Cuento s

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  CUENTOS. ACTIVIDAD: Resumen con tus palabras 5 líneas (!"5 puntos# V alorac$%n personal 5 líneas ( !& puntos# 1. DR. KELLY Un día, un muchacho pobre que vendía mercadería de puerta en puerta para pagar sus estudios, vio que sóo e quedaba una simpe moneda de die! centavos " tenía hambre. Decidió que pediría comida en a pró#ima casa. $in embargo, os nervios o traicionaron cuando una encantadora %oven e abrió a puerta. En ve! de comida e pidió un vaso de agua. Ea pensó que e %oven tendría hambre " e dio un gran vaso de eche. E bebió despacito " despu&s e preguntó' ( )*u+nto e debo (-o me debes nada( respondió ea. Y continuó' ( i madre nos ense/ó a n o aceptar pago por una caridad. E di%o' ( 0ues te agrade!co de todo cora!ón. *uando o2ard Ke" saió de aquea casa no sóo se sintió m+s 3uerte 3ísicamente si no que tambi&n su 3e en os hombres era m+s 3uerte. E "a se había resignado a rendirse " de%ar todo. 4/os despu&s esa %oven mu%er se en3ermó gravemente. Los m&dicos de su puebo estaban con3undidos. 5inamente a enviaron a a ciudad m+s cercana donde amaron a un especiaista para estudiar su e#tra/a en3ermedad. Lamaron a Dr. o2ard Ke". *uando e m&dico escuchó e nombre de puebo de donde era ea una e#tra/a u! iuminó sus o%os. 6nmediatamente vestido con su bata de m&dico 3ue a ver a a paciente. Reconoció inmediatamente a aquea mu%er. E Dr. Ke" se propuso hacer o me%or para savar aquea vida. Dedicó especia atención a aquea paciente. Despu&s de una dura ucha por a vida de a en3erma, se ganó a bataa. E Dr. Ke" pidió a a administración de hospita que e enviara a 3actura tota de os gastos. E a pagó, despu&s a notó ago " mando que se a entregaran a a paciente. Ea tenía miedo de eer e documento, porque sabía que tendría e resto de su vida para pagar todos os gastos. 5inamente, e"ó a 3actura " ago e amó a atención. Decía o siguiente' 78o tamente pagada hace muchos a/os con un vaso de eche7 Dr. Ke" L+grimas de aegría brotaron de os o%os de a mu%er " su cora!ón 3ei! comentó' 79racias porque e amor se mani3estó en as manos " en os cora!ones h umanos7 :. L4$ 4D;ER8E-*64$. < 4-=-6>? Un día, un %oven se arrodió a orias de un río. etió os bra!os en e agua para re3rescarse e rostro " aí, en e agua, vio de repente a imagen de a muerte. $e evantó mu" asustado " preguntó' (0ero... )qu& quieres @$o" %ovenA )0or qu& vienes a buscarme sin previo aviso (-o vengo a buscarte (contestó a vo! de a muerte(. 8ranquií!ate " vueve a tu hogar, porque esto" esperando a otra persona. -o vendr& a buscarte sin prevenirte, te o prometo. E %oven entró en su casa mu" contento. $e hi!o hombre, se c asó, tuvo hi%os, siguió e curso de su tranquia vida. Un día de verano, e ncontr+ndose %unto a mismo río, vovió a detenerse para re3rescarse. Y vovió a ver e rostro de a muerte. La saudó " quiso evantarse. 0ero una 3uer!a o mantuvo arrodiado %unto a agua. $e asustó " preguntó' (0ero )qu& quieres (Es a ti a quien quiero (contestó a vo! de a muerte(. o " he venido a buscarte. (@e habías prometido que no vendrías a buscarme sin prevenirme antesA @-o has mantenido tu promesaA

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ÉTICA. CUENTOS. PARA 4º DE LA ESO.

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CUENTOS.ACTIVIDAD: Resumen con tus palabras 5 lneas (0,35 puntos) Valoracin personal 5 lneas ( 0,40 puntos) 1. DR. KELLYUn da, un muchacho pobre que venda mercadera de puerta en puerta para pagar sus estudios, vio que slo le quedaba una simple moneda de diez centavos y tena hambre. Decidi que pedira comida en la prxima casa. Sin embargo, los nervios lo traicionaron cuando una encantadora joven le abri la puerta. En vez de comida le pidi un vaso de agua. Ella pens que el joven tendra hambre y le dio un gran vaso de leche. El bebi despacito y despus le pregunt: - Cunto le debo? -No me debes nada- respondi ella. Y continu: - Mi madre nos ense a no aceptar pago por una caridad. El dijo: - Pues te agradezco de todo corazn. Cuando Howard Kelly sali de aquella casa no slo se sinti ms fuerte fsicamente si no que tambin su fe en los hombres era ms fuerte. El ya se haba resignado a rendirse y dejar todo. Aos despus esa joven mujer se enferm gravemente. Los mdicos de su pueblo estaban confundidos. Finalmente la enviaron a la ciudad ms cercana donde llamaron a un especialista para estudiar su extraa enfermedad. Llamaron al Dr. Howard Kelly. Cuando el mdico escuch el nombre del pueblo de donde era ella una extraa luz ilumin sus ojos. Inmediatamente vestido con su bata de mdico fue a ver a la paciente. Reconoci inmediatamente a aquella mujer. El Dr. Kelly se propuso hacer lo mejor para salvar aquella vida. Dedic especial atencin a aquella paciente. Despus de una dura lucha por la vida de la enferma, se gan la batalla. El Dr. Kelly pidi a la administracin del hospital que le enviara la factura total de los gastos. El la pag, despus anot algo y mando que se la entregaran a la paciente. Ella tena miedo de leer el documento, porque saba que tendra el resto de su vida para pagar todos los gastos. Finalmente, ley la factura y algo le llam la atencin. Deca lo siguiente:"Totalmente pagada hace muchos aos con un vaso de leche"Dr. KellyLgrimas de alegra brotaron de los ojos de la mujer y su corazn feliz coment:"Gracias porque el amor se manifest en las manos y en los corazones humanos"2. LAS ADVERTENCIAS. ( ANNIMO)Un da, un joven se arrodill a orillas de un ro. Meti los brazos en el agua para refrescarse el rostro y all, en el agua, vio de repente la imagen de la muerte. Se levant muy asustado y pregunt:

-Pero... qu quieres? Soy joven! Por qu vienes a buscarme sin previo aviso?

-No vengo a buscarte -contest la voz de la muerte-. Tranquilzate y vuelve a tu hogar, porque estoy esperando a otra persona. No vendr a buscarte sin prevenirte, te lo prometo.

El joven entr en su casa muy contento. Se hizo hombre, se cas, tuvo hijos, sigui el curso de su tranquila vida. Un da de verano, encontrndose junto al mismo ro, volvi a detenerse para refrescarse. Y volvi a ver el rostro de la muerte. La salud y quiso levantarse. Pero una fuerza lo mantuvo arrodillado junto al agua. Se asust y pregunt:

-Pero qu quieres?

-Es a ti a quien quiero -contest la voz de la muerte-. Hoy he venido a buscarte.

-Me habas prometido que no vendras a buscarme sin prevenirme antes! No has mantenido tu promesa!

-Te he prevenido!

-Me has prevenido?

-De mil maneras. Cada vez que te mirabas a un espejo, veas aparecer tus arrugas, tu pelo se volva blanco. Sentas que te faltaba el aliento y que tus articulaciones se endurecan. Cmo puedes decir que no te he prevenido?

Y se lo llev hasta el fondo del agua.3. POR UNA JARRA DE VINO ( J. BUCAY)Haba una vez... otro rey. Este era el monarca de un pequeo pas: el principado de Uvilandia. Su reino estaba lleno de viedos y todos sus sbditos se dedicaban a la fabricacin de vino. Con la exportacin a otros pases, las 15.000 familias que habitaban Uvilandia ganaban suficiente dinero como para vivir bastante bien, pagar los impuestos y darse algunos lujos.Haca ya varios aos que el rey estudiaba las finanzas del reino. El monarca era justo y comprensivo, y no le gustaba la sensacin de meterle la mano en los bolsillos a los habitantes de Uvilandia. Pona gran nfasis, entonces, en estudiar alguna posibilidad de rebajar los impuestos.Hasta que un da tuvo la gran idea. El rey decidi abolir los impuestos. Como nica contribucin para solventar los gastos del estado, el rey pedira a cada uno de sus sbditos que una vez por ao, en la poca en que se envasaran los vinos, se acercaran a los jardines del palacio con una jarra de un litro del mejor de su cosecha. Lo vaciaran en un gran tonel que se construira para entonces, para ese fin y en esa fecha.De la venta de esos 15.000 litros de vino se obtendra el dinero necesario para el presupuesto de la corona, los gastos de salud y de educacin del pueblo. La noticia fue desparramada por el reino en bandos y pegada en carteles en las principales calles de las ciudades. La alegra de la gente fue indescriptible.En todas las casas se alab al rey y se cantaron canciones en su honor. En cada taberna se levantaron las copas y se brind por la salud y la prolongada vida del buen rey.Y lleg el da de la contribucin. Toda esa semana en los barrios y en los mercados, en las plazas y en las iglesias, los habitantes se recordaban y recomendaban unos a otros no faltar a la cita. La conciencia cvica era la justa retribucin al gesto del soberano. Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias enteras de los viateros con su jarra, en la mano del jefe de familia. Uno por uno suba la larga escalera hasta el tope del enorme tonel real, vaciaba su jarra y bajaba por otra escalera al pie de la cual, el tesorero del reino colocaba en la solapa de cada campesino, un escudo con el sello del rey.A media tarde, cuando el ltimo de los campesinos vaci su jarra, se supo que nadie haba faltado. El enorme barril de 15.000 litros estaba lleno. Del primero al ltimo de los sbditos haban pasado a tiempo por los jardines y vaciado sus jarras en el tonel.El rey estaba orgulloso y satisfecho; y al caer el sol, cuando el pueblo se reuni en la plaza frente al palacio, el monarca sali a su balcn aclamado por su gente. Todos estaban felices. En una hermosa copa de cristal, herencia de sus ancestros, el rey mand a buscar una muestra del vino recogido. Con la copa en camino, el soberano les habl y les dijo: Maravilloso pueblo de Uvilandia: tal como lo imagin, todos los habitantes del reino han estado hoy en el palacio. Quiero compartir con vosotros la alegra de la corona, por confirmar que la lealtad del pueblo con su rey, es igual que la lealtad del rey con su pueblo. Y no se me ocurre mejor homenaje que brindar por vosotros con la primera copa de este vino, que ser sin dudas un nctar de dioses, la suma de las mejores uvas del mundo, elaboradas por las mejores manos del mundo y regadas con el mayor bien del reino, el amor del pueblo.Todos lloraban y vitoreaban al rey. Uno de los sirvientes acerc la copa al rey y ste la levant para brindar por el pueblo que aplauda eufrico... pero la sorpresa detuvo su mano en el aire, el rey not al levantar el vaso que el lquido era transparente e incoloro; lentamente lo acerc a su nariz, entrenada para oler los mejores vinos, y confirm que no tena olor ninguno.Catador como era, llev la copa a su boca casi automticamente y bebi un sorbo. El vino no tena gusto a vino, ni a ninguna otra cosa...! El rey mand a buscar una segunda copa del vino del tonel, y luego otra y por ltimo a tomar una muestra desde el borde superior. Pero no hubo caso, todo era igual: inodoro, incoloro e inspido.Fueron llamados con urgencia los alquimistas del reino para analizar la composicin del vino. La conclusin fue unnime: el tonel estaba lleno de AGUA, pursima agua y cien por cien agua. Enseguida el monarca mand reunir a todos los sabios y magos del reino, para que buscaran con urgencia una explicacin para este misterio. Qu conjuro, reaccin qumica o hechizo haba sucedido para que esa mezcla de vinos se transformara en agua...? El ms anciano de sus ministros de gobierno se acerc y le dijo al odo: Milagro? Conjuro? Alquimia? Nada de eso, muchacho, nada de eso. Vuestros sbditos son humanos, majestad, eso es todo. No entiendo dijo el rey. Tomemos por caso a Juan. Juan tiene un enorme viedo que abarca desde el monte hasta el ro. Las uvas que cosecha son de las mejores cepas del reino y su vino es el primero en venderse y al mejor precio. Esta maana, cuando se preparaba con su familia para bajar al pueblo, una idea le pas por la cabeza... Y si yo pusiera agua en lugar de vino, quin podra notar la diferencia...? Una sola jarra de agua en 15.000 litros de vino... nadie notara la diferencia... Nadie!...Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle, muchacho, salvo por un detalle:TODOS PENSARON LO MISMO!4. EL CUENTO DE LAS RANITAS.Sucedi una vez que dos ranitas salieron a dar un paseo. Como hacan a menudo, recorran los prados que rodeaban su charca saltando alegremente. Hasta que un da sucedi algo totalmente inesperado: tras un salto ni ms ni menos largo cayeron dentro de un balde que el vaquero haba olvidado cerca del establo y que an guardaba bastante leche.

Al principio las ranitas no comprendan qu haba sucedido, incluso encontraban divertida la situacin. Pero pronto se dieron cuenta que aquello se estaba convirtiendo en una trampa: por mucho que se esforzaban por salir del cubo, las paredes metlicas eran demasiado lisas y el borde quedaba demasiado alto. Y as lo nico que podan hacer era nadar y nadar para no ahogarse en la leche.

Pero el tiempo pasaba y el cansancio se apoderaba de ellas. Te has dado cuenta de que nunca vamos a salir de aqu?, le dijo la ranita mayor a la ms joven. Nuestras patitas no podrn soportarlo mucho tiempo y me temo que nunca saldremos de sta. Moriremos aqu.

No importa, respondi la otra ranita. No podemos hacer otra cosa que nadar. Nada y no te lamentes. Conserva tus fuerzas.

Y las ranitas siguieron nadando y nadando y nadando sin descanso. Al cabo de unas horas, la ranita mayor volvi a quejarse: Nunca saldremos de aqu, ste ser nuestro final. Me duelen las ancas y ya casi me es imposible seguir nadando. En verdad ha llegado nuestro fin. A lo que la ranita pequea respondi: Nada y calla; no pierdas la esperanza. Simplemente confa y sigue luchando.

Y as siguieron, nadando y nadando; pero el tiempo pasaba y sus fuerzas menguaban, pues no paraban de dar vueltas, una detrs de la otra, concentradas en el movimiento de sus patitas y en mantener la cabeza fuera del lquido.

No puedo ms, volvi a quejarse la ranita mayor, De verdad te digo que ya no puedo ms. Ya no siento las ancas, ya no s si las muevo o no. No veo bien y no s hacia dnde me muevo. Ya no s nada.

Contina nadando, replic la otra ranita. No importa cmo te sientas, no pienses siquiera en ello. Sigue adelante, contina.

Sacaron fuerza de flaqueza y siguieron nadando y nadando. Por poco tiempo, pues la rana mayor pronto cej en el empeo y con apenas un aliento de voz susurr:

Es intil. No tiene ningn sentido seguir luchando. No entiendo qu estamos haciendo, por qu he de seguir nadando. Nunca podremos escapar.

Nada, nada! Sigue nadando!

Y an reunieron fuerzas para nadar unos instantes ms, hasta que la ranita mayor, extenuada, abandon y muri ahogada. Y tambin la ranita ms joven sinti la tentacin de abandonar la lucha, de dejarse vencer y acabar con aquello, pero sigui nadando y nadando mientras se repeta a s misma: Nada, nada. Un poco ms, slo un poco ms. Contina nadando. Nada! Nada!

Pero el tiempo pasaba y la ranita se senta cada vez ms dbil. Le dolan las ancas, todo el cuerpo le dola, pero ella segua nadando, nadando, moviendo sin cesar sus pequeas extremidades.

Y de pronto sucedi algo sorprendente. Bajo sus patitas empez a notar algo de mayor consistencia que la leche, algo slido, as que reuni las ltimas fuerzas que le quedaban, se apoy en aquella masa y salt justo por encima del borde del balde, para ir a parar a la seguridad del prado.

Con el movimiento continuo de sus patitas la leche haba empezado a convertirse en mantequilla! Y la consistencia de la mantequilla le haba ofrecido un punto de apoyo desde el que saltar.

Gracias a la perseverancia en su esfuerzo y a que no se haba dejado derrotar por el cansancio o el sin sentido, haba sido capaz de transformar una situacin terrible en una ocasin de liberacin.5, EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO ( J. BUCAY)Un joven concurri a un sabio en busca de ayuda.

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no valgo absolutamente nada. Me gritan que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. Cmo puedo mejorar? Qu puedo hacer para que los dems me valoren ms?El maestro, sin mirarlo le dijo: "cunto lo siento muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizs despus..." Y haciendo una pausa agreg: "Si quieres ayudarme t a m, podra resolver el este tema con ms rapidez y despus tal vez te pueda ayudar". E encantado, maestro, titube el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas. Bien, continu el maestro. Se quit un anillo que llevaba en el dedo meique de la mano izquierda y, dndoselo al muchacho, aadi: "toma el caballo que est ah fuera y ve al mercado. Es necesario que obtengas por l la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo ms rpido que puedas".

El joven tom el anillo y se fue. Apenas lleg al mercado, empez a ofrecerlo a los mercaderes, que lo miraban con algo de inters hasta que el joven deca lo que peda por l. Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos rean, otros le giraban la cara y tan slo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Alguien le ofreci una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tena instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechaz la oferta. Despus de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con l, que fueron ms de cien, y abatido por su fracaso, mont en su caballo y regres. Cunto hubiera deseado tener una moneda de oro para entregrsela al maestro y liberarlo de su preocupacin y recibir al fin su consejo y ayuda.

El joven entr en la habitacin del maestro. Maestro, dijo- "lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizs hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engaar a nadie respecto al verdadero valor del anillo. Eso que has dicho es muy importante, joven -contest sonriendo el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Ve a ver al joyero. Quin mejor que l puede saberlo? Dile que desearas venderlo y pregntale cunto te da por l. Pero no importa lo que te ofrezca: no lo vendas. Vuelve aqu con el anillo.

El joven volvi a cabalgar. El joyero examin el anillo a la luz del candil, lo mir con su lupa, lo pes y luego dijo al chico: Dile al maestro, joven, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle ms de cincuenta y ocho monedas de oro. Cincuenta y ocho monedas de oro? -exclam el muchacho. S, replic el joyero.- Yo s que con tiempo podramos obtener cerca de setenta monedas, pero si la venta urge...El joven corri emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. Sintate- dijo el maestro despus de escucharlo-. T eres como ese anillo: una joya, valiosa y nica. Y como tal, slo puede evaluarte un verdadero experto. Por qu vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?Y, diciendo esto, volvi a ponerse el anillo en el dedo meique de su mano izquierda.6. EL HOMBRE QUE SE CREA MUERTO ( J. BUCAY)Haba un seor muy aprensivo respecto de sus propias enfermedades y sobre todo, muy temeroso del da en que le llegara la muerte.

Un da, entre tantas ideas locas, se le ocurri que quizs l ya estaba muerto. Entonces le pregunt a su mujer:

-Dime mujer no estar muerto yo?

La mujer ri y le dijo que se tocara las manos y los pies.

- Ves? estn tibios! Bien, eso quiere decir que ests vivo. Si estuvieras muerto, tus manos y tus pies estaran helados.

Al hombre le son muy razonable la respuesta y se tranquiliz.

Pocas semanas despus, el hombre sali bajo la nieve a hachar algunos rboles. Cuando lleg al bosque se sac los guantes y comenz a hachar. Sin pensarlo, se pas, la mano por la frente y not que sus manos estaban fras. Acordndose de lo que le haba dicho su esposa, se quit los zapatos y las medias, y confirm con horror que sus pies tambin estaban helados.

En ese momento ya no le qued ninguna duda, se "di cuenta" que estaba muerto.

- No es bueno que un muerto ande por ah hachando rboles- se dijo. As que dej el hacha al lado de su mula y se tendi quieto en el piso helado, las manos en cruz sobre el pecho y los ojos cerrados.

A poco de estar tirado en el piso, una jaura comenz a acercarse a las alforjas donde estaban las provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron todo lo que haba de comestible.

El hombre pens:

- Suerte que tienen que estoy muerto que si no, yo mismo los echaba a patadas.

La jaura sigui husmeando y descubri al burro atado a un rbol. Fcil presa era de los filosos dientes de los perros. El burro chill y coce, pero el hombre slo pens qu lindo sera defenderlo, si no fuera porque l estaba muerto.

En algunos minutos dieron cuenta del burro, slo unos pocos perros seguan royendo algn hueso. La jaura, insaciable, sigui rondando el lugar.

No pas mucho tiempo hasta que uno de los perros oli el olor del hombre. Mir a su alrededor y vio al hachero tirado inmvil en el piso. Se acerc lentamente (muy lentamente, porque el hombre era muy peligroso y engaador). En pocos instantes, todos los perros babeando sus fauces rodearon al hombre.

-Ahora me van a comer- pens-. Si no estuviera muerto, otra sera la historia.

Los perros se acercaron ...y viendo su inaccin se lo comieron.7. DOS NMEROS MENOS. (J. Bucay)Un hombre entra en una zapatera, y un amable vendedor se le acerca:

- En qu puedo servirle, seor?- Quisiera un par de zapatos negros como los del escaparate.- Cmo no, seor. Veamos: el nmero que busca debe ser... el cuarenta y uno. Verdad?- No. Quiero un treinta y nueve, por favor.- Disculpe, seor. Hace veinte aos que trabajo en esto y su nmero debe ser un cuarenta y uno. Quizs un cuarenta, pero no un treinta y nueve.- Un treinta y nueve, por favor.- Disculpe, me permite que le mida el pie?- Mida lo que quiera, pero yo quiero un par de zapatos del treinta y nueve.

El vendedor saca del cajn ese extrao aparato que usan los vendedores de zapatos para medir pies y, con satisfaccin, proclama Lo ve? Lo que yo deca: un cuarenta y uno!.

- Dgame: quin va a pagar los zapatos, usted o yo?- Usted.- Bien. Entonces, me trae un treinta y nueve?

El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de zapatos del nmero treinta y nueve. Por el camino se da cuenta de lo que ocurre: los zapatos no son para el hombre, sino que seguramente son para hacer un regalo.

- Seor, aqu los tiene: del treinta y nueve, y negros.- Me da un calzador?- Se los va a poner?- S, claro.- Son para usted?- S! Me trae un calzador?

El calzador es imprescindible para conseguir que ese pie entre en ese zapato. Despus de varios intentos y de ridculas posiciones, el cliente consigue meter todo el pie dentro del zapato.

Entre ayes y gruidos camina algunos pasos sobre la alfombra, con creciente dificultad.

- Est bien. Me los llevo.

Al vendedor le duelen sus propios pies slo de imaginar los dedos del cliente aplastados dentro de los zapatos del treinta y nueve.

- Se los envuelvo?- No, gracias. Me los llevo puestos.

El cliente sale de la tienda y camina, como puede, las tres manzanas que le separan de su trabajo. Trabaja como cajero en un banco.

A las cuatro de la tarde, despus de haber pasado ms de seis horas de pie dentro de esos zapatos, su cara est desencajada, tiene los ojos enrojecidos y las lgrimas caen copiosamente de sus ojos.

Su compaero de la caja de al lado lo ha estado observando toda la tarde y est preocupado por l.

- Qu te pasa? Te encuentras mal?- No. Son los zapatos.- Qu les pasa a los zapatos?- Me aprietan.- Qu les ha pasado? Se han mojado?- No. Son dos nmeros ms pequeos que mi pie.- De quin son?- Mos.- No te entiendo. No te duelen los pies?- Me estn matando, los pies.- Y entonces?- Te explico -dice, tragando saliva-. Yo no vivo una vida de grandes satisfacciones. En realidad, en los ltimos tiempos, tengo muy pocos momentos agradables.- Y?- Me estoy matando con estos zapatos. Sufro terriblemente, es cierto... Pero, dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los quite, imaginas el placer que sentir? Qu placer, to! Qu placer!8. EL LADRILLO BOOMERANG (. J. Bucay)"Haba una vez un hombre que iba por el mundo con un ladrillo en la mano. Haba decidido que cada vez que alguien le molestara hasta hacerle rabiar, le dara un ladrillazo. El mtodo era un poco troglodita, pero pareca efectivo, no?Sucedi que se cruz con un amigo muy prepotente que le habl con malos modos. Fiel a su decisin, el hombre agarr el ladrillo y se lo tir.No recuerdo si le alcanz o no. Pero el caso es que despus, tener que ir a buscar el ladrillo le pareci incmodo. Decidi entonces mejorar el Sistema de Autopreservacin del Ladrillo, como l lo llamaba. At el ladrillo a un cordel de un metro y sali a la calle. Esto permita que el ladrillo nunca se alejara demasiado, pero pronto comprob que el nuevo mtodo tambin tena sus problemas: por un lado, la persona destinataria de su hostilidad tena que estar a menos de un metro y, por otro, despus de arrojar el ladrillo tena que tomarse el trabajo de recoger el hilo que, adems, muchas veces se liaba y enredaba, con la consiguiente incomodidad.Entonces el hombre invent el Sistema Ladrillo III. El protagonista segua siendo el mismo ladrillo pero, este sistema, en lugar de un cordel llevaba un resorte. Ahora el ladrillo poda lanzarse una y otra vez y regresara solo, pens el hombre.Al salir a la calle y recibir la primera agresin, tir el ladrillo. Err, y no peg en su objetivo porque, al actuar el resorte, el ladrillo regres y fue a dar justo en la cabeza del hombre.Lo volvi a intentar, y se dio un segundo ladrillazo por medir mal la distancia.El tercero, por arrojar el ladrillo a destiempo.El cuarto fue muy particular porque, tras decidir dar un ladrillazo a una vctima, quiso protegerla al mismo tiempo de su agresin, y el ladrillo fue a dar de nuevo en su cabeza.El chichn que se hizo era enorme...Nunca se supo por qu no lleg a pegar jams un ladrillazo a nadie: si por los golpes recibidos o por alguna deformacin de su nimo.Todos los golpes fueron siempre para l mismo".

9. "Harrison Bergueron" por Kurt VonnegutEn el ao 2081 todos los hombres eran al fin iguales. No slo iguales ante Dios y ante la ley, sino iguales en todos los sentidos. Nadie era ms listo que ningn otro; nadie era ms hermoso que ningn otro; nadie era ms fuerte o ms rpido que ningn otro. Toda esta igualdad era debida a las enmiendas 211, 212 y 213 de la Constitucin, y a la incesante vigilancia de los agentes de la Directora General de Impedidos de los Estados Unidos.Algunas cosas en la vida an no estaban del todo bien, sin embargo. Abril, por ejemplo, ya no era el mes de la primavera, y esto confunda a la gente. Y en este mismo mes, hmedo y fro, los hombres de la oficina de impedidos se llevaron a Harrison Bergeron, de catorce aos, hijo de George y Hazel Bergeron.Fue una tragedia, realmente, pero George y Hazel no podan pensar mucho en eso. Hazel tena una inteligencia perfectamente comn, y por lo tanto era incapaz de pensar excepto en breves explosiones. Y George, como su inteligencia estaba por encima de lo normal, llevaba en la oreja un pequeo impedimento mental radiotelefnico, y no poda sacrselo nunca, de acuerdo con la ley. El receptor sintonizaba la onda de un transmisor del gobierno que cada veinte segundos, aproximadamente, enviaba algn ruido agudo para que las gentes como George no aprovechasen injustamente su propia inteligencia a expensas de los otros.George y Hazel miraban la televisin. Haba lgrimas en las mejillas de Hazel, pero ella ya no recordaba por qu. En ese momento unas bailarinas terminaban su nmero.Una chicharra son en la cabeza de George y los pensamientos que tena en ese instante huyeron como ladrones que oyen una campana de alarma.- Era bonita esa danza, la que acaba de terminar - dijo Hazel.- Eh? - dijo George.- Esa danza, era bonita - dijo Hazel.- Aj.Trat de pensar un poco en las bailarinas. No eran realmente muy buenas, y cualquiera hubiese podido hacer lo mismo. Todas llevaban contrapesos y sacos de perdigones, y mscaras adems, para que nadie se sintiese triste viendo un gesto gracioso o una cara bonita. George haba empezado a pensar vagamente que quiz las bailarinas no debieran tener ningn impedimento, pero no fue muy lejos en esta direccin, pues la radio transmiti otro ruido anonadador.George torci la cara, junto con dos de las ocho bailarinas.Hazel vio la mueca de George, y como ella no tena radio tuvo que preguntar qu ruido haba sido se.- Como si golpearan con un martillo en una botella de leche - dijo George.- Debe ser interesante or todos esos ruidos - dijo Hazel, con un poco de envidia -. Las cosas que inventan.- Hum - dijo George.- Pero si yo fuera Directora General de Impedidos, sabes qu hara? - pregunt Hazel. Hazel en realidad era muy parecida a la Directora de Impedidos, una mujer llamada Diana Moon Glampers-.Si yo fuese Diana Moon Glampers -dijo Hazel- usara campanas los domingos. Slo campanas. Una especie de homenaje a la religin.- Yo podra pensar, si fuesen slo campanas - dijo George.- Bueno, quiz habra que hacerlas sonar realmente fuerte - dijo Hazel - . Creo que yo sera una buena Directora de Impedidos.- Tan buena como cualquiera - dijo George.- Quin mejor que yo puede saber lo que es sernormal? - dijo Hazel.- Nadie - dijo George.Empez a pensar oscuramente en Harrison, su hijo anormal, que ahora estaba en la crcel, pero una salva de veintin caonazos le sacudi la cabeza.- Caramba! - dijo Hazel - . Eso fue realmente ensordecedor, no es cierto?Haba sido tan ensordecedor que George estaba plido y tembloroso, y las lgrimas le asomaban a los ojos enrojecidos. Dos de las ocho bailarinas haban cado al piso del estudio y se apretaban las sienes.- De pronto pareces tan cansado - dijo Hazel - . Por qu no te acuestas en el sof y apoyas tu impedimento de plomo en los almohadones, mi querido? -Hazel hablaba de los veinte kilos de perdigones que George llevaba al cuello, en un saco de tela-. S, apoya ese peso. No me importa que no seas igual a m durante un rato.George sopes el saco con las manos.- No tiene ninguna importancia -dij -. Ya no lo noto. Es parte de m mismo.- Ests tan cansado en este ltimo tiempo, hasta agotado dira yo -continu Hazel-. Si hubiese algn modo de abrir un agujero en el fondo del saco y sacar unas bolas de plomo... Slo unas pocas.- Dos aos de prisin y una multa de mil dlares por cada perdign de menos - dijo George - . No me parece un buen negocio.- Si pudieras sacar unos pocos cuando llegas del trabajo - dijo Hazel - . Quiero decir que no compites con nadie aqu. No haces nada.- Si tratara de librarme de este peso - dijo George - otra gente tendra derecho a hacer lo mismo, y muy pronto estaramos de nuevo en la poca del oscurantismo, cuando todos rivalizaban con todos. No te gustara, no es verdad?- Me sentira horrorizada.- Precisamente - dijo George - . Si la gente no cumpliera las leyes, qu sera de la sociedad?Si Hazel no hubiese podido responder a esta pregunta, George no hubiera podido ayudarla, pues en ese instante una sirena le traspas el cerebro.- Se hara pedazos.- Qu cosa? - dijo George desconcertado.- La sociedad - dijo Hazel, insegura - . No hablabas de eso?- Quin puede saberlo? - dijo George.Un boletn de noticias interrumpi de pronto el programa de televisin. No se pudo saber muy bien en un principio qu noticia era, pues el anunciador, como todos los anunciadores, tena un serio impedimento en la lengua. Durante medio minuto, y muy excitado, el hombre trat de decir:- Seoras y seores...Al fin se dio por vencido y le pas el boletn a una bailarina.- Muy bien - dijo Hazel - . Hizo lo que pudo. Hizo lo que pudo con lo que Dios le dio. Debieran aumentarle el sueldo por haberse esforzado tanto.- Seoras y seores - dijo la bailarina leyendo el boletn.Deba ser una muchacha extraordinariamente hermosa, pues la mscara que llevaba era horrible.Y era fcil advertir tambin que tena ms fuerza y ms gracia que ninguna de las otras bailarinas. El saco de impedimento que le colgaba del cuello era tan grande como el de un hombre de cien kilos.Y la bailarina tuvo que pedir perdn en seguida por su voz. Era verdaderamente injusto que una mujer usara una voz as: clida, luminosa, una meloda que no era de este mundo.- Perdn - dijo la muchacha y empez a hablar otra vez con una voz absolutamente incompetente-. Harrison Bergeron -grazn-, de catorce aos, acaba de escaparse de la crcel. Se lo acusaba de intentar derribar al gobierno. Es un genio y un atleta, favorecido por el impedimento, y extremadamente peligroso.Una foto de Harrison tomada por la polica apareci en la pantalla: cabeza abajo, de costado, cabeza abajo otra vez, y derecha al fin. La fotografa mostraba a Harrison de pie sobre un fondo dividido en metros y centmetros. Meda exactamente dos metros diez.Por lo dems, Harrison pareca un montn de fierros. Nadie haba llevado nunca impedimentos ms pesados. Haba crecido superando todos los impedimentos tan rpidamente que la Direccin de Impedidos no haba tenido tiempo de imaginar otros. En vez de un pequeo receptor de radio en la oreja, como impedimento mental, llevaba un par de tremendos auriculares, y adems unos anteojos de vidrios gruesos y ondulados. Estos anteojos haban sido concebidos no slo para que no viera casi nada, sino tambin para provocarle terribles dolores de cabeza.Los pesos metlicos le colgaban de todo el cuerpo. Comnmente haba una cierta simetra, una disposicin verdaderamente militar en los impedimentos inventados para los individuos demasiado fuertes, pero Harrison pareca un montn de chatarra ambulante. En la carrera de la vida, Harrison arrastraba ms de ciento cincuenta kilos.Y para afearlo, los hombres de los impedimentos lo obligaban a usar continuamente una pelota roja en la nariz, a afeitarse las cejas y a cubrirse los dientes blancos y regulares con pedazos de pelcula negra.-Si ven a este muchacho -dijo la bailarina- no intenten, repito, no intenten discutir con l.Se oy el estruendo de una puerta arrancada de sus goznes.Del estudio de televisin llegaron gritos y aullidos de consternacin. El retrato de Harrison Bergeron salt una y otra vez en la pantalla como sacudido por un terremoto.George Bergeron identific en seguida el origen del sismo. No le fue difcil, pues su propia casa haba sido sacudida del mismo modo, muchas veces.-Dios mo! -dijo-. Tiene que ser Harrison!En ese mismo momento el ruido de un choque de automviles le barri la idea de la cabeza.Cuando George pudo abrir los ojos otra vez, la fotografa de Harrison haba desaparecido y Harrison mismo llenaba ahora la pantalla.Estaba de pie en medio del estudio, balanceando la cabeza de payaso, y los fierros que le colgaban del enorme cuerpo se sacudan y tintineaban. Tena an en la mano el pestillo de la puerta que acababa de arrancar. Las bailarinas, los tcnicos, los msicos y los anunciadores haban cado de rodillas ante l, sintiendo que les haba llegado la hora y que pronto seran masacrados.-Soy el emperador! -grit Harrison-. Me oyen todos? Soy el emperador! Todos deben obedecerme en seguida!Golpe el piso con el pie y el estudio tembl.-Aun tullido, encorvado, impedido como ustedes me ven aqu -rugi-, soy el ms grande de todos los gobernantes de todos los tiempos! Y ahora miren en lo que puedo convertirme.Harrison se arranc las correas que sostenan el metal como si fueran de papel de seda, esas correas garantizadas para sostener dos mil quinientos kilos.Los pedazos de chatarra que haban sido los impedimentos de Harrison se aplastaron contra el suelo.Harrison pas los pulgares bajo la barra que sostena las guarniciones de la cabeza, y la barra se quebr como una brizna de paja. Aplast los lentes y los audfonos contra la pared, y se arranc la nariz de goma descubriendo el rostro de un hombre que hubiera estremecido a Thor, el dios de trueno.- Ahora elegir a mi emperatriz! - dijo Harrison mirando el grupo arrodillado a sus pies-. Que la primera mujer que se atreva a levantarse reclame a su esposo y su trono.Pas un momento y al fin una bailarina se puso de pie, balancendose como un sauce.Harrison sac el impedimento mental de la oreja de la bailarina y luego los impedimentos fsicos con asombrosa delicadeza. En seguida le quit la mscara.La bailarina era de una cegadora belleza.-Bien -dijo Harrison tomndole la mano-. Ahora le mostraremos a la gente lo que significa la palabra danza. Msica!Los msicos se treparon a sus sillas, y Harrison les quit tambin los impedimentos.-Toquen como mejor puedan -les dijo- y les har barones y duques y condes.La msica comenz. Era normal al principio: barata, tonta, falsa. Pero Harrison alz a dos msicos de sus sillas y los movi en el aire como batutas, mientras cantaba la msica. Luego los dej caer otra vez en los asientos.La msica comenz de nuevo, mucho mejor que antes.Harrison y su emperatriz se quedaron un rato escuchando, gravemente, como esperando a que los latidos de sus propios corazones concordaran con la msica.Luego se alzaron en puntas de pie, y Harrison tom entre sus manazas el talle de la bailarina, hacindole sentir esa ligereza que pronto sera la ligereza de ella.Y al fin, en una explosin de alegra y gracia, saltaron en el aire.No slo abandonaron entonces las leyes de la Tierra sino tambin las leyes de la gravedad y las leyes del movimiento.Giraron, remolinearon, brincaron, cabriolaron, caracolearon y revolotearon.Saltaron como ciervos en la Luna.Cada nuevo salto acercaba ms a los bailarines al cielo raso, que estaba a diez metros de altura.Pronto fue evidente que pretendan tocar el cielo raso.Lo tocaron.Y luego neutralizando la gravedad con el amor y el deseo se quedaron suspendidos en el aire a unos pocos centmetros por debajo del cielo raso y all se besaron mucho tiempo.En ese instante Diana Moon Glampers, la Directora de Impedidos, entr en el estudio con una escopeta de doble can. Dispar, dos veces, y el emperador y la emperatriz murieron antes de llegar al suelo.Diana Moon Glampers carg otra vez la escopeta. Apunt a los msicos y les dijo que tenan diez segundos para ponerse otra vez los impedimentos.En ese mismo momento el tubo del aparato de TV de los Bergeron oscil y se apag.Hazel se volvi hacia George para comentarle el desperfecto, pero George haba ido a la cocina en busca de una lata de cerveza.George volvi con la cerveza, detenindose un instante cuando una seal de impedimento lo sacudi de pies a cabeza. Luego se sent otra vez.-Has estado llorando? -le pregunt a Hazel mirando como ella se enjugaba las lgrimas.-S -dijo Hazel.-Por qu? -dijo George.-Me olvid. Hubo algo realmente triste en la televisin.-Qu era? -pregunt George.-No lo s, tengo la cabeza confundida -dijo Hazel.-Hay que olvidar las cosas tristes.- Es lo que hago siempre - dijo Hazel.- Magnfico - dijo George.Torci la cara. Un can le retumb en la cabeza.- Caramba. Parece que esta vez fue un ruido ensordecedor - dijo Hazel.- As es realmente, puedes repetir esa verdad.- Caramba - dijo Hazel - . Parece que esta vez fue un ruido ensordecedor.10. EL CUENTO DEL ELEFANTE ( J. Bucay)Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que ms me gustaba de los circos eran los animales. Tambin a m como a otros, despus me enter, me llamaba la atencin el elefante. Durante la funcin, la enrome bestia hacia despliegue de su tamao, peso y fuerza descomunal... pero despus de su actuacin y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequea estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centmetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me pareca obvio que ese animal capaz de arrancar un rbol de cuajo con su propia fuerza, podra, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: Qu lo mantiene entonces? Por qu no huye?

Cuando tena 5 o 6 aos yo todava no crea en la sabidura de los grandes. Pregunt entonces a algn maestro, a algn padre, o a algn to por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explic que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si est amaestrado, por qu lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y slo lo recordaba cuando me encontraba con otros que tambin se haban hecho la misma pregunta.

Hace algunos aos descubr que por suerte para m alguien haba sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeo. Cerr los ojos y me imagin al pequeo recin nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empuj, tir, sud, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para l. Jurara que se durmi agotado, y que al da siguiente volvi a probar, y tambin al otro y al que le segua... Hasta que un da, un terrible da para su historia, el animal acept su impotencia y se resign a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. l tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sinti poco despus de nacer. Y lo peor es que jams se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jams... jams... intent poner a prueba su fuerza otra vez...

11.EL ESPANTAPJAROS MUDO.El espantapjaros so un da que no era mudo. Que su corazn de paja era de verdad, y que su latido le traa vida a un cuerpo humano. l no saba que jams llegara a ser como el campesino que con tanto esfuerzo le cre.

Tena brazos, tambin piernas. Y por ello no comprenda que razn le impeda andar, por qu sus brazos no podan bailar mecidos por el viento de la tarde. Llevaba ropas, al igual que su amo, pero nadie se paraba a hablar con l. Tena boca, nariz y ojos, pero ni sabores ni olores percibira nunca, si bien por alguna razn poda ver. Y lo que sus ojos le mostraban no eran alegres prados, ni altas montaas a las que admirar. Tan slo tristes y eternos campos de trigo amarillento, como si de un mar de olas suaves se tratara. Pero eso no lo poda saber el espantapjaros, pues jams vio el mar, ni crea poder ver algo semejante en el tiempo que de vida le restaba.

Ms de un da intent que sus extremidades respondieran a lo que su cabeza les demandaba, pero siempre en vano. Algo tan simple como quitarse el sombrero ante los grajos que, indiferentes, se posaban sobre sus inertes brazos habra significado todo un mundo para el espantapjaros. Desde el interior de su cabeza les gritaba, pues no poda hacerlo en verdad, ya que era mudo, y sus brazos y piernas seguan insolentemente en la misma posicin. Aquello, su postracin eterna, era algo que obsesionaba al pobre espantapjaros. Pasaron primaveras, inviernos .El espantapjaros segua enzarzado en su lucha sorda por el control de sus miembros.

No vio al campesino pasar, no le vio marchar lejos de su tierra. Los antao amarillos campos que le rodeaban se tornaron agrestes, sembrados s, pero de mala hierba. El espantapjaros no se dio cuenta, no tena tiempo de llorar a las desaparecidas espigas.

Un da crey haber movido uno de sus dedos, el tercero, habra jurado, de su mano derecha. No saba que el viento, travieso como un nio y por lo tanto cruel, jugaba con sus ilusiones, pues saba de su lucha. Al da siguiente le movi otro, y a la semana el espantapjaros contempl asombrado como era su mano entera la que se mova al son de una danza que no poda or, pues no tena odos. Tremendamente ilusionado, crey que era l el que su mano controlaba, y le orden que desabrochara uno de los botones de su vieja camisa, pues siempre le haba quedado muy prieta. Mas evidentemente todo esfuerzo fue en vano. Su mano se mova s, pero no poda controlarla. La envidiaba, pues ella si que era libre, libre para moverse, libre tambin de lo que su cabeza le exiga. Y finalmente libre del cuerpo del pobre espantapjaros, pues el viento, en un alarde de crueldad, se la llev una tarde de otoo. Y all qued como ruina de su ilusin un mun hecho de paja.

Entonces fue cuando el espantapjaros perdi toda esperanza de poder correr algn da, perdi su ilusin por ser l quien sus pasos guiara. Y comenz a llorar, pues milagrosamente tambin posea esa facultad. Y el viento, arrepentido por su pueril proceder, decidi ayudar a su antao vctima de travesuras. Sopl sobre los pramos con la fuerza de un tornado, haciendo que malas hierbas, malos recuerdos y un espantapjaros sin mano derecha volaran lejos, muy lejos de aqulla tierra balda.

Y el espantapjaros nad en el aire, bail toda la noche lejos del suelo, mientras el viento le haca cosquillas entre los botones de su ajada camisa. Sumido en su trance de movimientos, no se dio cuenta de que la paja que compona su triste figura se iba fugando de la crcel de su ropa aprovechando las rfagas del huracn, y que poco a poco se iba descomponiendo en la nada de la que proceda. Pero le daba igual, pues su sueo se haba cumplido.

Y convertido en pequeos retazos, vio tierras infinitas teidas del amarillo que tan familiar le era. Pero tras ellas aparecieron las grandes montaas, la lluvia, los rayos y los truenos. Y lo poco que qued del espantapjaros se reparti por las cuatro esquinas del Mundo. El mar el espantapjaros por fin repos en el mar, mecido por leves olas unas veces y arrastrado por gigantescos tifones otras tantas, siempre en movimiento, nunca atado a ningn lugar. Pues el viento jams permitira tal tortura a su protegido.