y la huma-nidad, entre la globalización y una mundiali-zación auténtica”, prevalecerá sobre las variaslíneas de fractura que atraviesan el sistema-mundo. Un sistema-mundo donde la “forma-ción de la subjetividad revolucionaria […] enla perspectiva de una guerra civil de clases aescala mundial” (suponiendo que esta últimasea una perspectiva a la vez factible y desea-ble) se ve obstaculizada por un hecho masivoya señalado por Joan Robinson: hay algo peorque ser explotado, es no ser explotado. Lo quetampoco vuelve muy factible -sin la concu-rrencia aleatoria de toda una serie de factorespolíticos, ideológicos, sicológicos y materia-les- la “transformación tendencial” de la “re-sistencia de los excluidos” en “sublevación delos explotados”.

En este sentido, muchos de los millonesde manifestantes contra la guerra del 15 defebrero 2003 estarían muy sorprendidos deaprender que su hazaña abre el horizonte dela “guerra civil de las masas contra el capitalmundo”. Los mismos animadores del movi-miento antiglobalización en Europa yEE.UU. confiesan que uno de sus mayoresproblemas estratégicos es su débil capacidadde atraer a los sectores populares más margi-nados y a los excluidos del propio Norte9.Uno podría muy bien defender la idea de quelo que se perfila es un mundo de muchas bar-baries posibles -no todas funcionales al “capi-

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6 La palabra italiana operaismo significa literalmente“obrerismo”, pero prefiero no traducirla ya que sucontenido político y teórico no tiene mucho que veren este caso con lo que, tradicionalmente, se calificacon este término en el movimiento socialista.

7 M. Tronti, Operai e Capitale, Turín, 1966.

8 Hoy en día, no son sólo los economistas neoclásicos olos radicales post-marxistas como Castoriadis (ver su“Valeur, égalité, justice, politique. De Marx à Aristoteet d’Aristote à nous”, en Les Carrefours du Labyrinthe,París, 1978) que cuestionan la pertinencia de la teoríadel valor, sino teóricos oriundos de la más clásica tra-dición marxista-leninista. Ver, por ejemplo, G. LaGrassa, “Per l’archivazione della teoria del valore”, enFuori della corrente. Decostruzione-ricostruzione di unateoria critica del capitalismo, Milán, 2002.

9 AA.VV., Où va le mouvement altermondialisation?, Pa-rís, 2003.

tal en general”- y poco socialismo, o pocasubjetividad comunista. Sin embargo, sincaer en anticipaciones prematuras de la uni-versalidad concreta, creo que sí vale la penaexplorar las potencialidades emancipadoras ycooperativas que encierren los mismos proce-sos más avanzados del capitalismo contempo-ráneo10. Uno descubriría tal vez que hay mu-cho más comunismo latente y “excedencia deltrabajo viviente” en Silicon Valley que en LaHabana o en Beijing (supongo que Negri es-taría de acuerdo con esta hipótesis). Pero porfavor, incluso para construir teorías de estastendencias, necesitamos más sociología con-creta y más empirismo descriptivo, no menos.

De la multitud constituyente a la guerra asimétrica

El texto de Aida Quinta y Perla Zusman pre-senta problemas parecidos a los que sublevanlas observaciones conclusivas de Moreano. Apartir de su descripción bastante pertinentede los nuevos movimientos sociales argenti-nos, ¿pueden hacerse extrapolaciones afines alas tesis de Negri o Paolo Virno? Es interesan-te observar que la relativa espontaneidad, lacapilaridad, la molecularidad y el funciona-miento en redes son elementos que caracteri-zan no sólo el “argentinazo” de diciembre de2001 y el nuevo protagonismo social en la re-pública austral, sino otros conflictos urbanoslatinoamericanos como la “guerra del agua”de Cochabamba en el 2000 y la revuelta deArequipa en el 2002. Se trata de un fenóme-no fascinante y digno de ser investigado.Aquí, más que en cualquier otro caso, la cate-goría de “multitud” parecería prestarse a lacomprensión de estos movimientos11. Sin em-

bargo, me temo mucho que la caracterizaciónde estos nuevos espacios sociales en términosde “topologías inusuales” o de “rizomas sub-terráneos e incontenibles” favorezca la exalta-ción de una especie de estado de ingravidezsociólogica que, además de su indetermina-ción cognitiva, puede desembocar en gravesdesilusiones políticas. Más confiable me pare-ce el enfoque de los investigadores que, sinnegar el potencial emancipador e innovadorde los nuevos movimientos argentinos, explo-ran en toda su densidad la ambivalencia vitalde sus estrategias y culturas, y en particular surelación muy compleja con las prácticas clien-telistas del peronismo popular12.

Con Alain Joxe estamos en otro terreno,“más bien en la zona de los vacíos del análisisde Hardt y Negri”, como se señala en la In-troducción al Dossier de Íconos 17, y más cer-ca del mundo de Hobbes y Clausewitz. Se ha-bla de ideología -incluso de teología- y degeoestrategia, de mesianismo y de dominioaerosatelital -y de la relación entre ambos as-pectos13. El trabajo de Joxe plantea la necesi-dad de estudiar con más detenimiento el ima-ginario y las doctrinas político-militares delos ultra-conservadores estadounidenses y deexplorar las tensiones entre estos dispositivosdiscursivos, las opciones estratégicas que fa-vorecen y la resistencia de la realidad. Hacepoco, desde el mismo campo conservador -ycon el trasfondo del caos iraquí-, las graves

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debate

10 Para un análisis claro y circunstanciado de las tenden-cias “comunistas” inmanentes al capitalismo cognitivopost-fordista, ver A. Gorz, L’immatériel. Connaissance,valeur et capital, París, 2003.

11 En Bolivia, para diferenciar las nuevas formas de mo-vilización de las rebeliones comunitarias andinas y delsindicalismo obrero, el sociólogo y activista ÁlvaroGarcía Linera habla también de “multitud”, aunque

critica el carácter “demasiado genérico” del uso delconcepto por Negri. Ver A. García et al., Tiempos derebelión, La Paz, 2001, y R. Gutiérrez, A. García et al.,Democratizaciones plebeyas, La Paz, 2002.

12 Ver por ejemplo J. Auyero, La protesta. Retratos de labeligerencia popular en la Argentina democrática, Bue-nos, Aires, 2002, y el excelente libro de Sebastián Pe-reyra y Maristella Svampa, Entre la ruta y el barrio. Laexperiencia de las organizaciones piqueteras, Buenos Ai-res, 2003. Los autores describen con mucha sutilezalas tensiones y ambigüedades que se establecen entre la“productividad de la identidad piquetera” y el peso dela “matriz nacional-popular”.

13 Sobre el peso de las representaciones religiosas en laderecha estadounidense, ver I. Richet, “Quand la reli-gion s’engage en politique”, Mouvements, nov.-dic.2003, y J. Didion, “Mr Bush and the Divine”, NewYork Review of Books, 6-11-2003.

contradicciones internas de la famosa “Revo-lution in Military Affairs” (RMA) dieron lu-gar a una virulenta crítica de las fantasías demanejo tecno-virtual y neo-empresarial delpoderío miltar por Donald Rumsfeld14.

Un punto más débil del análisis de Joxe -incluso en su libro- es la articulación de lasdimensiones económicas y militares de la do-minación norteamericana. Él mismo recono-ce que “esto es todavía un enigma ya que talarticulación está en plena mutación”. La débilsustentabilidad de una apuesta hegemónicaunilateral asociada a un keynesianismo mili-tar sui generis bajo la sombra de un endeuda-miento creciente subsidiado por capitales eu-ro-asiáticos es quizás un peligro más grandepara el imperio que el terrorismo de Al Qae-da o las guerrillas afganas e iraquíes15. Sin lu-gar a dudas, este nexo no lineal entre lo mili-tar y lo económico (otro tema crucial que bri-lla por su ausencia en el libro de Hardt y Ne-gri) debería ser un objeto de investigacióncentral para una macrosociología de la domi-nación neo-imperial.

Negri sobreexpuesto y desconocido

Uno de los problemas de la recepción del li-bro de Hardt y Negri y de su uso como ins-trumento de lectura de la realidad contempo-ránea es el sesgo producido por el general des-conocimiento de los avatares de la trayectoriateórica y política de Toni Negri. Con la ex-cepción de Italia y de algunas pequeñas su-cursales del “operaísmo” italiano en París,Barcelona y Berlín (no tanto en los países an-glo-sajones donde la recepción de Imperio escasi puramente académica y mundana), es di-fícil para los nuevos lectores del filósofo italia-no reconstituir los nexos genealógicos que re-lacionan conceptos como “multitud”, “bio-

política” o “éxodo” con elaboraciones teóricasde apariencia más clásicamente marxista quese remontan a los años 60 y 70 y pertenecena textos y debates que casi nunca han sido tra-ducidos16.

El problema se vuelve aún más complica-do por el hecho de que el “operaísmo” italia-no no es sólo unpatrimonio teóricoidentificable en re-vistas pioneras có-mo Quaderni Rossi,Classe Operaia oPotere Operaio, sinouna verdadera“mentalidad” quefunciona como for-ma de autoestiliza-ción comporta-mental y lexical deciertas tribus de laizquierda radicalitaliana -en parti-cular algunos seg-mentos del movi-miento antiglobali-zación que se apo-yan en redes terri-toriales de “centrossociales” más o me-nos autogestiona-dos-. Como lo es-cribe Maria Turchetto, “algunas temáticas defondo […], el uso de ciertos textos de Marx

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Imperio ofrece a nuevas generaciones una radicalidad un poco indeterminada, unanueva poesía revolucionaria que ya no mira al pasado,sino que adopta una retóricatajantemente futurista. Imperioda la impresión de ser el producto de una lectura adolescente de Deleuze bajo los efectos de un excesivo consumo de Prozac.

14 F. W. Kagan, “The art of war”, The New Criterion,Vol. 22, n. 3, nov. 2003.

15 Ver W- Greider, “The End of Empire”, The Nation,23-09-2002, y E. Todd, Après l’empire. Essai sur la dé-composition du système américain, París, 2002.

16 Las figuras más destacadas del “operaísmo” fueron Ra-niero Panzieri, Mario Tronti y Antonio Negri, aunquepensadores más discretos y menos glamorosos que Ne-gri, como Sergio Bologna, merecerían ser más conoci-dos. Sobre la historia de la izquierda radical italiana,ver: N. Balestrini y P. Moroni, L’Orda d’Oro. 1968-1977. La grande ondata rivoluzionaria e creativa, poli-tica ed esistenziale, Milán, 1997; O. Scalzone y P. Per-sichetti, La révolution et l’État. Insurrections et “contre-insurrection” dans l’Italie de l’après 68: la démocratie pé-nale, l’État d’urgence, París, 2000; y M. Hardt y P. Vir-no, Radical Thought in Italy, Minneapolis, 1996. Encastellano, se encuentra una reconstrucción útil enC. Bertani, “Las trampas de Imperio. Antonio Negri yla extraña trayectoria del obrerismo italiano”, http://a-lainet.org/active/show_text.php3?key=3202.

(el muy conocido fragmento sobre las máqui-nas de los Grundrisse, cita ahora ritual), algu-nas palabras claves (general intellect, composi-ción de clase, autonomía) funcionan todavíacomo un fuerte dispositivo de reconocimien-to. Dispositivo tal vez más linguístico que teo-rico, más evocativo que realmente propositivo[…]”17.

Para Turchetto, y en esto concuerdo ple-namente con ella, la propuesta de Imperio re-presenta más un estadio de degeneración ter-minal del programa teórico operaísta que unainnovación radical:

“[A los operaístas les] gustan, en general, laspalabras que alimentan los nuevos mitos ysirven para imaginar futuros sujetos antago-nistas que sucederán al ‘obrero profesional’,al ‘obrero-masa’ y al ‘obrero social’, [NdA: fi-gura postfordista de la ‘fábrica difusa’] quien,desgraciadamente, nunca quiso manifestarse.[…] Este intento de evocar a fuerza de retó-rica nuevos sujetos salvadores que nunca tie-nen el buen gusto de existir concluye la pará-bola del operaísmo en los años 90. Del ‘inte-llectual-masa’ […] al ‘trabajador immaterial’y a los ‘Immaterial Workers of the World’, quedeberían fundar un nuevo ‘sindicalismo revo-lucionario’ y transformar los ‘centros sociales’en ‘Cámaras del Trabajo postfordista’, el ope-raísmo naufraga en este perseguimiento denuevos léxicos […], víctima de las modas cul-turales y, con ellas, de la peores políticas neo-liberales. […] En esta trayectoria, el operaís-mo se transformó en [...] un pensamientobloqueado que no produce crítica ni iluminalos hechos, una ideología consolatoria y talvez una verdadera alucinación que le impidever lo que no se conforma a sus deseos”18.

Un diagnóstico feroz, pero que parece confir-mado por algunas declaraciones recientes deToni Negri. Así, cuando el maestro explica la

curiosa reacción arqueo-imperialista del post-11 de septiembre, tan contradictoria con lasprofecías de Imperio (“una contratendencia,un backlash imperialista dentro y en contradel Imperio, ligado a viejas estructuras de po-der, viejos métodos de comando, a una con-cepción monocrática y substancialista de lasoberanía que se contrapone al carácter mole-cular y relacional del biopoder imperial quehemos analizado”19) por la “pulsión regresiva”de gente que se “quedó afuera de la tercera re-volución industrial y no la lleva adelante”20.De igual manera, Negri tiende a confirmar elcortés escepticismo de Pablo Ospina a propó-sito de la forma en que se presenta en Impe-rio “la relación entre conciencia y acción de lamultitud, entre espontaneidad y direcciónconsciente”, la que “no puede ser identificadacon ninguna idea convencional de acciónconscientemente dirigida a un fin”. Entrevis-tado por un semanario francés sobre el asun-to de la violencia dentro del movimiento an-tiglobalización (tema táctico y estratégicocandente desde los acontecimientos de Géno-va en el 2001), el filósofo italiano explicó queno hay que oponer dentro del movimiento“los malos y los buenos” (“es un discurso depoder”), sino “entender la potencia de la mul-titud hasta en sus contradicciones”21. No soyleninista, pero me parece que Lenin se revol-caría en su tumba si supiera que eso es lo últi-mo en materia de dialéctica de los medios y delos fines.

¿Cómo explicar el éxito fenomenal de unlibro22 que no sólo ofrece una teoría tan alusi-va de la dominación imperial, sino que se sos-tiene en premisas filosóficas a la vez suma-mente abstrusas y radicalmente simplificado-ras (una proeza en sí mismo)? Para Hardt yNegri, el proceso histórico ya no es ni siquie-

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debate

17 M. Turchetto, “Dall’‘operaio massa’ all’‘imprendito-rialità comune’: la sconcertante parabola dell’operais-mo italiano”, www.intermarx.com/temi/operais-mo.html (versión ampliada de un artículo publicadoen francés en J. Bidet y E. Kouvélakis, DictionnaireMarx Contemporain, París, 2001).

18 Ibíd.

19 “Intervista a Toni Negri: Il backlash imperialista su-ll’Impero”, Il Manifesto, 14-09-2002.

20 Ibíd.

21 “A la vie, à la mort. Entretien avec Toni Negri”, en LesInrockuptibles No. 301, 21 de agosto de 2001.

22 Sería muy interesante saber quién leyó realmente el li-bro entre los activistas que retoman su léxico.

ra el reflejo de la lucha de clases, sino un com-bate titánico entre las fuerzas perversas de latrascendancia y los paladines de la inmanen-cia, portavoces naturales del deseo de la mul-titud (que tiene siempre deseos “buenos”; nohay análisis de la relación entre “pasiones tris-tes” y “pasiones alegres” en el spinozismolight de Hardt y Negri). Además, se trata deun libro poco instructivo para quien ejerceuna actividad política o ciudadana concreta.Los problemas clásicos de la relación entretáctica y estrategia, programa mínimo y pro-grama máximo, alianzas sociales y coalicionespolíticas, no están replanteados en un nuevomarco epistemológico, sino simplemente di-sueltos en el optimismo libidinal de los auto-res. El tejido biopolítico y el trabajo inmate-rial producen en modo espontáneo el gradode acción y de conciencia adecuado. La ideasubyacente -que tiene una larga historia en elpensamiento de Negri- sería que el capitalis-mo es sólo una superestructura casi parasita-ria que bloquea los “impulsos de vida” de lamultitud. A veces, Imperio da la impresión deser el producto de una lectura adolescente deDeleuze bajo los efectos de un excesivo con-sumo de Prozac.

Sin embargo, es innegable que Hardt yNegri supieron hacer lo que Baudelaire acon-sejaba a los promotores de revoluciones esté-ticas: crear un tópico (“créer un poncif ”). Encuanto se trata de una forma de taquigrafíaintelectual capaz de cristalizar ciertos humo-res e intuiciones del movimiento social, lostópicos -en el sentido baudelairiano, que noes peyorativo- pueden tener su utilidad. Contal que no se alejen en modo extravagante dela realidad y no se sustenten en un derrochede kitsch conceptual. Este kitsch conceptual,estimulante del “extásis teórico” spinozo-franciscano de Hardt y Negri, es también unkitsch retórico, y tal vez por este lado se expli-ca la relativa popularidad de Imperio: este tex-to no funciona para nada como la “teoría” detal o cual sector del movimiento social, sinocomo su “poesía”.

Se trata del mismo tipo de fenómeno alque Marx aludía cuando hablaba de los peli-

gros de la “poesía del pasado” a propósito delos que querían hacer la revolución proletariacon el léxico de Robespierre, de igual maneraque Robespierre usaba el vocabulario y lasimbología de la virtud greco-romana. Con elcabal descrédito de octubre 1917 y de todo elimaginario que lo acompañaba, Imperio llegajusto a tiempo para ofrecer a nuevas genera-ciones de aficionados una radicalidad un po-co indeterminada, una nueva poesía revolu-cionaria que ya no mira al pasado, sino queadopta una retórica tajantemente futurista23.En mi modesta opinión, se trata de mala poe-sía, y Toni Negri es el Gabriele d’Annunziodel neomarxismo, pero de gustibus non est dis-putandum.

El paralelograma de fuerzas del dominio imperial

Volvemos al imperio y al imperialismo (untérmino que Marx no conocía). El núcleoeconomicista de la versión leninista canónicadel imperialismo (acceso a materias primas abajo costo, apertura violenta de mercados re-servados, exportación de capitales excedenta-rios, etc.) no tomaba en cuenta las lógicas cul-turales y políticas profundas del expansionis-mo imperial y colonial. Varios trabajos de his-toria económica demuestran que ninguno delos criterios propuestos por Lenin jugó un pa-pel decisivo en el desarrollo económico delNorte y en la resolución de las contradiccio-nes reales o imaginadas del capitalismo24. Sinembargo, la teoría de Lenin tenía al menos elmérito de un cierto realismo y de un esfuerzode coherencia conceptual ante la fábula libe-

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23 En Italia, el lenguaje de algunas revistas neo-operaístases muy parecido a la retórica futurológica y tecnófilade ciertos ultraliberales californianos que mezclanMilton Friedman, Alvin Toffler y la French Theory.

24 Aunque sí bloquearon el desarrollo de la perifería. VerP. Bairoch, Economics and World History. Myth and Pa-radoxes, New York/Londres, 1993; J. Cain yA. G. Hopkins, British Imperialism, Londres, 1993;J. Marseille, Empire colonial et capitalisme français, Pa-rís, 1984; P.-N. Giraud, L’inégalité du monde. Écono-mie du monde contemporain, París, 1996.

ral de las ventajas comparativas de la divisióninternacional del trabajo. Por su lado, Imperioabre la posibilidad de relanzar el debate rom-piendo con el antiamericanismo victimista ymoralista que caracteriza gran parte del dis-curso “anti-imperialista” vigente, sobre todoen Latinoamérica. Pero Hardt y Negri se po-sicionan en un nivel de abstracción alusivaque no tiene mucho que ver con los siemprediscutibles pero muy articulados análisis deLenin, Kautsky, Luxemburg o Hilferding. Sudiscurso es “infalsable” (en el sentido dePopper) por falta de determinación.

En 1890, en una carta a J. Bloch25, Frie-drich Engels escribió que “la historia se reali-za de tal modo que el resultado final se des-prende siempre de los conflictos entre ungran número de voluntades individuales pro-ducidas por una gran cantidad de condicio-nes particulares de existencia: grupo infinitode paralelogramas de fuerzas donde sale unaresultante, el evento histórico”. Tal vez, en elestudio de la dominación imperial, seríatiempo de aterrizar y de romper con las gran-des abstracciones sistémicas y las teleologíasmarxistas o liberales para delimitar y cons-truir dentro de este “grupo infinito de parale-logramas de fuerzas” una serie de configura-ciones -de “tipos ideales” weberianos, si unoquiere- menos grandiosas pero más realistasque den su peso específico a varios factoresmotivacionales, ideológicos, geoestratégicos,demográficos y económicos.

En su panorama histórico de la política es-tadounidense hacia Latinoamérica, LarsSchoutz concluía que tres intereses funda-mentales, combinados en proporciones diver-sas en función de los contextos, habían deter-minado la actuación de Washington frente al“patio trasero”: la necesidad de preservar la se-guridad de EE.UU., las exigencias de política

interna y la promoción del capitalismo nor-teamericano26. El caso cubano es una ilustra-ción perfecta de como juegan las tensionesentre estos tres objetivos. Con la caída de laUnión Soviética, el supuesto problema de se-guridad presentado por el régimen castristaya no existe y no puede aliviar la contradic-ción entre el chantaje electoral e ideológicodel lobby cubano-americano y los intereses delos capitalistas gringos, que se mueren de ce-los de ver sus rivales canadienses, españoles omexicanos aprovecharse de la mano de obrabaratísima, bien educada y sin protección sin-dical autónoma que ofrece la isla caribeña.Sería interesante saber si Schoutz se dio cuen-ta de que su triángulo de intereses coincidemás o menos con una de las más antiguas teo-rías implícitas del imperialismo, la que expo-ne el dignatario ateniense citado por Tucídi-des en la Guerra del Peloponeso: “No hemoshecho nada extraordinario, nada contrario ala práctica humana, cuando hemos aceptadoel imperio que nos estaba ofrecido y nos he-mos negado a abandonarlo. Tres poderososmotivos nos impidieron hacerlo: el honor, elmiedo y el interés propio”27. El honor, o sealas construcciones simbólicas e ideológicas dela identidad, el miedo, o sea las preocupacio-nes de seguridad y de equilibrio geoestratégi-co, y el interés propio, o sea el motivo econó-mico. Tal vez no estamos en un mundo tanposmoderno, y ni siquiera tan moderno.

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debate25 Publicada en 1895 en la revista Sozialistische Akademi-

ker de Berlín.

26 L. Schoutz, Beneath the United States. A History of USPolicy towards Latin America, Cambridge (Mass.), 1998.

27 Tucídides 1.76.2, citado en M. I. Finley, Economy andSociety in Ancient Greece, Londres, 1981.

Carlos Arcos Cabrera1

¿Por qué llamar un arte a la guerra? PrimeroSun-zi y luego Maquiavelo -siglos después- ti-tularon a sus reflexiones de la misma forma:El arte de la guerra. Si es válido el criterio deFernando Puell, editor de Sun-zi, Maquiave-lo no conoció la obra del maestro chino, cu-yo texto fue traducido al francés recién a me-diados de 1700.2 La coincidencia en el nom-bre de sus obras es sorprendente. Un hechoadicional: el pensamiento de Sun-zi se deslizaen las narraciones de Cayo Julio César y en lasreflexiones de Maquiavelo sin que, por cierto,ninguno de los dos sospechara de su existen-cia. No sólo es la genialidad del maestro chi-no, es como si la guerra tuviera leyes univer-sales reconocidas más allá o más acá de lasépocas y las culturas, y como que su direc-ción, ya en el terreno, implicara una tipo deinspiración que sólo se alcanza en el arte, ¿osólo se alcanza en la guerra?

¿Un ciclo intelectual que une a dos pensa-dores de orígenes, épocas diversas y descono-cidas entre ellas? La persistencia de un título,la guerra y las estrategias como puntos centra-les de interés debe tener una explicación.Sun-zi y Maquiavelo, para tomar dos autoresde algunos que se podría citar, en buena me-dida se inscriben en un contexto en que laconstitución del Estado y en la que los Esta-dos individualmente considerados. Se mue-ven en un mundo que, al decir de Habermas,en referencia a La paz perpetua de Kant, es“un estado de naturaleza entre los Estados be-licistas”3.

Este artículo intenta, desde el presente, undiálogo sobre la justificación de la guerra apartir de estos dos autores, Sun-zi y Maquia-velo, e invitando a otros dos, Cayo Julio Cé-sar y Juan Ginés de Sepúlveda, que tambiénescribieron sobre la guerra.

Sun-zi o la supervivencia del Estado

En el único y clásico texto, El arte de la gue-rra, Sun-zi enfoca el

tema desdeel puntode vistade loque en

tér-

Sobre la

1 Profesor Investigador de Flacso-Ecuador.

2 Sun-Zi, 2000, El arte de la guerra, BibliotecaNueva, Madrid. Se trata de una edición rea-lizada por Fernando Puell basada en la tras-cripción de la versión descubierta en la ne-crópolis de Yin-que, de la época de la dinas-tía Han del Oeste, en 1972, pág. 16.

3 Habermas, Jürgen, 1999, “La idea kantianade la paz perpetua. Desde la distancia histó-rica de 200 años” en La inclusión del otro: es-tudios de teoría política, Paidós, Barcelona.

guerra:diálogo entre clásicos

Arcos, Carlos, 2004, “Sobre la guerra: diálogo entre clá-sicos”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito,pp.81-88.

minos contemporáneos podemos llamar laeficiencia y eficacia de los ejércitos, sus man-dos y su tropa, para alcanzar sus objetivos.Sus preceptos forman probablemente partede todo proceso de formación militar. Sinembargo, existe un discurso que a pesar de subrevedad es crucial. Para Sun-Zi, “la guerra escuestión de vital importancia para las nacio-nes. Es el trance donde se decide la vida y lamuerte de un país, la senda que marca su su-pervivencia o su ruina”4. La guerra se justificaen tanto garantiza la supervivencia de un país,de un Estado. No sólo es una justificaciónpráctica, es ante todo una justificación moral.Pero esta tiene un límite planteado como lapreeminencia de un principio que reza: loideal es “preservar al propio país”, dejandocomo “una segunda opción” aniquilar al ene-migo. “Lo ideal -continúa- es conservar ínte-gro el propio ejército (…) cualquier batallón,cualquier compañía, incluso una pequeña es-cuadra de cinco hombres; destruir el ejércitocontrario (…) es sólo una segunda opción”.Sun-zi va más allá y afirma que “vencer cienbatallas no es lo óptimo; lo óptimo sería do-minar al enemigo sin haber llegado a batallarcontra su ejército”5. La guerra, incluso en laperspectiva de la supervivencia estatal, apare-ce como un último recurso. Sun-bin, otro es-critor chino, un siglo después, señalará que“la victoria en la guerra es una forma de pre-servar las naciones que están a punto de pere-cer y de perpetuar las sociedades que van amorir”. Una guerra justa, moralmente justa,justificable, sería aquella que surge como unaestrategia última para garantizar la supervi-vencia de un Estado.

Ahora bien, los postulados teóricos se con-tradicen con las narraciones históricas. De losbreves e incompletos capítulos descubiertos enla necrópolis de Yin-que, es difícil concluirque el ataque del emperador Amarillo al em-perador Rojo, luego al Verde, al Negro, alBlanco y así sucesivamente hasta aniquilar susejércitos y anexar sus territorios, tenía como

propósito central la supervivencia del reino.Sun-zi dice: “una vez derrotados los cuatroemperadores gobernó cuantas tierras existenbajo la bóveda celestial”6. El gran emperadorcumplió con el “dao celestial”. La historia delemperador Amarillo demuestra la eficiencia yeficacia de la estrategia de guerra que inspira aSun-zi; pero no es algo distinto a una guerrade aniquilación y conquista de otros reinos. Esinevitable preguntarse ¿qué entender por su-pervivencia de un Estado? ¿Cuál es el límiteentre supervivencia y agresión? Para un Estadola supervivencia puede ser el acceso a un puer-to amenazado por un adversario, en tanto quepara otro puede ser el control del planeta.

Cayo Julio César o la perspectiva imperial

La lectura de los Comentarios a la guerra deLas Galias de Cayo Julio César, después deleer a Sun-zi, es una experiencia sorprenden-te7. En esta narración en la cual César es elprincipal personaje, Sun-zi podría reconoceren el romano al más aventajado de sus discí-pulos. En la destrucción y sometimiento delos diversos pueblos que habitaban la Galia,da cuenta del uso de cada una de las estrate-gias del maestro chino, al punto que existenmaniobras que parecen sacadas de su texto8.

En la larga y detallada narración, en la quese intercala una etnografía de los pueblos delas Galias y de Germania, las razones de laguerra y el interés superior de Roma son lamisma cosa. Un imperio no necesita justificarla guerra, ésta es parte de su propia naturale-za. El imperio no necesita razones9. Lo que es

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debate

4 Ibid, pág. 49.

5 Ibid, pág. 57.

6 Ibid, pág. 119.

7 Julio César, 1980, Comentarios de la guerra de las Ga-lias, Espasa Calpe, Madrid.

8 Ibid., pág. 45, 52 y 65, entre otras.

9 Refiriéndose a la noticia dada a César que los helveciosmarcharán al país de los secuanos y educos afirma: “Sital sucediese, echaba de ver el gran riesgo de la provin-cia con la vecindad de hombres tan feroces y enemigosdel pueblo romano en aquellas regiones abiertas y su-mamente fértiles” Pág.17.

acto de barbarie en los otros, es en su propiavisión un acto de heroísmo. Al respecto caberecordar el siguiente relato:

“Muertos hasta cuatro mil, los demás fueronrebatidos a la plaza. Al otro día, rompiendolas puertas, sin haber quien resistiese, intro-ducida nuestra tropa, César vendió en almo-neda todos los moradores de este pueblo consus haciendas. El número de personas vendi-das (…) fue de cincuenta y tres mil”.

Son “naciones bárbaras y fieras”, un otro so-bre el cual es posible el extremo de la violen-cia. Cuenta César:

“Ningún romano cuidaba del pillaje: encole-rizados todos (…) no perdonaban ni a viejo,ni a mujeres, ni a niños. Baste decir que deunas cuarenta mil personas se salvaron ape-nas ochocientas...”10.

La conquista es parte de la naturaleza del im-perio. Para un imperio, preguntarse sobre lajusticia de la guerra lleva inevitablemente apreguntarse sobre los derechos del otro. Estaes la razón de que no se formule tal preguntapuesto que la existencia del otro sólo es fun-ción de su subordinación a la lógica imperial.

Son los galos, en la voz de sus jefes, quie-nes deben argumentar sobre la justicia de susactos. Escuchemos la voz de Dumnórix, cabe-cilla de los eduos, que se niega a embarcarsejunto a César para ir a Bretaña. Según CayoJulio César,

“reconvenido [Dumnórix] comenzó a resistiry a defenderse a mano armada y a implorar elfavor de los suyos repitiendo a voces que ‘élera libre y ciudadano de república indepen-diente’. Como quiera que fuera, es cercado,según la orden, y muerto”.

En el Libro Séptimo, en el relato de las insu-rrecciones en la Galia Transalpina cita lo quese decía entre los galos: “más vale morir encampaña que dejar de recobrar nuestra anti-

gua militar gloria y la libertad heredada de losmayores”11. El argumento de la libertad es es-grimido por todos los jefes de los diversospueblos galos a la hora de justificar la insu-rrección contra la ocupación romana12.

Maquiavelo: guerra y razón de Estado

En el capítulo final de El Príncipe, NicolásBernardo Maquiavelo (1469 – 1527) exponelo que podría ser su teoría de la guerra justa:“aquí hay justicia grande -sostiene Maquiave-lo- porque la guerra es justa cuando es nece-saria, y las armas son piadosas allí donde nohay otra esperanza mas que en ellas”13. Estetexto de 1513, que resume buena parte de susreflexiones políticas, tiene como telón de fon-do la referencia permanente sobre la violenciaarmada en manos del príncipe sea para man-tenerse, sea para subordinar a otros príncipes.Un ejército fuerte y la guerra como estrategiaes la oportunidad que tiene el nuevo príncipe(se refiere a Lorenzo di Piero de Medicci) pa-ra unificar Italia y “expulsar a los bárbaros”.

La guerra es algo ineludible a la domina-ción de un Estado sobre otro, de un príncipesobre otro, al poder del príncipe. La guerrano es justa, ni injusta, es necesaria y la nece-sidad la hace justa. En su concepción de lapolítica, la guerra es una realidad ineludible,presente, inmanente14. Y si bien existe unacompleja relación de las estrategias de políti-ca para vencer o mantenerse, el poder últimoradica en las armas; de ahí que “todos los pro-fetas armados venzan y todos los desarmadosse arruinen…”15.

La necesidad de la guerra como sustentode su justicia es, en última instancia, determi-nada por el príncipe. En su escrito Dos provi-siones para instituir milicias nacionales en laRepública Florentina, Maquiavelo había seña-lado que la declaración de guerra y especial-mente el uso de la milicia era una atribución

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10 Ibid, pág. 176.

12 Ibid, pág. 119, 161, 182, 201, 204, 212.

13 Maquiavelo, Nicolás Bernardo, 1976, El Príncipe y Es-critos Políticos, Aguilar ediciones, México, pág. 193.

exclusiva del gobierno de la ciudad, metáforadel príncipe16. En El Príncipe reafirmará esteprincipio17. Maquiavelo repetirá algo ya dichopor Sun-Zi: por un lado, el monopolio de ladecisión de guerra es del príncipe, sea contraotro Estado u otro príncipe, o contra aquellosque se han rebelado contra su poder, siendociudadanos de la república o súbditos delpríncipe. Se deduce que siendo declarada porel príncipe, es entonces necesaria, pues está enél determinar la necesidad de la misma y sien-do necesaria es entonces justa. Recordemosque para Sun-Zi, la guerra era justa en tantoestaba en juego la supervivencia del Estado.Forzando el argumento de Sun-Zi, se podríapensar que la guerra justa es una guerra defen-siva. En el caso de Maquiavelo, la razón delpríncipe, en cuanto a la necesidad de la guerrahace de ésta una herramienta de la política, yno hay un límite moral para finalmente juzgarsu justicia, que no sea el que establece la nece-sidad del Estado, del príncipe, del gobierno.De allí también la importancia que para Ma-quiavelo adquieren las milicias propias y aque-lla recomendación, entre las muchas que haceal príncipe: dominar lo que él también llamó,a la manera de Sun-zi, el arte de la guerra18.

El Príncipe fue escrito en la segunda mitadde 1513. Seis años después, en 1519, Ma-quiavelo inicia la redacción de su libro DelArte de la Guerra19. Es, por decirlo de algunamanera, un texto que deja sin desarrollar lascuestiones básicas que se plantean en El prín-cipe, especialmente en la relación entre guerray política. Es, más bien, en lo esencial, un de-tallado manual de organización de la milicia,teniendo como referencia la experiencia de“los antiguos”, el mundo greco romano, alque había que imitar. En tal sentido, es unaobra que el tiempo ha convertido en obsole-ta; basta ver su opinión sobre la poca impor-tancia que tenía la artillería, que recién habíahecho su debut en el campo de batalla. Ni lasformaciones militares, ni las prescripcionestácticas, tienen un sentido ahora, aunque porcierto toca aspectos estratégicos de la guerraque hacen un dueto, separado por casi un mi-lenio, con el pensamiento de Sun-zi20. El pen-samiento del maestro chino es más modernoen lo que se refiere a estrategia, el de Maqui-velo lo es más en cuanto a dejar librada la de-cisión de la guerra a la necesidad del Estado,no únicamente como guerra defensiva. EnMaquiavelo la justificación de la guerra noaparece como un tema que requiere un trata-miento más amplio que el dado en El prínci-pe. Al paso, señala que

“una nación bien organizada reducirá lapráctica militar durante la paz a simple ejer-cicio, se valdrá de ella en la guerra por nece-sidad y para su gloria, pero exclusivamentebajo la dirección del gobierno, como hizoRoma”.

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debate

14 En 1520, Maquiavelo publicó El arte de la guerra, an-tes había escrito Dos provisiones para instituir miliciasnacionales en la República Florentina (Aguilar edicio-nes, 1976). Este último define la normativa para orga-nizar la infantería y la caballería de la República deFlorencia, las normas de disciplina, las sanciones, laedad de reclutamiento y las sanciones.

15 Maquiavelo, op. cit., 1976, pág. 54.

16 Al respecto Maquiavelo prescribía: “Débese castigarcon pena capital y de muerte a cualquiera de dichosinscritos que fuese el primero, en acción de guerra, enabandonar la bandera; y a cualquier capitán de bande-ra que llevase esta para cualquier acción privada o porcuenta de algún particular, así como a aquel que, aúnsin bandera, reuniese algunos de dichos inscritos confines de enemistad o de tomar bienes de alguien, o deotro modo para ejecutar alguna acción privada”, enDos provisiones para instituir milicias nacionales en laRepública Florentina, pág. 314.

17 “como las armas han de ser empleadas o por un prín-cipe o por una república, el príncipe debe en personahacer en persona el oficio de capitán y la república de-be designar para ello a sus ciudadanos”, Maquiavelo,Nicolás, 1976, op.cit. pág. 100.

18 “Debe, pues, un príncipe no tener otro objeto, ni otropensamiento, ni ocuparse de otra cosa como arte pro-pia que no sea la guerra y sus órdenes y disciplina, por-que tal es el único arte que se espera de quién manda...La primera razón que lleva a perder... [el Estado] es de-preciar el arte de la guerra, y la razón que conduce aconquistarlo es ser profeso en tal arte”, Maquiavelo,Nicolás, 1976, op.cit. pág. 114-115.

19 Maquiavelo, Nicolás, 1988 (1521), Del arte de la gue-rra, Tecnos, Madrid.

20 Ver al respecto parte del Libro Sexto y el Libro Sépti-mo, especialmente la “Reglas generales”, pág. 192 y ss.

Es evidente la reiteración del monopolio quetiene el príncipe sobre la guerra, de la violen-cia estatal contra otro Estado u otro prínci-pe21. El texto plantea otros temas significati-vos como la relación entre la naturaleza y laorganización del orden militar que puede for-talecer o debilitar el poder del príncipe22, y loque se podría denominar una teoría sobre latendencia a la disminución de las guerras. Lafundamenta en los siguientes términos:

“siendo, pues, indudable que el número degrandes hombres depende del número de Es-tados, forzosamente se deduce que si estosdesaparecen irán disminuyendo aquellos, alfaltar la causa que los produce”.

La teoría se la podría reformular en los si-guientes términos: la disminución del núme-ro de Estados reduce el riesgo de guerras. Es-ta tendencia se habría visto fortalecida por ladifusión de la religión cristiana, que reduce lanatural tendencia de “defenderse que anti-guamente existía”. También habían cambiadolas prácticas de la guerra: ya no se mataba alos vencidos, no se los hacía esclavos, las ciu-dades no quedaban arrasadas y no se expulsa-ba o dispersaba a los habitantes. La guerra sehabía “civilizado”; por tal razón, “los hombresno quieren ni someterse a la disciplina militarni sufrirla en aras de evitar un peligro que yaapenas temen”23. Se podría decir que si bien elnúmero absoluto de guerras disminuyó, sudesenvolvimiento, alcance y consecuenciasfueron crecientemente devastadores sobre lapoblación civil y sobre los Estados, debido aun hecho al que Maquiavelo desestimó -en laforma de una mirada desdeñosa-: la inclusiónde la tecnología en la guerra (la artillería en elcampo de batalla) y el desarrollo de armascon una capacidad de destrucción inimagina-

ble en el mundo antiguo -del que sacó susprincipales argumentos para su reflexión so-bre la guerra-. En este aspecto, crucial porcierto, Maquiavelo, aún miraba al pasado.

Maquiavelo escribió en defensa de la ne-cesidad de que la república cuente con supropio ejército y que el príncipe conozca elarte de la guerra.Era un momentoen que se iniciabael ciclo de confor-mación de los Esta-dos nacionales: Ita-lia se hallaba atra-sada con relación aEspaña, Francia yAlemania.

Juan Ginés de Sepúlveda o la guerra justificada

Pocos autores hansido tan explícitosen justificar unaguerra como JuanGinés de Sepúlve-da, nacido 21 añosdespués de Ma-quiavelo24. Este teólogo español (Pozoblanco,Córdova, 1490-1573) es un desconocido si selo compara con la fama que alcanzó su prin-cipal adversario ideológico, Fray Bartoloméde Las Casas. Sin embargo, su obra, ya no enel marco del debate con Las Casas sino en elcontexto internacional -y frente a los dilemasque planeta la guerra en Irak-, es de una ac-tualidad inquietante. En el Tratado de las jus-tas causas de la guerra contra los indios, Ginésde Sepúlveda (a la manera de un diálogo en-tre Demócrates y Leopoldo, el mismo tipo de

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21 Maquiavelo dirá: “corresponde su ejercicio a una repú-blica o a un reino”; más adelante reiterará “jamás unarepública o un reino bien ordenados permitieron quesus súbditos la ejerciesen por su cuenta”, op.cit., pág.16, 18 y 19.

22 Este es el sentido de su crítica a los ejércitos mercena-rios, o la los efectos perversos de ejércitos profesionales.

23 Op.cit., pág. 77.

24 Ginés de Sepúlveda, Juan, 1979, Tratado sobre las jus-tas causas de la guerra contra los indios, Fondo de Cul-tura Económica, México.

Al pensar las razones de una guerra, es inevitable preguntarse ¿qué entender por supervivencia de un Estado? ¿Cuál es el límite entre supervivencia y agresión?Para un Estado la supervivenciapuede ser el acceso a un puerto amenazado por unadversario, en tanto que paraotro puede ser el control del planeta.

exposición renacentista a la que acude Ma-quiavelo en El arte de la Guerra) justifica laconquista de América que, para él, es unaguerra. El diálogo se inicia con una afirma-ción de Leopoldo: “una y mil veces te diré,Oh Demócrates, que no hay razón que bastea convencerme de que sea lícita la guerra, y

mucho menos en-tre cristianos”25.Leopoldo es lo quepodríamos deno-minar “un pacifistaradical”: la paz es elbien supremo. Des-de su perspectivano existe ningunacausa para una“guerra justa”. Susargumentos se ba-san en una lecturapacifista de los tex-tos sagrados delcristianismo. De-mócrates concede,en una primera ar-gumentación, quela paz es el bienmás grande de to-dos. Desde su pun-to de vista: “la gue-

rra nunca se ha de apetecer por sí misma; [es]un medio para buscar la paz”. Fundamentarásu argumentación en Aristóteles y en SanAgustín. Parafraseando a este último afirmaráque la guerra “debe ser una necesidad, paraque de tal necesidad nos libre Dios y nos con-serve, porque no se busca la paz para ejercitarla guerra, sino que se hace la guerra por ad-quirir la paz”. Es un argumento que recorrerála historia política de Occidente, hasta la mis-ma declaración de guerra contra Irak. La gue-rra es necesaria para la paz.

Leopoldo aceptará que existen guerras queno estarían prohibidas a los cristianos, comoaquellas que se emprenden en defensa propia;

sin embargo, formulará tres cuestiones a De-mócrates: 1) “si era conforme a la justicia elque los españoles hubiesen hecho la guerra aaquellos mortales inocentes” (se refiere a loshabitantes de las tierras descubiertas y con-quistadas), 2) qué pensaba sobre “ésta y otrasguerras semejantes que se hacen sin ningunanecesidad ni propósito, sino por mero capri-cho y codicia”, y 3) que identifique “todas lascausas que puede haber para una guerra”.

La conclusión a la que llega Juan Ginés deSepúlveda es la siguiente: “la guerra no ha dehacerse más que por el bien público, que es elfin de todas las leyes constituidas, recta y na-turalmente, en una república”26. ¿Qué es elbien público y quién lo define?, debió pre-guntar Leopoldo, pero no lo hizo. Demócra-tes hubiera respondido que sólo el príncipe,bajo los parámetros del recto propósito y elrecto proceder, podía definir lo que se entien-de por bien público: desde la perspectiva deSun-Zi el bien público por excelencia es la su-pervivencia del Estado; desde el punto de vis-ta de Cayo Julio César era el interés de Roma;Maquiavelo opinaría algo muy parecido aDemócrates, es el Príncipe (el Estado, en for-ma de monarquía o de república) quién defi-ne el bien público.

Descritos los primeros requisitos paraidentificar que una guerra sea justa, Demó-crates afronta el tema de las causas de las gue-rras justas. La primera, ya planteada, se inscri-

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debate

Iniciado el siglo XXI el discurso sobre la lucha contra"el eje del mal", hoy producidopor Washington para justificar la invasión de Irak, retoma en lo esencial al teólogo españolGinés de Sepúlveda. Esta vez

la guerra "civilizadora" se la hace en nombre de los

valores de la democraciaoccidental y de la libertad.

25 Op. cit., pág. 51. Leopoldo repetirá el mismo argu-mento mientras repetirá mientras avanza el diálogo.

26 En el discurso de Demócrates, la ley natural es un ar-gumento básico. Demócrates afirmará que todo lo quese hace por ley natural se puede hacer por derecho di-vino y ley evangélica. El mandato cristiano de enseñarla otra mejilla tiene un límite: la legítima defensa. Lospreceptos cristianos no son leyes en sentido obligato-rio, sino consejos, exhortaciones. Las exhortacionescristianas serían aplicables únicamente para aquellosque buscan la perfección, no necesariamente por el co-mún de los mortales. Las leyes naturales tendrían ental sentido una vigencia mayor. Ellas contendrían lassuficientes normas de conducta como para garantizarla vida eterna. La ley natural es “la que tiene en todaspartes la misma fuerza y no depende de que agrade óno. Es la “luz de la recta razón”, presente “no sólo enlos cristianos, sino en todos aquellos que no han co-rrompido la recta naturaleza con malas costumbres”.

be dentro del principio de la legítima defen-sa, establecido por la ley natural: “repeler lafuerza por la fuerza, cuando no se puede pro-ceder de otro modo”. La segunda es “recobrarlas cosas injustamente arrebatadas”27. La ter-cera causa es “imponer la merecida pena a losmalhechores que no han sido castigados en suciudad, o lo han sido con negligencia...”; estaes para Demócrates una causa frecuente deguerra justa. Una cuarta causa es “sometercon las armas, si por otro camino no es posi-ble, a aquellos que por condición natural de-ben obedecer a otros y rehúsan su imperio”28.Esta última causa será la que avive la polémi-ca con Leopoldo. Para éste, los hombres na-cieron libres y la servidumbre es introducidacontra la naturaleza y “por mero derecho degentes”29.

Ginés de Sepúlveda a través de Demócra-tes desarrolla dos justificaciones: por un lado,el que diferencia la naturaleza distinta de laservidumbre en tanto realidad jurídica y filo-sófica y, por otro, las realidades multifacéticasde la dominación. Sostiene que el conceptode servidumbre es entendido de manera dis-tinta por los filósofos y los “jurisperitos”. Pa-ra éstos la servidumbre es “cosa adventicia ynacida de fuerza mayor”, en tanto que para

los filósofos ésta es “la torpeza de entendi-miento” y las “costumbres inhumanas y bár-baras”. Reconoce además que el dominio esde muchos “géneros”: padre sobre los hijos,marido sobre la mujer, señor sobre siervos,magistrado sobre ciudadanos, etc. Cuandoesta multiplicidad de dominios se fundan enla “recta razón tienen su base en el derechonatural”. Sin embargo un único principiofundamenta los diversos tipos de dominio:“...lo perfecto debe imperar y dominar sobrelo imperfecto, lo excelente sobre su contra-rio”. Así como el alma domina el cuerpo. Es-ta es la causa por la cual los hombres domi-nan la naturaleza y existe un orden social (“elvarón impera sobre la mujer, el hombre adul-to sobre el niño, el padre sobre sus hijos, esdecir, los más poderosos y perfectos sobre losmás débiles e imperfectos”). Por extensión,los civilizados deben sujetar o dominar a losbárbaros:

“Y será siempre justo y conforme al derechonatural -sentencia Demócratas- que talesgentes se sometan al imperio de príncipes ynaciones más cultas y humanas, para quemerced a sus virtudes y a la prudencia de susleyes, depongan la barbarie y se reduzcan avida más humana y al culto de la virtud. Y sirechazan tal imperio se les puede imponerpor medio de las armas, y tal guerra será jus-ta según el derecho natural lo declara”.

Corolario

Sun-zi y Maquiavelo tienen mucho en co-mún: fundamentan las causas de la guerra jus-ta en la necesidad de supervivencia del Estado.Maquiavelo extremó el concepto en tanto queSun-zi privilegió el de guerra defensiva.

Kant en su obra La Paz Perpetua, publica-do en 1795 (una especie de best seller de laépoca de acuerdo al editor de la versión espa-ñola de 1933) irrumpió en el monopolio delos discursos sobre la guerra.30 Así enfrentabauna tradición de justificación de la guerra queabarca varios siglos de hegemonía del discur-

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27 Basándose en la historia de Abraham afirmará que “eslícito, no sólo recobrar las cosas propias injustamentearrebatadas, sino también las de los amigos, y defen-derlos y repeler sus injurias como las propias”, op.cit.,pág. 76.

28 Op.cit., pág. 81.

29 Leopoldo expone los argumentos que mucho despuésutilizará J.J. Rousseau. Para el filósofo ginebrino exis-ten dos tipos de desigualdad: 1) natural o física porquese halla “establecida por la naturaleza, y que consisteen la diferencia de edades, de la salud, de las fuerzasdel cuerpo, de las cualidades del espíritu, o del alma”,y 2) moral o política que “depende de una especie deconvención, y se halla establecida, o al menos autori-zada, por el consentimiento de los hombres. Consisteésta en los diferentes privilegios de que algunos gozanen prejuicio de otros, como el ser más ricos, respeta-dos, más poderosos que ellos, e incluso el de hacerseobedecer”. También afirmará: “A diferencia de los ani-males el hombre es un agente libre, incluso en su esta-do natural”, Rousseau, J.J. 1974 (1754), Discurso so-bre el origen de la desigualdad, Ariel. Madrid, pág. 206y 219.

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debate

so de la guerra, entre muchos otros a Sun-zi yMaquiavelo. Clausewitz (1780-1831) es pos-terior a la ruptura kantiana. Los seis “Artícu-los preliminares de una paz perpetua entre losEstados” constituyen una crítica radical a losargumentos básicos que justifican la guerra.Para Kant, la guerra era parte del estado denaturaleza, en consecuencia “la paz es algoque debe ser instaurado”.31 La paz debe seruna conquista. El filósofo propuso una polí-tica para la paz, apuntaba a la política prácti-ca entre los Estados. El tratado para la pazperpetua suponía una constitución cosmopo-lita, una federación de Estados libres, un “de-recho de ciudadanía mundial”.

La propuesta kantiana se desplegó en elllamado “orden internacional” no necesaria-mente en forma de instituciones, aunque unaarqueología de aquel permitiría encontrar lahuella de los conceptos kantianos, sino alconvertir a la paz en parte de un proyecto po-lítico de relación entre Estados. Doscientosaños después Habermas hizo un juicio críticode la propuesta kantiana a la luz de lo que de-nomina “la arrogancia gratuita de los nacidosdespués”: más que nunca, la necesidad de unorden internacional orientado a la paz es unimperativo.

Cayo Julio César tiene la desnuda miradaimperial que no requiere de argumentos, entanto que Ginés de Sepúlveda justifica la gue-rra como acto civilizador de unos, autopro-clamados superiores, sobre otros, o de unosvalores que se creen son mejores o superioressobre otros. En el colonialismo europeo, en elque la guerra no es una relación entre Estadossino parte de un acto “civilizador”, las tesis deGinés de Sepúlveda sobrevivieron.

Iniciado el siglo XXI el discurso sobre lalucha contra “el eje del mal”, hoy producidopor Washington, para justificar la invasión deIrak, retoma en lo esencial al teólogo españolotorgándole una contemporaneidad inquie-tante, más que a Sun-zi, finalmente converti-do en fuente de estrategias del mundo empre-sarial, y de Maquiavelo, atrapado en la admi-ración del mundo clásico y en las razones delpríncipe. Esta vez la guerra “civilizadora” se lahace en nombre de los valores de la democra-cia occidental y de la libertad. Al ser esencial-mente ideológicas son implacables por exce-lencia. La guerra de Irak no es una guerra ennombre de los intereses materiales de un Es-tado, su supervivencia, su consolidación (quepor cierto no la hace de ninguna manera jus-ta) sino de unos principios que deben ordenarla vida de los individuos y las sociedades;combina “los espantos de una guerra geográ-fica y tecnológicamente ilimitada” con losriesgos propios de “una guerra ideológica-mente ilimitada”.32 La “guerra contra el mal”no sólo que no tiene límites, sino que la no-ción del mal, puede ser construida y recons-truida sin fin, reinventada hasta el infinitopor quien cree representar el bien.

30 Kant Inmanuel, 1933, La paz perpetua, Espasa CalpeMadrid.

31 Ibid. Pág. 19.

32 Parafraseo a Habermas que sostiene que “la PrimeraGuerra Mundial confrontó a las sociedades europeascon los horrores y espantos de una guerra geográfica ytecnológicamente ilimitada, y la Segunda GuerraMundial con los crímenes masivos propios de unaguerra ideológicamente ilimitada” op. cit. Pág. 161.

DIÁLOGO

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Emilia Ferraro2

Maurizio Gnerre (1949) es profesor de Etno-lingüística en la Universidad de EstudiosOrientales y Africanos de Nápoles (“L’Orien-tale”). Desde finales de los 60 lleva adelanteinvestigaciones sobre las lenguas de las cultu-ras Amazónicas; en Ecuador ha investigado enprofundidad el idioma Shuar y Achuar. Mau-rizio ha publicado extensivamente en Europa,América Latina y Estados Unidos sobre temasde lingüística antropológica, así como tres li-bros. Su último libro, publicado en Italia, tra-ta del proceso de “nombrar” ríos y personas enla región Amazónica. Paralelamente a la activi-dad académica, se desempeña como consultorde las Naciones Unidas en temas relacionadoscon los derechos de las minorías étnicas. Ac-tualmente es miembro de los directorios de al-gunas fundaciones internacionales para la sal-vaguardia de los derechos de las minorías étni-cas y lenguas en peligro de extinción.

Emilia Ferraro: Maurizio, cuéntanos algo detu trayectoria. ¿Cómo y por qué llegaste aEcuador?

Maurizio Gnerre: La primera vez que vine alEcuador fue en 1968 cuando estaba en primer

año de universidad y empezando a estudiarlingüística. Por algunos meses estuve comovoluntario entre los Shuar ya que tenía muchointerés -algo medio “romántico”- por las len-guas de la Amazonía, y allí empecé a aprenderel idioma shuar. En los años siguientes, regre-sé con un antropólogo italiano -Antonino Co-lajanni- de quien aprendí mucho de antropo-logía ya que él venía de la tradición de estu-dios de antropología social británica.

E.F.: ¿Qué te interesaba en esa época?

M.G.: En aquellos años mi interés iba hacialas formas del discurso, y me di cuenta que pa-ra entender un idioma y las maneras de utili-zarlo, para poder entender los cambios que sedaban y se siguen dando en las formas de co-municación de muchos idiomas indígenas delas Américas, había que mirar a los contextoshistóricos y culturales de un pueblo.

Fue en aquellos años, y gracias a mi acer-camiento a la antropología, que empecé a en-tender que -contrariamente a lo que piensanmuchos lingüistas- no se pueden estudiar laslenguas en sí mismas. De Saussure, el funda-dor reconocido de la lingüística estructural,decía que el objeto de la lingüística es el estu-dio de la lengua por sí misma y en sí misma,mientras que yo creo que esto es solamente unmomento de abstracción necesario para en-tender aspectos técnicos, pero fundamenta-les, como el sistema de los sonidos (fonemas)de una lengua, su sistema morfológico, su sin-taxis. Es sólo un momento, aunque largo ydifícil. Y es un momento porque en la medi-da en que uno conoce más de una lengua, esnecesario alejarse de las abstracciones y con-centrarse en su uso cotidiano: quién la habla,

1 Email: [email protected] Ph.D. en Antropología. Profesora de Flacso-Ecuador,

investigadora senior de CLACSO. Email: [email protected]

Ferraro, Emilia, 2004, “Y el verbo se hizo cultura”:lingüistica y antropología. Diealogo con MaurizioGnerre”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito,pp.90-98.

antropologíaDiálogo con Maurizio Gnerre1

“Y el verbo se hizo cultura”:lingüística y

cómo, para dirigirse a quién, diciendo qué,con qué finalidad. Aún más, en estos últimosaños he introducido en mis análisis del dis-curso elementos que considero muy impor-tantes, como el tipo de voz con que se habla,el ritmo, las modalidades comunicativas, etc.

E.F.: Luego fuiste a Brasil…

M.G.: Sí. Tuve una estadía de varios años enBrasil, como profesor en la Universidad deSao Pablo en Campiñas. Esa estadía consoli-dó mi interés por el lenguaje en el contextode la cultura, o por hacer un juego de pala-bras, por la cultura en el contexto del lengua-je. En esos años, aportó mucho a mi reflexiónel contacto prolongado que tuve con las po-blaciones afro-brasileñas que vivían en algu-nas regiones muy aisladas que yo visitaba conun amigo, un antropólogo inglés. Me intere-saba estudiar no solamente el idioma bantu-portugués que hablaban, sino las condicionesdiscursivas y comunicativas en las que esteidioma había subsistido. Ahí fue cuando des-cubrí, por ejemplo, que en algunos casos ha-bía unas formas comunicativas “originales”,es decir, cantos que conservaban palabras yfrases del antiguo bantu-portugués -lenguaque se había formado entre 1600 y 1700cuando la mayoría de los esclavos africanosllegaron a Brasil- mientras que en la cotidia-nidad se hablaba solamente portugués…

E.F.: ¿Estas formas cantadas están ligadas amomentos rituales, ceremoniales, lúdicos?

M. G.: Difícil de decir. Seguramente soncantos que se escuchan durante el trabajo oen situaciones lúdicas y de juego. Era claroque cuando la gente los cantaba, repetía laspalabras sin entender totalmente su significa-do, pues ya habían perdido la clave para en-tenderlos. Al estudiar estos casos vi que estoera resultado de la represión lingüística quehabía subsistido, por lo que en estas lenguasquedaban sólo algunas formas cantadas peroya no formas habladas.

E.F.: ¿La estadía en Brasil te enseñó mucho?

M.G.: Sí, porque también visité las comuni-dades de campesinos de origen italiano quehabían migrado del Norte de Italia hacia fina-les de 1800 y que mantenían también sus dia-lectos de origen, junto con unas variacioneslocales del portugués, propias de las regionesdonde vivían. Esto, por ejemplo, hace refle-xionar sobre la continuidad intergeneracionalde las formas del lenguaje y de comunicación.

Éste y el anterior son ejemplos de la nece-sidad de mirar a una lengua-cultura y no sóloal lenguaje. Estudiar el lenguaje, ver cómo es-tá estructurado, sus sonidos, sus morfemas, susintaxis, es básico. Pero para un lingüista-an-tropólogo eso es como estudiar las escalascuando se quiere aprender a tocar el piano:quedarse en este nivel no permite ir más allá yanalizar el contexto en el cual subsisten, ocambian, las condiciones comunicativas, cuá-les son estas funciones comunicativas y cómola lengua está integrada, cómo se adapta. Eluso de la voz, el ritmo, el volumen, la interac-

ción cara a cara, la expresión de los ojos, losmovimientos, todo esto expresa lo que el len-guaje comunica. Las lenguas en sí son, por logeneral, necesariamente bastante limitadas.De ahí se deriva, por ejemplo, la importanciadel uso que se hace hoy de las cámaras para es-tudiar las lenguas en su espacio comunicativo.

De Brasil pasé a Berkeley, en donde estudié

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antropología mientras enseñaba lingüística.En ese tiempo, y en los años siguientes, entréen contacto con las reservas y las áreas indíge-nas de California y de otras partes del suroes-te de Estados Unidos. Pero siempre mantuvemi interés por el Shuar. El tiempo en Berkeleytambién fue fundamental para mí porque eraun centro de estudio desocio-lingüística y de loque entonces se llamabaetno-ciencia, lo cual meayudó a enmarcar misexperiencias de investi-gación en Ecuador yBrasil.

En los últimos diezaños he venido estudian-do, junto con Flavia Cu-turi, la lengua de losHuaves en el estado deOaxaca, en México.

E.F.: Empezaste a ha-blar del estudio de lalengua dentro de la cul-tura. ¿Cómo se estable-ce la relación lengua-cultura?

M:G.: Se establece enmuchos niveles distintos. Lo que parece másobvio, más directamente “observable”, son lasdimensiones de tipo sociolingüístico, que soncuantitativas y cualitativas, pero por lo gene-ral a un nivel “macro”. Me refiero por ejem-plo a quién habla, cuánta gente habla, cómoutilizan el idioma, en qué contexto (familiar,político, ceremonial, etc.). Esta atención pro-pia de la sociolingüística ayuda a visualizaruna dimensión que yo considero absoluta-mente central y que se encuentra a nivelesmicro: la actitud de la gente con su idioma, sila valoriza o no, lo que piensa que puede ha-cer con su idioma, y para qué, etc.

En otra perspectiva, la sociolingüísticatambién contribuye al estudio de las relacio-nes entre lengua y cultura. Por ejemplo, el te-ma de la relación entre pensamiento y len-guaje: cuánto del lenguaje influye sobre el

pensamiento y cuánto influyen las condicio-nes culturales sobre el lenguaje.

Otra dimensión es la de la pragmática, queenfoca la manera cómo todos utilizamos ellenguaje. Y esto porque la lingüística antropo-lógica no es sólo para el estudio de pueblos“raros” o “exóticos” que viven en lugares remo-

tos del planeta; se aplicatambién a “nosotros”, aluso que hacemos de“nuestro” lenguaje.

E.F.: En este puntocreo necesario ampliary profundizar sobre loque es la lingüísticaantropológica.

M. G.: La lingüísti-ca antropológica tienesu origen en los oríge-nes de la antropologíamisma y en su historia.Todos los primeros an-tropólogos dieron mu-cha importancia al len-guaje, desde Morganhasta Malinowski,quien es consideradouno de los padres fun-

dadores de la antropología británica. En 1922Malinowski publicó en un libro de semántica(El significado del significado) un artículo fun-damental para la antropología lingüística quese tituló “El problema del significado de laslenguas primitivas”, y en el cual escribe acercadel uso semántico de la lengua en las Islas Tro-briand. Boas, reconocido como uno de losfundadores de la antropología americana, fuequien introdujo en la antropología norteame-ricana la cuadripartición de la antropología enlos sectores cultural, histórico, arqueológico ylingüístico. De manera que todavía los estu-diantes de primer año de antropología, en lasuniversidades Norteamericanas, tienen obliga-toriamente que estudiar lingüística, porque,muy correctamente en mi opinión, no se con-cibe que se pueda llegar a ser antropólogo/asin tener conocimientos sobre el lenguaje.

ICONOS 92

diálogo

Con sólo reflexionar sobre el léxico podemos alcanzar una

perspectiva sobre la complejidadde las relaciones entre lengua,

cultura e historia. Así, sería suficiente mencionar el uso de

palabras que llegaron a ser clave en Occidente (como"democracia" o "progreso"),

para entender la historia del pensamiento occidental.

En antropología no se puede pensar el len-guaje como algo meramente instrumental, esdecir, solamente como instrumento de comu-nicación con un grupo dado, y de los inte-grantes del grupo entre ellos, pues en las“otras” dimensiones de las que hablábamosantes pasan mensajes muy importantes paraentender la cultura del grupo que usa eseidioma. Por esta razón la lingüística antropo-lógica tiene fronteras poco definidas con lasemiología, con la filosofía del lenguaje y conla sociolingüística. Yo diría que la lingüísticaantropológica es un área de interconexión en-tre distintas disciplinas.

E.F.: ¿Qué relación mantiene la lingüísticaantropológica con la antropología cognitiva?

M. G.: Una relación muy estrecha. Existe to-do un sector de la lingüística -la lingüísticacognitiva- que busca las bases cognitivas delpensamiento humano; estas bases tienen as-pectos universales y otros culturalmente cons-truidos, pero hay que ver sobre qué bases deconocimiento se construyen. Por ejemplo, apartir del famoso estudio que Berlin y Kay hi-cieron sobre los términos básicos de los colo-res en 1969, se desató un debate que todavíacontinúa, sobre las bases de la percepción hu-mana de los colores. En este caso, se trata deun ejemplo bastante concreto, casi “medible”,ya que se puede medir en nuestro aparato vi-sivo cómo percibimos los colores, y podemosmedir cómo distintas culturas –y, por ende,nuestras lenguas- clasifican de maneras dis-tintas a los colores, qué términos tienen paracubrir todo el espectro de los colores. Sabe-mos que difícilmente se encuentra una lenguacon más de 20 palabras “primarias” distintaspara indicar colores. Los seres humanos per-cibimos un número muy alto de distincionesen los colores, matices muy sutiles, pero laslenguas tienen entre 2 y 20 términos -segúnla cultura- para expresarlas.

Esto se da por el simple hecho de que ellenguaje es “limitado”; tiene que serlo, puesuna lengua que cubra toda la experiencia hu-mana en total no serviría en la práctica. Lalengua tiene que ser una muestra muy limita-

da de las infinitas posibilidades existentes. Delo contrario, lo que tendríamos que aprender,lingüísticamente, sería tan grande que seríaimposible expresarnos. Los diccionarios delenguas que tienen una larguísima tradiciónescrita (como el castellano, el inglés, etc.) con-tienen muchos millares de palabras. Pero en elidioma hablado cotidianamente somos muy“económicos”; a no ser que necesitamos expre-sar conocimientos especializados, usamos sóloalgunos millares de palabras. Es decir, más omenos el número de palabras que utiliza cual-quier grupo indígena o campesino que vive enregiones remotas. Esto pasa porque todas laslenguas humanas son instrumentos que tratande utilizar un mínimo de palabras a las que in-tegran, como decíamos antes, otras formas co-municativas no verbales. El lenguaje es muyeconómico en relación a la inmensa compleji-dad de la experiencia humana.

Es obvio que en el mundo occidental des-de hace siglos existe un proyecto lexical “tota-lizante” de elaboración de una nomenclaturatotal que, como el mapa del emperador deBorges, alcance a cubrir la naturaleza en unarelación de 1:1. Para la botánica este proyectotuvo mucho empuje con la obra de Linneo,hace 300 años. La idea de dar un nombre la-tín a todas las plantas es sólo un ejemplo delproyecto enciclopédico del cual somos porta-dores, en cuanto herederos de esa cultura; es elmismo proyecto que pretende tener almace-nado en bibliotecas -y ahora en CDs- todo elconocimiento posible hasta ahora alcanzado.

Esta idea de nomenclatura totalizante seaplica solamente a una determinada especiede la naturaleza: la humana. Y aquí tocamosuno de los temas que más me están ocupan-do en los últimos años, el de los nombres pro-pios de las personas. Es un tema que materia-liza, entre otros, el contacto directo que exis-te entre la lingüística antropológica y la filo-sofía del lenguaje. Solamente como indicadorde la complejidad del tema menciono el he-cho de que en el mundo hay poquísimos ca-sos conocidos de sociedades donde existen(pocos) seres humanos que no tengan nom-bre. En todo el mundo, en todas las culturas,en todas las épocas, nos nombramos y de al-

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guna manera tenemos un nombre individua-lizado. La pregunta es ¿por qué? ¿De dóndetomamos estos nombres?

E.F.: Las relaciones y formas de comunica-ciones humanas son, entonces, inmensa-mente complejas y diversas.

M. G.: Sí. Cuando un novio dice a su novia“te quiero tanto que no encuentro las pala-bras para expresarlo”, está justamente expre-sando esta “imposibilidad” de verbalizar susentimiento. Porque las palabras sirven parasu uso “ordinario” y no “extra-ordinario”. Pa-ra esto existen los poetas, por ejemplo, o per-sonas “especializadas” que utilizan el lenguajede forma muy especial y fuera de lo cotidia-no. En este sentido, me parece que la poesíatiene en parte la función de “forzar” y ampliarlos límites y la cerca que el lenguaje nos im-pone. Y es un bien que hayan estos límites.No nos serviría aprender un millón de pala-bras, es suficiente con aprender cuatro o cin-co mil y con eso nos arreglamos.

Claro que las experiencias son mucho máscomplicadas. Por esto es necesario entendercuáles experiencias humanas están más o me-nos bien representadas por el lenguaje de to-dos los días y cuáles “quedan afuera”.

E.F.: Tú insistes muchísimo sobre la necesi-dad fundamental -más que la importancia-de estudiar una lengua en su contexto cultu-ral e histórico si se la quiere comprenderrealmente. Podrías ahondar un poco más so-bre esto y dar algunos ejemplos.

M. G.: La diferencia realmente fundamentaly básica entre la lingüística “pura” o “teórica”y la perspectiva lingüística antropológica estájustamente en las condiciones en las que seestudia un idioma. Una vez adquirida la in-formación necesaria sobre una lengua, sobresu estructura, hay que “dar el gran salto”: en-trar a la utilización de esta lengua.

Te voy a dar un ejemplo muy concreto. Loprimero que podemos observar en un diccio-nario, lo más obvio, es que el léxico, que ya esen sí una abstracción, se encuentra ordenado

alfabéticamente. Obviamente es una conven-ción que resulta de una herencia histórica mi-lenaria. También es una manera arbitraria, co-mo puede haber otras, de ordenar el léxico uotras informaciones (como los apellidos de losalumnos de un colegio). Este orden no existeen el mundo “real”. Nadie, por ejemplo,aprende el léxico de un idioma siguiendo unorden alfabético. Cuando de niños aprendi-mos a hablar, fuimos expuestos a las palabrasmás frecuentes, no aprendimos palabras raras.

Para los pueblos sin tradición escrita, lamanera alfabética de ordenar las palabras es un“sin-sentido”, ya que pone una palabra detrásde otra con referentes tan distintos como, porejemplo, el nombre de un pájaro y un verboque expresa movimiento, sólo porque empie-zan con la misma letra. Esta es una manera depensar el idioma totalmente fuera de contexto,una abstracción útil. Sin embargo, ya se estánelaborando diccionarios en muchas lenguasque agrupan las palabras por áreas semánticas,en los que, por ejemplo, todos los nombres dedistintas aves, y sus subtipos, están juntos, asícomo todos los verbos que indican algún mo-vimiento del cuerpo humano, etc.

Algo parecido pasa cuando un lingüistaantropólogo llega entre los hablantes de unadeterminada lengua y lleva consigo una gra-mática. Este es un instrumento sumamenteútil para empezar a mirar a la lengua habladaen la cotidianidad, pero al mismo tiempo pue-de descubrir un montón de cosas. Volviendoal ejemplo del diccionario, para muchas len-guas occidentales (entre las cuales el castella-no), ya sabemos con la necesaria aproxima-ción cual es la frecuencia con que se utilizauna determinada palabra, y así sabemos, entreotras cosas, cuales son las palabras más usadas.

Estudiar las palabras en su contexto (sufrecuencia de uso, el cuando, etc.) nos da unavisión distinta a la de un diccionario alfabéti-co que nos presenta una falsa “democracialingüística” según la cual todas las palabrasson iguales -las más raras u oscuras, así comolas más usadas- y todas son tratadas de la mis-ma manera. Esto no corresponde a la realidaddel uso de la lengua.

La historia de las culturas se refleja, entre

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otros aspectos, en las palabras claves y en lafrecuencia de su utilización. Sería suficientemencionar el uso de palabras que llegaron aser clave en la historia del mundo occidental,en el último siglo y medio, como por ejemplo“democracia” y “progreso”, para entender lahistoria del pensamiento occidental.

Otra dimensión de esta diversidad se en-cuentra en la complejidad de los referentes. Entodas las lenguas se encuentran palabras (o su-fijos que completan las palabras) de un tipo“especial”, que hace ya varios siglos los gramá-ticos chinos definían “vacías”, es decir palabrasque no tienen “contenido” sino que sirven pa-ra establecer relaciones entre palabras, comopor ejemplo “de”, “y”, “con”, “o”, “para”, etc.

Hay muchas otras palabras en nuestro lé-xico que, en cambio, tienen un referente quecualquier hablante identifica como corres-pondiente a un objeto concreto, por ejemplo,“piedra”. Pero en cada lengua y cultura exis-ten muchas diferencias dentro del léxico uti-lizado. Por ejemplo, las palabras “gato” y “pe-rro” parecen simples y obvias, pero no es así.La primera se refiere a unos animalitos que,en nuestra experiencia, tienen tamaños, com-portamientos y formas parecidas, con ciertasvariaciones en el color. Por ende, la definiciónde la palabra “gato” es relativamente fácil.Hablando de “perro” las cosas ya se compli-can. En las lenguas occidentales “perro” se re-fiere a una gran variedad de animales de apa-riencia muy distinta, por tamaño, altura, for-ma, colores, y hasta por comportamiento. Ysin embargo usamos para todos la misma pa-labra “perro”. Pero no en todo lado es así. Enel año 1971 o 1972, cuando todavía losAchuar casi no salían de sus territorios, fui aSucúa con un joven Achuar, a la casa de la Fe-deración Shuar. El joven vio un perro que erade una raza muy distinta a la que conocía ensu comunidad y me preguntó qué animal era.Yo le contesté en su idioma: “es un perro”, pe-ro él se resistía a creerlo, porque efectivamen-te en toda su vida había visto solamente uncierto tipo de perro, por lo tanto para él a lapalabra “perro” correspondía solamente undeterminado tipo. Solamente se convenció ylo “reconoció” como perro cuando lo oyó la-

drar. Al regresar a su comunidad, contó quehabía visto muchos animales distintos y que atodos los llamaban con la misma palabra. A ély a su gente les parecía de lo más raro y sereían. Este ejemplo nos dice que las palabrasaparentemente más comunes y corrientescontienen una complejidad semántica y “ex-periencial” que cada cultura construye en eltranscurso de su historia. Nos dice tambiénque en todas las lenguas hay palabras que nocorresponden a palabras de otras lenguas, queson difíciles de traducir. Por ejemplo, la pala-bra “madrugada” indica unas horas muy pre-cisas del ciclo de las 24 horas. Aún siendo elespañol e italiano dos idiomas bastante pare-cidos en muchos aspectos, lexicales y estruc-turales, en italiano no existe una palabra equi-valente. Necesitamos usar varias palabras pa-ra expresar lo mismo.

Existen, además, palabras con un significa-do muy complejo, como aquellas que por sí so-las expresan toda una escena. Por ejemplo, elverbo “desarzonar” por sí solo nos ofrece todauna escena: hay un caballo - probablementebravo- y un jinete; el caballo se porta de ciertamanera, da un salto y el hombre se cae. ¡Imagí-nate! Toda una secuencia en una única palabra.

El hecho es que en cualquier idioma, todapalabra resulta de una larga “sedimentación”semántica, es decir, cultural y lingüística, quese da a través de siglos. Así, con sólo refle-xionar sobre el léxico podemos alcanzar unaperspectiva sobre la complejidad de las rela-ciones entre lengua, cultura e historia.

E.F.: Volviendo a los diccionarios, que sonun mundo fascinante, decías que son unejemplo de una representación abstracta dela lengua. Pero a mí me hace pensar quetambién se trata de una forma de clasifica-ción; una forma de clasificación del mundomuy abstracta. En este sentido, me pareceque también no dice mucho sobre el pensa-miento de quienes elaboran los diccionarios,es decir, del grupo, de la cultura que llega aestas abstracciones. Nos remite a una es-tructura del pensamiento, a una manera demirar el mundo que es muy específica y queno es universal.

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M. G.: Ciertamente. Por un lado, la reflexiónlingüístico-antropológica que aquí estamoshaciendo surge de la misma historia de la re-flexión que el pensamiento occidental ha he-cho sobre el lenguaje. Por el otro, surge de lacomparación implícita entre las formas delpensamiento occidental y otras formas depensamientos relativo al lenguaje: es lo querecientemente se define como “ideologías dellenguaje local”, es decir, lo que la gente pien-sa de su lengua, de lo que puede hacer conella, de cuáles son las palabras más valiosas,cuáles hay que pronunciar con respeto.

Y es que, además, se da algo que tal vez de-bía decirse al comienzo de esta conversación:nosotros, yo, tú, los que leerán esta entrevis-ta, somos representantes de una elite muy res-tringida, la elite que ha pasado por lo menospor 20 años de escolarización. Somos los he-rederos de una tradición que viene de muy le-jos y que controlamos dentro de grupos bas-tante reducidos; pero en el mundo que defi-nimos generalmente como “Occidental”,¡cuantas diferencias existen! Y no es necesarioque haya diferencias étnicas, porque en elmismo grupo que aparenta homogeneidadexisten diferencias notables en la lengua y suuso. Pensemos en quienes creen que diciendoalgunas fórmulas, algunas palabras, algo cam-bia en el mundo. Son personas (y grupos) quetienen una visión de la praxis del lenguaje: seauna formula “mágica” o una oración conside-rada muy poderosa en honor a un determina-do santo, una virgen. El antiguo Testamento,por ejemplo, dice explícitamente que no hayque nombrar el nombre de Dios en vano,porque hay palabras que valen mucho.

E.F.: Esto nos lleva al “poder” de la pala-bra, el poder que está en el nombrar. En lareligión cristiana el ejemplo más clásico estáen el Génesis cuando Dios dijo Fiat Lux ylas tinieblas desaparecieron y hubo luz.

M. G.: Sí, la palabra creadora.

E.F.: Sí, “...y el verbo se hizo carne”, la pala-bra que se hace carne, se materializa, asumeun cuerpo…

M. G.: Hace años estaba en El Chaco, en Pa-raguay, entre los Ayoreos, y un joven antropó-logo que vivía con ellos me reveló (se necesi-ta mucho tiempo para darse cuenta de estascosas, cuando uno viaja así no más nunca sedaría cuenta) que este pueblo tiene unas fór-mulas que se usan muy raramente pues con-sideran que son demasiado fuertes y podero-sas. Son palabras que nunca se pueden pro-nunciar porque hay el peligro de que se des-haga el mundo, de que pase algo terrible. Laabsoluta mayoría de la gente del mundo com-parte ideas parecidas a éstas sobre el lenguaje.Como ya te dije, los intelectuales somos los“bichitos raros”, nosotros que estudiamos 20años y que leímos un montón de libros, y queadquirimos un regard de loin totalmente “le-trado” hacia el lenguaje. Y si llegamos a pen-sar que una palabra vale como cualquier otra,es porque somos resultado de una historia deentrenamiento, de abstracción y de reflexiónmeta-lingüística que no es compartida ni porla mayoría de las sociedades humana ni por lamayoría de gente de nuestra misma sociedad.

E.F.: Entonces, ¿es la lengua funcional a lacultura o se establece entre las dos una rela-ción en doble sentido? Está claro, hasta aquí,la influencia que tiene la cultura sobre lalengua, pero ¿cuál es la influencia de la len-gua sobre la cultura? ¿Se puede cambiar lamanera de pensar cambiando las palabras, elléxico?

M. G.: Esta es una de las preguntas más fun-damentales en toda esta reflexión sobre len-gua y cultura. Cierta literatura, inclusive enantropología y en lingüística, presenta el len-guaje como “formador” del pensamiento. Yoestoy totalmente en contra de esta visión uni-lateral. No considero el lenguaje como algoque existe a priori y “forma” la mentalidad dela gente. De la misma manera critico la visiónde que el lenguaje es algo separado del siste-ma cultural. Quienes estudian sobre las for-mas de aprendizaje de los niños saben -ynuestra experiencia personal nos lo dice- queaprendemos simultáneamente a pensar y a ex-presar ese pensamiento. Aprendimos a mo-

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vernos en el mundo, aprendimos las dimen-siones espaciales, los tiempos del día, lo quese hace en la mañana, en la hora del almuer-zo, en la tarde, y todas las demás cosas, al mis-mo tiempo que aprendimos las palabras y losenunciados que expresan todo esto.

Pero a lo largo de la historia de una socie-dad entran, muchas ve-ces por difusión, pala-bras que introducencambios (aunque seanmínimos) en la percep-ción del mundo. Almismo tiempo, el signi-ficado de estas palabrasse adapta al contexto enque se injertan, expo-niéndose a un procesode re-semantización.Antes puse el ejemplode las palabras “progre-so” y “democracia”.Otra palabra es la quenosotros antropólogosusamos mucho: “cultu-ra”. Hace muchos años(creo que era el 1970)un hombre shuar medijo con mucho orgu-llo: “Nosotros tambiéntenemos nuestra culturita”. Había leído un li-bro de Darcy Ribeiro y había aprendido quela palabra “cultura” podía ser usada para ex-presar el conjunto de las costumbres, creen-cias y habilidades de una grupo humano.Desde entonces esta palabra en su sentido an-tropológico se difundió mucho en los discur-sos en español de los dirigentes shuar. Y estome parece muy bien.

Y me pasa a mí, como a todos, que porejemplo cuando los indígenas de la selva medicen el nombre de una determinada planta ode un determinado pájaro, después me fijomás en él porque ahora ya sé su nombre; an-tes para mí era una planta verde en medio deotras mil plantas verdes, o un pájaro bonitoentre otros. Pero al aprender el nombre de laplanta es como si tuviera un instrumento pa-ra concentrarme ahí, y digo “ah! ésta es la tal

planta”. Conozco el nombre y la planta exis-te, cobra vida, se distingue de las demás. Asíque no podemos pensar el léxico como una“etiqueta” de los objetos, pensar que existe elobjeto en cuestión y que después buscamosuna palabra para indicarle. Tanto el shuar queprimero aprendió la palabra “cultura” como

yo que aprendí el nom-bre de una determinadaplanta, llegamos a captarun concepto, un con-junto de percepciones y,más que todo, a poderhablar de ellas.

E.F.: ¿Qué respaldos“científicos” existen delo que dices en el ámbi-to de la evolución físicahumana? Y pienso, porejemplo, en las tesis queLeroi-Gourhan formulaen su libro El gesto y lapalabra, cuando diceque el desarrollo -hastafísico- del cerebro se dasimultáneamente al de-sarrollo de los órganosprepuestos a la emisiónde los sonidos y la arti-

culación del habla. ¿Cómo se da esta interre-lación entre lo “biológico” y lo cultural?

M. G.: Tocas un tema fundamental. Dentrodel estudio del lenguaje esto era un tabú to-tal. En todo libro de historia de la lingüísticase lee que desde 1860 aproximadamente, enel famoso Boletín de la Sociedad Lingüísticade París -que junto con la de Berlín era la másimportante del mundo para los estudios lin-güísticos- estaba prohibido publicar cualquierestudio sobre el origen del lenguaje, para evi-tar las muchas especulaciones fantásticas queen esa época habían sobre el tema.

En los últimos 30 años los estudios delorigen del lenguaje han adquirido mucha im-portancia. Existen muchos estudios y debatessobre cómo el homo sapiens sapiens (es decir,nosotros) ha ido desarrollando formas simbó-

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Cierta literatura, incluso enantropología y lingüística,

presenta el lenguaje como "formador" del pensamiento.

Estoy en contra de esta visiónunilateral. No considero el

lenguaje como algo que existe a priori y "forma" la mentalidad

de la gente: aprendemossimultáneamente a pensar

y a expresar ese pensamiento.

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licas comunicativas cada vez más complejas.Ya nadie se atreve a pensar que el lenguaje tu-vo un origen separado y aislado de otras habi-lidades motrices, pues se enmarca el estudiodel lenguaje dentro de un contexto de com-plejidad cultural, de sistemas simbólicos y co-municativos que a lo largo de los milenioshan ido complejizándose. Con todo, pareceque el lenguaje tiene un “techo” de compleji-dad, no solamente a nivel formal del númerode fonemas o de las reglas sintácticas. Comodecía antes, las lenguas alcanzan niveles deelaboración y de definición hasta un determi-nado punto. Nuestra apreciación del mundoes mucho más compleja de lo que nuestrolenguaje expresa, así nos entrenamos para“integrar” los enunciados que escuchamos oleemos con nuestra interpretación.

Para simplificar mucho una historia in-mensamente compleja, podemos decir que,entre otras cosas, el gran paso que dio el ho-mo sapiens sapiens, con respeto a los primatessuperiores, es justamente el de poder hablartambién fuera del contexto. Por ejemplo,cuando los primates superiores advierten unpeligro emiten ciertos tipos de gritos de reco-nocimiento; no se les ocurre prevenir a suscrías de un peligro antes de que esto se de; loque pueden hacer es advertir del peligro “enel contexto”, en el momento en que se da. Losprimates no tienen un nombre para un ciertotipo de culebra, tienen un sonido especializa-do que es una señal de peligro. El homo sa-piens da el gran paso: desarrolló lo que ungran lingüista Norteamericano -Charles Hoc-kett- definió como displacement, “des-plaza-miento”, es decir la posibilidad de poder ha-blar de las cosas en ausencia de las mismas,crear ficciones y hacer previsiones. Así fueque durante muchos milenios recordar y usarapropiadamente los nombres de lo que inte-resaba servía no sólo para reconocer, nom-brar, poder hablar en condición de displace-ment; sirvió también para hablar de la subsis-tencia y de los peligros a una distancia física yde tiempo, para poder hablar y describir, porejemplo, un pajarito que se había encontradopor el camino. Al tener un nombre para él, al

compartirlo con los otros, se puede simple-mente pronunciarlo en lugar de tener quevolver a contarlo todo nuevamente cada vezque veo uno igual.

E.F.: Es decir, podemos hablar de las cosas“fuera de lugar”.

M. G.: Exacto. Entonces, imagínate qué pa-trimonio tenemos y cómo fue creciendo a tra-vés de los milenios, en los términos de la po-sibilidad de poder hablar de las cosas en au-sencia de un estímulo sensorial. Somos losúnicos seres capaces de hacer esto. Es proba-ble que haya sido el conocimiento de la natu-raleza, es decir del medio natural, y aún másla necesidad de transmitir este conocimiento,el factor fundamental para el crecimiento delléxico y de la explicitación de las conexionessintácticas entre las palabras. Durante los mu-chos milenios en que todos fuimos cazadoresy recolectores podemos imaginar que ya te-níamos un léxico botánico y zoológico muyespecializado, altamente elaborado y amplio,así como se observa entre los pueblos cazado-res y recolectores contemporáneos.

Pero los conocimientos lexicales específi-cos cambiaron con los cambios culturales.Hoy, quienes vivimos en zonas urbanas, ypeor si somos intelectuales, tenemos poquísi-mos conocimientos botánicos y zoólogos; te-nemos un léxico pobre para indicar plantas yanimales. Dominamos muchas palabras ymuchas construcciones sintácticas para expre-sar otros significados. Pero no hacemos otracosa que “aprovechar” de capacidades lexica-les, semánticas y sintácticas que surgieron ha-ce milenios en contextos culturales muy dis-tantes de los nuestros.

Ves, entonces, como por un lado las len-guas cambian a través del tiempo en funciónde los cambios de las condiciones de vida y delos conocimientos más importantes para lavida de cada uno y, por el otro, conservanciertas características fundamentales…

Quito, agosto de 2003.

TEMAS

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José Antonio Figueroa1

El pasado 24 de septiembre falleció EdwardSaid en la ciudad de Nueva York. Said dejóun legado intelectual y político sorprendente:más de una docena de libros y decenas de ar-tículos; una historia de militancia política afavor de la causa Palestina; una serie de refle-xiones prácticas sobre la independencia críti-ca del intelectual nutridas por su propia dis-tancia con la autoridad Palestina; fundadorde los estudios postcoloniales. Said nos dejóun amplio legado intelectual marcado por lasindelebles huellas de un humanista, crítico li-terario y músico.

En este artículo quisiera proponer una in-dagación en torno al valor del humanismo enla obra de Edward Said. Quisiera realizar estaindagación a través del recorrido por ciertasrutas intelectuales que nos llevan a situar aSaid en las antí-podas del postmodernismo.Para esto quisiera mostrar cómo en la obra deSaid encontramos una paradoja intelectual ypolítica que podría arrojar frutos insospecha-dos en el diseño de agendas académicas y po-líticas en países sometidos a densas experien-cias coloniales como sucede con los países la-

tinoamericanos. La paradoja a la que me re-fiero es a la coexistencia en la obra de Said deelementos teóricos y políticos fundacionalesdel postmodernismo junto al humanismo. Elhumanismo, sabemos, es el principal blancode las críticas postmodernas y el objeto teóri-co y político que los postmodernos se hanpropuesto destruir. Quisiera explorar, desdeciertos elementos de la obra de Said y de otrosautores postcoloniales, la génesis de un fruc-tífero debate que revelaría la pertinencia depensar y actuar desde premisas humanistas enlos contextos periféricos. Para esto mostraréalgunas de las propuestas de Michel Foucaultque son retomadas por Said y exploraré en elimpacto diferenciado que esta obra tiene enalgunos autores que pueden identificarse co-mo postcoloniales; luego haré referencia a ladistancia crítica que Said establece con res-pecto a Foucault y al postmodernismo.

Foucault, premisas postestructuralesdel lenguaje y Orientalismo

En 1970, Michel Foucault dio su lecturainaugural en el Collège de France sobre el dis-curso del lenguaje, lectura que constituiría unprolegómeno en la versión en inglés de la Ar-queología del Saber. Igualmente, esta lecturaestablece una serie de paradigmas que sinteti-zan ejemplarmente ciertos elementos centra-les de la obra de Foucault; una breve explora-ción de los conceptos emitidos en este texto

Edward Said,la periferia

y el humanismoo tácticas para trascender el postmodernismo

1 Antropólogo. PhD © Literatura y Estudios de la Cul-tura.

Figueroa, José Antonio, 2004, “Edward Said, la perife-ria y el humanismo o tácticas para trascender el postmo-dernismo”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Qui-to, pp. 100-108.

pueden servir para mostrar algunos de los ele-mentos teóricos que ejercieron mas influenciaen el pensamiento de Edward Said, y especial-mente en Orientalismo, su obra mas conocida.

Uno de los objetivos centrales del texto deFoucault es el de proponer una lectura alter-nativa a las visiones humanistas y modernasen torno a la noción de autor, y problemati-zar las relaciones entre autor y obra desde unalectura específica de la relación entre discursoy verdad. Para Foucault, a diferencia del ro-manticismo, el autor debe entenderse comouna subjetividad que está sometida a los lími-tes que imponen los discursos a la obra. Eneste sentido, el autor para Foucault no esquien produce la obra, sino que es la obra laque produce al autor. De otro lado, los dis-cursos los entiende como una producción deenunciados regulados, seleccionados, organi-zados y redistribuidos de acuerdo a un núme-ro limitado de procedimientos que reducenlas posibilidades de los discursos a las expec-tativas del poder.

Foucault explora en la antigüedad clásicalos momentos en los cuales la noción de ver-dad empezó a distanciarse de sus expresionesrituales y empezó a asociarse con el discurso.

Exploró la relación de la verdad con los pro-cesos de enunciación, con los significantes,con las formas, con los referentes, lo que per-mitió crear un proceso de institucionalizacióny de creación de verdades que serían incorpo-rados de manera definitiva en la sociedadburguesa moderna.

En la modernidad burguesa se vivió unode los procesos de institucionalización masnotables. En este sentido, la verdad en térmi-nos de Foucault, no es un valor intrínseco a loenunciados sino el resultado de un proceso deinstitucionalización. Esta institucionalizaciónse logró a través de la importancia crucial queadquiere la repetición de los enunciados, comose expresa en los comentarios. La función delcomentario, Foucault la ubica en la imperiosanecesidad que existe de establecer nuevas for-mulaciones y reformulaciones sobre un texto;estas constantes formulaciones hacen del co-mentario una actividad atrapada por el princi-pio de la repetición. Es algo así como una no-vedad que se establece en el canon de lo esta-blecido. En este sentido, la canonización deuna obra, que es una de sus máximas expresio-nes de institucionalización, se logra a travésdel proceso de citar y recitar2. La función delautor sería la de dar coherencia a la irregulari-dad en los procedimientos en los que se mani-fiesta el lenguaje; el autor y el comentario con-trolan el azar de la lengua a través de la repe-tición y por la imagen uniforme del narrador.

Por su parte, las disciplinas, que aparecencomo opuestas a los principios del comenta-rio y del autor, cumplen en los límites extre-mos la misma función legitimadora de la vo-luntad de saber. Se oponen al principio de in-dividualidad que caracteriza la figura del au-tor, ya que imponen un carácter grupal a losobjetos y a los métodos que conforman uncampo, pero también las disciplinas se opo-nen a la noción de autor ya que promueven

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2 Véase al respecto el trabajo de De Certeau (1988) enel que se indaga en las relaciones entre el citar y el re-citar y la constitución de formas secularizadas de cons-trucción de patrimonios culturales como las bibliote-cas claves en el diseño de las nacionalidades. Véasetambién al respecto (Figueroa 2000).

sistemas anónimos; sin embargo, las discipli-nas para existir requieren la formulación per-manente de proposiciones nuevas y son, ensentido estricto, los campos que más legiti-man la voluntad de saber. Estos procedimien-tos enunciados sintéticamente, Foucault losha utilizado en los procesos de institucionali-zación de la verdad, que toman cuerpo en di-versos espacios que van desde los manicomioshasta las fábricas, pasando por las universida-des y Edward Said los utilizó para su estudiodel orientalismo.

Said establece sus definiciones sobre“orientalismo” inspirado teóricamente en lasnociones de discurso propuestas por Fou-cault. En este sentido, en una de las primerasdefiniciones de Said sobre el orientalismo, es-tablece que éste consiste en una serie de dis-cursos apoyados en unas instituciones, en unvocabulario, en enseñanzas, en imágenes, endoctrinas e incluso en burocracias y estilos co-loniales. El orientalismo, en la perspectiva deSaid, es una serie de imágenes que Occidenteha creado sobre Oriente y que se apoyan enun conjunto de procesos de institucionaliza-ción. El orientalismo es un proceso de institu-cionalización que se refleja en la apoteósica se-rie de informes consulares, en los informes deviajeros, en la novelística, en los estudios et-nográficos, en los informes de guerras, en lasexpediciones militares y científicas, en el cuer-po de descripciones coloniales, etc.

Said, como Foucault en su obra en gene-ral, intentó realizar en Orientalismo una ins-pección profunda sobre la relación entre cul-tura y mundo, intentando superar así los lí-mites que encontraba en la reducción que seoperaba en ciertas versiones del marxismoque consideraban la noción de ideología co-mo mero reflejo de las condiciones materia-les. En este sentido, contribuyó también aprofundizar la tarea que habían impulsado al-gunos marxistas como Antonio Gramsci yRaymond Williams, así como de algunosconspicuos representantes de la Escuela deFrankfurt como Benjamín o el mismo Ador-no, para quienes la cultura y sus asociacionescon la ideología constituían un campo por sí

mismo y cuya indagación permitiría conocersecularmente el modelo de existencia delmundo contemporáneo. La contribución cla-ve de Edward Said en esta perspectiva fue lade haber impulsado la apoteósica empresa deindagar las relaciones entre cultura modernay colonialismo.

Interesado en rastrear genealógicamente lasimágenes producidas en el Occidente sobreOriente, Said se propuso indagar en las rela-ciones existentes entre los procesos de institu-cionalización del saber erudito, y que se vin-cularían con una de las expresiones del huma-nismo moderno, con el amplio saber funda-mentado en las doctrinas raciales y con elejercicio práctico de las lógicas colonialesejercidos sobre ese Oriente. Así, es importan-te tener en cuenta que Said problematiza demanera cuidadosa los procesos de articula-ción que hay entre las imágenes instituciona-lizadas sobre Oriente y el ejercicio práctico delas lógicas coloniales en que se fundamentanesas imágenes. Las imágenes del orientalismocreadas en largos, sistemáticos y sostenidosprocesos de institucionalización -que ocurrendesde al menos el siglo XVIII- son variadas yheterogéneas e incluso aparentemente contra-dictorias, pero finitas y con importantes pun-tos de regularidad y convergencia: estas imá-genes oscilan entre la sublimidad y la barba-rie, entre el espiritualismo y la rusticidad ma-terialista, entre la insuperable lejanía culturaly la monotonía, es decir, entre imágenes dico-tómicas pero que coinciden todas en señalarla incapacidad de los “orientales colonizados”de ejercer por sí mismos la soberanía políticay económica.

El orientalismo como un proceso discipli-nar nos habla de un “Oriente orientalizado”,que es en realidad la encarnación material delos procesos enunciativos. No hay en Orien-talismo algo así como un Oriente real fuera delos procesos enunciativos. El Oriente es unaverdad producida por el lenguaje, un lengua-je entendido en términos de Nietzsche, el re-ferente crucial de Foucault, y quien define allenguaje como un ejército móvil de metáfo-ras, metonimias y antropomorfismos, como

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temas

una suma de relaciones humanas que han si-do mejoradas, transpuestas, embellecidas re-tórica y poéticamente y que luego de un lar-go tiempo de uso aparecen firmes, canónicasy obligatorias para la gente. En suma, el len-guaje construye verdades que son ilusiones yque hemos olvidado que lo son (Said1979:203).

El uso genealógico del lenguaje presupone,entonces, que el lenguaje es capaz de producirverdades que se naturalizan al olvidar su pro-pia génesis artificial. Esto permitió a Said des-plazar el uso de una serie de nociones sobre ellenguaje desde la crítica a la modernidad engeneral -como lo hicieron Nietzsche y Fou-cault- hacia la experiencia colonial. Uno delos ejes más provocadores de este desplaza-miento lo encontramos en las definicionesorientalismo latente y orientalismo manifiestoy en el papel que en estas definiciones cum-plen los representantes del lenguaje experto.

Para Said, el orientalismo se divide en unorientalismo latente, al que caracteriza por serde una positividad inconsciente e incuestio-nable, y un orientalismo manifiesto que se ex-presa en los enunciados explícitos que se ha-cen, entre otros, sobre la sociedad, el lengua-je, la historia y las literaturas orientales. Enesta dicotomía uno de los resultados más evi-dentes que se producen es el de la continui-dad y la estabilidad de las imágenes que seproduce en el orientalismo como resultado dela supremacía del orientalismo latente. Loscambios imperceptibles se pueden produciren las contradicciones que quizá pueda haberentre ciertos enunciados manifiestos que sehacen sobre Oriente. Es posible, entonces,encontrar imágenes ambivalentes y quizáciertos desplazamientos entre despotismo yespiritualismo o entre degeneración y riquezaespiritual, pero las imágenes inconscientesterminan fijando estas ambivalencias en lasconcepciones de una inferioridad natural deOriente respecto a Occidente.

El peso de estas imágenes se hace mayordesde el siglo XIX cuando las expresionescientificistas del orientalismo otorgan un pe-so cada vez mayor a los discursos pronuncia-

dos por los expertos. El lenguaje experto san-ciona con carácter de irrefutable veracidad lasimágenes de Oriente y, a la vez, el procesomaduración del lenguaje experto acompañala sofisticación en los procesos de ingerenciacolonial. Nos encontramos, entonces, que amedida que avanzan el siglo XIX y el sigloXX, las imágenes sobre Oriente se modelancada vez más desde actitudes instrumentalesque, a su vez, se acompañan de las formas es-pecíficas de la profesionalización de los deno-minados orientalistas.

Del nihilismo foucaultiano a premisasuniversales postcoloniales

Sabemos que la obra de Foucault es una obradefinitiva en la conformación del pensamien-to postmoderno y hemos hecho referencia aciertos elementos teóricos de Foucault que in-fluyen notoriamente en la obra Orientalismo.Sin embargo, Said no es un pensador post-moderno; por el contrario, Said establecegrandes distancias tanto con el postmodernis-mo en general como con la obra de Foucaulten particular. Seguidamente quisiera estable-cer algunos contrastes significativos entre loslegados de la obra de Said y el legado de Fou-cault, intentando mostrar cómo la obra deSaid puede ser una interesante fuente paraneutralizar el desasosiego y el nihilismo queaproxima al postmodernismo con corrientespolíticamente conservadoras. Para esto qui-siera hacer una serie de referencias al papel dela ética, de lo universal y del humanismo enla obra de Said y, a la vez, quisiera hacer refe-rencia a una de las respuestas más interesantesque se han hecho desde el pensamiento post-colonial al escepticismo político inherente ala obra de Foucault.

Quisiera empezar haciendo referencia a al-gunos de los puntos de convergencia que exis-ten en la obra de Foucault y el pensamientopostmoderno; luego quisiera ver la forma enla que Edward Said se posiciona ante estospuntos. Una de las obras de Foucault en don-de se hace explícita la nueva perspectiva sobre

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la política aparece en la Microfísica del Poder,sobre todo en la sección “Los intelectuales y elpoder”, que es una conversación a dúo entreFoucault y Gilles Deleuze. Esta sesión es tam-bién particularmente interesante porque, apartir de una lectura de este texto que hizo lateórica Hindú, Gayatri Spivak, se produjouna de las más interesantes respuestas a las po-siciones postmodernas sobre la política. Eltexto mencionado de Spivak (“Can the Subal-tern Speak?”) resultará especialmente perti-nente ya que podremos encontrar importan-tes coincidencias entre Said y Spivak respectoa las nociones postmodernas de la política es-tablecidas por los pensadores franceses.

En el texto “Los intelectuales y el poder”,Foucault y Deleuze se proponen redefinir lapolítica moderna desde un cuestionamientode las relaciones que los intelectuales de iz-quierda presuponían tener con las masas encontextos de una alta politización de la socie-dad, tal y como ocurría en la década de 1960.A partir de esta redefinición, los autores pro-pusieron someter a juicio las relaciones entreteoría y práctica política. Este ejercicio busca-ba cuestionar las bases de las nociones de larepresentación política y las presunciones deuniversalidad que habría en esas formas de re-presentación. En últimas, Foucault y Deleu-ze, buscaban cuestionar las bases de la repre-sentación política expresadas a través de lospartidos políticos así como en las pretensio-nes que los intelectuales creían tener de la re-presentación de las masas. Para esto llevaron acabo un cuestionamiento radical a la relaciónentre teoría y acción política así como a laspretensiones de universalidad inherentes a lasformaciones partidistas.

De acuerdo con Foucault y Deleuze, lasluchas contemporáneas se caracterizan por serlocales y fragmentarias. A su vez, las luchasmuestran que las prácticas no son representa-ciones de las teorías sino que las prácticas y lasteorías son por igual acciones: acciones teóri-cas o acciones prácticas. Otro de los criterioscentrales que sostienen es el de que las luchascontemporáneas demostrarían que las masasno necesitan de los intelectuales. Lanzando

una crítica radical a los estructuralismos vi-gentes en la década de los sesenta, Foucault yDeleuze elaboran una retórica fuertementeinfluida por las nociones de Nietzsche sobreel lenguaje, que les lleva a decir que las teoríasno tienen nada que ver con los significantes yque la vigencia de las teorías se da solamentepor su utilidad e, incluso, sostienen que enrealidad ninguna teoría se refiere a otra teoría.Desde su perspectiva, cada teoría surge en elcontexto de cada lucha parcial, por lo que re-sulta totalmente indiferente la pretensión dehablar por los otros o de pretender la existen-cia de teorías capaces de representar a otros.

Al contrario de los supuestos en los que sebasan los enfoques que aceptan la vigencia deformas de representación política, para Fou-cault y Deleuze, las luchas parciales y frag-mentadas de los sectores sociales muestranque cada cual habla de manera práctica en losasuntos que les concierne directamente. ParaFoucault y Deleuze no existe ningún centroque aglutine las luchas de los sectores subal-ternos y más bien la política se define por lasexperiencias empíricas que ocurren en cadafábrica, en cada huelga, en fin, en cada luchaparcial adelantada por los sectores subalter-nos. Foucault incluso llega a establecer que elcarácter progresista de las luchas de los secto-res subalternos se debe a la propia parciali-dad. En su opinión, mientras los subalternosdesarrollan luchas parciales, los poderes esta-blecidos se caracterizan por sus pretensionesde abarcar la totalidad. Las luchas de las mu-jeres, de los homosexuales, de los soldados enlas barracas, de los prisioneros en las cárceles,se caracterizarían por evitar la sustitución deun amo por otro y esto se expresaría en la ne-gación misma de las fuerzas que pretenden re-presentarlos por fuera de su propia acción.

Para Foucault y Deleuze el elemento deemancipación real de las luchas de los subal-ternos es aquel que se desarrolla por fuera delas representaciones partidistas. Al estableceruna relación entre la crítica a la representa-ción partidista y a las críticas a las formas deexpresión del lenguaje moderno, la visiónpostmoderna de las luchas de los subalternos

ICONOS 104

temas

sería una muestra del fin de humanismo y delfin de los metarrelatos como uno de los luga-res comunes del postmodernismo.

Antes de entrar directamente a algunoscriterios de Edward Said que permiten reco-nocer una importante distancia crítica de suobra respecto al pensamiento político de Mi-chel Foucault, quisiera hacer una breve refe-rencia al texto de Spivak “¿Can the subalternspeak?”, en el que esta autora postcolonial,muy próxima a E. Said, ofrece una interesan-te respuesta al texto de los franceses y a las re-feridas nociones postmodernas sobre la políti-ca. El aporte más significativo del artículo deSpivak es su propuesta de llevar el razona-miento de Foucault y Deleuze al campo de lasteorías del lenguaje y, a partir de ahí, ver lasconsecuencias políticas que estas teorías tie-nen en contextos neocoloniales. En su artícu-lo, Spivak muestra cómo la imagen de los su-balternos de Deleuze y Foucault es construidaal precio de definirlos en un modelo opuestoa los códigos lingüísticos heredados del hu-manismo y desde una forma de concebir elquehacer político por fuera de las formas derepresentación política centralizada, institu-cional o macro-social. En su argumentación,Spivak considera la necesidad de re-introducirun análisis del lenguaje y la representación.Para ella, Foucault y Deleuze pretenden rom-per las diferencias que existen entre las accio-nes de los trabajadores y las formas en que es-tas acciones se representan, a partir de una re-valorización del positivismo y de la noción delo “real”, entendido como las “acciones purasejecutadas por los dominados”.

Spivak considera que en la posición deFoucault y Deleuze se esconde un viejo deba-te sobre las distintas percepciones acerca de larepresentación y la retórica como tropologíasy como modos de persuasión. Según Spivak,Deleuze y Foucault caen en una especie deesencialismo utópico porque suponen que enlas simples manifestaciones de los subalternosya se hace explícito su lenguaje y sus intencio-nes políticas. Para Spivak, por el contrario,hay que establecer una diferenciación entrelos elementos sustantivos -lo que ella deno-

mina los elementos tropológicos- y los ele-mentos persuasivos del lenguaje. Spivak in-tenta superar este esencialismo reconsideran-do los elementos abstractos del lenguaje queinciden en la identidad de clase en el sentidomarxista. Recordemos que para Marx, en elsentido hegeliano, las clases tienen una dobleexistencia, como clase en sí y como clase parasí. Esta dualidad nos habla de un momentoen que las clases se representan de un mododescriptivo mientras que en otros momentoslos sectores subalternos se representan enfati-zando la necesidad de la transformación so-cial. Esto conduce a sostener que la simple ex-presión descriptiva de un sector social no esgarantía automática de su expresión política.Otra forma en la que se expresaría esta duali-dad sería en la diferenciación entre identidadeconómica e identidad política. Para Spivak,esta dualidad en sentido marxista contrastacon la imagen del sujeto único que Foucaulty Deleuze definen desde el plano de la expe-riencia positiva. Nos encontramos entoncescon que la identidad -de clase, étnica, de gé-nero, etc- no constituye un elemento auto-mático y natural sino que presupone la exis-tencia de un elemento discursivo y artificialque la lleve a cabo.

Finalmente, Spivak considera que la defini-ción de acción política de Foucault y Deleuzeayuda al mantenimiento de estructuras inter-nacionales asimétricas ya que coloca en unmismo plano la acción de ciertos estamentosdel capitalismo central que pueden estar habi-

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Gesto inolvidable: Said, una piedra y la causa palestina (Líbano, 2000).

ww

w.a

ijac.

org.

au

tuados al entrenamiento humanista, y la de losdesempleados o los trabajadores agrícolas detercer mundo (Spivak, 1988:272). Esta pers-pectiva presupone una visión distinta al nihi-lismo postmoderno en relación a la participa-ción política y a la función de los intelectuales.

Said: una lectura secular y humanista deFoucault

Como vemos, el re-conocimiento delcarácter artificial delas identidades po-líticas está relacio-nado con el manejode una teoría mo-derna del lenguaje.Quisiera mostrarcómo Said utilizade la teoría de Fou-cault los elementosexplícitamente mo-dernos de su teoríadel lenguaje y, a lavez, cómo deshechaciertas nociones

que conducen a perspectivas esencialistas so-bre la identidad. Para esto quisiera referirme aciertos pasajes de la obra de Said Representa-tions of the Intelectuall, a una entrevista ofre-cida a W.J.T Mitchell y aparecida en la revis-ta Boundary 2 del verano de 1998, así comoal libro Cultura e Imperialismo en el que Saiddesarrolla su noción de “resistencia anti-colo-nial”.

El texto Representations of the Intellectualofrece una amplia reflexión sobre el papel queSaid adjudica a los intelectuales en la sociedadcontemporánea, tomando como ejemploprincipal la sociedad norteamericana. El li-bro, resultado de la participación de Said en1993 en las Lecturas Reith que anualmenteorganiza la BBC de Londres, es una ampliareflexión sobre la participación de los intelec-

tuales en la vida pública y una crítica explíci-ta a la reclusión que los intelectuales nortea-mericanos tienen en las universidades. ParaSaid, el modelo de profesionalización que seda en los Estados Unidos, en el que -señala-ba- no había siquiera un equivalente al pro-grama de la BBC, incidía directamente en undebilitamiento de la participación de los inte-lectuales en la actividad pública, como voce-ros independientes de la ética y como vigilan-tes del poder. En uno de los últimos capítulosdel libro, Said hace referencia al papel crucialde Foucault en la teoría contemporánea. ParaSaid, Foucault contribuyó al establecimientode una perspectiva secular del conocimiento yde la autoridad a partir del serio cuestiona-miento al que somete las presunciones de ob-jetividad y de neutralidad del saber moderno.Sin embargo, Said reconoce que las conse-cuencias de las nociones de acción política deFoucault, especialmente las referidas a la per-dida de referentes universales, se liga al apare-cimiento de los fundamentalismos contem-poráneos. De las contribuciones que toma deFoucault sostiene que la crítica de la objetivi-dad y de la autoridad son una importantecontribución ya que señalan como en el mun-do secular los seres humanos construyen susverdades. Esta perspectiva le permitió al mis-mo Said desmontar el aparato conceptual ypolítico sobre el que se fundamenta el colo-nialismo en base a verdades creadas por lapropia lógica colonial. Sin embargo, paraSaid, el desmantelamiento del proceso deconstrucción de verdades no debe conducir ala destrucción de ciertos universales, lo quedistancia a Said de dos consecuencias queexisten en la definición foucaultiana de la po-lítica: del carácter supuestamente progresistaque habría en la acción política de cualquiermovimiento subalterno por su mera ejecu-ción y de la mimesis acrítica entre el intelec-tual y el movimiento en el que participa al re-nunciar a la representación.

Para Said, nociones como justicia, libertado actitudes críticas ante la desigualdad o losmanejos estereotipados, son armas con lasque cuenta el intelectual y le sirven como me-

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temas

En la obra de Said encontramos una paradoja

intelectual y política que podría arrojar frutos insospechados en el diseño de agendas

académicas y políticas en países sometidos a densas

experiencias coloniales:la coexistencia de elementos

teóricos y políticos fundacionalesdel postmodernismo junto al

humanismo.

canismos para insertar las perspectivas de unintelectual a la vida pública (Said 1994:12).Otros elementos que considera fundamenta-les en un ejercicio intelectual diseñado paraun impacto público de carácter progresista,serían aquellos relacionados con perspectivasseculares distantes de la revelación o la inspi-ración; a la vez, propone una visión del inte-lectual como alguien que apoye irrestricta-mente la libertad de opinión y de expresión.Igualmente, Said enfatiza uno de los más im-portantes ejes de los intelectuales en la luchaque éstos deben establecer permanentementecontra las tendencias fundamentalistas con-temporáneas, amparadas en la visión mistifi-cada de valores particulares como los asocia-dos, entre otros, a sectores raciales, étnicos onacionales.

Uno de los comentarios críticos más recu-rrentes sobre Orientalismo, señala que este li-bro no tomaba en consideración los movi-mientos políticos desarrollados por los secto-res sometidos en contra de los patrones im-pulsados por la dominación colonial. Comoresultado de estas críticas, E. Said acometióen la obra Cultura e Imperialismo (cuya pri-mera edición es de 1993) la empresa de estu-diar las formas a través de las cuales los colo-nizados resisten al proyecto colonialista. Enesta obra Said desarrolla una noción de resis-tencia radicalmente distinta a las imágenes dela cultura como lugar de la originalidad iden-titaria de un grupo o como lugar de demos-tración de la resistencia anti-colonial. Sus no-ciones sobre lo cultural y sobre la resistenciaapuntan también a revalidar la noción de louniversal entendiendo que las culturas nati-vas, sometidas a experiencias coloniales, estánatravesadas por la propia experiencia colonialy que además están atravesadas por su carác-ter siempre presente. La cultura nativa quepropende hacia las luchas de liberación nacio-nal se diseña en una importante tensión conel formato de la propia experiencia colonial.A esto Said le denomina la “tragedia parcialde la resistencia (en la que) hasta cierto pun-to, debe esforzarse por recobrar formas ya es-tablecidas por la cultura del imperio o, al me-

nos, infiltradas o influidas por él. Este es otroejemplo de lo que he calificado de territoriossuperpuestos: la lucha sobre África a lo largodel siglo XX, por ejemplo, es una guerra porterritorios establecidos y restablecidos duran-te generaciones por exploradores europeos...”(Said 1996:327).

Las luchas anticoloniales de la segunda mi-tad del siglo XX son releídas por Said comouno de los legados intelectuales más impor-tantes de la humanidad, ya que muestran elcarácter imprescindible de modelos políticosque trascienden los elementos defensivos de lasimple resistencia cultural. Said muestra lacrucial presencia de pensadores ligados a laexperiencia colonial o a la subordinación ra-cial antes de la segunda mitad del siglo XX,pero establece que sólo en la lucha anticolo-nial contemporánea se generaron las condi-ciones del pensamiento y la acción políticaque podían vincular la teoría del mundo peri-férico a los destinos globales de la humanidad.

En este sentido, figuras como ToussaintL’Overture en Haití desde fines del sigloXVIII, pensadores como Rabindranath Tago-re o sociólogos negros como W.E.B. Du Boisdesde principios del siglo XX habían estable-cido ya una serie de premisas en las luchas an-ticoloniales como las advertencias “contra losataques masivos e indiscriminados contra lacultura occidental o blanca...” (Said1996:334), pero estas propuestas alcanzan ungrado de coherencia y sistematicidad sólo lue-go de los fracasos de los nacionalismos en Ar-gelia, Guinea, Palestina, entre otros lugares.Es a partir del reconocimiento del fracaso delas proclamas nacionalistas de tipo funda-mentalistas y xenofóbicas -impulsadas por laselites nacionalistas y nativas de los países queestán viviendo los procesos de descoloniza-ción- que surgen perspectivas explícitamenteuniversalistas en pensadores periféricos. Es enel contexto de las luchas anticoloniales del si-glo XX donde madura el pensamiento deFranz Fanon, de C. L. R. James, de AmilcarCabral, de Aime Cesaire, entre otros, desdelas premisas comunes de establecer unas lu-chas anticoloniales que involucren una refle-

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xión global sobre el hombre moderno, sobrelas expectativas y demandas propias de unahumanidad post-colonial.

Así, señala Said, mientras las retóricas delos nacionalismos fundamentalistas fueronapropiadas por los sectores más obscurantis-tas de los países post-coloniales como IdiAmin o Sadam Hussein, el pensamiento pro-gresista de estos países estableció una resisten-cia nacionalista siempre crítica respecto a símisma (Said 1996:341).

Inspirado en teóricos e intelectuales deltercer mundo, que realizaron importantes re-flexiones sobre los alcances y los límites de lalucha anti-colonial, Said considera, comoFranz Fanon, que la vinculación de las luchasanticoloniales a expectativas universales de lahumanidad es la superación de los límites im-puestos por el nacionalismo nativista que, enel caso de África, repitió y a veces radicalizólos patrones de exclusión originados en lapropia experiencia colonial. Las imágenes deun sujeto post-colonial, vinculado a las aspi-raciones democráticas alternativas, a las pro-movidas por los fundamentalismos y por lospostmodernismos en un mundo pos-colonialcada vez mas conectado, las encuentra tam-bién en C.R.L James, “desde siempre cam-peón del nacionalismo negro, (quien) conti-nuamente atempera sus proclamas con afir-maciones y exhortaciones a recordar las insu-ficiencias de la particularidad étnica, del mis-mo modo que es insuficiente la solidaridadsin critica” (Said 1996:341).

Con la imagen de un hombre concreto pe-ro capaz de hablar por encima de los límitesraciales, étnicos o nacionalistas, Said evoca lafigura de Mustafá Said, personaje de Season ofMigration to the North de Tayeb Salih, quienharía el viaje inverso al del personaje Kurtzdel Corazón de la Obscuridad.

“Allí es como aquí, ni mejor ni peor. Peroyo soy de aquí, como lo es la palmera en elprado de nuestra casa, que ha crecido en nues-tra casa y no en la de cualquier otro. No se porqué ha sucedido esto de que hayan venido anuestra tierra ¿Significa eso que envenenaránnuestro presente y nuestro futuro? Tarde o

temprano abandonarán nuestro país, igualque tantas gentes a lo largo de la historia handejado tantos países. Los ferrocarriles, los bar-cos, los hospitales, las fábricas y las escuelas se-rán nuestras y hablaremos su lengua sin sentirni culpa ni gratitud. Otra vez seremos lo queantes fuimos -gentes corrientes- y si somosmentira, seremos una mentira inventada pornosotros mismo” (en Said 1996: 329-330).

Quizás uno de los mayores legados del hu-manismo de Said, de ese humanismo prove-niente de las luchas anticoloniales del sigloXX, sea el reconocimiento del carácter transi-torio de las fijaciones territoriales. A su vez, elreconocimiento de esa transitoriedad quizáspermita comprender que los seres humanos -todos, sin excepción- puedan dudar legítima-mente de las adscripciones a un territorio o auna tradición. Quizás permita imaginar la le-gitimación del carácter nomádico de loshombres modernos y desmontar las fronterasterritoriales y culturales que fijan los límitesde las migraciones post-modernas.

Bibliografía

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temas

Fernando Carrión M.1

Durante los últimos años, la violencia urbanase ha convertido en uno de los temas más im-portantes de la ciudad andina, debido a lasnuevas formas que asume, a los impactos so-ciales y económicos y al incremento de sumagnitud2. Las violencias se han extendidoen todos los países y ciudades de la región conpeculiaridades y ritmos propios, provocandocambios en las urbes: transformaciones en elurbanismo (amurallamiento de la ciudad,nuevas formas de segregación residencial), enlos comportamientos de la población (angus-tia, desamparo), en la interacción social (re-ducción de la ciudadanía, nuevas formas desocialización) y en la militarización de las ciu-dades, amen de la reducción de la calidad devida de la población.

La importancia de la delincuencia comúnen las ciudades de los Andes aún no tiene un

correlato respecto de su conocimiento, por-que no se le ha concedido la importancia, niha sido incorporada en la discusión de losproblemas del desarrollo y de las formas devida urbana, con la urgencia y la prioridadque merece. Si bien esta situación es generali-zada en la subregión, no se puede desconocerque hay un desigual desarrollo. Colombia tie-ne un desarrollo mayor del conocimiento res-pecto de los restantes países, gracias a la infor-mación, comunidad académica y estructurainstitucional que posee.

En los países andinos hay propuestas in-novadoras en materia de control y prevenciónde la violencia urbana que superan aquellasconcepciones que postulan su tratamientocon una acción sobre los síntomas mediantela acción policial, la privatización de la segu-ridad y el incremento de penas. Algunos go-biernos nacionales y locales, instituciones po-liciales, ONG´s y organismos académicoshan iniciado investigaciones y tomado medi-das específicas para prevenir la violencia conresultados positivos.

Con este artículo se presenta -de manera so-mera- el estado de situación de la temática, des-de las perspectivas de la violencia y las políticas.

La violencia andina

Los Andes en el contexto de América Latina

Para 1990, el promedio mundial de la tasa dehomicidios fue de 10.7 por cien mil habitan-

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1 Director FLACSO-Ecuador, Editorialista Diario Hoy,Consultor internacional. Email: [email protected]

2 “La violencia no sólo es ubicua y elusiva, sino que pa-rece crecer y multiplicarse rápidamente en todo el pla-neta, amenazando en convertirse en uno de los proble-mas más intratables de la especie humana. Su velozcrecimiento, es probable que la convierta en el proble-ma más importante del ser humano para el Siglo XXI”(Echeverri, 1994).

Carrión, Fernando,2004, “La inseguridad ciudadana enla comunidad andina”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 109-119.

inseguridadciudadana

La

en la comunidad andina

tes y de 22.9 de América Latina. Esto signifi-ca que Latinoamérica tiene una tasa de másdel doble del promedio mundial (Buvinic,Morrison y Shifter, 1999). Según la OPS(1994) la tasa de homicidios para AméricaLatina en 1994 fue de 29 por cien mil habi-tantes y entre 1984 y 1994 aumentó en másdel 44%, siendo pocos los países que decre-cieron. El BID (Londoño, et.al. 2000) estimaque la violencia en América Latina arroja re-sultados alarmantes: cada año cerca de140.000 latinoamericanos son asesinados; 54familias sufren un robo por minuto, 28 mi-llones al año y la pérdida de recursos es apro-ximadamente del 14.2% del PIB. Estas cifrassignifican que “la violencia, medida por cual-quiera de estos indicadores, es cinco vecesmas alta en esta región que en el resto delmundo”.

Como todo promedio esconde diferen-cias, no se puede negar la dispersión existen-te entre países, que se expresa en una brechade 50 veces entre el país que tiene la tasa másalta -El Salvador- con el que tiene la más ba-ja -Chile-. Los países que tienen las más altastasas de homicidios por cien mil habitantesson El Salvador (150), Guatemala (150) yColombia (89.5), aquellos que tienen las másbajas son: Chile (3), Uruguay (4.4) y CostaRica (5.6), siendo las tasas de estos últimoscomparables con las tasas de los países euro-

peos. Estamos viviendo -desde mediados dela década de los ochentas- una tendencia ge-neralizada de crecimiento de la violencia enAmérica Latina. Si bien pueden existir algu-nos países que bajen relativamente el creci-miento de sus tasas de homicidios, estas noterminan por modificar la tendencia generalde las subregiones y América Latina.

Desde la perspectiva de las regiones, elCono Sur es una de las regiones menos vio-lentas de América Latina, con una tasa pro-medio de homicidios del 6.2 por cien mil ha-bitantes en 1999, pero con un crecimientodel 14.8 por ciento entre 1984 y 1994. Encontrapartida tenemos a la región andina conuna tasa de 51.9 homicidios por cien mil ha-bitantes y un crecimiento espectacular en ladécada de 105.9 por ciento. Esto significaque la tasa de homicidios en la región andinacreció más de 7 veces que el Cono Sur.

América Central crece con una tasa del20.5 por ciento, con el rasgo de haberse pro-ducido procesos de pacificación en Guatema-la, El Salvador y Nicaragua, lo cual nos hacepensar que se ha pasado de la violencia polí-tica a la común. Lo paradójico de la violenciaCentroamericana es que la tasa de homicidiosen tiempos de paz es mayor a la de los tiem-pos de guerra. En la subregión andina crecenlas tasas de homicidios a un ritmo mayor queen las otras.

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temas Cuadro No.1

América Latina y El Caribe 1984-1994:Tasas De Homicidio Por 100 Mil Habitantes

1984 1994

Regiones Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres

América Central y Caribe Latino 17.5 31.5 3.8 21.1 38.1 4.0

Area Andina 25.2 46.6 4.2 51.9 96.6 7.7

Caribe Ingles 5.2 7.6 2.8 8.7 13.1 4.2

Cono Sur 5.4 9.3 1.8 6.2 10.5 1.9

Brasil 23.2 42.4 4.0 30.1 54.8 5.2

México 18.2 33.3 3.1 19.5 34.8 3.8

Fuente: OPS, 1998

La otra característica digna de resaltarsetiene que ver con la variable de género: existeuna tasa promedio para América Latina de22.9 por cien mil homicidios, que está com-puesta por 41.3 de homicidios masculinos y4,5 femeninos. Esto significa que mueren 10veces más hombres que mujeres o que los ho-micidios en América Latina son fundamen-talmente masculinos; con una tendencia másclara en la región andina.

De esta aproximación se puede concluirque desde 1985 se vive un ciclo expansivo yde transformación de la violencia en AméricaLatina, al grado de que la tasa de homicidiossupera en 114 por ciento a la tasa promediomundial; que el área andina supera a la deAmérica Latina en un 79%; y Colombia re-basa al promedio de la región Andina en49.3%. Esto es, que América Latina es el con-tinente con mayor cantidad de homicidiosdel mundo, los Andes la subregión más vio-lenta de Latinoamérica y Colombia el paísandino con mayor tasa de homicidios.

La violencia en los Andes

Según las tasas de homicidios, la subregiónandina es la que más abona en el comporta-miento violento de América Latina, gracias al

peso que tiene Colombia, que es el único paísque está por encima de la media subregionalandina (51.9)3. Sin embargo, en Venezuela en15 años crece la tasa de homicidios en un88%. Y Perú, Bolivia y Ecuador, que tienentasas por debajo del promedio latinoamerica-no, viven un nivel alto de crecimiento.

El gran salto del crecimiento de la violen-cia en el Área Andina se produce a partir de1985, gracias al peso de Colombia y Perú,que más que cuadruplican sus tasas de homi-cidios en el quinquenio, justo en un momen-to en que coincide la violencia del narcotráfi-co con la violencia política.

La subregión andina tiene dos extremos:Colombia con la tasa más alta (65.5) y Boli-via (9) la más baja. Esta comparación niega lacorriente de interpretación de la violencia quese sustenta en la hipótesis de que las violen-cias se originan en la pobreza, el narcotráfico,el déficit de Estado y la diversidad étnica. Es-

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Cuadro No. 2Área Andina 1980, 1990 Y 1995:Tasas de Homicidio por cada 100 mil habitantes

Fines del 70 Fines del 80 Última cifra disponiblePrincipios del 80 Principios del 90 Alrededor de 1995

Colombia 20.5 89.5 65.0

Venezuela 11.7 15.2 22.0

Perú 2.4 11.5 12.6*

Ecuador 6.4 10.3 14.8**

Bolivia

Fuentes: Ayres (1998), OPS (1998), Perú Instituto INEI (1998), BID (1998). *Fajnzylber, P. y otros, 2001. **Arcos, C. y Carrión, F., 2003.

3 El alto nivel de violencia que vive Colombia le con-vierte en el país con mayor tasa de homicidios del áreaAndina y es tal la magnitud de que distorsiona las ta-sas generales de la subregión. Sin embargo, no se tratade un problema actual, pues hay una persistencia en eltiempo que da lugar a pensar en la existencia de una“cultura de la violencia” (De Roux, 1993), que se ex-presa a través de diversos tipos (política, económica,común, etc.) y formas en el territorio (campo, ciudad,regiones).

tos supuestos pierden sustento porque Co-lombia no debería tener la violencia que le ca-racteriza ya que es uno de los países latinoa-mericanos que tiene larga tradición de go-biernos democráticos y crecimiento económi-co sostenido. Y Bolivia, en cambio, tiene lascondiciones para ser uno de los países másviolentos, por ser pluriétnico, tener menordesarrollo relativo, una fuerte presencia dicta-torial, un escaso peso estatal y es productor denarcóticos. Por lo pronto se puede formular lahipótesis de que en Bolivia se canaliza la con-flictividad social a través del sistema políticoy de una sociedad civil fuerte. Pero tambiénpuede ocurrir que cada país tenga un tipo deviolencia propia, que le sea característico desu conflictividad o que, lo que en un paíspuede ser una causa o factor en un momentodeterminado, en otro país o momento puedeser otra.

La criminalización tiene un costo econó-mico que lleva, según el BID, a que “la vio-lencia sea en la actualidad -sin duda- la prin-cipal limitante para el desarrollo económicode América Latina”. El costo económico pro-medio de la violencia en Latinoamérica esdel 14.2 por ciento del PIB (BID, 2000), locual significa 160.000 millones de dólares ocerca del 25% de la deuda externa de Amé-rica Latina.

El costo económico de la violencia

Si comparamos las tasas de homicidios porpaís con el de costo económico de la violen-cia, se puede concluir que a mayor tasa de ho-micidios es mayor el costo económico de laviolencia; que en la relación de homicidiospor costo, Colombia y Perú tienen un com-portamiento relativamente parejo (2.6 y 2.5respectivamente) mientras que Venezuela tie-ne un poco más bajo (1.9). Ecuador y Boliviano han hecho estudios del costo económicode la violencia, pero si extrapolamos el com-portamiento de los otros países estudiadospor el BID (Colombia, Venezuela y Perú), sellega a la conclusión de que el promedio re-gional andino es de 13.86 % del PIB, un po-co más bajo del promedio de América Latina(14.2%), que en Ecuador serían de 6.2% y enBolivia de 9.5% del PIB.4

Por otro lado, tenemos que los países conlas más altas tasas de homicidios son los quedestinan la mayor cantidad de recursos eco-

ICONOS 112

temas Cuadro 3

Costos económicos de la violencia social en seis países latinoamericanos(expresado como porcentaje del PIB de 1997)

Brasil Colombia El Salvador México Perú Venezuela

PérdidasEn salud 1,9 5,0 4,3 1,3 1,5 0,3

PérdidasMateriales 3,6 8,4 5,1 4,9 2,0 9,0

Intangibles 3,4 6,9 11,5 3,3 1,0 2,2

Transferencias 1,6 4,4 4,0 2,8 0,6 0,3

TOTAL 10,5 24,70 24,9 12,3 5,1 11,8

Fuente: Juan Luis Londoño (1998)

4 Según el BID, “la violencia es en la actualidad -sin du-da- la principal limitante para el desarrollo económicode América Latina, a lo cual puede añadirse -sin temora equivocación- que también es una limitante para lademocracia, porque corroe y deslegitima a las institu-ciones democráticas como, por ejemplo, el sistema ju-dicial, la Policía, y el Parlamento…” (BID 1996).

nómicos a la seguridad. El costo de la violen-cia en Colombia, que tiene una tasa de 65 ho-micidios por cien mil, fue del 24.7 % del PIBy en El Salvador (con cerca de 150) del 24.9%. En contrapartida, Costa Rica, Chile yUruguay, que tienen las tasas de homicidiosmás bajas de América Latina, son los paísesque cuentan con los presupuestos más altosdestinados a la inversión social. Ergo: la me-jor política de seguridad ciudadana es aquellaque diseña buenas políticas sociales con re-cursos económicos significativos.

Esto significa que el incremento de losgastos en seguridad disminuye los recursosdestinados a lo social, porque hay un com-portamiento inversamente proporcional. Es-to es, una lógica contraria a la disminución dela violencia y próxima al incremento de loscostos que se incurren en ella. Si se diseñaraun presupuesto que apoye a la disminuciónde la violencia, se tendría más recursos para losocial y ayudaría a reducir el déficit presu-puestario. Adicionalmente, no habría la nece-sidad de los ajustes, habría más recursos eco-nómicos, mejoraría la calidad de vida y lasinstituciones se fortalecerían.

La violencia urbana

La violencia es un proceso que tiene historia,por eso crece y cambia. La transformación enla hora actual tiene que ver el aparecimiento deuna violencia moderna que supera y coexiste ala tradicional. La violencia tradicional es la ex-presión de un hecho cultural (asimetría fami-liar, mecanismo lúdico) o de una estrategia desobre vivencia para ciertos sectores empobreci-dos de la población. Y la moderna es aquellaque se organiza con la disposición explícita decometer un acto violento. Este tipo de violen-cia se desarrolla a través de organizaciones conrecursos, criterio empresarial, tecnología avan-zada, nuevos actores, transnacionalización deldelito e infiltración en el sistema social. Este ti-po de violencia se expande con fuerza desde lamitad de la década del 80 y es el que genera elincremento de los hechos delictivos.

La violencia moderna constituye un espa-cio que no reconoce las fronteras dado su ca-rácter ubicuo, pero que tiende a privilegiar lourbano. Por eso estamos viviendo un procesode urbanización de la violencia en la sub re-gión andina, lo cual -bajo ningún punto devista- significa que la ciudad sea fuente deviolencia por símisma. Con la ur-banización acelera-da de la subregión,hoy tenemos que lamayor parte de lapoblación vive enciudades y que, portanto, la mayorcantidad de delitosse concentran enlas urbes.

En el caso ecua-toriano se tieneque los homicidiosson fundamental-mente urbanos: delos 1.834 homici-dios que se conta-bilizaron en 1999,el 77.5 por cientose produjeron enlas ciudades, es de-cir, 1.422. Las ciu-dades colombianasde “Bogotá, Medellín y Cali concentran apro-ximadamente el 30% de la población colom-biana y aportan cerca del 40% de los homici-dios, lo que permite ilustrar la hipótesis delproceso de urbanización de la violencia” (Zu-luaga, 2001) En Bolivia, las tasas de homici-dio por departamento permiten relacionarlascon el grado de urbanización y concentracióndemográfica. Así, conforme el proceso de ur-banización y migración campo-ciudad se in-crementa, las tasas de homicidio se concen-tran más en los tres departamentos del ejecentral del país (La Paz, Cochabamaba y San-ta Cruz), espacio geográfico que asimila enmayor proporción los flujos migratorios. En1995 los tres departamentos del eje central

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La mejor política de seguridad ciudadana es aquella que diseña buenaspolíticas sociales con recursoseconómicos significativos.Hace falta diseñar estrategiasciudadanas de prevención y control, inscritas en visiones degobierno de la seguridad,que vayan más allá delo policial y del estrechomarco nacional.

concentraban el 81% del total de homicidioscometidos en el país. En cambio, en el año2001, la misma región concentró el 95% deltotal de homicidios a nivel nacional (Quinta-na, 2003). En Perú, Lima concentra casi el60% de la población urbana y de los delitosdel país (Piqueras, 1998).

Por otro lado, si comparamos las tasas dehomicidios de los promedios nacionales conlas correspondientes a las ciudades más im-portantes de cada país, vemos que las urbestienen tasas superiores a las de los países. Esdecir, que las tasas de las ciudades principalesson bastante superiores a los promedios na-cionales. El caso colombiano quizás sea elmás aleccionador y la ciudad más violenta,sin duda, es Medellín, aunque con una ten-dencia hacia el descenso desde 1990.

Lo que sí se evidencia es una falta de co-rrelación entre urbanización y violencia, por-

que según ello Venezuela debería ser el másviolento y Bolivia el menos. El predominio dela población urbana, el incremento del núme-ro de ciudades y la generalización de la urba-nización, no son causales del incremento dela violencia. Lo que ocurre es que en las ciu-dades se concentra el mayor número de casosde violencia porque hay más población, perode allí extraer una correlación de que a mayorurbanización mayor violencia hay una distan-cia muy grande.

Las propuestas de política

La violencia común es una de las expresionesmás claras de la inseguridad ciudadana. Sinembargo, los gobiernos locales y nacionales dela región y la propia sociedad aún no la hanasumido con la debida propiedad, al extremode que el enfrentamiento al hecho delictivo

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temas Cuadro No. 4

Tasas de Homicidios por 100.000 habitantes (1980-2000)

1980 1985 1990 1995 2000

Colombia 20.5 42 89.5 65Bogotá 28.9 55.8 58.9 34.8Cali 30 70 88 110 103.0Medellín 66.9 335 169.1

Venezuela 12 10 15.2 22Caracas 18 14 28 52

Perú 2.4 3 11.5 10.3Lima 25.6 28

Ecuador 6.4 10.3 13.4 15Quito

Bolivia 16.7 22.8La Paz

Promedio AL 15 18 25 30

Fuente: Juan Luis Londoño (1998). Arcos, C. y Carrión, F. (2003), Piqueras, (1998), Acero, Hugo (2002), Quintana (2003).

arroja resultados más bien preocupantes. Ins-tituciones fundamentales como la policía y lajusticia se desacreditan por fuera y se corroenpor dentro y los habitantes se recluyen en unmundo privado cada vez más complejo. Lajusticia acumula más casos de los que ventila yen general se erosiona a pasos agigantados.

Las principales concepciones que sirvenpara enfrentar la violencia urbana son dos: launa, inscrita en una política estatal -hoy do-minante- que propugna el control de la vio-lencia vía represión y privatización y, la otra,como seguridad ciudadana que se inscribe enuna relación sociedad-estado que, a la par queenfrenta al hecho delictivo, busca construirciudadanía e instituciones que procesen de-mocráticamente los conflictos.

La primera tiene dos salidas equívocas: reprimir y privatizar

Para hacer frente a la violencia urbana seplantean dos salidas: represión y privatiza-ción, inscritas en las ópticas de la seguridadnacional y pública, con lo cual no hay una di-ferenciación entre el acto de violencia políti-ca con el de violencia común porque -segúnsus preceptos- todas las violencias socavan lasbases de la convivencia de la sociedad y delEstado, en tanto afectan la propiedad priva-da, rompen las reglas del mercado y deslegiti-man la acción estatal.

Se puede señalar que la mayoría de las vio-lencias se dirigen hacia la población y una mi-noría hacia el Estado5 Pero la acción del Esta-do es inversamente proporcional, a pesar deque en la actualidad las violencias afectan mása los ciudadanos y a sus instituciones, que alEstado y sus órganos. En general, los Estadoslatinoamericanos prestan mayor atención alas violencias macro, relacionadas con el nar-cotráfico y la guerrilla, que a las comunes,siendo paradójicamente que la mayor canti-

dad de víctimas provienen de esta última.El Estado (policía, ejército y justicia) se

convierte en el depositario de la seguridad ygarante de la protección colectiva de la pobla-ción -que exige mano dura a la fuerza públi-ca y al conjunto de los aparatos estatales paraque se proteja sus bienes y vidas-. En este ca-so, las acciones fundamentales se dirigen ha-cia el control de la violencia bajo una ópticarepresiva, que se caracteriza por:

a) Ante el desbordamiento de los sistemas ju-diciales y penitenciarios, por la magnitudde la violencia y sus nuevas formas, se exi-ge una reforma a los códigos penales diri-gida a modificar los tipos de delito y a in-crementar las penas. El concepto de delitoy de delincuente cambia en la visión esta-tal que es, en última instancia, la que creay define la figura del delito y las penas co-rrespondientes. Se aumentan las penas acierto tipo de delitos y también nuevos ti-pos de delincuentes (los niños y los jóve-nes). Pero lo más grave es el avance de laimpunidad y la saturación de las cárceles,en muchos casos, con personas sin senten-cia o inocentes6.

b) El enfrentamiento al hecho delictivo me-diante el uso de la fuerza. Allí se inscriben,por ejemplo, los operativos que periódica-mente se realizan para controlar la delin-cuencia común en las poblaciones de bajosingresos. En general se caracterizan por serparte de una estrategia de represión, ame-drentamiento y seguridad inscritas en unaconcepción antisubversiva. Son operacio-nes tipo rastrillo que se desarrollan congran despliegue informativo y de fuerzas.

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5 “El porcentaje de muertos como resultado de la sub-versión no pasó del 7.5% en 1985, que fue el año to-pe. Mucho más que las del monte, las violencias quenos están matando son las de la calle” (UNAL-COL-CIENCIAS, 1988)

6 Según Armando Montenegro, Ex-Director de Planea-ción Nacional de Colombia, la probabilidad de queun delincuente sea capturado y juzgado es casi nula.Por cada 100 delitos que se cometen en Colombia, só-lo 21 son denunciados a las autoridades. De éstos, 14procesos prescriben por diferentes causas y únicamen-te 3 terminan con sentencia. Esto quiere decir que laprobabilidad de que un delincuente no reciba un cas-tigo es del 97 por ciento (El Tiempo de Bogotá, 27abril de 1994).

El Estado se ve desbordado en sus capacida-des y pierde su condición de garante de la se-guridad ciudadana7. Las limitaciones de laspolíticas represivas y de control, y ante el au-mento de la delincuencia y la corrupción delos aparatos punitivos, conduce -en un con-texto de modernización del estado- a la priva-

tización de la segu-ridad. La privatiza-ción de la seguri-dad permite queciertos sectores so-ciales -entre loscuales se encuen-tran policías jubila-dos- promuevanempresas de guar-dianía privada conpersonal poco for-mado y sin un realcontrol. Se desarro-llan un conjunto deactividades econó-micas vinculadas ala seguridad, comola venta de serviciosy mercaderías: ar-mas, alarmas, segu-ridades, defensapersonal, perros.Este marginamien-

to en la administración de justicia produce uncopamiento del control de la violencia porparte de la sociedad civil, a través, por ejem-plo, de la justicia por su propia mano. Los ce-menterios clandestinos se multiplican por laexistencia de grupos paramilitares que se de-dican a la “limpieza social” (Colombia) o“profilaxis social” (Venezuela). La experienciamuestra que este fenómeno de asesinato dedelincuentes, prostitutas y homosexuales pro-viene del cambio en la política de equilibriosentre la policía y la justicia, expresado en eldebilitamiento del poder judicial y la imposi-

ción de políticas represivas por sobre las pre-ventivas.

De esta manera, la seguridad tiende a serpatrimonio exclusivo de los sectores socialesque pueden adquirirla y, por lo tanto, un fac-tor regresivo adicional de la calidad de vida dela población.

La gobernabilidad de la violencia

En contrapartida a la concepción dominante,toma existencia una visión alternativa que vecon preocupación la renuncia del Estado a surol de corrector de las desigualdades, a su con-dición de árbitro en la resolución de conflictosy a su cualidad de garante del interés colecti-vo. En este contexto, la seguridad ciudadanase desarrolla en un espacio social donde la par-ticipación permite enfrentar los eventos socia-les y naturales que socavan lo social, lo públi-co, la convivencia, las instituciones de inter-mediación social, etc. Es una propuesta quebusca gobernar la violencia desde el diseño depolíticas sociales, urbanas y de control, orien-tadas hacia la protección ciudadana.

Los postulados que toman peso en el en-frentamiento del hecho delictivo provienende la vertiente epidemiológica que tienen enla Organización Panamericana de la Salud yen la Alcaldía de Cali a sus dos más importan-te impulsores. El escenario nacional más inte-resante y de mayor aliento en el enfrenta-miento a la violencia es el colombiano, don-de se vienen aplicando un conjunto de accio-nes locales y nacionales con resultados intere-santes. El hecho de que Colombia tenga unnivel alto de violencia, la convierte en el me-jor laboratorio de estudio y de experimenta-ción de la región.

Dentro del territorio colombiano se hancreado múltiples proyectos e institucionesque trabajan sobre el tema: se tienen estrate-gias nacionales, planes regionales y planes lo-cales. Hay un marco institucional altamentediversificado por sector (familia, escuela, ju-ventud, mujer) y ámbito (comunal, local, re-gional, nacional). Existen ópticas preventivas

ICONOS 116

temas

7 “La corrupción y, junto a ella, la impunidad, condu-cen a la criminalización de la propia policía y al desa-rrollo del crimen organizado” (Oviedo 1995).

Los cementerios clandestinos se multiplican por la existencia

de grupos paramilitares quese dedican a la “limpieza

social” o “profilaxis social”.El asesinato de delincuentes,

prostitutas y homosexualesproviene del debilitamiento

del poder judicial y la imposiciónde políticas represivas por

sobre las preventivas.

(educación, empleo, participación) y coerci-tivas (policía, ejército, justicia). Asimismo,en Colombia se percibe una nueva actitudfrente al tema por parte de los partidos polí-ticos, organizaciones populares y medios decomunicación.

Si a nivel nacional existe una propuestatan amplia, a nivel local se tienen también ex-periencias puntuales bastante interesantes.Quizás las más acabadas sean las de Cali y Bo-gotá, a través de estrategias explícitas para en-frentar la problemática, mediante la formula-ción de sendos planes integrales denomina-dos “Desarrollo Seguridad y Paz” (DESE-PAZ) y “Plan Estratégico de Seguridad”, res-pectivamente.

Esta experiencia piloto trasciende a laOrganización Panamericana de la Salud, através de su División de Promoción y Pro-tección de la Salud, que formula el Plan de-nominado “Salud y Violencia: Plan de Ac-ción Regional”, que tiene un contenido re-gional y una metodología que combina ex-periencias novedosas de distintos lugares.En su enfoque deja de lado la tradicionalóptica del control de la violencia por víasrepresivas, y asume una visión preventiva.Intenta enfrentar la problemática desde unaperspectiva descentralizada, donde lo muni-cipal tiene un peso importante, y tiene unapretensión de ser una propuesta interdisci-plinaria e integral.

Conclusiones

La seguridad ciudadana debe ser asumida demanera inmediata. Es un problema interna-cional, de interés colectivo y público, quecompromete al conjunto de la sociedad y susinstituciones. Así como no es un problema deexclusiva responsabilidad de la policía y lajusticia, ni tampoco es sólo del gobierno, lapoblación no puede excluirse y quedar pasiva,porque el paternalismo estatal no conduce ala formación de ciudadanía8.

Siendo la ciudadanía la fuente y fin de laseguridad ciudadana, se requiere su partici-

pación en la solución del problema (porejemplo, en vez de privatizar la policía, do-tarla de ciudadanía). Pero también una nue-va institucionalidad que la asuma, en la quebien podría participar la municipalidad porser el órgano estatal más cercano a la socie-dad civil y a la vida cotidiana. El municipioes una entidad omnipresente en el contactocon la población y tiene un gran reto: abrirdentro de sus competencias un área especia-lizada en juventud.

Pero no será suficiente si no se hace con-trol de la apología de la violencia que realizanalgunos medios de comunicación y en espe-cial la televisión, si no se modifican los facto-res de la cultura lúdica basada en el alcohol,el control de las armas de fuego, el desarmede la población y su monopolio por el ejérci-to y la policía, la iluminación y transportebarrial, el desarrollo de campañas de seguri-dad ciudadanas y defensa civil. Enfrentar laviolencia exige una visión y acción globales,porque en el mejor de los casos “las medidasaisladas solo tienen efectos marginales” (Ra-tinoff-Bid, 1996)

En el campo penal se debe avanzar más enla búsqueda de una racionalidad jurídica fun-dada en el derecho ciudadano, en la desburo-cratización y agilidad de la justicia, que en elincremento de las penas. Hay que diseñarmecanismos que tiendan a resolver pacífica-mente los conflictos y espacios donde la ciu-dadanía pueda conciliar y hacer justicia. Serequiere de una institucionalidad que proceselos conflictos, sobre la base de una pedagogíade la convivencia ciudadana inscrita en unaestrategia de orden público democrático. Poreso hay que modernizar y descentralizar el sis-tema judicial para que sea menos politizado ymás eficiente. Y, por otro lado, reducir la con-flictividad judicial, por ejemplo, con la intro-ducción de la justicia comunitaria, la conci-liación y el arbitraje para descongestionar elsistema judicial, y la puesta en práctica de

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8 “La seguridad ciudadana, más allá de su carácter de te-ma ideologizado, es ante todo un derecho al que le co-rresponde un deber” (Camacho 1994b:1).

agencias comunitarias, comisarías de familiao de género. En otras palabras, hay que intro-ducir mecanismos alternativos de solución deconflictos, que respeten la diversidad y que le-gitimen la justicia consuetudinaria (derechonacido de la costumbre).

Es singular la importancia de la investiga-ción, articulada al diseño de políticas y pro-gramas públicos. Pero debe ser una investiga-ción que combine aspectos teóricos y operati-vos. Este es un campo que requiere un desa-rrollo teórico y una producción de informa-ción confiable.

Es necesario repensar, redefinir y fortale-cer los espacios de socialización fundamenta-les de la sociedad urbana latinoamericana: lafamilia, la escuela, los medios de comunica-ción, la ciudad, etc., así como la creación denuevos “lugares” y mecanismos instituciona-les para la solución de los conflictos, de peda-gogía para la convivencia, la comunicación yla expresión de sentimientos.

No se puede luchar contra el crimen sin laexistencia de una política social explícita. Elcontrol no puede eliminarse, pero sí transfor-marse, desde una estrategia de orden públicodemocrático donde la policía, la justicia y losderechos humanos jueguen otro papel.

Hace falta diseñar estrategias ciudadanasde prevención y control, inscritas en visionesde gobierno de la seguridad, que vayan másallá de lo policial y del estrecho marco nacio-nal. Es necesario construir una “gobernabili-dad de la violencia” que surja de una estrate-gia que vaya de lo local a lo internacional, pa-sando por la escala nacional, y que involucrea la sociedad toda.

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ICONOS 119

¿Dónde se encuentra el debate en torno al desarrollosostenible y las actividades extractivas en el Ecuador? ¿Cuálesson los indicadores relevantes de la contaminación provocada

por el petróleo en la región amazónica? ¿Cómo ha evolu-cionado la legislación ambiental desde la reforma constitu-cional de 1998? ¿En qué influye ésta sobre las responsabili-dades sociales y ambientales de las empresas petroleras?¿Qué relación hay entre los conflictos socio-ambientales

y la crisis de gobernabilidad que conoce el país? ¿Permitirála descentralización asegurar una mejor gestión ambiental

del desarrollo?Esas son algunas de las preguntas que aborda este libro, en elque participan autores procedentes de la sociedad civil (insti-

tuciones académicas, ONG, organizaciones indígenas), laindustria hidrocarburífera y el Estado, quienes aportaron aeste debate nacional, a lo largo del primer ciclo de foros

socio-ambientales organizados por FLACSO entre febrero de2002 y mayo de 2003, sobre la compleja relación entre

desarrollo sostenible y petróleo.

Serie FORO

Petróleo y desarrollo sostenible en Ecuador

1. Las reglas de juego

Guillaume Fontaine, editor

FLACSO- Petroecuador - 2003

Ediciones de FLACSO - Ecuador

FRONTERA

ICONOS 122

Luis Verdesoto1

Los desafíos estratégicos de Bolivia son armo-nizar la democracia política, el desarrollo eco-nómico y la equidad social. Entre la poblaciónexiste consenso en que el actual modelo haproducido estabilidad sin crecimiento y que lademocracia se ha mostrado ineficaz. Durantela gestión de Banzer-Quiroga (1998-2002) seagudizaron aún más los problemas estructura-les y emergieron demandas y movilizacionesdestinadas a incorporar consecuentemente eltema de la pobreza en la agenda nacional.

En 2002 Bolivia cumplió dos décadas defuncionamiento democrático ininterrumpido.Las elecciones de ese año estuvieron marcadaspor las demandas de las movilizaciones de2000 y 2001. Estas demandas fueron inicial-mente intermediadas por movimientos socia-les que se convirtieron en movimientos políti-cos “asistémicos” y que referían a cambios enel modelo de desarrollo, lucha contra la co-rrupción, nueva funcionalidad del Estado enel empleo, la prestación de servicios y los des-tinos del excedente de la exportación de gas,convocatoria a una Asamblea Constituyente yoposición a la “democracia pactada”2.

La oferta electoral del entonces principalpartido de oposición, el Movimiento Nacio-nalista Revolucionario, MNR, se centró en la

lucha contra la exclusión social, la corrupcióny la generación de fuentes de trabajo. El Mo-vimiento de la Izquierda Revolucionaria,MIR, partido de la entonces vigente coaliciónde gobierno, focalizó su debate electoral enuna lucha frontal contra el candidato delMNR, al que calificaba de “vende patria”, enalusión al proceso de “capitalización” (privati-zación realizada entre 1993 y 1997). El Mo-vimiento al Socialismo, MAS, que agregó alsector campesino, indígena y a la izquierda,enfiló su discurso contra la política antidrogay por la revisión del modelo de desarrollo. LaNueva Fuerza Republicana, NFR, antiguoaliado de Acción Democrática Nacionalista,ADN, partido cabeza del anterior gobierno,cuyo líder fue el General Hugo Banzer y aho-ra es Jorge Quiroga, en la práctica no presen-tó programa y evadió la confrontación.

BoliviaLa crisis de

y la representación

2 Consiste en un acuerdo de gobernabilidad entre losprincipales partidos con representación parlamentariatanto para el ejercicio del gobierno como para la opo-sición. El sistema previó, luego de algunas reformasque mantuvieron un espíritu de protagonismo parla-mentario, que esta institución escogerá al Presidentede la República de entre los dos candidatos más vota-dos. Esto implicaba una lógica “forzosa” de acuerdospara conseguir mayoría parlamentaria, la que debía sersostenida por un acuerdo de gestión y por cuotas departicipación en la administración pública. Este siste-ma, que no es “semi-parlamentario” sino de formaciónde mayorías, generó, por un lado, funcionamientosinstitucionales más estables, como es evidente desde laredemocratización; pero, de otro lado, la ingenieríainstitucional no fue necesariamente avalada por la po-blación, que ve a su mandato electoral negociado porlos intermediarios políticos.

Verdesoto, Luis, 2004,, “La crisis de Bolivia y la repre-sentación”, en ICONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Qui-to, pp. 122-132.

1 Sociólogo. Profesor invitado de Flacso-Ecuador.

El sistema electoral boliviano puede sercalificado como de “representación propor-cional personalizada” con candidatos en dis-tritos uninominales y listas cerradas bloquea-das” (Varios, 2003, La política importa, BID,Washington, pp. 108)3. Los resultados en laelección presidencial fueron: MNR, 22.46%;MAS, 20.94%; NFR, 20.91%; MIR,16.31%; y los partidos restantes (7), 19.38%.La primera característica del resultado fue lainsignificancia de la votación de la ADN, de-recha modernizada, uno de los tres partidosque estructuraron la “lógica de pactos”. Se de-rrumbó el funcionamiento de acuerdos sobrela base del “tercero excluido”. La segunda ca-racterística consistió en que el MIR, lideradopor el exPresidente Jaime Paz, cogobernanteen casi todos los regímenes de estas décadasde democracia, se integró, también esta vez,al acuerdo de gobierno, sustentado en su dé-

bil fracción electoral y haciendo pesar la capa-cidad de bloquear la gestión desde su cuotaparlamentaria. La tercera característica, conmayor significación estructural en el sistemapolítico, fue la conformación de un polo, pa-ra unos llamado “neopopulista”, que en todocaso fue un liderazgo regional que recogió,principalmente, a la votación inclinada haciala derecha y que había sido sustento del régi-men tanto como votación originada en la in-formalidad económica y política.

La característica más importante del resul-tado electoral, sin embargo, fue el surgimien-to de un actor cuya presencia se insinuó, des-de entonces, como decisiva para el sistemapolítico. El MAS comenzó a presionar por larecomposición del sistema partidario. Laoposición política se puso a la cabeza de un“frente de masas” -también conformado porlos campesinos, Confederación Sindical Úni-ca de Trabajadores Campesinos de Bolivia,CSUTCB, y los obreros, Central Obrera Bo-liviana, COB- mostrando a la opinión públi-ca que tenía en sus manos la llave de algunaspolíticas públicas que requerían de decisionesparlamentarias. El eje de la oposición oscilóentre la acción en el Parlamento, las calles ylas regiones. La dinámica reivindicativa com-binaba temas clasistas y étnicos con una for-ma ligada al sindicalismo tradicional.

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3 Desde 1997, el sistema electoral boliviano combina,como el sistema alemán, las modalidades proporcionalcon la mayoritaria. Se crearon tres tipos de circuns-cripciones, una nacional en la cual se elige al Presiden-te y Vicepresidente de la República; otra departamen-tal en la cual se eligen a 3 Senadores por cada uno ylos diputados plurinominales representando esa mis-ma circunscripción; y, finalmente, la circunscripciónuninominal, conformada por municipios y fracciones.Se eligen 27 Senadores y 130 Diputados (68 uninomi-nales y 62 plurinominales). Por lo tanto, para cada ca-so, la contabilidad electoral es también diferente. Des-de aquella reforma, los electores votan por dos listas.Por un lado, para Presidente, Vicepresidente, Senado-res y Diputados plurinominales y, por otra, para el Di-putado uninominal correspondiente. La elección delPresidente y Vicepresidente se realiza en circunscrip-ción nacional única por mayoría absoluta de votos. Sino se logra el 50% más un voto, la elección se realizaen una suerte de “segunda vuelta congresal” entre lasdos fórmulas que hubieren obtenido el mayor núme-ro de sufragios válidos. El sistema representativo boli-viano, examinado desde el origen del mandato de suslegisladores –Diputados y Senadores- tiene un carácterdominantemente territorial. Ningún legislador tieneorigen en una elección nacional, salvo el Presidente delCongreso, Vicepresidente de la República. Tanto losDiputados –plurinominales y uninominales- como losSenadores, representan al Departamento bajo tres mo-dalidades diferentes. En este sentido, se asemeja a lossistemas federales de organización del Estado. Pero elEstado boliviano es unitario. En ese contexto, la repre-sentación política presenta un déficit de representa-ción nacional. To

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Hasta 2002, la cuestión pendiente en Bo-livia consistía en el restablecimiento de lasprácticas históricas de desborde de la sociedadcivil sobre el orden estatal y político o el esta-blecimiento de nuevos-modernos-convencio-nales canales institucionales de procesamien-to de las diferencias. El sistema político for-mal apostaba firmemente a que el país habíapasado desde una dinámica política de en-frentamiento entre el sindicalismo (especial-mente minero) y la Fuerzas Armadas, en elcontexto de un modelo estatal de interven-ción en el desarrollo social y económicoorientada al interior, hacia un procesamientopolítico-electoral de la legitimidad, en generalaceptado por los actores, en el contexto decrisis de aquel modelo estatal y de emergenciade una forma radicalmente liberal y abiertahacia la globalización. Los incidentes de fe-brero 2003, que enfrenaron a la Policía con elEjército4, permitieron actos de vandalismo ydieron forma al cuestionamiento del acuerdopolítico como forma de manejo clientelista yprebendal de las cuotas de poder.

Las drogas en la política

La democracia boliviana está nacionalmentesobredeterminada por la definición de seguri-dad de los Estados Unidos, surgidas de suconcepción de la “Guerra contra las drogas”,siendo que el país no ha desarrollado un pen-

samiento o posición autónomos en el tema.Hasta la reciente focalización del problema delas drogas en Colombia, Bolivia fue concebi-da -especialmente por Estados Unidos y algu-nos organismos multilaterales- como el casoparadigmático del área andina.

En Bolivia, en la dimensión formal, se ve-rificó una transacción entre los programas deerradicación de cocales e interdicción, la coo-peración para el desarrollo alternativo (finan-ciamiento para alternativas de produccióncampesina) y el amparo internacional ante labanca multilateral para sustentar el modelo deliberalización económica. En la dimensiónreal, esta transacción consistía en que EstadosUnidos asumía parcialmente un subsidio tem-poral a la erradicación de la hoja de coca y lasustitución de cultivos, el Estado bolivianoadoptaba los costos políticos en el plano de lagobernabilidad y los productores cocaleros so-portaban los costos sociales de la transición.

Por su parte, los diversos gobiernos de lademocracia boliviana presentaron maticesque oscilaron entre la sustitución gradual y laerradicación forzosa. Esta ultima modalidad,que cristalizó en el Plan Dignidad -cuyo ob-jetivo fue el logro del resultado “coca cero”-,potenció un movimiento social-regional ba-sado en los productores de hoja de coca de laregión del Chapare, que posteriormente seasoció a las demandas étnicas que habían sur-gido en otros sectores sociales y regionales.Esta coalición, como hemos anotado, ha lo-grado significativas posiciones electorales, lo-cales y parlamentarias a través del MAS, altiempo que hasta los hechos de octubre de2003 mantuvo una estrategia dual consisten-te en negociación con el gobierno centralmientras abría condiciones de enfrentamien-to urbano y rural.

La explosión

Octubre de 2003 fue la primera muestraabierta de fuerza de los actores populares, lue-go de los hechos de febrero de 2003. Febreromostró una enorme debilidad -casi descom-

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frontera4 Bolivia es una muestra de unas fuerzas armadas que

fueron “derrotadas” en la transición a la democracia,sin embargo, conservaron autonomía para su reorga-nización institucional. A su vez, la democracia fue laoportunidad para la policía de retomar capacidadesautónomas de reordenamiento, especialmente, en re-lación con las fuerzas armadas. Es una historia de de-finición de la identidad institucional de la policía poroposición a las fuerzas armadas, las que a su vez las su-bordinan ante la sociedad y el Estado. A su vez, el con-flicto institucional es mutuamente manipulado paradeterminar una agenda que incluye presupuesto y rea-comodos institucionales. Se ha denominado “Pacto decoexistencia y subordinación pragmática” a la actualdinámica entre las instituciones, que se produce en uncontexto de asimetría en los tiempos y formas de de-mocratización y aproximación a la sociedad, así comoen la comprensión de su respectiva profesionalización.

posición- en el aparato estatal; una disputaque potenció al conflicto social y evidenciólas debilidades de la gobernabilidad.

Un Estado débil como política pública,“desorientado” como gestión, falto de instru-mentos de gobernabilidad y sediento de con-trol, produjo la “peor” combinación política.Febrero había instalado a las Fuerzas Armadascomo único bastión firme del Estado. La ges-tión política gubernamental, escudada tras lasFuerzas Armadas, fue ineficiente en términosdemocráticos. Las legitimidades del sistemapolítico se diluyeron y la situación política co-yuntural se tornó letal en la medida en que nose consiguieron los objetivos de estabilización.

En sus inicios, en septiembre de 2003, laoleada reivindicativa tuvo tintes tradicionales,casi rituales para esos meses en todos los años.Sin embargo, la opinión pública desprendíaun temor a que se produjera un nuevo estalli-do social, impredecible como el anterior. Enel sistema político no existió actor o institu-ción capaz de detectar la acumulación de des-contento, que se expresó mediante accionesque superaron todos los controles sociales yestatales.

Al empezar, el enfrentamiento se focalizósocial y regionalmente: campesinos, indíge-nas, sindicalismo tradicional, excluidos de to-do tipo en el Departamento de La Paz, cuyadepresión económica también fue un factorcatalizador. Posteriormente, la ola alcanzó atodo el altiplano, con los Departamentos deOruro y Potosí, y al valle, en el Departamen-to de Cochabamba. La punta más alta fue laciudad de El Alto5, base del asedio a la ciudadde La Paz, sede de gobierno. Los Departa-mentos orientales, de tierras bajas, nucleados

a través del Departamento de Santa Cruz, ejedel desarrollo agrario boliviano, no se plega-ron y al contrario montaron barreras políticasy sociales.6

La correlación de fuerzas que se exhibió enla escena fue fundamentalmente social -por lapluralidad de agendas- pero con efectos polí-ticos decisivos. Lamultiplicidad deorientaciones de lamovilización que seopusieron a mu-chas formas del “es-tablecimiento” fue-ron, paradojalmen-te, la garantía de suprocesamiento ins-titucional o al me-nos dentro de nive-les menores de vio-lencia. Fundamen-talmente, porqueno se fundieron enuna unidad deorientación, niconsiguieron unadirección políticacon objetivos cla-ros.7

Más aún, la agi-tación social, en unprincipio, no persi-guió un propósitodecidido de derribar al gobierno. El movi-miento surgió en el campesinado del altipla-

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Al final se alejó el espectro de un enfrentamiento generalizado. La consecuenciade mediano plazo es mástemible: la quiebra de la cohesión social y la ausencia deconducción política pueden ini-ciar un ciclo de violenciaoscilante entre lo social y lopolítico. A futuro, podría haber mayor coerción y no mayor democracia.

5 La ciudad de El Alto, de reciente creación como sepa-ración administrativa de La Paz, dormitorio de sus tra-bajadores y sede de las principales industrias, tiene unagama de problemas urbanos de muy difícil solución,siendo la ciudad grande más pobre del país. Ademásde estas connotaciones, la población de El Alto es bá-sicamente aymara, por lo que se sobrepone a la segre-gación urbana una marcada segregación étnica.

6 Esta marcada regionalización del conflicto, que en pri-mera instancia muestra lo que el periodismo llamó las“dos Bolivias”, en alusión a dos formas de desarrollo y

actitudes frente a la dinámica social y estatal, muestrael grado en que se ha quebrado el pacto territorial den-tro del sistema político boliviano, su expresión comodéficit de representatividad de las regiones emergentesen el sistema formal y la escasa interacción y compro-miso tanto como la alta desconfianza mutua entre eli-tes regionales.

7 A diferencia de la otra movilización paradigmática deBolivia, la Revolución Nacional de 1952, en octubrede 2003 no existió un partido político a la cabeza delos acontecimientos que además produjese una con-vergencia interclasista, ni la movilización fue precedi-da de un movimiento nacional que generó organiza-ción militar y social en la población, como fue la Gue-rra del Chaco.

no, que inició un “cerco” -casi convencionalen sus prácticas- a la ciudad de La Paz, blo-queando algunas carreteras importantes y ex-hibiendo un pliego reivindicativo tradicionaly disperso8. El detonante que permitió el as-censo cualitativo del movimiento fue un ope-rativo militar del gobierno para desbloquearel acceso a una población mestiza rodeada depoblación indígena -Sorata- y que atraviesapor otra población, de tradición reivindicati-va y de alta significación para el nacionalismorevolucionario9 -Warisata-.

Los acontecimientos de Sorata y Warisatase inscribieron en una marcada organicidadcon los propósitos políticos del gobierno y enuna marcada ocasionalidad ligada a las debili-dades institucionales nacionales. Por un lado,en la voluntad de los conductores políticos delgobierno ahora defenestrado se trataba de ha-cer un “efecto demostración”10 a los “sedicio-sos” para lo cual se apeló a las Fuerzas Arma-das en apoyo a la Policía. Por otro lado, la fal-ta de preparación para afrontar las situacionesde explosión social por parte de las FuerzasArmadas produjo una exacerbada represión.

Lejos de atemorizar a la masa, el desborderepresivo despertó características represadasde respuesta social violenta a la descontroladaviolencia estatal. Este descontrol está relacio-nado con la incapacidad hegemónica del Es-tado boliviano, entendido como conducción

de comportamientos sociales a través de apa-ratos residentes en la sociedad y está relacio-nado con una crónica opresión sobre la socie-dad. De este modo, se configuró una explo-sión social, entendida como ocupación a-nor-mativa y disruptiva de todos los espacios deexpresión de reivindicaciones a su disposi-ción, en especial, la calle.

Las elites económicas y políticas formaleshan “vendido” a la población boliviana que laúnica expectativa de futuro para el país es laorganización liberal de Estado y sociedad. Es-te fue el principal mensaje durante la demo-cracia, con el que se creía posible fundamen-tar la confianza política en su conducción. Laquiebra de esta estrategia permitió al movi-miento social, en la cresta de su enfrentamien-to contra las fuerzas armadas, eliminar los sen-tidos de autoridad e institucionalidad, refe-rencia que posteriormente pudo ser recogida yreconducida por organizaciones corporativasde los sectores movilizados11. En el desenlacede los acontecimientos, la clase media urbana,en especial de La Paz, jugó un importante rolpara apaciguamiento de los enfrentamientos yen la búsqueda de una salida política.

Al desperdigarse el poder en las calles yfuera de las instituciones, la consecuencia demediano plazo fue desestructurar las débilesbases del capital social en Bolivia. La institu-cionalidad se diluyó en sus dificultades antesde que puedan crecer sus fortalezas. El riesgofundamental en un principio fue liberar laanomia contenida en un pasado de compor-tamiento plebeyo. Esa “masa en acción”, quehizo la Revolución Nacional en 1952, ahoraancla a Bolivia en el corporativismo. La “fies-ta de la plebe” pudo conducir a un enfrenta-miento generalizado. Pero no fue así. La ma-sa se autorreguló y puso freno a los desbordescon que intentaba proseguir la explosión so-

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frontera8 Los pliegos reivindicativos de este segmento del movi-

miento popular suelen ser una combinación abigarra-da de demandas puntuales de los productores -muchasveces operadas mediante mecanismos clientelares-, unradical discurso indigenista -sin muestras de vías detransacción posible- y una fachada político-militar co-mo sustento de propuestas milenaristas. En este senti-do, operan como una forma de interpelación étnico-clasista a la democracia y a la modernización, perotambién la interpelación se realiza desde una óptica decuestionamiento a la no-inclusión.

9 En esa población tiene asiento la primera Normal in-dígena que se instaló luego de la Revolución Nacional.Más allá de esta significación ciudadana, ha sido re-productora de ideologías indigenistas y acusada por elgobierno defenestrado como sede de formas de terro-rismo.

10 Las intervenciones posteriores de las Fuerzas Armadaspasaron al plano del “escarmiento”.

11 Durante una semana los pobladores de El Alto toma-ron en acciones de virtual doble poder el control terri-torial de la ciudad y se enfrentaron en desigualdad decondiciones a las Fuerzas Armadas. Posteriormentefueron el principal ingrediente de las movilizacionesen la ciudad de La Paz, a las que pudieron acudir tam-bién los mineros.

cial, especialmente a través de los jóvenes.La “medición” del “potencial disruptivo”

popular es muy difícil. Las apreciaciones quese hacen acerca de sus límites se basan en loslímites estrechos de la capacidad de reproduc-ción privada de los sectores populares com-prometidos. Esta fue la apuesta del gobiernodefenestrado: la pobreza que genera la reivin-dicación, sería la misma que garantice sus al-cances y provoque la desmovilización. Sinembargo, fracasó en su apuesta: el desplieguede fuerza social superó el “punto de equili-brio” e hizo de la movilización social -inclu-yendo a sus formas anómicas- el sentido depertenencia a un colectivo empoderado, quemodificó los términos de la pasividad social.

Al iniciarse la movilización, Bolivia -a tra-vés de su sede política- estuvo más cerca deun estallido social anómico -que pudo expre-sarse solamente en violencia exacerbada, sa-queos incontrolados, enfrentamientos de “to-dos contra todos”- que de acciones destinadasa producir un golpe de Estado o una sucesiónconstitucional.

Los códigos que exhibió la dinámica go-bierno-oposición tuvo, en esta fase de la co-yuntura, connotaciones de tragedia. Presenta-ron una articulación perversa, que inelucta-blemente conducía hacia la mutua derrota.La política perdió su lugar. Las acciones departe y parte fueron asertivas, el gobierno através de la violencia militar, y la masa a tra-vés de la toma de la calle. De allí no podíasurgir un juego libre de oportunidades políti-cas que abriera el cerrojo político y peor aúnde desarrollo.

El estallido social tuvo consecuencias deci-sivas. La primera, el retiro de los partidos tra-dicionales como operadores de la política. EnBolivia se afirmó un “colapso del sistema par-tidario”, parecido al de algunos países andi-nos; mientras que la forma de hacerlo -des-pliegue nacionalista y poder desparramadopor las calles- fue exclusivamente boliviana.

Al finalizar la fase de la movilización en es-ta coyuntura, se alejó el espectro de un en-frentamiento generalizado. Sin embargo, laconsecuencia de mediano plazo es más temi-

ble: la quiebra de la cohesión social y ausen-cia de conducción política pueden iniciar unciclo de violencia oscilante entre lo social y lopolítico. Y la incapacidad de contención delos actores –nacionales e internacionales-puede conducir al Estado a que base la segu-ridad en la mayor coerción y no en la mayordemocracia.

Los actores y su sociología

La masa estuvo conformada básicamente poruna mayoría rural del altiplano -campesinosproductores de alimentos de consumo inter-no- y del valle del Chapare -campesinos pro-ductores de hojas de coca- y por segmentospopulares urbanos del sindicalismo tradicio-nal. Este bloque adquirió una clara connota-ción clasista y estuvo dominado por la espon-taneidad. Procedió como una afirmación delas identidades clasistas con su lógica propia,antes que en respuesta a una dirección políti-co-partidaria.

Durante el conflicto, el MAS mostró unamirada estratégica. Evitó el choque frontalque sólo hubiera favorecido a una aguda re-presión contra el movimiento de productoresde coca, su principal base social. La represióna los cocaleros buscaba justificar un alinea-miento sin disimulo de la política guberna-mental a los términos de la seguridad nortea-mericana. El gobierno defenestrado argu-mentaba que la oposición estaba compuestapor narcotraficantes -en alusión a los produc-tores de coca- y por terroristas -en referenciaa los campesinos supuestamente afines a Sen-dero Luminoso-.

El gobierno defenestrado tuvo un tema es-tratégico en su agenda. La definición de lostérminos de la exportación del gas generóauspicios para la coyuntura de depresión eco-nómica. Las expectativas de una venta futurarecrean a la agenda de articulación interna-cional de Bolivia. Al margen de la bondad otorpeza en el manejo de las negociaciones conlas empresas que puedan encargarse de la pro-ducción y comercialización, de las relaciones

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de los países a través de los cuales pueda ha-cerse -Chile o Perú- y de los condicionantestécnicos para ese proceso, el tema del gas seenfrenta a una disyuntiva perversa. Todas lasdecisiones tienen no solamente altos costospolíticos sino nacionales.

La colectividad boliviana vive bajo el pesode ser una nación oprimida. La Guerra delChaco se conecta con la Revolución Nacio-nal, la Guerra del Pacífico se conecta con losbloqueos al desarrollo. La reacción colectivafrente a un problema de opresión nacionalgenera imaginarios improcesables con instru-mentos técnicos o con decisiones racionales.El imaginario de la nación afectada mueve lasbases conductuales de los colectivos, por ellola lentitud de los cambios de cultura política,en especial, en estos temas.

El gobierno defenestrado, como se mencio-nó, puso como vínculo central de su relacióncon la oposición al tema de la producción de lashojas de coca. La oposición a través de la movi-lización desplazó ese eje para lo cual polarizó suintervención social en el tema del gas, desdeuna perspectiva de “nación oprimida”. Esto es,el gas representa la solución a la problemáticadel desarrollo bloqueado, es una fuente de dis-puta con los Estados Unidos que aparece como

beneficiario contra Bolivia, es fuente de corrup-ción y posibilitaría el desarrollo industrial na-cional al procesarlo internamente.12

Producido el conflicto de significacionespolíticas -coca contra gas- la racionalidad“cartesiana” perdió espacio frente al poderque se desparramó en las calles y en las signi-ficaciones más difíciles de desentrañar en eldiscurso popular. Los códigos políticos no seresolvieron en el plano de la explicación, sinoque solamente alteran los supuestos conduc-tuales de la nación y del Estado.

En los siguientes meses, Bolivia vivirá ladificultad de enfrentar códigos de mundossocio-culturales con significaciones intraduci-bles cuando tocan los temas de la nación.13

Tampoco existen puentes ni lenguajes institu-cionales. En corto, en la evolución de la co-yuntura pesará decisivamente la clase media,el único actor con capacidad para decodificarlos lenguajes y para devolver ciertos estatutosbásicos a la política.

Las estrategias de los actores

El movimiento étnico-campesino, contra lostemores generalizados, logró mantener las rei-vindicaciones étnicas en el límite de las reivin-dicaciones nacionales bolivianas (fundamental-mente los campesinos aymaras fueron los pri-meros en recrear un espacio de la sociedad enla política, mostraron una perseverancia que sesobrepuso a la pobreza). La forma institucionalde sus demandas se inscribe en la necesidad deasumir estatalmente los derechos colectivos delos pueblos indígenas, que cobije a las otras et-nias y situaciones campesinas incluyendo a lostemas de la tierra y el territorio, y abra una sa-na interrelación entre las sociedades indígenas,las sociedades regionales y la nación.

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12 Al entrar por este ducto, la política boliviana puedecerrar soluciones de desarrollo que le son imprescindi-bles, como una adecuada y justa distribución de losexcedentes de la exportación de gas.

13 Esta puede ser la compleja significación del referén-dum que se ha comprometido a convocar el gobiernode transición acerca de la exportación de gas.

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El movimiento sindical liderado por laCOB ha resucitado a las entrañas corporativasdel país. Ciertamente la COB abrió el espaciopara la expresión de una infinidad de particu-laridades reivindicativas que forman parte delas agendas irresueltas en un sistema de ges-tión pública profundamente ineficaz. El cho-que frontal como única estrategia no es el me-jor consejo, pero en la coyuntura se mostrójusto. La devolución de la institucionalidadarrebata por la calle anuncia como costo unadefinición precisa e inteligente de los derechossociales, individuales y colectivos. El movi-miento sindical es quizá la parte más difícil dela reconducción hacia la institucionalidad.

Los campesinos productores de coca, polí-ticamente ligados al MAS, obtuvieron untriunfo estratégico al desplazar el tema de lacoca, en que el gobierno defenestrado basabasu lealtad a los Estados Unidos, por el temadel gas. Impusieron el tema de la nación acu-diendo a un código antiguo y nuevo de anti-imperialismo, y lograron una amplia respues-ta de la población. El tema de la hoja de cocase ubica una vez más en el centro de las defi-niciones bolivianas, por la fuerza que adquie-ra este segmento de trabajadores. La oposi-ción al ALCA está en su agenda inmediata.

Los habitantes de El Alto, agrupados en laFederación de Juntas Vecinales, FEJUVE, rei-vindican su participación en la movilizacióndesde perfiles heroicos. Se definen a sí mismoscomo la “carne de cañón” y los sacrificados enla lucha. Incuban formas de reivindicación ypresión, que pueden llegar al “piqueterismo” einsinúan la asociación con formas de la izquier-da radical tradicional. Se oponen a “compartir”la responsabilidad de la victoria y reclaman pa-ra sí estímulos de desarrollo y reconocimiento.

¿Renovación?

Los síntomas políticos parecen inequívocos.Las dos décadas de democracia han alojado atodas las variantes de acuerdo partidario, perose ha mantenido la fragmentación del sistemay no ha habido ninguna renovación. La salve-

dad ha sido la desaparición de la izquierda tra-dicional y el surgimiento de una oposición,que es una agregación de la capacidad de mo-vilización de vectores políticos dispersos, losque hacen de vehículo para nuevos componen-tes políticos como los étnicos, la informalidad,el milenarismo y la memoria corporativa.

La cuestión central es ¿hasta donde la ile-gitimidad de los pactos interpartidarios conexclusión de la sociedad ha contaminado a loscomponentes deliberativos y consensuales dela democracia? No se ve un horizonte dereemplazo para este agotamiento de la “meto-dología política boliviana”. En el corto plazoexisten dos factores importantes en juego. Deun lado, el rol de una clase media -notable-mente disminuida- como portavoz de la desa-fección partidaria pero vehículo de acepta-ción de la política como reconstitutora del or-den; ésta puede organizar un nuevo acuerdopolítico, que prepare hacia delante un acuer-do social.14 De otro lado, la informalidad po-lítica -los “neopopulismos” emergentes que sereemplazan como nombres pero que se repro-ducen como estructuras- pueden volver aconstituirse en el “árbitro” (por representar ala parte más volátil del público, pero por estavía), la forma encubierta de reconstitución yre-entrada de formas partidarias tradicionalese ilegítimas de hacer política.

La situación actual

La coyuntura encontró cauces tras de la re-nuncia del presidente Sánchez de Lozada. Elpresidente defenestrado aglomeraba todas lasdesconfianzas de la ciudadanía y obstruía to-das las salidas. El gobierno de transición se ha

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14 Sin mayor justificación planteamos que al gobierno detransición boliviano presidido por Carlos Mesa lecompeten tareas políticas de reconstrucción institu-cional afectadas por la marea social; mientras que lastareas de desarrollo, especialmente de un nuevo pactoque tenga como centro a la lucha contra la pobreza,deberán hacerse desde nuevos cimientos instituciona-les. El futuro político de la transición depende de lacapacidad que tenga para reconocer la prioridad de lastareas que enfrenta.

definido fuera del espectro partidario15, ha in-vocado a los partidos a aprovechar la oportu-nidad para redefinirse, ha dejado abierta laposibilidad de una duración menor a la pre-vista en la sucesión constitucional (agosto de2007) y se ha propuesto como tarea la convo-catoria a un referéndum “vinculante” y a laAsamblea Constituyente.

Las situaciones “límite” llevan a las socie-dades a adoptar decisiones constructivas, quelas alejan del suicidio sociológico. Boliviapuede ser el caso en que la espontaneidadarrinconó a la elite política. Sin embargo, en-contró en una serie de símbolos, una inéditacapacidad de autorregulación, sin la media-ción de los actores tradicionales.

El primer síntoma auspicioso fue la suce-sión constitucional. Bolivia no tuvo que ape-lar a la tradicional salida andina, esto es“guardar” a la Constitución en un cajón porun tiempo y “revivirla” al cabo. En otros paí-ses este “shock” permitió conservar la “estéti-ca” de la política y a la comunidad internacio-nal la “dignidad” de sus instrumentos. Ahora,el gobierno de transición boliviano se esfuer-za por lograr contenido y procedimientos degestión para ser viable.

El segundo es la adopción de una agendagubernamental mínima. La definición comotransicional permite a los actores políticos ysociales manejar cautelosamente sus temores.Los gobiernos de transición suelen entenderque su limitación temporal garantiza posibili-dades políticas a las fuerzas en ascenso, posi-bilita a los actores económicos una programa-ción de actividades y emite señales a los mo-vilizados de instalar los procesos de correc-ción que demandan. La indefinición tempo-ral del gobierno boliviano de transición pue-de ser un eslabón débil del proceso16.

La agenda de la transición tiene demasia-das tareas y complejidad para ser afrontadapor un sistema político -y no sólo por el go-bierno- asentado en su debilidad, obligadopor el sensación del vacío-abismo político auna cierta racionalidad.

Referéndum = Soberanía popular

Un referéndum “vinculante” para tratar el te-ma del gas tiene limitaciones. Se llegó a esa fi-gura empujados por la movilización. El cum-plimiento necesario del mandato del referén-dum es obvio, ya que para ello se acude almandante primario y se deja, temporalmente,sin delegación a las autoridades a cargo de ladecisión en tiempos normales. Un “referén-dum consultivo”17 fue un engaño.

¿Toda decisión de la gestión pública de unpaís puede sujetarse a un referéndum? Laesencia de la delegación en democracia es per-mitir la adopción de decisiones dentro de unmarco general otorgado por el mandato.Cuando ese mandato se quiebra, es irregular-mente administrado o existen normas que lomandan, se puede acudir a la consulta popu-lar. Este es o puede ser el caso de Bolivia. Pe-ro no toda la materia de la gestión pública en-tra en la posibilidad de la consulta, al menosde la misma forma.

La gestión pública está flanqueda por larealidad y por los límites que impone la téc-nica. Así, no es posible acudir a los electorespara preguntarles acerca de irrealidades o si-tuaciones imposibles de transformar. Desdeeste punto de vista, una vez comprometidoun referéndum, la cuestión central es la perti-nencia de sus preguntas, para que contribu-

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frontera

15 El gabinete del gobierno de transición está formadopor independientes de clase media y, en algunos casos,de las nacionalidades indígenas.

16 Esta indefinición baja las capacidades de programa-ción económica y política, sujeta la duración del go-bierno a la correlación de fuerzas de la AsambleaConstituyente y puede ser una importante fuente depresión para la oposición que se forme como una for-

ma de presión política a la sociedad, que inconvenien-temente manejada puede convertirse en un chantaje.

17 Entre las numerosas maniobras y ofrecimientos de úl-timo momento del gobierno defenestrado estuvo larealización de un “referéndum consultivo” acerca deltema del gas, dejando entrever, que sus resultados po-dían o no ser observados por el gobierno. Esta pro-puesta contraría a todo principio constitucional y pu-do hacerse en la medida en que Bolivia no dispone,hasta ahora, de una institución de consulta popular.

yan a la legitimidad pública y a la sensatez enla conducción del país.

Refundar es una cosa seria

La Asamblea Constituyente se impuso en laagenda pública. En los años pasados, obvia-mente, estuvo muy alejada de las primerasprioridades del público boliviano18. Hoy, larealidad de las estructuras institucionales res-quebrajadas o definitivamente quebradasobliga a nuevos diseños en los que la gente hapuesto su interés. Los cimientos de la “casapolítica” se han movido y es preciso establecerhasta donde reemplazarlos.

Una Constituyente es una forma de esta-blecer un nuevo acuerdo político entre los bo-livianos acerca de su Estado en el sentido lato,esto es, la institucionalidad social y política,las vinculaciones entre funciones del Estado,las relaciones del Estado y la economía, y losórdenes territorial, funcional y administrativo.

Los lenguajes políticos se han encargadode dar a la Constituyente algunas significa-ciones. Una, es la idea de refundación delpaís. Por un período, la frase fue adoptadapor los grupos de izquierda; ahora, es unabandera de grupos regionales. En estos gru-pos se remite al logro de un nuevo acuerdo te-rritorial, que de inicio a una nueva forma degestión y representación.

Las experiencias latinoamericanas mues-tran que los países salieron de las dictadurassin Asambleas Constituyentes, sino medianteuna recuperación acelerada de instituciones,reasumidas sin “beneficios de inventario”. Fueliteralmente un “retorno a la democracia”, es-to es a la institucionalidad que pudo sobrevi-vir al autoritarismo. Las Constituyentes, en suexacta concepción, no entraron en la oleadademocratizadora de hace un par de décadas.

En la actual acepción generalmente acep-tada, una Constituyente es una Asamblea “es-pecial” que evalúa el desempeño de las insti-

tuciones y tiene atribuciones de reforma detoda la Constitución. Pero no suele abordarotros temas, como la capacidad fiscalizadorao los términos de los mandatos en los digna-tarios de Estado. De hecho, la Asamblea fun-ciona en medio de regímenes constitucionalessin afectarlos y, más aún, paralelamente a losCongresos, con los que hasta puede llegar acompartir competencias.

La agenda de la Constituyente ha sido ma-teria de controversias. ¿Es posible una Cons-tituyente con agenda y acuerdos previos delos actores sociales y políticos? ¿La agenda ylos acuerdos afectan a la soberanía popular? Síy no. Una agenda que ordene la gestiónConstituyente es sana en toda dimensión.Unos acuerdos que limiten la gestión consti-tuyente al margen de los mandatos ilegitimana la Asamblea. La soberanía popular expresa-da en sus constituyentes es incuestionable.

¿Pueden los bolivianos vivir juntos?

En su Constitución, Bolivia no tiene gobier-nos subnacionales sino solamente formas decontrol territorial -comprendidas como “regí-menes especiales”- de fuerte hedor oligárqui-co. Las elites tienen desconfianza en el proce-so de descentralización. Estos deben estable-cerse mediante acuerdos políticos. Bolivia es-tá frente a uno de los momentos de defini-ción, mediante acuerdos políticos, de los gra-dos de autonomía de las regiones y territorios.

Las “autonomías” nombre adoptado por losgrupos regionales19 expresan su necesidad de

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18 Las encuestas localizaban a la Asamblea Constituyen-te como una demanda secundaria detrás de otras denaturaleza socio-económica como empleo e ingresos.

19 La descentralización boliviana tiene numerosos acto-res, siendo los más activos en los departamentos queno participaron de las movilizaciones, los Comités Cí-vicos. Estos Comités son agrupamientos de “fuerzasvivas” que fueron creados y aupados durante el autori-tarismo, pero que en la actualidad portan demandasregionales de las instituciones locales y los grupos em-presariales. Su propuesta central en el actual momen-to es una indefinida autonomización de los departa-mentos, que les permita escapar del bloqueo del desa-rrollo del altiplano, retener internamente una fracciónimportante de las rentas que producen y lograr que sefaculte a las regiones a decidir el destino de los recur-sos del subsuelo, en especial, del gas, que sienten ame-

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dotarse de un sistema político regional y de unmodo particular de participar en el nacional:un gobierno subnacional que exprese la con-formación de nuevas legitimidades y permitansuperar los déficit de representación regional.

Un sistema de partidos infartado

La actual forma de los partidos en Bolivia co-lapsó. Los partidos no cumplían funciones enla sociedad, salvo vehiculizar apetitos particu-lares. La coalición que sustentó al gobiernodefenestrado -MNR, MIR, NFR- no pudocumplir su función de soporte social de lagestión y de control social de esa gestión po-lítica; al contrario, en cuanto pudo, evadió ala sociedad.

El gobierno transitorio se ha propuestofuncionar con los partidos en hibernación.¿Tendrán los partidos capacidad para recono-cer y aprovechar la oportunidad de autocriti-carse y reformarse?20 Los partidos tendrán quetomar rápidas medidas que los relegitimenante la población, justamente para ser partelegítima del proceso reformador fundamen-tal, la Asamblea Constituyente.

La salida inmadura de los partidos sería re-plegarse y retomar la iniciativa a la modalidadde un “frente de defensa clasista”, sin advertirque la movilización también resquebrajó alsistema semi-parlamentario. Los partidospueden levantar una ofensiva desde el Parla-mento. La oposición destructiva contra el go-bierno lo puede refugiar en la sociedad.

Una conclusión obligada

El problema fundamental de Bolivia hoy es ladesconexión entre una sociedad civil que haconformado poder en las calles desautorizan-

do al sistema político y una sociedad políticacuyos partidos no encuentran la agenda paravincularse con la sociedad que dicen repre-sentar.

El problema urgente es asentar, en unaplataforma común, a las bases de poder realsubsistente y emergente, virtual y real. El te-ma no es otro que la nación, esto es, los atri-butos que permiten a los bolivianos conver-ger en un proyecto para “vivir juntos” tenien-do formas públicas comunes. Para ello, no só-lo debe conocer ¿quién gobierna a Bolivia?,sino ¿qué une a los bolivianos y qué formapública debe tener esa unidad?

El desmoronamiento de la coalición gu-bernamental presidida por Sánchez de Loza-da viabilizó una salida, pero no garantizó laforma que adquiera el soporte del gobiernode transición. La principal fracción de poder,en el sentido cualitativo, la deben tener losactores de la calle. La esencial fracción de po-der la debe tener el sentido de continuidad dela nación. El tema es cómo darle una formainstitucional a esas demandas de la calle y re-formar la inconveniente institucionalidad dearrastre.

La cuestión pendiente en la actual coyun-tura es: ¿se restablecerán las prácticas de des-borde de la sociedad civil sobre el orden esta-tal y político o se establecerán canales institu-cionales de procesamiento de las diferencias?¿Mantendrá Estados Unidos su interés en Bo-livia una vez que el modelo de erradicación dela hoja de coca ha llegado a su limite tanto co-mo la liberalización económica en un contex-to de pobreza? Bolivia enfrenta la necesidadde redefinir su ubicación internacional -en es-pecial frente a la cooperación internacional-,en que difícilmente puede insistir en sólo pre-sentar la asociación -liberalidad y pobreza-como horizonte nacional.

1 de diciembre de 2003nazado por el referéndum negociado luego de la mo-vilización.

20 La historia reciente de la región nos dice que los refor-madores no se reforman, dicho en concreto, que lospartidos, protagonistas de la reforma política, lo únicoque no reforman es el sistema de partidos.

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Juan Jacobo Velasco1

El éxito amarrado

Es extraño para un ecuatoriano estudiar cien-cia política y economía en Chile. Extraño,por decir lo menos, porque mientras las cosasse perciben como en franco estado de eclo-sión en el resto del continente, comenzandopor nuestro país, acá, más bien que mal, lasinstituciones funcionan, existe una estructurarelativamente transparente y complementariaentre los sectores privado y público que deri-va en una economía sana y responsablementemanejada, la corrupción es mínima, y el Go-bierno tiene un respaldo sólo comparable conel de los países del primer mundo. En esemarco se hace ciencia social, y de la buena.¿Es esta una “Isla de la Fantasía”, forjada asangre y fuego por diecisiete años de dictadu-ra y un modelo económico exitoso?

En Chile no existe una mala imagen de lopolítico que no estuviera matizada por la mis-ma crisis de representatividad que experimen-ta la sociedad mundial al tenor de la globali-zación. Esto tiene que ver con la forma de ha-cer política en ese país, en donde los aparatos

partidarios funcionan, en donde los políticoslo son de profesión, en donde existe un com-promiso ideológico, que no sólo se origina dela fractura que supuso la dictadura, sino deuna historia larga, en donde decenas de añosde tradición republicana moldearon las for-mas y los fondos políticos. En ese contexto,uno de los éxitos de la transición radica en elreaprendizaje casi instantáneo de dicha tradi-ción.

Chile ha sido uno de los países más ideo-logizados del continente. ¿Cómo gobernar al-go que aparentemente es irreconciliable e im-plausible? La ideologización tiene algo buenoque es el compromiso, que deviene en la pre-visibilidad. A la hora de cerrar filas, tanto lospolíticos como los partidos y sus simpatizan-tes, tienen posturas más bien monolíticas. Es-to confiere a sus líderes y a las transaccionesque realizan, un espíritu fiable, radicalmentemayor al que se observa en otros países. Y co-mo la tradición señala que finalmente los par-tidos deben pactar, dichos pactos, una vez al-canzados, tienen espíritu de ley.

Si a estos componentes se suman una tra-dición legalista culturalmente enraizada y elcompromiso tácito de preservar el espacio dedesarrollo económico a como dé lugar, unopuede darse cuenta que la gobernabilidadchilena radica en una amalgama de arreglosinstitucionales en las diferentes esferas socia-les y en el deseo de sus líderes de preservarlos.Sin embargo, esta tendencia estructural haciael acuerdo y la consistencia se debe en buena

Chile:mitos y realidades de una transición

1 Master en Economía de la Pontificia Universidad Ca-tólica de Chile y egresado de la Maestría de CienciasPolíticas de la Universidad de Chile.

Velasco, Juan Jacobo, 2004, “Chile: mitos y realidadesde una transición”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-Ecua-dor, Quito, pp. 133-140.

medida a que la institucionalidad política yeconómica están amarradas a la herencia legal(la Constitución de 1980) y funcional (el mo-delo económico) que fue impuesta a la socie-dad civil tras 17 años de régimen militar.

En el primer caso, el modelo de represen-tación política permite que una minoría, co-mo ha sido el caso de los partidos de derecha,esté sobre-representada en el Parlamento co-mo consecuencia del modelo binominal deelecciones. Este sistema obliga a que los par-tidos de alíen entre sí y participen en conglo-merados que pueden postular hasta dos can-didatos, saliendo electos aquellos que repre-senten las primeras mayorías de sus respecti-vas alianzas.

Existe la posibilidad de que en una alianzasus dos candidatos hayan recibido más votos(por ejemplo, hayan obtenido 28% y 27% delos votos, respectivamente) que la primeramayoría del otro conglomerado (que pudo re-cibir 25% de los votos, mientras que el se-gundo de la lista recibió 10%), y aún así nosalgan elegidos los dos candidatos más vota-dos. La razón: para que puedan entrar sus doscandidatos, la alianza ganadora debe duplicaren votos a la segunda alianza más votada. Enel ejemplo mencionado, la alianza ganadoraobtiene el 55% de los votos, que es menos deldoble de lo que obtiene el conglomerado per-dedor, 35%.

Este esquema ha asegurado que la estruc-tura legislativa sea relativamente equilibradaentre los partidos de derecha -Unión Demó-crata Independiente (UDI) y RenovaciónNacional (RN), conocidos como “Alianza”- ylos de centroizquierda -Democracia Cristiana(DC), Partido Socialista (PS), Partido por laDemocracia (PPD) y Partido Radical SocialDemócrata (PRSD), que responden al nom-bre conjunto de “Concertación”- impidiendoque se establezcan las mayorías necesarias pa-ra modificar los artículos de la Constituciónde 1980 que instituyen el sistema, porque lospartidos de derecha, que son lo beneficiarios,al cuasi empatar en número de representanteshan mantenido su negativa a modificar el es-quema eleccionario.

Si a ello se agrega que dicha Constitucióninstauró la figura de los senadores designadospor un número específico de instituciones,entre las que destacan los representantes delas diferentes ramas de la FF.AA., difícilmen-te se iba a obtener el número de votos necesa-rios para la aprobación final de las reformasconstitucionales en la Cámara Alta.

Pese a su origen espurio, en la práctica, elsistema binominal ha provocado una suertede “imán” que, por un lado, conduce a laspartes a una obligada resolución pactada delos proyectos de ley, y por otro, al orden al in-terior de las alianzas, por la necesidad demantener las cuotas electorales de sus compo-nentes para alcanzar las mayorías necesariaspara legislar.

Este segundo aspecto se ha convertido enuna razón de ser esencial por dos causas. Laprimera tiene que ver con el leitmotiv de cadauno de los conglomerados. Conforme el añode la reinstauración de la democracia (1990)queda más lejos, los partidos de la Alianza de-jan de ser vistos como pinochetistas y los dela Concertación, por efectos del ejercicio delpoder, pierden su condición de transforma-dores. De hecho, la tendencia al centro queprovoca el sistema binominal en los partidosy las alianzas, hace que estas tiendan a pare-cerse, y diverjan en los debates fundamental-mente valóricos. Por lo tanto, la razón de serde los conglomerados, más que ideológica, esoperativa.

La segunda responde a la exclusión de la queson víctimas los partidos que no pertenecen alsistema. Con contadas excepciones -que se ob-servan en las elecciones seccionales- ningún par-tido fuera de los dos grandes conglomerados hacontado con una representación parlamentariaacorde con su votación. El caso más palpable esel del Partido Comunista (PC), que en algunoscasos ha rebasado el 7% de los votos totales y,empero, nunca ha obtenido un escaño en algu-na de las dos cámaras.

En el caso del modelo económico, este seha impuesto gracias al poder, influencia yprestigio que han ganado los economistaschilenos. Cada vez que se habla del “milagro

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chileno” -ese ideario basado en el “triunfo delmercado”- se piensa en los factores que expli-can un cambio económico que modificó laesencia misma del país. Se habla de Pinochet,de la necesidad de un gobierno de facto parapropiciar la estructuración de un verdadero“libre mercado” y se olvida de que en 1979,16 países del continente tenían gobiernos mi-litares abocados a ese objetivo, y sólo uno loalcanzó.

No está en Pinochet, ni en la dictadura, larespuesta. Esta tiene que ver con unos factorespropios que se encuentran en la raíz del mo-delo chileno, que fue creado por una elite in-telectual neoliberal a la que se le dio la opor-tunidad de poner en marcha lo aprendido enla más radical de las escuelas de economía delmundo: la de la universidad de Chicago.

Fueron los ex alumnos de Milton Fried-man, a quienes posteriormente se los de-nominó “Chicago Boys”, los que tomaronla apuesta del gobierno militar, aplicando arajatabla y con el apoyo total del Estado, ladoctrina de su mentor, eliminando las dis-torsiones de precios, liberalizando la com-petencia, tanto interna como externa, re-duciendo al mínimo los aranceles y lossubsidios, y empequeñeciendo la injeren-cia estatal.

En esta “prueba de laboratorio” el procesode aprendizaje fue fructífero en la medida enque se tomaron los correctivos de maneraapropiada y rápida. No en vano, la primeraola de liberalización, entre 1976 y 1981, de-sembocó en una recesión estrepitosa que llevóal PIB chileno a contraerse 14% los tres añossiguientes, como consecuencia del resquebra-jamiento del sistema financiero y del reciéninaugurado (1981) sistema previsional priva-do. La crisis en la que desembocó el crack fi-nanciero (las tasas de desempleo superaron el20%), condujo a volver más rigurosos los me-canismos de control, lo que surtió efecto gra-cias a la histórica cultura chilena de respeto dela legalidad, cuya funcionalidad salta a la vis-ta frente al contexto latinoamericano.

Conforme el crecimiento se produjo, loseconomistas aparecen en la escena de la opi-

nión pública en Chile como profesionales re-conocidos y apreciados, cuyas contribucionesse perciben fundamentales para el desarrollodel país. Este sentimiento de estima es muysimilar al que experimentaron otros gruposprofesionales (como los abogados y los soció-logos) en otros momentos históricos. Sin em-bargo, este recono-cimiento no es ge-neralizado porcuanto el mérito loreciben los econo-mistas liberales,part icularmenteaquellos que hanestudiado en uni-versidades nortea-mericanas. De ahíque los economis-tas de tendencias olíneas de pensa-miento distintas(estructuralistas,marxistas o, desdela perspectiva geo-gráfica, “euro-peos”) no recibanla aprobación quelogran los profesio-nales formados enEE.UU. Todo ello ha derivado en el aumen-to del número de estudiantes en las principa-les escuelas de economía norteamericanas,convirtiendo a Chile en el país con el mayornúmero de economistas con P.h.D. per cápi-ta de América Latina.

Estos antecedentes permitirían confirmarla idea generalizada de que en Chile los eco-nomistas han adquirido una importancia ma-yor respecto de otros profesionales y técnicos.Ello, sin embargo, no sería una causa que porsí misma explique el poder político real gana-do por el gremio. Este se manifestaría de unamanera más sutil, que tiene que ver con laforma cómo el gobierno toma sus decisiones.A continuación se analizan varios aspectosque contribuirían a explicar las manifestacio-nes de ese poder:

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Los electores chilenos ya nopiensan tanto como ciudadanos,sino como consumidores (parecidos a los electoresnorteamericanos). De hecho,el estilo de vida del chileno es una versión latinoamericanadel american way of life,tanto en lo doméstico como en lo económico, por lo que no podía dejar de serlo en lo político.

a) El presupuesto estable. Chile es un casoúnico en América Latina porque su sectorpúblico ha registrado superávit duranteonce años consecutivos (1988-1998) y undéficit cercano al cero por ciento en el pe-riodo de contracción económica corres-pondiente a 1999-2001. Esto se debe a laLey de Presupuesto vigente, diseñada poreconomistas, que acota la discusión presu-puestaria a un tope señalado por el au-mento de la inflación y la productividaddel sector público. En la ley se consagra lanecesidad de que el Gobierno gaste lo quele ingresa, cambiando los ítems de gasto através de la eliminación de otros. Es decir,el gobierno, si quiere aumentar el gasto enalgún sector específico debe disminuirloen otro, previa justificación.

b) La independencia del Banco Central. LaLey que en 1990 cambió los estatutos delBanco Central (BC) establece la indepen-dencia del instituto emisor frente al Go-bierno, centrando su ámbito de acción enla lucha por mantener la inflación baja.Esto genera una fuente de conflicto con elGobierno, el que puede estar interesadoen que las tasas de interés se mantenganbajas para reactivar la economía. De he-cho, gran parte de la caída del PIB de1999 (-1.1%) se le imputa a la decisióndel BC de mantener elevadas las tasas deinterés para mantener controlada la infla-ción, pese a advertirse los efectos recesivosde la denominada crisis asiática. En estecaso, también se advierte la preeminenciade los conceptos económicos por sobre laintencionalidad del Gobierno.

c) La política pública. Desde la manera co-mo se seleccionan los contratistas -quienesentran en un concurso publico y licitan enfunción de los precios y la calidad del ser-vicio que ofrecen-, pasando por la priori-zación del gasto -que se fundamenta en laevaluación técnica de los proyectos públi-co de toda índole, en base de los costos yretornos de los mismos- y culminandocon los mecanismos de fiscalización -don-de se evalúan en qué y cuánto se gastó, los

retornos de la inversión y los alcances de lamisma-, el esquema economicista (PublicChoice) de aplicación de política públicatraspasa todos los ámbitos del sector pú-blico.

d) Participación directa en el gobierno. Unode los aspectos en que se destacan los espa-cios ganados por los economistas tieneque ver con la participación directa de és-tos en el Gobierno. En la actualidad, de latotalidad de funcionarios (17) de máximajerarquía -16 ministros más el Presidente-siete tienen formación económica, lo queconstituye el 41% del total de la planamayor del Gobierno. Este porcentaje cae a30% cuando se incluyen los 26 subsecre-tarios. Si bien estos datos no discriminanpor el peso relativo de los ministerios delárea, ni el grado de estudio, no es menorel que los conocimientos económicosconstituyen una buena credencial paraformar parte del sector público chileno.Esto se ha manifestado en la presencia deeconomistas en ministerios no económi-cos, así como en la formación de los can-didatos a la Presidencia en las pasadas elec-ciones.

Los cambios y “el cambio”

Sin embargo, pese a que la institucionalidadpolítica y económica ha sido funcional, elpaís está experimentando cambios derivadosde varios procesos paralelos que han generadofricciones y que bien podrían modificar el es-tado actual de las cosas.

La apertura económica provoca un alto ni-vel de competencia, de la que se aprende ausar las tecnologías tanto para la generaciónde bienes y servicios como para la organiza-ción de los procesos de producción y comer-cialización. Ello ha sido fundamental para elmodelo de desarrollo chileno, que se basa enla inserción plena del país en los procesos deapertura comercial, de capitales y conoci-miento que es inmanente a la globalización.No en vano, el acelerado crecimiento econó-

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mico registrado entre los años 1986 y 1998(7.1% promedio anual) se debió en buenamedida al esfuerzo estatal y privado por ex-pandir los mercados y los productos y servi-cios exportables, y otro tanto a la llegada decapitales extranjeros -hasta 1998, las restric-ciones obligaban a que el capital de inversiónsea más productivo que especulativo- que in-crementaron las opciones de inversión y pro-vocaron un crecimiento de la demanda inter-na superior al 9% entre los años 1990 y 1998.

Ese mismo nivel de apertura le pasó lacuenta a Chile luego de la crisis de 1998. Traslas recesiones de los países del sudeste asiáticoy el colapso de la economía rusa, el clima deincertidumbre se tradujo en una baja impor-tante de la demanda mundial de commodities,en particular del cobre. Pese a los esfuerzospor disminuir la dependencia de la economíachilena a este metal, a través de la diversifica-ción de las exportaciones, el cobre sigue sien-do la principal fuente de ingresos, represen-tando el 35% del total de las ventas al exterior.

La reducción en un 40% del precio delmetal (en menos de un año su cotización dela libra de cobre pasó de un dólar a sesentacentavos) significó una gran pérdida de tér-minos de intercambio que provocó un ciclocontractivo que desde 1998 hasta 2002 se tra-dujo en un descenso del crecimiento a nivelesinferiores al tres por ciento promedio anual,en un incremento del déficit de cuenta co-rriente (5% del PIB) a fines de 1998 -que serevirtió al año siguiente como consecuenciadel ajuste del gasto-, en un aumento de la ta-sa de desempleo del seis al nueve por ciento,en un aumento de las tasas de interés en 1998a máximos históricos para los últimos quinceaños, en una contracción del consumo (varia-ble que hasta 1998 crecía al 11% anual y queen 1999 cayó 4%) producto de las tasas de in-terés altas y los menores ingresos del cobre, yen la ruptura del ciclo consumo-crédito-in-greso-consumo, que afectó tanto a las empre-sas como a las personas.

Según Eugenio Tironi, sociólogo de laPontificia Universidad Católica de Chile yautor del libro El cambio está aquí, Chile es

un “país adicto al crecimiento” y esto quedóen evidencia tras la crisis económica de los úl-timos años. Tironi cree que el ritmo de creci-miento acelerado del país modificó los com-portamientos de todos los individuos, adscri-tos o no al modelo económico heredado delrégimen militar, en la medida en que los be-neficios derivados de este crecimiento (mayo-res ingresos, más fuentes de trabajo, accesoindiscriminado al crédito y al consumo) lespermitió a todos los chilenos, y en particulara las clases sociales emergentes, ascender en laescala social y percibir que su vida mejoraba.

El rol del Estado como prestador de losservicios de seguridad social quedó relegadoporque cada individuo decidió asumir su pro-pia protección social, gracias a que el desem-peño económico se lo permitía. “Todo lo con-cerniente a la salud y educación fue asumidopor los individuos, porque pese al costo de es-tos servicios (que en Chile tienen una organi-zación de índole privado) ellos podían finan-ciarlo, dejándole al Estado las tareas de seguri-dad pública y supervisión del modelo econó-mico. Pero cuando el país deja de crecer al sie-te por ciento y crece al tres por ciento, desapa-rece la capacidad individual de dar respuesta ala seguridad social y de seguir recibiendo losbeneficios del modelo”, señala Tironi.

El problema es que la reducción del nivelde crecimiento desmantela una estructura frá-gil y acrecienta algo que los chilenos no tole-ran: la incertidumbre. Acostumbrados a crecervelozmente, a esperar que la dinámica de laeconomía genere las respuestas pertinentes,los individuos se vieron atrapados en un paístotalmente distinto del que habían vivido. Ti-roni cree que bajo esa estructura, la recupera-ción del ritmo de crecimiento se vuelve másurgente y en ese sentido señala que “el país esadicto al crecimiento y, aunque no lo quisiera,debe volver a crecer a tasas altas para sostenerla endeble estructura social, a menos que elEstado retome sus funciones primigenias”.

Otro factor de cambio que ha experimen-tado la sociedad chilena es el de las relacionesde poder político en democracia. Durante ladécada de los noventas, las elecciones en Chi-

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le pasaron a convertirse, literalmente, en unaformalidad por efectos de la anticipación deun resultado por todos percibido: que laalianza de Gobierno que ha regido al país des-de la vuelta a la democracia, Concertación,iba a ganar siempre, como consecuencia deun mantenimiento del nivel de rechazo a lospartidos de derecha, que se presentaban comoestandartes del legado pinochetista.

Esta lógica funcionaba en virtud de la es-tructura electoral anterior al golpe de Estadodel 11 de setiembre de 1973, que se caracte-rizaba por una casi perfecta división de loselectores en tres tercios: uno con la izquierda,otro con la derecha y el último con la opciónde centro, la Democracia Cristiana. En la pri-mera elección post Pinochet, que significó eltriunfo del democristiano Patricio Aylwin, lí-der de la Concertación, esta estructura se re-plicó, en la medida en que los dos terciosconcertacionistas representaban la conse-cuente alianza entre la izquierda y el centro.Pero desde entonces ha ido reduciéndose labrecha entre la Concertación y la derecha, alpunto que para las elecciones presidencialesde 1999, el líder opositor, Joaquín Lavín, em-

pató con el ahora Presidente Ricardo Lagos,obligando a una segunda vuelta que, a su vez,se convirtió en la primera elección chilena delsiglo 21.

Varios procesos concomitantes provoca-ron que en una década se modificaran las pre-ferencias de los electores: el natural desgastedel ejercicio del poder por parte de la Concer-tación, que conforme pasa el tiempo tienemenos culpas que echar y más responsabilida-des que asumir; una tendencia al centro de lospartidos de derecha, asumiendo temas tabúescomo los de las reformas a una constituciónheredada de la dictadura y las compensacio-nes a las víctimas de las violaciones a los dere-chos humanos durante el régimen militar; lapaulatina desaparición de Pinochet de la esce-na política; y la crisis económica que afectó aChile desde 1998 en adelante.

La nueva postura de la derecha frente altema de los derechos humanos dice mucho delos cambios de la matriz política. El últimointento por conseguir justicia y dar con el pa-radero de los restos de los 3.196 detenidos de-saparecidos durante el régimen militar, fraca-só tras las sospechas de la acción de las mesasde diálogo que juntó a representantes de lasfuerzas armadas y de las asociaciones de losdeudos. El descubrimiento de que las pistasproporcionadas por los militares eran falsas yque hubo encubrimientos a ex miembros cas-trenses y a familiares de militares activos, ter-minó por sepultar las esperanzas de alcanzaruna salida negociada que satisfaga a los fami-liares de las víctimas. Estos a su vez han teni-do desencuentros entre sí y algunos sufren uncansancio comprensible tras la inoperancia deun sistema político que no ha dado soluciónal problema, pese a que tras trece años, el Go-bierno de centroizquierda fungió como aban-derado de la causa de los derechos humanos.

Estos hechos condujeron a que algunosgrupos de familiares de detenidos desapareci-dos pidieran apoyo al partido de la derechamás conservadora, la UDI, poniendo en evi-dencia una suerte de ruptura que irónicamen-te dejó en manos de la derecha la batuta so-bre una solución final a los crímenes de la

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Gon

zalo

Var

gas

dictadura. Si bien la fórmula de reparaciónpropuesta por la UDI se percibió espuria -pe-se a lo cual fue recogida en el proyecto pre-sentado por el Presidente Lagos- el que el par-tido que siempre se ha opuesto al tema de losderechos humanos, reabra el debate y planteeuna solución, consolida la estrategia que su-pone allanar el camino para que el candidatoderechista Joaquín Lavín ingrese al palacio dela Moneda como presidente, en 2006.

A ello se une un proceso esencial: la rede-finición del elector chileno. Tal como lo ex-plica Tironi, los electores chilenos ya no pien-san tanto como ciudadanos, sino como con-sumidores, y en ese sentido son más parecidosa los electores norteamericanos. De hecho, elestilo de vida del chileno es una versión lati-noamericana del american way of life, tantoen lo doméstico como en lo económico, porlo que no podía dejar de serlo en lo político.

La confluencia de un sistema binominalen lo político y liberal en lo económico y enel ámbito de las decisiones individuales, hahecho que en Chile los conglomerados fun-cionen como un biparitidismo implícito, talcomo el sistema norteamericano, y como eneste, sus disputas no se centren tanto en el sis-tema de libre mercado o en la necesidad decrecer y apuntalar al eje de desarrollo del país(la economía), sino más bien en la intensidady los sesgos de las políticas de Estado, más ha-cia lo social, en el caso de la Concertación (talcomo los demócratas), más hacia lo privado,en el caso de la Alianza (tal como los republi-canos).

Esta lectura del sistema de representaciónfue muy distinta de la que tradicionalmentese había hecho en el país. Con una visión máseuropeizada, los analistas y diseñadores de lascampañas políticas trataban al elector comoun ciudadano interesado en la participaciónpolítica y en la necesidad de los cambios delsistema constitucional, más que en un consu-midor de una oferta electoral acorde a sus ne-cesidades. Sin embargo, esa fue la aproxima-ción que tuvo la derecha en las últimas elec-ciones presidenciales. Joaquín Lavín y sus ase-sores diseñaron una campaña en la que, a tra-

vés de sofisticados sistemas de mercadeo, eva-luaron los gustos y preferencias de los electo-res, los segmentaron en todos los grupos po-sibles, de manera tal que el discurso electoraly sus intensidades respondieran a los cambiospositivos o negativos de las preferencias de losvotantes.

Esa visión, unida a un eje de campañacentrado en “el cambio” que Lavín represen-taba frente al continuismo de la Concerta-ción, estuvo a punto de ser efectivo en las doselecciones presidenciales de 1999 y 2000, yprobablemente lo sea en las próximas de2005, en tanto el discurso de “el cambio” si-ga siendo funcional y atrayente para un elec-torado cada vez más exigente frente a las ofer-tas políticas.

La transición interminable

Pese a que cuando se habla de la transiciónchilena, la estabilidad política y económicaalcanzadas parecieran darle una imagen de ta-rea cumplida, lo cierto es que este sigue sien-do un tema de debate y discusión permanen-te cuando se regresa la mirada a los crímenescontra los derechos humanos ocurridos du-rante 17 años de dictadura militar. Incluso, lalectura es un poco más sutil porque, tal comose discutió, esta estabilidad está amarrada auna institucionalidad elaborada y forzosa-mente heredada a la sociedad civil por el go-bierno castrense, sin que desde entonces cul-minen con éxito los intentos por replanteardicho marco institucional en una manera másacorde con las necesidades de una sociedaddemocrática.

En este sentido, el de la transición es untema de nunca acabar en Chile. Por un lado,existe una tendencia hacia la construcción delfuturo del país a través de una reconciliaciónimplícita, algo que pareciera ser potestad dequienes sufrieron persecuciones políticas du-rante el régimen militar y hoy son gobierno.El ejemplo más palpable es el de la ministrade Defensa, Michele Bachelet, hija de un exgeneral opuesto al golpe, quien murió vícti-

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ma de las torturas perpetradas por sus compa-ñeros de armas.

La Ministra simboliza el espíritu de unareconstrucción de la identidad del país, en unproceso en el que curar las heridas y perdonar,tender puentes y dialogar, se vuelve ineludi-ble, tanto por parte de los perseguidos, comode los perseguidores. En el caso de estos últi-mos, resulta notable la participación activadel actual Comandante del Ejército, JuanEmilio Cheyre, quien encabezó un mea culpainstitucional que ha permitido generar puen-tes más sólidos entre la sociedad civil y lasFuerzas Armadas, y el cierre del proceso demodernización de estas últimas.

La otra cara son las dos partes que no de-sean una resolución pactada, aunque en esteaspecto hay que hacer distinciones entre losbandos: el que todavía no ha recibido una res-puesta por el paradero de los 3.196 detenidosdesaparecidos, y el de aquellos que no quierenasumir, e incluso pretenden regodearse de lohecho -lo que incluye los crímenes contra losderechos humanos- por el régimen de Augus-to Pinochet.

El problema es grave en la medida en quequienes tomaron la primera opción saben quea los familiares de las víctimas de los crímenesde Estado les asiste la justicia, pero que estatiene un tope en tanto no existe una voluntadreal de todos los implicados en estos atrope-llos, de colaborar con las cortes.

Esto parte por Pinochet. Su no reconoci-miento de los crímenes es el problema mayorporque permite sostener el argumento de sussubalternos de, en sus palabras, “no doblegar-se ante la venganza de los comunistas perde-dores”. Eso se traduce en una actitud de se-creto y negación que impide tanto el avancecomo la solución de los procesos instauradospara investigar los crímenes. Y aunque toda-vía algunos en el Gobierno y en la oposiciónesperan un último gesto del ícono del rompi-miento democrático, tendiente a apuntalar lareconciliación, esta ilusión se disuelve confor-me el silencio del ex dictador se endurece.

Pese a estas dificultades, se han dado pasosadelante. Esto es particularmente visible en la

continuación de los procesos contra los repre-sores castrenses bajo la figura de secuestro,que es la que amparó la continuación de losjuicios, pues esta figura legal no prescribemientras no existan indicios concretos del pa-radero de las víctimas y, por lo tanto, no en-tran en contraposición con la ley de punto fi-nal que les traspasó inmunidad a los jerarcasde la dictadura. El punto crucial es que mien-tras no se dé la decisión expresa de las institu-ciones involucradas -en este caso, las FF.AA. ylos miembros del gobierno militar- de rom-per totalmente el cerco hermético que impidehallar los cuerpos de los detenidos desapareci-dos, puede que los procesos continúen, perono se resuelvan.

Sin embargo, el país en su conjunto estáabocado a encontrar una suerte de soluciónpara los familiares de las víctimas de la repre-sión, y en este sentido, el Presidente Lagospresentó una propuesta que incluye compen-saciones monetarias y reparaciones morales,que ha recibió el apoyo de todo el espectropolítico. Y aunque esta propuesta no solucio-na los problemas de fondo, al menos formali-za la esperanza de dar consuelo a quienes, portreinta años, no lo han podido hallar.

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Velasco, Juan Jacobo, setiembre de 2003, “Chile, unpaís diferente”, Serie de artículos para diarioHoy, Ecuador.

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Elizabeth Jelin2

El 11 de setiembre de 1973, las fuerzas arma-das de Chile derrocaron al gobierno constitu-cional presidido por Salvador Allende. El Pa-lacio de la Moneda fue bombardeado y el pre-sidente Allende murió dentro del palacio pre-sidencial. La dictadura militar inaugurada esedía, bajo el mando de Augusto Pinochet, seextendió durante diecisiete años, hasta laselecciones de 1989 y la asunción de PatricioAlwyin en 1990.

En Uruguay, las violentas confrontacionespolíticas de comienzos de la década del seten-ta desembocaron en la suspensión de las liber-tades y garantías constitucionales en 1973. Elestado dictatorial se prolongó hasta 1985,cuando ganó las elecciones y asumió comopresidente José María Sanguinetti.

El 24 de marzo de 1976, en medio de con-frontaciones políticas muy intensas, un golpemilitar desplazó a Isabel Perón como presi-dente de Argentina. Se inició la más sangrien-ta dictadura militar que conociera la historiaargentina. La dictadura se mantuvo hasta di-ciembre de 1983, cuando juró como presi-dente constitucional Raúl Alfonsín.

Brasil y Paraguay comenzaron sus largasexperiencias dictatoriales antes. En Paraguay,después de un golpe militar en 1954, AlfredoStroessner fue “elegido” presidente, y sumóreelecciones durante treinta y cinco años, has-ta el golpe que lo derrocó en 1989. Brasil, porsu parte, sufrió un golpe militar en la nochedel 31 de marzo de 1964, y después de unainacabable transición, en 1985 se eligió unpresidente civil. Habían pasado veintiún años.

Estos son cinco países vecinos, con cincogeografías e historias muy diferentes y especí-ficas. Sin embargo, además de compartir sushistorias de colonialismo e independencia,hay varios rasgos que los vinculan en una “re-gión” política –para lo cual se necesita unanoción de región más fuerte que la basada enla simple proximidad territorial-. En primerlugar, hay una larga historia de fronteras po-rosas, que han incluido movimientos perma-nentes de exiliados políticos. Desde comien-zos del siglo XIX, los exiliados políticos se ca-racterizaron por participar en la organizaciónde movimientos de oposición e intentos decambio en sus países de origen. Al mismotiempo y en parte para ese mismo objetivo,

Las conmemoraciones en perspectiva comparada1

Fechasen la memoria social

1 Este artículo recoge ideas de la introducción de un li-bro en preparación que es parte del programa “Memo-ria colectiva y represión: Perspectivas comparativas so-bre el proceso de democratización en el Cono Sur deAmérica Latina”, patrocinado por el Social ScienceResearch Council (Nueva York). El libro incluye artí-culos sobre cada uno de los cinco países (Argentina,Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay), elaborados por losinvestigadores-becarios del programa.

2 Elizabeth Jelin es investigadora del CONICET y di-rectora académica del Programa Memoria colectiva yrepresión. Trabaja en la Universidad de Buenos Aires.

Jelin, Elizabeth, 2004, “Fechas de la memoria social. Lasconmemoraciones en perspectiva comparada”, enÍCONOS No. 18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 141-151.

mantuvieron contactos y vínculos cercanoscon fuerzas políticas en los demás países de laregión, formando alianzas y desarrollando la-zos de solidaridad duraderos. En segundo lu-gar, durante las recientes dictaduras, la repre-sión estuvo coordinada en escala regional. Eldescubrimiento de documentos relacionadoscon el Operativo Cóndor, que se inició con eldescubrimiento de los “Archivos del Terror”de la policía secreta paraguaya en 1991 y con-tinúa con nuevas revelaciones casi a diario3,pone en evidencia pública y legítima por laexistencia de textos escritos, lo que muchasvíctimas sabían por haberlo vivido “en carnepropia”.4 En tercer lugar, y como contrapun-to a lo anterior, durante las dictaduras se fue-ron desarrollando redes de solidaridad y de-nuncia de las violaciones a los derechos hu-manos fuertemente intercomunicadas e inte-gradas, que siguieron existiendo y trabajandodespués de las transiciones (Keck y Sikkink,1999; Lima, 2000). La red de derechos hu-manos es global; es también activamente re-gional. En los años ochenta y noventa, losprocesos de transición en los diversos paísestambién estuvieron interrelacionados, condiálogos e intercambios permanentes entreestrategas políticos, analistas y activistas. Haymucho aprendizaje de los procesos que ocu-rren “del otro lado de la frontera”. Por su-puesto, también hay rivalidades y conflictos.

Un rasgo que los cinco países compartenen el tema que nos ocupa es que el pasadodictatorial reciente no está cerrado; es partecentral del escenario político del presente. Las“cuentas” con el pasado no están saldadas, nien términos institucionales ni en términossimbólicos. A medida que pasa el tiempo y setorna posible concebir una distancia tempo-

ral entre pasado y presente, interpretacionescontrapuestas y a menudo rivales sobre el pa-sado reciente y sus memorias se instalan en elcentro del debate político y cultural, tornán-dose cuestiones públicas ineludibles del pro-ceso de democratización.

¿Dónde estudiar los procesos de construc-ción de memorias? ¿Cuáles son los escenariosdonde se despliegan los conflictos entre dife-rentes interpretaciones y sentidos del pasado?Un punto de entrada para abordar el tema esel espacio de las luchas acerca del sentido deciertas fechas y prácticas conmemorativas. Al-gunas fechas pueden tener un sentido muyamplio, que incluye prácticamente a toda lapoblación de un país, como el 11 de setiem-bre en Chile o el 24 de marzo en Argentina.Otras pueden tener sentido en un nivel localo regional. Para dar un ejemplo, en Ledesma,Jujuy, se realiza cada año una Jornada de dere-chos humanos y cultura, conmemorando la re-presión que ocurrió en julio de 1976 (el Apa-gón del terror en el ingenio azucarero local).Finalmente, hay fechas con sentidos persona-les o privados: el aniversario de un secuestro,el cumpleaños de alguien que ya no está.

En la medida en que existen diferentes in-terpretaciones sociales del pasado, las fechaspúblicas mismas se convierten en objeto de dis-putas y conflictos. ¿Qué fechas deben ser con-memoradas? O, en otras palabras, ¿quién/esquiere/n conmemorar qué? Pocas veces hayconsenso social sobre estas fechas. Y las mismasfechas tienen sentidos diferentes para actorespolíticos diversos que enmarcan sus luchas po-líticas del ahora con relación a esas fechas.

Las memorias sociales se construyen y esta-blecen a través de prácticas y de “marcas”. Sonprácticas sociales que se instalan como rituales;marcas materiales en lugares públicos e inscrip-ciones simbólicas, tales como los calendarios.Los ritmos anuales –repetitivos y al mismotiempo cambiantes de un año a otro- ofrecenlas ocasiones, las fechas y los aniversarios, paralos eventos de recordación y de conmemora-ción. Pero las marcas e inscripciones no estáncristalizadas una vez que fueron instaladas. Susentido es apropiado y resignificado por acto-

ICONOS 142

frontera3 A comienzos de marzo de 2001, la información perio-

dística dio cuenta de nuevos documentos desclasifica-dos por el Pentágono y el Departamento de Estado delos Estados Unidos, que no solamente indican que elgobierno de ese país estaba al tanto del Operativo y desu modus operandi, sino que comprometen de maneraactiva a los Estados Unidos en dicho operativo.

4 Por ejemplo, Celiberti (1989) relata el operativo de susecuestro en Porto Alegre y su traslado a Montevideo,donde permaneció presa durante muchos años.

res sociales diversos, deacuerdo a sus circunstan-cias y al escenario políticoen el que desarrollan susestrategias y sus proyectos.

Esta ubicación de lasmemorias en las circuns-tancias y contextos de lasluchas del presente tieneuna implicación impor-tante para la estrategia deinvestigación: la necesi-dad de “historizar la me-moria”, o sea, analizar lastransformaciones y cam-bios en los actores que in-tervienen, en sus sentidosy en los climas culturalesy políticos en que se de-senvuelven las prácticasde conmemoración.

Argentina5

El 24 de marzo de 1976 una Junta Militar de-puso al gobierno electo y comenzó lo que ellamisma definió como “Proceso de reorganiza-ción nacional”.6 El nivel de conflictividad po-lítica había llegado a un punto altísimo, conexpresiones cotidianas de violencia paramili-tar y el accionar de la guerrilla armada, aun-que ya en declinación. El golpe incluyó unelaborado plan diseñado para eliminar siste-

máticamente a opositores:el secuestro, la tortura y ladesaparición forzada depersonas era parte medu-lar de la propuesta. Desdeese año, el 24 de marzo seconvirtió en una fechaque evoca sentidos dife-rentes para diversos acto-res. Desde ese año, nuncadejó de ser conmemorado.

Durante la dictadura,el escenario público de laconmemoración estuvoocupado por el discursomilitar. En realidad, el ac-to militar fue siempre “ce-rrado”, sin participacióncivil. El único punto decontacto entre militares y

civiles era el “Mensaje al pueblo argentino”,en el que se explicaba que los militares se ha-bían visto forzados a ocupar el estado parasalvar a la nación del caos, la falta de gobier-no y la amenaza terrorista. Aunque el discur-so nombraba al enemigo, “la subversión”, nohabía confrontación pública con nadie. La re-presión era demasiado intensa como paraimaginar la posibilidad de expresar pública-mente cualquier tipo de oposición en eventosy fechas de conmemoración. No había vocespúblicas en el país, sino dolores privados y re-sistencias silenciosas. En el exterior, las cam-pañas de denuncia y de solidaridad fueroncrecientes y cada vez con mayor impacto.

El aparentemente sólido muro de la dicta-dura comenzó a fisurarse unos años después.A partir de 1980 el discurso militar comenzóa incluir “respuestas” a las acusaciones de vio-laciones a los derechos humanos. Aunquequienes denunciaban y demandaban no po-dían expresarse públicamente los 24, sus vo-ces estaban implícitas en las respuestas de laJunta. Desde 1981, y más aún después de laderrota en Malvinas en 1982, las conmemo-raciones oficiales fueron perdiendo fuerza, ysólo consistían en respuestas a las demandaspor la represión. En su último año, 1983, no

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5 Esta sección se basa en el trabajo de Federico G. Lo-renz, “¿De quién es el 24 de marzo? Las luchas por laconstrucción de la memoria del golpe del ’76”, elabo-rado en el marco del Programa “Memoria colectiva yrepresión”. Doy por supuesto que los lectores conocenlos hechos básicos de los últimos 25 años en Argenti-na, razón por la cual se mencionan sin mayores deta-lles. Para un análisis del proceso de transición y del pa-pel del juicio a los ex-comandantes y el movimiento dederechos humanos ver Acuña y Smulovitz 1995 y Je-lin 1995.

6 Como señala Rousso (en Feld, 2001) no es posiblepensar que primero viene un “acontecimiento” y des-pués su memoria o conmemoración. En el momentodel acontecimiento, sus actores y los demás ya le danun sentido y una interpretación sobre la cual se cons-truyen los sentidos posteriores.

hubo mensaje público por parte de las autori-dades militares.

Las organizaciones de derechos humanosfueron los antagonistas centrales en cuanto ala interpretación de los hechos del 24 de mar-zo. Este hecho coloreó las actividades conme-morativas desde la transición. La fecha seconvirtió en una ocasión para expresar abier-tamente las luchas del movimiento de dere-chos humanos, con sus éxitos y fracasos. Dehecho, fue el movimiento quien ocupó la es-cena pública de la conmemoración de la fe-cha, mientras que los partidos políticos y elgobierno se mantenían en silencio y estabanausentes de la fecha. Durante los primerosaños después de la transición, las conmemo-raciones incluyeron una gama muy amplia deformas de expresión, todas ellas ligadas a lamemoria de la dictadura y sus consecuencias:siluetas, murales, obras de teatro, además delas marchas y los pañuelos de las Madres.

El empuje inicial fue seguido por una decli-nación en las conmemoraciones públicas, coin-cidiendo con las “derrotas” políticas de la Ley dePunto Final, Obediencia Debida y finalmenteel indulto del presidente Menem en 1990.

1995 marcó un momento de cambio, apartir de las declaraciones de Scilingo y la cer-canía del 20° aniversario del golpe.7 Desdeentonces, las organizaciones de derechos hu-manos han dedicado mucho esfuerzo a las ac-tividades conmemorativas. A partir de 1996,las conmemoraciones incluyen una presenciaimportante de jóvenes (especialmente a travésdel movimiento HIJOS), expresiones estéti-cas novedosas en este tipo de marchas (mur-gas) y la presencia de diversos grupos socialesque, con su presencia, amplían el campo dedemandas relacionadas con la violación dederechos humanos (minorías sexuales, mino-rías étnicas, víctimas de violaciones a dere-chos económicos -desocupados y despedidos,los “sin techo”, etc.-). También se amplió lagama de organizaciones que convocan a laconmemoración. La presencia de organiza-

ciones sociales diversas –sindicales, sociales,políticas- en la organización de la conmemo-ración implica necesariamente la emergenciade disputas de poder acerca de si el 24 “tienedueño” (Jelin, 2000).

En todos estos años desde la transición, elestado estuvo ausente en las conmemoracio-nes. La acción estuvo y está en manos de ac-tores societales. Sin embargo, muchos líderespolíticos participan en las marchas y eventos,e intentan ubicarse en lugares de alta visibili-dad, especialmente para la cobertura de losmedios de comunicación de masas.

En resumen, la historia argentina de losúltimos 25 años no muestra confrontacioneso diálogos públicos en ningún momento, si-no más bien una alternancia en la voz que semanifiesta –primero la militar, después la delos actores sociales-. También, aunque lasconmemoraciones del 24 dan pie para la ma-nifestación de las divergencias y luchas dentrodel campo de los derechos humanos, es claroque desde la transición las únicas voces que seescuchan son voces de condena al golpe mili-tar y a la dictadura que se instauró ese día.

Uruguay8

En Uruguay no hay una fecha clara y únicade conmemoración vinculada a la dictadura.Hay varias posibles, todas ellas ligadas a loscambios en el acontecer institucional del año1973 (la instalación del Consejo de Seguri-dad Nacional en febrero, o la fecha del golpede estado, 27 de junio). Sin embargo, la con-memoración de ese período y de esos aconte-cimientos ocurre en dos fechas que refieren aactos de violencia política: el 14 de abril (de1972) y el 20 de mayo (de 1976).9

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7 El análisis de las conmemoraciones del 20° aniversariose encuentra en Lorenz 2000.

8 Esta sección se basa en el trabajo de Aldo Marchesi,“¿‘Guerra’ o ‘terrorismo de estado’? Las conmemora-ciones en torno a las víctimas de la violencia política yla represión estatal en el Uruguay”, elaborado en elmarco del Programa “Memoria colectiva y represión”.Ver también Marchesi, 2001.

9 Una visión histórica general del Uruguay se encuentraen Caetano y Rilla 1998.

El 14 de abril de 1972el Movimiento de Libera-ción Nacional Tupamarosasesinó a cuatro figuraspolíticas, después deanunciar que el “tribunaldel pueblo” había conde-nado a muerte a oncepersonas. Esa misma tar-de, la represalia se hizosentir: fueron asesinadosocho tupamaros. Ese díamarca un punto de infle-xión en el rol represivoque los militares tomaronen relación a la guerrilla,aun antes del golpe de es-tado unos meses después.

La empresa conme-morativa comenzó al díasiguiente, en el entierro de los cuatro líderespolíticos, cuando éstos líderes fueron identifi-cados de inmediato como “mártires”. Asimis-mo, esto se manifiesta en el primer nombreque militares y políticos de derecha dan a esafecha es claro: “Día de homenaje a las vícti-mas de la insania”. En 1975, los militarestransforman la fecha en una fecha oficial:“Día de los caídos en la lucha contra la sedi-ción”. De esta manera, el gobierno dictatorialvinculaba su cruzada fundacional para unnuevo Uruguay con el recuerdo de los “már-tires” que lo hicieron posible.

En la transición, la fecha se tornó fuentede conflictos. En 1985, el presidente Sangui-netti intentó cambiar el sentido de la fecha,cambiando su nombre: “Día de los caídos endefensa de las instituciones democráticas”. Laderecha y los militares se opusieron al cam-bio, porque se perdía el sentido de su lucha“anti-sedición”. Tampoco sirvió para ampliarel espectro social que aceptara esa conmemo-ración, ya que las fuerzas democráticas pro-gresistas no asumieron la fecha como propia.El acto oficial en ese día se mantuvo, peromuy disminuido. Los militares se recluyeronen conmemoraciones dentro de sus cuarteles,y las autoridades gubernamentales, que man-

tienen un acto públicohasta el día de hoy, elimi-naron los discursos alusi-vos a partir de 1987.

La otra fecha, el 20 demayo, conmemora el ase-sinato de cuatro urugua-yos cometido en BuenosAires en 1976. Se tratabade dos líderes políticosdemocráticos (el senadorMichelini y el presidentede la cámara GutiérrezRuiz) y dos líderes tupa-maros. Durante la dicta-dura, la fecha se convirtióen un emblema para laoposición política uru-guaya, mayormente en elexilio. Era una fecha que

convocaba a un consenso amplio de las fuer-zas democráticas. Después de la transición, lafecha sirvió como espacio de conmemoraciónmás amplio, recordando a todas las víctimasde la represión política por parte del estado.Se trata, claramente, de una fecha societal quenunca fue integrada al calendario estatal.

El 14 de abril construye la representaciónde una “guerra”. La narrativa es que en losaños sesenta, el estado estaba en riesgo de serdestruido por la “subversión”. Se hizo impres-cindible luchar contra ella con toda la fuerza,y en el proceso pueden haber sido cometidosalgunos “excesos” (hay discrepancias, entredistintos actores que aceptan la fecha, encuanto a la necesidad y el grado de esos “ex-cesos”). El resultado fue la victoria: la subver-sión fue destruida y el estado sobrevivió.

El 20 de mayo construye una narrativaque denuncia el terrorismo de estado. El es-pectro de participantes también es heterogé-neo, desde el centro a la extrema izquierda.En este caso, la narrativa del pasado recientecomienza en 1973 cuando los militares toma-ron el poder por la fuerza y la dictadura afec-tó la vida cotidiana de todos con sus prácticasrepresivas. No se habla de lo ocurrido antesde 1973, cosa que generaría enormes diver-

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gencias entre los partici-pantes en estas conmemo-raciones -especialmenteen la condena o acepta-ción de la lucha armada-.

Ambas narrativas coe-xisten en el Uruguay con-temporáneo y no hay diá-logo entre ellas. Quienesvan a uno de los actos cla-ramente no se presenta enel otro. Ambas están“atrincheradas” en sus po-siciones, y hasta ahora pa-rece haber poco lugar pa-ra superar esta dualidad.Sin embargo, el recientereconocimiento por partedel presidente Battle deque hubo violaciones a losderechos humanos durante la dictadura y laconformación de la Comisión para la Pazpuede estar abriendo un espacio para la ela-boración de nuevos sentidos del pasado dicta-torial reciente.

Chile10

Desde 1973, el 11 de setiembre es una fechaaltamente conflictiva en Chile. La confronta-ción entre una imagen del golpe militar comoexperiencia “liberadora” y otra que lo ve co-mo aberración y desgracia están instalados enla sociedad chilena desde entonces. En el pe-ríodo inicial (1974-1977) quedaron plantea-dos los discursos antagónicos acerca del 11:de un lado, el triunfo; del otro, silencio y su-frimiento. Las conmemoraciones oficiales pú-blicas eran masivas, dirigidas a mostrar la “re-cuperación de la paz interna”. Había marchasy espectáculos festivos en lugares públicos.Para la oposición, eran años de miedo, des-

confianza y represión. Laconmemoración era enespacios privados, comoexpresión de dolor y due-lo. Unos años más tarde,algunas expresiones visi-bles de este dolor comen-zaron a aparecer: mujeresvestidas de negro por lascalles, o visitas al cemen-terio.

En 1981, el régimendeclaró al 11 como fechaoficial. Muy pronto, sinembargo, la “tranquili-dad” nacional y la institu-cionalización del régimencomenzaron a ser cuestio-nadas abiertamente. Du-rante la década de los

ochenta, las luchas acerca del 11 eran violen-tas, abiertas, con confrontaciones en las ca-lles. Las fuerzas de oposición comenzaron aorganizar y expresar su protesta frente al régi-men. Las “protestas” se desarrollaban todoslos meses, los días 11. Hasta 1987, el mes desetiembre traía renovada represión, tambiénrenovadas protestas. Fueron los “setiembressangrientos”, con mucha represión y muertesen barrios populares.

La transición chilena fue compleja (Drakey Jaksic, 1999, entre otros) y el 11 fue afecta-do directamente por esta complejidad. Sepueden detectar tres posiciones básicas: a) laselites políticas querían distanciarse de la fechay querían abolirla como feriado nacional; b)la izquierda y varios movimientos socialesquerían mantener la conmemoración del ho-rror de la fecha como símbolo de la continualucha por la justicia; c) los partidarios de Pi-nochet querían mantener la fecha como sím-bolo del hecho heroico.

Diez años después de la transición, el 11de setiembre sigue siendo una fecha contro-vertida en la sociedad chilena, como si la con-troversia de casi tres décadas atrás se hubieraabierto nuevamente (si es que alguna vez sehabía cerrado):11 ¿fue el 11 la fecha en que

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10 Esta sección se basa en el trabajo de Azun Candina,“El día interminable. Memoria e instalación del 11 desetiembre en Chile”, elaborado en el marco del Pro-grama “Memoria colectiva y represión”.

Chile fue salvado delmarxismo totalitario y enque comenzó la recons-trucción democrática delpaís? ¿Fue la fecha de lamuerte de la democracia,que sólo ahora puede co-menzar a renacer? Estequiebre dual que marcó lafecha durante tantos añoses, sin embargo, muchomás complejo hoy en día,y muchas voces intentanir más allá de estas visio-nes dualistas simplifica-doras. Las conmemora-ciones incluyen claramen-te luchas entre distintos“empresarios de la memo-ria” (Jelin, 2001), que es-tán trabajando para construir los legados yherencias que quieren dejar a las futuras gene-raciones y a la posteridad.

El 11 de setiembre ofrece un espacio reno-vado para quienes tienen una larga experien-cia de participar en marchas masivas y en ma-nifestaciones públicas. Ofrece también un es-pacio para actores nuevos -inclusive paraquienes rechazan el sistema político existente,grupos marginales que se identifican sea co-mo mapuches, como anarquistas, como iz-quierda, etc.-. Del otro lado, las manifestacio-nes frente a la casa de Pinochet, o en la Escue-la Militar, continúan. Es fácil de entender en-tonces que desde la transición, los presidenteschilenos prefieren estar fuera de Santiago eldía 11.12

Brasil13

En la madrugada del 1 deabril de 1964 se produjoun golpe de estado enBrasil, una “revolución”en la terminología elegidapor el nuevo régimen.Prefirieron desde ese mo-mento inaugural, sin em-bargo, datar el evento el31 de marzo y no el 1 deabril. La razón fue muysencilla: necesitaban unafecha “seria” y el 1 deabril no lo es.14 O sea, loque se intentó establecercomo acontecimiento esuna “revolución” que su-cedió el 31 de marzo, y

presentarla como fecha fundacional de unproyecto de libertad y progreso.

En los años siguientes, no hubo muchosactos públicos o eventos especiales para laconmemoración de la fecha. Siempre huboconmemoraciones militares dirigidas hacia elinterior de las Fuerzas Armadas. Además, enun sentido institucional fuerte, el régimenutilizó el sistema educativo para la conmemo-ración. En el décimo aniversario de la “revo-lución”, por ejemplo, las escuelas debían tra-bajar con los alumnos el tema Diez años cons-truyendo el Brasil. Lo que contaba eran los lo-gros del régimen en un clima de optimismo,no la referencia al pasado anterior, tema queera rescatado en las conmemoraciones y dis-cursos oficiales. Para conmemorar los diezaños hubo una “Semana de Conmemoracio-nes” con discursos ministeriales transmitidospor cadena nacional todos los días. Los logrosdel régimen y el reequipamiento y moderni-zación de las fuerzas armadas eran una cons-tante en esos discursos. Pero también lo era la

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11 Sin duda, los avatares de la detención y procesamien-to de Pinochet desde octubre de 1998 influyeron eneste “pasado presente”.

12 Esta tradición fue quebrada en 2000 por el nuevo pre-sidente Ricardo Lagos, quien participó en algunoseventos en esa fecha. La ironía fue la cena que los pi-nochetistas organizaron en el restaurante “Los buenosmuchachos”.

13 Esta sección se basa en el trabajo de Alessandra Car-valho y Ludmila da Silva Catela, “31 de marzo de1964: una memoria deshilachada”, elaborado en elmarco del Programa “Memoria colectiva y represión”.

14 El 1° de abril es el “día de la mentira”, similar al “díade los Santos Inocentes” en Argentina, fecha en que sepreparan bromas y mentiras que terminan con la fra-se, “que la inocencia te valga”.

“radiante alborada de fecívica y convicción de-mocrática” que significóel levantamiento del 64frente al caos y la amena-za comunista.

En ese período, no ha-bía lugar para voces disi-dentes, acalladas no tantopor la represión inicial de1964 sino por la profun-dización dictatorial a par-tir de fines de 1968,cuando se instituyó el Ac-ta Institucional N° 5, quelimitaba la libertad de ex-presión, incorporaba lacensura en la actividadcotidiana, y que tuvo co-mo efecto práctico un au-mento muy sustancial de la represión directa.Podría decirse que a la ambigüedad de la fe-cha del golpe del 64, se agrega en Brasil ladualidad de fechas –la del 64 y la del 68- loque impide datar de manera unívoca el cam-bio de condiciones de vida ligadas al cambiode régimen político.

Diez años más tarde, en 1984, el clima deconmemoración era totalmente otro. Lasfuerzas armadas reiteraban el significado his-tórico de la “revolución” como expresión má-xima de la identificación entre fuerzas arma-das y pueblo brasileño, y llamaban la aten-ción sobre la similitud de la amenaza reinan-te antes del golpe del 64 y la amenaza implí-cita que existía en 1984. Es que en ese mo-mento, la demanda social de elecciones direc-tas y la urgencia de la transición dominabanla escena pública. Los medios de comunica-ción hacían referencia a un régimen militar“envejecido”. Las voces en el espacio públicoeran múltiples, con una confrontación cen-tral, marcada por el contraste entre las consig-nas “Brasil, ámelo o déjelo” (consigna del go-bierno dictatorial más duro, el del GeneralMédici a partir de 1969) y “Directas ya”, lademanda de democratización que llevó a laselecciones de un presidente civil en 1985.

La conmemoraciónmilitar de 1994 (los trein-ta años) fue la última. Lostres ministros militaresemitieron una orden deldía conjunta, titulada “31de marzo de 1964”, en laque una vez más señala-ban que la intervenciónde las fuerzas armadas fuenecesaria para proteger losvalores básicos de la na-cionalidad y la sobrevi-vencia de las institucio-nes, reiterando su visióndel apoyo popular que tu-vo la “revolución”. Desdelos medios de comunica-ción de masas y el mundoacadémico, por otro lado,

seminarios y suplementos fueron los espaciosdonde la reflexión crítica de la dictadura sedesplegaba.

Al año siguiente, 1995, asumía como pre-sidente Fernando Henrique Cardoso, quienfuera perseguido por el régimen militar. Porprimera vez, no fue emitido ningún mensajemilitar el 31 de marzo, y no hubo ningunaconmemoración programada. Terminaba asíuna tradición militar mantenida durantetreinta años, que incluía la presencia del pre-sidente (inclusive de los presidentes civiles)en los actos oficiales militares.

La eliminación de la fecha en los calenda-rios oficiales, sin embargo, no implica silen-cio u olvido. Todos los años, la prensa dedicamucho espacio al tema, basando sus reporta-jes en memorias de personas comunes o degrandes personajes políticos e intelectuales.Es una fecha que sigue convocando a intelec-tuales en seminarios y reuniones. Finalmente,a partir de 1987, la organización TorturaNunca Mais entrega cada año, en esa fecha, lamedalla “Chico Mendes”, instituida para ho-menajear a quienes sufren o sufrieron viola-ciones a derechos humanos y a sus defensores,en el mundo entero.

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Paraguay15

La cuestión de las fechas de conmemoraciónligadas a la dictadura del Paraguay nos llevaen una dirección totalmente diferente. Nohay conmemoraciones o memorias públicasde la fecha del golpe de estado de 1954, ni dela asunción de Alfredo Stroessner como presi-dente electo ese mismo año. Tampoco se hainstalado como fecha de conmemoración eldía del golpe que derribó a Stroessner en1989 (ocurrido la noche del 2 al 3 de febre-ro). La fecha de celebración más importantedurante el gobierno dictatorial, y que conti-núa siendo una fiesta popular desde entonces,es el 3 de noviembre, día del cumpleaños deStroessner.

La celebración del cumpleaños del dicta-dor como festejo público comenzó poco tiem-po después de su toma del poder. La celebra-ción incluía un saludo mañanero al dictador,con una larga caravana de personalidades ypersonas comunes inundando de flores los jar-dines de su casa. Por la noche, la fiesta popu-lar se desarrollaba año tras año en el barrioStroessner, siempre con la inauguración de al-guna obra pública.16 Y a lo largo del día, las ra-dios y otros medios de comunicación se dedi-caban a difundir los saludos al General, contransmisión de polcas y canciones alusivas.

El primer año post-transición (1989), nohubo grandes celebraciones. Para muchos, lafecha podría haber recibido el nombre de“Día de la infamia nacional”. La noche ante-rior, hubo una “Vigilia contra la impunidad”en el centro de Asunción y al día siguiente,una manifestación nacional de repudio a lafecha, convocada para reclamar castigos a losresponsables de la represión durante la dicta-

dura y exigir justicia. Al mismo tiempo, en elbarrio se reunían para recordar el cumplea-ños, con llamados telefónicos de felicitación aBrasil, lugar de exilio del dictador. Al año si-guiente, no hubo manifestaciones de repudioa la dictadura, y las celebraciones en el barriofueron reprimidas.

Poco a poco, a lo largo de la década de losnoventa, la fiesta barrial volvió a convertirseen el centro de la conmemoración, sin quehubiera ninguna actividad anti-dictatorial.El nombre del barrio fue cambiado, y el bus-to de Stroessner retirado de la plaza. Aún sinla presencia de las marcas personales del dic-tador, la gente se viste de fiesta (colorada),hay baile y decoraciones alusivas, fuegos arti-ficiales y llamadas telefónicas de larga distan-cia a Brasil. La fiesta combina los patrociniospolíticos de líderes stronistas importantes(pero que no se expresan de manera pública)y la organización de liderazgos locales en elbarrio.

Posiblemente sea la desilusión con las con-diciones económicas, políticas y sociales loque explique la vigencia de esta celebración yla nostalgia por el pasado autoritario. Quie-nes celebran obtuvieron favores y prebendasdel régimen. Al mismo tiempo, quienes fue-ron reprimidos y silenciados no encuentranun espacio y una fecha adecuada para conme-morar las violaciones, sus demandas y sussentimientos. Sus memorias no han construi-do rituales y conmemoraciones públicas quepermitan un espacio de comunidad e identi-dad compartida. Sus demandas se actualizanen las varias coyunturas críticas que el país vi-vió en la última década (el intento de golpede Oviedo en 1996, las manifestaciones ciu-dadanas en marzo de 1999, por ejemplo). Enesos momentos, las fuerzas democráticas,compuestas por viejos que tienen memoriaspersonales de la represión stronista y por jó-venes a quienes les fueron transmitidas, salenal campo de lucha para contener la posibili-dad de un retorno dictatorial. En esos mo-mentos, sin embargo, son las condicionespresentes las que dominan la escena, y la me-moria del pasado se esfuma.

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15 Esta sección se basa en el trabajo de Myrian GonzálezVera, “3 de noviembre, ´fecha feliz’: los cumpleaños deStroessner en Paraguay”, elaborado en el marco delPrograma “Memoria colectiva y represión”.

16 El barrio Stroessner fue inaugurado el 3 de noviembrede 1957. Ese año, Stroessner colocó la piedra funda-mental del barrio, inaugurando una plaza y un bustoen su homenaje, además de entregar casas a los prime-ro/as beneficiario/as. Desde entonces, la fiesta barrialexpresó la “gratitud” popular a los favores del régimen.

Es posible que pasado y presente estén de-masiado cerca uno del otro en el Paraguaycontemporáneo. Sin embargo, en ese escena-rio de desilusiones presentes e idealizacionespasadas, existe el riesgo de que las memoriasde “los gloriosos días de antes” se tornen la“verdad histórica” para una parte de las nue-vas generaciones.

Las conmemoraciones en perspectiva

Las fechas y aniversarios son coyunturas enlas que las memorias son producidas y activa-das. Son ocasiones públicas, espacios abiertos,para expresar y actuar los diversos sentidosque se le otorga al pasado -reforzando algu-nos, ampliando y cambiando otros-. Hay al-gunas constantes, sin embargo, que respon-den a los marcos institucionales y a las moda-lidades en que diversos actores sociales seapropian de ellas y las enmarcan en sus pro-pias identidades y en sus propios proyectos.

Es bastante uniforme en los diversos paí-ses el sentido que los militares dieron a sus ac-ciones políticas (un discurso que pone el én-fasis en su rol de defensores de la nación -y, encasi todos los casos, la democracia-). Cuánpúblico y amplio es su mensaje o cuán cerra-do a la corporación militar y a los cuartelesdepende de las circunstancias, al igual que elgrado de repercusión popular que puedan lle-gar a tener. Aún cuando la presencia públicasea limitada, siempre les queda el espacio ins-titucional propio para reafirmar sus identida-des y su auto-justificación.

Hay otra constante en esta historia com-parada y compartida: el papel secundario quetienen los partidos políticos y el propio esta-do democrático en las conmemoraciones.Claramente, no son actores centrales en laelaboración de memorias sociales o en el in-tento de dejar “legados”. Son más bien los ac-tores sociales –organizados en el movimientode derechos humanos o dispersos en la formade protestas populares, heterogéneos y diver-sos- quienes intentan presentar memorias al-

ternativas a las de los militares, reclamandopor una versión del pasado que rescate la re-presión y el sufrimiento. Son ellos tambiénquienes demandan justicia y protestan por laimpunidad.

Hay tres cuestiones que pueden ser pre-sentadas como reflexión final. Primero, estáclaro que en momentos públicos significati-vos como las fechas de conmemoración, notodos comparten las mismas memorias. Lamemoria se refiere a las maneras en que lagente construye un sentido del pasado, y có-mo relacionan ese pasado con el presente enel acto de rememorar o recordar. Hay distin-tos tipos de “gente”: quienes vivieron perso-nalmente el evento o período que se recuerda,y quienes son parte de un cuerpo colectivoque comparte una base de saberes culturales através de complejos procesos de identifica-ción, pertenencia y transmisión. Debe tener-se en cuenta que estamos hablando de cir-cunstancias traumáticas que pueden dejar va-cíos, huecos y fracturas en la posibilidad deexpresarse y de transmitir relatos. En el lími-te, lo traumático implica que no haya pala-bras, y en consecuencia que no haya memo-rias narrativas, no haya comunicación otransmisión, solamente repetición de sínto-mas y silencios. Lo indecible se dice entoncesen fragmentos y mensajes quebrados.

Una cuestión –necesariamente abierta- serefiere a las visiones y a la participación de lascohortes más jóvenes, que no han vivido per-sonalmente los eventos que son conmemora-dos. Hay ocasiones en que los jóvenes mani-fiestan una total falta de interés en relación aciertos eventos del pasado. Otras veces, algu-nos jóvenes se comprometen totalmente ymanifiestan posiciones militantes en relacióna esos eventos. Las diferencias entre cohortes–entre quienes han vivido la represión en dis-tintos momentos de sus vidas personales, en-tre ellos y los muy jóvenes que no tienen me-morias personales del período de represión- ylas relaciones y diálogos que se establecen en-tre generaciones y cohortes producen una di-námica societal específica en lo referente a lacuestión de la memoria. La información y el

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conocimiento, los silencios, sentimientos,ideas e ideologías, son los bienes simbólicosque son transmitidos. Sin embargo, hay in-certidumbre sobre cuáles serán las nuevas in-terpretaciones, tanto en el plano individualcomo en el grupal.

En segundo lugar, las fechas de conmemo-ración, como parte de la memoria misma, su-fren transformaciones a lo largo del tiempo,visibles especialmente en las manifestacionespúblicas en las fechas en cuestión y en los dis-cursos políticos, cuando se los compara añotras año. ¿Se puede entonces separar pasado ypresente? ¿Es posible que el significado de unevento cambie tan profundamente que la ra-zón inicial de su existencia se torne solamen-te un “pretexto” para luchas políticas y socia-les que siempre están relacionadas con el pre-sente? Las actividades que se llevan a cabo,¿son conmemoraciones de acontecimientospasados o vehículos de una lucha política co-yuntural, semejantes a la propaganda electo-ral o a denuncias de enemigos políticos? Enotras palabras, lo que nos estamos preguntan-do es sobre el lugar que puede existir en la es-fera pública para la memoria social de sujetoshistóricos.

En tercer lugar, queda abierto el tema de larelación entre los procesos sociales y el estado,o más bien los procesos de legitimación y re-conocimiento de las responsabilidades. Ya fuerecalcada la ausencia del estado en las conme-moraciones. Ahora bien, si el estado fue el re-presor, ¿cómo se lo puede volver a traer al es-cenario de la acción? ¿Asume el estado la res-ponsabilidad por el pasado? ¿O alternativa-mente rompe con ese pasado, como si no lefuera propio? El equilibrio entre legitimidad,responsabilidad y acción estatal es siempreinestable. Es claro que el tema está abierto, ylas aguas están revueltas, porque además de losactores sociales en cada país, aparecen en el es-cenario instancias internacionales legitimado-ras de las demandas sociales.

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16Revista de FLACSO-Sede Ecuador Número 17 septiembre 2003

La mediatización de la política• La política económica del gobierno de Lucio Gutiérrez

• Imperio virtual. A propósito de la guerra en Irak

• La separación de los sexos: educación y relaciones de género

• Democracia y partidos políticos: diálogo con Flavia Freidenberg

• Capital social y desarrollo rural

RESEÑAS

Víctor Bretón y Francisco García, editores

Estado, etnicidad y movimientos

sociales en América Latina

Ecuador en Crisis

Icaria, Barcelona, 2003

No es fácil comentar un libro escrito por variosautores y que aborda temáticas diferentes des-de disciplinas diversas. No lo es, sobre todo,porque cada artículo y cada temática podríantratarse de modo independiente y mereceríanuna reflexión propia. Por eso, en este comenta-rio me limitaré a subrayar los debates que plan-tean el conjunto de artículos del libro en lastres temáticas que aborda: Estado, etnicidad ymovimientos sociales. Si bien el título del librose refiere a América Latina, casi todas las con-tribuciones, con excepción de una, se concen-tran principalmente en la crisis del Ecuador.

Una perspectiva clave de análisis del siste-ma político ecuatoriano que se plantea en ellibro viene de su configuración regional. Sepropone entender el sistema político ecuato-riano como un “sistema regionalizado”, quese articula a partir de una búsqueda incesantede equilibrios entre las dos regiones que loconfiguran. El mérito de la propuesta consis-te en asumirlo como un sistema, es decir, conuna lógica y unas reglas de funcionamientoderivadas precisamente de la interacción de

cada una de las regiones con el Estado y entresí. Subyace una lógica subterránea en el juegode la política ecuatoriana que sólo puede serdescifrada como una relación de conflicto ynegociación permanente entre las regiones.La propuesta sugiere varias entradas de análi-sis para entender cómo se fue configurandohistóricamente el sistema desde comienzosdel siglo XX; cómo ha logrado sostener susequilibrios en las últimas décadas, y por quése encuentra actualmente en crisis. El Estadoecuatoriano resultaría una ficción si no se loentendiera desde las relaciones de tensión,conflicto y negociación entre Costa y Sierra;esto es, entre estructuras sociales con su pro-pia trayectoria histórica, identidad colectiva ygrupos de poder obligados a coexistir en elmarco de un Estado.

La perspectiva de análisis que se proponedel sistema político ofrece una clave para en-tender la actual crisis del Ecuador como unadesarticulación del sistema de equilibrios re-gionales. El desequilibrio se presenta comouna consecuencia del debilitamiento del Esta-do a lo largo de la década de los años 90. Conla creciente fragilidad del Estado, se ha idodesvaneciendo lo nacional como juego detransacciones constantes entre las regiones. Loque hoy enfrenta el Ecuador es claramenteuna crisis de “integración nacional”. Sus sig-nos más evidentes son el déficit de gobernabi-lidad del espacio nacional, y el desplazamien-to de la política hacia lo local. En ausencia deun espacio de mediación, las identidades re-gionales se han replegado sobre su propio te-rritorio, sin encontrar la posibilidad de pro-yectarse más allá de sus confines. Aún más, elmismo espacio regional parece descomponer-se en pequeños ámbitos locales. Este procesoexplicaría la percepción de extrema fragmen-tación política que se tiene hoy del Ecuador.

La crisis del Estado no puede ser entendi-da fuera del largo e interminable proceso deajuste económico vivido por el país en las úl-timas dos décadas. Lo más impresionante delcambio del modelo desarrollista hacia unoneoliberal es el rotundo fracaso del proceso,en términos de los indicadores del desarrolloeconómico. Las cifras son desastrosas desdetodo punto de vista: pobreza, desempleo,

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concentración de la riqueza, caída de la inver-sión pública, endeudamiento, salud, educa-ción, crecimiento económico, ingresos percápita. Por donde se mire, abruma e impactala dimensión del fracaso. En América Latinase habló de la década de los 80 como de la“década perdida”, pero en el caso del Ecuadorcabe hablar de los años 90 como una “segun-da década perdida”. La pregunta inevitableque surge del libro apunta hacia la capacidadpolítica de la mayoría de la población afecta-da por el modelo: ¿cómo fue posible que per-mitiera la consolidación de una política eco-nómica que ha provocado un desastre social?La posible respuesta apunta al corazón de lacultura política y de las representaciones do-minantes que organizan las relaciones de po-breza y desigualdad en el Ecuador.

Lo que se acaba de señalar resulta, cierta-mente, una paradoja en un país que ha vistoen la última década la emergencia del movi-miento indígena, fenómeno colectivo extraor-dinario por su significación política, cultural ehistórica. Sobre este tema, el libro abre, sinduda, una serie de perspectivas para entender-lo no solo en conexión con el redescubrimien-to y despliegue de lo étnico, como ha sido elenfoque desde ciertas tendencias culturalistasde la identidad, sino desde la enorme proble-mática de la sociedad rural andina. Los artícu-los que abordan la realidad del campo ofrecenvisiones frescas, bien documentadas, de lacomplejidad de sus problemáticas actuales.Cabe mencionar, entre todas ellas, las siguien-tes: el fracaso de tres décadas de desarrollo, laimposibilidad de dar sostenibilidad a los pro-yectos emprendidos, la enorme diversidad so-cial del mundo rural, y la crisis de las comuni-dades. La sociedad rural tiene hoy un perfilmuy distinto al que dejaron los estudios agra-rios de los años 80, concentrados la mayoríade ellos en el impacto de la reforma agraria so-bre la estructura hacendataria.

Algunas ideas fuertes que lanza el libro aldebate son la de no identificar más la proble-mática de lo rural solo con lo agrario; tampo-co creer que todos los campesinos pobres tie-nen idénticas alternativas para remontar su si-tuación; y olvidarse de las rígidas fronterasentre el campo y la ciudad. El libro critica al-

gunos de los mitos que se han levantado enlos últimos tiempos para sacar a los campesi-nos de la pobreza, como aquel del capital so-cial, tan difundido por el Banco Mundial. Seha creído que el capital social es una exten-sión de la organización campesina, pero losestudios muestran las precariedades de esasorganizaciones si se las considera desde la fa-milia, la comunidad y las relaciones interco-munales, limitadas y desestructuradas por laimposibilidad de acceder a nuevas tierras.Hoy las familias campesinas cultivan la tierrasolo como una más de las múltiples activida-des que deben desplegar para sobrevivir.

Igualmente revelador para entender almundo rural resultan los estudios que lo ana-lizan desde los intereses y las acciones de lasONGs. Estas organizaciones se han multipli-cado de manera simultánea al colapso del Es-tado desarrollista. Las ONGs han puesto es-pecial interés en trabajar donde se ubican losindígenas, seguramente para acceder a recur-sos, sin atender de modo equilibrado a todaslas zonas de pobreza rural. Su característica esla dispersión de enfoques, la disputa de clien-telas y la imagen dislocada del desarrollo queproyectan. Pero, sobre todo, salta a la vista demodo claro la conexión entre la multiplica-ción de las ONGs, el afianzamiento de las po-líticas neoliberales y la emergencia de lo étni-co como estrategia de identidad política entrelos grupos indígenas. La gran pregunta que seplantea desde el libro es si el surgimiento delo étnico puede estar asociado más a la inter-vención de agentes externos en el mundo in-dígena, que a procesos internos propios de lascomunidades. La hipótesis debería levantar,por sí misma, una gran polvareda.

Lo que sí resulta evidente de los trabajosque abordan este tema, es que la formación dela identidad a partir de lo étnico aparece comoun recurso de movilización política justamen-te cuando entra en crisis el proyecto desarro-llista; dicho de otro modo, cuando el discursocampesino, clasista, no encuentra eco e inter-locución en el Estado, la construcción deidentidad política se desplaza hacia lo étnico;busca en lo étnico un sustituto, un nuevo ele-mento discursivo para legitimar las demandasfrente al Estado. Lo que el Ecuador habría vi-

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vido desde los años 80, con la crisis del mode-lo desarrollista, es el fin de un pacto entre loscampesinos y el Estado –aquel que dio paso alas reformas agrarias de los 60 y 70. El nuevocontexto obliga a los pobres rurales a desple-gar una nueva estrategia de lucha política.

Siempre me ha resultado poco persuasiva laidea de lo étnico como un mero recurso estra-tégico de movilización política. Aún cuando laidentidad pueda funcionar, efectivamente, co-mo un recurso de movilización, subyace laidea de que en lo étnico los indígenas encuen-tran la posibilidad de reconstituir sus vidas in-dividuales y colectivas, así como sus relacioneshistóricas con el Estado y la sociedad nacional.Desde esta perspectiva, lo étnico no sólo es unatajo para salir de la pobreza, sino un mecanis-mo para descomponer ciertas relaciones de do-minación que han sometido a los indios; estoquiere decir que sólo a través de la reconstitu-ción del campo donde se construyen las rela-ciones étnicas como relaciones de desigualdade inferioridad racial, es posible salir de la po-breza. Al conectarse el tema de la pobreza conlo étnico aparece la dimensión cultural comoun lugar de dominación; la cultura se presen-ta como un campo donde se legitima la domi-nación y la pobreza de los indígenas. La iden-tidad étnica puede ser un recurso estratégicopara volver a plantear el tema del desarrollo yla pobreza, pero al activarse pone en juego lasrelaciones de poder en el campo cultural de lanación. Detrás de la reivindicación de lo étni-co saltan complejas problemáticas sobre laconstrucción de la identidad y la comunidadpolítica nacional, con sus líneas de exclusión.Y, sobre todo, salta ese conjunto de represen-taciones que han condenado lo indio a la mar-ginalidad, a la inferioridad.

No se puede entender la dinámica de con-flicto abierta por el movimiento indígena fue-ra de ese discurso de la diferencia identitaria,en tanto crítica a una concepción homogeni-zante de la identidad nacional. También estaperspectiva de análisis se aborda desde algu-nos artículos del libro. La identidad homogé-nea se sostuvo mientras pudo dominar la di-ferencia, inferiorizándola; el ideal de una so-ciedad homogénea hizo de la diferencia unelemento de subordinación. Tan potente ha

sido el despliegue de la noción de diferenciaen las movilizaciones y en el discurso de losindígenas, que las elites no logran explicarsecómo un grupo minoritario tiene tanta fuer-za para sacudir el escenario nacional. Las pis-tas surgen desde algunas exploraciones del li-bro: ha sido posible porque los indígenas hanestado en el centro y en la periferia de la cons-trucción de la identidad nacional; lo indio hasido ese “exterior constitutivo” de la identi-dad nacional. No es un problema de minoríasy mayorías, sino de la centralidad que ocupauna determinada población en la definiciónde la identidad nacional.

Por último, quisiera solamente subrayar yalentar nuevas investigaciones y estudios so-bre las elites ecuatorianas, tal como se propo-ne en una de las líneas de reflexión del libro.No hemos estudiado a los grupos dominantesen el Ecuador. Los intereses académicos hanpuesto la mira en los sectores pobres, exclui-dos. No se trata de una práctica que puedeencontrar justificaciones en argumentos polí-ticos. Me atrevo más bien a pensar que vaunido a un cierto paternalismo de la culturapolítica ecuatoriana hacia los pobres y desva-lidos, de la cual se han hecho eco los cientis-tas sociales. Sólo estudios más sistemáticos delos grupos dominantes, de las elites económi-cas, sociales y culturales, de sus estilos de vi-da, de sus hábitos de consumo y de sus dis-cursos legitimadores, pueden llenar el desco-nocimiento producido por las mismas cien-cias sociales. Y no hablamos del desconoci-miento de una faceta más de la sociedad ecua-toriana dentro de un repertorio plural y com-plejo. Hablamos de la faceta, de la voz, de laidentidad de aquellos grupos que tienen la ca-pacidad para producir buena parte de losimaginarios que dominan la conciencia na-cional, sus sentidos; hablamos de aquellossectores que se imponen en las luchas dentrodel campo de la representación.

En definitiva, un libro importante, que re-sume buena parte de la problemática delEcuador en los años 90, y que lanza algunasentradas sugerentes y desafiantes para enten-derla mejor.

Felipe Burbano

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Flavia Freidenberg

Jama, caleta y camello

Corporación Editora Nacional, Quito, 2003

Uno de los agujeros negros de la ciencia polí-tica latinoamericana se encuentra en el estu-dio de los que, parafraseando a Lechner, po-drían considerarse como los patios interioresde los partidos políticos. La cantidad y cali-dad de los estudios de sistemas de partidos, delas condiciones de la competencia electoral ode la tensión entre liderazgos personalistas einstituciones, no se encuentra cuando se pre-tende caminar por ese lado oscuro de la vidade las organizaciones políticas. Por una seriede razones se ha privilegiado el análisis de lacompetencia y del desempeño público, mien-tras se ha relegado a un plano muy secunda-rio la investigación de lo que sucede adentrode ellos. Un gran déficit de conocimiento desus características intrínsecas y por lo tanto desu capacidad organizativa y de sus potenciali-dades, es el resultado final de este sesgo.

Las carencias son más notorias en paísescomo Ecuador, donde los estudios políticosestán fuertemente vinculados a concepcionesestructuralistas que dejan poco espacio paralas decisiones de los actores, o a las culturalis-tas que tienden a minimizar la importanciade las instituciones y del juego político en sí

mismo. La vida de los partidos, sus arreglosorganizativos, las estructuras internas, sus es-trategias de captación de electores y de reclu-tamiento de militantes, la relación entre diri-gentes y seguidores o entre liderazgos indivi-duales y aparato institucional, entre otros,son aspectos han merecido poca atención des-de esas perspectivas.

En Jama, caleta y camello, Flavia Freiden-berg se enfrenta al reto de abrir el camino quelleve hacia el interior de los partidos, y lo ha-ce a través del estudio de los orígenes, la orga-nización, las estrategias y los imaginarios co-lectivos del Partido Roldosista Ecuatoriano,PRE. Esa decisión entraña un doble desafío.En primer lugar, el señalado en las líneas an-teriores, que consiste en moverse dentro deun tema poco explorado, casi desconocido,con pocos antecedentes y por tanto con esca-sos apoyos teóricos disponibles. En segundolugar, el que se relaciona con el caso seleccio-nado para su estudio, un partido que no sola-mente desde el resto de organizaciones políti-cas sino incluso desde buena parte del medioacadémico ha sido visto como el arquetipo dela negación de la idea de partido. Veamos ellibro desde estos dos desafíos, pero previa-mente es necesario hacer un par de anotacio-nes sobre la estructura del libro.

Los partidos y el partido

Gráfica y didácticamente, Sartori sostieneque en el estudio de los partidos se puede irmás allá de estos, para abarcar el sistema departidos, o se puede ir más acá, para mirar elinterior, las unidades y los componentes decada uno de ellos. La separación de los doscampos es perfectamente posible, aunque di-fícilmente se podrá contar con una compren-sión integral o de conjunto si no existe por lomenos un mínimo apoyo entre ambos. La vi-sión del más allá puede ofrecer todos los ele-mentos necesarios para comprender el fun-cionamiento del sistema e incluso para detec-tar el papel que desempeña cada una de laspartes, pero siempre dejará preguntas no res-

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pondidas con respecto a las características in-ternas, a la organización o a las relaciones en-tre las diversas instancias de la organización.La visión del más acá puede responder a esasinquietudes y a muchas otras que surgencuando se analiza el interior de un partido,pero corre el riesgo de aislarlas del contextoque de una u otra manera ejerce influencia ylas condiciona. La visión ideal, aquella quecombina ambos niveles, demanda enormesesfuerzos y siempre está obligada a lograr elbalance preciso entre ellos. Para conseguir eseequilibrio, Flavia Freidenberg desarrolla unanálisis global del sistema de partidos delEcuador -que es además el resultado de su yalarga trayectoria en el tratamiento de este te-ma-, y un estudio pormenorizado del PREcomo su caso de estudio, que sin duda cons-tituye el mayor aporte de la obra.

Aunque inicialmente el lector encuentralo que parece que será un tratamiento separa-do de cada uno de los niveles -en la medidaen que, junto a los aspectos conceptuales, laprimera parte desarrolla los elementos pro-pios de la visión general-, de inmediato entraen una dinámica explicativa y analítica quecombina a ambos. Desde las páginas finalesde la primera parte, el libro ofrece un perma-nente ir y venir desde el sistema de partidos -o más bien desde los elementos constitutivosdel sistema político- hasta el caso concreto deestudio. La riqueza que proporciona esta for-ma de exposición contribuye a eliminar losriesgos señalados antes y ofrece una visión di-námica tanto del entorno como del partido.Además, en términos formales -que tan im-portantes resultan para una obra de ampliadivulgación- la estrategia explicativa tiene lavirtud de romper con el esquema no siemprefácil y más bien generalmente pesado de la te-sis doctoral. Aunque sigue ahí presente elmarco conceptual y la reseña del debate entorno a los temas tratados, que interesan bá-sicamente a investigadores y a especialistas,no tiene el peso ni la densidad suficientes pa-ra ahuyentar al lector medio.

En este ir y venir, cuando ya han sido des-critas y analizadas las particularidades del rol-

dosismo, esto es, aquellas características quele diferencian del resto de partidos ecuatoria-nos, el texto vuelve sobre los aspectos del en-torno. Las dos últimas secciones de la segun-da parte se ocupan de las variables institucio-nales, especialmente del sistema electoralecuatoriano y de su funcionamiento a travésde los procesos electorales. Flavia Freidenbergmuestra en este nivel su amplio y profundoconocimiento del ordenamiento institucionalecuatoriano, recogido en sus trabajos anterio-res y sintetizado con precisión en éste.

En un desplazamiento conceptual y deperspectiva, el trabajo aborda uno de loscomponentes de la cultura política o, másbien, de las culturas políticas. Las diferenciasregionales, que inevitablemente deben serconsideradas en cualquier estudio políticoecuatoriano, ocupan el lugar central en estesentido. Como una vía para evitar la especu-lación que caracteriza a los acercamientos quese han hecho sobre el tema de la cultura polí-tica en el país, la autora se concentra exclusi-vamente en la manera en que la opinión pú-blica percibe a los partidos políticos y de ma-nera especial al PRE. La relación entre esaspercepciones y las estrategias del roldosismoconstituyen uno de los elementos explicativosde los vínculos entre los dos niveles señaladosantes, esto es, entre el sistema de partidos y elpartido como tal.

De ahí en adelante, el libro se concentra enel análisis de las condiciones internas del PRE,en las estrategias organizativas, el reclutamien-to de militantes, la selección de candidatos, laorganización de las campañas y el contenidode los mensajes. Son los temas que ocupan latercer parte, que sin duda constituye su mayoraporte no sólo por todo lo que significa aden-trarse en un terreno desconocido, sino tam-bién por la profundidad con que lo hace y so-bre todo por la enorme capacidad de mante-ner un diálogo permanente entre los concep-tos y la teoría, por un lado, y la realidad con-creta de su objeto de estudio, por otro lado.

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El desafío de lo inexplorado

La escasez de estudios acerca del más acá delos partidos en América Latina, y de maneraespecial en Ecuador, otorga al trabajo de Fla-via Freidenberg la condición de exploratorioen el mejor sentido de la palabra. Una breverevisión de la bibliografía citada es suficientepara comprender que buena parte del estudiodebió apoyarse en trabajos teóricos y concep-tuales construidos en función de otros temasde estudio y de otras preocupaciones intelec-tuales. Por consiguiente, el desafío en este ni-vel consistía no solamente en explorar lo des-conocido, sino también en disponer de losinstrumentos adecuados para hacerlo. Se tra-taba de hacer un viaje nocturno por un cami-no apenas dibujado, pero a la vez de construirla linterna y finalmente de dejar dibujado elmapa para posteriores intentos.

El concepto básico para hacerlo es el de es-trategia organizativa. Siguiendo la línea de lavertiente racionalista-institucional del análisisde los partidos, la autora asume como eje ex-plicativo la relación entre metas y medios pa-ra conseguirlos. Las metas son conseguir cuo-tas de poder para sus dirigentes, lo que en unrégimen representativo significa ganar elec-ciones. Los medios, plasmados en las estrate-gias organizativas diseñadas para esos fines,constituyen propiamente el objeto de estu-dio, que a su vez es abordado desde múltiplesperspectivas. Pero, precisamente esa visiónmúltiple (panóptica se podría decir si la pala-bra no hubiera sido asociada con las accionesde “vigilar y castigar”) demuestra cierta insu-ficiencia del concepto. El desarrollo del análi-sis, especialmente cuando se mueve con habi-lidad y perspicacia dentro de la compleja vidainterna del partido, pone en evidencia queexisten muchos aspectos que rebasan larga-mente el marco racionalista de las estrategiasorganizativas. En varias partes del libro se en-cuentran ricas descripciones de los lazos in-ternos, de las formas en que se establecen losvínculos verticales entre militantes y dirigen-tes, horizontales entre militantes y del mismotipo entre dirigentes. La importancia de esas

relaciones lleva a pensar que si bien es ciertoque ellas se derivan de las estrategias organi-zacionales, su explicación no se agota en eseconcepto. La creación de identidades es unelemento de importancia en la práctica con-creta del partido (el PRE o cualquier otro),como lo demuestra Flavia Freidenberg espe-cialmente a lo largo de la tercera parte, peroque no ha tenido la contraparte necesaria deldesarrollo teórico.

Por tanto, se trata de un tema poco explo-rado no solamente en Ecuador y en los paíseslatinoamericanos, sino en general dentro dela ciencia política. La disponibilidad de con-ceptos y de armazones teóricas al respecto esinsuficiente. Es verdad que existen aportesdentro de la vertiente de estudios de la accióncolectiva (desde Olson en adelante) a los quese puede echar mano, pero tampoco con ellosse puede ofrecer una visión acabada de la vi-da interna de los partidos, de sus relaciones ysus conflictos. Es probable que el camino pa-se por el borde de varias disciplinas a las quese deba pedir ayuda desde la ciencia política,como lo hace Flavia Freidenberg a lo largo desu trabajo. Ciertamente, al hacerlo se lo debeplantear con toda claridad, de manera que ellector pueda comprender que se lo está lle-vando hacia otra dimensión explicativa, nimejor ni peor, simplemente diferente y queproviene de otras premisas teóricas y que pue-de tener otros recursos de comprobación.Quizás esto no está suficientemente explicadoo más bien explicitado en el libro, especial-mente en la enunciación de sus bases teóricasy conceptuales, pero es obvio que aparece contoda su riqueza en el análisis del caso concre-to. Pero ese es justamente uno de los riesgos alos que se enfrenta cualquier trabajo que pre-tende abrir un camino, y mucho más si estoocurre en las condiciones señaladas.

El partido que no es

El Partido Roldosista Ecuatoriano ha sidoconsiderado como la negación del partido co-mo tal o, para decirlo con cierta ampulosi-

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dad, de la forma partido de la organizaciónpolítica. La distinción entre partidos ideoló-gicos y maquinarias electorales o, en el mejorde los casos, partidos populistas (o cualquierotro calificativo siempre con alta carga peyo-rativa), se implantó tempranamente en el me-dio político ecuatoriano. Subyace a esta per-cepción un tipo ideal de organización confor-mada en torno a una declaración de princi-pios, generalmente ligada a las grandes co-rrientes políticas mundiales. Se trata, en con-secuencia, de una definición realizada a partirdel tipo de sociedad propuesto por la agrupa-ción política, no de ésta como tal.

Inevitablemente, en ese molde no cabía elPRE, como no había cabido su directo antece-sor, Concentración de Fuerzas Populares, CFP.Incluso la legislación electoral y el régimen departidos habían sido diseñados en función deaquella concepción y en gran medida comouna forma de evitar que se filtraran expresionesde naturaleza diferente. Sin embargo, ni los in-tentos de racionalizar (en los más clásicos tér-minos de civilización o barbarie) la política nila legislación construida para eso han podidoevitar la larga e importante presencia políticade ese grupo de personas cuyo nombre propio,roldosista, constituye la negación de aquellaorientación. Su autodenominación expresa laadscripción a una persona que en términos es-trictos no fundo un ismo ni construyó algunainterpretación específica de la realidad ecuato-riana. Con ello se sitúa en la antípoda de la an-siada definición ideológica que llevaría a la ra-cionalización de la política.

Por ello y por mucho más, es claramenteun desafío para el análisis, especialmentecuando se lo hace desde la perspectiva racio-nal-institucional. Flavia Freidenberg resuelveel problema por la vía más apropiada cuandobusca en el PRE la racionalidad de las estrate-gias organizativas o, si se quiere, los arreglosinternos que son necesarios para alcanzarcuotas de poder y cargos para sus dirigentes,como corresponde a cualquier partido políti-co. Esta perspectiva le permite romper con lavisión dominante en Ecuador del PRE comoun no-partido o un anti-partido. Al contra-

rio, la lectura del libro demuestra que se tratade un partido en el sentido estricto de la pa-labra, y no solamente de acuerdo a la defini-ción mínima originada en Sartori (a la queinicialmente se adscribe la autora, pero queacertadamente la abandona de inmediato),que sostiene que esa denominación es válidapara cualquier agrupación que presente can-didatos y participe en elecciones.

El libro constituye, en este sentido, una re-novación del pensamiento político ecuatoria-no y un llamado de atención a mirar el conte-nido más que el continente. La navegación su-mergida que realiza por las estructuras organi-zativas del PRE, por las opiniones de sus mili-tantes y de sus dirigentes, por sus documentosconstitutivos y declaraciones de principios, porel desempeño de sus dirigentes en diversas fun-ciones de elección popular, en fin, por su vidainterior y sus manifestaciones exteriores, po-nen en cuestión muchos de los lugares comu-nes del pensamiento político ecuatoriano. Ca-pítulo aparte merecería la opinión de su funda-dor y líder indiscutido, Abdalá Bucaram, reco-gida sobre todo a través de una entrevista di-rectamente realizada por la autora, y que ex-presa en sí misma la visión de lo que es, lo quequiere ser y lo que jamás podría ser el PRE.

Siendo un aporte para la ciencia políticaecuatoriana, es de esperar que lo sea tambiénpara el público más amplio al cual está dirigi-do. Es probable que su lectura resulte fatigo-sa para quien no está acostumbrado a la obraacadémica, inevitablemente poblada de citasa pie de página y de referencias a infinidad deautores y obras. Aunque es norma generaliza-da que uno de los atributos de cualquier tesisdoctoral debe ser su fácil transformación enlibro de amplia divulgación, es extremada-mente difícil lograrlo. Hay que esperar queuna segunda edición -que seguramente la ha-brá y pronto- se logren avances en lo formalpara que sea mucho más amplio el número depersonas que se beneficien de un trabajo serioy riguroso como el comentado.

Simón PachanoNotre Dame, diciembre de 2003

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reseñas

Mark Thurner y Andrés Guerrero, editores,

After Spanish Rule. Postcolonial Predicaments

of the Americas

Duke University Press, Octubre 2003

Insistiendo en el valor crítico de las historias latinoamericanas para evaluar lasteorías sobre el postcolonialismo, After Spanish Rule es la primera colección

de ensayos de historiadores y antropólogos de América Latina que aborda losdebates postcoloniales desde la perspectiva de las Américas.

Estos ensayos analizan las ideas fundacionales de los estudios postcolonialesen diversos contextos latinoamericanos, cubriendo un rango que va desde lasnarrativas de los viajeros y clérigos del siglo XVIII en la región hasta intelec-tuales indígenas colombianos en la actualidad. Los editores argumentan quela construcción de una matriz de historias singulares en la intersección de co-lonialismos y nacionalismos particulares, debe convertirse en el proyecto crí-

tico de la escritura postcolonial de la historia.

Cuestionando las tendencias universalizantes de la teoría postcolonial, tal ycomo ésta se ha desarrollado en la academia anglófona, los colaboradores lla-man la atención sobre las formas en que las historias de los países de AméricaLatina –con sus elites criollas, sus clases medias híbridas, sus grupos étnicossubordinados y sus complicadas relaciones históricas con España y EstadosUnidos– difieren de manera importante de aquellas otras historias de anti-

guas colonias del hemisferio sur. Sin embargo, mientras se reconocen esas di-ferencias, este libro sugiere una gama de provocativas y críticas conexiones

con historias coloniales y postcoloniales alrededor del mundo.

Colaboradores:Thomas Abercrombie, Shahid Amin, Jorge Cañizares-Esguerra, Peter Guardi-no, Andrés Guerrero, Marixa Lasso, Javier Morillo-Alicea, Joanne Rappaport,

Mauricio Tenorio-Trillo, Mark Thurner

Mark Thurner es profesor asociado de Historia y Antropología en la Univer-sidad de Florida.

Andrés Guerrero es investigador asociado a Flacso–Sede Ecuador

COYUNTURA

Reflexiones sobre un ataque huaoMiguel Ángel Cabodevilla

El asalto huao desde la prensaMilagros Aguirre

Sistema mundial y pueblos indígenas en laAmazonía.A propósito del ataque a los tagaeri.Alex Rivas Toledo

Muerte en la zona Tagaeri-Taromenane:justicia occidental o tradicionalGina Chávez Vallejo

DOSSIER

Imperio, poder global y multitudIntroduccion al dossier

Gobierno global, poder imperial.A propósi-to de ImperioPablo Ospina Peralta

Imperio, guerra asimétrica y caos global. Laguerra USA-IrakEntrevista a Alain Joxe

¿Emergencia de una multitud consti-tuyente? Resonancias de las jornadas de diciembrede 2001 en ArgentinaAída Quintar y Perla Zusman

Imperio y subjetividad comunistaAlejandro Moreano

DEBATE

La mediatización de la política.Comentarios al dossier de Íconos 16.Carlos Tutivén Román

Violencia, luto y políticaJudith Butler

DIÁLOGO

Barroco y modernidad alternativaDiálogo con Bolívar EcheverríaMauro Cerbino y José Antonio Figueroa

TEMAS

Etnicidad y exclusión en Ecuador:una mirada a partir del censo de poblaciónde 2001 Mauricio León Guzmán

¿Retornará “lo social”?Eduardo Bustelo

FRONTERA

Argentina: de la crisis de 2001 a un nuevopresidenteOrlando D’Adamo, Virginia García Beaudoux y Gabriel Slavinsky

Hacia una antropología de la representación de los sistemas globalesMarcelo Bonilla Urvina

RESEÑAS

Allen GerlachIndians, Oil, and Politics.A Recent History of EcuadorGuillaume Fontaine

Fander FalconíEconomía y desarrollo sostenible ¿Matrimonio feliz o divorcio anunciado? El caso del EcuadorJoseph Henry Vogel

Mitchell SeligsonAuditoria de la Democracia. Ecuador Flavia Freidenberg

Manuel Alcántara Sáez y Flavia Freidenberg, editoresPartidos políticos de América Latina Sylke Narváez López

Contenido de ICONOS 17, septiembre 2003