COSMOGONIA GNOSTICA

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COSMOGONIA GNOSTICA Por T. Johannes (publicado en italiano en la revista CONOSCENZA) Introducción Intentaremos aquí exponer la doctrina gnóstica representando sus especulaciones sobre Dios y la génesis del cosmos y del hombre, a pesar de la extrema dificultad que entraña traducirla y sintetizarla de forma accesible a la mentalidad contemporánea. No es suficiente una simple lectura de estas construcciones filosóficas sobre los procesos que han producido el nacimiento del universo, para obtener su significado íntimo y profundo. Por ello nos esforzaremos en suministrar los más elementos posibles para su correcta interpretación, con el fin de proporcionar un apoyo útil a la intuición de aquello que las palabras intentan comunicar. El significado profundo que se oculta en este lenguaje especial y en las complejas descripciones puede llegar a ser comprensible solamente mediante el uso de esa facultad humana que es la intuición. En efecto, al querer los gnósticos traducir en lenguaje normal el resultado de sus meditaciones, experiencias e intuiciones, se encontraron en la necesidad de usar términos simbólicos y alegorías, de forma que toda interpretación sucesiva fuese sujeta y proporcionada al desarrollo y maduración espiritual individual. Hay que tener en cuenta, que dos mil años de adoctrinamiento seudo-cristiano y el moderno positivismo nos separan de aquellos nuestros lejanos padres, por lo que hoy es necesario, para una comprensión no sectaria y perjudicial de sus escritos, retroceder a la mentalidad y al esquema ético-moral de aquella época, para poder ambientarse en su forma de pensar y de ser. El pensamiento gnóstico antiguo se formula, articula y estructura según sus módulos particulares: donde ellos reconocen la auténtica realidad, nosotros no logramos ver más que abstraciones poéticas e ideales, pero debido a que esos sistemas complejos y elucubraciones audaces pueden parecernos a primera vista fantásticas o absurdas, obedecen siempre a un motivo común y preciso, que no da lugar a un sistema orgánico único y que no rige el mecanismo, la articulación y la finalidad última. De ahí la originalidad y la especificidad de todas esas cosmogonías, un conjunto afín y único, que enlaza la diversidad entre ellas y al final funde las cohesiones y las explicaciones. Hay que tener siempre en cuenta que en el esoterismo rige desde siempre la ley de la ANALOGIA, por lo que si por ejemplo se habla de tinieblas, es solamente para suscitar una imagen análoga a las tinieblas, y lo mismo sucede con la Luz. Por otro lado, si la Gnosis es el conocimiento directo y experiencia de lo divino, gnóstico es aquel que "sabe" pero que, imposibilitado de transmitir el resultado de sus íntimas experiencias debido a su inefabilidad, se encuentra por ello obligado a darle el

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COSMOGONIA GNOSTICAPor T. Johannes(publicado en italiano en la revista CONOSCENZA)

IntroducciónIntentaremos aquí exponer la doctrina gnóstica representando sus especulaciones sobre Dios y la

génesis del cosmos y del hombre, a pesar de la extrema dificultad que entraña traducirla y sintetizarla de forma accesible a la mentalidad contemporánea.

No es suficiente una simple lectura de estas construcciones filosóficas sobre los procesos que han producido el nacimiento del universo, para obtener su significado íntimo y profundo. Por ello nos esforzaremos en suministrar los más elementos posibles para su correcta interpretación, con el fin de proporcionar un apoyo útil a la intuición de aquello que las palabras intentan comunicar. El significado profundo que se oculta en este lenguaje especial y en las complejas descripciones puede llegar a ser comprensible solamente mediante el uso de esa facultad humana que es la intuición. En efecto, al querer los gnósticos traducir en lenguaje normal el resultado de sus meditaciones, experiencias e intuiciones, se encontraron en la necesidad de usar términos simbólicos y alegorías, de forma que toda interpretación sucesiva fuese sujeta y proporcionada al desarrollo y maduración espiritual individual. Hay que tener en cuenta, que dos mil años de adoctrinamiento seudo-cristiano y el moderno positivismo nos separan de aquellos nuestros lejanos padres, por lo que hoy es necesario, para una comprensión no sectaria y perjudicial de sus escritos, retroceder a la mentalidad y al esquema ético-moral de aquella época, para poder ambientarse en su forma de pensar y de ser.

El pensamiento gnóstico antiguo se formula, articula y estructura según sus módulos particulares: donde ellos reconocen la auténtica realidad, nosotros no logramos ver más que abstraciones poéticas e ideales, pero debido a que esos sistemas complejos y elucubraciones audaces pueden parecernos a primera vista fantásticas o absurdas, obedecen siempre a un motivo común y preciso, que no da lugar a un sistema orgánico único y que no rige el mecanismo, la articulación y la finalidad última. De ahí la originalidad y la especificidad de todas esas cosmogonías, un conjunto afín y único, que enlaza la diversidad entre ellas y al final funde las cohesiones y las explicaciones.

Hay que tener siempre en cuenta que en el esoterismo rige desde siempre la ley de la ANALOGIA, por lo que si por ejemplo se habla de tinieblas, es solamente para suscitar una imagen análoga a las tinieblas, y lo mismo sucede con la Luz.

Por otro lado, si la Gnosis es el conocimiento directo y experiencia de lo divino, gnóstico es aquel que "sabe" pero que, imposibilitado de transmitir el resultado de sus íntimas experiencias debido a su inefabilidad, se encuentra por ello obligado a darle el sentido alegórico, pero con la convicción de que podrá resultar incomprensible a la masa de los materialistas aunque podrá ser suficiente para abrir sus infinitas perspectivas de significado a las mentes espirituales, es decir a los verdaderos gnósticos.

Casi todas esas elucubraciones espléndidas místico-intelectuales de las distintas escuelas gnósticas del pasado deben ser consideradas nada más que como la estructura discursiva de sus experiencias internas acerca de una realidad dinámica, cuyas raíces eluden al intelecto, y que en consecuencia fue presentada bajo la forma de procesos contínuos fisiológico-generativos en el interior, primero del mundo divino y después del mismo gnóstico. Y toda la enseñanza gnóstica sobre la realidad intrínseca, objetiva y absoluta, en su creación integral y el dinamismo de sus procesos, es el enunciado de una doctrina reservada solamente a los neumáticos (espirituales), cuyo origen se remonta al alba del tiempo, que representa la vía cognoscitiva para la experiencia directa de la luz primordial, de la cual un día lejano el neuma (espíritu) se separó para descender, para hundirse en la materia oscura, para al final y mediante modificaciones repetidas y graduales volverse también luminoso.

Nuestra tentativa de sintetizar estos temas tradicionales y fascinantes, con todos sus grandiosos escenarios míticos, quiere ser sobre todo un retorno a las fuentes originales de la Tradición Primordial nunca desaparecida, pero que debió esconderse, ocultarse para sobrevivir en un mundo dominado por falsos ideales, (con religiones de estado y sacerdotes retribuidos como funcionarios, los cuales por estar autoinvestidos de la representación oficial de la Divinidad, habían impuesto su doctrina de dogmas contrarios a la razón).

La genuina enseñanza gnóstica, con sus doctrinas que respetan la Tradición Primordial, puede hoy ser presentada para la meditación y estudio de las mentes abiertas a las llamadas internas y por ello sedimentos de lo infinito y lo absoluto, pero estas doctrinas antiquísimas necesitan hoy vestimentas

adaptadas a nuestra época y deben ser por ello, en su exposición, precedidas de advertencias y explicaciones, que hagan posible la mezcla por parte de los neumáticos contemporáneos. El gnosticismo, desde sus fuentes más lejanas, es una actitud, una forma de ser, no simplemente psicológica o puramente intelectual, sino globalmente existencial que implica la vida, el comportamiento, el destino, el ser mismo del gnóstico en su totalidad; y es este factor importante, inseparable de la experiencia, el que encontramos presente y operante en todos los distintos sistemas y en las diferentes escuelas.

Comparando los diferentes textos, finalmente disponibles hoy día, se puede obtener un cuadro unitario, a pesar del estilo deliberadamente alusivo y simbólico, sobre el Gran Misterio del origen del universo y de la humanidad. Las religiones y filosofías exotéricas han formulado en todas las épocas hipótesis y teorías, que no obstante en su inmensa mayoría han representado la imagen inefable de Dios transformándolo en una Entidad de cualidad humana, si no lo han revestido tosca e impropiamente haciéndolo casi objetivo y relativo, mientras Dios, por definición, no puede ser más que subjetivo y absoluto. Los antiguos gnósticos en cambio, transmitiendo el resultado de sus meditaciones e intuiciones, se han esforzado en establecer, naturalmente algunos a su propia forma, un reflejo más o menos claro de la luz pura que se le revelaba, a fin de ofrecer los instrumentos para una revelación que sería de esta forma siempre posible para el que estuviera abierto o receptivo a dicha luz, que siempre quiere actualizarse en el hombre a través de la visión espiritual.

Pero un Dios revelado, ya no es Dios nunca más, por la simple razón de que la divinidad en si debe siempre permanecer inaccesible para lo finito debido a su carácter absoluto y de totalidad. Por lo mismo no puede haber una verdadera creación, en el sentido mecánico y material, en cuanto nada puede estar fuera de Dios; existe en cambio una emanación primordial y jerárquica de los seres, mediante las múltiples modificaciones de la inagotable y superabundante esencia divina, a la que sigue a través de modificaciones ulteriores sucesivas, la transformación final de los seres emanados (que son su esencia), los cuales una vez alcanzada su perfección, se reincorporan a la propia fuente (Dios/Perfección/Plenitud). En Dios, que es Unidad perfecta, infinita y eterna, están contenidos potencialmente todos los seres y El (el Ser más allá de los seres) permanece inmutable bajo múltiples y diversas apariencias, que no son otra cosa que las infinitas modificaciones efímeras y temporales de Su esencia, en la sucesión de los ciclos.

Así que lo que nosotros impropiamente llamamos "creación" (deficiencia o perfección pasiva) es en su estado ideal identificada con la Esencia (Plenitud y por ello Perfección Activa) y después de haber salido de El (el Ser Absoluto), después que El pasó en nuestra noche primordial (que para El es Presente Eterno) de la potencia al acto, los seres pasaron a la corriente de las formas cada uno a la búsqueda de una imagen Suya o expresión perfecta de recrear para hacerla viva y así poder manifestar su perfección (un viaje hacia fuera y una vuelta hacia dentro de El, desde Su ausencia). La verdadera función de todas estas especulaciones aparentemente absurdas aunque fascinantes, es la de transmitir el secreto de la mutación humana, de la deificación individual; existe por lo tanto para cada individuo la opción de comprometerse, contraponiendo resueltamente a las solicitudes de la materia las exigencias del espíritu, o bien dejarlo para otro momento y acomodarse a los límites del condicionamiento evolutivo. En su lenguaje simbólico, y bajo la vestidura de esa trama alegórica aparentemente oscura, ellos desean revelarnos de acuerdo con su ambiente y mentalidad, estados derivados de su experiencia interna.

Todas las teogonías de las diversas escuelas gnósticas son variaciones del mismo tema, puesto que aparte todos los términos técnicos, se trata siempre de la misma Realidad inefable y por ello mismo indecible: el Amor inconmensurable mediante el cual el Dios transcendente y absoluto se hace inmanente, se hace presencia viva en el hombre para aproximar su creación a su Perfección. Para explicar esa Realidad entrevista o intuida, se basaron también sobre libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, cuyos sucesos y personajes no eran para ellos más que símbolos y alegorías del drama cósmico; y en la práctica sus textos sobre la Divinidad y el nacimiento del cosmos integran o concluyen, por ejemplo, la simplicidad bíblica, cuya cosmogonía es enriquecida prodigiosamente en profundidad y significado.

Los Maestros gnósticos en efecto (a diferencia de la ortodoxia católica, como del resto de todas las demás religiones exotéricas que pretenden la posesión exclusiva de la única Verdad) tienden a ver toda doctrina, teoría o mito, suyo o de otro, únicamente como una vía más o menos directa, para acercarse a la única Verdad. El gnosticismo en su amplia perspectiva, tendió así a reducir a la unidad todas las teorías y mitos de los distintos pueblos, sincretizando los diferentes componentes culturales y religiosos antiguos de Oriente y Occidente, a fin de darles un sentido nuevo y completo que estuviese en sintonía con la propia época, en una síntesis que conciliase la fe y la razón. Así, mientras el Antiguo Testamento, con su monoteísmo rígido e intransigente, había vaciado de deidades subalternas el mundo espiritual, creando la

nada en torno al Dios único, el gnosticismo aportó una corrección restableciendo el Pleroma en toda su magnificencia, totalidad y poder soteriológico. La Doctrina gnóstica no solo no niega la existencia de una divinidad absoluta, sino que la eleva a un nivel que nadie es capaz de acercarse a ella y dotarla de atributos. Y en efecto incluso la cosmogonía mosaica (vista en la perspectiva indicada aquí) se muestra nada más que como la crónica de la creación del universo por parte de una presunta Divinidad; y YHVH y Elohim no son solo los dos nombres de Dios en sus dos aspectos de transcendencia e inmanencia, sino la simple representación gráfica de las dos fuerzas cósmicas primordiales. Lo mismo sucede con los seudo-personajes que aparecen en las narraciones, que representan también los símbolos que ocultan los distintos estados de consciencia por los que pasa el hombre, como alegoría pura de las relaciones de estos con la Vida en cada instante.

Cuando leemos la Biblia con esta clave esotérica, nos damos cuenta de que en realidad describe (mediante ideogramas figurativos de arquetipos pre-existentes que se desarrollan después en alegorías) el drama de la consciencia en su peregrinaje cósmico, de forma que la creación se nos muestra no solo como un fenómeno exterior al Absoluto, sino como emanando de El (Su esencia) y ejecutado en El. "El saca de su sustancia todas las individuaciones; las saca de Si mismo porque nada puede existir fuera de El. Y ellas (las individuaciones) permanecen en El, porque nada puede irse del Todo." Igualmente los días del Génesis bíblico son vistos por los gnósticos como el sucesivo y progresivo revelarse jerárquico piramidal del Espíritu (Su esencia, Su aliento que mide los ciclos de Su manifestación); es en realidad para toda individuación la génesis de una consciencia que se forma bajo el impulso del Espíritu, que presiona y apremia para hacer viva la Luz. Y la lenta pero progresiva expansión de la Luz es un fenómeno que se realiza incesantemente y por todas partes, desde las cosas inanimadas al hombre y más allá de él, mientras las Tinieblas hacen oposición a su avance (= es la materia que se opone al espíritu porque no quiere ser iluminada). Y de la Luz increada de la Teogonía gnóstica se desarrollan todas las demás teogonías y se llena también de significado el desierto espiritual de las religiones exotéricas, mostrando un Pleroma bajo la forma de repetición en serie del Absoluto Transcendente, que se revela sucesivamente cada vez bajo nuevas formas, pero en cuyo trasfondo ofrece siempre una analogía con el Dios indecible. De esta forma desde esta perspectiva inmensa, florece delante nuestro como una escalinata ascendente, que se pierde en el Absoluto Inefable, por la cual suben y bajan las jerarquías celestiales; una Realidad espiritual saturada de seres luminosos, cuya visión conmueve y exalta. Pero aunque sublimes, las Teogonías y Cosmogonías gnósticas, han sido necesariamente elaboradas por las especulaciones humanas con todos sus límites, por lo que constituyen un velo lanzado por los Doctores gnósticos del pasado sobre la Verdad entrevista o intuida por ellos (el Verbo de Dios, llamado Logos, que es la expresión primordial espiritual de la Esencia Divina, que después se proyecta por reflejo sobre la existencia espacio/temporal); este proceso ellos lo han mostrado de la forma más sublime que el cerebro humano puede concebir, con el fin preciso de ofrecer un punto básico de salida para la intuición de los gnósticos que pudieran venir después; por eso esas formulaciones alegóricas suyas constituyeron para todos, los presupuestos para una visión espiritual proporcional a la maduración y crecimiento individual.

El doctor gnóstico conocido con el seudónimo de Matgioi escribía, "A pesar de un error lingüístico bastante difuso, una revelación es todo lo contrario de una iluminación: revelar es lo opuesto de desvelar, así como recubrir es lo opuesto de descubrir. Una revelación es una nube colocada sobre la verdad, una nube cuya forma conviene a la estética moral del momento; y para hablar en términos groseros, una ficción adecuada a los sentimientos y a la necesidad del momento en el que se formula; una invención destinada a ser en el futuro negada y sustituida conforme se transforman los sentimientos que la han hecho nacer."

El llamado proceso creativo del universo es una realidad que todos pueden o deben coger y vivir por si y para si, y esta larga introducción a la Cosmogonía gnóstica no quiere ser más que una invitación a profundizar con la meditación el estudio en el tema gnóstico, por ello hay que intentar identificarse con esos procesos, ya que esta Revelación Unica es posible.

En efecto la lenta y sufrida revelación de la Luz/Espíritu en tres planos (el mental, el psíquico y el físico o material) es un proceso eterno y universal, pero la tiniebla/materia se opone porque no quiere ser iluminada, no quiere ser transformada; y el mismo proceso vale también para el hombre, así pues toda la cosmogonía gnóstica es un mensaje para la purificación y regeneración individual, con el fin de liberar el espíritu/luz ahogado en la tiniebla/materia. Así, los términos y los temas que ellos adoptaron para describir sus fugaces relámpagos de la Luz Pura (= de una Realidad que trasciende toda conceptualidad) son símbolos y alegorías que permanecen incomprensibles, y letra muerta, para aquellos que no acostumbran a

filosofar, pero revelan su sentido profundo a aquel que cuando menos, haya comenzado a desarrollar la vida interior (el neumático, el gnóstico). Y la existencia del cosmos (manifestación) es un Arcano que no puede ser penetrado especulativamente, en cuanto que toda descripción literal acaba creando un artificio absurdo que se aleja en vez de acercarse a la Realidad; ya que la manifestación cósmica es un acontecimiento que no puede ser fijado en el tiempo y en el espacio (el tiempo y el espacio nacen con la manifestación misma); en verdad la creación y la vida son siempre "hic et nunc" (aquí y ahora) y el drama cósmico es también el drama de todo hombre (= microcosmos o cosmos pequeño). Y el espíritu (la Luz) que se introduce en el desorden para crear el orden, desciende en la materia (las Tinieblas exteriores a la Luz) para organizarla, estructurarla, afinarla, ennoblecerla, transmutarla, por lo que toda estas audaces elucubraciones son la trama de un velo que esconde la inefabilidad de su sentido místico y existencial profundo; describen en realidad mediante metáforas, símbolos y alegorías, el drama de la consciencia humana y de su regeneración, porque no quieren ser sino estímulos a la intuición del lector para que los transforme en experiencia directa. la finalidad de todas esas complicadas descripciones y argumentaciones es plantear una visión interior e individual de lo expuesto, como proceso creativo visto desde el exterior, para se convierta finalmente en visión íntima de la inmanencia divina en el interior del hombre: una inmanencia divina que quiere afirmarse en la perspectiva de una regeneración, de un renacimiento, de una mutación alquímica futura, primero solamente del iniciado y después de toda la manifestación. En esta óptica dichos procesos, vistos aquí como evolución hacia la perfección, asumen un interés vital e inmediato, obviamente en la medida en la que cada uno sea capaz de captar el mensaje; y en consecuencia se abrirá y se hará disponible con la mente, el sentimiento y las emociones para que los mismos procesos se realicen en él. El gnosticismo es experiencia interna y todos los gnósticos han tratado de describir mediante símbolos y analogías, aquellas experiencias e intuiciones espirituales que solo la visión interior puede captar.

Las cosmogonías antiguas, que hablan de sucesos cósmicos y divinos, quieren precisamente transmitir y comunicar enseñanzas preciosas acerca de los procesos que se verifican en el interior de nuestra misma sustancia. Aquello que la simbología mística llama proceso creativo en el espacio y en el tiempo, es en verdad el desarrollo interno y omnipresente de un principio/esencia, mediante el cual la Luz Divina atraviesa los mundos, los seres, los espíritus; los atrae hacia si y lentamente pero ineludiblemente los trasforma de magnificencia en magnificencia. La doctrina gnóstica no es ni dogmática ni sectaria como las de las religiones exotéricas, no obstante la síntesis que intentamos hacer aquí revestirá cierto carácter oficial a fin de que los aspirantes a entrar a tomar parte de los Centros Iniciáticos gnósticos puedan meditarla y hacerla propia, con el fin de poder después acceder a una enseñanza más avanzada y profunda, siempre dentro de los límites de la disponibilidad y desarrollo propio. En efecto cada mente tiene la dimensión que le es propia y cada persona tiene el propio campo individual de visión e intuición, en conformidad con la propia maduración espiritual; así cuando el gnóstico llega gradualmente a la consciencia de la Trascendencia que quiere expresarse individualmente en él, produce en cierto modo el nacimiento (= génesis) de un mundo nuevo especial, que es más tarde su mismo mundo a transmutar, transfigurar, en la perfección divina; y cada cosmogonía no hace más que presentar el nacimiento del verdadero y propio mundo del hombre despierto a su esencialidad, del renacido en el espíritu, del gnóstico.

TEOGONIA Y COSMOGONIA GNOSTICAEl concepto de Dios es para los gnósticos totalmente elevado y trascendente y no puede tener

ninguna analogía humana, siendo por lo tanto desconocido e incognoscible, misterioso e inefable, de tal forma que solo podemos percibirlo como presencia que actúa en nosotros.

Se lee en un manuscrito gnóstico: "Cuando al principio el Pre-Padre, que no es tampoco el Uno, que no es ni masculino ni femenino, quiso que Su inefabilidad viniese a existencia y Su invisibilidad tomase forma, abrió su boca y pronunció una Palabra, similar a Sí mismo, la cual se volvió el medio de ver lo que El mismo es, o sea la aparición de Sí mismo, de la propia invisibilidad en la forma visible. Entonces el Gran Nombre fue así pronunciado; la Palabra fue proferida y la primera nota del Nombre fue un sonido de cuatro elementos, el segundo fue también de cuatro elementos, el tercero de diez y el cuarto y último de doce. Así la formulación completa del nombre fue de treinta elementos y de cuatro sonidos o agrupaciones de elementos.

Cada uno de estos treinta elementos tiene después su expresión especial, carácter, letra, configuración, imagen y espera su propia expresión por lo que no conoce el sonido generador ni la expresión de los elementos asociados en la propia jerarquía de los sonidos. Sucede así que, pronunciando todo lo que conoce cree que está haciendo resonar el Nombre completo, esto es, pronuncia su sonido especial como si fuese la Palabra completa y no cesa de resonar hasta que no llega a la última letra del último sub-elemento en su propia lengua. Entonces la consumación y restitución de todas las cosas hace que todos estos elementos originarios envíen fuera un mismo símbolo, por lo que ésta es la razón de salmodiar al unísono la palabra sagrada: Amen."

Estas notas de la escala de la Armonía Primordial fueron el medio de dar forma al Eón Viviente, que trasciende toda idea de sustancia y generación. Por medio de estos elementos los nombres ordinarios son hablados: eones-palabras-raices-semiplenitudes y todo elemento divino, con todos sus subsonidos (notas o letras) estaba contenido en aquella fase a la que se le dio el nombre simbólico de Iglesia. El término "Iglesia" (Ecclesia) quiere decir "llamar fuera" y es herencia de los Elegidos. La Iglesia es desde entonces el aspecto femenino de la cuarta y última Sizigi o pareja de la Tetrada o el "Sagrado Cuatro", el "Señor del Pleroma."

Toda la Teogonía y la Cosmogonía gnóstica puede ser resumida en una sola doctrina: "la raíz de la vida es eterna y aquello que existe tiene su causa más allá de las formas." Una de las formas en las que el Ser y los seres existen, puede ser la Vida tal como la conocemos nosotros los hijos de la tierra; pero ésta no es más que una de las innumerables formas de manifestación, en el sentido de modificaciones del Ser en si mismo (su modalidad de manifestación).La forma y el medio directo de las modificaciones del Ser en la transformación es el propósito para la reintegración definitiva, fuera de cada forma corruptible y efímera, es decir la UNIDAD.

Es siguiendo esta vía (proceso), y alcanzando gradualmente su realización, como la voluntad (o plano) divina se realiza y se cumple.

La modificación del Ser (el Uno Absoluto) es el mecanismo que produce todos los seres en manifestación; la transformación es pues el mecanismo por el que todos los seres se reintegran.

Esto no es de hecho creación, en el sentido mecánico y material que comúnmente se atribuye a tal expresión; al contrario es producción de los seres mediante las diversas modificaciones del Ser; y por ello todo lo existente es formado por Su esencia, de la que una de Sus modificaciones constituye el momento presente, del cual nosotros percibimos solo una parte infinitesimal aquí en la vida terrenal.

La transformación indica a su vez el retorno de los seres en modificación al Ser inmodificado y es la transformación precisamente el instrumento y el mecanismo que precede a tal reabsorción.

Así pues, los gnósticos tienden a reconocer la Divinidad en todo; aunque sin embargo Dios permanece siempre desconocido e inalcanzable, la Unidad con El en vez de ser tan elevada e inefable en términos de cualquier parámetro humano, puede ser percibida más bien como Presencia interna en el hombre, cuando se trasciende la rígida lógica racional y se da a esta Presencia posibilidad de actualizarse en él como imagen.

La verdad es que para poder seguir más allá de los cielos visibles es necesaria la ayuda del pensar y del representar. Más allá de los espacios infinitos de los astros celestes, ordenados en su jerarquía pero limitados a los extremos del espacio-tiempo del Gran Firmamento que señala el Gran Límite, está la Cruz Cuaternaria que separa el universo fenoménico del Universo Real (Las Regiones de la Luz Infinita o Pleroma).

Y el gnóstico, en su deseo de superar sus límites formales (el Círculo del Límite), es el que representa, piensa y se purifica para hacerse imagen; en otros términos es capaz de reproducir en si mismo la plenitud y perfección divina, encarnando el modelo divino para hacerlo vivo, lo cual es como decir "generar en si mismo un hombre de Luz", es decir una realidad viva reflejando la Belleza, Verdad y Armonía Divinas.

Por eso en la teogonía y cosmogonía de todas las escuelas gnósticas, las imágenes, las representaciones, los símbolos y también los temas, no son más que simples motivos místicos que indican la modalidad del proceso de divinización del hombre, divinización que es el objetivo y la meta perseguida por todo gnóstico verdadero.

Desgraciadamente hasta hace pocos decenios Europa no conocía del Gnosticismo más que lo que los Padres de la Iglesia habían contando para refutarlo; pero ellos en realidad han tratado y relatado la doctrina externa es decir la popular, y no la interna (reservada o secreta) que ellos en verdad no pudieron conocer.

Los doctores gnósticos llamaron "Barbelo" a la primera manifestación divina precisamente para significar e indicar la realización de un proceso de generación espiritual, en donde la realidad femenina subyacente en cada individuo se hace activa, amalgamando y purificando la realidad masculina dinámica para producir la androginia divina; es Barbelita (7º grado de iniciación gnóstica) precisamente el que realiza este proceso de divinización.

Por lo tanto Barbelo es para los gnósticos el primer Antropos (imagen externa y concreta de la androginia divina), estado que puede realizarse cuando la parte masculina fecundante y dinámica de la Divinidad se une al agua de vida de abajo y la activa, para que de esta sustancia positiva y luminosa florezca la Ennoia (el pensamiento).

Barbelo es vista por ello como la plenitud de la Luz, emanada del Océano de Luz de la Trascecdencia Abismal e insondable, donde el Uno Absoluto (el Inefable Propator) generó la chispa o punto luminoso que hizo posible el camino a su manifestación, la cual sin embargo no es igual a El en esplendor: es el Unigénito o divino autogenerado, el decir el Primer Nacido del Espíritu de Pura Luz que es por consiguiente el Padre de toda la manifestación (por ser el Primer Ser emanado del Propator).

La generación de Barbelo ocurre cuando mira con deseo hacia el Dios Supremo, el Propator, con la consiguiente mirada amorosa de El hacia Ella que está más abajo en las aguas, por lo que en el encuentro de sus miradas (de aspiración de Ella y de amor de El) comienza el proceso de autogeneración en el que Ennoia/Barbelo se hace activa y se manifiesta.

El Hijo Unigénito nace de las miradas opuestas y entrecruzadas de Barbelo y del Propator, dando origen a la cadena involutiva, la cual sin embargo debía haberse concluido en el interior del Pleroma, pero el pecado y la pasión de Sophia llevará a la formación del Demiurgo y del universo (uni - verso, la unidad fracasada o las Tinieblas exteriores).

Resumiendo: El Ser Supremo más allá del Ser toma su realidad reflejándose en las aguas inferiores y se reconoce en su imagen, que se denomina Barbelo (el Espíritu), es decir la copia de El proyectada, expresada o reflejada y en consecuencia no igual pero siempre perfecta (porque proviene de El) de su plenitud y virtud unitaria, total y androgínica, preexistente ya en su estado potencial.

Mirar es visto o concebido como una transmisión de sustancia luminosa, según la modalidad específica de las relaciones generativas humanas y por consiguiente como semen de luz para una generación espiritual (a la de los Hijos de la Luz o Neumáticos).

El tema del espejo traduce los conceptos de instantaneidad y totalidad del conocimiento intuitivo, pero al mismo tiempo la imagen para indicar una realidad menor, es decir, un reflejo o una simple copia respecto al original.

El Propator o No Ser inefable, que es Ser en potencia y por ello con tendencia a ser, proyecta parte de si mismo en el Agua de la Luz Pura sin límites que Lo circunda (el Cielo Supremo o Región de la Luz, sobre lo que nada existe en nuestro modo conceptual que pueda darnos una idea), lo cual es como decir que pensando se manifestó a Sí mismo, no el Ser, sino una semilla de Luz; sin embargo fue su Poder el que produce energía de forma que se manifestase en Llama de Luz.

Este poder, como se ha dicho anteriormente, ha sido llamado por los gnósticos Barbelo, o sea el Gran Poder del Propator Invisible y Desconocido (en el sentido de Pre-Pater o Ante-Principio) el cual transmite Su cualidad al Pensamiento/Ennoia, que estaba en El, y por esta razón Barbelo es también la Madre vivificante que se manifiesta en sí misma como Luz Inteligible.

Lo que se manifiesta es así una Triada, cuya primera manifestación está constituida por Barbelo (el Espíritu): el No Ser más allá del Ser toma Su verdadera Realidad reflejándose en el Agua subyacente a El y se conoce en Su propia imagen, Barbelo, que es su copia perfecta aunque no igual, esto es la manifestación exterior de la unidad original androgínica preexistente en el estado potencial.

De la Eternidad de la que se generó el tiempo, lo Ilimitado generó lo limitado, el Ser descendió en la generación y se ciñó a Su Límite, pero en verdad no es creador, porque esto no se considera creación en el sentido común del término.

En el Principio sin Principio era la Unidad Primordial que no es nada, aunque contenga en potencia todas las cosas; es la Trascendencia Absoluta más allá del Ser y el No Ser, el Motor Incognoscible Inmóvil de todo, el Cero que se valoriza con el Uno, la Unidad en Su Plenitud.

Más que Principio es desde luego Pre-Principio, más que Padre es Pre-Padre (Propator), del que surge el Padre o Principio de todas las cosas que se disponen por pares, como su imagen o pálido reflejo, pero de cualquier modo que sea, esencia de Su esencia.

Así, antes del inicio de la manifestación era solo el Inmanifestado Propator en perfecta quietud y beatífico reposo por toda la eternidad.

Cuando el Inmanifestado Propator se expresó a sí mismo en un pensamiento, se concentró en un punto luminoso (la primera mónada eterna) de la que proviene y a la que tienden todos los seres y las cosas. El Ser en Potencia (No Ser) se hace por ello el Ser en acción, la Unidad primordial (el Cero) se hace el Uno o Padre, el Pre-Principio se hace Principio (Arche) y el Pre-Padre (Propator) se hace el Padre de todo; pero para expresarse exteriormente se hace necesariamente también Madre (la Virgen de Luz: activo/pasivo, él/ella) y como Madre permanece sin embargo virgen porque es esposa de sí misma.

El Padre-Madre (el Abismo fecundante, Su inseparable compañera el Silencio) emanó el Hijo, el Pensamiento (Ennoia) que se hizo Verbo, Palabra, la vibración sonora de su esencia que actúa como energía vivificante.

El paso de la Trascendencia a la Inmanencia, de la Potencia a la Acción es postulado así en la Tradición Gnóstica: "La Divinidad más allá del Ser creó la Universalidad fuera del Ser, los elementos del Ser, haciendo subsistir una sola "cosa", un "algo" que la pobreza de nuestra lengua obliga a llamar "una semilla"; y esta semilla contenía todas las cosas en sí misma y potencialmente era la potencialidad de toda potencialidad. De tal "semilla" (que está en todos sitios y en ningún lugar) todas las cosas se manifiestan en su naturaleza adecuada en ciclos, tiempos y estados. A causa de la semilla del universo la Palabra fue dicha (Que la Luz sea!) y provenía del estado más allá del Ser y "la Luz ilumina a cada hombre que viene a este mundo."

El hombre deriva junto con sus principios de aquella "semilla" y llega a ser iluminado por ella.En la "semilla" primordial había latente una triple filiación, en todo consustancial con el Dios

Transcendente, que llegó a existir a partir del estado más allá del ser.De esta filiación trina, un aspecto era más sutil que lo sutil, otro menos sutil y otro más grosero y

pesado por así decirlo.La sutilísima naturaleza de la primera Filiación (al depositarse algo de semilla desde más allá del

Ser) en seguida se elevó desde abajo hacia lo alto y se fue con Dios más allá del ser (por eso toda naturaleza tiende hacia El, que trasciende toda belleza y perfección).

La segunda naturaleza menos sutil permaneció por lo tanto dentro de la semilla universal (a pesar de que esforzarse en seguir a la otra para ascender con ella) ya que no poseía el grado de sutileza de la primera Filiación, por lo cual en cambio la primera fue elevada, para que ella quedase abajo.

A consecuencia de ello la segunda Filiación, menos sutil que la primera, se encontró en la necesidad de encontrar las alas con las que poder elevarse igual que la primera (estas alas son el Espíritu Santo).

Sucede que la segunda Filiación (llevada a lo alto por las alas del Espíritu Santo) al aproximarse a la primera Filiación y al Dios más allá del ser, no pudo retener más el Espíritu, que no es de su misma sustancia.

Lo mismo que el pez no puede sobrevivir en un ambiente sin agua, así la segunda Filiación no logró ambientarse en dicho estado de pureza, por lo que dejó atrás al Espíritu (en aquel espacio bendito que no puede ser concebido ni expresado adecuadamente en lenguaje humano), sin abandonarlo ni separarse del todo de él.

Lo mismo que un frasco que ha contenido un ungüento precioso y perfumado, de la misma forma el Espíritu Santo (aunque separado de la segunda Filiación) conserva y retiene el sello y la virtud.

Igual que el ungüento vertido sobre los cabellos, el aroma del Espíritu Santo penetra desde arriba hacia abajo nuestro estado existencial (la materia grosera y pesada), introduciendo en cada cosa el impulso de lo alto, el deseo secreto de las alas (del Espíritu).

Y puesto que todo aquello que está abajo (en virtud del impulso espiritual innato en él) aspira a lo alto, no puede haber en este mundo ser o cosa, incluso privada de inteligencia, que no desee ascender.

El Espíritu Santo (que todo lo penetra, pero que fenoménicamente separa el universo sensible del nouménico) constituye lo que Basílides llama el Espíritu limitativo que habita entre lo cósmico y lo supracósmico.

La tercera Filiación fue así dejada en el gran conglomerado de la mezcla de la semilla, de la que surge el Gran Arconte, jefe del universo sensible "belleza, magnificencia y poder que nada puede eclipsar."

Es el Demiurgo inefable, que es superior a cualquier conceptualidad y que apenas vino a la existencia flotó por encima del Gran Firmamento, mucho más arriba del firmamento visible, cuya localización está más allá de la Luna, donde permanece en toda su integridad.

Su único límite fue su misma ignorancia, porque siendo su sabiduría superior a la de todas las regiones cósmicas, y no reconociendo a nadie y nada por encima de si mismo, se creyó el Supremo por lo que, queriendo expresar su sabiduría y poder, procedió a la creación de las criaturas del universo.

Así hubo una creación supracelestial o etérea que tuvo su correspondencia física en los espacios al otro lado de la luz visible; y por debajo de la Luna está nuestro mundo y su atmósfera.

Esta atmósfera o región sublunar, es el final de cielo visible o firmamento inferior, correspondiendo su periferia al sendero de la Luna.

En el espacio solar se extienden las regiones etéreas que ningún ojo mortal puede percibir, porque éste solo puede ver el reflejo de los Astros sobre la superficie de las aguas sublunares.

De la semilla universal el Gran Arconte llevó a la existencia a un Hijo, que era bastante más sabio que El y por esto se maravilló de tanta magnificencia que lo hizo sentar a su derecha (en el simbolismo gnóstico en término sentarse a la derecha indica una condición más elevada).

Este espacio donde está el Trono del Gran Arconte es llamado la Ogdoada. Aquí el Gran Demiurgo modeló según diseño suyo la creación completa, pero fue sin embargo el Hijo (que era el más sabio) el que la animó; así el primero dio la forma y el Hijo la inteligencia, o el alma en los seres etéreos.

De la semilla universal surge después un segundo Arconte, inferior al primero pero superior a todo lo que está debajo, a excepción de la Filiación que aún estaba en la semilla.

Es éste el Arconte de los espacios sublunares, esto es, desde la Luna hasta la Tierra, y es llamado afable porque es inteligible para la mente humana mientras que el espacio que es su dominio, es llamado "la Ebdomada."

Este segundo Arconte generó a su vez un Hijo, que como el otro era más grande que él. Y del mismo modo que el Primer Arconte había hecho la creación superior de la semilla universal, análogamente fue ordenada la creación inferior, aunque esta creación inferior es al menos en apariencia una creación de materia sutil.

Por lo que se refiere al Planeta Tierra, el conglomerado de la mezcla de la semilla está todavía en nuestro espacio y cuanto sucede en este estado de existencia es la expresión de aquello que aquí debía ser expresado. No es por ello para los seres y cosas de la Tierra un creador, sino simplemente un Plan o Diseño a llevar a realización, plan deseado por el Dios más allá del ser, después de haber depositado la semilla universal.

Cuando la Filiación completa se haya elevado mediante purificaciones repetidas a fin de superar el Gran Límite y se haya final- mente reintegrado con el Espíritu, entonces llegará a ser el objetivo de la Gran Misericordia.

A la espera de esta realización la Filiación entera sufre y gime para que se manifiesten finalmente los Hijos de Dios, en el sentido de que todos los hombres deben renacer en el Espíritu para trascender la creación. Y después de que esto suceda en todo el universo desaparecerá la Gran Ignorancia y todos los seres y las cosas se adheriran a su condición natural sin deseo o aspiración a todo aquello que le es superior o contrario.

De esa forma la Ebdomada y la Ogdoada no tendrán conocimiento de nada superior suyo, por lo que ni ansiarán ni se molestarán por aquello que para ellos es inalcanzable.

No habrá por ello más sufrimiento por espectativas o esperanzas desengañadas y así se hará por fin la restauración en la naturaleza y ciclo adecuados.

Cada cosa tiene su ciclo y su tiempo adecuado, según la afirmación del Salvador: "Mi hora aún no ha llegado." El Salvador (según Basílides) es el hombre espiritual, perfecto dentro del hombre psíquico y animal.

Y cuando un hombre alcanza este estadio de perfección (estado crístico) en él la Filiación deja el alma atrás, no siendo el alma ya mortal sino reintegrada a su estado natural, precisamente como la Primera Filiación dejó atrás al Espíritu Santo en el espacio o región adecuada.

Cada parte de la creación en efecto sube un escalón y todo el esquema de la salvación se efectúa (se realiza) al separarse de su estado de conglomerado (mescolanza) los distintos principios en sus propios estados adecuados."

A propósito del pase de la potencialidad a la manifestación, se lee en "La Gran Revelación": "Hay dos gérmenes universales, sin principio ni fin, que proceden de una raíz que es el Poder del Silencio

desconocido, invisible e incognoscible. De estos, uno está arriba, el Gran Poder o la Mente Universal, que ordena todas las cosas y que es activo; el otro está abajo, es el Gran Pensamiento o Concepción, que produce todas las cosas.

Al emparejarse los dos (el Poder del Silencio y la Mente Universal) manifiestan el espacio intermedio, el aire, Espíritu Incomprensible sin principio ni fin. En este Aire está el Padre que sustenta y nutre todas las cosas que tienen principio y fin.

Este Padre es Lo que era, es y será: Poder Androgino, padre y madre, como el pre-existente Poder Ilimitado, que no tiene ni principio ni fin, existiendo en la Unidad.

Fue de este Poder ilimitado del que el Pensamiento, que estaba anteriormente oculto en la Unidad Primordial, procedió y llegó a ser Dos.

Lo Ilimitado era Uno, y tenía concepción y pensamiento en sí mismo, y estaba solo. No obstante no fue el Primero aunque pre-existente, porque únicamente cuando El se manifestó de Si mismo, fue cuando hubo un segundo. Fue llamado Padre antes de que el Pensamiento le llamase así.

Así pues, produciéndose de sí mismo El manifestó en Sí mismo el propio Pensamiento, del mismo modo Su Pensamiento manifestado no formó el segundo, porque el Padre, al contemplarlo, lo ocultó en Sí mismo como Poder Suyo, que es activo y pasivo: Poder y Pensamiento. Sin embargo son Uno, ya que no hay diferencia entre Poder y Pensamiento. Así está la Mente en el Pensamiento, donde son realmente Uno, aunque están divididos uno del otro, apareciendo como dos.

Toda Cosmogonía presupone una Teogonía, ya que la especulación filosófica tiende en general a dar mayor resalto e importancia a la abstracción y por ello se inclina más a imaginar a Dios como impersonal en vez de como persona; pero Dios está más allá y por encima de todas nuestras posibles imaginaciones en cuanto que no está ligado ni puede ser expresado por ninguna forma exclusiva y finita.

Su Unidad en efecto es completa por la infinidad de sus variaciones y es así perfecta, por lo que es sola y simplemente nuestra mentalidad la que quiere distinguir alguno de Sus aspectos, aunque estos son todos e invariablemente expresiones parciales de la misma Realidad.

Cada hombre es un ego limitado y tiene una consciencia normal y Dios (que no obstante se manifiesta en cada hombre) es infinitamente superior. Todo depende del hecho de que la consciencia humana está limitada a la forma que asume al individualizarse, aunque no sea diferente esencialmente de la consciencia divina.

Sucede así que en aquellos raros momentos que el individuo se amplía universalizándose, Dios desciende manifestándose como Presencia y lo eleva con El; es decir, aunque todos los hombres son en El, Dios se hace manifiesto en el que se hace receptivo y disponible, mediante la purificación de sus envolturas.

Impersonal y Personal son de hecho las dos caras de la misma realidad Total Y Unica, que se expresa en mil y una formas (pero quedando invariable en la Universalidad de Sus expresiones) para conducir todo y a todos indistinta y gradualmente a la perfecta Unidad Suya.

Dice Aurobindo: "No importa cuales sean los atributos y vestiduras con los que revestimos a Dios, El exactamente viene a nosotros en esa forma y cualidad particular, es decir, se nos acerca a través de las vías que nosotros le abrimos."

Es obvio que en todo lo que concierne al ámbito del Eterno, del Absoluto y del Infinito, toda formulación no puede ser más que abstracta, y el enigma del inicio de la vida y de la creación del mundo sale de nuestro universo para abrazar toda las evoluciones posibles de la infinidad de mundos y universos, manifestados en tiempos y espacios diversos, asumiendo una amplitud que sobrepasa toda imaginación.

Paralelamente, el Misterio de la Divinidad muestra aquí en la consciencia cósmica como una especie de relación eterna e inaccesible, creando o más bien desarrollando en continuidad, nuevos conceptos de la nueva consciencia, de sí misma.

Para cada eternidad deben sucederse evoluciones que sinteticen las precedentes, en un tiempo y en un espacio siempre más amplios; y esta actividad nunca tendrá fin, extendiendo cada vez más sus posibilidades: de la misma forma eternamente las almas tendrán consciencias siempre cada vez más generalizadas, y esto contribuirá a un desarrollo de la consciencia cada vez más grande.Y todas las conciencias sin excepción, cualquiera que sea la particularidad y universalidad de su consciencia y poderes, serán un día perfectas, equilibradas, conscientes, verdaderas, poderosas y felices.

Precisamente se encierra aquí el Gran Arcano del Absoluto y Supremo Dios, que buscamos aquí y allí, y que sin embargo es en realidad la Idea más simple y natural que se puede concebir.

Por esta razón debemos modificar el concepto de un Creador, demasiado elevado y demasiado lejano, por el simple concepto de los términos eternos de una Unidad Increada y Absoluta y no obstante tan perfecta en todos los puntos de Su Consciencia; en suma una Consciencia Universal anterior a nuestra Evolución, anterior a todas las formas, es decir, más allá de todas las manifestaciones acaecidas en cualquier tiempo y espacio. Una Unidad por lo tanto simple y única (y lo Infinito y lo Absoluto no puede ser más que Uno) que antes de manifestarse es el Ser en potencia y una vez que se manifiesta, es decir, que pasa de la potencia a la existencia y llega a ser el Ser en manifestación; pero no se trata de dos Seres, sino simplemente de Sus Dos Aspectos, interno y externo. El término que expresa este paso de la potencialidad a la manifestación de Si mismo es "emanación", en el sentido de que de El emanan tres cualidades o expresiones Suyas, que representan la trinidad Divina de todas las religiones mayores, es decir, una Unidad manifestándose en tres personas iguales y distintas. Pero, qué significado tiene aquí persona?

El significado literal del término "persona" en latín es "máscara", lo mismo que la máscara de los actores en el escenario, es decir, un papel, un aspecto que el Inmanifestado - o ser más allá de las criaturas - asume para desarrollar una acción precisa, por lo que se intenta decir con la expresión "Trinidad Divina" que Dios es Uno y trino en el sentido que permanece Uno e Inmutable pero que se manifiesta mediante tres aspectos, papeles o determinaciones, que son las tres máscaras con las que se expresa externamente la Divinidad Inefable, que los gnósticos llaman "PROPATOR."

El primer aspecto emanado del Ser en potencia, o Propator, es el Ser o Padre que ya no es más el Ser Absoluto, sino un Ser, el Primer Nacido del que derivan por sucesivas emanaciones todos los seres.

El Propator (indicado en los sistemas cosmogónicos gnósticos como "el Gran Abismo") se manifiesta así para tomar consciencia de Si mismo y con ello llega a ser el Dios Padre o Espíritu Puro.

Pero todos los seres latentes en El, aspiran a pasar de la potencialidad a la manifestación, pero el primero que pasa (no siendo detenido por nadie) puede desarrollarse en toda Su plenitud, mientras que los demás serán frenados por El (que es por lo tanto el Primero y el Padre) así que no serán nunca más que gérmenes que tienden a desarrollarse.

La vida cósmica es considerada en tal perspectiva como el desarrollo de una panespermia, y el devenir del Universo como una Evolución.

Por consiguiente todo proviene del Padre, manifestado por emanación del Propator Inefable e Incognoscible, pero este Padre, no obstante (siendo el Verbo del Propator o Su Idea hecha Palabra) es también el Logos o Su Hijo Unigénito, es decir, el movimiento vibratorio que agita el Fuego y el Eter, con el cual el Dios Supremo es simbolizado y que crea el movimiento.

El Espíritu Santo, igualmente Dios, es así Vida, la fuerza excitante, el movimiento vibratorio (= el éter moviéndose en masa y formando vórtices, corrientes y efluvios que, partiendo del semillero divino, llega hasta los confines del mundo físico para al final retornar al mismo semillero divino); es llamado por los gnósticos "Pneuma Aghion" (Soplo Divino).

Estas emanaciones suyas siempre se producen en parejas (sizigi), es decir uno masculino y otro femenino, uno activo y otro pasivo, y todo elemento junto con su opuesto en la misma sizigia se llama "Eon."

Pero el Inefable Propator, en el que está potencialmente todo germen de vida (tomando consciencia de Sí mismo a través de Sus emanaciones en Su Unidad y Universalidad) no desciende en la Forma: El está, ha estado y estará siempre en la eternidad.

Para nosotros este Padre Inefable o Propator representa el germen activo de todo lo que se desarrolla de la Energía en Su manifestación, El no puede fraccionarse absolutamente porque es universal.

Por eso Su inmersión en el Tiempo y el Espacio puede compararse a un cliché de esta universalidad, cuya proyección es semejante a una serie de sacudidas o traumas repitiéndose. Cada sacudida se une a la precedente aumentando la amplitud de la oscilación. Apenas detectable al principio de forma instantánea, fue no obstante, suficiente para crear una individualidad, un Espíritu Puro: el Padre.

Suponiendo que este Espíritu no tuviese más consciencia que la repetición de un Punto, es decir de un reflejo de sí mismo, es sin embargo ya lo universal que se manifiesta en una línea, ya que dos puntos forman una línea, por lo que suprimiendo esta repetición del punto matemático, se destruye el universo.

Simbólicamente con la proyección del primer punto, tenemos la diferenciación primera del Absoluto Propator y en ese punto el Padre, mientras que en la línea tenemos su continuación el Hijo; y este Hijo (cualquiera que sea su reducción o multiplicación) permanecerá siempre igual a si mismo, puro y perfecto ya sea en la fracción o en la totalidad.

El Espíritu representará el vínculo entre el Padre y el Hijo, es decir, la universalidad consciente, la Unidad virginal y su reflejo en el fluir de la vida: una multiplicidad consciente de la universalidad de sus poderes.

Bajo el impulso de las sacudidas que suceden (la Creación aparente) la materia va modelándose y afinándose cada vez más, y cuando llega a ser lo suficientemente plástica, las consciencias encarnadas le insuflan su Vida, que es la del Padre y le dan la forma armoniosa de la que son conscientes, esto es, la manifestación del Hijo.

Es esto por lo que se lee en las Sagradas Escrituras: "Yo soy El que soy, es decir, el Eterno Presente", donde el Espíritu da vida a la infinidad de las "creaciones" para conocerse, experimentarse, que desde entonces se resume en un movimiento de dentro a fuera: Su respiración.

Es en verdad la omnipotencia del Espíritu la que plasma desde dentro las formas para llevarlas, a través de las etapas graduales de la evolución, hacia su realización o perfección. Pero no hay que confundir el espíritu con las formas que El anima, y que le sirven para tener experiencia de sí, de sus poderes.

El materialismo de los últimos siglos ha postulado que el espíritu nacía de la materia, hoy sin embargo, la ciencia ha llegado a la constatación directa de que la materia se resuelve al final en energía; y cuando el espíritu abandona a la materia, ésta se disuelve para retornar a los elementos originales: la materia prima o plasma universal.

Verdad es que el espíritu anima la materia y así adquiere experiencia o consciencia de sí, de su infinita posibilidad, por lo cual la materia puede ser vista como el campo de aplicación de la experiencia programada anteriormente y realizada después por el espíritu. El espíritu es de ese modo el motor inmóvil de toda manifestación variable, es decir, de la evolución de la materia, que Theilard de Chardin llamó "la Santa Materia", la cual después de Einstein ha perdido oficialmente su cualidad densa para llegar a eterizarse hasta disolverse en energía.

Entonces el Inefable Propator se manifestó y generó el Verbo (soplo de Su boca y manifestación de Su pensamiento) y reflejándose y contemplándose en él se deleitó; y de esta complacencia surge el Espíritu Puro: Fuego de Amor que, irradiando, une lo Inmanifestado al Ser Manifestado.

El Uno manifestado en el Verbo, se une después al Espíritu Puro, formando la Plenitud Armoniosa y Feliz del Santo Pleroma. Y la Plenitud del Pleroma en el gozo irradiante, reflejo del Propator, produce miriadas de Eones (Seres de Luz) que participan de la Gracia del Ser Manifestado.

Los Eones por tanto manifiestan la Luz del Pleroma; son en la manifestación del Ser otros seres, esencias luminosas que expresan el movimiento mediante el cual la Vida Divina fluye; son también semillas y grados diversos de su movimiento externo, de Sus manifestaciones que se suceden ininterrumpidamente, una tras otra.

Pero el Supremo Misterio de la Manifestación Divina es siempre el de la Trinidad. El Verbo, que es la primera emanación del Propator o Su pensamiento expresado en la Palabra, se concretiza en Vida en el sentido de que Su poder se hace vibración o energía vivificante; pero de El emanan simultáneamente efluvios, que surgen del Espíritu Puro o Padre como Soplo de Vida, al cual se da el nombre de Espíritu Santo.

No obstante el Misterio del Ser Supremo y Absoluto es tal, que toda tentativa de formular el concepto tiene el riesgo de disminuirlo, por lo que permanecerá siempre Inefable e Incognoscible: la Unidad Inmutable e Inmóvil, de la cual todo procede y a la cual todo retorna con ritmos alternos, que son precisamente su respiración.

Antes de que la Divinidad Inefable manifestase parte de Su Infinita Posibilidad, solo había la Pura Nada sin existencia ni sustancia, según los Sistemas Gnósticos, un Abismo vacío, un bullir de esencias, en cuya inaccesible profundidad todo estaba en el Ser Potencial en perfecta quietud.

Un No-Ser conteniendo por lo tanto toda las posibilidades del ser, es decir, una Nada llena de plenitud que era en suma la Divinidad Transcendente infinitamente más grande que todas las concepciones determinativas humanas.

Y Todo lo que sucede, proviene y acontece en esta Nada-No/Entidad-Abismo-Vacío, lleno sin embargo de todo desarrollo posible; y la manifestación visible del universo (con todas sus formas múltiples y diversas necesariamente finitas) tiene su génesis en la energía vital de la Mente Divina, que se expresa en ella poniendo orden en el Caos de sus manifestaciones precedentes.

Todas las Teogonías y Cosmologías de los distintos sistemas exponen así el inicio de las cosas y entidades manifestadas en su forma característica, pero todas las descripciones desean describir, en la

diversidad de las simbologías particulares empleadas, cómo la Divinidad Absoluta se vistió a sí misma con su propia imagen y cómo todo no es más que el conjunto de las distintas y diferentes expresiones del Absoluto mismo, que es la esencia, la sustancia y la realidad de toda la manifestación.

Verdad es que toda especulación gnóstica respecto a la aparición de la Vida y de nuestro Universo es siempre un señuelo y una solicitud dirigida a todo hombre para que tome consciencia de su realidad esencial, que a través de un constante y gradual trabajo de refinamiento de si mismo llega finalmente a trascenderse y deificarse. Los enigmas de la Divinidad Suprema, se emparejan en la consciencia cósmica como una relación eterna y continua creadora, o más bien desarrollando incesantemente nuevos conceptos, nuevos conocimientos de sí misma. Esta actividad no ha tenido nunca inicio ya que siempre ha tenido lugar, siempre ha determinado un Tiempo y un Espacio fenoménico; y por toda la eternidad se han desarrollado de la consciencia que ha puesto a operar su energía tanto en lo universal como en lo particular, en la que estaban comprendidos.

Por toda la eternidad se han sucedido evoluciones sintetizando las precedentes, en un tiempo y en un espacio siempre más amplio.

Esta actividad de la consciencia no tendrá fin, ya que eternamente los sistemas de Evolución extenderán su posibilidad y eternamente las almas tendrán consciencias más generalizadas, como igualmente esta consciencia contribuirá a un desarrollo de la consciencia más amplio por el cual todo, cualquiera que sea la universalidad o particularidad serán así perfectos, equilibrados, conscientes, verdaderos, poderosos y felices. Aquí reside el secreto del Absoluto que estamos buscando y que aparece al final de la evolución, como la Idea más simple y natural en la cual no se había pensado. He aquí por qué debemos modificar el concepto de un Creador por el de las relaciones eternas de una Unidad no creada y perfecta en todos los puntos de su Consciencia de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande.

Por lo tanto Una Consciencia Universal anterior a la evolución, esto es, anterior a todas las formas conocidas por nosotros en esta evolución, o sea más allá de todas las manifestaciones en un Tiempo y Espacio cualquiera.

Este Padre, germen de toda vida, es consciente de su unidad que es también universalidad, pero El no desciende en la Forma: El es, ha sido y será por toda la eternidad. Y por lo tanto no puede fraccionarse porque es universal; somos nosotros los que al percibir solo algunos de sus aspectos infinitos, lo consideramos dividido, aunque para nosotros representa el germen activo de todos los desarrollos de la Energía. Este carácter de Universalidad no tiene medida: es una cualidad interna suya indestructible y absoluta.

En suma, fuera y encima, alrededor y dentro de la Vida manifestada (necesariamente limitada e imperfecta) está la Divinidad Ilimitada y Trascendente, es decir, el Principio impensable y sutil que es el origen de todo y al cual todo tiende: un Absoluto incorpóreo-inmaterial-invisible, sin principio ni fin, omnipotente y omnipresente, del cual muchos sistemas filosóficos y religiosos no expresan más que algunos aspectos parciales, que no obstante ellos presentan como la Totalidad.

En efecto las parodias de la Divinidad Suprema presentadas por las diversas Iglesias institucionalizadas o exotéricas, no son más que simples y absurdas tentativas de describir y determinar lo que está más allá de toda conceptualización.

Como cada hombre posee su propio ideal (= Dios), que no es otro que el símbolo de sus aspiraciones más elevadas, así cada Iglesia tiene su Dios peculiar, que está derivado o producido por la evolución de las aspiraciones ideales del cuerpo colectivo o asamblea de fieles que es una Iglesia.

Para tales fieles se trata efectivamente del Dios verdadero, en cuanto satisface sus exigencias, de tal forma que cuando las aspiraciones de dicha Iglesia cambien, cambiará al mismo tiempo también la Divinidad invocada.

Es así como el Dios de los cristianos se diferencia del de los hebreos y éste es diferente del de los musulmanes. La Verdad es que mientras los hombres permanezcan imperfectos, lo mismo lo serán también sus Dioses, y conforme se van perfeccionando también los dioses respectivos crecen en perfección; y cuando toda la humanidad haya alcanzado su realización o perfección, todos los hombres reconocerán al mismo Dios, el mismo Supremo Ideal Espiritual.

Los mismos nombres que son usados en la Biblia (Elohim, Shadai, Adonai, etc.) son siempre sinónimos del concepto fundamental de la inexpresable Divinidad Trascendente, a menudo sus nuevas hipóstasis o manifestaciones, a causa de las cuales también el Dios Bíblico no es totalmente el Principio Creador, sino la Sustancia misma y el Principio de los seres y de las cosas. En otros términos, El es la verdadera y Unica Realidad, el Ser más allá de todos los seres que los doctores de la Cábala llaman "Ein

Soph Aur" (Océano de Luz sin límites), mientras todo el resto no es más simple fenómeno de Su manifestación, o Su aspecto visible y exterior.

No siendo del todo expresable y ni siquiera imaginable (porque no puede ser concebido en su esencia si no es por la inteligencia pura o intuición, porque sobrepasa toda posible fórmula o definición) lo que se indica con el término metafísico de Dios (Propator o Pre-Padre), un término indefinido que es susceptible de ampliarse y de abrirse a posibilidades ilimitadas. En efecto, la imposibilidad de conocer (ya sea con las más atrevidas especulaciones) esta Entidad Desconocida e Incognoscible (= un Absoluto conteniendo en sí toda la potencialidad del devenir del Ser) que nuestros Padres Gnósticos llamaron el Inefable Propator, sin embargo, todo hombre puede encontrarlo como Presencia en si mismo, en la medida en que será capaz de hacer viva la perfección del mundo.

La Naturaleza es Dios, la energía es Dios e igualmente todo lo que se manifiesta es Dios y también la Nada es Dios. No obstante Dios no es la Nada tal como la entendemos comúnmente, porque en el Todo está también comprendida la nada, mientras que en lo que llamamos nada están contenidas en potencias todas las cosas, de forma que lo Divino penetra todo y su esencia es como una semilla, de la que la naturaleza es la corteza.

Todo lo que se manifiesta en existencia es un aspecto de El, incluso aunque todo su aspecto formal sea limitado, mientras El es libre de todo límite; y hombres y mujeres (en cualquier nivel de evolución en que se encuentren y cualquiera que sea el sendero que siguen, aunque solo sea la evolución natural colectiva) están siempre y de todos modos en camino hacia El.

Dice un antiguo texto hindú: "Como un solo hilo, en el que se ensartan las perlas de un collar, así Dios es el supremo Sí mismo que se individualiza en cada ser."

Un Poder por lo tanto luminoso y enteramente impersonal, en posesión de todas las cualidades y atributos, absolutamente puro y sin contaminar, cuyo reflejo aquí entre las tinieblas de nuestro mundo puede ser visto bajo infinitos aspectos; por eso, los antiguos gnósticos afirmaron que el hombre es la imagen deficiente pero perfeccionable de su inmenso esplendor, pero por estar más allá de toda percepción directa, puede por ello mostrarse a cualquiera en la forma que él quiera contemplar y El está en realidad presente potencialmente en todo ser, en espera del perfeccionamiento de la forma en la que está encarnado.

La materia como tal (con los actuales conocimientos) está cada día afinándose más, abriendo las puertas más allá de la física, lo cual es precisamente Metafísica. Materia y Espacio/Tiempo han llegado ambos a una unidad indisoluble, un todo espiritual, una Realidad cuyo secreto la Tradición ha custodiado hasta nuestros días y transmitido exclusivamente a través de estrictas esferas de iniciados: el espíritu no está en oposición a la materia pero la establece, ni es la trama sobre la cual se teje la apariencia de la manifestación; anima la materia mediante las formas, que son su medio para que se conozca y se exprese su posibilidad infinita.

En los sistemas gnósticos, la Luz es una Realidad poliédrica de la cual es posible intuir la importancia en el interior de la vida del Pleroma, gigantesco cuerpo divino en el cual fluye esa linfa divina característica que es el Soplo de Luz. La vida se constituye en la forma de un efluvio, de una cascada interrumpida por relámpagos luminosos, entidad de emanaciones distintas de la pareja inicial, pero siempre unidas entre si y con la entidad primordial por un cordón umbilical, o por una potencia luminosa en tensión continua que se impone como el corazón pulsatil de dicho gigantesco organismo.

Y fuera del Pleroma el proceso de la iluminación es visto como un puente por encima del abismo que divide los dos mundos (el espiritual y el concreto), puente que une y a la vez divide: Luz y Tiniebla, mundo de la plenitud y mundo de la deficiencia. El estallido de la Luz, que por su plenitud superabundante se expande y da lugar al proceso cosmogónico, pero esta luz plena es emblemática del cambio individual de cada gnóstico: luz y simultáneamente tiniebla.Aquí, la especulación gnóstica se relaciona con el Evangelio de Juan que (incluido entre los canónicos) fue rechazado por muchos considerados ortodoxos de aquella época, lo mismo que el "logos" de Platón fue al principio rechazado, siendo fuente de disputas sin fin sobre la naturaleza y el desarrollo interior del Pleroma Divino. Juan, queriendo exponer el origen de todas las cosas, establece ante todo un principio, el Verbo generado por el Padre, por lo que le llama Hijo Unigénito en el que el Dios Supremo ha emitido seminalmente todas las cosas.

Es mediante este principio, como el Logos se ha producido y en él toda la sustancia de los mundos (= Caos) que el Logos elevó ulteriormente, de tal forma que el Principio es de Dios y del Logos. En su Evangelio en efecto dice: "En el Principio (sin inicio esto es, el eterno presente) era la Palabra, y la

Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios." Pero la Palabra no es otra cosa que una manifestación externa del pensamiento, es decir, una emanación de la mente, por lo que Dios es visto aquí como mente que emana el pensamiento, cuya manifestación concreta es la Palabra.

Dios por lo tanto, es anterior a la Palabra, Mente o Consciencia, pero de una dimensión tan vasta y profunda como para ser configurado como Abismo, para el cual es naturalmente inadecuado el concepto de Pensamiento.

Se tiene así la primera emanación o manifestación divina en el sizigi de Eones Bytos-Ennoya (Abismo y Pensamiento); pero donde residía este proto-sizigi en potencia y hacia donde emanó en acción? En la Unidad primordial o Transcendencia Absoluta, que no es ninguna de las cosas existentes, aunque contenga a todas potencialmente. Y puesto que es imprescindible, se le llama el "Inefable": la Unidad antes de ser tal, el No-Ser que contiene en si virtualmente el Ser, porque ya existía antes aún de manifestarse como Principio de todas las cosas y por esto "Propator" o "Pre-Padre."

Así como en el Principio era la Palabra (el Pensamiento hecho palabra), antes del Principio era el Silencio, como estado primordial del Pensamiento, y allí precisamente se manifiesta la primera pareja (Sizigi) Bytos-Ennoia salida del Uno Inmóvil, el cual de tal forma pasa de la potencia al acto de conocerse, porque expresa parte de sí mismo.

Del silencio de Bytos-Ennoia emanó la Diada y el Propator se convirtió en el Primer Principio, es decir, el Padre, que da origen a todas las cosas. La Palabra (Verbo y Logos) por tanto es en tal sentido el Hijo unigénito del Propator o Padre Primero (el Uno sin Segundo) y consustancial a El en cuanto extrae su ser de El del que procede, y que no obstante permanece Uno, inmóvil e inmutable.

Así, el Verbo es el Hijo único que emerge del profundo Abismo para llegar a ser Padre de lo manifestado, y siendo Dios de Dios, extrae su Ser de Sí mismo, y todo procede de El, así que nada existe que no proceda de El, que no obstante sigue siendo el Motor Inmanifestado, inmóvil e inmutable.

Siendo El un punto luminoso, mientras alrededor permanecieron las tinieblas.No obstante es en la emanación del Ser en potencia como el principio produce el mundo espiritual

o Pleroma, el cual contiene en sí lo Absoluto y lo Relativo, la Materia y el Espíritu, el Uno y lo Múltiple, con todas sus potencialidades y sucesivas emanaciones como gérmenes de Su Perfección.

Según el concepto gnóstico, no es lo que se considera "creación", un suceso que haya tenido lugar en un pasado lejano, ya que la Vida es siempre "ahora" y el drama cósmico es el mismo del hombre.

El Espíritu se baña (desciende) en la materia para organizarla, dirigirla, refinarla y espiritualizarla.Así todos los sistemas cosmogónicos esotéricos y antiguos tratan de describir mediante alegorías y

mitos simbólicos, el drama de la consciencia cósmica en sus múltiples y diversas individuaciones (= sus aspectos externos) con objeto de proporcionar una visión interna de lo que se muestra como proceso creativo.

Las teorías cosmogónicas, psicológicas, metafísicas y soteriológicas están por ello estrechamente ligadas unas a otras en sus distintas formulaciones; y en los sistemas gnósticos presentan invariablemente un carácter esencialmente dramático.

Esos grandiosos escenarios míticos, mediante la descripción de la "creación" universal, de las "dos caídas" y sus consecuencias, evocan en realidad el destino humano. En efecto, el héroe y el protagonista es aquí siempre el hombre; y de su entrada en escena, todo converge hacia él y todo depende de él.

El Espíritu puro (Pneuma Aghion, chispa y porción de la Sustancia Divina Increada) desciende a la carne y al alma del hombre (síntesis y fruto maduro de toda la naturaleza mediante una larguísima y elaborada evolución selectiva), pero ahí se encuentra impedido (por la imperfección de su envoltura física) de expresarse en su plenitud, por lo cual parece haber perdido la consciencia de su verdadero ser y de su misión.

Aprisionado en una envoltura que le queda demasiado estrecha (para los gnósticos el cuerpo es visto como una tumba para el espíritu) el espíritu deberá refinar su envoltura física para recuperar la consciencia de su verdadera naturaleza y destino; su despertar será así posible mediante cierta disciplina psicológica (iniciación o ascesis) que lo liberará de su torpor en el que ha caído, para finalmente conseguir su reintegración.

Es tarea de la existencia humana la revelación del Espíritu, cuya libre expresión es impedida por la tosquedad animal del cuerpo físico, el cual es por eso purificado, refinado, regenerado, espiritualizado para volverse gradualmente instrumento idóneo para el espíritu en su experiencia de la materialidad. Así, para todo gnóstico la salvación, la liberación, la reintegración, es vista como anticipación de un estado escatológico que caracteriza precisamente su actitud no solo psicológica sino intelectual, implicando lo

que es totalmente su vida, su comportamiento y su destino (poner al propio cuerpo como instrumento al servicio del espíritu, para reconstituir en sí las condiciones de plenitud y perfección: el propio Pleroma).

Desengañado y molesto por su actual situación en un mundo que le aprisiona, el gnóstico no se reconoce como de él y se considera como un exiliado en tierra extraña, y su nostalgia por su patria ideal donde podría encontrarse, se basa en la plenitud de su naturaleza divina, dándose cuenta de que su situación presente es solamente un incidente temporal para un fin bien preciso: la actualización o advenimiento de un mundo de perfección, reflejo de la Plenitud Perfecta del Pleroma.

Es esta nostalgia y este deseo de su mundo ideal y perfecto, lo que da lugar como consecuencia natural a dar imagen a las grandiosas y esotéricas especulaciones y sistemas con el fin de encontrar una explicación comprensible del por qué él se encuentra ahora en este mundo malo y hostil y de la existencia del mal, en abierta contradicción con sus ideales de perfección: Por qué estoy aquí? Qué tengo que hacer en este mundo de deficiencia y como puedo salir de todo esto?

Por eso sus atrevidas y sublimes concepciones, de las que aquí nos esforzamos en dar una secuencia sintética, donde la antigua visión gnóstica intentó reconstruir el descenso del Espíritu desde la pura Transcendencia al mundo de la materia con sus deficientes y necesidad material (la aventura cósmica del Espíritu). Se afirma además que aparte del mundo que perciben nuestros sentidos, existe otro mundo que aunque no percibido sensorialmente no es por ello menos real; es la verdadera y única Realidad de la que las múltiples dimensiones y niveles jerárquicos de nuestro mundo no son más que simples aspectos.

En verdad detrás de cada realidad aparente, existe siempre otra realidad en espera de revelarse, y toda cosa finita contiene siempre en si un más allá que es su propia y esencial transcendencia; en suma, más allá de todo cuanto aparece ante nuestros sentidos siempre hay algo más. En verdad en toda piedra existe otra piedra, en cada hoja de hierba una esencia secreta y misteriosa la alimenta; de la misma forma más allá de cada estrella, siempre hay otra estrella por descubrir e infinitas estrellas más; y tras el yo aparente de cada uno de nosotros hay un Sí real, que es simultáneamente nuestra esencia y la de todas las cosas; todos los objetos, las cosas, las criaturas, los hombres tienen su realidad esencial en este substrato común.

Y todos nosotros que estamos y nos movemos en este mundo visible y tangible, tenemos nuestra oculta raíz en lo invisible, por lo que existe un ser secreto nuestro que es la causa y el fin de toda existencia de tal forma que toda vida individual es la simple actuación de un esfuerzo de llegar a la transcendencia, en un periodo de tiempo más o menos largo, la expresión perfecta de ésta nuestra naturaleza divina potencial: la sacralización de la carne (la materia) y a través de su armonización con el Espíritu hacer viviente la presencia de Dios en el mundo.

Aparte del mundo que se muestra a nuestra vista, de la Vida dispersa y separada, está el universo ideal de la Plenitud y Perfección o de la Unidad, del cual precisamente nuestro mundo físico es solo un reflejo, es decir, que en frente de la perfección pleromática está nuestro mundo de deficiencia y ausencia de perfección, y por ello Cenoma o Kenoma (= Vacío, Hueco); el Universo Espiritual o Pneumático, el Pleroma está formado por una inmensa esfera de Luz, cuyo vértice es la Divinidad Absoluta, el Ser más allá del Ser, la Unidad increada, conteniendo en si el germen potencial de todos los mundos y de toda vida, el cual antes de manifestarse no es imaginable para nosotros más que como un punto (que en matemática se define como dotado de posición pero privado de dimensión) el cual al desarrollarse se hace línea, triángulo, cuadrado y círculo (asume todas las formas de la geometría).

Este es el mismo concepto expresado en el Génesis bíblico: "La tierra estaba sin forma y vacía (un Caos o Kenoma); las tinieblas cubrían el Abismo y el Espíritu (soplo, hálito de la Divinidad Transcendente) aleteaba sobre las aguas."

El Espíritu, que Simón llama Fuego y Valentín "principio Inefable", da origen también en la Tradición Bíblica al desarrollo de la Inmanencia Divina o su Exteriorización infinita y eterna: el Universo o Unidad en la multiplicidad de su manifestación.

Se lee en el "Evangelio Eterno" recientemente encontrado, a propósito de esta manifestación: "El Absoluto Propator o Pre-Padre (que nuestra mente finita no puede concebir) es la fuente de la que emana el Silencio, el cual es deseado en todo espacio, el Uno que es el Padre (el Propator Inmanifestado), del que proviene la primera Mónada Infinita y perfecta como una Chispa de Luz, comparados con la cual todos los mundos son como una oscuridad (Sus Tinieblas exteriores). Y ellas (las mónadas sucesivas) han recibido de aquella (Mónada Eterna e Increada) Vida, Esperanza, Paz, Amor, Resurrección, Renacimiento y Gnosis.

Tales Noumenos provienen del Padre, que es a la vez Padre y Madre, cuyo Pleroma trasciende la "Profundidad Doce." Pero antes de que el Universo existiese, era el Abismo (Bythos) y el principio es el Punto de Partida del primer desdoblamiento de la Unidad Inmanifestada, es decir, el equilibrio de hacerse dual, por lo que el primer ternario se diferencia de todos los ternarios sucesivos, los cuales son precisamente el resultado de su encuentro recíproco, como consecuencia necesaria del Principio de la Balanza de la Primera Trinidad Perfecta (un triángulo formado por tres grandes principios del Propator Oculto: el Espíritu, o Energía/Fuerza, es decir, la sustancia activa o elemento positivo/masculino y la substancia receptiva o pasiva/femenina).

La Balanza es de hecho el equilibrio entre los dos principios opuestos de la Trascendencia cuando se hace inmanente, donde el elemento equilibrante es la resistencia a la oposición que surge de su impacto con el fin de permitir actuar a la Vida.

El Propator no generado, Indefinible e Inefable (sin inicio ni fin) se desdobla en dos principios opuestos, y de este desdoblamiento Suyo derivan todas las divisiones sucesivas, hasta las infinitas formas en su diversificada modalidad de ser.

El Inefable Propator, que es Unidad Absoluta, revela su primer aspecto haciendo surgir de su insondable Profundidad las tres fuerzas que están en El en unidad.

Es la Santa Trinidad consustancial e indivisible de todas las Grandes Religiones, Trinidad que está en el vértice de todas las manifestaciones y que por ello se manifiesta como una inmensa pirámide desplegándose desde lo Alto a lo Bajo en sucesiones graduales de luz, donde cada mundo o espacio es elaborado y compenetrado por las primeras manifestaciones de las tres fuerzas consustanciales de la Luz, pero estas tres fuerzas están subordinadas a sus respectivas localizaciones en la Pirámide misma, por tanto de la Voluntad del Absoluto (Su Amor), que penetra desde los niveles más sutiles y luminosos de la Primera Tetrada hasta aquellos más densos y más opacos del "Límite" que separa los Cielos Superiores de los Inferiores.

Y nosotros, si no podemos gozar de Su directa visión, podemos conocer sin embargo Su Amor manifestándose mediante sus hipóstasis divinas, que para nosotros representan la garantía de nuestro renacimiento en espíritu y de la perpetua renovación que señala el destino de la progenie humana hasta su gloriosa realización.

La Unidad o Misterio del Silencio/Abismo (Sigé-Bythos) puede ser imaginado, por analogía, semejante al Cielo del Pleroma o Cielo Divino Arquetípico de las Ideas, pero no obstante no es lo mismo; y sin embargo es lo que dirige la manifestación divina, la cual da origen directamente a los Espacios del Pleroma. Esto lo describe Valentín, que fue Obispo Cristiano de origen egipcio, que se formó en Alejandría y visitó Roma alrededor de la mitad del siglo II de nuestra Era y que no fue perseguido ya que hasta el siglo III cristianos ortodoxos y gnósticos convivían en simbiosis.

En el Espacio-Esfera (campo de energía universal permanentemente en pulsación) surge algo menos luminoso que la Luz Transcendente, es decir, otra modalidad del movimiento, parecido a un vórtice oval, en continuo movimiento de expansión y contracción.

En el proceso interno de su movimiento se desarrollan gradualmente dos puntos de apoyo, símbolos del equilibrio entre el positivo y el negativo (androginia divina), mediante los que la Transcendencia se hace Inmanencia; pero simultaneamente la perifería interna de la envoltura oval se contrae y en esta contracción se hace el acoplamiento (afirmación de la Ley del Sizigi por la cual todo lo que viene a existencia se acerca a su contrario).

Profundidad y pensamiento (Bythos y Ennoia) constituyen la primera Diada o Sizigi de Eones, manifestando los dos primeros aspectos luminosos de la mónada Eterna los cuales son simbolizados por dos Esferas, separadas pero al mismo tiempo unidas en la poderosa inspiración y expiración del Soplo de la Vida Universal, donde cada aspecto integra la cualidad del otro (Ley de polaridad: positivo y negativo, masculino y femenino, + y -).

De la afirmación de la Ley del Sizigi se tiene la dualidad en acción, de la cual se desarrolla la multiplicidad y la universalidad.

La Luz Increada y Absoluta, emanando de una esfera a otra, sufre un gradual estado de modificación, y cada esfera, recibiendo la Luz, la transmite a la vez que emana una nueva esfera; pero en este paso la Luz se diferencia, se recubre por asi decirlo de un velo respecto al esplendor precedente.

De los dos polos de la esfera, el negativo y el positivo, y de su expansión, se crea de tal manera la causa de la diferenciación, por la que se tienen de ese modo los distintos planos o firmamentos de Luz, donde cada plano difunde la luz recibida sobre el plano inferior.

Los primeros atributos de la diferenciación son Sabiduría e Inteligencia y corresponden a los principios activo y pasivo que, uniéndose, forman la pareja o binomialidad, la cual (junto con el primer atributo o punto metafísico) expresa la Plenitud o Perfección que se despliega en el Santo Pleroma.

El Propator, o Dios Absoluto, es el Ser Primordial (el Punto Oculto) la Raíz Secreta o Fuente Universal, la cual emanando en un ritmo trinitario, manifiesta el mundo divino (Su emanación directa y por lo tanto perfecta): es el Santo Pleroma compuesto por una serie de Eones, alguno de los cuales es también una

Eternidad y una Plenitud de Perfección. A través de los Eones fluye la Luz Divina o Energía creadora y plasmadora, para formar la textura geométrica, sobre la cual se borda después la creación y manifestación universal.

Los números 3-7-8-10-12 representan las primeras fases (espirituales) o etapas del proceso creativo de la Unidad en manifestación; y son al mismo tiempo también las fases o etapas del retorno reintegrativo humano.

Así, de la Ley de Dualidad del Primer Sizigi se afirma en el desplegarse del proceso emanativo la Ley de la Triplicidad, en relación a la Triada del Sizigi que constituye los Tres Grandes Espacios de Luz del Pleroma.

El Primer Espacio es el Misterio emanado del Gran Nombre, la Luz y el Fuego del Espíritu que unidos para formar la "Trinidad" Divina (= Padre, Verbo y Espíritu Santo) manifiestan la Luz del Invisible Propator.

El Segundo Espacio es el que va desde el Silencio a la Palabra (Verbo) y a la región de la Idea Pura.

El Tercer Espacio es el de la Inteligencia Divina y estos tres caracterizan las tres fases de la Expresión Divina en referencia al Mundo Arquetípico, al Mundo del Pleroma y a los Eones, que tienen función de mediación entre el Propator Ininteligible y Su manifestación. Estos Espacios o Cielos, que forman el Gran

Firmamento (extendiéndose piramidalmente desde lo Supremo al Límite) separan el Santo Pleroma de nosotros; pero es precisamente a través de El como vibra la Polaridad, donde cada Sizigi anhela objetivarse, de la misma manera que los complementos humanos anhelan reunirse en el Santo Pleroma, que es su meta final.

La estructura trinitaria cuyo vértice es el Propator Increado, desarrolla por consiguiente sus dos puntos de apoyo de Luz: Profundidad y Pensamiento, de los cuales el Pensamiento se concretiza en acción (la Palabra: Verbo/Logos).El Pensamiento (= Ennoia) en el acto de manifestarse (emanación en esfera pasiva/femenina: la Naturaleza) es la expansión que al desarrollarse emana siete esferas (las Siete Regiones del Espacio del Pleroma, Sus Siete Primeras Esferas o Potencias de la Luz) mientras la Profundidad (Bythos) esfera positiva o elemento formante, representa la Luz emanada del Fondo del Abismo Insondable que fecunda sin ser fecundada.

Las antiguas intuiciones de la Tradición de la Sabiduría, que nuestros Padres Gnósticos intentaron expresar simbólicamente en sus intrincados Sistemas Teogónicos y Cosmogónicos encuentran hoy finalmente su confirmación en la Física Moderna, la cual puede ofrecer una explicación científica sobre la transición de la Trascendencia Divina a Su manifestación universal. En efecto se produce la asociación de cada partícula (energía positiva) a una antipartícula (igual pero cargada de energía negativa), lo que hace suponer que ocurra lo mismo para la luz, la cual está constituida por fotones y antifotones. Así, mientras los protones y los antiprotones pernanecen separados, hay luz, pero si se mezclan entre si vuelven las tinieblas.

Podemos por ello considerar la creación por parte del Dios supremo como un acto Suyo dialéctico, la emisión de su Verbo, su Palabra, mediante la cual las Tinieblas o la Nada es separada en energía luminosa positiva y en energía luminosa negativa, cuya suma es obviamente energía cero.

Por tanto en el Principio de la manifestación están el Verbo (Dios - Espíritu) y las Tinieblas (la Nada); por medio del Verbo Dios ha separado así las Tinieblas o la Nada en dos aspectos de Luz: una Luz positiva y una negativa. Esta Luz después es llevada dentro de los conductores de luz, parejas de electrones-eones; y precisamente la luz positiva en los positones y la luz negativa en los electrones. El espíritu de Dios, es decir el Verbo, ha generado de esta forma el espíritu eónico, dotado de un poder de representación, dotado también de Verbo. Así los Eones podrán desarrollar el Universo, los primeros nacidos del Verbo de Dios y dirigirlo hacia su perfeccionamiento (su imagen externa), es decir separando el Verbo en aspectos contrarios y opuestos: el calor y el frío, lo alto y lo bajo, lo denso y lo sutil, lo

cercano y lo lejano, el pasado y el futuro. Y todo esto mediante distintos actos dialécticos y por tanto solo basados sobre el Verbo sin necesidad de energía adicional. Esta función dialéctica se evidencia en cada una de las cuatro grandes propiedades psíquicas de los Eones: la reflexión, el conocimiento, el amor y la acción. Son precisamente estas cuatro propiedades las que elevan cada vez más el nivel de experiencia y por consiguiente su representación cada vez más elaborada y compleja del universo.

Se puede por lo tanto considerar el primer "evento" del universo como una especie de "reflexión" del Supremo, del cual el Verbo es el medio para producir este primer acto dialéctico, consistente en separar las Tinieblas en luz positiva y en luz negativa (fotones y antifotones).

El conjunto de los Eones, que forman la manifestación cósmica, se disponen unos respectos a otros en una especie de estructura piramidal donde todos los Eones interactúan entre sí, bajo la dirección de la Trinidad Divina, que ocupa la cima de la Pirámide, que es la unidad inicial (Dios), cuyo Verbo o espíritu puro potencial pronto a manifestarse, lo hace ejercitando sus poderes, es decir, creando o separando lo que es de lo que aún no es. Lo que no es, precisamente es la esencia de todo y sobre todo de la energía: una verdadera y adecuada manifestación de la palabra que da la vida al universo. Las dos luces, la positiva y la negativa producidas en el origen del Verbo, ya no son nunca más mezcladas sino que son inmediatamente reunidas en los eones positivos y negativos portadores del espíritu (y también en la materia y en la antimateria).El universo del Verbo nació, y después todo ha sido una transformación acompañada del pulsar inmenso y continuo del Yin y del Yang (la respiración de Dios).

La moderna relatividad compleja nos muestra en efecto un modelo del universo cuya característica principal es mantener constante una energía Cero. Y si aunque fuese en un solo instante viniese a menos el poder del Verbo en cuanto a separar dialécticamente el más del menos, el Yin del Yang, el universo se disgregaría, se tornaría en Tinieblas, en caos, en Nada.

El mundo es en efecto una lucha incesante entre luz y oscuridad y su existencia es el testimonio de que la Luz es finalmente más fuerte que la Oscuridad y triunfa siempre.

Las conclusiones de la ciencia moderna son que el universo es esencialmente espiritual, es decir, no tiene otra existencia que la llevada por el espíritu. Es la misma conclusión a que habían llegado milenios antes los antiguos Rishis de la India, que el universo es ilusorio (Maya) pero una ilusión que tiene una realidad tangible y visible en el sentido de una ilusión producida por una entidad de sustancia espiritual, porque es en realidad una creación temporal del espíritu. Pero en el concepto gnóstico el enigma del comienzo de la vida o creación del mundo sale de nuestro universo para abrazar todas las evoluciones posibles de la infinidad de mundos y de universos manifestados en tiempos y espacios diversos y asumiendo por ello una amplitud inconmensurable.

La consciencia es en efecto Una y representando la unidad invariable de sus manifestaciones, no puede tener un comienzo y un fin; porque es eternamente presente e indestructible, cualquiera que sea su manifestación en el espacio/tiempo presente.

Las fuerzas que se manifiestan en nuestro sistema de universo no han aumentado ni disminuido esta consciencia que permanece siempre la misma, incluso si su posibilidad de manifestación en el tiempo presente resume todas las relaciones de la energía manifestada en el Plano de la Evolución de nuestro sistema de Universo. "En otros términos: cualquiera que sea la posibilidad precedente poseída por esta consciencia antes de su entrada en nuestro universo, ella tiene además el poder de contribuir al desarrollo fenoménico de un universo como el nuestro."

En la práctica, cualquiera que sea su manifestación en el Tiempo y en el Espacio siempre es ella misma porque su desarrollo se basa en la relación eterna de la Trinidad Una que no tiene cálculo ni duración ni medida. Es por ello lícito suponer también una infinidad de evoluciones simultáneas realizándose desde una fracción infinitesimal de segundo hasta una Eternidad: todas perfectas y completas para volver a empezar de nuevo sin interrupción. Y a medida que estas evoluciones sucesivas se producen, es presumible que la consciencia se amplíe siempre cada vez más en sus posibilidades ilimitadas de acción en el Espacio/Tiempo y que toda su manifestación sea perfecta y completa.

Así, cualquiera de las infinitas gamas de manifestación posibles de esta realidad-Principio universal o esencia incognoscible de todo lo que se manifiesta más allá de cualquier concepción y sin embargo raíz de todo lo manifestado, omnipotente e infinita, no representa más que un punto en la multiplicidad indefinida de los Universos, susceptibles de formarse en el seno de la eternidad.

El todo ofrece la impresión de una Energía extraordinaria capaz de expresarse en una cantidad multiforme de diversas coloraciones. Se trata de la Trinidad básica de la Unidad que toma consciencia de sí misma mediante etapas sucesivas en el Espacio y el Tiempo: una evolución dentro de otra evolución

más grande, cuyo espacio y tiempo son precisamente los dos aspectos de la energía limitada que conocemos.

Son los dos aspectos necesarios para el desarrollo de las características que harán a la Unidad primaria posteriormente consciente de sus poderes.

Cuando la unidad relativa haya cesado de manifestarse, la consciencia de si misma será siempre un aporte adicional para la perfección. La duración de cada una de estas manifestaciones explorativas y expansionales, toma el nombre de Evolución. El Tiempo comprendido entre la aparición y la desaparición de una Unidad relativa en un espacio limitado puede variar desde una fracción infinitesimal de segundo a periodos larguísimos. Pero todas estas etapas del cómputo incalculable, todas estas grandezas variables entre +1 y -1 representan otros tantos planos y periodos de evolución; y todos invariablemente representan un conocimiento perfecto de una Unidad relativa de la Unidad mayor que está inmersa y se manifiesta en cada una de estas etapas. Se podría por lo tanto decir que cada punto preciso del presente que vivimos, ha sido ya experimentado por la Unidad hecha consciente de la manifestación de dicha realidad. Resulta pues que desde la emergencia de nuestro Universo hasta su terminación (fin de su corriente evolutiva que la llevará a una corriente más evolutiva) la consciencia ha visto ya toda fracción progresiva de nuestra evolución y nosotros representamos desde el punto de vista energético la síntesis de su conocimiento.

El papel de la Luz es de gran importancia en la Gnosis, siendo ensencialmente reflexión del hombre sobre el hombre, y en los escenarios cósmicos de aquellas complejas y sugestivas cosmogonías el Neuma de Luz se muestra siempre, ya desde su aparición, como en su fluir imparable (a lo largo de todo su recorrer el interior de ese gigantesco cuerpo divino que es el Pleroma) para formar Esferas de Luz de grados inferiores.

Es como una cascada ininterrumpida de emanaciones luminosas que se diferencian conforme se distancian de la Fuente Original inmanifestada, pero que sin embargo permanecen siempre unidas entre sí y a la Unidad Transcendente de un poder luminoso en continua expansión, que forma precisamente el mundo divino de la Perfección y de la Plenitud, expresión externa del Uno Inmanifestado.

Así, la realidad del Pleroma aparece en los Textos Gnósticos como la de un gigantesco organismo que se forma progresivamente mediante sucesivos movimientos (expansión y contracción) de irradiaciones de Luz y generaciones diferenciadas.

Esta Luz (que como linfa luminosa recorre este organismo) es una plenitud invisible luminosa portadora de semillas, de chispas de Luz en categorías para fecundar y activar niveles cada vez más degradados de materia pleromática, donde siempre genera las distintas Entidades que habitan este cuerpo espiritual de la Divinidad.

Es así como el Pleroma se diferencia en planos de Existencia y Firmamentos de Luz, donde cada plano refleja su Luz sobre el plano inferior en forma que en cada nivel vive y emana la Luz que ha recibido del Plano Superior.

Del Ser, más allá del ser y el no ser, un Punto Causal (oculto en Su Intima Plenitud) de pronto brilla y emana una semilla, el Uno o Padre de todo lo que vendrá a manifestación, el cual precisamente se convierte en la raíz de un ritmo trinitario que se manifiesta como su expresión perfecta: es el Mundo de la Perfección y de la Plenitud Divina, el Santo Pleroma.

Es desde el principio un punto muminosísimo (centro de una circunferencia sin dimensiones) que contiene en si todas las posibilidades de manifestación y por tanto llamado el Principio Divino o Padre.

Desde este primer punto emerge después Su Luz, repentina e inmediata, en sentido descendente para formar los Eones de Luz, que son reflejos de Su Luz (y por tanto perfectos y completos), Luz que al desplegarse se aleja de su centro originario y por tanto se va haciendo menos intensa; pero sin embargo cada Eon es a su vez Punto o Centro (= Atomo de Luz) que se contrae y se expande en un movimiento incesante manifestado (en una multiplicidad diversificada de aspectos) el reflejo de la Luz poseída para proporcionar una imagen suya particular del Uno, el Propator. Pero también en el Pleroma, al otro lado de su Límite, el fluir de la Luz en su incomparable superabundancia, no logrando ser contenida en sus Esferas o Eones, rompe los confines e irrumpe fuera en el vacío de las Tinieblas exteriores, creando así sus divisiones, pero asimismo un puente entre el mundo de la Luz y el de las Tinieblas, entre el mundo de la plenitud y el de la deficiencia, como un signo de la promesa de una posible restauración y reintegración de la Luz que las tinieblas tienen prisionera, para ser iluminadas.

Esta irrupción de la Luz ontológica que floreciendo desde el Pleroma se dispersa y con ello da comienzo a la imperfección y a la vida deficitaria, más allá de la narración mítica, quiere expresar la nostalgia del gnóstico mismo, que habiendo tomado consciencia con la Gnosis de su verdadera naturaleza

y origen, se siente exiliado en una tierra hostil y extraña, hijo de la Luz, que advirtiendo la llamada de su patria celestial se ofrece él mismo, en su deseo irrefrenable de libertad y de salvación.

Si los textos Gnósticos representan el proceso teogónico y cosmogónico como una iluminación, fecundación, generación (dejando en si unas categorías particulares espacio-temporales lo mismo que en ciertas formas míticas) lo hacen para transmitir de tal manera un contenido teológico particular, que solo pueden recuperar los Neumáticos, es decir, un código y clave de lectura secreta.De hecho la iluminación (como conocimiento de uno que es autoconsciencia) de la que se habla en sus textos, no es un proceso puramente simbólico; es mítico por ser inefable, pero se trata de una mitología especial, referida a un tipo particular y extraordinario de realidad.

Y el prólogo al IV 1489; Evangelio del gnóstico Juan quiere precisamente revelar el papel de la Luz incluso orgánica, de tal forma que se puede afirmar que es el suyo el texto esotérico por excelencia, en el que se aporta la interpretación correcta de la Realidad objetiva y de la Visión transcendente, aunque solo la metáfora puede traducirse como hipótesis de trabajo y de realización.

El Evangelio de Juan afirma así en su prólogo: "En el Principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Estaba en el Principio con Dios. Cada cosa se hace por medio suyo, y sin él ninguna cosa hubiera podido ser. En él estaba la Vida, y la Vida era la Luz que brillaba en las Tinieblas, y las Tinieblas no la comprendieron."

En nuestro lenguaje "Verbo" es el equivalente del término griego Logos y de "Palabra", pero en nuestro contexto tiene un sentido más antiguo y amplio, o sea un pensamiento expresado o idea manifestada. Además el Logos griego tiene múltiples significados y Orígenes informa que este término era ya usado en la India antigua: "En los Brahmanas está escrito que Dios es Luz no como uno la puede ver (como el Sol y el Fuego) y que la casta sacerdotal (Brahmanes) adoran al Dios Logos, pero no el Logos articulado de la Gnosis, a través del cual los más altos Misterios de la Gnosis son vistos por el sabio."

Pero las Actas de los Apóstoles y el IV 1489; Evangelio tienen abundancia de expresiones gnósticas, y en verdad el término Cristo y Logos eran ya conocidos mucho tiempo antes de la aparición del cristianismo.

Y la Gnosis Oriental era estudiada y practicada también antes de la época de Moisés, por lo que debemos buscar los orígenes de todos estos términos en los periodos arcaicos de la filosofía asiática primitiva. Intentaremos pues indagar como el mundo occidental de aquellos tiempos tan lejanos vino a conocer la Gnosis Oriental.

En "Isis sin velo" se dice que antiguamente e igualmente después del periodo de Platón, había en Grecia muchísimos Brahmanes que se habían establecido en las orillas del Mármara. Aunque la Gnosis Helénica difiera notablemente del esoterismo oriental, sin embargo el Logos era conocido por ambos.

El Logos griego es el equivalente del "Vaj" sánscrito (pronunciado Vach), e indica precisamente el rayo inmortal, o sea intelectual, del Espíritu y las palabras Voz, Voix, Voice y Voce (español, francés, inglés e italiano) son simplemente variaciones del mismo vocablo. En el esoterismo oriental "Vaj" tiene también el significado de "voz interior", es decir, la "voz de Dios", o la íntima presencia divina en cada ser.

En la India precisamente Vaj se usaba comúnmente como Atma o Yo, el Principio 761489; y más alto del hombre. En un antiguo texto sánscrito se lee: "El Logos, la Palabra o Vaj era considerado como el Hijo y la manifestación del Yo Eterno, y era por tanto adorado como el Dios Inmanente o manifestado."

Pero el Padre Inmanifestado e Incognoscible y el Hijo manifestado son solo uno, procediendo éste de Aquel; en resumen, el Hijo (Logos) y el Séptimo Principio universal individualizado, o sea Pasivo el Padre Inmanifestado y Activo el Hijo manifestado, que es lo mismo que decir el Pensamiento Suyo llegado a ser Palabra, Verbo, Logos.

Se llame como sea, el verdadero Cristo (Chrestos) es el Vaj, es decir, la Voz íntima (consciencia) o chispa divina en el hombre, mientras Jesús fue un hombre como todos nosotros pero que mediante un intenso y constante trabajo de treinta años, hizo vivo en sí el Cristo cósmico, por lo que es el modelo y la vía que los gnósticos de cualquier época reconocen y siguen como EL VIVIENTE. Los gnósticos helenos usaron el término Logos en sus traducciones del Vaj sánscrito, o sea la Voz mística, y por consiguiente como Nombre para indicar el Principio Divino presente en el hombre, el que es precisamente un reflejo de la Esencia Eterna de la que se desarrolló la vida y toda la manifestación cósmica.Se trata de una Voz Silenciosa, la Voz del Silencio, cuya fuente es invisible e intangible por lo que la conocemos solamente

como una "voz", el Logos, el Verbo, Dios en manifestación. Por eso, según la tradición esotérica, es perfectamente exacto decir "en el Principio, antes de que cualquier cosa fuese, era la Palabra."

Se trata de esta aún pequeña voz que murmura "No" cuando se intenta hacer algo "no bueno", transgresivo o no justo; y al contrario infunde valor y empuja cuando vamos a emprender una acción que mejora nuestra existencia o la de los demás. Se percibe en verdad en la profundidad de toda la eternidad, y es ésta la verdadera esencia de la Gnosis: visión del Orden más alto, que proclama de forma inequívoca la Verdad Eterna que todos los Grandes Instructores han enseñado en todas las épocas.

Es el Yo que contiene y empuja a nuestro Ego, y no es un Dios sentado en un cielo lejano en apartada majestad, sino "Dios en mi, en ti, en nosotros"; es el Logos, el Verbo, verdaderamente preexistente al Todo, es decir, el Chrestos que permanecerá también cuando el hombre y nuestro planeta con los soles y universos de las distintas Galaxias cedan el puesto a otras corrientes evolutivas.

Y la Palabra oculta el "Gran Misterio del Nombre", porque se dice en el esoterismo que el Dios transcendente e inefable pronunció para manifestarse una "Palabra" que era semejante a sí mismo y en ella El se ve, se refleja y toma consciencia de sí.

Por consiguiente el Uno, el Padre, el Ser primero de todos los seres se manifestó por una "Palabra", cuyo sonido está compuesto de una armonía de cuatro notas, cuya forma y tono son desconocidos.

Esta nota, estos elementos divinos están asociados en la expresión del "Nombre" que es el sonido armonioso de la palabra completa. El Nombre Sagrado Impronunciable ha sido conservado hasta nuestros días por la Tradicón Unica: las cuatro consonantes del Sagrado Tetragrammaton, que está compuesto de cuatro consonantes pero que es en realidad Uno, Doble y Triple en cuanto es emanante, omnicomprendente y se recompone en la Unidad. Es la revelación parcial del Nombre hecha a Moisés en el Sinaí, cuya consumación fue dada por Jeshua (el Jesús histórico en el que encarnó el Cristo) a sus discípulos que lo han transmitido a nosotros en cadena ininterrumpida de Iniciados.

El Nombre impronunciable es Jehovah y el Nombre Jeshuah nace de la introducción de una "shin" en el nombre inefable para que la Palabra se manifieste; y en los Evangelios Jesús, el Viviente, afirmó repetidamente: "yo y el Padre somos una sola cosa", es decir, el nombre de Jesús es el nombre del Padre.

Esta "shin" que el neumático introduce entre el Yod-He y la Vau-He (el Yod es la potencia del Ser Primordial o Principio Activo; la He es la raíz y poder productor o Principio Pasivo; la Vau, la Potencialidad que une los dos principios y la segunda He, el agente que termina el proceso, o la trinidad manifestándose como Luz y Vida que vuelve a su fuente) o sea, entre el signo del Padre y de su poder y el signo de la Madre, o sea de la vida y de la manifestación, indica por una parte la Gran restauración y por otra la armonía renovada a través del Cristo del Uno y de lo múltiple, del Todo y de todos.

En sentido más restringido es la confirmación del Arcano Egipcio de la Triada y del Misterio cabalístico primitivo, por el cual el Hijo está, en el Nombre Inefable, entre el Padre y la Madre y la "shin", signo del Espíritu se escribe detrás de la Yod, signo del Padre, pero antes de la Vau, signo de la Madre.

Asi, el poeta Dante, el Fiel de Amor, en el canto de la oración de San Bernardo a la Virgen, la llama "hija de tu hijo" y con ello sintetiza en un verso toda la inmensidad del Misterio del Nombre, o de la trascendencia Divina en manifestación.

Por eso el Misterio Divino, el Misterio del Dios Padre es el mismo misterio de la encarnación del Verbo, o del Pensamiento divino hecho Palabra, es decir, del Cristo que se hace vivo en Jesús reuniendo en si los misterios menores y mayores de la era precedente y revelando el Arcano Primordial y Ultimo, el Misterio del Amor y del Padre del Amor.

Así, el Misterio máximo no es el Principio linear de la Unidad que es el Cero o círculo, sino el Uno, punto luminoso que brilla en las tinieblas exteriores, centro y diámetro y el Dos o doble diámetro, que se despliega en el cuaternario de la Cruz.

Por esto advertimos en Juan los dos valores que el término Verbo no consigue hacer. Filón y después Clemente de Alejandría distinguen el Mesías Eterno del Mesías histórico, el Cristo Eterno del Cristo Histórico, interpretando en su verdadero sentido la fórmula del Logos de Platón, que no es otra cosa que la fórmula hermética egipcia del Verbo/Luz. Se trata en verdad de un Logos/Pensamiento Divino, por el que la Gnosis Alejandrina representó la fórmula hebráico-cristiana y helénica, distinguiendo Nous y Logos. En el hombre el pensamiento es Palabra silenciosa y su vértice Silencio sin palabra, mientras que la Palabra es el pensamiento manifestado.

Si todo esto puede decirse respecto al hombre, con mayor razón es válido respecto a la Divinidad.El Logos de Juan es al mismo tiempo silencio y palabra (silencio es la voz que se expresa como

Luz y al mismo tiempo es el Silencio del Abismo de Perfección y Totalidad Divina, donde el trueno del

sonido divino separa las tinieblas: "Bereshit." Es el tono que sigue al relámpago (Luz/Sonido) y que habla a las criaturas escalonadas desde lo alto o Luces que sustentan sus distintos grados jerárquicos. Juan dirá que el Logos estaba con Dios y era Dios, es decir, el Dios en sí o por sí, que se desdobla para manifestarse.

Este Dios es el Verbo/Luz, que Juan muestra como desdoblamiento íntimo de la Trascendencia absoluta Divina, que de cualquier modo precede a la efusión del Espíritu Santo, es decir, el Logos interior: el intelecto divino está en el Ante-Principio como principio supremo por el que hijo y padre no están en relación de súbdito y soberano, sino como Reino y Rey.

El Padre es el mismo reino, pero el soberano de tal reino es el Hijo (Cristo/Rey = Mesías Eterno), mientras que el Espíritu es como Corona (Kether) que desciende visiblemente a tierra, primero sobre el Hijo, bautizado en las Aguas del Jordán y después a través de El sobre los Apóstoles y sobre su Reina.