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¿Le gustaría saber qué le depara su futu- ro, cómo rigen las estrellas su vida, por qué cambia su humor con la luna llena y no sabe a quién recurrir? En ese caso puedo reco- mendarle que visite a un astrónomo para que pueda explicarle que no contamos con ningún medio físico (o teórico) para predecir el futuro; estoy segura que también le expli- cará muchas cosas sobre las estrellas como su dinámica (movimientos), su evolución e incluso su composición, pero le desilusiona- rá saber que no hay ninguna relación entre las estrellas y su vida. Es muy posible que el científico en cuestión le diga que sus cam- bios de humor se deben a su desarrollo so- cial, laboral o familiar y no a las fases de la luna. Sin embargo, es probable que en lugar de eso usted visite a un astrólogo, quien le dirá un montón de vaguedades (por la mó- dica cantidad que él consideré que vale su “trabajo”) que tal vez le dejen emocional- mente más satisfecho (¿a quién no le gusta escuchar aprobaciones de sus sospechas?). Astronomía o astrología. ¿Qué las distin- gue? ¿Hace alguna diferencia cambiar sólo dos letras? En realidad sí. De hecho, esas Astronomía vs astrología: ¿cuál merece llamarse ciencia? Por Sac Nicté Xiomara S. Medina

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¿Le gustaría saber qué le depara su futu-

ro, cómo rigen las estrellas su vida, por qué

cambia su humor con la luna llena y no sabe

a quién recurrir? En ese caso puedo reco-

mendarle que visite a un astrónomo para

que pueda explicarle que no contamos con

ningún medio físico (o teórico) para predecir

el futuro; estoy segura que también le expli-

cará muchas cosas sobre las estrellas como

su dinámica (movimientos), su evolución e

incluso su composición, pero le desilusiona-

rá saber que no hay ninguna relación entre

las estrellas y su vida. Es muy posible que el

científico en cuestión le diga que sus cam-

bios de humor se deben a su desarrollo so-

cial, laboral o familiar y no a las fases de la

luna. Sin embargo, es probable que en lugar

de eso usted visite a un astrólogo, quien le

dirá un montón de vaguedades (por la mó-

dica cantidad que él consideré que vale su

“trabajo”) que tal vez le dejen emocional-

mente más satisfecho (¿a quién no le gusta

escuchar aprobaciones de sus sospechas?).

Astronomía o astrología. ¿Qué las distin-

gue? ¿Hace alguna diferencia cambiar sólo

dos letras? En realidad sí. De hecho, esas

Astronomía vs astrología: ¿cuál merece llamarse ciencia?

Por Sac Nicté Xiomara S. Medina

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dos inocentes letras dan lugar a una enorme

diferencia que lleva siglos en discusión, así

que quizá usted no ha sido el primero en pre-

guntarse en qué radica la diferencia.

Muchos filósofos e historiadores de la

ciencia están de acuerdo en que la astrolo-

gía es una pseudociencia, es decir, no es

una ciencia en el sentido usual de la pala-

bra; no obstante, pocas veces se ponen de

acuerdo para decir por qué no lo es. En rea-

lidad no ha sido fácil poder definir objetiva-

mente ni a la ciencia ni a la pseudociencia

y, de hecho, actualmente hay “discusiones”

sobre el tema. La palabra pseudociencia

significa, según su etimología, conocimien-

to falso (ver recuadro 1) pero no es senci-

llo explicar con claridad lo que es. Déjeme

citar una frase que viene muy a propósito:

“La pseudociencia es como la pornografía:

no podemos definirla, pero la reconocemos

cuando la vemos (1)”. Sin mucha dificultad

podemos decir que la Física, la Química y la

Biología son ciencias y, en contraste, la pa-

rapsicología y la adivinación no lo son pero

¿por qué? ¿Cómo distinguirlas? Algunas ca-

“La pseudociencia es como la pornografía: no podemos definirla, pero

la reconocemos cuando la vemos.”

Para citar este artículo en formato APA copia el siguiente texto y completa la información indicada en los paréntesis

“Medina, S. (2012). Astronomía vs astrología ¿cuál merece llamarse ciencia? [Versión electrónica], Ciencia Compartida, 5, 6-12. Recuperado el (día) de (mes) de (año), de (dirección electrónica).”

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racterísticas que pueden ayudar a identificar

una pseudociencia son las siguientes:

· No somete sus especulaciones, pre-

dicciones o teorías a prueba alguna.

Si aciertan usted podrá confiar en su

poder y si no acierta también debe

confiar.

· Es dogmática, es decir, no cambia

sus principios cuando fallan ante la

evidencia con la realidad.

· No busca novedades, sino que queda

atada a antiguas creencias.

· No encuentra ni utiliza leyes genera-

les, algo que es indispensable en la

actividad científica.

· No interactúa ni se complementa

con ninguna otra pseudociencia. Las

ciencias propiamente dichas forman

un sistema interdisciplinario.

Un oscuro pasadoAlgunas disciplinas que actualmente se con-

sideran como ciencias comenzaron como

pseudociencias y cambiaron de nombre en

el proceso. Por ejemplo, la alquimia dio prin-

cipio a la química y tal vez le sorprenda sa-

ber que la astrología es el remoto origen de

la astronomía. Los primeros vestigios de la

astrología aparecieron en Caldea (Antigua

región de Mesopotamia) en el siglo 700 a.C.

y en ellos se establece el Zodiaco, el cual

consiste en un conjunto de 12 regiones del

cielo denominadas signos. El signo zodiacal

que a usted le corresponde se obtiene cono-

ciendo su fecha de nacimiento (en algunos

casos también es necesario conocer el lu-

gar) que se utiliza para averiguar la posición

de los astros y así determinar la influencia

que tendrán en su personalidad y su destino.

El zodiaco sufrió varios cambios (pasando

por las distintas culturas antiguas) y esta

codificación gradual culminó con la obra Te-

trabiblon de Ptolomeo en el siglo II d. C. Este

trabajo describe con detalle las posiciones

del Sol, la Luna y los planetas, y dado que

estos cuerpos celestes tenían influencia en

el clima (como en las estaciones del año)

y las mareas, Ptolomeo argumentaba que

igualmente debían tener influencia en la

vida humana (2).

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Aun cuando en el Renacimiento sur-

gen las ciencias modernas, la astrología

también tuvo un auge importante en dicha

época; fue hasta el siglo XVIII con las críti-

cas de Jonathan Swift y Voltaire que dicha

práctica perdió popularidad. Sin embargo, a

partir de 1930 ha comenzado a ganar nue-

vos seguidores, incluso su rating es mayor

que el de la astronomía. ¿Se deberá esto a

que la astrología al fin dice la verdad? No.

Las creencias en masa son fenóme-

nos sociales muy frecuentes en la historia de

la humanidad y comúnmente están ligados a

intereses muy terrenales, como poder social

y adquisiciones económicas. ¿O acaso no

tiene un precio saber su futuro? ¿Cuántas

sectas no han tenido control sobre los bienes

de sus adeptos? ¿Cuántos presuntos envia-

dos celestiales no se han vuelto millonarios

estafando? Para hablar de poderes sobrena-

turales llegados de lugares divinos hay bas-

tantes retribuciones monetarias y considera-

bles posiciones jerárquicas que nada tienen

que ver con tratar de entender el mundo que

nos rodea, lo cual es el rasgo característico

de cualquier ciencia formal. Sin duda la as-

trología cuenta con más seguidores porque

es un producto que se vende y, por lo tanto,

puede pagar los medios publicitarios nece-

sarios. Para ponderar esto hay que tomar en

cuenta que hacer comerciales de radio y te-

levisión no es nada barato y a ello hay que

agregarle los costos de los múltiples medios

impresos que se utilizan.

La Astronomía de hoyA pesar de que la astronomía tuvo seme-

jantes comienzos, en algún momento esto

cambió y en lugar de seguir el camino de

las adivinaciones y creencias a ciegas de-

cidió ocuparse de asuntos más sencillos y

prácticos, comenzando por entender cosas

que se podían observar y estudiar. Gracias a

sus métodos y, sobre todo, a las tecnologías

-cada vez más precisas- que permitieron ve-

rificar, descartar y mejorar teorías, la astro-

nomía se convirtió en una ciencia hecha y

derecha.

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En la antigüedad, más precisamente en la

antigua Grecia, bastaba la autoridad de un

gran pensador para dar credibilidad a las

ideas y considerarlas verdaderas. Entre los

siglos XV y XVIII surge el método experi-

mental y los científicos de la época se re-

unían para compartir sus descubrimientos

con los colegas que podían evaluar y apo-

yar (o descartar) las ideas. Actualmente los

científicos –incluyendo, desde luego, a los

astrónomos- publican los resultados de sus

investigaciones en revistas de prestigio in-

ternacional vigiladas por expertos de los te-

mas en cuestión y así los colegas pueden

obtener buenas referencias de estas revistas

para trabajos futuros. Los resultados cientí-

ficos se van actualizando y van ayudando a

nuevos descubrimientos sustentados en in-

vestigaciones previas y resultados exitosos.

¿Quién dice la verdad?Ciertamente los seres humanos tenemos ne-

cesidades emocionales y espirituales, pero

Pseudociencia o seudociencia (forma admitida como correcta por la Real Academia de la Lengua Espa-ñola) es una palabra formada a partir de la raíz griega pseudo, “falso”, y la palabra latina ciencia, “conoci-miento”. Aunque el término como tal se emplea desde por lo menos finales del siglo XVIII (3), el concepto de pseudociencia como algo distinto de la verdadera ciencia al parecer surgió a mitad del siglo XIX. Uno de los primeros usos de la palabra proviene de 1844 en el Northern Journal of Medicine. También existe un registro del término en 1843, en la obra del fisiólogo francés François Magendie (4).

¿Pseudociencia?

los desvíos irracionales sobre la realidad son

otra historia. Algo muy importante que se

debe considerar en el análisis de la ciencia

es su contexto social. Para el hombre primiti-

vo no fue nada difícil asociar los fenómenos

naturales a fantasías, pues dichos aconteci-

mientos superaban su entendimiento pero

no su imaginación. Al principio muchas cien-

cias consideraban como verdaderas ideas

que hoy en día nos parecen irracionales y

que con el tiempo fueron perdiendo credibi-

lidad ante nuevas evidencias. Recordemos

que la racionalidad no es eterna. El éxito de

las ciencias actuales radica precisamente en

su progreso siempre sujeto a las pruebas y

la renovación constante.

Es verdad que podemos creen lo que

más nos guste pero ¿por qué no creer en lo

que se puede demostrar? ¿Por qué confiar

en las monótonas predicciones astrológicas

y no en los resultados enriquecidos de la

investigación astronómica? Muchas veces

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“Es verdad que podemos creen lo que más nos guste pero ¿por qué no creer en lo que se puede demostrar?”

se piensa que la ciencia verdadera nos propor-

ciona una visión desencantadora de la realidad:

fría, analítica, razonada, sin magia y ni maravilla.

¿Es realmente cierto eso? ¿Que no es asombro-

so ver ese vals elegante y preciso que ejecutan

los planetas al pasar por sus órbitas, observar las

majestuosas estructuras de las galaxias, conocer

de qué están hechas las estrellas que nos acom-

pañan todas las noches, esperar el paso marcial

de los cometas, contemplar la belleza de un eclip-

se? Considero que esa es la magia real, la magia

que podemos ver, comprobar y mejorar, la magia

de la ciencia que pueda asombrarnos sin ningún

costo, que está a nuestro alcance y que igualmen-

te nos hechiza e hipnotiza a grandes y pequeños.

El método científico es para usarse siem-

pre y no sólo en laboratorios o institutos de inves-

tigación; no es una herramienta exclusiva para

científicos, es de dominio público. Así que no tema

usarlo en su vida diaria, el único precio es pensar

un poco, pero sus resultados son garantizados •

Recomendaciones• Las pseudociencias ¡vaya timo! Mario Burgen. Editorial Laetoli.• Cuando la ciencia nos alcance. Las pseudociencias. Shahen Hacyan. Editorial La ciencia para todos.

Referencias1.- Carol Tavris. Conferencia en APS Presidential Symposium on Science and Pseudoscience, Denver Colorado, June, 3, 1999.2.- Philosophy of science. Martin Curd and J. A. Cover. W.W Norton & Company.3.- Se usó en referencia a la alquimia en 1796 en la obra de Andrews, James Pettit; Henry, Robert (1796). T. Cadell y W. Davies. Ed. History of Great Britain, from the death of Henry VIII to the accession of James VI of Scotland to the Crown of England. II. p.874.- Magendie, F (1843) An Elementary Treatise on Human Physiology. 5a Ed. Tr. John Revere. New York: Harper, p 150.