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Adiós al mito

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Por M. C.

E l ejemplo que nos deja es mues-tra de que juntos, los españolessomos capaces de superar lasmayores dificultades y de alcan-

zar, con unidad y solidaridad, el mejor fu-turo colectivo para todos”. Con estas pala-bras, el Rey Juan Carlos destacaba la prin-cipal característica por la que Adolfo Suá-rez ha quedado en la memoria de los espa-ñoles, la de la capacidad de diálogo y deforjar acuerdos. La misma característica quehan coincidido en subrayar los represen-tantes de todas las fuerzas políticas a lo lar-go de estos últimos días. El presidente delGobierno, Mariano Rajoy, tras conocerse elfallecimiento de Suárez en la clínica Cem-tro de Madrid el pasado 23 de marzo, afir-maba que “el mejor homenaje” que puedenhacer los españoles y él mismo a Suárez esesforzarse “por seguir el camino” que él mar-có, “el del entendimiento, la concordia y lasolidaridad entre españoles para lograr laEspaña que él quiso y que entre todos de-bemos hacer posible”.

En la misma línea se expresaron los tresexpresidentes del Gobierno, reunidos en lacapilla ardiente instalada en el Salón de losPasos Perdidos del Congreso de los Diputa-

dos, por donde pasaron 30.000 personas.Felipe González indicaba que “el paso deuna dictadura a una democracia pluralista,tantas veces frustrada en nuestro país, se de-be a su tarea”. José María Aznar, a su llega-da al Congreso, expresaba a los medios su“reconocimiento a quien, en la historia deEspaña, tiene un puesto de honor cuando sehabla de libertad, de democracia y de con-vivencia de todos los españoles”. Por su par-te, José Luis Rodríguez Zapatero explicó queSuárez “lideró el cambio de una vieja y des-garrada nación a un país democrático y re-conciliado consigo mismo”, un aconteci-miento que supuso “un gran ejemplo colec-tivo, un gran ejemplo para el mundo”, que“solo se entiende a partir de la actitud deAdolfo Suárez, de su afán de concordia, desu determinación, de su valentía”.

El expresidente del Gobierno, de 81 años,fallecía a las 3 de la tarde del pasado do-mingo, 23 de marzo, en la madrileña Clíni-ca Cemtro. Suárez había sido ingresado enese centro hospitalaria seis días antes, a cau-sa de una infección respiratoria que derivóen neumonía. Un cuadro patológico habi-tual en los enfermos de alzheimer, como erael caso del expresidente. Tras el traslado delféretro al Congreso y la instalación allí de lacapilla ardiente, Suárez ha sido enterrado en

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Fallece a los 81 años el líder político de la Transicióndemocrática

Adiós al mitoEste lunes tendrá lugar, en la Catedral de la Almudena de Madrid, el funeral deEstado en memoria de Adolfo Suárez, el primer presidente del Gobierno de larestauración democrática y símbolo del espíritu de consenso que hizo posible laTransición. Hijo y nieto de republicanos, supo prosperar en la jerarquía franquistahasta llegar a granjearse la amistad del futuro Rey, que terminó eligiéndole contrapronóstico para liderar el proceso de desmantelamiento de la dictadura. Con él seva el primer político moderno de la historia de España, una persona que supoexplotar como nadie en esos años su imagen renovadora para mantenerse al frentedel cambio que demandaba la sociedad española.

La capilla ardiente fue visitada por más de 30.000 personas.

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Las autoridades del Estado y los representantes de todas las fuerzas po

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Entre los homenajes y reconocimientos que harecibido Suárez a lo largo de los últimos días es-tá la orden ministerial aprobada por el Ministe-rio de Fomento, a propuesta de Rajoy, para quela denominación oficial del aeropuerto de Ma-drid-Barajas, que pasará a denominarse en ade-lante aeropuerto Adolfo Suárez, Madrid-Barajas.“Su trabajo fue esencial para culminar uno de losmayores logros conseguidos por España comopaís: la Constitución Española de 1978”, segúnel texto, en el que se explica que por ello “sonobligadas las expresiones de reconocimiento yrespeto a la grandeza, el esfuerzo y al papel his-tórico del primer presidente de nuestra demo-cracia”. De esta manera, el expresidente del Go-bierno se coloca a la altura de figuras históricascomo John Fitzgerald Kennedy o Charles de Gau-lle, que dan nombre a los principales aeropuer-tos de Nueva York y París. El cambio de denomi-nación tendrá un coste de entre medio millón yun millón de euros y se hará de forma paulatina,ha anunciado este martes el presidente de Ae-na, José Manuel Vargas.

Suárez, conKennedy y De Gaulle

Don Juan Carlos destacó el legado de concordia que deja la trayectoria política de Suárez.

as políticas se reunieron para despedir al expresidente.F. MORENO

F. MORENOF. MORENO

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el Claustro de la Catedral de Ávila, dondetambién reposan los restos del medievalistay presidente de la República en el exilioClaudio Sánchez-Albornoz. Posteriormentese trasladaron hasta este Claustro de la Ca-tedral los restos de su esposa, Amparo Illa-na, quien falleció en 2001 a consecuenciade un cáncer y cuyos restos se encuentranen una capilla de la iglesia Mosén Rubí.

Tras el homenaje a Suárez por parte de losReyes y los expresidentes del Gobierno, eranlos príncipes de Asturias los que acudían ala capilla ardiente. Don Felipe no ocultabasu tristeza por la pérdida del primer presi-dente de la Transición, al que “hay que agra-decerle todo”. Entre las personalidades quevisitaron la capilla ardiente de Suárez tam-bién estuvo el expresidente de la Generali-tat catalana Jordi Pujol, que recordaba su“afecto” por Suárez. “Siempre en el desa-cuerdo, que alguno tuvimos, nos considera-mos y nos respetamos mutuamente. Siem-pre valoré su valentía, su audacia y su bue-na fe. Porque aunque tenía, naturalmente,

como todos los políticos, sus argucias, subuena fe era de fondo”, explicaba Pujol.

Su sucesor al frente de CiU y en la presi-dencia de la Generalitat, Artur Mas, prota-gonizó la polémica de la jornada al defen-der la existencia de políticos que no miren“hacia otro lado”, en una clara referencia aRajoy y su actitud ante la convocatoria delreferéndum catalán.”Hizo mucho y bien enmuy poco tiempo y, aunque durante muchosaños no se le reconociera plenamente, seatrevió, actuó con gran valentía, arriesgó,ganó y se quemó o le quemaron. En los mo-mentos actuales, gente con esta visión, sen-tido y características hace especialmente fal-ta”, explicaba Artur Mas en el patio del Con-greso tras dar el pésame a los familiares delexpresidente. El padre de la Constitución yexportavoz de CiU en el Congreso, MiquelRoca, replicaba a Mas afirmando que “hoyno toca” instrumentalizar su figura.

Durante el funeral celebrado el pasadomartes en la Catedral de Ávila, el obispo dela ciudad, Jesús García Burillo, destacaba el

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En su emocionada alocucióntras la muerte de Adolfo Suá-rez, el Rey reconoció noble-mente que la Transición habíasido mérito de ambos. “Mi gra-titud hacia el duque de Suárez–confesó el monarca– es, por to-do ello, honda y permanente, y midolor hoy, es grande. Pero el dolorno es obstáculo para recordar y va-lorar uno de los capítulos más bri-llantes de la Historia de España: laTransición que, protagonizada por elpueblo español, impulsamos Adol-

fo y yo junto con un excepcio-nal grupo de personas de dife-rentes ideologías, unidos poruna gran generosidad y un al-to sentido del patriotismo”.

Un reconocimiento tardíopero más vale tarde quenunca. El Rey le dio un du-cado pero fue clamorosa lainjusticia de que no le con-cediera en su día el Toi-són de Oro, la máximacondecoración de la mo-narquía española, quefinalmente recibió Suá-rez en el verano de2008, cuando ya nopodía apreciar el ges-to, cuando había per-dido la memoria. Lafoto que hizo su hi-jo Adolfo SuárezIllana en la que se

ve al Rey con la mano en el hom-bro del hombre perdido en las ti-nieblas es emocionante y no puedeser más patética. Su hijo ha conta-

do que Suárez, que evidentementeno reconoció al visitante le dijo, son-riente, nunca perdió la sonrisa: “¿Tutambién vienes a pedirme dinero?”.Esta foto para la historia y para laleyenda la colocó el Rey de fondo,en su mesa, cuando pronunció sumensaje mortuorio. Pocas horas des-pués Don Juan Carlos recuperó elcollar como manda la tradición cuan-do muere su titular.

Chuletón de Ávila poco hechoLa verdad es que Adolfo Suárez fuemás leal al Rey que el Rey con Adol-fo Suárez. Es innegable el papel delmonarca en la restauración de la de-mocracia pero parece que alimentócierto resquemor respecto a quiéntenía más mérito en tan formidableempresa.

Ambos acertaron en su recíprocaelección. Adolfo Suárez apostó alcaballo ganador mucho antes de quesu victoria estuviera asegurada y elcaballo comprendió algún tiempodespués que Suárez era su mejor ji-

Suárezfue másleal alRey que elRey aSuárez

Carrillo llegó a considerarle “uno de los nuestros”.

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El editor de ElSiglo, José García Abad es el autor de

‘Adolfo Suárez. Una trajedia griega’.

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“prodigioso trabajo” del expresidente en laTransición, instando a seguir el camino deconvivencia iniciado por él. El prelado aña-dió que “su política consiguió que las dosEspañas pudieran encontrarse tras décadasde animadversión política y de odio”.

El falangistarepublicanoD urante su primera entrevista con

Adolfo Suárez, a Santiago Carri-llo le llamó la atención el relatoque el expresidente del Gobier-

no le hizo de los padecimientos de sus fa-miliares, republicanos, durante y después dela Guerra Civil. Hasta el punto de que el ex-secretario general del PCE durante la Tran-sición llegó a afirmar que le dio la sensaciónde haber estado ante “uno de los nuestros”.Y antes incluso de su nombramiento comopresidente, en su discurso ante las Cortes con

motivo de la votación de la Ley de Asocia-ciones Políticas, a principios de junio de1976, Suárez hizo un guiño a la España de-rrotada en la Guerra Civil eligiendo unos ver-sos de Antonio Machado, muerto en el exi-lio, para cerrar su intervención: “Está el hoyabierto al mañana,/mañana al infinito./Hom-bres de España, ni el pasado ha muerto/niestá el mañana ni el ayer escrito”.

La cita literaria es aún más sorprendentesi se tiene en cuenta que Suárez no era unlector asiduo. De hecho, quienes le cono-cieron aseguran que no leyó un libro ente-ro en su vida y que de joven no destacabapor su aplicación en los estudios. Eso sí, siasumió la fe religiosa de su madre y presi-dió a lo largo de su adolescencia diversosorganismos ligados a Acción Católica. Traspasar por varios colegios aprobó el bachi-llerato y terminó licenciándose en Derechoen la Universidad de Salamanca a trancas ybarrancas, estudiando la carrera por libre. Elverano de 1955 es un año clave para él, yaque conoce al que será su tutor político, Fer-

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nete. Quizás por unos meses, hastaque se celebraran las primeras elec-ciones democráticas, tal como elRey le confió a Federico Silva Mu-ñoz, el hombre que había consegui-do más votos en la terna propuesta

por el Consejo del Reino. Los pro-hombres del Régimen confiaban enque una vez que el joven abulenseconcluyera el “trabajo sucio”, la de-molición del régimen al que habíanservido, el Rey le pidiera que deja-

ra el paso en las primeras eleccio-nes, las constituyentes, a quien tu-viera más títulos y no un chisgara-bís, “un chuletón de Ávila poco he-cho”, como le calificaban las malaslenguas. No contaban con la auda-cia del chuletón, que organizó supropio partido y se aprovechó de lasoportunidades que producía el po-der.

En puridad de conceptos puede de-cirse que Suárez fue el único presi-dente del Rey. Carlos Arias fue el úl-timo de Franco impuesto por heren-cia, vigilante póstumo del Caudillopara que lo atado por él permanecierabien atado tras su muerte; los demásfueron elegidos por el pueblo sin lamenor intervención real, dicho sea enhonor de Don Juan Carlos, quien re-nunció a los poderes legados porFranco e impulsó un proceso que de-volvería la soberanía al pueblo.

RepublicanoAdolfo Suárez, hijo de un republi-cano de Sánchez Albornoz, se con-

sideraba en el fondo de su corazóntambién republicano, como confesódurante una charla informal con losperiodistas que tuvo lugar en el Con-greso de los Diputados con motivode la conmemoración del 25 ani-versario de las primeras eleccionesdemocráticas. Cuando pidió la ma-no de Amparo Illana al padre de és-ta, Ángel Illana, en una época enque cobraba un magro sueldo comosecretario de Fernando Herrero Te-jedor, a la sazón gobernador de Ávi-la, el joven Adolfo, con la frescuraque le caracterizaba trazó su pro-yecto de carrera: “Antes de los trein-ta años seré gobernador civil; antesde los cuarenta, subsecretario; an-tes de los cincuenta, ministro y pre-sidente de Gobierno”. Lo que Suá-rez no dijo a su suegro, un militarconservador, es que el futuro espo-so de su hija soñaba con ser presi-dente de la III República.

Por José García Abad, editor de EL SIGLO y autor de Adolfo Suárez.

Una tragedia griega.

Don Juan Carlos confió en él para asumir las riendas del Gobierno en el verano de 1976.

Llegó a RTVE con Fraga como ministro de Información.

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nando Herrero Tejedor, recién nombrado enese momento gobernador civil y jefe pro-vincial del Movimiento en Ávila. Bajo el am-paro de Herrero Tejedor, Suárez prosperó enel aparato franquista desde que llegó a Ma-drid en 1958. En un periodo de diez años,Suárez pasar de formar parte de la secreta-ría general del Movimiento a ocupar un es-caño en las Cortes por Ávila y, posterior-mente, a ejercer como gobernador civil deSegovia a partir de 1968, con solo 35 años.

Es en esa época, a finales de los años 60,cuando Suárez entabla relación con el en-tonces Príncipe Juan Carlos, concretamenteel 7 de enero de 1969. Don Juan Carlos y Do-ña Sofía habían acudido a visitar la ciudaden compañía de los reyes de Grecia, Cons-tantino y Ana María, y el gobernador civil fueinvitado a almorzar con ellos en el Mesón deCándido. De esa comida data la anécdotadel supuesto papelito que Suárez le pasó alRey con los pasos a dar para desmontar el ré-gimen franquista e inaugurar un régimen de-mocrático homologable al resto de EuropaOccidental. El que fuera jefe de gabinete deSuárez, además de su cuñado, Aurelio Del-gado, siempre ha negado la existencia del fa-moso papel, aunque el hijo de Cándido dafe de la historia, asegurando que se le ha es-cuchado al propio Adolfo Suárez Illana.

Sea como fuere, ese encuentro supuso elpunto de partida de una amistad que se iríacultivando a lo largo de los meses siguien-tes, con visitas de Don Juan Carlos a la ca-sa de la familia Suárez. Como explica JoséGarcía Abad en obra ‘Adolfo Suárez. Unatragedia griega’, pocos meses después, enuna muestra de la confianza que Suárez sehabía ganado en poco tiempo, el Príncipele pide al por entonces número dos del ré-gimen, el almirante Carrero Blanco, que leponga al frente de RTVE. Suárez ya habíadesempeñado distintos cargos en la radio-televisión pública entre 1964 y 1968, lo quele convertía en un buen candidato. Y a pe-sar de las reticencias del por entonces mi-nistro de Información, Alfredo Sánchez Abe-lla, Suárez desembarca en el cargo, en elque permanecerá casi cuatro años. Desdesu nuevo cargo, el futuro presidente del Go-bierno emprendió una campaña de renova-ción de la televisión pública en la que losPríncipes ocupaban una buena porción dela programación, dándose a conocer a to-dos los españoles.

Tras cerrar su etapa en RTVE, Herrero Te-jedor vuelve a echar mano de él y le con-vierte en su número dos en la secretaría ge-neral del Movimiento. Su mentor fallece enun accidente de automóvil pocos meses des-pués, pero por aquel entonces, Suárez yacuenta con los suficientes apoyos para sugran ambición, entrar en el Gobierno. Ade-más de la confianza del Rey, también gozade la de Torcuato Fernández Miranda, unode los grandes nombres del régimen y qui-zás el principal ideólogo de un aggiorna-mento del régimen franquista que desem-bocase en un sistema democrático. Es Fer-nández Miranda quien convence a CarlosArias Navarro para que incluya a Suárez enel Gobierno como ministro secretario gene-ral del Movimiento en su primer gabinetetras la muerte de Franco. Y será de nuevoFernández Miranda, por entonces presiden-te de las Cortes franquistas, su mayor apoyoen el otoño de 1976 para convencer a losprocuradores que aprobaran la Ley de Re-forma Política, que en la práctica suponía suinmolación y el pistoletazo de salida al pro-ceso democrático. Cuando las Cortes dieronluz verde a ese texto, Suárez llevaba menosde seis meses en la presidencia del Gobier-no, a la que había llegado contra todo pro-

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El PSOE de Felipe González llegó a someterle a una moción de censura.

Gutiérrez Mellado fue su apoyo para controlar al Ejército.

Su amistad con el Reyarranca en 1969, con

una visita del monarcaa Segovia, donde

Suárez era gobernador

EUROPA PRESS

F. MORENO

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nóstico y en detrimento de los nombres quecontaban, a priori, con más opciones parapilotar una transición democrática: ManuelFraga y José María de Areilza.

Los hitos de su etapa como presidentedel Gobierno son conocidos y se han re-pasado ampliamente a lo largo de estos dí-as: la legalización del PCE, tras haber ase-gurado a la cúpula del ejército que “por elmomento” los comunistas no serían lega-les, la redacción de la Constitución, losPactos de la Moncloa… Algunos de los bió-grafos e historiadores que han escrito so-bre Suárez afirman que el Rey se decantópor él, entre otras razones, porque pensóque sería más fácil tutelarle a él que a fi-guras como Fraga o Areilza, con más ca-risma y con más peso, tanto dentro comofuera de España. Sin embargo, Suárez pron-to empezó a actuar por libre, especialmentecuando ya contó con el respaldo de las ur-nas. La pérdida de confianza del Rey enSuárez es uno de los factores clave del 23-F. Como relata José García Abad en ‘La so-ledad del Rey’, los comentarios de DonJuan Carlos, que cada vez disimulaba me-nos su malestar con el presidente, dieronpie a los conspiradores en general y a Al-fonso Armada en particular a pensar queel monarca aceptaría un gobierno de con-centración nacional presidido por un mi-litar, concretamente el propio Armada.

Las críticas soterradas del Rey, la presióndel ejército –que le consideraba a él y es-pecialmente a su vicepresidente, el generalGutiérrez Mellado, unos traidores–, la ferozoposición por parte del PSOE –que llegó aimpulsar una moción de censura–, las pe-leas intestinas del partido que fundó, UCD–con todos sus barones dispuestos a moverlela silla–, y un descrédito cada vez mayor en-tre la prensa y la opinión pública por la cri-sis económica y la creciente violencia te-rrorista, sumaron un conjunto de factoresque le condujo a la dimisión en enero de1981. Suárez, como expresó en el discursoen el que comunicaba su renuncia, proba-blemente sospechaba los planes de los gol-pistas. En ese momento, el presidente ase-guró que dimitía porque “no quiero que elsistema democrático de convivencia sea,una vez más, un paréntesis en la historia deEspaña”.

Tras su salida de la Moncloa, intentó ha-

cerse un hueco en el panorama político conun nuevo partido, el Centro Democrático ySocial, edificado en torno a un grupo de fie-les como Agustín Rodríguez Sahagún o Ma-nuel Jiménez de Parga, y las elecciones ge-nerales de 1986 supusieron una inyecciónde moral para él. El CDS se hizo con 1,8 mi-llones de votos y 19 escaños en el Congre-so. Unas cifras que hicieron albergar a Suá-rez la esperanza de que en las siguientes vol-vería a la Moncloa, según llegó a asegurar asu círculo próximo. Pero no fue así. Mien-tras se enredaba en oscuros negocios con elbanquero Mario Conde, José María Aznarirrumpió como el nuevo referente del cen-tro-derecha y el CDS se quedó sin sitio. Des-de ese momento, ya retirado de la vida po-lítica, el cuidado de su esposa, Amparo Illa-na, y de su hija mayor, Mariam, enfermasambas de cáncer, ocupó su vida. Sus apari-ciones públicas fueron espaciándose cadavez más. La última tuvo lugar en 2003, enAlbacete, con motivo de la candidatura desu hijo Adolfo a la presidencia de la Junta deCastilla-La Mancha en representación delPP. Dos años después el propio Adolfo Suá-rez Illana desvelaba en una entrevista quesu padre padecía Alzheimer, y que “ya norecuerda que fue presidente”.

Un profesionalde la imagen

L as virtudes comunicativas de Suá-rez eran muchas. Era una personacapaz de generar empatía y adhe-siones, con un carisma que suma-

do a su juventud le permitió liderar y sim-bolizar la España que buscaba su sitio trasla muerte de Franco. Pero hay un factor esen-cial que le convierte en nuestro primer po-lítico moderno: la explotación de su imagen.Y ello no se puede explicar sin tener en cuen-ta su paso por la cúpula de Radio TelevisiónEspañola, que le permitió comprender el fun-cionamiento y la utilidad de la tele, el nue-vo medio de comunicación de masas queempezaba a generalizarse en los hogares es-pañoles durante los años 60.

Fue por recomendación de su tutor polí-tico, Fernando Herrero Tejedor, por el queel por entonces ministro de Información,Manuel Fraga, da luz verde a su nombra-miento como director de programas de TVEen 1964. Y, en apenas unos meses, el dili-gente falangista de apenas 33 años se con-vierte en el director de la Primera Cadena,un cargo que ocuparía hasta que marcharaa Segovia en 1968. En ese momento, TVEera todavía una televisión anquilosada quefuncionaba al dictado del ministro del ra-mo. Pero Suárez emprendió una renovaciónde su programación que marcó un antes yun después y que comenzó a introducir a latelevisión nacional en la modernidad. Du-rante los cuatro años que dura su primeraetapa en TVE, Suárez da cabida en las pan-tallas de los hogares españoles a los prime-ros programas premiados en el extranjero,como los capítulos de ‘Historias para no dor-mir’ ‘El asfalto’ y ‘El último reloj’, dirigidospor Narciso Ibáñez Serrador.

El programa que marcó un hito fue ‘His-torias de la frivolidad’, ideado por el propioSuárez y el otro gran responsable de TVE enese momento, Juan José Rosón –que luegofue el último ministro del Interior del propioSuárez–, con el objetivo de satirizar a la cen-sura y mostrar de cara al exterior la imagende una España moderna y tolerante que em-pezaba a sacudirse las telarañas de la dicta-dura. El proyecto, un programa especial de

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Tras su salida de Moncloa fundó un nuevo partido, el CDS.F. MORENO

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una sola emisión encargado al ya consoli-dado Ibáñez Serrador, trazaba a través desketches humorísticos una historia del ero-tismo y de los esfuerzos por ocultar los en-cantos del cuerpo humano. Una historia quepor supuesto no gustó al objeto de su críti-ca, los censores. En primer lugar, se tuvo quecambiar el título de ‘Historia de la censura’al definitivo ‘Historia de la frivolidad’. Y porúltimo se tuvo que emitir al filo de la me-dianoche, después del cierre de la emisióncon el consabido himno nacional, en mediode las protestas del censor de TVE, que ame-nazaba con dimitir si finalmente el progra-ma salía en antena.

Aunque la principal novedad que intro-dujo Suárez en la programación fue el tra-tamiento informativo que le daba a los Prín-cipes, mucho más amplio que antes y mos-trándoles como con una pareja moderna yviajera. Una campaña de imagen en toda re-gla que contribuyó a que el futuro Rey fue-ra conocido por los españoles y que conti-nuó en la segunda etapa de Suárez en RTVE, ya como director general del ente, en-tre 1969 y 1973. En ese momento, cualquier

oportunidad era buena para dar espacio aDon Juan Carlos, por ejemplo entrevistán-dolo cuando se sacó el título de piloto.

Como máximo responsable de RTVE, Suá-rez dio un giro a la televisión pública. Conti-nuó dando cabida a las obras de algunos jó-venes creadores, como es el caso de AntonioMercero con ‘La cabina’ –que provocó un au-téntico terremoto en la casa, con peticionesde dimisión de los responsables del ente porparte de los jerarcas del régimen que se die-ron cuenta de que la película podía conteneruna crítica a la dictadura-, e inauguró espa-cios innovadores, como los programas de en-trevista en directo de José María Íñigo o losprimeros reportajes en profundidad de repor-teros de la casa en el extranjero.

La importancia que Suárez le concedíaa la imagen tuvo un ejemplo fundamentalen los días previos a las primeras eleccio-nes democráticas tras la dictadura. En esaprimera semana de junio de 1977, Suárezprotagonizaba dos reportajes, uno en ¡Hola!, el primero que concedía, y otro enel suplemento a color de El País, en el queel presidente abría las puertas de la Mon-cloa y se mostraba como un trabajador in-cansable y como un hombre de familia. Enambos reportajes, Suárez aparecía comono se había visto nunca en España a un po-lítico: vestido de manera informal, co-miéndose un cocido, montando en bici-cleta y revelando ciertos detalles de su in-timidad y de su vida diaria, con sus hijosy su mujer como protagonistas del repor-taje también. Hoy por hoy, un reportaje deeste tipo es más común. Y en países comoEstados Unidos, este elemento familiar esesencial para un político que quiere llegarlejos. Pero en ese momento, en España, unreportaje de este tipo marcaba un antes yun después. Como también lo hizo el pa-so de Suárez por la Moncloa. l

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Suárez puso fin a su etapa en la Moncloa en enero de 1981.

Su desembarco en TVEabrió un periodo de

profunda renovaciónde la televisión

pública

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