DEBATE El vértigo transformista · 3 El combate a la corrupción ha sido una bandera de la derecha...

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44 OBSERVATORIO DEL DESARROLLO · DEBATE HUMBERTO MRQUEZ COVARRUBIAS* Dilucidar en qué forma de gobierno y en qué proyecto de desarrollo se traducirá el poder social de más de 30 millones de votantes representa un enigma en los primeros días en que Andrés Manuel López Obrador ha asumido la presidencia de la Republica mexicana. Sin embargo, los primeros pasos registrados en los pactos políticos para la formación de la coalición electoral y la formación del gobierno, aunado a los discursos y decisiones iniciales, la integración del gabinete y las prácticas parlamentarias, anticipan un gobierno ambiguo y contradictorio que eventualmente promoverá cambios en el entramado institucional pero sin alterar el orden social establecido. Analizar los componentes ideológicos y políticos del movimiento lopezobradorista y sus repercusiones en el proyecto de desarrollo nacional es el cometido de este texto. El vértigo transformista Antinomias del lopezobradorismo en México Preámbulo Ubicada en el imaginario del nacionalismo revo- lucionario, la llamada «cuarta transformación» describe una secuencia básica de la historia pa- tria que va de la Independencia (1810-1821), la Reforma (1857-1861) y la Revolución (1910-1917) para dar paso a una siguiente etapa idealizada, que se atreve a autonombrarse sin haber comen- zado ni definido con precisión su contenido, que pretende superar al neoliberalismo (1982-2018), la última gran transformación del capitalismo mexicano, pero desde una vía reformista den- tro del capitalismo subdesarrollado, y en modo alguno vislumbra un horizonte poscapitalista (palabras como socialismo o comunismo no en- tran en el vocabulario del «cambio»). 1 1 Entre los referentes inmediatos, a los cuales sin embargo no se alude, se encuentran los proyectos posneoliberales latinoameri- canos: el llamado giro progresista, populista y neodesarrollista; Con certeza, antes que en una «cuarta trasfor- mación», estamos en un interregno, un momento de transición, que aún no define con claridad su derrotero. Hay signos de todo tipo, contradictorios los más, que anticipan múltiples líneas de con- tinuidad dentro del modelo económico-político, antes que verdaderos intentos de cambio. No obs- tante, también está latente la conformación de una fuerza social que empuje hacia cambios progresi- vos, aunque lentos y reformistas. La agenda de una gran transformación está apenas por esbozarse, y no necesariamente estará escrita por el gobier- no. La pregunta crucial es ¿cuál es el sentido de la transformación que alentará el nuevo gobierno?, ¿se inscribe dentro del capitalismo o abre opciones fuera de ese ámbito?, ¿se pugnará por un cambio además con el atenuante de que no se adopta ningún pronun- ciamiento antiimperialista, al contrario, se asume comedida- mente la subordinación histórica a la égida estadounidense. *Docente investigador, Unidad Académica en Estudios del Desarrollo, Universidad Autónoma de Zacatecas ··· DEBATE

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44 OBSERVATORIO DEL DESARROLLO · DEBATE

HUMBERTO MARQUEZ COVARRUBIAS*

Dilucidar en qué forma de gobierno y en qué proyecto de desarrollo se traducirá el poder socialde más de 30 millones de votantes representa un enigma en los primeros días en que Andrés Manuel López Obrador ha asumido la presidencia de la Republica mexicana. Sin embargo,los primeros pasos registrados en los pactos políticos para la formación de la coalición electoraly la formación del gobierno, aunado a los discursos y decisiones iniciales, la integracióndel gabinete y las prácticas parlamentarias, anticipan un gobierno ambiguo y contradictorio que eventualmente promoverá cambios en el entramado institucional pero sin alterar el orden social establecido. Analizar los componentes ideológicos y políticos del movimiento lopezobradoristay sus repercusiones en el proyecto de desarrollo nacional es el cometido de este texto.

El vértigo transformista Antinomias del lopezobradorismo en México

PreámbuloUbicada en el imaginario del nacionalismo revo-

lucionario, la llamada «cuarta transformación»

describe una secuencia básica de la historia pa-

tria que va de la Independencia (1810-1821), la

Reforma (1857-1861) y la Revolución (1910-1917)

para dar paso a una siguiente etapa idealizada,

que se atreve a autonombrarse sin haber comen-

zado ni definido con precisión su contenido, que

pretende superar al neoliberalismo (1982-2018),

la última gran transformación del capitalismo

mexicano, pero desde una vía reformista den-

tro del capitalismo subdesarrollado, y en modo

alguno vislumbra un horizonte poscapitalista

(palabras como socialismo o comunismo no en-

tran en el vocabulario del «cambio»).1

1 Entre los referentes inmediatos, a los cuales sin embargo no se alude, se encuentran los proyectos posneoliberales latinoameri-canos: el llamado giro progresista, populista y neodesarrollista;

Con certeza, antes que en una «cuarta trasfor-

mación», estamos en un interregno, un momento

de transición, que aún no define con claridad su

derrotero. Hay signos de todo tipo, contradictorios

los más, que anticipan múltiples líneas de con-

tinuidad dentro del modelo económico-político,

antes que verdaderos intentos de cambio. No obs-

tante, también está latente la conformación de una

fuerza social que empuje hacia cambios progresi-

vos, aunque lentos y reformistas. La agenda de una

gran transformación está apenas por esbozarse,

y no necesariamente estará escrita por el gobier-

no. La pregunta crucial es ¿cuál es el sentido de la

transformación que alentará el nuevo gobierno?,

¿se inscribe dentro del capitalismo o abre opciones

fuera de ese ámbito?, ¿se pugnará por un cambio

además con el atenuante de que no se adopta ningún pronun-ciamiento antiimperialista, al contrario, se asume comedida-mente la subordinación histórica a la égida estadounidense.

*Docente investigador,

Unidad Académica en Estudios

del Desarrollo, Universidad

Autónoma de Zacatecas

··· DEBATE

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profundo en el régimen político y en el modelo

económico, es decir, en el patrón de acumulación?

Para un gobierno emergente, implementar

un proyecto de transformación significa un gran

reto, porque, sin contar sus debilidades propias,

enfrente tiene el contrapeso del poder de la oli-

garquía y sus adversarios, y a su lado el de sus

aliados entre quienes se cuentan a sectores que

forman parte del establishment y no están dis-

puestos a promover cambios genuinos, y otros

más que han sido opositores permanentes pero

son condescendientes y están prestos a pactar con

los adversarios para mantener una supuesta esta-

bilidad del sistema en su conjunto, por lo cual se

ejecutarían políticas y acciones que no apuntan

necesariamente a un cambio verdadero sino a un

gatopardismo («Si queremos que todo siga como

está, es preciso que todo cambie»).2

Bosquejo del lopezobradorismo

Habemus presidente legítimo

La candidatura presidencial de Andrés

Manuel López Obrador (amlo) tuvo un

éxito arrollador en el proceso electo-

ral federal al sumar más de 30 mi-

llones de votos que le confieren

2 Giuseppe Tomasi di Lampe-dusa, El gatopardo, Bar-

celona, Vergara, 1980.

una gran legitimidad. El triunfo de la coalición lopezobradorista

responde a diversos factores: a) la crisis del proyecto neoliberal, la

deslegitimación del sistema político y el conflicto interburgués, que

ocasionaron una fractura del bloque dominante y la incapacidad de

consolidar una candidatura ganadora y, al propio tiempo, la desar-

ticulación de la izquierda más genuina y radical para postular una

candidatura; b) la formación de una fuerza electoral pragmática de

izquierda-centro-derecha apuntalada por un discurso elusivo que

no permite detectar los intereses que entraña el proyecto y lo sufi-

cientemente ambiguo y contradictorio para captar votantes de todas

las clases y sectores; c) la acumulación de indignaciones y agravios

entre las clases populares que se volcó en contra de los partidos

que han gobernado en los dos últimos sexenios y en consecuencia

respaldaron la candidatura lopezobradorista; y d) la conformación

de una subjetividad reformista y conciliadora que troqueló un sen-

tido común para capitalizar el malestar social y, al mismo tiempo,

ofrece amnistía a empresarios, políticos y delincuentes.

A la vieja usanza

amlo es un político emanado de la vieja escuela priista y foguea-

do por la izquierda electoral; más que un izquierdista consuma-

do es un nacionalista a la usanza del priismo tardío que mez-

cla el liberalismo, el populismo, la socialdemocracia y el

reformismo. En el rejuego del simbolismo palaciego se

aviene como un caudillo posrevoluciona-

rio que quiere estar a la altura de sus

ídolos liberales, sobre todo Benito

Juárez, forjador de la república

burguesa mexicana. Si algo

Para conectar eficazmentecon la masa electoral en la plaza

pública, el discurso populistase propala sin importar su carácter

machón. El broche de oro de esa fraseología se sintetiza en el actode unción del Zócalo capitalino: «Yo yano me pertenezco, yo soy de ustedes,soy del pueblo de México».

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distingue al candidato triunfante es su voluntad de poder, su de-

terminación de ascender a la cúspide del poder político estatal sin

importar principios y pactos, ante la sublime pretensión de figurar

en la historia. En lugar de sentar las bases de una transformación

social sustantiva, hacia otra organización social y económica, su

proyecto de nación se conforma con afinar la maquinaria estatal,

depurarla de la corrupción e instaurar la austeridad, para con ello,

supuestamente, reanimar el desarrollo capitalista nacional.3

El oráculo mayor es el pragmatismo político y las «señales del mer-

cado». Así lo entiende quien se destaca como un operador calculador,

voluntarioso y acomodaticio, pero no por ello un estadista o visiona-

rio. Para conciliar el carrusel político de izquierda-centro-derecha,

recurre al juego del equilibrista, donde es posible gobernar «para

ricos y para pobres», aunque, cada vez con más desparpajo, inclina

la balanza hacia los grandes empresarios e inversionistas extranje-

ros, pero si la ocasión lo amerita, aunque con menor frecuencia y

menos convicción que en el pasado reciente, suelta la arenga: «Por

el bien de todos, primero los pobres».4

La vena populista es muy persuasiva y se basa en los atributos

de un solo hombre, no en la construcción de poder popular orgá-

nico. Según los adeptos, él es el más capacitado, acaso el único,

para gobernar, pues le atribuyen el don de la terquedad, la osadía

de haber recorrido el país dos o más veces y en ese periplo haber

convivido con el común de la gente, además de haberse postulado

a la presidencia en tres ocasiones ostentando una personalidad in-

maculada de honestidad, dotado de la valentía para enfrentar a los

poderes fácticos y soportar sendos fraudes electorales en 2006 y 2012,

sin olvidar que es autor de libros sobre historia nacional, política y

planes de gobierno. En la era del internet y las telecomunicaciones,

la itinerantica del candidato perpetuo lo habría dotado de un bagaje

que difícilmente otro ilustre mexicano exhibiría para gobernar. En

el extremo, algunos seguidores fieles le atribuyen facultades divinas,

no en balde su personalidad ha sido largamente troquelada como la

de un mesías y un iluminado.5

Para conectar eficazmente con la masa electoral en la plaza públi-

ca, el discurso populista se propala sin importar su carácter machón.

El broche de oro de esa fraseología se sintetiza en el acto de unción

en el Zócalo capitalino: «Yo ya no me pertenezco, yo soy de ustedes,

3 El combate a la corrupción ha sido una bandera de la derecha para desmantelar al Estado y la austeridad que pregona es un dispositivo neoliberal.4 Andrés Manuel López Obrador, Un proyecto alternativo de nación, México, Grijalbo, 2004.5 Rodrigo Vera, «López Obrador, el candidato de Dios», Proceso, 14 de junio de 2018,

en https://www.proceso.com.mx/538377/lopez-obrador-el-candidato-de-dios; Re-dacción, «Muñoz Ledo califica a amlo como ‹un iluminado› y un ‹hijo laico de Dios›; pide a los mexicanos cuidarlo», Sin Embargo, 2 de diciembre de 2018, en https://www.sinembargo.mx/02-12-2018/3505781

soy del pueblo de México».6 No obstante, pese a

pronunciar innumerables discursos en mítines,

foros y medios de comunicación, es notable que

amlo ha perdido capacidad oratoria y debilitado

sus facultades como debatiente, pues más que un

ideólogo, un estratega o estadista, se ha tornado

en un orador mediano que recurre a un discurso

aletargado y una retórica contrahecha y extrema-

damente repetitiva. Como buen político profesio-

nal, el discurso obradorista es demagógico, en el

sentido de que a la menor provocación profiere

promesas que al instante son populares, que se re-

piten incesantemente para mayor efectismo en los

más diversos foros, aunque de antemano se sabe

que los ofrecimientos no habrán de cumplirse o se

simulará hacerlo, pues las verdaderas intenciones

no se enuncian, como si se tratara de cosas que

el pueblo no necesariamente tiene que saber. De

manera contrafactual, es improbable que, siendo

realistas, si se hubiera dicho, por ejemplo, que se

reemplazaría a la policía federal con una policía

militarizada, que se tejería una alianza estratégica

con los grandes empresarios y que se perdona-

ría a los políticos corruptos,7 hubiera obtenido la

avalancha de votos que le permitieron ganar de

manera inobjetable. Es cuestión de emitir deter-

minadas palabras según el cálculo político en el

momento oportuno, según el perfil del auditorio.

Ideocracia

La ideología obradorista abreva de varias fuentes:

populismo, nacionalismo burgués, democracia

liberal y moralismo cristiano, todo dentro de los

márgenes del capitalismo, y en buena medida

dentro del «neoliberalismo con rostro humano»

o liberalismo social. Pero es la crisis del régi-

men político (crisis del Estado mexicano, frac-

tura en la élite, resquebrajamiento del esquema

6 Andrés Manuel López Obrador, «Andrés Manuel López Obra-dor Zócalo cdmx», 1 de diciembre de 2018, en https://www.youtube.com/watch?v=EqY0kn Vsglo7 Por ejemplo, ante los dueños de Televisa, dijo que esa es una empresa «extraordinaria» y un «orgullo para el país» (An-drés Manuel López Obrador, «Televisa es extraordinaria y un orgullo para el país: amlo», 29 de octubre de 2018, en https://www.youtube.com/watch?v=8jxgs1MjiLo).

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de representación partidario, hartazgo social) lo

que posibilita el ascenso del proyecto naciona-

lista, que ideológicamente se impregna de po-

pulismo, mediante un discurso que divide a la

sociedad en dos grandes bloques homogéneos

y antagónicos: por una parte, el pueblo bueno y

sabio, sin divisiones de clases ni conflictos inter-

nos, donde caben ricos y pobres, al cual se dice

representar, y, por otra parte, una élite corrupta

y rapaz, de la cual hay que defenderse y destro-

nar, pues está forma una «mafia del poder»,8 un

sector empresarial y político que se ha enrique-

cido a costillas del patrimonio público. De ello se

desprende que el principal problema nacional es

la corrupción; no el capitalismo, al cual si acaso

hay que humanizar, hacerlo viable. Entonces, la

principal política consiste en combatir la corrup-

ción, reconstruir las instituciones y canalizar los

recursos que se liberen de ese flagelo, los cuales

supuestamente serán suficientes para detonar el

desarrollo, sin necesidad de hacer una reforma

hacendaria progresiva, expropiar terratenientes

o monopolios que depredan la naturaleza y so-

brexplotan el trabajo ni tampoco gravar las altas

ganancias, revalorizar la fuerza de trabajo, re-

construir la economía pública y social, etcétera.

En su oda al buen burgués nacionalista, amlo

advierte que, en México, como si fuésemos una

excepción dentro del capitalismo mundial, no ope-

ra la explotación, aquí los empresarios son gente

buena, cuando mucho cometen el pecado de la

corrupción.9 En México, el régimen político ha pro-

piciado que el trabajo se regale desmedidamente,

una situación rayana en la superexplotación. En

el polo opuesto, los magnates empresarios han

8 Andrés Manuel López Obrador, La mafia que se adueñó de México… y el 2012, México, Grijalbo, 2010.9 Asevera: «La corrupción es la causa principal de la des-igualdad social y económica (…) Los académicos más clásicos se quedaron con la idea de que la desigualdad se produce por la explotación que se hace de los trabajadores, que el burgués explota al proletariado, que se va acumulando ganancias y que éstas se las apropia el dueño de los medios de producción y que por eso es la desigualdad y la pobreza. Pero en México no aplica esa teoría del todo. Aquí las grandes fortunas se han acumulado mediante la corrupción al amparo del poder pú-blico» (Andrés Manuel López Obrador, «amlo en Los Reyes Acaquilpan, Estado de México», 20 de junio de 2018, en https://www.youtube.com/watch?v=04zqGpsr-is).

acumulado fortunas inconmensurables, no obstante, amlo dice que

en el país no hay explotación, que esa teoría no opera. El imperativo

categórico de los burgueses, las utilidades, a costa de lo que sea, es

peccata minuta.10 No sorprende, entonces que el consejo asesor del

presidente en materia económica estará integrado por los plutócratas

que antes eran «mafiosos».

Simbología laico-cristiana

En el discurso político nacionalista y laico del obradorismo se ventilan

ráfagas de proselitismo religioso que proyectan su lado derechista,

conservador, moralista y proempresarial. Sin tapujos, amlo se decla-

ra cristiano-evangélico, inclusive algunos de sus nuevos funcionarios

se dicen «marxistas guadalupanos». La coalición política lopezo-

bradorista incluyó a sectores de la ultraderecha evangélica (pes) y

del panismo, incluyendo al Yunque. El propio acrónimo de Morena,

como lo ha admitido amlo, tiene una alusión a la pigmentocracia del

pueblo mestizo y a la virgen de Guadalupe, la «morenita», imagen

que se refuerza con su lema de «la esperanza de México».11

El manejo estratégico y confuso de símbolos religiosos y políticos

genera amplificados réditos electorales, pero es muestra de que la mez-

cla de las morales liberal y cristiana no es más que expresión de la moral

de la sociedad burguesa que campea. Una moralidad criptocristiana que

ha sido larvada por el lopezobradorismo con ideas como la «república

amorosa», la «constitución moral», la «cartilla moral» o «código del

bien» y el mandato de «no robar, no mentir y no traicionar»). Cada vez

más, el sello distintivo de la retórica de amlo es confundir o mezclar

preceptos republicanos con sentencias religiosas.12 Ni siquiera los

cristeros panistas, que ocuparon la presidencia, se atrevían a hacer

esos desplantes.

En esa lógica, el gobierno se apresta a difundir masivamente La

cartilla moral, no así la Constitución política. Inusitadamente, el

10 En términos del valor, en sólo nueve minutos el obrero que percibe un salario mínimo en ocho horas de trabajo genera el valor equivalente a su sueldo, el resto del tiempo de trabajo (7 horas 51 minutos) significa trabajo gratuito para el empleador, en esa medida tiene que trabajar alrededor de 20 horas para poder comprar una canasta básica de ali-mentos, según se estimaba para 2012 (Juan Carlos Miranda, «Un trabajador con salario mínimo genera el valor de su sueldo en sólo 9 minutos», La Jornada, 7 de mayo de 2012,

en https://www.jornada.com.mx/2012/05/07/economia/023n1eco). Esta situación se ha venido agravando con la espiral inflacionaria y la política de contención salarial.11 Quien fungirá como jefe de gabinete, una suerte de vicepresidente, Alfonso Romo, también cuenta con un origen ultraconservador. Además de su membresía en la alta burguesía mexicana, ha pertenecido a grupos ultraconservadores, como el Opus Dei y Legionarios de Cristo, además de haber tenido vínculos con Pinochet y Salinas. El propio amlo lo señaló como parte de la «mafia del poder» (Andrés Manuel López Obrador, La mafia que se adueñó de México...).12 Un botón de muestra: «No pagar a los maestros es anticonstitucional y antibíbli-co: ‹No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente› (Levítico)» (Andrés Manuel López Obrador, 31 de julio de 2016, en https://twitter.com/lopezobrador_/status/759966256896233476?lang=es). «Nosotros somos respetuosos y veneramos a la Virgen de Guadalupe y a Benito Juárez».

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48 OBSERVATORIO DEL DESARROLLO · DEBATE

Estado pretende aleccionar a la ciudadanía so-

bre moral desde nociones como alma y espíritu,

como si el orden metafísico, más allá de la rea-

lidad material, explicara los problemas sociales.

La «Constitución moral» se basa en la Cartilla

moral de Alfonso Reyes,13 un texto originalmente

redactado en la década de 1940 por el gobierno de

Manuel Ávila Camacho para contraponerse a la

educación socialista impulsada por el cardenis-

mo,14 pero que fue desechado y no incluido en la

campaña de alfabetización, aunque pervivió en las

sombras como suerte de credo laico de la comisión

de ideología del priismo, para luego salir de nuevo

a la luz cuando fue impreso por el priista Miguel

de la Madrid como parte de su campaña de «re-

novación moral», precisamente como preámbulo

a la implantación del modelo neoliberal, y ahora

intenta ser rescatado y convertido en una suerte

de manual de conducta o código de preceptos me-

taconstitucionales no obligatorios de una ilusoria

república amorosa.15

Desde la temperancia cristiana, el diagnóstico

es simplista: los grandes problemas nacionales

se explican por la falta de valores y la desinte-

gración familiar, es decir, se enarbola el reclamo

recurrente del conservadurismo religioso. A fin

de verter la moral cristiana al civismo, el Estado

aparece dictando normas de comportamiento.

Desde el púlpito laico, el discurso público asume

tintes clericales y se pronuncia como una litur-

gia laica («El hombre se educa para el bien» o

«no robar, no mentir y no traicionar») dirigida

a millones de personas despojadas, explotadas,

violentadas e indignadas, que pese a todo aún

conservan una esperanza de cambio, encarnada

en este caso por un personaje mesiánico, cons-

tructor de la tal república amorosa.16

No es una novedad que las clases dominantes

y la religión exalten la moral, y que la necesidad

13 Alfonso Reyes, Cartilla moral. Conciencia del entorno, Mon-terrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2005.14 Alejandro Ortiz, Laicidad y reformas educativas en México: 1917-1992, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015.15 Andrés Manuel, «Fundamentos para una república amoro-sa», La Jornada, 6 de diciembre de 2011.16 Andrés Manuel López Obrador, No decir adiós a la esperan-za, México, Grijalbo, 2012.

material de las clases populares escape a esa presunción.17 Pero en

la construcción ideológica, la moral capitalista, donde prima el Dios

dinero, confiere el triunfo a la burguesía que subyuga a las clases

subalternas para desposeerlas, explotarlas y dominarlas a fin de aca-

parar, acumular y derrochar. Pero esa no puede ser la moral de las

clases populares y de un proyecto de transformación social. En vez de

una moral cristiana y de una moralidad burguesa se precisa de una

ética política crítica para identificar los principios del cambio social,

los cuales responden a las necesidades materiales de existencia, que

desde una perspectiva popular emanan de una economía moral18 y

de una ética crítica,19 no de un moralismo idealista burgués y clerical.

Restauración del presidencialismoLa formación del gobierno triunfante asume el perfil del cesaris-

mo o el bonapartismo democrático a la mexicana.20 El gobierno

lopezobradorista surge de una profunda crisis del régimen econó-

mico-político con un fuerte e inusitado respaldo popular electoral

que confiere al presidente grandes atribuciones políticas para go-

bernar los aparatos del Estado (salvo el judicial) y eventualmente

cambiar las leyes y la propia Constitución. Las atribuciones de un

hombre fuerte pueden ser ventajosas si está comprometido con la

gran causa de la transformación social y para ello promueve la con-

cientización, organización y participación de las clases populares;

pero también pueden ser contraproducentes si el poder se fetichiza

en la figura de un líder máximo y, peor aún, incuba tendencias

autoritarias (las convicciones personales del líder como el cami-

no a seguir), justifica sus proyectos con el apoyo plebiscitario del

pueblo sabio (consultas a modo que buscan convalidar decisiones

tomadas previamente), pretende pacificar el país profundizando la

militarización (formación de guardia nacional o policía militariza-

da), reafirma los grandes intereses corporativos (consejería de los

plutócratas que seguirán detentando la propiedad de los grandes

medios de producción y comunicación) y simula obedecer al pueblo

(pacificado con políticas asistencialistas en aras de preservar los

niveles de popularidad plasmados en las encuestas).

Sobre el pretendido gobierno democrático representativo, deriva-

do del postulado «el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo»,

se yergue el poder personalizado de un caudillo político peculiar y

carismático que supone la unidad abstracta de todos haciendo tabula

rasa de conflictos, contradicciones y desigualdades. Es el liderazgo

17 «El gran empresario, con su moral burguesa, vive del trabajo de la clase obrera, oprimiéndola, y utiliza la caridad para glorificarse» (Marx).18 Edward Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase, Barcelona, Crítica, 1984.19 Enrique Dussel, 14 tesis de ética. Hacia la esencia del pensamiento crítico, México, Trotta, 2016.20 David Pantoja, «¿Cesarismo en México? Algunas notas para su esclarecimiento», Este País, núm. 182, 2006.

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49 volumen 7 · número 21 · septiembre-diciembre 2018

reconcentrado en un hombre poderoso, que sin

embargo obstruye la formación de otros liderazgos

sucesorios dentro del partido gobernante y que

supedita a los otros poderes a la figura presiden-

cial, al menos los diputados, senadores, congre-

sos locales y gobernadores, por lo cual concentra

una capacidad política que le permitiría hacer los

cambios constitucionales que convengan al pre-

sidente. En la restauración del presidencialismo

mexicano se otorga preponderancia al hombre

fuerte, el jefe máximo, ante las instituciones po-

líticas, aun cuando poder no deja de estar acota-

do por el poder del gran dinero, y eventualmente

puede ser doblegado por la oligarquía, los barones

del dinero y el imperio, que ejerce su predominio

continental. El contrapeso no está en los organis-

mos autónomos y los partidos de oposición sino

en el poder popular, el cual es irreconciliable con

los intereses materiales de la burguesía.

Concentrar las facultades presidenciales en

la personalidad carismática y las convicciones

ideológicas del presidente, más que democra-

tizar el poder —en vías de configurar un poder

popular— lo fetichiza, pues procura encarnarlo,

al extremo de asumirse el mismo como el sujeto

de la historia, por encima de la masa social a la

que dice representar.

En tal sentido, no tiene un perfil semejante a

los gobiernos progresistas del giro latinoamerica-

no posneoliberal, al menos en su vertiente más

radical, pero sí del reformismo de tipo neodesa-

rrollista y populista, con la peculiaridad geopolí-

tica de que pervive el entreguismo o sumisión a

los poderes estadounidenses. Más aún, renuncia a

ejercer un liderazgo en la región latinoamericana,

donde los gobiernos progresistas han sido mina-

dos por el imperialismo y las oligarquías. Prefiere

recluirse en una ahora anacrónica doctrina Es-

trada, otrora progresista, de «no intervención»

y en el aserto nacionalista de que «la mejor po-

lítica exterior es la política interior», cuando el

mundo actual está perfectamente globalizado y los

llamados intereses nacionales son horadados por

intereses multinacionales, los del capital global.

Aunque amlo abarrota las plazas

públicas y su organización política

se considera un partido-movimiento, Morena es un partido

sin masas: en mayo de 2018 disponía de

319 mil 449 afiliados,el sexto lugar entre

ocho partidos con registro ine.

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Políticamente ya es inviable, resulta conservador,

recluirse en los asuntos de un solo país.

El príncipe ungidoMás que un partido de la transformación social,

Morena es un partido convencional, electorero,

sumergido en los meandros de la democracia li-

beral. Un partido organizado para votar, como

ha sido la mística de la izquierda electoral de

corte socialdemócrata y nacionalista en Méxi-

co, no abocado al cambio estructural sustantivo.

Con persistencia, después de padecer dos fraudes

electorales recientes, logra su propósito con cre-

ces: alcanzó 53% de los votos —una mayoría que

no requeriría segunda vuelta, en el caso hipoté-

tico de que se implementara esa disposición—,

la mitad de los cuales provienen de su reserva

histórica y la otra mitad se compone de sufra-

gantes noveles y de ciudadanos que otorgan el

voto útil dado que ya no soportan los agravios de

los gobiernos derechistas neoliberales.

Morena no es el príncipe moderno en el senti-

do gramsciano (el partido que conforma la volun-

tad colectiva nacional popular), el nuevo príncipe

es amlo; ni la vanguardia revolucionaria en el sen-

tido leninista (partido clasista del proletariado),

apenas es un partido pragmático que teje alianzas

con partidos de ultraderecha (pes) y centro-iz-

quierda (pt) y que capta a personajes disímbolos

de la clase política tradicional de todas las orien-

taciones ideológicas. Resueltamente es un partido

subsumido a la lógica electoral: una maquinaria

organizada para ganar elecciones y una agencia de

distribución de funcionarios en las esferas del po-

der público y la burocracia gubernamental. amlo

ha definido a Morena como «una fuerza política y

moral», pero en los hechos, de conformidad a sus

alianzas, se ha decantado como una fuerza política

proempresarial, nacionalista y moralista, además

de retocarse con un dejo confesional y derechista,

muy lejos está de ser una fuerza clasista, interna-

cionalista, materialista, mucho menos socialista

o comunista, como para impulsar una profunda

transformación social.

Aunque amlo abarrota las plazas públicas y

su organización política se considera un parti-

do-movimiento, Morena es un partido sin masas que cuenta con

una exigua militancia de ciudadanos, organizaciones y movimientos

sociales.21 No obstante, desde arriba se fueron registrando afiliaciones

y adhesiones de personajes conspicuos de diversos partidos políticos,

los llamados «chapulines», que buscan ocupar puestos públicos. De

ello se deduce que los movimientos sociales o los grandes sectores

de masas no respaldaban abiertamente o de manera militante el

«proyecto alternativo de nación», pero tampoco existía una pre-

ocupación fidedigna del partido para articularse con la variopinta

sociedad civil, especialmente con las clases subalternas, en aras de

una «cuarta transformación».

Lejos está Morena de ser, por ejemplo, un partido de los trabaja-

dores y campesinos que se proponga organizar, concientizar y movi-

lizar a las clases subalternas en pos de un proyecto orientado por el

propósito de un «cambio verdadero», en una pauta de transforma-

ción social que emule y actualice a la vertiente social de la Revolución

mexicana («interrumpida», «traicionada» o «aniquilada», según

sea interpretada) sino que es un partido tradicional, seducido por

las elecciones, con la peculiaridad de que postula a un candidato de

corte entre caudillista y mesiánico (quien dice basarse más en sus

«convicciones personales» que en un programa político claramente

expuesto) para impulsar un proyecto nacionalista burgués.

Por más que su registro reciente bajo el acrónimo de Morena lo

aparente, no se trata de partido nuevo, es una transmutación del

Partido de la Revolución Democrática (prd) —en vías de extinción—,

que, a su vez, proviene de deyecciones del Partido Revolucionario

Institucional (pri) y de la izquierda nacionalista (Partido Mexicano

Socialista [pms], finado), incluso sus personeros ya han ocupado

puestos gubernamentales y legislativos con resultados contrastan-

tes, sin profundizar en una agenda de transformación, más bien

impulsando modestas reformas o sumándose a las contrarrefor-

mas neoliberales. Funciona como una poderosa agencia de colo-

cación y reciclaje de diputados y senadores (la nueva aplanadora

en funciones), secretarios de Estado, gobernadores, presidentes

municipales y una exuberante burocracia estatal. Existen elementos

de valoración previos, como el desempeño del gobierno del Distri-

to Federal (ahora Ciudad de México), que han detentado en cuatro

administraciones sucesivas y varias gubernaturas. En ningún caso

se destaca una administración de cambio político significativo, lo

que refulge es una forma convencional de gestión vinculada con

los poderes económicos y políticos. Aunado al hecho de que, para

lavarse el rostro, quienes destacan negativamente por cometer actos

21 En mayo de 2018 disponía de 319 mil 449 afiliados, el sexto lugar entre ocho partidos con registro en el Instituto Nacional Electoral (ine), según el «Padrón de afiliados a partidos políticos», en https://www.ine.mx/actores-politicos/partidos-politicos-nacionales/padron-afiliados/

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51 volumen 7 · número 21 · septiembre-diciembre 2018

de corrupción o cambiar de partido son acusados

por el líder como «traidores», de esta forma se

mantiene impoluto.

Su matriz ideológica ha sido el nacionalismo

revolucionario, es decir, el nacionalismo bur-

gués del viejo pri. No puede asegurarse que sea

un partido de izquierda —movido por el objetivo

de la igualdad, la democracia, la emancipación—,

puesto que está inmerso en el terreno ambiguo

de alianzas oportunistas de centro-izquierda, teji-

das por el consenso neoliberal de las élites o, a lo

sumo, por el reformismo que quisiera conferirle

un «rostro humano» al capitalismo. Carece de

una ideología definida, en el sentido de sistema

de ideas que le confiera claridad programática,

articulación de ideas fuerza y vínculos con la

praxis transformadora; entonces se adapta a las

condiciones y coyunturas electorales; y en lugar

de una militancia concientizada y cuadros po-

líticamente formados, depende de la voluntad

política de un solo hombre, el líder, quien toma

las grandes decisiones, desde las candidaturas y

discursos, hasta los proyectos y acuerdos.

Bueno y sabioPara amlo, el «pueblo bueno» debe ser guiado

por un líder honesto, como se autodefine, y un

gobierno austero, como el que encabeza.22 Por ello

aspira a configurar una «república amorosa»

regida por una cartilla moral y dirigida por un

paternalismo austero, donde se considera que los

gobernantes y grandes empresarios, la clase diri-

gente, deben acompañarse de las clases populares.

En este esquema, la noción de pueblo resulta una

idea premarxista, cuando no idílica, que prescin-

de del concepto de lucha de clases y de revolución,

para mejor hablar de amor y regeneración. El pue-

blo sería, entonces, una unidad armónica, incluso

una comunidad religiosa, cristiana, que más que

una utopía poscapitalista puede ser considerada

como una utopía conservadora.23

22 Andrés Manuel López Obrador, 2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México, México, Planeta, 2017.23 Jules Michelet, El pueblo, México, Fondo de Cultura Eco-nómica, 2005.

Sin embargo, el pueblo contiene múltiples contradicciones de cla-

se, género, etnia y subjetividad. Pero en la trama electoral, el partido

ha cumplido eficazmente la labor de organizar a los desorganizados

para votar, quienes luego serán desmovilizados para poder gobernar

sin restricciones. Ejemplo de ello es el uso de discursos demagógicos

a la usanza del nacionalismo-revolucionario priista de viejo cuño

y la liturgia laica que apelan al «pueblo bueno y sabio» que habrá

de avalar mediante «consultas» los megaproyectos, muchos de los

cuales obran en contra del interés popular; o la reiteración de la frase

«por el bien de todos, primero los pobres», cuando llevan mano

las cúpulas empresariales en los grandes proyectos y programas de

expansión de espacios de inversión privada.

Hay un énfasis en la unidad nacional a partir del papel del Estado,

la subordinación del partido como un apéndice, el pueblo como una

base social pasiva y el empresariado como el agente de desarrollo. Pero

la unidad en abstracto alrededor de un proyecto de nación es inviable

ante la realidad de una sociedad contradictoria, desigual, dividida.

Un peligro societal se cierne en el país dado los brotes de (neo)

fascismo entre sectores sociales que están siempre al amparo del po-

der para agredir a sectores subalternos convertidos en antagonistas.

El fascismo es un sistema totalitario que alienta el nacionalismo, la

xenofobia y el racismo. En su fase económica, suele ser corporati-

vo, poniendo al servicio de la burguesía nacional la industria y la

economía en general.

Con todo, es menester construir un sujeto de la trasformación

social frente a una sociedad civil aburguesada: partidos (conser-

vadores, derechizados, oportunistas, pragmáticos), movimientos

(posmodernos, identitarios, esporádicos, fragmentarios, monote-

máticos) y sindicatos (organismos corporativos de control obrero)

desde esferas autónomas e independientes, no corporativizadas o

usadas como soportes electorales de gobiernos de turno. El desa-

fío mayor es organizar y concientizar a las clases populares, a los

trabajadores y los sectores adyacentes. No sólo para actuar de ma-

nera independiente frente al gobierno lopezobradorista sino para

replantear un proyecto político de genuina transformación social,

una tarea que todavía no se han planteado las organizaciones, mo-

vimientos y partidos políticos.

¿Quién es el sujeto de la transformación?Ante la tentativa de configurar un nuevo bloque de poder, se ha

apostado por tejer alianzas políticas a nivel de las élites con líde-

res empresariales, políticos y sindicales, además de medios de co-

municación, sin importar intereses e ideologías dispares. Es decir,

desde sus orígenes, la pretendida «cuarta transformación» se ha

orquestado como un proyecto de cambio sin sujeto. El sujeto de la

transformación no es el pueblo sino acaso un sujeto amalgamado

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52 OBSERVATORIO DEL DESARROLLO · DEBATE

promovido por el Estado con legislaciones anti-

laborales y el control político de los sindicatos.

En términos del desarrollo, no existe el mítico

«efecto derrame»: según la teoría convencional

la inversión y ganancias empresariales gotean sus

beneficios al conjunto de la sociedad. Por lo tan-

to, la oligarquía mexicana es un craso ejemplo

de la lumpenburguesía, es decir, forma el último

eslabón de cadenas globales de valorización y es-

tán subordinadas política e ideológicamente a los

centros del capitalismo mundial.

A diferencia de un pueblo desclasado, de mo-

vimientos multiclasistas y coaliciones políticas

contranatura, la burguesía, pese a ser numéri-

camente inferior, sí tiene conciencia de clase y

está muy bien organizada, además de que dispone

de los medios de producción y comunicación, y

ejerce su poder para doblegar a los gobiernos de

turno para que administren sus intereses de clase.

Gobierno bicéfalo. ¿Un gobierno nuevo o hereditario?

Desde una perspectiva maquiavélica, amlo pa-

recería seguir un gobierno de tipo hereditario,26

en el sentido de que considera aplicar políticas de

continuidad (neoliberales) y no alterar el orden

establecido (capitalismo), en lugar de cambios

radicales, como corresponde a un gobierno nue-

vo, donde tendría que afectar intereses (los de la

«mafia del poder»), 27 pero en vez de ello se alía

con la oligarquía y atiende disciplinadamente las

«señales del mercado». Los trabajadores, sindi-

catos y movimientos sociales, pasan a segundo

plano, acaso como entidades pasivas de apoyo

guarecidas bajo el término genérico del «pueblo

bueno y sabio».

Figurativamente, es un gobierno bicéfalo,

que recuerda a Jano, de la mitología romana, con

un rostro mirando al pasado (el idílico priismo

26 «Es mas fácil conservar un Estado hereditario, acostumbra-do a una dinastía, que uno nuevo, ya que basta con no alterar el orden establecido por los príncipes anteriores, y contempori-zar después con los cambios que puedan producirse» (Nicolás Maquiavelo, El príncipe, Elaleph.com, 1999, p. 7).27 Andrés Manuel López Obrador, La mafia nos robó la presi-dencia, México, Grijalbo, 2007.

desde arriba, inoculado en el gobierno, y dentro de esta esfera de

poder, el presidente en turno, con ese peculiar «estilo personal de

gobernar», está interesado en reeditar el presidencialismo de la

vieja escuela nacionalista para rearticular a la burguesía nacional y

a la masa informe del pueblo con objeto de troquelar el movimiento

sociopolítico que puede ser designado como lopezobradorismo, pero

entonces surge la paradoja de que se presenta un sujeto embrionario

sin proyecto de transformación.

La inexistente burguesía nacionalista

En el discurso neoliberal, al cual se pliega amlo, el empresaria-

do mexicano se presenta como el principal agente del desarrollo

porque, se argumenta, genera empleos, riqueza y crecimiento, por

tanto, hay que facilitarle las mejores condiciones de inversión y

garantizar su rentabilidad. Sin embargo, los magnates han sido

prohijados por el Estado, viven a expensas de los favores guberna-

mentales expresados en contratos, adjudicaciones, concesiones,

exenciones y... corrupción. La burguesía nacional no tiene sentido

nacionalista, como supone la ideología morenista, sino meros inte-

reses capitalistas. En todo caso, es una lumpenburguesía.24 No existe

esa idealizada burguesía nacionalista; existen burgueses mexicanos

dependientes del Estado y supeditados a las burguesías multinacio-

nales que comandan los mercados mundializados y detentan la pro-

piedad de los grandes medios de producción e información globales.

Resulta inviable un desarrollo «nacional» basado en la agencia de

la burguesía «nacionalista» y la restauración del mercado interno

por ese empresariado para convertirlo en el motor del crecimiento.

En el sentido capitalista, no son empresarios innovadores sino

agentes rentistas: pagan royalties (regalías) y capturan sobreganan-

cias monopólicas. Contrariamente a su ideología neoliberal anties-

tatal, en la práctica son estatalistas: no pagan impuestos, pero se

desarrollan bajo la tutela del Estado (concesiones, rescates, exen-

ciones). Sus inversiones orientadas por la especulación y la codicia

son apalancadas con créditos otorgados o respaldados por agencias

estatales y son además garantizados por las propias concesiones

estatales. No reconocen que el trabajo es la fuente generadora de

valor,25 cosa que se atribuyen, y desvalorizan el mundo del trabajo

imponiendo un régimen laboral basado en empleos mal pagados,

24 Es decir, «en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía (…), desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en que confluye el dinero, el lodo y la sangre» (Carlos Marx, «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850», en Carlos Marx-Federico Engels, Obras escogidas, tomo i, pp. 128-129, Moscú, Progreso, 1966).25 En términos del valor, no crean empleos sino que el producto del trabajo social, la plusvalía, genera el fondo dinerario con el cual se podrán hacer los adelantos subsi-guientes para la contratación de fuerza laboral, donde sea requerida.

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53 volumen 7 · número 21 · septiembre-diciembre 2018

estatalista y nacionalista del «desarrollo estabilizador» o «milagro

mexicano» [1954-1970] con crecimiento promedio de 6.8%, crecimien-

to industrial de 8% e inflación de 2.5%) y otro mirando el futuro (la

presunta «cuarta transformación» de la república que no termina de

negar su esencia neoliberal capitalista). Pero también es un gobierno

de doble cara: con un rostro mirando a la derecha (empresarial) y la

otra a la izquierda (asistencialismo).

No obstante el caudal de votos y la legitimidad de su gobierno,

amlo no detenta realmente el poder, pues éste radica en el gran

capital, la banca y las corporaciones, la gran burguesía que concen-

tra el dinero y acapara la riqueza procreada, evidentemente, por el

trabajador, no por los empresarios ni por el gobierno. Sin duda, el

poder lo tiene la burguesía no el presidente en turno.28

Bajo el mantra de la austeridad, una premisa central del neo-

liberalismo,29 el Estado se desmantela y se desvaloriza la función

pública, para ceder, una vez más, la iniciativa al sector privado, esto

es, el gran capital.

28 amlo argumenta: «Se va a separar el poder económico del poder político. Ya el go-bierno no va ser un comité al servicio de una minoría rapaz, el gobierno va a representar a todo el pueblo, a ricos y a pobres, va a ser un gobierno democrático, el poder lo va a tener el pueblo, ninguna minoría va a seguir dominando, el único que va a dominar en México va a ser el pueblo de México».29 David Stuckler y Sanjay Basu, El costo humano de las políticas de recorte. Por qué la austeridad mata, México, Taurus, 2013.

Figurativamente, el nuevo gobierno es bicéfalo, con un rostro mirando al pasado (el idílico priismo estatalista y nacionalista del «desarrollo estabilizador» o «milagro mexicano» —1954-1970—) y otro mirando al futuro (la presunta «cuarta transformación» de la república que no termina de negar su esencia neoliberal capitalista). Aunque también es un gobierno de doble cara: con un rostro mirando a la derecha (empresarial) y la otra a la izquierda (asistencialismo).

La nueva aplanadora acotada

La tentativa de transformación pasa por des-

encadenar el poder popular, un poder a la vez

destituyente (desmontaje del viejo régimen) y

constituyente (construcción de una nueva insti-

tucionalidad). Sin embargo, dentro del esquema

republicano pasa por el parlamento, que es co-

pado por los partidos políticos y sus esquemas

de mayorías, cuya toma de decisiones se articu-

la por negociaciones entre los líderes políticos

y los grupos de interés empresarial, militar y

clerical, además de la injerencia de los centros

de pensamiento (think tanks) y las determina-

ciones de organismos internacionales. Además,

el parlamento se supedita al Ejecutivo dada la

pervivencia del presidencialismo mexicano que

concentra las facultades de jefe de Estado y jefe

de gobierno en una sola persona.

La mayoría morenista toma la estafeta de la

mayoría priista y se apresta a implementar la

práctica parlamentaria de la «aplanadora» a

efecto de imponer las determinaciones del gru-

po político dominante independientemente de

los debates y fundamentaciones, puesto que en el

ejercicio del poder, sobre la razón, gana la fuerza.

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54 OBSERVATORIO DEL DESARROLLO · DEBATE

nuevos medios de comunicación, públicos y co-

munitarios, en contraposición al núcleo duro del

capital privado que detenta los grandes medios

de comunicación, y que eventualmente serán la

cabeza de playa de la restauración neoliberal de

derechas, como ha sucedido en América Latina,

para cerrar el incierto ciclo progresista.

El desperdigado movimiento popular

El único cauce de participación ciudadana —ni

siquiera de poder popular—que imagina el lope-

zobradorismo es el que le confiere la democracia

liberal: el voto. A lo cual se agrega eventualmente

la consulta popular sobre proyectos ya decididos

con antelación entre las élites, para simplemen-

te convalidar, o, peor a un, simular la consul-

ta en mítines con votación a mano alzada para

«aprobar» lo que el líder plantea. El voto siendo

masivo y legitimador, además de conferir a su

líder el mayor cúmulo de sufragios en la histo-

ria, no deja de ser un fenómeno espontaneista,

pues procede de una masa desorganizada, frag-

mentada y, a la postre, inmovilizada.

Recambio en la intelectualidad y la vocería

Como corresponde a un gobierno de la alternancia,

en el terreno del debate de las ideas se apresta a ha-

cer acto de presencia un nuevo núcleo de voceros

ilustrados y comentaristas en medios impresos,

audiovisuales y digitales, que competirá o reem-

plazará a los comentaristas del anterior régimen.

A la caterva de opinantes, periodistas e inte-

lectuales del periodo neoliberal priista y panista,

cercanos a los grandes concesionarios de los me-

dios de comunicación, empecinados en modelar

la versión oficial de los hechos y mantener a buen

resguardo los intereses del poder económico y

político, le sucederán los opinantes lopezobra-

doristas y eventualmente los reemplazarán —o

competirán entre sí— en los puestos centrales del

megáfono mediático, que incluye la caja de reso-

nancia de las redes digitales (twitter, facebook).

Aquí el desafío estriba en que las nuevas voces

sepan ir más allá de la defensa a ultranza del nue-

vo gobierno y esgriman el ejercicio crítico, al ser-

vicio de las causas populares, que no siempre son

las del gobierno en turno. Más aún, la creación de

El voto, siendo masivo y legitimador, además de conferir a su líder el mayor caudal de votosen la historia, no deja de ser un fenómeno espontaneista, pues procede de una masa desorganizada, fragmentada,y a la postre inmovilizada.A lo cual se agregala consulta popular sobre proyectosya decididos,para simplemente convalidar lo queel líder plantea.

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55 volumen 7 · número 21 · septiembre-diciembre 2018

curso desarrollista.31 La respuesta está en un programa de expansión

del capital mediante la prolongación del tlcan (renombrado como

usmca/t-mec según las exigencias de Donald Trump) y diversos

programas que amplifican los megaproyectos, la demarcación de

zonas francas o zonas económicas especiales, el tendido de «corti-

nas de desarrollo» como contendores de la migración forzada, en

un marco de negociaciones cupulares con el sector empresarial que

ofrece la garantía de la inversión preferente para grandes empre-

sarios y becas para subsidiar la nómina de las empresas, además de

que se preservan las reformas neoliberales y se niega la posibilidad

de modificar el marco constitucional en los primeros tres años de

gobierno. Como ha hecho el neoliberalismo con su «nueva política

social», se promueven programas de «inclusión social», de corte

asistencialista y clientelar, lo cual será el puntal del populismo lo-

pezobradorista, pero sin hacer verdaderos cambios estructurales

favorables a las clases trabajadoras y campesinas.

Dejando atrás la idea de un «proyecto alternativo de nación» fi-

loizquierdista, el equipo de amlo presentó el Pejenomics,32 el ideario

neodesarrollista que traza el sendero empresarial filoderechista para

congraciarse con «los mercados» donde primero es la macroecono-

mía y el recetario capitalista. Prendado del nacionalismo burgués,

el Estado mexicano establece una alianza con la oligarquía nacional

y multinacional para organizar y expandir los mercados, garantizar

la propiedad privada y la rentabilidad de los planes de negocios.

Establece como primacía el interés de los mercados y sus capitales,

emparentándolos con el interés de la nación. La vena proempre-

sarial salta a la vista: «La intención del abanderado presidencial es

hacer funcionar un gobierno de la mano con los empresarios».33

La proclama de «separar el poder político del poder económico»

es una declaración efectista, mediática, que no se implementa en

la práctica.34 En todo caso, el pronunciamiento es claridoso: «Los

empresarios piden responsabilidad financiera y se les va a cumplir

más de lo que creen».35

31 Jesús Ramírez (coord.), Nuevo proyecto de nación. Por el renacimiento de México, México, Grijalbo, 2011; Andrés Manuel López Obrador, 2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México, México, Planeta, 2017.32 Abre más los ojos, Pejenomics: hacia una economía para todos, s.f., en https://drive.google.com/file/d/1GQgu7iT-fGn-HTFNJY9WyAXgeBuAu0jo/view33 Tatiana Clouthier, «Sembrar la paz», en https://twitter.com/sembrarlapaz/status/ 99423521174649242334 El jefe de la oficina de la Presidencia estará en manos del multimillonario Alfonso Romo. El Consejo Asesor Empresarial de magnates (Ricardo Salinas, tvAzteca; Carlos Hank, Banorte; Olegario Vázquez, Grupo Ángeles; Bernardo Gómez, Televisa; Daniel Chávez, Grupo Vidanta; Miguel Rincón, Bio-papel; Sergio Gutiérrez, DeAcero y Miguel Alemán, Interjet) inversión público-privada, preponderancia al sector empresarial.35 Arturo Solís, «México tendrá que ser un paraíso de inversión: Romo», Forbes Mé-xico, 1 de julio de 2018, en https://www.forbes.com.mx/mexico-tendra-que-ser-un -paraiso-de-inversion-alfonso-romo/

Frente a la organización de la burguesía nacio-

nal y su injerencia en el nuevo gobierno, se echa

de menos el activismo popular, a no ser que salga

a defender temas inmediatos, sectoriales y tem-

porales, como el salario, el empleo, el acceso al

presupuesto y programas públicos y las propias

elecciones. La multiplicidad de expresiones de or-

ganización social y movimientos han generado una

energía social en la antesala del triunfo electoral

del lopezobradorismo, pero se corre el riesgo de la

desmovilización y, en algunos casos, de la coopta-

ción. El desafío es que no existe un agente colectivo

del sector popular, una fuerza social que respalde

críticamente, pero también que haga contrapeso al

nuevo gobierno, que se atribuye la representación

del pueblo y en su nombre dice gobernar.

(Neo)desarrollismoPor los acuerdos, declaraciones y primeras in-

tensiones, el proyecto de gobierno tiene tintes

de neodesarrollismo,30 es decir, el proyecto de

nación se articula por el neoliberalismo + el de-

sarrollismo + el asistencialismo (liberalismo so-

cial). Más precisamente, consiste en un proyecto

de clase que responde al interés de la burguesía

multinacional y nacional, un modelo de gestión

estatal que tiene más líneas de continuidad con

el neoliberalismo que puntos de ruptura, más

una formulación tecnocrática siempre atenta a

«las señales del mercado» (la rentabilidad del

capital) que una emanación del pensamiento

crítico, una mirada endogenista que atribuye

el subdesarrollo a causas internas (corrupción,

violencia) y magnifica la voluntad nacional sin

hacer una análisis del marco objetivo del capi-

talismo contemporáneo.

En añoranza al desarrollo estabilizador (1954-

1970), parten de reconocer parcialmente una crisis

de la economía, identificada simplemente como

falta de crecimiento económico, sin hacer una

crítica al patrón de acumulación capitalista, para

buscar políticas que impulsen la inversión, el cre-

cimiento y el empleo, como corresponde al dis-

30 Francisco Suárez, Crecer o no crecer. Del estancamiento es-tabilizador al nuevo desarrollo, México, Taurus, 2013.

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56 OBSERVATORIO DEL DESARROLLO · DEBATE

Aires de gatopardismo¿Cuál es el sentido de la «cuarta transforma-

ción» cuando el «cambio verdadero» en rea-

lidad no significa un proyecto antagónico a la

clase dominante? En la plataforma de lanza-

miento se establece una supuesta contradic-

ción básica (la corrupción como fuente de todos

los males) pero sin antagonismo (la «mafia del

poder» forma parte del proyecto), y la ilusoria

reconciliación se proyecta a partir de valores

morales, postulados nacionalistas y premisas

económicas neoliberales («estamos a favor del

libre mercado»).36

Ubicar la corrupción en el gobierno y el Es-

tado como el problema central entra en sintonía

con un discurso que ya había sido elaborado por

la derecha panista, los organismos internacio-

nales y las organizaciones civiles empresariales.

Se aleja de los estudios críticos sobre la explota-

ción y las contradicciones del capitalismo, que en

realidad nunca han formado parte del repertorio

lopezobradorista. En esa línea, plantea que el go-

bierno del Estado sea el factor de conciliación de

intereses entre ricos y pobres.

El discurso de lucha contra la «mafia del po-

der»37 contrasta con la adopción de personeros

«mafiosos» en los puestos clave de toma de de-

cisiones. A diferencia de las dos contiendas ante-

riores, cuando amlo fue motejado como «un pe-

ligro para México», en 2018 la estrategia ganadora

se basó en asumirse como el factor del consenso

y la reconciliación, y en términos prácticos esta-

bleció pactos inconfesables con la clase política y

logró dividir a la oligarquía, una parte de la cual

se sumó a su proyecto (aunque los barones del

dinero siempre apuestan a todas las opciones).

El mensaje fue otorgar amnistía a los corruptos

y «borrón y cuenta nueva», cuando lo que se

quiso decir es que no se afectarían intereses y se

continuaría con el modelo económico-político.

Además de abrir espacios en candidaturas y ga-

36 Cristóbal Martínez, «amlo expresa su apoyo al libre merca-do», Expansión, 4 de diciembre de 2018, en https://expansion. mx/economia/2018/12/04/amlo-expresa-su-apoyo-al-libre -mercado37 Andrés Manuel López Obrador, La mafia que se adueñó de México...

binete a personeros de las más disímbolas ideologías e intereses y

ofrecer políticas asistencialistas a los menesterosos.

ColofónInscrito en los parámetros de la democracia liberal dentro de un país

capitalista subdesarrollado, el triunfo electoral lopezobradorista no

es producto de un genuino proyecto de izquierda y de una recon-

versión ideológica de la mayoría del pueblo sino primordialmente

de un estrepitoso colapso del bloque hegemónico y la consecuente

reemergencia de una amplia coalición de centro-izquierda-derecha,

con una clara inclinación hacia el f lanco derecho, nutrida por una

pléyade de políticos tránsfugas del panismo, el priismo y perredismo,

que abandonaron su barco antes del hundimiento, y de empresarios,

la mayoría procedentes de la anquilosada clase política mexicana

que ha venido avalando las reformas neoliberales sexenio tras se-

xenio, muchos de los cuales fueron señalados como partícipes de

la «mafia del poder».

Las críticas al obradorismo y su «cuarta transformación», un

proyecto de regeneración capitalista, provendrán desde las antípo-

das políticas: la derecha (procapitalista) y la izquierda (anticapita-

lista) y sus puntos intermedios, pero por distintas razones, no por-

que «los extremos se juntan». El juego del equilibrista («gobernar

para todos, ricos y pobres») no es sustentable, estará expuesto al

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57 volumen 7 · número 21 · septiembre-diciembre 2018

Prendado del nacionalismo burgués, el Estado mexicano estableceuna alianza con la oligarquía nacional y multinacional para organizary expandir los mercados, garantizar la propiedad privada y la rentabilidadde los planes de negocios. Fotografía: Cuartoscuro

desgaste y a la decantación de determinados intereses, puesto que

las desigualdades y contradicciones sociales no se diluyen por un

liderazgo político.

Algunos antecedentes siembran dudas fundadas. Los antece-

dentes de Morena y amlo se remiten a los 20 años del gobierno del

prd en la Ciudad de México. Esta experiencia se ha mitificado, para

alejarla de la crítica y fortalecer a la izquierda electoral; sin embargo,

la realidad es que esta gestión de gobierno perredista ha sido con-

trovertida hasta llegar a un estrepitoso colapso, que fue superado

con la emergencia misma de Morena. Entonces, ¿qué garantiza que

el virus de la descomposición del prd no está inoculado en Morena?

Ante la eventual construcción de un nuevo régimen de gobierno,

¿cuáles son las garantías de que lo que ha pasado con los gobiernos

progresista latinoamericanos no le suceda al gobierno lopezobra-

dorista? Más aún cuando el contexto internacional no ofrece una

bonanza en los precios de las materias primas y además se afronta

una gran violencia. La experiencia reciente muestra que los proce-

sos de transición son prontamente reversibles. Por si fuera poco, el

proyecto lopezobradorista contiene más líneas de continuidad con el

neoliberalismo que puntos de ruptura y mucho menos intenciones

de cambio verdadero. De manera timorata se niega la posibilidad de

emprender un cambio de régimen político, para dejarlo en un imber-

be cambio de gobierno. No se admite la necesidad de emprender una

auténtica reforma del Estado, para que deje de ser

un mero aparato de administración oligárquica y

un instrumento de dominación y coerción, con

objeto de convertirlo en un entramado instituido

e instituyente del poder popular, razón por la cual

necesariamente se tendrían que afectar grandes

intereses y realizar cambios más profundos en el

patrón de acumulación de capital, actualmente

supeditados a los capitales monopolistas, los tra-

tados de libre comercio, la sobreexplotación del

trabajo y la depredación de la naturaleza.

Pese al triunfo, el mayor riesgo que corre esta

formación gubernamental es decepcionar a sus

votantes y enterrar las aspiraciones de cambio

estructural, lo cual puede degenerar en un mero

oportunismo político que capitaliza una apre-

miante necesidad social de transformación pa-

ra satisfacer la ambición de un sector de la clase

política empecinado en ocupar los principales

puestos ejecutivos y parlamentarios con objeto

de ejercer su voluntad de poder, pero sin repre-

sentar los intereses reales de las clases populares,

a quienes dicen representar.