Contraportadas

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Proyecto contraportadas by Petit

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“No soy una persona, soy un arma” Todos los días la misma rutina: despertador, desayuno (leche fría con tostadas), ducha (de agua tibia), ropa interior, cinturón de explosivos (despacio), pantalones vaqueros, camiseta y abrigo; paseo por el parque, compra en el hipermercado, nueve vueltas a la línea 2 del metro (abarrotado), comida en restaurante autoservicio, grandes almacenes, película en los cines Rex, cena en restaurante autoservicio; abrigo y zapatos, pantalones vaqueros, camiseta, cinturón de explosivos (despacio), despertador sobre la mesilla, cama desecha, interruptor. La ira, que no me invade.

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Mendigo opulento El 26 de febrero de 2003 encontró una maleta con 50 millones de dólares. Reservó una habitación en el Majestic. Se afeitó la barba. Se duchó, cenó solo en la habitación y durmió en albornoz sobre el suelo. Al día siguiente compró ropa en Dutties y fue a despedirse al comedor social. El resto fue sencillo: coche familiar, chalet en las afueras, calefacción y una mujer diez años más jóven. A pesar de todo seguía siendo un hombre feliz. *********************************************************************************************** A pesar de todo seguía siendo un hombre feliz. Había sido sencillo: una mujer diez años más jóven, chalet en las afueras y coche familiar. El día antes compró ropa en Dutties y fue a despedirse de sus socios. Reservó una habitación en el Majestic. Se afeitó la barba, se duchó, cenó solo en la habitación y durmió en albornoz. El 26 de febrero de 2003 perdió su maleta.

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Morir de frío I. Agustina me lo repitió en un tono suave. Siempre que algo le incomodaba, me lo reprochaba así. Vete ya, Antón, que el autobús no espera. Y me fui. Y me fui sin el abrigo ni los guantes, pero sí con el gorro de lana y los zapatos de invierno. Esperé en la marquesina, solo. Eran las ocho y media de la mañana. Esperé diez minutos. Luego, quince. Luego me senté y recosté mi cabeza contra el esquema de itinerarios. Vi nevar y conté coches (dieciséis). Al final, me dormí y soñé, que era lo que más me apetecía. ******************************************************************************************* II. Hipotermia aguda causada por un tiempo excesivo de exposición al frío. De eso he muerto. Eso escribió el forense en los impresos al terminar mi autopsia. Lo leí con el rabillo del ojo.

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Pasaporte al destierro Una cámara de fotos Kodak Colorsnap, veintitrés comics, una lámina de Kandinski, otra de Miró, una foto naranja de Cerdeña (todos están en la foto, todos), tres pares de calcetines a rayas, siete discos de vinilo (sólo siete), un cojín blanco recién lavado y una manta de Chaouen. Cerró la puerta de espaldas. Lo hizo lento, perezoso. Levantó la caja y caminó hacia la nada.

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¿La normalidad?:

Deslizar un spaghetti entre los labios; pisar charcos con botas katiuskas; un bocado de tortilla (de patata) en la playa; crear pompas de jabón con los dedos y verlas volar; conducir y cantar, cantar y conducir; ver nevar desde la ventana (salir al balcón y recoger los copos con la mano); el mercadillo de los domingos; acariciar el calor de la lumbre en invierno; recibir una carta manuscrita (por correo ordinario); envolver un regalo en miércoles; abrir un regalo en jueves; mojarse sin prisa bajo la lluvia; cocinar una receta propia;

ver comer con placer una receta propia; mirarme al espejo y verme guapo; dormir la siesta a la sombra; un lavado de pelo en la peluquería; desear ver a alguien a quién veré; plantar tomates, recogerlos y comerlos con sal gorda; no verme feo en una foto; llamar al eco; correr y gritar al mismo tiempo; oler una goma de borrar (y no comérmela); el arco iris; un beso suave en el cuello; un beso en el cuello; un fotomatón colectivo; nadar en el mar (temperatura del agua: 26ºC).

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El primer moderno André, a tientas, terminó de encolar. Vamos Gilbert, ya es la última. Y Gilbert lo colocó en la pared y repasó con suavidad las bolsas de aire con su cepillo. Los dos se abrazaron bajo los faroles del Boulevard Saint Michel y lo observaron desde la distancia. André leyó en voz alta: Gismonda Bernhardt, Teatre de la Renaissame. En silencio, André pensó en su mujer, en su bebé de cuatro meses y en el frío. Gilbert recordó el día que conoció a Alphonse Mucha, hacía casi siete años, en 1887. Se sonrieron y sintieron al mismo tiempo que eran parte del inicio de algo.

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Nuevo robo de una obra de arte en el sur de Francia Leo una y otra vez el prospecto publicitario que incluía la caja Mediante el pack de seguridad autoinstalable “CORCIS” es posible controlar no sólo la intrusión al perímetro de la casa sino también la retirada y el abandono de objetos. Ante la detección de una intrusión o la restricción de un objeto previamente definido el sistema autoinstalable CORCIS permite la protección de obras de arte sin necesidad de vitrinas. También leo la crítica que le hizo Tapié en Le Figaró en 1972 A pesar de que hasta 1964 se mostró muy decorativo y las superposiciones de colores no habían predominado en exceso en su obra, en esta composición el artista presenta un plano brillante el que todos los elementos presentes en el cuadro se relacionan entre sí mediante líneas y colores que demuestran su excelente nivel de abstractismo y nos muestran la belleza de lo cromático. Recuerdo Esta vez, y pese a las protestas de mamá, por fin has conseguido subir el lienzo grande del garaje. Aún no tienes las manos manchadas pero ya no nos ves. Hoy te encerrarás en el cuarto del fondo. Mañana también. Y ya no volveré a verte hasta el viernes después del colegio. Lloro

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El sistema Icono de inicio. Mis documentos. Archivo: lunes. Botón derecho. Abrir. Edición. Seleccionar todo. Control + c. Icono de inicio. Microsoft Office Word. Control + v. Archivo. Guardar como. Escribir: martes. Archivo. Guardar como. Escribir: miércoles. Archivo. Guardar como. Escribir: jueves. Archivo. Guardar como. Escribir: viernes. Archivo. Guardar como. Escribir: sábado. Sobrescribir en el texto: día de sol. Archivo. Guardar como. Escribir: domingo. Este programa no responde. Para volver y comprobar el estado del programa haga clic en cancelar. Clickar: Finalizar ahora.

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Los piratas

El frío del alba había asentado la nieve sobre la carretera. El sol no estaba. Lo había buscado durante la primera parte del viaje y no lo había encontrado. El cielo emanaba una luz sin sombras. Los divisé al salir de un túnel. Dos siluetas con sombrero, una de ellas coja. Caminaban por el arcén derecho. Hablaban y gesticulaban. Paré el coche a su lado y me ofrecí a llevarlos al pueblo. Se miraron y aceptaron. El mayor se sentó a mi lado. El cojo, detrás. Rezumaban ron.

- ¿Cómo va la búsqueda? – pregunté. - ¿Qué búsqueda? Desde que no se escriben cuentos de piratas

vagamos por el mundo sin rumbo – respondió el mayor. Ellos sabían que yo lo sabía. Habían venido a buscar el tesoro de la colina blanca, como otros muchos que recogí otros domingos. No pregunté más y viajamos en silencio.

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Ropa de lujo

Quizás, si de tu mano colgara un bolso Luis Vuitton, tus dedos se estilizarían y tus uñas se pintarían de rojo. Quizás, si tus pasos los marcara Prada, el reflejo de los charcos estiraría aún más tus piernas. Quizás, si tu sombrero se llamara Dior, tu cabello no se enredaría. Quizás si tu sonrisa no fuera un puesto callejero de Swarovski, yo aún viviría desnudo, amor.

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La burbuja

Pequeña, diminuta, casi molecular; hija de la tierra carbonatada; única entre muchas en un mismo vaso. La burbuja nace lenta y distraída. Sus iguales la desplazan hacia el abismo con empujones de autobús. La burbuja se desliza en vertical: torpe, valiente. La burbuja no aumenta ni disminuye de tamaño. La burbuja esquiva hielos y rodajas de limón. 31 centésimas de segundo después se desnuda y cede su cuerpo a la atmósfera. Es generosa, la burbuja.

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Entre aplausos (para Andrea Dotti) Excitada, inundada por la felicidad, agité los brazos y mis compañeros salieron al escenario por segunda vez. Nos agarramos las manos y al borde de la tarima saludamos al público. Allí estaba él. Entre las filas 42 y 45, calculé. Sentado entre la masa multicolor que aplaudía cada vez con más fuerza. Sus ojos me miraron, despacio. Supe entonces que para él, yo era excepcional. Supe que conseguiría meterme en su cuerpo y removerle las vísceras. Le invitaré a cenar un Pastrani en Tonis, o mejor, nos escaparemos a Florida este fin de semana, pensé. Andrea se hubiera contentado con lo primero; también con un beso. Pero eso lo supe años más tarde.

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Encadenados al avión - Señor, no les puedo entregar sus tarjetas de embarque. Tenemos

overbooking en su vuelo. Por favor, diríjase al mostrador 76 y allí les asignarán otro vuelo.

No recuerdo de quién fue la idea: de Juanjo, de Pedro o mía. - Atémonos a la cola e impidamos que despegue sin nosotros. - ¿Y las mochilas?. ¿Y las bicis?. - Lo atamos todo al avión y punto. Atravesamos un paso prohibido en la Terminal. Luego, pasillos, puertas, más pasillos y más puertas y llegamos a la pista. Reptamos como un ejército de hormigas hacia el Boing 447. Ningún operario ni personal de cabina lo rodeaba. - Todavía no han embarcado, démonos prisa.

Pedro sacó de su zurrón los pulpos, las cuerdas y los mosquetones. Primero fueron las bicicletas, luego las mochilas y por último nosotros. Las bicicletas y las mochilas quedaron pegadas al armazón; nosotros, pendulantes a menos de un metro del suelo. Esperamos. Y entonces las turbinas se encendieron y el pánico me sacudió. No disfruté del despegue. La idea de una muerte de ciencia ficción me aterró: ojos desencajados, piel desintegrada, sangre a borbotones en la boca. Abrí los ojos. La vista era extraordinaria. Un desierto de nubes infinito. Fuimos paracaidistas de segunda guerra mundial. Cantamos. Pedaleamos para impulsar aún más al avión. Jugamos a las cartas sobre las alas y gané. Nos hicimos astronautas y simulamos arreglar la aeronave.

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Azulejos Azules Escribió todas las canciones en el baño. Sentada en la taza, tumbada en bañera o de cuclillas en el bidé. Muchas veces tenía el pelo mojado o la cara enjabonada. Nunca echó el pestillo porque el vértigo le inspiraba. Oía pasos y bombeaba palabras sin pasar por su cabeza. “¿Todo bien Julia?” Y sus respuestas se convertían en melodías. La inspiración se le acabó para siempre en el momento de poner nombre al disco, así que “Azulejos Azules”, fue su único álbum.

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Los detenidos. Esposados, cabizbajos, sucios y con cara de culpables. Así eran los detenidos en el siglo pasado. Durante más de doscientos años los estados de occidente dejaron consumir sus presupuestos en el llamado “sistema judicial de derecho o de la duda”. Tras la aparición del “sistema de detección de mentes culpables” y su implantación en las zonas urbanas, primero, y rurales, depués, la figura del detenido desapareció del código penal, prevaleciendo en su lugar la figura jurídica de reo.

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Tanto ganas tanto pagas Caminaba sin pensar en casi nada: “Sólo los niños y los tristes los miran: los adoquines mojados. Y mis zapatos pisándolos, uno tras otro, sin dejarles apenas respirar”. Dejaba que la brisa le apretara las mejillas y mojara sus ojos. Al llegar al puente, recordó la tarde en la sala de reuniones: “Nada Juan. No hay nada que hacer. El sistema porcentual impositivo estará en el Decreto lo queramos o no. Es la única salida de la crisis económica que tenemos, al menos, por el momento.” Impositivo, económica, salida, porcentual, decreto. Y él, que desde hacía diez años solo deseaba viajar con sus libros, despertar bajo el sol y cultivar su huerta, se sintió solo.

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Adiós a la luna… Se despidieron sin mirarse. Nos despedimos sin mirarnos. Un verano tampoco es mucho tiempo. Eso es cierto ahora y también lo era entonces. 92 noches completas, tres lunas llenas y tres cuartos crecientes. Y sobre todo 92 noches despejadas y 183 horas junto al telescopio, en el jardín de Don Antonio. Porque a él le obsesionaban los cráteres y los mares lunares. A mi no. Pero yo le acompañaba; me bastaba con bailarle el agua y dejar que me acariciara el pelo. Pero, en ese espacio pequeño que era, y es, un verano, sin quererlo me regalé a mi misma, mis días y mis soles, los de entonces y los que vinieron después.

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La niña milagro

Azul pleno, rojo mejilla, negro paragüas, blanco indecisión, verde extraterrestre, marrón mojado o rosa extrarradio. Nada más nacer, Lucía ya los veía todos. Y su padre, que lo supo a las pocas horas, compró un pantone y se lo dejó en su cuna, junto a la almohada.

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La memoria es un mal testigo

- Testigo cuarto de la acusación. La sala llama a Arthur O´Callaghan. (…)

- Levante la mano derecha, Sr. O´Callaghan. Jura por Dios y por la Constitución de los Estados Unidos de America que dirá la verdad y nada más que la verdad.

- Lo juro. - Jura por Dios y por la Constitución de los Estados Unidos de America

que es consciente de que su declaración será decisiva para el veredicto.

- Lo juro. - Jura por Dios y por la Constitución de los Estados Unidos de America

que queda advertido de que su declaración será una narración ficticia porque lo que ahora usted recuerda no es más que el recuerdo de los hechos que sucedieron hace más de tres años.

- Lo juro. - Este tribunal le concede por lo tanto la posibilidad de no declarar. - Lo rechazo, Señoría. - Siénte entonces, Sr O´Callaghan.

Y antes de empezar a responder a las preguntas del fiscal y a describir como vio con claridad al acusado empuñar la navaja y abalanzarse sobre la víctima, Arthur O´Callaghan recordó sus últimos 1168 desayunos: dos cápsulas de jalea real y un vaso de zumo de zanahoria. Y se sintió buen ciudadano, pleno y con derecho.

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El enigma del domador de objetos

Nadie sabía si era mago, brujo, chamán o simplemente gozaba de la buena casualidad. El vaso siempre cerca de la botella, la lámpara junto al libro, el gorro tras los guantes y el abrigo de lana, las llaves en los bolsillos. Todo su entorno inerte era una compleja maquinaria a su servicio. Nunca dudaba, nunca buscaba. Ahora con la perspectiva del tiempo que creo que todo era cuestión de alineaciones planetarias.

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Cómodos en plena tormenta Para qué vamos a salir, si fuera truena. Pronto olerá a tierra mojada, María. Ella mira al jardín a través del cristal, pero hasta el primer rayo solo ha visto el reflejo de su rostro y de su pelo. Él camina hacia el sofá y se deja caer sobre él, lento. Mientras abre el libro de la mesilla piensa que no lo leerá durante mucho tiempo. Porque en realidad lo que desea es cocinar para ella y son casi las ocho. Ella cruza los brazos con los pulgares hacia dentro de la chaqueta, cierra los ojos por un instante y decide hacerle un regalo. Con pasos cortos María repta hacia la cocina y grita su nombre.

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Entre la tirana y el sabelotodo Dudé. Lorena Estrella era rapaz, amante de los portazos y seca en sus respuestas. Lorena Estrella era energía. Esteban Aguas era ligero, infinito y de palabras llanas. ¿Cómo se definiría? Agradable, perfeccionista y constante. ¿Practica algún deporte? Futbol sierte y tenis, los martes y los vierntes. Lorena Estrella hacía spinning, no deseaba tener hijos y se definía como una persona ambiciosa y terca. Dudé durante una semana y decidí crear a la Lorena.

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La millonaria china y el amante falsario Ming Ue, Brillante Luna, sonreía lánguida mientras miraba los nenúfares del estanque. A su lado, Jiang Li, Rio Hermoso, se explicaba con serenidad. - No soy quien digo ser pero sé quien soy y usted también sabe quien soy. Supongo lo que lo supo desde el principio. Utilicé una abundancia imaginaria para acercarme a sus ojos. De otra forma, usted los habría cerrado y jamás hubiera podido conocerle en plenitud. Yo no quiero su fortuna, Ming Ue. Yo le quiero a usted, Ming Ue. Dígame algo, Ming Ue, aunque sea desde el silencio. Ella lo cogió del brazo y lo tapó con su sombrilla.