DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA · Con los anticipos de la obra de Serge Gruzinski —el...

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Octubre 2004 Número 406 ISSN 0185-3716 Viva la historia José Ortiz Monasterio: El estilo de David A. Brading Javier Garciadiego: Silva Herzog, autor de un clásico Víctor Díaz Arciniega: José Luis Martínez: la viva memoria del siglo xx Antonio Saborit: Robert Darnton: una cátedra a distancia Carlos Antonio Aguirre Rojas: Annales en la historia editorial del fce María Luna Argudín: Que hablen los historiadores decimonónicos Álvaro Matute: La nueva Idea de la historia o el rescate de Collingwood Anticipos de La ciudad de México: una historia de Serge Gruzinski y Del Pepín a Los Agachados de Anne Rubenstein

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Octubre 2004 Número 406

ISSN

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Viva la historia

■ José Ortiz Monasterio: El estilo de David A. Brading■ Javier Garciadiego: Silva Herzog, autor de un clásico■ Víctor Díaz Arciniega: José Luis Martínez: la viva memoria del siglo xx■ Antonio Saborit: Robert Darnton: una cátedra a distancia■ Carlos Antonio Aguirre Rojas: Annales en la historia editorial del fce■ María Luna Argudín: Que hablen los historiadores decimonónicos■ Álvaro Matute: La nueva Idea de la historia o el rescate de Collingwood

Anticipos de La ciudad de México: una historia de Serge Gruzinskiy Del Pepín a Los Agachados de Anne Rubenstein

José Ortiz Monasterio es investigador en el Instituto deInvestigaciones Dr. José María Luis Mora y autor de “Pa-tria, tu ronca voz me repetía…” Biografía de Vicente RivaPalacio y Guerrero ■ Javier Garciadiego es director delInstituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolu-ción Mexicana e investigador en El Colegio de México ■

Víctor Díaz Arciniega es profesor-investigador en la UAM

Azcapotzalco y autor de Querella por la cultura revoluciona-ria (fce, 1989), en proceso de reimpresión ■ María LunaArgudín es profesora-investigadora en la UAM Azcapotzalco.■ Marina Garone estudia el doctorado en Historia delArte en la unam ■ Antonio Saborit es investigador en laCoordinación Nacional de Estudios Históricos del inah■ Carlos Antonio Aguirre Rojas es investigador en el Ins-tituto de Investigaciones Sociales de la unam ■ ÁlvaroMatute es investigador en el Instituto de InvestigacionesHistóricas de la unam

Sumario

Correspondencia 2El estilo de David A. Brading 3

José Ortiz MonasterioSilva Herzog, autor de un clásico 6

Javier GarciadiegoJosé Luis Martínez: la viva memoria del siglo xx 9

Víctor Díaz ArciniegaQue hablen los historiadores decimonónicos 10

María Luna ArgudínEl libro y sus historias 13

Marina GaroneLa ciudad de México: una historia 16

Serge GruzinskiDel Pepín a Los Agachados 19

Anne RubensteinRobert Darnton: una cátedra a distancia 22

Antonio SaboritAnnales en la historia editorial del fce 24

Carlos Antonio Aguirre RojasLa nueva Idea de la historiao el rescate de Collingwood 27

Álvaro MatuteLa sombra del islam en la conquista de América 29

Hernán G. H. TaboadaEl otro occidente 31

Marcello Carmagnani

Viva la historia El primer libro propiamente de historia publicado por el Fon-do de Cultura Económica fue un texto sobre Proudhon, de Ar-mand Cuviller, en 1939 —antes se habían editado textos dehistoria económica—. Así se hizo evidente la necesidad deromper pronto el estrecho corset que el adjetivo imponía a lanaciente casa editorial y ocuparse de otras disciplinas humanas.Este número no es un recorrido por todo el espectro de obrasque estudian el pasado, labor que exigiría al menos diez vecesmás espacio que el que disponemos mes a mes en La Gaceta; esuna instantánea de algunos temas y autores que interesan y haninteresado al Fondo desde que decidió aventurarse en el terre-no de la investigación histórica. Tres tipos de textos hallará ellector en este número: ensayos sobre un historiador, una obra,un modo de hacer historia; reseñas de libros, pretéritos o de re-ciente aparición, y fragmentos de trabajos que están por llegaral mercado o que tienen poco tiempo en él.

Se sabe bien que el inglés David A. Brading es uno de losmás agudos pensadores de nuestro pasado; el artículo de JoséOrtiz Monasterio con que se abre esta edición explora un ras-go aparentemente menor de la obra del autor de Orbe indiano:su estilo narrativo, esencial como herramienta retórica y analí-tica. También la impronta personal es relevante al hablar de laBreve historia de la revolución mexicana, el clásico estudio de Je-sús Silva Herzog; a sopesar la recepción de esa obra, y los por-qués de su éxito, se dedica Javier Garciadiego. Cierra ese pri-mer bloque una rápida ojeada de Víctor Díaz Arciniega a unaspecto del trabajo como historiador de José Luis Martínez,cuya cercanía con el fce culminó —en el sentido de que alcan-zó el culmen, no de que haya concluido— cuando lo dirigióentre 1976 y 1982. La reseña de dos novedades —el rescate deun texto de José María Iglesias y una monografía sobre RivaPalacio—, escrita por María Luna Argudín, y la de Marina Ga-rone sobre textos de nuestro fondo editorial que exploran lahistoria del libro aspiran a que los lectores pasen del comenta-rio crítico o descriptivo a la lectura de las obras en sí mismas.Con los anticipos de la obra de Serge Gruzinski —el historia-dor francés que ha visto en el Fondo su casa en México—, so-bre las “andanzas” de nuestra megalópolis, y de Anne Rubens-tein, sobre las popularísimas historietas mexicanas, concluye laprimera parte del número, más estrechamente ligada a México.

En la segunda, Antonio Saborit continúa diseminando su en-tusiasmo —a quien ha traducido y compilado— por el trabajo deRobert Darnton, el estimulante historiador estadounidense queestudia el evanescente tráfico de ideas. En su turno, Carlos An-tonio Aguirre Rojas pasa revista al que alguna vez fuera un para-lelismo entre la trayectoria editorial del fce y el desarrollo de lainfluyente corriente historiográfica francesa de Annales. ÁlvaroMatute hace una lectura de la nueva edición de Idea de la histo-ria, que incorpora materiales inéditos que explican la gestaciónde las nociones centrales de la obra más leía de R. G. Colling-wood. Y rematamos el número con fragmentos de dos obras sinaparente vinculación pero que responden a un ánimo común:identificar las relaciones que América Latina ha tenido con elresto del mundo. Por un lado, Hernán G. H. Taboada coloca laconquista de América en relación con los conflictos entre Euro-pa y el islam; por otro, Marcelo Carmagnani describe la paulati-na y nunca pasiva occidentalización del subcontinente.

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Es pertinente hacer dos precisiones. Una, sutil y hasta tri-vial, se refiere al uso de mayúsculas en los periodos históricos.Es práctica común elevar la letra inicial de un vocablo para dar-le mayor contundencia, pero eso supone siempre el riesgo de“castigar” a otros cuando se les conserva el inicio en caracteresde caja baja. Así, en este número ha dominado el más modestoque no irrespetuoso criterio de escribir con minúscula casi todolo que no es un nombre propio. La otra precisión se refiere almuy imaginativo papel de Paola Morán, la editora de esta disci-plina en el Fondo, en la confección de esta entrega.

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Directora del FCE

Consuelo Sáizar

Director de La GacetaTomás Granados Salinas

Consejo editorialConsuelo Sáizar, Ricardo Nudelman,Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler, Ma-ría del Carmen Farías, Áxel Retiff, Jime-na Gallardo, Laura González Durán,Carolina Cordero, Nina Álvarez-Icaza,Paola Morán, Luis Arturo Pelayo, PabloMartínez Lozada, Álvaro Enrigue, Pie-tra Escalante, Miriam Martínez Garza,Andrea Fuentes, Fausto Hernández Tri-llo, Karla López G., Alejandro VallesSanto Tomás, Héctor Chávez, Delia Pe-ña, Antonio Hernández Estrella, JuanCamilo Sierra (Colombia), Juan Gui-llermo López (España), Leandro de Sa-gastizábal (Argentina), Julio Sau (Chile),Carlos Maza (Perú), Isaac Vinic (Brasil),Pedro Juan Tucat (Venezuela), Ignaciode Echevarria (Estados Unidos), CésarÁngel Aguilar Asiain (Guatemala)

ImpresiónImpresora y EncuadernadoraProgreso, sa de cv

Diseño y formaciónMarina Garone y Cristóbal Henestrosa

IlustracionesGabriel Martínez Meave

La Gaceta del Fondo de Cultura Económicaes una publicación mensual editada porel Fondo de Cultura Económica, condomicilio en Carretera Picacho-Ajusco227, Colonia Bosques del Pedregal, De-legación Tlalpan, Distrito Federal, Mé-xico. Editor responsable: Tomás GranadosSalinas. Certificado de Licitud de Títu-lo 8635 y de Licitud de Contenido 6080,expedidos por la Comisión Calificadorade Publicaciones y Revistas Ilustradas el15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondode Cultura Económica es un nombre re-gistrado en el Instituto Nacional delDerecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviem-bre de 2001. Registro Postal, PublicaciónPeriódica: pp09-0206. Distribuida por elpropio Fondo de Cultura Económica.

Correo electró[email protected]

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CorrespondenciaLa Gaceta es un órgano de difusión del Fondo de Cultura Económica, peropuede ser también espacio de diálogo con quienes leen tanto esta publicacióncomo cualquier obra de la editorial. Invitamos los lectores a que nos escriban, ya sea cartas en papel —dirigidas a Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, Tlalpan, 14200, México, DF, México, a la atención de La Gaceta— o mensajes electrónicos —a [email protected].

Mi estimado Tomás:

No quiero dejar pasar la oportunidad para felicitarte y darte las gracias por tan emo-tivo número de aniversario de La Gaceta. Su lectura fue simplemente deliciosa: dis-fruté cada uno de los artículos; el recorrido histórico-anecdótico de cada uno de lospersonajes que han pasado por esta editorial (que alguna vez fueron jóvenes, con pe-lo, delgados, inexpertos y modestos) resulta muy ejemplificador y explica por qué elFondo es así.

El ser la bibliotecaria del fce siempre ha sido un orgullo, un compromiso, y hamarcado un precedente en mi profesión. Siempre he dicho que tengo el “mejor” tra-bajo de la editorial: el tener en mis manos los ejemplares que han costado sudor, lá-grimas y sangre a los editores; cada uno de nuestros títulos tiene su propia historiaque contar, simplemente resulta fascinante y refuerza mi compromiso con mi casaeditorial.

Cada uno de nosotros, en las diversas áreas de trabajo, en diferentes tiempos, he-mos tenido un común denominador y es el “gran cariño por nuestra editorial”, el “or-gullo” de estar en el Fondo y, claro está, porque fue fundado con amor, pasión, ho-nestidad, trabajo, visión, esfuerzo y riesgo, todas esas “grandes fuerzas” no se puedenperder tan fácilmente, todo eso quedó penetrado en Pánuco, en el edificio de Ave.Universidad, y su espíritu nos siguió hasta Ajusco.

El Fondo ha sido escuela para muchos, ha sido la escuela de la vida para otros, perotodos nos hemos entregado con amor y pasión. Gracias por recordarnos de dónde ve-nimos y todo lo que nos hace falta por hacer por nuestra editorial.

Nuevamente felicidades por los 50 años de La Gaceta.

Rosario Martínez DalmauJefe de Biblioteca

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El estilo de David A. BradingJosé Ortiz Monasterio

David Brading es uno de esos historiadores que saben quesu ciencia se basa en la narrativa para exponer y razonar,para describir y valorar. En este festivo ensayo, Ortiz Monasterio emprende el análisis de la prosa delacadémico inglés, que es a la vez herramienta discursiva yfuente de satisfacción para los lectores: al recorrer elconjunto de su obra, queda claro que estilo y sagacidadintelectual no sólo no se obstruyen sino que se potencian

Fue entonces [1969-1970] cuando influyeron en mí considerablemente las conversaciones y los escritos

de Enrique Florescano. En particular, su libro Precios del maíz y crisis agrícolas en México,

1708-1810 (1969) demostró tanto la necesidad del rigor en el manejo de series estadísticas como la presencia de crisis de subsistencia en el México del siglo XVIII

David A. Brading

Lo segundo que llama la atención en la obra del doctor Bra-ding es la erudición. Este autor se dirige siempre a las fuentesprimarias, las cuales sabe interpretar de manera privilegiadagracias a su vasta cultura y al trato continuado con los clásicos.Leer directamente las fuentes originales implica mucho traba-jo pero en su discurso don David es sumamente discreto y re-duce las citas textuales al mínimo, a lo verdaderamente esen-cial. Esto resulta en un estilo directo, casi desenfadado, que eslo que se llama clasicismo. Es decir que la erudición no es unfin en sí mismo sino el medio de alcanzar verdades depuradas;en suma, la erudición como un deber, no como una virtud ensí misma.

Digo que lo segundo es la erudición porque lo primero quellama la atención es el lenguaje del maestro. Su prosa sobria,viril, está tramada con adjetivos sumamente precisos y perti-nentes y ocasionales metáforas que le dan vida a los asuntosque está historiando. Tomaré algunos ejemplos de Mito y pro-fecía en la historia de México (2a edición aumentada, traducciónde Tomás Segovia, México, fce, 2004): “La ausencia de todonombre en el texto —se refiere a un libro de Las Casas— re-vestía a la marcha de la conquista con el carácter impersonal dealgún proceso infernal en el que manadas de lobos humanoscorrían sueltos por los verdes pastizales para estragar grandesrebaños de ovejas humanas” (p. 47).

El maestro se refiere a un asunto bien conocido, pero me-diante el uso perfectamente bien medido de los calificativos suhistoria adquiere la novedad, la frescura que cautiva el interésdel lector. Éste es un recurso literario que en el siglo xix lla-maban dar “colorido de verdad”; esto es bien interesante, loverdadero no se revela por sí solo, ni su transmisión dependede las referencias a pie de página: el auténtico efecto de verdadtiene que darlo el escritor con recursos literarios y Brading lologra con una gran economía de medios, con el color de cier-

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tos adjetivos, aquí y allá con metáforas, que dan vida a los per-sonajes, veracidad a sus ideas y novedad a su discurso. Otroejemplo del uso exacto de los calificativos es cuando el autorconsidera “La intrépida y loca decisión de Vasconcelos paratratar de alcanzar la presidencia en 1929” (p. 197). Todos está-bamos de acuerdo en la locura de esa decisión pero, que yo se-pa, nadie la había calificado precisamente así, con lo cual se dala medida exacta de la temeridad de la empresa. Permítame ellector un ejemplo más del tino para calificar; dice Brading: “Elfalso imperio de Iturbide pronto dio lugar a una república fe-deral dotada con una constitución de papel igualmente falsa”(p. 260). Mito y profecía demuestra que no se precisa una nove-la para que los personajes y los procesos de la historia adquie-ran vida, pero tal vez sí sea necesario que quien escriba sea unbuen lector de literatura, incluyendo por supuesto a WalterScott.

Todo el mundo está de acuerdo con que don David tiene unacapacidad de síntesis fuera de serie, pero es interesante obser-var que esa capacidad se potencia con sus habilidades de escri-tor y es allí donde citar a Brading se vuelve imperativo; quierodecir que define diáfanamente los procesos historicos, con unabrevedad envidiable y —esto para mí es decisivo— con una es-critura seductora. Por ejemplo sobre Bolívar nos dice: “En re-sumen, los imperativos de su personal visión, que habían inspi-rado la heroica gesta de la emancipación, le apartaron tambiénde las duras medidas necesarias para preservar a Colombia. Se-ría pues un error interpretar su retórica política y sus proyectoscomo una espléndida máscara de sus ambiciones personales,discernir los rasgos del Príncipe tras el disfraz del Libertador.Bolívar era esencialmente un hombre de acción, un soldadomás que un estadista, que era impulsado a la acción por unaspocas ideas fuertes que había adoptado durante su estancia enEuropa. Era ciertamente un Príncipe que había creado su pro-pio Estado, pero también era un héroe republicano cuya gloriadependía de la estimación pública. A fin de cuentas, las doctri-nas de Rousseau y de Maquiavelo, de la virtù personal y de lalibertad pública, luchaban por la primacía en su alma” (p. 110).

Es claro que sintetizar a Bolívar entre el Libertador y elPríncipe maquiavélico es un recurso retórico, en el sentido deque su personalidad incluía muchos otros factores; pero al ha-cerlo Brading ubica su discurso en los rasgos con los cuales elpersonaje adquiere su mayor significación. Es un esquema dia-léctico de dos polos opuestos y el escritor tiene el talento de nodar una síntesis final sino que nos deja al personaje en movi-miento, en la dialéctica —la lucha interna de su alma— entrelas ideas y la realidad política.

Los que estamos acostumbrados a escribir monografías de-bemos estudiar la obra del doctor Brading. Él construye gran-des cuadros, formados por mosaicos, y al plantearse cuestionesfundamentales, problemas de veras gordos, sus respuestas re-sultan sumamente pertinentes. Su método es el opuesto al deNiceto de Zamacois, quien escribió una historia de México en21 volúmenes; en vez de querer narrarlo todo, que por princi-

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pio es imposible, Brading ataca el núcleo de cuestiones secula-res, pero ello no quiere decir que no haya investigado a granprofundidad; muy al contrario, su capacidad de trabajo es talque en Haciendas y ranchos del Bajío da cuenta hasta de terrenosminúsculos (huertos de 92 varas por 11) y en muchos casos in-dica el origen racial del propietario y si sabe leer y escribir.Otro ejemplo: para publicar una veintena de páginas sobre LasCasas, en Orbe indiano el autor no sólo recurrió a la Apologéticasino que es evidente que leyó todo LasCasas. De la erudición de Brading se haescrito mucho, por ello yo me refieroaquí principalmente al estilo.

En Orbe indiano don David cita, amanera de profesión de fe, las palabrasde G. M. Young: “el verdadero temacentral de la historia no es lo que ocu-rrió, sino lo que la gente sintió acerca deello cuando estaba ocurriendo” (p. 13).Tan clara defensa de la historia de las ideas es interesante puesla obra de Brading tiene dos grandes ramas, según me ha dichoél mismo: sus libros en los que utiliza masivamente las fuentesde archivo y estudia la economía, quiero decir la fisiología dela sociedad, y aquellas que se refieren a la historia de las ideas,la psique social, y donde sus principales fuentes son las biblio-gráficas. En la primera vertiente sus obras principales son Mi-neros y comerciantes en el México borbónico 1763-1810 (traducciónde Roberto Gómez Ciriza, México, fce, 1975), Haciendas y ran-chos del Bajío: León 1700-1860 (traducción de Elia Villanueva

El auténtico efectoel escritor con recuy Brading lo logra economía de mediode ciertos adjetivoscon metáforas, quepersonajes, veracidnovedad a su discu

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Moreno, México, Grijalbo, 1988) y Una iglesia asediada: el obis-pado de Michoacán 1749-1810 (traducción de Mónica Utrilla deNeira,México, fce, 1994); la segunda vertiente está represen-tada por Los orígenes del nacionalismo mexicano (2a edición am-pliada, traducción de Soledad Loaeza Grave, México, Era,1988), Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla1492-1867 (traducción de Juan José Utrilla, México, fce, 1991)y La virgen de Guadalupe. Imagen y tradición (traducción de Au-

ra Levy y Aurelio Major, México, Tau-rus, 2001).

Los personajes de sus libros, fina-mente adjetivados como hemos dicho,los podemos ver: por ejemplo el Cristó-bal Colón del inicio de Orbe indiano essumamente plástico, tiene todo el “sa-bor a carne humana” que quería MarcBloch, pues Brading retrata a un visio-nario, un iluminado, que es el verdade-

ro Colón, o cuando menos el mejor Colón, y cuando estamos apunto de conocer la fuente de las visiones colombinas Bradingse detiene y nos dice que sobre ello no informan nada los do-cumentos, es decir que deja al lector que responda; esta com-plicidad me parece estupenda.

Una ventaja considerable de leer a Brading consiste en dis-frutar el método comparativo que utiliza, de tal modo que lahistoria de América es vislumbrada en el contexto de la histo-ria universal. Un claro ejemplo de ello es cuando narra el re-sultado de la derrota mexicana de 1848: “Después de la derro-

tiene que darlorsos literarios on una gran s, con el color , aquí y allá dan vida a losad a sus ideas yso

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ta infligida por los norteamericanos,México perdió sus esperanzas de conver-tirse en un gran imperio comparable aBrasil, heredero apropiado de la monar-quía universal de España, y se convirtióen cambio en otra Polonia, un estadofronterizo cuya independencia y cuyaexistencia misma estaban amenazadaspor la fuerza expansiva de su vecino delnorte” (p. 117). Otro ejemplo elocuentees cuando, también en Mito y profecía,afirma: “La reforma encontró su termi-dor y su directorio en Juárez, y su Napo-león en Díaz” (p. 147). Es importanteseñalar que con esta comparación Bra-ding no pretende decir que fueran pro-cesos absolutamente idénticos, sino másbien que los liberales radicales se sintie-ron herederos de la revolución francesa.De este modo la historia mexicana seuniversaliza: es un capítulo de la historiadel mundo.

Es notable que todas las dedicatoriasde los libros de don David sean a su fa-milia: a su esposa Celia, a su hijo Chris-topher y a sus padres. Esto nos habla deun caballero y un hombre de integridadpues las mujeres paren a los hijos y losllamamos nuestros hijos, pero en cam-bio los libros son “mis libros”. ¡Qué in-justicia!

La elegancia del autor para hacer críticas o poner en tela dejuicio la lógica de la argumentación de otros autores es ejem-plar. Deja perfectamente claro que la obra que critica es valio-sa y su único afán es aproximarse a la verdad. Esto me recuer-da una frase que le gustaba a O’Gorman: “El debate es crisoldonde se apuran y afinan las verdades.”

Don David utiliza —esto es una hipótesis— un modo de ex-plicación científica, pero que tiene además un sustento mítico,pues hay quien asegura que eso que llamamos verdades no son,en el fondo, más que metáforas de contados mitos. HaydenWhite nos diría que los textos de Brading no son romancespues no tienen un final feliz, ni tragedias porque tampoco tie-nen un final francamente infeliz; pero tampoco son ironíaspues los textos del maestro no provocan una sensación de va-cío. Tal vez sean comedias, es decir relatos con finales más omenos infelices pero en cuyo proceso, en la narración de lahistoria, hay momentos de reconciliación, cuando menos par-cial, que nos transmiten el gozo de vivir. Pero no por chistes ochanzas sino mostrando momentos éticos como en Las Casas,que a veces terminan por ser estéticos a la manera de los poe-mas históricos de Cavafis: el Simón Bolívar de Brading —talvez su obra entera— es el correlato narrativo del hombre enllamas de Orozco, en el Hospicio Cabañas. Leer a Brading esconvertirse en cómplice de la idea de que a pesar de todas lasviolencias de este mundo hay algo grande, verdaderamente es-pléndido en vivir.

Mucho faltaría decir de la vasta obra de Brading: entre otrascosas ha publicado una colección documental sobre El ocaso no-vohispano (traducción de Antonio Saborit, México, inah, 1996)

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y otra antología sobre Caudillos y campesinos en la revolución me-xicana (traducción de Carlos Valdés, México, fce, 1985); sonimprescindibles su introducción y notas a la Historia de la revo-lución de Nueva España de fray Servando Teresa de Mier (Cen-tre National de la Recherche Scientifique, 1990) y es una joyasu participación en Cinco miradas británicas a la historia de Mé-xico (introducción de Salvador Rueda, traducción de LauraEmilia Pacheco y Jordi Doce), porque hay una circunstanciaque hace al maestro todavía más importante para México: él eshijo de la culta Albión. La obra más reciente de Brading, Octa-vio Paz y la poética de la historia mexicana ( México, fce, 2004)tiene el sello de su estilo: con brevedad y hondura ofrece unexamen luminoso, cabal y muy bien escrito de la idea de la his-toria de Paz; la traducción de Antonio Saborit es inmejorable.

Escritor de altura, historiador erudito para demostrar eimaginativo para explicar, y un caballero: ése es David A. Bra-ding. Pero mejor será dejar en su boca la despedida, tomada deun testimonio autobiográfico incluido en Historiadores de Méxi-co en el siglo XX (compilación de Enrique Florescano y RicardoPérez Monfort, México, fce, 1995): “La historia es una cienciay es un arte. Es esencialmente progresiva y al mismo tiempoaspira a la permanencia. Cada generación escribe su propia his-toria y asume una idea diferente del pasado. Como obras de laciencia, todos los libros de historia están condenados a la ob-solescencia; como obras de arte, tal vez un puñado escape delolvido. Como ciencia, la historia instruye; como arte, produceplacer. Sólo tres tipos de trabajos históricos librarán con éxitoel naufragio del tiempo: los libros de memorias, ciertos textosde referencia y esos raros volúmenes que identifican las leyesdel comportamiento humano en una época determinada.”

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Silva Herzog, autor de un clásicoJavier Garciadiego

En la abundantísima bibliografía sobre la revoluciónmexicana destaca la compacta obra de Jesús Silva Herzog.En las más de cuatro décadas transcurridas desde que salióde las prensas, su Breve historia… se ha establecido comoun clásico, que no sólo sigue formando historiadores sinoque es ya testimonio de un modo, acaso superado, de hacerla historia de ese periodo

A Jesús Silva Herzog-Márquez, nieto de tigre…

El año 1960 —cuando se publicó la primera edición de la Bre-ve historia de la revolución mexicana, de Jesús Silva Herzog—ocupa un lugar preeminente en el proceso historiográfico de larevolución mexicana. Hasta ese momento, tal acontecimientohabía sido historiado por sus protagonistas y sus testigos, dan-do como resultado versiones con el enfoque de una u otra fac-ción, caracterizadas por las apologías y los rechazos predeci-bles, o plenas de inmediatez; esto es, sin conciencia de estarfrente a un complejo proceso histórico. A medio siglo de ini-ciada, la revolución mexicana no había merecido la atención delos historiadores profesionales, quienes consideraban que di-cho proceso era muy reciente, por lo que aún se carecía de laperspectiva necesaria para comprenderlo. A ello se agregabaotro factor disuasivo: la falta de acceso a los principales reposi-torios documentales. Consecuentemente, las principales insti-tuciones educativas del país privilegiaban el análisis de otrosperiodos históricos: piénsese en la unam, El Colegio de Méxi-co y el inah, más interesados por entonces en la colonia, elporfiriato y el periodo prehispánico, respectivamente.1

Dado que hacia 1960 se vivían los años dorados del “mila-gro” mexicano, con crecimiento económico sostenido, estabi-lidad política —así fuera autoritaria— y consenso social, losprincipales recuentos y análisis de la revolución hechos enton-ces tuvieron un explícito tono laudatorio. En ausencia de unacomunidad académica especializada en el tema, tales escritosfueron hechos por funcionarios ilustrados de los gobiernosposrevolucionarios: el mejor ejemplo es el libro México: cin-cuenta años de revolución.2 Comprensiblemente, el año del cin-

1 A pesar de la imprecisión inherente a toda generalización, pue-de insistirse en que en la unam predominaban los estudios sobre elMéxico prehispánico y el México colonial: díganlo si no Rafael Gar-cía Granados, Edmundo O’Gorman, Manuel Toussaint y JustinoFernández. Por su parte, en El Colegio de México prevalecía la in-fluencia de colonialistas como Silvio Zavala o José Miranda, o la deDaniel Cosío Villegas, dedicado al porfiriato y a la república restau-rada.

2 El tomo i fue dedicado a La economía y algunos de sus principa-les autores serían Hugo B. Margáin, Adolfo Orive Alba y GustavoRomero Kolbeck. El tomo ii, La vida social, publicado en 1961, con-tó con colaboradores como Agustín Arriaga, Andrés Caso y RómuloSánchez Mireles. Ese mismo año se publicó el tomo iii, La política, enel que participaron Alfonso Corona del Rosal, Marte R. Gómez, Mi-

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cuentenario dio lugar a numerosas publicaciones sobre la revo-lución: se editaron obras de los ideólogos “clásicos”, como LuisCabrera, Vicente Lombardo Toledano y Narciso Bassols; apa-recieron grandes cuerpos documentales, como el Diario de De-bates del Congreso Constituyente o los cuatro volúmenes de Lacuestión de la tierra, miscelánea que rescataba los principales fo-lletos de tema agrario impresos entre 1910 y 1917; se recupe-raron importantes testimonios, como el de Enrique Flores Ma-gón y el de Juan Sánchez Azcona; fueron traducidos algunosacadémicos extranjeros, desde el estadounidense Robert Quirkhasta el soviético M. S. Alperovich; aparecieron reflexiones so-bre la literatura y la pintura revolucionarias;3 sobre todo, fue-ron publicadas las primeras historias generales del proceso re-volucionario,4 como las de Manuel González Ramírez, IgnacioMuñoz, Jesús Romero Flores, Alfonso Taracena y, especial-mente, la de Jesús Silva Herzog. Si bien éstas no fueron escri-tas por académicos profesionales, sí fueron un parteaguas en lahistoriografía.5

Si se compara el prestigio intelectual, el éxito editorial y lalongevidad de estas historias generales, la de Silva Herzog fuela más importante de todas las publicadas durante el cincuen-tenario. Para ello confluyeron varios factores. Uno de ellos fue

guel de la Madrid Hurtado, Jesús Reyes Heroles, entre otros. Por úl-timo, el tomo iv, La cultura, se editó en 1962 y escribieron en él Víc-tor Bravo Ahuja, José Luis Martínez, Porfirio Muñoz Ledo y JaimeTorres Bodet.

3 Respecto a los ideólogos, Narciso Bassols, La revolución mexica-na cuesta abajo: guión de acontecimientos nacionales e internacionales, Mé-xico, Impresiones Modernas; Luis Cabrera, El pensamiento de Luis Ca-brera, selección y prólogo de Eduardo Luquín, México, inehrm; Vi-cente Lombardo Toledano, Carta a la juventud. Sobre la revoluciónmexicana, su origen, desarrollo y perspectivas, México, sntse. En cuantoa los testimonios, consúltese Juan Sánchez Azcona, La etapa maderis-ta de la revolución, México, inehrm, y Enrique Flores Magón, Peleamoscontra la injusticia: Enrique Flores Magón, precursor de la revolución me-xicana, cuenta su historia a Samuel Kaplan, México, Libro Mex. Para lastraducciones, véase Robert Quirk, La revolución mexicana, 1914-1915.La convención de Aguascalientes, México, Azteca; M. S. Alperovich y B.T. Rudenko, La revolución mexicana de 1910-1917 y la política de los Es-tados Unidos, México, Edición Popular. En cuanto a la literatura, des-taco la gran antología preparada por Antonio Castro Leal, La novelade la revolución mexicana, 2 vols., México, Aguilar; para las artes plás-ticas, La pintura mural de la Revolución Mexicana, 1921-1960, México,Fondo Editorial de la Plástica Mexicana.

4 En 1958 había aparecido la obra de José Mancisidor, Historia dela revolución mexicana, México, Ediciones El Gusano de Luz. Comoremotos antecedentes estaban las obras de José T. Meléndez, Historiade la revolución mexicana, México, Ediciones Águilas, 1936, y de Mi-guel Alessio Robles, Historia política de la revolución mexicana, México,Ediciones Botas, 1938.

5 Seguramente con objetivos comerciales, ese año de 1960 sereimprimió la Historia gráfica de la revolución mexicana, 1900-1960,edición conmemorativa, de Gustavo Casasola, tan apreciada siemprepor el público, seguramente por su carácter visual.

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10 El mayor acercamiento biográfico a Jesús Silva Herzog es el queél mismo nos obsequia en los dos tomos de sus memorias: Una vida enla vida de México y Mis últimas andanzas, 1947-1972, ambos publica-dos por Siglo Veintiuno, en 1972 y 1973, respectivamente.

11 Véase la reseña hecha por Carlos Villegas y publicada en Revis-ta de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geogra-fía e Historia, número 52, diciembre de 1961, pp. 641-643.

la fuerza de la casa editora,6 el Fondo de Cultura Económica,fundado en 1934, que contaba con el respaldo del estado me-xicano. Además, pocos años antes se habían lanzado dos pro-gramas que sirvieron de trampolín a la obra de Silva Herzog.Uno de ellos fue impulsar los libros de temas y autores nacio-nales, lo que dio como resultado la creación de la ColecciónVida y Pensamiento de México, en 1956.7 El otro programafue el de fomentar la lectura “entre núcleos más amplios”, pa-ra lo cual se creó en 1959 la colección Popular. No es casualque Silva Herzog haya sido uno de los promotores de la seriemexicanista y que su Breve historia de la revolución mexicana for-mara parte de la colección Popular.

El éxito de la obra fue rotundo y pronto entró al círculo delos veinte libros más vendidos de la ya para entonces prestigio-sa casa editorial. De hecho, es un texto que sigue teniendo granaceptación: con cambios sólo en la edición de 1972, a la fechalleva veinticinco reimpresiones, la más reciente durante esteaño; de otra parte, si algunos tirajes han sido de dos y tres milejemplares, predominan los de diez mil —seis ocasiones— y enuna —en 1973— se lanzaron cien mil libros al mercado: en to-tal, desde su publicación en 1960 a la fecha se han impreso 345mil ejemplares. Además, el libro ha sido traducido al inglés,francés e italiano, y mereció el honor de una edición “pirata”cubana.8 Precisamente una reseña publicada en Cuba calificóla obra de Silva Herzog como “clásica”.9

¿Cuáles son las características y méritos que le valieron es-te calificativo? El primer factor fue el prestigio de que goza-ba —y goza— el autor. Nacido en 1892, estaba en plena ma-durez —68 años— cuando escribió el libro. Además, si bienno era un veterano de la revolución, síhabía sido un atento testigo de ella,pues como periodista cubrió numerosassesiones de la Convención de Aguasca-lientes. Economista por disciplina e in-telectual por vocación, colaboró conLázaro Cárdenas en sus principales di-

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6 Para una historia del Fondo de CulturaEconómica, véase la obra de Víctor Díaz Ar-ciniega, Historia de la casa: Fondo de CulturaEconómica, 1934-1994, México, Fondo deCultura Económica, 1994.

7 El propio Jesús Silva Herzog estuvo in-volucrado en la creación de esta colección.Un año antes, en 1955, junto con GuillermoHaro, José Iturriaga y Pablo González Casa-nova, propuso una serie de estudios mono-gráficos sobre aspectos económicos, políti-cos, sociales y culturales de México. Asimis-mo, una de las primeras obras de estacolección fue la del mismo Jesús Silva Her-zog, El agrarismo mexicano y la reforma agra-ria: exposición y crítica, de 1959.

8 Fue publicada en un solo tomo en LaHabana, por la Editorial Ciencias Sociales,en 1969.

9 La reseña fue hecha por Alberto DíazMéndez, en abril de 1970, y puede consul-tarse en Jesús Silva Herzog, Alcance al libro dela vanidad, 1964-1973, México, s. p. i., 1975,pp. 235-249.

rectrices políticas, muy especialmente en la nacionalizacióndel petróleo. De larga carrera docente, fue de los creadores dela Escuela —hoy Facultad— de Economía de la unam, e im-partió clases durante muchos años en la Universidad Obreray Campesina, de la que además fue cofundador. Igualmenteprolongada resultó su carrera como periodista, publicandocientos —acaso miles— de artículos en periódicos y revistascomo El Nacional, Futuro y El Trimestre Económico. Su mayorlogro como intelectual lo representó la fundación de la revis-ta Cuadernos Americanos, en 1942, la que dirigió hasta sumuerte, acaecida en 1985.10 Su capacidad y laboriosidad le va-lieron los máximos reconocimientos: fue maestro emérito ydoctor honoris causa por la unam, miembro de la Academia dela Lengua y de El Colegio Nacional, y en 1962 obtuvo el Pre-mio Nacional de Ciencias Sociales, en lo que seguramente in-fluyó la publicación, apenas dos años antes, de la Breve histo-ria de la revolución mexicana.

Como se dijo desde el momento de la aparición de esta obra,Jesús Silva Herzog era el “mejor calificado” para escribir unabreve historia general de la revolución mexicana.11 Estaba iden-tificado ideológicamente con la revolución, pero su calidad de

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17 Cfr. Mis últimas andanzas, 1947-1972, p. 123.

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intelectual crítico e independiente era incuestionable.12 Superspectiva metodológica era, en el momento de su aparición,notoriamente moderna, pues abandonaba la tradicional historiapolítico-militar para privilegiar los análisis ideológico y socio-político.13 También contaba con la experiencia docente necesa-ria para producir una obra ordenada, sistemática y balanceada,además de completa, en tanto que no le faltaba ningún elemen-to —dato o personaje— importante. La gran aceptación quesiempre ha tenido esta obra se explica también por esa rara cua-lidad de combinar análisis objetivos con constantes apreciacio-nes personales. Libro de factura aparentemente sencilla, tam-bién combina estilo accesible con solidez documental, pues ellibro incluye la transcripción de 41 documentos, lo que le dauna gran dosis de veracidad.

De acuerdo con sus fechas extremas,para Silva Herzog la revolución mexica-na comienza con sus antecedentes, aprincipios del siglo xx, y concluye con lapromulgación de la Constitución de1917. Además de recrear el proceso ensu conjunto, Silva Herzog no rehuye externar sus simpatías yanimosidades: elogia a los precursores magonistas y es muy se-vero con Francisco I. Madero, en tanto que “nunca entendiócabalmente los problemas vitales de México”.14 Asimismo, lan-za duros epítetos contra Pascual Orozco, Félix Díaz y Victoria-no Huerta: la rebelión del primero le parece “pedestre” y “ba-rata”; a Díaz lo llama “ambicioso” y “mediocre”; a Huerta,“perverso” y “malvado”, y la alianza de ambos en el cuartelazode la Ciudadela la describe como el “espantoso maridaje de lamaldad con la estupidez”.15 Sus imágenes de Francisco Villa yEmiliano Zapata son las tradicionales: mientras que el norteñole parece un hábil guerrillero, “rudo e ignorante” pero “astuto”,al suriano lo justifica por su lucha agraria. Aunque califica laConvención como una reunión de revolucionarios muy hono-rables y positivos, también le parecían ingenuos. En cambio,concluye que Carranza fue el líder revolucionario de mayor ta-lento y jerarquía, a pesar de lo cual concede la autoría de los ar-tículos más progresistas de la Constitución a los diputados “delala izquierda”.16

¿Puede considerarse la obra de Silva Herzog como parte dela llamada “historia oficial” de la revolución mexicana? Difícil-mente, por su duro trato a Madero. Al margen de esta categoríadescalificadora, debe aceptarse que la Breve historia de la Revolu-ción mexicana es un libro que trascendió el tiempo en que fue

La gran aceptaciónha tenido esta obratambién por esa racombinar análisis oconstantes aprecia

8 laGaceta

12 En su revista Cuadernos Americanos había publicado sendos en-sayos sobre este periodo histórico: en 1943, “La revolución mexicanaen crisis” y, en 1946, “Un ensayo sobre la revolución mexicana”.

13 Poco después Silva Herzog publicó el libro Trayectoria ideológi-ca de la revolución mexicana, 1910-1917, México, Ediciones CuadernosAmericanos, 1963.

14 Consecuentemente, Madero, según Jesús Silva Herzog, “equi-vocó el diagnóstico y el tratamiento” de los problemas del país.

15 Estos giros literarios permitieron que un comentarista alegaraque en esta obra Silva Herzog “toca deleitosamente las puertas de lanovela”. Véase Fedro Guillén, Jesús Silva Herzog, Isidro Fabela, JoséVasconcelos, México, unam, 1980, p. 68.

16 En una pequeña nota en el periódico Excélsior, del 12 de mayode 1969, se decía que “su mirar marxista” impedía que la obra de Sil-va Herzog fuera cabalmente objetiva.

elaborado. Desde un principio fue recibido en términos enco-miables por la gran mayoría de quienes lo comentaron, y sólorecibió dos rechazos viscerales. Uno de ellos fue de Alfonso Ta-racena, quien primero publicó su crítica en varias entregas en laprensa nacional, y luego en un folleto titulado Errores en la his-toria de Jesús Silva Herzog, hecho en los talleres de la EditorialJus en 1962. Para Taracena, el error de Silva Herzog radicaba en“intentar deprimir la excelsa figura de Madero”, equívoco pro-veniente de su “pobreza de lecturas y de documentación” y de“su escaso conocimiento del tema [...] hasta en los puntos máselementales”. Lo que molestaba a Taracena era el prestigio dedon Jesús, pues gracias a ello sus lectores admitían “a pie junti-llas” todas sus afirmaciones. También queda claro que a Tarace-

na le había molestado la indiferencia deSilva Herzog a sus comentarios. En efec-to, en sus memorias don Jesús mencionavarias reseñas, pero no la de Taracena.17

El otro rechazo provino de SalvadorAzuela, vocal ejecutivo del inehrm ytambién destacado estudioso de la revo-

lución mexicana.18 El argumento de éste partía de una descali-ficación biográfica, pues tildaba a Silva Herzog de haber sidohuertista.19 Es de advertirse que esta polémica pudo haber sidodeterminada por razones políticas y profesionales: recuérdeseque tanto Taracena como Azuela habían sido vasconcelistas yque el cardenismo de Silva Herzog chocaba con el almazanismode Azuela. Las rivalidades profesionales radicaban en que Tara-cena también era autor de libros históricos sobre la revoluciónmexicana, los que no tuvieron, ni remotamente, el éxito edito-rial que tuvo el de Silva Herzog.20

Por las graves diferencias entre Silva Herzog, Taracena yAzuela se infiere la dificultad que supone hablar de una histo-ria “oficial” coherente. Seguramente a la de Silva Herzog leacomode mejor el calificativo de “clásica”. Sin embargo, hoy, amás de cuarenta años de haber sido escrita la Breve historia dela revolución mexicana, debe plantearse con sinceridad el si-guiente reto: debería ya leérsele desde una perspectiva histo-riográfica; esto es, viéndola como un texto representativo dedeterminado momento. Hoy, luego de todos los avances meto-dológicos y documentales logrados en el estudio de este proce-so histórico, parecería pertinente hacer una nueva breve histo-ria de la revolución mexicana.

que siempre se explica a cualidad debjetivos coniones personales

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18 Salvador Azuela acababa de fundar, pocos años antes, la prime-ra cátedra sobre revolución mexicana impartida en la Facultad de Fi-losofía y Letras en la unam.

19 Cfr. Salvador Azuela, La revolución mexicana. Estudios históricos,México, inehrm, 1988, pp. 253-255. Silva Herzog sostiene que pade-ció unos meses de prisión por haber sido convencionista. Sin embar-go, Azuela señala, amparado en una afirmación del que fuera gober-nador de San Luis Potosí, Gabriel Gavira, que realmente había sidoprocesado y sentenciado por huertista.

20 Al margen de las distintas calidades de ambos, el volumen deellas incidió también en su éxito o fracaso: aunque la obra de SilvaHerzog fue publicada en dos volúmenes, con más de 600 páginas entotal, la mitad de ellas estaban dedicadas a los documentos; en cam-bio, la de Taracena alcanzó la friolera de 18 volúmenes. Caso similarfue el de José C. Valadés, a mi gusto el mejor historiador de todosellos, que publicó entre 1963 y 1967 su Historia general de la revoluciónmexicana, en diez amedrentadores volúmenes.

José Luis Martínez: la viva memoria del siglo xx

años,Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1990, Fundamentos,pp. 53-62. desarrollé un análisis de las actividades y realizaciones deeste autor a lo largo de los años cuarenta y parte de los cincuenta.Ahora, en estas páginas, me ocuparé de un segundo periodo (1955-1988) y me centraré en sus trabajos y reflexiones sobre el siglo xx. Enun futuro, abordaré sus trabajos y análisis históricos y literarios delperiodo prehispánico y, sobre todo, de las primeras décadas de laNueva España. Una visión conjunta y sintética la presento en la sem-blanza “José Luis Martínez”, recogida en Víctor Díaz Arciniega,comp., Premio Nacional de Ciencias y Artes (1945-1990), México, fce,

Aunque calificar la labor intelectual de José Luis Martínezcomo polifacética parece un lugar común, el adjetivo ladescribe a la perfección, ya como crítico literario, ya comohistoriador, ya como cabeza de instituciones culturales. Enestas páginas Díaz Arciniega vuelve sobre la figura de donJosé Luis para entender los rasgos distintivos de susandanzas en la historia de la literatura mexicana

Durante la primera mitad de los años cincuenta, José LuisMartínez escribió y publicó algunos trabajos monográficosque, en una dirección, sintetizaron y concluyeron su etapa deaprendizaje como crítico, editor e historiador de la literaturamexicana, y en otra dirección, formulaban un muy discreto yambicioso programa de actividades historiográficas y críticastrazado para sí mismo a mediano y largo plazo. La primera delas direcciones cristalizó en Literatura mexicana del siglo XX

(1949), La expresión nacional (1955) y La emancipación literaria deHispanoamérica (1955), los libros más significativos.1 La segun-

Víctor Díaz Arciniega

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1 En “José Luis Martínez a la mitad de la centuria” recogido enFelipe Garrido et al., Celebración de José Luis Martínez en sus setenta

da de las direcciones la enuncia formalmente en dos sintéticosartículos: “Tareas para la historia literaria de México” (1950,recogido en el segundo de los libros citados) y “Los conflictosde la cultura mexicana” (1955).2

Entre las “tareas” y los “conflictos” se teje una complejaurdimbre historiográfica y crítica que José Luis Martínez re-solvió mediante el agradecimiento por la memoria y la gene-rosidad por la enseñanza literaria. En “El trato con escrito-res” (1959) reconocía como “melancólico placer” el acto de la

laGaceta 9

1990, pp. 327-328.2 Emblemáticamente publicado en El libro jubilar de Alfonso Reyes,

México, unam, 1955, pp. 235-241.

rememoración, que distinguía entre su natural “propensiónhistórica” y su afición a los “testimonios personales”. La com-plejidad aludida tenía su vértice justo entre la profesión dedi-cada al análisis de generaciones, corrientes y tendencias lite-rarias (que se ramificará hacia “organizadores de la cultura”:humanistas, historiadores, filólogos, sociólogos, antropólo-gos, críticos de arte y filósofos, todos dentro de una ampliagama de especializaciones —Martínez otorgará un lugar sig-nificativo a las noticias informativas sobre folklore, literaturapopular y actividades, autores y obras en los estados de la re-pública—), y el gusto y hasta el “capricho” personal por obrasliterarias cuyo valor estético y humano sobresalen por encimade todo.

Las “tareas” Martínez las ha desplegado con perseveranciadentro de una abundante actividad como historiador y editorde la literatura y como promotor y difusor de la cultura; allá elrescate, fijación y valoración de López Velarde, Reyes y Hen-ríquez Ureña, Yáñez, García Icazbalceta, Nezahualcóyotl, elensayo mexicano moderno y las antologías dedicadas a La Lu-na y en cinco volúmenes a El mundo antiguo y, acá, sus múlti-ples actividades al frente de algunas instituciones.3 En estas“tareas” es indispensable subrayar dos cualidades: la muy dis-creta labor del crítico (en su calidad de historiador-editor-compilador), que cede su lugar para el mejor lucimiento delobjeto estudiado, y la muy prudente actividad del funcionario(en su faena de administrador y promotor de artes y letras), queconfiere a subalternos la responsabilidad de las tareas, sin porello flaquear en el mando de dirección ni torcer su pauta.

Los “conflictos” los identifico en algunos de sus artículos yconferencias. Si en número son pocos, la propuesta interpreta-tiva de Martínez resulta tan sugerente como significativa. Yareferí el artículo “Los conflictos de la cultura mexicana”, y de-bo sumar “Naturaleza de la literatura mexicana” (1960) y, so-bre todo, “En busca del carácter de la literatura mexicana”

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Que hablen los historiador

3 El Instituto Nacional de Bellas Artes (1965-1970), la embajadamexicana en Grecia (1971-1974), los Talleres Gráficos de la Nación(1975-1976) y el Fondo de Cultura Económica (1976-1982).

(1990), ambos en El trato con los escritores y otros estudios (uam,1993).4 En estos breves y esenciales ensayos, el historiador sedesafana de los individuos y episodios para proceder a los resú-menes sinópticos como base de sugestivas y certeras interpre-taciones. Como ensayista, la síntesis y explicación le permitenuna creatividad crítica reveladora: funde hasta su desaparicióna los individuos y episodios dentro de un proceso histórico queél, sabia y cortésmente, va describiendo con sus secuencias ymovimiento; hace la descripción de una cultura viva, actuante,dinámica y en perenne renovación.

En la tercera versión de La literatura mexicana del siglo XX

(México, cnca, 1995), Martínez extiende la generosidad de las“tareas” del historiador en sus gestos de abundante informa-ción.5 Sin embargo, los “conflictos” del crítico literario apenaslos despliega en los casos de Azuela, Torres Bodet, Yáñez, Rul-fo, Arreola y Paz, en donde privilegia la descripción parafrásti-ca en detrimento de la interpretación ensayística. La suya esuna noción y, sobre todo, una práctica de la historiografía queennoblece las fatigas de la documentación a cambio del luci-miento de individuos, obras, corrientes, épocas, episodios... esepasado histórico que es indispensable conocer de manera di-recta; para él, el establecimiento de esas fuentes y su compene-tración es la tarea básica, previa a proceder a los conflictos na-turales de la interpretación. Por eso, cuando José Luis Martí-nez se decidió por la síntesis explicativa e interpretativa, sucreativa libertad como ensayista ya había realizado un largoproceso de decantación, cuya quintaesencia se muestra en me-dia docena de conferencias y artículos. Como historiador, lalección es una: privilegiar la documentación en provecho de laperspectiva histórica y lucimiento del objeto/sujeto estudiado;como crítico, su recomendación también es una: ponderar concriterio universal el valor estético y humano de las obras sinque influya la (carencia de) distancia temporal.

es decimonónicos

4 En Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana (México,Joaquín Mortiz, 1972) recupera La emancipación… (1955) y proyectala reflexión ensayística a una dimensión continental.

5 En su oportunidad la reseñé: véase nrfh, xliv (1996), pp. 611-15.

Las dos obras dereciente aparición que secomentan aquí permiten,desde ópticas alejadas en el tiempo por más deun siglo, entender cómoconcibieron su tarea loshistoriadores mexicanosdel siglo XIX: la primera

rescata un texto que permaneció latente en los archivos de José María Iglesias y la segunda es una exploración decómo enfrentó Vicente Riva Palacio la gestación histórica

María Luna Argudín

¿Por qué rescatar y publicar un texto incompleto e inconclusoque su propio autor relegó al olvido? Antonia Pi-Suñer Llo-rens, al frente de un equipo de investigadores —formado porMaría Hernández, Juan Macías y Samantha Álvarez—, rescatódel Archivo General de la Nación el Estudio de la historia, de Jo-sé María Iglesias (fce-unam, 2004), quien, hacia 1885, exami-nó la manera en que se había escrito la historia y planteó elmodo en que debía escribirse y enseñarse. El estudio introduc-torio advierte que Iglesias lo subtituló “Prolegómenos”, es de-cir “una introducción que precede a un tratado, con los funda-mentos de la materia”, pero no llegó a escribir el tratado. Loshistoriógrafos explican que rescataron el texto porque “contri-

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Herramientas para la HistoriaColección dirigida por Clara García Ayluardo, México, fce-cide , Historia

De próxima aparición: El segundo imperio,de Erika Pani La revolución mexicana,de Luis Barrón, con prólogo de Friedrich KatzAfroméxico, de Ben Vinson III y Bobby Vaughn,

Los últimos años han visto un avance significativo en laproducción historiográfica sobre México. Son varios lostemas en los que la utilización de nuevas fuentes, enfo-ques y metodologías han provocado revisiones e investi-gaciones más profundas. Sin embargo, no hay ensayosde conjunto o bibliografías que reúnan la informacióndisponible. El objetivo de esta colección es ofrecerpequeños libros accesibles, escritos por especialistas, quese puedan utilizar como manuales por profesores y estu-diantes de preparatoria y universidad. Cada libro dentrode la serie sintetiza las revisiones y las interpretacionesmás representativas y recientes de temas clave, y ofrece,a la vez, una herramienta práctica al reunir las bibli-ografías más completas para el estudio de los procesos ylos problemas de la historia de México.

Clara García Ayluardo

buye al mejor entendimiento de los alcances de la intelectuali-dad mexicana del siglo xix, pues pone de manifiesto sus inquie-tudes, sus quehaceres y sus saberes”.

Otro texto de reciente publicación que se propone desen-trañar la visión de las elites culturales decimonónicas es Méxi-co eternamente. Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia(fce-Instituto Mora, 2004), de José Ortiz Monasterio, quiendescubre el andamiaje de México a través de los siglos (1884-1889), esa obra “única en su género” de la que —según el au-tor del estudio— puede decirse que “todo hogar mexicano quese respete, de clase media baja para arriba, [la] tiene […] comoicono”.

Para recuperar el horizonte de enunciación de aquella épo-ca, ambos textos se complementan en más de un sentido: Pi-Suñer y su equipo, con una semblanza, y Ortiz Monasterio,con una sintética biografía, reabren al lector la riqueza de la vi-da pública de estos constructores del estado moderno mexica-no. Tanto Iglesias como Riva Palacio fueron connotados acto-res políticos en la guerra de reforma y en la república restaura-da, periodistas e historiadores: Iglesias, jurista; Riva Palacio,militar; el primero combatió a Porfirio Díaz, el segundo loapoyó con las armas para que llegara al poder.

Pi-Suñer y Ortiz Monasterio, de una manera u otra, buscanestablecer el lugar social que este par de polígrafos guardabanfrente al estado. Ambos escribieron retirados de la vida públi-ca. Mientras Iglesias escribía sus serenos “Prolegómenos”, da-ba forma también a su Autobiografía, texto que califican de du-ro y amargo —no podía ser de otra manera porque hacía unadefensa, una vindicación de su pasado político y de su honra—.Riva Palacio, colocado en una paradoja, escribió y dirigió suobra magna desde la prisión de Santiago de Tlatelolco finan-ciado por la Secretaría de Guerra. No obstante, ambos se acer-caron a la historia con la certeza de que contribuiría a la con-solidación del estado nacional.

Ernesto de la Torre Villar, en su prólogo al Estudio de la his-toria, explica que la generación de la reforma creyó que la iden-tidad nacional tenía que reforzarse ante las agresiones extran-jeras. “Había que inculcar a los mexicanos que no teníamos unahistoria ajena a otros sino que formábamos parte del devenirhistórico mundial. Había que incorporarnos al torrente cauda-loso de la historia de la humanidad y en él mostrar nuestra pe-culiar historia.” Fue una generación que defendió la historiaporque nos sitúa y porque permitía presentarse al exterior co-mo una nación soberana que “tenía el derecho de ser respeta-da por contar con una identidad reciamente anclada en su con-ciencia”.

Estudio de la historia y México eternamente tienen como pun-to de encuentro la teoría de la historia y los métodos para el es-tudio y escritura del conocimiento histórico. Riva Palacio se-ñalaba que la historia debía ser un saber especializado: el his-toriador necesitaba “extensos y variados conocimientos entodas las ciencias pues todas ellas llegan a enlazarse para mos-trar los diferentes factores que han producido el nacimiento, eldesarrollo, las desgracias, las glorias y la desaparición de las ra-zas, los pueblos y las nacionalidades”. Iglesias, por su parte, de-dicó un capítulo a las ciencias auxiliares de la historia, desde lageografía y la geología hasta la legislación y las religiones.

Ambos, miembros de la primera generación de positivistasmexicanos, creyeron firmemente en la existencia de leyes queregían el acontecer; para ellos, una de las funciones primordia-

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les de la historia era descubrirlas para construir “el camino altravés del cual recorrerán nuestros póstumos a una perfectibi-lidad para nosotros desconocida”, como afirmaba Iglesias congran optimismo. Como única forma de análisis defendieron el“método inductivo”, que consistía en la renuncia a toda expli-cación preconcebida para establecer “las relaciones que nece-sariamente enlazan entre sí los acontecimientos y los determi-nan”, según Riva Palacio. No era una empresa sencilla, pues serebelaban contra una acendrada tradición providencialista,combatientes al fin, y creían —como asentó Iglesias— que elhistoriador “verá hundirse ante el progreso científico el mons-truo tremendo del fanatismo, rémora incansable de la prepo-tencia de la razón”. Aunque ambos teóricos de la historia lu-chaban por que la disciplina adquiriera un estatuto científico,Ortiz Monasterio nos recuerda que continuaban inmersos enuna tradición secular que hacía que la historia fuese “una ramadel vigoroso tronco literario”, si bien con objetivos y normaspropios.

Dos grandes méritos tiene México eternamente: por un lado,permite al lector adentrase en el complejo horizonte de enun-ciación decimonónico al comentar los ensayos de Mora, Bus-tamante, Zavala, Larráinzar y Vigil en los que expusieron susfundamentos, las doctrinas y los escollos que enfrentaron co-mo literatos historiadores; por otro lado, estudia los múltiplesusos que Riva Palacio —popular novelista, autor de Martín Ga-ratuza y Monja y casada, virgen y mártir— dio al conocimiento

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histórico en diversos discursos conmemorativos: prensa, nove-la, historia, crónica, leyendas y tradiciones —estas últimas fue-ron un género que él, con el peruano Ricardo Palma, creó.

Ortiz Monasterio, apoyado en su larga experiencia comoeditor de las obras completas de Riva Palacio, logra en Méxicoeternamente una obra de síntesis en la que destaca la unidad delproyecto político cultural sobre la multiplicidad de génerosque ensayó. Además, Ortiz Monasterio adereza su estudio conuna estrategia narrativa propia del romance para, de este mo-do, dirigirse a un público amplio, pues cree, como Riva Pala-cio, que la historia es ciencia “y algo más”.

Las virtudes de la investigación coordinada por Pi-Suñer noson pocas: brinda un espléndido estudiointroductorio y una irreprochable edi-ción crítica que guían la lectura de untexto complejo y riguroso, pues Iglesiasevaluó los alcances de la filosofía de lahistoria y de la historia universal conuna historia de la historiografía, la que,sin embargo, no está organizada por es-cuelas de pensamiento sino por géneros.

Los historiógrafos retoman preguntas clave del método de-sarrollado por Edmundo O’Gorman y continuado por AntonioOrtega y Medina, tales como cuál era la concepción de la his-toria y de la historiografía que tenía Iglesias, y con estas basesestablecen la importancia del Estudio de la historia dentro delpensamiento mexicano. La investigación muestra la perma-nencia entre los literatos historiadores de la concepción ilus-trada y racionalista que se fusionaba con el naciente positivis-mo mexicano; en pocas palabras, ilustra la convivencia de ho-rizontes historiográficos en una misma época y en un mismoautor. El concienzudo análisis sienta las bases para futuras in-

Estudio de la historieternamente permitlos principios domiconfiguración de sacios y omisiones qula generación de la

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vestigaciones sobre la recepción, es decir, la manera en que enMéxico se leyó a los grandes historiadores y filósofos europeosy la manera en que reconfiguraron su lectura desde la tradi-ción, desde su realidad y desde sus proyectos políticos.

Entre las similitudes que unen a los dos historiadores la másasombrosa es que Iglesias propuso el método de trabajo queRiva Palacio (sin conocer los “Prolegómenos”) convirtió enuna empresa cabalmente realizada. El Estudio de la historia in-sistió en la necesidad de escribir una gran síntesis de la historiamexicana, que fuera como la Historia de Francia de Jules Mi-chelet o La historia de la civilización de Inglaterra de Henry Tho-mas Bucle, para afianzar la conciencia histórica desde nuestra

peculiaridad al tiempo que nos proyec-tara por ser universal. El mexicano ins-taba a que se siguiera el ejemplo de Hu-bert Howe Brancfort, que había iniciadola historia de los estados americanos ba-ñados por el Pacífico. Brancfort formóun equipo de colaboradores, unos paraacopiar el material y copiarlo, otros pa-

ra escribir extractos de cada materia, otros más para revisar elmaterial y redactar capítulos en forma. Ésta fue la estrategiaque siguió Riva Palacio y que Ortiz Monasterio estudia en de-talle.

El rescate y edición de Estudio de la historia y la publicaciónde México eternamente permiten comprender los principios do-minantes, la configuración de saberes, los prejuicios y omisio-nes que compartió la generación de la reforma y, también, co-mo cualquier estudio historiográfico serio, logran reabrir lahistoricidad del conocimiento histórico y de las representacio-nes del pasado, posibilitando la autorreflexión disciplinaria, yfundamentalmente permiten situarnos a nosotros mismos.

y México n comprenderantes, la eres, los prejui-

e compartió eforma

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El libro y sus historias

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Aparte de su valor como depositarios de ideas ysentimientos, los libros tienen una historia: material,técnica, económica. En estas páginas se pasa revista averdaderas joyas del catálogo de la casa, con la dobleintención de aquilatar su valía y propiciar el interés denuevos lectores y estudiosos de la vida libresca, con lo queademás rendimos homenaje a la cincuentenaria reediciónde la magna obra de Joaquín García Icazbalceta

La historia del libro, las bibliotecas y las primeras imprentas entierras americanas ha ocupado un sitio importante en el catálo-go del Fondo de Cultura Económica; más aún, me atrevería adecir que varias de las obras que figuran o han figurado en élson piedra angular e infaltable referencia para todos aquellosque se ocupan de o quieren incursionar en estos temas. A con-tinuación haré un recorrido por algunos de los más notoriostextos sobre tales materias, con lo que se verá el entramado quehan establecido entre sí y alrededor suyo.

En el año que está por terminar se cumple medio siglo de laedición que preparó Agustín Millares Carlo de la Bibliografíamexicana del siglo XVI, la magna obra de Joaquín García Icazbal-ceta, y que apareció en la colección Biblioteca Americana. Gar-cía Icazbalceta (1825-1894) nació en la ciudad de México a po-cos años de haberse fundado la nueva nación independiente ymurió, en la misma ciudad, casi con el siglo xix. Como histo-riador dedicó parte importante de su vida al rescate e investi-gación de documentos antiguos; fue cofundador y presidentede la Academia Mexicana, que más tarde lo sería de la lengua,y autor de numerosas obras, entre las que cabe mencionar Ladestrucción de las antigüedades mexicanas, Don Fray Juan de Zu-márraga, primer obispo y arzobispo de México, Apunte para un ca-tálogo de escritores en lenguas indígenas de América y la obra queaquí nos ocupa. Bibliografía mexicana delsiglo XVI vio la luz en 1886, tras cuarentaaños dedicados a su elaboración, en unapequeña primera edición que constó deapenas 350 ejemplares. No se conformóGarcía Icazbalceta con presentar uncompendio de las obras publicadas enNueva España durante el primer siglode la imprenta, hecho ya de suyo monumental, sino que adere-zó el magno esfuerzo con diversos ensayos, como el dedicadoal establecimiento de la imprenta e intercaló varias notablesbiografías.

En el texto introductorio puede percibirse que un triste veloopaca la pluma de García Icazbalceta: “El interés que pudoofrecer esta obra si se hubiera publicado cuando la comencé en1846 ha disminuido considerablemente […] si digo algo publi-cado ya por otro, sin citarle, no es que usurpe yo lo ajeno, sinoque aprovecho lo mío.” ¿Son acaso estas palabras resultado delcansancio natural de una empresa tan larga y extenuante, o sedeben más precisamente al sinsabor de los inextinguibles hur-

Marina Garone

Las obras que figufigurado en el catáinfaltable referenciaquellos que se ocuincursionar en la hlas bibliotecas y la

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tos intelectuales? Cualquiera que sea el origen de este humor,no ha habido merma alguna en el provecho que generacionesenteras de estudiosos y bibliógrafos han sacado de su trabajo.

Como era de esperarse su libro pronto se convirtió en raro,haciéndose imperiosa su reedición. Por esa razón, el fce con-sideró que era pertinente encargar una revisión a Agustín Mi-llares Carlo. Sólo baste mencionar que fue Daniel Cosío Ville-gas quien ideó el proyecto de esta segunda edición, que poraquel entonces Arnaldo Orfila era el director de la casa y queJoaquín Díez-Canedo, Alí Chumacero, Antonio Alatorre y Ju-lián Calvo fueron algunos de los que directamente participaronen tamaña empresa de resurrección. En la versión corregida yaumentada que Millares Carlo realizó se completaron nuevasfichas con material que García Icazbalceta no conoció y se in-dicó la localización de los ejemplares que aquél había consulta-do. Asimismo, como fruto de tiempos más modernos, se inclu-yeron más ejemplos visuales, aunque la mayor parte de las re-producciones correspondieron al trabajo realizado por LuisGarcía Pimentel —hijo de don Joaquín—; asimismo se incor-poraron varios índices. Hoy, a 50 años de su reaparición, la Bi-bliografía mexicana del siglo XVI lamentablemente se ha vuelto denuevo un libro raro.

Un destino semejante, pero con desenlace diverso, es laobra preparada por Francisco Fernández del Castillo, Libros ylibreros del siglo XVI, cuya edición facsimilar, a partir de la origi-nal de 1914, apareció en 1982 con sello del agn y el propio fce.Fernández del Castillo (1864-1936) nació y murió en la ciudadde México. Trabajó en el Archivo General de la Nación y en laDirección de Monumentos Coloniales, ámbitos que le permi-tieron elaborar tanto la obra de marras, en 1914 como ya se di-jo, como biografías sobre Alzate y sobre Catalina Juárez, la pri-mera mujer de Hernán Cortés. En el texto preliminar de Librosy libreros…, Luis González Obregón, director del agn entre

1911 y 1919, comenta que el plan edito-rial que dio pie a esa obra fue elaboraruna serie de volúmenes, organizadospor siglos, que contuvieran diversos pa-peles encontrados en el ramo Inquisi-ción, acerca de las vicisitudes del libroen la Nueva España. Estos documentoseran, por ejemplo, listas de libros con

precios, información sobre contrabando o entrada ilegal dematerial indexado a través del puerto de Veracruz, e inventa-rios de talleres tipográficos. Pero lo que más destaca son lasnoticias de los constantes procesos inquisitoriales a los que fue-ron sometidos impresores y tipógrafos (como Pedro Ocharte oCornelio Adrián César) y los mismos miembros del clero, co-mo lo atestiguan los apartados dedicados a Gilberti, autor detextos en lengua tarasca, o el primer obispo de México, frayJuan de Zumárraga; Fernández del Castillo incluye una seriede notas y aclaraciones, más hilvanadas y comentadas sobre losdocumentos transcritos, en las que, en repetidas ocasiones,“dialoga” con García Icazbalceta. Para quienes desean desvelar

an o han ogo del FCE sona para todospan de o quieren

istoria del libro,imprenta

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los datos ocultos de la historia de la imprenta novohispana, es-te libro es una referencia ineludible —y vuelve a estar disponi-ble en una nueva edición facsimilar de 2002, ahora a cargo só-lo del agn.

Pero no sólo la faceta material del libro antiguo en nuestropaís tiene presencia en el catálogo del Fondo. Los libros del Con-quistador, de Irving A. Leonard, cuya primera edición en espa-ñol data de 1949, persigue tres grandes objetivos: explorar la po-sible influencia de una forma popular de literatura sobre lamente, la conducta y los actos de los españoles que en el sigloxvi vinieron a dominar el Nuevo Mundo; describir el mecanis-mo de comercio de libros en las nuevas tierras, incluyendo lalegislación respectiva y los requisitos de embarque y transpor-te de estos bienes; y probar la difusión universal de la culturaliteraria española a través del extenso mundo hispánico de esetiempo.

La intención de Leonard es demostrar que, a pesar del mar-co legal y la labor de los tribunales inquisitoriales, muchos fue-ron los libros de temas no religiosos que circularon en Améri-ca, y para esto se basa, entre otros, en las obras de García Icaz-balceta y Fernández del Castillo. Leonard realiza un esfuerzosistemático por describir a los conquistadores como hombres

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Historia de la Vida Cotidiana en México

Colección dirigida por Pilar Gonzalbo Aizpuru, México,fce-El Colegio de México, Historia

Historia de la vida cotidiana en México I. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España, coordinado por Pablo Escalante Gonzalbo

De próxima aparición: Historia de la vida cotidiana en México II. La ciudad barroca, coordinado por Antonio Rubial

La historia de la vida cotidiana trae el recuerdo de un pa-sado con el que todos podemos identificarnos. Es la his-toria de un México que forjó su personalidad a golpe decreencias y de desencantos, de alegrías y de sufrimientos.Los seis volúmenes (en cinco tomos) que constituyen es-ta obra reflejan las vicisitudes de una cotidianidad capazde superar los cambios políticos y las crisis económicas,las influencias culturales y los conflictos religiosos, des-de la época prehispánica hasta el siglo xx. Frente a losgrandes acontecimientos que registran los libros de tex-to, la vida siguió su curso, y sus protagonistas, aquellosde quienes nunca se habla, lograron sobrevivir recu-rriendo unas veces a la rebeldía y otras a la sumisión, pe-ro siempre a la dinámica de las relaciones personales y alas rutinas de lo privado.

Pilar Gonzalbo Aizpuru

de su época, tratando de matizar las ideas de barbarie con lasque durante años se han envuelto sus figuras y que han impe-dido estudiar la forma en la que contribuyeron a conformar unatradición lectora particular y unos modos de leer americanos,hijos de la hispanidad. Para lograrlo, establece la relación queexiste entre los valores contenidos y promovidos en la literatu-ra que consumieron los primeros adelantados, sobre todo en lotocante al género de caballería, y las acciones de aquéllos en lasnuevas tierras. El enaltecimiento del valor frente al peligro, laexaltación del honor y la dignidad, la propuesta de un nuevomodo para el cortejo y las relaciones amorosas, y sobre todo ladefensa a ultranza de la fe católica ante los extraños infieles, sonalgunos de los puntos que a Leonard le permiten establecerpuentes entre literatura y comportamiento humano. Sutil enlas referencias y erudito en la exposición, no se conforma conhablar de las ediciones, los autores y las sagas, sino que incor-pora las infaltables listas de obras, para que el lector comprue-be por sí mismo las fugas ideológicas, y también da ejemplos deesto mismo ocurrido en otras tierras de dominio español y por-tugués.

Del ya mencionado Millares Carlo (1893-1978) debe seña-larse asimismo su Introducción a la historia del libro y de las biblio-tecas, aparecida en 1971 en la Sección de Lengua y Estudios Li-terarios del Fondo. Cercano colaborador de la casa, don Agus-tín fue doctor en filosofía, director del Instituto de Filología dela Universidad de Buenos Aires y más tarde, de regreso en supaís natal, lo fue del Archivo-Biblioteca del Ayuntamiento deMadrid. En 1939, junto con el nutritivo aluvión intelectual quevino de España a nuestro país, se incorporó a la Casa de Espa-ña, que más tarde daría pie a la creación de El Colegio de Mé-xico. De su paso por la unam podemos mencionar que fue co-fundador de la Bibliotheca Scriptorvm Graecorum et Roma-norum Mexicana. También fue autor de varios libros entre losque destacan Juan Pablos. Primer impresor que a esta tierra vino—junto con Julián Calvo— (1953) y Repertorio bibliográfico de losarchivos mexicanos, y de los europeos y norteamericanos de interés pa-ra la historia de México (1959).

La Introducción… se ocupa, a modo de documentado resu-men, de lo acontecido desde la antigüedad clásica hasta nuestrosdías (sus días de hace 30 años), en el ámbito del libro y las biblio-tecas, por lo que se ocupa no sólo de impresos sino también demanuscritos. Utiliza una organización cronológica y geográfica,haciendo especial énfasis en España e Hispanoamérica, regionesde las que usualmente se tiene menos noticia. Su obra contienetambién varios índices y una abundante bibliografía que permi-ten la consulta clara y funcionan como complemento del texto.El enfoque empleado por Millares Carlo se inscribe en la tradi-ción de mirar al libro también como una entidad material, conatención en el impacto directo en su producción y circulacióncomo mercancía, línea de análisis inaugurada por Lucien Febv-re y Henri-Jean Martin en la ya clásica La aparición del libro, queen los años cincuenta el propio Millares Carlo tradujo al espa-ñol, enriqueciendo esa versión con abundantes referencias histó-ricas del ámbito americano. De esta forma proporciona informa-ción precisa sobre los diversos soportes escriptorios, los instru-mentos y las tintas empleados; atiende las característicasformales de los libros y su decoración, los tipos de escritura y elmodo general de producción y comercialización. En lo tocantea la imprenta, establece la distinción entre la producción incuna-ble (siglo xv) y la de los siglos posteriores, da sugerencias sobre

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repertorios y catálogos que permiten la localización de obrasconcretas, y más tarde se ocupa de las bibliotecas. Digno de sermaterial de consulta frecuente no obstante su relativa antigüe-dad, este libro también se encuentra agotado.

Una de las más recientes incorporaciones al acervo sobrehistoria libresca es Albores de la imprenta. El libro en España yPortugal y sus posesiones de ultramar (siglos XV y XVI), un recuentode los inicios de la imprenta ibérica, a cargo de Jacques Lafa-ye, quien ha estudiado diversos aspectos de la historia del libro—está en preparación una magna obra suya sobre el humanis-mo europeo— y además es autor Quetzalcóatl y Guadalupe. Laformación de la conciencia nacional de México, en el fce, ya con va-rias reimpresiones. El enfoque que propone Lafaye, al igualque el de la obra de Millares Carlo, es material. Así, organizael contenido en cuatro partes: origen de la imprenta en Euro-pa y su introducción en la península Ibérica; modalidades de laimprenta y perfil del libro en España; lectores, bibliófilos y bi-bliotecas, y finalmente transferencia de la imprenta a nuevosmundos. El énfasis material queda plasmado desde la primeraparte, cuando trata los aspectos relativos al papel, la fundiciónde tipos móviles y la división de labores de la primera etapa dela imprenta. Asimismo da un panorama claro sobre la estructu-ra familiar y el origen extranjero de los primeros estableci-mientos tipográficos peninsulares. A su vez, el marco y controllegal, tanto civil como religioso, permiten imaginar las dificul-tades administrativas que pasó la industria española y portu-guesa del libro en sus inicios. Lafaye reconoce la contribución

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de otros autores como acicates de sus propias ideas, pero suobra, si bien se nutre de estudios eruditos, pretende acercar lahistoria del libro antiguo iberoamericano al lector profano, pa-ra facilitar la difusión y divulgación del tema. Finaliza su traba-jo con una serie de apéndices, como la cronología del asenta-miento y difusión de la imprenta ibérica; mapas en los que semuestra la relación y presencia simultánea de imprentas, enciudades con universidades, sinagogas y obispados, y una cro-nología de los impresores mexicanos del siglo xvi, entre otros.Éste es un libro de lenguaje ameno con información precisapara todo aquel que quiere tener un panorama general de laprimera imprenta ibérica.

No son éstas todas las obras acerca de la historia del librocontenidas en el catálogo del fce; podríamos mencionar tam-bién Los rollos del mar muerto, de Edmund Wilson, el espléndi-do En el viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al“Didascalicon” de Hugo de San Víctor de Ivan Illich, o la cada vezmás extensa obra de Robert Darnton volcada al español. Másque por ser un tema autorreferencial, la continua apetencia delfce por el devenir del libro reconoce el papel central que ha ju-gado este medio de comunicación en la más ancha historia dela cultura. Tal vez sólo convenga señalar la necesidad de que seratifique el acierto de haber publicado ciertas obras mediantesu reimpresión, para mantenerlas vigentes. Así ganará en vita-lidad el catálogo pero sobre todo ganarán las bibliotecas, per-sonales o universitarias, de quienes estudian las fascinantes vi-cisitudes del libro.

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La ciudad de México: una historia

No es ésta unaconvencional historiade la capital del país.La que se presenta en el número 566de la colecciónPopular, de dondetomamos este

fragmento, es una en la que se juega con la cronología para hacercoincidir las épocas y los sitios que han definido el devenir de la vieja ciudad de México

Tal vez haya mil maneras de escribir lahistoria de la ciudad de México desde susorígenes hasta nuestros días. En todo ca-so, pocos se han arriesgado y menos aúnpueden pretender haber salido adelantede manera honorable. Sin duda, las razo-nes para interesarse en la capital de Mé-xico abundan. Su misterioso origen pre-colombino, su pasado “azteca”, la con-quista española entre Dios y el diablo, sugigantismo de fin de siglo o aun su obs-tinación, cualquiera que sea la época, porquerer figurar entre las megalópolis delglobo: hacia 1520 la ciudad azteca era lamás poblada del mundo; la aglomeraciónde hoy rebasa o le pisa los talones a Nue-va York o Tokio, encabezando el pelotón.La lista de preguntas podría extenderseal infinito delineando los recuerdos pres-tigiosos y los récords infames —la conta-minación atmosférica, las ciudades per-didas—. Precursor del enfoque apocalíp-tico, Julio Verne no pudo evitar estaobservación en Un drama en México:“¿No sabe usted que todos los años secometen mil asesinatos en México y queestos parajes no son seguros?”1 Invirta-mos la visión y tenemos, al término delprimer siglo de dominación española, elelogio ditirámbico del cronista Suárez dePeralta: “Primero que se halle otro Mé-xico […] nos veremos los pasados y lospresentes juntos, en cuerpo y ánima, de-

Serge Gruzinski

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1 Julio Verne, Un drama en México, prólo-go de Carlos Monsiváis, México, Hexágono,1986, p. 73.

2 Suárez de Peralta (1949), p. 89.

lante el Señor del mundo, aquel día uni-versal donde será el juicio final.”2

Si se quiere encerrar a la ciudad deMéxico dentro de las páginas de un libro,los poetas son sin duda tan indispensablescomo los historiadores y los sociólogos:

Hablo de la ciudad,novedad de hoy y ruina de pasado ma-

ñanaenterrada y resucitada cada día,convidada en calles, plazas, autobuses,

taxis, cines,teatros, bares, hoteles, palomares, cata-

cumbas,la ciudad enorme que cabe en un cuarto

de tresmetros cuadrados, inacabable como una

galaxia,la ciudad que nos sueña a todos y que

todoshacemos y deshacemos y rehacemos

mientras la soñamos...3

“La ciudad enorme que cabe en un cuar-to...” Los versos de Octavio Paz sugierenabordar lo infinitamente complejo par-tiendo de cosas sencillas. Puede ser,puesto que es un lugar de fácil acceso pa-ra el mexicano con prisa o para el euro-peo de paso, el Sanborn’s de los Azulejos.

En pleno centro de la ciudad, cuandoel sol de mediodía calienta al máximo elolor a gasolina y el polvo de la avenidaJuárez, la gran sala del Sanborn’s de losAzulejos rebosa de clientes. Los rayos deuna luz tibia bordada de resplandoresdorados recortan la penumbra del res-taurante. Las columnas de piedra cince-lada enmarcan un gran patio barrocoadornado con una fuente invadida deplantas. Filas de clientes esperan pacien-temente a que se desocupe una mesa.

Instalado en un palacio de la épocaespañola, decorado en el siglo xix confrescos de colores deslavados, el San-born’s de los Azulejos puede preciarse dehaber recibido el siglo: los burgueses dela belle époque y los europeos de paso,Emiliano Zapata y la revolución mexica-

3 Publicados en 1987 en Árbol adentro,Barcelona, Seix Barral.

na, Diego Rivera y Frida Kahlo, MaríaCallas, los pioneros de la beat generationy los estudiantes de octubre del 68.

Actualmente, el oasis refresca a los tu-ristas agotados, a los empleados de lastiendas, a los burócratas en sus trajesapretados, a los músicos de la ópera y alos ciudadanos nostálgicos de la época enla que su ciudad tenía, todavía, un centro.

Si se evita el insípido café americanopodemos pedirle a la mesera vestida dechina poblana un agua de melón o deguayaba, a menos que se prefiera unaBohemia, cerveza clara servida en un ta-rro de vidrio con el cristal coronado poruna fina capa de hielo. Un poco de alco-hol —el tequila no se sirve más que en elbar— y la luz, los olores, las caras, losmuros pintados de jardines fantásticostejen historias sin fin en las que se atro-pellan el pasado de los archivos, los re-cuerdos íntimos y las heridas del olvido.

La historia exige dar una aparienciade orden al caos de nuestras memorias yde nuestras posturas. El género tiene susmañas y sus convenciones pero nos dejaelegir el recorrido. En lugar de partir delos orígenes para perderse en el porvenir,empezaremos, pues, por remontar uno auno los grados del tiempo. A ello respon-den sabias razones cuya explicación correel riesgo de aburrir al lector, pero tam-bién la preocupación por acrecentar elplacer que nos produce descubrir:

la ciudad que nos sueña a todos y que to-dos

hacemos y deshacemos y rehacemosmientras la soñamos...

Obsesión por la modernidad

En busca de indios, de ruinas aztecas y deplayas tropicales, el visitante europeo, asícomo el turista que viene de EstadosUnidos o de Japón, se tropieza con unarealidad inesperada. Éste descubre conestupefacción una ciudad contemporá-nea, animada por un dinamismo a la me-dida de sus veinte millones de habitantes.Las estrellas de rock de este fin de siglo,Sting, Madonna, Pet Shop Boys, se hanacostumbrado a llenar el gigantesco Au-

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ditorio Nacional, rejuvenecido de arribaabajo para recibir los grandes rituales co-lectivos de la posmodernidad. El éxitodel grupo español Mecano corona siglosde influencia musical hispana, pero ¿ha-brá alguien, dentro de esas multitudesnacidas a mediados de los años setenta,que se lo imagine o que se lo pregunte?En este planeta, donde el cine no se ha-lla muy bien, la producción mexicanacontinúa ofreciendo, año tras año, crea-ciones originales: Principio y fin de Artu-ro Ripstein en 1993, Como agua para cho-colate de Alfonso Arau o Danzón de Ma-ría Novaro (1991), sin olvidar laspelículas de Jaime Humberto Hermosi-llo, de Paul Leduc y de algunos otros quefilmaron durante los años ochenta. Pero,

¿se sabe realmente del otro lado delocéano que en la ciudad de México el ci-ne es una industria venerable, con unprestigioso pasado?

Ayer en la ciudad de México

En el transcurso de los últimos treintaaños han surgido museos, salas de con-cierto, cines de arte y experimentales,teatros. Cerca de las grandes avenidasReforma e Insurgentes, el Polyforum Si-queiros con sus frescos ciclópeos, los mu-seos del bosque de Chapultepec —entreellos el célebre Museo Nacional de An-tropología e Historia— y el Centro Cul-tural Universitario llaman la atenciónpor la sobriedad de su concepción y laaudacia de un modernismo que sabe re-

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sistir al tiempo. Los nombres de LuisBarragán y de Pedro Ramírez Vázquezresumen la considerable aportación de laarquitectura mexicana al arte contempo-ráneo. Una pléyade de obras dan testi-monio de la capacidad financiera, de laambición y, frecuentemente, de la bús-queda estilística propia de la ciudad deMéxico. He aquí algunos ejemplos alazar: El Colegio de México, búnker desabiduría plantado al pie del Ajusco, lanueva Cámara de Diputados en el barriode San Lázaro —en los confines del vie-jo centro— o aun la cúpula neobarrocade la Bolsa de Valores, sobre la avenidaReforma. Todos esos edificios marcanlas distintas etapas de un frenesí cons-tructor, a tono con el crecimiento conti-

nuo de la aglomeración. Durante esteperiodo, el desarrollo de la ciudad reba-sa la razón: la ciudad de México es “laciudad que nos sueña a todos y que to-dos hacemos y deshacemos y rehacemosmientras la soñamos… y se convierte...en un manantial hecho de muchos ojos ycada ojo refleja el mismo paisaje deteni-do...” (Octavio Paz).

Dentro de este decorado en perpetuatransformación, las modas y las corrien-tes confluyen a un ritmo que se aceleradesde fines de los años sesenta. La re-trospectiva de cine internacional que seorganiza cada año bajo el nombre deMuestra, los espectáculos del FestivalCervantino —importados del mundoentero mientras el maná petrolero lopermitió (1979-1981)—, las grandes ex-

posiciones de pintura han atraído a mi-les de espectadores hacia las obras de ar-te antiguo y contemporáneo. A fines delos años setenta, en tan sólo unos días elBolshoi sucedía a la Orquesta Filarmó-nica de Nueva York, el pianista AlexisWeissenberg a Zubin Mehta, la Comé-die Française a los ballets del siglo xx.Todos corríamos al cine Roble para des-cubrir las producciones cinematográfi-cas del extranjero, en una de esas salasinmensas por las que París ya había per-dido el gusto. ¡Qué sorpresa estar a al-gunos asientos de la actriz María Félix!,dividido entre la fascinación que ejercenlos grandes astros apagados y la pantallagigante en donde centelleaba la fabulosaSiberia del japonés Akira Kurosawa.

Algunas claves para entender esaefervescencia: hasta el día de hoy, la vidacultural de la ciudad de México ha per-manecido esencialmente en manos delestado. En ese sentido, la capital mexica-na es una ciudad latina, casi francesa, deninguna manera anglosajona. El estadoes quien construye la mayoría de los mu-seos; las dependencias de sus ministeriosmantienen el patrimonio nacional y sos-tienen la vida artística. El Seguro Social(imss) posee teatros famosos; es el caso,igualmente, de la Universidad NacionalAutónoma de México. El Instituto Na-cional de Bellas Artes tiene vara alta enla música clásica y contemporánea, en laópera, en las exposiciones de pintura yde escultura. El Instituto Nacional deAntropología e Historia administra el

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patrimonio histórico, los museos, losmonumentos prehispánicos y coloniales,orgullo de la ciudad. Estudios cinemato-gráficos y salas de espectáculos han per-tenecido durante mucho tiempo al esta-do. Si a ello agregamos que es el estadoquien suministra el papel a los periódi-cos y a las revistas, adivinamos la fuerzade su dominio sobre la prensa escrita.

La misma presencia —aunque másdiscreta— se encuentra en los medios decomunicación contemporáneos. El esta-do posee un canal de televisión que ha-ría palidecer a Arte,4 mientras que elInstituto Politécnico Nacional difundeprogramas educativos y culturales desdeel Canal 11. Junto a ellos, Radio Educa-ción y Radio Universidad son radiodifu-soras públicas de calidad. La editorialFondo de Cultura Económica —tam-bién del estado— resplandece sobre to-do el continente americano. A finales delos años setenta, las editoriales universi-tarias, en particular las de la unam, pu-blicaban más de un libro por día y losdistribuían en sus librerías. Durante esadécada, muchos intelectuales chilenos yargentinos encontraron refugio en losmedios universitarios y artísticos de lacapital, la cual aprovechó esa afluenciatonificadora.

El mecenazgo privado —infinita-mente más generoso que en Francia—está lejos de ser desdeñable. Hoy, lasfundaciones ligadas a Televisa, Bana-mex, Condumex o Domecq, por no ci-tar más, ocupan un lugar cada vez ma-yor que está transformando las costum-bres. No obstante, el teatro, el cine dearte y el experimental, la música, losmuseos, la vida intelectual siguen am-pliamente estimulados y financiados porel gobierno. La sombra del socialismode estado flota por toda la ciudad mien-tras que convive excelentemente biencon el capitalismo. Paradoja cuya expli-cación hay que buscar en la primera mi-tad del siglo xx.

Los años cincuenta o la nostalgia de una época dorada

En la ciudad de México, la memoria hu-mana es más engañosa y más frágil queen cualquier otro lugar. En ella, los pun-

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4 Canal de televisión franco-alemán dearte subvencionado por ambos gobiernos.[N. de la t.]

tos de referencia surgen y se borran alritmo acelerado de las generaciones. Eldecorado urbano es tan móvil que noofrece más que un mínimo anclaje al re-cuerdo. A mí mismo me cuesta trabajoencontrar muchas de las calles y aveni-das recorridas en 1970, durante un pri-mer viaje, y sé que aquella ciudad del pa-sado —que un tiempo fue mía— resultatotalmente desconocida para los adoles-centes de los años ochenta. Nada quever con la tranquilizadora inmovilidadde las ciudades europeas.

En el recuerdo de las personas mayo-res, hoy largamente minoritarias dentrode la población urbana, la ciudad de losaños cincuenta se parece a un paraísoperdido. Proletarios, clases medias o bur-guesía evocan el encanto anticuado, ladulzura de la vida, el júbilo de una ciu-dad hecha a la medida humana. En in-vierno, los volcanes cubiertos de nieve serecortaban sobre el azul metálico delcielo; en mayo, el viento tibio arrastrabaolores de flores y golosinas que se ven-dían en cada esquina. Los vendedores decamotes empujaban sus carritos calien-tes por todos los barrios de la ciudad.Los confines de los barrios periféricosaún eran de campos de maíz dorado. Elflujo mesurado de los carros, la veloci-dad tranquila de los tranvías permitíancircular sin cansancio de un extremo aotro de la ciudad. Una ciudad en la quecallejonear seguía siendo un placer.Mientras estos recuerdos sigan vivos, éseserá el horizonte idealizado que la ciu-dad, veinte veces millonaria, contempla-rá con nostalgia.

En 1950, la ciudad de México teníaya tres millones de habitantes, cifra res-petable en el mundo de la posguerra.Aun cuando ese término no tiene senti-do aquí, puesto que, como en el resto deAmérica Latina, la ciudad de México novivió más que de lejos la segunda guerramundial.

¿Cómo encontrar la sombra de esaciudad señorial y segura? Quizás en losrincones sombreados de la colonia Con-desa o en las calles más pretenciosas dePolanco. Esos barrios guardan trazas dela ciudad de entonces, tal y como nos lamuestra Luis Buñuel en Él, una de suspelículas mexicanas mejor logradas(1952). Los delirios secretos de Arturode Córdova sobresalen en una ciudad deapariencia tranquila: fachadas de losaños cincuenta de modernas líneas,grandes avenidas, barrios residenciales,

villas con entradas espaciosas a donde seprecipitan lujosos automóviles nortea-mericanos, parques de suaves curvas re-pletos de agua en época de lluvias, un es-tilo burgués, más californiano que euro-peo, si bien aún cargado de presenciasdel Viejo Mundo, por lo menos de aque-llas de los refugiados expulsados por elfranquismo, el nazismo o el espectro dela guerra. Las pastelerías de la Europacentral en la colonia Hipódromo conser-varon, durante mucho tiempo la memo-ria de esas familias exiliadas de una Eu-ropa que los rechazaba. Entre ellas estánlos Stern, provenientes de Praga y cuyahija, Miroslava, se convirtió en la estrellade Ensayo de un crimen antes de suicidar-se al término de su fulgurante carrera.

Es difícil disociar los años cincuentadel encanto, el misterio y la hipocresíade una burguesía próspera, como la quese reconoce en el humor negro de El es-queleto de la señora Morales, llevado a lapantalla en 1959 por Rogelio A. Gonzá-lez o, nueve años antes, en la mirada he-lada de la intérprete de Doña Perfecta,Dolores del Río. Pero los años cincuen-ta son también el número 212 de la callede Orizaba, en la colonia Roma: detrás delos tranquilos muros de esa residenciaburguesa, Jack Kerouac pasó dos añoscon sus amigos junkies.

La ciudad respira entonces, al menosen apariencia, una modernidad controla-da. En el sur, en sólo cuatro años (1948-1952) la Ciudad Universitaria surge de latierra y transforma la geografía de maes-tros y estudiantes, al mismo tiempo quepromete educación para la mayoría. Le-vantada a principios de los años cincuen-ta, la Torre Latinoamericana rasga el cie-lo y materializa el dinamismo urbano. Suverticalidad rompe con la horizontalidadque aún domina la ciudad. Símbolo delProgreso, de la norteamericanización atodo galope, proeza técnica a prueba delos futuros terremotos de 1957 y 1985:casi cuatro décadas desde que ese primerrascacielos domina el centro de la ciu-dad. Sueño de un crecimiento que nadapodría detener y de una apertura hacia elresto del mundo. Octavio Paz puede es-cribir: “Por primera vez en la historia,somos contemporáneos de los demáshombres.” Se equivoca, veremos porqué, pero expresa la mentalidad que rei-naba entre los intelectuales, elites políti-cas y clase media.

Traducción de Paula López Caballero.

número 406, octubre 2004

Del Pepín a Los AgachadosAnne Rubenstein

Este fragmento proviene de Del Pepína Los Agachados. Cómics y censura enel México posrevolucionario, obra queestá por aparecer con el número 648en la colección Popular. Baste comoejemplo de la gran riqueza queofrecen las publicaciones de monitoscomo instantánea de una sociedad

La historia mexicana al estilo del cómic

Este libro analiza un medio extraordina-riamente popular, las historietas y lasformas relacionadas con ellas, en el con-texto cultural y político del México pos-revolucionario de mediados de los treintaa mediados de los setenta. En esa épocay ese lugar, las comunidades y los discur-sos que se conformaron en torno a losmedios de masas resultaron ser funda-mentales —aún más de lo usual en la his-toria del siglo xx— para la práctica polí-tica de la gente común. En la época pos-revolucionaria los mexicanos usaban losmedios de masas […] como el mejor es-pacio disponible para disentir, negociary convenir. Por sorprendente que puedaparecerles a los estudiosos de AntonioGramsci, las comunidades interpretati-vas concentradas en torno a la culturapopular eran la sociedad civil mexicanade esa época. Al producir, distribuir e in-terpretar palabras e imágenes los ciuda-danos aceptaban la estructura general delas relaciones que conformaban al esta-do, y también, en ocasiones, comenta-ban y hasta modificaban determinadaspolíticas gubernamentales. […]

La historia de los cómics, sus lectores,sus productores, sus críticos y su relacióncon el estado mexicano nos brinda unaexcelente ventana para observar esosprocesos culturales. Nos ofrece pruebasdel poder sostenido de la retórica liberal(sobre todo en relación con cuestionesde educación y de identidad nacional) enel estado “revolucionario”, incluso frentea las presiones del mercado. Al mismotiempo, indica que la cultura conserva-dora católica tenía más fuerza y durómucho más de lo que se podía pensar, asícomo que podía responder y crecer, y lo

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hizo, con los cambios de los tiempos. Porúltimo, demuestra que la cultura del ca-pitalismo de mercado no se volcó sim-plemente sobre las ideologías conserva-dora y revolucionaria de México comouna capa de cemento, sino que fue mol-deada por ellas con una forma que deotra manera no hubiese tenido. Esto seobserva en las historietas y las controver-sias que surgieron en torno a ellas.

Los debates sobre las historietas, co-mo otras discusiones culturales, desvia-ron la atención sobre otras cuestionesmorales que ya habían dado lugar a laviolencia y la destrucción. Estas contro-versias acerca de los medios de comuni-cación provocaron tensiones entre losconservadores católicos y el gobiernocentral en el dominio del imaginario. En1944, por ejemplo, hicieron posible queel gobierno formase una alianza simbó-lica con esos católicos descontentos or-ganizados contra las corporaciones de lacomunicación que ya casi eran parte delestado mismo. En los decenios siguien-tes otros debates similares le dieron algobierno mexicano la posibilidad deconsolidar su alianza con los conserva-dores sociales y, al mismo tiempo, de re-cordarles a los productores de culturapopular quién tenía las riendas. La inter-vención del gobierno tanto en el proce-so de producción de historietas como enlas protestas contra ellas tuvo un marca-do efecto en el estilo.

Mientras tanto, el gobierno definiólos términos en los que se podía atacara los medios de comunicación, ya fuese

desde la izquierda o desde la derecha; senegó a atender cuestionamientos que nose planteasen en la retórica del patriotis-mo y el progreso, con la misma imagine-ría y terminología manipuladas tambiénpor las historietas. Nadie podía esperarrespuesta a argumentos con supuestossubyacentes nostálgicos (incluso si estanostalgia se ocultaba en una referencia ala Constitución de 1917) o internaciona-listas (aunque el criterio de referenciafuese el de la universalidad católica). Másque la mano invisible que tantas vecesparece representar la hegemonía grams-ciana, aquí podemos ver de qué maneralas interacciones de burócratas, empresa-rios, activistas y artistas reforzaron unajerarquía política, social y económica.

Las revistas de historietas y la invención de la chica moderna

En las revistas de historietas, igual queen el cine mexicano y en las grabacionesde música popular de esa época, los dis-cursos de modernidad y tradición seconformaban primordialmente en tornoa la representación de las mujeres. Elcontraste entre el pasado (inventado) yel futuro (imaginado) se describía en his-torias que valoraban a las chicas moder-nas o a las mujeres tradicionales, peroque mostraban a ambas. Las mujerestradicionales estereotipadas se quedabanen su casa, de preferencia en una zonarural. Se sometían a sus esposos, padrese hijos o, de ser necesario, usaban el en-gaño y la manipulación para mantener la

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2 Lágrimas, Risas y Amor y Memín Pinguínempezaron a publicarse en los cincuenta ysubsistieron hasta 1997, lo que las sitúa entrelas narrativas más duraderas de los mediosmexicanos. El primer libro de cuentos deYolanda Vargas Dulché (1944), dos de susguiones para radioteatros (1943, 1946) y unguión de cine (1944), pueden encontrarse enagn, Propiedad Artística y Literaria, exps.731-420, 734-543, 646-14101, 703-15676,1178-9. Esos trabajos tempranos, llenos deflorituras, muestran ya el don de la autorapara atraer al público y crear suspenso me-diante el uso de personajes de la clase traba-jadora y el sentimentalismo.

3 Harold Hinds Jr. y Charles Tatum, NotJust for Children: The Mexican Comic Book in

apariencia de sumisión. Nunca expresa-ban directamente un deseo y evitabanpresentarse como objetos sexuales. Laschicas modernas, por otro lado, no obe-decían a nadie, con la posible excepciónde un patrón. Eran consumidoras actua-lizadas que trataban de verse deseables yesperaban un matrimonio en el que tu-vieran el papel de compañera. Eran im-pacientes y podían decir las cosas conclaridad, pero eran honestas, castas antesdel casamiento y fieles después.

Los medios de masas empleaban am-bos estereotipos, ya que participaban enel desarrollo de las dos líneas de argu-mento cultural. No obstante, a partir de1940 —el año que marcó la transiciónde la administración de Lázaro Cárde-nas, quien se había basado intensamenteen el lenguaje del progreso, a la de Ávi-la Camacho, que empleaba los dos len-guajes— la imagen de esta chica moder-na pintada por la mayoría de los mediosde comunicación se fue volviendo más ymás fea, mientras que el retrato de lamujer tradicional adquiría tintes muchomás halagüeños.

Sólo unas cuantas formas de culturapopular (ciertos géneros de canciones, elteatro de burlesque y de variedades y, has-ta cierto punto, los pepines) se resistie-ron a esa tendencia. Un editorial del pe-riódico sinarquista El Hombre Libre re-conocía la supervivencia de la chicamoderna cuando se quejaba de que “unacanción como ‘Adelita’ ”, el más popularde los corridos revolucionarios, “teníaque resultar tarada intelectual y moral-mente.”1 En ese periodo las narracionesde las historietas invariablemente pre-sentaban bajo una luz lisonjera la femi-nidad tradicional; sin embargo, seguíanofreciendo historias en las que se valora-ba a las chicas modernas.

Era muy sabido que en las filas dequienes producían las revistas de histo-rietas había algunas chicas modernas deverdad, que iban a la oficina vestidas detraje sastre, competían con los varones ya veces hasta seguían trabajando despuésde casarse. La autora más exitosa de his-torietas, Yolanda Vargas Dulché, era una

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1 “¿Qué puede esperarse de una juventuda la que se ha procurado prostituir?” El Hom-bre Libre 2053, 18 de junio de 1944, p. 1. Lossinarquistas eran el ala de extrema derechaen la política mexicana de esa época; simpa-tizaban con los partidos fascistas europeos (ytal vez estaban subsidiados por ellos).

de ellas. Su asombroso don narrativo lasacó de la pobreza y la volvió rica, desdeque —siendo aún adolescente— enviósus cuentos cortos a los periódicos. En-tre las muchas historietas que creó figu-ran dos de las que más popularidad tu-vieron jamás: Memín Pinguín y Lágrimas,Risas y Amor; escribió guiones para ra-dionovelas, películas y telenovelas de unéxito increíble, y su trabajo convirtió a laempresa de cómics de su esposo, Edito-rial Argumentos, en una de las compa-ñías editoriales más grandes de México(que ahora dirigen sus hijos).2 VargasDulché rebasó también los límites de loque se consideraba correcto en una mu-jer, no sólo porque siguió trabajandomucho después de su matrimonio y elnacimiento de sus hijos, sino tambiénporque, de joven, salió del país y se fue aCuba a probar suerte como cantante deun club nocturno.3 Por lo general las he-

the Late 196os and 1970s, Greenwood Press,Westport, 1992, pp. 54, 66; Beth Miller y Al-fonso González, 26 autores de México actual,B. Costa-Amic, México, 1978, pp. 375-384,y Angelina Camargo Brena, “De escritor aeditor: entrevista con Guillermo de la Parrade Editorial Argumentos”, Libros de México5, 1986, pp. 17-20.

roínas de sus relatos —buenas esposas ymadres, sirvientas oprimidas, empleadasesforzadas y otras por el estilo— no te-nían una vida tan audaz como la de sucreadora. Casi siempre la autora reser-vaba esas maravillosas aventuras a susextraordinarias villanas, como Raroton-ga, “una reina de la selva […] tan cómo-da en su isla como en las oficinas de suimperio transnacional”.4

La chica moderna como heroína fueun tropo importante de las historietascasi desde sus inicios, especialmente enla obra del escritor más prolífico de Pe-pín, José G. Cruz. Fuese o no su herma-na Josefina la responsable directa deello, el trabajo de José Cruz en los añostreinta y los cuarenta retrataba comopersonajes atractivos y de moral intacha-ble a las mujeres independientes, activasy poderosas. Los lectores se asomaban asus pensamientos cuando reflexionabansobre acuciantes cuestiones de género.

En “Adelita y las guerrillas”, de Cruz,Nancy, la chica moderna (el personajenacido en la ciudad de México), muchasveces defendía los placeres de la vida co-mo una joven del momento, pero a vecestenía que ser rescatada por la protago-nista, Adelita, ligeramente más circuns-pecta. En un episodio de 1941 las dosamigas comentan las perspectivas ro-mánticas de Nancy en el lujoso departa-mento capitalino de Adelita, mientras sepreparan para salir una noche. Nancycritica a su nuevo pretendiente: “Nuncapodría enamorarme de un hombre comoél […] Ese hombre sueña con la pazadormecedora muelle del clásico hogartranquilo: llegar por las noches de traba-jar y ver desde lejos la quieta silueta de laesposa que en bata blanca lo espera te-niendo en una mano el periódico y en laotra las zapatillas de descanso […] con-

4 Hinds y Tatum, Not Just for Children, p. 59.

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6 La Familia Burrón, núm. 16231, 11 dejulio de 1955, p. 21. Los conflictos entre lamadre y el padre de la familia Burrón, debi-dos al comportamiento de su hija, represen-taron un recurso cómico infalible durante las

cibe el amor conyugal como mi abuelolo concebía, es un hombre buena-gentey será el esposo ideal […] Por eso […]¡no lo quiero! Yo sueño con casarme,pero en otra forma, con un hombre deideas modernas y avanzadas […] El rit-mo de la época exige que todo vayaacorde con ella, el matrimonio mismo,aun conservando muchas de sus viejascaracterísticas, nos presenta facetas nue-vas y cierto innegable modernismo.”

Adelita le contesta: —Puede que encierta forma tengas razón, sobre todo sise toma en cuenta que tú eres una mu-chacha de carácter e ideas ultramoder-nos.

Continúa Nancy: —Si supieras adón-de me lleva… ¡¡¡Me lleva a visitar a susparientes!!!

Adelita: —¡No lo puedo creer! ¿Paraqué?

Nancy: —No lo sé… [ilegible] aprue-be su elección […] El más discreto desus parientes lo menos que me preguntaes cuándo hice mi primera comunión ysi mi mamá y mi papá fueron casados le-galmente […] pues ahora vamos a visitarnada menos que a tía Carmela.

Adelita: —P-pero tú no vas a ir, ¿ver-dad?… Y ¿qué le vas a decir al inspec-tor?

Nancy: —Que quiero ir a la lucha li-bre… ¡Así tenga que pagar yo los bole-tos!5

Aquí José Cruz (quizá con ayuda desu hermana Josefina) imagina un matri-monio basado en actividades comunes,atracción sexual y proximidad emocio-nal, fundado exclusivamente en los inte-reses de la pareja. A esta idea “ultramo-derna” oponía el autor la imagen “clási-ca” de un casamiento hecho enbeneficio de toda la familia extensa, enel cual el placer del marido y la mujertenía mucho menos importancia que larespetabilidad y el estatus social de to-dos los involucrados. El pasaje implicaincluso cierto desdén por la feminidadtradicional, plasmado en los entremeti-dos parientes del hombre, aunque noaparezcan en ningún momento. En esterelato la mujer puede ganar y gastar supropio dinero, presentarse como objetosexual (a lo largo de toda la escena Ade-lita y Nancy se están maquillando, arre-glándose el cabello mutuamente y esco-giendo elegante ropa de noche) y hablar

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5 Pepín, núm. 865, 26 de julio de 1941,pp. 12-19.

cuatro décadas de existencia de la revista.7 “Ocaso”, Pepín, núm. 1141, 28 de abril

de 1942, p. 12.

irrespetuosamente de la generación ma-yor sin avergonzarse, perder su dignidado padecer algún horrendo destino en elúltimo capítulo. De hecho, toda la na-rración, y no sólo este pasaje, defiendeesta nueva imagen de la mujer mexicanay ese nuevo estilo de vínculo de parejaheterosexual: Nancy, en efecto, rechazaa su anticuado pretendiente.

No hay que exagerar el contenidomodernista de “Adelita y las guerrillas”.Algunos de los otros personajes femeni-nos de la historieta actuaban de modosmás tradicionales. Adelita y Nancy se re-presentan claramente como uno de lospolos del comportamiento femeninoaceptable. Además, nunca parecen frus-trarse por las limitadas posibilidades dis-ponibles para las mujeres de su época ysu espacio, ni realmente disgustadas porla conducta o las actitudes masculinas;disfrutan su condición de mujeres jóve-nes. Y la lógica narrativa que subyacía ensus compromisos postergados una y otravez parecía ser la idea tácita de que cuan-do finalmente se casasen tendrían quedejar de vivir sus fabulosas aventuras.

Sin embargo, e incluso con todos esoslímites, es fácil comprender el impactoque deben de haber tenido las historiasde Adelita, sobre todo porque las ilustra-ciones le mostraban al público lo atracti-vas que podían ser esas mujeres nuevas,mientras que el texto subrayaba constan-temente su actitud novedosa, moderna yantitradicional. Además, Adelita com-partía el nombre con la canción más fa-mosa de la revolución mexicana. Cruzquería que se le considerase profunda-

mente mexicana, desempeñando papelesque otras mexicanas habían tenido antes,y vinculada con los acontecimientos másimportantes del pasado nacional. Sunombre indicaba a admiradores y críti-cos, por igual, que a Adelita no se le po-día descartar como extranjera.

Adelita y Nancy no eran únicas. Tam-bién presentaban personajes femeninosque iban en pos del placer, en lugar desufrir eternamente, otras populares se-ries cómicas y dramáticas, entre ellas la

En las revistas de historietas, igualque en el cine mexicano y en lasgrabaciones de música popular deesa época, los discursos demodernidad y tradición seconformaban en torno a larepresentación de las mujeres

exitosísima revista de Gabriel Vargas, LaFamilia Burrón. Diez años después de laconversación entre Nancy y Adelita quese reprodujo antes, Vargas escribió unaescena en la cual Doña Borola, el ama decasa madura, madre de la familia Bu-rrón, enumera orgullosa las prioridadesque comparte con su hija adolescente:“Las chicas modernas aprendemos pri-mero a bailar, coquetear y fumar, y des-pués a cocinar, coser y bordar.”6

A veces las historietas presentaban lacrítica modernista de la pobreza urbana—caracterizando la vida de los pobres delas ciudades como caótica, en pos del pla-cer y sin sentido—, aunque no precisa-mente en el estilo académico de la socio-logía y la antropología. Una serie apare-cida en Pepín en 1942 mostraba a unhombre que le transmitía a su novia unaenfermedad venérea no especificada, pre-suntamente con un único beso, aunqueen la tira todos se comportan como si esebeso equivaliese a una relación sexual. Lapareja muere, pero la mujer se va al cieloporque fue “inocente” y “fiel”.7

Se trata de un caso extremo; las histo-rietas raras veces mencionaban las enfer-medades de transmisión sexual. El em-barazo prematrimonial, en cambio, eraun recurso argumental tan frecuente quea partir de 1950 aparece tal vez en la mi-tad de las historias románticas o de la vi-da real.

Hicieran hincapié en los placeres oen los peligros de la modernidad para lasmujeres mexicanas, las narraciones delas revistas de historietas contribuyerona definir qué significaba esa moderni-dad. Igual que las películas y las radio-novelas, el teatro y la música bailable, elperiodismo amarillista y las revistas fe-meninas, las historietas les mostraban asus lectoras cómo se veían y actuaban las“chicas modernas”, qué cabía esperar deellas y qué podían esperar ellas del mun-do. Pero incluso mientras iban desarro-llando esa imagen los cómics participa-ban también en la formación de unacontranarrativa de la “tradición”.

Traducción de Victoria Schussheim.

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Robert Darnton: una cátedra a distanciaAntonio Saborit

No es insensato decir que Robert Darnton está de moda.Hay una ola de traducciones del trabajo del historiadorestadounidense, que con cada nuevo volumen confirma surara mezcla de agudeza analítica y sensibilidad literaria.Uno de sus más atentos lectores presenta aquí algunasclaves para entender, y disfrutar, sus cavilaciones sobre elmodo en que se “producen” y se “consumen” las ideas

Lo primero que leí de Robert Darnton fue un ensayo publica-do en la entrega de julio de 1985 de Harper’s Magazine, “La vi-da social de Jean-Jacques Rousseau”. Además de los conoci-mientos de su autor, me deslumbraron su manera de leer e in-terpretar las memorias y ensayos de Rousseau, así como laclaridad de su escritura y el despliegue de su estilo.

Inmediatamente después me asomé a su libro de episodiossobre la historia cultural de Francia en el siglo xviii, The GreatCat Massacre, y a partir de ahí lo seguí como quien sigue unprograma de educación a distancia, decidido a no perder unosolo de los capítulos de una cátedra permanente, deslumbran-te y fresca. Leyendo cuanto Darnton publicaba, sí, en forma deensayos o reseñas para The AmericanScholar, The New York Review of Books,The New Republic o la ya citada Harper’s,por ejemplo, y leyendo también algo delo mucho que el propio Darnton leía, enparticular algunos de los ensayos del an-tropólogo Clifford Geertz.

Por encima del interés que la obra deDarnton logró crear en mí por la civili-zación del antiguo régimen, me atrajodesde el principio su visión de la histo-ria, el disciplinado y persistente trabajode archivo, la riqueza y densidad de suslecturas, la cuidada exposición de sus ar-gumentos; en una palabra: su manera dehacer las cosas.

Robert Darnton inició su camino profe-sional en la década de los sesenta al salirde la Universidad de Harvard a los vein-tiún años y cruzar el Atlántico con elpropósito de completar sus estudios enOxford.

Hasta ahí era el autor de un trabajosobre los estudios históricos de Woo-drow Wilson y en Inglaterra se ocupóoriginalmente en seguir los pasos deThomas Jefferson en París. El sistematutorial de la Universidad de Oxford y elrigor empírico de distintos académicosingleses —como Robert Shackleton, Ri-chard Cobb y Harry Pitt— lanzaron a

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Darnton a pesquisas más ambiciosas y demandantes. Fue asíque la misma investigación lo llevó a transitar de la figura deJefferson a la atmósfera cultural francesa antes de su revolucióny, en particular, a seguir en archivos públicos y privados los de-rroteros de otros personajes como Nicolas Bergasse, J. HectorSt. John de Crèvecoeur y Jacques-Pierre Brissot en el círculode la Sociedad Galo-Americana.

En 1965, tras obtener el grado de doctor en Oxford, Darn-ton volvió a Estados Unidos y a la Universidad de Harvard, endonde vivió los siguientes tres años como miembro de su So-ciety of Fellows. Esta estancia en Harvard le permitió ahondarsus conocimientos sobre la vida y obra de Brissot, por un lado,y por otro concluir el manuscrito de su primer libro: Mesme-rism and the End of Enlightenment in France (1968). En el cami-no, sin embargo, dio con y empezó a trabajar en el único archi-vo existente de una de las principales casas editoriales para lailustración en Francia, la Sociedad Tipográfica de Neuchâtel,en Suiza.

De Harvard, en Massachusetts, Darnton se mudó a NewJersey en 1968, en donde primero fue asistente, después aso-ciado y a partir de 1972 profesor titular de la Universidad de

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Princeton. Es decir, que desde los treinta años combinó la en-señanza de la historia con la escritura y la investigación, puesjunto con su carga docente trabajó asimismo en el manuscritode una historia editorial de la Enciclopedia entre 1775 y 1800, ti-tulado The Business of Enlightenment —que aparecerá en 2005en Libros sobre Libros, colección coeditada por el fce y Libra-ria—. Este trabajo, publicado en 1979, lleva las marcas deltránsito de Darnton por diversos centros de investigación quelo acogieron como becario —en el Centro de Estudios Avan-zados en Ciencias de la Conducta de la Universidad de Stan-ford y el Instituto de Estudios Avanzados en Wasenaar, en losPaíses Bajos— así como director asociado —de la sexta secciónde la Escuela Práctica de Altos Estudios, hoy Escuela de AltosEstudios en Ciencias Sociales—. Hay que señalar que al mis-mo tiempo que trabajaba en esta monografía sobre la Enciclope-dia, Darnton elaboró una gran cantidad de ensayos sobre di-versas figuras y aspectos del siglo xviii francés, hoy reunidos envarios títulos que han empezado a llegar al español: The Lite-rary Underground of the Old Regime (1982), La gran matanza degatos y otros episodios en la cultura francesa (1987), The Kiss of La-mourette. Reflections in Cultural History (1990) y Gens de lettres,gens du livre (1992).

En 1985, Darnton fue invitado a ocupar la cátedra ShelbyColum Davies de historia europea, en la Universidad de Prin-ceton, y dos años después se hizo cargo de la presidencia de laSociedad Internacional de Estudios sobre el Siglo xviii, bajocuyos auspicios en 1989 se celebró la primera de siete reunio-nes anuales que hiló su Seminario Este-Occidente. De la se-sión inaugural de este seminario, realizada en Berlín, Darntonse trasladó al Wissenschaftskolleg zu Berlin en donde debíatrabajar en el manuscrito de un nuevo trabajo sobre Francia enel siglo xviii. Sin embargo, la caída del muro y la secuela deacontecimientos que esto provocó en la República Democráti-ca Alemana lo llevaron a las calles a ejercer de nuevo el perio-dismo que practicó en la década de los sesenta, de lo cual sonfruto las crónicas y ensayos que reunió en su Berlin Journal,1989-1990.

En 1994, treinta años después de haber dado con los teso-ros del archivo de la Sociedad Tipográfica de Neuchâtel,Darnton entregó a la imprenta dos manuscritos centrales paraentender el espacio de la opinión pública en Francia en la se-gunda mitad del siglo xviii: The Forbidden Best-Sellers of Pre-Re-volutionary France y The Corpus of Clandestine Literature in Fran-ce, 1769-1787. Poco antes, en una cuerda muy semejante a loque está contenido en las dos obras citadas, Darnton publicóen francés algo más que un avance de las ideas que en ellos de-sarrolló sobre la determinación de la opinión pública, el análi-sis del discurso y el desarrollo de una historia del significado:Édition et sédition (1991).

Al finalizar el primer semestre escolar de 1993, Robert Darn-ton vino a México por primera vez invitado a dar una serie deconferencias por la Dirección de Estudios Históricos del inahy la hoy extinta maestría en edición de la Universidad de Gua-dalajara. Nos escribimos con frecuencia desde entonces perono fue sino hasta cinco años después, en el otoño de 1998, queme pude asomar al gabinete de trabajo de Darnton en Prince-ton y conocer y trabajar en uno de los depósitos más caros pa-ra él: la Biblioteca Firestone.

Varias veces he regresado a Princeton movido por la sola

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obligación de encerrarme una temporada en sus bibliotecas yen la segunda semana de diciembre del 2001 me hospedé encasa de Darnton con el propósito de trabajar en una antologíade sus ensayos para la colección Espacios para la Lectura, crea-da por Daniel Goldin para el Fondo de Cultura Económica. Yatenía conmigo el borrador de un índice, pero también juntocon él la esperanza de encontrar en los cajones de Darntonotros materiales para acabar de darle forma a esta antologíaque hoy se llama El coloquio de los lectores. Ensayos sobre autores,manuscritos, editores y lectores.

Diez años después de la primera visita de Darnton a Méxi-co, una vez terminado el trabajo de selección y traducción deesta antología —y mientras trataba de poner en perspectiva sucarrera en el estudio introductorio a El coloquio de los lectores—,supe que venía en camino otro Darnton en español: Edición ysubversión. Literatura clandestina en el antiguo régimen (The Lite-rary Underground of the Old Regime). Ya era hora, pensé; y medio un gusto enorme, como si tal cosa fuera un triunfo histo-riográfico y no un mero dato editorial en el amplio mundo de

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habla hispana que deberá crear sus propias secuelas. Pero an-tes de tener en mis manos un ejemplar de Edición y subversión,acabé de traducir, también para el fce, Los best-sellers prohibidosen Francia antes de la revolución —que muy probablemente apa-recerá en 2005.

Los seis ensayos que integran Edición y subversión son un al-to ejercicio de asedio a un mundo que se desmoronó en el si-glo xviii. En el momento de su aparición en inglés, hace vein-tidós años, Darnton lo imaginó como la segunda entrega enuna serie de estudios sobre el libro como catalizador en la Eu-ropa del siglo de las luces. La primera entrega, The Bussinessof Enlightenment, se quedó en cierto modo en el camino, puesa partir de los ensayos reunidos en Edición y subversión y La

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Annales en la historia editCarlos Antonio Aguirre Rojas

1 Hemos desarrollado la crítica de este popular pero inexacto tér-mino de escuela de los Annales en La escuela de los Annales. Ayer, hoy, ma-ñana, Barcelona, Montesinos, 1999.

gran matanza de gatos…, Darnton encontró la forma de sacara la luz una serie de personajes, historias, espacios y voces nosólo inseparables del estallido revolucionario en Francia, sinoen efecto centrales en la construcción del espacio que se co-noce como la opinión pública. Se trata de ensayos que puedenclasificarse como de historia cultural. Pero la definición ape-nas dice una parte de la singularidad de tales escritos, y lo quees peor: parece enfrentarlos con obstinación a los métodos yretóricas de la llamada historia social. Lo cual tampoco esexacto.

Por medio de la lectura de los ensayos de Edición y subver-sión se accede a una deslumbrante historia cultural de lo social,tal y como la practica uno de sus más destacados estudiosos.

orial del fce

La muy influyente corriente de historiadores que gravitó entorno a la revista francesa Annales tuvo una tempranapresencia en el catálogo del FCE. Sin embargo, esa apetenciase ha debilitado hasta casi desaparecer. Uno de losprincipales promotores de esa “escuela” hace en las páginasvenideras una semblanza, y una advertencia, de la relacióneditorial entre esos historiadores y nuestra casa

De vanguardias historiográficas y editoriales de vanguardia

Hegel afirmó en alguna ocasión que si la función de la idea erala de dar nacimiento a la Institución, la función de esta Institu-ción era negar conservando (aufhebung, superar) a esa mismaidea que le había dado alguna vez origen. Y cuando observa-mos con cuidado lo que ha sido la entera historia de la edito-rial mexicana Fondo de Cultura Económica, y la comparamoscon la historia también global recorrida por la célebre corrien-te francesa de historiadores conocida bajo el equívoco y erró-neo nombre de “escuela” de los Annales,1 resultan de inmedia-to evidentes ciertos paralelismos y similitudes entre ambos pe-riplos, similitudes que nos traen a la mente la sentenciahegeliana recién mencionada.

Porque en ambos casos es claro que una brillante “idea” oiniciativa de orden intelectual ha logrado plasmarse, en ciertascondiciones específicas, para dar nacimiento a una cierta “ins-titución” o estructura institucional, que en un caso es una re-vista francesa de historia y en el otro una empresa editorial me-xicana, instituciones que, andando el tiempo, terminaron por“superar”, es decir por negar en una cierta forma, y al mismotiempo conservar en otro sentido, esa misma “idea” que en undeterminado momento les dio origen y posibilidad de existen-cia. Con lo cual no es extraño corroborar que los itinerarios es-

pecíficos de estas dos iniciativas y proyectos culturales se hayancruzado e imbricado en distintos momentos, separándose tam-bién en otras etapas, para dibujar un camino particular de con-vergencias y divergencias, cuyas lecciones generales vale la pe-na recuperar ahora con más detalle.

Así, cuando en 1934 se funda en México el Fondo de Cul-tura Económica, nace como una iniciativa que, en lo esencial,refleja y proyecta dentro del ámbito editorial la profunda revo-lución cultural que México vivió entre 1910 y 1940, en tanto queuna de las secuelas principales de la más amplia revolución me-xicana de 1910-1921. Porque si toda una forma global de so-ciedad se colapsa en México en este decenio revolucionario,con ella se derrumban también todas las estructuras de la cul-tura mexicana porfirista prerrevolucionaria, abriendo así lapuerta para la eclosión general de esa profunda revolución cul-tural que habrá de desplegarse en nuestro país durante las tresdécadas posteriores a 1910. Y es dentro de este clima de radi-cal renovación cultural que va a nacer el fce, editorial que porlo tanto y desde su propio origen será concebida como uno másde los múltiples instrumentos y apoyos de esa misma transfor-mación cultural entonces en curso, y, por ende, como una edi-torial crítica y de vanguardia, orientada a la publicación de lasobras más avanzadas, primero de la ciencia económica y luegode todas las ciencias sociales en general.

Por eso, es lógico que el fce se haya asociado de inmediato ala emigración republicana española de los mismos años treintadel siglo pasado, y a sus proyectos de la Casa de España en Mé-xico y luego de El Colegio de México, reclutando entre sus pri-meros autores, traductores y colaboradores regulares a esos mis-mos emigrados españoles. A partir de lo cual, y gracias a este vín-culo, el fce publicó, durante sus primeros 15 años de vida, variasde las obras y de los autores de la que en esa época era la histo-riografía germanoparlante más desarrollada, es decir varios de loslibros principales de Alfred Weber, Wilhelm Dilthey, FrederikMeinecke, Max Weber, Alfons Dopsch o Johan Huizinga, juntoa algunos trabajos clásicos anteriores como los de Leopold vonRanke, Theodor Mommsen o Jacob Burckhardt, entre otros.

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Pero al mismo tiempo, y dando prueba de una gran sensibi-lidad hacia los cambios que entonces estaba viviendo ya la his-toriografía europea, y que en esas mismas épocas comenzabana desplazar la hegemonía historiográfica europea desde elmundo germano hacia el mundo francoparlante, el fce publi-có también durante la segunda guerra mundial dos obras im-portantes de Henri Pirenne: la Historia económica y social de laedad media (1939) y la Historia de Europa (1942).

De este modo, y afirmándose en sus inicios como una ver-dadera editorial de vanguardia, el fce incluyó en su catálogo deobras de historia, en sus primeros quince años de existencia, losmejores y más avanzados trabajos tanto de la historiografía delengua alemana como francesa, lo que sin duda no está desco-nectado del hecho de que, durante los veinte años posterioresal fin de la segunda guerra mundial, el fce fue visto, en Espa-ña y en toda América Latina, como la mejor editorial de hablahispana en lo que a obras de historia se refiere.2

Ayudando a Francia a descubrir a los Annales

Por ello, y desde esta clara posición como editorial de vanguar-dia, no es extraño el hecho de que, antes de que en la propiaFrancia, en México hayan sido mejor valorados y apreciados al-gunos de los textos fundamentales de esa corriente francesa delos Annales. Y así, ya en 1952, y sólo tres años después de supropia publicación en Francia, el fce edita en español el belloe inconcluso libro de Marc Bloch titulado Apología para la his-toria o el oficio de historiador (en México bajo el título de Intro-

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2 Por lo demás, este rol de vanguardia del fce dentro de la produc-ción historiográfica en castellano del periodo 1945–1965 está atesti-guado en los documentos que se conservan en el Archivo Históricodel propio Fondo, en donde es posible observar cómo los libros de laeditorial llegaban a toda América Latina y también a España, sirvien-do como apoyo esencial en la formación de todos los historiadores devanguardia latinoamericanos y españoles de aquellos años. Sobre es-te rol de vanguardia del fce, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Larecepción del Metier d’historien de Marc Bloch en América Latina”, enAmérica Latina. Historia y presente, Morelia, Jitanjáfora, 2001.

ducción a la historia), obra que tendrá tal impacto intelectual ytal fortuna editorial en todo el mundo hispanoparlante comopara establecer el sorprendente récord de que hoy existan másejemplares en español de este libro que en cualquiera de lasotras lenguas del mundo, rondando la cifra de 170 mil ejempla-res en lengua castellana sobre los 500 mil que han circulado entoda la faz del planeta.3

E igualmente sucede con la edición, en 1953 y sólo 4 añosdespués de su edición original en francés, del libro de FernandBraudel El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época deFelipe II, libro que hoy constituye, sin duda alguna, uno de loslibros más importantes de toda la historiografía del siglo xx,pero que en 1953 comenzaba apenas a hacer sentir sus diversosecos y efectos, casi exclusivamente dentro de la propia Francia.Con lo cual, y en una clara actitud visionaria y anticipatoria,derivada de su posicionamiento como editorial de vanguardia,el fce va a traducir y editar estas dos obras esenciales de la co-rriente francesa de los Annales, obras que se completarán, en1956, con la edición del libro de Lucien Febvre Martín Lutero.Un destino.

Vale la pena subrayar también el hecho de que, todavía den-tro de ese periodo que va desde 1950 hasta 1965, el fce explo-ró la posibilidad de publicar un segundo libro de Marc Bloch,Los reyes taumaturgos, que no será publicado en esa época, sinosólo mucho mas tarde, en 1988. Y también el hecho de queFernand Braudel sugirió, en esos mismos tiempos, aunqueigualmente sin éxito y sobre todo debido a razones financierasde la editorial, la traducción por parte del fce del libro de Lu-cien Febvre Combates por la historia, junto a toda la colección

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3 Sobre el contexto de la publicación de este libro en México porparte del fce, véase nuestra “Presentación a la edición en español”, enApología para la historia o el oficio de historiador, México, inah- fce, 1996,coedición que a pesar de haberse agotado rápidamente en su primeraedición de 1996, y en su reimpresión de 1998, extrañamente no volviónunca a ser reeditada por el fce. En su lugar, se ha reeditado una ver-sión mucho menor del texto original, bajo el mismo título, versión quesin embargo resulta muy pobre frente a la edición de 1996.

Destins du Monde, colección que fue dirigida primero por elmismo Febvre y después por el propio Braudel. Lo que mues-tra claramente que, todavía en este segundo periodo de su vi-da, entre 1950 y 1965, el fce continuó siendo una editorial me-xicana de vanguardia, que ayudó a evidenciar de manera pre-monitoria y en todo el mundo la relevancia que tenía lacorriente historiográfica de los Annales, con cuyo principal re-presentante, Fernand Braudel, mantuvo un estrecho y constan-te vínculo de significativos intercambios, consultas y asesoríasintelectuales del más diverso orden.4

Pero en 1965, por un acto autoritario del gobierno de Gus-tavo Díaz Ordaz, Arnaldo Orfila es obligado a dejar la direc-ción del Fondo, acto que cierra esta segunda etapa de vida dela editorial y que, anticipando en pocos años los profundoscambios culturales provocados en México por la revolución de1968, abre a la vez una nueva etapa, completamente distinta,dentro del itinerario vital general de este mismo fce.

Cuando la institución vacila entre negar o conservar a la idea que le dio origen

Resulta significativo comprobar que, desde 1966 y hasta hoy, elfce va a perder ese vínculo cercano que antes desarrolló con lacorriente de los Annales, a la vez que en su catálogo de obrasde historia comienzan a escasear, cada vez más, los autores y lasobras de las corrientes de vanguardia dentro de la historiogra-fía de los últimos cuarenta años.

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4 Por eso no es casual que las cartas entre Arnaldo Orfila, directordel fce en ese periodo, y Fernand Braudel sean más de 30, lo quemuestra claramente cómo Braudel funciona como una suerte de ase-sor extraoficial de la editorial para muchas obras de ciencias sociales,francesas y europeas, a la vez que colabora con ensayos para La Gace-ta del mismo fce, y solicita constantemente el envío de algunos de losnuevos libros que la editorial va publicando.

Pues fuera de la publicación antes mencionada de Los reyestaumaturgos de Marc Bloch, y de la coedición con el inah de laApología para la historia o el oficio de historiador, coedición cuyainiciativa correspondió al inah, el fce no volverá a publicar has-ta hoy ninguna otra obra ni de Marc Bloch, ni de Lucien Febv-re. Y también con la excepción de los Escritos sobre historia deFernand Braudel, que ya existían en español desde 1968 y queel Fondo reedita de la versión francesa de 1969 sólo hasta elaño de 1991, tampoco volverá a haber ninguna obra importan-te del mismo Braudel editada por el fce, que se habrá de con-tentar con la publicación de las Actas del Coloquio de Cha-teauvallon, tituladas Una lección de historia de Fernand Braudel,con la obra colectiva sobre El Mediterráneo, o con las tres con-ferencias tituladas La dinámica del capitalismo. Y mientras laseditoriales españolas editan, desde los años setenta y hasta hoy,todos los libros fundamentales de Bloch, de Febvre y de Brau-del, el fce parece más bien querer “provincializar” su propiocatálogo de obras de historia, editando en estas mismas épocasmuchos más trabajos de historiadores norteamericanos sobrela sola historia de México.

Por eso, tampoco la tercera generación de los Annales ten-drá presencia relevante en el fce, pues los libros editados deGeorges Duby (Historia de la civilización francesa, 1966), MarcFerro (Cómo se cuenta la historia a los niños en el mundo entero,1990) o Emmanuel Le Roy Ladurie (Historia del clima desde elaño mil y Entre los historiadores, 1989) están muy lejos de ser susobras centrales y más significativas, siendo más bien trabajosmarginales o periféricos respecto de sus contribuciones histo-riográficas principales.

Y si no hay ni un solo libro en el fce de Jacques Le Goff, deBernard Lepetit o de Jean-Yves Grenier, todos ellos autores im-portantes de la corriente francesa de los Annales, eso quizá seexplica, más en profundidad, por el hecho de que tampoco exis-ten editados por el Fondo ni un solo libro de varios autores quehoy son imprescindibles dentro de los estudios históricos mun-

diales, tales como Immanuel Wallers-tein, Edward P. Thompson, GiovanniLevi o Carlo Ginzburg, entre otros.

Y si todavía hasta finales de los añosochenta, y a pesar de estas terribles lagu-nas mencionadas, el catálogo de lasobras de historia del fce podía conside-rarse como garantía casi segura de la ca-lidad y del buen nivel del conjunto detrabajos allí incluidos, esto dejo de serverdad a partir de los años noventa,cuando con la política pragmática decoediciones con las universidades el fcecomenzó a publicar, en esa misma colec-ción, libros que a veces son buenos, pe-ro que otras veces son regulares y tam-bién a veces malos y muy malos.

Frente a lo cual, cabe ahora pregun-tarse: ¿la Institución del fce terminará,finalmente, negando, o más bien conser-vando y renovando, la iniciativa intelec-tual de vanguardia que hace setenta añosle dio nacimiento? El futuro inmediatotraerá consigo, sin duda alguna, la res-puesta a esta pregunta.

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La nueva Idea de la historia o el rescate de CollingwoodÁlvaro Matute

Historiadores e historiografía de laantigüedad clásica. Dos aproximaciones

Ricardo Martínez Lacy

México, 2004, fce, Breviarios

Esta obra explica de manera clara yconcisa el sentido de la historia en loshistoriadores clásicos de Grecia yRoma por un lado y por otro lasaportaciones de la historiografía mod-erna sobre dicha época. El punto departida del moderno análisis histori-

ográfico sobre la antigüedad clásica es la ilustración, conla obra de Edward Gibbon; a éste siguen Droysen,Mommsen, von Pohlmann, Rostovzeff y finalmente Fin-ley en el siglo xx. Martínez Lacy incluye a dos autores dela historiografía mexicana por la importancia del clasi-cismo en su obra: Las Casas y Justo Sierra. El autorestablece el “valor cultural paradigmático” de laantigüedad clásica y la atracción que ésta ha ejercidosobre los historiadores. Se inspira en una reflexiónproustiana sobre el “genio” del escritor para valorar a loshistoriadores, por el talento para reflejar en su obra losproblemas e intereses de su presente, más que por supreocupación por la calidad intrínseca del espectáculoreflejado. En la medida de la conciencia y sensibilidaddel historiador frente a su tiempo, el estudio del pasadopuede revelar nuevas dimensiones y significados. Histori-adores e historiografía de la antigüedad clásica es tambiénuna invitación a los historiadores mexicanos a ocuparsede temas de la historia universal desde una perspectivapropia, a superar el provincianismo mediante una visiónampliada de la historiografía y mediante una visiónglobal de la historia de México.

Aurora Díez-Canedo

En este año el fce publicó una reedición de uno de los más influyentes trabajos deR. G. Collingwood, la cual, gracias a ladiligente reconstrucción de su biógrafo,incorpora material inédito y diversosestudios que conducen a una comprensiónmás cabal del libro que en 1962 porprimera vez vio la luz en español

Siempre es un hecho digno de llamar la atención el repetidonúmero de veces que una obra es reimpresa. Se puede pregun-tar si se trata de vigencia o de inercia, dado que ambos motivossuelen ocurrir. ¿Cuál fue el caso de Idea de la historia, el libropóstumo de Robin George Collingwood, arreglado por su dis-cípulo T. M. Knox? La palabra vigencia puede ser equívoca.Prefiero sustituirla por validez. Idea de la historia es un libro ple-no en validez y, como toda obra de su índole, vigente hastacierto punto. De hecho, se trata de un libro cuya validez lo hahecho permanentemente vigente. Los años lo convirtieron enun auténtico clásico del siglo xx.

Las múltiples impresiones de esta obra se deben tal vez a ra-zones distintas por lo que respecta a su versión original y a sutraducción española, realizada por dos finos escritores: Ed-mundo O’Gorman y Jorge Hernández Campos. Si el originalofrece una tersa prosa inglesa, su versión castellana no desme-rece. Sin embargo, si se atiende a la recepción de este libro ensu ámbito lingüístico propio, Idea de la historia se fue convir-tiendo en un referente obligado en la filosofía de la historia an-glosajona, que pasó de cierta indiferencia a una revaloraciónmuy justa, sobre todo a partir de Louis O. Mink, tal vez el co-mentarista que le dio un nuevo impulso a la vigencia collin-woodiana. Paulatinamente fue aumentando la bibliografía so-bre Collingwood y el interés sobre el resto de su obra.

En español, el caso no deja de ser interesante. Precisamen-te el fce se dio a la tarea de dar a conocer, además, otros treslibros fundamentales de nuestro autor, fallecido en su natalOxford, en plena guerra mundial, en 1943. El Fondo publicósu extraordinaria Autobiografía, Los principios del arte y el tam-bién póstumo y arreglado por Knox Idea de la naturaleza. Estoocurrió en los años cincuenta. Al principio de la década si-guiente, el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la unamdio a conocer en español el Ensayo sobre el método filosófico.Mientras este último sólo fue publicado una vez, los otros li-bros de Collingwood han alcanzado algunas reimpresiones,pero muy pocas en comparación con Idea de la historia. En esosí coinciden el original y la traducción al español. En cambio,contrasta el hecho de que en nuestro medio ha habido escaseznotoria de trabajos consagrados al pensamiento de su autor.Otro libro de Collingwood traducido al español fue Ensayos so-

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bre filosofía de la historia (1970), que recoge ensayos publicadospor su autor en revistas de su tiempo, y que fue compilado ypublicado como libro en 1965 por la Universidad de Texas.

Recientemente, gracias al interés despertado por la herme-néutica, sabemos que Hans-Georg Gadamer fue un entusiastalector de Collingwood y propició la traducción del libro de quenos ocupamos y de la autobiografía al alemán, y él mismo lededica un espacio digno de llamar la atención en Verdad y mé-

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o

u

todo. Pero volviendo al caso mexicano, el que la obra siguierateniendo aceptación entre los lectores se debe más a que ha si-do un valioso auxiliar didáctico desde 1962, que cobró impul-so tras su segunda reimpresión en 1965.

A partir de 2004, los lectores tienen un libro que aumentó dela página 323 a la 610. ¿Cómo fue esto posible? El empeño delprofesor holandés Jan van der Dussen es el responsable. En1993 apareció una edición revisada de este libro, que ofrecíaesas casi 300 páginas de más. La sección de manuscritos de laBiblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford guarda no só-lo tesoros medievales, sino ológrafos de todos los tiempos, en-tre los cuales se encuentran los manus-critos de quien fuera también profesorde esa prestigiada casa de estudios. Vander Dussen los estudió y se dio a la tareade reconstruir la edición de Idea de la his-toria, enriqueciéndola con nuevos textos,a saber: “Análisis preliminar. La idea deuna filosofía de algo y, en particular, deuna filosofía de la historia” (1927),“Conferencias sobre filosofía de la histo-ria” (1926) y “Esbozos de una filosofía de la historia” (1928).

Ahora bien, Collingwood dio un giro en su trayectoria en1924, con su libro Speculum mentis, hacia la filosofía de la his-toria, sin abandonar su interés en la filosofía de la mente y lametafísica, temas sobre los cuales siguió trabajando casi hastasu muerte y su penosa enfermedad que lo afectó sobre todo enlos últimos cinco años de su vida. La filosofía de la historia pa-só a ser el centro de su actividad como profesor a partir de1926, y los materiales que se agregan a la nueva edición deIdea de la historia son los primeros textos que preparó comoapoyo a sus lecciones inaugurales y sus cursos sobre la mate-

Idea de la historia epleno en validez y,de su índole, vigenpunto. De hecho, slibro cuya validez lpermanentemente lo convirtieron en clásico del siglo xx

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ria en Oxford. Así, no obstante consagrar esfuerzos a otros te-mas y otros libros, como los ya mencionados sobre estética ysobre el método filosófico que representan sus ideas, sobre to-do el primero, sobre filosofía de la mente, siempre estuvo tra-bajando en asuntos de filosofía de la historia. Algunos de lostrabajos que forman parte de Ensayos sobre filosofía de la historiamuestran la continuidad que guardan estos nuevos materialesde la edición aumentada del clásico y que tendrían su culmi-nación en lo que preparó al final de su vida, cuando en 1939decidió elaborar dos libros, el multicitado Idea de la historia,que básicamente se centraba en la primera y muy leída parte

relativa a su recorrido sobre la historiade la idea de la historia, y lo que empa-rienta aquello que Knox reunió dentrode la parte llamada “Epilegómenos”,con otro libro que proyectaba, ThePrinciples of History. Este otro libro, porcierto, apenas apareció en 1999, graciasal esfuerzo conjunto del mismo profe-sor Van der Dussen y del célebre filóso-fo de la historia William H. Dray, uno

de los revaloradores de Collingwood. Ojalá no pase muchotiempo en que esta obra pueda ser apreciada por los lectoresde nuestra lengua.

El estudio introductorio del mencionado profesor holandésa la nueva edición de la Idea…, no sólo aclara muchas de estascuestiones, sino que ofrece interesantes posturas sobre el pen-samiento del gran historicista inglés. Su trabajo como editor deCollingwood es ejemplar, no sólo por las páginas rescatadas si-no por sus agudos comentarios sobre la evolución de ese pen-samiento. Sobra decir que Jan van der Dussen es autor de unlibro, History as a Science: The Philosophy of R. G. Collingwood,

publicado en La Haya en 1981. Es, sinduda, la autoridad en la materia.

Las nuevas partes que se pueden leeren la versión actual del libro ejemplifi-can la riqueza temática que ofrece la fi-losofía de la historia. Básicamente Co-llingwood se centró en aspectos episte-mológicos, los cuales son tratados conun rigor excepcional. Los historiadoresdeben acudir a un libro de esta naturale-za, porque los ayuda al reflexionar sobreel sentido de su quehacer, sobre los fun-damentos de su disciplina.

La edición revisada de Idea de la histo-ria es un nuevo hito para el cultivo de lareflexión sobre la historia, llámesele teo-ría o filosofía. Sería deseable que se si-guiera el ejemplo de la filósofa españolaConcha Roldán (Entre Casandra y Clío)quien dedica un ensayo sugestivo y muybien planteado al pensamiento de Co-llingwood, el cual, a su vez, tiene muchoque decirle a los lectores. Los afectadospor el prurito de solamente citar lo últi-mo, no podrán comprender “lo último”sin haber recorrido un camino para elcual la reflexión collingwoodiana es fun-damental.

s un libro como toda obrate hasta ciertoe trata de un ha hecho

vigente. Los años n auténtico

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La sombra del islam en la conquista de AméricaHernán G. H. Taboada

1 Retomo aquí la expresión de WalterPrescott Webb, The Great Frontier; las ideasdel texano terminan siendo aceptadas, no sincierta ironía hacia sus pretensiones panexpli-cativas, por John H. Elliott, El Viejo Mundo yel Nuevo, 1492-1650, cap. 3: “La nueva fron-tera”; también las acepta, incorporándolassagazmente a su concepción general euro-peísta, Eric Jones, The European Miracle. En-vironment, Economies, and Geopolitics in theHistory of Europe and Asia. Naturalmente, nopueden olvidarse las ideas de Arnold Toyn-bee, que recoge una larga tradición y el re-cuerdo de Ares y las Musas que remonta aDiodoro Sículo.

2 Referencias más precisas se detallan enel capítulo 3; aquí señalo, de la amplia litera-tura existente, sólo la que está dedicada espe-cíficamente al planteamiento de la relaciónentre la guerra islámica y la expansión marí-tima europea: J. H. Elliott, op. cit.; CharlesTilly, “The Europe of Columbus and Baya-zid” en Middle East Research & InformationProject Report, vol. 22, núm. 178, pp. 25; Re-çat Kasaba, “‘By Compass and Sword’: TheMeanings of 1492”, en Middle East Research& Information Project Report, vol. 22, núm.178, pp. 6-10.

América apareció enel horizonte europeoen un momento enque el islam iba enretirada. Por eso laobra de la que hemostomado estefragmento, la cualcircula desde hace

unos meses dentro de nuestra Secciónde Obras de Historia, es un inusualestudio de los vínculos, mediados porEuropa, entre el Nuevo Mundo y laórbita de influencia musulmana

Cuando imaginé por primera vez la em-presa de investigar las relaciones entre lahistoria islámica y la americana, expues-ta en tal vaguedad de términos, tenía enmi haber algunas referencias, pocas in-tuiciones y el desconocimiento generalque hizo posible tanta audacia. Porque,como no tardé en descubrir, el escasocaudal que poseía había sido extraído dela gran masa de lugares comunes quecirculaban sobre el tema, y que solíanser, como es la regla, simplificaciones delos pocos hechos salientes en el océanode una realidad mucho más compleja.

Fue sostenido por una gran curiosi-dad hacia las culturas islámicas, que du-rante años había estado estudiando, yhacia las culturas americanas, sobre lascuales la meditación había comenzadomucho tiempo antes, que pude avanzaren la inmensa selva de las bibliotecas, lacual se extendía ante mí una vez agota-das las referencias bibliográficas más ob-vias: profusión de libros y revistas, co-lecciones de documentos, enciclopediasy atlas; en medio de todo aquello podíahallarse el dato buscado. Cuando algunaorientación me fue posible, me percatéde que la primera parte de la amplia in-vestigación proyectada, las conexionesentre la conquista europea de América yla dinámica intercivilizacional que desdeel siglo xv había llevado a una nueva eta-pa dentro del enfrentamiento entre lacristiandad y el islam en el Viejo Mundo,ofrecían un campo de investigación yade por sí extenso y enmarañado.

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Un primer sendero que para su estu-dio pude por fin reconocer fue el de lasconcepciones en torno a la frontera, devieja tradición en los estudios sobre Amé-rica: después de Frederick Turner y susdiscípulos, los latinoamericanistas leshan prestado creciente atención. De estemodo, no sólo la realidad social y men-tal de muchas regiones ha sido relacio-nada con una posición fronteriza, sinoque todo el continente ha llegado a lla-marse “la frontera de Europa” (o “de oc-cidente”). Sin aceptar esta definición,que ha dado lugar a consabidas exagera-ciones del ensayismo y a afirmaciones detono condescendiente, veo en ella la po-sibilidad de una correlación fructíferacon algunos planteamientos de enverga-dura: aquellos que señalan como un hilorojo en toda la historia de Europa, nosólo en sus episodios coloniales america-nos, el avance ininterrumpido sobrefronteras, lo cual habría otorgado unaabundancia de espacio y de recursos (tie-rra, agua, maderas y metales) que la dis-tinguieron de las hacinadas civilizacio-nes de Asia, confinadas a regiones super-pobladas, o de recursos pobres en tierrasy aguas, explotados además durante mi-lenios. La conquista del Atlántico, hastaAmérica, habría sido un paso más, gi-gantesco, en dicho avance: Europa ha-bría encontrado el camino hacia su“gran frontera”.1

También esto puede prestarse a afir-maciones de vaguedad poco útil. Un in-tento de definición liminar de la fronte-ra nos muestra la variedad de formacio-

nes históricas que el término puede de-signar: de la edad heroica de dorios ygermanos, conducidos por Ares y lasMusas, a la tranquila expansión de gana-dos y mieses sobre la pampa argentina.La frontera puede ser una línea en el es-pacio, una tierra de nadie entre dos so-ciedades, un área donde estas dos socie-dades se entremezclan. Su percepciónvaría, según se la mire desde una capitalimperial o desde una avanzada en tierrabárbara: la frontera puede ser entoncesun territorio para la expansión, unafuente de recursos o una fuente de ilu-siones; como se ha dicho infinidad deveces, el Nuevo Mundo fue para los eu-ropeos, aun antes que lo alcanzaran, latierra de la realización de los deseos: la ri-queza fácil primero, y después la fuga delas ataduras, el salto de las barreras so-ciales, la permisividad, el reino del fron-tier dream. El paso hacia un nuevo terri-torio rico en recursos y en posibilidadesenlaza la historia del avance fronterizoen el Viejo Mundo y en el Nuevo.

Sin embargo, este paso, retomando ymodificando un antiguo argumento his-toriográfico, se dio cuando la reaccióndefensiva del islam, representado por losturcos otomanos, cortó uno de los cami-nos tradicionales de la expansión euro-pea hacia el sur y el oriente, por lo queésta hubo de dirigirse hacia otras regio-nes, entre ellas el Atlántico, dentro de loque se ha llamado, con abundancia decorazón pero no incorrectamente, unaestrategia de contracerco del islam, eldesignio de una fantástica maniobra detenazas sino-europea.2 Por ello, la pri-

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4 Joseph E. Inikori, “La trata negrera ylas economías atlánticas de 1451 a 1870”, enLa trata negrera del siglo XVI al XIX, pp. 74-106;Patrick O’Brien, “European Economic De-

sostenida por Eric Jones, op. cit., y reciente-mente por David Landes, The Wealth and Po-verty of Nations: Why Some Are so Rich and So-me so Poor. El debate sigue abierto y recien-temente ha vuelto a subrayar la importanciade América: Kenneth Pomeranz, The GreatDivergence: China, Europe, and the Making of

mera etapa de la expansión marítima eu-ropea tuvo importantes dimensiones deguerra religiosa, que se perpetuarondespués, más atenuadas, en la conquistade América.

También estas afirmaciones requie-ren de aclaración, ya que pueden evocarlas interpretaciones, que han vuelto nue-vamente a la vida en los últimos años,acerca de las civilizaciones como entesdefinidos de manera esencialista, quepor necesidad “chocan” inevitablementea lo largo de los siglos. Más lúcida meparece la preferencia —expresada poruno de los fundadores de la escuela de la“historia mundial”, William McNeill—por subrayar la heterogeneidad de losconjuntos civilizacionales. Sólo en laépoca que nos ocupa, el de la modernaexpansión europea e islámica, hubo unarelativa autoconciencia civilizacional,que permite simplificar los procesos, co-mo los contemporáneos los simplifica-ron, hablando de un conflicto entre Eu-ropa y el islam.3

Hablando en estos términos, no hayduda de que la estrategia de la cristian-dad resultó por fin exitosa, aunque porvías jamás imaginadas, que a su vez inau-guraron un estado de cosas inédito, quea largo plazo terminaría con los idealesque habían inspirado dicha estrategia.En los comienzos de su expansión marí-tima, los países de la cristiandad latina,aterrorizados por el avance otomano, fi-guraban en una posición ligeramente su-bordinada en el concierto de las civiliza-ciones: ni su economía, número de habi-tantes, ciencia, técnica o poder militar,por no hablar de dimensiones menosmensurables como el arte, la literatura yla mística, le aseguraban preeminenciaabsoluta alguna. A partir del siglo xvi,en cambio, la entidad que ya empezaba aautonombrarse Europa estuvo en condi-ciones de enfrentar a sus contrincantesextraeuropeos, para superarlos en variosterrenos en el xvii, competir ventajosa-mente en el xviii y dominarlos en el xix.Detrás de este crecimiento se halla indu-dablemente el desarrollo económico quedesembocó en el capitalismo, la revolu-ción industrial y la modernidad, todo locual nos permite hablar, ahora sí, de unaexcepcionalidad europea. Las causas de

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3 Véanse las colaboraciones reunidas enel volumen de Philip Pomper, Richard H.Elphinck y Richard T. Vann, comps., WorldHistory: Ideologies, Structures, and Identities.

dicha excepcionalidad se han buscado enalgún elemento endógeno: la ausenciade invasiones nómadas, la estructura ju-rídica de origen romano, la multiplici-dad de unidades políticas, etcétera. Juntoa ellas se perfila como elemento impor-tante, quizá fundamental, la conquistaeuropea de territorios ultramarinos: la

apropiación de las rutas del oro saharia-no, luego la confiscación del comerciodel Índico y sobre todo la explotaciónsistemática de América con mano deobra esclava o semiesclava otorgaron alos europeos los recursos que hicieronposible su papel intermediario entre lasvarias economías-mundo y a fin decuentas su hegemonía mundial.

Afirmaciones de esta naturaleza re-quieren, para no caer en la metahistoria,de investigaciones puntuales de todo ti-po. Hace ya algún tiempo se señaló quela “contribución de la periferia” al desa-rrollo europeo fue en realidad mínimo yhay una influyente línea de pensamientoque todavía resalta los factores endoeu-ropeos como esenciales. En cambiootros historiadores del sistema mundial,como Andre Gunder Frank, ImmanuelWallerstein o Samir Amin, tienden aasignar a la periferia gran importancia.Resultan útiles por lo tanto investigacio-nes como la de Joseph Inikori, destinadaa mostrar en detalle la importancia quetuvo la confiscación de la mano de obraafricana y su puesta en valor en Américapara el surgimiento del industrialismonoratlántico, que fue el motor del des-pegue europeo.4 Aquí abordo un proble-

Tempranamente el pensamiento europeo, obsesionado con el peligrootomano, fijó sus ojos en las nuevas tierras: su conquista era unaseñal del cambio en las fortunas, sus hombres y riquezas se pondríanen la balanza de la guerra contra el islam, o por lo menos el NuevoMundo serviría de refugio para unacristiandad derrotada en el Viejo

velopment: The Contribution of the Perip-hery” en The Economic History Review, segun-da serie, vol. 35, pp. 1-18; la afirmación deuna superioridad europea temprana (desde elsiglo xi) y basada en factores endógenos fue

ma anterior, no el del enriquecimientosino el de la supervivencia misma de Eu-ropa, en el siglo de la immanitas turcica,que fue también el siglo de la conquistaamericana. Para las fuentes contemporá-neas, el temor a los otomanos es un da-to de toda obviedad, pero también enellas asoma la esperanza en los espaciosatlánticos y en las Indias nuevas. Porello merece estudio esta otra contribu-ción de la periferia: no sólo con recursosque fueron usados en la guerra contra elislam, sino también, en nuestro contex-to historiográfico que asigna importan-cia a las mentalidades colectivas, con larenovación de la confianza de los euro-peos en sí mismos. […]

Como resultado, el tema de las rela-ciones entre la historia de la ocupaciónde América por los europeos y la lucha deéstos con el islam ha quedado relegada aobiter dicta vagos y reiterativos, cuya re-ferencia principal, por otro lado, sueleser la llamada reconquista, a pesar deque la urgente realidad de la España queocupó América fue la gigantesca guerra,que con razón fue llamada mundial, quese desarrolló con el imperio otomano. Yesta guerra, que en sus escenarios prin-cipales, el Mediterráneo, la costa africanay aun el Índico, ha sido objeto de des-cripciones de cierto detalle, es poco co-nocida en las interrelaciones que mantuvocon la llegada de los europeos a Américay sus primeras conquistas: constituye nouna “arqueología negada” sino una “ar-queología ignorada”.5 Sacarla a la luz nosólo significa un aporte para una mejorcomprensión de las civilizaciones delViejo Mundo, sino sobre todo, por lomenos desde el enfoque aquí buscado,para una mejor comprensión de Amé-rica en las dimensiones de su historiamundial.

Como trataré de exponer en los suce-sivos capítulos, a la estrategia inicial decontracerco sucedieron otros desarro-

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the Modern World Economy.5 Hago alusión al libro de Herbert Frey,

La arqueología negada del Nuevo Mundo, don-de la “arqueología” (arjaiologuía) de Américaes la historia europea anterior a Colón.

llos intelectuales, políticos y económicosen los que América se fue convirtiendoen elemento que modificaba las relacio-nes entre la cristiandad y el islam. Tem-pranamente el pensamiento europeo,obsesionado con el peligro otomano, fi-jó sus ojos en las nuevas tierras: su con-quista era una señal del cambio en lasfortunas, sus hombres y riquezas se pon-drían en la balanza de la guerra contra elislam, o por lo menos el Nuevo Mundoserviría de refugio para una cristiandadderrotada en el Viejo. Y alguna de estasesperanzas se realizó: antes de servir a lacompleta modificación del equilibrioentre civilizaciones a que antes he aludi-do, las riquezas americanas fueron, más

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El otro occidenteMarcello Carmagnani

puntualmente, el elemento que permitióel empate con los turcos en la guerramediterránea, basada en las cada vez máscostosas galeras. Este empate, a su vez,llevó a un tácito reparto de territoriosque alejó a España por tres siglos de lastierras africanas, su viejo campo de ex-pansión, e hizo que dirigiera sus ener-gías al nuevo continente, aunque pormucho tiempo los hombres de religión ylos de acción seguirían pensando connostalgia en la vieja guerra que otorgabagloria terrenal y celeste a la vez. Mien-tras esto ocurría, en el plano de las lar-gas duraciones se daba el nacimiento dela inédita economía moderna del mundonoratlántico, que impulsó la menciona-

da hegemonía mundial europea. Y en elplano de la historia intelectual, la etno-grafía desarrollada a partir del encuen-tro con el hombre americano otorgaba alos europeos una legitimación de su do-minio infinitamente más sofisticada delo que había sido el orientalismo medie-val y protomoderno.

De esta manera y en ese momentonació América para la historia europea;pero los beneficios recibidos fueron rá-pida y desdeñosamente olvidados, y has-ta nuestros días todo tipo de literatura seempeñó en recordar que los americanos,elementos siempre pasivos en la granhistoria, fuimos los grandes beneficia-rios del encuentro.

Contra la idea deque “lo occidental”es algo que se gestafuera de AméricaLatina y sólotardíamente nosllega, el nuevo librode Carmagnani, queapareció en

coedición de El Colegio de México yel FCE, gracias al Fideicomiso Historiade las Américas, repasa la influenciarecíproca entre el continente y elresto del mundo, desde el contacto deEuropa con el Nuevo Mundo hasta la reciente y aún activa globalización

Este libro trata de la historia de la occi-dentalización de América Latina y des-cribe los procesos que, en el periodotranscurrido desde el descubrimiento deAmérica en 1492 hasta la actualidad, hanfavorecido o entrabado la convergenciaentre las áreas latinoamericanas y euro-peas y entre éstas y los demás continen-tes. Así, buscaremos mostrar y subrayarlas interacciones económicas, sociales,políticas y culturales que llevan a los ac-tores latinoamericanos a elegir determi-nadas opciones colectivas y convertirseen sujetos activos en el proceso de occi-dentalización. De este modo, en efecto,

el mundo latinoamericano ha llegado ainfluir positivamente en la evolución delmundo occidental a través de una cons-tante interacción entre la dimensión na-cional y la internacional.

Nos situamos, por tanto, ante una na-rración de historia global, que encuentrauna eficaz simbología visual en dos imá-genes barrocas: la alegoría de las cuatropartes del mundo del fresco de G. B.Crosato, pintado en el cielo raso del sa-lón de baile de Ca’Rezzonico en Venecia(1753), y la fuente de los cuatro conti-nentes de Trieste (1751-1754). En elfresco veneciano los cuatro continentesentonces conocidos, Europa, Asia, Áfricay América, presentan idénticas dimen-siones sugiriendo así una paridad en lasrelaciones entre las diversas áreas delmundo. Por encima de ellos se sitúa ladivinidad, símbolo de un supremo prin-cipio organizador que permite una con-vivencia ordenada entre los continentes.En la fuente de Trieste, por su parte, ca-da una de las cuatro estatuas que repre-sentan a los continentes vierte agua de suprincipal río en las conchas colocadasencima, representando así el destino co-mún que los une. Sobre ellas se levanta laimagen de Trieste, rodeada de barriles,fardos de algodón y corderías que simbo-lizan el comercio como principio rectordel universo. Y en lo más alto de la fuen-

te se yergue Fama, que rige todas las ac-tividades humanas. Fama y Comercio,entonces, sugieren la idea de una plurali-dad de fuerzas que interactúan acompa-ñando la aspiración de los protagonistasde la historia de coexistir, dialogar y par-ticipar en los acontecimientos del mun-do, sin renunciar por ello a sus específi-cas características locales y nacionales.

La capacidad de proyección interna-cional de las diferentes regiones delmundo es una tendencia que precede laformación de los estados modernos y noresponde necesariamente a la voluntadde potencia de éstos. Además del estadoexiste de hecho otra fuerza, igualmentepotente, encarnada en actores históricosque desean compartir sus experienciasculturales, y esta fuerza posee una enor-me capacidad de propagación espontá-nea que nunca ha dejado de influir en lasdecisiones, condicionando así las dimen-siones nacionales e internacionales. Igual-mente importante es la fuerza que obsta-culiza la colaboración nacional e interna-cional, un producto de la libertad de losactores históricos explicada por razonesde orden cultural, político, social y eco-nómico. Esta fuerza orienta la acción delos seres humanos por un camino unila-teral, aislacionista, que puede llevarlos aasumir actitudes de oposición y de hosti-lidad e incluso conducirlos a la guerra.

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Si se considera que en las distintassociedades la colaboración y el aislacio-nismo coexisten en una relación de ten-sión, se comprobará que en determina-dos periodos se verifica una mayor omenor propensión hacia una u otra ac-titud, como consecuencia de las decisio-nes asumidas colectivamente por los ac-tores históricos de acuerdo con sus inte-reses, necesidades o visión del mundo.La proyección internacional de los pro-cesos internos o nacionales aparececondicionada por el tamaño de los paí-ses y áreas geográficas, pero ello no ex-cluye que, aun cuando un estado ejerzauna hegemonía total del orden interna-cional, otros países pequeños con difícilproyección internacional asuman uncomportamiento agresivo que consigagenerar un desorden internacional.Ellos pueden también coaligarse a fin decontrarrestar el dominio de una granpotencia o agredir a países que eligenopciones disidentes. En otras palabras,existen reglas o normas, incluso no es-critas, que condicionan las decisiones delos países individuales y que otorgan alas formas de coexistencia y participa-ción en la vida internacional una varia-bilidad temporal de mediano o largoplazos.

La occidentalización de las áreas lati-noamericanas es una historia interna-cional, en cuanto supone relaciones en-tre distintas dimensiones regionales, na-cionales y estatales, y entre las áreaslatinoamericanas y el resto del mundo,el conjunto de las cuales genera una redde interacciones. Al analizar las interac-ciones, este libro de historia internacio-nal no se limita a considerar las relacio-nes diplomáticas bilaterales o multila-terales, sino que abarca también loscontactos informales derivados de laproyección de los actores históricos enla esfera internacional, expresada, porejemplo, en la religión, la lengua, la cul-tura material o la emigración. Es biensabido que cuando los sistemas repri-men estas expresiones, los disidentes de-fienden sus intereses recurriendo a to-das las formas de resistencia propias desus tradiciones o visión del futuro. Porlo tanto, un enfoque global debe abarcarel conjunto de las manifestaciones hu-manas y distinguir analíticamente las di-ferentes esferas de actividad de las per-sonas, teniendo en cuenta que ningunade ellas posee un valor absoluto y que siintenta imponerse por sobre las demás

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su hegemonía no será duradera y acaba-rá por ser rechazada.

El enfoque global de la historia inter-nacional comprende las interaccionesentre los componentes históricos, lascuales activan a todos los actores tanto alinterior de las realidades nacionales co-mo en la esfera internacional. La occi-dentalización de las áreas latinoamerica-nas se configura entonces como el pro-ducto de la participación de todos los

actores que generan fuerzas dinámicas,ya sea de aquellos que desde Europa seproyectan hacia el contexto americano,ya sea de los que se vuelcan a la escena in-ternacional desde el subcontinente. Lainteractividad que caracteriza la occi-dentalización del subcontinente generaun proceso dúctil y de hecho las diversassecuencias temporales asumidas por loscomponentes latinoamericanos e inter-nacionales activan o desconectan losvectores que, según el momento históri-co, suman o restan potencia a la dimen-sión nacional o internacional, orientan-do así las decisiones colectivas hacia lacolaboración o el aislamiento. Ello sig-nifica que la occidentalización no tienenada de teleológico, que no se trata deun fenómeno único e idéntico en eltiempo, ni es independiente de la volun-tad de los protagonistas y de las dinámi-cas nacionales e internacionales. Se tra-ta, desde luego, de un proceso dotado deuna historicidad muy fuerte.

La occidentalización del mundo ame-ricano es entonces un proceso multifor-me y multilineal, y a partir de esta ideacrucial arranca nuestro análisis. A dife-rencia de cuanto a menudo se ha dicho yescrito, no ha sido éste un recorrido li-neal y ascendente trazado por la evolu-ción y prolongación de la conquista ibé-rica del mundo americano, iniciada en1492 con el descubrimiento del conti-nente por parte de Cristóbal Colón alservicio de la reina católica de Castilla.Todo lo contrario, la occidentalizaciónde las áreas americanas —tanto del nor-te como de las regiones centromeridio-nales— es un proceso que alterna acele-

Existen reglas o normas, incluso no escritas, que condicionan lasdecisiones de los países individualesy que otorgan a las formas decoexistencia y participación en lavida internacional una variabilidadtemporal de mediano o largo plazos

raciones y frenazos. Cabe añadir ademásque los diferentes factores económicos,culturales, políticos e internacionalesvan asumiendo un peso específico varia-ble según los periodos históricos.

Este libro mantiene esencialmente laidea de que la occidentalización delmundo americano no se verifica lineal-mente a partir de un momento deter-minado de la historia en que se destru-ye a las civilizaciones precedentes. Seexamina más bien un proceso históricoque avanza a tentativas, impulsando lainteracción entre protagonistas, vecto-res y dimensiones americanas y no ame-ricanas. Son precisamente los actoresquienes dan impulso a los vectores, me-diante los cuales van creando las di-mensiones históricas, tanto en el con-texto interno como internacional. Di-cho de otra manera, el proceso deoccidentalización no está predefinido odeterminado por factores ajenos a lavoluntad de los actores históricos, y es-to es lo que explica su alto nivel de es-pontaneidad y la capacidad de los pro-tagonistas para ir definiendo las formasde colaboración o aislamiento que con-sideran oportunas.

El objetivo de este estudio históricono es, por lo tanto, analizar de qué mane-ra América Latina se vuelve occidental,sino más bien estudiar cómo el subconti-nente y el mundo inventaron un recorri-do que acercó las áreas latinoamericanasa las ibéricas y occidentales, y cómo todasellas se vieron sometidas a un influjo re-cíproco. Se describe entonces un proce-so, más que definir estáticamente la ho-mologación de América Latina a los es-tándares europeos y estadounidenses. Seintenta mostrar cómo los latinoamerica-nos y los no latinoamericanos fueroncreando gradualmente la convergenciade las áreas americanas y europeas entorno a determinadas formas de compor-tamiento y de organización social, nor-mas jurídicas, formas políticas y mecanis-mos económicos y sociales comunes,hasta llegar a la occidentalización. Enotras palabras, este libro se diferencia deaquellos estudios que concentran su inte-rés en cuánto de ibérico, europeo o nor-teamericano se interioriza en las áreas la-tinoamericanas, porque dichos estudiosinterpretan el subcontinente como unsujeto pasivo que se limita a padecer laoccidentalización.

Traducción de Jaime Riera Rehren.

número 406, octubre 2004