03 - Substato Antropológico de La Encíclica Caritas in Veritate
De veritate analisis
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De veritate
¿Qué es la verdad? La cuestión a disputar es sobre la verdad. El
entendimiento del hombre tiende por su misma naturaleza a buscar la verdad.
El ser humano es capaz de la verdad y por ello su destino es buscarla y
alcanzarla. Puede definirse al hombre como el ser que busca la verdad1. Han
sido muchos los que han hablado acerca de la verdad. De entre ellos se han
seleccionado los pensamientos de algunos.
El pensamiento que tratamos de comentar es el de santo Tomás de
Aquino, éste lo dejaremos para el final. Destacamos que sólo se analizarán dos
de los artículos que componen el opúsculo De veritate.
Uno de los pioneros en este aspecto fue Parménides de Elea. Éste,
hablaba sobre tres vías posibles de investigación, a saber:
“La primera, que (el ser) es y no es posible que no sea, es la vía de la creencia
(pues sigue a la verdad), la otra, que (el ser) no es y es necesario que no sea,
ésta, te lo aseguro, es una vía impracticable; pues no podrías conocer lo que no
es (ello es imposible) ni podrías expresarlo”2 […]
Y la tercera vía que es la de la opinión, que es la vía del error.
Parménides identifica el ser con el pensamiento, puesto que el no-ser es
impensable. Hay una correspondencia entre ser y pensar, en cuanto el ser se
desvela ante el pensamiento y ese desvelamiento constituye la verdad. Ser es
igual a verdad. Es imposible que algo que no es pueda ser verdadero,
constituye un absurdo.
1 Fides et ratio n. 1, 282 DIELS, H.- Kranz, W., Textos presocráticos (Heráclito, Parménides, Empédocles), Ediecomunicación, Barcelona, 1995, 28 B2
1
En la doctrina de Platón hay un concepto que es importante y en torno
al cual gira su pensamiento: lo verdadero. La verdad puede entenderse como
una propiedad de nuestro pensamiento y de nuestro lenguaje. La verdad puede
entenderse como una propiedad del ser. “En la filosofía de Platón se considera
como fundamental solamente el concepto ontológico de la verdad. La
distinción entre un verdadero ser frente a un “ente” que no es verdadero ser,
porque está a medio camino entre el ser y el no ser, penetra toda la filosofía de
Platón”3 Así si algo es verdadero es la misma idea y como tal debe ser algo
inmutable, algo siempre idéntico a sí mismo. Ser y verdad de nuevo convergen
y se declaran idénticos.
Daremos un salto hasta san Agustín. Éste sigue a Platón. Lo mismo
histórica que sistemáticamente, la verdad es el punto de partida del
pensamiento de san Agustín. Al caer en la cuenta de que ha estado en el error
mientras abrazaba el maniqueísmo, se le ocurre plantearse la duda de si se da
la verdad en general. A san Agustín le ha preocupado el problema de la
posibilidad de verdades absolutas durante toda su vida. Su solución del
problema tiene cadencias modernas. No parte, como hacía la filosofía antigua,
de verdades trascendentales, sino de hechos de inmediata evidencia, de los
datos de conciencia, como hará después Descartes. Sobre la realidad que cae
del lado de acá de la conciencia, se puede dudar.
¿Duda alguien de que vive, de que recuerda, de que conoce, quiere, piensa,
sabe y juzga? Pues si duda, vive…; si duda, sabe que no sabe algo con
plena seguridad; si duda, sabe que no puede dar su asentimiento a la
ligera. Podrá alguien dudar acaso sobre lo que quiere, pero de esta misma
duda no puede dudar.4 3 HIRSCHBERGER, Johannes, Historia de la Filosofía I, Editorial Herder, Barcelona 1981, 97.4 De Trin. x, 10.
2
“Si yerro, sé que existo; si enim fallor, sum.”5
Con ello ha descubierto Agustín una serie de verdades, las verdades de
la conciencia; y con ello cree haber superado de raíz el escepticismo, pues
tenemos aquí asentado en firme lo que éste ataca.
La fuente de la verdad para san Agustín será no la experiencia sensible
sino el mismo espíritu del hombre:
“No busques fuera. Vuelve hacia ti mismo. En el interior del hombre habita la
verdad. Y si hallas que también tu propia naturaleza es mudable, trasciéndete a ti
mismo”6
Para Agustín el espíritu no es independiente sino que esencialmente está
siempre unido y como adherido a algo superior a él. Agustín deja de lado la
definición de la verdad lógica, que sí conoce, para darle paso a la teoría de la
iluminación y con ella lo que es el fundamento de la verdad, a saber, las ideas
y razones eternas en el espíritu de Dios, y puesto que estas ideas son de Dios,
puede decirse que Dios es la verdad. Pero con ello la verdad se ha convertido
en algo ontológico: “La verdad es lo que es”7. El ser verdadero es Dios, el ser
en verdad.
San Anselmo sostiene que todo lo que se cree verdaderamente puede
entenderse también con verdad. En el De veritate, la palabra verdad tiene dos
sentidos distintos y complementarios. En el primero de ellos, la verdad se
identifica con el ser, es decir, con Dios. Podemos afirmar sin lugar a dudas
que para san Anselmo la verdad es el ser de Dios. En el segundo la verdad
consiste en la serie de juicios lógicos propios a la razón humana. Estos son los
5 De civitate Dei, XI, 26.6 De vera religione, cap. 39, n. 727 HIRSCHBERGER, Johannes, Historia de la Filosofía I, Editorial Herder, Barcelona 1981, 297.
3
aspectos formales de la verdad que san Anselmo encuentra en el juicio.
¿Cuándo será verdadero un juicio? Para precisar la verdad del juicio debemos
distinguir entre la forma del juicio y el objeto del juicio. Un juicio será
verdadero cuando sea recto. Cuando siga los principios lógicos de identidad y
de no contradicción. Así el juicio puramente formal “S es P” es un juicio recto
y verdadero. Pero un juicio que se quedara en la pura formulación lógica no
sería un juicio completo. El juicio recto debe dirigirse a un objeto. La verdad
del juicio nace cuando el contenido no contradictorio del juicio corresponde a
un objeto real. Queda claro que el error estará en la falta de rectitud en el
juicio o en la falsa aplicación del juicio a un objeto. La verdad absoluta no está
ni en las matemáticas ni en las ciencias sino en la coincidencia de la verdad de
mis juicios con la verdad que es Dios.8
Descartes inaugura una nueva forma de concebir la verdad, pues ya no
la considera desde una teoría de la correspondencia, en la que la verdad es la
identificación del concepto o el pensamiento con el objeto o la esencia sino
dirá que la verdad es la coherencia interna de nuestros pensamientos.9
Descartes está convencido de la existencia de ideas innatas y de que
sólo la meditación correcta podrá permitir que la razón haga aflojar las
verdades que tenemos sembradas en el espíritu, estas simientes de verdad que
en sí mismas no constituyen todavía un fruto pero que contienen el fruto en
potencia.
Ante la pregunta de qué hacer para buscar la verdad y cómo hacerlo,
Descartes propone las cuatro reglas del método: la primera es evitar la
precipitación y la prevención y proceder con claridad y distinción; debemos
8 XIRAU, Ramón, Introducción a la historia de la Filosofía , Universidad Nacional Autónoma de México México, 2009, 1529 Ibídem, 518
4
poner en duda la realidad para alcanzar la verdad. La segunda: para que una
idea sea clara y distinta es necesario analizar, dividir, cualquier problema que
se presente. La tercera: sintetizar, reconstruir de una totalidad después de que
sus partes son claras y distintas. La cuarta: que cualquier proceso de
pensamiento debe repetirse varias veces para estar seguros de la verdad a la
que se quiere llegar. Al responder el cómo utiliza la intuición y la deducción.
Por la intuición se nos hacen presentes las verdades que estaban escondidas en
el espíritu. Por la deducción se obtienen verdades a partir de las verdades
absolutas dadas por la intuición.
“Descartes vino a poner la idea de una deducción hecha de intuiciones que,
mediante ideas claras y distintas, añade nuevos descubrimientos y constituye, a
cada paso, un verdadero descubrimiento”.10
Leibniz sigue la línea de Descartes y dirá que el hombre tiene tres
formas de conocer; dos de ellas referidas a la experiencia: las pequeñas
percepciones y las percepciones, y la otra es una forma: la apercepción. Las
dos primeras aunque son vagas, imprecisas, poco claras, nos ponen en
contacto con la realidad y las llama verdades de hecho. La tercera está
constituida por las verdades de razón, las ideas claras, sencillas y simples que
llama ideas innatas. El conocimiento racional, el conocimiento con base en las
verdades de razón, es independiente de la experiencia y distinto a ella.
Tanto para Descartes como para Leibniz la verdad será una coherencia
interna de nuestros pensamientos.
Durante el siglo XIX, en los Estados Unidos predominó la filosofía
pragmática que es, primordialmente una filosofía de la acción. Tomaremos
10 Ibídem, 222
5
también su teoría acerca de la verdad. Nos basaremos principalmente en
Williams James y su obra Pragmatismo.11
Para James, como los clásicos, la verdad es correspondencia entre la
conciencia y la cosa, relación entre lo ideal y lo real. Pero a diferencia de los
clásicos, esta relación entre el pensamiento y la cosa es en James activa y
dinámica.
“Son ideas verdaderas aquellas que podemos asimilar, validar, corroborar y
demostrar; falsas ideas las que no”12
Para James la verdad es sólo en parte la verdad relativa de las ciencias;
es sobre todo la verdad relativa en la conducta humana y del espíritu humano.
Verdad en proceso, designio y nunca verdad absoluta. James identifica la
verdad con la utilidad. Debemos entender, para esto, utilidad como lo que
pueda contribuir al mejor desarrollo de la persona humana, aquello que más y
mejor nos ayuda a vivir y convivir y no como algo que tiene un valor práctico
inmediato. La verdad no es para James lo lucrativo sino lo beneficioso.
Ahora bien, ya hemos visto los principales autores que hablan sobre la
verdad. Veamos ahora a santo Tomás de Aquino y comentemos su postura.
En el primer artículo de su opúsculo De veritate, tratará de definir lo
que es la verdad. Parece que lo verdadero es totalmente lo mismo que el ser.
Lo dice San Agustín, y desde antes lo había dicho Parménides, Platón,
Agustín y Anselmo. Lo verdadero es lo que es. Parece no haber distinción
entre ellos en la razón, tienen una misma disposición, no se entienden el uno
sin el otro, no difieren en esencia y nada añade lo verdadero al ser. Por lo
tanto parece que lo verdadero se identifica con el ser. Sin embargo, si fueran 11 JAMES, Williams, Pragmatismo, trad. De Santos Rubiano, Daniel Jorro, Madrid, 1923, 412 Ídem.
6
ambos lo mismo sería tautología decir ser verdadero, lo cual es falso porque
no son lo mismo. Ser y bien se predican mutuamente, pero no todo lo
verdadero es bueno (como fornicar), luego ser y verdadero no son lo mismo.
Es diverso en las creaturas el ser y lo que es, y si lo que es corresponde a lo
verdadero, luego ser y verdadero no son lo mismo. El ser es la primera de las
cosas creadas y después viene lo verdadero, si lo anterior y lo posterior no son
lo mismo, luego ser y verdadero no son lo mismo. Los cuatro trascendentales:
ser, uno, verdadero y bueno se apropian en Dios, el ser pertenece a la esencia,
el uno al Padre, lo verdadero al Hijo y lo bueno al Espíritu Santo, las personas
divinas se distinguen realmente, luego no pueden predicarse mutuamente estos
cuatro trascendentales, entonces ser y verdadero no son lo mismo.
Tomás desarrollará su camino de los hombres hacia la verdad. Lo
recorrerá evitando dos escollos contra los cuales han tropezado los mejores
pensadores: el de la identificación de la verdad con la identidad y el de la
separación real entre ambas. Estas posturas ya han sido mencionadas
anteriormente. Tomás opta por la vía de la distinción de razón con fundamento
real.
El punto de partida es la noción primera del entendimiento, algo que se
presenta como per se notum en la actividad intelectual. Tomás acepta, como
Avicena, que el conocer humano tiene un punto de partida evidente, y un
término en el cual todo se resuelve. Y ese principio es el ente. Todo el proceso
de conocer consistirá en añadir otras nociones a esa primera. Dirá, entonces,
santo Tomás que algunas cosas se añaden al ser en cuanto expresan un modo
de ser.13 Hay un modo de ser que se denomina sustancia y un segundo que
sigue al ser y que son los accidentes. Así que el entender humano del ente 13 DE AQUINO, Tomás, Opúsculos y cuestiones selectas, De la verdad, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2003¸ 205
7
admite dos modos: uno absoluto o en sí mismo, y otro en relación con los
demás. En absoluto se dan dos modos: uno afirmativo, al afirmar el ente
tenemos la res (cosa), la esencia, lo que es. Al negar la identidad entre ente y
no ente obtenemos el unum (uno) porque el ente no está dividido en sí mismo.
Ahora en relación con otros tenemos dos posibilidades negando o
afirmando. Negativamente uno no es el otro sino distinto del otro: la alteridad
(el aliquid). Afirmativamente, por la conveniencia con otro, hay una amplitud
del ente que compete al ente espiritual: el alma humana. Ésta puede establecer
una relación de conveniencia por medio de sus facultades, entendimiento
cognoscente y voluntad apetente. Por ello todo ente es amable y apetecible,
como una perfección en acto que atrae a la voluntad y por ello es bonum, tiene
razón de fin. Además, todo ente es cognoscible, pues se presenta como algo
que conviene con el entendimiento como el fin que lo perfecciona: el ente en
cuanto es apto para ser conocido es verum. Esto es lo que añade lo verdadero
al ente: la conveniencia con el entendimiento. Por lo tanto, la verdad dice algo
que el ente no dice expresamente: la relación de conveniencia con el
entendimiento. Si no hay entendimiento no hay verdad, porque falta uno
de los términos expresos de la relación que implica lo verdadero.
Santo Tomás ha diferenciado muy bien cómo puede definirse la verdad.
Ha superado la reducción de la verdad a la entidad, como lo hicieron los
autores mencionados. Y yo me atrevería a decir que ha contestado
anticipadamente a Descartes y Leibniz con su punto de partida del
conocimiento: el ser que captamos a partir de los sentidos, aunque concede
que hay una adecuación en el entendimiento, pero que ésta es con respecto a la
cosa que está fuera de él. Tomás ha encontrado la verdad ontológica: id quod
8
est; la verdad lógica: adaequatio rei et intellectus; y la verdad fenoménica:
declarativum et manifestativum esse.
Por tanto hay distinción real entre verdadero y ser, pues podemos dar
razón de uno sin necesidad del otro. Y de acuerdo a que dependiendo del
grado de ser de un ente es su grado de verdad, es decir, tienen la misma
extensión, son convertibles y se predican mutuamente.
Ahora bien, ¿será la verdad de mi entendimiento más principal que la de
las cosas? Parece que la verdad se encuentra en las cosas y no se identifica con
mi entendimiento, y si la verdad se encuentra en el entendimiento será verdad
lo que yo piense y no las cosas. ¿Cómo encontrar una solución? La solución la
encontramos en el entendimiento divino, en el cual se verifica de modo
originario y absoluto el concepto de verdad. De él procede la verdad de las
cosas. El peso ontológico de ellas es el fundamento de la verdad del
entendimiento humano que debe adecuarse a ellas.
De todo esto se deduce que la verdad consiste ante todo en la
adecuación al entendimiento, o del entendimiento a las cosas.
Entonces la verdad es la mensura del conocimiento. El entendimiento
divino mide al entendimiento humano y a la realidad, y no es medido por
nada. Es el fundamento. El entendimiento humano por su parte mide a la
realidad pero sí es medido por el entendimiento divino. Y por último, la
realidad es medida por el entendimiento divino y también por el humano, pero
a la vez mide al mismo entendimiento humano.
Las diferentes posturas de los filósofos se han colocado en los extremos
de esto que desarrolla santo Tomás. Esto no quiere decir que sean erróneas;
sin embargo, se han quedado algunas en la verdad de las cosas, otras en la
9
verdad del entendimiento, y aparecen como unas contrarias a las otras. Tomás
ha logrado conjugarlas muy bien. Verum est adaequatio rei et intellectus14.
14 DE AQUINO, Tomás, Opúsculos y cuestiones selectas, De veritate, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2003 Extractos de comentarios al pié de página.
10
BIBLIOGRAFÍA
DE AQUINO, Tomás, Opúsculos y cuestiones selectas, De la verdad,
Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2003
JUAN PABLO II, Fides et ratio, 14 de septiembre de 1998.
DIELS, H.- Kranz, W., Textos presocráticos (Heráclito, Parménides,
Empédocles), Ediecomunicación, Barcelona, 1995
HIRSCHBERGER, Johannes, Historia de la Filosofía I, Editorial Herder,
Barcelona 1981
DE HIPONA, Agustín, De Trinitate
DE HIPONA, Agustín, De civitate Dei
DE HIPONA, Agustín, De vera religione.
XIRAU, Ramón, Introducción a la historia de la Filosofía, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2009
JAMES, Williams, Pragmatismo, trad. De Santos Rubiano, Daniel Jorro, Madrid, 1923
11