CUESTION RACIAL EN EL PERU EN LOS DE JOSE CARLOS …

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EL CONCEPTO DE INDIO Y LA CUESTION RACIAL EN EL PERU EN LOS SIETE ENSAYOS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI POR AMERICO FERRARI Universit6 de Geneve El t6rmino <<indio no significaba originalmenlte sino la persona natu- ral de las Indias, y en principio no denotaba de manera directa sino la naci6n o, mejor dicho, las naciones o gentes 1 que constituian el Nuevo Mundo. Es asi como lo entienden generalmente Col6n y Las Casas, pero, incluso empleado en este sentido, el vocablo (dadas las relaciones conflic- tivas que se establecieron desde un principio entre descubridores/conquis- tadores y descubiertos/conquistados) adquiere muy pronto matices de juicio de valor postivos o negativos. En Col6n, el juicio positivo y el nega- tivo sobre los indios se combinan o alternan, pero decididamente acaba por predominar el segundo, como lo ha puesto de relieve T. Todorov en su reciente estudio sobre la conquista de America y la cuesti6n del otro 2 El concepto de indio es, en cambio, totalmente negativo en Fernandez de Oviedo, mientras que Las Casas, en su exaltada defensa de los oprimidos, manifiesta continuamente la convicci6n de la superioridad de los vencidos respecto a los vencedores; la percepci6n de las virtudes de los indios es inseparable de la representaci6n de la inferioridad moral de los espafioles, a quienes al fin de su vida el sacerdote espafiol hace colectivamente y para los siglos por venir responsables de la destrucci6n de las gentes de 1 <<... grandes e infinitas islas (...) ilenas de naturales gentes, indios de ellas>> (Las Casas, Brevisima relacidn de la destruccion de las Indias, Buenos Aires: Eude- ba, 1966, p. 33); <<Dos maneras han tenido (...) los que alli han pasado (...) en extirpar y raer de la paz de la tierra aquellas miserandas naciones>> (ibid., p. 36); «nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno a los cristianos> (ibid., p. 37); <las causas de las miserables personas como son es'as gentes indianas>> (ibid., p. 166); «aquellas gentes naturales de aquel reino de Yucatiin> (ibid., p. 167); etc6tera. 2 Tzvetan Todorov, La conquete de l'Arrique. La question de l'autre (Paris: Seuil, 1982), pp. 40-55.

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EL CONCEPTO DE INDIO Y LA CUESTION RACIALEN EL PERU EN LOS SIETE ENSAYOS

DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

POR

AMERICO FERRARIUniversit6 de Geneve

El t6rmino <<indio no significaba originalmenlte sino la persona natu-ral de las Indias, y en principio no denotaba de manera directa sino lanaci6n o, mejor dicho, las naciones o gentes 1 que constituian el NuevoMundo. Es asi como lo entienden generalmente Col6n y Las Casas, pero,incluso empleado en este sentido, el vocablo (dadas las relaciones conflic-tivas que se establecieron desde un principio entre descubridores/conquis-tadores y descubiertos/conquistados) adquiere muy pronto matices dejuicio de valor postivos o negativos. En Col6n, el juicio positivo y el nega-tivo sobre los indios se combinan o alternan, pero decididamente acabapor predominar el segundo, como lo ha puesto de relieve T. Todorov ensu reciente estudio sobre la conquista de America y la cuesti6n del otro 2

El concepto de indio es, en cambio, totalmente negativo en Fernandez deOviedo, mientras que Las Casas, en su exaltada defensa de los oprimidos,manifiesta continuamente la convicci6n de la superioridad de los vencidosrespecto a los vencedores; la percepci6n de las virtudes de los indios esinseparable de la representaci6n de la inferioridad moral de los espafioles,a quienes al fin de su vida el sacerdote espafiol hace colectivamente ypara los siglos por venir responsables de la destrucci6n de las gentes de

1 <<... grandes e infinitas islas (...) ilenas de naturales gentes, indios de ellas>>(Las Casas, Brevisima relacidn de la destruccion de las Indias, Buenos Aires: Eude-ba, 1966, p. 33); <<Dos maneras han tenido (...) los que alli han pasado (...) enextirpar y raer de la paz de la tierra aquellas miserandas naciones>> (ibid., p. 36);«nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno a los cristianos> (ibid.,p. 37); <las causas de las miserables personas como son es'as gentes indianas>>(ibid., p. 166); «aquellas gentes naturales de aquel reino de Yucatiin> (ibid., p. 167);etc6tera.

2 Tzvetan Todorov, La conquete de l'Arrique. La question de l'autre (Paris:Seuil, 1982), pp. 40-55.

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las Indias. Las Casas no habla de <<raza>>, como tampoco Col6n ni engeneral los cronistas de la 6poca. <Indio> no se opone todavia a <<blanco>>,sino a <<espanio> como una naci6n a otra nacion, y no hay que olvidaren este sentido que todavia en el siglo xvI los propios espaioles percibiana Espaia no como una naci6n, sino como una reuni6n de naciones di-versas (Lope de Aguirre, en una carta al rey, dice que se desnaturaliza«de todas estas naciones que es Espaia ): naciones, esto es, no <<razas>> enel sentido biogenitico actual de la palabra, sino pueblos con sus entornosy culturas propias y peculiares. Por lo demis, en aquella 6poca de tran-sici6n entre la Edad Media y los tiempos modernos, el concepto de razatenia poca vigencia; desde el punto de vista cristiano y cat6lico ecum6ni-co que todavia imperaba, por lo menos en la letra, todas las naciones delmundo son hombres, como lo confirma la bula papal. De ahi el inter sde ciertos colonos y cronistas mal6volos en representar ante el rey a losindios naturales de America no distintos de una inexistente <<raza blanca>>,sino como diferentes de los seres que componen el g6nero humano, y massemejantes a las bestias que al hombre.

Al fin result6 que las Indias no eran las Indias, y para designar elNuevo Mundo se impuso el t6rmino de America, corriente ya en el si-glo xvIII; pero, en cambio, ha persistido la denominaci6n de <<indios>>para designar a los naturales del continente, nombre que hubiera debidosustituirse por el de americanos; pero aparte de los pobladores aut6ctonosy los espafioles, en America existian ya otras <<gentes>>: las diversas <<cas-tas>, como se solia llamar a los variados productos del mestizaje, y los<<criollos>> o descendientes de europeos nacidos en Am6rica: eran todos,al fin y al cabo, naturales de America; asi, en el siglo xvIII el peruanoVizcardo y Guzmin dirige una carta manifiesto a los «espafioles ameri-canos>, esto es, a los criollos. Al mismo tiempo, el concepto de <<indio>>se liena de significado racial y (en un medio dominado por las relacionesconflictivas entre comunidades de origen diverso) racista. Pero este ra-cismo no tiene criterios muy definidos en el Peru, como si parecia tener-los, por ejemplo, en la 6poca del nacionalsocialismo el racismo ario delos alemanes, que exclufa de la comunidad a toda persona de sangrejudia, sea cual fuese su status social y su lugar de origen; lo que hay enel Peru es una inextricable marafia de representaciones de las comunida-des culturales y socioecon6micas que cohabitan en un espacio geogrificocaracterizado por fuertes contrastes, y en la que se mezclan confusamenteprejuicios raciales, regionales, de nivel de cultura y de clase social. Elcolor de la piel, el modo tradicional de vida, la pertenencia a una regi6ny a un estrato socioecon6mico son criterios que se combinan de las ma-neras mis diversas, y fundan una percepci6n borrosa y arbitraria, ya de-

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primente, ya exaltante, pero siempre irracional, del otro. La confusa no-ci6n de <<raza>> amalgama someramente todos estos criterios, que, alentrechocarse, revelan las fuerzas en acci6n en la gestaci6n del Peru mo-derno. Y como el indio ha estado mucho tiempo en el centro del debate, yadeprimido, ya exaltado en el discurso de politicos e ide6logos, se puededecir que una etapa del proceso culmina, en los afios veinte-treinta, conel movimiento ilamado indigenista.

El indigenismo, al reanudar la defensa de los indigenas iniciada porlos dominicos y Las Casas en el siglo xvi, vuelve a plantear todo el pro-blema de las masas explotadas y segregadas de campesinos andinos deorigen quechua o aymara, tradicionalmente lamados indios. Es de obser-var que, durante el coloniaje, las voces que denunciaron la injusticia delr6gimen de vida al que vivian sometidos los campesinos de la sierra delPeru no cesaron, ni entre los peruanos de origen quechua, como GuaminPoma de Ayala en el siglo xvii, ni entre los propios espafioles peninsu-lares, como Jorge Juan y Alberto Ulloa en el siglo xvIII: el informe deestos dos cientificos es seguramente el documento mas objetivo que seposee sobre la sociedad peruana y sobre las condiciones de vida de losindios en aquella 6poca; en lo que concierne a estos iiltimos, el informehace hincapi6 en la importancia de la tenencia de la tierra y en los des-pojos de tierras de que son victimas los campesinos indigenas, a quieneslos autores, por lo demis, no consideran en tanto que raza, sino como unpueblo en un habitat . Y en el siglo xIx, ya en plena Republica, otrasvoces se suman al debate: Clorinda Matos de Turner y Manuel GonzilezPrada, entre otros: pr6dica humanitaria que, en el autor de Horas delucha, adquiere ya concretas orientaciones politicas, que justamente des-tacard Maritegui. Es, pues, una tradici6n practicamente ininterrumpida

3 La confusi6n es an mayor cuando se emplea como termino absoluto. Asi, laRaza ha podido significar la raza «latina o, sobre todo entre los indigenistas, laraza <<india>. Es significativo que oficialmente se celebrara en el Peri por una parte<el dia de la Raza ( «latina ?, Liberica>?, latinoamericana>>?, L«indo-latino-americana>?): un dia feriado, y por la otra <el dia del Indio : medio dia feriado.Y mas ilustrativo ain, desde el punto de vista de la obsesi6n racial, que todaviaen los afios cincuenta figurara en la c6dula de identidad peruana, al lado de lasseias de identidad como estatura y otras caracteristicas fisicas, la menci6n <<raza>>.

4 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias secretas de America, edici6n facsimi-lar (Madrid: Ediciones Turner, 1982). Los autores utilizan indiferentemente el ter-mino de indios y el de cholos para designar a los naturales de los Andes: <<Tantoes el temor que el nombre Espaiol, O el de Viracocha (...) causa en los Indios, quecuando quieren amedrentar a sus hijitos (...) con decirles s6lo que el Viracochava a cogerlos, se horrorizan (...). Cuando las cholas o cholitos pastean ganado (...)y ven venir de lejos a algin Espafiol, abandonan los rebafios, y sementeras, y correndespavoridos...>> (II, pp. 292-293).

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la que recoge en los afios veinte el movimiento indigenista, sobre todo atrav6s de la literatura: ensayos, narrativa y poesia exaltan al indio, rei-vindican sus costumbres y sus tradiciones, pintan cromos idilicos de suvida y de su entorno, afioran liricamente la antigua grandeza del imperioincaico; pero tambien denuncian las precarias condiciones de vida en queviven los indios bajo el dominio de los latifundistas, esto es, la <<razaindia>> avasallada y reducida a la miseria por la <<raza blanca>>, con lacomplicidad de los mestizos o mistis. La noci6n de raza se introducecomo una constante en las consideraciones sobre el labriego andino, in-movilizindolo en cierto modo en su condici6n racial de <<indio>>, de que-chua o aymara, de descendiente venido a menos de los antiguos y esplen-dorosos hijos del sol, pero en el que se conservan intactas y en potenciatodas las <<virtudes de la raza>>; se tiende a escindir asi la poblaci6n delPeru y de los paises andinos en general y someramente en indios vs. noindios. Todo esto se cifra concisamente en el titulo de una de las primerasnovelas indigenistas, Raza de bronce, del boliviano Alcides Arguedas.Y el propio Gonzalez Prada, que, sin embargo, en su c6lebre ensayo<<Nuestros indios>> plantea mis bien el problema del indigena peruano ent6rminos de explotados frente a explotadores, daba en sus Baladas pe-ruanas una visi6n lirica de esta relaci6n, en la que <<indio>> se opone a<<blanco>> casi como <<bueno>> a «malo>>: <Hijo, el pecho de los blancos /no se conmueve jams> 5. Gonzalez Prada era un <<blanco>>; C6sar Vallejo,que era un <<cholo>>, declara en un poema de Los heraldos negros que«se labra la raza en (su) palabra>>; verso muy significativo, pues la litera-tura indigenista, escrita por no indios, labra efectivamente o compone enpalabras un prototipo de indio que perdura intacto y siempre igual a simismo a trav6s de la historia, que forma como un todo indisociable conla tierra, de la que parece absorber sus virtudes ancestrales y su inque-brantable fuerza como el antiguo gigante Anteo. La literatura indigenistaes indisociablemente una literatura <telirica> 6. No cabe duda de que

5 Aunque en <<Nuestros indios Gonzalez Prada critica ampliamente el conceptode <<raza , sigue utilizando este termino para referirse a los indios: <<Las agrupa-ciones formadas para libertar a la raza irredenta...>. <<Si el stibdito de Huayna-Capac admitia la civilizaci6n, no encontramos motivo para que el indio de la Repti-blica la rechace, salvo que toda la raza hubiera sufrido una irremediable decadenciafisiol6gica> (<<Nuestros indios>>, en El pensamiento indigenista, selecci6n, pr6logo ybibliografia de Jos6 Tamayo Herrera; Lima: Mosca Azul Editores, 1981, pp. 39y 44).

6 Vase, por ejemplo, Luis E. ValcArcel (Tempestad en los Andes, Lima: Ed. Uni-verso, 1972): <Andinismo es agrarismo (...); es la purificaci6n por el contacto conla tierra que labraron con sus manos nuestros viejos abuelos los Incas>> (p. 105).«No perdieron los inkas ni los indios de hoy han perdido su engarce tekirico>

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esta exaltaci6n lirica de la raza quechua y de la tierra prometida que esla sierra 7 constituye hist6ricamente una reacci6n contra la abundante re-t6rica de la <<raza latina>>, la <latinidad>>, las <<«inclitas razas ib ricas> y la<<sangre de Hispania fecunda , y hasta del Mare Nostrum o MediterrineQeuropeo, que parecia ser en una 6poca (la del cosmopolitismo modernista)casi el inico punto de referencia maritimo en la literatura para quienesno tenemos otro mar mis o menos nuestro que el Oc6ano Pacifico: <nues-tro>>, de los costefios y de los serranos y de los selvaticos del Peru. Peroesta idealizaci6n de la raza india es tambi6n una reacci6n -a nuestroentender menos convincente y menos fundada- a las doctrinas que, comola de Vasconcelos, habian preconizado el mestizaje integral, que debiafundir todas las razas en el crisol americano.

Asi estaban, en lineas generales, las cosas cuando lleg6 Jose CarlosMariategui. Desde las columnas de Amauta y en su libro fundamentalSiete ensayos de interpretacidn de la realidad peruana, Mariategui seempefia en replantear la cuesti6n indigena de una manera mas adecuadaa la circunstancia hist6rica del Peru y a su realidad econ6mica y cultural,por lo menos en uno de sus enfoques, pues, a nuestro entender, hay dosy hasta tres, que se entrelazan y a veces ambiguamente se funden. Nosocuparemos primero en el que nos parece el mis importante, pues cons-tituye propiamente un nuevo planteamiento del tradicional <<problema delindio>; y asi lo lama precisamente el autor en la primera parte de susegundo ensayo: <<El problema del indio - Su nuevo planteamiento>. Enpocas palabras, Mariategui lo expone asi:

Todas las tesis sobre el problema indigena que ignoran o eluden adste como problema econ6mico-social son otros tantos estdriles ejerci-cios teordticos -y a veces s610o verbales-, condenados a un absolutodescrddito. No las salva a algunas su buena fe. Pricticamente, todasno han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema.La critica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causasen la economia del pals y no en su mecanismo administrativo, juridicoo eclesistico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus con-diciones culturales y morales. La cuesti6n indigena arranca de nuestraeconomia. Tiene sus raices en el regimen de propiedad de la tierra,

(p. 106). Uno de los poemas importantes de C6sar Vallejo sobre la sierra del Peruse Ilama <Telirica y magn6tica>. Vanse tambien las consideraciones de J. UrielGarcia (que no era propiamente un indigenista) sobre el influjo teldrico, el medioy la <<naturaleza hist6rica (en <El nuevo indio>>, Amauta, 8, pp. 29-35).

' V6ase Luis E. Valcarcel, Tempestad en los Andes, cit., p. 126: <Nos asistela fe viva en cierto papel providencial deparado al viejo solio de los inkas. Puedeser para muchos censurable este orgullo cuzquefio de sentirse pueblo escogido...>

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Cualquier intento de resolverla con medidas de administracidn y poli-cia, con m6todos de ensefianza o con obras de vialidad, constituye untrabajo superficial o adjetivo mientras subsista la feudalidad de los<<gamonales>> (35)

Este enfoque parece claro, y entrajia, ademis de una reflexi6n sobrela historia de la economia y la sociedad en el Peru, una opci6n politicaorientada a transformar radicalmente esta economia y las relaciones so-ciales y de trabajo que ella determina. El sistema econ6mico heredadodel coloniaje, y que la Repiblica no ha sido capaz de transformar sustan-cialmente, es inadecuado. El Peru es un pais agricola, y las grandes masasde campesinos paup6rrimos que pueblan sobre todo los Andes del Surviven sometidas a un r6gimen latifundista, en el que Mariategui ve unaprolongaci6n en la 6poca moderna del sistema feudal. Transf6rmese concriterios socialistas el regimen de propiedad de la tierra y el problemadel indio dejard de plantearse. Es verdad que se trata de un plantea-miento muy general y -en la medida en que tiende a ligar la posibilidadde un comunismo peruano con la subsistencia y la perpetuaci6n de lascomunidades indigenas- posiblemente poco realista, coma 1o observabaya en la 6poca Luis Alberto Sanchez ". Pero no es 6ste el tema que seproponen explorar estos apuntes, sino el del concepto de <<indio> , que, eneste nuevo planteamiento, no hace referencia a la raza, sino al sistemaecon6mico y a la red de relaciones de clases, en las que el labriego andino,productor no s610o alienado de los medios de producci6n, sino segregadode las otras clases productoras del pais, constituye un vasto estrato socialsometido, explotado y humillado a trav6s de la conquista, la colonia y laRepublica. Lo que Mariategui subraya aqui no es, como lo hace LuisE. Valcarcel en Tempestad en los Andes, <<la lucha de los Hombres Blan-cos y la Raza de Bronce> , sino la pugna entre los comuneros andinos ylos gamonales, entre el campesinado andino despojado de sus tierras ylos representantes de un regimen econ6mico-politico falsamente democri-tico y liberal, que defiende y hace suyos los intereses de los latifundistas.Esta primacia dada a las representaciones politico-econ6micas sobre lasraciales, asi como el papel capital asignado al productor andino en la

* Todas las citas de los Siete ensayos remiten a Obras completas de Jose CarlosMariategui, 2, Siete ensayos de interpretacidn de la realidad peruana (Lima: Empre-sa Editora Amauta, 1971). Todas las citas indican el ntimero de pagina entre pa-r6ntesis.

8 Luis Alberto Sinchez, <<Punto final con Jose Carlos Mariategui , en La pole-nica del indigenismo, textos y documentos recopilados por Manuel Aquezolo Cas-

tro (Lima: Mosca Azul Editores, 1976), p. 90.9 Luis E. Valcircel, Tempestad en los Andes, cit., p. 23.

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transformaci6n econ6mica y humana del Penir, se ve claramente en la

ordenaci6n de los ensayos: los tres primeros, en efecto, vinculan s6lida-

mente la historia de la economia, el problema del indio y la cuesti6n agra-

ria, y el primer capitulo del tercer ensayo ileva por titulo precisamente

<<El problema agrario y el problema del indio . De todo lo cual se infiere

que si subsiste en el Peru un problema del indio debe ser entendido

como el problema de la clase campesina de los Andes, sometida a la ser-

vidumbre por el sistema latifundista, sin referencia especial al conceptobiol6gico de raza. El concepto de indio en esta perspectiva es, pues, social

mas que 6tnico, con lo cual Mariategui parece ir a contracorriente de las

tendencias indigenistas de la 6poca, que sobrevaloraban en el indio el

factor racial.Son numerosos los pasajes de los Siete ensayos en los que el autor

remacha aquella concepci6n y reafirma de manera categ6rica que el pro-blema indigena no debe confundirse con un problema de raza: <<El socia-

lismo nos ha ensefiado a plantear el problema indigena en nuevos termi-

nos. Hemos dejado de plantearlo abstractamente como problema 6tnico

o moral para reconocerlo concretamente como problema social, econ6mico

y politico. Y entonces lo hemos sentido por primera vez esclarecido ydemarcado>> (36, nota). <<Los que no han roto todavia el cerco de su edu-

caci6n liberal y burguesa y (...) se entretienen en barajar los aspectos

raciales del problema olvidan que la politica y, por tanto, la economia lo

dominan totalmente>> (ibid.). <La suposici6n de que el problema indigenaes un problema 6tnico se nutre del mas envejecido repertorio de ideas

imperialistas>> (40). <El prejuicio de las razas ha decaido, pero la noci6n

de las diferencias y desigualdades en la evoluci6n de los pueblos se ha

ensanchado y enriquecido>> (342). <<El mestizaje necesita ser analizado no

como cuesti6n 6tnica, sino como cuesti6n sociol6gica. El problema 6tnico

(...) es totalmente ficticio y supuesto. (...) la cuesti6n racial -cuyas su-

gestiones conducen a sus superficiales criticos a inverosimiles razonamien-tos zootcnicos es artificial...>> (343), etc. Las referencias al campesina-

do de Rusia, <pais con el cual es siempre interesante el paralelo>> (64), yla analogia que descubre Mariategui entre indigenismo y mujikismo (48),

van en el mismo sentido, como tambien la referencia a la clase rural fran-

cesa y la Revoluci6n de 1789 (66); ni los mujiks rusos ni los campesinosfranceses, en efecto, eran de otra raza que sus sefiores.

Por otra parte, Mariategui afirma que los indios constituyen las cuatro

quintas partes de la poblaci6n del Pert: <<El cultivo de la tierra ocupaa la gran mayoria de la poblaci6n nacional. El indio, que representa las

cuatro partes de 6sta, es tradicional y habitualmente agricultor>> (28).<<... el progreso del Peru sera ficticio, o por lo menos no sera peruano,

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mientras no constituya la obra y no signifique el bienestar de la masaperuana, que en sus cuatro quintas partes es indigena y campesina (48).Entre el concepto de <<indio y el de <<masas campesinas>> o <<masas rura-les , identificadas explicitamente en otro pasaje de los Siete ensayos conlas comunidades indigenas (202), no hay, pues, ninguna diferencia: <in-dio designa al labriego andino, y el concepto ant6nimo no es entonces:<<el hombre blanco>> o de cualquier otra raza, sino el hombre de la ciudad;esta idea es expresada ain con mayor evidencia por Luis E. Valcarcel:«El Peru, como Rusia, es un pueblo de campesinos. De los cinco millonesque probablemente -carecemos de cifras exactas- viven en el territorionacional, no llega a un mill6n el nimero de los habitantes de las ciudadesy los villorrios. Cuatro quintas partes de la poblaci6n del Perui la cons-tituyen los labradores indigenas>> 1. 0 sea, los indios. Todos los que noviven en ciudades y villorrios son, pues, clasificados como indios. Y 6steparece ser tambien el criterio fundamental de Mariategui para definir elconcepto de indio, que en este enfoque se determina por factores comoel medio natural y social, el modo de vida y la tradici6n cultural: <cholo>e <<indio>> son una misma realidad si viven en las mismas condiciones:<<Existen provincias -dice Mariategui en otro pasaje de su obra- dondeel tipo indigena acusa un extenso mestizaje. Pero en estos sectores lasangre blanca ha sido completamente asimilada por el medio indigena yla vida de los 'cholos' producidos por estos mestizajes no difiere de lavida de los indios propiamente dichos>> 11. Observemos, sin embargo, que,de pronto, Mariategui introduce en sus estadisticas, a ojo de buen cubero,la noci6n de <raza : <La presencia de tres o cuatro millones de hombresde la raza aut6ctona en el panorama mental de un pueblo de cinco millo-nes no debe sorprender a nadie...> (333).

Las consideraciones expuestas pertenecen al enfoque socioecon6micoy politico del problema indigena en los Siete ensayos. Hay que decir queeste nuevo planteamiento no es exclusivo de Mariategui en su 6poca; eratambi6n, con pocas diferencias, el de Haya de la Torre y, en general, elde los ide6logos apristas 12; y es normal, en la medida en que la teoria

10 Luis E. Valcarcel, Tempestad en los Andes, cit., p. 25.11 J. C. Mariategui, Ideologia y politica, citado por Eugenio Chang-Rodriguez,

Poetica e ideologia en Jos' Carlos Maridtegui (Madrid: Ediciones Jose Porrda Tu-ranzas, 1983), p. 178.

12 Mariategui subraya la coincidencia entre sus propios conceptos y los de Hayade la Torre en lo que concierne a la cuesti6n agraria y a Ia comunidad indigena(Siete ensayos de interpretacidn de la realidad peruana, p. 84, nota). Para estascoincidencias con los enfoques apristas, vianse tambien Carlos Manuel Cox, <Revo-luci6n y peruanidad>> (en Amauta, 8, p. 25), y Manuel Seoane,, <<Carta al gruporesurgimiento>> (ibid., 9, pp. 37-39).

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aprista, como la socialista de Mariategui, se orientaban fundamentalmentea la praxis y a la acci6n politica, proponiendose peruanizar el Peru, loque implicaba, entre otras cosas, forjar una naci6n en la que todos loshabitantes fueran peruanos de pleno derecho, sin discriminaciones racia-les entre <<blancos>>, <<indios>>, <<negros>>, <<cholos>>, <zambos> y <asiiti-

cos>; es el <<totalismo>> al que aspiraba Luis Alberto Sinchez, frente al<<indigenismo>> al que, a pesar de su nuevo planteamiento, segufa adhi-riendo manifiestamente Mari tegui 13".

Apresur6monos, sin embargo, a disipar una ambigtiedad: ni Sanchezni ningin pensador revolucionario o reformista de la 6poca estaba contrael indigenismo en tanto que movimiento que defendia y reivindicaba losderechos de las masas campesinas explotadas; es decir, defendian los de-rechos del indio en el sentido lato que, como hemos visto, expone y pro-pugna el propio Mariategui. Pero el termino <<indigenismo>> era ambiguo,y una de sus tendencias, la <<extremista>>, tal como aparece, por ejemplo,muy liricamente expresada en Tempestad en los Andes, de Luis E. Valcar-eel, va mis alla: invocando la Raza, la Sangre, la Tierra, la Tradici6n delIncario y vilipendiando el mestizaje y el europeismo, hace del indio, tnicoperuano aut6ctono, el inico peruano aut6ntico. El cuzquefio es el puebloescogido 14, y <los nuevos indios (...) anudarin el hilo roto de su historia

para restablecer las instituciones cardinales del Inkario 15'". Este milena-rismo, en el que la historia del Peru del siglo xvi al siglo xx se representasomeramente como una simple ruptura, la ruptura de un hilo que sepuede sin mas volver a anudar, se nutre de los sentimientos de la Raza,la Sangre y la Tierra. Los indios son ahora el Indio, que en este paisajemental se yergue como una figura hieratica que, siempre id6ntica a simisma, resiste impasible los embates y los trastornos de la historia. Sonlos <<campesinos eternos, ahist6ricos>. Es un indio mitico.

Ahora bien: esta visi6n mitica del Indio, de la raza oscuramente liga-da a la Tierra, de la sangre inca y la tradici6n ancestral del Incario, apa-rece tambi6n en los Siete ensayos y continuamente se entrecruzan con el

13 Luis Alberto Sanchez impugna por simplista la oposici6n colonialismo/indige-nismo, y <<las frases lapidarias sobre sierra y costa, colonia e incario>> (<<Batiburrilloindigenista>>, en Mundial, 349, recogido en La poldmica del indigenismo, cit.,pp. 69-73), y propugna <<un movimiento de reivindicaci6n total y no exclusivista>(<<Respuesta a Jose Carlos Mariategui , La poldmica del indigenismo, p. 81). Elconcepto de <<totalismo>> aparece en <Ms sobre lo mismo>> (op. cit., p. 94) y en elColof6n a Tempestad en los Andes: «Valcarcel proclama, a pulm6n lleno, su indi-genismo. Yo proclamo, con igual franqueza, mi Totalismo>> (Tempestad en los An-des, cit., p. 178).

14 Tempestad en los Andes, p. 126.15 Tempestad en los Andes, p. 125.

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<<nuevo planteamiento>> y coexiste con 61. Es el segundo enfoque, al quenos referiamos piginas atrts, y no es, por cierto, el menos importante enla obra del pensador peruano. Merece, pues, un comentario.

Observemos en primer lugar que el termino de <<raza>> aplicado a lasmasas de labradores andinos acude con frecuencia en los Siete ensayos,en vez del t6rmino de <<clase , que es el que se podria esperar de unplanteamiento politico y socioecon6mico. Es verdad que Mariategui diceen el ensayo sobre <<El problema de la tierra> que si la disoluci6n de lacomunidad hubiera sido lievada a cabo por un capitalismo vigoroso, <<elindio entonces habria pasado de un r6gimen mixto de comunismo y servi-dumbre a un r6gimen de salario libre. Este cambio lo hubiera desnatura-lizado un poco; pero lo habria puesto en grado de organizarse y emanci-parse como clase, por la via de los demis proletariados del mundo>> (77).Ello podria inducirnos a pensar que Mariategui emplea el concepto de<<raza>> en el sentido de <<clase campesina>> o en todo caso de <<masasrurales>>, igual que el concepto de <<indio>>. Pero las cosas no son tan cla-ras, y la introducci6n de la idea de que el salario libre hubiera <<desna-turalizado>> al indio [en el primer ensayo se hablaba ya de <<la tendencianatural de los indigenas al comunismo>> (15)] hace pensar que Mariategui,igual que Valcircel y otros indigenistas de la 6poca, cree en una <natu-raleza del indio>> que tiene que ver con la Raza, o raza quechua, distinta<<espiritual y mentalmente> a otras <<razas>> (166). He aqui algunas citasque pueden ayudarnos a reflexionar sobre el problema: <<El indio alfabetose transforma en un explotador de su propia raza porque se pone al ser-vicio del gamonalismo>> (37, nota). <<La miseria moral y material de laraza indigena aparece netamente como una consecuencia del regimen eco-n6mico y social que sobre ella pesa desde hace siglos>> (ibid.). Aqui ainse puede entender la <<raza>> como vago sin6nimo de pueblo andino, for-mado por una masa campesina explotada, aunque cabe observar que cual-quier miembro de una clase explotada puede ponerse al servicio de laclase explotadora, en el Peri como en Inglaterra o en las islas Filipi-nas... Pero Mariategui va mis lejos: <<La raza indigena es una raza deagricultores (54); si aqui aplicamos el mismo sistema de sinonimia alque parecia tender en su terminologia el nuevo planteamiento: indios =masas de agricultores andinos, nos encontramos, sustituyendo los termi-nos, con este impresionante enunciado: las masas de agricultores andinosson masas andinas de agricultores. Mariategui parece referirse, pues, a laraza <<india>> en el sentido <biol6gico de la palabra. A esta definici6n delo que es la raza indigena (,hoy y por la eternidad?) sigue una descrip-ci6n de lo que era en tiempos del imperio incaico, aparentemente desti-nada a explicar lo que es: <<El pueblo inkaico era un pueblo de campesi-

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nos...> Y es verdad que el pueblo peruano, en la dpoca de Mariategui,segula siendolo en su inmensa mayoria, lo que se explica razonablementepor la evoluci6n an6mala de la economia del pais durante la colonia y laRepiblica; esta conclusi6n se deriva ficilmente de los planteamientoseconomistas del propio Mariategui. Pero denunciando los despojos detierras de que los campesinos de los Andes han sido victima, apunta que«la raza indigena es <<una raza de costumbre y de alma agraria (...).«La tierra ha sido toda la alegria del indio. El indio ha desposado la tie-rra. Siente que la vida 'viene de la tierra' y vuelve a la tierra. Por ende,el indio puede ser indiferente a todo menos a la posesi6n de la tierra,que sus manos y su aliento labran y fecundan religiosamente>> (47). Y eneste punto ya no sabemos si la anormal situaci6n hist6rica de un pais enque la gran mayoria de los habitantes, en pleno siglo xx, siguen encorva-dos sobre la tierra procede del atraso hist6rico y econ6mico del pais obien si esti insita en la raza y en los genes, como ciertas caracteristicasfisicas. Del mismo modo, la Republica no s6lo <<ha pauperizado al indio,ha agravado su depresi6n y ha exasperado su miseria>, sino que <la Re-piblica, ademas, es responsable de haber aletargado y debilitado las ener-gias de la raza>> (ibid.). La raza, y el termino ic6nico que la representa,la sangre, parecen intervenir asi en todos los planos de explicaci6n de larealidad, incluso la religi6n y el arte: <<El 'totemismo', consustancial conel ayllu y la tribu, (...) se refugiaba no s61o en la tradici6n, sino en lasangre misma del indio>> (167), y <<El Lunarejo, no obstante su sangreindigena, sobresali6 s6lo como gongorista...>> (238). Excusez du peu...,como dicen los franceses. Parece como si en la representaci6n de Maria-tegui el tener sangre indigena y cultivar al mismo tiempo los valores este-ticos del barroco fuera una incoherencia o una limitaci6n; en cambio, 10oque hay de admirable en Vallejo es que <<es el poeta de una estirpe, deuna raza>> (308). Mariategui regresa asi a lo que era ya un t6pico del in-digenismo: la escisi6n del pais en <<indios>> vs. <<blancos>> + <<otras ra-zas>: <No es la civilizaci6n, no es el alfabeto del blanco lo que levantael alma del indio>> (35, nota); <<... no hay aqui que resolver una plura-lidad de tradiciones locales o regionales, sino una dualidad de raza, delengua y de sentimiento, nacida de la invasi6n del Peru aut6ctono poruna raza extranjera que no ha conseguido fusionarse con la raza indi-gena...> (206)16. Y en otro pasaje, Mariategui nos da, con la mayor se-riedad, esta informaci6n: Lima fue <<fundada por un conquistador, por

'6 Recordemos que en el segundo ensayo Mariategui dice todo lo contrario: lacritica socialista no basa la soluci6n del problema indigena en la dualidad o plura-lidad de razas (p. 35).

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un extranjero>>: Ly America descubierta por otro...? En todo caso, pa-rece que en el Peru no hay mestizaje, o no hay por lo menos buen mes-tizaje: <<El cruzamiento del invasor con el indigena no habia producidoen el Peru un tipo mis o menos homog6neo. A la sangre ibera o quechuase habia mezclado un copioso torrente de sangre africana. Mas tarde, laimportaci6n de coolies debia afiadir a esta mezcla un poco de sangreasitica (...). Era fatal que o10 heter6clito y lo abigarrado de nuestra com-posici6n 6tnica trascendiera a nuestro proceso literario>> (243). Frente aesta mezcla impura, el indio -la raza indigena- se mantiene inc6lume,unido a su esposa la Tierra: <<Lo tnico casi que sobrevive del Tawantisu-yu es el indio. La civilizaci6n ha perecido; no ha perecido la raza. Elmaterial biol6gico del Tawantisuyu se revela, despu6s de cuatro siglos,indestructible y, en parte, inmutable. (...) Hay 6pocas en que parece quela historia se detiene (...). En las sierras abruptas, en las quebradas lon-tanas, adonde no ha llegado la ley del blanco, el indio guarda atn suley ancestral> (336). Este indio eterno, esta raza id6ntica a si misma enla historia detenida, es la raza biol6gicamente virtuosa que, redimida,redimir al Peru: <<Los hombres nuevos quieren que el Perl repose sobresus naturales cimientos biol6gicos> (215). El enfoque que revelan estosfragmentos es, pues, abiertamente racial, y en alguna oportunidad, sobretodo cuando Mariategui habla de las etnias mis minoritarias, como losnegros y los chinos, toma incluso visos de racismo: <<El chino (...) parecehaber inoculado en su descendencia el fatalismo, la apatia, las taras delOriente decrepito. El juego, esto es, un elemento de relajamiento e inmo-ralidad singularmente nocivo en un pueblo propenso a confiar mis en elazar que en el esfuerzo, recibe su mayor impulso de la inmigraci6nchina>> (341). La afici6n al juego se <<inocula>> hereditariamente comouna enfermedad venerea... Pero peor van las cosas con el negro: <<En lacosta, en Lima sobre todo, otro elemento vino a enervar la energia espi-ritual del catolicismo. El esclavo negro prest6 al culto cat6lico su sensua-lismo fetichista, su oscura superstici6n. El indio, sanamente materialistay panteista, habia alcanzado el grado 6tico de una gran teocracia; el ne-gro, mientras tanto, trasudaba por todos sus poros el primitivismo de latribu africana>> (176). <<El negro (...) cuando se ha mezclado al indio hasido para bastardearlo, comunicindole su domesticidad zalamera y supsicologia exteriorizante y m6rbida (...). La sociedad colonial, que hizodel negro un dom6stico -muy pocas veces un artesano, un obrero-absorbi6 y asimil6 a la raza negra, hasta intoxicarse con su sangre tropi-cal y caliente>> (334). Observemos que para este negro tan ponzofiosoqueda felizmente una posibilidad de redenci6n en <la evoluci6n socialy econ6mica que, convirtiendolo en obrero, cancela y extirpa poco a poco

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la herencia espiritual del esclavo> (ibid.). Para el negro, por lo menos,la historia no se detiene tanto. Al indio, en cambio, Mariategui no lo venunca como posible trabajador fabril; es, por decirlo asi, <<biol6gicamen-te> agricultor; su condici6n de campesino es cosa de <<raza>>, y es normal:ha desposado la tierra, y lo que el antepasado precolombino at6 en elayllu primitivo no se desatara en la evoluci6n econ6mica y social. Pero elindio agricultor -ya hemos visto que Mariategui lo reconoce abiertamen-te- no es a menudo indio <biol6gico>, esta mestizado con el <<blanco>:<<Pero este mestizaje es el que proviene de la mezcla de las razas espaiiolae indigena, sujeto al influjo del medio y la vida andinas. El medio serra-no (...) se ha asimilado al blanco invasor. Del brazo de las dos razas hanacido el nuevo indio, fuertemente influido por la tradici6n y el ambienteregionales> (340). Y de nuevo resulta que ser <<indio>> no es asunto de<<raza>>, sino de medio, de cultura, de ambiente y de regi6n; y entonces,los <<naturales cimientos biol6gicos> zson el mestizaje indoespafol, contal que el mestizo sea serrano?: <<El sur ha podido conservarse serrano,si no indigena (208).

Vemos, pues, que la representaci6n del indio en los Siete ensayososcila entre tres puntos de vista: el socioecon6mico, que corresponde auna visi6n hist6rica y politica del labriego andino: el indio es una clasecampesina sometida a la servidumbre y despojada de sus tierras; el regio-nal-cultural, que define al indio por un modo de vida en un entornonatural: el indio es el serrano agricultor, y finalmente el racial: el indioes el material biol6gico indestructible que conserva y transmite por heren-cia sus caracteristicas espirituales y su apego a la tierra a travis de lossiglos. Es 6ste, sin duda, el planteamiento mas sorprendente. Mariateguievacia por una parte las consideraciones de raza, impulsado visiblementepor el loable prop6sito de desvirtuar la caracterizaci6n racista del indioserrano como <<raza inferior>, pero sin transici6n las vuelve a introducirpara recuperar al mismo indio de la sierra casi como <<raza superior>>,sobre todo cuando 10 compara con otros grupos humanos que coexisteny se mezclan en el Peru moderno. La Raza, la Sangre, la Tierra y losAntepasados han sido siempre en Europa t6picos de la extrema derecha,destinados a encauzar politicamente el descontento de las masas contraetnias minoritarias 17. Curiosamente, estos t6picos prenden en el Peru delos afios veinte entre algunos pensadores de izquierdas. Es verdad que

17 El caricaturesco <fascismo peruano de los afios treinta calc6 torpemente esteracismo, tratando de utilizar como chivo emisario a la <<raza asiatica ; vdase a esterespecto diversos articulos de la prensa de la U. R. contra el <<peligro amarillo>> enEl pensamiento fascista (1930-1945), selecci6n y pr6logo de Jos6 Ignacio L6pez So-ria (Lima: Mosca Azul Editores, 1981), pp. 184-197.

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en otro contexto y con intenciones bien diferentes: en el Perti se tratabafundamentalmente de reivindicar los derechos de la inmensa mayoria ex-plotada, generalmente objeto de un racismo antiindio. En lo que conciernea Mariategui, es un hecho ademis que en su praxis politica se mantienefiel a su nuevo planteamiento, poniendo entre par6ntesis las considera-ciones de raza en el sentido biol6gico (aunque reconoce el peso que pue-den tener en los antagonismos regionales y lingiifsticos), como lo pruebasu tesis sobre <<El problema de las razas en America Latina>>, presentadaen la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana y, parad6jicamen-te, rechazada por la Internacional Comunista en nombre del derecho delos pueblos a disponer de si mismos 1.

El discurso que se desarrolla en los Siete ensayos de interpretacion dela realidad peruana es mas ambiguo. Los tres enfoques del indio que en61 advertimos reproducen los criterios -regional, cultural, racial- quese mezclan en la percepci6n negativa que generalmente tiene el <<criollo>>costefio del <<indio>> serrano: s6lo que esta percepci6n cambia de signoy se hace enteramente positiva. Pero, aparte de esto, podemos distinguiren este discurso dos discursos que coexisten y se entrecruzan. Uno, el delnuevo planteamiento, es racionalista y esta orginicamente vinculado conla reflexi6n hist6rica y la actividad politica prictica de Mariategui. Elotro, irracionalista y po6tico, privilegia las representaciones miticas, ahis-t6ricas, esencialistas, y en 61 el indio aparece como una figura inmutablea trav6s de la historia, arquetipo humano o modelo de humanidad, unidodesde siempre y para siempre a la Tierra, esposa y madre; comparandoal indio de hoy con el indio de antafio, Mariategui los percibe -igualque percibe el comunismo moderno y el del Incario -en <<su incorp6reasemejanza esencial>> (78, nota). La Tierra, la Sangre, la Raza (lo que arrai-ga y perdura a trav6s de la contingencia hist6rica) parecen ser aqui lasrepresentaciones cargadas de contenidos miticos, mediante las cuales elautor de los Siete ensayos introduce esta visi6n po6tica en un discursoen principio sociol6gico. Pues se trata sin duda de una visi6n po6tica quetoma forma en un texto a menudo lirico. <<El mas absurdo de los repro-ches que se nos pueden dirigir -dice Mariategui- es el de lirismo oliteraturismo>> (51). El reproche de <<literaturismo seria evidentementeabsurdo; pero el lirismo, en ciertas piginas de los Siete ensayos, es pa-tente -y no es un reproche 19* . Mariategui, poeta frustrado en verso,revela su temperamento po6tico en la prosa de sus ensayos.

18 Para una presentaci6n clara y concisa de este asunto v6ase Eugenio Chang-Rodriguez, Podtica e ideologia en Jose' Carlos Maridtegui, cit., pp. 176-181.

19 Chang-Rodriguez ha tratado ampliamente el tema de la vocaci6n po6tica deMariategui, Poetica e ideologia en Josd Carlos Maridtegui, en particular en los capi-

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Ya nos hemos referido a los puntos de contacto con Gonzalez Praday Luis E. Valcarcel, a quien justamente Mariategui califica de lirico 20

Pero mis ilustrativo nos parece an el paralelo con C6sar Vallejo. Igualque Mariategui, el poeta de Santiago de Chuco proyecta en su poema«Tehirica y magn6tica> una visi6n ahist6rica del Indio, representadocomo una figura eterna, encarnaci6n de valores indestructibles, alfa yomega de la humanidad: Indio despus del hombre y antes de el: sim-bolo de una humanidad futura que es regreso mitico a la relaci6n arcaicacon la tierra. La tierra es la sierra, la sierra es el Peru, y el Perd esta <alpie del orbe>>: <Yo me adhiero>>, dice el poeta, y reencuentra la formaesencial del arquetipo en el campesino espafiol o en el campesino ruso.La visi6n de Mariategui es anloga, parte de la misma ruptura con unmundo capitalista, individualista, urbanizado y decadente, del que Limaes un d6bil y grotesco trasunto, e imagina en el hombre de los Andes y ensu relaci6n antigua con la naturaleza una promesa de regeneraci6n. S61oque en Vallejo, serrano, esta visi6n ecumdnica de un nuevo mundo quesustente sus valores en la relaci6n arcaica y original con la tierra arraigaen la nostalgia de una infancia serrana y rural efectivamente vivida: suvisi6n del futuro es recuerdo. En Mariategui, criollo costefio y de forma-ci6n limefia, la concepci6n podtica de la raza que ha desposado la tierraes abstracta, y procede en gran parte de la imaginaci6n y de las lecturas.Esta raza es, si, como en la mayoria de los indigenistas, literal y literaria-mente <labrada>>. Ello puede contribuir a esclarecer la complejidad y lasambigiiedades mariateguianas en la representaci6n del indio, en las quelas nociones de <<sangre>> y <<raza>> como <<material biol6gico indestructi-ble>> tratan quizis de dar un oscuro soporte visceral a la creencia en laperennidad de ciertos valores 6ticos y vitales.

tulos 2 y 7 (pp. 31-79 y 183-199), asi como el de los elementos religiosos presentesen su obra y la importancia del mito (pp. 83-106).

20 Jose Carlos Maridtegui, «<Intermezzo polmico> (en Amauta, 7, p. 37).

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