Construccion Espacio Domestico

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Movilidad y vida cotidiana: la construcción del espacio doméstico en las comunidades de la prehistoria reciente del nordeste de Iberia Paloma Gonzalez Marcén, Sandra Montón Subías Marina Picazo Gurina Dones i activitats de manteniment en temps de canvi Barcelona, 24-26 de novembre de 2005 Treballs d’Arqueologia 11, 2005 135 Resum: En aquest article s'analitzen els canvis que experimentà l'organització de les activitats de manteniment en els assentaments litorals i prelitorals del nord-est de la península Ibèrica, des del segle VIII fins el segle III aC, i el que implicaren aquestes transformacions en les pautes de mobilitat de les dones. Amb aquest objectiu, es considera l'evidència arqueològica dels assentaments del Bronze final i de l'Edat del Ferro al Vallès i l'Empordà. Aquests canvis es posen en relació amb el marc sociopolític del període, caracteritzat per la presència colonial, tant en la seva dimensió estrictament comercial com en la creació de models culturals/materials visualitzats en els establiments colonials grecs de la costa empordanesa. Resumen: En este artículo se analizan los cambios que experimentó la organización de las actividades de mantenimiento en los asentamientos litorales y prelitorales del nordeste de la península Ibérica, desde el siglo VIII hasta el siglo III a.C., y lo que estas transformaciones implicaron en las pautas de movilidad de las mujeres. Para ello se considera la evidencia arqueológica de asentamientos del Bronce Final y de la Edad del Hierro en las áreas del Vallès y del Empordà. Estos cambios se ponen en relación con el marco socio-político del período, caracterizado por la presencia colonial, tanto en su dimensión estrictamente comercial, como en la de creación de modelos culturales/materiales visualizados en los establecimientos coloniales griegos de la costa ampurdanesa. Abstract: In this paper we analyze the changes in the organization of maintenance activities in coastal and precoastal settlements of northeast Iberia, between the 8th century and 3rd century bc and their implications for the mobility of women. Specifically, we examine the archaeological evidences from Late Bronze Age and Early Iron Age settlements of the Vallès and Empordà regions. These changes are related to the socio-political background of that period, characterized by the colonial presence, both in its commercial dimension, and in terms of the creation of cultural model evidenced in the Greek colonial settlements of the Empordà coast.

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Movilidad y vida cotidiana: la construccióndel espacio doméstico en las comunidades dela prehistoria reciente del nordeste de Iberia

Paloma Gonzalez Marcén, Sandra Montón Subías

Marina Picazo Gurina

Dones i activitats de manteniment en temps de canviBarcelona, 24-26 de novembre de 2005Treballs d’Arqueologia 11, 2005

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Resum: En aquest article s'analitzen els canvis que experimentà l'organitzacióde les activitats de manteniment en els assentaments litorals i prelitorals delnord-est de la península Ibèrica, des del segle VIII fins el segle III aC, i el queimplicaren aquestes transformacions en les pautes de mobilitat de les dones.Amb aquest objectiu, es considera l'evidència arqueològica dels assentamentsdel Bronze final i de l'Edat del Ferro al Vallès i l'Empordà. Aquests canvis esposen en relació amb el marc sociopolític del període, caracteritzat per lapresència colonial, tant en la seva dimensió estrictament comercial com en lacreació de models culturals/materials visualitzats en els establiments colonialsgrecs de la costa empordanesa.

Resumen: En este artículo se analizan los cambios que experimentó laorganización de las actividades de mantenimiento en los asentamientos litoralesy prelitorales del nordeste de la península Ibérica, desde el siglo VIII hasta elsiglo III a.C., y lo que estas transformaciones implicaron en las pautas demovilidad de las mujeres. Para ello se considera la evidencia arqueológica deasentamientos del Bronce Final y de la Edad del Hierro en las áreas del Vallès ydel Empordà. Estos cambios se ponen en relación con el marco socio-político delperíodo, caracterizado por la presencia colonial, tanto en su dimensiónestrictamente comercial, como en la de creación de modelosculturales/materiales visualizados en los establecimientos coloniales griegos dela costa ampurdanesa.

Abstract: In this paper we analyze the changes in the organization ofmaintenance activities in coastal and precoastal settlements of northeast Iberia,between the 8th century and 3rd century bc and their implications for themobility of women. Specifically, we examine the archaeological evidences fromLate Bronze Age and Early Iron Age settlements of the Vallès and Empordàregions. These changes are related to the socio-political background of thatperiod, characterized by the colonial presence, both in its commercial dimension,and in terms of the creation of cultural model evidenced in the Greek colonialsettlements of the Empordà coast.

Espacio y movilidad en lavida cotidiana

Lo cotidiano va inexorablementeunido a aquello que se hacetodos los días en los mismoslugares. Es decir, la vida cotidia-na necesita, para concebirsecomo tal, actividades y espaciosreiterados y recurrentes. La rei-teración, la existencia de unritmo estable de las accioneshumanas requiere un armazónde relaciones y de elementosmateriales que aseguren sureplicabilidad. Esta red de rela-ciones que asegura y gestionalas condiciones materiales quehacen posible la cotidianeidadarticula lo que hemos venidodenominando actividades demantenimiento (González Mar-cén y Picazo 2005; Montón2005). De modo esquemático, elpatrón básico de estas activida-des incluye los trabajos relacio-nados con la alimentación, lasalud, el cobijo, el bienestar y lacuración e higiene, requieren unbagaje de conocimientos espe-cializados y unas prácticas tec-nológicas y simbólicas específi-cas. Además, se relacionan contodas las formas de cuidado quecrean y conservan las relacionessociales interpersonales, las queconforman y sostienen la prácti-ca cotidiana de los gruposhumanos. Precisamente estastareas de mantenimiento asegu-ran la posibilidad de reiteración

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y de recurrencia de todas lasactividades del grupo y que loscambios en estas últimas secanalicen en nuevos modelos dereiteración y recurrencia, esdecir, en nuevas formas de ges-tión de la cotidianeidad.

Como ya se ha apuntado enotros trabajos, los conjuntosarqueológicos y la cultura mate-rial conforman un campo de evi-dencia fundamental para lasactividades de mantenimientoen cuatro sentidos básicos. Enprimer lugar, por las propieda-des de los artefactos arqueológi-cos en tanto que instrumentosde las tecnologías domésticas ode mantenimiento (Spector1983; Hendon 1996); en segun-do lugar, por su función demediación en las relacionessociales (Spector 1991; Gilchrist1994); en tercer lugar, por ladisposición de objetos y activi-dades en el espacio (Nevett1994; Hendon 1996; Curià et alii2000); y, por último, por la aso-ciación de todo ello con accionesreiteradas y concretas, es decir,con la escala básica de tempora-lidad social, la cotidianeidad,que se conforma así como laescala temporal propia de lasactividades de mantenimiento(Lyons 1991; Picazo 1997).

Desde la perspectiva de losestudios históricos, y dejandode lado los sesgos explícitamen-

te androcéntricos de la investi-gación en ciencias sociales queha relegado el estudio de lasactividades de mantenimientopor su asociación histórica ysociológica a las mujeres, la difi-cultad de analizar y valorar laimportancia estructural de lasactividades de mantenimientoen la perduración y el cambio delas comunidades humanas se hadebido precisamente a la escalatemporal que da forma narrativaa los discursos históricos domi-nantes. El paradigma clásico,tanto de la historia social (lasescuelas de Annales y materia-lista-histórica) como de laarqueología social (las arqueolo-gías funcionalista y marxista),parte de un concepto de cambiono apreciable en la escala bási-ca (cotidiana) de interacciónsocial, que es, como hemosapuntado, la escala donde sonvisibles las actividades de man-tenimiento y sus transformacio-nes. En esta escala temporal deldía a día no resulta tan relevan-te proponer períodos o ciclos,sino ritmos, actividades o meca-nismos, conceptos dinámicostodos ellos pero que carecen dearticulación con los habitualesconceptos generales de cambio.Esta ausencia de engranajeexplica la existencia de una lite-ratura histórica “de la vida coti-diana” con un contenido autóno-mo en relación con la literaturahistórica general.

En la gestión de este tiempocotidiano las mujeres han tenidoque moverse entre diferenteslugares para asegurar el mante-nimiento de los grupos a partirde las actividades de produccióny reproducción de la vida. Peroen muchas sociedades históricassu movilidad se ha visto limitadapor ideologías sobre la sexuali-dad que a menudo se han con-vertido en ideologías sobre cualdebe ser el comportamientoapropiado de las mujeres, fijan-do y asegurando el entramadode la desigualdad entre los rolessexuales. Evidentemente, sehan dado muchas variantes enesas ideologías y pautas decomportamiento, pero pareceque, en muchos casos, han tra-tado de restringir la movilidadde las mujeres.

La autonomía de movimiento delas mujeres ha variado mucho alo largo de la evolución histórica.Creemos que mientras las activi-dades de las mujeres se consi-deraron parte esencial del traba-jo productivo del grupo, sumovilidad era indispensable parael necesario cumplimiento deesas tareas. Entre las bandas decazadores-recolectores, la movi-lidad abierta de las mujeres querecogían los recursos vegetalesera un factor clave en la super-vivencia del grupo. En períodosprehistóricos posteriores, proba-blemente las mujeres se movían

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de forma relativamente libre enun espacio más restringido, eldel poblado y su territorio inme-diato. De todos modos, es muyposible que fuese en las prime-ras comunidades campesinasdonde se estableciesen tipos deespecialización del trabajo basa-dos en el sexo y se iniciasen for-mas de sedentarizar a las muje-res más que a los hombres, con-finándolas de manera gradual aun espacio delimitado que se hatendido a homologar con el con-texto doméstico. Probablementeen ese período emergieron lasprimeras ideologías que relacio-naban la movilidad independien-te con la sexualidad femenina ysus potenciales peligros(Hernando 2002).

Las restricciones sobre las muje-res aumentaron en las socieda-des complejas, donde se definie-ron nuevas formas de divisióndel espacio de los asentamien-tos con usos diferenciados entrehombres y mujeres. Las muje-res pasaban la mayor parte desus vidas físicamente en el inte-rior de la casa y sus salidas alexterior exigían razones queexplicasen la excepción a lanorma de inmovilidad1. En cam-bio, la vida social “pública” secentraba en las actividades y enla movilidad de los hombres.Paralelamente se reforzaban lasideas sobre el comportamientoadecuado de las mujeres, a

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veces vinculado a las diferentesfases de su ciclo vital. Al separarlas actividades de las mujeresde las de los hombres, tanto físi-ca como simbólicamente, se cre-aron esferas espaciales y demovilidad masculinas y femeni-nas cada vez más diversas ydesiguales.

Así pues, podemos asumir que lamovilidad y la organización téc-nica y simbólica del espaciosocial se hallan estrechamenterelacionadas con la gestión de lacotidianeidad y con las construc-ciones ideológicas que la repre-sentan. En nuestro contexto cul-tural, el componente espacial dela “vida cotidiana” tiende a equi-pararse con un espacio delimita-do en su uso y visualización a launidad familiar (la casa o eldomus), ya que se supone quees su emplazamiento “natural”.Por tanto, todo aquello que serelaciona con la temporalidad,las actividades y las prácticassociales de lo doméstico, consti-tuiría la esfera privada, sexuadapor supuesto, frente a la esferapública, considerada masculinapor excelencia, dedicada a for-mas de actividad, tiempos yrelaciones sociales suprafamilia-res y visibles, diferentes a losconsiderados privados y cotidia-nos. En la mayor parte de lassociedades históricas se le con-cede a la esfera pública el papelpredominante y de mayor presti-

gio en el desarrollo social. Ladicotomía entre “público” y “pri-vado”, que de forma creciente haentrado en crisis, ha tenidoimportantes consecuencias paralos estudios de la vida cotidianay para su consideración (Reverbyy Nelly 1992). Al ser analizadacon el referente de la “vida públi-ca”, y al ser un tiempo y espaciofundamentalmente femeninos,ha sido y sigue siendo frecuente-mente connotada como una his-toria lateral, de menor interés,originalidad e iniciativa, portanto, de menor ritmo de progre-so, estancada en un ritmo sin finde tareas, gestos y relaciones alparecer sin impacto en los proce-sos que realmente transformanel mundo.

Sin embargo, los espacios de lacotidianeidad que se manifiestanen la organización material delas actividades de mantenimien-to presentan procesos de cons-trucción histórica complejos ycambiantes, sin que exista unacorrelación funcional necesariacon su delimitación espacial enunidades arquitectónicas discre-tas. Precisamente, tanto lasinvestigaciones arqueológicascomo las etnográficas, muestransoluciones organizativas diver-sas en las que la gestión de lacotidianeidad no se estructuraen torno a las casas, sino entorno a los espacios comunita-rios. Por tanto, el modelo que

ubica a las actividades de man-tenimiento (o a gran parte deéstas) en espacios estancos,separados los unos de otros, esmás el producto de decisionessociales generales que afectan alas actividades y la movilidad delas mujeres, que a una necesi-dad, podríamos decir que logís-tica, de estas actividades.

Así pues, los cambios en la movi-lidad de las mujeres en las socie-dades del pasado deben habertenido una expresión espacial enel ámbito por excelencia de lavida cotidiana, el de las activida-des de mantenimiento y, en defi-nitiva en la creación y organiza-ción de modelos de unidaddoméstica y de su reproducción.Cambios y transformaciones queafectan de forma profunda laestructura de las sociedades yconforman la base humana ymaterial para los cambios políti-cos y macroeconómicos.

Partiendo de estos presupues-tos, en este trabajo presenta-mos una aproximación a loscambios que se suceden en laarquitectura doméstica en losasentamientos del nordeste dela península ibérica entre lossiglos VIII y III a.C., período quecoincide con la presencia colo-nial, primero fenicia y, posterior-mente, griega en las costasmediterráneas. La evidenciaarqueológica señala transforma-

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ciones significativas en la distri-bución de los restos arqueológi-cos relacionados con las activi-dades de mantenimiento desdeel final de la Edad del Bronce ydurante la Edad del Hierro endos fases sucesivas. En un pri-mer momento, entre los siglosVII y VI a.C., se abandonan losasentamientos en llano (en elVallés) o en pequeñas elevacio-nes (en el Empordà) compues-tos por cabañas o grupos decabañas construidos con mate-riales no duraderos pasando asía la construcción de casas rec-tangulares con espacios abiertoscompartidos. En una segundafase, desde el siglo IV a.C., asis-timos, al menos en casas degran tamaño, a la transforma-ción de los espacios relaciona-dos con las actividades de man-tenimiento que se ubican enzonas interiores de las casas conformas de acceso restringido ala comunicación y a la visibilidaddesde el exterior.

La primera influencia colonial,relacionada con la circulación demateriales exóticos a lo largo delos siglos VII y VI a.C., proba-blemente tan sólo agudizó unproceso interno tendente a laespecialización de los espacios ya la nuclearización de los asen-tamientos. En cambio, a partirdel siglo V a.C., la presenciacontinuada de los asentamientoscoloniales debió provocar en las

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comunidades indígenas proce-sos de emulación, sobre todoentre las élites locales que adop-taban elementos de la culturamaterial colonial especialmenteen aspectos relacionados con laexhibición de elementos simbóli-cos de estatus y prestigio social.Proponemos en este trabajo quelas transformaciones en la con-cepción del espacio del asenta-miento provocaron el paulatinodebilitamiento de los circuitos demovilidad propios de las activi-dades de mantenimiento en lascomunidades campesinas deesta zona del litoral y prelitoralmediterráneo peninsular, que seremontaban a la consolidacióndel poblamiento agrícola del IIImilenio, y su sustitución por cir-cuitos de movilidad restringidade las mujeres, más cercanos almodelo mediterráneo de separa-ción de espacios privados yespacios públicos.

Movilidad y espacios domés-ticos en el final de la Edaddel Bronce y principios de laEdad del Hierro en el nordes-te de la península Ibérica

La principal forma de asenta-miento en las zonas agrícolasdel litoral y prelitoral del nordes-te de la península ibérica desdeel neolítico hasta casi mediadosdel Ier milenio a.C. se caracteri-za por la presencia de agrupa-ciones de numerosas fosas

excavadas en la tierra y laausencia de estructuras deconstrucción sólida (Pons 1984;Marcet y Petit 1985; Pons 1986;Frances y Pons 1998). Existeunanimidad entre los investiga-dores en que la mayor parte deestas fosas eran usadas en pri-mera instancia como depósitosde productos agrícolas, mientrasque algunas de ellas, de mayorsuperficie y menor profundidad,son interpretadas como espaciosde vivienda, los llamados fondosde cabaña. Para este tipo deyacimientos, habituales no sóloen esta zona del litoral medite-rráneo sino también en el inte-rior de la península ibérica y enmuchos otras zonas del conti-nente europeo, predomina unainterpretación de su organiza-ción social en términos pocodefinidos como “de poblamientodisperso” o de “granjas familia-res”, debido tanto a la dificultadque entraña entender un mode-lo de organización del espacioradicalmente diferente al regidopor criterios urbanísticos, comoa las características de un tipode construcciones realizado conmateriales perecederos. Por otraparte, se da gran énfasis a lalectura económica de los restosbiológicos contenidos en lasfosas en relación a la importan-cia de ciertos cultivos o prácticasganaderas en los diferentesasentamientos y a la de losmateriales cerámicos y metáli-

cos presentes en los silos reutili-zados como basureros paraestablecer filiaciones tipológicasy circuitos de intercambio. Comoconsecuencia, esta forma depoblamiento queda exclusiva-mente caracterizada como pro-pia de establecimientos eminen-temente agrícolas cuya organi-zación social es caracterizadamecánicamente, siguiendo pos-tulados de los tipos sociopolíti-cos tradicionales, sin profundi-zar en su mecanismos reales defuncionamiento, tal como semuestra en un reciente trabajosobre la necrópolis asociada alasentamiento de Can Roqueta,yacimiento del que hablaremosextensamente más adelante(López 2005: 507):“El modelo de hábitat caracterís-tico del paraje de Can Roquetase debe definir como un asenta-miento disperso formado porpequeñas granjas que seencuentran diseminadas en elterritorio. La cuestión funda-mental es que este modelo semantiene inalterable a lo largode todo el Bronce Final y laPrimera Edad del Hierro. En estecontexto, la familia es la estruc-tura social y productora másrelevante y las relaciones de tipoparental que existen entre ellas,junto con las alianzas dentro yfuera de la comunidad, son elmedio básico a partir del cual seintegra y se estructura la vidasocial. Esto equivaldría a una

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estructura clánica convencionalo más probablemente a unaagrupación patrilineal segmen-tada de ésta2, donde un grupode familias se ayudan entre sí ensituaciones económicas relacio-nadas con la subsistencia ysociales como la defensa común(Johnson y Earle 2003: 235).Por tanto, a pesar de que estasunidades domésticas funcionarí-an autónomamente, se puedeprever en determinadas ocasio-nes la cooperación entre lasdiferentes granjas que forman elasentamiento, así como la orga-nización y gestión de los recur-sos, de los excedentes produci-dos, de la defensa y de los bie-nes colectivos como pueden serlos animales para trabajar en elcampo o destinados a la procre-ación del ganado (…).”

Aunque sin duda son fragmenta-rios los datos con los que conta-mos para este tipo de asenta-mientos, precisamente en elyacimiento de Can Roqueta, enla depresión prelitoral central deCataluña, se excavó hace pocosaños una amplia área (sectorDIASA) con más de cien fosasde características diversas,mayoritariamente correspon-dientes al final del II milenioa.C. y el primer tercio del 1ermilenio a.C. (González Marcénet alii 1999). A pesar de las difi-cultades que entraña discerniráreas de actividad en yacimien-

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tos de los que la mayor parte dela información procede de acu-mulaciones de desechos, se hapodido establecer un marcoorganizativo general de las acti-vidades que se llevaban a caboen el poblado, así como los cam-bios que experimentó en susmomentos finales, coincidiendocon el momento de transicióndel Bronce Final a la Edad delHierro, probablemente a finalesdel siglo VI a.C.

Concretamente, en la fase delBronce Final (aprox. 1200-750a.C.) del sector DIASA del yaci-miento de Can Roqueta se iden-tificaron, junto a silos de alma-cenamiento amortizados, diver-sas estructuras ovales, de entre7 y 9 m2 de superficie (Figura1), que se diferencian claramen-te de las estructuras de almace-namiento, más estrechas y pro-fundas (Figura 2), y que se aso-cian a agujeros de poste quedebieron sustentar un techadode troncos y ramas. Sus paredesestarían revocadas con barro,tal como muestran los abundan-tes hallazgos de barro conimprontas de entramado deramas y cañas, y, en su interior,se documentan estructuras decombustión en pequeñas cube-tas que, por sus características,parecen destinadas a caldear elinterior de los estos recintos,mientras que los dispositivos decombustión destinados a la

Fig. 1. Cabaña circular (CR-37) del yacimiento del Can Roqueta (Sabadell,Barcelona).

Fig. 2. Fosadomésticaamortizada comobasurero (CR-83)del yacimiento deCan Roqueta(Sabadell,Barcelona).

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transformación de alimentos sesituarían en el exterior (Figura3). También se han localizadootras estructuras techadas, dedimensiones más reducidas, quese asociarían al consumo ali-mentario y a diferentes tipos deproducción, dada la presencia depunzones, molinos, etc. En estesector de Can Roqueta se handocumentado también hornosde cámara para los cuales se hadescartado un uso para la pro-ducción alfarera, dado que losanálisis tecnológicos realizadossobre los contenedores cerámicosdel asentamiento muestran unacocción propia de hornos abiertos(Colomer 1999), por lo que resul-ta verosímil que se utilizaran en elcocinado de alimentos.Como ya hemos comentado,

resulta difícil determinar deforma unívoca el uso que tuvie-ron todas y cada una de estasestructuras, pero sí que puedeafirmarse la existencia de unmodelo centrífugo de organiza-ción de las actividades de trans-formación y consumo alimenta-rio, de producción textil y meta-lúrgica y de cobijo. Parece evi-dente que la organización mate-rial de los espacios de consumoy trabajo habría exigido unagran movilidad de sus habitan-tes en todo el área del asenta-miento y que, con seguridad,gran parte de las tareas cotidia-nas, por no decir todas exceptoel descanso, implicaba trasiegosde ida y venida entre los dife-rentes espacios y, probablemen-te, la realización comunitaria de

Fig. 3. Suelo de un horno exterior (CR-60) del yacimiento de Can Roqueta(Sabadell, Barcelona).

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muchas de las actividades demantenimiento como la cocciónde alimentos en los hornos.

Así pues, en el final de la Edaddel Bronce, la estructuración dela vida cotidiana en los asenta-mientos y su espacio social dellitoral y prelitoral de la actualCataluña parece haber estadoregida por los ritmos y necesida-des de las actividades de mante-nimiento, tal como muestran lainexistencia de espacios cerra-dos especializados y la disper-sión y yuxtaposición de indica-dores de actividades productivasy de mantenimiento en todo elárea estudiada. De hecho, todoel conjunto del asentamientopodría caracterizarse como unaúnica área doméstica (Colomeret alii 1998; González Marcén yMasvidal 1999).

Sin embargo, durante el cortoperíodo de ocupación del asen-tamiento en el que ya están pre-senten materiales de proceden-cia fenicio-púnica (el períododenominado en esta zona HierroInicial, aproximadamente del750 al 550 a.C.) se constata yaun ligero cambio en el modelode organización espacial.Coincidiendo con el significativoaumento del volumen de lossilos destinados al almacena-miento agrícola, los indicadoresde ciertos tipos de produccionesartesanales (por ejemplo, los

relacionados con la produccióntextil y metalúrgica y los conte-nedores de almacenamiento deproductos no relacionados con laagricultura), se muestran agru-pados y distanciados de lasáreas de consumo alimenticio yde descanso y cobijo.

Parece así iniciarse un gradualdesplazamiento de las activida-des de mantenimiento de supapel de vertebradoras de laorganización del espacio enestas comunidades tal comomuestra una disposición espacialescindida y un crecimiento de lacapacidad de producción decereal. Esta nueva situación pre-cede de forma inmediata alabandono del asentamiento y ala ubicación de los poblados enotros lugares que se produciráen momentos posteriores, ya enel siglo V a.C.

Este cambio se documenta tam-bién en asentamientos, tanto dela depresión central catalanacomo del área del Empordá,como por ejemplo en la Illa d’enReixac, l’Illa de Sant Martíd’Empúries, Mas Gusó, todosellos yacimientos del HierroInicial con formas constructivasconsistentes en cabañas ovaleso circulares de materiales pere-cederos y que continúan la tra-dición del Bronce Final en suubicación en elevaciones depoca altura o en penínsulas

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situadas en la zona entre el mary las marismas, como recuerdael propio nombre de illes.Posteriormente, a partir demediados del siglo VI a.C. apa-recen en algunos de estos asen-tamientos casas rectangularesconstruidas con materialesduraderos como piedra o tapialque anuncian las fases inicialesdel modelo urbanístico ibérico,como en el caso del yacimientode Can Xercavins, en la comarcadel Vallés (Frances et alii 1995),o de la Illa d’en Reixach, en elEmpordá (Martín et alii1999).

Las cronologías que se barajanpor parte de los equipos deinvestigación de estos yacimien-tos apuntan a la perduraciónhasta entrado el siglo VI a.C. delmodelo de asentamiento biendocumentado en el Bronce Finaly Primera Edad del Hierro deCan Roqueta con una tendenciapaulatina hacia la adopción delmodelo arquitectónico de casasrectangulares de piedra, proba-blemente asociado a unidadesde mantenimiento individualiza-das. Concretamente entre el550 y el 450 a.C. en l’Illa d’enReixach —fases II y III— y entreel 475 y el 375 a.C. en CanXercavins —fase I— se hanexcavado niveles de ocupacióndonde conviven cabañas ovalesde material perecedero y cons-trucciones rectangulares de pie-dra. El carácter transicional de

estas fases en relación a los dosmodelos queda descrito perfec-tamente por los investigadoresde l’Illa d’en Reixach cuandodescriben las característicasurbanísticas de la fase III, quepodría considerarse la antece-dente directa de la organizacióndel espacio habitado en insulae(López 1999: 316):“[…] no puede asegurarse queel urbanismo de este momentotuviera ya el grado de organiza-ción de tendencia ortogonal quecaracterizará las fases posterio-res. La impresión es (…) de unurbanismo más laxo conmuchos más espacios sin edifi-car y sin estructurarse en insu-lae extensas. Esto no implicaque determinados ejes de cir-culación (…) no hayan estadooperativos desde esta fase oantes (…) por lo cual podríaconfirmarse que durante esteperiodo o antes comienzan agestarse las bases de la implan-tación urbanística posterior.”

De hecho y como veremos, laseparación entre áreas de activi-dades de mantenimiento y luga-res de producción, la apariciónde las bases de organizaciónespacial que habrán de permitirel control del excedente y laintroducción de nuevas técnicasy modelos constructivos, soncaracterísticas definitorias de losnuevos asentamientos en elperíodo ibérico.

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El espacio doméstico en lospoblados ibéricos del nor-deste peninsular

Como ya se ha mencionado, elcomercio colonial, procedentedel Mediterráneo central y orien-tal, se inició en las costas del NEpeninsular a finales del siglo VIIa.C., como demuestran loshallazgos de vasos y ánforasfenicios y etruscos en asenta-mientos indígenas. Hacia el 600a.C. gentes griegas procedentesde la ciudad de Focea establecie-ron una colonia en la desembo-cadura del río Ródano desdedonde crearon una ruta comer-cial hacia el interior de Francia.Pocas décadas después se fundóun nuevo establecimiento enEmporion, en la costa catalana,que durante el siglo VI a.C.parece haber estado estrecha-mente ligado a los intereses delcomercio y la navegación masa-liotas. Progresivamente, a partirdel siglo V a.C. la factoría ampu-ritana fue creando sus propiasredes de intercambio y comerciocon las poblaciones indígenaspor las que circularon durantesiglos objetos griegos, fenicio-púnicos e ibéricos hasta el Ro-sellón y el Languedoc occidentalpor el norte y en amplias zonasde la región mediterránea penin-sular hacia el sur. Tanto elcomercio fenicio y etrusco comola presencia colonial directa delos griegos constituyeron las pri-

meras formas estables de inte-rrelación entre las poblacionesindígenas del Extremo Occidentemediterráneo y gentes proce-dentes de las ciudades estado delas zonas central y oriental de lamisma cuenca. Las causas yconsecuencias a largo plazo deesos encuentros mediterráneoshan sido el objetivo principal delos estudios sobre la coloniza-ción en el Mediterráneo antiguo.En general ha dominado en lanarrativa histórica la idea de quela interrelación colonial tuvoimportantes consecuenciassocio-políticas para las poblacio-nes indígenas de la EuropaOccidental. Se trata de unanarrativa que parte de la hipóte-sis de que los procesos colonia-les produjeron un efecto de pro-greso social en los “colonizados”,a través de la “misión” civiliza-dora de la cultura que coloniza-ba, fuese fenicia, griega o roma-na. De hecho, como se ha seña-lado recientemente (Dietler2005), el colonialismo occidentalmoderno tiene como relato fun-dacional la historiografía sobre laactividad colonial grecorromanay su influencia sobre las pobla-ciones “bárbaras”, que expresaen forma de relato histórico otraversión de las ideas etnocéntri-cas de superioridad de las cultu-ras europeas sobre las demás.

Desde ese punto de vista, el sur-gimiento de la serie de procesos

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culturales que llamamos “ibéri-cos” que se desarrollaron en lasegunda mitad del I milenioa.C., en una amplia zona de lacosta mediterránea desde elLanguedoc, Cataluña, Valencia,Murcia hasta gran parte de laactual Andalucía, se ha atribuidogeneralmente a la influenciadirecta de la “aculturación” colo-nial. Es indudable que las activi-dades e intercambios ligados ala presencia en la Península demercaderes y colonos griegos,fenicios y cartagineses tuvieronun papel fundamental en algu-nos aspectos del desarrollo delas culturas ibéricas, aunque,como han apuntado algunos tra-bajos recientes debamos tenercautela a la hora de establecervínculos mecánicos en las lectu-ras sobre la influencia colonial ylas transformaciones de lassociedades indígenas en los si-glos prerromanos (Stein 2005).

Las poblaciones ibéricas, pese asu gran diversidad geográfica ycultural, compartieron ciertosrasgos comunes que relaciona-mos con formas específicas decultura material: desarrollaronun sistema de asentamientosfortificados sobre elevaciones,los oppida, crearon formas artís-ticas y simbólicas propias, ycompartieron estructuras lin-güísticas de origen común consus correspondientes sistemasde escritura. Realizaron activi-

dades económicas basadas en laexplotación de los recursos agrí-colas, ganaderos y mineros desus territorios. Además llevarona cabo intercambios a escalalocal, regional y con los asenta-mientos coloniales griegos yfenicio-púnicos establecidos endeterminadas zonas de las cos-tas peninsulares. Entre las inno-vaciones tecnológicas proceden-tes del mundo colonial adopta-das por los grupos ibéricos secitan la metalurgia del hierro,nuevos cultivos y técnicas agrí-colas, su escritura, el torno alfa-rero, orfebrería, técnicas y moti-vos artísticos. También se haseñalado la influencia griega ofenicia en los cambios del urba-nismo y la arquitectura ibéricos.Más recientemente, se ha estu-diado la asimilación ibérica deformas rituales mediterráneas,como la comensalidad ligada alconsumo del vino (Olmos yGriño 1985). Hasta el momento,sin embargo, no se ha prestadoatención a las consecuenciasque pudiera haber tenido laadopción de elementos cultura-les tan diversos en el contextoespacial ligado a la vida cotidia-na, a pesar de que, como entantos otros casos, es el quepresenta un registro arqueológi-co más abundante. Especial-mente los poblados ibéricos máspróximos al territorio de las doscolonias griegas en la penínsulaIbérica, Empúries y Roses, pre-

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sentan condiciones específicasque favorecen este tipo de análi-sis. Se encuentran en el territo-rio que fuentes antiguas asigna-ban a la tribu ibérica de los indi-ketes y en algunos casos, comoel de los oppida del Puig de SantAndreu y la Illa d’en Reixac, enUllastret y de Mas Castellar, enPontós (Martín 2000; Martín etalii 1999, Buxó et alii 1998; Pons2002) se han realizado campa-ñas sistemáticas de excavacióndesde hace muchos años. Setrata de una de las regiones agrí-colas más ricas de NE peninsulary ocupa una posición estratégicacomo zona de paso y de contac-tos desde la prehistoria.

En esta zona, a partir del sigloVI a.C., las poblaciones delHierro Inicial que vivían enpequeños poblados de cabañasdispersas se desplazaron gra-dualmente por las zonas llanasque dominan el territorioampurdanés. Algunos estableci-mientos se abandonaron, altiempo que aparecían nuevospoblados en cuya localización yorganización interna se prioriza-ba, en contraste con estrategiasanteriores, el acceso a los prin-cipales ejes de comunicaciónfluviales y marítimos, así como alas rutas terrestres que conecta-ban las diversas partes de laregión con la zona colonial grie-ga. De esta forma, algunospoblados: Castell-La Fosca, Sant

Sebastià de la Guarda, se situa-ron en lugares próximos a losmejores embarcaderos maríti-mos, y otros: Puig de Sant An-dreu, Illa d’en Reixac, Sant Juliàde Ramis, Mas Castellar, Pere-lada, a lo largo de los cursos flu-viales con mejor accesibilidad ala costa donde se encontrabanEmporion y, desde el siglo Va.C., otra factoría griega, Roses.

Estos dos centros griegos debie-ron de ser, como indican lasfuentes antiguas, típicas ciuda-des coloniales, con una fuertepresencia indígena. Con todo, semantenían, como atestigua lacultura material, prácticas derelación social griegas queactuaban como parte de lasestrategias político-ideológicasde dominación colonial. En esesentido y, según parece despren-derse de los últimos estudiosrealizados sobre el poblamientoibérico en el territorio ampurda-nés, Empúries aumentó gradual-mente su control sobre parte delas antiguas ordenaciones terri-toriales indígenas lo que provocóla transformación de las antiguasestrategias sociales de controlterritorial (Curià et alii 2000).

En cuanto al sistema social, ladinámica productiva que seimplementó a partir de los siglosV-IV a.C., provocó un aumentode las diferencias sociales queexistían previamente en las

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poblaciones iberas. Grupos aris-tocráticos, mediante el controlde las vías de acceso a los recur-sos foráneos y otros mecanis-mos de dominio social, sustraje-ron gradualmente la propiedadde los instrumentos agrarios yartesanales al resto de la comu-nidad (Curià et alii 2000). En elseno de los oppida más impor-tantes se observa que los gru-pos dominantes de la sociedadincrementaban sus posesiones,su presencia y, consecuente-mente, su poder en el interior delos poblados, aumentando elárea de sus viviendas a expen-sas del desplazamiento de seg-mentos de la población a unida-des residenciales menores, dis-persas, de pequeña extensión y,generalmente, carentes de sis-temas defensivos. Tanto enestas últimas como en los asen-tamientos principales, los oppi-da, dominaba una arquitecturadoméstica de casas de plantarectangular, de muros con fun-damentos de piedra, ordenadasa lo largo de calles que se adap-taban a la topografía local.Normalmente se trata de casasde tamaño reducido, con una odos habitaciones, pero la crecien-te desigualdad social se manifies-ta en algunos de los pobladosmás importantes por la apariciónde edificios complejos asociadosa espacios relacionados con prác-ticas culturales pero que tambiénpresentan áreas destinadas a

tareas productivas relacionadascon las actividades de manteni-miento, como la transformaciónde alimentos, la producción textily el almacenamiento.

En el Puig de Sant Andreu, enUllastret, a unos 15 km al sur dela colonia griega de Empúries,una de esas casas estaba situa-da junto a la muralla occidentaldel poblado. Presenta una gransala de más de 60 m2, precedi-da por una entrada de caráctermonumental, formada por unpórtico y un patio de accesoempedrado con losas entre lasque se encontraron muchosmateriales cerámicos, objetosde bronce y hierro y restos decráneos humanos (Figura 4). Laaparición de fragmentos demandíbulas y de cráneos huma-nos no es excepcional en lospoblados ibéricos de esta zona,así como en los del sur deFrancia. Las diferentes hipótesisreferentes a estos hallazgos soninterpretaciones que van desdela veneración a los antepasadoshasta considerarlos trofeos deguerra. Este conjunto de estan-cias ha sido interpretado comouna gran sala de reuniones, pro-bablemente con usos rituales yde representación. El resto delas habitaciones de la casa apa-recen distribuidas en tres hile-ras, orientadas de este a oeste.Las que ocupan la zona occiden-tal de la casa daban a un patio

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donde se localizó un hornometalúrgico circular de arcillajunto al que aparecieron nume-rosas escorias de metal. En lahilera central de estancias, otrosdos hornos dedicados a la coc-ción de alimentos se hallabancerca de un pequeño recintodedicado al almacenamiento,junto con numerosos fragmen-tos de ánforas púnicas, un mor-tero de piedra arenisca y piezasde cerámica de cocina.Probablemente se trataba de lazona de la casa dedicada a lapreparación de los alimentos.Esta casa compleja tiene parale-los en el mismo Puig de SantAndreu, en un edificio que rodeaun patio porticado en el ángulosuroeste de la muralla. Enambos casos se trata de estruc-

turas que pueden fecharse en elsiglo III a.C. (Martín 2000).

A unos 500 m. al NE del Puig deSant Andreu se encuentra elpoblado de la Illa d’en Reixac,coetáneo y perteneciente proba-blemente a la misma comuni-dad, cuya primera ocupación seremonta, como ya hemoscomentado anteriormente, alsiglo VII. En la ladera sur, juntoal paramento de la muralla querodeaba al asentamiento, seexcavó un edificio de gran tama-ño (unos 1000 m2 de superficietotal), también del siglo III a.C.limitado por calles. Consta de unconjunto de habitaciones querodean por tres lados un granpatio. En el lado norte encontra-mos el mayor número de habita-

Fig. 4. Planta de la fase VI (325-225 a.C.) de la Zona 6 del yacimiento deUllastret (Girona) (Martín 2000: 74, fig. 7.12).

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ciones dispuestas en hilera quese extienden a todo lo largo deledificio y, en su mayor parte, seabren al patio o a la zona deentrada al mismo. Tres de ellastienen un pórtico sostenido porcolumnas de madera y base depiedra. En una de las habitacio-nes se encontró un gran númerode piezas de cerámica, vajilla demesa y ánforas de diversas pro-cedencias. Además se encontra-ron varias fusayolas y una pesade telar. En el lado oeste, cuatroestancias usan la muralla comopared trasera y se vuelven tam-bién al patio central, al igual que

las habitaciones del lado este,quizás una especie de pórtico.En el espacio de circulación ocorredor, el suelo estaba enlosa-do mediante piedras de pequeñotamaño conservadas de formadesigual. En el centro de la zonala disposición del enlosado per-mite suponer la existencia deuna puerta de cierre del edificio.En una de las estancias mayoresse hallaron elementos de carác-ter cultual-fosas con restos deovicápridos y vasos cerámicosrituales, además de una peque-ña habitación adosada destinadaal depósito de ofrendas (Martínet alii 1997).

También en el asentamiento deMas Castellar, situado en elextremo occidental de la llanuraampurdanesa, se han localizadocasas complejas. La de mayortamaño tiene una habitaciónporticada y asociada a elemen-tos cultuales del mismo tipo:cráneos, armas y contenedorescerámicos rituales (Figura 5).Además son numerosos los con-tenedores asociados a activida-des culinarias: vasos destinadosa la cocción, servicio de mesa y,sobre todo de bebida, lo que hapermitido sugerir la posible aso-ciación de la preparación y con-sumo de alimentos y de bebida

Fig. 5. Casa 1 del yacimiento de MasCastellar del siglo IV a.C. (Pontós,Girona) (Blasco i Buxó 1998: 42).

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con prácticas religiosas y, proba-blemente políticas. De hecho, seha sugerido que la presencia deeste tipo de servicios cerámicosen los poblados ibéricos de lazona de influencia de Empúriespodría responder a la adopciónpor parte de las elites locales deusos cercanos al del simposio detipo griego (Olmos 1985). Desdela sala principal se abría a unvestíbulo porticado que dabaacceso a un patio y donde seencontró un horno de pan aso-ciado a molinos rotatorios y bar-quiformes, y a restos de fauna yde vajilla de mesa. En otrasestancias de la casa se realiza-ban también tareas ligadas alprocesado de los cereales y aproducción textil. De hecho, enun trabajo anterior proponíamosque la recurrencia a cierta esca-la de artefactos relacionados conla producción de tejidos y latransformación de cereales enlas casas de mayor tamaño dealgunos poblados ibéricos cata-lanes, respondería a la apariciónde formas de control aristocráti-co sobre algunas tareas propiasde la esfera de las actividadesde mantenimiento. Se trataríade procesos similares a los quese han señalado en contextoshistóricos diferentes (Hastorf1991; Brumfiel 1991) en los quelos cambios políticos que lleva-ron a la centralización del poderpolítico coincidieron, entre otrascosas, con un incremento de la

productividad de los trabajosrealizados por mujeres.

En todo caso, parece que la apa-rición de estructuras arquitectó-nicas complejas en los pobladosibéricos hacia los siglo IV-IIIa.C. pudo tener consecuenciasimportantes para la estructura-ción espacial de las actividadesde mantenimiento. En todos loscasos mencionados, en el Puigde San Andreu, la Illa d’enReixac y Mas Castellar, las plan-tas de las casas grandes presen-tan zonas de patio que actúancomo espacios de entrada, yposiblemente de control, de lacirculación interior de las vivien-das. La relación entre el patio ylas habitaciones principales seda en forma de pórtico, frecuen-temente con columnas. Es untipo de estructura que se asociatambién, en algunos casos, a lascasas comunes de menor tama-ño como sucede en el pequeñopoblado del Puig Castellet deLloret de Mar, donde la antesalaporticada de muchas de susviviendas puede haber tenidouna función similar a la queapuntamos en el caso de lascasas complejas (Pons y Llorens1995) (Figura 6). Además,mientras en los poblados delfinal del Bronce es frecuente laexistencia de una zona donde seconcentran los hornos de usocomunitario, la pauta general enlos poblados ibéricos es que

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cada casa tenga un horno parala cocción. De modo que, proba-blemente, las mujeres realiza-ban la mayor parte del procesa-do de alimentos de forma aisla-da, en el contexto doméstico,frente a la mayor movilidad quehabría implicado la realizacióncomunitaria de las actividadespropia de los espacios abiertosde los poblados del Bronce Final.

La ordenación de las casas com-plejas de los poblados ampurda-neses presenta similitudes bienconocidas con las casas griegas,

que, en el período clásico, pesea la gran diversidad, tenían ras-gos comunes. Incluso las casaspequeñas tienen un espacio alaire libre, en forma de patio, queusualmente se sitúa en el centroo en la parte meridional de lacasa y está rodeado por el restode las habitaciones. Es un ele-mento esencial en la organiza-ción del espacio porque da acce-so al interior de la casa desde elmundo exterior, desde la puertaque da a la calle y sirve de espa-cio de comunicación entre lasdiferentes zonas de la casa. Una

Fig. 6. Casa 3 delyacimiento de PuigCastellet (Lloret de Mar,Girona) (Llorens et alii1986: 253, fig. 7).

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zona porticada corre al menosen uno de sus lados, protegien-do las entradas a algunas de lashabitaciones principales. Tantoel patio como ese pórtico eranusados para diversas activida-des domésticas. En algunoscasos puede detectarse el blo-queo de las líneas de visibilidaddesde la puerta hacia el interiorde la casa. En la zona más inte-rior se encontraban espacioscomo el llamado complejo oecusformado por una habitaciónprincipal, una cocina y un respi-radero de humos, así como unpequeño baño. En general,puede afirmarse que la estructu-ra de la casa estaba dirigida acontrolar el acceso físico e inclu-so visual del edificio. Se trataríade regular las posibilidades decontacto entre algunos miem-bros de la familia que ocupaba lacasa (especialmente las muje-res) y los visitantes masculinosno pertenecientes al ámbitofamiliar (Nevett 1995). En Rosesy Empúries, este modelo arqui-tectónico está documentado almenos desde el siglo IV a.C. y esprobable que tuviera funcionessociales similares a las de las ciu-dades griegas orientales.

Parece, por tanto, probable lainfluencia de la arquitecturadoméstica colonial griega sobrelos cambios de las casas ibéricasa lo largo de los siglos IV y IIIa.C., momento de máximo desa-

rrollo de los intercambios de todotipo entre las dos comunidades.

Conclusiones

Es posible que la expansión de laproducción agrícola, del almace-namiento y del procesado pri-mario del grano en las zonasaluviales prelitorales del nordes-te de la Península Ibérica fueraestimulada por la iniciación deconexiones de intercambio fuerade la región. Por tanto, la razóndel claro incremento de la pro-ducción cerealística puede rela-cionarse con los acontecimien-tos históricos generales queafectaron a este parte delmundo mediterráneo durante elperíodo. Pero a la vista de losdatos disponibles, es tambiénprobable que ese proceso sólofuera posible debido a un cam-bio radical de los valores socia-les que estructuraban hastaentonces a esas comunidadescampesinas. La extensión deesas modificaciones en el mode-lo reproductivo de la PrimeraEdad del Hierro se demuestra enel propio hecho de que la ocupa-ción de este período en todos losasentamientos conocidos esextremadamente corta, lo quepuede ser interpretado como unperíodo de rápido cambio entreestrategias sociales opuestasdebido al colapso de las condi-ciones sociales previamente res-ponsables del sostenimiento de

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la red de relaciones que consti-tuían la estructura socio-econó-mica, y su sustitución por lide-razgos orientados hacia activi-dades no domésticas (Colomeret alii 1998).

La desaparición de los gruposdel Hierro Inicial, con sus oríge-nes en la tradición neolítica, y laintroducción de nuevas formasde organización ibéricas a lolargo de la costa catalana, pro-porciona indicios de las repercu-siones que tuvo este cambiohacia mediados del Ier milenioa.C. cuando la presencia colonialgriega adquiriría toda su fuerzacon el establecimiento y creci-miento de Empúries.

En los últimos años, se hanpublicado diversos trabajossobre la influencia colonial enaspectos no meramente deadopción de tecnologías o moti-vos artísticos, sino en la trans-misión de complejos mecanis-mos culturales como los rituales(Dietler 2005). Son perspecti-vas de análisis que enfatizan elhecho de que las relacionesentre culturas que se producencomo consecuencia de los pro-cesos coloniales responden, enlos casos históricos concretos, aprocesos de transformación ymanipulación que llevan a caboindividuos o grupos con intere-ses y estrategias de accióndiversas (Dietler 2005). Los

“nativos” usaban los contactosexteriores para sus propiasagendas políticas y les dabannuevos sentidos culturales quese adaptasen a su propia esca-la de valores. Y esto inclusocuando esa adopción de ele-mentos culturales implicasentransformaciones: las innova-ciones habrían de ajustarse a lalógica propia de la cultura quelas adoptaba.

La hibridación cultural es unconcepto que ha aparecido en labibliografía reciente de estudioscoloniales (Bhabha 1990) paraanalizar las interrelaciones delas actividades humanas ensituaciones coloniales, señalan-do que a menudo nos encontra-mos ante una mezcla de diferen-cias y similitudes que relacionaentre sí los contextos colonial eindígena sin hacerlos exacta-mente iguales entre sí. Esto sig-nifica que a partir de las normascoloniales y las percepcionesindígenas la gente desarrollanuevas normas e “inventa” nue-vas tradiciones peculiares a cadasituación colonial. Se enfatiza laparticipación activa de la genteen estos procesos, cuando deci-den, por ejemplo, abandonaruna forma de vivienda por otra.De esa forma, podríamos propo-ner que en los poblados ibéricosdel nordeste de Cataluña parecehaberse decidido abandonar unadeterminada forma de organiza-

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ción del espacio de las activida-des de mantenimiento por otraprocedente del entorno colonial.Lógicamente, esto no quieredecir que simplemente se adop-tasen en su totalidad los senti-dos y valores originales, en estecaso, los relacionados con la ide-ología griega de las relacionesentre los sexos. Con todo, lascasas ibéricas tampoco son unareelaboración de las del BronceFinal, porque la adopción de unanueva forma de organización delespacio doméstico cambió deforma substancial la movilidadinterior, sobre todo, la que afec-taba a quienes llevaban a cabolas prácticas sociales ligadas alas actividades de mantenimien-to, y probablemente también lapropia valoración de esas prácti-cas y tareas que pasaron a ser“invisibles”. Podemos evaluar ladiferencia para las mujeres queen la etapa anterior realizabanlas diversas fases del procesadode los alimentos, y otras activi-dades en un espacio domésticoabierto al exterior, porque elespacio de las actividades demantenimiento era práctica-mente todo el espacio del pobla-do. En cambio, en el períodoibérico, progresivamente, esastareas y prácticas sociales seven reducidas al espacio interiorde las viviendas en las que esposible que surgieran mecanis-mos de control al acceso quelimitarían la autonomía de las

mujeres. En el caso de Ullastrety Pontós, probablemente, setrataría de los intereses de laselites locales que adoptaríannuevos tipos de organización desus casas como una forma deasegurar su posición dominanteen sus propias comunidades. Ysería en esas viviendas mayoresy más ricas donde comenzaríaun proceso de cambio en la loca-lización de las tareas que mayo-ritariamente realizaban lasmujeres y que llevaría a su limi-tación al espacio interior, conmayores restricciones para laparticipación colectiva y la movi-lidad y, seguramente, con leemergencia de nuevas pautasde comportamiento social basa-das en la diferencia sexual en lasactividades productivas.

Es por medio de la búsqueda deestas razones de la micropolíticacomo resulta comprensible quese sucedan y substituyan mode-los de organización de las activi-dades de mantenimiento, de lasactividades de las mujeres, decarácter tan radical como la quese inician las comunidades de laPrimera Edad del Hierro a lolargo de la costa catalana. Eneste caso, como en otros muchosde transición entre formas deorganización socio-política, elritmo y las consecuencias de lastransformaciones macroeconó-micas y de las estructuras socia-les sólo pueden entenderse his-

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tóricamente si se consideran deforma prioritaria los cambios queafectaron a las prácticas cotidia-nas de los grupos humanos.

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Notas

1 No es extraño que en la mitologíagriega, la divinidad femenina másestrechamente ligada al hogar seala diosa Hestia, la que nunca semueve y simboliza los valoresligados a la feminidad griega.2 El énfasis es nuestro.

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