Construcciones Del Fantasma
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"2007-construcciones Del Fantasma"
(*) Reunion Lacanoamericana De Montevideo. 2007.-
María Del Carmen Meroni
Freud trabaja sobre la frase “Un niño es pegado”, con la orientación tendiente a reconducir
ese enunciado completamente opaco al sujeto que lo porta, hacia la posibilidad de que haya
alguna relación entre el sujeto de la enunciación y ese signo orientador de su tendencia, que
le viene no se sabe de dónde. Se trata, como dice Lacan en su Seminario 4, de un signo que,
al ser articulado mediante el trabajo del Inc. en el análisis, podrá recobrar su dimensión
subjetiva, ya que en principio nos lo encontramos como un residuo desubjetivado, que
conserva todo su valor de ser la relación estructurante del gran Otro en la que el sujeto está
implicado, pero detenida en un signo que le resulta completamente opaco.
En el caso del texto inaugural de Freud, el goce insabido se muestra precisamente, tanto más
opaco al sujeto, cuanto más clara y directamente aparece formulado en un enunciado que no
es en absoluto punto de llegada sino apenas un punto de partida. Si formular claramente ese
núcleo oscuro de satisfacción, como lo hacían varios de los pacientes de Freud, está al
principio del texto precisamente como el máximo enigma, evidentemente cuando decimos
“construcción” del fantasma, se trata de otra cosa que de conseguir dichos enunciados como
la prueba de que se ha producido algún esclarecimiento o alteración en su tendencia
deseante. El enunciado no reintegra la presencia de ese goce al campo subjetivo de quien lo
porta, que está lejos de verse libre de sus efectos. No puede ser más clara la frase
pronunciada (aun con dificultad, reticencia, etc.), y sin embargo no puede ser más enigmática
la plena afectación del sujeto en dicha posición.
Pero entonces, respecto a la incidencia de ese goce en el campo del sujeto, es decir en el
movimiento deseante que lo anima según el goce realizado en el horizonte hacia el que se
dirige, ¿en dónde es posible captar la eficacia de ese trabajo esencial, núcleo del análisis
llevado hasta su término, que se llama “construcción del fantasma”?. No se trata de que eso
se conozca.
Freud dice en 1937 que lo que buscamos con las construcciones en el análisis es “una
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impresión del paciente sobre sus años olvidados, que sea verdadera y completa en todos los
aspectos esenciales”. Esto, en un campo, la experiencia del análisis, que él define como
especialmente apto para favorecer el regreso de conexiones afectivas suprimidas, ya que la
cuota de sugestión que la transferencia positiva siempre transporta, porque conlleva una cuota
de obediencia inevitable, atrae la compulsión a la repetición en forma de acciones,
importantes o triviales, dentro y fuera de las sesiones. Lo que actúa como atractor de
repetición no es la persona del analista, aunque no faltará la ocasión de servirse de ella, sino
“la posición de obediencia profundamente arraigada en el complejo parental inconsciente” y
reactivada en relación a “la autoridad del médico”, dice Freud, en la situación en la quealguien se predispone a cumplir su indicación “hable de lo que se le ocurra”, obediencia
paradojal (“lo que se le ocurra”), y sin embargo ineludible (“hable”).
El texto de 1937 da cuenta de su título (“construcciones”) mediante una aclaración crucial: no
se trata de hacer resurgir lo olvidado a través de sus huellas, sino (“dicho más
correctamente”, dice Freud) se trata de construirlo. Reconstruir lo vivido (lo que estuvo alguna
vez), recuperar lo olvidado (lo que se supo alguna vez), se opone a “construir”. Lo construido
nunca estuvo así, porque, precisamente, no estuvo nunca… construido. Frecuentemente no es
posible, según Freud, que el paciente recuerde la causa o el origen de sus repeticiones, pero
en esos casos se puede lograr el mismo resultado terapéutico que se lograría con un recuerdorecobrado, o sea recuperar un fragmento de la “verdad histórico-vivencial” que interrumpe las
repeticiones, cuando una conjetura del analista produce en el paciente una firme convicción
acerca de la verdad de dicha construcción. En 1919, Freud había dicho que jamás logró que
los pacientes recobraran como recuerdo la fase “mi padre me pega”, realización del goce
pulsional fijado en circuito, en el horizonte del enigmático fantasma que aparece como “un
niño es pegado”; pero la lógica de los modos del goce lo llevaban forzosamente a construir
esa fase inhallable en la memoria.
Si buscáramos su valor de verdad en la memoria, esa “segunda fase” intercalada por Freud,
es un invento, pero de una lógica rigurosa y de ningún modo “Fiat lux”. Desde el punto devista de la crónica fehaciente, esa fase intercalada es una ficción, es decir un modo de tratar
la verdad, que se dirige a la experiencia y no al conocimiento, el relato o la descripción. Como
crónica no tiene sustancia, ya que el valor de la construcción, la firme convicción de una
verdad que interrumpe la inercia de la repetición, es subjetivamente constatable pero
empíricamente intangible. No es irrelevante que algún dato biográfico, un suceso de la crónica
tangible, un relato que aparecía en forma de novela familiar, acompañe a la construcción
poniendo de relieve bajo otra luz algunos acontecimentos, pero la construcción de la conjetura
ficcional de un goce es el motor de los relieves de la biografía, de la destitución de su
pregnancia como novela familiar, y no al revés. Así se entiende que un elemento de la novela
familiar o un dato de la biografía relatados mucho antes no alteren los goces vigentes en el
sujeto hasta que pueden ser puestos al servicio de la construcción de una ficción verosímil del
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objeto de goce que ha adquirido un semblante. Desde el punto de vista de la firme convicción
de una verdad que la construcción produce, medida por su eficacia de cancelar repeticiones,
de rectificar fijaciones de goce, esa segunda fase freudiana del fantasma, reintegrada por la
conjetura ficcional a la experiencia subjetiva sin memoria, introduce en el campo del sujeto
una creencia, en relación a un aspecto que le ha sido otorgado a un fragmento de verdad, un
semblante para la verdad del goce, es decir: un verosímil. La construcción no formula lo que
ocurrió más que produciendo un aspecto verosímil para el goce articulado en eso que ocurrió.
La construcción es ficción verosímil de una verdad que no le debe su efecto, que no consigue
su sostén, ni en el recuerdo, aun cuando fuera recuerdo encubridor, ni en la crónica biográfica,
por fehaciente que se la pretenda, ni mucho menos en la novela familiar, en la que introduce
quiebre y objeción. Crónica, novela, formaciones del Inc., toman en las construcciones del
fantasma el valor de soporte escenográfico. Crónica, novela, formaciones del Inc. mantienen,
con la firme convicción de verdad y la interrupción de repeticiones que las construcciones
producen en el sujeto bien dispuesto, la misma relación que mantienen los elementos de la
puesta en escena de una buena obra de teatro, con la experiencia que transmite la obra,
experiencia de una verdad “histórico vivencial” para la que no alcanzan por sí solos, los
elementos que le otorgan a esa experiencia un aspecto, un verosímil, una representación.Dicha experiencia no podría producirse sin el trabajo de la puesta en forma de esos
elementos, los significantes, pero además se necesita el tiempo del sujeto bien dispuesto,
disponible, y eso es algo que admite cierto cálculo, pero que no puede forzarse ni
predeterminarse. El deseo del analista no es la voluntad.
El valor traumático de los acontecimientos de la biografía es causa de goce, y también origen,
en tanto vestigios de la prehistoria, del trabajo del goce fálico que elabora el síntoma, memoria
bajo represión de la efectuación imposible del goce traumático, y del mismo goce fálico que
sostiene la novela familiar, memoria bajo desmentida de la fijación del goce traumático. Las
construcciones del fantasma atraviesan los vestigios sepultados, y también atraviesan eltrabajo (síntoma y novela) que el goce fálico ha hecho con ellos, y decir que los atraviesan a
ambos equivale a decir que las construcciones son una especie de invento, que no se apoya
ni en el síntoma ni en la novela, si bien se sirve de los dos. El valor traumático de la prehistoria
debe inventarse, ya que no se lo puede recuperar.
Las huellas de goce captado en circuitos de pulsión, eso que sobresale, molesta, brilla en el
campo del Otro, única orientación posible para las tendencias de la cría humana prematura,
que responde dibujando el borde erógeno de los orificios que convierten al organismo en
cuerpo, esas huellas convertidas en recorridos, en circuitos, se satisfacen repitiendo en los
modos de satisfacerse de partes del cuerpo, que han captado inconsistencia, vacío, error.
Esa fijeza de cada satisfacción, de cada “una” satisfacción, que instala de un modo singular
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el fracaso de cualquier logro de una orientación natural para el humano, es el único modo de
que el organismo prematuro sobreviva inicialmente, gracias a la orientación conseguida en
cada borde del cuerpo, cuerpo que nunca armará un conjunto armonioso con todos esos
bordes gracias a los cuales existe, aunque una forma virtualmente unificada por el amor,
carrito del bebé frente al que se detiene el tránsito o imagen en el espejo, esa forma
idealmente unificada, conservará el collage discordante de una prehistoria sepultada,
reduciéndolo sin embargo a un brillante e inamovible punto en el horizonte, una tendencia,
donde se realiza la satisfacción que lo atrae, lo anima y lo parasita, y aun ese poco de
satisfacción antinatural en el horizonte, existe al modo de que ese punto que brilla semantiene tanto más vigente cuanto menos realizado, al menos no ahora, no todo, no siempre,
vigente en tanto existe en la tendencia del fantasma, molestado por la angustia, el síntoma y
la inhibición clínica.
La puesta en forma de síntoma del trabajo significante, el mejor artefacto para la orientación
del analista de hacer con el objeto, semblante, la producción del texto que se preste mejor
para ese fin, que el analista debe estar dispuesto a poner de relieve cuando se encuentra
dicho, y también a buscarlo para que se diga, aunque no lo pueda prever, es un trabajo que le
otorga figurabilidad a la molestia sintomática en su relación con la efectuación del goce
pulsional que el fantasma sostiene, y entonces hace surgir de contragolpe y en relieve, porfragmentos no homogéneos ni concordantes ni simultáneos, hace posible la construcción, de
las ficciones verosímiles de ese goce que por estar vigente, debe ser molestado. Debe ser
molestado por el síntoma porque, en el horizonte, ese goce es necesario y es posible. La
puesta en forma de la serie sintomática, a medida que se reduce y se ordena (siempre el
mismo desencuentro, o muchos desencuentros para lo mismo), va permitiendo construir
modos de gozar que devienen innecesarios e imposibles, y cada paso dado en ese trabajo es
un tiempo de duelo.
El tiempo de la interpretación es más bien el de la puesta en forma del síntoma que transporta
la molestia, lo no realizado del goce, y es necesario sostener imperfectamente ese trabajoentre la anticipación de proscribir un goce que aún no puede ser captado en el semblante
como verdad histórico vivencial, y la demora que retiene un goce que ya podría ser captado
por una construcción ficcional, en el campo del sujeto, ambas manifestaciones de la
resistencia del lado del analista, que está siempre entre Escila y Caribdis respecto de cuándo
es que ya se ha interpretado lo suficiente. Ya que, al contrario, cuando el tiempo de una
construcción ha llegado, la interpretación que de por sí es interminable, puede distraer o
desviar la conclusión de cada tramo de un duelo que es necesario sostener. Hay tiempos
durante el análisis, no sólo al final, en que la ficción verosímil de un goce que está en curso de
caída debe acompañar y sostener dicha caída, en lugar de agregar más saber Inc., que ubica
al sujeto en una posición de indeterminación, y prolonga la vacilación que se opone a la
efectuación de ese duelo. En cada tramo de las construcciones del fantasma, se juega la
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diferencia entre el análisis terminable o interminable. La efectuación del duelo rectifica goces
pulsionales y esa rectificación que altera el goce sin disminuirlo, queda demorada si la
interpretación no se suspende para dar asentimiento a las decisiones que resultan de la
disponibilidad subjetiva de un fragmento de verdad ficcional con el que un goce ya ha sido
construido.
El goce insabido se sirve de la materialidad significante, cuando ésta puede prestarse a
producir semblante para el objeto que no lo tiene ni lo tendrá, más que parcial, contingente y
en préstamo. Este préstamo, que es el fundamento de las construcciones, si bien no estabaallí desde antes, no puede ser aleatorio respecto de la biografía, la novela o el saber Inc.
Llamamos “préstamo” de figurabilidad, préstamo de semblante para el objeto, al surgimiento
de un borde litoral no preexistente, que captura en el campo de lo que circula entre
significantes, un fragmento de goce insabido que no tiene nombre antes de ese encuentro y
que no agota su nombre una vez producido ese encuentro. Es a dicho encuentro a lo que
llamamos letra, siguiendo al Lacan de Lituraterre. Cuando el borde litoral le presta un saber al
goce, sigue habiendo goce insabido, que es inagotable pero ya es otro, y el saber Inc. sigue
trabajando pero para otro fragmento de goce insabido que no hace cadena con el anterior.
Letra no es entonces “lo que se lee” sino, al contrario, es la inscripción que se produce como
efecto de lectura de lo único que se lee, que es el significante, cuando esta lectura le dasemblante a un goce insabido, hasta entonces eficaz pero no localizable en el campo del
sujeto.
La articulación subjetiva de fragmentos del goce insabido no produce que el objeto pueda
enunciar su nombre, ya que ese nombre es indecible salvo a través de encuentros
fragmentarios. Ese objeto sólo es abordable a través del modo en el que se ha fabricado que
respecto de eso, hay un horizonte y hay un desencuentro. Disponer de una articulación
histórico vivencial hecha con fragmentos de goce insabido que adquirió un semblante, no se
presta a ningún logro del conocimiento, sino a la destitución de una ilusión de conocer, que
estaba articulada en lo que el yo creía conocer. No se establece el fantasma, sino que seconmueve el fantasma que estaba establecido, construyendo ficciones de un goce
inapresable, y eso le otorga movilidad a ese marco de las tendencias, que debía permanecer
inamovible. Hay una ganancia de saber, pero es informulable, no se la encuentra en los
enunciados sino en la posición enunciativa y en las acciones novedosas a las que dicha
posición enunciativa da lugar.
Entre interpretación y construcciones, va perdiendo fuerza el andamiaje de goce no realizado
que sostenía una serie sintomática (no la estructura sintomática del discurso, sino esa serie
sintomática, que deja de existir), y eso va desgastando, restándole poder de atracción, a un
estilo de goce realizado en el horizonte del fantasma (pierde consistencia ese punto fijo que
brillaba en el horizonte, no la presencia de algún horizonte para la tendencia deseante); el
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goce que se realizaba en ese único punto brillante en el horizonte era el sostén de un collage
de satisfacciones del cuerpo que existirá de otro modo (ya que desde luego el cuerpo no deja
de existir); se ve afectado el ideal que le otorgaba homogeneidad y coherencia a esos goces
específicos (no se diluye la existencia de todos los ideales).
Construcciones, en plural, equivale a decir que el armado de una ficción verosímil que
transporta una verdad de goce histórico vivencial, articulada como mejor se preste en los
semblantes disponibles, es algo que no ocurre una única vez en el análisis, tampoco produce
una última versión, la mejor de todas, no reúne, no sintetiza, no armoniza los fragmentosheterogéneos de las especies del objeto que no puede decirse todo. Que en un soporte
simbólico-imaginario hecho de retazos, las piezas no encajen bien, ni todas, ni siempre, ni al
mismo tiempo, no es un accidente subsanable. Más bien ese armado en plural reconoce,
obedece, a la índole fragmentaria de una relación verdadera entre el sujeto y el objeto de
goce que lo afecta, objeto que no se presta a ningún conocimiento. El conocimiento, por
definición, pretende totalizar, para el conocimiento el no-todo es un defecto.
En cada una de estas articulaciones fragmentarias que disuelven repeticiones, y no sólo al
final de un análisis que haya producido suficientes articulaciones fragmentarias, sino en cada
tramo de las construcciones del fantasma, suele presentarse el entusiasmo de unasatisfacción desconocida, una novedosa determinación que suspende la errancia sufriente de
algunas utopías, pero al mismo tiempo hay cierta decepción o tristeza por la pérdida
irreparable de la ilusión, que es correlato del fantasma, de que todo lo anhelado es alcanzable
aunque todavía no, y también cierto extrañamiento que acusa el golpe sufrido en la certeza de
un conocimiento que se creía poseer. Cuando la presencia de un goce no ha evitado el duelo
necesario para que cese la repetición, y cuando el saber no infinitiza la investigación propia de
la neurosis (siempre una interpretación más, al precio de una gozosa impotencia), el analista
finalmente puede hacer silencio, lo que también equivale a poner en acto el límite subjetivo
con el que habrá encarnado su función. Un relato que pretendiera “describir” el resultado de
este encuentro con una verdad inventada por la ficción, es decir que pretendiera unforzamiento al enunciado de lo que sólo se sostiene en el nivel de una conjetura captable en la
enunciación, tendría siempre un tono de impostación, entre ridículo y obsceno, ya que a la
representación no se le puede pedir más que algún fragmento ficcional que la verdad haya
podido eventualmente otorgarle.
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