Datos Interesanates Sobre La Realidad Guatemalteca
-
Upload
jurgen-cortez-roque -
Category
Documents
-
view
10 -
download
0
description
Transcript of Datos Interesanates Sobre La Realidad Guatemalteca
DATOS INTERESANATES SOBRE LA REALIDAD GUATEMALTECA
Trastorno por Estrés Postraumático en algunas poblaciones guatemaltecas
Me pareció importante presentar al inició de esta asignación algunos datos generales de
Guatemala de tal manera que sirvan de contexto para relacionar los datos relacionados con
el diagnóstico:
Guatemala es un país en el cual los contrastes y diversidades multiétnicas,
pluriculturales y multilingües se marcan profundamente. Su extensión de 108,889
kilómetros cuadrados lo coloca como el tercer país con mayor extensión territorial en
Centro América y el más habitado de la región. El 43% de estos habitantes es de origen
indígena y eminentemente rural.
Dado el crecimiento poblacional, el país puede considerarse un país joven pues del total de
la población un 55.2% son niños y adolescentes menores de 19 años. El 42% de estos niños
y niñas son indígenas. Es importante hacer referencia a que el 49.5% de la población son
mujeres y 50.5% hombres. La mayoría de la población (65%) vive en el área rural, el
restante 35% es población urbana.
El 56% de las familias guatemaltecas viven en los límites inferiores de pobreza lo que
significa que tienen recursos insuficientes para adquirir la canasta básica de bienes y
servicios. En general el sistema de salud es deficitario orientado a la curación y no a la
prevención, no existe un programa de salud orientado a la mujer, la atención que reciben las
mueres es casi exclusivamente en su papel reproductor durante el embarazo y parto
(Grazioso, Cazali y Recinos, 2002).
La violencia política sufrida en Guatemala durante el enfrentamiento armado
interno produjo innumerables cambios en las estructuras sociales y comunitarias. Durante
los años 80 la represión, en respuesta a la agudización de las contradicciones políticas, se
incrementó; la impunidad se instaló en la vida cotidiana, la corrupción campeó en el
gobierno y dominó toda la siguiente década. Diariamente aparecían cadáveres con señales
de crueles torturas y la orientación del gobierno fue la de destruir al movimiento popular y
a toda la posición política, aniquilarlo con el terrorismo de Estado combinado con la
limpieza social (exterminio de grupos sociales marginados, como las maras, prostitutas,
travestis, homosexuales, delincuentes, exconvictos, entre otros a través de acciones
“clandestinas” de los cuerpos de seguridad (Del Valle Cóbar, 2004).
En 1996, se firman los acuerdos de paz después de 36 años de lucha, a la vez que
este proceso de paz y sus respectivas negociaciones pusieron fin al conflicto armado, al
mismo tiempo abrieron espacios que permitieron el escenario para la posible construcción
de una sociedad democrática. Según la Comisión de Esclarecimiento Histórico (REMHI,
2000), estimó que el saldo de muertos y desaparecidos del enfrentamiento llegó a más de
200.000 personas, habiéndose reportado por lo menos, 669 masacres, entre 500.000 y un
millón y medio de personas se desplazaron y refugiaron en otros países.
Suazo (2002) señala dos características del daño que el trauma sociopolítico ha
causado en algunas poblaciones indígenas: la universalidad del daño, la cual se refiere no
solo al gran número de personas afectadas por la guerra sino que también a que afectó a
todas las dimensiones vitales de la población: la producción, el comercio, la propiedad, la
vivienda, la salud física y psíquica, la vida afectiva, la familia, las relaciones humanas, los
procesos organizativos, la vida social, la seguridad ciudadana, la protección en el ejercicio
de sus derechos, la participación política, la vigencia de los valores morales, la autoestima
étnica, las creencias religiosas. La otra característica es que el daño persiste en su gravedad
a causa de la falsa paz, sin resarcimiento (pp.62).
La experiencia traumática se asocia con frecuencia a vivencias de caos y confusión,
fragmentación del recuerdo, horror y desconcierto. Quiebra la seguridad básica del ser
humano y especialmente lo hace sentirse vulnerable y con falta de control. Dentro del
grupo de los denominados “trastornos por ansiedad” aparece el trastorno por estrés
postraumático:
La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático
El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente
Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la
reactividad general del individuo
Síntomas persistentes de aumento de la activación
Estas alteraciones se prolongan más de 1 mes
Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social,
laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. (DSM-IV-
TR, 2002).
Según Comer (2001) la severidad y la naturaleza del evento traumático también
juega un rol a la hora de determinar si un individuo va a desarrollar un desorden por estrés.
Inclusive algunos eventos pueden sobrepasar una infancia mimada, actitudes positivas y el
apoyo social. Generalmente, mientras más severo el trauma y mientras más directamente se
expone la persona a éste, hay mayor probabilidad de desarrollar un trastorno por estrés
(pp.182).
Las manifestaciones negativas que aparecieron como una reacción a un clima
intenso y permanente de violencia oficial fueron entre otras las siguientes (Suazo, 2002, p.
63):
1. Los sentimientos de culpa: como resultado de la estrategia sistemática de involucrar
violentamente a la población civil en la guerra contrainsurgente (la persona ha estado
expuesta a un acontecimiento traumático), muchos vecinos cargan con la secreta
vergüenza de haber participado en delaciones, torturas, asesinatos, actos de pillaje o
amenazasen contra de sus propios paisanos. Se sienten de una o de otra forma culpables de
aquella desgracia, por haber hecho caso de los subversivos.
2. Sentimiento de fracaso colectivo: la guerra militar y psicológica dirigida por las fuerzas de
seguridad del Estado contra la población civil aplicó un conjunto de estrategias orientadas a
destruir el proceso de emancipación indígena que, por primera vez en la historia de
Guatemala, venía creciendo desde los años sesenta y setenta. A ello fue dirigida la
persecución y muerte de los líderes, la destrucción de las iniciativas comunitarias, la
agresión generalizada, extrema y arbitraria, sobre todo en forma de masacres
indiscriminadas en contra de poblaciones mayas, la persecución de su idioma y su
indumentaria, las tácticas de culpabilización y humillación dirigidas contra la población.
Esas estrategias han inculcado hasta el presente en la mayoría de la población fuertes
sentimientos de frustración, impotencia y fracaso, junto con la percepción de estar siempre
amenazados (deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del
individuo).
3. Miedo y desconfianza: el terror fue la estrategia principal en la política de Estado contra la
población civil, mediante la aplicación de prácticas de crueldad extrema. Los límites entre
lo real y lo imaginario se distorsionaron brutalmente, en la comunidad e incluso en la vida
familiar, la desconfianza se convirtió en un mecanismo de supervivencia. El terror no se
extinguió automáticamente cuando los niveles de violencia descendieron en cierta forma,
sino más bien tuvieron efectos acumulativos y perdurables (Estas alteraciones se
prolongan más de 1 mes).
4. Fundamentalismos: como resultado de las experiencias de inseguridad y culpabilidad, se da
la inclinación a adherirse a grupos religiosos de carácter fundamentalista los cuales
facilitaron la ilusión de seguridad.
5. Desesperanza política e inhibición social: se expresa en comportamientos no solidarios y
antisociales como la indiferencia ante el dolor ajeno, el desinterés por el bien común o la
conservación del medio ambiente, la negativa a colaborar en proyectos de interés
comunitario y el abstencionismo político (Evitación persistente de estímulos asociados al
trauma y embotamiento de la reactividad general del individuo).
6. Violencia familiar y social: en contraste con este desinterés por la construcción comunitaria,
aparece una violencia que se descarga en contra de las personas más débiles del conjunto
social (las religiones moralizan y culpabilizan a las víctimas, los hombres a las mujeres, los
adultos a los niños), en vez de dirigirse, como cabría esperar, contra los victimarios. Una
vez más el miedo generalizado contribuye a deformar la percepción de la realidad,
invisibilizando a los verdaderos enemigos (síntomas persistentes de aumento de la
activación).
En Guatemala, a los eventos vitales que – comúnmente- están expuestos los seres
humanos se unen el conflicto armado y su secuela de violencia, así como los desastres
naturales; todo esto en un contexto de pobreza y marginación de grandes grupos, en
especial las poblaciones indígenas y las que residen en zonas rurales, lo que aumenta
notablemente las condiciones de riesgo. En la siguiente figura se muestra un modelo
propuesto por la Organización Panamericana de la Salud, para interpretar la problemática
psicosocial y una para plantear una referencia práctica para la intervención (OPS, 2001,
p.5):
Según la OPS (2001) el concepto de ampliación del campo de competencia de la
salud mental está relacionado con la variada gama de problemas psicosociales a enfrentar,
que no se limitan a las enfermedades psiquiátricas. La aflicción de las personas, la violencia
y el consumo de sustancias adictivas no se pueden enmarcar dentro de los límites de los
psicopatológico, pero son facetad del drama humano que se está en obligación de
comprender y contribuir a su solución. En Guatemala, nos encontramos una estructura de
los servicios de salud mental que no se corresponde con las necesidades; se dispone de un
único hospital psiquiátrico-que funciona con modelo tradicional- ubicado en la capital y
que concentra una buena parte de los recursos humanos (p. 6). Sin embargo se han hecho
algunos avances entre los cuales es importante mencionar la creación de un Programa de
Salud Mental el cual ha dado respuesta en alguna medida a algunas de las necesidades
psicosociales de la población (OPS, 2001, p.22).
Por otro lado un gran número de Organizaciones no Gubernamentales se han
dedicado a canalizar sus fondos a la capacitación de Promotores de Salud Mental tales
como ECAP (Equipo de estudios comunitarios y acción psicosocial) y GTZ (Agencia de
Cooperación alemana). El trabajo de capacitación responde a un compromiso compartido
de impartirse en base a un análisis histórico de la violencia y un análisis económico-social
de sus causas y sus efectos, además el de estar enmarcado en los Acuerdo de Paz.
Es importante saber quiénes somos porque esto es clave para cualquier proceso de
recuperación histórica y o de reparación psicosocial. Un camino hacia la “reparación
social” se apoya en la psicología occidental, y más específicamente en conceptos de
trauma, trauma psicosocial y duelo, de donde se tomaron aspectos para representar el
proceso de capacitación y los roles que se quiere ocupen los promotores voluntarios
comunitarios (GTZ, 2002, p. 17).
Se han elaborado guías de ejercicios (escucha responsables, sistema de vigilancia,
nuestras molestias) para el promotor y facilitador de Salud Mental Comunitaria en donde se
enseñan ejercicios para ayudar a personas afectadas por la violencia política o por otro tipo
de tragedias a que expresen sus malestares, necesidades y que además desarrollen recursos
para lidiar el problema (ECAP, 1998).
El trastorno de estrés postraumático tal como lo define el DSM-IV TR tiene algunas
limitaciones a la hora de poder utilizarlo en poblaciones que han sufrido una guerra de 36
años, como lo es la guatemalteca . Por ejemplo, no se hace referencia a la condición
pretraumática del sujeto o población afectada, así como tampoco no hay preocupación en
cuanto al escenario histórico alrededor del cual se desarrolló el incidente traumático. Por
otro lado en cuanto al trauma, el criterio diagnóstico lo presenta como un evento
inespecífico sin contexto y en casos como el de los guatemaltecos, éste fue producido
voluntariamente por fuerzas que aplican sobre la sociedad una represión crónica y
universal. Pareciera ser que la persistencia y gravedad de la disfunción del individuo es más
el resultado del conflicto político del país.
VER EL SIGUIENTE VIDEO
http://www.youtube.com/watch?v=3c8kvu_qvc4
QUE CHULO ES SER CHAPIN
http://www.youtube.com/watch?v=F_EJxir-8Vs&feature=fvwrel
GUATEMALA DE ANTAÑO
http://www.youtube.com/watch?v=-YWVJ0pMtIY&feature=relmfu
Hablar acerca de la realidad social de Guatemala sin caer instantáneamente en el plano económico es casi imposible, la división de clases en nuestra sociedad resulta ser uno de los inconvenientes más notorios antes de alcanzar el bienestar. Esto nos lleva al plano externo del conocimiento, donde la cultura y la economía obstruyen la única forma de evitar la inconsistencia social permanente, de la cual formamos parte.
Sin importar el lugar que ocupemos en la estructura social de nuestro país, como seres humanos nos encontramos en un mismo plano respecto al de los demás, con todo lo que esto conlleva. Gozamos de un estado racional sin lugar a dudas, estado que a la mayoría nos inhibe bajo normas sociales y no puramente lógicas.
Por otra parte no descartamos nuestro estado emocional, que no es más reprimido porque de ser así nuestros dirigentes correrían el riesgo de provocar una catarsis masiva, contraproducente para sus planes de dominio meramente pragmáticos. Es así como nuestra sociedad tan solo es llevada al límite, justo antes de cruzar la línea y desbordarse.
Además, nuestra sociedad se encuentra completamente bloqueada ante el conocimiento, porque el temor de salir de la caverna hacia la luz aún persiste y es alimentado por quienes debieran pregonar la confianza y la superación como seres de una misma especie. El misticismo es celebrado y lo desconocido es sagrado para la religión.
Con una intuición compleja bastante desarrollada, la sociedad guatemalteca apuesta diariamente a lo sensorial, creemos en lo que nos parece agradable y evadimos todo aquello que nos resulta difícil de alcanzar. Simplemente cumplimos con nuestro papel de " peón " sobre el tablero de la globalización mundial.
La sociedad guatemalteca no es demasiado distinta a muchas otras, pues existe en ella un pequeño número de integrantes que no se rinden ante la indiferencia del mundo entero. El conocimiento ha llegado a ellos y perciben la realidad un poco menos distorsionada que el resto, sin embargo, la lista de problemas a superar acrecienta día a día, evitando convenientemente la superación de un país reprimido y gracias a ello ubicado en un tercer mundo
La realidad de Guatemala, en el tema de la violencia
La violencia social, la delincuencia y su impacto actual en Guatemala responden fundamentalmente a la falta de previsión histórica de un abordaje serio y responsable del fenómeno. La violencia como total es imposible abordarla desde una sola perspectiva ya que los factores que la producen corresponden a diferentes situaciones tanto objetivas como subjetivas, tanto materiales como psicológicas. Para la explicación de estos fenómenos es
indispensable la confluencia de interpretaciones que relacionen tanto la posición y situación social y familiar de las personas, con dimensiones sociales, económicas y culturales así como factores de carácter contextual e institucional.
Durante los últimos años el fenómeno de la violencia en el país ha venido en un constante incremento a partir del año 2003 hasta la fecha, de estos hechos de violencia cobra principal relevancia aquellos ocurridos en contra de mujeres, niñez y juventud, fundamentalmente por el impacto social que provocan.
La perpetración de hechos de violencia no solamente se constituye en un fenómeno creciente sino también sus modalidades han variado, teniendo estas una manifestación más lacerante contra la dignidad humana.
Factores como la desigualdad social y pobreza, la impunidad prevaleciente, la rearticulación y funcionamiento de mafias que controlan el crimen organizado así como las secuelas del conflicto armado interno se constituyen en algunos de los factores principales que dan origen y mantienen la violencia en niveles altos.
El Estado y sus aparatos de control, represión y prevención de la violencia y la actividad delictual, prácticamente han sido rebasados en su accionar por los perpetradores de estos hechos. La falta de una política de seguridad ciudadana que parta de visión adecuada de abordaje del fenómeno, la inexistencia de planes estratégicos, la infiltración del crimen organizado en las diferentes esferas del sistema de justicia, así como la falta de voluntad política de las autoridades, se constituyen en agravantes de la situación.
El derecho humano a una seguridad ciudadana prácticamente es inexistente en Guatemala, el gobierno actual no ha sabido orientar su accionar a combatir eficazmente la violencia tanto en aquellos factores de origen como sus manifestaciones concretas.
El Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos CIIDH con el afán de contribuir a la solución del problema presenta el siguiente informe que identifica algunos de los factores de origen del fenómeno, así como sus manifestaciones y datos de su impacto actual, presentando por ultimo una serie de sugerencias a manera de propuesta. Debilidad del Estado para abordar el fenómeno de la violencia y de la conducta delictiva acorde a la realidad Guatemalteca. El Estado de Guatemala carece de una visión adecuada
de interpretación del fenómeno de la violencia. Una de las mayores dificultades encontradas, consiste en la inadecuada forma de percibirlo, abordarlo y conceptualizarlo por el Estado y sus instituciones. Es evidente la falta de una visión consistente y de un planteamiento multidimensional que dé cuenta de los orígenes, causas, factores de relacionamiento, manifestaciones y consecuencias del fenómeno.
La falta de ésta definición conceptual y explicativa repercute directamente en el diseño de los programas de combate a la criminalidad, que para el caso guatemalteco su énfasis se encuentra en el control y represión del delito. Dejando por un lado tanto factores estructurales como subjetivos que podrían generar un mayor impacto y mejores resultados.
En el estudio del fenómeno de la violencia existen dos grandes corrientes que predominan, la primera es la que asocia a la violencia y la conducta delictiva a los factores estructurales y sociales del contexto en el que se desarrolla el fenómeno y la segunda la que coloca el énfasis en los aspectos de orden subjetivo y psicológico como las formas de interrelación personal, formas asociativas y organizativas y los aspectos culturales. Lamentablemente para el caso guatemalteco no existe una política de erradicación y combate de la violencia de carácter integral que pueda asumir aspectos de estas dos escuelas de estudio.
El que no se cuente con un marco conceptual y una visión multidimensional en el enfoque limita los alcances de las políticas de combate al crimen que se impulsen. Otro efecto negativo de esta situación es la no diferenciación de tratamiento a las diferentes manifestaciones del fenómeno. Es decir que se le da el mismo trato a un delito X que a un delito Y ó Z. No se hace una diferenciación de las acciones dirigidas a contrarrestar la violencia con fines específicos como la violencia política, el secuestro, el narcotráfico, de aquella violencia motivada y cuya meta final no persigue otro fin que el causar daño.
Esta situación limita la capacidad de respuesta y la atención a la víctima del delito ya que no se hace una clara diferenciación entre los efectos físicos de la violencia y los psicológicos así mismo no hay un tratamiento específico a partir de las características de la víctima como el sexo, la edad o según el móvil de la violación. LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA Principales factores generadores de violencia. Estos se pueden agrupar en cuatro grandes categorías: a) Económicos sociales y culturales b) De socialización c) Contexto d) Institucionales
Factores económicos, sociales y culturales: Estos están relacionados a los problemas estructurales como desempleo, pobreza, sub desarrollo, discriminación, desigualdad social, hacinamiento, violencia en los medios de comunicación, cultura de la violencia. Es importante tener claro que la violencia, la delincuencia y la inseguridad ciudadana no son una consecuencia de la pobreza ya que erróneamente se tiende a asociar directamente el crecimiento de la violencia al de la pobreza, bajo ésta lógica todos los pobres serían potencialmente delincuentes. Los últimos análisis a nivel latinoamericano señalan que más que la pobreza, es la desigualdad, en conjunto con otros factores sociales, culturales y psicológicos la que genera mayor violencia.
Factores de Socialización: Estos se refieren sobre todo a la posición y situación familiar, a los valores familiares y sociales de las personas, así mismo al sexo, edad, educación, socialización, consumo de alcohol y drogas.
Factores de contexto: Estos están referidos más a las características del contexto social, principalmente a la caracterización de la sociedad como una sociedad de post-conflicto con secuelas del enfrentamiento armado, la no desaparición de hechos generadores de violencia. Otros elementos incluidos en ésta categoría son el narcotráfico, el alto índice de portación de armas de fuego.
Factores institucionales: Estos están relacionados con los altos niveles de impunidad, la ineficacia de las instituciones encargadas del combate al crimen y a la corrupción (Corte, Suprema de Justicia, Ministerio Público, Policía Nacional Civil y Sistema Penitenciario) lo que origina pérdida de confianza de la población hacia las instituciones. LOS COSTOS SOCIOECONÓMICOS DE LA VIOLENCIA en Guatemala, no existe la posibilidad de cuantificar los costos de la violencia, fundamentalmente como consecuencia de la falta de información y estadísticas confiables, por lo que únicamente nos limitamos a plantear aquellos aspectos que debiesen tomarse en cuenta en una cuantificación de costos de la violencia. Existen diversas definiciones y tipologías de los costos socioeconómicos que provoca la violencia: el BID distingue entre:
Costos directos: en el sistema de salud, policía, sistema de justicia criminal, vivienda, servicios sociales. Costos indirectos: mayor morbosidad, mayor mortalidad debido a homicidios y a suicidios, abuso de alcohol y drogas; desórdenes depresivos. Efectos multiplicadores económicos: Impactos
macroeconómicos, en el mercado laboral y en la productividad intergeneracional. Efectos multiplicadores sociales: Impacto en las relaciones interpersonales y en la calidad de vida. En Guatemala mueren asesinadas una media de dos mujeres al día. “La ausencia de investigaciones y de fallos condenatorios adecuados en casos de homicidios de mujeres y niñas en Guatemala transmite el mensaje de que en este país la violencia contra las mujeres es aceptable. Las autoridades guatemaltecas deben cambiar esta percepción garantizando que se investigan los asesinatos y que se hace justicia, para que las promesas que ha hecho de prevenir la violencia contra las mujeres tengan algún valor real”, ha declarado Amnistía Internacional en la presentación de un nuevo informe sobre los homicidios de mujeres y niñas en Guatemala. Muchas de mujeres han muerto en circunstancias excepcionalmente brutales. Hay datos que indican que la violencia sexual, y en concreto la violación, es un fuerte componente que caracteriza muchos de los homicidios, aunque a menudo esto no se refleja en los registros oficiales. En varios casos la mutilación y desfiguración a que someten los cuerpos recuerdan los homicidios que se cometían durante el conflicto armado interno. “La verdadera dimensión de los homicidios de mujeres en Guatemala sigue siendo desconocida, lo que pone de relieve la escasa atención que prestan las autoridades guatemaltecas a este asunto. A menudo la violación y otros delitos de violencia sexual son casi invisibles debido a la ausencia de datos estadísticos fiables sobre las cifras y las circunstancias de los homicidios de mujeres”, afirma Amnistía Internacional. La mayor parte de los asesinatos se ha cometido en zonas urbanas que en los últimos años también han sufrido un espectacular aumento de la delincuencia violenta, vinculada muchas veces al crimen organizado o a las actividades de las bandas juveniles callejeras conocidas como “maras”. “La inacción y la autocomplacencia de las autoridades han intensificado el sufrimiento de las familias, cuyas peticiones para que se hagan investigaciones adecuadas suelen encontrarse con el silencio”. Los organismos oficiales que intervienen en las investigaciones han afirmado que el 40% de los casos se archiva sin más. La falta de formación en técnicas de investigación -que incluye que no se proteja el escenario del crimen ni se recaben las pruebas forenses o de otro tipo necesarias, así como no hacer un seguimiento de pruebas posiblemente cruciales-, la falta de recursos técnicos y la falta de coordinación y de colaboración entre las instituciones del Estado, significa que muchos casos nunca hayan pasado de la fase de investigación inicial.