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    Fernando Coronil: historiador y antroplogo venezolano; autor, entre otros libros, de El Estadomgico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela (Nueva Sociedad / CDCH-UCV, Caracas, 2002).

    Actualmente es profesor en la Universidad de Michigan y director del Centro de Estudios Lati-noamericanos y del Caribe de esa universidad.Palabras claves: capitalismo, imperialismo, globalizacin, Estado, Amrica Latina.

    El estado

    de AmricaLatina y

    sus Estados

    Siete piezas para

    un rompecabezas

    por armar en

    tiempos de izquierda

    FERNANDO CORONIL

    Incluso reconociendo los matices,

    es difcil no ver a Amrica Latina teida

    de rojo o, al menos, de rosado. Hoy,

    cada vez ms Estados y movimientos

    sociales hacen suyas las propuestas

    de un orden no solo ms justo, sino

    tambin ms plural. Para entender

    el estado de Amrica Latina y sus

    Estados en estos agitados tiempos,es necesario reflexionar acerca del

    orden capitalista neoliberal dentro

    del cual estos Estados han surgido

    y contra el cual han insurgido.

    P ara entender el estado de Amrica Latina y sus Estados en estos agita-dos tiempos, es necesario reflexionar sobre el orden capitalista neoli-beral dentro del cual estos Estados han surgido y contra el cual han insur-gido, al menos en palabra. Efectivamente, en los ltimos aos ha aparecido enAmrica Latina, para sorpresa de quienes celebraban el fin de la izquier-da, un racimo de gobiernos y movimientos que enarbolan sus ideales y ledan nueva vida. En este ensayo me propongo examinar el contexto den-tro del cual estos Estados se desenvuelven y reflexionar sobre el Estado en

    s. Con estas notas deseo tambin celebrar este nuevo aliento por un mun-do ms justo y, a la vez, advertir contra toda tentacin de ver a actor al-guno como el agente exclusivo de la historia y la encarnacin de su ver-dad. Mi deseo es evitar no solo la repeticin de los errores de un pasadoharto conocido, sino tambin el cierre de nuevos caminos al imaginarioutpico democrtico.

    Este artculo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD No 210,

    julio-agosto de 2007, ISSN: 0251-3552, .

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    Es ya un lugar comn decir que se ha producido un giro hacia la izquierda enAmrica Latina. Aun quienes por hbito profesional cuestionamos los lugares

    comunes, desconfiamos del uso de etiquetas genricas y reconocemos lasmarcadas diferencias entre los gobiernos de Hugo Chvez en Venezuela y Mi-chelle Bachelet en Chile, o la heterogeneidad de movimientos como los pique-teros en Argentina y los zapatistas en Mxico, recurrimos al trmino izquier-da como el signo poltico comn de esta emergente realidad latinoamericana.Pero, incluso reconociendo los matices, es difcil no ver a nuestra Amrica tei-

    da de rojo o, al menos, de rosado. Des-pus de estar de capa cada, la izquierdaondea en nuestro continente como una

    flamante bandera. Viejo signo en tiem-pos nuevos: qu significa esto?

    Significa, al menos en parte, que esta-mos, si no en guerra, al menos en peleade parejas. Incluso en los centros metro-

    politanos se termin la luna de miel con un neoliberalismo que era proclama-do, despus de la cada del socialismo realmente inexistente, como el fin de laHistoria su fin en el doble sentido de meta y de plena realizacin. Al cabo deunos breves aos de difcil matrimonio planetario, el neoliberalismo ha deja-do maltrecho al planeta y no ofrece recetas crebles para mejorar las cosas.Aunque su implementacin siempre fue muy selectiva neoliberalismo paralos otros, no realmente para los centros metropolitanos, todava no apare-ce claramente un mejor partido. Hoy el neoliberalismo solo puede proclamar-se como el nico patrn mundial si oculta que puede ser el fin deseado porunos pocos a costa del desdichado fin de muchos ms. Dado su descrdito co-mo solucin para organizar el mundo capitalista, no debera sorprendernos si

    la desenfrenada acumulacin de capital se efectuase ahora por otros medios, in-cluso a travs de Estados que proclaman enfrentarla.

    Es evidente que quienes dominan el orden mundial desde las cimas imperia-les buscan reformas que mantengan las relaciones de poder existentes. En

    buena medida porque la pobreza ha surgido como fuente de inestabilidadglobal, la lucha contra ella se ha convertido en un lema de agencias y organis-mos internacionales que antes no mostraban mayor inters en este problema.Hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) ahora lo proclama como suyo.

    Y qu pasa en Amrica Latina? En medio de tensiones agudas que hacen quelas prcticas no vayan siempre de la mano del discurso, la retrica poltica, al

    Despus de estar de capa

    cada, la izquierda ondea en

    nuestro continente como

    una flamante bandera. Viejo

    signo en tiempos nuevos:

    qu significa esto?

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    menos, es cada vez ms progresista. Estados y movimientos sociales hacensuyas las propuestas de un orden no solo ms justo, sino tambin ms plural.

    Doy dos ejemplos extremos: desde lo que aparece como cierta derecha, elnuevo presidente de Mxico, Felipe Caldern, proclama luchar por una socie-dad sin pobreza y multitnica, por medio de un elitesco proyecto de mesti-zaje y capitalismo neoliberal. Desde lo que es visto como una izquierda ra-dical, Hugo Chvez proclama el socialismo del siglo XXI apoyndose en unconservador modelo de produccin petrolera basado en empresas mixtas decapital estatal y transnacional, dirigido principalmente al mercado metropo-litano mundial. Mientras tanto, al margen del Estado, esquivando debatessobre izquierdas y derechas, el subcomandante Marcos pide que vayamos

    desde arriba hacia abajo: que veamos lo que quiere el pueblo y actuemos enbase a sus demandas. En nuestra Amrica, diversos movimientos popularesindigenistas, de vecinos, de mujeres, de campesinos sin tierra, de obreros sintrabajo tambin se enfrentan al orden capitalista. Algunos quieren reformar-lo, otros revolucionarlo, y otros crear un orden alterno en base a cosmologasno occidentales.

    Entonces, se puede hablar de un movimiento de izquierda, de un proyectocomn? Sera ms acertado reconocer una multiplicidad de izquierdas y mo-vimientos contra el orden imperante, o al menos dirigidos a reformarlo? Setrata de realizar la promesa de igualdad del orden occidental, o de reconocerotros ideales basados en otras tradiciones culturales? Si ya no es el proletaria-do, quin o quines sern los agentes del cambio? Se lucha ahora por el po-der o, como proponen algunos, contra el poder? Si no tenemos claros los fi-nes, reconocemos al menos que estamos en lucha y tal vez en guerra. Peroacaso compartimos el mismo adversario o enemigo? Muchos le han puestonombre: capitalismo neoliberal, imperialismo, patriarcado, Europa, Occiden-

    te, la civilizacin blanca, la episteme moderna. Pero, ms all de las etiquetas,cmo comprendemos a nuestro contrincante y, an ms importante, cmo lodiferenciamos de nosotros mismos? En qu mundo nos hemos formado, enqu idiomas hablamos, qu contenidos y qu experiencias informan los sue-os que soamos?

    Estas preguntas sirven de gua para explorar algunos aspectos del orden im-perial dentro del cual se mueven los Estados de Amrica Latina. Las presen-tar siguiendo un modelo del subcomandante Marcos que ya he hecho mo:

    como piezas de un rompecabezas para armar en comn. Las piezas sonincompletas usted, lector, puede agregar las que quiera y tal vez quitar lasque no cuadren. Quizs no todas encajen bien, pero, como en los rompecabezas

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    que uno armaba de nio, a veces entran si uno las empuja, y de este modopermiten vislumbrar algo no imaginado antes; lo que no cuadra a veces ofre-

    ce una inesperada iluminacin.

    1. La izquierda depende de la derecha

    Desde sus orgenes en la Asamblea Legislativa durante la Revolucin France-sa, la izquierda se ha definido en oposicin a la derecha. Su contenido es va-riable, cambiante y relacional. Si tiene un denominador comn, est dado porsu oposicin cambiante a las tambin cambiantes jerarquas del poder. En Fran-cia, la Montaa era la izquierda contra los feuillants, pero posteriormente la iz-

    quierda estuvo representada por los girondinos, que fueron desplazados por losjacobinos despus de la cada de Robespierre. Con la consolidacin de Napolen,la izquierda tuvo que acomodarse al nuevo juego de poder dominante. Igual aco-

    modo parece ocurrir ahora, cuando el po-der imperial de EEUU se ha impuesto en unmundo donde el capitalismo aparece comoel horizonte histrico ms visible.

    Durante la Revolucin Francesa, la iz-quierda tenda a favorecer al liberalismo,a la repblica o a un monarquismo litecontra el monarquismo absoluto, al merca-do contra el Estado, a la guerra expansio-nista imperial contra el provincialismo na-cional. Hoy la izquierda se define contra elmercado, a favor de la intervencin estatalen beneficio de las mayoras, contra las

    guerras expansionistas y a favor de la so-ciedad civil contra el Estado y el mercado;en ciertas comunidades, se rechazan estas categoras como parte de un orden oc-cidental, en nombre del orden ancestral que se aspira a mantener o recrear.

    La distincin entre jerarqua e igualdad ha sido, como plantea NorbertoBobbio, un eje diferenciador entre derechas e izquierdas: mientras la derecha fa-vorece la verticalidad de toda jerarqua, la izquierda defiende la horizontalidadde la igualdad. Si bien en el siglo XIX y XX la igualdad dentro de los patrones oc-

    cidentales era el objetivo central de la izquierda, hoy la igualdad se plantea tam-bin fuera de sus patrones y, aun ms, fuera de Occidente mismo: la igualdad delas diferencias, es decir, entre todo tipo de culturas y subculturas.

    Hoy la izquierda se define

    contra el mercado,

    a favor de la intervencin

    estatal en beneficio de las

    mayoras, contra lasguerras expansionistas

    y a favor de la sociedad

    civil contra el Estado

    y el mercado; en ciertas

    comunidades, se rechazan

    estas categoras como parte

    de un orden occidental

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    El dominio de la derecha significa que tiene poder para definir el juego poltico.Como siempre, las izquierdas han estado condenadas a una doble relacin:

    entrar en juego con la derecha y, a la vez, tratar de cambiar no solo las reglasdel juego, sino sus participantes y el juego mismo. Si el signo del dominiode la derecha es su capacidad de definir el juego, el signo del poder de la iz-quierda es su capacidad para jugarlo y transformarlo, pero sin ser absorbi-da por l.

    La relacionalidad de la izquierda hace que su posicin dependa del cambiantejuego de poder. Despus de la cada del Muro de Berln, en el Norte, el centrose ha movido a la derecha, mientras que en el Sur, la izquierda se ha movido al

    centro. En tanto no tiene suficiente fuerza para cambiar el juego, la izquier-da proclama en voz alta sus ideales, pero ajusta calladamente su conducta.Esto ha llevado a una inflacin del discurso izquierdista. Chvez es la m-xima expresin de esta tensin entre palabras y acciones en el mbito delEstado, a tal punto que este tema se ha convertido en objeto de debates. Paraalgunos, su prctica siempre termina coincidiendo con su retrica; para otros,su retrica oculta una prctica acomodaticia. En todo caso en ste y en todoslos casos, no se trata simplemente de un doble discurso, de un divorcioentre palabra y realidad, pues el discurso tiene efectos reales. Y uno de esosefectos es que hoy es difcil hacer poltica en Amrica Latina, aun para la de-recha, sin poner al pueblo en el centro del discurso.

    La derecha defiende el orden existente; su ideal de futuro es conocido. Las iz-quierdas luchan por un orden nuevo y, por ello, indito. En la medida enque la utopa implica la creacin de un orden nuevo en libertad e igualdad,ste no puede ser definido de antemano. Al contrario, solo puede ser ima-ginado por medio de lo que Marx llam la poesa del futuro. Pero, aun si

    logramos que nuevas imgenes orienten la accin poltica, observaremosque, como una lengua nueva que aprendemos, esta poesa no ser purapues estar saturada por los acentos de la vieja lengua; la historia nuncaes inmaculada.

    2. El siempre contradictorio capitalismo: de izquierda y de derecha

    En esta era de acentuado capitalismo global, la derecha es el capitalismo im-perial contemporneo. A la par que ha transformado el mundo y creado con-

    diciones para una mayor igualdad (por ejemplo, la Revolucin Francesa), elcapitalismo es hoy la fuente de las jerarquas ms profundas que dividen a lahumanidad.

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    El capitalismo es global no solo porque cubre el globo, sino porque ha sidoglobal en sus orgenes, desarrollo y evolucin. En la historiografa eurocntri-

    ca, el capitalismo aparece como un fenmeno europeo que se expande desdeimperios europeos hacia las periferias y las asimila paulatinamente. En estaperspectiva, los debates sobre los orgenes del capitalismo se enfocan enlas relaciones dentro de Europa. Paradjicamente, para esta historiografatanto el capitalismo como el imperialismo aparecen como si sus agentesfueran exclusivamente europeos y la periferia, como el pasivo objeto delabrazo imperial.

    Otras perspectivas dependentistas, sistema mundo, teora poscolonial han

    descentrado esta visin del capitalismo y redefinido la discusin sobre susorgenes y su naturaleza. De acuerdo con estas perspectivas, se trata ya no dedeterminar el origen del capitalismo en el campo europeo o en su comerciointerurbano (como en conocidos debates), sino de ubicar a Europa misma enel contexto global. La colonizacin ibrica de las Amricas le proporcion aEuropa no solo inmensas riquezas en la forma de recursos sacados del sueloy de la plusvala extrada por medio de muchas formas de trabajo forzado.Tambin convirti a Amrica en un laboratorio imperial donde se forjaronmodelos de gobierno y de produccin. La jurisprudencia espaola, en granparte formada como resultado de los debates sobre el encuentro colonial, sir-vi de fundamento para el derecho internacional (como argumenta CarlSchmitt). Los rebeldes de Hait forzaron a los rebeldes franceses a abolir la es-clavitud y hacer menos provincial la Declaracin Universal de los Derechosdel Hombre y el Ciudadano (faltaran otras luchas para que se incluyera a lasmujeres). Las plantaciones en el Caribe y Brasil, que integraban agricultura eindustria de gran escala, fueron formas originarias de agroindustria que sir-vieron de modelo para la produccin capitalista industrial europea. Como ha

    mostrado Fernando Ortiz a travs de su contrapunto entre el azcar europeoy el tabaco americano, la modernidad no se produjo en una regin, sino comoresultado de intercambios transculturales entre los centros metropolitanos ylas sociedades coloniales.

    Segn esta perspectiva, el capitalismo no se origin en los centros urbanos oen el espacio rural britnico para luego expandirse hacia los trpicos. Ms

    bien se desarroll entre las colonias y los centros metropolitanos a partir de laexpansiva economa mundial del siglo XVI. Sus orgenes no se encuentran en

    una regin, sino entre regiones. El desarrollo capitalista no solo es desigual,sino asimtrico: sus mltiples formas regionales reflejan su dinmica polari-zante y las cambiantes formas de poder global dentro del cual tiene lugar.

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    El proceso global iniciado en la Colonia perdura en forma cambiante en elpresente imperial. Cada vez ms definido por redes de capital y trabajo que

    trascienden las fronteras nacionales, el capitalismo contina separando a lahumanidad, fracturndola entre, por un lado, pases metropolitanos y encla-ves en el sur, que concentran la produccin de mercancas sofisticadas o basa-das en innovaciones cientficas y tecnolgicas, y, por otro lado, reas que pro-ducen mercancas intensivas en trabajo y recursos naturales.

    Si bien es cierto que Europa transform a Amrica, tambin lo es que Amri-ca transform a Europa. Dada su mutua constitucin, no es posible hablar entrminos de unidades geohistricas discretas y autoconformadas y decir que

    tal o cual regin es el producto de la otra. Si bien en desiguales condiciones,Europa y Amrica se constituyeron mutuamente. Pero, como la corriente eu-rocntrica corre en una sola direccin y se dice a menudo que Europa ha crea-do a Amrica, es necesario aseverar a contracorriente, con Frantz Fanon, queEuropa es la invencin de Amrica.

    3. Los imperios como parteros de naciones

    Naciones, imperios y pueblos se han formado en ntima relacin, internali-zando y creando exterioridades transculturales, todas impuras. La formacinde los Estados-nacin ha estado n-timamente ligada al desarrollo glo-

    bal del capitalismo. Como centrospolticos, los imperios colonialespromovieron la expansin del co-mercio y la industria aun antes quelas naciones se constituyeran como

    Estados independientes. Espaa seform como nacin durante el lar-go periodo que abarc desde laconstitucin hasta la disolucin desu imperio. Como enfatiza BenedictAnderson, la independencia poltica de Amrica Latina fue pionera del nacio-nalismo moderno. La disolucin del imperio espaol dio lugar no solo a laformacin de naciones independientes en Amrica Latina, sino a la conforma-cin de Espaa misma como un Estado-nacin. La entidad llamada Francia,

    que se refiere tanto a un Estado-imperio como a un Estado-nacin, se convir-ti en una entidad estrictamente nacional solo despus de la disolucin desu imperio a partir de la Segunda Guerra Mundial. Las naciones se formaron

    Naciones, imperios y pueblos se

    han formado en ntima relacin,

    internalizando y creando

    exterioridades transculturales,

    todas impuras. La formacin de

    los Estados-nacin ha estado

    ntimamente ligada al desarrollo

    global del capitalismo

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    simultneamente con la creacin y disolucin de imperios. Durante este pro-ceso, desarrollaron cambiantes maneras de definir, incorporar, transformar y

    diferenciar a sus distintas poblaciones y sujetos.

    El imperio no se define por criterios formales o informales, sino por la inte-gracin y reconfiguracin de ambas dimensiones. En la historiografa de lasAmricas, la nocin de imperio informal se refiere casi exclusivamente a la ex-periencia britnica, tal cual la formularon John Gallagher y Ronald Robinsonen 1953. El hecho de que la nocin de imperialismo informal no se hayausado en relacin con EEUU lejos de cuestionarla, demuestra su validez. Ladistincin formal/informal era necesaria para afirmar, como hicieron Ga-

    llagher y Robinson, la unidad y la totalidad del imperio britnico, ensu modalidad de imperio formal (en Asia y frica) y de imperio informal(en las Amricas). Esta distincin se hizo innecesaria en el caso del impe-rialismo estadounidense, pues ste ha hecho de la informalidad su formanormal de ejercer su dominio. En su caso, lo informal se ha convertido enlo formal, en lo normal.

    La resistencia al sistema se produce tanto en sus ntimos engranajes internoscomo en sus mrgenes externos, no menos mrgenes sistmicos por ser exten-sos, como es el caso de la vasta Amrica andina indgena. No existen, en nin-gn lugar del globo, sociedades desligadas de las relaciones de dominacinexternas e internas, ni culturas puras, sino un contrapunto de sociedades, cul-turas y subculturas entretejidas por distintas relaciones de poder.

    4. Imperialismo: la otra cara del capitalismo

    El imperialismo no es la fase superior del capitalismo, sino su coetnea con-

    dicin de existencia. Esta proposicin cuestiona la visin clsica del imperia-lismo. Tres premisas han fundamentado esta visin eurocntrica: a) el capita-lismo es un fenmeno europeo; b) las naciones capitalistas europeas son losagentes fundamentales del imperialismo; c) el imperialismo es una fase supe-rior del capitalismo europeo. Si aceptamos que el capitalismo es un fenme-no global y que las naciones europeas no son solo sus agentes sino su produc-to, entonces veremos todo con otros ojos.

    Desde el Sur, podemos ver ms fcilmente que el imperialismo no resulta de

    la dinmica expansiva de las naciones capitalistas europeas ya en etapa de ma-durez. Antes bien, el imperialismo es una condicin contempornea del capita-lismo. El capitalismo y el imperialismo se constituyeron mutuamente en la

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    forja del mundo colonial y el mercado mundial a partir del siglo XVI. Ambosson a la vez causa y producto de la interaccin entre los imperios metropoli-

    tanos y las periferias coloniales. Los factores indicados por los tericos del im-perialismo para distinguirlo como una fase del capitalismo nacional europeoexportacin de capitales, bsqueda de mercados, unin entre el capital fi-nanciero y el productivo, rivalidades y alianzas entre Estados han estadopresentes, aunque en forma diferente, desde la colonizacin de Amrica has-ta hoy. Su configuracin particular en un momento especfico (como en el pe-riodo que dio pie a la clsica definicin de Lenin) define una modalidad deimperialismo, pero no su naturaleza.

    Capitalismo e imperialismo son doscaras de un mismo proceso. As co-mo el imperialismo hace evidente ladimensin poltica del capitalismo,el capitalismo hace visible la dimen-sin econmica del imperialismo.Esta perspectiva permite observarque Estados y mercados son di-mensiones complementarias de unproceso unitario. Su tajante divisin,tan central en las discusiones polticasactuales sobre el papel del Estado ydel mercado, oculta sus profundos nexos y su mutua constitucin. As como elmercado capitalista siempre se ha formado con el apoyo del Estado, el neolibera-lismo depende del respaldo estatal, desde leyes laborales que restringen el libremovimiento del trabajo hasta la proteccin estatal que facilita el flujo del capitalfinanciero. En pocas palabras: sin el capitalismo no existira el imperialismo mo-

    derno. Y, del mismo modo, sin el imperialismo moderno no habra capitalismo.

    Este planteamiento recoge ideas ya sembradas en Amrica Latina hace mu-chos aos. En 1936, el lder peruano Vctor Ral Haya de la Torre argumentque en Amrica Latina, el imperialismo no era la fase superior del capitalis-mo, sino su primera etapa. La idea es correcta, pero no solo en relacin conAmrica Latina, sino con el capitalismo mundial. Si bien el imperialismosiempre ha acompaado al capitalismo, tambin el capitalismo siempre haido de la mano del imperialismo moderno.

    Con esta afirmacin no quiero invertir el argumento de Lenin y decir que elcapitalismo es una etapa del imperialismo, ni en Amrica Latina ni en otras

    As como el mercado capitalista

    siempre se ha formado con el

    apoyo del Estado, el

    neoliberalismo depende del

    respaldo estatal, desde leyes

    laborales que restringen el libre

    movimiento del trabajo hasta la

    proteccin estatal que facilita

    el flujo del capital financiero

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    partes. Mi argumento es que el capitalismo y el imperialismo modernos sonprocesos coetneos que se condicionan mutuamente, en forma diferente se-

    gn el contexto. Naturalmente, as como ha habido capital antes de quehubiera capitalismo, ha habido imperios antes de que existiera el capitalis-mo. Igualmente, ha habido, y tal vez habr, imperialismos sin capitalismo.Pero el imperialismo moderno ha estado siempre ntimamente asociado alcapitalismo.

    Los imperios modernos primero coloniales y luego nacionales estn ahoradando paso a un imperialismo global, formado por redes de Estados metro-politanos y capitales transnacionales, cada vez menos dependientes de las

    formas directas de control poltico.

    5. La Cuarta Guerra Mundial

    La guerra imperial de hoy es un infierno con muchos crculos. Es una guerracon mltiples frentes, agentes y objetivos. Como dice el subcomandante Mar-cos, no es la caliente Guerra Fra, que termin en 1989, marcada por conflic-tos blicos en el Tercer Mundo de un planeta dividido en dos bloques de po-der. sta es una guerra a la vez nacional y transnacional, formal e informal. Esuna guerra que consolida, y al mismo tiempo trasciende, la divisin entreEstados y regiones. Involucra a Estados-nacin, como EEUU, y a redes decapital. Va dirigida contra otros Estados-nacin, como Iraq, pero tambincontra fuerzas o grupos transnacionales, como los terroristas. Una de lasperversidades de este sistema es que sus mayores vctimas tal vez sean losdesposedos y excluidos, sin espacio digno en sus comunidades ancestralesni en el nuevo desorden mundial.

    Hasta ahora, la guerra caliente se ha centrado en el Oriente Medio. Pero enotros crculos infernales, la guerra llega por va de la explotacin, la pobrezay la exclusin. Hoy hay tantos esclavos como los que cruzaron el Atlnticodurante los tres siglos del periodo colonial. La miseria, las epidemias y lashambrunas generan ms muertes que las guerras calientes, todas evitablescon los recursos de los que dispone la humanidad. Pero la preservacin de unorden mundial basado en la desigual produccin y distribucin de estos re-cursos no solo no impide, sino que mantiene, la polarizacin mundial. EEUU,con solo 5% de la poblacin del planeta, consume la mitad de la gasolina y la

    cuarta parte de la energa mundial. Aunque se erige como un modelo univer-sal de civilizacin, es un modelo que no se puede generalizar, pues se basaen la explotacin y la exclusin de los otros y en un uso insostenible y no

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    generalizable de los recursos naturales. Las respuestas, entonces, tienen queser alternativas a este orden.

    6. El fetichismo del Estado

    El Estado es un fetiche. Como encarnacin de la Nacin, el Estado se objeti-va a travs de mltiples discursos y prcticas que proclaman representarlo.El efecto Estado se logra a travsdel poder de objetivaciones talescomo: palacio presidencial, ministe-rios, cuarteles, burocracias, discur-

    sos, leyes, cdigos, ceremonias, ac-tos, manifestaciones populares. Enuna escala amplia, el pueblo es elEstado; en una escala reducida, elpresidente representa al Estado. Pero, en otras escalas, el Estado es represen-tado por la Asamblea Legislativa, el Poder Judicial o un simple polica. ElEstado es, as, el conjunto de relaciones y objetivaciones particulares que loconstituyen como el agente general de la Nacin. Su compleja identidad seadquiere desde posiciones que reflejan y constituyen toda una cartografadel poder.

    El Estado-nacin es el fetiche de la Nacin y de s mismo; su mistificadora for-ma de representarla y de representarse es parte esencial de su constitucincomo representante. La forma Estado, de modo similar a la forma mer-canca pero por medio de un abanico ms amplio de corporizaciones, selogra a travs de relaciones sociales objetivadas en mltiples particulari-dades. Estas objetivaciones no son entidades meramente independientes

    con atributos propios, ni son solo smbolos, sino los medios a travs de loscuales el Estado se constituye y adquiere significado como una forma ge-neral. Al igual que la forma mercanca, la forma Estado no solo se encarnapor medio de objetivaciones particulares, sino que se constituye medianteellas. Como tal, el Estado se forma a travs de objetivaciones que estable-cen una relacin de equivalencia entre lo concreto y lo abstracto, lo particu-lar y lo general una equivalencia simblica que permite que objetivacionesindividuales aparezcan como el Estado sin que ste pueda ser reducido aninguna de ellas.

    El Estado-nacin es tambin un mercado-nacin. Eso hace ms comprensi-ble por qu los Estados nacionales extreman cada vez ms sus esfuerzos por

    El Estado es un fetiche. Como

    encarnacin de la Nacin, el

    Estado se objetiva a travs de

    mltiples discursos y prcticas

    que proclaman representarlo

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    controlar un mercado cada vez ms internacional por medio de alianzas nosolo polticas, sino tambin econmicas, en especial mercados comunes, o al-

    ternativas como la Alternativa Bolivariana para las Amricas (ALBA). La po-ltica internacional de Chvez, tan criticada por algunos, responde a la ne-cesidad de crear un orden internacional acorde con su proyecto nacional. Lastensiones que enfrenta el Estado en Amrica Latina surgen del carcter nacio-nal de la legitimidad estatal y del carcter internacional de la acumulacin decapital. En esta fase de la historia latinoamericana, para aquellos Estadosidentificados con la izquierda, esta tensin se expresa en la dificultad de inte-grar poltica y economa.

    7. Utopa y poesa del futuro

    El presente prefigura impuramente al futuro. Todo proyecto utpico, si aspi-ra a ser realizable y evitar, como dice Terry Eagleton, que nos enfermemos condeseos imposibles, tiene que basarse en las tensiones y posibilidades realesdel presente. Estas tensiones anuncian un futuro distinto, pero no definen sucontenido (lo prefiguran, no lo figuran). Su figura, su contenido, ser el produc-to de luchas cuyos resultados no podemos predecir. En algunos casos, el futurose imagina como transformacin, como la disolucin de las diferencias. En otros,se adivina como la permanencia de las diferencias. Si bien el presente est pre-ado del futuro, su desarrollo en libertad implica la imposibilidad de definirlode antemano. Lo que soamos ver nos dirige hacia lo que an no podemos ver.

    Aunque es obvio, es necesario enfatizar que la creacin de un mundo al-ternativo depende de la labor de una gran diversidad de agentes. Sinpretender dar una respuesta al problema de las alianzas y convergencias,stas sern ms posibles si ocurren en democracia. En palabras de Boa-

    ventura de Sousa Santos, no se trata de una alternativa a la democracia, sinode una democracia alternativa. sta tiene que incluir la prctica permanentede la democracia como un legado de luchas mundiales, un legado indispen-sable pero insuficiente. La modernidad es global y heterognea; incluye mr-genes formados en un contrapunto permanente. La democracia, como legadomundial de ese contrapunto, excluye privilegios epistmicos o polticos.

    Es cierto que los representantes del Estado en las Amricas expresan el sentirde muchos. Pero ni viejos jefes de Estado como Fidel Castro ni nuevos co-

    mo Luiz Incio Lula da Silva, Nstor Kirchner, Rafael Correa, Hugo Ch-vez, Michelle Bachelet, Evo Morales y Daniel Ortega, o lderes de movi-mientos como Marcos, pueden hablar o soar por todos: cada proyecto, por

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    El estado de Amrica Latina y sus Estados

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    ms incluyente que sea, excluye y limita, y da as pie a luchas continuas poruna mayor igualdad y diversidad universal. Cada proyecto plantea pregun-

    tas difciles. Hay que mantener las diferencias o hay que transformarlas?Quines deciden y cmo lo hacen? Cmo deben usarse los recursos? Quindecide qu hacer con el gas, el petrleo o el agua? Quines definen los me-dios democrticos para construir la democracia?

    Podemos pensar un mundo donde quepan todos los mundos, en cualquieridioma, con cualquier epistemologa. Pero este mundo ser mejor si esthecho por muchos mundos, mundos hechos de sueos soados en catresen los Andes y en chinchorros en el Caribe, en aymara y en espaol, sin

    que nadie imponga qu sueos soar, hacia mundos en los que nadie ten-ga miedo a despertar.

    Bibliografa

    Anderson, Benedict: Imagined Communities, Verso, Londres, 1991. [Hay edicin en espaol: Comu-nidades imaginadas, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, D.F., 1993.]

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    umbralesde Amrica del SurAgosto-Noviembre de 2007 Buenos Aires No 3

    ARTCULOS: El escenario que plantean las elecciones de octubre, debate a cargo de Chacholvarez, Isidoro Cheresky, Mario Wainfeld y Edgardo Mocca. Estados Unidos y AmricaLatina luego de las elecciones norteamericanas de noviembre. Italia, Espaa y la Unin Europeaen el futuro latinoamericano. El adis de Blair y su mejor legado: la paz en el Ulster. Francia conSarkozy. Escriben: Riordan Roett, Donato Di Santo, Miguel Solana, Damin Tavarosky, Pa-blo de Biase, Jos Natanson, Fernando Caldern, Manuel Antonio Garretn, Gerardo Cae-tano, Juan Manuel Abal Medina, Fernando Melillo, Daniel Rosso, Sebastin Etchemendyy Horacio Gonzlez.

    Umbrales de Amrica del Sures una publicacin cuatrimestral del Centro de Estudios Polticos,Econmicos y Sociales (Cepes) y Ediciones de Puntn, Rivadavia 926, of. 301, 1002 Buenos Aires,Argentina. Correo electrnico: .