Cuaderno de Cultura El descenso de la...

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_______________ ---'a=d!stancia Cuaderno de Cultura El descenso de la razón La razón poética de María Zambrano y elpensamiento de la crisis cultural en el siglo xx JESÚS MORENO 5ANZ Escritor a concesión del premio Príncipe de Asturias en 1981 y del Cervantes en 1988 a María Zambrano (1904-1991), así como su propia vuelta a Madrid, tras largo exilio (1939-1984) por Francia, México, Cuba, Puerto Rico, Italia y Suiza, fue dando cierta notoriedad a esta pensadora hasta entonces muy oculta en el panora- ma literario, y aún más en el filosófico, español. Discípula de Ortega y Gasset, a lo sumo se le reconocía cierto carác- ter epigonal respecto de éste, y aproximándola, casi siempre con cierto desdén, a una equívoca escritura poética y mística. Hoy -en el año en que se cumple el cen- tenario de su nacimiento- este pensamiento es mejor conocido, aunque aún siguen pesan- do sobre él multitud de malentendi- dos, en parte debido a una amplia ignorancia o a una no siempre ade- cuada interpretación de su obra, ade- más de que, efectivamente, ésta se aparta de los cánones usuales de la filosofía académica, aunque aden- trándose en las raíces de los esencia- les problemas filosóficos del siglo veinte, como desde los años cincuenta se lo reconocieron Camus, R. Cai- llois, Cioran, E. Zolla, o los propios Ferrater Mora o Aranguren. Reco- nocida lo fue siempre por grandes poetas españoles, hispanoamerica- nos, franceses e italianos -Machado, Juan Ramón, Cernuda, Bergamín, Emilio Prados, Gil de Biedma, Valen- te, Ullán, Octavio Paz, Lezama Lima, René Char, Cristina Campo- por sus r .29 planteamientos de la relación entre la filosofía y la poesía, y en general con el mundo del arte, especialmen- te la música y la pintura, sobre las que también escribió amplia y pro- fundamente, y siendo también muy reconocida por un amplísimo espec- tro de pintores. GÉNERO Y LUGAR DE ESTE PENSAMIENTO Hay que repartir bien ellogos por las entrañas Empédocles Sabido es que lo más dificil no es ascender, sino descender. Mas he descubierto que el condescendi- miento es lo que otorga legitimi- dad, más que la búsqueda de las alturas (. . .); he preferido la oscu- ridad que (. . .) descubrí como penumbra salvadora, que andar errante, solo,perdido, en los infier-

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  • _______________ ---'a=d!stanciaCuaderno de Cultura

    El descensode la razón

    La razón poética de MaríaZambrano y el pensamiento de la

    crisis cultural en el siglo xx

    JESÚS MORENO 5ANZEscritor

    a concesión del premio Príncipe de Asturias en1981 y del Cervantes en 1988 a María Zambrano

    (1904-1991), así como su propia vuelta a Madrid, traslargo exilio (1939-1984) por Francia, México, Cuba,

    Puerto Rico, Italia y Suiza, fue dando cierta notoriedada esta pensadora hasta entonces muy oculta en el panora-

    ma literario, y aún más en el filosófico, español. Discípulade Ortega y Gasset, a lo sumo se le reconocía cierto carác-

    ter epigonal respecto de éste, y aproximándola, casi siemprecon cierto desdén, a una equívoca escritura poética y mística.

    Hoy -en el año en que se cumple el cen-tenario de su nacimiento- este pensamiento

    es mejor conocido, aunque aún siguen pesan-

    do sobre él multitud de malentendi-dos, en parte debido a una ampliaignorancia o a una no siempre ade-cuada interpretación de su obra, ade-más de que, efectivamente, ésta seaparta de los cánones usuales de lafilosofía académica, aunque aden-trándose en las raíces de los esencia-les problemas filosóficos del sigloveinte, como desde los años cincuentase lo reconocieron Camus, R. Cai-llois, Cioran, E. Zolla, o los propiosFerrater Mora o Aranguren. Reco-nocida lo fue siempre por grandespoetas españoles, hispanoamerica-nos, franceses e italianos -Machado,Juan Ramón, Cernuda, Bergamín,Emilio Prados, Gil de Biedma, Valen-te, Ullán, Octavio Paz, Lezama Lima,René Char, Cristina Campo- por sus r .29planteamientos de la relación entrela filosofía y la poesía, y en generalcon el mundo del arte, especialmen-te la música y la pintura, sobre lasque también escribió amplia y pro-fundamente, y siendo también muyreconocida por un amplísimo espec-tro de pintores.

    GÉNERO Y LUGAR DE ESTEPENSAMIENTO

    Hay que repartir bien ellogos porlas entrañas

    Empédocles

    Sabido es que lo más dificil no esascender, sino descender. Mas hedescubierto que el condescendi-miento es lo que otorga legitimi-dad, más que la búsqueda de lasalturas (. . .); he preferido la oscu-ridad que (. . .) descubrí comopenumbra salvadora, que andarerrante, solo,perdido, en los infier-

  • nos de la luz María Zambrano, «Amodo de Prólogo» a la edición de1987 de Filosofía y Poesía.

    La primera cuestión que suscitael pensamiento de Zambrano es elgénero mismo en que escribe y ellugar desde el que dimana su tan sin-gular voz. Ambas cuestiones afectana los problemas cruciales del pensa-miento y de la más alta literaturaoccidentales desde mediados del sigloXVIII, recrudecidos desde los iniciosdel siglo XX, y abocados en la actua-lidad a la, quizá, impotencia radicalde la filosofía, o «la derrota del pen-samiento» frente al nudo poder. Esta-mos ante la raíz misma del nihilismoy el pensamiento de la crisis occi-dentales que pone en cuestión lascapacidades de la llamada Ilustra-ción para ser un pensamiento libe-rador de la cultura y de la vida. Yasí, Zambrano se sitúa en la diná-mica que suscita esa «otra» Ilustra-ción crítica de los reduccionismos ygrandes abstracciones del raciona-lismo cartesiano, del idealismo y delpositivismo, y en una genealogía nodifícil de seguir desde cierto ilumi-nismo inglés y escocés, el propioromanticismo alemán (señalada-mente Shelling), las reacciones aHegel (y en especial Kierkegaard),hasta el eje en que se constituyeNietzsche en el hito clave propulsorde la crítica de la modernidad. Éstallegará a Zambrano a través de loscuatro ejes cardinales que para ellasuponen su propio padre Blas Zam-brano, Machado, Unamuno y Orte-ga, y desde luego en el generalizadoambiente regeneracionista español delprimer tercio del siglo XX, amplia-mente influido por la InstituciónLibre de Enseñanza.

    Es en ese contexto, y en la cons-telación de variados movimientosjuveniles de vanguardia y de pugnaentre concepciones deshumanizado-ras del arte neorrománticas socializa-doras, y las francamente implicadaspolíticamente, en el que surge estepensamiento de Zambrano en 1928como una razón cívica que intentaintegrar tan variadas tendencias enuna crítica cultural y política fuerte-mente afectada por Nietzsche y porMax Scheler que, desde estos inicios,irán matizando las influencias de susmaestros españoles y conduciéndo-la hacia géneros y lugares de pensa-miento más radicalizados. En ellotambién será decisivo, tanto la recep-ción del evolucionismo creador deBergson como, aún más, el diálogoque establecerá con san Juan de laCruz, que no hará sino acrecentarsea lo largo de su obra. De forma quesu inicial razón cívica se entrelazará,en el horizonte filosófico encauzadopor Ortega, con las razones poéticasy entrañadas de Machado y Una-muno, y no menos con una singu-lar «metafísica de artistas» (comopedía Nietzsche), que en ella explo-ra las más profundas raíces místicasy extáticas. Ello se verá acrecentadopor el pronto conocimiento, ademásde las vías más dinámicas del cristia-nismo originario, del propio sufis-mo, y en especial el de Ibn Arabî, dela mano de los grandes islamólogosAsín Palacios y el francés Louis Mas-signon, a quien, con el tiempo, aca-bará por declarar su único maestro.

    En suma, ya el arranque de la escri-tura de Zambrano deja ver las raícesentremezcladas de civismo y críticacultural, filosofía, poesía y mística. Lo

    cual es ya visible en su primer libroHorizonte del liberalismo (1930), ymucho más en el segundo, Los inte-lectuales en el drama de España (1937),donde la que he denominado «razónarmada» zambraniana en defensa de laRepública va fluyendo hacia una«razón misericordiosa», que acaba porcompletarse en los escritos de 1939«Nietzsche o la soledad enamorada»y «San Juan de la Cruz, de ‘La Nocheoscura’ a la más clara mística». Entresu primer y segundo libro, Zambranodelimita sus géneros y modos literarios,así como los lugares que realmentequiere visitar con el pensamiento que,en principio, no son otros que lasnietzscheanas, y tan incitadas a servisitadas por Ortega, «minas escon-didas» y «tierras incógnitas». Y así, enartículos entre 1932 y 1934 –«De nue-vo el mundo», «Nostalgia de la tie-rra», «Limite de la Nada», «Por qué seescribe» y «Hacia un saber sobre elalma»–, cuyos títulos son muy signi-ficativos y programáticos, va descen-diendo ya camino de sus lugares máspropios y con géneros literarios mes-tizos, transversales se dice ahora, o conDeleuze, rizomáticos. Comienza yarealmente lo que va a ser toda la escri-tura de Zambrano: una meditaciónentrecruzada de política, filosofía, poe-sía, saberes religiosos y mística.

    Ciertamente esta forma de pen-samiento no es, en principio, exclu-siva de Zambrano, pues en la seña-lada estela de esa «otra» Ilustración»la encontramos desde los románti-cos alemanes, y en casos tan alta-mente expresivos como los de Kier-kegaard, el mismo Nietzsche, o entrenosotros en Ganivet, Unamuno yalgún Machado (Mairena), por nohablar de casos paralelos (precisa-mente, y que, por tanto, quizá sólo

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  • se encuentren en el «infinito») comolo son en algunos ámbitos E. Blochy W. Benjamín. La especificidad deZambrano vendrá dada por el modoen que hará descender a la razón has-ta las zonas más avasalladas de la viday en una cada vez más radicalizadacrítica de aquellas concepciones racio-nalistas, idealistas, positivistas y, tam-bién, cínicas de la razón, de sus géne-ros y de los lugares de donde procedey hasta donde puede alcanzar.

    EL LABERINTO Y EL PURGATORIO DE LA FILOSOFÍA

    Una de las claves para comprenderesta especificidad del descenso de larazón en Zambrano a sus propias raí-ces vitales lo ofrece ella en una cartaa Medardo Vitier de 1951: No voysino que vengo de la filosofía (…); lafilosofía es el purgatorio y hay que reco-rrerlo yendo, viniendo, convirtiendo ellaberinto en camino». Y efectivamen-te, de modo progresivo, la escriturade Zambrano va llevando a la filo-sofía misma a ser –sin duda en otrode sus diálogos críticos más relevan-tes, el que mantiene, casi siempre enla «sombra», aunque a veces muyexplícito, con Heidegger– un cami-no del pensar. Camino descendentea los orígenes y raíces del sentir yguiado por una mirada unitaria quehaga circular los diversos saberes quepretenden hacerse cargo y explicarlas diversas zonas de la vida.

    Hay dos textos claves de 1944que, viéndolos en la conexión quehallan en otros posteriores, explicanmuy bien estos dos movimientos delcamino descendente de la razón yde su mirada unitaria: el primero es

    la propia carta de la pensadora a sugran amigo Rafael Dieste de 7 denoviembre, y el segundo correspon-de al artículo «Poema y sistema». Enaquella carta se lee:

    Hace ya años, en la guerra, sentíque no eran ‘nuevos principios’ ni‘una Reforma de la Razón’comoOrtega había postulado en sus últi-mos cursos, lo que había de salvar-nos, sino algo que sea razón peromás ancho, algo que se deslice tam-bién por los interiores, como unagota de aceite que apacigua y sua-viza, una gota de felicidad. Razónpoética …es lo que vengo buscan-do. Y ella no es como la otra, tiene,ha de tener muchas formas, será lamisma en géneros diferentes.

    En este planteamiento tan clara-mente nietzscheano –hasta en la «gotade felicidad» tan expresada por Nietzs-che–, y que en realidad se remonta ala primera «lógica del sentir» –así hedenominado al pensamiento de Zam-brano–, es decir a Empédocles y supropuesta de repartir bien el logospor las entrañas. Lo que añadirá Zam-brano a Empédocles y radicalizará al

    máximo de Nietzsche es el caminoal encuentro del sentir originario, esdecir, la quête –filosófica y espiritual,entreveradamente– del propio logosen las entrañas. Es lo que, a partir de1956 y la plena práctica de la razónpoética, denominará el logos sumer-gido. Pues la máxima crítica de Zam-brano a la filosofía occidental, desdesu pleno nacimiento en Platón, lo esprecisamente a su precipitación ensalir del oscuro mundo pasional dela tragedia y creer que todo el logosse ofrece ya en la luz, en lo que lapensadora denomina los infiernos dela luz. De aquí derivará su misma crí-tica a la famosa alezeia heideggeriana.Pues la tarea del pensamiento, paraZambrano, no es, en modo alguno–salvo el de la pura soberbia de larazón occidental, que para ella se diríaque actualiza el mito de Ícaro que-riendo volar hasta el sol, y natural-mente siendo derribado con sus alasde cera en la máxima caída a tierra–desvelar el ser y la realidad, sino cau-telosamente ir descifrando sus ocul-taciones y velos, sin desposeerlos deellos, co-respondiendo a sus deman-das, a sus enigmas, y tratando de, sí,con-stelarse en la red de misterios quesolucionan esos enigmas, lanzandoen el envite la propia vida, el propiocorazón, lleno, él también, de enig-mas y misterios en los que, para Zam-brano, como para Heráclito, se con-centran y resuelven las señales quehace todo el universo.

    Se diría que toda la obra de Zam-brano trata de co-responder a los dosmayores enigmas que suscitase Herá-clito «el oscuro», y que lo hiciese elladesde esa misma oscuridad primor-dial de todo ser humano. En «Dió-tima de Mantinea» (1956), primerescrito ya de la plena razón poética,

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  • dice que elegí la oscuridad como par-te, esa oscuridad que ella dice queconvirtió en penumbra salvadora. Losretos de Heráclito son: (referido porigual al dios Apolo y a la naturaleza,a la fisis) Ni dice ni oculta sino quehace señales (o signos); y en otro frag-mento escribe: No se puede comprarel corazón porque lo que el corazónquiere se paga con la vida. Por entreambos fragmentos circulan los diver-sos géneros y formas practicados porla escritura de Zambrano como un«saber del alma» que, precisamente,revierte el «saber del cuerpo» y de latierra de Nietzsche a un alma pro-fundamente entrañada y que buscahallar sus conexiones con la tierra ycon el universo.

    Aparece, pues, esta escritura, en supermanente vaivén entre la filosofía,la poesía, el arte, la religión, cargadade simbolismo, al punto que la razónpoética hay que denominarla pro-piamente razón simbólica. Y todo esesimbolismo se concentra en el corazón,vaso de unidad de mundo, tierra yalma; el que crea la órbita que haceentrar en circulación y conexión a losfragmentos en que se nos ha conver-tido la vida toda, comenzando por lanuestra, por nuestro ser «sujetos» des-centrados, o centros de múltiplesdimensiones que, según Zambrano,ya no sabemos ver y las reducimos a«sombra», esa que inesquivablemen-te nos acompaña, lacera y amenazaen nuestra desintegración. El sujeto ysu sombra, dirá ella prosiguiendo aaquel el caminante y su sombra deNietzsche. Quizá la mejor autodefi-nición que ha dado Zambrano de laforma de su obra sea la que escribeen su libro Claros del bosque (1977):fragmentos de un orden remoto quenos tiende una órbita.

    Conveniente sería centrar estacuestión de los géneros literariosdiferentes practicados por Zambra-no según la temática –todos «ensa-yos», aparte de algunos pocos poe-mas líricos, pero de diferentesformas que van desde los «delirios»,las hermenéuticas poéticas, feno-menológicas, históricas, políticas,pictóricas, musicales, hasta su mis-ma «tragedia» La tumba de Antígo-na (1967)–, para discernir bien ellugar adonde quiere llevar toda sucrítica cultural de Occidente, queno es otro que el de esa razón sumer-gida en la historia. Una historia pro-fundamente trágica, y tanto máscuanto menos se aviene a ser desci-frada desde la oscuridad propia desus raíces, que se diría que toda lacultura occidental se ha empeñado–o despeñado– en desvelar (quitarlos velos y quitarle el sueño que laalienta, despertándola a deshora ysuplantando su sueño por la meraconciencia) sus raíces en la ence-guecedora luz instrumental y utili-taria, hija de la precipitación, de laavidez, del deseo de imperio occi-dentales que, según Zambrano, haasolado el mundo y lo está condu-ciendo a su suicidio. Así, dirá ya ensu penúltimo libro (1990), Los Bien-aventurados:

    Indignos casi de la vida, de lavida inmediata, nos presentamoshoy con técnicas, razones técnicastambién, análisis igualmente téc-nicos del alma reducida a psique, amáquina; invasores siempre, ayertodavía y aún hoy guerreramente yenseguida pacíficamente, indus-trialmente, donde no nos llaman.Todo es color de imperio, de comer-cial imposición.

    Y allí donde llegamos la danzacesa, el canto enmudece, la ronda sedeshace.

    Esta tesitura le había llevado ya en1987 –en el breve prólogo a la reedi-ción de Persona y democracia (1958)–a declarar que estamos, aun con lademocracia y el máximo desarrollomaterial, en una de las noches más oscu-ras del mundo que conocemos. Y es esatrágica constatación la que, en reali-dad, viene haciéndose desde La con-fesión (1943) y La agonía de Europa(1945), y en precisiones y profundi-dades fenomenológicas mucho mayo-res en el gran libro que es El hombrey lo divino (1955, y segunda edición,muy aumentada con las pesquisas yaplenas de razón poética, de 1973),donde ya se constata el «suicidio enla luz» del propio pensamiento racio-nalista griego. Frente a ello, Zambra-no sumergirá la reflexión filosófica enlas categorías o formas íntimas de lavida (de cierto, fórmulas estas queson el crisol donde alquimiza a Nietzs-che, Simmel, Unamuno, Scheler, yel propio Ortega, con las mismas«entretelas» vitales del alma de sanJuan de la Cruz), y subterráneamen-te va horadando las pasiones hasta susmismos gérmenes de luz. Surge lafigura simbólica de la aurora, del albahumana, siempre destruida por la

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  • sacrificial historia apócrifa, la quecalumnia y desfigura las posibilida-des más plenas del hombre. Pues éste,para Zambrano, es el ser a mediasnacido; y radicalizando de nuevo lastesis al respecto de Nietzsche y Orte-ga, se sumerge en una fenomenologíade la esperanza que busca encontrarlas raíces del posible renacimiento, onacimiento pleno, del hombre; sinobviar el análisis del sentido del «grananhelo» y el «delirio del superhombre»de Nietzsche.

    Y es en ese contexto en el que pro-pone su mirada unitaria en 1944,como tarea previa al descenso de larazón que guiará todo su camino, su«método», como alternativa «oscu-ra» y «penumbrosa» al método car-tesiano de la clarté. Dirá, así, en «Poe-ma y sistema» de aquel año:

    Religión, filosofía y poesía hande ser miradas de nuevo por unamirada unitaria en que los rencores,crecidos con la prolijidad de la orti-ga, estén ausentes. Sólo ante unamirada así la filosofía podrá justi-ficarse.

    Este tema de la justificación de lafilosofía ante la vida recorre de par-te a parte la obra de Zambrano, ycada vez más se enraíza y radicalizasu propuesta de revertir la filosofía asus orígenes –radicalizando, a su vez,las propuestas del «pensamiento ori-ginario» de Heidegger tan apoyadoen Nietzsche–, a lo que he denomi-nado el «envés de la idea» y sus rever-sibilidades (tan cercanas a veces aalgunas propuestas de W. Benjamíny de Adorno, aunque siempre la dis-tinga de éstos su crítica de la dialéc-tica desde su singular posición feno-menológica y hermenéutica). Así lo

    expresará en su libro «epistemológi-co» Notas de un método (1989) don-de se deja clara la conexión que esta-blece entre filosofía y música, puesesas «notas» lo son en el sentido musi-cal del término; libro donde se com-prende muy bien por qué prolongóel que consideró «éxtasis malogrado»de Nietzsche por las vías místicas desan Juan de la Cruz (de su «músicacallada» y «soledad sonora», que tan-to frecuentó desde 1928), que cadavez más verá netamente arraigadasen el sufismo islámico. Merece lapena transcribir el largo pasaje deaquel libro en que se cifran los temassustantivos del lugar que Zambranoconcede a la filosofía:

    Ha sido una especie de impera-tivo, desde su origen mismo, el pre-sentarse sola, prescindiendo de todocuanto en verdad ha necesitadopara ser. Mas lo ha ido consu-miendo o, cuando así no lo conse-guía, lo ha dejado en la sombra,tras de su claridad.

    Así es como la experiencia de lavida queda separada del pensa-miento, que en su pureza diaman-tina está destinado a ser consumi-do por alguien; alguien que alasimilarlo hará que entre en su expe-riencia, que será el vaso donde elpensamiento filosófico se deshace yrehace para ser bebido. Pues que elpensamiento no sucede a solas en lamente de quien lo acoge, a no serque lo acoja sin que no lo necesite.Y aunque se olvide de todo lo quecomo ser humano le pasa, le ha depasar igualmente y en modo inequí-voco el pensamiento que le llega. Deno sucederle así, el tal filosofar será

    instrumento para adquirir algo queya no es filosofar, para adquirir unpoder intelectual no común, paradestacarse. Pues que si es filosofarsin más, en su indispensable pure-za, será un revivir del suceso, porel pronto en sentido inverso. El pen-samiento filosófico ha de ser rever-sible, ha de ir a depositarse en elcampo de un alma afín, en una pro-vincia de su reino, por muy aleja-da que esté en espacio y tiempo.

    Si la filosofía existe como algopropio del hombre, ha de poderfranquear distancias históricas, hade viajar a través de la historia; yaún por encima de ella, en unasuerte de supratemporalidad, sinla cual, por lo demás, el ser huma-no no sería uno, ni en sí mismo–en cada uno de los que son sí mis-mo– ni en la unidad de la especie.Y por ello, sin duda, por esta supra-temporalidad del pensamiento, lafilosofía establece, al par que suautonomía, que su pureza, la exis-tencia del género humano y la delhombre en concreto.

    EL CAMINO RECIBIDO Y EL MÉTODO

    Sin intentar ahora una exégesismínimamente completa de este com-plejo texto, sí se puede deducir alpronto que en él se compendia aquelcamino descendente de la razón y sumirada unitaria, integradora y, comoaquí se dice, «reversible» histórica-mente y aun «suprahistórica». Cami-no descendente, pues, hasta las raícesvitales y experienciales que fueron, yhabrían de seguir siendo, el origende la filosofía, que ésta suele ocultar;ocultando así en la sombra el suceso

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  • capital que le pasa al pensar que esla misma experiencia de la vida quedesde el racionalismo ha quedadoseparada del pensamiento, e inclusoreprimida por la pura razón con-ciencialista. Y así es como todo elpensar zambraniano busca renovar,en su ir y venir por el purgatorio dela filosofía, la conexión de la razóncon las «mesmas aguas de la vida»,tal como lo expusiera san Juan de laCruz. Y en esa búsqueda de recupe-rar lo avasallado, olvidado y humi-llado por la razón occidental, es don-de se juegan la importancia, los logrosy también los peligros, de esta razóntan mestiza, de esta meditación entre-cruzada que quiere llegar al confínmismo donde el sentir dicta su pro-pio logos, su razón más entrañada,desde su más extremada pasividadvital, arraigada en la tierra y en elmundo, y que configura el últimorostro, el más verdadero, de la propiaalma. Y aquí esta indagación se vuel-ve cierta danza del pensamiento quetrata de dar a ver y a oír la vibraciónde lo que da color a la vida, y aun «loscolores sombríos (que) aparecencomo privilegiados lugares de la luzque en ellos se recoge» –como escri-be en Claros del bosque–; color, for-ma y música de las entrañas mismasmostrando sus más indescifradosanhelos por la filosofía racionalista,convertida, para Zambrano, en purainstrumentación de la vida, en puropoder en sus múltiples máscaras. Yasí, el método, este camino del pensarse adentra por lo que se considera es«el camino recibido» (1974) por todohombre, pero que ha sido tapiadopor los otros dos caminos triunfan-tes en este Occidente: el sinuoso delmecánico deseo, y el rectilíneo de lainteligencia. Este camino recibido

    –que, según escribe Zambrano, «valemás llamar sendero, vereda, vericue-to, trocha o camino de sirga, el cami-no recibido por el hombre y sóloensanchado, cuando se puede, alla-nado a fuerza de ser recorrido»–, esel que acaba de darnos la clave dellugar adonde quiere llegar y los géne-ros de escritura que utiliza para ello.

    El lugar, podemos ya precisar más,es el anhelo que cifra todas las espe-ranzas humanas, y que es el confínmismo del alma y del sentir, nor-malmente interpretado desde sumanifestación en la psique como solodeseo por la pura inteligencia ins-trumental. Por el contrario, y másallá de ello, llegar a esas zonas de lavida requiere adaptarse a su funcio-namiento simbólico, onírico, poéticoy de inmensas capacidades creadoras.Por ello es capital en Zambrano sumás grande investigación: la que ver-sa sobre «Los sueños y el tiempo», yde la que los libros publicados –Elsueño creador (1965) y Los sueños yel tiempo (1992)– no son sino míni-ma parte de lo aún inédito. Y estedescenso de la razón hasta el mun-do de los sueños, quizá sea uno delos aspectos más originales y decisi-vos de esta meditación entrecruzada,y donde máximamente se separa deOrtega. Y en ello cabe discernir laprosecución que de nuevo realiza delpropio vitalismo nietzscheano, de lasconcepciones del tiempo en Bergsony en Heidegger, y de las propias cone-xiones ya existentes en Unamunoentre los sueños y el tiempo.

    Y al respecto es imprescindibleseñalar las tres órbitas de impulso ycorrespondencias en este radical des-ciframiento de los sueños que Zam-

    brano realiza. En primer lugar, lasfilosófico-fenomenológicas, y de nue-vo con curiosos paralelismos con W.Benjamín. En segundo lugar, las psi-cológicas, y en un entrecruce de refle-xiones antropológicas, en las que semueve en un permanente vaivénentre concepciones jungianas, demuchas de las investigaciones del lla-mado Círculo de Eranos en torno aJung, y del propio gestaltismo, ysiempre en uno de los diálogos máscríticos de toda su obra: con Freud.Y en tercer lugar, en un constantediálogo crítico con la fenomenologíade la religión que le sirve para pene-trar de forma muy personal en losmundos místicos del gnosticismo, delsufismo y de un cristianismo («sinIglesia») integrador y universalista, enel que su máximo guía es Massignon.

    Desde esa triple perspectiva, elrecorrido por los sueños lo será por lasraíces mismas de la vida humana, des-de la más extrema pasividad hasta elsueño creador, máximo exponente enZambrano de las potencias vitales queaúnan sensibilidad y entendimiento,arraigo en la vida y lucidez; al puntoque podemos considerar que ella espionera en la investigación –hoy tande moda, y no siempre en los másrigurosos modos– de los denomina-dos sueños lúcidos, aquellos en que laconciencia se hace testigo de los pode-res oníricos del cuerpo, y aun, en elpropio sueño, es capaz de orientarlosy proseguirlos. Es el sueño más altoy potente para Zambrano, «el sueñoque se sigue», y que para ella tienedecisiva importancia personal, socialy cultural. Tanta, que es su últimapalabra sobre la crisis occidental, a laque ve como un sueño no bien soña-do, de interrumpida melodía, peroque, al igual que sucede con los sue-

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  • ños personales, podrá retomarse cre-adoramente ahondando en la espe-ranza misma que subyace a la avidezoccidental, consumiendo la noche enque nos debatimos nihilistamente, yentresacando de su propia oscuridadel hilo de luz que anunciará una nue-va aurora.

    En definitiva, los géneros litera-rios poéticos –creadores, simbólicos ymetafóricos, siempre que entenda-mos la metáfora como creadora delenguaje y no mero tropos de un len-guaje impropio que requiere ser tra-ducido racionalmente– de Zambra-no, su razón poética como entrecrucede formas avasalladas del lenguaje quefusiona formas poéticas, narrativas,populares y místicas, están en fun-ción del lugar a que se quiere llevar larazón. Y no sólo no renunciando aella, a la razón, sino ampliándola,haciéndola descender a sus propiasraíces y reptando intersticialmentepor sus más oscuros entresijos y abra-zando sus más intrincados compo-nentes, que a la razón racionalista leparecen conflictos y aporías irresolu-bles. En un vaivén entre Nietzsche yla mística más esplendente, esta des-cendida razón zambraniana compo-ne una singular genealogía, no sólode la moral, sino «más adentro en laespesura», y ciertamente «más allá delbien y del mal», hasta las fuentes mis-mas, las esenciales para Zambrano,del amor y de la «ausencia» en queéste se halla en el mundo contempo-ráneo. De forma que la misma pre-gunta filosófica es revertida desde supurgatorio cuestionante a una inter-pelación entrañada, a un clamor, auna inter-rogación: «Todo ello –diráen el comienzo de Claros del Bos-que– no conduce a la pregunta clási-ca que abre el filosofar, la pregunta

    por «el ser de las cosas» o por el «ser»a solas, sino que irremediablementehace surgir desde el fondo de esa heri-da que se abre hacia dentro, hacia elser mismo, no una pregunta, sino unclamor despertado por aquello invi-sible que pasa sólo rozando. ‘¿Adón-de te escondiste?’»…

    En la fusión de filosofía, poesía yespiritualidad, Zambrano lleva has-ta su mismo confín el purgatorio dela filosofía, recorriendo los sueñoshumanos y sus vinculaciones con lostres «caminos» del hombre –el de lainteligencia, el del deseo, el del anhe-lo– y los tres diferentes tiempos quea ellos están vinculados. Y desde esatriple perspectiva, que, como vemos,engloba, a su vez, tres esencialestemas –los sueños, los caminos, lostiempos–, Zambrano lanza desde su«oscuridad» como parte, desde suspenumbras, una crítica radical a todala historia de la filosofía, que si enla-za con las de Nietzsche y Heidegger,es aún más contundente en su mis-

    ma defensa de la no-violencia y delpadecer. Pues el lugar «sombrío» deZambrano conculca con ciertaseducción venenosa los ocultamien-tos de la filosofía desde sus mismosinicios, sus «represiones» de la diver-sidad de tiempos que el hombreterrestre habita a favor del lineal dela conciencia, único que ha acaba-do prevaleciendo, hundiendo así lasreales posibilidades de desarrollo delhombre más allá de las que suicida-mente ya le ofrece la inmensa ins-trumentalización en que ha conver-tido a la tierra y a sí mismo.

    Mas aquí la cuestión se complica,pues sin ceder un ápice en su críticaa la cultura occidental y a la filoso-fía, Zambrano abisma su fenome-nología poética de la esperanza en lanoche misma, y en especial en susúltimas obras –De la aurora, Notas deun método, Los Bienaventurados y Lossueños y el tiempo– hace descender larazón hasta –dicho sea con el títulode su artículo de 1934– el «límite dela Nada», y en un diálogo acrecen-tado con Nietzsche y san Juan de laCruz da nuevas claves del mito delhombre verdadero que recorre todasu obra, y que hizo explícito en «JoséLezama Lima: hombre verdadero»(1977), reconvertido en «el bien-aventurado», donde la voluntad depotencia de Nietzsche ha sido des-provista de toda voluntad de domi-nio y de imperio. Y el eterno retornoes conjugado por entero con la auro-ra. El lamento de Zambrano por lapérdida del mundo, de la tierra y delalma es muy explícito al comienzodel libro De la Aurora, cuyos «Pro-legómenos» son precisamente «Ayes»,plural del ¡Ay! de dolor por la pér-dida. Mas Zambrano, aún así, nohabita ningún pesimismo ni nihilis-

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  • mo, sino que prolongando al máxi-mo el nihilismo activo de Nietzsche,lo lleva ya por sendas creadoras, des-de los mismos abismos de lo huma-no y su al parecer irresoluble trage-dia, hasta aquel recóndito lugardonde pudiera aún comparecer eserostro del hombre verdadero y deuna historia verdadera y no trágica yapócrifa, y aún de una democraciaque pudiera ser el acorde musical delas diferencias. Baste aquí recoger loque en uno de sus más «desconsola-dos» pasajes escribiera Zambrano,en 1987, como prólogo a la reedi-ción de Persona y democracia:

    una fe que atraviese una de lasnoches más oscuras del mundo queconocemos, que vaya más allá, queel espíritu creador aparezca inve-rosímilmente y porque sí (…); untestimonio, uno más, de lo que hapodido ser la historia, de lo quepudo ser; un signo de dolor porqueno haya sucedido, que no desvane-ce la gloria del ser vivo, de la accióncreadora de la vida, aun así en estepequeño planeta.

    De que un triunfo glorioso de laVida en este pequeño lugar se dénuevamente.

    Pero esa fe y ese testimonio hallantambién en la última etapa de Zam-brano la cortesía filosófica de serrecorridos por su razón poética has-ta la fuente misma de su esperanza.Desde Claros del Bosque a Los sueñosy el tiempo se dibuja un perfil del ros-tro que pudiera nacer, que hicierare-nacer al hombre, al concreto y realen una sociedad liberadora. No espropiamente ninguna utopía, aun-que ella acabe por denominarla la«utopía irrenunciable de la belleza».

    Son los pasos del camino hasta ellugar donde puede comenzarse avivir, a respirar, ciertamente más alládel último hombre de Nietzsche (elAdán suicidado de este ciclo cultu-ral, para Zambrano) y del propio yprofundo nihilismo del cuestionarde Heidegger. Con razón ha podi-do escribir M. Cacciari (en «Para unainvestigación sobre la relación entreZambrano y Heidegger», Archipié-lago, num. 59, 2003): «El cuestio-namiento zambraniano en torno asu propio e inmanente «abismo»concierne, así, profundamente a lamisma interrogación heideggeriana.En otros términos: ¿por qué vía pue-de «convertirse» la «violencia»de lainterrogación en responsabilidad,esto es, en capacidad de respon-der?(…)en la pietas del co-respon-der?(…); esta voz (del ser, interro-gante, de Heidegger) no podránunca, por definición, correspondera la simplicidad e inmediatez de lavida, a su dimensión primera, a suoriginaria pasividad. El inicio delhacer-filosofía está marcado, inclu-so, por la renuncia a toda inmedia-tez y simplicidad. Es éste su «peca-do original» –una auténtica decisión,que la historia de la metafísica inten-ta por todos los medios ocultar. Yque Zambrano, precisamente, exigeque sea recordada».

    Y así podemos comprender quela respuesta que Zambrano ofrece ala insurgente pregunta filosófica,efectivamente, es re-cordada, es decir,es un descenso al símbolo mismo deuna actividad que asume por com-pleto la máxima pasividad: el cora-zón, sede mediadora del cuerpo y elcosmos, del entendimiento y la sen-

    sibilidad. Diríamos con el gran sufímurciano del siglo XIII, que el cora-zón es la confluencia de dos mares,los de la sensibilidad y los del enten-dimiento. Para Zambrano (en Cla-ros del bosque) sólo «el método que sehiciese cargo de esta vida, al fin des-amparada de la lógica, incapaz deinstalarse como en su medio propioen el reino del logos asequible y dis-ponible, daría resultado. Y ese es suintento, el método que precisamen-te surge de un reinicio de la vida: deun «Incipit vita nova» total, que des-pierte y se haga cargo de todas laszonas de la vida. Y todavía más delas agazapadas por avasalladas desdesiempre o por nacientes. Un méto-do así no puede tampoco pretenderla continuidad que a la pretensióndel método en cuanto tal pertenece.Y arriesga descender tanto que sequede ahí, en lo profundo, o no des-cender bastante o no tocar tan siquie-ra las zonas desde siempre avasalla-das, que no necesariamente han depertenecer a ese mundo de las pro-fundidades abisales, de los ínferos,que pueden, por el contrario, ser delmundo de arriba, de las profundi-dades donde se da la claridad. Mas¿cómo sostenerse en ella?».

    Es ese vaivén entre los ínferos deabajo y la «profundidad» de arriba elque se recupera para el pensamientocon su misma razón descendente, yen él se cifra ya por entero el lugaradonde quiso llevar su pensar, y aúnlos géneros simbólicos y de artista quelo manifiestan. En su pensar el sabermás inmediato, entrañado y tradi-cional, y buscando los centros másinsobornables del corazón, este vai-vén recupera claros motivos de sabi-durías tradicionales, orientales y occi-dentales, chamánicos, pitagóricos,

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  • algunos neoplatonismos y sus fusio-nes con el gnosticismo, cristianismosy cristologías esotéricas, secretos sufí-es expresados en la más alta poesía yen el no menos alto pensamiento de,por ejemplo, Ibn Arabî o Rumi o Sho-ravardí y sus raras fusiones en la her-menéutica de Massignon y Corbin.Pero no menos dialoga Zambrano conel budismo Zen y con el Tao chino. Ydesde luego este vaivén entre abajo yarriba es reconocido en múltiples for-mas filosóficas, antropológicas y psi-cológicas de la modernidad.

    Valdría para contextualizar debi-damente a Zambrano –pero sólo eso,para contextualizarla, y no eximirsede re-pensar su profunda originali-dad– la expresión de J. Ladrière, rai-son elárgie («Le destin de la raison etles taches de la Philosophie», 1973),la razón ampliada que trata de ir másallá de cualquier razón instrumentaly de la misma oposición racionalis-mo/irracionalismo, y que buscaría unatransformación interna de la razónyendo a su raíz en el mundo de la viday, prosiguiendo a Spinoza y a Nietzs-che, convirtiéndose en un saber delcuerpo y, a la vez, en la máxima aper-tura a la vida del espíritu. Es decir, enun doble movimiento de insistenciay de transcendencia hacia dos límites:el mundo de la vida hacia abajo y elmundo del espíritu hacia arriba. Pre-ciso sería recorrer los grandes hitos dela crisis de la razón durante el sigloXX para comprender la vigencia de laspropuestas zambranianas y su acordecon las más radicales, como sucedecon toda la crítica a la razón instru-mental desde perspectivas fenome-nológicas, personalistas, existencialis-tas o de la propia Escuela de Frankfurt.O de las derivaciones de todas éstas enel último tercio de aquel siglo. Y uno

    de los aspectos cruciales que, en dis-tintas órbitas, se han suscitado en esacrítica de la razón instrumental hasido, precisamente, la necesidad deuna cierta inmersión de la razón enlo que Corbin denominó, a propósi-to de Ibn Arabî, imaginación creado-ra, en muchos puntos perfectamenteacorde con la denominada por Nietzs-che metafísica de artistas. De nuevonos situamos en lo que el gran místi-co y pensador murciano denominó«la confluencia de dos mares», y quehalla en el propio romanticismo unhito clave con Las cartas sobre la edu-cación estética del hombre de Shiller.De nuevo es la búsqueda de integra-ción en una razón enraizada en losmundos de arriba y de abajo, de unarazón sensual y una sensibilidad racio-nal, la que orienta una posible salidade la mecanización racionalista y susconsecuencias morales y socialeshomogeneizadoras, unilineales, reduc-cionistas y, a la postre, absolutistas.Lo que sigue estando en juego es lalibertad personal y la posibilidad de sersí mismo, y la incardinación de esalibertad en una forma posible de socie-dad libre, que Zambrano verá real-mente sólo posible haciendo de ellauna obra de arte, de creación, de poie-sis, y muy en concreto superando elmodelo arquitectónico y constructi-vista por otro musical, de acorde delas diferencias. Pero más allá de pro-puestas dialécticas, como en realidadlo son las que hacen todos, con laexcepción de Nietzsche, los que pode-mos incluir, aun con todas sus dife-rencias, en esta «razón ampliada» (Hei-degger, Bloch, Adorno, Hoerkheimer,Marcuse, Merleau Ponty, P. Ricoeur,Deleuze o el propio Foucoult), el

    camino del pensar de Zambrano nose limita a los ya tópicos del pensa-miento nómada, plural, descentrado.Ciertamente, para ella el filosofar es unviaje, un vaivén para el que es válidala figura del péndulo (así lo ve en unainteresante exégesis nietzscheana y deesa razón ampliada Mónica Cragno-lini en Nietzsche, camino y demora,2003), hasta el punto de que uno desus más bellos textos es, precisamen-te «Tal como un Péndulo» (1983):

    Así el ser que ha despertado, comoun péndulo viviente, ha de sostenerseen movimiento incesante, sostenidopor un punto remoto, transforman-do el desfallecimiento en pausa, y lapausa, en lugar de más honda y obe-diente oscilación, revelando así susecreto de ser un diapasón del imper-ceptible fluir interior del tiempo vivo.

    Y es esta figura del diapasón la quenos ofrece la clave de cómo funcionaesta razón ampliada de Zambrano,tanto que la razón misma es el diapa-són, el recorrido por todo que es loque el diapasón significa. Es este «hayque recorrerlo todo» –lema ya en Elhombre y lo divino en 1955–, com-pendiado por el nuevo lema de Cla-ros del bosque –«nada de lo real ha deser humillado»–, lo que nos sitúa enese dinamismo zambraniano, pro-fundamente piadoso (y en ello cercade Massignon y su continuador Levi-nas) para con todo lo otro e inexplicadopor la razón racionalista, y nos advier-te del primado de la vida y su devenirfrente al ser y sus fijaciones raciona-les. Se diría que la tarea mayor que sedescifra en el pensar zambraniano esel abismamiento hasta sus raíces másdinámicas de los anhelos que presi-den esta misma voluntad de hallar una

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  • razón más ampliada en buena partede la filosofía contemporánea; y tam-bién de las razones de por qué talintento acaba por reducirse a un nue-vo discurso nihilista, cuando no mera-mente académico y absorbido por lapura razón instrumental triunfante.Es cierto que, como ya escribiera Cio-ran sobre ella, Zambrano «no ha ven-dido su alma a la idea, ha salvaguar-dado su esencia única situando laexperiencia de lo insoluble sobre lareflexión acerca de ello; ha superado,en suma, la filosofía... Sólo es verda-dero a sus ojos lo que precede o suce-de a lo formulado, el verbo que se zafade las trabas de la expresión, o, comoella misma ha dicho magníficamente,‘la palabra liberada del lenguaje’» Y esen esta liberación del lenguaje dondenos situamos en el punto más intere-sante, y el más delicado y aun peli-groso, de la razón poética zambrania-na. Pues lo que la diferencia de todoel pensamiento contemporáneo, susanto y seña distintivo, es esta inmer-sión en los poderes metafóricos, sim-bólicos y creadores de la palabra. Enella el lenguaje poético, y la creaciónde sentidos nuevos, no es una pro-puesta dialéctica, o como en Heideg-ger el desideratum de ir a habitar elmonte del poeta, sino realmente situar-se en él. Y aún más allá, o más acá,pues en la profundidad que alcanzaeste descenso de la razón encuentracon el místico Tauler que «hay queescalar el propio corazón como si fue-se una montaña». De nuevo, el aba-jo propulsa el movimiento ascensio-nal al arriba. Más allá de lasteorizaciones de Heidegger, o de Rico-eur sobre la metáfora viva, Zambra-no vivifica la metáfora como el len-guaje mismo de una razón creadoraque es continua reactivación de sig-

    nificados y aun de conexión con sen-tidos corporales que al hombre le hanhurtado los reduccionismos de larazón. Desprendida de toda dialécti-ca, Zambrano sumerge a la razón enotros medios de visibilidad y de escu-cha, de atención, y propone otrosdiversos géneros de escritura y cono-cimiento capaces de recrear al hom-bre. Y así dirá en Claros del bosque:

    La razón racionalista, esquema-tizada, y más todavía en su uso queen los textos originarios de la filoso-fía correspondiente, da un solo mediode conocimiento. Un medio ade-cuado a lo que ya es o a lo que ellose encamina con certeza; a las «cosas»en suma, tal como aparecen y cree-mos que son. Mas el ser humanohabría de recuperar otros medios devisibilidad que su mente y sus sen-tidos mismos reclaman por haberlosposeído alguna vez poéticamente, olitúrgicamente, o metafísicamente.

    Es esta recuperación de mediosde visibilidad perdidos y de sus sen-tidos correspondientes lo que lanzael mayor reto a la filosofía; pues, deentrada, lo que Zambrano está pro-poniendo es que en ese ser a mediasnacido que es el hombre se ha pro-ducido un corte, una escisión con lavida, que es necesario solucionar sies que queremos seguir hablando delfuturo del hombre, de su mismaposibilidad. Tema lábil que sólo pue-de quedar aquí apuntado, señalandoque conlleva muchos problemas dela relación entre los tiempos, y nosólo considerados unilinealmentedesde la pura visión historicista, sinoen relación con algo más que la his-

    toria, ese nuevo ídolo triunfante des-de Hegel que ha sustituido a Dios,junto al Estado y al delirio del éxito.

    En definitiva, la razón poética deZambrano significa una alternativamuy radical a la crisis de Occidente,que ella ya al final de su vida ni siquie-ra ve ya como crisis, sino como com-pleta orfandad y desvinculación de latierra, el mundo y el alma, por enmedio del triunfo total de la técnicay de las puras razones técnicas quehan convertido a tierra, mundo yalma en máquinas, haciendo verdadel puro reino de la extensión, de la resextensa cartesiana frente a la que lamisma res cogitans se ha suicidado enlos infiernos de la luz. De la posibili-dad de reintegración en una nueva yno reaccionaria razón integradora delmundo de arriba y del de abajo hablaeste texto de Zambrano, el más escue-to y preciso, sobre el Método (en Cla-ros del bosque), en el que se resuelve elvaivén por el purgatorio de la filoso-fía y sus conexiones con la poesía yla espiritualidad religiosa y mística:

    Hay que dormirse arriba en la luz.Hay que estar despierto abajo en

    la oscuridad intraterrestre, intracor-poral de los diversos cuerpos que elhombre terrestre habita: el de la tie-rra, el del Universo, el suyo propio.

    Allá en «los profundos», en losínferos el corazón vela, se desvela, sereenciende en sí mismo.

    Arriba, en la luz, el corazón seabandona, se entrega. Se recoge. Seaduerme al fin ya sin pena. En la luzque acoge donde no padece violenciaalguna, pues que se ha llegado allí, aesa luz, sin forzar ninguna puerta yaun sin abrirla, sin haber atravesa-do dinteles de luz y de sombra, sinesfuerzo y sin protección.

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