Cuadernos de Pedagogía - ¿Cómo es un día en nuestra clase?

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32 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº365 NOVIEMBRE 2011 } Nº IDENTIFICADOR: 361.450 ¿Cómo es un día en nuestra clase? ESTELA PEREA SANZ Maestra de la Escuela Infantil Monstruitos, tutora de un aula de 4 años junto con su pareja educativa, Marc Giner. Correo-e: [email protected] on las 9 de la mañana, y abrimos las puertas del aula. Los alumnos, alumnas y sus familias esperan en la puerta. Los niños y niñas les dan un beso a sus papás, mamás, abuelos, abuelas… y Pau le dice a su hermano pequeño (recién nacido) que se porte bien durante su ausencia. Su padre está encantado con cómo se ha tomado su nuevo papel de hermano mayor, y me comenta, entusiasmado, que colabora más que nunca en las tareas de la casa, especialmente en las que tienen que ver con el cuidado de Jaume, sobre todo desde su presentación oficial en la clase, en la que todos le dijeron la suerte que tenía de tener un hermanito pequeño y que le tenía que cuidar mucho para que creciera pronto y pudiera jugar con él. Mientras tanto, María, la tía de Sofía, le cuenta a Marc, el otro maestro, Los alumnos de una clase de tres años de la Escuela Infantil “Monstruitos” son los protagonistas de este artículo, en el que seremos partícipes de su forma de ver el mundo, de trabajar, de relacionarse. Estela, una de sus tutores, nos cuenta cómo ha transcurrido un día completo, como ejemplo de cómo podría ser un día cualquiera en su aula.

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Artículo con la narración de lo que ocurre un día cualquiera en un aula de la Escuela Infantil Monstruitos.

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32 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº365 NOVIEMBRE 2011 } Nº IDENTIFICADOR: 361.450

¿Cómo es un día en

nuestra clase?

ESTELA PEREA SANZ

Maestra de la Escuela Infantil Monstruitos, tutora de un aula de 4 años junto con su pareja

educativa, Marc Giner.

Correo-e: [email protected]

on las 9 de la mañana, y abrimos las puertas del aula. Los alumnos, alumnas y sus

familias esperan en la puerta. Los niños y niñas les dan un beso a sus papás, mamás, abuelos, abuelas… y Pau le dice a su hermano pequeño (recién nacido) que se porte bien durante su ausencia. Su padre está encantado con cómo se ha tomado su nuevo papel de hermano mayor, y me comenta, entusiasmado, que

colabora más que nunca en las tareas de la casa, especialmente en las que tienen que ver con el cuidado de Jaume, sobre todo desde su presentación oficial en la clase, en la que todos le dijeron la suerte que tenía de tener un hermanito pequeño y que le tenía que cuidar mucho para que creciera pronto y pudiera jugar con él. Mientras tanto, María, la tía de Sofía, le cuenta a Marc, el otro maestro,

Los alumnos de una clase de

tres años de la Escuela Infantil

“Monstruitos” son los

protagonistas de este artículo, en

el que seremos partícipes de su

forma de ver el mundo, de

trabajar, de relacionarse.

Estela, una de sus tutores, nos

cuenta cómo ha transcurrido un

día completo, como ejemplo de

cómo podría ser un día

cualquiera en su aula.

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que esta noche su sobrina no ha dormido bien, porque no para de pensar que hay un monstruo en su habitación y tiene pesadillas. La madre de Hamza me advierte que su hijo está hoy “rarito”, porque apenas habla y parece cabizbajo. Y mientras las familias nos cuentan otras cosas y nos consultan sus dudas, los niños y niñas ya han colgado sus chaquetas y saquitos en sus correspondientes perchas (marcadas con su nombre y su foto), y nos esperan sentados en la alfombra de la asamblea, charlando y jugando con los cojines. Sara y Maite, madres de Ana, me advierten, preocupadas, que su hija y Soufiane parecen estar jugando con Torpedo y Bolita, un pez y un hámster, sin que nadie les vigile, y yo les cuento que nada de eso, porque son los encargados del cuidado de nuestras mascotas esta semana, y les están dando de comer. Las invitamos a que pasen a observarles y se sorprenden de la naturalidad y el cariño con el que tratan a las mascotas, y de la autonomía que muestran al realizar una tarea para la que ellas pensaban que eran demasiado pequeños: “Confiáis mucho en ellos”. Me gusta que las familias valoren este tipo de cosas que muchas veces son difíciles de apreciar. Cuando nos reunimos con ellos y ellas en la alfombra, antes de llegar a sentarnos en el suelo, ya están coreando el nombre del encargado del día. Pensaba que estaban simplemente jugando, y de hecho había visto volar algún que otro cojín, y sin embargo se habían dedicado también a adelantar algo de trabajo para cuando estuviéramos todos. Es sólo un pequeño detalle, pero este tipo de

cosas me recuerdan que a veces también me sorprenden a mí. El encargado es Lluís, y al escuchar cómo corean su nombre pega un salto y elige su puf favorito, en el que se sentará durante la asamblea, puesto que el encargado goza de un lugar especial en la misma. Nos decimos todos “buenos días”, “bon dia” y “good morning”, y le toca a Lluís pasar lista para ver si estamos todos. Él se acerca sin muchas ganas a la lista de nombres con letras enormes, quizá porque no tiene mucha confianza en sus propias habilidades de lectura, pero empieza a dar los buenos días uno por uno todos a sus compañeros y compañeras, conforme los va leyendo. Si a la mayoría de ellos les cuesta bastante esta tarea, a Lluís le resulta todavía más dificultosa, pero todos hacemos gala de nuestra paciencia y solidaridad, le ayudamos cuando se atasca porque no reconoce algún nombre, y le concedemos todo el tiempo que necesite. Cuando termina, todos le aplaudimos como al mejor de los encargados: realmente se ha esforzado y queremos que sepa que lo valoramos. Ha faltado Sonia, y el propio Lluís pone su fotografía en la casita que reservamos para los niños y niñas que hoy no han venido al cole. Él mismo les dice a sus compañeros que ha faltado una niña y cero niños, así que en total ha faltado sólo una persona. Se le dan muy bien las mates, y casi parece que va a dar una clase a sus compañeros. Ahora Lluís pregunta a sus compañeros, uno por uno, cómo se sienten hoy, y van saliendo a contarlo en medio del corro y a poner una sonrisa, una boca triste, unos coloretes de vergüenza o unas cejas enfadadas en sus propias

fotos tamaño natural que hay colgadas en la pared, mediante la superposición de unos acetatos con dichas características que tenemos preparados. Por supuesto, deben comunicarnos la razón de dicho sentimiento. La mayoría elige expresiones de alegría, y los que ponen cara triste dicen que es porque tienen sueño; pero Hamza, como ya imaginábamos por lo que nos ha dicho su mamá, pone una cara triste y nos cuenta algo diferente. Anoche escuchó a sus papás discutir mucho, y está preocupado porque no quiere que vuelva a pasar. Esto da pie a una conversación sobre los enfados de los adultos en la que Marc y yo intentamos explicar que, aunque quieras mucho a una persona, no tienes por qué tener siempre la misma opinión que ella, y a veces discutes y te enfadas, igual que se enfadan ellos con sus amigos y luego juegan juntos. Algunos de ellos intervinieron en un sentido en el que no teníamos pensado entrar, diciendo cosas como “Los papás de mi amigo se pelearon y ya no viven juntos” o “Si se pelean mucho se divorciarán y tu papá se irá de casa”. Tuvimos que quitar hierro al asunto, porque “que se hayan enfadado no quiere decir que vayan a estar siempre discutiendo o que se vayan a divorciar. Eso sólo ocurre a veces, cuando el papá y la mamá no quieren discutir todo el rato y que vengáis siempre tristes o preocupados como Hamza a clase, pero seguramente no pasará en este caso, puedes estar tranquilo, Hamza”. Pero, por la cara que puso, Hamza no había pensado siquiera en divorcios, así que Marc le preguntó “Creus que els teus pares discutiren per la teua culpa?”, a lo que Hamza contestó, todavía más

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cabizbajo: “Yo me porté mal por la noche porque no quise cenar, y entonces mis papás se enfadaron”. Marc había encontrado el origen de su preocupación, y Judith se nos adelantó diciendo “Tú no tienes la culpa de que ellos discutan. Si fuera sido por eso, se enfadarían contigo, no ellos”. Todos corroboraron sus palabras, empezaron a hablar sobre las últimas veces que sus padres se habían enfadado con ellos, y hasta Marc acabó contando una vez que nos enfadamos nosotros dos, para que vieran que a pesar de todo seguimos trabajando juntos sin ningún problema. Dimos por terminado el debate sobre los enfados cuando todo el mundo había participado y Hamza parecía convencido de que no era necesario preocuparse, y Lluís siguió con las rutinas de la asamblea: cantamos la canción de los días de la semana, y Lluís dice que, efectivamente, hoy es “martes, dimarts, Twesday”, así que coloca esos tres nombres para un mismo día de la semana en su lugar de la fecha. Luego mira en el calendario, que ayer pusimos el día 6, así que hoy tiene que ser el día 7 (“siete, set, seven”), por lo que coloca un siete en nuestro calendario móvil y también otro en su lugar de la fecha. Recordamos que estamos en “mayo, maig o may” y de paso reconocemos las letras que forman esas palabras, buscando las diferencias entre ellas, y finalmente cantamos la canción de la primavera y comprobamos, como cada día, que el año esté bien colocado. Acto seguido, cantamos la canción del pastoret y Lluís se acerca al cristal de la pared que da al patio para informarnos de que

hace mucho sol, así que pone un sol bien grande en el sitio reservado para poner el tiempo que hace hoy, y le cantamos una canción al sol. Es la hora de la rutina que más les gusta a todos y todas: Lluís reparte al azar una serie de tarjetas que contienen los nombres de todos y todas (incluidos el mío y el de Marc), y uno por uno, intentan reconocer el nombre que les ha tocado, para saludarle con una muestra de afecto, pudiendo elegir entre dar un beso, un abrazo, chocar los cinco, etc. Es relativamente frecuente que se acabe, espontáneamente, en un abrazo colectivo, y hoy el centro ha sido, sin duda, Hamza. Cuando cesan los ataques de amor, recordamos las normas de clase que hemos acordado entre todos, y para finalizar la asamblea, acabamos siempre preguntando si tienen algo más que decir. “Algú vol contar-nos alguna cosa?”, pregunta Marc. Esta vez, Martina levantó la mano a toda velocidad, y estaba ya medio saltando cuando Lluís le dio la palabra: “Es que mi mamá dice que hay que apretar un cinturón por la crisis, y yo no tengo ninguno”. Así que estuvimos hablando un rato sobre lo que quería decir “apretarse el cinturón”, y sobre la crisis en general. Marc y yo tratamos de aclarar el tema con la ayuda de sus propias aportaciones, para lo que abrimos un debate: “Crisis es cuando no tienes dineros y no puedes comprar un perrito porque sin dineros el perrito no podría comer”, “A lo mejor, si te pretas el cinturón, te duele la barriga y te da una crisis”, “mi mamá dice que crisis es no comprar marcas”, “A mí la crisis me da miedo porque me la imagino con una boca llena de

dientes con punta”, “A mi primo le entró una crisis pilética, pero no me acuerdo si tenía puesto un cinturón”… Unos comentarios eran más acertados que otros, pero todos igual de valiosos. Marc y yo empezamos a esbozar el concepto de crisis, y ellos mismos siguieron el hilo para darse cuenta de que en realidad sabían más o menos lo que era, puesto que todos tenían vivencias que estaban relacionadas con ella en mayor o menor medida. La asamblea se nos ha alargado un poco, pero no nos importa siempre que sea de provecho, y en esta ocasión estimamos muy oportuna la utilización de ese tiempo “extra”. Tras la asamblea, viene Audrey, la profe que nos habla en inglés, y decidimos realizar una actividad dentro de nuestro proyecto actual: nuestro cuerpo. Apenas lo estamos empezando, y tras hablar con ellos en sesiones anteriores sobre qué sabían del cuerpo humano y qué querían saber sobre él, se nos ha ocurrido una forma de llevar el hilo del proyecto y de que lo vivan de alguna manera.

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Hoy hemos traído papel continuo en cantidades casi industriales, porque vamos a utilizar cada uno una hoja del mismo tamaño que el propio cuerpo para dibujarlo en tamaño natural, con todos los detalles que seamos capaces de dibujar. Así que apartamos las mesas y sillas de la zona de trabajo en grupo, de manera que nos queda una extensión libre de tamaño considerable en el aula, y los niños y niñas se dedican a dibujar el contorno de los compañeros en el papel continuo, a dibujarse ellos mismos los detalles, y a pintarlos. Les llamamos la atención sobre las partes del cuerpo que no dibujan, como los dientes, las pestañas o las orejas, siempre intentando que sean ellos mismos quienes las nombren, y tratamos de nombrarlas tanto en castellano y en valenciano como en inglés. Cuando quedan satisfechos con sus creaciones, colgamos los dibujos en la pared de cristal que da al patio, y los contemplamos desde fuera, nombrando las partes del cuerpo que reconocemos, de nuevo en las tres lenguas. Es sorprendente ver que algunas de las partes las recuerdan en castellano, otras en valenciano, e incluso algunas únicamente en inglés. La próxima vez que dediquemos el tiempo a alguna parte concreta del cuerpo, empezaremos con su visualización en los carteles, y cuando realicemos alguna actividad que pueda quedar registrada, cada uno colgará la suya junto a su dibujo, de manera que en lugar de un libro, realizaremos un mural de lo más variopinto. Llega la hora de almorzar, así que todos cogen su almuerzo del saquito (nosotros, los profes, también), y nos sentamos todos juntos en el patio, bajo la sombra de un árbol, a

comernos el almuerzo mientras charlamos de nuestras cosas. Se habla de Gormitis, de los bebés que tienen en casa… pero también de crisis, cinturones y de los dibujos que acaban de realizar. Audrey intenta comunicarse y seguir el hilo en todo momento, y los niños y niñas tienen muy en cuenta que necesita su ayuda para poder hacerlo. Cuando cualquiera de ellos y ellas acaba de almorzar, va al baño que tenemos en el patio a lavarse la carita y las manos, y ya pueden jugar por todo el patio.

Después del patio, como vienen acelerados y nerviosos, además de beber un poquito de agua y volver a lavarnos la cara y las manos, realizamos una actividad de relajación. Hoy, para seguir con la temática del cuerpo humano y de paso reforzar nuestros vínculos personales perdiendo un poco el miedo a tocarnos, nos haremos masajes los unos a los otros. Primero se ponen por parejas: uno boca abajo para recibir el masaje y el otro para darlo, y éste último coge una pelotita y se la va pasando por todo el cuerpo. Marc les dice “Imagineu que la pilota pinta del vostre color preferit el nostre cos. Ha de quedar tot pintat!”, para que no se dejen ni un huequito sin masajear, y

la verdad es que se esmeran por pintarlo todo y preguntan constantemente al compañero o compañera si le está gustando. Por supuesto, vamos recordando partes del cuerpo para que las vayan reconociendo y tocando. Al finalizar el masaje, ponemos la oreja en el pecho de nuestro compañero o nuestra compañera para escuchar su corazón, tratando de imitar el sonido que escuchamos. Luego intercambiamos los papeles, y para finalizar la mañana, nos ponemos en corro y contamos un cuento para realizar un masaje en grupo, de manera que cada uno de nosotros masajea al compañero o compañera de su derecha y recibe un masaje de su compañero de la izquierda. De esta manera acabamos la mañana relajaditos y mimositos. Se ven abrazos y besos, “Kisses all around!”, exclama Audrey, y Alberto pide otro masaje para la tarde.

Cuando llega la hora, nos vamos todos juntos al comedor, donde nos encontramos con los amigos y amigas de otras clases porque comemos todo el cole a la vez. Hoy el menú consiste en una pequeña ensalada de pasta de primero, un delicioso filete de merluza en salsa verde con guisantes de segundo, y rica fruta fresca para el postre. Intentamos que sean lo más autónomos posible a la hora de comer: cada uno se lava las manos en el baño, coge su plato, espera en la cola para que se lo llenemos Marc o yo (hoy también lo hace Audrey con nosotros), lo lleva a la mesa y coge el resto de utensilios que va a necesitar de una mesa contigua. Alberto dice que los guisantes le dan asco, y mientras comemos, hablamos de lo feo que está decir

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que algo da asco, puesto que, aunque a ti no te guste, a otras personas les puede llegar a encantar. Algunos de ellos no quedan muy convencidos, pero seguro que habrá otras ocasiones de profundizar en el tema y convencerles poco a poco. Igual que comemos todos juntos, también nos esperamos a que todos hayamos acabado para recoger, limpiar la mesa (esto último lo hace Lluís, por ser el encargado) y darle las gracias a las cocineras por la comida antes de salir a jugar al patio.

A las tres volvemos a entrar a clase. Audrey se va con otra clase puesto que reparte su horario entre ambas, aunque a Daniela le parece injusto. Nos volvemos a lavar la cara y las manos, y “toca rincones”, como ellos mismos dicen. Por tanto, cada uno elige el rincón al que se va a dedicar, de manera que, aunque no se lleve un registro exacto ni se establezcan rígidos turnos rotativos, intentamos, entre todos, que ningún rincón se quede sin ocupar, y que vayan pasando por todos los rincones a lo largo del tiempo. Hoy Marc irá jugando con ellos y ayudando a quien lo necesite, mientras yo hago de observadora, aunque la verdad es que nunca puedo resistirme cuando me piden que juegue con ellos a alguna cosa. Están tan acostumbrados a que lo hacemos todos juntos… Me llama mucho la atención que Hamza elige hoy el

rincón del cuidado de los bebés, y mientras los viste y los pasea, les cuenta que “papá está un poco enfadao con mamá, pero no os purupéis que son cosas nuestras”; y no sólo me llama la atención a mí, porque Marc me hace señas para indicarme que hemos hecho un buen trabajo. Después de casi una hora, en la que algunos no han tenido suficiente tiempo para dejar volar del todo su imaginación, y otros ya estaban inquietos por cambiar de actividad, recogeos entre todos y todas los trastos que hemos dejado fuera del sitio, y nos vamos al rincón de la biblioteca, donde leeremos juntos el libro “Jo mataré monstres per tu”, de Santi Balmes. Normalmente dejamos que los niños y niñas se acomoden en el rincón como quieran, en los diversos pufs, cojines o en el sofá, y lean, o al menos miren con atención, los libros que les apetezca, o leemos un cuento elegido por todos y todas, pero en esta ocasión, nos interesaba usar ese cuento para hablar de los miedos y los monstruos que no nos dejan a veces dormir por la noche, por la preocupación de la tía de Sofía por su sobrina, y porque es un tema interesante para trabajar a través de los cuentos y los debates. Hoy lee Marc, puesto que el libro es en catalán, y todos participan cuando él lo pide y escuchan atentos, casi embobados, el resto del tiempo. Con tantas vivencias y aportaciones tras la lectura (“Mi abuelo dice que los espíritus son güenos”, “En mi habitación hay un mostro como el del libro, pero más grande”, “Mi papá es mu fuerte y les puede a todos” o “Pero que els monstres no existixen!”), nos queda claro que hemos de retomar el hilo de este debate en otras ocasiones,

porque les interesa mucho, y que la elección ha sido todo un éxito. Pero es hora de ponerse chaquetas, coger saquitos, y esperar a las familias cantando canciones, aunque apenas habíamos empezado la primera y ya asomaban éstas por la puerta. Aprovecho para recordarles que mañana viene la mamá de Sergi, que es dentista, para hablarnos de los dientes y su cuidado, y les invito a que vengan a participar en la jornada. Todos los niños se van con sus familias, y Marc y yo preparamos el día siguiente. Así es un día cualquiera en nuestra clase. Este es mi trabajo, y me encanta. Me voy con la sensación del trabajo bien hecho, con ideas para otras actividades y con ganas de que llegue el día siguiente para seguir compartiendo mi tiempo con ellos y ellas.