"decadencia" y percepcion de la realidad en san cipriano

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"DECADENCIA" Y PERCEPCION DE LA REALIDAD EN SAN CIPRIANO Fernando Gascó La Calle Ocupado en la lectura y estudio de autores del siglo n y ni de nuestra Era he tenido la oportunidad de leer detenidamente el libro de Dodds Paganos y cristianos en una época de angustia'. Se trata de un libro breve, resultado de un ciclo de conferencias pro- nunciado en la Queen's University de Belfast. Entre los aciertos de esta obra no es el menor la capacidad del autor para reflejar en tan pocas páginas el talante espiritual del período comprendido entre Marco Aurelio y Constantino. A pesar de la necesaria síntesis impuesta por la originaria forma de difusión —conferencias reto- cadas para una posterior edición en forma de libro—, pocos temas relacionados con la superestructura religiosa de la época quedan por tratar. El pensamiento de los autores sobre el tema ya dicho queda reflejado con una coherencia y fidelidad únicamente hallable en los grandes estudiosos ocupados en el mundo greco-romano. Según Dodds, el «mundo sublunar» constituye para el hombre de la época un ámbito hostil, un lugar de muerte, además de azaroso y mudable. A partir de esta idea nos va mostrando cómo se engar- zan unas concepciones peculiares a la época sobre el mundo demo- níaco y divino. Nos da a entender el autor que tanto la distancia que se toma frente a la realidad como la invasión de lo numinoso a 1. Con el subtítulo Algunos aspectos de la experiencia religiosa desde Marco Aurelio a Cons- tantino. Madrid, 1975. 311

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"DECADENCIA" Y PERCEPCION DE LA REALIDADEN SAN CIPRIANO

Fernando Gascó La Calle

Ocupado en la lectura y estudio de autores del siglo n y ni denuestra Era he tenido la oportunidad de leer detenidamente ellibro de Dodds Paganos y cristianos en una época de angustia'. Setrata de un libro breve, resultado de un ciclo de conferencias pro-nunciado en la Queen's University de Belfast. Entre los aciertos deesta obra no es el menor la capacidad del autor para reflejar entan pocas páginas el talante espiritual del período comprendidoentre Marco Aurelio y Constantino. A pesar de la necesaria síntesisimpuesta por la originaria forma de difusión —conferencias reto-cadas para una posterior edición en forma de libro—, pocos temasrelacionados con la superestructura religiosa de la época quedanpor tratar. El pensamiento de los autores sobre el tema ya dichoqueda reflejado con una coherencia y fidelidad únicamente hallableen los grandes estudiosos ocupados en el mundo greco-romano.Según Dodds, el «mundo sublunar» constituye para el hombre dela época un ámbito hostil, un lugar de muerte, además de azarosoy mudable. A partir de esta idea nos va mostrando cómo se engar-zan unas concepciones peculiares a la época sobre el mundo demo-níaco y divino. Nos da a entender el autor que tanto la distanciaque se toma frente a la realidad como la invasión de lo numinoso a

1. Con el subtítulo Algunos aspectos de la experiencia religiosa desde Marco Aurelio a Cons-tantino. Madrid, 1975.

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todos los niveles son reacciones psíquicas derivadas de la represen-tación de la realidad como un contexto adverso 2.

Este esquema presentado por Dodds en sus líneas fundamenta-les es de la mayor importancia, puesto que marca con nitidez ladiferencia con que se expresa el pensamiento antiguo a partir delsiglo iii y reitera a nivel cultural, sin duda el nivel más evidente 3,el carácter de punto de inflexión que tiene la época 4.

Dentro de este período, cuya interpretación se está revisandodesde hace relativamente poco tiempo San Cipriano ocupa unlugar destacado. Los abundantes datos ofrecidos por sus tratadosy correspondencia, además de una sorprendente personalidad «ca-paz de combinar unas creencias supersticiosas con una visión clarade las exigencias administrativas» 6 , hacen de él un autor dignode un interés que no afecta exclusivamente a los patrólogos e his-

2. Preocupado por las implicaciones psicológicas del tema. El punto de vista es freudiano(cfr. por ej. la p. 41 «...la idea de dividir a Dios en dos personas, un padre misericordioso yremoto y un creador estúpido y cruel, parece corresponder a la misma duplicidad de la imagenpaterna individual con sus correlativos componentes emocionales, con lo que se resuelve sim-bólicamente el conflicto entre el amor y el odio subconscientes, al mismo tiempo que se aplacael sentimiento de culpabilidad y sus remordimientos».) Discutió algunos aspectos de la obra,según nos dice (p. 14), con G. Devereux, psicoanalista y etnólogo que se ha ocupado en algunaocasión de temas del mundo antiguo (cfr. su Tragédie et poésie grecques. Etudes etlmopsychanaly-tiques. París, 1975).

3. M. Mazza. Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d. C. Roma, 1973. Cfr.capítulo introductorio.

4. Desde Montesquieu, pasando por Gibbon, Burckhardt, Renan, Seeck y Rostovtzeff, seviene interpretando a la época como de «crisis» y «decadencia». En la actualidad este punto devista discrepa con el de otros autores que inciden más en los aspectos de cambio y transfor-mación del siglo tu, a la vez que evitan cuidadosamente el aplicar términos como decadenciay «crisis» por entender que llevan anejos concepciones historiográficas y valoraciones de la épocainadecuadas (el concepto de decadencia sólo se entiende en cuanto relacionado con el de «cla-sicismo»). La historia del problema en M. Mazza op cit. pp. 17-115.

5. Al entender el final de la dinastía de los Antoninos como término del mundo llamado«clásico» y a Diocleciano o, con más certidumbre, Constantino el momento en que se inicia unanueva época, la fase intermedia se convirtió en una especie de tierra de nadie a la que sehacía breves referencias con carácter de epílogos o prólogos. Desde la excelente bibliografíacrítica sobre el siglo ni de G. Walser y Th. Pekáry (Die Krise des rómischen Reiches. Berichtüber die Forschung zur Geschichte des 3 1hdt. (193-284) von 1939 bis 1959. Berlín, 1962), básicapara todo trabajo que se quiera hacer sobre este siglo, empiezan a publicar sobre esta épocaautores como Schtajerman, Callu, Mazza, G. Alfdldy, R. MacMul/en, Dodds...

6. Dodds op. cit. p. 72. Lebreton reconoce en su contribución a la historia de Fliche yMartin las reservas que produjo a sus contemporáneos y produce a sus intérpretes modernoslas visiones de S. Cipriano y lo disculpa diciendo que «si se le quiere juzgar con equidad nosdebemos remitir a su admirable equilibrio mental, a sus inhabituales virtudes y también a lasexcepcionales dificultades que hubo de superar.» (Histoire de l'Eglise. Vol. II, París, 1935,p. 188.) Es una época que tiene personajes que han merecido en más de una ocasión estudiosde psicólogos. Sobre Tertuliano y Orígenes cfr. C. G. Jung. Tipos psicológicos. vol. I. Barcelona,1971. pp. 19 y ss.; sobre E. Arístides cfr. Dodds op. cit. pp. 65 y ss.

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toriadores de la Iglesia . Estimulado por sugerencias dispersas enel libro de Dodds, he creído interesante ver cómo articula el obispouna forma de acceso a la realidad que por su peculiaridad y poste-rior éxito merece ser estudiada.

Hasta el siglo irr no se hallan tantos y tan unánimes testimoniosde la «decadencia» del Imperio. Proceden éstos de autores muydispares por su extracción social, ocupaciones y creencias. Nosmuestran indicios que, prescindiendo de las interpretaciones ex-traídas por ellos, manifiestan una conciencia no difusa de que lascosas no van bien para el Imperio. Pero aunque los autores genera-lizan, se puede ver que cada uno se siente afectado en una formaconcreta por la «crisis». Así, junto con la idea de la difícil situacióndel Imperio, existe otra en donde se indica las dificultades y laincomodidad de los distintos entornos vividos 8.

San Cipriano no parte de teorías cosmológicas, como hacen otrosautores más ilustrados cercanos a su tiempo 9 , para definir su en-torno físico como hostil y adverso. Sus impresiones sobre este as-pecto surgen de experiencias, propias o de sus corresponsales "), másconcretas. Bien es verdad que las conclusiones —sean éstas defini-tivas u ocasionales "—, fin de los tiempos en cumplimiento de lasprofecías bíblicas y de su interpretación de la teoría sobre la suce-sión de los imperios, se encuadran dentro de un pensamiento cris-tiano, pero en cuanto a los síntomas y su forma de percibirlos —node interpretarlos e integrarlos— no difiere de sus contemporáneos.

7. Se puede hallar amplia bibliografía en J. Quasten. Patrología. vol. I. Madrid, 1961. pp. 618Y SS.

8. Las citas de los autores que ilustran esta idea puede encontrarse en el artículo deG. Alfíildy «The Crisis of the Third Century as Seen by Contemporaries» GRBStud. 15 (1974)89-111. Los autores ofrecen material sobre los siguientes aspectos: 1. Transformación de lamonarquía; 2. Inestabilidad del Estado; 3. Aumento de poder del ejército; 4. Predominio delas provincias en materia militar y política; 5. Cambio social; 6. Problemas económicos; 7. Des-censo de la población; 8. Crisis moral y religiosa; 9. Invasiones bárbaras. El autor de esteartículo señala cómo inciden en ciertos temas según las distintas realidades circundantes.

9. Por ejemplo, Marco Aurelio. Cfr. Dodds op. cit. pp. 26 y ss. Sobre la concepción delmundo físico de la época puede consultarse S. Sambursky. El mundo físico a fines de la anti-güedad. Buenos Aires, 1970.

10. Tenía corresponsales en Siria (las cartas dirigidas a Fabio —cfr. Eusebio Hist. Eccl. 6,43,3—hoy perdidas), Numidia, Roma, Hispania, Capadocia, Mauritania, Tripolitania y Galia. Ayudaa explicar esta amplia correspondencia la importancia de Cartago en tiempos de S. Cipriano.Según Herodiano, disputaba con Alejandría el honor de ser la segunda ciudad más importantedel Imperio (7, 6, 1).

11. G. Alfüldy entiende que la idea de que el final de los tiempos está próximo, sólo lamantiene S. Cipriano en torno a los años 252-3, cuando escribe su ad Demetrianum, abando-nándola posteriormente y no teniéndola con anterioridad. Cfr. «Der heilige Cyprian und dieKrise des riimischen Reiches» Historia 22 (1973) 479 y ss.

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Se puede prescindir de las conclusiones catastrofistas del obispo yseguiremos hallando síntomas evidentes de un ámbito sentido comoadverso tanto para San Cipriano como para los hombres de sutiempo. Un excelente ejemplo nos lo ofrece el famoso tratado AdDemetrianum. No se suele resaltar que el tratado, tantas veces ci-tado para ilustrar el tema de la «decadencia» del siglo In, utilizapalabras textuales de un personaje, posiblemente un magistrado,pagano ". Demetriano, a lo que parece deducirse de las palabras delobispo, atribuye a la incredulidad cristiana la «decadencia» del mun-do (recurso frecuente en situaciones difíciles, como nos confirmaFirmiliano, apud Cip. Ep. 75, 10, 1)13. San Cipriano coincide en lasituación de «decadencia» en que se halla el mundo, la discrepanciaestriba a la hora de repartir las culpas, mientras que el magistradopiensa en los cristianos, el obispo considera que los culpables sonlos paganos con su idolatría.

Los problemas sentidos por San Cipriano y el consiguiente ma-lestar que provocan son de diversa índole. Piensa que la naturalezaha llegado a su techo y que el mundo se asemeja a una casa cuyasparedes empiezan a agrietarse y a crujir, a un barco próximo anaufragar (de Mort. 25). El mundo ha entrado en un período desenectud (senuisse) y no se recata en manifestarlo de diversasformas :

«Non hieme nutriendis seminibus tanta imbrium copia est,non frugibus aestate torrendis solita flagrantia est nec sic yemade temperie sua lacta sunt nec adeo arboreis fetibus autummafecunda sunt. Minus de ecfossis et fatigatis montibus eruunturmarmorum crustae, minus argenti et auni opes suggerunt ex-hausta iam metalla et pauperes venae breviantur in dies sin-gulos. Et decrescit ac deficit in arvis, agricola in mar nauta,miles in castris». (ad Dem. 3).

Insiste en las dificultades climáticas y sus consecuencias en otrospasajes del mismo tratado (ad Dem. 7 y s.).

Al lado de estos problemas provocados por la naturaleza entien-

12. «Qui alios iudicas aliquando esto et tui iudex...» (ad Dem. 10) cfr. también 12 y 13.13. «Terrae etiam motus plurimi et frequentes extiterunt, ut et per Cappadociam et per

Pontum multa subruerent, quaedam etiam civitates in profundum receptae dirupti soli hiatudevorarentur, ut ex hoc persecutio quoque gravis adversurn nos nominis fieret...»

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de que existen otros derivados del comportamiento humano. Lasinstituciones y servicios públicos no están menos degradados queel mundo físico. Las magistraturas, tras su aparente esplendor, ocul-tan venalidad, adulaciones y bajezas de toda índole (ad Don. 11).La justicia no cumple sus fines y en lugar de apaciguar crea insi-dias. Sus responsables, jueces y abogados, están dispuestos a enga-ñar y a venderse, hasta tal punto que el obispo dice :

«Consensere jura peccatis et coepit licitum esse quod pu-blicum est». (ad Don. 10).

Los espectáculos públicos, combates de gladiadores y teatro, soninmorales (ad Don. 7 y 9). Los caminos y vías de aprovisionamientose hallan atestados de piratas y ladrones (ad Dem, 10; ad Don.6 y 10).

Estos aspectos públicos se asientan en una vida privada funda-mentalmente deshonesta (ad Don. 9)14• Incluso atendiendo a lasperspectivas morales paganas, sin compararlas con las cristianas,se puede hablar de una inversión de valores : la gente entiende porbueno lo aborrecible (ad Don. 11). No hay amigos ni orden en lascostumbres (ad Dem. 3). Otros elementos dispersos como son lascontinuas guerras (ad Don. 6; ad Dem. 2), el alza de los precios(ad Dem. 10) o los asesinos y falsarios que andan sueltos por laciudad (ad Dem. 11) son propiciadores de un ambiente de inquietude inseguridad.

A este incómodo estado de cosas que afecta a todos los hombresse debe añadir otro que atañe a los cristianos en cuanto tales. SanCipriano hace que el demonio encarne todos los peligros que ace-chan a la comunidad cristiana : idolatría, faltas de toda índole contrala moral cristiana, acusaciones contra los dignatarios de la Iglesia,persecuciones, herejías, etc. Expresa el obispo gráficamente con unaimagen militar los continuos embates del demonio, quien comoenemigo da vueltas en torno al campamento cristiano buscando ellugar más débil por donde atacar (de Zel. et Lav. 2 y s.). En términosgenerales se puede decir que el diablo busca la perdición de los

14. Se ponía por los autores latinos anteriores a S. Cipriano la crisis de Roma en estrecharelación con la decadencia en las costumbres. Se puede encontrar un buen desarrollo de estetema en S. Mazzarino. El fin del nzundo antiguo. Méjico, 1961. pp. 1-34.

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hombres (Ido!. 6 y s.) y esta representación se acentúa con la sen-sación de vivir los últimos tiempos en los que, según estaba profe-tizado, «el enemigo» se enfurecería especialmente (de Cat. Eccl.Unit. 16). Así, gran parte de los problemas del obispo y de la comu-nidad cristiana se trascienden y atribuyen con base bíblica al de-monio. Este, aficionado al incienso y a la sangre de las víctimas,promueve la idolatría (Idol. 7)" y para mantener a los hombres enestas creencias intenta ganar fiabilidad a través de los prodigios delos magos que retienen a los no creyentes en su paganismo y hacendudar a los creyentes (Ido!. 6). Por este motivo, el diablo promuevelas acusaciones contra Cornelio (Ep. 55, 10, 1), la «caecitas» de For-tunato (Ep. 65, 4, 2), levanta persecuciones (Ep. 59, 2, 2; de Zel. etLiv. 2 y s.), invita a las vírgenes a utilizar en vez del «colirio» deCristo pinturas y maquillajes (de Hab. Vir. 14 y ss.).

Para el obispo la historia de Roma cumple los plazos señaladospor la providencia divina y esta convicción se asocia en el pensa-miento de San Cipriano a l a vieja teoría de la sucesión de los impe-rios 16 , pero en su caso para indicar exactamente lo contrario a loque pretendían los propagandistas de la Primera época del Imperio :el apogeo romano ha llegado a su límite y el Imperio decae irremi-siblemente (Ido!. 5). Como nos dice en otro lugar :

«Haec sententia mundo data est, haec Dei lex est ut omniaorta occidant et aucta senescant et infirmentur fortia et mag-na minuantur et cum infirrnata et deminuta fuerint finiantur.»(ad Dem. 3).

«El alma» —no podía ser de otra forma— «manifiesta con sus que-jas y lágrimas las desgracias del mundo» (de Bou. Pat. 12).

Pero la expresión de la angustia deducida de esta situación sepone también de manifiesto a través de una serie de imágenes quemuestran la conciencia de desvalimiento e indefensión de la comu-nidad cristiana. Siempre en contextos en donde el obispo entiendeque acecha algún peligro a la Iglesia, ésta es comparada con una

15. También Orígenes en contra Ce!. 7,5; 7,35; 4,32.16. Se trata de una muy vieja idea difundida con variantes por el mundo antiguo. Posi-

blemente llegó a Roma a consecuencia de las guerras orientales realizadas por Sila, Lúculo yPompeyo. Cfr. L'Idéologie de l'impérialisme Romain. París, 1974. pp. 72 y s. I. Lana VelleioPatercolo o della propaganda. Turín, 1952. p. 216 y s.

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nave sometida a continuas borrascas y embates (de Mort. 2 y 1.;ad Don. 14; Ep. 30, 2, 1) o utiliza la conocida imagen del rebaño deovejas (Ep. 55, 15, 1; 61, 3, 1; 66, 8, 1; 68, 3, 2).

El estado de cosas que tiene presente San Cipriano le emplazaa considerar que el único medio de vivir tranquilo es apartarse delas inquietudes y borrascas del mundo y acogerse al amparo de unpuerto seguro : Dios (ad Don. 14). La comprensión de la divinidadcomo salvaguardia se pone en estrecha relación con lo azaroso yperecedero de los bienes de este mundo, éstos son despreciables sise los compara con los espirituales (de Hab. Vir. 7), porque los unosson caducos y los otros eternos (ad Don. 16). Las desgracias, enlugar de servir de escándalo para el cristiano le confirman en quedebe despreciar los bienes presentes en la confianza de los futuros(de Mort. 12). San Cipriano se complace en ver que

«pavore mortalitatis et temporis accenduntur trepidi, cons-tringuntur remissi, excitantur ignavi, desertores conpellunturut redeant, gentiles coguntur ut credant, vetus fidelium popu-lus ad quietem vocatur, ad aciem recens et copiosus exercitusrobore fortiore colligitur pugnaturus sine metu mortis, cumproeliurn venerit, qui ad militiam tempore mortalitatis acce-dit.» (de Mart. 15) 17.

El cristianismo, doctrina de renuncias, al menos por aquellostiempos, encuentra tierra bien abonada en las situaciones en dondela renuncia casi se deduce de las propias calamidades. Por tanto,no puede sorprendernos que las invitaciones a considerar la vidade ultratumba como liberación abunden en la obra de San Cipriano(de Mort. 2; 15 y 22 ; Ep. 6, 4; 21 , 1, 2 ; 58, 3, 2).

Al romper los lazos con el «siglo», San Cipriano está actuandoen forma defensiva, con el deseo de preservarse de circunstanciashostiles, y por ello no es extraño que exprese la relación de la co-munidad cristiana con el ámbito en el que se desenvuelve, con imá-

17. Como decía Lucrecio: «multoque in rebus acerbis acrius advertunt animos ad religio-nem.» (3,53).

18. Las transformaciones semánticas de términos militares para hablar de la comunidadcristiana es una de las características del vocabulario del cristianismo primitivo. Se puedepensar en la palabra «paganus» que entre los militares definía al civil (Tac. Hist. 3,24) y quelos cristianos utilizaron para definir al no creyente en cuanto opuesto al «miles Christi». (Cfr.Chr. Mohhrmann. Le latin des Chrétiens. Vol. I. Roma, 1961. pp. 27 y s.)

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genes militares. Los cristianos son la milicia de Dios y el ejércitodel cielo (de Mort. 2, 15 ; Ep. 1, 1, 2 ; 15, 1, 1 ; 54, 1, 1) que se hallaempeñado en una continua lucha en este mundo (de Mart. 4; Ep. 13,2, 1). Fieles al juramento prestado a sus insignias y generales(Ep. 10, 2, 3; 15, 1, 1; 31,5 v 2; 46, 2, 1 ; 73, 10, 1; 78, 2, 1) contraun enemigo que ronda de continuo en torno al campamento inten-tando encontrar un lugar débil por donde atacar (de Ze. et Liv. 2;Ep. 59, 2, 3). Las armas del cristiano son la fe, la justicia y la ense-ñanza evangélica, que ocupan el lugar del escudo, la coraza y elcalzado militar (Ep. 58, 9, 1). Estas imágenes se avienen perfecta-mente a las características de los cristianos de la época: comunidadaislada, perseguida, con una gran disciplina interna (de la que tanceloso era San Cipriano), con dificultades internas y externas paraimponer unas creencias en donde la tradición no debía prevalecersobre la «verdad» (Ep. 73, 13, 1) ".

Consecuencia también de la idea que San Cipriano tiene sobreel entorno, es la distancia que toma frente a él. Dodds observa quepara Marco Aurelio la actividad del hombre y sus vanos afanes soncomparables a «las representaciones escénicas y la pompa vana delos cortejos» 20 • Utilizando las mismas palabras se podría definircon precisión la actitud de San Cipriano. Este con una vigorosalógica interna articula una forma de valoración y acceso a la reali-dad en donde ésta adquiere el carácter de indicio. Para el obispoel cristiano es un hombre nuevo (de Dom. Orat. 9 y s.) que rege-nerado por el bautismo (de Hab. Virg. 24) adquiere una nueva fa-milia (de Mort. 26; de Zel. et Liv. 14). Este renacimiento y nuevolinaje trastorna los sentimientos del hombre viejo y confieren unnuevo interés y orientación a su vida. Tanto es así que para elcristiano aquello que antes era objeto de su atención y cuidadoqueda depreciado en la nueva vida que inaugura. La única posesiónque realmente le merece la pena es Cristo (de Lap. 10; Ep. 58, 2, 1)y con él los bienes del cielo (de Mort. 7 y 15). Los ojos del cristianollenos de una nueva luz (ad Don. 3; de Cat. Eccl. Unit. 26; ad Dem.16; de Zel. et Liv. 10; Ep. 51, 2, 2) le permiten ver a través de lastinieblas que dificultan la visión de los ojos carnales (ad Don. 5;de Op. et Eleem. 12; Ep. 60, 11, 2). Esta peculiar percepción le faci-

19. S. Cipriano, hombre culto, no cita, salvo en su posiblemente primera obra como cris-tiano, a ningún autor clásico. La Biblia es para él el único punto de referencia.

20. Op. cit. p. 28.

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lita una valoración negativa de aquello que generalmente se le ofre-ce al gentil como bien y objeto de sus deseos o, por el contrario,una aceptación de cosas y situaciones tenidas por no deseablesentre los no creyentes. Así las riquezas no son estimables (ad Don.12; de Dom. Orat. 20), como tampoco lo son el poder y los palacios(ad Don. 16) ni las magistraturas (ad Don. 11), tanto si se las con-sidera en sí mismas, puesto que no ofrecen sino inquietudes y zo-zobras (ad Don. 12 y s.; de Mort. 3 y 7), como si se las comparacon los bienes que goza o gozará el cristiano (ad Don. 14 y 16; deHab. Vir. 7; de Dom. Orat. 19; de Op. et Elee. 7; de Mort. 3). Perosi los valores quedan modificados por la mentalidad del cristiano,no queda menos alterada la interpretación de la realidad. Hemosvisto que el conocimiento del cristiano propiciado por su visión es-piritual le lleva a cambiar las atracciones inmediatas por otrastranscendentes, pues con proceso semejante la historia próxima olejana se convierte en indicio, en apariencia interpretable tras lacual se halla la voluntad y providencia divina. El tema de la de-cadencia del que antes hablaba nos da una buena muestra. Lossucesos interpretados como síntomas de decadencia no se susten-tan e interpretan por sí mismos, sino que se entienden como ras-tros de otra realidad transcendente.

Una somera comparación con dos historiadores de la época pue-de hacer resaltar la perspectiva adoptada por San Cipriano paracomprender los sucesos acaecidos a su alrededor.

Para Dión Casio y Herodiano sigue siendo efectivo el viejo es-quema conceptual aplicado desde Tucídides para interpretar loshechos. Ambos historiadores, con matizaciones que no vienen alcaso 2', consideran al.-da, 7Cpócpacrt, y -n'in como componentes deuna fórmula adecuada para distinguir entre lo accesorio y lo fun-damental, lo deseado y lo fortuito, lo verdadero y lo propagandís-tico. Cuando, por ejemplo, Dión Casio utiliza la palabra at-da en76, 10, 3 es con la idea de que aduce el fundamento del que sederiva el suceso que narra:

¿ercéx-rEINE S xcx t6v Acci:Tcv, 8-Ll. 'LE cppóvilp.cc Etxe xal irrcó

T.c.73v cr.rpa-rwyn7n) xai. cm5x akIon crrpa-reúo-av g/£yov,

21. Me refiero a neutralizaciones del valor de estas palabras al ir acompañadas de otras ya ciertas asociaciones con otros términos.

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11-11 Acd-roÇ ctirs65v xal -roirrou 96vov, Stern. oinc EtxE cpcc-vEpecv al-clav El p.-1) -r6v cpDóvov, -ror,Ç cr-rpcert.j yrat,Ç npocriírc-csvnapeic yvCainiv ccó-rol5 -rotirro TE-roXpirpc6olv.

Otro tanto le sucede a Herodiano en 4, 9, 1:

a SI) óp(7.)v incEpIxatos, ItaVVIJX4.1VtE xal lop-ret/tav,d'Un 'n'IV TOD OccaLkéwÇ kavDavoucsav yví,oiniv- -rag-ra ecp necv-raéXET.NO; ISICEXp¿VeCTO 001)1,611r/0G 7.6 7C1.,90ç CcirrGiv StcupDElpen.

rog lavDávov-coÇ Exío-oln ToLeeSE rtç v.

En el pasaje siguiente nos explica la causa del resentimiento deCaracala que provocará la matanza. Pero poco antes en 4, 8, 6 uti-liza 7cp6cpacrt4 para indicar que el motivo aducido por el emperadorpara ir a Alejandría era un simple pretexto tras el que se ocultabael deseo de tomar venganza de las bromas de los alejandrinos. Lamisma utilización del concepto puede hallarse en Dión Casio 37,43, 1:

"CeN TIOLUrtil.OV Tori Nánoy-coÇ pLE-ccenEp.cpYlivat, al") Tí1:3 CrrpeCTELS-

p.cc-ct.... npopacra jLV ¶09 Tec 7capóvta xa-reco-tabfiven, IX-xlSt, SI -mgSt.' oT.Ç 1-reepocao-Ev, lainTricrapévou...

También tienen ambos una concepción semejante con respectoa -r5x7). Dión Casio utiliza el término para referirse al cariz nuevoque puede tomar una situación a resultas de, por ejemplo, un vien-to favorable (50, 33, 3) o una tormenta (49, 17, 2). Herodiano a suvez aplica la palabra para indicar cómo Septimio Severo sin quemedie intención ni proyecto previo consigue tomar Ctesifonte (3,9, 8 y ss.).

Aunque no estén presentes en todos y cada uno de los sucesosnarrados por estos historiadores 22 se puede apreciar que estos tresconceptos constituyen un método implícito a lo largo de sus obras.En dicho método oci-da es la causa real que motiva y genera unasituación; .rcp6cpacrt4 es la causa aparente, ofrecida por lo generalcomo dato inmediato, que el historiador debe trasponer para po-

22. Para Dión Casio se puede consultar el índice de W. Nawijn, incluido en la edición deBoissevain. Cassii Dionis Cocceiani Historiarum romanorum quae supersunt. Vol. V. Zurich,1969 (reimp.).

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der hallar la causa real; por fin, Tún es una especie de curia quese introduce en diversas situaciones fuera de toda voluntad deencauzamiento de los hechos, pero que en cuanto que altera lasituación debe ser consignada. Esta «regla de oro» es en principioun esquema vacío que cada autor en función de los factores queconsidere importantes, llena de sentido. Así Dión Casio presta es-pecial atención a las biografías de los emperadores, al ejército, ala decadencia del senado...

La interpretación de los hechos ofrecida por San Ciprianomuestra una teoría de la causalidad radicalmente diferente. Elbautismo, como ya se dijo antes, ofrece al cristiano unas perspec-tivas inusitadas:

«Sed postquam undae genetalis auxilio superioris aevi labedetorsa in expiatum pectus ac purum desuper se lumen in-fudit, postquam caelitus spiritus hausto in novum me homi-nem nativitas secunda reparavit, mirum in modum protinusconfirmare se dubia, patere clausa, lucere tenebrosa, facul-tatem dare quod prius difficile videbatur, geni posse quodinpossibile putabatur, ut esset agnoscere terrenum fuisse,quod prius carnaliter natum delictis obnoxium viveret, Deiesse coepisse, quod iam Spiritus sanctus animaret.» (ad Don.4).

En esta situación de «conocimiento», adquirida por el bautismoy conservada por la oración y penitencia, el cristiano «comprende»el sentido de los sucesos que acaecen, y pretende descubrir trasellos una voluntad y providencia divina, esto es, una causa pro-funda (al.-da) de la que se deriva todo. Pero la intervención divinano es algo ocasional, cosa que admiten Dión Casio (37, 58, 24) yHerodiano (8, 3, 8-9), sino omnipresente y todopoderosa. En con-secuencia, la realidad para San Cipriano se sitúa al nivel de np6-9acr14, de sucesos con los que se obstaculiza la «percepción clarivi-dente» del cristiano. El contenido de altría se llena de Dios y nisiquiera tiene acceso a él el demonio, el cual «nada puede, si antesno se lo permite Dios» (de Orat. 25). Es obvio que en esta formade pensar no tiene razón de ser alguna el concepto de Túrn, puestoque no hay nada casual ni fortuito y todo sucede según el plan deDios. Como en su día formulara San Agustín:

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FERNANDO GASCO LA CALLE

«...quando quidem ipsum causarum ordinem et quandam co-nexionem Dei summi tribuunt voluntati et potestati, qui op-time et veracissime creditur et cuncta scire antequam fiantet nihil inordinatum relinquere.» (de Civitate Dei 5, 8).

El cristiano tiene además un instrumento excepcional para cap-tar tras su entorno la voluntad divina. Los libros sagrados a travésde prefiguraciones, tipificaciones, profecías, advertencias, etc., ofre-cen un excelente medio de orientación y discernimiento de espíri-tus al creyente (de Orat. 1). La obra del obispo, en donde cada asertoestá refrendado con citas escriturarias, confirma su profunda con-vicción en ello.

Al entender la realidad como sugerencia o indicio de otras rea-lidades no perceptibles y al aplicar un esquema comprensivo basadoen la Biblia se sitúa a una doble distancia de la realidad y carac-teriza la opción cristiana de comprenderla como algo irreal.

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