CONVIVIR CON LA AMENAZA VULNERABILIDAD Y RIESGO … · A María Elisa, mi madre, por su amor...
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CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS
SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL
CONVIVIR CON LA AMENAZA
VULNERABILIDAD Y RIESGO FRENTE A LOS HURACANES
EN LA CIUDAD DE CHETUMAL, QUINTANA ROO
T E S I S QUE PARA OPTAR AL GRADO DE
MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL
P R E S E N T A
MARÍA N. RODRÍGUEZ ALARCÓN
DIRECTORA DE TESIS: DRA. VIRGINIA GARCÍA ACOSTA
MEXICO, D. F. AGOSTO 2017
A María Elisa, mi madre, por su amor infinito, sus enseñanzas y su bondad. A Jesús, mi padre, por enseñarme a ser una mujer fuerte, independiente y luchadora.
A María Auxiliadora, amiga, hermana y confidente A Venezuela, mi tierra, mis raíces, mi gente. Te extraño, te pienso y te imagino libre.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), por la beca que
me permitió cursar los estudios en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS) sede Distrito Federal. Igualmente, a todo el personal de esa
institución, por su compromiso ético y responsabilidad. Me manera particular a Rogelio
Reyes, gran profesional, siempre dispuesto a colaborar con los estudiantes.
Un especial reconocimiento a la Dra. Virginia García Acosta, su apoyo fue fundamental
en cada una de las etapas de la investigación. Su dedicación, enseñanzas y solidaridad
han sido gran motor para llevar a término este trabajo. A la Dra. María Isabel Campos
Goenaga y al Dr. Raymundo Padilla Lozoya por sus lecturas minuciosas, comentarios y
observaciones que enriquecieron la discusión teórica y el análisis de los datos en fases
previas a la redacción final de la tesis. Al Dr. Carlos Macías Richard por sus
recomendaciones y apoyo durante la estancia de campo en la ciudad de Chetumal.
Mención especial también merecen el Dr. Antonio Higuera, el Dr. Margarito Molina y el Dr.
Gabriel Macías Zapata por las ricas conversaciones, orientaciones y sugerencias,
invaluables para el trabajo etnográfico y la recopilación de información documental.
Gracias infinitas a todos los chetumaleños por su cálida acogida, las largas charlas y
las fotografías personales que con gran cariño y confianza compartieron conmigo. Gente
amable, alegre y sincera. A Karina Rivero y su maravillosa familia, quienes me abrieron las
puertas de su casa y de su corazón.
A Rogelio Altez, colega, maestro y amigo. Me acompañas en cada paso de mi
crecimiento personal y profesional. A mis padres, por su amor infinito, tesón y fortaleza. A
María Auxiliadora, siempre serás mi hermanita, cómplice y confidente. Te quiero gigante. A
mi amada UCV, la casa que vence las sombras, y a mi Venezuela, gracias por tanto.
CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS
SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL
NOMBRE DEL ALUMNO (A): María N. Rodríguez Alarcón
PROGRAMA DE POSGRADO: Maestría en Antropología Social
SEDE: Distrito Federal
PROMOCIÓN: 2015-2017
FECHA DE PRESENTACIÓN
TITULO DE LA TESIS: Convivir con la amenaza: vulnerabilidad y riesgo frente a los
huracanes en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo
DIRECTOR DE TESIS: Dra. Virginia García Acosta
TEMA: Riesgo, vulnerabilidad y desastres
SUBTEMA: amenazas naturales, huracanes
CAMPO TEMÁTICO: Estudio histórico y social de los desastres
CRONOLOGÍA: Siglo XX
PAIS O ESTADO DONDE SE CENTRA EL TEMA: Quintana Roo, México
MUNICIPIO Y/O LOCALIDAD: Chetumal
ABSTRACT
Los habitantes de Chetumal, Quintana Roo, han convivido históricamente con la
manifestación, efectos e impactos de los huracanes. La ubicación geográfica de la ciudad
la sitúa en una zona propensa a sufrir los embates de este fenómeno hidrometeorológico,
pero las pérdidas materiales y humanas que se han producido tras su presencia no se
encuentran en relación directa con las dinámicas de la naturaleza, sino que dependen de
la construcción de escenarios de riesgo y vulnerabilidad frente a los ciclones tropicales.
El proceso histórico que delineó las características actuales de Chetumal ha estado
marcado por una serie de contradicciones en los patrones de asentamiento, uso y
aprovechamiento del entorno. La degradación de zonas de alto valor ecológico, la
contaminación, relleno y desvío de los cursos de agua, la expoliación de bosques y selvas,
han sido las principales consecuencias de las diversas decisiones políticas, así como de
las estrategias económicas que han determinado la configuración de la traza urbana, el
crecimiento demográfico y el despliegue de las actividades productivas. Ello, además, ha
traído como resultado el detrimento de la calidad de vida de la población y la reproducción
de situaciones de inseguridad y peligro frente a los huracanes.
La población ha desarrollado prácticas preparativas y estrategias de adaptación para
sortear los embates de los ciclones, resguardar sus vidas y disminuir los daños materiales.
Las experiencias, traducidas en conocimientos, se han articulado con los avances
tecnológicos y las acciones emanadas de las instituciones gubernamentales. Pero han
faltado esfuerzos orientados a la consolidación de mecanismos de prevención y
transformación de las condiciones generadoras y reproductoras de riesgo. Además, los
procesos de recuperación han estado centrados, fundamentalmente, en la reconstrucción
de infraestructuras públicas y viviendas, en regresar a la “normalidad”, en lugar de incidir
en los factores sociales que han profundizado las situaciones de vulnerabilidad.
“Convivir con la amenaza” da cuenta de la constante manifestación de los huracanes a
lo largo de la historia de la ciudad y de la vida de sus pobladores, así como de las
condiciones materiales y simbólicas que han erigido a ese fenómeno natural como una
amenaza y al contexto social como un escenario de riesgo y vulnerabilidad frente a su
presencia.
ÍNDICE GENERAL
CONTENIDO INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................................. 10
1. Planteamiento general de la investigación ............................................................................................... 10 2. Objetivos de la Investigación .................................................................................................................... 18 3. Relevancia de la temática estudiada ........................................................................................................ 18 4. Estructura de la tesis ............................................................................................................................. 20
CAPÍTULO I. ESTUDIAR LOS DESASTRES: PERSPECTIVA HISTÓRICA Y SOCIAL ................................ 24 Introducción .................................................................................................................................................. 24 1. Antecedentes del estudio de los desastres .............................................................................................. 26 2. Estudio Histórico y Social de los Desastres ............................................................................................. 31 3. Construyendo abstracciones para comprender la realidad: las categorías de análisis en el estudio de los desastres....................................................................................................................................................... 35
3.1. Los desastres y las amenazas ........................................................................................................... 36 3.2. La vulnerabilidad ................................................................................................................................ 42
3.2.1. Vulnerabilidad y pobreza ............................................................................................................. 45 3.2.2. Vulnerabilidad global vs. vulnerabilidad estructural .................................................................... 48
4. Construcción social y percepción del riesgo ............................................................................................ 50 5. Construcción social de la prevención ....................................................................................................... 56
5.1. Cuatro aspectos, un proceso: prevención, preparación, recuperación y mitigación ......................... 57 5.2. Estrategias adaptativas ...................................................................................................................... 62 5.3. Resiliencia .......................................................................................................................................... 64
6. La base empírica de la investigación ........................................................................................................ 67 6.1. Trabajo etnográfico ............................................................................................................................ 68
6.1.1. Premisas iniciales ........................................................................................................................ 69 6.1.2. Dos colonias con relación a una ciudad ...................................................................................... 72 6.1.3. La bola de nieve: acceso a los informantes ................................................................................ 73 6.1.4. La observación directa y los recorridos por la ciudad ................................................................. 75 6.1.5. Entrevistas semiestructuradas .................................................................................................... 76
6.2. La información documental ................................................................................................................ 79 6.2.1. Documentos de archivo ............................................................................................................... 81 6.2.2. Fuentes hemerográficas .............................................................................................................. 82 6.2.3. Algunas precisiones en torno a las fuentes documentales ......................................................... 83
6.3. Construcción y análisis de los datos .................................................................................................. 84 6.3.1. Codificación ................................................................................................................................. 85 6.3.2. Análisis e interpretación .............................................................................................................. 88
7. Reflexiones generales .............................................................................................................................. 89 CAPÍTULO II. LA HISTORIA DE CHETUMAL ES LA HISTORIA DE SUS HURACANES ............................. 91
Introducción .................................................................................................................................................. 91 1. La geografía de Chetumal: una ubicación riesgosa ................................................................................. 92 2. Antes de Chetumal: los huracanes entre los mayas ................................................................................ 95 3. Fundación de Chetumal: antes del hada Janet ...................................................................................... 101 4. La princesa del Caribe y el hada Janet .................................................................................................. 110
4.1. Hilda y después Janet ...................................................................................................................... 112 4.2. Trascender el número de muertos: cambios en el estilo de vida y las actividades productivas ..... 115 4.3. Una coyuntura crítica ....................................................................................................................... 118
5. Después de Janet: Carmen, Mitch y Dean ............................................................................................. 120 5.1. Otros eventos ................................................................................................................................... 133
6. De las casas de madera a las construcciones de “material” .................................................................. 134 7. La parte baja y la parte alta de la ciudad ................................................................................................ 141 8. Reflexiones finales .................................................................................................................................. 145
CAPÍTULO III. ENTRE SOCAVONES E INUNDACIONES: CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y EXPANSIÓN TERRITORIAL DE CHETUMAL ..................................................................................................................... 148
Introducción ................................................................................................................................................ 148
1. Deficiente planeación urbana en Chetumal ............................................................................................ 150
1.1. Incongruencias entre las políticas públicas y la planeación urbana ................................................ 158 2. El problema de las aguas pluviales y el hundimiento del suelo ............................................................. 162
2.1. Flamboyanes y sus inundaciones .................................................................................................... 169 3. Cobertura vegetal, suelo y agua: transformaciones del entorno natural ................................................ 176 4. Reflexiones generales: la expresión territorial de los riesgos ................................................................ 185
4.1. Los peligros cotidianos ..................................................................................................................... 186 4.2. La gente y el conocimiento “técnico”................................................................................................ 188
CAPÍTULO IV. “ESTAMOS ACOSTUMBRADOS” ......................................................................................... 190 Introducción ................................................................................................................................................ 190 1. Cultura de la prevención ......................................................................................................................... 191
1.1. La cultura de la prevención en Chetumal ........................................................................................ 195 1.2. Las experiencias frente a los huracanes ......................................................................................... 200
2. Prácticas culturales entre los chetumaleños .......................................................................................... 206 2.1. Preparación y adaptación ................................................................................................................ 208 2.2. Gestión Integral de Riesgo de Desastres: Procesos de recuperación y reconstrucción ................. 215
3. Percepciones y representaciones de los huracanes .............................................................................. 219 3.1. Janet: recuerdos, relatos y memoria de una ciudad ........................................................................ 222 3.2. San Judas Tadeo: santo patrono de los huracanes ........................................................................ 228
4. Reflexiones generales: ¿Resiliencia? ..................................................................................................... 234 CONCLUSIONES ........................................................................................................................................... 238
1. Un contexto paradigmático ..................................................................................................................... 238 2. Frente a los desastres ............................................................................................................................ 239 3. Vulnerabilidad estructural ....................................................................................................................... 241 4. Los “pequeños desastres” ...................................................................................................................... 242 5. Investigaciones con base empírica ......................................................................................................... 243 6. Estudiar un lugar ..................................................................................................................................... 244 7. Investigaciones pendientes .................................................................................................................... 244
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................................................... 246 1. Libros, capítulos y artículos .................................................................................................................... 246 2. Informes institucionales internos ............................................................................................................ 260 3. Fuentes digitales ..................................................................................................................................... 260 4. Fuentes Hemerográficas......................................................................................................................... 263
ANEXOS ......................................................................................................................................................... 263
ÍNDICE DE MAPAS
CONTENIDO PÁGINA Mapa no. 1. Vista aérea de la colonia Barrio Bravo y del Fraccionamiento Flamboyanes .............................. 15 Mapa no. 2. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal ................................................................... 15 Mapa no. 3. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal ................................................................... 93 Mapas no 4 y 5. Vista aérea del Fraccionamiento Flamboyanes .................................................................. 170
ÍNDICE DE IMÁGENES
CONTENIDO PÁGINA Imagen no. 1. Utilización de la herramienta Excel para la codificación de los datos...................................... 87 Imagen no. 2. Casa tradicional maya en la comunidad de Xchac Hua, Yucatán ............................................ 97 Imagen no. 3. Avenida Héroes entre las décadas de los treinta y cuarenta. Chetumal. ............................... 106 Imagen no. 4. Muelle de Chetumal en la década de los treinta. .................................................................... 106 Imágenes no 5 y 6. Calle Benito Juárez. Chetumal. ...................................................................................... 108 Imagen no. 7. Chetumal tras el paso del huracán Janet (1955) .................................................................... 113 Imagen no. 8. Lo único que quedó en pie tras el paso del huracán Janet (1955) fueron las construcciones de “material”, como la iglesia Sagrado Corazón de Jesús .................................................................................. 113 Imagen no 9. Colonos para Quintana Roo ..................................................................................................... 121 Imagen no. 10. Daños en las casas de maderas tras el paso del huracán Carmen (1974) .......................... 125 Imagen no. 11. Pérdida total del techo del cine Leona Vicario tras el paso del huracán Carmen (1974) ..... 125 Imagen no. 12. Daños causados en vivienda autoconstruida tras el paso del huracán Dean (2007) ........... 132 Imagen no. 13. Daños causados en espacios públicos de Chetumal tras el paso del huracán Dean (2007) 132 Imágenes no. 14 y 15. Casas de Madera en la década de los cuarenta. Chetumal ..................................... 136 Imágenes no. 16 y 17. Maqueta de Payo Obispo .......................................................................................... 138 Imágenes no. 18 y 19. Casas de maderas en Chetumal, Quintana Roo ....................................................... 140 Imágenes no. 20, 21 y 22. Limpieza de terrenos para construir comercios. ................................................. 155 Imágenes no. 23 y 24. Elevación del supermercado Aurrerá con respecto al nivel del supermercado Soriana y de la calle aledaña ....................................................................................................................................... 161 Imagen no. 25. 90 cm de inundación en una zona que cuenta con drenaje pluvial ...................................... 164 Imagen no. 26. Zonas inundadas, alcantarillado obstruido ............................................................................ 164 Imagen no. 27. 75 cm de inundación al interior de una vivienda ................................................................... 164 Imagen no. 28. Marca del nivel del agua en una de las inundaciones: baño ubicado en la planta baja de la casa de LH, colonia Flamboyanes (60cm aproximadamente). ...................................................................... 172 Imagen no. 29. Uno de los “diques” construidos en el fraccionamiento Flamboyanes ................................. 174 Imagen no. 30. Sistema de drenaje para desfogar el agua pluvial. Fraccionamiento Caribe ....................... 181 Imagen no. 31. Vista de una de las áreas de salida del agua pluvial hacia la bahía Chetumal .................... 181 Imagen no. 32. Mueble de cemento para proteger la cisterna de agua ........................................................ 211 Imagen no. 33. Bomba de agua lejana al nivel del suelo ............................................................................... 211 Imagen no. 34. Muebles de cemento en alto para proteger los libros ........................................................... 211 Imágenes no. 35 y 36. Ventanas anticiclónicas ............................................................................................. 211 Imágenes no. 37 y 38. Incremento del nivel del suelo para evitar las inundaciones ..................................... 212 Imagen no. 39. Lámina de zinc incrustada en el poste de madera................................................................ 223 Imagen no. 40. Reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera ................................ 223 Imagen no. 41. Placa que acompaña la reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera ........................................................................................................................................................................ 224 Imágenes no. 42 y 43. La “casa voladora” y la placa que la acompaña ........................................................ 225 Imágenes no. 44. Monumento Renacimiento................................................................................................. 226 Imagen no. 45, 46 y 47. Detalles del monumento Renacimiento................................................................... 226 Imágenes no. 48, 49 y 50. Procesión y misa en acción de gracias a San Judas Tadeo ............................... 230
ÍNDICE DE TABLAS
CONTENIDO PÁGINA Tabla No. 1. Entrevistas y recorridos realizados con los habitantes de la ciudad de Chetumal ..................... 77 Tabla No. 2. Entrevistas y recorridos realizados con funcionarios de instituciones públicas de Chetumal .... 78 Tabla No. 3. Fuentes documentales consultadas ............................................................................................ 80 Tabla no. 4. Documentos históricos consultados en el Archivo General de Quintana Roo, Chetumal ........... 81 Tabla no. 5. Fuentes hemerográficas consultadas .......................................................................................... 82
10
INTRODUCCIÓN
Yo conozco muchos lugares, pero me siento tan parte de aquí y te digo
pensar en irnos porque el ciclón nos vaya a pegar, nunca, nunca se nos
pasó por nuestra mente ¿no? Creo que porque ya lo veíamos tan natural en
nuestra vida. Sabemos que en cada año hay una temporada de ciclones y
que cada año nos puede tocar uno o no nos puede tocar, sí. Lógico que
pedimos que no nos toque, rezamos que no nos toque, pero al Chetumaleño
y a los que ya están arraigados de más de quince, veinte, treinta años, ya no
les preocupa eso del ciclón, si se previene, si toma sus previsiones
pertinentes ¿no? Pero que diga “no, me voy porque es una ciudad de
ciclones”, eso no (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
1. Planteamiento general de la investigación
La frase que titula la presente investigación, Convivir con la amenaza, describe un
aspecto fundamental en la vida de los pobladores de la ciudad de Chetumal, Quintana
Roo: la posibilidad siempre latente de sufrir los embates de uno o varios huracanes
durante la denominada temporada de ciclones tropicales, que inicia el 01 de junio y finaliza
el 30 de noviembre de cada año. Sin embargo, el testimonio de Adrián,1 citado
anteriormente, refleja una opinión que es compartida por muchos habitantes de esta
ciudad. Más allá del temor o la incertidumbre, muchas de las personas han incorporado a
su cotidianidad la persistente presencia de este fenómeno natural. “Estamos
acostumbrados”, “nos preparamos”, “nos prevenimos”, “ya sabemos qué hacer”, son
frases que repiten una y otra vez, y que denotan una convivencia de larga data con los
huracanes.
Aunque Chetumal es una ciudad relativamente nueva, con poco más de un siglo de
vida, su historia se entrelaza con la historia de los huracanes que se han manifestado en
su territorio. La experiencia les ha permitido a los chetumaleños adquirir una serie de
conocimientos y desarrollar diversas prácticas para estar alertas y preparados ante los
posibles efectos de este fenómeno hidrometeorológico, pero no se encuentran exentos de
sufrir los daños que se puedan derivar de los problemas físicos que presenta la ciudad y
que condicionan el impacto de los huracanes sobre la población. Desde su fundación en
1898 hasta la actualidad, se han ido construyendo escenarios de riesgo a desastres
11
vinculados a su ubicación geográfica, así como a los patrones de asentamiento que se
han promovido para atender el crecimiento urbano, y al impacto que esto ha generado en
el entorno natural, que a su vez se traduce en un detrimento de las condiciones de vida de
sus pobladores y, por ende, en un contexto vulnerable.
Esa vulnerabilidad no se expresa en términos monolíticos, sino que refiere un carácter
complejo, multidimensional y dinámico, que tiene que ver con condiciones sociales
históricamente construidas y que, en tal sentido, varían entre las diferentes clases
sociales, e incluso entre los individuos, en el seno de una misma sociedad. Así, la
vulnerabilidad se encuentra asociada tanto a factores exógenos o estructurales: la
inequidad en la distribución de la riqueza, las fuerzas del mercado, el sistema político y la
gobernanza; como a aspectos locales o endógenos: las habilidades, la tecnología, las
redes sociales y las capacidades para movilizar y utilizar los recursos disponibles para
enfrentar condiciones adversas (Gaillard, 2011).
Lo que planteo en esta investigación es, justamente, comprender a partir del estudio
del contexto social chetumaleño, que no todos los sectores sociales o individuos son
igualmente vulnerables, que los fenómenos naturales que se erigen como amenazas para
algunas personas, pueden no serlo para otras o serlo en diferentes formas y magnitudes.
Estos aspectos dependen de procesos de largo aliento que tienen que ver, por un lado,
con el desigual acceso a los recursos disponibles,2 las estructuras económicas, políticas y
sociales, las relaciones entre los grupos humanos y la naturaleza; por el otro, con las
percepciones, representaciones, prácticas y estrategias que han configurado
históricamente contextos marcados por el desarrollo de capacidades diferenciales para
enfrentar y recuperarse de los efectos e impactos de las amenazas naturales.3 Aspectos
1 Se han cambiado los nombres de los entrevistados para mantener sus identidades en el anonimato. Adrián es un
hombre, docente. Nació en Chetumal y ha vivido toda su vida en la colonia Barrio Bravo. El primer huracán “fuerte”
que recuerda es el Carmen (1974). 2 El geógrafo JC Gaillard señala que las necesidades básicas de las personas no se encuentran únicamente vinculadas a la
alimentación, sino que también incluyen alojamiento, ropa, valores culturales y relaciones sociales. La capacidad para
satisfacer esas necesidades depende de los activos o recursos, también llamados capitales. Este autor clasifica tales
recursos en función de lo establecido por The Department for International Development, que ha distinguido cinco tipos:
natural (agua, tierra, bosques, aire), social (redes sociales, parentesco, asociaciones), humano (salud, habilidades,
conocimientos), financiero (dinero en efectivo, ahorros, créditos, joyas u otros objetos de valor) y físico (casas,
infraestructuras, implementos de trabajo, utensilios domésticos); además de los recursos institucionales que incluyen
servicios, información y activos vinculados con el gobierno (Gaillard, 2011). 3 En la presente investigación se establece una distinción entre manifestación, efectos e impactos. Manifestación
entendida como la presencia de algún fenómeno natural, los efectos se derivan de la magnitud de dicho fenómeno (por
ejemplo, en el caso de los huracanes: cantidad de agua, intensidad del viento o lapso de su presencia) y los impactos son
12
como la exposición a ciertos factores ambientales y sociales, la sensibilidad y la
adaptación frente a eventos coyunturales son determinantes en ese sentido, además de
las incidencias que tienen las relaciones de poder, que son inscritas en aspectos
materiales (construcción y planeamiento urbano, por ejemplo) modificando y construyendo
el entorno, cuyo reflejo en la vida diaria constituyen condiciones de vulnerabilidad
(Gaillard, 2011; Oliver-Smith, 2004).
Realicé una estancia en Chetumal de tres meses de duración, entre septiembre y
diciembre del año 2016, que permitió un acercamiento directo a la vida de sus pobladores
y a las características físicas de la ciudad. Fue a través del trabajo etnográfico, del “estar
allí”, que la investigación experimentó algunos cambios, como explicaré en los siguientes
párrafos de manera sucinta y que profundizaré en el capítulo II.
Centrada en dos sectores poblacionales, con diferentes niveles socioeconómicos: un
grupo social en condiciones de pobreza moderada y extrema, y un grupo perteneciente a
la clase media alta de Chetumal, pretendía comprender cómo se han construido
históricamente las condiciones de desigualdad y la manera en que éstas pueden contribuir
o no a la producción, reproducción y profundización de escenarios de vulnerabilidad frente
a la presencia de un fenómeno natural adverso: los huracanes.4 No obstante, partí de la
premisa de que las vulnerabilidades no se encuentran necesariamente asociadas a
escenarios de carencia o fragilidad de los recursos materiales, sino que además
involucran inmunidades subjetivas,5 relacionadas a la creencia de que ciertos grupos
están a salvo de sufrir consecuencias negativas ante la ocurrencia de ciertas amenazas
naturales o que sus procesos de recuperación son más fáciles. En este sentido, fue
fundamental reflexionar sobre los alcances y repercusiones que tienen los actos cotidianos
las consecuencias desencadenadas por los efectos y las condiciones de vulnerabilidad de la sociedad, que se pueden
traducir en daños como pérdidas humanas, de inmuebles, ropa y alimentos (Cuevas Portilla, 2010). 4 Tras la estancia en campo advertí que históricamente han existido inundaciones y estancamientos de las aguas
pluviales en Chetumal, no necesariamente relacionados con el paso de huracanes. La investigación también abordará
esta problemática, igualmente de la mano del análisis de las condiciones de vulnerabilidad y riesgos en la ciudad, pero
sin alejar a los huracanes del foco central de la discusión. 5 Término propuesto por la antropóloga Mary Douglas (1996), quien señala que en actividades que resultan muy
familiares o que, por el contrario, ocurren rara vez, existe la tendencia a minimizar la probabilidad de resultados
negativos, o se subestiman aquellos riesgos que se piensan controlados y las personas se consideran a sí mismas capaces
de arreglárselas, aun cuando los hechos demuestran que no poseen tal capacidad. “Agrupando estas tendencias, el
individuo parece cortar la percepción de los riesgos altamente probables de manera que su mundo inmediato parece más
seguro de lo que es en realidad, y como corta también su interés en los acontecimientos de baja probabilidad, los
peligros distantes también palidecen” (Douglas, 1996: 58).
13
en los procesos de desastre, y de qué manera dichos actos han sido influenciados y/o
transformados por procesos globales que tienen que ver con modelos de “desarrollo”
urbano, vinculados a decisiones políticas e intereses económicos. Fue necesario
identificar, por ejemplo, qué cambios se han producido en los estilos de vida, el territorio y
el paisaje natural como consecuencia del acelerado crecimiento demográfico en Chetumal.
La estancia en el campo se fundamentó en el supuesto de que encontraría colonias
claramente diferenciadas en función de los ingresos económicos de sus habitantes y, si
bien, en cierta medida, la investigación gravitó en torno a dos colonias, las diferencias
entre ambas se encuentran marcadas por aspectos muchos más complejos, que no se
circunscriben exclusivamente al factor económico. De acuerdo con lo percibido durante el
trabajo etnográfico, los criterios bajo los cuales se identifica a una persona como pobre o
rico no parecen estar muy bien definidos. Algunos hablan de la tenencia de la tierra, otros
del material con el cual están construidas sus casas e incluso de la ubicación geográfica
de las mismas, mientras el nivel de ingresos no condiciona de manera unívoca la
pertenencia a un estrato social particular. Hay otras distinciones que también son
escurridizas, por ejemplo, existe una diferenciación entre quién es chetumaleño y quién no
lo es. Muchos migrantes no son considerados “verdaderos chetumaleños”, aunque la
mayor parte de su vida hayan vivido en la ciudad. En los comentarios de las personas es
común escuchar que los “chetumaleños, chetumaleños” son diferentes a los migrantes
procedentes, por ejemplo, de Campeche o Chiapas. Sin embargo, y contradictoriamente,
es una ciudad que se fundó con personas provenientes de Belice y diversas partes de
México.
Por otro lado, sí está presente una clara diferencia entre la nueva y la vieja Chetumal.
Se habla de una parte baja, cercana a la bahía, más antigua, de los habitantes originarios,
y una parte alta, ubicada hacia el norte, más reciente, con nuevos pobladores y fundada
tras el crecimiento que ha experimentado la ciudad en las últimas décadas. Aunque en
términos metodológicos la estancia en campo se centró en dos colonias, Barrio Bravo, de
la vieja Chetumal, y Fraccionamiento Flamboyanes, de la nueva Chetumal, los criterios
utilizados para el trabajo debieron ampliarse, atendiendo precisamente a esta distinción de
14
la ciudad, que emana de las propias percepciones de los sujetos de estudio.6 Además,
tuve la oportunidad de entrevistar a habitantes de otras colonias, con diversas
particularidades en su historia de vida y/u ocupaciones que los hacían atractivos a los
propósitos de la investigación (Mapas no. 1 y no. 2).
En este mismo sentido, el grado de marginación urbana proporcionado por el Consejo
Nacional de Población (CONAPO) y que inicialmente fungió como un elemento importante
para caracterizar a la ciudad y establecer algunos aspectos a priori, durante la estancia en
campo, se develó poco ajustado a la realidad. Es un indicador cuantitativo muy limitado en
cuanto a la complejidad que abarcan los elementos que definen la calidad y estilo de vida
de los chetumaleños, que trascienden los censos y que se articulan con las propias
valoraciones y percepciones de la población, que tienen un carácter más bien subjetivo.
Por ello, continué profundizando en lo sostenido desde el inicio de la formulación del
problema de investigación: resulta diferente examinar, por ejemplo, la relación entre
vulnerabilidad y pobreza a través de los ingresos económicos y las características de las
viviendas, que advertir cómo esas personas por medio de su memoria histórica han
desarrollado conocimientos y prácticas para sortear los embates de los huracanes aún en
medio de condiciones de precariedad. O, por el contrario, evaluar las vulnerabilidades de
los sectores de clase media y media alta únicamente en función de sus altos ingresos y
modernas infraestructuras habitacionales, sin articular esas condiciones con la
urbanización sin planificación, la saturación de los servicios básicos y la degradación del
ambiente; e igualmente con los conocimientos que poseen en torno a la presencia de
huracanes y la posible ocurrencia de desastres.
6 En la práctica, fraccionamiento y colonia son utilizados como sinónimos, sin embargo, las construcciones más
contemporáneas son, en realidad, fraccionamientos. La diferencia radica, justamente, en que ésta última es una
denominación usada por los urbanistas al referirse a una colonia nueva, en donde la tierra ha sido fraccionada,
básicamente en terrenos, parcelas con las mismas dimensiones o muy semejantes. En cambio, colonia refiere a
asentamientos más antiguos sin las trazas urbanas homogéneas, donde las familias generalmente habitan primero
terrenos baldíos y construyen su casa poco a poco según sus posibilidades económicas (Conversación sostenida con el
Dr. Carlos Macías Richard, 19 de septiembre de 2016).
15
Mapa no. 2. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal
Mapa no. 1. Vista aérea de la colonia Barrio Bravo y del Fraccionamiento Flamboyanes
Modificado por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth
Modificado por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth
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A partir de esta serie de planteamientos surgieron las siguientes preguntas de
investigación:
1. ¿Qué factores han incidido en la construcción social del riesgo y la vulnerabilidad
frente a los huracanes en la ciudad de Chetumal?
1.1. ¿Cómo se han transformado históricamente las condiciones de riesgo y
vulnerabilidad frente a la presencia de huracanes, relacionadas con el
crecimiento demográfico y la expansión urbana que ha sufrido Chetumal en los
últimos sesenta años?
1.2. ¿De qué manera ha incidido la reducción de espacios naturales de cuerpos de
agua y cobertura vegetal sobre las condiciones de riesgo y vulnerabilidad?
2. ¿Cómo han convivido históricamente los habitantes de la ciudad de Chetumal con
las manifestaciones, efectos e impactos de los huracanes?
2.1. ¿Qué conocimientos, experiencias y prácticas de prevención, preparación y
adaptación han desarrollado históricamente en su interacción con esta
amenaza natural?
2.2. ¿Cómo son percibidos y representados los huracanes?
3. ¿Qué aspectos facilitan o dificultan a los habitantes de la ciudad de Chetumal la
posibilidad de diseñar y poner en práctica estrategias adaptativas y preventivas que
les permitan mejorar sus posibilidades de enfrentar con éxito las manifestaciones,
efectos e impactos de los huracanes?
Es preciso insistir en que, si bien ciertas características de los sectores sociales que
conforman Chetumal pueden evidenciarse a través de estudios estadísticos o censos
sociodemográficos, otros sólo los pude advertir tras una profunda inmersión en el contexto
correspondiente y a través de un catalizador de análisis particular, en este caso los
huracanes. Como profundizaré en el capítulo orientado a explicar los aspectos
epistemológicos que orientaron la investigación, fue primordial realizar un rastreo de los
principales huracanes ocurridos en la última centuria en Chetumal, sus manifestaciones,
efectos e impactos sobre la población. Los aspectos sociales patentes a través del evento
coyuntural, así como las experiencias narradas desde los propios afectados (entrevistas,
conversaciones informales), conjugados con información histórica y observación in situ,
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permitieron construir un corpus de datos a través del cual analizar las vulnerabilidades y la
construcción social de riesgos a desastres, contrastando información emanada desde
diversas fuentes, así como conjugar las reflexiones teóricas advirtiendo tanto las
perspectivas emic como etic.
En cuanto a la profundidad histórica de la investigación, pretendía trasladarla hasta la
segunda mitad del siglo XX, básicamente por dos razones: la primera se relacionaba con
la presencia y el impacto del huracán Janet (1955), uno de los fenómenos
hidrometeorológicos que se mantiene en la memoria de los chetumaleños debido a los
daños materiales y humanos que se produjeron; la segunda vinculada con el impulso que
el Estado le dio a un programa de colonización dirigida que inició en la década de 1960. A
través de dicho programa se produjo la migración de campesinos hacia el sur de Quintana
Roo y con ella Chetumal recibió personas provenientes de Morelos, Michoacán, México y
Durango. En esos años se produjo, además, la mayor explosión social y económica del
estado, como consecuencia del impulso que el Banco de México realizó a partir de 1967
para transformar el turismo en el país a través de la creación de Centros de Desarrollo
Turístico Integral (Careaga Viliseid e Higuera Bonfil, 2012).
No obstante, la propia dinámica del trabajo de campo, de la mano de un mayor
conocimiento del contexto de estudio y obtención de información más antigua, me obligó a
extender el lapso temporal de la investigación. Encontré testimonios escritos y orales que
datan de la primera mitad del siglo XX, así como notas de prensa, documentos históricos y
bibliografía que develan la importancia de estudiar a la ciudad teniendo en cuenta sus
primeros años de vida, aun cuando el énfasis continúe colocándose en la segunda mitad
de ese siglo. Bajo estas consideraciones, realicé un análisis transversal de los datos
construidos a partir del contacto directo con el campo y la información del pasado extraída
de las fuentes históricas, a fin de comprender en términos temporales amplios las
características actuales que condicionan las amenazas que representan los huracanes
para los habitantes de Chetumal. Una ciudad marcada por un proceso de urbanización
que ha transformado los espacios, las relaciones sociales y la calidad de vida de sus
pobladores, en función de nuevas formas de dominio y apropiación del territorio.7
7 El geógrafo y sociólogo francés Henri Lefebvre (1991) establece una distinción entre dominación y apropiación.
Mientras los grupos hegemónicos se territorializan más por dominación, los pueblos o grupos subalternizados lo hacen
más por apropiación, que tiene una dimensión más simbólica que aquélla.
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2. Objetivos de la Investigación
Desde los aspectos esbozados anteriormente, los objetivos de la investigación se
sintetizan de la siguiente manera:
Objetivo general
• Analizar las diversas condiciones de vulnerabilidad y riesgo frente a los huracanes
(vinculadas a diferentes representaciones, percepciones, prácticas y condiciones
físicas y materiales) que se han construido históricamente en la ciudad de
Chetumal, Quintana Roo.
Objetivos Específicos
o Analizar la relación entre las condiciones de vulnerabilidad y riesgo ante la
presencia de huracanes, y los procesos de transformación y expansión urbana de
Chetumal.
o Analizar las diversas formas en que las diferencias en cuanto a ubicación
geográfica, infraestructura, entorno natural y características poblacionales entre las
partes baja y alta de Chetumal, inciden en las condiciones de vulnerabilidad y
riesgo frente a los huracanes.
o Identificar y comparar las percepciones y representaciones, así como las prácticas y
estrategias de los pobladores de la ciudad que contribuyen a la reproducción,
profundización, disminución o transformación de la vulnerabilidad y la construcción
social de riesgos ante la ocurrencia de huracanes en Chetumal.
o Analizar el diseño e implementación de los programas gubernamentales de gestión
de riesgos, de cara a una constante presencia de huracanes en Chetumal.
o Contrastar las prácticas y estrategias desarrolladas por los habitantes de Chetumal
para enfrentar los huracanes, con los programas gubernamentales de gestión de
riesgo que se han implementado.
3. Relevancia de la temática estudiada
La relevancia de la temática de la tesis responde a dos dimensiones fundamentales,
una vinculada a las particularidades del contexto y a los sujetos de estudio, y la otra
relacionada a los aportes que se proponen a la perspectiva del Estudio Histórico y Social
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de los Desastres. En cuanto a la primera, la relación entre la ubicación geográfica de la
ciudad de Chetumal y la recurrente presencia de los huracanes, así como las experiencias
y aprendizajes emanados de la interacción de sus pobladores con este fenómeno natural,
imprimieron un interés particular a la investigación. Aunque el proceso histórico que
delineó las características actuales del territorio chetumaleño ha estado marcado por la
manifestación de varios huracanes, hasta el momento no he encontrado estudios
orientados a identificar, comprender y reflexionar en torno a las implicaciones que tienen
los efectos e impactos de ese fenómeno natural en aquel escenario social y su
correspondencia con la forma en que se ha ido configurando la ciudad y la forma de vida
de los sectores sociales que la integran.
Asimismo, el sureste mexicano ha sido un terreno poco examinado por los
investigadores interesados en las amenazas naturales, menos aún se han explorado vetas
analíticas desde una perspectiva social y desde la visibilización de las experiencias e
historias de las comunidades que conviven con esas amenazas. El componente
económico prima en los estudios sobre desastres en Quintana Roo, debido a la
importancia que reviste el turismo en las ciudades del norte del estado. En general, la
información que he encontrado se centra en la cuantificación de las pérdidas y los costos
de recuperación y “normalización” de los contextos afectados.
Con respecto a la segunda dimensión, el estudio de las vulnerabilidades frente a los
huracanes apunta a comprender a través de ejemplos concretos, fundados en la realidad
empírica, la compleja gama de factores económicos, particularidades sociales y decisiones
políticas que se vinculan a los daños que se producen tras la manifestación de este
fenómeno natural. Además, mucho se ha reflexionado en las investigaciones sobre
desastres en torno a la vinculación que existe entre la precariedad material y las
condiciones de vulnerabilidad; sin embargo, han faltado esfuerzos por construir
discusiones críticas que, fundamentadas en el estudio etnográfico, permitan demostrar,
cuestionar o matizar dicha vinculación.
Esta investigación supone un esfuerzo por trascender el uso de los términos de
vulnerabilidad y pobreza como si fueran sinónimos, a partir de la incorporación de otros
aspectos que nutran las reflexiones, en lugar de centrarse únicamente en las capacidades
materiales y el nivel de ingreso de las poblaciones afectadas. La vulnerabilidad más que
20
una condición que describe la insuficiencia de recursos económicos es utilizada en el
presente trabajo como una categoría de análisis, colocando en el centro del debate ideas,
muchas veces preconcebidas y prejuiciadas, en torno a la indefensión, incapacidad y
desconocimiento de ciertos grupos sociales frente a las amenazas naturales.
Por otro lado, la identificación y comprensión de las percepciones, representaciones,
prácticas y estrategias de las personas frente a los huracanes, tanto de los habitantes de
Chetumal que carecen de conocimientos técnicos como de los funcionarios de las
instituciones públicas, apunta a construir un estudio del contexto social y de sus
condiciones de vulnerabilidad y riesgo que considere las múltiples miradas que se posan
sobre la realidad. Ello se traduce en un esfuerzo por contribuir a generar una discusión
crítica de los desastres integrado por el conocimiento científico, los programas de ayuda y
las experiencias locales.
4. Estructura de la tesis
El presente trabajo está dividido en cuatro capítulos. En el primero, titulado Estudiar
los desastres: perspectiva histórica y social, delineo las premisas teóricas en las que se
sustenta la tesis. A partir de las herramientas epistemológicas del Estudio Histórico y
Social de los Desastres, ubico las principales categorías de análisis desde las cuales
realicé la discusión e interpretación de los datos, construidos a partir de la información
obtenida durante el trabajo de campo en la ciudad de Chetumal.
Presento una discusión acerca de la transdisciplinariedad en el estudio de los
desastres y los aportes que se han realizado desde la antropología y la historia en este
sentido. Sitúo las dimensiones espaciales y temporales donde se inserta la investigación,
apostando por el uso de la larga duración braudeliana en los estudios antropológicos y las
interrelaciones diacronía-sincronía. En este sentido, el presente estudio se ubica dentro de
los trabajos que apuestan por estudiar los contextos sociales advirtiéndolos en el marco de
un proceso histórico y no en un instante, un “ahora”, que limita la comprensión de las
características de dicho contexto. Aunado a ello, sintetizo los principales aportes que se
han realizado desde el paradigma del Estudio Histórico y Social de los Desastres en el
estudio de eventos coyunturales, más allá de los conocimientos técnicos promovidos
21
desde las “ciencias duras” y describo algunos de los trabajos que sirvieron como
antecedentes a la presente investigación.
Detallo la metodología seguida para la recopilación de la información en campo, tanto
etnográfica como documental. Describo las técnicas empleadas y el tipo de fuentes,
resaltando la importancia otorgada a la compilación y confrontación de datos empíricos
emanados del contacto con los sujetos de estudio y la observación directa del contexto
social, así como aquellos obtenidos a partir de documentos hemerográficos. Expongo las
unidades de estudio y análisis, y los ajustes que sufrieron algunas de las premisas
iniciales de la investigación al contacto con la realidad estudiada. Además, explico cómo
fueron organizados y analizados los datos, a partir de los fundamentos que sustenta la
metodología de la grounded theory.
En el capítulo II, La historia de Chetumal es la historia de sus huracanes, privilegio la
reconstrucción del proceso histórico que delineó las características actuales de la ciudad y
de sus pobladores. Desde una mirada diacrónica explicito cómo se han ido construyendo
las condiciones de riesgo y vulnerabilidad frente a los huracanes, condiciones que se
vinculan con el origen y ubicación geográfica de la ciudad, pero que se han ido
transformando a través de diversos cambios en la interacción con ese territorio. Analizo las
decisiones políticas, las actividades económicas, las migraciones y las formas, materiales
y ubicación de las viviendas en relación con la exposición a la amenaza de los huracanes
y los posibles daños asociados a ello.
Además, a través del rastreo de información histórica enumero y reseño los huracanes
que se han presentado en la ciudad y los daños que se han producido, dándole relevancia
a aquellos eventos que son referidos con mayor ahínco por los habitantes de Chetumal,
articulando la información documental con los testimonios recogidos durante la estancia en
campo. En tal sentido, cuatro huracanes son particularmente importantes en este capítulo:
Janet (1955), un fenómeno profundamente enlazado a la historia de la ciudad y al
recuerdo de sus pobladores; y, más contemporáneamente, Carmen (1974), Mitch (1974) y
Dean (2007).
En el tercer capítulo, Entre socavones e inundaciones: crecimiento demográfico y
expansión territorial de Chetumal, privilegio el estudio de la dimensión material del riesgo,
a partir de las relaciones y prácticas que se desarrollan en torno a la apropiación, dominio,
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construcción y transformación del territorio. El análisis lo centro en la interpretación de los
datos etnográficos, pero sin dejar de vincularlos con otras fuentes de información. La
discusión gira en torno a los cambios que se pueden vislumbrar en el entorno natural y
social actualmente, en la forma como son habitados y vividos los espacios de la ciudad, en
relación con el incremento demográfico y los procesos de urbanización. Para ello, describo
y analizo los patrones de asentamiento, la distribución poblacional, el acceso y uso de los
servicios básicos, así como los efectos de la reducción de cuerpos de agua y de cobertura
vegetal. Retomo las notas de campo realizadas en la observación directa al contexto
estudiado, los testimonios de los propios habitantes de la ciudad e informes internos de la
Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA) de la ciudad, obtenidos gracias al
rapport establecido con los entrevistados.
El último capítulo, “Estamos acostumbrados”, parte de un debate conceptual en torno a
la cultura de la prevención y escudriño en su construcción discursiva desde las
instituciones nacionales e internacionales y la manera cómo ha permeado entre la
población de Quintana Roo y, particularmente, en Chetumal. A partir de esta discusión, la
investigación se interna en el mundo de las percepciones y representaciones, haciendo un
esfuerzo interpretativo que permita comprender cómo son construidos simbólicamente
tanto la amenaza de los huracanes como los riesgos con los cuales conviven los
chetumaleños. Además, advierto la forma en que esas construcciones se concretan en
conocimientos, prácticas de preparación y estrategias de adaptación frente a la persistente
presencia de los huracanes. Finalmente, atiendo a los procesos de recuperación y
reconstrucción de la sociedad, reflexionando acerca de los programas gubernamentales
de ayuda, los procesos organizativos y la solidaridad vecinal y, en ese mismo sentido,
discuto la noción de resiliencia a la luz de los datos empíricos.
En las conclusiones generales retomo algunos aspectos para sintetizar los principales
hallazgos de la investigación. Reflexiono en torno a la necesidad de multiplicar las
investigaciones fundamentadas en el trabajo etnográfico, que contribuyan a complejizar
las discusiones que se realizan actualmente en torno a los desastres. Apunto a la
necesidad de generar debates que trasciendan la academia y desde donde se propongan
alternativas prácticas a los múltiples riesgos que enfrentan millones de personas que
habitan en contextos urbanos, que no cuentan con las infraestructuras que garanticen el
23
resguardo de bienes materiales y vidas humanas. Chetumal constituye apenas un ejemplo
de la compleja y diversa gama de problemas que ha generado la falta de congruencia
entre los llamados “proyectos de desarrollo urbano” y los contextos en los cuales son
impuestos, que se expresa de manera especialmente dramática en las condiciones de
vulnerabilidad de la población, y que colocan en una situación de particular fragilidad a los
sectores más desfavorecidos de la sociedad.
24
CAPÍTULO I. ESTUDIAR LOS DESASTRES: PERSPECTIVA HISTÓRICA Y SOCIAL
La lectura de la realidad que resulta de esta forma de razonar que la cultura occidental ha puesto en práctica, ha aislado, objetiva y sistemáticamente, a la humanidad de la naturaleza; y esta situación dista mucho de ser transformada o advertida. Esto lo testifica la infraestructura académica construida por la razón positivista e instrumental: el conocimiento científico sólo es alcanzado por una actividad sistemática y disciplinaria o, lo que es lo mismo, para reconocer la realidad ha de fragmentarse el conocimiento. Entonces, al dividir al conocimiento, la realidad es dividida, clasificada, atomizada, fragmentada, entendida como un espacio parcelado a la espera de la observación (Altez, 2006: 41).
Introducción
Desde hace casi medio siglo se ha venido incrementando el interés por el estudio de los
desastres, vinculado a las transformaciones que se han estado produciendo en las
dinámicas sociales a nivel mundial. El crecimiento demográfico en las ciudades, las
migraciones masivas, la expansión de la mancha urbana, los cambios en las actividades
productivas han contribuido a complejizar los problemas asociados a la manifestación de
ciertos fenómenos adversos, de carácter natural o social, expresados en mayores
pérdidas humanas y materiales. El Informe de Evaluación Global sobre la Reducción del
Riesgo de Desastres del año 2015 (GAR15), señala que 25 años después de la adopción
del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, por parte de los
Estados Miembros de las Naciones Unidas, y diez años después del Marco de Acción
Hyogo (MAH), no ha habido una reducción significativa del riesgo a desastres a nivel
mundial.8 Las pérdidas económicas se incrementan a un promedio de entre 250.000 y
300.000 millones de dólares estadounidenses al año. Asimismo, en los países de ingresos
medios y bajos, se está produciendo una creciente mortalidad, que puede expresarse en
8 El Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales fue acordado el 11 de diciembre de 1987
partiendo del reconocimiento de las afectaciones negativas de los “desastres naturales” en la vida humana,
infraestructuras y propiedades, particularmente en los países en desarrollo. Por lo cual, la comunidad internacional, con
el auspicio de las Naciones Unidas, prestaría particular atención al fomento de la cooperación en la reducción de tales
desastres (ONU, 1990).
El Marco de Hyogo fue adoptado por 168 gobiernos en enero del año 2005 durante la Conferencia Mundial sobre
Reducción de Desastres (CMRD), celebrada de Kobe, Hyogo, Japón. Se trataba de un plan detallado que abarcaba 10
años de aplicación, orientado a reducir las pérdidas que ocasionan los desastres en términos de vidas y bienes sociales,
económicos y ambientales de los países y al interior de las comunidades (EIRD/ONU, 2005).
El GAR es un informe bianual que desde 2009 ha generado la Estrategia Internacional para la Reducción de Riesgos de
Desastres de la ONU, ISDR por sus siglas en inglés.
25
unos 42 millones de años de vida humana que se pierden anualmente en contextos de
desastres (UNISDR, 2015).
No obstante, reflexionar críticamente en torno a los desastres implica trascender los
análisis constreñidos al número de fallecidos y a la cantidad de recursos económicos
invertidos en los procesos de reconstrucción posteriores al evento coyuntural. Incluso, las
evaluaciones realizadas desde la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del
Riesgo de Desastres en el año 2009 advertían las limitaciones de los estudios centrados
en el costo-beneficio, que se orientan a determinar la cantidad de dinero gastado en la
reposición de edificios o infraestructuras dañados. Se ha puesto de relieve la necesidad de
adoptar medidas para abordar los factores subyacentes al riesgo, tales como los
problemas de planificación y deficiencias en el desarrollo urbano, los medios de vida
rurales vulnerables, la degradación ambiental, la pobreza y la desigualdad (UNISDR,
2015).
El Estudio Histórico y Social de los Desastres tiene sus raíces, precisamente, en los
esfuerzos analíticos de científicos sociales e historiadores, que se han distanciado de las
investigaciones centradas en los aspectos físicos y las soluciones tecnológicas frente a las
catástrofes.9 Desde este paradigma se han definido y discutido caminos epistemológicos
alternativos, con los cuales comprender las condiciones estructurales de las sociedades
como factores determinantes en la ocurrencia de los desastres. En este capítulo esbozo
un panorama general de esos supuestos epistemológicos, que constituyen las
herramientas teóricas y metodológicas que guían la presente investigación.
Sin pretender ser exhaustiva intento ubicar, lo más explícitamente posible, las
principales categorías utilizadas para analizar los datos construidos a partir de la
información recolectada durante el trabajo de campo. Aspectos más puntuales los iré
profundizando en los capítulos siguientes, de acuerdo con la temática principal que cada
uno de ellos aborda. Lo anterior constituye una estrategia metodológica orientada a
entretejer la teoría con la evidencia empírica, que me permita profundizar en la discusión
9 De acuerdo con el antropólogo e historiador Rogelio Altez, “catástrofe es una concepción moderna que supone un
desorden destructor intempestivo”, cuyo uso se da a partir del siglo XIX y coincide con la eclosión de las ciencias. La
noción de desastre tiene una elaboración más contemporánea y en ella se reconoce a la sociedad como corresponsable
del impacto de los fenómenos de la naturaleza, como “productora de vulnerabilidad” (Altez, 2002: 170-171). Sin dejar
de reconocer el contenido semántico que históricamente han tenido ambas nociones, en la presente investigación se
utilizan como sinónimos.
26
de los principales planteamientos que se asoman actualmente en el estudio de los
desastres.
1. Antecedentes del estudio de los desastres
La aproximación material y simbólica de las sociedades hacia el medio ambiente que
les rodea se ha transformado a través del tiempo, de la mano de procesos históricos y
sociales. Transformaciones que se relacionan tanto con el aprovechamiento de los
recursos que el medio ofrece, como con las diversas formas en que se percibe el ser
humano a sí mismo dentro del contexto natural y cómo ese contexto es representado y
aprehendido, subjetiva y concretamente, de acuerdo con el escenario cultural en el cual el
individuo y su sociedad se encuentran inmersos. En el caso de Occidente, en el pasado
las grandes catástrofes “naturales” eran advertidas como actos de Dios, castigos divinos
por un mal comportamiento moral, más que una consecuencia de las propias acciones de
los seres humanos sobre el entorno (Smith y Petley, 2009). Así, antes de la modernidad la
lectura de los fenómenos de la naturaleza se fundamentaba en el texto bíblico y el
discurso evangelizador, no se pretendían interpretar ni comprender críticamente:
Si los fenómenos naturales tenían consecuencias positivas, siempre serían vistos como bendiciones divinas a las que tendrían que estarles eternamente agradecidos, si sus consecuencias resultaban negativas, se trataba entonces de una calamidad pública. Rogativas, plegarias y procesiones salían al paso para calmar la ira de Dios, el cual siempre tenía razones bien fundadas para castigar a los desobedientes pecadores. La naturaleza operaba entonces como una doble articulación divina: bendiciendo por un lado y ordenando por el otro (Altez, 2006: 64).
Esta perspectiva alentaba la aceptación de los desastres como acontecimientos externos
e inevitables. Con la conquista y colonización del continente americano, a la par de estas
visiones fatalistas, se inició un proceso de alienación sistemática de la naturaleza y se
comenzaron a sentar las bases de la dicotomía naturaleza/cultura. Tras la expansión
europea y las ideas ilustradas creció el interés por la búsqueda del conocimiento
sistemático a través del método experimental como la principal herramienta de
aprehensión de la realidad concreta (gracias a la explotación económica), y abstracta,
(mediante una “distancia objetiva” que intermedia entre los seres humanos y la naturaleza
que les rodea). Comienza un camino de consolidación de una lógica de abstracción, que
27
interviene entre la naturaleza objetivada y el sujeto, generando una escisión hermenéutica
con la realidad (Altez, 2006).10
En ciertos casos, por ejemplo, el de las tierras frecuentemente inundadas, desde hace
más de 4.000 años comunidades del Medio Oriente desarrollaron prácticas para enfrentar
las épocas lluviosas, más que aceptar de forma pasiva “la voluntad de Dios”. A través de
esfuerzos organizados se construyeron las primeras presas de río y, más tarde, se dan los
intentos iniciales para proteger los edificios contra los sismos (hace unos 2.000 años).
Desde estas tempranas prácticas comenzó el desarrollo de la ingeniería civil y las ciencias
de la tierra, incrementando su importancia hacia el siglo XVIII cuando el término de
“ingeniería civil” fue acuñado formalmente por oposición a la “ingeniería militar”. Sin
embargo, estas ciencias condujeron a respuestas más que nada estructurales frente a las
dinámicas de la naturaleza, hasta finales del siglo XIX cuando se incorporaron otras
medidas como la previsión meteorológica y las advertencias sobre tormentas (Smith y
Petley, 2009).
En Occidente y sus periferias, las ideas en torno a la providencia y los castigos divinos
permanecieron vigentes hasta el momento que surgió una concepción más utilitarista del
entorno. Un profundo pesimismo, arraigado en el cristianismo, impregnó el entendimiento
de los males que afectaban la realidad cotidiana. Rogativas, procesiones, oraciones,
sermones, conjuros y exorcismos eran los remedios considerados eficaces para luchar
contra las desgracias (Alberola Romá, 2003; García Acosta, 2017). Esta vinculación de los
desastres con la ira del Ser Supremo cambiaría entre mediados del siglo XVIII y principios
del siglo XIX, teniendo como sus principales alicientes el sismo ocurrido en Lisboa en el
año 1755, la Revolución Francesa y los inicios de la Revolución Industrial (García Acosta,
2005). Para esta época la ciencia y la filosofía se volcarían hacia una representación de
los seres humanos como ontológicamente distintos de la naturaleza, produciendo una
escisión entre ambos: los seres humanos dejan de vislumbrarse como parte integral del
10 Se trata de un desplazamiento epistemológico de la manera como se concibe el individuo, efecto de un proceso de
vasta complejidad que trastocó las visiones del mundo y la relación naturaleza-cultura. La naturaleza a la vez que es
comprendida, es decir, construida formalmente como una fuerza de trabajo, es concebida como un medio de producción
y en ese sentido, objetivada (Altez, 2000). El antropólogo francés Philippe Descola ha señalado que “en la actualidad,
muchos antropólogos e historiadores concuerdan en que las concepciones de la naturaleza son construidas socialmente y
varían de acuerdo con determinaciones culturales e históricas, y, por lo tanto, nuestra propia visión dualista del universo
no debería ser proyectada como un paradigma ontológico sobre las muchas culturas a las que no es aplicable” (Descola,
2001: 101).
28
medio natural y pasan a definirse desde la cultura. Estos acontecimientos ocasionarían un
cambio en la percepción de los desastres, una transformación paradigmática.
La Ilustración impulsó la racionalidad científica que, mientras plantea la superación de la
ignorancia y la barbarie, asume que las dinámicas sociales y naturales siguen leyes que
se pueden medir, calcular y predecir. Se consolida entonces la idea de las catástrofes
como actos de la naturaleza (Altez, 2006; Padilla Lozoya, 2014a). Así, la modernidad vino
acompañada de una eclosión científica, que produjo un desplazamiento progresivo de la
responsabilidad simbólica del cristianismo sobre el discurso occidental a través de los
cambios tecnológicos. Aspectos materiales, de la realidad concreta, produjeron cambios
en la realidad abstracta. Sin embargo, aún no se reconocía de forma clara la
responsabilidad de las sociedades en las pérdidas y fue entonces cuando se pasó de un
Dios castigador a una naturaleza feroz y culpable de los desastres “naturales” (Oliver-
Smith, 2002; García Acosta, 2005; Altez, 2006). Pero, en aquel entonces ya Rousseau
advertía que los desastres no eran responsabilidad de la naturaleza y que los seres
humanos eran los causantes de los daños derivados de la ocurrencia de los fenómenos
adversos, como lo explícita al referirse, precisamente, al sismo de Lisboa en su célebre
carta enviada a Voltaire:
La mayoría de nuestros males físicos son obra nuestra. Teniendo el caso de Lisboa hay que considerar que si no hubiera habido 20 mil casas de 6 ó 7 pisos, y que si los habitantes de esta gran ciudad hubieran estado mejor y más ligeramente distribuidos, el daño hubiera sido mucho menor y quizás incluso nulo, como si nada hubiera ocurrido (Rousseau en García Acosta, 2005).
Hasta mediados del siglo XX continuó una visión limitada de las interacciones entre los
seres humanos y los fenómenos de la naturaleza. Surgió para entonces el paradigma del
comportamiento, propuesto por Gilbert White, un geógrafo estadounidense que volcó sus
investigaciones a señalar que los peligros ambientales no son eventos únicamente físicos,
sino que están relacionados a decisiones individuales orientadas al asentamiento e
intervención de terrenos inadecuados. Introdujo la propuesta de ecología humana y en
estos análisis cuestionó si realmente existían las amenazas “naturales”. Este enfoque
abarcó más tarde aspectos tecnológicos y se centró fundamentalmente en los países más
desarrollados. Además, bajo este paradigma los ingenieros construyeron estructuras
diseñadas para controlar las fuerzas más perjudiciales, mientras que los científicos
sociales se orientaron a la reducción de desastres a través de “ajustes” humanos, tales
29
como ayuda post-desastre y mejor planificación del territorio ocupado (Smith y Petley,
2009). Desde este paradigma la atención se centraba en la recuperación, en la respuesta,
que de alguna manera significaba que lo determinante en las investigaciones seguía
siendo la amenaza.
Los antropólogos a mediados del siglo XX en particular utilizaron el estudio de eventos
naturales como un pretexto para analizar el cambio social. A diferencia de los sociólogos,
aquellos se encontraban más interesados en lo ocurrido en aspectos específicos de la
cultura, examinados a través del uso de métodos y técnicas propias de su campo. Más
tarde, durante los años setenta, se volcaron hacia el desarrollo de investigaciones donde
destacan las aportaciones de trabajos historiográficos que, sin estar centrados en los
desastres, fungieron como antecedentes importantes en las investigaciones de
antropología al respecto (García Acosta, 2004).
Es en esta década cuando surgió el paradigma del desarrollo, como una alternativa
basada en las experiencias de latitudes menos industrializadas del mundo, donde los
desastres crearon impactos particularmente severos, incluyendo muchas pérdidas de
vidas humanas. El eje de las investigaciones pasó de centrar su atención en las amenazas
naturales a concentrarse en los desastres y de los países más desarrollados a los menos
desarrollados, estudiando la relación entre el subdesarrollo y los desastres, concluyendo
que la dependencia económica incrementaba la frecuencia y el impacto de las amenazas.
“La vulnerabilidad humana -una característica de las personas más pobres y más
desfavorecidas del mundo- se convirtió en un concepto importante para comprender la
magnitud de los desastres” (Smith y Petley, 2009: 5). Fue bajo este paradigma que la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó el Decenio Internacional para la
Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN) entre 1990 y 1999.
Fue justamente en la década de los noventa cuando se creó La Red de Estudios
Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED), organización que nació
a partir del reconocimiento de diversos investigadores de que los desastres en este lado
del globo han sido resultado de la articulación entre el incremento demográfico, los
procesos de urbanización, el aumento de la pobreza y los problemas tecnológicos en
viviendas e infraestructuras de servicios (García Acosta, 2005). Además, surgió el
denominado Estudio Histórico y Social de los Desastres con la publicación del primero de
30
tres volúmenes de la obra Historia y Desastres en América Latina, coordinada por la
historiadora y antropóloga Virginia García Acosta. A partir de estos trabajos se realizaron
esfuerzos por afinar herramientas teóricas y metodológicas, que permitieran estudiar
desastres del pasado con una perspectiva social y advertidos como resultado de procesos
históricos. Más contemporáneamente, estos estudios han tomado particular interés por los
procesos de recuperación y reconstrucción, abonando a debates en torno a las nociones
de mitigación y resiliencia. Igualmente, han volcado la mirada hacia la interacción material
y simbólica de las poblaciones afectadas con el entorno tanto natural como construido, y a
las estrategias preventivas y adaptativas que, en algunos casos, se han desarrollado para
convivir con las amenazas que representan ciertos fenómenos de la naturaleza.
En ese mismo sentido, en los últimos años se ha abordado el paradigma de la
complejidad, que postula que las amenazas y los desastres son dos lados de la misma
moneda. Ninguno puede ser comprendido o explicado únicamente desde el punto de vista
de la ciencia física o de las ciencias sociales. Además, advierte que las amenazas y los
desastres están inextricablemente ligados a los cambios ambientales globales. La
perspectiva denominada mitigación sostenible de las amenazas por Mileti y Myers (1997) y
paradigma de complejidad por Warner, Waalewijn y Hilhorst (2002), pretende ir más allá
de la reducción local de pérdidas a corto plazo, basada en “soluciones rápidas” y apunta
tanto a la aplicación de respuestas ingenieriles, de planificación y distribución de ayuda
humanitaria, como a la necesidad de abordar todas las amenazas sociales y ambientales
modernas, que afectan tanto a ámbitos rurales como urbanos (Smith y Petley, 2009: 5).
No obstante, es necesario que insista en que estas transformaciones paradigmáticas
no implican que, en la actualidad, el conocimiento científico y el pensamiento occidental
hayan desechado la apreciación de los fenómenos naturales como los responsables de las
“calamidades” y de los seres humanos como víctimas. Aun cuando se han producido
cambios importantes, en muchos casos persisten ideas, percepciones y representaciones
que permean los conocimientos y prácticas de los funcionarios de las instituciones
públicas y que reproducen la interpretación de los eventos de la naturaleza como
desastres “naturales”, limitando las posibilidades de incidir de manera profunda en la
comprensión y atención a las condiciones de vulnerabilidad y riesgo, principales
responsables del incremento de los daños provocados.
31
2. Estudio Histórico y Social de los Desastres
Las investigaciones que parten del Estudio Histórico y Social de los Desastres se
encuentran dirigidas a reconstruir, analizar e interpretar los contextos humanos desde una
dimensión histórica y con una perspectiva social, a través de la identificación y
comprensión de uno o varios fenómenos, naturales y/o antropogénicos, que articulados
con las particularidades de dichos contextos dan como resultado un desastre. Se trata de
advertir la coyuntura como resultado de procesos sociales, utilizándolo como hilo
conductor del análisis, sin reducir su aprehensión a una mera narración o descripción de
acontecimientos, ni centrar la atención exclusivamente en el evento resultante. Este
paradigma nace a partir del reconocimiento de los científicos sociales de la necesidad de
advertir los condicionantes históricos que han generado los desastres y que han
incrementado la vulnerabilidad de las sociedades expuestas a diferentes amenazas
naturales. Más allá de un telón de fondo, la dimensión histórica invita a profundizar su
análisis en el marco de un proceso, en toda su complejidad (García Acosta, 1996).
Como lo explica García Acosta (1996; 2004), la carencia de herramientas teóricas y
metodológicas que permitieran desplegar investigaciones históricas sobre desastres desde
una perspectiva social limitó durante mucho tiempo su desarrollo, pues ya las ciencias
sociales desde varias décadas atrás y desde diferentes latitudes habían asomado
propuestas para estudiar los desastres en el presente. Por lo cual, en el despliegue de
este paradigma, denominado el Estudio Histórico y Social de los Desastres, tuvo un papel
fundamental la proximidad cada vez mayor entre la antropología y la historia, abonando a
la propuesta de Fernand Braudel en torno a los estudios enmarcados en la larga duración.
Es decir, a partir de análisis que atiendan a la conjugación diacrónica-sincrónica en el
estudio de los contextos sociales y en la búsqueda por advertir los cambios y
continuidades que han delineado dichos contextos.
La diversidad ha sido uno de los elementos básicos que han dirigido las
investigaciones antropológicas, haciendo esfuerzos analíticos por evitar el reduccionismo,
el esencialismo y los postulados tendientes a negar la heterogeneidad de los grupos
humanos. La dimensión histórica revela, justamente, diferencias sustanciales en la
construcción de las particularidades culturales de los diversos escenarios sociales.
Entonces, articular historia y antropología en las investigaciones sobre desastres, más que
32
un trabajo de cooperación y colaboración conjunto, constituye uno de los aspectos claves
que permiten complejizar las miradas que se posan sobre la realidad, apuntando a una
comprensión mucho más inclusiva de los contextos estudiados.
La dialéctica de la duración es un aspecto fundamental que, procedente de los tiempos
de la historia, debe considerarse en estas investigaciones, pues la temporalidad resulta
indispensable para el establecimiento de una metodología de las ciencias del “hombre”.
Sin embargo, ello no implica una historia de los acontecimientos, sino una historia de larga
duración, que supera lo episódico, lo instantáneo y advierte las estructuras que subyacen
a las prácticas, realidades y masas sociales, que constituyen límites de los que el ser
humano y sus experiencias no pueden desligarse. Se trata de advertir la duración social,
que constituye tiempos múltiples y contradictorios de la existencia de las poblaciones, que
no hablan sólo del pasado, sino que son parte esencial de la vida social actual (Braudel,
1986).
…historia, ciencia del pasado, ciencia del presente. La historia, dialéctica de duración, ¿no es acaso, a su manera, explicación de lo social en toda su realidad y, por tanto, también de lo actual? Su lección vale en este aspecto como puesta en guardia contra el acontecimiento: no pensar tan sólo en el tiempo corto, no creer que sólo los sectores que meten ruido son los más auténticos; también los hay silenciosos (Braudel, 1986: 82)
Al asumir la larga duración el estudio de los fenómenos sociales se aborda desde una
perspectiva sustancialmente diferente. Se trata de un giro en el estilo, la actitud, el
pensamiento, es decir, una nueva concepción de lo social. Implica trascender lo
espontáneo, el tiempo corto y familiarizarse con otro tiempo, un “un tiempo frenado” como
lo define Braudel, volviendo con “…otros ojos, cargados de otras inquietudes, con otras
preguntas” (Braudel, 1986: 74). En el caso de los desastres, comprende aprehenderlos a
partir una escala temporal mayor, pero a la vez identificándolos con las condiciones
particulares de un contexto y con una amenaza específica, su manifestación, efectos e
impactos (García Acosta, 2004: 134).
Asimismo, el énfasis colocado en la larga duración advierte la necesidad de superar la
noción de ciclo, donde el desastre es fragmentado en tres momentos: antes, durante y
después. Ello, debido a que esta perspectiva ha orientado las investigaciones a buscar
soluciones sistémicas, reproduciendo nociones como las de sistemas de atención y
emergencia, sistemas de defensa o protección civil, sistemas de gestión de riesgo.
33
Siguiendo al antropólogo e historiador venezolano Rogelio Altez (2009a), una verdadera
transformación epistemológica requiere trascender el paradigma empírico-funcionalista y
recurrir a una nueva perspectiva analítica, que advierta los procesos de construcción
histórica y social del riesgo y donde la vulnerabilidad, más que un “acumulado”, sea
aprehendida desde su reproducción y transformación en el tiempo.
Igualmente, se han realizado esfuerzos críticos por distanciarse de las raíces
colonialistas de la noción de desastres “naturales” y las estigmatizaciones del llamado
“Tercer Mundo”. El historiador australiano Greg Bankoff (2001), ha señalado que se trata
de un término que generalmente se relaciona con los lugares donde más frecuentemente
ocurren fenómenos naturales, incorporándolo a un discurso que contrapone estos lugares
a otras áreas consideradas “seguras”, generando un entendimiento implícito de “ellos”
como opuestos a “nosotros” a través de caracterizaciones de la tierra y el clima,
catalogados de peligrosos para la vida humana. Sin embargo, no se cuestionan las
razones estructurales que ocasionan una desproporcionada incidencia de los desastres en
el mundo no occidental. Estos aspectos también han sido expresados en términos de
“sociedades vulnerables” a las amenazas, pero el concepto de vulnerabilidad denota
factores mucho más complejos que predisposiciones climáticas o regionales a los eventos
físicos.
En este sentido, desde el Estudio Histórico y Social de los Desastres los fenómenos
naturales y los desastres dejan de ser utilizados como sinónimos, considerando a estos
últimos como el resultado de la confluencia entre un fenómeno natural peligroso y una
sociedad o contexto vulnerable, por lo que su comprensión pasa por un estudio profundo
de las condiciones en las cuales se presentó el fenómeno y se produjo la coyuntura.
Asimismo, se reconoce que los desastres develan circunstancias críticas que engloban
aspectos sociales, económicos, políticos y ambientales, que se encuentran presentes en
la sociedad antes de que dichos desastres se materialicen. Aunado a ello, se advierten
acciones y actitudes de los grupos sociales afectados, así como sus capacidades de
recuperación (García Acosta, 1996).
Ya en la década de los ochenta el geógrafo canadiense Kenneth Hewitt, en su obra
titulada Interpretations of Calamity (1983), propuso la definición de enfoque dominante,
como una manera de identificar las perspectivas emanadas de las ciencias naturales,
34
ingeniería y arquitectura que se orientan hacia un entendimiento netamente físico de los
fenómenos naturales, proponiendo soluciones tecnológicas y centradas en los impactos
socioeconómicos de los desastres. En este enfoque los procesos de intervención se
orientan, generalmente, a volcar la mayoría de los recursos económicos a volver a la
“normalidad”, a las mismas condiciones existentes antes de la ocurrencia del evento
coyuntural.
En el mismo texto, Hewitt propone el enfoque alternativo, centrado en los factores
sociales del riesgo y los desastres, en la manera como las personas los evalúan, por qué
ocurren y cómo son percibidos por la sociedad. En la publicación de su obra Regions of
Risk (1997) profundiza en este enfoque y desarrolla la perspectiva de la vulnerabilidad,
que señala que el riesgo deber ser advertido en su relación de dependencia con las
condiciones sociales. La sociedad, más que la naturaleza, decide quienes están más
expuestos a las amenazas y quienes carecen de defensas contra ellas. Hewitt (1997),
explica que las interpretaciones sobre riesgo deben reconocer que los desastres
dependen del orden social, de las relaciones cotidianas entre los seres humanos y el
medio ambiente, así como de las circunstancias históricas que explican las formas cómo
se configuran y transforman dichas relaciones.
En líneas generales, el Estudio Histórico y Social de los Desastres se centra en la
investigación sistemática de las catástrofes. Para ello, se han ido delineando una serie de
categorías analíticas que se nutren del mundo real y es justamente por eso que no existen
definiciones únicas e inamovibles dentro de la literatura orientada al tema. Sin embargo,
ello ha contribuido a complejizar las discusiones académicas y a afinar la mirada sobre
nociones y conceptos desde los datos construidos a partir de la información obtenida en
documentos históricos y/o trabajo etnográfico (Oliver-Smith y Hoffman, 2001; Altez, 2006;
2016; García Acosta, 2004). En la medida en que el conocimiento no es producido de
manera aislada, sino que se desprende de una forma específica de acercarse a la realidad
empírica, a los procesos sociales, en esa misma forma se han multiplicado y
complejizados los problemas de investigación que se plantearon inicialmente en el estudio
de los desastres.
35
3. Construyendo abstracciones para comprender la realidad: las categorías de
análisis en el estudio de los desastres
Los estudios sobre desastres desde las ciencias sociales han venido desarrollándose
desde hace más de siete décadas. Durante este tiempo se han enriquecido las
discusiones teóricas y las aproximaciones empíricas, gracias a la contribución de muchos
investigadores que han trabajado en diferentes latitudes. Ello ha ocasionado la
emergencia de múltiples categorías de análisis, conceptos y definiciones, lo cual es
indicador de que la vitalidad intelectual no depende necesariamente de un acuerdo
conceptual, como lo afirmó el antropólogo Anthony Oliver-Smith (1999) en su momento,
pues llegar a un consenso en cuanto a la definición de términos es menos importante que
clarificar nuevas perspectivas, problemas y áreas de exploración.
En el caso del Estudio Histórico y Social de los Desastres, aun cuando se trata de un
paradigma con pocos años de vida, la multiplicación de las investigaciones realizadas
desde sus criterios epistemológicos, con particular énfasis en América Latina, han logrado
construir y discutir diversas nociones con las cuales aprehender críticamente a los
procesos históricos de construcción de contextos sociales, utilizando como catalizador de
análisis a los eventos desastrosos. Además, dichas categorías se han alimentado no sólo
de la relación entre antropología e historia, sino que han encontrado asidero en un
discurso y una práctica verdaderamente transdisciplinaria:
En el Estudio Histórico y Social de los Desastres, además de las categorías propias de la investigación histórica y el análisis social, se utilizan también categorías procedentes de ese universo transversal de conocimientos que supone el estudio de los riesgos, las amenazas y las vulnerabilidades, cuyo origen está anclado a un proceso plural de aplicaciones múltiples con base en diferentes disciplinas y ámbitos científicos. Es, de por sí, un discurso transdisciplinario, pero al mismo tiempo es un discurso en formación, una plataforma discursiva no acabada (Altez, 2016: 22).
De acuerdo con Altez (2016), las nociones que son propias de este espacio de
conocimiento apuntan más hacia una propuesta categorial que a un “marco” conceptual,
pues no se encuentran orientadas a constreñir sino a generar una plataforma teórica
genuinamente transversal. Además, provienen de una revisión tanto intensiva como
extensiva, que dependen de las perspectivas y fines prácticos de cada investigador. En
este apartado me centraré en esclarecer y precisar esas categorías, que fungirán como los
principales instrumentos de análisis de los datos empíricos de la presente investigación,
reconociendo los desafíos que se presentan al abordar nociones en torno a las cuales no
36
hay acuerdos en cuanto a sus definiciones.11 De allí, la importancia de la
complementariedad de los diversos enfoques que son manejados por los especialistas en
el estudio de los desastres.
3.1. Los desastres y las amenazas
Un ejemplo claro de los desafíos que enfrentan los investigadores se relaciona con la
categoría misma de desastres. Ya he asomado al inicio de este capítulo cómo se ha
transformado a lo largo de los últimos siglos la forma como eran aprehendidos. Ello no ha
cambiado en la actualidad y múltiples eventos y/o procesos continúan siendo
coloquialmente denominados como desastres, incluso existe una diversidad de
aplicaciones literarias y populares del término, abarcando conceptos, definiciones, hechos,
fenómenos, metáforas y alusiones que quebrantan la precisión, claridad y simplicidad del
término, generando desafíos gigantescos para la investigación científica.12
Desde el Estudio Histórico y Social de los Desastres se han realizado numerosos
esfuerzos por deslastrar las definiciones que colocan a los desastres como sinónimos de
fenómenos naturales, aquéllas que advierten el evento físico como si fuera en sí mismo la
catástrofe. Aunque no existe una única definición, los trabajos que parten de esta
perspectiva teórica coinciden en afirmar que los desastres no son el resultado de factores
exógenos, cuyas consecuencias dependen de las dinámicas de la naturaleza. Más bien,
su desencadenamiento y evolución tienen que ver con factores de orden interno, propios
de las sociedades, donde las condiciones de existencia, manifiestas en una creciente
vulnerabilidad y reproducción de situaciones de riesgo, son las responsables de dichos
desastres.
Pero ¿por qué ocurren los desastres? La historia de los seres humanos en el planeta
ha estado caracterizada por procesos de adaptación al medio ambiente, buscando
satisfacer sus necesidades a través de los recursos naturales, mientras minimizan los
11 La existencia de la palabra no supone la función de su contenido en un sentido universal, pero las categorías de
análisis si tienen un contenido semántico que siempre es teórico, determinado por su contexto, comprometido o adscrito
a un discurso. “Ello lleva a comprender que lo que significó una noción siglos atrás, no necesariamente ha de significar
lo mismo en la actualidad” (Altez, 2002: 171). 12 Teniendo en cuenta, claro está, que esos mismos usos e interpretaciones dicen algo de las poblaciones afectadas, de
sus formas de percibir y representar los eventos coyunturales, otorgando información con la cual comprender el mundo
de significaciones que se despliega dentro de las sociedades para darle inteligibilidad a los desastres (Oliver-Smith,
2002).
37
peligros que el entorno representa. A través del conocimiento adquirido gracias a la
experiencia, durante extensos períodos de la vida en la Tierra se ha logrado encontrar un
equilibrio y aunque había riesgos se podían mantener dentro de límites aceptables. La
fractura de dicho equilibrio trae como resultado los desastres. Como lo señalé
anteriormente, este desequilibrio puede ser explicado en parte por la presunción
occidental de que el entorno natural debe ser utilizado y explotado para satisfacer los
intereses del ser humano, lo que ha conllevado a las crisis ambientales que existen en la
actualidad. Otra explicación se encuentra en las formas de crecimiento económico que
han regido desde la Revolución Industrial, que han conducido a rápidos cambios de las
sociedades, la urbanización a espaldas de la preservación del ambiente, el
empobrecimiento de amplios sectores de la población y la búsqueda de ganancias para
unos pocos (Lavell, 2000b).
Una definición de desastre que me parece particularmente esclarecedora es la
propuesta por el geógrafo británico Allan Lavell:
Un desastre comprende un contexto y proceso social que se desencadena como resultado de la manifestación e impacto de un fenómeno físico de origen natural, socio-natural o antropogénico que, al encontrar condiciones propicias de vulnerabilidad en una población y debilidad, fragilidad o falta de resiliencia en su estructura productiva e infraestructura, causa alteraciones intensas, graves y extendidas en las condiciones normales de funcionamiento de la sociedad afectada, las cuales no pueden ser enfrentadas o resueltas de manera autónoma utilizando los recursos disponibles por esta unidad social. Estas alteraciones están representadas de forma diversa y diferenciada, entre otras cosas, por la pérdida de vida y salud de la población; la destrucción, pérdida o inutilización total o parcial de bienes, producción y formas productivas de la colectividad y de los individuos, así como daños severos en el ambiente, requiriendo de una respuesta inmediata de las autoridades y de la población para atender a los afectados y reestablecer umbrales aceptables de bienestar y oportunidades de vida (Lavell, 2006).
La definición anterior contiene varios elementos que se irán aclarando a medida que se
vaya profundizando en las demás definiciones utilizadas en la investigación, por ejemplo,
los tipos de amenazas, derivadas de los diferentes fenómenos físicos que Lavell refiere
como natural, socionatural y antropogénico, además de categorías como vulnerabilidad y
resiliencia. En el caso de las amenazas, ya he señalado que denota “…todo aquello que
se presenta ante una sociedad como potencialmente peligroso” (Altez, 2006: 28). Son
“…condiciones latentes que significan una desestabilización potencial, toda vez que lo
susceptible de desestabilizarse se trate de un contexto vulnerable” (Altez et al., 2010: 3).
Entonces, se trata de fenómenos que, por sus características, así como por las
particularidades de una sociedad, comunidad o grupo social en particular se convierten en
38
potencialmente destructores. De no existir la posibilidad de sufrir daño al encontrarse
frente a un evento físico determinado, no hay tal amenaza, únicamente un fenómeno sin
repercusiones en la sociedad (Lavell, 2000a).
En este sentido, las amenazas están definidas por aspectos puramente físicos,
mientras un desastre se relaciona con las propiedades de los grupos humanos que están
expuestos y afectados por dichas amenazas (Brooks, 2003). Como lo señala Altez (2016),
lo que determina la latencia, existencia y capacidad de producir daños de un fenómeno es
la interacción que las sociedades han construido con él y que lo convierten en
amenazante. Por ello, su manifestación devela procesos sociales preexistentes que,
justamente, determinan sus resultados. Así, existe una mutua dependencia entre el
fenómeno y el contexto para el cual representa una amenaza y, en esa misma medida, no
permanecen inmutables, sino que se transforman en el tiempo, no son las mismas
históricamente y su significado tampoco. Aquello que pudo representar una amenaza en el
pasado no tiene necesariamente por qué serlo en el presente.
Conviene subrayar lo siguiente: la misma dinámica de las relaciones humanas que
construye las amenazas ante los entornos en donde se asientan, es la que produce su
transformación en el tiempo, y esto significa que las amenazas no sólo pueden cambiar,
sino también desaparecer. No obstante, los fenómenos naturales no desaparecen como
tales, pero si la sociedad ha logrado descifrar sus efectos y ha levantado defensas
exitosas ante ellos, sus manifestaciones ya no causarán más daños (Altez, 2016).
En cuanto a la realización de tipologías de las amenazas, se han hecho con base en
diversos criterios. La más extendida es aquélla que identifica básicamente dos: naturales y
antropogénicas. Las amenazas que tienen un origen natural son las que se relacionan con
fenómenos propios de la naturaleza que pueden convertirse en potencialmente
destructores como huracanes, terremotos, lluvias torrenciales, aludes, tsunamis,
deslizamientos, inundaciones, plagas, sequías, erupciones volcánicas, epidemias, pestes
y tornados. Las amenazas de origen antrópico o antropogénico refieren a eventos que se
encuentran directamente relacionados con las prácticas de los seres humanos como la
industria y la tecnología, guerras, deforestación, contaminación, corrupción, terrorismo y
totalitarismo, entre otros (Altez, 2006; Altez et al., 2005).
39
Sin embargo, debido a la complejidad de las sociedades contemporáneas y a los
riesgos asociados a ellas, en la práctica ha resultado sumamente complicado establecer
dónde termina una amenaza netamente natural y comienza una de origen antrópico, pues
es justamente la interrelación entre la dinámica natural y el contexto social lo que
determina la amenaza y el posterior desastre. Al respecto el investigador Juan Carlos Ruiz
Guadalajara ha señalado:
…[este es] el problema medular de la relación entre sociedad y naturaleza[:] …las amenazas comunes del medio físico se integran a nuevas amenazas socialmente creadas, producto de una intervención negativa del hombre sobre su entorno, elemento que le permite definir un tipo de vulnerabilidad basada en amenazas socionaturales, es decir, aquellas amenazas que toman la forma y se construyen sobre elementos de la naturaleza, y cuya concreción es producto de la intervención humana en los ecosistemas (Ruiz Guadalajara, 2005: 107).
Es debido a esta complejidad que Lavell (2000a) incorpora otros dos tipos de amenazas,
asociadas a los contextos urbanos contemporáneos: socionaturales y tecnológicas. Este
autor advierte que la proximidad de los centros urbanos a diversos recursos naturales, si
bien ofrece un abanico de posibilidades para las sociedades que allí se ubican, también se
transforman en amenazas para ellas mismas. Al respecto el geógrafo francés Sébastien
Hardy (2009) comenta que, si bien es cierto que hay amenazas cuyo origen y trayectorias
no son “antropogizables”, procesos como la urbanización “antropogiza” los lugares y
también ciertos fenómenos físicos a gran escala. “Visto desde esta perspectiva, es claro
que hasta los eventos físicos extremos asociados a procesos naturales pueden convertirse
en amenazas, solamente por intermediación humana, lo cual significa que el concepto
mismo de amenaza es socialmente construido” (Lavell, 2000a: 3). Se pueden mencionar,
por ejemplo, inundaciones, deslizamientos, hundimientos y sequías, que se originan por
un manejo inadecuado del entorno natural de las ciudades y, a diferencia de los
fenómenos de auténticas características naturales, son previsibles y prevenibles a través
de procesos de planificación de las prácticas humanas sobre los territorios ocupados.13
Las amenazas tecnológicas también se relacionan con las acciones de los seres
humanos. La aplicación de tecnologías en la producción y el transporte son fuente de
posibles amenazas. Explosiones, escape de sustancias tóxicas, contaminación por
13 Este tipo de amenaza, profundamente articulada con los procesos de urbanización, incremento demográfico en las
ciudades y creación de asentamientos carentes de planificación, será discutida con mayor profundidad en el capítulo III a
la luz de la evidencia empírica proveniente del trabajo de campo realizado en Chetumal.
40
industrias, que comúnmente son referidos como “accidentes”, cada vez son más comunes
en los centros urbanos (Lavell, 2000a).14
También se ha planteado la noción de amenaza recurrente. Un claro ejemplo de este
tipo de amenaza se encuentra en la ciudad de Chetumal, donde la presencia de los
huracanes es persistente y existe la posibilidad de que se manifiesten cada año en la
denominada temporada de ciclones tropicales. Como lo explica el antropólogo e
historiador mexicano Raymundo Padilla Lozoya (2014a), existen sociedades en donde
ciertos fenómenos naturales son comunes y las condiciones de vulnerabilidad asociados a
ellos tan cotidianos, que la interacción amenaza-sociedad es “desastrosa y crónica”. Pero
las poblaciones no son pasivas y pueden desarrollar capacidades, estrategias y prácticas
para protegerse, prevenirse y recuperarse, e incluso mitigar los impactos y atenuar los
daños.15
Asimismo, las amenazas han sido distinguidas en función de su manifestación, bien
sea intempestiva o lenta. Las de manifestación súbita, repentina o intempestiva son, por
ejemplo, los sismos, tsunamis, huracanes, tornados, erupciones volcánicas y granizos;
mientras que las de manifestación lenta, las cuales “…a diferencia de las identificadas
como de impacto súbito o repentino, con frecuencia se manifiestan a lo largo de un cierto
período…” son, por ejemplo, sequías, plagas y epidemias (García Acosta, 2008a: 28). Un
aspecto fundamental de este tipo de clasificación es que se relaciona con diferentes
acercamientos metodológicos: las amenazas de manifestación súbita son fáciles de
detectar, ya que ocurren en un determinado momento y sus efectos y respuestas son
prácticamente inmediatos; las de manifestación lenta son resultado de la acumulación,
permanencia o ausencia de cierto fenómeno, de allí que sus efectos e impactos se
expresen en lapsos temporales mayores, de semanas, meses e incluso años (García
Acosta, 1996).
14 Hewitt (1997) reconoce que, aunque todos los desastres son complejos, en ciertas catástrofes la necesidad de
reconocer la interacción de muy diferentes fuentes y formas de daños se hacen primordiales. Además, refiere a una
clasificación realizada en función de la clase de agentes o condiciones que pueden ocasionar el daño: amenazas
naturales (ya ejemplificadas), amenazas tecnológicas (materiales peligrosos como sustancias y gases tóxicos, procesos
peligrosos como radioactividad y fuego, y dispositivos peligrosos como vehículos, explosivos y estaciones eléctricas) y
violencia social (armas, perpetradores como gobiernos y grupos terroristas, y métodos como guerra, terror, subversión y
genocidio). 15 Volveré sobre este punto más adelante.
41
Por otro lado, también se ha planteado la noción de coyuntura desastrosa. Aunque en
ocasiones es utilizada como sinónimo de desastres es necesario hacer algunas
precisiones al respecto. La lógica subyacente al desastre, al decir de Altez (2016), da
cuenta de un proceso histórico y social que estableció sus causas, que son múltiples y
complejas y que, en la mayoría de los casos denotan desastres en medio de cadenas de
desastres, es decir, desastres articulados entre sí a través de diversas amenazas que se
presentan al mismo tiempo (plagas agrícolas con sequías y hambrunas, huracanes con
inundaciones). Esta secuencia de eventos desplegados sobre una sociedad y/o
comunidad es lo que se denomina coyunturas desastrosas.
Por lo general, «contribuyen a la transformación estructural de las condiciones materiales» de las sociedades afectadas, exhibiendo también profundos estremecimientos subjetivos y severas alteraciones en la cotidianidad, así como también en las formas concretas de la producción o en los circuitos económicos, y en el orden aparente de las relaciones de poder. Pueden observarse en cortos o largos periodos, a veces persistiendo por décadas, otras veces desplegadas en menor duración (Altez, 2016).
La etnohistoriadora Isabel Campos Goenaga (2016), en su investigación sobre los
desastres en la Península de Yucatán entre los siglos XVII y XVIII, da cuenta por medio de
información histórica de la existencia, precisamente, de diversas amenazas naturales y
biológicas que, concatenadas entre sí y articuladas con constantes situaciones de riesgo y
vulnerabilidad, dieron paso a crisis epidémicas y catástrofes entre los mayas. Igualmente,
en una obra anterior, develó las contradicciones de la sociedad colonial yucateca a través
del estudio de los efectos e impactos de varios fenómenos naturales (huracanes, sequías,
plagas) que condujeron a una crisis social. Pone de relieve la manifestación de varias
amenazas, que comenzó con una plaga de langostas que devastó los campos de cultivo y
a la cual le siguieron una sucesión de eventos adversos que se concretaron en una
coyuntura desastrosa (Campos Goenaga, 2011).
El antropólogo estadounidense Michael Moseley ha utilizado el término catástrofes
convergentes para explicar estas crisis producidas por más de un fenómeno natural o
catástrofes naturales colaterales. Implican diferentes combinaciones de varios tipos de
amenazas y afirma que “en ciertos casos éstas conducen a la caída del régimen político
imperante, propician cambios ideológicos, económicos y de patrones de asentamiento, a
la vez que afectan la salud de las poblaciones” (Moseley, 2008 :44). En este sentido, las
condiciones de riesgo y vulnerabilidad de una sociedad pueden colocar a su población en
42
un escenario de fragilidad y exposición a diversos daños provenientes de diferentes
fenómenos, o contribuir a que la ocurrencia de un único fenómeno conlleve el
desencadenamiento de eventos de otra índole, redimensionando los efectos e impactos de
aquél.
Otra noción similar, retomada en los trabajos sobre desastres, es la de coyuntura
crítica. De acuerdo con los investigadores Richard Stuart Olson y Vincent T. Gawronski
(2003), el término se encuentra vinculado a los estudios de Collier y Collier (1991) sobre
movimientos obreros y cambios de régimen en América Latina, y definido como “un
período de cambios significativos, que típicamente ocurre de manera distinta en diferentes
países (o en otras unidades de análisis) y que se supone que produce legados distintos”.
Para Stuart Olson y Gawronski (2003), los desastres son comúnmente referidos como
momentos críticos, encrucijadas o puntos de inflexión que pueden generar cambios
radicales en el curso de la historia en varios países. Refieren a los trabajos, entre otros, de
Elizabeth Dore (1986), quien vinculó el terremoto de Managua de 1972 y el
comportamiento subsiguiente del régimen de Somoza al eventual ascenso y victoria de los
sandinistas revolucionarios, argumentando que el sismo selló el comienzo del final para
Somoza.
En líneas generales, esta noción denota el resultado de la confluencia de amenazas
múltiples que se materializan dentro de un contexto altamente vulnerable o “el cruce de
eventualidades que irrumpen en procesos de poder de manera determinante” (Altez, 2016:
39). Entonces, el desastre no sólo revela, sino que además exacerba relaciones, tensiones
y divisiones, permitiendo una observación directa de los procesos sociohistóricos, más allá
de las superficies ideológicas. “En efecto, un desastre es como una biopsia, un corte en la
propia estructura de un país que revela su salud política, económica y social” (Stuart Olson
y Gawronski, 2003: 9).
3.2. La vulnerabilidad
Los estudios sobre vulnerabilidad tuvieron sus inicios en la ciencia de la ingeniería.
Deducida de una ecuación con aplicabilidad en ese campo, el término y su definición
estuvieron cavilando entre dos perspectivas, aquélla que lo circunscribía a ser un factor o
componente del riesgo y la que lo consideraba como una construcción social. Fue hasta
43
fines del siglo XX cuando el concepto se fue complejizando, aproximándose a sus
condiciones reales, lo cual fue resultado de transformaciones interpretativas en las
ciencias sociales y se dio de la mano de la proliferación de las investigaciones en países
en vías de desarrollo (Altez, 2016). Los múltiples peligros que enfrentan las poblaciones
que habitan en estas sociedades, condujeron a trascender los fines meramente
ingenieriles de la noción de vulnerabilidad y a advertir las diferentes dimensiones que
colocan en situaciones de fragilidad a las personas, que son diferenciales y que, además,
trascienden las estructuras físicas de los lugares habitados.
Del enfoque alternativo surgió el paradigma de la vulnerabilidad, propuesto por Hewitt
en los ochenta y profundizado en su obra posterior Regions of Risk (1997), que ya referí
anteriormente. Fundamentado en la evidencia empírica, este investigador señaló que el
riesgo y los desastres son resultados de la articulación entre las amenazas y ciertas
condiciones de vulnerabilidad que se construyen y reproducen a través del tiempo (García
Acosta, 2005). De acuerdo con Lavell (2002), bajo este paradigma, la vulnerabilidad es
concebida como resultado de procesos históricos que se vinculan con modelos de
crecimiento y cambios sociales asumidos o impuestos en diversos países. De allí que
diferentes modelos de crecimiento se relacionan con diferentes consecuencias y
expresiones de riesgo y vulnerabilidad.
En esa última década del siglo XX, también tuvo gran eco la definición de
vulnerabilidad propuesta por Piers Blaikie, Terry Cannon, Ian Davis y Ben Wisner en la
obra titulada At Risk y traducida al español como Vulnerabilidad:
Por vulnerabilidad entendemos las características de una persona o grupo desde el punto de vista de su capacidad para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural. Implica una combinación de factores que determinan el grado hasta el cual la vida y la subsistencia de alguien quedan en riesgo por un evento distinto e identificable de la naturaleza o de la sociedad (Blaikie et al., 2001: 16).16
Para la misma época, desde América Latina ya LA RED se encontraba trabajando en el
fortalecimiento de esta nueva perspectiva. Con el texto Los desastres no son naturales,
compilado por el urbanista británico Andrew Maskrey y publicado en el año 1993, se les
dio visibilidad a estas investigaciones. También partían de una base empírica y
presentaban miradas críticas e interdisciplinarias. A través de estos aportes, se reconoció
16 La versión en inglés fue publicada en el año de 1994 y reeditada con Ben Wisner como primer autor en el año 2003.
44
la necesidad de atender a los condicionantes sociales que han producido los desastres y
que, al mismo tiempo, han incrementado la vulnerabilidad de las poblaciones afectadas.
Vulnerabilidad no sólo en términos materiales, sino además subjetivos, desde las
percepciones y representaciones sociales que tienen los diversos grupos humanos en
torno a los desastres.
…la vulnerabilidad constituye un concepto amplio, que debe ser entendido como el grado con base en el cual grupos sociales, comunidades, y regiones, e incluso naciones enteras, son diferentes frente a los riesgos en términos de sus condiciones sociales, culturales, económicas y políticas específicas. Es de hecho, una característica de ciertos procesos sociales y estructurales resultantes de complejas relaciones entre los habitantes, el medio y las diversas formas y medios de producción en una determinada época y sociedad (García Acosta, 2001: 17).
Debido a su interrelación con las características de cada contexto particular, la
vulnerabilidad no es homogénea, aspecto que constituye piedra angular del análisis que
realizo en el presente trabajo. No todas las clases sociales, comunidades y sociedades
son vulnerables de la misma manera frente a idénticos fenómenos naturales, mientras
éstos pueden representar una amenaza para ciertas personas puede no serlo para otras,
o variar en cuanto a las formas y magnitudes en las que se expresa. En este sentido, se
puede sostener que la vulnerabilidad es diferencial y esta diferencia se articula con
múltiples aspectos como las desigualdades económicas, las alianzas políticas, la
planificación urbana, los asentamientos humanos y el uso, acceso y calidad de los
servicios básicos.
La vulnerabilidad social diferencial ha sido desarrollada por diversos investigadores de
las ciencias sociales, Wisner et al., (2003), por ejemplo, advirtieron que:
Muchos aspectos del entorno social son fácilmente reconocidos: las personas viven en situaciones económicas adversas que los obliga a habitar en regiones y lugares que son afectados por amenazas naturales, ya se trate de las llanuras de inundación de los ríos, las laderas de los volcanes o zonas de terremotos. Sin embargo, hay muchos otros factores políticos y económicos menos obvios que se encuentran detrás del impacto de las amenazas. Estos implican la manera en que los activos, ingresos y acceso a otros recursos, como el conocimiento y la información, se distribuyen entre los diferentes grupos sociales, y las diversas formas de discriminación que se producen en la asignación de bienestar y protección social (incluyendo el alivio y recursos para la recuperación) (Wisner, et al., 2003: 5).
De acuerdo con estos autores, no todos los seres humanos son igualmente capaces de
acceder a los recursos y oportunidades dentro de una sociedad, así como no están
igualmente sometidos a los mismos riesgos. Además, la naturaleza de la vulnerabilidad
depende de la o las amenazas a que estén expuestos los miembros de un contexto
45
particular, pues las características de un conjunto humano los hará más vulnerables a
ciertos eventos físicos que a otros. De allí, que se deban plantear las interrogantes ¿quién
es vulnerable? y ¿a qué es vulnerable? (Brooks, 2003). Esto es lo que García Acosta ha
referido como vulnerabilidad diferenciada o vulnerabilidad con apellido:
No es lo mismo ser vulnerable a huracanes o a temblores, a sequías o a inundaciones. Resulta en este sentido interesante considerar a las amenazas recurrentes que, como en el caso de los huracanes, han permitido desplegar cierta resiliencia manifiesta en estrategias adaptativas, prácticas y acciones que han resultado de lecciones aprendidas al estar esas sociedades expuestas a una amenaza que se ha presentado año con año en las áreas oceánicas tropicales en las que son comunes (García Acosta, en prensa).
Las vulnerabilidades diferencial y diferenciada se relacionan con la configuración de
contextos marcados por los procesos sociales e históricos que les son propios y que
tienen un papel muy importante en la determinación de quién o quiénes están en mayor
riesgo, no sólo vinculado a aspectos que tienen que ver con dónde viven y trabajan las
personas, y en qué tipo de edificios residen, sino además su nivel de preparación,
información y conocimientos. Oliver-Smith (2002) señala que no todas las comunidades
experimentan los desastres de la misma manera o en el mismo grado, cada una sufre las
catástrofes en el contexto de sus propias condiciones de vulnerabilidad. Un mismo agente
del desastre mostrará grandes variaciones en patrones de destrucción, así como en la
interpretación de las causas, efectos y responsabilidades. El ingeniero colombiano Omar
Darío Cardona (2004) denominó a este aspecto como exposición, relacionado con factores
de riesgo interno que se expresa como la viabilidad de que un individuo, grupo o sociedad
puedan ser afectados por la concreción de la amenaza a la cual están expuestos, con
diferentes niveles de consecuencias económicas, sociales o ambientales en un
determinado sitio y durante un cierto período de tiempo.
3.2.1. Vulnerabilidad y pobreza
Al hablar de vulnerabilidad diferencial se debe introducir otro aspecto, que será
discutido en los capítulos III y IV del presente trabajo: la noción de pobreza. Como lo
refiere García Acosta (en prensa) muchas de las investigaciones que abordan este tema
han sostenido que las comunidades pobres son las más vulnerables o propensas a sufrir
daños considerables como resultado de la ocurrencia de un desastre, asumiendo la
vulnerabilidad y la pobreza como sinónimos. Entre ellas se pueden mencionar los trabajos
46
de O´Keefe y Wisner (1975), López (1998) y más recientemente Solís y Mansilla (2010), y
Soares, Millán y Gutiérrez (2014).
El concepto de pobreza expresa una condición de necesidad resultante de la
insuficiencia de ingresos, calificando de forma descriptiva determinados atributos de
personas y familias, sin dar mayor cuenta de los procesos causales que le dan origen. Por
su parte, el enfoque de la vulnerabilidad, hace referencia al carácter de las estructuras e
instituciones económico-sociales y a los impactos que éstas provocan en comunidades,
familias y personas en distintas dimensiones de la vida, como consecuencia de la
ocurrencia de eventos socioeconómicos extremos.17 Lo cual proporciona una visión más
integral sobre las condiciones de vida de los pobres y, al mismo tiempo, considera la
disponibilidad de recursos y las estrategias de las propias familias para enfrentar los
problemas que las afectan (Pizarro, 2011). La vulnerabilidad no debe ser entendida como
la incapacidad de agencia de los sujetos y las comunidades para desarrollar mecanismos
que les permitan hacer frente a situaciones críticas. En este sentido, su estudio advierte
también el otro lado del espectro, es decir, no sólo las condiciones estructurales de
desigualdad que exponen a las comunidades a diferentes tipos de amenazas sino,
además, la incorporación de las capacidades de resistencia como elemento de análisis,
que permite una comprensión más apropiada de las realidades sociales (Aguirre, 2004).18
En el texto People´s response to disasters: vulnerability, capacities and resilience in
Philippine context, el geógrafo francés JC Gaillard (2011), a través del análisis de los
procesos de organización de diferentes grupos sociales para enfrentar la persistente
presencia de eventos naturales adversos, contradice las ideas que han dominado durante
años el conocimiento de los desastres, que afirman que el comportamiento y la percepción
de los pobres son los responsables de los daños. Ideas que, además, han influenciado
profundamente la forma de hacer política no sólo en Filipinas sino en el mundo entero. Sin
embargo, demuestra a través de datos empíricos que los sectores más desfavorecidos
han desarrollado un amplio rango de capacidades para resistir y recuperarse del shock
17 Estos eventos se encuentran vinculados con cambios en el entorno económico, social y político, generados por shocks
repentinos o transformaciones de carácter estructural, por ejemplo, los ajustes macroeconómicos y los cambios en el
patrón de desarrollo de América Latina, así como el paso del socialismo al capitalismo en Europa Oriental, y el
repliegue del estado de bienestar en Europa Occidental, produciendo reestructuraciones productivas, tecnológicas,
económicas, sociales e institucionales (Pizarro, 2011).
47
que experimentan como resultado del desastre, que van más allá de la viabilidad de esos
recursos y que engloban habilidades para usarlos y acceder a ellos.
Igualmente, Bankoff (2003) en un estudio previo al anterior, titulado Cultures of
disaster. Society of Natural Hazard in the Philippines, exploró la interacción entre las
amenazas naturales y la sociedad en Filipinas. En este trabajo afirma que la vulnerabilidad
de una población se encuentra interrelacionada con su grado de marginación, pero señala
que estas condiciones de desventaja pueden dar lugar a formas de organización social,
cooperación y conductas humanas particulares, desarrollando adaptaciones culturales
ante una “experiencia de vida frecuente” como es la presencia de amenazas naturales
recurrentes, particularmente, del fenómeno de El Niño.19
De acuerdo con Oliver-Smith (2004), las elecciones que los individuos y/o grupos
sociales realizan no involucran sólo una adaptación medioambiental, también dependen
de aspectos culturales dentro de los cuales se reflejan las relaciones de poder de la
sociedad y, más específicamente, la manera cómo el poder es expresado en los dominios
de riqueza y prestigio. Los valores culturales suscritos en esas relaciones pueden generar
distorsiones acerca de la capacidad de respuesta y la prevención ante situaciones de
riesgo entre diferentes estratos sociales. Elementos que, si bien en la realidad crean un
marco diferencial con respecto a los niveles de vulnerabilidad, también pueden convencer
a las poblaciones con mayores ingresos económicos de que se encuentran a salvo ante
una catástrofe. Escenario que no hace más que reproducir las condiciones de
vulnerabilidad y riesgos a desastres, así como el desconocimiento de las mismas.
En este sentido, la investigación que aquí planteo reflexiona en torno a la aplicabilidad
de la vulnerabilidad en el estudio empírico de los procesos de desastre. Muchos
investigadores se han centrado en la falta de planeación o bien en la incapacidad física o
económica. Es necesario colocar el acento en la desigualdad social, en las causas de
fondo y las presiones que tiene una comunidad determinada que favorece el surgimiento y
18 Estos aspectos referidos a las estrategias, capacidades y respuestas de las poblaciones frente a los eventos coyunturales
se detallarán más adelante. 19 De acuerdo con la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), El Niño es una oscilación del sistema
océano-atmosférico en el Pacífico tropical que tiene consecuencias importantes en el clima alrededor del mundo, se
caracteriza por temperaturas oceánicas inusualmente cálidas en el Pacífico ecuatorial, a diferencia de La Niña, que se
caracteriza por temperaturas oceánicas inusualmente frías. Entre sus consecuencias se encuentran: aumento de las lluvias
al sur de los Estados Unidos y Perú, lo que ha provocado inundaciones destructivas, y sequías en el Pacífico occidental,
48
reproducción de diferentes y complejas condiciones de vulnerabilidad y riesgos a
desastres (Wisner et al., 2003). Como lo señala la científica social mexicana Alicia Cuevas
(2014), gran parte de las investigaciones han puesto el énfasis en la poca organización
social de las personas o en su incapacidad comunitaria, asociado a ideas como debilidad
o carencia. Además, son escasos los análisis que van más allá de la tipificación de la
vulnerabilidad en términos de género, etnicidad, edad o clase. Rara vez explican por qué y
cómo estas características están vinculadas con la alta probabilidad de muerte, la
disrupción de la vida cotidiana y las grandes dificultades en los procesos de recuperación
(Cardona, 2004).
Asimismo, enfatizo la distinción entre “inseguridad” e “indefensión” (Ward, 2011),
entendiendo que incluso las personas con condiciones de vida precarias y marcadas por la
desigualdad y la discriminación, pueden desarrollar capacidades y prácticas que les
permitan enfrentar con éxito los efectos e impactos de las amenazas naturales. Frente a
éstas, las personas no son sólo víctimas vulnerables e indefensas, también pueden
demostrar capacidades significativas para afrontar las amenazas (Gaillard, 2011). Como lo
señala el investigador cubano Benigno Aguirre (2004), el mismo tipo y nivel de
vulnerabilidad puede producir diferentes tipos y cantidades de pérdidas, dependiendo de la
capacidad de resistencia, preparación y mitigación del fenómeno adverso. Así, las
decisiones que las personas toman en relación con la presencia de dicho fenómeno
reflejan diversas formas de vida, que incluyen también diferentes concepciones de lo que
constituye actuar con raciocinio, explicaciones, culpabilidades y formas de lidiar con
riesgos y amenazas.
3.2.2. Vulnerabilidad global vs. vulnerabilidad estructural
Dentro de los estudios sobre vulnerabilidad tuvo particular acogida la noción de
vulnerabilidad global propuesta por el ecólogo colombiano Gustavo Wilches-Chaux en el
año 1993. Una definición que denota la carencia para responder de manera efectiva o
adaptarse a los efectos de un determinado cambio en el entorno, por lo cual dicho cambio
se configura como un riesgo. Para él la vulnerabilidad en sí misma es un sistema dinámico
que:
a veces asociado con devastadores incendios forestales en Australia. Disponible en:
49
“[…] surge como consecuencia de la interacción de una serie de factores y características (internas y externas) que convergen en una comunidad particular. El resultado de esa interacción es el “bloqueo” o incapacidad de la comunidad para responder adecuadamente ante la presencia de un riesgo determinado, con el consecuente “desastre” (Wilches-Chaux, 1993: 22-23).
A partir de esta definición tipifica once ángulos de la vulnerabilidad, entendiéndola como
un fenómeno interno de las sociedades.20 Sin embargo, Altez (2016) sostiene que bajo
esta propuesta sería más preciso hablar de vulnerabilidades (en plural) y comprender que
todos esos ángulos y la sociedad misma “funcionan” como un sistema. Para este
investigador, la propuesta de Wilches-Chaux procede de una plataforma epistemológica
funcionalista, propia de la teoría de los sistemas. Además, afirma que esta aproximación
en torno a la noción de vulnerabilidad la caracteriza como “una condición observable,
detectable, que puede desglosarse de la realidad aparente, intrínseca a la situación
económica-material-ambiental de la sociedad, acumulativa, en relación interdependiente
con todos los componentes de la sociedad, y multidimensional” (Altez, 2016: 26).
Igualmente, García Acosta, basándose en Cardona (2004) ha señalado que
metodológicamente sería más preciso referirse a dimensiones de la vulnerabilidad que a
“vulnerabilidades”, “ya que pueden analizarse de manera independiente como parte de la
vulnerabilidad global” (García Acosta, en prensa). Oliver-Smith (2002), por otro lado,
afirma que el concepto de vulnerabilidad debe “desempaquetarse” en términos teóricos
sobre sus implicaciones políticas, económicas, socioculturales y ecológicas, más que
fragmentarse en sus variadas formas.
Partiendo de esta discusión, en esta investigación me suscribo más bien a la noción de
vulnerabilidad estructural propuesta por Altez (2005), definida desde las debilidades de
una sociedad, no sólo en términos de su infraestructura o en el desconocimiento de las
amenazas con las que convive, sino comprendidas en la interacción que sostienen con su
contexto histórico, social y cultural. Además, reconozco la importancia de la percepción de
las poblaciones dentro de la construcción de las condiciones de vulnerabilidad, que dan
cuenta de cómo se configuran y transforman las relaciones entre el escenario vulnerable y
aquello que se identifica como amenaza. Para Altez, la vulnerabilidad como condición
contextual puede cambiar en el tiempo, y si ello sucede es porque cambia la sociedad y
http://www.pmel.noaa.gov/elnino/what-is-el-nino
50
toda su estructura profunda. “Dichas transformaciones, que producen resultados legibles
en las realidades construidas, deben ser atendidas metodológicamente para poder
comprender y conocer críticamente a los procesos que construyen y reproducen los
riesgos, las vulnerabilidades y las formas de respuestas antes tales circunstancias” (Altez,
2015: 449).
Atender a la vulnerabilidad estructural involucra tomar en cuenta la planificación de la
sociedad, la prevención y mitigación de los riesgos naturales, y generar una articulación
efectiva entre los tomadores de decisiones, las investigaciones científicas y la comunidad.
Pero, además, se debe considerar “la causalidad ubicada en los procesos económicos y
sociales globales… Significa una vez más que la reducción del riesgo en un sentido
permanente, es un objetivo de la política económica y social y no un problema de ajustes
al margen, con acciones parciales” (Lavell, 2000b: 28). Desde esta perspectiva, exploro y
analizo la vulnerabilidad como una manera de dar cuenta de la exposición de grupos o
individuos a condiciones de riesgo, donde el grado de dicha exposición está influenciada
no sólo por el entorno natural, sino además por el contexto social, económico y político. Es
necesario comprender que hay situaciones que contribuyen a incrementar la vulnerabilidad
que van más allá de la simple ubicación geográfica de los asentamientos humanos, aun
cuando se reconoce que este aspecto contribuye significativamente a la exposición de las
sociedades a ciertas amenazas naturales.
4. Construcción social y percepción del riesgo
De acuerdo con Padilla Lozoya (2014a), el uso que se le dio al concepto de riesgo
durante varios siglos carecía de reflexiones a profundidad y tenía una finalidad
principalmente pragmática. Se empleó como sinónimo de amenaza y fue asimilado al
lenguaje económico y comercial para dar cuenta de la incertidumbre y la necesidad de
proteger los productos cada vez más demandados por la modernidad. Desde los años
ochenta del siglo XX, los estudios sobre desastres han venido desarrollando un enfoque
constructivista para explicar la forma como se van configurando las condiciones de riesgo
en los contextos sociales.
20 Estos ángulos son: natural, física, social, económica, técnica, educativa, política, ecológica, cultural, ideológica e
institucional (Wilches-Chaux, 1993).
51
Para esta época la antropóloga inglesa Mary Douglas planteó sus ideas en torno a
esta categoría de análisis y desarrolló una explicación cultural de los riesgos, que fue
conocida con el nombre de antropología del riesgo (Ruiz Guadalajara, 2005). Sin
embargo, Douglas junto con Aarón Wildavsky, se enfocó básicamente en la percepción del
mismo, discutiendo en torno a los factores que inciden en su aceptación o rechazo y
exposición, así como los mecanismos que los reducen o profundizan. Más que su carácter
objetivo, señalaron que el riesgo es construido culturalmente y varía dependiendo de la
subjetividad de las personas y el grupo al que pertenecen:
De la obra de Mary Douglas se desprende claramente una línea de interpretación que ha sido considerada por muchos especialistas como la única relacionada con la antropología del riesgo, al grado que hacia la década de 1990, cuando se hablaba de antropología del riesgo, la referencia obligada era la obra de Mary Douglas como alternativa a las interpretaciones de la sociología estadounidense especializada en este tema, asociadas con el estructural-funcionalismo, con los estudios sobre respuesta social e, institucionalmente, con la creación del Disaster Research Center, hoy ubicado en la Universidad de Delaware (García Acosta, 2005).
Siguiendo a García Acosta (2005), Douglas nunca habló del concepto de construcción
social del riesgo como tal. Se le ha identificado con él a partir de los trabajos de científicos
sociales franceses que retomaron sus ideas e identificaron la percepción social del riesgo
como sinónimo de construcción social del riesgo. Sin embargo, son dos dimensiones
diferentes de un mismo aspecto, tal como lo profundizaré más adelante.
Para la década de los noventa surgieron los trabajos del sociólogo alemán Niklas
Luhmann, para quien el concepto de riesgo debe transcender el cálculo racional
economicista e incorporarse a los estudios de sociología como una oportunidad para dar
nuevo contenido a su vieja función que era, fundamentalmente, alamar a la sociedad
(Padilla Lozoya, 2014a). En este sentido, Luhmann (1996) sostiene que una
modernización verdaderamente reflexiva únicamente será posible, cuando las
consecuencias no pretendidas de las actividades del proceso capitalista contemporáneo
sean asumidas como propias de los efectos retroactivos de dichas acciones sobre el
entorno.
Sin embargo, los también sociólogos Anthony Giddens (inglés) y Ulrich Beck (alemán)
criticaron las nociones sociológicas de la modernidad y plantearon la necesidad de
analizar los riesgos y la exposición a amenazas creadas desde la industria. Así, Beck
propuso la noción de sociedad del riesgo como la tercera etapa del desarrollo de las
52
sociedades, siendo las otras dos: preindustrial e industrial (Padilla Lozoya, 2014a). La
Teoría de la sociedad del riesgo plantea, entonces, un análisis sociológico de la
modernidad que trasciende la teoría crítica y apunta hacia una autocrítica social, un
examen de los conflictos que atraviesa la humanidad como resultado de los efectos no
previsto por la sociedad industrial, motivando una serie de debates, cuestionamientos y
conflictos en torno a los peligros que aquélla ha originado. Se trata de un punto de
inflexión fundamental, a partir del cual los perjuicios causados por el proceso de
industrialización dejan de ser considerados daños colaterales en la “marcha hacia el
progreso”, dando cuenta de consecuencias que han escapado a las representaciones
sociales respecto a la seguridad (Beck, 1996).21 El riesgo aparece, entonces, como una
categoría clave para comprender los efectos emanados del conjunto de acciones
vinculadas a la sociedad industrial.
Igualmente, para la década de los noventa, con la creación de LA RED, se impulsó y
fortaleció el enfoque que algunos denominan “constructivista”, procurando una reflexión
crítica que permitiera complejizar las discusiones teóricas en torno al riesgo, señalando las
causas sociales como su fuente principal. Desde este enfoque, el riesgo no constituye un
hecho o un decreto, por el contrario, se encuentra inserto en los procesos históricos que
delinean los contextos sociales e implican un ámbito de causalidad y una atribución de
responsabilidad bien definida: los grupos humanos. La construcción social del riesgo
refiere así a las diversas formas en que las sociedades construyen contextos frágiles que
se articulan y que incrementan las condiciones de vulnerabilidad, lo cual “se traduce en
una falta de adaptación al medio físico, que provoca, incluso, que el propio medio se
convierta en una amenaza e, incluso, en un factor de generación de riesgo” (García
Acosta, 2005: 22).
En las sociedades actuales, marcadas por un vertiginoso incremento demográfico en
centros urbanos, los problemas de planificación del territorio han complejizado los riesgos
con los cuales conviven las personas. De ello, Chetumal constituye un claro ejemplo. Esta
21 No obstante, Beck señala que a diferencia de los filósofos y sociólogos que entienden la racionalidad como discurso o
relativismo cultural, la modernización reflexiva implica, más bien, que los seres humanos no tienen suficiente
racionalidad y razón. Lo cual apunta a comprender “[…] que los fatalismos que dominan nuestro pensamiento son
anticuados y que no soportan el examen de autoconfrontación decisiva en la modernidad” (Beck, 1996: 194). En ese
sentido, no se trata de la construcción abstracta de teorías, sino del desarrollo un modelo de comprensión del presente
desde la “autorreflexión fatalista de esta época”.
53
debilidad en la planificación, articulada con la nula presencia de políticas de control, la
especulación del suelo y las formas de administración de los territorios locales, redundan
en una expansión de los lugares habitados de una manera desarticulada, haciendo
evidente los retos para dar solución a las demandas de vivienda y equipamientos públicos.
Se generan, entonces, unas condiciones que contribuyen a inadecuados patrones de
asentamiento y a una creciente degradación ambiental, cuyas respuestas se centran en la
mayoría de los casos en soluciones técnicas, paliativos emanados de especialistas
contratados por instituciones públicas o por el capital privado con injerencia en los
procesos de urbanización de esos contextos (Campos G. et al., 2012).
Desde la perspectiva constructivista se busca, precisamente, superar las definiciones
“fisicalistas” del riesgo, que se centran en la probabilidad, estimación o cálculo de su
factibilidad. Trascender estos planteamientos permite ir más allá de las soluciones de los
“expertos”, mientras se aboga por una comprensión más bien estructural. Además, al
comprender al riesgo como una condición histórica y socialmente construida se deben
tomar en cuenta tanto sus aspectos concretos como simbólicos. Es allí donde las
reflexiones de la dimensión material del riesgo incorporan el estudio de las percepciones
de las poblaciones afectadas, es decir, cómo las sociedades piensan y actúan con relación
al riesgo. En este sentido, los desastres fungen como indicadores de la construcción social
del riesgo desde dos aristas: cómo las sociedades lo producen y cómo las sociedades lo
perciben, pues una cosa es su aprehensión significativa y otra es construir socialmente el
riesgo.
Se trata de contenidos que, si bien resultan ser diferentes, no son excluyentes. Son complementarios. O deberían serlo. La construcción social del riesgo que parte de un enfoque alternativo para el estudio de los desastres se refiere a la raíz del problema, a la base misma que explica los procesos de desastre. La percepción del riesgo, culturalmente construida y que, por lo mismo, deberían mantenerse con tal nominación y así evitar equívocos, se refiere a una parte fundamental del proceso de desastre que da énfasis a otro concepto medular al que se le debe dedicar un análisis específico… entendida como la capacidad para cambiar o adaptarse para hacer
frente de una mejor manera a lo desconocido… (García Acosta, 2005: 23).
El riesgo se define entonces desde características objetivas y subjetivas. En tanto objetivo,
está sumido en aspectos que se centran en los daños y pérdidas asociados a la
exposición a determinadas a amenazas y, por ende, a condiciones de vulnerabilidad que
pueden expresarse, en términos monetarios o cuantitativos como número de elementos
dañados o perdidos, y/o en términos cualitativos como impactos en la calidad de vida, la
54
historia, la cultura y la psique. Desde una perspectiva más bien subjetiva, existen diversas
percepciones y representaciones sociales en torno al riesgo, imaginarios que
corresponden a grupos sociales diferentes, a sus contextos culturales, experiencias,
estatus social, entre otros (Lavell, 2006).
Otro aspecto fundamental de los estudios sobre la percepción del riesgo se relaciona
con lo que Douglas definió como inmunidad subjetiva. Se traduce como la tendencia a
ignorar los peligros, particularmente aquellos que son más cotidianos, más comunes, o
bien a disminuir la importancia de los peligros de baja probabilidad de ocurrencia, con lo
que el individuo “corta” la percepción de los riesgos. De esta manera, el mundo inmediato
parece más seguro de lo que verdaderamente es, lo cual reposa en una incapacidad para
racionalizar la participación activa y pasiva en la construcción de los riesgos (Ruiz
Guadalajara, 2005). Se trata de procesos bajo los cuales las sociedades han
“normalizado” cierto tipo de amenazas:22
El estudio histórico de los riesgos y de los desastres, y su aceptación y comprensión como procesos, ayuda a evitar la expansión de ciertos fenómenos que en la actualidad resultan ser sumamente peligrosos: su “normalización”. Es ésta una anomalía que se extiende, de manera preocupante, cada vez más. La “normalización” del riesgo, junto con el de la pobreza, de la violencia y de la marginación, entre otros, constituye una amenaza creciente que se ha derivado en buena parte de un manejo mediático e irresponsable que no podemos soslayar y que debemos combatir (García Acosta, 2003: 30).
En el caso de la población de Chetumal, por ejemplo, los aspectos que tienen que ver con
las percepciones y representaciones en torno a las amenazas naturales y al riesgo son
sumamente difíciles de esgrimir, sin el componente mediático que ha estado muy presente
en las últimas décadas. La información institucional es interiorizada y se entrelaza, a veces
de manera contradictoria, con los conocimientos adquiridos por los habitantes de la ciudad
a través de sus propias experiencias. Profundizaré en ello en el capítulo IV, discutiendo en
torno a la percepción distorsionada del riesgo formulada por la antropóloga venezolana
Emma Klein (2009), quien se nutre, precisamente, de las propuestas de Mary Douglas.
Esta noción da cuenta de una deformación en el proceso perceptivo, generando un
desequilibrio entre el riesgo “real” y el “oficial”, pues a través de la información difundida
22 Al hablar de “normalización”, no hago referencia a las propuestas de Bankoff (2003), quien señala la existencia de
una interacción efectiva entre las sociedades y las amenazas naturales, como el caso de Filipinas, donde el autor sostiene
que se ha desarrollado una cultura de los desastres. Se trata, más bien, de una percepción distorsionada de las amenazas
55
por las autoridades se puede contribuir a generar una sensación de “normalización” y/o
subestimación de las amenazas con las que se conviven.
Han existido debates en ámbitos académicos y en la gestión de riesgos en torno a esta
dimensión subjetiva del riesgo, pues muchas veces los análisis se limitan a la toma de
decisiones económicas racionales para la reducción del mismo. Se ha argumentado que
las percepciones “no científicas” del riesgo deben ser invalidadas porque están sometidas
a múltiples influencias internas. No obstante, se han realizado esfuerzos por advertir que
el riesgo es mucho más complejo y va más allá de estimaciones probabilísticas de
mortalidad, morbilidad o pérdidas económicas. Al incorporar en las decisiones las
percepciones de las poblaciones afectadas, el análisis de los expertos puede nutrirse e
incluso mostrarse limitado o inadecuado, pues se contrastan con las experiencias, el
contexto cultural y el conocimiento local. La realidad es, sin embargo, que la “ciencia” por
sí sola se ha mostrado incapaz de proporcionar soluciones definitivas a los problemas
relacionados con el riesgo (Smith y Petley, 2009).
El sociólogo Denis Duclos (1987) ha destacado la influencia que tienen las estructuras
sociales sobre la percepción del riesgo. Refiriéndose a sus estudios en su natal Francia,
señala que “la resistencia de los individuos a la racionalidad de tipo económico, pero
también su subordinación a una lógica social más compleja aparece en los casos de
eventos naturales mayores”. Por ejemplo, investigaciones empíricas pusieron de
manifiesto que los habitantes de zonas susceptibles a inundarse frecuentemente no
reaccionan a los argumentos de tipo monetario, aunque sean favorecidos por las
compañías de seguros. Por lo cual, “parece que la racionalidad subyacente a esta
negativa es de carácter psicológico y social” (Duclos, 1987: 42). Así, las personas toman
decisiones que no necesariamente se corresponde con lo que esperan las autoridades,
pero que constituyen elecciones que no se efectúan en lo abstracto, sino en función de
sus prácticas cotidianas. Al obnubilar los significados y decisiones que se producen en el
seno de los contextos sociales, esta percepción “racional” del riesgo devela sus
incongruencias, impidiendo la materialización de acciones que incidan efectivamente
sobre la construcción social del mismo (Duclos, 1987).
con las cuales se conviven y de los riesgos construidos socialmente. Se “naturaliza” la persistencia de los fenómenos
56
5. Construcción social de la prevención
Si bien es cierto que se han abierto nuevas brechas para comprender la importancia
que tienen las sociedades en la construcción del riesgo y de condiciones de vulnerabilidad
ante ciertos fenómenos de la naturaleza, han faltado esfuerzos por vincular estos aspectos
con el desarrollo de prácticas de prevención, adaptación y mitigación de los desastres al
interior de los grupos sociales, y cómo estas son transmitidas generacionalmente. Se debe
apuntar a comprender, precisamente, la complejidad de factores que se vinculan a los
efectos e impactos de fenómenos amenazantes y orientar la formulación de planes de
gestión de riesgos efectivos, que adviertan los conocimientos comunitarios. Esto es lo que
García Acosta (2015) ha denominado construcción social de la prevención, cuyo análisis
pretende distanciarse de ideas preconcebidas, centradas en la falta de agencia y
pasividad de las poblaciones afectadas.
La construcción social de la prevención, desde la perspectiva local comunitaria, se refiere a las formas en que la sociedad construye contextos preventivos ante la presencia recurrente de amenazas. Se trata de acciones, prácticas y conductas que provocan cambios permanentes en la cultura material y organizativa de las comunidades y grupos afectados (García Acosta, 2015: 53).
Esta autora señala que la construcción social de la prevención, generalmente, se plasma o
se expresa en estrategias adaptativas efectivas para prevenir o mitigar los daños ante la
presencia de determinadas amenazas. Igualmente, sostiene que las sociedades y los
grupos pueden desarrollar procesos de resiliencia, como resultado de su interacción
histórica con el medio ambiente, implementando prácticas adaptativas exitosas y, con ello,
producir nuevos contextos que disminuyan el riesgo ante la presencia de amenazas
recurrentes (García Acosta, 2015).
La noción de construcción social de la prevención está claramente representada en los
resultados obtenidos a partir de los trabajos realizados por la Red sobre riesgo y
vulnerabilidad: estrategias sociales de prevención y adaptación, coordinada por Fernando
Briones y la propia Virginia García Acosta, cuyo objetivo central fue “la recuperación de
conocimiento ancestral, culturalmente construido y asociado a la prevención de riesgos
ante amenazas hidrometeorológicas recurrentes, a partir de casos en diferentes regiones
del planeta” (García Acosta, 2015: 51). Bajo estos planteamientos se consideraron las
diversas formas que han construido y reconstruido las sociedades para enfrentar y
adversos, incrementado el nivel de vulnerabilidad frente a su presencia. Más adelante profundizaré en ello.
57
prevenir los efectos asociados a la manifestación de una amenaza natural, a lo cual
denominaron estrategias sociales de prevención y adaptación o estrategias adaptativas.
En el libro Estrategias sociales de prevención y adaptación (García Acosta et al., 2012)
también se encuentran investigaciones realizadas en varios países, que dan cuenta de la
construcción de diversas prácticas de las sociedades para hacer frente y prevenir los
efectos relacionados con la inminente presencia de una amenaza natural en diferentes
regiones del mundo. García Acosta (2015) señala a los antropólogos Julián Steward
(Estas Unidos) y Herman Konrad (Canadá) como sus principales inspiraciones al formular
tanto el concepto de estrategias adaptativas como construcción social de la prevención.
En el caso de Steward, retomó la idea de adaptación cultural en la interacción entre el ser
humano y la sociedad con el entorno natural, y de Konrad la propuesta de estrategias de
subsistencia, que utiliza para dar cuenta de los mecanismos desarrollados por los mayas
prehispánicos frente a los huracanes. A través de estos planteamientos y los aportes del
Estudio Histórico y Social de los Desastres formula su definición, sin embargo, acepta que
se trata de una categoría de análisis que aún está en proceso de elaboración (García
Acosta, 2015).
Así entendida, la construcción social de la prevención se encuentra irremediablemente
vinculada con las estrategias adaptativas, que provienen de cambios en la cultura de
algunas comunidades como respuesta a su interacción con el medio ambiente. Estos
cambios contribuyen a prevenir o mitigar los impactos y efectos derivados de la presencia
de ciertas amenazas e incluso pueden conducir a procesos de resiliencia, entendida
“…como una habilidad desarrollada en su interacción a lo largo de generaciones con el
medio ambiente, implementado prácticas adaptativas exitosas y, a partir de ello, crear
nuevos contextos que disminuyan la vulnerabilidad ante la presencia de amenazas
recurrentes” (García Acosta, 2005: 53). Dedicaré las siguientes páginas de este apartado
a definir más detalladamente cada uno de estos elementos.
5.1. Cuatro aspectos, un proceso: prevención, preparación, recuperación y mitigación
Al advertir el desastre en el marco de un proceso social e histórico, el evento
coyuntural constituye apenas una dimensión de los múltiples aspectos que se manifiestan
58
tras la ocurrencia de la calamidad. Los conocimientos y prácticas de prevención y
preparación, así como la recuperación y reconstrucción post-desastre, emanadas tanto de
la población como de las instituciones, también contribuyen a caracterizar y analizar la
construcción social del riesgo y las condiciones de vulnerabilidad presentes en un contexto
social particular. Cada uno de estos factores serán definidos por separado con fines
metodológicos, pero es imperativo insistir en que todos constituyen un continuum espacio-
temporal, dado que se encuentran interrelacionados y que, en conjunto, dan cuenta de las
capacidades y limitaciones de los grupos humanos para enfrentar con éxito la presencia
de fenómenos amenazantes.
En el caso de la noción de preparación, es común que sea confundida con prevención.
Aunque son aspectos que deberían complementarse entre sí, tienen características
diferentes, y no siempre los dos se encuentran presentes en un mismo escenario social.
Esta confusión ha provocado que no se atienda realmente la prevención, sino que los
esfuerzos de las instituciones se centren en el post-desastre, en la recuperación. Mientras
la preparación es una “respuesta emergente” cuyo propósito es proteger la vida o los
bienes ante la manifestación inminente de una amenaza, la prevención refiere a un
“proceso más bien duradero y sistemático” (Padilla Lozoya, 2014a). En este sentido, existe
una clara distinción entre ambas, la primera entendida como “las capacidades y
conocimientos adquiridos por los gobiernos, las organizaciones profesionales encargadas
de la respuesta, las comunidades y las personas para anticiparse y responder de forma
eficaz a los impactos de condiciones o situaciones de peligro previsibles, inminentes o
actuales” y la segunda referida a “actividades tendientes a evitar el impacto adverso de
amenazas, y medios empleados para minimizar los desastres medioambientales,
tecnológicos y biológicos relacionados con dichas amenazas” (EIRD y OCAH, 2008: 48).23
Un aspecto interesante es que la misma falta de claridad al interior de las instituciones
y organismos, tanto nacionales como internacionales. contribuye a reproducir las
confusiones en torno a estos términos. En México, la Ley General de Protección Civil
define prevención como:
23 La distinción entre ambas nociones no implica que agencias internacionales como éstas (Secretaría Interinstitucional
de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres- EIRD- y la Oficina de Coordinación de Asuntos
Humanitarios- OCAH-), tomen en cuenta dichas diferencias en la toma de decisiones. Por lo general, colocan el énfasis
en la preparación.
59
conjunto de acciones y mecanismos implementados con antelación a la ocurrencia de los agentes perturbadores, con la finalidad de conocer los peligros o los riesgos, identificarlos, eliminarlos o reducirlos; evitar o mitigar su impacto destructivo sobre las personas, bienes, infraestructura, así como anticiparse a los procesos sociales de construcción de los mismos (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, 2012).
Si bien existe un reconocimiento de la necesidad de transformar las condiciones que
conducen a que la manifestación de los peligros se exprese en un “impacto destructivo”, la
legislación coloca el énfasis en la amenaza, en el evento físico, no en los aspectos
estructurales que generan y reproducen el riesgo a desastres. La prevención debe
centrarse en la anticipación, en reconocer y disminuir las debilidades de una población
para enfrentar un fenómeno adverso, no sólo a través de la potenciación de capacidades
sino, además, con cambios profundos de las características políticas, económicas y
sociales que construyen y reconstruyen contextos vulnerables.
La definición de prevención de la Ley General de Protección Civil mexicana, y de la
mayoría de la legislación similar en otros países de América Latina, se acerca más a la
noción de preparación, pues su propuesta se centra en adoptar medidas para dar
respuesta a situaciones de emergencia y recuperación tras la ocurrencia de un desastre.
Tal como lo señala el Committee on Disaster Research in the Social Sciences del National
Research Council of The National Academies (2006), la preparación, en el plano
institucional, se orienta a acciones que incluyen el desarrollo de planes formales de
desastres, la capacitación del personal encargado de atender las emergencias, el
mantenimiento de recursos humanos, materiales y financieros de reserva y, en casos
excepcionales, la formación de programas públicos de educación e información para los
ciudadanos, los hogares, las empresas y los organismos públicos.
Tanto la preparación como la prevención guardan estrecha relación con la
recuperación y los procesos de mitigación de riesgo. En cuanto a la recuperación, ésta
incluye acciones orientadas al restablecimiento de las rutinas sociales y económicas tras
la manifestación del fenómeno adverso. Engloba medidas concretas como reconstrucción
y asistencias, pero también recuperación psicológica y social. La experiencia de desastres
puede generar conocimientos que contribuyan a acciones concretas que incrementen el
nivel de preparación y, en algunos casos, apuntar a que se desplieguen estrategias
60
preventivas y se realicen ajustes a los procesos de mitigación de riesgo (National
Research Council of The National Academies, 2006).
La mitigación de riesgo abarca intervenciones que se traducen en medidas
preventivas, que contribuyan a reducir los daños y la disrupción social. Si bien pueden
incluir únicamente procesos físicos orientados a diseñar, construir, mantener y renovar
infraestructuras para que resistan los efectos e impactos de los fenómenos adversos,
también deberían aglutinar esfuerzos orientados a disminuir la exposición de las
poblaciones a los desastres. La mitigación o reducción de riesgo es definida por Allan
Lavell como:
Planificación y ejecución de medidas de intervención dirigidas a reducir o disminuir el riesgo. La mitigación es el resultado de la aceptación de que no es posible controlar el riesgo totalmente; es decir, que en muchos casos no es posible impedir o evitar totalmente los daños y sus consecuencias y sólo es posible atenuarlas (Lavell, 2004: 19).
De acuerdo con el National Research Council of The National Academies (2016), la
mitigación incluye la promulgación de medidas de uso de la tierra que tengan en cuenta
los impactos potenciales de desastres, la regulación del desarrollo en zonas de alto riesgo
como laderas propensas a deslizamientos de tierra y zonas costeras sujetas a oleadas de
tormenta. En algunos casos, incluso, implica la reubicación de comunidades o grupos
poblacionales.
La reconstrucción es uno de los elementos fundamentales de la recuperación post-
desastre. No obstante, retomo esta última noción, no desde la idea de volver a un estado
anterior, de reproducir las mismas condiciones que existían antes del desastre sino de
construir nuevas realidades tendientes a reducir el riesgo y la vulnerabilidad de las
poblaciones afectadas, y esto constituye parte fundamental de la prevención. Si bien es
innegable que en algunas circunstancias la sustitución de la infraestructura de las
viviendas, el restablecimiento de servicios básicos o la reparación de vialidades pueden
ser suficientes para reconstruir en muchos aspectos la estructura social, también es cierto
que las políticas orientadas en ese sentido en ocasiones reproducen la expresión material
de patrones sociales y económicos riesgosos. Así, un desastre puede convertirse en una
oportunidad para atender diversos problemas, en lugar de concentrar los esfuerzos y
recursos únicamente en reemplazar lo que se perdió. Ello puede contribuir a obtener
61
resultados positivos en la reducción de los peligros potenciales, así como en la fragilidad y
desigualdad social (Oliver-Smith y Hoffman, 1999).
…sectores tanto dentro como fuera de la sociedad golpeada reconocen los desastres como oportunidades para realizar cambios sociales muy necesarios, en particular en sociedades caracterizadas por estratificación social rígida, basada en ideologías raciales o étnicas de dominación. Esta misma tensión entre lo conocido y lo nuevo está presente también en lo material, y sobre todo en el dominio infraestructural, sin consecuencias importantes para el bienestar social y la seguridad física futura. Por muchos aspectos, la reconstrucción se ha conceptualizado en función del remplazo de lo que se perdió o la restauración del sistema original en su sitio, a pesar de problemas endémicos y vulnerabilidades. Sin embargo, muchos consideran los desastres como oportunidades para atender problemas materiales a largo plazo en alojamiento e infraestructura, refundiendo la reconstrucción en un proceso de desarrollo con las metas de reducir la vulnerabilidad y mejorar las capacidades sociales y económicas (Oliver-Smith, 1994: 27).
Desde esta perspectiva, los desastres contribuyen a develar las deficiencias en el diseño y
aplicación de políticas públicas. Los cambios deben ser amplios y profundos, y abarcar las
características sociales, culturales, económicas, políticas, medioambientales,
organizacionales y tecnológicas, a fin de poder reducir sustancialmente la fragilidad ante
amenazas potenciales (Oliver-Smith et al., 1999). Siguiendo a Oliver-Smith (1994) cuatro
aspectos fundamentales deben considerarse en el proceso de reconstrucción después del
evento desastroso: recuperación emocional de las víctimas; recuperación económica,
inclusive reemplazo del ingreso perdido, restauración de empleos y/o los medios de
producción y restauración de los mercados; reemplazo de pérdidas físicas, que incluye
sustitución de pertenencias personales, el hogar o, en algunos casos, el reemplazo de
tierra; y remplazo de oportunidades.
La reconstrucción comprende aspectos materiales e infraestructurales, pero además
requiere tomar en cuenta las interrelaciones entre instituciones, sectores sociales e
individuos al momento de asignar recursos (materiales y no materiales) dentro de la
sociedad. Es necesario incorporar a las poblaciones afectadas como agentes activos en
los procesos de reconstrucción, lo que permitirá superar la inmediatez de las soluciones
técnicas, accediendo a una comprensión profunda de los problemas subyacentes a la
vulnerabilidad (Oliver-Smith et al., 1999; Oliver-Smith, 1994).24
24 En el capítulo IV reflexionaré en torno a la noción de “gestión del riesgo”, que ha adquirido notable popularidad en las
políticas públicas, así como en el ámbito académico. Se trata de una noción que se vincula con un conjunto de medidas
tendientes a conocer los riesgos con los cuales se convive y, en esa misma medida, transformarlos o mitigarlos. Sin
embargo, existen diversas discusiones críticas al respecto.
62
5.2. Estrategias adaptativas
En las ciencias sociales mucho se ha hablado acerca de la adaptación de las
sociedades al entorno, a través de diversas estrategias y prácticas construidas en la
interrelación con las dinámicas de la naturaleza. Para ello, se han desarrollado diversos
mecanismos que van desde la protección física hasta el aprovechamiento de los recursos
que el mismo medio ofrece. Oliver-Smith señala que se trata de un concepto que desde
las ciencias sociales “…se refiere principalmente a cambios en las creencias y/o
comportamiento en respuesta a circunstancias alteradas para mejorar las condiciones de
vida (o supervivencia)” (Oliver-Smith, 2009: 13).
En el caso concreto de la adaptación a las amenazas naturales y a los desastres, LA
RED (1992) ha señalado que las comunidades afectadas poseen particularidades
culturales que pueden ser entendidas como formas de adaptación al medio ambiente y
que necesitan ser reconocidas como herramientas sociales con las cuales construir una
relación más segura con su entorno. Se han realizado esfuerzos desde el Estudio
Histórico y Social de los Desastres partiendo de esta premisa y, últimamente, han tomado
mayor importancia dentro de los trabajos de corte etnográfico, centrándose tanto en las
debilidades de las poblaciones sujetas a condiciones de riesgo y vulnerabilidad a
desastres, como en las capacidades que poseen para enfrentar con éxito las amenazas
con las cuales conviven. En el trabajo Estrategias sociales de prevención y adaptación
(2012), que anteriormente mencioné, se ha recopilado evidencia empírica procedente de
diferentes comunidades alrededor del mundo que permiten respaldar las discusiones
teóricas al respecto. En esta obra se asumen tres supuestos básicos:
a) Las sociedades no son y nunca han sido entes pasivos ante la presencia de amenazas naturales.
b) Históricamente, las comunidades han formulado caminos sociales y culturales para enfrentarse a riesgos y desastres potenciales.
c) Las sociedades han desarrollado, a lo largo de la historia, estrategias sociales de prevención y adaptación en su interacción con el medio natural (García Acosta, 2012: 12).
Bankoff (2003; 2007), por ejemplo, a través de sus estudios sobre la sociedad filipina,
afirmó que existe una cultura de los desastres ya que las amenazas naturales son tan
frecuentes en su historia que se han ido integrando dentro de la cotidianidad. Entre esas
amenazas se contabilizan ciclones tropicales, erupciones volcánicas, tormentas eléctricas,
mareas de tormentas, sismos, tsunamis, inundaciones, derrumbes, El Niño y La Niña,
63
entre otros; aunados a los procesos de degradación ambiental y los eventos que ocurren
como resultado de fenómenos iniciales, que el autor denomina epifenómenos. La
presencia de esta multiplicidad de amenazas ha sido “normalizada” a través de la
experiencia en la vida diaria y se ha integrado a la cultura de los filipinos.25
El capital social es destacado por Bankoff (2003; 2007) como una de las principales
estrategias de adaptación, entendido como redes sociales de ayuda mutua y voluntariado
que se desarrollan antes y después del evento coyuntural. Al igual que García Acosta
(2009), para este investigador el capital social es un factor fundamental para hacer frente a
los fenómenos amenazantes, movilizando recursos individuales y colectivos. Incluso,
registró la reubicación como un recurso preventivo cuando las estrategias adaptativas
fallan, así como la construcción de viviendas a través de técnicas que mezclan estilos
español e indígena. Además de las adaptaciones físicas, los filipinos responden
subjetivamente a través de chistes, relatos, conmemoraciones religiosas y peticiones a la
divinidad. Esas “…estrategias fueron adoptadas históricamente como una manera de
incorporar los sucesos de gran pérdida dentro de la memoria colectiva de la comunidad
para hacerla más manejable a escala individual y humana” (Bankoff, 2003: 169).
Los trabajos de Gaillard (2011) constituyen un esfuerzo importante en la
reconstrucción de las estrategias adaptativas de las comunidades para hacer frente a las
amenazas naturales. La incorporación de los conocimientos de las personas en torno a los
fenómenos físicos, así como sus prácticas para enfrentarlos, que ha logrado realizar este
estudioso de los desastres dentro los debates académicos, ha generado un parteaguas en
las discusiones teóricas que se han desarrollado al respecto. Gaillard (2011) retoma el
concepto de capacidad, propuesto por Anderson y Woodrow en 1989, como una noción
que permite reflejar los recursos y activos que las personas poseen para resistir, hacer
frente y recuperarse del shock que experimentan tras la ocurrencia de los desastres.
El desarrollo de estas capacidades no implica el fin de la vulnerabilidad, pues aún
comunidades altamente vulnerables pueden desplegar un amplio rango de habilidades.
Mientras éstas últimas se encuentran enraizadas en aspectos como conocimiento local,
habilidades y tecnología indígenas, y redes de solidaridad, la vulnerabilidad,
frecuentemente depende de constreñimientos estructurales que son exógenos a las
25 Con respecto a la noción de cultura de los desastres realizaré una discusión teórica en el capítulo IV, donde
64
comunidades y que se relacionan con inequidades en la distribución de la riqueza, fuerzas
del mercado, sistema político y gobernanza. Es, justamente, las diversas maneras en que
las capacidades son movilizadas en tiempos de crisis lo que refleja lo que se denomina
coping strategies, que refieren a las diferentes formas en que las personas y
organizaciones utilizan los recursos existentes para el logro de un fin benéfico frente a las
condiciones adversas que se presentan tras un proceso desastroso (Gaillard, 2011).
Padilla Lozoya (2014a) en su investigación, precisamente, sobre estrategias
adaptativas frente a los huracanes en Cuyutlán y San José del Cabo, las define como
“…opciones culturales, formas o maneras de interactuar con el medio ambiente o lidiar con
un tipo de amenaza en específico, tienen un fin preparativo o preventivo que contribuye en
mitigar los impactos de los desastres” (Padilla Lozoya, 2014a: 78). De acuerdo con este
investigador, cuando las estrategias son exitosas permanecen vigentes a través del
tiempo, abarcando décadas e incluso siglos y cuando no es así, desaparecen o se
transforman. Señala que son el resultado del ingenio individual o colectivo para enfrentar y
dar respuesta a problemas, llámense amenazas, riesgos o desastres.
En síntesis, las estrategias adaptativas son diversas formas de enfrentar los efectos
derivados de la manifestación de una determinada amenaza, desarrolladas por cada
sociedad en un momento histórico determinado. Se trata de la puesta en práctica de
diversas herramientas que dependen del conocimiento del entorno natural, así como del
grado de dependencia que se tenga hacia los recursos físicos, sociales, económicos,
políticos y culturales disponibles (Altez, 2015; García Acosta, 2001).
5.3. Resiliencia
El término resiliencia ha adquirido particular popularidad en los últimos años,
aplicándose a los más variados contextos, lo cual ha atentado en contra de su claridad y
precisión analítica. En el marco de los estudios sobre desastres ha fungido como un
concepto tendiente a explicar cómo las estrategias preventivas y adaptativas de las
poblaciones para hacer frente a fenómenos adversos pueden facilitar la transición de los
afectados hacia condiciones más estables que las que existían antes del desastre. Más
que volver a la “normalidad”, se busca generar mecanismos que contribuyan a anticipar
reflexionaré a la luz de la evidencia empírica obtenida en el trabajo de campo realizado en la ciudad de Chetumal.
65
eventos y desarrollar planes que permitan prevenir contingencias y reducir los shocks
iniciales tras el evento coyuntural (Kapacu y Liou, 2014). Entre los aspectos que se deben
tomar en cuenta para generar comunidades resilientes se encuentran: reducir los riesgos,
desarrollar estrategias para hacer frente a las amenazas y recuperarse sin daños
significativos (lo cual implica el manejo de la emergencia) y desarrollar habilidades y
estrategias adaptativas para implementar tras la manifestación de la amenaza (es decir,
procesos de recuperación y mitigación) (Cannon, 2008).
Como se puede advertir, la resiliencia es un concepto amplio que engloba los demás
aspectos que he venido explicando, involucra capacidades y habilidades colectivas para
resistir, adaptarse o mejorar las circunstancias o los contextos ante la presencia de
amenazas específicas recurrentes. Coloca el énfasis en las diversas maneras en que las
personas superan los desastres y, en ese sentido, se enfoca en la prevención (García
Acosta, 2015; Gaillard, 2011). Puede definirse de la siguiente manera:
…[es] la capacidad para integrarse socialmente en el corto, mediano y largo plazo, para enfrentar y recuperarse ante desastres recurrentes por medio de un conjunto de prácticas y estrategias dinámicas, que pueden estar relacionadas con cohesión social y capital sociocultural, por medio de la cooperación, participación y la solidaridad (Padilla Lozoya, 2014a: 50-51).
Una postura más crítica acerca de las discusiones que se han planteado en torno a la
resiliencia es la de la antropóloga Elizabeth Harrison y el especialista en desarrollo rural
Canford Chiroro (2016), quienes afirman que se trata de un término que tiene
implicaciones políticas y que, en la mayoría de los casos, falla en explicitar precisamente
las relaciones políticas y la dimensión social, así como el poder que delinea estos
aspectos. Asimismo, cuestionan que exista una tendencia a considerar la resiliencia como
una “cosa buena”, algo a lo que se aspira, sin advertir las contradicciones que se
presentan al aplicarse a diferentes niveles y escalas: entre comunidades, hogares dentro
de una misma comunidad e, incluso, al interior de las familias. Por ejemplo, un arreglo de
trabajo colectivo puede ser visto como una capacidad resiliente, sin embargo, puede
colocar a ciertas personas en desventajas por razones de edad o problemas de salud. Por
otro lado, la resiliencia de un hogar puede ocasionar la erosión de las habilidades
particulares al interior, algo que es particularmente relevante cuando la labor reproductiva
de las mujeres tiene particular importancia, por encima de sus destrezas individuales.
66
Igualmente señalan que, desde la toma de decisiones institucionales, no se consideran
aspectos como la agencia de las personas y comunidades, y tampoco se interroga
¿resiliencia a qué y para quién? Además, el pensamiento resiliente se ha convertido en
una práctica discursiva que sugiere problemas y soluciones, aplicado con connotaciones
de superación de adversidades, pero sin cuestionar los problemas estructurales. En este
sentido, la “agenda de la resiliencia” puede ser muy atractiva para ser utilizada como una
justificación que permita colocar el énfasis en los aspectos individuales, a expensas de la
responsabilidad del Estado y de la esfera pública más amplia (Harrison y Chiroro, 2016).
Entender esto implica trascender el ámbito local. Para mí, la resiliencia no puede ser
explicada únicamente a través de las estrategias adaptativas de las personas, de sus
aprendizajes y procesos organizativos frente a un evento coyuntural. Existe una relación
causal entre el contexto, las prácticas que allí se desarrollan y las narrativas de carácter
nacional e internacional.26 Por ello, resulta imperativo complejizar su estudio, politizarlo,
ver desde dónde emana y de qué forma, y cómo se encuentra atravesada por el poder y el
discurso institucional. No se trata de desechar sus posibilidades analíticas para dar cuenta
de ciertos procesos que se dan al interior de las poblaciones afectadas por fenómenos
adversos, pero sí advertir la necesidad de complejizar las reflexiones que se realizan al
respecto, a la luz de la estructura social, los grupos al interior, las relaciones y los
intereses políticos y económicos vigentes.
En el estudio de la vulnerabilidad diferencial, este último aspecto es particularmente
interesante pues coloca el acento en las capacidades comunitarias para modificar las
condiciones de riesgo. No todas las personas tienen la posibilidad de que sus voces sean
escuchadas, intervienen factores como género, generación, etnicidad, riqueza. Aspectos
que influencian su nivel de participación y poder de decisión (Harrison y Chiroro, 2016:
17). Además, ambas (vulnerabilidad y resiliencia), dan cuenta del éxito o fracaso de las
estrategias adaptativas y, como procesos sociales, evolucionan en el seno de la
interacción socioecológica. Por ello, el uso de la resiliencia como una noción apolítica y
tecnocrática, pretendiendo intervenciones neutrales para la protección de la sociedad
pueden minar los esfuerzos y capacidades locales para adaptarse a los efectos de los
fenómenos de la naturaleza (Oliver-Smith, 2017).
67
La adaptación humana al medio natural no es ni una respuesta biológica ni técnica de una población indiferenciada a condiciones físicas o materiales. Siempre es internamente complejo, involucrando los diversos intereses, conocimientos y significados de una población diferenciada, que interactúan tanto en los procesos materiales de un entorno físico complejo y dinámico como en un conjunto de instituciones y prácticas sociales, políticas, económicas e ideológicas. Hoy en día, esta interacción se hace más compleja por el compromiso local con las instituciones internacionales, nacionales, regionales y otras no locales y con las limitaciones y opciones que implican para la toma de decisiones, haciendo a menudo la adaptación un proceso aún más político (Oliver-Smith, 2017: 206- 207).
Comprender cómo las comunidades pueden reducir los riesgos y daños frente a las
dinámicas del entorno debe abarcar proyectos centralizados de arriba hacia abajo, que
serán políticamente viables y equitativos únicamente si involucran a los diversos sectores
sociales interesados y si su implementación es lo suficientemente flexible para adaptarse
cuando cambien las condiciones del contexto en el cual son aplicados (Oliver-Smith,
2017).
6. La base empírica de la investigación
En la introducción del presente trabajo hice referencia a los planteamientos generales,
preguntas y objetivos que guían la investigación y señalé, de manera sintética, los
aspectos metodológicos que han conducido la búsqueda y recopilación de información a
partir de la cual construí y analicé los datos. En este apartado explicaré con mayor detalle
esa metodología y las técnicas que apliqué durante la estancia en campo para indagar en
diversas fuentes, tanto documentales como etnográficas.
Desde la perspectiva del Estudio Histórico y Social de los Desastres, que como ya
señalé en la primera parte de este capítulo, constituye el paradigma teórico en el cual se
fundamenta esta investigación, la articulación de información histórica y contemporánea es
esencial para comprender el contexto social estudiado desde el presente. Siguiendo al
antropólogo e historiador Rogelio Altez “no hay sociedad sin historia, ni historia sin
sociedad; lo que es social es histórico, y lo que es histórico es social. De esta manera, se
entiende que lo que resulta históricamente producido es, también, socialmente producido
por definición” (Altez, 2016: 56).27
26 Estos aspectos se profundizarán en el capítulo IV, a la luz de los discursos institucionales y su asimilación por parte de
los pobladores de Chetumal. 27 Cursivas del texto original.
68
A través de la interacción de las dimensiones diacrónica- sincrónica he podido realizar
una discusión crítica de las vulnerabilidades de los habitantes de Chetumal y cómo se han
ido construyendo escenarios de riesgo frente a la amenaza de los huracanes. Más allá de
la descripción de las características de esta ciudad y de sus pobladores, aposté por la
reconstrucción y análisis del proceso sociohistórico que delineó tales características, por
medio del cual es posible entender sus particularidades actuales. Es desde esa
perspectiva que llevé a cabo la indagación en las fuentes. Advertir la vulnerabilidad de la
población chetumaleña sólo por sus manifestaciones empíricamente visibles, limita una
aproximación crítica a un problema que es complejo. Es a través de una metodología
flexible e inclusiva, con el uso de diversas técnicas y la obtención de información
proveniente de múltiples fuentes, lo que me ha permitido analizar críticamente el contexto
estudiado, oscilando entre la perspectiva de los actores, mis propias interpretaciones y los
testimonios del pasado, plasmados en fotografías antiguas y documentos hemerográficos.
6.1. Trabajo etnográfico
Para hablar acerca de mi estancia en Chetumal, introduciré algunos aspectos que dan
cuenta de ciertos cambios que tuve que realizar para adaptar el trabajo de campo a las
circunstancias del contexto. Debido a que el problema de investigación se formula antes
de entrar en contacto con los sujetos de estudio, se suelen realizar modificaciones a los
planteamientos iniciales, adaptándolos a las características del escenario social
(Hammersley y Atkinson, 1994). Los criterios establecidos a priori, en la formulación del
proyecto de tesis, fueron ajustados de acuerdo con lo encontrado en campo. Además,
procuré flexibilizar el trabajo etnográfico, visibilizando lo que deseaban expresar los
sujetos de estudio, desde sus propias experiencias y recuerdos, a través del uso reflexivo
de técnicas antropológicas, apostando por conversaciones informales, entrevistas semi-
estructuradas y recorridos de observación realizados en compañía de ellos.
Haré referencia también a las formas en que se produjo el acceso a los informantes y
cuáles fueron las principales dificultades que se presentaron, y explicaré de manera
concreta los procedimientos que me permitieron obtener la información, así como el tipo,
cantidad y calidad de la misma. Expondré también el procedimiento de construcción y
análisis de los datos.
69
6.1.1. Premisas iniciales
Para alcanzar los objetivos de la investigación planteé como estrategia metodológica la
obtención de información a través de diversas fuentes, tanto documentales (documentos
históricos y oficiales, hemerografía, estadísticas, censos, planos, mapas, fotos antiguas y
contemporáneas, libros y tesis), como etnográficas (observación participante, entrevistas y
recorridos con o sin los informantes). Así, el tiempo en campo, que se desarrolló entre los
meses de septiembre y diciembre de 2016, lo dividí entre la búsqueda y recopilación de
información documental y el trabajo con los informantes en Chetumal. Este período incluyó
una estancia de 7 días en la ciudad de Mérida, donde visité la Biblioteca Yucatanense y
realicé una entrevista a Xavier Moya, Coordinador del Programa de Apoyo a la Reducción
de Riesgos de Desastres en México del Programa de la Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD).28 Asimismo, tuve varios encuentros con el Dr. Carlos Macías Richard,
director del CIESAS Peninsular, quien fungió como asesor de campo y cuyas sugerencias
fueron de gran ayuda para la etapa inicial de la investigación.
Me interesaba orientar el trabajo etnográfico, esencialmente, en el estudio de dos
sectores demográficos, en función de sus niveles socioeconómicos: los sectores de bajos
ingresos, identificados con los grupos poblacionales que, de acuerdo a los índices de
marginación del Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010), se encuentran, por un
lado, en condiciones de pobreza moderada y extrema y, por otro, los sectores de clase
media y clase media alta, que se ubican entre los grupos con los mayores ingresos
económicos de Chetumal. Esta distinción de los sujetos de estudios se fundamentaba en
uno de los aspectos básicos de mis preguntas iniciales de investigación, que se orientaban
a intentar comprender la forma cómo se van construyendo riesgos y vulnerabilidades, así
como conocimientos y prácticas frente al mismo fenómeno de la naturaleza (los
huracanes), entre personas pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos.
Para ello, seleccionaría dos colonias de la ciudad que ofrecieran estos contrastes y
que, además, fueran residencia de personas que hubieran vivido en la ciudad desde hace
más de sesenta años (tomando como referencia el huracán Janet de 1955).29 Igualmente,
sería importante entrevistar a inmigrantes de reciente data, que permitieran comparar
28 Investigador que contacté a través del Dr. Raymundo Padilla Lozoya, lector del proyecto de tesis. 29 En el capítulo II explicaré la importancia que tuvo este huracán en la historia de la ciudad y, en ese sentido, su
relevancia para la investigación.
70
aquellos aspectos construidos en la interrelación histórica con las amenazas naturales de
los habitantes más antiguos y las expectativas, ideas y conocimientos que pudieran tener
personas que aún no se hubieran familiarizado con la reiterada presencia de este
fenómeno en Chetumal.
Nunca había visitado la ciudad, ni conocía a ninguno de sus habitantes. Toda la
información que poseía provenía de fuentes secundarias y había escasas investigaciones
que permitieran hacerse una idea clara y precisa de sus particularidades y de su
población. De esta manera, llegué sin tener una postura concreta acerca de las colonias
que elegiría para realizar el trabajo etnográfico. El acercamiento a los habitantes de Barrio
Bravo y Flamboyanes se dio a través de la interacción con los primeros informantes en el
campo y, más tarde, esa relación se profundizaría gracias a un mayor conocimiento del
territorio y de sus características históricas, geográficas y poblacionales, que contribuyeron
a que tomara la decisión de continuar la investigación en las referidas colonias.
Al criterio inicial de selección de la unidad de análisis (de los sujetos de estudio), a
partir de sus niveles socioeconómicos, agregué otro aspecto que resultó fundamental a la
luz de la estancia en campo: la ubicación de sus viviendas. Como refiero en el siguiente
capítulo, existe una división, tanto física como simbólica, del espacio donde se encuentra
emplazada la ciudad. Dicha división toma como referencia la bahía Chetumal y la altura
sobre el nivel del mar. Se encuentra, por un lado, la parte baja, identificada por los propios
pobladores de esa manera, que es la zona más cercana a la bahía y también la más
antigua de la ciudad y, por otro, la denominada parte alta, hacia el norte o interior del
territorio, ocupada a partir de la década de los sesenta del siglo XX como consecuencia de
la presión ejercida por el incremento demográfico.
También le otorgué mayor peso a criterios como el origen de los entrevistados (si eran
migrantes o nacieron en la ciudad), los años de residencia en Chetumal, así como los
materiales y formas constructivas de sus viviendas. Igualmente, incorporé testimonios de
otras personas que no habitan ni en Barrio Bravo ni en Flamboyanes, pero cuyas
experiencias se tornaban interesantes a los propósitos de la investigación. Como lo señala
la antropóloga argentina Rosana Guber (2010), es importante ajustar la problemática a la
perspectiva de los sujetos de estudio y a la realidad empírica, ser flexible y estar dispuesto
a reformular los límites del campo en función de las nociones y prácticas tanto de los
71
informantes como del contexto social, una vez que se ha trascendido el planteamiento
teórico del trabajo etnográfico y se ha internado en el universo de estudio.
La visita de mi directora de tesis, la Dra. Virginia García Acosta, entre el 7 y el 10 de
noviembre, también fue un elemento importante para realizar ajustes al trabajo etnográfico
durante la estancia en campo. Poder compartir con ella experiencias en la ciudad,
presentarle a los informantes y recorrer juntas los espacios que se habían transformado en
parte esencial de la investigación, permitió detectar vacíos, aspectos que debía
profundizar y elementos que habían pasado desapercibidos o inadvertidos hasta ese
momento. Además, se presentó la oportunidad de reunirnos con Margarito Molina,
antropólogo de la Secretaría de Educación y Cultura de Quintana Roo, quien me había
ayudado a contactar a varias personas, y con Antonio Higuera, también antropólogo, que
se había transformado en un gran apoyo en muchos sentidos: me sugirió bibliografía,
facilitó el acceso a varios informantes e incluso compartió su cubículo de trabajo conmigo
en la Universidad de Quintana Roo.
Igualmente, tuvimos la oportunidad de visitar Corozal (Belice), en compañía del Dr.
Higuera. Allí pudimos observar las casas de madera que sirvieron de inspiración para las
primeras construcciones que se realizaron en Chetumal tras su fundación. Conversamos
con algunas personas sobre los huracanes y varias refirieron la presencia del Janet. Sería
interesante poder realizar un trabajo comparativo entre ambas ciudades, ya que en varias
oportunidades un mismo ciclón se ha manifestado en las dos márgenes de la frontera.
Un aspecto que también flexibilicé durante la estancia en campo, y que asomé en la
introducción a la investigación, tiene que ver con la profundidad histórica. En la
formulación del proyecto de investigación marcaba un lapso temporal que iba desde la
segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, criterio que justificaba por dos razones: el
huracán Janet, considerado por los chetumaleños un hito en la historia de la ciudad, y el
inicio de los programas de colonización dirigida en la década de 1960. Sin duda, se trata
de dos eventos que marcaron material y simbólicamente el proceso histórico que delineó
las características actuales de la ciudad. Sin embargo, gracias a la ayuda de
investigadores de la Universidad de Quintana Roo y, particularmente, a los recuerdos de
algunos de los pobladores más ancianos de la ciudad que pude entrevistar, obtuve
información más antigua, que me permitió extender el lapso temporal de la investigación.
72
Asimismo, encontré testimonios escritos y orales que datan de la primera mitad del siglo
XX, así como notas de prensa, fotografías y bibliografía que develaron la importancia de
introducir en la discusión analítica la construcción de las condiciones de riesgo y
vulnerabilidad de ese contexto social en términos temporales más amplios, dando cuenta
de las transformaciones que se han producido en los estilos de vida de sus habitantes.
6.1.2. Dos colonias con relación a una ciudad
La mayor parte del trabajo de campo lo realicé en las dos colonias referidas
anteriormente: Barrio Bravo y Flamboyanes, que fungieron como espacios representativos
de la distinción que se hace del territorio entre parte alta y parte baja. Sin embargo, tanto
las entrevistas como la observación directa traspasaron los umbrales de estas colonias. La
información que recolecté allí fue complementada por datos empíricos de otras zonas de
la ciudad y su análisis lo realicé en articulación con la comprensión de las características
generales del territorio chetumaleño, en cuanto a sus particularidades geográficas,
infraestructurales, uso y aprovechamiento del espacio y de los recursos naturales.
Barrio Bravo fue una de las primeras colonias de la ciudad, junto con la Colonia
Centro, El Rastro y Barrio Viejo. En sus inicios estuvo habitada por los migrantes que
llegaron a Payo Obispo (como se conocía anteriormente Chetumal) durante los años
posteriores a su fundación en 1898. Actualmente, está sujeta a los estigmas de la pobreza
y la delincuencia, aunque esto no es necesariamente así, pues la heterogeneidad de sus
habitantes da cuenta de personas con diferentes ocupaciones, pertenecientes a clases
sociales distintas y con estilos de vida diversos, lo que impide generalizar tales
afirmaciones. Es una colonia que se caracteriza por la heterogeneidad en los sistemas
constructivos de las viviendas, que pueden ser autoconstruidas con cartón y láminas de
zinc, de bloque, cemento y piedra, o de madera. Estas últimas constituyen vestigios de las
antiguas casas de estilo colonial inglés. Allí establecí contacto con originarios y migrantes
de corta y larga data en la ciudad, incluyendo ancianos y personas de mediana edad.
Flamboyanes, al contrario de Barrio Bravo, es una colonia relativamente nueva
ubicada en la parte alta de la ciudad, construida entre finales de 1970 y principios de 1980
con estructuras de mampostería, de dos pisos y con todos los servicios básicos a su
disposición. Asociada a personas de clase media y media alta, fue habitada desde sus
73
inicios por profesionales de diversas áreas, políticos y otras figuras públicas. En esta
colonia también entrevisté tanto originarios, como migrantes de corta y larga data en la
ciudad, personas ancianas y de mediana edad.
6.1.3. La bola de nieve: acceso a los informantes
De acuerdo con Guber (2005), la bola de nieve consiste en que cada entrevistado,
presenta o recomienda al investigador personas de su círculo de conocidos, que
generalmente proceden de sus núcleos de confianza. Esta técnica facilita el acceso a
nuevos informantes y puede contribuir a incrementar no sólo la calidad, sino la cantidad de
información obtenida. Además, permite advertir alianzas y conflictos entre la población
estudiada, cómo y qué tipo de vínculos establecen entre ellos. Fue, precisamente, a través
de la bola de nieve, también denominada muestra en cadena o por redes (Hernández
Sampieri et al., 2006), como tuve acceso a los entrevistados, tanto habitantes de las
colonias como funcionarios públicos e investigadores de la Universidad de Quintana Roo.
El primer contacto con los pobladores de Chetumal lo conseguí a través de la Dra.
Isabel Campos Goenaga, con quien había compartido actividades académicas orientadas
a la difusión de investigaciones sobre desastres en ciencias sociales e historia. Ella
conocía a Gabriel Ayora, profesor del Instituto Tecnológico de Chetumal y residente de la
ciudad desde hace varias décadas. Él me recibió en el aeropuerto, ayudó con la búsqueda
de hospedaje y presentó con mis dos primeros informantes: el profesor Santos, originario
de la ciudad, y a Vicente, Jefe de Unidad de la Coordinación Estatal de Protección Civil.
Este último se convertiría luego en uno de mis principales colaboradores etnográficos.
Los primeros días estuvieron centrados en la observación y recorridos por la ciudad, e
intercambio de correos con el Dr. Carlos Macías Richard, quien vivió muchos años en
Chetumal, cerca de Barrio Bravo. Él me contactó con el profesor Martín Ramos de la
Universidad de Quintana Roo, quien vive en esa colonia y me facilitó el encuentro con sus
vecinos e investigadores de esa universidad. La entrada a Flamboyanes se dio gracias al
Dr. Gabriel Macías Zapata, profesor- investigador del CIESAS Peninsular. A través de él
obtuve los datos de una habitante de esa colonia, quien a su vez me contactó con algunos
de sus vecinos y con el antiguo director de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado
(CAPA).
74
En general, el acceso a los informantes se fue dando sin contratiempos. Relacionarse
con un chetumaleño genera la suficiente confianza para que otro chetumaleño converse
contigo y te abra las puertas de su casa y de su vida. La mayoría de los informantes se
mostraban ávidos de hablar, de contar su historia y la de la ciudad, reflejaban en sus
palabras la añoranza por un pasado que ya no existe. Un elemento que también facilitó el
rapport fue mi otredad. Los informantes tomaron con sorpresivo agrado que alguien de un
país “lejano” viniera a estudiar a México y, más aún, se interesara en los relatos de unas
personas que vivían en una ciudad distante de los grandes centros turísticos y comerciales
de Quintana Roo. En las entrevistas, a los informantes más ancianos les preocupaba que
tras su muerte se perdieran todos sus conocimientos, recuerdos y experiencias. Por ello,
tomé la decisión de entregarles las transcripciones de nuestras conversaciones, lo cual
agradecieron mucho, tanto ellos como sus familiares.
En cuanto a las instancias públicas, no hubo mayores problemas para obtener
información, e incluso los funcionarios entrevistados se mostraron muy dispuestos a
conversar y algunos de sus comentarios fueron muy críticos en torno a la gestión de las
instituciones que representan. La única dificultad que se presentó fue la incursión a la
Comisión Nacional de Agua (CONAGUA), cuyo acceso logré apenas una semana antes
de terminar el trabajo de campo y tras varios intentos infructuosos de contactar a diversos
funcionarios de la referida institución. La entrada se dio a través de una amiga de Rocío,
una de las entrevistadas de la colonia Flamboyanes. Ella me contactó con Juan,
funcionario con más de 20 años de experiencia en esa institución.
Otro aspecto particular es que durante las primeras semanas en campo las
advertencias acerca del aumento de la inseguridad hicieron que sólo trabajara hasta las
cinco o seis de la tarde. A medida que me fui familiarizando con la ciudad y sus habitantes,
hubo un mejor provecho de las horas del día y un desplazamiento más independiente por
sus espacios, que no dependía del acompañamiento constante de Ángel, hijo del profesor
Gabriel Ayora, quien se había convertido en un gran amigo y un apoyo fundamental en la
etapa inicial de la investigación.
A grandes rasgos, aun con el aumento poblacional de las últimas décadas, Chetumal
sigue siendo una ciudad pequeña, especialmente si se compara con las capitales de otros
75
estados de México, lo que facilitó el contacto con sus pobladores y el aumento paulatino
del número de entrevistas, incluyendo a políticos y autoridades.
6.1.4. La observación directa y los recorridos por la ciudad
Un aspecto fundamental para la investigación era el conocimiento detallado de las
características físicas de la ciudad, tanto naturales (geografía, relieve del territorio,
cuerpos de agua, clima), como sociales (formas, materiales y ubicación de las viviendas,
funcionamiento y acceso a los servicios básicos, infraestructura urbana), así como las
implicaciones de la interrelación entre ambas (cambios de uso del suelo, aprovechamiento
de los recursos naturales, contaminación, degradación ambiental). Las observaciones que
realicé en campo fueron fundamentales en este sentido. Para ello, hice múltiples
recorridos por la ciudad, a pie, en automóvil o bicicleta, a diferentes horas del día y bajo
diversas condiciones climáticas.
Además, la observación directa me permitió contrastar las afirmaciones de los
entrevistados con lo advertido en el terreno de estudio. Valerse de diversas técnicas de
recopilación de información dentro del trabajo etnográfico nutrió el análisis. Una
investigación fundada sólo en la observación limita el contacto e interacción con los
actores sociales, pero conjugada con entrevistas y revisión de documentos, “enriquece la
interpretación de los procesos que se están estudiando” (Hammersley y Atkinson, 1994:
120).
Además, pude realizar varios recorridos con tres pobladores de la ciudad (dos de la
colonia Barrio Bravo y uno de la colonia Flamboyanes), uno con el Dr. Gabriel Macías
Zapata y otro con Vicente, de Protección Civil. Ello resultó fundamental para darle una
dimensión más vívida a los relatos y contribuyó a obtener información que quizás no
hubiera conseguido de otra forma. El uso de la cámara fotográfica también ayudó a captar
los espacios considerados más significativos por los informantes, relacionados con zonas
seguras e inseguras para protegerse frente a la ocurrencia de los huracanes, calles y
colonias propensas a inundación, terrenos quitados a cuerpos de agua o cobertura
vegetal, o lugares que les evocaban algún recuerdo, relato de experiencias o leyendas en
torno a los huracanes, al pasado de la ciudad y al estilo de vida de sus pobladores.
76
Por otro lado, al coincidir la estancia en campo con la temporada de ciclones
tropicales, esperaba poder participar activamente en las acciones desplegadas antes,
durante y después del evento natural, acompañar a las personas en sus prácticas
preparativas y de protección, las medidas adoptadas por las instituciones involucradas y
realizar un análisis posterior a la ocurrencia del mismo. Ello no fue posible, pues no se
produjo ninguna alerta de huracán, tomando mayor relevancia los testimonios y recorridos
con los informantes, así como la información extraída de la prensa local. Pero pude ser
testigo de varias lluvias severas que logré registrar a través de fotografías y levanté fichas
de las colonias, zonas y calles de la ciudad más proclives a inundaciones.
Todas estas observaciones, recorridos y conversaciones, quedaron plasmadas en el
diario de campo, que fue una herramienta imprescindible durante la estancia en Chetumal.
No sólo describía mis actividades diarias, además, plasmaba mis reflexiones e
inquietudes. Cada quince días compartía estas anotaciones con la Dra. García Acosta, lo
cual enriqueció nuestras conversaciones y permitió que me realizara sugerencias más
acordes a las condiciones del contexto.
6.1.5. Entrevistas semiestructuradas
El antropólogo argentino Héctor Mora Nawrath (2010), enfatiza la importancia de
conducir el trabajo de campo a través de diversas técnicas de recopilación de información,
pues la aplicación de una única técnica no constituye una etnografía ya que, al generar un
solo tipo de datos, no se logran advertir las diferentes dimensiones que configuran los
fenómenos socioculturales. En este caso, la observación directa la conjugué con las
entrevistas en campo, una de las técnicas básicas implementadas por los antropólogos, ya
que favorece el contacto directo con los sujetos de estudio y permite obtener información
en torno a costumbres, tradiciones, hábitos y experiencias sociales que remiten a la
cultura en el cual se encuentran inmersos.
Dentro de los objetivos específicos de la investigación, planteé la importancia de
analizar las percepciones, representaciones y prácticas sociales que han construido los
habitantes de Chetumal en su relación histórica con los huracanes. La aplicación de
entrevistas me permitió conocer sucesos pasados y presentes, interpretaciones de las
personas con relación al entorno natural y social, las amenazas y riesgos con los cuales
77
conviven. Antes de ir a campo elaboré dos guías de entrevistas semi-estructuradas, una
dirigida a la población y otra a los funcionarios de las instancias públicas. Tras las
primeras entrevistas realicé algunas modificaciones a las guías, incorporé preguntas,
eliminé otras, pero siempre pensando en una aplicación abierta, sin la rigidez de los
cuestionarios o las entrevistas totalmente estructuradas:
En la primera etapa del trabajo de campo, la entrevista antropológica sirve para descubrir las preguntas, esto es, para construir los marcos de referencia de los actores a partir de la verbalización asociada libremente. Desde estos marcos se extraerán, en un segundo momento y tras una categorización diferida, las preguntas y temas significativos para la focalización y profundización (Guber, 2010: 143).
Durante las entrevistas los informantes introdujeron otros temas, no necesariamente
vinculados con los propósitos de investigación. Más allá de divagaciones, tienen que ver
con aspectos que son importantes para ellos, con sus inquietudes y que aportaron
información valiosa que probablemente no hubiera obtenido a través de conversaciones
controladas y sujetas a las preguntas de las guías de entrevistas. Además, el acceso a
fotografías atesoradas por ellos fue una herramienta importante, fungieron como
detonadores de la memoria y facilitaron el desarrollo de las conversaciones. En todos los
casos, las personas me dieron su autorización para reproducir las imágenes e
incorporarlas dentro de la tesis.
En total entrevisté a 25 personas con una duración promedio entre una hora y cuatro
horas por cada entrevista, teniendo en cuenta que ocho personas las entrevisté entre dos
y cuatro veces, y siete de las 25 fueron representantes de instituciones. Además, llevé a
cabo múltiples conversaciones informales que también contribuyeron a la investigación. La
tabla no. 1 detalla el número de entrevistas y recorridos que realicé con los habitantes de
la ciudad, y distingo a los informantes claves o centrales, de los ocasionales, a la vez que
señalo aquellos que vivieron el huracán Janet (1955):
Habitantes de la ciudad de Chetumal
Informantes Colonia Ocupación No. Entrevistas No. Recorridos
Pascual* ** Barrio Bravo/ Migrante de larga data
Dueño de una pequeña tienda
4 1
Cecilia y Blanca* Barrio Bravo Amas de casa 1
Lucrecia y María Barrio Bravo Funcionarias públicas 1
Tabla No. 1. Entrevistas y recorridos realizados con los habitantes de la ciudad de Chetumal
78
Adrián* ** Barrio Bravo Docente 2
Roberto Barrio Bravo Pescador y vigilante del Congreso.
1
Mariana* ** Barrio Bravo Ama de casa 2
Mercedes* Barrio Bravo/ Migrante de larga data
Ama de casa 1
Marcos Barrio Bravo/ Migrante de los noventa
Profesor de la Universidad de Quintana Roo
1 1
Laura** Flamboyanes/ Migrante de los ochenta
Antropóloga/Profesora 4 1
Petra Flamboyanes Funcionaria pública 1
Rocío* ** Vivió en Flamboyanes, ahora vive en Andara
Exdiputada, exoficial mayor del estado, exdirectora del DIF
2
Adriana Vivió en los antiguos límites de Chetumal, ahora vive en Las Casitas/Migrante de larga data
Coordinadora del Instituto de Museos
2
Santos* Vivió en Colonia Centro, ahora vive en Andara
Profesor del Instituto Tecnológico de Chetumal
1
Lorena Organizadora de la celebración a San Judas Tadeo
1
Antonio* Colonia Centro Rescate informal de la historia de Chetumal
1
Luis Colonia Centro Cronista informal autodidacta
1
José* Colonia Centro Obras Públicas Municipales
1
Total 27 3
*Vivieron el huracán Janet. **Informantes claves.
Las entrevistas que realicé a los funcionarios de las instancias públicas se detallan en la tabla no. 2:
Funcionarios de instituciones públicas
Informantes Institución No. Entrevistas No. Recorridos
Juan CONAGUA 1
Armando CAPA-exdirector 1
Vicente Protección Civil- Jefe de Unidad 2 1
Santiago Protección Civil- exdirector 1
Xavier Programa de Apoyo a la Reducción de Riesgos de Desastres en México del PNUD-
1
Tabla No. 2. Entrevistas y recorridos realizados con funcionarios de instituciones públicas de Chetumal
79
coordinador
David Párroco Iglesia Sagrado Corazón de Jesús 1
Total 7 1
6.2. La información documental
Siguiendo al antropólogo Claude Lévi-Strauss (1976), el mayor dilema al que se
enfrenta la antropología es el pretender reconstruir un pasado cuya historia no se puede
alcanzar, o querer hacer la historia de un presente sin pasado. De allí la importancia de
conjugar información documental con los testimonios actuales de los entrevistados y las
percepciones del investigador:
… [cuando el investigador] se limita al instante presente de la vida de una sociedad, resultará en primer lugar víctima de una ilusión, porque todo es historia: lo que se ha dicho ayer es historia, lo que se ha dicho hace un minuto es historia. Pero, sobre todo, el investigador se condena a no conocer este presente, porque sólo el desarrollo histórico permite sopesar los elementos actuales y estimar sus relaciones respectivas (Levi-Strauss, 1976: 322).
Bajo esta premisa, dediqué parte de la estancia en campo a la recopilación de
documentos de diversas fuentes, que permitieron rastrear información con la cual
comparar, contrastar y confrontar la evidencia empírica obtenida a través de la
observación directa y las conversaciones con los sujetos de estudio. Muchos de los fines
de semana se centraron en la revisión de libros y tesis en la biblioteca de la Universidad
de Quintana Roo, cuya producción académica parece tener poca difusión fuera de la
ciudad. La biblioteca Chilam Balam del Museo de la Cultura Maya también fue consultada
en varias oportunidades, así como la recopilación de fotografías, planos y notas de prensa
en el Archivo General de Quintana Roo. Visité la Casa de la Crónica, espacio dedicado a
preservar la historia de Chetumal. No logré conversar con el cronista de la ciudad, Dr.
Ignacio Herrera, pero la Lic. Priscila Alvarado, encargada de atender a los visitantes del
lugar, compartió varios documentos relacionados a la historia de la ciudad escritos por el
mismo Dr. Herrera. Además, pude observar las múltiples fotografías que cubren las
paredes de la sala principal, imágenes que remiten a la vida de Chetumal a través de los
múltiples huracanes que han afectado a sus pobladores.
En la tercera semana de estancia en campo tuve la oportunidad de revisar el archivo
histórico, hemeroteca, y acervo fotográfico de la Biblioteca Yucatanense. También recopilé
información procedente del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
80
(INEGI), entre ellos: censos, mapas, índices socioeconómicos y demográficos, y
características de infraestructura y servicios de la ciudad.
Por otro lado, a través del Centro de Documentación del Caribe (CEDOC) tuve acceso
a una serie de entrevistas realizadas a la segunda generación de Payobispenses en la
década de los ochenta del siglo XX por la antropóloga Luz del Carmen Vallarta, en el
marco de un proyecto suscrito al CIESAS Sureste. Estas entrevistas se dirigieron a nueve
personas, aproximadamente 29 horas de grabación, y tenían por objetivo reconstruir la
historia de la ciudad a partir de los testimonios de sus habitantes. En estos relatos
encontré información que permitió confirmar algunos datos históricos encontrados en los
documentos revisados.
En la tabla no. 3 presento una relación de las fuentes documentales consultadas:
Características de la Fuente
Tipo de Fuente Acervo
Generales
Bibliográficas ▪ Biblioteca de la Universidad de Quintana Roo.**
▪ Biblioteca Chilam Balam del Museo de la Cultura Maya.**
Tesis ▪ Biblioteca de la Universidad de Quintana Roo.**
Documentos históricos y/u oficiales ▪ Archivo General de Quintana Roo.** ▪ Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD).* ▪ Comisión de Agua Potable y
Alcantarillado (CAPA).** ▪ Coordinación Estatal de Protección
Civil.**
Hemerográficas ▪ Archivo General de Quintana Roo.** ▪ Fondo Reservado de la Biblioteca
Yucatanense.* ▪ Sala hemerográfica de la Biblioteca
Yucatanense.* ▪ Archivo personal del Dr. Gabriel Macías
Zapata.**
Fotografías ▪ Archivo General de Quintana Roo.** ▪ Archivo Audiovisual de la Biblioteca
Yucatanense.* ▪ Archivos personales de los
informantes.**
Crónicas ▪ Casa de la Crónica.**
Planos ▪ Archivo General de Quintana Roo.**
Tabla No. 3. Fuentes documentales consultadas
81
Censos, mapas, población, economía, infraestructura, servicios.
▪ INEGI.**
Específicos
Estudio geohidrológico en el acuífero de Chetumal, Quintana Roo.
▪ CAPA.**
Informe de manejo del agua pluvial- Chetumal
Plan comunitario para el manejo de riesgos con equidad
▪ Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.*
Atlas de riesgo de Chetumal 2011 ▪ SEDESOL/ Gobierno Federal.**
*Mérida. **Chetumal.
6.2.1. Documentos de archivo
En cuanto a los documentos históricos, encontré información en notas de prensa en el
Diario de Yucatán del año 1942 dentro del Fondo Reservado de la Biblioteca
Yucatanense, así como fotografías custodiadas en el Fondo Audiovisual, que muestran
imágenes de Chetumal y de las afectaciones de algunos huracanes tanto allí como en
Belice. En cuanto al Archivo General de Quintana Roo, revisé varias secciones, pero
únicamente encontré información en dos de ellas (Tabla no. 4):
Fecha Título Fondo Ubicación
15/09/67-30/07/69
Reporte del huracán Beulah. Recomendaciones del grupo de auxilio del territorio y anexo al plan de auxilio.
Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 14, expediente 350
23/04/1937 Resolución de la ampliación de la zona urbanizada de ciudad Chetumal antes Payo Obispo de la primera delegación del gobierno del territorio.
Sección Asuntos Agrarios, Serie Resoluciones sobre fundos legales, deslinde y ampliación de ejidos
Caja 1, expediente 2
1974 Ciclón Carmen Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 23
10/05/1966 Recomendaciones, plan y organización del grupo de auxilio local en caso de huracán e información sobre instrucciones de la secretaría de marina
Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 13
1970 Plan de Desarrollo Integral Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 30, expediente 633
Tabla no. 4. Documentos históricos consultados en el Archivo General de Quintana Roo, Chetumal
82
Sin fecha Datos históricos y geográficos del territorio de Quintana Roo
Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 14, expediente 341
27/08/1973 Informe sobre huracán Brenda Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 23
06/10/1966-09/10/1966
Reportes del huracán Inés y Beulah Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 13
Sin fecha Informe de la Brigada del Instituto Nacional Indigenista por el ciclón “Beulah”
Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia
Caja 14, expediente 340
6.2.2. Fuentes hemerográficas
En cuanto a las fuentes hemerográficas, la revisión la centré en notas de prensa de
agosto a noviembre de cada año, meses que coinciden con el período de mayor actividad
de la temporada de ciclones tropicales. También procuré buscar información de los años
en que habían ocurrido los huracanes e inundaciones más recordados por los informantes.
Entre ellos se encuentran los siguientes: Sin nombre (1942),30 Janet (1955), Carmen
(1974), Mitch (1998) y Dean (2007), lluvias con inundaciones (1976, 2015, 2016, 2010)
(tabla no. 5).
Fuente Años consultados Acervo
Diario de Quintana Roo 2007, 2015 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.
Diario de Yucatán 2007 Hemeroteca Yucatanense.
Diario del Sureste 1966, 1974 Hemeroteca Yucatanense.
Ecos del Caribe 1976, 1977 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.
Novedades Quintana Roo 1988 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.
Excélsior 1955 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.
El Universal 2010 Versión digital, página web oficial.
Por esto! 2016 Archivo personal del Dr. Gabriel Macías
30 “La costumbre de designar a los huracanes con nombres de personas se estableció en 1953. Antes se identificaban
mediante coordenadas geográficas mientras se encontraban sobre el mar- lo cual resultaba en extremo confuso debido a
su constante movimiento- y si se encontraban en tierra se les daba el nombre de la población más cercana. Con el
procedimiento de asignarles nombre desde que son tormenta tropical se les puede identificar con mucha mayor
precisión. Los nombres se toman de una lista elaborada por la Organización Meteorológica Mundial. Se aplican en orden
alfabético comenzando con la A y se repiten cada seis años. Para evitar equivocaciones, se eliminan y no vuelven a
usarse nombres de huracanes notables. No se emplean denominaciones que comiencen con las letras Q, U, X, Y y Z,
porque son muy escasas.
En un principio, se utilizaban únicamente nombres de mujer, pero debido a las quejas de las feministas en el sentido de
que se asociaba a la mujer con fenómenos destructivos, ahora se emplean alternadamente nombres masculinos y
femeninos” (Morales, 2012. 286)
Tabla no. 5. Fuentes hemerográficas consultadas
83
Zapata.
6.2.3. Algunas precisiones en torno a las fuentes documentales
Durante el proceso de recopilación de información documental se suscitaron varias
dificultades que es necesario que precise, a fin de que se comprendan algunos vacíos
presentes en los siguientes capítulos de la tesis, particularmente en aquellos donde existe
un mayor énfasis en los aspectos históricos. En el caso de los huracanes que han
afectado directa o indirectamente Quintana Roo, la información es más abundante a partir
de su constitución formal como Territorio Federal en 1902. He encontrado pocas
referencias sobre los años anteriores y, en general, provienen de fuentes secundarias que
no cuentan con una descripción del acervo de donde fue extraída dicha información. Con
respecto a Chetumal en particular, las descripciones más antiguas proceden de las
investigaciones realizadas por antropólogos y arqueólogos, especialistas en la lectura de
escritura pictográfica, códices y literatura de los mayas prehispánicos, así como de la
reconstrucción de vestigios materiales que dejaron los antiguos pobladores del territorio
que actualmente ocupa esta ciudad. Tras su fundación formal, la escasa población que se
mantuvo durante las primeras décadas del siglo XX y el funcionamiento intermitente de la
prensa local, aunado a los problemas de transporte y comunicación con el resto del país,
permite explicar la escasa información que se puede encontrar para esta época.
Los documentos oficiales, hemerografía, fotos y planos de Chetumal se encuentran
resguardados en el Archivo General de Quintana Roo, cuyas oficinas quedan en la misma
ciudad. En cuanto a los documentos oficiales, mucha información se ha perdido y/o
destruido, lo cual ha sido atribuido a la falta de un resguardo seguro frente a los
huracanes, ocasionando un invaluable menoscabo de las fuentes históricas. El fondo
hemerográfico del referido Archivo se encuentra en mejor estado de preservación y la
prensa está organizada por nombre y año, pero es a partir de la década de los ochenta
que se encuentra mayor cantidad de información. En este mismo fondo se pueden revisar
planos de la ciudad, algunos digitalizados y otros en físico, con un notable estado de
deterioro. Las fotografías, por otro lado, no cuentan con un fondo propio. Se maneja una
carpeta digital con numerosas imágenes antiguas, pero la mayoría no tiene ningún tipo de
referencia que permita identificarlas, lo que limita su utilidad.
84
Por el contrario, se puede obtener material valioso en la Biblioteca Yucatanense. El
Fondo Reservado contiene documentos anteriores a 1950 y, aunque escasas, hay
referencias en torno a la región que ocupa hoy la ciudad, así como a la manifestación de
huracanes para esa época. La Hemeroteca posee un gran acervo de los diarios de
circulación local a partir de 1950, donde también se puede localizar información gracias a
los corresponsales que eran enviados a cubrir las noticias en Chetumal, por ejemplo, del
Diario de Yucatán. Con respecto al Fondo Audiovisual, entre sus materiales se encuentran
fotografías antiguas de la región Peninsular, que pueden ser digitalizadas para el uso de
los investigadores. En general, las múltiples fuentes que se pueden consultar son
fácilmente localizables debido a la organización y sistema de búsqueda que manejan en
esa biblioteca.
6.3. Construcción y análisis de los datos
De acuerdo con Anselm Strauss y Juliet Corbin (2002), la investigación cualitativa
implica tres aspectos básicos. Primero, la construcción de los datos, que pueden provenir
de diversas fuentes, en este caso entrevistas, observación directa y documentos.
Segundo, los procedimientos que se siguen para organizar e interpretar esos datos, es
decir, codificarlos y analizarlos. Tercero, la redacción de un documento final, en el cual se
presenten los resultados de la investigación. En esta sección describiré el segundo
componente, la metodología que seguí para organizar y clasificar los datos obtenidos a
partir del contacto directo con los sujetos y el espacio social estudiados.
La teoría fundamentada o grounded theory, propuesta por Barney Glaser y Anselm
Strauss en la década de los sesenta del siglo XX, fue la metodología que utilicé para
codificar y categorizar los datos presentados en esta investigación, que se basa en un
constante análisis comparativo entre la evidencia empírica y la teoría (Charmaz, 2006). Sin
embargo, no se trata de una metodología deductiva, pues la elaboración teórica no se
fundamenta en construcciones conceptuales preconcebidas, más bien, se deja de lado la
formulación de hipótesis y se aboga por la construcción de categorías de análisis
arraigadas en los datos extraídos del contexto estudiado.
Se refiere a una teoría derivada de datos recopilados de manera sistemática y analizados por medio de un proceso de investigación. En este método, la recolección de datos, el análisis y la teoría que surgirá de ellos guarda estrecha relación entre sí. Un investigador no inicia un proyecto con una teoría preconcebida (a menos que su propósito sea elaborar y ampliar una teoría
85
existente). Más bien, comienza con un área de estudio y permite que la teoría emerja a partir de los datos. Lo más probable es que la teoría derivada de los datos se parezca más a la “realidad” que la teoría derivada de unir una serie de conceptos basados en experiencias o sólo especulando (cómo piensa uno que las cosas debieran funcionar). Debido a que las teorías fundamentadas se basan en los datos, es más posible que generen conocimientos, aumenten la comprensión y proporcionen una guía significativa para la acción (Strauss y Corbin, 2002: 21-22).
Es una metodología flexible, cuyos propósitos analíticos se encuentran centrados en los
procesos, en los cambios que se producen en los patrones de acción e interacción dentro
de las unidades sociales (Strauss y Corbin, 2002). Así entendida, comulga con la
perspectiva de la larga duración braudeliana que promueve el Estudio Histórico y Social de
los Desastres y, en este mismo sentido, resultó una herramienta útil para organizar,
analizar e interpretar información proveniente de diversas fuentes.
La codificación de los datos la realicé dividiéndolos en cuatro tipos: entrevistas a la
población, entrevistas a los funcionarios de instituciones públicas, observación directa
(descripciones vertidas en el diario de campo) y documentos históricos. Trabajar con cada
tipo de datos de manera separada, permitió posteriormente comparar y contrastar la
información obtenida a través de las diversas fuentes. Al construir las categorías las pude
agrupar en datos similares, así como develar aquellos que mostraban diferencias y
contradicciones entre una fuente y otra.
6.3.1. Codificación
De acuerdo con Auerbach y Silverstein (2003), la codificación es un procedimiento
orientado a la organización de los datos y descubrimiento de patrones dentro de la
estructura organizacional, patrones que no pueden ser advertidos en la masiva cantidad
de textos que el investigador encara cuando comienza el proceso de análisis. Esta
codificación responde, además, al objetivo central de la investigación por lo que no se trata
de un procedimiento rutinario y mecánico, sino que debe realizarse a través de pequeños
pasos, moviéndose del texto “crudo” a los propósitos del investigador, del más bajo al más
alto nivel de entendimiento, en términos abstractos.
Siguiendo los pasos propuestos por estos autores para efectuar la codificación desde
la teoría fundamentada realicé lo siguiente:
86
1. Primera aproximación al material “crudo”
Para extraer la información relevante de los testimonios de los informantes, primero
transcribí las entrevistas en su totalidad. Para la observación directa, organicé las notas en
el diario de campo, mientras que para las fuentes escritas fiché la información por título,
contenido y tipo de fuente (histórica o hemerográfica). Además, durante la estancia en
campo, a medida que iba redactando el diario iba colocando comentarios significativos al
margen del documento, lo mismo hice con las transcripciones de las entrevistas. Se trató
de una primera aproximación a una codificación abierta, para vislumbrar grosso modo la
calidad, cantidad y tipo de información que iba obteniendo.
2. Destacar los textos relevantes
Una vez redactado, organizado y fichado todo el material, lo pasé a un documento de
Excel, cada tipo de datos (entrevistas a la población, entrevista a los funcionarios de
instituciones públicas, descripciones en el diario de campo, documentos históricos y
hemerográficos) en una hoja de trabajo diferente. Luego realicé una revisión general a
través de una lectura exhaustiva de todo el corpus y fui dividiendo en textos relevantes, en
algunos casos por oraciones y en otros por párrafos, y coloqué notas junto a cada uno, ya
no desde una codificación abierta sino centrada en los tópicos iniciales de investigación y
con ayuda de los aspectos contenidos en la guía de entrevistas (Imagen no. 1).
3. Identificación de las ideas repetidas
Como señala Charmaz (2003), los datos varían en calidad, relevancia y utilidad, por lo
cual deben ser jerarquizados en función de su propósito de acuerdo con los objetivos
trazados. Así, una vez identificado cada texto relevante, los fui agrupando por tópicos con
ayuda de la función filtrar de Excel, que de forma automática permite clasificar y ordenar la
información y, en ese mismo sentido, advertir cuáles contenidos se repiten y cuáles no se
corresponden con los objetivos planteados. Éstos últimos los coloqué en una hoja de
trabajo aparte para retomarlos más tarde, en caso de que encontrara nueva información
con la cual agruparlos o contrastarlos, o simplemente para ser descartados.
87
4. Identificación por temas
Ya en este punto de la codificación pude advertir patrones, textos con contenidos
comunes. En tal sentido, el siguiente paso consistió en agrupar esas ideas similares por
temas, incrementando el nivel de abstracción de los datos. Al hablar de temas se hace
referencia, precisamente, a un contenido implícito o tópico que tienen en común un grupo
de ideas (Auerbach y Silverstein, 2003). En total, surgieron 27 temas.
5. Construcción teórica
De la misma manera en que fui agrupando las ideas repetidas por temas, éstos últimos
fueron organizados de acuerdo con un criterio más amplio y abstracto de clasificación:
construcciones teóricas, en total ocho de ellas. Una construcción teórica es un concepto
abstracto que organiza un grupo de temas dentro de un marco teórico, moviendo el
análisis de la información obtenida en el campo a la interpretación de los datos en el nivel
más alto de abstracción (Auerbach y Silverstein, 2003).
Así, los aspectos teóricos de la investigación no fueron formulados a partir de una
realidad preexistente, objetiva, “allá afuera”, sino que fueron generados directamente de
Imagen no. 1. Utilización de la herramienta Excel para la codificación de los datos
88
los datos. Como lo explica Charmaz (2003), las categorías analíticas y las relaciones que
se establecen entre ellas proporcionan un marco conceptual de la experiencia estudiada.
Entonces, la investigación se basa en una teoría fundamentada, es decir, en una
comprensión teórica abstracta del contexto estudiado, construida directamente a partir de
los datos.
6.3.2. Análisis e interpretación
La grounded theory mueve la investigación etnográfica hacia el desarrollo teórico,
pasando de la descripción a categorías analíticas y a la interpretación teórica (Charmaz,
2003). El proceso de codificación en sí mismo conlleva un proceso de interpretación de los
datos, a través de la jerarquización de las ideas, la particular forma de organizar la
información y la relación que se construyen entre ésta y niveles más abstractos de
clasificación de los datos. Sin embargo, eso no es todo, pues el proceso de escritura de la
tesis conlleva la construcción de una narrativa teórica, en la cual los datos son hilados en
una discusión crítica y reflexiva (Auerbach y Silverstein, 2003). Así, interrelacioné y
contrasté los comentarios de los informantes, sus recuerdos, intereses, percepciones con
las categorías construidas a partir de la información obtenida de la observación directa y la
revisión documental, a la par de su confrontación con la teoría revisada.
Más allá de la descripción, el uso de la teoría fundamentada permite formular marcos
teóricos explicativos para entender un fenómeno, valiéndose de la comparación de
diversos tipos de datos (Charmaz, 2003). El trabajo interpretativo, entonces, incluyó las
perspectivas y voces de los sujetos de estudio, pero también asumió lo observado, oído y
leído por mí, en el marco de un proceso paralelo de interpretación, desde mis propios
referentes, no sólo teóricos, sino sociales y culturales.
Otro aspecto fundamental en el análisis de los datos se correspondió con el perfil de
los entrevistados, pues el contenido de la información que me proporcionaron se relaciona
con su ubicación dentro del contexto social y atiende a aspectos como estrato social, edad
y ocupación. En el caso de los funcionarios públicos, sus posiciones como representantes
de organismos estatales también influyeron en sus comentarios que, en algunos casos,
emanaron de un discurso institucional completamente interiorizado; aunado al
conocimiento técnico que poseen, que distancian sus opiniones de las emitidas por los
89
habitantes de la ciudad que carecen de ese tipo de conocimiento. Y si bien no existe
separación tajante entre los diversos tipos de informante, pues una persona puede poseer
un conocimiento general en algunos aspectos y específico en otros, en el proceso de
análisis fue necesario establecer claramente quién estaba hablando y desde dónde, lo que
me proporcionó un panorama más claro de las diversas voces que estaban en
interlocución (Guber, 2010).
Como lo señalan Strauss y Corbin (2002), las múltiples perspectivas de los actores
sociales deben ser advertidas dentro del proceso de interpretación, no sólo en el afán de
construir una teoría inclusiva, sino además como una estrategia para cuestionar y revisar
de forma escéptica las interpretaciones del propio investigador. En el movimiento pendular
de moverme entre los datos y la construcción de la teoría, la identificación de los actores
involucrados fue fundamental para profundizar en el proceso de comparación e
interpretación, advirtiendo vacíos, contradicciones, sesgos y percepciones desde diversas
posiciones en las relaciones de poder y la jerarquía social.
7. Reflexiones generales
He realizado un recorrido por los principales aspectos teóricos y metodológicos que
guiaron el análisis y las reflexiones de los capítulos que aparecen a continuación. Algunas
nociones fueron asomadas de manera sucinta, ya que se retomarán con mayor
profundidad en articulación con los aspectos particulares que se discutirán más adelante.
Sin embargo, hay dos elementos que quisiera rescatar. Primero, la importancia otorgada a
la interrelación entre antropología e historia tanto en la construcción como en el análisis de
los datos empíricos; segundo, la primacía otorgada a las voces de los actores sociales
involucrados en la investigación.
En cuanto al primer aspecto, privilegio la articulación de múltiples fuentes de
información en el proceso de reflexión e interpretación, que permita vislumbrar las
múltiples aristas que involucra un tema tan complejo como el de los desastres y su
interrelación con las dinámicas históricas y sociales. Con respecto al segundo punto, si
bien visibilizaré los discursos y prácticas institucionales en torno a los desastres, intentaré
no reproducir las reflexiones centradas en los aspectos eminentemente técnicos. Por el
contrario, me centraré en los procesos sociales, en la forma como se construyen,
90
representan y se enfrentan los desastres, y los factores asociados a ellos: amenazas,
riesgo y vulnerabilidad.
En este mismo sentido, es imperativo insistir que cuando hablo de los desastres, no
hago referencia a una naturaleza indomable, sino a construcciones sociohistóricas. Lo que
convierte una amenaza (como un terremoto o un huracán) en un desastre no es el
fenómeno en sí, ni su irrupción intempestiva, sino la presencia de la sociedad en su
camino. Los desastres no simplemente ocurren, sino que son causados, y en este sentido,
van más allá de un suceso “natural”, involucran una serie de condicionantes sociales
responsables de la edificación de dicho fenómeno natural como peligroso. Éstos emergen
de la relación sociedad-medio ambiente y de las formas institucionalizadas que esa
relación adopta. La conjunción de una población humana y un agente potencialmente
destructivo no produce inevitablemente un desastre, de allí que los patrones de
vulnerabilidad erigidos históricamente constituyan un elemento esencial en el
desencadenamiento de la catástrofe. Patrones de vulnerabilidad que se manifiestan en la
localización, infraestructura, estructura sociopolítica, esquemas productivos e ideología
que caracterizan a una sociedad (Oliver-Smith, 1999; 2002).
Así, este trabajo parte de un abordaje transversal, desde la premisa que asume a los
procesos históricos, sociales, culturales y naturales en su condición de unicidad e
indivisibilidad. Todos estos aspectos se encuentran articulados determinantemente a
través de relaciones múltiples, y es a través de la comprensión analítica de estas
relaciones que es posible aceptar que se trata de un solo proceso, natural y humano al
mismo tiempo (Altez, 2006). La investigación pretende convertirse en una oportunidad
para iniciar un examen diferente de la realidad, intentando reconstruir, redefinir y
reinterpretar la relación material y simbólica entre los procesos históricos-sociales y
naturales-culturales. Perspectiva cada vez más apremiante dentro de las reflexiones
críticas de los procesos sociales.
91
CAPÍTULO II. LA HISTORIA DE CHETUMAL ES LA HISTORIA DE SUS HURACANES
Fíjese que en cada huracán, en cada temporada que hay mal tiempo, cambia el estilo de vida, eso sí me he dado cuenta un poquito. Por ejemplo, aquí vamos a suponer que pegue un mal tiempo, ya no va a estar el árbol que estabas acostumbrado a ver tantos días, ya no lo encuentras, o de repente pegó el ciclón o un mal tiempo, cuando vas a ver te sorprendes que la ciudad ha cambiado mucho. Con tantos huracanes, uno tras otro y las lluvias,
Chetumal ha cambiado mucho (Roberto, 14 de octubre de 2016). 31
Introducción
En la zona del Caribe Oriental, en el Océano Atlántico, se forman los huracanes que
tienen influencia sobre la Península de Yucatán, donde se localiza la ciudad de Chetumal.
Es debido a ello, que los habitantes de ese territorio han sufrido los embates de los
huracanes desde los albores de su fundación e incluso los antiguos habitantes de aquellas
tierras, integrantes de la civilización maya, habían aprendido a convivir con ellos y le
atribuían propiedades sobrenaturales. De allí que, comprender las características actuales
de la ciudad implica necesariamente considerar la persistente presencia de este fenómeno
en su territorio. El eje central en torno al cual gira el presente capítulo es, precisamente, la
reconstrucción e interpretación del proceso histórico que delineó el contexto social
chetumaleño y las formas de vida de sus habitantes, en interrelación con los efectos e
impactos de los huracanes.
Más allá de realizar una revisión exhaustiva de todos los ciclones que han afectado a
Chetumal, a través de los aspectos más significativos de su historia y de sus antecedentes
prehispánicos, se pondrá de manifiesto una lectura espacial y temporal amplia, articulando
la descripción de los principales fenómenos hidrometeorológicos (o al menos los referidos
con más ahínco por los testimonios de sus pobladores y la información hemerográfica) con
las transformaciones del entorno natural y social, con la forma como han sido habitados y
vividos los espacios de la ciudad. Cuatro huracanes serán centrales en ese sentido: Janet
(1955), Carmen (1974), Mitch (1974) y Dean (2007).
Como se irá advirtiendo, la persistente presencia de los ciclones (relacionada con la
ubicación geográfica de la ciudad), articulada con las múltiples transformaciones que se
31 Hombre, pescador, herrero y vigilante del Congreso del Estado de Quintana Roo. Su casa se encuentra en la colonia
Barrio Bravo. Ha vivido muchos huracanes en alta mar.
92
han producido en las formas de ocupar el territorio y aprovechar sus recursos naturales,
han generado escenarios de riesgo. Al mismo tiempo, la ausencia de diversificación de las
actividades productivas, las relaciones de poder inscritas en decisiones políticas
particulares y los intereses económicos han contribuido a crear y fortalecer condiciones de
vulnerabilidad, generando situaciones de inseguridad y limitando las posibilidades de
sortear con éxito el paso de estos fenómenos hidrometeorológicos. No pretendo afirmar
que los huracanes han condicionado de forma determinante ciertas prácticas sobre el
territorio chetumaleño, pero es innegable que han influenciado algunos cambios en las
dinámicas sociales. En este sentido, se trata de advertir cómo su presencia se
interrelaciona con la historia de la ciudad y de qué manera han develado, a través de sus
manifestaciones, “situaciones críticas preexistentes” en ese contexto social.
En este capítulo privilegio la información proveniente de fuentes históricas, tanto
hemerográficas como fotografías y planos antiguos, en interrelación con los testimonios de
las personas más ancianas que entrevisté durante mi estancia en campo. Además, retomo
algunas de las entrevistas realizadas por la antropóloga Luz del Carmen Vallarta, a la
segunda generación de chetumaleños en la década de los ochenta del siglo XX, así como
varias investigaciones previas que abordan aspectos de la historia de la ciudad. A través
del cruce discursivo y analítico de la información extraída de las diferentes fuentes, develé
similitudes, vacíos y contradicciones, que permitieron nutrir las reflexiones de los diversos
aspectos que se abordan en las siguientes páginas.
1. La geografía de Chetumal: una ubicación riesgosa
El territorio mexicano se caracteriza por contar con 11 regiones climáticas, que varían
en función de su ubicación geográfica y relieve, los cuales determinan la orientación de los
sistemas de viento y las condiciones de calentamiento regional debido a su latitud. Por
ello, la precipitación pluvial, la temperatura anual y la oscilación térmica son similares entre
sí en cada región climática. La ciudad de Chetumal se localiza en el sureste de México,
forma parte de la región número once, denominada Península de Yucatán, caracterizada
por una pequeña porción de humedad durante todo el año e intensidad de precipitaciones
centradas en los meses de mayo a octubre. Es capital del estado de Quintana Roo y
cabecera del Municipio Othón P. Blanco. Fue fundada en la desembocadura del Río
93
Hondo en la bahía Chetumal, el cual marca la frontera entre México y Belice (Mapa no. 3)
(Castillo Villanueva, 2009; Vidal Zepeda, 2005; Cuevas Portilla, 2010).
Chetumal cuenta con una extensión territorial de aproximadamente 67 km de largo y
20 km de ancho en su parte más amplia, con un área cercana a los 1100 kilómetros
cuadrados. La bahía tiene características de estuario debido a la presencia del río y de
zonas inundables; los movimientos de sus masas de agua se encuentran influenciados por
los vientos alisios, predominantes al este y sureste.32 La baja profundidad de la bahía (de
menos de 5 cm) la hace muy sensible al fenómeno de marea de tormenta,33 y la zona
32 Las masas de agua son amplías porciones de agua singularizada por su temperatura, salinidad y densidad. Las distintas
masas que componen los océanos se van configurando y modificando como resultado de los intercambios mar-aire y por
las mezclas e intercambios que se producen entre aguas de distinta procedencia. Glosario de Geografía General.
Disponible en: http://glosarios.servidor-alicante.com/geografia-general/masa-de-agua
Los vientos alisios son dos cinturones de viento que soplan desde los centros de alta presión subtropicales moviéndose
hacia la zona de baja presión ecuatorial. Son vientos de poca altitud caracterizados por la consistencia en su dirección.
En el hemisferio norte, los vientos alisios soplan desde el noreste y en el hemisferio sur, los vientos alisios soplan desde
el sureste. Diccionario meteorológico. Disponible en:
https://www.estrucplan.com.ar/Producciones/imprimir.asp?IdEntrega=2121 33 La marea de tormenta es el aumento anormal del nivel del agua en la costa del mar, producida por los vientos fuertes
de un ciclón que ha llegado a tierra y por la baja presión de la tormenta. National Oceanic and Atmospheric
Administration- NOAA. Disponible en: http://www.aoml.noaa.gov/hrd/tcfaq/A8_esp.html
Mapa no. 3. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal
Modificado por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth
94
terrestre cercana es sumamente plana, con pendientes de sólo 1.15 metros por cada
kilómetro de la costa, lo cual indica altos niveles de exposición a inundaciones, así que
con la trayectoria e intensidad adecuadas y con vientos favorables los huracanes e incluso
las tormentas tropicales podrían generar la inundación total de la ciudad (Castillo
Villanueva, 2009; Rosengaus, 2001).34
Chetumal se caracteriza por su clima tropical, un relieve de pendiente limitada y suelos
cársticos, que implican aportes de agua continental hacia la zona costera a través de los
mantos freáticos. De acuerdo con el sociólogo e historiador Gabriel Macías Zapata (2004),
la ciudad se asentó dentro de una región forestal delimitada por una extensa zona de
bosque tropical, a la cual se accedía a través de diversas aguas navegables que
conforman el “sistema de la Bahía de Chetumal”. Este sistema se encontraba dentro de un
entorno pantanoso que permitió el desarrollo del palo de tinte y de extensos bosques hacia
el interior del territorio, propicios para el aprovechamiento de maderas preciosas como
cedro y caoba.
Igualmente, las particularidades de la cuenca del Caribe determinan la existencia de
múltiples hábitats, donde se desarrollan ecosistemas de alta diversidad biológica, aunque
frágil, pues resisten poco los niveles de explotación, de intervención o disturbio. En cuanto
a los terrenos que circundan la ciudad, tienen una capacidad limitada para el desarrollo
urbano ya que se caracterizan por la presencia de selva baja y mediana hacia el noroeste
y suroeste, zonas inundables hacia el oeste y la presencia de diversos cuerpos de agua.
Actualmente, la cubierta vegetal original ha sido destruida debido a la extracción de
productos forestales, la agricultura y la ganadería. Los espacios antiguamente dominados
por selvas altas y medianas ahora son bosques bajos de tipo secundario, dominados por
la maleza (Castillo Villanueva, 2009; 2004).
En cuanto a los fenómenos naturales, de principios de junio a finales de noviembre de
cada año esta región es afectada por ciclones tropicales, cuya formación inicia en los
34 La diferencia entre depresión tropical, tormenta tropical o huracán se relaciona con la velocidad máxima de vientos
sostenidos en la superficie. La depresión alcanza vientos menores a 64 km/h, la tormenta oscila entre 64 y 118 km/h y
los huracanes comprenden vientos de 119 km/h en adelante. Además, estos últimos pueden ir de la categoría uno a la
categoría cinco, de acuerdo con la escala Saffir Simpson, la cual alcanza cuando los vientos superan los 250 km/h.
95
mares del Caribe y las Antillas.35 Es justamente, la costa este de la Península, desde
Cancún hasta los linderos de Belice (donde se ubica Chetumal), la zona que se encuentra
expuesta en mayor grado a las tormentas tropicales (Vidal Zepeda, 2005; Cuevas Portilla,
2010). Mientras en otras regiones del país la orografía y la hidrografía delinean la
diversidad geográfica, en Quintana Roo son el clima y las lluvias los que configuran el
entorno natural.
Ubicado entre el Ecuador y el Trópico de Cáncer, el clima es cálido subhúmedo en 98.9% de la superficie estatal, y húmedo en 1.1%; con abundantes lluvias en verano y temperaturas calurosas durante la mayor parte del año, con unos 27°C en promedio. Enero suele ser el mes más frío debido a la temporada de “nortes”, cuando esos vientos helados azotan a la península desde el Atlántico. Las estaciones, sin embargo, transcurren sin parteaguas visibles y sólo las temporadas de secas y lluvias definen el calendario. Estas últimas comienzan a fines de mayo y se prolongan hasta noviembre, mes que marca el final de la temporada de huracanes. Normalmente ocurren fuertes chubascos invernales durante el mes de enero (Careaga Viliesid e Higuera Bonfil, 2012: 21).
En términos generales, la ubicación geográfica de Chetumal se encuentra directamente
relacionada con la persistente presencia de los huracanes y la propensión a sufrir
inundaciones. Existe un riesgo inherente a las características del entorno natural donde
fue fundada la ciudad, colocando en una situación de vulnerabilidad a la población
asentada allí. Riesgo que, como explicaré en el siguiente capítulo, no ha permanecido
inalterable a través del tiempo, sino que se ha complejizado, e incluso profundizado, por la
persistente e inadecuada intervención sobre el entorno, produciendo alteraciones en las
dinámicas medioambientales.
2. Antes de Chetumal: los huracanes entre los mayas
El territorio que actualmente ocupa la ciudad de Chetumal comprendía parte de las
tierras bajas de la civilización maya e integraba el cacicazgo Uayimil-Chactemal. Para el
período precerámico (9000-1400 a.C.) era un lugar próspero y densamente poblado, que
abarcaba los amplios litorales de la bahía y el corredor fluvial del Río Hondo, al cual
llegaron los conquistadores al mando de Francisco de Montejo y Alonso Dávila en el siglo
XVI. Desde épocas tempranas, este cacicazgo tuvo gran importancia debido a su
35 En el presente trabajo utilizaré huracán y ciclón tropical como sinónimos, ya que los pobladores de Chetumal
prefieren esta última denominación y es la palabra que comúnmente emplean para referirse a dicho fenómeno
hidrometeorológico.
96
localización estratégica, donde las selvas y cuerpos de agua favorecían la fertilidad de las
tierras cultivadas (Xacur Maiza, 2005; Bautista Pérez, 2016. Tomo I).
Chactemal se extendía desde el norte de la laguna de Bacalar hasta un poco más al sur de la laguna de Río Nuevo (en el hoy Belice); es posible que su capital se encontrara al sur de la Bahía de Chetumal; todo parece indicar que la parte más importante de esta provincia se ubicaba en el interior del recinto amurallado de Ixpaatún; desde ahí debía controlarse el comercio de la bahía y tierra adentro. Además del comercio, los habitantes de esta provincia también se dedicaron a la pesca, agricultura, apicultura y horticultura (Xacur Maiza, 2004).
De acuerdo con Xacur Maiza (2004), el primer contacto entre españoles y mayas lo
propició un huracán en el año 1511, que ocasionó el naufragio de Gonzalo Guerrero y
Jerónimo Aguilar en las inmediaciones del territorio que hoy ocupa Quintana Roo. Para
entonces, los mayas tenían una interacción de larga data con este fenómeno natural y, a
pesar de la escasa información que se ha encontrado en los jeroglíficos, hay suficiente
evidencia para dar cuenta de interpretaciones mitológicas en tornos a ellos que, de
acuerdo con el antropólogo canadiense Herman Konrad (1985, 2003), formaban parte de
la cosmología plasmada en el Chilam Balam. Igualmente, el investigador Fernando Ortiz
(1984) ofrece referencias al respecto en el Pop Wuj o Popol-Vuh, una de las obras
literarias y espirituales más importantes de los mayas:36
Para ellos, Huracán era el misterioso corazón del cielo, simbolizado por el rayo y el trueno y representado por la gran constelación que ahora conocemos como Orión y en la cual creían ver la figura de un hombre al cual le faltaba una pierna. Los espíritus creadores recibían también, colectivamente, el nombre de Huracán. Esos espíritus dieron vida a los cuatro balames que sostenían el mundo sobre sus hombros, y de esos cuatro míticos personajes- a quienes los espíritus creadores concedieron tantas mujeres- descienden los mayas quichés (Morales, 2012: 233).
Para los mayas, los huracanes poseían un profundo poder de transformación de la flora y
la fauna; constituían un factor esencial en la vida social que, al ser incontrolable, los
obligaba a adaptarse a sus efectos ecológicos (Campos Goenaga, 2012a; Konrad, 1985).
Así, por ejemplo, los asentamientos se ubicaban entre unos 20 y 50 km de distancia con
respecto a la franja costera, para evitar tanto el agua del mar como los vientos intensos.
36 De acuerdo con Campos Goenaga: “Los huracanes, “tempestades con remolino”, eran conocidos por mayas y otros
grupos de la zona caribeña. Huracán es una palabra de origen taíno y se revela como una presencia constante en los
modos de vida de las culturas antillanas y caribeñas: Juracan era el término con que los taínos designaban al dios del
mal, destructor; los indios caribes de las Antillas lo llamaban Aracan, Urican y Huiranyucan, que significaba viento
poderoso y viento fuerte; los indios galibi de la Guyana francesa y holandesa, usaban la palabra hyroacan para los
demonios. Fernando Ortiz dice que al dios de las tormentas Huracán también se le conocía con los nombres indígenas
Guabancex, Maboya y Jurakan, y era la deidad más importante en el área caribeña durante la época prehispánica…”
(Campos Goenaga, 2012b: 132).
97
Se refugiaban de los huracanes en la selva, pero se enfrentaban a las inundaciones que
se producían en el interior de la misma, desarrollando otras estrategias para paliar sus
posibles afectaciones. En cuanto a las construcciones, los mayas erigieron muros de
piedra alrededor de las casas habitación y los campos, que variaban en altura y ayudaban
a contener las inundaciones. Las viviendas tenían una base de piedra, muros y techos de
palma y madera, con forma cilíndrica, para facilitar la circulación del viento; mientras los
templos eran de mampostería (Konrad, 1985; 2003).
Los mayas también desarrollaron prácticas como la diversidad agraria, la silvicultura y
la acuacultura. Lograron articular los ciclos agrícolas con la disponibilidad del agua pluvial,
crearon sistemas hidráulicos, construyeron terrazas y camellones. Cultivaban de tal
manera que pudieran beneficiarse de las lluvias, pero cosechaban los frutos antes de los
meses proclives a huracanes. A la par de estas “estrategias permanentes” desarrollaron
“estrategias cortas o especiales”, de acuerdo con los términos propuestos por Konrad
(2003), como la recolección de alimentos y la caza de animales, para prepararse en caso
de las contingencias que pudieran presentarse. Si la población era más grande que las
Imagen no. 2. Casa tradicional maya en la comunidad de Xchac Hua, Yucatán
Fuente: Checa-Artasu, 2012.
98
capacidades de proveerse de la cantidad adecuada de alimentos, se optaba por la
migración hacia lugares ya ocupados, que si bien podía conducir a enfrentamientos
también generaba acuerdos entre localidades rivales, lo cual les permitía extender la
actividad comercial hacia otras partes del territorio ocupado.
Sin embargo, tras la conquista de la región, iniciada en el año de 1526 con la
capitulación real que autorizó a Francisco de Montejo a realizar la ocupación de Yucatán,
se dieron los primeros pasos hacia el resquebrajamiento de las prácticas mayas en torno a
la ocupación del territorio y aprovechamiento de sus recursos naturales (Xacur Maiza,
2004). La sustitución de antiguas formas de vida por patrones de asentamiento, que
atendían a fines de dominación de los grupos humanos y explotación del medio físico,
sentó las bases para la transformación de las condiciones de riesgo y vulnerabilidad frente
a las dinámicas de la naturaleza de aquella región peninsular.
A pesar de ello, con la instalación de la población española de Villa Real (de
Chetumal), la región experimentó un progresivo declive hasta finalmente ser abandonada
en 1532. Por ello, la ocupación por parte de los colonizadores tuvo una existencia más
bien efímera, limitando las consecuencias que pudieran derivarse de los efectos e
impactos de los huracanes. Se trataba de vastas áreas geográficas escasamente
pobladas, habitadas por mayas sometidos a explotación y sojuzgamiento, menguados por
epidemias, vejaciones y múltiples rebeliones, que durante mucho tiempo fueron sofocadas
por los españoles.
En las provincias de Uayimil y Chactemal, de 216 mil habitantes en 1531, había 6,500
en 1549; 30 años más tarde quedaron prácticamente deshabitadas. Al concluir la
conquista de Yucatán, los españoles se establecieron en las zonas occidental, centro,
norte y oriente (actualmente parte del estado Quintana Roo), mientras el sureste se
mantuvo habitado por un grupo de mayas dispersos. Desde entonces la baja densidad y
emigración de los pobladores de estas regiones, además de su lejanía de los centros del
poder económico y político peninsular, limitó el desarrollo de las prácticas de control
español, como las encomiendas. Estos aspectos facilitaron las múltiples rebeliones que se
produjeron en los siguientes años y sirvieron como antecedentes a la Guerra de Castas
(1847-1901), donde los mayas sublevados se refugiaron en las selvas orientales y
formaron varias comunidades independientes (Xacur Maiza, 2004).
99
Después de la irrupción española y tres siglos de vida colonial, a mediados del siglo XIX quedaba tan sólo un pueblo maya inmolado, diezmado y confinado a lo más inhóspito de las selvas del oriente de la península de Yucatán. Tihosuco y Bacalar sobrevivían como principales ciudades fronterizas entre los mundos mestizo e indígena. Pero sobre aquella misma tierra, cuya cultura milenaria se había perdido para siempre, quedaba ante todo, un reclamo profundo de justicia que nada podía contener, haciendo inevitable la Guerra de Castas (Bautista Pérez, 2016: 227. Tomo I).
Cuando México logra su independencia de España en 1821, el gobierno de la Península
se adhiere a la nación pero, a diferencia del centro del país, no se produjeron
transformaciones significativas de las particularidades políticas, económicas y sociales que
dominaron durante la Colonia. Así, Yucatán continuó bajo el mando de los españoles
peninsulares, mientras los mayas seguían viviendo bajo las mismas condiciones previas.
Los cambios se producirían con la Guerra de Castas, conflicto bélico que estalló en 1847 y
se extendió hasta 1901 (Xacur Maiza, 2004). A través de la rebelión, los mayas lucharon
por culminar con la explotación a la cual eran sometidos, las afectaciones a la agricultura
milpera como consecuencia del avance de las plantaciones azucareras y su reclutamiento
para combatir en diferentes batallas. Obtenían armas y municiones a través de los colonos
ingleses de Honduras Británica (hoy Belice) a cambio de productos silvícolas y ganado
(Vázquez Dzul, 2011; Careaga Viliesid, 2016. Tomo I).
Con la firma y ratificación del tratado de límites Mariscal-Spencer entre 1893 y 1897,
se estableció el Río Hondo como la frontera oficial entre México y Honduras Británica, y se
prohibió la venta de armamento a los mayas rebeldes, lo cual permitió un mejor control de
ambos bordes del río. En el caso de México ese control se materializó a través del pontón
Chetumal,37 que anclado en la desembocadura del río sirvió como puesto aduanal y de
vigilancia, y marcó la fundación de la ciudad el 5 de mayo de 1898, bajo el nombre de
Payo Obispo (Vázquez Dzul, 2011; Careaga Viliesid, 2016. Tomo I).38
La territorialidad de la costa oriental de Yucatán se disputó durante la segunda mitad del siglo xix entre las autoridades mexicanas, los líderes mayas sustraídos y los madereros ingleses. Por ello, el sistema porfiriano de concesiones, bajo el amparo del andamiaje legal constituido, permitió la participación de capital privado para desarrollar la habilitación, fraccionamiento, colonización y apropiación de las vastas extensiones yermas, así como también el aprovechamiento de los
37 El pontón es “un tipo de embarcación que define el diccionario como barco chato, propio para ríos de poco calado o
buque viejo que, amarrado de firme en los puertos, sirve de almacén, de hospital o de depósito de prisioneros. Apropiado
por la poca profundidad de la Bahía de Chetumal y para la misión a que se le destinaba” (Hoy, 1998: 42). 38 Payo Obispo era el nombre con el cual estas tierras eran conocidas desde la segunda mitad del siglo XVII. Cuando
Othón P. Blanco fundó la ciudad ratificó tal nominación, que permanecería así hasta 1936, año en que se cambió a
Chetumal, un nombre moderno, cuyo origen se remonta a los mayas precolombinos. Chakte'mal era un cacicazgo
gobernado por Nachan Ka'an, que tenía como frontera natural al mar Caribe por el este y el cacicazgo de Huaymil por el
norte y el sur (Bautista Pérez, 1998).
100
recursos naturales existentes. Un proceso que garantizara la territorialidad de la región, en el cual convergieron los intereses económicos y políticos de destacados miembros del gabinete porfiriano, y de prominentes comerciantes e inversionistas del país y de la península yucateca. Esto incluyó la parte continental de la región, sus principales islas: Cozumel y Mujeres, y principalmente, la franja forestal fronteriza del Río Hondo, el límite político entre la república mexicana y la colonia inglesa de Honduras Británica acordado en julio de 1893 (Rangel González, 2016: 148).
Para entonces, la bahía Chetumal y las riberas del río Hondo estaban ocupadas por
personas provenientes del norte de la colonia inglesa, cuyas tierras eran utilizadas para el
cultivo de verduras, maíz y frijol (Vallarta 2001). Emplazada en las márgenes de la bahía
homónima, la ciudad creció desde las orillas del mar hacia el interior de la selva y las
actividades productivas, las relaciones comerciales e incluso la vida cotidiana de sus
pobladores se desarrollaron en torno a las ventajas que ofrecía la proximidad al mar, como
medio de transporte y proveedor de recursos naturales. Así, las tierras cercanas a la bahía
se convirtieron en la zona comercial y sede de las dos cabeceras de la región fronteriza,
Chetumal y Corozal (Belice). “El eje, desde el comienzo de la institucionalización de la
frontera, fue el comercio y la centralización de las comunidades, y el abastecimiento, todo
a través de la navegación en la bahía, además de ser los centros políticos administrativos”
(Castillo Villanueva, 2004: 89). Ambas poblaciones eran sedes de las actividades
económicas de la región. La producción cañera y su industrialización semi-artesanal, así
como la explotación forestal se desarrollaban allí; además, eran los únicos lugares con
servicios mínimos dentro de un contexto donde las carencias eran lo común.
El 24 de noviembre de 1902, se produjo por decreto del gobierno federal la creación
del Territorio Federal de Quintana Roo, como una estrategia más de control de la región,
tras la culminación de la guerra, cuyo decreto fue emitido por Porfirio Díaz en 1904.39 A
partir de entonces se entregaron concesiones para explotar madera y chicle en el sur del
territorio. De acuerdo con Vázquez Dzul (2011), gracias a estos permisos la zona
39 La historia de Chetumal se ha encontrado marcada por los diversos conflictos y decisiones políticas que han afectado
la existencia jurídica de Quintana Roo. El territorio actual de este estado primero formó parte de la región que ocuparon
los mayas entre 2000 a.C. y el siglo XVI. Para 1824 Yucatán fue erigido como estado de la federación, mientras el resto
del territorio de Quintana Roo se mantuvo escasamente poblado hasta 1848. Con la Guerra de Castas se produjo un
cambio en la distribución espacial de la población de la península e influyó en los asentamientos actuales. Tras el
decreto de 1902, por primera vez se designó la parte oriental de la península con el nombre actual de Quintana Roo.
Durante la Revolución Mexicana su territorio fue anexado al estado de Yucatán y se trasladó la capital a Payo Obispo
(hoy Chetumal). Para 1931 fue dividido entre Yucatán (mitad norte) y Campeche (mitad sur), pero para 1935 fue
restituido como estado por decreto del presidente Lázaro Cárdenas. El 12 de enero de 1975 fue publicada la Constitución
Política del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo, estableciendo la ciudad de Chetumal como su capital y siete
101
“comenzó a tener vida” y, con las políticas de colonización promovidas entre 1925 y 1930,
se fomentó la migración de trabajadores del norte para impulsar las áreas agrícolas de la
región, cuyos efectos comenzarían a tener resultados para mediados del siglo XX.
3. Fundación de Chetumal: antes del hada Janet
Tras seis años de fundada, en 1904 Payo Obispo recibió la visita de un huracán.
Aunque no se tienen mayores referencias de este fenómeno, se sabe que para entonces
el teniente Othón P. Blanco ya había iniciado una campaña para incentivar la inmigración.
Invitó a los descendientes de los refugiados de la guerra, mayas y mestizos, que vivían en
Honduras Británica a regresar a territorio mexicano. Así que cuando llegó el ciclón, ya se
habían asentado en la ciudad las primeras poblaciones estables. Se contabilizaban 650
habitantes, que recibieron el fenómeno natural en medio de la ausencia de los servicios
más elementales (Xacur Maiza, 2005).
En los años siguientes, el incentivo a la migración sería una prioridad para el gobierno
de México. A través del ofrecimiento de tierras para cultivar, se estimuló el regreso de los
descendientes de los mexicanos que vivían en aquella colonia inglesa. Igualmente, se
alentó a los trabajadores forestales del chicle y la caoba, otorgando tierras en calidad de
donación para que se asentasen en ellas (Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II). De acuerdo
con el testimonio del señor Luis Lizárraga, la invitación de Othón P. Blanco para poblar
Payo Obispo tuvo como sus principales alicientes, justamente, la entrega de terrenos y la
posibilidad de cosechar en milpas sin tener que pagar nada al gobierno. Fue así como
muchos pobladores del otro lado de la frontera se instalaron en Chetumal y despoblaron a
Corozal:40
El crisol quintanarroense reunió en los albores del siglo XX el amplísimo perfil de personas obliga-das a portar por el mundo la carta de ciudadanía turca (palestinos, libaneses, egipcios, sirios, árabes, entre otros), con el no menos amplio expediente de la nacionalidad inglesa (súbditos de Honduras Británica, de la India y de la Gran Bretaña), para no mencionar a los habitantes yucatecos y campechanos residentes en Belice, a los hondureños y a los cozumeleños, dispuestos a aventurarse en la fundación de ciudades. Los nuevos habitantes debieron incorporarse, en su momento, al ritmo de las normas y disposiciones que marcó el país para legalizar la propiedad agrícola y urbana en esta frontera apenas conquistada (Macías Richard, 2016. Tomo I: 185).
municipios: Cozumel, Felipe Carrillo Puerto, Isla Mujeres, Othón P. Blanco, Benito Juárez, José María Morelos y
Lázaro Cárdenas. En 1993 se incluyó el municipio Solidaridad (Castillo Villanueva, 2009). 40 Entrevista realizada por Luz del Carmen Vallarta, 31 de septiembre de 1987.
102
Además, se intensificó el trabajo forestal con la llegada de colonos de Veracruz y Chiapas,
quienes se dedicaron a la extracción de chicle, debido al aumento de la demanda de goma
de mascar en el mercado mundial (Barton Bray, 2004). En estos primeros años de vida de
la ciudad, aparece la propiedad privada sobre la tierra y el Estado comienza legalizarla
bajo dos modalidades: arrendamientos, es decir, contratos a empresas o particulares para
explotar y utilizar un recurso natural por un tiempo y cuota específicos; y concesiones
forestales que, con el mismo fin que los arrendamientos, eran otorgadas a compañías
extranjeras o nacionales. Además, la expansión urbana y las necesidades de
aprovisionamiento favorecieron la entrega de pequeños solares para la agricultura a los
habitantes de la ciudad. En el año 1901 se creó una franquicia libre que duraría hasta
1912 y que permitió a los colonos adquirir artículos de primera necesidad, para la
agricultura y la explotación de maderas a bajo precio.
Con respecto a la población maya, no figuran en el censo realizado en la ciudad en
1904. Al parecer, concluida la guerra se asentaron en los pueblos de la ribera del Río
Hondo y Calderitas. Trabajaron en la explotación forestal y sólo empezaron a asentarse en
Payo Obispo dos décadas después, “momento en que el auge del chicle hizo inevitable las
alianzas entre los mayas recolectores de la resina y los comerciantes yucatecos y
extranjeros que establecieron oficinas en Payo Obispo” (Ramos Díaz, 2009: 183).
En medio de este escenario, el 20 de octubre de 1916 otro huracán tocó tierras
quintanarroenses. Arrasó con Xcalak y Ubero, destruyó plantaciones de cocoteros y el faro
de Banco Chinchorro desapareció con la crecida de las aguas. En Payo Obispo,
específicamente, se vació la bahía Chetumal, se destruyó la torre inalámbrica de
telecomunicaciones, se produjeron inundaciones y de las 150 casas que había en la
ciudad, 93 quedaron destruidas (Martin Ramos, 2009; Xacur Maiza, 2005; Macías Richard,
1997). Además, para ese año el paludismo había tomado la vida de 84 personas, de una
población estimada de 1000 habitantes. Igualmente, eran comunes para entonces los
casos de disentería y otras enfermedades asociadas al tubo digestivo (Bautista Pérez,
1998).
El ciclón llegó a un contexto marcado por condiciones de vida duras, los progresos que
se habían dado en cuanto a infraestructura de servicios sufrieron un retroceso. La ciudad
carecía de electricidad, agua potable y suficientes víveres para atender a la población, y
103
las casas se asentaban en un terreno pantanoso y sujeto a inundaciones (Chenaut, 1989).
Estas circunstancias no limitaron los incentivos gubernamentales para impulsar el
crecimiento poblacional de la ciudad. Ya para 1929, Quintana Roo es incorporado a la ley
que establece la existencia de fundos legales, iniciando un proceso de otorgamiento de
tierras urbanas en calidad de dotación gratuita (Plano no. 1). Entre 1898 y 1922 la ciudad
creció hacia el norte, teniendo como guía la avenida Héroes, camino que conducía hacia
el poblado vecino de Calderitas. La segunda vialidad importante era la avenida Álvaro
Obregón, la única vía de acceso que existía hacia la ciudad desde el poblado Subteniente
López, frontera con Belice, y la ribera del Río Hondo. Durante estos años el área del
poblado pasa de 10.3 a 52.2 hectáreas (Castillo Villanueva, 2009).
No obstante, la población se mantuvo en un nivel de crecimiento bajo. La ausencia de
diversificación económica obligó a muchas familias a migrar, produciendo un retroceso en
el aumento poblacional. Con todo, a partir de 1922 la ciudad se expandió hasta el cruce de
las dos vialidades principales. A partir de entonces y hasta el año 1941 se produjo un
crecimiento uniforme hacia el norte y el oeste, extendiendo el espacio ocupado de 52.2 a
129.4 hectáreas (Castillo Villanueva, 2009).
Se tiene registro de otro huracán que llegó a Payo Obispo en el mes de septiembre de
1931. El Diario de Yucatán de fecha 13 de septiembre, indicó que a las 4:15 de la tarde
recibieron una nota de su corresponsal en Cozumel, indicando “Hoy anunció la Capitanía
de Puerto de aquí, un ciclón rumbo a Payo Obispo, con dirección hacía aquí. El tiempo se
pone sospechoso: fuertes vientos y mar muy crecida. Los habitantes toman precauciones”.
Para el día 14 señaló que ya había “azotado” en horas de la tarde a la ciudad,
“ignorándose los daños que la misma haya causado”. El 7 de octubre de ese mismo año,
un “fuerte temporal” de cincuenta millas por hora ocasionó lluvias incesantes en la ciudad
(García Acosta et al., publicación en preparación). Aunque en ninguno de los dos casos se
tienen registros de las afectaciones, ya había un mayor número de pobladores asentados
en las inmediaciones de la bahía, muchos de ellos sin experiencias previas de presencia
de este fenómeno hidrometeorológico y carente de los conocimientos y prácticas que
habían desarrollado los mayas durante centurias.
104
Fuente: Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo
Plano no. 1. Plano de los terrenos destinados para ejidos de la Ciudad de Payo Obispo (1920)
105
Para ese año ya se contabilizaban 2320 habitantes en Payo Obispo, mientras para
1933 se censaron 1774 pobladores. Además, con la incorporación de una parte de la
región a Campeche y otra a Yucatán (1931), desaparecieron los servicios de electricidad,
vigilancia y sanidad local; el agua de lluvia que se captaba en el aljibe del pueblo y que se
suministraba gratuitamente, empezó a venderse (Chenaut, 1989; Mendoza Ramírez, 2016.
Tomo II).
Para el 7 de agosto de 1934 se produjeron anegaciones en Chetumal, como
consecuencia de una “perturbación ciclónica” que afectó a Belice y a las costas de
Campeche. Para el día 9 llegó a la ciudad con “relativa intensidad” y luego se dirigió hacia
el noroeste. Para ese año hubo problemas económicos, debido al encarecimiento de las
importaciones y la devaluación de la moneda mexicana. Entonces se creó el perímetro
libre, medida que ayudó a amortiguar los efectos negativos de esta situación (Chenaut,
1989; Macías Zapata, 1998). Uno de los habitantes de Chetumal, explicaba durante una
entrevista que en esa época:
La mayoría de la gente se dedicaba al comercio de importaciones que llegaban de Belice. Dada la lejanía con la República era muy difícil conseguir todos nuestros insumos, entonces el gobierno de México abre lo que se llama el “perímetro libre” para que nosotros podamos comerciar con Belice. Incluso para viajar a Mérida tardabas como 12 horas en llegar, ir a México era terrible. Y había aviones que viajaban hasta Mérida, pero se caían… a la salida de Chetumal había un manglar, es más, le llamaban “los mangles” a todo eso. Había mucho mango, plátanos, guatacas, todo el mundo se llevaba a su casa plátanos para comer, había huertos familiares, cositas que se sembraban. Mi abuela cuando iba a cocina iba al patio y traía cilantro, traía hierba buena, traía de todo lo que tenía. Pero básicamente nosotros vivíamos de lo que encontrábamos en Belice e incluso al hablar había muchas palabras que se confundía por el inglés beliceño, sí (Santos, 08 de septiembre de 2016).41
Para 1935, el presidente Lázaro Cárdenas restituyó el Territorio de Quintana Roo y
nombró al general Rafael E. Melgar su gobernador. Durante los años siguientes se
reactivó la economía, se continuó incentivando el poblamiento de la entidad a partir de la
definición de nuevas reglas para explotar los recursos forestales, se impulsó el reparto
agrario y la organización de los trabajadores. En el caso de Chetumal, se volvió a invitar a
personas dedicadas a la extracción del chicle y la caoba a asentarse en la ciudad y
solicitar tierras en dotación. Nuevamente se apoyó el regreso de los descendientes de
mexicanos que aún permanecían en la colonia inglesa, prometiéndoles tierra para trabajar.
41 Hombre, profesor universitario. Nació en Chetumal, vivió en la parte baja y ahora habita en una colonia exclusiva
haca el interior de la ciudad. El primer huracán que experimentó fue el huracán Carmen (1974).
106
En los censos se anotaron entonces descendientes de mexicanos (mayas y mestizos) nacidos en la colonia inglesa, en localidades como San Román, Patchacán, Corozal, Cayo San Ignacio y Orange Walk. También se inscribieron chicleros originarios de entidades como Veracruz, Tamaulipas, Jalisco y Yucatán, y se registraron incluso algunos solicitantes de nacionalidad guatemalteca, hondureña y coreana y otros cuya actividad no era la agricultura (Mendoza Ramírez, 2016: 38. Tomo II).
Además, se realizaron los primeros repartos ejidales con una finalidad básicamente
forestal entre 1935 y 1940. Se impulsaron obras de infraestructura como el Palacio de
Gobierno, el hotel Los Cocos, la escuela Belisario Domínguez y el hospital Morelos, y en
1936 se construyó, con ayuda de la población, el aljibe o captador de agua Lázaro
Cárdenas, con capacidad de dos millones de litros. Siguiendo a lo señalado por el señor
Imagen no. 3. Avenida Héroes entre las décadas de los treinta y
cuarenta. Chetumal.
Imagen no. 4. Muelle de Chetumal en la década de los
treinta.
Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico
Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico
107
Luis Reinhart McLiberty, Melgar incentivó la edificación de las primeras casas de
mampostería en los “espacios vacíos” de la ciudad, realizadas con piedra y cal, para
sustituir la madera como material de construcción. Para él, se creó una nueva ciudad que
quedó materializada en el cambio de denominación, pasando de Payo Obispo a Chetumal
en 1936.42
Para inicios de los cuarenta, la ciudad se asemejaba a una población colonial, carente
de edificios de construcción moderna, no había una eficiente red eléctrica que abasteciera
todas las calles, el tránsito de los vehículos era escaso, no había carreteras y la
comunicación se hacía por medio de embarcaciones pequeñas, el comercio únicamente
tenía movimiento en algunos meses del año, y había sólo una escuela primaria y dos
parques (Pacheco Cruz, 1999).
Para entonces, el 27 de agosto de 1942, otro huracán atravesó tierras
quintanarroenses en medio de la construcción de diversas obras públicas como la etapa
final del campo de aviación, el Palacio Federal y el monumento a la bandera, y dentro de
una región que, de acuerdo con el Diario de Yucatán, estaba experimentando un aumento
considerable de población (Diario de Yucatán, 1 de septiembre de 1942). Los mayores
daños se produjeron en la zona norte, trayendo problemas de abastecimiento de víveres y
casos de paludismo y gripe. En Chetumal hubo pocos destrozos en las viviendas y
espacios públicos, pero produjo una contracción importante de las tierras cultivadas (Xacur
Maiza, 2004; Dachary y Arnaiz Burne, 1998; Pacheco Cruz, 1999). De acuerdo con Xacur
Maiza (2004), este huracán fue bautizado como Santa Mónica por la población de
Cozumel, donde permaneció más de diez horas, causando graves daños a maizales,
edificios de gobierno, bodegas, avenidas, red eléctrica, barcos y árboles, aunque no hubo
víctimas humanas.
42 Entrevista realizada por Luz del Carmen Vallarta, 17 de abril de 1987.
108
Imágenes no 5 y 6. Calle Benito Juárez. Chetumal. Fotografías tomadas el 28 de enero de 1941.
Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico
Nuevamente, el 9 de noviembre de 1942 otro ciclón tropical se presentó en Chetumal,
destruyendo parques, muelles, edificios públicos y el cuartel general de la guarnición de la
plaza. Numerosas familias se quedaron sin hogar y tuvieron que ser alojadas en la escuela
Belisario Domínguez y otros edificios que no sufrieron daños de consideración. Además,
se produjeron nuevas afectaciones en la actividad forestal, perturbando la explotación de
caoba, cedro, chicozapote y ramón. Aunado a ello, los problemas de insalubridad
109
Plano no. 2. Plano General de Ciudad Chetumal (1946)
Fuente: Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo
persistían. El paludismo era la principal causa de muerte y las infecciones intestinales la
segunda. La vía de comunicación más importante seguía siendo la marítima, seguida de la
aérea, ante una red de caminos poco desarrollada. Las infraestructuras, las actividades
económicas y las oportunidades educativas seguían siendo limitadas (Diario de Yucatán,
10 de noviembre de 1942; Dachary y Arnaiz Burne,1998).
La señora Mariana me comentaba:
Escuela no había, bachilleres ni había, ni escuelas grandes, academias. Saliste de la Belisario, hiciste tu sexto año, ya, si tienes dinero pagas academia, ahí cerca del parque ahí estaba, ahí iban a estudiar. No más estudio ya no había, sexto año y ya estuvo. En aquel tiempo pues ya para qué estudiar, qué voy a trabajar si aquí no hay nada para hacer. Pesca, milpa, madera, corte de
110
madera, chicle, era el trabajo de acá. Llegó la temporada del chicle, contratan los chicleros y ya se van. Terminaron, ya empezó la temporada de la madera, a botar madera. Te contratan, ahí se van seis meses. Ese era el trabajo de acá, no había como ahora que hay una secretaria y que hay doctor, enfermero, no (Mariana, 06 de octubre de 2016). 43
Por otro lado, la Segunda Guerra Mundial había propiciado un aumento de la demanda de
chicle, que alcanzó los niveles más altos en la historia de Quintana Roo. Lo anterior
estimuló el crecimiento demográfico, pasando de 18,700 habitantes en 1944 a 35 mil en
1955, la mayoría concentrada en Chetumal y sus alrededores (Xacur Maiza, 2004).
Igualmente, con la construcción del aeropuerto la ocupación de la ciudad se expandió
hacia el oeste, tendencia que se mantuvo hasta 1969 cuando el área ocupada pasa de
129.4 a 671 hectáreas (Castillo Villanueva, 2009).
4. La princesa del Caribe y el hada Janet
Con la llegada de Margarito Ramírez a la gobernación del Territorio en el año 1944, el
contrabando, el fraude, el descenso de la producción chiclera, la excesiva explotación
maderera, la represión, los abusos y los encarcelamientos dominaron el panorama político
y económico de Chetumal. Sin embargo, también se materializaron varias obras como el
mercado Miguel Alemán, la primaria Álvaro Obregón y el teatro Ávila Camacho, se culminó
la construcción de los pisos primero y segundo del Palacio de Gobierno; se creó la primera
escuela secundaria y la primera cárcel pública del Territorio. Ramírez continuó la carretera
Chetumal- Peto, promovió el establecimiento de la primera notaría pública y fundó la
empresa Maderas Industrializadas de Quintana Roo (Xacur Maiza, 2004).
A pesar de las obras realizadas, la dotación de tierras y los incentivos que se dieron
para que se multiplicaran los asentamientos y se intensificara la producción agrícola, las
circunstancias en la región continuaban siendo desalentadoras. Habían pasado más de 40
años desde la fundación de Chetumal, pero en el gobierno de Ramírez persistieron los
problemas de comunicación, la falta de electricidad y las condiciones sanitarias críticas; el
abastecimiento de agua se daba a través de pozos o aguadas, o bien se recurría al
almacenamiento de las lluvias en curbatos. Aunque se contaba con el aljibe de la ciudad,
43 Mujer anciana, nació en Chetumal. El primer huracán que recuerda es el de 1942. Toda su vida ha habitado en las
cercanías de la bahía.
111
la incorporación de tuberías de agua potable estaba lejos de consolidarse.44 También se
carecía de un sistema de control de las excretas humanas, pues la ciudad no contaba con
drenajes, incrementando con ello el riesgo de contraer enfermedades gastrointestinales
(Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II). La señora Mariana explicaba cómo era el estilo de
vida para la década de los cincuenta:
…en aquel tiempo no conocíamos estufa, era lo que yo a veces me pongo a pensar, ¿cómo es posible? todo era de madera, techo de guano o de lámina, quemábamos leña... con pura leña cocinábamos… nosotros no conocíamos luz eléctrica… No había luz, no teníamos corriente. Para salir a comprar de noche con lámpara, la ciudad oscura solamente había luz sobre la [avenida] Héroes donde está el parque hasta ahí llegaba la luz, lo demás todo en oscuras. Ya le digo que no conocíamos televisión, no conocíamos radio (Mariana, 28 de octubre de 2016).
Para la segunda mitad de la década de 1950 se inició un proceso de colonización
intensivo en Quintana Roo. Ante la crisis que afectó al sector rural, se implementaron
políticas tendientes a ampliar la actividad agrícola a través de la incorporación de miles de
hectáreas de selva del sureste del país y la formación de nuevos centros de población
ejidal (NCPE) para aglutinar a la enorme cantidad de campesinos que demandaban
tierras. Así, se transformaron las leyes, declarándose todos los terrenos nacionales
abiertos a la colonización ejidal (Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II). Uno de los
entrevistados, oriundo de Chetumal, lo describe de la siguiente manera:
[La ciudad] comienza a transformarse con lo que se llamó “colonización dirigida”. Eso se hace para aumentar el número de pobladores, para eso se hace la colonización dirigida, se comienzan a poner en la Plaza de la Laguna, en Michoacán, en Tabasco, que había tierras, que podían venir acá y entonces comienza a transformarse la ciudad. O sea, empiezan a desaparecer las casas de madera e incluso nuestra cultura comienza a cambiar, ya perdimos todo aquello que teníamos con Belice, ese comercio, la cercanía que teníamos. La mayoría [vino] de Veracruz... Les daban terreno y ellos producían lo que iban a consumir… Empieza a crecer enormemente la ciudad (Santos, 08 de septiembre de 2016).
Bajo este panorama llegó el huracán Janet a Chetumal en septiembre de 1955, en medio
de la incredulidad de los habitantes de la ciudad, quienes desconfiaban de los avisos del
gobierno. Se formó del otro lado del Atlántico como una depresión tropical y fue
fortaleciéndose a medida que avanzaba a través del océano, hasta convertirse en
tormenta el 21 de septiembre de 1955. Al topar con el sur de Quintana Roo, el 27 de
septiembre, ya contaba con un diámetro de 800 km y vientos de 280 kph. El centro del
huracán llegó a Corozal (Honduras Británica) y a Chetumal, alrededor de la 1:00 am, hora
44 Los curbatos eran recipientes de madera utilizados para captar y almacenar agua de lluvia.
112
local, el día 28. En la ciudad, el operador de la radio de la Compañía de Aviación
Mexicana leyó 920,1 milibares en el barómetro mercurial unos minutos antes de que
llegara el ojo (Weather Bureau Office, 1955; Morales, 2012; Xacur Maiza, 2005).
4.1. Hilda y después Janet
El 11 de septiembre de 1955 se formó la tormenta tropical Hilda en el océano Atlántico
y para el día 12 ya se había convertido en huracán. El día 16 se esperaba su llegada a
Chetumal, las personas fueron informadas a través del voceo de militares que pasaban en
camiones a evacuar a la población, por entonces concentrada en las cercanías del mar.
Sin embargo, cruzó la Península de Yucatán entre Chetumal y Cozumel, por la
escasamente poblada Bahía de la Asunción. Afectó particularmente el centro y norte de
Quintana Roo y luego de pasar entre Celestún y Sisal, llegó a Tampico, donde se
produjeron grandes inundaciones (Morales, 2012; Xacur Maiza, 2005).
Dos semanas después Janet tocó territorio chetumaleño. Existen muchas
inconsistencias en torno al número de habitantes que había en la ciudad cuando llegó y el
número de personas fallecidas que dejó tras su paso. En las notas de prensa que publicó
el Excélsior días posteriores a la ocurrencia del evento, se habla de 7500 pobladores y
200 muertos, mientras los registros del Centro Nacional de Huracanes señalan 5000
habitantes, 12 muertos confirmados y un número indeterminado de desaparecidos. El
investigador Juan Ángel Xacur Maiza (2005) menciona 84 muertos y más de 300
desaparecidos entre Chetumal, Vigía Chico y Xcalak, y el antropólogo Herman Konrad
(2003) señala múltiples destrozos en una ciudad habitada por 5000 habitantes. En una
entrevista, la señora Mariana recordaba:
Como a las once de la noche nada, está la luna preciosa. En un instante se levantó una ola grande allá en frente al Palacio [de Gobierno] que cuando reventó esa ola cubrió a la ciudad, la llenó de agua enseguida. Comenzó el viento, arrancaba los árboles y los aventaba para otro lado. Cuando amaneció, el agua estaba al pie del cerro ese, de donde está la escuela Belisario. En aquel tiempo había empezado a ser las excavaciones [para colocar tuberías de agua potable] y entre las zanjas aparecían muertos. Cuando el agua bajó, como a las dos de la tarde, puros muertos había. Por volquetadas se llevaban los difuntos, como piedras los vaciaban al hueco, allá iban chicos, grandes, viejitos, en un cerrar y abrir de ojos se destruyó Quintana Roo. Todas las casas tendidas, casi no habían de material, era pura madera, cual mejor tenía su casita de altito. ¿Sabes cómo sacaban los difuntos debajo de sus casas? Porque la poca gente que quedó, los hombres los agarraban para ir a levantar una casa que se cayó, empiezan a quitar madera por madera, con pala los barrían así, echaban gasolina y los quemaban, ahí mismo les ponían madera y todo, “¿Qué estás quemando? ¿Muertitos?” Muchos muertos así quemaron… (Mariana, 06 de octubre de 2016).
113
Imagen no. 8. Lo único que quedó en pie tras el paso del huracán Janet (1955) fueron las construcciones de “material”, como la iglesia Sagrado Corazón de Jesús
Imagen no. 7. Chetumal tras el paso del huracán Janet (1955)
Fuente: Copia de fotografía del álbum personal de don Antonio, habitante de Chetumal
Fuente: Copia de fotografía del álbum personal de don Antonio, habitante de Chetumal
114
El señor Pascual, tenía poco tiempo viviendo en Chetumal cuando llegó el huracán Janet.
Así lo recuerda:
Creo que como a mediodía ya veníamos de regreso yo y mi mamá y ya estaban los muertos allá escorados, allá en la esquina de [la plaza de] Los Caimanes, entre [las calles] Obregón y con Hidalgo. Allí estaban tirados los ahogados, los que habían muerto, grandes, hombres, mujeres y bebitos estaban allí tiraditos, eran varios, quizás eran como veinte. Yo digo que cuando vino el agua fue donde entonces los ahogó porque ya estaban golpeados. Alguna mamá creo que fue golpeada, soltó a su hijo. Con la sensación de la ahogada sueltan a sus criaturas, soltaron a sus criaturas. Por
eso era que había niños ahogados ahí… (Pascual, 01 de octubre de 2016).45
Xacur Maiza (2004) refiere 80% de la infraestructura de la ciudad destruida. Sus
descripciones coinciden con lo comentado por los entrevistados, que indicaron que las
marejadas llevaron agua de mar a todo el primer cuadro de la ciudad y, literalmente,
barrieron con lo que encontraron a su paso. También sus afirmaciones señalan, como los
pobladores de la ciudad aseveraron, que la principal causa de muerte fue ahogamiento, no
sólo por las oleadas del mar, sino porque en esa época se abrían zanjas para introducir
agua potable y muchos de sus habitantes cayeron en ellas.
A los estragos del viento se sumó un efecto característico de los huracanes, al cual a menudo no se presta mucha atención: la marea de tempestad. Este fenómeno consiste en el ascenso del nivel del mar debido en esencia al empuje del viento sobre el agua, y en mucho menor medida al efecto de succión por la baja presión atmosférica en el ojo del huracán. El agua que la marea de tormenta del Janet impulsó desde mar abierto hacia el interior de la bahía de Chetumal, al quedar confinada en ese limitado espacio, se elevó más de seis metros y se lanzó sobre las partes bajas de la ciudad, arrastrando casas, animales, vehículos y personas en su poderoso movimiento de flujo y reflujo, que se sumó a las consecuencias del oleaje. Por ello, en las décadas siguientes, los habitantes de Chetumal se resistieron a vivir en las proximidades del mar y preferían erigir sus casas en las partes altas (Morales, 2016: 151-152).
Una nota de prensa del Excélsior, al describir la vista aérea de Chetumal, señala que no
quedó una sola casa en pie, sólo unos cuantos edificios lograron sobrevivir, pero con
graves daños y en peligro de derrumbarse (Excélsior, 02 de octubre de 1955). De acuerdo
con Santiago Cruz Pacheco, el agua se elevó por encima de los tres metros de altura y
sus estragos alcanzaron a más de 400 ó 500 metros de radio dentro de la ciudad. “Gran
número de familias fueron aplastadas al derrumbarse sus hogares, sin contar con cantidad
de cadáveres que arrastró la corriente más adentro, que no aparecieron porque
seguramente fueron pasto de la fauna marina” (Cruz Pacheco, 1990: 292).
45 Hombre, tiene más de 60 años viviendo en la colonia Barrio Bravo. Migró a Chetumal justo antes del huracán Janet.
115
4.2. Trascender el número de muertos: cambios en el estilo de vida y las actividades productivas
Más allá de los datos cuantitativos, se trató de un huracán que no sólo ocasionó daños
materiales sino que, además, impactó en la memoria de los chetumaleños. Es, hasta el
momento, el meteoro más recordado y referido tanto en los documentos hemerográficos
como en los testimonios de los habitantes de la ciudad, y retomado por los investigadores
que se han interesado en la historia de esta localidad del sureste mexicano. Todos los
entrevistados coinciden en señalar que fue un parteaguas, un antes y un después en la
vida de la ciudad y de sus moradores.
¿De los ciclones? El Janet ha sido el más fuerte, le digo que de ése no he visto otro. He visto otros ciclones, pero así de fuerte no. Como le vuelvo a decir, había un árbol en la puerta de la casa, allá del rancho de mi papá, cuando fui a buscar a mi hermano, el árbol ése estaba en el otro lado de la carretera, con todo y raíz lo levantó, lo llevó para otro lado, para que vea que estaba fuerte de veras el aire. De todos los ciclones el Janet es el más famoso, ha sido el ciclón que de veras vino a acabar con Quintana Roo (Mariana, 06 de octubre de 2016).
Janet llegó a una ciudad habitada por personas procedentes de diversas partes del país, e
incluso del mundo; aquellos que venían de Belice quizás ya tenían experiencias previas
con los huracanes, pero para muchos era la primera vez que les tocaba vivir un fenómeno
de estas características. De acuerdo con los entrevistados más ancianos, al igual que
sucedió con Hilda, las alarmas se dieron a través del voceo. Pasaban camiones militares
para alertar a la población y trasladarla a refugios improvisados, que para ese entonces
eran básicamente cuatro: la escuela Belisario Domínguez, el hospital José María Morelos
y Pavón y el hotel Los Cocos, que formaban parte de las pocas estructuras de concreto
que había para aquel momento y que, además, se ubicaban en la parte alta de la ciudad; y
el Palacio de Gobierno, que si bien se encontraba frente a la bahía sus dos pisos de altura
sirvieron como protección a la inundación que siguió al huracán.
El problema del Janet y por qué se murió mucha gente era por lo endeble de la ciudad en esa época… y no había la tecnología que se tiene actualmente. Entonces cuando el Janet les llamaban y pasaban en un coche de sonido, les decían que ahí venía el ciclón y les invitaban a que vayan a los refugios ya implementados para esto, que era el hotel Los Cocos, que era el hospital Morelos y que era la escuela Belisario Domínguez, donde es ahorita la escuela de música, de danza, de arte, sí. Entonces la gente corría y se refugiaba y a la mera hora no llegaba el ciclón ¿Por qué? porque el ciclón se estacionó, venía muy lento, muy lento. Entonces pues la gente regresaba y luego otra vez, hasta que la gente dejó de creer que en verdad venía el ciclón. La gente que se salvó en verdad fue porque se fueron a los refugios (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
116
Tras el paso de Janet se produjo la pérdida de grandes hectáreas de selvas, la mayor
parte de la riqueza forestal quedó destruida, así como la producción cocotera. A partir de
entonces hubo un retroceso de la producción chiclera y se impuso la necesidad de
rescatar las maderas que resistieron el evento. Se incrementaron los costos de
explotación y se dificultó el trabajo forestal debido a las condiciones de destrucción. El
Banco de Comercio Exterior prometió rescatar la actividad forestal, bajo el compromiso de
hacer costeable esta actividad. Para evitar la pérdida de los árboles caídos, se
transformaron en trozos y tablas aserradas alrededor de 200 mil metros cúbicos de caoba
entre 1955 y 1957, sustancialmente diferente a los 15 mil metros cúbicos que se
explotaban anualmente antes del huracán (Armijo, 2004; Hoy, 1998).
Es verdaderamente angustioso el estado en que quedaron los montes. La totalidad de los árboles frutales fueron desgajados y otros arrancados de cuajo. Chicleros de la cooperativa Matamoros, que después de múltiples esfuerzos lograron escapar de la furia del ciclón, dijeron que la explotación de chicle, que es uno de los medios de vida de esta región, pasó a la historia (Excélsior, 03 de octubre de 1955).
En los días siguientes vino la carestía de alimentos, se expandió el temor del surgimiento y
propagación de epidemias. Ante aquel panorama se abrieron fosas comunes para enterrar
a los fallecidos y se produjo la migración temporal o definitiva de muchos chetumaleños.
La mayoría de ellos fueron evacuados hacia Mérida, Campeche y Villahermosa y, en
menor medida, hacia el Distrito Federal y Bacalar, aunque esta última también sufrió
daños de considerable envergadura (Excélsior, 03 de octubre de 1955). Además, los
testimonios y la información en prensa señalan que se recibió ayuda internacional y que,
gracias a Janet, por primera vez el resto de México volteó la mirada hacia el sur del país.
Lo señalado por los entrevistados detallan aquel escenario, dominado por el temor y la
incertidumbre ante un futuro incierto:
Hambres, pestes, los tuvieron que evacuar, mucha gente salió de acá. Llegaban los aviones, traían poca comida, solamente los puros niños atendían, las personas grandes pues se aguantan. Así que cuando llegaban los aviones de comida, enfilaban los niños hasta los de pecho para que les den biberón. Entraba la noche, se cerraban los cuartos y los que duermen en las salas oliendo toda la peste de los difuntos que quedaron bajo su casa. Chicos y grandes ahí se pudrieron, después entonces nos vino un hambre… Todo el monte estaba en el suelo, de la carretera se veía la laguna (Mariana, 06 de octubre de 2016).
Debido al nivel de destrucción y al riesgo sanitario, se habló acerca de la posibilidad de
mudar la ciudad. Así lo describe el Excélsior:
117
Los señores ingenieros Jorge Medina Patrón, Ramiro Ortiz Cervera y José E, Molina C., enviaron un telegrama al secretario de Comunicaciones, arquitecto Carlos Lazo, sugiriéndole que se construya una nueva capital del Territorio Quintana Roo, en Puerto Juárez. Dicen en su mensaje que la medida se impone en virtud de que la ciudad de Chetumal se encuentra completamente arrasada y hay peligro de que se desencadenen epidemias, por la incapacidad material de sanear el ambiente, que la hacen inhabitable cuando menos por un año. Puerto Juárez cuenta con magníficas vías de comunicación terrestres y aéreas, además que tiene grandes perspectivas de desarrollo económico (Excélsior, 03 de octubre de 1955).
También el gobernador Margarito Ramírez, propuso cambiar la ubicación de los edificios
públicos más importantes y trasladar la residencia de los habitantes hacia la parte alta de
la ciudad. Entre esos edificios figuraban el Palacio de Gobierno, las oficinas federales y
comercios. Además, se proponía construir casas de mampostería para los damnificados
en las avenidas Hidalgo, Calzada Veracruz, Primo de Verdad, Venustiano Carranza y San
Salvador. Estos planes nunca se concretaron y a pesar del temor muchas de las personas
que permanecieron o regresaron decidieron permanecer en el primer cuadrante de la
ciudad. En cuanto a las casas para los damnificados, ciertamente se construyeron en los
terrenos altos de la ciudad, pero conservando el mismo material: la madera. Así, se creó la
colonia que más tarde sería conocida como Las Casitas (Lavalle, 2004. Tomo II).
Sin embargo, se dieron pasos importantes hacia la expansión urbana, que se iría
consolidando con las diversas políticas de colonización y proyectos de desarrollo urbano.
Los sistemas constructivos empezaron a transformarse, habitantes de zonas rurales
totalmente devastadas decidieron establecerse en la ciudad, se incorporó el tendido
eléctrico y la economía inició su camino hacia el fortalecimiento del sector terciario, a
través de la actividad comercial.
Otro aspecto característico de Janet es que ha sido el único huracán en torno al cual
se han tejido diversos relatos, entre ellos el de “la casa voladora” y “el soldado
decapitado”. Algunos sin comprobación empírica, pero que han contribuido a consolidar en
la memoria de la población el paso de este fenómeno hidrometeorológico. Además, se
creó el monumento Renacimiento para recordar a las víctimas e incluso el compositor
quintanarroense Carlos Gómez Barreda escribió una canción ampliamente conocida por
los chetumaleños.46 Durante una de nuestras conversaciones, el señor Pascual la cantó:
Ahí donde tiene su imperio el mar del caribe, nació la princesa más bella de Quintana Roo, su padre fue el rey infortunio y cuenta la historia que un día destruye su reino el hada Janet. La patria
46 En el capítulo IV profundizaré en estos aspectos, relacionados con representaciones y percepciones de los pobladores
de Chetumal en torno a los huracanes.
118
lloraba tan trágico signo, más surge increíble el coraje de un pueblo con fe. Trabajo y amor al terruño obraron milagros y así renació esplendorosa ciudad Chetumal (Pascual, 01 de octubre de 2016).
Otros huracanes han llegado a Chetumal después, algunos recordados por los pobladores
de la ciudad, pero ninguno es referido con tanto ahínco como Janet. Las características
del contexto social en el cual se presentó le dieron la significación que actualmente sigue
teniendo y la destrucción de las infraestructuras de viviendas y espacios públicos
contribuirían a una transformación importante de Chetumal y del estilo de vida de sus
pobladores. Janet, de acuerdo con los propios chetumaleños, fue una experiencia
traumática, un fenómeno sin posible comparación con otros huracanes anteriores y
posteriores a él. Sin embargo, puedo afirmar que los daños físicos y pérdida de vidas
humanas tuvieron relación directa con las incapacidades materiales y subjetivas de la
población. La fisionomía de la ciudad, la fragilidad de los servicios básicos, así como la
concentración demográfica en las cercanías de la bahía, fueron determinantes en el
impacto del huracán; el nivel de destrucción contribuyó a crear en el imaginario de sus
pobladores la idea de un ciclón destructivo, asolador y sin paragón en la historia de
Chetumal.
4.3. Una coyuntura crítica
Además de los testimonios de los entrevistados, investigaciones previas han asomado
una relación entre la manifestación del huracán Janet y la caída del gobierno de Margarito
Ramírez, quien se había mantenido en el poder por 14 años (1944-1958). De acuerdo con
Xacur Maiza (2004), las afectaciones que se produjeron tras el ciclón redimensionaron la
ola de descontento de la población en torno a la gestión de este político tabasqueño. Entre
otras, las personas denunciaban la corrupción, la represión y el fraude, aunado a la
disminución de la producción de chicle. Con Janet se develaron estas problemáticas, que
se unieron a las pérdidas materiales y humanas e incrementaron las demandas de los
chetumaleños. El huracán perjudicó gran cantidad de árboles y el acceso a los campos
chicleros y madereros se vio interrumpido, lo cual se convirtió en una oportunidad para
que Ramírez y la compañía Freiburg Mahogany Internacional organizaran una operación y
saquearan la madera tumbada por Janet.
119
La firma estadounidense proporcionó 1.3 millones de dólares, vía gobierno federal, para que los concesionarios locales compraran equipo y extrajeran la madera más valiosa. El Banco Nacional de Comercio Exterior canalizó otros 6-10 millones de pesos para contribuir al apoyo de la tala de “salvamento”. En 1956-1957 los volúmenes se incrementaron así; de 15,000 metro cúbicos en 1955, a 80,000 en 1956, 45,000 en 1957 antes de caer a 5,600 metros cúbicos en 1958 (Armijo, 2004: 66).
En su testimonio, la chetumaleña Wesley Puc Soriano afirmó que Janet, efectivamente,
derribó la riqueza forestal y menguó la producción chiclera, lo cual fue aprovechado por
Ramírez para ganar dinero con la venta de los árboles caídos, lo que detonó la presión del
pueblo para conseguir su salida del poder (Puc Cahuich, 2001). Además de estas
ganancias, también hubo denuncias en contra del gobernador por lucrar con la venta de
maíz y otros suministros que habían sido donados para atender a los afectados. Así lo
recordó la señora Mariana:
Hambres, pestes, los tuvieron que evacuar, mucha gente salió de acá. Llegaban los aviones, traían poca comida, solamente los puros niños atendían, las personas grandes pues se aguantan. Así que cuando llegaban los aviones de comida, enfilaban los niños hasta los de pecho para que les den biberón. Entraba la noche, se cerraban los cuartos y los que duermen en las salas oliendo toda la peste de los difuntos que quedaron bajo su casa. Chicos y grandes ahí se pudrieron, después entonces nos vino un hambre y el gobernador que era Margarito Ramírez, nos estaba dejando morir de hambre. Todo lo que llegaba, lo embodegaba, lo regresaba para Villa Hermosa porque era de Villa Hermosa él… Porque la gente estaba ahí, frente al Palacio de Gobierno, ahí comíamos, ahí dormíamos, esperando que salga, lo iban a linchar, porque todo, todo lo que mandaba Estados Unidos, Inglaterra, todos, llegaban los aviones con cobijas, colchonetas. No lo repartía, todo lo embodegaba allí en el Palacio (Mariana, 06 de octubre de 2016).
Para 1956, dos movimientos de oposición al gobierno alzaron sus voces: Comité Pro
Gobernador Nativo y la organización de campesinos y madereros de la zona centro y sur
del Territorio. Con respecto al Comité Pro Gobernador Nativo, tenía como centro de sus
exigencias que la autoridad principal del Territorio, que era designada por el gobierno
federal, fuera oriunda de Quintana Roo. En cuanto a los campesinos y madereros, éstos
sostenían que Ramírez había detenido la construcción de la carretera Chetumal- Peto en
el kilómetro 50 con el propósito de evitar el abaratamiento de los precios de las
mercancías y seguir obteniendo, a través de sus amigos comerciantes, grandes
ganancias. Además, afirmaban que no había libertad de prensa, que el gobernador era
socio de contratistas chicleros y madereros, y que participaba del contrabando (Xacur
Maiza, 2004).
120
El 17 de agosto de ese año, luego de varias manifestaciones, se realizó un plantón
frente al Palacio de Gobierno. Otro evento de mayores proporciones fue organizado días
después, al cual asistió el general maya Francisco May Pech47. Aunque en esta
oportunidad el mandatario no se encontraba en el Territorio, con la toma del Palacio los
líderes del movimiento obligaron a renunciar al Secretario de Gobierno. A su regreso,
Ramírez optó por la persecución y el encarcelamiento, pero las protestas no cesaron hasta
que se logró su destitución en 1958. Siguiendo a Xacur Maiza, “pese a todas las penurias
que provocaron esto años aciagos, las protestas contra Ramírez y el huracán Janet
propiciaron que las autoridades del centro prestaran atención a su frontera sur, Quintana
Roo” (Xacur Maiza, 2004: 234).
Como señalé en el primer capítulo, la concreción de ciertas amenazas naturales no
sólo devela condiciones críticas que preexisten en el escenario social antes de la
manifestación del fenómeno. Además, pueden convertirse en un punto de inflexión, un
detonador de otros acontecimientos que se articulan con ellas para producir una coyuntura
crítica. El impacto del huracán, manifiesto en muertes, pérdida de la productividad de los
bosques y carencia de víveres, aunado a las condiciones generales en las cuales vivían
los chetumaleños, se unieron a los problemas económicos y políticos que habían creado
descontento entre la población, contribuyendo a la caída del régimen dominante. El evento
coyuntural exacerbó las tensiones sociales, irrumpiendo en el proceso de poder imperante
de manera determinante (Altez, 2016).
5. Después de Janet: Carmen, Mitch y Dean
A pesar de los daños que se produjeron tras el paso de Janet, que ocasionó
migraciones, destrucción en viviendas e infraestructura urbana y reducción de los bosques
sujetos a la explotación forestal, en abril de 1960 se informó que más de 900 mil
campesinos con sus derechos agrarios protegidos, serían trasladados a Quintana Roo, así
como a Veracruz, Tabasco y Chiapas, donde se les entregaría la tierra que solicitaban
para cultivar. Se trataba de un plan de colonización a gran escala que, en el caso de
Quinatana Roo, ofrecía 50 hectáreas de terrenos para cada jefe de familia (20 para cultivar
47 Fue un militar indígena maya y el último dirigente de la Guerra de Castas en la Península de Yucatán,
particularmente en la región que hoy ocupa el estado de Quintana Roo, en donde vivió gran parte de su vida y murió
(Kawakami, 2013).
121
y 30 de uso común) y créditos. Además, se les apoyaría para la construcción de sus
viviendas, se les daría una despensa quincenal y quince pesos diarios. Para 1961 llegaron
alrededor de 200 campesinos, pero el número de migrantes fue considerablemente inferior
a lo estimado y más que formar nuevos poblados, repoblaron varias zonas del Territorio.
Estas políticas de colonización marcaron el final de la explotación forestal como centro de
la actividad económica de Quintana Roo, mientras se impulsó el cambio de uso del suelo
hacia la ganadería y la agricultura. Fue entonces cuando Chetumal recibió familias
provenientes de Morelos, Michoacán, México y Durango (Mendoza Ramírez, 2004).
La política de colonización y ocupación espacial y la dotación ejidal significaron la concentración de la población en los núcleos urbanos de los ejidos, lo cual permite concentrar también la prestación de servicios (agua, escuelas, oficinas públicas y brigadas sanitarias). Esto tuvo particular efecto en la ribera del río Hondo, donde el patrón de asentamiento había sido lineal y disperso, dando lugar a un reordenamiento de la población pero sin perder el carácter lineal de la misma, ya que el río seguía siendo la principal vía de comunicación. Los asentamientos tuvieron sus centros urbanos en la ribera y sus extensiones forestales se ubicaron en forma de fajas hacia el interior del territorio. En ejidos fuera del área de influencia del río el patrón fue concentrado y central, permitiendo un mayor control espacial (Castillo Villanueva, 2009: 89-90).
Imagen no 9. Colonos para Quintana Roo Fotografía tomada el 14 de julio de 1961
Fuente: Fondo Audiovisual, Biblioteca Yucatanense
122
Para 1967 Javier Rojo Gómez, gobernador de Quintana Roo, promovió la instalación de
televisión y telefonía a larga distancia, terminó la construcción de la carretera Chetumal-
Escárcega y fomentó el cultivo de caña de azúcar en la ribera del Río Hondo. Luego, con
la llegada de Luis Echeverría a la presidencia del país (1970-1976), se hicieron realidad
las ambiciones de las autoridades del Banco de México de transformar el turismo a través
de la creación de cinco Centros de Desarrollo Turístico Integral, entre los cuales destacó
Cancún.
Con el Plan de Desarrollo Integral del Territorio de Quintana Roo (1971-1976) se
consideró la planificación del Territorio en tres zonas económicas (norte, centro y sur) y se
promovió el bienestar social, la infraestructura y el desarrollo integral. A través de este
programa se buscaba “aumentar las oportunidades de ocupación y mejorar las
condiciones de trabajo, fortalecer las organizaciones de trabajadores, eliminar las
tensiones entre clases sociales, promover cambios positivos en la estratificación social y
activar procesos de integración socioeconómica y cultural entre los grupos de población”
(Hernández Trueba, 2004: 378). En 1972 se instauró el régimen de zona libre como una
estrategia para impulsar las inversiones del sector privado en el comercio, el turismo y
otras actividades vinculadas al macroproyecto turístico de Cancún, además, se favoreció
la pesca y la agricultura.
Durante estos años, entre 1968 y 1988, la Península de Yucatán experimentó un
período de ausencia de actividad ciclónica. El territorio mexicano sólo recibió el impacto
directo de dos huracanes por su costa del Caribe: Eloise, en la zona norte del litoral, y
Carmen, más de 300 kilómetros al sur, cerca de la frontera con Belice (Morales, 2012). De
acuerdo con Morales (2012), ello debe haber contribuido a la nula importancia que le
dieron los inversionistas, planificadores e incluso el gobierno federal a la amenaza de
tormentas y huracanes. Tampoco tomaron en cuenta los cientos de miles de inmigrantes
que se establecieron en estas localidades, la mayoría de ellos procedentes del norte y
centro del país, carente de experiencias frente a la manifestación de estos fenómenos
naturales.
No obstante, estas afirmaciones pueden ser matizadas. Aunque cuando llegó el
huracán Carmen las condiciones materiales eran diferentes a aquéllas que determinaron
el nivel de destrucción que se produjo en los cincuenta con la llega de Janet, sus impactos
123
y efectos no pueden ser subestimados. Más bien, podría sugerirse la obnubilación del
fenómeno, así como la negación de las experiencias previas de presencia de huracanes, a
través de la primacía otorgada a los intereses políticos y económicos que dominaban en
aquel momento.48
Efectivamente, Carmen (1974) es el fenómeno más referido por los antiguos habitantes
de Chetumal, después de Janet, tanto por las características del propio huracán como por
los cambios en la fisionomía de la ciudad. Causó inundaciones, particularmente en las
cercanías a la bahía y daños a infraestructura pública y viviendas. De acuerdo con el
Diario del Sureste, por más de 3 horas “golpeó duramente” a Chetumal, entró a 30 millas
de la ciudad con vientos de hasta 200 kilómetros por hora ocasionando incomunicación
total, fallas en los servicios públicos, destrucción de las casas de madera e inundaciones.
Los vientos huracanados comenzaron a sentirse a las cuatro de la madrugada y no
cesaron hasta las diez, aunque de seis a siete de la mañana fue el lapso de mayor
intensidad. Las lluvias prácticamente no cesaron en todo el día (Bautista Pérez, 2013).
Más de 10 mil personas de una población de 35 mil fueron evacuadas de las colonias
próximas a la bahía y refugiadas en edificios públicos; 10 chetumaleños resultaron
heridos. En general, se produjeron daños en 70% de la ciudad. (Diario del Sureste, 03 y 04
de septiembre de 1974). El aeropuerto, el cine Leona Vicario, la zona comercial, el Centro
de Salud, el Club Campestre y la Casa del Pueblo sufrieron daños. Las líneas de
conducción de la electricidad y el suministro de agua potable fueron interrumpidos. La
población quedó prácticamente incomunicada, excepto por carretera. Se produjeron
inundaciones y las calles quedaron obstruidas por postes, láminas, maderas y árboles
(Diario de Yucatán, 03 de septiembre de 1974). Con respecto a la riqueza forestal, la selva
circundante resultó gravemente afectada debido al derrumbe de árboles, lo que ocasionó
semanas después varios incendios. Con todo, en ese año se habían sembrado 3 mil
hectáreas de arroz y, a decir de los campesinos, Carmen contribuyó a lograr una muy
buena cosecha (Xacur Maiza, 2005; Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II).
El señor Adrián describió su experiencia cuando llegó Carmen a Chetumal:
Yo el que viví fuerte fue el Carmen, ese sí lo recuerdo porque lo vi, fue en el 74. Yo estaba todavía en la primaria, pero sí, es el que viví que dejó huella en mí como tal. Bueno, en el Carmen te digo lo primero fue una gran impresión respecto a lo que estaba pasando porque acá al lado vivía el compadre de mi mamá y de repente pues “vámonos” y “para dónde nos vamos”. La preocupación
48 Profundizaré en torno a la memoria colectiva, así como a su uso tendencioso, en el capítulo IV.
124
de mi madre era dónde vamos a guarnecernos del ciclón porque tenemos una casa de madera. Y nos fuimos al sindicato de taxistas, pero cuando vimos ya estaba lleno. Sí y el problema es que es un edificio que no estaba preparado porque tenía ventanales de aluminio, de vidrio, era vidrio y aluminio muy endebles, pues cuando empieza el aire fuerte se rompen y empieza a entrar aire y agua. Si fue algo medio traumático porque estás niño. Al principio que estaba el viento, antes que arrecie ves cómo se estaban moviendo los carros ¿no? que allí tenían ellos encadenados. El problema ahí, después de eso, para nosotros eran los víveres. Es feo cuando vienes a tu barrio y ves el árbol donde jugabas en medio de la calle, algunos animales muertos, ahogados, sí. Eso si es traumático, es lo que ves. Y luego todo oscuro, sólo los quinqués… Entonces es lo que ves, lamentaciones nada más ¿no? de las gentes. A los comerciantes, como no están preparados, sus cortinas se doblaron, sus mercancías se tiraron… El Carmen sí hizo [daño] porque había todavía muchas casas de madera, aquí en el barrio la casa de al lado se cayó, la de aquí enfrente se cayó. Pero cuando ves un huracán, ves nada más que todo destruye, todo está inundado, no hay luz, está oscuro. Pero ése para mí fue el peor, los otros no, ha habido tormentas que nos pegan, pero no (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
Como lo señaló el señor Adrián, cuando Carmen se presentó en Chetumal aún se
conservaban estructuras de madera. A partir de su manifestación, se privilegió la
construcción de casas de mampostería, sustituyendo las antiguas viviendas de estilo
colonial inglés que ya habían comenzado su declive en la década de los cincuenta.
Otro cambio importante para la ciudad, luego del huracán, ocurrió el 08 de octubre de
1974 cuando Quintana Roo dejó su denominación de territorio y se convirtió en un estado
libre y soberano (Xacur Maiza, 2004). Para los chetumaleños, el Carmen se conjugó con
este cambio de estatus para incentivar transformaciones en la infraestructura urbana. Una
habitante de Chetumal comentaba en una entrevista que cuando el huracán llegó a la
ciudad aún era pequeña, tenía calles sin pavimentar y selva alrededor. Cuando se crea el
estado, se asfaltaron los caminos, se garantizó el servicio de agua potable y, en general,
se empezaron a realizar diversos gastos destinados a obras públicas (Adriana, 31 de
octubre de 2016).49
A pesar de las afectaciones que se produjeron tras el huracán, el desarrollo del sector
turismo siguió su curso. Los daños se concentraron en las localidades del sur de Quintana
Roo, alejadas de las inversiones económicas. Aunque las experiencias previas habían
demostrado que la zona norte se encontraba igualmente expuesta a estos fenómenos de
la naturaleza, la transformación de la región se continuó profundizando y, en pocos años,
se convirtió en un polo de atracción turístico y de inmigración (Xacur Maiza, 2004;
Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II; Careaga Viliesid e Higuera Bonfil, 2012). Chetumal no
estuvo exenta de estos cambios. Para la ciudad se trató de una época de transición, el
125
crecimiento poblacional comenzó a acelerarse alcanzando 23,865 habitantes en 1970 y
56,709 en 1980 (INEGI, página web oficial).
Para fines de la década de los setenta, los principales factores que motivaron la
migración hacia Chetumal, un sitio apartado, en lugar de dirigirse a los grandes centros
urbanos del país o a los Estados Unidos, fueron: la saturación de las fuerzas de trabajo en
las principales ciudades como el Distrito Federal, las poblaciones rurales más pobres y sin
tierras migraban a otros destinos rurales dentro de México y no tanto a Estados Unidos, y
el atractivo que generó la dotación de tierras. Muchas de estas personas llegaron de
49 Mujer, migró a Chetumal en la década de los sesenta del siglo XX. Profesional, trabaja en el área de cultura.
Imagen no. 10. Daños en las casas de maderas tras el paso
del huracán Carmen (1974)
Imagen no. 11. Pérdida total del techo del cine Leona Vicario tras el paso del
huracán Carmen (1974)
Fuente: Bautista Pérez, 2013.
Fuente: Bautista Pérez, 2013.
126
Yucatán, campesinos henequeros sin derecho a créditos, sin tierras, desempleados y
jóvenes, con deseos de mejores condiciones de vida. Entre Yucatán, Campeche, Veracruz
y Tabasco proporcionaron el 71.23% del total de la población migrante (Chenaut, 1989).
La ciudad continuó creciendo hacia el norte y oeste debido a la construcción de la
avenida Insurgentes, tercera vialidad de importancia y segunda de acceso a la ciudad.
Además, se crearon dos avenidas sur-norte paralelas a la avenida Héroes: Calzada de
Veracruz y Juárez. Esto incentivó el surgimiento del segundo mercado de la ciudad y se
empezaron a concentrar negocios en torno a éste, como complemento al centro histórico.
La expansión urbana pasó de 671 hectáreas en 1969 a 1434.1 hectáreas en 1980 (Castillo
Villanueva, 2009). Para esos años, ante la falta de diversificación económica, la libre
importación de bienes de consumo, que en un principio era un apoyo a la actividad
forestal, se convirtió en la principal fuente de ingresos para sus habitantes.
Para Chetumal, el régimen de zona libre, junto con las otras medidas, la consolidó como la principal ciudad comercial importadora de la región y dio lugar a su período más importante, pero discutido, sobre todo por el carácter irregular que también presentó esta actividad. Respecto al comercio, también es importante el servicio de aduanas, así como algunas instituciones del Estado y organismos concertadores de la actividad económica (Hernández Trueba, 2004: 358).
Entre los años 70 y 80 se incrementó la red carretera, se construyó el boulevard Bahía
(restándole unos cuantos metros al mar), se consolidó el servicio de correo y telégrafos, y
se ampliaron las redes de distribución de agua potable. Asimismo, se multiplicaron las
infraestructuras para instituciones públicas, bibliotecas, centros de salud y de
esparcimiento (Macías Zapata, 1998; Xacur Maiza, 2005). Sin embargo, esto no solucionó
las deficiencias en la dotación de agua potable, el deterioro de las calles y la insuficiencia
del sistema de drenaje en las épocas de lluvia. En la prensa Ecos del Caribe (1977; 1978),
se encuentran reiteradas denuncias en torno estas problemáticas.
En la década de los ochenta, con la construcción de la avenida Erick Paolo, el
crecimiento espacial se intensificó hacia el oeste, pasando de 1434.1 a 2268.3 hectáreas.
Este incremento se dio más hacia lo interno de la ciudad que hacia el exterior de la
mancha urbana, a través de la ocupación de espacios disponibles dentro de Chetumal
(Castillo Villanueva, 2009). En una entrevista, una de las habitantes de la ciudad
comentaba:
En el periodo del 74 se vuelve estado, cuando se convierte en estado, no recuerdo bien, con Martínez Ross, pero ya con Pedro Joaquín se terminaron de pavimentar la mayoría de las calles y
127
el agua, porque era un problema muy grave lo del agua potable, casi no había en la ciudad, se seguían surtiendo con agua de lluvia y los que si teníamos el líquido, pues fallaba muchísimo… Después ya vino muy rápido, después de los setenta, lo que viene siendo los 80-90, ya creció muy rápido, se abrió todo, toda la avenida Insurgentes y hace como 10 años ya tienen las plazas, que fue la primera plaza comercial… (Adriana, 31 de octubre de 2016).
Durante la gobernación de Miguel Borge Martín (1987-1993) continuó el aumento
demográfico, lo que ocasionó un incremento en el número de colonias populares y, a la
par, los problemas de urbanización en cuanto a infraestructura pública y servicios. En
1993 se creó la avenida Maxuxac, lo que continuó orientando la expansión de la mancha
urbana a lo largo de la avenida Héroes, hasta que el número de hectáreas ocupadas llegó
a 2759 (Castillo Villanueva, 2009). En cuanto a obras públicas, construyó el Museo de la
Cultura Maya, la Universidad de Quintana Roo, prolongó el boulevard y amplió los
primeros kilómetros de la entrada carretera de la ciudad a cuatro carriles, así como un
camellón al centro (Xacur Maiza, 2005). En la economía, con la contracción que sufrió el
comercio de importación, debido a la caída del dólar y la firma del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá, los habitantes de la ciudad tuvieron que
privilegiar la venta de productos nacionales y se produjo un crecimiento de la prestación
de servicios. No obstante, la ausencia de diversificación y fortalecimiento de las
actividades productivas colocó a la ciudad en un fuerte estancamiento económico (Xacur
Maiza, 2004; Hernández Trueba, 2004).
De acuerdo con la antropóloga Leydi Hernández Trueba, este estancamiento se
relaciona directamente con la actitud y las conceptualizaciones de los comerciantes
importadores, “quienes basados en una economía mercantil simple y por la influencia de
instituciones sociales, económicas y políticas relacionadas con el comercio importador no
optaron por una actitud empresarial innovadora para diversificar la economía” (Hernández
Trueba, 2004: 360). El señor Adrián me comentaba:
Chetumal empieza a tener una decadencia a partir de los ochenta. En el año del 86 más o menos empieza a tener una decadencia Chetumal, ya los comercios pues ya no venden tanta importación. Desde que México empieza a entrar al GAP, luego al TLC y todo ese rollo, acá empiezan a tener muchas broncas, las devaluaciones afectaron porque como compraban a crédito vía Panamá, o sea, todos sus proveedores de los comerciantes de Chetumal eran panameños ¿sí? Y todas las transacciones que se hacían en Chetumal eran en dólares. O sea, al banco tú ibas y podías abrir una cuenta en dólares sin pesos mexicanos sí, pero entonces toda, toda tu deuda o toda la deuda de esos comerciantes de esa época era en dólares. Entonces cuando vino la gran devaluación, que el dólar creo que estaba en 7, 8 pesos, luego sube a 12, luego sube a 16, luego sube a no sé cuánto, porque subió demasiado y ya viste que luego le quitan los ceros aquí. Entonces, tronaron demasiado comerciantes aquí. Muchos comerciantes, las deudas quedaron impagables, demandas,
128
etc. Entonces tuvieron que llegar a acuerdos con sus proveedores. Algunos lograron acuerdos de pago... pero eso simple y sencillamente, hizo que muchos quebraran aquí. Y es cuando viene la debacle del comercio en Chetumal (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
En coherencia con los que sostiene Hernández Trueba (2004), el señor Adrián explicó que
luego de la caída de la economía se intentaron implementar medidas para desarrollar la
región, aunque poco efectivas e incluso absurdas, contrarias a las características del
territorio:
Se empieza a buscar alternativas para desarrollar la zona, pero son ideas la verdad que absurdas. Querían producir arroz en la ribera del Río Hondo, cuando no es una tierra para hacer arroz, y se logró una inversión impresionante y se gastó el dinero a lo tonto porque se puso una arrocera que ahorita nada más es pura lata y puro edificio muerto. Todo ese dinero se perdió. Entonces creo que ha habido proyectos que no han sido ad hoc o pertinentes a la zona y eso que han hecho, pues han hecho que truene el mismo comercio. Lo mismo con Miguel Borge, con sus hostales cuando entra José Luis Pech como Secretario de Turismo, quiere poner hostales tipo Europa cuando aquí no estamos acostumbrados a eso, ¿no? Quebraron, quebró la empresa de Turín, quebraron las empresas madereras aquí, quebró el parque industrial de Chetumal, porque no tienen visión hacia dónde van y qué productos… Entonces, te digo yo así que te diga sabes qué, por qué Chetumal depende del comercio y ha tenido bajas en su vida económica es por eso, creo que hay malas decisiones de gobiernos, en cuestiones de inversión, sí. Y el miedo que han tenido los empresarios en invertir y pues lo más fácil para los jóvenes es irse y pensar “ah, dónde vas a trabajar”, “pues voy a trabajar al gobierno ¿no?”. Les falta un poco de ser emprendedores al respecto, pero también no se lo inculcan en las escuelas, ése es el problema. Si no eres de marketing o no eres de ventas o algo, no te meten en “ah, para ser emprendedor”, cuando en todo puedes ser emprendedor, siempre y cuando te lo inculquen desde la escuela. Entonces, es lo que estamos viviendo ahorita,
mucho desempleo (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
Tras décadas de transformaciones profundas en el escenario político, económico y social
de Chetumal llegó el huracán Mitch. Nació en el Caribe, cerca de las costas venezolanas,
pero tuvo su origen en una onda tropical formada en Cabo Verde, en las proximidades de
África, el 10 de octubre de 1998. Alcanzó vientos de 290 kph y en las costas se registraron
mareas de tormenta, lluvias, inundaciones y deslaves. Aunque la trayectoria que marcaba
sugería su llegada a Belice y Chetumal, una alta presión lo hizo desviarse al sur, hacia
Honduras y luego a El Salvador y Guatemala. Finalmente, se desintegró el 1 de noviembre
en la zona fronteriza entre México y Guatemala. Mientras que en México se estima un
número de nueve muertes asociadas a este huracán, en Nicaragua esta cifra asciende a
2863 y en Honduras a 5677. Además, se produjeron destrucciones importantes en
viviendas, carreteras, puentes y campos agrícolas y ganaderos en éstos últimos dos
países (Morales, 2012; National Hurricane Center, 1999).
129
Mitch ha sido descrito como la “peor tormenta tropical” de la región caribeña en 200
años, el “peor desastre” en Centroamérica en los últimos 100 años o el “huracán más
mortífero” de la historia del Atlántico. Debido a sus afectaciones en países vecinos como
Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, fue catalogado oficialmente como un
“desastre regional”. Desde el punto vista meteorológico, ha sido el ciclón más poderoso
registrado hasta entonces en el mes de octubre, superado sólo por Wilma en el año 2003
(Lavell, 2002; Morales, 2012).
En Chetumal, durante días se esperó la inminente llegada de Mitch, muchas familias
fueron evacuadas y otras resguardaron sus bienes. La espera generó sentimientos de
desesperación, las oraciones salieron al paso. Muchos entrevistados señalaron que la
destrucción de la ciudad sería total, “Chetumal dejaría de existir”, “la ciudad
desaparecería”, “no quedaría vivo nadie” son las afirmaciones más frecuentes entre los
chetumaleños.
…cuando iba a venir este Mitch, que nos iba a devastar y todo. Surgió una corriente de católicos para pedirle [a San Judas Tadeo] que no venga el ciclón. Y todo se genera porque ese ciclón, como te dije, estaba tan estacionado, o sea, no fue un ciclón errático ni nada, fue un ciclón que estaba estacionado y estaba creciendo, su ojo fue impresionante y su alcance en diámetros, era de kilómetros. Entonces a la gente le asustó mucho porque no se movía, pero además te decían: “sabes qué, acaba de bajar un avión hércules del ejército y trajo trascabos, o sea, maquinaria pesada para hacer huecos porque va a destruir Chetumal y están las bolsas negras [para los muertos] ahí en el ejército” (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
La mayoría de los entrevistados afirmó que la carencia de información y la falta de
preparación del gobierno se articularon para generar temor e incertidumbre ante la llegada
de Mitch, “el monstruo del Caribe”; fue el cambio de trayectoria del huracán lo que
garantizó el resguardo de las vidas de los chetumaleños. De atravesar la ciudad, la
ausencia de medidas de protección y seguridad se hubieran materializado en la pérdida de
muchas vidas y la destrucción total de la urbe. Ante la poca certeza de lo que ocurriría
surgieron las peticiones a San Judas Tadeo, que desde entonces se convirtió en el santo
patrono de los huracanes en Chetumal:50
La tarde del 28 de octubre del 98 la angustia se había apoderado por completo de más de 120 mil habitantes de Chetumal, ante el inevitablemente azote del huracán Mitch. 20 mil personas ya habían sido movilizadas a los alberges, saturados e inseguros, mientras que otros aseguraban sus viviendas de la mejor manera posible, hacia el mediodía las lluvias intensificaban, nunca podrá
50 En el capítulo IV profundizaré en este aspecto, que se relaciona con las respuestas simbólicas frente a los fenómenos
de la naturaleza.
130
saberse donde se hizo aquella tarde la primera invocación a San Judas Tadeo… (Luis, 30 de
octubre de 2016).51
Aunque Mitch se desvió, las lluvias llegaron a Chetumal y se produjeron inundaciones que
afectaron a alrededor de 70 familias de las colonias Fidel Velásquez y Proterritorio, al
interior de la ciudad, donde el agua alcanzó los 50 centímetros debido a la carencia de
sistema de drenaje. A las inundaciones se sumaron la concentración de basura, animales
muertos y desechos humanos que imperaban en los terrenos baldíos que colindaban con
las viviendas de algunos sectores de bajos recursos económicos. En la zona baja también
se produjo estancamiento de agua, por ejemplo, en Nueva Reforma y 5 de abril
(Novedades de Quintana Roo, 30 y 31 de octubre de 1998).
Un aspecto fundamental de la manifestación de Mitch fue que develó los riesgos que
se han producido en Quintana Roo debido al acelerado incremento demográfico. El estado
no contaba con la infraestructura urbana necesaria, de servicios públicos ni de salud para
atender a la población en caso de contingencias (Novedades de Quintana Roo, 13 de
noviembre de 1998).52
Para la primera década del siglo XXI, la política económica de Chetumal siguió
centrada en un mercado simple de comercio, servicios públicos y privados, y en menor
medida de los incentivos que provenían de la agricultura, así como de la agroindustria de
otras localidades del municipio Othón P. Blanco. Si bien, el Plan de Desarrollo Integral
incluyó el aumento poblacional a través de la colonización dirigida, aunado a la migración
espontánea, y se produjo un relativo crecimiento económico en el sur de Quintana Roo, el
desarrollo de Cancún actuó en detrimento de esta parte de la región, incluyendo a
Chetumal. Además, persistieron los problemas infraestructurales, la fallas en la prestación
de servicios y las deficiencias en la comunicación y el abastecimiento. El 70% de la
población se dedicaba a la prestación de servicios, mientras el resto realizaba actividades
de un sector primario débil, sometido a un gran deterioro ambiental y económico
(Hernández Trueba, 2004).
51 Hombre, ingeniero de profesión e historiador autodidacta. Migró a Chetumal a principios de la década de los sesenta
del siglo XX. 52 Precisamente, Lavell (2002) ha sostenido que un número importante de las inquietudes, reflexiones y debates en torno
a los condicionantes sociales y ambientales de los desastres, y de sus efectos en el seno del desarrollo, surgieron después
del Mitch. Se colocó en el centro del debate la necesidad de dirigir el proceso de reconstrucción dentro de parámetros
que garantizaran la reducción de los niveles de inseguridad o vulnerabilidad en la sociedad frente a este tipo de evento.
131
Así, llegó Dean en el año 2007. El centro del ciclón se localizó a 65 km al este de la
ciudad el 21 de agosto a las 03 horas, con vientos máximos sostenidos de 260 kph y
rachas de 325 kph, ocasionando lluvias de 81 mm (CONAGUA y SEMARNAT, 2007). Fue
catalogado como el noveno huracán más intenso registrado en el Atlántico, debido a la
baja presión de su ojo (906mb) y como el tercero de mayor intensidad al tocar tierra, con
vientos de 260 kph.
Fue un clásico huracán de Cabo Verde, donde se gestó el 11 de agosto de 2007. Cruzó a gran ve-locidad el Atlántico con un rumbo sostenido hacia la península de Yucatán, y el día 17 entró al Caribe, como huracán de categoría 2. No parecía muy peligroso, pero a partir de ese momento comenzó a fortalecerse con tal rapidez que en poco más de 36 horas pasó de la categoría 2 a la 4 y rápidamente llegó a la 5, con la cual tocó tierra en el sur de Quintana Roo al amanecer del 21 de agosto (Morales, 2016).
No se produjeron pérdidas humanas, pero si graves daños materiales. La población
costera de Mahahual quedó completamente devastada; en Bacalar hubo destrozos en
casas, infraestructura pública y caída de muchos árboles. Chetumal no padeció mucho sus
efectos, pero afectó 900 mil hectáreas de vegetación forestal, aunque sin mayores
pérdidas en la composición y diversidad de la selva (Morales, 2012; 2016). Nuevamente,
las inundaciones más severas por la entrada del agua de mar se produjeron en la parte
baja de la ciudad, mientras en la parte alta el nivel de estancamiento del agua de lluvia se
mantuvo entre 5 y 10 centímetros (Diario de Yucatán, 22 de agosto de 2007).
Así recordó la señora Mariana el paso de este huracán en una de nuestras
conversaciones:
El ciclón del Janet, pues como le digo, en aquel tiempo, no sabíamos cuanta categoría traía, más sabemos que venía ese ciclón, que ahora tiene nombre, tiene categoría. Nada de eso, el Dean te digo que sí, fue un poco fuerte pero no tanto o quizás vuelvo a pensar que quizás puede ser, que como ahora la vida es diferente, todos tienen casa de material, por eso no nos dimos cuenta, pero nuestra tablería toda estaba en el suelo. Allá había una mata de limón, donde está la almendra, cuando venimos en la mañana estaba en el camellón, lo arrancó de raíz y lo aventó allá, quiere decir que también trajo un poco de fuerza. Los cableríos, todos estaban en suelo, mediodía no podíamos salir, imagínate si no se previniera uno con la comida, ¿Qué íbamos a hacer? (Mariana, 06 de octubre de 2016).
El huracán Dean no causó mayores daños en la Península de Yucatán, ya que fue un
huracán “seco” que cruzó muy rápido a través de zonas relativamente despobladas,
selváticas y pantanosas. Fue un ciclón asimétrico, con un sistema nuboso más cargado en
el semicírculo sur que en el norte, lo que propició precipitaciones menores en las
localidades más pobladas, aunque en el caso de Chetumal las lluvias oscilaron entre 125 y
132
150 mm. En cuanto a los problemas infraestructurales, se interrumpió el suministro de
agua potable y hubo daños en transformadores e instalaciones eléctricas. Con respecto a
las viviendas, las colonias más afectadas fueron las habitadas por personas de los
“sectores populares” (Diario de Yucatán, 22, 23 y 25 de agosto de 2007).
Imagen no. 12. Daños causados en vivienda autoconstruida tras el paso del huracán Dean (2007)
Imagen no. 13. Daños causados en espacios públicos de Chetumal tras el paso del huracán Dean (2007)
Fuente: Fotografía tomada y obsequiada por Don Pascual, habitante de la ciudad desde la década de los cincuenta
Fuente: Fotografía tomada y obsequiada por Don Pascual, habitante de la ciudad desde la década de los cincuenta
133
En la actualidad, se han avizorado pocos cambios en cuanto a la diversificación
productiva, el fortalecimiento del sector comercial y la creación de condiciones económicas
que garanticen la estabilidad laboral y el incremento de la calidad de vida de los sectores
más desfavorecidos de la sociedad. En gran medida, persisten las mismas problemáticas
que hace más de una década, en medio de una población que sigue aumentado, aun
cuando en la ciudad tampoco existen las oportunidades que incentivan a los pobladores
de las localidades vecinas a migrar hacia la urbe que, básicamente, se orienta a la
búsqueda de mejores condiciones de vida.
Ha sido, precisamente, como consecuencia de la presión demográfica que Chetumal
fue expandiéndose hacia zonas inadecuadas para el asentamiento humano y que no
cuentan con la infraestructura apropiada. La fragmentación del hábitat, la alteración de los
flujos de agua subterránea (con su inminente saturación, contaminación, riesgos de
infiltraciones y fugas), así como el desplazamiento de fauna y flora endémica, constituyen
sólo un pequeño panorama de las múltiples transformaciones sobre el entorno natural.
Siguiendo a la geógrafa Lourdes Castillo Villanueva (2009), los riesgos ambientales se han
potenciado con las transformaciones que ha sufrido la ciudad, debido a la ocupación de
áreas de alto valor ecológico, que no son adecuadas para los asentamientos humanos. En
cuanto a la calidad de vida de los chetumaleños, el rápido crecimiento urbano no ha
encontrado su contraparte en una eficiente dotación de servicios e infraestructuras básicos
para atender a una población en constante aumento, generando focos de marginalización
vinculados a procesos de segregación espacial.53
5.1. Otros eventos
Otros fenómenos hidrometeorológicos han afectado directa e indirectamente a la
población de Chetumal, sin embargo, son escasamente recordados. Las afectaciones
fueron menores, lo común son las inundaciones y daños en la cobertura vegetal. Referiré
aquellos que se encuentran registrados en el Servicio Meteorológico Nacional, cuyas
fechas más antiguas datan del año 1997. En el mes de agosto de 2001 Chantal atravesó
la frontera entre México y Belice a 15 km al suroeste de la ciudad con viento de 115 kph.
53 Estos aspectos, que se relacionan con las características actuales de la ciudad y de la vida de sus pobladores, los
profundizaré en el siguiente capítulo.
134
Dos meses más tarde, en octubre, Iris entró a tierra a 130 km al sur- sureste de Chetumal
con vientos de 220 kph, aunque se debilitó al día siguiente de tocar territorio mexicano.
En el año 2008 la tormenta tropical Arthur atravesó el sur de Quintana Roo entre el 31
de mayo y el 1 de junio, ocasionando lluvias intensas en el sureste mexicano, sin reportar
daños importantes o fallecidos. Más tarde, en julio, Dolly también generó fuertes
precipitaciones en Quintana Roo. En el año 2010 se formaron dos depresiones tropicales y
once huracanes. De los ciclones, seis tocaron tierra directamente en las costas de México.
Karl pasó a 15 km al noroeste de Chetumal la segunda semana del junio con vientos
sostenidos de 185 kph y rachas de 230 kph. Alex tocó territorio de México el día 26 de
junio, aproximadamente a las 21:30 hora local en el extremo suroeste del estado de
Quintana Roo, como tormenta tropical, a 90 km al suroeste de Chetumal, con vientos
máximos sostenidos de 95 km/h y rachas de 110 km/h (CONAGUA y Servicio
Meteorológico Nacional, 2002; 2009; 2011).
En el mes de agosto del año 2011 la tormenta tropical Harvey afectó el municipio
Othón P. Blanco con vientos máximos de 91 kph. En el año 2012 el huracán Ernesto, de
categoría 1, también afectó en este municipio con vientos de 140 kph (Coordinación
Estatal de Protección Civil, página web oficial). El día 4 de agosto de 2016 el huracán Earl
tocó tierra en la costa de Belice, a 120 km al sur de Chetumal, con vientos sostenidos de
130 kph y rachas de 155 kph (CONAGUA y Servicio Meteorológico Nacional, 2017).
6. De las casas de madera a las construcciones de “material”
Con la fundación de Payo Obispo y la llegada de migrantes provenientes de la colonia
inglesa Honduras Británica, el modelo de vivienda que dominaba en aquel territorio se
instaló en el sureste mexicano. Literalmente cruzó el rio Hondo, pues muchos de los
primeros pobladores de la ciudad desarmaron sus casas de madera en el lado británico y
la transportaron a lomo de cayuco para el lado mexicano. En la colonia inglesa eran
construidas con amplias habitaciones hechas con armadura a escuadra y las paredes,
techos, suelos y divisiones se formaban con tablas de pino. El techo era de tablas de un
pie de largo, cinco pulgadas de ancho y cuatro líneas de grueso, a cuatro aguas. La
distribución al interior de la vivienda consistía en una pequeña sala con dos alcobas en las
cabeceras. Además, tenía un corredor delantero donde sus moradores recibían el aire
135
fresco y las visitas de sus vecinos la mayor parte del año. Estas casas llegaron a Payo
Obispo con un elemento diferente: láminas de zinc para el techo pintadas de color rojo, en
lugar de las pequeñas tablas de madera (Ramos Díaz, 2009: 178).
Durante décadas el sistema constructivo en Chetumal fue dominado por esta
arquitectura en madera, reminiscencia de las viviendas de estilo inglés de Honduras
Británica. Además, se construyeron casas que incluían una combinación de elementos
estructurales y arquitectónicos, que representaba una simbiosis entre la arquitectura maya
y el bungalow inglés, y que solventaron las necesidades habitacionales de los trabajadores
forestales, comerciantes, hacendados y jornaleros. Estas casas y las tradicionales de
madera atendían a aspectos bioclimáticos, permitían la ventilación y la circulación del
viento, protegían del calor y los eventos meteorológicos extremos (Checa-Artasu 2012).
Las puertas o bien son exentas, o bien a batiente a la inglesa con mosquiteras o cierres en persiana hechas de lamelas -tablones horizontales hechos de madera-, que serán similares a los de las ventanas. Estas persianas muestran no sólo el uso de la madera como elemento de cierre, sino también para regular la entrada de luz y calor al espacio habitacional, reducir la violencia de los fenómenos meteorológicos (los ciclones o huracanes) y sustituye dada la escasez y dificultad de mantenimiento de otro tipo de cerramientos como sería el vidrio. Otro elemento de gran incidencia en el factor bioclimático de la arquitectura de madera en el trópico es el pilote o el horcón… teniendo varias funciones como la evitación de inundaciones y el acceso de animales, pero también, proveer el levantamiento de la casa sobre el nivel del suelo, permitiendo un canal de ventilación que incide en la parte inferior de la misma. Esta circulación servirá para articular una termorregulación interna que también ayude a las estructuras de techumbre que conforman espacios cerrados, gracias a falsos techos y espacios laterales creando cámaras de aire aislantes del calor exterior. La presencia de vigas de celosía, paredes que no tocan los falsos techos o la disposición en paralelo de las oberturas exteriores ayudarán, aún más si cabe a mantener un buen nivel de ventilación, la circulación de las brisas proveyendo una termorregulación idónea (Checa-Artasu, 2001: 55-56].
Estas casas se concentraron en cuatro calles y una vía principal (avenida Héroes),
siendo unas de planta baja y otras de dos pisos, siguiendo el modelo británico que
readaptó el bungalow, construidas en estilo de tipo victoriano. Fueron las residencias de
personas con estabilidad económica, dedicadas al comercio de madera y chicle,
fundamentalmente. En zonas aledañas se fueron instalando nuevos habitantes, que
construyeron casas que seguían ese modelo, pero combinado con aquéllas que tenían
paredes de madera con techos de huano, o las paredes de tasiste con techumbres de
plancha de zinc. Para 1922 el crecimiento de Chetumal, desde el mar hacia el norte,
alcanzó una superficie de 0.48 kilómetros cuadrados, superando las vías inicialmente
136
abiertas, desplazando manglares y pantanos, dando lugar a una multiplicación de las
características y formas constructivas (Checa-Artasu, 2001).
En la década de los veinte y treinta esa expansión dará pie a esa diversidad tipológica por lo que respecta a la morfología de las casas, con una distribución basada en predios de tamaños entre los 25 metros de lado y hasta de 50 metros de lado, que no obligan a la total ocupación de los mismos con construcciones, dejando espacios libres e incluso baldíos entre los lotes y las construcciones. Así un crecimiento que se verá relanzado en torno a los años 1935 a 1940, con la expansión urbana que promueve el gobernador Rafael E. Melgar, construyéndose en esos años la Escuela socialista Belisario Domínguez y el Hospital materno infantil Morelos, ambos proyectados por el arquitecto yucateco Manuel Amábilis Domínguez (1883-1966), impulsor de una readaptación de las arquitecturas mesoamericanas como parte de una arquitectura nacional para México y decorados por el escultor Rómulo Rozo (Checa-Artasu, 2001: 59).
Imágenes no. 14 y 15. Casas de Madera en la década de los cuarenta. Chetumal
Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico
137
Para la segunda década del siglo XX se consolida el proceso de crecimiento
demográfico en la ciudad y se incorporan más obras públicas construidas con hormigón.
Con la creación del teatro Ávila Camacho, el mercado Miguel Alemán, la escuela Álvaro
Obregón y el estadio de béisbol Melchor Ocampo se rompe definitivamente con la
tradición de arquitecturas en madera (Checa-Artasu, 2001). Proceso que consolidó el paso
del huracán Janet en 1955 y, posteriormente, el huracán Carmen (1974). Aunque algunas
casas fueron reconstruidas y el Estado creó la colonia Las Casitas, con viviendas de
madera como una medida para atender a la población damnificada tras el paso de Janet,
ya se había iniciado una paulatina transformación de las formas constructivas, que en
conjunto con el incremento de la ocupación de zonas hacia el interior del territorio modificó
el paisaje urbano de Chetumal. Además, para la década de los setenta se produjo una
marcada transformación en la arquitectura de la ciudad. “La avenida Héroes se saturó de
edificaciones de uso práctico- utilitario carentes de un concepto estético” (Xacur Maiza,
2005: 45).
El 10 de noviembre de 1995, a través del Decreto No. 127 se aprobó la protección,
conservación y restauración de las casas de madera, y se les incluyó como parte del
patrimonio histórico, cultural y artístico de Quintana Roo (Gobierno del estado de Quintana
Roo, 1995). Sin embargo, actualmente, muchas de estas viviendas han sido sustituidas
por construcciones de cemento y otras se encuentran en franco estado de deterioro. Las
que se encuentran mejor preservadas han sufrido algunas modificaciones con respecto a
su versión original. No existe un inventario actualizado del número, características y
ubicación de las casas que quedan en pie en Chetumal. Para el año 2015 se
contabilizaban 45, un número considerablemente inferior a las 185 que existieron según la
maqueta de la ciudad y de las 101 que censaron en el año 1995 (Novedades Quintana
Roo, 18 de abril de 2015).54
54 La maqueta de Payo Obispo fue realizada por Luis Reinhart McLiberty. Inició su elaboración en 1917 y en varias
oportunidades ha sufrido modificaciones. Actualmente reposa frente a las instalaciones del Congreso del Estado de
Quintana Roo y es un recuerdo material de las características de la ciudad en sus primeros años de vida. Véase imágenes
16 y 17.
138
Con el paso de los ciclones, muchas personas optaron por casas de “material”,
construidas con cemento y/o piedra. Aquellos que contaban con los recursos económicos
suficientes, cambiaban el sistema constructivo de sus viviendas, algunos de manera
drástica y otros a través de intervenciones paulatinas hasta completar la transformación
total de la edificación; mientras las personas de clase baja reconstruían sus casas con
materiales frágiles y de bajo costo. Así, la manifestación de los huracanes se articuló con
la expansión de la mancha urbana y el incremento constante del número de habitantes de
la ciudad para impulsar los cambios en el sistema constructivo A través de diversos
programas de desarrollo y la apertura al capital privado para la construcción de nuevas
colonias, comenzaron a proliferar las viviendas de cemento y piedra, con características
modernas. Además, los grandes gastos que implicaban el mantenimiento de las casas de
Imágenes no. 16 y 17. Maqueta de Payo Obispo
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 07 nov 2016
139
madera y las dificultades para incorporarles la infraestructura necesaria para equiparlas
con los servicios básicos actuaron en detrimento de su conservación.
Hace como 10 años pues vamos a atacar ya el problema de raíz. Vamos a atacar los cinturones de miseria, vamos a quitar las zonas suburbanas. El fraccionamiento ya tiene todos los servicios, de todo, de abastecimiento de abarrotes, luz, drenaje, pavimentación, la electricidad y todo va por debajo del suelo. Para que en un momento determinado los postes si se caen no se interrumpa el servicio, primero; segundo, por seguridad, enterrado el cable por muy alto que sea el voltaje no hay ningún riesgo y siempre voy a garantizar el servicio de electricidad, agua y drenaje… ah telefonía igual, la domiciliaria o celular, las repetidoras tienen su propia fuente de energía y aunque esté el ciclón, la infraestructura está hecha, la antena, para aguantar vientos muy fuertes y el servicio lo tenemos… Se cambió la construcción porque antes aquí te vendían los lotes y tú construías como podías. Había muchos cinturones de miseria, la zona suburbana, casas de madera, casas de láminas de zinc, de cartón, de varitas. La gente cortaba sus varitas, conseguía sus cartones y construía sin ningún tipo de servicio público, ni electricidad, ni drenaje, ni agua potable. Imagínate cómo vivían. Cuando pasaba un huracán, la gente que está en la intemperie había que protegerla (Vicente, 13 de septiembre de 2016)
Estas transformaciones en los sistemas constructivos no implican sólo cambios en los
materiales de las viviendas, sino en el estilo de vida de sus moradores, por ejemplo, pasar
a ocupar casas que ya cuentan con agua, electricidad y drenaje, con otras distribuciones
de las habitaciones, carente de porches para recibir a las visitas y recibir el aire fresco.
Ello, sin contar con la pérdida de aspectos que respondían a las características del clima
de la ciudad. Una entrevistada sostenía que:
no son casas que en realidad estén bien, son casas pues si, que nada más tienen el valor histórico y a lo mejor tuvieran un valor emotivo, pero para las familias si es que quisieran, pero de ahí para allá, no. Casi siempre tenían los cuarticos chiquiticos porque eran sólo para colgar hamacas, se supone que no eran para camas. Entonces las cosas hidráulicas y eso, pues cuando las casas de madera, no existían, eran letrinas. Ya si tú pones eso de todos modos le tienes que poner bloques, le tienes que hacer un añadido, un parche para poder poner todo eso. Igual las cocinas, es que no había drenaje, no había nada. Pues quién va a querer estar haciendo eso ahorita, pues no. Entonces, ya si tú quieres hacerle tu cocina, ya hay que hacerles muchas modificaciones y muy caro si es que en verdad quisieras respetar la madera. Ya tendrían que ser como están las de los gringos, que están como que tienen dos partes para tapar, precisamente, todas las instalaciones. Están forradas, como se hacen con los techos que les ponen un cielo raso, entonces te sale más caro todavía y no va a ver quién te sepa hacer esas cosas y después el mantenimiento, regresamos a lo mismo, porque a lo mejor todas esas partes tendrían que ponerle algo especial para la humedad y que no tenemos aquí, es la verdad, no hay gente especializada en esto. Tendrías o tú solito investigar y hacerlo o pagar para vengan empresas de otros lados para ponerlos, entonces te haces mejor una casa nueva, definitivamente (Adriana, 31 de octubre de 2016).
140
Sin embargo, las casas de “material” no implican necesariamente mayor seguridad y
protección frente a los huracanes, ni un incremento en la calidad de vida. Como explicaré
en el capítulo III nuevos elementos se han introducido en la dinámica de la ciudad y de sus
pobladores, transformando las condiciones de habitabilidad, alterando el medioambiente y
generando nuevas situaciones de riesgo. Siguiendo a Castillo Villanueva (2009), el
Imágenes no. 18 y 19. Casas de maderas en Chetumal, Quintana Roo
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 12 sep 2016
141
“progreso” que conlleva los procesos de urbanización involucran factores de cambio en el
entorno, las formas de vida, la infraestructura, el equipamiento y la comunicación.
Chetumal ha transitado hacia un nuevo modelo de urbanización desde una gestión
gubernamental que ha intentado impulsar las inversiones en el sur de la entidad. Además,
las ideas en torno a la seguridad frente a los fenómenos de la naturaleza tendrían que
analizarse no sólo desde las características materiales, sino en torno a las percepciones y
representaciones que han desarrollado los pobladores de la ciudad frente a los huracanes,
donde la información difundida desde las instituciones gubernamentales ha tenido un peso
fundamental. Esto último lo retomaré en el capítulo IV.
7. La parte baja y la parte alta de la ciudad
Tras la fundación de Payo Obispo, los primeros pobladores se asentaron a orillas de la
bahía Chetumal. Sus vidas se desarrollaron alrededor del mar: alimentos, ropa,
herramientas de trabajo y medicinas e incluso las noticias, que llegaban mucho después
de producirse, venían en barco. La carencia de caminos limitó durante mucho tiempo las
comunicaciones con otras regiones del territorio mexicano, estrechándose las relaciones
con Consejo y Corozal, en Honduras Británicas. La importancia del transporte marítimo se
mantendría vigente hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando los caminos carreteros lo
desplazaron hasta concluir en la pérdida total de su importancia (Bautista Pérez, 1998).
Las primeras calles de la ciudad se abrieron luego del desmonte de las inmediaciones
de la bahía, se construyeron como amplias avenidas con camellones centrales. Éstas
fueron: 22 de enero, Héroes del 22 de abril, 5 de mayo y Juárez. Para 1904 la población
era de 650 habitantes y todo estaba por hacerse, sólo a través del trabajo de sus propios
pobladores se le fue dando forma a la ciudad. En las siguientes décadas se fue
incrementando paulatinamente la población, se abrieron nuevas calles y se construyeron
más casas habitación. Sin embargo, la mayoría de las personas permanecieron asentadas
en las cercanías del mar, mientras hacia el norte del territorio se concentraban pocos
campamentos temporales de los trabajadores forestales dedicados a la extracción de
chicle y madera (Xacur Maiza, 2005).
De acuerdo con el señor Adrián, la ciudad era sumamente pequeña, en sus primeros
años abarcaba únicamente las colonias Barrio Viejo, Colonia Centro y Barrio Bravo. Todas
142
ubicadas en las inmediaciones de la bahía (Adrián, 26 de noviembre de 2016). En Colonia
Centro vivía la gente con mejores posibilidades económicas, mientras Pueblo Nuevo (que
empezó a ser conocido como Barrio Bravo en la década de los ochenta) era una zona
habitada por personas orientadas a la agricultura, dedicados a producir camote, frijol,
maíz, naranja, tomate y aguacate.55
Los pobladores más antiguos de Chetumal coinciden en afirmar que luego del huracán
Janet (1955) el espacio que ocupaba la mancha urbana se expandió. La experiencia les
demostró que la zona más expuesta al viento y al agua era, precisamente, donde se
concentraba prácticamente la totalidad de la población. Entre las consecuencias de este
fenómeno natural se pueden contar la emigración de familias enteras, el proyecto de
construir únicamente en la zona alta de la ciudad y, lo más importante, la “necesidad” de
edificar las viviendas con materiales pétreos. La construcción de la colonia Las Casitas en
la parte norte, marcó el inicio de la ocupación del interior del territorio chetumaleño. El
paulatino crecimiento demográfico consolidó esa expansión territorial y, por ende, el
aumento de los espacios urbanos (Xacur Maiza, 2005).
En la década de los sesenta, con la colonización dirigida y los incentivos a los
migrantes, se fueron multiplicando los asentamientos en la ciudad y para la segunda mitad
de la década de los setenta, con Martínez Ross en la gobernación, se inició una nueva
etapa constructiva, se crearon nuevas colonias, se prolongó la Avenida Héroes y se abrió
el Instituto Tecnológico de Chetumal hacia el interior de la ciudad (Xacur Maiza, 2005). El
señor Roberto recuerda:
Eso fue como en el [año] 87, empezó a crecer ya Quintana Roo, colonias y calles. Pues, ya vinieron más personas y empezaron a repartir lotes. Ya se empezaron a formar las colonias, ya se formó lo que es la Solidaridad, Payo Obispo, Nuevo Progreso. Bueno casi todas las colonias actuales y todas se formaron esa vez. Hay muchos más habitantes, hay muchas más colonias, no sé cuántas hay, yo me quedé en que eran 80, no sé cuántas hay ahorita (Roberto, 14 de octubre de 2016).
Para la década de los ochenta, durante la gestión de Pedro Joaquín Coldwell surgieron
nuevas colonias alejadas de la bahía: Polígono Dos, Flamboyanes y Payo Obispo (primera
etapa). Además, se asfaltaron y se tejió el tendido eléctrico en todas las calles. Para fines
de los ochenta y principios de los noventa, continuó creciendo la ciudad y para la
55 Entrevistas realizadas por Luz del Carmen Vallarta: Jesús Barquet de Quiven, 14 de noviembre de 1987; Luis
Reinhart McLiberty, 17 de abril de 1987.
143
gubernatura de Mario Villanueva Madrid (1993-1999), se urbanizaron colonias populares
como Solidaridad y Comité Pro-territorio.
Con la llegada del siglo XXI se produjo un nuevo crecimiento de la ciudad, un período
que ha sido identificado desde el 2000 hasta la actualidad. En estos últimos años se ha
profundizado el incremento de zonas no urbanizadas y terrenos baldíos al interior de
Chetumal. Se ha colocado el énfasis en la expansión de los límites con una conurbación
con el poblado vecino de Calderitas, que se ubica hacia el norte, y hacia el oeste donde se
encuentra la localidad de Huay-Pix (Alonzo Alonzo y González Vera, 2010).
Así, se fue construyendo históricamente una distinción objetiva y subjetiva de la ciudad
entre la parte baja o “vieja” Chetumal y la parte alta o “nueva” Chetumal. La parte baja
cubre las áreas próximas a la bahía Chetumal. Las colonias más antiguas se ubican en
esta parte de la ciudad, actualmente separadas del mar por el boulevard Bahía y
restaurantes y centros nocturnos que bordean los límites de las casas habitación. Allí
vivieron los primeros pobladores de Chetumal, comerciantes y trabajadores forestales.
Aún persisten algunos de sus descendientes en esta zona, pero bajo un estilo de vida
sustancialmente diferente al de sus padres y abuelos. La colonia más conocida es Barrio
Bravo, cuyos habitantes viven bajo el estigma de la pobreza y la violencia, aunque muchos
son profesionales y miembros de la clase media de la ciudad.
La parte alta es heterogénea, se han construido fraccionamientos para la clase media
alta, media y baja. Aunque aglutina migrantes de otras regiones del país y familias
provenientes de las zonas rurales que circundan la ciudad, también se encuentra habitada
por chetumaleños que antiguamente residían en la parte baja, que a través de créditos
otorgados por instituciones públicas adquirieron viviendas en esta zona. El señor Pascual
relataba, en una de nuestras productivas conversaciones, cómo se ha producido el
desplazamiento de las personas que vivían en las colonias más antiguas hacia las nuevas
construcciones:
Pues, las cosas han cambiado. En vez de ir a más, yo creo que se ha ido a menos, sobre todo la colonia [Barrio Bravo] ¿no? te decía, antes muchas casas, todos los terrenos más bien, aunque sea con poca gente, pero tenía gente. Hoy hay muchos terrenos, los mismos terrenos, pero ya no tienen gente. Entonces eso que quiere decir, que en vez de que vaya para más, ha ido a menos ¿sí? Creo que por eso el gobierno ni se interesa. Yo no sé si es su propósito, de que la gente se largue de acá de esta colonia, que se largue a otro lugar. Por eso están apurado de hacer casas allá [en la parte alta de la ciudad]. Actualmente las están dando baratas, a 260 mil pesos cada casa. Yo siento que están baratas ¿sí? Porque antes estaban a más de 300, ya le bajaron. Pero para la clase de casas que están haciendo ellos, son casas que te quiero decir que son casas incómodas, son casas
144
incómodas que la gente no se acomoda, pero las agarran porque pues, quizás porque ya les empujaron el crédito, ya están pagando…Pues por ahí por, por allá lejos en la parte alta, sí (Pascual, 07 de octubre de 2016).
Asimismo, las experiencias en torno a la presencia de huracanes han contribuido a
construir una distinción entre una zona insegura (cercana a la bahía) y una zona segura
(hacia el interior de la ciudad), debido a la exposición a las fuerzas del viento y la
propensión al desbordamiento de las aguas. Aunque los pobladores más ancianos, que
aún habitan en las colonias antiguas, afirman no tener miedo de la manifestación de este
fenómeno natural, pues ya saben qué hacer, cómo resguardarse y proteger sus bienes.
No sucede lo mismo con los migrantes que llevan pocos años viviendo en Chetumal,
quienes prefieren habitar en los nuevos fraccionamientos, alejados de la bahía, que les
pueden garantizar mayor seguridad en caso de los ciclones, aun cuando están expuestos
a los permanentes problemas de inundación que se producen en la parte alta de la ciudad.
En cuanto a estas inundaciones, también existen diferencias relacionadas con la
orografía y tipo de suelo. En general, en Chetumal domina el relieve de llanura, bien sea
llanuras costeras, llanuras pantanosas y cuencas y depresiones continentales. De acuerdo
con estos tres tipos de relieve se producen las inundaciones, aquéllas que se producen en
las llanuras costeras abarcarían, básicamente, lo que es comúnmente denominado por la
población como la parte baja de la ciudad. Comprende las colonias ubicadas frente a la
bahía y se debe fundamentalmente a la influencia marina derivada de las perturbaciones
ciclónicas y a su relación con las condiciones geológicas y geomorfológicas (relieve
negativo, terreno bajo y pantanoso). En esta zona el efecto del agua no sólo es destructivo
al avanzar tierra adentro, sino también en sentido inverso, es decir a su retirada hacia el
mar. Las inundaciones en llanuras pantanosas se presentan en las planicies costeras,
donde predominan pantanos, ciénagas, lagunas y cubetas de decantación, que reciben
agua lacustre y/o marina. Hay zonas de la ciudad que cuentan con estas características,
que pueden permanecer inundadas permanente o temporalmente, por semanas e incluso
meses. En cuanto a las inundaciones en cuencas y depresiones tropicales se producen en
la mayoría de las zonas interiores que presentan un suelo de drenaje lento (CAPA- IMTA,
2013). Ésta última sería la parte alta de la ciudad o la “nueva Chetumal”.
Dos extremos de la ciudad de Chetumal el este y el sureste, culminan en la Bahía de Chetumal, cuya costa es baja y pedregosa, cubierta en su mayor parte por el mangle, hacia el suroeste de la zona urbana se encuentra el cauce del río Hondo y su desembocadura, aunque no existe
145
urbanización alguna en esa zona, la mayor parte de la ciudad se extiende hacia el norte y hacia el oeste, su territorio únicamente tiene una diferencia de altura situada a unos 200 metros de la costa. El resto es prácticamente plano, con algunas mínimas ondulaciones, esta zona permite la formación de aguadas y zonas pantanosas durante la época de lluvias, aunque la zona de estudio, entre Huay-Pix y Xul-Ha es atravesada por una pequeña corriente permanente de agua, el estero de Chaac, que es precisamente el enlace permanente entre la laguna de Bacalar y el Río Hondo. Lo que es un elemento relevante de todo este sistema lagunar-fluvial (CAPA-IMTA, 2016: 27).
Resulta significativo, además, que la diferencia de elevación entre ambas “partes” de la
ciudad es en realidad muy pequeña. Se encuentran separadas físicamente por un escalón
natural del terreno, que constituye una transición corta pero gradual. La parta baja tiene
una elevación media de 2 m sobre el nivel del mar y la parte alta se extiende tierra adentro
con una elevación de 6 a 9 m, por lo que el desnivel entre ambas varía entre 4 y 7 m
(CAPA-IMTA, 2016).
Se trata de una diferencia topográfica que se entreteje con otros aspectos vinculados a
las experiencias, representaciones y percepciones de los habitantes de la ciudad. Como
explicaré en el capítulo IV, los contrastes que se dan en torno al territorio chetumaleño no
responden únicamente a una cuestión física, pues también se encuentran vinculados a
factores que trascienden la ubicación y características geográficas del territorio y se
insertan en el mundo de lo simbólico, en la subjetividad de la población.
8. Reflexiones finales
Los contextos estudiados son productos históricos y sociales, entonces es ineludible
conocerlos a profundidad desde una dimensión espacial y temporal amplia para poder
identificar y comprender las condiciones en que se van construyendo escenarios de riesgo
a desastres. La articulación entre el trabajo etnográfico y la búsqueda de información
documental aboga por un análisis que abre a una veta transdisciplinaria que es necesario
explorar y profundizar, apostando por un entramado metodológico que contribuya a nutrir
las investigaciones tanto de datos provenientes del pasado como de las particularidades
actuales de dichos contextos.
En este sentido, es fundamental comprender en toda su dimensión las estructuras que
operan detrás de las coyunturas desastrosas, pues permiten trascender los análisis
centrados en los daños producidos y proveen de la información necesaria para construir
discusiones críticas al respecto. Los aspectos políticos (decisiones sobre el territorio,
146
incluso desde su fundación), las actividades económicas (explotación forestal, comercio y
servicios) y el escenario social (migraciones, formas de vida, crecimiento poblacional) se
interrelacionan y dinamizan las prácticas espaciales, influyendo de manera determinante
en la construcción de escenarios de riesgo y vulnerabilidad frente a los fenómenos de la
naturaleza, convirtiendo a éstos en amenazas para la sociedad.
Chetumal y, en general, la Península de Yucatán, sufrieron transformaciones
importantes en su geografía poblacional. La inmigración motivada por la dotación de
tierras, nuevas oportunidades económicas y, más tarde, la implementación de proyectos
turísticos, fueron orientados hacia territorios dominados por grandes extensiones de selva.
Bajo la premisa de se trataba de espacios “vacíos”, éstos “debían” ser ocupados para
solucionar los conflictos limítrofes con Belice, controlar las rebeliones indígenas y atender
la demanda de tierras agrícolas por parte de las poblaciones del centro del país.
Como lo ha señalado Lavell (2000a), la ubicación de la mayoría de los centros urbanos
atiende a fines estratégicos y, muchas veces, se relaciona con la cercanía a diversos
recursos naturales. La proximidad a mares, lagos y ríos se explica por la facilidad en el
transporte de bienes, producción agrícola, pesquera o industrial, y la relación comercial y
poblacional en general. Las decisiones que se toman en torno al uso y ocupación del
territorio es lo que determinará la seguridad de sus habitantes, pues se relacionan con la
gestión ambiental y las estrategias de protección de los ecosistemas. El problema se
suscita, precisamente, cuando las dinámicas de la naturaleza se articulan con procesos de
intervención humana que convierten al entorno en amenazas, para las poblaciones allí
asentadas (Campos G. et al., 2012).
Los mares y océanos normalmente benignos, se convierten en amenazas por la presencia cíclica de huracanes y tormentas tropicales, mareas altas combinadas a veces con descargas fluviales anormales, y la probabilidad de un aumento en sus niveles por el impacto del cambio climático global y el efecto invernadero; factores que condicionan la existencia de inundaciones de gran escala, erosión costera y vientos de alta velocidad. Los ríos que ofrecen oportunidades de producción, acceso a agua y medios de transporte y aspectos estéticos de gran valor, además de la refertilizacion natural de sus zonas de inundación, cíclicamente producen inundaciones de magnitudes anormales que ponen en peligro a la comunidad establecida en sus proximidades. Las faldas de los volcanes que proveen importantes recursos edáficos y minerales, se transforman en lugares de peligro frente a la posibilidad de la renovada actividad volcánica (Lavell, 2000a: 3).
Así, el proceso contradictorio de crecimiento poblacional y urbano que se ha producido en
Chetumal, acorde con las dinámicas económicas que se han impulsado y que han
producido cambios en diversos ámbitos del contexto natural y construido, ha transformado
147
las dinámicas del entorno en amenazas para sus habitantes. Los asentamientos humanos
han ido invadiendo zonas que ubican a las personas en situaciones de inseguridad. De allí
que, las amenazas naturales, en consonancia con los procesos sociales que las han
erigido como tales, solamente por intervención de las mismas sociedades pueden dejar de
ser un peligro. “Lo cual significa que el concepto mismo de amenaza es socialmente
construido” (Lavell, 200a. 3).
Como se verá más adelante, la expresión del riesgo y su actualización, no requiere la
concreción de un desastre de gran magnitud. Numerosas localidades que sufren un
desastre de gran envergadura han sido avisadas previamente a través de pequeños
eventos como inundaciones, deslizamientos y hundimientos, que muchas veces son vistos
como parte de la cotidianidad de sus habitantes. Empero, estos eventos dan cuenta del
riesgo, la inestabilidad y el desequilibrio en las interacciones con el entorno natural. “Entre
más conscientes de las señales que hagan estos eventos, “no desastres”, y entre más
veloz sea la respuesta de la sociedad en revertir los procesos que construyen estos
riesgos, más posibilidades existen de evitar un gran desastre del futuro” (Lavell, 2004: 11).
En este sentido, las condiciones de riesgo frente a los fenómenos de la naturaleza se
han concretado en una configuración territorial particular, expresada en diversas formas de
dominio y apropiación del espacio donde actualmente se encuentra Chetumal. Aunque la
presencia de los huracanes y la propensión a sufrir inundaciones están vinculadas a las
características geográficas y climáticas del sureste mexicano, sus impactos no son
consecuencia directa de las dinámicas de la naturaleza, sino que son el resultado de
procesos históricos de ocupación y manejo del territorio. La construcción de la ciudad
involucra transformaciones ambientales, mientras que el cambio de los suelos naturales
en tierras urbanas implica la remoción de la cobertura vegetal y su sustitución por
materiales como cemento y asfalto, generando situaciones que conducen a resultados
imprevisibles ante la ocurrencia de fenómenos de la naturaleza (Lavell, 1999).
148
CAPÍTULO III. ENTRE SOCAVONES E INUNDACIONES: CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y
EXPANSIÓN TERRITORIAL DE CHETUMAL
...Chetumal está rodeado de agua, bien sea por pantano, por manglares, pero estamos rodeados de agua completamente. Hay zonas que están en construcción aquí en la misma zona de Chetumal que se han estado rellenando porque son manglares o humedales, o aquí se llaman ojos de agua, igual. Entonces, van rellenando y eso es un afluente natural del agua. Allí va a correr cuando el agua decida, cuando la naturaleza decida, allí va a correr, pero ¿qué hemos hecho nosotros? Bueno, los mismos humanos ponemos nuestras casas de habitación allí y lógicamente a largo plazo vamos a tener problemas ¿no? de inundación (Santiago, 28 de noviembre de 2016).56
Introducción
El crecimiento poblacional de Chetumal en el último siglo ha sido verdaderamente
acelerado. Para constatar esta situación basta con recordar algunos datos demográficos,
por ejemplo, entre 1940 y 1970 el número de habitantes creció de 4,672 a 23,865,
duplicándose en 1980 a 56,709 y llegando en 1990 a 94,158. Para el año 2000 contaba
con 121,602 y en 2010, año del último censo realizado en el país, llegó a 151,243
habitantes (INEGI, página web oficial). Este vertiginoso incremento demográfico la ha
ubicado entre las ciudades que presentan los mayores crecimientos poblacionales del
territorio mexicano (SEDESOL, 2010). Sin embargo, dicho aumento no ha encontrado su
contraparte en la formulación e implementación de políticas públicas, que garanticen la
ocupación de nuevos espacios de la ciudad en zonas aptas para la construcción de
asentamientos humanos, con el adecuado funcionamiento de los servicios básicos y en
equilibrio con el entorno vegetal e hídrico de la geografía chetumaleña. Por el contrario, se
ha articulado con una deficiente planeación urbana que ha propiciado una diversa y
compleja gama de problemas sociales y naturales, que a su vez reproducen y profundizan
las condiciones de riesgo a desastres frente a la recurrente amenazas de los huracanes.
Lejos de ser un aspecto exclusivo de Chetumal, o poco común en los países de
Centroamérica y Latinoamérica, los desastres en contextos urbanos son un problema
latente que, como explica Lavell, “…tiende a aumentar su gravedad con el paso del tiempo
y el inexorable aumento en la concentración urbana, producto de procesos económicos y
149
de cambio social aparentemente irreversibles” (Lavell, 2000a: 1-2). En este sentido, el
riesgo y la vulnerabilidad se relacionan, aunque no de manera exclusiva, con la estructura
y forma de la ciudad, con las particularidades de los diversos grupos humanos que ocupan
el espacio y sus propios estilos o modalidades de vida.
No es el objetivo del presente capítulo debatir en torno a los procesos de corrupción e
intereses políticos, que puedan estar presentes detrás de las decisiones que se han
tomado en torno al diseño y aplicación de los programas de urbanización y desarrollo
económico de Chetumal, ni del otorgamiento de permisos para construir en áreas no aptas
para la ocupación humana. Lo que planteo es la importancia de discutir y analizar
aspectos materiales, que dan cuenta de un desequilibrio entre la forma como ha ido
configurándose la ciudad y las características climáticas, orográficas y geográficas del
territorio. Para tales propósitos, volveré a las notas de campo realizadas en la observación
directa del contexto estudiado, así como a los testimonios de los propios habitantes de la
ciudad e informes internos de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA),
obtenidos gracias al rapport establecido con los entrevistados, tejiendo un puente para el
diálogo entre los datos empíricos y las propuestas de algunos investigadores que han
abordado temáticas relacionadas a las que presento aquí.
En el capítulo anterior puse de relieve los múltiples factores que incidieron en el
crecimiento demográfico de la ciudad y que, en parte, contribuyen a explicar la ocupación
de zonas no aptas para el asentamiento humano, como una respuesta a la presión por el
espacio. Entre esos factores se encuentran aspectos políticos y económicos, como la
colonización dirigida, la migración, la agricultura, la explotación forestal y, más
contemporáneamente, la intensificación de las actividades del sector terciario. A estos
elementos se une la búsqueda de mejores condiciones de vida por parte de algunos
sectores poblacionales, que vivían en zonas rurales al margen de la ciudad. Por ejemplo,
habitar casas “más seguras”, “más resistentes”, “mejores” son expectativas que han
encontrado asidero en las políticas públicas que han promovido la construcción de
fraccionamientos, destinados a los denominados “sectores populares”.
La reconstrucción de estos aspectos los realicé desde una perspectiva histórica, que
permitiera comprender las características actuales de Chetumal y de sus pobladores. Por
56 Hombre, nació en Chetumal. Desempeñó varios cargos en instituciones gubernamentales, fue director de la
150
lo cual, los datos presentados y discutidos en el presente capítulo deben ser leídos en
articulación con lo planteado en el capítulo anterior, advertidos en el marco de una
continuidad, de un proceso. Es, precisamente, el esfuerzo interpretativo con el enfoque de
la larga duración braudeliana lo que permite una comprensión analítica de este contexto,
estudiado en el presente, pero entendido como un producto histórico.
1. Deficiente planeación urbana en Chetumal
Como he referido en el primer capítulo, las vulnerabilidades se encuentran
relacionadas con los tipos de fenómenos naturales que se erigen como amenazas, es
decir, no se puede hablar de vulnerabilidades en general, sino en referencia a un contexto
social en particular, para el cual dichos eventos representan un peligro latente. Siguiendo
a Denise Soares y Alejandra Peña (2014), la transformación de la naturaleza en amenaza
se puede producir debido a la implementación de ciertas estrategias de desarrollo, que
contribuyen a generar condiciones de riesgo. En este sentido, si bien el territorio no es una
causa de los desastres, es un factor directamente vinculado con la presencia de ciertos
fenómenos naturales considerados o que se convierten en amenazantes, expresión de los
modelos de desarrollo adoptados, las formas de crecimiento económico dominantes e
incremento demográfico con patrones de asentamiento inadecuados. En este sentido,
existe una articulación entre desarrollo, degradación ambiental, construcción de riesgos y
vulnerabilidad.57
En el caso de Chetumal y, en general, en Quintana Roo, los gobiernos nacional y local
han consentido el acceso legal y uso de la tierra de acuerdo con las condiciones que
demandan las determinaciones actuales, algunas de ellas relacionadas con la apertura
económica, la globalización y la geopolítica. Como lo señala Gabriel Macías Zapata
(2004), se ha recreado la idea de los “terrenos vacíos”, reminiscencia de construcciones
ideológicas que se produjeron desde la época colonial, para justificar una manera peculiar
Coordinación Estatal de Protección Civil. 57 Como quedó establecido en el capítulo I, referente a los aspectos teóricos y metodológicos que orientan la
investigación, la vulnerabilidad más allá de una condición observable, detectable, se define en función del total de
condiciones subjetivas y objetivas de existencia, producto de un proceso histórico y protagonizada por grupos sociales
que originan o profundizan su predisposición ante ciertas amenazas. Tiene implicaciones ecológicas, políticas,
económicas y socio culturales (Altez, 2016). La construcción social del riesgo, refiere a las formas en que la sociedad
construye contextos frágiles que se asocian e incrementan las dimensiones de la vulnerabilidad, vinculado a una falta de
151
de ocupar y explorar los recursos naturales en terrenos considerados incultos y
deshabitados, prescindiendo de la sociedad que de antemano se encontraba allí
establecida. En la actualidad, estas estrategias han generado transformaciones, en
algunos casos agresivas, en otros paulatinas, que se han reflejado en aspectos como en
los cambios en el uso del suelo, erosión, deforestación, contaminación, aumento de la
mancha urbana y concentración demográfica.
Entonces, el crecimiento de la ciudad, en términos demográficos y espaciales, ha
producido una serie de desafíos en la relación que existe entre los grupos humanos que la
habitan y el entorno natural. Aspectos que han profundizado y complejizado las
condiciones de riesgo ante la presencia de ciertos fenómenos hidrometeorológicos,
específicamente huracanes, en un contexto ya de por sí vulnerable como consecuencia de
la ubicación geográfica de la ciudad, como quedó establecido en el capítulo anterior. La
presión demográfica ha sido atendida a través de la construcción de nuevos
fraccionamientos en la parte alta, hacia el interior o en la zona norte de la ciudad,
antiguamente dominada por humedales, pantanos y cobertura vegetal, pavimentando
tanto los cauces de las aguas, como los medios naturales de absorción y filtración de las
mismas.
Así lo explicita el testimonio de uno de los pobladores de la ciudad, al comentar que,
en las primeras décadas tras la fundación de Chetumal, la única zona habitada era la parte
baja. Con los programas de colonización dirigida se produjo la necesidad de ocupar
nuevos espacios hacia el interior del territorio, conocido como la parte alta (Adrián, 26 nov
2016). El siguiente extracto refiere a lo comentado por este chetumaleño, que habita en la
antigua colonia Barrio Bravo, en la parte baja de la ciudad:
Bueno, la ciudad como en los sesenta, que es la década donde nací, era una ciudad muy pequeña. Tenía nada más Barrio Viejo que abarcaba lo que es la Héroes, la avenida Juárez, la 5 de mayo, todo lo que es Barrio Viejo, el Centro hasta cierto punto, Barrio Bravo que es este. Luego surge el barrio de El Rastro, que le llaman, y Las Casitas era lo que había. Lo más lejos, lo más lejos, eran Las Casitas… Se hizo en los setenta el mercado Lázaro Cárdenas, fue cuando Chetumal se fue expandiendo buscando la parte norte, noreste más o menos, se fue expandiendo por donde está la universidad [Universidad de Quintana Roo] y se crean otras colonias. Se crea la colonia 5 de abril, la J. Mujica… Y así empezó a crecer, empezó a crecer del Centro buscando Calderas hasta que ya no había por donde llegar, hasta que ya nos pegamos a Calderas. De hecho, Chetumal y Calderitas ya es lo mismo ¿no? Entonces empezaron a crecer hacia la izquierda. No sé cómo se dice, si es el norte, noreste o noroeste, ahí donde está el fraccionamiento Caribe, Las Américas.
adaptación al medio físico “…que provoca, incluso, que el propio medio se convierta en una amenaza, en un factor de
generación de riesgo” (García Acosta, 2005: 22).
152
Entonces, esa es la forma en que Chetumal ha crecido y ha crecido tanto que les han robado el terreno a los que son a humedales, a cuestiones que absorbían las aguas de la lluvia, pluviales, y eso a veces ha generado, genera inundaciones en Chetumal actualmente (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
Como lo refiere Adrián, a mediados del siglo XX la configuración de la ciudad se
encontraba supeditada a las colonias que se encontraban en las cercanías de la Bahía de
Chetumal. A medida que aumentó la población, los límites se fueron expandiendo hacia
las antiguas periferias, incrementándose el número de colonias a partir de la creación de
nuevos fraccionamientos, algunos en manos de capital privado, y otros construidos por el
Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) y
adquiridos a través de los denominados créditos blandos. Sin embargo, la creación de
estos conjuntos residenciales no ha contado con una adecuada planeación, que atienda a
las particularidades de la geografía de la ciudad, las características del suelo, clima y
ecosistema.
Conversando con un funcionario de la Coordinación Estatal de Protección Civil en un
recorrido realizado por la parte alta de la ciudad para, precisamente, observar las nuevas
construcciones, identificar las zonas hacia donde está creciendo la ciudad y tener una
opinión institucional al respecto, comentaba lo siguiente:
Todo esto era reserva, era reserva, pero pues ve. Por la necesidad de la vivienda entran los programas federales y lo parte en la torre todo y ve, ya los problemas tan graves que tenemos, climáticos, aquí también. De que no llueve parejo, las temperaturas cada vez más, más, más calientes, pues están quitando la vegetación. Hasta eso ya tenemos anomalía en toda la ciudad, de la caída de la precipitación. Y siguen avanzando, siguen deforestando… Aquí son Las Américas [una colonia], ¿eh? Y todo esto era la sabana, ve el cuerpo de lo que ya han ido tumbando y van a seguir tumbando porque todo esto ya está trazado, mira. Lo que hicieron es rodear para luego empezar por el medio, ahora sí como el pastel, por la orillita y luego por el medio, lo que está más rico ¿no? Pues quiero pensar que aquí en el medio está lo de la vegetación de reserva, pues pusieron algún fraccionamiento exclusivo como el que está ahí y obvio pues eso, es más, lo venden mejor. Tienen más plusvalía, por alguna necesidad, pues, de consumo (Vicente, recorrido, 21 de octubre de 2016).58
La visión de este Jefe de Unidad de Protección Civil, más allá de un discurso institucional,
exterioriza una postura crítica desde sus propios conocimientos técnicos, que evidencia
complejos problemas para la ciudad, sus habitantes y el equilibrio del ecosistema, donde
se dejan entrever relaciones de poder e intereses económicos que priman sobre el
58 Hombre, jefe de una de las unidades de la Coordinación Estatal de Protección Civil con más de 25 años de trayectoria
en su área.
153
correcto diseño y planeación de los proyectos de transformación urbana.59 Sin embargo,
también afirma que no todo ha sido negativo, pues la construcción de estos
fraccionamientos y las facilidades que ha otorgado el gobierno para adquirir viviendas allí,
le permitieron a muchas personas que residían en casas autoconstruidas, tanto en áreas
rurales como al interior de la misma ciudad, acceder a viviendas “más resistentes” en caso
de huracanes y que cuentan con la infraestructura necesaria, en cuanto a servicios
básicos se refiere.
…desde esa manera el gobierno ha logrado controlar el crecimiento poblacional y dar los servicios en el caso de, por ejemplo, el fraccionamiento ya tiene servicio de luz, agua potable, drenaje, alcantarillado, pavimentación, casa de material, por lo menos con suministros de electricidad básicos para que por lo menos se tenga el ventilador, la televisión, ósea, cierta cantidad de electrodomésticos que satisfacen sus necesidades. Entonces cuando pasa un ciclón o se inunda pues no tenemos el problema de suministro eléctrico, ni del agua, porque todo está protegido, lo que está encima del suelo es lo que tenemos problemas, lo que está debajo ya no, siempre y cuando no haya una ruptura o alguna otra situación que se pueda presentar ¿no? Pero mayormente esa es la infraestructura del fraccionamiento… Que son casas pequeñas sí, pero son casas de material y en caso de que haya un mal tiempo lo que más puede pasar es que se inunde ¿por qué? porque en estas regiones donde construyeron los fraccionamientos escarbaron y sacaron la piedra, o sea lo sólido, lo firme lo sacaron para hacer material para construir (Vicente, 13 de septiembre de 2016).
Aunado a lo sostenido por Vicente, Castillo Villanueva (2004), ha señalado que más allá
de la construcción de asentamientos en zonas inadecuadas, han faltado esfuerzos por
dotar a las nuevas áreas ocupadas con los servicios necesarios. En este sentido, afirma
que, si bien la ciudad de Chetumal tiene una de las trazas urbanas mejor logradas en el
país, los altos niveles de urbanización que han caracterizado su “desarrollo”, ha superado
la generación de nuevos espacios dotados de los servicios urbanos básicos. Igualmente,
agrega que, aun en los casos donde se han ejecutado planes de desarrollo para la
ocupación de estos espacios, la demanda existente ha presionado para la entrega de
predios que no cuentan con el equipamiento necesario.
En los diversos recorridos realizados en campo, a solas o acompañada por algunos de
los entrevistados, observé ciertas características físicas de estos fraccionamientos. Si
bien, en efecto, cuentan con los servicios básicos (electricidad, agua potable, sistema de
drenajes) y fueron construidas con materiales resistentes, cemento y piedra, son casas
sumamente pequeñas, muchas familias viven hacinadas. Además, fueron edificadas sobre
59 Más adelante se explicará la decisión de utilizar el término Proyectos de Transformación Urbana, como un
cuestionamiento a los llamados Proyectos de Desarrollo.
154
terrenos rellenados, que tras lluvias no muy fuertes ni prolongadas se hacen intransitables,
hay calles sin asfaltar y el transporte público es prácticamente inexistente. Se puede decir
entonces, desde las propias observaciones realizadas en campo, que las afirmaciones
tanto del funcionario de Protección Civil como de la investigadora Castillo Villanueva son
congruentes con la evidencia empírica, pues los problemas infraestructurales de estos
fraccionamientos se encuentran vinculados tanto a su ubicación geográfica, como lo
refiere Vicente, como a las características y funcionamiento de los servicios básicos, como
señala Castillo Villanueva (2004).
Asimismo, estas construcciones se encuentran encima de rellenos que se hicieron sin
atender a las particularidades de la orografía, pues se trata de un suelo que presenta
relieves irregulares y, en tal sentido, proclive al estancamiento de las aguas. En lugar de
elevar el nivel del terreno, en muchos casos se ha disminuido, escarbando la tierra para
utilizar el mismo material que proporciona el suelo para construir, sin tomar en cuenta los
cambios que ello produce al curso que siguen las aguas pluviales, incrementado la
susceptibilidad a inundaciones. De nuevo, Vicente señala:
Porque obvio si te has percatado [en] la ciudad está muy, no muy homogéneo el piso, entonces aquí creo que yo que fue un error de que, a quién le podemos echar la culpa, fue de planeación, porque aquí se debió de sacar un nivel patrón y en base a eso construir. Rellenar donde se deba rellenar y quitar donde se deba de quitar. Que aquí no hay mucho donde quitar porque no tenemos ni valles, ni colinas, ni cerros (Vicente, 13 de septiembre de 2016).
Respecto a estas afirmaciones, el Ingeniero Armando, antiguo director de la Comisión de
Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), reconoce que existen deficiencias en la forma como
se ha atendido la necesidad de vivienda en Chetumal. Para él, se trata de un problema
estructural que se vuelve un problema social cuando se presentan fenómenos naturales
adversos, como lluvias excesivas y huracanes (Armando, 22 de octubre de 2016).60
En cuanto al equipamiento de los fraccionamientos, son comunes las quejas de la
población en torno a las fallas en los sistemas de drenaje, falta de mantenimiento en las
alcantarillas, acumulación de desechos sólidos, así como dudas en cuanto a la calidad de
las obras realizadas y su capacidad de resistir el paso de los huracanes. Los testimonios
de varios habitantes de la ciudad coinciden en sostener que las casas que integran esos
fraccionamientos son inseguras, mal construidas, carentes de cimientos fuertes y hechas
155
con materiales de segunda que “no lo vas a notar hasta que se dé un suceso como esos.
Hasta ahorita una lluviecita y enseguida se cuela el agua. Imagínate un huracán, un
huracán no han vivido eso, lo que es un huracán acá” (María, 03 de octubre de 2016).61
60 Hombre, ingeniero, ha tenido varios cargos públicos, entre ellos, la dirección de la Comisión de Agua Potable y
Alcantarillado (CAPA). 61 Mujer, nació en Chetumal y es funcionaria pública. Toda su vida ha vivido en la colonia Barrio Bravo, el primer
huracán que vivió fue el Carmen en 1974. En el capítulo IV retomaré los aspectos que tienen que ver con las
percepciones y representaciones de las personas en torno a los huracanes y a los riesgos con los cuales conviven.
Imágenes no. 20, 21 y 22. Limpieza de terrenos para construir comercios.
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct 2016
156
No he encontrado evidencia que me permita confirmar los señalamientos de los
habitantes de la ciudad en torno a la fragilidad de las viviendas de los fraccionamientos;
los funcionarios que entrevisté, que poseen conocimientos técnicos al respecto, aseguran
que las personas se encuentran seguras en estas viviendas en caso de que ocurra un
huracán. Lo que sí es cierto es que existen problemas de planeamiento urbano que actúan
en detrimento de la calidad de vida de las personas. La bióloga mexicana Guadalupe
Álvarez (2014) hace referencia, precisamente, de la fragilidad física como un componente
de la vulnerabilidad, en tanto existen condiciones de susceptibilidad que tienen los
asentamientos humanos en caso de que aquello que representa una amenaza
efectivamente se presente.
Al conversar acerca de las construcciones que se están realizando en la ciudad,
Santiago, el antiguo director de la Coordinación Estatal de Protección Civil, me explicaba
que:
Si te das cuenta Chetumal está rodeado de agua, bien sea por pantano, por manglares, pero estamos rodeados de agua completamente. Hay zonas que están en construcción aquí en la misma zona de Chetumal que se han estado rellenando porque son manglares o humedales, o aquí se llaman ojos de agua, igual. Entonces, van rellenando y eso es un afluente natural del agua. Allí va a correr cuando el agua decida, cuando la naturaleza decida, allí va a correr, pero ¿qué hemos hecho nosotros? Bueno, los mismos humanos ponemos nuestras casas de habitación allí y lógicamente a largo plazo vamos a tener problemas ¿no? de inundación (Santiago, 28 de septiembre de 2016).
Aun cuando muchos de los fraccionamientos fueron ocupados por la clase media baja y
baja, se trata de un problema que afecta no sólo a estos sectores poblacionales, pues la
construcción de otras colonias de clase media también se han realizado en áreas
inadecuadas, rellenando antiguos pantanos y cauces naturales, impidiendo la filtración y
fácil absorción de las lluvias, trayendo como consecuencia un incremento en el nivel de las
inundaciones, así como socavamiento de las calles.62 La evidencia empírica refiere a
problemas que no son exclusivos de los “sectores populares” pues afectan, aunque no de
62 Más adelante profundizaré en el caso específico de una colonia, Flamboyanes, habitada por académicos, políticos y
otras figuras públicas. La misma fue construida sobre un cuerpo de agua que fue rellenado en la década de los ochenta
del siglo pasado.
En los testimonios, la población es muy clara al hablar de los problemas de estancamiento de las aguas pluviales como
“inundaciones”, sin embargo, entre los funcionarios existen contradicciones al respecto y algunos de ellos hablan de
“encharcamientos severos”. Aun cuando existen parámetros técnicos para medir la cantidad de agua estancada y en
función de ello hacer esa distinción, lo que interesa en este caso es colocar en el debate la percepción de los propios
habitantes cuando hacen referencia al nivel de las aguas tras la ocurrencia de los huracanes, qué afectaciones se han
producido como consecuencia de ello y cuáles prácticas adaptativas se han implementado. Desde parámetros técnicos 20
157
la misma manera, a diversas clases sociales y permiten sostener los cuestionamientos
que se realizaron al principio de la presente investigación en cuanto a la utilización de
pobreza como equivalente a vulnerabilidad.63 Además, permite introducir en la discusión
una revisión crítica de los llamados proyectos de desarrollo urbano.
Me suscribo a los planteamientos del investigador Allan Lavell (2002), quien sostiene
que crecimiento económico y desarrollo muchas veces son considerados como sinónimos,
cuando un proyecto de inversión no necesariamente corresponde a un proyecto de
desarrollo. En tal sentido, la vulnerabilidad frente a riesgos por desastres debe ser
atendida como un componente estructural de los modelos de crecimiento instaurados que,
generalmente, son incongruentes con el contexto en el cual son aplicados. El siguiente
comentario del exdirector de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado, es muy clara al
respecto:
…nosotros tenemos una mala planeación entonces al final del día como ciudad, tomamos modelos que no corresponden a nuestra circunstancia simplemente, por ejemplo, tú recorre Chetumal y está muy “padre” porque tiene puro camellón, doble calle de ida y vuelta y demás, pero esas áreas verdes que tenemos al centro les ponemos una guarnición alta y evitamos que el agua entre. Entonces en otras ciudades esas áreas las hacen así tipo canal, sirven para absorber el agua y para conducir el agua superficial, nosotros no lo hacemos. También la urbanización se hizo sin pensar en los niveles, entonces el problema es como el que tenemos en la Morelos con Carranza, es un problema de mal diseño de calles [fácilmente se inunda]… (Armando, 22 de octubre de 2016).
Al contrario de las ideas de estudiosos como Frederick Cuny (1983), Anders Wijkman y
Lloyd Timberlake (1986), que han afirmado que los desastres son un problema no resuelto
del desarrollo, se puede sostener más bien que la vulnerabilidad, y el riesgo asociado a
ella, se convierte en parte del proceso mismo de desarrollo (Lavell, 2000b; 2002). Los
desastres “son problemas exacerbados por el desarrollo, por las formas de crecimiento
económico impuestas, por las formas de acumulación adoptadas, por los patrones de
asentamiento y de ocupación territorial que ese desarrollo ha impuesto particularmente en
los países que ocupan la porción sur del planeta (García Acosta, 2008b: 562).
En los países de Latinoamérica, generalmente, la desigualdad social, la pobreza y la
degradación social y ambiental son vistos como consecuencias no planeadas o
estructurales del desarrollo capitalista, costos inevitables y “aceptables” del progreso. Sin
o 30 centímetros de agua estancada no tiene las mismas implicaciones que para una persona que debe lidiar con esa
misma cantidad de agua al interior de su casa. Estos aspectos los abordó en el capítulo IV. 63 Aspecto en el cual se profundizará más adelante.
158
embargo, estos aspectos se encuentran más bien en el seno mismo de las relaciones de
poder, en la forma de hacer política y en las decisiones que se asumen desde los Estados
de las “economías emergentes” y de las “sociedades en desarrollo”, que encuentran
correspondencia con el sistema de mercado (Veltmeyer y Petras, 2015). Por ello, en la
presente investigación se prefiere utilizar la denominación de Proyectos de
Transformación Urbana, en lugar de Proyectos de Desarrollo Urbano, y así evitar
equívocos al respecto.
Sería más preciso, sin embargo, afirmar que los proyectos e inversiones económicas pueden incrementar o no la vulnerabilidad y dejar el nombre de “desarrollo” para aquellos que no lo hagan. Esto no resuelve por sí, el problema de los proyectos que promueven ciertos parámetros de desarrollo, tales como un mejoramiento en los niveles de educación y salud, mientras a la vez no garantizan la construcción de escuelas y hospitales resistentes a las amenazas. Sin embargo, nos mueve algo en la dirección correcta para eliminar la contradicción implícita en la idea de que el desarrollo puede aumentar o disminuir la vulnerabilidad. Realmente es difícil concebir el desarrollo como un proceso que aumenta significativamente las posibilidades de muerte, o de sufrir daños y pérdidas (Lavell, 2002: 16).
Un enfoque coherente de desarrollo debe trascender aquellas variables que únicamente
se centran en lo institucional, lo social y lo económico-productivo, que circunscribe el
entendimiento tanto del territorio como del desarrollo a una estrechez analítica. Los
programas de “desarrollo urbano”, con los poderes políticos y económicos que les son
propios, deben advertirse para comprender la forma en que se organiza y gestiona el
espacio, convirtiéndolo en un objeto y producto de la política económica, reflejando
determinados intereses en su impacto sobre el territorio (Sosa Velásquez, 2012).
1.1. Incongruencias entre las políticas públicas y la planeación urbana
Los tomadores de decisiones tienen un peso fundamental en la forma como es
planificada y construida una ciudad, sin embargo, muchas veces atienden a diversos
intereses y prioridades que no se corresponden a disposiciones coherentes con el
contexto al que refieren. Siguiendo a Castillo Villanueva (2009), los planes se elaboran y
aprueban en medio de la ausencia de una suficiente intencionalidad política que garantice
su cumplimiento y que, aun estando presentes en el discurso político, se encuentran
ausentes en las decisiones que orientan el desarrollo. Al respecto, Rocío, que ha
desempeñado varios cargos de autoridad en instituciones públicas, me comentó que
existen muchas incongruencias entre lo que dicen las leyes y la praxis. Por ejemplo, al
159
preguntarle acerca del cumplimiento de la normativa que regula las construcciones en la
ciudad, admitió que sólo se ha cumplido en un 50% y con sus altibajos, debido a los
procesos de corrupción que permean la gestión de los políticos.64
Tanto los testimonios de los funcionarios públicos como de la población en general
dejan entrever que el incumplimiento de las leyes ha tenido un peso fundamental en la
forma como se ha ido configurando la ciudad de Chetumal, complejizando los efectos e
impactos de la manifestación de las amenazas naturales con las cuales han convivido sus
pobladores históricamente: los huracanes. Incluso, en muchas ocasiones no ha sido
siquiera necesaria la ocurrencia de un fenómeno de este tipo, pues lluvias de poca
intensidad son suficientes para alterar la cotidianidad de las personas y develar las
deficiencias físicas de la ciudad. Ejemplo de ello, es el siguiente comentario de Vicente de
Protección Civil:
…la ciudad pues ha crecido, creo yo que un poquito de manera desordenada porque estamos llegando a lugares a donde no debemos de llegar, de construir, porque al final de cuentas el agua, es el agua, el agua va a buscar su paso y si cae en abundancia el agua no respeta nada. El agua, tarde o temprano, te quita el espacio que le quitas. Aquí tenemos un problema muy grave de deforestación, de deforestación de mangle que es el colador entre el mar y la tierra y viceversa ¿no? ahí hay biodiversidad. Pues lo talaron y rellenaron. …ahora, ya ha crecido mucho el parque vehicular, ya se asfaltó mucho, la mancha urbana ya creció, ya está asfaltada casi toda. Entonces eso le ha quitado mucha absorción al subsuelo, que origina también que se contamine más porque al no haber flujo por la filtración, es pues igual que corran 5 litros a que corran 40 litros… (Vicente, 9 de septiembre de 2016).
Las decisiones políticas y económicas que se han tomado entran en contradicción con la
necesidad de generar un espacio social en equilibrio con el ambiente. Tal como lo
establece el artículo no. 8 del Reglamento de Desarrollo Urbano y Seguridad Estructural
para el Municipio de Othón P. Blanco (1993), la conservación del ecosistema atiende a un
propósito cultural, recreativo o paisajístico. Las características topográficas, conformación
geológica, vegetación, fauna y los cuerpos corrientes de agua superficial o subterránea
son advertidas como un “atractivo paisajístico” que, en algunos casos, pueden ser
conservados y en otros pueden ser destruidos para dar paso a las áreas urbanizadas. En
tal sentido, prima un fin estético en la preservación de ciertas áreas naturales y no se
advierten las implicaciones que tienen las transformaciones del ecosistema.
64 Mujer, originaria de Chetumal y creció junto a sus padres y hermanos en Barrio Bravo, ya había nacido cuando
ocurrió el huracán Janet. Durante toda su vida ha estado involucrada en la política, desempeñando diversos cargos
públicos. Vivió en Flamboyanes, actualmente vive en Andara, considerada por muchos como una colonia exclusiva, de
nuevos ricos y políticos.
160
En este mismo sentido, también se puede sostener que existen inconsistencias entre
el contenido del Programa Estatal de Desarrollo Urbano (2002) y el contexto actual. El
referido programa señala que el entorno natural de la ciudad se encuentra afectado,
debido al desmonte de grandes porciones de tierra, a la contaminación generada por la
falta de drenajes urbanos y a la ausencia de tratamientos de aguas servidas o residuales.
Ello ha limitado el desarrollo de actividades productivas y ha perjudicado la calidad
ambiental, razones por las que el crecimiento de la ciudad no debe seguir concentrándose
en Chetumal y se debe apuntar hacia su desconcentración a través de la ocupación de
localidades aledañas. Además, agrega la necesidad de mantener los cuerpos de agua y la
selva baja y mediana que rodea la ciudad. Ello no ha sucedido, aun con los avances que
se han realizado en la actualidad, en cuanto a la instalación de sistemas de drenaje, no ha
sido suficiente; los problemas de inundación de la ciudad incluso se han incrementado. No
se ha detenido el crecimiento de la mancha urbana y muchos de los fraccionamientos que
se han construido con inversiones estatales se han ubicado, precisamente, en las zonas
que el programa insta a conservar.
Uno de los casos más referidos por los habitantes de la ciudad fueron las
construcciones de los supermercados Soriana en 2012 y Bodega Aurrerá en 2015.
Afirman que se retiró una parte importante de cobertura vegetal y del cauce natural de las
aguas pluviales que se filtraban por esa zona. La primera construcción fue la de Soriana y
desde las primeras lluvias que se produjeron tras su apertura, se manifestaron los
problemas derivados de su estructura y ubicación geográfica. Las reiteradas inundaciones,
año tras año, son descritas en los testimonios de los entrevistados y lo corroboran las
notas de prensa (Diario de Quintana Roo: agosto- noviembre 2010, 2013, 2015).
Posteriormente, se instalaría la Bodega Aurrerá justo frente al Soriana, pero sobre un
terreno que fue rellenado y elevado para evitar las inundaciones y provocar el desvío de
las aguas pluviales, incrementando el problema para este último, que quedó en un nivel
más bajo y para las calles de los alrededores, donde las aguas estancadas no tienen por
donde salir. Incluso, una empresa particular construyó un fraccionamiento privado justo al
lado de Soriana, esa área también formaba parte del humedal e igualmente rellenaron y
construyeron encima para evitar el estancamiento de las aguas, pero eso no evita que los
alrededores se inunden.
161
En uno de los recorridos realizados por esa zona, en compañía del funcionario de
Protección Civil, éste confirmó las afirmaciones de los entrevistados y agregó:
…esta tienda, Aurrerá, ve nomás el nivel que tiene, que tuvieron que subirle. Entonces le quitaron capacidad de superficie a este vaso conector y si ves el nivel de aquí y el nivel de allá, toda el agua se va para allá. Aunque le dejaron parte dizque para que se filtre el agua, pero no es suficiente. Todo lo que se tiene que hacer aquí y subir para que haya filtración, pero más sin embargo no es suficiente. Sí, éste tiene como dos años que lo hicieron [Aurrerá], se tiene un poquito más [Soriana]. Y checa como está aquí el desnivel. Esto es parte de allá del desagüe. Debajo de ese pasto está el tubo de desagüe, el canalito que hicieron y supuestamente allá donde está la esquina es el punto donde converge toda el agua y están las alcantarillas, pero. Era área verde, igual ahí en Soriana. Aquí converge el agua de un sector muy importante de la ciudad y pues ahí pavimentan, obvio, construyen [y] luego tienen un problema que cae una lluvia fuerte y todo queda bajo el agua (Vicente, recorrido, 21 de octubre de 2010).
Imágenes no. 23 y 24. Elevación del supermercado Aurrerá con respecto al nivel del supermercado Soriana y de la calle aledaña
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct 2016
162
El otorgamiento de permisos para construir en ésta y otras zonas de la ciudad,
guardan relación con los cambios que se han realizado en el marco legal para hacerlo
congruente con las estrategias de cambios de uso de suelo para incrementar los espacios
urbanos de la ciudad. Así, por ejemplo, el Programa de Desarrollo Urbano del área
metropolitana de Chetumal-Calderitas-Xul-Ha, actualizado en el año 2005, aunque
explicita que la ciudad se encuentra sobre un área inadecuada para el asentamiento
humano, debido a su susceptibilidad a accidentes y eventos hidrometeorológicos, como
los huracanes y las inundaciones, establece que su ubicación geopolítica y el nivel de
“desarrollo” alcanzado, la hacen apta para el desarrollo urbano. En este sentido, se
obnubilan los riesgos frente a los cuales se puede encontrar la población asentada allí,
mientras predominan intereses de otra índole, vinculados al control geográfico de la
región. De acuerdo con Castillo Villanueva (2009), los instrumentos que regulan el
desarrollo urbano de la ciudad únicamente han recibido actualizaciones someras,
centradas en adecuar el plan al vertiginoso crecimiento de la ciudad sin incorporar los
elementos necesarios para orientar adecuadamente dicho crecimiento.
La vulnerabilidad social responde, entonces, al desfase del marco institucional
diseñado para la protección ambiental, el incumplimiento de las leyes y la vaguedad en la
gestión de las políticas públicas. Se genera entonces una contradicción entre los procesos
de modernización impuestos desde el ejercicio del poder y las características del contexto;
así las personas asentadas en ese territorio en vez de integrarse a la “marcha del
progreso y el bienestar”, se convierten en sus víctimas. Las condiciones de riesgo se
profundizan debido a la decisiones políticas y económicas, el avance tecnológico y la
carencia y/o incumplimiento de normas de convivencia con el ambiente. De allí que, las
raíces del riesgo también encuentran un importante asidero en la vulnerabilidad de las
instituciones (Lazos Chavero et al., 2012).
2. El problema de las aguas pluviales y el hundimiento del suelo
De acuerdo con el Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad
de Chetumal, Quintana Roo, de fecha 05 de mayo de 2013, dentro de la ciudad existen
124 puntos de inundación y encharcamiento, que varían en extensión de acuerdo con las
163
características de la precipitación y la ubicación de los referidos puntos.65 Estas
inundaciones se encuentran asociadas tanto a las épocas lluviosas como a la denominada
temporada de ciclones tropicales, que inicia el 1 de junio y finaliza el 30 de noviembre de
cada año. Sin embargo, no son el resultado directo de estos fenómenos naturales, sino de
la profundización de ciertas condiciones sociales que exponen a la población a escenarios
de riesgo. El mismo informe explica la relación de los problemas de estancamiento de las
aguas con las prácticas de ocupación del territorio:
Un factor que contribuye al incremento de los escurrimientos superficiales es el cambio de uso de suelo; esto debido principalmente al crecimiento de la mancha urbana, alguna de ella ubicada en zonas de riesgo de inundaciones y a la construcción de zonas comerciales que impactan directamente en el volumen de agua escurrido lo que incrementa los riesgos de inundaciones. Aunado a lo anterior, la ciudad está sujeta frecuentemente a la presencia de ciclones, tormentas tropicales, huracanes, estos fenómenos naturales originan constantes precipitaciones en periodos que van de 5 a 10 días seguidos, y aunado a las características topográficas, la ciudad se ve afectada por inundaciones en diversas zonas (CAPA- IMTA, 2013: 17).
Otro factor que contribuye a los problemas de estancamiento de las aguas pluviales, es la
presencia de caliza muy compacta y dura con alto contenido de arcilla en el suelo, a la
depresión topográfica y a la existencia de áreas pantanosas en la ciudad, que crean
características favorables para las inundaciones. Al interior del suelo hay vertientes
porosas por donde corren muchos cursos de agua, arrastrando sedimentos cuyo choque y
fricción erosiona la capa intermedia de la tierra, formándose grietas, oquedades, cavernas
y grandes grutas, cuyos vacíos alcanzan incluso la superficie geológica, ocasionando
hundimiento de vialidades, derrumbe de estructuras, hundimiento parcial y total de
construcciones, caída de postes de electricidad, escapes en las redes de agua potable,
red de alcantarillado y colectores colapsados. Daños que también son propiciados por las
vibraciones del tráfico vehicular, aéreo, o por la actividad industrial (CAPA- IMTA, 2013).
En este sentido, las características propias de la orografía del territorio se conjugan
con la acción humana, trayendo como consecuencia inundaciones y socavones. Aunque
podría pensarse que se trata de una cuestión técnica, que únicamente puede ser
explicada por expertos en la materia, los comentarios de una de las habitantes de la parte
alta de la ciudad son congruentes con los señalamientos de las autoridades de CAPA:
65 Informe de uso interno de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), cuyo acceso se obtuvo gracias a un
Jefe de Unidad, bajo el compromiso escrito de ser utilizado únicamente para fines académicos. Ver Anexo no.1. Zonas
de Inundación de la ciudad de Chetumal
164
El detalle es que siguen construyendo sin tomarse la molestia de rellenar al nivel más alto cercano, o sea, no hay conciencia de la orografía, de algo tan elemental como respetar la orografía ¿no? [dicen] “El Fraccionamiento”, van y lo construyen, no dicen “bueno, bum, bum, bueno este es el nivel más alto cercano y [ahí] está, vamos a hacer una compensación” ¿no? “ósea aquí mide 60, nosotros 60” …entonces al equilibrar nadie se inunda, todos se llenan de agua, pero nadie se inunda ¿no? [pero] este sigue bajo, este se sube más y te friega ¿no? (Laura, 18 de octubre de 2016).66
66 Mujer, académica, migró a Chetumal en los ochenta. Vive en la colonia Flamboyanes en la parte alta de la ciudad. El
Imagen no. 26. Zonas inundadas, alcantarillado obstruido
Imagen no. 25. 90 cm de inundación en una zona que cuenta con drenaje pluvial
Imagen no. 27. 75 cm de inundación al interior de una vivienda
Fuente: CAPA-IMTA, 2013
Fuente: CAPA-IMTA, 2013
Fuente: CAPA-IMTA, 2013
165
Tanto los funcionarios de Protección Civil como de CAPA y CONAGUA, coincidieron en
afirmar que cuando se trata de aguas provenientes de precipitaciones propias de las
épocas de lluvias, los mayores problemas de inundación se presentan en la parte alta de
la ciudad, pero si se presenta un huracán la parte baja y las comunidades rurales que
rodean Chetumal se encuentran en mayor riesgo debido a su cercanía con la bahía. Sin
embargo, admiten que siempre existe el peligro que la parte alta también resulte afectada,
particularmente en donde existían cuerpos de agua, pues aun con sistema de drenajes
esas tuberías desfogan en la bahía y si el mar incrementa su nivel no hay flujo del agua,
ya que no tiene por donde salir.
El día 24 de octubre de 2016, durante la estancia en campo, se produjeron lluvias que
se prolongaron a lo largo del día, consecuencia del paso de un frente frío como pude
corroborar revisando el boletín meteorológico de Protección Civil. Aproveché la coyuntura
para realizar un recorrido por los fraccionamientos de INFONAVIT que se encuentran en la
parte alta de la ciudad, específicamente Las Américas, y pude observar el estancamiento
de las aguas pluviales en la zona. Además, una parte de esa colonia, Las Américas III, se
encuentra sumamente cerca de un depósito de basura a cielo abierto. En una nota de
prensa del Diario de Quintana Roo del 9 de agosto de 2015 se señala la problemática de
la zona, donde las personas deben convivir con moscas y malos olores, además del
peligro de contraer enfermedades al convivir con materia en descomposición.
Otra de las inundaciones por el paso de temporales y huracanes ocurrió en el año
2012, cuando la ciudad recibió los efectos del huracán Ernesto y la Onda Tropical Número
11. Incluso Chetumal resultó ser la zona más lluviosa del país en ese año, al punto de
rebasar los promedios históricos en un 200%. Así lo refirió el Director General del
Organismo de Cuenca de la Península de Yucatán de la Comisión Nacional de Agua
(CONAGUA), Froilán Torres Herrera, en una nota de prensa que apareció en El Universal.
Además, indicó que la ciudad registró sólo en el mes de agosto de ese año 515.9mm de
lluvia, un 260 por ciento más del promedio histórico que ha sido de 143.5mm durante ese
mes (El Universal, 20 de noviembre de 2012, versión digital).
Los testimonios de los pobladores de la ciudad también evidencian la persistencia de
las inundaciones en los últimos años, asociadas a las épocas lluviosas, a la presencia de
primer huracán que recuerda es el Mitch que, si bien no llegó a Chetumal, generó lluvias prolongadas.
166
huracanes, como el Mitch (1998) y el Dean (2007), o resultado de una onda tropical, como
ocurrió en el año 2015. Una habitante de la parte alta de la ciudad recordó lo sucedido en
ese último año:
Hubo un Congreso de Metodología de la Historia en Mérida y, precisamente, el día que yo iba a salir para irme a Mérida empezó una lluvia torrencial, impresionantemente torrencial. El caso es que yo a las 10 de la mañana iba a pasar con mi coche por la maestra con la que me iba yo a ir, entonces me fui a su casa y la lluvia estaba más o menos, pero estando en su casa empezó la lluvia así [ruido] y le digo “si no salimos ahorita, no vamos a salir”. Y con las dudas si nos vamos, no nos vamos. No, pues “¡nos vamos!” y “¿por dónde vamos a salir ahorita?”, entonces nos empezamos a ir por la [avenida] Insurgentes. Cuando llego a la altura del paso alto y por [la avenida] Bachilleres me rajé, mi coche ya tenía el agua así [señala la altura de su cintura] y me jalaba el agua… Entonces salí y nos empezamos a ir y lluvia, lluvia, lluvia todo el camino. Cuando estoy sentada en el evento empiezan a llegar los memes del [supermercado] Soriana de allá poniendo tontera y media ¿no? Pusieron no sé si era una escalera así abierta que te subías y te tirabas un clavado, unos transatlánticos ponen así pasando. Horrible, horrible …hasta donde llegó el agua, una cosa impresionante. Creo que acababa yo en la sabana ahogada ¿no? una cosa horrible. Se inundó [la avenida] Bachilleres, se inundó ¡una cosa! (Laura, 18 de octubre de 2016).
Los datos proporcionados por los entrevistados han permitido rastrear y contrastar esta
información a través de las fuentes hemerográficas, encontrando que, por ejemplo, las
inundaciones que se produjeron tras el paso del huracán Dean afectaron de forma
particular la parte baja de la ciudad, con un nivel de estancamiento de las aguas que
alcanzó los dos metros de altura, mientras en la parta alta osciló entre los 5 y 10
centímetros (Diario de Yucatán, 22 agosto 2007). Lo anterior confirma lo sostenido por los
técnicos, que en caso de huracanes las colonias más afectadas son las que se encuentran
en la parte baja, expuestas al mar.
Con respecto a las inundaciones del año 2015, referidas en el testimonio anterior, fue
el resultado de la Onda Tropical Número 44 y se produjo un acumulado de agua de
592,8mm en toda la ciudad en cuatro días de lluvia, de los cuales 200 cayeron en un lapso
de 24 horas (Novedades Quintana Roo, 30 nov 2015, versión digital). En cuanto a los
daños, se registraron 70% de vialidades afectadas, el panteón se inundó, junto con
comercios y viviendas, aunado a los riesgos de propagación de enfermedades debido a la
putrefacción de aguas estancadas (Diario de Quintana Roo, 1- 31 oct 2015). Con
diferencias en cuanto a la referencia de la cantidad de agua acumulada, Vicente comenta
lo siguiente:
¿qué nos sucedió el año pasado? demasiadas temperaturas, seco, y en octubre, el viernes en la tarde empezó a llover, a llover, a llover, a llover y en esos 3 días Chetumal se inundó y la ribera del Río Hondo, cayó más lluvia que la que normalmente tiene que caer en todo el año, en 3 días
167
cayeron 622 milímetros, 622 milímetros por 72 horas, y de por si cualquier lluviecita nos ahogamos porque las infraestructuras de las ciudades pues nos están quedando demasiado chicas ¿verdad? para nuestras necesidades. Entonces debemos poner nuestros ojos en tener una mejor infraestructura porque a final de cuentas nosotros somos los que padecemos aquí dentro de la ciudad (Vicente, 15 de septiembre de 2016).
Básicamente, el arrastre de materiales, el colapso de alcantarillas y otras áreas de
desagüe del agua pluvial, la insuficiente capacidad del sistema de drenaje o su ausencia
en algunas zonas de la ciudad, fungen como alicientes al estancamiento de las aguas. De
acuerdo con el Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de
Chetumal, Quintana Roo:
La ciudad de Chetumal dispone de un 35% en infraestructura de colectores pluviales y que cubren un área para 130 mil habitantes, y se ha subsanado en un 40% este problema con la construcción de pozos de absorción para el desazolve del agua, por lo que resta atender un 25% de la población, que es la que está en riesgo” (CAPA-IMTA, 2013: 24).
Por otro lado, está el problema del hundimiento de las calles, que es considerado por los
técnicos como una situación que involucra varios factores. En el caso de la parte baja de
la ciudad, los socavamientos del suelo tienen que ver con el dragado de la bahía y el
relleno de los límites del agua para construir el boulevard, así como cambios en el estilo
de vida de la ciudad. El Atlas de Riesgos de Chetumal (2011), señala que existe peligro de
hundimiento uniforme para toda esta zona de la ciudad y aclara que, si bien los desfondes
registrados tienen su origen en causas naturales relacionados con el tipo de suelo, son
acelerados por las actividades humanas a través de la construcción de obras y vivienda,
así como por el uso intensivo de las vías de comunicación. Vicente de Protección Civil,
profundiza en este aspecto:
Mira el origen de acá es calcáreo, es una tierra seca y dura como la piedra, durísima, pero se moja y se escurre como el fango, es muy erosiva. Y, de hecho, el suelo de aquí de Chetumal, mayormente la zona baja, está formada por ese tipo de suelo y el relleno, porque la parte baja de la ciudad es un relleno, o sea echaron piedra y aquí pasa algo interesante, como la parte baja es relleno, obvio, por el peso se compactó. No había mucho movimiento de tráfico pesado, frecuencia del uso de la calle, la gente mayormente caminaba. Había el flujo subterráneo, pero con el paso del tiempo la salida del agua subterránea al mar se fue tapando, se fue sedimentando, se fue azolvando, se tapó, se retuvo el flujo y el flujo agarró hacia otros lados. Entonces hace como 15 años, poquito más, casi como 18 años, implementaron un programa de dragado de la bahía, o sea quitar los lodos de la orilla porque eran lodos podridos, muy olorosos… Entonces lo único que hicieron fue mover los lodos, destapar la salida natural del agua, que tenía antiguamente y empezó a haber flujo de agua del relleno y la piedra se fue humedeciendo, se empezó a erosionar, se empezaron a hacer cavernas. Empieza a haber tráfico pesado, obvio, que hubo un tiempo, lo empezaron a prohibir porque empezaron a ver que se hundía… entonces hay cuevas debajo y hay corrientes de agua, entonces si se rellenó, pues ya lo lavó y ese es el
problema que tiene ahorita (Vicente, 9 de septiembre de 2016).
168
Precisamente, los habitantes de las antiguas colonias de la ciudad mencionaban los
socavamientos de la superficie de la tierra, que afectan las estructuras de las viviendas y
de las calles. Incluso, han descrito e identificado esta situación como un problema histórico
en la ciudad que ha contribuido al abaratamiento de los terrenos, ya de por sí depreciados
como consecuencia de una serie de miedos y estigmas que rodean a la parte baja de la
ciudad, como se advertirá en el siguiente capítulo:
Te digo que el único problema que tenemos fuerte, fuerte, son los desfondes, sí, porque se desfonda la tierra, pero es el único problema que tenemos en el barrio. Por el sistema de cavernas internas que hay, eso si hay que estar pendiente, pues hasta con tu casa porque si tiene asentamientos de repente ves que se empieza a cuartear. Entonces sí hay que estar muy pendiente de eso. Ese es el único problema que tiene Barrio Bravo. Y eso ha hecho que los terrenos, la plusvalía de los terrenos, den a la baja. Un terreno lo compras más barato aquí y grande que en otro lugar de la ciudad, en la parte alta. Pero por eso, por los desfondes… (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
Estos hundimientos se producen también en la parte alta, aunque son menos frecuentes,
ya que el suelo presenta una estructura diferente, constituida por materiales estratificados.
De acuerdo con Vicente, los socavamientos que pueden advertirse en esa zona
responden a los mismos cambios que se han realizado en torno al uso del suelo y a los
patrones de asentamiento y urbanización. El siguiente comentario de Laura permite
advertir esta situación a partir de sus propias experiencias, explicando los daños que ha
sufrido su vivienda y, además, deja ver una de las prácticas de adaptación que ha tenido
que implementar la población para convivir con las aguas:67
El manto freático no te permite jugar con el nivel, inmediatamente llegas a agua. 40, 50 centímetros llegas a agua ¿no? Entonces, por ejemplo, esta parte de la casa empecé a ver que empezó a hacer así [hace un gesto de inclinación con sus manos] ¿no? y ponía algo y se iba. Entonces cuando se hizo una remodelación, entonces como es techo, es piso. O sea, hicieron una armaje. Los espacios grandes, no el comedor y esta parte [entrada de la casa]. Entonces como es el techo es el piso, le metieron armada y consolidado, así el piso. Entonces si hay agua pasara abajo, [es] un palafito, pero de cemento (Laura, 29 de septiembre de 2016).
Se ha puesto en evidencia que, en general, en Chetumal predominan las incongruencias
entre los proyectos urbanos y las características geográfica, geológica e hídricas del
entorno. Las decisiones de ocupación del territorio, obras públicas e instalación de
infraestructuras urbanas han profundizado los problemas históricos de inundación y
hundimiento de las calles que, por las mismas características del espacio en el cual se
decidió fundar la ciudad, han existido desde siempre. Funcionarios y sociedad civil
169
reconocen las deficiencias que existen en los proyectos de urbanismo implementados;
abogan por soluciones que vayan más allá de medidas paliativas y que se orienten a la
transformación de estos problemas, desde un verdadero cambio de las circunstancias
estructurales que les dan origen y que las han profundizado a través del tiempo. Son muy
claros al reclamar por decisiones que se fundamenten en el conocimiento y análisis del
contexto urbano y natural de la ciudad que, además, se traduzcan en soluciones
definitivas, más que coyunturales.
En el siguiente apartado, Flamboyanes y sus inundaciones, a través de un ejemplo
concreto se advertirá estas incongruencias, se pondrá de relieve el peso que tienen las
capacidades económicas, organizativas y el poder político para enfrentar estos problemas,
dando cuenta con ello de vulnerabilidades, así como de procesos de recuperación que son
diferenciales y que tienen diversas y complejas aristas.
2.1. Flamboyanes y sus inundaciones
Flamboyanes es un fraccionamiento de clase media, sus problemas de estancamiento
de agua pluvial son comúnmente conocidos por los habitantes de Chetumal. Las
conversaciones informales, entrevistas y notas de prensa refieren a las múltiples
inundaciones que ha sufrido. Se encuentra localizada en la parte alta de la ciudad, pero en
una zona que presenta un relieve irregular, con desniveles que dificultan el curso de las
aguas de lluvia. La siguiente cita constituye un testimonio de una de sus antiguas
habitantes refiere a los orígenes de dicha colonia:
Es un fraccionamiento que se construyó si no me equivoco alrededor de mil novecientos, entre el 79 y el 80, sí en ese inter. Entre 75, 80, por allá, se construyó el fraccionamiento Flamboyanes, ese fraccionamiento se construye en lo que era una charca. Mucho tiempo apodaban esa zona como la charca, de mucho tiempo. Yo tengo oportunidad de adquirir mi casa, trabajaba yo en el DIF en ese entonces, en el DIF de aquí, de Quintana Roo. Y pude adquirir mi casa en el 84 más o menos, pude comprar la casa… acababa yo de adquirir mi casa [y] fue la primera inundación terrible ¿sí? El grupo promotora URBA fue quien construyó el fraccionamiento y cuando me avisan que se inundó la charca, obviamente me avisan porque estaba yo cerca de la hermana del señor gobernador. Al gobernador le reportan y él con la inundación viene, da instrucciones de que sobrevuelen la zona y [suspiro de miedo] yo desde arriba digo “Ay, está nadando mi casa”. Y ya llegamos, yo me despedí y fui a ver la casa y efectivamente no podíamos entrar. Fue terrible, subió como 30cm el agua al interior de las casas y fue muy difícil porque ya estaba todo poblado (Rocío, 4 de octubre de 2016).
67 Más adelante, en el capítulo IV, dedicaré un apartado a este aspecto.
170
Como lo refiere el testimonio, Flamboyanes fue construida entre finales de los años
sesenta y principios de los años ochenta del siglo pasado, sobre el relleno de un antiguo
cuerpo de agua. En una entrevista realizada por la antropóloga Luz del Carmen Vallarta al
chetumaleño Luis Reinhart McLiberty en el día 24 de julio de 1987, recordó que para la
época en que Rafael E. Melgar fue gobernador del Territorio de Quintana Roo, la zona
Mapas no 4 y 5. Vista aérea del Fraccionamiento Flamboyanes
Modificados por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth
171
conocida como la charca era, efectivamente, un cuerpo de agua dulce que servía como
suministro de agua para el consumo de la población, “era una laguna bastante grande,
tenía pescado”. Además, señaló en una entrevista previa, el día 17 de abril del mismo año,
que para 1984 se produjo una gran inundación en la ciudad, información que concuerda
con la fecha de la primera inundación que refiere la cita anterior.
Flamboyanes está integrada en su totalidad por casas de cemento y bloque, habitada
por académicos, periodistas, funcionarios de instituciones gubernamentales, políticos y
otras figuras públicas. Fue diseñada y construida por una empresa particular en un área
cercana al aeropuerto de la ciudad y abarca varias manzanas, ubicadas tanto en avenidas
principales como en calles cerradas. De acuerdo con los habitantes del fraccionamiento,
desde que llegó la primera temporada de lluvias, una vez que ya estaban ocupadas las
viviendas, empezaron las inundaciones; conforme fue creciendo la ciudad en esa misma
medida se incrementó el nivel de las aguas, como consecuencia de la insuficiencia de los
sistemas de drenajes de las aguas pluviales, falta de mantenimiento del alcantarillado,
destrucción de cauces naturales de recorrido y filtración de las precipitaciones. Ello,
aunado a la ubicación geográfica de la colonia en una zona donde confluyen las aguas
procedentes de otras partes de la ciudad. Así lo explica Armando, exdirector de la
Comisión de Agua Potable y Alcantarillado:
Su condición de lago, de charca, le da una falta de altura o de nivel. Digamos que es una olla ahí en lo que era la charca, que se alimentaba de un área geográfica que varía su altura de 7 metros a 2 metros, aproximadamente, en un tramo de 1 kilómetro y del otro lado volvía hacer el mismo fenómeno. Entonces era como que se llenaba de agua y no tenía salida superficial. Cuando se diseñó la colonia se crearon unos, un drenaje pluvial, que en su momento fue suficiente para poder lograr el desalojo de las aguas. Entonces se creó un, unos drenajes que aprovechaba el drenaje que se había construido en el aeropuerto para desalojar las aguas de lluvia que se almacenaban en el aeropuerto, que está relativamente cerca. Conforme se fue urbanizando la ciudad y las áreas verdes se fueron pavimentando, el escurrimiento de agua llegaba en mayor cantidad y con mayor velocidad a las zonas bajas de esa colonia y entonces bueno se generó, digamos, la misma cuenca que había de agua, la misma parte de aguas, pero generada con una mayor velocidad porque ya no se infiltraba en el subsuelo… (Armando, 22 de octubre de 2016).
En este punto es importante profundizar en el análisis de lo que he venido señalado hasta
el momento. Hasta ahora me he centrado en la discusión de los datos empíricos, pero es
necesario precisar algunos aspectos, de la mano con una reflexión más profunda de los
mismos. En este sentido, como puede advertirse, el caso de la colonia Flamboyanes
evidencia que los sectores sociales con cierto poder económico y político no están exentos
de encontrarse en riesgo frente a amenazas naturales, pues la vulnerabilidad involucra
172
otros factores que trascienden los ingresos económicos y que se relacionan con prácticas
espaciales. Prácticas que no se corresponden con una adecuada adaptación de las
poblaciones dentro del proceso de interacción entre los seres humanos y el medio físico,
generando escenarios de inseguridad frente a ciertos eventos adversos (Cuevas, 2014).
Entonces, la vulnerabilidad no se encuentra necesariamente asociada a situaciones de
pobreza, si bien las personas en condiciones de vida precaria tienen mayores dificultades
para recuperarse materialmente de los efectos e impactos de fenómenos adversos.
Como lo señala García Acosta (en prensa), aunque es cierto que existe una conexión
entre las condiciones de riesgo y la pobreza, y que los impactos de las amenazas
naturales tienen efectos negativos en los sectores pobres, la vulnerabilidad no se relaciona
de manera lineal con aquélla, pues involucra otros aspectos que tienen que ver con
decisiones políticas y económicas, relaciones sociales, poder e incluso con prácticas
cotidianas, que pueden contribuir a reproducir, profundizar e incluso generar nuevos
riesgos frente a ciertos eventos de la naturaleza. Igualmente, el patrón de “desarrollo”
también guarda relación con la vulnerabilidad social, expresando la incapacidad de ciertos
grupos para enfrentar, neutralizar u obtener beneficios de dicho modelo. Así entendida, la
vulnerabilidad debe tomar en cuenta otros factores como la inseguridad e indefensión, que
Imagen no. 28. Marca del nivel del agua en una de las inundaciones: baño ubicado en la planta baja de la casa de LH, colonia Flamboyanes (60cm aproximadamente).
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct. 2016
173
no son necesariamente imputables a los bajos ingresos económicos, principal atributo
para caracterizar a la pobreza (Pizarro, 2001).
…la persistencia de la pobreza y la mala distribución del ingreso son fenómenos que constatan las carencias y desigualdades propias al capitalismo subdesarrollado; en cambio, la vulnerabilidad parece ser un rasgo social dominante propio del nuevo patrón de desarrollo en los países de la región. Esto es lo que la convierte en un interesante concepto explicativo de la problemática social de fines del milenio, complementario a los tradicionales enfoques de pobreza y de distribución del
ingreso (Pizarro, 2001: 11).
De acuerdo con Altez (2016), se deben trascender los enfoques analíticos que se centran
únicamente en los sectores menos favorecidos, comprendidos como en una situación de
minusvalía y siempre necesitados de ayuda, considerados como el único grupo social
vulnerable. Los fenómenos de la naturaleza no distinguen entre clases sociales y no
seleccionan a las poblaciones en donde se producirán los daños, si bien sus efectos e
impactos, así como la vulnerabilidad, y en consonancia con ella, son relativos y
heterogéneos.
El caso de la colonia Flamboyanes, ejemplifica claramente los problemas de las obras
de ingeniería, tal como lo afirman los técnicos entrevistados. Asimismo, pone de relieve
que, si bien vulnerabilidad no es sinónimo de pobreza, sí existen diferencias en cuanto a
las formas y magnitudes en que se expresa entre los diferentes sectores sociales,
vinculadas no sólo a la exposición a determinadas amenazas y al tipo de afectaciones que
puedan sufrir sino, además, a las capacidades de adaptación y recuperación. Entonces,
aunque la vulnerabilidad no se encuentra limitada de manera absoluta a la disponibilidad
de los recursos, ni es una propiedad de las comunidades o sujetos, sí se encuentra
incrustada en complejas relaciones y procesos sociales (Hilhorst y Bankoff, 2004; García
Acosta, en prensa).
Los habitantes de Flamboyanes no sólo cuentan con los recursos económicos que les
facilitan recuperarse de los daños que puedan producirse tras la ocurrencia de una
inundación o huracán, además sus casas están construidas con materiales más
resistentes que las antiguas casas de madera predominantes en el territorio chetumaleño
en la primera mitad del siglo XX. Asimismo, las relaciones políticas tienen un papel
fundamental en la forma en que estas personas se recuperan y modifican su exposición a
estas amenazas, transformando con ello sus condiciones de vulnerabilidad. A través de
las entrevistas realizadas, se pudo conocer el proceso de organización que se realizó al
174
interior de la colonia y el peso político que tuvieron sus habitantes para lograr que el
gobierno, a través de un proyecto millonario, construyera un sistema de drenaje y una
serie de “diques” para resolver el problema de las inundaciones y así lo explicitan:68
Si mira, lo hemos platicado entre los vecinos, esta colonia es clase media y la gran mayoría de nosotros trabajábamos en el gobierno en ese entonces, y había incluso figuras con poder político que viven en esta zona y que también habían sufrido lo que eran las inundaciones. Entonces yo siento que el simple hecho de ser gente conocidas en el medio y de conocer, además, como se movían los enlaces para poder llevar la voz hacia las autoridades que tenían que llegar, yo siento que también eso influyo en que se pudiera lograr el cambio (Petra, 25 de noviembre de 2016).69
La concreción de ese proyecto, denominado Sistema Flamboyanes que fuera iniciado
en el año 2000 e inaugurado el 7 de noviembre de 2003,70 implicó un mejoramiento de las
condiciones de habitabilidad de un único sector de la ciudad. Mientras, persistieron los
problemas de inundaciones en otras zonas de la parte alta, como en los fraccionamientos
Caribe, Las Américas, Solidaridad y Comité Pro-territorio, en donde habitan personas de
los denominados “sectores populares”. Asimismo, el proyecto implicó molestias entre
pobladores de ciertas áreas de la ciudad que no se verían directamente beneficiadas, pero
en las que debieron realizar obras de ingeniería para colocar de manera subterránea las
68 Aunque son referidos como “diques” entre los pobladores de la ciudad, en realidad son una especie de montículos de
cemento que impiden el paso de las aguas de lluvia. Ver Imagen no. 27. 69 Mujer, habitante de la colonia Flamboyanes. Ha trabajado como funcionaria en varias instituciones públicas, entre
ellas el DIF y la Secretaría de Salud. 70 Datos obtenidos gracias a la documentación guardada por una de las habitantes de la colonia, incluyendo costos del
proyecto por rubro y planos de la obra.
Imagen no. 29. Uno de los “diques” construidos en el fraccionamiento Flamboyanes
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct. 2016
175
tuberías del drenaje, pues el sistema cubre las 40 colonias que rodean a Flamboyanes.
Las palabras del exdirector de CAPA y principal promotor institucional del proyecto son
claras al respecto:
Entonces hubo que consensuar el proyecto y luego había viene otra etapa más difícil, el proyecto donde menos obras se hizo es en la zona de inundación y entonces eso implica que afectas a un montón de gente que no se beneficia directamente con la obra que tú estás haciendo y ahí es donde tú necesitas que los vecinos hablen suficientemente fuerte para poder generar, digamos, para que esta obra, el beneficio que genera esta obra, a una zona muy especial, sea comprendida por la gente que va a ser afectada que no se inundaban (Armando, 28 de octubre de 2016).
Además de la inversión millonaria y los problemas que generó al interior de otras colonias
la ejecución del proyecto, el estancamiento de las aguas pluviales no se solucionó de
manera definitiva, pues las inundaciones persisten en esa zona, aunque en menor
intensidad. Los entrevistados recuerdan, por ejemplo, el aumento de las aguas tras el
huracán Dean en el año 2007 y las lluvias del año 2010, tal como lo indica el siguiente
testimonio:
Yo el 16 de septiembre de 2010 perdí un coche, se mojó todo el coche. Pues habrán terminado la obra en el 2002, algo así, 2003 y bueno siempre con el pendiente y más o menos así la llevamos, pero en el 2010 yo me estaba yendo para México… y estaba el tiempo horrible, pero entre que nos vamos, esto, lo otro, a mí se me hizo fácil decir “Ah, sólo nos vamos 3 días”. Estaba lloviendo, pero “que se quede mi coche afuera, no hay problema” y dejo mi coche afuera. No lo metí, pero no era motivo para que se inundara ¿no? Entonces con el torrencial nos fuimos al aeropuerto, pero el avión no iba a salir, pero tenías que estar allá. Entonces estábamos parados ahí, cuando empezamos a ver los vientos, corren cositas y todo. Le digo a mi esposo “sabes qué, esto no es una tormenta, esto es un mini huracán categoría 1. Ve como vuelan las cosas. Te digo una cosa, nos vamos a inundar”, “no, creo”, me dijo. “Nos vamos a inundar y se quedó mi coche afuera”, …le digo “mira, mientras me quedo yo aquí, anda tú a la casa”. Vino a la casa y se tuvo que parar allá en la esquina del gimnasio [contra esquina de la vivienda de la entrevistada] y desde allá vio mi coche y mi coche estaba pegado a la naranja [árbol], entonces pasaba la gente lo movía y se golpeaba con la naranja. Entonces, lo vio y estaba inundado a tablero, a tablero estaba el agua y pues de ahí llamé a la Toyota para que vinieran a tomar foto, telefoto tomaron porque no se metieron y con la misma dije “si ya se inundó mi carro qué le busco”, cuando vino el avión nos subimos, cuando regresé ya lo revisé estaba todo empapado, pérdida total (Laura, 18 de octubre de
2016).
Acá se manifiesta el carácter relativo de la vulnerabilidad. Aun cuando el vehículo de la
entrevistada se inundó, no generó para ella un problema tan grave como para quedarse en
la ciudad y preocuparse por su pérdida, además de la garantía que le dio contar con un
seguro que le permitiría reponer el bien material sin problemas.
Es evidente que todos los sectores sociales o individuos en el seno de una misma
sociedad, no son igualmente vulnerables frente a los fenómenos naturales que se erigen
como amenazas, al contrario, sus condiciones de fragilidad se expresan de diversas
176
formas y magnitudes. Entonces, la vulnerabilidad tiene una dimensión física o material,
que describe aspectos visibles como localidades pobres y falta de recursos económicos,
pero también se encuentra articulada con relaciones sociales, decisiones políticas e
intereses económicos, actitudes y motivaciones.
Tal como lo explica Lavell (2002), cuando una persona está en el límite de la
supervivencia, sólo necesita un pequeño empujón para ser arrojada a la desesperación y a
la miseria total. Esto evidentemente es una situación que no afecta a las personas o
sectores que controlan recursos, poder y opciones para escoger sus condiciones y
circunstancias de vida, pues aun cuando pueden resultar afectados, difícilmente estarán
económica o físicamente destruidos o inhabilitados. Elementos como ahorros, seguros,
redes sociales y otros dispositivos los proveen de resistencia, adaptabilidad y de la
capacidad de enfrentar eventos coyunturales y rápidamente recuperarse. Retomando las
palabras de Oliver-Smith (2004), las relaciones de poder se inscriben en prácticas
materiales dentro de los entornos construidos y modificados, y una de las muchas
maneras en que se refleja en la vida cotidiana es en las diferencias en las condiciones de
vulnerabilidad entre los sectores sociales que habitan en un mismo territorio.71
3. Cobertura vegetal, suelo y agua: transformaciones del entorno natural
Como se ha venido señalando a lo largo del presente capítulo, se han producido
cambios importantes en torno al uso del suelo, el aprovechamiento del agua y la densidad
de la cobertura vegetal en el territorio ocupado por la ciudad de Chetumal. En uno de los
recorridos realizado en campo, resultó particularmente ilustrador observar las
construcciones que se han realizado en el área de la sabana, en un suelo pantanoso, así
como la disminución de los manglares que cubrían los alrededores de la bahía y que
constituyen una protección natural que aminora la fuerza y velocidad de los vientos y las
aguas en caso de huracanes. Ello aunado a la intensiva explotación forestal que ha
colocado en una situación de gran fragilidad a los bosques, antiguamente principales
71 En el capítulo IV retomaré estos aspectos. De acuerdo con Mercedes González de la Rocha (en prensa) “…no todos
los individuos y hogares son igualmente vulnerables ante un determinado riesgo. El grado de vulnerabilidad depende de
las características del riesgo (tipo, intensidad, recurrencia) y de la habilidad de los hogares para responder mediante el
manejo de sus recursos. La vulnerabilidad tiene lugar en un horizonte temporal y las respuestas a los eventos que la
producen también son procesuales. Los pobres tienden a ser más vulnerables que los no pobres dado su muy limitado
acceso a recursos/activos. La escasez de recursos limita las habilidades para responder ante los riesgos”.
177
proveedores de la madera que era utilizada para construir las casas de estilo colonial
inglés, forma constructiva común para la primera mitad del siglo XX.
Una nota de prensa del Diario de Quintana Roo de fecha 9 de agosto de 2015,
denuncia el abandono en el cual se encuentra la sabana que se ha convertido en tiradero
de basura y asentamiento de colonias irregulares como Rancho Los Monos, cuyos
habitantes conviven con la putrefacción de los desechos en descomposición y el agua
contaminada de los cuerpos de agua que allí se forman. Al respecto una de las
entrevistadas me comentó:
La sabana lo que están haciendo, le están echando tierra a la orilla, o sea, ésta es la orillita así de la sabana, entonces viene alguien y se asienta en el terreno entonces le van echando sescab, escombros, sescab,72 escombros y cuando ven que ya se consolidó asientan su casita allá y hay un lugar que le llaman Los Monos que es como una bahía, pues esa bahía creo que no estaba muy honda, no está muy honda, entonces le han ido echando escombro para que se haga una especie como de espacio y creo que ya está tan que ya pasa vehículo para cruzar, para no dar la vuelta. Eso el gobierno, literal, no lo debió de permitir nunca porque ¿qué va a pasar? Si está así y si pongo el paso ¿qué va a pasar con este lado?, cuando venga a ver ya lo rellenaron de este lado pegado a la curva ¿no? Y no entienden que cómo en otros estados, otros países la sabana es preciosa para explotarla, ya viste Miami, no sé dónde, preciosa como parte del paisaje. Vives alrededor y tus casas, las lanchas, y aquí están destrozándola y ¡déjate! aparte la cuestión de la naturaleza porque no hay mucho donde absorber (Laura, 18 de octubre de 2016).
Otro problema es la deforestación que se ha producido en los bosques, referido
constantemente por los entrevistados. Barton Bray (2004) explica que las áreas forestales
que persisten actualmente en el sureste de México, son remanentes de lo que fuera un
vasto bosque tropical que se extendía desde San Luis Potosí en el centro-norte, pasando
por la costa del Golfo hasta llegar a los estados del sureste, Guatemala y Belice. Aun
cuando han sido resilientes a fenómenos naturales y humanos, han sufrido alteraciones
debido al cambio de uso del suelo, alterando de manera significativa la masa forestal de
todo Quintana Roo.
Esta transformación del contexto medioambiental no es nueva ya que, como he
mencionado antes, desde los inicios de la ocupación de la ciudad se han realizado
modificaciones al entorno para adaptarlo a las condiciones impuestas por los seres
humanos. Sin embargo, se había producido de manera más bien lenta y progresiva hasta
la década de los sesenta del siglo XX, cuando se dio el impulso inicial a la colonización
dirigida, ya descrita con detenimiento en el capítulo anterior. Luego de ello, hubo un
72 En realidad, la entrevistada hace referencia al sascab o saskab, palabra de origen maya sahkab, “tierra blanca”. Es
utilizada para denominar al material usado para preparar mezclas para la construcción.
178
aceleramiento en el incremento poblacional y la presión por el espacio se profundizó.
Como lo señalan Edward A. Ellis y Christopher T. Beck (2004), el sur de Quintana Roo
estaba escasamente poblado a inicios del siglo XX. Inicialmente, y durante la Guerra de
Castas (1847-1901), sirvió como refugio, centro religioso y base militar para los mayas
macehuales, pero con las medidas adoptadas por el gobierno para poblar la zona
fronteriza de selvas mediante programas de modernización y mejoramiento de la
producción agrícola, repartición de territorios ejidales y subsidios para ciertos rubros como
el ganado, la caña de azúcar y el arroz, comienzan a hacerse evidentes los procesos de
deforestación y los cambios en el uso de la tierra.
El siguiente comentario, extraído de una conversación sostenida con un habitante de
la colonia antigua Barrio Bravo, aunque un poco extenso es muy ilustrativo para dar
cuenta, desde sus propios recuerdos y vivencias, de los cambios que se fueron dando a
través del tiempo en la parte baja de la ciudad:
Entonces cuando empezó a llegar gente se empezó a construir el edificio de correos… eso fue en los setenta, y se empezó a construir el COJUDEG, lo que fue el INJUVE, el Instituto de la Juventud. Llegó gente de Tabasco, como albañiles y todo ese tipo de cosas, muchos de ellos se quedaron a vivir en Barrio Bravo ¿sí? Entonces consiguieron sus terrenos pegados ya casi a la bahía… eso era monte porque cuando abren el boulevard es cuando se termina de poblar esa zona. Sí, era monte. Mira cuando empiezan a construir en el sexenio de Jesús Martínez Ross el boulevard, entonces rellenan la parte trasera de lo que es el obelisco de la explanada de la bandera porque eso es mar, eso le ganan al mar, o sea, lo rellenaron, empezaron a rellenar toda esa parte… Yo me acuerdo porque ahí nos llevaba mi papá a nadar, nos llevaba a volar papalotes. Pero era un llano grande, parte de eso ya se lo comió el mar ¿sí? Y los otros pues lo agarró el gobierno para hacer el boulevard y se crearon esos terrenos que generalmente era de gente, ejidatarios del Ejido Chetumal… Eran ranchos donde se cultivaba el coco… más que nada la copra, que era lo que se vendía mucho y se hacía mucho carbón en esa zona, esa era la zona hasta llegar a Calderitas. Pero eso te digo, todo eso de Chetumal fue creciendo, ya después se creó la colonia Adolfo López Mateos en los setenta, que te regalaban el terreno. Ibas y decías “aquí va a hacer mi terreno” sólo márcalo y así se hizo ¿no?... fue cuando Chetumal se fue expandiendo buscando la parte norte, noreste más o menos y se crean otras colonias (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
Los cambios descritos en el testimonio anterior, en torno a la reducción de zonas verdes
en el límite entre la parte baja de la ciudad y la bahía, también se produjeron en la selva
ubicada hacia el interior de la misma. En la siguiente tabla se muestra dicha disminución
en un período de 20 años:
179
Como se observa en la tabla no. 6, mientras crece el área urbana se va reduciendo la
selva. Entre 1984 y 1994, el incremento del suelo urbano se dio a una tasa de 2.46% y las
zonas de matorrales a 5.6%, a la par se tiene una tasa negativa de -3.15% para la selva.
Aunque para la siguiente década se produjo una desaceleración del aumento del suelo
urbano, Castillo Villanueva (2009) afirma que se debe a la ocupación de terrenos baldíos
al interior de la ciudad. Además, la deforestación ha provocado la aparición de extensas
sabanas y zonas agrícolas, como es el caso de la ribera del río Hondo.
Si en los orígenes de Chetumal la explotación de los recursos forestales se daba,
fundamentalmente, a través de la extracción de madera y látex, posteriormente la
deforestación se centró en la sustitución de bosques por cultivos agrícolas, pastos,
arbustos y matorrales. Actualmente priva la presión por el suelo de uso urbano. Esos
cambios en el uso del suelo, la deforestación y la reducción de la diversidad de cuerpos de
agua que existían en la ciudad, han sido acompañados por la contaminación. Persiste la
ausencia del diseño y aplicación de políticas públicas que vayan a la par de las nuevas
demandas de servicios públicos, entre ellos la recolección y tratamiento adecuado de los
desechos sólidos y la materia orgánica, trayendo como consecuencia la contaminación de
la Bahía de Chetumal, el río Hondo e incluso del manto freático.
Los recorridos realizados y las propias vivencias como residente de la ciudad durante
el trabajo de campo, permitieron advertir la falta de mantenimiento de alcantarillas y
drenajes del agua pluvial, completamente azolvados con tierra y desechos sólidos, aunado
a los olores a putrefacción que emanan en algunas zonas de la ciudad. Tal es el caso de
un drenaje construido a cielo abierto en el fraccionamiento Caribe, medida adoptada para
aminorar los problemas de inundación en esa parte de la ciudad, pero que puede
permanecer días con las aguas estancadas hasta finalmente desembocar en el mar. Fue
Uso de suelo 1984 (ha)
% 1994 (ha)
% 2003 (ha)
% Tasa media anual crecimiento
Urbano 1376 28.6 1632 36.5 1880 39.0 84-94 94-03 84-03
Matorrales 531 11.0 932 19.4 815 17.0 2.46 0.73 1.64
Selva 2909 60.4 2124 44.1 2121 44.0 5.63 -1.49 2.25
Total 4816 100.0 4816 100.0 4816 100.0 -3.15 -0.02 -1.66
Tabla no.6. Cambios en el uso del suelo en Chetumal, 1984, 1994 y 2003
Fuente: Castillo Villanueva, 2009: 195.
180
una de las últimas colonias en que se vendieron los predios para construir, pero con la
condición de que si en un año no construían se los iban a quitar y que, además, debían
hacerlo con mampostería, no con lámina ni cartón. Así lo afirmó un funcionario de la
Coordinación Estatal de Protección Civil, en uno de los recorridos realizados por esta parte
de la ciudad. Con respecto al drenaje comentó:
…una calle [en la colonia Caribe] donde hicieron una obra pública, para desfogar agua. Es un sector de la ciudad donde llega mucha agua y que se va directamente a la sabana. Entonces para no quitarle el paso y evitar las inundaciones hicieron esta obra, aquí está, mira. Pusieron la calle como desnivel y el canal en medio… Sí, por aquí corre mucha agua. Y mira cómo vive está gente con ese olor (Vicente, 21 de octubre de 2016).
Como lo señala Castillo Villanueva (2009), la situación ambiental expresada en términos
de la contaminación es una muestra de las deficiencias en el desarrollo de un urbanismo
descontrolado que impacta en el ecosistema. Además, conduce a cambios en las formas
de vida de los propios habitantes de la ciudad, por ejemplo, en cuanto a las actividades
productivas y de esparcimiento.
Bueno, eso es cuando ya estábamos adultos nosotros, ya teníamos 16, 18 años, ya nos dejamos de bañar en la bahía ¿por qué razón? Porque se hizo el primer estudio, un primer estudio y salió que la bahía estaba contaminada pero que no era peligroso, que realmente la contaminación no afectaba la piel ni nada, fue cuando uno deja de meterse. Por ejemplo, nosotros íbamos a Punta Estrella, que era nuestra zona de balneario, donde está el congreso del estado. Pero también cuando, creo que con el sexenio de Miguel Borge se crea, se hace un drenaje pluvial que desemboca a la bahía, fue el primero que se hizo en toda la avenida Chapultepec y desemboca, trae unos olores fétidos terribles, terribles, en esa zona ¿sí? Entonces, pues pensamos que ya no, bañarnos nosotros al menos no ¿quiénes son los que se van a bañar? La gente que llegó a Chetumal, son gente muy humilde ahorita, que son los que van y son los que se meten. Y otros van, pero van por el aire, van por el fresco y no se meten ¿no? buscan mejor la zona de Calderas, cuando también la zona de Calderas está contaminada por los restaurantes. No tienen un sistema de drenaje los restaurantes y eso se va al manto freático. Con decirte ahorita que si tú escarbas en un metro acá sale agua y apesta. Antes de esta agua tomábamos, con esta agua nos bañábamos (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
En campo se pudo observar que no existe ningún acceso directo, camino o brecha, por
donde las personas puedan acceder a la bahía. A lo largo de los límites de la ciudad fue
construido el boulevard que llega hasta Calderas, la población más cercana a Chetumal.
La única salida al mar se encuentra en una zona llamada Dos Mulas, que sirve como área
de recreo. Allí las personas van a pasar los días de fin de semana, algunas se bañan en el
mar y otras simplemente disfrutan de la brisa del mar, el sol y el paisaje. Conversando de
manera informal con un profesor de la Universidad de Quintana Roo, comentaba que los
pobres eran los únicos que se bañaban porque al resto de la población les da miedo la
181
contaminación, tal como lo refiere la cita del párrafo anterior. Señaló que las aguas están
contaminadas porque Chetumal fue creada sin drenajes y algunas de las viviendas siguen
teniendo fosas sépticas, lo que ocasiona que las cloacas vayan directo a las aguas
subterráneas, y aunque admite que desde hace quince años empezaron a incorporar el
sistema, aún falta mucho para poder cubrir la totalidad de la ciudad. Al respecto Juan,
funcionario de CONAGUA, afirmó que la bahía está contaminada pues, aunque
actualmente las aguas residuales van a plantas de tratamiento, durante mucho tiempo
iban a dar al mar, al igual que los desechos orgánicos de Corozal en Belice, cuyas aguas
confluyen con las de la Bahía de Chetumal (Juan, 24 de noviembre de 2016).73
73 Hombre, funcionario de CONAGUA, tiene 20 años trabajando en atención en caso de contingencias.
Imagen no. 30. Sistema de drenaje para desfogar el agua pluvial. Fraccionamiento
Caribe
Imagen no. 31. Vista de una de las áreas de salida del agua pluvial hacia la bahía
Chetumal
Tomada por María N. Rodríguez, 21 oct 2016
Tomada por María N. Rodríguez, 21 oct 2016
182
En este mismo sentido, al hablar del manto freático, las personas relatan que en las
primeras décadas de vida de la ciudad utilizaban esa agua tanto para el aseo personal
como para el consumo. Sin embargo, conforme fue aumentando la población y ante la
carencia de drenajes, se fomentó la contaminación de las aguas subterráneas. Aún en la
actualidad, la carencia de un sistema de drenaje que cubra la totalidad de los espacios
habitados continúa incrementando los problemas de curso de las aguas negras,
fundamentalmente en la parte baja, pues las personas deben costear los gastos de
instalación y muchos no cuentan con los recursos económicos para hacerlo. Por el
contrario, los nuevos fraccionamientos construidos en la “nueva” Chetumal ya cuentan con
el servicio, aunque no exentos de problemas como ya ha quedado establecido.
El caso de las viviendas más antiguas de la ciudad es particular. Por ejemplo, un
habitante de la colonia Barrio Bravo comenta la inversión económica que implica
incorporarse al drenaje sanitario:
Mira, cuando la gente construyó sus baños o sus cocinas, siempre la hacen en la parte de atrás de su casa y muchas a veces no dejaron espacio para una tubería porque nunca imaginaron, porque tenían fosas sépticas y hacían la fosa séptica y ahí se va todo ¿no? En mi caso, por ejemplo, hubiese pasado lo mismo… yo tuve que comprar un terreno, un pedazo de terreno, como un metro veinte más o menos para que yo pueda sacar mi drenaje... te puedo apostar sin temor a equivocarme que la única casa de esta calle que está conectada al drenaje es esta, es la única, o sea porque yo dije “no le voy a seguir metiendo cosas a la tierra”. Pues lo que está pasando es pues que ya contaminaron todo y mientras las autoridades no hagan lo que lo que tienen que hacer, lo que les corresponde. A ellos lo único que les interesa es que les paguen el servicio de drenaje,
porque lo cobran estés o no estés conectado (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
El funcionario de la CONAGUA entrevistado afirmó que entre el 80% y 90% de la ciudad
ya cuenta con drenaje sanitario (Juan, 24 de noviembre de 2016) y de acuerdo con el
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), para el
año 2010 por cada 15000 viviendas 267 no disponían de excusado o sanitario y 67 no
contaban con sistema de drenaje. Sin embargo, el informe interno de la CAPA, titulado
Estudio Geohidrológico en el acuífero de Chetumal, Quintana Roo (2016) indica que en
términos generales la ciudad carece de un adecuado sistema de alcantarillado, pues sus
habitantes en la mayoría de los casos no tienen acceso a este servicio de manera formal,
por lo que el desalojo de las aguas residuales se realiza mediante fosas sépticas y pozos
183
negros que, dado su inadecuado diseño, funcionamiento y mantenimiento, explican parte
de la contaminación del agua subterránea de la bahía (CAPA, 2016).74
Igualmente, entre los mismos funcionarios técnicos de las instituciones públicas
existen opiniones encontradas en torno al tratamiento de las aguas residuales que fluyen a
través de los sistemas de drenaje, su capacidad de absorción y desempeño. Mientras
algunos sostienen que son transportadas a plantas de tratamiento, otros afirman que son
lanzadas sin más a los pantanos ubicados en la periferia de la ciudad. Siguiendo esta idea
el representante de Protección Civil indicó lo siguiente:
…ahorita tiene problemas la CAPA porque lo están demandando por la calidad del agua y los residuos que no tratan. Por eso te digo que finalmente no sé a dónde estén destinando todos los lodos, toda la materia fecal, supuestamente debe ser para composta para los cultivos, para ser el cambio ya, para no hacer uso de fertilizantes químicos, pero sí de fertilizantes orgánicos para darle calidad a los cultivos que se realizan aquí en el sur del estado, principalmente la caña (Vicente, 13 de septiembre de 2016).
Durante mi estancia en la ciudad, pude comprobar que si existen plantas de tratamiento.
Sin embargo, ello no ha resuelto el problema en su totalidad. Las limitaciones se
relacionan, precisamente, con la carencia de un sistema de drenaje que cubra todas las
colonias de la ciudad, por lo cual muchas aguas negras provenientes de las casas
habitación siguen siendo arrojadas al mar. Lo mismo sucede con las viviendas
autoconstruidas en la zona de la sabana, que tampoco cuentan con este servicio.
Igualmente, las fallas en el drenaje existente generan filtraciones y fugas, restringiendo su
efectividad.
Además de los problemas de contaminación, se insiste en que las condiciones
climáticas se han transformado como consecuencia de la intervención humana en el
ecosistema. Todos los entrevistados coinciden en este aspecto, señalan cambios en la
temporada de lluvias, aumento en la intensidad del calor e incluso la formación de
tormentas y huracanes fuera de la época regular. Luis recordaba que antes del acelerado
crecimiento demográfico era un lugar fresco, las casas siempre tenían las ventanas y
puertas abiertas, y era suficiente para aliviar el calor; ahora llueve cada vez más
desordenado, debido a la deforestación, a la acción del ser humano sobre el entorno
natural (Luis, 30 de octubre de 2016). Al respecto el funcionario de Protección Civil señaló:
74 Al igual que el informe citado con anterioridad, se tuvo acceso a esta documentación gracias a un Jefe de Unidad de la
Comisión de Agua Potable y Alcantarillado, bajo el compromiso escrito de ser utilizado únicamente para fines
184
Hemos tenido anomalías muy marcadas. Aquí teníamos períodos bien marcados de lluvias, lluvias casi todo el año. En los últimos tres años, este año ha sido más regular en cuanto a lluvia y ve cómo se han espaciado las lluvias. Aquí normalmente el período de lluvia iniciaba la primera mitad de mayo y terminaba el 30, el 15 de noviembre. Ya había lluvias esporádicas, típicas de la región en diciembre, marzo, que eran la época de secas, sin embargo, en esa época de secas se presentaban lluvias, no regulares, pero si se presentaban y no sentíamos el calor tan agobiante, había un equilibrio más térmico ¿no? y ya en los últimos diez años como ha crecido Chetumal, se desforestó toda la sabana, que es la zona norte de la ciudad, se quitó toda la vegetación ¿sí? Ya hubo destrucción de muchos microsistemas ahí, mucha fauna tuvo que migrar para sobrevivir, para no ser devorada, sí …era tanta la cantidad de vegetación que había antes y ve ahorita, todo eso también ha venido a contribuir a que haya un cambio radical en el clima, el parque vehicular ya creció, la mancha urbana ya creció (Luis, 9 de septiembre de 2016).
No obstante, en este punto es necesario establecer una clara diferenciación entre las
características climáticas y los desastres. Si bien es cierto que se han producido cambios
en el clima, así como en las temporadas de lluvias y secas, ello no implica que los
fenómenos naturales se presenten necesariamente con mayor intensidad. El incremento y
multiplicación de los daños que se producen tras la ocurrencia de un huracán u otro
evento, guardan relación con la profundización de las condiciones de riesgo como
consecuencia de la reproducción de contextos sociales vulnerables. Uno de los
comentarios del mismo funcionario de Protección Civil es claro al respecto:
El agua de lluvia nunca es mala, genera muchos destrozos, pero es por la mala calidad de la obra y lo que le estamos quitando espacio a otros seres que no debemos de quitarlos porque ellos deben de vivir. Todo eso que desforestamos, pues ahí hay fauna y flora que es su hábitat y nosotros llegamos a invadirlo. Y la naturaleza “espérese, se lo quitan y yo se lo regreso” y ahí vamos nosotros otra vez. ¿qué irá a hacer de las próximas generaciones? Caótico, ¿verdad? (Juan, 21 de noviembre de 2016).
Al respecto el investigador Greg Bankoff (2001), ha señalado que desde finales del siglo
XX los medios de comunicación han centrado su atención en los llamados “desastres
naturales”, mostrando imágenes de inundaciones, sismos, erupciones volcánicas,
tsunamis y otros fenómenos de la naturaleza, lo cual ha encontrado eco en una
controversia académica en torno al incremento de estos “desastres”. Así, han surgido
varias explicaciones, desde aquéllas que afirman que simplemente es producto de una
mayor cobertura mediática y otros que sostienen que son reflejo de un incremento de la
densidad de la población global, pero pocos son lo que han discutido que las amenazas
naturales están teniendo un incremento de sus impactos en la sociedad humana como
consecuencia del aumento de la pobreza, de ciudades cada vez más grandes, de la
académicos.
185
degradación ambiental causada por la densidad poblacional y de prácticas rurales no
sustentables.
En este sentido, existe una interrelación entre la vulnerabilidad y la magnitud e
intensidad de la amenaza. La ocupación y el uso inadecuado del territorio conduce a la
degradación del suelo, la contaminación del agua y la destrucción de cobertura vegetal.
Así, el contexto social construye patrones de vulnerabilidad que generan condiciones cada
vez más propicias para la ocurrencia de desastres, con cada vez mayores impactos
humanos y materiales (GAR, 2015).
4. Reflexiones generales: la expresión territorial de los riesgos
En el presente capítulo ha quedado establecido que el territorio es una expresión de
las prácticas sociales, un producto social, un espacio que es habitado, vivido y construido
históricamente (Sosa Velásquez, 2012: 2-3). Así entendido, devela la producción,
reproducción y profundización de escenarios vulnerables ante la ocurrencia de un
fenómeno natural adverso, a través de aspectos que tienen que ver con la explotación de
los recursos naturales, el uso del suelo, la distribución de la población y la ubicación, las
formas y materiales de construcción de las viviendas y demás infraestructuras, que
complejizan y diversifican los riesgos asociados a fenómenos naturales amenazantes.
Aunque la vulnerabilidad no se agota en el territorio, éste constituye su expresión más
acabada, su concreción en condiciones de riesgo, pues es el resultado de la interrelación
de ese conjunto de aspectos de orden social, cultural, económico, político que Sosa
Velásquez (2012) ha denominado las dimensiones del territorio, que dan cuenta de la
relación de una población con su espacio.
Desde esta perspectiva, las expresiones de riesgo a desastres no se manifiestan
únicamente en una dimensión social, sino que tienen, además, una dimensión espacial.
Se puede hablar de una configuración territorial,75 que expresa la interacción de la realidad
geográfica, de los sistemas naturales existentes en esa región, con las prácticas y
75 De acuerdo con Milton Santos, “En los inicios de la historia del hombre, la configuración territorial era simplemente
el conjunto de los complejos naturales. A medida que la historia va evolucionando, la configuración territorial la van
constituyendo las obras de los hombres: carreteras, plantaciones, casas, depósitos, puertos, fábricas, ciudades, etc.,
verdaderas prótesis. Se crea una configuración territorial que es cada vez más el resultado de una producción histórica y
tiende a una negación de la naturaleza originaria, sustituyéndola por una naturaleza totalmente humanizada” (Santos,
2000: 54).
186
relaciones sociales que erigen a ese fenómeno natural particular como una amenaza,
configurando históricamente interacciones con el medio físico que son múltiples,
heterogéneas y diferenciales entre los diversos grupos sociales que habitan ese territorio.
Asimismo, las características del perfil urbano y la dinámica demográfica tienen una gran
relevancia para entender los procesos de la construcción social del riesgo frente a los
desastres, así como para priorizar todos los esfuerzos que puedan ponerse en marcha
para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones expuestas y los efectos e impactos de
éstos sobre la intensificación de los riesgos.
Visto de esta manera, es necesario insistir en que el análisis de las vulnerabilidades de
la población chetumaleña tiene que tomar en cuenta el modelo de desarrollo
implementado y el papel del Estado en el marco de su expansión y fortalecimiento. No se
trata de etiquetar a las instituciones estatales y a las corporaciones inmobiliarias como los
“malos” y a la población como la “víctima”, sino de reconocer que desde las decisiones
políticas que han apostado por la incorporación de estrategias desarrollistas desfasadas
de la realidad social, se han producido complejos problemas sociales y ambientales,
contribuyendo a incrementar las brechas que existen entre los crecimientos económicos
de las diversas latitudes del globo (Collins, 2009).
Además, es necesario cuestionar los principios que sostienen dichos modelos y sin
cuyas transformaciones no puede haber una posibilidad real de incidir efectivamente sobre
las condiciones de vulnerabilidad. Coincido con Lavell en que, mientras sigan vigentes los
parámetros que sostienen los modelos de crecimiento, cualquier intento por reducir de
forma sustancial los niveles de vulnerabilidad existentes “…claramente requeriría de
mecanismos de compensación social que exceden por mucho las posibilidades y
capacidades financieros o la voluntad política de los gobiernos– aún de los más
avanzados en concepción social y humanitaria” (Lavell, 2002: 17).
4.1. Los peligros cotidianos
Las constantes inundaciones, hundimientos de las calles y fallas estructurales de las
viviendas, refieren a los peligros cotidianos con los cuales conviven los chetumaleños. Aun
cuando no se presenten “grandes” desastres, los desastres “pequeños” asociados a los
impactos de estos peligros cotidianos dan cuenta de un continuum, de un proceso. Estos
187
desastres de menor escala van desgastando a la sociedad de manera inadvertida,
acumulando elementos negativos que, a la larga, vuelven a las poblaciones más
vulnerables (Collins, 2009; Cuevas Portilla, 2010).76
…Un desastre “grande” o “regional” es en efecto, al final de cuentas, un número indeterminado de desastres pequeños detonados de forma diferenciada por un evento físico de gran magnitud relativa. Que sea considerado un desastre o múltiples desastres pequeños depende de quien lo contempla y desde que óptica política o práctica lo hace” (Lavell, 2002: 26).
Generalmente, la literatura en torno a los desastres refiere eventos que son considerados
de gran magnitud por la cantidad de pérdidas económicas y humanas que se generan,
pero no dan cuenta de la exposición de las poblaciones a los riesgos del día a día, que
están siempre presentes en sus vidas, muchas veces “normalizados” o invisibilizados. Los
desastres asociados a estos riesgos son fundamentales para comprender cómo se van
construyendo, a lo largo del tiempo, condiciones sociales que al conjugarse con un
fenómeno adverso detonan un “gran desastre”.
Desde esta perspectiva, las relaciones que se establecen y las acciones que realizan
los grupos sociales en la transformación del territorio, constituyen elementos esenciales
que deben ser advertidos en su complejidad e interrelación al comprender sus riesgos y
vulnerabilidades. Estas relaciones y acciones se reproducen en la cotidianidad y se
vinculan con procesos más amplios que tienen que ver, precisamente, con las formas en
que han sido diseñados y construidos los espacios urbanos.
Entonces, será la correcta formulación y aplicación de las medidas que se tomen con
relación a las características territoriales y a su vinculación con procesos sociales
históricamente construidos, las que contribuirán de manera más o menos efectiva a la
reducción de las condiciones de vulnerabilidad de la población chetumaleña frente a la
persistente presencia de los huracanes. En este sentido, resulta imperativo colocar en el
centro del debate la interrelación entre la sociedad y el territorio, que lejos de ser un simple
76 La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED) desde mediados de la década
de los noventa del siglo xx cuestionó las estadísticas que contabilizan únicamente los “grandes desastres”, catalogados
así en función de tres criterios, establecidos por la base de datos Emergency Events Database (EM-DAT): el número de
personas muertas y afectadas, la necesidad de ayuda internacional y la declaratoria de emergencia. Por lo cual, elaboró
una base de datos distinta que incluye, además de esos grandes desastres, los considerados como pequeños y medianos,
“…que son aquellos que se manifiestan a escala local e incluso familiar, y cuya inclusión arroja cifras
considerablemente superiores para la región [de América Latina]. No se puede soslayar la ocurrencia de estos “otros”
desastres que, sumados y atendidos a escala local, particularmente en los países en desarrollo, han provocado mayores
daños que muchos de los considerados “grandes desastres” (García Acosta, 2008: 16-17).
188
escenario, soporte de las prácticas sociales, expresa, influye y es influenciado por las
acciones, representaciones y percepciones de sus habitantes.
4.2. La gente y el conocimiento “técnico”
Como lo señalan Anne Claus et al., (2015), con frecuencia los proyectos y políticas
dirigidas al desarrollo han propiciado vulnerabilidades a desastres que son oscurecidas a
través de simplificaciones, especialmente a través de la despolitización de la “técnica”. En
favor de la gestión de los especialistas, estos proyectos refuerzan las fronteras entre los
técnicos y aquellos “sujetos a la dirección experta”, excluyen formas alternativas de pensar
que pueden ayudar a reducir las vulnerabilidades, y pueden hacer invisibles los impactos
negativos en aras del “bien mayor” o el “interés nacional”. Sin embargo, las múltiples
experiencias de los “desastres del desarrollo” han develado que el conocimiento experto
no ha sido lo suficientemente “experto” para prevenir estas coyunturas (Collins, 2009).
El trabajo de campo llevado a cabo en Chetumal me permite sustentar afirmaciones
como las anteriores, e insistir en la necesidad de que las voces de los pobladores de la
ciudad logren encontrar eco en la búsqueda por soluciones definitivas a los problemas que
afectan su calidad de vida, para que dejen de ser considerados actores pasivos en la
construcción de sus propios espacios. Sus testimonios demuestran conocimientos claros
de las dificultades que enfrentan dentro de un territorio con rasgos geográficos y climáticos
particulares, el cual se ha venido transformando a diferentes ritmos a lo largo del último
siglo.
Si bien existen diferencias entre los conocimientos técnicos que manejan los
especialistas de las instituciones públicas de la ciudad, con respecto a la opinión que
puedan tener los habitantes “de a pie”, los testimonios de los informantes con los cuales
interactué durante la estancia en campo evidencian experiencias, saberes y aprendizajes
adquiridos en el día a día, desde su cotidianidad. Son ellos quienes enfrentan las
implicaciones de la aplicación deficiente de las políticas públicas; en tal sentido, su opinión
no puede ni debe ser subestimada ya que es producto de una experiencia. Aunque sin un
lenguaje científico, la gente es capaz de expresar los problemas que le afectan. Como he
discutido en el capítulo I, la subestimación e invisibilización del papel de las poblaciones
189
afectadas ha sido uno de los errores más graves en los procesos de recuperación y
reconstrucción post-desastres, pero también y sobre todo en la prevención.
De acuerdo con las investigadoras Katrina Brown y Elizabeth Westaway (2011), dentro
de la literatura sobre cambio ambiental, la intervención humana destaca como un
elemento crítico para comprender cómo los individuos, los hogares y las comunidades
pueden responder a diferentes tipos de factores ambientales estresantes. No obstante, la
mayoría de los análisis y de los enfoques políticos orientados a estos temas, colocan el
acento en los recursos e infraestructura para apoyar la adaptación, pero no se preocupan
por darle participación y poder de decisión a los afectados.
190
CAPÍTULO IV. “ESTAMOS ACOSTUMBRADOS”
Mira, en Chetumal, Quintana Roo, previamente toda esta zona del Caribe es un área ciclónica, no de hoy, de hace muchos años. Yo aquí en Chetumal vivía en la parte baja de la ciudad. Entonces, en muchas ocasiones en varios años se presentaba un fenómeno ciclónico… Si pasó muchas veces, en varios años en la temporada ciclónica. La gente estaba acostumbrada. Digo, los que somos de Quintana Roo y Chetumal estamos acostumbrados, bueno, ahora hay experiencia… (José, 29 de noviembre de 2016).
Introducción
En los últimos dos capítulos he centrado la discusión, principalmente, en torno a la
dimensión material del riesgo y de las condiciones de vulnerabilidad del contexto social
chetumaleño. En el presente capítulo, las reflexiones tomarán como eje de análisis la
dimensión subjetiva, aquellos aspectos manifiestos en percepciones, representaciones y
experiencias, que se concretan en conocimientos y prácticas de la población para convivir
con la presencia de los huracanes. Igualmente, consideraré los discursos institucionales
que, bajo formas dominantes de conocimiento, despliegan explicaciones científicas y
soluciones altamente técnicas, carentes de cuestionamientos hacia los modelos de
desarrollo implementados, que perpetúan las estructuras económicas y políticas
responsables de la reproducción de escenarios de inseguridad frente a los desastres.
“Estamos acostumbrados” es una frase que expresa una convivencia de larga data con
los ciclones. Sin embargo, la interacción entre los habitantes de Chetumal y estos
fenómenos de la naturaleza, se encuentran atravesados por la influencia que ha tenido la
información que masivamente se ha difundido desde las instituciones públicas, cuyo
contenido ha permeado las narrativas y acciones de la población. Contradicciones,
acuerdos, tensiones se entrelazan en los testimonios de los entrevistados, exteriorizando
significados, valoraciones y creencias que parten de las historias de vida, de las
experiencias, pero que envuelven ideas y argumentos que provienen de la interiorización
de concepciones formuladas desde afuera.
En este sentido, realizaré un debate conceptual en torno a la así denominada cultura
de la prevención. Retomaré aspectos que permitan comprender su base discursiva desde
los organismos nacionales e internacionales, y la manera cómo ha permeado entre la
población de Chetumal. Partiendo de este análisis, haré un esfuerzo interpretativo que
191
permita comprender cómo son construidos simbólicamente tanto la amenaza de los
huracanes como los riesgos con los cuales conviven las personas. Los testimonios de los
entrevistados, tanto autoridades de organismos públicos como población civil, serán
fundamentales en este sentido y constituye el pilar empírico del presente capítulo.
Igualmente, reflexionaré en torno a la forma en que los aspectos de carácter subjetivo
se concretan en prácticas de preparación y estrategias de adaptación individuales y/o
familiares para resistir y recuperarse frente al evento coyuntural. Así, considero los
procesos de recuperación y reconstrucción de la sociedad, partiendo de una discusión
crítica de los programas gubernamentales de ayuda, los procesos organizativos y la
solidaridad vecinal. Para ello será fundamental, además, discutir la noción de resiliencia
desde los datos construidos a partir de la información recopilada en campo.
1. Cultura de la prevención
Como lo referí en el primer capítulo, el 11 de diciembre de 1987 se decretó la década
de los noventa del siglo pasado como el Decenio Internacional para la Reducción de los
Desastres Naturales (DIRDN) bajo el auspicio de la Organización para las Naciones
Unidas. Este decreto partía del reconocimiento de las pérdidas económicas y humanas
que se producen como consecuencia de los “desastres naturales” por parte de los Estados
miembros y su compromiso de participar en acciones de cooperación internacional
orientadas a la reducción de dichos desastres (ONU, 1990). Dos años más tarde, en 1989,
la referida organización designó el 13 de octubre como fecha para celebrar el Día
Internacional para la Reducción de Desastres (DIRD). Esta designación tenía como
objetivo “…promover una cultura mundial para la reducción de desastres, lo cual
incluye su prevención y mitigación, al igual que actividades de preparación” (ONU, 2016:
s/p).77
El géografo Jesús Manuel Macías Medrano (1999) señaló, en su momento, que para
los últimos años del siglo XX los diferentes países que integran la ONU intercambiaron
experiencias que permearon las estructuras operativas y mentales de los actores sociales
encargados de la atención y prevención de desastres. Experiencias que fueron
influenciadas, precisamente, por el Decenio Internacional para la Reducción de los
77 La negrita no corresponde al original del texto.
192
Desastres Naturales. Uno de los aspectos que más acogida tuvo, particularmente en los
países en vías de desarrollo, fue la necesidad de generar una cultura de la prevención.
Incluso, luego del Decenio, el 21 de diciembre de 2001, en la sesión plenaria de la
Asamblea General de las Naciones Unidas se ratificó el Día Internacional para la
Reducción de los Desastres Naturales y nuevamente se colocó en el centro de los
objetivos “promover una cultura mundial de reducción de los desastres naturales que
comprenda la prevención, la mitigación y la preparación” (ONU, 2001: 5).78 Además, se
confirmó la necesidad de desarrollar e implementar conocimientos científicos y técnicos
para reducir la vulnerabilidad y se recalcó la necesidad de dar a los países en desarrollo
acceso a las tecnologías para que afrontaran con eficacia los “desastres naturales”.
Sin embargo, en los diversos documentos oficiales emitidos por el organismo no se
define lo que se entiende por cultura de la prevención, aunque se insta al desarrollo de
acciones (no especifican cuáles) tendientes a alcanzarla (ONU, 2002). Igualmente, desde
la resolución N° 56/195, denominada Estrategia Internacional de Reducción de Desastres,
se establece lo siguiente:
Reconoce la importancia de la alerta temprana como elemento esencial de la cultura de prevención y alienta a que se redoblen los esfuerzos en todos los planos para contribuir a la vigilancia de los riesgos naturales y la predicción de sus consecuencias, el desarrollo y la transferencia de tecnología, el fomento de la capacidad de preparación para casos de desastre, la detección de los riesgos naturales y la emisión y comunicación de alertas tempranas, así como la educación y la formación profesional, la información pública y las actividades de sensibilización, y recalca la necesidad de adoptar medidas apropiadas en respuesta a la alerta temprana (ONU, 2002).79
Bajo esta perspectiva, dos aspectos resultan interesantes. Primero, la idea de “promover”
la cultura de la prevención, como si la cultura fuera un decreto que surge a través de las
políticas promovidas por las instituciones nacionales e internacionales, o bien algo a lo que
se aspira, un estatus que se pretende alcanzar. Segundo, la permanente confusión entre
la prevención y la preparación, y una agenda de prevención que se centra únicamente en
la educación de la población. Tanto en el decreto del año 1989, como en su ratificación en
el 2002, la prevención se orienta al desarrollo de programas de asistencia técnica y
transferencia tecnológica, formación en torno al tipo de desastre correspondiente,
adjetivado siempre como “naturales” y clasificados como “terremotos, vendavales,
78 Ídem 79 Ibidem.
193
maremotos, inundaciones, desprendimientos de tierra, erupciones volcánicas, incendios,
plagas de acrídidos, sequías, desertificación y otras calamidades de origen natural” (ONU,
1989: 171).
En cuanto al primer aspecto, con respecto a la noción de cultura, como lo explica
Macías Medrano (1999), retomando el trabajo Debate sobre la cultura del antropólogo
Jorge Alonso, se trata de un término que debido a su “carácter globalizador” ha generado
ambigüedades que han limitado su precisión. Comúnmente, se establecen afirmaciones
en torno a la presencia o ausencia de cultura, a quienes tienen cultura por oposición a
quienes no la tienen, desde una definición constreñida a los “buenos modales” y al grado
de educación. También se habla de “pobreza cultural” o “capital cultural”, y de
clasificaciones como cultura hedonista o utilitarista. Han sido precisamente los
antropólogos quienes han cuestionado estas afirmaciones, que proponían a ciertos
sectores sociales como poseedores de cultura, por oposición a los pueblos colonizados o
“capas populares” de la población que carecen de ella. A través de investigaciones
etnográficas, advirtieron que todas las sociedades producían cultura y, en tal sentido, no
había una sino múltiples y diversas culturas.
Desde las propuestas de Clifford Geertz (1989), la cultura es un concepto semiótico,
pues el hombre es un animal inmerso en tramas de significaciones. Se trata de aspectos
simbólicos que operan detrás de las prácticas sociales, que trascienden el horizonte de lo
tangible y se entretejen para darle sentido a un contexto más allá de lo aparente, de
aquello que se exterioriza en la inmediatez de las acciones y acontecimientos (Geertz,
1989; Altez, 2006). Las significaciones culturales tienen, entonces, una dimensión
histórica, se construyen y transforman en términos temporales amplios. “La cultura no es
una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales,
modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del
cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa”
(Geertz, 1989: 27).
El antropólogo brasileño Roque Barros Laraia (1986) explicó también, en su momento,
que la forma de ver el mundo, las evaluaciones de orden moral y la valoración de los
diferentes comportamientos sociales son producto de una herencia cultural. Estudiar una
cultura implica, por lo tanto, comprender un código de símbolos compartidos por sus
194
integrantes a través de un proceso de interpretación. Así, el estatuto epistemológico de las
unidades culturales no depende de su “observabilidad”, de su concreción material, sino del
conjunto de significaciones que las permean y les otorgan inteligibilidad.
Advertir esto, implica comprender que la cultura de la prevención es, antes que nada,
una construcción discursiva anclada en una agenda política internacional, más que una
noción que emana de la reconstrucción analítica e interpretación de los contextos sociales.
A través de esta noción, el centro del debate se traslada a las poblaciones afectadas,
quienes se convierten de alguna manera en las responsables de los procesos de
desastres, a expensas del papel del Estado y la esfera pública en la construcción de
escenarios de riesgo y garantes de las estructuras económicas que reproducen las
desigualdades sociales, la pobreza y, en general, las condiciones de vulnerabilidad.
En cuanto al segundo aspecto, en el primer capítulo he explicado las diferencias
teóricas y prácticas entre preparación y prevención. Las resoluciones de las asambleas
generales de la ONU, al hacer referencia a alerta temprana como un factor básico de la
cultura de la prevención, confunde ambas nociones. El Sistema de Alerta Temprana
(SIAT) se encuentra bajo la responsabilidad de Protección Civil, un organismo que, de
acuerdo con sus atribuciones, se orienta al “conjunto de tareas humanitarias destinadas a
proteger a la población civil contra el peligro de las hostilidades y de las catástrofes,
ayudándola a recuperarse de los efectos inmediatos, así como a facilitar las condiciones
necesarias para su supervivencia” (Protocolo I de la Convención de Ginebra, 1977: 47).
Así, las labores del organismo se centran en preparar a la población en caso de
contingencia y atenderla en la emergencia. Además, el SIAT cumple una función
preparativa, que se dirige a informar a la población en torno a la concreción de las
amenazas con las cuales conviven, no ha generar condiciones preventivas:
Una de las respuestas más efectivas para reducir la vulnerabilidad humana al cambio ambiental es reforzar mecanismos de alerta temprana. Se pueden tomar muchas acciones para proteger la vida y propiedad si se reciben alertas en tiempo. Mientras que algunas amenazas son inherentemente impredecibles, muchas de éstas que ocurren como consecuencia de la degradación y manejo inadecuado del medio ambiente, y debido a actividades antrópicas pueden al presente ser anticipadas con algún grado de precisión. Las capacidades de alerta temprana se incrementan de manera constante, con avances tecnológicos en la observación del ambiente, su evaluación y comunicaciones. La alerta temprana es la identificación y evaluación oportuna del surgimiento de nuevas amenazas ambientales que en el largo plazo pueden afectar negativamente la vulnerabilidad de las personas, de los ecosistemas y de los servicios que éstos proporcionan (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2010).
195
Aunque la preparación debería articularse con la prevención, no son sinónimos y en la
práctica no siempre van a la par. Además, la prevención involucra muchas aristas, no sólo
“el desarrollo y la transferencia de tecnología” y “la educación y la formación profesional, la
información pública y las actividades de sensibilización”. Las soluciones centradas en la
técnica son limitadas, niegan el carácter político de las respuestas, a la vez que
desconocen y obnubilan las necesidades, experiencias y prácticas locales. La prevención
no sólo se debe orientar al desarrollo de capacidades para enfrentar un fenómeno
adverso, sino que debe englobar transformaciones en las decisiones políticas, los modelos
económicos y los problemas sociales, que construyen y reconstruyen contextos
vulnerables. Igualmente, debe aglutinar procesos de recuperación y mitigación de riesgos,
que contribuyan a reducir las pérdidas y a transformar las condiciones reproductoras de
escenarios de vulnerabilidad y productoras de desastres.
Por otro lado, estas resoluciones continúan colocando el acento en los fenómenos de
la naturaleza, tipificando a las catástrofes como “naturales” y a los sismos, sequías y
huracanes como riesgos para las sociedades, o bien como sinónimos de desastre. Aun
cuando ya para la promulgación del decreto que declara el DIRD habían pasado al menos
dos décadas desde los primeros cuestionamientos a estas nociones, la formulación de sus
estrategias de acción evidencia la vigencia de estas confusiones. Actualmente, las
decisiones políticas continúan actuando, muchas veces, de espaldas no sólo de las
experiencias locales sino del conocimiento académico. Es cierto que se han abierto
nuevas brechas analíticas, pero aún persisten conceptualizaciones que limitan la
comprensión de los procesos de desastres y, por ende, de la capacidad de incidir en ellos.
Políticos, funcionarios públicos, medios de comunicación siguen reproduciendo ideas que
generan ambigüedades y confusiones en torno a estas temáticas, colocando el énfasis en
la naturaleza y en las poblaciones vulnerables como las “culpables” de las catástrofes.
1.1. La cultura de la prevención en Chetumal
México, como estado miembro de la ONU ha asumido las resoluciones que han
emanado desde la organización en torno a la promoción de una cultura de la prevención.
Como sinónimo de ésta, ha surgido la idea de la cultura de protección civil, bajo la premisa
de que, si una población es vulnerable o no responde “adecuadamente” al riesgo y a los
196
desastres, entonces carece de tal cultura. En este país el modelo de Protección Civil como
organismo formalmente constituido se produjo tras los sismos de 1985, como una forma
de estructurar un sistema de relaciones entre el gobierno y organizaciones no
gubernamentales para proteger a los ciudadanos de los peligros y riesgos frente a los
desastres. De acuerdo con Macías Medrano, al hablar de la necesidad de generar una
cultura de protección civil se “hace referencia a la creación colectiva de actitudes,
creencias, orientaciones, expectativas, valores y, sobre todo, normas, conductas y
prácticas compartidas (con diferentes intensidades) por los miembros de una unidad
social…” (Macías Medrano, 1999: 42).
En Chetumal, las ideas en torno a esta “cultura” se encuentran muy presentes, tanto
en el discurso de los funcionarios de las instituciones públicas como en la población y
están directamente relacionadas con las acciones de preparación y respuesta que se han
implementado en torno a la amenaza de los huracanes. En una entrevista a Santiago,
exdirector de la Coordinación Estatal de Protección Civil, me hablaba en torno a dicha
“cultura” que, según él, fue transmitida a través de ese organismo y asumida por los
habitantes de la ciudad:
De igual manera, hemos o se permeó, al menos en los años en que yo estuve allí, a la población sobre la cultura de, en general, Protección Civil, pero en específico de los huracanes. En qué hacer, antes y después del paso de un fenómeno hidrometeorológico. Y eso es muy importante para nosotros, ya que Quintana Roo apenas tiene cuarenta y tantos años de formado como estado ¿no? y hemos recibido muchas personas que vienen de otros estados o de otros países y esas personas no han vivido lo que es el paso de un fenómeno hidrometeorológico. Entonces lo que se ha hecho es bombardear en medios de comunicación, qué hacer antes, durante y después del paso de algún fenómeno hidrometeorológico. Se crearon las redes sociales de Protección Civil Estatal y tuvimos muy buena acogida de la ciudadanía porque inmediatamente se empezaron a inscribir en las páginas de Facebook, Twitter, Instagram y demás ¿no? (Santiago, 28 de noviembre de 2016).
La cultura de protección civil se centra, fundamentalmente, en la educación y en la
formación de la población a través de diversas estrategias de comunicación que
garanticen la constante difusión de información en torno a las amenazas de los huracanes.
Dentro de esta divulgación de información, el Sistema de Alerta Temprana para Ciclones
Tropicales (SIAT-CT) tiene un peso fundamental, pues a través de las alarmas periódicas,
clasificadas a partir de distintos colores, se va comunicando a la población la cercanía,
intensidad y posibles afectaciones del ciclón. Este sistema organiza las principales
acciones que se deben desplegar y está dirigido al personal del Sistema Nacional de
197
Protección Civil (SINAPROC), así como a sus dependencias y organismos de apoyo.
Desde el SIAT-CT se elaboran boletines de alertamiento durante las temporadas de
ciclones tropicales y se definen:
una serie de medidas generales que deben ser implementadas en cada una de las etapas por los integrantes del SINAPROC; las etapas están definidas por cinco colores, los cuales van desde peligro mínimo a máximo, en orden ascendente de acuerdo a la proximidad del fenómeno y grado de peligrosidad definido como un promedio de sus vientos máximos y del tamaño del ciclón tropical (Cavazos, 2015: 67).
No obstante, Collins (2009) señala que la alerta temprana se centra, básicamente, en la
capacidad para predecir un evento desastroso y asegurar que las personas que están en
riesgo conocen lo que está sucediendo. Ello constituye sólo una esfera de los múltiples
aspectos que debe englobar el manejo de los desastres, si en realidad se busca reducir
las condiciones de riesgo. Desde la Gestión Integral de Riesgo de Desastres (GIRD)
incluso se establece que un sistema de alerta temprana existe cuando se faculta a las
poblaciones en riesgo para que actúen con tiempo suficiente y de manera adecuada ante
el peligro, de tal manera que reduzcan daños personales, la pérdida de vidas humanas y
afectaciones a las propiedades y al medio ambiente. La comunicación es fundamental, en
este sentido (GIRD, 2014).80
Pero, además de la generación y difusión de información, la cultura de la prevención
engloba las responsabilidades del organismo de Protección Civil, su capacidad de
atención y respuesta, materializada en aspectos como la habilitación de refugios y
albergues, el seguimiento de la trayectoria de los fenómenos hidrometeorológicos, la
evacuación de las personas que habitan en las zonas más expuestas o con viviendas más
frágiles, la atención a la población y la articulación con otras instancias para asegurar la
restauración de los servicios básicos e infraestructura afectada. Vicente, funcionario de
Protección Civil, lo describe de la siguiente manera:
Para proteger la vida humana y las cosas materiales se creó este sistema que antes se conocía como Sistema de Avisos y Alerta, hace como veintitantos años y aquí en el estado de Quintana Roo. Hemos sido pioneros en ese sentido a nivel nacional, e incluso de muchas regiones del planeta. Que hace años no teníamos la infraestructura ni la tecnología que tenemos hoy en día, pero teníamos herramientas para dar seguimiento o detectar las zonas donde se pudieran dar sistemas tropicales. En ese sentido, si nosotros sabemos que estamos en el paso de los huracanes acá en la Península, que todos los años estamos bajo la amenaza, por eso la palabra de ciclón, porque es cíclico, todos los años, así como llueve puede haber huracanes… entonces las autoridades a nivel estatal han diseñado estrategias para enfrentar ese tipo de eventualidades,
80 Más adelante profundizaré en torno a la GIRD.
198
pensando en la protección de la población, de cómo vamos a protegerlos, cómo vamos a orientarlos y cómo vamos a apoyarlos en caso de un huracán (Vicente, 15 de septiembre de 2016).
Nuevamente, la “cultura” que se esboza parte de un discurso institucional que se concreta
en una serie de medidas orientadas a las situaciones de emergencia, para resguardar la
vida de las comunidades afectadas y sus bienes materiales. Para ello, se plantea la
necesidad de “permear” a la población de esta “cultura”, partiendo de la presunción de que
no existen prácticas de seguridad y autoprotección al interior de los grupos sociales y que,
en tal sentido, es necesaria la coordinación de las autoridades gubernamentales para que
la sociedad asuma creencias y prácticas relacionadas con su seguridad. En el Programa
Nacional de Protección Civil 2014- 2018, por ejemplo, se señala como una de las mayores
debilidades del SINAPROC la falta de promoción de la cultura de protección civil, lo cual
ha repercutido en una limitada participación social en la práctica de conductas de
autocuidado que contribuyan a reducir las muertes y lesiones. Además, se insiste una vez
más en la necesidad de instruir a las personas a través de campañas de sensibilización e
información, así como a establecer programas permanentes que impulsen esta cultura,
con especial interés en los sectores con altas condiciones de vulnerabilidad.
No obstante, investigaciones realizadas desde la antropología permiten afirmar que las
sociedades han desplegado históricamente capacidades para afrontar crisis, incluidos los
desastres, como han sido las investigaciones desarrolladas por Gaillard (2011), Bankoff
(2003), García Acosta et al., (2012) y Padilla Lozoya (2014a), referidas en el capítulo I.
Incluso, como lo explicaré más adelante, en el caso de Chetumal, las personas han
desarrollado sus propias prácticas para protegerse y resguardar sus bienes. Prácticas que
se encuentran en relación directa con sus experiencias, memoria colectiva y
conocimientos transmitidos generacionalmente. Aunque también las narrativas
institucionales han permeado en la población, pues los habitantes de la ciudad reproducen
en sus testimonios el discurso oficial y señalan la existencia de una “cultura” de la que
antes carecían:
Sí, sí hay esa cultura, te digo, si algo podemos pues decir es de que sí, el gobierno tanto municipal como estatal tienen un sistema de información muy eficiente y sobre todo que la gente está muy pendiente de ello ¿no? Apenas escuchan que hay una pequeña tormenta que puede ser peligro para el estado, en ese momento se instala el Consejo de Protección Civil, que lo tiene que presidir a fuerzas el gobernador, al menos en la instalación. Y si es grave, grave, si tiene que estar el gobernador, hasta el Secretario de Gobiernos, los Presidentes Municipales, sí, el ejército, la marina, la policía, ósea, hay una conexión muy, muy interesante, este, eso si lo podemos decir. O sea,
199
independientemente del gobierno que sea ha funcionado y eso ha evitado que haya daños de más, o sea los normales que puede haber con un evento de este tipo. Pero es la cultura que tenemos, no tomamos a la ligera un huracán, no como en otros lados que a veces escucho. Ahora, como el último que pasó y que se murió no sé cuanta gente porque el gobierno no tiene esa cultura de la prevención… En cambio aquí no, aquí viene la armada, la marina de México y el ejército y te saca. Si tu casa no garantiza tu seguridad, tienen órdenes de entrar y sacarte de tu casa y llevarte, y así lo han hecho a varias gentes. Si no va a pegar en Chetumal, por ejemplo, y va a pegar en la zona norte, se organizaban brigadas de apoyo. El ejército para poder abrir carreteras en caso de que se haya caídos postes o árboles para que fluyan los víveres, se cuidaban los aeropuertos para que pueda seguir el tráfico aéreo y poder traer víveres en su momento. Se les pedía a la Cámara de Comercio, se les pide hasta ahorita, en dado caso que no tengan daños fuertes o severos, al otro día abran sus puertas para que la gente pueda adquirir víveres. Los hospitales se prevén, los médicos quedan acuartelados, por decir algo, para prever todo eso. O sea, hay todo un sistema de organización (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
El testimonio del señor Adrián expresa una relación directa entre el papel del Estado y la
creación de la cultura de la prevención, donde las acciones que emanan de los
organismos públicos tienen un peso fundamental. Se trata de una concepción que,
además, está presente en la mayoría de los comentarios de los entrevistados. Así, la
narrativa que se ha construido en torno a esta idea se relaciona con el desarrollo de una
eficiente gestión de las autoridades y los organismos a su cargo en el manejo de las
situaciones de emergencia, particularmente en lo que se refiere a la presencia de los
ciclones tropicales. Ello incluye, tanto los planes de preparación que abarcan la
infraestructura necesaria para atender a la población en cuanto a refugio y alimentación,
como la limpieza de espacios públicos y la disposición de personal especializado de las
diversas instancias públicas. Pero también engloba la difusión oportuna de información
adecuada, que permita a las personas actuar en consonancia a la ocurrencia del evento.
En dicha información se coloca el énfasis en recomendaciones orientadas al antes,
durante y después de la concreción de la amenaza, así como el seguimiento diario de los
fenómenos hidrometeorológicos, que se actualiza dos veces al día en la página oficial de
la Coordinación Estatal de Protección Civil y se comunica constantemente por radio y
televisión local y estatal.
Bajo este escenario, es necesario insistir en que estas medidas dan cuenta del
despliegue de prácticas preparativas no preventivas, centradas en el evento coyuntural y
que emanan de unas directrices institucionales claramente establecidas ¿Cómo asumir
entonces que se trata de una cultura de la prevención? Más bien refiere a un contexto
local influenciado por narrativas de carácter internacional y asumidas por las instancias
200
nacionales, donde la burocratización y formalización de las instituciones tienen un rol
fundamental. Como lo señala Klein (2009), las representaciones del mundo son
elaboradas de forma consciente y se manifiestan por medio de la dominación social, de las
relaciones de poder. Es cierto que éstas influyen en la cultura a través de la hegemonía y
el control político, pero no configuran ni crean un nuevo acervo cultural.
Hablar acerca de la necesidad de generar y promover una cultura de la prevención
pasa por el desconocimiento mismo de lo que implica la cultura como “un esquema
históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de
concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales
los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a
la vida” (Geertz, 1989: 88). Además, involucra asumir que, sin la guía de los organismos
del aparato del Estado no se pueden generar conocimientos y prácticas entre la población
que les permitan sortear los embates de eventos coyunturales. Lo cual, de acuerdo con las
investigaciones antropológicas, es completamente falso.
1.2. Las experiencias frente a los huracanes
De la mano de las plataformas discursivas dominantes se ha construido una
representación social de la cultura de la prevención. La población de Chetumal ha
interiorizado la información emanada de las instituciones y ha asumido que realmente
existe esta “cultura” y que, gracias a ello, se encuentran mejor preparados para enfrentar
la amenaza de los huracanes. No obstante, la asimilación de esta narrativa se encuentra
atravesada por la experiencia, por las relaciones históricas que se han establecido con el
territorio y las dinámicas de la naturaleza, las cuales encuentran su mayor concreción en
la interacción con los ciclones tropicales. Así lo expresa el señor Adrián al preguntarle
acerca de los factores que, según él, han delineado la cultura de la prevención:
Por un lado, la experiencia que ha tenido la gente chetumaleña. La antigua, con el ciclón Janet, la del 74 con el ciclón Carmen y los ciclones que nos han pegado ¿no? Que han visto que es devastador, si te atontas te lleva, no es un juego. Entonces han visto las consecuencias de esos ciclones. Pero además el gobierno se ha interesado por política pública de proteger a sus gentes. Yo recuerdo de Chucho Martínez, desde David Gustavo Gutiérrez Ruiz, que fue el primer gobernador, no constitucional, pero si el primer gobernador, desde ahí se empezó, pero más con Jesús Martínez Ross. Y se fue afianzando mucho cuando llega el licenciado Pedro Joaquín ¿Por qué? Porque ahí si le ha pegado más fuerte, en Cozumel, en la zona norte y él siendo cozumeleño traía todas esas experiencias de esos ciclones y se empieza a manejar muy en serio… Son las formas en que nos preparamos nosotros ya ahorita y te digo, ya no hay ese miedo al huracán ¿no? porque como ya lo conocemos, ya hemos vivido. Tenemos esa cultura de la
201
prevención en caso de huracanes. La gente que no es de aquí es la que tienen temor si viene esto, pero nosotros que ya hemos vivido esto, no tememos a esto del huracán (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
Cuando hablo de experiencias me refiero “a aquellos procesos vitales sociohistóricos,
dinámicos y complejos, individuales y colectivos, que son vividos por personas
concretas…: tienen un contexto, es decir, se despliegan en un trasfondo histórico, político,
social y cultural particular, fuera del cual no es posible comprenderlas” (Fuentes Pino y
Ugarte Caviedes, 2015: 13). Así, aunque se asumen los discursos oficiales y se acepten
los conocimientos científicos y las soluciones técnicas emanadas de las instituciones, los
chetumaleños también han construido una relación experiencial, individual y colectiva con
el medio (tanto físico como construido) en el que viven. El territorio se ha ido
transformando en un lugar que es habitado, desde acciones que vinculan a la población
con el espacio, lo cual va generando diversas influencias de ese entorno hacia el sujeto y
la colectividad que, a su vez, poseen la capacidad de transformarlo, dando cuenta de una
profunda interrelación entre ambos. Aunque los eventos coyunturales producen una
desarticulación de lo cotidiano, también generan una serie de experiencias y
conocimientos que nutren la relación entre el territorio y la vida cotidiana de sus
pobladores, que son transmitidos y apropiados, pero, al mismo tiempo, constantemente
actualizados (Salgado, 2014).
En los relatos de los pobladores de Chetumal, es posible observar cómo el
conocimiento de su territorio y las experiencias históricas de interacción con los huracanes
les han permitido desplegar determinadas prácticas, que en algunos casos han sido
heredadas generacionalmente y otras han sido desarrolladas desde sus propias vivencias.
Ello, les ha permitido estar alertas, preparados y lograr reducir los daños materiales tras el
evento coyuntural. Rocío, por ejemplo, señaló en una entrevista la importancia de vincular
la experiencia familiar con la experiencia institucional, pues la participación de la sociedad
es importante en la manera cómo se enfrentan los huracanes. Al respecto, refirió los
conocimientos transmitidos por su abuelo:
Ya tenemos costumbre ¿no? A mí, por ejemplo, cuando en la ciudad de México me dicen que va a temblar me puedo morir, pero cuando aquí me dicen que va haber huracán por mi formación desde niña, como fui familia grande, mi abuelito nos enseñó cómo pasar el huracán protegidos, en una casa fuerte y con todos los alimentos a la mano… Mi abuelo nos decía que de ninguna manera podía permitir, primero, que nos quedáramos en la casa, “mira, Irma” le decía a mi mamá “cuando hay un huracán, cuando te anuncian un huracán, nunca desestimes lo que te dicen. Si hay huracán,
202
si va a venir un huracán, ¿sí? a donde podamos refugiarnos nos vamos a ir, no te vayas a empecinar en quedarte en tu casa. Eso es terrible porque no sabes lo que va a suceder”. Mi abuelo era chiclero, trabajaba en el monte. Entonces sabio mi abuelo, mi abuelo decía “si en el momento en que a mí me dicen hay un huracán”, él personalmente se encargaba de ir por nosotros, de llevarnos a donde estemos refugiados, conseguirnos agua… y siempre nos decía “tienen ustedes que aprender que cuando hay un huracán con quien estén tienen que refugiarse bien y ver que tengan alimentos suficientes porque no sabemos cuántos días podemos estar encerrados” Entonces el agua y las laterías ¿si? los focos y las linternas de manos, eran lo más importantes para enfrontar un huracán, y protegerse bien en alguna casa. Ésas eran las enseñanzas de mi abuelo respectos a los huracanes… (Rocío, 24 de octubre de 2016).
Con relación a las propias vivencias, los pobladores más ancianos de la ciudad
aprendieron fundamentalmente de las experiencias con los huracanes Janet (1955) y
Carmen (1974); y con las constantes amenazas se acostumbraron a convivir con la
posibilidad siempre latente de la ocurrencia de algún ciclón tropical. Más allá del temor o la
incertidumbre, se mantienen alertas y en permanente preparación. Obviamente, se trata
de un estilo de vida que se fue construyendo a través del tiempo, adaptando la
cotidianidad al fenómeno natural. El segundo semestre de cada año, período en el cual se
manifiesta la temporada de ciclones tropicales, es común el seguimiento de la información
meteorológica, la compra de víveres y acopio de agua, así como el almacenamiento de
todo lo que consideran necesario para “pasar el huracán”.
Igualmente, la atención a las lluvias es permanente, debido a las constantes
inundaciones de gran parte de la ciudad. Además, identifican las zonas más propensas a
sufrir los embates de la lluvia y el viento que acompañan al ciclón, cuales infraestructuras
son más frágiles y cómo deben resguardar sus bienes materiales. Diferente a lo que
sucede con migrantes de reciente data que, sin conocimientos ni experiencias previas,
cuentan únicamente con la información emanada de los organismos del Estado y que, de
acuerdo con Adriana, muchas veces se quedan en un plano muy general sin aportar
recomendaciones particulares, más puntuales, que sólo la experiencia puede dar (Adriana,
31 de octubre de 2016). Marcos, profesor de la Universidad de Quintana Roo, migró a
Chetumal a principios de la década de los noventa y comentó en una entrevista sus
impresiones en torno a la forma cómo viven los pobladores de la ciudad su relación con
los huracanes:
Han vivido aquí toda la vida. Toda la vida se han enfrentado con la lluvia, con los huracanes, pienso que es parte de la vida cotidiana del chetumaleño enfrentar a los huracanes, enfrentar a lo de las tempestades… Por lo menos están mejor preparados que nosotros que venimos de afuera ¿no? ¿sabes? Quizás el uso más intensivo de la radio por los chetumaleños es en esa época. Ahí están todos con sus radios, con sus pilitas, oyendo la información. Por lo menos, anímica y
203
psicológicamente están preparados… Me parece que tantos años de sufrir lo mismo sí les ha dado preparación. La gente está acostumbrada a que hay un período en el año en que se abre la temporada de huracanes y que, eventualmente, en ese período tiene que reunir víveres, que, eventualmente, en ese período tiene que tener madera para tapar sus casas, que, eventualmente, en ese período, hay enfermedades vinculadas a los mosquitos y entonces tienen que mantener sus patios limpios. Como que en el calendario cívico de la ciudad sabes vas a perder dos o tres semanas a veces por año por atender esos fenómenos porque es parte de la vida en la región. Eso es lo que llamaría estar preparado, que en tu calendario de días laborables o de tu calendario cívico sabes que hay días que no vas a hacer lo que sueles hacer porque tienes que estar atendiendo o tapando las ventanas de tu casa o cortando los árboles que están cerca para que no caigan cuando venga el huracán. Eso es estar preparado y la gente lo sabe. Y saben las fechas. Bueno ahora con el cambio climático se están moviendo las fechas, pero, incluso para las lluvias torrenciales que yo te digo que veía de dos o tres semanas, la gente bien a gusto en su casa, adentro, tomando ron, bien rico, tomando whisky, platicando. Eso es estar preparado, pues sabes que está lloviendo, vamos a platicar, vamos a cocinar, vamos a beber (Marcos, 25 de noviembre de 2016).
Siguiendo a las psicólogas chilenas Anita Fuentes Pino y Ana María Ugarte Caviedes
(2015), las experiencias involucran resultados particulares que generan reacciones en las
personas y son ellas las que, al pensar, sentir y vivir esos hechos, en el seno de un
contexto y situaciones determinadas, construyen a su vez nuevos contextos, relaciones y
situaciones. Cada experiencia es fuente de aprendizajes y puede conducir a adquirir o
fortalecer conocimientos críticos desde lo cotidiano. Por ello, los lineamientos emanados
del marco institucional no dictan el nacimiento de una “cultura”, se incorporan a un mundo
de significados, representaciones y conocimientos que ya existen y que los amoldan al
propio bagaje conceptual de los sujetos y las colectividades.
No obstante, existe una sobrestimación por parte de la población en torno a sus
propias experiencias y nivel de preparación, así como de la eficacia y oportuna respuesta
de las instituciones, particularmente de Protección Civil. Si bien es cierto que hay un
incremento de las capacidades, conocimientos técnicos, preparación y atención, tanto de
los organismos correspondientes como de la población civil, no se han producido
transformaciones en los factores que condicionan la amenaza que representan estos
fenómenos naturales. El saberse lo suficientemente preparados y experimentados, ha
generado en los chetumaleños una sensación de seguridad y, en este sentido, una
percepción distorsionada del riesgo (Klein, 2009). Es común escuchar entre los
comentarios de los pobladores que ya no tienen miedo, que se toman muy en serio las
alertas y se preparan, pero que la experiencia y la gestión del gobierno garantizan el
resguardo de las personas y sus bienes materiales. Como lo señaló Petra en una
204
entrevista, “como que está la actitud de -tenemos que prevenir, pero no nos va a pasar
nada-. Es una ambivalencia. O sea, el chetumaleño sabe en el fondo o espera en el fondo
que no pase nada. Sí prevengo, pero como que en el fondo espera que no pase nada”
(Petra, 25 de noviembre de 2016).
Yo creo que las personas que hemos vivido los ciclones no nos preocupa tanto nuestra seguridad como seres humanos, que ponga en riesgo nuestra vida ¿no? porque estamos preparados para hacerle frente al evento, sí. Entonces no nos va a agarrar desprevenidos, eso tenlo por seguro. Y ahorita todos, por el face, por ejemplo, hay gente que jala del Sistema Meteorológico de Miami, lo jala y cualquier cosa que ven, sólo ven perturbación en el Atlántico, o sea, que va afectar el Caribe y empiezan a monitorearlo ¿no? Entonces, eso nos ha ayudado mucho y hasta cuando ves tú que “ah, está pasando por aquí, Puerto Rico y Cuba. Ah, va a subir o va a bajar”, ya sabes tú más o menos, tú te haces tú idea de cómo va, están las proyecciones... Ya uno lo ve ¿no? por la experiencia que uno tiene en ese tipo de cosas, pero pues la gente aquí afortunadamente está muy preparada para esto y el gobierno si apoya mucho en ello ¿no? (Adrián, 26 de noviembre de 2016).
De acuerdo con Klein (2009), existen sujetos y poblaciones que desarrollan una
deformación en el proceso perceptivo, lo cual produce desequilibrio entre el riesgo con el
cual se convive y las representaciones que se han creado en torno a ese riesgo. Allí, la
información difundida por las autoridades tiene un peso fundamental y contribuye a
generar un escenario subjetivo marcado por la “normalización” y/o menosprecio de las
amenazas naturales. Como señalé en el primer capítulo de esta investigación, una cosa es
la construcción social del riesgo y otra su aprehensión significativa. El escenario material
da cuenta de procesos históricos y sociales que han reproducido y profundizado los
riesgos, pero también van configurando formas simbólicas de comprender dichas
construcciones que, muchas veces, no se corresponden con su concreción material.
Además, la lectura e interpretación de los fenómenos naturales adversos depende del
lugar social del sujeto y de su relación con el contexto en el que se inscribe
subjetivamente, lo cual se encuentra igualmente condicionado por la eficacia ideológica de
las relaciones de poder en las que se ha formado (Altez, 2009b).
Los comentarios de Vicente, funcionario de Protección Civil, en una conferencia que
dictó a estudiantes universitarios y a la cual tuve la oportunidad de acompañarlo, denotan
esa reproducción de un discurso que, fundamentado en las directrices institucionales,
contribuye a construir una percepción particular de las condiciones de riesgo con las
cuales conviven los chetumaleños:
…pues ya no nos asusta, simple y sencillamente, si tienes protección en tu casa, tu casa es de mampostería, tienes tu despensa, tienes tu gas, tienes qué comer y tomar, cierras tu puertita, órale, todos a dormir y si es en el día entreténgase con la televisión. Y así ya no sentimos tan feo, cuando
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pasó en el año 55, qué infraestructura tenía la ciudad, no teníamos infraestructura, nadie nos avisó, no sabíamos absolutamente nada. Nada más sabía que empezaba el mal tiempo y todos a correr porque sabían que era un huracán, pero hoy en día ya tenemos el Sistema de Alerta Temprana, ya tenemos más conocimiento de los huracanes, sabemos cuándo inicia, cuándo está la temporada más activa, que es agosto, septiembre y octubre, que es cuando hay mayor formación de sistemas y que estamos en mayor riesgo que uno pase sobre la localidad... ya vean que al menos acá en la Península se tiene esa cultura, ya tenemos el sistema nuevo de alerta temprana, que ya nos avisa con mucha anticipación que viene el mal tiempo y sólo tenemos que esperar a ver qué pasa, cómo nos va, cómo queda todo para volver a acomodar toda la infraestructura. Y pues bueno ya vemos que el gobierno ha implementado el famoso FONDEN, o sea, recursos adicionales para dar vuelta a la normalidad, principalmente a las zonas urbanas. Si el gobierno del estado, si el gobierno municipal no tiene el recurso, pues llega ese dinero fresco, en material o dinero, se adquiere y al final de cuenta del resultado salimos nosotros beneficiados… (Vicente, 15 de septiembre de 2016).81
Aun cuando los planes y programas implementados desde Protección Civil hayan
generado un cambio significativamente positivo en la previsión y atención a las
contingencias, ello no se traduce en una transformación de las condiciones de riesgo y de
la exposición de los habitantes de la ciudad a la amenaza de los huracanes.82 Los factores
estructurales asociados a la construcción del riesgo y la profundización de las condiciones
de vulnerabilidad siguen vigentes, en medio de discursos hegemónicos centrados en el
contexto del desarrollo, que reproducen patrones de ocupación, dominio y apropiación del
territorio que coloca a la población en peligro y que tienen implicaciones importantes en la
dinámica de la naturaleza que, muchas veces, conllevan resultados impredecibles.
Las narrativas hegemónicas se consolidan en las representaciones que los grupos
sociales hacen del espacio natural y construido. Ello genera sentimientos de seguridad y
protección, toda vez que las diversas experiencias de los desastres han develado que el
conocimiento especializado no ha sido suficiente para generar soluciones que realmente
transformen los contextos sociales, más allá de medidas paliativas y perpetuadoras de las
81 “El Fondo de Desastres Naturales de México (FONDEN) fue establecido a finales de los años 90’s como un
mecanismo presupuestario para apoyar de manera eficaz y oportuna a la rehabilitación de la infraestructura federal y
estatal afectada por desastres naturales… fue originalmente creado como un programa dentro del Ramo 23 del
Presupuesto de Egresos de la Federación de 1996, y se hizo operacional en 1999 cuando se emitieron sus primeras
Reglas de Operación… En la actualidad, el FONDEN está compuesto por dos instrumentos presupuestarios
complementarios: el Programa FONDEN para la Reconstrucción y el Programa Fondo para la Prevención de Desastres
Naturales (FOPREDEN), y sus respectivos fideicomisos… Sin embargo, en reconocimiento de la necesidad de
promover el manejo proactivo del riesgo, el gobierno de México comenzó, a inicios de los años 2000, a asignar recursos
específicamente destinados a actividades preventivas.” (Banco Mundial y Coordinación Nacional de Protección Civil,
2012). 82 La promoción de refugios vecinales, las cocinas comunitarias, los boletines meteorológicos, el SIAT-CT, las
estrategias de divulgación como conferencias, campañas de sensibilización, formación en las escuelas, cuentan entre las
principales acciones enmarcadas en los planes y programas de Protección Civil en Chetumal (Vicente, 13 de septiembre
de 2016).
206
condiciones generales en las que viven las personas cotidianamente (Collins 2009). Como
lo señala Klein (1999), retomando a Mansilla, la maquinaria del Estado influye en las
formas de conciencia social y, por ende, el manejo ideológico que se hace, bien sea por
medio de la información difundida o por las necesidades inmediatas de ayuda humanitaria,
tienden a obnubilar los elementos de fondo que dan origen a los eventos coyunturales y,
en consecuencia, impide develar su verdadera esencia, que se encuentra en los procesos
de construcción de escenarios de riesgo que facilitan su ocurrencia. Se confunde la
realidad concreta con las causalidades aparentes de los desastres.
Además, cuando las sociedades “normalizan” las amenazas con las que conviven, se
incrementa la fragilidad ante las consecuencias de los fenómenos adversos,
instituyéndose una inmunidad subjetiva, que lleva a los individuos a ignorar o subestimar
los peligros, particularmente aquellos más frecuentes (Ruiz Guadalajara, 2005). Como lo
explica García Acosta (2003), la normalización de los riesgos con los cuales convive una
sociedad es un elemento que se debe combatir, pues incide en los procesos de
preparación, prevención y mitigación ante la ocurrencia de eventos desastrosos,
perpetuando así las condiciones de vulnerabilidad y profundizando los efectos
devastadores.
2. Prácticas culturales entre los chetumaleños
Greg Bankoff, en su obra Cultures of disaster. Society of natural hazard in the
Philippines, centrada en el estudio de la relación que la sociedad filipina ha construido
históricamente con los fenómenos naturales, afirmó que las personas han desarrollado
adaptaciones culturales ante una “experiencia de vida frecuente”, aún en medio de
condiciones de desventaja, gracias a formas de organización social, cooperación y
conductas humanas particulares. Señala la existencia de una cultura de los desastres, ya
que las amenazas naturales son tan frecuentes en su historia que se han ido integrado
dentro de la cotidianidad. Afirma que, aunque en las ciencias sociales occidentales los
desastres son caracterizados como un evento anormal, las comunidades e individuos en
Filipinas los han aceptado como parte de su vida, evidente en numerosos aspectos de la
cultura que pueden ser vistos como productos de la adaptación a los eventos desastrosos.
207
Se refiere a cultural coping mechanisms o mecanismos culturales para enfrentar la
concreción de las amenazas naturales (Bankoff, 2003; 2007).
De acuerdo con Bankoff (2003; 2007), el capital social, las relaciones de amistad y las
redes de apoyo son factores importantes en la consolidación de esa cultura de los
desastres. Las estrategias de producción y movilización de recursos alimenticios, la
migración, la arquitectura y diversas formas constructivas, además de una actitud
particular frente a las catástrofes, que se manifiesta en chistes, historias,
conmemoraciones religiosas, también fueron estrategias adoptadas históricamente para
hacer más manejables las pérdidas dentro de la memoria colectiva de las comunidades.
La población ha desarrollado auténticas prácticas preventivas, transformando su
cotidianidad desde su interacción con la presencia frecuente de ciertos fenómenos
naturales.
En Chetumal se encuentran presentes mucho de los elementos referidos por Bankoff
como evidencia de la presencia de una cultura de los huracanes. Sin embargo, considero
adecuado hacer referencia más bien al desarrollo histórico de experiencias y acciones
individuales y colectivas que tienen asidero en las dinámicas culturales de la población en
la interacción con los huracanes, que a la existencia de una cultura de los desastres, al
menos en este caso. Aunque las experiencias se han transformado en conocimientos
sobre el entorno natural y construido, así como en prácticas de preparación y estrategias
de adaptación, y se han construido referentes comunes que se han consolidado en la
memoria colectiva, resulta más preciso hacer referencia a un conjunto de capacidades y
habilidades desarrolladas en el seno de un contexto cultural particular, más que al
nacimiento de una cultura.
Como lo refiere Altez, las respuestas que una sociedad construye frente a las
dinámicas de la naturaleza con las cuales interactúa a lo lardo de su historia, pueden ser
comprendidas como “estrategias adaptativas”. Éstas “son el resultado de la puesta en
práctica de recursos contextualmente determinados. Con ello, en tanto adaptación (es
decir, adquisición de recursos y condiciones que permiten la supervivencia y la
reproducción), las sociedades apelan a la cultura para enfrentar exitosamente todo lo que
identifican como “amenaza” (Altez, 2015: 440). No se trata entonces de una cultura de los
desastres, sino del desarrollo histórico de ciertas formas de enfrentar los efectos e
208
impactos derivado de la presencia de los huracanes, que guardan relación directa con la
cultura de una sociedad. Estas estrategias “son y han sido culturalmente construidas y,
como tal, deben ser entendidas” (García Acosta, 2001: 118). En ellas profundizaré en los
siguientes apartados.
2.1. Preparación y adaptación
En Chetumal existen prácticas preparativas y estrategias de adaptación que son
comunes y compartidas por la población, pero que se concretan en un nivel individual y/o
familiar, no en procesos organizativos al interior de las comunidades, ni a través de redes
sociales de ayuda mutua. Cuando la temporada de ciclones tropicales está por iniciar, la
población comienza a prepararse; principalmente, a través del almacenamiento de agua y
alimentos no perecederos, protección de puertas y ventanas de las viviendas, ubicación de
áreas de resguardo para los vehículos, abastecimiento de gasolina para plantas de
electricidad o quinqués, cuidado de documentos personales y bienes más preciados.
Igualmente, se ha generado el hábito de escuchar constantemente, a través de la radio y
la televisión, los boletines meteorológicos y las recomendaciones de Protección Civil.
La señora Mariana explicó de qué manera se preparan ella y su familia:
Se preparan, se previenen con mercancía, sus cobijas, colchonetas, abrigos para que se abriguen, eso es lo que hacen, prevenirse con todo. Suficiente comida, suficiente agua. Por eso desde que empiezan que “ahí viene un ciclón, está en tal parte, y viene buscando la costa de Quintana Roo”, ya empiezan a hacer su lista. Cuando ya está la cosa más seria, jálale, se van al súper, surten su despensa, sus garrafones de agua. Ya están prevenidos así, cobijas, ropa, enseguida llenan de cosas la camioneta y lo llevan hasta allá. Así, aunque nos pegó, hay que comer, en latería, pero hay, porque esa vez nos agarraron así, confiadamente [huracán Janet], por eso sufrimos tanta el hambre. No como ahora, ahora hay mucha ventaja que lo anuncian, ya sabes lo que tienes que comprar, que tienes que llevar para que te abrigues, proteger bien la ropa que no se moje, ya tiene uno la idea, en aquel tiempo ya te digo, en aquel tiempo no… Así que ahorita, pues como quien dice el que se ahoga, se ahoga porque quiere, porque como le digo aquí a los míos, “cuando oigan un ciclón, prevénganse, no se confíen, prevénganse de cerillos, encendedor”. Ahorita hasta lámpara hay de cargar corriente. Compren su lámpara, manténgalo cargado, cualquier cosa, no tenemos luz con eso se pueden alumbrar (Mariana, 06 de octubre de 2016).
El señor Adrián también describió cómo se preparan en su casa:
Cuando ya vemos que es inminente, que el huracán ya va a venir, nosotros tenemos la previsión, cerramos cortinas anticiclónicas, compramos agua, tenemos garrafones de agua de 20 litros, se llenan todos lo garrafones, se llenan los tanques de gasolina de los vehículos, se compra una provisión de latería, pan y galletas, se asegura el tanque de gas, se aseguran las tapas de los tinacos para que no vuelen y no se salga el agua y podamos tener agua potable al menos unos días, la cisterna se cierra bien y se aseguran los vehículos en lugares donde no les pueda impactar
209
un proyectil o algo. Tenemos velas y tenemos focos. En mi caso, yo tengo una planta, pensando en algo que pueda pasar ¿no? Eso es antes del huracán. Vemos que todo esté tranquilo. Sí, se prepara todo lo que tengamos que preparar, nuestro botiquín, por cualquier cosa, medicina si alguien tiene alguna enfermedad, agua y, por inercia, ya uno hace su despensa. Aunque sepas que en menos de 24 horas van a estar aviones trayendo o las tiendas comerciales van a estar vendiendo, sí, vas y haces tu despensa. Creo que ya se volvió genético y lo mismo, vamos a comprar lo que veíamos que mis padres compraban, es lo que vas y compras (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
En el caso de las colonias cercanas a la bahía, las personas que habitan en casas
autoconstruidas, de madera o de un solo piso de altura, evacúan la zona y se trasladan a
refugios o casas de amigos o familiares en la parte alta de la ciudad, pues las experiencias
previas demostraron que las áreas más expuestas al agua de mar se encuentran en
mayor riesgo. Igualmente, Protección Civil en coordinación con el ejército pasan en
camiones para asegurarse que las personas abandonen las colonias y vayan a sitios
seguros.
Mi yerno tiene una casa allá arriba, entonces cuando hay mal tiempo los soldados, marinos, todos empiezan a avisar. Hay que salir, o te vas a algún albergue o tienes casita arriba, te vas a tu casita allá, después del ciclón regresas. Pero así de que digamos que no vamos a salir, todos los de abajo tenemos que salir. Aunque vea usted esa casa alta, ella tiene que salir de allí [la vecina], no se puede quedar esa señora allí, ella cierra su casa y se va con su hijo. Todo esto queda desierto, hasta el otro día regresa, regresan a ver cómo quedó. Pues los de por acá cuando viene un ciclón ya se previenen, ya piensan “en tal parte vamos a ir”, es un refugio, buscan un refugio, eso es lo que hacen y ahorita lo más peligroso es la marea y los cables de luz… Entonces lo que previenen ellos es irse a un lugar más seguro, aunque después no pueden salir, pero como le vuelvo a decir, ya están prevenidos de todos. Hasta que les avisen que ya pueden salir, ya buscan su casa (Mariana, 06 de octubre de 2016).
Estas prácticas preparativas denotan un componente de las estrategias adaptativas:
incorporar la temporada de los ciclones a la vida cotidiana a través de acciones repetitivas,
que año tras años deben realizar. Como varias personas lo han comentado, la población
sabe que debe prepararse el primer semestre del año para la llegada de los huracanes en
la segunda mitad del año. Otras medidas han sido los cambios en los materiales de
construcción de las casas, la instalación de ventanas anticiclónicas, la incorporación de
una segunda planta en las viviendas, donde resguardar los bienes y, en caso de no
evacuar, proteger la vida. Además, estas estrategias toman en cuenta tanto a los
huracanes como a las inundaciones no asociadas con ellos. Incrementar el nivel de las
casas con respecto a la altura de las calles; comprar muebles de cierto tipo de material;
cementar jardines, tinacos, y bibliotecas; reducir la cantidad de objetos dentro de la casa;
modificar tanques de agua; construir canales para facilitar el curso de las aguas pluviales,
210
constituyen las principales medidas que han adoptado las personas que cuentan con
ciertas posibilidades económicas para adaptar sus estilos de vida y reducir las pérdidas
materiales.
Cuando llegamos a la casa esta área que es la sala- comedor, empecé a observar que se comenzó a hundir al centro ¿no? Entonces coincide con que queremos hacer la remodelación de la casa. Entonces cuando vino el arquitecto a plantear la remodelación vio esto, entonces dijo él “no, para evitar problemas cómo es arriba va a ser abajo, o sea, como es techo va a ser el piso”. Entonces se le hizo un entramado acá y le metió vigas, le metió cabillas, hizo un enrrejillado y le metió un colado. Entonces esta área como esa área son colados… Entonces es como un palafito… Pues yo, cuando hice la remodelación le dije al albañil “sabe qué, la cisterna pónmela alta”. Entonces le dije “súbemela para que así yo no tenga el pendiente de que se filtre agua sucia a la cisterna”. La bomba que está junto no está en piso, está en alto. Pedí que la subieran para no tener pendiente de estar pensando que la bomba se puede inundar. Igual la bomba que está acá, mi esposo la tiene sobre una casita de perro, que la mandó a poner encima. Y mis libros allá, mandé a hacer repisas de cemento, como esa orilla que ves allá, más o menos, mandé a poner unas repisas. Las repisas corren así y dan la vuelta, pero empiezan a 80 centímetros de alto. Abajo no hay nada. Dije “a mí no se me va a estar calentando la cabeza de que se me mojan los libros”. Entonces el librero es de cemento, la base y ya, luego le puse libreros de madera arriba. Y ahí los muebles son puros reciclados y así preveo que si viene el agua yo no tenga preocupación. Siempre trato de eso. Las bodeguitas que están acá las mandé a hacer, entonces es como para poner cosas abajo, pero se van para arriba mejor, las repisas. Y en el cuarto de servicio igual, mandé a poner unas repisas de cemento altas. Y mucha gente pues encomienda sus vehículos, incluso dije “tengo que comprar puro vehículo alto”. Siempre tenemos que estar llevando nuestros vehículos a algún lugar (Laura, 18 de octubre de 2016).
Un aspecto particular, en el caso de las personas que residen en las colonias más
antiguas y próximas a la bahía, ha sido la compra de vivienda por algún miembro de la
familia a través de los créditos blandos, o la construcción de casas en terrenos adquiridos
en la parte alta de la ciudad, pero sin mudarse de manera definitiva. Siguen viviendo en el
hogar de origen, pero en caso de huracán se trasladan junto con los demás miembros de
su familia a esas viviendas, en lugar de refugiarse en los espacios habilitados por el
gobierno.
211
Imágenes no. 35 y 36. Ventanas anticiclónicas
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 29 nov. 2016
Imagen no. 32. Mueble de cemento para proteger la cisterna de agua
Imagen no. 33. Bomba de agua lejana al nivel del suelo
Imagen no. 34. Muebles de cemento en alto para proteger los libros
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct 2016
212
En cuanto al desarrollo de organizaciones vecinales o redes de ayuda comunitaria, en
Chetumal no he encontrado evidencia de que se hayan consolidado estrategias de
adaptación a través de esas prácticas. La solidaridad se produce en el momento
coyuntural, pero no trasciende a través de procesos organizativos consolidados. Ni entre
la población más antigua ni en los sectores con menos recursos o de clase media he
logrado ubicar alianzas vecinales que se transformen en capacidades sociales para
enfrentar a las amenazas y que faciliten los procesos de recuperación. Las experiencias
se traducen en capacidades individuales y/o familiares, pero no en procesos de trabajo
colectivo. Se “echan la mano”, se donan medicinas, ropas y alimentos, ayudan con la
limpieza de espacios públicos, pero no existen alianzas comunitarias sólidas.
Bourdieu (1980; 1985) habló, justamente, del conjunto de relaciones y redes de ayuda
como elementos benéficos para un individuo o grupo social, a través de la noción de
capital social: “el agregado de los recursos reales o potenciales que se vinculan con la
posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de
conocimiento o reconocimiento mutuo” (Bourdieu, 1985: 248). Este capital puede ser una
variable esencial en la reducción de la vulnerabilidad, como lo señala Soares, es un factor
“imprescindible para generar y consolidar iniciativas de articulación y organización social
para hacer frente a los desastres” (Soares, 2014: 69). Las redes sociales, la solidaridad, la
Imágenes no. 37 y 38. Incremento del nivel del suelo para evitar las inundaciones
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 29 nov. 2016
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cohesión y los valores éticos conforman el capital social como un activo colectivo fundado
en conexiones e interrelaciones entre los actores sociales (García Acosta, 2009).
La ausencia de procesos organizativos y lazos de apoyo colectivo entre los
chetumaleños limita la consolidación del capital social al interior de las comunidades y, por
ende, el impulso de acciones que permitan el despliegue de estrategias adaptativas
locales para la prevención de desastres, que permitan “mejorar la sustentabilidad del
grupo en riesgo” (García Acosta, 2009: 125). El señor Santos, habitante de la colonia
exclusiva Andara, señaló la carencia de ayuda vecinal: “No, nadie se habla, nadie. No,
cada familia por su cuenta. Es una colonia de nuevos ricos y cada uno es más egoísta que
el otro” (Santos, 8 de septiembre de 2016). El señor Pascual, que habita en una casa
autoconstruida en la parte baja de la ciudad también me comentó:
No, fíjate que no. No vienen, ni se asoman. Se asoman para otras cosas, pero no, no se asoman. No hay ésa, como dicen, esa cultura. Al menos por acá, sí. Al menos por acá no hay. Como cada uno estaba ocupado con su problema, pues casi no se pone uno a pensar, no me pongo a pensar en eso. Si vienen o quisiera que vengan. Bueno, puede ser que sí sienta yo la necesidad de una ayuda, porque mientras más gente haiga para levantar una casa de madera, es mejor porque no es difícil… Pues sí, esto de la ayuda no, no casi nadie se lo espera. Como que no, yo estuve trabajando solito en esa casa, yo solito la tuve que arreglar. Subir y bajar, subir y bajar ¿sí? Solito y es que vinieron bastante gente, pero nadie. Es que todos están sobre su mismo problema, también. Eso es lo que pasa también, quizás no les permite el tiempo ayudar a nadie. Si, y yo pues también estoy en lo mismo, no puedo ayudar a nadie. Todos estamos en la misma soga (Pascual, 07 de octubre de 2016).
La ausencia de redes comunitarias se atribuye al crecimiento demográfico y a la constante
movilidad de la población, que limita la cercanía y los lazos de fraternidad entre vecinos.
Para los pobladores más antiguos, cuando la ciudad era más pequeña todos se conocían
y eso contribuía a establecer mecanismos de apoyo colectivo. Actualmente, la ausencia de
este recurso social es sentido como una debilidad para enfrentar las situaciones adversas.
Se ha perdido el espíritu de vecindad. Cuando éramos chicos sacabas tu silla a la puerta, en las nochecitas en la mecedora y chismeabas con todo el que pasaba y te contaba las anécdotas del día ¿no? Y todo el mundo se conocía. Ahorita no, ahorita vas a la plaza caminas y bueno a lo mejor saludas a dos que tres gentes, pero habrá 100 que ni los conoces, ni te conocen… Mi vecino de aquí al lado viene del Distrito Federal, tiene otras costumbres diferentes, sales y lo saludas y el otro se te queda viendo con cara de “¿por qué tan sociable?” ¿no? [risas] “¿qué le pasará?”. Todo ese tipo de cosas que ha traído la modernidad, hay gente de todas partes del país, hay gente de todas partes del mundo y cada quien viene cargando historia, cultura, costumbres y se empieza a hacer un mosaico de relaciones, de formas de comportarnos, de formas de comer, de formas de llevarnos ¿no? Entonces yo creo que eso por un lado enriquece y por otro lado te va quitando las costumbres y te va quitando el conocernos todos y el meternos en la vida de los otros, es parte de una comunidad chica ¿no? El ser metiche… ahora cada quien está metido en su burbuja, en su mundo, en su medio… Aquí los que nos conocemos, pues si empiezan las alertas, nos empezamos a
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llamar, pero muchas colonias no se conocen, pues a ver cómo estás, qué estás haciendo, en qué te puedo ayudar o en qué me puedes ayudar. Como que retomar eso ¿no? por colonias. Creo que hay protocolos incluso de protección, creo que Secretaría de Gobernación tiene los protocolos de cómo participar, no sólo para cuidarme yo sino como vecino. Entonces difundir, de seguro a los jóvenes les encantaría ser voluntarios, es algo que se le da al joven ¿no? y hay que promoverlo. Lo hemos dejado olvidado, pues trabajar sobre esto (Petra, 25 de noviembre de 2016).
Esta ausencia de capacidades colectivas, obviamente afecta de manera diferencial a los
diversos sectores poblacionales. Las personas con menos recursos económicos dependen
en mayor grado de la ayuda y solidaridad vecinal, al carecer de ese apoyo las
posibilidades de recuperarse con éxito y más rápidamente de un evento coyuntural, e
incluso de sobrellevar emocionalmente las condiciones adversas, se hace más
complicado. En esa misma medida, se incrementa su dependencia hacia las medidas
desplegadas desde las instituciones gubernamentales, donde las relaciones de poder y los
intereses políticos juegan un papel central en la distribución de ayuda post-desastre. Los
sectores de clase media y media alta, aunque no cuenten con redes de apoyo colectivo,
poseen mayores capacidades económicas que les permiten recuperarse de las pérdidas
materiales, reconstruir las infraestructuras afectadas y volver a sus actividades cotidianas
más rápidamente.
Lavell (2002) ha señalado como las personas que viven en condiciones de vida
precarias pueden acabar en la miseria total, mientras aquellos que controlan o poseen los
recursos económicos, el poder y un mayor rango de opciones para escoger, rara vez
estarán destruidos o inhabilitados, pues poseen ahorros, seguros y otros medios que les
proporcionan resistencia, adaptabilidad y capacidad de enfrentar eventos coyunturales y
recuperarse rápidamente. García Acosta (1996) ya refería, en la presentación del volumen
I de la obra Historia y Desastres en América Latina, la importancia de tomar en cuenta
tanto las estrategias adaptativas como la capacidad de recuperación en el estudio de los
procesos de desastre:
…si aceptamos que la sociedad no es un ente pasivo en el cual inciden determinados fenómenos naturales peligrosos, es necesario tomar en cuenta dos elementos más que, junto con la vulnerabilidad derivada del contexto específico, resultan claves en el estudio tanto histórico como contemporáneo de los desastres. Por un lado, las que denominamos estrategias adaptativas, que son aquellas medidas, actitudes, posturas que la sociedad afectada encuentra, adopta y adapta; por otro, la capacidad de recuperación de los diversos sectores o grupos sociales. Tanto las estrategias adaptativas como la capacidad de recuperación constituyen, a fin de cuentas, los elementos que permiten dimensionar los efectos del desastre, pues se derivan directamente del contexto específico y, por ende, de la vulnerabilidad diferencial existente que comprende tanto las
215
condiciones físicas como las sociales y económicas, que siempre serán igualmente diferenciales (García Acosta, 1996: 7)
Aunque las personas en condiciones de vida precaria pueden desarrollar diversas
estrategias para sobrellevar los daños derivados de los eventos coyunturales, la erosión
de los vínculos sociales y la ausencia redes de apoyo disminuyen las capacidades de los
individuos y sus hogares para sobrellevar las pérdidas en medio de situaciones de
carestía. Además, los bajos ingresos se unen a una serie de desventajas como la nula o
baja escolaridad, carencia de autonomía, subordinación y dependencia, angustia y
depresión, obstaculizando el autocuidado y el cuidado de los dependientes, y las
posibilidades de mantener relaciones sociales (González de la Rocha, en prensa). De allí,
la importancia de distinguir entre vulnerabilidad y pobreza pero, a la par, incorporar en los
estudios sobre desastres el factor económico como un aspecto fundamental en el análisis
de las condiciones de vulnerabilidad y en los procesos de recuperación.
2.2. Gestión Integral de Riesgo de Desastres: Procesos de recuperación y reconstrucción
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha implementado el
Programa de Apoyo a la Reducción de Riesgos de Desastres en México, que se encuentra
en consonancia con la Gestión del Riesgo de Desastres en América Latina y el Caribe,
una estrategia de la ONU orientada a la construcción de resiliencia a través del
fortalecimiento de la prevención, preparación, respuesta y recuperación frente a los
desastres. Bajo estos planteamientos se asoman dos objetivos fundamentales: por un
lado, la incorporación de la gestión del riesgo de desastres en las políticas públicas, ya
que a través de las leyes y las normativas se pueden construir las bases sobre las cuales
integrar la gestión del riesgo de desastres en los planes de desarrollo de los países. Por el
otro lado, prestar asistencia técnica para el establecimiento o la revisión de los marcos de
política pública, jurídicos y normativos de la gestión del riesgo de desastres, así como su
transversalización y aplicación; y la preparación de planes de acción para incluir la gestión
del riesgo de desastres en los procesos de desarrollo (PNUD, 2014).
La incorporación de México dentro dicho Programa se produjo tras el impacto del
huracán Isidoro en el sureste del país, ocurrido en el año 2002. De acuerdo con el
216
coordinador del Programa, Xavier Moya, se realizó un diagnóstico para detectar las
debilidades de las políticas institucionales de reconstrucción y recuperación post-desastre,
se involucró la participación de las comunidades en la formulación de las posibles
soluciones a implementar y se propusieron lineamientos concretos al Estado mexicano.
Aunque este huracán no afectó directamente el sur de Quintana Roo y el trabajo del
PNUD se centró fundamentalmente en el estado de Yucatán y algunas zonas rurales
cercanas a Chetumal, se obtuvieron diagnósticos generales del país:
Entonces, lo que hicimos después del Isidoro fue hacer como una especie de plan de reconstrucción propuesto desde la sociedad civil y desde la academia. En el 2002 no había experiencia en México de planes de recuperación digamos ¿no? que si en América Latina, que si en Asia, pero México tenía la idea de la reconstrucción de infraestructura y punto ¿no? Y sí fue un huracán que dañó muchas infraestructuras, sobre todo infraestructura turísticas, eléctrica y vivienda. Yo, si no tengo mal las cuentas, algo así como ciento cincuenta mil acciones de vivienda fueron necesarias, por lo menos noventa mil de reconstrucción total. Entonces digamos ante esos daños, el gobierno reacciona con el FONDEN y con las acciones de reconstrucción de infraestructura, básicamente…Y al iniciar en un breve análisis de riesgo según un sencillo diagnóstico, vimos que había que trabajar en las dos cosas al mismo tiempo. Nuestra vocación como PNUD era la recuperación y la prevención, una línea más de desarrollo de bajo riesgo, que es lo que hace PNUD afuera. Pero como en México no había otra intervención de la ONU, por la misma naturaleza el Sistema de Protección Civil mexicano y ser un país, además, con mucho más institucionalidad que otro, entonces vimos que no había opciones para fortalecer la parte de preparación y respuesta, entonces los primeros años hicimos las dos cosas al mismo tiempo y claro tuvimos resultado más rápidos en el tema de preparación y respuesta que es un tema en el que si bien es igual de difícil, igual de complejo, puede tener resultados más rápidos (Xavier Moya, 19 de septiembre de 2016).
En este diagnóstico, de acuerdo con Xavier Moya, también se detectó que las acciones de
preparación y respuesta han sido altamente efectivas en el caso de Chetumal y Cancún,
debido a las gestiones de la Coordinación Estatal de Protección Civil y al Sistema de
Alerta Temprana. Efectivamente, como lo referí anteriormente, ha habido avances
importantes en las fases preparativas y en la atención a la emergencia. Sin embargo, los
procesos de recuperación post-desastre siguen centrados en el restablecimiento de la
infraestructura dañada, en los daños materiales derivados de la concreción del fenómeno
natural. No existen procesos reflexivos, orientados a considerar la coyuntura como una
oportunidad para identificar las causas y consecuencia de los riesgos con los cuales se
conviven. Tampoco se advierte como una veta a través de la cual analizar la vulnerabilidad
social, económica y ambiental, así como apuntar al diseño y aplicación de prácticas que
eviten el surgimiento de riesgos futuros y que corrijan los riesgos presentes, es decir, que
se transformen en una verdadera gestión del riesgo. Ello se evidencia, además, en el
217
desbalance que existe entre la inversión en prevención y la inversión en atención a
desastres que realiza el Estado mexicano: se destina cinco veces más a reconstrucción
que a prevención y en los últimos ocho años el Fondo de Desastres Naturales de México
(FONDEN) recibió en promedio 12 veces más presupuesto que el Fondo para la
Prevención de Desastres (Cavazos, 2015).
La propia población señala que la intervención de las instituciones de gobierno se
orienta a la reproducción de las mismas condiciones que existían antes del huracán.
Entregas de láminas de cartón y zinc, otorgamiento de créditos blandos para la reparación
de las viviendas, limpieza de calles y desalojo del agua en zonas inundadas, restauración
de los servicios básicos, son las principales acciones en los procesos de recuperación. Lo
anterior resulta evidente si se advierte cuáles son los organismos que intervienen, cuyos
objetivos se encuentran centrados básicamente en un nivel operativo, entre ellos: la
Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), la Comisión Nacional de Agua
(CONAGUA), Obras Públicas Municipales, la coordinaciones estatal y municipal de
Protección Civil, la Secretaría de Salud y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral
de la Familia (DIF).
Se tiene a través de las diferentes dependencias, por ejemplo, el DIF se encarga de distribución de despensa, en recolectar con toda la población es antes, durante y después del huracán, tienen que tomar previsiones antes, durante y después. El antes, obviamente, entra el ejército para los albergues. El durante, para cuidar que nadie salga de sus albergues, nadie sale de sus casas y evitar el saqueo, las fuerzas públicas, recorriendo todas las tiendas en sí. Y el después, el DIF se encarga de recolectar alimentos, medicinas, pañales para recién nacidos, agua sobre todo, cobertores y todo, para tener un almacenamiento, eso previo ya, para que después entonces ya empieza todos los recorridos en las zonas que conocemos vulnerables, frágiles, para ir repartiendo despensas, agua y repartir todo ese tipo de cosas. El Comité Estatal de Protección Civil a través de todas las dependencias, por ejemplo la Secretaria de Obras Públicas sale de inmediato en coordinación con las autoridades municipales para limpiar toda la ciudad y en el caso de las zonas rurales lo que se hace después, es llevarles alimentación, ahí si definitivamente es llevarles alimentación, llevarles láminas de cartón que generalmente en las comunidades rurales las casas son de láminas de cartón, llevarles agua, todas las provisiones necesarias para después de un huracán, limpiar caminos, hay carreteras que se bloquean, pues tienen que limpiar los caminos. [También] hay específicamente programas federales en donde se aportan créditos blandos, se aportan apoyos importantes para la construcción de la vivienda (Rocío, 24 de octubre de 2016).
En cuanto a la población, ya he insistido en la carencia de procesos consolidados de
organización vecinal. Las personas básicamente orientan sus esfuerzos a regresar a la
cotidianidad. Entre amigos y familiares existe la solidaridad, que se centra en asegurarse
que los seres queridos se encuentren bien y sus casas a salvo, y se apoyan en la
218
reconstrucción de las infraestructuras dañadas. Más allá de eso, no he encontrado
información que me permita hablar de procesos de recuperación colectivos al interior de
las colonias, ni entre la población en general, que fomenten planes de ayuda post-desastre
o luchas organizadas para exigir asistencia por parte del gobierno.
A nivel institucional, ciertamente, ha habido interés en el post-desastre, en el
fortalecimiento de los organismos de asistencia, así como en el despliegue de recursos y
personal orientado a facilitar el proceso de recuperación. Pero no se puede hablar de una
Gestión Integral de Reducción de Riesgo de Desastres si esa recuperación se centra en la
mera reconstrucción, en devolver a la “normalidad” a las poblaciones afectadas. Se habla
mucho de prevención, sin embargo, mientras permanezcan vigentes e incluso se
reproduzcan las condiciones que propician los daños que se derivan de la ocurrencia del
fenómeno natural, no se podrán desarrollar verdaderas estrategias preventivas y cualquier
esfuerzo se verá limitado tras la llegada de un nuevo ciclón. Se trata de un proceso sin
solución de continuidad: los riesgos derivan en pérdidas materiales y humanas, las
intervenciones paliativas restituyen el escenario social que reproduce esos riesgos y al
concretarse un nuevo evento coyuntural, regresan esas pérdidas e incluso se complejizan.
De acuerdo con Lavell (2003), la gestión del riesgo de desastre es un proceso social
complejo, que tiene como finalidad última la reducción o la previsión y control permanente
del riesgo de desastre en la sociedad. Para alcanzar tales propósitos, esta gestión debe
estar integrada al logro de pautas de desarrollo sustentables en términos humano,
económico, ambiental y territorial. En este sentido, es fundamental identificar y
comprender los procesos y actores sociales que contribuyen a su construcción; tomar en
cuenta aspectos subjetivos del riesgo, desde percepciones, cosmovisión, imaginario,
intereses y necesidades de los distintos actores sociales; formular políticas y estrategias
de intervención y apoyos; así como la implementación de proyectos concretos,
susceptibles de evaluación y retroalimentación. Además, se debe incidir sobre los riesgos
presentes, pero sobre todo en los futuros. La gestión de los riesgos ya existentes puede
involucrar acciones que influyan poco o aglutinar cambios significativos, mientras la
gestión prospectiva se orienta hacia el riesgo que aún no existe, es decir, a la prevención,
y se despliega en relación directa con los procesos de planificación del desarrollo.
219
3. Percepciones y representaciones de los huracanes
Comprender las condiciones de vulnerabilidad y las capacidades de la población para
enfrentar las amenazas con las cuales convive, implica reflexionar en torno a las
percepciones sociales que se han construido con respecto a dichas amenazas. Éstas no
significan lo mismo permanentemente, sino que se resignifican histórica y culturalmente, al
variar su significado, se modifica la condición subjetiva de la vulnerabilidad y, en esa
misma medida, la vulnerabilidad también cambia material y concretamente (Altez, 2006).
Se trata de elementos simbólicos que atienden a condiciones particulares del entorno y
que, de esa manera, se transforman como consecuencia de la propia dinámica del acervo
cultural en el cual se encuentran suscritos. Sin embargo, esa transformación no es lineal,
por el contrario, pueden convivir diferentes significaciones con relación a un mismo
fenómeno en el seno de una sociedad. En Chetumal, por ejemplo, las percepciones en
torno a los huracanes entre la población se manifiestan en diversas interpretaciones y
representaciones que se encuentran atravesadas por sus propios conocimientos,
creencias y experiencias, pero también por la memoria colectiva y las explicaciones
científicas del fenómeno natural, develando significados que son complejos y múltiples.
Para algunas personas, particularmente para los profesionales entrevistados que
migraron a la ciudad luego de la década de los ochenta, los huracanes son simplemente
fenómenos de la naturaleza, que rompen la cotidianidad y permiten la renovación de
selvas y bosques. Además, no son culpabilizados de los daños derivados de su presencia,
sino que se acepta la responsabilidad de los seres humanos en las afectaciones que se
producen. Incluso, rechazan explicaciones fundamentadas en creencias religiosas a partir
de las cuales los ciclones son vistos como castigos divinos, con características
sobrenaturales.
Los adventistas y los testigos de Jehová, una vez estuve platicando con unos y le atribuían, por ejemplo, que Dios está muy molesto con nosotros, Jehová en este caso para ellos, y que por eso está recalentando el mundo y están los desastres naturales, las inundaciones, para que nosotros despertemos nuestra conciencia y nos portemos bien. Cuando tú le dices una cuestión científica al respecto dicen que no, que es un mandato divino, que es un mandato de Jehová. Sólo con ellos me he enfrentado a esto ¿no? Sí, porque una vez aquí en la puerta de la casa se tocó eso y les digo “el recalentamiento global, eso es normal porque nosotros lo estamos haciendo talando árboles” y tú “no, Jehová lo está mandando como castigo y van a venir bolas de fuego, inundaciones y van a venir huracanes que van a destruir todo” y ellos así lo manejan… Pero para renovar maleza y todo ese tipo de cosas, creo que la naturaleza sabe por qué lo está haciendo. Que nosotros también somos los responsables de lo difícil o de lo fuerte que venga o de lo devastador que sea un huracán pues es cierto, por lo que le hemos hecho a la naturaleza. Pero
220
tiene sus cosas positivas, como ésa ¿no? que de repente se va a caer un árbol viejo y va a surgir otro tipo de árbol (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
Para los chetumaleños más ancianos, más bien es un fenómeno perjudicial que trae malos
vientos. Quizás esta percepción de los huracanes se relacione con los recuerdos de Janet,
cuyas pérdidas humanas y materiales fueron significativas, pues los vientos y las
inundaciones afectaron gran parte de la ciudad. Por ejemplo, la señora Mariana los
describió como fenómenos negativos debido a la destrucción que ocasionaron,
confundiendo los huracanes (es decir, la amenaza) con el desastre:
Pues yo pienso que son malos, son malos vientos porque destruyen, porque por más que sea ahorita estamos como diciendo, estamos fuertes porque hay casa así, no muy fácil las puede tirar, pero en aquel tiempo, pues sí. Oíamos decir un ciclón y ya estábamos temblando. Nos acordamos del ciclón Janet y ya estamos temblando (Mariana, 28 de octubre de 2016).
Pero al preguntarle si creía que el fenómeno tenía algún significado en particular, enfatizó:
No creo, no creo, porque dicen estos que estudian eso de los ciclones que el ciclón viene del calentamiento de agua del mar porque como dicen que ya el sol ya se rompió no sé cuántas capas de ozono, ya nos está agarrando, ya que más, entonces el agua hierve y ella ya entonces previene el ciclón, por eso ya trae nombre porque es como si naciera, como un bebé que nace sería, les ponen nombre ahora (Mariana, 28 de octubre de 2016).
También es común que las personas refieran a los ciclones como “desastres económicos”,
debido a los daños materiales que ocasionan, tanto a los bienes personales como a las
infraestructuras públicas. Además, algunos sostienen que tienen implicaciones
diferenciales, mientras son perjudiciales para las personas son benéficos para los
políticos, porque pueden aprovechar la coyuntura para la corrupción, con la malversación
de los fondos que otorgan para los procesos de reconstrucción y ayuda post-desastre.
Mira, yo he llegado a la conclusión y parece que para el pueblo es malo, pero es bueno para los funcionarios, para el gobierno es bueno, sí. Porque ellos “ah, es un desastre” y piden miles de millones de pesos, según ellos para reconstruir. A la FONDEN, creo que la FONDEN se llama. Ellos ahí piden miles de millones de pesos, que según ellos para ayudar al pueblo. Solamente nos están regalando láminas de cartón de esas láminas podridas, viejas y corrientes, además. Ese es lo que he llegado a la conclusión, eso no tiene tiempo que yo he venido entendiendo… Para esas fechas del Dean fue donde ellos estaban teniendo y que nos regalan pura basura y eso es lo que hacen ellos, regalarle al pueblo pura basura y entre ellos yo estuve mucho tiempo y he llegado a la conclusión que ellos son los que se hacen del dinero, que a la FONDEN le piden lo que quiera y el FONDEN les dan lo que les pide, sí, porque es para beneficio del pueblo. Y no es cierto, es beneficio para ellos porque es donde aprovechan la oportunidad para pedir porque no hay negativa, porque se lo dan, pero no para que lo usen para el pueblo, lo usan pero para su bolsa, sí… Pues es bueno para los de allá, sí, pero malo para nosotros los pobres, por decir. No, no nos beneficia (Baltazar, 01 de octubre de 2016).
221
Igualmente, ciertas interpretaciones en torno a las dinámicas de la naturaleza se han
transmitido a través de familiares o conocidos que se relacionan con la “lectura” del
entorno natural. Por ejemplo, si el cielo está rojo o “empedrado” o si está “muy caliente el
sol” es porque viene un huracán o se desatarán epidemias. Dos testimonios son
representativos al respecto:
Mi abuelo, él era chiclero, entonces pues vivía permanentemente en el monte y bajaba pues de vez en vez a Chetumal, te estoy hablando del Chetumal que era antes Payo Obispo. Entonces él, como todos nuestros ancestros, como la gente mayor, si se dejaba llevar por sus instintos de cómo ve el tiempo, de cómo ve las condiciones. Mi madre, por ejemplo, me decía “hoy está empedrado el cielo o hoy está rojo el cielo. Creo que tendremos un huracán cerca”, ¿no? o “está insoportable el calor, seguro nos toca huracán este año” ¿no? Son expresiones que yo escuché desde chica de parte de mi mamá y de mi abuelo (Rocío, 24 de octubre de 2016)
Similar a lo que recordó Rocío, que le comentaban su abuelo y su mamá, la señora María
señaló:
¿Usted no se dio cuenta del cielo cuando quedó rojo, rojo? Como tres días así estuvo apareciendo, pero un rojo como candela. Yo salí como a las 6 de la tarde y veo aquel rojo, rojo. A las 6 de la tarde ya está oscureciendo y eso no es el sol, le digo a su nuera de mi hija “¿ya viste el cielo?” “Ah si, si antes aparecía lengua de fuego”,” ay cielo santo”, le digo, “algo está anunciando”, “¿no será ciclón?” me dice ella, “no”, le digo, “lo que está es anunciando sol más fuerte”, “¿usted cree?”, “ahí lo vas a ver”. Fuerza del sol es eso y de eso nos puede venir una epidemia. Planta el sol, ahí veras, ahí verás las epidemias que pueden caer (Mariana, 06 de octubre de 2016).
Otro aspecto particular, es que las personas que ya tienen experiencias previas con los
huracanes coinciden en afirmar que prefieren vivir en un lugar donde lo común sean los
ciclones y no los terremotos. Aquellos “avisan, son previsibles”, los terremotos no.
Además, “ya sabemos qué hacer”, “estamos acostumbrados”. Es, precisamente, la
convivencia histórica con este fenómeno lo que ha desplazado los sentimientos de temor y
les ha permitido construir procesos de aprendizaje. Aunque también la fe ha encontrado
asidero entre la población y, como lo explicaré en los siguientes apartados, la construcción
de relatos y representaciones materiales ha contribuido a la consolidación de una memoria
colectiva en torno a esta interacción con las dinámicas de la naturaleza. Ello, sin contar
con el peso que tienen los medios de comunicación en las concepciones que se producen
en torno a los huracanes. Se pueden encontrar, por ejemplo, notas de prensa en el Diario
del Sureste, Novedades del Sureste y Diario de Yucatán que hablan de la “furia
devastadora de la naturaleza”, “desastres ocasionados por la naturaleza” y adjetivos como
huracán “asesino”, “fuerza de serie”, “espectacular”.
222
3.1. Janet: recuerdos, relatos y memoria de una ciudad
La memoria es una elaboración colectiva, a través de las relaciones sociales se
producen y transforman los recuerdos y los acontecimientos, se construyen versiones de
algún hecho e incluso se genera el olvido. Hablar de memoria colectiva refiere a los
pensamientos y sentimientos que son compartidos por las personas que, sin
necesariamente ser cercanas, han vivido un mismo hecho. “Es una construcción social
donde la memoria no se encuentra en la persona si no en la relación entre ellas y su
entorno; es compartida, transmitida y construida por el grupo; y configura representaciones
que quedan cristalizadas, fijadas, que se refuerzan en los lugares donde sucedió un
acontecimiento” (Fuentes Pino y Ugarte Caviedes, 2015: 25).
Un aspecto característico del huracán Janet ha sido, precisamente, la manera cómo
permeó la historia de Chetumal y se insertó en la memoria colectiva de sus pobladores.
Las propias características del fenómeno natural con las particularidades de un contexto
social carente de experiencias previas y sin las capacidades, conocimientos y preparación
adecuada, aunado a las pérdidas humanas y materiales, contribuyeron a “fijar” en la
memoria de los chetumaleños al Janet como un ciclón único en la historia de la ciudad.
Yo lo viví [el huracán Janet]. Yo soy de aquí de Chetumal, aquí nací, aquí me estoy envejeciendo, he visto los ciclones, he sufrido con mi familia los golpes del ciclón. De eso no ha vuelto a haber otro, otro ciclón así, no. Ha habido otros ciclones, pero no como ese… El Janet ha sido el más fuerte, le digo que de ése no he visto otro.... De todos los ciclones el Janet es el más famoso, ha sido el ciclón que de veras vino a acabar con Quintana Roo (Mariana, 06 de octubre de 2016).
De acuerdo con la información recolectada durante el trabajo de campo, en torno a este
fenómeno natural se han construido una serie de narraciones, algunos carentes de
comprobación empírica pero que se han instalado en el imaginario social y transmitido
generacionalmente. A ello han contribuido recuerdos que han sido plasmados en
monumentos como el Renacimiento, o en canciones, como las de La princesa Chetumal y
El hada Janet. Tres relatos son particularmente populares entre la población. “El soldado
decapitado”, por ejemplo, habla de la valentía de un joven militar que perdió la vida
durante el paso del ciclón por la ciudad. La señora Mariana contó una versión de dicho
relato:
Ya le digo en aquel tiempo del ciclón una viejita de acá, de Los Caimanes no quiso salir de su casa, era de dinero, no quiso salir de su casa, ahí murió. Ya entonces llegó el viento y el agua ya subió, muerta segura y un soldado que la fue a rescatar, voló la lámina de zinc y le quitó la cabeza, el
223
Imagen no. 40. Reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera
cuerpo encontraron. En eso murió ese pobre soldado, por ir a rescatar a la viejita (Mariana, 06 de octubre de 2016).
Otro relato comúnmente conocido, y del cual si existe evidencia de su veracidad, es la
lámina de zinc que se levantó, voló y se incrustó en un poste de luz de madera. De
acuerdo con los entrevistados, ese poste no fue removido y durante años fungió como un
recuerdo material de la fuerza del viento. Aunque ya no existe el original, se instaló una
reproducción del mismo en las inmediaciones del boulevard Bahía, junto con una placa
que refiere lo sucedido.
Imagen no. 39. Lámina de zinc incrustada en el poste de madera
Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico
Tomada por María N. Rodríguez Alarcón, 27 sep. 2016
224
Tomada por María N. Rodríguez Alarcón, 27 sep 2016
Imagen no. 41. Placa que acompaña la reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera
También es muy conocido el relato de la “casa voladora”, con sus variantes el
acontecimiento es repetido una y otra vez en los testimonios de los entrevistados.
Tenemos la casa voladora, hay una casa voladora que se elevó de sus cimientos y se fue hasta el parque de Los Caimanes que está más adelante, frente a una iglesia, la iglesia Sagrado Corazón de Jesús. Ignoro cómo, pero antes no estaban muy divididos en manzanas, pues yo me imagino que entre todos los vecinos levantaron esa casa, atravesaron y la volvieron a poner en su lugar, que ahorita ya es patrimonio, eso, sí. Entonces ya la familia ya no vive ahí, era la familia Bello Sosa. Y todavía tiene así su letrerito “La Familia Bello Sosa” (María, 03 de octubre de 2010).
El señor Adrián lo relata de otra manera:
Esa es la casa que dicen que se movió, la casa voladora, es más, simple y sencillamente que como era de madera su piso y, generalmente, antes se le ponía un tipo de sellador que aquí se le llamaba Nevalink, es un sellador negro de un derivado del petróleo, sí. Entonces se le ponía al piso, para mí eso fue lo que hizo como una balsa la casa. Entonces la movió, la arrancó de los polines que tenía porque todas las casas de aquí eran de medio alto, piloteadas ¿no? entonces la movió, la arrancó y la ubicó donde tenía que estar. Me cuenta el hijo de un señor que vivió y que estaba en esa casa, inclusive dice que cuando amanece y abre no ve nada, simple y sencillamente había desaparecido todo, sí (Adrián, 01 de noviembre de 2016).
No he encontrado una versión más “formal” de lo sucedido con la “casa voladora”, sin
embargo, aún persiste como “sobreviviente” del huracán Janet. Como este, son múltiples
los relatos, algunos reconstruidos a partir de sus propias vivencias y otros narrados a partir
de la reproducción de historias y cuentos tejidos en torno al evento coyuntural. Pero,
resulta significativo que varios de esos relatos han sido fortalecidos por el discurso oficial y
materializados a través de diversas estrategias, como la reproducción del poste de
225
madera, que forma parte del atractivo del boulevard Bahía, principal área de esparcimiento
de la ciudad.
El monumento Renacimiento también fue construido como una manera de
conmemorar el huracán Janet e igualmente forma parte del boulevard Bahía. En él se
plasmaron los tres relatos anteriores, contribuyendo a su consolidación en la memoria
colectiva de la población. Además, se ha construido una representación simbólica del
huracán como una mujer que emerge de las aguas con cabellos revueltos por la fuerza del
viento y la ciudad ha sido significada en forma de recién nacido que, sostenido en brazos
por Janet, renace en medio de los destrozos. Padilla Lozoya, refiere a los vehículos de la
memoria como esos elementos de carácter material que “transportan una parte del pasado
al presente en fragmentos que constituyen una carga de múltiples espacios y momentos”
(Padilla Lozoya, 2009: 306).
Fuente: Crónica Chetumaleña: el huracán Janet, 2012
Imágenes no. 42 y 43. La “casa voladora” y la placa que la acompaña
226
Fuente: Crónica Chetumaleña: el huracán Janet, 2012
Imágenes no. 44. Monumento Renacimiento.
Imagen no. 45, 46 y 47. Detalles del monumento Renacimiento
Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 27 sep. 2016
227
Siguiendo a Fuentes Pino y Ugarte Caviedes (2015), la memoria colectiva constituye
una forma de construir un legado que permite recrear el pasado y concebir el presente,
como una transformación constante en búsqueda de estrategias que fortalezcan sus
intereses colectivos. Janet sin duda ha fungido como un estandarte de un pasado, de un
fenómeno devastador que tuvo la intención de destruir a la ciudad pero que, gracias a la
fuerza de su pueblo, “renació victoriosa”. Fue un “parteaguas”, “un antes y un después” del
huracán, son frases que se repiten una y otra vez en los comentarios de los chetumaleños
y que sugieren la idea de una ciudad que sobrevivió con profundas transformaciones luego
de un evento traumático, que se llevó vidas y posesiones materiales. Aunque ciertamente
Janet tuvo implicaciones particulares en aquel contexto, también ha fungido como
justificación de la añoranza por un pasado que el ciclón destruyó y después de lo cual
“todo empezó a cambiar”.
Además, el peso simbólico que desde la práctica política se le ha otorgado al huracán
ha contribuido decididamente en su valoración social y al significado colectivo que posee.
El fenómeno natural ha sido representando como un elemento trascendental del pasado,
reivindicado desde la reminiscencia heroica del devenir histórico de la ciudad. Como lo
señala Altez (2000), la dinámica histórica y social de las relaciones de poder, no sólo
determinan las respuestas culturales ante el evento desastroso, sino también la forma en
la que éste se construye concreta y subjetivamente. El presente enmarcado dentro de un
panorama ceñido a las nociones modernas de progreso, donde el tiempo resulta un
suceder irreversible, el pasado no retorna más que dentro de su utilización política y de
manera tendenciosa, contribuyendo a consolidar una memoria donde se promueve la
conservación de aquello de lo cual se valen los intereses dominantes. En efecto,
“Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las
clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades
históricas” (Le Goof en Agudo Guevara, 1999: 62).
Desde esta perspectiva, puedo afirmar que se ha producido una resignificación del
fenómeno natural y, con ello, de la concreción de otras amenazas ocurridas con
posterioridad al Janet. Ningún otro ciclón tiene referentes materiales que le otorguen
inteligibilidad, no son conmemorados y reedificados constantemente en el discurso
dominante. Lo anterior tiene implicaciones, además, en la condición subjetiva de la
228
vulnerabilidad. Las narrativas oficiales hablan de otras condiciones materiales,
infraestructuras más seguras y mejores, mayores conocimientos científicos y aplicaciones
tecnológicas, que limitan el impacto de los ciclones, entonces se “corta” subjetivamente el
riesgo con el cual se convive y la amenaza de los ciclones, por ende, las condiciones de
vulnerabilidad de la población. En tales circunstancias, se debe comprender que la
subestimación de los ciclones como un agente potencialmente destructor, es parte de la
dinámica histórica, de transformaciones simbólicas en torno a las amenazas con las que
se conviven y no una “evolución” del contexto social, que ha generado una disminución y/o
desaparición de las dinámicas estructurales que producen los riesgos y exponen a la
población a situaciones de vulnerabilidad.
3.2. San Judas Tadeo: santo patrono de los huracanes
El orden universal que estructuró el pensamiento occidental y que permeó sus colonias
antes de la modernidad, se encontraba amparado en la fe. No interesaba advertir
críticamente los fenómenos de la naturaleza, por el contrario, eran sociedades en donde la
mayor parte de la población se encontraba excluida de los conocimientos formales y su
comprensión del entorno natural se basaba en el discurso evangelizador (Altez, 2006). El
investigador Juan Carlos Jurado Jurado (2001), sostiene que esa relación de lo religioso
con los fenómenos naturales actúa otorgándole un origen sobrenatural a los males que
perjudican a las poblaciones. Entonces, el castigo divino es empleado como
representación cultural y explicación de las “catástrofes”, situación que toma aún más
fuerza debido a la precariedad de los medios para enfrentarlas.
En el territorio que actualmente ocupa Chetumal, a diferencia de la mayoría de otras
regiones de América, el proceso de conquista y colonización fue breve. Si bien logró
disminuir y dispersar a la población indígena, así como desplazar sus patrones de
asentamiento, no fue lo suficientemente estable y duradero como para llegar a consolidar
un poblado en ese territorio. Como lo referí en el segundo capítulo, la colonización inició
en el año de 1526 y se materializó con la fundación de Villa Real, cuya existencia fue más
bien corta, pues su abandono definitivo se dio en 1532. Debido a ello, no existieron
referentes religiosos instaurados desde el catolicismo, no hubo un proceso sistemático de
transformación de las creencias de los pobladores, pues sencillamente no se desarrollaron
229
asentamientos estables con personas a quienes convertir a la fe cristiana. Cuando se
fundó la ciudad en 1898, la población la conformaron migrantes provenientes de diversas
partes de México, Honduras Británica y otros países del mundo, cada uno con sus propias
creencias, valores y tradiciones.
A diferencia de otras localidades, nunca hubo un santo patrono o una virgen en
Chetumal, un referente religioso a quien pedirle favores y orar por su intervención frente al
Ser Supremo. Incluso ante la continua presencia de huracanes, no surgió como en otros
casos similares ninguna divinidad a quien encomendarse cada año frente a la temporada
de ciclones tropicales. Sin embargo, en el año 1998 con la inminente llegada del huracán
Mitch a la ciudad, aunado a los pronósticos en torno a una posible destrucción total del
sureste mexicano y a la pérdida de gran cantidad de vidas humanas, surgió por primera
vez un santo patrono: San Judas Tadeo.83 Sin embargo, tuvo una particularidad que lo
hace distinto a otros casos estudiados, tanto en México como en otras regiones incluso en
Europa, ya que nació de las creencias de una migrante procedente de la Ciudad de
México, no de un oriundo de Chetumal ni del interés de un representante de la Iglesia
Católica.
El 28 de octubre de 2016 tuve la oportunidad de asistir a la celebración eclesiástica,
que se instauró como una tradición anual en acción de gracias a San Judas Tadeo, y de
entrevistar tanto a la Sra. Paquita Rivero, precursora de las peticiones al santo, como al
sacerdote David Ju, encargado de realizar la misa en su honor todos los años. De acuerdo
con el testimonio de la Sra. Paquita, quien ha sido gran devota de San Judas desde que
vivía en la Ciudad de México, donde asistía a las misas que se celebran en la Iglesia de
San Hipólito el día 28 de cada mes en honor al santo, cuando se informó acerca de la
llegada del huracán Mitch a Chetumal, el gobernador Mario Villanueva, quien era su amigo
cercano, le hizo una llamada telefónica y la instó a “colgarse” del santo. Así, lo recordó:
La noticia de que va a haber un ciclón y dan la primera alerta, la segunda alerta y en la tercera alerta, pues ya supuestamente el ciclón ya venía para acá y me habla el gobernador Mario Villanueva. Que yo siempre he sido devota de San Judas Tadeo y me dice “Paquis, cuélgate de los
83 “Los humanos declarados santos fueron personas que se distinguieron por sus características morales, por su labor en
beneficio de la sociedad o por su identificación y comunicación con divinidades. A esos santos, los creyentes suelen
invocarles apoyo en situaciones de emergencia individual o colectiva, ya sea por causa de desastre o desgracia personal.
Algunos santos además son denominados santos patronos, porque algún rasgo característico los relaciona con una
habilidad particular, ya sea intervención divina o protección simbólica, lo cual produce una percepción reconfortante o
esperanzadora para el creyente. En su mayoría, los santos patronos surgen cuando un colectivo los declara, los invoca y
la súplica puede resultar positiva o negativa” (Padilla Lozoya, 2014: 97).
230
tenis de tu santo porque esto viene duro, ya están las bolsas, ya está todo para que cuando pase esto nos vengan a recoger”, o sea muertos ¿no? Me dice “yo no me voy a ir, me dicen que yo saque a mi familia de acá” y entonces él me dijo “no me voy a ir, me voy a quedar con mi familia, así que cuélgate de sus tenis”. Y ahí, bueno hasta ahí quedó, ya entra, pues estábamos esperando todos que entrara el Mitch, porque fue el Mitch y de repente me dicen “ya se fue”. Entonces, tú sabes lo que era pues para todo Chetumal que se haya ido este mal tiempo que nos iba a entrar y me vuelve a llamar el gobernador y me dice “oye, te colgaste bien”. Me habla otra vez el gobernador y me dice “mira, tu santito nos hizo el milagro”. Para eso estaba la fiesta de San Judas, de la Expofer y me vuelve a llamar y me dice “Paquis, vamos a hacer una misa en el muelle, encárgate de eso (Paquita, 04 de noviembre de 2016).84
Como lo señala Geertz, los eventos que producen desconcierto y sufrimiento se presentan
como “radicales desafíos a la proposición de que la vida es comprensible y de que
podemos orientarnos efectivamente en ella” (Geertz, 1989: 97). Las rogativas nacen de las
angustias y frustraciones de las sociedades, debido a su incapacidad para dominar el
medio. Esas manifestaciones les otorgan la certidumbre en los poderes divinos para
restablecer el curso regular de la naturaleza, pues los seres humanos pueden adaptarse a
84 Mujer, anciana, migrante de Ciudad de México y creyente de la religión católica.
Imágenes no. 48, 49 y 50. Procesión y misa en acción de gracias a San Judas Tadeo
Tomadas por María N. Rodríguez, 28 oct 2016
231
cualquier cosa que su imaginación sea capaz de afrontar, pero no pueden resistirse al
caos. Las representaciones relacionadas con los santos protectores contra desastres son
un fenómeno socio-religioso que funciona como consuelo emocional. La función
característica del ser humano y la de su bienestar es la comprensión, mientras su mayor
temor es enfrentarse con lo que no puede explicar, con el “misterio”, con aquello que no
puede controlar (Padilla Lozoya, 2014b; Jurado Jurado, 2001; Geertz, 1989).
El párroco David Ju comentó lo siguiente:
Nos llegaron reportes del huracán Mitch, la ruta, el tamaño y las consecuencias que podría tener, especialmente para Chetumal por el lugar por el que iba a entrar. Entonces, la gente estaba muy alarmada, en parte creo que las autoridades estaban preparadas para lo peor y surgió esta inquietud de una hermana de la comunidad que se llama Paquita, que creo que estaba al servicio de las autoridades, trabajaba ahí en el gobierno y vio la necesidad de ahora sí que pedirle a Dios pues que tengamos su protección por aquel acontecimiento. Y entonces visitó al sacerdote que estaba antes que yo en esta comunidad, el padre Javier Orozco, y juntos organizaron esa primera misa pidiéndole a Dios que nos libre de pues del huracán, particularmente de ese Mitch y de todas las consecuencias que iba a tener. Providencialmente, el huracán tomó otra ruta y a partir de ese instante quedó como una costumbre, como una tradición, que los días 28 de octubre se iba a celebrar esta misa, sea en su origen en el muelle, ahora se hace [en] la explanada (David Ju, 26 de octubre de 2016).85
Los seres humanos realizan representaciones sobre el entorno y sobre sí mismos
mediante un proceso reflexivo de interpretación. Las creencias sobrenaturales aparecen
en el ámbito terrenal en forma de ritos, mediante actos concretos de observancia religiosa
(Houtart, 2008). Esos actos conjugan el mundo vivido y el mundo imaginado a través de
una serie de formas simbólicas, dentro de una conducta consagrada en cuyo seno se
encuentra la “…convicción de que las concepciones religiosas son verídicas” (Geertz,
1989: 107). Sin embargo, varios de los chetumaleños entrevistados reconocen que se
trata de una celebración reciente, sin historia ni arraigo en las tradiciones de la ciudad.
Conocen las circunstancias bajo las cuales San Judas se convirtió en el santo patrono de
la ciudad y de los huracanes. Algunos aceptan su intervención divina, mientras otros sólo
refieren el suceso sin atribuirle un carácter religioso.
San Juditas Tadeo es el patrono de Chetumal para efectos de los desastres naturales y cada año se le hace su misa en el muelle fiscal o en la zona del muelle, sí, los 28 de octubre. Ese es nuestro patrono para efecto de los ciclones. San Judas Tadeo. Es reciente esto porque anteriormente no había, esto es reciente cuando iba a venir este Mitch, que nos iba a devastar y todo. Surgió una corriente de católicos para pedirle que no venga el ciclón. Y todo se genera porque ese ciclón, como te dije, estaba tan estacionado, o sea, no fue un ciclón errático ni nada, fue un ciclón que estaba estacionado y estaba creciendo, su ojo fue impresionante y su alcance en diámetros era de
85 Párroco de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús. Ha realizado la celebración de acción de gracias a San Judas Tadeo
los dos últimos años. Anteriormente la realizaba el párroco anterior, el fallecido sacerdote Javier Orozco.
232
kilómetros. Entonces a la gente le asustó mucho porque no se movía, pero además te decían “sabes qué, acaba de bajar un avión hércules del ejército y trajo trascabos, o sea, maquinaria pesada para hacer huecos porque va a destruir Chetumal… Entonces, a raíz de todo eso se crea una corriente de personas católicas que empiezan a hacer oración a San Judas Tadeo y creo que fue para estas fechas 28, 27 de octubre y van y le hacen una misa con el obispo y todo ese rollo en el muelle fiscal, a pedirle que no nos pegue el Mitch y no sé que tanto rollo ¿no? Cuando ya el Mitch no nos pega, que destruye Honduras, le hacen entonces una misa de agradecimiento a San Judas Tadeo. Ahora cada vez que va a haber algún evento, que está amenazado Chetumal o Quintana Roo con un ciclón, pues le piden a San Judas Tadeo y se hace su misa ahí en la bahía (Adrián, 01 de octubre de 2016).
Incluso, hay quienes cuestionan la intervención divina al señalar la contradicción del
evento, pues mientras el ciclón se alejó de Chetumal ocasionó importantes pérdidas
materiales y humanas en Centroamérica. Es debido a ello que ha sido tipificado como el
“monstruo del Caribe”. Al respecto, el señor Luis señala lo siguiente:
Hay un fenómeno que ocurrió con el Mitch. El huracán Mitch venía francamente hacia Chetumal, no había posibilidad de que se desviara y si lo seguía uno paso a paso, entonces la gente empezó a invocar a San Judas Tadeo, que es el santo de las causas desesperadas, algo así. Es fenómeno meramente popular, religioso, lo que sea, pero que les funcionó. Algo pasó, le rezaron y el huracán simplemente dio la vuelta y se fue. Entonces la gente está convencidísima de que San Judas vino y torció la trayectoria del huracán y se fue para el centro de México, están agradecidos y lo celebran cada vez, pero ¿qué pasa con los centroamericanos? Yo escribí algo a propósito de eso. Aquí está: “En cuanto a los mayores desastres causados por los huracanes del Atlántico a través de la historia es el Gran huracán de 1780 que mató a 22 mil personas en el Caribe. Mitch es el número 2 y aun así a 14 años del suceso un editorialista en el diario Sur hace la misma reflexión de millones de hondureños ¡No sé cuál haya sido nuestro pecado, pero creo que no merecíamos tanta furia sobre nuestra tierra! El Heraldo, por su parte, reporta que miles de afectados continúan viviendo sobre las zonas arrasadas durante las crecidas de los ríos… Lo más inquietante quizás sea al fin y al cabo la creciente veneración a San Judas Tadeo por haber resguardado a Chetumal de la furia de Mitch, cuando los vecinos de Centroamérica continúan sin restañar las medidas y consideran aún que esa misma furia llegó hasta ellos de forma inmerecida. No bastará entonces, conocer a fondo los caprichos de la física para pretender ser culto en materia de huracanes, es preciso también adentrarse en el nebuloso campo de la metafísica”. Porque ya entran otros factores y ya no puede uno decir “pues no, nos salvó San Judas Tadeo”, pero fue y mató a doce mil centroamericanos, entonces ¿se lo cargamos a San Judas o a quién? (Luis, 30 de octubre de 2016).
Además, las peticiones a San Judas Tadeo reproducen las concepciones en torno a las
amenazas como fenómenos sobrenaturales y, en esa medida, se le adjudica una carga
externa, donde las acciones humanas no tienen responsabilidad directa. La naturaleza
extraordinaria de los huracanes perpetuaba una interpretación de los eventos coyunturales
como escenarios sobre los cuales no se puede actuar materialmente, sólo subjetivamente
a través de la intervención del Ser Supremo. Mitch fue comprendido desde una visión
233
fatalista que convertía a los posibles daños derivados de la presencia del huracán en
pérdidas desligadas de las prácticas sociales.
En las sociedades actuales, como en las denominadas “premodernas”, persisten las
explicaciones en torno a los fenómenos naturales desde las creencias religiosas. Recurrir
a la intermediación de santos y vírgenes a través de plegarias, misas y procesiones para
incidir en la providencia divina constituyen hábitos y costumbres que dan cuenta del
arraigo a la fe cristiana. Pero, a la par, la ciencia y la técnica han provisto de nuevas
fuentes de explicaciones. Entonces, las representaciones y percepciones de la población
se articulan con la información emanada del conocimiento científico.
Pero los ciclones no tienen nada que ver con energías sobrenaturales, sino con energías naturales, pues sí, pero sobrenaturales no, no tiene nada que ver. Igual, pues la fe de la gente, por eso dicen que la fe mueve montañas ¿no? Porque cuando lo del Mitch ése, que íbamos todos a morir, la gente organizó una misa, unos rezos y le pidieron a San Judas Tadeo. No había [santo patrono de la ciudad]. Le pidieron a San Judas Tadeo, porque creo que es el santo de los imposibles, algo así, que les salvara y realmente el ciclón se desvió y a partir de eso cada año le hacen misa y creo que sigue en el muelle ¿no? Porque siguen haciendo como agradecimientos porque ellos siguen pensando que él fue el que los salvó y si fue un milagro ¿verdad? Quién sabe si de ese santo o de otro, fue la casualidad realmente. Yo le digo a ella que yo pensé que esa vez me moría. Ya no te salvabas (Adriana, 31 de octubre de 2016).
Se pueden comprender, entonces, dos aspectos fundamentales. Por un lado, como
resultado social, la religión es antes que nada un proceso intelectual, determinado cultural
e históricamente por las condiciones de los actores vinculados. La advocación a San
Judas Tadeo se relaciona con un proceso histórico dentro del cual se expandió y consolidó
la visión cristiana de los fenómenos naturales. Por otro lado, como parte de ese mismo
proceso histórico cada contexto social produce, reproduce y transforma ciertas
condiciones subjetivas y objetivas que los grupos humanos emplean para dar cuenta de la
realidad de la cual forman parte. Dichas condiciones son dinámicas y complejas, y
dependen del acervo cultural, de las causalidades estructurales que les son propias
(Geertz, 1989). En tal sentido, las explicaciones fundamentadas en la fe católica, si bien
no han sido desplazadas completamente, sí han advertido el surgimiento de explicaciones
respaldadas en el avance de la ciencia. Ello, sin contar con los aprendizajes desarrollados
a través de la experiencia de la población, que se ha transformado en conocimiento local.
234
4. Reflexiones generales: ¿Resiliencia?
Se han producido avances significativos en la preparación de y atención a la población
afectada tras la ocurrencia de los huracanes en Chetumal. Protección Civil se ha
involucrado en el desarrollo de instrumentos de difusión de información, recomendaciones
e instrucciones que ayuden a las personas a resguardar sus vidas y sus bienes.
Igualmente, la experiencia les ha permitido a los chetumaleños conocer su entorno y las
dinámicas de la naturaleza, advertir cuándo están en peligro y actuar en consonancia.
Existen grandes fortalezas para enfrentar el impacto del fenómeno natural, pero las
políticas públicas no han trascendido al despliegue de prácticas preventivas, de una
gestión efectiva del riesgo donde los planes e inversiones en materia de desarrollo
apunten a generar contextos seguros.
Aunque las personas desarrollen capacidades para enfrentar situaciones adversas,
ello no implica el fin de la vulnerabilidad. Como lo explica Gaillard (2011), mientras las
capacidades encuentran asidero en el conocimiento local, habilidades y redes de
solidaridad; la vulnerabilidad, depende más bien de constreñimientos estructurales que
son exógenos a las poblaciones y que se relacionan con las desigualdades sociales, las
decisiones políticas y el modelo económico dominante. Desde el marco institucional, en
Chetumal no ha habido un verdadero cuestionamiento y transformación de las condiciones
de riesgo y se continúa reproduciendo la vulnerabilidad. Bajo esta perspectiva, no se
puede hablar de la construcción de un contexto resiliente en el caso estudiado.
De acuerdo con Cannon (2008), reducir o mitigar los riesgos constituye un
componente fundamental de las comunidades resilientes. Aunque la población
chetumaleña ha desplegado estrategias institucionales y prácticas individuales y/o
familiares para hacer frente a las amenazas y recuperarse del evento coyuntural, a través
del fortalecimiento del manejo de la emergencia y, además, se han desarrollado
habilidades y estrategias adaptativas, no se han consolidado cambios significativos en las
causalidades de los desastres. Entender esto implica trascender el ámbito local, pues la
resiliencia no puede ser comprendida únicamente a través de las capacidades de la
población, de sus aprendizajes y procesos organizativos.
Además, la narrativa oficial ha contribuido a construir un imaginario social entre los
chetumaleños, un sentimiento de seguridad frente a los huracanes y un elevado nivel de
235
confianza en torno a la gestión de los organismos de atención a emergencias. Aunque las
personas cuestionan las políticas desarrollistas, el impacto sobre el ambiente, los
problemas infraestructurales de la ciudad y reflexionan en torno a las implicaciones que
ello ha tenido, por ejemplo, en el incremento del nivel de las inundaciones, la
contaminación, los cambios en el clima y la regularidad de las lluvias; al mismo tiempo se
sienten confiados en que sus propias capacidades y experiencias, aunado al respaldo de
Protección Civil, los harán enfrentar con éxito los efectos e impactos de los ciclones
tropicales. En este sentido, los cambios que se han producido en el estilo de vida debido a
la inclusión de nuevos sistemas constructivos, el incremento de la comunicación, la
tecnología y los avances científicos, son identificados como factores que contribuyen a
estar mejor equipados y preparados con respecto a las condiciones en que vivían cuando
llegaron los primeros huracanes, tras la fundación de la ciudad.
Los discursos desarrollistas han desviado la atención de las causas estructurales de
los desastres, se despolitiza el problema y los esfuerzos se orientan a medidas paliativas,
a reducir el número de muertos y disminuir las pérdidas económicas. Los problemas se
centran en una dimensión material, sin advertir las brechas sociales, las inequidades en la
distribución de la riqueza, las desventajas en el acceso a las oportunidades y recursos
naturales, redes sociales, salud, educación y empleo como componentes básicos de la
reproducción y profundización del riesgo. Paradójicamente, dentro del Informe de
Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres del año 2015 (GAR15) se
señala la necesidad de gestionar el riesgo no el desastre y de convertir este proceso en
parte inherente del desarrollo, no como un componente adicional, sino como “una serie de
prácticas integradas al propio ADN del desarrollo” (UNISDR, 2015: xviii).
En este sentido, la reducción del riesgo de desastres no puede conseguirse sin abordar
sus factores subyacentes. Las medidas prospectivas son fundamentales, por encima de
las gestiones meramente correctivas. El apoyo político y económico tras los desastres se
concentra, fundamentalmente, en proteger el desarrollo, en lugar de convertirse en
oportunidades para gestionar los riesgos. La resiliencia no se debe focalizar en las
habilidades locales exclusivamente, también se deben tomar en cuenta la transformación
de aspectos fundamentales, que obstruyen los procesos de recuperación y limitan las
posibilidades reales de generar cambios positivos para aminorar las situaciones de riesgo.
236
Como lo ha señalado García Acosta (en prensa), la resiliencia como concepto
multidisciplinario y transdisciplinario debe articularse con otro concepto: capacidad de
recuperación. Igualmente, se debe establecer su asociación con las estrategias
adaptativas y la construcción social de la prevención, a fin de poder “entender a los
desastres como procesos y a los eventos derivados de ellos que constituyen la
materialización espacio-temporal de esos mismos procesos, así como al riesgo mismo y a
su construcción social” (García Acosta, en prensa: 15). Igualmente, comprender como las
comunidades pueden reducir los riesgos y las pérdidas frente a un fenómeno adverso
debe incluir una interrelación entre las prácticas de preparación y las actividades de
mitigación de desastres (Oliver-Smith, 2017).
La resiliencia como fuerza para recuperarse de los desastres o anticiparlos; como fuerza para resistir impactos, crisis, etc., nos interroga acerca de si es un concepto adecuado para entender los problemas más acuciantes de los desastres… Las sociedades se han sobrepuesto y han desarrollado mecanismos de anticipación a los desastres, por ello, en suma, la noción de resiliencia aparece como una suerte de tautología (Macías Medrano, 2015: 320).
La resiliencia, comprendida como la capacidad para recuperarse de los desastres, resistir
sus impactos o anticiparlos, coloca en el debate los cuestionamientos acerca de su utilidad
“para entender los problemas más acuciantes de los desastres”. Se debe recurrir no sólo a
identificar y reconocer estas fortalezas de las comunidades, también se debe reflexionar
en torno a las múltiples formas actuales en que las sociedades están relacionándose con
los procesos de desastre (Macías Medrano, 2015: 320).
La resiliencia debe trascender su uso como agenda política de las instancias
internacionales. Ello significa desarrollar y apoyar planes y programas permanentes de
prevención desde una visión de adaptación al entorno natural y reducción de riesgos a
largo plazo. Se debe andar un camino desde el cual transformar las condiciones de
vulnerabilidad y los impactos negativos de los fenómenos naturales, incrementar la calidad
de vida y la seguridad de las poblaciones, toda vez que se reducen las brechas sociales.
Hablar de resiliencia debe referir procesos profundos de cambio, que desafíen las lógicas
de desarrollo que dominan en las sociedades contemporáneas, a la par que se reconocen
las fortalezas y capacidades individuales, familiares y comunitarias para sobreponerse a
los eventos coyunturales y resistir, pero sin negar los escenarios de constreñimiento
237
social, que históricamente han colocado a las poblaciones en situaciones de riesgo y
exposición a daños.
238
CONCLUSIONES
Al final de cada capítulo he ido esbozando reflexiones generales, volveré sobre ellas y
realizaré algunas precisiones en torno a los resultados que ha arrojado la presente
investigación.
1. Un contexto paradigmático
Chetumal es un contexto paradigmático en muchos sentidos. Resulta innegable la
enorme influencia que han tenido, tanto en su historia como en sus rasgos actuales, los
diversos huracanes que se han presentado en su territorio. La presente investigación se
convirtió en una oportunidad para emprender un estudio de aquella realidad social
advirtiendo esa particularidad. Se trató de un esfuerzo por reconstruir, redefinir y
reinterpretar la relación material y simbólica entre los procesos histórico-sociales y las
dinámicas de la naturaleza. Los cambios en los estilos de vida, en las actividades
productivas, en las características generales del paisaje urbano fueron factores
fundamentales para comprender y analizar la exposición de la población a los ciclones
tropicales, de la mano de la construcción social del riesgo y de las condiciones de
vulnerabilidad asociadas a dicha exposición.
La inmersión en el mundo simbólico también constituyó piedra angular de la
investigación. Reflexionar en torno a los testimonios de la población en el marco de su
convivencia con los huracanes y sus percepciones en torno al riesgo, en articulación con
las narrativas emanadas de las instancias nacionales e internacionales, permitió
redimensionar la discusión y vislumbrar las diversas formas en que los modelos políticos y
económicos dominantes se reproducen discursiva y materialmente. Ello ha tenido
profundas incidencias no sólo en las políticas públicas orientadas a la atención de
situaciones emergencia sino también, y de manera decidida, en los planes y programas de
transformación urbana, que en aras del “desarrollo” han promovido intervenciones sobre el
territorio que ocupa la ciudad, generando resultados que han actuado en detrimento de la
calidad de vida de sus pobladores y del potencial ecológico de la región.
Los cambios que se han dado en torno a la relación con el territorio, si bien se han
acelerado en las últimas décadas, se encuentran inscritos en un proceso temporal de largo
239
aliento que configuró esa localidad como un sitio geográficamente estratégico y con una
gran diversidad natural, que podía ser explotado de acuerdo con los intereses de los
grupos humanos allí emplazados. En la actualidad, esa interacción con el medio ambiente
ha estado marcada por la exacerbación de la expoliación de los recursos naturales,
desplazando la importancia de los nichos ecológicos mientras priman los planes
orientados a la implementación de programas de urbanización. Así, la degradación
ambiental ha tenido como su principal aliciente a las políticas neoliberales, que bajo los
discursos progresistas son enmascaradas como un resultado inevitable de la “evolución”
de la sociedad. Ha sido, precisamente, la negación de las dinámicas naturales, de la
relación dialéctica entre el entorno natural y construido, que se han promovido y fortalecido
las problemáticas que existen actualmente en la ciudad.
Así, se ha ido configurando un espacio urbano que ha generado múltiples y complejos
problemas ambientales y sociales, a través de la implantación de modelos que favorecen
concepciones procedentes de la lógica de mercado, no han sido formulados para que las
disposiciones legales guíen las acciones del gobierno. Su carácter profundamente técnico,
divorciado de los procesos reales de decisión, ha provocado las contradicciones que
actualmente pueden advertirse en Chetumal.
2. Frente a los desastres
Han sido, igualmente, los discursos hegemónicos centrados en el contexto del
desarrollo, los que han incidido en los planes y programas que localmente se han
implementado para actuar frente a los eventos coyunturales. La voluntad política y el
marco de acción institucional se han centrado fundamentalmente en prácticas de
preparación y respuesta. Aunque se habla de políticas públicas orientadas a la reducción
del riesgo, la promoción de un escenario social más seguro y el desarrollo de estrategias
de prevención, las disposiciones de los organismos se han quedado en el plano de la
asistencia y atención, no en una verdadera gestión del riesgo.
La ayuda post-desastre y la recuperación, para que sean efectivas, deben incidir en las
causas subyacentes al evento coyuntural. La reconstrucción material y el rápido retorno a
las circunstancias que existían antes de la concreción de la amenaza, lejos de reducir los
riesgos, los reproduce e incluso los puede exacerbar. En este sentido, cuando los
240
desastres ocurren y la recuperación no se gestiona adecuadamente, se profundizan las
vulnerabilidades existentes, creando un círculo vicioso de procesos de intervención que
generan el escenario propicio para nuevos desastres.
Han sido esas mismas dinámicas del esquema desarrollista, que han imperado en las
últimas décadas, las que han repercutido en los lazos sociales. El resquebrajamiento de la
solidaridad vecinal y del apoyo comunitario tienen como sus principales alicientes la
movilidad constante de los chetumaleños. Muchas personas migran en busca de mejores
oportunidades ante la carencia de opciones diversificadas de empleo dentro de un
contexto político donde se ha promovido la tercerización de la economía, orientada al
turismo y al comercio. Al mismo tiempo, muchos migrantes de otros estados o de zonas
rurales aledañas a Chetumal, llegan con la vana esperanza de incorporarse a estas
actividades. Asimismo, al interior de las colonias antiguas se debilitan las relaciones
sociales, las personas se desplazan hacia otros lugares de la ciudad, bajo la expectativa
de mejorar sus condiciones de vida. En tal sentido, se limita la generación y el
fortalecimiento de procesos organizativos locales que, sin la intervención del Estado,
puedan promover mecanismos de protección, prevención y recuperación ante las
situaciones adversas, que trasciendan el nivel individual y/o familiar.
Se debe apuntar al diseño y aplicación de planes integrales, donde los contextos
sociales sean comprendidos a partir de la complejidad de los aspectos involucrados: la
diversidad poblacional, los estilos de vida, las particularidades del entorno geográfico,
clima y suelo. Además, los eventos coyunturales deben ser vislumbrados en términos de
un proceso, ya que en la medida en que la realidad sea fragmentada se continuarán
diseñando las políticas públicas en términos de fases o etapas, sin una verdadera
articulación de acciones tendientes a trascender la preparación y la alerta. Igualmente,
estos planes deben cuestionar los modelos dominantes como los principales factores de
las condiciones de riesgo y vulnerabilidad. Una verdadera gestión “integral” del riesgo
debe tomar en cuenta estas causalidades.
La recuperación post-desastre sólo podrá dar lugar a estrategias preventivas y a
transformaciones reales de los aspectos reproductores de los escenarios de peligro,
cuando se trascienda la mera reconstrucción, cuando volver rápidamente a lo que había
antes sea menos importante que comprender por qué se produjeron los daños en primer
241
lugar y actuar en consonancia con ello. Igualmente, se debe tomar en cuenta a la
población, sus mecanismos de autoprotección, así como sus experiencias y aprendizajes.
Finalmente, son las personas que habitan esos espacios quienes han desarrollado una
interacción histórica con sus dinámicas naturales y, además, son las que se perjudican o
benefician de las políticas implementadas. Además, se deben diseñar estrategias que
fortalezcan las redes comunitarias y propicien procesos organizativos al interior de las
colonias, lo cual permitirá a las personas facilitar sus procesos de recuperación y, en esa
misma medida, contribuirá a la gestión gubernamental.
3. Vulnerabilidad estructural
La interacción histórica entre la población y los ciclones tropicales ha propiciado el
despliegue de diversas fortalezas para hacer frente a los impactos del fenómeno natural,
aminorar las pérdidas y recuperarse. Las experiencias se han transformado en
conocimientos y prácticas concretas, en capacidades locales para resistir. Igualmente, se
han dado esfuerzos institucionales importantes en materia de preparación, reconstrucción
y asistencia post-desastre. No obstante, la vulnerabilidad es una condición contextual,
anclada en las particularidades de la estructura social. En este sentido, se deben
comprender e incidir en las realidades sociales, en los procesos que construyen y
reproducen los riesgos y las formas de responder ante esos escenarios de riesgo.
La transformación de las condiciones de vulnerabilidad debe involucrar la planificación
de la sociedad en términos amplios, desde las intervenciones sobre el territorio y las
dinámicas de la naturaleza hasta la prevención y mitigación de los riesgos, así como
promover una interacción y retroalimentación efectiva entre los tomadores de decisiones,
las investigaciones científicas y las poblaciones locales. Además, la reducción del riesgo
debe formularse como un objetivo de la política económica y social, no como un problema
circunscrito a la gestión local. Las soluciones parciales han demostrado sus limitaciones,
derivan en paliativos que no alcanzan a transformar las causalidades estructurales que
convierten a los huracanes en amenazas, al contexto social chetumaleño en un escenario
sometido a situaciones de riesgo y a sus pobladores en sujetos vulnerables frente a los
eventos coyunturales.
242
Con todo, los escenarios de inseguridad no conllevan a la indefensión de la población,
pues incluso los “sectores populares” han logrado hacerse de diversos recursos materiales
y simbólicos para lidiar con la amenaza natural aun en medio de condiciones de vida
precarias. Igualmente, las personas de clase media y alta han desplegado estrategias
adaptativas y su poder económico y político les has permitido obtener ventajas en la
gestión pública. Los chetumaleños no han sido sólo víctimas, también han demostrado
capacidades significativas para afrontar las amenazas, aun cuando la vulnerabilidad se
manifieste de manera diferencial entre cada grupo social, resultando en diferentes tipos de
pérdidas, capacidades de resistencia y recuperación ante el fenómeno adverso.
Así entendida, vuelvo a una de las principales aristas de mi investigación. El análisis
de la vulnerabilidad debe aglutinar estos factores (la inseguridad y la indefensión), que no
son necesariamente atribuibles a las personas de bajos ingresos económicos, principal
elemento que suele utilizarse para caracterizar a la pobreza.
4. Los “pequeños desastres”
La investigación realizada en Chetumal también develó la necesidad de darle mayor
importancia al estudio de los denominados “pequeños desastres”. Aunque el fenómeno
natural no se manifieste directamente en la ciudad, sus efectos se hacen presentes
alterando la cotidianidad de los chetumaleños. Por ejemplo, las inundaciones son una
constante, consecuencia de las precipitaciones relacionadas con el paso de los ciclones,
aunque también se producen estancamientos de agua como resultado de las épocas de
lluvias. Igualmente, los hundimientos de las calles, las fallas infraestructurales de las
viviendas, espacios públicos y servicios básicos permanentemente están recordando las
problemáticas de la ciudad. Si bien tras grandes desastres se suelen formular diversas
estrategias y prácticas, el análisis de pequeños eventos puede develar las necesidades
más apremiantes de los chetumaleños y actuar en consonancia con ellas.
A través de los testimonios orales y las notas periodísticas se describen estos eventos,
su reiterativa presencia, así como sus impactos. Aunque no se produzca un desastre de
grandes magnitudes, con enormes pérdidas humanas y materiales, estos pequeños
eventos, que han sido asumidos como parte de la vida diaria, dan cuenta del riesgo y el
desequilibrio en las interacciones con el entorno natural, de los peligros cotidianos con los
243
cuales conviven los chetumaleños. Al mismo tiempo, están constantemente actualizando
los riesgos y reproduciendo las condiciones de vulnerabilidad, que pueden derivar en una
coyuntura de mayores proporciones si se presentara un ciclón tropical con la magnitud e
intensidad adecuadas. Así, estos desastres de menor escala van acumulando elementos
negativos que vuelven a la población más vulnerable.
De allí la importancia de trascender el número de fallecidos y la cantidad de recursos
económicos perdidos en los desastres e invertidos en reconstrucción, y profundizar en el
análisis de la exposición de las personas a los riesgos del día a día, que están presentes
persistentemente, invisibilizados o “naturalizados”. Son, precisamente, estos riesgos los
que permiten comprender cómo se van construyendo históricamente las condiciones
sociales que al articularse con un fenómeno adverso dan como resultado un “gran
desastre”.
5. Investigaciones con base empírica
Debo insistir, a partir de esta experiencia, en la importancia que revisten las
investigaciones sobre desastres fundamentadas en el trabajo etnográfico. Contribuyen no
sólo a continuar afinando las discusiones teóricas, sino también permiten complejizar las
reflexiones a partir de datos empíricos. El contacto directo con los contextos sociales
permite cuestionar afirmaciones que muchas veces se dan por sentadas. En Chetumal,
por ejemplo, los sectores más empobrecidos no han generado lazos de solidaridad al
interior de sus comunidades, contrario a lo que han concluido algunas investigaciones. Los
sectores de clase media y media alta no se han encontrado a salvo de las políticas
desarrollistas y las afectaciones que ello ha ocasionado en el entorno. La construcción
social del riesgo es transversal y la vulnerabilidad permea a todos los grupos sociales.
Aunque con diferentes implicaciones en función de sus propias capacidades y recursos,
ninguno se encuentra a salvo de la concreción de las amenazas naturales.
El estudio que he realizado en Chetumal se ha convertido en una ventana crítica,
desde la cual comprender la compleja y diversa gama de problemas que han generado las
narrativas y prácticas hegemónicas que, completamente descontextualizadas de los
escenarios sociales y naturales, imponen su visión de mundo generando procesos
244
contradictorios que se traducen en un resquebrajamiento de la calidad de vida de las
personas y un trastocamiento de sus formas de habitar y concebir sus espacios.
6. Estudiar un lugar
En los estudios antropológicos ha existido, durante largo tiempo, un debate en torno a
la importancia que reviste para una investigación la selección de la localidad donde se
realiza el trabajo etnográfico. Muchos autores sostienen que lo central es estudiar en un
lugar, no sobre un lugar. En el caso de Chetumal, es evidente que las características del
contexto fueron fundamentales para comprender cómo se han ido delineando los
fenómenos de la naturaleza como amenazas, así como su interrelación con el riesgo y la
vulnerabilidad frente a los huracanes.
El territorio es un resultado de las prácticas sociales y, en tal sentido, devela la
concreción de escenarios de riesgo ante la presencia de un fenómeno natural adverso, a
través de aspectos que tienen que ver con la explotación de los recursos naturales, el uso
del suelo, la distribución de la población y la ubicación, formas y materiales de
construcción de las viviendas y demás infraestructuras. Ello, aunado al componente
simbólico del territorio, a través de procesos de significación que definen y le dan sentido
al medio en el cual los individuos se encuentran inmersos. A través de las prácticas y
representaciones que caracterizan el habitar el sujeto se ubica dentro de un orden
espacio- temporal. Se sitúa, reconoce y lee el espacio físico, y actúa en él. Desde esta
perspectiva, las relaciones que se establecen y las acciones que realizan los grupos
sociales en la apropiación, dominio, construcción y transformación del territorio,
constituyen elementos esenciales que deben ser advertidos en su complejidad e
interrelación al comprender los procesos de desastre.
7. Investigaciones pendientes
Se han realizado escasas investigaciones antropológicas en el sureste mexicano,
específicamente en Quintana Roo, orientadas al estudio de las condiciones de riesgo y
vulnerabilidad frente a las amenazas naturales con las cuales convive la población. Toda
esa región está expuesta a los ciclones tropicales y es proclive a sufrir inundaciones.
Varias comunidades rurales e indígenas rodean la ciudad de Chetumal, así como las
245
proximidades del río Hondo, con condiciones de vida diversas y que podrían abrir nuevas
vetas analíticas en el estudio de los desastres, así como apuntar hacia la formulación de
planes de gestión de riesgo desde otras dinámicas sociales. Belice también ofrece un
panorama sustancialmente distinto al sur mexicano e históricamente sus habitantes han
sufrido las afectaciones de varios de los huracanes que se han manifestado de este lado
de la frontera. Un estudio comparativo entre Corozal y Chetumal, por ejemplo, permitiría
complejizar las reflexiones en torno a la construcción de escenarios de riesgo y
vulnerabilidad, así como de las capacidades locales e institucionales, desde contextos
sociales diferentes.
Igualmente, al interior de Quintana Roo las ciudades del norte presentan contrastes
sustanciales con respecto a las localidades del sur, en cuanto a características
demográficas, patrones de asentamiento, intervención del territorio e inversión en
actividades productivas. Advertir estas diferencias en investigaciones futuras podría
develar otros factores generadores y reproductores de situaciones de inseguridad y peligro
frente a las amenazas naturales, así como fortalezas sociales para enfrentarlas. Además,
aportar nuevas vías de análisis que promuevan la implementación de programas de
prevención y recuperación post-desastre que sean realmente efectivos.
Los resultados que arrojó la investigación realizada en Chetumal constituyen sólo una
muestra de las múltiples contradicciones y complejos problemas que se han generado
debido al desfase entre los modelos de desarrollo y los contextos sociales en los cuales se
han implementado, cuya máxima expresión se manifiesta en la construcción de escenarios
de riesgo frente a los fenómenos de la naturaleza, que colocan en situaciones de
vulnerabilidad a sus habitantes. Mientras tanto, las políticas públicas reproducen prácticas
asistencialistas frente a los desastres en medio de una población carente de medidas de
prevención, redes de apoyo colectivo y, muchos de sus miembros, sujetos a brechas
sociales y desigualdades que constriñen sus procesos de recuperación.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ANEXOS
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Anexo no.1. Zonas de inundación de la ciudad de Chetumal
CAPA- IMTA. 2013. Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo.
N° ZONAS DE INUNDACIÓN
1 Boulevard con Calle Rafael E. Melgar
2 Boulevard Bahía con Av. Independencia
3 Boulevard Bahía con Av. 16 de septiembre
4 Boulevard Bahía con Av. Miguel Hidalgo
5 Boulevard Bahía con Calz. Veracruz
6 Boulevard Bahía con Calle Vicente Guerrero con Calle Heroica Escuela Naval
7 Calle Isla Contoy con Heroico Colegio Naval
8 Calz. Veracruz entre Av. Álvaro Obregón y Av. Héroes de Chapultepec
9 Calle Josefa O. de Domínguez y Calle Agustín Melgar
10 Av. Heriberto Frías con Calle Primo de Verdad
11 Av. Primo de Verdad con Privada Primo de Verdad
12 Av. Primo de Verdad con Av. Universidad (Av. Tampico)
13 Av. Universidad (Av. Tampico) entre Calle Lucio Blanco y Calle Manuel M. Diéguez
14 Calle Lucio Blanco con Calle Ramón López Velarde
15 Calle Manuel M. Diéguez con Av. Universidad y Calle Ramón López Velarde
16 Calle Esteban B. Calderón y Calle Ramón López Velarde
17 Calle Camelias con Calz. Veracruz
18 Av. Francisco I. Madero cruzamiento con Calle Cristóbal Colon
19 Av. San Salvador cruzamiento entre Av. Francisco I. Madero y Av. Independencia
20 Av. José Ma. Morelos cruzamiento con Av. San Salvador
21 Av. Independencia entre Av. San Salvador y Calle Camelias
22 Calle Camelias entre Av. Independencia y Av. Francisco I. Madero
23 Cruzamiento de la Av. José Ma. Morelos con Calle Camelias
24 Calle Justo Sierra con Av. Francisco I. Madero y Av. José Ma. Morelos
25 Calle Justo Sierra con Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata
26 Av. Benito Juárez cruzamiento con Av. Bugambilias (Fidel Velázquez)
27 Calle Estero de Ucum con Av. Independencia
28 Calle Isla Cancún entre Av. Belice y Calle Corozal
29 Calle Isla Cancún entre Av. Benito Juárez e Av. Independencia
30 Calle Isla Cancún entre Av. Independencia y Av. José Ma. Morelos
31 Calle Isla Cancún entre Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata
32 Av. Belice cruzamiento con Luis Cabrera
33 Calle Anastasio Guzmán entre Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata
34 Calle Antonio Coria entre Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata
35 Calle Av. José Ma. Morelos entre Insurgentes con Calle Antonia Coria
36 Av. Insurgentes con Av. Chetumal
37 Av. Insurgentes con Av. Constituyentes del 74
38 Calle Marciano González cruzamiento con Av. Belice
39 Av. Insurgentes con Av. Belice
40 Av. Insurgente con Calle Ramón F. Iturbe
41 Calle Tela con Calle Naranjal
42 Av. Erik Paolo Martínez con Calle Naranjal
265
43 Av. Constituyentes del 74 con Calle Tela
44 Av. Constituyentes del 74 con Av. Erik Paolo Martínez
45 Av. Centenario entre Calle Francisco Zarco y Calle Ignacio Manuel Altamirano
46 Av. Centenario entre Calle Ignacio Comonfort y Calle Jesús Urueta
47 Av. Centenario (enfrente del rancho el Mostrenco)
48 Av. Centenario (enfrente de Vilas Zavaleta)
49 Av. Centenario (a 50 mts. Antes de la Glorieta de Acceso a la localidad de Calderitas)
50 Calle Anastasio Guzmán entre Av. Juárez e Independencia
51 Av. Bugambilias entre Manuel Acuña y Juana de Asbaje
52 Av. Justo Sierra con Av. Javier R. Gómez
53 Calle Faisán con Calle Tela
54 Av. Erik Paolo con Calle Torcasa
55 Av. Insurgentes (Bachilleres 1)
56 Calle Laguna Om con Laguna Xul-Ha
57 Av. Antonio Plaza (enfrente Estadio Nachan Ka’an)
58 Av. Reforma con Av. Othón P. Blanco
59 Calle Mahatma Gandhi entre Av. Héroes y 16 de septiembre
60 Av. Primo de Verdad y Av. Héroes
61 Calzada Veracruz con Av. C.N.C
62 Calle José Ma. Pino Suarez entre Jesús Urueta e Ignacio Ramírez
63 Av. Universidad entre Av. Comonfort y Calle Melchor Ocampo
64 Calle Heriberto Jara con Guadalupe Victoria
65 Calle Heriberto Jara con Jesús Urueta
66 Av. Del Centenario entre Ramón Corona e Ignacio M. Altamirano
67 Calle Librado E. Rivera entre Av. Insurgentes y Marciano González
68 Av. Belice con Laguna de Bacalar
69 Calle Antonio Coria entre José María Morelos y Francisco I. Madero
70 Calle Justo Sierra entre Independencia y Francisco I. Madero
71 Calle Laguna Bacalar entre Av. Andrés Q. Roo y Francisco May
72 Calle Leona Vicario entre Laguna de Bacalar y Av. Isla Cancún
73 Calle Florencia entre Laguna de Bacalar y Av. Isla Cancún
74 Calle Leona Vicario entre Laguna de Bacalar y Bugambilias
75 Calle Córcega con Laguna de Bacalar
76 Andador 1 entre Calle Córcega y Andador 2
77 Calle Justo Sierra con Retorno 2
78 Calle Agustín Avilés entre Av. Bugambilias y Justo Sierra
79 Av. 4 de marzo con Luis Rodríguez
80 Calle Silvano Barba con Calle Sin Nombre
81 Calle Cesar Vallejo entre Bugambilias y José Vasconcelos
82 Calle Lope de Vega entre Bugambilias y José Vasconcelos
83 Calle Vicente Lombardo Toledano entre Av. Insurgentes y Antonio Coria
84 Calle José Ramírez con Calle Aarón Merino
85 Calle Juan de Dios Peza con Flor de Mayo
86 Av. Cornelio Lizárraga con Av. Insurgentes
87 Av. Venustiano Carranza con Palermo
88 Retorno 59 con Retorno 58 (Payo Obispo 2)
89 Calle Chan Cah con Andor 4
90 Calle Laguna Mariscal entre Laguna Negra y Laguna Paila
91 Calle Francisco Mendoza con Calle José del Carmen Martínez
266
92 Av. Maxuxac con Av. Magisterial
93 Av. Maxuxac con Av. Nicolás Bravo
94 Av. Nicolás Bravo entre Isla Vírgenes y Antigua
95 Av. Juárez esq. Camelia
96 Av. Insurgentes con 4 de marzo
97 Av. Javier Rojo Gómez entre Celul y Maxuxac
98 Av. Maxuxac entre Paloma y 4 de marzo
99 Av. Héroes con Primo de Verdad
100 Camelias con 16 de septiembre
101 Calz. Veracruz entre Justo Sierra y Venustiano Carranza
102 Felipe Ángeles, Fco. J Mujica y Heriberto Jara entre Juan Sarabia y Manuel M. Diéguez
103 Rafael E. Melgar, Flores Magón y Pablo Gzlz. Entre Isla Cancún y Juan J Ziordia
104 Calz. Veracruz con Lázaro Cárdenas
105 Maxuxac frente Gasolinera
106 Av. Erick Paolo entre Gasolinera y el CLIDA del ISSSTE
107 Av. Palermo esq. Andador #9
108 Ignacio Altamirano esq. Calz. Veracruz
109 Felipe Carrillo Pto. Esq. Ignacio Comonfort
110 Juan J. Ziordia esq. Independencia
111 Av. Rojo Gómez esq. Carlos A. Vidal
112 Rafael E. Melgar entre Ignacio Zaragoza y Álvaro Obregón
113 Isla Cancún entre Independencia y Fco. I Madero
114 Av. Insurgentes con Laguna Hom frente a C.F.E. Col Lagunitas
115 Adolfo López Mateos esq. Revolución
116 Calz. Veracruz esq. Ignacio Ramírez
117 Av. Erick Paolo Mtnz. Esq. Nicolás Bravo
118 Emiliano Zapata entre Chapultepec y Efraín Aguilar
119 Chablé entre 1° de Mayo y Jacinto Pat
120 Heriberto Jara entre Ramón Corona y Benjamín Hill
121 Calz. Veracruz entre José Siurub y Gabriel Guevara
122 Fco. J. Mujica entre José Siurub y Gabriel Cueva col. Sta. María
123 Av. Pacto Obrero entre Circuito y Andador 2 su col. Pacto Obrero
124 Otilio Montaño con Nizuc