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 1 CURSO DE FORMACIÓN PARA MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN INTRODUCCIÓN La educación continua es muy esencial y recomendable para el ministro de la comunión a los en fe rmos a tr avés de programas, ta lleres y oportuni da de s de crecimie nt o, re fl exión y  profundización sobre los aspectos relacionados a la práctica de este noble ministerio.  Necesario es que solamente las personas que han recibido la debida preparación y que se  preocupan de poner al día sus conocimientos mediante este manual u otros programas, ejerzan el ministerio de la comunión a los enfermos. Además de una sería y perseverante espiritualidad eucarística; pues de lo contrario no sería posible ejercer tan alto ministerio. También se ha  pedido en nuestra Diócesis que el MEC pertenezca al equipo de liturgia para el personal y común acompañamiento y crecimiento espiritual. También se ha de tener en cuenta que todos las personas que desee n ofrecer el servicio como ministros de la comunión a los enfermos deben ser comisiona dos oficialmente por la Diócesis, a través del párroco. De esta manera se aseguran de recibir el reconocimiento oficial de la Arquidiócesis, lo mismo que de ser delegados a ejercer el ministerio una vez que han cumplido con la debida preparación. La  Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles Laicos en el Sagrado Ministerio de los Sacerdote, en el Artículo 13, que habla sobre necesaria selección y adecuada formación, en el contexto de esta introducción a este manual de formación de los MEC, expresa que “Es deber de la Autoridad competente , cuando se diera la objetiva necesida d de una “suplencia”, en los casos anteriormente detallados, de procurar que la persona sea de sana doctrina y ejemplar conducta de vida. No pueden, por tanto, ser admitidos al ejercicio de estas tareas aquellos católicos que no llevan una vida digna, no gozan de buena fama, o se encuentran en situaciones familiares no coherentes con la enseñanza moral de la Iglesia. Además, la persona debe poseer la formación debida para el adecuado cumplimiento de las funciones que se le confían. A norma del derecho particular perfeccionen sus conocimientos frecuentando, por cuanto sea  posible, cursos de formación que la Autoridad competente organizará en el ámbito de la Iglesia  particular, en ambientes diferentes de los seminarios, que son reservados sólo a los candidatos al sacerdocio, teniendo gran cuidado que la doctrina enseñada sea absolutamente conforme al magisterio eclesial y que el clima sea verdaderamente espiritual. Esperamos que este manual sea una herramienta para que los MEC eviten los delitos o abusos con tra la Sag rad a Eu car ist ía; pue s co mo dice el doc ume nto arriba señ alado, “Es tam os con ven ci do de que El remed io pri nci pal , a la rgo pl azo, es una formación adecuada, la instrucción y la fe sólida. Pero cuando ocurren abusos, la Iglesia tiene el deber de señalarlos en un modo claro y caritativo. En este manual, que se propone a los MEC, presentamos elementos doctrinales esenciales sobre:

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CURSO DE FORMACIÓN PARA MINISTROSEXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN

INTRODUCCIÓN

La educación continua es muy esencial y recomendable para el ministro de la comunión a losenfermos a través de programas, talleres y oportunidades de crecimiento, reflexión y

 profundización sobre los aspectos relacionados a la práctica de este noble ministerio.

  Necesario es que solamente las personas que han recibido la debida preparación y que se preocupan de poner al día sus conocimientos mediante este manual u otros programas, ejerzanel ministerio de la comunión a los enfermos. Además de una sería y perseverante espiritualidadeucarística; pues de lo contrario no sería posible ejercer tan alto ministerio. También se ha

 pedido en nuestra Diócesis que el MEC pertenezca al equipo de liturgia para el personal ycomún acompañamiento y crecimiento espiritual.

También se ha de tener en cuenta que todos las personas que deseen ofrecer el servicio comoministros de la comunión a los enfermos deben ser comisionados oficialmente por la Diócesis, através del párroco. De esta manera se aseguran de recibir el reconocimiento oficial de laArquidiócesis, lo mismo que de ser delegados a ejercer el ministerio una vez que han cumplidocon la debida preparación.

La  Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles Laicos en el 

Sagrado Ministerio de los Sacerdote, en el Artículo 13, que habla sobre necesaria selección y

adecuada formación, en el contexto de esta introducción a este manual de formación de losMEC, expresa que “Es deber de la Autoridad competente, cuando se diera la objetiva necesidadde una “suplencia”, en los casos anteriormente detallados, de procurar que la persona sea desana doctrina y ejemplar conducta de vida. No pueden, por tanto, ser admitidos al ejercicio deestas tareas aquellos católicos que no llevan una vida digna, no gozan de buena fama, o seencuentran en situaciones familiares no coherentes con la enseñanza moral de la Iglesia.Además, la persona debe poseer la formación debida para el adecuado cumplimiento de lasfunciones que se le confían.

A norma del derecho particular perfeccionen sus conocimientos frecuentando, por cuanto sea posible, cursos de formación que la Autoridad competente organizará en el ámbito de la Iglesia

 particular, en ambientes diferentes de los seminarios, que son reservados sólo a los candidatos alsacerdocio, teniendo gran cuidado que la doctrina enseñada sea absolutamente conforme almagisterio eclesial y que el clima sea verdaderamente espiritual.

Esperamos que este manual sea una herramienta para que los MEC eviten los delitos o abusoscontra la Sagrada Eucaristía; pues como dice el documento arriba señalado, “Estamosconvencido de que El remedio principal, a largo plazo, es una formación adecuada, lainstrucción y la fe sólida. Pero cuando ocurren abusos, la Iglesia tiene el deber de señalarlos enun modo claro y caritativo.

En este manual, que se propone a los MEC, presentamos elementos doctrinales esenciales sobre:

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 La iglesia de Jesucristo (capítulo primero): se busca, que los MEC comprendan mejor cuál es lamisión de la Iglesia y cuál nuestra propia misión en la Iglesia. Comprender cómo realizarla en ydesde la Iglesia;

Constitución jerárquica de la iglesia (capítulo segundo): de forma que tenga, ideas generales

 pero claras sobre la estructura jerárquica de la Iglesia en torno al Obispo en la Iglesia particular con su presbiterio, sus diáconos y otros ministros. Se hace presente también en una comunión delos Obispos en la misma eucaristía, manifestada en la concelebración de la Eucaristía expresiónde la perfecta comunión en Cristo y en Iglesia, una santa católica y apostólica.

 Los fieles laicos: obligaciones y derechos (capítulo tercero): Este apartado está dedicado a lasobligaciones y derechos de los fieles laicos, trata no solo de aquello que específicamente lescompete, teniendo presente su condición secular, sino también de tareas o funciones que enrealidad no son exclusivamente de ellos.

 Los sacramentos de curación (cuarto capítulo): Sin tratar de todos los sacramentos todos, se ha

 buscado hacer conciencia de cómo Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos,que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2,1-12), quiso quesu Iglesia continuara, en la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación.

 La santa Misa (capítulo quinto): Se reduce a una motivación para que los MEC, tengan unaasidua participación en la Santa Misa dominical y lo vean como “un deber y un privilegio; unadulce obligación de corresponder al amor de Dios por nosotros, para dar después un testimoniode ese amor en su vida diaria y en su servicio a los enfermos. Siendo que la Santa Misa es elacto de culto más excelente que la Iglesia entera tributa a Dios; es la fuente de la vida cristiana;es el encuentro que Cristo quiere tener con sus hermanos los hombres para nutrirlos con elalimento que no perece, para bendecirlos y fortalecerlos en sus pruebas.

Comunión y culto eucarístico fuera de la misa (capítulo sexto): La celebración de la Eucaristíaes el Centro de toda la vida cristiana, tanto para la Iglesia universal como para las asambleaslocales de la misma Iglesia. Pues los demás sacramentos, al igual que todos los ministerioseclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan.

CAPÍTULO I

LA IGLESIA DE JESUCRISTO 

La Sagrada Escritura atestigua sobreabundantemente la misión del Hijo en este mundo. Así“amó Dios a este mundo que entregó a su Hijo unigénito, a fin de que todo el que crea en Él, no

 perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3:16-17; Cfr. Jn 5, 23.36; Gal 4:4-5). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49, 14-15). Dios ama asu Pueblo mas que un esposo a su amada (Is 62,45); este amor vencerá incluso las peoresinfidelidades (cf. Ez 16; Os 11)[1]; llegara hasta el don más precioso, la entrega de su propio

Hijo para salvador al hombre pecador.

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En efecto, el Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios[2]; Jesúsvino a nosotros realizar su misión salvífica, como misionero del Padre,  Evangelio de Dios,movido por el Espíritu Santo, a través de la Iglesia. Por esto, la Iglesia ha mantenido siempre,no sólo que Jesucristo es el fundamento de la Iglesia, sino que Jesucristo mismo ha queridofundar una Iglesia y que la ha fundado de hecho. La Iglesia ha nacido de la libre decisión de

Jesús. La Iglesia debe su existencia al don que Él ha hecho de su vida sobre la cruz[3].

“El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegadadel Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras”[4]. Para cumplir la voluntaddel Padre, Cristo inauguró el Reino de los Cielos en la Tierra. “La Iglesia es el Reino de Cristo

 presente ya en misterio”[5].

La Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado enla institución de la eucaristía y realizado en la cruz. “El agua y la sangre que brotan del costadoabierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento”[6]. Del mismo modoque Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón

traspasado de Cristo muerto en la cruz (Cfr. san Ambrosio, Lc 2, 85-89)[7].

Por tanto, Jesucristo es el objeto central de la fe de la Iglesia; él es el resumen de la fe cristiana.Así, el cristianismo es la buena nueva de Cristo; es más, el cristianismo es Cristo. Latransmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en El. Lamisma identidad del cristiano no es otra cosa que la identificación con Cristo. De aquí que lamisión de la Iglesia consista en predicar la verdad sobre Cristo y en transformar a los hombresen Cristo[8], para que en Él tenga vida eterna toda la humanidad.

Por consiguiente, la Iglesia es a la vez camino y término del designio salvífico de Dios Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo. Así, en síntesis, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma,que la Iglesia es “prefigurada en la Creación, preparada en la Antigua Alianza, fundada por las

  palabras y las obras de Jesucristo, realizada por su cruz redentora y su resurrección, semanifiesta como misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo. Quedara consumada enla gloria del Cielo como asamblea de todos los redimidos de la Tierra (Cfr. Ap 14, 4)”[9].

1. Somos Iglesia

Todos los fieles cristianos, incorporados a Cristo por el bautismo, somos la Iglesia, el Pueblo deDios y, hechos partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su

 propia condición, somos llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la

Iglesia en el mundo[10].En efecto, si todos los fieles cristianos somos Iglesia, de la Iglesia somos responsables todos,cada uno desde su trinchera, pero responsables todos. Así como podemos también decir que losciudadanos tenemos alguna responsabilidad en la marcha de nuestra patria. Todos y no sólo elgobierno o los senadores y diputados, aunque éstos tengan en un momento dado mayor responsabilidad.

Es evidente que en todo cuerpo social ha de haber unos servicios que asuman de manera másintensa y con más dedicación la responsabilidad por el cuerpo. Así lo piden las leyes de laconvivencia humana que Dios respeta. Pero el hecho de que existan esos servicios no dispensa a

los fieles de la responsabilidad que impone el simple hecho de ser creyentes en el Dios revelado

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 por Jesucristo. Responsabilidad para la edificación del pueblo, y para que no vivamos nuestra fecomo nuestra causa particular.

Por eso, en el centro de la Iglesia primera estuvo aquel principio que después ha pasado almundo jurídico: “lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por todos”. Este principio no

se refiere sólo a decisiones de carácter económico o social. Nada afecta más a todos loscristianos que la donación de Dios en la vida, muerte y Pascua de Jesucristo. Y ese don esresponsabilidad de todos.

 No hace mucho, un grupo de cristianos de todo el mundo, alarmados por la situación actual dela Iglesia Católica y conscientes de que también ellos tienen una parte de responsabilidad en esasituación, aunque sea una parte más pequeña que la de otras instancias, se constituyeron en unaespecie de plataforma mundial con el nombre de “Somos Iglesia”. No se comprende que laautoridad eclesiástica desautorice globalmente a esa plataforma, que no ha hecho más queejercer su responsabilidad de cristianos. Si han cometido errores particulares será buenodesautorizar esos errores concretos, pero no al movimiento en conjunto; pues, todos, según

nuestra propia condición y oficio, estamos llamados a cooperan a la edificación del Cuerpo deCristo[11].

Evidentemente, se puede ejercer mal una responsabilidad, y, por desgracia, los hombreshacemos eso más de dos veces y, –cuando así ocurra– será bueno que eso se nos diga, ennombre de la responsabilidad de todos. Pero lo que no se puede hacer es negar simplemente elejercicio de una responsabilidad que brota con el hecho mismo de ser creyentes, que quieredecir ser Iglesia; en ella todos los bautizados tenemos ¡el derecho y el deber de ser corresponsables en el ser y hacer del Pueblo de Dios!

En efecto, el catecismo de la Iglesia católica afirma en el número 900 que “todos los fieles, loslaicos, están encargados por Dios del apostolado en virtud del bautismo y de la confirmación, y

 por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones,de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos loshombres y en toda la Tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio deellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En las comunidadeseclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puedeobtener en la mayoría de las veces su plena eficacia”[12].

Sin embargo nadie podemos olvidar que el Señor ha querido, que todos los miembros de suCuerpo sirvan a su unidad, con una misión concreta, en donde cada uno, ha sido puesto para

una misión especial y concreta, en la vocación propia, pues, “hay en la Iglesia diversidad deministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo lafunción de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también loslaicos, partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y enel mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios”[13].

Por consiguiente, las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de suCuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque “hay en la Iglesia diversidad de ministerios,

 pero unidad de misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar,santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de lafunción sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que

les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios”[14]. En fin, “en esos dos grupos(jerarquía y laicos) hay fieles que por la profesión de los consejos evangélicos… se consagran a

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Dios y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia”[15].

2. Iglesia del Crucificado, imagen del Dios Uno y Trino

Así, pues, la Iglesia, en cuanto es sacramento de comunión, es como “imagen de laTrinidad”[16]. La Iglesia es efectivamente pueblo de Dios Padre, cuerpo de Cristo, y templo delEspíritu. Es eso en su totalidad. Esto somos todos los fieles cristianos: uno en Cristo. Esto es unreto y una tarea diaria que tenemos todos: ser y hacer Iglesia, reflejar al Cristo total ante el

 prójimo. En efecto, El espíritu de comunión, que permanece en la Iglesia, ha de ser manifiestaen cada uno de sus miembros como el gran sacramento de la comunión divina que reúne a loshijos de Dios dispersos. El fruto del Espíritu en la Liturgia, que el Pueblo de Dios celebra, esinseparablemente comunión con la Trinidad Santa y comunión fraterna (Cfr. 1 Jn 1, 3-7)[17].

En realidad, la Iglesia es imagen de la Trinidad por ser Iglesia del Crucificado, es decir:expresión de la comunión de Dios en la historia, con los hombres y mujeres de la humanidad.

Moltmann ha notado con agudeza teológica la vinculación que hay para la fe cristiana entreTrinidad y Cruz, señalando como algo muy valioso la práctica católica de hacer la señal de lacruz precisamente al pronunciar el nombre de la Trinidad: “en el nombre el Padre, del Hijo y delEspíritu Santo”, signos que no se pueden quedar en la piel o en la mente del creyente, sinotambién en el corazón; es decir, al antiguarnos en nombre de la Trinidad, hemos de recordar quees todo un programa de vida: comunión con la Trinidad y comunión con los hijos del Dios Unoy Trino.

Como Iglesia del Crucificado, toda la comunidad creyente, sobre todo los más responsables enella, debe participar de alguna forma en esa “kénosis” o anonadamiento de Dios, que hace

 posible la Cruz del Hijo. Por tanto, la Cruz ha de ser una condición de la propia vida creyente-y-comunitaria; no un recurso fácil para obtener que los demás hagan aquello que quieren las

 personas constituidas en autoridad.

Realmente los que somos constituidos en autoridad, no podemos más que actuar como siervos, aejemplo del Siervo de Dios, que no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida por la salvaciónde todos. Desde la Cruz, atrajo a todos hacía sí, y resucitado fue constituido Señor del cielo y dela tierra. Por esto, los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio y unadonación de sí, que salva y que une. “El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será suesclavo” (Mt 20, 26). Nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las

 personas, a la ley natural, a la unidad, al crecimiento, al desarrollo integral de la persona y a su

vocación[18]. Los verdaderos líderes, servidores de Dios, no se dejan guiar por mundanoscriterios, sino que obran lejos de los complejos e inseguridades; han de obrar desde el corazónde Jesús, en la libertad de los hijos de Dios, para la comunión Trinitaria y eclesial.

Creo que siempre que ejerzamos la autoridad en nombre de Dios, se ha de tomar con mucharesponsabilidad, no sólo viendo hacia sí, sino desde la Trinidad y desde la situación de aquelsobre el que caerá el efecto del ejercicio de la autoridad, y ponernos en actitud orante al estilo desanta Isabel de la trinidad: “Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente demi mismo para establecerme en Ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en laeternidad; que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de Ti, mi inmutable, sino que cadaminuto me lleve más lejos en la profundidad de tu misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu

Cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que

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yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tuacción creadora (Oración de la beata Isabel de la Trinidad)”[19].

3. La Iglesia visibilizada en la Eucaristía

Finalmente, tanto la referencia al Crucificado, como la alusión, que hace el Vaticano II a laIglesia como “sacramento de comunión”, nos permiten relacionar el carácter sacramental de laIglesia, “sacramento-raíz”, con la “plenitud de lo sacramental” que es la Eucaristía,“Comunión”, con Jesucristo, con el Padre de Jesucristo y con el Paráclito, y con la Iglesia, concada uno de los discípulos de Jesús. De aquí la afirmación del gran teólogo De Lubac: “LaIglesia hace la eucaristía y la eucaristía hace a la Iglesia”, la eucaristía es comunión con Dios ycon el hermano.

Esto quiere decir que la eucaristía no existe sólo como un simple acto de culto agradable a Dios,que se ofrece para la reconciliación y la vida del mundo, sino que al ser cristificado el creyenteal comulgar, ha de hacer de sus relaciones con sus hermanos, relaciones eucarísticas, en las que

se entrega la vida para la liberación integral del hermano, y esto principalmente de losresponsables de la comunidad, de los que íntimamente celebran y ofrecen la eucaristía, han dehacer que en ella las relaciones no sean relaciones de dominio, sino relacioneseucarísticas[20]. En definitiva, la eucaristía nos une con el Cristo Total al comulgar con CristoCabeza y Salvador del Cuerpo, vivificado por el Espíritu Santo.

En efecto, la eucaristía, renueva, fortifica, profundiza la incorporación a la Iglesia realizada ya por el bautismo. “Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1 Co 10, 16-17): “Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros deCristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramentovuestro. Respondéis «amén» (es decir, «Si», «es verdad») a lo que recibís, con lo que,respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir «el Cuerpo de Cristo», y respondes «amén». Por lotanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu «amén” sea también verdadero”[21]. Y elSanto de Hipona añade: y añade, “Si ustedes son el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre lamesa del Señor está el misterio que son ustedes mismos y reciben el misterio que son ustedes”.Y concluye diciendo que “el que recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de la paz,no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio contra sí”[22].

En efecto, el misterio eucarístico es el corazón de la vida eclesial y el centro del ministerio delsacerdote; que no se limita a la celebración eucarística, sino que también implica, como se diceen le capítulo anterior, “un servicio que va desde el anuncio de la Palabra, a la santificación de

los hombres a través de los sacramentos y a la guía del pueblo de Dios en la comunión y en elservicio[23]. Por tanto, la celebración eucarística es el centro del proceso de crecimiento de laIglesia. , pues la Iglesia se edifica a través de la comunión sacramental con el Hijo de Diosinmolado por todos.

Por consiguiente, con la comunión eucarística la Iglesia consolida también su unidad comocuerpo de Cristo, porque el pan que partimos es comunión con el cuerpo de Cristo al participar del mismo pan (Cfr. 1 Co 10, 16-17). San Juan Crisóstomo señala que así como el pan es sólouno, por más que esté compuesto de muchos granos de trigo; de la misma manera, tambiénnosotros estamos unidos recíprocamente unos a otros y, todos juntos, con Cristo[24]. En efecto,“nuestra unión con Cristo, que es don y gracia para cada uno, hace que en Él estemos asociados

también a la unidad de su cuerpo que es la Iglesia. La Eucaristía consolida la incorporación aCristo, establecida en el Bautismo mediante el don del Espíritu (cf. 1 Co 12, 13.27)”[25]. Por 

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ello, la acción conjunta e inseparable del Hijo y del Espíritu Santo, que está en el origen de laIglesia, de su constitución y de su permanencia, continúa en la Eucaristía, para hacer de losfieles cristianos, almas eucarísticas. 

Si la Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía, hay, por tanto, una relación

sumamente estrecha entre una y otra; a tal grado que se puede aplicar tanto a la Eucaristía comoa la Iglesia el Símbolo niceno-constantinopolitano, “una, santa, católica y apostólica”, y,guardando la debida distancia, de cada fiel cristiano se de decir también, lo mismo: estamosllamados a ser signos de la Iglesia, sacramento universal de salvación; y esto lo haremos real enla medida en que seamos constructores de la unidad, santos, apóstoles y realmente católicos.

[1] Cfr. CIgC 219

[2] CIgC 458

[3] Cfr. CIgC 424;

[4] LG 5

[5] LG 3; Cfr. CIgC 763

[6] LG 3

[7] Cfr. CIgC 766

[8] Ocariz-Mateo Seco-

Riestra, El misterio deJesucristo, EUNSA,Pamplona, 2001, p. 20-21.

[9] CIgC778

[10] Cfr. CIgC 871; CIC204, 1; LG 31.

[11] Cfr. CIgC 872; CIC208; LG 32.

[12]Cfr. LG 33

[13] AA 2; Cfr. CIgC 873.

[14] AA 2

[15] CIC, 207, 2; Cfr. 873

[16] LG 2.

[17] CIgC 1108

[18] Cfr. CIgC 2235

[19] CIgC 260

[20] Hans Kung, LaIglesia. Herder, Barcelona4 1975, 119.

[21] S. Agustín, serm. 272;Cfr. CIgC 1396

[22] SAN AGUSTÍN,Sermón 272: PL 38, 1247-

1248.

[23] Cfr. CASTRO F,Tesis de licenciatura:identidad del sacerdotecomo evangelizador y

  pastor en el recientemagisterio de la Iglesia, p.79.

[24] Cfr. Homilías sobre la1 Carta a los Corintios, 24,2: PG 61, 200

[25] JUAN PABLO II,carta Enc. Ecclesia deEucharistia, sobre laeucaristía en su relacióncon la iglesia, 23, 1

CAPÍTULO II

CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA

La Iglesia una, santa, católica y apostólica, ha sido edificada por Jesucristo sobre la piedra, quees Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos,y, a la vez, comunidad espiritual, Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra

e Iglesia enriquecida por bienes celestes; germen y comienzo del reino de Dios[1]. La únicaIglesia de Cristo, por tanto, está “constituida y ordenada en este mundo como una sociedad,

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subsiste en la Iglesia católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunióncon él”[2].

Por su parte, la Lumen Gentium, en el número 18, enseña que “en orden a apacentar el Pueblode Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios

ordenados al bien de todo el Cuerpo. Porque los ministros que poseen la sagrada potestad estánal servicio de sus hermanos, a fin de que todos cuantos son miembros del Pueblo de Dios ygozan, por tanto, de la verdadera dignidad cristiana, tiendan todos libre y ordenadamente a unmismo fin y lleguen a la salvación”[3].

Por consiguiente, vemos claramente que la jerarquía de la Iglesia, no es en atención a undominio de unos sobre otros, o asuntos de grandeza o nobleza, sino en bien de todo su Cuerpomístico, que todos lleguen al conocimiento de la verdad y se salven. Así, el Magisterio de laIglesia, siempre ha enseñado, que “Jesucristo, eterno Pastor, edificó la santa Iglesia enviando asus Apóstoles como Él mismo había sido enviado por el Padre (Cfr. Jn., 20,21), y quiso que lossucesores de éstos, los Obispos, hasta la consumación de los siglos, fueran los pastores en su

Iglesia. Pero para que el episcopado mismo fuera uno solo e indiviso, estableció al frente de losdemás apóstoles al bienaventurado Pedro, y puso en él el principio visible y perpetuofundamento de la unidad de la fe y de comunión”[4].

Esta doctrina de la institución jerárquica de la Iglesia es objeto de fe sólida de todos los fieles,que han de creer y profesar y “declarar la doctrina acerca de los Obispos, sucesores de losapóstoles, los cuales junto con el sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de toda laIglesia, rigen la casa de Dios vivo”[5]. 

Por ello, los Apóstoles tienen, como Jesús, una función de profetas, sacerdotes y guías delPueblo de Dios. Proclaman la Buena Noticia. Es la misión primordial, según San Pablo (Cfr. 1Co 1, 17; 9, 16). Buscarán colaboradores para la acción caritativa, reservándose la tarea de laPalabra (Cfr. Hch 6, 1-4). Santifican a los nuevos fieles mediante el sacramento del Bautismo(Cfr. Mc 16, 16; Hch 2, 41; 8, 36-38), la celebración de la Eucaristía (Cfr. Lc 22, 19; 1 Co 11,24-26; Hch 2, 42), el perdón de los pecados (Cfr. Jn 20, 21-23), la imposición de manos comotransmisión de un don del Espíritu Santo (Cfr. 1 Tm 5, 22; 2 Tm 1, 6-7). Dirigen la Comunidadcristiana, no a la manera despótica, sino como quien “sirve” (Cfr. Mc 10, 41-44; Lc 22, 25-26;Hch 1, 17.25; 20, 24; 21, 19). Así dirigen la Comunidad de Jerusalén desde el día de Pentecostés(Cfr. Hch 2, 37-42), aunque no dejan de escuchar las intervenciones de los “ancianos” y de todala Asamblea, incluso en asuntos tan graves como los que se plantean en el “Concilio deJerusalén” en relación con el valor de las prácticas judías (Cfr. Hch 15, 9. 22-29). En casos de

conflicto, como los problemas surgidos en Corinto ante la diversidad de carismas (Cfr. 1 Co 12-14), hacen valer su autoridad. 

1. El sacerdocio común

Ha sido también mérito del Vaticano II resucitar la doctrina del sacerdocio común, que tantaimportancia ecuménica tiene, por tratarse de un tema muy querido por los hermanos separados.

El pueblo de la nueva alianza, es todo él un pueblo de sacerdotes. En todos los cristianos seencuentra, en efecto, la capacidad para ofrecer a Dios un culto que le agrade: la propia vida. Dehecho, Cristo no ofició en una catedral. Su sacrificio tuvo lugar al aire libre y consistió en dar la

vida (Cfr. 1 Pe 2,2-5; Rom 12,1; Flp 2,17; Heb 9,1314…). Además, en la asamblea eucarística,todos han de considerarse sacerdotes, en plena comunión con el Sacerdote único, en el sacerdote

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ministerial, todos ofrecen la eucaristía. De ahí la diferencia arquitectónica existente entre eltemplo judío, en cuyo santuario sólo podían entrar los sacerdotes, y los templos cristianos,amplios, donde penetra toda la comunidad. Eso no significa, evidentemente, que en lacelebración de la eucaristía todos puedan hacer las mismas cosas. Cada uno tiene un “servicio”o “ministerio” particular. En efecto, “en las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o

simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde”[6].

El Concilio precisó que la diferencia entre el sacerdocio común y el sacerdocio ministerial o presbiterado no es de grado, sino de esencia[7]. No podía ser de otra forma. Si fuera unadiferencia de grado, los clérigos serían cristianos mejores y más completos.

  Naturalmente, quienes reciben el sacramento del orden no dejan de estar revestidos delsacerdocio primordial. Por eso debe decirse “sacerdocio común”, y no “sacerdocio de loslaicos”. 

a) Corresponsabilidad 

Recién terminado el Concilio, el cardenal Suenens escribía en un libro titulado “Lacorresponsabilidad en la Iglesia de hoy”, que pronto se hizo famoso: “Si se me preguntara cuáles el “germen de vida” más rico en consecuencias pastorales que se debe al Concilio,respondería sin dudarlo: el haber vuelto a descubrir al pueblo de Dios como una totalidad y, enconsecuencia, la corresponsabilidad que de aquí se deriva para cada uno de sus miembros”[8].

En consecuencia, la misión específica del laico es edificar el Reino de Dios gestionando losasuntos temporales[9]. Como escribió Lavisse, “ser laico es creer que la vida vale la penavivirse, amar esta vida, rehusar la definición de la tierra como valle de lágrimas, no admitir quelas lágrimas sean necesarias y bienhechoras, es librar la batalla contra el mal en nombre de la

 justicia”[10]. En cambio, la misión específica del presbítero es presidir la comunidad cristiana.

Sería incorrecto deducir de lo anterior una especie de “reparto de tareas”, que se enunciara máso menos así: el mundo para los laicos y la Iglesia para los clérigos. Eso daría lugar a un nuevoclericalismo, justificado esta vez con argumentos “progresistas”. Hay que decir con claridad quemisión “específica” no significa misión “exclusiva”.

Una cosa es que el presbítero presida la comunidad cristiana y otra muy distinta es que seconvierta en una especie de “hombre orquesta”, que toca todos los instrumentos a la vez.También el laico es responsable de la comunidad cristiana, y debe ejercer esa responsabilidad en

la medida que no perjudique su misión específica, ni atropelle lo propio del pastor ordenado.Algunos se sentirán llamados especialmente a anunciar la palabra de Dios, lo cual puede hacersea través de medios muy diversos: la instrucción catequética, la enseñanza religiosa escolar, losmedios de comunicación social y las conferencias.

La renovación litúrgica ha multiplicado también los ministerios laicos: schola cantorum,lectores, salmista, comentadores, maestro de ceremonias, el que acoge a los fieles a la puerta dela iglesia, ministros extraordinarios de la comunión que la llevan a los enfermos, etc. Por último,la pastoral del servicio cristiano -que abarca no sólo las obras asistenciales, sino también las de

 promoción humana y la construcción de un orden justo- ofrece a los laicos unas posibilidades detrabajo inagotables. El Concilio Vaticano II llegará a decir que “el miembro que no contribuye

según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para la Iglesia y para sí mismo”[11].

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Por su parte, también el presbítero es responsable de los asuntos temporales e, igualmente, debeejercer esa responsabilidad en la medida que no perjudique a su misión específica. El perjuicio

  podría venir por el tiempo disponible y por la posibilidad de comprometer en opciones partidistas la representatividad de Cristo y de la comunidad cristiana que ostenta. Por eso, suforma específica de servir a la sociedad, más que la acción directa, debe ser la animación y el

acompañamiento teológico de los laicos que han asumido responsabilidades en la vida pública.

Así, pues, no cabe decir: “El mundo para los laicos y la Iglesia para los clérigos”. Hay unaforma específicamente laical de compromiso en el mundo y en la Iglesia, así como hay unaforma específicamente presbiteral de compromiso en la Iglesia y en el mundo.

b) La Iglesia universal, una comunión de Iglesias locales

A diferencia del Vaticano I, que ponía en el centro la Iglesia universal, que luego se dividía en parcelas más pequeñas (las diócesis), el Vaticano II pone en el centro las Iglesias particulares olocales y concibe a la Iglesia universal como una comunión de todas ellas. La relación existente

entre las Iglesias particulares y la Iglesia universal no es fácil de explicar, porque carece deanalogías en otro tipo de colectividades. No es cierto, por ejemplo, que las Iglesias particularessean meras sucursales de la Iglesia universal, como si ésta existiera con anterioridad a ellas ytomara después la decisión de dividirse en porciones más manejables. Pero tampoco es ciertoque existan primero las Iglesias particulares y en un segundo momento decidieran reunirse enuna especie de federación que sería la Iglesia universal.

La Iglesia, y no simplemente una parte de ella, está presente en todas y cada una de las Iglesias particulares. Pablo, por ejemplo, no se dirige a la Iglesia de Corinto, sino “a la Iglesia de Diosque está en Corinto” (1Co 1, 2)[12]. Lo mismo hace san Ignacio de Antioquía: “A la Iglesia deDios que está establecida en Filadelfia del Asia”. Orígenes utilizará igualmente esas mismasfórmulas: “La Iglesia de Dios que está en Corinto, en Alejandría…”.

La primera consecuencia de que las diócesis no sean en modo alguno sucursales de la Iglesiauniversal es que los obispos tampoco son delegados del Romano Pontífice. Ellos ejercen una

 potestad propia[13]. Otra consecuencia de que la Iglesia universal está presente en cada Iglesia particular es que la misión de los obispos, a partir del momento en que se les encomienda unaIglesia particular, incluye también, como una dimensión connatural, la “solicitud por la Iglesiauniversal”[14]. San Agustín, por ejemplo, a pesar de que las doctrinas de Pelagio apenasturbaban su pequeña diócesis africana, en cuanto supo de la influencia que ejercían en orienteemprendió la lucha intelectual contra la nueva herejía. Hoy esa “solicitud por la Iglesia

universal” se expresa mediante el ejercicio de la colegialidad episcopal, de la que más adelantehablaremos.

2. Constitución jerárquica de la Iglesia

Como hemos anotado más arriba, como introducción general, en el lenguaje teológico eltérmino jerarquía designa, pues, a la Iglesia como institución articulada que, según la unidadestructurada de cuerpo y cabeza, hace presente al Señor invisible; dicho en otras palabras, ensentido personal, designa a aquellos que en nombre de Cristo y con su autoridad ejercen en laIglesia el oficio de pastores como maestros de la fe, sacerdotes del culto sagrado y ministros delgobierno. Tales son en primer lugar los obispos, unidos entre sí bajo la autoridad del obispo de

Roma, sucesor de Pedro.

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El canon 6 del decreto tridentino sobre el sacramento del orden[15] afirmó que en la Iglesia estáinstituida por ordenación divina la sagrada jerarquía, que consta de obispos, presbíteros yministros (no se menciona explícitamente a los diáconos). La tradición teológica distinguía una

  jerarquía “de orden” (transmitida mediante la sagrada ordenación) y una jerarquía “de jurisdicción” (conferida mediante mandato de la autoridad superior). Hoy se afirma con más

claridad que el orden sagrado es el presupuesto indispensable para toda auténtica jurisdicción enla Iglesia.

El tercer capítulo de la Constitución sobre la Iglesia del Vaticano II, titulado  La constitución jerárquica de la Iglesia, hemos dicho, enseña que “el ministerio eclesiástico de institucióndivina se ejerce en diversos órdenes por los que va desde antiguo se llaman obispos, presbíterosy diáconos”[16].

3. La jerarquía está al servicio del pueblo de Dios

Decía san Agustín: “El Señor me ha hecho esclavo del pueblo de Hipona”. Con ello expresaba

un aspecto fundamental de la eclesiología: la autoridad como ministerio, como servicio. Enefecto, el orden sacerdotal en cualquiera de sus grados es ministerial: “ésta función, que elSeñor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio”[17].

En consecuencia, no podemos olvidar que uno de los riesgos o tentaciones de toda autoridadconsiste en olvidar su función de centro de unidad de la Diócesis o de la Parroquia, paraconvertirse en instrumento de dominio. Como hemos señalada anteriormente, Jesús enseñó a susapóstoles a mirar su función de autoridad como un servicio: los jefes de las naciones quierenque se les mire como a bienhechores y señores; pero sus apóstoles, siguiendo su ejemplo,deberán hacerse servidores de todos (Cfr. Mc 10, 42-43). “El Señor dijo claramente que laatención prestada a su rebaño era prueba de amor a El”[18].

Los apóstoles y sus sucesores tienen una autoridad recibida de Cristo, pero han de ejercerlasiempre al servicio de la fe y de la caridad de todo el pueblo de Dios. Su oficio es servir a todoel pueblo de Dios promoviendo la comunión en la fe y en la caridad. La palabra “ministerio”con que se designa la función de los obispos, sacerdotes y diáconos en la Iglesia alude a estaidea de servicio. Su vida ha de ser la de fieles servidores de Cristo, de quien han recibido lamisión, y la de servidores del pueblo de Dios y de todos los hombres a imitación de Cristo [19].

Por consiguiente, la actitud de los Apóstoles y sus sucesores y los que participan del poder deJesús, ha de ser consecuente con la voluntad de Cristo que quiere que permanezca para siempre

en la Iglesia aquella vida de comunión en la fe, en los sacramentos y en la caridad, a cuyoservicio ha instituido el ministerio apostólico[20] en las siguientes dimensiones: servicio de laPalabra (Magisterio Profético), servicio de la celebración Litúrgica (Sacerdocio) y servicio de laComunidad Eclesial (Gobierno Pastoral). Por tanto, la razón de ser de la jerarquía es la caridad

 pastoral, amar y pervivir al estilo de Jesús: ha sido instituida por Jesucristo al servicio del pueblo de Dios[21].

4. La parroquia

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  “Como no le es posible al Obispo, siempre y en todas partes, presidir personalmente en suIglesia a toda la grey, debe por necesidad erigir diversas comunidades de fieles. Entre ellassobresalen las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces del Obispo,ya que de alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por todo el orbe. De aquí lanecesidad de fomentar teórica y prácticamente entre los fieles y el clero la vida litúrgica

  parroquial y su relación con el Obispo. Hay que trabajar para que florezca el sentidocomunitario parroquial, sobre todo en la celebración común de la Misa dominical”[22].

En efecto, prescribe el canon 374 que toda diócesis ha de dividirse en parroquias y que, parafacilitar la cura pastoral mediante una acción común, varias parroquias cercanas entre sí puedenunirse en arciprestazgos, decanatos y foranías.

El CIC describe la parroquia en el canon 515 § 1 como “una determinada comunidad de fielesconstituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad delObispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio”. Por tanto, erigir 

  parroquias, así como también suprimirlas o introducir modificaciones en ellas, compete al

Obispo diocesano, que deberá oír previamente al consejo presbiteral[23].

Es necesario, pues, que todos redescubramos el verdadero rostro de la parroquia; o sea, el“misterio” mismo de la Iglesia presente y operante en ella. Aunque a veces le falten las personasy los medios necesarios, aunque otras veces se encuentre desperdigada en dilatados territorios ocasi perdida en medio de populosos y caóticos barrios modernos, la parroquia es “la familia deDios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad”, es “una casa de familia, fraternay acogedora”, es la “comunidad de los fieles”.

El venerado Juan Pablo II, en “Parroquia urbana, comunidad de personas”, dice que “esnecesario reafirmar la importancia y la validez de la Parroquia; porque es una institución quehay que conservar como expresión normal y primaria de la cura de almas.

Hay necesidad de que la Parroquia redescubra su función específica de comunidad de fe y decaridad. Eso quiere decir: hacer de la evangelización el perno de toda la acción pastoral, comoexigencia prioritaria, preeminente, privilegiada. La Parroquia es la primera comunidad eclesial;después de la familia, es la primera escuela de la fe, de la oración, de las costumbres cristianas.Es el primer órgano de acción pastoral y social, sede primera de la catequesis.

Es necesario profundizar no sólo en la vida y misión del pastor de almas, sino también en la parroquia como una verdadera comunidad eclesial que anuncia y enseña el Evangelio, toda la

misión de Jesús de forma integral, dinámica y sostenida; un espacio donde los files encuentrensu hogar propio, donde se encuentra con Padre Dios y los hermanos para celebrar la Eucaristía, para acoger la Palabra de Dios, y vivir la caridad mediante las obras de misericordia corporalesy espirituales.

Para lograr este cometido hace falta una más estrecha, orgánica y personal colaboración detodos los componentes de la Parroquia con el propio pastor. En modo particular, potenciar ycualificar todas las fuerzas vivas: vicarios, religiosos, religiosas y laicos, para aquellos serviciosque no requieren la función del sacerdocio ministerial, para una penetración misionera en losámbitos de los que están cerca y de los que están lejos. Los laicos no son solamentedestinatarios del ministerio pastoral, sino obreros activos, por vocación nativa; por tanto, al

dejarles participar en la misión de Jesús en la parroquia, no les hace el párroco ningún favor, essu derecho y es su deber; son discípulos y misioneros por su bautismo y la confirmación.

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5. ¿Cómo debe ser la parroquia hoy?

Según J. L. Larrabe, la teología de la parroquia debe realizarse desde estas claves:

- Es sacramento de Cristo, para unir los hombres con Dios y los hombres entre sí. Por eso nosreunimos en nombre de Jesucristo resucitado, presididos por el Padre, animados por el EspírituSanto, en torno al sacramento de la Eucaristía.

- La parroquia es servidora de la Palabra de Dios: la escucha, la acoge y la hace vida.

- La parroquia se edifica y se sustenta sobre el fundamento de los sacramentos. Principalmente,la Eucaristía, que anticipa la salvación definitiva y es el signo de comunión, compromiso ycorresponsabilidad entre todo el Pueblo de Dios.

- La parroquia es testimonial y misionera y, siendo levadura, luz y sal en la masa (Mt 5,13),debe salir al encuentro principalmente de los más pobres.

- Todos somos responsables de la parroquia, porque no es un lugar o piedras muertas. Es elPueblo de Dios, como piedras vivas, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.

- La parroquia debe ser y estar abierta y sin fronteras, en comunión con toda la Iglesia, haciendovisible su nota de catolicidad.

- La parroquia, participando de la comunión de los santos y acompañados de María, hace visibley transparente al Señor de la Historia hasta que Él vuelva.

Si se pregunta, además, por las notas que debe tener una parroquia, en resumen remitiríamos alo expresado en los Hechos de los Apóstoles:

- Comunidad de comunidades, donde se escuchaba y vivía de la Palabra (Hc 2,42).

- Vivían en comunión con Dios (Hc 2,42) y entre sí (Hc 4,32-35), teniendo todo en común (Hc2,42). Siendo un solo corazón y una sola alma, y no padeciendo nadie necesidad (Hc 4,32-35).

- Comunidad eucarística (Hc 2,46).

- Comunidad gozosa y alegre (Hc 2,46).

- Comunidad misionera (Hc 2,48).

- Comunidad con diversos carismas y ministerios.

Por todo ello, decimos que la parroquia tiene que ser:

Presencia viva y transparente de Cristo. – Modelo de vivencia eclesial.

Luminoso ejemplo de corresponsabilidad. – Verdadera vivencia de comunión para la misión. – Preocupada por el crecimiento personal y comunitario de la fe.

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Signo testimonial de profetismo, especialmente para los más necesitados.

En resumen, a la pregunta ¿qué tiene que ser y hacer la parroquia hoy?, la respuesta es sencilla:que la parroquia sea de verdad lo que está llamada a ser. Aunque es el lugar más tradicional yaccesible para todos, y la institución eclesial más universal, secular y perdurable, tiene, sin

embargo, sus limitaciones:

- No es toda la Iglesia particular (en ella, pero más allá de ella se sitúan las comunidades de base, movimientos laicales, prelaturas, Institutos de vida consagrada, ordinariato castrense…).

- No tiene todos los carismas con que el Espíritu Santo dota a su pueblo.

- Ni es capaz por sí misma de realizar toda la misión evangelizadora de la Iglesia (no llega aalgunos “ambientes”: mundo obrero, universidad, etc.).

Para que esto sea una realidad, necesita una nueva mentalidad. Señaló un decálogo para seguir 

caminando en ese sentido:

- Parroquia diocesana, y no feudal o autónoma.

- Comunidad de seguidores de Jesús, en lugar de estación de servicios.

- Conversión permanente, personal y comunitaria, en lugar de instalación.

- Comunidad de comunidades vivas y responsables, en lugar de masa amorfa.

- Corresponsabilidad de todos, en lugar de clericalismo.

- Pastoral de misión y evangelización, en lugar de mantenimiento.

- Apertura a lo social, en lugar de ghetto cerrado.

- Corresponsabilidad comunitaria, en lugar de religiosidad sociológica.

- Confianza en el Espíritu, en lugar de miedo, resignación, inhibición e inercia.

- Comunidad de Bienaventuranzas, en lugar de privilegios, poderes o prestigio.

Se necesitan, igualmente, nuevas actitudes:

- Del culto al “yo”, al sentido comunitario y fraterno.

- De la incomunicación, a la apertura (personal y comunitaria).

- De la obsesión por la eficacia (hacer cosas), a la preocupación por la pedagogía (hacer  personas y comunidades).

- Del egoísmo (lo mío), a la generosidad de compartir.

- De la enemistad, envidia, recelo y confrontación, a la estima, confianza y cercanía.

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- De la amargura de la crítica sistemática, negativa y destructiva, a la corrección fraterna yayuda mutua.

- Del miedo al futuro, a la confianza en el Espíritu.

- Del protagonismo personal o de mi grupo, al servicio generoso

- Todo ello con buena dosis de amor, humor y paciencia: no querer todo de inmediato y a corto plazo.

[1] Cfr. Pablo VI, Credodel Pueblo de Dios, 19.

[2] LG 8

[3] LG 18, 1

[4] LG 18, 2

[5] Ibidem

[6] SC 28.

[7] Cfr. LG 10 b

[8] León-Joseph Suenens,

La corresponsabilidad enla Iglesia de hoy. Desclée

de Brouwer, Bilbao, 1969,27.

[9] Cfr. LG 31 b; EN 70

[10] Cit. en Y. M. Congar,

Jalones…, 41.

[11] AA 2a

[12] Cfr. CIgC 752

[13] Cfr. LG 27 a

[14] LG 23 b

[15] Cfr. DS 1776[16] LG 28

[17] Cfr. LG 24

[18] S. Juan Crisóstomo.sac. 2, 4: cf. Jn 21. 15-17

[19] Cfr. CIgC 1551

[20] Cfr. CIgC 553

[21] Cfr. CIgC 874, LG18

[22] SC 42

[23] Cfr. Instituto Martínde Azpilcueta, Manual de

Derecho Canónico,EUNSA, Pamplona 1991, p. 398

CAPÍTULO III

LOS FIELES LAICOS: OBLIGACIONES Y DERECHOS

La misión de Cristo–Sacerdote, Profeta-Maestro, Rey-Pastor, continúa en la Iglesia. Todos, todoel Pueblo de Dios es partícipe de esta triple misión, en estrecha corresponsabilidad entre susmiembros: Obispos, sacerdotes y fieles laicos[1].

Los bautizados, como sacerdotes, están unidos a Cristo y a su sacrificio en el ofrecimiento de símismos y de todas sus actividades: todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, lavida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso espiritual y corporal, si son hechos enel Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, seconvierten en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (Cfr. 1 P 2, 5), que en lacelebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del

Cuerpo del Señor. De este modo también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúansantamente, consagran a Dios el mundo mismo.

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La participación en el oficio profético de Cristo, que proclamó el Reino del Padre con eltestimonio de la vida y con el poder de la palabra, habilita y compromete a los fieles laicos aacoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar endenunciar el mal con valentía.

Por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos viven la realeza cristiana,antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (Cfr.Rm 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismoJesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (Cfr. Mt 25, 40).

La dignidad sacerdotal, profética y regia de los fieles laicos tiene su raíz en el Bautismo; sedesarrolla en la Confirmación, y se cumple y se alimenta en la Eucaristía. Esta participación esun don dado a cada uno de los fieles laicos por formar parte del único Cuerpo del Señor . “Enefecto, Jesús enriquece con sus dones a la misma Iglesia en cuanto que es su Cuerpo y suEsposa. De este modo, cada fiel participa en el triple oficio de Cristo porque es miembro de laIglesia; tal como enseña claramente el apóstol Pedro, el cual define a los bautizados como «el

linaje elegido, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo que Dios se ha adquirido» (1 P 2, 9).Precisamente porque deriva de la comunión eclesial, la participación de los fieles laicos en eltriple oficio de Cristo exige ser vivida y actuada en la comunión y para acrecentar estacomunión…”[2].

Por consiguiente, en la vocación sacerdotal de un Pastor ha de haber un lugar especial para loslaicos y para su “laicidad”, que es también un gran bien de la Iglesia. Esta actitud acogedora essigno de la vocación del sacerdote como Pastor [3].

Los cristianos laicos, hombres y mujeres, son mayoría en la comunidad eclesial. Su misión particular está dentro de las realidades temporales y de la Iglesia, cumpliendo tareas propias queno requieren la ordenación presbiteral. “Los laicos tienen como vocación propia el buscar elReino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios… A ellos demanera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las queestán estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen ysean Para alabanza del Creador y Redentor”[4].

Estas tareas se derivan del sacramento del Bautismo y de la Confirmación y se alimentan ynutren de la Eucaristía. Participan de la función profética, sacerdotal y regia de Cristo, de

 palabra y con sus obras; santificándose a sí mismos en la vida conyugal o como célibes, y en elejercicio de las más diversas actividades sociales, políticas, económicas, culturales, científicas,

artísticas y educativas.El sacerdote ha de promover la formación y participación de los laicos, capacitándolos paraencarnar el Evangelio en las situaciones especificas, donde viven y actúan[5].

Los fieles laicos han de estar cada vez más convencidos del particular significado que asume elcompromiso apostólico en su parroquia, en íntima unión con sus sacerdotes.  

En la participación apostólica de los laicos en la comunidad parroquial, el párroco no les haceningún favor, ni estos al sacerdote; ellos “están encargados por Dios del apostolado en virtud del

  bautismo y de la confirmación, y por eso tienen la obligación y gozan del derecho,

individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino desalvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la Tierra; esta obligación es

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tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír elEvangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sinella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plenaeficacia”[6]. 

A la luz de este imperativo misionero ha de medirse la validez de los Organismos,Movimientos, parroquias u obras de apostolado de la Iglesia. Sólo haciéndose misionera lacomunidad cristiana podrá superar las divisiones y tensiones internas y recobrar su unidad yvigor de fe[7].

1. Obligaciones de los fieles laicos

Todos los fieles tienen la obligación de conservar siempre, incluso en su modo de obrar, lacomunión con la Iglesia. Para esto es necesario que cumplan con cuidado los deberes que tienentanto con la Iglesia universal como con la Iglesia particular. Deben esforzarse también parallevar una vida santa, promover el continuo crecimiento y santificación de la Iglesia[8].

En especial, deben trabajar en la evangelización, para que el mensaje divino llegue a todos loshombres de todos los tiempos, y seguir con obediencia cristiana lo que, los pastores declarancomo maestros de doctrina o establecen como rectores de la Iglesia. En algún caso se ventambién obligados, en razón de sus conocimientos, competencia y prestigio, a manifestar a los

 pastores y a los demás fieles su opinión sobre todo lo que hace al bien de la Iglesia, guardandosiempre la integridad de la fe y de las costumbres y la reverencia a los pastores, teniendo encuenta la utilidad común y la dignidad de las personas[9].

Tienen también la obligación de respetar la buena fama y el derecho a la intimidad de todos losdemás fieles, de socorrer las necesidades de la Iglesia para el desarrollo del culto divino, lasobras de apostolado y de caridad y el honesto sustento de los ministros, de promover la justiciasocial y de ayudar a los pobres con sus propios bienes[10].

Además, tomando como base los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, que los destinanal apostolado, los laicos tienen la obligación de trabajar en la evangelización ya sea en formaindividual o asociada, para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todosen todo el mundo, especialmente en aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos

 pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo. Esta obligación no se agota enanuncio de la Palabra divina. También deben impregnar y perfeccionar el orden temporal con elespíritu evangélico, dando testimonio de Cristo en la realización misma del orden temporal[11].

Aquellos laicos que asumen la vocación y el estado de vida conyugal, tienen que trabajar para laedificación de la Iglesia a través del matrimonio y la familia, y como padres tienen el gravísimodeber de educar cristianamente a sus hijos, según la doctrina enseñada por la Iglesia[12].

Todos los laicos, cualquiera sea la propia vocación y condición, deben formarse en la doctrinacristiana, para que puedan vivirla, proclamarla y defenderla, ejerciendo lo que les toca en elapostolado. Cuando asumen un servicio especial en la Iglesia, tienen el deber de formarse para

 poder desempeñarlo debidamente, con conciencia, generosidad y cuidado[13].

2. Derechos de los files laicos

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Los fieles, cuando ejercen sus derechos, ya sea en forma individual o asociados a otros, han decontemplar y conservar el bien común de la Iglesia, los derechos ajenos y sus propios deberesrespecto a otros[14].

En cuanto a los derechos, mencionaremos en primer lugar lo que ya señalamos como un deber,

 pero que constituye también un derecho: trabajar en la evangelización, para que el mensajedivino de salvación llegue a todos los hombres de todos los tiempos[15]. Será necesarioreivindicarlo como derecho, cuando se le niegue a algún fiel la posibilidad de evangelizar, yexigirlo como deber a todos lo que no realicen esta tarea.

Tienen también derecho a manifestarles sus necesidades y deseos, sobre todo espirituales, y demanifestar, tanto a los pastores como a los demás fieles, su opinión sobre lo que afecta al biende la Iglesia[16].

Tienen derecho a recibir de los pastores los bienes espirituales necesarios para vivir su fe, entrelos que se encuentran en primer lugar la Palabra de Dios y los sacramentos, y de tributar culto a

Dios según su propio rito, siguiendo su propia forma de vida espiritual, respetando siempre ladoctrina de la Iglesia, mientras gozan de plena libertad para elegir su estado de vida[17].

Pertenece a todos los fieles el derecho a fundar y dirigir libremente asociaciones con fines de piedad y caridad, así como a reunirse con estos fines, y de promover y sostener actividadesapostólicas según sus propias iniciativas, ya sea en forma personal o asociada[18].

Ya que resulta necesario para vivir una vida congruente con la doctrina evangélica, los fielestienen derecho a una educación cristiana, por la que se los instruya convenientemente, a fin dealcanzar la madurez de la persona humana y el suficiente conocimiento del misterio de lasalvación, que están llamados a vivir. En especial, los que deciden dedicarse a las cienciassagradas, tienen el derecho de gozar de una justa libertad para investigar, así como paramanifestar prudentemente su pensamiento sobre aquello en lo que son peritos, guardandosiempre la debida sumisión al Magisterio de la Iglesia[19].

Finalmente, todos los fieles tienen los derechos que podemos llamar “procesales”, de reclamar ydefender en el fuero eclesiástico sus legítimos derechos, de ser juzgados conforme a las normas

 procesales si son llamados a juicio, y en especial de no ser sancionados con penas canónicas sino es conforme a la ley[20].

Es necesario afirmar que, ya sea en lo que hace a todos estos deberes fundamentales de los

fieles, como en lo que respecta a sus derechos, no se señala diferencia alguna entre el varón y lamujer.

En cuanto a los derechos, mencionamos en primer lugar los que ya señalamos como deberes, pero que son también derechos: trabajar en la evangelización ya sea en forma individual oasociada, y formarse en la doctrina cristiana[21].

Tienen derecho a que los pastores les reconozcan la libertad propia de todos los ciudadanos enlos asuntos terrenos. Al hacer uso de esta libertad, los laicos deben cuidar de actuar siempre conespíritu evangélico y conforme a la doctrina de la Iglesia, pero sin presentar su propia opiniónen materias opinables como doctrina que ésta proclama[22].

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También tienen derecho a asistir a clases y obtener grados académicos en las universidades ofacultades eclesiásticas o bien en los institutos de ciencias religiosas, adquiriendo así unconocimiento más profundo de las ciencias sagradas que allí se enseñan[23].

Y aquellos fieles laicos que de un modo permanente o temporal se dedican a un servicio

especial de la Iglesia, tienen derecho a una conveniente remuneración que responda a sucondición, con la cual puedan proveer decentemente a sus propias necesidades y a las de susfamilias, de acuerdo también con las prescripciones del derecho civil, quedando siempre a salvoque la sola recepción de los ministerios del lectorado o acolitado no confiere derecho a recibir de la Iglesia sustentación o remuneración[24].

Tampoco en estos deberes y derechos de los fieles laicos es posible encontrar diferencias entreel varón y la mujer, que se hallan, por el contrario, en igualdad de condiciones. Siguiendo enesto a otro autor, podemos decir que el gran logro del Código actual, en consonancia con el

 principio de igualdad consagrado por el Concilio Vaticano II, ha sido no tanto lo que dice sobrela mujer, sino lo que no dice. Porque, al tratar de los fieles en general, y de los laicos en

especial, sin distinguir entre el varón y la mujer, se muestra que se ha asumido coherentementeel principio conciliar [25].

[1] JUAN PABLO II, a losrepresentantes del laicadocatólico de Madagascar n2, 30–IV–1989,hablándoles de laimportancia del apostolado

  personal yCorresponsabilidad entrelos files laicos, el obispo yel presbítero en la misiónde la Iglesia: “cuanto más

 participen los laicos en losservicios de la Iglesia, másha de sentir la necesidadde ministros ordenadosque actúen en nombre deCristo Cabeza para reunir a la Iglesia y transmitirle el

Evangelio y lossacramentos. Están a suservicio para permitirlesrealizar su misión de

  bautizados, que es una participación en la funciónsacerdotal, profética y realde Jesucristo. No puedenlos laicos sustituir a lossacerdotes como Pastores,incluso aunque sean

delegados para tal o cualfunción. Tampoco los

sacerdotes pueden trabajar como los laicos en lasantificación del mundo,desde dentro. Sacerdotes ylaicos se “complementanen el servicio de un mismofin: el crecimiento delreino de Dios”.

[2] CL 14

[3] Cfr. JUAN PABLO II,Carta a los sacerdotes, conocasión del Jueves Santo n5 (12-III-1989)

[4] C Ig C 898; LG 31

[5] Cfr. DSD 60

[6] C Ig C 900

[7] Cfr. RM 49

[8] Cfr. CIC 209 y 210.

[9] Cfr. CIC 211 y 212 §§1 y 3

[10] Cfr. CIC 220 y 222

[11] Cfr. CIC 225

[12] Cfr. CIC 226.

[13] Cfr. CIC 229 § 1 y231 § 1.

[14] Cfr. CIC 223 § 1.

[15] Cfr. CIC 211

[16] Cfr. CIC 212 §§ 2 y 3.

[17] Cfr. CIC 213, 214 y219.

[18] Cfr. CIC 215 y 216

[19] Cfr. CIC 217 y 218

[20] Cfr. CIC 221

[21] Cfr. CIC 225 § 1 y229 § 1.

[22] Cfr. CIC 227

[23] Cfr. CIC 229 1 2.

[24] Cfr. CIC 231 § 2 y230 § 1.

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[25] Cfr. J. I. Bañares, Laconsideración de la mujer 

en el ordenamiento canónico, en IC 26 (1986)254.

CAPÍTULO IV

LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN

Los sacramentos instituidos por Cristo y por la Iglesia, que celebramos en la liturgia, afectan alas etapas y a los momentos principales de la vida del hombre, impregnándolos de la graciadivina. Manifiestan la constante presencia salvífica de Dios en la existencia humana y son lacontinuación de la obra de la Redención que Cristo realiza en la Iglesia, con ella y por ella.

Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre recibe la vida nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en “vasos de barro” (2 Co 4,7). Actualmente está todavía “escondidacon Cristo en Dios” (Col 3,3). Nos hallamos aún en “nuestra morada terrena” (2 Co 5,1),sometida al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puedeser debilitada e incluso perdida por el pecado[1].

1. Cristo y la liturgia de los sacramentos

“Cristo el Señor realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios(…) principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección deentre los muertos y de su gloriosa ascensión”234. “Lo que la Iglesia anuncia y celebra en su

liturgia es el Misterio de Cristo” (Catecismo, 1068).

“Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en laque, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, lasantificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros,ejerce el culto público”235. ‘Toda la vida litúrgica de la Iglesia gravita en torno al sacrificioeucarístico y los sacramentos” (Catecismo, 1113).

“Sentado a la derecha del Padre y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es laIglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por Él para comunicar sugracia” (Catecismo, 1084).

2. Efectos y necesidad de los sacramentos

Todos los sacramentos confieren la gracia santificante a los que no ponen obstáculo. Esta graciaes “el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica” (Catecismo, 2003). Además, lossacramentos confieren la “gracia sacramental”, que es la gracia “propia de cada sacramento”(Catecismo, 1129): un cierto auxilio divino para conseguir el fin de cada sacramento.

 No sólo recibimos la gracia santificante, sino al mismo Espíritu Santo. “Por medio de lossacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de

su Cuerpo” (Catecismo, 739)240. El fruto de la vida sacramental consiste en que el EspírituSanto deifica a los fieles uniéndolos vitalmente a Cristo (cfr. Catecismo, 1129).

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Los tres sacramentos del Bautismo, Confirmación y Orden sacerdotal confieren, además de lagracia, el llamado carácter sacramental, que es un signo espiritual indeleble impreso en el alma,

 por el cual el cristiano participa del sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia segúnestados y funciones diversos. El carácter sacramental permanece para siempre en el cristianocomo disposición positiva para la gracia, como promesa y garantía de la protección divina y

como vocación al culto divino y al servicio de la Iglesia. Por tanto, estos tres sacramentos no pueden ser reiterados (cfr. Catecismo, 1121).

Los sacramentos que Cristo ha confiado a su Iglesia son necesarios -al menos su deseo- para lasalvación, para alcanzar la gracia santificante, y ninguno es superfluo, aunque no todos seannecesarios para cada persona.

3. El perdón de los pecados

El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2,1-12), quiso que su Iglesia continuase, en la

fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros.Este es finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de laUnción de los enfermos[2].

El ministerio de la Reconciliación es un acto de curación extraordinario, que el hombre necesita  para estar totalmente sano. Por tanto, estas curaciones sacramentales comienzan por elBautismo, que es la renovación fundamental de nuestra existencia, y pasan por el sacramento dela Reconciliación, y la Unción de los enfermos. Naturalmente, en todos los demás sacramentos,también en la Eucaristía, se realiza una gran curación de las almas. Debemos curar los cuerpos,

  pero sobre todo ?este es nuestro mandato? las almas. Debemos pensar en las numerosasenfermedades, en las necesidades morales, espirituales, que existen hoy y que debemos afrontar,guiando a las personas al encuentro con Cristo en el sacramento, ayudándoles a descubrir laoración, la meditación, el estar en la iglesia silenciosamente en presencia de Dios.

Cristo no sólo nos logró el perdón de los pecados, sino que quiso prolongar este don a través desu Iglesia cuando confirió su poder de perdonar a los apóstoles.

El perdón de los pecados se efectúa dentro de la Iglesia y por lo tanto no se puede recibir sino esen ella y tal y como ella estipula. Ni siquiera el sacerdote es dueño de decidir lo que hay que

 perdonar y cómo hay que hacerlo.

El Bautismo es el primer sacramento que perdona los pecados. La confesión es el siguiente.Cristo quiso ligar el perdón de los pecados a la fe en la Iglesia y a la recepción de manos de éstade ese perdón. Por eso no basta el mero arrepentimiento ni tampoco el atribuirse control sobre el

 bien y el mal o sobre el modo de recibir el perdón.

Tras confesar la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos -que es un aspecto de esa fe, pues significa que creemos que los que fueron miembros de la Iglesia siguen perteneciendo aella después de su muerte-, el Credo nos invita a proclamar nuestra convicción en el perdón delos pecados, un perdón inmerecido por el hombre y otorgado gratuita y generosamente por Diosmediante el sacrificio de Cristo.

“El Símbolo de los Apóstoles, vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el EspírituSanto, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo

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a sus apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados:‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienesse los retengáis, les quedan retenidos’ (Jn 20,22-23)”[3].

La primera conclusión, por lo tanto, es la de que el hombre no tiene poder para perdonar 

 pecados, pues ese poder es exclusivamente divino. Ahora bien, por el sacramento del ordensacerdotal, con la efusión del Espíritu Santo que conlleva, el sacerdote participa de ese poder y,en el nombre de Cristo, puede perdonar los pecados al penitente, siempre que cumpla lascondiciones impuestas por Cristo, es decir aquellas que establece la Iglesia.

Por eso precisamente el Catecismo recuerda que el poder de perdonar está vinculado no sólo a lafe en el poder redentor de Dios sino también a la fe en la Iglesia. Es en la Iglesia donde se recibeel perdón de los pecados, pues la capacidad de perdonar fue conferida por Cristo sólo a susapóstoles, columnas de la Iglesia naciente, y a sus sucesores los apóstoles.

Precisamente porque esta relación entre el perdón y la Iglesia no se tiene en cuenta lo suficiente,

se producen las confusiones y errores que tan frecuentemente se dan hoy en día.

Uno de los errores más comunes es el de creer que el pecador puede absolverse a sí mismo. Lagente lo dice de esta manera: “Yo me confieso con Dios”. Ciertamente, esa “confesión” conDios es el primer paso, pues antes de recibir la absolución de manos del sacerdote es precisohaber hecho “examen de conciencia” y haberle pedido perdón a Dios en lo íntimo del corazón.Pero si Cristo, que es quien establece la posibilidad de que los pecados sean perdonados,hubiera querido que cada uno recibiera el perdón por un mero arrepentimiento interior individual sin medicación humana, es evidente que no habría hablado a sus apóstoles como lohizo.

El segundo error es aquel en el que caen los que consideran que pueden, a su antojo, establecer la moralidad de los actos. La bondad o malicia de las cosas es, según muchos -sacerdotesincluidos- un asunto subjetivo. Ni el laico ni el sacerdote son los dueños de los criterios demoralidad. Es de nuevo la Iglesia la única que está autorizada a perdonar y, precisamente por eso, a establecer qué es lo que ha de ser perdonado, qué está bien y qué está mal.

Otro error frecuente es el que se comete cuando no se respetan las normas establecidas por laIglesia para llevar al cabo el sacramento de la reconciliación. Por ejemplo, cuando algunossacerdotes imparten la absolución colectiva sin confesión personal de los pecados mortales, cosaque está permitida sólo en algunos casos muy extremos que prácticamente nunca se dan. Lo

mismo que en el caso anterior, el sacerdote no es el dueño del poder de perdonar y, por lo tanto,esa absolución no es válida. El sacerdote sólo perdona los pecados cuando lo hace en comunióncon la Iglesia, no cuando se salta las normas que ésta impone.

A la hora de hablar del perdón de los pecados hay que hablar también de los efectos redentoresque tiene el sacramento del Bautismo. “El Bautismo es el primero y principal sacramento del

 perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado por nuestra justificación”[4]. “En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, alrecibir el santo Bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos,que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la falta original, sea de las faltascometidas por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir por expiarlas. Sin embargo, la

gracia del Bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario,

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todavía nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan dellevarnos al mal”[5].

Por lo tanto, el primer sacramento del perdón es el Bautismo, el cual, en el caso de ser recibidode adulto, nos libra no sólo del pecado original sino también de los pecados personales

cometidos sin necesidad de que debamos confesarnos de ellos. Ahora bien, no arranca denosotros la concupiscencia -la inclinación al mal, la seducción de la tentación-, por lo cualtenemos que seguir luchando para mantenernos en el estado de gracia recibido.

Porque el hombre no es capaz de ser siempre fiel a la gracia de Dios y, por lo tanto, peca, es por lo que era necesario que la Iglesia “fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes,incluso si hubieran pecado hasta el último momento de su vida”[6].

La capacidad de perdonar conferida por Cristo a la Iglesia afecta a todo tipo de pecado: “No hayninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar… Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a

cualquiera que vuelva del pecado”[7].

Por último, conviene recordar esta frase de San Agustín: “Si en la Iglesia no hubiera remisión delos pecados, no habría ninguna esperanza”.

[1] CIgC 1420

[2] CIgC 1421

[3] CIgC 976

[4] CIgC 977

[5] CIgC 978

[6] CIgC 979

[7] CIgC 982

CAPÍTULO V

LA SANTA MISA

De todos los temas de Liturgia, el de la Misa es el más importante y el que requiere un estudiomás detenido y amoroso. La Misa se ha de comprender y vivir íntimamente, y quien mejor lacomprenda y mejor la viva, será, indiscutiblemente, el que vivirá más intensa y plenamente lavida cristiana.

Es un deber y a la vez una dignidad -dice el Papa Pío XII- la participación del fiel cristiano en laSanta Misa. Esta participación no debe ser pasiva y negligente, sino activa y atenta. Aún sin ser los fieles sacerdotes, ellos también ofrecen la Hostia divina de dos modos: primero, uniéndoseíntimamente con el sacerdote en ese Sacrifico común, por medio de las ofrendas, por el rezo delas oraciones oficiales, por el cumplimiento de los ritos y por la Comunión Sacramental; y ensegundo lugar, inmolándose a si mismos como víctimas. A ello nos conduce toda la Liturgia dela Misa y a ello tiende la participación activa en la celebración de la misma.

1. El Sacrificio de la Misa

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En la Nueva Ley sólo hay un sacrificio, del cual eran figuras todos los de la Antigua Ley, y élsólo cumple todos los fines de aquellos: es el Sacrificio cruento de Cristo en la Cruz e incruentoen el altar; es decir, el Santo Sacrificio de la Misa. La Misa por lo tanto, es el Sacrificio de la

 Nueva Ley, en el cual se ofrece Jesucristo y se inmola incruentamente por toda la Iglesia, balolas especies del pan y del vino, por ministerio del Sacerdote, para reconocer el supremo dominio

de Dios y aplicarnos a nosotros las satisfacciones y méritos de su Pasión. La Misa, renueva ycontinúa, sin disminuirlo ni aumentarlo, el sacrificio del Calvario, cuyos frutos nos estácontinuamente aplicando. Es, dice Pío XII, como el compendio y centro de la religión cristianay el punto más alto de la Sagrada Liturgia.

Entre el Sacrificio de la Misa y el de la Cruz, sólo hay esas diferencias: que Jesucristo se inmolóallí en un modo real, visible, con derramamientos de sangre, y personalmente, mientras que aquílo hace en forma invisible e incruenta, bajo las especies sacramentales, y por ministerio delSacerdote, allí Jesucristo nos mereció la Redención, y aquí nos aplica sus frutos.

En la Misa Jesucristo es la Víctima y el principal oferente; el segundo oferente es la Iglesia

Católica, con todos los fieles no excomulgados, y su tercer oferente y el ministro propiamentedicho es el sacerdote legítimamente ordenado.

Se ofrece primeramente, por toda la Iglesia militante, pero secundariamente también por toda laIglesia purgante, y para honra de los santos de la Iglesia triunfante.

2. Fines y efectos de la santa misa

La santa misa, como reproducción que es del sacrificio redentor, tiene los mismos fines y produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz. Son los mismos que los del sacrificio engeneral como acto supremo de religión, pero en grado incomparablemente superior. Helos aquí:

1º ADORACIÓN. El sacrificio de la misa rinde a Dios una adoración absolutamente digna deEl, rigurosamente infinita. Este efecto lo produce siempre, infaliblemente, ex opere operato, ( Eltérmino fue definido en el Concilio de Trento en 1547; y significa que la validez del sacramentono puede hacerse depender de la fe o de la santidad del ministro o del sujeto, sino que confierenla gracia por propia e íntima eficacia.) aunque celebre la misa un sacerdote indigno y en pecadomortal. La razón es porque este valor de adoración depende de la dignidad infinita del Sacerdote

 principal que lo ofrece y del valor de la Víctima ofrecida.

Recuérdese el ansia atormentadora de glorificar a Dios que experimentaban los santos. Con una

sola misa podían apagar para siempre su sed. Con ella le damos a Dios todo el honor que se ledebe en reconocimiento de su soberana grandeza y supremo dominio; y esto del modo más perfecto posible, en grado rigurosamente infinito.  Por razón del Sacerdote principal y de la

Víctima ofrecida, una sola misa glorifica más a Dios que le glorificarán en el cielo por toda laeternidad todos los ángeles y santos y bienaventurados juntos, incluyendo a la misma Santísima

Virgen María, Madre de Dios. La razón es muy sencilla: la gloria que proporcionarán a Diosdurante toda la eternidad todas las criaturas juntas será todo lo grande que se quiera, pero noinfinita, porque no puede serlo. Ahora bien: la gloria que Dios recibe a través del sacrificio de lamisa es absoluta y rigurosamente infinita.

En retorno de esta incomparable glorificación, Dios se inclina amorosamente a sus criaturas. De

ahí procede el inmenso valor de santificación que encierra para nosotros el santo sacrificio delaltar.

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Consecuencia. ¡Qué tesoro el de la santa misa! ¡Y pensar que muchos cristianos la mayor partede las personas devotas no han caído todavía en la cuenta de ello, y prefieren sus prácticasrutinarias de devoción a su incorporación a este sublime sacrificio, que constituye el acto

 principal de la religión y del culto católico!

2º REPARACIÓN. Después de la adoración, ningún otro deber más apremiante para con elCreador que el de reparar las ofensas que de nosotros ha recibido. Y también en este sentido elvalor de la santa misa es absolutamente incomparable, ya que con ella ofrecemos al Padre lareparación infinita de Cristo con toda su eficacia redentora.

«En el día, está la tierra inundada por el pecado; la impiedad e inmoralidad no perdonan cosaalguna. ¿Por qué no nos castiga Dios? Porque cada día, cada hora, el Hijo de Dios, inmolado enel altar, aplaca la ira de su Padre y desarma su brazo pronto a castigar.

Innumerables son las chispas que brotan de las chimeneas de los buques; sin embargo, nocausan incendios, porque caen al mar y son apagadas por el agua. Sin cuento son también los

crímenes que a diario suben de la tierra y claman venganza ante el trono de Dios; esto noobstante, merced a la virtud reconciliadora de la misa, se anegan en el mar de la misericordiadivina…» (2)

Claro que este efecto no se nos aplica en toda su plenitud infinita (bastaría una sola misa parareparar, con gran sobreabundancia, todos los pecados del mundo y liberar de sus penas a todaslas almas del purgatorio), sino en grado limitado y finito según nuestras disposiciones. Pero contodo:

a) Nos alcanza de   suyo ex opere operato, si no le ponemos obstáculos -la   gracia actual,-necesaria para el arrepentimiento de nuestros pecados (3). Lo enseña expresamente el conciliode Trento. (D 940).

Consecuencia. -Nada puede hacerse más eficaz para obtener de Dios la conversión de un pecador como ofrecer por esa intención el santo sacrificio de la misa, rogando al mismo tiempoal Señor quite del corazón del pecador los obstáculos para la obtención infalible de esa gracia.

 b) Remite siempre, infaliblemente si no se le pone obstáculo, parte al menos de la pena temporalque había que pagar por los pecados en este mundo o en el otro. De ahí que la santa misaaproveche también (D 940 Y 950). El grado y medida de esta remisión depende de nuestrasdisposiciones. (4)

Consecuencias.-Ningún sufragio aprovecha tan eficazmente a las almas del purgatorio como laaplicación del santo sacrificio de la misa. Y ninguna otra penitencia sacramental puede imponer los confesores a sus penitentes cuyo valor satisfactorio pueda compararse de suyo al de una solamisa ofrecida a Dios. ¡Qué dulce purgatorio puede ser para el alma la santa misa!

3º PETICIÓN. «Nuestra indigencia es inmensa; necesitaamos continuamente luz, fortaleza,consuelo. Todo esto lo encontramos en la misa. Allí está, en efecto, Aquel que dijo: «Yo soy laluz del mundo, yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida. Venid a mí los que sufrís, yyo os aliviaré. Si alguno viene a mí, no lo rechazaré» (5).

Y Cristo se ofrece en la santa misa al Padre para obtenernos, por el mérito infinito de suoblación, todas las gracias de vida divina que necesitamos. Allí está «siempre vivo

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intercediendo por nosotros» (Hebr 7, 25), apoyando con sus méritos infinitos nuestras súplicas y peticiones. Por eso, la fuerza impetratoria de la santa misa es incomparable. De suyo ex opereoperato, infalible e inmediatamente mueve a Dios a conceder a los hombres todas cuantasgracias necesiten, sin ninguna excepción; si bien la colación efectiva de esas gracias se mide por el grado de nuestras disposiciones, y hasta puede frustrarse totalmente por el obstáculo

voluntario que le pongan las criaturas.

«La razón es que la influencia de una causa universal no tiene más límites que la capacidad delsujeto que la recibe. Así, el sol alumbra y da calor lo mismo a una persona que a mil que esténen una plaza. Ahora bien: el sacrificio de la misa, por ser sustancialmente el mismo que el de lacruz, es, en cuanto a reparación y súplica, causa universal de las gracias de iluminación,atracción y fortaleza. Su influencia sobre nosotros no está, pues, limitada sino por lasdisposiciones y el fervor de quienes las reciben. Así, una sola misa puede aprovechar tanto a ungran número de personas como a una sola; de la misma manera que el sacrificio de la cruzaprovechó al buen ladrón lo mismo que si por él solo se hubiese realizado. Cuanto es mayor lafe, confianza, religión y amor con que se asiste a ella, mayores son los frutos que en las almas

 produce».

Al incorporarla a la santa misa, nuestra oración no solamente entra en el río caudaloso de lasoraciones litúrgicas -que ya le daría una dignidad y eficacia especial ex opere operantis

 Ecclesiae-, sino que se confunde con la oración infinita de Cristo. El Padre le escucha siempre:«yo sé que siempre me escuchas» (Io 11, 42), y en atención a El nos concederá a nosotros todocuanto necesitemos.

Consecuencia. No hay novena ni triduo que se pueda comparar a la eficacia impetratoria de unasola misa. ¡Cuánta desorientación entre los fieles en torno al valor objetivo de las cosas! Lo queno obtengamos con la santa misa, jamás lo obtendremos con ningún otro procedimiento. Estámuy bien el empleo de esos otros procedimientos bendecidos y aprobados por la Iglesia; esindudable que Dios concede muchas gracias a través de ellos; pero coloquemos cada cosa en sulugar. La misa por encima de todo.

4° ACCIÓN DE GRACIAS. Los inmensos beneficios de orden natural y sobrenatural quehemos recibido de Dios nos han hecho contraer para con El una deuda infinita de gratitud. Laeternidad entera resultaría impotente para saldar esa deuda si no contáramos con otros mediosqué los que por nuestra cuenta pudiéramos ofrecerle. Pero está a nuestra disposición un

 procedimiento para liquidarla totalmente con infinito saldo a nuestro favor: el santo sacrificio dela misa. Por, ella ofrecemos al Padre un sacrificio eucarístico, o de acción de gracias, que supera

nuestra deuda, rebasándola infinitamente; porque es el mismo Cristo quien se inmola por nosotros y en nuestro lugar da gracias a Dios por sus inmensos beneficios. Y, a la vez, es unafuente de nuevas gracias, porque al bienhechor le gusta ser correspondido.

Este efecto eucarístico, o de acción de gracias, lo produce la santa misa por sí misma: siempre,infaliblemente, ex opere operato, independientemente de nuestras disposiciones.

, puede ser más grato a Dios y útil al hombre; de ahí que deba ser ella la devoción por excelencia del cristiano.

 

3. Valor y frutos de la Misa

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El valor de la Misa, tomado en sí mismo, considerando la Víctima ofrecida y el Oferente principal, que es Jesucristo mismo, es infinito, tanto en la extensión como en la intensidad; si bien, en cuanto a la aplicación de sus frutos, tiene siempre un valor limitado o finito.

La razón de esta limitación es, porque nosotros no somos capaces de recibir una gracia infinita,

y, además porque la Misa no es de mayor eficacia práctica que el Sacrificio de la Cruz, el cual,aunque de un valor infinito en sí mismo considerado, fue y sigue siendo, en su aplicación,limitado. Así lo dispuso Jesucristo, para que de ésta suerte se pudiese repetir frecuentementeeste Sacrificio que es indispensable a la Religión, y también para guardar el orden de laProvidencia, que suele distribuir las gracias sucesiva y paulatinamente, no de una vez. De ahí el

 poder, y aun la conveniencia, de ofrecer repetidas veces por una misma persona el SantoSacrificio.Los frutos de la Misa son los bienes que procura el Sacrificio, y son, con respecto al valor, loque los efectos con respecto a la causa. Tres son los frutos que emanan de la Misa

a) el fruto general, de que participan todos los fieles no excomulgados, vivos y difuntos, y

especialmente los que asisten a la Misa y toman en ella parte más activa;

  b) el fruto especial, de que dispone el Sacerdote en favor de determinadas personas eintenciones, en pago de un cierto “estipendio”; y

c) el fruto especialísimo, que le corresponde al Sacerdote como cosa propia y lo enriqueceinfaliblemente, siempre que celebre dignamente.

Los frutos general y especialísimo se perciben sin especial aplicación, con sólo tener intenciónde celebrar la Misa o asistir a ella, según la mente de la Iglesia; pero, para más interesarse en laMisa e interesar más a Dios en nuestro favor, es muy conveniente proponerse cada vez algún findeterminado, en beneficio propio o del prójimo, o de la Iglesia en general.

Para poder alcanzar el fruto especial es necesaria la aplicación expresa del celebrante, ya que él,como ministro de Cristo, puede disponer libremente de ese fruto en favor de quien quisiere.

 

4. Aplicación de los frutos de la Misa

Los méritos infinitos e inmensos del Sacrificio Eucarístico no tienen límite y se extienden a

todos los hombres de cualquier lugar y tiempo, ya, que por él se nos aplica a todos la virtudsalvadora de la Cruz. Sin embargo, el rescate del mundo por Jesucristo no tuvo inmediatamentetodo su efecto; éste se logrará cuando Cristo entre en la posesión real y efectiva de las almas por Él rescatadas, lo que no sucederá mientras no tomen todas contacto vital con el Sacrificio de laCruz y les sean así trasmitidos y aplicados los méritos que de él se derivan. Tal es,

 precisamente, la virtud del Sacrificio de la Misa: aplicar y trasmitir a todos y cada uno losméritos salvadores de Cristo, sumergirlos en las aguas purificadoras de la Redención, quemanan desde el Calvario y llegan hasta el altar y hasta cada cristiano.

“Puede decirse -continúa Pío XII- que Cristo ha construido en el Calvario una piscina de purificación y de salvación, que llenó con la sangre por Él vertida; pero, si los hombres no se

 bañan en sus aguas y no lavan en ellos las manchas de su iniquidad, no serán ciertamente purificados y salvados”. Por eso es necesaria la colaboración personal de todos los hombres en

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el tiempo y en el espacio, la que se efectúa por medio de la Misa y de los Sacramentos, por loscuales hace la Iglesia la distribución individual del tesoro de la Redención a ella confiado por suDivino Fundador. Por eso no puede faltar en el mundo la renovación del Sacrificio Eucarístico,que actualiza e individualiza el de la Cruz.

 

5. La participación de los fieles en la Santa Misa

Es un deber y a la vez una dignidad -dice el Papa Pío XII- la participación del fiel cristiano en laSanta Misa. Esta participación no debe ser pasiva y negligente, sino activa y atenta. Aún sin ser los fieles, sacerdotes -pues de ninguna manera lo son-, ellos también ofrecen la Hostia divina dedos modos: primero, uniéndose íntimamente con el sacerdote en ese Sacrificio común, por medio de las ofrendas, por el rezo de las oraciones oficiales, por el cumplimiento de los ritos y

 por la Comunión sacramental; y segundo, inmolándose a sí mismos como víctimas. A ello nosconduce toda la Liturgia de la Misa y a ello tiende la participación activa en la celebración de la

misma.

CAPÍTULOVI

COMUNIÓN Y CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA

En la Carta Apostólica MANE NOBISCUM DOMINE del Sumo Pontífice Juan Pablo II alEpiscopado, al Clero y a los fieles para el Año de la Eucaristía, en el número 18 expresa que“Hace falta, en concreto, fomentar, tanto en la celebración de la Misa como en el culto

eucarístico fuera de ella, la conciencia viva de la presencia real de Cristo, tratando detestimoniarla con el tono de la voz, con los gestos, los movimientos y todo el modo decomportarse. A este respecto, las normas recuerdan -y yo mismo lo he recordado recientemente-el relieve que se debe dar a los momentos de silencio, tanto en la celebración como en laadoración eucarística. En una palabra, es necesario que la manera de tratar la Eucaristía por 

 parte de los ministros y de los fieles exprese el máximo respeto. La presencia de Jesús en eltabernáculo ha de ser como un polo de atracción para un número cada vez mayor de almasenamoradas de Él, capaces de estar largo tiempo como escuchando su voz y sintiendo los latidosde su corazón. “¡Gustad y ved qué bueno es el Señor¡” (Sal 33 [34],9).

Por su parte, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el Añode la Eucaristía, refiriéndose a la Instrucción Redemptionis Sacramentum, expresa que Hay quetener presentes:

v Los lugares de la celebración: iglesia, altar, ambón, sede…;

v La asamblea litúrgica: sentido y modalidad de su participación “plena, consciente, activa”(cf. Sc, 14);

v Las diferentes funciones: el sacerdote que actúa in persona christi, los diáconos, los demásministerios y servicios;

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v La dinámica de la celebración: del pan de la palabra al pan de la eucaristía (cf. Ordolectionum missae, 10);

v Los tiempos de la celebración eucarística: domingo, días festivos, año litúrgico;

v La relación entre la eucaristía y los demás sacramentos, sacramentales, exequias…

v La participación interior y exterior: en particular el respeto de los «momentos» de silencio;

v El canto y la música;

v La observancia de las normas litúrgicas;

v La comunión de los enfermos y el viático (cf. De sacra communione);

v La adoración al santísimo sacramento, la oración personal;

v Las procesiones eucarísticas.

Un examen de estos puntos sería especialmente aconsejable en el Año de la Eucaristía.Ciertamente, en la vida pastoral de las diversas comunidades no se puede llegar con facilidad ametas más altas, pero es necesario tender a ello. «Aunque el fruto de este Año fuera solamenteavivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la misa dominical e incrementar laadoración eucarística fuera de la misa, este Año de gracia habría conseguido un resultadosignificativo. No obstante, es bueno apuntar hacia arriba, sin conformarse con medidasmediocres, porque sabemos que podemos contar siempre con la ayuda de Dios» (Manenobiscum Domine, 29).

Por estas razones nos ha parecido oportuno, ofrecer en este apartado algunos puntos de laIntroducción del ritual de la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la misa.

 

I. OBSERVACIONES GENERALES PREVIAS

1. Relaciones entre el culto eucarístico fuera de la Misa y la celebración de la eucaristía

1. La celebración de la Eucaristía es el Centro de toda la vida cristiana, tanto para la Iglesiauniversal como para las asambleas locales de la misma Iglesia. Pues «los demás sacramentos, aligual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con laEucaristía y hacia ella se ordenan. Pues en la sagrada Eucaristía se contiene todo el bienespiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, por su carnevivificada y que vivifica por el Espíritu Santo, da vida a los hombres que de esta forma soninvitados y estimulados a ofrecerse a si mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas

 juntamente con él»1.

2. Pero además «la celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la misa es realmente el origeny el fin del culto que se le tributa fuera de la misa».2 Porque Cristo, el Señor, que «se inmola en

el mismo sacrificio de la misa cuando comienza a estar sacramentalmente presente comoalimento espiritual de los fieles bajo las especies de pan y vino», también «una vez ofrecido el

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sacrificio, mientras la Eucaristía se conserva en las iglesias y oratorios es verdaderamente elEmmanuel, es decir “Dios-con-nosotros”. Pues día y noche está en medio de nosotros, habitacon nosotros lleno de gracia y de verdad».3

3. Nadie debe dudar «que los cristianos tributan a este Santísimo Sacramento, al venerarlo, el

culto de latría que se debe al Dios verdadero, según la costumbre siempre aceptada en la Iglesiacatólica. Porque no debe dejar de ser adorado por el hecho de haber sido instituido por Cristo, elSeñor, para ser comido»4.

4. Para ordenar y promover rectamente la piedad hacia el Santísimo Sacramento de la Eucaristíahay que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud, tanto en la celebración de la misacomo en el culto de las sagradas especies, que se conservan después de la misa para prolongar lagracia del sacrificio.5

2. Finalidad de la reserva de la eucaristía

5. El fin primero y primordial de la reserva de las sagradas especies fuera de la misa es laadministración del viático; los fines secundarios son la distribución de la comunión y laadoración de nuestro Señor Jesucristo presente en el Sacramento. Pues la reserva de las especiessagradas para los enfermos ha introducido la laudable costumbre de adorar este manjar del cieloconservado en las iglesias. Este culto de adoración se basa en una razón muy sólida y firme:sobre todo porque a la fe en la presencia real del Señor le es connatural su manifestación externay pública. 6

6. En la celebración de la misa se iluminan gradualmente los modos principales según los cualesCristo se hace presente a su Iglesia: en primer lugar, está presente en la asamblea de los fielescongregados en su nombre; está presente también en su palabra, cuando se lee y explica en laiglesia la Sagrada Escritura; presente también en la persona del ministro; finalmente, sobre todo,está presente bajo las especies eucarísticas. En este Sacramento, en efecto, de modo enteramentesingular, Cristo entero e íntegro, Dios y hombre, se halla presente substancial y

 permanentemente. Esta presencia de Cristo bajo las especies «se dice real, no por exclusión,como si las otras no fueran reales, sino por excelencia».7

Así que, por razón del signo, es más propio de la naturaleza de la celebración sagrada que la presencia eucarística de Cristo, fruto de la consagración, y que como tal debe aparecer en cuantosea posible, no se tenga ya desde el principio por la reserva de las especies sagradas en el altar en que se celebra la misa.8

7. Renuévense frecuentemente y consérvense en un copón o vaso sagrado las hostiasconsagradas, en la cantidad suficiente para la comunión de los enfermos y de otros fieles.9

8. Cuiden los pastores de que, a no ser que obste una razón grave, las iglesias en que, según lasnormas de Derecho, se guarda la santísima Eucaristía, estén abiertas diariamente durante variashoras en el tiempo más oportuno del día, para que los fieles puedan fácilmente orar ante elsantísimo Sacramento.10

3. El lugar para la reserva de la eucaristía

9. El lugar en que se guarda la santísima Eucaristía sea verdaderamente destacado. Convieneque sea igualmente apto para la adoración y oración privada, de modo que los fieles no dejen de

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venerar al Señor presente en el Sacramento, aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho.

Lo cual se conseguirá más fácilmente cuando el sagrario se coloca en una capilla que estéseparada de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran con

frecuencia matrimonios y funerales y en los lugares que son muy visitados, ya por  peregrinaciones, ya por razón de los tesoros de arte y de historia.

10. La sagrada Eucaristía se reservará en un sagrario inamovible y sólido, no transparente, ycerrado de tal manera que se evite al máximo el peligro de profanación. De ordinario en cadaiglesia y oratorio haya un solo sagrario, colocado en una parte de la iglesia u oratorioverdaderamente noble, destacada, convenientemente adornada y apropiada para la oración.

Quien cuida de la iglesia u oratorio ha de proveer a que se guarde diligentísimamente la llavedel sagrario en que se reserva la santísima Eucaristía.11

11. La presencia de la santísima Eucaristía en el sagrario indíquese por el conopeo o por otromedio determinado por la autoridad competente.

Ante el sagrado en el que está reservada la sagrada Eucaristía ha de lucir constantemente unalámpara especial, con la que se indique y honre la presencia de Cristo.

Según la costumbre tradicional, y en la medida de lo posible, la lámpara ha de ser de aceite o decera.12

4. Lo que corresponde a las conferencias episcopales

12. Corresponde a las Conferencias Episcopales, al preparar los Rituales particulares según lanorma de la Constitución sobre la sagrada liturgia,13 acomodar este titulo del Ritual Romano alas necesidades de cada región, y una vez aceptado por la Sede Apostólica, empléese en lascorrespondientes regiones.

Por tanto será propio de las Conferencias Episcopales:

a) Considerar con detenimiento y prudencia qué elementos procedentes de las tradiciones de los pueblos (si las hubiere) se pueden retener o introducir, con tal que se acomoden al espíritu de lasagrada liturgia; por tanto, es propio de las Conferencias Episcopales proponer a la Sede

Apostólica y, de acuerdo con ella, introducir las acomodaciones que se estimen útiles onecesarias.

 b) Preparar las versiones de los textos, de modo que se acomoden verdaderamente al genio decada idioma y a la índole de cada cultura, añadiendo quizá otros textos, especialmente para elcanto, con las oportunas melodías.

II. LA SAGRADA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA

1. Relaciones entre la comunión fuera de la misa y el sacrificio

13. La más perfecta participación en la celebración eucarística es la comunión sacramentalrecibida dentro de la misa. Esto resplandece con mayor claridad, por razón del signo, cuando los

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fieles, después de la comunión del sacerdote, reciben del mismo sacrificio el Cuerpo delSeñor.14

Por tanto, de ordinario, en cualquier celebración eucarística conságrese para la comunión de losfieles pan recientemente elaborado.

14. Hay que procurar que los fieles comulguen en la misma celebración eucarística.

Pero los sacerdotes no rehusen administrar, incluso fuera de la misa, la sagrada comunión a losfieles cuando lo piden con causa justa.15  Incluso conviene que quienes estén impedidos deasistir a la celebración eucarística de la comunidad se alimenten asiduamente con la eucaristía,

 para que así se sientan unidos no solamente al sacrificio del Señor, sino también unidos a lacomunidad y sostenidos por el amor de los hermanos.

Los pastores de almas cuiden de que los enfermos y ancianos tengan facilidades para recibir laEucaristía frecuentemente e incluso, a ser posible, lodos los días., sobre todo en el tiempo

 pascual, aunque no padezcan una enfermedad grave ni estén amenazados por el peligro demuerte inminente. A los que no puedan recibir la Eucaristía bajo la especie de pan, es lícitoadministrársela bajo la especie de vino solo.16

15. Enséñese con diligencia a los fieles que también cuando reciben la comunión fuera de lacelebración de la misa se unen íntimamente al sacrificio con el que se perpetúa el sacrificio de lacruz y participan de aquel sagrado convite en el que «por la comunión en el Cuerpo y la Sangredel Señor el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueva la nuevaAlianza entre Dios y los hombres, sellada de una vez para siempre con la sangre de Cristo, y

 prefigura y anticipa en la fe y la esperanza el banquete escatológico en el reino del Padreanunciando la muerte del Señor “hasta que vuelva”».17

2. En qué tiempo se ha de administrar la comunión fuera de la misa

16. La sagrada comunión fuera de la misa se puede dar en cualquier día y a cualquier hora.Conviene, sin embargo, determinar, atendiendo a la utilidad de los fieles, las horas paradistribuir la sagrada comunión, para que se realice una sagrada celebración más plena conmayor fruto espiritual de los fieles.

Sin embargo:

a) El Jueves Santo sólo puede distribuirse la sagrada comunión dentro de la misa; pero a losenfermos se puede llevar la comunión a cualquier hora del día.

 b) El Viernes Santo únicamente puede distribuirse la sagrada comunión durante la celebraciónde la Pasión del Señor; a los enfermos que no pueden participar en esta celebración se puedellevar la sagrada comunión a cualquier hora del día.

c) El Sábado Santo la sagrada comunión sólo puede darse como viático.18

3. El ministro de la sagrada comunión

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17. Pertenece ante todo al sacerdote y al diácono administrar la comunión a los fieles que la pidan.19 Mucho conviene, pues, que a este ministerio de su orden dediquen todo el tiempo preciso, según la necesidad de los fieles.

También pertenece al acólito debidamente instituido, en cuanto ministro extraordinario,

distribuir la sagrada comunión cuando faltan un presbítero o diácono, o estén impedidos, sea por enfermedad, edad avanzada, o por algún ministerio pastoral, o cuando el número de los fielesque se acercan a la sagrada mesa es tan numeroso que se alargaría excesivamente la misa u otracelebración.20

El Ordinario del lugar puede conceder la facultad de distribuir la sagrada comunión a otrosministros extraordinarios cuando sea necesario para la utilidad pastoral de los fieles y no sedisponga ni de sacerdote ni de diácono o acólito.21

4. El lugar para distribuir la comunión fuera de la misa

18. El lugar en que de ordinario se distribuye la sagrada comunión fuera de la misa es la iglesiao un oratorio en que habitualmente se celebra o reserva la Eucaristía, o la iglesia, oratorio u otrolugar en que la comunidad se reúne habitualmente para celebrar una asamblea litúrgica losdomingos u otros días. Sin embargo, en otros lugares, sin excluir las casas particulares, se puededar la comunión, cuando se trata de enfermos, cautivos y otros que sin peligro o grave dificultadno pueden salir.

5. Lo que se ha de observar al distribuir la sagrada comunión

19. Cuando se administra la sagrada comunión en la iglesia o en un oratorio, póngase el corporalsobre el altar cubierto con un mantel; enciéndanse dos cirios como señal de veneración y de

 banquete festivo;22 utilícese la patena.

Pero, cuando la sagrada comunión se administra en otros lugares, prepárese una mesa decentecubierta con un mantel; ténganse también preparados los cirios.

20. El ministro de la sagrada comunión, si es presbítero o diácono, vaya revestido de alba, osobrepelliz sobre el traje talar, y lleve estola.

Los otros ministros lleven o un vestido litúrgico, quizá tradicional en la región, o un vestido queno desdiga de este ministerio y que el Ordinario apruebe.

Para administrar la comunión fuera de la iglesia, llévese la Eucaristía en una cajita u otro vasocerrado, con la vestidura y el modo apropiado a las circunstancias de cada lugar.

21. Al distribuir la sagrada comunión consérvese la costumbre de depositar la partícula de panconsagrado en la lengua de los que reciben la comunión, que se basa en el modo tradicional demuchos siglos.

Sin embargo, las Conferencias Episcopales pueden decretar, con la confirmación de la SedeApostólica, que en su jurisdicción se pueda distribuir también la sagrada comunión depositandoel pan consagrado en las manos de los lides, con tal que se evite el peligro de faltar a la

reverencia o se dé lugar a que surjan entre los fieles ideas falsas sobre la santísima Eucaristía.23

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Por lo demás, conviene enseñar a los fieles que Jesucristo es el Señor y el Salvador y que se ledebe a él, presente bajo las especies sacramentales, el culto de latría o adoración, propio deDios.24

En ambos casos, la sagrada comunión debe ser distribuida por el ministro competente, que

muestre y entregue al comulgante la partícula del pan consagrado, diciendo la fórmula: «ElCuerpo de Cristo», a lo que cada fiel responde: «Amén.»

En lo que toca a la distribución de la sagrada comunión bajo la especie de vino, sígansefielmente las normas litúrgicas.25

22. Si quedaran algunos fragmentos después de la comunión, recójanse con reverencia y pónganse en el copón, o échense en un vasito con agua.

Igualmente, si la comunión se administra bajo la especie de vino, purifíquese con agua el cáliz ocualquier otro vaso empleado para ese menester.

El agua utilizada en esas purificaciones, o bien se sume o se arroja en algún lugar conveniente.

6. Las disposiciones para recibir la sagrada comunión

23. La Eucaristía, que continuamente hace presente entre los hombres el misterio pascual deCristo, es la fuente de toda gracia y del perdón de los pecados. Sin embargo, los que deseanrecibir el Cuerpo del Señor, para que perciban los frutos del sacramento pascual tienen queacercarse a él con la conciencia limpia y con recta disposición de espíritu.

Además, la Iglesia manda «que nadie consciente de pecado mortal, por contrito que se crea, seacerque a la sagrada Eucaristía sin que haya precedido la confesión sacramental»26. Perocuando concurre un motivo grave y no hay oportunidad de confesarse, haga un acto de perfectacontrición con el propósito de confesar cuanto antes todos los pecados mortales, que al presenteno pueda confesar.

Pero los que diariamente o con frecuencia suelen comulgar, conviene que con la oportuna periodicidad, según la condición de cada cual, se acerquen al sacramento de la penitencia.

Por los demás, los fieles miren también a la Eucaristía como remedio que nos libra de las culpasde cada día y nos preserva de los pecados mortales; sepan también el modo conveniente de

aprovecharse de los ritos penitenciales de la liturgia, en especial de la misa.27

24. Los que van a recibir el Sacramento no lo hagan sin estar durante al menos una hora enayunas de alimentos y bebidas, a excepción del aria y de las medicinas.

El tiempo de ayuno eucarístico, o sea, la abstinencia de alimento o bebida no alcohólica, seabrevia a un cuarto de hora aproximadamente para:

1) Los enfermos que residen en hospitales o en sus domicilios, aunque no guarden cama.

2) Los fieles de edad avanzada, que por su ancianidad no salen de casa o están en asilos.

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3) Los sacerdotes enfermos, aunque no guarden cama, o de edad avanzada, lo mismo paracelebrar misa que para recibir la sagrada comunión.

4) Las personas que están al cuidado de los enfermos o ancianos, y sus familiares que deseanrecibir con ellos la sagrada comunión, siempre que sin incomodidad no puedan guardar el ayuno

de una hora.28

25. La unión con Cristo, a la que se ordena el mismo Sacramento, ha de extenderse a toda lavida cristiana, de modo que los fieles de Cristo, contemplando asiduamente en la fe el donrecibido, y guiados por el Espíritu Santo, vivan su vida ordinaria en acción de gracias y

 produzcan frutos más abundantes de caridad.

Para que puedan continuar más fácilmente en esta acción de gracias, que de un modo eminentese da a Dios en la misa, se recomienda a los que han sido alimentados con la sagrada comuniónque permanezcan algún tiempo en oración 29.

 

III. VARIAS FORMAS DE CULTO A LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA

79. Se recomienda con empeño la devoción privada y pública a la santísima Eucaristía, aunfuera de la misa, de acuerdo con las normas establecidas por la autoridad competente, pues elsacrificio eucarístico es la fuente y el punto culminante de toda la vida cristiana.

En la organización de tan piadosos y santos ejercicios, téngase en cuenta los tiempos litúrgicos,de modo que vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo se deriven de ella y a ellaconduzcan al pueblo.30

80. Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerdan que esta presencia proviene del sacrificio y se ordena al mismo tiempo a la comunión sacramental y espiritual.

Así, pues, la piedad que impulsa a los fieles a adorar a la santa Eucaristía los lleva a participar más plenamente en el misterio pascual y a responder con agradecimiento al don de aquel que

 por medio de su humanidad infunde continuamente la vida en los miembros de su Cuerpo.Permaneciendo ante Cristo, el Señor, disfrutan de su trato intimo, le abren su corazón por símismos y por todos los suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo conCristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo sacan de este trato admirable un aumento de su

fe, su esperanza y su caridad. Así fomentan las disposiciones debidas que les permiten celebrar con la devoción conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el pan que nos hadado el Padre.

Traten, pues, los fieles de venerar a Cristo en el Sacramento de acuerdo con su propio modo devida. Y los pastores en este punto vayan delante con su ejemplo y exhórtenlos con sus

 palabras.31

81. Acuérdense, finalmente, de prolongar por medio de la oración ante Cristo, el Señor, presenteen el Sacramento, la unión con él conseguida en la comunión y renovar la alianza que losimpulsa a mantener en sus obras, costumbres y en su vida la que han recibido en la celebración

eucarística por la fe y el Sacramento. Procurarán, pues, que su vida transcurra con alegría en lafortaleza de este alimento del cielo, participando en la muerte y resurrección de Señor. Así, cada

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uno procure hacer buenas obras, agradar a Dios, trabajando por impregnar al mundo del espíritucristiano y también proponiéndose llegar a ser testigo de Cristo en todo momento en medio de lasociedad humana.32

IV. LA EXPOSICIÓN DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA

A) Observaciones previas

1. relaciones entre la exposición y la misa

82. La exposición de la santísima Eucaristía, sea en el copón, sea en la custodia, lleva a losfieles a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y les invita a la unión de corazóncon él, que culmina en la comunión sacramental. Así promueve adecuadamente el culto enespíritu y en verdad que le es debido.

Hay que procurar que en tales exposiciones el culto del Santísimo Sacramento manifieste, aun

en los signos externos, su relación con la misa. En el ornato y en el modo de la exposiciónevítese cuidadosamente lo que pueda oscurecer el deseo de Cristo, que instituyó la Eucaristíaante todo para que fuera nuestro alimento, nuestro consuelo y nuestro remedio.33

83. Se prohíbe la celebración de la misa durante el tiempo en que está expuesto el SantísimoSacramento en la misma nave de la iglesia u oratorio.

Pues, aparte de las razones propuestas en el número 6, la celebración del misterio eucarísticoincluye de una manera más perfecta aquella comunión interna a la que se pretende llevar a losfieles con la exposición.

Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debeinterrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacioseparado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles.34

2. Normas que se han de observar en la exposición

84. Ante El Santísimo Sacramento, ya reservado en el sagrario, ya expuesto para la adoración pública, sólo se hace genuflexión sencilla.

85. Para la exposición del Santísimo Sacramento en la custodia se encienden cuatro o seis cirios

de los usuales en la misa, y se emplea el incienso. Para la exposición en el copón enciéndanse por lo menos dos cirios; se puede emplear el incienso.

1) Exposición prolongada

86. En las iglesias y oratorios en que se reserva la Eucaristía, se recomienda cada año unaexposición solemne del Santísimo Sacramento, prolongada durante algún tiempo, aunque no seaestrictamente continuado, a fin de que la comunidad local pueda meditar y adorar másintensamente este misterio.

Pero esta exposición se hará solamente si se prevé una asistencia conveniente de fieles.35

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87. En caso de necesidad grave y general, el Ordinario del lugar puede ordenar preces delantedel Santísimo Sacramento, expuesto durante algún tiempo más prolongado, y que debe hacerseen aquellas iglesias que son más frecuentadas por los lieles.36

88. Donde, por falta de un número conveniente de adoradores, no se puede tener la exposición

sin interrupción, está permitido reservar el Santísimo Sacramento en el sagrario, en horasdeterminadas y dadas a conocer, pero no más de dos veces al día; por ejemplo, a mediodía y por la noche.

Esta reserva puede hacerse de modo más simple; el sacerdote o el diácono, revestido de alba (ode sobrepelliz sobre traje talar) y de estola, después de una breve adoración, hecha la oracióncon los fieles, devuelve el Santísimo Sacramento al sagrario. De mismo nodo, a la hora señaladase hace de nuevo la exposición.37

2) Exposición breve

89. Las exposiciones breves de Santísimo Sacramento deben ordenarse de tal manera que, antesde la bendición con el Santísimo Sacramento, se dedique un tiempo conveniente a la lectura dela palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la Oración en silencio prolongada durantealgún tiempo.

Se prohíbe la exposición tenida únicamente para dar la bendición. 38

3) La adoración en las comunidades religiosas

90. A las comunidades religiosas y otras piadosas asociaciones que, según las Constituciones onormas de su Instituto, tienen la adoración perpetua o prolongada por largo tiempo, se lasrecomienda con empeño que organicen esta piadosa costumbre según el espíritu de la sagradaliturgia, de forma que, cuando la adoración ante Cristo, el Señor, se tenga con participación detoda la comunidad, se haga con sagradas lecturas, cánticos y algún tiempo en silencio, parafomentar más eficazmente la vida espiritual de la comunidad. De esta manera se promueve entrelos miembros de la casa religiosa el espíritu de unidad y fraternidad de que es signo yrealización la Eucaristía y se practica el culto debido al Sacramento de forma más noble.

También se ha de conservar aquella forma de adoración, muy digna de alabanza, en que losmiembros de la comunidad se van turnando de uno en uno, o de dos en dos. Porque también deesta forma, según las normas del Instituto aprobadas por la Iglesia, ellos adoran y ruegan a

Cristo, el Señor, en el Sacramento, en nombre de toda la comunidad y de la Iglesia.

3. El ministro de la exposición de la santísima eucaristía

91. El ministro ordinario de la exposición del Santísimo Sacramento es el sacerdote o eldiácono, que al final de la adoración, antes de reservar el Sacramento, bendice al pueblo con elmismo Sacramento.

En ausencia del sacerdote o diácono, o legítimamente impedidos, pueden exponer públicamentela santísima Eucaristía a la adoración de los fieles y reservarla después, el acólito u otro ministroextraordinario de la sagrada comunión, o algún otro autorizado por el Ordinario del lugar.

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Todos éstos pueden hacer la exposición abriendo el sagrado, o también, si se juzga oportuno, poniendo el copón sobre el altar, o poniendo la hostia en la custodia. Al final de la adoraciónguardan el Sacramento en el sagrario. No les es licito, sin embargo, dar la bendición con elSantísimo Sacramento.

92. El ministro, si es sacerdote o diácono, revístase del alba (o la sobrepelliz sobre el traje talar)y de la estola de color blanco.

Los otros ministros lleven o la vestidura litúrgica tradicional en el país, o un vestido que nodesdiga de este sagrado ministerio y que el Ordinario apruebe.

Para dar la bendición al final de la adoración, cuando la exposición se ha hecho con la custodia,el sacerdote y el diácono pónganse además la capa pluvial y el velo humeral de color blanco;

 pero si la bendición se da con el copón, basta con el velo humeral.

B) Las procesiones eucarísticas

101. El pueblo cristiano da testimonio público de fe y piedad religiosa hacia el SantísimoSacramento con las procesiones en que se lleva la Eucaristía por las calles con solemnidad y concantos,

Corresponde al Obispo diocesano juzgar sobre la oportunidad, en las circunstancias actuales,acerca del tiempo, lugar y organización de tales procesiones, para que se lleven a cabo condignidad y sin desdoro de la reverenda de debida a este Santísimo Sacramento.39

102. Entre las procesiones eucarísticas adquiere especial importancia y significación en la vida pastoral de la parroquia o de la ciudad la que suele celebrarse todos los años en la solemnidaddel Cuerpo y de la Sangre de Cristo, o en algún otro día más oportuno, Cercano a estasolemnidad. Conviene, pues, que, donde las circunstancias actuales lo permitan yverdaderamente pueda ser signo colectivo de fe y de adoración, se conserve esta procesión deacuerdo con las normas del derecho.

Pero si se trata de grandes ciudades, y la necesidad pastoral así lo aconseja, se puede, a juiciodel Obispo diocesano, organizar otras procesiones en las barriadas principales de la ciudad. Perodonde no se pueda celebrar la procesión en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo,conviene que se tenga otra celebración pública para toda la ciudad o para sus barriadas

 principales en la iglesia catedral o en otros lugares oportunos.

103. Conviene que la procesión con el Santísimo Sacramento se celebre a continuación de lamisa, en la que se consagre la hostia que se ha de trasladar en la procesión. Sin embargo, nadaimpide que la procesión se haga después de la adoración pública y prolongada que siga a lamisa.

104. Las procesiones eucarísticas organícense según los usos de la región, ya en lo que respetaal ornato de plazas y calles, ya en lo que toca a la participación de los fieles. Durante elrecorrido, según lo aconseje la costumbre y el bien pastoral, pueden hacerse algunas estacioneso paradas, aun con la bendición eucarística. Sin embargo, los cantos y oraciones que se tenganordénense a que todos manifiesten su fe en Cristo y se entreguen solamente al Señor.

C) Los congresos eucarísticos

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109. Los Congresos eucarísticos, que en los tiempos modernos se han introducido en la vida dela Iglesia como peculiar manifestación del culto eucarístico, se han de mirar como una statio, ala cual alguna comunidad invita a toda la Iglesia local, o una Iglesia local invita a otras Iglesiasde la región o de la nación, o aun de todo el mundo, para que todos juntos reconozcan más

 plenamente el misterio de la Eucaristía bajo algún aspecto particular y lo veneren públicamente

con el vínculo de la caridad y de la unión.

Conviene que tales Congresos sean verdadero signo de fe y caridad por la plena participación dela Iglesia local y por la significativa aportación de las otras Iglesias.

110. Háganse los oportunos estudios, ya en la Iglesia local ya en las otras Iglesias, sobre ellugar, temario y el programa de actos del Congreso que se vaya a celebrar, para que seconsideren las verdaderas necesidades y se favorezca el progreso de los estudios teológicos y el

 bien de la Iglesia local. Para este trabajo de investigación búsquese el asesoramiento de losteólogos, escrituristas, liturgistas y pastoralistas, sin olvidar a los versados en las cienciashumanas.

111. Para preparar un Congreso se ha de hacer sobre todo:

a) Una catequesis más profunda y acomodada a la cultura de los diversos grupos humanosacerca de la Eucaristía, principalmente en cuanto constituye el misterio de Cristo viviente yoperante en la Iglesia.

 b) Una participación más activa en la sagrada liturgia, que fomente al mismo tiempo la escuchareligiosa de la palabra de Dios y el sentido fraterno de la comunidad.40

c) Una investigación de las ayudas y la puesta en marcha de obras sociales para la promociónhumana y para la comunicación cristiana de bienes incluso temporales, a ejemplo de la primitivacomunidad cristiana,41 para que el fermento evangélico se difunda desde la mesa eucarística

 por todo el orbe como fuerza de edificación de la sociedad actual y prenda de la futura.42

112. Criterios para organizar la celebración de un Congreso eucarístico:43

a) La celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el Centro y la culminación a la que sedirijan todos los actos y los diversos ejercicios de piedad.

 b) Las celebraciones de la palabra de Dios, las sesiones catequéticas y otras reuniones públicas

tiendan sobre todo a que el tema propuesto se investigue con mayor profundidad, y se propongan con mayor claridad los aspectos prácticos a fin de llevarlos a efecto.

c) Concédase la oportunidad de tener ya las oraciones comunes, ya la adoración prolongada,ante el Santísimo Sacramento expuesto, en determinadas iglesias que se juzguen más a

 propósito para este ejercicio de piedad.

d) En cuanto a organizar una procesión, en que se traslade al Santísimo Sacramento con himnosy preces públicas por las calles de la ciudad, guárdense las normas para las procesioneseucarísticas, mirando a las condiciones sociales y religiosas del lugar (cf. núms. 101- 104).

1 Concilio Vaticana II, DecretoPresbyterarum ordinis, sobre el

ministerio y vida de los presbíteros, núm. 5.

2 Sagrada Congregación deRitos, Instrucción

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Eucharisticum mysterium, núm.3, e: AAS 59 (1967), p. 542.

3 Ibid., núm. 3, b: 1. c. p. 541;PABLO VI, EncíclicaMysterium fidei, prope finem:

AAS 57 (1965), p. 771.

4 Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium núm.3, f: AAS 59 (1967), p. 543.

5 Cf. ibid., núm. 3, g: 1. c., p.543.

6 Cf. ibid., núm. 49: 1. c., pp.566- 567.

7 PABLO VI, EncíclicaMysterium fidei: AAS 57(1965), p. 764; cf. SagradaCongregación de Ritos,Instrucción Eucharisticummysterium, núm. 9: AAS 59(1967), p. 547.

8 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.55: AAS 59 (1967), pp. 568-569.

9 Cf. Ordenación general delMisal Romana, núms. 285 y292.

10 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.51: AAS 59 (1967), p. 567;Código de Derecho Canónico,can. 937.

11 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium,núms. 52- 53: AAS 59 (1967),  pp. 567- 568; Código deDerecho Canónico, can. 938.

12 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.57: AAS 59 (1967), p. 569;Código de Derecho Canónico,can. 940.

13  Núm. 63, b.

14  Cf. Concilio Vaticano II,Constitución SacrosanctumConcilium, sobre la sagradaliturgia, núm., 55.

15 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.33, a: AAS 59 (1967), pp.559-560.

16 Cf. ibid., núms. 40- 41: 1.c., pp. 562- 563.

17  Sagrada Congregación deRitos, Instrucción

Eucharisticum mysterium, núm.3, a: AAS 59 (1967), pp. 541-542.

18 Cf. Missale Romanum, edic.típica 1979: Misa vespertina dela Cena del Señor, p. 243;Celebración de la Pasión delSeñor, p. 250, núm. 3; SábadoSanto, p. 265.

19 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.31: AAS 59 (1967), pp. 557-558.

20  Cf. PABLO VI, Cartaapostólica Ministerio quaedam,de 15 de agosto de 1972, núm.VI: AAS 64 (1972), p. 532.

21 Cf. Sagrada Congregación dela Disciplina de losSacramentos, Instrucción

Immensae caritatis, de 29 deenero de 1973, 1, I y II: AAS 65(1973), pp. 265- 266.

22  Cf. Ordenación general delMisal Romano, núm. 269.

23  Cf. Sagrada Congregación para el Culto divino, InstrucciónMemoriale Domini, de 29 demayo de 1969: AAS 61 (1969), pp. 541- 545.

24

Cf. Sagrada Congregación de laDisciplina de los Sacramentos,Instrucción Immensae caritatis,de 29 de enero de 1973, núm. 4:AAS 65 (1973), p. 270.

25 Cf. Ordenación general delMisal Romano, núm. 242;Sagrada Congregación para elCulto Divino, InstrucciónSacramentali Communione,núm. 6, de 29 de junio de 1970:AAS 62 (1970), pp. 665- 666.

26 Cf. Concilio Tridentino,Sesión XIII, Decretum deEucharistia, 7: OS 1646- 1647;ibid, Sesión XIV, Cananas desacramenta Paenitentiae, 9: OS1709; Sagrada Congregación  para la Doctrina de la Fe,  Normae pastorales circaabsolutionem sacramentalemgenerali modo impertiendam, de16 de junio de 1972, proemio ynúm. VI: AAS 64 (1972), pp,510 y 512.

27 Cf. Sagrada Congregación deRitos, instrucción Eucharisticummysterium, núm. 35: AAS 59

(1967), p. 569.

28 Cf. Sagrada Congregación dela Disciplina de losSacramentos, InstrucciónImmensae caritatis de 29 deenero de 1973, núm. 3: AAS 65(1973), p. 269.

29 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.38: AAS 59 (1967), p. 562.

30 Cf. ibid, núm., 58: 1. c. p.569.

31 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.50: AAS 59 (1967), p. 567.

32 Cf. ibid., núm. 13: 1.c., p.549.

33 Cf. ibid., núm. 60: 1.c., p.570.

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34 Cf. ibid, núm. 61: 1. c., pp.570- 571.

35 Cf. ibid,, núm. 63: 1. c., p.571.

36 Cf. ibid,, núm., 64: 1. c., p.572.

37 Cf. ibid, núm. 65: 1. c., p.572.

38 Cf. ibid., núm. 66: 1. c., p.572.

39 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.59. AAS 59 (1967), p. 570.

40  Cf. Concilio Vaticano II,

Constitución SacrosanctumConcilium, sobre la sagradaliturgia, núms. 41- 52;Constitución dogmática Lumengentium, sobre la Iglesia, núm.26.

41 Cf. Hch 4, 32.

42 Cf. Concilio Vaticano II,Constitución SacrosanctumConcilium, sobre la sagradaliturgia, núm. 47; DecretoUnitatis redintegratio, sobre elecumenismo, núm. 15.

43 Cf. Sagrada Congregación deRitos, InstrucciónEucharisticum mysterium, núm.67 AAS 59 (1967), pp. 572-573.

CAPÍTULOVII

LA LITURGIA, PRESENCIA ESPECIAL DE CRISTO

Para realizar esta obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en laacción litúrgica (SC 7). Cristo está también presente en los pobres, en la acción misionera, enlos signos de los tiempos, etc.

 El Concilio afirma la presencia de Cristo en cinco momentos litúrgicos:

ü La presencia de Cristo en la asamblea reunida en su nombre

ü La presencia de Cristo en la Palabra proclamada

ü La presencia de Cristo en el sacrificio eucarístico

ü La presencia de Cristo en los demás sacramentos

ü La presencia de Cristo cuando la Iglesia ora y suplica

El concilio Vaticano II, en su constitución sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium enseña que“Cristo está siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en elsacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, ‘ofreciéndose ahora por ministerio de lossacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz’ (Trento), sea sobre todo bajo lasespecies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que cuandoalguien bautiza, es Cristo quien bautiza (S. Agustín). Está presente en su palabra, pues cuandose lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando laIglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: “donde están dos o tres congregados enmi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’” (Mt 18,20).

Pablo VI, en su encíclica Mysterium fidei, hace una enumeración semejante de los modos de la

 presencia de Cristo, añadiendo: está presente a su Iglesia “que ejerce las obras de misericordia»,a su Iglesia ‘que predica’, “que rige y gobierna al pueblo de Dios” (19-20). Y más adelante:

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“Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el que Cristo está presente a suIglesia en el sacramento de la Eucaristía… Tal presencia se llama real no por exclusión, como silas otras no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y sustancial, ya que

 por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro” (21-22; Ritual 6).

En el centro está la presencia de Cristo en la Eucaristía. Esta fe en la Eucaristía se nutre de lameditación de la Palabra de Dios. La adoración es un medio de dejarse penetrar por el amor deCristo. Y esta oración se inspira de la santa Misa. De aquí se desprende la urgente necesidaddeorar según el método de los cuatro fines del Sacrificio, con el propósito de hacer revivir, en elculto eminente de la Eucaristía, todos los misterios de la vida de nuestro Señor, en atención ydocilidad con el Espíritu santo, para progresar a los pies del Señor en el recogimiento y la virtuddel santo amor… Así lo expresa en las Constituciones, no. 15-17, san Pedro Julián Eymard.

1. Presencia de Cristo en la asamblea reunida en su nombre

La asamblea litúrgica se reune en nombre de Cristo: “en el nombre del Padre”; con su nombre

nos saludamos: “el Señor esté con vosotros”; por su nombre nos dirigimos al Padre: “por  Nuestro Señor Jesucristo…”.

Cristo está presente en el signo de la asamblea reunida en su nombre (Mt 18,20). La asambleahace presente a Cristo entre los suyos. Descubrir y experimentar esta presencia real es tarea decada uno de los participantes en la celebración litúrgica.

“Está presente en el sacrificio de la misa, sea en la persona del ministro… sea, sobre todo, bajolas especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que, cuandoalguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues, cuando se lee en laIglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesiasuplica y canta salmos, el mismo que prometió: Donde están dos o tres reunidos en mi nombre,allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20)” (Cfr. SC 7).

 

2. Presencia de Cristo en la Palabra proclamada

El Concilio Vaticano II afirma la presencia de Cristo en la Palabra cuando enseña: “Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es él quien habla”(CS 7).

Cristo sigue anunciando el Evangelio (cf. DV 25) y El mismo, por su Palabra, se hace presenteen medio de los fieles (OGMR 33).

Siempre Cristo está presente en su Palabra y, realizando el misterio de la salvación, santifica alos hombres y tributa al Padre el culto perfecto (cf. OLM 4). Cristo, por medio de su presenciada a la Palabra la eficacia salvífica.

3. Presencia de Cristo en el sacrificio eucarístico

Cristo está presente en la persona del ministro y actúa por medio de él en el orden del signo. El

ministro actúa “representando” al mismo Cristo. Con todo, hay que decir que cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza (S. Agustín: SC 7), cuando alguien ofrece el sacrificio, es Cristo

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quien lo ofrece ofreciéndose. El ministro es como la mediación concreta de Cristo Mediador. Noes el ministro quien transforma el pan en el Cuerpo de Cristo, ni quien nos santifica o nos salva,sino Cristo en la fuerza del Espíritu.

Cristo está presente bajo las especies de pan y de vino, presencia real, verdadera y sustancial.

Sólo aceptando un cambio sustancial se comprende la presencia de Cristo en la Eucaristía y sólodesde ahí puede entenderse plenamente la nueva significación. Mientras en los otros sacra-mentos los elementos materiales (agua, aceite, etc.) no cambian su identidad real ni setransforman ontológicamente, en cambio en la Eucaristía se da este cambio misterioso, en el queCristo se hace presente.

 

4. Presencia de Cristo en los sacramentos

La Liturgia es el sacramento global de la salvación estrechamente vinculado con Cristo y con la

Iglesia.

La Liturgia realiza el misterio de Cristo al realizarse a sí misma como memorial y sacramentode tal misterio. Cristo está presente en los sacramentos por el dinamismo del Espíritu Santo quesantifica y lleva a término la obra salvífica. La presencia de Cristo en los sacramentos no essustancial como lo es la presencia eucarística.

5. La presencia de Cristo cuando la Iglesia ora y suplica

La oración de Jesús es algo que implica y compromete a toda la humanidad, pues toda ella está presente y se expresa en Cristo; a través de su voz, la humanidad entera ora y canta, da gracias eintercede: Cristo une así a la comunidad entera de los hombres y la asocia así en el canto de estehimno de alabanza (cf. SC 83).

La prolongación y continuidad de la oración de Cristo en su Iglesia tiene como fundamento lamisteriosa configuración de todos los bautizados al que es Cabeza del cuerpo eclesial. Dondeestá la cabeza está también el cuerpo y donde está el cuerpo está también la cabeza. Por eso, enla oración celeste de Cristo al Padre está misteriosa-mente presente la Iglesia. Del mismo modo,en la oración de los miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, está presente El; la voz dela Esposa es también la voz del Esposo que glorifica al Padre en el Espíritu Santo. Así secomprende esta misteriosa identificación entre la oración de Cristo y de la Iglesia. San Agustín

decía: “Cristo ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros” (OLGH 7).

 

6. Exigencias pastorales

Reconocer al Señor, ser capaces de descubrir a Cristo en los hermanos reunidos en asambleacelebrativa, en la Palabra y en la oración eclesial.

La presencia de Cristo es una presencia de autodonación y pide ser acogida y recibida por elsujeto participante, e implica una reciprocidad. Es necesaria una fe profunda para saber acoger 

al Señor presente bajo los signos litúrgicos.

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CAPÍTULOVIII

MINISTERIOS Y EL EQUIPO DE LITURGIA

Para que exista una participación activa y plena, deben existir unos ministerios. Ministerioquiere decir servicio. Así como Cristo “no vino a ser servido, sino a servir” (Mt 20, 28), laIglesia, sacramento y señal de Cristo, es toda ella ministerial. Existe para servir. Por ello debemanifestarlo en todas sus actividades. Con más razón en la liturgia, ya que es la epifanía de laIglesia.

Los ministerios existen para el bien y el servicio de la comunidad, por voluntad de Cristo y,luego, por evolución y necesidades de la misma celebración. No existen como consecuencia de

una estrategia o una táctica para organizar mejor las celebraciones. Los ministerios sonesenciales a la Iglesia (1 Co 14, 5; Ef 4, 12).

Por todo ello, actualmente, nos encontramos con la siguiente diversidad de ministerios:

• Ministerios ordenados: obispo, presbítero y diácono.

• Ministerios instituidos (Se llaman a éstos ministerios instituidos porque los llamó así Pablo VIal reformar y suprimir las llamadas “órdenes menores” (subdiaconado, ostiario, etc.): lector yacólito.

• Ministerios de hecho: Se llaman a los ministerios que ejercen laicos y laicas de manera estableo simplemente ocasional.

1. Ministerios de hecho

Como los ministerios ordenados e instituidos sólo se pueden encomendar a varones, algunasdiócesis, han constituido ‘laicos con misión pastoral’, tanto para hombres como para mujeres.Estos asumen de una forma más o menos estable el encargo de servicios para el bien de lacomunidad, en coordinación con los ministros ordenados.

 Los ministerios litúrgicos de hecho pueden estar:

• Al servicio de la asamblea (SC 29; OGMR 68).

- Personas encargadas de la limpieza y ornamentación, del los vestidos litúrgicos y de los vasossagrados, etc.

- Los encargados de la acogida y del orden en la celebración. La cogida es un aspectoimportante. No digamos el orden en la misa con niños, por ejemplo.

- El monitor de la asamblea.

• Al servicio de la Palabra de Dios.

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- El lector no instituido (SC 9; OGMR 66).

- El salmista (OGMR 36; 67; 90; 313).

• Al servicio del altar y del ministro ordenado.

- El acólito no instituido (SC 29; OGMR 66).

- El ministro extraordinario de la comunión (OGMR 68).

- El maestro de ceremonias (OGMR 69).

• Al servicio del canto y de la música (SC 29; OGMR 63-64; 78; 90; 274; 313).

- Los cantores.

- El director del canto de la asamblea.

- El organista y los restantes músicos.

• Otros ministerios

- Los padrinos del bautismo y de la confirmación. Así los nombran los rituales del bautismo yde la confirmación.

- Los catequistas.

- Los que dirigen la plegaria.

2. La asamblea necesita ministerios

Estos ministerios deben tener carta de naturaleza en todas las comunidades parroquiales, esdecir, deben existir en toda asamblea litúrgica de forma estable y no puramente ocasional. Esmejor siempre personas encargadas de los distintos servicios, que no buscar para cadacelebración entre los asistentes algunos para desempeñar dichas funciones. La estabilidadsupone preparación y el hacerlo mejor.

Los ministerios refuerzan la eclesialidad de la celebración litúrgica. Una celebración esmanifestación de la Iglesia. Si sólo aparece el sacerdote que lo hace todo estamos manifestandoque la Iglesia es de uno solo.

  El equipo de liturgia

Para toda esta organización de los ministerios es necesario el equipo litúrgico o la comisión deliturgia.

Afortunadamente son muchos los grupos cristianos y las comunidades que cuentan con unas personas que se reúnen para preparar la Eucaristía y los sacramentos. Pero pueden agotarse por 

falta de perseverancia o por cansancio.

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Un equipo de liturgia es un instrumento de primer orden para garantizar no sólo la buenaimagen y la marcha de una celebración, sino también para la pastoral de la liturgia y de lossacramentos.

Para darle estabilidad y prestancia al equipo litúrgico debe tener presencia asegurada en el

consejo pastoral de la parroquia.

Aunque los documentos oficiales no hablan de comisión de liturgia o de equipo litúrgico, estácontemplado en la Ordenación General del Misal Romano. Dice así:

“La preparación efectiva de cada celebración litúrgica hágase con ánimo concorde entre todosaquellos a quienes atañe, tanto en lo que toca al rito como al aspecto pastoral y musical, bajo ladirección del rector de la Iglesia, y oído también el parecer de los fieles” (OGMR 73).

Teniendo en cuenta este texto hacemos estas consideraciones:

• La preparación de las celebraciones litúrgicas debe hacerse por todas aquellas personas quehan de intervenir en ellas (monitor, lector, cantores, etc.), incluyendo los mismos fieles. Por tanto, las diversas personas que ejercen las diversas funciones deben formar el equipo litúrgicoy, a poder ser con algunos representantes de los fieles.

• La preparación debe mirar estos tres aspectos:

- el aspecto ritual, es decir, el desarrollo y el ritmo de la celebración, los signos, etc.

- el aspecto pastoral: en la clave de evangelización, la unidad culto-vida, la incidencia de laliturgia en la espiritualidad, etc.

- el aspecto musical, los cantos e instrumentos.

• El equipo debe estar en coordinación con el rector o el presidente de la asamblea litúrgica.Esta coordinación es indispensable y constituye también un servicio para el bien de todos. El

 presidente no puede abandonar en manos del equipo su responsabilidad y su ministerio, él debeestar, a ser posible, en la preparación. Mucho más si se trata de un equipo de reciente creación.

• El texto habla también de ánimo concorde. Quiere decir con sentido de cooperación y unidad.Este ánimo concorde no es sólo una condición previa para el trabajo en equipo, sino también

meta que se ha de ir perfeccionando cada día.

• Y aunque no se diga expresamente en el texto es evidente que todo esto necesita personas preparadas y competentes. Esta preparación se entiende como preparación

- técnica en los lectores y cantores,

- pastoral, sensibilidad a los problemas de los fieles y de la Iglesia,

- litúrgica, conocimiento y vida para celebrar el misterio de la salvación.

Veamos los consejos que nos da la Ordenación General del Misal Romano:

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“La eficacia pastoral de la celebración aumentará, sin duda, si se saben elegir, dentro de lo quecabe, los textos apropiados, lecciones, oraciones y cantos que mejor respondan a las necesidadesy a la preparación espiritual y modo de ser de quienes participan en el culto.

El sacerdote, al preparar la misa, mirará más bien el bien espiritual de la asamblea que a sus

necesidades preferidas. Tenga además presente que una elección de este tipo estará bien hacerlade común acuerdo con los que ofician con él y con los demás, que habrán de tomar parte en lacelebración, sin excluir a los mismos fieles en la parte que a ellos más directamente lescorresponde.

Y puesto que las combinaciones elegibles son tan diversas (?), es menester que, antes de lacelebración, el diácono, los lectores, el salmista, el cantor, el comentarista y el coro, cada uno

 por su parte sepa claramente qué textos le corresponden y nada se deje a la improvisación. Enefecto, la armónica sucesión y ejecución de los ritos contribuye muchísimo a disponer el espíritude los fieles a la participación eucarística (OGMR 313).

3. ¿Qué es un equipo parroquial de liturgia?

Equipo de liturgia o comisión de liturgia es un grupo constituido por personas creyentes que prestan generosamente su servicio a la comunidad en su aspecto celebrativo.

Como nos dice el Concilio, están en orden a “trabajar para que florezca el sentido comunitario parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa parroquial” (SC 42).

Su función es, en general, animar la vida litúrgica parroquial-sectorial, es decir, preparar lascelebraciones en todos los aspectos: ambientación, cantos, moniciones, homilía,…

 Motivos para constituir una comisión de liturgia

Toda parroquia-sector tendría que contar con un grupo de cristianos que ejerciendo su funciónde pueblo sacerdotal (1 Pe 2, 9) colaborara con los sacerdotes (presidentes de las celebraciones)o en su ausencia ellos mismos colaboraran en la tarea de cuidar y alentar la vida litúrgica de lacomunidad.

 Las razones son claras:

• Lo mismo que la celebración no puede descansar sobre una sola persona, porque es

celebración de toda la Iglesia, tampoco su animación.

• Las celebraciones litúrgicas expresan y manifiestan la Iglesia tal como es: El Cristo total,cabeza y miembros, un cuerpo con miembros (VQA 4. 9. 10).

• “Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia” (SC 26).Esto debe expresarse. Esta expresión no será viva, si no es significativa, si no se ejercitatambién en la preparación.

• El mismo Misal señala que “la preparación de cada celebración litúrgica se haga con ánimoconcorde entre todos aquellos a quienes atañe, tanto en lo que toca al rito como al aspecto

 pastoral y musical, bajo la dirección del rector de la Iglesia, y oído también el parecer de losfieles en lo que a ellos directamente les atañe” (OGMR 73; cfr. 313).

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Todas estas razones exigen, por tanto, un equipo, que sea responsable, activo y capacitado. Elnúmero dependerá de la parroquia o sector. El sector necesitará bastantes (12-15) personas. Enuna parroquia pequeña tal vez sean suficientes dos o tres.

4. Proceso de constitución

En la actualidad no existe normativa oficial alguna que determine cómo crear o constituir unequipo de animación litúrgica en una comunidad parroquial-sectorial.

Los existentes han surgido de las necesidades y posibilidades concretas de cada comunidad.Cada grupo sabe su historia con sus gozos y sufrimientos.

El equipo no se constituye de la noche a la mañana. Tiene un proceso largo y paciente deconstitución, de organización, de funcionamiento y, sobre todo, de formación que deberespetarse, pero a la vez impulsar.

 Pasos de este proceso:

• Normalmente, en primer lugar, aparecen unas personas que comienzan a hacer las lecturas olas moniciones que prepara el sacerdote. Es el embrión.

• Si se fija una reunión quincenal o semanal el grupo se consolida.

• En estas reuniones se explica lo que hacen, por qué lo hacen, y así, servirán dichas reuniones para formar un grupo denominado grupo de liturgia.

• Al principio el sacerdote les facilitará las hojas litúrgicas con todo el material preparado.Después de unos años de trabajo, ellos mismos podrán si desean elaborar sus propiasmoniciones.

• Una vez que hemos llegado a este momento se puede planificar el siguiente curso.

• Leído y comentado, se procede a elegir objetivos y actividades para el curso siguiente (ver cuadro).

• Entre los objetivos del curso siguiente es necesario proponer el objetivo de la formación. Esteobjetivo debe concretarse señalando los temas para el estudio.

• A medida que pasa el tiempo, el equipo va madurando como grupo. Al mismo tiempo debecrecer su capacidad de trabajo en equipo y de diálogo, en fe y oración, en estudio y enformación.

En resumen, el equipo o la comisión de liturgia parroquial se constituirá desde el momento enque pasan de ser personas voluntarias que van a la sacristía dispuestas a hacer las moniciones ylas lecturas a ser un grupo que se preocupa de la dinámica de las celebraciones; de ser personassin opinión a ser un equipo que dialoga previamente entre sí y juntos todos, presidente, monitor,cantor y lectores, determinar todo lo relacionado a la liturgia: qué canto es el más adecuado, quésentido hay que dar a las moniciones,…

CUADRO PARA PROGRAMAR UN CURSO 

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OBJETIVOS GENERALES

• Formarse litúrgicamente en los sacramentos.

• Animar las celebraciones parroquiales.

• Cooperar ejerciendo la dignidad de bautizados.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS (elegir o proponer otros para un curso)

• Formarse en el significado de la Eucaristía.

• Relación entre Eucaristía e Iglesia.

• Qué son símbolos; símbolos de la Eucaristía.

• Animar las celebraciones dominicales.

ACTIVIDADES

(elegir o proponer otros para el curso)

• Asistencia a un cursillo básico sobre la Eucaristía.

• Organizar un cursillo sectorial sobre la Eucaristía.

• Estudio de la OGMR.

• Estudio de la OLM.

• Estudio de los cuadernos “Gestos y símbolos” CPL 24, 25, 29.

REUNIONES

• Presentar el calendario del curso.

• Señalar días y horas.

• Señalar personas que responderán de las actividades elegidas.

 

5. ¿Qué significa “animar”?

Tomamos animar como dar vida, comunicar aliento y entusiasmo, dar movimiento, calor, fiesta,infundir vigora un ser viviente.

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La animación litúrgica consiste en ayudar a dar vida, hacer participar; crear dinamismo yambiente festivo en las celebraciones para que los fieles reunidos ofrezcan a Dios un culto enespíritu y verdad (Jn 4, 23).

La animación litúrgica debe ayudar, por tanto, a participar interna y externamente a la asamblea.

La animación no consiste en infundir un alma a la asamblea, ya que la posee, sino en hacer queaflore y se manifieste, que vibre y experimente el misterio celebrado.

 No olvidamos que el alma de todo esto es el Espíritu Santo, presente y operante, que lleva atérmino la obra iniciada por Jesús, realiza la santificación y hace posible que la oración seescuchada.

6. Miembros de la comisión

En muchas de nuestras parroquias están los mismos en todo, es decir, personas que abarcandistintas actividades. La comisión de pastoral litúrgica debiera tener 

• unos miembros que sólo trabajaran en dicha comisión

• y otros que representaran a otras actividades pastorales y materiales del templo, a fin de que laliturgia fuera culmen y fuente de toda la vida parroquial y pudiera seguir mejor la vida pastoralde la parroquia y recoger las inquietudes y problemas que se viven en la comunidad.

El equipo ideal tendría que ser un grupo variado, rico y representativo de lo que es lacomunidad. Debe estar formado, pues, por un grupo heterogéneo que agrupe sacerdotes,religiosos y laicos de todas las edades.

 En concreto, en un equipo parroquial litúrgico tendrían que estar:

• los sacerdotes que presiden las celebraciones, por lo menos a la hora de programar o preparar dichas celebraciones.

• los/las que celebran los domingos en ausencia del sacerdote.

• los monitores.

• los lectores.

• los salmistas, cantores, si los hay.

• los que distribuyen la comunión.

• el director del coro o del canto de la asamblea.

• el organista.

• representantes de la catequesis, confirmación,…

7. Perfil de los miembros

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Los rasgos ideales de los miembros de una comisión litúrgica serían:

• Testimonio de vida cristiana: sean conocidos en la parroquia y aceptados como creyentes.

• Sensibilidad litúrgica: personas con sentido de Dios, de lo simbólico-poético, que vivan las

celebraciones.

• Servidores de la comunidad: que no busquen protagonismo personal, ni se afanen por satisfacer sus propios deseos.

• Conocer la comunidad para poder adaptarse a la asamblea concreta que celebra, siendo fiel a lacelebración.

• Disponibles para formarse: la formación litúrgica es una tarea constante para vivirla con plenitud.

• Querer mejorar la calidad de la celebración, empezando por ellos mismos. En la celebración,las palabras, los símbolos y ritos, los gestos y movimientos tienen su sentido y como tal debenaparecer.

8. Relaciones con los sacerdotes

Dada la importancia de los sacerdotes como presidentes de la acción litúrgica, la comisión sólo podrá ser eficaz si mantiene estrecha relación con el párroco y el equipo de sacerdotes y si éstosaceptan realmente esta colaboración. De lo contrario, será fuente de tensiones, frustraciones ysufrimiento.

La OGMR en el n° 73 indica que la preparación de cada celebración se hará “bajo la direccióndel rector de la iglesia”. Si no puede acompañar en todas las sesiones, es conveniente ynecesaria su presencia en el grupo, en algunas ocasiones, para estimularlo, reconocer su labor yestablecer un diálogo mutuo, tal como aparece en la cita completa.

El sacerdote, así mismo, debe evitar estos dos extremos:

• La suspicacia o desconfianza sobre la utilidad de las aportaciones de los laicos: el monopolio.

• La dejadez: el ceder todas las decisiones y responsabilidades al grupo.

9. La formación litúrgica de las comisiones

La eficacia de las comisiones litúrgicas depende, en gran parte, de su preparación y capacitaciónlitúrgica. Por eso, el primer compromiso de esta comisión tendría que ser el de preocuparse deesta formación.

El fallo de muchas comisiones parroquiales es el de meter horas en preparar las cosas concretas para la celebración (moniciones, cantos, etc.). Hoy día hay muchas publicaciones dedicadas aello. Naturalmente habrá que acomodarlas a la comunidad parroquial, pero no fuera el trabajoque más horas absorbiera.

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Es necesario, pues, dedicar una parte de cada reunión a la formación; asegurar en los sectorescursillos de liturgia dirigidos de manera especial a los miembros de estas comisiones.

La parroquia tendría que suscribirse a alguna revista litúrgica, y tomar como punto de reflexiónlas hojas añadidas que traen algunas publicaciones para las misas dominicales.

Hay muchos miembros de las comisiones litúrgicas, que intentan hacer las celebraciones ydestacar algunos elementos con la mejor voluntad, pero al mismo tiempo, con total desacierto.

La formación, es decir, el sentido de cada una de las partes debe ser adquirido en la formación  para no caer en desaciertos lamentables. Debemos tener claro que la celebración tienenelementos pedagógicos que educan al pueblo. Por lo cual, no es lo mismo celebrar de una formao de otra.

Junto a esto, sería conveniente elaborar una orientación bibliográfica sencilla señalando loslibros fundamentales que debiera leer un miembro de la comisión litúrgica.

10. Las sesiones de trabajo de la comisión

El método para las sesiones que proponemos es sólo un guía. Se puede, naturalmente, ampliar yreducir, perfeccionar y acomodar. Cada equipo debe adaptarlo.

Una sesión de trabajo se puede dividir en estos momentos:

• Momento oracional: Iniciar y/o terminar con una oración. Por ejemplo, una lectura bíblica al principio y una respuesta salmo al final. Puede encargarse, para cada sesión, a un miembro delgrupo que la dirija y la prepare (2 ó 3 minutos).

• Momento de revisión: Al principio de cada sesión es conveniente dedicar un momento breve arevisar las celebraciones que se han hecho (5 ó 10 minutos).

• Momento panorámico: Es para encuadrar el domingo dentro del año litúrgico; en estemomento describiremos, si los hay, circunstancias especiales que viva la comunidad,relacionaremos las fiestas con el misterio pascual, encuadraremos o centraremos la celebraciónde algún sacramento con la Eucaristía, leeremos algún punto relacionándolo con el día,estudiaremos algún punto determinado de la liturgia. Es un momento importante (20 ó 30minutos).

• Momento analítico: Se analizan en este momento los textos de la siguiente celebración:lecturas, oraciones, prefacio y plegaria eucarística que les venga mejor, puntos para la homilía.También es un momento fuerte (20 ó 30 minutos).

• Momento de concreción: Para seleccionar cantos, destacar algunos elementos celebrativos;componer las preces de la oración de los fieles; prestar especial atención a los elementossimbólicos de la misa de los niños o jóvenes; mirar la ambientación de la iglesia, presbiterio, (20m.).

• Momento de la distribución de las tareas: Señalar las personas que atiendan las distintas

celebraciones y las horas (5 m.).

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Esto puede hacerse para todo el año. Además de estas sesiones ordinarias, durante el curso o añolitúrgico hay que dedicar unas sesiones o una sesión entera a una revisión seria de la actuacióncomo grupo y de actuación cara a la asamblea.

11. Funciones de la comisión litúrgica

1) El cuidado de la vida litúrgica parroquial 

Esta es la tarea más importante de la comisión litúrgica dentro de la parroquia: ocuparse de quela parroquia desarrolle una vida litúrgica auténtica, es decir preparar, animar y revisar lascelebraciones en sintonía con el párroco.

 Esto abarca diversos aspectos.

a) Elementos materiales: Asegurar que la parroquia cuente con todo lo necesario para unacelebración digna:

• un templo bien dispuesto, limpio, ordenado, con las debidas condiciones de luz y audición, conuna distribución adecuada de los bancos;

• un presbiterio adecuado, altar, ambón, sede;

• ornamentos renovados convenientemente, dignos, limpios;

• libros para el presidente, lectores, coro, organistas, para la sede, etc.

 b) Encontrar más miembros para el grupo y actividades. Los miembros de la comisión litúrgicase ha de preocupar de ir aumentando poco a poco el grupo de liturgia. Esto exige:

• Buscar y encontrar personas que sean aptas para estos servicios;

• Ayudarles a entender y valorar su servicio; capacitarles para realizarlo bien.

c) La creación de la asamblea litúrgica. El sujeto de la celebración es la asamblea que se reúne para celebrar. Por tanto ésta debe recuperar toda su vitalidad.

La constitución de una asamblea litúrgica requiere toda una pedagogía para que las personas

reunidas tomen conciencia de pertenencia a una comunidad. Por eso, es importante el enfoquede la celebración, el ambiente que se crea, la introducción preparatoria a la celebración, lasmoniciones, etc.

Por otra parte, hay asambleas que hay que cuidar de manera particular como la de losBautismos, Matrimonios, Primeras Comuniones, Funerales, etc, para que la familia, con ser muyimportante, no suplante indebidamente a la asamblea cristiana. Así mismo habrá que cuidar launión con la Eucaristía de los mayores la asamblea cristiana en las celebraciones de niños,

 jóvenes, grupos, etc. (DMN 12).

d) El desarrollo de la celebración. Para conseguir que la vida litúrgica de la parroquia se

desarrolle de manera adecuada la comisión debe procurar:

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• Que se supere la rutina y la inercia. No cantar siempre los mismos cantos; que cada misadominical tenga tres o cuatro monitores que se cambien, un día hace uno y otro día otro;destacar algún aspecto de la Eucaristía, etc.

• Que la celebración recoja y exprese la vida de la comunidad paroquial, sectorial y diocesana

con sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones. Esto se conseguirá destacando en lamonición introductoria al comienzo del curso pastoral, haciendo de monitor un representante degrupos, introduciendo algunas peticiones por el curso, por los niños, matrimonios, Cáritas, etc.,en la oración de fieles.

• Que la celebración responda a los problemas, necesidades, sufrimientos y gozos del hombre dehoy y del pueblo. Como la homilía es el momento de la aplicación de la Palabra de Dios a lavida real, sería conveniente que la comisión de liturgia la elaborara conjuntamente con elsacerdote. En la oración universal siempre debiera aparecer algun problema, necesidad o gozode dicha asamblea.

• Que en las celebraciones se busque un equilibrio entre la acción comunitaria y la participaciónindividual, entre el silencio y la palabra, equilibrio entre la observancia de las normas litúrgicasy la creatividad y adaptación a la comunidad concreta. Cabe acercarse, “traducir” el símbolo,

 pero con el cuidado de no alegorizar todo.

2) La educación litúrgica de la parroquia

Además de educarse ellas mismas, las comisiones litúrgicas han de buscar educar litúrgicamentea las comunidades parroquiales:

• que conozcan el sentido de las diversas celebraciones, en especial de la Eucaristía,

• que comprendan el lenguaje litúrgico, el contenido profundo de los gestos, etc.

En primer lugar no olvidar la tarea educadora que se puede realizar a través de las moniciones para guiar al pueblo en su participación, ayudarle a entrar en la celebración comprendiendo losritos, dando sentido a los gestos, creando un ambiente de oración y recogimiento. Convieneorganizar periódicamente para todo el pueblo catequesis litúrgicas sobre temas básicos.

3) Preparación de las celebraciones

Esta es una de las tareas más concretas a realizar en la parroquia. La preparación de unacelebración exige:

• Fijar bien el sentido de la celebración: Que todos los que van a participar en la celebraciónsepan qué se va a celebrar y por qué.

 No todas las celebraciones son iguales. No es lo mismo un domingo de Adviento o uno dePascua. No es lo mismo una Primera Comunión que una Confirmación. Todo ello, sin olvidar lavida y los problemas de la comunidad.

• Preparar todo lo necesario para la celebración. Los elementos materiales (el pan, el vino,…),

los elementos de la misa (oraciones, prefacios, plegaria eucarística, cantos, salmos, etc.), las

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moniciones, guiones para las celebraciones más complejas destinados al presidente, monitor,lectores, coro.

• Distribución. Todo ello y para no improvisar a última hora, es conveniente distribuir consuficiente antelación las diversas tareas y servicios litúrgicos.

 4) Realización de las celebraciones

La celebración misma es el culmen y fuente, por tanto, lo más importante de la pastorallitúrgica.

La comisión litúrgica deberá estar atenta a que las celebraciones no caigan en:

• un formulismo vacío, es decir, una liturgia donde se observen todas las normas y leyeslitúrgicas pero donde falta vida, calor, oración, participación interior.

• una rutina donde no se exprese la vida cambiante de las personas y de la comunidad.

• una acción donde sólo participen el presidente y algunos fieles mientras el pueblo asista pasivamente como mero espectador.

Será conveniente que la comisión litúrgica sepa revisar periódicamente las celebraciones de la parroquia para señalar las deficiencias que se observan, los defectos en que se vaya cayendo,etc. para tratar de corregirlos y seguir mejorando la vida litúrgica parroquial.

CAPÍTULO IX

MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA SAGRADA COMUNIÓN

En el año 1972 la Iglesia aprobó los ministerios laicales instituidos, confirmándolos como unagracia al servicio y enriquecimiento espiritual del pueblo de Dios: “los ministerios pueden ser confiados a los seglares, de modo que no se consideren como algo reservado a los candidatos alsacramento del orden”(Ministeria Quaedam).

Todos los servicios y ministerios en la Iglesia tienen un mismo fin, hacer posible la salvación delas almas, viviendo y desempeñando los servicios y ministerios desde una fe viva, una esperanzafirme y una caridad constante, haciendo vida las virtudes teologales, especialmente con los más

 pobres y desamparados como son en este caso los enfermos.

1. El ministro extraordinario de la comunión en el código de Derecho Canónico

Bajo ciertas condiciones, la Iglesia autoriza a que distribuyan la comunión personas que no sonsacerdotes. De acuerdo con el canon 910 § 1, son ministros ordinarios de la comunión el obispo,el presbítero y el diácono. Además, el Código de Derecho Canónico de 1983 introduce un

concepto, novedoso respecto al Código de 1917, y es el de ministro extraordinario.

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Esta figura fue introducida con motivo de la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano IIen 1973, mediante la Instrucción Immensae caritatis de la Sagrada Congregación para laDisciplina de los Sacramentos, de 29 de enero de 1973 (AAS 65 (1973) 265-266). Actualmenteestá recogida en el canon 910 §2: Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito,o también otro fiel designado según el c. 230 § 3.

A su vez, el canon 230 § 3 indica lo siguiente: Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y nohaya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores, ni acólitos, suplirles enalgunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oracioneslitúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada comunión, según las prescripciones delderecho.

Por lo tanto, de modo ordinario pueden administrar la comunión exclusivamente los clérigosindicados. Puede haber ministros extraordinarios de la comunión; para que éstos ejerzan talfunción, el derecho requiere dos requisitos:

1º.) Lo aconseje la necesidad de la Iglesia. El canon 230 § 3 habla de necesidad, no de utilidadde otro tipo. A modo de ejemplo sería necesidad que no se pueda atender a todos los fieles que

  piden la comunión, de modo que la Misa se alargaría excesivamente (una larga fila en elmomento de la comunión). Es el caso de peregrinaciones populares, u otras ocasiones similares.

 No se refiere, por lo tanto, a otros criterios, como son la mayor solemnidad de la ceremonia, o lacelebración particular de un grupo de personas.

2º.) No haya ministros. No sería el caso previsto, si hay ministros que pueden atender alministerio de la comunión con cierto incomodo. Sería el caso de las comuniones a los enfermos,o de ordinario las misas parroquiales en que no hay sacerdotes en la iglesia.

Acerca de este último requisito, el Consejo Pontificio promulgó una Respuesta auténtica el 1 de junio de 1988. No estaríamos en el caso previsto en estos cánones, si están presentes en laiglesia ministros ordinarios que no estén impedidos, aunque no participen en la celebracióneucarística.

3º.) El canon 231 establece que para ejercer este ministerio laical se requiere de la debidaformación, conciencia y generosidad (formación permanente). Para recibir este ministerio elmismo documento Immensae caritatis pide que el fiel, hombre o mujer que será instituido comoministro extraordinario de la Sagrada Comunión, deba estar adecuadamente instruido y ser recomendable por su vida, por su fe y por sus costumbres. Incluso utiliza unas palabras muy

exactas sobre la idoneidad de la persona, que transcribo a continuación. “No sea elegido nadiecuya designación pudiera causar admiración a los fieles”.

El ministro extraordinario debe ser un acólito u otro laico. El acólito está brevemente descrito enel canon 230 § 1. Su mención en el canon 910 no significa que pueda dar la comunión casicomo ministro ordinario, sino que, si se cumplen los requisitos previstos, y está presente unacólito, se le debe preferir a otros laicos.

Además, de acuerdo con la Instrucción Immensae caritatis, el laico designado para administrar la comunión puede ser ad tempus o ad actum, o si fuera verdaderamente necesario, de modoestable. La designación la hace el Ordinario, el cual puede delegar en ciertas autoridades.

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De esta manera podemos estar seguros de que la Iglesia siempre mira por las necesidades de sushijos. Y de esta manera, bien sea por criterios de practicidad para obviar filas inmensas queretraerían a muchos de acercarse a recibir la comunión o prácticamente no daría tiempo derepartirla, o ante la falta de sacerdotes o personas idóneas como en el caso de las misiones, laIglesia vela por hacer accesible el Cuerpo de Cristo a quien lo necesite.

2. Normas básicas

1) Laicos que distribuyen la comunión

Entre los ministerios litúrgicos que en estos últimos años se han ido encargando a los laicos, elque tal vez ha llamado más la atención es el de poder distribuir la comunión.

 No es una novedad. Hasta el siglo VIII, los laicos llevaban con frecuencia la Comunión a losausentes, enfermos o presos. Más tarde este ministerio se fue reservando, poco a poco, a losclérigos.

En 1.969 se permite que los laicos pudieran distribuir la Comunión, en determinadascircunstancias. Es en 1.972, cuando Pablo VI estableció que los “acólitos instituidos”, que

 pueden ser laicos, fueran ministros extraordinarios, pero permanentes, de este ministerio de lacomunión. Finalmente, en el año 1.973, la Congregación de los Sacramentos establece losmotivos y modalidades de la distribución de la Comunión por laicos, así como la repetición dela Comunión en el mismo día, la mitigación del ayuno y la Comunión recibida en la mano.

Este servicio litúrgico de distribuir la Comunión, tal y como en la actualidad está regulado, se  puede decir que ha sido bien acogido por el pueblo cristiano, lógicamente después de las primeras y naturales reacciones de sorpresa. Allí donde se ha introducido con pedagogía y buena preparación, se ha convertido en una experiencia enriquecedora, que va educando a lacomunidad en el sentido de la Iglesia y de la Eucaristía. En muchas iglesias se ve ahora cómocon toda naturalidad y dignidad participan los laicos en esta misión. Como dato significativo,hace cuatro o cinco años, que en Roma se calculaban en unos 800 los ministros extraordinariosde la Comunión oficialmente nombrados como tales, de los cuales unos 200 eran laicos y elresto religiosos.

2) Funciones de este ministerio

Dentro de la Misa: Ayudar al sacerdote a repartir la Comunión cuando haya muchos

comulgantes, falten otros ministros ordenados, o cuando se de bajo las dos especies.

Fuera de la Misa: Impartir la Comunión a los fieles que lo deseen cuando el sacerdote estéausente.

Comunión a enfermos: Llevar la Comunión a los enfermos.

En celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote: Pueden recibir el encargo oficial delObispo de presidir la celebración de la Palabra y distribuir a sus hermanos la Comunión.

3) Motivación de este ministerio

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Todas las funciones litúrgicas de este Ministerio extraordinario de la Comunión, obedece aldeseo de ayudar a que la comunidad cristiana celebre mejor la Eucaristía. Se puede decir que la

 primera motivación es la utilidad pastoral:

- Ayudar a repartir la Comunión cuando son muchos los fieles a recibirla, favorece el que la

celebración sea ágil, proporcionada, y no innecesariamente larga. O cuando la Comunión serealiza bajo las dos especies, que con la ayuda de los ministros laicos se puede realizar mejor.

- Fuera de la Misa, la comunidad cristiana encuentra facilitado su acceso a la Comunión. Losenfermos pueden comulgar más frecuentemente, en especial el día del domingo, cuando loslaicos son encargados de repartir la Comunión.

Pero de lo que verdaderamente se trata, es de dar otra imagen de Iglesia, donde se pone demanifiesto la dignidad del laico, que en virtud de su Bautismo, puede recibir el encargoministerial de ayudar a sus hermanos, también en la celebración de los sacramentos, en bien detoda la comunidad.

4) Quien puede ser ministro extraordinario de la comunión

Ser ministro extraordinario de la Comunión es dar un servicio importante a la comunidadcelebrante, que hay que saber realizar con desenvoltura y dignidad.

Es necesario que la persona sea ya madura, aproximadamente mayor de 25 años, con buenafama, aceptada en la comunidad y que ofrezca cierta garantía en cuanto a su vida cristiana, su fey sus buenas costumbres.

Es conveniente que los designados estén comprometidos en alguna clase de apostolado:catequesis, cuidado de enfermos, que pertenezcan al equipo de liturgia, al consejo pastoral o auna comunidad religiosa, o bien desarrollen alguna actividad parroquial. De esta manera, elservicio de repartir la Comunión o llevarla a los enfermos no sería un hecho aislado dentro de suidentidad y de su imagen en la comunidad.

5) Modo de designación

Es el Obispo a quien corresponde la designación de los ministros extraordinarios de laComunión, tras haber escuchado la petición de los párrocos.

El responsable de la comunidad, después de haber consultado con los otros miembros de lacomunidad, presenta al Obispo los nombres de las personas que desea sean asignadas para esteministerio, indicando las motivaciones que hacen aconsejable esta decisión.

El Obispo, o bien el Vicario u otro Delegado, designa oficialmente a estas personas para que puedan ejercer en su Parroquia el ministerio de distribuir la Comunión o llevarla a los enfermos.Puede hacerlo para un año o varios (en muchas ocasiones se concede por tres o cinco años).Suele a veces plasmarse esta designación en un documento oficial firmado por el Obispo paraque se vea que es un encargo oficial de la Diócesis.

La comunidad parroquial reunida en la Misa principal de un domingo (en los meses de

Septiembre u Octubre que es cuando suelen empezar las actividades en las Parroquias), es

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informada de la decisión de encomendar este ministerio a tales personas, y los motivos por loscuales ha parecido conveniente.

6) Rito del nombramiento

El rito del nombramiento es el propio del “Ritual del Culto”. Es un acto que puede representar  para la comunidad cristiana reunida una hermosa catequesis de lo que es la Iglesia, la dignidad ycorresponsabilidad de los laicos, y la importancia de la Eucaristía para los presentes y losenfermos.

El rito para la designación estable de los ministros extraordinarios de la comunión es elsiguiente:

- Se comienza con una monición en la que se da a conocer a la comunidad qué ministerio se va aencomendar y a quiénes, y se les recuerda a las personas designadas su deber de dar testimoniode vida cristiana y de ejercitar este oficio con respeto especial a la Eucaristía.

- A continuación se pregunta a los candidatos, para que ratifiquen su compromiso de realizar  bien este ministerio en beneficio de la comunidad.

- La asamblea hace oración sobre ellos.

- También tiene particular recuerdo por ellos en la oración universal.

Con este rito se quiere que, oficialmente, se destaque y se dé expresividad a este ministerio,sobre todo cuando va a ejercitarse durante un cierto tiempo.

7) Qué es un ministro extraordinario

Los laicos que reciben la misión de distribuir la Comunión, dentro o fuera de la Misa, sonconsiderados ministros “extraordinarios” de la Comunión. También lo son los acólitos“instituidos”, aunque sean ministros permanentes. Los únicos ministros “ordinarios” de ladistribución de la Comunión son los ordenados (diáconos, presbíteros y obispos).

Llamar a uno ministro “extraordinario” significa que sólo puede ejercitar el encargo recibido enausencia de los ministros ordinarios. Si hay diáconos o sacerdotes, son éstos los que debendistribuir la Eucaristía, empezando por el sacerdote celebrante (todos los documentos

desautorizan el que un sacerdote, presente en la celebración, se siente y deje que sean los laicoslos que repartan la Comunión).

En cambio, es más conveniente que un laico, que ha estado presente durante la celebración, seallamado a ejercer el ministerio que tiene oficialmente encomendado, a que acuda un sacerdotesólo en el momento de la Comunión.

 Modo de realizar el ministerio

La comunión es el acto central de la celebración Eucarística: hay que realizarla con pausa,dignidad y expresividad.

a) Los ministros extraordinarios suben al altar en el momento adecuado.

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  b) El sacerdote celebrante, después de comulgar, distribuye la Comunión a los ministrosextraordinarios para que comulguen ellos. Es bueno que los que van a distribuir el Cuerpo deCristo (y la Sangre de Cristo, en su caso) lo reciban antes de manos del Celebrante.

c) El sacerdote, a continuación, les entrega el copón (y el cáliz, si la comunión se realiza bajo

las dos especies) para que se vea que son como una prolongación del celebrante, que es elrepresentante del mismo Cristo.

d) Los ministros extraordinarios bajan a repartir la Comunión a los fieles. Lo harán con pausa yexpresividad, mostrándola ante cada uno y diciendo con calma: “El Cuerpo de Cristo” (o “laSangre de Cristo” en su caso), depositándola luego en la mano o en la boca de cada fiel, segúnla opción de este (ofreciendo, asimismo, el cáliz cuando la Comunión se realiza bajo las dosespecies).

e) Es importante conocer que es mucho más expresivo dar la Comunión, a invitar a que losfieles la cojan. Queda mejor expresada la mediación de la Iglesia cuando se hace por sus

ministros. De aquí que sea aconsejable el que también los ministros extraordinarios la reciban por el sacerdote celebrante, antes de distribuirla al resto de los fieles.

9) Pastoral de conjunto

Para que la designación de los ministros extraordinarios de la Comunión sea plenamente eficazy expresiva, deberán tenerse en cuenta unos principios de pastoral bastante evidentes:

- Que la elección de las personas se haga en coordinación con otros ministerios y tareas de lavida de la comunidad (catequesis, cuidado de enfermos, servicios de caridad, pastoral de

 preparación de sacramentos, etc.).

- Que esta elección se haga, sobre todo, en coordinación con el responsable último, el párroco,en cuanto a la designación como al ejercicio del ministerio.

- Que se realice este ministerio, fundamentalmente, todos los domingos, como día de lacomunidad y día del Señor, tanto en la celebración misma como en el servicio a los enfermos.

- Que el número de los designados sea suficiente para asegurar su presencia y participación entodas las Eucaristías dominicales, en las que sea necesaria su presencia.

- Y que formen un verdadero equipo en el que se distribuyan sus incumbencias, para que nohagan falta, normalmente, otros ministros ocasionales.

Es conveniente que los ministros laicos de la Comunión reciban una preparación adecuada antesde empezar a ejercer su ministerio. Se recomienda, a ser posible, una preparación bíblica,litúrgica, teológica, pastoral y ceremonial, en cursos intensivos organizados por la Parroquia,Arciprestazgo o Diócesis.

10) Actitud exterior e interior del ministro extraordinario de la comunión

Hay que ser consciente de que, distribuir la comunión a los hermanos de la comunidad y llevarla

a los enfermos, es un servicio hermoso y significativo, que debería de llenar de alegría a quienha sido llamado a realizarlo.

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Exteriormente no hace falta indicar, que cualquier ministerio litúrgico merece una compostura yuna actitud digna. El ministerio de la Comunión todavía lo pide más.

En el vestir en el momento de distribuir la comunión, el Ritual del Culto y otros documentos,dejan libertad sobre el uso del alba, o bien aparecer como laicos a la vista de la comunidad,

lógicamente con un vestido digno y adecuado.

Pero lo verdaderamente importante es la actitud espiritual interior. Ante todo se pide a losministros extraordinarios:

- Respeto y aprecio a la Eucaristía: Es el momento central de la celebración, cuando Cristo se daa los suyos como alimento de vida eterna. Todo ministro que ayuda a que la Comunión serealice con dignidad, debe él mismo estar convencido de la importancia de este sacramento,tener sentido de lo sagrado, porque está sucediendo el misterio central de la donación de Cristoy de la fe de los cristianos. El ministro extraordinario está ayudando a un acontecimiento de fe ydebe notársele en su modo de actuar y en su postura interior.

- Respeto y amor a la comunidad a la que sirven: Porque están ayudando a sus hermanos a quereciban al Señor en las mejores condiciones posible de celebración. En el caso de los enfermos,están facilitando este encuentro de fe a personas que no han podido acudir a la celebracióncomunitaria.

Hay que tener muy presente que este ministerio no es un privilegio para la persona, sino unservicio para bien de los demás. Su actitud interior y exterior de servidores y el talante humilde,harán manifiesta su fe en la importancia de la Eucaristía y el respeto que les merece lacomunidad.

Es un ministerio, por tanto, que debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa. Muchasveces no será cómodo estar dispuesto a participar en alguna celebración en que haga falta esteministerio, porque no coincida con los planes o proyectos personales, pero hay que tener muyclaro que es un ministerio para los demás y no para provecho propio.

 

3. Lo que debería ser extraordinario se ha convertido en norma, y lo que debería sernorma se ha convertido en extraordinario

La introducción de la comunión en la mano fue invariablemente seguida por la introducción deministros extraordinarios de la Eucaristía. Pero contrariamente a la comunión en la mano, quefue aceptada en los primeros tiempos de la Iglesia, el uso de ministros extraordinarios durante laMisa no tiene precedente histórico. Ni la más mínima evidencia puede ser invocada para probar que la Sagrada Comunión haya sido jamás administrada durante la liturgia sino por un obispo,sacerdote o diácono.

 En los primeros siglos hay evidencia de casos, pero siempre fuera de la liturgia. Para el siglotrece era ya una tradición establecida que sólo aquello que había sido específicamenteconsagrado para ese propósito podía entrar en contacto con el Santísimo Sacramento hasta queÉste hubiera sido colocado en la boca del comulgante. Santo Tomás de Aquino (1225-1274)

escribió a este respecto (III, q. 82, a. 3): “La distribución del Cuerpo de Cristo pertenece alsacerdote por tres razones. Primero, porque él consagra in persona Christi. Pero así como Cristo

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consagró Su Cuerpo en la Cena, también Él lo dio a los otros para que participaran de él.Consecuentemente, así como la consagración del Cuerpo de Cristo pertenece al sacerdote, delmismo modo su distribución también le corresponde a él. En segundo lugar, porque el sacerdotees el intermediario establecido entre Dios y el pueblo, por lo cual, así como le pertenece ofrecer los dones del pueblo a Dios, también le pertenece a él dispensar al pueblo los dones

consagrados. Tercero, porque en virtud de la reverencia debida a este sacramento, nada lo tocasino las cosas consagradas; por eso, para tocar este sacramento, se consagran el corporal y elcáliz, así como las manos del sacerdote. En consecuencia, a nadie le es lícito tocarlo, exceptocaso de necesidad, por ejemplo, si estuviera por caer al suelo o en otro caso de urgencia”.

El documento que autoriza la introducción de ministros extraordinarios de la Eucaristía es unaInstrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, del 29 de enero de 1973, tituladaImmensae caritatis. Ella autoriza el uso de ministros extraordinarios en “casos de genuinanecesidad”. Esta es la enumeración de los casos, pero siempre y cuando:

a) no haya sacerdote o diácono;

 b) éstos se vean impedidos de administrar la Sagrada Comunión por motivo de otro ministerio pastoral, razones de salud o avanzada edad;

c) el número de fieles por recibir la Sagrada Comunión sea tal que la celebración de la Misa o ladistribución de la Eucaristía fuera de la Misa pueda verse indebidamente prolongada.

La Instrucción estipula que: “Dado que estas facultades son concedidas sólo por el bienespiritual de los fieles y para casos de genuina necesidad, se recuerda a los sacerdotes que no

  por esto ellos están excusados de la tarea de distribuir la Eucaristía a los fieles quelegítimamente la piden, y especialmente darla a los enfermos”.

Es difícil imaginar la existencia de circunstancias que justifiquen el uso de ministrosextraordinarios no tratándose de tierras de misión. Aunque también es posible que estascircunstancias se den cuando a un sacerdote a cargo de vastas áreas le resulte físicamenteimposible administrar la Sagrada Comunión a todos los enfermos y moribundos que lorequieran. Por supuesto, el bien de las almas debe tener toda prioridad, de manera que si se

 presenta la alternativa entre alguien que muera sin recibir este sacramento o recibirlo de unlaico, indudablemente esta última es la preferible, siempre suponiendo que al sacerdote le hayaresultado físicamente imposible concurrir. Obviamente, en tales circunstancias sería deseableque el moribundo pudiera acceder al sacramento de la penitencia pero, una vez más, cuando esto

es físicamente imposible un acto de contrición perfecta será suficiente, aun en caso de pecadomortal.

Pero no hay comparación entre estas circunstancias verdaderamente extraordinarias y la práctica, hoy demasiado común en muchos países, de encomendar a cientos de laicos en cadadiócesis el desempeño de una tarea que, como lo ha destacado Juan Pablo II, debería ser normalmente “un privilegio de los ordenados”. Y con no poca frecuencia se ve a sacerdotessentados en sus sillas presidenciales, dirigiendo cantos o aun actuando como directores de lasfilas de comulgantes mientras miembros de élite de la parroquia administran a aquéllos la SantaComunión, tal vez abreviando la duración de la Misa cinco minutos o menos.

El hecho de que una persona sea seleccionada como ministro extraordinario puede ciertamentecontribuir a la autoestima de quienes estén deseosos de obtener oficios que los coloquen aparte

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(y por encima) de sus coparroquianos. Este fenómeno se manifestó no bien se comenzó a permitir a los laicos leer la Epístola o a tomar parte en las procesiones del Ofertorio. Sacerdotesque no han admitido estas prácticas han sido frecuentemente objeto de quejas al obispo por 

 parte de laicos deseosos de alcanzar el status que estos oficios les traen.

Los fieles que han visto la admisión de estos ministros extraordinarios en sus parroquias habránnotado que el correcto término “extraordinario” es raramente usado. Sin embargo, éste es eltérmino oficial usado en Immensae caritatis y en el nuevo Código de derecho Canónico. Lostérminos “laicos” o “especiales” se aplican preferentemente para referirse a estos ministros

 porque ello permite camuflar el hecho de que el uso de tales ministros debería constituir unevento extraordinario, algo que sólo raramente –si alguna vez se diera el caso– se podría dar fuera de tierras de misión.

Es difícil imaginar algún sacerdote, digamos, en los Estados Unidos, con tantas apremiantesobligaciones que no tenga tiempo de llevar la Santa Comunión a los enfermos. Si el peso de sustareas administrativas se le tornara tan pesado, esa sí que es un área donde puede obtener ayuda

de los laicos. La presente situación, en la que los sacerdotes se ven superados por actividadesque pueden desempeñar los laicos, mientras que éstos asumen la tarea propia de los sacerdotesde llevar la Santa Comunión a los enfermos, es positivamente exótica, una perfectaepitomización del ethos de la Iglesia Occidental en nuestros días.

En cuanto a la indebida prolongación de la Misa en las parroquias con feligresía numerosa,habitualmente hay otro sacerdote para ayudar. Y aun cuando no hubiera otros sacerdotes, y laadministración de la Eucaristía fuera prolongada, es difícil imaginar que sea indebidamente

 prolongada. El sacerdote podría estimular a los fieles para hacer, en esos minutos, una más perfecta preparación y acción de gracias por el privilegio de recibir a su Salvador. ¿Podríacualquier tiempo empleado en tal acción de gracias ser indebidamente prolongado? Raramentese extendería más allá de diez o quince minutos. Si se considera cuanto tiempo emplea elcatólico medio en mirar T. V. cada día, ¿puede una acción de gracias de quince minutosconsiderarse indebidamente prolongada?

Lamentablemente, la directiva vaticana fue expresada en términos poco precisos. La frase“indebidamente prolongada” puede significar cinco o cincuenta minutos, según quién lainterprete. A través de esas interpretaciones, pues,   Immensae caritatis abrió la puerta a la

 proliferación de ministros extraordinarios. Vinculada con la introducción de la Comunión bajolas dos especies en las misas de los domingos, esta explosión de ministros extraordinarios haalcanzado proporciones de epidemia, lo cual ha sido posible, si bien no estrictamente

autorizado, por Immensae caritatis. Muy pocos obispos prestan el mínimo acatamiento a laadmonición del papa Juan Pablo II en su carta Dominicae Coenae, del 24 de febrero de 1980:“Tocar las sagradas especies y distribuirlas con sus propias manos es un privilegio de losordenados”.

“Cuando ministros ordinarios (obispos, sacerdotes o diáconos) se encuentran presentes en lacelebración eucarística, estén o no celebrando, en número suficiente, y no estén impedidos dehacerlo en virtud de otros ministerios, los ministros extraordinarios de la eucaristía no estánautorizados para distribuir la comunión a sí mismos o a los fieles”.

Por lo contrario, algunos obispos, o los burócratas litúrgicos que los manipulan, muestran gran

entusiasmo por la Comunión bajo las dos especies, principalmente por la excusa que ello les dade incrementar la epidemia de los ministros extraordinarios hasta convertirla en una verdadera

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 plaga. En 1987, en una carta que se incluye al final de este trabajo, la Santa Sede intentórestringir la expansión de esta plaga, pero con poco éxito.

 Ningún observador imparcial podrá negar que se ha expandido una amplia declinación en lareverencia al Santo Sacramento desde el Concilio Vaticano II. En “Dominicae Coenae” el papa

Juan Pablo II deplora estos casos: “Hemos tomado conocimiento de casos de deplorable faltade respeto hacia las especies Eucarísticas, casos que son imputables no sólo a los individuos

culpables de tal conducta, sino también a los pastores de la Iglesia que no han sido

 suficientemente vigilantes respecto a la actitud de los fieles hacia la Eucaristía”.

El Santo Padre concluyó esta carta con su famoso pedido de perdón a los fieles por el escándaloy las perturbaciones a los que se han vistos sometidos respecto a la veneración debida alSantísimo Sacramento: “Y yo ruego al Señor Jesús que en lo futuro podamos evitar en nuestra

manera de conducirnos con este misterio sagrado todo lo que pueda debilitar o desorientar de

cualquier modo el sentido de reverencia y amor que existe en nuestro pueblo fiel”.

El sentido de reverencia y amor del pueblo fiel por el Santísimo Sacramento se veráinevitablemente debilitado en cualquier diócesis donde el obispo, por convicción o debilidad,haya permitido el uso de ministros extraordinarios de la Eucaristía cuando no existencircunstancias extraordinarias, lo cierto es que tales circunstancias no existen en el noventa ynueve por ciento de las parroquias donde se emplean tales ministros. Lo que debería ser extraordinario se ha convertido en norma, y lo que debería ser la norma se ha convertido enextraordinario. Tal es el estado del catolicismo en el rito romano en nuestros días.

Estamos presenciando no simplemente una disminución en el respeto por el SantísimoSacramento –allí donde ese respecto existe todavía– sino una disminución en el respeto yvaloración del carácter sagrado del sacerdocio, donde ese respeto y esa valoración existentodavía. Muy pocos jóvenes católicos consideran a sus sacerdotes como otro Cristo, alter Christi, un hombre que se diferencia no simplemente en grado sino en esencia del resto de losfieles, un hombre cuya misión primaria es entrar en el santuario y llevar a cabo los ritossagrados que sólo él puede realizar. En Dominicae Coenae el papa Juan Pablo II recuerda a loscatólicos que: “No se debe olvidar el oficio primario de los sacerdotes, que han sido

consagrados por su ordenación para representar a Cristo Sacerdote: por esta razón sus manos,así como sus palabras y su voluntad, se han convertido en instrumentos directos de Cristo. A

través de este hecho, esto es, como ministros de la Sagrada Eucaristía, ellos tienen unaresponsabilidad primaria por las Sagradas Especies, porque es una responsabilidad total.

 Ellos ofrecen el pan y el vino, ellos lo consagran, y luego distribuyen las sagradas especies a

los participantes de la asamblea que desean recibirlas… ¡Qué elocuente, en consecuencia, auncuando no sea costumbre antigua, el rito de ungimiento de las manos en nuestra ordenación

 Latina, como que para estas manos es necesaria precisamente una gracia especial y el poder del Espíritu Santo!”

 

4. Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en elsagrado ministerio de los sacerdotes: Artículo 8: El ministro extraordinario de la SagradaComunión

Los fieles no ordenados, ya desde hace tiempo, colaboran en diversos ambientes de la pastoralcon los sagrados ministros a fin que «el don inefable de la Eucaristía sea siempre más

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 profundamente conocido y se participe a su eficacia salvífica con siempre mayor intensidad»(95).

Se trata de un servicio litúrgico que responde a objetivas necesidades de los fieles, destinado,sobre todo, a los enfermos y a las asambleas litúrgicas en las cuales son particularmente

numerosos los fieles que desean recibir la sagrada Comunión.

§ 1. La disciplina canónica sobre el ministro extraordinario de la sagrada Comunión debe ser,sin embargo, rectamente aplicada para no generar confusión. La misma establece que elministro ordinario de la sagrada Comunión es el Obispo, el presbítero y el diácono (96) mientrasson ministros extraordinarios sea el acólito instituido, sea el fiel a ello delegado a norma del can.230, § 3. (97).

Un fiel no ordenado, si lo sugieren motivos de verdadera necesidad, puede ser delegado por elObispo diocesano, en calidad de ministro extraordinario, para distribuir la sagrada Comunióntambién fuera de la celebración eucarística, ad actum vel ad tempus, o en modo estable,

utilizando para esto la apropiada forma litúrgica de bendición. En casos excepcionales eimprevistos la autorización puede ser concedida ad actum por el sacerdote que preside lacelebración eucarística (98).

§ 2. Para que el ministro extraordinario, durante la celebración eucarística, pueda distribuir lasagrada Comunión, es necesario que no se encuentren presentes ministros ordinarios o que,éstos, aunque presentes, se encuentren verdaderamente impedidos (99). Pueden desarrollar estemismo encargo también cuando, a causa de la numerosa participación de fieles que deseanrecibir la sagrada Comunión, la celebración eucarística se prolongaría excesivamente por insuficiencia de ministros ordinarios. (100)

Tal encargo es de suplencia y extraordinario (101) y debe ser ejercitado a norma de derecho. Atal fin es oportuno que el Obispo diocesano emane normas particulares que, en estrecha armoníacon la legislación universal de la Iglesia, regulen el ejercicio de tal encargo. Se debe proveer,entre otras cosas, a que el fiel delegado a tal encargo sea debidamente instruido sobre la doctrinaeucarística, sobre la índole de su servicio, sobre las rúbricas que se deben observar para ladebida reverencia a tan augusto Sacramento y sobre la disciplina acerca de la admisión para laComunión.

Para no provocar confusiones han de ser evitadas y suprimidas algunas prácticas que se hanvenido creando desde hace algún tiempo en algunas Iglesias particulares, como por ejemplo:

• la comunión de los ministros extraordinarios como si fueran concelebrantes;• asociar, a la renovación de las promesas de los sacerdotes en la S. Misa crismal del

Jueves Santo, otras categorías de fieles que renuevan los votos religiosos o reciben elmandato de ministros extraordinarios de la Comunión.

• el uso habitual de los ministros extraordinarios en las SS. Misas, extendiendoarbitrariamente el concepto de “numerosa participación”.

Notas:

Para no provocar confusioneshan de ser evitadas y suprimidas

algunas prácticas que se han

venido creando desde hacealgún tiempo en algunas Iglesias particulares, como por ejemplo:

(95) Sagrada Congregación

  para la Disciplina de losSacramentos, InstrucciónImmensae caritatis (29 enero

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1973), proemio: AAS 65(1973), p. 264.

(96) Cfr. C.I.C., can. 910, § 1;cfr. también Juan Pablo II, CartaDominicae Coenae (24 febrero

1980), n. 11: AAS 72 (1980), p.142.

(97) Cfr. C.I.C., can. 910, § 2.

(98) Cfr. Sagrada Congregación  para la Disciplina de losSacramentos, InstrucciónImmensae caritatis, n. 1: l.c., p.264; Missale Romanum,Appedix: Ritus ad deputandumministrum S. Communionis ad

actum distribuendae; PontificaleRomanum: De institutionelectorum et acolythorum.

(99) Pontificia Comisión para laInterpretación auténtica delCódigo de Derecho Canónico,Respuesta (1 junio 1988): AAS80 (1988), p. 1373.

(100) Sagrada Congregación  para las Disciplina de losSacramentos, Instrucción

Immensae caritatis, n. 1: l.c., p.

264; Sagrada Congregación paralos Sacramentos y el CultoDivino, InstrucciónInaestimabile donum, n. 10: l.c., p. 336.

(101) El can. 230, § 2 y § 3 delC.I.C. afirma que los servicioslitúrgicos allí mencionados  pueden ser asumidos por losfieles no ordenados sólo «extemporanea deputatione» o ensuplencia.

Quedan revocadas las leyes  particulares y las costumbresvigentes que sean contrarias aestas normas, como asimismoeventuales facultadesconcedidas ad experimentum  por la Santa Sede o por  cualquier otra autoridad a ellasubordinada.

El Sumo Pontífice, en fecha del13 Agosto 1997, ha aprobado deforma específica el presentedecreto general ordenando su promulgación.

Del Vaticano, 15 Agosto 1997.

Solemnidad de la Asunción dela B.V. María.

Congregación para el CleroDarío Castrillón Hoyos Pro-Prefecto Pontificio Consejo paralos LaicosJames Francis StaffordPresidente

Congregación para la Doctrinade la Fe Joseph Card. Ratzinger Prefecto Congregación para losObisposBernardin Card. Gantin Prefecto

Congregación para los Institutosde Vida Consagrada y lasSociedades de Vida ApostólicaEduardo Card. Martínez SomaloPrefecto Congregación para laEvangelización de los PueblosJozef Card. Tomko Prefecto

Pontificio Consejo para laInterpretación de los TextosLegislativos Julián HerranzPresidente

Congregación para el CultoDivino y la Disciplina de losSacramentos Jorge ArturoMedina Estévez Pro-Prefecto.

CAPÍTULO X

ESPIRITUALIDAD DEL MINISTRO EXTRAORDINARIO DE LA COMUNIÓN

Una espiritualidad laical auténtica no puede ser sino una espiritualidad eucarística. En efecto,todos los acontecimientos importantes de nuestra vida y de nuestra historia los celebramosfestivamente, sobre todo los más significativos. Esto, que es una necesidad intrínseca a lanaturaleza humana, forma también parte de la vida cristiana y aflora en el acontecimientomáximo: la celebración eucarística.

El tema de la formación y espiritualidad es para todos los fieles cristianos. A todos se nos pideque profundicemos y asuman una auténtica espiritualidad cristiana. “En efecto, espiritualidad esun estilo o forma de vivir según las exigencias cristianas, la cual es “la vida en Cristo” y “en elEspíritu”, que se acepta por la fe, se expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vidadentro de la comunidad eclesial”. En este sentido, por espiritualidad, que es la meta a la que

conduce la conversión, se entiende no “una parte de la vida, sino la vida toda guiada por elEspíritu Santo”. Entre los elementos de espiritualidad que todo cristiano tiene que hacer suyos

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sobresale la oración. Ésta lo “conducirá poco a poco a adquirir una mirada contemplativa de larealidad, que le permitirá reconocer a Dios siempre y en todas las cosas; contemplarlo en todaslas personas; buscar su voluntad en los acontecimientos”[1].

La oración tanto personal como litúrgica es un deber de todo cristiano. “Jesucristo, evangelio

del Padre, nos advierte que sin Él no podemos hacer nada” (cf. Jn 15, 5). Él mismo en losmomentos decisivos de su vida, antes de actuar, se retiraba a un lugar solitario para entregarse ala oración y la contemplación, y pidió a los Apóstoles que hicieran lo mismo”. A sus discípulos,sin excepción, el Señor recuerda: “Entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tuPadre, que está allí, en lo secreto” (Mt 6, 6). Esta vida intensa de oración debe adaptarse a lacapacidad y condición de cada cristiano, de modo que en las diversas situaciones de su vida

 pueda volver siempre “a la fuente de su encuentro con Jesucristo para beber el único Espíritu (1Co 12, 13)”. En este sentido, la dimensión contemplativa no es un privilegio de unos cuantos enla Iglesia; al contrario, en las parroquias, en las comunidades y en los movimientos se ha de

  promover una espiritualidad abierta y orientada a la contemplación de las verdadesfundamentales de la fe: los misterios de la Trinidad, de la Encarnación del Verbo, de la

Redención de los hombres, y las otras grandes obras salvíficas de Dios[2].

La espiritualidad cristiana se alimenta ante todo de una vida sacramental asidua, por ser losSacramentos raíz y fuente inagotable de la gracia de Dios, necesaria para sostener al creyente ensu peregrinación terrena. Esta vida ha de estar integrada con los valores de su piedad popular,los cuales a su vez se verán enriquecidos por la práctica sacramental, y libres del peligro dedegenerar en mera rutina. Por otra parte, la espiritualidad no se contrapone a la dimensión socialdel compromiso cristiano. Al contrario, el creyente, a través de un camino de oración, se hacemás consciente de las exigencias del Evangelio y de sus obligaciones con los hermanos,alcanzando la fuerza de la gracia indispensable para perseverar en el bien. Para madurar espiritualmente, el cristiano debe recurrir al consejo de los ministros sagrados o de otras

 personas expertas en este campo mediante la dirección espiritual, práctica tradicionalmente presente en la Iglesia[3].

 

1. Perfil del ministro de la comunión

Creyente laico/a adulto, muy humano en el trato cotidiano con todas personas, de vida familiar ejemplar, bien aceptado en la comunidad local.

Optimista, paciente, lleno de alegría, discreto, sigiloso, misericordioso, buen samaritano.Gran vocación altruista de servicio hacia quien sufre.

Con tiempo disponible, sin excesos en los compromisos pastorales, con formación adecuada yconocimiento del hombre enfermo.

De mucha intimidad personal con Cristo muerto y resucitado.

De oración constante, hambriento de la Palabra de Dios y de la misericordia divina.

Impregnado de la espiritualidad eucarística.

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Amante de la comunión de la Iglesia, creativo en un apostolado en equipo, considerando esteministerio no como una promoción u honor sino como un servicio humilde.

Quien hace carne la fe, la esperanza y la caridad y lo transmite a quien sufre.

Corresponsable de la salvación de los hombres.

2. Configurado con Cristo

El ministro de la Comunión ha de vivir con orgullo el don de gozar con su hermano mayor,Jesús, la filiación con Dios Padre; la dicha de la amistad con ese amigo del alma y en el almaque es el Espíritu Santo. En esta relación amorosa con la Trinidad ha de fundamentar su vidaespiritual. El ministro no es un mero “cartero” de la Comunión. Es, sobre todo, un “Cristóforo”,

 portador de Cristo. Es más, es un configurado con Cristo.

Y constantemente ha de crecer esa configuración que, de manera inigualable, expresó San Cirilo

de Jerusalén:

“Al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo te haces concorpóreo y consanguíneo suyo. Así pues,nos hacemos portadores de Cristo, al distribuirse por nuestros miembros su cuerpo” (Catequesis,22).

Portador por llevar a Cristo dentro de sí y llevar a Cristo a los que sufren. El ministro ha deconfigurarse con la humanidad de Jesús de Nazaret, con todo Cristo resucitado que comulga.

3. Virtudes teologales

 

a) La Fe del ministro extraordinario de la Eucaristía

Para todo cristiano católico, la fe no es creer en algo, sino conocer creer y amar a Alguien, esfundamentalmente una relación personal, no es una aproximación intelectual o filosófica, ni unaexperiencia psíquica solamente, ni siquiera un creer en algo que la Biblia dice que hay quecreer, sino la experiencia de una persona: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, latercera persona del Dios uno y trino, que llega realmente en su cuerpo, alma y divinidad en laSagrada Comunión.

La fe eucarística es algo más que la sola Eucaristía. Cuando celebramos la Eucaristía,celebramos la fe – es decir una amorosa intimidad con Dios y con su pueblo- que nosesforzamos y pedimos la gracia de poder vivir todos los días.

En la Eucaristía encontramos la máxima unión entre lo santo y lo ordinario, porque esto es elmisterio de la encarnación, de la misma manera la fe eucarística esta constantementecondicionada por la misma unión, la perfecta transformación del pan de cada día y del vino en la

 persona total de Cristo resucitado. Este es el corazón de la fe eucarística en este mundo delucha.

Vale la pena preguntarnos si ¿hay algo excepcional en la fe de un ministro de la Eucaristía, algodiferente de la fe de los demás católicos? La respuesta es no y también si. La fe de un ministro

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de la Eucaristía es la misma que comparten todos los miembros de la Iglesia. Al mismo tiempo,como toda relación humana es única, porque cada persona es única y se relaciona con Dios consu propia personalidad. Agreguemos a esa personalidad única el hecho de ser ministro de laEucaristía: debemos concluir que la fe de un ministro es única porque es única su relación

 personal con la Eucaristía.

Si el ministro de la Eucaristía tiene un talento especial para dar al mundo, quizá sea el de ser,sobre todo, consciente en todo momento de la presencia de Cristo resucitado en su corazón ytambién, siempre y al mismo tiempo, en lo más profundo del corazón de la gente. Por eso la fede un ministro de la Eucaristía encuentra siempre motivos para dar gracias.

b) La Esperanza del ministro extraordinario de la Eucaristía

Es particularmente apropiado hablar de la esperanza de un ministro de la Eucaristía, porque laEucaristía nutre la esperanza de una manera muy especial.

La esperanza puede y debe existir en todas las circunstancias, pero se hace más reconocible yllega a su grado de máxima realidad cuando la vida parece más desolada. Por eso es en losenfermos y en los moribundos donde se ve más claramente el poder de la Eucaristía paraalimentar la esperanza. Cuando estamos enfermos o en peligro de muerte, nosotros recobramosla esperanza por la Eucaristía, justo en el momento en que la vida parece que ya no tiene sentidoo ha llegado al límite de la existencia. Pocas palabras, un trozo de pan, unas gotas de vino,realidad sensible que esconden y comunican una realidad mucho mas perfecta, la de la presenciade Jesús en su cuerpo, alma y divinidad que sale a nuestro encuentro para confortarnos yalimentaros con su amor en la realidad humana difícil y hasta desesperada, tanto en esta vidacomo en la próxima en la que ya nada habrá que esperar.

Cuando llevamos la comunión a una persona enferma o moribunda, compartimos con ella elconocimiento que proviene de una esperanza autentica, esa luz del Espíritu que alimenta laesperanza que va mas allá de esta vida y por eso el ministro de la Eucaristía debe cultivar lahabilidad de mirar más allá de las apariencias, de las perspectivas superficiales. A veces nosolvidamos de que la Eucaristía es la misma experiencia de la Última Cena que Jesús compartiócon sus discípulos en el umbral de su terrible pasión y muerte.

La esperanza del ministro de la Eucaristía es la misma esperanza, que viene del poder de laresurrección, que nosotros compartimos cuando damos la comunión a los demás. Nuestra fe yesperanza, se alimentan de todos modos de la caridad, del amor, que es la realidad fundamental

y centro de la creación, la más profunda en toda persona, la realidad esencial en la cual“vivimos, nos movemos y existimos” (Hech. 17,28).

c) La Caridad del ministro extraordinario de la Eucaristía

En el sentido cristiano, el amor no es primeramente una emoción, sino un acto de la voluntad.Cuando Jesús dice que tenemos que amar a nuestro prójimo, no dice que tenemos que amarlo enel sentido de sentir por él algo emocional e íntimo… En las palabras de Jesús, se nos dice que

 podemos amar al prójimo sin necesariamente gustar de él. El hecho de que guste puede hacer denuestro amor un sentimentalismo sobre protector en lugar de una honesta amistad.

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Yendo a la raíz de la palabra “Caridad”, descubrimos que se refiere al amor benévolo de Dioshacia nosotros y del mismo modo al amor de los unos a los otros. Este es el amor o caridad, quees la joya de la corona de virtudes teologales, fe, esperanza y amor/caridad.

Este es el amor que san Pablo tiene en mente en su famoso himno a la caridad en 1Cor. 13,13.

En cuanto ministros de la Eucaristía, estamos llamados a amar como Jesús amaba, lo que nosignifica que estemos llamados a ser amigotes de todo el mundo. Para las visitas a domicilios,hospitales o asilos, se deben distinguir entre el saludo cordial y la acogida de la celebraciónritual, ya que se trata de dos cosas totalmente distintas, ya que el rito de la comunión a losenfermos y ancianos es una de las maneras más notables de comunicar el amor de Dios aaquellos a los que servimos.

Como ministros de la Eucaristía estamos llamados a ser instrumentos del amor de Dios paraaquellos que se acercan a comulgar, especialmente cuando lo hacemos con aquellos que no

 pueden participar de la Santa Misa. A menudo esta gente tiene la necesidad de alguien que losescuche. Podemos estar tentados de llegar y partir cuanto antes sin dar lugar a la escucha de los

enfermos. Cada visita debería tener cuatro partes: 1 -Entrar en contacto con el enfermo, 2-liturgia de la Comunión, 3- unos minutos para estar con la gente en la casa y 4- el tiempo paradar una bendición informal y despedirnos.

Un ejercicio pleno de éste ministerio implica hacerlo con el corazón lleno de amor de Dios, cosaque requiere un tiempo de oración cotidiana. Es importante para el ministro de la Eucaristíaaferrarse con las dos manos a la verdad de que nadie puede amar a los demás si no se ama a símismo. Lo importante es descubrirse y amarse a si mismo como amamos a los demásdescubriéndonos y descubriendo al otro como un don de Dios enviado a este mundo para estar con los demás y para los demás.

 

4. Otras líneas de espiritualidad eucarística

 Nos limitaremos a dar unas ideas, con la esperanza de que sean las parroquias las que afrontenel tema, dando estímulos y contenidos más amplios para iniciativas específicas de catequesis yformación de los MEC. Es importante, en efecto, que la Eucaristía sea acogida en los aspectosde la celebración, como proyecto de vida; estando en la base de una auténtica “espiritualidadeucarística”.

La espiritualidad eucarística del sacrificio debería impregnar las jornadas de todos y, en el casoque nos ocupa, la vida del MEC: el trabajo, las relaciones, las miles de cosas que hacemos, elempeño por practicar la vocación de esposos, padres, hijos; la entrega al ministerio de laatención a los enfermos. Así, se podrá valor el sentido ‘cristiano’ del dolor físico y delsufrimiento moral; la responsabilidad de construir la ciudad terrena, en las dimensiones diversasque comporta, a la luz de los valores evangélicos.

1) Escucha de la Palabra

Todos, pero sobre todo, en el caso que nos ocupa, el Ministros extraordinario de la comunión lo  primero que ha de tener presente es la escucha. Al respecto Jesús afirma de modo

explícito: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,

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28). Más aún, a Marta, preocupada por muchas cosas, le dice que “una sola cosa es necesaria”(Lc 10, 42). Y del contexto se deduce que esta única cosa es la escucha obediente de la Palabra.

Participar en la Eucaristía quiere decir escuchar al Señor con el fin de poner en práctica cuantonos manifiesta, nos pide, desea de nuestra vida. El fruto de la escucha de Dios que nos habla

cuando en la Iglesia se leen las Sagradas Escrituras (cf. SC, 7) madura en el vivir cotidiano (cf.Mane nobiscum Domine, 13).

En efecto, la Iglesia no se hace a sí misma y no vive de sí misma, sino de la palabra creadoraque sale de la boca de Dios. Escuchar juntos la palabra de Dios; practicar la lectio divina de laBiblia, es decir, la lectura unida a la oración; dejarse sorprender por la novedad de la palabra deDios, que nunca envejece y nunca se agota; superar nuestra sordera para escuchar las palabrasque no coinciden con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en lacomunión de los creyentes de todos los tiempos, todo lo que constituye un camino que es

 preciso recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra.

Quien se pone a la escucha de la palabra de Dios, luego puede y debe hablar y transmitirla a losdemás, a los que nunca la han escuchado o a los que la han olvidado y ahogado bajo las espinasde las preocupaciones o de los engaños del mundo (cf. Mt 13, 22). Debemos preguntarnos: ¿nohabrá sucedido que los cristianos nos hemos quedado demasiado mudos? ¿No nos falta lavalentía para hablar y dar testimonio como hicieron los que fueron testigos de la curación delsordomudo en la Decápolis? Nuestro mundo necesita este testimonio; espera sobre todo eltestimonio común de los cristianos.

Por eso, la escucha de Dios que habla implica también la escucha recíproca, el diálogo entre lasIglesias y las comunidades eclesiales. El diálogo sincero y leal constituye el instrumentoimprescindible de la búsqueda de la unidad.

El decreto del concilio Vaticano II sobre el ecumenismo puso de relieve que, si los cristianos nose conocen mutuamente, no puede haber progreso en el camino de la comunión. En efecto, en eldiálogo nos escuchamos y comunicamos unos a otros; nos confrontamos y, con la gracia deDios, podemos converger en su Palabra, acogiendo sus exigencias, que son válidas para todos.

2) La conversión

La dimensión penitencial ha de estar muy presente en la celebración eucarística y en el cultoeucarístico fuera de la Misa. Emerge no sólo al inicio del acto penitencial, con sus variadas

fórmulas de invocación de la misericordia, sino también en la súplica a Cristo en el canto delGloria, en el canto del Agnus Dei durante la fracción del Pan, en la plegaria que dirigimos alSeñor antes de participar en el convivio eucarístico; como fuente de la vida y misión del MEC.

La Eucaristía estimula a la conversión y purifica el corazón penitente, consciente de las propiasmiserias y deseoso del perdón de Dios, aunque sin sustituir a la confesión sacramental, únicaforma ordinaria, para los pecados graves, de recibir la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

Tal actitud del espíritu debe extenderse durante nuestras jornadas, sostenida por el examen deconciencia, es decir, confrontar pensamientos, palabras, obras y omisiones con el Evangelio deJesús.

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Ver con transparencia nuestras miserias nos libera de la autocomplacencia, nos mantiene en laverdad delante de Dios, nos lleva a confesar la misericordia del Padre que está en los cielos, nosmuestra el camino que nos espera, nos conduce al sacramento de la Penitencia. Posteriormentenos abre a la alabanza y acción de gracias. Nos ayuda, finalmente, a ser benévolos con el

  prójimo, a compadecerlo en sus fragilidades y perdonarlo. Es preciso tomar en serio la

invitación de Jesús de reconciliarnos con el hermano antes de llevar la ofrenda al altar (cf. Mt 5,23-24), y la llamada de Pablo a examinar nuestra conciencia antes de participar en la Eucaristía(cada uno se examine a sí mismo y después coma el pan y beba el cáliz: 1Cor 11,28). Sin elcultivo de estas actitudes, se desatiende una de las dimensiones profundas de la Eucaristía y delministerio de enfermos.

3) Presencia de Cristo

Por ser la Eucaristía el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos ama, elMEC ha de ser testigo fervoroso de la presencia de Cristo en la Eucaristía; de forma que laEucaristía modele su vida, la vida de la familia que forman; que oriente todas sus opciones de

vida. Que la Eucaristía, presencia viva y real del amor trinitario de Dios, les inspire ideales desolidaridad y los haga vivir en comunión con sus hermanos más necesitados.

El MEC siempre ha de tener presente que cuando los cristianos se congregan para orar, Jesúsmismo está en medio de ellos. Son uno con Aquel que es el único mediador entre Dios y loshombres. La constitución sobre la sagrada liturgia del concilio Vaticano II hace referencia a unode los modos de la presencia de Cristo: “Cuando la Iglesia suplica y canta salmos, está presenteel mismo que prometió: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre ahí estoy yo enmedio de ellos” (Mt 18, 20; Cfr. SC 7).

[1] Juan Pablo II, Ecclesia in

América, 29, 1

[2] Ibidem 29, 2 [3] Ibidem 29, 4

CAPÍTULO XI

EL APOSTOLADO DE LOS ENFERMOS

La Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el

sagrado ministerio de los sacerdotes en el Artículo 8 y 9, cuando habla del ministroextraordinario de la Sagrada Comunión[1] , dice que los fieles no ordenados, ya desde hacetiempo, colaboran en diversos ambientes de la pastoral con los sagrados ministros a fin que “eldon inefable de la Eucaristía sea siempre más profundamente conocido  y se participe a sueficacia salvífica con siempre mayor intensidad”.

Se trata de un servicio litúrgico que, responde a objetivas necesidades de los fieles, destinado,sobre todo, a los enfermos y a las asambleas litúrgicas en las cuales son particularmentenumerosos los fieles que desean recibir la sagrada Comunión.

§ 1. La disciplina canónica sobre el ministro extraordinario de la sagrada Comunión debe ser,sin embargo, rectamente aplicada para no generar confusión. La misma establece que elministro ordinario de la sagrada Comunión es el Obispo, el presbítero y el diácono, mientras son

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ministros extraordinarios sea el acólito instituido, sea el fiel a ello delegado a norma del can.230, § 3.97.

Un fiel no ordenado, si lo sugieren motivos de verdadera necesidad, puede ser delegado por elObispo diocesano, en calidad de ministro extraordinario, para distribuir la sagrada Comunión

también fuera de la celebración eucarística, ad actum vel ad tempus, o en modo estable,utilizando para esto la apropiada forma litúrgica de bendición. En casos excepcionales eimprevistos la autorización puede ser concebida ad actum por el sacerdote que preside lacelebración eucarística.

§ 2. Para que el ministro extraordinario, durante la celebración eucarística, pueda distribuir lasagrada Comunión, es necesario o que no se encuentren presentes ministros ordinarios o que,estos, aunque presentes, se encuentren verdaderamente impedidos. Pueden desarrollar estemismo encargo también cuando, a causa de la numerosa participación de fieles que deseanrecibir la sagrada Comunión, la celebración eucarística se prolongaría excesivamente por insuficiencia de ministros ordinarios.

Tal encargo es de suplencia y extraordinario y debe ser ejercitado a norma de derecho. A tal fines oportuno que el Obispo diocesano emane normas particulares que, en estrecha armonía con lalegislación universal de la Iglesia, regulen el ejercicio de tal encargo. Se debe proveer, entreotras cosas, a que el fiel delegado a tal encargo sea debidamente instruido sobre la doctrinaeucarística, sobre la índole de su servicio, sobre las rúbricas que se deben observar para la

debida reverencia a tan augusto Sacramento y sobre la disciplina acerca de la admisión para laComunión.

Para no provocar confusiones han de ser evitadas y suprimidas algunas prácticas que se hanvenido creando desde hace algún tiempo en algunas Iglesias particulares, como por ejemplo:

• la comunión de los ministros extraordinarios como si fueran concelebrantes.• asociar, a la renovación de las promesas de los sacerdotes en la S. Misa Crismal del

Jueves Santo, otras categorías de fieles que renuevan los votos religiosos o reciben elmandato de ministros extraordinarios de la Comunión.

• el uso habitual de los ministros extraordinarios en las SS. Misas, extendiendoarbitrariamente el concepto de “numerosa participación”.

1. Sobre el apostolado para los enfermos

§ 1. En este campo, los fieles no ordenados pueden aportar una preciosa colaboración. Soninnumerables los testimonios de obras y gestos de caridad que personas no ordenadas, bienindividualmente o en formas de apostolado comunitario, tienen hacia los enfermos. Elloconstituye una presencia cristiana de primera línea en el mundo del dolor y de la enfermedad.Allí donde los fieles no ordenados acompañan a los enfermos en los momentos más graves es

 para ellos deber principal suscitar el deseo de los Sacramentos de la Penitencia y de la sagradaUnción, favoreciendo las disposiciones y ayudándoles a preparar una buena confesiónsacramental e individual, como también a recibir la Santa Unción. En el hacer uso de lossacramentales, los fieles no ordenados pondrían especial cuidado para que sus actos no

induzcan a percibir en ellos aquellos sacramentos cuya administración es propia y exclusiva

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del Obispo y del Presbítero. En ningún caso, pueden hacer la Unión de los Enfermos, ni conóleo no bendecido.

§ 2. Para la administración de este sacramento, la legislación canónica acoge la doctrinateológicamente cierta y la practica multisecular de la Iglesia, según la cual el único ministro

válido es el sacerdote. Dicha normativa es plenamente coherente con el misterio teológicosignificado y realizado por medio del ejercicio del servicio sacerdotal.

Debe afirmarse que la exclusiva reserva del ministerio de la Unción al sacerdote está en

relación de dependencia con el sacramento del perdón de los pecados y la digna recepción dela Eucaristía. Ningún otro puede ser considerado ministro ordinario o extraordinario delsacramento, y cualquier acción en este sentido constituye simulación del sacramento.

2. Jesús y los enfermos

Si uno lee con detención los Santos Evangelios descubre todo un mundo, un océano de dolor 

que parece rodear a Jesús. Parece un imán que atrae a cuantos enfermos encuentra en su paso por la vida. Él mismo se dijo Médico que vino a sanar a los que estaban enfermos. No puededecir “no” cuando clama el dolor. El amor de Jesús a los hombres es, en su última esencia, amor a los que sufren, a los oprimidos. El prójimo para Él es aquel que yace en la miseria y elsufrimiento (cf. Lc 10, 29 ss). La buena nueva que vino a predicar alcanzaba sobre todo a losenfermos.

El dolor y el sufrimiento no son una maldición, sino que tienen su sentido hondo. El sufrimientohumano suscita compasión, respeto; pero también atemoriza. El sufrimiento físico se da cuandoduele el cuerpo, mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma. Para poder vislumbrar un

 poco el sentido del dolor tenemos que asomarnos a la Sagrada Escritura que es un gran librosobre el sufrimiento.105 El sufrimiento es un misterio que el hombre no puede comprender afondo con su inteligencia. Sólo a la luz de Cristo se ilumina este misterio. Desde que Cristoasumió el dolor en todas sus facetas, el sufrimiento tiene valor salvífico y redentor, si se ofrececon amor. Además, todo sufrimiento madura humanamente, expía nuestros pecados y nos une alsacrificio redentor de Cristo.

1) La enfermedad en tiempos de Jesús

El estado sanitario del pueblo judío era, en tiempos de Jesús, lamentable. Todas lasenfermedades orientales parecían cebarse en su país. Y provenían de tres fuentes principales: la

 pésima alimentación, el clima y la falta de higiene.

La alimentación era verdaderamente irracional. De ahí el corto promedio de vida de loscontemporáneos de Jesús y el que veamos con tanto frecuencia enfermos y muertos jóvenes enla narración evangélica. Pero era el clima el causante de la mayor parte de las dolencias. En elclima de Palestina se dan con frecuencia bruscos cambios de calor y frío. El tiempo fresco delaño, con temperaturas relativamente bajas, pasa, sin transición ninguna, en los “días Hamsin”(días del viento sur del desierto), a temperaturas de 40 grados a la sombra. Y, aun en esosmismos días, la noche puede registrar bruscos cambios de temperatura que, en casas húmedas ymal construidas como las de la época, tenían que producir fáciles enfriamientos, y por lo mismo,continuas fiebres. Y con el clima, la falta de higiene.

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De todas las enfermedades la más frecuente y dramática era la lepra que se presentaba en susdos formas: hinchazones en las articulaciones y llagas que se descomponen y supuran. La lepraera una terrible enfermedad, que no sólo afectaba al plano físico y corporal, sino sobre todo al

 plano psicológico y afectivo. El leproso se siente discriminado, apartado de la sociedad. Ya nocuenta. Vive aislado. Al leproso se le motejaba de impuro. Se creía que Dios estaba detrás con

su látigo de justicia, vengando sus pecados o los de sus progenitores. Basta leer el capítulo trecedel Levítico para que nos demos cuenta de todo lo que se reglamentaba para el leproso. ¡Lalepra iba comiendo sus carnes y la soledad del corazón! Todos se mantenían lejos de losleprosos. E incluso les arrojaban piedras para mantenerlos a distancia.

¿Cuál era la postura de los judíos frente a la enfermedad? Al igual que los demás pueblos delantiguo Oriente, los judíos creían que la enfermedad se debía a la intervención de agentessobrenaturales. La enfermedad era un pecado que tomaba carne. Es decir, pensaban que eraconsecuencia de algún pecado cometido contra Dios. El Dios ofendido se vengaba en la carnedel ofensor. Por eso, el curar las enfermedades era tarea casi exclusivamente de sacerdotes ymagos, a los que se recurría para que, a base de ritos, exorcismos y fórmulas mágicas,

oraciones, amuletos y misteriosas recetas, obligaran a los genios maléficos a abandonar elcuerpo de ese enfermo. Para los judíos era Yavé el curador por excelencia (cf. Ex 15, 26).

Más tarde, vino la fe en la medicina (cf. Eclesiástico 38, 1-8). No obstante, la medicina estaba poco difundida y no pasaba de elemental. Por eso, la salud se ponía más en las manos de Diosque en las manos de los médicos.

2) Jesús ante el dolor, la enfermedad y el enfermo

Y, ¿qué pensaba Jesús de la enfermedad? Jesús dice muy poco sobre la enfermedad. La cura.Tiene compasión de la persona enferma. La curación del cuerpo estaba unida a la salvación delalma. Jesús participa de la mentalidad de la primera comunidad cristiana  que vivió laenfermedad como consecuencia del pecado (cf. Jn 9, 3; Lc 7, 21). Por tanto, Jesús vive esaidentificación según la cual su tarea de médico de los cuerpos es parte y símbolo de la funciónde redentor de almas. La curación física es siempre símbolo de una nueva vida interior.

Jesús ve el dolor con realismo. Sabe que no puede acabar con todo el dolor del mundo. Él notiene la finalidad de suprimirlo de la faz de la tierra. Sabe que es una herida dolorosa que debeatenderse, desde muchos ángulos: espiritual, médico, afectivo, etc.

3) ¿Y ante el enfermo?

Primero: siente compasión (cf. Mt 7, 26). Jesús admite al necesitado. No lo discrimina. No secentra en los cálculos de las ventajas que puede obtener o de la urgencia de atender a éste o aaquel. Alguien llega y Él lo atiende. Su móvil es aplacar la necesidad. Tiene corazón siempreabierto para cualquier enfermo.

Segundo: ve más hondo. Tras el dolor ve el pecado, el mal, la ausencia de Dios. La enfermedady el dolor son consecuencias del pecado. Por eso, Jesús, al curar a los enfermos, quiere curar sobre todo la herida profunda del pecado. Sus curaciones traen al enfermo la cercanía de Dios.

 No son sólo una enseñanza pedagógica; son, más bien, la llegada de la cercanía del Reino deDios al corazón del enfermo (cf. Lc 4, 18).

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Tercero: le cura, si esa es la voluntad de su Padre y si se acerca con humildad y confianza. Y alcurarlo, desea el bien integral, físico y espiritual (cf. Lc 7, 14). Por eso no omite su atención,aunque sea sábado y haya una ley que lo malinterprete (cf. Mc 1, 21; Lc 13, 14).

Cuarto: Jesús no se queda al margen del dolor. Él también quiso tomar sobre sí el dolor. Tomó

sobre sí nuestros dolores.107 A los que sufren, Él les da su ejemplo sufriendo con ellos y con unestilo lleno de valores (cf. Mt 11, 28).

Quinto: con los ancianos tiene comprensión de sus dificultades, les alaba su sacrificio y sudesprendimiento, su piedad y su amor a Dios, su fe y su esperanza en el cumplimiento de las

 promesas divinas (cf. Mc 12, 41-45; Lc 2, 22-38).

Juan Pablo II en su exhortación “Salvifici doloris” del 11 de febrero de 1984 dice que Jesucristo proyecta una luz nueva sobre este misterio del dolor y del sufrimiento, pues Él mismo loasumió. Probó la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión. Fue rodeado de un círculo dehostilidad, que le llevó a la pasión y a la muerte en cruz, sufriendo los más atroces dolores.

Cristo venció el dolor y la enfermedad, porque los unió al amor, al amor que crea el bien,sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de laredención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo. La cruz de Cristo se ha convertido enuna fuente de la que brotan ríos de agua viva. En ella, en la cruz de Cristo, debemos plantearnostambién el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a talinterrogante.

Al final de la exhortación, el Papa dice: “Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis.Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesiay para la humanidad. En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presentael mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo” (número31).

4) Nosotros ante el dolor y la enfermedad, ¿Cuál debería ser nuestra actitud ante el dolor, la

enfermedad y ante los enfermos?

Primero, ante el dolor y la enfermedad propios: aceptarlos como venidos de la mano de Diosque quiere probar nuestra fe, nuestra capacidad de paciencia y nuestra confianza en Él.Ofrecerlos con resignación, sin protestar, como medios para crecer en la santidad y enhumildad, en la purificación de nuestra vida y como oportunidad maravillosa de colaborar conCristo en la obra de la redención de los hombres.

Y ante el sufrimiento y el dolor ajenos: acercarnos con respeto y reverencia ante quien sufre, pues estamos delante de un misterio; tratar de consolarlo con palabras suaves y tiernas, rezar  juntos, pidiendo a Dios la gracia de la aceptación amorosa de su santísima voluntad.

Además de consolar al que sufre, hay que hacer cuanto esté en nuestras manos para aliviarlo ysolucionarlo, y así demostrar nuestra caridad generosa.109 El buen samaritano nos da elejemplo práctico: no sólo ve la miseria, ni sólo siente compasión, sino que se acerca, se baja desu cabalgadura, saca lo mejor que tiene, lo cura, lo monta sobre su jumento, lo lleva al mesón,

 paga por él. La caridad no es sólo ojos que ven y corazón que siente; es sobre todo, manos quesocorren y ayudan.

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Juan Pablo II en su exhortación “Salvifici doloris”, sobre el dolor salvífico, dice que elsufrimiento tiene carácter de prueba.110 Es más, sigue diciendo el Papa: “El sufrimiento debeservir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puedereconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene comofinalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien

tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios” (número 12).

Conclusión

Así Jesús pasaba por las calles de Palestina curando hombres, curando almas, sanandoenfermedades y predicando al sanarlas. Y las gentes le seguían, en parte porque creían en Él, y,en parte mayor, porque esperaban recoger también ellos alguna migaja de la mesa. Algo tiene elsufrimiento de sublime y divino, pues el mismo Dios pasó por el túnel del sufrimiento y deldolor…ni siquiera Jesús privó a María del sufrimiento. La llamamos Virgen Dolorosa.Contemplemos a María y así penetraremos más íntimamente en el misterio de Cristo y de sudolor salvífico.

[1] Articulo 8

CAPÍTULO XII

FORMA DE LLEVAR LA COMUNIÓN A LOS ENFERMOS

El Papa Benedicto XVI en el discurso a la VII asamblea plenaria del consejo pontificio para la pastoral de la salud, el 22 de marzo de 2007, afirmó que “la caridad como tarea de la Iglesia(…) se aplica de modo particularmente significativo en la atención a los enfermos. Lo atestiguala historia de la Iglesia, con innumerables testimonios de hombres y mujeres que, tanto de formaindividual como en asociaciones, han actuado en este campo (…) como san Juan de Dios, sanCamilo de Lelis y san José Benito Cottolengo, que sirvieron a Cristo pobre y doliente en las

 personas de los enfermos”.

“… De la Eucaristía la pastoral de la salud puede sacar continuamente la fuerza para socorrer demodo eficaz al hombre y promoverlo según la dignidad que le es propia. (…) La Eucaristía,

distribuida a los enfermos dignamente y con espíritu de oración, es la savia vital que losconforta e infunde en su corazón luz interior para vivir con fe y con esperanza la condición deenfermedad y sufrimiento.

Así, los MEC es bueno que se experimenten como enviados por el Señor al mundo paratransformarlo, para sembrar en las realidades terrenas el germen de su Reino. Al llevar la Vida alos enfermos, les hacen conciencia de que Jesús siguen estando realmente presenten en mediode nosotros en el sacramento de la Eucaristía, en su doble aspecto de celebración y

 permanencia, porque allí está no solo la presencia real del Señor, sino también su presencia‘sustancial’: la misma sustancia del pan y el vino, la fibra íntima de su ser, es transformada enJesús.

1. Tratamiento de la Eucaristía

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Tener siempre en cuenta que las especies consagradas ocultan la presencia real de Jesucristo Nuestro Señor. El sacramento eucarístico deberá ser tratado con la mayor reverencia.

Al Santísimo Sacramento del altar se lo saluda doblando la rodilla derecha (genuflexión), tantocuando esta expuesto como cuando está reservado en el sagrario.

2. Forma de trasladar la Eucaristía

Para llevar la comunión a un enfermo, se debe retirar el Santísimo Sacramento inmediatamenteantes de salir hacia el hogar donde se ha de administrar el sacramento. No corresponde llevar laEucaristía y ocuparse en otras actividades antes de dar la comunión; tampoco es lícito retenerlaen la casa del ministro. La norma general e invariable debe ser: desde el sagrario a la casa delenfermo.

El recipiente donde se lleva la sagrada Forma, llamado “teca” (pequeña cajita de metal), no puede ser sustituido, por pastilleros o cosas semejantes. La teca se destinará exclusivamente a

este uso. Sería adecuado llevarla de manera respetuosa y protegiéndola de posibles robos o pérdidas. En el camino es conveniente rezar adorando al Sacramento.

3. En la casa del enfermo

Al llegar a la casa del enfermo, lo primero que debe hacerse después de saludar cordialmente, escomenzar la celebración con los ritos acostumbrados y establecidos por la Iglesia.

Si el enfermo sólo puede recibir una parte de la hostia, hay que llevar el resto al sagrarionuevamente, así también cuando no se encuentra al enfermo o no la quiso recibir.

Si el enfermo no quiere recibir la eucaristía, no se le debe exigir, tampoco se debe invitar imprudentemente a que sus acompañantes la reciban. Corresponde que el sacerdote visite alenfermo para que éste tenga oportunidad de confesarse. El enfermo que recibe habitualmente laEucaristía de manos de un ministro extraordinario debe recibir también, periódicamente y conregularidad, la visita del sacerdote.

 No debe olvidar que es el sacerdote quien envía al ministro a visitar a los enfermos, y por tantoes el que determina a quienes a de administrársele la comunión.

Bajo ningún concepto se dejará el Santísimo Sacramento en la casa del enfermo para que

comulgue por si mismo (ya sea porque no esta, o cualquier otra causa). El ministro debe volver las veces que sea necesario y en la medida de sus posibilidades.

Es muy importante tener conocimiento de la situación sacramental del enfermo, si está bautizado, si ha recibido su primera comunión, que sacramentos ha recibido en su vida, etc.

4. Una forma de dar la comunión a los enfermos

1. Rito de inicio

Canto de entrada , por ejemplo:

Ha venido el señor a traernos la paz, ha venido el señor y en nosotros esta.

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Te alabamos, Señor, por tu inmensa bondad, Te alabamos, Señor, por tu Cuerpo hecho pan.

 Después de hace la señal de la cruz diciendo:

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

 Saludo

Ministro: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo el Señor, esté conustedes

R. Y también contigo

Luego, con profundo respeto y adoración el MEC se pone de rodillas y deposita el SantísimoSacramento sobre un lugar digno, previamente preparado, de preferencia con dos velasencendidas.

 Acto penitencial 

MEC: Hermanos, dispongámonos a esta celebración: obramos nuestro corazón a la misericordiadel Señor, reconozcamos nuestros pecados (un breve silencio)

Confesémonos públicamente que somos pecadores: Yo confieso ante Dios todopoderoso y anteustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por miculpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a losángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

Todos: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos llevea la vida eterna. Amén

Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad

Oración

Dios nuestro, que llevaste a cabo la obra de la redención humana por el misterio pascual de tuHijo, concédenos que, al anunciar llenos de fe por medio de los signos sacramentales, su muerte

y su resurrección, recibamos cada vez con mayor abundancia los frutos de la salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

2. Palabra de Dios

Del santo Evangelio según san Lucas (7, 1-10)

Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Seencontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendooído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera ysalvara a su siervo.

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Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: “Merece que se loconcedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga”.

Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle:“Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me

consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porquetambién yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y aotro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace”.

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía:“Les digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande”. Cuando los enviados volvieron a lacasa, hallaron al siervo sano.

Palabra del Señor.

Todos: Gloria a Ti, Señor Jesús. – Breve reflexión

( El MEC, si ha preparado, puede hacer una breve reflexión; si no, se guarda un breve silencio )

 Preces

MEC: Ahora llenos de confianza oremos por las necesidades de nosotros y de todos nuestroshermanos. A cada petición responderemos: Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escuchanuestra oración.

1. Te rogamos, Señor, por nuestros hermanos enfermos, haz que, animados por tu amor, puedanllevar serenamente su cruz por la redención de la humanidad.

2. Señor Jesús, que durante tu vida terrena pasaste haciendo el bien y curando todaenfermedad, sostén y consuela a nuestros hermanos enfermos, para que puedan llevar la cruz dela enfermedad bajo la luz de tu designio universal de salvación.

3. Jesús, varón de dolores y sabedor de dolencias, reconforta a los enfermos y une sussufrimientos a los tuyos, para la salvación de todos los hombres.

4. Señor Jesús, modelo de los que sufren, haz que nuestros enfermos encuentren alivio yconsuelo en la promesa de tu salvación.

Ministro: Señor y Padre Nuestro, Dios de todo consuelo y amor, escucha las súplicas que con fey confianza te hemos dirigido, por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

3. Comunión

Padre nuestrO: Fieles al mensaje de Jesús, digamos confiadamente: PADRE NUESTRO…

Cordero de Dios

MEC: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. R: Ten piedad de nosotros.

Ministro: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. R: Ten piedad de nosotros.

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Ministro: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. R: Danos la paz.

Comunión

(Con la debida reverencia, el MEC saca del relicario al Santísimo Sacramento y lo presenta

diciendo): Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a lacena del Señor.

R: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuyi bastará para sanarme.

Ministro: El Cuerpo de Cristo.

Enfermo: Amén.

(Breve silencio de adoración)

Si se cree oportuno se puede concluir con la Oración de San Ignacio de Loyola

Ángeles y Serafines, ayúdenme a bendecir a Jesús Sacramentado que acabo de recibir.

Alma de Cristo, santifícame Cuerpo de Cristo, sálvame

Sangre de Cristo, embriágame Agua del costado de Cristo, lávame Pasión de Cristo, confórtame¡Oh, buen Jesús, óyeme!

Dentro de tus llagas, escóndeme No permitas que me aparte de Ti Del maligno, defiéndeme

En la hora de mi muerte, llámame Y mándame ir a Ti

Para que con tus santos te alabe Por los siglos de los siglos. Amén

Oración después de la comunión

Padre Santo, a quienes creemos y confesamos que en este sacramento está realmente presenteJesucristo, quien por redimirnos nació de la Virgen M ría, padeció muerte de cruz y resucitó deentre los muertos, concédenos por es comunión que hemos recibido, obtener de El nuestrasalvación eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

4. Rito conclusivo

Que Dios, nuestro Padre, nos bendiga.

R. Amén.

Que el Hijo de Dios nos conceda la salud.

R. Amén.

Que el Espíritu Santo nos ilumine.

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R. Amén.

Que la Trinidad Omnipotente de Dios, encienda nuestro corazón y nos dé su paz, R. Amén.

Y que a todos nosotros nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Ministro: Bendigamos al Señor. R: Demos gracias a Dios.

Se puede concluir con un canto, por ejemplo: Bendito, bendito, bendito sea Dios, los ángelescantan y alaban a Dios.

 

CONCLUSIONES

Podemos estar seguros de que la Iglesia siempre mira por las necesidades de sus hijos. Y de esta

manera, bien sea por criterios de practicidad para obviar filas inmensas que retraerían a muchosde acercarse a recibir la comunión o prácticamente no daría tiempo de repartirla, o ante la faltade sacerdotes o personas idóneas como en el caso de las misiones, la Iglesia vela por hacer accesible el Cuerpo de Cristo a quien lo necesite.

Pero no se olvide que el fiel, hombre o mujer que será instituido como ministro extraordinariode la Sagrada Comunión, deba estar adecuadamente instruido y ser recomendable por su vida,

 por su fe y por sus costumbres. Incluso utiliza unas palabras muy exactas sobre la idoneidad dela persona, que transcribo a continuación. “No sea elegido nadie cuya designación pudieracausar admiración a los fieles”.

El ministro de la Comunión ha de vivir con orgullo el don de gozar con su hermano mayor,Jesús, la filiación con Dios Padre; la dicha de la amistad con ese amigo del alma y en el almaque es el Espíritu Santo. En esta relación amorosa con la Trinidad ha de fundamentar su vidaespiritual. El ministro no es un mero “cartero” de la Comunión. Es, sobre todo, un “Cristóforo”,

 portador de Cristo. Es más, es un configurado con Cristo.

Y constantemente ha de crecer esa configuración que, de manera inigualable, expresó San Cirilode Jerusalén: “Al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo te haces concorpóreo y consanguíneosuyo. Así pues, nos hacemos portadores de Cristo, al distribuirse por nuestros miembros sucuerpo” (Catequesis, 22).

Portador por llevar a Cristo dentro de sí y llevar a Cristo a los que sufren. El ministro ha deconfigurarse con la humanidad de Jesús de Nazaret, con todo Cristo resucitado que comulga.

Por otro parte, no se olvide que la visita del Ministro Extraordinario de la Comunión reviste uncarácter de misión o envío y, por tanto, difiere de una visita hecha en calidad de familiar o deamigo. El carisma para animar y consolar a los enfermos y ancianos que ha de poseer elMinistro es dado por el mismo Espíritu Santo, porque “cada uno sirva a los demás según losdones que haya recibido”.

En este Ministerio es más lo que se recibe que lo que se da. Conscientes de ser instrumentos del

Señor, enviados por El, por medio de nuestro Cura Párroco, para animar y consolar,administrando un misterio de amor, que es resurrección a través de la cruz del sufrimiento.

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Y finalmente, se ha de tener en cuenta que la persona enferma, el anciano ó el inválido son muyespeciales. Debido a su situación de dolor y sufrimiento ó debido a su condición es sumamentesensible, necesitado de cariño y de respeto. Necesita ser escuchado y comprendido. Es un granevangelizador al llevar con entereza su dolor ó condición, aunque a veces puede volverse algoagresivo y sentirse desanimado. En esas circunstancias debemos actuar con mucho amor,

 paciencia y comprensión, intentando devolverle la confianza y fortalecer su fe.

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