Del Alfambra al Mediterraneo

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DEL ALFAMBRA AL MEDITERRÁNEO A los tres meses de concluida la campaña del Norte, Franco no había logrado sacar provecho de su ventajosa posición y la situación militar se encontraba, en términos ajedrecísticos, en tablas. Los contendientes, arrastrados p or la dinámica de las operaciones, se veían obligados constantemente a incrementar sus efectivos recurriendo con insistente frecuencia a la movilización. Esta alcanzaría, en febrero de 1937, a 12 reemplazos completos por cada bando; así , los hasta entonces incorporados a filas eran aproximadamente 1.900.000, pues cada uno de aquéllos comprendía acerca de 160.000 hombres. Sumando los extranjeros que militaban en uno u otro y los marroquíes reclutados en el territorio del Protectorado y, en escasa medida, fuera de él, se pasaba holgadamente de los dos millones. Esos dos millones de soldados se repartían de forma casi perfectamente equilibrada, pues si la zona republicana estuvo inicialmente habitada por el 58,68 por 100 de los españoles, esta situación se había invertido a lo largo del primer año de guerra y, a finales de 1937, los sublevados se habían adueñado de una superficie habitada por más de tres millones de personas, que sumadas a las que poblaban las regiones que quedaron bajo el dominio de la Junta de Defensa Nacional de Burgos cuando ésta se constituyó -9.736.]74-, pasaban del 54 por 100 del total nacional. La cifra de los incorporados con cada reemplazo fue inicialmente mayor en zona republicana, pero esto cambió a lo largo de 1937 y se venció, de forma cada vez más acusada, del lado nacional durante 1938. El Ejército Popular, que mandaba y dirigía el ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto, estaba constituido por el Ejército de Tierra, la Marina y el Arma de Aviación, cada una de estas ramas c on su propio E.M. Integraban el Ejército de Tierra los Ejércitos del Centro (Miaja) - Cuerpos de Ejército, I, II, III, IV y VI -, Extremadura (Burillo) - Cuerpos de Ejército VII y VIII-, Andalucía (Prada) - Cuerpos de Ejército IX y XXIII-, Levante (Hernández Saravia) - Cuerpos de Ejército XIII y XIX-, Este (Pozas) - Cuerpos de Ejército X, XI y XII- y Maniobra (sin mando, a las órdenes del ministro) - Cuerpos de Ejército V, XVIII, XX, XXI, XXII y División de Ingenieros Blindados. De los 23 Cuerpos de Ejército, 73 D ivisiones y 225 Brigadas Mixtas que había organizado, instruido y equipado hasta entonces el Ejército Popular, sólo le restaban 19 Cuerpos de Ejército, 56 Divisiones y 167 Brigadas Mixtas, lo que suponía la pérdida de aproximadamente la cuarta parte de sus efectivos totales -e117 ,4 por 100 de los Cuerpos de Ejército, el 23,29 por 100 de las Divisiones y el 26, 78 por 100 de las Brigadas-. Aun así, todavía era numéricamente superior al Ejército de Franco, pero éste había alcanzado y consolidado una consider able ventaja potencial. Sus divisiones estaban mucho mejor dotadas que las de sus contrarios, pues aunque lo que había recibido del exterior no era más, lo que habían conquistado como botín era muy considerable, ya que a las dotaciones de los cuatro Cuerpos de Ejército XIV, XV, XVI Y XVII-,16 Divisiones (de la 58 a la 63) y 55 Brigadas ( de la 154 a la 208), del desaparecido Ejército del Norte se unía todo lo que se podía fabricar, mantener o reparar en las industrias de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Ast urias, que habían pasado de las manos del gobierno a las suyas. Las Fuerzas Navales conservaban aún una acusada superioridad, pero habían perdido el dominio del mar de que gozaron inicialmente. El hundimiento del acorazado Jaime I, de los destructores Cisc ar y Ferrándiz, y de los submarinos B-5, B-6, C-3, C-5 y C-6, redujeron la Flota, al mando de González Ubieta, a los cruceros Libertad y Méndez Núñez; los destructores Sánchez Barcáiztegui, Lepanto, Valdés, Antequera, Miranda, Gravina, Escaño, Jorge Juan, Ulloa y Lazaga; el submarino C-1 y una decena de lanchas rápidas tipo GS recibidas de la URSS que constituyeron una flotilla basada en Portman -los destructores Churruca y Alcalá Galiano estaban en reparación, el Alsedo operaba independientemente y el José Luis Díez se encontraba refugiado en Francia al igual que los submarinos C-2 y C-4, aunque estos dos no tardarían en incorporarse, al igual que el crucero Cervantes, inmovilizado a consecuencia de las graves averías que sufrió al ser torpedeado por un sub marino italiano el 23 de noviembre de 1936; los restantes submarinos del tipo B habían sido dados de baja.

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Guerra civil 1936-1939

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DEL ALFAMBRA AL MEDITERRÁNEO

A los tres meses de concluida la campaña del Norte, Franco no había logrado sacar provecho de su ventajosa posición y la situación militar se encontraba, en términos ajedrecísticos, en tablas.Los contendientes, arrastrados por la dinámica de las operaciones, se veían obligados constantemente a incrementar sus efectivos recurriendo con insistente frecuencia a la movilización. Esta alcanzaría, en febrero de 1937, a 12 reemplazos completos por cada bando; así , los hasta entonces incorporados a filas eran aproximadamente 1.900.000, pues cada uno de aquéllos comprendía acerca de 160.000 hombres. Sumando los extranjeros que militaban en uno u otro y los marroquíes reclutados en el territorio del Protectorado y, en escasa medida, fuera de él, se pasaba holgadamente de los dos millones.Esos dos millones de soldados se repartían de forma casi perfectamente equilibrada, pues si la zona republicana estuvo inicialmente habitada por el 58,68 por 100 de los españoles, esta situación se había invertido a lo largo del primer año de guerra y, a finales de 1937, los sublevados se habían adueñado de una superficie habitada por más de tres millones de personas, que sumadas a las que poblaban las regiones que quedaron bajo el dominio de la Junta de Defensa Nacional de Burgos cuando ésta se constituyó -9.736.]74-, pasaban del 54 por 100 del total nacional. La cifra de los incorporados con cada reemplazo fue inicialmente mayor en zona republicana, pero esto cambió a lo largo de 1937 y se venció, de forma cada vez más acusada, del lado nacional durante 1938.El Ejército Popular, que mandaba y dirigía el ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto, estaba constituido por el Ejército de Tierra, la Marina y el Arma de Aviación, cada una de estas ramas con su propio E.M. Integraban el Ejército de Tierra los Ejércitos del Centro (Miaja) - Cuerpos de Ejército, I, II, III, IV y VI-, Extremadura (Burillo) - Cuerpos de Ejército VII y VIII-, Andalucía (Prada) - Cuerpos de Ejército IX y XXIII-, Levante (Hernández Saravia) - Cuerpos de Ejército XIII y XIX-, Este (Pozas) - Cuerpos de Ejército X, XI y XII- y Maniobra (sin mando, a las órdenes del ministro) - Cuerpos de Ejército V, XVIII, XX, XXI, XXII y División de Ingenieros Blindados.De los 23 Cuerpos de Ejército, 73 Divisiones y 225 Brigadas Mixtas que había organizado, instruido y equipado hasta entonces el Ejército Popular, sólo le restaban 19 Cuerpos de Ejército, 56 Divisiones y 167 Brigadas Mixtas, lo que suponía la pérdida de aproximadamente la cuarta parte de sus efectivos totales -e117 ,4 por 100 de los Cuerpos de Ejército, el 23,29 por 100 de las Divisiones y el 26, 78 por 100 de las Brigadas-. Aun así, todavía era numéricamente superior al Ejército de Franco, pero éste había alcanzado y consolidado una considerable ventaja potencial. Sus divisiones estaban mucho mejor dotadas que las de sus contrarios, pues aunque lo que había recibido del exterior no era más, lo que habían conquistado como botín era muy considerable, ya que a las dotaciones de los cuatro Cuerpos de Ejército –XIV, XV, XVI Y XVII-,16 Divisiones (de la 58 a la 63) y 55 Brigadas ( de la 154 a la 208), del desaparecido Ejército del Norte se unía todo lo que se podía fabricar, mantener o reparar en las industrias de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias, que habían pasado de las manos del gobierno a las suyas.Las Fuerzas Navales conservaban aún una acusada superioridad, pero habían perdido el dominio del mar de que gozaron inicialmente.El hundimiento del acorazado Jaime I, de los destructores Ciscar y Ferrándiz, y de los submarinos B-5, B-6, C-3, C-5 y C-6, redujeron la Flota, al mando de González Ubieta, a los cruceros Libertad y Méndez Núñez; los destructores Sánchez Barcáiztegui, Lepanto, Valdés, Antequera, Miranda, Gravina, Escaño, Jorge Juan, Ulloa y Lazaga; el submarino C-1 y una decena de lanchas rápidas tipo GS recibidas de la URSS que constituyeron una flotilla basada en Portman -los destructores Churruca y Alcalá Galiano estaban en reparación, el Alsedo operaba independientemente y el JoséLuis Díez se encontraba refugiado en Francia al igual que los submarinos C-2 y C-4, aunque estos dos no tardarían en incorporarse, al igual que el crucero Cervantes, inmovilizado a consecuencia de las graves averías que sufrió al ser torpedeado por un submarino italiano el 23 de noviembre de 1936; los restantes submarinos del tipo B habían sido dados de baja.

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Pero las consecuencias de la derrota norteña fueron más considerables en las Fuerzas Aéreas. Los republicanos perdieron más de 200 aviones, y aunque muy pocos de ellos pasaron a poder de sus contrarios, la sangría fue lo suficientemente grave como para que la superioridad aérea pasara de forma definitiva al mando nacional. A los casi 500 aviones de éstos no podrían oponer más de 350 distribuidos en las escuadras números I, 5, 7 y II, equipadas con aviones de reconocimiento y bombardeo, caza y ataque al suelo, más algunos grupos independientes con material norteamericano y francés. En conjunto su inferioridad era clara en bombardeo y asalto y pequeña en caza, donde si numéricamente disponían de menos aviones, mantenían una neta supremacía cualitativa al contar con seis escuadrillas de cazas monoplanos rápidos -tipo Y-16 moscas-, frente a únicamente dos -de Me-1O9- de sus adversarios. Por añadidura, la fabricación del Y-1 5 -chato- progresaba satisfactoriamente y se entregaban a un ritmo teórico de uno diario, que en los dos trimestres últimos -entre octubre del 37 y marzo del 38- no pasó de 90 unidades.Franco, que el 30 de enero de 1938 constituyó su primer gobierno, incluyó en él a un Ministerio de Defensa Nacional similar al que en zona republicana nació en mayo de 1937. Su titular fue el general Dávila, que continuó al frente del Ejército del Norte Nacional, y sus funciones eran meramente administrativas, pues el Generalísimo conservaba el mando directo de los ejércitos de operaciones, que ejercía a través de su cuartel general, instalado en el palacio de Pedrola, propiedad del duque de Vistahermosa, en la provincia de Zaragoza.Sus fuerzas terrestres estaban constituidas por los ejércitos del Centro (Saliquet) -agrupaciones de divisiones de Somosierra-Soria y Segovia-Avila y I Cuerpo de Ejército-; Sur (Queipo de Llano) -Cuerpos de Ejército II y III- y Norte (Dávila) -Cuerpos de Ejército de Navarra, Aragón, Marroquí, Galicia, Castilla y CTV-. En total, 50 divisiones más dos de caballería.Su Marina, al mando del almirante Moreno, estaba concentrada en aguas de Baleares, donde la que se llamó Flota del bloqueo comprendía una división de cruceros: Baleares, Canarias y Almirante Cervera; una flotilla de destructores: Ceuta, Melilla, Huesca, Teruel y Velasco -los cuatro primeros viejos buques italianos rápidamente modernizados, pero de características netamente inferiores a los de los republicanos-; los minadores Júpiter y Vulcano,. los submarinos Mola y Sanjurjo -comprados también en Italia, pero modernos- y siete lanchas torpederas adquiridas en Alemania e Italia. De la penuria inicial se había pasado a contar con una flota que tenía superioridad en cruceros y que aunque siguiera siendo inferior en todos los demás tipos de buques, se movía con seguridad durante el día gracias al mayor alcance de los cañones de sus grandes buques. Sin embargo, resultaba sumamente vulnerable a un ataque nocturno.En el aire, el general Kindelán contaba con tres grandes agrupaciones: Hispana -constituida por la I Brigada Aérea y varios grupos independientes-; Legionaria -con sendas escuadras de caza, bombardeo pesado y bombardeo rápido y la. aviación de Baleares- y Legión Cóndor -con su esquema habitual: sendos grupos de caza, bombardeo y reconocimiento y una escuadrilla de hidros-En total, 500 aviones El grueso de estas fuerzas venía luchando desde hacía un mes por la posesión de Teruel, ciudad cercada por los republicanos, y en cuyo socorro acudieron los Cuerpos de Ejército nacionales mandados por los generales Aranda y Varela.

El día 8 de enero por la tarde, los últimos defensores de Teruel se rendían en el Seminario y terminaba así la segunda fase de una batalla que se saldaba momentáneamente con un importante triunfo gubernamental. Por primera vez en la guerra, sus tropas ocupaban una capital de provincia y la retenían en su poder. El hecho tuvo una resonancia mundial con gran influencia moral. El general Rojo, que por delegación del ministro de Defensa dirigía personalmente las operaciones, era premiado con la Placa Laureada de Madrid y, creyendo terminada la batalla, se ausentó el día 11 del frente entregando el mando al general Hernández Saravia, jefe del Ejército de Levante. Sin embargo, Franco, después de un breve paréntesis impuesto por el desgaste de sus tropas, manifestósu propósito de recuperar la ciudad perdida y, el día 14, el jefe del Ejército del Norte Nacional, general Dávila, ordenaba a Aranda y Varela, jefes de los Cuerpos de Ejército de Galicia y Castilla, hasta entonces denominados del Norte y del Sur del Turia, que procedieran ala recuperación de la

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ciudad perdida. Aranda debía desbordar las defensas republicanas por el norte, mientras Varela fijaría las fuerzas enemigas al sur y sureste. Una vez que el primero hubiera logrado atravesar el Alfambra, el segundo saldría a su encuentro cortando las comunicaciones de la ciudad.

Para entonces, las fuerzas republicanas en el sector, que inicialmente habían sido las del Ejército de Levante -Cuerpos de Ejército XIII y XIX-, reforzadas por los Cuerpos de Ejército XVIII. XX y XXII del Ejército de Maniobra, habían recibido el apoyo de los restantes cuerpos de este Ejército, de los que el V se sumó a ellos y el XXI atravesó el Ebro hacia el sur para amenazar el flanco de Aranda.El nuevo ataque nacional corregía sólo en parte los errores hasta entonces cometidos y la maniobra aumentaba, aunque insuficientemente, en amplitud y efectivos. Los Cuerpos de Ejército XIII y V aguantaron bien la embestida y después de un duro forcejeo que duró varios días -del 17 al 22- la operación nacionalista quedó cancelada, cuando sus divisiones se asomaban al Alfambra, en el que conquistaron alguna cabeza de puente. Saravia consiguió este éxito gracias a un fuerte contraataque sobre las líneas de abastecimiento, que corrió a cargo de la 27 división del XXI Cuerpo de Ejército, que se afectó provisionalmente al XXIII.Sus ataques se sucedieron entre los días 25 y 29 de enero, y aunque finalizaron sin haber conseguido su objetivo, lograron paralizar al Cuerpo de Ejército de Galicia. Inicialmente, la infiltración republicana tuvo éxito y las tropas de la 27 división ocuparon Singra y Cabezo Bajo, dominando la carretera Zaragoza- Teruel desde Villarquemado a Monreal del Campo, pero una reacción de Aranda, apoyada por las cadenas aéreas nacionales, obligó a las tropas gubernamentales a efectuar un repliegue.La operación puso de manifiesto los puntos vulnerables del Ejército de Dávila y Franco se decidió a salir de los frentes estrechos para llevar acabo un intento de desbordamiento del enemigo, que llevaría el frente hasta el sector de Perales para asegurar las comunicaciones entre Teruel y Zaragoza.El día 30 de enero, Dávila refuerza su Ejército de Operaciones de Teruel, que quedó constituido por las trece divisiones de los Cuerpos de Ejército Marroquí, Galicia, Castilla y la reserva del Ejército del Norte -la división de caballería y las tropas de las divisiones 85 y 52, que cubrían el frente pasivo- y, el 2 de febrero, ordena batir al enemigo desplegado desde Portal rubio a Celadas cortando sus comunicaciones sobre Perales y Alfambra. Se trataba de una maniobra de doble envolvimiento que terminaría con la conjunción de los Cuerpos de Ejército de Galicia y Marroquí a retaguardia del frente en tanto las reservas del Ejército cumplían la misión de un destacamento de enlace. Alcanzado su objetivo, el Cuerpo de Ejército de Castilla, hasta entonces a la expectativa, completaría el cerco de Teruel saliendo al encuentro del Cuerpo de Ejército de Galicia, que habría atravesado el Alfambra en su cuerpo inferior .Ese mismo día, Rojo, que seguía creyendo que la batalla había finalizado, volvía a su proyecto de sacar sus fuerzas de maniobra de aquel teatro de operaciones para llevar a cabo, de una vez por todas, su viejo plan P y dictaba la directiva 2/1938, en la que disponía que se pasara a la ofensiva en Extremadura con un ataque principal que consistiría en romper el frente de Queipo de Llano entre Peñarroya y el Guadiana y progresar después hasta la frontera portuguesa, aislando en dos Zonas a los rebeldes. Simultáneamente, y para inmovilizar las reservas enemigas, los ejércitos de Andalucía, Este y Centro emprendían tres acciones secundarias que tendrían como misión conquistar Córdoba, reducir la cabeza de puente del Jarama y ocupar, o cuando menos batir, Zaragoza. Deberían intervenir en el ataque principal los Cuerpos de Ejército V, XX, XXI y XXII y los del Ejército de Extremadura, reforzados con la división de ingenios blindados, una de caballería, tropas de ejército y de la reserva general y toda la aviación y la antiaérea y en los secundarios fuerzas locales, excepto en la acción sobre Zaragoza, que sería ejecutada por el XVIII Cuerpo de Ejército. Era un sueño totalmente irrealizable, pues la práctica totalidad de las fuerzas necesarias estaban embebidas en la lucha y lo estarían mucho más en los días siguientes.Efectivamente, el 5 de febrero, Yagüe, al frente del Cuerpo de Ejército Marroquí, y Aranda, conduciendo el Cuerpo de Ejército de Galicia, inician su ofensiva apoyados en su centro por un

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destacamento mandado por Monasterio y constituido por la 5 división de Navarra y la división de caballería. El éxito de la maniobra fue fulminante, y el frente republicano, cubierto por el XIII Cuerpo de Ejército con las divisiones 42 y 19 en línea, la 39 en reserva y la 52 en disposición de intervenir, se venía estrepitosamente abajo.El mando del Ejército de Levante apenas tuvo tiempo de reaccionar .El día 7 los Cuerpos nacionales cerraron la bolsa y cuando acudió el XXI Cuerpo de Ejército republicano para cubrir el hueco que se había creado entre los Ejércitos de Levante y del Este, la 42 división había dejado prácticamente de existir y las otras sufrían pérdidas considerables.El día 8 reaparecía el Ejército de Maniobra al mando del Coronel Menéndez, y se le ordenaba que cubriera el frente entre Valdecebro y Pancrudo. Se le afectaron los Cuerpos XXI, XIII y V -en reserva- y el XVIII pasaba a constituir la del Ejército del Este. El Ejército de Levante, encargado de conservar Teruel, se reducía a los Cuerpos de Ejército XX -transformado en agrupación de divisiones al mando del teniente coronel Galán- y XIX, con el XXII en reserva. Eran unas fuerzas muy considerables y el Ejército de Maniobra no se limitó a establecer un nuevo frente, sino que pasó al ataque el día 15 en la zona de Vivel del Río, por donde el XXI Cuerpo de Ejército, conducido por el eficaz Perea, volvió a amenazar las comunicaciones enemigas, pero la reacción no se hizo esperar y Yagüe no tardó en restablecer la situación. El plan P se desvanecía.

Teruel, de nuevo para Franco

Al final de este esfuerzo, que exigió de uno y otro lado continuos alargamientos del frente y aumento de las tropas implicadas, comenzaría la cuarta y última fase de la batalla de Teruel, en la que se jugó el destino definitivo de la ciudad. Asegurado el flanco izquierdo de Dávila por el Cuerpo de Ejército Marroquí, bien apoyado en el Alfambra, el de Galicia, que llevaba a su derecha la 1 División de Navarra la misión de enlace con el Cuerpo de Ejército de Varela, se lanzó al ataque para reemprender la maniobra que había fracasado un mes antes.La 13 división, al extremo norte del dispositivo, pasó el río Alfambra llevando a su derecha a las restantes divisiones de Aranda -84, 150 y 83- que describirían arcos concéntricos protegiéndose mutuamente y bien flanqueadas por la 1 de Navarra. Estas cinco divisiones, de las mejores del Ejército nacional, debían superar la resistencia de seis de las más destacadas republicanas: 66, 67, 46, 25 y 47, en tanto en la zona de acción de Varela, el XIX Cuerpo de Ejército del coronel Vidal se disponía a impedir su avance con las divisiones 41 y 64. El XIII, con las divisiones 19 y 39, cubría la sierra del Pobo y la 25 mantenía el enlace entre este Cuerpo de Ejército y la agrupación Galán -antes XX Cuerpo de Ejército.La acción había comenzado el día 17 y encontró una tenaz resistencia que consiguió impedir el paso del río Alfambra a la 150 división, pero en la segunda jornada, tanto ésta como la 84 lo lograrían, aunque la 1ª de Navarra era rechazada por la 46 republicana.En esas dos jornadas, y a pesar de la dureza de la defensa, el avance nacional fue importante; el XIIICuerpo de Ejército contraatacaba cada posición perdida, pero el día 19, la 84 división logró abrir brecha en el campo atrincherado enemigo y alcanzó los Altos de la Torana hacia Valdecebro, rebasando ampliamente Teruel por el norte. Las tropas nacionales salían a terreno libre y ante la gravedad de la situación, la defensa ordenó a las divisiones 35 y 28 que dejaran el XXI Cuerpo de Ejército, acudieran a defender Teruel y contraatacaran en unión de la 25 división, y al V Cuerpo de Ejército que regresara al frente.Al final de la jornada, Vicente Rojo, que había vuelto a tomar el mando, cancelando definitivamente sus propios planes, reorganiza sus fuerzas; ordena el relevo de dos de las divisiones de Galán y afecta la tercera (la 66) al XXII Cuerpo de Ejército (lbarrola) ; la 46 vuelve al V (Modesto), que con cuatro divisiones -47, 46,35 y 11- se hace cargo de la defensa inmediata de la ciudad; y el XXII Cuerpo de Ejército, con las divisiones 25, 66 y 28, pasa a cubrir el sector del bajo Alfambra. Otra vez contaba Rojo con una poderosa fuerza que se dispuso no sólo a conservar los puntos clave del cementerio viejo y Santa Bárbara, sino a recuperar la línea Santa Bárbara-Mansueto y, en cualquier

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caso, a defender sin idea de repliegue la que desde el barranco Barrachina, al sur de Teruel, se dirige a Los Lomones por Casa Urrez.Prieto, que aprobó las medidas de su jefe de Estado Mayor, añadió: Hay que conjugar la defensa de la plaza con la salvación de las fuerzas que la defienden. Esas tropas eran las que había tomado a su mando Modesto e inspiraban a Rojo grandes confianzas.Durante el día 20 se siguió combatiendo en Santa Bárbara, el Mansueto y el cementerio y los contraataques republicanos fracasaron, aunque Rojo, para el que las noticias no son del todo malas, opinaba: Si conseguimos resistir hoy en esta parte, creo que mañana se podrá hacer un contraataque con medios abundantes sobre la retaguardia enemiga; su preocupación era que la moral de sus tropas se quebrantara por la actuación de la aviación enemiga, muy activa en aquellos días, y pidió un esfuerzo supremo a la propia, que efectuó tres bombardeos bastante eficaces en el sector de Sierra Gorda y en la carretera de Corbalán. A pesar de ello, la 1ª división de Navarra ocupó los cementerios viejo y nuevo, el Mansueto y las trincheras del lindero del barrio de San Nicolás-aunque quedó detenida en la carretera de circunvalación Aranda llegaba al llano del Turia y avanzando por él alcanzaba el ferrocarril y la carretera de Valencia, colocándose al sureste de la ciudad, con lo que completaba, de forma casi total, su cerco con riesgo inminente para la división 36 del Campesino, que la guarnecía. Ante la gravedad de la situación, Rojo ordena a Ibarrola, jefe del XXII Cuerpo de Ejército, que con sus divisiones contraataque en Sierra Gorda, lo que, de tener éxito, obligaría a replegarse a los atacantes de Teruel, que quedarían en difícil situación, pero sus escasas posibilidades, puestas ya en duda por el general Hernández Saravia, se desvanecieron el día 21, en que se selló definitivamente la suerte de Teruel.Ese día, Valiño continuó su avance hacia Gastralvo y El Campesino, temiendo verse sitiado, decidió, por su cuenta, evacuar la ciudad en una retirada nocturna en la que perdió buena parte de sus fuerzas. La 1ª de Navarra, sin enemigo, entró en la ciudad al filo de la medianoche e hizo unos 2.000 prisioneros.Líster y Modesto -sus compañeros de entonces- enjuiciaron de forma muy dura la conducta del jefe de la 46 división republicana, que se defendió con la afirmación de que Modesto retrasó deliberadamente la orden de acudir en su auxilio con el secreto designio de deshacerse de él y crear una situación que pudiera explotarse políticamente contra Prieto de forma análoga a como se hizo cuando cayó Málaga contra Largo Caballero.Prieto y Rojo la aprobaron y opinaron que hizo lo conveniente en el momento oportuno, pues, según este último, la situación era insostenible tácticamente después de fracasado el contraataque.En la mañana del día 22 de febrero, el general Aranda hacía su entrada triunfal en la ciudad entre las aclamaciones de sus soldados y asistía a un solemne Tedeum en la catedral mientras el general Varela ocupaba el valle del Turia y en él los pueblos de Villastar, Castralvo, Galiana y El Castellar y Franco daba por terminada la batalla mientras Modesto ocupaba un sólido frente defensivo que difería poco del que sirvió de punto de partida a Hernández Saravia el día 15 de diciembre.Por el este y el sur se encontraba más próximo a la ciudad que entonces, aunque por contra hacia elnorte los nacionales habían avanzado profundamente hasta el río Alfambra, dando notable seguridad a sus comunicaciones entre Teruel y Zaragoza.El éxito de los atacantes se debió en gran parte a su aviación, que mantuvo de forma casi constante una superioridad clara sobre el cielo de la batalla. En ello influyó no sólo su mayor poderío, sino también la habitual dispersión de medios de sus contrarios, que según el comisariado mientras nos ametralla la enemiga los nuestros de reconocimiento en retaguardia. Efectivamente, cuando más falta hacía su presencia en Natachas y Katiuskas, en número de 41, es decir, constituyendo una masa de bombardeo de una densidad poco frecuente en nuestra guerra, se dedicaba a buscar a la escuadra del almirante Moreno por el Mediterráneo y la atacaban a la altura de Sagunto con la protección de toda la caza. La acción tuvo un cierto éxito, pues los bombarderos lograron alcanzar al crucero Almirante Cervera, causándole una decena de muertes, pero a costa de dejar inermes a los defensores de Teruel el día en que cayó.Su pérdida afectó moralmente a los republicanos, que se sintieron defraudados al contemplar cómo se les iba de las manos su único triunfo en la guerra; pero, militarmente, la batalla no había decidido

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nada. Tenía razón Prieto cuando la calificó de simple episodio: Valor episódico tuvo solamente, a mi juicio, su conquista y valor episódico tiene también su pérdida.Sin embargo, el general Rojo, abatido, presentó la dimisión, que no le fue aceptada por el Gobierno, que le reiteró su confianza en carta personal de Negrín fechada el día 24. Ese mismo día, Prieto manifestaba que temía la reanudación de la ofensiva enemiga para aprovecharse de la desmoralización propia, que era muy acusada. Rojo mantenía un moderado optimismo: Si como espero continúa su ofensiva el enemigo hacia Levante, mi impresión es que, con la distribución de fuerzas que tenemos y la fortaleza natural de las posiciones, es posible asegurar la detención si no hay fallos de moral. Ahí estaba el punto débil de unas tropas sumidas en un profundo complejo de inferioridad.Por su desarrollo y consecuencias, la de Teruel guarda una gran similitud con la de Brunete, aunque ambas se diferencian en la intención con que se iniciaron. Las dos se debieron a iniciativa republicana, pero mientras en Brunete el tándem Prieto-Rojo pretendió alcanzar una decisión de signo estratégico: destruir el Cuerpo de Ejército de Yagüe, alejar las líneas de Madrid, paralizar la ofensiva del norte e invertir el signo de la guerra; en Teruel no había otra aspiración que obligar al enemigo a modificar sus intenciones y despliegue y, con ello, ganar tiempo.EI parecido estaba en que en las dos ocasiones la reacción de Franco fue la de contraatacar para restablecer la situación inicial. Tanto en Brunete como en Teruel la batalla duró hasta que las localidades que las dieron nombre fueron reconquistadas, lo que en ninguna de las dos ocasiones era necesario ni conveniente. En Brunete, la contraofensiva tuvo sentido mientras se mantuvieron las esperanzas de estrangular la bolsa que había creado el avance gubernamental; en Teruel, en tanto el coronel Rey mantuvo su resistencia; luego ni en uno ni en el otro caso tenía justificación.Prieto y Rojo achacan el relativo éxito que alcanzaron sus contrarios a la aplastante superioridad de sus medios y efectivos, pero el hecho cierto es que la batalla absorbió crecientes efectivos de uno y otro contendiente y, cuando se terminó, aún le quedaban al Gobierno importantísimas fuerzas y elementos intactos. De su lado intervinieron en la batalla siete Cuerpos de Ejército -V, XIII, XVIII, XIX, XX, XXI y XXII y 18 divisiones -11, 19, 25, 27, 28, 34, 35, 39, 40, 41, 42, 46, 47, 64, 66, 67, 68, 70-, y del lado nacional tres Cuerpos de Ejército -Marroquí, Galicia y Castilla- y 16 divisiones -1, 4, 5, 13, 52, 54, 61, 62, 81, 82, 83, 84, 85, 108, 150 y de caballería.El día 23, Vicente Rojo ordenó que saliera de línea el V Cuerpo de Ejército y que pasara a la reserva y dejó el frente defendido por los Ejércitos de Maniobra y Levante, aquél con los Cuerpos de Ejército XXI y XIII y éste con los XXII y XIX. El XVIII pasaba a la reserva del Ejército del Este y el XX, momentáneamente disuelto, a reorganización.Mientras las fuerzas de maniobra libraban esta batalla, en el resto de los frentes predominó la calma. El poderoso Ejército del Centro de Miaja, con más de un cuarto de millón de hombres, se mantuvo en alerta por si a Franco se le ocurría reanudar su proyectada maniobra sobre Madrid, aunque fuerzas del IV Cuerpo de Ejército atacaron a primeros de año por la zona de enlace de los Ejércitos del Centro y del Norte enemigos para crear una amenaza a las fuerzas que buscaban el enlace con los sitiados en Teruel; tropas del Ejército de Extremadura, reforzadas con la 45 división internacional, actuaron a partir del 15 de febrero con la misión de reconquistar el terreno perdido en enero ante Queipo de Llano, sin que el alemán Hans, que las mandaba, consiguiera ninguno de sus objetivos; el Ejército de Andalucía, el más débil de todos los republicanos, bastante tuvo con mantener su frente en un cierto grado de actividad y con desprenderse de parte de sus reservas para reforzar o relevar a las que luchaban en Teruel; el Ejército del Este, muy activo en el período inmediatamente anterior a la batalla, permaneció a la expectativa de lo que pudieran hacer las tropas que ante él iba concentrando su contrario.La batalla había durado algo más de dos meses y concluyó sin que ninguno de los contendientes lograra derrotar al contrario. Es lícito aventurar que Rojo hubiera hecho mejor librando una defensiva en las fuertes posiciones del Ejército del Centro que pensaba atacar Franco con un despliegue claramente desafortunado.

La República reconquista la superioridad naval

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Al terminar la lucha por Teruel, el Ejército Popular se disponía a afrontar una prueba que se presumía definitiva, desde una línea defensiva largo tiempo preparada. Sus pérdidas habían sido cuantiosas, pero no más que las del enemigo, aunque, sin embargo, al inmoderado optimismo que produjo la conquista de Teruel siguió el abatimiento y la desesperanza al perderla.Su frente defensivo atravesaba todo Aragón y el río Ebro lo cortaba en su mitad. Desde la frontera francesa a Pancrudo le cubría el Ejército del Este; desde ese punto a Valdecebro, el de Maniobra, ya partir de esta localidad, el de Levante. Para cubrir las bajas de estos dos últimos e incrementar las reservas, fueron llamados en febrero los reemplazos de 1929 y 1940; las unidades más castigadas pasaron a descanso y reorganización y al reanudar Franco su acción ofensiva, se encontraban de nuevo en condiciones de luchar.Como Rojo opinaba que los nacionales tratarían de explotar su menguado éxito golpeando de nuevo al Ejército de Levante, situó a sus espaldas las reservas más importantes, pero Franco no iba a atacar por ahí. Los Cuerpos de Ejército que mandaba el general Dávila se dispusieron de Norte a Sur en la forma siguiente: desde el Pirineo al Ebro, los de Navarra (Solchaga) y Aragón (Moscardó), que en principio se mantendrían inmóviles; del río al Sur, los que habrían de llevar acabo el esfuerzo principal: Marroquí (Yagüe), que se concentró en la zona de Cariñena y Villanueva de Huerva; CTV (Berti), que lo hizo en la de Segura de los Baños, Cortes de Aragón, Hijar, Alcañiz, y Galicia (Aranda) , en la de Vivel del Río, Villanueva del Rebollar, Portalrubio y Cosa.Entre los Cuerpos de Yagüe y Berti se situó la agrupación de divisiones García Valiño, que actuaría como destacamento de enlace entre ambos y en el extremo sur del dispositivo el Cuerpo de Ejército de Castilla (Varela) defendería el nuevo frente de Teruel. En conjunto, 26 divisiones a las que se dio como objetivo dividir en dos el territorio y el Ejército republicano.El general Rojo disponía en la zona por la que se había de operar de los Ejércitos del Este y Maniobra, a los que se unirían las reservas que se había ordenado constituir. Las primeras unidades a las que se asignó esa función fueron la 16 división - que se sustrajo al III Cuerpo de Ejército – y la 45 –cuyo regreso de Extremadura se ordenó inmediatamente –; luego, el 3 de marzo, en vísperas de una acción enemiga que se consideraba inminente, el Estado Mayor Central dispuso que los Ejércitos del Centro, Este, Levante y Maniobra facilitaran dos divisiones cada uno y los de Extremadura y Andalucía dos brigadas, con lo que las reservas quedaron formadas por las divisiones 3 y 16 del Ejército del Centro; 72 y tres brigadas del Ejército del Este; 25 y 39 del Ejército de Levante; 35 y 45 del Ejército de Maniobra y brigadas 62, 104, 98 y 139 de los Ejércitos de Extremadura y Andalucía. Con las brigadas no reunidas en divisiones se constituyeron las que, sin número, se denominaron de Levante, Andalucía y Extremadura.

Rojo, fiel a su pensamiento de que el objetivo de Franco seguía siendo Madrid o Valencia, situó todas estas reservas detrás de los frentes que consideraba más amenazados, pero al denunciar la observación aérea las recientes concentraciones de tropas en Aragón modificó, sólo en cierta medida, sus previsiones y el 7 de marzo ordenó que se trasladara al sector del XII Cuerpo de Ejército la 35 división internacional y el XVIII Cuerpo de Ejército que situaría su única división (72) y dos brigadas que se le afectaron en la comarca de Alcañiz. También dispuso que las reservas del Ejército del Este estuvieran preparadas para pasdr al Sur del Ebro tan pronto como se les ordenara.Cuando terminó el despliegue, Rojo disponía en el frente del Ejército del Este de los Cuerpos de Ejército X, XI, XII y XVIII; en el del Ejército de Maniobra del XXI y el XIII y en el Ejército de Levante del XIX y XXII. A retaguardia el V y el XX – este último en reorganización –. Eran 23 divisiones, sin contar con la mayoría de las reservas generales del Ejército recientemente constituidas.Las expectativas de la defensa mejoraron notablemente cuando la flota republicana recuperó la supremacía naval. El relativo equilibrio existente en el mar, superiores los nacionales en cruceros e inferiores en todos los restantes tipos de buques, se rompió al amanecer del 6 de marzo de 1938. La

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noche anterior se hizo a la mar una escuadra mandada por el almirante González Ubieta, comandante de la flota, y constituida por los cruceros Libertad y Méndez Núñez y los destructores Sánchez Barcáiztegui, Gravina, Lepanto, Antequera y Lazaga, con la misión de proteger a la flotilla de lanchas torpederas que debía atacar y hundir, en una incursión por sorpresa, a los buques anclados en Palma de Mallorca.Simultáneamente, un convoy nacional, que había zarpado poco antes, escoltado por los cañoneros Cánovas del Castillo y Canalejas, se dirigía a las islas Hábidas, donde se les unirían los cruceros Baleares, Canarias y Cervera. A las 0 horas y 17 minutos del día 6, ambas flotas entran en contacto. El Baleares, buque insignia del jefe de la división de cruceros, almirante Vierna, vio varios buques con luces apagadas y ordenó zafarrancho de combate. El Sánchez Barcáiztegui lanzó dos torpedos que pasaron cerca del Cervera, pero el contacto se rompió y los cruceros nacionales restablecieron su rumbo después de virar a babor , al igual que lo hiciera Ubieta: éste para regresar a Cartagena y Vierna para alejarse y esperar la luz del día. Sin embargo, el destino hizo que en la maniobra volvieran a avístarse las dos formaciones. El Baleares lanza iluminantes para precisar la situación de su enemigo y los destructores aprovechan la ocasión para torpedearle. A las 2 horas y 19 minutos, el Sánchez Barcóiztegui logra un impacto directo bajo la línea de flotación del crucero, al que rematan el Lepanto y el Antequera El crucero se hunde, arrastrando con él a 741 hombres, incluido el almirante Vierna. El resto de la tripulación fue salvado por los destructores británicos Boreas, Kempenfelt y Blanche.Como la antevíspera del encuentro se había reincorporado a la flota republicana el crucero Cervantes, la relación de potencia quedó totalmente invertida. Sin embargo, González Ubieta, que fue premiado con la Placa Laureada de Madrid, no se atrevió a explotar el fruto de su victoria. Aun así, su superioridad facilitó los movimientos de tropas a que se vería obligado el Ejército Popular en las semanas siguientes y la llegada de los cuantiosos abastecimientos que procedentes del exterior arribarían en los meses de marzo, abril y mayo.

Los Cuerpos de Ejército XII y XVIII, aniquilados

Después de este descalabro y del duro e indeciso choque de Teruel, Franco tuvo el acierto decambiar de criterio y de variar su estrategia. La práctica venía demostrando que su enemigo era capaz de afrontar una batalla defensiva en frente continuo y organizado, pero que su capacidad maniobrera se reducía considerablemente en campo abierto. Todas sus ofensivas -Peñarroya, Huesca, Segovia, Brunete, Belchite, Teruel- habían tenido un fácil éxito inicial ante unas tropas que apenas oponían una débil línea de vigilancia, pero su ímpetu se había frenado en todas las ocasiones apenas acudían al cañón las primeras reservas nacionales. Luego, Franco caía casi siempre, en el error de aceptar la batalla buscando un desgaste que nunca era menor de su parte que la de sus contrarios. Empecinado en una lucha de carneros en frente estrecho, sus ventajas se reducían acero.En frentes reducidos, en los que se podía conseguir una gran densidad de ocupación y era fácil organizar la defensa en profundidad, la batalla se extinguía rápidamente transformada en una guerra de trincheras; sin embargo, en campo abierto aparecían las infiltraciones, los movimientos rápidos, la guerra dinámica y elástica. Era este tipo de confrontación el que ofrecía la posibilidad de terminar la guerra en breve plazo ya él iba a pertenecer la campaña que se iniciaría inmediatamente.Según el plan de Franco, los Cuerpos de Ejército Marroquí, C1V y Galicia, y la agrupación García Valiño, arrollarían al enemigo y avanzarían hasta el río Guadalope, momento en el Que se pondrían en movimiento los de Navarra y Aragón, que adelantarían sus líneas hasta el Cinca o, de encontrar escasa resistencia, hasta el Segre. Logrado esto volverían a ponerse en marcha los del Sur, que en una tercera y última fase de la maniobra dividirían en dos el territorio republicano.La batalla se desencadenó al amanecer del 9 de marzo. Apoyaban a Yagüe los aviones de la Legión Cóndor y 48 baterías; al CIV, la aviación legionaria y 58 baterías; a Aranda, la Brigada Aérea Hispana y 47 baterías, ya Valiño, 12 baterías. Ante Yagüe se derrumbó la 24 división republicana Que mandaba el sindicalista navarro Yoldi, y ante el CTV, la 30 división del teniente coronel

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Arrando. El frente del XII Cuerpo de Ejército quedó totalmente roto, y aunque el XXI aguantó la embestida de Aranda, la situación empezaba a ser grave.La reacción de Prieto y de su jefe de E. M., Rojo, fue la de ordenar al Ejército de Maniobra Que redujera su frente y devolviera al XIII Cuerpo de Ejército al Ejército de Levante. De esta manera, el XXI Cuerpo de Ejército podría contraatacar el flanco de la penetración nacional y extraer tropas para establecer un nuevo frente a retaguardia de la ruptura, misión que se encomendaba a los Cuerpos de Ejército XVIII y XXII, de los que este último sería relevado en el frente de Teruel y volvería al Ejército de Maniobra, al igual que el V, cuyas divisiones se prepararían para acudir a la zona de combate, donde ya se encontraba la 35, en cuanto se dispusiera. Al Ejército del Este se le ordenó que detuviera al enemigo en los ejes Fuendetodos-Belchite; Cortes-Lécera y Cortes-Hijar, garantizando una línea de contención entre Belchite y Lécera.Sin embargo, todos estos buenos propósitos se vinieron pronto a tierra. Yagüe conquistó Belchite el día 10, y la batalla entró en una fase de persecución de las tropas derrotadas; Rojo tomó el mando y trató de encauzar los combates, pero la moral de la tropa cayó verticalmente y el XII Cuerpo abandonó sus posiciones. Miaja recibió la orden de enviar inmediatamente a Aragón las divisiones 3 y 16, y Burillo y Casado la de poner a punto las divisiones de reserva, que recibieron el nombre de Extremadura y Andalucía.Los cuerpos nacionales avanzaban incontenibles hacia Caspe y Alcañiz. En el primer impulso habían cubierto todos sus objetivos y al tercer día, el frente republicano había desaparecido y el XII Cuerpo de Ejército con él. Rojo dio entonces al teniente coronel Fernández Heredia, jefe del XVIII Cuerpo de Ejército, la misión de establecer una línea de contención sobre el río Martín y una segunda cubriendo Caspe y Alcañiz. Para ello dispuso la creación de cinco agrupaciones eventuales: las dos primeras, a vanguardia del río Martín, defenderían Quinto y Lécera, respectivamente; la tercera y la cuarta cubrirían el río desde Hijar y Albalate a Oliete y Alagón, y la quinta defendería Caspe. Las dos primeras debían retardar el avance enemigo para dar tiempo a que la línea del río Martín adquiriera consistencia y en el caso de verse desbordada se replegarían a cubierto del río, que supondría un segundo obstáculo antes de que el enemigo llegara al Guadalope, donde en líneas preparadas desde tiempo atrás esperaban los Cuerpos de Ejército V y XXII al mando de Modesto e Ibarrola. Mientras tanto, en el flanco sur y en la cuenca alta del río Martín, el XXI Cuerpo de Ejército seguía perdiendo terreno, pero con lentitud y conservando su cohesión.El teniente coronel Fernández Heredia, que dispuso de las divisiones 35, 44 y 72, reforzadas con las brigadas 121, 127, 139 y 211, no pudo cerrar el amplio boquete que había dejado la desbandada del XII Cuerpo de Ejército y el día 12, las tropas de Yagüe y Berti alcanzaron el curso del río Martín desde Montalbán y Escatrón sin que la división 72 y sendas brigadas de Madrid y Andalucía pudieran impedirlo.El día 13, tropas de Valiño y Berti atravesaron el río y después de ocupar Ariño y Alloza prosiguieron hacia el Guadalope, mientras Yagüe rebasaba por la orilla del rio Escatrón, envolvía a la 72 división y hacia prisionero a su jefe. Por el sur, el XXI Cuerpo de Ejército, al quedar al descubierto su flanco se replegó a la derecha del río Martín, haciéndose fuerte en una serie de posiciones que, apoyadas en la sierra de San Just, dominaban el ala del Cuerpo de Ejército de Galicia, que se enfrentaba a una resistencia organizada.El general Rojo resumía así la jornada: En el sector de Andorra ha cundido el pánico y se perdieron los pueblos de Ariño y Alloza y finalmente el de Andorra. Los ha perdido la agrupación de fuerzas de Oliete. Las posiciones se pierden con muy poca lucha o con ninguna. Sólo el Cuerpo XXI se está comportando, desde el primer día, de un modo magnífico. El resto de las tropas no sirve prácticamente para nada. A pesar del desastre, todavía no estaba convencido de que se trataba de la auténtica ofensiva y añadía: Mi impresión es que el enemigo, ni ayer ni hoy ha atacado fuerte en ningún punto, por lo que espero reanude mañana, una vez reorganizado, la ofensiva, o bien que se lleve las reservas a Madrid.

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Ante esa duda suspendió el traslado del grueso del V Cuerpo de Ejército, pero al final de la jornada varió de criterio y ordenó que se hiciera con urgencia, pues había llegado al convencimiento que ante todo hay que parar aquí. .Resulta difícil concebir que al cuarto día de batalla pensara aún que podría tratarse de una finta y que el verdadero objetivo de su enemigo era Madrid. Esta obsesión, y no su escasez, fue la causa de la lentitud con que afluyeron las reservas. A este tremendo error se añadió otro no menor: oponer a la abrumadora concentración de medios enemigos una debilitadora dispersión de los propios. A la acumulación de los medios nacionales en la dirección principal respondió Rojo ordenando a los ejércitos en situación pasiva que desencadenaran una porción de acciones secundarias sin futuro en las que absorbieron inútilmente sus reservas locales.

Europa en el horizonte

La batalla se desencadenó en un momento en que sobre el continente se cernían negros nubarrones que presagiaban el estallido de una guerra generalizada. El 11 de marzo, el tercero de la ofensiva de Franco, el Ejército alemán, cumpliendo órdenes de Hitler, invade Austria, ocupa Viena e incorpora al Reich a la república danubiana. El acontecimiento provoca la caída en Francia del Gobierno presidido por Chautemps y en París forma otro el socialista Léon Blum, que inmediatamente se plantea la conveniencia de intervenir militarmente en España.Después de consultar a sus aliados británicos, que desean únicamente presionar a Mussolini para que proceda a la evacuación total de las fuerzas italianas situadas en las islas Baleares, convoca el día 15 al comité permanente de la Defensa Nacional y suscita la cuestión. Asistieron a la reunión los ministros de Defensa Nacional, Asuntos Exteriores, Marina y Aire; el mariscal Pétain; el general Gamelín, jefe del E. M. General; el secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores y los jefes más destacados de los EE. MM. de la Defensa Nacional y del Ejército, Marina y Aviación. Después de un amplio debate llegaron a la conclusión de que esa intervención desencadenaría la guerra y que Francia no estaba en condiciones de librarla. Desecharon sucesivamente las alternativas de entrar en fuerza en la Península, limitarse a ocupar las Baleares y los territorios españoles de Protectorado y soberanía en Africa o reducirse a invadir exclusivamente el Marruecos español. Léon Blum cerró la discusión diciendo que si no se podía intervenir militarmente debía intensificarse la ayuda a la España republicana y dio orden de que las fronteras, hasta entonces oficialmente cerradas, pero abiertas a un contrabando no menos oficial, dieran libre paso, a la luz del día, a todo tipo de material de guerra.A pesar de este hecho, saludado con alborozo por Prieto, las tropas de Yagüe obligaron a atravesar el Ebro hacia el norte a los restos de las agrupaciones de Fernández Heredia que, con la 26 división, que cubría el sector, constituyeron la que se llamó Agrupación Autónoma del Ebro, al mando del teniente coronel Martín Barco, uno de los jefes que más se distinguió en Asturias. El desastre se consumó el día 14. Durante la jornada, tropas del CIV y de Valiño ocuparon de madrugada Alcañiz; Aranda llegó a Alcorisa, en la carretera de Montalbán a Alcañiz, y Yagüe se acercaba a Caspe. Las tropas republicanas, desmoralizadas, huían a la desbandada sin necesidad de hacer sobre ellas fuego de artillería o ataques aéreos que, según Rojo, no se prodigaron durante estos días.Los nacionales llegaban al Guadalope y tomaban posiciones frente a la línea principal de resistencia que ocupaban las mejores tropas del Ejército Popular: los Cuerpos de Ejército de Modesto e Ibarrola y las divisiones de Walter, Hans, Líster, Durán, Cristóbal, Tagüeña, Fresno, Aldo Morandi, Martín Calvo y Cortina. Modesto defendería el frente del Guadalope entre el Ebro y Calanda e Ibarrola el de su afluente el Guadalopillo, desde Alcorisa a Ejulbe. Más al sur, Perea, ascendido el día 15 a teniente coronel, mantendría el frente de la sierra de San Just hasta Ri110. De todo el nuevo frente se haría cargo el coronel Menéndez, jefe del Ejército de Maniobra, y a él se acogerían los restos de los Cuerpos de Ejército XII y XVIII que no hubieran pasado al norte del río. Eran más de 60.000 hombres los que habían quedado fuera de combate y que fue necesario sustituir.La idea de Menéndez fue la de concentrar detrás de la línea establecida por Modesto e Ibarrola un Cuerpo de Ejército eventual, del que daría el mando al teniente coronel Reyes, y que estaría

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integrado por las divisiones Andalucía, Extremadura y Levante. Pero la reunión y concentración de esa masa de maniobra se demoró hasta el 19 y no estuvo dispuesta hasta el 22, momento en que la batalla había tomado nuevos derroteros. Una cuarta división, la 16, procedente del centro, y que en principio, debería haber formado parte de este Cuerpo Independiente, fue encaminada al norte del Ebro en previsión de que Yagüe lo atravesara.Durante los días siguientes, el frente entró en un período de relativa calma, pues las 12 divisiones que Dávila había embebido en la lucha estaban necesitadas de un descanso después de diez días de combate y de arrollar sucesivamente las tres barreras que Rojo les opuso. Ocupado Caspe por los marroquíes y Ejulbe y Alcorisa por los gallegos, las tropas de Yagüe abandonaron la línea y se situaron a lo largo del valle del Ebro frente a la Agrupación Autónoma de Martín Barco; su puesto fue ocupado por García Valiño, que cesó en su ya innecesaria función de enlace entre Berti y Aranda.

Yagüe pasa el Ebro

El avance al sur del Ebro había dejado muy retrasada la línea norteña y Franco, en una instrucción fechada el15 de marzo, dispuso que, para explotar el éxito obtenido, se debía proseguir el avance hasta alcanzar la costa, pero no sin que antes, en una acción auxiliar, las tropas al norte del Ebro adelantaran sus líneas hasta el Cinca y, si las circunstancias lo aconsejaban, hasta el Segre.La clave de la maniobra sería la súbita aparición a retaguardia de las tropas republicanas del Cuerpo de Ejército Marroquí, que atravesaría el Ebro por las inmediaciones de Gelsa y proseguiría su avance por Bujaraloz y Candasnos hasta Fraga, en el bajo Cinca. Con las de Yagüe serían 11 las divisiones nacionales que participarían en la nueva fase de la batalla, y de ellas, siete, las de Moscardó y Solchaga, impacientes por emular los triunfos conseguidos por las otras.Se les oponían los Cuerpos de Ejército X y XI, mandados por los profesionales Gallo y Muntaner -éste, laureado- y la agrupación autónoma del Ebro. Ocho divisiones, pero muy bajas de moral, y las de Martín Barco, en gran medida desorganizadas.Dávila puso en movimiento el día 22 a las tropas de Solchaga, que después de vencer una fuerte resistencia inicial en el duro frente de Huesca, estabilizado desde el principio de la guerra, lograron salir a campo abierto y alcanzar Sangarrén. A la tarde las vanguardias de la 13 división (Barrón) atraviesan el Ebro y lanzan los puentes por los que durante la noche pasaría toda su primera brigada. Una nueva amenaza se cernía sobre el maltrecho Ejército Popular .Rojo había cometido un grave error al no advertir ese peligro. Toda su atención la tenía concentrada en el Guadalope, donde acumuló sus mejores tropas y las reservas que seguían acudiendo sin cesar y que se nutrían del abundante material de guerra, principalmente de artillería y de la DCA, que según él, había atravesado la frontera por aquellos días y que sustituía al mucho perdido en las jornadas anteriores. Todo lo hacía depender del resultado de la contraofensiva que habría de lanzar el Cuerpo de Ejército independiente ayudado por los que ocupaban la línea de los que el V atacaría en dirección a Alcañiz, el XXII hacia Alcoriza y el XXI cortaría la carretera de Castells de Cabra a Gargallo.La acción de Yagüe volvería a equivocarle. Ante su éxito pensó que Franco, al encontrar duro el frente del Guadalope, había cambiado sus planes y que lo que inició con carácter secundario por Huesca iba a pasar a ser su objetivo principal. En su consecuencia, encamina hacia la nueva zona de operaciones a las divisiones 16 y 46, que habían salido de Madrid el día 17, aunque aún confiaba que el contraataque del Ejército de Maniobra sería suficiente para obligar a Yagüe a volver sobre sus pasos.Estas previsiones o ilusiones se desvanecieron pronto. Los seis batallones de la 13 división que pasaron el Ebro en la noche del 22 al 23 arrollaron a la agrupación de Martín Barco, y ante las angustiosas peticiones de Pozas, jefe del Ejército del Este, Rojo ordenó que a las divisiones 16 y 46 del Centro se unieran la 27 del Ejército de Maniobra y sendas brigadas de Madrid y de Extremadura que marcharían inmediatamente hacia Fraga por Gandesa, pero el 24, Yagüe, ya firmemente

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establecido a la orilla izquierda del Ebro, organizó tres pequeñas columnas que desalojaron de sus posiciones a las cinco brigadas que le opuso el teniente coronel Liberal, jefe de la 44 división.Como simultáneamente Solchaga ponía en fuga al X Cuerpo de Ejército, el XI se retiró detrás del Alcanadre mientras las tropas de refresco y los restos de la 35 división se disponían a ocupar una nueva línea de detención a lo largo del Cinca, desde Monzón a Mequinenza, con una misión idéntica a la que se encomendó al Ejército de Maniobra en el sur: defender una posición fortificada de antemano y apoyada en el talud de un río caudaloso.Pero las cosas se iban poniendo difíciles para el Ejército Popular. Los navarros de Solchaga cruzaron el Alcanadre con dirección a Barbastro y cortaron las comunicaciones de las divisiones 43 y 31 , que optaron por buscar refugio en los altos valles pirenaicos junto a la frontera francesa. El X Cuerpo de Ejército quedaba descolgado y desarticulado, y Moscardó aprovechaba la ocasión para desbordar las posiciones del XI Cuerpo de Ejército en la sierra de Alcubierre, que fueron abandonadas por Muntaner ante el temor de verse copado por Yagüe, roto el dispositivo de Martín Barco, había ocupado Bujaraloz y Candasnos y seguía su avance hacia Fraga.Pozas había ordenado que sus tropas organizaran un nuevo sistema defensivo que debía apoyarse en la margen izquierda del río Alcanadre desde Rodellas hasta Albalatillo para seguir después por su margen derecha hasta enlazar en el Ebro con el V Cuerpo de Ejército y que se mantuvieran en él el tiempo suficiente para que las unidades de refresco cubrieran la línea del Cinca desde Monzón a Mequinenza, pero cuando dio esa orden Solchaga ya había atravesado el río y nada se oponía a su avance, que era todo lo rápido que permitía el duro terreno pirenaico. Los navarros alcanzaron el Cinca el día 29 y lo cruzaron al siguiente. El enemigo había dejado prácticamente de existir.Durante las jornadas siguientes siguieron hasta el Noguera Ribagorzana, que cruzaron el 3 de abril, y el Noguera Pallaresa, sobre el que, después de ocupar Tremp, establecieron una cabeza de puente con objeto de consolidar la conquista de las centrales hidroeléctricas que suministraban energía a Cataluña.Mientras el Cuerpo de Ejército de Navarra conquistaba las cabeceras de los valles pirenaicos dejando atrás ala 43 división, aislada en el valle de Bielsa, el de Aragón cruzaba el Cinca por Zaidín y Albalate y se aproximaba a Lérída, ciudad a la que también se dirigía el Cuerpo Marroquí, que había llegado a Fraga el 27 de marzo, atravesado el Cinca el 28 y ocupado Serós y Aytona el 29. Sus vanguardias avistaron Lérida el 30 y después de duros combates la conquistaron el 3 de abril, vencida la resistencia del llamado Cuerpo de Ejército de Lérida, formado el día 28 de marzo, con las divisiones 27 y 46, la 13 Brigada Internacional y dos subagrupaciones mandadas por Ortiz Mora y Pastor LIorens, constituidas con unidades procedentes del Ejército del Centro.La famosa línea del Cinca no había supuesto obstáculo apreciable y en los primeros días de abril, los Cuerpos de Ejército de Dávila se alineaban al norte del Ebro a todo lo largo del río Segre desde su desembocadura a su confluencia con el Noguera Pallaresa, para seguir después el curso de este río hasta el puerto de la Bonaigua. Las fuerzas apresuradamente acumuladas para sustituir a los derrotados Cuerpos X y XI no pudieron impedir la caída de Lérida, donde Yagüe abrió una brecha por la que quiso y pudo lanzarse en dirección a Barcelona, movimiento que le fue prohibido.

El Ejército Popular fuerza una crisis.El Gobierno de Unidad Nacional

Los sucesivos desastres del norte y sur del Ebro produjeron un hundimiento tal de la retaguardia republicana que todo hacía presagiar un rápido fin de la guerra. Los comunistas, campeones de la resistencia a ultranza, aprovecharon la situación para mover una dura campaña contra Prieto, al que acusaban de aceptar la derrota y de buscar una paz de compromiso. En la última decena del mes de marzo promovieron que desde todas las unidades militares controladas por ellos se cursaran al presidente de la República, al del Gobierno y al jefe del Estado Mayor Central teletipos y telegramas pidiendo que continuara la lucha, que se rechazara todo compromiso y que se apartara de todos los puestos de mando o responsabilidad a los derrotistas. La maniobra se completó con charlas y discursos a los soldados para pedirles que firmaran documentos con idénticas solicitudes y

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alcanzó tal amplitud que el comisario general de guerra, Crescenciano Bilbao, firmaba el día 26 de ese mes una orden general en la que entre otras cosas se decía: Estas manifestaciones colectivas de las unidades armadas están definidas y sancionadas en el Código de Justicia Militar como un acto de indisciplina. Estos despachos no expresaban tan sólo una adhesión al Gobierno, manifestación oficiosa, pues el Ejército depende en todo momento del Gobierno de la República, sino que exponían una posición contraria a un supuesto acuerdo de Gobierno o una supuesta actitud de alguno de sus miembros... Estas manifestaciones políticas de nuestras unidades no han sido espontáneas, sino que han sido aconsejadas u ordenadas por un partido político... Estos hechos han dado por inmediata consecuencia un estado de confusionismo, de inquietud entre nuestros combatientes. El fantasma del compromiso flota sobre nuestras unidades originando discusiones, cábalas, desconfianzas e inquietudes, maldita secuela de una torpe e insensata actuación.Dos días después reunía al Comisariado General y este organismo pedía al Gobierno que tomara drásticas medidas encaminadas a rehacer la eficacia y la moral del Ejército, procediendo a relevar y aun suprimir físicamente a los que no estuvieran a la altura de las circunstancias. De acuerdo con estas peticiones se destituyó al general Pozas y se dio el mando del Ejército del Este al teniente coronel Perea, a cuya disposición se pusieron todas las tropas al norte del Ebro, que se articularon en dos grandes agrupaciones: Norte -al mando del teniente coronel de Estado Mayor Linares Arenzabe, que contaría con lo que quedara de los Cuerpos de Ejército X y XI y con la 30 división- y Sur -al mando del teniente coronel Cordón García, al que se afectaban dos nuevos Cuerpos de Ejército, denominados provisionalmente A y B, y cuyos jefes serían el mayor Del Barrio y el teniente coronel Martín Barco.La idea de Perea era defender la línea del Segre-Noguera Pallaresa y conservar a todo trance Lérida y Tremp, pero ambas caerían casi inmediatamente después de que él tomara el mando.Ante el desastre rehizo la Agrupación Norte, que quedó articulada con el Cuerpo de Ejército H, que sustituyó al desaparecido X, y cuyo mando entregó al mayor Trueba -lo integraron las divisiones X, V y 34, la primera con tropas extremeñas y las que se pudo recuperar de la 31 división; la segunda con los restos de la 44, una brigada madrileña y otra extremeña y la 34, que procedía del Ejército de Maniobra-, y el XI, que se había retirado con cierto orden.Las medidas eran importantes, pero no lo suficiente como para restablecer la situación, y fueron completadas con otras decisiones militares y políticas que tendían a rehacer la moral de resistencia y cortar el derrotismo. En Barcelona, todos daban por descontado que los nacionales llegarían al mar en pocas jornadas, y la defensa de Cataluña pasó a ocupar el primer plano en las preocupaciones del Gobierno. Inmediatamente después de la pérdida de Lérida, Prieto dispuso que se aceleraran las obras de las seis líneas defensivas sucesivas que debían impedir el avance enemigo por el Principado, y el Estado Mayor Central, que se había reunido la víspera, elevaba al Gobierno un informe en el que, dando por inevitable el corte, aconsejaba que se nombraran un jefe y un Estado Mayor para dirigir la acción de conjunto en lo que quedara en la región Central y proponían como persona indicada al general Miaja. En Cataluña deberían tomarse idénticas medidas y sugerían que el mando recayera en Perea. Para que pudiera contar con las tropas necesarias, el Ejército de Maniobra debía retardar el avance enemigo hasta que el V Cuerpo de Ejército, y algunas brigadas más, se hubieran replegado a la orilla izquierda del Ebro. Los Ejércitos de Levante, Centro, Extremadura y Andalucía, a los que anteriormente se había ordenado que realizaran ataques para atraer reservas enemigas, suspenderían sus acciones y enviarían las tropas que en ellas intervinieron a Cataluña.Como medidas complementarias solicitaban la declaración del estado de guerra, la recogida de armas a la población civil, la aplicación de duras sanciones a fascistas, derrotistas y desertores y la urgente recuperación de prófugos y emboscados.Las recomendaciones del Estado Mayor Central partían de tres supuestos: la decisión de sostener la guerra a todo trance; la imprescindible necesidad de conservar la frontera y la inevitable llegada al mar de los soldados de Franco.

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Como esto último había sido considerado por el general Rojo en un informe de 27 de octubre de 1937 como algo que determinaría fatalmente el fin de la guerra, Prieto dirigió a sus informantes una pregunta concreta y tajante: ¿el corte al mar, suponía o no la pérdida de la guerra?La respuesta fue la siguiente:Examinada la cuestión anterior, el Estado Mayor Central expone su parecer manifestando que el quebranto que puede sufrir nuestra acción militar como consecuencia del corte, sólo se refiere al aspecto estratégico y posibilidad de maniobrar con las reservas y medios de todas clases entre las dos zonas en que quedará dividido el territorio; en el aspecto moral, la repercusión que pueda tener sobre las tropas y la retaguardia, repercusión que no puede graduarse, por las dificultades de mando inherentes a la autonomía que necesariamente ha de tener el mando de la Región Centro y, finalmente, por la inseguridad e irregularidad a que estarán sujetos los abastecimientos de la parte principal de nuestro territorio, por las condiciones en que habrán de efectuarse.En cuanto a los elementos necesarios para continuar la guerra, son los mismos que se precisarían sin haberse producido el corte, siendo la necesidad más acusada llegar, cuando menos, al equilibrio de la aviación en un plazo de días. Por lo demás, en las anteriores conclusiones se consigna de modo expreso la posibilidad de continuar la guerra y las medidas a adoptar para ello.La respuesta es ambigua, pero denota una clara voluntad de resistencia. Los comunistas mantienen y aun incrementan su presión y, producto de ella es la crisis planteada el 5 de abril y de la que surgió un nuevo Gobierno, presidido también por Negrín, y en el que volvieron a t ener representación las centrales sindicales UGT y CNT. Prieto fue eliminado y Crescenciano Bilbao presentó la dimisión en solidaridad con su antiguo jefe. Negrín, que a la presidencia unió la cartera de Defensa Nacional, cerró filas y cambió la casi totalidad de los miembros dirigentes del Ejército. Los tenientes coroneles Cordón y Núñez Mazas fueron nombrados subsecretarios de Tierra y Aire, el coronel Játiva de Marina y siguió en Armamento el doctor Otero; como órgano de coordinación en la tarea de las subsecretarías creó una Secretaría General de Defensa, que ocupó el socialista bilbaíno Julián Zugazagoitia, hasta entonces prietista fiel. Continuó como jefe del Estado Mayor Central y del Estado Mayor del Ejército de Tierra el general Rojo, y a la jefatura de los de Marina y Aviación pasaron Prado Mendizábal, habilitado de capitán de navío, y el teniente coronel Martín Lunas.El objetivo inmediato del Gobierno, que fue saludado como de Unión Nacional y que adoptó un carácter autoritario y políticamente moderado, fue el de levantar un nuevo ejército que sustituyera al que estaba siendo dislocado en Aragón. Se ordenó la urgentísima incorporación de los reservistas de 1928 y 1927 y de los reclutas de 1941 y la de los obreros técnicos de la construcción comprendidos en los reemplazos de 1926 a 1922 y con los que se pensaba dar fin en corto plazo alas líneas defensivas cuyo establecimiento había sido ordenado por Prieto.Con este aporte humano se pensaba que sería suficiente para dar nueva vida a una fuerza idéntica a la desaparecida en el norte, de la que se sentiría heredera hasta el punto de recibir su numeración y restablecer así la ordinal de Cuerpos de Ejército, divisiones y brigadas, sin solución de continuidad. De momento, se organizarían 23 nuevas brigadas con un batallón veterano de cada una de las 92 que no habían participado en la batalla en curso y cuyos huecos en sus unidades de procedencia llenarían los recién incorporados. El material necesario estaba ya en España y procedía de las cuantiosísimas aportaciones que, adquiridas en la Unión Soviética, en Francia y en otros países, habían atravesado la frontera pirenaica o alcanzado los puertos levantinos en los cruciales meses de marzo y abril.La operación constituyó un éxito completo y permitió organizar un número de unidades superior al previsto, a pesar de que la batalla consumió más de las que se supuso. En apreciación de Rojo, del orden de los 130.000 hombres.

Se consuma «el corte»

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Mientras todos estos acontecimientos político-militares tenían lugar, las fuerzas de Dávila, detenidas al norte del Ebro por orden de Franco, con fuerte enojo de Yagüe, que tuvo abierto ante sí el camino de Barcelona, siguieron por el sur su camino hacia el mar. El CTV, con Valiño a su izquierda, desplegaba a finales del mes de marzo en la zona de Bot-Prat de Comte-Paul con la intención de proseguir hacia el sur en dirección a Cherta y Tortosa, cubierta su ala derecha por Aranda, que luchaba en las fragosidades del Maestrazgo camino de Morella y sometido a constantes contraataques de Ibarrola. Entre ambos Cuerpos de Ejército, la división 15 al mando de García Escámez. actuaba como destacamento de enlace y todos juntos se enfrentaban con optimismo a una terrible orografía y a unas tropas valerosas, que aunque venían retrocediendo desde hacía tres semanas. conservaban su cohesión y hacían pagar caro el terreno que perdían.A Valiño oponía Modesto los internacionales de las divisiones 35 y 45; a Berti las de Tagüeña y Líster reforzada aquélla con las brigadas 57 y 58 de la disuelta división Levante y ésta con la 68 y 124 de las divisiones 34 y 27 respectivamente -ambos constituyeron sendas agrupaciones de montaña que defendieron tenazmente la sierra de Caro y los puertos de Beceite.A Aranda se oponían los Cuerpos de Ejército XXIII y XXI. El de Ibarrola integrado en aquel momento por las divisiones 47, Extremadura. Andalucía, 25 y 19, esta última en reserva y que no tardaría en pasar al norte del Ebro, y el XXI, mandado por Cristóbal Errandonea desde que Perea pasó al Ejército del Este, con las divisiones 67 y 70.El coronel Menéndez mantenía la continuidad de su frente en retirada, pero el 3 de abril pareció que todo su edificio se venía estrepitosamente abajo. Por su derecha, Valiño se infiltró audazmente y los navarros de su l ª división cayeron por sorpresa sobre Gandesa, derrotando totalmente a los internacionales, que se vieron obligados a repasar el río con terribles pérdidas. Líster y Tagüeña, al descubierto. se replegaron al pasillo de Cherta y los puertos de Beceite y, por la derecha, Aranda, después de hacer cruzar a sus tropas el río Bergante llegaba a Morella que ocuparon el día 4. Sin embargo, las correosas tropas del Ejército de Maniobra, aferradas a un terreno favorable que encajona las comunicaciones hacia Tortosa entre la escarpada orilla del Ebro y las sierras de Beceite, Montenegrelo y Miranda, permitieron a Modesto cerrar el paso al CTV.Para salir de este punto muerto, Franco, que había prometido a los italianos que serían los primeros en llegar al mar, cambió de parecer y ordenó al general Aranda -que hasta entonces había tenido la misión secundaria de cubrir, vigilar y rectificar a vanguardia el largo flanco de la penetración de Berti- que fuera él quien alcanzara ese prometedor objetivo.De Morella al mar todavía quedaban 70 kilómetros y una serie de sierras que constituían otras tantas barreras naturales, pero no había otro camino, una vez abandonado el de Lérida y cerrado el de Cherta.Para proteger su flanco izquierdo se recurrió de nuevo a García Valiño, que dejó sus puestos de vigilancia en el Ebro y se dispuso a remontar el curso alto del Matarraña, envolver el macizo de Beceite y la sierra de Caro y permitir así que Aranda se lanzara en flecha hacia Vinaroz y Benicarló.Durante dos días, Ibarrola consiguió mantener sus posiciones, pero el 10 el frente quedó roto. Ese día, el general Rojo enjuiciaba la situación en informes remitidos a Negrín y llegaba a la acertada conclusión de que el enemigo tenía la firme voluntad de seguir hasta la costa por el sur del Ebro sin que sus fracciones al norte tuvieran más finalidad que la de consolidar el frente del Segre y llegar en todo caso a la Cerdaña. Le quedaba una duda: ¿qué haría después? y concluía: La terminación de la maniobra de ruptura pondrá al enemigo en condiciones de continuar la campaña, bien terminando su acción sobre Cataluña, convergiendo sus dos columnas principales hacia Barcelona, o bien, y esto quizá sea más probable, progresando por la llanura levantina para alcanzar Sagunto y Valencia y envolver todo el frente del Ejército de Levante.En cualquier caso, excluía la posibilidad de tomar la iniciativa a corto plazo, pero pensaba que una vez dispuestas las 23 brigadas que había ordenado constituir y parada totalmente la actual ofensiva contraria, se podría montar una ofensiva encaminada a restablecer la situación en el frente del Este, alejando al enemigo del Mediterráneo y asegurando la posesión de las fuentes de energía eléctrica de Cataluña y la frontera con Francia. En una fase posterior, y de tener éxito las anteriores,

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aconsejaba volver al siempre acariciado plan de operar por Mérida y Badajoz, alcanzar la frontera portuguesa y ocupar Andalucía.Intuidas así las intenciones del enemigo, ordenó que se fortificara intensamente la vital zona de Chert, Cervera del Maestre y San Mateo, que consideraba fundamental para conseguir parar al adversario, pero Aranda mantuvo su presión y obligó a la 19 división y a las brigadas de las de Extremadura y Andalucía que cubrían el frente a ceder y el día 12 ocupaba Chert, Catí y Rosell y establecía un frente de 20 kilómetros sobre la carretera de Morella a Vinaroz.Mientras tanto, Valiño despejaba las alturas al norte de la carretera y empujaba hacia el Ebro a las tropas de Tagüeña.En la jornada siguiente, el Cuerpo de Ejército de Aranda se apoderó de toda la fuerte posición que había ordenado fortificar Rojo y sus hombres avistan el Mediterráneo, del que sólo le separan 15 kilómetros. El coronel Menéndez, ante lo inevitable, se limita a ganar tiempo para permitir el paso hacia Cataluña de todas las tropas que se había ordenado acumular en el Principado y a salvar a las de Modesto en su cada vez más difícil retirada.Al día siguiente, la maniobra se consumó y casi simultáneamente tropas de la primera división de Navarra, por los llanos de La Cenia y Alcanar, y de la 4 división de Navarra, por los de Vinaroz, llegan al mar. Eran las dos y media de la tarde del Viernes Santo 15 de abril de 1938.Al producirse este trascendental acontecimiento, las tropas del Ejército de Maniobra quedaron separadas y confundidas. Parte de las destinadas al norte se vieron al sur y al revés, por lo que Rojo se vio obligado a ordenar una reagrupación de sus unidades. Al norte del corte ordenó la creación de una nueva Agrupación Autónoma del Ebro, de la que dio el mando a Modesto y que estaría formada por los Cuerpos de Ejército V y XV , este último también de nueva creación, que quedarían al mando de Líster y de Tagüeña. El V contaría con las divisiones 11, 45 y 46 y el XV con la 3, 35 y 42 y en ellas tendrían acogida las fracciones de estas unidades que hubieran permanecido al sur. De momento, el V protegería la retirada de todas las fuerzas aún situadas en la orilla derecha del río y recuperaría a todas las unidades dispersas.Durante los días inmediatamente posteriores, Modesto movió con habilidad a sus tropas y consiguió salvar la mayor parte de su material - incluidas 121 piezas de artillería, sin contar las de acompañamiento-- y personal. Según él, gracias a que las tropas y mandos nacionales tuvieron plomo en las piernas y en el cerebro; en realidad por la prelación que dio Franco a los italianos, a los que para compensar por no haber sido los primeros en llegar al mar les mantuvo su promesa de que fueran los que ocuparan Tortosa. Valiño se lamentó así: En la repartición de misiones (el Ejército del Norte) ordenaba a la división (la 1 de Navarra) que alcanzada la línea Amposta-Santa Bárbara-Mas de Barberáns se detuviera, con lo que anulaba toda posibilidad de recoger el fruto de una maniobra envolvente: la destrucción del Ejército enemigo.El 18 de abril, toda la orilla derecha del Ebro estaba sólidamente en manos nacionales y las fuerzas de Aranda, que efectuaron una conversión hacia el sur, ocuparon Benicarló, ampliando la brecha abierta entre los Ejércitos gubernamentales a más de 40 kilómetros.

Análisis final

La batalla de Aragón, que debió ser definitiva, fue rica en enseñanzas, aunque ninguna de ellas fuera debidamente aprovechada por los contendientes.- Quien tiene superioridad material y técnica debe atacar en frentes amplios con golpes que desarticulen y desconcierten la defensa, impidiéndola hacer uso racional de las reservas.- Empeñarse en avanzar en una dirección única y en un frente estrecho facilita la acción de la defensa, que con escasas fuerzas, frecuentemente relevadas, puede hacer muy penosa la progresión de unas tropas que se ven obligadas a enfrentarse a sucesivas líneas defensivas fáciles de construir y defender por su escaso recorrido.- Un despliegue inapropiado por una errónea previsión de las intenciones del enemigo obliga a movimientos costosos, lentos y fatigosos ya combatir en condiciones de inferioridad.

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- Las reservas no deben ser consumidas prematuramente lanzándolas al combate a medida que van llegando, sino reunirlas para crear una masa capaz de reaccionar en fuerza.- Jamás deben perderse las oportunidades, que tienen que ser aprovechadas aun a costa de modificar sobre la marcha el plan establecido.La maniobra fue iniciada por Franco de manera ejemplar. Sus Cuerpos de Ejército atacaron en un frente de más de 100 kilómetros de anchura y todo el dispositivo enemigo se vino abajo con estrépito. La amplitud del ataque obligó a Rojo a encaminar a la zona de batalla a todas sus reservas, pero como éstas estaban mal colocadas y el general republicano dudó durante varios días sobre cuáles eran las reales intenciones de su adversario, Dávila dispuso de varios días antes de enfrentarse con las mejores unidades republicanas.Luego, la maniobra de éste fue reduciendo su frente de ataque y las posibilidades de la defensa crecieron considerablemente. En el frente norte, cuando se puso en movimiento, sucedió algo parecido, cuando se combinaron las rupturas y las direcciones, el frente se vino estrepitosamente abajo, pero al confluir Yagüe y Moscardó sobre Lérida, el frente, muy reducido, se endureció. Sin embargo, la doble maniobra pulverizó y dispersó a cuatro Cuerpos de Ejército.Incomprensiblemente, Franco paralizó a todos los Cuerpos de Ejército salvo al CTV , al que encargó que perforase un estrecho pasillo desde Gandesa a Tortosa. Naturalmente, el esfuerzo fracasó a costa de un tremendo desgaste de los italo-españoles y de nuevo hubo que recurrir a la maniobra de ala como en Teruel. Valiño fue el encargado de sacar del atolladero primero a Berti y luego a Aranda.Pero si estuvo errado Franco en estas dos ocasiones, su mayor equivocación la cometió cuando finalizada la maniobra ordenó a Aranda que girara sobre sus talones y que, en vez de perseguir a las tropas derrotadas hacia el interior de Cataluña, se enfrentara a las menos castigadas del Ejército de Maniobra y a las intactas del Ejército de Levante.Del lado republicano, Rojo calculó mal las intenciones de su enemigo cuando éste atacó por el sur y cuando luego lo hizo por el norte, lo que le llevó a desgraciados despliegues. Luego acertó plenamente al atribuir a Franco la decisión de seguir hacia Sagunto y Valencia y ello le permitió montar el dispositivo adecuado para hacer frente a esa amenaza. En el intermedio, su mayor desatino fue el de ir quemando sucesivamente las cuantiosas reservas que, procedentes de todos los frentes, alcanzaron la zona de operaciones.El desastre había sido total, y no resultó concluyente porque Franco, como había "supuesto Rojo, dio prioridad incomprensible a Sagunto y Valencia sobre Tarragona y Barcelona, cuando cualquier análisis de la situación demostraba, sin lugar a dudas, que Cataluña era un objetivo más importante y decisivo y por añadidura, más fácil. Sorprendente resultó que negara a Yagüe autorización para seguir avanzando desde Lérida cuando el camino estaba expedito ante él; incomprensible el que dejara de presionar a las tropas de Perea y Modesto, que pudieron rehacerlas con absoluta y total tranquilidad, libres de la acción enemiga.No resulta fácil explicar estas decisiones de Franco, pero la única plausible puede ser su temor a que un avance por Cataluña pudiera ser interpretado por Francia corno una provocación. Nadie con menos deseo que él de que estallara una guerra generalizada y, conocedor posiblemente de las tentaciones intervencionistas de Blum, tal vez pensara que era mejor evitar cualquier incidente que pudiera darle pie para poner en práctica sus deseos. Era un temor compartido por los alemanes e italianos. Aquéllos, embebidos en sus problemas centroeuropeos, indicaron a Franco su deseo de que la Legión Cóndor no se aproximara amenos de 50 kilómetros de la frontera, y éstos pidieron que el CTV no fuera empleado al norte del Ebro, pero la realidad es que los Cuerpos de Ejército de Dávila podían haber continuado su ofensiva en la buena dirección cumpliendo esas dos condiciones.

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