Construyendo el Reino.Edicion 33. Octubre.
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C e R
Julio Daniel Arváez Polanco CMF
Misionero al rojo vivo
“No me eligieron ustedes a mí; yo los elegí a
ustedes y los destiné para que vayan y den
fruto, un fruto que permanezca”
(Juan 15,16)
E stas palabras de Jesús han re-
sonado en el corazón de muchos
hombres y mujeres a lo largo de la
historia, y les ha movido a ser
discípulos, misioneros esforzados
que anuncian la buena nueva del
Reino. Uno de estos seguidores
de Jesús ha sido San Antonio
María Claret, misionero español
que se sintió especialmente lla-
mado por Dios para “procurar
siempre y únicamente la mayor
gloria de Dios y la salvación de
los hombres".
Claret creció en tiempos difíciles
y desempeñó muchas veces su mi-
nisterio de la Palabra también bajo
la sombra de la persecución. Pero
en medio de todo ello se ve la gracia
de Dios en su vida, que lo hizo entre-
garse con entusiasmo y dina-
mismo,
http://construyendoelreino.blogspot.com
2243-5743
Editorial 1
Misionautas 2
Vocación Misionera
SEMBLANZA DE CLARET 3 Del Corazón
DEFINICIÓN DEL MISIONERO
ASÍ ES CLARET 6 Constructores
ENTREVISTA (IMAGINARIA) CON CLARET 7
Un hijo del Inmaculado
Corazón de María es un hombre que arde en caridad
y que abrasa por donde
pasa.
C e R 2 adelantándose con sus medios de evangelización a
las actividades religiosas de su tiempo, llegando así a
la vida del pueblo con el Evangelio y la solidaridad.
“Válganse de todos los medios para la Evangeliza-
ción” les dijo a los misioneros de la Congregación de
los Hijos del Inmaculado Corazón de María, que el
mismo fundó para “hacer con otros lo que solo no
podía”. Con esta nueva comunidad de misioneros,
Claret se proponía estar en la frontera de la misión,
llevar la Palabra a todas partes. De hecho él
mismo se caracterizó por ser un apóstol
infatigable, yendo de un lugar a otro en
su España natal, en andaduras misione-
ras por la Isla de Cuba mientras fue
su arzobispo, incluso en París y en
Roma. Siente que su espíritu es
“para todo el mundo”, ese mismo
estilo lo imprimió a las Congrega-
ciones que fundó, que hoy sienten
vivo y dinámico el carisma clare-
tiano, manifestado en muchas nue-
vas formas de actualización e in-
culturación del espíritu claretiano.
Nos proponemos en esta edición com-
partir aspectos de la vida de Claret y su
carisma en la Iglesia, en este mes de octu-
bre, mes de las misiones, en el que conme-
moramos los 141 años de su pascua.
Bienvenidos y bienvenidas a Construyendo el Reino.
1. www.claret.org Página Oficial de los misioneros claretianos. En este sitio encuentran información y noti-cias de la Congregación Claretiana, así como recursos de espiritualidad y apostolado.
2. www.youtube.com/user/CMFClaret
Canal en Youtube de los misioneros claretia nos de México, con videos
musicales clare tianos. También se encuentran otros muchos videos claretianos en Youtube. 3. www.serclaretiano.org Este es el enlace para la nueva WEB VOCACIONAL DE LOS CLARETIANOS DE IBE-RIA (España Y Portugal), que se ha estrenado el 24 de octubre, Fiesta de San Antonio María Cla-
ret. El deseo de sus responsables es
que sea un instrumento para mos-trar nuestro carisma y nuestra mi-
sión, así como para ayudar a descubrir el sueño de Dios sobre cada uno.
4. www.lafraguacmf.org Se trata de un proyecto para reavivar nues tra vocación misionera claretiana cada día, un proyecto de renovación personal y comu nitaria. Aunque es en primera instancia para los consagrados de la familia claretiana, podrán aprovechar los recursos puestos a la disposición de todos.
C e R 3
E l P. Claret vivió en una familia fuertemente
enraizada en la fe católica. Su niñez y juventud estu-
vieron marcadas por la dimensión religiosa de sus
padres. En su hogar, de niño, escuchó la voz del Ma-
estro que le llamaba a seguirle siendo sacerdote.
Sentía en su corazón de niño el dolor de tantas almas
que confundían el camino y se apartaban de Dios: el
niño Antonio quería estar en ese camino para ayudar-
les a retornar a Dios.
Esta primera llamada, acogida con toda sinceridad y
generosidad, quedó en el corazón de este niño y fue
creciendo ahí, hasta aflorar con mayor fuerza en la
juventud, momento en que el P. Claret escuchó la
voz que le llamaba a entregarse al servicio de la sal-
vación.
El joven Claret tenía un don natural para la industria
del telar, su padre le puso pronto a trabajar en la
fábrica de hilados y tejidos de la familia; al ver su
habilidad para el negocio, le envió a Barcelona a per-
feccionar sus conocimientos de fabricación de teji-
dos. En la gran ciudad el joven trabajaba y estudiaba.
Su mente estaba llena de nuevas ideas, de proyectos,
… el mundo de la fabricación de tejidos le abría sus
puertas; podría tener éxito, riquezas, hacerse un nom-
bre en el mundo de la industria del telar.
Llega el momento de decidir, el joven Claret debe
optar por seguir el camino de establecer una fábrica
de tejidos con grandes posibilidades de éxito o escu-
char la voz interior que le llama a otros campos de
acción. Los éxitos y la proyección de un brillante fu-
turo en la empresa de la fabricación de tejidos no le
llenan, siente un vacío en su corazón que nada lo sa-
tisface. Resuena en su interior la llamada que sintiera
a los doce años.
Como a Pablo de Tarso, Cristo sale al encuentro del
joven Claret, en su corazón resuenan con fuerza las
palabras del evangelio: ¿De qué le sirve al hombre
ganar el mundo entero si pierde su alma? (Mt
16,26).
Claret ha encontrado el tesoro, la perla preciosa (Mt
13,44-46), lo deja todo, se entrega a sí mismo, su ser
Semblanza de
Antonio Claret
José Rodolfo Vázquez CMF
C e R 4 y su hacer, ya no irá en búsqueda de un porvenir bri-
llante y prometedor como “ingeniero industrial”,
siente el ardor de ser apóstol de Jesucristo; se hará
todo para todos con tal de ganar a algunos para Cris-
to (1Cor 9,19).
El amor de Cristo arde en su corazón, es el fuego que
le impulsa a trabajar sin desfallecer. En su escudo
arzobispal puso la frase de San Pablo: El amor de
Cristo me urge (2Cor 5,14).
Como Cristo, Claret se entrega incondicionalmente
por amor a la voluntad del
Padre. El Espíritu que guió al Hijo le urge a predicar
el amor de Dios, Claret es la voz que resuena ofre-
ciendo la amistad de Dios a todos aquellos que quie-
ran acogerla.
Cristo es el único modelo a seguir por todos aquellos
que quieren vivir ya el Reinado de Dios. Seguirle
exige ir detrás de él, apropiándose e identificándose
con su actitud fundamental: entrega incondicional
por amor al Padre a favor de todos, asumiendo su
radical pobreza, su entrega y amor incondicional en
servicio a la humanidad.
Seguir a Jesús no es cuestión de hacer las mismas
cosas que él hizo, seguir a Jesús es entrar en ese di-
namismo de entrega incondicional por el bien de los
demás por amor al Padre. Así lo entendió el P. Cla-
ret:
A imitación de Jesucristo, el misionero
apostólico ha de empezar por hacer y practi-
car, y después enseñar. Coepit facere et doce-
re. Con las obras ha de poder decir lo del
Apóstol: Imitadme a mí, así como yo imito a
Cristo.
Imitatores mei estote, sicut et ego Christi.
(Autobiografía 340)
El P. Claret, desde el momento en que acogió la lla-
mada de Dios a ser sacerdote- misionero-apostólico,
optó libremente por vivir pobre como Jesús:
Me acordaba siempre que Jesús se había
hecho pobre, que quiso nacer pobre, vivir
pobremente y morir en la mayor pobreza.
También me acordaba de María Santísima,
que siempre quiso ser pobre. Y tenía presente
además que los apóstoles lo dejaron todo pa-
ra seguir a Jesucristo. Algunas veces, elSeñor
me hacía sentir los efectos de la pobreza, pe-
ro era por poco tiempo. Luego me consolaba
con lo que necesitaba; y era tanta la alegría
que sentía con la pobreza, que no gozan tanto
los ricos con todas sus riquezas como gozaba
yo con mi amadísima pobreza. (Autobiografía
363)
El celo por la salvación de sus contemporáneos lleva al
P. Claret a estudiar la situación de la sociedad de su
tiempo; ve con toda claridad que las riquezas, los
honores, el deseo de tener más y más, ha endurecido y
secado el corazón de las personas y los ha hecho olvi-
dar las enseñanzas del Evangelio.
Ve con toda claridad que no cabe otra respuesta a ese
afán desmedido de lucro personal, que la de ser pobre,
vivir en desprendimiento de todo y de todos, esperán-
dolo todo del Padre, como Jesús de Nazaret. (cf. Auto-
biografía 356) El P. Claret nada tenía, nada quería y
todo lo rehusaba (cf. Autobiografía 357). La contem-
plación y estudio de los evangelios le llevó a desear
vivir como Jesucristo, haciendo cada día el camino de
dejar al Espíritu que le fuera configurando con el Cris-
to pobre.
C e R 5
Nadie puede ser discípulo de Jesús sin que renuncie a
todas las cosas (Autobiografía 362). Para Claret el se-
guimiento de Jesús tiene que ser radical, no cabe com-
ponenda alguna. La pobreza es un instrumento indis-
pensable, fundamental, para que el anuncio del Evan-
gelio pueda ser recibido:
Este desprendimiento conocí que les causaba a
todos grande impresión, y, por lo mismo, me es-
forzaba yo a sostener el punto que había tomado.
Para animarme recordaba yo la doctrina de Je-
sucristo, que meditaba continuamente; singular-
mente aquellas palabras que dicen: Bienaventu-
rados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el reino de los cielos. - Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y
sígueme. (Autobiografía 362)
Como buen misionero apostólico, el P. Claret, desde el
principio de entregarse a la misión de predicador de la
Palabra a la que Dios le llamaba, eligió vivir en pobre-
za, tanto material como espiritual. Esto lo descubrió
contemplando la persona de Jesucristo.
El Papa Pío XII describió muy bien al nuevo santo:
«Alma grande, nacida como para ensamblar contrastes;
pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del
mundo; pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante;
de apariencia modesta, pero capacísimo de imponer
respeto incluso a los grandes de la tierra; fuerte de
carácter, pero con la suave dulzura de quien sabe el
freno de la austeridad y de la penitencia; siempre en la
presencia de Dios aun en medio de su prodigiosa acti-
vidad exterior; calumniado y admirado, festejado y
perseguido. Y entre tantas maravillas, como luz suave
que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios».
Claret fue un misionero que sigue inspirando hoy el
servicio a los más necesitados, una entrega al Reino
nacida del encuentro con la Palabra y con la realidad;
una vida que sigue en la Iglesia “encendiendo” en cari-
dad a hombres y
Oración Apostólica de San Antonio María Claret
Señor y Padre mío:
que te conozca y te haga
conocer,
que te ame y te haga
amar,
que te sirva y te haga
servir,
que te alabe y te haga
alabar
por todas las criaturas.
Amén.
C e R 6
Así es Claret
Julio Arváez Polanco CMF
Peregrino sin miedo a los caminos, sencillo y sin nada para andar.
Con palabra de fuego en los labios, de Cristo urgido por su amor.
ASÍ ES CLARET: UNA VIDA PARA LA MISIÓN
Y SU MISIÓN ES QUE TODOS TENGAN VIDA
VIDA PLENA, VIDA ABUNDANTE, EN JESÚS VIDA ABUNDANTE.
Hombre de virtud y valor probados, llamado a convertirse en servidor.
Fiel a Dios, a su fe y a sus hermanos. Nacido para evangelizar.
Un corazón abierto a todo el mundo apasionado por las almas y por Dios. De Sallent, Cuba, Madrid, al destierro,
sin que nada arredre su andar.
Manso como hierro que se forja, directo cual saeta contra el mal.
Formado y guiado por María, Hijo de su Inmaculado Corazón
DEFINICIÓN DEL MISIONERO
"Un hijo del Inmaculado Corazón de María
es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa.
Que desea eficazmente y procura por todos los medios
encender a todos los hombres en el fuego del divino amor.
Nada le arredra; se goza en las privaciones;
aborda los trabajos; abraza los sacrificios;
se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos
y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo.
No piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en orar,
en trabajar, en sufrir, en procurar siempre y
únicamente la mayor gloria de Dios y
la salvación de los hombres"
(San Antonio María Claret)
C e R 7
H oy, 27 de julio de 1870, hace calor en Prades. El Santo
Arzobispo descansa bajo una parra de la huerta después de
haber presidido la entrega de premios a los estudiantes del se-minario menor diocesano. Les ha hablado “en nuestra graciosa
lengua catalana”. Su aspecto es algo mejor que el que mostraba
a su llegada de Roma en la noche del sábado 23. El encuentro
con los suyos en este tranquilo rincón de los Pirineos orientales
franceses lo ha aliviado un tanto de las tensiones vividas duran-
te los meses anteriores.
Todavía no sabe que dentro de unos días tendrá que refugiarse
en el monasterio de Fontfroide. Disfruta entre los suyos de la
calma que precede a la tempestad.
- ¿Qué? ¿Repuesto ya de los traba-
jos del Concilio?
- No llamaría yo repuesto a este anciano de salud quebrada,
pero sí, me encuentro mejor que con los calores agobiantes de
Roma. Además, tengo que mantenerme hasta el final. Mire, soy
como una vela que arde: gasta la cera y luce hasta que muere.
- ¿Está satisfecho de cómo han ido
las cosas?
- Yo siempre he creído que los concilios son un medio extraor-
dinario de renovación de la Iglesia, pero, si le soy sincero, he
sufrido bastante. Como usted sabe, no soy muy dado a las
disputas estériles. Muchos día salía del aula conciliar con la cabeza cargada como un bombo. Y hasta creo que algunos
disgustos provocados por las cosas que oía hicieron que se
me subiera la sangre a la cabeza y me produjese una afec-
ción cerebral. Con todo, Dios nuestro Señor sabrá sacar pro-
vecho de todo lo acontecido.
- ¿Qué les ha dicho hoy a los
jóvenes seminaristas?
- Lo de siempre. Ya sabe que a los viejos nos gusta repetir
mucho las cosas. Les he dicho que el amor a Dios y la cien-cia son como las dos alas o los dos pies del sacerdote. Cada
vez lo veo con más claridad. Mire, un sacerdote podrá tener
muchas cualidades, pero si carece del amor de Dios, todo
será inútil. Ahora, con el amor lo consigue todo. Lo vemos
claramente en San Pedro cuando sale del cenáculo ardiendo
en el fuego de amor que había recibido del Espíritu Santo. El
resultado fue que en dos sermones convirtió a ocho mil per-
sonas. Así que, la virtud más necesaria es el amor. ¿No es
eso lo que repite el anciano San Juan al final de su vida en
todas su cartas? ¡Pues ya ve que no ando muy errado!
- No sé si les habrá gustado mu-
cho lo del estudio.
- Creo que sí. Yo, que soy muy práctico, siempre he sido al
mismo tiempo muy aficionado al estudio. Incluso de joven,
cuando estaba en Barcelona, me dedicaba con ahínco a estu-
diar las técnicas de fabricación y la gramática castellana y
Entrevista (imaginaria)
con Claret
Gonzalo Fernández Sanz CMF
Tomado de: www.lafraguacmf.org
C e R 8
aquella tarde del 16 de julio de
1849?
- Pues, mire, entre otras cosas, que este anciano era más joven y
que hacía más calor en el viejo seminario de Vic que en este
rincón de Prades. Pero me imagino que usted se refiere a la fun-
dación de la Congregación, ¿verdad? Pues, mire, tenía yo en-
tonces 41 años y hacía un par de meses que había regresado de
las islas Canarias; contentísimo, por cierto. Después de hablar
con varios amigos míos y con el obispo Casadevall, nos reuni-
mos en una pequeña celda de seminarista para comenzar los
santos ejercicios espirituales. La verdad es que éramos poquísi-
mos.
- Creo que uno del grupo se quejó
de eso, ¿verdad?
- Me parece que fue mosén Vilaró quien me preguntó cómo
íbamos a empezar una obra así siendo tan pocos. Pero yo sabía
que era una obra de Dios. Así que animé a todos a confiar.
Desde entonces han pasado 21 años. Como ve, las cosas se han
complicado mucho. Por eso tenemos que creer en las palabras
del salmo 22 que meditamos aquella tarde: “Tu vara y tu caya-
do me dan seguridad”. Nuestros apoyos -créame- no son el di-nero o el número de vocaciones o las misiones que prediquemos
sino la santa cruz y María Santísima.
- No quiero cansarle más, excelen-
cia. ¿Desea añadir algo?
- Si tiene ocasión, dígales a los misioneros que tengan siempre
un amor tierno y dulce al Corazón de María. Yo me he hecho
misionero precisamente en la fragua de su Corazón.
Supe que unos días más tarde, el 6 de agosto, fiesta de la Trans-
figuración del Señor, el anciano arzobispo salía muy de maña-
na, en un coche de caballos, acompañado por el P. Xifré, hacia
el monasterio de Fontfroide. Moriría allí dos meses y medio
después. Iba enfermo. Se sentía perseguido. Pero yo tuve la
impresión de encontrarme ya con un transfigurado.
francesa. Le diré una cosa: sin estudio no es posible predicar
bien el evangelio a las gentes de hoy. Pero -eso sí- les he pedido
que recen lo que yo rezo cuando me pongo sobre los libros:
“Señor, estudio para más conoceros, amaros y serviros y para
ayudar a mis prójimos”.
Se acerca el P. Clotet con unas cuartillas en la mano. Le dice algo al anciano arzobispo, intercambian unas palabras, y se reti-
ra enseguida.
- Sé que este librito será el último. Lo he escrito estos días,
aprovechando que me encontraba algo mejorado. Ahora le he
pedido a mosén Clotet que lo envíe a Barcelona para que lo
publiquen. Siempre me ha gustado escribir. Ya he perdido la
cuenta de todo lo que ha salido de mi pluma. Y, ¿sabe por qué
me gusta tanto? Porque las palabras se las lleva el viento, pero
lo escrito queda. No todos quieren o pueden oír la divina pala-
bra, pero todos pueden leer u oír leer un buen libro. No todos
pueden ir a la iglesia para oír la divina palabra, pero el libro irá
a su casa. Eso sí, los libros han de ser pequeños, porque la gente
hoy anda aprisa y la llaman por todas partes. Además ha de viajar; así es que, si es un libro voluminoso, no será leído; úni-
camente servirá para cargar los estantes de las librerías y biblio-
tecas.
- ¿Recuerda algún libro con espe-
cial cariño?
- Muchos, muchos. Creo que, gracias a Dios, todos los libritos
han producido felices resultados, pero de quienes he hallado
más almas convertidas han sido “El camino recto” y “El cate-
cismo explicado”.
- Todo el mundo sabe que son dos
auténticos “best seller”.
- No entiendo bien lo que quiere decir, pero le puedo asegurar
que la lectura de estos dos libros ha producido muchísimas con-
versiones. ¡Hasta se ha hecho una edición de lujo para la familia
real!
- ¿Me permite un salto en el tiem-
po, excelencia? ¿Qué pasó en
Enamórense
de Jesús y
del prójimo
y harán
más que yo