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  • 7/24/2019 Cortazar-Las Palabras Violadas

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    Las palabras violadas

    Por Julio Cortzar

    Charla pronunciada en el centro cultural La Villa de Madrid en 1981

    Si algo sabemos los escritores, es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse,

    como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser

    repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su

    vitalidad. n vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueran alguna vez, flechas

    de la comunicaci!n, p"aros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las o#mos caer

    como piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensa"e, o a percibir solamente una

    faceta de su contenido, a sentirlas como monedas gastadas, a perderlas cada vez ms como

    signos vivos y a servirnos de ellas como pa$uelos de bolsillo, como zapatos usados.

    %os que asistimos a reuniones como &sta sabemos que hay palabras'clave, palabras cumbre que

    condensan nuestras ideas, nuestras esperanzas y nuestras decisiones, y que deber#an brillar

    como estrellas mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien cules son esas

    palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos( libertad, dignidad, derechos

    humanos, pueblo, "usticia social, democracia, entre muchas otras. ) ah# estn otra vez esta

    noche, aqu# las estamos diciendo porque debemos decirlas, porque ellas aglutinan una inmensa

    carga positiva sin la cual nuestra vida tal como la entendemos no tendr#a el menor sentido, nicomo individuos ni como pueblos. *qu# estn otra vez esas palabras, las estamos diciendo, las

    estamos escuchando. Pero en algunos de nosotros, acaso porque tenemos un contacto ms

    obligado con el idioma que es nuestra herramienta est&tica de traba"o, se abre paso un

    sentimiento de inquietud, un temor que ser#a fcil callar en el entusiasmo y la fe del momento,

    pero que no debe ser callado cuando se lo siente con la fuerza y con la angustia con que a m# me

    ocurre sentirlo.

    +na vez ms, como en tantas reuniones, coloquios, mesas redondas, tribunales y comisiones,

    surgen entre nosotros palabras cuya necesaria repetici!n es prueba de su importancia( pero a la

    vez se dir#a que esa reiteraci!n las est como limando, desgastando, apagando. igo- libertad/,

    digo democracia/, y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haberme planteado una vez

    ms su sentido ms hondo, su mensa"e ms agudo, y siento tambi&n que muchos de los que las

    escuchan las estn recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en

    un clis& sobre el cual todo el mundo est de acuerdo porque &sa es la naturaleza misma del clis&

    y del estereotipo- anteponer un lugar com0n a una vivencia, una convenci!n a una refle1i!n, una

    piedra opaca a un p"aro vivo.

    2Con qu& derecho digo aqu# estas cosas3 Con el simple derecho de alguien que ve en el habla el

    punto ms alto que haya escalado el hombre buscando saciar su sed de conocimiento y de

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    comunicaci!n, es decir, de avanzar positivamente en la historia como ente social, y de ahondar

    como individuo en el contacto con sus seme"antes. Sin la palabra no habr#a historia y tampoco

    habr#a amor( ser#amos, como el resto de los animales, mera perpetuaci!n y mera se1ualidad. l

    habla nos une como pare"as, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero

    somos porque hablamos. ) es entonces que en las encruci"adas cr#ticas, en los enfrentamientos

    de la luz contra la tiniebla, de la raz!n contra la brutalidad, de la democracia contra el fascismo, el

    habla asume un valor supremo del que no siempre nos damos plena cuenta. se valor, que

    deber#a ser nuestra fuerza diurna frente a las acometidas de la fuerza nocturna, ese valor que nos

    mostrar#a con una m1ima claridad el camino frente a los laberintos y las trampas que nos tiende

    el enemigo, ese valor del habla lo mane"amos a veces como quien pone en marcha su autom!vil o

    sube la escalera de su casa, mecnicamente, casi sin pensar, dndolo por sentado y por vlido,

    descontando que la libertad es la libertad y la "usticia es la "usticia, as# tal cual y sin ms, como el

    cigarrillo que ofrecemos o que nos ofrecen.

    Hoy, en que tanto en spa$a como en muchos otros pa#ses del mundo se "uega una vez ms el

    destino de los pueblos frente al resurgimiento de las pulsiones ms negativas de la especie, yo

    siento que no siempre hacemos el esfuerzo necesario para definirnos inequ#vocamente en el

    plano de la comunicaci!n verbal, para sentirnos seguros de las bases profundas de nuestras

    convicciones y de nuestras conductas sociales y pol#ticas. ) eso puede llevarnos en muchos

    casos a luchar en la superficie, a batirnos sin conocer a fondo el terreno donde se libra la batalla y

    donde debemos ganarla. Seguimos de"ando que esas palabras que transmiten nuestras

    consignas, nuestras opciones y nuestras conductas, se desgasten y se fatiguen a fuerza derepetirse dentro de moldes ave"entados, de ret!ricas que inflaman la pasi!n y la buena voluntad

    pero que no incitan a la refle1i!n creadora, al avance en profundidad de la inteligencia, a las

    tomas de posici!n que signifiquen un verdadero paso adelante en la b0squeda de nuestro futuro.

    4odo esto ser#a acaso menos grave si frente a nosotros no estuvieran aquellos que, tanto en el

    plano del idioma como en el de los hechos, intentan todo lo posible para imponernos una

    concepci!n de la vida, del estado, de la sociedad y del individuo basada en el desprecio elitista, en

    la discriminaci!n por razones raciales y econ!micas, en la conquista de un poder omn#modo por

    todos los medios a su alcance, desde la destrucci!n f#sica de pueblos enteros hasta el

    so"uzgamiento de aquellos grupos humanos que ellos destinan a la e1plotaci!n econ!mica y a la

    alienaci!n individual. Si algo distingue al fascismo y al imperialismo como t&cnicas de infiltraci!n

    es precisamente su empleo tendencioso del lengua"e, su manera de servirse de los mismos

    conceptos que estamos utilizando aqu# esta noche para alterar y viciar su sentido ms profundo y

    proponerlos como consignas de su ideolog#a. Palabras como patria, libertad y civilizaci!n saltan

    como cone"os en todos sus discursos, en todos sus art#culos period#sticos. Pero para ellos la

    patria es una plaza fuerte destinada por definici!n a menospreciar y a amenazar a cualquier otra

    patria que no est& dispuesta a marchar a su lado en el desfile de los pasos de ganso. Para ellos la

    libertad es su libertad, la de una minor#a entronizada y todopoderosa, sostenida ciegamente por

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    masas realmente masificadas. Para ellos la civilizaci!n es el estancamiento en un conformismo

    permanente, en una obediencia incondicional. ) es entonces que nuestra e1cesiva confianza en el

    valor positivo que para nosotros tienen esos t&rminos puede colocarnos en desventa"a frente a

    ese uso diab!lico del lengua"e. Por la muy simple raz!n de que nuestros enemigos han mostrado

    su capacidad de insinuar, de introducir paso a paso un vocabulario que se presta como ninguno al

    enga$o, y si por nuestra parte no damos al habla su sentido ms aut&ntico y verdadero, puede

    llegar el momento en que ya no se vea con la suficiente claridad la diferencia esencial entre

    nuestros valores pol#ticos y sociales y los de aquellos que presentan sus doctrinas vestidas con

    prendas parecidas( puede llegar el d#a en que el uso reiterado de las mismas palabras por unos y

    por otros no de"e ver ya la diferencia esencial de sentido que hay en t&rminos tales como

    individuo, como "usticia social, como derechos humanos, seg0n que sean dichos por nosotros o

    por cualquier demagogo del imperialismo o del fascismo.

    Hubo un tiempo, sin embargo, en que las cosas no fueron as#. 5asta mirar hacia atrs en la

    historia para asistir al nacimiento de esas palabras en su forma ms pura, para sentir su temblor

    matinal en los labios de tantos visionarios, de tantos fil!sofos, de tantos poetas. ) eso, que era

    e1presi!n de utop#a o de ideal en sus bocas y en sus escritos, habr#a de llenarse de ardiente vida

    cuando una primera y fabulosa convulsi!n popular las volvi! realidad en el estallido de la

    6evoluci!n francesa. Hablar de libertad, de igualdad y de fraternidad de"! entonces de ser una

    abstracci!n del deseo para entrar de lleno en la dial&ctica cotidiana de la historia vivida. ) a pesar

    de las contrarrevoluciones, de las traiciones profundas que habr#an de encarnarse en figuras

    como la de un 7apole!n 5onaparte y las de tantos otros, esas palabras conservaron su sabor mshumano, su mensa"e ms acuciante que despert! a otros pueblos, que acompa$! el nacimiento

    de las democracias y la liberaci!n de tantos pa#ses oprimidos a lo largo del siglo 898 y la primera

    mitad del nuestro. sas palabras no estaban ni enfermas ni cansadas, a pesar de que poco a

    poco los intereses de una burgues#a ego#sta y despiadada empezaba a recuperarlas para sus

    propios fines, que eran y son el enga$o, el lavado de cerebros ingenuos o ignorantes, el

    espe"ismo de las falsas democracias como lo estamos viendo en la mayor#a de los pa#ses

    industrializados que contin0an decididos a imponer su ley y sus m&todos a la totalidad del planeta.

    Poco a poco esas palabras se viciaron, se enfermaron a fuerza de ser violadas por las peores

    demagogias del lengua"e dominante. ) nosotros, que las amamos porque en ellas alienta nuestra

    verdad, nuestra esperanza y nuestra lucha, seguimos dici&ndolas porque las necesitamos, porque

    son las que deben e1presar y transmitir nuestros valores positivos, nuestras normas de vida y

    nuestras consignas de combate. %as decimos, s#, y es necesario y hermoso que as# sea( pero,

    2hemos sido capaces de mirarlas de frente, de ahondar en su significado, de despo"arlas de las

    adherencias de falsedad, de distorsi!n y de superficialidad con que nos han llegado despu&s de

    un itinerario hist!rico que muchas veces las ha entregado y las entrega a los peores usos de la

    propaganda y la mentira3

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    +n e"emplo entre muchos puede mostrar la c#nica deformaci!n del lengua"e por parte de los

    opresores de los pueblos. * lo largo de la segunda guerra mundial, yo escuchaba desde mi pa#s,

    la *rgentina, las transmisiones radiales por ondas cortas de los aliados y de los nazis. 6ecuerdo,

    con un asco que el tiempo no ha hecho ms que multiplicar, que las noticias difundidas por la

    radio de Hitler comenzaban cada vez con esta frase- *qu# *lemania, defensora de la cultura./ S#,

    ustedes me han o#do bien, sobre todo ustedes los ms "!venes para quienes esa &poca es ya

    apenas una pgina en el manual de historia. Cada noche la voz repet#a la misma frase-

    *lemania, defensora de la cultura./ %a repet#a mientras millones de "ud#os eran e1terminados en

    los campos de concentraci!n, la repet#a mientras los te!ricos hitleristas proclamaban sus teor#as

    sobre la primac#a de los arios puros y su desprecio por todo el resto de la humanidad considerada

    como inferior. %a palabra cultura, que concentra en su infinito contenido la definici!n ms alta del

    ser humano, era presentada como un valor que el hitlerismo pretend#a defender con sus divisiones

    blindadas, quemando libros en inmensas piras, condenando las formas ms audaces y hermosas

    del arte moderno, masificando el pensamiento y la sensibilidad de enormes multitudes. so

    suced#a en los a$os cuarenta, pero la distorsi!n del lengua"e es todav#a peor en nuestros d#as,

    cuando la sofisticaci!n de los medios de comunicaci!n la vuelve a0n ms eficaz y peligrosa

    puesto que ahora franquea los 0ltimos umbrales de la vida individual, y desde los canales de la

    televisi!n o las ondas radiales puede invadir y fascinar a quienes no siempre son capaces de

    reconocer sus verdaderas intenciones.

    :i propio pa#s, la *rgentina, proporciona hoy otro e"emplo de esta colonizaci!n de la inteligencia

    por deformaci!n de la palabra. n momentos en que diversas comisiones internacionalesinvestigaban las denuncias sobre los miles y miles de desaparecidos en el pa#s, y daban a

    conocer informes aplastantes donde todas las formas de violaci!n de los derechos humanos

    aparec#an probadas y documentadas, la "unta militar organiz! una propaganda basada en el

    siguiente slogan- %os argentinos somos derechos y humanos/. *s#, esos dos t&rminos

    indisolublemente ligados desde la 6evoluci!n francesa y en nuestros d#as por la eclaraci!n de

    las 7aciones +nidas, fueron insidiosamente separados, y la noci!n de derecho pas! a tomar un

    sentido totalmente disociado de su significaci!n &tica, "ur#dica y pol#tica para convertirse en el

    elogio demag!gico de una supuesta manera de ser de los argentinos. ;&ase c!mo el mecanismo

    de ese sofisma se vale de las mismas palabras- Como somos derechos y humanos, nadie puede

    pretender que hemos violado los derechos humanos. ) todo el mundo puede irse a la cama en

    paz.

    Pero acaso no haya en estos momentos una utilizaci!n ms insidiosa del habla que la utilizada

    por el imperialismo norteamericano para convencer a su propio pueblo y a los de sus aliados

    europeos de que es necesario sofocar de cualquier manera la lucha revolucionaria en l Salvador.

    Para empezar se escamotea el t&rmino revoluci!n/, a fin de negar el sentido esencial de la larga

    y dura lucha del pueblo salvadore$o por su libertad < otro t&rmino que es cuidadosamente

    eliminado

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    ultraderecha y de ultraizquierda =estos 0ltimos denominados siempre como mar1istas/>, en

    medio de los cuales la "unta de gobierno aparece como un agente de moderaci!n y de estabilidad

    que es necesario proteger a toda costa. %a consecuencia de este enfoque verbal totalmente

    falseado tiene por ob"eto convencer a la poblaci!n norteamericana de que frente a toda situaci!n

    pol#tica considerada como inestable en los pa#ses vecinos, el deber de los stados +nidos es

    defender la democracia dentro y fuera de sus fronteras, con lo cual ya tenemos bien instalada la

    palabra democracia/ en un conte1to con el que naturalmente no tiene nada que ver. ) as#

    podr#amos seguir pasando revista al doble "uego de escamoteos y de tergiversaciones verbales

    que, como se puede comprobar cien veces en ese y en tantos otros casos, termina por influir en

    mucha gente y, lo que es peor, golpea a las puertas de nuestro propio discurso pol#tico con las

    armas de la televisi!n, de la prensa y del cine, para ir generando una confusi!n mental progresiva,

    un desgaste de valores, una lenta enfermedad del habla, una fatiga contra la que no siempre

    luchamos como deber#amos hacerlo.

    2Pero en qu& consiste ese deber3 etrs de cada palabra est presente el hombre como historia

    y como conciencia, y es en la naturaleza del hombre donde se hace necesario ahondar a la hora

    de asumir, de e1poner y de defender nuestra concepci!n de la democracia y de la "usticia social.

    se hombre que pronuncia tales palabras, 2est bien seguro de que cuando habla de democracia

    abarca el con"unto de sus seme"antes sin la menor restricci!n de tipo &tnico, religioso o

    idiomtico3 se hombre que habla de libertad, 2est seguro de que en su vida privada, en el

    terreno del matrimonio, de la se1ualidad, de la paternidad o la maternidad, est dispuesto a vivir

    sin privilegios atvicos, sin autoridad desp!tica, sin machismo y sin feminismo entendidos comorec#proca sumisi!n de los se1os3 se hombre que habla de derechos humanos, 2est seguro de

    que sus derechos no se benefician c!modamente de una cierta situaci!n social o econ!mica

    frente a otros hombres que carecen de los medios o la educaci!n necesarios para tener

    conciencia de ellos y hacerlos valer3

    s tiempo de decirlo- las hermosas palabras de nuestra lucha ideol!gica y pol#tica no se enferman

    y se fatigan por s# mismas, sino por el mal uso que les dan nuestros enemigos y el que en muchas

    circunstancias les damos nosotros. +na cr#tica profunda de nuestra naturaleza, de nuestra manera

    de pensar, de sentir y de vivir, es la 0nica posibilidad que tenemos de devolverle al habla su

    sentido ms alto, limpiar esas palabras que tanto usamos sin acaso vivirlas desde adentro, sin

    practicarlas aut&nticamente desde adentro, sin ser responsables de cada una de ellas desde lo

    ms hondo de nuestro ser. S!lo as# esos t&rminos alcanzarn la fuerza que e1igimos en ellos, s!lo

    as# sern nuestros y solamente nuestros. %a tecnolog#a le ha dado al hombre mquinas que lavan

    las ropas y la va"illa, que les devuelven el brillo y la pureza para su me"or uso. s hora de pensar

    que cada uno de nosotros tiene una mquina mental de lavar, y que esa mquina es su

    inteligencia y su conciencia( con ella podemos y debemos lavar nuestro lengua"e pol#tico de tantas

    adherencias que lo debilitan. S!lo as# lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y a

    nuestra acci!n, porque la historia es el hombre y se hace a su imagen y a su palabra.