Cuadernillos Culturales El Canelo de Nos N° 3-La Villa de las Haciendas

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Cuadernillos Culturales es una serie editada por la Corporación El Canelo de Nos. Historia de la Provincia del Maipo, San Bernardo, serie "Maipo", por Marcelo Mallea H.

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[LA VILLA DE LAS HACIENDAS] Cuadernillos Culturales El Canelo de Nos

Este capítulo refleja el avance industrial y social que la naciente villa de San Bernardo ha mantenido desde su fundación en 1821.

El presente inventario pretende demostrar la rica diversidad patrimonial que aún posee la ciudad, pero en menor escala, extendiéndose por los amplios cauces del río Maipo, produciendo una amplia gama de productos agrícolas y ganaderos.

No es de extrañar entonces, que San Bernardo posea una intrincada red de canales (acequias), proyectándose por doquier, regando árboles, avenidas, parques y plazas.

El agua formó y motivó la llegada de numerosos patrones e inquilinos; base en la cual se sustenta la economía primaria de Chile.

A fines del siglo pasado, el Valle del Maipo se encontraba completamente irrigado, encontrándose canales principales, tales como Espejino, Canal Nuevo, Viejo, entre otros.

San Bernardo en 1907 contaba con 4.158 habitantes, cifra que se duplicaba con creces en 1910, llegando a 8.269 habitantes.

Más hacia la cordillera pasaba la línea del ferrocarril “Llano del Maipo”, construida por trabajadores y hacendados de aquella zona, instalados en Puente Alto.

Este ferrocarril salía de la estación “Cajitas de Agua”, ubicada en la Plaza Italia, cruzando zonas agrícolas muy importantes.

La fertilidad era el principal potencial de estas tierras denominadas como “Valle de Maipo”, desde la cordillera, hacia Santiago y hacia el sur, por ejemplo Talagante.

Hacia el siglo pasado se subdividían los grandes fundos y parcelaciones, aboliendo el sistema de “Mayorazgos”, repartiendo la tierra entre todos los herederos, las grandes haciendas coloniales eran repartidas, los potreros potenciados para la agricultura, siendo el “latifundio” una forma clásica de sistema administrativo.

El sueño de don Domingo Eyzaguirre al fundar la ciudad en 1821 permitió la colonización de estos llanos, sosteniendo la agricultura y posteriormente la urbanización.

Según el libro de José Bengoa “Haciendas y Campesinos”, en el año 1895, en San Bernardo, 46 predios ocupaban más del 90% de la tierra disponible. Estas propiedades estaban avaluadas en 60 mil pesos de la época, con una superficie de más de 1000 hectáreas y 19 haciendas.

Cuadernillo Cultural N° 3 – Por Marcelo Mallea Hernández

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Esto demuestra un crecimiento enorme desde 1821, concluyendo que a fines del 1800 este sistema se incrementaba hacia grandes extensiones de terreno, incluyendo cerros, llanos, riberas, montes.

La gran hacienda de Lo Herrera se mantenía indivisa, no así la de Nos, subdividida en 4 hijuelas. Una de ellas pertenecía a don Ramón Subercaseaux y otra a don Francisco Baeza, ilustres hombres de la patria.

El Director Supremo, visionó en su obra el fomento a la propiedad. Ejemplo de ello es la formación de los “Llanos de Lepe” o “Maipo” mediante la venta de estos terrenos al Hospital San Juan de Dios por un rico vecino, don Pedro del Villar, obligando a cercar sus propiedades y construir en ellas al cabo de un año, prohibiéndoles expresamente de traspasarlas mediante títulos a manos no productivas.

Muchas de las haciendas que describiré en este capítulo, eran “multi-cultivadoras”, prospectando una gama de productos que abastecían a Santiago y alrededores.

La tecnología era “mixta”, dependiendo de las labores propias de cada predio. Además, eran abastecidas por nutridos tranques y acequias.

Sólo la Hacienda “Lo Herrera”, poseía 750 hectáreas y contaba con pulpería, retén de carabineros, colegio y capilla.

A comienzos de siglo, en este Valle mostraba fuerte arraigo por el sistema de “inquilinaje”: peones, inquilinos, hombres conocedores de la tierra que vivían en pequeñas ciudades junto a todas sus familias en casas, al interior de las haciendas.

La aristocrática sociedad criolla, dominante en toda la América, ha establecido sistemas para permitir la ocupación de un poco de tierra para fines agrícolas y ganaderos, especialmente en la zona central de Chile.

En el sistema de inquilinaje, dominante en el siglo pasado, el campesino es un trabajador con una pretensión salarial que vive en una humilde casa hecha de barro cocido y techo de paja. Tiene el privilegio de usar algunos animales de la granja, pero con la condicionante que debe atender todas las necesidades de su patrón, incluyendo la casa y su familia.

El campesino trabaja muy duro para cumplir con todos estos deberes, asegurando de esta forma el bienestar de su propia familia, ya que bajo la tutela del hacendado siempre obtendrá atención personal y medicinas que lo protegerán contra la adversidad.

Con este servicio mutuo, ambos se benefician, a pesar que al patrón poco le importan las condiciones de habitabilidad de sus trabajadores.

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Siempre es necesario aumentar la mano de obra, dada las enormes extensiones de tierra cultivable. Las fábricas eran pocas y la producción requería de más y mejor maquinaria para asegurar el abastecimiento interno y externo.

Sabemos que en las Actas del Cabildo constan las entregas de mercedes de tierra para estancias de pasto y labor en la ribera del Río Maipo. Ejemplos como estos datan del año 1547.Una de estas peticiones fue hecha ante el Cabildo por el vecino de la ciudad, don Pedro Villagra, pero que fue denegada, por cuanto Marcos Veas proclamó la propiedad y del repartimiento de sus indios, más bien administradas y habitadas por el cacique Guachinpilla, desde una acequia llamada Charamábida, yendo por el camino Real hacia el Río Maipo hasta la Acequia de La Cruz, y de largo desde el cerro que llamaban Temelna, incluyendo el cerro Pednan.

Por tanto, estas tierras debían ser “amojonadas” conforme a derecho y sin perjuicio de los naturales no podían ser vendidas ni a sus herederos, ni a clérigo, ni a fraile, iglesia, monasterio o eclesiástico.

En las Actas es posible comprobar la importancia del derecho a propiedad y la administración de los recursos naturales, así como del traspaso de estas tierras a heredad.

Veamos otros ejemplos que nos servirán para comprender mejor el potencial de fertilidad y dinamismo productivo de esta gran zona llamada Llanos del Maipo que en otrora fueran subvaloradas.

En 1872, esta percepción había cambiado radicalmente, sosteniendo que estas zonas estaban pobladas de “verduras”, rodeadas de haciendas de gran valor, tales como Peñaflor, la de Ortúzar, Espejo y Chena, que en más de una oportunidad fuera llamada “Hechena”.

Todo estaba conectado con el Zanjón de la Aguada que tomaba las aguas del Maipo y las depositaba en el Mapocho, tal como ocurre hasta nuestros días en un ciclo interminable de osmosis.

Estas inmensas “vegas” como eran llamadas, mantenían cada una más de mil hectáreas, como la de Espejo, lugar ubicado en toda la extensión del Llano y lugar donde se realizara la batalla del Maipo, clave para la independencia de Chile.

Como anécdota, estos terrenos mediaban con ciertos espacios de totora (7 hectáreas), con un espesor de tierra suelta de dos metros y una capa húmeda que daba origen a extensos manantiales.

Por otra parte, las haciendas de Lo Herrerra y Traburco, también de Calera eran muy valoradas. Sólo en Calera las extensiones de terreno sumaban más de dos mil, creciendo una vigorosa vegetación de arbustos y madera, con escasos pajonales.

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Un ingeniero de aquella época nombraba a estas hectáreas “impenetrables”. Decía que era muy necesario y aconsejable conocer a cabalidad estos terrenos para no perderse en tan peligroso lugar ya que las “tembladeras” adquieren una extensión considerable.

En el año 1883 el uso de nuevas tecnologías agrícolas, mejoramiento de semillas y ensilaje era de vital importancia. Uno de los primeros ejemplos se dio en el Llano del Maipo. El primer ensilaje de maíz a gran escala lo hizo don Luis Dávila Larraín, ensilando el producto de una y media cuadra de siembra en un estanque de 18 metros de largo, por 3, 25 de ancho y 1,50 de altura, obteniendo casi 3.000 quintales de forraje con un costo de 11 centavos por cada quintal.

El único asentamiento campesino suburbano, fundado por las autoridades de Santiago, fue en 1821, fecha de la fundación de San Bernardo, vendiéndose un número de hijuelas a muy bajo precio, en total 25 cuadras, beneficiando a su población en pro del progreso, en su mayoría constituida por militares y viudas de los defensores de la Patria.

Un documento de 1835 dice que estos sitios se dieron a “los que alcanzaron, pues siendo poco más de 200, los que se creyeron con derecho, pasan más de 4.000”.

El caso fundacional de la Villa de San Bernardo, bajo mandato Supremo del Director, don Bernardo O’Higgins es único, teniendo en cuenta a su población, netamente campesina, tal vez los asentamientos ubicados hacia la costa combinaban el uso del arado y la pesca, en el caso de la localidad de Bucalemu, donde más tarde, serían desalojados frente al establecimiento de haciendas con inquilinos propios de estos llamados “señores” o dueños de la tierra.

Casa principal fundo “Las Lilas”

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“San Bernardo…el Otro Inventario”

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