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INTRODUCCIÓN

Muchas veces en la vida esperamos que ocurran cosas que tal vez tardan en

llegar o en el peor de los casos, nunca llegan.

En sentido inverso, otras veces los hechos llegan y cambian nuestras vidas de un

modo inesperado y en el momento menos pensado.

Ambas situaciones pueden tocar profundamente nuestros sentimientos y hacer

brotar del corazón la necesidad de expresarlos de una u otra manera.

Hace algo más de treinta años atrás, cuando urgido por la joven impaciencia me

entristecía no ver llegar un hijo que se extendiera como raíz de mi propia vida,

tuve la poética pretensión de escribir una zamba dedicada en forma abstracta, a

“aquel hijo que algún día vendrá”.

El paso de los años no es en vano y el no haber tomado el recaudo de escribir la

letra de aquella simple zamba, ha hecho que ya ni siquiera recuerde todas sus

estrofas… Pero recuerdo claramente una y el estribillo de aquella canción, que

decía:

Hijo cuando tú llegues sabrás,

Lo mucho que te he deseado,

Y en esta zamba tú siempre

tendrás, un testimonio de amor.

Cuando el Señor te de vida,

Cuando ya debas crecer,

Solo deseo, nunca lo olvides,

Que seas hombre de Bien.

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Creo que de tanto “desentonar estas estrofas” con mis pobres dotes de cantor,

quiso Dios evitar esa cotidiana tortura y finalmente terminó enviándome no

uno, sino ocho maravillosos “hombres de bien”, incluyendo en esta expresión

genérica a mis dos hermosas hijas mujeres.

Ciertamente Dios cumplió cabalmente con mi pedido, pues nunca le rogué por

hijos que fueran “hombres brillantes”, “hombres exitosos”, “hombres que

hicieran historia”, “hombres heroicos”… Pedí “hombres de bien” sabiendo que

quien procura hacer el bien en la vida, es quien encuentra su propia felicidad.

Y si hoy tengo algo que agradecer muy especialmente al Buen Dios, que con

gran misericordia escucha atentamente las súplicas de sus hijos más pecadores,

es poder comprobar en vida que mis hijos, todos ellos, son verdaderos

“hombres de bien”.

Aquel deseo de transmitir la vida y que se tardaba en cumplir según la

impaciente visión humana, abrió mis sentimientos y me llevó a escribir aquella

canción.

Casi treinta años después del nacimiento de mí querido hijo primogénito, se da

la otra situación señalada al principio. Un hecho sorprendente e inesperado

vuelve a abrir mi corazón y me impulsa a escribir estas líneas, también

dedicadas a todos mis hijos, pero inspiradas y dirigidas especialmente a esta

nueva vida que Dios en sus insondables designios a querido confiarme, en

medio de circunstancias aparentemente adversas a la luz del entendimiento

humano, pero una vida que sin duda será tan importante y necesaria para la

humanidad, como lo son las vidas de sus ocho hermanos.

Este noveno hijo, al igual que sus hermanos también será jubilosa, orgullosa y

amorosamente recibido en este mundo por parte de su padre.

México D.F, 30 de Abril de 2007

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El ultrasonido que develó el misterio.

yer 31 de Mayo de 2007 me enteré que mi noveno hijo, será una bella

niña. No fue la primera vez que la ciencia a través de un ultrasonido me

permitió verla, pero si fue este el día en que el médico confirmó que será una

mujercita, tal y como yo lo deseaba.

Una vez más la emoción de ver como se va formando una nueva vida, la

emoción de ser testigo privilegiado del más cotidiano pero a su vez del más

grande de los milagros que podemos contemplar en nuestras existencias, me

impidieron contener unas lágrimas que sin pudor alguno corrieron por mis

mejillas como si quisieran purificarme para ser merecedor de semejante don.

Lamentablemente con esta hija tendré mucho menos tiempo para compartir mi

vida. Tendré 29 años menos que los compartidos con Frank, el mayor de los

hermanos, y 14 años menos de los que compartiré con Tommy, quien era hasta

ahora el menor de ellos.

Por eso intentaré en las próximas líneas hablarle a Mia Moira – así hemos

acordado que se llamará - de su lejana familia a la que espero con el tiempo

pueda ir conociendo y amando, del país de su padre, de sus amigos y por

supuesto de mí mismo. Abriré mi corazón para que conozca mis sentimientos,

mis creencias, miedos e ilusiones… Intentaré hablarle de mis gratos recuerdos y

también de aquellos tristes momentos que muchas veces me pusieron al borde

de la desolación. No será este un relato ordenado pues trataré de ir matizando

mis recuerdos con las cosas que voy viviendo al momento de escribir estas

líneas…

No será tampoco la obra de un literato pues lo que reflejarán estas páginas será

lo que de mi corazón vaya surgiendo y no el fruto de un erudito en temas de

escritura.

Nadie es lo suficientemente bueno para juzgarse así mismo. Menos un

argentino, pues dicen que el mejor negocio que se puede hacer en la vida, es

comprar un argentino por lo que realmente vale, y venderlo por lo que el cree

que vale. Pero me he prometido a mi mismo que en las próximas líneas haré un

gran esfuerzo para que mi futura hija e incluso sus hermanos, me conozcan tal y

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como soy. Con mis defectos y virtudes… Pues deseo que el amor que por mí

pudiera sentir, tenga un solo fundamento: el ser su padre.

Le pido a Dios que llegue a quererme tal y como soy y le doy gracias a El pues

al igual que a mis otros hijos, siento que la quiero desde el mismo momento que

supe de su frágil existencia en el vientre de su madre.

Hoy, la fuerza de la vida que ella simboliza, despierta en muchos la fuerza del

amor…

Con ese amor escribo estas líneas y con la ilusión de construir recuerdos que la

acompañen a lo largo de su vida. Recuerdos de los cuales, espero, pueda

incluso sacar algunas enseñanzas. Recuerdos que en muchos casos también por

estas líneas conocerán sus propios hermanos, a quienes no puedo dejar de

recordar con tanto amor al escribir estas líneas, pues una de las cosas más

maravillosas de este amor por los hijos es que este no se divide por el número

de ellos, sino que se multiplica.

Ruego a Dios que estos recuerdos ayuden a construir un verdadero lazo de

amor fraterno entre todos mis hijos, que son si duda el más grande tesoro que

tengo en esta vida.

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PARTE I

LOS RECUERDOS

MÁS LEJANOS

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LOS ANCESTROS

LOS MC LOUGHLIN

atthew Mc Loughlin fue el abuelo que nunca conocí, pero que a pesar de

ello llegué a querer entrañablemente. Muy poco se de él pero no es

difícil imaginarse muchas cosas de su vida.

Nació en un pequeño, lejano y prácticamente desaparecido pueblo de Irlanda en

el año de 1861, llamado Towland Of Garthy, en el Condado de Westmeath,

donde los Mc Loughlin eran antiguamente, unas de las familias más poderosas.

Hoy ya casi no existen los Mc Loughlin en aquella zona, y eso tal vez se pueda

explicar por el siguiente texto:

"Henry by the grace of God King of

England, Duke of Normandy and Aquitain,

and the Earl of Anjoy, to the Archbishops,

Abbots, Earls, Barons, Justices, and all his

ministers and faithful subjects, French,

English, Irish, of all his Dominions,

greeting: Know ye that I have given and

granted and by this my charter confirmed

unto Hugh de Lacy, in consideration of his services, the land of Meath with its

appurtenances, to have and to hold of me my heirs, to him and his heirs by the

service of fifty knights, in as full and ample a manner as Muirchard Hu-

Melaghlin held it or any other person before or after him: and as an addition I

give all the fees that he owes or shall owe me above Dublin while he is my

baliff, to do me servcies in my city of Dublin. Wherefore I will strickly

command that the said Hugh and his heirs shall enjoy the said land and shall

hold all the liberties and free customs which I have or may have therein by the

aforesaid service from me and my heirs, well and peacefully, freely, quitely,

and honourably, in wood and plain, in meadow and pasture, in water and mills,

in warren and ponds, in fishing and hunting, in ways and paths, in seaports and

all other places appertaining to the said land, with all liberties which I have

therein or can grant or confirm to him by this my charter."

M

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Reunión de miembros de la familia Mc Loughlin y Larrarin

La Irlanda de aquel año en que nació mi abuelo era muy distinta a la próspera

nación que hoy conocemos y todavía estaba en toda su extensión dominada por

el Imperio Británico.

Era un pueblo agricultor en su esencia, mezcla de melancólicos y alegres

personajes, donde los verdaderos dueños de la tierra, los irlandeses nativos,

debían trabajar para los grandes terratenientes ingleses quienes sin compasión

los dejaban morir de hambre cuando alguna de las cosechas no rendía lo

esperado.

En el siglo XIX hubo dos “grandes hambrunas” a causa de las cuales murieron

millones de irlandeses y otros tantos optaron por emigrar en busca de la

esperanza que les ofrecía una nueva tierra.

Vuestro bisabuelo

fue uno de aquellos

irlandeses que

debió emigrar para

no morir de hambre

y eligió Argentina

como destino.

No se sabe con

precisión cuando

llegó aquí, pero en

el año 1895 estaba censado en la ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires.

Fueron millares los irlandeses que eligieron estas tierras, cuyos verdes campos

les harían recordar seguramente, sus tierras natales de la amada “Isla

Esmeralda”.

Pero Matthew, o Don Mateo como seguramente le dirían, no vino a trabajar al

campo como otros compatriotas suyos que luego por ello se convirtieron en una

suerte de aristocracia terrateniente. Vaya uno a saber porque, el vino a trabajar a

los talleres de los ferrocarriles, en aquel entonces en manos de los ingleses,

ubicados en la mencionada ciudad de Junín. Paradojas o tácticas de los

dominadores del mundo. Expulsar a los habitantes de sus países de origen, para

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luego contratarlos como mano de obra barata ya sea en sus colonias políticas o

colonias económicas como era la Argentina de aquellos años.

Así fue que el bisabuelo, un humilde operario en Argentina pero descendiente

de un gran linaje irlandés1, se casó aquí con Julia Gallagher Gilligan, hija de

otros emigrantes irlandeses llegados unos años antes a estas tierras. Era muy

común en aquel entonces, que por razones de cultura, idioma, tradiciones y

nostalgias, los irlandeses se casaran entre ellos.

Siguiendo la tradición irlandesa fueron muy generosos en la comunicación de la

vida, dándole al país diez hijos:

Santiago, Margarita Rosa, Mateo, Ana, Julia, Luisa, Maria Elena, Catalina,

Esther Leonilda y Alfredo José.

El menor de todos, Alfredo José fue mi padre, quien sufrió la pérdida de su

madre a los 7 años de edad y la de su padre a los 14. Según algunas versiones

mis abuelos tuvieron dos hijos más pero que fallecieron a muy corta edad a

consecuencia de las epidemias que provocaban estragos en la población infantil

de entonces. Probablemente por este motivo, no aparecieron en el censo de

1895.

Tuve yo la suerte de conocer a Mateo, Catalina, Esther, Luisa, Maria Elena y

Julia, esta última mí adorada madrina, que a pesar de sus escasos recursos,

siempre se las ingeniaba para poner alguna moneda en mi bolsillo.

Ya aquella generación pudo ser considerada una generación rebelde para los

cánones de la época, pues ninguno de ellos cumplió con la tradición o el

mandato de casarse con “otros irlandeses”. Esto tal vez se debió al temprano

fallecimiento de Don Mateo y Doña Julia, que dejaron siete huérfanos que no

tenían más familia que a si mismos.

De Santiago, el mayor de mis tíos, conocí y admiré a su hija “Chacha” – mi

joven prima hermana que al momento de escribir estás líneas ha cumplido ya 87

maravillosos años y es junto con “Baby” – hija de Catalina - la única

sobreviviente de entre todos mis primos hermanos. Chacha fue en su momento

“la piedra del escándalo” pues tuvo el “atrevimiento” de casarse con Belisario

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Chillado Biaus, un excelente hombre pero que estaba divorciado. Esa situación

le provocó el repudio de buena parte de la familia, habiendo sido mi madre uno

de sus apoyos más fuertes en aquellas circunstancias, razón por la cual, además

de sobrina, Chacha se convirtió en una entrañable amiga de Aba.

Mateo se casó con una española, Marta Rivera Garcia del Valle, mujer alegre,

cariñosa, sencilla y muy compañera de su marido hasta donde yo puedo

recordar. No tuvieron descendencia.

Catalina (Katie) se casó un miembro de la aristocracia criolla, Don Pedro

Uriburu Campos. Era la “mujer fuerte” del “clan” en tanto que “Pedrito” era un

apasionado del campo y a quien debo el haber aprendido a montar a caballo

cuando tenía apenas cuatro años de edad. Fueron los padres de “Pirucho” y

“Sussie”.

Esther (Esthercita), fue para mí la más alegre y de algún modo ejemplar de

todas mis tías. Se casó con un descendiente de franceses, Freddy Dupuy de

Lome, con quienes tuvieron un hijo a quien llamábamos “Bobby”. Siendo yo

muy pequeño me tocó ser testigo de la cruel agonía de Esthercita, habiendo

quedado muy marcada en mí la resignación con la que siempre sobrellevó su

dolorosa enfermedad.

Luisa (Bichi) se caso con Erwin (Bubi) Wasserman. Un hombre de enorme

fortuna, de origen judío – alemán, hijo de padre luteranos y convertido luego al

catolicismo. No tuvieron hijos y sus sobrinos fuimos sus consentidos, a los que

nos llenaban de regalos y caprichos, además de habernos permitido disfrutar

durante toda nuestra infancia, de la maravillosa estancia que tenían en el sur de

la provincia de Buenos Aires, en la Bahia San Blas. Los mejores recuerdos de

mi infancia, estarán siempre vinculados a aquel lugar donde durante los dos

meses del verano, se congregaba toda la familia, tios, tios políticos, primos y

amigos varios de la familia.

Mientras los primeros por lo general se la pasaban discutiendo buena parte de

su tiempo, los primos disfrutábamos de extensas cabalgatas, de baños de mar,

de imaginarias persecuciones a extinguidos indios de la zona cuyos fantasmas

siempre jurábamos ver en un momento u otro y de las siempre alegres

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reuniones organizadas por “la peonada” que con sus guitarras y acordeones

hacían bailar hasta las piedras.

No faltaron allí los “visitantes ilustres”, recordando personalmente entre otros

la presencia de una gran compositor de tango Astor Piazzolla.

Las vueltas de la vida quisieron que el Tio Bubi, un excéntrico hombre de

mundo, perdiera toda su gran fortuna, al punto tal que la Tia Bichi, ya viuda,

debió ser recibida por mi padre hasta el día que falleció, desprovista de todo

lujo pero acompañada por el gran amor de su hermano menor.

Maria Elena (Nelly), era otra alegre mujer y probablemente la más transgresora

y romántica de la familia. Se enamoró de un griego, Alejandro (Alex)

Mymycopulo, a quien la familia no veía con muy buenos ojos. Poco le importó

a ella esta circunstancia y al mejor estilo hollywoodense decidió fugarse con el

amor de su vida para casarse ocultamente, y volver a presentarse ante la familia,

con la libreta matrimonial en mano.

De este matrimonio nació Alejandro (Teddy) quien fue mi padrino y al que

quise con todo mi corazón. Su vida también fue azarosa y su final bastante

triste… Prefiero recordarlo en sus mejores días, como cuando me llevaba a ver

películas de terror tri dimensionales o como cuando me regaló a “Celta”, ese

enorme caballo alazán con el cual establecí una profunda “amistad” y compartí

muchos veraneos, hasta que al regresar un año a San Blas, el ya había partido al

Cielo de los Caballos. Creo que es la primera vez que lo cuento, pero lloré

oculta y amargamente por aquella gran pérdida. El único testigo de mi tristeza –

dado que según los cánones de entonces “los hombres no podíamos llorar” –

fue mi fiel perro “Gaucho” del cual todavía llevó una cicatriz en mi cara

consecuencia de nuestros peculiares juegos, y “Lito”, el único gato, blanco

nieve y azules ojos, por el cual llegué a tener cariño.

El menor de todos los hermanos, era mi padre, Alfredo José. Fue también el

último de todos en fallecer. Lo recuerdo como un buen hombre, paciente, algo

resignado ante los reveses de la vida. Fue un buen padre para mí, a pesar del

trato más distante que era común en aquellos años entre padres e hijos. Era

conciliador… no le gustaban las peleas pero cuando tenia sus “rabietas”, mejor

era no estar cerca suyo. Creo que de él más que nadie, aprendí a confiar en la

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Divina Providencia. En los momentos más difíciles, lo recuerdo diciendo con

mucha calma… “tranquilos… Dios proveerá”. .. Y efectivamente, Dios proveía.

No podría decir que teníamos trato de “amigos”, pero tal vez por esa misma

razón le debo el hecho de haber procurado en lo personal – aún a pesar de las

críticas de mi psicóloga -, ser “amigo” de mis hijos.

No recuerdo haber compartido – salvo en las cenas familiares – alguna cerveza

o whiskey con el. Ni haber ido a un partido de fútbol ni que me viniera a ver

jugar un partido de rugby. Pero sin embargo, cuando compartí cervezas y

whiskeys con alguno de mis hijos, o las veces que fuimos a la cancha de River

o cuando veía con orgullo a mis varones dar lo mejor de sí en los partidos de

Atalaya o San Pablo, muchas, pero muchas veces, el estuvo presente en mis

pensamientos. Lo quise como quisiera ser querido: con sus defectos y virtudes.

Lo extraño todavía y sé que algún día volveremos a encontrarnos y entonces

seguramente compartiremos unas celestiales Guinnes.

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Aba y el Tio Fernando

LOS LARRAIN

diferencia del abuelo paterno de nacionalidad irlandesa, mi abuelo

materno y de nacionalidad chilena, pertenecía a una de las más

aristocráticas e influyentes familias de aquel país2. Don Alvaro Larráin

Cienfuegos, había nacido en una “cuna de oro”, rodeado de todas las

comodidades de una vida privilegiada, totalmente opuesta a lo que fue la de

Don Mateo Mc Loughlin.

A él si lo conocí pero por muy poco tiempo. El suficiente para recordar su

gesto severo, su gran calvicie y su gran pasión por “los puros”. Son apenas

estos mis únicos recuerdos de él.

Pero no fueron los puros su única pasión. Según me contaron mucho después

de haber él fallecido, sus otras pasiones y más perjudiciales aún que el humo de

los cigarros, fueron los juegos de naipes y los caballos de carrera. Fue la

adversidad que siempre castiga a los jugadores, la que lo obligó a cruzar la

cordillera de Los Andes dejando los lujos de Santiago de Chile, para resignarse

a una más que cómoda vida en un Buenos Aires en el cual, aun sin su gran

fortuna, seguía siendo un “gran señor”.

Ignoro el año en que llegó a Buenos Aires. Pero

cuando lo hizo ya estaba casado con Abigail

Briceño (Biguita) y tenía dos hijos Fernando y

Marcela Josefina (Aba), esta última mi venerada

madre.

Fernando, casado con Maria Angélica Correa

(Tita), tuvo una sola hija, Mercedes, o sea la

única prima hermana que tengo por el lado de

los Larrain. Ella se casó con Miguel Angel

Fochesatto y no han tenido hijos. Siendo ya

viudo – Tita falleció en un lamentable accidente

automovilístico mientras ambos visitaban Chile

– se volvió a casar el Tio Fernando con Susana

Benvenuto, quien curiosamente había sido una compañera de Aba en el Colegio

Mallinckrodtt

A

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Así como a mi padre le debo el gusto por la fotografía, del Tio Fernando heredé

la afición por el audio de alta fidelidad. Siempre envidié los equipos de música

que tenía, y todavía no pierdo la esperanza de algún día poder emularlo.

Formaba parte de la “familia chilena” la “Tia Maruja”, hermana de Biguita,

quien durante su pasó por Bolivia a lo largo de un año acompañando a mi

madre para que superara una dolencia asmática, tuvo a su único hijo que aún

vive allí. Ya de regreso en Buenos Aires se casó con Don Emilio Bedani, de

quien tengo dos fuertes recuerdos: era un eximio guitarrista y era el propietario

de un antiguo Citroën que en lugar de luz de giro, tenía una especie de brazito

luminoso que salía de su carrocería para anticipar la maniobra al resto de los

vehículos.

Sobre la “Tia Maruja” hay muchas historias, no todas comprobables. En lo que

a mi respecta tan solo puedo decir que fue la “hippie” más vieja que jamás

conocí. A ella le debo haber hecho mis experiencias en la “Meditación

Trascendental” y tomar conocimiento de las enseñanzas del Gurú Maharhasi, el

mismo a quien seguían Los Beatles y de quien ella tradujo varios de sus libros

al español.

En cuanto a mi abuela Biguita,

recuerdo que tenía un carácter

muy fuerte que la llevaba a

discutir frecuentemente con mi

madre, padre, hermanas,

personal de servicio y/o

cualquier otra persona que se

cruzara en su camino.

Compartimos con ella su mismo techo, pues los golpes de la fortuna, no le

permitieron a mis padres hasta muchos años después, cumplir el sueño de la

casa propia.

Yo tuve la suerte de ser la excepción respecto al trato que le daba a quienes la

rodeaban. Sin ninguna duda era su consentido, su único nieto varón y el único

al que le compraba los horripilantes dibujos que era capaz de “crear”. No tuve

Mi abuela Biguita, mis hermanas Mónica y Verónica y nuestra prima Mercedes Larraín

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los dones de artista que luego demostraron tener mis hermanas, pero en cambio

logré hacer mis primeros “negocios” siendo muy pequeño. Negocios que no

siempre fueron muy buenos, como cuando cambie un atractivo auto de

colección “Match Box” por una simple regla de 20 cms cuyo único atributo era

tener una lupa en uno de sus extremos.

Volviendo a quien fue mi madre, intuyo que debió haber sido bastante rebelde

ella, pues de otra manera difícilmente alguien de su “posición social” hubiera

podido sostener, contra toda la oposición de sus padres, un romance con un

apuesto, romántico, educado pero humilde “hijo de irlandeses” que no podía

ofrecerle a su amada los lujos que para ella habían anhelado mis aristocráticos

abuelos.

Tal vez por ese carácter rebelde fue enviada a un tradicional colegio de

religiosas alemanas, “El Mallinckrodt”, del cual si la memoria no me falla, años

después fue “invitada a retirarse” por algunos problemas de conducta, lo que le

impidió completar sus estudios secundarios.

Contado por ella misma, una de sus frecuentes “travesuras”, era escaparse con

un grupo de amigas hasta la azotea del colegio, para poder espiar a los

muchachos del Colegio Sarmiento que estaba en la misma manzana.

Ella si fue una mujer de mucho temperamento. Gran luchadora en la vida y

poseedora de un ánimo admirable, se convirtió en el sostén de la familia

cuando mi padre ya no pudo serlo, aunque seguramente él era a su vez era ese

punto de apoyo que ella necesitaba para mover el mundo. A pesar de haber

nacido en “cuna de oro” no tuvo empacho alguno siendo ya una mujer con

tantos años como los que tengo yo al momento de escribir estas líneas, en salir a

trabajar en el intricando y competitivo mundo inmobiliario, donde cosechó no

muchos éxitos pero si grandes amistades.

Trabajó hasta superados los 75 años y luego tuve la suerte, junto a mis

hermanas, de poder ayudarla en su vejez. Murió como siempre había soñado

morir. Luego de jugar al bridge todo el día con sus amigas de la infancia, mi

hermana Verónica la encontró en su cama durmiendo, pero durmiendo “el

sueño de los justos”.

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A pesar de que a sus 87 años en cualquier momento podíamos esperar su

partida, su muerte me sumió en una profunda tristeza, que de algún modo

marcó un “antes y un después” en mi vida. Fue como si se hubiera apagado la

luz de un faro que marcaba el rumbo de mi vida. Fue sin duda el primer gran

dolor que padecí, en que no estaba ella para consolarme.

El primer anexo de este relato es para ella… Son los sentidos versos que

brotaron de mi corazón cuando ella volvió a la Casa del Padre.

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Mis hermanas y yo comiendo en el Palacio Errázuriz – Buenos Aires –

el día en que les anuncié serian tías nuevamente

Mis padres en el Morocos Club de Nueva York

MI FAMILIA

el matrimonio de Alfredo (Abo) y Marcela (Aba), que duró más de 45

años, nacieron mis hermanas Mónica, Verónica y yo, que al igual que mi

padre, fui el menor de todos.

De la edad de mis hermanas no daré

detalles, pues tengo muy presente el consejo

que me dio Abo respecto a dos preguntas

que un caballero nunca debía hacer; ni la

edad de las mujeres ni el origen de las

fortunas.

Tan solo diré que son mis hermanas mayores, aunque con el paso del tiempo y

por ese don especial que tienen ellas para dejar de acumular años, las distancias

empiezan a acortarse y no debe faltar mucho por ello para que yo pase a ser el

mayor de los hermanos.

Mónica, la creativa y fantasiosa hermana mayor, debió haber nacido en el seno

de una familia de la realeza europea, pues siempre se consideró una verdadera

princesa, reclamando por supuesto un

trato como tal a todos los que la

rodeábamos. En muchas ocasiones se

creó para si misma un mundo de fantasías

que sostenían esa pretensión de ser un

distinguido miembro de la más rancia

aristocracia europea. Porque la quiero

mucho – cada día más -, porque algún día

tal vez lea estas líneas y porque

desmitificar las fantasías creo de nada

sirve, no cometeré la imprudencia de ser un infidente en este sentido. Sin duda

su gran creatividad, su sensibilidad artística y su capacidad de relación,

requerían de este mecanismo de su mente para desarrollar todo su potencial.

Se casó muy joven, con apenas 19 años, y de su matrimonio con Manuel Mario

de Tezanos Pinto de quien se divorció primero y enviudó después, nacieron sus

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cuatro maravillosos hijos, mis primeros sobrinos: Ximena, Manuel, Macarena y

Rodrigo, este último ahijado mío.

Verónica fue “la del medio”… seguramente en este sentido llevó la peor parte,

pues arriba tenia como hermana una “princesa” y por abajo un consentido,

único varón y última esperanza de que el apellido Mc Loughlin de nuestra

rama, se perpetuara en el tiempo.

Mi relación con ella siempre fue más próxima que con Mónica, por una

cuestión de edad por un lado, porque contrariamente a Mónica se caso de

“grandecita” y porque tuvimos siempre puntos de vista más afines que los de

nuestra hermana mayor. Siempre nos consideramos a nosotros mismos, unos

“simples plebeyos” a su lado. Desde que tengo memoria la recuerdo como una

persona reservada de sus cosas – característica bastante familiar por cierto -,

independiente, muy emprendedora y muy temeraria.

Su espíritu temario – más que sus viajes a exóticos países - quedó evidenciado

por una situación que se vivió en nuestra casa, cuando yo tendría algo así como

10 o 12 años.

Ya entonces a ella le gustaba cocinar y lo hacia muy bien… Ese era un típico

“domingo de alfajores de maicena”. Pero en medio de la delicada tarea de

cocinar, vaya uno a saber porqué, se suscitó una acalorada discusión entre

Mónica y Verónica. Mónica no tuvo entonces mejor idea que en un descuido

de Verónica, cerrar la cocina por dentro y salir por la puerta de servicio. Los

alfajores estaban ya en el horno empotrado empezando a desprender su

delicioso aroma.

A pesar de los ruegos de Verónica no hubo forma de que Mónica abriera la

puerta. Probablemente ya ni escucharía estos ruegos pues se había retirado por

la puerta trasera del departamento.

Así fue que al notar Verónica que el aroma delicioso empezaba a tornarse en

“aroma a quemado”, no tuvo mejor idea que salir por la ventana del living para,

desde un 7mo piso de altura, entrar a la cocina por su respectiva ventana, casi

perpendicular a la del living.

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Los alfajores fueron rescatados… y el recuerdo de ver a mi hermana cruzándose

de ventana a ventana, me acompañará por siempre al igual que el recuerdo de

aquellos maravillosos alfajores de maicena rellenos de dulce de leche y

rebosados con coco rallado que tenían un sabor especial: sabor a temeridad.

Buena compañera de su “hermanito menor”, especialmente en los momentos

más duros de mi vida. De algún modo ocupó en mi corazón parte del enorme

vació que dejó en su momento la partida de nuestra madre.

Se casó con Adolfo Lopez Solari (Fito), un

excelente tipo con el que tuvieron cuatro

hijos: Ignacio (también ahijado mío), Agustín,

Julia (melliza de Agustín pero que

lamentablemente no superó las dificultades de

un nacimiento prematuro y falleció a los 3

días de vida) y Rocio. De Fito solo puedo agregar que en todos los años que lo

conozco, jamás tuve una discusión con él, a pesar de que durante mucho tiempo

nuestras creencias tanto políticas como religiosas, nos ponían en veredas

encontradas. Un hombre íntegro sin duda, que solo arrastra el triste defecto de

ser hincha de Boca Juniors, equipito de fútbol de Argentina, preferido por todos

nuestros hermanos de los países vecinos de Bolivia y Paraguay.

Son una linda familia, unida en la adversidad y buen ejemplo de lo que los

padres son capaces de hacer por sus hijos.

Son un refugió para mí cada vez que viajo a Buenos Aires, y porque no decirlo,

buena provisión de ricos vinos que suelen regalarme en mis repetidas visitas.

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Jorge según Jorge…

lega aquí la parte en que debo hablar de mi persona, lo cual será una

verdadera prueba para ver que tan objetivo puedo ser conmigo mismo. Al

empezar a escribir esto, me siento como esos artistas famosos de la TV, a los

que el interlocutor les dice… “Como es Jorge, según Jorge…”.

Empezaré por lo más simple. Nací un 19 de Octubre de 1951, en Boston,

Massachussetes, donde por aquel entonces Abo era el Cónsul de la República

Argentina. Me informaron, pues sinceramente no lo recuerdo, que tuve un peso

record de 4,800 kgs, lo cual supongo no habrá sido una gran alegría para mi

madre.

No duré mucho tiempo en aquel país, al que jamás consideré como propio, pues

la rebelde Aba se rehusó a realizar un homenaje a Evita Perón, quien era la

Primera Dama de Argentina en aquellos años. Esa actitud le mereció a mi

padre la exoneración del Servicio Exterior de la Nación y con ella llegó la orden

de regresar de inmediato a Buenos Aires. A los seis meses de edad llegué por

primera vez a mi verdadera y amada Patria, que nada tiene que envidiarle al

“paraíso gringo”.

Puedo afirmar sin duda que tuve una infancia feliz.

Era el mimado de toda la familia: abuela, tíos,

primos hermanos, padres y hermanas, si bien estas

últimas, llevadas por los celos de tener que

reconocer que yo era “el verdadero Rey de la

familia”, a veces recurrían a crueles venganzas como sólo dejarme comer los

bombones de fruta o licor que alguien traía de regalo, mientras ellas se

quedaban para si los de chocolate y dulce de leche. Era una suerte de basurero

ecológico, que recibía resignadamente lo que ellas probaban y descartaban.

L

Mi primer vehículo – Plaza San Martín

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21

Mi colegio

i primer contacto con el mundo del conocimiento fue en el Jardín de

Infantes de la escuela pública “Cinco Esquinas”.

Creo que fui tan solo un año a esa escuela, de la cual

recuerdo dos detalles: la “merienda” que nos servían en

carritos y que yo evitaba consumir a toda costa pues

detestaba la leche sola, caliente y con nata, y mi brillante

actuación en una ceremonia en la cual yo debía ser “uno de

los tres alpinos que venían de la guerra”.

Luego de ese fugaz paso por el “Cinco Esquinas”, con gran esfuerzo mis padres

me enviaron a un prestigioso y elitista colegio de

Buenos Aires, “El Champagnat” o “Champa” como

le decimos familiarmente su ex alumnos,

perteneciente a la congregación de los Hermanos

Maristas. Colegio al que había ido mi Tío Fernando,

lo cual facilitó mi ingreso al mismo.

A quien fue mi padrino, Teddy, le debo la posibilidad de haber terminado en

aquel colegio, pues él se hizo cargo en el último año, de las matrículas que ya

mis padres, agobiados por los problemas económicos de entonces, no podían

pagar.

M

Primer día de clases

Fachada Colegio Champagnat

Egresados Promoción 1969 “A” juntos con el “alegre” Hno. Nava

Page 22: Construyendo Recuerdos A

22

Cursé allí los doce años de la primaria y secundaria, habiendo sacado del

mismo grandes amigos que

aún conservo y veo con

cierta regularidad

(Francisco Estrada, Carlos

Velar y Miguel Sobanski)

y otros a los que casi no

veo pero recuerdo con

enorme cariño, como

“Toño” Nicastro, Bernardo Clément, “Emilito” Busquet, “Julito” Dulce, “El

Negro” Bunge, “Pipo” Giribone, Rodolfo Castilla, “El Mono” De la Torre, “El

Gordo” Diaz Bonilla, “Lito” Peréz, “El Caníbal” Suarez, “Danny” Rellán,

“Quique Iguña” y varios más, con quienes hemos cumplido ya nuestros

primeros 50 años de amistad.

Un recuerdo muy emocionado para aquellos que se nos anticiparon ya en el

regreso a la Casa del Padre: “Rafa” Green, “Carlitos” Beveratti y “Goyo”

Gregorini.

Podría ocupar muchas páginas recordando anécdotas compartidas con estos

grandes amigos… Podría remontarme a los primeros años del colegio, a mis

primeras vacaciones en Mar del Plata con “Julito” Dulce o a los veraneos en

Punta del Este con “Toño” Nicastro o a los maravillosos días compartidos en

“Santa Delia” con la familia Estrada, siguiendo con los inolvidables veraneos

en Kakel o Miramar compartidos con los Velar o las más recientes discusiones

políticas con mi entrañable amigo Miguel, fiel y sufrido representante de la

“Línea Nacional” de la Unión Cívica Radical.

Vienen tantos recuerdos a mi memoria que me cuesta seleccionar alguno…

Pero por ser un recuerdo “muy intimo”, voy a compartir aquel que vivimos

Francisco, Miguel y yo cuando hace unos cuarenta años atrás fuimos desde

“Santa Delia” a la ciudad de Mercedes, para comprar entre otras cosas el

removedor de pintura que necesitábamos para embellecer un viejo galpón de la

estancia.

Con mis siempre amigos Francisco, Miguel y Carlos, al cumplir los 50 años

Page 23: Construyendo Recuerdos A

23

Mientras mis amigos ocupaban la posición de piloto y copiloto de un imbatible

Citroën 2 CV en el cual compartimos larguísimas horas de carreteras, yo lo

hacía en el asiento de atrás, junto a las mercaderías que habíamos comprado.

A pocos minutos de emprender el camino de regreso, sentí cierta humedad en

mis “partes nobles”. No me llamó la atención, pues el calor era agobiante y el

asiento de plástico del 2CV potenciaba este calor provocando una natural

transpiración a cualquiera que ahí hubiera estado sentado.

Lo que sí me resultó extraño, fue sentir a los pocos minutos no solo la

mencionada humedad, sino también una sensación de ardor que iba creciendo

kilómetro a kilómetro. Al llegar a “Santa Delia” ese ardor ya era insoportable y

al bajar del auto y ver que la botella del removedor de pintura no tenía la tapa

puesta ni la mitad de su contenido, comprendí cual era la causa de semejante

ardor…

No viene al caso entrar en detalles sobre el efecto del removedor de pintura en

la piel que nunca ve el sol…, pero como resumen podría decir que estuve un par

de días con mis “partes nobles” en reposo, aplicándoles todo tipo de ungüento

que pudiera aplacar el ardor de las mismas y convertido en el hazmerreir de mis

buenos amigos.

Fueron días difíciles para mi anatomía pues para colmo de mi mala suerte, el

primer día en que fui “dado de alta” se organizó un picadito con algunos

vecinos ilustres entre los cuales estaba “El Loco Cullen”. Dadas mis

limitaciones me tocó hacerme cargo del arco, lejos de imaginar que un

tremendo disparo de este buen hombre, habría de impactar con toda su fuerza

en mí ya castigadas zonas.

Seguramente quienes fueron testigos de aquellos sucesos, si algún día leen estas

líneas recordaran este hecho con la misma alegría que lo hago yo en este

momento.

Volviendo al colegio debo decir que no sólo a mis padres, sino también a

algunos Hermanos como “El Valero” que nos preparó para la Primera

Page 24: Construyendo Recuerdos A

24

Comunión, debo mi devoción a La Virgen que, junto al Sagrado Corazón de

Jesús, reinan también en las familias de origen irlandés.

Si bien fui educado en el riguroso concepto del “temor de Dios”, me fue

infundida al mismo tiempo una confianza tal en la Virgen que me permitió

crecer con la idea que el manto de María era el refugio perfecto al cual recurrir

para evitar que pudiera afectarme la “ira de Dios” provocada por mis faltas.

Con el paso de los años ese refugio Maternal se hizo cada vez más fuerte, al

mismo tiempo que empecé a comprender – especialmente luego de ser padre

por primera vez - que Dios no es un Ser para temer sino para Amar y del cual

siempre podremos esperar más Misericordia que Justicia.

Gran influencia en mi devoción Mariana, tuvo también un querido sacerdote,

Arzobispo de Paraná (Argentina), Monseñor Adolfo S. Tortolo.

Monseñor solía alojarse en “El Champa” cada vez que debía venir a la ciudad

de Buenos Aires. En esas ocasiones siempre se paseaba por los patios en la

hora de los recreos, y se nos acercaba con toda sencillez para preguntarnos si

llevábamos en el bolsillo nuestro Rosario y si recordábamos rezar todas las

noches nuestras tres Avemarías.

Del Rosario decía que era como un escudo que siempre debíamos llevar para

sentirnos protegidos… en tanto que para marcar en nuestros corazones la

importancia de las tres Avemarías contaba esta anécdota sobre la vida de un tal

Juan…

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25

Juan y las Tres Avemarías

uan era un hombre que como todos nosotros, se debatía cotidianamente

entre el bien y el mal. Su vida estaba plagada de contrastes, a punto tal

que según la época en que se viera la misma, uno podía pensar que se trataba

de personas diferentes.

Periodos en los cuales los actos de piedad y las oraciones lo acercaban a Dios

se contradecían con aquellas épocas en que llevaba una vida disipada o incluso

escandalosa, alejada por completo a los períodos que podríamos considerar

como místicos en su errática forma de vivir.

Muchas obras buenas hacía en su vida, pero también en formas diversas

ofendía a Dios incurriendo en las más deplorables prácticas contra su prójimo

o cayendo en los vicios más bajos.

Pero siempre, aún en los tiempos más oscuros de su existencia, Juan rezaba

humildemente a la Virgen tres Avemarías antes de irse a dormir. Tres

Avemarías que ofrecía en reparación por sus pecados y en las cuales

imploraba con especial devoción la petición final de “…. ruega por nosotros

pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

Finalmente llegó el día en que Juan debió abandonar este mundo para

presentarse ante su propio Juicio Final. La Santísima Trinidad sentada frente

a él y toda la corte celestial observando a su alrededor, formaban un marco

único para esta ocasión.

Desde un lugar privilegiado, más arriba de donde se encontraba la Santísima

Trinidad, la Virgen Maria no perdía detalles de lo que estaba aconteciendo.

La balanza en la cual se depositaban de un lado las obras buenas de Juan y en

el otro todas sus malas acciones, ocupaba el centro de la escena. El fiel de la

imponente balanza a la cual todos observaban como símbolo de la Justicia

Divina, se inclinaba hacia uno u otro lado, según la época de la vida de Juan

que se iba depositando en sus relucientes platillos.

J

Page 26: Construyendo Recuerdos A

26

Al terminar esta etapa del proceso, lamentablemente la balanza se inclinaba

levemente hacia el lado de las miserias y pecados de Juan, lo cual significaba

para el, la condenación eterna.

La Virgen, como toda Madre, sintió que su corazón se desgarraba al ver que

ese hijo suyo, pecador como muchos pero fiel como pocos, no podría entrar al

Reino de los Cielos para compartir a Su lado la presencia de Dios.

Una lágrima se desprendió de la Virgen y luego de rodar por sus mejillas, fue a

caer justo en el platillo de las obras buenas de Juan.

Fue suficiente el peso de esa sentida lágrima para que el fiel de la balanza

ahora se inclinara hacia las obras buenas de Juan, quien rodeado del gran

júbilo de todos los que contemplaban la escena, pudo entonces entrar al Cielo y

encontrarse cara a cara con la Virgen María que lo estrechó en fuerte y

prolongado abrazo.

Tal fue el impacto que este relato provocó en mí al escucharlo por primera vez,

que desde entonces procuro – al igual que Juan – rezar estas tres Avemarías

cada noche, con la esperanza que a mi también me pueda salvar esa lágrima de

la Virgen.

Page 27: Construyendo Recuerdos A

27

La soberbia

in duda el gran mérito de Juan, su gran acierto, fue tener la humildad para

reconocer sus debilidades, sus miserias, sus más secretos pecados y todas

las noches encomendarse a los brazos de María.

Hoy, luego de varios golpes que me dio la vida - o mejor

dicho luego de varios errores que cometí en la vida - ,

comprendo claramente aquello que decían mis maestros de la

primera catequesis, en cuanto a que no hay peor pecado que la

soberbia. Claro, de niño es muy difícil que tengamos la

soberbia enquistada en nuestros corazones. Entonces el niño

piensa que los verdaderos pecados son quedarse con el vuelto

de los padres, entretenerse en malos pensamientos o cualquier

actividad relacionada con el sexo (especialmente los varones), mentir o pegarle

a algún compañero, por solo mencionar los más corrientes.

Luego al crecer y mirar para atrás en nuestra vida, nos damos cuenta que los

peores errores cometidos han tenido por lo general su raíz en la soberbia o en el

orgullo. Y así como a veces con todo amor una madre puede ser capaz de

dejarnos sin comer para que aprendamos una lección, Dios nos permite conocer

cara a cara nuestras miserias para que aprendamos a ser humildes.

Si de algo sirviera mi experiencia para mis adorados hijos, no dudaría en

repetirles esto una y mil veces: dominen el orgullo… combatan la soberbia…

sea humildes. El orgullo y la soberbia son la raíz de los mayores males. La

humildad en cambio, es la madre de la Paz…

Podría parecer que me he descolgado en mi relato y que estas cosas no tienen

relación con mi etapa escolar… Pero no es así. Estas cosas son precisamente

las más importantes que rescato de aquella época: mis amigos y mi devoción

Mariana.

S

Primera Comunión

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28

El alumno

or cierto, no fui nunca un buen alumno, lo cual lamenté luego al iniciar los

estudios universitarios.

Ni tampoco un buen deportista a pesar que durante muchos años jugué al rugby

en uno de los equipos del colegio, en el cual este deporte y el Polo, eran los más

emblemáticos, muy por encima de fútbol que era considerado más popular y

por ello un deporte no tan adecuado para un colegio de elites.

Mis mejores recuerdos

de aquellos años de

mediocre deportista,

están asociados a la

irrupción en las

olimpiadas internas del

colegio, del “Seven”

(equipo de rugby pero

compuesto tan solo por

siete jugadores en lugar

de los quince que

juegan normalmente) al que dimos en llamar “Los Pulpos” en su primer año de

actuación, y “Vuelven los Pulpos” en el segundo año, donde fuimos por una

revancha que lejos de darse, no hizo más que confirmar nuestro destino de

equipo perdedor.

Los Pulpos fue el equipo de aquel torneo que más “tries” recibió en contra y el

que menos logró a favor. Pero comparado a lo que nos divertíamos en esas

competencias, lo demás no importaba. Éramos la más pura

expresión de “lo importante es competir, no ganar”, pues nunca

logramos ganar ni un solo partido en los dos años en que

presentamos a nuestro glorioso equipo.

En resumidas cuentas, fue una época maravillosa… Era la época

en que los fines de semana no íbamos a los antros (boliches), sino a casas de

familia, donde cada semana debíamos elegir entre dos o tres fiestas distintas.

P

Glorioso Equipo “Los Pulpos”

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29

No siempre se llegaba con una invitación a las mismas, pero la cuestión era

entrar.

Ya sea como guitarrista de un grupo formado a tal fin o como aquella vez en

que me hice pasar por fotógrafo de una revista llamada “Gran Aldea”, en la que

todas las madres anhelaban ver alguna foto de sus hijas.

Era la época en que las fiestas de fin de año, ya sea de los colegios más

importantes o de los clubes, era de rigurosa etiqueta. Pero era al mismo tiempo

la época del surgimiento de los Beatles y los Rolling Stones… la época de

Woodstock donde Carlos Santana debutó con su mágica guitarra. Fue la época

en que una parte de mi era un “hippie light” que robaba a su hermana las

camisas floreadas, que se había dejado el pelo largo hasta los hombros, que

usaba pantalones “pata de elefante” y anteojitos estilo John Lennon y que podía

viajar de mochilero hasta Bariloche rodeado de amigos y amigas tan idealistas

como lo era yo en aquel entonces.

Fue la época en que tuve mi primera novia… Aquella niña del colegio St.

Catherines que al aburrirse de mí decidió

ponerse de novia con un amigo que aún

conservo.

Cada época de la vida tiene su encanto… La

niñez, cuando fijamos en nuestra mente los

primeros recuerdos al cobijo de nuestros

padres… La vejez, cuando la experiencia bien aplicada nos debería dar la

sabiduría para disfrutar de aquellas cosas que antes no podíamos ver… Pero sin

duda aquellos años de la juventud, aquellos años donde empezamos a descubrir

el mundo y nuestros propios sentimientos, son los que nunca olvidaremos y

jamás deberíamos desperdiciar.

Fiesta fin de año en el Plaza Hotel

Page 30: Construyendo Recuerdos A

30

Primer Trabajo, Facultad y Servicio Militar

o habiendo aún terminado el colegio tuve mi primer trabajo. Era un

“ambicioso emprendimiento empresario”, desarrollado con la ayuda de

otro gran amigo de la infancia: Juan Cánepa.

Cursaba el 4to. año de la secundaria y tratando de sacar algún rédito económico

al hobby que había heredado de mi padre, decidimos fundar una casa de

“fotografía social”, aprovechando como “local comercial” un departamento que

mis padres tenían en refacción en esos momentos.

Aquella fugaz empresa, llamada “A ver el pajarito”, sucumbió luego de que en

una boda mi querido socio, quien debió reemplazarme por una enfermedad mía,

enganchó mal el rollo de la película – el mundo digital aún no existía para

nosotros -, razón por la cual los novios se quedaron sin fotos de la iglesia y

nosotros sin cara para seguir ejerciendo esa atractiva profesión.

Esta es mi versión de los hechos, pero sé que mi buen amigo tiene una diferente

según la cual los novios se quedaron sin fotos pues yo revelé mal el rollo

correspondiente.

Sea cual sea la “verdad histórica”, dejé entonces la actividad de fotógrafo social

pero quedé vinculado de alguna manera con el mundo de las fiestas, pues

empecé a desempeñarme como Disc Jockey en sociedad con otro querido

amigo de aquellos años, “Toño” Nicastro.

No nos fue mal en esa actividad, pero luego de trabajar dos intensos meses en

“Zorba”, antro inaugurado aquel verano del 69 en el glamoroso balneario de

Punta del Este, y regresar a Buenos Aires más blanco de lo que había salido,

llegué a la conclusión que esa tampoco era vida para mí y decidí retirarme, en

este caso, con todos los honores.

Eran los finales de mi época hippie. La época en que me rebelaba sin saber

muy bien porque, contra los cánones sociales de aquel entonces. Mi pelo crecía

cada vez más y a las camisas floreadas, pantalones pata de elefante y anteojitos

estilo John Lennon, se sumaron colgantes con el símbolo propio de los hippies

y unos muy “chetos” collares y pulseras de caracoles traídos de “Punta”.

N

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31

En ese contexto tuve mi “minuto de gloria”, cuando junto con Francisco

Estrada, el “Mono” De la Torre y Patricio Coghlan – todos compañeros del

colegio -, nos presentamos en un programa que podría considerarse como un

precedente del famoso “American Idol” aunque con menos pretensiones y

presupuesto. En aquel programa llamado “Si lo Sabe Cante” que era conducido

por un verdadero icono de la televisión argentina, Don Roberto Galán,

interpretamos una canción que yo mismo había compuesto y que pretendía ser

una canción de protesta contra la guerra de Vietnam. Guerra que mucho no

comprendía y a la que me refería como guerra de Vietnam o Vietcong según

conviniera a la rima de mi inmerecidamente olvidada canción3

Ni bien terminado el colegio, se me ocurrió que debía hacer algo para facilitar

mi inserción en el campo laboral. No tuve mejor idea entonces, que anotarme

en una academia para aprender “dactilografía”, o sea el complejo arte de

escribir a máquina sin mirar el teclado.

No fui el mejor alumno, pero al cabo de los dos meses que duró esta

capacitación mi media era de 55 palabras netas por minuto. No estaba mal

tampoco y esa decisión no solo me ayudó a conseguir mi primer trabajo, sino

que hasta el día de hoy me ayuda a escribir sin tener que mirar el teclado de mi

laptop, aunke a beces ze me escapa algun herror.

Pero fue un acto de honestidad de la tía Verónica, el que me permitió realmente

conseguir mi primer trabajo. Ella trabajaba entonces en una agencia de

publicidad Mc Cann Erickson, si la memoria no me falla.

Un día la enviaron al Banco, al Citibank para ser más precisos, a realizar una

cobranza. Realizó la cobranza y al llegar a la oficina se dio cuenta que le

habían pagado de más. Con tanto deterioro que sufrió la moneda argentina,

sería imposible decir que podía representar a valores de hoy un billete del año

1969, pero no era una suma despreciable.

Mi hermana volvió al Banco con ese dinero, lo cual fue muy agradecido por el

Tesorero, pues de otra manera le habrían descontado a el dicha suma. Le

entregaron un almanaque como reconocimiento y le dijeron que cualquier cosa

que necesitara, no dudara en pedirla.

Page 32: Construyendo Recuerdos A

32

Tomando al pie de la letra aquel ofrecimiento, 48 horas después se presentó

nuevamente Verónica en el Banco, para pedir un trabajo para su hermano recién

salido del Colegio.

No fue en el Banco donde me dieron trabajo, pero me presentaron en una

empresa dedicada a la venta de cámaras de fotos. El puesto que debían cubrir

era el de “facturista” y mis 55 palabras por minuto junto a un prolijo corte de

pelo que puso fin a mi apariencia hippie – mas no a mi espíritu rebelde -, fueron

mi pasaporte para obtener ese trabajo.

Ese fue mi primer empleo, donde luego de una meteórica carrera descendente

estimulada por ese espíritu rebelde, terminé como repartidor, lo cual en realidad

era mucho más divertido aunque no tan bien visto como ser oficinista.

Tras algunos meses de tira y afloja, finalmente me convencieron de renunciar, a

cambio de recibir por adelantado los cuatro meses que me correspondían hasta

iniciar el servicio militar.

Cuatro meses de sueldo por anticipado eran para mi una verdadera fortuna y ahí

fue cuando con un grupo de amigos decidimos entonces tomarnos un “merecido

descanso” y luego de comprar carpas, mochilas y bolsas de dormir, nos fuimos

“a dedo” a Bariloche, uno de los lugares más hermosos no de la Argentina, sino

del mundo entero.

Fue una verdadera aventura donde combinamos viajes en camiones y trenes de

transporte. Aproximadamente siete días viajando y luego tres semanas de

campamento frente al lago Nahuel Huapí, marcaron uno de los momentos mas

mágicos de mi vida.

Page 33: Construyendo Recuerdos A

33

Dia del Padre

oy me voy a apartar de la cronología que llevaba hasta ahora, pues siendo

17 de Junio del año 2007 y dado que tanto en Argentina como en México

se celebra el Día del Padre, quiero expresar lo que siento en este día, como si

fuera esta una manera de estar más cerca de todos mis hijos.

Sentimientos encontrados se agolpan en mi corazón. La alegría de recibir las

muestras de cariño de algunos de mis hijos y la resignada tristeza de comprobar

que otros no recordaron este, como un día especial. Fin de semana largo en

Buenos Aires es una manera de exculparlos y al mismo tiempo una forma de

mitigar mi nostalgia por aquellos días en que no faltaba el beso mañanero de

cada uno de mis hijos.

La gran emoción de ver progresar el embarazo de Mia, ya entrando en su sexto

mes, hoy la he vivido de un modo especial. Luego de ir yo a darle un simbólico

beso e imaginar que ella sonreía alegre en el vientre de su madre, me fui a Misa

para dar gracias a Dios por haberme concedido el enorme don de la paternidad

y para rogarle que me de la oportunidad y ayuda, para ser, en los años que me

quedan por vivir, un mejor padre para ella y sus ocho hermanos.

Fue un día de claroscuros… Cuando se mezcla la nostalgia de los días pasados,

con la alegría presente por las muestras de cariño recibidas y con la proyección

de cómo serán los días por venir, el corazón late en modos diferentes.

Pero al final del día, lo único importante es que este corazón late con mucho

amor por todos y cada uno de mis hijos y por ello no dejaré que el mismo

termine, sin decirme a mi mismo:

¡FELIZ DIA PAPA!

H

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34

Facultad, primer intento

ntes de volver a interrumpir el relato cronológico con algún hecho

cotidiano, retomaré esta construcción de recuerdos, en el punto de mi

primer intento por abrirme camino en el mundo universitario.

Corría ya el año 1970. Terminaba el gobierno del Gral. Juan Carlos Onganía y

comenzaba el periodo del Gral Agustin Lanusse. El cansancio del pueblo por

estos años de dictadura militar, encontraba en el ambiente universitario una

extraordinaria caja de resonancia. Especialmente en la Universidad de Buenos

Aires en la cual decidí inscribirme entre otras cosas, porque era imposible para

mis padres pagar una universidad privada que además, me hubiera impedido

trabajar.

Fue una experiencia muy rica y muy frustrante al mismo tiempo. Rica porque

era descubrir un mundo fuera de mi burbuja. Fue emocionante descubrir que el

mundo no terminaba en los límites que establecía la Av. Santa Fé, Callao,

Libertador y 9 de Julio. Fue emocionante para mí descubrir que en Villa

Devoto, Villa Martelli e incluso en Lanús o Parque Patricios, habitaban jóvenes

que tenían los mismos ideales que los míos aunque para ellos los día de “lluvia”

eran días de “shuvia”, el “colorado” era “rojo”, la “hora del té” era “la

merienda” y no iban al cine a ver una “película” sino una “vista” para al final

del día en lugar de descansar en su “cuarto” hacerlo en su “pieza”.

Días de “shuvia” que no dudaron en dedicar con mucha paciencia a tratar de

explicarme las cosas que ellos sí habían aprendido en sus “escuelas” y que yo

no había ni oído nombrar en mi querido “Champa”. ¿Viste?.

¿Integrales? ¿Derivadas? ¿Principio de la Partida Doble?.... ¡¡¡Dios mío!!! ¿Qué

eran todas esas cosas extrañas?

Otro hecho llamativo es que esa buena gente que me recibía en sus casas con

cariñosa paciencia, eran en su mayoría ¡¡¡PERONISTAS!!! Los peronistas

hasta ese momento, eran para mí personas siniestras que se habían dedicado a

quemar iglesias, a atacar a la “gente como uno”, a exaltar a los “cabecitas

negras” y a los “descamisados” y fustigar a la verdadera “aristocracia” que

vivía en Barrio Norte, iba al Jockey Club, veraneaba en Punta del Este y pasaba

A

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35

sus fines de semana largo o vacaciones de invierno en “el campo”, aunque

siempre reservando algunos días para pasear envueltos en sus “Lodens” y con

los cabezas cubiertas con las gorras de tweet de James Smart, por los fríos

galpones de “La Rural”.

Me encontré con un mundo que no encajaba… gente sencilla si, pero respetuosa

de los demás, gente de una Fe y devoción que me hacían sentir casi como un

hereje, gente que amaba a su Patria tanto como yo aunque pensaran que para

ella, mejor que una dictadura militar podía ser un “gobierno del pueblo”.

Fue mi despertar al mundo político… En ese aspecto fue muy rica mi

experiencia…

Pero frustrante fue también, pues a pesar de la ayuda recibida, luego de un año

de mucho esfuerzo, sólo logré aprobar dos de las seis materias que podía cursar.

Eso ya me dejaba prácticamente desconectado de aquel grupo que me había

cobijado y más desconcertado que antes de empezar.

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36

18 de Julio de 2007

iendo hoy el día del epígrafe, retomo la escritura de estas líneas, para hacer

referencia a un triste hecho acontecido en esta fecha.

En este día Dios quiso llamar a Su Casa al Padre Emilio, o Don Emilio como

solíamos decirle quienes tuvimos la dicha inmensa de conocerlo en vida.

Al recibir la noticia de su partida me invadió una tremenda tristeza, aun

sabiendo que un hombre que había vivido en santidad, estaría ya disfrutando de

las delicias de un merecido Cielo.

Tal vez lo que más me entristeció fue saber que ya no podría reparar mi actitud

absurda de tantos años, en los que sabiendo que el preguntaba por mi, yo no fui

capaz de acercarme a él a buscar un consejo o pedir un perdón que seguramente

tanto bien le hubiera hecho a mi alma.

Querido Padre Emilio… Usted sabe cuanto lo quise… Como olvidar tantos

momentos en que su consuelo fue vital para mí. Como olvidar aquel día que

con tanta humildad se acercó hasta el lecho de muerte de mi padre para darle

los últimos sacramentos.

Seguramente estará ya muy cerca de Nuestra Madre. Quiero imaginarlo

sentado a los pies de aquella imagen tan bella que había en la capilla de la

entrada de La Chacra. Quiero confiar que una vez más podrá perdonarme no

solo por mis pecados, sino por mi cobarde actitud de no haber querido

acercarme a usted cuando aun podía haberlo hecho.

Será esta una pena que llevaré siempre en mi corazón hasta el día que la

Misericordia de Dios, tal vez me permita volver a encontrarlo.

Descanse en Paz Don Emilio.

S

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37

Servicio Militar

legó el momento de “cumplir con la Patria” haciendo el servicio militar

obligatorio. Fueron cuarenta y cinco días de instrucción militar en Campo

de Mayo, donde entre

otras cosas nos

enseñaron a robar,

mentir y delatar.

Me enseñaron que el

“premio” por decir la

verdad al responder

ingenuamente que no

me gustaban las armas

al ser interrogado al

respecto por el

Teniente Primero Gonzalez Naya, fue soportar un intenso sol de febrero debajo

de los denominados “calabozos de campaña”. Aprendí también a presentarme

durante más de dos horas ante un árbol, hasta que mi voz fuera lo

suficientemente enérgica como para deleitar a “Mi Teniente” y por supuesto no

podía faltar la lección que me permitió saber que era preferible lavarse los

dientes con un cepillo robado y por supuesto usado, antes que correr el riesgo

de sacar una carie por “falta de higiene” entre aquellos que sólo

acostumbrábamos lavarnos con nuestro propio cepillo.

Luego de ese mes y medio compartido en una misma carpa con otros ocho

compañeros, fui asignado – más por amistades de mis padres que por méritos

propios – como chofer de un Coronel de Inteligencia, lo cual era considerado

como un “buen destino”.

Ser chofer me permitía volver a mi casa cada noche – y algunas veces incluso al

medio día - y no tener que estar “aplaudiendo cardos” para demostrar mi

hombría ni haciendo “cuerpo a tierra” sobre las letrinas para dejar en claro mi

amor por la Patria.

Pero de lo que no podía escaparme era de “la revista de los miércoles”. Este era

un acto de “orden cerrado” consistente en llevar al estacionamiento del Estado

L

Dia de visita en Campo de Mayo – Visitado por unos amigos, mis padres y dos sobrinos: Ximena y Manuel

Page 38: Construyendo Recuerdos A

38

Mayor Conjunto, el bolso provisto por el Ejército como así también las

pertenencias que nos habían confiado: desde los calcetines hasta el citado

cepillo de dientes, sin dejar de mencionar las blancas toallas que formaban parte

del “equipo”.

Un miércoles de aquellos llegué a la casa de mis padres, donde a la sazón vivía

mi hermana mayor con sus hijos que eran muy pequeños, pues tenía su

departamento en remodelación.

Como solía hacer, luego de disfrutar de la rica comida que mi madre preparaba

especialmente para el sufrido soldado que estaba cumpliendo con sus

obligaciones, en no menos de tres minutos abría los cajones y en el enorme

bolso militar, tiraba todo el “equipo” para presentarme debidamente a “la

revista”.

Formados en un perfecto círculo alrededor del Sargento Mayor Scarinzzi, cada

uno de nosotros debía sostener en sus manos el elemento que él con recia voz e

inquisidora mirada, nos invitaba a exhibir.

- “Camisetaaaaaaaaaaaaaaaa” gritaba el Sargento y todos nosotros

rápidamente hurgábamos en nuestros bolsos para demostrar que

habíamos actuado como fieles custodios de los elementos que las

Fuerzas Armadas de la Nación, nos habían confiado.

- “Borceguíeeeeeeeeeeeeeeeeeeees” gritaba luego y la ceremonia se

repetía.

Ubicado en el centro del escenario el Sargento giraba lentamente sobre si

mismo, esperando encontrar algún “tagarna”4 que hubiera olvidado sus

borceguíes. Yo por suerte estaba muy tranquilo, pues siempre recogía todo de

los mismos cajones, en los cuales se encontraban mis pertenencias de soldado.

- “Tooooaaaaaaaaaaaaaaaaaaallllllllllllllllllaaaaaaaaa” se le oyó

vociferar al Sargento con una voz cada vez más amenazadora.

La misma rutina… parado al centro y girando sobre si mismo. Pero esta vez no

llegó a completar el círculo. De repente, casualmente mirando hacia el sector

en que yo me encontraba, se detiene y al mismo tiempo que sus ojos se llenaban

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39

de ira y sus labios hacían una muesca de satisfacción por haber encontrado un

“tagarna” dice…

- “El soldado es gracioso… El soldado le esta tomando el pelo al

Sargento… ¿El soldado es boludo?

Sorprendido por esa actitud recorrí con mi mirada el círculo que formaban mis

compañeros de armas y noté que todos ellos realizaban un gran esfuerzo por

contener una carcajada.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué todos parecían entender las palabras del

Sargento menos yo?

Al ver que el Sargento a paso firme avanzaba directamente hacia mí, empecé a

sospechar que sus palabras, mirada de furia y muesca de satisfacción por lo que

vendría luego, algo tenían que ver con mi persona.

Mientras tanto yo seguía sosteniendo en mis manos la blanca toalla que el había

pedido le exhibiéramos y sosteniendo con “cara de guerra”, - entiéndase

abriendo desorbitadamente los ojos y apretando firmemente las mandíbulas -, la

propia “cara de guerra” de Mi Sargento Mayor Scarinzzi.

Al llegar hasta mi posición, sin dejar de vociferar previamente cosas como “El

soldadito se cree muy vivo” o “El soldadito se quiere burlar del Sargento”,

arrebató de mis manos mi blanca toalla, la dio vuelta para que yo viera el otro

lado de la misma y agregó:

- “Alguien más quiere que el Ejército Argentino les entregue una toalla

con la figura de PLUTO?”

¿Pluto?... ¿¿¿Plutooooo???

Mi elevado coeficiente intelectual me permitió comprender en una fracción de

segundos, que seguramente alguno de mis queridos sobrinos o tal vez la niñera

de ellos, había tomado mi inconfundible toalla blanca militar y la había

sustituido por otra igual de blanca, pero que en uno de sus lados tenía

estampada la figura del entrañable pero poco marcial Pluto.

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40

Luego de de estar haciendo durante algo así como veinte minutos “saltos de

rana” alrededor del Sargento mientras este terminaba la revista, Pluto volvió a

mi bolsa y yo a mi casa, donde mire con muuuuchooooo cariño a mis pequeños

sobrinos.

Las “revistas de los miércoles” nunca volvieron a ser iguales para mí… La

sonrisa sarcástica de “Mi Sargento” siempre esperando para descubrir que otro

personaje de Disney llevaría en mi bolso, elevaba mi adrenalina aun cuando yo

sabía bien, que tanto Pluto como sus demás amigos, habían sido confinados a

un lejano rincón de la casa.

No podría decir que fue un año perdido, porque cada experiencia nos deja sus

enseñanzas, especialmente a alguien como yo que estaba acostumbrado a que

todo se lo dieran en bandeja.

También nos puede dejar amigos o al menos buenos ejemplos, como el que

tuvo el “temible” Sargento Mayor Scarinzzi al mostrar su verdadera nobleza y

entregar su vida poco tiempo después del episodio de la toalla, procurando

defender al General Cáceres Monié de un cobarde ataque terrorista que tanto a

él como a su esposa, les costó la vida.

Pero si fue un año perdido en el sentido que no era posible ni estudiar ni

trabajar mientras debía estar 24 horas al servicio del Coronel Soldati y de “La

Coronela”. El era un hombre integro que no titubeó en sancionarme cuando por

haberme quedado dormido no llegué por él a tiempo, pero que terminó

compartiendo un whiskey con mis padres cuando al ser dado de baja “su

soldado”, quiso venir a conocerlos y felicitarlos por el hijo que tenían. Fue algo

tan sorpresivo para mí, que viví aquella situación como si me estuvieran

entregando una suerte de “Oscar” al mejor soldado.

Los tiempos se ponían cada vez más difíciles en la política argentina… La

guerrilla encarnada por los Montoneros que habían secuestrado y fusilado al

Gral Aramburu o la del ERP que habían matado entre otros al Almirante

Hermes Quijada – quien era el Jefe de “Mi Coronel” – y al mencionado Gral.

Cáceres Monié, provocaba una brutal reacción de los militares en el poder, que

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41

aplicando un contra terrorismo de Estado pretendieron apagar un incendio

echando gasolina al mismo.

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42

Día del Amigo

n Argentina y en otras partes del mundo, el 20 de Julio se celebra el Día

del Amigo. Surgió esta fecha por iniciativa de un argentino, para

conmemorar aquel mismo día del año 1969, fecha en que el hombre por primera

vez en la persona de Neil Armstrong, puso pie en la luna.

Yo tenía casi 18 años cuando ello ocurrió y recuerdo perfectamente como todos

en mí casa estábamos pendientes y emocionados siguiendo en una deficiente

transmisión de TV en blanco y negro, ese histórico momento. Y lo mismo que

ocurría en mi casa, ocurría también en millones de hogares alrededor del

mundo.

La humanidad entera estuvo unida en torno a ese acontecimiento, sin importar

en ese momento “raza, credo o religión” de los espectadores. Por ello un

compatriota mío elevó la propuesta de que ese día se instituyera para celebrar el

DIA DEL AMIGO, a diferencia de lo que ocurre en México que se celebra

junto al día de San Valentín – 14 de Febrero – como el día del Amor y la

Amistad.

Aprovecho entonces para recordar a todos mis amigos en este día. A aquellos

que me acompañaron y acompañan en las buenas y en las malas. A aquellos

que últimamente ya no están tan cerca y no solo por cuestiones geográficas. A

aquellos nuevos amigos que hacen sus mejores esfuerzos por ocupar los

espacios que otros prefirieron dejar. Y también recuerdo y deseo lo mejor para

quienes – seguramente por los errores cometidos - ya no me consideran su

amigo. Prefiero rescatar lo que en algún momento representaron para mí y todo

lo bueno que me dieron, antes que entristecerme por no contar ya con su

amistad.

E

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43

Un viaje para crecer

Terminado el servicio militar fui

invitado por Francisco Estrada – mi gran

amigo de toda la vida – a un viaje

Misionero a “La Unión”, Provincia de

Salta, en el Noroeste Argentino, donde

conocí otra dura realidad. La realidad

de los indios matacos que morían de

hambre, que no tenían agua potable, que

estaban enfermos en su gran mayoría de

tuberculosis y que eran económicamente

explotados por los “criollos” de la zona.

Fue curiosa la forma en que yo llegué a formar parte de aquel grupo misionero,

conformado en su gran mayoría por estudiantes universitarios de la Universidad

Católica Argentina, a la cual yo no pertenecía.

Francisco un día me pidió lo ayudara a vender unos “bonos”. El lema era que

con cada bono que uno compraba, contribuía a construir 10 cms de cañería para

que se pudiera extraer agua potable para los habitantes de “La Unión”.

Con todo gusto acepté esa encomienda y pocos días después estaba sentado

frente al Comodoro Enrique Smith Estrada, hombre digno del mayor de los

respetos y admiración a quien también había conocido durante mi servicio

militar. El Comodoro era muy amigo del Brigadier Rey, quien era en ese

momento el Jefe de la Fuerza Aérea. Luego de preguntarme sobre la forma en

que viajarían mis amigos hasta Salta, me ofreció la posibilidad que lo hicieran

en un avión de la Fuerza Aérea, lo cual acepté en nombre de ellos en forma

inmediata.

Comunicada esta buena noticia a Francisco creo que se sintió en la obligación

de proponer a quien lideraba aquel grupo, Héctor Fernández Saavedra, me

invitaran a acompañarlos en aquella experiencia.

Pocos días después, el 3 de Enero de 1972, partíamos desde el Aeroparque de la

Ciudad de Buenos Aires un grupo de aproximadamente veinte jóvenes con la

Misionando con unos niños matacos

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ilusión de hacer algo por nuestros semejantes más necesitados. Lo hicimos en el

viejo bimotor DC-3

que la Fuerza Aérea

había puesto a

nuestra disposición,

lo que seguramente

contribuyó para que

más de uno se confesara “por las dudas”.

Conocí mucha gente muy valiosa en aquél viaje. Dolores Basteiro, Fernanda

Lovechio, Matilde Abelleyra, Katy Lenscack, Héctor Fernandez Saavedra,

Osvaldo Scaserra, Norberto Ianelli, Alejandro Ferrero, Ines Perez Cobo,

Gustavo Ovide y Jorge Tuzón, para mencionar algunos de aquellos con los que

hicimos en su momento más amistad.

Conocí también gracias a este viaje al

Padre Escobar Saravia, un verdadero

personaje capaz tanto de salir en medio

de una tempestad a buscar en su propia

F-100 a la pareja de novios que sin su

ayuda no podría llegar nunca a su Iglesia

para contraer matrimonio, como de

disfrutar enormemente de una sanguinaria y clandestina riña de gallos. Su

parroquia era como una escala en nuestro viaje, pues luego de llegar en avión

hasta la ciudad de Salta, nos esperaban más de cinco horas en los camiones de

la Gendarmería Nacional, para llegar hasta nuestro destino final

Este mismo Padre Escobar Saravia, albergó tiempo después a mi padrino Teddy

cuando este debió buscar refugio para evitar las venganzas de aquellos que se

habían visto perjudicados por sus malos negocios. Luego de un tiempo de

tenerlo en su casa escondido, tiempo durante el cual Teddy ejercía de

monaguillo, él mismo lo cruzó a Brasil donde permaneció hasta el día de su

muerte, casi 25 años después, en la sola compañía de la fiel Teresinha, quien le

había abierto las puertas de su corazón y de su casa a poco de llegar a la ciudad

de Porto Alegre en aquel vecino país.

Guitarreando en la Parroquia del Padre Escobar Saravia

Avión Douglas DC-3 de la Fuerza Aérea Argentina que nos trasladó desde Bs. As. a Salta

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45

Volví cambiado de aquel viaje. Si descubrir que el mundo no terminaba en

“Barrio Norte” había sido en su momento algo sorprendente, más aún lo fue

comprobar que en “el granero del mundo”, mis compatriotas morían

literalmente de hambre.

Fue maravilloso comprobar también como aquel humilde “Padre Roque”,

compartía los 365 días del año rezando y trabajando para que sus matacos

tuvieran una vida más digna y una segura entrada al Reino de los Cielos.

Volví de aquel viaje con la satisfacción de comprobar lo que se puede lograr

cuando se trabaja realmente en equipo. Ese año los matacos ya tendrían agua

potable… y al año siguiente un dispensario.

Volví para reinsertarme formalmente en el mundo laboral. Pero volví de alguna

manera, más rebelde que antes. Mi rebeldía ya no era la de aquel adolescente

que mucho tenía de moda y snobismo. Mi rebeldía ahora tenía una razón

mucho más profunda: la injusticia social.

Mi actitud ya no era la de un remedo del “flower power” influenciado por las

tendencias de la época. Mi actitud pasó a ser la de un joven y muchas veces

inconciente militante político, que con más sentimiento que inteligencia, se vio

envuelto en comprometidas situaciones de las cuales si hoy puedo contarlo, es

por el sólo hecho que Dios así lo quiso. Otros “compañeros” no tuvieron la

misma suerte y fueron arrancados de esta vida a muy temprana edad en aquellos

convulsionados años en que hasta un error de identificación, podía ser la

diferencia entre vivir y morir.

Mi vuelta al trabajo, vino acompañada también de la posibilidad de pagar mis

estudios en una universidad privada. No tenían una vocación definida y como

trabajaba en un Banco de cuyos accionistas mis padres eran muy amigos, pensé

que lo mejor era estudiar la Licenciatura en la UADE sobre “Organización y

Técnica Bancaria”. No era la mejor Universidad ni mucho menos… pero era la

que me permitía trabajar y estudiar al mismo tiempo.

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46

Más amigos

De aquellos años de estudiante universitario rescato especialmente la amistad

con Dolores Basteiro, Jorge Berro Madero, Pedro Uhalde y Gonzalo Martinez

Mosquera, quienes tuvieron y tienen una gran influencia en mi vida.

Ellos iban a la UCA y eran compañeros de

Francisco Estrada, por quien tuve la suerte

de conocerlos y sentirme honrado por la

amistad que me brindaron. No íbamos a la

misma universidad ni compartíamos por

completo nuestras ideas políticas, pero nos

unía un profundo sentido de la Fe y un

entrañable amor a nuestra Patria, a la cual de una forma u otra, todos queríamos

servir.

Años después pero siempre relacionados con Francisco Estrada o los amigos

que por su intermedió conocí, se sumaron otros grandes amigos como son los

hermanos Taussig y Santiago Bergadá, este último el único que tuve hasta

ahora la suerte de recibir – junto a su encantadora esposa Alcira – en mi casa de

México.

Podría decir de ellos que, junto a Gustavo Zaputovich y Javier Escalante, a

quienes también conocí por aquellos mismos años, formaron mi segunda

camada de grandes amigos, con los cuales son muchísimos los recuerdos que

compartimos, ya sea trabajando juntos o disfrutando durante tantos años de

nuestro queridísimo Miramar

Llegaron luego los amigos vinculados con el paso de mis hijos por el Colegio, a

los que no podría mencionar uno por uno, pero entre quienes sin duda se

destacaron los Petersen, los Gay, los Urdapilleta, los Luna Alurralde y los

Morad

Todos ellos ocupan y seguirán ocupando más allá de cualquier circunstancia, un

espacio muy importante en mi corazón.

Con los “viejos amigos” el día del casamiento de mi

ahijado Francisco Estrada

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47

17 de Septiembre de 2007

Hoy, a las 4:05 am, Mia Moira llegó a este mundo.

Las estadísticas dicen que llegó con un peso

de 2,315 kgs, que medió al nacer 44 cms y

que su “calificación” fue de 8.9. Hizo en

definitiva, una buena entrada a este mundo.

Pero como su peso era algo bajo y ciertas

enfermeras algo tontas, debieron pasar 36

horas hasta que por primera vez pudiera

tenerla en mis brazos… 36 angustiantes horas

que fueron como el final de muchos años

difíciles, de muchos años a veces tristes, de muchos años donde pocas cosas

parecían salir bien en mi vida.

Bastaron apenas algo menos de dos horas de tenerla en mis brazos, para que

todo adquiriera otro sentido… para que las heridas que aun sangraban, se

cerraran, para que las ilusiones renacieran en mí con la misma fuerza que sentí

al ser padre por vez primera. Bastaron esas dos horas para que mi corazón se

agrandara y sintiera no solo que ya la amaba de un modo incondicional, sino

que los recuerdos que su llegada despertaron en mí, renovaron de alguna

manera el amor hacia todos mis hijos, hacia todos sus hermanos.

Le pido a Dios por esta hija Mia… Por la intersección de la Virgen de

Guadalupe y de la Virgen de Luján, le pido a Dios para que crezca sana y feliz.

Para que no le falte nunca el amor de sus padres, abuelos, hermanos, primos,

tíos y amigos.

Y le pido también para que me de vida suficiente para compartir su crecimiento

hasta que pueda al menos verla convertida en todo una mujer.

Bienvenida a este mundo, Mia Moira. Bienvenida a este mundo que será tan

bueno como tú quieras que sea. Dios te bendiga, hoy y siempre.

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Democracia y nuevo golpe

on el retorno del Gral Perón luego de 18 años de exilio en España, volvió

la “democracia” a nuestro país, la cual

había sido interrumpida en el año 1955. Si

bien en este periodo de tiempo hubo

elecciones, el peronismo siempre estuvo

proscrito y por lo tanto no se podía hablar de

una verdadera democracia ni siquiera en los

momentos en que nos gobernó el Presidente

Arturo Frondizi o Humberto Illia.

Pero a pesar de la bravuconada del Gral. Lanusse al afirmar que al Gral. Perón,

a sus 77 años ya “no le daba el cuero para volver”, el Gral. Perón volvió un 17

de Noviembre de 1972 y ganó abrumadoramente la primera elección

verdaderamente democrática en casi 20 años.

Lamentablemente los pactos que debió hacer con grupos de extrema izquierda y

también de extrema derecha para asegurar su retorno al poder, convirtieron

aquellos años de “democracia” en otro triste periodo de nuestra historia

argentina que tras el fallecimiento del Gral. Perón dos años después de su

regreso, dejó al país en manos de una verdadera banda de delincuentes

capitaneada por “El Brujo” Lopez Rega quien manejaba a su antojo a la

Presidente Isabel Perón, que debió asumir luego del fallecimiento de su esposo.

En aquellos convulsionados años y con la ingenuidad propia de los jóvenes

idealistas, decidimos con mi amiga Dolores Basteiro formar un “Movimiento

Político”. Este “movimiento”, llamado “Juventud Nacional Restauradora”,

tenía precisamente dos integrantes: Dolores y yo.

Era nuestra meta difundir – especialmente en el Banco donde yo trabajaba – los

ideales por los cuales nos sentíamos dispuestos a dar la vida. El mimeógrafo

(viejo instrumento que se usaba para imprimir varias copias de un mismo

documento) del Centro de Estudiantes de la Facultad de Sociología de la UCA

y mi rol en la “mesa de control” del Centro de Cómputos - que me permitía

distribuir cualquier correspondencia entre las 112 sucursales del Banco - nos

ayudó a que muchos, especialmente los dirigentes sindicales, pensaran que

C

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49

éramos muchos mas que dos. Y así nos sentíamos nosotros… “en la calle codo

a codo, somos mucho más que dos”.

Nuestro movimiento debió arriar sus banderas cuando fuimos “invitados” a

formar parte de la Juventud Sindical Peronista, o a llamarnos a silencio, si es

que no queríamos “meternos en problemas”. Optamos por lo segundo, pero a

las pocas semanas apareció un nuevo movimiento llamado “Movimiento de

Afirmación Nacional” (MAN), que pudo distribuir algunos cuantos panfletos

sin que nadie sospechara que éramos las mismas dos personas que habíamos

fundado poco antes, la “JNR”.

Entre los recuerdos de aquellos días hay uno que ocupa un lugar muy especial

pues esta relacionado con mi adorada madre. Tanto ella como mi padre siempre

habían sido entusiastas opositores de Perón. Pero al fallecer este – el 1° de

Julio de 1974 - quiso acompañarme hasta la Plaza de los Dos Congresos ha

rendirle póstumo homenaje. Ella, que no podía pronunciar “FREJULI” (Frente

Justicialista de Liberación) y en cambio decía “FREYULÍ” como si fuera una

palabra en francés, quiso a sus ya avanzados años ser protagonista de ese

trascendente momento del país, momento en el cual el siempre candidato y

nunca presidente Ricardo Balbín, líder político de la oposición a quienes mis

padres apoyaron toda su vida, dijo aquellas celebres palabras en el Congreso

Nacional ante el cadáver de quien fuera su acérrimo enemigo…”Este viejo

adversario, despide hoy a un amigo”.

Imborrable de mi recuerdo será también la caminata de

más de 15 kms bajo una copiosa lluvia, que junto con

Dolores hicimos acompañando la cureña que transportaba

hasta la Quinta Presidencial de Olivos, los restos mortales

del Gral. Perón. No fue una devoción especial hacia su

figura lo que nos llevó a realizar aquella caminata, sino

más bien la solidaridad con aquellas personas que al

llegar el cortejo fúnebre al cruce de la Av. Callao con la

Av. Alvear – pleno corazón del aristocrático barrio de Recoleta -, fueron

brutalmente atacadas por la Policía Montada.

Tal fue el caos en que cayó nuestro país luego de estos acontecimientos, que la

mayor parte de la población – incluyendo a importantes sectores del mismo

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peronismo – aplaudimos con beneplácito el golpe de estado que llevo al poder

al Gral. Jorge Rafael Videla, al Almirante Emilio Massera y al Brigadier

Agostini, el 24 de Marzo de 1976.

Lejos estábamos de imaginar en ese momento, que se estaba abriendo la puerta

para la que sería seguramente la etapa más triste de nuestra historia, en la cual

miles de compatriotas – de izquierdas y derechas - regaron con su sangre

nuestra sufrida tierra.

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Ser padre

Cuando empecé a escribir

estos recuerdos de mi vida y

considerando que lo que aquí

escribo va dirigido

principalmente a Mia y sus

hermanos, ya pensaba como

le iba a hacer para que nadie

se sintiera incómodo con mis

palabras al tener que

referirme a este momento

pues es imposible hablar de paternidad sin referirme también a las madres de

mis hijos.

No es una cuestión menor para mí, pues lejos de escribir algo que pudiera ser

punto de división, deseo fervientemente que todo lo que aquí escribo sirva para

unir, tanto como sea posible, a mis nueve queridos hijos.

Por ello creo que lo más simple es admitir que para cada uno de nosotros, no

pudo haber ni habrá mejor madre que aquella que Dios en su Providencia nos

quiso asignar. Para las madres de mis hijos mi eterno agradecimiento por

haberme dado el don de la paternidad y para mi propia madre, el de haberme

dado la misma vida.

Ese momento, el momento en que uno se convierte en padre, junto con el de

nuestro propio nacimiento y el de nuestra muerte, es de los pocos

verdaderamente trascendentes de la vida. Es el momento en que de alguna

manera entramos a la eternidad, pues a partir de ese instante albergamos la

ilusión de seguir viviendo en la memoria de nuestros hijos y en la de los hijos

de nuestros hijos.

A todo padre hablar de las virtudes de los hijos podría llevarnos a ocupar

decenas de páginas y comentar sus pocos defectos podría lastimarlos. Por ello

me limitaré tan solo a nombrarlos, a señalar sus fechas de nacimiento, tal vez

algún rasgo que los ha caracterizado y procurar una breve referencia del

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contexto histórico en el cual nacieron. Histórico tanto en lo que se refiere a las

circunstancias del país, como a las mías personales.

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Francisco Javier (Frank), nació el 27 de Julio de 1978.

El mismo año en que Argentina ganó su primer Mundial de

Fútbol y la gran mayoría de sus ciudadanos vivíamos

engañados e ignorantes de las atrocidades que ya estaban

causando estragos en nuestra sociedad. Fue el año en que

tuvimos tres Papas: Pablo VI, Juan Pablo I quien gobernó

la Iglesia por tan sólo 49 días y Juan Pablo II.

También en 1978 volví a los estudios que había terminado en 1976, pero esta

vez para participar en un Programa de Alta Dirección de Empresas que me

permitió no solamente relacionarme con

importantes figuras del quehacer empresario de

entonces, sino aprender de sus vivencias

personales. Gracias

a este programa de

estudio pude viajar

por primera vez a

Europa a principios

de 1979 y conocer maravillosos lugares, entre

ellos la Irlanda de mis queridos abuelos.

Fue durante ese viaje en que Frank tuvo el privilegio de ser sostenido por un

verdadero Santo, cuando solo contaba con seis meses de edad.

Patricio (Pato) llegó el 27 de Octubre de 1981. No recuerdo nada especial de

aquel año, salvo el hecho que yo había cumplido poco antes de su nacimiento,

mis primeros 30 años de vida y había decidido dejar

de fumar. Hoy Pato es un “joven delgado”, pero al

nacer con sus 3.750 kgs, fue el más grande de mis

nueve hijos.

Luego del nacimiento de Pato y antes del de Mariana,

estalló en Argentina la Guerra de las Malvinas.

Guerra que muchos en aquel momento consideramos

como una Guerra Santa por la cual valía la pena

morir. Claro que para pensar así, mucho tuvo que ver la manipulación de los

medios de comunicación en manos de los militares gobernantes.

Recibiendo mi Diploma del IESE

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Yo no fui la excepción a ese fervor por recuperar esas tierras que los ingleses

nos habían arrebatado hace tantos años, y sin decir nada a nadie, concurrí al

Estado Mayor Conjunto para acreditarme como voluntario para poder hacer

algo más por mi Patria. Diez años después, volvía al mismo edificio de Paseo

Colón 255 desde el cual todas las mañanas partía en arrebatada carrera al

mando del Chevrolet 400 negro, para buscar a “Mi Coronel” en el barrio de

Colegiales.

Sólo se enteraron en mi familia de esta decisión cuando meses después de

terminada la contienda, llegó un Diploma del Ministerio de Defensa donde

agradecían mi ofrecimiento como voluntario. Hoy puedo decir que gracias a

Dios no fui convocado para aquella aventura, pues de otro modo probablemente

ya no habría más recuerdos para seguir construyendo de mi parte.

Mariana (Mana) nació el 2 de Abril de 1983. Se cumplía un año exacto del

inicio de la absurda Guerra de las Malvinas. Era un

Sábado Santo si la memoria no me falla. Luego de

dos hermanos rubios y de ojos claros, llegó la

primer “morocha” a la familia… y también la mas

chillona! Las vueltas de la vida quisieron que ella

estuviera aquí en México en el momento del

nacimiento de Mía Moira y por el cariño que

demostró hacia ella desde el primer momento,

quisimos que fuera su madrina por el lado argentino.

Santiago Mateo (Santi), llegó a este mundo el 29 de Junio de 1984. El país

había vuelto a la democracia de la mano de Raúl

Alfonsín. El gobierno de facto, luego de la

ignominiosa derrota militar, no tuvo más remedio

que dejar las puertas abiertas para el retorno a las

instituciones. Fue aquel año en que dejé el trabajo en

relación de dependencia para iniciar mis actividades

de micro empresario en el rubro informático.

Otro “morocho” llegaba a la familia, pero él tenia

oscuro solamente el pelo y la piel muy blanca. Lo

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55

recuerdo como un bebé súper tranquilo y cariñoso… podía pasar horas en los

brazos de su padre y desde muy temprana edad, ya regalaba sus pícaras

sonrisas.

Fue el segundo de los hermanos en conocer a Mia, pues también estaba por aquí

cuando ella nació. La razón de su presencia en México es muy romántica, pues

vino tras Toni, una agradable joven mexicana a la que había conocido en

Buenos Aires y a la que siempre le agradeceré haya sido el instrumento que me

permitió tener a “Mateo” más cerca mío durante casi seis meses.

Ese año de 1984 fue aquel en que me animé a dejar las comodidades del trabajo

en relación de dependencia, para iniciar mis actividades como micro

empresario. Apenas dos años antes, había hecho la irrupción a nivel mundial

“la PC”, asombroso equipo de computación que podía estar al “alcance de

cualquiera” y que aun con todas las limitaciones que tenía entonces, iba a

renovar la forma de trabajo especialmente de las pequeñas y medianas

empresas.

Considerando los conocimientos que tenía del mercado

asegurador, en el cual había trabajado los cuatro años

previos y el entusiasmo que había tomado por la

informática a partir de la calculadora Hewlett Packard

programable que mis padres me habían regalado en 1981,

decidí dedicarme al desarrollo de sistemas para los

Productores de Seguros.

No fue sencillo al comienzo, pero a poco más de un año habíamos logrado

desde Macex S.A., desarrollar un producto que se convirtió en líder del

novedoso mercado de la informática aplicada al corretaje de seguros.

Miguel Alfredo (Micky), nació en una fecha patria el 25 de Mayo de 1987,

aunque se suponía que debía nacer algunos días

antes. Yo tenía programado para entonces un viaje

a Europa para participar en unos seminarios de

Marketing de Servicios que se dictarían en Madrid

y París. Pero el muchacho decidió tomarse unos

días más en la panza de su madre y yo debí resignar

Primeras Oficinas de Macex S.A.

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parte de mi viaje. Ni bien salió del Sanatorio viajé a Europa y no pude dejar de

pensar en él durante los 10 o 12 días que duró mi ausencia.

Fue el tercero en conocer a Mía y por tener un corazón tan grande y ser capaz

de hablar casi 24 horas corridas, pensé que era el más apropiado para ser el

padrino argentino de su pequeña hermanita.

Entre el nacimiento de Micky y el de John, se produjeron dos hechos que de

alguna manera tuvieron un gran impacto en el resto de mi vida.

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Una mala noticia que se convirtió luego en una gran alegría.

n una apacible noche del mes de Septiembre de 1987, recibí un llamado de

mi hermana Verónica, quien con gran angustia me contaba que a Aba, le

acababan de diagnosticar un cáncer de páncreas. Dios quiera que al momento

en que puedas leer estas líneas, el cáncer ya no sea la cruel enfermedad que hoy

es… Su grado de mortalidad todavía es altísimo, y en el caso del páncreas es

prácticamente total.

Fue un impacto durísimo pues la salud de Aba hasta ese momento era muy

buena y nada nos podía hacer pensar que una enfermedad podría en poco

tiempo poner fin a su vida.

Lo que pasó a partir de ese llamado, explicará lo que para muchos fue en su

momento una gran sorpresa. Desde hacía más de diez años tenía unos buenos

amigos – Javier Escalante y Arnaud Inchauspe - que siempre me invitaban a los

retiros del Opus Dei, y yo por un motivo u otro, me rehusaba a ir. No estaba en

contra de ellos, pero tampoco era un tipo de espiritualidad que me atrajera

mucho y por ese motivo había estado hasta entonces más lejos que cerca de

ellos.

Había no obstante en la casa una estampa del “Beato (hoy Santo) Josemaria

Escrivá de Balaguer”, fundador del Opus Dei, que seguramente

nos habría regalado alguno de estos amigos, y que para mí no

era más que una figura decorativa o en el mejor de los casos, la

de un buen intercesor para conseguir personal doméstico, según

lo aseguraba Mercedes Fortín.5

Pero en ese momento de profunda tristeza y ante el temor de

que podría repentina e inesperadamente perder a mi madre, lo

único que atiné fue arrodillarme frente a esa estampa, y con lágrimas en los ojos

prometerle al entonces “Beato” que si Aba salía bien de esta situación, yo

dejaría de lado mis prejuicios, y me acercaría finalmente al Opus Dei.

Para confirmar el primer diagnóstico, el médico solicitó se realizara en forma

inmediata una “tomografía computada”, la cual permitiría a su vez determinar

el grado de avance del tumor maligno.

E

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58

Este estudio se realizó al día siguiente de haber recibido aquel llamado y el

resultado lo tuvimos a su vez a las 24 horas de realizado el mismo.

No habían pasado en total más de 48 horas cuando un nuevo llamado de

Verónica me hace saber que el médico no entendía bien lo ocurrido y que

seguramente se había tratado de un error ya que lo que Aba tenía no era un

tumor canceroso, sino una simple hepatitis.

¡Creo que nunca una hepatitis fue tan festejada como en ese caso! ¿Milagro?

¿Error humano?... Poco importaba para mí… Yo había tomado un compromiso

y pocas semanas después estaba haciendo mi primer retiro del Opus Dei en

“Solimarito”, predicado por el Padre Emilio, quien para mi y hasta terminado el

retiro era un “simple sacerdote”, pues ignoraba yo que en aquel entonces, “Don

Emilio” era el Vicario Regional del Opus Dei.

Dos años después de aquel retiro estaba pidiendo mi admisión como miembro

“súper numerario” del O.D., donde pude comprobar que todos mis prejuicios

carecían de fundamento y que así como el Padre Emilio, había otros tantos

buenos sacerdotes y laicos dispuestos a ayudarme en mi fragilidad espiritual y a

combatir con paciencia las miserias humanas que cargaba sobre mis espaldas.

No obstante, tal vez por mi poco apego a ciertas disciplinas o estructuras de

pensamiento, nunca me sentí “en casa” a pesar del buen trato que siempre me

dispensaron. Rescato momentos muy gratos de mi paso por el Opus Dei, como

así también profundas enseñanzas.

Dejé de pertenecer formalmente al Opus el 19 de Marzo del 2002, tres meses

después del fallecimiento de Aba y 15 años después de aquel día en que tal vez

un error médico me ayudo al menos, a ser un poquititito más humilde de lo que

había sido hasta ese momento.

Las razones por las que me alejé de “La Obra” son estrictamente subjetivas y

tienen que ver más con ciertos conflictos personales o existenciales que con otra

cosa. Nada de lo que conocí y viví del Opus Dei durante ese tiempo, fue

motivo para que me alejara de ellos.

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16 de Febrero de 1989

l otro hecho ocurrido entre el nacimiento de Micky y el de John, fue el

fallecimiento de mi querido Daddy, o Abo como fue rebautizado por su

nieta Ximena y llamado a partir de ese momento por todos nosotros.

Entregó su alma el 16 de Febrero de 1989, luego de treinta días de agonía

internado en la sala de terapia intensiva del Sanatorio del Diagnóstico, y lo hizo

en el momento en que solo yo me encontraba a su lado, tomándole la mano.

Aba y Vero, justo habían salido a tomar un café en el Bar de la esquina.

Pocos días antes el ya mencionado Padre Emilio, había pasado a suministrarle

los últimos sacramentos, oportunidad en que fui testigo de la forma misteriosa

en que algunas veces actúa la mano de Dios.

Al ver el enfermo que estaba al lado de mi padre a Don Emilio, le preguntó si

efectivamente el era un sacerdote. Al confirmar este que era 100% sacerdote,

este hombre exclamó aliviado y le pidió que por favor lo confesara, pues como

llevaba ya más de 20 años sin hacerlo, su familia ni había pensado que el

pudiera querer recibir los santos sacramentos. Este buen hombre falleció unos

días antes que mi padre.

Otro extraño designio de la forma de actuar de Dios, fue que Vero, quien había

sido una entusiasta agnóstica por largos años, me preguntó sobre esa

“estampita” que había puesto en la cabecera de la cama de Abo, que no era otra

que aquella a la que hice referencia al relatar la enfermedad de Aba.

Ese fue el punto de partida de un profundo acercamiento de la Tia Verónica a la

religión por intermedio del Opus Dei.

Dos consuelos me quedaron al fallecer Abo. El que hubiera estado durante el

mes de Enero compartiendo y disfrutando con nosotros las vacaciones en

Miramar y el haber estado yo a su lado y más precisamente tomado de su mano,

al momento de dejar él este mundo.

E

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60

2 de Febrero de 2008

n la Capilla de San Sebastián Mártir, en Chimalistac, hoy fue bautizada

Mia Moira.

Por su particular condición de tener parte de la familia

mexicana y otra parte argentina, se nos permitió nombrarle dos

padrinos por cada lado.

Por la parte mexicana son sus padrinos sus tíos Juan Román

Dominguez y Yerusha Medellín. Por la parte argentina sus

hermanos Mariana y Miguel Alfredo. Como Micky no podía

estar presente para su bautismo, lo representó un muy querido

y buen amigo de la familia, Pedro Mones Cazón, que en esos

días se encontraba en México.

Además de lucir ese día como una verdadera princesita, Mia se comportó como

tal, tanto en la cálida ceremonia religiosa donde nos acompañaron familiares y

amigos, como en la sencilla pero animada fiesta que luego hicimos para ella.

Seguramente también hubo fiesta en el Cielo en el momento en que se convirtió

por el sacramento del bautismo en

miembro de la Iglesia.

Tus padres, tus padrinos, tus abuelos, tíos,

primos, demás familiares y amigos,

deseamos que desde hoy siempre te

acompañen en tu camino por este mundo,

Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima

Virgen y que crezcas en Gracia hasta el final de tus días.

E

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61

Juan Maria (John), nació un 30 de Marzo de 1990.

Justamente el día en que escribo este párrafo, cumple 18

años y me siento muy feliz de poder estar cerca de él para

compartir este acontecimiento. El nació cuando ya una nueva

crisis había atacado la Argentina. Un crisis que a causa de

una tremenda hiperinflación acabó con mi emprendimiento y

me obligó a volver al trabajo en relación de dependencia, en

la empresa de quien había sido un muy buen amigo mío.

Yo me ví obligado a ese cambio en tanto el Presidente Raul Alfonsín le fue aún

peor pues se vio obligado a entregar anticipadamente el poder a Carlos Saúl

Menen, quien había resultado ganador en las elecciones presidenciales.

Angeles (Angie), nació un 23 de Septiembre de 1991.

De alguna manera ella fue la que vino con un pan bajo

el brazo, pues ese fue un año profesionalmente muy

bueno. Fue el año en que después de otros 15, volví a

trabajar con otro viejo amigo, Javier P. Escalante, quien

me ofreció a cambio de dejar el empleo que tenía,

asociarme a su empresa. Fue desde el punto de vista profesional el mejor año

en muchos, pero fue también el punto de partida de lo que serían luego los

peores años de mi vida, y ya no solo en el plano profesional.

Podría decir que además de la debilidad que significan para mi las hijas mujeres

– perdón muchachos, pero así son las cosas y ello no quiere decir que los quiera

menos a ustedes – Angie tiene en común con Mia el hecho que también cuando

paseaba con ella por la calle, la gente me detenía para felicitarme por tener una

beba tan hermosa.

Tomás (Tommy), el menor de los hijos nacidos en suelo argentino y creo que

el más habilidoso para el fútbol (la supremacía en cuanto al

tenis todavía la disputa con John), nació el 3 de Diciembre de

1993, día de San Francisco Javier.

Eran los años de gloria del Menemismo, los años de las

privatizaciones de los servicios públicos y del resurgir

económico de la Argentina. Eran también los años de la

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“Pizza con Champagne” y de la creciente corrupción por la cual unos pocos se

enriquecieron a expensa de unos muchos.

Fue también el año en que cometimos un error con quienes eran mis socios y

amigos, que nos costaría luego muy caro: hacer negocios con gente del

Gobierno.

Mia Moira (Mossy), Nació en México, el 17 de Septiembre

del 2007. El día anterior se celebraba en este país, el “Dia del

Grito”, conmemorando la gesta de la Independencia iniciada

por el “Cura Hidalgo” el 16 de Septiembre de 1810. Junto con

su madre, Mana, Pedro Mones Cazón y Pancho Bourlot

estuvimos festejando ese día en “Potzocalli”, lejos de imaginarnos que pocas

horas después, estaría ella llegando a este mundo siempre acompañada de una

contagiosa sonrisa que raramente la abandona.

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63

II PARTE

EL CAMINO HACIA

LA DECADA

PERDIDA

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De 1991 a 1993

ste fue el año, 1991, que parecía marcar mi consolidación en los aspectos

más importantes de la vida.

Había nacido Angie, mi segunda y hermosa hija mujer. Yo cumplía con alegría

y sin atisbo alguno de crisis de edad mis 40 años. La Bolsa de Valores pasaba

por uno de sus mejores momentos y por lo tanto nuestra empresa también, y el

país parecía haber encontrado el rumbo que definitivamente lo volvería a

colocar en el concierto de las naciones políticamente progresistas entre las

cuales podía presumir de una economía sólida, creciente y fundamentalmente

previsible.

Se vivía un clima totalmente opuesto al que apenas dos años antes, había

llevado a las masas – estimuladas por mezquinos intereses políticos - a saquear

los súper mercados para hacerse de los alimentos que la hiper inflación dejaba

fuera del alcance de las clases más necesitadas.

Los altibajos sufridos hasta el momento parecían disiparse por completo y todo

me permitía suponer que había alcanzado aquello que tanto anhelaba hasta

entonces: una familia y una posición económica que me permitía disfrutar de un

buen pasar y lo mas importante, brindarle a los míos todo lo necesario y algo

mas también.

Fueron los años de los largos veraneos en Miramar en casas que, si bien no eran

lujosas, nos permitían albergar no solo al "Los Mac" sino también en algunas

temporadas a sus abuelas e incluso algún

que otro amigo de mis numerosos hijos.

La bonanza de esos años nos permitió, poco

antes del nacimiento de Tommy, mudarnos

a un departamento que tenía casi el doble de

metros que el anterior, como así también

comprar una cómoda Besta con capacidad para el transporte de nueve personas,

ideal para los traslados y viajes familiares.

E

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65

Confiando que "ya la había hecho", nunca me preocupé por aprovechar esa

buena época para realizar algún tipo de ahorro. "La plata hay que gastarla

antes que se acabe" era mi lema, pero mas que un rasgo de autentica bohemia

esa expresión estaba basada en la confianza que tenia en cuanto a que los

buenos momentos habían llegado para nunca mas irse.

Grave error que espero mis hijos no repitan. Una cosa es vivir desapegado de

los bienes materiales, y otra muy distinta es ser imprudente o irresponsable,

como lo fui yo en cierta medida.

Una cosa es pensar que "rico no es quien mucho tiene, sino quien poco

necesita" y otra muy distinta cometer la irresponsabilidad de, pudiendo hacerlo,

no ahorrar para sobrellevar más serenamente los momentos de carestía o los

imprevistos que pueden sacudirnos en cualquier momento.

Si bien es cierto que de todos modos nunca hubiera sido capaz de ahorrar lo

suficiente como para solventar los problemas que me esperaban a la vuelta del

camino, haber contado con algún ahorro me hubiera dejado la tranquilidad de

conciencia de haber hecho lo correcto.

Como ya lo comenté, en 1993, en un contexto de abundante liquidez, se nos

presento "la oportunidad" de realizar atractivos negocios financieros con

personas muy allegadas al poder político.

Estas personas tenían empresas que prestaban servicios o ejecutaban obras para

diferentes dependencias del Gobierno. El negocio consistía en que ellos nos

cedían a nosotros los derechos de cobro de esas prestaciones para recibir el

dinero en forma inmediata, mientras nosotros a cambio de una buena tasa de

interés, esperábamos el momento de pago - tres o cuatro meses después - por

parte del Gobierno. En el argot financiero a este tipo de operaciones se las

conocía con el elegante nombre de “factoring”.

El tener una fuente "tan confiable" para colocar fondos, nos alentó a su vez a

captar nuevos y más importantes inversores.

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66

Todo transcurría como esas películas de Alejandro González Iñarritu6 en que se

van entrelazando las situaciones para desembocar finalmente en un verdadero

drama.

La vanidad – en esa época que no era tan difícil ganar dinero - me hizo pensar

que tenia un don especial para los negocios de este tipo, sin darme cuenta

entonces que una vez mas estaba recibiendo una regla con lupa, por algo que

valía mucho mas que aquel "Matchbox".

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67

México aparece en escena

asta fines de 1994, todo seguía más o menos igual. Cada vez más

liquidez en el mercado financiero, lo cual contribuía a acrecentar esa idea

de que todo estaba de maravillas y a la necesidad de

buscar nuevos “nichos” de negocios para canalizar ese

dinero que tan confiadamente nos traían los

inversores.

Buscar nuevos “nichos” no era tan sencillo

porque de alguna manera implicaba asumir cada

vez más riesgos o simplemente aumentar el riesgo

en aquellas posiciones que ya teníamos, como ser en las

operaciones de “factoring”, en la compra y venta de bonos y acciones,

descuento de cheques, etc.

Todos – mis socios y yo – nos sentíamos en el mejor momento. De no haber

sido así, nunca se nos hubiera ocurrido importar desde Estados Unidos, dos

viejos Porsche 911 Targa modelos 1972. Sólo en mis sueños más guajiros

había estado al volante de un auto de este tipo. Pero era 1994… Podíamos

hacer negocios con quien quisiéramos y del tipo que quisiéramos y eso bien

justificaba darnos un “pequeño gusto”.

La “Operación Porsche” no fue tan simple como la supusimos. Muchos meses

pasaron desde que aquel amigo en Atlanta

(USA) eligió en un mercado de autos

viejos, aquellos dos Porsche que le

parecieron más adecuados, hasta que esos

mismos autos pudieron salir a rodar por la

calle. Un largo viaje primero, una costosa

y prolongada estancia en la Aduana pues

siempre faltaba algún papel que el amigo Camilo procuraba conseguir, otra no

menos costosa e interminable serie de reparaciones en talleres especializados,

nos permitieron manejar por primera vez estos vehículos, entre octubre y

noviembre de 1994, luego de haber pagado finalmente mucho más de lo que

habíamos pensado.

H

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68

Ya para esa época estaba una vez más alquilada la casa de “Don Bernardo”, en

la cual nos instalaríamos a mediados de diciembre para regresar a fines de

febrero. Yo disfrutaba pensando en todos esos fines de semana en que

recorrería a bordo de “mi Porsche” en compañía de Jorge Berro Madero u otros

amigos, esos 450 kms que separan Buenos Aires de Miramar.

De lo que no tenía idea – aun cuando algún Gurú de los mercados financieros

ya lo había anticipado – es que en México estaba por desatarse – de la mano del

Presidente Ernesto Zedillo - una de las más tremendas crisis económicas del

siglo XX, conocida localmente como “el error de diciembre” y en el resto del

mundo como “el efecto tequila”.

1995 – La suerte ya está echada

Al mencionado “Efecto Tequila” se sumó entonces otro factor que habría de

condicionar fuertemente nuestra actividad empresaria.

Era el año en que el Presidente Menem, debía ir por su reelección luego de

cumplir sus primeros seis años de gobierno. Era firme candidato para ganar

nuevamente, pero mucho dependía para asegurar su triunfo, de la postura que

asumiera su “Ministro Estrella”, o sea Domingo F. Cavallo, su exitoso

colaborador responsable del Ministerio de Economía.

Ciertos enfrentamientos entre ellos que se habían hecho públicos y la

incertidumbre sobre si finalmente Cavallo acompañaría a Menen en un eventual

nuevo periodo de gobierno, no hicieron más que agravar la tensión política y

económica que se vivía en el país, provocando con ello la fuga de importantes

capitales que preferían resignarse a menores rendimientos a cambio de una

mayor seguridad en otras latitudes del mundo.

De haber actuado fría e inteligentemente, ese era el momento para retirarnos del

negocio. Una cierta cuota de ingenuidad, mezclada con otro tanto de soberbia y

bastante de temor a no saber que hacer en caso de dejar la actividad, nos llevó a

tomar la equivocada decisión de continuar en el sector, aun cuando ello era

prácticamente una lucha de David contra Goliat, pero sin ninguna razón divina

que pudiera favorecernos como aconteció con el pequeño David.

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69

En una rápida espiral descendente veíamos como nuestro negocio se

desmoronaba. Los riesgos a asumir eran cada vez mayores, los inversores eran

cada vez menos y más codiciosos y la incobrabilidad crecía en forma

vertiginosa, especialmente en aquellos negocios realizados con “los amigos del

poder”, quienes no dudaron en amenazarnos físicamente para que desistiéramos

de nuestra legítima pretensión de recuperar el dinero que le veníamos prestando

desde tiempo atrás.

No podría decir que éramos muy valientes al no hacer caso de las amenazas de

nuestros deudores, pues la verdadera razón que nos llevó a desoír las mismas,

tenían su fundamento en nuestro mayor temor a nuestros acreedores.

En menos de dos años nuestra empresa no tuvo más remedio que pedir su

propia quiebra, lo cual confirmó lo desacertado de nuestra decisión inicial.

Una seguidilla de intimidantes amenazas telefónicas y un balazo que

milagrosamente solo provocó un orificio de entrada y salida en la pierna de mi

socio y amigo Javier, confirmaron que nuestro temor a ciertos acreedores, sí

tenía un verdadero fundamento.

Apenas seis años habían pasado desde aquel 1991 en que sentía que tocaba el

cielo con las manos.

Ahora me sentía inmerso en un infierno del cual no podía salir sin cometer una

gran deslealtad para quien era mi amigo y socio, a quien sentía le debía mucho

como para seguir el camino de otros que habían optado por retirarse del barco

antes que el mismo se viniera completamente a pique.

Lo que no supe o tal vez no quise ver en ese momento, fue que el acompañar a

quien era mi amigo hasta las últimas consecuencias, no sólo afectaría a mi

persona sino también a mucha gente que me había brindado su confianza,

empezando por mi familia y amigos más cercanos.

La absurda vanidad de pensar que yo podría encontrar alguna solución a los

problemas que se multiplicaban día a día, se transformó en poco tiempo en el

instrumento que habría de enfrentarme duramente a mis reales y múltiples

limitaciones.

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70

Podría sintetizarlo diciendo que todo, absolutamente todo, salió mal en aquellos

años. Amigos que con razón se sintieron traicionados por no poder recuperar

sus inversiones, juicios promovidos por acreedores que no quisieron aceptar

ninguna de las propuestas que pudimos presentar y que en algunos casos

subsisten diez años después, amenazas que no cesaban y la angustiante

sensación de no sentirme comprendido por aquellos que de más cerca me

rodeaban, fueron todos elementos que me pusieron al borde de la desesperación

en no pocas ocasiones durante esos tristes años.

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Volver a empezar.

En 1998 una vez más mi buen amigo Jorge Berro Madero me dio la

oportunidad de realizar un trabajo para el Banco en el cual el se desempeñaba

como Gerente General.

Ese trabajo puntual, realizado juntamente con Francisco Estrada y otro buen

amigo Santiago Bergadá, fue la puerta de entrada para la actividad que aún

ejerzo, pues fue por aquella “consultoría”, que por primera vez tomé contacto

con el mundo de las tasaciones o avalúos.

Mientras los problemas de la quiebra de nuestra empresa bursátil no dejaban de

aquejarme, el tener una nueva actividad era como un oasis del cual obtenía

fuerzas y al mismo tiempo algo de recursos materiales para poder afrontar mis

obligaciones como “hommo faber”.

A pocos meses de finalizada aquella labor que me había sido encomendada,

tuve la suerte de ser incorporado a una importante empresa española que se

había instalado en el país recientemente, dedicada precisamente a las

tasaciones.

Era realmente un “volver a empezar”, pues quince años después de haber

dejado el trabajo en relación de dependencia, volvía a ese régimen y lo hacía

con renovadas esperanzas de éxito y con la enorme satisfacción de poder llevar

una vez más el dinero necesario para el sustento de mi familia.

En un mercado hipotecario que crecía año a año y en buena medida gracias a

los amigos que conservaba en el sistema financiero, logré en poco tiempo llevar

a la sociedad que me había contratado, al primer lugar entre las empresas de su

misma actividad.

Ese logro fue determinante para que los accionistas de la misma, decidieran

promoverme del cargo de Director Comercial al de Director General. Aquel

cielo que había tocado con las manos en 1991, parecía acercarse nuevamente

casi diez años después, aun cuando este nuevo cielo no podía ser tan radiante

como aquel, pues el mismo siempre estaba manchado por los nubarrones de los

desaciertos cometidos en un pasado aun reciente.

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Estos nubarrones en ciertos casos fueron consecuencias de mis propias

actitudes, ya que empecé a encerrarme en mi mismo al percibir que ya no tenía

el apoyo ni la comprensión de las personas que habían sido más valiosas para

mí.

No siempre nuestras percepciones se ajustan a la realidad. Tal vez no me faltó

realmente aquel apoyo, pero lo cierto es que yo sí tenía esa percepción y eso fue

suficiente para encerrarme cada vez más dejándome arrastrar por un maldito

orgullo que no me permitía con todas las letras, reclamar por aquella ayuda que

tanta falta me hacía y que seguramente tanto bien me hubiera hecho.

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2001… Odisea en mi interior

urante poco tiempo pude disfrutar nuevamente de “las mieles del éxito”.

Al llegar el año 2001 una seguidilla de acontecimientos adversos me

esperaban y ciertamente no estaba debidamente preparado para enfrentarlos.

A los problemas judiciales que arreciaban en mi contra y a sus secuelas

económicas, se sumaron en el 2001 “la crisis de los 50” - que a diferencia de

“los 40” sí me afectó y mucho -, el fallecimiento de mi querida Aba y una

nueva crisis político – económica en el país, que llevó a los dueños españoles

de la empresa que había recreado mis esperanzas, a retirarse súbitamente de la

Argentina, incorporándome de esa manera, a mis flamantes 50 años y con un

complejo prontuario judicial sobre mis espaldas, al 20% de la población que no

podía conseguir ningún empleo.

Esta mezcla de sucesos y la sensación de haber perdido una vez más mi

capacidad para ser el sustento de la familia, me impactaron al punto tal que algo

se fracturó definitivamente en mi interior. Ya no sólo sufría por lo que yo

consideraba era la incomprensión de quienes me rodeaban, sino que empecé a

sentirme cuestionado y abandonado por la mayoría de quienes habían sido por

años mis más importantes consejeros y mis más sólidos puntos de apoyo, a

quienes ingenua y torpemente reemplacé para ir tras quimeras que finalmente

me hundieron más en mi soledad y frustración.

Estos sentimientos sumados a la culpa que me atormentaba por el daño que

había causado a quienes más quería, me dejaron emocionalmente a la deriva en

medio de la tempestad más fuerte que hasta el momento había enfrentado en mi

vida.

D

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74

México, la revancha.

pesar de la crisis emocional en la que me veía inmerso y tal vez como

una vía de escape de la misma, puse todas mis energías en la formación

de una nueva empresa, Tasaciones Argentinas S.A., que desde el momento

mismo de su creación tuvo entre sus objetivos trascender las fronteras de un

país en el cual lo único estable, había sido la inestabilidad.

Pero fue recién a fines del año 2003, cuando se dieron las condiciones propicias

para intentar el desembarco en México. Fuimos y hasta el momento de escribir

esto somos, la única empresa de origen argentino que se instaló en México para

participar del competitivo mercado hipotecario (ver Anexo II)

México, aquel mismo país que de algún modo mucho tuvo que ver en la perdida

de mi sociedad bursátil, me daba ahora una magnífica revancha para crear una

nueva y prometedora empresa.

No todos en mi entorno familiar ni entre mis amigos estuvieron de acuerdo

sobre la conveniencia de venir a México a abrir nuevos mercados. Las cosas se

hicieron mucho más difíciles de lo que pude haber imaginado, pero al igual que

Cortés ya había quemado las naves y un paso atrás, era algo inadmisible para

mí.

La canción “Volver a Empezar” de Alejandro Lerner, se convirtió en algo así

como un “himno de guerra” que escuchaba una y otra vez como para darme

fuerzas a mi mismo.

Los pedidos de auxilio a la Virgen de Guadalupe primero y a San Judas Tadeo

poco después, pasaron a ser algo cotidiano. Debí padecer incomprensibles

traiciones y pagar el consabido “derecho de piso” antes de que llegaran los

primeros reconocimientos para nuestra empresa (Anexo III)

Venía yo a México buscando una revancha en el plano empresario… Ni

siquiera puedo todavía decir que he logrado esta revancha. Pero México me ha

dado algo mucho más valioso que esa revancha.

A

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Me ha dado el regalo de una nueva vida que vale mucho más que mil

revanchas… Esta nueva vida es la que me hace cantar ahora con renovadas

ilusiones y con la desentonación de siempre aquellas estrofas de Alejandro

Lerner que mencionaba un poco más arriba:

Pasa la vida y el tiempo

no se queda quieto.

Llegó el silencio y el frío con la soledad

¿Y en que lugar anidaré mis sueños nuevos

y quien me dará una mano, cuando quiera despertar?

Volver a empezar

Que aun no termina juego

Volver a empezar

Que no se apague el fuego

Queda mucho por andar

Y que mañana será un día nuevo bajo el sol

Volver a empezar..

Se fueron los aplausos y algunos recuerdos

y el eco de la gloria duerme en un placar

Yo seguiré adelante atravesando miedos

sabe Dios que nunca es tarde

para volver a empezar

Volver a empezar

Que aun no termina juego

Volver a empezar

que no se apague el fuego

Queda mucho por andar

y que mañana será un día nuevo bajo el sol

Volver a empezar…

Volver a intentar…

Volver a empezar …

Hoy interrumpo este “Construyendo Recuerdos”, mientras escucho la canción

que acabo de transcribir y disfruto de la compañía de Mía aquí, pegadita a mi

lado, regalándome esa sonrisa con la que ilumina cada nuevo día.

Si era necesario que pasará por todas las dificultades mencionadas para llegar a

la dicha que en este momento siento, volvería a pasar por las mismas una y mil

veces.

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Definitivamente Dios no se deja ganar en generosidad y sólo El puede ver en lo

más profundo de nuestros corazones como para conocer nuestros padecimientos

y también la forma de consolarnos.

Por ello hoy le doy GRACIAS a Dios con todo mi corazón y le pido que

Bendiga a esta hija Mía… Dios la Bendiga a ella y a todos tus hermanos. Dios

los Bendiga por darme tanto amor y por ser el refugio siempre eficaz en mis

horas más difíciles.

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ANEXOS

Y

NOTAS

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Anexo I

Adiós

Y finalmente llegó el temido día

en medio de la noche solitaria.

Ella se fue como deseaba

serenamente en su lecho descansando.

Seguramente al Buen Dios

por cada uno de nosotros suplicando.

En su soledad quiso dejarnos

y de este modo nuevas penas evitarnos.

Dios con ella fue magnánimo

y desde el sueño a Su lado la llevó

para en un Cielo jubiloso hacerla despertar.

Que triste es saber que ya no está.

Que difícil su lugar llenar.

Que dolor por no haber sido yo capaz

de su presencia plenamente disfrutar.

Pero mayor aun que mi tristeza

es la alegría por tanto amor que he recibido.

Mayor que el vacío de su ausencia

es la presencia de su ejemplo siempre alegre.

Y el consuelo por no haber dado de igual modo,

es la certeza de su perdón siempre dispuesto.

Se ha ido pero solo parcialmente

pues siempre en mi corazón agradecido

hasta el reencuentro por siempre vivirá.

Gracias por la vida que me ha dado,

gracias por lo mucho que me ha amado.

Gracias porque se que esta a mi lado

y que seguiré como siempre a su cuidado.

JML – 11-12-2001

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Anexo II

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Anexo III

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1 El apellido Mc Loughlin, que también se deletrea MacLaughlin, es ahora la forma inglesa del nombre de dos clanes

importantes en la edad antigua y media de Irlanda.

Primer Clan

El nombre de uno de ellos, que tuvo estado real, fue siempre vertido al inglés hasta fines del siglo XVII como O'MELAGHLIN. Sus miembros descendían de Maolsheachlain, más conocido como Malaquías II, rey de Irlanda entre

los años 980 y 1002, en que fue destronado por Brian Boru. Malaquías era descendiente de Nial "of the Nine Hostages".

Después de la invasión de los anglonormandos los O'Melaghlin, como los demás caudillos gaélicos de Meath y de Irlanda Central, fueron grandemente reducidos en su poder. Después del siglo XVII el clan desapareció por completo y

sus restos, los que quedaron en el antiguo territorio de sus mayores, fueron conocidos por el apellido Mc Loughlin. Dice

O'Hart que descienden de la línea de Heremon, por parte de Donchadh, hijo de Flannsionach, 32 Rey de Meath. Estos son los que cambiaron, en tiempos de la Reina Ana, su apellido por el de Mc Loughlin.

Sus armas son: en campo dividido horizontalmente, en el jefe, dos escudos: el primero, de plata, tres manos derechas cortadas en la muñeca, de gules; en el segundo, de plata, un león rampante, de gules, armado y lampasado de azur; y en

la base, ondeada de azur y plata, un salmón nadando, de su color natural.

Segundo Clan

El otro clan poderoso e importante de este nombre es el de los MacLochlainn, que se mantuvieron hasta el siglo XIII. Al presente sus descendientes se encuentran en los condados de Donegal y Derry, en el norte de Irlanda. Dice O'Hart

que éstos, los del norte de Irlanda, descienden de la línea de Heremon, por parte de Donal, hijo de Aodh Fionnliath.

Sus armas son: en campo dividido horizontalmente, de azur y gules, en el jefe, un león rampante, de oro, entre dos

espadas en posición vertical, de plata, con empuñadura y pomo de oro; y en la base, tres crecienes de plata.

2 La importancia de llamarse Larrain (de la revista chilena “QuePasa”, edición del 3 de Junio de 2006)

Venimos escuchando de este ubicuo clan familiar desde hace tres siglos, lo que para este país es una enormidad de

tiempo. Difícil hallar edificios que hayan logrado subsistir en pie más de dos siglos. Las principales fortunas chilenas actuales se remontan, a lo sumo, a tres generaciones pasadas. Nuestra organización como Estado-nación republicano

está a punto de cumplir, recién, los doscientos años. La Constitución más longeva, la de 1833, duró menos de un siglo;

nuestra principal universidad tiene un poco más de siglo y medio, y así podríamos detenernos en otros ejemplos que confirmarían cuán persistente es esta familia.

Pero hagamos un poco de historia. La familia Larraín, en realidad dos grandes ramas troncales emparentadas entre sí

(una desciende de un comerciante de Navarra que se avecina en Chile a fines del siglo XVII -la del marqués de Larraín-; la otra -la de un sobrino que llega a Chile un poco después, en el siglo XVIII- conocida como la rama Larraín Salas o

de los "Ochocientos"), desde un comienzo se destaca por su riqueza y participación en el gobierno local. Tan así que de

hacer listas de Larraínes conocidos, durante la Colonia los hay de todo: encomenderos, dueños de solares en Santiago, comerciantes, terratenientes (entre varias propiedades poseían la chacra Tobalaba, en Ñuñoa, por ello "La Reina"),

mayorazgos, poseedores de títulos y miembros de órdenes nobiliarias y militares, oidores, alcaldes, corregidores y

sacerdotes. Protagonismo que a partir de la Independencia logra incrementarse. De ahí que nos volvamos a encontrar con Larraínes en calidad, esta vez, de diputados, senadores, obispos, arzobispos, ministros y presidentes de la

República, rectores de universidad, diplomáticos, junto a patrones de fundo, abogados, rentistas, comerciantes,

directores de empresas y asociaciones gremiales y demás profesionales.

3 Entrando a esta dirección se puede tener una idea aproximada de lo que era este programa. La diferencia es que

cuando nosotros fuimos, todavía no existía la televisión a color!! http://www.despatriados.com/FuncionPrivada/silosabecante.asp

4 Nunca supe cual es el sentido etimológico de esta palabra, pero si sé que la misma se aplicaba despectivamente a aquellos que estando en el servicio militar, aún no habíamos jurado la bandera, lo cual ocurría el 20 de Junio, en una

muy marcial ceremonia. 5 Mamá de Clari Fortín – gran amiga de Mana - con quien entre otras cosas, fuimos a pasear a Tepoztlán. 6 Amores Perros, 21 Gramos y Babel