Crónicas de la Unidad Continental
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Julio Fernández Baraibar
Crónicas de la
Unidad Continental
1
A Luis Vignolo, de Montevideo
A Pedro Godoy, de Santiago de Chile
A Roberto Hernández Montoya, de Caracas
que piensan la Patria Grande
2
Índice
Prólogo venezolano ........................................................................................................ 9
Introducción.................................................................................................................... 11
La Revolución Bolivariana...........................................................................................13
Caracas, 19 de abril de 1810 - Buenos Aires, 25 de mayo de 1810...................... 14
Un proyecto capitalista autónomo en la América colonial.................................... 19
Venezuela o el derrumbe del proyecto colonial.................................................... 26
En la senda de Bolívar y Artigas........................................................................... 32
Chávez en Buenos Aires........................................................................................ 34
El Mercosur ha llegado al Caribe.......................................................................... 39
El Libertador ha entrado en tierra brasileña.......................................................... 41
Se lanzó la lucha contra la integración suramericana............................................ 44
¡Salud a la gran Revolución Bolivariana!.............................................................. 48
Partido único o movimiento nacional latinoamericano......................................... 49
Si se pierde Petare.................................................................................................. 55
La industria argentina en Venezuela y el presidente Chávez como
historiador colectivo.............................................................................................. 63
Varguitas.................................................................................................................66
Sobre Bolivia..................................................................................................................68
Algo más que movileros........................................................................................ 69
Bolivia: cercada por derecha y por izquierda.........................................................73
Cuatro paniaguados de Clarín desinforman este domingo.................................... 75
Los verdaderos riesgos de fragmentación de algunos estados nacionales
suramericanos........................................................................................................ 78
Sobre Uruguay...............................................................................................................81
Algodón entre dos cristales o jamón del sándwich................................................ 82
Los riesgos del nacionalismo de campanario........................................................ 89
Las interesadas y falaces críticas a la Comunidad Suramericana de Naciones..... 92
Sobre el Mercosur..........................................................................................................96
Unidad sudamericana sin vacilaciones...................................................................97
3
Viejas calumnias para atacar al Mercosur........................................................... 106
El Siglo XXI nos encontró, por fin, unidos..........................................................114
Patria Grande o Imperialismo...............................................................................117
La Patria Grande: una nueva y gloriosa Nación.................................................. 119
12 de octubre: El mandato del Inca Yupanqui..................................................... 122
Las disputas fronterizas como expresión del nacionalismo balcanizador........... 125
El No a la llamada Constitución europea, ¿nos deja más solos a
los suramericanos?................................................................................................132
Respetar las asimetrías, evitar la prepotencia...................................................... 138
Nada hay más importante que la unidad de la Patria Grande.............................. 142
Reflexiones y homenajes.............................................................................................149
Gustavo Adolfo II de Suecia, Franz Mehring, la Guerra de los Treinta Años y
la unificación latinoamericana............................................................................. 150
Apuntes sobre la situación colombiana................................................................154
Adiós a Dom Helder Camara............................................................................... 157
Washington Reyes Abadie, apóstol precursor del Mercosur................................158
El Hegel de la calle Brecha...................................................................................160
América Latina, esa hermosa transculturación.....................................................165
4
Prólogo venezolano¿Cuánto se ha hablado de la unidad latinoamericana? No lo suficiente, hasta que la
hayamos concretado no podremos decir que ya todo está dicho y menos ahora, cuando
estamos en pleno proceso de avance hacia el sueño de Bolívar.
En tiempos como estos uno escribe en Venezuela sobre los que estamos viviendo y se
encuentra uno con que lo que dijo aquí llega a la Argentina, a la velocidad de un clic, y
muchos, muchísimos argentinos entienden clarito de qué estoy hablando. En tiempos como
estos algunos de esos argentinos te mandan sus escritos y, entre clic y clic, termina uno
entendiendo que no somos aquellos extraños que nos enseñaron a ser. Que en el sur del sur
no son raros, ni muy distintos a nosotros, quienes moramos en el norte, pegaditos al Mar
Caribe.
Así fue como conocí a Julio y así es como me encuentro aquí sentada tratando de
prologar su libro que recopila tantos artículos sobre algo de lo que ambos defendemos a
muerte: la unidad continental; a sabiendas que nunca ha sido tan posible como ahora.
Atentando contra el vacío intelectual, columna principal que sostiene a este
insostenible sistema, Julio va hilando con sus crónicas nuestros procesos individuales,
nuestro despertar colectivo, nuestros pasos hacia la vital unidad, bordando con esmero los
detalles, las luchas, luchadores, zancadillas, apátridas que meten el pie; con certeras
puntaditas que sólo puede dar quien se sumerge a fondo en el tema, quien lo siente, quien lo
pelea.
¿Cuánto se ha escrito sobre la Unidad Continental? No lo suficiente, por lo tanto
celebro este libro de Julio Fernández Baraibar como celebro cada esfuerzo que se haga a
favor de lo que, por fin, parece dejar de ser solo un sueño: nuestro inevitable y necesario
futuro común. Porque, como ya sabemos, “El siglo XXI nos encontrará unidos o
dominados”
Carola Chávez.
Isla de Margarita
Venezuela.
5
IntroducciónLos últimos diez años vividos suramericanos no pueden ser comparados, en cuanto a
la trascendencia de los cambios políticos vividos en el continente, más que con el período
que va desde 1810 hasta la batalla de Ayacucho, en 1824.
Ninguna otra generación, a excepción de la que integraron Simón Bolívar, José de
San Martín, José Gervasio Artigas, Antonio José de Sucre, Bernardo de O'Higgins y José
Ignacio Abreu y Lima, ha tenido una experiencia continental como la que hoy estamos
atravesando.
Por fin, la política suramericana se ha convertido en política interna en cada uno de
nuestros países y, aunque los grandes medios comerciales manifiesten al respecto una
ignorancia dolosa, lo que ocurre en Táchira o en Fortaleza, tiene consecuencias en
Catamarca o en Cochabamba. Por primera vez, en doscientos años, los argentinos nos
preocupamos por los resultados electorales en Colombia o en Ecuador y una decisión de la
cancillería venezolana es analizada y discutida por los ecuatorianos o los chilenos. Uruguay
ya no es, tan sólo, el “estado tapón” creado por Lord Ponsomby ni Chile puede ser una
ínsula separada del continente por la mole andina.
La presidencia de la Unasur a cargo de un expresidente argentino, que protagonizó en
Mar del Plata la famosa Cumbre de las Américas que puso punto final al intento
neocolonialista norteamericano del ALCA, es una de las medidas de este cambio histórico.
El eclipse de la OEA -que en la década del setenta fuera definida como “ministerio de
colonias de los EE.UU.”- ante la voluntad autonómica de los países sureños es otra prueba
de lo que venimos sosteniendo. La evidencia tangible de que los latinoamericanos podemos
dar solución a nuestros problemas y disputas sólo cuando no interfiere en nuestras
relaciones la presencia del estado norteamericano ha dado fuerza a la creación de nuevos
organismos continentales que garanticen esta ausencia. La participación del recientemente
electo presidente chileno, Sebastián Piñera, en los festejos del Bicentenario argentino abre
la expectativa de que el tradicional alineamiento chileno puede quebrarse en favor del
proceso integrador.
Todo este irrefrenable proceso necesita reflexión y discusión. Como los hijos de
Fierro en el momento del reencuentro, los suramericanos tenemos que volver a conocernos
y contarnos lo que hemos hecho durante todos estos años de alejamiento y soledad.
6
Este libro es tan sólo un aporte a ese conocimiento recíproco. Son artículos escritos a
lo largo de esta última década y tienen como tema la historia y la política de Argentina,
Venezuela, Bolivia, Uruguay y la construcción y afianzamiento del Mercosur.
La alianza de la Argentina con el Brasil constituye, en mi opinión, la piedra angular
de cualquier intento de integración continental. Su desarrollo, sus crisis y las relaciones
internas entre los distintos países que lo integran son temas que merecen la más amplia
discusión política. El papel de los países más pequeños del acuerdo regional – Uruguay y
Paraguay-, el riesgo de que los más grandes intenten una política hegemónica, la aparición
de tendencias secesionistas, entre otras cuestiones, son temas que deben integrar nuestra
agenda política. En muchos de estos artículos he intentado, desde la óptica política que
fundamenta esta opinión -el pensamiento continentalista de Juan Domingo Perón y de Jorge
Abelardo Ramos- responder a cuestiones coyunturales, pero con la vista puesta en una
visión estratégica a largo plazo. Estoy convencido que en este tipo de cuestiones no puede
prevalecer el interés inmediato, la interna política o los posibles resultados de una elección.
La construcción de la Unidad Nacional latinoamericana es el hilo conductor de
cualquier otro aspecto de la política. En realidad, es ella la que somete y condiciona todo lo
demás. No hay ya posibilidades de una política energética o militar, para mencionar sólo
dos áreas estratégicas, que no esté determinada por la integración continental. Y esto se
vuelve imperativo en lo que hace a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil.
Para el final de esta recopilación dejo unos textos de homenaje a algunas
personalidades que se han convertido en paradigmas de esta larga lucha de integración. He
agregado también la introducción a un texto en alemán de Franz Mehring que, aunque
relacionado con la unidad nacional alemana, abre un sinnúmero de reflexiones sobre
nuestra propia unidad.
Es un libro militante, de análisis y combate. Espero que los lectores encuentren en su
lectura la pasión política que lo ha inspirado. Si ello se logra este autor habrá cumplido con
su tarea.
Julio Fernández Baraibar
7
La Revolución Bolivariana
8
Caracas, 19 de abril de 1810 - Buenos Aires, 25 de mayo de 1810En estos días se ha celebrado en toda Venezuela la fecha que motivó a Andrés Bello a
una juvenil canción escrita unos años después, en la que cantaba: “Caraqueños, otra época
empieza…”.
El 19 de abril del año 10, las clases decentes de Caracas destituyen al Gobernador y
Capitán General de la provincia de Venezuela, Vicente Emparán, e instauran una Junta de
Gobierno que desconoce al Consejo de Regencia establecido en Cádiz y asume la
representación de la autoridad en nombre del rey Fernando VII, a la sazón, como se sabe,
en manos de los franceses. Los protagonistas principales de ese histórico Jueves Santo son
entre otros: Francisco Salia, quien obliga al gobernador y Capitán General, tomándolo
fuertemente del brazo, a volver al Cabildo Abierto del cual se había retirado para ilegitimar
su sesión; el ignoto jefe de la guardia del Capitán General, que ordena a su tropa a no
repeler la agresión física sobre la máxima autoridad; José Felix Ribas, el agitador que se
arrogaba la representación de todos los partidos; el cura chileno Cortés de Madariaga, cuyo
discurso llevó al Capital General, Vicente Emparán, a la renuncia final.
La historia ha inmortalizado un momento que, como en una fotografía, se condensa la
complejidad de los hechos. Rojo de ira, por el discurso del canónigo chileno, Emparán
declaró que si no lo querían estaba dispuesto a abandonar inmediatamente el cargo. Y
mientras hablaba, se dirigió al balcón del cabildo y no se sabe si por audacia o por
desconcierto, preguntó a la gente que se había reunido a las puertas del edificio si estaban o
no conformes con su gobierno. Al parecer, el pícaro y rebelde chileno, como un moderno
productor de televisión, dudando sobre la lealtad de los presentes –muchos de ellos
sirvientes y esclavos de los cabildantes- hizo, detrás de Emparán, con su dedo índice la seña
de la negación dirigida a algunos de los que pertenecían a la conjura. Un tumultuoso
“¡No!” respondió a la retórica pregunta del Capitán General, quien se retiró del recinto,
exclamando: “¡Pues yo tampoco quiero seguir mandando” 1.
Los mantuanos –la clase social de propietarios criollos cuyas mujeres tenían derecho
exclusivo al uso del manto- habían logrado ese día, y bajo la máscara de Fernando VI –
artificio político que se expandió como un reguero de pólvora por todos los cabildos
1 Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, 2ª. Edición, Editorial Grijalbo, Caracas, Venezuela, 2007, pág. 103. Raúl Díaz Legórburu, 5 Procesos Históricos, Academia Nacional de la Historia, Julio-Septiembre, Nro. 347, Caracas, Venezuela, 2004.
9
hispanoamericanos- lo que sus anteriores pronunciamientos y rebeliones no habían
obtenido.
1795 y el rechazo a la Real Cédula de Gracias al SacarEl 10 de febrero de 1795 una Real Cédula dictada en Aranjuez y conocida como “de
Gracias al Sacar”, suspendía las infamantes consecuencias derivadas del carácter de
“pardo, zambo o quinterón” y permitía a esas clases –determinadas por su composición
racial- la posibilidad de obtener por compra el distintivo título de Don y hasta ciertos
cargos administrativos, hasta ese momento un exclusivo privilegio de los blancos. La
reacción de las clases propietarias criollas no pudo ser más enconada. El ayuntamiento de
Caracas, en reunión del 14 de abril de 1796, resolvió enviar al rey una súplica para que se
suspendieran los efectos de la mencionada Cédula. Su texto, publicado en la magistral
biografía de Simón Bolívar, de Indalecio Liévano Aguirre, merece ser citado:
“Dispensados los pardos y quinterones de la calidad de tales, quedarían habilitados,
entre otras cosas, para los oficios de la república, propios de personas blancas, y vendrían
a ocuparlos sin impedimento, mezclándose e igualándose con los blancos y gentes
principales de mejor distinción, en cuyo caso, por no sufrir este sonrojo, no habría quien
quisiera servir los oficios públicos como son los de Regidores y el resto de todos los que se
benefician y rematan por cuenta de la Real Hacienda, y podría originarse de esto
discusiones de las respectivas clases, por la dispensa de calidad que se les concede a esas
gentes bajas que componen la mayor parte de las poblaciones y son por su natural
soberbias, ambiciosas de honores y de igualarse con los blancos, a pesar de aquella clase
inferior en que los colocó el Autor de la Naturaleza2.
Poco caso hizo la Corona a este petitorio. En 1801 una nueva Cédula Real señala las
tarifas para abandonar la calidad de pardos y quinterones, para obtener el preciado Don, así
como para la declaración de hidalguía y nobleza. La avidez fiscalista de los Borbones, que
en su momento había permitido a los españoles americanos comprar sus recientes títulos de
marqueses y condes, amenazaba con arrasar una estratificación social basada en el color de
la piel y con el privilegio de los mantuanos. Estas clases propietarias de haciendas
cafetaleras y de esclavos africanos entendía confusa, pero visceralmente, que la penetración
de las ideas francesas en la corte de Madrid los convertía en depositarios de una misión:
2 Ibidem, pág. 95.
10
conservar en las colonias el viejo orden social. Como ha descrito con acierto el historiador,
político y diplomático colombiano antes citado,”uno de los fenómenos más curiosos de
anotar en el Nuevo Mundo por aquellos tiempos es el peculiar sentido revolucionario de
los criollos: quieren la revolución contra España para conservar el orden tradicional
heredado de la misma España3.
1808 y el rechazo a José BonaparteEn julio de 1808, llegó a Caracas de un representante del Supremo Consejo de Indias
con la finalidad de exigir el reconocimiento de José Bonaparte como rey de España y del
príncipe Murat como teniente general del reino. La respuesta al recién llegado es un motín
que se convirtió en una reacción de entusiasmado apoyo y fidelidad a Fernando VII.
Mientras en las calles el pueblo de entonces aclamaba al rey y los sacerdotes godos
lanzaban maldiciones divinas contra los franceses y sus diabólicas teorías políticas, los
mantuanos, a la sombra de sus frescas mansiones, acordaban la constitución de una Junta
Suprema de Caracas. Al día siguiente, logran que el capitán general, don Juan Carlos Casas,
acepte la instauración de la nueva autoridad local.
Durante varios días logró Caracas reasumir la autoridad metropolitana en nombre de
diversas clases sociales. La llegada de un comisionado de la Junta de Sevilla, don José
Meléndez Bruna, logró que los españoles europeos –exclusivos administradores de la
colonia- volviesen a levantar cabeza y se restableciese la autoridad española, mientras se
iniciaba una investigación contra “los traidores a España y la Monarquía”.
Los enviados españoles cumplían en las colonias el mismo papel que sus iguales en
España. Como ha escrito Jorge Abelardo Ramos: “Mientras las tropas napoleónicas
exterminaban a miles de españoles, Fernando VII, en cuyo nombre se combatía, adulaba
rastreramente al sátrapa ensoberbecido. Tal era el patriotismo de la realeza y de la
aristocracia de España que dominaba las Indias. (…) Todo el alto clero acató el nuevo
orden extranjero. Lo mismo hizo el partido de los liberales 'afrancesados', que habiendo
perdido toda fe en el despotismo ilustrado español para regenerar España, depositaban
ahora sus esperanzas en el absolutismo bonapartista. De este modo se encontraron
3 Ibídem, pág. 96.
11
reunidas las clases más poderosas de España, la putrefacta aristocracia, la dinastía, la
jerarquía eclesiástica y hasta el ala liberal4.
“El ejemplo que Caracas dio”Pero en 1810, ese año crucial para Hispanoamérica, los criollos lograron imponer una
autoridad de origen local por un tiempo más largo y convocando a hacerlo a todos los
cabildos del país que, ya en el mismo mes de abril, comienzan a formar sus propias Juntas.
Cumaná, Margarita, Barinas, Trujillo y Mérida serán los cabildos que responden
afirmativamente a la convocatoria de Caracas.
Y un poco más de un mes después, en la lejana Buenos Aires, en el confín de la
América española, una sociedad menos estamental y racista que la venezolana de entonces,
siguió el ejemplo de Caracas.
A diferencia de la sociedad norteña, la esclavitud no constituía un modo de
producción. Los “pardos y morenos” estaban en muchos casos manumitidos y formaban
parte del sector artesanal de la pequeña aldea. No había plantaciones en el Río de la Plata y
el contrabando era la principal actividad de los comerciantes porteños.
El espíritu rebelde, a diferencia de lo anotado por Liévano Aguirre, Picón Salas y la
mayoría de los historiadores neogranadinos y venezolanos, no se había constituido en la
defensa de privilegios sociales y raciales, sino sobre la defensa del virreinato ante los
intentos portugueses e ingleses de ocuparla y sacarla de la heredad española para
convertirla en colonia del nuevo imperialismo comercial marítimo.
La Junta porteña, la Primera Junta, tenía en su seno españoles europeos y españoles
americanos, y su presidente era un gran hijo del Alto Perú.
Ni la de Caracas, ni la de Buenos Aires, se pensaban a sí mismas como embriones de
pequeñas e indefensas naciones. Ambas, y todas las que surgieron en ese glorioso año de
1810, eran manifestaciones de la misma nación que asomaba, con brutales contradicciones
y enormes dificultades, a la faz de la tierra.
Por eso es que, cuando la Asamblea del año 13 convierte la marcha de López y Planes
en himno de guerra de las provincias del Sur, y cuando el dominio español había aplastado
a sangre y a fuego la independencia venezolana, el fervor patriótico del autor pregunta
indignado:4 Jorge Abelardo Ramos, Historia de la Nación Latinoamericana, 2ª Edición, Senado de la Naci{on, buenos Aires, Argentina, pág. 116.
12
¿No los véis sobre el triste Caracas
luto , llantos y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
Es que el poema que Vicente Salia le hiciera a las jornadas del 19 de abril, al calor
mismo de los hechos, dejaban a las claras que la lucha no era de parroquia, sino continental.
Decía el caraqueño:
Unida con lazos
que el cielo formó,
la América toda
existe en Nación;
y si el despotismo
levanta la voz,
seguid el ejemplo
que Caracas dio.
Y en eso andamos los suramericanos últimamente.
Caracas, 21 de abril de 2008.
13
Las misiones capuchinas en la Guayana venezolana
Un proyecto capitalista autónomo en la América colonialSabido es el papel que las misiones jesuíticas en la región guaraní de la Cuenca del
Plata tuvieron en el desarrollo, tanto de la gesta artiguista en la Banda Oriental y las
provincias llamadas mesopotámicas, como en el posterior desarrollo del Paraguay del
doctor Francia y de los López, padre e hijo.
Los discípulos del guipuzcoano Ignacio de Loyola realizaron en tierra americana una
extraordinaria utopía que sentó las bases, pese a su expulsión en 1767 –tan sólo cuarenta
años antes de los primeros movimientos independentistas-, de un espacio socio cultural
sobre el cual se asentó José Artigas y su influencia sobre las regiones de los dos grandes
ríos platinos, el Paraná y el Uruguay. El Paraguay conducido por Gaspar Rodríguez de
Francia, con las estancias estatales, el ascetismo de la vida pública y la ausencia de
latifundismo, así como la armónica integración con el pueblo guaraní y hasta su
aislacionismo encuentran su explicación histórica en ese vasto mundo de indígenas
integrados a aquellos falansterios cristianos, armados, para defenderse de las tropelías
bandeirantes, y espartanamente igualitarios.
José de San Martín nació en Yapeyú, pueblo misionero en el que su padre era
funcionario real. Andresito Guaicurarú o Guaicurú, el joven guaraní, hijo adoptivo de José
Artigas, y caudillo de la región misionera, es el vínculo humano más real y concreto de esa
relación histórica entre el federalismo platino y aquella notable propuesta política, social,
económica y cultural. Todos los caudillos vinculados al artiguismo –Estanislao López,
Francisco Ramírez, José Javier Díaz- tuvieron puntos de contacto con la herencia dejada
por aquellos curas científicos, poetas, músicos, arquitectos y extraordinarios organizadores
sociales.
Ya Franz Mehring, el biógrafo de Carlos Marx, había advertido la naturaleza
“moderna” de la orden fundada por Loyola. En su notable análisis sobre la Guerra de los
Treinta Años y sobre el papel jugado por el monarca sueco Gustavo II Adolfo, este autor
sostiene: “El jesuitismo era el catolicismo reformado sobre los cimientos capitalistas. En
los países económicamente más desarrollados, como España y Francia, las necesidades
del modo de producción capitalista establecieron grandes monarquías, para las cuales
nada había más cerca que liberarse de la explotación romana, pero no había tampoco
14
nada más lejos que romper con Roma. Después que los reyes españoles y franceses se
liberaron de Roma, de modo que los Papas no pudieran, sin su autorización, recoger un
solo chelín de sus países, se mantuvieron fieles hijos de la Iglesia porque, así, podían
aprovechar el poder eclesiástico sobre sus propios súbditos. De ahí la interminable guerra
de los reyes franceses y españoles sobre la tenencia de Italia. Pero si la iglesia romana
podía permanecer competente en el dominio secular, debía transformarse de feudal en
capitalista y esto se le delegó a la Compañía de Jesús. El jesuitismo adaptó la Iglesia
Católica a las nuevas relaciones económicas y políticas. Reorganizó todo el sistema
escolar a través de los estudios clásicos –la más alta educación de aquel tiempo-. Se
convirtió en la principal compañía comercial del mundo y tenía sus oficinas a lo largo de
toda la tierra que era descubierta. Se procuraron consejeros de los príncipes, a los que
dominaban sirviéndolos. El jesuitismo, en una palabra, se convirtió en la principal fuerza
impulsora de la iglesia romana, mientras el papado se reducía a un principado italiano –
una pelota para que jueguen las potencias seculares- al que éstas buscaban usarlo todo lo
posible para sus propios objetivos seculares, desde sus contradictorios intereses”5.
El autor ecuatoriano y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de Méjico,
Bolívar Echeverría, proporciona un interesante análisis, muy rico en matices, sobre el papel
jugado por la Compañía de Jesús, en la Europa de la Contrarreforma y de la Guerra de los
Treinta Años. “Modernizar el mundo católico y al mismo tiempo re-fundar el catolicismo:
ése fue el proyecto de la primera Compañía de Jesús. (…) Cristianizar la modernización:
pero no de acuerdo con el cristianismo medieval, que había entrado en crisis y había
provocado las revueltas de la Reforma protestante, sino avanzando hacia el cristianismo
nuevo de una Iglesia católica transformada desde sus cimientos”. Esos rasgos de
modernidad, según el autor, se manifiestan: “primero, su insistencia en el carácter
autonómico del individuo singular, en la importancia que le confieren al libero arbitrio
como carácter específico del ser humano; y, segundo, su actitud afirmativa ante la vida
terrenal, su reivindicación de la importancia positiva que tiene el quehacer humano en este
mundo”6.
5 Franz Mehring, Gustav Adolf. Ein Fürstenspiegel zu Lehr und Nutzen der deutschen Arbeiter. Zweite verbesserte Auflage, mit einem neuen Vorwort. Vorwärts förlag, Berlin 1908. He traducido el libro al español de su versión en sueco.6 Bolívar Echeverría, Vuelta de Siglo, Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, Venezuela, 2ª Edición, 2008, pág. 55 y ss.
15
Este intento de adaptar al catolicismo a las condiciones del nuevo modo de
producción que comenzaba a desarrollarse encontró en América una de sus más altas
expresiones.
Pero lo que en el sur de nuestro continente, en Buenos Aires, Córdoba, Salta,
Montevideo o Mendoza, es mucho menos conocido es el papel que jugaron en el actual
territorio de Venezuela, en la región de la Guayana, las misiones de los capuchinos
catalanes.
Mario Sanoja Obediente y Iraida Vargas-Arenas, dos reputados antropólogos e
historiadores venezolanos, antiguos profesores de la Universidad Central de Venezuela,
publicaron en el año 2005 el libro “Las edades de Guayana: Arqueología de una quimera.
Santo Tomé y las Misiones Capuchinas Catalanas”, en Monte Avila Editores
Latinoamericana, y en la revista Question Latinoamerica un artículo de divulgación basado
en aquel estudio7.
A inicios del 1700, la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y la Compañía de
Jesús celebran un acuerdo por el que se reparten la tarea misional en la Cuenca del Orinoco.
Los capuchinos obtienen la región del Bajo Orinoco. Un catalán, Juan de Urpín, había
fundado en 1637 la ciudad de Nueva Barcelona, al oriente de Caracas –hoy Barcelona y
capital del estado de Anzoátegui- y en ella se instalan los capuchinos de origen catalán,
creando las primeras misiones dedicadas a la producción de algodón y cueros. El algodón
se cardaba e hilaba en Cumaná, más al oriente, y de ahí partía para las fábricas textiles de
Cataluña.
Las misiones se extienden hacia el sur y a principios del siglo XVIII ya están
establecidas en el territorio de la Guayana. La ciudad de Santo Tomé de Guayana se
convierte en el centro político, económico y comercial tanto del sistema capuchino,
formado por veintiocho misiones unidas por un avanzado sistema de calzadas, como de la
burocracia estatal española en dicha provincia. Los capuchinos catalanes instauran un
sólido gobierno misional, sustentado en el desarrollo económico obtenido a partir del
establecimiento de hatos ganaderos –sistema similar a nuestra estancia-, el fomento de las
artesanías, la instalación de hornos de alfarería refractaria, la agricultura y la introducción
7 Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas-Arenas, “La revolución bolivariana. Historia, cultura y socialismo”, Monte Avila , Caracas, Venezuela, 2006. El libro recopila éste y otros artículos de los autores publicados en el período 2003-2006.
16
en esta tierra de la forja catalana, con la cual desarrollaron una rudimentaria pero eficiente
industria del acero, convirtiéndose en la primera experiencia de este tipo en todo el
territorio venezolano.
El sistema, basado en el trabajo pago de los nativos caribes, waikas y guaraos, bajo la
dirección de un capataz o teniente, tuvo una singular pujanza económica. Según narran los
autores antes citados, “Se explotaba el oro aluvional del Caroní, fundido y forjado en
hornos de última tecnología; se practicaba la ganadería extensiva de ganado vacuno y
caballar, la manufactura de cueros, la producción de cecinas, el curtido del cuero y la
fábrica de zapatos, arreos, sillas de montar, etc; también el cultivo y procesamiento del
algodón así como la manufactura de telas con diseño o calicós; el cultivo del maíz, del
cacao, la yuca, etc; la manufactura industrial de alfarería, incluyendo ladrillos
refractarios para la construcción o refacción de hornos para la metalurgia utilizando las
arcillas caoliníticas del Caroní”8.
La Misión de la Purísima Concepción del Caroní, consolidada en 1724, se convirtió
en la Casa Rectora de las misiones capuchinas y el lugar de confluencia de las principales
fuerzas productivas de la época.
Lo que resulta de particular interés en esta historia es el desarrollo y las
consecuencias ulteriores de esta particular inclusión capitalista no esclavista en el seno de
la sociedad colonial de la época.
Sanoja y Vargas-Arenas puntualizan, en una rica diferenciación, que, mientras los
jesuitas desarrollaban un criterio misional en el que se mantenían ciertas estructuras
sociales indígenas, se respetaba su singularidad cultural y se establecía un régimen
comunitario militarizado (rasgos que ellos llaman “ideas rousseaunianas”) los capuchinos
catalanes, a raíz de su origen –el Principado de Cataluña era el polo de desarrollo capitalista
más avanzado de la España de los Habsburgos-, transforman las comunidades nativas en
mano de obra asalariada, entrenada y organizada para la producción de mercaderías, es
decir en un modo capitalista de producción.
La modernidad del sistema, enclavado en un régimen colonial basado en la mano de
obra esclava, en la economía de plantación y en el latifundio, no pudo sino entrar en severas
contradicciones con las clases sociales que lo usufructuaban: la burocracia española y los
8 Ibidem.
17
criollos mantuanos. “El sistema misional funcionaba como una empresa de propiedad
corporativa, gestionada por un reducido número de misioneros que eran, a su vez,
individuos versados en muchas áreas del conocimiento religioso, humanístico y sobre todo
técnico, administrativo, financiero y en el comercio internacional. Gestionaban el negocio,
según su expresión, como un fideicomiso en nombre de los indígenas quienes eran sus
verdaderos propietarios”9.
Mientras el propietario del sistema esclavista de plantación estaba sujeto a la
intermediación de los importadores europeos, de su oro y sus mercancías, es decir se
implantaba en el mercado mundial de modo subordinado, las misiones capuchinas se
integraban plenamente al mismo, puesto que no dependían –por lo menos de manera
absoluta- de las mercancías y el oro que recibieran de Europa. Es decir, “constituía una
forma capitalista desarrollada complementaria del capitalismo industrial
metropolitano”10.
Sobre este sistema en pleno funcionamiento logró asentarse la república después de la
derrota de 1812, cuando el ejército patriota carecía virtualmente de territorio. Desde la
Guayana y el sur, la república logra a partir de 1817 un sistema de financiamiento para su
sistema administrativo, los sueldos, la logística y la publicación del periódico El Correo del
Orinoco, que escribía personalmente el Libertador. Fue sobre la base de esa inserción
productiva moderna, en el medio del mundo esclavista de mantuanos y españoles, que
Bolívar logró llegar hasta Carabobo para dar la primera victoria al proceso independentista.
Pero esta enorme capacidad que los métodos capitalistas habían dotado a estas
misiones, convirtieron también a ellas y a los capuchinos en un potencial peligro. Como se
ha dicho, y así afirman los autores, los mantuanos esclavistas constituían su principal
enemigo, y junto con la burocracia colonial sostenían que las misiones capuchinas debían
ser disueltas, sus indios entregados a encomiendas privadas, es decir volverlos esclavos y
que los curas debían dedicarse a sus funciones de mera evangelización: bautizar indios y
entregarlos a los dueños de las plantaciones, hacer desaparecer estos polos de desarrollo
capitalista y de “modernidad” que con su eficiencia productiva y su más armónico sistema
hacían evidente el arcaísmo del sistema tanto colonial como mantuano.
9 Ibidem.10 Ibidem.
18
Según los autores que estamos siguiendo, al producirse la Independencia los curas
capuchinos debieron buscar en el campo republicano a quien protegiera y conservase el
capital acumulado, así como su autonomía territorial y financiera: “Desde el punto de vista
económico, las misiones habían conformado un proceso de acumulación originaria que
superaba muy ampliamente el logrado en otras provincias venezolanas, aparte de
constituir un modelo de desarrollo capitalista endógeno de punta, incluso comparado con
el resto de Suramérica, vinculado al parecer con el mercado mundial”11.
Cuando en 1816, el Libertador vuelve al territorio venezolano desde su exilio en
Haití, uno de los hombres que lo reciben para integrar su ejército es el general Manuel Piar,
caudillo indiscutido de la Guayana. Leyenda viviente y prototipo del jefe de hombres
caribeño, nacido en Curazao, de madre mulata, era un veterano, pese a su edad, de la guerra
contra el español. Ambicioso y receloso de la oficialidad mantuana, tejió a su alrededor una
leyenda sobre su origen, según cuenta Indalecio Liévano Aguirre en su biografía del
Bolívar12.
Hijo natural del príncipe Carlos de Braganza del Brasil, de Manuel Ribas, padre del
general patriota José Félix Ribas, de un noble mantuano emparentado con el Libertador,
eran algunas de las hipótesis que corrían entre sus contemporáneos. Había participado ya en
la conspiración de Gual y España, considerada como el antecedente inmediato del grito de
Caracas de 1810 y sus laureles de general los había ganado por ascenso otorgado en el
campo de batalla por sus propios compañeros de armas y luego ratificado por Bolívar. Su
condición de pardo no le había granjeado grandes simpatías en el estado mayor patriota,
conformado mayoritariamente por antiguos mantuanos, hijos de dueños de esclavos y
plantaciones. Este era el hombre que se había asegurado el control de la Guayana, y a cuya
sombra se protegían los capuchinos catalanes de Santo Tomé y el Caroní. Y era el tesoro, la
acumulación de capital de trescientos años de producción moderna, de las misiones
capuchinas las que sostenían la plaza guayanesa.
Cuando Bolívar llega a Venezuela es informado por uno de sus lugartenientes que
Piar, fortalecido en Guayana y sabiendo las enormes dificultades que aquél encontraría, se
preparaba para tomar el mando supremo de los ejércitos. A partir de ahí se inicia un sordo
enfrentamiento entre Bolívar y Piar, que culminará trágicamente un año después.
11 Ibidem.12 Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Grijalbo, Caracas, 2006, pág. 244 y ss.
19
El Libertador se trasladó a los llanos occidentales, donde Páez había formado un
poderosísimo ejército de llaneros, de los cuales era el caudillo indiscutido, logrando
eclipsar la figura del español Boves, que con esos mismos llaneros y lanzando una guerra
social contra los mantuanos, había dado terribles golpes a la república independiente. El
antiguo mantuano terrateniente se convierte, entonces, en el general en jefe de ese ejército
de guerreros feroces e incansables. En ese momento, Manuel Piar desde la Guayana
comienza a levantar a los indios de las misiones del Caroní y a los pardos y mulatos, contra
la conducción de Bolívar.
La fortuna de los capuchinos catalanes daba base material al levantamiento de Piar y
al intento de lanzar una república de color contra el predominio de los blancos. La Guayana
estaba en condiciones de convertirse en un país independiente con una base productiva,
agraria e industrial, de mayor poder que la caraqueña, proyecto que hubiera contado con el
apoyo de las potencias enemigas de España, como el Reino Unido.
El 17 de mayo de 1817, soldados que respondían a Bolívar lancean a los dieciocho
capuchinos recluidos en su misión y sus restos son arrojados al Caroní, el testigo del
apogeo y la caída del proyecto de los monjes catalanes. Unos meses después, el 16 de
octubre, el general Manuel Piar fue fusilado en Angostura.
Y las misiones capuchinas fueron absorbidas por el torrente revolucionario e
independentista. Su sacrificio y el del gran guerrero Manuel Piar impidieron una temprana
balcanización de la región del Orinoco y sofocaron un posible desarrollo en condiciones de
autonomía.
Caracas, 10 de diciembre de 2008.
20
Venezuela o el derrumbe del proyecto colonial
El siguiente texto apareció publicado en el periódico partidario Acción Popular para
la Liberación, en marzo de 1992, a pocos días del levantamiento militar en Venezuela
encabezado por el Comandante Hugo Chávez Frías. Podemos decir, no sin orgullo, que
fue el único artículo de toda la prensa política en saludar con entusiasmo ese
levantamiento y en anunciar el inicio de un nuevo período revolucionario en Suramérica.
Tanto la prensa comercial y su estolidez desinformativa como la llamada prensa de
izquierda progresista vieron en el levantamiento de Chávez una réplica de las rebeliones
carapintadas argentinas y, sobre todo, de su reaccionarismo ideológico. Este solitario
artículo, escrito con la información recogida en la prensa comercial y sin otro
conocimiento sobre los protagonistas del alzamiento de Chávez, logró anticipar, en parte,
el desarrollo de lo que hoy es la República Bolivariana de Venezuela.
En nuestro número anterior, a propósito del triunfo electoral en Bolivia de fuerzas de
claro contenido nacional, popular y antiimperialista afirmábamos que dichos resultados
daban por tierra con la presunta simpatía de las grandes mayorías hacia sus verdugos y
aseguraba que una nueva hora de los pueblos se avecinaba en nuestros países. Los
acontecimientos político militares que se viven en Venezuela a partir del pronunciamiento y
la rebelión militar encabezada por el coronel Hugo Chávez revelan que nuestra afirmación
no era tan sólo una expresión de deseos.
El actual presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, subió al poder elegido por el
voto popular hace tan sólo tres años. Candidato del partido Acción Democrática, miembro
de la Internacional Socialista, Pérez gozaba entonces de una gran popularidad, como
producto de una cierta democratización de los ingresos provenientes del petróleo realizada
en su anterior presidencia. En aquella época, Venezuela se había beneficiado con la suba
del precio internacional de petróleo y se había lanzado a una política de industrialización
del país y de distribución de la renta petrolera. Cuando asume la presidencia por segunda
vez, han cambiado las condiciones internacionales. La deuda externa pesa sobre la
economía venezolana de la misma manera en que lo hace sobre todos los países
latinoamericanos. Estados Unidos se ha lanzado a la política exterior de equiparar
democracia política con libertad de los mercados y utilizar el chantaje de la deuda como
medio para desnacionalizar nuestras estructuras económicas. Ante ello, el actual presidente
21
venezolano hace una voltereta que los argentinos conocemos muy bien. El mismo día en
que, con bombos y platillos, asume su segunda presidencia, renuncia al programa de
gobierno que había ofrecido a la ciudadanía durante la campaña electoral y se lanza a la
política de ajuste y entrega de las empresas estatales que le exige el imperialismo. Poco
después firma un acuerdo con el fondo Monetario Internacional, produce un aumento
descomunal del precio de los combustibles e inicia una política recesiva y hambreadora que
ha llevado a una situación tal que, según estadísticas reveladas en estos días, el 57 % de las
familias pueden permitirse tan sólo una comida al día. Un periodista norteamericano
sostiene en el diario The Baltimore Sun –en una nota aparecida en la prensa local- que la
pobreza había aumentado de un 37% en 1981 a un 65% en 1989 y que el desempleo entre
los jóvenes de entre 15 y 24 años rondaba el 20%. A estas cifras –cuya vigencia puede en
más o en menos aplicarse a todos los países de América Latina- debe agregarse una
descontrolada corrupción administrativa. Los funcionarios del gobierno de Carlos Andrés
Pérez y el propio Pérez son sospechosos de un ilimitado enriquecimiento a través de
negociados, coimas y otros ilícitos. La prosperidad de la época petrolera generó en la
burguesía venezolana una imitación del estilo de vida norteamericano con su culto al
automóvil y las autopistas. Todas las grandes obras de infraestructura realizadas por el
gobierno generaban el enriquecimiento de los miembros del círculo cercano al poder y con
la aplicación de las políticas dictadas por el FMI se produjo un brutal empobrecimiento del
país, pese al aumento del producto bruto interno, lo que en los hechos ha significado una
redistribución del ingreso, expropiando a los sectores de menores recursos para entregárselo
a los más ricos.
La estructura política del país está caracterizada por el reparto periódico del poder
entre los dos partidos tradicionales, la AD actualmente gobernante, y el COPEI, vinculado a
la Democracia Cristiana Internacional. El Movimiento al Socialismo (MAS), el tercer
partido en importancia, surgió como producto de la integración a la actividad política de los
movimiento guerrilleros de la década del ’60 y ha mantenido una permanente presencia
electoral y parlamentaria, sin llegar a constituirse en una verdadera alternativa de poder
frente al bipartidismo tradicional. En esas condiciones y en este marco político aparece
como un rayo en una noche serena el pronunciamiento militar encabezado por el coronel
Hugo Chávez, que adoptó el sugestivo nombre de Movimiento Revolucionario Bolivariano.
22
Los manes de Simón Bolívar y Simón RodríguezLa prensa comercial de todas las tendencias ha ocultado algunas de las características
distintivas de este movimiento. En primer lugar, se intentó esconder el llamado a “los
estudiantes y curas progresistas” que los militares formularon el mismo día de su
sublevación. En segundo lugar, no se explicita la filiación claramente democrática,
patriótica y latinoamericanista expresada en su apelación a Bolívar y “su preclaro mentor
Simón Rodríguez”. Y esto merece una explicación.
Quien se pone bajo la advocación del Libertador y, sobre todo, del maestro Rodríguez
queda libre de toda sospecha de reaccionarismo. Ambos fueron fervientes revolucionarios
formados en el ambiente intelectual y moral de la Europa posterior a la toma de la Bastilla.
Si Bolívar, heredero de una de las familias más ricas del reino de Nueva Granada, renunció
a su clase y entregó su fortuna a la causa de la Independencia y la Unidad Latinoamericana,
el plebeyo Simón Rodríguez fue una de las cabezas más geniales, transgresoras y proféticas
del siglo XIX en el Nuevo Mundo. Pedagogo, filósofo, pensador político, fundador de
escuelas y de métodos de enseñanza, Simón Rodríguez o Samuel Robinson, como gustaba
hacerse llamar, fue el enemigo declarado de las oligarquías oscurantistas y de la clerecía
goda. Precursor de las modernas teorías educativas, defendió y puso en práctica principios
docentes que intentaban reunificar la actividad manual y física con la intelectual. Expuso en
su obra una arraigada defensa de la libertad individual y, discípulo de Juan Jacobo
Rousseau, argumentó –en las primeras décadas del siglo XIX-a favor de la educación
sexual para niños y niñas y de la creación de escuelas para ambos sexos. Recorrió toda la
extensión de Suramérica y de su cabeza visionaria surgió la propuesta y la bandera de la
unidad política y económica de las antiguas posesiones hispánicas. Ministro de Educación
de la recién creada República de Bolivia, Simón Rodríguez debió renunciar a su cargo por
las presiones de los sectores oligárquicos que rápidamente rodean al Mariscal Sucre y se
marcha hacia Chile, donde vivió el resto de su larga vida, después de haber iniciado varias
empresas educativas. Este es el hombre, en apretada síntesis, que los militares venezolanos
evocan en su proclama.
La espada y el escapularioEste hecho merece, quizás, una digresión más. Resulta, para un observador argentino,
por demás llamativa la diferencia de lenguaje y de referencias ideológicas entre los
23
documentos de los militares de Venezuela y los de los militares nacionalistas argentinos,
vinculados a lo que ellos mismo definen como “el carapintadismo”.
A excepción de la mención al general San Martín, que a veces toma un carácter
meramente litúrgico, es notoria, en el discurso de los militares rebeldes argentinos, la
ausencia de menciones a la tradición revolucionaria que integró el ciclo de la
Independencia Nacional. Se cita la memoria de San Martín, pero se olvida la de su
secretario en el Perú, el revolucionario jacobino Bernardo de Monteagudo, el ideólogo de la
incorporación de los pueblos indios a la epopeya emancipadora, asesinado en misteriosas
circunstancias en la Lima de los marqueses godos. No aparece en los textos de los
venezolanos ese tono de sacristía que, a veces, impregna los documentos y declaraciones de
los militares argentinos enfrentados al gobierno y a la cúpula castrense. Tono que, por otra
parte, ha contribuido grandemente a aislar a los militares nacionalistas de nuestro país de
otros sectores sociales y políticos imprescindibles para la construcción de un gran frente
patriótico. Quizás sea tan sólo un detalle, pero a veces son los detalles los que permiten ver
la virtud o el defecto de una obra. El coronel Seineldín, jefe del levantamiento de diciembre
de 1990, hizo conocer una declaración ante los hechos de Venezuela. En ella sostiene, con
razón, que “hay un común denominador” entre el levantamiento venezolano y el
carapintada. Sostiene, además, que “luchamos por la Independencia, pero para resistirnos
a un Imperio Anglo Sajón que, utilizando como instrumento al Fondo Monetario
Internacional, busca someter a nuestros pueblos a la peor de las dependencias, la del
Hambre, la Miseria y la Cultura, pretendiendo que renunciemos a todo por lo que han
luchado nuestros Padres”. Una excelente declaración, como se ve. El detalle al que nos
referimos y que carecería de importancia si no fuera por el tono beato que mencionamos
más arriba, es que, al pie de su documento, el coronel Seineldín lo fecha en “Santa María
Magdalena”, es decir, en la cárcel de Magdalena, que es como todo el mundo conoce a ese
lugar. Poner el desconocido nombre de la pecadora arrepentida a los pies de Jesús es
simplemente un gesto de inútil y contraproducente esencialismo religioso que espanta más
de lo que atrae.
Lo cierto es que existe en los militares venezolanos una tradición de lucha
democrática y popular de la que carecen los argentinos, herederos, en muchos casos
involuntariamente, del golpe reaccionario contra el general Perón en 1955. En Venezuela,
24
en 1958, una insurrección popular, con activa participación de núcleos militares, de
orientación izquierdista, derrocó al dictador Pérez Jiménez e inauguró un período de
vigencia de la soberanía popular, casi singular en América Latina. Las Fuerzas Armadas de
aquel país han sido formadas en un consecuente espíritu democrático y sin los resabios
aristocratizantes de sus pares argentinos.
Por otra parte, Venezuela es el país de América Latina en donde con mayor vigor se
han mantenido vivas las ideas nutricias del pensamiento bolivariano. La casi totalidad de la
clase política venezolana participa de la tradición intelectual e ideológica de la Gran
Colombia fundada por el Libertador. La misma idea de la unidad latinoamericana ha sido
una constante en casi todas las fuerzas políticas de aquel país, más allá de la sinceridad o de
la voluntad que pusieran en su realización. Esto también impregna el discurso militar, que
no se reduce entonces a un patriotismo provinciano, sino que se asume como
latinoamericano.
Los ejércitos y el Nuevo Orden MundialLa propuesta hegemónica imperialista que con este nombre de reminiscencias
hitlerianas es asumida por la mayoría de los gobiernos de América Latina, condenando a su
población a un destino de ilotas, ha comenzado, como se ve, a generar respuestas. Para los
EE.UU. los ejércitos nacionales han dejado de tener significación ni utilidad. Establecida la
fórmula de la democracia colonial, legalizando el despojo en formas institucionales, los
ejércitos no tienen ningún papel que cumplir. La soberanía nacional y territorial ha
caducado y la crisis irremediable del antiguo bloque soviético hace innecesaria la doctrina
de la seguridad nacional. Para las fuerzas armadas queda tan sólo el papel policial de
represión al narcotráfico, en defensa de la salud y la economía norteamericanas, o el de
comparsa en guerras imperialistas como la de Iraq o en intervenciones militares bajo la
égida del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como ahora en Yugoslavia. Por
supuesto, este tipo de policía no requiere industrias para la defensa o estructura productiva
de ningún tipo. De ahí el desmantelamiento que se inició bajo el gobierno de Alfonsín y
hoy se complementa con el de Menem, bajo la mirada vigilante del embajador Todman y la
diligencia de Cavallo y Di Tella.
Lo ocurrido en Venezuela ha puesto en movimiento a fuerzas que son indetenibles. El
gobierno proimperialista de Carlos Andrés Pérez está jaqueado y ha tenido que retroceder
25
frente a las presiones populares. Los militares rebeldes de Venezuela cuentan, según todas
las informaciones, con un amplio apoyo en el seno de la población civil que no hizo ningún
gesto en defensa del gobierno. A este respecto son por demás elocuentes las declaraciones,
publicadas en Página 12, de Douglas Bravo, el antiguo jefe de las guerrillas venezolanas y
actual dirigente del Frente Patriótico: “En realidad no los conozco (a los jefes militares
rebeldes), pero si juzgamos por todos sus documentos, proclamas y declaración de
principios, nos colocamos en el terreno de apoyarlos”. Y ante la pregunta de cómo
explicaba el nacionalismo de los rebeldes, el antiguo jefe guerrillero sostuvo: “Cuando en
América Latina se plantea un proyecto nacionalista puede causar resquemor porque del
nacionalismo nació el fascismo y el nazismo en Europa, mientras que aquí de una política
nacionalista avanzada va a brotar la soberanía de estas naciones y va a nacer la
emancipación integral. No tenemos por qué depender de EE.UU.”. Y terminó sus
declaraciones afirmando: (a los militares) “la mayoría del país los va a sacar de la cárcel”.
Los nuevos tiempos son ya una escuela de política revolucionaria para las nuevas
generaciones civiles y militares. Algo comenzó en Venezuela, que empalma vigorosamente
con otras manifestaciones político-sociales en diversos países latinoamericanos, reflejo de
una reacción de nuestros pueblos ante los bárbaros colonizadores. Han comenzado los
tiempos de la segunda liberación de la Patria Grande.
26
En la senda de Bolívar y ArtigasDecíamos en Acción Popular para la Liberación, a propósito del levantamiento de
posmilitares bolivarianos en 1992, que existía una diferencia ideológico-conceptual muy
grande entre los militares alzados en Venezuela y nuestros carapintadas. En primer lugar,
era evidente el punto de partida democrático y popular de los bolivarianos. Lejos de
levantarse a partir de una reivindicación castrense gremial, como lo hicieron los argentinos,
los militares venezolanos partieron de cuestionar el centro de la política de sometimiento al
imperialismo, los planes de ajuste y, con ello, la corrupción generalizada del régimen de
Pérez. De esa forma, no se presentaron ante el conjunto de los sectores populares de su país
como reivindicando cuestiones sectoriales, sino encarnando las aspiraciones y
preocupaciones de los oprimidos.
En segundo lugar, buscaron antecedentes y base conceptual en uno de los momentos
culminantes del proceso emancipador latinoamericano, el proyecto de Bolívar de la Gran
Colombia. Mientras que el coronel Seineldín y sus hombres apelaron a confusas
conceptualizaciones religiosas, abstractas y metafísicas, los venezolanos buscaron sus
raíces en el proceso histórico latinoamericano y en la conciencia popular del mismo.
Posiblemente, las razones de esta diferencia haya que buscarlas en la historia, sobre todo
reciente, de ambos ejércitos. Mientras que el actual ejército de Venezuela tiene su raíz y
conformación en la revuelta popular y antiimperialista contra el dictador Pérez Jiménez, el
argentino se nutre de la alianza clerical-liberal contra el gobierno del general Perón en
1955.
Por otra parte, el pensamiento y la acción de Bolívar tienen en su tierra una vitalidad
de la que carece nuestro Libertador General San Martín, convertido en un santo laico,
inodoro, incoloro e insípido, por las vestales liberales del mitrismo y del Instituto Nacional
Sanmartiniano. Nada de su pensamiento y sus proyectos políticos forman parte de la verdad
oficial y, fuerza es decirlo, sólo la Izquierda Nacional ha indagado y hecho conocer la
hermandad de ideales con el Libertador del Norte.
La reivindicación misma de Simón Rodríguez da indicios de la osadía de las
propuestas de Chávez. Simón Rodríguez, el filósofo maestro de Bolívar, es una de las
personalidades más extraordinarias de la historia latinoamericana. De su cabeza salieron las
ideas más avanzadas, transformadoras y precisas del siglo XIX, en nuestra Patria Grande.
27
Pedagogo y escritor, tuvo en las oligarquías hispanocriollas un enemigo encarnizado que
logró sepultarlo en el olvido y la pobreza, sin lograr por ello hacerlo claudicar en su
convicción. Emparentado con la tradición libertaria de la Revolución Francesa, encarnó en
tierra criolla las aspiraciones de unidad nacional, de soberanía popular y de reivindicación
social de los pueblos en lucha por la Independencia. Mencionar su nombre es apelar a los
elementos más revolucionarios, antioligárquicos e independentistas de nuestra historia
común. El coronel Hugo Chávez, por sus palabras, se ha puesto en ese lugar. No está solo.
Millones de latinoamericanos hartos de la nueva opresión imperialista se aprestan a nuevos
combates liberadores.
Publicado en Acción Popular para la Liberación, Diciembre de 1994
28
Chávez en Buenos AiresEl lunes, último día del mes de enero, con un frío inusitado para un verano que había
descargado sus furibundas iras sobre Buenos Aires con temperaturas de 38 y 39 grados,
recibo un mensaje electrónico invitándome a participar en una reunión del presidente Hugo
Chávez con intelectuales y periodistas, que se llevaría a cabo en el Hotel Sheraton.
A la mañana siguiente me informan que la reunión se ha trasladado al Teatro Nuevo
Ateneo, o sea al viejo Teatro Ateneo que actualmente regentea Pepe Albistur, el secretario
de Medios de la Presidencia de la República, en pleno centro de Buenos Aires, zona de
hoteles internacionales, negocios de artículos de cuero y muchachas dispuestas a que no sea
tan solitaria la noche de los porteños solos, sean nativos o turistas.
Al llegar, media hora antes de la cita, ya había a las puertas del teatro –desde cuya
marquesina nos miraban los rostros de Arturo Jauretche y Atahualpa Yupanqui, Jorge Luis
Borges y Alberto Olmedo, Roberto Goyeneche y Leopoldo Marechal, en una mescolanza
típicamente argentina- unos cientos de personas, la mayoría de ellas pertenecientes a
distintas agrupaciones sociales, el tránsito ya estaba cortado y me integré a un grupo que
formaban el economista Alfredo Eric Calcagno y su hijo, el también economista Eric
Calcagno, Martín García, el periodista Gabriel Fernández, el diputado Daniel Carbonetto,
entre otros.
Al abrirse las puertas, la multitud llenó rápidamente las instalaciones, mientras el
personal de seguridad de la comitiva venezolana dirigía a quienes venían con carteles y
pancartas hacia los palcos superiores, y el resto nos distribuíamos en la acogedora platea.
Por ahí llegaba Julio Piumato, secretario de Derechos Humanos de la CGT, una
delegación de Madres de Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos, las periodistas Stella
Calloni de La Jornada de México y Telma Luzzani de Clarín de Buenos Aires. En el
escenario ya estaban Pino Solanas, Hebe de Bonafini, Alí Rodríguez -el canciller
venezolano-, Freddy Bernal, el jovial y expansivo embajador bolivariano en Buenos Aires y
mucha otra gente.
Por fin llegó Hugo Chávez, deteniéndose para saludar a todo aquel que quisiese
estrechar su mano, para dedicarle unas palabras a un señor de saco y corbata, un chiste a un
muchacho de remera y jeans o un requiebro a alguna morocha argentina que lo llamaba con
blanquísima sonrisa.
29
No pude evitar el recordar una recepción similar, aunque con mucho menos gente,
allá por el año 94 o 95. Chávez acababa de salir de la cárcel, a la que había sido condenado
por su levantamiento del año 92 contra Carlos Andrés Pérez. Para la prensa argentina no era
más que el “militar golpista”. Para los partidos y grupos de izquierda era un
antidemocrático “carapintada” venezolano. Sólo nosotros, desde la Izquierda Nacional, y
algunos pocos más, veían en Chávez y en su prédica bolivariana la semilla, la chispa que
iniciaba un nuevo ciclo en la revolución nacional latinoamericana, después del maremoto
neoliberal. Por medio de faxes a ignotos teléfonos y cartas a ignotas direcciones había
logrado que quien se decía discípulo de Bolívar y Simón Rodríguez pusiese en su agenda
una visita a nuestro local en la calle Salta, para dar una charla en su próxima visita a
Buenos Aires. Y aquella noche de invierno nos habló Chávez a una concurrencia que
apenas llegaba a la centena. Nos contó de sus planes para presentarse a las elecciones
presidenciales y nos transmitió la absoluta confianza que tenía en su triunfo, más allá del
silencio y las mentiras de la prensa comercial. Nos habló de su admiración por la Argentina
con esa misma caudalosa oratoria del Caribe que lo ha hecho famoso. Y nos ratificó esa
iluminación que habíamos tenido al saber de él: por aquí iba la cosa.
Y esta noche, en el viejo y ahora Nuevo Ateneo, volvió sobre los mismos tópicos.
Pero ahora frente a una multitud que recibía su palabra con fervor religioso.
Ha crecido el hombre. Se ha agigantado. Mantiene el mismo estilo de largo aliento, el
mismo dejarse llevar por los meandros del pensamiento o del recuerdo, y manteniendo
firme el objetivo político central de su discurso. Va y viene Chávez, cuando habla. Así
como se remonta a su infancia campesina y a su abuelo, un alzado en armas por la causa
liberal, uno de los “últimos hombres de a caballo”, se dirige a Pino Solanas proponiéndole
hacer una película, justamente con ese título de epopeya. Y así como rememora un viaje a
Libia y un paseo por el desierto, se interroga, como si recién lo descubriese, sobre todo el
mundo que ha recorrido en estos seis años de presidente. Comparte su vida con quienes lo
escuchan, cita a León Trotsky, recordando que “la revolución necesita del látigo de la
contrarrevolución para ir hacia delante”, y cuenta que entró a la milicia porque quería ser
bateador de béisbol en las ligas mayores. Relata las sensaciones vividas en el Foro
Social Mundial de Porto Alegre y en la visita a los Sin Tierra y se sorprende de la variedad
de protestas allí expresadas, incluso la de algunos que salieron a manifestar desnudos. Mira
30
entonces a la platea, a los palcos, y con esa voz de barítono que ha heredado de vaya saber
quien, agrega: “Y digan que soy presidente, si no hasta yo me anotaba en esa…”
Pero toda esa incontenible parafernalia retórica, esa simpatía campechana, ese
plebeyo sentido del humor y de la vida, no debilitan, sino que fortalecen el meollo de su
mensaje: la unidad de los americanos bajo el amparo de la dignidad nacional, la
independencia económica y la justicia social, la lucha antiimperialista como condición y
garantía de una vida digna, de un futuro venturoso. “El imperialismo es fuerte pero ¿qué
vamos a hacer? ¿Aceptar que nuestro papel es el de ser dominados y que ese destino
también les espera a nuestros hijos y nietos? Desde Roma a la Unión Soviética todos los
imperios se vinieron abajo y todos empezaron a resquebrajarse por dentro. No conciben
razones”, concluye.
Y acude a Samuel Robinson, a aquel humildísimo Simón Rodríguez que acompañó a
Bolívar en su juramento en el Monte Sacro de Roma, para explicar que no se puede pasar el
tiempo pensando, así como tampoco se puede hacerlo simplemente luchando. Tiene que
haber tiempo para el pensamiento, para el libro, y tiempo para la lucha, para la espada. Y se
acuerda de un compañero de milicia a quien invita a sumarse al levantamiento del año 92.
Con gracia sin par cuenta que le preguntó si la Aviación estaba con el levantamiento, a lo
que no pudo sino contestarle que había tan sólo dos o tres aviadores, pero que no estaban
volando en ese momento. Y a la pregunta de cómo estaba la Armada, le responde con
sinceridad que tan sólo hay dos oficiales a cargo de sendos barquitos desarmados, pero que
son muy leales. Y a la pregunta de cómo ha respondido la Guardia Nacional, le dice que no,
que ahí no hay absolutamente nada. A lo que su amigo le ha dicho que cuente con él, una
vez que se hayan sumado la Aviación, la Marina y la Guardia Nacional. “No es así”, dice
Chávez con amplia sonrisa, “no, ahí es donde tiene que aparecer el Quijote, el que se
juega. No se puede uno pasar la vida pensando, compañero”.
Donde Chávez parece haber crecido es, justamente, cuando habla de realizaciones. Lo
entusiasman los acuerdos de intercambio alcanzados con el gobierno de su “amigo”
Kirchner. Y no faltan silbidos desde algunos palcos, cuando nombra al presidente
argentino. Y ahí se detiene Chávez. Y menciona a Mao Tse Tung. Afirma que el sectarismo
es uno de los errores más profundos, que hay que tener muy en claro “quiénes son los
verdaderos amigos y quiénes los verdaderos enemigos” y, nuevamente, acude a la parábola
31
bajo la forma de un relato personal de cuando era un estudiante del secundario y sólo le
interesaba el béisbol y las muchachas. Cuenta que tenía un amigo cuyo padre era marxista y
él mismo lo era. Un muchacho muy instruido con el cual discutía pero al que respetaba
mucho. “Siempre andaba con un libro abajo del brazo”, exagera. Cuando iban a los bailes,
dice, siempre había alguna muchachita que miraba con interés a su amigo. Y él le decía
“pues, ve, sácala a bailar” a lo que su amigo, muy serio le respondía: “Ah no, Hugo, yo no
la saco hasta que no se defina ideológicamente. Y entonces yo, que era horrible bailando,
iba y la sacaba, porque para bailar nunca me interesó si era escuálida, marxista o lo que
quiera”.
Pero vuelve entonces a los convenios, prometiendo que a la Argentina jamás le faltará
gasoil o fueloil, porque Venezuela, “que es una potencia petrolera” se enorgullece, le
proveerá de lo que le haga falta. “Y ustedes son una potencia agrícola”, nos cuenta, y me
recuerda con tristeza que supimos ser también una potencia industrial. Entonces nos
informa que a cambio de esa provisión energética se lleva de Argentina vaquillonas –y
confiesa que es la primera vez en su vida que ha oído esa palabra- preñadas para que
aumenten en un 60% la producción lechera de su país. Como para sacarme de la nostalgia
de nuestra época industrial, cuenta que se lleva semen vacuno sexado. “¿Saben lo que es
eso?” Como sospecha la respuesta, agrega: “Ven que no sabemos nada de nosotros
mismos. Pues es un semen manipulado genéticamente que garantiza que la parición será
de hembras. Y esto lo han hecho ustedes, los argentinos, los técnicos argentinos.” Además
encargará cuatro barcos tanque a los Astilleros Río Santiago, que “se salvaron de la
privatización”. De la platea se oye una voz que quiere decir algo al respecto. “¿Cómo dice,
compañero?”, pregunta Chávez. “No se salvaron, presidente. Los trabajadores luchamos
para evitar su privatización”, explica la voz. Asintiendo Chávez aplaude e invita a aplaudir
a todos.
A esta altura está claro, aún para Chávez, que el público es heterogéneo. Que los
palcos están ocupados por distintas organizaciones de izquierda, que no están de acuerdo
entre sí. Que en la platea hay militantes e intelectuales peronistas, junto con dirigentes del
partido comunista, de los maoístas del PCR y hasta un histórico Guardia de Hierro, como el
diputado mandato cumplido Mario Gurioli, que no deja de cantar cuando aparece el
“¡Patria sí, Colonia no”!
32
Chávez que había empezado citando ni más ni menos que a Manuel Ugarte, el
socialista argentino profeta de la Patria Grande, recorre a Juan Jacobo Rousseau, a Simón
Bolívar, a José de San Martín, a Antonio Gramsci, a Roberto Fernández Retamar, a Fidel
Castro y termina su discurso mencionando a Juan Perón y su célebre “El siglo XXI nos
encontrará unidos o dominados”, las mismas palabras con las que había cerrado en la
mañana su discurso en el Salón Dorado de la Casa Rosada.
La voz precursora de un militar patriota del Sur renacía en la palabra frondosa de un
militar patriota del Caribe. Desde los mítines de la Unión Latinoamericana de Ugarte, desde
la prosa fundacional de Jorge Abelardo Ramos, desde las jornadas guerreras del 2 de abril
de 1982, Buenos Aires no había vivido semejante intensidad continental, semejante
impulso americano.
Buenos Aires, 3 de febrero de 2005
33
El Mercosur ha llegado al CaribeDesde hace tiempo venimos sosteniendo y explicando aquella tesis central del
pensamiento continentalista del general Juan Domingo Perón, tesis que ha sido, en general,
ignorada o silenciada por amplios sectores de la dirigencia peronista. Se trata de la idea
fundacional de que sólo una alianza estratégica entre Argentina y Brasil podía establecer un
núcleo geopolítico, económico y poblacional capaz de atraer como un inmenso planeta al
conjunto de los estados del continente a un proceso de integración.
La reciente incorporación de Venezuela al Mercosur ratifica esta tesis y revitaliza el
proyecto nacido en Asunción del Paraguay hace catorce años.
La Cumbre de Presidentes y Jefes de Estado americanos, realizada en Mar del Plata,
había dejado establecida la existencia de una profunda coincidencia en política
internacional por parte de los gobiernos argentino y brasileño, coincidencia que se
fortaleció con la presencia del jefe de estado venezolano, Hugo Chávez. A partir de ese
momento, en el cual el jefe de la superpotencia imperialista fracasó en su prepotente intento
de imponer el ALCA por la firmeza manifestada por el bloque Mercosur-Venezuela, se
inició una serie de encuentros entre los presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela. La
inmediata reunión de Néstor Kirchner con Hugo Chávez, en Venezuela, permitió la firma
de decisivos acuerdos comerciales e inició las conversaciones sobre la posibilidad de que
los petrodólares venezolanos se constituyesen en un mecanismo financiero continental. La
firma de un acuerdo para la construcción de un gasoducto que atravesará todo el continente
constituye el proyecto más ambicioso que nuestros pueblos se hayan planteado en toda su
historia.
Con una diferencia de días, se encuentran, en Puerto Iguazú, Lula y Kirchner. El
resultado de la misma fue la ratificación del acuerdo mercosureño y el acuerdo definitivo
para la posterior incorporación de Venezuela al mismo. Celebrando un nuevo aniversario
del Acta de Iguazú, que en 1985, dio inicio al proceso de creación del Mercosur, el
presidente brasileño fue claro al exponer algunos de los problemas comerciales sufridos por
el acuerdo: “Nuestra integración no puede significar una especialización donde un país
crezca en materia industrial y el otro en el papel de proveedor de bienes agropecuarios”.
Especial significación adquirirían unas semanas después las declaraciones que ambos
mandatarios formularon con respecto a “abogar conjuntamente, en lo referente a los
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organismos internacionales de crédito, para evitar la imposición de condiciones que
afecten la capacidad de los gobiernos de promover políticas de crecimiento, empleo digno
e inclusión social”.
Por fin, en Montevideo, Venezuela se integra definitivamente al Mercosur. La
incorporación no puede ser vista, por quienes luchamos por la unificación estratégica,
política, económica y militar de Latinoamérica, sino como una significativa y trascendental
victoria. Desde el punto de vista geopolítico, la presencia venezolana termina por integrar
las cuencas del Orinoco, del Amazonas y del Plata y establece un balcón en el mare
nostrum norteamericano –el Mar Caribe-. Se suma a uno de los más importantes
productores de petróleo del mundo y crea un nuevo miembro que equilibra los permanente
tironeos y celos entre Brasil y Argentina. Por otra parte, al integrarse al Mercosur,
Venezuela encuentra un poderoso sistema institucional capaz de balancear las descaradas
provocaciones militares y el aislamiento al que lo pretende someter EE.UU. (aislamiento
que fue la principal y más dura arma que ha tenido que sufrir Cuba). El Mercosur se
constituye en el más importante –desde el punto de vista territorial, poblacional, económico
y de recursos- bloque político en el seno de la OEA y da impulso a la Confederación
Suramericana de Naciones creada hace un año en el Cuzco.
Brasil y Argentina, de manera coordinada y conjunta, han decidido cancelar sus
deudas con el Fondo Monetario Internacional, y como lo ha declarado oficialmente el
presidente argentino, con el apoyo de la República Bolivariana de Venezuela. Este hecho
trascendental ha sido el producto, entre otras cosas, de las coincidencias y logros
alcanzados en el proceso de unificación continental.
Quedan a este nuevo Mercosur algunas tareas impostergables. Una de ellas es mejorar
y hacer más cómoda la participación tanto de Uruguay como de Paraguay, países para los
cuales la integración debe significar la posibilidad de una industrialización independiente y
de mejores condiciones de vida para sus pueblos. La otra es ayudar a la liberación de
Bolivia y los bolivianos del yugo imperialista, incorporarla completamente en su seno y
favorecer una política energética que reivindique la soberanía boliviana sobre sus recursos
naturales. Las elecciones del domingo 18 de diciembre en el país del altiplano serán, sin
duda, definitorias para este futuro.
Publicado en Patria y Pueblo Año 3, N° 11, Diciembre 2005
35
El Libertador ha entrado en tierra brasileñaLa nacionalización de los recursos energéticos bolivianos por parte del gobierno de
Evo Morales y el particular modo en que fue llevada adelante sacudieron al principal agente
en la construcción del Mercosur, la cancillería brasileña conocida con el nombre del viejo
palacio Itamaraty, en Río de Janeiro, donde funcionaba hasta su traslado a Brasilia.
Hemos escrito anteriormente: “Los beneficios del Mercosur deben ser evidentes, en
primer lugar, para sus socios menores. Es obligación de los socios de mayor magnitud
correr con ese esfuerzo. De lo contrario, estas diferencias serán el mecanismo para que
Uruguay o Paraguay se conviertan, contra el deseo histórico de sus pueblos, en un enclave
político o militar de EE.UU., en una nueva Gibraltar yanqui”13[1].
Y los hechos mencionados no han hecho sino actualizar este punto de vista.
La desmedida reacción de autorizados voceros de Itamaraty, como el canciller Celso
Amorim o el asesor presidencial Marco Aurelio Garcia, ante lo que se consideró una
afrenta por parte de Bolivia –y parcialmente de Venezuela- ha hecho evidente que la
enorme potencialidad integradora del Brasil –determinada por su extenso territorio, su gran
población y su enorme economía industrial- sufre de una peligrosa debilidad. Decíamos en
la nota citada anteriormente: “Es muy posible, también, que Petrobras tenga que adecuar
su política empresarial a las condiciones que le impone el contexto suramericano y ser
agente, no del mero interés empresarial, sino de la dinámica de la integración política del
continente”. Y lo que la decisión boliviana puso a la luz del día fue la peligrosa capacidad
de la petrolera estatal brasileña a actuar con completa independencia del poder político de
su país y al servicio de sus propios objetivos empresariales y de los de la expansiva
burguesía paulista. Ha quedado claro que Petrobras ha actuado en Bolivia con el mismo
criterio de la Standard Oil o la Shell y que su función se ha limitado a garantizar la
provisión de energía a bajo costo a la megalópolis de Sao Paulo, el principal centro
industrial del continente suramericano.
Es cierto que Brasil, hasta la aparición de Chávez en la escena continental, ha sido el
principal impulsor y promotor del Mercosur y la integración. Tanto la desindustrialización
argentina iniciada en 1976 y afianzada por la dupla Menem –Cavallo, como la política
monetaria que favorecía la importación dejaron a nuestro país -que, en 1950, había creado,
13 Respetar las asimetrías, evitar la prepotencia, Buenos Aires, 4 de febrero de 2006.
36
por obra del general Juan Domingo Perón, la tesis de la integración con el Brasil-, fuera de
toda posibilidad de liderazgo. Durante largos diez años el Brasil tuvo a su lado un socio
bobo que prefería la paridad uno a uno con el dólar y las relaciones carnales con los
EE.UU. Esto hizo ver al país lusoparlante como el campeón de la integración, con una
cancillería y con intelectuales orgánicos que actuaban y pensaban en función de la misma.
La irrupción de Chávez, con la capacidad económica generada por el alto precio del
petróleo y la ocupación de PDVSA por parte de su gobierno, expulsando de su seno a la
administración proimperialista que la había convertido en un instrumento estéril para la
soberanía nacional, modificó el equilibrio que se mantenía desde la década del 80. Su
propuesta sobre la construcción de un megagasoducto que atraviese el continente se
convierte en el eje central de la integración, a la vez que propone a sus pares suramericanos
la creación de una gran empresa petrolera continental. Desde hace dos o tres años el
protagonismo del Mercosur ha estado, en realidad, en manos de estos dos países, con la
particularidad de que uno de ellos, Venezuela, recién ahora se ha incorporado al acuerdo.
Lo que se ve detrás del juego del presidente Hugo Chávez en la región es la vieja
concepción de Perón de los años 50. Básicamente sostenía Perón que la unidad de
Suramérica sólo podía ser el producto de la integración de Brasil y Argentina, pero que el
tamaño territorial y la escala de la economía brasileña hacían necesario que nuestro país
encabezase un sistema de unificación de los países hispanohablantes a efectos de
equilibrarse con el gigante lusitano. Así fue como logró formalizar acuerdos con Paraguay,
Bolivia y Chile, mientras las intrigas de la conducción de Itamaraty de entonces demoraban
el buscado entendimiento con el presidente Getulio Vargas. Esta visión del caudillo
argentino es la política que está llevando adelante el presidente Chávez de Venezuela. Su
enorme prestigio político y su amplia capacidad financiera lo han convertido en el
necesario interlocutor de todos los países hispánicos de la región. Busca de esa manera que
la integración del Brasil no se realice con cada uno de los demás países de modo
independiente, sino, en lo posible, estructurando un bloque que equilibre la desproporción.
No otra cosa hay detrás de la ayuda financiera de Venezuela a la Argentina, su intención de
mediar en el conflicto con Uruguay, la búsqueda de difícil entendimiento con Colombia, su
apoyo técnico a Bolivia y su declarada simpatía por Ollanta Humala en Perú.
37
No hay en ello la menor huella de intervencionismo. Se trata, por el contrario, al
modo como lo hacía Perón, de encontrar gobiernos amigos con los que establecer acuerdos
favorables a estos y sentarse juntos a la mesa con el gigante.
Todo esto, es cierto, tiene un riesgo, que es la vuelta de Brasil a un aislamiento en la
región. El Brasil ha tenido que hacerse cargo de la fragilidad que implica su dependencia
del gas boliviano y del petróleo venezolano y del embate sufrido por las inversiones de
Petrobras en Bolivia. A la vez, reaparecen viejos reclamos fronterizos irredentos en el Acre.
Venezuela ha decidido jugar fuerte en la integración suramericana y con un papel que
pone en tela de juicio lo que hasta hoy se veía como el incuestionable liderazgo brasileño.
No sería ajeno a esta preocupación el éxito logrado por Hugo Chávez en introducir en
Brasil el pensamiento de la revolución bolivariana y la simpatía que la misma despierta en
las grandes masas postergadas de este país.
La enorme estatua de pappier maché del Libertador, en el Carnaval de Río, y su
fulminante aceptación popular logró lo que toneladas de libros de historia no podrían haber
conseguido, introducir en el Brasil –país ajeno a la tradición independentista suramericana-
la conciencia de un Bolívar libertario e igualitarista. El espíritu bandeirante que anida en la
burguesía paulista entendió, seguramente, las pasiones y la fuerza que esa estatua y esos
símbolos despertaban. El apartamiento brasileño del camino de la unidad sería un golpe
mortal a la región –y al propio régimen del presidente Chávez-, pero también lo sería al
propio Brasil que hoy conocemos. La unidad para beneficio de todos, para la
industrialización de todos, para el fortalecimiento de todos es el único camino posible tanto
para Brasil como para el conjunto hispanohablante de América del Sur.
Bolivia apeló una vez más a la consigna y maldición lanzada por el Inca Yupanqui en
las Cortes de Cadiz. “Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”, dijo indignado a
los peninsulares que se negaban a reconocer a las colonias como integrantes de aquellas
Cortes. Evo Morales, silenciosamente y ocupando las plantas petroleras con el ejército, se
lo dijo a quien quisiera oírlo.
Publicado en Question Latinoamerica, junio 2006
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Se lanzó la lucha contra la integración suramericanaPor primera vez desde que asumiese como presidente de su país, la política
continental de Hugo Chávez y el decidido papel que ha comenzado a jugar en la integración
suramericana ha sido usado como argumento electoral en contra de un candidato que mejor
expresaba esa política, el peruano Ollanta Humala. Alan García, putativo heredero de
aquella Alianza Popular Revolucionaria Americana fundada por Víctor Haya de la Torre,
ha tenido el honor de inaugurar esta nueva escalada imperialista contra la unidad de nuestro
continente.
Durante la campaña electoral y, lo que es aún peor, después de ella, García
desempolvó los viejos argumentos usados contra Perón, en la década del 5014, dirigidos
ahora contra quien mejor interpreta aquella concepción del caudillo argentino, el
venezolano Hugo Chávez. En un discurso pronunciado al día siguiente de su elección, el
nuevo presidente peruano se refirió al resultado del comicio comparándolo con “un nuevo
Ayacucho” librado no contra el TLC, el saqueo minero, la dictadura mediática del gran
capital imperialista, ni la miseria de las grandes masas campesinas indígenas, sino contra
las pretensiones imperialistas de… Hugo Chávez.
Contra el eje Argentina-Brasil-VenezuelaLa resistencia de los EE.UU. a la unidad suramericana ha encontrado, entonces, un
nuevo vocero y una nueva expresión. En efecto, ha quedado demostrado que la constitución
de una gran Unión Democrática de todas las fuerzas proimperialistas en el continente ya no
puede estructurarse declaradamente alrededor de los EE.UU. ni en contra de la integración.
El desprestigio de Washington en nuestra región y el desarrollo alcanzado por el proceso
integrador objetivo han enviado todo argumento a favor del primero o en contra del
segundo al apolillado baúl ideológico del neoliberalismo hoy en retroceso.
Ese frente de fuerzas contra la liberación y unidad continentales ha debido buscar
nuevas argumentaciones y las ha encontrado: quebrar el eje establecido entre Brasil,
Argentina y Venezuela, limitar la influencia política de éste último país a tan sólo su
capacidad petrolera y volver al Mercosur del fin del siglo, al que el escritor y embajador
argentino Abel Posse definió como “un Mercosur de mercachifles”, caracterizado por la
14 Julio Fernández Baraibar, Un Solo impulso americano – El Mercosur de Perón, pág. 90 y ss. Fondo Editorial Simón Rodríguez, Buenos Aires, 2005.
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preeminencia de las empresas multinacionales en su constitución. Para ello debe proponerse
reunir en un solo haz a todos los sectores de derecha y de izquierda que se oponen a este eje
articulado por la propuesta venezolana de construir el gasoducto continental y ofrecer falsas
alternativas integradoras. Una de ellas es, entonces, volver a un eje Argentina-Brasil,
similar al de la época de Menem-Cardoso, quitando de la actual constitución la desafiante y
plebeya presencia de la revolución bolivariana.
Otra de esas alternativas, que también se están desarrollando ante nuestros ojos, es el
elogio al modelo chileno, a la Concertación y, sobre todo, al ex presidente Ricardo Lagos,
extensivo a su sucesora la presidente Bachelet. Poniendo el acento en aspectos de
democracia puramente formal, en la supuesta estabilidad económica alcanzada por Chile y
en su aparente firmeza institucional, los elogios ocultan sistemáticamente la naturaleza de
la política exterior mapochina, profundamente opuesta al Mercosur y a la unidad
continental, su alianza estratégica con los EE.UU. y su simpatía por el Reino Unido.
La otra forma de acercamiento indirecto al enfrentamiento con la política bolivariana
es la campaña de desprestigio al estilo con que Chávez la plantea. Desde los insultos de
Alan García a los comentarios maliciosos que se pueden leer diariamente en la gran prensa
del continente se intenta convencer a los sectores medios de las grandes ciudades que las
propuestas bolivarianas son poco serias e impropias de países democráticos, blancos y
civilizados.
Y después del resultado peruano se agrega el argumento de que el apoyo de Chávez
es, por su supuesta incontinencia verbal, su populismo y su afán hegemónico, perjudicial
desde el punto de vista electoral, tema éste que significa la mayor preocupación intelectual
de la mayoría de los políticos del continente.
Operativo “anti Mar del Plata”En la Argentina esta maniobra ha comenzado a manifestarse con claridad. La
aparición del doctor Roberto Lavagna como posible cabeza de un frente opositor al
presidente Kirchner con cierto apoyo en los sectores medios ha tenido como ingrediente
inevitable las críticas al presidente venezolano, a su política integradora, ocultando y
tergiversando el papel que ha tenido Venezuela en la superación de la crisis económica y
financiera de nuestro país.
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Se trata, en realidad, de retrotraer la posición continental de nuestro país a antes de la
reunión cumbre de Mar del Plata. En efecto, la firme crítica formulada por el presidente
Néstor Kirchner a la propuesta del ALCA y la articulación manifestada con el presidente
Hugo Chávez en cuanto a una actitud de resistencia a la hegemonía yanqui significó un
punto crucial en la política de integración. Comenzó a hacerse evidente que Venezuela
había comenzado a jugar un papel decisivo en un juego que hasta ese momento sólo tenía a
Argentina y Brasil como protagonistas principales. Escribimos en un artículo anterior:
“Es cierto que Brasil, hasta la aparición de Chávez en la escena continental, ha sido
el principal impulsor y promotor del Mercosur y la integración. La desindustrialización de
Menem en la Argentina y su política monetaria que favorecía la importación dejaron a
nuestro país –que, en 1950, había creado, por obra del general Juan Domingo Perón, la
tesis de la integración con el Brasil–, fuera de toda posibilidad de liderazgo. Durante
largos diez años el Brasil tuvo a su lado un socio bobo que prefería la paridad uno a uno
con el dólar y las relaciones carnales con los EE.UU. Esto hizo ver al país lusoparlante
como el campeón de la integración, con una cancillería y con intelectuales orgánicos que
actuaban y pensaban en función de la misma”15.
Esta situación cambió con la aparición marplatense de Chávez y con el giro impuesto
por el presidente Kirchner. El presidente venezolano había comenzado a unificar tras de sí,
con su estrategia bolivariana y los recursos generados por su petróleo, a la Suramérica
hispanohablante, y, con este conjunto, sentarse a la mesa con el Brasil, dotando así al
proyecto unificador de una estrategia y una visión histórica.
Disolver lo alcanzado en Mar del Plata significa cambiar de blanco a negro la política
exterior argentina fijada en el discurso del presidente Kirchner y obligar a la Argentina a
diferenciarse radicalmente del discurso de Chávez en el Estadio Mundialista, en aquella
oportunidad.
“Alineamiento con Caracas”La prensa y los periodistas regiminosos, acuñadores de los lugares comunes con que
se manipula a la opinión pública, han comenzado a hablar críticamente del “alineamiento
con Caracas”, como si nuestra política exterior repitiera el mismo tipo de alineamiento
automático que Menem y Di Tella asumieran con respecto a los EE.UU. La palabra 15 Julio Fernández Baraibar, El Libertador ha entrado en tierra brasileña, en Question Latinoamerica, junio 2006.
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“alineamiento” supone un seguidismo perruno, una especie de obediencia ciega que sólo
favorece al país detrás del cual el otro se alinea. Con esa implícita condena se refieren,
entonces, a la nueva situación continental que se caracteriza, como decimos, por la
presencia de Venezuela en este nuevo Mercosur
El objetivo de mínima de este operativo es, en la perspectiva más probable de la
continuidad electoral de Néstor Kirchner, presionar sobre éste para que modifique esa
política, haciéndole creer que ése es su punto débil y que desmerece su gobierno. En el
orden de la política suramericana el objetivo central de la maniobra es Chávez, no Kirchner.
Si el presidente argentino cediese o retrocediese del punto alcanzado en su discurso de Mar
del Plata, el que se debilitaría es Chávez y la revolución bolivariana de manera directa,
aunque cualquier manifestación de debilidad en este punto terminará afectando al
presidente argentino y su intento de mantener una política de independencia nacional.
El “alineamiento con Caracas” presupone también presentar la generosa y solidaria
actitud venezolana en ocasión de la compra de nuestros bonos como un simple buen
negocio que nos obliga a enfrentarnos “innecesariamente” con los EE.UU. y el mundo
desarrollado. A la vez se insinúa que con la presencia de Chávez se intenta imponer el
“modelo cubano”, metiendo una cuña entre sectores sociales y políticos que se
beneficiarían con los negocios con Venezuela.
En suma, es evidente que después de la sorpresa y el desconcierto iniciales, las
fuerzas políticas del imperialismo y las oligarquías regionales, han comenzado una nueva
ofensiva contra el proceso de integración suramericano. El mantenimiento, contra viento y
marea, de una unidad entre Argentina, Brasil y Venezuela y la ampliación de la alianza al
mundo andino es el principal escollo al nuevo despliegue imperial. Los lobos disfrazados
de ovejas no pueden volver a engañarnos.
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¡Salud a la gran Revolución Bolivariana!Contra la estupidez oligárquica, contra la colonización pedagógica que se complace
en la autodenigración, en nuestra metafísica incapacidad de convertirnos en historia
humana, la revolución bolivariana ha puesto en órbita un satélite que no podía llevar otro
nombre que el del más grande americano de todos los tiempos, el Libertador Simón
Bolívar.
He escuchado un torrente de estupideces acerca de la inutilidad, la fanfarronería, las
ínfulas faraónicas o la zafia actitud de poner un satélite cuando hay basura en las aceras,
faltas de insumos en los hospitales o déficit de infraestructura en el sistema escolar.
Pero sobre todo he podido apreciar una sonrisa socarrona que intenta burlarse de la
admiración del pueblo llano, de su rústico nacionalismo, de su simplón orgullo.
Y este orgullo, esta admiración y este nacionalismo que hoy hacen celebrar la puesta
en órbita del satélite venezolano, son legítimos y bien fundados, aún cuando la mayoría de
quienes manifiestan su entusiasmo no reciban de inmediato los beneficios del artilugio
técnico.
Pero, de una manera u otra, son concientes -como no lo es la infame prensa opositora,
los lenguaraces televisivos y los imbéciles radiofónicos- de que el Simón Bolívar en el
espacio abre un nuevo período al desarrollo de la actividad espacial latinoamericana. Saben
que con Brasil y Argentina, Venezuela se incorpora -y rápidamente lo hará con tecnología
local- a un área decisiva en la soberanía continental: la de las comunicaciones. El
presidente Hugo Chávez ha reiterado en varias oportunidades el generoso espíritu
suramericano que, como no podía ser de otra manera, tiene el satélite Simón Bolívar.
Ahí esta cabalgando las praderas celestiales, volviendo a unir a nuestros pueblos,
vinculando nuestras regiones, reencontrándose con la Cruz del Sur, asumiendo nuestro
ineluctable destino continental.
¡Salud, venezolanos! El satélite Simón Bolívar es un verdadero orgullo de la
Revolución Bolivariana y, por ende, de todos ustedes.
Caracas, 29 de octubre de 2008
43
Partido único o movimiento nacional latinoamericano El presente artículo salió publicado en la edición argentina de la revista Question
Latinoamerica, correspondiente al mes de marzo de 2008. Gira alrededor de la creación
del Partido Socialista Unificado de Venezuela.
Si algo tiene de notable el presidente Hugo Chávez es su enorme capacidad para
dialogar con su pueblo. Motivado, quizás, por la profesión de su padre –un maestro de
provincia- su aparición televisiva, no sólo en Aló Presidente, sino en cualquiera de los
programas de noticias y opinión de la televisión pública venezolana, traslucen el objetivo
de educar políticamente a su gente, de integrarla a las grandes decisiones políticas, de
sacarla de la exclusión política en que ha vivido durante el puntofijismo. Campesinos y
citadinos que hasta la revolución bolivariana estaban al margen de la política, participan, se
informan y hacen conocer su punto de vista gracias, entre otras cosas, a la enorme y sencilla
capacidad de comunicación de su presidente, a su habilidad para hacer sencillo lo difícil.
Este artículo intentará con la misma franqueza con que se expresa Hugo Chávez
presentar algunas reflexiones sobre la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Es una discusión que ha sido lanzada por el presidente venezolano y que, por su alcance, no
puede circunscribirse tan sólo a los venezolanos, ya que la naturaleza latinoamericana de la
revolución bolivariana nos convierte de inmediato en protagonistas, en sujetos de esa
revolución, con mayor o menor grado de incidencia, pero con el mismo grado de
compromiso.
Jefatura personal unificadoraEste es un tema que, en todo lo que he leído alrededor del proceso bolivariano, no ha
sido tratado con la dedicación que se merece.
La revolución bolivariana tiene una jefatura personal en la figura del comandante
Hugo Chávez. Ha asumido el papel que es típico y propio de los grandes movimientos
liberadores hispanoamericanos y, en general, tercermundistas, el del caudillo, el del jefe
popular -generalmente, pero no necesariamente, militar o de origen militar- que se pone a la
cabeza de las grandes mayorías. El caudillo (la palabra caudillo viene del latín vulgar
“capitellus”) expresa en su persona el conjunto de las aspiraciones contradictorias de los
distintos sectores y clases sociales, de grupos y tendencias, muchas veces en pugna, que se
enfrentan al sistema de dominación oligárquico imperialista.
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El enfrentamiento nacional con el imperialismo suma a diversas clases y sectores
sociales que van desde los marginados urbanos y los campesinos sin tierra a pequeños y
medianos productores agrarios ahogados por los monopolios exportadores, desde los
trabajadores -allí donde el proceso industrial ha logrado modernizar la estructura
productiva- a importantes sectores de la burguesía nacional que encuentran en la estructura
importadora un freno al desarrollo de sus actividades. Diferentes estructuras e instituciones,
como las Fuerzas Armadas, sectores de la Iglesia Católica, las cámaras empresariales, los
sindicatos industriales o rurales, organizaciones religiosas y partidos y movimientos
políticos de distintas tradiciones ideológicas concurren al gran torrente de la revolución
nacional antiimperialista. Muchos de estas corrientes y tradiciones, de estos sectores y
clases sociales sostienen entre sí una pugna, un enfrentamiento, como resultado de sus
intereses contradictorios. Esta pugna necesita ser subsumida y unificada en el gran
movimiento revolucionario. La jefatura personal juega, entonces, el papel unificador de este
mosaico político y social, se pone por encima de esas contradicciones y expresa al
conjunto. Se convierte, no sólo en la resultante, sino en el eje articulador de todo el sistema
oprimido por el imperialismo.
Esta conducción personal es muy difícil de institucionalizar bajo las formas
tradicionales de los partidos políticos, ya que su elemento constitutivo es, por así decir, el
diálogo directo entre el caudillo y su base social. El propio Chávez lo ha expresado:
“Chávez es columna central de este proyecto.
Si Chávez se debilita y cae, se viene abajo todo esto. Ellos lo saben.
Chávez no soy yo en lo individual. Chávez aquí es mucho más que una persona.
Chávez es un pueblo, es una conciencia, es una fuerza colectiva a la que le pusieron
el nombre mío”.
(Transcripción de Aló Presidente No. 301, 20 de enero de 2008.)
Revolución y partidoEn la perspectiva demoliberal tradicional -que ha regido en Venezuela hasta la
llegada al poder de Hugo Chávez y que rige en la mayor parte de América Latina- los
partidos son organizaciones políticas que expresan distintas visiones de la vida social,
distintos intereses sociales, distintas perspectivas y tradiciones, y cuya finalidad es luchar
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electoralmente por el poder político del estado, relegando al lugar parlamentario de la
oposición a los que no lo alcancen.
En la visión marxista clásica, los partidos son expresiones de distintas clases y
sectores sociales. Por esta razón, sostienen, es necesario crear un partido que exprese los
intereses de la clase obrera, cuyo objetivo es el socialismo y cuyo dominio será el fin de la
sociedad de clases.
Desde la interpretación de Lenin del marxismo, –que abarca a stalinistas y trotskistas-
el partido es una organización de revolucionarios profesionales, que actúan en nombre de la
clase trabajadora, en la medida en que sostienen lo que se considera la mejor expresión de
sus intereses, en el plano político e ideológico, el materialismo dialéctico.
En el caso cubano, a su vez, el partido fue un producto específico nacido de las
contingencias propias de la revolución cubana. Como resultado del aislamiento de Cuba y
la presión imperialista sobre el resto de los gobiernos latinoamericanos, se estructuró por la
integración de la guerrilla y el movimiento político que la expresaba en un partido
preexistente, completamente alineado a las necesidades políticas de la Unión Soviética. En
el momento dramático en que Fidel Castro lanza su famoso, “soy, he sido y seré marxista
leninista” la revolución cubana se aleja cada vez más de la experiencia popular
latinoamericana, queda prisionera de la estolidez, el burocratismo y el primitivismo político
soviético. El partido Comunista cubano es un partido construido después de la toma del
poder por parte de la revolución y es inevitablemente tributario, política e ideológicamente,
al tipo de socialismo que cayó en 1990. Sobre esto vuelvo un poco más adelante.
Antes de determinar el carácter del partido político que intentará representar los
intereses y objetivos de la revolución bolivariana es fundamental contestar a la pregunta
¿en que etapa se encuentra el proceso revolucionario? ¿Se está al principio o al final de la
revolución?
Si la respuesta es, como entiendo, que nos encontramos al comienzo de ese proceso,
la organización que la exprese deberá ser flexible, abierta, inclusiva para los nuevos
sectores que se integren y con la agilidad necesaria para los avances y retrocesos del curso
revolucionario. Deberá ser, además, una organización que reconozca la conducción
personal unificadora, el papel de caudillo, al que nos referimos más arriba.
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¿Qué es el PSUV?Ni bien apareció la propuesta, el propio presidente Chávez tuvo que salir a explicar
que cosa no era, sin que quedase establecido o claro qué cosa era ese partido.
La unificación en una sola fuerza de todos los sectores que aportan a la revolución
bolivariana no puede ser resuelta por decreto. Un partido suele ser el producto de un largo
proceso de definiciones políticas, de prédica y de reclutamiento, por un lado, y de lucha por
su construcción enfrentando a sus enemigos. El modelo de partido político argentino ha
sido sin duda la Unión Cívica Radical, aún cuando su estado actual parezca discutir esta
afirmación. Producto de una larga lucha desde el llano por la democratización del sistema
político argentino en manos del grupo conservador gobernante, a quien don Hipólito
Yrigoyen llamó “el Régimen falaz y descreído” y a la lucha contra el mismo, “la Causa”, el
radicalismo se construyó a lo largo de varios levantamientos armados cívico-militares y la
incansable intransigencia de su líder para imponer el voto secreto. Esta ha sido la razón
fundamental para que, más allá de la modificación a sus banderas originales, haya podido
superar los cien años de vida.
El partido Justicialista, por su parte, nunca fue un partido en ese sentido, sino un mero
instrumento electoral. La vida interna del peronismo transcurría en lo que se ha llamado “el
Movimiento”, es decir el sistema de dirigentes políticos, organizaciones de base, centros de
estudios, organizaciones sindicales, agrupaciones estudiantiles y hasta instituciones
paraestatales, que reconocían la jefatura del general Perón y de las que Perón recogía las
aspiraciones populares. El propio Perón estuvo tentado, según lo ha dicho alguna vez, en
denominar socialista o laborista a su partido. Renunció a ello por las implicancias que el
socialismo tenía y tiene en la vida política argentina, su larga tradición antinacional, su
gorilismo, su liberalismo económico y, por último, su desprecio hacia el pueblo argentino
concreto. Ponerle laborista hubiera sonado, por otra parte, con una inflexión inglesa, que el
nacionalizador de los ferrocarriles no estaba dispuesto a asumir.
Lo que vemos acerca del PSUV es, más bien, una especie de unificación forzada, que,
no obstante, ha permitido que queden afuera otros agrupamientos para los que se piensa la
creación de un Polo Patriótico, de un frente.
En lugar de lanzar la propuesta de creación de una gran Movimiento Bolivariano que
interpretase cabalmente las tareas y objetivos de la revolución venezolana y que generase la
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posibilidad de una amplia corriente latinoamericana en ese sentido, se prefiere la creación
de un partido del poder -con los riesgos que ello implica, según varias experiencias, entre
ellas la cubana y la sandinista-, se le pone el adjetivo polisémico de socialista - que cubre
un espectro que va desde Segolene Royal y Tony Blair hasta los grupos trotskistas, es decir
no significa nada- y encima se le da un carácter exclusivamente venezolano. Todavía es
válida la vieja propuesta del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre que fundó algo que se
llamó Acción Popular Revolucionaria Americana, de la cual el partido peruano no era sino
una filial local, lo cual, aunque sea en el plano simbólico, dejaba bien en las claras la
magnitud de la tarea.
El presidente Chávez se sintió obligado a explicar que no se refería al socialismo del
siglo XX, al que criticaba, sino al del nuevo siglo.
El problema de las palabras es que ya tienen un significado y es un trabajo estéril
pretender darles otro. La utilización del nombre “socialismo” es profundamente equívoca
porque remite a una experiencia histórica ajena a Latinoamérica. Los partidos socialistas
europeos nunca entendieron a América Latina y la mayoría de ellos descalificaron a
nuestros procesos históricos, desde Bolívar hasta los diversos movimientos populares del
siglo XX. Los partidos socialistas de hoy están contra Chávez, adhieren a las tesis
neoliberales y apoyan a sus transnacionales. La cuestión de nuestra liberación nacional les
es profundamente extraña.
Por otra parte, poner el eje en la construcción del socialismo en un país donde la clase
obrera es minoritaria, hay tan sólo 6.000 empresas y la principal actividad es la exportación
de petróleo, es, por lo menos un exceso de retórica.
En el cauce de la revolución bolivariana hay un gran componente burgués, al modo
de Bismarck, de Lincoln, de Perón, de Sukarno y hasta de Mao y Ho Chi Minh. En el seno
de esas revoluciones, en las guerras civiles y lucha contra el extranjero que atravesaron
algunas de ellas, sobrevivía, como una necesidad histórica, la revolución burguesa no
realizada, las aspiraciones de los campesinos por tierra y propiedad. No se puede pretender
hacer una revolución nacional sin elementos burgueses. No se puede pretender que el
Ejército venezolano sea el fundamento político más importante del chavismo, sin que se
manifiesten y presionen los intereses y objetivos de la burguesía, cualquiera sea la forma
que adopten. Como decía el poeta peruano Leoncio Bueno: “Hay muchos buscadores de
48
oro que pretenden encontrarlo amonedado. Pero no es así, el oro, en la naturaleza, viene
mezclado con barro, con escoria, con minerales de ínfimo valor. Y es ahí donde el
verdadero buscador encuentra su tesoro”.
Ahora bien, sabemos que esto es difícil de resolver porque la propuesta está muy
encaminada. Pero temo que todo ello lleve a la revolución a un atolladero. La forma de salir
del mismo sería, en mi opinión, el lanzamiento de un gran Polo Patriótico, integrado no
sólo por partidos políticos, sino por todo tipo de organizaciones sociales y sindicales, que se
convierta en el gran movimiento bolivariano al cual, al final, se subordina el PSUV.
Ello le daría a la revolución nacional, democrática y de proyección latinoamericana,
que es la revolución bolivariana, el marco y el instrumento político acorde a sus
necesidades y objetivos.
Buenos Aires, 7 de febrero de 2008.
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Si se pierde Petare- Si se pierde Petare, se pierde Caracas, se pierde Venezuela y se pierde América
Latina.
Eran ya las ocho y media de la noche. Durante la tarde había acompañado a votar a
mi amigo Jesús Mijares, en la zona Este de Caracas, en la urbanización Los Dos Caminos.
La cola era lenta, el público se notaba, por sus conversaciones, por sus sobreentendidos, por
su ropa, por su perfume, predominantemente opositor. Señoras y muchachas de jogging,
muchachos con remeras de marca se mezclaban con morenas y morenos, con niños en
brazos, con plebeyas gorditas embarazadas, junto a chetísimas jovencitas de lacios pelos
teñidos con mechitas y chispitas rubias y caoba.
Se sabe, el Este es escuálido.
Pero en el Este se ubica también Petare, pobladísimo barrio construido sobre los
cerros, con callejuelas laberínticas, temido por la clase media como reducto de malandros,
de motociclistas arrebatadores y chorros de caño, y asumido por el chavismo como centro
estratégico de su capacidad electoral y movilizadora. Petare, con sus morenísismos y
sufridos habitantes, con sus mujeres de anchas caderas y sus hombres trabajadores y
parranderos, con su salsa y su raggaetón, con su culto a María Lionza, su ron y su rumba, es
el corazón del chavismo.
Eran las ocho y media de la noche, contaba, y estábamos en el despacho del secretario
de Gobierno del Estado de Miranda, el que hasta hoy gobierna Diosdado Cabello, el
compañero, el pana de Hugo Chávez desde los tiempos del levantamiento contra Carlos
Andrés Pérez. Estábamos reunidos con Claudio Farías, el secretario de Gobierno, y un
grupo de militantes y colaboradores. Todos lucían cansados y expectantes. Comentaban los
posibles resultados en las parroquias que cada uno de ellos conocía y manejaba. Fue en ese
momento en que uno de ellos enunció aquella rotunda afirmación.
Los otros asintieron, con rostro serio y un suspiro reflexivo.
Un rato después, extraoficialmente, nos enterábamos que se había perdido Petare, que
Jesse Chacón no había sido elegido alcalde de Sucre –al que pertenece Petare- y, lo que es
peor, que Aristóbulo Isturiz, el Negro Isturiz no sería alcalde mayor de Caracas, ya que
Antonio Ledezma, un viejo adeco golpista, lo había derrotado en la pelea electoral, que
Diosdado Cabello, el camarada de todo momento de Hugo Chávez, el que fuera su
50
vicepresidente, había caído en manos de un escuálido sifrino –cheto, en argot caraqueño-,
miamero y nene de papá, Henrique Capriles Radonski, a quien se le atribuye pertenecer a
Tradición, Familia y Propiedad.
Con la confirmación de la derrota de Mario Silva, el periodista conductor del
programa satírico de televisión La Hojilla, en el estado vecino de Carabobo, y de Di
Martino, en el Zulia, el corredor donde se concentra más de un tercio de la población
venezolana quedó en manos de la oposición. Como con premura y precisión de clase
definió El Universal: “las victorias del antichavismo en los estados Zulia (2.141.055
electores) Miranda (1.781.361) y Carabobo (1.338.601) le confieren el control (sic) sobre
37% de los ciudadanos habilitados para sufragar”.
El porcentaje de concurrencia fue muy alto, en términos comparativos: un 65 % del
padrón electoral. Contrariamente a lo ocurrido en otras elecciones, donde la oposición no
participó, esta elección se caracterizó por un llamado permanente de chavistas y opositores
a la participación electoral. El mismo día del comicio, en la zona Este, grupos de activistas
escuálidos, amparados bajo la pantalla de una ong, circulaban por las calles en camionetas
con altoparlantes instando a su gente a concurrir al cuarto oscuro. Se presentaban a sí
mismos como estudiantes, ambiguo concepto que, en la política venezolana, se identifica
con los jóvenes de clase alta y media alta que, con las palmas de las manos pintadas de
blanco, cortaron las calles de Caracas en protesta por la no renovación de la concesión del
canal RCTV.
Al parecer, y según algunos testimonios de militantes del PSUV, los votantes
chavistas fueron, nuevamente, remisos a ir al colegio electoral. Las cifras, al mediodía, eran
aún peores para el oficialismo, y el aparato electoral del PSUV debió movilizarse para que
su electorado rompiese con la inercia. Ésta ha sido una de las razones para que el comicio
se prolongase, en algunas mesas, hasta las once de la noche. A las cuatro de la tarde –hora
fijada para el cierre del comicio- la oposición intentó gritar “pelito pa’ la vieja” y
comenzaron a exigir que se cerraran las mesas. La presidenta del Consejo Nacional
Electoral determinó lo que ha sido una norma en todas las elecciones venezolanas: la mesa
permanecería abierta mientras haya una persona esperando para votar.
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Diez años de Revolución BolivarianaLa Revolución Bolivariana ha cumplido ya diez años. Ha gobernado en casi todos los
estados del país, con excepción de Zulia, con sus pretensiones ultrafederalistas y
autonómicas, y Nueva Esparta, la isla de Margarita, un gigantesco supermercado, zona
franca y paraíso turístico, donde un pésimo gobierno chavista le dio paso al actual
gobernador reelecto.
Los cuadros políticos que conformaron al movimiento que llevó a Chávez al poder,
en 1998, fueron producto de una doble vertiente. Por un lado, el nacionalismo militar de sus
camaradas de armas, el rechazo que en las filas castrenses producía la corrupción de la
Cuarta República, su sumisión a los norteamericanos y el pensamiento continental de
Bolívar como nueva doctrina estratégica generó una nueva esperanza en la población
venezolana más humilde. Un comandante joven y valiente, oriundo de los llanos barineses,
que en su fisonomía expresa la conjunción de las razas más explotadas y humilladas del
país, encarnó inmediatamente el repudio a la república puntofijista y su estéril reparto del
poder para beneficio de una burguesía compradora, coimera y encandilada por lo peor y
más vulgar de la cultura norteamericana.
Por el otro lado, el levantamiento y la prisión del comandante Hugo Chávez despertó
la atención de dirigentes, militantes y agrupamientos políticos vinculados a la izquierda
venezolana.
Como se sabe, durante toda la década del 60, y a impulsos de la revolución cubana,
distintos sectores de la izquierda venezolana se alzaron en armas contra los gobiernos de
Acción Democrática, -Rómulo Betancourt y sus sucesores- alineados a la política de la
Alianza para el Progreso, como alternativa “democrática” a la propuesta de Fidel Castro.
Estos levantamientos, sostenidos fundamentalmente por militantes de origen universitario,
terminaron en duros fracasos, con sus consecuencias de represión y detenciones ilegales,
torturas, desaparecidos y asesinatos policiales y parapoliciales. Los gobiernos del partido
conservador social cristiano, COPEI, no le fueron en saga y tras las presidencias de Rafael
Caldera, se dejaba ver la mano con anillo de los obispos católicos, uno de los episcopados
más reaccionarios entre la reaccionaria jerarquía eclesiástica suramericana.
El Caracazo contra el ajuste decretado por Carlos Andrés Pérez, con su miles de
muertos, ahondó aún más el duro enfrentamiento, la exclusión social y el enriquecimiento
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rápido de los sectores privilegiados, que caracterizó a la sociedad venezolana. Entre los
años 58 y 94, la llamada Cuarta República gobernó a su antojo, generó una casta política de
millonarios con casa en Miami, hijos en universidades norteamericanas y mujeres con
implantes de siliconas, mientras en el país se ahondaba la pobreza, las migraciones hacia
Caracas y Valencia vaciaban el campo, y en los cerros caraqueños crecían y se
multiplicaban los barrios.
Esos sectores de izquierda, marginados de la vida política institucional, encontraron
en Chávez y los chavistas la posibilidad de dar cauce a su crítica a la alternancia adeco-
copeyana. El apoyo dado por Fidel Castro al hombre preso en Yare facilitó que no lo vieran
como un militar golpista, como un carapintada del Caribe, tal como lo vio la inmensa
mayoría de la izquierda argentina. Recordemos que en 1994 sólo un grupo de nacionalistas
militares, algunos círculos peronistas y la Izquierda Nacional reivindicaron su accionar y lo
invitaron a Buenos Aires al salir de prisión.
La Revolución se radicalizaAquel nacionalismo continental, aquel jacobinismo militar y las constantes
apelaciones a los héroes de la Independencia fue dando paso a un discurso radicalizado, con
apelaciones permanentes a los clásicos del marxismo, a Marx, Engels, Lenin, Trotsky y
Gramsci, a la aparición del llamado socialismo del siglo XXI como proyecto ideológico
político. Mientras tanto la gestión de gobierno ha oscilado entre el pragmatismo de una
llamada boliburguesía que comparte contratos y negocios con el Estado y una pertinaz
ideologización de tinte socialista y retórica izquierdista, que se ha vuelto machacona y sin
mayor significación.
Mucho es lo que el pueblo venezolano ha logrado para sostener y apoyar al gobierno
de Hugo Chávez.
En primer lugar la revolución produjo una evidente democratización de la sociedad.
Chávez logró que el setenta por ciento de los venezolanos que eran invisibles, que no
existían, se hicieran visibles, tuvieran existencia social y ocuparan la plaza pública.
Venezuela carecía de verdadera educación popular y de servicio de salud para los más
pobres. Las diversas misiones llevaron la escuela, la alfabetización, el médico, la
enfermera, el quiropráctico, el dentista a lo profundo de los barrios, a esos lugares a los que
sólo puede llegarse después de subir empinadísimas e interminables escaleras. La creación
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de las universidades bolivarianas permitió la educación superior a miles y miles de jóvenes
de piel oscura y blanca sonrisa. Distintos mecanismos estatales, como los Mercal, los
Mercalitos y otros, garantizaron la alimentación plena para los millones de venezolanos de
pata al suelo. Mejoró sustancialmente el sistema de transporte público, creó nuevas líneas
ferroviarias y, en general, amplió la obra pública, sobre todo en el interior del país, en los
lejanos estados del llano. La inauguración de un singular sistema teleférico que, en su
proyecto final, unirá varios cerros densamente poblados, dio una creativa respuesta al difícil
problema del transporte caraqueño.
Para financiar todo esto, dio nueva vida a la OPEP, generó un notable aumento del
precio del petróleo e impidió que esa renta quedara en manos de los sectores que habían
convertido a PDVSA en su coto de caza privado.
Retomó un viejo concepto de Arturo Uslar Pietri, “sembrar el petróleo”, y ha
intentado, con resultados dispares, volcar parte de la renta petrolera en la producción
agrícola e industrial, para el mercado interno.
A partir del golpe de Estado imperialista del 2002 el gobierno comenzó a radicalizar
su discurso, asumiendo un rampante anticapitalismo, abstracto y moralizante y un
socialismo más declarativo que eficaz. Las iniciativas de producción cooperativa –tanto
agropecuarias como industriales- han sufrido muchos y reiterados fracasos. Si bien, la
ciudad de Caracas ha mejorado sustancialmente desde el momento en que el chavismo se
hizo cargo de su Alcaldía Mayor, la recolección de basura sigue siendo un problema de
inexplicable dificultad, las plazas, calles, veredas y espacios públicos sufren de un
lamentable abandono y hay un clima de inseguridad callejera que no condice con una
sociedad que se define en marcha hacia alguna forma de socialismo.
La clase obrera industrial no tiene un gran peso específico en la sociedad venezolana
y está concentrada en el estado de Bolívar, al sur del país, y en Carabobo. Pero es una clase
social con una escasa organización sindical, a la que el chavismo no ha podido organizar y
unificar, ni siquiera en sus aspectos reivindicativos.
La huidiza clase mediaExiste, es cierto, un sector de clase media, vinculado a la producción, que apoya al
gobierno chavista, que pugna por generar políticas que permitan su desarrollo y crecimiento
y muchas veces deben disputar con organismos estatales más propensos a la importación
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directa de productos terminados que a las facilidades financieras para generar la producción
local.
Un periodista de públicas simpatías con Chávez puntualizó, el mismo lunes después
de las elecciones: “También creo que la ausencia de una política hacia las clases medias,
a excepción de la confrontación, impactó negativamente. Ese sigue siendo el talón de
Aquiles del chavismo. No hay una política comunicacional del gobierno, y menos para
tratar de ganar terreno en este sector. Las cadenas presidenciales tienen un impacto
inversamente proporcional a su frecuencia, duración y hasta oportunidad” (Vladimir
Villegas).
Aquí radica, creo, una peligrosa debilidad del chavismo.
Es cierto que amplios sectores medios están influidos por la cercanía de Miami, por
los MacDonalds y Disney World. Es cierto que muchas veces su conducta política raya en
la disociación psíquica, en la psicosis. Pero de nada vale tener como única política el
decirlo agresivamente en cuanta oportunidad se presente, en confrontarla o, peor aún, en
despreciarla. Se puede escuchar como respuesta a este comentario, de parte de políticos e
intelectuales chavistas, que no se necesita a la clase media, por su inconsistencia y falta de
solidez política. Hay una tendencia a responder a estas trascendentales cuestiones políticas
con un moralismo –típicamente pequeño burgués, por otra parte- apelando a una mística
supuestamente socialista, alejada del consumo y de las melifluas tentaciones burguesas, en
un país donde la gasolina cuesta 8 centavos el litro y llenar el tanque de cualquiera de las
miles de 4x4 que atoran el tráfico urbano cuesta 40 pesos argentinos.
Hay dos expresiones políticas de la clase media urbana y universitaria en Venezuela.
Una es esa a la que el chavismo parodia, esos exasperantes y necios opositores, ignorantes e
infatuados, racistas levemente blanquitos, que creen formar parte de la clase culta y decente
del país. Educados o algo así en escuelas privadas, tienen la idea de que su propio país es
un mundo salvaje, despreciable y sucio en el que no tienen más remedio que vivir a
condición de hacerlo bajo su propia anomia. Niños mimados, pequeños perversos
polimorfos en Caracas, son obedientes a las leyes de tránsito y de convivencia ni bien pisan
Miami u Orlando.
Pero hay otra expresión política de la clase media venezolana. Se caracteriza por su
declarativo izquierdismo, su odio a la burguesía y, sobre todo, a la propia clase media.
55
Milita en un abstracto purismo moral, que muchas veces no es más que bohemia romántica,
ve al socialismo como una vibrante marcha de hombres y mujeres cantando temas de Alí
Primera, más que como un esfuerzo cotidiano de generar las condiciones de producción
necesarias a cualquier proyecto superador del capitalismo.
Ninguna de ellas logra expresar cabalmente ese vasto sector de empleados, pequeños
comerciantes, pequeños industriales, maestras, taxistas, profesionales que no terminan de
entender la relación que existe entre la proliferación de construcciones de lujo, el alto
precio del petróleo, la política de Chávez y la creación de un amplísimo mercado interno.
Ve que su pequeño confort es amenazado por hordas morenas de camiseta y gorra de
béisbol rojas, a los que confunde con delincuentes, mientras el control de cambios le obliga
a complicados trámites para viajar fuera del país, o a recurrir al corrupto mecanismo del
mercado negro. Ve también cómo se enriquecen sin razón justificable algunos funcionarios
que hasta hace poco nomás vivían en zonas humildes y se enteran de millonarias
comisiones pagadas en las contrataciones con el Estado.
La Revolución Bolivariana no puede basarse tan sólo en los millones de pobres que
aún hay en Venezuela. Y ello, no por ninguna razón intelectual, sino porque no alcanzan
para enfrentar al poder coaligado del imperialismo y la oligarquía latinoamericana. El
resultado electoral de este domingo ha sido un alerta estridente al que la sagacidad del
presidente Chávez seguramente le dará su merecida atención.
Es cierto que el mapa electoral parece más rojito que antes. Pero sería una
equivocación atenerse tan sólo a ese dato formal.
Esa “encrucijada fatal del cuarto oscuro”, como no sin desprecio llamaba Borges a
los comicios, le ha hablado a la Revolución. Y Petare, el popular y cimbreante Petare, ha
dicho que no está del todo conforme. Que algo falta y algo sobra.
Los del Sur estamos preocupados por la voz de Petare.
Caracas, 24 de noviembre de 2008.
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La industria argentina en Venezuela y el presidente Chávez
como historiador colectivoEl programa Aló Presidente de este domingo 31 de agosto de 2008 es fuente de un
par de reflexiones políticas.
Aquella Argentina de los talleres y las industriasEn primer lugar, para un argentino, como quien esto escribe, la presencia de una
importante representación de empresarios y técnicos argentinos no puede pasar
desapercibida. Pequeños y medianos empresarios de distintas provincias de Argentina, con
el apoyo del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y su presidente Enrique
Martínez y de la embajadora argentina en Caracas, Alicia Castro, han traído su
conocimiento, su experiencia y su tecnología para contribuir al esfuerzo productivo puesto
en marcha por la Revolución Bolivariana. En diversos puntos de Venezuela fueron
inaugurados simultáneamente importantes emprendimientos industriales en alianza con
organismos nacionales, estaduales y organizaciones sociales.
Era emocionante ver a estos, por lo común, adustos hombres de empresa, talleristas
pequeños y medianos que constituyen el núcleo central de la sobrevivencia de la industria
argentina durante el huracán antinacional de los últimos treinta años, conversando, frente a
las cámaras, con el presidente Hugo Chávez, el feroz tirano populista que en Buenos Aires
describen La Nación y Ámbito Financiero. Estos productores industriales argentinos,
hombres de trabajo diario, cuya vivienda suele quedar al lado mismo o muy cerca de la
fábrica, no manifestaban desconfianza al socialismo del siglo XXI que postula Chávez, no
parecían temer a la “demagogia populista” que desalienta a la producción, como afirman
los titulares de toda la prensa canalla del continente. Tampoco traslucían una especial
sospecha hacia un gobierno que acaba de nacionalizar a otra empresa sedicentemente
argentina, SIDOR, el gran monopolio siderúrgico de la familia ítalo-argentina Rocca.
Uno de ellos, un típico argentino de clase media, de asadito los domingos, con la gran
mesa familiar de hijos, hijas, yernos y nueras, nietos y nietas, de fútbol con los amigos, de
reunión semanal en el Rotary Club del pueblo, no sólo expresó ante las cámaras de
Venezolana de Televisión la decisión de su empresa fabricante de motores industriales de
sumarse al esfuerzo productivo de Venezuela, sino también manifestó la voluntad de incluir
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socialmente a sus trabajadores, de contribuir a su desarrollo personal y familiar. Había eco
en las palabras del empresario argentino –lo supiera o no el amigo industrial- de aquella
utopía peronista de la grandeza de la nación y el bienestar del pueblo. Sus palabras sonaban
creíbles porque eso fue posible en la Argentina durante muchos años maravillosos, y hoy
son posibles en el proyecto que lidera el presidente Chávez.
Esto es lo que los argentinos, lo que queda de aquella Argentina que fue orgullo y
admiración del continente por su desarrollo industrial, su justicia social y su gran
creatividad técnica y tecnológica, puede aportar no sólo a Venezuela sino al conjunto de
Suramérica. Chávez lo sabe y no pierde oportunidad para explicárselo a sus conciudadanos.
También -y afortunadamente, podemos agregar- lo saben la presidenta Cristina y su gran
embajadora en esta tierra, la antigua y siempre bella dirigente sindical de las aeromozas,
Alicia Castro. También lo sabe el imperialismo y es por eso que su principal objetivo es
desarticular la alianza estratégica bolivariana y sanmartiniana que han sostenido los últimos
dos presidentes argentinos, Néstor Kirchner y Cristina Fernández. En realidad y tal como lo
afirmo Hugo Chávez, el abrazo de Guayaquil entre los dos Libertadores, que tuvo que ser
una despedida por la traición de Buenos Aires a la causa suramericana, hoy es reencuentro
inseparable en esta integración económica, política y empresarial de la que hemos sido
testigos en el Aló Presidente de hoy.
Chávez y la génesis histórica de los venezolanosLa otra reflexión viene a cuento de uno de los últimos fragmentos del programa. A
raíz de una sucesión de recuerdos personales, Hugo Chávez, en una admirable lección de
historia viva y de conciencia histórica, desplegó ante sus oyentes la historia venezolana de
la segunda mitad del siglo XIX, la que sobrevino, como dijo, “al fracaso del proyecto de
Bolívar”.
Del recuerdo de un lejano ancestro, el soldado de Zamora Pedro Pérez Pérez, relató,
al modo de Faulkner o de su discípulo García Márquez, ciento cincuenta años de soledad,
de levantamientos a caballo, de caudillos regionales que con sesenta jinetes derrocaban
presidentes galopando machete en mano desde la sabana barinesa hasta la lejana y ajena
Caracas. Explicó, en un país en el que el gobierno de Rafael Caldera derogó la enseñanza
de la historia en las escuelas, la naturaleza histórica y social del gobierno de Cipriano
Castro con el que Venezuela entró al siglo XX. Recordó el bloqueo a que fue sometido el
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país por parte de las potencias europeas a raíz de la política nacional defensiva de Cipriano
Castro. Fue ese bloqueo al que el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Luis María
Drago, repudió con la llamada doctrina Drago16.
Ofreció en pocas y precisas palabras el sentido de su derrocamiento y de la
conspiración de Juan Vicente Gómez, coincidente con la aparición de los dos personajes
que, como el Gog y Magog bíblicos, han caracterizado a la Venezuela del siglo XX: el
petróleo y los Estados Unidos.
El escapulario que llevaba en su cuello, le permitió a Chávez ilustrar a sus
compatriotas sobre un período heroico de las luchas civiles, para terminar con un final de
película. El hijo de Pedro Pérez Pérez, derrotado y aprisionado por el tirano, al ser
envenenado en prisión se arranca el escapulario y lo arroja contra la pared gritando:
¡”Maisanta, pudo más Gómez!”
Con este prodigioso relato -”hijo de la sabana, de sus historias y sus misterios”, dijo
Chávez- lo que hizo el presidente fue establecer en su persona, y en la de millones de sus
compatriotas sin nombre, cuyos antepasados regaron el suelo llanero con su sangre
humilde, el nexo, la vinculación histórica que su movimiento expresa y representa. Contra
lo que la ciega y torpe oposición venezolana –tan torpe y tan ciega como la argentina- cree
o simula creer, Chávez es en su política la expresión en las condiciones del siglo XXI de la
larga marcha de nuestros pueblos hacia la autoconciencia, la independencia, la unidad y la
justicia.
Por eso somos, todos nosotros, invencibles.
Caracas, 31 de agosto de 2008.
16 Luis María Drago (1859-1921). Ministro de Relaciones Exteriores de l segunda presidencia de Julio Argentino Roca. Frente al bloqueo naval a Venezuela, impuesto por Gran Bretaña, Alemania e Italia a fines del siglo XIX, estableció la doctrina según la cual no pueden usarse medio bélicos para exigir el pago de las deudas de los Estados soberanos.
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Varguitas
Varguitas apareció en la escena literaria latinoamericana hacia principios de los '60.
La Casa Verde, La Ciudad y los Perros y Conversaciones en la Catedral lo convirtieron en
una de las caras más representativas de lo que se llamó, con evidente anglicismo, el “boom”
de la novela latinoamericana.
Aquellas novelas eran verdaderamente buenas.
Su personaje central era siempre un joven pequeño burgués -así decíamos entonces,
ahora diría de clase media urbana- que en sus conflictos expresaba la tensión entre el atraso
y la modernidad, entre la sociedad de castas y la igualdad, entre el despotismo terrateniente
y la democracia.
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Gracias a esas novelas conocimos entonces la Lima anterior a la revolución de 1968,
el oscuro mundo campesino que palpitaba en sus entresijos y más allá de las puertas de la
ciudad de los Reyes. Varguitas describió como pocos a esa clase media, de puños gastados,
cultura europea y sueños de gloria.
No obstante, no fue gracias a Varguitas que supimos de la existencia del pongo y la
mita, no fue por sus novelas que nos enteramos de que esas familias de apellidos virreinales
tenían esclavos en sus haciendas, disponían de trabajo humano gratuito que les permitía
vivir como los nobles que describe Chaderlos de Laclos en Relaciones Peligrosas:
holgazaneando y haciendo travesuras galantes. De eso nos enteramos, en 1968, cuando
apareció un general, Velazco Alvarado, y decretó la abolición de la mita y el pongo. Ahí,
recién ahí nos enteramos que esas simpáticas instituciones que leíamos en los libros de
historia de la escuela primaria y que habían regido durante la época colonial, estaban en
plena vigencia en el Perú. A Varguitas le dieron el premio Rómulo Gallegos, que sigue
siendo el más importante premio literario de América Latina, en 1967. Del discurso de
aceptación del premio están tomados esos párrafos que, en estos días, memoriosos
venezolanos han hecho circular.
La revolución cubana, lejana, lo había tocado con su hálito, como a tantos jóvenes de
su época. Y posiblemente ese año fuera el año en que Varguitas comenzó a volver al
Miraflores limeño. Poco después se agarró a las trompadas con García Márquez, en pelea
que dio que hablar durante años, y en nombre de los ideales de socialismo y libertad, que
enuncia su discurso, atacó al gobierno del cholo Velazco Alvarado, el que había convertido
en ciudadanos a los esclavos del pongaje.
Y ahí comenzó una indigna decadencia que nos lleva a este Varguitas de hoy, viejo y
reseco, infatuado y vano. Algo ha permanecido, sin embargo. Sigue siendo expresión de
una parte de esa clase media en ascenso que añora que ya no haya mitayos, que ahora “que
somos ricos”, no pueden disfrutar el privilegio de ser un amo sobre seres humanos.
Eso es Varguitas.
Buenos Aires, 2 de junio de 2009.
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La Patria Grande debe zanjar el enfrentamiento entre Venezuela y Colombia
La declaración del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez,
rompiendo relaciones con Colombia, no es un hecho de poca importancia. Por cierto, es de
una importancia trascendental, porque pone en el centro de la escena la posibilidad de una
guerra fratricida en el marco de un proceso de integración continental que no tiene
parangón en la historia, si no nos retrotraemos al día anterior a la batalla de Ayacucho.
La actual República de Colombia, cuya bandera es, con excepción de algunos detalles,
igual a la de Venezuela, lleva el nombre que el precursor Francisco Miranda -creador de los
colores de dichas enseñas- había propuesto para la gran nación continental por la que
pugnaba en sus escritos. Como homenaje al genovés que había integrado este continente al
curso de la historia europea, para el caraqueño, prófugo de todos los servicios de
inteligencia de las coronas del viejo continente, Colombia era el nombre de América Latina
y colombianos sus habitantes.
Cuando el otro caraqueño universal, Simón Bolívar, se lanza a la emancipación de estas
tierras, el gran estado que propone lleva el nombre de Gran Colombia. Todas las regiones,
capitanías y gobernaciones que se estructuran en las faldas de los Andes hacia el sur
conforman esta extensísima y flamante nación. Es un proyecto gigantesco, por encima de
las posibilidades materiales de la época. Pero es por ello que lucha y da su vida el
Libertador Bolívar. Las actuales geografías de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y
Bolivia eran parte de su gigantesca nación continental. Desde Córdoba, un cura patriota, el
Deán Funes, lo representaba en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Paradojas de
nuestra lucha por la Independencia: mientras iracundos jacobinos sostenían en el norte del
continente el programa de Bolívar, en las lejanas tierras platinas, un cura, formado en
Suárez y Victoria, representa y defiende la política más radical jamás pensada en estas
tierras.
Santander, el Rivadavia del nortePara Bolívar, el viejo reino de Nueva Granada fue el nido de la resistencia más tenaz a su
afán unificador. Para sostener la unidad de su Gran Colombia se ve obligado a negociar y
ceder frente a la oligarquía bogotana, sus jurisconsultos y sus obispos. El vicepresidente de
la Gran Colombia es el representante de esa clase de holgazanes dueños de hacienda:
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Francisco de Paula Santander, una especie de Rivadavia tropical, un frío y seco hombre de
leyes. Desconfía de los sueños de su superior, Bolívar, y siente como si fuera su propia
carne, los costos y presupuestos que tal empresa significa.
Fueron Santander y la oligarquía bogotana el primer Judas de la gesta bolivariana. El nido
de la conspiración contra el Libertador era el palacio de gobierno de Bogotá y su acción
unificadora se veía permanentemente interrumpida por la necesidad de viajar –por lo menos
un mes de travesía- a aquella ciudad capital de la Gran Colombia. Es en Bogotá y por
designio de esa misma clase social que sufre el atentado del que lo salva la Libertadora
Manuela Sáenz, haciéndolo saltar en paños menores a una acequia para evitar a sus
asesinos.
Fue esa misma clase social y su representante Santander, quienes pusieron fuera de la ley a
Manuela Sáenz, cuando el Libertador muere en la finca de Mier.
Chávez, que es uno de los políticos latinoamericanos con mayor conciencia histórica, sabe
todo esto. Sabe que la clase dominante colombiana se siente representada por Santander y
su antibolivarianismo. Sabe que su proyecto ataca la raíz histórica, ideológica, económica y
política de la oligarquía de Colombia, que siempre ha sido hostil a cualquier propuesta de
unidad latinoamericana.
Quizás sea su carácter bioceánico –único en Suramérica-, o la particular naturaleza goda de
su clase dominante, o el régimen latifundista con su correlato jurídico, o el hecho de
producir cosas tan valiosas como las esmeraldas o la cocaína, o todo ello junto, el hecho es
que la Colombia oficial ha sido, a lo largo del siglo XX, uno de los países más
conservadores del continente. La OEA se creó en Bogotá, el mismo día que asesinaban al
líder liberal popular, Eliécer Gaitán. La revista Visión –durante años vocero de las
propuestas norteamericanas para la región y donde nuestro Mariano Grondona fue
columnista permanente- tenía su sede en Bogotá y sus editores pertenecían a la más rancia
oligarquía, la de los Lleras y los Camargo.
La guerrilla colombiana es producto directo de esta brutal hegemonía oligárquica sobre un
país de campesinos empobrecidos. El cultivo de la coca y el narcotráfico sobreviniente
también. Esto último requiere un análisis.
64
La narcoligarquía y la guerrillaLos grupos vinculados a la producción y comercialización de la cocaína constituyeron una
especie de oligarquía “marginal”, de “lumpen” oligarquía, determinada y creada, como la
oligarquía tradicional, por el mercado internacional. Si la necesidad de consumo de carne
vacuna a bajos precios determinó y permitió el desarrollo de la oligarquía argentina, el
mercado norteamericano y europeo de cocaína y las ventajas comparativas de Colombia
para cultivarla, fueron la base material de la aparición de esa nueva clase, la burguesía
narcotraficante. Hay una novela de García Márquez -Noticia de un Secuestro- que refleja
con bastante exactitud el odio que la oligarquía tradicional e, incluso, sectores de la clase
media ilustrada manifiestan hacia esta nueva oligarquía, a la que EE.UU declara ilegal, pero
que en Colombia goza de los beneficios de una relativa legalidad garantizada por su enorme
poder económico.
Hemos dicho en otras notas que el fenómeno de la guerrilla colombiana es, más que la
expresión de un movimiento en ascenso, la manifestación de un callejón sin salida. Tengo
la impresión de que la sociedad colombiana de las ciudades –y no sin osadía me atrevo a
decir que del campo- está harta de la violencia guerrillera. Las FARC son hoy una herencia
inútil de la Guerra Fría. Sin capacidad militar ni política, su mayor problema es cómo
replantear su lucha en términos políticos, abandonando paulatinamente el estado de
insurgencia. El propio Fidel Castro y hasta Hugo Chávez han tomado nota de esto,
expresándose en reiteradas oportunidades sobre la necesaria búsqueda de nuevas formas de
lucha que prescindan de la guerrilla armada.
También es cierto, y con experiencias dramáticas y sangrientas, que el sistema oligárquico
ha impedido e impide una integración de los insurgentes a la vida política del país. Los
asesinatos de los grupos paramilitares oligárquicos a ex guerrilleros y dirigentes políticos
que se han presentado a elecciones fue y es un escollo crucial sobre el que las autoridades
colombianas no hablan. Los grupos paramilitares, vinculados notoriamente a los
terratenientes, con estrechas relaciones con el gobierno y las FF.AA. continúan operando en
todo el campo colombiano.
Uribe y SantosPor otra parte, el actual presidente Uribe pretendía ser reelecto. La resistencia a ello, y la
aparición de su ex ministro de Defensa como candidato presidencial, no son hechos
65
gratuitos. Uribe no pertenece al grupo oligárquico tradicional. Oriundo de la provincia de
Antioquia, es un “paisa”, es un miembro de un sector marginal de la oligarquía colombiana.
El núcleo tradicional de la oligarquía tiene sus raíces en la provincia de Cundinamarca y su
sede está en Bogotá. No se puede descartar que sea este hecho el que explique las
denuncias sobre relaciones con distintos sectores del narcotráfico, tanto por parte de la
prensa, como de sectores políticos del partido gobernante y de la oposición.
Lo que sí es un dato corroborado por la prensa colombiana es que su imposibilidad de
presentarse a elecciones y el resultante triunfo de Santos –su ex ministro de Defensa- no le
resultó grato al presidente Álvaro Uribe. En la lógica de la política colombiana, éste sabe
que la presidencia de Santos puede serle de riesgo. Pueden aparecer juicios contra él.
Pueden reabrirse juicios por sus vinculaciones con el narcotráfico. Puede haber una revisión
de todo lo actuado durante su período.
Muchos sectores colombianos especulan que ha sido esto lo que llevó a Uribe a denunciar
una muy hipotética y difícilmente probable presencia de guerrilleros de la FARC en
territorio venezolano. Hay gran coincidencia en que su intento fue dejar un caballo de
Troya a su sucesor, quien ya había manifestado su deseo de invitar a Hugo Chávez y a
Rafael Correa a las ceremonias de asunción.
Hay de hecho una integración económica –no virtuosa, pero integración al fin- entre
Colombia y Venezuela. Las relaciones comerciales entre los dos países son de una gran
intensidad. El petróleo y su exportación han generado en Venezuela el llamado “efecto
Holanda”, es decir la fantasía de producir una mercadería que compra todas las otras y la
ilusión de no tener necesidad de producirlas y las iniciativas del gobierno no han logrado
revertir este fenómeno. Colombia abastece a Venezuela de indumentaria, zapatos y
alimentos, entre otros productos. La frontera entre ambos países es un prodigioso ir y venir
de mercaderías, del que Colombia tiene necesidad, en mayor medida, quizás, que
Venezuela, cuyo petróleo le permitiría comprar esos productos en cualquier parte.
El problema es que en Colombia hay una enorme cantidad de tropas norteamericanas y que
el país es el principal aliado de los EE.UU en la región. Uribe es un político al que no se
puede despreciar. Es hábil, inteligente e inescrupuloso. Es la principal ficha del
Departamento de Estado en la región. Y esto es lo que vuelve todo este conflicto en algo
tan peligroso.
66
Una ruptura de relaciones con un país limítrofe implica necesariamente un fortalecimiento
militar de las fronteras, desplazamiento de tropas y una preparación para la guerra. Los
argentinos lo vivimos, en los ’80, con la disputa con Chile. Una cosa trae la otra y la
posibilidad de una guerra deja de ser una fantasía para convertirse en una realidad ominosa.
Aquí es donde hay que jugar al máximo las instancias regionales que hemos podido
construir en estos años. El presidente Lula de Brasil se ha ofrecido como mediador. El
Unasur y su secretario general Néstor Kirchner, tienen la oportunidad de poner a prueba al
organismo. Coincidimos con las declaraciones de Kirchner que hemos podido ver en la
televisión: hay que hablar con el próximo presidente de Colombia. Quien hoy ejerce la
presidencia tiene un reemplazante al que no puede, so pena de ser considerado un asesino
de la unidad continental y un vulgar provocador, dejarle una guerra como herencia.
Pero también es necesario tener una cabeza fresca y un corazón ardiente. El presidente
Chávez, en la conferencia de prensa, dijo algo estratégico: “Podemos coexistir gobiernos de
derecha y de izquierda en nuestra Patria Grande”. Eso es lo que venimos sosteniendo desde
hace tiempo y escucharlo de boca de Chávez no hace sino ratificar este concepto. En toda
guerra entre dos países de la Patria Grande el resultado no puede ser otro que la derrota de
ambos y el estallido del proceso integracionista.
Buenos Aires, 24 de julio de 2010
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Sobre Bolivia
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Algo más que movileros1970: Cuando los periodistas se enfrentaron al poder
Miguel Pinto Parabá
Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario, ENTEL y la Editorial
Malatesta, La Paz, Bolivia, 2005
El 17 de Octubre tiene, en Bolivia y en el pueblo del altiplano la misma sonoridad
transformadora, el mismo eco nacional y popular, las mismas resonancias patrióticas y
revolucionarias que en la Argentina. Fue el 17 de octubre de 2003 cuando la rebelión
popular de la ciudad de El Alto y las barriadas humildes de La Paz hicieron poner en fuga
al gobierno imperialista de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Y fue el 17 de Octubre de 1969, unos meses después del alzamiento obrero estudiantil
del Cordobazo, que depusiera al estólido espadón argentino Juan Carlos Onganía, que el
gobierno del general Alfredo Ovando Candia, nacionalizó la Bolivian Gulf Oil Company y
asumió el control total de sus campamentos y campos productivos. Con esa medida
patriótica se inició una nueva etapa en el dramático proceso de revolución y
contrarrevolución que ha vivido el altiplano desde el levantamiento obrero y popular de
1952.
Por intermedio de ese incansable periodista argentino –y, posiblemente, el más
grande amigo con que cuenta Bolivia y los bolivianos en las costas del Plata-, don Máximo
García Reyes, ha llegado a mis manos un libro excepcional: 1970: Cuando los periodistas
se enfrentaron al poder, del joven investigador y trabajador de prensa Miguel Pinto Parabá.
Eran aquellos años de heroísmo y lucha en todo el Continente. El ejército peruano,
comandado por el general Velazco Alvarado había depuesto al conservador Fernando
Belaunde Terry y había dado inicio a la Revolución Peruana. La Reforma Agraria decretada
por su gobierno puso fin a quinientos años de explotación de encomenderos y gamonales.
Chile vislumbraba ya el triunfo popular de la Unidad Popular y la presidencia de
Salvador Allende.
La dictadura argentina había sido herida de muerte y los levantamientos populares del
interior del país anunciaban una nueva época que terminara con el ciclo iniciado en 1955. Y
desde el humo y el fuego de las barricadas, desde las asambleas estudiantiles y desde los
sindicatos obreros se miraba con especial atención lo que ocurría en ese pueblo paciente y
69
sufrido, en la legendaria mina Siglo XX con sus asambleas obreras y su dinamita, en aquel
campesinado que había vivido la reforma agraria del Tata Paz, Víctor Paz Estenssoro, y
había visto al Che Guevara caer en desigual combate. El presidente de Bolivia, general
René Barrientos Ortuño, un tosco militar de comprensión abotagada por su asidua
frecuencia a las chicherías, hombre de confianza del embajador norteamericano y agente de
la CIA, Ernest V. Siracusa, por esos caprichos de Clío, desaparece de la escena política. Su
helicóptero se enreda en un cable de alta tensión y se precipita a tierra poniendo punto final
definitivo a su vida y a su dictadura.
La muerte del responsable de la masacre de San Juan en 1967 fue celebrada con
estruendosas salvas de dinamita en los yermos campamentos mineros. En los socavones
que se adentran en el seno mismo de la Pachamama, los callados hijos de la tierra volvían a
mirar desafiantes bajo la linterna de su casco
Después de un breve interinato, a cargo del vicepresidente Adolfo Siles Salinas, el
ejército se hace cargo del poder Ejecutivo y asume la presidencia el general Alfredo
Ovando Candia. Su programa es expuesto en el documento llamado Mandato
Revolucionario de las Fuerzas Armadas de la Nación. Entre los civiles que lo acompañan
hay tres jóvenes que se destacan. Ellos son Marcelo Quiroga Santa Cruz, nuevo ministro de
Minas y Petróleo, Alberto Bailey, de Cultura, Información y Turismo, y José Ortiz
Mercado, titular del Ministerio de Planificación. La Revolución Boliviana de 1952 toma un
nuevo impulso.
El libro de Miguel Pinto Parabá realiza una sucinta historia de aquellas jornadas
revolucionarias y destaca, en lo que es su mayor aporte analítico e historiográfico, el
trascendental papel que jugaron los periodistas independientes bolivianos y el Sindicato de
Trabajadores de la Prensa de La Paz (STPLP).
Posiblemente no haya otro suceso revolucionario en el mundo en el que los
periodistas hayan tenido un papel tan decisivo que les haya permitido, por unos meses,
cambiar la relación de fuerzas en el seno de un ejército dividido entre los herederos del 52 y
los agentes de la Embajada norteamericana. El libro de Pinto Parabá, por un lado, cuenta
con gran profusión de fuentes testimoniales y documentales, el desarrollo de ese estado de
conciencia y organización en los periodistas paceños, primero, y del resto del país, después.
El relato adquiere vuelo épico cuando se llega al lanzamiento del semanario Prensa,
70
editado y escrito por el STPLP, un medio de prensa que se eleva por encima de los
objetivos reivindicativos del gremio, al nivel de un órgano que expresa los más amplios y
profundos contenidos políticos del proceso revolucionario en curso. El papel que jugó
Prensa fue decisivo. Su edición del 3 de agosto de 1970, en cuya primera plana convoca al
pueblo a las calles para contrarrestar golpe gorila, tuvo como resultado el fracaso del
golpe de los sectores militares proimperialistas, por un lado, y su propio cierre, por el otro.
Si bien, el semanario cayó en el intento, las fuerzas de la revolución nacional y popular
lograron mantenerse en el poder.
El autor, licenciado en Comunicación Social, de la Universidad de San Andrés,
rescata en estas páginas, junto a la de los jóvenes ministros nacionalistas de Ovando y al
propio presidente con sus debilidades y vacilaciones, la acción sindical y política de un, en
aquella época, joven periodista y hoy un maduro analista y político que continúa
denunciando el saqueo de las riquezas de su país, Andrés Soliz Rada. La acción política e
ideológica de Soliz Rada fue, además de la voluntad y entrega de sus colegas, el alma de
aquel intento periodístico en el que escribió sus 19 editoriales. Entre otros textos que
caracterizaron aquel momento singular, el libro pasa revista al documento, del que Soliz
Rada fue autor, Mantener la independencia del gobierno con participación en el proceso
revolucionario. Este texto fue la tesis política sustentada por el sindicato de prensa en el
congreso de la Central Obrera Boliviana y constituye una verdadera síntesis, para el caso
concreto de los acontecimientos altiplánicos, de las concepciones políticas centrales de la
Izquierda Nacional Latinoamericana, corriente a la cual ha pertenecido desde joven su
autor.
Notable libro el de Miguel Pinto Parabá. Trae a las nuevas generaciones el recuerdo
de aquella confabulación de derecha imperialista y de izquierda cipaya que lograron
desestabilizar el último gran intento de los bolivianos para sacarse de encima la expoliación
extranjera. Pero también permite un acercamiento a una generación de periodistas y
hombres y mujeres de prensa que no sucumbieron al progresismo bienpensante y se
entregaron en cuerpo y alma a la liberación de su Patria. Su lectura y estudio debería ser
obligatorio en las facultades de Comunicación Social y permitiría, entre otras cosas, que
nuestros nuevos periodistas aspiren a un destino mejor que el miserable papel de ganapán
movilero que ofrece el sistema semicolonial.
71
En 1970, en Bolivia, efectivamente, los periodistas se enfrentaron al poder.
72
Bolivia: cercada por derecha y por izquierdaLa renuncia del ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Andrés Soliz Rada,
considerado el autor intelectual de la nacionalización de los recursos energéticos, fue uno
de los momentos culminantes de la presión que el imperialismo y la oligarquía secesionista
han impuesto sobre el gobierno de Evo Morales.
La empresa petrolera brasileña Petrobras -creada por Getulio Vargas como empresa
estatal y paulatinamente puesta en manos del capital privado por los sucesivos regímenes
liberales del Brasil, especialmente el de Fernando Henrique Cardozo- ha actuado en
Bolivia, durante los gobiernos saqueadores de Sánchez de Lozada, como una vulgar
empresa imperialista. Inmune a las apelaciones suramericanas de su propio gobierno, regida
por los mismos principios que la Shell, la Enron o la Exxon, Petrobras se había convertido
en el ejemplo más flagrante de saqueo de los recursos hidrocarburíferos bolivianos,
especialmente el gas. Petrobras tenía como única y exclusiva misión en Bolivia, garantizar
la provisión de gas a precio casi vil al megapolo industrial de San Pablo. Que la ceremonia
de nacionalización haya sido realizada en instalaciones de la empresa brasileña deja bien a
las claras la idea que las autoridades bolivianas tenían sobre ella. Y es por eso que, en su
discurso de despedida, Andrés Soliz Rada propone a su sucesor: “Hay otro tema que el
equipo de hidrocarburos tiene que tomar en cuenta, ¿cuáles son las verdaderas
intenciones de Brasil? A Brasil le interesa el tema de las refinerías, más por un tema de
imagen de las elecciones de Lula, pero el interés estratégico de Brasil es obtener nuevos
volúmenes de venta de gas”. Y es que el gas es hoy, para Bolivia lo que el estaño fue en
algún momento de su historia. Es la riqueza que despierta la voracidad ajena, pero que, con
una política soberana, podría permitir la industrialización y su diversificación económica.
La asunción de que Petrobras actúa con independencia del poder político brasileño,
llegando a contradecir en los hechos las afirmaciones del presidente Lula, ha puesto una
dosis de necesario realismo en las relaciones de Bolivia con el Mercosur, en la medida en
que debería ser de interés para cada uno de los países de la región el fortalecimiento y
crecimiento estructural de las economías de los demás.
Por su parte, las miserables burguesías del oriente boliviano, encabezadas por el líder
de PODEMOS, Jorge Quiroga, amenazan al gobierno con sus ambiciones secesionistas e
intentan por esa vía modificar los resultados de las últimas elecciones y de la Asamblea
73
Constituyente. La embajada norteamericana y las empresas imperialistas se suman al
chantaje y no falta el intento de comprometer a algún general jubilado en amenazas
golpistas.
Pero no termina aquí la maniobra. Desde la izquierda, el gobierno de Evo Morales
viene sufriendo un duro embate que pretende quitarle la legitimidad que el apoyo de
millones de bolivianos le ha otorgado. Filósofos radicados en Canadá, becarios
internacionales y ongs sostenidas por EE.UU. y Europa llenan la prensa con indignadas
monsergas contra Morales y su gobierno.
Nuevamente la estrategia de pinzas despliega su temible amenaza. El gobierno de
Evo Morales, con sus dificultades y limitaciones, es el resultado real y concreto de las
grandes movilizaciones que pusieron fin a la dictadura liberal entreguista. Sostenerlo y
ayudar a la profundización de su política es el deber de los revolucionarios
latinoamericanos.
74
Cuatro paniaguados de Clarín desinforman este domingoCuatro noticias de la sección El Mundo de la edición de Clarín del domingo 20 de
marzo de 2005 revelan la sutil manipulación, ya no solo del diario, sino también de sus
periodistas más destacados.
El señor Gustavo Sierra, promocionado como corresponsal de guerra y presentado
con bombos y platillos como una especie de héroe del periodismo argentino, escribe en la
página 22 de esta edición del matutino un lacrimógeno y vacío artículo sobre los dos años
de “la guerra de Irak”.
Aclaremos primero este concepto. Lo que viene ocurriendo en Irak desde hace dos
años no es una guerra. Guerra fue la Guerra de las Rosas que intentó determinar la
legitimidad de la dinastía reinante en Gran Bretaña o la Guerra de los Cien Años con la
ambición inglesa de hacerse del trono francés. Guerra fue la Guerra de los Treinta Años
entre los recientes principados protestantes y los viejos poderes católicos. Guerra fue la
Guerra Franco Prusiana entre la recientemente unificada Alemania y el meñique sobrino de
Napoleón Bonaparte. Guerra fue la de Vietnam, con su parte de guerra civil y su
intromisión yanqui, derrotada finalmente por el pueblo vietnamita. Pero lo de Irak bajo
ningún concepto puede ser llamado una guerra. No es otra cosa que la arbitraria y brutal
ocupación de la principal potencia militar de la historia de la humanidad al país más
organizado y occidentalizado de Medio Oriente, cuya principal desgracia es, a su vez, su
principal regalo: poseer la más grande reserva de petróleo del mundo.
El promocionado corresponsal de guerra reproduce lo que a su parecer son
desgarrantes testimonios de un afamado cirujano que para no colaborar con la resistencia ha
cerrado su consultorio, la de un chofer ganapán que le saca dólares a los periodistas
extranjeros y los de una chica cuyos dos maridos han muerto de modo ecuánime: uno por
una bomba norteamericana y el otro por una bomba de la resistencia. Todo el esfuerzo de
Sierra por presentar la ocupación militar de Irak como una guerra es estéril. Sólo refleja la
total incomprensión de un pequeño burgués porteño ante una guerra, ésta sí guerra, de
liberación nacional contra el invasor de otro continente, de otra lengua y de otra religión.
Pero allí no termina la caminata de Clarín por el mundo. La señora María Laura
Avignolo, quien suele escribir desde la más tranquila Londres, envía su informe desde
Beirut. Allí nos enteramos del miedo que la burguesía comercial drusa y maronita tiene de
75
que nuevamente se desate la guerra civil de los 70 y de su deseo de que se retiren las tropas
sirias. En un recuadro aparte y como un ejemplo de la extemporaneidad e irreflexiva
intransigencia musulmana, reproduce un reportaje a un dirigente del partido Hezbollah. Es
tan sólo por su boca que nos enteramos lo que es evidente a cualquier observador: que el
asesinato del ex primer ministro antisirio Rafik Hariri no puede sino haber sido producto de
una conspiración yanqui israelí. Pero de ello no se hace cargo la empleada de Clarín.
Ya entrados en la página 26 de la misma edición la señora Telma Luzzani, desde su
escritorio, reflexiona sobre la política china. Cómo se sabe, el parlamento de la República
Popular de China ha autorizado a atacar a Taiwan en caso de que el gobierno de la isla
promueva una agresiva política independentista. Presumiendo de conocedora nos informa
que la medida no sólo está dirigida a las autoridades taiwanesas sino a “otras provincias
con las que Beijing históricamente tiene problemas, como la muy turbulenta y separatista
Xinjiang de mayoría musulmana”. Y aquí viene la carne podrida que nos envasa la señora
Telma Luzzani en su presuntamente erudito comentario: “En otras palabras China se
copió de la administración Bush e inventó su propia ‘doctrina de la guerra preventiva’
abriendo astutamente un paraguas legal para sus posibles acciones punitivas”. Nada más
falso y mendaz. La doctrina de la pandilla de Washington sobre guerras preventivas está
destinada a actuar imperialistamente sobre países que la mafia plutocrática que gobierna los
EE.UU. considere oportuno. La medida de China tiene a evitar que esa misma mafia intente
apoyar a los decadentes herederos de Chiang Kai Shek en Taiwan o a cualquier intento
secesionista dentro del inmenso país continental. Más que una política similar a la de Bush,
la ley aprobada por el parlamento chino se asemeja a la posición de Abraham Lincoln con
respecto a la secesión de los estados esclavistas confederados. El progresismo bienpensante
de Telma Luzzani confunde su pensamiento y ayuda a confundir a los lectores de su diario.
Y por fin, en la página siguiente –habida cuenta que la edición de los domingos
dedica casi la totalidad de las páginas impares a la publicidad- el enviado a Bolivia, Néstor
Restivo, escribe una nota sobre la ciudad de El Alto, ese bastión de la resistencia nacional
boliviana contra el despojo de sus recursos naturales. Haciendo una pequeña historia del
lugar, afirma: “Al migrar, los mineros e indios trajeron aquí su añeja organización y
avanzaron en urbanización y servicios. Hubo un paréntesis, años 80 y 90, en los que un
76
corrupto animador de TV devenido político, Carlos Palenque, se quedó con la alcaldía”.
Muy pocas líneas para semejante calumnia.
Carlos Palenque, el compadre Palenque, como lo llamó su multitudinario electorado
indígena, fue la expresión política de esa nueva realidad constituida por las migraciones
internas bolivianas a El Alto. Desde la radio –nunca tuvo un programa de televisión- reunió
y organizó a las cholas y los cholos logrando consolidar un partido político, Conciencia de
Patria (Condepa) que nucleó ese nuevo sector social y agrupó a importantes políticos e
intelectuales de la Izquierda Nacional boliviana, como Andrés Soliz Rada, quien llegó a ser
senador de la Nación por esa fuerza. El compadre Palenque falleció sin haber recibido
ninguna denuncia por corrupción y dejando en su gente el recuerdo de una vida dedicada a
sus paisanos. Lejos de interferir en la organización de El Alto, su alcaldía constituye, aún
hoy, la base de la fuerza y presencia que los hijos del incanato tienen en la realidad política
boliviana.
Cuatro escribas a sueldo, cuatro informes sobre el Tercer Mundo, que contribuyen
magníficamente a la confusión general. Esto es el gran diario de la Argentina.
Buenos Aires, 20 de marzo de 2005
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Los verdaderos riesgos de fragmentación de algunos estados nacionales suramericanos
El licenciado Carlos Pereyra Mele advierte en su artículo Cuidado con los
separatismos17 sobre los peligrosos riesgos de un nuevo proceso de lo que podríamos llamar
“hiperbalcanización” del continente y sería reiterativo mencionar sus más inmediatos
antecedentes. No obstante, se me imponen algunas precisiones.
Los acontecimientos ocurridos en los últimos años indican que el principal peligro de
disgregación, en lo que hace a los países del arco andino, no proviene de los denominados
grupos indigenistas. Es cierto que la descomunal crisis económica y social que se ha
abatido sobre nuestro continente a partir del llamado Consenso de Washington y del oleaje
liberal que de distintas formas arrastró a todos los gobiernos de la región, produjo un
recrudecimiento, en Perú, Ecuador y Bolivia, de los movimientos campesinos constituidos
por compatriotas pertenecientes a los pueblos precolombinos o que, al menos hablan
algunas de las lenguas originarias. Su unidad lingüística, étnica y cultural ha agregado
fortaleza y reivindicaciones a los tradicionales reclamos campesinos y esto se ha hecho
evidente en el momento en que estos movimientos se han enfrentado a gobiernos
notoriamente proimperialistas y expoliadores, como ha sido el caso en Ecuador y en
Bolivia.
En estos países, en los que sobreviven estructuras sociales precapitalistas con un muy
débil desarrollo industrial urbano, el campesinado indígena constituye la mayoría del
pueblo, aún dentro de las ciudades, como en el caso notable de El Alto, donde las
migraciones internas han reunido inmensas poblaciones campesinas sin integrarlas al
conjunto de las ciudades. Este aislamiento del resto de la sociedad urbana les ha permitido
un grado de cohesión social que se ha manifestado inmune al proceso de disolución de los
lazos comunitarios y sociales que ha impuesto el régimen neoliberal imperialista. Tanto en
Bolivia como en el Ecuador los movimientos sociales representativos de estos grupos y
sectores tuvieron un papel decisivo en el derrocamiento de los presidentes Sánchez de
Losada y Jamil Mahuad respectivamente.
17 Carlos Pereyra Mele, “Cuidado con los separatismos” CEES, Boletín Año 2, N° 9, Buenos Aires, Marzo 2005.
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Lo peor que le podría ocurrir a nuestros países es que estos movimientos campesinos
reivindicativos fuesen transformados, por obra de organizaciones no gubernamentales
europeas o norteamericanas, en factores de un nuevo proceso segregacionista que atomizase
aún más nuestra histórica dispersión. Pero, afortunadamente, no ha sido por este lado que el
fantasma de la balcanización ha salido de ronda.
Ha sido en los sectores, llamados más “modernos” –es decir, en las regiones
integradas económicamente a los centros imperialistas, con una población de mayor
composición europea y con una clase media con expectativas propias del llamado “primer
mundo”- donde ha aparecido el peligro serio y concreto de la secesión. Las exigencias
autonómicas de la región de Santa Cruz de la Sierra ha significado el regreso de la
propuesta separatista de la llamada Nación Cambá: una región de 700.000 kilómetros
cuadrados de superficie y que encierra el 30 % de la población boliviana, limita con Perú,
Brasil, Paraguay y Argentina y contiene la riqueza gasífera clave tanto para el conjunto de
los bolivianos como para los EE.UU.18. Si bien el rígido centralismo que caracteriza a la
constitución boliviana, una herencia del centralismo francés con que Bolívar y sus
mariscales intentaron constituir la Gran Colombia y que heredaron el Mariscal Sucre, al
fundar Bolivia, y el Mariscal Santa Cruz al organizar la Confederación Perú-Boliviana,
debería sufrir alguna modificación, es evidente que los sectores dominantes de la llamada
Nación Cambá desprecian al resto del país colla y aymará, al modo como la Italia de Fini
desprecia a los “terroni” napolitanos y calabreses.
Fueron los diversos partidos y movimientos sociales que expresan a la Bolivia
campesina los que salieron, en Santa Cruz de la Sierra, a defender sin vacilaciones la
unidad territorial de su sufrida patria y el derecho del conjunto del pueblo boliviano a las
riquezas que encierra su subsuelo. De ahí el peligro al que ha expuesto a la unidad
boliviana la amenaza de renuncia del presidente Carlos Mesa y su apelación a confrontar
con la exigencia del MAS y otras fuerzas en respetar los compromisos asumidos al hacerse
cargo de la presidencia: una nueva ley de hidrocarburos que respete la voluntad popular, un
referéndum sobre el gas y una asamblea constituyente19. Porque lo que está en juego no es
18 Confirma Carlos Pereyra Mele, Ibidem.19 Walter Chávez, Crisis y pujos secesionistas en Bolivia,edición Bolivia de Le Monde Diplomatique
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sólo la continuidad de un más que dudoso sistema democrático, sino la unidad política y
social de Bolivia.
Una situación similar enfrenta el Ecuador, donde la burguesía compradora de
Guayaquil ha tenido desde siempre una muy fuerte tendencia a librar a su suerte al resto de
la tierra de Manuelita Saenz. Las vacilaciones y defecciones a su origen en que se ha
debatido el gobierno de Lucio Gutiérrez han generado importantes movilizaciones de los
sectores tradicionales ecuatorianos, de derecha y de izquierda, en un remedo a nuestra
conocida y paradigmática Unión Democrática.
Pero en ambos casos la amenaza no viene tanto de hipotéticas reconstrucciones del
Tihuantisuyu, sino de muy concretas y explícitas exigencias autonómicas de los sectores
vinculados al mercado externo y que en los últimos veinte años se han convertido en una
amenaza no ya de la unidad continental sino de la unidad de nuestras pequeñas naciones.
80
Sobre Uruguay
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Algodón entre dos cristales o jamón del sándwich “El Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur, y la incertidumbre
de su destino afecta y contamina, de modo inexorable y radical, al sistema de relaciones
establecido entre Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia. Seguramente, sus repercusiones
son aún más lejanas”. Con estas palabras inicia el uruguayo Alberto Methol Ferré su
iluminador estudio sobre las características históricas y geopolíticas de su país, “El
Uruguay como problema”20. El haber soslayado este principio fundamental por parte de la
Argentina y, parcialmente, por Brasil generó, a lo largo de los meses de diciembre de 2005
y enero de 2006, una de las más graves crisis en el seno del Mercosur, crisis cuyos efectos
directos e indirectos todavía no han terminado de desarrollarse.
Entendemos que el Mercosur es el núcleo más importante del proceso de unificación
continental suramericana, en la medida en que ha logrado estructurar, como eje aglutinante,
a los dos países de mayor peso específico en la región, Brasil y Argentina, en la perspectiva
que planteara el histórico discurso del General Juan Domingo Perón en la Escuela Nacional
de Guerra, el 11 de noviembre de 195321. La idea fundacional de que sólo una alianza
estratégica entre Argentina y Brasil podía establecer un núcleo geopolítico, económico y
poblacional capaz de atraer como un inmenso planeta al conjunto de los estados del
continente a un proceso de integración, comenzó a tomar forma histórica e institucional. La
reciente incorporación plena de Venezuela, que pone en el Mercosur, además, la presencia
de un gran productor petrolero, el pago simultáneo de su deuda a los organismos
internacionales por parte de Brasil y Argentina y la asistencia financiera prometida y
comenzada a ejecutar por parte del gobierno de Hugo Chávez han sido las manifestaciones
más evidentes de la existencia real de este nuevo eje de reagrupamiento continental. El
acuerdo para la construcción de un megagasoducto que una el lago de Maracaibo con la
Bahía Lapataia, atravesando longitudinalmente nuestro continente, obra a la cual el
presidente Evo Morales de Bolivia, en su discurso ante la Asamblea Legislativa de su país,
ha pedido expresamente ser incluído, da una idea de la magnitud y la potencialidad
sinérgica del bloque continental nacido en el Tratado de Asunción.
20 Alberto Methol Ferré, El Uruguay como Problema, Editorial Diálogo, Montevideo, ROU, 1967, pág. 7.21 Julio Fernández Baraibar, Un solo Impulso Americano, el Mercosur de Perón, Fondo Editorial Simón Rodríguez, Buenos Aires, Argentina, 2005. También, El Mercosur ha llegado al Caribe, publicado inicialmente en Patria y Pueblo, Año 3, N° 11, Diciembre 2005 y reproducido en diversos newsletters.
82
Pero desde sus inicios el Mercosur ha sufrido periódicas crisis determinadas por la
distorsiva influencia que han jugado los núcleos empresariales y mercantiles de los dos
países económicamente más importantes del bloque. En efecto, la poderosa burguesía
paulista, por su lado, y el sector importador-exportador, en tiempos de Menem, y el
manufacturero en la actualidad, han tratado de hacer jugar los acuerdos mercosurianos a sus
inmediatos, muchas veces coyunturales y poco estratégicos intereses. Y en ese juego
siempre se ha perdido de vista una política que incluya y estructure la participación y
presencia de los dos países más pequeños del Mercosur: Uruguay y Paraguay.
Los destinos posibles del UruguayLa diplomacia inglesa, el ministro Canning y su agente, Lord Ponsomby, lograron
arrancar a la Banda Oriental –Provincia Cisplatina del Imperio de Brasil, en ese momento-
de la comunidad platina. Como dice Methol Ferré: “Por tanto, la condición de existencia
del país era no intervenir, no comprometerse jamás con sus vecinos. Diríamos que el
Uruguay es fruto de una intervención para la no intervención. Fuimos intervenidos, para
no intervenir. Es el otro rostro del destierro de Artigas. Más que exilio de Artigas, hubo
exilio americano del Uruguay. Tal el sentido de la Paz de 1828, origen del país. De ahí el
mote de todos conocido: Estado tapón, ‘algodón entre dos cristales’”22. Los cristales
éramos los argentinos y los brasileños a quienes había que impedir que se hiciesen dueños
de la Cuenca del Plata. En el medio estaba el pequeño país con su gran ciudad y su
burguesía comercial que arrancaba al conjunto de su campaña de las históricas y naturales
relaciones con Santa Fe, Entre Ríos y las Misiones. La muelle función del algodón estaría
asegurada por una orgánica integración económica del nuevo estado al esquema
agroexportador al Reino Unido en las condiciones de semicolonia privilegiada.
Como es bien sabido, ese sistema comenzó a entrar en una crisis irreversible ya en la
década del 30 del siglo pasado. El eclipse del Imperio Británico y su reemplazo por el
imperialismo yanqui no permitieron el restablecimiento de las ventajas que generaba en el
país suramericano la complementariedad de su economía con la inglesa. El retorno del
Uruguay a su ámbito suramericano y a su condición platina fue, a partir de entonces, tan
sólo cuestión de tiempo. Y es, justamente, el papel que el Uruguay cumpliría en ese retorno
al hogar, lo que ha sido materia de análisis y discusión, pero también objeto de la política
22 Op. cit., pág. 36 y 37.
83
en el Río de la Plata y de la estrategia norteamericana en la región. Y sobre esta perspectiva
Methol Ferré exponía, ya en 1967, cuatro, y sólo cuatro, hipótesis:
· Un Uruguay recuperado puede reinsertarse fundamentalmente en la Cuenca del
Plata o restablecer su relación con Europa, según el modelo tradicional.
· Un Uruguay sin capacidad de recuperación se convertiría en un protectorado de
Argentina y Brasil, incluyendo la posibilidad de una división de su territorio entre ellos, o
en un protectorado norteamericano, con un EE.UU. no interesado en la producción
uruguaya al modo como lo fue el Reino Unido, sino como un Shylock que convierte sus
acreencias en una cuña entre Brasil y Argentina, o sea impide la constitución del
Mercosur23.
La segunda hipótesis ha quedado descartada, ya que la política agraria proteccionista
de Europa impide ese camino, aún cuando el Uruguay haya buscado exportaciones
alternativas, como la de madera para la industria papelera, pero que no alcanzan para
reemplazar los beneficios obtenidos durante décadas gracias a la renta diferencial. De la
misma manera puede descartarse la tercera hipótesis, ya que no están en la política exterior
ni de Brasil ni de Argentina tales objetivos, sin mencionar que semejantes propósitos serían
inconcebibles e inaceptables para los EE.UU. y el mundo mperialista, como lo dejó
demostrado la primera Guerra del Golfo.
De modo que sólo quedan la hipótesis primera que implica la reintegración uruguaya
al sistema suramericano o su transformación en una base de operaciones imperialista en la
llave de nuestros grandes ríos.
23 Op. cit., pág. 90 y 91.
84
El Tratado del Río de la PlataAlgo de esto tuvo en miras el general Perón, cuando en su tercer gobierno, logró, con
la más completa aquiescencia y participación uruguaya, que ambos países resolvieran sus
centenarios litigios fronterizos sobre el río Uruguay, el río de la Plata y sus respectivos
mares territoriales. Como me ha confirmado, en correo electrónico, el doctor Ramiro
Podetti, “lo hicieron de un modo ejemplar, creando antecedentes valiosos para el derecho
internacional, al establecer un sistema modelo de administración conjunta de recursos
compartidos”. Y agrega nuestro corresponsal argentino, residente en Montevideo:
“Simplemente te recuerdo que hasta el Tratado del Río de la Plata, impulsado por Perón y
firmado en 1973 (Perón vino a Uruguay para la firma, y se llevó su revancha histórica,
porque fue aclamado por el pueblo uruguayo en las calles24) el Río de la Plata era
considerado como aguas internacionales por la mayoría de los países del mundo, a partir
del criterio inglés de que los estuarios son extralimitables y por tanto no pertenecen a los
ribereños. El caso argentino-uruguayo y sus conflictos centenarios sobre el Río de la Plata
eran una prueba más de tal doctrina. Si hoy el Río de la Plata es propiedad de Argentina y
Uruguay, reconocida por todas las naciones del mundo, es por el Tratado de 1973”.
A raíz de este tratado surgieron las Comisiones Administradoras (del Río de la Plata,
CARP, y del río Uruguay, CARU), y la Comisión Mixta que organizó la licitación,
adjudicación, construcción y explotación de Salto Grande, la primera generadora de energía
eléctrica binacional en América Latina, entre otros resultados favorables a aquella hipótesis
de la reinserción platina del Uruguay. Pero sobre este tema queremos volver más adelante.
El Mercosur debe seducir, no imponerComo se ve la integración plena y satisfactoria de la República Oriental del Uruguay
al Mercosur es un tema que adquiere una enorme trascendencia, que supera, obviamente, la
estrecha mirada mercantilista que se obstina en considerar nuestro acuerdo regional con el
miserable cálculo del debe y el haber.
El Brasil, a través de su canciller Celso Amorim, ha reconocido enfáticamente el
superficial tratamiento que han tenido los numerosos reclamos uruguayos relacionados con
24 El doctor Podetti se refiere a la manifiesta y fervorosa hostilidad que el gobierno uruguayo de principios de la década del 50 del siglo pasado, presidido por Luis Batlle Berrez –padre de Jorge Batlle- tuvo hacia los primeros gobiernos del general Perón, a punto de convertir a Montevideo en un centro de la conspiración golpista antiperonista.
85
las diversas asimetrías que caracterizan las relaciones de los países integrantes del
Mercosur. Pero para alcanzar este reconocimiento el Uruguay se vio obligado a tensar la
soga hasta el borde mismo de la ruptura, haciendo público, a través de su ministro de
Economía, su interés en firmar un TLC con los EE.UU., instancia expresamente vedada por
los acuerdos que rigen al bloque. Lo que se oculta detrás de esta amenaza, así como de las
expresiones del actual ministro de Agricultura y Ganadería, Pepe Mujica, -más allá de las
maquinaciones de la embajada norteamericana- es el tratamiento desconsiderado y
prepotente que muchas veces aplican tanto Brasil, como la Argentina, al Uruguay y a sus
posibilidades de obtener inversiones productivas y de exportación a los dos países mayores.
En este marco adquirieron una importancia más allá de toda mesura las protestas de
los vecinos de Gualeguaychú contra la construcción de dos plantas productoras de pasta
celulósica en Fray Bentos, del otro lado de la ribera del río Uruguay, impulsadas por los
parroquiales intereses electorales del gobernador Jorge Busti y por los designios británicos
de la organización Green Peace. Pero esto no hubiera significado una amenaza de
relevancia para el Uruguay, si detrás de las manifestaciones y cortes de puentes no hubiera
estado la Cancillería y el Poder Ejecutivo Nacional con una muy escasa visión estratégica
sobre el problema que está en juego. El gobierno uruguayo, a poco de comenzadas las
protestas, vio con preocupación que su par argentino, lejos de ponerlas en su contexto y
canalizarlas diplomáticamente, se hacía cargo de las mismas y hasta el canciller en ese
momento, el doctor Rafael Bielza, en plena campaña electoral, visitó la localidad
entrerriana, conversó con los vecinos y alentó las movilizaciones.
La construcción de las plantas de celulosa ha sido la consecuencia lógica de la
política de grandes inversiones públicas en forestación hechas por los gobiernos uruguayos
durante los últimos diez años, a las cuales han destinado, incluso, los fondos de pensión. El
paso siguiente a la exportación de madera es, naturalmente, la de pasta de celulosa y, mejor
aún, de bobinas de papel. Un país como Uruguay, con una enorme dependencia de su sector
agrario y con imperiosa necesidad de nuevas fuentes de trabajo no puede sino recibir con
beneplácito estas propuestas, que, por otra parte, también fueron ambicionadas hace unos
diez años por el mismo gobernador Busti, para que se instalasen en su provincia.
Cierto es, también, que el gobierno de Jorge Batlle, que fue quien realizó el contrato
con las empresas Botnia y ENCE, soslayó un trámite que hubiera ahorrado gran parte de
86
toda esta escalada. La Comisión Administradora del Río Uruguay, establecida por el
Tratado del Río de la Plata de 1973, tiene como tarea la supervisión de todo lo que los
estados ribereños hagan sobre el lecho, la superficie y las costas del río y tanto la Argentina
como el Uruguay tienen la obligación de informar sobre cualquier actividad que influya en
el mismo. Al no hacerlo, el Uruguay violentó el principio de administración conjunta de los
recursos compartidos, el cual constituye un importante antecedente de integración,
principio que la negociación diplomática deberá restablecer.
La desmedida reacción argentina, la sensación, muchas veces justificada, del
gobierno uruguayo de sentir que su vecino y socio le impone criterios, o como en el caso de
las plantas de celulosa, actúa con una absoluta falta de respeto a su soberanía nacional, han
generado este conflicto que llevó al Mercosur a una de sus más graves crisis. Al parecer,
Itamaraty habría tenido una más rápida y precisa percepción acerca de la naturaleza del
problema y las declaraciones tanto de Celso Amorim como del presidente Lula reflejan esta
reacción.
Las últimas declaraciones del presidente Néstor Kirchner posteriores a su entrevista
con Lula, en las que define las movilizaciones de Gualeguaychú como una cuestión
“ambiental” y reconoce el derecho uruguayo a buscar los acuerdos que mejor satisfagan su
interés nacional, indican un cambio en el tratamiento de esta delicada cuestión en la que
están en juego la viabilidad del Mercosur y de la integración suramericana.
El impacto ambientalOtro tema es el referido al impacto ambiental que tendrían las plantas de celulosa y
que, por ahora, es el único que ha trascendido la barrera de los medios. Los vecinos de
Gualeguaychú y algunos grupos ambientalistas, alentados por una onerosa y no ingenua
prédica de organizaciones ecológicas estrechamente vinculadas a intereses imperialistas,
como Green Peace, han reaccionado con furor de cruzados contra este posible efecto.
Dotados de informaciones a medias, prejuicios antiindustrialistas, soberbia xenófoba y una
visión de campanario han logrado el apoyo de los medios gráficos y electrónicos para sus
cortes de puentes y sus retenes a transportes que se dirigen a las plantas en construcción,
oscureciendo por completo el complejo problema.
Es obvio que toda actividad humana produce un cierto impacto ambiental. Y también
es cierto que la experiencia de las empresas papeleras en las márgenes del Río Paraná ha
87
significado un importante deterioro del medio ambiente. Pero también es rigurosamente
cierto que la Comunidad Europea, EE.UU. y Canadá han logrado desarrollar, en los últimos
años, procesos que minimizan a niveles de inocuidad este impacto. Se trataría, en suma, de
adoptar para toda la región y desde una normativa del Mercosur –consensuada entre el
conjunto de sus miembros-, los mismos criterios que rigen para la instalación de estas
industrias en aquellos países y, en lugar, de condenar al atraso agrario y a la desocupación
crónica al Uruguay, establecer los necesarios controles e inspecciones que reduzcan el
impacto a niveles aceptables.
El proceso de integración que termine con casi doscientos años de balcanización es,
sin duda, arduo. No sólo por los escollos y dificultades que el imperialismo norteamericano
ha puesto y pondrá a su marcha, sino también porque debe vencer resistencias, prejuicios y
cancillerías esclerosadas en el nacionalismo parroquial. La responsabilidad de Argentina y
de su política exterior es facilitar y promover la integración de los miembros de menor
extensión geográfica y de Producto Bruto Interno más reducido. Descartada la integración
por la fuerza, el único camino para que del otro lado del Plata no haya un Gibraltar yanqui,
la última y desoladora hipótesis de Methol Ferré, es la capacidad de Brasil y Argentina de
compartir con sus vecinos ciertas ventajas que derivan más de su cantidad –población,
extensión, desarrollo económico- que de su calidad.
En suma, es tarea impostergable del Palacio San Martín y de Itamaraty impedir que el
antiguo “algodón entre dos cristales” sea, tan solo, el “jamón del sándwich” de dos
mezquinas burguesías.
Buenos Aires, 24 de enero de 2006.
88
El conflicto con el Uruguay
Los riesgos del nacionalismo de campanarioEl conflicto surgido sorpresivamente entre el Uruguay y nuestro país a raíz de la
radicación de dos plantas de celulosa en las cercanías de la localidad de Fray Bentos y
frente a la ciudad argentina de Gualeguaychú, parecería haber terminado con la decisión del
presidente Kirchner de elevarlo a consideración de la Corte Internacional de La Haya,
según lo prescripto por el Tratado del Río Uruguay, suscripto entre ambos países en 1974.
Pero todo su desarrollo y el manejo que del mismo hizo la dirigencia argentina han dejado
huellas muy profundas en la hermandad rioplatense y en el Mercosur.
Más allá de la violación al Tratado del Río Uruguay formalizado por el presidente
Jorge Batlle, que la conducción política argentina dejó pasar en su momento, aceptando la
radicación de las plantas, el gobierno del doctor Kirchner, después de una indiferencia
inicial, se dejó llevar por la agitación de los grupos ambientalistas y de un sector de la
ciudadanía entrerriana que veía en las plantas la amenaza a sus negocios turísticos. Esto
hizo que los cortes del puente internacional durante todo el verano –época crucial para la
frágil economía uruguaya, muy dependiente del turismo de nuestro país-, se convirtieran de
hecho en un gesto bélico apoyado o tolerado por la Gendarmería Nacional, que muchas
veces actuó como colaboradora de los mismos.
El Uruguay es un país pequeño y de una economía completamente dependiente de su
sector externo. En la década del ’50 del siglo pasado se retiraron los grandes frigoríficos
ingleses que constituían, junto con la exportación cárnica al Reino Unido, el principal
salario del país. En ese momento hizo eclosión la crisis económica del Uruguay creado por
Lord Ponsomby con las consecuencias políticas y sociales que se desarrollaron a lo largo de
las décadas del 60 y el 70: la radicalización de las clases medias, el fenómeno Tupamaro, la
ruptura del tradicional sistema constitucional uruguayo y la dictadura militar con sus
secuelas de terrorismo de Estado y exilio político y económico. Cincuenta años después los
EE.UU. han reemplazado a Inglaterra como principal cliente de la carne del Uruguay y
compran la totalidad de su producción. Esto, que para los EE.UU. puede significar la
provisión de algunas carnicerías en un par de supermercados de Nueva York, Chicago y
Los Ángeles, para el Uruguay significa el 22% de sus exportaciones. En este marco de
enorme fragilidad, desde hace ya diez o quince años, el Uruguay gestó y llevó adelante una
89
política de forestación, cuya producción hoy se exporta bajo la forma de troncos a las
plantas de celulosa de Europa. El ofrecimiento por parte de la empresa finlandesa Botnia de
invertir un capital equivalente al 10 % del PBI del país y generar valor agregado a su
exportación forestal fue algo que el Uruguay no estaba en condiciones de rechazar.
Posteriormente la empresa española ENCE se suma al proyecto celulósico con una
inversión levemente menor. Es obvio que, no obstante la posición asumida por el presidente
Tabaré Vázquez durante la campaña electoral, de crítica a las llamadas “papeleras”, el
gobierno del Frente Amplio debió asumir como hecho consumado estas inversiones,
teniendo en cuenta, además, el trabajo y el valor agregado que generarían en el país.
Mucho es lo que se puede decir y escribir acerca de las condiciones en que las
empresas imperialistas realizan sus inversiones en el mundo semicolonial y sobre las
posibles consecuencias ambientales que este tipo de fábricas pueden causar en el río
Uruguay y en la región. Las obsoletas papeleras argentinas, ubicadas sobre todo, en las
márgenes del río Paraná son una prueba de ello. Pero la Argentina no debería haber llegado
a los actos de hostilidad que se practicaron durante meses en los puentes de Colón y
Gualeguaychú, que, además de unir al Uruguay con el continente, son ruta del Mercosur.
La escalada argentina fue respondida por parte del gobierno frenteamplista por hostiles
declaraciones tanto contra la Argentina como contra el Mercosur, que, por otra parte, no ha
dado grandes oportunidades al pequeño país platino.
La situación llegó a un punto que nunca debería haber alcanzado. Agresivas
declaraciones de ministros argentinos y uruguayos, un viaje del presidente Vázquez a los
EE.UU. con un notorio dejo de protesta antimercosuriana, un acto del presidente argentino
que intentó convertir el tema en una causa nacional con la presencia de gobernadores e
intendentes y una prometida reunión de gabinete uruguayo en la ciudad de Fray Bentos para
el 25 de mayo, que la prudencia aconsejó anticipar en un día para no coincidir con la fecha
patria argentina -y uruguaya, por otra parte-.
Hemos sostenido que el principal punto de la agenda política de nuestros países es el
tema de la unidad continental. A él deben subsumirse todas las otras candentes y
trascendentales cuestiones. El errático y agresivo camino planteado por el gobierno
argentino en este caso no siguió este principio fundamental. El papel de Argentina debió ser
el de ofrecer propuestas y soluciones al Uruguay, contribuir a su desarrollo e
90
industrialización y plantear sus diferencias en un estilo más recoleto y diplomático, para
que los posibles réditos electorales de un conflicto como éste no se convirtieran en el
aparentemente único criterio. Ese tipo de nacionalismo de parroquia somete a cada uno de
nuestros países a la hegemonía yanqui, mientras que la integración la enfrenta y resiste. Si
no somos suramericanos seremos inevitablemente norteamericanos.
Publicado en Patria y Pueblo, mayo de 2006
91
Las interesadas y falaces críticas a la Comunidad Suramericana
de NacionesCon las firmas de los presidentes suramericanos y sus representantes aún húmedas al
pie de la Declaración del Cusco por la cual se funda la Comunidad Suramericana de
Naciones, comenzó a escucharse a lo largo y lo ancho de nuestro continente, en cada una de
nuestras capitales, un coro de plañideras denunciando ora su carácter prematuro, ora su
fracaso inicial, ora su inutilidad, ora los peligros que encierra, ora la desmesura de la
propuesta, ora la ausencia del resto de Latinoamérica.
Casi sin excepción, el conjunto de los medios de prensa representativos de las viejas
oligarquías y del interés imperialista, sus periodistas a sueldo y hasta políticos a su servicio
abrumaron a la opinión pública con sus argumentaciones en contra del histórico acuerdo.
Los argumentos principales esgrimidos en nuestro país por estos enemigos de la
unidad continental han sido los siguientes:
• No se debe avanzar sobre acuerdos políticos cuando aún no se han desarrollado lo
suficiente los vínculos y los acuerdos económicos entre los países y entre las subregiones
(acuerdos Mercosur-Pacto Andino, por ejemplo), o cuando esos acuerdos no pasan por su
mejor momento.
El argumento pretende suponer que el desarrollo de un proceso de integración
continental es el resultado de la mera complejidad de relaciones económicas y comerciales.
Este vulgar economicismo olvida que la creación de instituciones políticas es siempre
consecuencia de una clara y manifiesta decisión política, tal como lo demuestra la
declaración de Independencia de cada uno de los pueblos del continente.
El Mercosur atraviesa, como todos los acuerdos de esa naturaleza, distintos
momentos determinados por la evolución interna de las economías de los países signatarios,
la particular coyuntura de sus mercados internos, la política monetaria y cambiaria y el
predominio de sectores dentro de las distintas burguesías. Era evidente, durante los
gobiernos de Menem y de la Rúa, en la Argentina, que la burguesía local, hegemonizada
por grupos trasnacionalizados con fuerte impronta financiera dilataba una mayor
profundización del Mercosur, mientras que en el Brasil la burguesía industrial pugnaba por
estrechar los vínculos con la Cuenca del Plata.
92
Justamente estos impasses deben ser superados por una decisión política que destrabe
la pequeña lucha de intereses comerciales al elevar a un nivel superior, el de la voluntad
estatal como expresión de los intereses generales, el proyecto unificador.
En ese sentido, la declaración de Cusco se pone por encima de los vaivenes de un
Mercosur que continúa siendo un acuerdo mercantil y, por ello, por decisión de pueblos y
gobiernos, propone la unidad política como objetivo superior al de la balanza comercial.
• El proyecto suramericano es un proyecto histórico de la cancillería brasileña,
mientras que la aspiración argentina ha sido siempre “latinoamericana”. Detrás de la
insistencia brasileña en la reunión de Cusco no se expresa otra cosa que el
“imperialismo” tradicional de Itamaraty que considera al cono sur del continente como su
natural “lebensraum”.
Curiosamente la principal fuente de esta argumentación ha sido el diario La Nación,
que, como se sabe, expresó en el siglo XIX la política de mayor acercamiento con el
Imperio del Brasil que culminó en la dramática Guerra de la Triple Alianza. El principal
columnista del matutino fundado por Bartolomé Mitre ha sostenido, a su vez, que el interés
estratégico de la Argentina es establecer una relación con un país grande y fuerte, pero
lejano, como lo fue Gran Bretaña, en los tiempos dorados de la oligarquía clásica, EE.UU.,
durante las “relaciones carnales” del menemismo, o México, pero nunca con un país con
el que tiene tan amplias fronteras como Brasil y cuya política exterior en la región es
expansiva y con pretensiones hegemónicas.
Estas pretendidamente eruditas argumentaciones solamente esconden la resistencia de
sus autores, y de los sectores sociales que ellos expresan, a reconstruir la unidad de la
herencia ibérica. Ya en la década del veinte del siglo XIX, Bernardino Rivadavia y la
pandilla del Barranco quitó todo apoyo a los ejércitos de José de San Martín y a él mismo
en su afán de llevar hasta las últimas consecuencias la guerra de la Independencia, lo que
obligó al Gran Capitán a ceder el mando al Libertador Simón Bolívar. Con la misma
estolidez la tradicional burguesía comercial porteña, la Bolsa, los bancos imperialistas, los
grandes exportadores y el gran capital financiero rechazan hoy una alianza estratégica con
el Brasil que siente las bases de la unidad del continente.
Al fin y al cabo, ésta alianza estratégica fue lo propuesto por Juan Domingo Perón en
1951, en su ABC, que la oligarquía cafetalera brasileña y los mismos sectores del interés
93
extranjero rechazaron por “anexionista” e “imperialista”, es decir, con los mismos
argumentos que hoy esgrime La Nación y su escriba especializado.
Brasil y gran parte de su dirigencia política y militar, así como sus grandes
pensadores sociales, ven con claridad que la conformación de un bloque suramericano es la
única posibilidad para enfrentar los desafíos que impone a nuestros países el desmesurado
expansionismo anglonorteamericano y la constitución de grandes bloques estratégicos en
Europa y Asia. Así lo han repetido, entre otros, Helio Jaguaribe, Luiz Alberto Moniz
Bandeira y Theotonio dos Santos. Así lo ha sostenido el vicecanciller del Brasil Samuel
Pinheiro Guimaraes en numerosos artículos y esto es lo que intenta el presidente Lula da
Silva.
Nada tiene que ver esta política con la tradicional diplomacia de Itamaraty en tiempos
del Barón de Río Branco o, siquiera en tiempos de Neves da Fontoura. Si aquella estaba
dirigida a establecer definitivamente los límites del Brasil como el más extenso país del
continente americano y hacer jugar su influencia sobre la región para establecer una
relación privilegiada con los EE.UU. que equilibrase la relación preferencial de Argentina
con el Reino Unido, ésta –la de Neves da Fontoura- sólo tenía como finalidad convertirse
en el aliado estratégico en la región del triunfador en la Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos. Nada de esto preside las preocupaciones del Itamaraty actual.
Poco hay que agregar a la pretensión de alertar, como lo hace el ya mencionado
columnista, al “imperialismo” del Brasil, mientras se reivindica nuestra relación con el
Reino Unido o, peor, si se quiere, con los EE.UU. en la década del noventa.
Queda un argumento residual que parecería haber presidido cierta reticencia en la
cancillería argentina hacia la firma de la Declaración de Cusco. El mismo se refiere a
ciertas tensiones en la balanza comercial entre nuestro país y Brasil que indicarían al
palacio San Martín la existencia de una actitud de irreductibilidad en los negociadores
brasileños.
Es probable que ciertas ventajas comparativas y una economía de producción a escala
faciliten notablemente el ingreso a mucho mejor precio de manufacturas producidas en
Brasil. También es probable que sectores de la burguesía industrial hagan valer su
influencia en las negociaciones bilaterales y dificulten un acuerdo que integre la necesaria
recuperación industrial argentina.
94
Pero este árbol no puede impedirnos ver el bosque. En Brasil, en su cancillería, en su
dirigencia política, militar y económica, en sus universidades y en su opinión pública
existen amplios e influyentes sectores para quienes la alianza estratégica con la Argentina
y la consolidación de esta Comunidad Suramericana de Naciones es la posibilidad de un
futuro soberano, de una Amazonia, de una Patagonia, de una Antártida y de un acuífero
guaraní libre de codicias imperiales. Es solamente en ese marco y con esa perspectiva que
la Argentina debe volcar todos sus esfuerzos políticos y diplomáticos. Nunca más los
suramericanos deberemos repetir las trágicas palabras del Libertador Bolívar: “he arado en
el mar”.
21 de diciembre de 2004.
95
Sobre el Mercosur
96
Unidad sudamericana sin vacilacionesSe celebró en Brasilia el 31 de agosto y el 1º de septiembre del 2000 la Reunión de
Presidentes de América del Sur, la primera de este tipo en los ciento noventa años de vida
independiente.
El siglo XX no tuvo la posibilidad de ver un encuentro de estas características. Los
intentos del general Perón de armar un entramado de relaciones entre los países del
subcontinente con base en las relaciones con Brasil y Chile -el famoso ABC de su discurso
del 11 de noviembre de 1953, en la Escuela Superior de Guerra- no pudieron consolidarse,
más allá de la efímera unión aduanera con el Chile de Ibáñez del Campo y los acuerdos con
Bolivia y Paraguay.
La propuesta de Perón en la década del 50La resistencia de Itamaraty, también denunciada por Perón en ese ya famoso discurso,
fue, entonces, uno de los principales escollos a aquel intento unificador.
Era la época en que el diputado general Flores da Cunha, de la UDN (la alianza
antigetulista) sostenía en el parlamento carioca “Esta fue siempre la política tradicional del
Brasil: la de marchar al lado y en completa solidaridad con los Estados Unidos. ¿Por qué
trabarla o interrumpirla, cuando juntos y hermanados acabamos de vencer a los enemigos
de la civilización humana?” 25.
Era la época en que Ellis Brigs, director de la Oficina de Asuntos de las Repúblicas
Americanas y posteriormente embajador norteamericano en Uruguay y Perú, en un
memorándum de fecha 20 de marzo de 1947 observaba: “Existe el peligro de que la
Argentina aspire a organizar un bloque del Cono Sur, bajo la dominación política y
económica argentina” . Decía además que los Estados Unidos debían oponerse a toda
posibilidad que “pudiese facilitar la formación de tal bloque”26.
El diario La Nación, con su aburrida prosa, editorializaba, acerca de la política de
Perón de mantener encuentros y reuniones con los presidentes de los países limítrofes, con
estas palabras: “La persistencia de las naciones de este continente en seguir ese rumbo es
un hecho que llevará a la práctica la profecía del gran ministro Canning sobre el papel del
25 El recorte aparece transcripto como anexo a la nota R.E. nº 290 de la Embajada de la República Argentina en Río de Janeiro de fecha 22 de mayo de 1946. 26 Memorándum de fecha 20 de marzo de 1947
97
Nuevo Mundo”27. El arquitecto de la balcanización del Plata era elevado al rango de
precursor de aquellos esforzados intentos de unidad.
La propuesta de Brasil en el año 2000En esta oportunidad, la reunión de presidentes sudamericanos fue convocada por
Brasil, país al que, las circunstancias históricas lo han convertido en el principal impulsor
de la unidad subcontinental. Después de haber sostenido el Mercosur, amenazado
permanentemente por las “relaciones carnales” de Carlos Menem y su ministro de
Relaciones Exteriores, Guido Di Tella, y reducido a un acuerdo comercial como resultado
de las vacilaciones de la diplomacia argentina, nuestro vecino ha desplegado una osada
política internacional. Las declaraciones del canciller brasileño, Luiz Felipe Lampreia,
revelan, más allá de la cautela y prudencia del lenguaje diplomático, una clarísima
concepción unificadora que llega a preocupar a los voceros de los puntos de vista
norteamericanos. Es el caso del columnista Andrés Oppenheimer, quien termina su artículo,
antes de la realización del encuentro, afirmando: “Si esa toma de conciencia significa que
los países del Cono Sur tendrán un papel más activo en los esfuerzos colectivos por
defender la democracia y combatir las drogas, ¡que viva la Cumbre de Brasilia!”28. Para el
lenguaraz del imperialismo las tareas pendientes serían “defender la democracia” de
intentos como los de Hugo Chávez y “combatir las drogas” aceptando ovejunamente el
Plan Colombia.
Pero no fue este el caso. El primero en dejar claramente expresado el ánimo de la
conferencia fue justamente el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo
Chávez. “Venezuela ha expresado su apoyo condicionado al Plan Colombia y ese apoyo
depende de que sus esfuerzos se orienten hacia la paz, pero vemos con mucha
preocupación que ese plan tiene un fuerte peso militar”, dijo Chávez, en una conferencia
de prensa ofrecida poco después de llegar a Brasilia y mientras el presidente de EEUU, Bill
Clinton, presentaba el plan en Cartagena de Indias (Colombia). “Nos preocupa del Plan
Colombia el peso militar, porque ello puede conducir a una 'vietnamización' que termine
enredando no sólo a Venezuela y Brasil, sino a Panamá y a Ecuador y desestabilice a toda
Sudamérica”, afirmó29.
27 La Nación, Buenos Aires, del 23 de mayo de 1947.28 La Nación, Buenos Aires, del 8 de agosto del 200029 El Nacional, Caracas, del 31de agosto del 2000
98
El propio canciller brasileño, Luiz Lampreia, expresó anticipadamente cuál sería el
punto de vista de su país en distintas oportunidades. Ante un corresponsal español sostuvo
Lampreia: “Ya hemos dicho claramente que Brasil no participará en esa fuerza
internacional; es más, somos contrarios a la existencia de una fuerza foránea militar en
Colombia. Pero debo añadir que Estados Unidos no nos ha pedido eso”. El periodista
insiste: “-Vamos a suponer que mañana se lo pidan”. “-Les diríamos que no. No es éste
nuestro deseo. No queremos involucrarnos en ese conflicto. Ni siquiera queremos que se
usen las infraestructuras de Brasil, como las pistas aéreas, por ejemplo, ni directa ni
indirectamente”.30
Ese mismo concepto fue expresado ante la corresponsal Eleanora Gosman del
matutino Clarín, con quien mantuvo el siguiente diálogo:
“-Su posición contrasta con la de Thomas Pickering, el número dos del
Departamento de Estado, quien el viernes dijo que éste es un conflicto regional...”
“-Nosotros decimos exactamente lo contrario. No regionalizamos el conflicto. Es
más, esperamos que el conflicto no traspase hacia nuestros países”31.
Un nuevo ItamaratyLejos ya de la época de la “la Alianza no escrita”, tal como E. Bradford Burns
definió la relación establecida por el Barón de Río Branco, entre Washington y la
cancillería carioca, a principios del siglo XIX, Brasil ha entrado al nuevo siglo presentando
resistencia a la hegemonía norteamericana, rechazando toda intervención militar yanqui en
la región, movilizando sus propias fuerzas armadas a la región fronteriza con Colombia y
ofreciendo a los demás países una alianza estratégica que permita una mejor relación de
fuerzas con la gran potencia. Algo de eso entrevé el columnista Mariano Grondona, cuando
escribe: “De esta manera, Brasil concreta un viejo anhelo de su diplomacia: certificar la
existencia de una región que no es ni latinoamericana ni americana sino ‘sudamericana’.
Proyectar ante el mundo una nueva categoría de países más pequeña que ‘las Américas’,
de la cual hablan con frecuencia los Estados Unidos porque el plural refleja aquí el hecho
de que hay dos Américas: la anglosajona y la latina”.32
30 El País, Madrid, del 31 de agosto del 200031 Clarín, Buenos Aires, del 29 de agosto del 2000. 32 La Nación, Buenos Aires, del 13 de agosto del 2000.
99
Pero la sumisión de Grondona a los intereses norteamericanos y su irremediable
pequeño patriotismo le impiden entender el meollo de la cuestión. Por ello agrega en la
misma nota: “Fiel a su tradición imperial, Brasil se define a sí mismo como un país
sudamericano porque Sudamérica es el área hasta donde llega naturalmente su
irradiación. No se define como "latinoamericano" porque en la América latina del norte la
gravitación estadounidense es incontrastable. Definirse simplemente como "americano" lo
pondría directamente debajo del imperio estadounidense. Pero quedar englobado sólo en
el Mercosur lo privaría de la influencia sobre los países andinos”.
La estrategia que Itamaraty ha desplegado en los últimos diez o quince años es
justamente lo opuesto a “la tradición imperial” que menciona Grondona.
Cuando en 1821 Pedro I proclama su “Eu fico” y separa al Brasil de la corona de su
padre ya reinstalado en Lisboa, el Imperio jugará permanentemente a favor de la
balcanización sudamericana, lo que se ajustaba exactamente a las necesidades británicas.
Entre su intransigencia en el terreno diplomático para reconocer la derrota sufrida en el
campo de batalla durante la guerra con Buenos Aires en 1825, negándose a devolver a ésta,
la Provincia Cisplatina, y la ineptitud dolosa de Manuel García, cambiando en la mesa de
negociación el resultado logrado por las armas, Lord Ponsomby, el embajador del Foreign
Office, logró su cometido: segregar la Banda Oriental y crear la República del Uruguay,
“el algodón entre dos cristales”.
La criminal Guerra de la Triple Alianza fue sobradamente explicada por Juan
Bautista Alberdi: “La Guerra del Paraguay es guerra brasileña de conquista y de
contrarrevolución; guerra dinástica; guerra antiamericana; guerra por lo mismo de
amenaza para las otras repúblicas, y principalmente las del Plata, que el Brasil podía
utilizar como aliadas únicamente porque eran débiles”33. Este fue la verdadera política
imperial a la que el joven diputado en la Asamblea Legislativa del estado de Rio Grande
do Sul, el futuro presidente Getulio Vargas, definió en octubre de 1909: “Aunque haga
justicia al talento y gran habilidad de los diplomáticos brasileros de tiempo del Imperio,
no se debe ocultar que ellos quisieron erigirse en árbitros y solucionadores forzados de las
cuestiones internas de las repúblicas del Plata”34. El reformador de la llamada República
33 Juan Bautista Alberdi, El Imperio del Brasil ante la democracia de América, pág. XIII y XIV. Edición del autor, sin consignar año.34 André Carrazzoni, Getulio Vargas, pág. 74, Librería Anaconda, Buenos Aires, 1953.
10
Vieja, nacido en el territorio fronterizo de las viejas Misiones Orientales, sospechaba ya
entonces sobre el papel jugado por el Imperio.
En carta fechada el 2 de setiembre de 1953, el embajador argentino en Río, doctor
Juan Cooke, exponía ante su ministro, Jerónimo Remorino algunas consideraciones sobre
este tema: “Itamaraty siempre ha contemplado con recelo cualquier acto de nuestro país
que signifique un acercamiento con las demás naciones del Continente. (…) La geopolítica
de Itamaraty se basa en estimar como lesiva para los intereses del Brasil cualquier unión
entre otras naciones del Hemisferio. (…)la política de Itamaraty obedece al planteo
histórico –que ha heredado del reino de Portugal en sus luchas contra España por el
predomino en América, de un encauzamiento en sentido de intentar y desear el
debilitamiento argentino en el hemisferio, ante la estimación de que, a la larga, será el
único enemigo con potencial suficiente en cualquier plano que podrá enfrentar a Brasil en
Sudamérica. (…) Desde luego, cabe destacar que, mientras la formulación de la política
exterior argentina está basada como las principales premisas de su gobierno, en la
voluntad y tendencias populares, la conducción internacional de la posición brasileña
depende completamente del pensamiento de una minoría que dirige Itamaraty y que se
forma dentro de las concepciones del Barón de Río Branco, modificándolas muy levemente
y sin seguir el compás de los acontecimientos modernos”35.
El Itamaraty de hoy no tiene nada que ver ni con el del Imperio, ni con el de la época
de Fontoura das Neves. La política unificadora que hoy evidencia la diplomacia brasileña
es exactamente lo contrario de lo que informaba don Juan Cooke a su canciller.
Acostumbrado a asentir sumisamente ante las presiones norteamericana, Grondona no
puede entender en la política sudamericana del Brasil de hoy otra cosa que “áreas de
irradiación e influencias” de la misma manera que el Mariano Grondona del Brasil de los
años 50, Carlos Lacerda, pretendía ver afanes expansionistas en el acercamiento de Perón al
Chile de Ibáñez del Campo y al Brasil de Getulio.
El objetivo superior de la UnidadLa propia prensa europea, en este caso española, pareció hacerse eco de estas
preocupaciones “hegemónicas”. El reportaje al canciller Lampreia del diario El País de
Madrid, ya citado, comienza con la siguiente pregunta : “-El diario Miami Herald ha
35 Juan Cooke, Nota al Ministerio de Relaciones Exteriores, 2 de setiembre de 1953.
10
escrito que la cumbre de Brasilia pretende lanzar a Brasil como nuevo líder de América
del Sur. ¿Qué ofrece Brasil para reclamar ese liderazgo?”
He aquí la “imperial” respuesta: “-Brasil llegó a la vida independiente como el
único país de lengua portuguesa, como la única monarquía y, además, como una
monarquía europea. Por ello ha estado siempre muy condicionado por su diversidad.
Brasil tiene como vecinos a 11 países de los cuales 10 son independientes, y siempre ha
estado muy atento a no presentarse como una potencia hegemónica. Hoy, cuando tenemos
ya países democráticos en la subregión, Brasil, con menos razón, pretende presentarse
como líder de nadie”. El periodista hispano, acorde a los nuevos tiempos de prosperidad
imperialista que hoy vive España, insiste: “-Entonces, si la finalidad de la cumbre no es la
de lanzar el liderazgo de Brasil sobre la región, ¿qué pretende?”, como si esta pudiera ser
la única posibilidad de una política internacional. Y la respuesta no deja lugar a dudas: “-
Lo que queremos es que los factores positivos que existen en nuestra región, como la
convergencia democrática, el inicio de un comercio significativo, el proyecto de un
proceso de integración vial, o el concepto de corredores bioceánicos, formen parte de una
idea de fuerza, de un nuevo marco político que camine hacia una mayor integración de
estos países”36.(El subrayado es nuestro)
Mucho más acostumbrado que la prensa española a entender las cuestiones del
mundo dependiente, el periódico inglés The Economist afirmaba con agudeza antes de la
reunión: “Pero sería sorprendente si Brasil no ve en la cumbre el germen de una
Sudamérica unida frente a las conversaciones sobre el ALCA, las que podrían acelerarse
el año que viene. Algunos analistas interpretan la cumbre como otra señal de las
preferencias de Brasil por un Mercosur que sea más extenso, antes que más profundo. Si
quiere ser el gigante amistoso de Sudamérica, más que el Tío Sam del sur, Brasil debería
pensar en imitar el papel de Alemania en Europa y subsumir su estrecha soberanía
nacional en la búsqueda del objetivo superior de la unidad”37.
Un diario montevideano publicó, antes de la cumbre, un artículo del propio Lampreia
en el que expresa:
“Desde que se anunció la realización de la Cumbre, hay dos preguntas que me han
hecho reiteradamente. ¿Por qué una reunión de presidentes de América del Sur, ya que
36 El País, Madrid, del 31 de agosto del 200037 The Economist, Londres, del 25 de agosto del 2000.
10
existen otros encuentros regulares que congregan los gobiernos de América Latina? ¿Y
por qué recién ahora?
Al responder a la primera, sugiero que se piense en el mapa de nuestro continente.
Los doce país que estarán representados en Brasilia comparten un mismo espacio
geográfico claramente definido. Prácticamente una isla, ligada al resto del hemisferio por
el istmo centroamericano. Hace sentido, por consiguiente, sin perjuicio de otros
entendimientos de que formamos parte, que las naciones sudamericanas se unan para
tratar intereses comunes resultantes del hecho incontestable de nuestra cercanía física.
Convencido que era posible dar ese paso, el Presidente Fernando Henrique Cardoso
decidió consultar a sus colegas sobre la posibilidad del encuentro. La reacción favorable
de todos indicó que, además del consenso cuanto a la viabilidad y oportunidad de la
iniciativa, existe la voluntad política común no sólo para concretarla, sino también para
inaugurar una nueva etapa en la integración de nuestro subcontinente. Esta voluntad
política no existe por razones abstractas o retóricas. Al contrario, existe porque todos los
gobiernos de América del Sur se dan cuenta que necesitan unirse para tratar cuestiones
muy concretas que afectan la vida de todos y para hacer el mejor uso posible de los
recursos que compartimos”.38
Resuenan las palabras del discurso con que el presidente Juan Domingo Perón recibió
a su colega brasileño, el general Eurico Gaspar Dutra, al inaugurar el puente de Paso de los
Libres, en Corrientes:
“No puede hablarse de las historias de nuestras patrias, sino de una sola historia.
Tampoco puede hablarse de impulsos nacionales sino de un solo impulso americano,
porque éstos y aquélla, sin desconocer los fuertes valores de ambos pueblos, han sido
siempre un solo y feliz camino hacia el porvenir. (…) Son los destinos del Brasil, destinos
unidos con los de Argentina, los de Argentina unidos a los del Brasil, son los de la
América misma, destinos que se encuentran representados en estas reinvindicaciones de
virtudes para la latinidad. (…) Por esta carretera que se abre para el paso de nuestros
hombres y de nuestros pueblos pasará la nacionalidad continental pronosticada por
nuestros visionarios y consolidada por nuestros empeños. (…) Si somos capaces de vencer
a la naturaleza en sus esquemas telúricos, seamos también capaces de vivir sin fronteras
38 Últimas Noticias, Montevideo, del 27 de agosto del 2000
10
en esta inmensa democracia, donde los afanes son universales y en donde los sentimientos
son fraternos”39.
Nuestra alternativa de hierroLos tiempos no estaban maduros para que aquella invitación estratégica fuese
compartida por nuestro gran vecino. Pero el topo de la historia continuó su trabajo tesonero
y constante. Brasil está hoy ofreciendo al conjunto de los países sudamericanos una gran
propuesta de unidad en la igualdad, la democracia y la justicia, como única alternativa a la
amenaza que sobre nuestra soberanía, y muchas veces sobre nuestra sobrevivencia,
significa el gigantesco poder económico y militar de los EE.UU.
Durante las dos presidencias de Menem la Argentina perdió la posibilidad de
establecer esa alianza estratégica, política, científica y militar que Itamaraty ofrecía al
palacio San Martín. Las relaciones carnales, el desmantelamiento lacayuno del proyecto
Cóndor, el alineamiento automático con Washington, la participación en la vil guerra del
Golfo, el voto en contra de la participación de Brasil en el Consejo de Seguridad, en suma,
la renuncia por parte del ex presidente a cualquier forma de política soberana, convirtieron
a nuestro país en un socio “no confiable”. Brasil ofreció, con muy distinto resultado, una
propuesta similar a Venezuela, gobernada por un presidente patriota. Pareciera que un
nuevo eje, de claras y definidas intenciones políticas, ha surgido entre Caracas y Brasilia.
Mientras tanto, la política exterior argentina si bien ha tomado cierta distancia de la
descarada sumisión de Di Tella y se ha esforzado por revitalizar un Mercosur, debilitado
por la crisis en la que lo sumió Menem, transita por un desvaído y formal declaracionismo
que no termina de convertirse en definiciones.
Por su parte, un vocero del “establishment”, el verdadero poder de la Argentina,
expresa en su columna del diario La Nación: “¿Qué hacer ahora? ¿Cómo definiremos
nuestra identidad? Una estrategia "sudamericana" nos colocaría como segundos del
Brasil. Una estrategia "americana", nos encerraría en nuestro continente. Quizás nos
quede por pensar una estrategia "cosmopolita", de tipo chileno, que nos permitiría retener
algo de la reminiscencia europea y explorar las fantásticas posibilidades de Asia sin
perder por ello nuestra condición americana y latinoamericana”.40
39 Del discurso del general Juan Domingo Perón, pronunciado en Paso de los Libres el 21 de mayo de 1947. La Razón, Buenos Aires.40 Mariano Grondona, La Nación, Buenos Aires, del 13 de agosto del 2000.
10
He aquí, en las palabras de Mariano Grondona, todo el drama de nuestro estúpido
aislamiento, de nuestro patético rastacuerismo, de nuestros definitivamente perdidos
privilegios de país blanco y rico. “Algo de la reminiscencia europea” suspira con nostalgia
en un país en el que la escuela pública ha dejado de enseñar para convertirse en comedor de
los hijos de los desocupados. “Explorar las fantásticas posibilidades de Asia” declara con
afán digno de un agente de viajes,en un país cuyas carnes son rechazadas por Taiwán, por
no ser capaces de superar definitivamente la aftosa.
Hemos logrado ser segundos de Brasil en términos económicos, industriales,
demográficos y hasta de voluntad soberana y no tenemos otra alternativa que sumarnos a la
unidad sudamericana que Brasil propone. Tenemos nuestro desarrollo científico y
tecnológico. Hemos logrado desarrollar la energía atómica y somos capaces de exportar
centrales nucleares. Nuestros ingenieros proyectaron y construyeron el Cóndor, el INVAP
sigue siendo el gran reservóreo de actividad científica en el continente americano. Eso es lo
que tenemos para aportar a la invitación, más una población que, pese a todo, mantiene una
gran homogeneidad e integración, comparada con la de países hermanos, unas
universidades que aún son admiradas en el mundo entero y una tradición artística y cultural
que nos hace singulares. Con estos talentos debemos integrarnos sin vacilación en la Gran
Unidad Sudamericana que esta reunión ha comenzado a construir.
Las palabras de Perón ante los oficiales en 1951 han adquirido más actualidad que
nunca: “La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene
tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres
países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más
extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa
disponibilidad constituye su reserva. (…) Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la
necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina. (…) Pienso yo que el año 2000 nos va a
sorprender o unidos o dominados”.
10
Viejas calumnias para atacar al Mercosur Las opiniones del nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Ignacio Walker
Prieto, sobre el peronismo y el presidente Kirchner, tensaron al máximo las relaciones,
siempre difíciles con nuestros vecinos allende los Andes, y con el presidente Ricardo
Lagos, a quien se consideraba como uno de los mandatarios suramericanos más cercanos a
las preferencias del presidente argentino.
¿Quién es, en primer lugar, este dirigente demócrata cristiano? El profesor Pedro
Godoy del Centro de Estudios Chilenos nos informa desde Santiago: “Pertenece a ‘la gente
linda’, es decir, a nuestros pitucos, futres, palogruesos, es decir, a las elegantes familias de
la clase alta. El apellido paterno le viene de un diplomático que operó en la Guerra del
Pacífico y luego fue tenaz opositor al Presidente Balmaceda. El apellido materno
corresponde a José Joaquín Prieto. Este mandatario, en contubernio con Portales, impulsó
otra reyerta fratricida: la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. El canciller
Ignacio Walker Prieto es un exalumno de esa escuela aislacionista y proimperialista”.
¿De dónde vienen sus argumentos? En 1945 el Senado chileno debe discutir el
nombramiento de un nuevo embajador para la Argentina. El presidente radical Juan
Antonio Ríos había llamado a su embajador a Santiago en junio de 1944 expresando de esta
manera su desacuerdo con el gobierno del general Farrell y su exigencia de
restablecimiento de la normalidad institucional, caracterizada, como se sabe, por el fraude
“patriótico”. Las discusiones senatoriales revelan la influencia que sobre los legisladores
tienen las calumnias gestadas por el Departamento de Estado norteamericano.
Bajo el rutilante nombre del Cuarto Reich, se sostenía que los nazis habían preparado
a la Argentina para la Tercera Guerra Mundial, con el respaldo del presidente Edelmiro
Farrell y su vice Juan Domingo Perón. El senador comunista Carlos Contreras Labarca
denuncia en los debates que nuestro país era el cuartel general del fascismo en América y
que la misión del GOU era agredir a las democracias continentales y alcanzar la hegemonía
continental.
El “anschluss”, una palabra mágicaEn 1946 el ya electo presidente Perón ha logrado la firma de un tratado comercial con
Chile, y la resistencia de conservadores, radicales y socialistas a ratificarlo en el parlamento
10
consiguió un inmediato apoyo de la prensa imperialista. El corresponsal en Buenos Aires
del New York Times sostenía que el tratado se podía “comparar al Anschluss de Austria
con Alemania” y que Chile “se había doblegado bajo la presión económica y la amenaza
argentina de retener los alimentos”. Por su parte el Evening Star intentaba demostrar que
el tratado era una prueba más de las tácticas imperialistas argentinas con los países vecinos
y que Perón intentaba formar un bloque de naciones adverso a los EE.UU. En un artículo de
El Imparcial, en diciembre de 1948, se leía que el gobierno de Washington consideraba
que el tratado perjudicaba los intereses norteamericanos en Chile que, entonces, se
subordinarían al dominio de la Argentina.
Cabe insistir en el peso que la palabreja “anchluss” tenía en los contemporáneos. Se
remitía al inicio del expansionismo hitleriano con la anexión de Austria a la “Grosse
Deustchland” que la película “El Gran Dictador” de Charles Chaplin, había popularizado.
Entre los pequeños ahorristas, los empleados administrativos de las grandes exportadoras
inglesas, los profesionales santiaguinos y los estudiantes universitarios, tanto de la Chile
como de la Católica, entre la perenne “siutiquería” mapochina, la palabra se asociaba a la
invasión a Polonia, a la represión del ghetto de Varsovia, a la Wermacht desfilando con
paso de ganso bajo el Arco del Triunfo de una París ocupada, a las V2 cayendo sobre una
Londres desvelada y resistente.
El maestro de Walker PrietoEl adalid de esta campaña antisuramericana fue el autor del libro con el mismo título
que el artículo de Walker Prieto, “Nuestros vecinos justicialistas”, Alejandro Magnet. Este
hijo de inmigrantes franceses, fundó a fines de la década del 30, la Falange del Partido
Conservador. Era ésta una corriente juvenil del partido de los latifundistas inspirada en su
homónima española y en la llamada Doctrina Social de la Iglesia, que con el tiempo se
convertiría en la Democracia Cristiana. En el marco del arcaico escenario de los partidos
políticos chilenos, este agrupamiento juvenil intentó renovar las filas del conservadorismo
para dar una respuesta moderna y moderada a los problemas sociales que produjeron la
breve experiencia de la República Socialista del general Marmadurke Grove, que no fuera
simplemente el uso indiscriminado de los “pacos” y el confinamiento en una isla
patagónica. Dotados de un cierto desparpajo que escandalizaba la pétrea hipocresía
oligárquica chilena, frente a la anglofilia de sus padres, desplegaron una abierta admiración
10
por la jovialidad y la ausencia de formalidades de los norteamericanos y por su bandera
política en la región, el democratismo panamericano. Justamente su tesis de graduación fue
“Orígenes y antecedentes del Panamericanismo”, investigación que lo llevó a
convertirse en embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), durante el
gobierno de Eduardo Frei Montalva.
Pero, repetimos, el gran momento literario de Magnet fue la aparición de su libro,
“Nuestros vecinos los argentinos”, que en 1953, con motivo de la visita presidencial de
Perón a Chile, convirtió en “Nuestros vecinos los justicialistas”, y que, en la histeria
creada por la embajada norteamericana y la oligarquía chilena, fue un éxito de ventas. La
tesis central del libro, retomada a cincuenta años por Walter Prieto, es que “bajo Perón,
esa nación tenía una política expansionista que aspiraba a enrolar a varios países de
América del Sur en un frente común en contra de Estados Unidos. No era cuestión de ser
pro norteamericanos, sino de no ser utilizados, porque en Chile como en los países
latinoamericanos siempre estaba latente una opinión un poco antiyanqui que era fácil
explotar.” (el subrayado es nuestro)41. Se hace evidente en las palabras de Magnet, que la
razón ampara a Pedro Godoy cuando sostiene: “Esa gente adoctrina, a nuestra población,
en el antiperuanismo, el antibolivianismo y el antiargentinismo. Son docentes eficaces
porque ocupan posiciones claves en los medios, la política y la academia. Desde la
izquierda no existe, en un siglo, una política destinada a desenmascararlos proponiendo
visiones alternativas. El ABC impulsado por la Casa Rosada en 1953 ha encontrado
oposición de unos y otros”. Por otra parte, los sectores antiperonistas radicados en
Montevideo, desde donde conspiraban para derrocar al presidente, financiaron la edición de
esta obra cargada de calumnias sobre la mayoría de los argentinos.
Fue en medio de esta atmósfera que el presidente Gabriel González Videla –que había
alcanzado la presidencia con un frente popular integrado por radicales, socialistas y
comunistas, y al que hasta el gran chamán de las elegías, el mismísimo Pablo Neruda, le
dedicara un untuoso poema admirativo, verso que debió expurgar de sus antologías, cuando
el elogiado empezó a meter presos a los comunistas-, buscó apoyo de otros países
suramericanos para acusar a nuestro país ante la Asamblea General de la ONU de ser una
nación peligrosa para la paz de América. Sólo el Uruguay, gobernado por Luis Batlle, padre
41 De un reportaje a Alejandro Magnet realizado por Macarena Hermosilla.
10
del actual presidente y de quien éste aprendió su anticuado antiperonismo y su
sometimiento a los EE.UU., dio su apoyo al absurdo intento.
De esta época y con los mismos objetivos ha tomado el ahora canciller Walker Prieto
estos argumentos que ya eran patéticos y mendaces cuando fueron elucubrados.
El imperialismo de PerónPero este renacer de los argumentos de posguerra ha tenido un eco en Brasil.
Pocos días después del nombramiento del nuevo canciller chileno, otra noticia rebotó
en las redacciones argentinas y fue publicada por el matutino de negocios Infobae. La
revista carioca Veja anunció el lanzamiento de un libro –Crónica de una Guerra Secreta-
escrito por un ex diplomático brasileño, Sérgio Corrêa da Costa. Según el artículo el libro
“aporta nuevas informaciones para explicar la fidelidad del régimen peronista a Adolf
Hitler, y concluye que esa opción se debió a que el caudillo argentino contaba con
dominar toda Sudamérica si las fuerzas del Eje ganaban la guerra”. Sigue la nota
publicada en Argentina: “Esa hipótesis se basa en un mapa hallado en poder de un espía
alemán asesinado en Río de Janeiro en 1941 por agentes del servicio secreto británico. De
acuerdo a ello, “Argentina pasaría a ocupar naciones enteras, como Paraguay y Uruguay,
y se dividiría con Brasil parte del territorio de otras como Bolivia y Perú”.
Tanto el artículo de Walter Prieto, publicado el 6 de mayo de 2004 en El Mercurio de
Santiago de Chile, como las declaraciones y adelantos del ex embajador brasileño tienen en
común una enconada resistencia a Perón y al peronismo, fundamentalmente en su política
suramericana de establecer una alianza estratégica con Brasil y con Chile –lo que se llamó
el ABC de Perón-. Y sus argumentaciones e injurias lejos de ser nuevas, no hacen sino
repetir, cincuenta años después, lo que los plumíferos y escribas al servicio de “los dueños
de fincas” –la vieja oligarquía chilena- y de los fazendeiros y exportadores cafetaleros de
Brasil sostenían y escribían durante la década del 40 y mitad del 50.
Ya durante la Segunda Guerra Mundial, y después de la revolución militar de Junio
de 1943, el Secretario de Estado norteamericano Cordell Hull, sostenía tener información
sobre planes detallados del “círculo ultranacionalista del Ejército en la Argentina” que
planteaban la formación de un bloque antinorteamericano en Suramérica. Por su parte, el
presidente Franklin Delano Roosevelt advertía a sus jefes de Estado Mayor que estuviesen
10
preparados para defender al Paraguay y al Uruguay (“y a todos los estados vulnerables”)
de un ataque militar argentino42.
Un anciano embajador brasileño se confiesa espíaEn esos días -1944 a 1946- el cargo de segundo secretario de la Embajada de Brasil
en la Argentina era ocupado por un joven diplomático, quien unos años antes había
publicado el libro As quatro coroas de D. Pedro I, en el que expresa su admiración por el
fundador del Imperio de Brasil al que los paisanos de Artigas le asestaran una gran derrota.
Se trataba justamente de Sérgio Corrêa da Costa, el mismo diplomático al que se refiere la
nota de Infobae.
Este funcionario de la Itamaraty de los tiempos de João Neves da Fontoura y de Raul
Fernandez, terminado su período en la legación de Argentina es trasladado con el mismo
rango diplomático a la Embajada de Brasil en Washington donde revista durante el bienio
1946-1948. Este último año, como lo ha contado en un reportaje periodístico, se hallaba tan
sólo a cinco metros del lugar en que era asesinado el caudillo popular colombiano Jorge
Eliécer Gaitán el 9 de abril, mientras se celebraba la IX Conferencia de la OEA. En el
siguiente bienio se desempeña como cónsul de su país en Los Angeles, donde aprovecha el
tiempo para hacer un posgrado de Historia, Economía y Geografía Económica en la
Universidad de California. En 1951, ya de regreso en su país, cursa estudios en la Escuela
Superior de Guerra. Posteriormente, en la década del 60, Corrêa da Costa llegará a ser
Embajador en Londres, representante permanente en las Naciones Unidas y, por fin,
embajador de Brasil en Washington. Una vez jubilado, y radicado ya en París, fue
incorporado a la Academia Brasileña de Letras, ocupando la silla 7. Es en estos años que
consigue engrosar su jubilación trabajando como consultor en una afamada empresa
norteamericana, la Kissinger Associates. Cómo se ve se trata un hombre del servicio
exterior brasileño con fluidos contactos con la diplomacia y los servicios de inteligencia
norteamericanos.
El 10 de junio de 2002 el veterano diplomático fue entrevistado por el Jornal do
Brasil, el ultraconservador diario brasileño. En ese reportaje, después de contar una
increíble historia acerca de un agente alemán, muerto en plena calle Paysandú de Río, a 42 “Historia General de las RR.EE. de la República Argentina”. La obra constituye la única historia general de nuestra diplomacia, ha sido escrita bajo la dirección de dos preclaras figuras de la cancillería menemista, Carlos Escudé y Andrés Cisneros y se puede encontrar en el siguiente URL: http://www.argentina-rree.com/13/13-010.htm .
11
quien se le habría encontrado el famoso mapa alemán, Corrêa da Costa confiesa a la
periodista Denise Assis que durante aquellos años “acompañó decisiones políticas y
militares no sólo como funcionario de Itamaraty –encargado en esa época del Archivo
Histórico de Buenos Aires- sino también como joven inquieto, que por no tener chance de
ser convocado al frente, por la función que desempeñaba, hice una guerra particular”. La
periodista le pregunta entonces si esto quiere decir que actuó como espía para los aliados.
La respuesta del dulce anciano fue: “Usted me acaba de arrancar un secreto de más de 50
años, que no he revelado ni a mi mujer. Mis actividades como espía incluían encuentros
furtivos en cines, teatros y restaurante con eventuales colaboradores de los servicios inglés
y americano”. Y termina su confesión diciendo: “Si fuese mi superior y supiese la mitad de
lo que he hecho, me hacía dimitir. Hice locuras por la causa”. A esta altura no es necesario
aclarar que la causa a la que se refiere Corrêa da Costa es la de EE.UU. y el Reino Unido,
no la del país que le pagaba su sueldo. Este confeso espía a las órdenes de ingleses y
norteamericanos es quien desempolva la descabellada acusación contra Perón, de la que el
diario de Haddad se hace cargo.
La prensa oligárquica e imperialista de Brasil denuncia a Perón y al ABCLa prensa brasileña, expresión de los grandes fazendeiros, de las firmas exportadoras
y del viejo Brasil al que Getulio Vargas estaba poniendo fin, lanzaba, entonces, una
andanada de ataques a la política regional de Perón, presionando sobre el presidente
brasileño para mantener al país en su “alianza no escrita” con los EE.UU.
El “Jornal do Commercio”, diario conservador liberal, abiertamente opositor y
expresión de los viejos intereses exportadores, publicaba, en 1953, un extenso artículo
donde se leía: “Evidentemente nadie está tomando en serio el plan megalomaníaco (…)
que sería simplemente habladuría, si no fuera, como es en los hechos, una expresión de los
incorregibles pruritos hegemónicos y totalitarios del hombre que se convirtió en dictador
constitucional de la en otro tiempo libre y progresista Argentina, y que vive agitado por el
sueño de restaurar la política de esclavitud, de destrucción de la libertad y de agresión a
los propios pueblos vecinos, que marcó el siniestro período de la tiranía de Rosas en
Buenos Aires. (…) Desea establecer una especie de ‘anschluss’ en la América Latina. Una
especie de alianza entre algunos pueblos sudamericanos para la imposición y propagación
de las teóricas virtudes del nuevo orden erigido en las márgenes del Río de la Plata, como
11
instrumento capaz de resucitar el imperialismo ingenuo y provinciano que hace un siglo
fundaba el tirano Rosas en la derrota y el oprobio”43.
El diario “O Jornal” de la cadena del magnate Assis de Chateaubriand, un admirador
del Imperio y de la política exterior de Pedro II, mentía a sabiendas, cuando en la misma
época sostenía: “Antes de emprender su viaje el general Perón habló a periodistas
chilenos y les anunció que va a realizar el ‘anschluss’ de Chile y Argentina”44.
Pero el que con mayor extensión se dedicó al tema fue el “Diario de Noticias”. Por
entonces publicaba: “Sucede que mientras Brasil, fiel a sus tradiciones de conducta en
materia política continental tiene en mira solamente los graves problemas de ultramar y
las cuestiones internas, la Argentina, bajo el dominio del general Perón, va creando una
peligrosa hegemonía en la parte sur del hemisferio. El imperialismo argentino procura
saltar los Andes e imponerse en Chile, cruzar el río Paraguay y hacerse sentir en el país
guaraní, proyectarse en el altiplano boliviano y ganar a continuación el Perú y llegar
hasta las selvas tropicales y establecerse en Ecuador”45.
Hasta el año 1953, al frente de Itamaraty se desempeñaba João Neves da Fontoura, un
antiguo compañero de armas de Getulio Vargas en la revolución del 30, a quien el
historiador brasileño Luis Alberto Moniz Bandeira ha calificado como “uno de los más
hábiles abogados del imperialismo norteamericano”46. Y los motivos de su renuncia están
también vinculados a la política que Perón impulsa desde Buenos Aires. Según sostuvo el
periodista Carlos Lacerda –el arquitecto periodístico del golpe que terminó con el último
gobierno y con la vida de Vargas–, Neves le contó que debió renunciar porque tuvo que
“repeler” a un emisario de Perón a Vargas, que había venido directamente a entenderse
con Getulio, pasando por encima de su ministerio47. Itamaraty consideraba que las
relaciones exteriores eran cuestiones de su exclusiva incumbencia, por encima del poder
presidencial, tal como lo denunciara Perón en su famoso discurso en la Escuela de Guerra
el 11 de noviembre de 1953.
43 Nota de Juan Cooke a la Cancillería argentina, 20 de febrero de 1953.44 Recorte adjunto a ibídem.45 Ibídem.46 Moniz Bandeira, José Luis, Presença dos Estados Unidos no Brasil, Civilização Brasileira, Río de Janeiro, 1973.47 Lacerda, Carlos, Depoimento, Nova Fronteira, Río de Janeiro, 1976.
11
Ataquen al MercosurDe esta fragua oligárquica e imperialista procedían y proceden los ataques a la
política suramericana de Perón. No es, por eso, de extrañar que reaparezcan en el momento
en que ese proyecto, cristalizado en el Mercosur comienza a avanzar desde sus inicios
meramente comerciales, hacia acuerdos políticos, científicos, culturales y militares. Nacido
en el momento en que la caída del muro de Berlín y la implosión del bloque socialista
robaba toda la atención del imperialismo, el Mercosur ha entrado en una nueva etapa con el
acercamiento y la invitación a la Venezuela bolivariana, con el pedido de incorporación de
Panamá, hoy presidido por Martín Torrijos, y ha logrado poner en barbecho el ALCA, el
proyecto norteamericano de dominio en la región.
Las antiguas usinas ideológicas del imperialismo han regurgitado sus campañas de
confusión. El enemigo no es Perón, a quien estas mentiras poco pueden afectarle, ni su
ABC, visión profética y guía para los nuevos tiempos, sino la unión real y concreta de
nuestras pequeñas repúblicas sin poder. Lo que se intenta impedir es la creación de una
empresa energética suramericana. Lo que se quiere evitar con estas calumnias es la unidad
de nuestros ejércitos en un proyecto continental de defensa de nuestros recursos naturales,
de nuestra agua y nuestra selva. Nuestra capacidad para producir centrales nucleares,
submarinos atómicos y proyectos espaciales, con independencia del sistema imperialista, es
el objetivo de los ataques.
Ya es tarde para que los pueblos suramericanos vuelvan a ser engañados. El gallo de
nuestra aurora ha vuelto a cantar.
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El Siglo XXI nos encontró, por fin, unidos
“La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. (…) Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina”.
Juan Domingo Perón, Conferencia del 11 de noviembre de 1953, en la Escuela Nacional de
Guerra.“Sólo la unidad redimirá a los pueblos latinoamericanos”
Jorge Abelardo Ramos, Historia de la Nación Latinoamericana.
La férrea unidad y convicción de los gobiernos del Mercosur -Argentina, Brasil,
Uruguay y Paraguay-, y de Venezuela logró algo que, hace tan sólo unos años, hubiera
parecido imposible: impedir de modo casi irreversible la firma del nuevo estatuto colonial
norteamericano, el ALCA.
Las fauces del chacal de Iraq se fueron, esta vez, limpias de sangre. El presidente
George W. Bush se retiró de Mar del Plata sin haber logrado asestar su feroz dentellada
sobre Suramérica. Un desgarbado y ceceoso presidente argentino había puesto en negro
sobre blanco la insalvable contradicción entre los intereses imperialistas norteamericanos y
el interés de los pueblos y la patria americana, había denunciado ante todo un continente la
responsabilidad yanqui sobre las feroces dictaduras militares, el despotismo saqueador de
los organismos financieros internacionales y la arbitrariedad de un ALCA que aporta
beneficios para una sola de las partes. En la voz del presidente argentino Néstor Kirchner se
resumió un siglo de pensamiento y acción nacionales.
Manuel Ugarte, el socialista precursor, Hipólito Yrigoyen, el del repudio a la invasión
a Santo Domingo, Juan Domingo Perón, el domador de Spruille Braden, se expresaban en
la palabra del presidente argentino, convertido en vocero del más potente bloque que
conoce la historia de América Latina. Este conjunto de países no sólo constituye la
representación del 75 % del PBI del continente -como le informó, con sequedad, el
presidente Kirchner a un insolente lenguaraz de la propuesta colonial, durante las arduas
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negociaciones en las que los imperialistas yanquis intentaron doblegar la firmeza sureña-,
sino una convergencia que hace pie en el centro geopolítico del continente, que unifica las
cuencas del Orinoco, del Amazonas y del Plata, que se abre en riquísimo balcón al mar
Caribe y que extiende sus raíces hacia el centro andino. Si el fracaso de don Gaspar de
Guzmán, el Conde Duque de Olivares, en sostener la unidad hispano-lusitana permitió el
desarrollo de la hegemonía inglesa, la consolidación de esta unidad luso – hispánica en el
Nuevo Mundo se ha convertido en el principal freno y balance a la expansión angloyanqui.
Pese a las dificultades y a las gigantescas presiones políticas, económicas y hasta
militares, el Mercosur superó una de sus más difíciles instancias. Ni los desacuerdos
mercantiles entre Argentina y Brasil, ni los enojos de Uruguay por la desaprensiva
irresponsabilidad de un gobernador argentino, ni la seducción artillada de los yanquis sobre
el Paraguay pudieron debilitar la firmeza y solidez del acuerdo mercosuriano.
Tampoco lo logró la prepotencia charra del presidente mexicano, convertido en
abogado de las maquiladoras y sumiso correveidile de su poderoso vecino. Y la fortaleza de
esta nueva unidad, que Perón imaginaba hace sesenta años, puso sordina a los puntos de
vista del presidente de Chile, Ricardo Lagos, un defensor de los Tratados de Libre
Comercio, que debió reconocer, con cortés prudencia, la intransigencia argentino-
brasileña.
Mientras el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, acompañado por Evo Morales y
Diego Maradona, daba expresión multitudinaria y plebeya a lo que se debatía en el Hotel
Hermitage, Néstor Kirchner, anfitrión del encuentro y expositor de la negativa al ALCA,
ponía en un lenguaje diplomático pero contundente el punto de vista de un nuevo bloque
político continental que, en Mar del Plata, tuvo su bautismo de fuego.
Mención aparte merecen los grupúsculos sedicentemente izquierdistas que se negaron
a entrar al Estadio Mundialista donde se desarrolló la Cumbre de los Pueblos. Baste decir
que se oyó a algunos de sus dirigentes repudiar al presidente venezolano por citar a Juan
Perón y por mezclar la figura del gran caudillo argentino con la del Che Guevara. Como
esos fracasados amantes que, cuando más evidente se hace su impotencia, más gritan y
pegan a la mujer que infructuosamente los espera, estos elementos forman parte objetiva, y
en muchos casos subjetiva, de la campaña imperialista contra esta nueva resistencia
continental. Herederos de la vieja izquierda cipaya juanbejustista, enemigos de los
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movimientos nacionales y de la unidad latinoamericana, estólidos energúmenos
divisionistas, son, para usar una conocida frase del general Perón, “como bostas de
paloma, ensucian, pero no dan olor”.
Después de estas históricas jornadas y como homenaje a aquel profeta, también
vinculado existencialmente a la Patagonia, creo que ésta es la mejor síntesis del nuevo
momento que aquí se abre: el siglo XXI, por fin, nos encontró unidos.
Buenos Aires, 7 de noviembre de 2005.
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Las elecciones del Brasil determinan el futuro inmediato de Latinoamérica
Patria Grande o ImperialismoAl momento de escribir estas líneas no se conoce aún el resultado de la segunda
vuelta electoral en Brasil. Que el presidente Lula obtenga más del 50 % o que lo haga el
candidato de la plutocracia paulista, Gerardo Alckmin, determinará el rumbo del proceso de
integración política que vive el sur del continente americano.
El primer período presidencial de Lula puso en blanco sobre negro las enormes
dificultades sociales y políticas que implica el intento de modificar la principal economía
capitalista de la región y una de las más dinámicas del mundo. Las leyes del desarrollo
desigual y combinado han dibujado un Brasil que encierra en su seno desde el despilfarro
obsceno de la calle Oscar Freire de San Pablo –paraíso consumista para las 500 familias
que absorben el 44% del ingreso nacional- hasta las economías recolectoras de las tribus
indígenas de la selva amazónica. Extensos e improductivos latifundios conviven con
millones de campesinos cuya sed de tierra es una reivindicación que Lula no logró
satisfacer. La improductividad agraria del nordeste contrasta con el capitalismo agrario del
sur, así como la belleza y sofisticación de Ipanema se mira en el espejo de la exclusión de la
Rocinha. El rostro, aparentemente lozano y eufórico, de la burguesía paulista tiene su
contrapartida en la sordidez del empresariado que, desde la cárcel, maneja la droga, el
juego, la prostitución y el tráfico de armas, a la vez que sostiene los sistemas de protección
social de las favelas, en las que el Estado nacional brilla por su ausencia.
Es muy posible que Lula no haya podido satisfacer las tres exigencias fundamentales
de sus electores: “café da manhâ”, “amoço” y “yantar”. Pero ha sabido, pese a todo,
mantener la confianza de su gente, que sabe que lo que le preparan los bandeirantes
paulistas es más explotación, más privilegio y más exclusión. Más allá de estas dificultades
–y de las limitaciones y errores políticos del PT- Lula sigue siendo el líder de los pobres
del Brasil, sigue siendo el instrumento con el que los sectores más postergados de una de
las sociedades más injustas del mundo dan batalla a los gobernadores cangaceiros. Ha
triunfado en los estados hasta este momento manejados como feudos propios por las
oligarquías latifundistas y mantiene el apoyo del núcleo social que lo llevó a la presidencia.
Pero hay algo de la política de Lula que merece una especial dedicación –y que
quizás sea el principal motivo de la verdadera “unión democrática” que se formó en su
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contra- y es el de su política de acercamiento y alianza con el presidente Chávez de
Venezuela y el de Argentina, Néstor Kirchner.
La principal arquitectura política para la unidad de América Latina está hoy –más allá
de los gustos personales- expresada por el eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires. Ha sido esta
combinación la que aplastó, en Mar del Plata, el intento yanqui del ALCA. Y ha sido esta
combinación la que ha dado alas políticas al Mercosur, que bajo la hegemonía de la
burguesía brasileña y de la abulia menemista y delarruísta, agonizaba sin remedio. Una
eventual victoria del candidato de la plutocracia, Gerardo Alckim, pondría punto final a esta
alianza, para beneplácito de Washington y el orate que maneja sus destinos, reintroduciría
algún tipo de propuesta ALCA y, sobre todo, intentaría frenar por todos los medios el
proceso nacionalizador y patriótico que encabeza Evo Morales en Bolivia. La presidencia
de Alckim sería, ni más ni menos, que llevar al Planalto a Petrobras y su política
saqueadora. Sería convertir en política de estado los aprietes, chantajes, sobornos e intrigas
que la semiprivada empresa petrolera brasileña ha impuesto en estos días al gobierno del
Palacio Quemado.
De ahí que, como en todo momento crucial, el imperialismo y la avidez de la
burguesía brasileña han encontrado el imprescindible aliado de izquierda que, en el
consabido juego de pinzas, se necesita para debilitar un poder nacional y popular. La
candidata Heloisa Helena Lima puede exhibir los dudosos laureles de un porcentaje de
votos que ha impedido que Lula ganase en la primera vuelta. Con un discurso en el que
prima el típico moralismo de clase media, carente de una visión de conjunto y con una
aparente y evangélica ingenuidad, Heloisa Helena ni siquiera dará el apoyo a Lula para la
segunda vuelta. La Confederación Industrial de San Pablo, la crápula del partido liberal, los
tecnócratas socialdemócratas y Condoleeza Rice han encontrado el aliado que necesitaban
para jaquear al pueblo brasileño y debilitar a Venezuela, Bolivia y Argentina.
La consolidación y desarrollo de la Patria Grande depende en enorme medido de lo
que ocurra el domingo 29 de octubre en el Brasil. Si pudiéramos votaríamos a Lula con las
dos manos.
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La Patria Grande: una nueva y gloriosa Nación “Nada hay más poderoso en la Tierra que una idea cuya
hora ha llegado”
Rubén Darío
El 9 y 10 de diciembre se acaba de celebrar la cumbre de presidentes suramericanos
que ha dado nacimiento a la Comunidad Suramericana de Naciones (CAN). En reuniones
llevadas a cabo en dos lugares de altísimo nivel simbólico para los hombres y mujeres del
continente, en Cusco (o Coshco, en la fonética incaica), la vieja capital del imperio Inca, y
en la Pampa de Quinua, escenario de la batalla de Ayacucho, los presidentes de la región y
sus representantes sentaron las bases de la unidad de la Patria Grande, integrando a
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam,
Uruguay y Venezuela.
La reunión ha sido la culminación de un largo proceso que comenzó el mismo 10 de
diciembre de 1824 cuando combatientes de todos los rincones del continente, y hasta
irlandeses y polacos irredentos y republicanos británicos, encabezados por un general de 29
años, José Antonio de Sucre, pusieron fin a más de 300 años de dominación realista
española. En el atardecer de ese día victorioso, no disipado aún el humo y la polvareda del
combate, comenzaba también el proceso de nuestra balcanización, de nuestra
fragmentación en decenas de pequeños estados impotentes, dominados por voraces
oligarquías. La unidad continental de la heredad hispánica, núcleo central del pensamiento
y los trabajos de San Martín, O’Higgins, Artigas y Bolívar se dispersaba en remedos de
naciones, muchas veces enfrentadas entre sí por un patético nacionalismo de campanario.
Los intereses del imperialismo británico, primero, y del yanqui, posteriormente,
vieron facilitada y favorecida su acción por ese desmembramiento. Y en ese mismo
momento, entre los brindis y los vivas, comenzaba también la tarea de reconstruir la unidad
de los fragmentos dispersos, labor ciclópea que ocuparía a los mejores corazones y las
mejores cabezas del continente durante 180 años. José María Torres Caicedo, el venezolano
que en Europa representó a su país, forjador del concepto “latinoamericano” y de una
confederación que incluía al Brasil, es en la segunda mitad del siglo XIX, el precursor de
este renacimiento. La brillante generación literaria y política del modernismo, con Rubén
Darío, José Martí, Rufino Blanco Bombona Manuel Ugarte, Santos Chocano, García
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Monge, retoma el viejo ideario al que suscribirán continuadores como Gabriela Mistral,
Joaquín Edwards Bello y Arturo Uslar Pietri. Víctor Haya de la Torre, desde el Perú
indoamericano, Carlos Pereyra y José Vasconcelos, desde el curso abierto por la revolución
mexicana, toman el relevo para que, ya en tiempos más cercanos, Juan Domingo Perón, en
el Plata, Carlos Ibáñez del Campo, en Chile, y Getulio Vargas en el nuevo Brasil industrial,
vuelvan a desplegar en proyecto concretos, ese viejo intento de tener el tamaño de un
continente.
En la Argentina, la Izquierda Nacional -cuya tradición asumimos y pretendemos
continuar- ha desplegado la bandera de la Unidad Latinoamericana y la finalización de la
obra que San Martín y Bolívar no pudieron ver realizada, como la tarea estratégica para la
culminación de nuestros sueños de independencia y justicia social. Las obras de Aurelio
Narvaja, de Jorge Abelardo Ramos, de Jorge Enea Spilimbergo, de Blas Alberti y muchos
otros compañeros que aún nos acompañan, han sido, en el final del siglo XX, la
culminación política e intelectual de esa larga historia abierta en aquel crepúsculo de la
Pampa de Quinua.
Hoy la Patria Grande está en marcha. Ya no es tan sólo un iluminado proyecto. La
constitución del Mercosur, el impulso dado por el presidente Lula da Silva a la realización
de esta cumbre, la presencia de la Venezuela bolivariana conducida por el Comandante
Chávez y, también, la decisión puesta de manifiesto por el doctor Eduardo Duhalde como
Secretario Ejecutivo del Mercosur para crear y defender la Unión Suramericana, hablan a
las claras de que los tiempos de la balcanización han llegado a su fin.
La ausencia del presidente argentino Néstor Kirchner a las reuniones de Cusco y
Ayacucho impidió que la Argentina expresase su voluntad continental en el más alto nivel
de su magistratura. Solamente razones vinculadas a la seguridad del Estado justificarían tal
ausencia. Si, como pretende cierta prensa adversa al gobierno, las razones han sido los
roces y enfrentamiento con Eduardo Duhalde por cuestiones electorales en los municipios
del gran Buenos Aires, esta ausencia sería, para decirlo en términos clásicos, algo peor que
un crimen: sería un error.
La VI Conferencia de ministros de Defensa de toda América, celebrada días antes en
Quito, demuestra la magnitud de ese error. La brutal e insolente ofensiva del carnicero del
verdugo de Faluya, Donald Runsfeld, en el sentido de sumar a las Fuerzas Armadas y la
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Policía del continente a la llamada “lucha contra el terrorismo”, que no es otra cosa que
una gigantesca operación policial a escala planetaria contra la resistencia del mundo
semicolonial, fue parada en seco por el vicepresidente y ministro de Defensa del Brasil,
José Alencar quien sostuvo que las Fuerzas Armadas deben limitar su tarea a la defensa de
la soberanía nacional, y no involucrarse en tareas policiales. “La cooperación política que
se construyó a lo largo de más de medio siglo, desde la creación de las Naciones Unidas,
tornó condenable el uso unilateral de la fuerza en el escenario internacional”, dijo Alencar
en una referencia directa a la invasión estadounidense en Irak y añadió que “la acción
internacional, en la medida en que afecte la comunidad de naciones, debe partir de
entendimientos y decisiones multilaterales”. Y la fuerza de las palabras de Alencar se
basaba en su representatividad del bloque suramericano que en Perú salió a buscar su
definitiva organización.
La declaración de Ayacucho sostiene que los países firmantes “reafirmamos nuestro
respaldo a los legítimos derechos de la República Argentina en la disputa de soberanía
relativa a la cuestión de las Islas Malvinas” y que “recordamos el interés regional en que
la prolongada disputa de soberanía entre la República Argentina y el Reino Unido de
Gran Bretaña e Irlanda del Norte sobre dichos territorios alcance una pronta solución de
conformidad con las resoluciones y declaraciones de las Naciones Unidas y la
Organización de los Estados Americanos”. Era casi imprescindible que llevase la firma de
puño y letra de nuestro presidente, que después de años de olvido ha vuelto a poner en la
agenda política el tema de nuestra soberanía en el Atlántico Sur.
Por el contrario, la CGT, conciente de la magnitud del momento histórico, estuvo
presente en las ceremonias del Cusco y Ayacucho e hizo conocer una vibrante declaración
que finaliza con la afirmación de que “la clase trabajadora debe ser la columna vertebral
en la unidad suramericana”.
180 años de nefastos desencuentros, de extenuantes enfrentamientos, de debilitadora
división han comenzado a ser historia. La unidad del continente íberoamericano ha vuelto a
estar en nuestras propias manos. Y como en Ayacucho, los criollos vamos a estar a la altura
de las exigencias de la hora.
Publicado en Patria y Pueblo, diciembre de 2004.
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12 de octubre: El mandato del Inca Yupanqui ¡Cuba! al fin te verás libre y pura
Como el aire de luz que respiras,
Cual las olas hirvientes que miras
En tus playas la arena besar.
Aunque viles traidores le sirvan,
Del tirano es inútil la saña;
¡Que no en vano entre Cuba y España
Tiende inmenso sus olas el mar!
El joven cubano José María Heredia, recién expulsado de su isla verde por el
gobierno colonial, escribía estos versos del Himno del Desterrado, con sagrado odio a quien
aherrojaba su Patria y la separaba del resto de Iberoamérica, libre ya de la regencia
peninsular. El argumento geográfico, la inmensidad del mar océano, se le presentaba, en su
desesperación, como el argumento último y definitivo de su convicción y lucha
independentistas.
En su Antología Poética Hispano Americana publicado por la Academia Argentina de
Letras con el título Poetas Hispanoamericanos en Buenos Aires, 1949, don Calixto Oyuela
agrega, a renglón seguido de las inflamadas estrofas heredianas: “¡Lástima que no suceda
lo mismo entre Cuba y los Estados Unidos!”.
Entre el grito enérgico del poeta caribeño y el comentario irritado del crítico
rioplatense se plantea, creo, la tensión de nuestra relación con España.
Las guerras de la Independencia debían afirmar la ruptura y la distancia. La carta
jamaiquina del Libertador Bolívar rezuma odio al opresor hispánico, condena sus asesinatos
y saqueos, reivindica a Atahualpa y a Moctezuma y desprecia a Carlos IV y a Fernando.
José de San Martín insulta a los “godos” y a los “maturrangos”. Por encima de ellos
resuena potente el discurso del inca en las Cortes de Cádiz: “Un pueblo que oprime a otro
no puede ser libre”, la protesta fundadora del delegado de ultramar en la única instancia que
hubiera permitido la creación de una gran nación hispanoamericana.
Por eso, Vicente López y Planes anuncia “oíd el ruido de rotas cadenas”, que
también molesta a Oyuela. Por eso denuncia “¿no los veis sobre México y Quito arrojarse
con saña tenaz?” La afirmación de la Independencia requería energía espiritual y
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justificativo moral. La España absolutista que aplasta a las Juntas y que traiciona el espíritu
democrático y jacobino de la guerra contra Napoleón se merece la ira de los españoles
americanos.
Pero esa soberbia autonómica y ese amor a la libertad no han surgido de la nada. Es el
resultado de trescientos años de mixtura, de fusión. De doloroso, sangriento y difícil
mestizaje, en el cual ya nada o casi nada queda de aquellos brutales y valientes aventureros,
ni de los hombres y mujeres que vieron y sufrieron su llegada.
Para los hispanoamericanos que pasan del siglo XIX al siglo XX, quien se levanta
amenazante no es ya el desaparecido imperio español. El Nuevo Mundo ha adquirido su
independencia, pero una veintena de pequeñas repúblicas son presa fácil para la voracidad
anglosajona yanqui. Con las cañoneras y el Destino Manifiesto, Washington hace aparecer
o desaparecer países a su antojo, mientras que el Reino Unido incorpora las llanuras del
Plata a su imperio de préstamos y manufacturas.
En ese momento reaparece el sentimiento de pertenencia a otra cultura, a otra
religión, a otra lengua. Descubrimos en Nuestra América una relación con un pedazo de
Europa que cien años después no terminaba de recuperarse del peso de su imperio y de su
pérdida, para entrar al siglo XX.
La idea de la “raza” surge de aquella generación del 90 que vio en Cuba cómo salían
derrotados los españoles y entraban, vulgar e inconteniblemente, Teddy Roosevelt y
Rudolph Hearst. Y repercute en la América española que ve cómo se arranca a Panamá de
Colombia, cómo se pierde Puerto Rico, cómo se intenta invadir Venezuela para cobrar una
deuda.
A “la Raza”, como ha escrito en estos días el chileno Pedro Godoy, “el Presidente
Irigoyen le confiere en Argentina rango de efeméride”. Y los pueblos la hicieron propia. Y
cuando la España de 1812, la de las Juntas y los fueros, se vuelve a levantar contra el
despotismo y corre en la península sangre de hermanos, América es apoyo a combatientes
populares y refugio de perseguidos. Y cuando el hambre sitia a España, por maniobra
inicua y criminal del imperialismo anglosajón, América es trigo para los españoles y Evita
Perón el abrazo fraterno y solidario.
Hoy España es para nosotros, herederos de aquellos españoles americanos, de
aquellos pueblos en los que se mezcló la sangre de blancos, indios y negros, la que se
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quedó con nuestro petróleo, la que acumula las ganancias de nuestras telecomunicaciones,
la que garantiza con la firma de su testa coronada el cumplimiento del Tratado de Madrid,
la que desprecia a los sudacas, la que se integra a Europa alejándose de América. Es la que
ayuda al golpe escuálido contra Chávez y los venezolanos. Es la que levanta muros sobre
las fronteras de la abundancia. Nuevamente renace la vieja tensión de los tiempos de la
Independencia.
Pero si Numancia se llamó el mejor regimiento hispanoamericano, incorporado por
San Martín a su ejército, seguramente Ayacucho, Junín o Bahía Cochinos podrá llamarse la
nueva legión de españoles que asuman sobre sus hombros la tarea que hace ya casi dos
siglos les espetara el Inca Yupanqui: “Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”.
En ese momento, la Hispanidad adquirirá su monumental sentido de crear un mundo
al que en vano “tiende inmenso sus olas el mar”.
Buenos Aires, 12 de octubre de 2005.
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Las disputas fronterizas como expresión del nacionalismo
balcanizador
El doctor Fermín Toro Jiménez, historiador y actual Embajador Representante
Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante las Naciones Unidas, escribía
hace poco unas reflexiones acerca del Surgimiento y Desaparición de la Gran Colombia.
En esas magníficas líneas, inspiradas en un necesario y profundo revisionismo histórico
latinoamericano, exponía las principales razones políticas y diplomáticas que llevaron a la
aparición de Venezuela, como supuesta nacionalidad independiente y separada de la inicial
arquitectura bolivariana.
He aquí su visión: “Este golpe de gracia fue el resultado de una habilidosa
diplomacia que al mutilar y disolver la República dejó simultáneamente en reemplazo una
constelación de pseudo Estados sin consistencia interna, al garete, excéntricos e inermes,
aislados unos de otros, sometidos a un régimen de dependencia y subordinación
económica y política sin futuro ni viabilidad política”.
En una labor similar a la realizada en el Río de la Plata por el revisionismo histórico
-desde José María Rosa a Jorge Abelardo Ramos, Washington Reyes Abadía, Vivián Trías
y Alberto Methol Ferré-, el historiador venezolano encuentra en la diplomacia inglesa, en
las maniobras del Primer Ministro George Canning, la causa última de la balcanización de
la Gran Colombia. Con poderosa visión vislumbra que la creación simultánea de cuatro
seudo nacionalidades -Grecia, Bélgica, Uruguay y Venezuela- correspondió a los mismos
designios y con las mismas o similares motivaciones: “Estados creados desde afuera por
la ‘benevolencia’ de un poder extraño y ajeno a ellos como reflejo de estructuras
internacionales, es decir como repúblicas de fachadas requeridas y diseñadas por los
intereses imperiales británicos”.
Según el mismo autor, con la muerte del Libertador en 1830 “se abre un prolongado
ciclo histórico de retrocesos para los pueblos de Venezuela, Colombia, Ecuador y
Panamá, en que paso a paso se impone la presencia en los antiguos territorios de la
República extinta de una Oligarquía vernácula, variopinta y circunstancial de mentalidad
eurocéntrica antibolivariana, anticolombiana y neocolonial”.
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La reflexión formulada por Toro Jiménez viene a cuento en el momento en que
comenzamos a preguntarnos cuáles son y serán las dificultades, los escollos y las
acechanzas que este magnífico e inédito proceso de unificación continental, que hoy viven
nuestros pueblos, encontrará a medida que se desarrolle y expanda.
Los designios imperialistasCon toda seguridad, como en el siglo XIX , la principal fuente de dificultades
proviene, y provendrá, de la potencia hegemónica que ha ocupado el papel que el Reino
Unido desempeñaba entonces: los EE.UU.
Si bien el Reino Unido nunca renunció al uso de las armas y el bloqueo –como lo
prueban las invasiones de 1806 y 1807 al Río de la Plata o las guerras contra China en
1840 y en 1856- fue la enorme astucia diplomática de su omnipresente Foreign Office, en
estrecha colaboración con el Almirantazgo, el artífice de las principales modificaciones del
mapa político mundial.
Sus plebeyos herederos del Nuevo Mundo nunca adquirieron las habilidades de un
George Canning, de un Lord Palmerston o de un Benjamín Disraeli. Su participación en la
política internacional estuvo signada por la directa y abierta intervención militar, por la
ocupación territorial y la amenaza de las cañoneras. Mesoamérica, el Caribe y Filipinas dan
testimonio de esta conducta en el siglo XIX y XX. Medio Oriente puede darlo en el XXI.
No obstante esta evidencia, es necesario establecer que aún para la descarada política
exterior norteamericana, es necesario basar su intervencionismo en contradicciones
implícitas o explícitas en el seno de la región, en sus debilidades y en sus cuestiones
políticas irresueltas. Es a través de estas grietas políticas y sociales que el imperialismo ha
podido introducir su cuña divisionista. Encontrar y determinar estas fallas tectónicas en la
construcción de nuestra unidad continental es el intento de estas líneas.
La enemistad entre vecinosLa reciente crisis diplomática suscitada entre Venezuela y Colombia, a la vez que
recordó a los amantes de Clío la dramática lucha entre el caraqueño Simón Bolívar y el
bogotano Francisco de Paula Santander, lucha que está en la base de la liquidación de la
Gran Colombia, puso de manifiesto la vulnerabilidad de nuestras fraternas relaciones,
expuestas permanentemente a antiguas cuestiones fronterizas.
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Es cierto que en el caso de esta crisis la causa principal se encuentra en el papel de
Quisling48 que el presidente colombiano Uribe ha decidido jugar a favor de la intervención
militar norteamericana en su país. Pero no es menos cierto que un repaso de las distintas
discusiones fronterizas entre los países de la región permite entrever la magnitud de la
grieta de la que hablamos más arriba.
El conflicto se ve agudizado por la presencia de fuerzas guerrilleras colombianas en
la región, a las que el gobierno de Uribe, siguiendo los dictados de Washington, pretende
caracterizar como “terroristas” (nueva identificación norteamericana del Gran Enemigo,
como antes lo fue el “comunismo” y durante un tiempo el “narcotráfico”). A ello se suma
la presencia militar norteamericana en Colombia y, como señala Pereyra Mele, los
desplazamientos de refugiados como resultado de los combates.
Como se sabe, la guerrilla colombiana es un fenómeno casi endémico en la política
colombiana. Nace con el asesinato del líder popular, Eliécer Gaitán, candidato presidencial
del partido liberal y una verdadera amenaza para la hegemonía de la rosca latifundista,
heredera directa de la de 1830, descripta por Toro Jiménez. La cuestión agraria irresuelta y
la complejidad que posteriormente a aquellas jornadas de abril de 1948 adquirió la sociedad
colombiana han generado un impasse entre la guerrilla, eminentemente agraria, y el mundo
urbano, que no ha podido ser resuelto en estos casi sesenta años. Ni las FARC toman el
poder del estado, ni el estado resuelve por vía revolucionaria o reaccionaria la insurrección
guerrillera.
La existencia de mercenarios paramilitares, más la presencia de los intereses de los
productores de cocaína –cuya producción es consumida en un 80% por el mercado
norteamericano, lo que hace pensar que el principal interés de EE.UU. en el tema no es su
erradicación sino tan sólo el control de su comercialización- convierten el área en una
fuente permanente de conflictos que pueden ser usados como casus belli.
Es muy probable que la aparición del gobierno de Chávez y un eventual conflicto
regional generado por la guerrilla colombiana hayan hecho reflexionar al gobierno de Fidel
Castro sobre cuál de los dos amigos es digno de mayor confianza. Algo de eso debe haber
habido en la gestión a la cual lo llamó, ni más ni menos, que el presidente Uribe.
48 Vidkun Quisling (1887-1945). Político noruego que colaboró con las fuerzas de la Alemania Nazi que ocupaban su país durante la Segunda Guerra Mundial y que lo erigieron en jefe de un gobierno colaboracionista. Al finalizar la guerra fue juzgado por traición y ejecutado.
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Bolivia y su reclamo de salida al marEl chileno Pedro Godoy ha definido esta cuestión con claridad meridiana: “La
Guerra del Pacífico -impulsada por Gran Bretaña para apoderarse del guano y del salitre-
deja a Bolivia privada de su franja oceánica. Los 500 kilómetros de litoral donde están las
covaderas y el arenal atacameño que en sus entrañas guarda nitrato de sodio se convierten
en Antofagasta, ayer provincia y hoy II Región. Consecuencia de ello ha sido la
meditarreneidad boliviana”. Esta guerra de cuatro años, también llamada Guerra del
Salitre49, despojó a Bolivia de la provincia de Atacama y toda la actividad diplomática del
continente no ha permitido que el país fundado por el mariscal Sucre readquiera su carácter
costero.
De manera pertinaz, los sucesivos gobiernos chilenos, con la breve excepción del
presidente Salvador Allende50, han ignorado los permanentes reclamos bolivianos. El golpe
militar de Augusto Pinochet deasbarató, en un primer momento las intenciones del
presidente asesinado en La Moneda. No obstante ello, “lo anterior no constituyó un óbice
para que el propio Pinochet, consciente de los problemas que causa a Chile el encierro
boliviano, hubiera buscado resolver el conflicto mediante el abrazo de Charaña,
protagonizado con Banzer, en 1975”51. En 1978 se interrumpieron las relaciones
diplomáticas y todo intento por parte de Bolivia de elevar el tema a la consideración de la
OEA o a la intermediación de otros países suramericanos ha sido radicalmente rechazado
por Chile, quien considera al problema como de índole estrictamente bilateral, tal como
destempladamente se lo expresara el actual presidente Ricardo Lagos –que supuestamente
sería el heredero de la tradición política de Salvador Allende- al presidente Carlos Mesa, en
la última cumbre hispanoamericana, realizada en Monterrey, México.
49 Ver la documentada síntesis de este enfrentamiento en Guerras de América del Sur en la formación de los estados nacionales, Capítulo IV, Guerra del Salitre, Cecilia González Espul, Ediciones Teoría, Buenos Aires, 2001, pág. 147 y ss. 50 Conf. Néstor Taboada Terán, La decapitación de los Héroes, La Paz, Bolivia, pág 63 y 64. Según el autor, el presidente Salvador Allende le manifestó durante una entrevista: “Bolivia retornaría soberana a las costas del mar Pacífico (…) No les pedimos nada, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima el pueblo boliviano”. Citado por Andrés Soliz Rada, “Allende, el presidente solitario”, Bolpress.com, 18 de mayo de 2003, La Paz, Bolivia. No obstante, el profesor Pedro Godoy, del Centro de Estudios Chilenos (CedECh) niega incluso este matiz. Considera que el gobierno de la Unidad Popular reiteró el tradicional antibolivianismo de las clases tradicionales de su país. Conf. Pedro Godoy, Chile versus Bolivia, otra mirada, Ediciones Nuestramérica, Santiago de Chile, 2004, pág. 73 y ss.51 Andrés Soliz Rada, op.cit.
12
El justificado encono boliviano ante la cerrada negativa de Chile a dar una respuesta
al tema de la mediterraneidad ha tenido diversas repercusiones, no sólo en el nivel de las
relaciones entre ambos países, sino en el seno de la comunidad suramericana.
La sospecha de que Argentina estaba vendiendo gas boliviano a Chile, durante el
invierno y la primavera de 2004, puso al rojo la situación energética de ambos países. No
sin razón, una buena parte de la opinión pública del Altiplano está convencida de que tanto
Repsol como Petrobrás tercerizan la venta de gas boliviano a Chile, generando una enojosa
situación en la que quedan involucradas las propias autoridades brasileñas, sospechosas de
avalar la situación.
Una buena parte de los países del Cono Sur, entre los que se incluye Venezuela y
Brasil, han dado su apoyo a la candidatura del chileno José Miguel Inzulza a la presidencia
de la Organización de Estados Americanos. El tema no carece de importancia dado que esta
candidatura se enfrenta a la del salvadoreño Francisco Flores, sostenida por los EE.UU. El
problema se complica ya que México también aspira a presidir la OEA con su candidato
Luis Ernesto Derbez. Para los países suramericanos la candidatura de Inzulza garantizaría
que la titularidad de la organización quedara en un representante de la región y la
unanimidad es el mejor argumento a la presión norteamericana por su candidato títere.
Bolivia, por las mismas razones antedichas, se niega a dar su apoyo a Inzulza, en el
convencimiento de que el actual ministro del Interior chileno reiterará desde la presidencia
de la OEA la tesis chilena sobre la exclusiva bilateralidad del conflicto con Bolivia.
Esta tensión ha provocado la aparición de un nuevo candidato suramericano, el
peruano Manuel Rodríguez Cuadros, actual canciller de Alejandro Toledo. Un candidato
peruano, por su mera nacionalidad, recibiría el inmediato apoyo de Bolivia. Según El
Mercurio de Santiago de Chile: “El país altiplánico ha dicho insistentemente que apoya al
mexicano Derbez, pero que cambiará su voto si Perú presenta candidato, en un intento por
conseguir que el gobierno del Rímac no dé su apoyo a Insulza. Los intentos de Bolivia por
sacar a Insulza del camino han sido vastos, toda vez que ha utilizado a la OEA como el
principal organismo multilateral para presentar sus aspiraciones marítimas. De hecho, ya
ha logrado 10 resoluciones en su favor, por lo que un eventual triunfo del ministro del
Interior chileno complicaría el destino de sus demandas”52.
52 El Mercurio, Santiago de Chile, Domingo 13 de febrero de 2005, nota firmada por Pamela Aravena Bolívar.
12
La existencia de dos candidaturas de la región no es buena para la unidad política
suramericana. El intento de imponer en la OEA, por primera vez en su historia, un
presidente que no cuenta con el apoyo norteamericano se ve debilitada por el histórico
reclamo boliviano y por una clase política chilena que prefiere salir a buscar el huidizo y
costoso apoyo de los países integrantes del CARICOM, que blanquear y responder a
Bolivia con los ojos puestos en la unidad de la región, más que en el pequeño chovinismo
provinciano.
No obstante, tanto en el caso del conflicto entre Colombia y Venezuela, como en el
de Chile y Bolivia, la resolución parecería venir del lado del verdadero y concreto proceso
integrador que viven las economías regionales y sus poblaciones vinculadas a ellas.
Fue la crisis que la ruptura de relaciones comerciales decretada por Miraflores
produjo en la economía de la región colombiana fronteriza con Venezuela lo que apresuró
el llamado de Uribe a Fidel Castro y la rápida detente del conflicto. La integración de
nuestros países no es ya solamente una apelación moral sino que surge de su propia vida
económica.
De la misma manera, la II región chilena, la antigua Atacama boliviana tiene
profundos lazos comerciales y económicos con la región boliviana aledaña. Como dice
Pedro Godoy: “Un enclave portuario boliviano implica un vigoroso polo de prosperidad
ahora incrementado por el tránsito, recepción, envasaduría y despacho del gas de Tarija.
Es indispensable para superar la decadencia de nuestro norte. En otra esfera la economía
de Chile padece de hambruna energética. El norte del país sufre déficit de agua dulce para
consumo y regadío. Mi Cancillería está obligada a negociar. Tendrá que terminar su
añoso maridaje con el dogmatismo patriotero”53.
Y no faltan en la región iniciativas tendientes a disolver el enfrentamiento y ofrecer
respuestas al reclamo boliviano. La intensa continentalización de las economías, el impulso
de los países atlánticos hacia los puertos del Pacífico ha generado en la región iquiqueña un
reclamo hacia La Moneda para facilitar e intensificar el intercambio con el país vecino.
Cada vez más se hace evidente que una generosa respuesta chilena al reclamo del Palacio
53 Pedro Godoy P., Chile versus Bolivia, otra mirada, Ediciones Nuestramérica, Santiago de Chile, 2004, pág. 57.
13
Quemado solamente favorece al bloque suramericano y a las poblaciones y economías
vinculadas al nudo fronterizo.
De modo paulatino se tiene que ir haciendo conciencia en los gobiernos y en los
políticos suramericanos, en su prensa y en sus cancillerías que la constitución de una
entidad política aglutinante y superior, permitirá resolver estos añejos problemas antes que
se constituyan en causales de una nueva y dramática balcanización.
Buenos Aires, 3 de marzo de 2005.
13
El No a la llamada Constitución europea, ¿nos deja más solos a
los suramericanos?En la Grecia clásica y aún entre los germanos de la época romana existía un
humanitario instituto que, si bien no daba solución a las causas de las guerras entre los
pueblos, aminoraba notablemente sus efectos. En lugar de lanzarse los ejércitos
contendientes a una feroz y generalizada degollina, el mejor guerrero de cada mesnada se
enfrentaba en una lucha individual. Quien ganaba hacía vencedor a su pueblo, con un
notorio ahorro de sangre humana.
La reunión del Consejo Europeo, inmediatamente posterior a los plebiscitos francés y
holandés, estuvo a punto de ofrecernos un espectáculo similar al de aquellos primitivos
habitantes de la península europea. El campeón del archiducado de Luxemburgo, Jean-
Claude Juncker, presidente de turno de la UE, estuvo a punto de trabarse en una franca y
limpia pelea a puño limpio, con el campeón de la corona británica y favorito de la
federación transatlántica, Anthony Blair, próximo presidente de lo que en algún momento
se llamó la Cristiandad. La causa fue la negativa del Reino Unido en aprobar el presupuesto
para la UE, como una respuesta a la negativa continental de aprobar la llamada constitución
europea.
Después de los rotundos resultados de la voluntad popular francesa y holandesa, y la
cobarde negativa del primer ministro británico, Tony Blair, a consultar la opinión de su
electorado –lo que nos recuerda a los argentinos la deserción electoral de Menem ante la
evidencia de su derrota-, es evidente que la llamada constitución europea no cuenta con el
aval ciudadano. La totalidad del sistema mediático y la clase política del viejo mundo se
encargaron de amenazar con todo tipo de penurias sobrevinientes a un eventual voto por el
“no” –del mismo modo que lo han hecho en nuestros países con respecto a la deuda externa
o a la denuncia de la jurisdicción del CIADI-. Ejemplo de ello puede ser la declaración de
la Confederación Europea de Sindicatos, donde se sostiene, entre otras consideraciones:
“Un rechazo de la Constitución tendría como efecto paralizar la UE durante un periodo
indefinido y hacerle así el juego a los numerosos oponentes de la UE, que querrían verla
debilitarse y no tener proyecto. La mundialización, el poder del capital multinacional y la
necesidad de combatir el neoliberalismo implican que los sindicatos y la sociedad civil
necesitan una UE en desarrollo y que se apoye en valores sociales fuertes” (Resolución
13
aprobada por el Comité ejecutivo de la CES el 13 de octubre de 2004 y por el Consejo
Confederal de CC.OO. el 19 de octubre de 2004).
Por todo ello, nuestros observadores criollos, obedientes ecos de lo que en materia
informativa para consumo masivo allá se produce, han estimado que el proceso de
unificación europea ha sufrido un rudo traspié, motivado por una resistencia racista a la
incorporación de Turquía, un rechinante chovinismo y una incomprensión provinciana
sobre el proceso de integración continental.
Incluso algunos amigos y compañeros han manifestado un dejo de preocupación por
estos resultados, en la idea de que, si se detiene o revierte la unidad europea, se dificultaría
aún más nuestra propia integración suramericana, ya que perderíamos el efecto de
contrapeso a la unipolaridad norteamericana que llegaría a representar una Europa unida
políticamente.
Lo primero es una completa mentira pergeñada por la plutocracia imperialista
globalizada y su dictadura mediática. Lo segundo es una confusión que intentaremos
disolver.
Un estatuto no es una constituciónCreo que el único que ha puesto el acento crítico en este hecho es el argentino Luis
María Bandieri en un artículo que ha circulado por Internet (¿Una Constitución para
Europa? A propósito del “no” francés). Allí sostiene: “Ante todo, no es una “constitución”
sino, a lo sumo, un tratado al que se le asigna un valor constitucional. No fue proyectada,
discutida o aprobada por una convención constituyente en regla, elegida por los ciudadanos
de la UE –ni siquiera se apeló al recurso de convertir al Parlamento europeo de Estraburgo
en una asamblea constituyente- sino por un comité de expertos bajo presidencia francesa,
que se apresuró a sepultar en el olvido el concepto de ‘poder constituyente’ que los propios
franceses había redondeado más de doscientos años atrás”. Lo que se sometió a votación
fue un farragoso y árido tratado de más de 400 artículos sobre oscuras reglamentaciones
técnicas que, ni siquiera, proponen una forma política a la unidad de veinticinco países
europeos. En realidad, el texto no es más que un estatuto de funcionamiento tecnocrático
que intenta regir las relaciones entre los gobiernos de cada uno de los países y el centro
burocrático de Bruselas, asiento de las autoridades de la Unión Europea, ninguna de las
cuales ha sido ungida por el voto popular.
13
Ha aparecido en el vocabulario político europeo un nuevo concepto: “eurócratas”. Así
son definidos estos funcionarios sin nombre ni rostro que, en connivencia con los grandes
centros financieros, pretenden determinar los presupuestos de salud, educación y bienestar
social en cada uno de los estados miembros, el precio de la fuerza de trabajo y los índices
de desocupación.
Lo que fue rechazado de manera clara y, por ahora, definitiva, fue el engendro que
estos eurócratas querían imponer a macha martillo y que lograron hacerlo en aquellos
países donde la consulta quedó reducida al corrupto e irrepresentativo ámbito de los
parlamentos. Ni siquiera en la europeizada España logró obtener una victoria considerable
habida cuenta que “a pesar de los esfuerzos derrochados por el Gobierno y el PSOE, los
resultados de este referéndum han sido un fracaso para su política. Un 58% de abstención
es una respuesta ciudadana muy importante que el Gobierno y los partidos políticos que han
apoyado el Sí deberían tener en cuenta. Sólo uno de cada tres españoles con derecho a voto
ha dicho Sí en el referéndum” (Holanda dice, también, NO. Gracias, holandeses... Eugenio
Pordomingo, Rebanadas de Realidad - Espacios Europeos, España, 03/06/05).
Las razones del NoAlgunas encuestas en boca de urna han dado una clara evidencia de las razones que
movieron a los franceses a votar mayoritariamente por el No. Según The Guardian (Dada la
oportunidad, el pueblo rechazó la globalización, Diana Johnstone, 30/05/05) el 56 % de los
consultados lo hicieron “por el estado de la economía”, lo cual significa por el desempleo
ya que en términos de ganancias empresariales, la economía francesa está atravesando un
buen período. Pero un 10% de desocupación oficial y el éxodo de importantes empresas a
países con mano de obra más barata, constituye una seria amenaza.
Un 46% basó su negativa en la naturaleza “neoliberal” del tratado constitucional. Y
un tercer motivo fue el deseo de renegociar la Constitución.
Como se ve, ninguno de los motivos indica un ánimo en contra de la integración.
Como ha sostenido el columnista del Asian Times, Henry C.K. Liu, “el problema con la UE
es que una buena y progresista idea se volvió neoimperialista y se extendió a algunos países
demás”.
13
Son estos datos los que le han permitido decir a Enrique Lacolla, desde la Voz del
Interior, en Córdoba: “Por encima de cualquier otra cosa, el voto francés por el truendoso
rechazo a la economía neoliberal y a la parafernalia política que la sustenta”.
En el caso de Holanda, la cuestión es aún más clara. Holanda ha sido siempre uno de
los países que más fervientemente sostuvieron a la Unión Europea. Es más, han sido uno de
los principales abogados de la incorporación británica y de la ampliación de la Unión de
seis a quince países (la llamada UE ampliada). Holanda se ha caracterizado, hasta no hace
mucho, por combinar muy bajas cifras de desempleo, altas tasas de crecimiento y un
sistema de bienestar social entre los más exquisitos del mundo. Curiosamente, a partir de la
firma del Tratado de Maastricht esta situación comenzó a cambiar. La moneda única, la
aplicación de reformas hacia un modelo americano de privatizaciones y disolución del
Estado ha tenido como resultado una desaceleración del crecimiento y altas tasas de
desempleo.
No hay en ninguno de los dos casos oscuras razones chovinistas ni que, como ha
dicho un diario británico, “Francia todavía tiene nostalgia de su imperio” (Internacional
Herald Tribune).
Lo que ha habido es un claro desafío popular a plantear la unidad europea bajo otras
condiciones y al servicio de intereses más vinculados a los ciudadanos que a los centros
financieros y burocráticos.
¿A Suramérica le favorece cualquier Unidad Europea?Hemos sostenido en reiteradas oportunidades nuestra profunda convicción acerca del
papel que en la política internacional han comenzado a jugar y jugarán los grandes bloques
de poder. Es más, estamos convencidos que la política imperialista ha comenzado a
manifestarse, no ya sólo a través de la atomización de estos espacios, sino de la creación
dentro de ellos de bases de apoyo a su intención hegemónica.
Esta Unión Europea es muy distinta a la pensada en tiempos de Charles de Gaulle.
Recordemos que el líder galo vetó la incorporación del Reino Unido a las negociaciones, en
la década del sesenta, y no fue sino hasta después de su muerte, en 1973, que los británicos
lograron incorporarse a la mesa de discusión, a la vez que se iba ampliando a nuevos
miembros. El presidente de la V República Francesa concebía a la unidad europea como
13
una política en la cual Francia tendía a neutralizar a Alemania y engrandecía su poder
ejerciendo una suerte de control sobre todo el proceso.
Si la unidad de la Europa continental, tal como la habían entrevisto De Gaulle y
Adenauer, se basaba en la capacidad tractiva de sus respectivas economías y en el prestigio
internacional de independencia manifestado por Francia después de la guerra, la
incorporación de Gran Bretaña significó la aparición de un polo económico y político que
tenía un pie fuera del continente europeo, ligado orgánicamente a Wall Street y a
Washington. Después de la caída del bloque soviético y la dramática incorporación de
Europa Central y Oriental al mundo capitalista imperialista, este polo “anglo
norteamericano” adquirió nueva fuerza y mayor volumen. Para Francia, su objetivo se
había alcanzado con la Europa de “los seis” y cada nueva incorporación significaba una
disminución de su poder. Como afirma el diplomático australiano James Cumes: “En este
contexto, aunque la oposición francesa a ampliar la membresía declinó, no desapareció y la
ampliación a 25 –y la decisión de, en principio, permitir la incorporación de Turquía, pudo
ser vista como una dilución del concepto francés y del control y la autoridad francesas”
Y ha sido justamente este carácter “no europeo” del Reino Unido, origen y cabecera
de puente del gran poder plutocrático de los Estados Unidos, lo que llevó las cosas al borde
de una escena de pugilato. La sospecha del general De Gaulle sobre esa naturaleza ambigua
de Albion reapareció con más fuerza que nunca.
A su vez, la moneda única le dio un extraordinario poder a Alemania, cuyo Banco
Central domina el euro. La política monetaria está sujeta a la aprobación alemana para
adecuarse a sus necesidades, lo que ha llevado a un analista a sostener que “así como lo que
es bueno para EE.UU. no es necesariamente bueno para los otros países o para el mundo en
general, lo que es bueno para la economía alemana no es necesariamente bueno para la
Unión Europea”.
Esta conformación actual de la Unidad Europea, en la que el papel de Francia y
Alemania se ve amenazado tanto por el Reino Unido, como por la miríada de pequeños
estados surgidos de la desmembración soviética (Ucrania, Eslovenia, República Checa,
Eslovaquia, Bielorrusia, etc.) los que, a través de una incontenible penetración ideológica y
económica, juegan hoy la carta estadounidense en el continente europeo, no es, de ninguna
manera, el bloque continental necesario para equilibrar el poder de EE.UU. Una Unión
13
Europea administrada por tecnócratas y economicistas, alejada de las necesidades
económicas, políticas y culturales de sus propios pueblos, usurpando de ellos la voluntad
general, se acerca más al esquema unipolar de poder mundial.
Nuestra Unión Suramericana se ve, así, beneficiada por partida doble con el
incontrastable “no” franco holandés. Por un lado, vuelve a poner en el tapete político a los
pueblos por encima de los poderes económicos. Y por otro lado, nos da indicios de lo que
no tenemos que hacer en la construcción de nuestra unidad continental.
Buenos Aires, 15 de junio de 2005.
13
Respetar las asimetrías, evitar la prepotencia “No puedo ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos; lo más
sensible es que siendo todos de iguales opiniones en sus principios, es decir, a la
emancipación e independencia absoluta de España... debemos cortar toda diferencia”. Así
escribía el general José de San Martín a su tocayo Artigas, desde Mendoza el 13 de marzo
de 1819. La carta, lamentablemente y por obra de una intriga, nunca llegó a su destinatario.
Y no se vea en ella una solidaridad ideológica del Libertador con el Protector de los
Pueblos Libres. Por el contrario, San Martín desconfiaba del alboroto gaucho y temía –no
sin razón- al fantasma de la anarquía. Pero la unidad, la hermandad y la comunidad de
intereses primaban sobre cualquier otro concepto.
Hace exactamente un año, en febrero de 2005, se produjo una grave crisis entre
Venezuela y Colombia. Un dirigente de las FARC colombianas fue secuestrado por fuerzas
de seguridad de ese país a plena luz del día en territorio venezolano y llevado detenido a
Bogotá.
Simultáneamente, la sospecha boliviana de que Brasil y Argentina triangularían la
venta de su gas a Chile, tensó las relaciones entre estos países, mientras recrudecía el
entredicho chileno-boliviano por la salida al mar del país altiplánico. En ese momento
publicamos un artículo54 en el que sosteníamos, por un lado, el papel que jugaba el viejo
nacionalismo de campanario de los diversos fragmentos en que se dividió Hispanoamérica
en el siglo XIX y, por el otro, el modo en que el imperialismo, británico primero y
angloyanqui hoy, ha hecho jugar esos nacionalismos para introducir cuñas en el proceso de
integración.
Hoy estamos viviendo tensiones similares y de singular magnitud entre gobiernos que
se supone tienen coincidencias político-ideológicas que deberían impedir, o por lo menos
dificultar, este tipo de situaciones.
Militamos entre quienes consideran que el proceso de unificación suramericana no
está determinado por razones ideológicas. La construcción de la Patria Grande surge de
nuestra historia, de la realidad geográfica y de la necesidad de constituir un bloque
continental para asegurar el desarrollo económico de nuestros países, la dignidad de
nuestros pueblos y la independencia de la región, frente al avasallante expansionismo de los
54 Las disputas fronterizas como expresión del nacionalismo balcanizador.
13
EE.UU., en lo que el profesor Heinz Dieterich denomina “el nuevo monroísmo”. Por ello
este proceso es, y debe ser, independiente de la filiación política de los gobernantes e
inscribirse en las políticas de estado de los países suramericanos. Por lo tanto, el
afianzamiento y profundización del Mercosur no radica en las aparentes similitudes
ideológicas que puedan existir entre los presidentes Lula da Silva, Néstor Kirchner y
Tabaré Vázquez, sino en la capacidad del conjunto de los países y gobiernos que lo integran
para establecer y hacer cada vez más complejos e íntimos los lazos económicos, políticos y
estratégicos entre ellos, en avanzar en un proceso integrador que haga evidente a los
pueblos y gobiernos sus ventajas y los inconvenientes que aparejaría un retroceso al
mosaico balcanizado.
De la objetividad de este proceso unificador -más allá de los refuerzos que adquiera
gracias a los impulsos subjetivos de políticos y diplomáticos concientes de la gigantesca e
imperiosa tarea- surge el celo y la atención con que las diferencias de tamaño territorial y
poblacional, desarrollo económico y tradiciones políticas entre los distintos países del
Mercosur deben ser atendidas. A esto se refiere el tema que en el, a veces, críptico lenguaje
tecnocrático se denomina “desarrollos asimétricos”.
Socios mayores y socios menoresUruguay y Paraguay no son sólo los países de menor extensión territorial y menor
población de la región, sino que su participación en el PBI del Mercosur es también
reducido. Y ha sido quizás ésta la razón por la cual ambos países se han sentido marginados
en la construcción de los acuerdos y en la distribución de los beneficios que el Mercosur
debe representar para sus países miembros.
Si bien los “desarrollos asimétricos” han constituido materia permanente de
discusión entre el Brasil y la Argentina, y muchas veces motivo de fricciones diplomáticas
y comerciales, estas asimetrías con los países más pequeños no han sido consideradas con
la dedicación y esfuerzo que se merecen55. Los países pequeños en territorio, población y
economía han basado, paradójicamente, en este hecho su presencia internacional. Es el caso
de los estados surgidos como producto del estallido de la Unión Soviética y el antiguo
bloque socialista. Llegados tarde al proceso de unificación europea compensan su debilidad
55 Carlos Piñeiro Iñiguez, La Nación Sudamericana, Del imperativo histórico-cultural a la realización económico-política, Nuevohacer, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 2004, pág. 170 y ss.
13
con una alianza extracontinental con los EE.UU. que, en muchos casos, es vista por la
Unión Europea como una cuña de la potencia hegemónica.
Si bien Brasil se ha presentado como el país de la región con una mayor comprensión
estratégica sobre la construcción del Mercosur, la incorporación de Venezuela, en una
acción consultada y coordinada tan sólo con Argentina, dejó en Uruguay y Paraguay la
sensación de ser firmantes de un contrato de adhesión más que de un acuerdo entre
entidades soberanas.
De la misma manera, el trato prepotente sufrido por el Uruguay en el tema de las
papeleras, con una sospechosa participación de una ong internacional con públicas
relaciones institucionales y empresariales con el Reino Unido, como Green Peace, así como
las trabas que sufre a la exportación de algunos productos industriales a la Argentina, lo que
dificulta la radicación de inversiones productivas destinadas al Mercosur, ha llevado en este
principio de año a notorias manifestaciones críticas por parte de altos funcionarios del
gobierno uruguayo, con la consiguiente amenaza de un Tratado de Libre Comercio (TLC)
con los EE.UU.
Asimismo el Brasil, y pese a que, insistimos, es quien mayor cintura política y
diplomática ha evidenciado en este proceso, continúa reivindicando, frente al socio
paraguayo, una ahistórica y, entendemos, errónea visión de la dramática Guerra de la Triple
Alianza56 que significó para el país guaranítico un golpe fatal del que no ha terminado de
restablecerse. Una correcta interpretación política de aquella aciaga guerra debería llevar al
Brasil, por el contrario, a restañar las viejas heridas, devolver los trofeos de guerra –como
hicieran Yrigoyen y Perón- y restablecer la confianza de los paraguayos sobre quien fuera
la potencia militar que los derrotara casi hasta el exterminio. No se trata, obviamente, de
renunciar a la propia historia, sino de interpretarla desde el presente y a partir de las líneas
de fuga hacia el presente que encerraban aquellos hechos.
Esto incluye, aún cuando no sea miembro pleno del Mercosur, el particular cuidado
que merecen las relaciones políticas y económicas con Bolivia. Es muy posible que los
56 Julio Fernández Baraibar, Un solo Impulso Americano – El Mercosur de Perón, ver Comentario Crítico Preliminar de Helio Jaguaribe y Una digresión polémica. El profesor Jaguaribe, en el primer texto, y el profesor Luis Alberto Moniz Bandeira, en “Argentina , Brasil y Estados Unidos. De la Triple Alianza al Mercosur”, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2004, –ambos fervientes defensores de la consolidación y profundización del Mercosur y con gran influencia intelectual en Itamaraty- reivindican a ultranza el siniestro papel jugado por el Imperio del Brasil –e Inglaterra-, el mitrismo y el partido Colorado del Uruguay, contra el intento de desarrollo autocentrado impulsado por los López.
14
argentinos tengamos que renunciar al precio preferencial del gas que estableciera un
gobierno boliviano profundamente cuestionado y que ha significado proficuas ganancias
para la empresa española Repsol. Es muy posible, también, que Petrobras tenga que
adecuar su política empresarial a las condiciones que le impone el contexto suramericano y
ser agente, no del mero interés empresarial, sino de la dinámica de la integración política
del continente. El actual ministro de Hidrocarburos de Bolivia, el doctor Andrés Soliz
Rada, lo ha manifestado en reiteradas oportunidades en sus artículos periodísticos y ha sido
ratificado en los primeros días de su gestión.
Los beneficios del Mercosur deben ser evidentes, en primer lugar, para sus socios
menores. Es obligación de los socios de mayor magnitud correr con ese esfuerzo. De lo
contrario, estas diferencias serán el mecanismo para que Uruguay o Paraguay se conviertan,
contra el deseo histórico de sus pueblos, en un enclave político o militar de EE.UU., en una
nueva Gibraltar yanqui. El consejo del Libertador, “debemos cortar toda diferencia”,
debería ser el lema inscripto en el mármol de nuestra unidad.
El presente artículo fue publicado en la revista “Integración”, de la Universidad Nacional
de Mendoza, Argentina. 4 de febrero de 2006.
14
Nada hay más importante que la unidad de la Patria GrandeEste es el texto de mi participación en la mesa redonda organizada por el Centro
Cultural Paco Urondo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, el 25 de octubre de
2006. También participaron de la mesa el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de
la UBA, doctor Hugo Trinchero, el doctor Roberto Lopresti de la Cancillería Argentina, el
embajador de la República de Bolivia en Argentina, Roger Ortiz Mercado, y el embajador
de la República Bolivariana de Venezuela en nuestro país, Roger Capella Mateo.
Julio Fernández Baraibar: Buenas noches amigas y amigos, señoras, señores.
Verdaderamente es un placer y una profunda satisfacción política estar esta noche en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires participando de una
mesa que está integrada, entre otros, por dos embajadores de dos grandes provincias de
nuestra Patria Grande: Bolivia y Venezuela. Y es una satisfacción política percibir que la
Facultad de Filosofía y Letras, de alguna manera, se plantea debatir, discutir y sumarse a la
discusión de lo que quizás sea el tema político más importante de nuestro continente y de
cada uno de sus países, el de la Unidad Latinoamericana. Es mi más profunda convicción,
inspirado en las enseñanzas de dos grandes argentinos que de alguna manera determinaron
mi visión política de la realidad -me refiero a los conceptos y la acción política de Jorge
Abelardo Ramos y a las reflexiones y a la ciclópea tarea realizada por el Gral. Juan
Domingo Perón- que no hay nada para nuestra generación más importante que el tema de la
Unidad Latinoamericana. Todas nuestra políticas, todas nuestras discusiones, todos
nuestros enfrentamientos, todas nuestras diferencias deben quedar subsumidas, a mi
entender, en este proyecto. No hay nada más importante para nuestra generación que el
proyecto, la tarea y la labor política por la unidad de la Patria Grande.
Los que militamos en el movimiento nacional argentino, los que hemos formado parte
de ese gran movimiento liberador que las masas argentinas iniciaron el 17 de octubre de
1945, sabemos que el proyecto de la Unidad Latinoamericana es una necesidad que se
plantea a nuestros países y a nuestros pueblos, frente al impresionante desarrollo
hegemónico del imperialismo norteamericano, como una manera de equilibrar
defensivamente la descomunal diferencia de fuerzas que existe entre ese gran poder
saqueador mundial y nuestros pequeños fragmentados y debilitados estados nacionales.
14
Pero sabemos también que este proyecto hacia el futuro tiene una viabilidad y una
posibilidad de desarrollo que está fundamentado en el pasado profundo de nuestros pueblos
y de nuestras naciones. Si la Europa, ensangrentada durante siglos por guerras que
sacrificaron millones de vidas humanas, en la que francos y germanos, franceses y
alemanes regaron con sus vidas los campos de batalla de todo el continente, ha logrado
establecer una forma de unidad política continental haciendo desaparecer la enorme
dificultad que significan las decenas de lenguas distintas que se hablan en el continente, la
dificultad que significa viajar 150 kilómetros y tener que cambiar de lengua porque ya la
que uno hablaba 150 kilómetros atrás no sirve más; si se ha logrado remontar esas enormes
dificultades históricas, lingüísticas, de desarrollo económico, ¿cómo no va a ser posible la
unidad de nuestros países, la unidad en la Patria Grande de la vieja heredad
hispanoamericana, cuando nos une un pasado que, lejos de estar fragmentado y
ensangrentado por la vida de miles de compatriotas enfrentados en guerras fraticidas, está
cimentado en una unidad de lucha común durante todos los primeros veinte años del siglo
XIX.
América Latina, como proyecto de unidad nacional, es posible, fundamentalmente,
porque estuvimos unidos en el pasado, porque San Martín, porque Bolívar, porque
O’Higgins, porque Sucre, porque Artigas, porque Abreu de Lima, todos ellos luchaban
hermanados en una misma causa que tenía un enemigo común: el colonialismo español y el
despotismo europeo. Es en esta unidad de principio, en esta unidad de inicio, donde se
encuentra la fuerza más trascendente del proyecto de Unidad Latinoamericana que, desde
hace unos quince años, hemos comenzado a caminar los sudamericanos de una manera
seguramente irreversible. El Mercosur es, en ese sentido –sobre todo desde la incorporación
de Venezuela al mismo en jornadas históricas que tuvieron sede en nuestra patria, en el
corazón de nuestra Argentina, en la Córdoba mediterránea-, el proyecto más sólido, más
importante y de mayor capacidad de realización que se ha enfrentado generación alguna de
sudamericanos.
El establecimiento de un Mercosur que supera el mero acuerdo comercial, que se
plantea formas novedosas de unión política, de unión estratégica, de desarrollo científico
tecnológico común y que hasta es capaz de sentarse a discutir la posibilidad de la
organización de una sola fuerza armada de todo el continente, estableciendo un eje
14
estratégico político-militar y contribuye a que el continente se convierta en una unidad
política definitiva, ese Mercosur, es el paso más ambicioso que generación alguna de
sudamericanos haya realizado desde las jornadas fundadoras de la lucha por la
Independencia.
Es sobre este tema que nos sentimos enormemente orgullosos de poder debatir y
aportar nuestras opiniones en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, con el peso que para nosotros, los argentinos, tienen la Facultad de Filosofía y Letras
y la Universidad de Buenos Aires, sabiendo además la repercusión que esta institución tiene
en todo el espacio académico continental. Sobre esto es que hemos invitado a nuestros
oradores de hoy y quiero terminar con un pequeño texto del Gral. Juan Domingo Perón que
tiene, a mi modo de ver, tintes y luces proféticas, habida cuenta que fue escrito alrededor de
1951. Decía el General Perón en un artículo publicado en el diario “Democracia” bajo el
seudónimo de Descartes, que era su seudónimo periodístico:
“El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de los penates de la
América del hemisferio austral. Ni Argentina ni Brasil ni Chile aisladas pueden soñar con
la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidos forman,
sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la civilización
moderna. Así podrán intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base
operativa polifacética, con inicial impulso indetenible. Desde esa base podría construirse
hacia el norte la confederación sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos
de raíz latina. ¿Cómo? –se pregunta el General- Sería lo de menos si realmente estamos
decididos a hacerlo. Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles. Si no
estamos a la altura de nuestra misión, hombres y pueblos sufriremos el destino de los
mediocres”.
Creo que estas palabras del General Perón de hace más de cincuenta años tienen una
actualidad como si hubieran sido publicadas en el diario de esta mañana. A estas palabras
apelo y en el sentido de esta propuesta de Perón es que los argentinos tenemos un papel
irrenunciable que cumplir en este proyecto de Unidad Sudamericana que el Mercosur ha
iniciado, creo, de manera irreversible.
Muchas gracias.
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Cristina en Perú y en Bolivia
En la senda del Nuevo ABC de Perón En la década del 50, el general Juan Domingo Perón estableció las bases de la
primera política de integración latinoamericana, realista y posible. Afirmaba el presidente
argentino, en su memorable discurso del 11 de noviembre de 1953, ante los oficiales del
Estado Mayor del Ejército:
“La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene
tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres
países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más
extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa
disponibilidad constituye su reserva. (…) Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la
necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina”.
“Es indudable que, realizada esta unión, caerán a su órbita los demás países
sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento y
probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separado, o juntos, sino en
pequeñas unidades” (América Latina en el año 2000: unidos o dominados, pág. 71,
Ediciones de la Patria Grande, Casa Argentina de Cultura, México, 1990).
Este proyecto que se llamó el Nuevo ABC –aludiendo al que fuera el primer ABC
pensado por el canciller brasileño Barón do Rio Branco- tenía dos componentes
inescindibles.
Por un lado, el Nuevo ABC significó el planteamiento crudo y descarnado de una
alianza estratégica con el Brasil, lo que constituía una revolución copernicana en el
paradigma tradicional no sólo de nuestra cancillería y nuestras Fuerzas Armadas, sino
también en la concepción tradicional del radicalismo de cuño yrigoyenista y del
nacionalismo popular argentino. Sí para aquellos, la idea de establecer una unión con el
Brasil era visto como una ofensa a las pequeñas soberanías parroquiales de nuestros
fragmentados países, para estos Brasil era todavía el verdugo del pueblo paraguayo, el
aliado del mitrismo antifederal, el predador de la heroica Paysandú, a la que cantara Gabino
Ezeiza. Para la visión continentalista de Juan Domingo Perón, por el contrario, era la
conclusión necesaria y evidente del peso geográfico, político, económico, demográfico y
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cultural de los dos países. Brasil y Argentina eran las dos columnas sobre las que se
levantaría firme la arquitectura integradora.
Por el otro lado, la alianza con Chile, Paraguay y Bolivia significaba, en esta
arquitectura, el contrapeso necesario para evitar la tentación hegemónica que podía brotar
en Brasil, por obra de su tamaño y su potencialidad productiva. Así, Argentina encabezaba
la voluntad integradora de los países hispanohablantes, convocando a sus vecinos más
cercanos. Si el Uruguay no estuvo en la invitación fue tan sólo por la abierta orientación
antiperonista del gobierno colorado de entonces –Luis Batlle-. No obstante y para hacer
evidente la coyuntural ausencia del Uruguay en aquella propuesta, es necesario mencionar
la invitación que el recientemente electo presidente Perón le formulara al doctor Luis
Alberto de Herrera, respondiendo a su saludo: “Hay que realizar el sueño de Bolívar.
Debemos formar los Estados Unidos de Sudamérica”. Conocedor de los mecanismos
objetivos del poder y de los Estados, Perón se adelantaba a cualquier posibilidad
hegemónica, tanto de un Brasil que volviese a sus orígenes imperiales, como a una
Argentina porteña que intentase –como en el siglo XIX- reemplazar al virrey español.
El recientemente fallecido pensador uruguayo Alberto Methol Ferré expresaba en las
últimas conversaciones con amigos y discípulos su preocupación porque la Argentina no
parecía haber entendido esa expresa indicación de Perón. Desde su atalaya montevideana,
no veía Methol Ferré, en la cancillería argentina una clara decisión y una firme voluntad de
convocar a todos los países hispanohablantes, sobre todo a los del Pacífico. “Una
integración entre desiguales termina en hegemonía”, advierte desde su último libro. Y
agrega a continuación: “Se trata de llevar una delicada política que evite una hegemonía
brasileña, porque una hegemonía traería la destrucción de América del Sur y de América
Latina como posibilidad” (Los Estados Continentales y el Mercosur, Ediciones Instituto
Superior Arturo Jauretche, Buenos Aires, 2009).
Perú y Bolivia, el arco del Pacífico Los recientes viajes de la presidente Cristina Fernández de Kirchner a Lima y a La
Paz y lo expresado en sus discursos y declaraciones, se inscriben en lo mejor de aquella
política propuesta por el general Perón y cierran el círculo iniciado con el Mercosur y el
acercamiento a la República Bolivariana de Venezuela.
14
Los argentinos debíamos al Perú un desagravio. Alguna vez, la miserable aldea,
barrosa y maloliente, del Plata, había sido parte del extenso virreinato con sede en Lima. El
Perú fue liberado del yugo español por el hijo de las Misiones Occidentales, José de San
Martín. Por el Perú había peleado el joven argentino Roque Sáenz Peña, antes de ser
presidente de nuestro país. Había sido el Perú el primero en alistarse en nuestra guerra
anticolonial contra el ocupante de Las Malvinas. Emocionados recibimos los argentinos las
demostraciones de lealtad continental y de afecto fraternal cuando salieron pilotos y
aviones de los hangares peruanos para sumarse a la lucha en los cielos australes. Y mil
veces agradecidos estuvimos ante los esfuerzos del peruano Pérez de Cuellar, secretario
general de las Naciones Unidas, para evitar el choque de las armas colonialistas con los
defensores argentinos.
Solamente la depravada inmoralidad de un gobernante venal y sin patria pudo
ensuciar estos siglos de hermandad, al venderle armas al Ecuador, enfrentado
ocasionalmente en una guerra insensata con el Perú. Solamente un espíritu corrompido por
la avaricia pudo en un sólo acto traicionar a dos pueblos hermanos y enturbiar un afecto sin
mancha entre tres pueblos suramericanos. Esa ignominia, ese delito –cuyo encubrimiento
hizo volar, en nuestro propio país, una ciudad por los aires- interrumpió de hecho, durante
todos estos años, nuestra relación con el Perú. Poco podíamos conversar sobre política
suramericana con el Perú, si no tomábamos el toro por las astas y pedíamos humildemente
perdón. ¿Por qué iban a confiar los peruanos en un país que prometiendo garantizar la paz
entre Perú y Ecuador le vendió armas a uno de los beligerantes? Hasta ese lugar de
abyección llevó Menem la herencia política de Perón.
Cristina hizo lo único que podía hacer para que la voz de la Argentina volviera a tener
valor en el Perú. Fue y pidió disculpas. Y con ello no sólo reparó la afrenta cometida por el
miserable, sino que cumplimentó el aspecto que le faltaba a su gran política
latinoamericana, restablecer el diálogo con hispanohablantes, abrirse a uno de los
principales países del Pacífico y cerrar el círculo de la bioceanidad continental. No es de
poca significación que el viaje y la reparación se hayan realizado en el año del bicentenario
de los primeros gritos independentistas del continente.
Pero no se limitó a ello. Al homenajear, en su discurso, a Víctor Raúl Haya de la
Torre y recordar el parentesco de su ideario con el del General Perón, Cristina expuso la
14
génesis de su propio pensamiento y visión acerca del proceso de integración
latinoamericano. Haya de la Torre y Perón conforman los más importantes antecedentes en
el siglo XX de la política integradora que hoy viven nuestros pueblos. Mencionarlo, por
otra parte, frente al presidente Alan García, era ponerlo frente al espejo de la historia de su
propio partido.
El viaje inmediato a Bolivia completa el movimiento que planteara Perón y que nos
reclamaba Methol Ferré en imborrables conversaciones. Bolivia ha iniciado un nuevo
proceso institucional, intentando que la república cobije y sea expresión de todas las
vertientes que conforman su ciudadanía. Es, por otra parte, un país que requiere del apoyo
sincero y fraterno de sus vecinos para consolidar su sistema democrático y su nueva
constitución. El homenaje brindado a la nueva Generala del Ejército Argentino, Juana
Azurduy de Padilla, evoca necesariamente nuestro pasado común, del que debemos
recordar, en este año en que se cumplen doscientos años de nuestro primer gobierno patrio,
que su presidente, Don Cornelio Saavedra, era hijo de aquellas tierras altas.
Ya no es tan sólo Venezuela nuestra amiga suramericana, con todo lo importante que
ha sido y es. Estas visitas de Cristina a Perú y Bolivia deben ser interpretadas en el sentido
integrador que le ajudicaba Perón. Estamos dispuestos a una gran y estrecha alianza con el
Brasil. Sin ella, ni Brasil ni Argentina tendrán cabida en el mundo que se está conformando.
Pero para que ello no se frustre en un intento hegemónico, Argentina invita a todos los
hispanohablantes del continente para realizar el sueño de Bolívar junto al gigante que habla
portugués.
Buenos Aires, 4 de abril de 2010
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Reflexiones y homenajes
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Gustavo Adolfo II de Suecia, Franz Mehring, la Guerra de los
Treinta Años y la unificación latinoamericanaCuando estudiaba Historia en la Stockholms Universitet tuve oportunidad de leer un
pequeño librito de Franz Mehring sobre el rey sueco Gustavo Adolfo II, jefe de los
ejércitos protestantes e invasor de Alemania, durante un período de la Guerra de los
Treinta Años. Lo había encontrado en una biblioteca, en una edición no muy reciente y al
devolverlo perdí todo contacto con el libro. Tuve oportunidad de reencontrarlo, en su
versión sueca, en Internet, en la excelente Biblioteca Marxista http://www.marxists.org/.
Por las razones que apunto más abajo decidí traducirlo al español e intentar que
alguna editorial considere su publicación. Mientras logro esto último presento acá la
introducción que escribí a la traducción.
Franz Mehring no necesita mucha presentación para un público acostumbrado a la
lectura de los clásicos del pensamiento marxista. Nacido en Pomerania, en el norte de
Alemania, en el año 1846, murió en Berlín en 1919, pocos días después que sus camaradas
y amigos Rosa Luxemburgo y Kart Liebknecht fueran asesinados por los guardias blancos
de la reacción imperial, al fracasar la revolución alemana de 1918.
Ingresó a la política apoyando el proceso de unificación alemana liderado por
Bismarck, desde una perspectiva liberal, para coincidir, poco después, con las posiciones
expresadas por los socialdemócratas encabezados por Fernando Lasalle. Ingresó al Partido
Obrero Socialdemócrata Alemán, donde se convirtió en uno de sus principales periodistas y
publicistas. Entre 1902 y 1907 fue el editor jefe del periódico socialdemócrata Leipziger
Volkszeitung. Entre 1906 y 1911 enseñó en la escuela del partido. Fue miembro del
parlamento prusiano entre 1917 y 1918. Comienza a distanciarse de la socialdemocracia
con motivo de la votación a favor del presupuesto de guerra por parte del bloque de su
partido en el parlamento alemán, hecho que tuvo enormes consecuencias en la historia de la
socialdemocracia europea. El hecho puso fin a la existencia de la II Internacional y los
partidos socialistas europeos apoyarán a partir de allí a sus respectivas burguesías en la
matanza interimperialista de 1914, la Primera Guerra Mundial. En 1916 es fundador, junto
con Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, de la Liga Espartaquista que expresaba los
puntos de vista de la fracción socialdemócrata opuesta a la colaboración de los trabajadores
con la guerra imperialista.
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En 1918, un año antes de su muerte, dio a conocer su libro Carlos Marx (Editorial
Grijalbo, México, 1957), producto de sus clases en la escuela de la Liga Espartaquista, y
que constituye la mejor biografía política del fundador del materialismo histórico escrita
hasta el presente.
La unidad nacional alemana, la destrucción de los impotentes principados que
retrasaron más de trescientos años la creación de un estado alemán centralizado y, por lo
tanto, el pleno desarrollo de sus fuerzas de producción, fueron los objetivos por los que se
lanzó a la política y el principal impulso a su incorporación a la socialdemocracia. En su
pensamiento, sólo el proletariado alemán podría llevar adelante esas formidables tareas,
ante lo que consideraba la debilidad de la burguesía germana y su miedo a encarar las
necesarias transformaciones que implicaban, entre otras, la abolición de la monarquía y de
los residuos feudales.
En 1894 publicó este folleto sobre el rey sueco Gustavo Adolfo II, quien en el
transcurso de la Guerra de los Treinta Años, invadió y saqueó el suelo alemán, y al que la
burguesía sueca y la alemana, lo que despertó en Mehring una profunda indignación,
erigieron en un guerrero por la libertad de conciencia contra la servidumbre del catolicismo
y los jesuitas. Para desmentir esta falacia, Mehring hace en este folleto un ejercicio de
revisionismo histórico sobre la figura del monarca sueco, sobre la Guerra de los Treinta
Años y sobre la reforma luterana.
Dos cosas, entre otras, deja en claro el folleto:
1. La profunda transformación económica que, con el ropaje de turbulencias,
enfrentamientos y guerras religiosas, conmovieron a la sociedad Europea a partir de fines
del siglo XV.
2. Y dentro de ello, Mehring establece un punto de vista, a mi entender, novedoso al
apartarse de la condena adocenada del progresismo de izquierda al absolutismo de los
Austria y a la contrarreforma jesuítica. Con una luz impiadosa ilumina las pequeñeces del
luteranismo y de su fundador y algunos seguidores, así como la infamia de los príncipes
alemanes -luteranos y católicos-, mientras que eleva al Mariscal de las fuerzas del Sacro
Imperio Romano Germánico y de la Liga Católica, el bohemio católico Alberto de
Wallenstein a la altura de un fallido, pero hábil y esforzado, protounificador del reino
alemán.
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Su afirmación de que, siendo Alemania uno de los países más atrasados de Europa
occidental de entonces, la religión alemana (el luteranismo) no podía ser sino una religión
atrasada, y su descripción del jesuitismo como, junto con el luteranismo y el calvinismo, la
expresión de las nuevos formas de producción capitalista en la esfera religiosa, aportan un
novedoso, pese a lo centenario del texto, e iluminador punto de vista.
La otra razón que me motivó a la traducción del texto, además de su ausencia en la
literatura en castellano, es que la lucha secular por la unificación de Alemania, más allá de
las obvias y enormes diferencias de tiempo, lugar y cultura, y de la existencia arrasadora en
nuestros días de un imperialismo económico inexistente en el siglo XVII, tiene ricos y
aleccionadores puntos de contacto con nuestra lucha por la unidad de América Latina.
También aquí encontramos figuras similares a los “déspotas enanos” que menciona
Mehring, al referirse a la miríada de duques, condes, margraves, marqueses, príncipes,
príncipes electores, obispos, arzobispos y emperador que usufructuaban el trabajo de los
campesinos y las ciudades alemanas. Nuestras impotentes repúblicas, sus muecas de
soberanía frente a los vecinos y su lacayuna obediencia al imperialismo, juegan el mismo
papel que aquellas, son el impedimento para nuestra existencia como nación continental
soberana.
Si Francia, por un lado, y la rapiña sueca, por el otro, más la traición de los príncipes,
católicos y protestantes, fueron la razón principal para que Alemania entrara trescientos
años tarde al concierto europeo, como nación moderna, así hoy el sistema imperialista que
rige sobre EE.UU. y Europa, y se descarga sobre el mundo semicolonial, y la traición de las
oligarquías latinoamericanas constituyen el principal impedimento de nuestra unificación
nacional.
Para no hablar de los historiadores de nuestra balcanización que, así como el partido
de la reacción alemana erigió en héroe al causante del atraso alemán, han erigido en el
papel de prohombres a quienes abrieron las puertas al imperialismo inglés, dividieron la
heredad hispanoamericana para facilitar la penetración del mismo. Rivadavia, Rivera
Portales, Tagle y Mitre cumplieron el mismo papel que en este folleto Mehring atribuye a
los miserables señores alemanes. Y nuestros Wallensteins, nuestros campeones de la
independencia nacional y la unidad continental han sido relegados a la categoría, o bien de
15
déspotas, o bien de bandidos, actitud esta de la que no se salvó ni siquiera el maestro del
profesor Franz Mehring, Carlos Marx57.
Hay un detalle, apenas unas palabras, en el texto de Mehring que no puedo pasar por
alto y han merecido una pequeña nota al pie de página de mi parte. Al final de su breve
ensayo y describiendo la decadencia moral de aquella banda de príncipes y marqueses,
escribe:
“Los príncipes protestantes, que habían vivido desde el final de la guerra campesina
hasta la paz de Westfalia, eran una pandilla horripilante, a la que un mar de agua calina
apenas alcanzaría para ocultar el color natural de la piel de esos moros bajo una fina
capa de color cieno”.
Que en 1908, fecha de la segunda edición del folleto, Franz Mehring continuase
considerando que esas palabras no ofendían a un vastísimo sector de la humanidad
oprimida indica bien a las claras el carácter eurocéntrico que el pensamiento socialista
marxista, aún el más avanzado y decidido, tenía en el Imperio Alemán de Guillermo II poco
antes de la Primera Guerra Mundial. Llamar moros, en recuerdo de los cultos príncipes del
califato de Granada, con el brutal sentido descalificatorio y racial que encierra el párrafo, es
para los latinoamericanos de principios del siglo XXI un indicio más del derecho de
inventario con que tenemos que aprehender los instrumentos del pensamiento crítico
generados por Europa.
Establecido el necesario y sano inventario, entremos entonces al texto de Franz
Mehring sobre Gustavo Adolfo Wasa.
Pântano do Sul, Isla de Florianópolis, Santa Catarina, Brasil, 23 de diciembre de
2007.
57 El injurioso y descalificante artículo sobre Simón Bolívar y, en general, la desdeñosa actitud hacia la historia y la realidad de América Latina ratificada en varios escritos de Carlos Marx son una muestra de este prejuicio.
15
Apuntes sobre la situación colombiana El tema de las FARC, el rescate de Ingrid Betancourt y cómo ello influirá en la
política de la región amerita un tratamiento cuidadoso porque están en juego muchos
sacrificios, muchos años de lucha, mucho dolor y mucha sangre. De modo que trataré de
expresar mi opinión del modo más prudente que me salga.
Creo que las FARC -más allá de la legitimidad de su origen, de la injusticia orgánica
de la sociedad colombiana y de su estado- eran, en cierto modo, un elemento residual de
otra época.
Las FARC fueron convirtiéndose a lo largo, sobre todo, de la década del setenta en un
instrumento de la Guerra Fría en la región, política ésta de la que no fue ajena la propia
dirección cubana. Ni el violento golpe de Estado contra Salvador Allende, ni el error de la
destitución de Velazco Alvarado, ni la dictadura de Videla y Martínez de Hoz en la
Argentina pueden ser analizados fuera del marco de la Guerra Fría.
Desde mi perspectiva -una perspectiva sureña, como digo, muy influida por la
experiencia del peronismo- el papel jugado por los soviéticos en el proceso revolucionario
latinoamericano fue deplorable. Sometieron el destino de nuestros pueblos a su política de
gran potencia. Con muy pocas excepciones, los partidos comunistas latinoamericanos no
fueron otra cosa que la correa de transmisión de la política soviética, ajena a la historia, los
intereses y hasta las expresiones políticas concretas de nuestras aspiraciones. La lista de
iniquidades cometidas por estas conducciones dóciles a Moscú sería larguísima. Para dar
dos ejemplos tomados de la historia de mi país puedo citar el antiperonismo rampante del
comunismo argentino y su apoyo declarado y documentado al golpe de estado de 1976 y a
la dictadura de Videla.
La implosión de la Unión Soviética y la victoria de los EE.UU. en la llamada Guerra
Fría cambiaron por completo las condiciones de lucha en nuestro continente. Si bien, la
potencia vencedora desarrolló a partir de los años 90 una brutal hegemonía política,
económica e ideológica fundada en los lineamientos del Consenso de Washington, con el
dramático costo que ello tuvo para nuestros pueblos, la desaparición de la Unión Soviética
y la crisis terminal de los partidos comunistas nacidos, crecidos y agotados bajo su
dominio, abrió nuevas corrientes, nuevas perspectivas y posibilidades al desarrollo de un
proceso popular revolucionario propio e independiente. La propia Revolución Bolivariana y
15
la aparición de Hugo Chávez en el panorama continental son una prueba de ello. Pero
también lo son todos y cada uno de los procesos que en nuestros países han modificado
durante los últimos años la relación de fuerzas entre el imperialismo y nuestra Patria
Grande.
Las FARC se congelaron en el frío siberiano de aquella época. Incapaces de tomar el
poder en Colombia -país de una complejidad histórica y política descomunal-, con un
creciente aislamiento político, con prácticas como la de los rehenes que las aislaban aún
más de la población no sólo colombiana, sino latinoamericana, su sobrevivencia dependió
cada vez más de la formidable tozudez de sus dirigentes que, conciente o inconcientemente,
no lograban encontrar una salida política al laberinto en el que la historia colombiana y
mundial las habían metido.
El propio Fidel y la dirección cubana en general fueron, poco a poco, largándoles la
mano. Cada vez era más evidente su inviabilidad para tomar el poder en Colombia. Fuera
del respeto que merecen su pertinacia y sus ideales, las FARC fueron debilitándose
políticamente y la cuestión de los rehenes como única política para negociar su
sobrevivencia terminó por hartar a la mayoría de la sociedad colombiana. Las relaciones
con los narcos -que por otra parte atraviesa a toda la sociedad colombiana, por lo que se
puede leer en las referencias periodísticas-, aún bajo la forma del llamado impuesto
revolucionario, no contribuyó en lo más mínimo a sostener su popularidad. Su última
actividad política de cierta magnitud fue aquella visita que hiciera uno de sus dirigentes a la
Bolsa de Nueva York. La fiebre del capital financiero había llegado al corazón mismo de
las selvas colombianas. Mientras tanto, un presidente que representaba a la tradicional
política colombiana en su versión más conservadora, de una notable habilidad e inteligencia
política, Alvaro Uribe, reunía tras de si a la mayoría del país que quiere poner fin al
anacronismo de las FARC, de su chantaje y sus secuestros. Los EE.UU. ven en ello no la
posibilidad de derrotar a una guerrilla que no significaba ninguna amenaza real a su política
imperialista, sino la oportunidad de poner tropas en un país fronterizo a Venezuela y a
Brasil. Mientras Fidel Castro y Cuba mantienen un buen nivel de relación con Uribe,
Chávez intenta una salida negociada para los rehenes y para la propia guerrilla de las
FARC. La entrega unilateral de rehenes, con la participación de importantes líderes
continentales y europeos, fue la coronación de esta política de Chávez. Uribe, su ministro
15
Santos y los yanquis vieron que esto daba nuevos aires a unas FARC bastante faltas de
oxígeno y pusieron punto final a eso de un modo dramático: bombardearon un campamento
de las FARC en territorio ecuatoriano. La reunión de Santo Domingo, entre los países
hispanoamericanos sin la presencia destructiva de los EE.UU. salvó al Cono Sur de un
enfrentamiento militar que hubiera sido nefasto para el proceso de integración.
Chávez, que es un extraordinario político de la talla de los grandes de nuestro
continente, -Lázaro Cárdenas, Getulio Vargas, Perón y Fidel Castro- y cuya mirada se
proyecta en el tiempo y escudriña el futuro, entendió que tenía una brasa en las manos.
Continuar con una política de hostigamiento hacia Uribe, en defensa de una guerrilla
agónica, cuya única fuerza de presión eran los secuestrados, le significaba abrir un frente
que no tenía una solución a corto plazo y mantener una disputa abierta con el principal
vecino, ni más ni menos que la Colombia de Santander que derrotó al Libertador en su
última batalla. Su paso atrás, su distanciamiento explícito y reiterado de las tácticas
armadas y de los secuestros, hicieron evidente que la pulseada entre el gobierno
colombiano y las FARC ya estaba decidida. Y, como dicen los sindicalistas argentinos, a
los compañeros se los acompaña hasta la puerta del cementerio. No se entra con ellos.
Importa muy poco cuales fueron las condiciones de la liberación de Ingrid
Betancourt. No es muy creíble la historia oficial y, como se sabe, la primera víctima de una
guerra es la verdad. Pero lo que sí es evidente es que el gobierno de Colombia ha ganado
políticamente y que esa victoria no arrastra a Hugo Chávez y al proceso bolivariano, es
decir continental.
Caracas, 3 de Julio de 2008
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Adiós a Dom Helder Camara“Cuando le doy de comer a un pobre, me llaman santo. Cuando
les pregunto por qué los pobres no tienen para comer, me llaman
comunista”.
Dom Helder Camara
A mediados de la década del 60, su figura menuda comenzó a aparecer en los diarios
y revistas de todo el mundo. Era un hombre delgado, vestido con una sotana blanca que
aparecía rodeado de desarrapados, en medio de una espantosa favela o en el miserable
rancho de un perdido campesino sin tierra del nordeste brasileño. El mundo comenzaba a
conocer a Monseñor Helder Camara, el obispo de Pernambuco.
Toda una generación de jóvenes católicos latinoamericanos se sintió sacudido por su
prédica y su acción contra la miseria sin límites en que vivían –y viven- los pobres de
nuestra tierra.
Sin otra arma que una valentía sin límites y una entrega total a la causa de los
oprimidos, monseñor Helder Camara denunció ante el mundo la injusticia de los grandes
terratenientes nordestinos, la crueldad de los cangaçeiros contra los campesinos sin tierra,
las torturas de la dictadura militar contra los militantes populares. La palabra de Helder
Camara actualizó el tema de la reforma agraria en América Latina. De pronto, desde la más
alta magistratura de la Iglesia Católica, un hombre pequeño y sin miedo se enfrentaba a los
poderes políticos y económicos de su país, convertía la causa del nordeste brasileño en una
causa de la humanidad contra el hambre y la miseria.
Cientos de miles de jóvenes latinoamericanos sintieron por primera vez que la
religión heredada de sus padres tenía un mensaje de compromiso con los humildes, con los
explotados, con los humillados y con esta idea se lanzaron a la actividad política. Muchos
murieron en el intento, otros claudicaron frente al poder económico. Muchos, quizás los
más, perseveraron en aquel compromiso despertado por dom Helder y continúan en la
misma trinchera.
Son los que, emocionadamente, hoy lo despiden.
Murió a los 90 años dom Helder Camara. Los pobres, los sin tierra, los desheredados,
las víctimas de un sistema social injusto han perdido a uno de sus más preclaros y osados
voceros y lloran, seguramente, su partida. A ese dolor sumamos el nuestro.
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Washington Reyes Abadie, apóstol precursor del Mercosur
Falleció en Montevideo, Uruguay, el gran historiador rioplatense, el oriental
Washington Reyes Abadie, una de las más importantes figuras del pensamiento nacional
latinoamericano.
El profesor Reyes Abadie fue el gran revisionista de la historiografía uruguaya y,
sobre todo, quien sacó a José Gervasio de Artigas de las brumas en el que la historia liberal
lo había colocado, trayéndolo a las nuevas generaciones como el gran caudillo del Plata, el
héroe principal de la Revolución de Mayo, el más legítimo representante de los pueblos del
interior del viejo virreinato.
Sus libros fundamentales, El Ciclo Artiguista y la Crónica General del Uruguay,
pusieron una nueva luz sobre la naturaleza y las características de la Revolución de Mayo.
De sus páginas surge la figura del gran caudillo oriental, José Gervasio de Artigas, como el
articulador de la continuidad histórica de la comunidad hispano-criolla de las antiguas
Misiones y la ruptura generada por el pronunciamiento porteño.
Fue fundamentalmente gracias a la labor histórica y literaria de Washington Reyes
Abadie que Artigas dejó de ser el fundador de un pequeño país llamado Uruguay, para
transformarse en el caudillo plebeyo para quien “Naides es más que naides” , el unificador
de los pueblos criollos a ambas márgenes del río Uruguay, el amigo y protector de los
guaraníes, el defensor por excelencia de la unidad de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, el enemigo enconado del centralismo rivadaviano, el jefe político y militar de un
partido cuya influencia llegó a extenderse desde las playas de la Fortaleza de Santa Teresa
hasta la mediterránea Córdoba.
Washington Reyes Abadie aunaba a su profundo conocimiento de la historia
americana una admirable capacidad expositiva. Sus charlas y conferencias sumaban a una
erudición asombrosa una oratoria inolvidable. Cultor del hoy devaluado arte de la
comunicación verbal, la exposición de Reyes Abadie desplegaba ante el auditorio la
historia de nuestras patrias con la vivencia de una abigarrada superproducción fílmica, con
los colores de una prosa florida y de largo aliento que lo emparentaba con los modernistas
de principios del siglo XX.
Pero no fue sólo en el rescate y proyección continental de la figura de Artigas donde
Reyes Abadie puso la luz de sus investigaciones y sapiencia. Su labor quizás más
15
influyente, la que mayores consecuencias políticas, sociales e institucionales ha proyectado
en el presente es la concepción acerca de la unidad entre Argentina y Brasil como base
geopolítica para la unidad de América Latina. En fecha tan temprana como 1958, junto con
Alberto Methol Ferré y Ares Pons, fundaron la revista Nexo, cuyo nombre invocaba la tarea
que estos orientales le asignaban al Uruguay: la de un nexo, la de un vínculo íntimo entre
Brasil y Argentina. Tironeados por el pasado de su territorio, el que se debatió entre ser la
Banda Oriental del Virreinato del Río de la Plata o la Provincia Cisplatina de la colonia
portuguesa del Brasil, este grupo precursor de intelectuales uruguayos vinculados
políticamente al Partido Blanco y a su jefe, Don Luis Alberto de Herrera, fue capaz de
pensar, desde la inviabilidad a largo plazo del estado tapón creado por las manipulaciones
de George Canning y su ministro Lord Ponsomby, un destino superador iberoamericano. El
carácter geográficamente fronterizo del Uruguay, sostenían, le daba un papel articulador
entre los dos grandes países del continente, dejando detrás la visión liberal inglesa del
“algodón entre dos cristales” para ser bisagra unificadora de un nuevo gran centro de
poder capaz de atraer al conjunto de los fragmentos de la gran nacionalidad dispersa.
Washington Reyes Abadie visitó muchas veces la Argentina, donde se lo consideraba
no un extranjero sino un compatriota. Su mensaje permanente era el de la unidad en el
Mercosur, el de la superación del impotente provincianismo y la creación de una patria
común para argentinos y orientales. Al irse nos ha dejado una pena honda, pero también un
mandato a cumplir. Su Artigas volverá a cabalgar por la heredad iberoamericana, libertando
pueblos indios, volviendo a hablar el español, el portugués y el guaraní, las lenguas de
nuestro pasado y nuestro futuro.
Buenos Aires, 1° de Setiembre de 2002
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El Hegel de la calle BrechaLa hermosa tarde de este domingo se ha sacudido con una noticia infausta. Ha
muerto Alberto Methol Ferré. Se nos ha ido el hombre que desde el Uruguay, desde la
antigua Banda Oriental, iluminaba con su potente pensamiento la política del Plata.
Conocí a Alberto Methol Ferré en el año 1971, gracias a su amistad de hierro con
Jorge Abelardo Ramos. El viejo Partido Socialista de la Izquierda Nacional hacía su
congreso en el Hotel Rama de Río Ceballos, Córdoba, y Ramos lo invitó a hablar en una de
sus sesiones. Todos nosotros habíamos leído ya su libro fundamental, El Uruguay como
problema, y conocíamos, obviamente, su revelador artículo sobre la Izquierda Nacional en
la Argentina.
Ese mismo año, habíamos hecho conocer sus reflexiones sobre la reunión del
Episcopado Latinoamericano en Medellín, cuyas conclusiones sacudieron el polvoriento
edificio de la iglesia católica de este continente. Con un grupo de amigos -Juan Carlos
Bertinci, Luis María Cabral, Juan Carlos Ursi, entre otros- habíamos creado, en la Facultad
de Derecho de la muy reaccionaria Universidad Católica Argentina, la Agrupación
Estudiantil Nacional y Social (AENYS) y el folleto de Methol fue nuestro bautismo de
fuego.
Alberto Methol Ferré, el Tucho, fue un hombre singular. Nacido en Montevideo en
un hogar de clase media, tuvo de compañero en la universidad al propio Jorge Batlle, lo que
no impidió que sus convicciones políticas lo acercasen al partido Nacional, a los blancos y,
dentro de ellos, al ala liderada por quien fuera el último caudillo de ese partido, don Luis
Alberto de Herrera.
Al mismo tiempo, se convirtió al catolicismo y comenzó a desarrollar su admiración
-que lo acompañó hasta hoy mismo- por el entonces presidente de la Argentina, el general
Juan Domingo Perón. Él mismo ha contado el impacto que le produjo la publicación en
Montevideo del célebre discurso de Perón ante los oficiales del alto mando del Ejército, el
11 de noviembre de 1953, en el que expone su concepción del Nuevo ABC. Por primera
vez en la región, un presidente argentino, contra todas las teorías de los estados mayores,
proponía una alianza estratégica con el Brasil y con Chile, como paso necesario para la
integración del continente.
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A partir de ello, el pensamiento político de Methol Ferré estuvo dedicado a
consolidar, profundizar y extender en toda su arquitectura, la propuesta de Perón. Sus
incursiones en la historia española y latinoamericana, sus análisis sobre el Uruguay y su
historia, su abordaje a la Geopolítica, su frecuentación a Hegel y a Ratzel no tuvieron otra
finalidad que abarcar en toda su extensión e implicancias la potencialidad que se encerraba
en esta alianza estratégica.
En un país signado por un origen vinculado a las intrigas de Lord Ponsomby y a la
irreductible estolidez rivadaviana, caracterizado por un laicismo raro en la región y en el
que el imperio inglés permitió una suave democracia urbana y una fuerte miseria rural,
Alberto Methol Ferré fue católico, federal, artiguista y blanco. Encontró en la prédica de
Herrera contra el establecimiento de bases norteamericanas, en la década del 50, una
vinculación entre las viejas banderas de Oribe de los tiempos del sitio de Montevideo y las
nuevas tareas patrióticas exigidas por el reemplazo definitivo de aquel Lord Ponsomby por
el nuevo Mr. Ponsomby, como, con gracia, definía la aparición del nuevo imperialismo
norteamericano en las playas de Pocitos. Junto al viejo caudillo blanco, participó Methol
Ferré de la campaña electoral que permitió el triunfo de Herrera junto a quien fundara el
movimiento ruralista, Benito Nardone, conocido por su seudónimo radial “Chicotazo”. De
esos años es el libro que publicara en nuestro país don Arturo Peña Lillo en la memorable
colección La Siringa, “La crisis del Uruguay y el imperio británico”, de lectura aún hoy
reveladora del Uruguay profundo, más allá del Cerro de Montevideo.
Compartió con Washington Reyes Abadie y Roberto Ares Pons la creación de la
revista Nexo, en 1958. Desde ella comenzó a desarrollar aquellas tesis aprendidas del
general argentino derrocado en 1955 y a concebir la función de su pequeño país, alguna vez
Banda Oriental y alguna otra Provincia Cisplatina, como el nexo y la clave capaz de
articular la unidad de la Cuenca del Plata. Justamente con este concepto dará inicio a la más
trascendente y luminosa reflexión que se haya escrito sobre el papel histórico y el destino
del Uruguay, su admirable “Uruguay como problema”. Así comienza el libro: “El Uruguay
es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur, y la incertidumbre de su destino
afecta y contamina, de modo inexorable y radical, al sistema de relaciones establecido
entre Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia”.
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Alberto Methol Ferré estaba dotado de una prodigiosa capacidad para la reflexión
filosófica e histórica. En su cabeza los países, las naciones y los continentes eran
protagonistas de una marcha contradictoria y agónica hacia la realización de su ser. Al
modo de un Hegel contemporáneo, desde su mirador de la calle Brecha oteaba el horizonte
americano, a la vez que prometía a su interlocutor que su misión en esa calle, llamada así
porque fue por donde entraron los invasores ingleses de 1806 abriendo una brecha en el
muro del fuerte, era impedir que, ya no los ingleses, sino los angloamericanos volvieran a
ocupar la ciudad platina. Su poderosa mirada atravesaba las décadas, los siglos y las
distancias. Era capaz de descubrir en el papel jugado por la isla de Cuba durante la colonia
española, la importancia y el peso que la misma lograra en términos de geopolítica a partir
de la Revolución. Frente a sus ojos se extendía un gigantesco mapa de nuestro continente
que le permitía reflexionar sobre la necesidad del Brasil de sostener la revolución
bolivariana de Chávez a efectos de impedir que la frontera de los EE.UU. se acerque
peligrosamente a la Amazonia.
Al modo de Demóstenes, el orador paradigmático de la antigüedad, Alberto Methol
Ferré había logrado una admirable capacidad de comunicación verbal que superaba por
lejos la contumaz tartamudez que lo aquejaba desde la infancia. A poco de comenzar y
después de su habitual chiste de ser un orador que se interrumpe a sí mismo, sus
interlocutores quedaban hipnotizados por el prodigioso despliegue conceptual, la
abrumadora capacidad de asociaciones y una erudición que se ocultaba en un lenguaje
popular y llano.
A partir de la instauración de la dictadura en su país, perdió su alto cargo en la
administración del puerto de Montevideo y se convirtió en uno de los más importantes
intelectuales laicos del Episcopado Latinoamericano. Esa tarea le permitió recorrer nuestro
continente en toda su extensión, conocer de cerca las distintas realidades de nuestros
pueblos e investigar en su historia política y económica.
Lentamente su pensamiento comenzó a abrirse paso en el Uruguay, en la otrora
llamada “Suiza del Plata”. A medida que el bienestar de la semicolonia inglesa comenzaba
a desaparecer y miles y miles de uruguayos emigraban a Europa y a Australia, cuando el
país no podía ofrecerles un lugar bajo el sol, la prédica de Alberto Methol Ferré, su
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intransigente continentalismo, su desprecio a la “argentinidad”, a la “uruguayidad”, a la
“chilenidad”, comenzaron a demostrar su valor y trascendencia. Fundador del Frente
Amplio uruguayo, antes de la dictadura, la hegemonía que durante mucho tiempo ejercen el
partido Comunista y los sectores liberales, lo alejan del mismo recluyéndose en su
identidad blanca. La aparición de Pepe Mujica como caudillo del Frente y su candidatura
presidencial lo acercaron nuevamente a aquellas filas y son muchos los comentarios acerca
de sus reuniones con Pepe, hablando de lo que más sabía: la unidad continental, el
Mercosur, la Unasur y el futuro de la Patria Grande.
Tuvo con la Argentina una relación más que fraternal. En el fondo Tucho Methol
Ferré se consideraba un argentino oriental, como aquellos a los que estaba dirigido el
llamamiento del general Lavalleja: “Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo
esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar
vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés de que
seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros”.
Cultivó la amistad con grandes argentinos, como Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos
o Fermín Chávez. Cuando sus viejos amigos se fueron retirando, mantuvo una activa y
generosa relación con quienes formábamos parte de una generación más joven. Y hasta los
últimos días mantuvo una enorme capacidad de trabajo y una incansable voluntad de
transmitir sus conocimientos y sus reflexiones.
Los viajes a Montevideo no tendrán ya ese hálito de visitar la ciudad santa de Qom
que tenían cuando aún vivía Alberto Methol Ferré. No volveremos a recordar con respeto a
los monjes escoceses que inventaron esa exquisita agua de vida a la que llamaron, en su
abstruso idioma, whisky. No volveremos a homenajear a la vida como lo hacíamos cada
vez que terminábamos la velada. Ni volveremos de Montevideo con la cabeza llena de
ideas, de luminosas metáforas, de las inesperadas asociaciones con que Methol nos
devolvía a un Buenos Aires, que ha comenzado a extrañarlo.
Pero quienes lo hemos sobrevivido tenemos el compromiso de que ese sueño de
unidad y justicia por el que luchó toda su vida pueda ser realizado en el espacio de una
generación. Su inteligencia preclara y su lealtad nunca abjurada a esa causa nos dieron
algunos de los instrumentos más preciosos para lograrlo.
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Buenos Aires, 15 de noviembre de 2009
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América Latina, esa hermosa transculturación Cultura y Alteridad
(En torno al sentido de la experiencia latinoamericana)
José Ramiro Podetti
Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A.
Caracas - 2007
Premio Internacional de Ensayo Mariano Picón Salas, 2007 de la Fundación Centro de
Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos
El objeto de este apasionante libro es la identidad de nuestro continente, nuestra
identidad latinoamericana. O mejor dicho de la contradictoria identidad latinoamericana
que, en cada momento histórico, en cada intento de definición política, en cada reflexión
choca con un elemento que surge de su propio interior, de su ser, la alteridad, el otro: una
identidad atravesada por la conciencia de ser otra cosa distinta a los atributos que esa
identidad denota.
El autor parte, para su investigación histórica, antropológica y filosófica, del célebre
discurso de Simón Bolívar ante el Congreso de Angostura, en 1819. Allí, el Libertador, a
punto de sentar las bases institucionales y políticas de la gran nación continental, se
pregunta sobre nuestra identidad y llega a una respuesta que pone justamente un enorme
interrogante identitario. Dice Bolívar: “Es imposible asignar con propiedad a qué familia
humana pertenecemos”. Y esta respuesta casi asombrada del Libertador, escribe Podetti, se
convierte en la clave de la cuestión sobre la identidad, ya que la definición sobre nosotros
mismos implica necesariamente una noción, un concepto del otro, una idea de la alteridad,
para poder afirmar que no somos como los otros.
Para su tarea, Ramiro Podetti remonta su análisis, en el que la historia de las ideas
juega un papel esencial, al momento mismo del descubrimiento, que unifica, por primera
vez en la historia, un escenario humano a escala planetaria. En el pensamiento filósofico
europeo, la aparición del continente americano dará origen a una reflexión que se inicia con
la Relictio de Indis de Francisco de Vitoria, que pone las bases a la noción de una
comunidad mundial y, por lo tanto, de un poder mundial. Considera, entonces, Podetti que
los cinco siglos que van de la llegada de Colón a Guanahaní hasta hoy es “el período de
transición entre las historias locales y la historia universal propiamente dicha”, y
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establece un paralelo entre ambos niveles históricos y la relación historia personal-historia
local. “Las comunidades son a la comunidad mundial lo que los individuos son a la
comunidad” dice casi aforísticamente el autor al iniciar su obra.
La idea, que Podetti desarrolla con maestría y enjundia, es que el llamado
“Descubrimiento del Nuevo Mundo” no remite al hecho físico del contacto del europeo con
el suelo y la humanidad americana, sino a que ese contacto hizo que, por primera vez en la
historia, el ser humano descubriese el mundo en su totalidad, alcanzase una noción de
universalidad de la que carecieron todas las culturas anteriores. En suma permitió “el
descubrimiento del mundo”. En esta interpretación puede escucharse el eco de una
reflexión formulada por la hermana del autor, la notable filósofa Amelia Podetti quien, en
su texto “La Fenomenología del Espíritu y la Historia de Occidente” sostiene: “La
aparición de América en la historia significó un salto en el proceso de universalización.
Significó una transformación total de la geografía material y espiritual sobre la cual había
marchado hasta ese momento el proceso de universalización del hombre”58
Con esta idea como eje de su investigación, Podetti establece paradigmas culturales
clásicos, convirtiendo al viaje de Cristóbal Colon en la realización del simbólico viaje de
Ulises, sobre todo en la versión que el Dante da del héroe griego. Traspasar las columnas de
Hércules, salir del mare nostrum implicaba e implicó salir al encuentro del orbis alterius,
de la totalidad desconocida de los otros. Los relatos de los europeos llegados a tierras
americanas dan cuenta de que en sus cabezas venía la propuesta del desafío homérico,
cuando el propio Colón supone que el Orinoco es uno de los cuatro ríos del Paraíso
dantesco o en la convicción del jurista Antonio de León Pinelo de que el Paraíso había
estado en Suramérica. Será a partir de 1492, afirma Podetti, que la experiencia del mundo
no será tan sólo el conocimiento geográfico, sino “la experiencia del mundo como
comunidad”. En ese sentido profundo de la llegada europea a nuestro continente Podetti
encuentra la razón por la cual cientos de discípulos de Francisco de Vitoria, creador del
Derecho Internacional Público, se trasladan a América y desde acá influyen en el acontecer
político e intelectual de su época.58 “Porque en realidad, aunque los europeos siempre hayan dicho que en 1942 se descubrió el Nuevo Mundo –y nosotros lo sigamos diciendo-, lo que en realidad se descubrió no fue el nuevo mundo. Lo que se descubrió fue el mundo, porque a partir de ese momento los hombres pudieron conocer realmente cómo era el mundo; que era algo totalmente diferente a lo que habían conocido los hombres precolombinos, fueran europeos o americanos, ya que el problema los abarca a ambos”. Amelia Podetti, Comentario a la Introducción a la Fenomenología del Espíritu, Ediorial Biblos, Buenos Aires, 2007, pág. 50 y ss
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El plateamiento histórico-filosófico de “Cultura y Alteridad” recorre un camino que
va desde el reconocimiento a Bernardino de Sahagún, que en México funda la Antropología
con su “Historia general de las cosas de Nueva España” hasta Giambattista Vico, en quien
ve el primer antecedente de un pensamiento basado en la experiencia humana o sea de la
historia. Y la base material para ese desarrollo, que independiza la acción del hombre de la
acción de Dios o los dioses, es, para Podetti, la aparición de América.
El tema del mestizaje americano y el impacto que las teorías etnológicas europeas
tienen sobre este mundo de misturas raciales es el siguiente paso en su análisis, en el que la
fórmula sarmientina de “civilización o barbarie” manifiesta, dice Podetti, que “lo que
para el mundo europeo significaba un conflicto de alteridades, en el mundo
latinoamericano se convertía en un conflicto de identidad”. Esto llevó a que lo que en
Europa era una lucha con otros –la barbarie- en América Latina se convirtiese “en una
lucha consigo mismo”. O como afirma el mexicano Leopoldo Zea: “el hispanoamericano
eligió una de las formas de su ser y trató de cortar definitivamente la otra”.
Uno de los capítulos del libro está dedicado a analizar el peso que tuvo, en el
pensamiento europeo sobre América y África, la concepción política derivada de la
etnología –el racismo-, especialmente en pensadores de mucha influencia en nuestro
continente como Hume, Locke, Montesquieu y Hegel, arquetipos de la modernidad
europea. La siguiente cita tomada de "El Espíritu de las Leyes" es un ejemplo de ello:
“aquéllos de quien se trata son negros desde los pies a la cabeza; y tienen la nariz tan
achatada que es casi imposible compadecerse de ellos. No es posible aceptar la idea que
Dios, un ser tan sabio, haya puesto un alma, sobre todo un alma buena, en un cuerpo todo
negro… Es imposible suponer que estas genes sean hombres, puesto que si así lo
supusiéramos, se comenzaría a creer que nosotros mismos no somos cristianos”. Una línea
de pensar que culminará en el francés Arthur de Gobineau y su condena al
entrecruzamiento racial. Estas ideas europeas conjugadas con la ideología basada en el
Antiguo Testamento propia del sectarismo protestante –con su traslación ahistórica del
concepto de pueblo elegido- darán como resultado el racismo anglosajón norteamericano y
el colonialismo inglés con “la carga” del hombre blanco cantada por Kipling.
La parte culminante del libro de Podetti es la que, después de esta extensa
introducción en la historia de las ideas, analiza la obra y evolución ideológica de cinco
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autores latinoamericanos emblemáticos. El uruguayo José Enrique Rodó –pionero del
concepto nacional de América Latina-, el peruano Francisco García Calderón –el defensor
de la idea del mestizaje-, el mexicano José Vasconcelos –con su idea de la raza cósmica de
nuestro continente-, del cubano Fernando Ortiz –y su elogio a la transculturación- y, por
último, del peruano Víctor Andrés Belaúnde –y su crítica al indigenismo que reduce nuestra
historia a la realidad anterior a la conquista- son analizados por el autor, como antecedentes
y expresiones de la potente capacidad de unificación cultural y antropológica del
continente.
En estos cinco autores se dan, de distinta manera y en distintos momentos históricos,
las confluencias raciales y culturales por las que el otro –la alteridad, lo distinto- se conjuga
y cuestiona la propia identidad latinoamericana. El crecimiento avasallante de los EE.UU.
que describe Rodó, el rechazo a la pureza racial pregonada en Francia de García Calderón,
la presencia definitoria de la vertiente africana de Fernando Ortiz y la mestización cultural
de Belaúnde dan como resultado lo que Podetti denomina y elogia como “transculturación”:
una realidad en la que prima “la utopía antropológica de síntesis de todas las razas”,
fenómeno exclusivamente latinoamericano en el que el autor ve, además, “el pricipio
posible de una verdadera comunidad política universal”.
En suma, “Culura y Alteridad” es una obra cuya lectura resulta impostergable en el
momento de analizar y proponer un proyecto cultural latinoamericano, propio e
intransferible. Distinto al europeo en la medida en que “el otro” forma parte inescindible
de la propia identidad común.
Ramiro Podetti es un porteño radicado, desde hace veinte años en Montevideo, donde
realiza una importante actividad intelectual como profesor universitario. Amigo y discípulo
de Alberto Methol Ferré, cuya influencia se percibe en esta obra, Podetti recibió el
prestigioso premio Mariano Picón Salas al Ensayo en el 2007. El sistema cultural de la
Revolución Bolivariana premió así una obra que aporta, desde una perspectiva intelectual
propia y representativa de la tradición latinoamericana, al cauce de la unidad continental.
Buenos Aires, 23 de julio de 2009
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