Unidad 4 Abordaje educativo de la cultura mediática y los medios Huergo, Jorge.
Cultura Política y Cultura Mediática
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Revista de Economa Poltica de las Tecnologas de la Informacin y Comunicacin www.eptic.com.br Vol.VI, n.1, Ene-Abr. 2004
Cultura poltica y cultura meditica: esfera pblica, intereses y cdigos
Anczar Narvez Montoya Universidad de Manizales
1. Introduccin
Klaus Bruhn Jensen escriba que la mayora de las apreciaciones de los socilogos sobre los
medios de comunicacin suelen ser ingenuas, lo que no es de extraar puesto que de todas
formas hay una suerte de saber especializado que es el que les corresponde a los
comuniclogos si se acepta el trmino- que no tiene porqu ser del dominio de todos los
tericos sociales. Pero, as mismo, la mayora de las afirmaciones de los comuniclogos sobre
la poltica y su relacin con los medios suelen ser superficiales, pues hay tambin una suerte
de saber sociolgico sobre la poltica que los analistas de la comunicacin no tienen en cuenta
a la hora de evaluar el papel de los medios en ese campo.
En los enfoques de los comuniclogos se notan dos deficiencias: por un lado, la creencia de
que en realidad nuestro campo de estudio la comunicacin- es lo ms importante de lo que se
debe hablar hoy, en detrimento de la poltica, de la historia y de la economa y de que todo se
puede reducir a comunicacin; y, por otro lado, esa importancia se le est dando, no a toda la
comunicacin sino slo a los medios masivos, y es de suponer que esto se debe a la
exuberancia visual de dichos medios, a su desideologizacin y a la ausencia de conflictividad
que ello implica, en cuanto se pueden construir consensos fciles, lo cual rie con un abordaje
medianamente cientfico, o por lo menos acadmico. Es decir, cuando se habla de
comunicacin y poltica la mayora de las veces no se habla ni de la primera ni de la segunda
ni de la relacin entre ellas sino de medios masivos de comunicacin y de casustica.(Cfr.
Caletti, 1999: 42).
Este texto se propone revisitar el concepto hoy ampliamente cuestionado de esfera pblica de
Habermas para argumentar: i) que la esfera pblica est constituida primero que todo por
agentes sociales y no por medios; ii) que no hay una ruptura entre la poltica de plaza pblica
y la poltica meditica (Bonilla, 2002; Kapln, 1999) sino entre los cdigos alfanumricos y
los audiovisuales; iii) que el espacio meditico no constituye una ampliacin de la esfera
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pblica sino una restriccin de la misma, puesto que niega la visibilidad a las posiciones
crticas y a los agentes antisistmicos; iv) que no hay una superacin de la esfera pblica
burguesa y un paso a la esfera pblica democrtica y plural sino un regreso a la esfera pblica
unanimista y excluyente; v) que en el espacio meditico no hay un cambio en los sujetos de la
esfera pblica y un paso de la esfera pblica ilustrada y elitista de sujetos raciocinantes a otra
plural y culturalmente diversa, sino un cambio en los medios y las tcnicas, al pasar de la
comunicacin cara a cara a la mediatizacin impresa y de sta a la mediatizacin audiovisual;
vi) que esta mediatizacin audiovisual elimina la crtica y, por tanto, los medios impresos son
los nicos escenarios de pluralidad y la nica esfera pblica democrtica desde el punto de
vista de los intereses en juego; y vii) que la democratizacin de la sociedad pasa por la
poltica y la economa y no por los medios audiovisuales.
Para ello hay que diferenciar varios componentes que, aunque simultneos y concurrentes,
son irreductibles cada uno a los otros, a saber: a) el primero y ms importante son los sujetos
o agentes sociales de la esfera pblica (Caletti, 1999: 44-46); b) el segundo, los escenarios o
espacios fsicos; c) el tercero, los medios o tcnicas de comunicacin; y d) por ltimo, los
cdigos de comunicacin predominantes.
Para empezar qu es la esfera pblica para los tericos de la comunicacin? Entre los cuatro
componentes sealados, encuentro que ellos se ocupan en especial de dos: los espacios fsicos
y los medios tcnicos; un poco despus, y secundariamente, se ocupan de los cdigos y casi
nunca de los sujetos sociales, es decir, de la esencia de las relaciones de comunicacin. Aqu
me ocupar principalmente de los dos ltimos, es decir, de los sujetos, quienes son en realidad
la sal de toda la historia, incluida la de la comunicacin, y, seguidamente, de los cdigos, que
es lo propiamente comunicacional. Luego me ocupar de los recursos tcnicos y, finalmente,
como una consecuencia, de los espacios fsicos, por su importancia en la visibilidad.
2. Los sujetos sociales de la esfera pblica
Segn Habermas, por esfera pblica entendemos todo dominio de nuestra vida social en el
cual puede formarse algo como la opinin pblica... (Las personas privadas) no estn
actuando como profesionales u hombres de negocios conduciendo sus asuntos privados, ni
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como consocios legales sujetos a las regulaciones de una burocracia estatal y obligados a la
obediencia. Los ciudadanos actan como pblico cuando tratan asuntos de inters general
sin estar sujetos a coercin...Hablamos de una esfera pblica poltica (...) cuando las
discusiones pblicas son concernientes a objetos conectados con la prctica del
Estado.(1999: 92). La esfera pblica es as una instancia social claramente situada entre lo
privado de la familia y lo estatal o gubernamental, como la interpretan, entre otros, Thompson
(1998: 165) y Jensen (1999: 101). Es la esfera propia de los negocios en la que la actividad
econmica privada a de orientarse de acuerdo con un trfico mercantil sometido a directivas
y supervisiones de carcter pblico (Habermas, 1994: 57), o sea el control estatal. Esa
instancia intermedia es la sociedad, diferente del Estado y de la familia.
Entre la formacin de esa instancia social y la actual explosin meditica audiovisual media
una larga historia real que vale la pena periodizar para evitar equvocos conceptuales,
especialmente en el campo de la comunicacin, entre medios y agentes.
En efecto, si se habla de una esfera pblica poltica ya en los siglos XVII, XVIII y principios
del XIX, no es slo porque haya aparecido un nuevo medio como la imprenta, sino porque ha
aparecido un nuevo sector social con relevancia poltica: la burguesa. Aqu hay que hacer una
diferencia histrica que prcticamente no se toma en cuenta cuando se habla de las
transformaciones de la esfera pblica: se trata de una periodizacin de la modernidad en la
cual hay que distinguir tres etapas:
Una etapa temprana, entre aproximadamente 1450 y 1789 (Briggs y Burke, 2002: 27 y ss), en
la que se desarrollan varios procesos histricos:
El primer proceso es poltico: la formacin de las bases del Estado-nacin, por medio del
Absolutismo y la afirmacin del poder real frente al poder de la nobleza rural feudal, lo que
implica sobre todo un control territorial de lo que habran de ser ms tarde las fronteras de las
naciones propiamente dichas. Los casos tpicos son el de Francia, bajo Luis XIV e Inglaterra,
bajo Isabel I y hasta Carlos I.
El segundo proceso es econmic o: se trata de la formacin de los rudimentos de un mercado
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interno facilitado precisamente por la unificacin de los grandes territorios, el control militar
y tributario, la existencia de un poder unificado y sobre todo la existencia de barreras
arancelarias unificadas bajo el mercantilismo (Habermas, 1994: 56).
El tercer proceso es cultural y tiene que ver con la imposicin de los rudimentos de una
cultura nacional, a travs de la aparicin de las lenguas nacionales, formalizadas como
lenguas escritas oficiales, imprescindibles para la administracin y para el comercio interno.
As mismo, la unificacin religiosa alrededor de la religin del monarca, que separaba
claramente a quienes eran sbditos del mismo rey de los extranjeros. Elas la sintetiza
claramente describindola como la sociedad del absolutismo, el mercantilismo y el
patrimonialismo (1996: 57).
El cuarto proceso es precisamente el de la aparicin de esa esfera pblica distinta de las
esferas estatal y privada domstica, ligada justamente a la burguesa por varias razones: i) la
burguesa es la principal beneficiaria de los regmenes absolutistas puesto que es la
beneficiaria del mercado interno; ii) la burguesa apoya, y hasta cierto punto financia, los
procesos de unificacin, pero no participa an del control del Estado; iii) su forma de
participar en la esfera poltica es precisamente en esa instancia de discusin no estatal en la
que personas privadas discuten asuntos pblicos; iv) la burguesa no slo es la ms interesada
sino la nica clase capacitada, fuera de la nobleza, para participar en ese espacio, puesto que
posee los dos atributos bsicos que requiere dicha participacin: independencia econmica e
instruccin.
Este es el origen de la esfera pblica burguesa: la burguesa y no la imprenta. Hablar de la
imprenta como agente de cambio es cargar demasiado nfasis en el medio...ms realista sera
ver en la imprenta...ms un catalizador que contribuy a los cambios que el origen de stos
(Briggs y Burke, 2002: p. 34). De ah que en los primeros tiempos de la modernidad hablar de
esfera pblica burguesa es una redundancia.
El segundo perodo de la modernidad es la modernidad desarrollada que se inicia cono los
cambios econmicos surgidos de la Revolucin Industrial y los cambios polticos surgidos de
la Revolucin Francesa (Habermas, 1999b: 405-406).
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Desde el punto de vista de la composicin de la esfera pblica, a partir de 1848 aquella esfera
exclusivamente burguesa se revienta precisamente porque aparecen otros sectores en la
sociedad con intereses y reivindicaciones propias, sectores que son producto de otra etapa de
la modernidad, la que se inicia con la revolucin industrial y la revolucin francesa y que
produce otra clase de sujeto: el obrero urbano y el ciudadano poltico (que ya no es slo
sbdito), quienes no son tenidos en cuenta sino que se incluyen a la fuerza en la esfera pblica
(Bonilla, 2002: 86). Habermas (1999: 96) lo plantea claramente: ...las formas en las que esa
esfera pblica se manifestaba...empezaron a cambiar con el movimiento Cartista en
Inglaterra y la Revolucin de Febrero en Francia. Si recordamos que el movimiento
Cartista recibe su nombre de la Carta del Pueblo enviada por los obreros al Parlamento ingls
y respaldada por grandes movilizaciones callejeras durante la primera mitad del siglo XIX; y
que en la revolucin de Febrero de 1848, que derrumb a la monarqua de Luis Felipe de
Orlens (el Rey Ciudadano), aparecieron por primera vez los obreros en las calles de Pars
como fuerza social independiente, nos damos cuenta de que aqu la esfera pblica pasa a ser
masiva y diversa (ya no slo elitista) y de que los asuntos del gobierno dejaron de ser
patrimonio exclusivo de los burgueses y los ilustrados; adems, se diversifica la esfera pblica
desde el punto de vista de los intereses en juego, pues stos ya superan los de la mera
burguesa e incluso son ya contrarios a ella, como bien lo describen Arrighi, G; Hopkins,
T.K.y Wallerstein, I. (1999: 29-46), quienes sitan all el surgimiento de los movimientos
antisistmicos.
Desde que los trabajadores se hicieron a la escena como fuerza independiente sus intereses
debieron ser tomados en cuenta especialmente por el Estado, lo que, segn Habermas,
degenera en la anulacin de la esfera pblica liberal y racioncinante, puesto que el Estado de
Bienestar, al ocuparse incluso de los asuntos ntimos de la familia por medio de la provisin
de servicios sociales, anula ese espacio intermedio de discusin de los asuntos pblicos y el
pblico se convierte en consumidor de cultura.
La tercera etapa es la de la modernidad tarda a la que nos ha tocado asistir a partir de la
segunda postguerra, pero especialmente desde la dcada de 1960. Ahora la esfera pblica se
ha ampliado an ms, gracias a la incorporacin a ella de sectores como las mujeres, los
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jvenes y los grupos tnicos y culturales con aspiraciones y reivindicaciones propias. Sin
embargo, su incorporacin a dicha esfera no se debe a una ampliacin de la democracia, a su
aparicin en los medios o a algo parecido, sino a la incorporacin de las mujeres a la
produccin; a la amplia escolarizacin de los jvenes y su creciente incorporacin al consumo
y a la creciente importancia numrica y, por tanto, econmica y poltica, de los inmigrantes en
las sociedades occidentales desarrolladas, como bien lo demuestra Nancy Fraser (1998: 95-
133). Es decir, el mbito de las mujeres y de la educacin ya no est en el hogar. Si ya los
hombres urbanos y productivos no son los nicos que obtienen ingresos, que proveen el hogar
y que consumen productos y demandan servicios, y, adems, no son los nicos que votan,
tampoco son ya los nicos dueos de la esfera pblica. As como la esfera pblica burguesa se
revienta con el surgimiento de una esfera pblica masiva y multitudinaria, esta esfera pblica
masiva, pero masculina, adulta y prcticamente blanca, es desbordada por la esfera pblica
plural de nuestros das. Hasta aqu solamente hemos considerado a los protagonistas, quienes
no son los medios, como a menudo lo presentan los tericos de la comunicacin, sino los
sujetos colectivos. Ahora pensemos en las formas de comunicar desde los cdigos, los medios
y los respectivos espacios de actuacin.
3. El espectculo poltico-meditico desde los cdigos
Si entendemos los cdigos, siguiendo a Eco, como la convencin a travs de la cual se
establecen correspondencias entre sistemas de significados y sistemas de significantes
(contenidos y expresiones) hay que conceder que, de alguna manera, la forma de la expresin
condiciona la forma del contenido. Por tanto, las posibilidades del discurso poltico meditico
estn constreidas por las caractersticas del lenguaje meditico. Es lo que se puede colegir de
la afirmacin de Guillermo Orozco cuando dice que: ...las particularidades discursivas de
los medios y tecnologas de informacin posibilitan cierto tipo de pensamiento y asociaciones
mientras que inhiben otros, por ejemplo, la racionalidad del lenguaje escrito.(Orozco, 1996:
25).
Los cdigos mediticos tienen entonces unas caractersticas definidas que los hacen
particularmente aptos para un cierto tipo de contenido y absolutamente inapropiados para
otros. Entre los tericos de la comunicacin, pocos son explcitos sobre la especificidad de la
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cultura meditica en cuanto universo semntico y riqueza sintctica. Entre ellos tal vez sea
que Ramos Rivero quien lo haya formulado ms sinttica y claramente. Del antagonismo
entre, por una parte, la razn y el discurso lgico y, por otro, lo imaginario y lo sensorial, es
que se genera la noci n que denota a esas dos fuentes de influencia que significan la escuela
y los medios.(Ramos Rivero, 2001: 62). Esta precisin, que infortunadamente no redunda lo
suficiente en las consecuencias del anlisis, es la piedra de toque de la diferencia entre el
discurso poltico meditico y el discurso poltico programtico y analtico que a veces se
espera que aparezca en debate meditico.
A esto es a lo que se refiere Lpez de la Roche cuando afirma: El lenguaje televisivo
socializa por medio de estrategias ldico-afectivas, y de esta manera entra en tensin con la
racionalidad analtico-conceptual estimulada por el libro y la informtica (1999: 79). Si se
deja de lado la alusin al libro y la informtica, que tienen que ver con los significantes, est
claro que eso que aqu se llama ldico-afectivo es el principal contenido de la cultura
meditica y, por tanto, exigirles a los medios que se ocupen de los contenidos aqu llamados
analtico-conceptuales, implica que no se est reconociendo la especificidad de la cultura
meditica en trminos de cdigos.
En efecto; por lo que hace a la riqueza sintctica, el lenguaje meditico tiene rasgos
caractersticos y diferenciados. Para representar lo imaginario y sensorial y lo ldico-afectivo
tiene que recurrir a formas sintcticas que le son propias como:
a) la oralidad (sea primaria o secundaria) lo que quiere decir que se habla en trminos afines
a los de la vida cotidiana; de ah que gran parte de la industria meditica tenga que tomar
en cuenta a las comunidades lingsticas y los usos particulares de la lengua, a fin de
acercarse a los receptores, pues la mayora del lenguaje meditico sigue siendo oral
(Machado, 2002: 56).
Uno de los principales recursos de la oralidad es la mnemotecnia, que se refiere a
mecanismos que garantizan la recordacin ms all de la emisin en acto. Esto explica porqu
los discursos polticos en los medios recurren con frecuencia a las frases impactantes desde el
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punto de vista sonoro, aunque su contenido no sea muy claro.1 As mismo, son frecuentes los
aforismos propios de la filosofa popular, esas sntesis metafricas que acercan los contenidos
generales a las experiencias cercanas de las personas comunes en la vida cotidiana.2
Finalmente, no es descartable el uso de coplas y versos de la tradicin popular, a veces
extradas de canciones o poemas tradicionales y folclricos, para describir alguna situacin.3
Esa es una manera segura de permanecer en la memoria de los receptores.
b) la iconicidad, el uso de la imagen figurativa, por oposicin a la grafa abstracta del
lenguaje alfanumrico. Esto es tpicamente lo que el sentido comn confunde con la
imagen de los polticos. Aqu juega un papel primordial la apariencia fsica de los
polticos, la expresin facial, el vestido, los escenarios en los que se mueven, los colores,
la presentacin en primer plano o en planos generales, la mirada frente a las cmaras, el
tono de voz en la radio y un sin nmero de aditamentos que los convierten en unas
personas (porque lo central es la persona) afectivamente agradables o desagradables.
c) las formas rituales de representacin o recreacin, esto es, la puesta en escena de los mitos
originales, ya sean los de la tribu, los de la nacin o los nuevos mitos de la sociedad de
masas; en este caso es muy importante la apreciacin que tenga el pblico de virtudes
como el de ser un hombre de familia, buen padre, buen esposo, y ltimamente que sea
honesto desde del punto de vista del manejo de los dineros pblicos. La aparicin de los
polticos como hombres de hogar, trabajadores e incluso alejados de las drogas y del
alcohol, la asistencia a misa, las habilidades deportivas, suelen presentarse como virtudes
que reflejan la idoneidad del gobernante en una poca de supuesta prdida de valores
morales colectivos.
d) el relato como forma de organizacin del contenido, entendido este como narracin
figurativa cuyo eje central es el de los personajes, sus acciones y sus conflictos o, en un
sentido narratolgico, los hroes o personajes (helden, con ambos significados),
personajes extraordinarios en algn aspecto (Gubern, 2000; Morales, 1999). No basta con
que el candidato sea un buen hombre; en la sociedad actual es necesario que sea un
1 Trabajar, trabajar y trabajar 2 Los abstencionistas son unas gallinas 3 Esto dijo el armadillo, subido en la palma de coco: ni me subo, ni me bajo, ni me quedo aqu tampoco.
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hombre de poca, por consiguiente, tiene que presentar atributos de juventud o, en su
defecto, de vitalidad a pesar de la edad y, sobre todo, tiene que ser un hombre de accin y,
por consiguiente, exitoso. Los lderes fuertes son ms importantes, en la televisin, que los
hombres sabios. Por ello hay que presentarlos haciendo algo en diferentes escenarios, pues
no hay hroes sin acciones y sin triunfos.
De esta matriz oral-icnico-relatista se compone lo que Gubern llama una cultura narrativa,
la cual exige la presencia del mito y que es el componente central de lo que l llama la cultura
meditica.
Aqu no se trata de que la representacin sea falsa o verdadera y mucho menos de que esto sea
bueno o malo para la cultura, como suele decirse, por ejemplo, de la poltica meditica, pues
de lo que se trata, si se permite la expresin, no es de una verdad lgica ni de la rectitud tica
sino de su autenticidad esttica, y, en cuanto representacin esttica, la funcin de los medios
audiovisuales es la de proyectar al hroe con los recursos sintcticos y narrativos de que
dispone el medio. En sntesis, se trata de lo que puede transmitir el cdigo de comunicacin y,
por tanto, es lo que atae en principio al anlisis comunicacional propiamente dicho.
Si nos atenemos todava a la definicin de cdigo, tendremos que el universo semntico o de
contenido de la cultura meditica es ms cercano a la cotidianidad, al sentido comn, y resulta
por fuerza que su contenido tiene que estar constituido aproximadamente por los siguientes
elementos:
a) lo mtico, es decir, las explicaciones sobrenaturales de los fenmenos naturales, sociales y
personales; no se trata solamente del recurso a la voluntad divina, bastante comn entre
nuestros polticos, sino del recurso a mitos como el de la nacin o el de la patria, el de la
raza de la que estamos hechos, el de las jornadas histricas de las que hemos salido
triunfantes y un sin nmero de referencias afectivas que hacen ver que hay una fuerza
trascendente, ms all de los hombres comunes, que puede garantizar la felicidad; una
especie de salvacin al final del sacrificio.
b) lo imaginario , o sea los contenidos que den respuesta a los deseos manifiestos y latentes
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de los sujetos, como producto de las carencias y privaciones de la vida real; en una
palabra, el querer ser; el contenido o discurso poltico meditico se tiene que caracterizar,
para ser exitoso, por la posibilidad del milagro, porque hay, como dijera Mara Cristina
Matta, soluciones simples a problemas complejos; hay que hacer creer que todo es posible
y que lo que falta es la voluntad del lder para llevar a cabo las realizaciones deseadas.
c) lo afectivo, esto es, aquello que refuerce las simpatas y antipatas de los sujetos social e
histricamente situados, as como la subjetividad, lo que el sujeto cree ser; el principal
contenido en este caso es el de la fabricacin de un enemigo que haga clara la diferencia
entre el ellos y el nosotros, no slo para cohesionarnos, sino para probarnos a travs
de la derrota del enemigo; si no hay un culpable de los problemas no hay a quin vencer y,
por consiguiente, no hay hroe, porque tampoco hay un villano. El mito del bien y el mal,
representado a travs del relato del hroe y el villano, es lo que se llama la satanizacin
del adversario.
d) por ltimo, lo ldico, que tiene que ver con las posibilidades de simulacin, no slo de
imaginacin. Quiere decir que se asiste a la poltica como se acude a un espectculo, a una
representacin escnica de buenos y malos, en la cual el ciudadano no participa sino que
es esencialmente espectador; es un consumidor que, adems, influye con su gusto en lo
que ha de ser representado: en los medios hay que decir lo que la gente quiere or.
Los contenidos de la poltica meditica son, pues, situacionales, es decir, reconocibles por su
equivalencia o afinidad con la experiencia cotidiana, dentro de la cual se incluye la
experiencia meditica, o sea aquello que es reconocible para los espectadores como
representacin meditica, porque es lo que convencionalmente han aprendido a ver. Aqu no
se est hablando de lo que es verdadero o falso, sino solamente de lo que es significativo para
los sujetos en el mundo de la vida; adems, no se est hablando de sentimientos individuales
sino de motivaciones, intereses y significaciones socialmente compartidos, pues de lo
contrario no se podra hablar de una cultura, poltica o meditica. (Dahlgren, 2000: 314)
Este tipo de mensaje genera un mecanismo de identificacin-proyeccin del pblico con los
textos y los discursos mediticos, a travs de la empata o antipata afectiva con los hroes,
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quienes en el mundo contemporneo son principalmente personajes exitosos y, por tanto,
mediticamente visibles. De ah que los principales personajes mediticos sean los de la
farndula, el deporte, los propios de los medios y finalmente los polticos, no en cuanto
estadistas o administradores, sino en cuanto a su visibilidad, a su capacidad histrinica para
adaptarse al lenguaje meditico (Luhmann, 2000: 75-92). Si los medios son ldico-afectivos;
si los medios son espectculo porqu deben dejar de serlo cuando se trata de la poltica? El
discurso poltico meditico no es predominantemente discurso poltico sino discurso
meditico, y las posibilidades sintcticas del medio imponen las condiciones de posibilidad
del contenido. Hasta aqu las incomprensiones de los tericos sociales, quienes esperan que la
poltica meditica tenga el mismo rigor que el de las formulaciones polticas de los programas
formulados por escrito para la discusin de pblicos raciocinantes.
4. Los medios y los espacios de la esfera pblica
Ahora bien; esto no es un rasgo exclusivo de lo meditico sino de todo lo masivo. La
condicin espectacular no es exclusiva de los medios audiovisuales sino una caracterstica
tambin de la poltica masiva de plaza pblica, de la asamblea, de la manifestacin callejera y
dems actuaciones de la multitud. As sucede desde que la poltica se volvi asunto de las
multitudes y no slo de los nobles y de los burgueses.
En este sentido, el cambio no es slo social, no es slo en la composicin de la esfera pblica,
sino que, si se tiene ya una multitud en las calles, apropiada hasta cierto punto de la ciudad
(como ocurri en el Pars de 1848, cuando por primera vez aparecen barricadas), tambin se
produce un cambio en la interaccin y en la comunicacin. Se pasa de aquella interaccin oral
cara a cara entre pares que se lleva a cabo en los clubes y de una interaccin mediatizada por
la escritura alfabtica y los medios impresos, a una interaccin dirigente-masa (perdonen por
el trmino) que exige actuaciones escnicas y dramatrgicas del dirigente, puesto que ya se
requiere, ms que provocar el juicio racional de los pares, despertar las adhesiones afectivas
del pblico. Como bien lo advierte Thompson ...la idea de una democracia deliberativa es
distinta...del modelo de democracia directa y representativa...En vez de animar a sopesar
cuidadosamente las alternativas, las asambleas quiz despertaran las pasiones e indujeran a
los individuos a tomar decisiones sobre la base de consideraciones que tienen poco que ver
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con el juicio razonado. (1998: 329). En este caso, no hay un paso de la interaccin cara a
cara a la mediatizada, sino un paso de la comunicacin escrita y de la conversacin ilustrada
propia de la lite, a la comunicacin escnica e histrinica propia de la multitud masificada,
diferencia sta que ya se anuncia en el conflicto entre Jacobinos y Girondinos, durante los
primeros aos de la Revolucin Francesa, conflicto que se puede sintetizar diciendo que los
primeros asumieron la accin directa de la muchedumbre para asegurar la revolucin,
mientras que los Girondinos esperaban que, una vez destronado el rey, los ciudadanos se
fueran a su casa y los asuntos del gobierno se resolvieran entre la Asamblea Nacional y el
Ministerio.
Este nuevo tipo de relacin comunicativa es el que se potenciara con los medios
audiovisuales, los cuales tardaran todava medio siglo en aparecer. As que desde el punto de
vista de los cdigos, el paso de la plaza pblica a los medios audiovisuales no es una ruptura
sino una continuidad. Es un cambio tcnico, pero la tcnica en s misma no constituye un
cambio cultural y menos uno social. Se argumentar que el medio de movilizacin popular en
el siglo XIX era precisamente la prensa y por tanto la comunicacin era escrita, pero en esto
tambin hay un equvoco desde el punto de vista de los cdigos. No toda la prensa es de lite,
ni poltica, ni alfabtica*.
La prensa de masas tuvo como atractivo la conocida literatura por entregas (antecesora de las
telenovelas) que garantizaba la fidelidad de los lectores, modalidad que se inaugur en
Inglaterra en 1719 con la publicacin de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe; ejemplo que
habra de seguirse en Francia contando con la colaboracin de los escritores ms prestigiosos
de la poca. La prensa entra as definitivamente en el terreno del entretenimiento masivo a
travs de los relatos, sin desconocer su papel de identificador de las multitudes urbanas de
trabajadores y desposeidos, a travs de lo que se conoci como prensa radical. Esta lgic a de
masificacin se reforz con la reduccin del costo (prensa de un penique y luego de medio
penique) a cambio de publicidad. En 1835 se produce por primera vez la reduccin del precio
de un peridico a la mitad y comienza la financiacin por publicidad, respaldada por un gran
nmero de lectores.
* Se utiliza aqu alfabtica como sinnimo de ilustrada (referente a la Ilustacin), para evitar la confusin con la prensa ilustrada que se refiere a aqulla que incluye imgenes.
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Pero la prensa de masas, ms que por su contenido poltico, ms que por las historias de
entretenimiento y ms que por ser til en la vida urbana o por ser accesible en trminos
econmicos para los ms pobres, lleg a ser tal por su evolucin hacia lo que se podra llamar
una prensa icnica. En efecto, desde 1791 The Times inici la modalidad de los peridicos
ilustrados con grabados en madera; pero fue entre 1830 y 1850 que esta modalidad se
generaliz, coincidiendo con la financiacin publicitaria, con lo que el peridico entra de
lleno en la tradicin popular, a travs, primero, de los relatos y, luego, de las imgenes, pero
ya no como portador del pensamiento predominantemente racional o alfabtico. Estas
posibilidades habran de ser reforzadas por el mejoramiento del papel y de las tcnicas de
reproduccin de imgenes. De ah a la prensa amarilla (nombre debido a Yellow Kid,
historieta publicada en Estados Unidos desde 1894), de grandes titulares e ilustraciones, slo
hay un paso, pues, en rigor, no se necesita cultura letrada para acceder a esa informacin. Por
su parte, la revista ilustrada, en el sentido de ilustraciones icnicas, es slo una versin
econmica y socialmente ms refinada de la prensa popular, pero que culturalmente pertenece
a la misma familia.
En fin, la imprenta, aunque fue diseada como tcnica para la reproduccin en serie de la
cultura alfabtica, lleg a ser colonizada por la cultura icnica y el relato, lo que muestra bien
la diferencia entre una tcnica y una cultura, pues su correspondencia no es exacta parte a
parte, como ocurre tambin con la tcnica digital electrnica. Como dicen Briggs y Burke, la
revolucin de la imprenta no dependa nicamente de la tecnologa; para expandirse, la
imprenta necesitaba condiciones sociales y culturales propicias. (2002: 28). Por tanto, una
tcnica, aunque tenga una vocacin cultural preferente, no puede resolver los problemas de la
desigualdad cultural (ms bien puede reforzarlos) y menos los de la dominacin poltica, pues
stos no son problemas tcnicos sino justamente polticos, como lo demuestran las luchas por
la prensa libre en Europa ya desde el siglo XVIII.4
En consecuencia, los medios masivos audiovisuales no son tanto un sustituto para la cultura
letrada sino para la cultura icnica y de relato que ya circulaba por los medios impresos,
habida cuenta de que son las publicaciones que difunden este tipo de cultura las que alcanzan
4 Para una historia de la prensa y su papel poltico en Inglaterra, ver CURRAN, James (1981: 222-261).
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una cobertura realmente masiva y mayoritaria en las sociedades del siglo XX.
Cul es entonces la diferencia? No hay continuidad entre la prensa y la radio-televisin,
pero s hay continuidad entre la comunicacin masiva callejera y la comunicacin masiva
meditica audiovisual. La masa es un fenmeno nuevo y no tiene que ver con las lites
anteriores; por eso, la comunicacin masiva tampoco tiene que ver con la comunicacin de las
lites. Entonces la diferencia principal entre la poltica de plaza pblica y la poltica meditica
radica en el uso de una tecnologa expansiva que afecta fundamentalmente las condiciones de
recepcin, el componente espacial de la esfera pblica (Wolton, 2000), pero no esencialmente
el carcter del texto.
En efecto, gracias al poder expansivo de la radiodifusin y luego de la televisin, cambian los
soportes y las condiciones fsicas en que se emite y se recibe el mensaje, pero no cambian los
cdigos. Los cambios se pueden sintetizar as:
1. Lo privado deviene en pblico. El mensaje se pude emitir desde un espacio privado,
pero dada la funcin del espacio o del emisor, ste deviene en pblico. Ya no es
necesario aparecer de cuerpo presente entre el pblico para tener figuracin pblica. El
estudio, el hogar, el sitio de trabajo, pueden ser escenarios pblicos.
2. Lo pblico se hace privado. El mensaje que est destinado a ser pblico, del dominio
general, se recibe, sin embargo, en un ambiente de privacidad individual, familiar o de
allegados, pasa a ser absolutamente contextual (Calles Santillana, 1999: 55) y, por
consiguiente, su significado estar determinado por disposiciones, intereses, estados
de nimo del individuo y no de la colectividad a la que supuestamente ms le debe
interesar.
3. Lo colectivo se hace individual. Lo que esto significa para el proceso de la
comunicacin poltica es, en el caso de la recepcin masiva y multitudinaria, que sta
es en s misma un acto de accin poltica manifiesta, de adhesin o de rechazo, con
efectos inmediatos; en cambio la recepcin individual supone una separacin entre
comunicacin y accin poltica y sta, la accin poltica, no necesariamente se
produce.
4. Lo activo se hace pasivo. Como consecuencia del anterior desplazamiento, y pese a la
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sobre valoracin hoy en boga de la actividad del receptor, en trminos de accin
poltica, la recepcin del mensaje meditico es pasiva en comparacin con la actividad
que representa el solo hecho de que se est asistiendo al acto poltico de plaza pblica.
5. La interaccin espacio-temporal se reduce con esto a interaccin temporal (si no se
difiere tambin), con lo que se pierde el efecto sinrgico del actuar juntos (se pierde el
espesor del presente); de este modo, el todo no llega a ser ms, e incluso puede ser
menos, que la suma de sus partes y el ciudadano no llega a potenciarse como fuerza
poltica. En esencia, el ciudadano sale de la lucha poltica, la cual queda reducida a la
pugna entre quienes tienen poder para controlar los medios, mientras que el ciudadano
queda reducido a la condicin de espectador.
En cambio s hay una continuidad entre la esfera pblica elitista de la primera modernidad
y la esfera pblica elitista de hoy, desde el punto de vista de los cdigos, ya sea por la
prensa, los libros, la academia o internet. En consecuencia, la poltica activa y pluralista, o
est en las calles o est en las discusiones de lite, fuera de los medios masivos, y slo
cuando los grupos subordinados logran peso poltico entran a hacer parte del nuevo
espacio pblico meditico, porque logran disputar el control de los medios.
5. Los extravos de los comuniclogos
En el otro extremo nos encontramos con una excesiva complacencia de los comuniclogos,
quienes, al explicar las diferencias desde las caractersticas de los medios, se solazan con la
creencia de que hoy toda la poltica se puede reducir a lo que stos emiten y, por tanto, de que
el secreto de la democratizacin est en las posibilidades mediticas de los sujetos sociales.
Para esto me valdr de dos elaboraciones recientes de John B. Thompson: la primera, referida
a las transformaciones de la visibilidad (1998: 161-197); la segunda, como corolario de la
visibilidad, al significado o la importancia del escndalo poltico (1999: 11-46).
Como consecuencia del aumento de la visibilidad, todos los actos de los polticos se vuelven
ms visibles, ms pblicos y, por tanto, los polticos estn ms expuestos al escrutinio
pblico. Con ello, se insina, estamos ante una sociedad ms abierta, ms deliberativa y, por
consiguiente, posiblemente ms democrtica. As mismo, cualquier persona estara en
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condiciones de hacer circular sus discursos mediticamente y, por esa va, participar en
igualdad de condiciones en el debate pblico y hacer valer sus intereses. Este enfoque no tiene
en cuenta la relacin de los medios con la estructura social y de poder, pues supone unos
medios aislados de las luchas de intereses, por encima del conflicto y, por tanto, por encima
de las relaciones de poder.
Si asumimos las caractersticas del lenguaje meditico antes mencionadas, tendremos que
asumir tambin que lo que se hace a travs de ellos es contar historias o relatos. Dichos
relatos deben tener, para acomodarse a las condiciones ldico-afectivas del medio, personajes
sobresalientes, esto es, de alguna manera exitosos. Cuando nos quejamos de que los medios
audiovisuales no hacen diferencias entre lo importante y lo interesante (Herrera y Ramrez,
2003); de que le dan el mismo peso a una masacre en el Medio Oriente o en Colombia, que a
un desfile de modas; o a una modelo que a un Jefe de Estado, nos estamos olvidando de que
ambos son equiparables al menos en un sentido: ambos personajes tienen la categora de
hroes (en el sentido de personajes de relato), puesto que cada uno en su campo es un
personaje exitoso.
Pero aqu viene la diferencia: aunque el xito en la poltica, como en el campo del modelaje o
del deporte, consiste en el triunfo sobre otros, otros que a la vez no alcanzan la visibilidad, no
obstante, en la poltica el xito consiste en alcanzar algn poder, es decir, en el campo de la
poltica se es mediticamente visible en cuanto se ha alcanzado algn grado de supremaca o
dominio sobre otros, en cuanto se ha alcanzado algn grado de representatividad poltica,
como poder establecido o como contrapoder latente o manifiesto. De esto se desprende que es
el estar investido de algn tipo de poder lo que hace a los polticos visibles y no la visibilidad
la que hace a los poderosos (Cfr. Thompson: 1998).5 Las personas comunes no pueden, pues,
cambiar las relaciones de poder hacindose visibles, e incluso se pueden hacer
circunstancialmente visibles, pero por ello no se empoderan, como ocurre en el caso de los
conflictos sociales y de las tragedias. En cambio, hay poderosos que no son en absoluto
visibles, como ocurre en Colombia con la mayora de los senadores, quienes no tienen ni de
lejos la categora de personajes mediticos y ms bien la evitan.
5 Thompson define el poder como la capacidad para actuar de acuerdo a la consecucin de los propsitos e intereses de cada uno, la capacidad de intervenir en el curso de los acontecimientos y de afectar a sus resultados. (1998: 29)
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En qu radica, entonces, la transformacin de la visibilidad? Ese cambio no radica, como lo
plantea Thompson, principalmente en la transformacin de los medios sino en la
transformacin de las relaciones de poder. No es por la aparicin de un nuevo medio que la
visibilidad se ampla a nuevos sectores sociales, sino justamente por la aparicin de nuevos
sectores sociales con cierto poder que es el que los hace relevantes en la esfera pblica. Ah s,
como dice Thompson, la visibilidad se ampla a travs de la posibilidad tcnica que ofrece la
imprenta para hacer circular libros, panfletos y peridicos. Pero sta no es la causa, sino que
la causa hay que buscarla en el hecho de que existen nuevos sectores sociales con poder para
cuestionar el poder establecido; en el hecho de que la lucha por el poder poltico se sale de la
esfera de la Corte y la Iglesia y se extiende a otros sectores sociales excluidos de l (la
burguesa), sectores que tienen la posibilidad de utilizar los mismos recursos de los poderosos,
pues, como se sabe, la imprenta fue un instrumento de propaganda tambin de los reyes y de
la iglesia (Nez de Prado, 2002: 148-151). Ya Richelieu escribe Habermas (1994: 60)-
posey...un vivo sentido para el aprovechamiento del nuevo instrumento. Era protector del
peridico estatal fundado en 1631 por Renaudot, peridico que es el modelo inspirador de la
Gazzette of London, aparecida en 1665 bajo Carlos II.
Adems, la burguesa es portadora de una cierta cultura secular expresada en el humanismo,
la ciencia y el arte, los cuales circulan ya como saberes alternativos a la teologa. Pero la
imprenta como tcnica y la escritura alfabtica como cdigo no son de uso exclusivo de la
burguesa; tambin fueron un arma en manos de la Reforma y de la Contrarreforma, de la
nobleza y del clero y, por supuesto, un instrumento para las discusiones polticas. As que
para aprovecharse de la imprenta se necesita primero que todo tener posibilidades de
econmicas y culturales para hacer circular mensajes propios y esto es lo que posee la
burguesa. Es decir, ella tiene la posibilidad de hacerse visible porque ya ha adquirido alguna
relevancia poltica, social y econmica, adems de la cultural. Por eso puede competir en
visibilidad con los otros poderes claramente visibles que son la Iglesia y la Corte real. No de
otra manera se explica la intensa agitacin ideolgica y poltica que precedi a la Revolucin
Francesa, sino es por el inters y la capacidad de otro sector social de disputarles el poder a la
nobleza y al clero.
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Una de las consecuencias de esa creciente visibilidad de los poderosos es la del escndalo
poltico. El escndalo poltico, en tanto nueva categora de anlisis, definido por Thompson
como referido a acciones o eventos que envuelven cierta clase de transgresiones las cuales
son conocidas por otros y son suficientemente serios para provocar un respuesta pblica.
(1999: 15). El escndalo poltico es uno de los principales mecanismos de los que se vale la
sociedad moderna para garantizar cierto grado de transparencia en el manejo de los asuntos
del Estado. Los ejemplos sobra mencionarlos y basta recordar el caso paradigmtico de Water
Gate.
Pero a quin afecta el escndalo poltico? No es el ciudadano comn y annimo el que se ve
sometido al escrutinio pblico a travs de los medios sino justamente aquel ciudadano que se
encuentra investido de alguna funcin de poder y cuyas actuaciones pueden, por tanto, afectar
al conjunto de la sociedad. Slo entonces sus delitos o contravenciones, sus actos inmorales o
ilegales, se vuelven objeto de denuncia pblica y, por consiguiente, devienen en escndalo
poltico. Su vida privada se vuelve pblica precisamente porque tiene, o aspira a tener,
funciones polticas pblicas.
Ahora bien, quin est, por otro lado, en condiciones de crear un escndalo poltico?
Tampoco es el ciudadano comn quien tiene el poder y la competencia para convertir en
objeto de debate la actuacin de un poderoso. Los escndalos surgen porque hay otros con
cierto poder, con cierto acceso a la informacin y con cierto poder de difundir la informacin,
es decir, cierta visibilidad, que estn interesados en crear el escndalo y debilitar el poder del
afectado. En una palabra, la visibilidad hace visibles las luchas por el poder entre los
poderosos (incluyendo los propios medios de comunicacin), pero no crea poderes de la nada
(Ruiz Franco y otras, 2002). Cuando se dice que los medios pueden fabricar un candidato o un
presidente, lo cual es bastante discutible, se olvida mencionar que lo podran hacer porque
precisamente ellos son un poder en las sociedades contemporneas, pero no un poder moral, o
cvico, como dulzonamente se piensa, sino un poder econmico y, por tanto, poltico.
As que el ciudadano comn y annimo no sufre ni crea los escndalos polticos, porque l no
es visible, porque no es poderoso; slo asiste a ste como espectador, en cuanto receptor,
porque no est en sus manos ni cambiar los protagonistas ni decidir el resultado, puesto que
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no tiene ningn control sobre los mecanismo del poder y, por tanto, tampoco visibilidad en los
medios. Es pues puramente un espectador del espectculo meditico llamado escndalo
poltico. El ser espectador no es suficiente para una sociedad democrtica.
Pero la mayor extravo de los comuniclogos consiste en la creencia de que el escndalo
poltico hace frgil el poder y que, por consiguiente, las relaciones de poder cambian
fcilmente en una sociedad gracias a la visibilidad y a los escndalos polticos. Aqu el primer
traspi sociolgico consiste en creer que el poder es un asunto personal y no una funcin o
una relacin, dependiendo de la teora que se asuma. En todo caso, el poder es estructural y en
la modernidad, si algo caracteriza a la poltica, es precisamente la separacin entre la persona
y la funcin y, adems, la existencia de adscripciones sociales independientemente de la
condicin individual; es decir, se puede pasar de una clase a otra, de una zona rural a una
urbana, y ello no cambia la existencia de las clases o de la divisin urbano-rural. Si se asume
que el escndalo poltico hace frgil el poder es porque se cree que el poder es una cosa que
posee alguna persona y no una relacin estructural entre grupos sociales.
En este sentido, el caso clsico de Water Gate es ejemplar: despoj del poder a un individuo,
pero no nos liber del programa de guerra del Partido Republicano, el cual ms bien se
fortaleci; no nos libr de Reagan y su Guerra de la Galaxias y la invasin a Granada;
tampoco de Bush y la Guerra del Golfo; ni de Bush Jr. con su Escudo Antimisiles y su guerra
contra el mal. Ello no cambi ni el poder del Partido Republicano ni mucho menos el poder
de los sectores econmicos y sociales ligados a su programa, los cuales ms bien han
resultado fortalecidos en las ltimas dos dcadas, justamente despus del escndalo.
Cmo explicar esta falta de coherencia entre una situacin adversa para una personalidad y
una situacin de resurgimiento de un programa poltico? La lengua inglesa tiene dos palabras
distintas para designar a dos tipos de personajes con funciones polticas distintas, a saber: el
Politician y el Policy Maker. El primero es el tpico personaje meditico, el personaje en
sentido estricto, el que tiene que demostrar sus capacidades histrinicas para desempearse en
los medios y para lograr adhesiones afectivas. Tiene que decir lo que el pblico quiere or y
hacer lo que el pblico quiere ver. El segundo se encarga en rigor de disear la poltica, de
pensar lo que efectivamente se va a hacer en el gobierno. El primero tiene que ejercer lo que
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en trminos weberianos sera una autoridad carismtica, mientras el segundo es el poseedor de
la autoridad tcnico-burocrtica. La creciente discrepancia entre los programas exhibidos en
la pantalla y el micrfono y las ejecutorias del gobierno no son ms que el resultado de esa
discrepancia de funciones. Quienes disean la poltica suelen ser por regla general los menos
visibles. Los primeros son fungibles, estn sometidos a la popularidad que depende de la
visibilidad positiva o negativa en los medios; los segundos son ms permanentes, pueden
pasar de un gobierno a otro sin sonrojarse, pues, en trminos generales, en las democracias
latinoamericanas sobre todo, el cambio de poltica de un gobierno a otro no suele ser
significativo.
Estas dos categoras desde luego no son ms que una suerte de tipos ideales, pues hay casos
paradigmticos para una y otra situacin y tambin hay personajes que renen ambas
caractersticas. El caso tpico del politician sera en Colombia el de Andrs Pastrana, quien,
aparte de salir en televisin no tiene ninguna otra competencia; el caso tpico del policy maker
sera el de Allan Greenspan en Estados Unidos, quien solamente tiene que tomar decisiones
de gran calado poltico, pero no tiene que salir a conseguir votos. De hecho, ha pasado por
tres presidentes sin que su funcin se transforme. En cambio un presidente como Fernando
Enrique Cardoso reuna ambas competencias.
6. El control de los medios y la democracia
Aqu habra que empezar por lo tcnico. Si entendemos los medios tcnicos como el sustrato
material de las formas simblicas, esto es, los elementos materiales con los que, y a travs de
los cuales, la informacin o el contenido simblico se fija y transmite de un emisor a un
receptor. (Thompson, 1998: 36-37), entonces el itinerario que stos han seguido sera: de la
oralidad (primer medio tcnico consistente en el aparato fontico) a la escritura, y de sta, en
la modernidad, a la imprenta; de esta ltima el paso es hacia las tecnologas expansivas
elctricas, ya sean stas abiertas (hondas hertzianas), o cableadas, o mixtas. Es decir, hay un
paso de los medios orales a los impresos y de stos a las telecomunicaciones con las que hoy
contamos.
La importancia poltica de esto es sustancial. Es un hecho que ningn Estado o gobierno
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puede controlar la oralidad; difcilmente pude controlar todas las imprentas, aunque los
regmenes absolutistas trataron de hacerlo desde el principio (Curran, 1981); pero al llegar a
las telecomunicaciones es tcnicamente posible y hasta necesario su control: si se trata del
espectro electromagntico, porque es un recurso limitado; y si se trata de las conexiones
cableadas o de los satli tes, porque son un monopolio natural (Herscovici, 1999: 53-56),
puesto que resulta econmicamente irracional extender varios cableados o lanzar varios
satlites, si uno solo puede cumplir las mismas funciones. Por eso en principio el Estado
asumi el control fsico-tcnico de estos medios. Adems, en un principio, el costo de
adquirirlos supera la capacidad de cualquier inversionista privado.
Tenemos as dos sistemas tcnicos: el de la imprenta, no absolutamente controlable, y el de
telecomunicaciones, absolutamente monopolizable. El debate se ha centrado en forma
maniquea en el control que el Estado o el poder poltico pueden ejercer sobre los medios a
travs de su control tcnico y econmico y entonces la democratizacin viene a ser el traslado
de ese control a los particulares, que algunos se atreven a llamar sociedad civil, incluyendo a
las organizaciones que, como las Cmaras de Comercio, representan a las corporaciones del
capital y hasta a las propias empresas (Mattelart, 2003: 130); es decir, la democratizacin se
llama privatizacin (Cal, 2002). Hasta aqu llega el debate sobre la libertad de expresin y el
derecho a la informacin, con lo que ya estaramos en el mejor de los mundos, puesto que los
sistemas pblicos de comunicacin ya son cosa del pasado en la mayora de los pases. Sin
embargo, hemos pasado de monopolios pblicos a monopolios u oligopolios privados, dado el
alto costo de ingreso a ese mercado; hemos pasado del control del Estado, al control del
capital, pues mientras hay regulaciones que impiden que el Estado controle la informacin, no
hay ninguna que impida que los accionistas o propietarios censuren o manipulen mediante
presiones a los periodistas y realizadores (Curran, 2000), o que les impida utilizar el control
de los medios para defender los intereses particulares de un grupo econmico.
A travs de este proceso de privatizacin, los medios se van volviendo cada vez ms
homogneos ideolgicamente, como lo demostraban recientemente Sunkel y Geoffroy para el
caso de Chile, cuando afirmaban que all haba un empresariado ideolgicamente
homogneo, educado en una matriz ideolgica neoliberal y en un conservadurismo
valrico... (2001: 115). Pero la relacin puede ser ms bien la contraria, es decir, la de que
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los sectores ideolgicamente ms conservadores son los que han llegado a controlar los
medios de comunicacin en Amrica Latina, justamente porque representan los capitales ms
poderosos. Sin embargo, la causa de que lleguen a ser ideolgicamente homogneos radica en
que los medios han devenido bsicamente en empresas y han dejado de ser instituciones
propiamente dichas6 y, por tanto, no pueden representar objetivamente intereses plurales sino
slo los intereses corporativos y, por consiguiente, los proyectos ideolgicos y polticos que
protejan y potencien dichos intereses.
Tal vez esto sirva de explicacin a Garca Canclini para su preocupacin, consistente en
entender cmo las fuerzas hegemnicas vienen logrando situarse en los escenarios
estratgicos de la economa, la poltica y las comunicaciones donde se transformaron las
sociedades de esta segunda mitad del siglo XX. (1995: 28). Pero el mayor extravo en la
discusin es que, segn l: En contraste, registramos la incapacidad de los movimientos de
izquierda, socialistas o simplemente democrticos para actuar en esos escenarios decisivos,
mientras se pasaron discutiendo donde la lucha no se estaba dando o repitiendo argumentos
de temporadas anteriores...los debates de inters pblico y la construccin de alternativas
deban hacerse tambin en los medios electrnicos, donde se informan las mayoras. (Garca
C., 1995: 28). El rompecabezas que pretende armar es bastante similar a si nos preguntramos
si los ricos son ricos porque tienen dinero o tienen dinero porque son ricos. La respuesta es
tautolgica: pues precisamente por eso, porque son hegemnicos, porque tienen poder,
aquella capacidad antes mencionada de incidir en los acontecimientos de que habla
Thompson, es por lo que esos sectores se sitan en los escenarios estratgicos, incluyendo los
medios, pues pueden comprarlos cuando se privatizan. Y esa es tambin la razn por la cual la
izquierda no est en los medios electrnicos: si tuviera poder poltico y econmico no sera
izquierda en los pases capitalistas. Y, desde luego, los temas que discute la izquierda estn
pasados de moda en los medios, pues a los dueos del capital, que son los dueos de los
medios, no les interesan esos temas de la pobreza, la desigualdad, la persecucin poltica a la
izquierda, etc.
6 Castells diferencia las empresas u organizaciones de las instituciones, en los siguientes trminos: Por organizaciones entiendo sistemas de recursos que se orientan a la realizacin de metas especficas. Por instituciones, organizaciones investidas con la autoridad necesaria para realizar ciertas tareas especficas en nombre de la sociedad. (Castells, 1999: 180).
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sta es una nueva versin del relato de la neutralidad de los medios o de la sociedad sin
sujetos. De esto puede resultar que la exclusin social y la democracia restringida no son
problemas estructurales del capitalismo tardo sino culpa de la incapacidad histrinica de la
izquierda para actuar en los medios. La incapacidad de la izquierda no es histrinica, sino
incapacidad econmica para hacerse a medios privatizados y monopolizados por el capital. En
estos trminos es obvio que la izquierda est fuera de la lucha que se da en los medios entre
grupos econmicos por el control del mercado y de la audiencia. En cambio sigue actuando en
los nicos espacios mediticos posibles: los medios impresos e internet.
A qu llegamos entonces? A que afirmaciones trascendentales como la de que ...la
comunicacin abierta, horizontal y libre es esencial para la existencia y el funcionamiento de
una sociedad democrtica (Rota, 2001: 88) suenen francamente candorosas, pues la relacin
es justamente al contrario. La confusin radica en que creemos que los medios son un espacio
de la esfera pblica, cuando en realidad son uno de los sujetos actuantes en ella, y no slo uno
ms, sino el ms poderoso, por ahora, puesto que combina poder ideolgico con poder
econmico y, gracias a ellos, tambin poder poltico e incluso militar, pues son el sujeto social
al que ms se inclinan los poderes del Estado. Miremos el caso extremo de Fujimori, pero si
ste no es suficiente, miremos el otro caso extremo de Venezuela, donde los medios se han
convertido en la principal fuerza de oposicin y subversin contra un gobierno que no
favorece sus intereses. Sin embargo, este caso tambin demuestra que hay ms espacios y ms
sujetos en la esfera pblica poltica que los propios medios, pues de no ser as no se explica de
dnde habra sacado fuerza poltica el gobierno actual de ese pas.
El espacio de la esfera pblica no est pues en los medios como se cree. Adems, pedirles a
stos que se democraticen es pedir que llegue la democracia a la empresa capitalista, o sea
pedir que se autodestruya el capitalismo. La esfera pblica democrtica est, por tanto, fuera
de los medios; o lo que es lo mismo, ellos participan en la esfera pblica poltica porque ahora
son slo un sujeto junto a otros que pueden llegar a tener poder, pero no son un campo
neutral. La democratizacin de los medios hay que buscarla, por tanto, en la democratizacin
de la sociedad y no al contrario; y esto se decide en la poltica, no en los medios.
Con los procesos actuales hemos lle gado, si se considera slo el espacio meditico, a una
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nueva versin de la esfera pblica burguesa del siglo XVIII, as como estn de moda los
principios econmicos del mismo siglo. Dnde estn las posibilidades de un espacio
meditico plural, deliberativo y democrtico? Paradjicamente, en aquel espacio que se ha
descalificado como elitista: el de los medios impresos e internet, los nicos, por lo dems,
donde sigue actuando la izquierda. Las razones son simples: i) tcnicamente, se puede escapar
al monopolio del Estado o del capital7; ii) econmicamente, se puede tener acceso a algn
mecanismo de emisin a bajo costo para los sectores sociales y polticos marginados del
capital y del poder del Estado8; iii) ideolgicamente, se pueden expresar, y de hecho se
expresan, sectores distintos al neoconservadurismo poltico y el neoliberalismo econmico; y
iv) culturalmente, se pueden discutir contenidos racionales a travs de cdigos alfanumricos
(Dahlgren, 2000: 322-23). Coincidencialmente, este nuevo espacio meditico est limitado
por los mismas barreras de la esfera pblica burguesa del siglo XVIII: las del dinero y la
educacin (Bolao, 1999). Ninguna de estas condiciones las ofrecen los medios audiovisuales
y menos la televisin.
7. Conclusin
Los tericos sociales se equivocan cuando pretenden que en los medios electrnicos se
desarrollen los debates polticos en los trminos racionales que sera deseable para una
sociedad bien informada, porque desconocen la naturaleza de los cdigos mediticos. Los
tericos de la comunicacin se equivocan cuando esperan que en los medios electrnicos se
representen todos los intereses econmicos y polticos de la sociedad, porque desconocen la
estructura de clases y el lugar que ocupan los medios en dicha estructura.
8. Bibliografa ALFARO, Rosa Mara (2002). Politizar la ciudad desde comunicaciones ciudadanas. En: Dilogos, n 65, noviembre. Lima: Felafacs. Pp. 35-54. ARRIGHI, G; HOPKINS, T.K; WALLERSTEIN, I. (1999). Movimientos antisistmicos. Madrid: Akal. BOLAO, Csar (1999). Sociedad de la informacin. Reestructuracin capitalista y esfera 7 En Estados Unidos, en el ao 2000, el nmero de competidores en el campo de la televisin abierta es de 7; en el de televisin por cable, de 214; en el de las revistas , de 750; y en el de Internet, de ms de 9000. (Miguel, Juan Carlos de., 2003: 241 y 253). Es decir, entre ms masivo el medio, menos democrtico el acceso. 8 En promedio, cada competidor de televisin abierta en Estados Unidos recibi 2286 millones de dlares; de televisin por cable, 61; de revistas, 16; y de internet, 0,5 millones de dlares. El costo de ingreso a los medios on line es diez veces inferior al costo de ingreso a los medios off line. (Miguel, J. C., 2003: 241)
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